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AUSENCIAS

Arturo Sodoma
Diseño y foto de portada
Foto: Saquemos a Adán del juego
© Mauricio Melgarejo

1a edición Octubre 2005

ISBN 970-94579-0-X
© Arturo Sodoma

Ediciones

Reservados todos los derechos

Edif. G-7 int. 13


Lomas de Plateros 01480

México D.F. 2005

[email protected]
[email protected]

Impreso en México
Prólogo

Rostros de soledad

Conocí a Sodoma hace casi una década. Fue en un extraordinario taller dirigido
por la poeta Iliana Godoy, ahora también cuentista, en la colonia San Pedro de
los Pinos.

Ya entonces los textos de Arturo, bastante distintos a los actuales, trabajaban


temas elaborados sobre la trama de una visión maldita del erotismo, una pers-
pectiva a veces demoníaca, lindante con el horror. Aristas que ahora dejaron de
ser excluyentes para dar paso a una nueva búsqueda poética, siempre alimen-
tada, no obstante, de malos amores, desesperanza y una teología personal.

A aquel taller también concurrían Fernando Corona, Federico Corral Vallejo, Ja-
vier Gaitán y otros jóvenes escritores hoy ya con obra publicada y un conside-
rable reconocimiento de críticos que no se limitan a los nombres consagrados.
La poesía y las prosa poética de Arturo Sodoma entrelazan imágenes, metá-
foras y circunstancias donde late una vivencia satánica, trágica, del amor y del
sexo. Con palabras sencillas, una construcción sin barroquismos y un decir llano,
pone en escena las grandes melancolías, pasiones y frustraciones del amor. Sus
textos son como habitaciones en penumbra donde el polvo danza en el aire.

La amada siempre inasible, lejana o en un recuerdo tenue, que no logra ilumi-


nar el crepúsculo de un presente impiadoso.

Diríase que estamos ante un poeta de sombríos atardeceres, delicadamente


sensible, que dirige su discurso literario por los parajes de lo soñado, de lo ima-
ginado, por la zona donde echan sus raíces la memoria y los antiguos dolores.
Desde ese territorio dramático nos interpela.

Su a menudo eufónica cadencia se acompaña de una suerte de solaz en la be-


lleza que a veces contienen el sufrimiento y la nostalgia, lo que se pierde antes
de poseerlo, lo que no llega, lo que no se realiza, lo que se desea y no se alcanza.
Saudade de la vida no vivida, fruición de la anticipada pérdida, son el rescate
estético de una ausencia que encarna todas las Ausencias, y cuya fuente parece

5
AUSENCIAS

ser la previa renuncia o desesperanza tácita ante las vicisitudes de logro y de-
rrota, esos dos impostores, que lleva implícita la aventura existencial.

Esta desesperanza, este desencanto de matriz nihilista con algunos matices de


renovado romanticismo, no es pose posromántica, salida mística ante un paraí-
so por antonomasia perdido, sino experiencia sufrida en carne propia. “Serena
carne viva del alma”, dijo una vez para siempre Raúl González Tuñón.

Poética del anhelo imposible del amor imaginado, este sobrio soliloquio acerca
del fracaso de la comunicación humana, acto confesional, es también confi-
dencia consigo mismo, con la elusiva pareja y con el lector, testimonio de belle-
za bordado, en estilo cercano a un habla depurada, sobre cierto dramático sus-
trato: la angustia de una búsqueda incesante por salir de sí mismo y trascender
en otro. Un otro siempre distante, demasiado ajeno o lejano para experimentar,
en la gloria o el desastre, la compartida apuesta.

Imán y furia de pasión y muerte dan paso así a una canción de ausencia: luna-
fría, almatierra, ojitriste, aguallena, tibiapiel. Porque el poeta está solo como la
flor que nace en el peñasco (...) como los árboles en tiempo de hojarasca (...)
vagabundo sin destino ni maleta.
Voluntario de los cielos hermafroditas, de las sonrisas de los perros rabiosos, tiene
las manos tristes y vacías, quiere caer junto con la amigamante cuando ella enu-
mere los días del hastío y se precipite a su abismo de soledad y silencio.

Y declara:

Mujer, la vida es una gota de vino que fermenta la tierra,


el silencio de los ojos cuando se miran,
el beso perpetuo de todo lo sufrido, y hoy
debemos morir como palomas que combaten en el cielo.

Todos los rostros de la soledad habitan sus manos


sin tocarte
sin tu cuerpo.

Las cenizas del invierno caminan por el viento diciendo adiós mientras el poeta
cierra los ojos para seguir soñando y se abre paso su canto a la mitad de Sodo-
ma en mujer, trozo de noche y sangre

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que escurre de mi lamento lánguido,
sin fuerza,
sin viento.

Tres piezas en prosa poética son un paréntesis en el centro del volumen.


Una fúnebre Confesión nos dice: te amaré... aunque ya estés muerta y tu carne se
pudra en mi boca por los siglos de los siglos.

Horóscopo de octubre describe el luto gótico y la intimidatoria belleza de muje-


res que traen en el alma el parto del dolor y caminan por las tumbas administran-
do justicia a los difuntos y al equilibrio de la vida. El mal les corroe las encías y los
pezones otoñales. Horóscopo dedicado a las libras mercurianas, las justicieras,
mujeres que no buscan, regidas por el miedo, es el adiós ardido de aquél que fue
mantis religiosa en cada uno de sus cuerpos quebrados.

