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De Malas

El documento critica el uso de argumentos basados en la identidad por parte de la vicepresidenta de Colombia, Francia Márquez. Señala que este tipo de argumentos que apelan a privilegios por raza, etnia u otros atributos son antidemocráticos y degradan el debate público, al igual que lo hizo María Antonieta en el pasado al responderle al pueblo hambriento "que coman brioche". Concluye que en una democracia ninguna condición da derecho a violar las leyes o insultar a los demás.
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El documento critica el uso de argumentos basados en la identidad por parte de la vicepresidenta de Colombia, Francia Márquez. Señala que este tipo de argumentos que apelan a privilegios por raza, etnia u otros atributos son antidemocráticos y degradan el debate público, al igual que lo hizo María Antonieta en el pasado al responderle al pueblo hambriento "que coman brioche". Concluye que en una democracia ninguna condición da derecho a violar las leyes o insultar a los demás.
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Tus decisiones deben derrotar a tus enemigos. Nunca dividir a tus amigos. Menos por presiones de tus enemigos.

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Colombia

DE MALAS

No vayan a creer que los de malas son unos recién aparecidos. Dándole una ojeada a la Historia, parece ser que se trata de una
estirpe presente en todos aquellos regímenes que reivindican los derechos con base en la sangre. Los famosos derechos de sangre.
El primer de malas famoso, que yo recuerde, fue el de María Antonieta, en plenos albores de la Revolución francesa. La anécdota
cuenta que uno de sus súbditos hizo hasta lo imposible por explicarle que las protestas y el bullicio de las calles se debían a que el
pueblo no tenía pan. El pueblo se levantaba por hambre. A lo que doña María Antonieta le respondió –nunca se ha sabido del todo
si fue por ignorancia, cinismo o estupidez–: “De malas, que coman ‘brioche’”.

Algo así como que, si no tenían pan del ordinario –del que comía el pueblo–, pues se las arreglaran para comer el especial de la
aristocracia. Esa combinación entre la indolencia y el desprecio por la gente es muy propia de quienes juran que son lo que son
debido a su sangre o a su etnia o a su color.

A eso llegan todos los que no entienden la revolución de la democracia en la historia. El tránsito de la sociedad antigua a la
moderna consistió precisamente en abandonar el estatus, el de las posiciones adscritas, como fuente de privilegios. En el ideal
moderno cada cual vale por lo que hace, por su desempeño o su talento. La democracia llegó, precisamente, para reconocer la
existencia de la dignidad humana en todo ser humano por el solo hecho de ser humano; sin reparar en diferencias de etnia o de
condición socioeconómica o de gentilicio o de credo.

En la democracia liberal se relacionan personas que reconocen una condición común que les permite interactuar entre sí a pesar de
las diferencias o de las trayectorias vitales particulares. Que les permite deliberar en condiciones de igualdad con otros.

Por eso desaparecieron los argumentos de legitimidad basados en las dinastías. Nadie puede hoy argumentar que tiene derechos
por encima del resto por el solo hecho de llevar la sangre que lleva o el color de piel que le tocó. Ni doña María Antonieta de
Francia ni doña Francia Márquez de Colombia.

Por eso resulta inaceptable que doña Francia Márquez, la vicepresidenta, todo lo justifique aduciendo que como es negra...

“Yo no respondo porque como soy negra y ustedes unos blancos racistas... De malas”.

“Yo puedo ir a comprar huevos en helicóptero porque como soy negra y los blancos también lo han hecho... De malas”.

“Yo puedo hacer lo que me dé la gana porque como soy negra y ustedes tienen conmigo una deuda histórica... De malas”.

Es que todos estamos sorprendidos de ver cómo la vicepresidenta Márquez termina acudiendo a los argumentos más atrasados y
antidemocráticos para cerrar cualquier debate cada vez que se la cuestiona.

Esa es la clase de argumentos democraticidas de la llamada “política de la identidad”, tan en boga en estos tiempos. Pretenden
regresar a lo que la sociedad moderna se había esforzado en abandonar. La vuelta a la reivindicación del estatus –llámese hoy
indígena, migrante, transexual, negro– para tener privilegios por encima de los demás, de los “de malas”.

Lo que la vicepresidenta está haciendo es acudir a los mismos argumentos hirientes y ofensivos que utilizó María Antonieta, solo
que dos siglos y medio después.

Hoy, ese tipo de argumentos son inaceptables. No son argumentos. Degradan el debate público que necesita el ejercicio de la
democracia. Más que argumentos antidemocráticos son sandeces democraticidas.

No, señores, señoras y señeres, aquí en esta democracia ninguna condición de etnia, género, credo puede ser usada como
argumento para violar la Constitución, ni para abusar de los recursos públicos ni para andar insultando a los demás por el solo
hecho de haber nacido en alguna circunstancia o con algún color de piel o haber pertenecido a cualquier organización. Aquí todos
tenemos derechos y también obligaciones. Obligaciones, sobre todo, los funcionarios públicos.

¡De malas!
3143702962 - 3113744547

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