Warlock - Rachel RP
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Warlock - Rachel RP
Warlock
RachelRP
Título: Warlock
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contra la propiedad intelectual (Art. 270 y siguientes del código penal).
©RachelRP
Primera edición noviembre de 2018
Diseño de cubierta: RachelRP
©De la imagen de la cubierta: Adobe Stock.
Maquetación: RachelRP
Los personajes, eventos y sucesos presentados en esta obra son ficticios.
Cualquier semejanza con personas vivas o desaparecidas es pura
coincidencia.
— Los warlock pueden elegir a cualquier humano simple como fuente vital
siempre y cuando lleguen a un acuerdo ambas partes.
— Los humanos simples nunca podrán rechazar ser una fuente a menos que
paguen una bula por ello.
— Si un warlock se alimenta de un humano simple, éste pasa a ser
propiedad de dicho warlock durante el tiempo que la marca sea visible en el
cuerpo de la fuente.
— Si un warlock consume una fuente por completo deberá pagar una multa
cuyo valor dependerá de la fuente consumida.
— Si una fuente agrede a un warlock esta queda sin valor alguno y podrá
ser usada sin ningún derecho de cobro.
En algún momento estaría celebrando
realmente mi cumpleaños aunque yo no lo
supiera.
Aldara
Esta noche hemos quedado de nuevo en el antro de Catriel, no me
apetece demasiado pero Milos se ha empeñado, según él debemos celebrar
mi cumpleaños, y este año tocan los día dieciséis. Llevamos así desde que
nos conocimos con ocho años, en cuanto supo que no tenía ni idea de que
día era mi cumpleaños ni en qué mes, decidió que al año siguiente todos los
día uno de cada mes sería mi cumpleaños, y al año siguiente serían los día
dos, y así sucesivamente, en algún momento estaría celebrando realmente
mi cumpleaños aunque yo no lo supiera.
— Vamos Ald, hay que aprovechar que ha empezado el toque de queda
y aún no han salido las primeras patrullas a la calle — dice Milos
cogiéndome de la mano.
A pesar de todos los años que llevábamos juntos, sentir su piel caliente
sobre la mía todavía me hace sentir reconfortada. El toque de queda en
Alfoz 1 era peculiar. Tardaban media hora desde que comenzaba hasta que
veías rondas de warlock por la ciudad para que se cumpliera.
— ¿Y si mejor nos quedamos? —le pregunto poniendo mi voz más
adorable —ya sabes que como este año celebra el rey que su primogénito va
a heredar la corona esta todo más vigilado, y esa vigilancia no hace más que
aumentar con el paso de los días.
— Aldara, solo salimos una noche al mes, solo la noche de tu
cumpleaños, el resto estamos encerrados y moviéndonos por las cloacas —
me contesta rogándome con la mirada que no me niegue.
— Está bien, pero vamos directos al antro y de vuelta a casa, nada de
paradas, nada de desvíos ¿de acuerdo?
Milos asiente sonriéndome y me da un beso en la mejilla, es tan dulce,
que no puedo negarme a nada de lo que me pide.
Salimos con cuidado de nuestro hogar, si es que a un hueco en una
pared puede llamársele así. A veces imagino cómo sería nuestra vida si
nuestros padres hubieran sido lo suficientemente ricos como para pagar y
que nadie se alimentara de nosotros, en vez de eso, nos tocaron unos que
nos vendieron al mejor postor, aunque también al más tonto. No pasó un día
de la subasta que Milos y yo ya habíamos escapado. Corrimos durante
varias horas sin mirar atrás, sin pensar en la familia que dejábamos porque,
si nos habían vendido de esa manera, no podían ser tan familia ¿no?
Desde entonces hemos sido solo él y yo, nos hemos ido moviendo por
diferentes ciudades de Alfoz 2 y 3, hasta hace cuatro años que nos
instalamos en la capital, Alfoz 1.
Cruzamos con cuidado el callejón y tocamos la puerta de la manera
correcta, se abre lentamente y nos sumergimos dentro del único lugar en el
que somos libres, el Liberty.
— Bienvenida Aldara —oigo detrás de mí al inconfundible Catriel.
He de reconocer que al principio de llegar a Alfoz 1 no me daba mucha
confianza, no entendía como un humano simple había logrado montar un
negocio clandestino bajo las mismas narices del rey y nada más y nada
menos que en la capital. A día de hoy sigo sin entenderlo, pero ya han
pasado cuatro años y seguimos aquí, así que tiene mi confianza. De los
pocos que pueden decir eso.
— Estás preciosa esta noche —continua diciendo Catriel poniéndose
frente a Milos y a mí.
— ¿Y cuándo no está preciosa mi chica? —le contesta Milos
atrayéndome hacia él.
La verdadera pregunta era como podían encontrar belleza en un mundo
así. En mi realidad no había vestidos ni maquillaje ni joyas, había ropa
cómoda para correr, caliente para evitar morir de frio y raída por el uso.
Pero así era mi valiente soñador, Milos podía encontrar el sol en el día más
nublado.
— Parece que esta noche hay más gente que de costumbre —advierto
viendo, tras las cortinas iniciales, la pequeña sala con casi el doble de gente
de la que normalmente había.
— Habrán venido a celebrar tu cumpleaños Ald —me susurra Milos
antes de darme un beso dulce en los labios.
Recorremos todo el lugar hasta situarnos justo al otro lado del mismo, al
final de la barra, junto a una sala que siempre permanecía cerrada pero que
sabíamos que tenía una salida alternativa en caso de necesitarla.
— Y bien —empieza a decir Catriel desde el otro lado de la barra —
¿qué os pongo esta noche?
—Para mí solo agua —no me gusta beber, pierdo mi sentido de alerta y
eso no puedo soportarlo.
— Ald, venga, tomate una cerveza conmigo, no va a pasar nada—me
ruega Milos —además, me gusta cuando bebes, dejas tus inhibiciones a un
lado y me enseñas la verdadera tú, de la que estoy aún más enamorado si se
puede que de la tú con muros que veo cada día.
Milos me está rodeando por detrás por la cintura y besa mi cuello tan
dulcemente que quiero decirle que sí. A mí también me gusta mi yo bebida,
es poco más que una tonta enamorada que se deja llevar y que no piensa.
Me gusta no pensar, pero no pensar nos había metido en algún lio que otro y
debo mantener mi cabeza centrada.
— El mes que viene, te lo prometo, hoy no. —tengo una sensación
extraña esta noche.
Milos no presiona más, sabe que no va a lograr nada, así que
simplemente sigue besándome el cuello mientras Catriel nos pone una
cerveza y un refresco.
— Algún día tienes que decirme como consigues mantener a flote este
lugar sin que te pillen —le digo a Catriel separándome de Milos.
No quiero hacerlo sentir incomodo, aunque sus demostraciones de amor
por el género femenino no son precisamente recatadas. Casi he visto más
veces la ropa interior de sus mujeres que la mía propia. Aunque con su
aspecto es normal, calculo que tiene unos treinta. Alto, fuerte, pelo oscuro y
sonrisa bajabragas.
Catriel mira en dirección al centro del local pero sin enfocar en nada,
como si su mirada estuviera perdida buscando algo pero sin saber
exactamente qué es lo que busca.
— Catriel ¿me estas ignorando? —le pregunto a la vez que le tiro un
hielo de mi bebida.
—Perdona Aldara, pensaba que había visto algo.
— ¿Algo? No serás más bien a ¿Alguien? — Milos se ríe mientras
choca su cerveza con la de Catriel —por las mujeres hermosas —brinda
Milos
—Por las mujeres hermosas —repite Catriel.
— Necesito ir al baño ¿me la cuidas? —le pregunta Milos a Catriel, no
le gusta dejarme sola, pero el baño de chicos era un lugar que no voy a
pisar. Ya tuvimos esa discusión.
— Eso está hecho, ya lo sabes — le contesta Catriel guiñándole un ojo.
No sé si llegado el caso Catriel me defendería, quiero pensar que sí,
pero del único que estoy segura en ese sentido es de Milos; ya lo ha hecho
en algunas ocasiones, sin dudarlo, igual que yo lo defendería a él. Somos
los tenemos el uno al otro y no tengo intención de perderlo.
Veo a Milos alejarse, sus rizos castaños se mueven a cada paso, parece
mentira que el niño al que vendieron junto a mí en esa subasta pueda ser el
hombre alto y robusto que es ahora. La primera vez que nos vimos
estábamos en una jaula enorme y ambos éramos la mitad de altos que ahora,
o menos.
Una chica lo intercepta, estoy a punto de acercarme cuando veo que
Milos pone su sonrisa encantadora de déjame en paz se gira y me señala.
Debe estar diciéndole que está conmigo. Por eso me siento segura con él, no
me miente, y hace cosas como esta. Me antepone a cualquier pelirroja sexi
con escote pronunciado, aunque yo lleve unos vaqueros gastados,
deportivas con algún agujero y una camiseta holgada según la cual apoyo a
la comida basura, qué ironía, cómo si pudiera permitírmela.
— Tu eres más guapa —me dice Catriel dándose cuenta de que no
aparto la mirada de la chica a pesar de que Milos ya ha desaparecido detrás
de las puertas del baño.
— No miro eso, hay algo en ella que no me encaja. Es guapa, pero
guapa de las que no se ven a menudo, no sé si me entiendes.
No sabía cómo explicarle, esa chica tenía una belleza trabajada, se había
puesto guapa, ninguna de las que veníamos a estos sitios podíamos
permitirnos hacer eso…
Catriel se para a mirarla detenidamente analizándola como yo lo estoy
haciendo mientras seca un vaso con un trapo.
Fue una décima de segundo, o igual ni eso, pero de pronto veo como
Milos sale del baño, me mira, sonríe, se dirige hacia mí, y en ese instante,
una luz estalla invadiendo todo el lugar, como si se hubiera hecho de día de
repente.
— ¡Warlocks! —oigo gritar a mi derecha, me giro y veo como un
hombre, en apariencia normal, agarra la cabeza de una chica y apoya su
frente con la de ella para alimentarse.
El lugar estalla en gritos, unos corren hacia la salida, otros se quedan
escondidos debajo de las mesas. Yo me quedo paralizada buscando a Milos
pero no logro encontrarlo. De pronto siento como alguien me agarra por
detrás, me tapa la boca y me sostiene contra su pecho mientras me lleva tras
la puerta que siempre estaba cerrada junto a nosotros.
— Shhh, Aldara no te asustes soy yo.
Es Catriel, me suelta justo después de que la pesada puerta se cierra.
— ¿Y Milos? —pregunto esperando que me diga que lo había visto
salir.
— Lo han cogido—dice pasándose las manos por el pelo.
— Tenemos que salir, tengo que salir, necesito ayudarle.
El ritmo de mi corazón se acelera por momentos, lo único que puedo oír
son gritos tras esa puerta. Me lanzo a abrirla pero Catriel se interpone.
— Si sales fuera van a cogerte igual y no vas a poder hacer nada,
piénsalo.
— No voy a quedarme aquí sin hacer nada— le contesto cabreada, no
soy así, no huyo, no me escondo, y sobre todo, no dejo al hombre que amo
abandonado a su suerte.
— Si sales y Milos ve que te cogen va a hacer alguna estupidez y lo
sabes. Podemos averiguar quién se lo ha llevado e ir tras él. Pero si vas ahí
dentro lo mínimo que conseguirás es que uno de los dos acabe muerto antes
de salir de aquí.
Catriel tiene razón, Milos no dejaría que nadie me tocara sin hacer algo.
Puedo encontrarlo, ya lo he hecho otras veces. Lo encontraré, lo sacaré de
la casa de fuentes a la que sea llevado y después huiremos a otro lugar,
nuestra estancia en Alfoz 1 ha acabado.
Poco a poco los gritos se van acallando, detrás de la puerta se oyen
algunas voces dando órdenes pero nada más. Catriel está apoyado en la
puerta para oír mejor y yo estoy al otro lado de la pequeña sala respirando
para intentar contener la rabia que estoy sintiendo.
De pronto Catriel se pone rígido, corre hacia mí y me aplasta contra la
pared tapándome la boca de nuevo.
—Confía en mí — me susurra justo antes de que la puerta se abra y la
pelirroja de antes aparezca en ella.
Dejo de respirar, nos han encontrado. La pelirroja se adentra en la
pequeña sala, su marca de warlock brillando. Se dirige al centro y da una
vuelta sobre sí misma, es una habitación vacía completamente con nosotros
al fondo contra una pared a plena vista, pero ella parece no vernos. No
entiendo que pasa.
— Estoy segura de que la he visto entrar aquí —dice la pelirroja— esa
zorra morena que según el humano simple es mejor que yo —bufa.
Miro a los ojos a Catriel que me observa suplicando para que no diga
nada y permanezca quieta.
La pelirroja vuelve a girar sobre sí misma y sale, pero justo antes de que
se cierre la puerta puedo ver a Milos con la marca en la frente, ahora le
pertenece a ella.
Pasan unos largos minutos hasta que Catriel se despega de mí,
sigilosamente retrocede y me quita la mano de la boca a la vez que con la
otra hace un gesto para que permanezca en silencio. Se acerca a la puerta y
se apoya para oír algo como había hecho antes. Pasan otros largos minutos
hasta que se decide a abrirla, le sigo despacio, lo más silenciosamente que
puedo. Y lo único que encontramos es un local revuelto y un par de
humanos simples muertos en el suelo con la marca en su frente quemada, se
han alimentado de ellos hasta matarlos y luego quemado la marca para que
no puedan acusarlos. Típico, no es que la ley proteja a la clase de personas
que venimos a este lugar, pero es mejor cubrir huellas.
Me acerco a ambos cuerpos sabiendo que no son Milos, no llevan su
ropa, pero aun así tengo que cerciorarme de que ninguno es él, alimentar la
esperanza de que aún sigue vivo.
—Tenemos que salir de aquí y largarnos —dice Catriel acercándose.
— No iré contigo a ninguna parte hasta que me expliques cómo
demonios no nos vio esa warlock cuando entró— le espeto a la vez que me
alejo un paso de él.
— No te asustes, pero soy un warlock, o lo era, aún conservo algunos
trucos —intenta explicarme.
— ¿Cómo? —grito más alto de lo que quiero, pero el asombro gana al
sentido común.
— Mira, no estaba de acuerdo con cómo eran las cosas así que
simplemente un día lo deje todo y empecé a hacerme pasar por humano
simple.
—No te creo.
—Aldara, aun soy el mismo Catriel que hace una hora.
— El Catriel de hace una hora no podía hacerme desaparecer.
— Entiendo que te sientas confundida, y te lo voy a explicar todo, pero
no aquí, ahora debemos irnos.
— No sé si puedo confiar en ti, en tu nuevo tú —estoy confundida, mi
mente va más rápido que nunca, procesando situaciones, recuerdos,
conversaciones con él en busca de algún indicio que hubiera pasado por
alto. No encuentro nada y eso me asusta.
— Sé quién es la persona que se ha llevado a Milos, no son traficantes
de humanos simples, esa mujer pertenece a la clase más alta de los warlock.
— ¿La conoces?
— Tenemos un pasado común.
— ¿Fuisteis novios? ¿Amantes?— pregunto, necesito saber a qué se
refiere.
Siento que no puedo respirar, noto una presión en el pecho. Milos no
está conmigo, no está la seguridad que siento junto a él, no tengo sus manos
cálidas para guiarme, ha desaparecido y se ha llevado mi alma con él.
Necesito serenarme.
— ¿Fuisteis novios? ¿Amantes? —repito.
— No, ella fue la warlock que mató a la única mujer que he amado en
toda mi vida.
— Entonces tendrás que ayudarme a encontrar a Milos, porque no
pienso dejar que se repita tu historia conmigo —le digo totalmente
decidida.
— Va a ser difícil llegar a ella, necesitaras entrar al palacio real y no
creo que tengas nada que a ellos les interesa.
— Creo que si tengo algo.
Abro uno de mis ojos con una mano y con la otra saco cuidadosamente
la lentilla marrón que llevo dejando al descubierto el verdadero color de mis
ojos, el turquesa.
Catriel me mira asombrado con los ojos abiertos, se acerca para
comprobar que lo que ve es cierto y vuelve a retroceder.
— ¿Cómo es posible?
¿Crees que estaremos a salvo aquí?
Aldara
— No lo entiendo —dice Catriel mirando como vuelvo a ponerme la
lentilla marrón en su lugar.
—Será mejor que salgamos de aquí y hablemos en un lugar más seguro.
Catriel simplemente asiente aun alucinado por mi espectáculo visual.
Salimos por una puerta lateral vigilando cada uno de nuestros pasos.
Aunque es bien entrada la noche y es fácil ocultarse no queremos ser
descubiertos por alguna patrulla.
Cuando llegamos al primer conducto del suelo, abro la tapa y entramos.
El trayecto es silencioso, en parte por precaución en parte porque no hay
palabras. Bajamos al segundo sótano y desde ahí recorremos casi medio
kilómetro hasta llegar al lugar que comparto con Milos. Entrar allí sin él,
sabiendo que no vendrá, es un duro golpe. Tengo que tomar varias
respiraciones para evitar que las lágrimas caigan por mi cara. No voy a
llorar, no puedo, primero toca trazar un plan para recuperar a Milos y
después ya dejaré salir todo el dolor.
— ¿Crees que estaremos a salvo aquí? —le pregunto aun sabiendo que
es un lugar seguro. Pero después de no ver que Catriel era un warlock, ya
no tengo tan claro que pueda fiarme de mis instintos.
—No creo que sepan donde vivía Milos.
—Vive —tengo que corregirle.
—Cierto, vive. Fue más un ataque sorpresa, debí haberme dado cuenta,
pero no tenía indicios suficientes.
—No podías saberlo, ninguno de los allí presentes nos dimos cuenta
hasta que fue muy tarde.
—Si tan solo hubiera prestado atención —se lamenta Catriel delante de
mí —debería de haber visto el rastro de la magia.
No sabía qué decirle, realmente parece afectado por lo ocurrido.
— ¿Es posible detectar el rastro de magia? —pregunto dispuesta a
aprender todo lo que me sea posible.
—Solo si eres un warlock. Es un haz de luz pequeño, los warlock de
nivel superior lo detectan sin problemas. Los que son como yo apenas lo
vemos y, tan oscuro como estaba el Liberty, era casi imposible.
Bueno, no he aprendido mucho pero ya se algo más de esos seres.
—Lo que realmente es importante saber es ¿Cómo demonios has
logrado mantener así el color de tus ojos?
Catriel está verdaderamente sorprendido, es una hazaña llegar a los
veinticuatro y que ningún warlock se haya alimentado de ti.
— Esto —digo señalando mis ojos —se lo debo a Milos.
Siento una punzada en mi corazón al nombrarlo.
— ¿Alguna vez te ha contado Milos como nos conocimos? —le
pregunto sabiendo la respuesta, a Milos no le gusta hablar de ello.
Catriel niega con la cabeza.
— Provengo de una aldea de Alfoz 5, una bastante pequeña. Soy la
menor de cinco hermanas, las demás mucho más bonitas que yo. Así que
cuando empezaron a pensar en casarlas se dieron cuenta que no podrían
casar bien a todas con lo que entraba en casa a final de mes.
Me detengo un segundo a recordar.
— Era demasiado pequeña para darme cuenta de lo que pasaba, pero de
pronto mi madre comenzó a llevarme con ella cuando salía al mercado.
Normalmente me quedaba en casa haciendo las tareas, pero ahora iba con
ella a cualquier lado, era raro, pero a mí me hacía feliz.
— ¿Y no ibas a la escuela? —me pregunta Catriel.
— Vale, definitivamente eres warlock —bromeo —los humanos simples
de mi procedencia no vamos al colegio, nos enseñan lo necesario para
trabajar en casa. Si tienes hijos cuando los casas recibes una dote y ganas
una mano de obra. Si tienes hijas como mis padres, tienes que pagar por
casarlas pero a cambio el marido ayuda a los padres.
— ¿A qué te refieres con lo necesario para trabajar? —me pregunta
Catriel curioso.
—Nos enseñan a hacer números sobretodo, y a leer algunas palabras.
— ¿Algunas palabras?
En este momento la vergüenza está tiñendo mi cara de rojo
completamente.
—No sé leer muy bien, distingo las letras por separado pero leer frases
completas me cuesta. Tampoco escribo demasiado bien.
— ¿Y cómo te has apañado hasta ahora?
—Milos, a los hombres les enseñan a leer y escribir pero no de
números.
—Así que estabais bien complementados.
Otra punzada en mi pecho.
—Sí. Estamos bien complementados—recalco.
No quiero entrar en explicaciones de porque no he aprendido más.
Milos ha querido enseñarme, para ser independiente, pero entre que el
material es caro, y que me gusta esa pequeña dependencia que tenía tengo
con él, nunca llegué a hacerlo.
—Tras varias semanas acompañando a mi madre un día me llevó a las
afueras de la aldea, allí había un hombre con una furgoneta. Recuerdo que
hablaban de mí como si yo no estuviera presente, después de darle dinero a
mi madre, el hombre me metió en la parte de atrás de la furgoneta. Grite y
lloré para que me soltara, llamé a mi madre, pero ella no hizo nada, se
quedó contando dinero sin siquiera mirarme.
— ¿Y tu padre?
—Muy buena pregunta —tomo aire —después de varios días encerrada
en un sótano con más niños y niñas nos sacaron a todos de golpe, nos
volvieron a llevar en la furgoneta que aun olía a pis y nos trasladaron a un
granero.
Catriel me miraba sin moverse ni hablar, no quería interrumpirme.
Agradezco que no pregunte que pasó esos días porque no fue algo
agradable que quiera recordar.
—En ese granero nos pusieron en jaulas enormes, cabíamos más de
cincuenta niños por jaula, allí estaba Milos —sonrío ante ese recuerdo —yo
estaba muy asustada, todos lo estábamos, fue un niño más mayor el que me
abrió los ojos hacia el futuro que me esperaba.
—Por ti sacaran un buen dinero —dice el niño alto que me mira
detenidamente —aun tienes los ojos turquesa, de por aquí ninguno los
tenemos.
Sé a lo que se refiere, mi madre nunca ha dejado a ningún warlock
alimentarse de nosotras, así seremos más valiosas para nuestros futuros
maridos. Sin embargo ella y papá tenían los ojos marrones oscuros casi
negros.
—Yo no quiero estar aquí, quiero irme con mi mamá —sollozo al darme
cuenta de cual era mi situación.
El niño alto me mira y se ríe, lo odio en ese instante.
—Estuvimos allí un buen rato, hasta que empezaron a entrar warlocks y
humanos simples, los cuales se sentaban en una gradas y por separado.
Fueron sacándonos en tandas de cinco niños, no sé si al azar, pero me tocó
salir junto a Milos. Nos dispusieron en una fila delante de todos y un
hombre con un micrófono comenzó a describirnos, fue entonces que vi a mi
padre y comencé a gritar y correr hacia allí.
— ¡Papá! ¡Papá! —Le grito mientras llego hasta él justo antes de que
un hombre grande me coja del pelo — ¡ayúdame!
—Ten cuidado con ella — le dice mi padre, y respiro ante esa muestra
de cariño —si la dañas pagaran menos por ella.
Y con esa sencilla frase mi corazón se rompe. Busco a mi madre y la
veo junto a mis hermanas en la grada de humanos simples, con sus mejores
galas, y vuelvo a gritar lo más alto que puedo. Están hablando y riendo con
unos hombres jóvenes, cuando se dan cuenta de que soy yo quién les grita
simplemente miran y apartan la vista cómo si jamás nos hubiéramos ni
cruzado en la calle.
—Tras hacerme regresar a la fila, Milos me dio la mano. Creo que en
ese instante me enamoré de él. Después de ser vendidos y asignados a
nuestros dueños Milos se las arregló para soltarse, me buscó y huimos de
allí sin mirar atrás. Decidimos escondernos de todos, warlocks y humanos
simples. Pasamos así años.
— ¿Cómo conseguiste que nadie se alimentara de ti? —Catriel aún no
entiende cómo puedo tener veinticuatro años y no haberme vendido por
comida o dinero, como la mayoría de humanos simples en mi situación.
—Ya llego a eso. Estuvimos vagando un par de meses robando comida
de huertos y tiendas. Fue una de esas veces que un warlock vio a Milos, lo
siguió hasta el callejón donde yo lo esperaba y lo atacó. Cogió su pequeña
cabeza entre sus manos adultas y apoyó su frente. Yo estaba asustadísima y
no conseguía moverme para salir de mi escondite. Pero vi como la piel de
Milos se volvía más blanca, me asusté, iba a matarlo, nadie nos echaría de
menos. Así que cogí una barra metálica del suelo y me lancé contra él, yo
solo quería que soltara a Milos.
Unas lágrimas empiezan a correr por mi rostro, el recuerdo de ese
momento me atormentó en pesadillas durante años.
— ¿Lo mataste?
—No lo sé, le clavé la barra en un costado, él soltó a Milos y huimos.
Cuando nos sentimos a salvo me puso sus manos en mis mejillas y me
prometió que jamás nadie iba a alimentarse de mí, que nunca tendría que
pasar por sentir lo que el acababa de sentir. Y cumplió su promesa.
Él siempre lo hace, nunca ha roto ninguna promesa de las que me ha
hecho.
—Me parece increíble, siento decirlo, pero vales muchísimo dinero.
Bufo una sonrisa.
—Lo sé, cuando nos dimos cuenta de que era un peligro para nosotros
Milos me compró estas lentillas. No sé cuántas veces tuvo que dejar que se
alimentaran de él para ello, nunca quiso decírmelo.
Catriel se queda callado, no sé si eso es bueno o malo. Aquí en Alfoz 1
nadie sabe de esta historia, estoy un poco asustada por contársela pero
necesito su ayuda.
—Si no dices nada pronto voy a pensar que ha sido una mala idea
contártelo todo —le digo sin mirarlo a los ojos y buscando algo con lo que
defenderme. En el pasado los que descubrían mi secreto intentaron
venderme en más de una ocasión, no voy a dejar que eso pase ahora.
—Perdona Aldara, estaba pensando en todo lo que me has contado, sigo
sin creer que hayas podido estar con toda tu energía vital. Debes de tener
muchísimo acumulado.
—Si estás pensando en aprovecharte de mí te advierto que no voy a
dejarte, no aprendí a leer bien pero si a defenderme.
—Cielos, no, no pienses eso, no se me había pasado por la cabeza —
Catriel parece decir la verdad por cómo se ha sobresaltado ante mi
declaración —es que me he quedado pensando en cómo el universo tiene un
sentido del humor bastante peculiar.
Lo miro sin entender muy bien a qué se refiere.
—Catriel es el nombre que me puse para ser un humano simple, pero mi
verdadero nombre es Catraielo de Naribia.
Tan pronto como asimilo sus palabras lo miro sorprendida.
— ¿Naribia? —pregunto pensando que había oído mal, el asiente —
como los Naribia de la casa real ¿esos?
Catriel o Catraielo o cómo demonios se llame, vuelve a asentir.
Pertenece a la jodida familia real
— ¿Qué relación tienes exactamente? ¿Por qué te fuiste de allí? ¿Cómo
es todo esto posible? ¿Cómo vas a ayudarme si eres uno de ellos? —un
sinfín de preguntas brotan de mi boca sin poder detenerme.
—Aldara, mírame —me pide y yo lo hago —no soy uno de ellos, ya no.
Mi familia permitió que la mujer que amaba muriera, eso no puedo
perdonarlo.
Respiro, se lo que quiere decirme, lo habían traicionado y eso significa
que ellos ya no existen, al menos eso opino yo.
—El único que merece la pena allí, y hace demasiado que no lo veo así
que no lo sé, es mi sobrino el príncipe Duxlan.
—Espera, espera, eres tío del próximo rey de Alfoz???? —mi pregunta
es interrumpida por mi propio grito.
—Para mí solo es mi sobrino, pero si, el heredero a la corona es mi
sobrino por parte de hermana.
Casi me caigo de culo. Aquí tengo a un pariente de primera línea de la
casa real sentado en un sofá con más agujeros que tela, y estoy tan
tranquila, bueno, no, tranquila no.
— Creo que si sigue siendo el muchacho al que conocí podríamos tener
una oportunidad para entrar en la casa real.
Ese es el objetivo, entrar, buscar a Milos y salir de allí corriendo. Quizás
el príncipe nos ayude, eso espero.
—Bien, te escucho.
—Ya sabes que está próxima la coronación del príncipe heredero.
Asiento con la cabeza.
— Es tradición que los amigos y familiares que asistan a la coronación
le entreguen una fuente de energía para su harén personal; creo que puedo
conseguir que tú seas una de ellas.
Asiento con la cabeza de nuevo antes de darme cuenta de lo que acaba
de decir.
—Espera, espera, espera ¿cómo que entrar en el harén?
—Aldara eres guapa, tienes una belleza que ni tu misma conoces, pero
ahí fuera hay miles de chicas como tú; bueno no como tú, con más dinero
que tú, mejor ropa que tú y con más educación que tú.
—Gracias por la parte que me toca —contesto casi enojada, conozco
mis limitaciones, no hace falta hacer una lista con ellas.
—No te enfades pero es así; la cuestión es que tú tienes algo que dudo
que alguna de esas chicas tenga, el color de tus ojos. La mayoría lo han
experimentado al menos una vez, tendrán los ojos violetas o verdes pero
azules, turquesas como tú, no creo que haya ninguna.
—Eso no lo entiendo, como es posible que nosotras siendo pobres no
dejáramos que se alimentaran antes del matrimonio y las que tienen dinero
sí que se hayan dejado.
—Algunas es por una mala decisión, pero la mayoría es por
entrenamiento.
— ¿Entrenamiento?
—Las entrenan para complacer al warlock al que sean asignadas, son
las de más alto nivel, las preparan desde niñas para que sean las favoritas
del warlock y así vivir la gran vida en palacio.
Creo que mi mandíbula se cayó hasta el suelo.
— ¿Entrenarlas? ¿No se supone que es una experiencia horrible que se
alimenten de ti? —no entiendo nada.
—Veo que Milos no te contó lo que ocurre cuando se alimentan de ti. Al
menos no te contó toda la verdad.
Yo permanezco callada, no es un tema del que hablemos Milos y yo.
—Cuando te alimentas de un humano simple lo que haces es coger su
energía. Esa energía cuando abandona tu cuerpo lo hace de forma muy
placentera tanto para el que la da como para el que la recibe, no sé si me
entiendes.
—Sinceramente, no.
— ¿Has tenido relaciones sexuales?
— ¿Perdona? —pregunto incrédula.
—Lo digo porque alimentarse es algo similar, puede ser dulce como
hacer el amor o salvaje como el sexo duro.
—Eso no se parece en nada a lo que Milos me contó.
—Imagino que para un niño de ocho años sentir eso de un hombre
adulto debió verlo como una violación, por eso no querría que pasaras por
eso. Y con el tiempo, al haceros mayores, no creo que él quisiera que
ningún hombre te hiciera experimentar algo así.
—Ald, voy a ser rápido para que no te duela ¿de acuerdo?
Yo asiento mientras Milos aguanta su peso sobre sus codos encima de
mí, empieza a entrar lentamente hasta que encuentra mi barrera, me mira a
los ojos, respira hondo y da una embestida rápida. Me quedo sin aliento
por un momento, sin perder contacto visual, y cuando cree que es el
momento comienza a moverse, acerca sus labios a mi oreja y me susurra:
—Ahora eres mía, nadie más te va a hacer sentir lo que yo estoy
haciéndote sentir en estos momentos.
El recuerdo de nuestra primera vez asalta mis pensamientos; nunca lo
había pensado de esa manera, pero es posible que Milos no quisiera
compartirme. Lo que me llena de unos celos terribles al darme cuenta de
qué él si había disfrutado con otras warlock.
— ¿Siempre se siente placer? —quizás solo se siente si la fuente quería.
—Siempre.
Y ahí está, la primera mentira de Milos. Aparto esa idea de él en mi
cabeza, ahora debo concentrarme en llegar hasta Milos, después ya vendrán
las explicaciones.
—Entonces ¿cómo lograrás que entre?
— Tengo que regresar allí, a palacio, tú serás el regalo que le entregue,
de esa manera no solo tú estarás allí sino que yo también y puedo vigilarte.
Debo reconocer que saber que Catriel estará conmigo, o al menos cerca,
me hace sentir un poco de alivio frente a lo que va a suceder.
—Está bien, cuéntame cómo va a ser.
— Difícil, vas a tener que convertirte en una mujer trofeo.
Fantástico
¿Seguro que nos dejaran entrar?
Aldara
No sé cuántas horas llevo medio desnuda con esta mujer. Catriel me
trajo al salir el sol, me dejó aquí y se fue sin decir nada. Se supone que es
una vieja amiga, no sé si del tipo de amigas que Catriel se tira, pero por el
daño que me está haciendo creo que lo odia.
— ¿Alguna vez te has depilado? —me pregunta la mujer con un acento
raro mientras aplica más cera sobre mis piernas.
— No es algo que me haya interesado nunca, soy más del tipo que se
preocupa por comer.
La mujer me mira entre disgustada y sorprendida. El sitio en el que
estamos es un cuartucho con una mesa larga donde hay dos cojines, una
lámpara y una estantería con todo tipo de artilugios de tortura femenina.
—Tienes una piel muy suave, después de quitarte todo este pelo claro,
para cuando acabe contigo vas a parecer toda una mujer.
Decido ignorarla, más o menos pelo no me hace más o menos mujer.
Cierro los ojos y comienzo a pensar en mis cosas. Han pasado veintidós
días desde la última vez que vi a Milos. Durante todo ese tiempo lo único
que he hecho es entrenar. Entrenar mis modales. Entrenar mi forma de
andar. Entrenar mi lenguaje. Y entrenar mi cuerpo para el combate, no es
que no supiera las cosas básicas, ya sabes, patear en las pelotas y correr,
pero Catriel me ha enseñado un par de truquitos que seguro me vendrán
bien en algún momento. Milos se va a sentir orgulloso de mí.
Hoy es el gran día, la coronación del próximo rey warlock de Alfoz.
Seguramente otro idiota que está demasiado ocupado siendo warlock que
no sabe que los humanos simples también somos sus súbditos. Según
Catriel su sobrino es diferente, no creo que sea así. De todas maneras aún
me pone nerviosa eso de que se alimente de mí.
— ¡Ay! —grito cuando mi torturadora vuelve a tirar.
—Aguanta un poco, ya solo queda una tira en la pierna y las ingles.
— ¿Las ingles? No será necesario —contesto incorporándome de la
mesa.
—Catriel me ha dicho que te deje suave como el culito de un bebé.
—Luego le diré a Catriel lo que tengo suave, pero ya te digo que las
ingles depiladas no son una opción.
—Está bien, vuelve a tumbarte y déjame hacerte la parte de dentro del
muslo, ya solo me queda esto. Abre las piernas un poco.
De pronto siento la cera caliente en las ingles, me la ha puesto a
traición. Me incorporo sobre mis codos mirándola dispuesta a asesinarla.
— ¿Qué parte de que no hicieras las ingles no entendiste?
—Catriel paga, Catriel decide.
Y ya está, da igual de quien sea el cuerpo, da igual de quién son los
pelos, el que paga manda. Mierda de mundo.
Tras el último tirón oigo la voz de Catriel en la habitación contigua. Me
visto con toda la dignidad que puedo y salgo sin mirar a mi torturadora ni
una sola vez más.
Cuando salgo por la misma puerta por la que horas antes había entrado,
me encuentro a Catriel sentado en un sofá mirándome. Me acerco y le doy
una patada en la espinilla lo más fuerte que puedo.
—Aldara ¿Qué demonios te pasa? —me pregunta mientras sostiene su
pierna entre sus manos y sopla intentando mitigar el dolor.
—Eso ha sido por mis ingles, así que no te quejes demasiado o me
empiezo a cobrar el resto del cuerpo.
Catriel sonríe y hace un gesto como si cerrara una cremallera sobre su
boca.
— ¿Para que necesito estar tan depilada? No es como si alguien fuera a
verme con tan poca ropa —le pregunto cruzándome de brazos y echando
todo el peso de mi cuerpo sobre la cadera derecha.
—No sé si te van a elegir, pero si lo hacen ¿quieres ponerte en bañador
con esos pelos ahí?
— ¿Hola? Estamos a unos tres grados bajo cero, créeme, esos pelos
ayudaban, no molestaban.
Catriel bufa una sonrisa.
—En palacio no hace este frio, allí tienen un ambiente cálido y,
sobretodo, tienen piscina climatizada.
Lo miro sin tener muy claro a qué se refiere.
— ¿Sabes lo que es?
—Claro que sí.
Catriel eleva sus cejas dudando de mi respuesta.
—Es una piscina —comienzo a decir —con un clima.
Eso tiene sentido ¿no?
Catriel me mira serio por un instante antes de empezar a reírse, pero a
reírse a carcajada limpia. Cuanto más se ríe más enfadada me siento, si le
había dolido la espinilla antes lo que iba a conseguir ahora iba a ser de
órdago.
Me dirijo hacia él dispuesta a matarlo entre terribles sufrimientos, pero
me ve llegar y se levanta corriendo del sofá.
—No te enfades, no me rio de ti —dice aun riéndose poniendo las
manos por delante a modo de defensa.
Me paro en seco y lo miro tomando una respiración mientras pienso en
maneras de asesinarlo.
—Aldara, lo siento —pero no deja de reírse.
—Prueba a disculparte otra vez sin reírte a ver si te creo.
Catriel toma dos respiraciones largas y parece que logra contener su
risa.
—No llego a acostumbrarme a que no conozcas cosas como estas.
—Perdona si sobrevivir era más importante para mí que aprender sobre
bañeras gigantes —casi escupo en su cara.
Catriel cambia su expresión, pasa de ser divertida a tierna, se acerca y
me da un beso en la frente.
—Prométeme que no vas a cambiar, sigue siendo tan ingenua cuando
salgas de allí.
Catriel ya me había hablado del palacio, allí el mundo es diferente, las
personas son menos personas, no importa nada más que uno mismo. Me
había advertido sobre lo que podía encontrarme allí, aun así seguía
repitiéndome lo mismo, empezaba a ponerme nerviosa tanta insistencia
sobre mi inocencia.
—Ya solo te falta maquillaje, peluquería y vestuario —me dice Catriel.
— ¿Solo? — eso eran más horas de tortura no deseada para mí.
—Acompáñame.
Lo sigo por otra de las puertas. Esta vez la habitación es más grande;
hay un espejo en el que puedo verme de cuerpo entero, una silla frente a un
tocador, y un biombo. Realmente deben ser buenas si pretenden que alguien
como yo pueda tener un aspecto lo suficientemente bueno para acceder a
palacio sin que me arresten.
—Antes de que lleguen quiero preguntarte si estás segura —me dice
Catriel cogiéndome de ambas manos y mirándome directamente a los ojos.
— ¿Y tú? —no tengo claro si las dudas son por mi o por él.
—Sabes, eres demasiado lista.
No sé si eso es un cumplido o un insulto, así que le sonrío.
— ¿Cuándo debo quitarme las lentillas? Llevo tanto tiempo con ellas
que me siento un poco desnuda si no las uso.
—Esta noche entraremos juntos, primero accedemos a un gran salón
donde todo el mundo será presentado.
— ¿Presentado?
—Si, en la puerta anuncian quien entra para que todo el mundo pueda
girarse y soltar veneno hablando en susurros.
—Que bien ¿no podemos saltarnos eso y entrar por un lateral a la fiesta?
—Tú no tienes de que preocuparte, tan solo eres una humana simple, es
a mí a quien va a acribillar. Nadie espera que aparezca.
— ¿Seguro que nos dejaran entrar?, no quiero llegar allí y tener que
darme la vuelta antes de empezar.
—Tranquila, aún tengo amigos ahí adentro y saben que estoy en la lista.
