Revista de La Asociación Española de Neuropsiquiatría
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versión On-line ISSN 2340-2733versión impresa ISSN 0211-5735
ORIGINALES Y REVISIONES
Doctor en Psicología, Centre de Salut Mental de St. Feliu de Llobregat (Sagrat Cor,
Serveis de Salut Mental).
RESUMEN
Por consiguiente, mientras que en medicina la actuación del médico puede dirigirse
directamente al "paciente-objeto" en ausencia del "paciente-sujeto", en psicología
la actuación del psicólogo sólo podrá incidir en el "paciente-objeto" si es
mediatizada por la participación del "paciente-sujeto". Más concretamente, en
psicología cualquier tipo de tratamiento sólo puede llevarse a cabo si el
paciente expresamente lo desea y se compromete.
Por tanto, más allá del diagnóstico psicopatológico construído a partir de la clínica
manifiesta y observable, el psicólogo debe preguntarse cuáles son las motivaciones
del paciente en cuanto a su bienestar personal o psicológico, es decir, qué es lo que
realmente desea en relación a sí mismo y qué está dispuesto a hacer para
conseguirlo. Debe preguntarse: qué es lo que le ha hecho venir a consultar y qué
es lo que desea conseguir con ello.
Es lógico pensar que el paciente sólo estará dispuesto a asumir esa sobrecarga de
dolor o displacer añadido del "agente terapéutico" en la medida que perciba que
efectivamente incide en aquello de sí mismo que más profundamente siente que le
molesta. Por este motivo, en el momento de interrogar por el motivo de consulta, el
psicólogo debe cuestionarse si más allá de lo manifiesto puede existir otra
motivación más profunda.
El motivo de consulta puede tener que ver con la clínica objetivable pero también
con una inquietud subjetiva que el paciente no sepa o atreva a manifestar. Por
ejemplo, cuando un paciente explica haber decidido poner fin a un intenso cuadro
psicopatológico que hace meses o años padece, la clínica manifiesta justifica el
motivo de consulta pero no informa de cómo la persona ha conseguido soportar ese
malestar durante todo ese tiempo, por qué ha tardado tanto en decidirse a
consultar ni por qué lo ha hecho en ese preciso momento de su vida. Tales
interrogantes pueden hablar de otro tipo de motivaciones añadidas o distintas a
liberarse de los rasgos psicopatológicos evidentes. O cuando una persona con
problemas de adicción a una determinada sustancia tóxica acude a consultar
presionado por sus familiares, no necesariamente el motivo de consulta es vencer
la adicción, sino tal vez, liberarse de la exigencia de aquéllos sin tener que dejar de
consumir. Lo mismo ocurre en las personas que acuden a consultar obligadas por
una resolución judicial a consecuencia de un delito, en quienes no hay conciencia de
enfermedad y cuyo único objetivo es conseguir una disminución de condena.
Por tanto, es evidente que a veces el motivo que el paciente alega como justificante
de su consulta, o que el psicólogo presupone a partir de la clínica, es decir, lo que
se denomina "motivo de consulta manifiesto o explícito" no es el motivo que
profundamente ha estimulado al paciente a consultar, lo que se denomina "motivo
de consulta latente o implícito" (4).
Una paciente, Laura, acudió a consultar excusándose de que lo único que deseaba
era que la aconsejara algún libro de autoayuda para resolver un problema que le
afectaba, que calificaba de simple y sin importancia, que no merecía el tiempo que
ningún especialista puediera dedicarle. Al parecer, la misma petición había
formulado al médico de cabecera y al psiquiatra que la habían atendido
anteriormente pero, según Laura, éstos no conocían ningún título y decidieron
derivarla. El problema al que se refería consistía en una serie de desacuerdos "sin
importancia" en algunos aspectos de la relación con su esposo. A pesar de aceptar
que esos desacuerdos podían ser consecuencia del carácter autoritario de ella,
como ya varios amigos le habían sugerido, consideraba que en realidad era a su
marido a quien más le afectaba, que respondía acobardándose.