Y el prosema nombrado Amor consagra un ritual celebratorio a las prostitutas


que salen de la muerte paseando a sus perros en Cadillacs rosas.

Los textos de Sodoma poseen una fuerza que suele dar en el clavo. Siembran
resonancias capaces de dejar abierto el poema con sugerencias que fecundan
la imaginación y nos asoman a una lírica mayor.

Libre de sentimentalismos, su propósito expresivo se ve certero. Despliega una


energía amatoria y erótica con inflexiones tanáticas, energía que, sin llegar a
consumarse, se consume en la sublimada elaboración de su drama íntimo, exis-
tencial. Un drama que al exponer el fuero interno logra a veces rebasar el nivel
confesional hacia el despliegue de un discurso ontológico, o sea, universal. En-
tonces nos toca y nos ilumina a todos a través del caleidoscopio de nuestras
subjetividades.

Mientras llega la Llovizna a limpiar las heridas, las manos sucias de tanta soledad,

Los ojos piensan en arrancarse los sueños


para clavarlos en el jardín
y que los insectos duerman
en las cicatrices del odio.
(...)

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AUSENCIAS

Hay ojos que son ciegos


y evocan el canto de los muelles.

En espera capta magistralmente la concordancia mágica con el fuero íntimo de


un ámbito urbano a la vez externo e interior:

Espero, la tarde se mueve...


la vida cae en cada semáforo,
en cada esquina, en cada alma
que agacha la mirada,
la vida es una hemorragia cerebral,
una ráfaga de odio, un golpe de viento.
(...)
La vida es una tarde que se mueve,
que se hincha de lluvia,
que se pierde en el horizonte,
que se apaga.

Un rezo doliente, por todos y por sí mismo, por los que no tienen memoria y
los que abrazan la luz cuando amanece, por los que a diario hacen el sacrificio
del olvido, por los que van sin destino a buscar los ojos de las imágenes sagradas,
atraviesa las páginas de este libro:

Tal vez el silencio sea el destino de nuestra fe,


tal vez el consuelo para humedecer la fatiga del alma.

Una ultrajada Evocación descarga el odio acumulado por sombras castigado-


ras, rebeldía revelada en la sangre de su pecho:

Niños coléricos,
madres llorosas,
se huele la tristeza en estallidos que florecen la tierra
(...)
Hoy por hoy,
la venganza de los buitres al destino cobija.

Hermanos muertos, estoy muriendo,


vengan por mí que me pudro

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en la última línea
de mi mano poeta.

Los textos finales de esta obra despliegan otros visajes de su vulnerado ámbito
de tristeza, soledad y silencio.

Eres la lluvia que se ahoga en cada charco,


el gemir de las jacarandas cuando el viento les besa
sus flores de satin
(...)
Piensa en mí que yo pensaré en los charcos
después de la tormenta.

Y La herida hace jugar el contrapunto entre el ajetreo anónimo de la gran urbe


y la angustia existencial de su habitante, ese desconocido que en cualquier mo-
mento nos asalta, nos salva, nos mata, nos bendice o nos cruza como si fuéra-
mos inmateriales:

Escucha a la ciudad roncar sin cerrar los ojos,


así de esa forma se escucha el pecho abierto
del amante, la herida, la arteria congestionada,
como si de ella una gota resbalara en el aire
hasta hacer temblar el pavimento y las hormigas
que somos nosotros murieran no más de miedo.

No hablo de la herida que se marca en la piel


como beso de sanguijuela,
hablo de la herida que marcan las lágrimas
con su salino cuerpo,
como beso de la morriña de la sangre.
(...)
La herida de la nostalgia que nos somete,
que nos estigma, que nos seduce
hasta estirar los brazos para acogerla
con todo el pecho abierto.

9
AUSENCIAS

En Opio se desgranan las inflexiones del escepticismo:

Abrazo el libro de teología,


me recargo en la piel
respirando el amarillo
viejo de las hojas.
(...)
¿Quién está atrás de la palabra?
Una efímera mentira
que es la mano quien la escribe
y una verdad amorosa que no tengo.

Así, tras el amor y el erotismo como descubrimiento, pasando por el clímax de


la pugna sentimental, por la confusa y fútil guerra del sexo, llegamos a la fase
final de este poemario, especie de decepcionado abandono, de escéptico adiós
al ilusorio espejismo de la comunión humana. Una religiosidad sui generis cele-
bra su extraña amalgama con ese desesperado agnosticismo de fondo.

Y en Prisionero aparece el desafío del que nadie se libra, al que Joseph Conrad
describe como “la multitud de dudas angustiosas que con tanta persistencia
acechan cualquier intento de realizar una obra de creación”.

Prisionero de una boca que muerde la afonía,


que le duele decir palabras,
que prefiere escribir en el humo
sin consonantes, sin colores,
sin vocales infernales,
escribe alguna que otra coma y punto seguido,
escribe el símbolo del aislamiento,
la interrogación perfecta y la exclamación
de las nubes,
escribe la vida sin escribirla
y al amor lo pone entre comillas
(de las horas hace oraciones
que trascienden en el aliento de las parroquias).