Estoy por cortesía, nunca se imaginaran que voy a ir, hace años que no me
ven.
—Lo siento por ti, pero me alegro enormemente de no ser el centro de
atención. Entonces ¿Qué va después?
—Una vez estemos todos o ellos crean que los que faltan no van a venir,
se pasa al salón comedor. Allí nos organizan por mesas, no tengo muy claro
quién va a estar en nuestra mesa pero te aseguro que no va a ser gente
importante.
—Sinceramente, podría sentarse el mismísimo rey y no sabría quién es
así que…
—También tienes razón, y mi orgullo no va a tambalearse por esa gente,
por lo que ya vamos con ventaja.
Alzo mis cejas en señal de pregunta.
—Según donde y con quién te sientas vas a tener un status u otro, para
la gente que va a ir eso es como comer cada día.
—Esa gente está loca.
—Te doy la razón, pero en parte me dan pena. Es agotador estar siempre
pendiente del qué dirán.
— ¿Y cuando deciden a quien eligen?
—Pues eso depende de mi sobrino. Durante la recepción y la cena va a
ir conociendo a las jóvenes que le hayan llevado, y él decidirá el número de
candidatas que pasará.
— ¿Y si no puedo hablar con él? ¿Y si ni siquiera se acerca?
—Eso no lo sabrás hasta la cena, durante la recepción mi sobrino no va
a tener su aspecto habitual. Para poder conocer a las damas como son
realmente usará magia para enmascarar su cara, estaréis todas igual.
—Solo que la gente que las lleva a ellas no odian a la corte abiertamente
como tú.
—Eso son detalles.
—Son más que detalles ¿no puedes hacer algún truco de warlock para
saber quién es?
Catriel me sonríe.
—Hace mucho que ya no soy eso. Tranquila, lo harás bien. Solo sé tú
misma o la versión mejorada de ti misma.
— ¿Qué pasa con las elegidas?
—Son llevadas a un salón en donde todas deben quitarse sus lentillas
frente a mi sobrino. Una a una pasan para que se alimente de ellas y así
escoja a las que se va a quedar.
— ¿Cómo que se va a alimentar de todas?
—Es como una prueba de compatibilidad. Aunque alimentarse es lo
mismo para todos, cada humano provoca algo distinto. A veces más
intenso. A veces más dulce. Siempre diferente.
—Eso es lo que más miedo me da.
—Piensa que todo esto es por Milos, vamos a recuperarlo.
Mi corazón comienza a acelerarse. Esto está pasando, es real. Esta
noche voy a presentarme en palacio, volveré a ver a Milos y en menos de
veinticuatro horas estaremos lejos, muy lejos de aquí.
Se oyen unos golpes en la puerta.
—Adelante —dice Catriel sonriendo.
Una chica no más mayor que yo entra seguida de dos más jóvenes y un
hombre.
—Aquí está tu equipo de belleza —me dice Catriel mirándolos.
—Bueno, ya puedes desnudarte —suelta el chico que sostiene un
vestido.
Mira a Catriel y él se encoge de hombros.
—Prepara tu espinilla Catriel.
¿Cómo de mal estaría vomitar en esa alfombra
azul?
Aldara
Decir que estoy nerviosa se queda más que corto. Catriel no ha soltado
mi mano desde que nos metimos al coche, creo que él lo está llevando casi
tan mal como yo. No hemos hablado desde que el coche que consiguió
Catriel arrancó, ambos estamos mirando por las ventanillas desde entonces.
— Tranquila Aldara, estás preciosa—me dice Catriel intentando
tranquilizarme.
La verdad es que lo estoy, no creo que Milos me reconociera si me viera
esta noche. Mi pelo negro cae en ondas despeinadas sobre mi cuello y mi
espalda. El vestido que llevo es corto, según Catriel debería llevar uno largo
por protocolo, pero había que marcar la diferencia. El color es algo raro, a
veces blanco, a veces dorado, a veces plateado, depende de cómo incida la
luz sobre él. Lo que peor llevo son los tacones. Estos instrumentos de
tortura no sé con qué fin se han inventado, pero desde luego para la
supervivencia no.
De pronto el coche comienza a ir más lento, estamos detrás de una
enorme fila de coches parados.
— ¿Ya hemos llegado? —pregunto asomándome por encima del
hombro del chofer.
Delante nuestro solo había tres coches más, muchísimo más lujosos, y
que tan solo paraban unos instantes para que los ocupantes bajaran. Creo
que me estoy mareando.
— ¿Cómo de mal estaría vomitar en esa alfombra azul? —pregunto a
Catriel.
—Casi tan mal como que te cayeras por culpa de esos tacones.
Me rio, no puedo evitar hacerlo. Hay muchas probabilidades de que eso
pase, al menos tengo el apoyo de Catriel.
Nuestro coche llega al punto donde unos hombres enormes con traje
negro armados nos estaban esperando. Abren la puerta por mi lado y me
tienden la mano para bajar. Catriel enseguida se posiciona a mi lado. Se
acerca otro hombre de negro, casi tan grande como los anteriores, con un
listado en la mano. Ni siquiera nos mira.
—Nombre
—Catraielo de Naribia —contesta Catriel serio.
El hombre del listado levanta la vista del papel y mira a Catriel durante
unos segundos antes de que sus ojos se agranden como platos.
— Hola Potrax —sonríe Catriel —me alegra ver que las cosas no han
cambiado mucho por aquí.
— ¿Saben que vienes?
— ¿Tú que crees? —contesta Catriel con una sonrisa burlona en la cara.
Potrax marca algo en el listado y se marcha rápidamente mientras habla
por un aparato pequeño que tiene en la mano.
—Esto está a punto de ponerse más interesante.
La declaración de Catriel no ayuda a mis nervios. Me coge de la mano
nuevamente y caminamos por la alfombra azul turquesa, no puedo evitar
fijarme que es de un color similar a mis ojos. Al pasar por una puerta otro
hombre armado nos está esperando, puedo ver unas puertas al final del
pasillo, enormes, de madera, y una fila de parejas esperando.
—Bueno a partir de ahora va a ser una locura, tu sólo céntrate en ser tu
misma, si puede ser un poquito menos la vieja tú y un poquito más la nueva
tu perfecto.
— ¿A que estamos esperando? —le pregunto mientras las parejas
delante nuestra iban pasando una a una por las puertas. Se abrían, pasaban,
se oía algo al otro lado, aplausos, silencio, se volvían a abrir las puertas y
vuelta a empezar.
—Aquí es donde nos presentan, al otro lado está todo el mundo
esperando ver a las candidatas.
—Me voy a morir de vergüenza cuando aplaudan.
—No creo que tengas que preocuparte de eso.
Antes de que pueda preguntarle porqué, ya estamos parados frente a la
gran puerta. Catriel pasa mi mano por debajo de su brazo y me da un
pequeño apretón a la vez que me sonríe como disculpándose. No entiendo
nada.
—Catraielo de Naribia.
Se oye una voz solemne a la vez que se abren las enormes puertas ante
mí. Caminamos dentro y se cierran tras nosotros. Ahora se supone que
viene el aplauso. Nada. Silencio. Murmullos. Miradas. Pero aplausos, cero.
Estamos encima de una escalera de unos doce o trece peldaños, parados ahí
como dos idiotas. Miro a Catriel, su cara era seria, nerviosa.
Mierda amigo, tu no.
— ¿Que le dice una silla rica a una silla pobre? —Susurro al oído de
Catriel —Pobre-silla.
Me mira durante un segundo, y empieza a reírse a carcajada limpia
haciendo que el sonido se extienda por toda la habitación.
—Juro que te adoro Aldara —contesta dándome un beso en la mejilla y
bajando las escalera.
La gente aún nos mira y murmura mientras bajamos, pero al menos mi
amigo está de vuelta, y su buen humor también. Nos dirigimos hacia donde
está la comida. Hay una mesa, que no alcanzo a ver dónde acaba, llena de
comida. De todo lo que siempre he querido probar y de cosas que ni
siquiera sé lo que son. Mi estómago esta algo revuelto por los nervios pero
tengo claro que no voy a dejar pasar esta oportunidad.
— ¿Vas a avergonzarme comiendo hasta vomitar verdad? —me
pregunta Catriel mirando mis ojos llenos de lujuria comestible y riéndose
por ello.
—Es probable.
—Como veo que estás entretenida por aquí, voy a ver qué averiguo de
Milos, tengo a un confidente que ha estado recabando información.
Milos
Una oleada de ansiedad me invade. Mis pulmones se cierran. Quizás
esta aquí. Puede que lo vuelva a ver esta noche de nuevo.
—Aldara, respira.
Catriel coge mi mano intentando tranquilizarme. La gente está atenta a
las personas que iban apareciendo por esa puerta, pero no nos pierden de
vista. Puedo notar como nos vigilan por el rabillo del ojo.
—Estaré bien, ves a ver que puedes averiguar.
Catriel me sonríe y se aleja de mí. Cuando lo pierdo de vista en ese
inmenso salón noto una presencia a mi lado. Un camarero sostiene un plato
buscando un lugar donde dejarlo. Me aparto un poco para que logre buscar
un sitio pero unas chicas que están al otro lado de él ni se inmutan. Lo
miran como si les diera asco que existiera. Miro buscando un hueco y veo la
forma de hacer uno.
—Si movemos ese plato de allí —indico al camarero con mi dedo —y
ponemos ese allí, creo que cabe.
El hombre me mira asombrado, cómo si reconocer su existencia fuese
raro. Pone una sonrisa en su rostro cuando se da cuenta de que estaba en lo
cierto y me agradece con la mirada. Las chicas a su lado siguen sin moverse
y el hombre, que ya se le ve de unos sesenta años, no tiene la movilidad
necesaria para maniobrar alrededor de ellas. Pongo los ojos en blanco y le
ayudo.
—Deja que te ayude —le digo mientras cojo su plato y me estiro por
encima de la mesa para llegar al hueco que había mencionado.
—Muchas gracias señorita.
Al dejarlo veo como la cara simpática del hombre se torna en una cara
de pánico, sigo su mirada y veo como mi vestido se ha manchado con algo
rojo.
Genial
—Señorita, lo lamento muchísimo —me dice el hombre casi al borde de
las lágrimas.
Miro la mancha y, ciertamente, se ve bastante. Está justo en el frente, en
uno de los volantes de tul que rodean mi falda de tubo.
—No tienes nada que sentir, ha sido mi torpeza la que ha provocado
esta mancha, no tú.
El hombre me mira aun con miedo en los ojos.
—Si un simple camarero hubiera manchado mi vestido esta noche, mi
padre se hubiera encargado de que no volviera a trabajar, lo mataría de
hambre por tal afrenta —comenta la castaña con las tetas fuera del escote.
Bueno, fuera no, pero casi, hay más fuera que dentro. Las otras dos
asienten dándole la razón. El camarero comienza a temblar.
—No se preocupe —vuelvo a repetirle al hombre mayor —márchese
antes de que se contagie de la estupidez de alguna.
— ¿Y su vestido? —me pregunta con tristeza en su voz.
—Es solo un trozo de tela, nada más. Si sólo logran ver en mí esta
mancha es que no lo estoy haciendo tan bien ¿no crees? —le pregunto
sonriendo a la vez que le froto el brazo.
El hombre suspira aliviado al ver que no voy a tomar represalias. No es
como si pudiera, no tengo una familia que me respalde. Y Catriel sabrá en
el momento en que me vea que esto lo he hecho yo solita, no necesito a
nadie para liarla.
Veo al camarero mayor alejarse y me giro hacia la mesa para ver que
voy a comer. Hay tantas cosas que no sé por dónde quiero empezar.
—Hemos visto que has entrado con Catraielo ¿eres su fuente? —
pregunta la castaña de las tetas fuera mientras me rodeaban las otras dos.
No me van a dejar comer ¿verdad?
Me giro para tenerlas de frente. Dos de ellas, las que solo había visto
asentir, a mis lados, la cabecilla, frente a mí.
—No creo que eso sea de tu incumbencia. —contesto intentando no
sonar demasiado desagradable.
Fallo.
—Se nota que te ha traído él —dice una de las amigas mudas con
desdén.
—Se le nota lo burdo, lo humano —prosigue la otra.
—No hay más que verla, parece que la ha sacado del callejón trasero de
algún local de venta de energía —sentencia la última.
Respiro, hondo, muy hondo, y cuento hasta tres. Busco a Catriel con la
mirada. Nada. Estoy atrapada con ellas. Por el rabillo del ojo veo un
pequeño movimiento al otro lado de la mesa, giro un poco la cabeza y veo
un niño que me mira sonriendo.
Las tres arpías miran también y unos grititos ahogados salen de sus
pintadas bocas rojas.
—No me lo puedo creer ¿has traído a un amigo tuyo? ¿Tu hijo quizás?
— Sí, claro, lo he traído en mi vestido oculto y se me ha escapado.
Me miran sorprendidas.
¿En serio se lo han creído? Bien, son más idiotas de lo que pensaba, si
apenas le sacaré doce años ¡por Dios!
—Deberíamos avisar a los guardias, que se lo lleven a la cárcel.
— A ver, es solo un niño, se habrá perdido —intento razonar.
—No tiene pinta de vivir aquí ni de conocer a ninguno de los aquí
presentes, salvo a ti.
La tetona castaña me está empezando a cabrear en serio.
—Seguro es uno de esos pobretones que ha entrado a robar comida —
susurra una de las amigas ya no mudas.
— ¿Y? si así fuera ¿Qué más da? —pregunto volviendo a mirar al niño
que ya no sonríe, ahora esta con cara de asustado.
— ¿Qué más da? —Casi grita una de ellas — ¡podría contagiarnos algo!
—Debemos decir algo, si el príncipe Duxlan se entera de que sabíamos
esto y no lo hemos denunciado ¡puede que no nos elija!
Mierda.
El niño sigue mirándonos desde detrás de una fuente de chocolate,
escondido, escuchando todo los que las tres arpías decían.
—Tenéis razón. Vamos a hacer una cosa. Id a avisar a quien sea que yo
mientras me quedo vigilándolo.
Las chicas me miran con desconfianza pero aun así les parece mejor
opción que quedarse ellas. Así que se pierden entre la multitud moviéndose
dentro de sus vestidos de lentejuelas, satén y brillos.
Me giro hacia el niño que sigue observándome asustado desde el otro
lado de la mesa.
—No te preocupes, no te voy a entregar, metete debajo de la mesa, con
el mantel no nos verán.
El niño me mira unos instantes pero hace lo que le pido. Yo, por mi
parte, tiro una servilleta, me agacho disimuladamente a recogerla, y me
meto también debajo. Tengo que gatear porque el vestido no me deja
moverme demasiado. Cuando llego hasta el niño me siento a su lado como
puedo clavándome uno de los tacones en el culo. Seguro que mañana tengo
una moradura enorme. Tengo que mantener la cabeza agachada para no
darme contra la mesa, menos mal que finalmente no me recogí el pelo.
—Hola, me llamo Aldara —le digo sonriendo y extendiendo mi mano.
El niño la toma con cuidado, como si fuera de porcelana, si él supiera…
—Yo Jamie —susurra.
—Encantada, Jamie ¿te has perdido?
Él niega con la cabeza.
— ¿Tienes hambre?
Asiente bajando la cabeza avergonzado.
—Oye, no tienes de qué avergonzarte. Sé exactamente lo que estás
sintiendo ¿Cuántos días has aguantado sin comer? —pregunto intentando
que se relaje, al ver que no contestaba prosigo —yo tres días, fueron tres
días muy largos, y casi vomito cuando comí nuevamente.
— ¿Estuviste tres días sin comer? —pregunta sorprendido.
—Así es.
— ¿Y por qué tú papá y tu mamá no te dieron comida?
Su voz sonaba dulce y preocupada.
—No tengo padres, bueno, sí que los tengo, pero digamos que se
olvidaron de mí. Desde hace mucho tiempo soy solo yo.
Y Milos, quiero decir, pero esa información es solo mía.
— ¿Porque les dijiste a esas chicas que ibas a vigilarme? —Pregunta
nervioso. Quiere saber si voy a entregarlo.
—Los adultos somos complicados, ellas probablemente no han sentido
ese vacío en el estómago nunca, no saben lo que es ese dolor que no te deja
pensar en otra cosa nada más que en comer. No entienden que seas capaz de
colarte en un sitio como este para poder llevarte algo a la boca hoy.
—Si tú eres como yo ¿Qué haces aquí?
La sabiduría infantil es una fuente inagotable de preguntas.
—No es como si fuera el sitio en el que quisiera estar, pero es lo que me
toca.
—Entonces ¿Por qué no te vas?
—Porque no tengo a donde ir. Ya te he dicho que estoy sola, así que
pensé que si me elegían podía tener cama y comida asegurada, al menos por
una temporada.
Sé que está mal mentir a un niño, pero esa es la versión oficial que
Catriel y yo vamos a contar, es mejor tener una para no levantar sospechas
en caso de que pregunten.
—Pero ¿te cuento un secreto?
Jamie asiente con una sonrisa pícara.
—Estoy segura que el príncipe Duxlan no me va a elegir, hay un
montón de estiradas ahí afuera que encajan aquí mil veces mejor de lo que
lo hago yo —le digo encogiéndome de hombros.
—Pero el príncipe es bueno.
— ¿Lo conoces? —Pregunto arqueando una ceja sorprendida.
—Alguna vez me ha dado de comer de las sobras del palacio.
—Qué idiota, debería preocuparse de que no pasaras hambre no de darte
restos cuando ya la tienes. Ningún niño debería pasar hambre. Nunca.
Oigo las voces de la castaña tetona y de sus ya no mudas amigas justo al
lado de donde estamos. Me giro hacia Jamie y pongo un dedo en mi boca
para que no hable.
—Estaba justo aquí, junto con la humana de Catraielo, seguro que ella
lo trajo, no está por ninguna parte. Deberían buscar al niño y echar a ambos
o mejor aún, mandar que los encierren.
Jamie se remueve a mi lado y lo atraigo hacia mí. Esta sucio y seguro
que mi vestido obtendrá otra marca más, pero no puedo dejar de pensar en
lo asustado que está. Me recuerda a lo asustada que había estado yo con su
edad y en como Milos me abrazaba para que se me pasase, me reconfortaba
estar en sus brazos. Toco el brazo del chico, acariciando su espalda para
calmarlo. Pone su cabeza sobre mi pecho.
—Tranquilo, aquí nunca van a buscar —susurro, me mira no
creyéndome — ¿te imaginas la escena de esas tres tiradas en el suelo
buscando debajo de una mesa? Yo no, aunque pagaría por verlo.
Jamie me sonríe imaginándose la escena.
Fuera siguen hablando, se oye la voz de un hombre y, por los zapatos
que veo por debajo del mantel, tiene pinta de ser alguno de los de seguridad
del evento, de los que iban armados. Tomo un par de respiraciones
profundas, si nos encuentran allí el plan de rescatar a Milos se va a ir al
traste, pero no puedo simplemente dejarlo ir, lo hubieran visto. Y sé que
Milos me hubiera dicho que hiciera lo que estoy haciendo. Milos, si él
estuviera aquí todo sería más fácil.
—Catraielo ¿Dónde está tu humana simple? —se oye una voz de
hombre decirlo en alto.
—No tengo ni la menor idea —contesta Catriel muy tranquilo.
Reconocería su voz en cualquier lugar.
Mierda esto se complica.
— Deberías tenerla localizada —le reprende la voz masculina —será
mejor que nos acompañe a un lugar menos concurrido para que te hagamos
algunas preguntas.
Joder, joder, joder.
Esto se enreda por momentos, la petición a Catriel no suena para nada
amistosa. Jamie se revuelve en mis brazos mirándome. Sé que se nota mi
preocupación. Si salimos, lo meto en un problema, si no lo hago, el del
problema será Catriel.
— Tengo que salir —le susurro — pero voy a distraerlos, tu corre lo
más que puedas.
Jamie me sonríe.
— Supongo que el juego ha terminado —dice Jamie mirándome.
No tengo ni idea de a qué se refiere.
— ¿Puedo darte un beso? —me pregunta tímido.
Asiento lentamente con los ojos entornados. Jamie se me acerca, me
abraza como puede sentado en mi regazo y me da un beso en la mejilla.
Después vuelve a darme un breve apretón y se aparta sentándose a mi lado.
—Si estás pensando en salir y entregarte no es necesario, de verdad,
Jamie, lograré distraerlos, tú simplemente corre.
No sé por qué me da la sensación de que se está despidiendo de mí,
cómo si supiera que es lo que debía hacer en ese momento. Lo que no tengo
tan claro es que sepa lo que puede llegar a pasarle. Yo he tenido que curar
un par de costillas rotas después de que un panadero me partiera el palo de
la escoba en ellas por robar pan de su basura. No quiero imaginar lo que
puede pasarle a él, que ha entrado en palacio, la noche de la elección de
fuentes.
Mientras Jamie me mira sentado a mi lado con una sonrisa algo fue
cambiando en él. Lentamente las facciones de ese niño están cambiando
delante de mí. Me echo hacia atrás como puedo queriendo gritar pero sin
poder hacerlo. Estoy realmente atónita. El pequeño y sucio niño está
mutando de alguna manera a un hombre mayor, de unos treinta, limpio, con
ropa nueva. Cierro los ojos y los vuelvo a abrir esperando que mi mente me
haya jugado una mala pasada. Quiero gritar y no puedo. No puedo.
Realmente algo impide que pueda gritar. Siento que algo está evitando que
mi voz salga, así que simplemente le doy una patada a aquel hombre
encogido debajo de la mesa que antes era Jamie.
— ¡Ouch! Eso ha dolido —exclama él frotándose donde le había dado
con mi zapato en punta.
— ¿Habéis oído eso? —pregunta la voz masculina de antes.
La versión adulta de Jamie intenta acercarse pero retrocedo
nuevamente. En otra situación me hubiera hecho gracia ver a un hombre tan
grande intentar maniobrar debajo de esa mesa. Pero ahora mismo estaba
asustada, mucho.
—No te acerques —me alegro de volver a oír mi voz.
—Aldara no te asustes —dice el Jamie adulto.
No sé qué está pasando pero no me gusta. No sé si quiero llorar. No sé
si quiero gritar. No sé si quiero gritar mientras lloro. Estoy confundida.
De pronto el mantel que está a mi izquierda se levanta y veo la cabeza
de Catriel asomada. Me lanzó a su cuello sin pensarlo. Catriel me mira,
nunca me ha visto vulnerable. Mira al Jamie adulto y sonríe. No entiendo
porque sonríe.
—Tío Catraielo, me habían dicho que habías venido —dice el Jamie
adulto con una sonrisa traviesa.
— Dux, perdón, su alteza real príncipe y próximamente rey de Alfoz,
Duxlan. También me alegro de verte.
Ahora sí que no entiendo nada. Catriel me ayuda a salir de debajo de la
mesa con la mayor dignidad teniendo en cuenta que llevaba el vestido
manchado de rojo, de una especie de marrón y estaba arrugado por todos
lados. Las tres arpías me miran con una burla dibujada en sus ojos, están
disfrutándolo. Aunque sus caras cambian y un blanco mortal aparece en
ellas cuando ven quien sale de debajo de la mesa conmigo. El Jamie adulto
se estira las ropas y recompone el traje azul marino que lleva. Así de pie
debe sacarme como cabeza y media, más alto que Milos sin duda. Y es
bastante grande, no sé cómo ha podido meterse ahí debajo.
Porque cuando lo hizo media como una tercera parte
El recuerdo hace que me posicione detrás de Catriel. Pero este no me
deja, me coloca a su lado, con su brazo por encima de mi hombro. El
pequeño gran Jamie nos mira, me encojo un poco ante esa mirada tan
profunda que nos da.
—Veo que ya has conocido a mi sobrino, Aldara.
Claro, tenía sentido. Él puede convertirse en la persona que quiera, ya
me lo advirtió Catriel. Pero no esperaba esto. Le he contado cosas íntimas,
me he preocupado por él. Lo he puesto en mi regazo y le he dejado
apoyarse en mi pecho. Y resulta que todo era una mentira. Era solo el
príncipe burlándose de la chica pobre que había pasado hambre.
Una rabia crece dentro de mí aplacando el miedo que he sentido
segundos antes. Ahí lo tengo de pie, mirándome con una sonrisa
autosuficiente. Quizás solo quería una buena historia que contar a sus
amigos. Bien, estoy de acuerdo, si quiere contar una historia que sea buena.
Salgo de debajo del brazo de Catriel, con una sonrisa pegada en mi cara, me
acerco al príncipe/rey o lo que sea ahora, al warlock que se había reído de
mí y le propino una patada en la espinilla tan fuerte que me dolió el pie
como si hubiera roto alguno de mis dedos. Casi se cae al suelo, no lo hace
gracias a que uno de los hombres trajeados de negro armados lo sostiene.
Mientras se oyen voces de consternación y gritos veo como Catriel se
lleva la mano a la cara y mueve la cabeza en negación. No me doy cuenta
cuando el otro hombre trajeado se acerca y me coge del brazo
retorciéndomelo hacia atrás. Creo que si me muevo se me va a romper.
Duele. Solo puedo mirar al suelo y concentrarme en no llorar. No voy a
dejarles verme así.
— ¿Quién te ha dicho que podías tocarla? —Oigo decir al príncipe —
ella es mía.
Nunca se deja a nadie atrás.
Aldara
Miro al príncipe de reojo mientras el hombre de negro sigue
sujetándome por el brazo.
— ¿No me he explicado bien? —dice el príncipe en un tono serio y
firme.
Siento como las manos que me retienen me sueltan de golpe. Si Catriel
no me llega a sujetar ahora mismo estaría sentada en el suelo con el culo
adolorido.
Me situó nuevamente detrás de Catriel. Él tiene una mano hacia atrás
rodeando mi cintura. Ese gesto me hace sentir estúpidamente segura.
—Disculpa Aldara, mis hombres tienen aún que aprender modales —
me dice mirándome muy intensamente el príncipe.
Yo me limito a sacarle la lengua desde mi posición y él me devuelve
una sonrisa. Acto seguido y sin dar más explicación se dirige hacia unas
escaleras iguales a las que habíamos atravesado una hora antes pero que se
encuentran en el lado opuesto de la sala. No me había dado cuenta hasta ese
momento que todo el mundo nos estaba mirando. La sala entera esta vuelta
hacia nosotros. Noto como mi cara se vuelve roja y me limito a mirar hacia
abajo. Aun así puedo ver cómo la gente se aparta a su paso y poco a poco
nos van dando la espalda, me relajo lentamente.
Cuando llega a lo alto de las escaleras levanta su mano, como si fuera a
hacer un juramento, y todo el mundo se calla de golpe.
—Buenas noches a todos y a todas, espero que estén disfrutando de la
velada.
Todos permanecen callados pero asienten con una sonrisa. El príncipe
prosigue.
— Esta noche la sala está repleta de mujeres hermosas para mi buena
suerte —un revuelo de risitas femenina suena a mi alrededor —me
encantaría poder conocer a todas una a una, seguro que sois mujeres
increíbles, pero no es posible, por ello he tenido que ingeniar una manera de
seleccionar a unas cuantas.
Un barullo se forma a mi alrededor, aquello no debe de ser lo normal.
Mientras todos comentan sus palabras me limito a mirarlo. Desde aquí aún
se ve más imponente. Es guapo, eso no lo puedo negar, y tiene una sonrisa
que atrae con solo mirarla. Su pelo negro contrasta con los ojos grises
claros que había visto antes cambiar de color ante mí. Está observando a la
multitud, en actitud relajada, dando un vistazo por toda la sala. Espera un
par de minutos y vuelve a alzar la mano como antes, y vuelve a hacerse el
silencio como antes.
— Como todos sabéis, tengo la suerte de contar con unos grandes
asesores y amigos que se han prestado a ayudarme a hacer la primera
selección. Por favor, acercaos.
Otra vez se oyó un barullo a mi alrededor y a lo lejos veo cómo la gente
se apartaba para dejar pasar a alguien. Observo como tres hombres, uno de
ellos el camarero al que antes había ayudado, se acercan a él y se ponen a su
lado. De pronto, el anciano camarero comienza a cambiar de aspecto.
Vuelve a recorrerme un escalofrío por la espalda. Los otros dos, también
comienzan a cambiar dando paso a tres hombres de una edad similar a la
del príncipe y de un aspecto igual de impecable e impresionante. Todo lo
que se oía en ese momento en la sala fueron gritos de asombro y aplausos,
parecían un grupo de música famoso más que un príncipe y sus asesores,
incluso se inclinaron hacia delante para saludar. Increíble. El príncipe
vuelve a alzar su mano y vuelve a hacerse el silencio. Es gracioso.
— Mis asesores y yo mismo, hemos ido por toda la sala cada uno
representando un papel. Para los que no lo me han visto realizar el cambio,
mi papel era el de un niño sucio y hambriento. La belleza exterior es fácil
de reconocer, pero hace falta algo más que una buena genética y unos
buenos estilistas para formar parte de palacio.
Puedo ver como la castaña tetona se revuelve en el sitio.
— A continuación las elegidas podrán pasar a la siguiente sala, esta vez
solas, para poder conocernos de verdad.
Hubo otro murmullo generalizado, por lo visto esto tampoco es lo
normal. El príncipe hace un gesto con la cabeza y las luces se bajan hasta
que casi no puedo ver a Catriel a mi lado.
—Tranquila —me susurra al oído, puedo notar el nerviosismo en su
voz.
De pronto unos destellos comenzaron a verse por las filas situadas
delante de las escaleras donde está el príncipe. Son destellos aleatorios que
envuelven a algunas chicas. Con cada nuevo destello se oye la voz
sobresaltada de la chica emitiendo un pequeño grito. Una a una se van
encendiendo mientras se aproximan dónde estamos nosotros.
Cinco filas más adelante una chica morena se enciende. En la cuarta
fila, al final, una pelirroja. Una rubia en la tercera fila. Nadie en la segunda
fila delante de nosotros. Dos chicas en la fila justo frente a mí. Tengo un
nudo en el estómago. De pronto comienzo a sentir algo extraño en mi piel,
está erizada, como si me hubieran tocado con una pluma, de manera suave y
ligera, y un destello me envuelve.
Me giro buscando a Catriel que me mira embelesado. Tengo una
sensación de euforia que intento reprimir. Giro sobre mi misma varias veces
fascinada por como ese destello gira alrededor mío, es increíble. Siguen
oyéndose voces de chicas elegidas y murmullos por toda la sala. No puedo
parar de moverme y jugar con aquel destello.
Las luces vuelven a subir y la sala vuelve a estar iluminada, pero para
sorpresa de todos, donde antes estaba el príncipe y sus asesores ahora hay
cuatro príncipes.
— ¿Tú también ves a cuatro príncipes iguales? —pregunto a Catriel en
un susurro.
Él asiente como si fuera lo más normal. Quizás lo es para él.
Sin mediar palabra cada uno se posiciona en una de las cuatro puertas
que tenían detrás y la abren.
— Las damas que han sido escogidas por favor pasen al frente.
No sé de dónde viene la voz. Siento un empujón suave.
—Vamos Aldara, debes ir allí —me dice Catriel dándome una dulce
sonrisa.
— ¿Tu vienes conmigo no?
— Por lo que veo mi sobrino quiere conoceros a solas, lo que no está
mal, puede que eso sea una ventaja para ti.
Lo miro sin entender muy bien porque me dice eso.
— Entra ahí y haz que te elijan, necesitamos que estés dentro.
— ¿Has podido saber algo de Milos? —pregunto esperanzada.
—No, esto va a ser más complicado de lo que pensábamos, vas a tener
que pasar aquí un tiempo para que podamos descubrir que ha sido de él.
Me pongo frente a Catriel frunciendo el ceño.
—Eso no es lo que acordamos, iba a ser cosa solo de una noche, entrar y
salir.
— Ahora mismo no puedo explicarte nada, nos están mirando.
Me giro y veo como todos los de nuestro alrededor nos observan.
— Solo sé que debes entrar ahí y lograr que te elijan, están pasando
cosas en palacio peligrosas que no me esperaba. Confía en mi ¿puedes?
Lo miro evaluándolo. Confío en él, es mi amigo, pero estoy aterrada
ante la idea de permanecer aquí más de un día. Apenas llevo unas horas y
ya sé que este no es sitio para mí. Catriel me mira esperando mi respuesta,
asiento y él me sonríe.
—Ahora acércate allí y demuestra lo que vales.
—Por Milos —susurro, no sé si para mí o para él.
Camino entre un montón de personas que me evalúan a cada paso. Hay
un destello que no me abandona pero las manchas en mi vestido dejan claro
que no pertenezco a ese lugar. Y si las manchas no lo dejaban claro las
miradas de los allí presenten no dejan lugar a dudas.
Cuando llego al frente veo como las chicas con un destello como el mío
van pasando por las puertas aleatoriamente. No sé qué puerta es la mía. Me
quedo allí un rato mirándolas intentando averiguar si hay alguna diferencia
entre unas y otras. No veo nada. Cuatro puertas iguales. Cuatro príncipes
iguales.
—Señorita por favor, siga adelante.
Un señor regordete con traje me está empujando del codo para que
ande, pero no tengo idea de hacia dónde.
— ¿Qué puerta es la mía? ¿Dan todas al mismo sitio?
Le pregunto suplicando mentalmente que no me hiciera quedar mal. Ya
me siento ridícula yo sola. El hombre chasquea la lengua y me retira a un
lado para hablarme, menos mal.
—No puedo indicarle la puerta, debe elegir usted, solo puedo decirle
que en cualquier caso conocerá al príncipe.
Bien, no entiendo nada. Tengo que elegir una puerta que me lleva a
algún lugar donde al final estará el príncipe. Bien, no entiendo nada. Me
paro delante de las cuatro puertas mirando detenidamente. Oigo a mi
alrededor murmullos de conjeturas sobre cuál era el verdadero príncipe.
Una de ellas dice que lo ha reconocido por su culo, más exactamente por su
muy mordible culo. No puedo evitar taparme la boca para ocultar la risa que
me produce. Me la imagino mordiendo el trasero real y casi suelto una
carcajada allí mismo.
Miro a los príncipes, quizás sí que tengan algo diferente y por ello se les
pueda distinguir. Desde mi posición los veo iguales así que opto por
acercarme. Mientras tanto el número de chicas con destellos disminuye a mí
alrededor desapareciendo detrás a alguna de las puertas.
Me planto delante del primero mirándolo directamente a los ojos.
Parece el mismo que había estado junto a mí debajo de la mesa. Pero su
mirada es fría, como si no nos hubiéramos visto nunca. Paso al segundo y
me planto delante de nuevo cruzando los brazos. Este me mira con dulzura,
no sé cómo explicarlo. El tercero no me produce ninguna impresión, lo cual
me parece raro. Lo miro ladeando un poco la cabeza, buscando algún
sentido a su mirada, pero nada. Y el ultimo me da la misma impresión que
el primero, es como si en vez de a mi estuviera mirando un mueble. Vuelvo
al segundo, la mirada dulce sigue allí. Doy un paso a un lado para observar
al tercero y de pronto este me saca la lengua. Lo miro sorprendida, me giro
para ver si alguien más lo ha visto pero allí nadie parece haberse dado
cuenta. O quizás me lo he imaginado. Yo antes le había sacado la lengua al
príncipe y me sonrió. ¿Me estaba dando una pista? ¿Lo habría visto alguno
de sus asesores y estaba tratando de despistarme? No lo sé, por si acaso me
dirijo a entrar por la puerta del que me mira con dulzura, pero antes de dar
el primer paso dentro siento un escalofrío por toda mi columna vertebral
que me hace girarme y mirar de nuevo al príncipe número tres. No sé
porque pero algo me dice que debo ir allí, quizás es una trampa, aun así me
giro y voy hacia esa puerta. Al pasar a su lado lo miro y veo un destello en
sus ojos que antes no estaba, él parpadea y desaparece ese destello. Yo sigo
hacia dentro esperando haber elegido bien.
Al entrar veo como a unas diez mujeres, todas ellas muy elegantes. Y
muy limpias. Pongo mis manos sobre la mancha intentando disimular pero
es una postura poco natural que llama más la atención de lo que me
gustaría. La sala es pequeña en comparación con la anterior. Hay una puerta
al final, con dos guardias vestidos de gala apostados a cada lado. En una de
las paredes hay una hilera de sillas azules en las que algunas se han sentado,
y encima de estas unas cuadros. Me voy a acercar a verlos cuando oigo
como la puerta detrás mío se cierra. El príncipe está caminando
directamente hacia mí, eso creo hasta que se desvía para situarse en un
podio cerca de la puerta del fondo de la sala. Dos guardias van con él
escoltándolo. Todas lo miran en silencio.
— Primero de todo, enhorabuena a las que estáis aquí. Los destellos
significan que habéis hecho o dicho algo para merecerlo, pero por el
momento ya no serán necesarios.
Con un simple gesto los destellos desaparecen. A mí me da pena, me
gusta esa cosa pequeña y brillante a mi alrededor.
— Si me lo permiten voy a revelar mi verdadera persona —dicho esto
un haz de luz brilla y tras esto sigue estando el príncipe.
¿Le habrá salido mal el truco?
—No señoritas, no es un error. Soy el príncipe Duxlan y han elegido mi
puerta. Ahora mismo mis asesores ya tienen su forma habitual en las salas
contiguas y están explicando esto mismo. Que hayáis elegido esta sala no os
hace ganar nada, pero la magia siempre tiene una base y esa base es la que
os ha hecho elegirme, así que puedo asegurar que las damas aquí presentes
y yo tenemos una cierta conexión.
Todas a mi alrededor se alegran al momento. Yo no tengo tan claro que
haya sido una conexión o que el propio príncipe las haya echo escogerlo.
No había ninguna fea, ni gorda, ni siquiera una que llevara gafas.
— A continuación me gustaría charlar con cada una de vosotras para
conocernos un poco mejor, podemos hablar de literatura, de historia, de
televisión. Lo que ustedes quieran, pueden contarme a que dedican el
tiempo libre o cuál es su hobby favorito.
Genial, a ver que piense. Casi no se leer así que mi literatura
básicamente es el cartel de la panadería. Historia, déjame que recuerde a ver
si sé algo, mmmm nop, nada más allá de lo que haya escuchado y no sé si
eso es cierto. Vayamos con la televisión ¿puedo decir que los anuncios de
comida? Soy muy fan de ellos. Y en cuanto a hobbies y aficiones creo que
buscar comida en la basura no cuenta como lo uno ni como lo otro.
Todas se empiezan a arremolinar alrededor del príncipe cuando baja del
podio, yo me retiro hacia una esquina esperando oír algo que pueda repetir
y que parezca que es genuinamente mío.
De pronto se empieza a oír un revuelo que proviene de la sala en la que
había estado antes. Eran una mezcla de pisadas y gritos. Todas nos
quedamos en silencio mirando la puerta, y los guardias se apostan alrededor
del príncipe, los cuatro. La puerta se abre de golpe y un guardia con el
uniforme de gala roto entra cerrando tras de sí mientras se apoya contra
ella.
—Nos atacan alteza.
Tres simples palabras que provocan una conmoción generalizada entre
las mujeres que están allí.
— No os preocupéis —dice el príncipe dejando a un lado el tono regio
—estamos a salvo aquí.
—Están en la sala —dice el guardia aun apoyado en la puerta con el
arma en la mano —, debemos movernos, estarán intentando entrar aquí en
breves. Hemos hecho una línea de defensa frente a las puertas pero no
sabemos si aguantaremos, son warlcoks de mayor nivel que la mayoría de
los guardias.
No entiendo nada ¿Quién nos ataca? ¿Por qué? ¿Warlocks? Mi cabeza
va a mil por hora mientras el pánico va apoderándose de la sala.
—Iremos hacia el ala norte, allí hay una habitación donde podemos
protegernos.
— ¿Por qué no haces nada con tu magia, su majestad? —pregunto, no
entendiendo nada en absoluto.