Hasta este punto parece claro que el motivo de consulta de Laura es ser aconsejada
por un psicólogo a leer algún libro de autoayuda especializado en problemas de
pareja, pero si tenemos en cuenta que el médico de cabecera y el psiquiatra que la
habían atendido anteriormente prefirieron derivarla a la consulta de un psicólogo,
mejor que darle la dirección de un librero, es que algún motivo clínico debieron
considerar. Por otro lado, si Laura aguardó el protocolo "médico de cabecera-
psiquiatra-psicólogo" con sus respectivos días, semanas o meses de espera antes
de ser atendida por cada uno de ellos sería porque tal vez detrás de la demanda de
un libro de autoayuda se escondía otra más angustiante. Efectivamente, al
interrogarala detenidamente por su problema reveló que esos desacuerdos "sin
importancia" que a veces existían entre ella y su esposo eran consecuencia, por
ejemplo, de una inversión de 24.000 euros que su marido había hecho en un
negocio que ella no había autorizado por considerar que era poco seguro y porque
además, aún tenían que devolver otra importante deuda que hacía años habían
contraído, todo ello teniendo la responsabilidad de cuidar y educar a tres hijos, de
siete, cuatro y dos años de edad respectivamente. Llegado a este punto, la paciente
pudo reconocer que, independientemente de cómo reaccionara su esposo al
carácter hostil de ella, lo cierto es que ella también sufría por el carácter de él.
Esconder esta preocupación detrás de la petición de un libro de autoayuda puede
entenderse como un intento de minimizar la importancia que daba a los problemas
que tenía con su esposo, con el fin de ocultarse a sí misma el dolor y/o la rabia que
su impotencia ante ellos le producía. Pretender resolver tales problemas mediante
un libro de autoayuda era algo así como querer vaciar el agua de una piscina con
una cuchara, no reconociendo que allí hay agua suficiente como para poder
ahogarse.
"Tengo muy mala leche; la descargo con mi familia y conmigo". Por tanto, lo que
verdaderamente preocupada a Sandra era la intolerancia y el desprecio que sentía
por sí misma, que proyectaba en los chicos y chicas de su edad, contra lo cual nada
podía hacer, y que indudablemente constituía el germen de su rabia y malhumor.
Consideré que éste era el motivo de consulta implícito o latente, el que era
necesario abordar.
c) El paciente dice consultar por un trastorno o problema que hace mucho tiempo
que padece.
Elvira, una paciente de 36 años, explica en su primera visita que acude por un
estado depresivo que padece desde hace muchos años. Nunca antes había
consultado por ello pero ahora ha decidido intentar solucionarlo. Al parecer, ese
cuadro depresivo se inició después de nacer su segundo hijo, hace más de 10 años.
Desde entonces, explica Elvira, nunca más ha vuelto a ser la persona de antes,
desenfadada, optimista, etc. Concreta que su cuadro depresivo consiste en
sentimientos generalizados de apatía, desánimo, ausencia de ganas de vivir,
cansancio, etc. Se trata sin duda de un cuadro depresivo de larga evolución,
desencadenado probablemente por el nacimiento de su segundo hijo. Si el motivo
de consulta se plantea de este modo cabe pensar que algo conflictivo despertó en
Elvira el nacimiento de su segundo hijo que aún no ha podido solucionar. Pero, ¿por
qué ha esperado 10 años en venir a consultar?, ¿por qué acude justo ahora?
Interrogada sobre ello Elvira explica que no podía seguir soportando por más
tiempo esa situación de desánimo y falta de ganas de vivir. Le pregunto qué cree
que ha sucedido para que ahora sienta que no puede soportar más esa situación
personal de desánimo y falta de ganas de vivir. Elvira responde que es una
situación insostenible que afecta negativamente al resto de su familia. Insatisfecho
aún, le sigo preguntando cuál cree que ha podido ser la causa que la ha llevado a
considerar ahora que su malestar personal puede afectar al resto de su familia. Al
concretar la pregunta de este modo Elvira aclara: "Es que ahora, mi hija mayor,
está mostrando los mismos síntomas que yo tenía cuando nació el hijo pequeño".
Por tanto, la causa que ha llevado a Elvira a consultar no ha sido simplemente su
cuadro depresivo sino la preocupación de que a su hija le pase lo mismo que a ella.
Cuando un paciente acude a consultar por un trastorno o problema que parece ya
cronificado, habitualmente existe la urgencia de otro motivo de consulta de tipo
latente.