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La despedida desgrana en una cabellera al viento palabra a palabra de un si-
lente adiós en manos de blasfemia. Son raíces que no dan fruto (...) semillas en
tierra muerta.

Quiero decir adiós y dejar que tus pasos se marchen


hacia el olvido,
quiero que digas adiós y dejar que mis pasos se queden
contemplando la despedida.

Y Morir en el intento cierra la obra con una sugerente declaración de pérdidas:

la ráfaga de unos ojos ajenos,


el aire cuando se besa
a lentitud de mármol,
la vida
en cada centímetro de tiempo
(...)
el viento de la tarde
cuando el tren huye hacia el piélago.

Un viaje literario por las perplejidades, los afanes y la desdicha del amor y
el desamor.

Eduardo Lucio Molina y Vedia,


agosto de 2005

11
AUSENCIAS

Introducción
Amnesia

No lo recuerdo, en verdad. Es difícil recordar las primeras lecturas, las primeras


palabras leídas o el primer autor, pero creo que en mi caso fue Allan Poe, Narra-
ciones Extraordinarias, El cuervo. Y así empezó todo, con un final de nunca más.
Lo que no recuerdo es el nombre de la profesora que utilizó su voz de anzuelo,
sus muslos pálidos y largos como palmeras oscilando con el viento de los hu-
racanes cuando caminaba, boca de tornasol, que abría y cerraba los pétalos
según el colibrí que acercara su pico para libar la miel de esos pétalos. Al menos
eso es lo que imagino; jamás supe de algún colibrí acechando a mi flor. Yo era
o me figuraba ser el único, el volátil. Su aliento era ola que manipulaba la barca
del navegante; así transcurrían los segundos, los minutos y un año; partí hacia
otro colegio y ella, no lo sé, me dejó un corazón vacío y muchos libros, muchas
horas de entretenimiento y muchas lágrimas.

¿Y quién carajos hojea libros en momentos de decepción amorosa? Pues yo.


Las Flores del mal y El Spleen a Paris, mi bandera y consuelo. Baudelaire, herede-
ro del romanticismo, dormía conmigo, soñaba conmigo y hasta orinaba con-
migo, ”entonces, oh mi hermosa, diles a los gusanos que devoran tus restos, que
yo guardé la forma y la esencia divina de mis amores descompuestos”. Después,
poco a poco los otoños de Becerra no sólo recorrían las islas, sino también los
huesos. La esperanza se fue con el perfume. Quisiera ser un ángel, abrir mis
alas y que la gente comiera de mí; casi como el final de la novela de Süskind, ser
devorado por la multitud.

“El adjetivo, cuando no da vida, mata.” ¿Cómo olvidar a Huidobro, y cuál es el


adjetivo perfecto para aquélla que no tiene nombre, o si lo tiene lo ha de guar-
dar debajo de un caracol o de las piedras que se forman durante siglos en las
cavernas o en las nubes? Pero tal vez el adjetivo perfecto será el de la mujer
circunstancial, porque se podría llamar arcoiris, o lluvia, o nostalgia, o cosa dia-
bólica, o ausencia, según el estado en que el alma se encuentre.

El primer poema lo escribí un martes a la izquierda de una jacaranda, ya que


por aquí no abundan robles y la gente que por estas zonas anda nunca se que-
da inmóvil al borde del camino.

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Benedetti es el monstruo de los poetas que pretenden hacer del mundo un
lugar habitable, una falacia, una utopía en donde el amor y las mujeres lo son
todo. Él no me enseñó a escribir; me enseñó la táctica para amar y la estrategia
para ser amado.

¿Qué poeta no recuerda su primer poema? ¿Qué poeta no se sabe de memo-


ria sus primeras palabras? Más aun si se lo dedica a la musa circunstancial, a
la musa eterna. Han pasado por estas letras otras musas, la de los senos que
podrían “amantar” a una jauría de locos, la pequeña de pies suaves que vola-
ba como lo dicta el poema de Girondo, ”¡Con qué impaciencia yo esperaba que
volviese, volando, de algún paseo por los alrededores!”. La de ojos casi verdes y
casi tristes que llora por no saber llorar, la de cuello irresistible. La lista sería in-
terminable, pero siempre hay una y ella no lo sabe; las demás actúan de diosas
seductoras de palabras, pero ella asume su papel de olvido que no se quiere
olvidar. Del olvido es el primer poema de mi vida, porque en verdad, debo ad-
mitirlo, no lo recuerdo.

No todo en la poesía es amor. Por momentos pareciera que uno carga con la
totalidad de los males de la Tierra, como si todo el sufrimiento se posara cual
mariposa en nuestro rostro. De la nada se vienen las olas negras y todo lo vivido
se convierte en espuma marina absorbida por la arena de la melancolía. Uno
sale a la calle sin trapos que lo cubran, sin mascaras que le sonrían a las masas
o a las musas, uno sale con la piel quemada. Sólo así los puñales de la cotidia-
neidad se manifiestan en heridas y nace otro poeta, el que maldice lo sagrado,
el de las preguntas perpetuas, el que se desgarra el pecho para tragarse el co-
razón y vomitarlo hasta que ya no sangre, never more, nunca más.