— Porque son harlocks, han bloqueado toda magia rival —me explica
una chica con un vestido verde en un tono que me hace quedar de idiota.
— ¿No es la primera vez? ¿No saben que eres el rey? —no puedo dejar
de preguntar, no entiendo que pasa.
— ¿Es que no lees la prensa? —casi me grita una de vestido amarillo.
Genial, ahora no solo parecía estúpida sino que lo había confirmado.
Un estruendo suena al lado de la puerta y todas nos congelamos en el
sitio. Un momento de silencio y la puerta tiembla casi tirando al guardia
que estaba apoyado contra ella.
— Quitaos los zapatos —ordena un guardia.
Todas obedecen. Se quitan los zapatos pero no los dejan. Los conservan
en sus manos.
— Vamos hacia el ala norte, esta puerta tiene un sistema de seguridad
que evitara que nos sigan una vez sea cerrada —explica el guardia rubio
señalando la puerta que había visto al entrar.
Una a una van pasando mientras el guardia del fondo sigue apoyado
contra la puerta intentando detener el avance. Fui ayudando a todas a ir
hacia la puerta, algunas lloran a gritos, otras se limpian el maquillaje
esparcido por sus caras rojas, parecen corderos perdidos. Veo una de ellas
sentada en una silla, quieta, está paralizada por el miedo. Corro hacia ella
agradeciendo que hubiera moqueta, me hubiera abierto la cabeza debido a
las medias.
— Venga tenemos que irnos —le digo, pero ella solo niega con la
cabeza.
Ya están todas fuera, solo quedaba el guardia de la puerta del fondo, uno
sujetando la puerta de salida y nosotras.
Otra vez se oye la puerta retumbar.
— Están intentando girar el pestillo —advierte el guardia que ahora está
mirando atentamente el pomo evitando que giren el pestillo cada vez que
desde fuera lo intentan.
Sin pensarlo rompo la estúpida falda de mi estúpido vestido y me pongo
de rodillas delante de la chica. Si Catriel viera lo que he hecho con esta
prenda me mataría.
Catriel, espero que esté bien.
Meto mi cabeza en su estómago y la alzo sobre mi hombro. Menos mal
que es menuda y no pesa, la llevo a la puerta justo en el momento en el que
el príncipe aparece de nuevo por ella. Me mira extrañado, debe ser rara la
imagen tengo que admitirlo. Al llegar prácticamente le lanzo a la chica a la
cual deposita en los brazos de otro de los guardias. El príncipe coge mi
mano y me empuja hacia él.
— Vamos, no tenemos tiempo que perder.
— ¡Vamos! —grito al soldado que está cerrando el pestillo cada vez que
desde fuera lo intentan abrir.
— Iros, si me muevo de aquí abrirán la puerta antes de que podáis huir.
Miro al príncipe pidiendo ayuda.
— Ya estoy deteniendo la puerta, por eso no ha volado en pedazos, pero
han logrado desbloquear mi magia en el pomo y por eso intentan acceder
con el pestillo.
— No te pido una explicación sino una solución, no podemos dejarlo
ahí —le digo señalando al guardia que solo mira el pestillo.
Ahora que me fijo bien es un chico joven, más que yo, quizás unos
diecinueve años.
— No podemos hacer mucho más, necesitamos cerrar esta puerta para
bloquear el paso —me explica el guardia rubio que sujeta la puerta.
Quiero gritar, quiero pedirles que dejen de darme explicaciones y
encuentren la manera de que él llegue hasta aquí antes de que el pestillo se
abra. No hay mucho trozo pero esos uniformes de gala no están hechos para
correr. Esos zapatos incomodos no dejarían de resbalar y no llegaría antes
de que pudiera entrar quién demonios estuviera al otro lado.
Eso es, él no puede correr, no le da tiempo, necesita tiempo. Sin
pensarlo suelto de golpe mi mano de la del príncipe y corro hacia allí.
— ¡Aldara donde cojones vas! —oigo gritar al príncipe.
Llego al lado del guardia en unos segundos, la moqueta me da tracción
para correr rápido, y los años de huida me dan la velocidad que necesito en
esos momentos.
— Vete yo me encargo —le digo al llegar viendo girar el pestillo
nuevamente, y volviéndolo a girar el guardia.
— Váyase señorita, no puedo dejarla aquí a usted.
— ¡Aldara maldita sea! —sigue gritando el príncipe.
— No soy una suicida ni una mártir, pero corro, mucho, y muy rápido,
así que ves a la puerta, porque cuando te vea allí saldré detrás de ti. Nunca
se deja a nadie atrás.
Eso último me lo enseñó Milos.
El chico se me queda mirando, realmente no tiene más de diecinueve
años. Veo en sus ojos la vacilación así que le grito en la cara.
— ¡Corre!
Y él corre. El pestillo vuelve a girar lentamente, lo agarro y lo pongo en
su sitio. No le hubiera dado tiempo. Mi corazón va a mil por hora. Puedo
oír barullo al otro lado de la puerta, gritos, lloros. No sé qué estaba pasando
pero no voy a quedarme a averiguarlo. Me giro y veo como el chico llega a
la puerta justo cuando el pestillo está girando de nuevo. Respiro, espero a
que el recorrido casi este completado, lo agarro, lo giro cerrándolo de nuevo
y corro.
Frente a mi tengo una puerta abierta con un guardia sujetándola y el
príncipe fuera de la sala sujeto por dos guardias para que no entre. No
pueden arriesgarse. Si no me da tiempo la decisión es fácil, yo soy
prescindible.
Juro que he oído el clic del pestillo al terminarse de abrir justo antes de
atravesar la puerta. El príncipe me frena contra su cuerpo levantándome en
un abrazo mientras me gira y veo por encima de su hombro, antes de
cerrarse la puerta, como aparecen unos seres horribles armados por la
puerta en la que había estado yo sola segundos antes. Joder.
El guardia cierra la puerta por la que hemos salido antes de que si quiera
esos seres puedan notar lo que ocurre. Una serie de travesaños de acero y
telones metálicos caen sobre ella. Yo sigo en los brazos del príncipe.
— Ya puede bajarme — susurro en su oído.
— Dame un minuto más por favor — me suplica apretando un poco
más su agarre.
Espero hasta que la situación se vuelve incomoda. Allí estaban todos
esperando para huir y nosotros aquí abrazados alegremente como si nos
sobrara el tiempo.
— No vuelvas a hacer algo así — me exige bajándome lentamente.
— No dejes a nadie atrás – le contesto sin tapujos.
Da un paso hacia atrás y sonríe.
— No sabía que el protocolo incluyera romper vestidos — dice mirando
el destrozado trozo de tela, arrugado, manchado y rasgado que llevaba por
vestido.
— Y yo no sabía que la educación de los príncipes incluían los tacos.
Se acerca, me sonríe, me da un beso en la frente y me coge de la mano.
— ¿Siempre tienes respuesta para todo?
Y bien ¿Qué eliges?
Aldara
El príncipe me tiene agarrada de la mano y me está llevando a la cabeza
del grupo. Todas nos miran al pasar y murmuran. Intento deshacerme de su
agarre pero él me aprieta más. Es raro, no había caminado de la mano así
con ningún chico que no fuera Milos.
Al llegar al frente incluso los guardias nos miran. No me gusta ser el
centro de atención. Vuelvo a tirar de mi mano. El príncipe Duxlan me mira
con un gesto de reprobación, me da igual, vuelvo a tirar de mi mano para
recuperarla.
—Tienes dos opciones —me dice el príncipe poniéndose frente a mí y
parando a todos los que íbamos en el grupo — vas de la mano conmigo para
asegurarme que no vas a hacer ninguna tontería más o te cojo en brazos lo
que queda de camino.
— Ni se te ocurra — le susurro mientras oigo murmullos entre las
chicas que incluían palabras tan bonitas como zorra, la debe chupar bien,
esta de que va despreciando a nuestro rey…
Genial, ya soy popular por aquí y aún no he desplegado mis encantos.
— Y bien ¿Qué eliges? —pregunta mirándome con los brazos cruzados.
— Mano — le contesto extendiéndola.
— Eso pensaba yo —me dice con una sonrisa triunfal.
Le saco la lengua.
Recorremos un pasillo largo y subimos y bajamos por varias escaleras.
Si tuviera que volver al salón no creo que lo encontrara. Desde que
empezamos a andar nadie ha dicho nada. Hay algún murmullo y sollozos,
pero nadie está manteniendo una conversación real.
— ¿A dónde vamos? —pregunto no soportando más ese silencio.
— A una cámara de seguridad impenetrable —me contesta el príncipe.
— ¿Y vamos a caber todos?
— Si, está prevista para unas treinta personas y somos solo dieciocho.
Me paro en seco.
— No somos dieciocho.
— Según el último recuento si lo somos señorita —me confirma uno de
los guardias.
— No, no lo somos —contesto enfadada, nadie se da cuenta a lo que me
refiero.
— Aldara, sois doce candidatas, cinco guardias y yo — enumera el
príncipe para mí — dieciocho en total.
— No somos dieciocho —digo en un tono de cabreo evidente.
— Ella está contando los que estaban en la sala principal — aclara el
guardia joven al que había ayudado a salir.
— Gracias —le digo sintiéndome mejor porque al menos una persona
allí mirara más allá de sus narices — No se deja a nadie atrás ¿no?
Le sonrió cuando repite mis palabras.
— Ellos habrán ido a otro lado — dice el guardia que había hablado
antes.
— Entonces —digo soltándome del príncipe —si podéis decirme por
donde me iré hacia allí.
— Aldara, tú no te separas del grupo — replica el príncipe mirándome
directamente a los ojos. Como si eso fuera a hacerme cambiar de opinión.
— Catriel está allí, no pienso perderlo a él también.
— ¿También? —pregunta el príncipe.
Mierda. Se me ha ido la lengua. Lo miro fijamente, no voy a contestar.
— No lo necesitas. No voy a dejar que te pase nada Aldara —me dice el
príncipe, lo miro extrañada ante esa declaración — ya no vas a tener que
preocuparte por tu seguridad o por comer cada día, eso se ha acabado. No
necesitas a Catriel.
Y así, de golpe, me doy cuenta. Siente pena. Por eso está
comportándose así. Por eso estaba preocupado por mí. Le había confesado
al niño algunas cosas por las que tuve que pasar y ahora, lo único que el
adulto veía en mí, era a la pobre muerta de hambre. Solo que yo no era esa
chica, bueno, pobre sí que soy, y muerta de hambre sí que me he encontrado
alguna vez. Mierda. Estoy cabreada, mucho.
— Eres idiota —le digo sin más — no busco a Catriel porque sea mi
dueño, lo busco porque es mi amigo.
El príncipe da un paso atrás para mirarme, como si no me creyera e
intentara adivinar mis intenciones ante esa declaración. Va a abrir la boca
cuando se queda quieto, inmóvil, con la mirada perdida, entonces se
desploma justo delante de mí.
Las chicas empiezan a gritar y a llorar. Vuelve el caos que habíamos
dejado atrás.
— Nos atacan, están cerca —grita uno de los guardias.
— ¿Lo han matado? —pregunto casi en un chillido.
— No, han usado magia. Ahora mismo está fuera de combate así
pueden acceder a todo el palacio —me aclara el guardia joven.
— Cogedlo y seguidme —grita el guardia que parecía estar al mando de
los otros cuatro —un momento.
Se para tocando su oreja, está escuchando algo que le dicen por un
comunicador que lleva en ella. Se pone aún más serio.
— Vienen justo hacia nosotros, no podemos llegar a la sala, hay que
buscar otro lugar seguro. Seguidme. Y vosotras, no os separéis,
intentaremos que todas estéis bien, pero no podemos pararnos ni
retrasarnos, la vida del príncipe es más importante que las vuestras.
Los cuatro guardias recogieron al príncipe y comenzaron a andar. Había
sido claro, doce humanas simples no son importantes frente a un rey, o un
príncipe o un pene warlock. Les seguimos de cerca, prácticamente
tropezando unas con otras. Andamos como unos cinco minutos más, lo más
en silencio que podemos, hasta llegar a una gran puerta de madera que el
guardia abre y por la que nos hacen entrar.
La sala es bastante más pequeña que las que habíamos visitado hasta
ahora. Está totalmente vacía. Solo paredes lisas blancas nos rodeaban, ni
siquiera hay ventanas. Estoy empezando a sentir que me ahogo. Y con cada
vuelta de cerrojo lo noto aún más. No me gusta estar encerrada. Las cuento
en mi mente, respirando lo más pausadamente que puedo.
Colocan al príncipe al otro lado de la sala. No faltan mujeres que
quieran hacerle de enfermera, prácticamente están peleando por ver quien
tiene su cabeza en su regazo. Incluso ahí tiradas puedo ver nuestras
diferencias. Siguen pareciendo unas damas, a pesar de ir descalzas, de tener
el maquillaje corrido y de estar sentadas en el suelo. Miro hacia abajo y solo
puedo ver un vestido roto y sucio. Y me acuerdo de Catriel, espero que esté
bien.
— Señoritas —nos habla el guardia que parecía estar al mando — me
comunican que el enemigo avanza hacia nosotros. Envían refuerzos pero
tardaran en llegar así que debemos aguantar, con suerte llegaran antes que
esas cosas.
Me muero por preguntar qué son esas cosas. Apenas he podido verlos
pero tengo miedo de quedar como una idiota si resulta que esas cosas son
conocidas.
— ¿A qué se refiere con que debemos aguantar? —pregunta una de las
chicas morenas de mi lado.
— A que deberán luchar si llegado el momento esas cosas traspasan la
puerta.
Se oyen algunos gritos y llantos.
— A ver señoritas ¿Quiénes de ustedes saben pelear? —pregunta
mirando a todas y a ninguna a la vez.
Miro alrededor y veo como todas levantaban esas delicadas manos. Si
hubieran preguntado que quien sabía ordeñar un unicornio me hubiera
extrañado menos ver tantas manos levantadas que las que veía ante mí
como respuesta.
— Bien, tu, tú y tu estaréis en la primera fila tras nosotros —dice el
guardia señalando a tres chicas a mi lado. Vosotras cuatro —continua —
seréis la fila tras de ellas. Y las cinco que quedáis rodeareis al príncipe con
vuestro cuerpo.
Yo era una de las que iban a usar de escudo humano. Me niego.
— Sé pelear —digo dando un paso adelante.
— No creo que al príncipe le haga gracia que estés corriendo peligro.
Ya hemos visto que te tiene en alta estima.
— ¿Qué has hecho exactamente para que sea así? —pregunta una
castaña con un deje de envidia y maldad que noto a pesar de estar en la otra
punta de donde se encuentra ella.
— Seguro que es una ramera excelente —contesta la otra.
— No la habéis visto bien ¿no? No veo a un hombre pagando por tener
a esta —dice señalándome de arriba abajo — dudo que lo que haces sea
pelear, nosotras estamos educadas para ello pero tú, pelearas como la
ramera que se enfada porque otra le quita el cliente.
Estaba empezando a calentarme. Yo ni siquiera quería estar ahí. Si
querían a su príncipe pues bien, para ellas, que se lo metan por el culo. He
pasado horas de tortura para venir aquí, he dejado que me maquillen, que
me depilen y que me metan en este disfraz absurdo solo por Milos. He
pasado vergüenza por no estar a la altura de ellas. He aguantado que su
ilustrísimo príncipe sienta pena por mí. Pero que me llamen ramera es la
gota que colma el vaso. Tiro mi puño hacia atrás y lo lanzo contra la que me
había insultado. Antes de hacer contacto con su cara oímos un impacto
contra la gran puerta. Me detengo en seco. Otro impacto aún mayor. La
puerta se tambalea en sus bisagras.
— Ya están aquí — grita el guardia al mando.
Los cinco guardias se colocan en fila en mitad de la sala en posición.
Las chicas corren a sentarse unas al lado de las otras contra la pared,
algunas protegiendo al príncipe, otras solo abrazándose a si mismas. Entre
ellas la que segundos antes me había insultado. Tan solo quedábamos la
castaña, una rubia y yo de todas nosotras de pie, situadas entre las lloronas
del suelo y los cinco guardias.
— ¿Sabéis usar armas de fuego? —pregunta uno de los guardias.
Las otras dos chicas asienten. Claro, educadas para servir al rey eran
útiles sabiendo cómo defenderse. Yo no tengo ni idea de cómo va ese trasto.
Niego con la cabeza mientras veo que la castaña y la rubia cogen las
pistolas y las manejan entre sus manos como unas profesionales. El guardia
joven se pone frente a mí y se saca un cuchillo bastante grande de la bota.
— ¿Con esto te apañas? —me pregunta.
— Mucho mejor, gracias.
Las embestidas contra la puerta siguen. Con cada una de ellas las chicas
sentadas gritan y nosotros nos tensamos un poco más.
— ¿Tienes miedo? —me pregunta el guardia joven por encima del
hombro.
Nos habíamos situado en dos filas, las tres chicas con vestido de gala
descalzas éramos la segunda línea de defensa.
— Miedo tenía antes, ahora estoy acojonada —le confieso.
— Pues lo disimulas bien.
— Gracias, creo ¿algún consejo?
— No dejes que te maten.
Y como si ese hubiera sido el final de la conversación, un ruido atroz
golpea la puerta y la hace romperse en pedazos. Una serie de bichos con
forma de humano o de humanos con forma de bichos empiezan a entrar.
Van llenos de sangre así que no somos su primera parada. Las chicas gritan
aún más y veo como los guardias y las chicas a mi lado se lanzan hacia
delante disparando contra ellos. Siento la adrenalina fluir por mi cuerpo.
Está claro que voy a morir. Pero al menos voy a hacerlo con dignidad. No
quiero que cuándo Milos se entere sienta vergüenza de haberme amado. Iba
a dejarle un buen recuerdo.
Echo a correr adelantando a los guardias y me lanzo contra el primer
bicho-hombre saltando encima y haciéndolo caer al suelo. Logro clavarle el
cuchillo en lo que creo que es su cuello. Sonrío triunfal. Pero me dura poco.
Siento algo cogerme y lanzarme a un lado. Siguen sonando disparos.
Aterrizo contra la pared y mi espalda se resiente. Pero me levanto y voy a
arremeter de nuevo cuando de pronto todo desaparece. Las paredes, los
hombres-bicho, los guardias, todo, caen como si fueran un telón al suelo. Y
unas luces iluminan a la pequeña habitación que ya no tiene paredes y oigo
aplausos.
No lo entiendo.
Estoy parada, a medio paso, con el cuchillo cogido con fuerza en mi
mano derecha goteando sangre mientras que con la otra me tapo los ojos de
los focos. Más luces se encienden a nuestro alrededor y noto que estamos
nuevamente en la sala con todos. Solo que todos ahora aplauden felices.
No lo entiendo.
Veo a Catriel andar hacia mí y como una niña pequeña corro a sus
brazos que me esperan abiertos y los aprieta a mí alrededor.
—Lo has hecho muy bien Aldara.
No lo entiendo.
Catriel intenta separarse pero no le dejo. No sé si estoy en shock, pero
no puedo soltarlo, no aun.
— Tranquila Aldara — me dice mientras frota mi espalada con su mano
—era todo parte de la prueba.
No lo entiendo.
Miró hacia atrás y veo como el resto de chicas están con quienes
supongo son sus seres queridos también abrazados. Y lloro, porque estaba
aterrada, porque estaba segura de que iba a morir. Me quiero ir.
— Vámonos —le digo a Catriel separándome de él —esta gente está
enferma de la cabeza.
Y como si Catriel entendiera que no había nada que pudiera decirme
que me hiciera cambiar de opinión, simplemente asiente y me indica el
camino con la mano.
— ¡Aldara! — oigo gritar detrás de mí.
Me giro y veo al príncipe mirarme.
— ¿Dónde vas? —me pregunta mientras se acerca.
— Me largo de aquí. Estáis muy enfermos para montar algo así ¿En
serio tienes que dejar que hieran a las personas a tu cargo solo para que tu
mente retorcida escoja una mujer? Elige a cualquiera, están deseando ser el
juguete de alguien como tú. Yo no.
— Aldara, estas equivocada, nadie ha sufrido daños —me contesta el
príncipe.
Lo miro no creyéndolo. Había estado allí en medio. Esas cosas tenían
sangre encima, yo misma enterré el cuchillo en una de ellas. Aun lo llevaba
en la mano así que se lo enseñé. Aun goteaba sangre de su hoja.
— Ves.
El príncipe se pone serio mirando la hoja que tengo sujeta en mi mano.
— Silencio todo el mundo —grita con una voz y una potencia que me
hace estremecerme — ¿alguien está herido? Revisen a las chicas —ordena.
Y pronto un frenético gentío se pone a mirar a las chicas. Yo no iba a
dejar que me tocaran así que me coloco al lado de Catriel y él envuelve su
brazo alrededor de mi cintura.
Apoyo la cabeza en sus hombros y cierro los ojos. Estoy cansada. El
bajón de adrenalina comienza a hacerme efecto. Abro los ojos para ver
como alrededor mío una a una las chicas son revisadas. Me quedo mirando
al príncipe, atento a cada revisión. Como si notara mis ojos sobre él se gira
y se me queda mirando. Mis parpados pesan, intento mantenerlos abiertos
pero no puedo. Noto como el príncipe frunce el ceño. Vuelvo a cerrar los
ojos. Y los abro lentamente. Ahora el príncipe esta de frente a mí, en la
distancia, mirando directamente. Vuelvo a cerrar los parpados y esta vez
abrirlos me cuesta aún más. Noto como Catriel me sujeta más firmemente y
me dice algo pero no logro entenderlo. Un dolor punzante me atraviesa la
espalda. Me cuesta respirar. Como a cámara lenta paso mi mano por donde
tengo el dolor punzante y noto algo viscoso. Dirijo mi mano frente a mí
para poder ver de qué se trata. No sé como pero mi mano está llena de
sangre. Vuelvo a cabecear abriendo y cerrando los ojos. Bajo la mano que
sostengo en frente mía y veo al príncipe correr hacia mí. Después de eso,
todo se vuelve negro.
Esta sala es la Sala de la Energía Vital
Duxlan
— ¡Aldara! — grito llamándola cuando veo que Catriel y ella se dirigen
a la salida.
— Me largo de aquí. Estáis muy enfermos para montar algo así ¿En
serio tienes que dejar que hieran a las personas a tu cargo solo para que tu
mente retorcida escoja una mujer? Elige a cualquiera, están deseando ser el
juguete de alguien como tú. Yo no.
— Aldara, estas equivocada, nadie ha sufrido daños— le explico, era un
juego un poco retorcido pero totalmente inofensivo.
Ella me mira sin creerme. Extiende su mano hacia mí mostrándome un
cuchillo ensangrentado.
— Ves.
Lo miro muy serio. Había detenido completamente la ilusión por lo que
ella no debería tener ese cuchillo en la mano y menos aún tenerlo lleno de
sangre.
— Silencio todo el mundo —grito firme — ¿alguien está herido?
Revisen a las chicas —ordeno.
Veo como Aldara se mete detrás de Catriel. Estoy empezando a creerme
eso de que son amigos, ella parece confiar en él. Una a una voy junto a las
chicas que han estado en este juego conmigo. Ninguna sufre ningún daño,
no lo entiendo. Observo a mi alrededor buscando si me he dejado a alguna y
me topo con la mirada de Aldara, está recostada contra Catriel. Tiene cara
de agotada, la adrenalina debe estar abandonando su cuerpo. La observo
durante un segundo y noto que actúa raro. Me giro para verla mejor. Abre y
cierra los ojos de manera lenta, demasiado. Veo un gesto de dolor en su
cara, echa su mano hacia atrás palpando su espalda y cuando la pone frente
a ella lo veo. Tiene toda su mano llena de sangre, era ella la que estaba
herida. Echo a correr hacia allí y entonces, el mundo se detiene un segundo
al ver como cierra nuevamente los ojos y su cuerpo cae desplomado. Me
lanzo al suelo para cogerla antes de que choque contra él.
— ¡Aldara! — Grita Catriel de rodillas a mi lado —vamos pequeña
despierta.
Noto la angustia en su voz. Alzo un poco el cuerpo de Aldara para ver
la procedencia de la sangre y veo como un corte profundo en su espalda ha
cambiado el color del vestido azul a rojo. Me levanto con Aldara en brazos,
su cabeza sobre el hueco de mi cuello, encaja perfectamente.
— ¿Dónde la llevas? — me pregunta Catriel agarrándome del brazo,
miro su mano y la retira. Sabe su lugar.
— La voy a llevar a un lugar más tranquilo para curarla — le explico
sin darle más detalles, quiero hacerlo en privado.
Veo como todo el mundo se aparta cuando paso con Aldara en brazos,
los susurros no cesan a nuestro alrededor. Estoy demostrando demasiado
apego por esta mujer pero no puedo evitarlo. Su forma de tratarme cuando
aparenté ser un niño me caló muy hondo. Esa dulzura desinteresada hizo
que cuando tuvo que elegir puerta hiciera un poco de trampa dándole una
pequeña señal.
Nos dirijo hacia la sala donde las candidatas pasaran para mostrarme sus
ojos. Sé que habrá protestas porque para mí, Aldara ya ha llegado hasta esa
sala, las demás aun tendrán que superar una prueba más que descartará a la
mayoría. Menos mal que tengo a mis consejeros y amigos, sin ellos tendría
que ir a hacer acto de presencia en las pruebas y ahora mismo no puedo ni
quiero separarme de Aldara.
Al llegar a la sala veo como unos pocos sirvientes están dando los
últimos retoques para el gran momento. Les mando salir. Me acerco hasta
un diván y recuesto a Aldara sobre él. He detenido la hemorragia mientras
la cargaba pero curarla completamente va a desgastarme, suerte que en un
rato voy a tener una fila de mujeres que me darán su energía. Hoy está
siendo un día duro, mis ojos ya están grises por la falta de energía.
Poso mi frente sobre la de ella y me concentro en su herida. Es bastante
profunda pero no ha afectado a ningún órgano vital. Visualizo los tejidos y
los voy reparando. Poco a poco mi energía me va abandonando para
recorrer el camino desde mi cuerpo hasta el de ella. No tardo más de dos o
tres minutos hasta que noto que Aldara comienza a moverse, lentamente,
como despertando de un sueño. Espero hasta que abre los ojos para
hablarle.
— Hola — le digo sentado aun a su lado — ¿te encuentras mejor?
Ella me mira aturdida intentado recordar cómo llegó aquí.
— ¿Dónde está Catriel? —pregunta mirando alrededor intentado
incorporarse, pero se marea y la obligo a tumbarse de nuevo.
Empieza a molestarme que dependa tanto de él.
— Supongo que viendo la última de las pruebas. Él no puede acceder a
esta sala.
— ¿Por qué?
— Esta sala es la Sala de la Energía Vital —le contesto.
Ella me mira sin tener ni idea de lo que le estoy diciendo.
— Las elegidas pasaran la última prueba, en esta sala es donde os
quitareis las lentillas y finalmente os probaré a cada una de vosotras.
Y, aunque lo ojos marrones de Aldara me gustaban, estaba deseando ver
de qué color los tenia realmente. Sé que las damas de alta sociedad los
tendrán todos de un color azul marino, apenas se habrán alimentado de ellas
un par de veces. Las de clase media suelen tenerlos morados, espero que
Aldara los tenga al menos de ese color. Aunque dejamos que se presenten
chicas de cualquier clase social, si su color es inferior a azul o morado ni
siquiera las puedo considerar, las naranjas son mujeres que han pasado por
demasiados hombres.
— ¿Eso significa que estoy fuera? —me pregunta mordiéndose el labio
inferior.
— No.
— No te entiendo. Si no puedo hacer la última prueba antes de llegar
aquí…
— Estas dentro, eres la primera seleccionada.
Aldara me mira entornando los ojos.
— No quiero serlo.
Vale, eso no me lo esperaba. No es que Aldara sea del tipo de mujer que
da saltos y palmaditas para celebrar, pero al menos un gracias ¿no?
— No tienes opción.
— Yo siempre tengo opción.
Cabezota, me gusta.
— No cuando es tu rey quien lo dicta.
— No cuando es tu rey quien lo dicta — dice poniendo una voz ridícula
— técnicamente no eres aun el rey así que…
Cierto, tiene razón, hasta mañana no será la coronación oficial. Aun así
no hay manera de que ella vaya a salirse de esta.
— Aun soy el príncipe. Si con eso no te vale con gusto llamo a mi padre
para que venga y te lo ordene.
En respuesta me saca la lengua. No puedo evitar reír. Me apetece
morder esa lengua.
— ¿Por qué no quieres quedarte? —no encuentro una explicación
lógica.
— No me gusta que me tengan lastima.
— Ahora el que no te entiende soy yo.
— Sé que te has comportado así porque te da pena mi patética
existencia. Por lo que te conté cuando eras un niño y no el príncipe.
La miró serio, no me da pena, no me gusta que haya tenido que pasar
por eso, pero no es pena lo que siento por ella.
— Mira, mi vida ha sido un asco si lo ves desde tu lado — empieza a
decirme — pero desde el mío no ha sido tan mala.
— Lo que me contaste no es para tirar cohetes.
— No, y eso no está si quiera entre las cinco peores cosas que me han
pasado. Aun así, me gusta la vida que llevo ahora y no habría sido posible si
no hubiera pasado por todo lo que pasé. Así que no quiero estar en un lugar
por lástima, porque sería un fraude.
La miro en silencio estudiando su rostro. Sus manos denotan que ha
trabajado duro pero las facciones de su cara, las líneas de expresión que
tiene marcadas no son de una mujer triste sino todo lo contrario.
— ¿Y si te digo que esos no han sido mis motivos para escogerte?
Ella alza una ceja con cara de incredulidad. Cuando voy a seguir con la
réplica se oye un golpe en la puerta.
— Adelante— contesto levantándome para dejar un espacio prudente
entre nosotros.
— Las chicas ya están listas — dice uno de mis sirvientes.
— Esta bien, traedlas en cinco minutos.
Se va cerrando la puerta.
— ¿Estas bien para ponerte en pie? — le pregunto mientras observo que
ya había empezado a levantase ella sola.
Ella asiente.
Al ponerse totalmente erguida noto como se marea un poco y me sitúo a
su lado pasando un brazo sobre su cintura para equilibrarla. Desde esta
distancia puedo notar como su corazón se acelera.
— ¿Segura? —vuelvo a preguntarle antes de soltarla.
— No sabía que la realeza fuera tan sobona — contesta ella
apartándose.
La miro sonriendo. No me tiene respeto como próximo rey, eso es
nuevo para mí.
Un segundo después veo como la puerta se abre y las chicas van
pasando una a una ante mí. Aldara se esconde detrás mío. Las mujeres
pueden ser muy malas y más cuando se juegan algo. Noto como la miran.
Algunas con odio, otras con asombro y otras con asco. Gracias al cielo nací
hombre, debe ser agotador ser mujer. Las catorce mujeres se colocan en fila
una al lado de la otra formando una hilera. Cojo la mano de Aldara y la
sitúo junto a la última, que no duda en dedicarle una mirada de desprecio.
Aldara la mira de arriba abajo y bufa. Tengo que girarme para que no me
vean reír, tengo que ser imparcial.
— Bienvenidas señoritas — digo mirando desde la primera a la última a
los ojos — y enhorabuena por estar aquí.
Hay un pequeño revuelo.
— Como saben entre ustedes están las damas que formaran parte de mi
cortejo. Y por lo que veo tengo suerte ya que todas son preciosas.
Miro a Aldara de reojo y veo como rueda los ojos.
— Sé que no están en su mejor momento así que permítanme hacerlas
sentir un poco más cómodas.
Y con un chasquido todas recuperan el aspecto impoluto que tenían
cuando entraron al palacio por primera vez anoche. El revuelo que se forma
es mayor que el anterior. Ciertamente no tienen ni idea de lo que puedo
llegar a hacer. Como humanas simples apenas han interactuado con mi
especie, las de clase alta aun lo han hecho algo, pero nunca mostramos lo
que somos capaces de hacer. Cuando vivan en palacio podrán vernos al cien
por cien.
— Ahora que ya estamos todos más cómodos, comenzaré a alimentarme
con cada una de vosotras.
Veo como algunas miran a su alrededor, están incomodas, saben lo que
esto les va a producir. Lo que van a sentir es algo íntimo, pero no sé en qué
circunstancias tendré que alimentarme, así que ellas deben acostumbrase a
que haya público.
— Cuando me sitúe frente a vosotras quitaos las lentillas por favor.
Empiezo por el extremo opuesto a Aldara, quiero que ella sea la última.
Cojo la cara de la primera entre mis manos y poso mi frente contra la de
ella. Es una rubia espectacular con los ojos azul marino profundo. Es una
belleza de clase alta, se le nota en el porte. Solo me toma unos segundos
alimentarme. La siguiente es una pelirroja que nada tiene que envidiar a la
primera. Sus ojos son de un tono violeta oscuro y emite un pequeño gemido
cuando me alimento. Eso me gusta. Me pregunto si Aldara emitirá algún
sonido.
Una a una voy pasando por ellas. Tal y como me imaginaba solo hay
una con los ojos anaranjados. Aunque es preciosa, no es válida. Estoy a una
candidata más de llegar a Aldara. Todas han sido compatibles en mayor o
menor medida. Todas me han dado el placer que necesito y tengo más o
menos claro a las que quiero cerca. O debajo.
Me sitúo frente a Aldara que tiene la cabeza agachada, mirando a mis
pies. Al ser la última ha podido ver el color de todas las chicas de aquí.
Quizás la esté avergonzando. Sé que la de los ojos anaranjados de antes lo
está.
— ¿Me va a doler? — pregunta Aldara en un susurro.
No entiendo su pregunta. Doler no es la palabra que describe a lo que
mi entrepierna está sintiendo ahora mismo. Cojo sus mejillas entre mis
manos y alzo su cara. Mantiene los ojos cerrados ¿esta avergonzada? Oigo
su corazón latir a mil.
— Abre los ojos Aldara — le pido curioso.
Ella abre los ojos lentamente y no creo lo que veo.
— No es posible — digo lo suficientemente alto como para que las
chicas se giren a mirar.
Oigo gritos de sorpresa y murmullos. Aldara tiene los ojos azules de
color aguamarina. Perfectos. Puros. Nunca había conocido a nadie así. Me
acerco para verlos mejor. Busco en ellos algún indicio de que lo que veo no
es cierto.
— Aldara, voy a preguntarte algo y necesito que seas muy sincera
conmigo.
Ella asiente. Esta abrumada ante tanta atención.
— ¿Cuántos de nosotros se han alimentado de ti?
Ella me mira fijamente y responde sin ninguna duda.
— Ninguno.
Otra oleada de jadeos y murmullos entre las mujeres que ahora se
arremolina en nuestro alrededor.
Ahora entiendo porque me preguntó preocupada si iba a hacerle daño.
Nadie jamás se ha alimentado de ella. Voy a ser el primero. Un sentimiento
de posesión me invade. No quiero que su primera vez, nuestra primera vez,
sea delante de todos. La empujo contra mi pecho abrazándola y nos hago
desaparecer ante la atónita mirada de todas.
No pienso irme.
Aldara
Noto el empujón contra el pecho del príncipe justo antes de que mi
cabeza comience a dar vueltas. Mis pies dejan de tocar suelo durante un
segundo, o eso creo. Cuando abro los ojos veo que no estamos en la misma
sala que hace un momento. Me separo bruscamente de él pero mi cabeza
aun da vueltas y tiene que sostenerme pasando un brazo por mi cintura para
evitar que caiga al suelo.
— Despacio, para los humanos la tele trasportación marea un poco —
me dice el príncipe mirándome desde muy cerca.
Yo asiento y me separo poco a poco de él. Necesito algo de espacio.
— ¿Qué hacemos aquí? — le pregunto mirando la habitación que me
rodea.
— Este será tu cuarto a partir de ahora.
Me giro para mirarlo frunciendo el ceño, no lo entiendo.
— Aldara, eres la primera elegida, este cuarto será tuyo mientras formes
parte de mi sequito.
— ¿Soy la primera elegida?
— Si, tan solo necesitaba ver el color de tus ojos para confirmarlo.
— ¿Y no vas a alimentarte de mí?
— ¿Defraudada? — me pregunta con una sonrisa pícara.
— Sorprendida.
— No deberías. El color de tus ojos es único. Nunca he visto uno tan
puro en una mujer adulta ¿Cómo es posible?
Milos pienso, él cuidaba de mí. Ahora que estoy dentro puedo
encontrarlo.
— Nunca lo he necesitado —le contesto encogiéndome de hombros.
— Tus padres debieron educarte muy bien.
— Mis padres me vendieron cuando tenía ocho años para pagar la boda
de mis hermanas, no tengas tan buena opinión de ellos.
El príncipe me mira sorprendido, no se lo esperaba. Supongo que por
aquí es raro que pase algo así.
— Entonces ¿ahora qué? — le pregunto porque no tengo ni idea de que
va a pasar desde este momento.
— Ahora te instalarás aquí. Y cuando mañana sea coronado rey estarás
a mi lado, junto con las otras chicas.
— ¿Y nada más?
Me sonríe nuevamente, sabe exactamente a qué me refiero.
— Aldara, después voy a venir aquí y voy a probarte, por primera vez
— veo sus ojos oscurecerse.
Doy unos pasos hacia atrás, intentado mantener la distancia, pero él no
me lo permite. Se acerca hasta que apenas estamos a unos centímetros, pone
su mano en mi cara y me besa la frente.
— Aun no puedo creérmelo — susurra dándome un beso en la mejilla.
Y luego otro en la mandíbula. Y otro en mi barbilla. Y otro en la
comisura de mis labios. Y cuando sé que va a besarme, se oyen unos golpes
en la puerta. Él se detiene casi rozando mis labios.
— Para ti necesito tiempo, y ahora no lo tengo — me susurra.
Vuelven a tocar.
— Mañana —dice como si fuera una promesa.
Se retira y se va hacia la puerta.
— ¡Espera! —Le grito — ¿Qué se supone que debo hacer ahora?
— Disfrutar del primer día del resto de tu vida.
Y con esa respuesta se va, dejándome sin palabras. Me cuesta un minuto
reaccionar. Toco mis labios recordando el momento que acabamos de vivir,
y siento una enorme presión en el pecho, estoy defraudando a Milos.
Me quito los zapatos y recorro la habitación. Hay una enorme cama en
el centro, un tocador junto a una ventana, estanterías con libros y una puerta
pequeña y cuatro grandes. Me acerco a la pequeña y la abro. Hay un baño
completo enorme, puede que más grande que el ultimo agujero donde
estuve viviendo. La cierro y voy a las puertas blancas. Hay cuatro pero solo
dos pomos, los giro y empujo, y se pronto se abren ante mi dando paso a
una habitación casi tan grande como la de la cama, llena de vestidos,
zapatos, bolsos, pantalones, joyas. Todo lo que una mujer puede necesitar.
Estoy asombrada. Nunca había visto tanta belleza junta. No me atrevo a
tocarlos.
Después de admirar un rato cada cosa dentro de aquel armario oigo unas
voces fuera. Son risas. Me acerco a la puerta y compruebo que está abierta.
Asomo la cabeza para ver si localizo de donde proceden las voces pero
están lejos. Salgo al pasillo, nadie me ha dicho que no puedo hacerlo. Voy
caminando tocando la pared con la punta de mis dedos, me dirijo hacia el
sonido de risas, quizás ya haya más chicas aquí y pueda hablar con alguna.
Camino con precaución hasta la esquina y entonces me paro en seco.
No puede ser.
Me quedo quieta y callada y la vuelvo a oír. La risa de Milos, la
reconocería con los ojos cerrados. Respiro profundamente y trato de hallar
una explicación en mi cabeza. Pero no la encuentro. Las voces se oyen
cerca. Decido asomarme por la esquina y es cuando lo veo. Hay un grupo
de hombres y mujeres charlando alegres frente a las escaleras. Y entre ellos
está Milos. Pero no puede ser. ¿Porque él estaría feliz aquí?