Para que el motivo de consulta sea practicable para el psicólogo es necesario que
pueda reformularse en una demanda con las siguientes características:
2. Como un problema personal, con uno mismo o con los demás: A menos de que
acuda el grupo familiar, lo cual se tratará más adelante en este artículo, el
psicólogo sólo puede intervenir directamente en la persona que consulta. Puede
brindar pautas o consejos para que el paciente los aplique en su relación con otras
personas pero es a ese paciente a quien se los explica, para que él las ponga en
práctica. La demanda tiene que estar centrada en lo que al paciente le preocupa y
le hace sufrir. Es decir, tiene que estar explicitada como un problema personal.
Podemos entender un problema psicológico como un conflicto de la persona consigo
misma o con los demás. Por ejemplo, la persona que padece agorafobia es alguien
que desea poder acudir sola a lugares públicos o concurridos, pero no se ve capaz
de hacerlo, lo que le genera un importante malestar personal. O también podemos
entender que una persona tiene un problema psicológico cuando no consigue
adaptarse correctamente a las situaciones sociales. Por tanto, para que la demanda
que el paciente formula sea practicable por el psicólogo, debe estar concretada en
forma de un problema propio, personal o interrelacional.
Cuando una pareja o una familia consulta es porque la relación entre ellos se ha
deteriorado. Los miembros que acuden suelen ser aquellos que son capaces de
reconocer su implicación en el problema y/o están interesados en logar algún
cambio. Pero, generalmente, más allá del motivo de consulta común, existen los
diversos motivos de consulta de cada uno de los miembros, que corresponden a su
visión personal del problema. Si el psicólogo desea realizar un tratamiento familiar
y no un conjunto de intervenciones individuales primero deberá conseguir que
todos los miembros sean capaces de establecer una misma demanda, a partir de la
cual poder trabajar conjuntamente. Por tanto, la demanda debe estar formulada
como un problema relacional en la que todos los miembros que acuden a consultar
quedan implicados de la misma forma.
Los dos miembros de una pareja, Lucas y Silvia, acuden a consultar debido a la
angustia de ella, de cuarenta años, por el rumbo que desde hace mucho tiempo
está tomando la relación con él, quince años mayor. Tienen un hijo de seis años.
Ella cree que él tiene un problema con la bebida pero que no reconoce. Explica que
en casa ingiere un volumen de alcohol considerable y que además se ausenta para
ir al bar, del que regresa mareado y sin ganas de comer. Desde hace varios meses
está perdiendo peso progresivamente pero él no quiere ir al médico. Sospecha que
Lucas puede estar enfermando y por ese motivo ella acudió al médico de cabecera,
quien solicitó una analítica para realizar tan pronto como Lucas quisiera, pero de
momento se niega. Lucas atribuye el problema de pareja a una causa distinta:
Silvia está obsesionada con la idea de que él bebe. Cuando baja al bar es para estar
con los amigos pero el alcohol ni lo prueba, dice. La familia de él, continúa, también
piensa que es Silvia que se está obsesionando innecesariamente por la salud de él.
Silvia contradice estas últimas palabras del marido y afirma que en realidad la
familia de él piensa lo mismo que ella. Al parecer, ha sido la esposa quien ha
insistido en pedir consulta al psicólogo. Lucas ha acudido obligado, para que ella
"no se pusiera más pesada de lo que ya lo está", afirma el esposo. Durante la
entrevista, Silvia habla con coherencia, razonando lo que explica. En la expresión
de sus palabras puedo adivinar la angustia que la situación que describe le
ocasiona. Lucas habla con frialdad, sólo para defenderse de las acusaciones de su
esposa, y sus razonamientos, cuando los hay, se contradicen. Su único argumento
es que Silvia está exageradamente obsesionada. Con la finalidad de ordenar las
ideas que habían ido surgiendo decidí mostrarles mi opinión. Les expliqué que yo
no podía saber quién de los dos poseía razón en lo que decían y que por tanto, no
tenía más remedio que creer a los dos. Les dije que me parecía que había un punto
de acuerdo entre los dos que era muy claro: los dos querían seguir juntos
sintiéndose bien el uno al lado del otro. Ambos me miraron y asintieron al unísono.