“Yo no lo sé de cierto, pero supongo que una mujer y un hombre un día se quie-
ren”. Soy un amoroso de Sabines, de la nostalgia, de los momentos silenciosos
en avenidas demasiado transitadas, del vino, del tabaco rubio, del olor a tierra
mojada, de las noches violetas.

Y de ella, Silvia, ahora que me acuerdo.

Arturo Sodoma

13
AUSENCIAS

AUSENCIA DE TI

Una sonrisa como la tuya de aguafría,


unos hombros como los tuyos de aguatierra,
unos ojos como los tuyos de verdeagua.

Así de sencillo para saber tu nombre,


así de sencillo sopla el viento de la noche,
así para deletrear tu espalda con mi mano
y así conocer el enigma de tu piel.

Me hace falta tu cuerpo de ausenteluna,


me hace falta tu boca de lunatibia,
falta me hace tocarte con voz de lunallena.

Y construyamos el oleaje de los mares


y escuchemos a las nubes en el cielo
para nunca a solas tener que decir
lunafría, almatierra, ojitriste, aguallena, tibiapiel.

14
SIN ALIENTO

El canto de la cigarra
dejó en el llanto nocturno
el silencio de mi boca
cual estigma de tu piel,
y pensé en tu mirada,
la que arrulla tempestades,
lluvia ligera de ojos,
hojas de lluvia otoñal.

¿Quién eras tú para dejar


a esta voz sin aliento,
si con el beso de la noche
era más que suficiente?

15
AUSENCIAS

SOLEDAD DE VOZ

Quiero estar solo como la flor que nace en el peñasco,


que nadie se acuerde del rostro de mi nombre.

Quiero aquella soledad de los árboles en tiempo de hojarasca


solitario en el camino empedrado lleno de adioses.

Quiero estar solo, vagabundo sin destino ni maleta,


sin carga que me haga recordar los amaneceres
en que el alba se desvanecía ante los ojos
de las aves que perdían sus plumas en el frío de la vida.

Quiero que se olviden de esta voz, de este llanto,


de mis manos cuando tocan al cielo y de mi boca
cuando besa a la noche en que tú y yo callamos.

16
AMIGA

Amiga, la humedad de tus ojos me mata esta tarde,


perfume de dolor que nace con golpes de tristeza,
tú que de palabras construyes noches profundas,
tú practicante de la nostalgia del recuerdo,
eres tú quien hace del hielo seda caliente.

Amiga, no soy yo quien dije ser,


soy voz que cada luna te pronuncia,
soy canción que duerme en espera de tu cuello,
soy agua que besa tu mejilla,
soy sangre en el corazón herido de tu exilio.

Amiga, cuando me pienses a distancia,


cuando enumeres los días del hastío,
cuando los labios sedientos te duelan,
cuando grites, cuando llores, cuando calles,
cuando te sientas sola y te precipites al abismo
cierra los ojos que yo caeré contigo.

17
AUSENCIAS

ABRAZADOS

El sudor baja por los flagelos de la espalda,


la miel marca la cintura
y la primavera es toda clara.

Muero, y tus manos son pan


que alimentan mi alma.

Ayer te besé por detrás de la oreja


y hoy la oscuridad anuncia
que mi aliento llegará a tu boca.

Oh amor, hay que esperar


a beso y vino la tormenta de las estrellas
y a plena luna nacer,
abrazados de la noche.

Oh amor, hay que esperar


a escuchar el silencio de la noche
y a plena alba dormir
abrazados del recuerdo.

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SOBRE LA VOLUNTAD

Voluntario de los tulipanes monocromáticos,


de las espigas de trigo,
del llanto de los enfermos,
de las sonrisas de los perros rabiosos.

Voluntariamente he elegido el camino sordo,


la callada boca de mujeres eclesiásticas
y las patadas de elefantas en brama.

Voluntario de todo,
de las vacunas antiestrés,
de los cielos hermafroditas,
del fomento a la lectura religiosa,
de los miércoles de plaza,
de las hormigas que se alimentan de sus hijos,
de los hijos de las hormigas que alimentan a sus madres,
de la noche que llora canciones de amor,
del amor que llora en la noche.

Lo único que no permite mi voluntad


es el silencio de los pasos cuando te alejas de mi vista.

Voluntario de todo, menos de tu partida.

19
AUSENCIAS

MANOS

Tengo las manos


tristes y vacías.

Intento reposar el dolor de mi alma


en la sombra de su cabello.

Quisiera besarla en minúsculas porciones


de agua cristalina.

A lo lejos un niño muerto


la mira.

Tengo las manos


tristes y vacías.

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PALOMAS

Su atractivo rostro embelesa a Dios,


mientras tanto ella se sube la falda
para enseñarle sus tobillos a las hormigas.

Mujer de alma dolida


amémonos tranquilamente frente al sol
hasta que la lluvia aparezca
y desgarre nuestros cuerpos
y no tenga más que ganas de llorar
en el verdor de las rocas.

Una rama de árbol centinela y testigo


el pasto cruje en el lomo de los insectos
y ella recoge sangre de flores con sus cabellos.