Me escondo nuevamente apoyando la espalda en la pared. Necesito
respuestas, tengo que conseguirlas, y tengo que hacerlo ya. Salgo a su
encuentro pero lo que veo me paraliza nuevamente. Una mujer, una
Warlock, esta cogida del brazo de Milos, y él pasa su mano por su cara con
dulzura. Como cientos de veces lo ha hecho conmigo. Me quedo parada en
el sitio. Quiero ir allí y gritar. Quiero tirarle de los pelos a esa zorra. Quiero
cortarle la mano a Milos. Cuando subo la vista de su mano a sus ojos lo
atrapo mirándome, me ha visto, no me esperaba aquí. Se queda petrificado
y comprendo que lo que está haciendo, lo hace porque quiere, ha puesto la
cara de me has pillado que tan bien conozco. Una lágrima resbala por mi
mejilla, me doy la vuelta y me encamino hacia la habitación. No va a verme
llorar.
Entro y voy directa a la estantería de libros, y los tiro al suelo, con rabia.
Oigo la puerta y me giro. Es Milos.
— Ald ¿Qué haces aquí? — me pregunta con un tono dulce.
Y por un segundo, por un maldito segundo, siento que mi Milos está
aquí conmigo. Luego recuerdo su risa en el pasillo y me empieza a hervir la
sangre.
— Te estaba buscando, pensaba que estabas en peligro.
— ¿No recibiste mi carta? — me pregunta sorprendido.
— ¿Qué carta?
— Al día siguiente de secuestrarme, Debra, una warlock de la nobleza
de palacio, se encapricho de mí por una cosa que pasó. Me propuso ser su
fuente de energía durante dos años, tras eso soy libre y rico. Me ha
prometido una enorme fortuna. Seremos ricos nena. Solo tienes que
esperarme.
Lo miro atónita. Realmente me estaba diciendo que iba a tener
intimidad durante dos años con una mujer y ¿me estaba pidiendo que lo
esperara? Quería matarlo. Pero entonces caí en la cuenta de su mentira. Él
no sabía que Catriel me había dicho lo que realmente sientes cuando ellos
se alimentan.
— No me llegó nada.
— Nena, serán dos años duros, pero por ti haría lo que hiciera falta.
La vieja Aldara hubiera sentido lastima y amor, estaba sacrificándose
por mí. Ahora, la Aldara que ya no es una ignorante, sentía rabia.
— Así que estás dispuesto a soportar dos años de cautiverio por mi ¿no?
— Así es nena — contesta acercándose.
— Bueno, te alegrará saber que he sido elegida para ser parte del
sequito de fuentes del próximo rey.
Milos se me queda mirando sorprendido.
— Podremos sacrificarnos juntos — concluyo.
La ira viajando por mi sangre.
— ¡No! — me grita — sobre mi cadáver. Ningún hombre va a tocarte,
ningún Warlock va a alimentarse de ti — Me dices que tú puedes darle tu
energía y con ello placer a una mujer, pero yo no puedo hacer lo mismo.
Y ahí estaba de nuevo la cara de me han pillado.
— Si Milos, ya sé que lo que sientes es placer, no es asco, no es miedo,
placer, como el que tenemos cuando estamos juntos.
— Aldy…
— No me llames así, no vuelvas a llamarme así.
— Aldy…
— ¡No! No te acerques —le grito y la puerta de la habitación se abre.
— Catriel ¿Qué haces tú también aquí? —pregunta Milos sorprendido
al verlo.
— Él me ayudó a entrar.
— Maldito hijo de puta, no le diste mi carta, nunca se la entregaste.
Catriel pasa de largo por su lado hasta mí. Yo estoy apoyada en el
tocador, intentado coger aire. No logro hacer que el aire llegue a mis
pulmones.
— Aldara mírame —me ordena — respira lentamente. Coge aire y
suéltalo.
Comienzo a hacer lo que me dice.
— Catriel, contéstame ¿qué cojones ha pasado con la carta y porque
está ella aquí?
— Lo estás haciendo muy bien Aldara.
— Catriel no me ignores.
Milos está cada vez más enfurecido.
— Nena, mírame —me suplica Milos, pero no puedo, me cuesta
respirar.
— Milos, será mejor que te vayas, si te encuentran aquí vas a tener que
dar muchas explicaciones.
— No voy a irme hasta que sepa que ella se va de palacio.
Me quería lejos de allí. Quiere jugar con su nueva novia y yo soy un
estorbo.
— No pienso irme.
— Aldara….
—No, vete de aquí, para mí estas muerto.
Soy tajante, tanto que Milos no se atreve a decir nada más. Veo como
suelta el aire y sus hombros se hunden. Se da la vuelta y sale cerrando tras
de sí. Al oír el clic de la puerta al cerrarse me derrumbo. Comienzo a llorar.
Me siento triste. Engañada. Enfada. Decepcionada, Pero lo peor de todo, me
siento sola. Acabo de decir adiós a lo único que conozco. A mi mundo. No
estoy preparada. Mis rodillas ceden y Catriel cae al suelo conmigo,
sosteniéndome mientras saco toda mi rabia y mi tristeza. Me agarro a él
mientras frota mi espalda con su mano para reconfortarme. Oigo la puerta
abrirse nuevamente. No quiero mirar. Si es Milos no podré soportarlo. No
quiero verlo.
— ¿Qué demonios está pasando?
Es la voz del príncipe.
— Tío Catraiello, suéltala ahora mismo si no quieres que te haga
desaparecer de esta existencia.
Fue un impulso
Duxlan
Apenas hace dos horas que he dejado a Aldara en su habitación y no
puedo dejar de pensar en ella. Si no hubiera tenido que hacer acto de
presencia en el gran salón para anunciar a las chicas elegidas no me hubiera
alejado de Aldara. Hay algo que me atrae hacia ella, algo invisible que tira
de mí.
— Duxlan, lo que has hecho no tiene precedentes.
— Lo sé padre.
— ¿Cómo has podido desaparecer llevándote a una de ellas? Y nada
más y nada menos que la que ha traído tu tío.
— Fue un impulso.
— Un impulso, un impulso ¡un impulso! —grita mi padre mientras se
pasea de arriba abajo por la sala del trono.
Menos mal que estamos solos, no me gustaría que nadie viera como el
próximo rey está reprendido por su padre como un niño pequeño.
— ¿Qué pasó? —me pregunta, y sé que le ha llegado lo del color de los
ojos, en palacio las noticias vuelan, mejor dicho, se tele trasportan.
— Tenía claro que ella iba a estar elegida desde que hablamos debajo de
la mesa, solo me faltaba ver el color de sus ojos. Simplemente la llevé a
conocer su cuarto. Hice lo mismo con las otras tres chicas.
— Entonces ¿es cierto? — me pregunta mirándome directamente a los
ojos.
— ¿Si tiene los ojos azul claro? Si padre, es pura, nadie antes se ha
alimentado de ella.
Me mira por un momento asimilando mis palabras.
— ¿Cómo es eso posible? Es una adulta, no se ha dado un caso así en
Alfoz 1 desde hace mucho tiempo.
— Eso aún tengo que averiguarlo.
— ¿Sabías que tu tío vendría?
Sabe que siempre tuve muy buena relación con él pero cuando
desapareció perdimos todo contacto.
— No.
— Quiero que lo vigilen, me parece raro que haya aparecido de la nada.
— Ya estamos con eso.
— Muy bien, y ¿Qué pasó finalmente con el cuchillo que llevaba esa
chica?
Se refería a cuando Aldara había sido herida. Recordarlo me enfada.
Mucho.
— Una de las chicas, su familia contrató a uno de los nuestros para
eliminar a la competencia. Esperaban que ella se asustara y se fuera.
Pero Aldara no es de las que se rinde fácilmente.
— Ya veo, cada vez es igual, no saben realmente lo peligroso que es el
palacio hasta que entran en él. Aquí los enemigos desayunan contigo.
Asiento. En palacio todo es frio y calculador. Las palabras están
medidas y no puedes fiarte de nadie. O de casi nadie.
— Padre, me retiro ya. Ha sido una noche larga y quiero estar en buenas
condiciones para mañana.
— Descansa hijo mío, mañana te convertirás en rey — me dice
sonriendo con orgullo.
Le hago una reverencia y salgo de allí. Ha sido menos duro de lo que
esperaba. Finalmente mañana me cedería su corona y se iría con mi madre
de viaje por un tiempo para quitarse de en medio y dejarme paso como rey.
Es un buen padre.
Me dirijo hacia mis aposentos cuando me topo con Potrax.
— Alteza — él siempre tan correcto.
— Esta noche ha salido todo muy bien gracias a ti.
Y así era. Potrax llevaba trabajando para la familia desde la época de mi
abuelo. Era un genio de la organización de eventos.
— No me mienta joven príncipe, los incidentes de esta noche me
avergüenzan.
Y puedo ver en su cara que así es.
— Nada que no se olvide en unas horas — le digo para restarle
importancia.
— Eso espero, su padre no estaba muy feliz cuando le di la noticia de
que su tío había venido.
Hubiera pagado por ver su cara.
— Hablando de él ¿sabes si ya se ha ido?
La fiesta aún seguía. Las candidatas no elegidas al menos disfrutarían
de toda la noche antes de regresar a casa. En esa fiesta se concertaban
grandes alianzas incluso algún matrimonio.
— No, lo último que supe es que andaba buscando a su humana simple.
Un guardia lo llevo hasta ella hace uno diez minutos. Buenas noches joven
príncipe.
— Buenas noches Potrax.
Sigo andando hasta mi cuarto. Pensando en que mi tío esta ahora mismo
con Aldara en su cuarto. Era su humana simple y eso le otorgaba ese
derecho. Pero no me gusta, la relación que tienen es superior a la que he
visto en las otras candidatas. No, definitivamente no me gusta nada. Me
paro en mitad del pasillo, a unos pasos de mi cuarto, y me tele trasporto
frente a la puerta de su habitación.
Estoy solo en el pasillo. No se oye nada, quizás ya se haya ido. Me
acerco y apoyo la oreja intentando descubrir si está sola. Y la oigo llorar.
Abro la puerta de golpe y veo a mi tío sobre ella en el suelo, abrazándola.
— ¿Qué demonios está pasando?
Pregunto pero no hay respuesta. Aldara sigue llorando
— Tío Catraielo, suéltala ahora mismo si no quieres que te haga
desaparecer de esta existencia.
Mis palabras amenazaban, mi tono prometía. Mi tío intenta levantarse
pero Aldara sujeta su brazo alrededor de ella con fuerza.
— No lo voy a repetir.
Quería a mi tío lejos de ella, y lo quería ya.
— Aldara, cielo, necesitas calmarte.
Su voz era dulce y serena. Estaba empezando a perder la calma.
— Aldara, mírame — le ordena, pero ella niega con la cabeza —
Aldara, escúchame, Duxlan está aquí.
Ella sigue llorando en sus brazos, le da igual si yo estaba aquí o no.
— Tío — mi voz amenazante no dejaba dudas sobre lo que va a pasar.
— Aldara, ya basta. Serénate o vas a conseguir que nos maten a los dos.
Como si esas palabras entraran en su cerebro ella reacciona levantando
la cara y mirándome por primera vez desde que he entrado en esa
habitación. Tiene todo el maquillaje emborronando su cara, esta pálida, y
sus ojos, aun parecen más claros que antes. Me acerco para ayudarla a
levantarse pero ella rechaza mi mano.
— Aldara ¿Qué ocurre? — le pregunto esperando descubrir el motivo
de su tristeza.
— No es nada sobrino, se ha puesto triste al darse cuenta de que su vida
va a cambiar.
— Pero cambiará a mejor; nunca he visto a nadie llorar por vivir en un
palacio.
— Si, pero es que mi chica está muy apegada a los suyos y no se dio
cuenta lo que iba a extrañarlos hasta ahora.
Tomé una respiración.
— Mi chica — le aclaro a mi tío — podrá seguir en contacto con todos
ellos.
— ¡Ya basta! — grita Aldara.
Mi tío y yo nos quedamos mirando, ella da un paso al frente quedando
delante de Catraielo y frente a mí.
— No voy a mentir, no más mentiras.
— Aldara…
— No Catriel, ya no tiene sentido seguir mintiendo. No soy así, él no se
lo merece.
— Pero…
— Catraielo déjala hablar — le ordeno — adelante.
— Yo no debería estar aquí, nunca quise estarlo. Me gustaba mi vida
fuera, con Milos, viviendo en un agujero en la pared, comiendo sobras de la
basura, si, una mierda de vida, pero una mierda de vida que me gustaba, una
mierda de vida feliz.
— ¿Quién es Milos? — no había oído ese nombre nunca.
— Es la razón por la que estoy aquí.
Me quedo muy serio.
— Hace unos veinte días unos de tu especie entraron al bar clandestino
de Catriel por la noche y se lo llevaron. He venido a buscarlo, me enteré de
que estaba aquí.
— ¿Sabías algo de esto tío? — le pregunto para saber hasta donde
alcanza la mentira.
— No, él no sabe nada. Descubrí que tenía acceso a palacio y lo
amenacé si no me ayudaba.
— Eso no es cierto Aldara, yo te ayudé porque somos amigos. No trates
de protegerme.
— Catriel.
— No Aldara, estamos juntos en esto.
Se miran unos segundos. Ella asiente.
— El plan era buscar a Milos y huir, quizás ir a Alfoz 3 o 4, eso aún no
lo tenía claro, primero quería encontrarlo. Necesitaba encontrarlo.
Yo sigo callado mirándola, ella no aparta sus ojos de los míos ni una
sola vez.
— Así que ya lo sabes, soy un fraude, échame de aquí y te prometo que
no volverás a saber de mí.
— No, hay algo que no me cuadra, algo que no me estas contando ¿Qué
ha cambiado para que quieras irte si hace unas horas te dejé aquí y parecías
feliz?
Lagrimas comienzan a rodar por sus mejillas. Y bufa una sonrisa.
— Porque hace unas horas era feliz en mi ignorancia. Hace un rato he
decidido salir a ver que había por aquí y me lo he encontrado.
Una punzada atraviesa mi pecho.
— No está aquí retenido como creía, ni encadenado en una celda
sufriendo algún tipo de tortura. No. Él está disfrutando de la vida junto a
una warlock.
La habían traicionado. Ella vino a buscarlo, se metió en la boca del
lobo, arriesgó todo por él, y él estaba con otra. Ahora entendía sus lágrimas.
— Así que ya no tengo nada más que hacer aquí, siento haberte
mentido, pero era necesario. Espero que puedas perdonarme.
— Catraielo, déjanos solos — le ordeno, quiso replicarme — no es una
sugerencia.
— No pasa nada Catriel, vete a casa, intentaré estar allí mañana.
Catriel la mira indeciso, ambos saben que no estoy de ánimo para
aguantar nada. Él se acerca y le da un beso en la mejilla frente a mí.
— Suficiente — y lo hago desaparecer, lo envío directamente al centro
de la ciudad.
— ¿Qué ha pasado? ¿Dónde está? — pregunta Aldara asustada.
— Lo he enviado a casa. Sin daño alguno.
Bueno, y sin pantalones, al menos pasará vergüenza.
— Y a mí ¿vas a hacerme algún daño? — me pregunta desafiante.
— No lo sé, no esperaba esto de ti.
No podría hacerle daño, pero ella no tiene por qué saberlo.
— Estás en tu derecho de hacérmelo, por idiota. Pero no me arrepiento
de haber luchado por encontrar al amor de mi vida. Al que era el amor de
mi vida.
Su declaración me pilla por sorpresa, está siendo sincera.
— ¿Por qué quieres irte?
— ¿Y para qué quedarme? —Contesta triste— De todas formas no creo
que esa sea una opción ahora ¿no?
— Podrías haberme mentido y fingir, tendrías comida y techo
asegurado, uno muy bonito si me dejas decirlo.
Ella sonríe y algo se enciende dentro de mí.
— Yo no miento — alzo una ceja — bueno, normalmente no miento. Si
lo hice fue porque creía que tenía una buena razón. Cuando esa razón
desapareció no vi bien seguir haciéndolo, no a ti que me has ayudado en
todo momento. Entiendo que debo ser castigada y créeme, nada de lo que
hagas podrá dolerme más que lo que estoy sintiendo ahora mismo.
— ¿Es un reto?
— Es una declaración, no me gusta hacer perder el tiempo.
La miro fijamente. Podía percibir ese algo que me tiraba hacia ella. Ha
sido sincera, puedo notarlo. Quizás me esté volviendo loco al pensar que la
necesito, pero la necesito. Voy a encontrar a ese Milos y lo voy a aplastar
hasta que no quede nada.
— Puesto que has sido elegida para ser mi fuente, creo que me debes
eso.
Me mira sin entenderme.
— Te podrás ir cuando me haya alimentado de ti lo suficiente como
para que tus ojos se vuelvan anaranjados.
— ¿Cuánto se tarda en que eso ocurra?
— Depende del warlock, depende de la humana — le contesto
encogiéndome de hombros.
— Pero no lo entiendo ¿para qué me quieres aquí? Aliméntate y déjame
ir. Dréname.
Eso sería lo más sensato, pero el caso es que no puedo pensar en dejarla
ir. Creo que es su energía la que me llama, la que siento, necesito probarla y
sé que no va a ser suficiente una sola vez. Lo que espero es que no piense
que va a tener algún trato de favor conmigo, no, eso ha terminado. Ella se
quedará hasta que drene su energía y ningún noble la quiera. No me apetece
que cuando la eche de aquí uno de mis súbditos la recoja para él y tener que
verla el resto de mi vida.
— Ahora ve a dormir, mañana coronan a tu rey —y dicho esto
desaparezco de su vista.
Sí, mi rey
Aldara
No he podido dormir en toda la noche. Cada vez que cerraba los ojos
veía a Milos con esa mujer. Cada vez que lo recuerdo me cuesta respirar.
Rememoro sus palabras, aquellas que me susurraba antes de hacerme suya,
y ahora me suenan huecas, vacías.
Me duele la cabeza muchísimo, aun así opto por levantarme de la cama,
estar acostada me provoca más dolor. Me acerco a la ventana y la abro.
Hace un precioso día de verano. Ahora entiendo las palabras de Catriel.
Aquí dentro es como si fuera un lugar diferente al que hay tras sus murallas.
Fuera, en Alfoz 1, es invierno, aquí oigo a los pájaros cantar. Me asomo y
veo un jardín fabuloso lleno de flores, arboles e incluso un laberinto de
setos. Creo que voy a ir a dar un paseo, el aire libre me sentará bien.
Voy hacia el vestidor en busca de ropa cómoda. Paso por una hilera de
vestidos cortos, otra de vestidos largos, de faldas, de más vestidos... Me
pregunto si saben que en el siglo en el que vivimos una mujer disfruta
usando pantalones. No encuentro ninguno que no tenga pinta de valer más
que mi vida o de ser incomodo hasta la muerte. Me quedo parada en medio
de todo pensando. Solo quiero unos pantalones cómodos para pasear ¿es
mucho pedir?
Salgo nuevamente a la habitación y voy hacia la puerta, quizás haya
alguien fuera que pueda ayudarme a conseguir lo que quiero. Giro el
picaporte pero la puerta no se abre. Vuelvo a hacerlo nuevamente
empujando a la vez y nada. Comienzo un pequeño forcejeo con la puerta
que acaba conmigo aterrizando de culo en el suelo. Estoy encerrada. Odio
estar encerrada. No soporto estar encerrada.
— ¿Qué se ha pensado este tío? Será idiota. No soy un perro para
tenerme encerrada — digo en voz alta por si alguien está escuchando.
Nada. Me cabrea enormemente que me traten así. Miro hacia la ventana
y me asomo. Hay como unos diez metros. Me giro pensando que hacer y
veo la cama con las sabanas revueltas ante mí. Sonrío. Cojo las sabanas, el
cubre colchón, la manta, las toallas y las fundas de almohada. Les hago un
nudo lo más resistente que sé y las ato a la pata de la cama. Esta está
anclada al suelo así que debería aguantar, no peso demasiado. Luego me
dirijo al armario nuevamente y me pongo un sujetador debajo de la
camiseta de dormir y me ajusto el pantalón corto de pijama. Busco entre los
zapatos unas deportivas y me las pongo. Ya estoy cómoda, ridícula, pero
cómoda.
Abro las ventanas de par en par. No le tengo miedo a las alturas. Hago
un nudo corredizo con la cuerda improvisada y lo ato alrededor de mi
cuerpo. Milos me enseñó a hacerlo. Lo usábamos para escapar de las casas
donde entrabamos a robar comida. Salgo por la ventana y comienzo a
inclinar mi cuerpo hacia atrás, hasta quedar casi a noventa grados de la
pared, doy un leve tirón y comienzo a bajar. El nudo va deslizándose y
procuro que no se cierre demasiado para poder pasar por encima de los
otros nudos. No tardo más de tres o cuatro minutos en llegar abajo. Me
desenrosco la sabana y salgo de ella.
Cierro los ojos y respiro, profundamente, y por un momento me olvido
de todo. Me olvido de mi corazón roto, me olvido de mi miedo a que se
alimenten de mí, me olvido de que estoy sola, de todo.
Cuando los abro miro a mí alrededor, no hay nadie, será que esta gente
no madruga. Salto el seto frente a mí y me dirijo a una zona de flores.
Desde la ventana pude ver que hacían el dibujo del escudo de la casa real.
Salto las flores y llego hasta el césped central y me tumbo. Huele a hierba
recién cortada. Mi dolor de cabeza disminuye un poco y dejo que el sol
recargue mis pilas. Pienso en los últimos días, han sido una locura. Pienso
en mi vida antes de aquella noche y parece ajena a mí, como si no hubiera
sido mía, como si esa Aldara fuera diferente a la de hoy. Pongo mis brazos
debajo de mi nuca y con los ojos cerrados dejo de pensar.
No sé cuánto rato llevo ahí cuando oigo hombres trotando cerca y dando
órdenes.
— No puede andar muy lejos — oigo a uno.
— Id a la puerta trasera vosotros y a la lateral el resto — dice otro.
Me apoyo en mis codos para ver que está pasando y veo a un montón de
guardias corriendo como pollos sin cabeza. Uno que pasa justo frente a mí
se para y me mira. Ladea la cabeza y abre los ojos con asombro. Miro a mí
alrededor para ver que le asombra tanto. No hay nada, solo yo. Saca un
walkie de su cinturón y dice algo de que acudan a su posición. No sé, lo
sigo mirando y el me sigue mirando. No decimos nada ninguno. Veo a otro
guardia correr hacia nosotros. Se para, me mira.
— ¿Me va a decir alguno qué ocurre o vais a seguir llamándoos para
venir, parar y mirar? Parecéis los elefantes de la telaraña que como veían
que no se caían iban a llamar a otro elefante.
Nada.
…
¿Será que no entienden mi idioma?
— Así que aquí estabas.
Me giro y veo al príncipe andando hacia nosotros. Me incorporo
totalmente quedando sentada con las piernas cruzadas.
— Hacia un buen día para desperdiciarlo encerrada en la habitación.
— ¿Quién te abrió? ¿Milos?
Siento una punzada en el pecho al oír su nombre.
— No me hace falta que nadie me abra — le contesto en tono
desafiante.
— Aldara, no me mientas, voy a enterarme de un modo u otro.
Genial, mi estancia aquí va a ser muy divertida si cada movimiento que
haga va a ser cuestionado.
— Ya te dije que no miento si no es necesario y, en este caso, no lo es.
Baje por la ventana.
— Ya…
— Si, bajé por la ventana — le repito señalando mi ventana. Estaba un
poco escondida por los árboles que había debajo pero podía verse como
caía la ropa de cama por la ventana.
El príncipe me mira, mira a la ventana, vuelve a mirarme, vuelve a
mirar a la ventana.
— No lo hiciste.
— Si lo hice.
— No puede ser.
— Si quieres subo por ella pero me cuesta más que bajar, además con
estos pantaloncitos cortos seguramente daría un espectáculo a todo aquel
que mire como subo.
El príncipe pasea su mirada por todo mi cuerpo y me siento desnuda.
Me levanto incomodada por ser mirada así. Tiro un poco del bajo de mis
pantalones que apenas me cubren.
— ¿Vas en pijama? — me pregunta el príncipe.
Los dos guardias aun mirándome callados.
— Puede ser. Quien puso la ropa en mi armario debía dedicarse a la
tortura femenina porque no colocó ni un solo chándal ni vaquero elástico —
le contesto encogiéndome de hombros.
— No sé qué voy a hacer contigo Aldara — dice el príncipe justo antes
de llegar a mí en dos zancadas, tirarme contra su pecho y hacernos
desaparecer.
Para cuando abro los ojos estamos en mi habitación nuevamente y el
príncipe me está ayudando a sentar en la cama. Este viajecito no le ha ido
nada bien a mi dolor de cabeza.
Mientras trato de no arrancarme la cabeza, seguro que dolería menos
que la jaqueca que tengo, el príncipe se asoma a la ventana.
— ¿En que estabas pensando Aldara? — me pregunta aun asomado.
— En que necesitaba salir, no me gusta estar encerrada.
— Quizás estabas encerrada por algún motivo.
— Ninguno valido para mí.
— No sé si creerte.
— Tu problema, no el mío.
— Aldara.
— Duxlan.
— Me exasperas.
Me encojo de hombros.
— ¿Realmente crees que había algún motivo oculto más allá de salir de
estas paredes? —le pregunto, verdaderamente me molesta que me tomen
por mentirosa.
— Nadie baja por una pared para tomar el aire.
— Yo sí, lo necesitaba.
Me mira no entendiéndome. No le voy a explicar mi dolor de cabeza, no
es algo que tenga que saber. Empiezo a conocerlo y apostaría algo a que
cree que me escapé a ver a Milos.
— Lo que sea, deja de deslizarte por la pared. Dentro de poco vendrán a
prepararte para la coronación.
— ¿Qué tengo que hacer?
— Estarte callada y sonreír. Inténtalo —dice girándose y dirigiéndose
hacia la puerta.
— Inténtalo — repito imitándolo en un tono burlón.
— ¿Qué has dicho? — me pregunta sobre su hombro.
— Si mi rey — le contesto haciendo una reverencia.
Se va sin más. Yo me quedo sentada mirando hacia la ventana. Si tengo
que salir voy a volver a salir por allí. Me asomo y veo que hay un guardia
justo al final de mis sabanas. Mierda. Recojo todo, no tengo muy claro que
vayan a cambiármelas así que por si acaso mejor tenerlas. Tocan la puerta y
antes de que pueda contestar se abre dando paso a un grupo de diez mujeres
que entran hablando a gritos. Esto no va a ayudar a mi cabeza. Y así es. Sin
apenas mirarme comienzan a invadir mi habitación. Entran un montón de
vestidos colgados en perchas y hablan de que tienen que hacerme lucir
excepcional, como mi color de ojos. Seré muy excepcional pero me ignoran
como la humana simple pobre que he sido toda mi vida. Pienso en
revelarme, en tirar todo al suelo y encerrarme en el baño, pero no tengo
ganas. No tengo ánimo. Y mi dolor de cabeza aumenta.
Para cuando acaban todas dan grititos y saltitos y aplausitos a mí
alrededor. Las voy a asesinar a todas. Pero cuando me miro al espejo he de
reconocer que han hecho un gran trabajo. Luzco como nunca pensé que lo
haría. El vestido es de pedrería aguamarina, como mis ojos. Toda la parte de
arriba parece pegada a mi piel, y la falda, corta por delante, larga por detrás,
es de una tela muy suave que se mueve al compás conmigo. Me hubiera
gustado que Milos me viera alguna vez así, quizás no se hubiera ido con
otra.
Una lagrima rueda por mi mejilla y tengo a todas alteradas arreglándolo.
Me doy una bofetada por idiota. No puedo pensar que fue culpa mía. Fue
decisión suya.
— Acompáñanos — dice un guardia que no sé en qué momento ha
entrado.
Lo sigo y veo que fuera hay tres chicas más, una rubia, una pelirroja y
una castaña. Deben ser las otras elegidas. La verdad que no sabría decir cuál
es más guapa. Me miran de arriba abajo y en un segundo deciden que no les
gusto. Al menos la rubia y la castaña, la pelirroja me mira curiosa. Me situó
junto a ellas y sigo al guardia que nos escolta. No pierdo oportunidad de
mirar a mí alrededor. Todo es simplemente perfecto. Las columnas blancas
parecen brillar tenuemente. Los cuadros colgados cambian de forma a cada
momento. Es como entrar en un mundo aparte. Bueno, mundo aparte el que
se abrió ante mi cuando llegamos a unas escaleras enormes, que iban al piso
de abajo, con una alfombra azul y apliques de luz en cada escalón. Un telón
evita ver que hay más abajo.
— Sitúense aquí señoritas.
Como si las otras chicas supiesen que hacer se alinearon una junto a otra
en el borde de la escalera, y yo las imito. Me coloco a la derecha del todo.
De pronto el telón se abre y una luz nos ilumina. El foco demasiado potente
para mi gusto. Entrecierro los ojos, mi dolor cabeza empeora por
momentos.
— Ante ustedes, las fuentes de energía de nuestro nuevo rey, larga vida
al rey Duxlan — dice una voz a través de un micrófono.
Un aplauso invade la sala que hay bajo nosotras. Miro a mi lado y
compruebo que las chicas tienen una sonrisa enorme en sus caras así que las
imito y pongo la sonrisa más estúpida que puedo. Tras un par de minutos
comienzan a bajar y yo rezo todo el camino por no acabar rodando escaleras
abajo y acabar enseñando mi trasero a la realeza de Alfoz.
Casi en el último escalón mi pie derecho se tuerce levemente pero noto
unas manos sujetándome por la cintura. Me giro para agradecer pero no hay
nadie. Miro a mí alrededor y veo como el príncipe Duxlan me mira
fijamente. Frunzo el ceño ¿habrá sido él? Es probable, no debe quedar bien
en los libros de historia que recuerden tu coronación porque una de tus
fuentes se rompió el cuello.
Nos dirigen a una mesa redonda a la derecha de la mesa real. En esa
mesa solo puedo reconocer gente de la familia real. Nosotras cuatro
estábamos solas. Me dejan el asiento que da la espalda a todos. Gracias, era
el que quería.
Cuando todos se sientan me giro sobre mi asiento para poder
observarlos. Es fascinante ver a tanto warlock junto. Hay como un aura
flotando en la sala. Nosotras somos las únicas humanas en la sala por lo que
he oído decir a una.
— ¿Puedes por favor sentarte bien y dejar de avergonzarnos?
Miro de donde viene la voz, justo frente a mí, la rubia.
— ¿A mí me dices? — le pregunto señalándome a mí misma.
— ¿Ves a alguna otra haciendo el ridículo?
— ¿Cuentan las rubias con un palo metido por el culo? — le contesto
logrando que se tape la boca para callar un gritito estúpido.
— Me caes bien, soy Analsa — dice la pelirroja de mi izquierda.
— Encantada, yo soy Aldara.
— Oh, todas sabemos quién eres — me replica Analsa.
Levanto una ceja.
— No sé si es más famosa tu trayectoria en la fiesta para elegir fuente o
el color de tus ojos — me contesta.
— O que te hayas acostado con el príncipe, bueno, el rey — acaba la
castaña de mi derecha.
— Yo no me he…
— Olvídate de ella, es una perra —me corta Analsa — Zairena, la rubia
con el palo metido por el culo y ella se han hecho amigas, son tal para cual.
Miro a la castaña nuevamente, parece que no le importa que Analsa
hable así de ella.
— Gracias hermanita por la presentación.
Vaya, son hermanas.
— Cuéntame ¿Cómo es eso de estar con el príncipe? ¿Besa bien? ¿Es
tierno?
— Analsa, estas equivocada, no ha pasado nada de eso con Duxlan.
— ¿Ya lo tuteas? —me increpa Zairena.
No lo había pensado, nunca lo he llamado por su título, y él tampoco me
ha corregido.
— Mirad, creo que tenéis un concepto equivocado. Él no está interesado
en mi de esa manera, creo que es más por su tío. O por mis ojos. En
cualquier caso no por mí.
— ¿Tus ojos y tú no sois lo mismo? — me pregunta la castaña burlona.
— No, espero que no. No soy un color de ojos.
— Pues deberías, todas lo somos.
Que bien, ya no soy ni una persona, soy un color.
Comienzan a traernos platos de comida con una pinta que nunca he
visto. Los pruebo todos, un bocado, pero el dolor de cabeza se ha
intensificado y mi estómago empieza a estar revuelto. Zairena y la castaña
comienzan una conversación sobre los amigos del rey, los que le ayudaron
en la selección. Por lo visto aquí se viene a buscar marido. Suerte. Yo estoy
servida de hombres para el resto de mi vida.
— Se rumorea que eligieron cuatro porque ellos son cuatro — dice la
castaña.
— Callad, ahí vienen — susurra Zairena.
Me giro para ver lo que parecía un desfile de modelos. El rey Duxlan a
la cabeza. Esmoquin negro pajarita a juego, camisa blanca. Tras de él tres
hombres igual de altos y de imponentes. Trajes azul marino, gris y dorado.
No puedo evitar quedarme mirando a Duxlan. De arriba abajo. Perfecto.
— Buenas noches señoritas — dice Duxlan situándose tras de mí.
Todas asintieron con una sonrisa coqueta, yo lo imite sin voz poniendo
cara de asco. Aún seguía enfadada por cómo me había tratado. Sé que tiene
razones para no confiar en mí, pero aun así, no voy a dejar que me encierre.
Cuando doy mi palabra la cumplo.
— Dux, tenías razón — dice el del traje gris riéndose y apuntándome,
me había pillado haciendo muecas.
— Os lo dije, es graciosa, mentirosa, pero graciosa. Aunque por lo que
he visto desprecia la comida que le damos, apenas la prueba. — responde
Duxlan como si yo no estuviera presente.
Respiro profundamente. No puedo olvidarme que es el rey. No puedo
mandarlo a la mierda delante de todos. No puedo…no puedo dejarle hacer
lo que le dé la gana. Y con ese pensamiento empujo mi silla con toda la
fuerza que puedo hacia atrás haciendo que Duxlan trastabille y casi caiga
sobre sus posaderas reales en el suelo. Si el del traje dorado y el del traje
azul no hubieran estado allí, hubiera acabado en el suelo seguro.
— Oh, lo siento su majestad, torpemente no me di cuenta de cuan cerca
estaba — le digo disculpándome con un tono burlón en mi voz — acepte
mis más humildes y mentirosas disculpas.
— Me caes bien — suelta el del traje dorado pasando un brazo por
encima de mis hombros.
Duxlan lo mira con reprobación.
— Además es preciosa, no nos habías dicho que era tan preciosa —
sigue diciendo el de traje dorado mientras me gira sobre una mano.
Mala idea. Mi cabeza palpita de dolor. Las luces. La gente. Me quedo
quieta intentando enfocar cuando para de girarme. Se pone frente a mi
examinándome de cerca y de la nada, me da un golpe con el dedo en mi
frente — ¿Estás ahí?
Mierda. No. No me des en la cabeza. Me giro hacia Analsa.
— ¿Baño? — le pregunto con urgencia.
Ella me señala hacia unas cortinas cerca de nuestra mesa. Sin mirar
atrás emprendo una caminata rápida hacia allí. Mi estómago está queriendo
sacar la cena. Mi cabeza ruega que no lo haga, el esfuerzo solo va a
aumentar el dolor. Localizo el baño a unos pocos metros. Entro. Hay una
chica vestida de sirvienta sentada junto al tocador, se levanta al verme. Miro
la puerta del váter abierta y veo que no hay nadie.
— Déjame sola por favor — no quiero público, no va a ser agradable.
Ella sale y cierro la puerta con cerrojo. Me pongo de rodillas
remangando el vestido, abro la tapa y apoyo mi mano derecha en ella, y la
izquierda en el inodoro. Por suerte llevo el pelo recogido y retirado de la
cara.
Tardo menos de un minuto en comenzar a vaciar mi estómago. Noto
como se encoge dentro de mí. Saco toda la cena. Tras un par de arcadas
vacías más mi estómago se da por satisfecho, cojo un trozo de papel y me
limpio la boca, lo tiro, acciono la cadena y me siento apoyando la espalda
contra la pared fría. Es un alivio.
— Deberías haberme dicho que estas enferma.
La voz de Duxlan me sobresalta.
— ¿Cuánto rato llevas ahí? —no lo había oído entrar.
— El suficiente.
— Genial, ni siquiera puedo tener intimidad en el baño — digo
levantándome cómo puedo y colocándome el vestido.
Paso por su lado directa al lavabo. Me enjuago con agua y con un poco
de pasta de dientes que veo en unos tubitos diminutos junto a la silla que
estaba la chica de antes. Duxlan se apoya de lado contra la pared
mirándome.
— ¿Porque no me dijiste que estabas enferma? — me vuelve a repetir.
— ¿Me hubieras creído? —Él se queda callado — eso pensaba,
hubieras especulado que te estaba mintiendo por la alguna retorcida razón
que tu cerebro se inventara.
— Aldara.
— Duxlan, soy más simple que todo eso. No me escapo por una ventana
para ir a buscar a nadie, lo hago porque no me gusta estar encerrada, o
porque me duele la cabeza. No desprecio la comida porque no la crea
buena, créeme, es lo mejor que he probado, pero mi cabeza duele tanto que
mi estómago está del revés.
— Aldara.
— No Duxlan, entiendo que te mentí. Que no te fíes de mí. Pero si esto
va a ser así ¿no es mejor que me dejes ir? Puedes encontrarme cuando
quieras y alimentarte de mí. No dejaré que nadie más lo haga, pero vivir
separados creo que es lo mejor para ambos.
Alterarme de esa manera no había sido buena idea. Mi cabeza comienza
a pulsar más fuerte y tengo que apoyar mi cadera contra el lavabo y
sujetarme las sienes con las manos.
Duxlan suspira y se acerca. Yo miro hacia abajo intentado concentrarme
en mi respiración para aplacar el dolor. Siento sus manos sobre las mías y
un cosquilleo por ellas. Una sensación de calma comienza a recorrer mi
cuerpo y noto como poco a poco el dolor va desapareciendo, hasta que
finalmente no queda ni rastro de él.
— Aldara — dice Duxlan cogiéndome la cara entre sus manos y
alzándola para que lo mire — déjame cuidar de ti.
Me lo dice en un susurro, sus ojos mirándome fijamente, su frente
apoyada en la mía.
— ¿Me dejarás? — me pregunta como si de una súplica se tratara.
Asiento con la cabeza. Duxlan se separa de mí un centímetro y sin
apartar su mirada de la mía vuelve a acercarse, está vez sus labios tocando
los míos. Muerde levemente mi labio inferior, yo permanezco quieta, nadie
excepto Milos me ha besado, nunca. Continúa pasando su lengua por él. Y
acaba con sus labios contra los míos, moviéndose. Es agradable. Pasa su
mano por mi nuca y me atrae hacia él. Abro mi boca y dejo paso a su beso,
no pierde la oportunidad y yo no dejo que lo haga.
Si ser rey es ser idiota va a ser uno de los
mejores.
Aldara
Momento de enloquecer. Duxlan aún tiene los labios sobre los míos.
— Aldara, deja de pensar —me dice sin dejar de besarme.
Se oyen golpes en la puerta.
— Señorita ¿está bien? — se oye al otro lado, debe ser la chica que
estaba cuando he llegado.
Me separo y apoya su frente en la mía.
— No sé qué me haces pero no dejes de hacerlo — me dice y
desaparece delante de mis ojos.
No sé si voy a poder acostumbrarme a esto. Gente desapareciendo.
Tengo que preguntarle si es cosa de él o todos pueden hacerlo.
— Salgo ya — le grito a la chica.