Seguí diciéndoles que, no obstante, prácticamente no existían otros puntos de
acuerdo, de encuentro entre ambos que les permitieran empezar a trabajar
conjuntamente en resolver lo que les ocurría: Silvia atribuía el malestar de la
pareja a que Lucas bebía demasiado, pero Lucas negaba esta afirmación y
consideraba que era producto de la obsesión de Silvia. Por tanto, tal vez lo que
realmente planteaban, seguí diciendo, no era cómo seguir conviviendo juntos sino
cómo poderse separar y continuar queriéndose, teniendo en cuenta que de su
capacidad de aprecio mutuo dependía el bienestar de un niño de seis años. A
continuación la esposa explicó que la idea de la separación cada vez la veía más
próxima pero le atormentaba pensar que si lo abandonaba él continuaría bebiendo
y despreocupándose por su salud hasta terminar con mucha probabilidad
gravemente enfermo. Lucas escuchó sin decir nada. De nuevo retomé la palabra y
me dirigí a la esposa insistiendo en que yo tenía que creer lo que los dos me
decían, y por tanto, si ella decía que su marido estaba en una situación de mucho
riesgo para su propia salud debido a que bebía descontroladamente, era evidente
sin duda, que muy pronto él sufriría las consecuencias. Ninguno de los dos me
respondió pero sus miradas eran de preocupación. Silvia hablaba claro pero yo no
podía tomar partido por su argumento y considerar que era su esposo quien estaba
en el error, puesto que los dos podrían entender que me dejaba llevar por la
capacidad de convicción de ella y no por una razón objetivamente fundamentada.
En ese momento me di cuenta de que sí había un problema que compartían y que
permitía empezar a trabajar. Les dije que además del deseo de seguir juntos
sintiéndose bien uno al lado del otro había otra cosa en la que también estaban de
acuerdo: que ella estaba muy preocupada. Lucas subrayó mis palabras afirmando
que efectivamente él creía que Silvia estaba demasiado preocupada. Continué
diciéndoles que si Silvia consiguiera tranquilizarse respecto a la salud de Lucas
probablemente la relación entre los dos mejoraría. Y le sugerí a él hacer un
esfuerzo, un esfuerzo con el que sin duda ella se tranquilizaría. El esfuerzo consistía
en realizar aquella analítica a la que hasta entonces se había negado. Lucas dijo,
aunque con un cierto malhumor, que aceptaba hacerse una analítica y Silvia volvió
a repetir que ella no quería separarse de él. Esta entrevista se había iniciado con
dos motivos de consulta: "Ayude a que él deje de beber", por parte de Silvia y
"Ayude a que ella deje de obsesionarse con la idea de que yo bebo", por parte de
Lucas. Pero terminó con una demanda compartida por ambos: "Ayúdenos a que ella
no tenga que seguir sufriendo por la salud de él".
Hay adolescentes, traídos a consulta por sus padres, que acuden con una demanda
propia diferente a la de ellos, relacionada con un sufrimiento personal. En tal caso
es necesario tomarla como prioritaria pero sin desestimar la importancia de la
demanda de los padres.
Cuando menos lo espero me pongo a llorar. Me pasa en todas partes. A veces estoy
en clase y empiezo a llorar, sin saber por qué. Estoy hablando de fútbol o de
básquet con algún amigo y sin venir a cuento me pongo a llorar. Entonces me
preguntan qué me pasa y no sé qué reponder". Aproveché esa oportunidad para
decirle: "Creo Elvira que, independientemente del motivo por el que tu madre vino
a consultar conmigo, hay algo en lo que puedo ayudarte: a saber por qué te pasa
eso".
Agradecimientos
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Palabras clave
Pero si el psicoanálisis es una terapia cognitiva, ¿es sólo eso? Y, además, ¿cuáles
son sus diferencias con la terapia cognitiva incluida la corriente denominada terapia
cognitiva postracionalista? Para el psicoanálisis, a diferencia de la terapia cognitiva
:
Lo que es sometido al examen no son sólo las creencias estados pasionales del
paciente sino también los del terapeuta, el campo intersubjetivo que crean entre
los dos, cómo los discursos y estados emocionales de uno condiciona al otro.