Mujer, la vida es una gota de vino que fermenta la tierra,


el silencio de los ojos cuando se miran,
el beso perpetuo de todo lo sufrido, y hoy,
debemos morir como palomas que combaten en el cielo.

21
AUSENCIAS

TIPOS DE SOLEDAD

¿En qué tipos de soledad viven las manos?


Hay soledades de tormenta invernal,
de lluvia pasajera y fría,
soledad de mar sin olas
ni gaviotas, ni sal, ni sol, ni playa.

Soledad de parque,
de gusanos, de árboles que envejecen,
de hojas secas, de huellas petrificadas,
huellas que no se deslavan ni con sudor
de almendro triste.

Soledad de cafetería,
de humo,
café–tabaco,
de pan recién horneado
y de labios sedientos de leche.

Soledad de besos,
de besos inocentes o sanguíneos,
de Judas que marcan piel y alma,
de saliva o de luna,
o besos de llanto.

Soledad de palabras
que no recuerdo
que se ensucian,
se desvanecen, se olvidan.

¿En qué soledad viven mis manos?

Sin tocarte,
sin tocarte,
sin tu cuerpo.

22
TODAVÍA TE RECUERDO…

Todavía te recuerdo y sin miedo


respiro cada instante de tu piel,
navego por tu silencio
donde el brillo de la aurora
se mueve al tocar mi llanto.

El cielo sigue flotando en rojo,


las cenizas del invierno
caminan por el viento diciendo adiós.

Oscura trémula noche,


todavía te recuerdo y sin miedo
cierro los ojos para seguir soñando.

23
AUSENCIAS

MITAD

Eres como un trozo de noche


que escurre de mi lamento lánguido,
sin fuerza,
sin viento.

Eres el ángel de Gomorra


descarada
buscando fábulas inertes.

Eres mi tiempo
cuando abres tus alas en la lluvia escarchada en silencio.

Te busco y no vuelves,
espero y no llegas,
imploro
y sólo aquello que me derrama en vino
viene y me lleva
al vacío de la luna,
y es que dicen en el cielo
que llevo el rostro velado en papel,
tal vez es pena,
tal vez te recuerdo y nada más.

Sigues siendo lluvia, sangre y noche,


la mitad de Sodoma en mujer.

24
EL DIABLO LO SABE

¿Qué es lo que hacen los muertos


que reviven únicamente para observar
tus ojos celestes?

Nada:
Le venden el alma al diablo.

Mis manos sedientas de tu cuerpo,


mi boca clandestina sin tus labios,
la noche fría, mis lágrimas secas.

Tú no lo sabes, el diablo sí.

Se burla de mi tormenta,
se alimenta de mi sangre,
cosquillea mi tristeza,
duerme a mi lado y tú a lo lejos
que no me miras.

Y no duermo, creo en ti,


pienso en ti, muero en ti.

Son tantas las noches esperando


que tu voz arranque mi soledad,
pero ya es de mañana,
la noche,
la guerra y el tiempo
envejecen,
mi voz envejece,
mi cuerpo tiembla, llora, muere
y te quiero.

Tú no lo sabes, el diablo sí.

25
AUSENCIAS

RECUERDO OLIVA

Es así que suspendiste


una lágrima en tus ojos,
tocabas mi nombre no aprendido,
aspiraste un sueño de eternidad.

Las piedras sangran sin tocar tu pubis,


monarca mariposa.
Mi cabeza duerme sobre tus lotos,
respira tus ansias,
tus axilas,
tu cuello
entre tus piernas.

Desde allí navega mi lengua por tus muslos,


por tus pezones celestes,
por tu infierno infinito.

No hace falta que me toques


me masturbas con tu aliento, afrodita,
al besarme
en noches sombrías de ángeles sin alas,
me miras con tristeza
de sirena empalada,
crucificada ante mis ojos
famélica,
suspendida en el aire,
aterrada gritando pecados,
maldiciendo mi nombre,
suspirando luz bella de mis labios.

Sumerges mi cansancio en besos indeseados.

Solitario en la cama espero que llegues


desde el cielo.
¡Oh, demonio, arcángel de Dios!,

26
maldita eres entre todos los cuervos,
maldita existías en mis brazos de amapola,
maldita te amo en mi desgracia,
en la desesperación de tocarte y no tocarte.

Es así que te amo


en recuerdo
de tu voz oliva.

27
AUSENCIAS

CONFESIÓN

Confieso haberme enterrado una y mil veces esta espina con la cual desangré
cada viernes en que tus zapatos enlodados caminaban hacia tu partida.
¿Dónde estarás?, ¿te encontrarás descansando tal vez junto a todas las
noches y brujas que duermen en las manecillas del reloj de mi cuarto ámbar?
Confieso exprimir por las mañanas mis tripas dándoselas de comer a
los ángeles desdichados, rezando que algún día del cielo tus alas caigan y que
tus dientes mordisqueen en mi interior. También es así como confieso profanar
las puertas de los palacios dorados robándome a cada una de sus princesas
melancólicas, haber desenterrado a los vivos desechándolos al lago de fuego
que traigo en la palma de mi pecho, soñar y no dormir, morir soñando en tu
sueño, por lo cual escribo canciones que nunca han sido escuchadas en el reino
de las amapolas azules.
Por último, confieso que en cualquier lugar de este techo estrellado o
de esta tierra húmeda, que es pisada por espíritus en pena, sobre la espada del
Todopoderoso o en un rincón de una ola solitaria, porque soy viento y soy mar
que moja tus pies, te amaré... aunque ya estés muerta y tu carne se pudra en mi
boca por los siglos de los siglos. Amén.