Me miro al espejo para comprobar que todo está bien. No hay rastro de
que Duxlan haya estado aquí, salvo por el cosquilleo en mis labios. Abro la
puerta y encuentro a cuatro o cinco mujeres cuchicheando, son todas
warlock. Las miro y siguen con sus cuchicheos. Genial. Me dirijo hacia la
gran sala nuevamente y todos se giran a mirarme, por lo visto soy un
espectáculo andante. El amigo con el traje dorado se adelanta a recibirme.
— Espero que me perdones, no sabía que estabas enferma — me dice
besando mi mano.
Y puedo ver que es sincero y en su rostro se refleja la culpabilidad que
siente.
— No ha sido culpa tuya.
— Si no te hubiera dado vueltas ni golpeado la cabeza no hubieras
tenido que salir corriendo al baño.
Es dulce de su parte que sin conocerme le importe como estoy, y más
siendo una simple humana.
— ¿Te cuento un secreto? — le digo bajando la voz para que nadie
pueda oírnos, a pesar de tener a las chicas de la mesa, a Duxlan y a los otros
dos amigos mirándonos — no ha sido tu culpa, es que el príncipe usa
demasiado perfume.
El chico me mira un instante antes de echarse a reír.
— ¿Se puede saber qué es tan gracioso? — pregunta Duxlan
acercándose mientras ve como su amigo no puede parar de reír.
— Alto ahí majestad, guarde las distancias — dice el amigo de traje
dorado tapándose la nariz, y no puedo dejar de reír por lo payaso que es.
— ¿Vais a contárnoslo? — pregunta Duxlan cruzándose de brazos y
balanceando su peso de una pierna a otra.
El chico del traje dorado y yo no podemos parar de reír. En la mesa
sentadas aún siguen Analsa, Zairena y la castaña que no sé todavía cómo se
llama pero que nos mira con cara de acelga. Y de pie frente a nosotros
Duxlan con los del traje gris y el azul marino.
— ¿Han terminado de cenar señoritas? — pregunta de la nada
secándose las lágrimas el del traje dorado.
Ellas asienten con timidez como mujeres bien criadas de la alta
sociedad.
— Entonces…— dice dando un paso hacia mí.
— Nero — lo llama Duxlan.
Y no sé si dice algo más porque siento unos brazos en mi cintura y
después todos desaparecen de mi vista. Parpadeo y de pronto estamos en el
jardín, junto al escudo de flores en el que me había tumbado más temprano.
Me da un pequeño mareo, como siempre, pero logro sujetarme al tronco del
árbol junto a nosotros. Me vuelvo y veo a traje dorado, o Nero,
sonriéndome.
— Me acabas de resolver una duda — le digo sonriendo mientras me
apoyo en el tronco completamente.
— Cuando quieras puedo resolverte más — me contesta subiendo y
bajando las cejas en una mueca, es realmente gracioso.
Unos segundos después aparecen frente a nosotros traje gris con Analsa,
traje azul con la castaña y Duxlan con Zairena.
— Nero ¿en qué demonios estabas pensando? — pregunta Duxlan
mientras intenta deshacerse de Zairena sin éxito.
— Dux, me aburro allí dentro.
— Si pero un rey no puede dejar su fiesta de coronación.
— No oí a ¿Nero? — Me giro preguntando al del traje si ese era su
nombre, él asiente — no oí a Nero pedirte que vinieras.
Ya sé que me meto donde no me llaman pero me ha caído bien este
chico y tengo una boca muy, pero que muy grande.
— Cásate conmigo — me dice Nero tirándose de rodillas y aferrándose
a mis piernas.
Duxlan y los otros dos no pueden hacer otra cosa que reír. Analsa se une
pero Zairena y la castaña siguen paradas abrazadas a los warlock que las
han traído. Triste.
— Por cierto ¿qué hacemos aquí? — pregunto mientras intento que mis
tacones no me dejen clavada en la hierba.
— Hacia buena noche y me apetecía disfrutar de un poco de intimidad y
buena compañía.
— Ya vale Nero — le regaña Duxlan.
— Bueno, igual no te has fijado pero allá donde mires hay guardias que
no dejan de observarnos, buena noche si, intimidad cero — le digo
señalando a nuestro alrededor.
Estaban a lo lejos pero notaba sus miradas.
— Aquí nuestro rey puede remediar eso ¿no? — dice el de gris.
Empezaba a pensar que era mudo.
Miro a Duxlan y me sonríe, siento algo dentro.
— Marchando un poco de intimidad — y chasquea los dedos.
Miro, y no pasa nada, todo sigue igual. Miro de vuelta a Duxlan que me
observa divertido, a Nero que tiene una mueca graciosa, de vuelta a mí
alrededor. Nada.
— Ha creado una barrera para que no puedan vernos — me chiva por lo
bajo Analsa.
— ¡No! ¿Puedes hacer eso? — pregunto realmente asombrada.
Duxlan se encoge de hombros riendo.
— Así que ¿esos guardias realmente no pueden verme?
Y no puedo evitar hacerles la burla, bailar de forma ridícula y sacarles
el dedo del medio. No me ven. Alucinante. No sabía que esto era posible. Si
hubiera podido hacer estas cosas mi vida hubiera sido infinitamente más
fácil. Me giro y veo como todos están mirándome. Mierda, se me había
olvidado que estaban allí. Y que ellos sí pueden verme. Arreglo mi vestido
alisándolo con las palmas de las manos, recoloco mi escote y hago una
reverencia.
— Majestad.
Todos estallan en risas excepto Zairena y castaña.
— Bueno, podemos relajarnos si les parece bien señoritas — dice Nero
sentándose en la hierba aun a riesgo de manchar su traje — Ald siéntate
conmigo.
Me tenso, ese era el nombre que usaba Milos para mí.
— No me gusta que me llamen así, ya no.
— ¿Aldy? — preguntó palmeando un sitio a su lado.
— Ese me parece mejor.
— Nero, no puedes hacernos sentar en el suelo, somos adultos — dice
el del traje gris mientras Duxlan y el del traje azul asienten.
De la nada aparece un juego de sofás y tres butacones. Encima del
jodido césped. Y nadie alucina con esto. En serio ¿Por qué nadie alucina en
colores cuando pasa esto?
Veo como los chicos se sientan en los butacones y las chicas en los
sofás en una posición perfectamente ensayada. Esto es raro pero solo para
mí por lo que veo. Miro indecisa si sentarme con Analsa educadamente
como me enseñó Catriel, pero rápidamente descarto hacerlo con las cara de
acelga. Zairena y la castaña me miran esperando ver que voy a hacer. No
voy a poder sentarme tan elegantemente, no creo que aprenda a hacer eso
nunca. Y tengo miedo de hacer el ridículo. No me gusta sentirme así. No
me gusta cuestionarme si soy lo suficientemente buena a sus ojos.
Veo un movimiento por el rabillo del ojo y noto como Zairena se reclina
y pasa su mano por encima del brazo de Duxlan, y este no lo aparta. Y
vuelvo a sentirme idiota. Y yo pensando en el beso que me había dado antes
cuando probablemente haya hecho lo mismo con todas. Eres idiota Aldara.
Estoy cansada de tratar de quedar bien, al menos por hoy ya es
suficiente, así que me apoyo en el árbol, me quito los zapatos, los tiro a un
lado y me lanzo al suelo junto a Nero. Gracias a que mi vestido tiene falda
de tul puedo sentarme libremente. Duxlan frunce el entrecejo pero no aparta
su brazo. Que le den.
— Me caes bien Aldy — dice Nero chocando su hombro con el mío —
¿Por qué no hacemos ronda de presentaciones?
Todos asienten.
— Soy Duxlan y…
— Corta el rollo Dux, ya saben quién eres —dice Nero tirándole unas
briznas de hierba.
Todos nos reímos. Zairena sigue pasando su mano por el brazo de él.
— Soy Nero, el más guapo del grupo, tengo treinta y uno pero la gente
me echa…los que le dejo. Ah! Y me encargo de la parte social de esta corte.
Volvemos a reír. Es el turno del señor traje gris.
— Pues yo soy Senox, también treinta y uno. Llevo las finanzas.
— Y yo soy Tradiel, treinta y uno, y me encargo la salud del monarca.
El del traje azul, Tradiel, es el más serio con diferencia. Nero mira a las
chicas para que alguna empiece.
— Empiezo yo — dice Analsa entusiasmada — me llamo Analsa, tengo
veintiún años y se me da muy bien tocar el arpa.
— Yo soy Zairena, tengo un año menos que mi hermana Analsa y lo que
mejor se me da es el piano —mira hacia Duxlan batiendo sus pestañas —
dicen que toco como los ángeles.
Arcada.
— Yo soy Sendira, veinte años, y el violín es mi especialidad.
Todos se giran a mirarme. Muy bien.
— Creo que veinticuatro años, o puede que veintitrés o como mucho
veinticinco — nunca lo he tenido claro, mi madre era la que lo sabía y no
pude preguntarle la última vez que la vi — y mi especialidad, dejadme
pensar. Los números se me dan bien y deslizarme por la pared también.
Todos se ríen menos Duxlan. No entiendo porque se ríen.
— No es una broma —dice Duxlan serio.
Espera, ¿creen que es una broma? Eso me cabrea un poco.
— No, no es una broma ¿Por qué iba a serlo?
— Venga Aldy ¿no sabes tu edad? — me pregunta Nero riendo.
— Y te deslizas por paredes, que eres ¿una araña? — me pregunta
Sendira riendo ante su propia gracia.
— Primero, no sé mi edad porque no era algo que necesitara para
comer.
— ¿Al menos sabes en que mes? — me pregunta Nero serio.
Niego con la cabeza.
— En casa los celebrábamos según podíamos si es que podíamos, a
veces se hacía en un mes a veces en otro, meses después.
— Entonces ¿nunca has celebrado tu cumpleaños el día de tu
cumpleaños? — me pregunta Analsa con curiosidad.
— No lo sé, de pequeña no estoy segura, de adulta puede que sí.
Todos me miran expectantes, la explicación les había parecido corta.
— Como no sé qué día o mes nací, cada año Mil…mi mejor amigo y yo
— miro hacia Duxlan — lo celebrábamos un día, por ejemplo, este año
tocan los día dieciséis de cada mes. Así que no estoy segura de sí he
celebrado mi cumple bien o no, pero en algún momento lo haré.
Los chicos me miran asintiendo, la chicas con escepticismo.
— ¿Y lo de que te deslizas por la pared? — pregunta Tradiel.
— Digamos que no siempre he podido ir a comprar comida y a veces
tenía que entrar a cogerla a lugares altos de donde luego tenía que salir la
mayoría de veces corriendo o deslizándome.
— ¿Eres una ladrona? — pregunta Sendira escandalizada.
— No creo que querer comer se considere delito — le contesto.
— No me creo que puedas hacer eso — dice Nero.
— No apuestes amigo — contesta Duxlan — yo he sido testigo.
Nero se gira a mirarlo con una gran sonrisa en la cara.
— ¿Si? Da detalles.
— Esta mañana sin ir más lejos Aldara se deslizó desde esa ventana —
dice señalando mi ventana — hasta abajo con las sabanas.
— ¿No? — replica Analsa incrédula.
Yo asiento orgullosa.
— No es tan difícil, solo hay que hacer bien los nudos y no tener miedo
a las alturas. Y a mí me encantan.
No sé tocar el piano ni el arpa o el violín pero escalar como un mono,
eso lo domino.
— Nero ¿a ti te dan miedo las alturas?— le pregunto con una idea en mi
cabeza.
— Ni un poco, soy el más valiente a parte del más guapo.
No puedo evitar reírme, su carácter abierto hace que me sienta cómoda
a su alrededor.
— Te apuesto a que puedo subir ese árbol — le digo señalando al árbol
en el que me había apoyado para quitarme los zapatos — mucho más rápido
que tú.
Nero me mira, mira al árbol, me vuelve a mirar y sonríe.
— ¿En qué consistirán los premios de la apuesta? — me pregunta
interesado.
— ¿En serio vais a hacerlo? — pregunta Senox divertido.
— Aldara no — me ordena Duxlan.
Le saco la legua.
— Señoritas ¿podrían indicarle a Aldara que no es adecuado hacer esto?
— dice Duxlan dirigiéndose a Zairena, Analsa y Sendira.
Bien, ellas, señoritas, yo, Aldara. Que no me quejo, que es mi nombre,
pero vamos, que supuestamente señoritas somos todas. O no. Está claro que
no catalogo para ese puesto.
— Aldara, escucha a nuestro rey — comienza Zairena toda
complaciente.
Paso del uno y de la otra. Por hoy ya me he cansado de no ser yo
misma.
— Si gano yo, podré ver a una persona — continuo cortando e
ignorando a la pareja feliz —, la que yo quiera, mañana. Y pasar un rato a
solas con él.
— Él —repite Duxlan.
— Está bien —me replica Nero — si gano yo, me enseñarás a
deslizarme por la pared.
— Piénsalo bien ¿para qué quieres aprender a hacer eso sí puedes ir
donde quieras solo con chasquear los dedos? — le pregunto.
— Si, pero no es tan divertido como tu método ¿o me equivoco?
— En eso tienes razón ¿tenemos una apuesta? — le pregunto
extendiendo mi mano.
— Tenemos una apuesta — me contesta estrechándola.
Puedo oír a las chicas decir como de inapropiado es esto y a los chicos
lo divertido que puede resultar. Duxlan no para de decir que nos vamos a
romper el cuello. Como si un warlock pudiera. Tradiel debería ser el más
preocupado pero por el contrario parece disfrutar porque le repite a Duxlan
que si caemos él puede evitar que nos estrellemos contra el suelo. Eso
espero.
Me levanto y miro mi incomodo vestido, la cola larga de tul no ayuda
así que como ni es mío ni lo he pagado yo, llevo mi boca a la falda y rasco
un trozo hasta dejarlo todo parejo por debajo de mi culo. Espero que no
crean que van a tener un espectáculo de destape porque como no soy idiota
ni trato de impresionar a nadie, mi ropa interior es un culotte que podría
pasar por pantalón corto.
Nero se quita los zapatos y se remanga los pantalones. Se desabrocha la
camisa y sube sus mangas. Está totalmente ridículo pero reconozco que
tiene un cuerpo para comer encima de él.
— ¿Preparada entonces? — me dice colocándose en el lado del árbol
que parece más fácil.
Error, aunque veas más ramas, son más finas, se pueden romper con
nuestro peso. En mi lado hay ramas más dispersas pero más gruesas.
Balanceándome puedo llegar arriba antes que él, no creo que sea de los que
trepan arboles cada semana.
— A la de tres — oigo a Tradiel emocionado.
Me sitúo con la mano en la primera rama para tomar impulso. Oigo la
cuenta atrás. Mis oídos llenos del sonido de mi corazón palpitando. Tomo
aire, miro a Nero y sonrió.
— Tres —dice Tradiel gritando.
Y tanto Nero como yo comenzamos a subir. Las chicas animan a Nero,
bueno Analsa grita como una loca mi nombre. Los chicos me animan a mí.
Creo que quieren tener un motivo para meterse con Nero una temporada. Y
Duxlan permanece mirándonos a ambos.
Veo como Nero toma ventaja, contaba con ello. Sigo subiendo y noto la
corteza que se me clava en las rodillas. Cuando llevo medio camino veo a
Nero trastabillar en una rama débil. A partir de ahí son todas parecidas. Lo
adelanto sin problema y llego arriba antes que él. Me siento a esperarlo con
una gran sonrisa.
— Definitivamente no me esperaba que pudieras escalar arboles — dice
Nero sonriendo y sentándose junto a mí.
— Me gusta estar en alto, ves todo con otra perspectiva. Lo que no me
gusta es bajar, es la parte aburrida.
— Eso puedo remediarlo ¿confías en mí? — me pregunta tendiéndome
la mano y poniéndose de pie.
Y no sé si confío en él, pero mi curiosidad puede más que mi instinto de
supervivencia. Se la agarro y antes de que me dé cuenta nos ha lanzado a
ambos al vacío. Grito cuando veo el suelo acercarse. Todos han cesado sus
gritos. Parpadeo y ya no estamos ahí, estamos cayendo sobre una piscina.
Me da el tiempo justo a tomar aire antes de impactar contra el agua. Cuando
logro salir Nero está riéndose mientras se aparta el agua de la cara. Está
caliente ¿esto es una piscina climatizada entonces? Nero me tiende
nuevamente la mano y vuelvo a cogerla. Parpadeo y nuevamente estamos
en el jardín, sentados, a los pies de todos que nos miran como estamos
empapados.
Comienzan a reír porque debemos tener una pinta espantosa. Noto la
mano negra de limpiar mis ojos, el maquillaje ha debido irse a la mierda
pero me da igual, hacía tiempo que no me sentía tan viva.
— Es hora de irnos — dice Duxlan serio cortando todo el buen rollo —
si me permites te acompañare a tu habitación.
Le dice a Zairena que está a punto de perder las bragas.
— Por supuesto mi rey.
No sé qué ha pasado pero el humor de Duxlan ha cambiado totalmente
aunque creo que puedo hacerme una idea. He ganado la apuesta.
Nero se levanta y me tiende la mano para ayudarme.
— Yo me encargo de Aldara, además tengo que cumplir mi parte de la
apuesta.
Veo a Duxlan que tuerce el gesto.
— Buenas noches — se despide cogiendo a Zairena por la cintura
mientras la atrae hacia él, mejor dicho, hacia sus labios y la besa sin dejar
de mirarme mientras desaparece.
Las otras dos parejas desaparecen también tras despedirse.
— Aldy no le hagas caso, ser rey no es fácil.
— Si ser rey es ser idiota, va a ser uno de los mejores.
Nero se ríe.
—Sé que le pasa algo contigo desde que te conoció pero…
— Pero eso no le impide meter su lengua en la boca de toda mujer que
se le cruce ¿no?
Nero va a replicarme pero subo mi mano para que calle.
— No pasa nada Nero, no me interesa, no de esa manera. Ya he pasado
por un imbécil en mi vida al que aun intento a olvidar. No va a pasarme dos
veces seguidas.
Nero me mira y asiente.
— Te llevo a tu cuarto.
— Me debes una apuesta.
No quiero que se olvide por culpa de la pataleta de su amigo. Podría
jurar que cree que es a Milos a quien quiero tener a solas unas horas. Eso
solo demuestra lo poco que me conoce. Puedo decir que aún lo amo, pero
no tengo vocación de alfombra para dejarme pisar, aunque eso vaya en
contra de mis sentimientos.
— Y yo siempre pago mis apuestas ¿a qué persona quieres que traiga
mañana para ti? ¿Una amiga? ¿Un enamorado? ¿Un amante?
Me rio porque sé que está intentado hacerme sentir mejor.
— Al único amigo que me queda, Catriel
Perdón por mi indiscreción
Duxlan
— Es hora de irnos — le digo a Zairena, serio y cortando todo el buen
rollo del que parecían disfrutar en ese momento todos menos yo — si me
permites te acompañare a tu habitación.
Ella sonríe coquetamente y veo a Aldara mirarnos.
— Por supuesto mi rey.
No me gusta que Aldara haya ganado esa apuesta. No tenía muy claro
que pudiera, pero había una razón de peso, quiere ver a Milos a solas, y esta
es una manera de conseguirlo.
Nero se alza y le tiende la mano para ayudarla a levantar. Su vestido
mojado debe pesar y el maquillaje corrido por el agua se resbala por su
cara. Aun así pienso que está preciosa.
—Yo me encargo de Aldara, además tengo que cumplir mi parte de la
apuesta.
Frunzo mi ceño. Parece que estos dos se han hecho buenos amigos
rápidamente.
—Buenas noches — me despido cogiendo a Zairena por la cintura
mientras la atraigo hacia mí, y la beso sin dejar de mirar a Aldara mientras
desaparecemos.
Cuando llegamos al cuarto de Zairena, a su puerta, ella no rompe el
beso a pesar de que debe estar mareada a causa del viaje. Continuo
besándola un poco más, quiero comprobar si me hace sentir lo mismo que
Aldara. No lo hace. Y eso me cabrea. No me gusta pensar en una mujer que
es capaz de subir a un árbol con tal de ver a otro.
Finalmente soy yo quien rompe el beso, estoy aburrido.
—Alteza ¿quiere pasar? — me pregunta abriendo la puerta e
invitándome a entrar.
Estoy a punto de negarme cuando oigo una risa familiar, Aldara. Veo a
Nero hacer el payaso en su puerta, no sé cuánto rato llevan ahí.
— Sus deseos son ordenes, mañana tendrá aquí al hombre que me ha
pedido — oigo decir a Nero haciendo una reverencia y provocando más
risas en Aldara.
—Vayamos adentro — le digo a Zairena cuando veo que Aldara nos
está mirando.
Estoy actuando como un niño pequeño, lo sé, pero encuentro en este
acto un poco de resarcimiento por cómo me siento.
Entro a su habitación y veo como ella se sienta tímidamente en la cama.
Bueno mejor dicho, tímidamente ensayada. He vivido toda la vida en la
corte y sé perfectamente cuando es un acto y cuando no, y esto huele a
teatro de lejos.
—Alteza ¿quiere alimentarse? — me pregunta poniendo un mechón de
su pelo detrás de la oreja.
Sopeso negarme, aunque he gastado mucha energía estoy bien. Pero
entonces recuerdo a Aldara, que ella mañana va a estar encontrándose con
ese tal Milos, y asiento con la cabeza. Debería haberme negado a esa
apuesta pero una parte de mí necesitaba saber si ella estaría dispuesta a
perdonarlo, y por lo visto, lo está.
Zairena se levanta y se coloca frente a mí. Sus ojos denotan que tan
apenas se habrán alimentado de ella cinco o seis veces. Cierra sus parpados
esperando mi contacto. Me adelanto un paso y apoyo mi frente en la de ella.
Puedo notar su energía agolpada. Comienza a pasa a través de su cuerpo
hasta llegar a mí. Puedo también notar su excitación, suelta un leve jadeo
cuando la primera ráfaga de energía sale de su cuerpo para meterse en el
mío. Apoya sus manos en mi pecho. Con la segunda ráfaga el gemido es un
poco mayor. Comienza a mover sus manos por mi cuerpo buscando algo de
contacto. La tercera ráfaga y ella se lanza sobre mis cuello. La excitación
recorriendo su cuerpo. Pienso apartarla de mi cuello pero creo que heriré
sus sentimientos. No me irá mal algo de distracción.
Puedo decir que Zairena tiene algo de experiencia con los hombres. Nos
lleva hasta su cama y me gira para que quede debajo. Empuja ligeramente y
la sujeto sin romper el contacto de sus labios contra mi cuello hasta quedar
tumbado de espaldas y con ella sobre mí. Sentada a horcajadas encima mío
se levanta y puedo ver lo preciosa que es. El vestido que lleva y su
maquillaje aún están intactos, toda una dama. Pero no puedo evitar recordar
a Aldara, su vestido roto, los zapatos en el suelo, su maquillaje corrido. Mi
entrepierna pulsa por su recuerdo y no por la mujer que tengo encima.
— Majestad ¿me da permiso para complacerlo? — me pregunta
seductoramente.
Y sé que debería decir que no, pero esta noche es mi coronación y,
aunque preferiría que fuera otra la que me hiciese esa pregunta, voy a
disfrutar de su compañía.
— Por favor.
Y Zairena se lanza sobre mi pantalón para hacerme pasar una buena
noche.
Ni bien hemos terminado me volatilizo de su cuarto al mío. No quiero
que haya malos entendidos. Aunque a ella parece no importarle, se acurruca
desnuda bajo su sabana con una sonrisa radiante mientras me ve
desaparecer. Me meto a la ducha y me limpio el olor a ella. Ahora puedo
afirmar que Zairena tiene experiencia con los hombres y una gran habilidad
con su boca. Me pregunto si Aldara también la tendrá.
Me tumbo sobre mi cama, con la ventana abierta, dejando que el aire
fresco relaje mi cuerpo. Meto un brazo detrás de mi cabeza y cierro los ojos
esperando dormir, pero no sucede. No puedo parar de pensar en Aldara y
Milos. Tengo que conocerlo. Mañana cuando venga lo interceptaré y le
dejaré claro quién es el rey. Quizás haga que le salgan orejas de burro. Me
rio ante mi propia ocurrencia. Me relajo pensando en ella, en todo lo que ha
pasado desde que la vi y comienzo a notar una sensación de angustia. Tomo
varias respiraciones pero la sensación no hace más que aumentar. De pronto
en mi mente aparece un hombre joven sonriéndome y mirándome con amor,
estamos en un bosque que no reconozco, con hojas moradas. Luego veo
como un disparo atraviesa su pecho y cae muerto al suelo. Y entonces la
oigo gritar, en mi mente, es Aldara.
— ¡Milos!
Y me incorporo en la cama, retiro las sabanas y con tan solo mi ropa
interior, me materializo en la habitación de Aldara. Y allí está ella, llorando
en sueños mientras se revuelve atrapada por las sabanas.
Me acerco y me siento junto a ella para despertarla, pero no hay manera,
aunque la muevo parece no querer volver a este mundo. La incorporo y
apoyo su espalda contra la cabecera y cojo su cara con mis manos. Sus
lágrimas cayendo sobre mis dedos.
— Aldara — le susurro — despierta, es solo un sueño.
Nada.
— Aldara.
Sigue con los ojos cerrados.
— Aldara.
Y me desespero. Pongo un dedo sobre su frente y le trasmito un poco de
energía para que reaccione. Y lo hace. Abre los ojos de golpe, mira
alrededor desorientada, y cuando me ve se lanza a mis brazos. Encogida en
un ovillo y temblando. No sé el rato que pasamos así, ella acurrucada contra
mi pecho y yo frotando su espalda. Me gusta tenerla de esta manera.
— Ha sido solo una pesadilla — le susurro contra su pelo.
— Una muy real.
— ¿Qué soñabas?
Y ella se calla. Soñaba con él.
— ¿Era sobre Milos?
Y asiente. Aun noto que no se ha recuperado del todo.
— Está bien, puedes contármelo — y quiero que lo haga, quiero que
confíe en mí.
Permanece callada unos instantes pero al momento comienza a hablar.
— Soñaba con un día que fuimos al bosque. Uno de Alfoz 2, me gusta
ese bosque porque es morado.
Me tenso un segundo. Yo he visto un bosque morado en mi sueño.
— Milos me miraba cuando…
— Cuando recibió un disparo y cayó muerto — concluyo.
Ella se separa un poco de mí y me mira, con los ojos aun llenos de
lágrimas, pero con un gesto de extrañeza.
— ¿Cómo lo sabes?
— Porque lo vi.
— ¿Cómo que lo viste?
A ver como lo explico porque ni yo mismo lo sé.
— Cuando estaba por dormirme la imagen de un chico vino a mi mente,
estábamos en un bosque morado y vi cómo le pegaban un tiro y caía muerto
al suelo.
— Milos, pero ¿Cómo es posible? ¿Es algo de magia?
— No te sabría decir, esto no es común, nunca me había pasado.
No quería reconocer que estaba pensando en ella. Aun así no sé cómo
nuestras mentes se han podido sincronizar.
— Pues si tú no lo sabes ya me contaras quien puede aclararlo.
Me rio porque aun con lágrimas en los ojos no pierde su carácter.
— Pude sentir tu angustia — le declaro.
Ella baja la mirada no sé si avergonzada o triste. Alzo su cara con mi
dedo debajo de su barbilla. Tiene las mejillas rojas de llorar y sus ojos
aguamarina son más claros todavía. No puedo resistirme y avanzo
lentamente, dándole tiempo, aunque no demasiado, a que se retire. No lo
hace. Comienzo a besar su cuello. Su pijama es tan solo una pequeña
camiseta de tirantes y unos diminutos pantalones cortos. Estoy más excitado
de lo que he estado en toda mi vida y ella aún no ha hecho nada.
Pasa sus brazos alrededor de mi cuello y yo la levanto por la cintura
hasta que quedamos ella sobre mí, sentada, y yo con la espalda apoyada en
su cabecero. Paso mis manos por debajo de la camiseta y puedo comprobar
que no lleva sujetador. Mi entre pierna se pone dura al instante. Es su turno
para lamer mi cuello y casi lo pierdo ahí mismo. Mi respiración agitada va
al compás de mis manos sobre su cuerpo. Su piel es suave. Aprieto su culo
contra mi bóxer y ella suelta un leve gemido que la hace retroceder para
recolocar su melena a un lado y continuar trabajando mi cuello. Cuando se
lanza contra él, justo antes de llegar a tocarlo, se para en seco. Mis manos
aun amasando su culo. Tuerce mi cabeza con su mano en un gesto brusco.
— ¿Qué ocurre? — le pregunto excitado y confundido.
Ella se baja de mí.
— Que soy imbécil.
No entiendo nada.
— Aldara, si no quieres que pase nada no hay problema.
No sé si se ha arrepentido y, aunque estaría más que feliz de estar
enterrado muy profundamente en ella, no quiero hacer nada con lo que se
sienta incomoda.
— Ya imagino que no hay problema, la segunda ronda nunca es tan
esperada como la primera ¿no?
La miró sin entender aun que pasa y ella me lanza un espejo pequeño y
se señala el cuello. Miro y descubro unas marcas que sé que ha dejado
Zairena. Mierda.
— Lo siento, esto…
— Esto no es lo que parece ¿no? — Me corta ella cruzándose de brazos
—lárgate de aquí.
— Déjame explicarte.
— Ah no, encima quieres contarme detalles. Eres un cerdo asqueroso,
primero con una luego con otra, ¿soy al menos la segunda parada o ha
habido alguna más?
Me enfado por tal declaración. Y me frustra que no me deje hablar.
— No te he visto apartarte tampoco, esto que yo sepa es decisión de dos
— le digo enfadado.
Y sé que eso la cabrea más pero en este momento es lo que quiero.
Ella coge algo de una estantería y lo rompe contra la pared. Vale, creo
que me he pasado de cabrearla.
— Aldara — la llamo para intentar calmar la situación.
— Sabes, debí imaginarme que en tu primera noche de rey harías ronda
entre las mujeres que has elegido — y bufa una sonrisa — lo que espero
que no quieras que seamos puras porque puedo asegurarte que este cuerpo
está estrenado, muy bien estrenado.
Su declaración me pilla de improvisto. No me había parado a pensar en
ello. Pero ahora que ella lo ha dicho tan a la ligera mi rabia crece a pasos
agigantados. Cojo la mesita de noche y la estrello contra una pared. Ella ni
se inmuta. Me mira con una sonrisa triunfal.
— Iré a visitar a las otras mujeres, espero que no me hagan aburrirme
tanto como tú — le digo a tan solo unos centímetros de su cara — debería
de compadecerme del pobre Milos, o reclamarle, debió haberte enseñado
mejor.
Puedo ver su ira centellear en su mirada, ya no tenía esa sonrisa en su
cara.
— Quizás mañana me pase por aquí para darle la enhorabuena por
haberse librado de ti.
Tal cual terminé de pronunciar esas palabras supe que había cruzado el
límite. Quise retractarme pero Aldara no me dejó. Se da la vuelta, entra al
baño y cierra la puerta. Oigo como se empuja contra ella. Siento un
puñetazo en mi estómago cuando oigo el primer sollozo. Yo le he hecho
esto, yo y mi gran ego. Me acerco a la puerta y toco despacio. No obtengo
respuesta.
— Aldara, siento lo que te he dicho — susurro apoyando mi cabeza
contra la puerta.
No hay contestación.
— Por favor, déjame pasar.
Nada.
— Puedo entrar aunque hayas puesto el seguro — le recuerdo.
— No, por favor, déjame sola — me dice en una súplica que provoca
una punzada en mi pecho.
— Déjame primero que hable contigo.
— Por favor, mañana.
Su lamento me cala tan hondo que parpadeo y me traslado a mi cuarto.
El resto de la noche lo paso intentando pensar en cómo disculparme. Me
he puesto tan celoso de pensar en otro tocándola como yo lo había hecho
que mi cerebro ha dejado de funcionar.
La mañana siguiente me levanto sin haber pegado ojo. Tengo una larga
mañana por delante. Desayuno con unos embajadores de Alfoz 3 que han
venido a presentarme sus respetos como rey. No me siento diferente a como
me sentía ayer. Pero ahora una nación entera está a mi cuidado. Me dirijo a
la sala del trono y me siento por primera vez allí. Es incomodo, muy bonito,
pero muy incómodo. No puedo evitar recordar la imagen de mi padre aquí
sentado conmigo en su regazo enseñándome cómo comportarme. Sonrío
ante ese recuerdo. La sala no es muy grande, estoy solo, tan solo un guardia
dentro, una alfombra a modo de pasillo y unos escalones donde he pasado
la mayoría de mi vida sentado, atento. Se oyen las grandes y pesadas
puertas abrirse y veo a mis tres consejeros y mejores amigos. Senox, Nero y
Tradiel.
— Su grandiosa majestad ¿tiene tiempo para atender a sus humildes
servidores? — pregunta Nero haciendo reverencias mientras camina hacia
mí.
Senox y Tradiel lo acompañan riendo.
— ¡Que le corten la cabeza! — Declaro riendo — no puedo tener un
súbdito con tan mal gusto para vestir.
Y nos reímos recordando el horrible traje que llevo ayer y que según él,
era la última moda.
— Ni puedes tener un súbdito que no sepa trepar un árbol más rápido
que una chica humana normal—dice Tradiel riendo.
— Cierto, que vergüenza amigo — declara Senox sentándose en los
escalones a mis pies.
Tradiel y Nero lo imitan.
— A mi favor diré que Aldy no es ni de lejos normal.
Y en eso tenía que estar de acuerdo. Aldara era de todo menos normal.
— Amigo, déjame decirte que ser rey te ha sentado mal, tienes un
aspecto horrible.
Miro al guardia y con un gesto lo despacho. Con ellos no tengo secretos
pero no quiero oídos que puedan escuchar lo que pasó anoche.
— Parece serio ¿alguna aventura con alguna rubia imponente que
tengamos que saber? — pregunta Nero levantando y bajando las cejas.
— ¿No has visto lo que lleva en el cuello? — dice Tradiel riendo.
— Amigo tapate eso, no tenemos quince años — concluye Senox
burlón.
—Anoche cuando llevé a Zairena a su habitación digamos que tarde en
despedirme de ella un rato. Me dejo alimentarme de ella.
Silbidos llenaron la sala del trono.
— Yo pensaba que te gustaba más Aldara, nunca hubiera dicho que te
acostarías con Zairena — dice Nero apoyando su mano en su barbilla en un
gesto de pensador.
— ¿Le has visto? — Pregunta Tradiel — tiene pinta de no haber
dormido nada en toda la noche, Zairena es una gran elección.
— Esto es más culpa de Aldara — digo casi sin pensar.
Los tres se giran y me miran.
— A ver, no es lo que parece.
— Has dicho las palabras mágicas amigo.
— Después de irme de la habitación de Zairena regresé a la mía, me
duche y me metí a la cama. Y me pasó algo extraño. No estaba dormido
pero a la vez lo estaba. Sentía estar triste y agobiado, y una imagen de un
hombre me vino a la cabeza.
— Soy demasiado guapo, sabía que haría que te gustaran los hombres
— dice Nero batiendo sus pestañas.
— Idiota — dijimos los tres al unísono.
— El tipo en cuestión era alcanzado por una bala y moría, pero mientras
caía al suelo pude oír gritar en mi cabeza a Aldara el nombre del hombre.
— Eso es raro.
— No, lo raro no es que yo soñara eso, lo raro es que fui a verla y ella
estaba soñando eso.
— ¿Cómo? — pregunta Tradiel.
— Si, ella y yo sincronizamos nuestro sueño. Yo pensaba en ella antes
de que esto pasara — ¿Te has alimentado de ella? — pregunta Tradiel
interesado.
Niego con la cabeza.
— Esto no es posible sin una conexión, y aun habiéndola es muy raro,
casi imposible.
Me quedo pensando. Sí que había una transmisión de energía, bueno
dos, las dos veces que la curé.
— Sané dos veces a Aldara, es la única conexión que ha habido.
Tradiel se queda pensando. Como médico oficial de la familia tenía
acceso a toda la información que quería de este tipo y había leído miles de
libros sobre ello.
— Aun así, creo que es la primera vez que ocurre sin haber una
conexión de ella hacia ti previa. Déjame que lo investigue y te digo.
Asiento, confío en que podrá darme una respuesta, es como un perro
con un hueso cuando se le plantean situación así.
— ¿Eso es lo que ha hecho que no duermas en toda la noche? —
pregunta Nero interesado.
— No exactamente. Digamos que la consolé y las cosas se calentaron
entre nosotros.
— ¿Dos en una noche? — Pregunta Senox sorprendido — me postro
ante ti, majestad.
— Dux, ¿en serio te acostaste con Aldara después de estar con Zairena?
— me pregunta Nero con desaprobación.
— No, digamos que Aldara vio lo mismo que habéis visto vosotros al
entrar y no le hizo mucha gracia— digo señalando mi cuello.
Los tres me abuchearon durante un par de minutos. Mi vergüenza es su
disfrute.
— Y eso no fue lo peor — declaro, a ellos podía contarles todo.
— ¿Qué hay peor?
— Digamos que no le sentó bien y dijo cosas que a mí no me gustaron
y…
— Espera, espera — me detuvo Nero — especifica.
— Me dijo que si iba a hacer ronda por todas, como si yo hiciera esas
cosas.
— Tiene sentido que te lo dijera después de verte esa marca…
— Pues no me lo tomé muy bien.
— Hay algo que te estás callando.
Nero me conoce demasiado bien. Los miro, ellos callados esperando a
que hable.
— Me dijo que esperaba que yo no las quisiera vírgenes porque ella ya
estaba estrenada, muy bien estrenada para ser exactos.
— Punto para Aldara amigo — grita Nero orgulloso.
— ¿Y tú que le contestaste? — pregunta Tradiel.
Da miedo lo bien que me conocen.
— Le dije que no sabía si enfadarme con Milos por no haberla enseñado
mejor o darle la enhorabuena por haberse librado de ella.
— Te has pasado, lo sabes ¿no? — me pregunta Nero.
— Si, intenté disculparme pero ella no quiso saber de mí. Pero estaba
tan furioso por lo que me dijo y sabiendo que hoy iba a estar con él a
solas…
— Espera ¿Quién es Milos? — pregunta Senox.
Es el único a quien no le he contado por falta de ocasión, ha estado muy
liado con esto de mi coronación.
— Milos es el hombre del que Aldara está enamorada. Él fue apresado
por una warlock de la corte y ella solo entro en esto para buscarlo —
explica Tradiel.
— Si, ella se lo encontró disfrutando de ser la fuente de una warlock de
la corte. Menudo idiota — concluye Nero.
— Vaya, y después de eso ¿le has dicho esa mierda, idiota? — me
pregunta Senox con el ceño fruncido.
— Si, la cagué de acuerdo. Estaba enfadado porque ella quería tiempo a
solas con él, y si quiere eso es porque lo va a perdonar. Y si lo perdona…
Y si lo perdona entonces tendré que compartirla con otro hombre. Debí
decretar como primera ley que las fuentes del rey no podían tener más
hombre que el rey.
— ¿Cómo sabes que quería tiempo a solas con él? — me pregunta
Nero.
— ¿Y tú me preguntas? Hizo una apuesta con tal de conseguir ese rato a
solas.
— ¿Con Milos? —pregunta Nero serio.
— Sí.
— No —me contesta.
— Espera, como que no.
— No mi rey, no es con él con quien ahora mismo está Aldara, y lo sé
porque yo mismo lo he llevado a su habitación para que tuvieran algo de
privacidad.
Mi mente vuela pensando en quien más podría haber en su vida.
Realmente no sabía mucho de ella, no me había molestado nada más que en
insultarla. Estaba deseando darme una patada en mi real culo.
— ¿Vas a decirme quien es el hombre que Aldara ha pedido ver o voy a
tener que ir a verlo yo mismo?
Estaba a un segundo de hacerlo.
— Es tu tío Catraielo idiota.
Mierda.
— Soy imbécil ¿verdad?
— Uno enorme — concuerda Tradiel.
Senox asiente.
Con un gesto de cabeza me presento en su habitación pero no están.
Miro por la ventana y los veo en el jardín. Me traslado allí. Puedo ver a mi
tío y Aldara hablar con un papel en la mano. Tengo unas ganas terribles de
ir a abrazarla y suplicarle que me perdone.
— Mi rey —oigo a mis espaldas.
Mierda. Veo a Zairena acercarse contoneándose hasta mí mientras que
las otras dos se quedan atrás. Me giro y veo que mi tío y Aldara nos miran.
Fantástico.
— Dime Zairena.
— Solo quería agradecer el honor de ser la primera de quien te
alimentaras y…bueno…tú ya sabes— dice un poco demasiado alto para que
alrededor todo el mundo lo supiera con fingida vergüenza.
Veo a mi tío y Aldara levantarse y dirigirse hacia nosotros.
— Tío.
— Sobrino.
— Aldara.
Ni me mira. Mierda.
— Perdón por mi indiscreción, no quería ser tan obvia.
Aldara la mira con los brazos cruzados.
— ¿No? Pues deberías no dejar marcas si no quieres ser tan obvia.
Me rio ante su respuesta.
— No me había pasado jamás, su majestad me hace perder los papeles.
Siempre.
¿Siempre? Era la primera vez que había pasado algo entre nosotros pero
claramente estaba marcando territorio, esto no me ayuda con Aldara.
— ¿Y siempre el rey acude a buscar a otra después? Porque yo me
enfadaría seriamente si conmigo no tuviera bastante.
Punto para Aldara.
La noche de la elección
Aldara
Sentí cuando Duxlan abandonó la habitación. Después de lo que me
había dicho no había podido evitar encerrarme y llorar. Llorar por las
mentiras, por mi ignorancia, por creer que merecía algo mejor. Quizás mis
padres acertaron vendiéndome, quizás no debería de haber escapado con
Milos. Siempre he pensado que esa vida hubiera sido mucho peor pero
ahora, ahora no sé qué pensar.
Cuando ya he llorado todo lo que tenía que llorar y me he compadecido
todo por lo que me tenía que compadecer, me levanto del suelo, me lavo la
cara y me meto a la cama. Apoyo la cabeza en mi almohada y puedo oler a
Duxlan en ella. Mi vello se eriza ante el recuerdo de los besos que nos
dimos, de su lengua sobre mi cuello. Cuerpo traidor. Le doy la vuelta a la
almohada y trato de dormir, hoy ha sido un día largo y mañana será otro día.
— Aldy ¿estás dormida? —oigo una voz pero no consigo abrir los ojos.
Golpes en la puerta.
— ¿Aldy?
Parpadeo varias veces para despejarme. Miro a la ventana y veo que es
día, no sé las horas que he dormido.
— Si no abres entraré a buscarte —oigo decir nuevamente — puedes
esperarme con algo sexy en la cama.
Y sé que en Nero.
— Voy — le grito.
— Ya tardas.
Quito las sabanas de mis piernas y apoyo los pies en el suelo. Debo
tener un aspecto horrible porque noto mis ojos hinchados y el pelo revuelto.
Me acerco a la puerta porque me niego a que me vean así.
— ¿Qué quieres? — le pregunto pegada a la puerta.
— He traído a alguien para ti.
— Si es el rey dile que se vaya a tomar por el cu…
— Aldara, soy yo.
Y reconozco su voz, es Catriel. Abro la puerta y me escondo tras ella.
Catriel pasa y cierro dándole en las narices a Nero.
— Eh! — me grita por el abuso.
— Lo siento pero no ha sido una buena noche. Te lo compensaré.
No se oye nada.
— ¿La compensación incluye alguna apuesta? — me pregunta travieso.
— Por supuesto, la duda ofende.
Y oigo una risa y pasos alerjase. Me gusta el carácter abierto que tiene.
Me giro y veo a Catriel plantado en medio de mi habitación mirándome.
Está incómodo.
— No tienes muy buen aspecto — me dice con una mueca en su cara.
— He tenido días mejores.
Nos quedamos callados. Tenemos una conversación pendiente pero
ninguno de los dos empieza, así que me decido hacerlo yo.
— ¿Sabías que Milos estaba aquí? — le pregunto directamente.
Catriel asiente.
— Sabía que iba a estar porque la mujer que lo tiene ahora es una noble
de la corte.
— ¿Desde cuándo sabes de su mentira?
— Será mejor que nos sentemos.
— Genial, nunca viene nada bueno detrás de un será mejor que nos
sentemos.
Catriel se sienta en la silla frente a mi tocador y yo me subo a la cama.
Prefiero mantener distancias por el momento.
— Lo supe dos días antes de la ceremonia de elección — comienza
Catriel — un amigo me hizo llegar la carta de Milos. Vi que llevaba un
membrete de una casa noble que conozco y me pareció extraño así que la
abrí — ¿No os explican a los warlock lo que es la privacidad cuando sois
pequeños?
— Lo siento, pero lo hice por protegerte, quería saber primero a que te
ibas a enfrentar.
— Ya…
— Cuando la leí comprendí que Milos no deseaba que lo buscaran pero
tú estabas muy empeñada en hacerlo. Decidí indagar más y ver que podía
descubrir ¿recuerdas que me preguntaste si dolía que se alimentaran de ti?
Asiento.
— Ahí es cuando empecé a atar cabos y entender las palabras de Milos.
Así que decidí que si él podía tener una vida de lujo, tú también merecías
tener una.
— ¿No te parece que tenía derecho a decidir? — le pregunto ofendida y
cansada de que los hombres a mi alrededor decidan por mí.
— Si —contesta y lo noto avergonzado.
— Al menos te arrepientes.
— Sinceramente, no, creo que hice lo correcto para ti.
Su respuesta descarada me sorprende.
— La noche de la elección, cuando desaparecí, fue para comprobar que
lo que había descubierto era cierto.
— ¿Y?
— Lo era. Milos estaba en la sala de las fuentes con el resto de
humanos, feliz y socializando con todo aquel que quisiera escuchar lo rico
que iba a ser. La codicia hablaba por él.
Suspiro, no reconozco a ese Milos del que me habla. No del todo.
Siempre ha tenido grandes aspiraciones. Y siempre hablaba de que algún
día tendría dinero para entrar en una tienda y comprar lo que quisiera. Pero
pensaba que eran sueños de pobres, algo con lo que cualquiera al que le
falta comida puede soñar. No sabía que no era suficiente con que
estuviéramos juntos.
Una lágrima rueda por mi mejilla. Siento una tristeza inmensa que no
me deja respirar.
— Lo siento Aldara, no quería que sufrieras, hubiera preferido decírtelo
yo pero encontrarte con Milos precipitó las cosas.
Catriel se acerca a mí y se sienta en la cama. Pasa un brazo por mis
hombros y me atrae hacia él para consolarme. Me siento igual que cuando
me metieron en aquel sótano antes de vendernos. Y por un momento dejo
que alguien me vea romperme, porque lo necesito, porque no puedo detener
la pena por la niña que había muerto cuando mis padres me vendieron, por
la joven que había tenido que madurar de golpe, por mi estupidez. Lloro
abrazada a él mientras pasa su mano por mi espalda.
No sé el rato que pasa hasta que puedo detenerme. Lloro hasta que ya
no tengo más lágrimas y me siento en paz. Lo necesitaba, dejar salir todo,
enterrar mi pasado, llorarlo y empezar de nuevo.
— Si antes tenía mal aspecto lo de ahora debe ser para premio — digo
sorbiendo mi nariz y limpiándome las lágrimas de mis ojos.
Catriel se ríe.
— Aldara, eres preciosa, da igual tu aspecto físico.
Tomo un par de respiraciones para calmarme del todo, necesito pensar
que voy a hacer ahora. Me había metido en esto por una razón que ya no
existe.
— ¿Esto significa que no estas enfadada conmigo?
Lo miro y sonrío, es el único amigo que me queda.
— Pero no vuelvas a decidir por mí, por favor.
— Por supuesto.
Me abraza nuevamente y durante un momento me siento tranquila y
relajada.
— He traído la carta conmigo, por si quieres leerla — dice Catriel aun
abrazándome.
Suspiro pensando en si quiero o no. Sé que esas palabras van a doler.
Pero finalmente no conocerlas no las hace desaparecer ¿no?
— Sí, quiero.
Catriel se separa de mí y busca en el bolsillo de su pantalón. Saca una
hoja doblada y la tiende hacia mí. La miro un segundo antes de cogerla. La
desdoblo cuidadosamente y puedo ver a qué se refería Catriel con el tipo de
carta. El papel es delicado, tiene ribetes dorados y podría jurar que huele a
flores. Enseguida reconozco la letra de Milos, tan cuidada y perfecta.
— ¿Quieres que te la lea? — me pregunta Catriel viendo mis manos
algo temblorosas.
Asiento y se la entrego. Él sabe perfectamente sobre mi dificultad para
leer pero nunca me ha hecho sentir incomoda por ello.
Mi dulce Ald,
Hace dos días que no te veo y siento como mi corazón se para, no
quiere latir si no es por ti, si no es para ti. Me han asegurado que estás
bien así que puedo respirar tranquilo, al menos por el momento.
Si estás leyendo esto es porque he decidido aceptar una propuesta de
una warlock que se ha encaprichado de mí. Me ha propuesto ser su fuente
por dos años. Acepto por ti, no por mí. Porque a pesar de los días tan
horribles que me esperan y de las largas y odiosas sesiones para
alimentarla, al final regresaré a ti y podré darte la vida que te mereces.
Sé que se va a hacer eterno sin tus sonrisas, sin tus besos, sin sentir el
peso de tu cuerpo sobre el mío, pero por favor, espérame y todo el
sufrimiento que se avecina habrá valido la pena.
Te amo y te amaré toda mi vida.
Milos
A pesar de ser Catriel quien leía la carta en mi cabeza suena la voz de
Milos. Repito sus palabras en mi mente, y con cada repetición mi ira crece.
Aun no sé que se siente cuando se alimentan de ti pero si qué sé que no era
algo malo, al revés, el placer que oí en aquellas mujeres en la sala cuando
Duxlan se alimentó de ellas no me dejó duda alguna.
— ¿Estas bien? — pregunta Catriel viendo que aún permanezco callada.
— Ahora mismo me gustaría tenerlo delante y romperle la cabeza con la
silla en la que te has sentado antes, salvo eso, todo bien.
Catriel sonríe mirándome divertido.
— Me alegro que no hayas perdido tu humor.
— ¿Puedo hacerte una pregunta?
Me había surgido una gran duda tras este asunto de Milos.
— Por supuesto.
— ¿Es tan genial tener dinero? Me refiero a que nosotros éramos
pobres, pero felices, o eso creía. Hubiera preferido tener comida a diario y
no pasar frio pero, si tuviera que volver a pasar algo así lo haría si eso
significaba estar con Milos. O lo hubiera hecho antes de saber que no soy
tan importante como yo creía.
— Aldara, el dinero da mucha felicidad, pero es una felicidad efímera.
Yo lo tenía todo y hubiera entregado cada moneda por estar junto a la
persona que amaba, incluso siendo pobres el resto de mi vida.
— Entonces no lo entiendo.
— Hay personas tan pobres, que solo tienen su dinero.
Sonrío de medio lado. Sabias palabras. Milos era de esos.
— También te digo una cosa Aldara, Milos debe estar loco de rabia
sabiendo que tú vas a obtener una cantidad indecente de dinero a diario que
podrás gastar con libertad mientras que él solo tiene lo que su warlock le
proporciona.
Lo pienso por un momento y me siento mejor. Mi yo malvada estaba de
paseo y quiere verlo sufrir.
— ¿Porque no te vistes y bajamos al jardín? Hace un día precioso y
podemos seguir hablando de esto ahí fuera. No sé cómo de feliz estaría mi
sobrino si supiera que estoy aquí contigo en pijama.
— Tu sobrino es un imbécil.
— Veo que no has perdido el tiempo. Vístete y te veo abajo.
— ¿Dónde el escudo de flores?
Catriel asiente, se levanta, me da un beso en la frente y se va. Me quedo
un momento sentada pensando en la gran mentira que ha sido mi vida.
Estoy tan enfadada conmigo misma que me daría una bofetada. Pero no lo
voy a hacer, estoy enfadada pero no soy idiota, creo.
Me meto a la ducha y me ducho con agua fría para despejarme.
Necesito sentir cada parte de mi cuerpo. Salgo y me pongo lo primero que
cojo del armario, unos vaqueros, unas deportivas y una camiseta. No sé si
Duxlan ha tenido algo que ver pero en mi armario han aparecido prendas
mucho más cómodas que las que había ayer. Meto la carta en el bolsillo del
pantalón, quiero tenerla cerca para recordar todo muy bien.
No sé qué pensar de Duxlan, anoche me hizo perder por un segundo la
noción de donde estábamos, me hizo olvidarme de Milos y eso me
desconcertó. Tengo curiosidad por saber qué sentiré cuando se alimente de
mí por primera vez. La excitación que sentí cuando pasó sus labios sobre mi
cuello es totalmente nueva para mí, con Milos nunca ha sido así.
Aparto esos pensamientos de mi mente y salgo de mi cuarto. Llevo solo
un par de días por aquí pero puedo orientarme perfectamente, es una de mis
habilidades especiales según Milos. Mierda. Olvídalo. Giro por el pasillo y
veo como Nero, Tradiel y Senox entran por una gran puerta custodiada, no
sé qué hay detrás, ya lo averiguaré. Me dirijo al jardín pasando por los
guardias de la puerta y los saludo. Veo a Catriel sentado en un banco en el
jardín, el día está increíblemente soleado. Me estiro y voy hacia allí.
— No te equivocabas diciendo que aquí dentro siempre hace buen día
— le digo sentándome a su lado.
— No querrías estar fuera, la temperatura es para dormir con tres
mantas.
Me sube un escalofrío de pensarlo.
— ¿Sabes si Milos anda cerca todavía? — pregunto cerrando los ojos y
dejando que el sol recargue mis pilas.
— Si, por lo que sé su warlock ha marchado tras la coronación pero él
se ha quedado, no sé cómo ha logrado convencerla, pero creo que tú tienes
algo que ver— me dice encogiéndose de hombros— Volverá a recogerlo en
unos días.
Me rio.
— ¿He dicho algo gracioso?
— Parece que hablemos de una mascota en vez de que estemos
hablando de Milos ¿es así como nos veis realmente? ¿Somos solo
mascotas?
— ¿Te enfadas si te digo la verdad?
— Creo que ya estoy cansada de estar enfadada, tienes carta blanca para
decir lo que quieras.
— Sois mascotas.
Y su declaración no me sorprende. Puede que los humanos simples con
dinero crean que son más como ellos que como nosotros, pero los warlock
nunca nos verán como nada más que mascotas de las que alimentarse.
— Aunque puedo decir que tú eres de las que da trabajo ¿o me
equivoco? — me pregunta en tono burlón.
— Ni un poquito ¿quieres que te cuente algo? — Catriel asiente —
anoche estuve a punto de lanzarle un tarro de cristal al rey en la cabeza,
pero luego me arrepentí y lo estrelle contra la pared.
— Estas de broma.
— Nop.
— No te creo. Tu cuarto no parecía haber pasado por eso.
— Tu sobrino debe haberse encargado de eso, los remordimientos de
conciencia son terribles.
— Eso suena como una historia que quiero escuchar.
— Suena más como una historia que no quiero recordar.
— Vamos Aldara, dame un poco diversión, mi vida sin ti se ha vuelto
terriblemente aburrida.
Lo miro sonriendo, pero sigo callada.
— Puedo decirte y llevarte donde esta Milos en este momento.
Eso capta mi atención. No sé si quiero verlo. Es probable que le dé un
puñetazo. Pero por otro lado quiero que me vea feliz, aunque sea una
actuación. Quiero que vea que sin él estoy mejor. Patético, lo sé, pero
necesito algo que me haga sentir mejor y creo que eso lo hará.
— Está bien — digo incorporándome y sentándome correctamente.
Catriel aplaude como un niño pequeño.
— Anoche tuve una pesadilla, cuando desperté Duxlan estaba a mi lado
y me lancé a sus brazos, estaba realmente asustada.
— ¿Qué soñaste? —me pregunta curioso.
— Era sobre Milos, acababa muerto, lo vi morir frente a mí. La cosa es
que Duxlan también lo vio en sus sueños y vino para despertarme.
— Espera ¿sincronizasteis vuestros sueños?
Asiento.
— Pero ¿se ha alimentado ya de ti?
Niego con la cabeza.
— Interesante. Continua.
Eso ha sido raro.
— Bueno, la cosa es que no sé cómo acabamos besándonos y el tema se
calentó.
Catriel sube sus cejas.
— Cuando estaba sobre él vi una marca en su cuello, reciente, no la
llevaba un rato antes, así que muy reciente. Imagino que hizo lo mismo que
estaba haciendo conmigo con otra de las chicas, Zairena.
Mi voz destila un hilo de celos que no sabía que sentía.
— Así que me enfadé, mucho, le dije algunas cosas, le tiré un tarro, él
me dijo otras, tiró una mesita. Una noche divertida.
Catriel me mira un segundo antes de comenzar a reírse.
— Creo que me ofendes con esa risa.
— Aldara, hubiera pagado por ver la cara de mi sobrino cuando tiraste
ese bote contra la pared.
— Ahora que lo dices sí que puso una cara muy graciosa.
Catriel y yo nos reímos a gusto y por un momento todo parece normal
en mi vida.
— Aldara, creo que realmente le gustas a mi sobrino.
— Bonita manera de demostrarlo, ¿Qué hará cuando no le guste? ¿Venir
a mi cama a tirarse a otra? — pregunto riéndome.
— No, en serio, lo pude ver el otro día. En cómo te mira, como te trata.
— Nah Catriel, soy la novedad, estos — digo señalando a mis ojos—
son los que tienen todo el mérito. Yo no le intereso, ni siquiera se ha
alimentado de mí.
— Seguro que le interesas más que esa tal Zairena.
— ¿Y por eso la tiene ahora colgada del brazo? — le pregunto
señalando con la cabeza donde estaban Duxlan y Zairena.
Catriel mira en la dirección que le indico.
— Solo quería agradecer el honor de ser la primera de quien te
alimentaras y…bueno…tú ya sabes— oímos decir a Zairena.
— Ves — le indico a Catriel.
— Tonterías — me dice levantándose y dirigiéndose hacia allí.
— Tío.
— Sobrino.
— Aldara.
Ni lo miro, que le jodan.
— Perdón por mi indiscreción, no quería ser tan obvia — dice Zairena
en un tono tan meloso que podría vomitar allí mismo.
La miro con los brazos cruzados.
— ¿No? Pues deberías no dejar marcas si no quieres ser tan obvia.
No sé porque le he dicho eso. Duxlan sonríe, parece que le divierte la
escena.
— No me había pasado jamás, su majestad me hace perder los papeles.
Siempre.
¿Siempre? Vamos que no es la primera vez ¿no? Por favor alguien que
me dé una patada en mi gran trasero de idiota. Pero aun así mi yo mala está
de paseo así que no me callo.
— ¿Y siempre el rey acude a buscar a otra después? Porque yo me
enfadaría seriamente si conmigo no tuviera bastante.
Ahí te lo dejo. Duxlan sonríe mirándome.
— No sabía que vendrías tío — dice Duxlan sin dejar de mirarme.
Ya sabe que no es a Milos a quien pedí ver, lo noto en su mirada.
— Por lo que me han contado se te juntan las citas, no quería ser un
dolor de cabeza para encajar en tu agenda.
Catriel, te adoro.
— Tío.
— Sobrino.
— ¿Nos vamos? — le pregunto a Catriel ignorando totalmente a
Duxlan.
— ¿Dónde van? — pregunta interesado.
Mierda, no sé a dónde vamos.
— A la sala de las Fuentes — contesta Catriel salvándome.
— Eso — afirmo como si lo hubiera sabido desde un principio.
— Os acompañamos — dice Duxlan auto invitándose. Gruño para que
oiga que estoy enfadada, él me mira sorprendido y se ríe.
Si querido rey, cuando estoy enfadada gruño.
— Me encanta la idea de ir a la sala con vos, mi rey — dice Zairena
enganchando su brazo alrededor de él.
Catriel me mira poniendo los ojos en blanco y me rio. Él también podría
vomitar ahora mismo. Seguimos a Duxlan y Zairena viendo desde atrás
como ella se inclina sobre él y yo la imito, restregando mi cabeza obre el
brazo de Catriel como un perro buscando una caricia en el hocico. Catriel
suelta una carcajada y ambos se vuelven a mirarnos.
Nos miramos callados y sonriendo, vuelven a girarse y siguen
caminando.
— Oye ¿Qué es eso de la sala de las Fuentes? — pregunto por lo bajo.
— Es donde las fuentes humanas se reúnen, algo así como el patio de
recreo humano dentro de los muros de palacio — me explica Catriel.
Asiento imaginándome un lugar lleno de flores, toboganes, no sé, un
lugar donde me divertiría. Duxlan llega a una gran puerta y con un gesto de
su mano la abre, Zairena se pone recta y caminan dentro. Los seguimos y
veo como ante mí se abre un lugar que jamás pensé que existiría. Es como
un enorme jardín, con un gran estanque en el medio. Tiene arboles de todos
los colores y puedes oír a los pájaros cantar. Paso por en medio de Duxlan y
Zairena separándolos, no conscientemente, sino aturdida por lo que tengo
ante mis ojos.
Miro al cielo y una gran cúpula de cristal abarca todo el cielo. Puedo ver
nubes sobre ella. Se oyen risas. Es un lugar feliz. Me gusta mucho.
— ¿Qué te parece? — pregunta Duxlan dando un paso hacia mí.
Me giro para mirarlo sonriendo porque no he visto nada tan bonito en
toda mi vida. De pronto noto como coge mi mano y me lanza contra su
pecho envolviéndome en un abrazo.
— Cuidado — le oigo gritar y miro por encima de mi hombro para ver
que unas bicicletas han estado a punto de atropellarme.
Las bicicletas se detienen delante de nosotros.
— Disculpe su majestad, no les habíamos visto.
Reconozco esa voz. Me giro en los brazos aun de Duxlan.
— ¿Aldara? — pregunta Milos desconcertado al verme en esa situación.
Miro a Duxlan y veo en sus ojos reconocimiento. Me aprieta un poco
más contra él.
— Tú debes de ser Milos.
Si me permite, Alteza
Aldara
Noto a Duxlan sostenerme más fuerte contra él.
— Tú debes de ser Milos— dice Duxlan mirándolo fijamente.
Se miran durante un momento en silencio.
— Majestad, es un honor conocerlo — contesta finalmente Milos.
Lleva un vaquero y una camiseta que se nota son de calidad, esto es lo
que quería ¿no? Aun así debo reconocer que está tan guapo como siempre.
— Deberías ir con más cuidado, podrías haber hecho daño a mí Aldara.
Miro a Duxlan, aun entre sus brazos, incrédula de escucharlo decir esas
cosas.
— Ald sabe que jamás le haría daño, Alteza — le contesta con una falsa
sonrisa.
Ruedo los ojos porque precisamente es la persona que más daño me ha
hecho. Pensaba que me echaría a llorar en el momento que lo viera pero
parece ser que ya no me quedan lágrimas. Lo que si me queda es una gran
rabia y unas ganas enormes de darle un puñetazo. Quizás debería hacerlo.
Pero antes de que pueda decidirme Milos da una zancada, me agarra la
mano y tira de mí haciendo que salga de entre los brazos de Duxlan.
— Si me permite, Alteza, voy a enseñarle a Ald todo esto, creo que no
lo conoce aún ¿me equivoco?
Lo está provocando, conozco a Milos y su posesividad conmigo suele
hacerlo bastante idiota. Doy un tirón de mi mano, no soporto el contacto
con él. Duxlan está a punto de decir algo cuando veo a Zairena tirarse al
suelo, literalmente.
— ¡Ay! — grita sujetando su tobillo.
Duxlan se gira y al verla en el suelo se arrodilla junto a ella tocando su
tobillo.
— ¿Estas bien? — suena preocupado.
— Creo que me lo he roto — contesta ella con lágrimas en los ojos.
Venga, va ¿Quién se lo cree? Si se ha tirado ¿roto? ¿En serio? Por favor
que le den un premio a la peor interpretación.
Entonces veo que Duxlan la coge en brazos pasando un brazo debajo de
sus piernas y alzándola contra su pecho. Por favor, llamen al señor que
reparte premios, necesito otro para el mas idiota.
— ¿Vamos? — me pregunta Duxlan con Zairena en brazos.
Los miro y ella apoya la cabeza en el hueco del cuello de Duxlan. Paso.
Si quieren tiempo a solas no seré yo la que espera a por las sobras.
— Me quedaré por aquí, quiero ver este sitio.
Milos sonríe, si cree que es por él es que no me conoce.
— Aldara, no era una pregunta — me dice Duxlan irritado.
— ¿Es una orden? — le pregunto desafiante.
Me mira y veo que está dispuesto a discutir, pero Zairena se remueve y
parece que se le ha pasado. Su entrepierna tiene ahora el mando y gana a su
orgullo.
— Si no es una orden, Alteza, prefiero quedarme.
Frunce los labios.
— Como quieras — contesta antes de lanzar una mirada a Milos, darse
la vuelta e irse.
— Es un idiota — oigo a Milos decir una vez que Duxlan ha
desaparecido detrás de la puerta por la que hemos entrado.
— Es tu rey, no te olvides — dice Catriel haciendo acto de presencia
por primera vez desde que hemos llegado a este sitio.
Milos mira por encima de mi hombro, no se había dado cuenta de que
estaba Catriel.
— No esperaba verte aquí — le dice en un tono poco amistoso.
— Apuesto a que no — le contesta sonriendo.
— ¿Alguna pareja que destruir por los alrededores? — le pregunta en
tono irónico.
Catriel niega con la cabeza aun sonriendo.
— No me atribuyas tus méritos, tú solito lograste todo.
— Hay que tener muy poca vergüenza para echar la culpa a Catriel de lo
ocurrido — le digo atónita ante el comportamiento de Milos.
— Nena…
— No me llames nena — le corto.
— Ald, tenemos que hablar, tenemos que aclarar esto — me dice
señalando entre nosotros.
— He leído tu carta — le contesto sacándola de mi bolsillo — me ha
quedado todo muy claro.
Nos quedamos mirando en silencio.
— Creo que deberías ir a hablar con él — dice Catriel.
Milos y yo lo miramos, ninguno nos esperábamos escucharlo decir eso.
Catriel me agarra del brazo con suavidad y nos aparta un poco.
— Aldara, dale la oportunidad de hablar contigo. Soy el primero que
cree que hizo las cosas mal, pero no quiero que te arrepientas de no haberle
dado la oportunidad de hablar.
Lo miro extrañada. Era como si me hablara desde la experiencia. No lo
conocía tanto como para saber si le había pasado algo similar a él o a
alguien cercano.
— No puedo Catriel, simplemente, no puedo.
Catriel suspira, parece preocupado por mí.
— Te contaré algo. Hace tiempo, mucho, me enamoré de una mujer, una
humana simple. Ella era perfecta y lo mejor, es que me amaba con la misma
intensidad que yo a ella.
Se queda callado un segundo rememorando en su cabeza algún
recuerdo.
— Éramos felices, o al menos eso creía yo. Un día me vino con una
propuesta, del rey, el padre de Duxlan. Quería alimentarse de ella y a
cambio la haría parte de la nobleza humana, además de darle una fortuna.
Trato de imaginarme a un Catriel más joven oyendo esas palabras.
Puedo apreciar su dolor como mío, sabía exactamente lo que había sentido.
— Ella — prosigue — al ser de familia humilde pensó que sería una
oportunidad para mejorar. Yo, como parte de la familia real, no estaba
interesado en más dinero. Discutimos y acabó dejándome. Una semana
después quiso hablar conmigo pero me negué, sabía que el rey ya se había
alimentado de ella.
Toma una gran respiración.
— La ignoré de la forma más cruel Aldara. Ella volvió con el rey y se
sumergió en una espiral de autodestrucción.
— ¿A qué te refieres?
— Cuando se alimentan de ti notas como tu energía desciende, hay un
punto justo cuando estas a punto de consumir por completo al humano, que
produce más energía y placer que todo lo anterior. Ella se dedicó a dejar que
se alimentaran de ella hasta ese punto.
— ¿No es peligroso? — pregunto curiosa.
Catriel niega con la cabeza.
— Es mortal. Una de las veces fue demasiado lejos y ya no despertó.
Murió.
Siento una punzada en el pecho de tristeza, por Catriel, por la chica, por
mí.
— Lo que te quiero decir es, que si yo a hubiera dejado hablar, quizás
las cosas hubieran sido de otra manera y ella estaría viva. Al menos no te
quedes con la duda. Es terrible vivir pensando en la conversación que nunca
tuviste.
Me muerdo el labio inferior, miro a Milos y miro a Catriel. No quiero
hablar con él pero Catriel me ha hecho pensar. No sé si podría vivir con ese
remordimiento toda mi vida.
— Está bien, lo escucharé, al menos nos debo eso.
Catriel sonríe.
— Yo tengo que marcharme ya, mi presencia en palacio no es
precisamente de gusto de muchos — dice mirando alrededor.
Me giro y veo a varios guardias vigilándonos, no me había dado cuenta
hasta el momento.
— Me gustaría irme contigo, siento que estoy atrapada aquí.
— ¿De verdad quieres irte? — me pregunta muy serio.
Y sé que si le digo que sí no dudará en sacarme de allí. Pero las
consecuencias no serían divertidas. Además, hay algo que me pone triste al
pensar en no ver a Duxlan, aunque no tengo claro el qué.
Finalmente niego con la cabeza, no tendría a donde ir de todos modos,
no quiero volver al agujero en la pared que compartía con Milos, duele
demasiado.
— Aldara, si alguna vez quieres irte dímelo, encontraré la forma de
sacarte de aquí — me dice mirándome a los ojos.
— Lo sé — le contesto abrazándolo.
Se retira tras un minuto y me da un beso en la frente.
— Espero que sepas aprovechar tu oportunidad — le dice a Milos al
pasar a su lado a modo de despedida.
Una vez que Catriel se va nos quedamos solo Milos y yo, mirándonos.
Hay mucha gente alrededor pero no existen, no para nosotros.
— Acompáñame — me pide extendiendo su mano para que la coja.
Meto mis manos en los bolsillos del pantalón y paso por su lado. Sonríe
moviendo la cabeza ante mi gesto. Caminamos por un sendero lleno de
flores que bordeaba el estanque, y luego cogemos por una bifurcación que
lleva a un extremo de la sala tras unos árboles de hojas azules.
No puedo dejar de mirar a mi alrededor, es como el paraíso pero metido
en una habitación, una muy, muy, muy grande.
Llegamos a un rincón apartado junto a un ventanal, entra muchísima
luz, y nos sentamos en un banco blanco al lado del mismo. Milos se sienta
primero, yo me siento al otro extremo, él se acerca, demasiado.
— Ald, déjame que te explique cómo ocurrieron las cosas — me suplica
poniendo la mirada que me ponía cuando había hecho algo malo pero
quería que lo perdonara.
Asiento levemente.
— La noche que me llevaron del antro de Catriel fue una de las peores
de mi vida. No sabía si te había ocurrido algo, ni sabía a donde me llevaban.
Nos ataron y tiraron dentro de un furgón. Nos llevaron a un almacén a las
afueras, había una venta de fuentes ilegal.
Me tapo la boca por el asombro.
— Afortunadamente los warlock que nos vigilaban eran igual de
incompetentes que los que lo hicieron el día que nos querían vender cuando
éramos niños ¿te acuerdas?
Lo miro con una pequeña sonrisa. Recuerdo aquella noche. Los
guardias nos habían dejado la comida y con ella, cuchillos. Nunca pensaron
que podríamos usarlos para escapar.
— Logré zafarme y salir fuera, me estaba alejando cuando oí a una
mujer pedir ayuda. Dudé si seguir corriendo a través del bosque, pero no
pude dejarla ahí, lo siento. Volví y vi como dos hombres la estaban
maltratando, no lo pensé dos veces y me lancé contra ellos.
— Era lo correcto.
— Logré derribarlos y cuando acudí junto a ella, sin avisar, posó su
frente sobre la mía y se alimentó de mí.
Trago saliva. Recuerdo aquella noche. La angustia, la sensación de no
poder respirar, la tristeza.
— Se alimentó demasiado y perdí el conocimiento. Cuando desperté
estaba en su casa. Fue ahí cuando me propuso el trato, para agradecerme.
Le hable de ti pero no le gusta compartir, me puso como condición que no
te viera durante esos dos años, que fuera exclusivamente suyo.
— Y tú aceptaste.
— Lo hice por los dos.
Lo miro, realmente se cree su propia mentira.
— Ibas a dejarme durante dos años sola para vivir la buena vida y luego
regresar a mí, esperando que yo te recibiera con los brazos abiertos ¿crees
que lo hubiera aceptado?
— Si Catriel no se hubiera metido estoy seguro de que sí.
Claramente mi estupidez rebosa por mi piel porque de otra forma no me
explico que pensara que eso iba a suceder.
— Él no se metió, me estaba ayudando a llegar a ti.
— Pero te ocultó la carta.
— Y tú me ocultaste lo que realmente se siente cuando se alimentan de
ti.
Milos me mira, lo he cazado.
— ¿Ya se ha alimentado el rey de ti? Por tus ojos creo que no…
Niego con la cabeza.
— Entonces ¿Cómo lo sabes?
— Porque no soy tan idiota como para no preguntar que iba a pasar
cuando se alimentaran de mí, estaba aterrada.
La culpabilidad invade todo su rostro. Respira profundamente y me
coge ambas manos.
— Ald, perdóname, nunca quise mentirte, no quería compartirte, quería
que fueras solo mía.
— Pero yo sí que podía compartirte con todas esas mujeres ¿no?
— No significaban nada para mí, ellas no son tú.
Me aparto pero el vuelve a acercarse.
— No puedo perdonarte, me has traicionado, me has mentido — casi
estaba gritando, mi rabia hablaba por mí.
— Aun podemos hacer que esto funcione.
— ¿Cómo podría funcionar algo que está roto? Algo que tú rompiste —
le pregunto señalándole con el dedo como el culpable que es.
— Sé que será difícil, pero en dos años seré libre y podremos vivir muy
bien con el dinero que gane. Durante ese tiempo podemos vernos a
escondidas, si ella no se entera todo estará bien. El rey Duxlan no puede
oponerse, como fuente real estas obligada a no alimentar a nadie más, pero
puedes ser su fuente y tener una pareja. Incluso podrías lograr algo de
fortuna.
Lo miro y no puedo creer lo que estoy oyendo, ni sabía cómo podía
haber acabado lo nuestro de esa manera. En menos de veinticuatro horas
dos hombres habían logrado hacerme sentir inferior.
— ¿Me estas proponiendo que sea tu amante mientras tu estas con otra
mujer?
Él asiente. Le doy una bofetada. No sé cómo había pasado de ser su
novia, su futuro, la madre de sus hijos, a la que comparte su cama cuando
su dueña no mira. Me levanto para irme. Esta conversación ha sido un error.
Mi vida ha sido un error. Yo soy un error.
Las lágrimas pican en mis ojos, quieren salir pero no quiero que él me
vea, no de esa manera, no por él. Me dirijo hacia unos árboles pisando
fuerte, necesito sacar mi enfado aunque sea caminando. Siento un tirón de
mi cintura y de repente mi espalda está contra un árbol, Milos sujetándome
muy cerca. Su cuerpo sobre el mío.
— Ald, mi preciosa Ald — me dice pasando su mejilla sobre la mía —
sé que me quieres, que aún me amas, no puedes negármelo, no puedes
negártelo.
Sigue pasando su nariz rozando mi cara, su aliento contra mi piel.
Cierro los ojos y me dejo llevar por el momento. Durante un instante solo
somos Milos y yo nuevamente. Siento sus labios sobre los míos y, al
principio permanezco con mis labios sellados, pero momentos después los
abro dejando paso a su lengua experta que me conoce tan bien. Dejo que me
bese y así puedo olvidar durante unos minutos que mi vida ya no me
pertenece, que él no me pertenece, que estoy completamente sola por
primera vez desde que tenía ocho años. Pero finalmente me aparto. Vuelve
a inclinarse sobre mí para seguir besándome.
— Detente — le ordeno.
Se queda a milímetros de mis labios, su respiración entrecortada, sus
ojos clavados en los míos.
— No puedo Milos, ya no.
— Ald, dime que no me amas, dímelo a la cara y me iré sin mirar atrás.
— Sabes que si te dijera eso estaría mintiendo, pero si tengo que elegir
entre mi amor por ti, y mi amor propio, no dudes ni por un instante que vas
a perder la batalla.
Empujo su cuerpo levemente. Al principio no se mueve pero finalmente
cede dejando que me incorpore del árbol.
— Voy a luchar por ti y volverás a ser mía Ald, no vas a amar a nadie
más que no sea yo.
Mis pensamientos vuelan a Duxlan. No sé porque. Levanto la mirada
del suelo para replicarle pero me quedo de piedra al ver a alguien vigilarnos
desde el otro lado del claro.
Duxlan estaba observándonos intensamente con una mirada fría.
¿No aprendiste por miedo o por vergüenza?
Aldara
Veo a Duxlan observarnos en la distancia, no sé cuánto tiempo lleva allí
pero por su cara el suficiente. Milos se gira para seguir mi mirada y lo ve
parado, le hace una reverencia y vuelve a besarme. Lo aparto de un
empujón y me dirijo hacia Duxlan, pero ya no está. Me dispongo a irme
pero me detiene sujetándome la muñeca, la recupero de un tirón — No
vuelvas a besarme — le ordeno.
— No vayas tras él — me ordena de vuelta.
Lo miro con las cejas levantadas.
— ¿En serio tienes el descaro de darme ordenes? — le pregunto muy,
muy irritada.
Me giro dándole la espalda sin esperar una respuesta. Milos me conoce
bien, sabe que es el momento de dejarme en paz, al menos por ahora.
Vuelvo atravesando el pequeño bosque de árboles de hojas de colores, me
oriento mirando el techo, si no fuera tan buena en ello podría pasar aquí
días y no encontrar la salida.
— ¿Te ayudo a salir de aquí? —me pregunta una voz tras de mí y salto
por el susto.
Me giro y veo a Nero apoyado en el tronco de un árbol.
— ¿Quieres matarme de un infarto?
Se ríe y yo con él.
— ¿Se puede saber que le has hecho a su alteza real Duxlan? Está que
lo lleva el diablo — me pregunta acercándose a mí.
— ¿Por qué debo ser yo la culpable? — no tengo claro si lo soy.
— Porque antes de que tu llegaras nuestro rey era todo risas y mujeres.
— No ha variado, salvo por las risas, yo lo he visto más gruñón que
sonriente.
— Lo sé.
Volvemos a reírnos y por un segundo olvido lo que ha pasado con Milos
cerca de ese lugar donde me encuentro.
— Venia a buscarte porque el rey ha pedido que nos reunamos
consejeros y fuentes en la sala Azul.
— ¿La sala Azul? — nadie me ha hablado de esa sala.
— Es la sala privada de diversión de Dux. Desde que éramos niños
hemos pasado allí grandes momentos. Grandes fiestas también.
— ¿Y para que nos quiere allí a todas?
— Quiere disfrutar de vuestras habilidades.
Lo miro pensando en lo peor.
— No pienso compartir ninguna habilidad sexual con ninguno de
vosotros— le digo sin rodeos, no quiero malos entendidos.
Nero se queda muy serio y luego estalla en carcajadas, doblado por la
mitad de la risa.