28
HORÓSCOPO DE OCTUBRE

Las mujeres que nacen en octubre lloran en agosto, traen en el alma el par-
to del dolor, caminan por las tumbas administrando justicia a los difuntos y al
equilibrio de la vida. El mal les corroe las encías y los pezones otoñales. Son be-
llas como los árboles frágiles quebrados por el viento, ramas inmaduras, hojas
muertas que son pisadas por los viajantes solitarios en el parque. El sol arrulla
el ámbar de sus cabellos contándoles viejas alabanzas de templos perdidos.
Venusinas estrellas duermen como cadáveres con las manos frías bajo el cue-
llo queriendo ahorcar el hielo de los volcanes soñadores. Calladas son voces
donde el aire es tejido por el silencio. Viajan con destellos de Nova en abismos
irreversibles, cargan con su balanza y esperan el Día del Juicio Final para pesar
corazones y almas. Compran unicornios y les quitan la cabeza en martes ne-
gros, hermosos. Son delicadas cuando danzan con la luna en avenidas poco
transitadas. Tienen nuca delgada y amorfas nubes en ríos de soledad iguales a
sus senos. Visten de luto, góticas, impresionistas, son felices casi todo el tiempo
y sin pretexto lloran en agosto por el amor que se les va.

Dedicatoria:
Mujeres que no buscan, regidas por el miedo, fantasmas crepusculares que
desechan las venas de mis lágrimas, a ellas dedico estos trazos de infortunadas
palabras adivinatorias que brotaron en la punta de la lengua de Luzbel sin an-
tes desear que fueran de su agrado y las llevaran por el camino donde descan-
san los colibríes del paraíso. Volaron mis labios en sus frentes marchitas.
Con cariño se despide aquél que fue mantis religiosa en cada uno de
sus cuerpos quebrados, el que dio a comer pan en sus bocas de harina, caluro-
so en el hemisferio boreal de sus muslos, el verano.

29
AUSENCIAS

AMOR

Malditas las ventanas que no dejan respirar la erosión de mis poros muertos. Ma-
nipulo con un hilo las manos de los placeres que el demonio bondadoso me rega-
ló, aunque la sombra que sigue mis pasos sea torturada cada domingo en misa.
No te odio, amo las calles rojas mojadas, las prostitutas que salen de
la muerte paseando a sus perros en Cadillac´s rosas. No te odio, simplemente
rompo las ventanas sucias de mi vida. Tampoco digo: amor ven a casa y refú-
giate junto al olor de los lirios y el hachís que traigo en el pecho. Amor, a ti no
te odio, odio el rostro de la gente que pasea a los gatos negros a mediodía, a
los buscadores de piedras, espíritus destrozados a mitad de mis pupilas, a los
enfermos sonrientes y agitados.
Por último te amo, ven a casa, coge la cadena, deja que los colmillos
destrocen la carne y los huesos que me traes, después súbeme al auto rosa y
deambúlame por el parque.

30
LLOVIZNA

Gritan hacia la tarde que se acerca,


ellos caen de las nubes y gritan,
yo resbalo por las coladeras
entre los pies de las ratas.

¿Quién quiere ser agua?


La lluvia pesa sobre las espaldas
de los montes, de la playa, de la vida.

¿Quién quiere mojar los zapatos de los difuntos,


o el gris de los féretros o el rojo de las flores?

¿Quién quiere ser agua


para limpiar la sangre de la tierra?

Lodo, soy lodo


y los pies se marcan en el cuerpo,
el cuerpo le pide al cielo
limpiar las heridas,
y las heridas con la llovizna se van.

¿Quién quiere limpiarme las manos?,


porque las traigo sucias,
sucias de tanta soledad.

31
AUSENCIAS

OJOS

Los ojos piensan en arrancarse los sueños


para clavarlos en el jardín
y que los insectos duerman
en las cicatrices del odio.

Los ojos condenados a pasiones de gotas de rocío,


tan lentas, tan suaves,
transparentes en la memoria.

Gota tras gota


que se pierde en el olvido.

Hay ojos que evocan el cadáver de un beso,


la osamenta de unos labios,
evocan a los cuerpos que se fueron,
a los que se pierden en la existencia,
que no regresan, que son fugaces
y miopes.

Hay ojos que son ciegos


y evocan el canto de los muelles.

32
LAS PALABRAS SE OLVIDAN

No era necesario esculpir palabras


de entre las piedras ya labradas,
aunque las piedras descifran al otoño,
el otoño se calla desde el alma.

No eran necesarios los ojos de los ángeles


o la luz de una estrella ya dormida
para olvidar la mano cual escribe,
el dolor del pecho que insepulta
a la voz del viento ocurrente
a la tarde que se apaga con sus hojas.

No era necesario descifrar al silencio


ni tener que levantar a las ruinas con su polvo,
basta que los párpados dancen
para que el ruido de los mares sea nieve.