— ¿Qué es tan gracioso? — no entiendo de que se ríe.
— Van a amar este momento cuando les cuente a todos — lo miro sin
entenderlo — Duxlan se refiere a si tocas algun instrumento, recitas poesía,
cosas así.
Asiento con la cabeza.
— Vale, volvamos a la habilidad sexual, creo que tengo más
posibilidades así.
Nero me mira y se ríe nuevamente.
— Aldy, eres genial.
Y dicho esto me pasa el brazo por encima del hombro y en un parpadeo
ya no estamos en el bosque, estamos en una sala con paredes de piedra azul,
suelo de madera, altavoces y telas blancas colgando.
— Bienvenidos — oigo decir tras de mí.
Me giro y veo a Senox y Tradiel tumbados entre cojines junto a Duxlan
que está sentado con Zairena a su lado, como no, Analsa y Sendira.
— Aldara ven siéntate conmigo — me llama entusiasmada Analsa
palmeando el asiento a su lado.
Al menos parece que a ella le agrado, no puedo decir lo mismo de su
hermana y de la otra arpía.
— ¿Dónde estabas? — pregunta feliz de verme.
— Si Aldara, ¿Dónde estabas? — pregunta también entrecerrando los
ojos Duxlan.
— Visitando a mi pasado — digo sin dar más explicaciones.
Duxlan y yo nos quedamos por un momento mirándonos en silencio.
Podía cortarse la tensión con un hacha.
— Aldara, estábamos hablando de las habilidades de cada una de
vosotras — dice Senox.
— Musicalmente hablando — aclara Nero lanzándome una sonrisa.
Se la devuelvo porque sé que está pensando en lo que ha pasado antes.
— Sendira estaba a punto de tocar el violín para nosotros — dice
Tradiel mirando a la chica.
Ella se levanta tímidamente y se dirige hacia el frente. Un violín aparece
a su lado. La luz baja y ella se posiciona. Viéndola ahí delante, con la
mejilla apoyada en el violín, parece un ángel, con ese vestido vaporoso
marcando su figura y esa cara relajada. Miro a Zairena y a Analsa, ellas
también llevaban vestido ¿soy la única que conoce la existencia de los
vaqueros?
De pronto comienza a sonar una melodía que me pone los pelos de
punta, ciertamente es increíble cómo está tocando. Jamás podría tocar como
ella, o como cualquiera, soy negada para los instrumentos. Mi madre
intentó enseñarme como a mis hermanas pero no hubo manera, lo mío era
bailar, podía estar horas bailando música antigua.
La siguiente en salir es Analsa, tras un gran y merecido aplauso a
Sendira se coloca frente a nosotros y es el turno de que un arpa blanca e
inmensa aparezca y ella comienza a tocarlo. Sus dedos rasgando las
cuerdas, es como mágico. Nunca había oído un arpa en directo y creo que
es el instrumento más bonito del mundo.
Luego es el turno de Zairena, un precioso piano azul marino aparece
frente a ella, una banqueta del mismo color. Y veo como sus dedos
comienzan a moverse a una velocidad vertiginosa. Su canción no es dulce
como las de Analsa y Sendira, esta es como atormentada, me hace sentir
cosas feas dentro de mí. Pero reconozco que tiene un talento con el piano.
Una vez termina, se levanta y saluda a su público como si fuera un
auditorio y le dedica una sonrisa especial al rey, finjo una arcada. Estoy
realmente entretenida con estas mujeres, es increíble la habilidad musical
que tienen. De pronto noto como todos me miran, absolutamente todos y no
entiendo porque. Miro hacia abajo por si tengo alguna mancha, agujero o
bicho comiéndome las entrañas que no hubiera visto, pero nada.
— Es tu turno — dice Nero aclarándome porqué me miran.
— No, lo siento, yo no sé tocar instrumentos — me excuso.
— Algo sabrás tocar.
— Nop, desafino hasta con las maracas.
Todos se ríen. Pero no es una broma. Negada total.
— No podemos esperar que Aldara conozca demasiada música sabiendo
de donde proviene — dice Zairena en una falsa disculpa.
— Apenas conocerá la música actual — reafirma Sendira.
Les tiro un cojín a la cabeza. Los chicos se ríen.
— ¿No sabes hacer nada con música? — pregunta Duxlan medio
decepcionado.
— ¿No aprendiste por miedo o por vergüenza? — sigue presionando
Zairena.
— Muy bien — digo levantándome — no tengo ni lo uno ni lo otro.
Nero, acércate.
Nero se levanta curioso por lo que le iba a decir.
— ¿Tienes música antigua para poder reproducir? — le pregunto en un
tono bajo.
— La que quieras, pon el nombre y sonará — me contesta
entregándome un aparato con una pantalla y un buscador parpadeando.
Le sonrió agradecida. Quiero buscar una canción en particular. La
bailaba en mi cuarto de pequeña y no he dejado de hacerlo desde entonces,
mi madre lo odiaba, decía que me hacía parecer vulgar. Por eso yo la
amaba.
— ¿Se puede reproducir el video en alguna pantalla? — pregunto
mirando unas enormes televisiones más grandes que yo.
Nero asiente — Búscalo y dale al botón de la derecha, el redondo.
— Gracias.
Busco entre las canciones y hallo la música antigua que estaba
buscando. Tiene más de cien años y en su momento tuvo que ser genial
bailarla sin prohibiciones, cuando los warlock no existían o al menos no se
sabía de su existencia. Apreto el botón y los primeros acordes comienzan a
sonar, la canción de Lo Malo era una canción del género prohibido pero me
daba igual, no querían música, pues música tendran. Me giro para darles la
espalda y comienzo a mover mis caderas a la vez que las primeras notas de
música se oyen.
Voy a salir
No más fingir
No más servir
La noche es pa' mí no es de otro
Te voy a colgar
Ya no hay vuelta atrás
Si me llamas, no respondo Tira porque te toca a ti perder
Que aquí ya se perdió tu game
Tiro porque me toca a mí otra vez
Solo con perderte ya gané
Me giro y paso mis manos a toques por todo mi cuerpo
Pero si me toca, toca, tócame
Yo decido el cuándo, el dónde y con quién Miro fijamente a Duxlan, esto es
una declaración.
Duxlan
Veo a Aldara salir corriendo hacia la ventana y me cuesta un segundo
entender que pasa, y cuando lo hago se me para el corazón. Sin pensarlo
salgo corriendo tras ella y me lanzo. Veo su cuerpo caer y me materializo a
su lado. La envuelvo en mis brazos, me mira y se acurruca contra mí. Nos
saco de allí antes de llegar al suelo lanzándonos contra mi piscina privada.
Nos hundimos hasta el fondo y nos impulso para tomar aire. Cuando
salimos a la superficie veo que no está consciente. Me estoy poniendo
nervioso. Nos acerco a la orilla y subo su pequeño cuerpo. Me impulso con
ambas manos y me arrodillo a su lado. La pongo boca arriba y presiono su
pecho para darle un pequeño impulso a su cuerpo para hacerla reaccionar.
Nada. Vuelvo a repetirlo y veo que comienzo a toser y a sacar agua por la
boca. La ayudo a incorporarse mientras la sostengo contra mi pecho.
— Eso ha sido muy divertido, deberíamos repetirlo — la oigo decir
entre tos y tos.
La separo de mí para mirarla a los ojos.
— Lo que has hecho es muy estúpido, podría haberte pasado algo,
podría no haber llegado ¿en qué demonios estabas pensando? — la
reprendo enfadado.
Me mira con sus ojos aguamarina y me sonríe.
— Eso significa que no lo vamos a repetir ¿no?
Y me tengo que reír porque ella es imposible. La abrazo nuevamente
contra mí para calmarme, todavía tengo esa sensación de miedo de perderla.
Cierro los ojos y la veo saltar por la ventana.
— ¿Por qué lo has hecho? — le pregunto susurrando contra su pelo.
Noto que se encoge de hombros.
— Ya te dije que no me gusta que me encierren.
— No iba a pasarte nada allí encerrada, pero saltando por la ventana sí.
Se separa y me mira. Aún estamos sentados en la orilla de la piscina.
— Sé que es más peligroso saltar que quedarse, pero simplemente no
puedo, me ahogo estando encerrada. La vida es más fácil verla pasar que
vivirla, pero no es ni la mitad de divertida si no hay un poco de riesgo.
— ¿Tus padres te castigaban en el sótano o algo así? — le pregunto
curioso.
— Algo así — me contesta esquiva.
— ¿No me lo quieres contar?
— ¿Realmente lo quieres saber?
Su pregunta me pilla desprevenido ¿Por qué no querría saberlo?
— No hace falta que seas amable conmigo. Te agradezco que me
libraras de acabar como una pegatina en el suelo pero ya estoy bien, puedes
volver con Zairena — me dice mirando hacia otro lado.
¿Celos? No sé si es eso. Sonrío.
— Si quisiera estar en otro lugar, estaría en otro lugar. Soy el rey.
Ella bufa una sonrisa. Y sonrío con ella nuevamente. Me gusta que no
vea mi corona, que me trate como alguien igual que ella. Salvo Senox,
Tradiel y Nero, nadie más lo hace. Me levanto y le tiendo la mano.
— ¿Vienes?
— ¿A dónde?
— Tendrás que confiar en mí.
Me mira unos instantes y finalmente toma mi mano. La ayudo a
levantarse y la acerco a mí. Me gusta esta sensación de tenerla tan cerca. Es
capaz de llevarme al límite saltando por una ventana, pero me trae una
calma que no había conocido hasta ahora.
Nos trasporto a mi habitación. Por ahora solo un grupo muy reducido de
personas han estado allí. De las chicas elegidas ninguna. Es mi espacio
personal.
— ¿Dónde estamos? — me pregunta separándose a pesar de que está
mareada por el viaje.
— Mis aposentos privados.
Se gira para mirarme.
— ¿Quién dice todavía aposentos? Eres tan antiguo.
Y ahí está de nuevo haciéndome sentir solo yo. Mira por toda la
habitación curiosa. Creo que le ha gustado que la haya traído. Mi
dormitorio no es nada del otro mundo. Mucho más grande que cualquiera
pero no tiene nada raro que pueda llamarle la atención.
— Esperaba encontrar alguna mujer escondida aguardando por su
momento — me dice girándose y mirándome.
— Las he sacado antes de traernos — le contesto siguiéndole la broma.
— Lo sabía.
La veo tiritar levemente. Noto que está un poco pálida.
— ¿Te encuentras bien?
— Si — me contesta con otro leve tiriteo.
Frunzo los labios. No me gusta que me mienta. No me gusta que me
diga que está bien cuando claramente no lo está. Doy una zancada hacia ella
y cojo su cara entre mis manos. Noto la energía de su cuerpo disminuir, la
adrenalina está bajando y eso, junto con el agua que chorrea de su ropa
están haciendo estragos en su salud.
— Ven, tienes que entrar en calor — le digo indicándole que pase hacia
mi baño.
Camina hasta la puerta, ve lo que hay tras la puerta y se detiene. Me
mira. Es adorable.
— Aldara, ahora vas a meterte a la ducha, sola — le aclaro y respira —
mientras voy a ir a decirle a Nero que sigues viva porque lo noto bastante
agitado y sé que es culpa tuya.
— ¿Lo notas?
Siempre se me olvida que ella no está familiarizada con nosotros.
— Si, puedo notarlo, es parte de mi círculo. Después volveré y
tendremos una pequeña charla tú y yo.
Ella asiente y se mete dentro cerrando. Cómo si eso hiciera algo. La oigo
soltar una barbaridad sobre el tamaño de mi baño. Me trasporto riéndome.
En la sala solo queda Nero.
— Está bien. — le digo a sus espaldas.
Se gira y respira.
— ¿Puedes creer que saltó? — me dice divertido.
— Lo que no puedo creer es que después de tener que darle dos
impulsos para reanimarla lo primero que me dijera es que cuando lo íbamos
a repetir —le digo ante su atónita mirada.
— No te creo.
—Créelo amigo.
Nero me mira divertido.
— Tú también has notado que es diferente ¿verdad? —me pregunta
Nero mirando por la ventana.
Asiento y me sitúo junto a él.
—De las cuatro es la que más tiene que demostrar y a la que menos le
interesa —continúa Nero sin mirarme.
—No le interesamos ninguno, salvo Milos
Nero me mira, quizás haya sonado más quejica de lo que pretendía.
—Si quieres un consejo, y aunque no lo quieras te lo voy a dar. Olvídate
de Milos.
—No puedo —y lo digo de verdad —no me gusta que ella lo ame y no
me gusta que él esté aquí. Quizás lo eche.
—Sería un gran error.
Lo miro porque no entiendo cómo hacer desaparecer a ese idiota de
palacio puede ser un error.
—Ella lo ha amado toda su vida pero él la ha defraudado. Ahora mismo
Aldara se está eligiendo a ella sobre él. Verlo aquí, en el lugar por el que la
ha traicionado, con la mujer por la que la ha dejado, no hará más que
ratificar que ha tomado la decisión correcta.
Lo observo pensando en sus palabras. Puede que tenga razón.
—Si te interesa, trátala bien y deja que sea ella misma quien te elija. Si
no te interesa entonces déjalo claro para que los demás podamos hacer
nuestro juego.
Miro a Nero entre sorprendido y enfadado.
— ¿Quieres hacer un movimiento con Aldara?
—Dux no te enfades. Considero a Aldara mi amiga y a ti mi hermano.
Si te interesa es toda tuya, pero si no es así, es una mujer por la que vale la
pena intentar que se enamore.
Sigo mirándolo, no sé qué decir.
—También te advierto que yo estoy siendo directo y voy de frente
porque eres como mi hermano. No esperes que otros hagan lo mismo.
— ¿Otros?
— ¿En serio eres tan idiota de creer que nadie más que tú, y yo, se ha
fijado en ella?
Lo miro pensando en lo idiota que soy.
—Por tu expresión veo que sí que eres idiota —me dice riéndose —
entonces ¿estas interesado en ella?
—Definitivamente.
Nero me sonríe. Y yo le devuelvo la sonrisa. Quizás tenga que hacerle
caso más a menudo, parece saber mucho sobre este tema.
—Creo que voy a seguir tu consejo, creo que he tenido una idea —Nero
me mira expectante —encargarte, mi gran consejero social, de hacerle
llegar una invitación a la Warlock dueña de Milos para que pase aquí una
temporada.
Nero me mira y en su cara aparece una sonrisa cómplice. Ha entendido
perfectamente lo que quiero.
—Como desee mi gran rey —y desaparece.
Hasta donde sé ella iba a estar unos días fuera y luego regresaría a por
su juguete para marcharse. Es una mujer impresionante con la que tuve algo
hace unos años pero demasiado pesada para tenerla mucho tiempo
alrededor. Espero que esto no tome demasiado porque recuerdo que era
bastante insufrible. Me materializo nuevamente en mi habitación y pillo a
Aldara revisando una foto de mis consejeros y yo colgada en la pared.
—Ahí teníamos apenas quince o dieciséis años —le digo
sobresaltándola.
— ¡Joder! Voy a tener que poneros cascabel ¿es necesario entrar así a
una habitación? ¿Dónde quedó la emoción de llamar a la puerta?
Suelto una carcajada.
— ¿Ya estas mejor? —Le pregunto mientras la miro.
Recién salida de la ducha, sin maquillaje, con el pelo secado sin cuidado
alguno que le da un toque salvaje y con esos pantalones cortos que le he
dejado junto a una camiseta de tirantes tiene un aspecto glorioso. Se pone
todo el pelo a un lado dejando su cuello libre para que lo muerda y me
cuesta una vida no hacerlo.
—Tienes una ducha milagrosa —me contesta con una gran sonrisa.
— En esa foto estábamos pasando un día en una piscina privada de un
primo lejano —sigo diciendo mientras me sitúo detrás muy cerca de su piel
— Siempre nos ha gustado hacernos fotos para inmortalizar nuestras
escapadas ¿Tú tienes alguna foto de cuando tenías esa edad en la piscina?
Aspiro y el aroma de su pelo limpio me llena entero. Doy un paso atrás
porque sé que si no lo hago no voy a poder resistirme y acabaré pasando
mis labios por su hombro.
— Apenas hace unos días he sabido lo que era una piscina como para
haber ido de joven y haberme hecho una foto —me dice girando hacia mí.
— ¿No sabias lo que era una piscina? —Ella niega— ¿qué hacías para
sofocar el calor?
—Íbamos a algún río o lago. Aunque no es tan divertido —me contesta
enseñándome una cicatriz en la parte trasera de su muslo izquierdo —Milos
me lanzó al agua jugando y caí contra el filo de una roca.
Frunzo el ceño ante la mención de ese nombre.
—Perdón —Se disculpa.
—No tienes porque. A decir verdad siento curiosidad por vuestra
historia, por tu historia.
Me mira ladeando la cabeza. No podría importarme menos la
procedencia de Milos pero como está ligada a la de Aldara me preparo a
escuchar, si es que ella quiere contármelo. Ella se lo piensa un momento.
—Está bien, supongo que es justo ya que yo sé muchas cosas de ti que
me ha contado tu tío.
Nota mental, preguntarle a mi tío Catraielo qué demonios le ha contado
a Aldara sobre mí.
—Sentémonos entonces —le digo señalando un gran sofá redondo lleno
de cojines con un respaldo bajo de color azul como sus ojos.
Me siento en un lado apoyando mi codo sobre el respaldo. Ella se sienta
frente a mí con el cuerpo girado y la rodilla doblada tocando un cojín. Doy
un pequeño saltito y me coloco más cerca, nuestras rodillas tocándose.
Parece no molestarle porque no se aparta. Punto para mí.
— ¿Qué quieres saber? —me pregunta poniendo el puño en su mejilla
para apoyarse.
— ¿Cómo os conocisteis?
Ella sonríe levemente mientras rememora un recuerdo. No me gusta.
—Para eso tengo que remontar un poco ¿sabes cómo es el sistema de
emparejamientos de mi ciudad natal?
Niego con la cabeza
—Allí nos educan para ser buenas esposas desde pequeñas. Nos
mantienen puras para que nuestros maridos puedan sacar una buena dote
por vender nuestra energía a los Warlock. Pero cuanto mejor marido
quieres, más dinero inviertes en conseguirlo. Yo soy la pequeña de cinco
hermanas y mi madre se dio cuenta de que no iba a poder casar a sus hijas
adecuadamente porque en casa no entraba suficiente dinero. Así que decidió
venderme.
—Eso no es legal.
—No fue un problema. Hay maneras de hacerlo, es un secreto a voces.
— ¿Cuantos años tenías?
—Creo que ocho. No lo recuerdo bien.
Ahora tenía sentido lo que dijo que no sabía cuándo era su cumpleaños,
era demasiado pequeña para acordarse.
— ¿Qué pasó?
—Me vendió a una subasta como huérfana. Fue ahí cuando mi miedo a
los sitios cerrados comenzó. La noche antes de la venta nos metieron a
todos en un sótano con comida pero sin ventanas ni luz. Oía sollozos, ruidos
de más niños moviéndose alrededor, pero no podía verlos.
Puse mi mano sobre su pierna para transmitirle todo lo que sentía en ese
momento. Mi pena por esa niña asustada. Y mi rabia por esos padres.
Espero no encontrármelos nunca, no iba a ser un espectáculo bonito.
—No me fue tan mal. Me compraron por mucho dinero y esa noche,
cuando nos metieron nuevamente en el sótano para repartirnos al día
siguiente entre nuestros nuevos dueños, Milos se quedó cerca. Durante la
venta me cogió de la mano y en la oscuridad hizo lo mismo. Creo que ya
ahí me había enamorado de él. Me dijo que él se largaba de allí y que si
quería podía ir con él. No lo pensé dos veces, estaba aterrorizada pero la
alternativa era mucho peor.
—Fuisteis muy valientes
—Y muy estúpidos, casi nos matan. Cuando salimos corrimos hasta que
nuestros pulmones estaban en llamas. Y nos prometimos estar siempre uno
junto al otro.
Veo que baja la cara y me acerco para subirla con mi dedo en su
barbilla. Una lágrima recorre su mejilla y la limpio con un beso.
—No quería ponerte triste.
—Y no lo has hecho. Tuve una vida feliz. No necesitaba, ni necesito, el
dinero para disfrutar de la vida. Y una vez que me vaya de aquí recordaré
estos días de lujos de la misma manera.
Quito la mano de su cara.
— ¿Piensas irte? —Le pregunto irguiendo mi espalda.
—En algún momento te cansarás de mí y tú mismo me suplicaras que
me vaya —me contesta burlona.
— ¿Y si eso no pasa? —le pregunto serio.
—Pasará —me dice para tranquilizarme —de todas maneras, esta forma
de vida no es lo mío.
— ¿Porque? ¿No te gusta la buena vida?
— Lo de comer a diario varias comidas es lo que más me gusta, pero no
es por eso. No podría estar con alguien y compartirlo. No quiero que me
rompan el corazón nuevamente.
— ¿Y si no me tuvieras que compartir?
—Duxlan —adoro cuando dice mi nombre en ese tono tan dulce—eres
el Warlock más poderoso de todos y por lo tanto el que más alimento
necesita. En algún momento yo no sería suficiente o habrás agotado toda mi
energía.
—Encontraría la manera de que esto funcionara
Me acerco más y pongo mi mano en su mejilla. Ella cierra los ojos y
recuesta su cara sobre mí. Toma una larga respiración y vuelve a abrirlos.
Va a decir algo que no me va a gustar así que me lanzo contra sus labios.
Son suaves y sabe a almendras. Paso mi lengua sobre sus labios y ella suelta
un pequeño gemido que me da acceso a su lengua. Profundizo el beso
agarrando su nuca y la a traigo más hacia mí. Nunca es demasiado cerca
con ella. Pasamos unos minutos reclamando la boca del otro. Pongo mi otra
mano en la espalda de Aldara, debajo de la camiseta. Ambos nos
estremecemos por el contacto.
—Dux necesito hablar contigo —oigo a Nero al otro lado de la puerta.
Lo ignoro. Aldara intenta apartarse pero no la dejo y sigo besándola.
—Dux, en serio.
—Olvida que está ahí—le digo contra sus labios.
—Quizás es importante —dice ella sonriendo.
—Dux, voy a entrar. —Suspiro y me retiro. Aldara se ríe. —No creas
que esto ha acabado —le digo levantándome para abrirle a Nero.
Aldara coge mi mano y me retiene levemente.
—Duxlan, dame tiempo.
Asiento. Con esas tres palabras noto una punzada en mi pecho.
Esperanza.
—Espero no interrumpir nada —dice Nero entrando alegre a mi cuarto.
Se va directamente junto a Aldara y se sienta en MI SITIO.
— ¿Qué haces aquí? —le pregunto un poco irritado por la interrupción.
—Verás, la persona a quien has invitado a pasar unos días está aquí.
— ¿Aquí? Esa persona ¿está aquí? ¿Ya? ¿Tan pronto?
Apenas hace un rato que le pedí que viniera.
—Aquí, cerca. Muy cerca.
Miro a Aldara nervioso. Ella suelta una carcajada. Nero y yo nos
quedamos mirando sin entenderlo.
—Chicos, no hace falta tanto secretismo. Se nota a leguas que habláis
de una mujer.
Se levanta y nos mira a ambos.
— ¿Podemos hablar claramente? —pregunta Aldara con las manos en
sus caderas.
—Por supuesto pequeña —contesta Nero acomodándose en el sofá.
—Ni de coña —digo dando una zancada hacia Aldara y desapareciendo
con ella en mis brazos. Esta conversación es privada.
Aparecemos en su habitación y yo mantengo mis brazos alrededor de
ella y ella me abraza de vuelta.
—Dame un minuto más —le pido cuando intenta separarse. Se ríe y me
deja un poco más. —Aldara, no es lo que…
—Duxlan, no me debes explicaciones— Me dice cortándome. —
Aunque no me gusta que estés con otras mujeres no puedo pedirte
exclusividad cuando mi corazón aun pertenece a otro. Al menos parte de él
Y esa declaración me duele pero me reconforta a la vez.
— ¿Que sientes por mi Aldara?—me atrevo a preguntarle.
Ella se separa y me mira.
—No lo sé. Estoy confundida. Se supone que Milos era mi para
siempre, ahora no se ni qué lugar ocupo en el mundo.
Creo que tiene miedo de reconocer que no le soy indiferente, los besos
que nos hemos dado me lo demuestran por mucho que ella quiera ocultarlo.
Así que me la juego.
—Entonces no puedo parar mi vida hasta que te decidas, ojalá lo hagas
antes de que sea tarde para que haya un nosotros.
Y me voy de allí materializándome nuevamente en mi cuarto y dejando
a Aldara con esa pequeña mentira.
Tenemos un contrato por dos años
Milos
Debra ha vuelto antes de tiempo, no sé el motivo pero no me gusta. No
creo que se haya enterado de lo ocurrido antes con Aldara. Me siento
esperándola en mi habitación recordando a mi Ald, mi dulce Aldara. Volver
a besarla me ha hecho recordar lo mucho que la amo aunque ahora ella no
lo vea de esta manera.
— Milos — oigo que dicen a mi lado.
Me giro y veo a Debra, es una warlock preciosa pero no puede
compararse con mi Aldara.
— Debra ¿Qué tal el viaje? — le pregunto intentando sacar algo de
información.
— Milos, seamos claros, ni a ti te preocupa mi viaje ni a mí que hace un
rato estuvieras con esa zorra humana. Al menos ya no.
La miro sorprendido. Debra es una mujer celosa que no le gusta
compartir. No sé qué ha cambiado para que ella ahora diga estas cosas.
— Necesito que me seas sincero — me dice moviéndose hasta estar
frente a mí — de esto depende tu libertad y tu dinero.
Eso me pone alerta.
— ¿Qué relación tienes con la zorra con la que se ha encaprichado el
rey?
La miro y no sé qué contestar. No sé si quiere oír que si o que no.
Sopeso mi respuesta y me arriesgo.
— Es la chica de la que te hablé — le confieso.
Me mira con los ojos abiertos como platos. No se esperaba que esa
fuera mi respuesta. Aun no sé si eso es bueno o malo.
— ¿Aldara es la mujer de la que estás enamorado y de la que te has
separado por ser mi fuente?
Asiento lentamente.
— Entonces esto que tengo que proponerte te va a interesar.
Se sienta a mi lado entusiasmada. No sé qué plan tiene en mente pero he
descubierto que es bastante retorcida. No como mi Aldara.
— No sé si sabes que es el propio rey el que me ha mandado llamar
para pasar aquí una temporada.
Niego porque no tenía ni idea.
— Pues así es — dice ella — hace algunos años tuvimos un leve
escarceo, él aún era príncipe y yo una joven inexperta.
No la creo en lo más, mínimo.
— La cuestión es que creo que su interés en mi puede acabar conmigo
en el trono, pero esa humana tuya lo distrae, y necesito que la quites de en
medio.
— No voy a hacer daño a Aldara, jamás — le digo dejando claro que
ella es intocable.
— Tranquilo machote que no es eso lo que te pido, quiero que te vayas
y la lleves contigo.
La miro extrañado, no entiendo nada de lo que me dice.
— Tenemos un contrato por dos años.
— Lo sé, pero aunque te quiero de fuente eres prescindible, el rey no.
La miro un segundo dándome cuenta de cómo me ha utilizado.
— Cielo, esto es fácil. Te doy absolutamente todo el dinero y tu libertad
a cambio de que te lleves a esa humana lejos de aquí.
Una gran sonrisa se dibuja en mi cara.
— Cuenta conmigo.
¿Hola? ¿Hay alguien ahí?
Aldara
Me quedo sentada en mi cama pensando en las palabras de Duxlan. Está
siendo claro conmigo y eso me gusta. Me gusta cómo me cuida, su forma
de envolver sus brazos sobre mí, el roce de sus labios. Pero estoy aterrada,
el dolor de perder a Milos, la decepción de encontrarlo…son sentimientos
que aún no sé cómo manejar.
Decido salir a deambular por palacio. Desde que estoy aquí no lo he
hecho. Sé que Analsa y las demás están todo el día socializando con la
nobleza warlock pero a mí es que me da una pereza terrible tener que
sonreír a gente que no conozco y que no le intereso. Bueno, rectifico, les
intereso por el color de mis ojos, soy solo eso. Triste.
Salgo y me dirijo a la azotea, me gustan las alturas, se ve todo con
perspectiva. Subo un tramo de escaleras que me llevan a un pasillo sin
salida, retrocedo y pruebo por el siguiente, acabo una planta más arriba pero
aun nada. Deberían poner un mapa en este sitio, no tengo claro que sepa
como volver. Miro por una ventana para tratar de orientarme y me fijo que
justo en frente se ve una escalera metálica que lleva a una especie de
tejadillo. Mi misión es llegar allí. Cruzo el pasillo nuevamente y me meto
por la última puerta que veo, espero no encontrar a nadie en pelotas.
Afortunadamente son unas escaleras y las subo. Puedo notar el aire fresco
así que no estoy lejos. Un par de tramos más y antes mí una puerta medio
abierta me dice que estoy en el sitio correcto. Salgo y noto la escalera
metálica que vi desde la ventana de en frente. Subo por ella y me siento
contra la pared admirando las vistas. Son increíbles. Se puede ver todo
Alfoz. Los muros del castillo llegan hasta bien lejos. Y fuera se puede
distinguir el tumulto de la ciudad y la calma de los bosques aledaños. Hay
de todos los colores, nunca había visto tanta diversidad junta. Me encanta.
— ¿Ald? —oigo una voz que reconozco perfectamente subiendo por la
escalera hacia mí.
— ¿Cómo sabias que estaba aquí? — le pregunto a Milos cuando su
cabeza asoma.
— Te vi desde abajo, te estaba buscando.
— Genial, ya me has encontrado, ya puedes irte — le digo son una
sonrisa fingida.
Él se ríe ignorando mi comentario, termina de subir y se sienta a mi
lado.
— ¿Qué quieres Milos? — le pregunto separándome un poco de él. Se
ha sentado demasiado cerca.
— Ald, sé que lo que hice estuvo mal, pero te amo. Lo sabes ¿verdad?
Creo que lo sé, mejor dicho, lo sé pero no me ama tanto como al dinero
y eso para mí no es suficiente.
— ¿Cuándo te empezó a importar más el dinero que el amor?
Mi pregunta sale un poco amarga pero es así como me siento. Llevamos
más de quince años juntos y todo ha acabado por culpa del maldito y
podrido dinero.
— ¿Tan malo es querer mejorar? ¿Tener comida en la tripa cada día?
¿No tener que dormir en un agujero en la pared?
Lo miro y le doy una sonrisa triste, no lo entiende.
— No es que prefiera pasar hambre a tener comida, ni que me guste
vivir asustada de si vendrán a alimentarse de nosotros. Pero prefiero eso
contigo a todo sin ti.
Me mira esperanzado.
— Al menos eso creía.
Y la desilusión se instala en su mirada.
— Aun puede funcionar, lo nuestro — me dice convencido.
Lo miro porque debe estar loco si cree que voy a aceptar la propuesta
que me hizo.
— Me han ofrecido ser libre. Si nos vamos tu y yo hoy mismo podemos
ser libres.
— ¿Qué hay que dar a cambio? —no me fio.
— Nada, además nos iríamos con mucho dinero Ald, para los dos, para
formar nuestra familia. La familia con la que siempre soñamos.
Lo miro y recuerdo esas conversaciones sobre nuestro futuro.
Tendríamos dos hijos, nos daba igual si niños o niñas o uno de cada. Pero
queríamos que nunca estuvieran solos, que al menos se tuvieran el uno al
otro. Queríamos que sacaran mi color de ojos y su color de pelo, mi sonrisa
y sus orejas, mi habilidad para el cálculo y la suya para la escritura. Iban a
ser perfectos. Iban a ser nuestros.
— Milos, mataste ese sueño el día que decidiste que el dinero era más
importante que nosotros.
Milos me mira, su mente corre a mil por hora. Lo sé porque sus ojos se
mueven levemente a un ritmo frenético.
— ¿Es por él? — me pregunta serio.
Y me gustaría de decir que no, que todo es culpa única y
exclusivamente de él. Pero no puedo negar que conocer a Duxlan ha tenido
algo que ver.
— Él no te obligo a dejarme, así que no intentes quitarte culpa —le
contesto para evadir decir nada más comprometedor.
— Es por él — me repite pero esta vez afirmando afligido — no te
merece Ald.
— ¿Y tú sí?
— No, pero yo te amo más.
— Bonita forma de amar.
— Ven conmigo y te lo demostraré, verás con tus ojos que a él no le
interesas y serás tú misma quien quiera pedirle tu libertad y volver
conmigo.
Lo dice convencido mientras se levanta. Lo miro aun sentada. Vacilo un
momento pero necesito saber cómo de importante soy y como de
importante es él para mí. Y aun confío en Milos.
Al verme levantar Milos sonríe y cambia de estado de ánimo. Lo sigo
por un camino distinto por el que he venido, o es creo. Nos dirigimos
directamente abajo, por una puerta lateral que ni siquiera había visto
salimos al jardín. De allí vamos a través de un pasillo de arbustos altos
hacia una arbolada. Me dice que vaya despacio y que no haga ruido con un
gesto. Ralentiza el paso y va buscando esconderse. Lo imito sin saber muy
bien porque.
De pronto se para y me pide que me quede quieta. Él se adelanta un
poco, sigiloso y amparado por los troncos anchos de los árboles. Mira
detrás de uno y vuelve a mi lado. Me hace un gesto para que lo siga, y lo
hago. Traza el mismo camino sigiloso y me pide que me asome. Lo hago y
no me gusta lo que veo. Duxlan está sentado en un banco en el claro frente
a mí y una mujer junto a él, muy cerca, demasiado. Lo está tocando
casualmente mientras se ríe. Me suena de algo pero no logro ubicarla.
Vuelvo a esconderme tras el árbol. Piensa Aldara, piensa.
Y en un momento caigo. Es la misma mujer con la que descubrí a Milos
la noche antes de la coronación. Miro nuevamente porque un sentimiento de
celos me recorre por dentro. Me gustaría ir allí y tirarle del pelo tan fuerte
que se quedara calva.
— ¿Ves? — me dice Milos susurrando — él no es diferente a mí.
Como si la infidelidad en grupo fuese aceptada porque si lo hacen los
demás ¿Por qué yo no?
— Es diferente, él y yo no somos nada.
— ¿Vas a defenderlo aun después de encontrarlo con otra mujer? — me
pregunta un poco más alto de lo que le hubiera gustado a Milos.
Es casi de noche, la oscuridad nos ampara pero no nos enmudece.
— ¿Quién anda ahí? — oigo que pregunta Duxlan.
Doy un paso al frente, hacia el claro, puesto que no tengo porque
esconderme, y porque quiero que sepa que los he visto.
— Perdonar alteza — oigo a Milos detrás de mí — estaba enseñándole a
Aldara los jardines. Esperamos no interrumpir.
Duxlan se dirige a nosotros y la mujer lo sigue colgándose de su brazo.
— ¿Visitando el jardín de noche? —me pregunta mirándome a los ojos.
Increíble, está aquí con otra mujer y aún tiene el descaro de ponerse
tonto por hacer exactamente lo mismo.
— Por lo visto es un lugar muy popular — le contesto mirando como la
warlock pasea su mano por el brazo de Duxlan.
Duxlan alza las cajas ante mi respuesta y sonríe, creo que le ha gustado
verme un poco celosa. Quita la mano de ella de su brazo sin dejar de
mirarme.
— ¿Podemos hablar? — me pregunta.
— Si, además yo también tenía algo que comentarte.
Milos me mira entusiasmado.
— Duxi — oigo decir a la warlock y juro que casi no puedo contener la
carcajada ¿Qué tipo de nombre es Duxi?
— Un momento Debra, necesito hablar con Aldara un segundo.
Sonrío porque me gusta que me haya elegido por delante de ella. Me
pongo a su lado y le susurro al oído.
— ¿Nos sacas de aquí?
Me mira y una enorme sonrisa se extiende en su rostro.
— Si nos disculpáis — dice un segundo antes de rodearme entre sus
brazos y hacernos desaparecer.
Aparecemos en mi habitación. Sostengo mi cabeza un segundo, no sé si
algún día pueda acostumbrarme a esto. Cuando se separa de mi permanece
callado un segundo mirándome.
— Aldara, lo que has visto ahí, lo que te dije ayer, yo…
— Quiero que te alimentes de mi — le digo cortándolo y
sorprendiéndolo a la vez.
— ¿Puedes repetir?
— Quiero que te alimentes de mí.
Me mira en silencio. Me pongo nerviosa, no había barajado la opción de
que no quisiera.
— ¿Estas segura?
Asiento.
— ¿Sabes lo que ello conlleva?
— Más o menos.
Me sigue mirando. Aun no me ha dicho que sí, aunque tampoco que no.
Mis nervios aumentan y él no para de mirarme.
— Si no quieres no hay problema, era una sugerencia — le digo
intentando salvar algo de mi orgullo.
— Aldara, nena, estaba mirándote para memorizar ese color de ojos no
para pensármelo. He deseado alimentarme de ti desde el momento en que te
conocí.
Y siento como me quito un peso de encima y respiro.
— ¿Cómo se hace esto? ¿Cuánto dura? — tengo dudas del proceso.
— Todo depende de lo que nosotros queramos. El punto principal de
conexión es nuestra mente así que si juntamos nuestras frentes puedo
controlar el ritmo de tu energía fluyendo hacia mi ¿sabes que se siente?
¿Alguien te lo ha explicado?
— Tu tío me dijo que era algo sexual ¿no?
— Más o menos, entre nosotros va a ser diferente porque no solo quiero
tu energía, también quiero tu cuerpo y tu mente.
Sonrío sonrojándome un poco. Parezco una adolescente enamorada.
Espero no hacer el ridículo.
— Acércate — me pide y lo hago.
Nos encontramos frente a frente, me saca casi una cabeza pero no
importa porque sin previo aviso me alza en sus brazos y me deja sobre la
cama. Él se tumba junto a mi, de lado, acariciando mi cara y memorizando
el color de mis ojos. Después de esto cambiaran de tono.
— ¿Estas preparada? — me pregunta dulcemente.
— Todo lo que puedo estarlo.
Me da una leve sonrisa y baja su frente hasta apoyarla contra la mía. Su
mano sujetando mi mejilla y parte de mi cuello. Me da un breve beso en los
labios y cierra los ojos. Yo hago lo mismo. Un segundo después comienzo a
notar algo dentro de mí. No sabría explicarlo. Como si me estuviera
acariciando suavemente con la punta de sus dedos. Pasa de mis piernas y
brazos hacia mi pecho. Abro los ojos porque no sé si es él o hay alguien
más. La luz ha desaparecido, tan solo nos ilumina la noche estrellada.
Compruebo que no hay nadie más y vuelvo a cerrar los ojos. Puedo sentir la
energía recorrerme entera. Mi centro comienza a palpitar y suelto un
pequeño gemido. Me remuevo debajo de él y noto que también está duro.
La sensación de placer sigue aumentando y necesito contacto físico.
— Duxlan por favor, tócame — le ruego, ya tendré luego tiempo de
avergonzarme, ahora lo necesito a él.
Noto su mano abandonar mi mejilla y bajar suavemente. Y de pronto
siento la brisa sobre mi piel, sobre toda mi piel. Abro los ojos y veo que él
también los ha abierto, no lleva ropa, y yo tampoco. Ventajas de la magia
supongo. Una música comienza a sonar. Es perfecto.
— ¿Me dejas probar algo? — me pregunta sin separar su frente de la
mía.
Arqueo mi cuerpo contra el suyo cuando un impulso recorre mi espalda
directo a mi centro.
— ¿Puedo? — me repite.
— Por favor — le contesto como si de un ruego se tratara.