No era necesaria la pluma hechizada


para oler el vientre de los muelles
ni la brisa corrompida de la ausencia
ni el beso de la muerte a mi boca.

No es necesario hacer historia


si el cielo con sus nubes ha escrito
el tiempo que ha de recorrer la sangre
en la memoria de los mudos recuerdos.

33
AUSENCIAS

EXISTIR

Existía hace dioses


en las piedras el recuerdo,

hace mares
en las olas luz que pinta,

hace años
cruz de la memoria.

Existía hace hierba


el beso aún perdura,

hace noches
grito del silencio,

hace cielos
alas de derrota.

hace llantos,
hace días,
hace olvido
¿existía?

34
EN ESPERA

Espero, la tarde se mueve...


la vida cae en cada semáforo,
en cada esquina, en cada alma
que agacha la mirada,
la vida es una hemorragia cerebral,
una ráfaga de odio, un golpe de viento.

¿De qué vivimos si no es de amor?,


¿de aire?, ¿de agua?, de ausencia.

La vida es una tarde que se mueve,


que se hincha de lluvia,
que se pierde en el horizonte,
que se apaga.

Espero, la noche se mueve...

35
AUSENCIAS

ALMA

Déjame morir cuantas veces entre el sol por mis ojos, desvanecerme con los
gritos y caer en otoño junto a las hojas. Nacer de los capullos que dejan las
heridas y resbalar en el rostro de las putas para después evaporarme y seguir
como nube vagabunda.
Déjame morir besando el barro que se adhiere a mis venas, con todo
y soledades bendecidas. Estallar en rincones y pintar las paredes de tristeza con
el silencio de mis labios.
Deja que mis sueños sangren y pidan perdón, déjame lápida, déjame
vino y déjame correr por el agua hasta que tus manos me encuentren y me
dejes nacer como hombre.

36
PORQUE

¿Por qué he llegado al final del viaje?

¿Por qué quisiera disfrutar la vista


y prolongarme al horizonte
hasta adentrarme al desfiladero?

¿Por qué apoyo la frente en las manos?

¿Por qué las manos tristemente golpean la frente?

¿Por qué verter más lágrimas en el mar?

¿Por qué la vida errante?

¿Por qué los recuerdos terminan como termina


el sol de la tarde?

¿Por qué partir a galope tendido?

Porque no veo más allá de las nubes.

37
AUSENCIAS

REZAR

Recen por aquéllos que no tienen memoria,


por los que abrazan a la luz cuando amanece,
por los que dejan sus dolores en una cruz
o por las lágrimas de la virgen.

Recen por los que a diario


hacen el sacrificio del olvido,
por los que se van sin destino a buscar
los ojos de las imágenes sagradas.

Tal vez el silencio sea el destino de nuestra fe,


tal vez el consuelo para humedecer la fatiga del alma.

Recen por el invierno en el cabello de la vida,


porque algún día hemos de usar este pañuelo
para limpiar el sudor de los años.

Recen por los que se quedaron


crucificados al abrir las ventanas,
por los que se suicidan
con golpes de pecho.

Recen en las calles,


en el vientre de la amada,
en el jardín de la infancia,
en la estación de la angustia,
recen por aquéllos que no tienen a quien rezar,
recen por mí,
que mi rezo será para ustedes.

38
EVOCACIÓN

No sólo por el pasar de los años


aprendimos a odiar en eterno.

Gotea mi ultrajada memoria en recuerdos,


la muerte camina silenciosa
reviviendo el olvido.

Sombras castigadoras revelan sangre en mi pecho.

Niños coléricos,
madres llorosas,
se huele la tristeza en estallidos que florecen la tierra.

La muerte, gran protagonista,


se filtra en el tiempo.

Hoy por hoy,


la venganza de los buitres al destino cobija.

Hermanos muertos, estoy muriendo,


vengan por mí que me pudro
en la última línea
de mi mano poeta.

39
AUSENCIAS

PIENSA EN MÍ

Eres la lluvia que se ahoga en cada charco,


el gemir de las jacarandas cuando el viento les besa
sus flores de satín.

Un suspiro nada más,


dame el suspiro de tu boca
y hazme creer que el polvo del camino
es el que me llevará
al silencioso ombligo de la vida.

Piensa en mí
cuando el sol de primavera se torne gris,
cuando en las calles busques
el beso de la soledad y sólo
el sudor del cansancio te bese.

Piensa en mí
que yo pensaré
en las bahías condenadas
y su canto nocturno que se apaga
con las cenizas de las fogatas,
en la historia de cada piedra
que hemos pisado
en el trayecto en que nuestros pies
se dirigían al último rincón de la despedida.

Piensa en mí cuando el viento muera


y la lluvia moje las calles de la ciudad
que se inunda con pétalos de Jacaranda.

Piensa en mí que yo pensaré en los charcos


después de la tormenta.

40
LA HERIDA

Escucha a la ciudad roncar sin cerrar los ojos,


así de esa forma se escucha el pecho abierto
del amante, la herida, la arteria congestionada,
como si de ella una gota resbalara en el aire
hasta hacer temblar el pavimento y las hormigas
que somos nosotros murieran no más de miedo.

No hablo de la herida que se marca en la piel


como beso de sanguijuela,
hablo de la herida que marcan las lágrimas
con su salino cuerpo
como beso de la morriña a la sangre.

La herida de la nostalgia que nos somete,


que nos estigma, que nos seduce
hasta estirar los brazos para acogerla
con todo el pecho abierto.

La herida que crece y crece


y la muerte que no sabe zurcir
los bolsillos rotos de la vida,
ojalá sea el silencio quien cure
a los corazones que se desangran
con el tiempo.

La herida, escucha la herida


y callemos lo que nos queda
de sangre.

41
AUSENCIAS

OPIO

Abrazo el libro de teología,


me recargo en la piel
respirando el amarillo
viejo de las hojas.

La llama de la vela
baila según el viento.

Doliente mi espalda
suspira una cruz.

Toda callada es la noche.

Estoy aquí respirando


mi derrota.

¿Quién está atrás de la palabra?

Una efímera mentira


que es la mano quien la escribe
y una verdad amorosa que no tengo.

Pobre es mi alma sin ella,


y para cuando vean
que las ojeras
de mi semblante diáfano
cuelgan en el pico de la navaja
y se deleiten en erecciones
prolongadas de tinta roja,
en ese momento con tranquila
sabiduría entierren mis huesos
y quiten de mi vista
el néctar de su cuerpo
que es mi opio.

42
PRISIONERO

Prisionero de una boca que muerde la afonía,


que le duele decir palabras,
que prefiere escribir en el humo
sin consonantes, sin colores,
sin vocales infernales,
escribe alguna que otra coma y punto seguido,
escribe el símbolo del aislamiento,
la interrogación perfecta y la exclamación
de las nubes,
escribe la vida sin escribirla y al amor lo pone entre comillas,
(de las horas hace oraciones que trascienden en el aliento de las parroquias).

Prisionero de una boca que busca melodías


sin tener que enseñar los dientes
canta con las manos y los ojos,
baila al compás de la hojas rotas que caen,
baila con las palabras que yo le digo.

Prisionero de unos labios


que entre paréntesis dan un beso
y se marchan, con el punto final de la muerte.

43
AUSENCIAS

LA DESPEDIDA

Palabra a palabra se consume el viento que toca tu cabello


y no tengo voz para seguir alargando esta despedida,
serás de otro o de la distancia,
serás de la noche triste o de las capillas que se debaten
en cada campanada para avisar el funesto camino
de los vivos.

Eras reliquia en mis manos de blasfemia,


era yo la vela de un faro que en vez de acercar a las barcas
las alejaba y se perdían en la oscuridad.

¿Quién, quién más que tú conoce el sabor de las raíces que nunca dan fruto?
¿Quién, quién como yo para sembrar semillas en tierra muerta?

Quien conoce el sabor de una mirada como la tuya


sabe que el dolor comienza en el reflejo del sol que se apaga
en un charco, sabe que las heridas que produce la nostalgia
no se curan ni con el beso de los amantes que se dan afuera de una iglesia,
saben que las alabanzas en los cementerios son inútiles
y que no reviven a las flores marchitas.

El suspiro del silencio se cruza


y mi boca prefiere humedecerse con el recuerdo
en que la brisa de una playa apenas si rozaba
nuestros labios.

Quiero decir adiós y dejar que tus pasos se marchen hacia el olvido,
quiero que digas adiós y dejar que mis pasos se queden...
contemplando la despedida.

44
MORIR EN EL INTENTO

Uno pierde de vez en cuando


la ráfaga de unos ojos ajenos,
el aire cuando se besa
a lentitud de mármol,
la vida en cada centímetro de tiempo.

No tan sólo se pierde la vida.

Uno pierde la distancia


de unos labios descalzos y húmedos,
el tacto en un vientre
claro y confuso,
el viento de la tarde
cuando el tren huye hacia al piélago.

Uno lo pierde todo o tal vez nada,


o nunca se pierde a flor de llanto,
o siempre se pierde a flor de olvido,
o nunca se alcanzó flor alguna,
o siempre se murió en el intento.

45
AUSENCIAS

Índice
Prólogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5
Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 12
Ausencia de ti . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 14
Sin aliento . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15
Soledad de voz . . . . . . . . . . . . . . . . . . 16
Amiga . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17
Abrazados. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 18
Sobre la voluntad . . . . . . . . . . . . . . . . . 19
Manos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 20
Palomas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 21
Tipos de soledad . . . . . . . . . . . . . . . . . 22
Todavía te recuerdo . . . . . . . . . . . . . . . 23
Mitad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 24
El diablo lo sabe . . . . . . . . . . . . . . . . . . 25
Recuerdo oliva . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 26
Confesión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 28
Horóscopo de octubre . . . . . . . . . . . . . . 29
Amor . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 30
Llovizna . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 31
Ojos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 32
Las palabras se olvidan . . . . . . . . . . . . . 33
Existir . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 34
En espera . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 35
Alma . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 36
Porque . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 37
Rezar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 38
Evocación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 39
Piensa en mí . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 40
La herida . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 41
Opio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 42
Prisionero . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 43
La despedida . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 44
Morir en el intento . . . . . . . . . . . . . . . . . 45

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