Se pone despacio sobre mí, sin apartar jamás su frente de la mía. Noto
su peso pero no me aplasta. Abro mis piernas para que nuestros cuerpos
encajen mejor y él se posiciona en mi entrada.
— Pon tus manos por encima de tu cabeza —me ordena y obedezco.
Él entrelaza sus manos con las mías y despacio, muy despacio, se va
introduciendo en mí. Puedo notarlo cada segundo y un pequeño gruñido
sale de su garganta. Cuando ha llegado al final enredo mis piernas en su
cintura porque necesito sentirlo muy dentro de mí. Se toma un minuto antes
de empezar a moverse y cuando lo hace gimo de placer porque jamás había
sentido algo así. Comienza su balanceo dentro y fuera de mí lentamente,
muy lentamente mientras sigo notando como mi piel es acariciada por todos
lados sin soltar mis manos.
La energía de mi cuerpo comienza a aumentar, con cada embestida lenta
noto que crece y quiero gritar. Creo que él también porque rompe el
contacto con mi frente y me besa muy profundamente, al mismo ritmo que
sus embestidas. Mi centro palpita y noto como él crece dentro de mí.
Vuelve a apoyar su frente contra la mía. Vuelvo a notar todo el placer de las
caricias sobre mi cuerpo.
— Nena, vamos juntos — me pide mientras aumenta levemente el
ritmo.
Muevo mi cuerpo contra el suyo porque noto algo formándose dentro de
mí. Siento una gran crecida en mí y aumenta nuevamente el ritmo. Estoy a
punto, él también. Tan solo tres veces más hacen falta para que mi orgasmo
me invada haciéndome gritar mientras noto como una gran energía recorre
todo mi cuerpo hasta mi cabeza y me abandona. Oigo su grito de liberación
antes de que todo se vuelva negro.
No sé cuánto tiempo ha pasado pero noto besos recorriendo mi espalda,
intento abrir mis ojos pero no puedo, estoy muy cansada. Siento el aroma de
Duxlan y vuelvo a intentar abrir los ojos.
— Descansa mi dulce Aldara — me dice pero no quiero hacerle caso.
Consigo abrir mis ojos y veo que estoy boca abajo y él está encima.
Subo un poco mi trasero para que sepa que estoy lista para una segunda
ronda. Lo oigo reír.
— Nena, tienes que descansar, lo de anoche fue muy intenso, fui muy
intenso, lo siento. Nunca me había pasado, me dejé llevar y saqué
demasiada energía de ti.
¿Anoche? Y me doy cuenta que entra el sol por la ventana levemente.
Trato de girarme pero no puedo. Noto sus manos ayudándome a hacerlo.
Mis parpados aun pesan.
— Creo que estuvo muy bien — le confieso con una sonrisa soñolienta.
Abro los ojos y me doy cuenta de que me mira atentamente. Eso me
espabila un poco. Gira un poco su cabeza y entrecierra los ojos.
— No es posible — susurra.
— ¿Qué ocurre?
No me contesta y eso me está asustando. Me coge la barbilla con su
mano.
— Mírame.
Lo hago y se acerca.
— ¿Puedes decirme que ocurre?
— Tus ojos.
— ¿Qué les pasa?
— Son azules.
— Siempre lo han sido ¿tan horrible es el tono que tiene ahora?
— No, digo que siguen siendo del mismo azul. No han variado ni un
poco.
— No es posible.
— Eso he dicho yo.
— Quizás no sacaste tanta energía como creías.
— Aldara, créeme, me alimenté de ti más de lo que hubiera hecho de
dos fuentes normales, es totalmente imposible que tus ojos no hayan
cambiado de color ni siquiera un poco.
Duxlan se levanta y noto que lleva ropa interior. Una pena, anoche no
pude ver bien lo que tengo ahora delante. Se gira hacia la ventana abierta
estirándose. Me incorporo lentamente y me dispongo a salir de la cama,
quiero comprobar yo misma que mis ojos son del mismo tono. Quizás
Duxlan no se haya dado cuenta del cambio, pero yo sí que notaré cualquier
variación por pequeña que sea.
Saco las piernas de la cama y enrollo la sabana a mi cuerpo, yo no tengo
nada de ropa puesta, esto no es justo. Me levanto poco a poco mientras
Duxlan sigue dándome la espalda, aun mira por la ventana. Me quedo
quieta un segundo para estabilizarme, noto un poco de mareo. Miro a la
puerta de mi baño, mi objetivo es llegar allí, la luz es mucho mejor que la
que hay en el tocador de la habitación. Doy un pequeño paso pero mis
piernas no tienen fuerza para sujetarme y caigo al suelo, o casi, Duxlan está
ahí para recogerme.
— ¿Dónde vas? ¿No te he dicho que tienes que descansar? — me
pregunta alzándome y llevándome a la cama nuevamente.
— Quiero mirarme al espejo.
— ¿No te fías de mí?
— No conoces mis ojos como yo — le aclaro.
Me da un beso en los labios.
— Podría dibujar tus ojos con cada mota, cada brillo y cada tono
aguamarina sin necesidad de mirarlos. Me perdí en ellos la primera vez que
los vi.
Lo atraigo hacia mí y le doy un beso dulce en los labios.
— Aun así — digo contra su boca — quiero comprobarlo.
Se ríe contra mis labios y me recoge de la cama para llevarme al baño.
Me sienta al lado del lavamanos y me giro como puedo aun enrollada en la
sabana.
— Si quieres puedes quitarte la sabana, no me molestaría en absoluto –
me dice besando mi hombro desnudo.
— Ja, ja — le contesto mirándolo a través del espejo.
Me acerco a mi reflejo y veo, aparte de a mí misma con aspecto de
haber tenido una gran noche, el mismo color de ojos que he tenido siempre.
Abro bien los parpados buscando cualquier indicio pero nada, sigue todo
igual.
— ¿Me crees ahora? — pregunta Duxlan detrás de mí con los brazos
cruzados sobre su pecho.
— ¿Cómo es posible?
— No lo es, iré a hablar luego con Senox, Tradiel y Nero a ver si ellos
conocen de algún caso similar — asiento — de momento regresemos a la
cama señorita, esta tarde tenemos una cacería en honor a nuestra invitada y
tienes que descansar.
Arrugo la frente al oír invitada, con suerte alguien le pegará un tiro en la
pierna. Volvemos a la habitación y a la vez que Duxlan me está dejando en
la cama se oye como alguien golpea la puerta.
— Ald ¿estás ahí?
Reconozco esa voz, es Milos. Duxlan me mira. Me encojo de hombros,
no sé qué quiere.
— Vete Milos — digo sin dejar de mirar a Duxlan.
— Si, vete Milos — repite Duxlan con una sonrisa pícara.
Se hace el silencio tras la puerta.
— ¿Ya le has dicho lo del plan para irnos? — Pregunta a traición —
¿Qué te parece su majestad?
Duxlan se acerca a la puerta y la abre de golpe, tan solo con su ropa
interior puesta, y dejándome ver a mi enrollada en una sábana en la cama
revuelta. Está marcando territorio.
— Lo siento Melos.
— Es Milos — le corrige en un tono irritado.
— Eso, perdona, Milos. Anoche no hablamos demasiado si sabes a lo
que me refiero.
— Ald, te espero donde ayer para hablar.
— No creo que pueda, la he dejado sin fuerzas.
Y dicho esto le cierra la puerta en la cara.
— ¿Era necesario todo ese numerito? — le pregunto porque no me
gusta que me traten como objeto de colección.
Duxlan no me contesta, ni me mira.
— ¿Hola? ¿Hay alguien ahí?
Se gira y me mira ¿enfadado?
— ¿Es cierto lo que ha dicho Milos?
— No.
— ¿No habéis hablado de un plan para iros?
— Bueno, sí.
— ¿No es cierto que ibas a decirme eso anoche? Porque imagino que
por eso estaban juntos cuando nos encontramos.
— Eso es cierto a medias…
— Para — me corta Duxlan.
Gruñe.
— Déjame que te lo explique, no es lo que crees.
Y no lo era.
— Ahora mismo no creo que pueda atender a razones — dice
poniéndose una ropa que ha aparecido en la cama, no sé cuándo ha pasado
eso.
— Pues deberías, no he hecho nada malo. Voy a ir a hablar con Milos
para…
— Ni se te ocurra, no vas a salir de aquí, no vas a ir a su encuentro.
Me cruzo de brazos.
— Sabes que no acaba bien cuando intentas retenerme en un sitio
cerrado, esta vez no va a ser diferente.
— ¡Joder! Obedéceme. Estoy muy cabreado pero no quiero tener que
preocuparme esta tarde sobre tu salud.
Está enfadado y su rabia habla por él, si tan solo atendiera razones
podría comprender que lo que ha hecho Milos es tan solo un juego de
palabras para molestarlo.
Estoy demasiado cansada para discutir en este momento así que asiento,
me recuesto dándole la espalda y cierro los ojos. Noto que se va. Espero
que esta tarde en la cacería me dé oportunidad de hablar con él. También
quiero hablar con Milos, tengo que decirle que me he enamorado de
Duxlan.
Exacto, han es la palabra clave.
Duxlan
No puedo creer como ha acabado la cosa después de pasar la noche más
increíble de mi vida. He estado a punto de arrojar al humano por la ventana
cuando se ha atrevido a pedirle un encuentro a Aldara frente a mi.
Aldara ha intentado explicarse pero no la he dejado, no sé si hay una
buena explicación para esto. No entiendo como habla con Milos de
marcharse y pasa la noche conmigo. Debe haber una explicación pero ahora
mismo no la encuentro. Aun así estoy preocupado. Anoche me alimente
demasiado de ella, aún tengo que averiguar cómo es posible que no haya
cambiado el color de sus ojos. Lo mejor será consultarles a Senox, Tradiel y
Nero.
Me trasporto directo a nuestra sala azul. La última vez que estuvimos
todos allí Aldara saltó. Solo recordarlo me da escalofríos. Me siento en el
mismo lugar que la última vez esperando que mis consejeros y amigos
lleguen. Lo hacen prácticamente a la vez. Se sientan todos formando un
circulo y esperan a que hable, pero no sé por dónde empezar, no sé qué
contarles exactamente.
— Dux ¿para qué nos necesitas? — me pregunta Nero, es imposible que
este callado por un minuto así que no me sorprende que sea el primero en
hablar.
— Necesito haceros una consulta y necesito que seáis serios con esto.
— ¿Qué ocurre? — pregunta Tradiel preocupado.
— ¿Conocéis de algún caso en el que el humano usado como fuente no
haya cambiado ni el tono ni el color de los ojos tras haber sido alimento
para un warlock?
Se quedan los tres pensando. Senox es el primero en hablar.
— No, siempre hay un cambio, un desgaste en sus ojos. Quizás leve si
no ha habido mucha absorción de energía por parte del warlock.
Ahora es Nero quien me mira.
— ¿Te has alimentado de alguien? ¿Eh? ¿Pillín? Tienes cara de
satisfecho. Y de gruñón.
No sé para qué me molesto en convocarlo, sabía que iba a ponerse en
este plan. Lo ignoro. Tradiel sigue sin decir nada.
— Tradiel ¿sabes de algún caso similar?
Como médico puede estar al tanto de algo. Niega con la cabeza.
— Se podría investigar, hay muchos factores que pueden influir. Si el
warlock es inexperto.
— No es el caso —le contesto.
— O la fuente está agotada total o parcialmente.
— No es el caso tampoco.
— Se me acaban las opciones Dux, si no me das más información no
puedo decirte mucho más — me contesta Tradiel.
Sopeso si decirles o no todo, no quiero que la noche entre Aldara y yo
se haga de dominio público. Aunque pensándolo mejor he sido muy
evidente más temprano con Milos y necesito ser sincero si quiero que me
ayuden.
—La fuente es Aldara y el Warlock soy yo, así que no aplica ninguna de
los casos que has expuesto Tradiel.
Veo como los tres se incorporan en sus asientos. Mirándome erguidos.
— ¿Cómo es eso? — me pregunta Senox.
— ¿Te has alimentado de ella y no ha perdido el color de sus ojos? —
ese es Tradiel.
— ¿No ha cambiado nada de nada su tono? —El turno de Nero.
Niego con la cabeza.
— Ni un ápice. Es exactamente igual al que era — explico ante la
atónita mirada de mis amigos.
— Danos detalles Dux, esto puede ser histórico.
Dice Tradiel, como médico está interesado. Nero me mira y sé que no es
eso lo que quiere saber. Senox también parece intrigado aunque no sabría
decir el motivo exacto.
— Anoche las cosas se calentaron entre nosotros — comienzo.
— Uhhhhhuhhhhhuhhhh — me interrumpe Nero.
— La cuestión es que ella me pidió que me alimentara, estaba
totalmente dispuesta y lo hice. Pero no fue solo un poco, no. Creo que
jamás me he alimentado de esta manera con nadie. Ella quedó inconsciente
al acabar.
— Joder Dux, que no eres un crio — me reprende Nero. Le tiene un
cariño especial a Aldara.
— Lo sé, lo sé. Pero no estabais allí. No fue solo alimentarme, fue algo
diferente. La energía entre nosotros fue intensa, pura, me sació como nunca
antes.
Tradiel me mira interesado.
— Quizás podríamos hacer algunas pruebas para comprobar la calidad
de su energía — piensa en voz alta —podemos probar a alimentarnos varios
de nosotros mientras la monitorizamos para ver si es posible cambiar el
tono de sus ojos.
— Olvídate de eso, no va a pasar.
Puede que ahora mismo este enfadado con ella, pero no voy a dejar que
nadie más la toque o se alimente de ella. Ella es mía.
— Me lo pones difícil Dux.
— Algo se te ocurrirá Tradiel. Confío en ti.
Me levanto para irme. Debra está esperándome porque quiere
comentarme algo de la cacería de esta tarde. Pero sigo pensando en Aldara.
Espero que se encuentre bien.
— Nero — llamo para que se reúna junto a mí un poco apartado —
necesito un favor.
— Lo que quieras Dux.
— Pásate a ver a Aldara y asegúrate que está bien.
— ¿Y porque no vas tú mismo? No me digas que ahora que ya has
conseguido lo que querías vas a pasar de ella para saltar a la siguiente.
— No, ahora mismo tenemos algunas diferencias que arreglar y ella
tiene mucho que explicar, por eso no puedo ir yo mismo.
— Ah! Entendido, orgullo estúpido.
— Eso es.
Se ríe.
— Joder, deja de hacer eso.
Siempre consigue que admita este tipo de cosas, es realmente bueno con
las palabras. Me mira aun riendo, me hace una reverencia y desaparece de
mi vista. Me vuelvo y me despido con la mano de Senox y Tradiel. Me
traslado al salón del trono donde sé que Debra me espera.
Llego y aparezco ya sentado en el trono. Debra está de pie frente a mí,
escaleras abajo.
— Majestad — me saluda con una reverencia.
— Ahórratelo Debra, hay confianza.
Me sonríe.
— ¿Qué necesitas que hablemos? — le pregunto mientras hago aparecer
un butacón justo detrás de ella para que tome asiento.
— Gracias.
Se sienta delicadamente, cruza sus piernas y me mira.
— Como sabes, desde hace poco he adquirido una fuente nueva, Milos.
Asiento.
— Él es un humano que rescaté de un mercado de esclavos, bueno, para
ser exactos él me ayudó cuando tuve algunos problemas. Me encapriché de
él y formalizamos un contrato ¿lo has visto?
— No, no era algo que me interesara.
Quería que llegara ya al meollo de la cuestión.
— Por encima te diré que en el contrato él iba a permanecer dos años
junto a mí a cambio de una fuerte suma de dinero. Me contó sobre una
humana de la que estaba enamorado y yo, que no me gusta compartir, le
puse como condición que no podía verla en el periodo de tiempo que durara
nuestro contrato.
— Me parece razonable.
— Mi sorpresa llegó al enterarme que esa humana — se notaba el
desprecio en su voz — no era otra que una de tus fuentes, la tal Aldara.
— Así es, estaba al tanto. No sé a dónde quieres llegar — empezaba a
aburrirme.
— La cuestión es que ahora Milos me pide que lo libere ya que va a irse
con Aldara.
Me incorporo un poco en mi trono. Esto me interesa.
— ¿Y se lo vas a permitir?
Apelo a su orgullo.
— No quería pero me ha contado que su situación es desesperada. Se
aman realmente y ella está dispuesta a irse con él. Debe amarlo mucho si es
capaz de dejar el palacio y todos sus lujos por vivir una vida austera a su
lado.
Noto mi ira crecer. Así que todo era cierto. Se van a ir juntos. Me mintió
cuando me dijo descaradamente. Noto el odio crecer dentro de mi ocupando
todo el espacio.
— Ahora que ya sabes todo ¿puedo pedirte algo?
Asiento sin ganas.
— Esta tarde iremos de cacería y, por lo que sé, vendrán tus fuentes ¿Es
así?
— Si, estas en lo cierto.
— Creo que podría llevar a Milos y hacer un pequeño intercambio.
— Te escucho.
— Aldara sería mía durante la cacería y Milos tuyo. No quiero
torturarlos pero si que me sentiré un poco mejor tratándoles como seres
inferiores que son.
La miro y apoyo mi cabeza en mi mano. Pienso en que sería muy
divertido hacerle pasar un mal rato a Milos, le tengo ganas. En cuanto a
Aldara si ella está bien no veo porque no pueda compartir la misma suerte
que su enamorado. En cuanto a marcharse juntos, eso aún está por ver.
Aldara de momento es mía.
— Me parece bien — le contesto y me mira con una gran sonrisa en su
cara — no quiero excesos pero podemos divertirnos un rato.
Debra da palmaditas entusiasmada. Es una mujer muy simple, se
conforma con una venganza infantil estúpida. En estos momentos, yo
también.
Paso el resto del día organizando el despacho para estar libre a la hora
de la cacería. Los papeles se amontonan a mí alrededor. Tengo que revisar
mi agenda para los próximos meses. Las audiencias para conocernos
formalmente tras mi nombramiento comenzaran en breve.
— Dux — oigo frente a mi.
— ¡Joder! — Grito sobresaltado por la sigilosa llegada de Nero a mi
despacho — voy a ponerte cascabel.
Tal y como dijo Aldara. Aldara.
— ¿Cómo está?
— Bien, un poco débil pero ella no te lo reconocerá.
Sonrío porque sé que es así.
— Tenemos que hablar Dux.
— Dime.
— Sobre lo que ocurre entre Milos y Aldara.
Levanto mi mano para que calle y lo hace.
— Ya sé lo que pasa entre ellos y sus planes.
— No lo sabes.
— Nero, te aprecio, pero ahora mismo no estoy de humor para esta
mierda.
— Cuando te pones así eres insoportable amigo. Voy a dejarte en paz
hasta la cena, después hablaremos tú y yo. No es justo como la estas
tratando.
Y dicho esto desaparece frente a mí sin dejarme darle una réplica más.
Tiro un vaso que tengo en mi mesa vacío contra la pared. La frustración me
puede. Termino los papeles que tengo delante y me alisto para la cacería.
Disfruto con estas cosas desde pequeño. La emoción de la persecución. Me
cambio y bajo al vestíbulo principal. Senox, Tradiel y Nero ya están allí.
Este último me mira mal. Sendira, Analsa y Zairena conversan alegremente
con Debra. Busco a Aldara pero no la localizo. Quizás se encuentre mal.
Quizás vaya a verla a su habitación.
— Puedo sola, gracias — la oigo decir y miro de donde procede su voz.
La veo sentarse en los escalones, Milos a su lado. Nero va a su
encuentro. Traidor. Observo como todos mis guardias se posicionan en la
entrada, a pesar de que vamos a un bosque que mando construir mi padre
para hacer de pulmón de la ciudad y en el cual nunca pasa nada, mi jefe de
seguridad me ha llenado de guardias. Vuelvo a mirar a Aldara, no tiene
buena cara, debería obligarla a quedarse en la cama. Milos la rodea con su
brazo y la atrae hacia él. Ella se deja, él le planta un beso en la sien y ella
recuesta su cabeza contra su hombro. Es un gesto muy íntimo y que parece
muy natural entre ellos. Mis celos están provocándome una ira que no se si
voy a poder contener.
— Duxi — oigo a Debra llamarme.
Sigo mirando a Aldara quien ahora clava sus ojos en mí. Se intenta
levantar de su posición, claramente la he pillado, no quería que la viera así.
Bajo al vestíbulo para reunirme con las chicas y emprendemos el
camino hacia fuera. Una vez allí nos hacemos cargo de los humanos para
trasportarlos al bosque. Nero se encarga de Aldara. Acabamos en un claro
que conozco perfectamente, en la sección de árboles azules.
— ¿Habéis estado alguna vez en una cacería warlock? — pregunto a
Zairena, Analsa y Sendira.
— Por supuesto mi rey, nuestro padre nos enseñó cómo comportarnos
en esta situación y todo lo que debíamos saber — dice Zairena con una
dulce sonrisa.
— Yo también majestad — concluyó Sendira.
Miro a Aldara, por su cara veo que no tiene ni idea.
— Bueno chicas, como veis hemos venido más humanos que warlock
así que si no os importa y visto que me han hablado de Aldara mucho
últimamente, la elegiré a ella — dice Debra haciéndole un gesto para que se
acerque.
Aldara mira a Nero y a Milos indecisa, no sabe qué hacer.
— Milos, tu irás conmigo — le ordeno.
Noto el desconcierto en su cara. Prepárate.
— ¿Alguien puede explicarme cómo funciona? —pregunta Aldara con
timidez.
No puedo apartar mis ojos de ella.
— Ald, yo te explico — se ofrece Milos sonriente.
— Aldara — comienzo ignorando el ofrecimiento del idiota que tengo
frente a mí — soltaremos una presa y vosotros deberéis cazarla.
— ¿Cómo que cazarla?
— Nosotros os vamos enviando a diferentes puntos para perseguirla y
gana el equipo que la capture. Vosotros formareis el primer equipo. El resto
de warlocks ya están emparejados.
— A ver si lo entiendo. Creáis una criatura que soltáis y hacéis que
corramos tras de ella para ganar algo.
– No es tan sencillo — interviene Debra — la criatura en si es una bola
de energía capaz de defenderse con las garras de un oso o los dientes de un
león.
— ¿Hay que correr mucho? — pregunta y creo que es porque no se ve
preparada.
La estoy forzando, me acabo de dar cuenta de que este juego estúpido
no nos lleva a ningún lado.
— Puedo llevarte a casa si quieres —le ofrezco a Aldara — si aún no
estas lista.
Me mira y noto su enfado.
— Estoy perfectamente, lista para ganar contra esa estúpida bola de
energía o lo que quiera que sea eso.
— Aldy — oigo a Nero en tono de súplica.
— Me lo prometiste.
Y él se calla. Tengo que preguntarle luego de que va todo eso de la
promesa.
— Está bien —le digo aunque no muy convencido — hemos abierto
una serie de brechas que conectan los diferentes puntos del bosque. Os
lanzaremos contra la primera y a partir de ahí estáis solos.
Ella asiente. Vemos una enorme bola de luz descender hacia el centro
del bosque. Cojo a Milos por su muñeca. Debra hace lo mismo con Aldara.
— ¿Qué ganamos si la cogemos? —pregunta Aldara, su espíritu
competitivo sala a flote.
— Lo que quieras — le digo y en el mismo momento me arrepiento
porque sé que me va a pedir su libertad.
— Considerar ese bicho vuestro.
Antes de que pueda retractarme de mis palabras se oye el estallido que
indica el inicio. Debra desaparece de mi lado con Aldara y regresa sin ella.
Sonriendo. No me gusta. Hago lo mismo con Milos, lo suelto pero antes lo
amenazo.
— Esta bajo tu responsabilidad.
— Siempre — me contesta con soberbia.
Regreso con el grupo. Las chicas están hablando animadas mientras
miran en el plan de ruta cómo va la cosa. Vemos a Aldara y Milos
desaparecer entre brechas. Aldara busca puntos de apoyo, no hay árbol que
pase por el que no se agarre. Me preocupa, no sé si esto es demasiado.
— Dux, debes parar esto — oigo a Nero a mi lado — ella no está bien.
— Lo sé, lo he notado.
— Entonces detén esto.
— No creo que ella lo acepte, está en juego su libertad para irse con
Milos.
Nero se gira a mirarme.
— ¿De qué demonios estás hablando?
— Le he prometido que si gana puede pedirme lo que quiera.
— Y tú asumes que será eso lo que te pida
— ¿Qué otra cosa seria?
— Amigo, de verdad que eres demasiado idiota para tu propio bien. Ella
no piensa irse con Milos.
— Eso no es lo que me han dicho.
— Exacto, han es la palabra clave.
— No te entiendo.
— Antes cuando he ido a revisar el estado de Aldara he tenido una
charla con ella. No es como tú estas imaginándotelo, para nada.
— ¿Cómo es entonces?
— Milos le ofreció anoche la posibilidad de irse juntos, sí, pero ella
nunca dijo que lo haría. Ella no quiere irse.
— ¿Cómo estas tan seguro?
— Me lo ha dicho ella misma.
— Entonces ¿porque Debra está tan segura de que Milos y ella iban a
irse juntos?
— ¿En serio no puedes imaginártelo?
Lo miro callado porque no sé a qué se refiere.
— Aldara está en medio entre la corona y ella, tenía que deshacerse de
ella así que le dio a Milos su libertad y dinero para que se la llevara lejos.
Mientras escucho sus palabras todo comienza a cobrar sentido. No me
ha mentido, la noche que pasamos juntos fue real.
— Te das cuenta ahora porque te digo que eres idiota ¿Verdad?
Gruño y me giro para encarar a Debra.
— Debra, ven aquí un momento. — le ordeno.
Ella deja la hoja de ruta a las chicas que nos miran sorprendidas, nunca
me habían visto cabreado de esta manera. Llevo del brazo a Debra a un
lugar apartado.
— ¿Sabes que mentir a tu rey es delito? — le pregunto sumamente
enfadado con ella y conmigo.
— Duxi...yo…lo siento…ella estaba separando nuestro amor…
Esta tía está loca.
— No me digas que lo sientes porque no…
— ¡Aldara! —oigo a Analsa gritar.
Me giro y veo a Aldara frente a una de la brechas de rodillas, con las
manos en el suelo vomitando.
— Mierda.
Corro hacia ella pero antes le doy una mirada de advertencia a Debra,
esto no ha acabado.
— Aldara — la llamo mientras me acerco.
Ella levanta su mano para que me detenga. No me quiere cerca. Lo
entiendo. Milos aparece a su lado.
— Vamos Ald — la ayuda a levantarse y le deja, mientras que a mí me
excluye.
— Voy a llevarte a casa —le digo con voz de mando.
Ella da un paso atrás.
— No, no lo harás. Ya sé que esta es tu manera de castigarme por lo que
crees que hice, bien, cumpliré mi castigo, pero cuando traiga esa bola ante ti
y gane, tendrás que darme lo que yo quiera.
Y dicho esto se lanza contra la brecha y desaparece delante de mí. Milos
se encoje de hombros y la sigue. Sonriendo. Quiero matarlo.
— Debra!!!! — Grito furioso — dame la maldita hoja de ruta.
Ella me la da, temblorosa. La cojo y miro como Aldara va
desplazándose a un ritmo constante. Milos aparece tras ella en todo
momento.
— Vas a entrar ahí y sacarla — ordeno a Debra.
Me mira horrorizada, las brechas para los warlock no son nada
divertidas. No están hechas para nosotros. Coge la hoja de mis manos y
desaparece ante nosotros.
Sé que esto no es habitual, una cacería no puede verse interrumpida una
vez que comienza, pero no voy a dejar que Aldara acabe mal por mi
desconfianza, mis celos y las mentiras de una loca.
Pasan unos minutos y Debra no vuelve. Quiero ir yo mismo pero se ha
llevado la hoja de ruta así que puede estar en cualquier sitio. Suena una
bocina de alarma, warlock herido. Mierda. Me reúno con el maestro de
cacería que me muestra la hoja de ruta de los warlock y vemos a Debra
tirada en el suelo. Nos trasladamos hasta allí. Miro alrededor buscando qué
le ha podido ocasionar esto.
— Tiene sangre en la cabeza — dice el maestro de cacería que está
agachado junto a ella.
Noto unos dedos tocando mi espalda desde atrás. Me giro y Nero me
mira asustado. Me entrega algo. La hoja de ruta de los cazadores humanos.
— No está.
— ¿Quién no está?
— Aldara, no está.
Miro y compruebo que es así. Ha desaparecido y no tengo la menor idea
de dónde o como se encuentra.
Entonces, las dos queremos lo mismo.
Aldara
— Voy a llevarte a casa —me dice Duxlan con voz de mando.
Doy un paso atrás.
— No, no lo harás. Ya sé que esta es tu manera de castigarme por lo que
crees que hice, bien, cumpliré mi castigo, pero cuando traiga esa bola ante ti
y gane, tendrás que darme lo que yo quiera.
Y dicho esto me lanzo contra la brecha y desaparezco. Estoy exhausta,
noto mi cuerpo cansado pero no voy a dejar de ganar, voy a coger esa bola
de energía y ganar esta estúpida cacería. Después voy a recoger mis cosas y
largarme con Catriel, estoy harta de esto. De estar teniendo que justificar
constantemente cada una de mis acciones. Harta de que me castiguen por
algo que no he hecho.
Veo a Milos aparecer detrás de mí sonriendo. Espero que Duxlan no nos
siga, no quiero verlo, no después de pasar la noche juntos y acabar siendo
despreciada de esta manera. Si no puede confiar en mí, da igual todo lo que
podamos sentir. No quiero una vida atada a una explicación. Miro la brecha
esperando que aparezca Duxlan, me alegra que no lo haga, pero también me
decepciona.
— No va a venir, los warlock tienen un muy mal momento pasando por
estas brechas — dice Milos contestando una pregunta que no he hecho.
Me conoce muy bien.
— Mejor.
— ¿Qué tal te encuentras? — me pregunta acercándose.
— No tan mal como para no ganar. Milos, debemos ganar, me lo debes.
— ¿Qué es lo que quieres pedir Ald?
— Mi libertad.
Sus ojos se amplían por la sorpresa y una gran sonrisa aparece en su
cara.
— ¿Aceptarás irte conmigo?
— No, no quiero saber nada de ti ni nada de él, ni nada de nadie. Quiero
irme y ser yo por una vez en mi vida.
Me mira durante un segundo. Se acerca y me da un beso rápido en los
labios.
— Primero voy a ganar y luego te voy a convencer de que estar juntos
es lo correcto.
Y acto seguido sale de mi vista por una brecha que se acaba de abrir
frente a nosotros.
— Muy bonito — oigo detrás de mí.
Me giro y veo a Debra junto a la brecha por la que hemos llegado Milos
y yo. No tiene buena cara.
— ¿Qué quieres? — le pregunto sin rodeos, tengo un bicho que agarrar.
— Que desaparezcas para siempre de nuestras vidas querida.
— Entonces las dos queremos lo mismo.
— Si, pero las dos sabemos que Duxi te buscaría si desaparecieras y tú
acabarías volviendo con él. Así que he decidido tomar cartas en el asunto.
— ¿Es esta? — oigo la voz de un hombre tras de mí.
— Si, y por favor, intentar no dejarme marca, con ella haced lo que
queráis.
Me giro para mirarla porque no sé qué está pasando. Mala idea. El tipo
aprovecha para acercarse por detrás y agarrarme por la cintura con un brazo
y taparme la boca con la otra mano. Forcejeo lo que puedo, mi cuerpo no
está en su mejor momento.
— No te muevas — gruñe.
Y no sé si me lo dice a mí porque Debra se queda muy quieta. El tipo
cambia de posición su agarre para retenerme y callarme con el mismo
brazo. Con el otro veo su mano por delante de mí y una bola de luz de color
plateado formándose en su palma. Crece durante un momento antes de
lanzarla contra Debra. Grito aunque el sonido de mi voz es amortiguado por
la asquerosa mano del tipo que me sujeta. La bola de luz alcanza a Debra en
la cabeza y cae desplomada contra el suelo.
— Tu turno — me dice al oído — dulces sueños.
Y antes de que pueda pensar en sus palabras todo se vuelve negro.
Noto mi cama muy dura debajo de mí. Y se mueve. Es dura y se mueve.
No tiene sentido. Me cae un mechón de pelo en la cara, levanto la mano
para apartarlo y rozo algo.
— ¡Ay! — se oye a mi lado.
Abro los ojos sobresaltada. No hay mucha luz, aunque la suficiente para
darme cuenta de que ya no estoy en el palacio, estoy en una furgoneta. Y no
estoy sola.
— Hola — oigo decir a mi lado. Ladeo un poco mi cuello para ver
quien me habla.
Una joven de uno dieciocho años está sentada a mi lado. Me intento
incorporar pero me cuesta, estoy cansada y aturdida.
— Déjame que te ayude — se ofrece cogiendo mi antebrazo y tirando
de él.
Logro sentarme y apoyo mi espalda contra la pared de la furgoneta.
— ¿Dónde estoy? — le pregunto.
— Estamos de camino a ser vendidas como esclavas.
Mi mente tarda un segundo en registrar sus palabras pero cuando lo
hace grito.
— Shhhhh — me dice tapando mi boca — no grites por favor, ellos
odian que gritemos.
Y lo dice tan asustada que le hago caso. La miro y me doy cuenta de su
aspecto desaliñado, su ropa rasgada y sus pómulos inexistentes por la falta
de comida. Debe vivir como lo hacía yo antes de que toda esta locura
comenzara.
— No pareces del tipo de fuente que secuestran para el mercado negro
de esclavos — dice mirándome como lo acabo de hacer yo con ella — por
cierto soy Raxa.
— Aldara — le contesto.
— ¿Cómo acabaste aquí? — me pregunta pero mis recuerdos están
confusos, además no sé si fiarme de ella, así que me callo y no digo nada —
a mí me apresaron cuando buscaba comida anoche en unos cubos junto a la
plaza Marenexia.
— ¿Qué va a pasar con nosotras?
— Depende de cuánto puedan sacar. Mis ojos son anaranjados así que
no pinta bien para mí. Acabaré alimentando a algún warlock ¿de qué color
son los tuyos? — me pregunta acercándose.
Giro mi cara porque no quiero que los vea.
— Morados — miento, no sé porque, pero miento.
— Bueno, por ti aún pueden sacar algo.
La furgoneta se para. Por la ventanilla de la puerta trasera puede verse
movimiento aunque está tan sucia que no puedo distinguir nada. Se abre el
portón trasero y veo al mismo tipo que en la cacería sujetar la puerta.
— Llévate a esa —dice señalando a Raxa — ante la vieja medidora.
Un tipo que no había visto aparece y la coge del brazo bruscamente.
Desaparece con ella. No sé si la volveré a ver.
El tipo de la cacería va a cogerme pero me voy hacia atrás todo lo que
puedo, hacia el fondo de la furgoneta.
— Por las buenas o por las malas, tú decides — dice sosteniendo una
bola de luz en su mano color naranja.
Me lo pienso un segundo y gateo hasta él.
— Buena elección.
Me bajo y observo que estamos en un poblado construido con tiendas de
campaña. A mi alrededor hay warlocks y humanos simples. Algunos con
ellos, otros atados como perros. Me paro al observar a Raxa entrar en una
tienda turquesa al fondo del asentamiento. Noto un empujón.
— Camina princesa — me gruñe.
Veo como algunos warlocks me observan al pasar y darse cuenta del
color de mis ojos. Bajo mí vista al suelo. Me siento indefensa. No sé qué
hago aquí ni quien me ha hecho esto. Quiero llorar.
Caminamos hasta la tienda más grande. Es enorme. Tiene dos guardias
apostados en su entrada y el suelo cubierto de alfombras. Me llevan dentro
y observo una hilera de mujeres, humanas simples, en el suelo encadenadas.
Están sentadas sobre cojines de colores. Visten unos atuendos reveladores
formados por gasas de colores. Ninguna me mira. Es como si no notaran mi
presencia. Mejor dicho, como si ellas no tuvieran presencia.
— ¿Es esta? — oigo preguntar delante de mí.
— Así es Comandante —contesta el mismo que me ha llevado hasta
allí.
Sigo sin mirar hacia arriba.
— Mírame — me ordena.
Lo ignoro.
— ¿Es sorda?
— No que yo sepa.
— Mírame, es una orden.
Sigo sin hacerlo. Oigo un gruñido tras de mí y el hombre que me ha
traído se pone a mi lado, coge mi barbilla con su mano y en un gesto poco
amable me hace alzar la cara. Entonces lo veo. Un hombre enorme,
desaliñado, fuerte, con ojos que dan miedo y una sonrisa aterradora está
sentado ante mí. En una especie de trono, subido en dos escalones.
— Increíble — susurra.
Se levanta y se acerca. Huele mal. Se para frente a mí y se agacha, para
poder estar a mi altura. Mira de cerca mis ojos. Su aliento contra mi nariz
me provoca una arcada.
— Así que es cierto, es pura — confirma tras unos segundos
evaluándome —nunca nadie se ha alimentado de ti.
No digo nada, no dejo que sepa que Duxlan sí que lo ha hecho.
— Llevadla a mi tienda, voy a probarla, voy a ser el primero.
Un escalofrío me recorre todo el cuerpo. Se va a alimentar de mí. No
quiero. No soporto la idea de que lo haga. No se lo voy a permitir.
El mismo hombre que me ha secuestrado me saca de allí y nos
encaminamos hacia una tienda casi tan grande que hay en el lateral derecho.
Tiene solo una gran cama, espejos, alfombras, cojines en el suelo, una
bañera, jarras de agua, todo muy simple pero a la vez muy recargado.
— Espera aquí — me dice lanzándome dentro.
Caigo de rodillas. Me levanto e intento salir pero hay dos guardias en la
puerta que me miran advirtiéndome que no es buena idea. Vuelvo a entrar.
Miro a mi alrededor. Tengo que encontrar como salir. Registro cada pared
de la tienda en busca de un agujero o un resquicio de dónde tirar. Nada.
Paso un buen rato más mirando pero no hay nada de nada. No hay mucha
opción.
— El Comandante vendrá en cinco minutos — oigo que alguien avisa
afuera a los guardias de la puerta.
Mi desesperación aumenta. No quiero que me toque. No puedo soportar
la idea. Cojo una jarra de agua y la estrello contra el suelo. No hace ruido,
las alfombras amortiguan el sonido, pero se rompe en pedazos. Pienso en
coger uno y matar al Comandante, pero en caso de que pudiera hacerlo
luego ¿Qué? Fuera hay dos de sus hombres y más allá decenas de ellos. No
llegaría demasiado lejos y sé que soy valiosa, no me matarían, no, me
esperaría un futuro bastante peor.
Me siento junto a los pedazos rotos y dejo salir mi rabia y mi llanto.
Ojala Duxlan estuviera aquí, ojala pudiera haberle dicho todo lo que sentía.
Cojo un trozo de cristal y lo pongo contra mi cuello. Mis lágrimas
recorriendo mi cara. Cierro los ojos y pienso en los brazos de Duxlan a mí
alrededor. En la sensación de paz que me da. Aprieto un poco contra mi
piel. Voy a hacerlo. Pero quiero que mi último pensamiento sea un
momento feliz y pienso en él, en su olor, en sus labios sobre los míos.
No lo hagas
Abro los ojos de golpe y miro a mi alrededor. No sé si he oído que no lo
hiciera. Pero no hay nadie allí solo yo.
— No va a ser tan fácil princesa — oigo esta vez claramente al
Comandante en la puerta de la tienda.
Siento como algo arranca el cristal de mis manos y lo veo dirigirse hacia
mí. Me levanto y retrocedo pero de pronto no puedo moverme. Voy a gritar
pero no puedo, no tengo voz. El pánico comienza a apoderarse de mí. No
puedo moverme, no puedo hablar, y él sigue acercándose. Llega hasta a mí
y limpia una lagrima de mi mejilla pasando su lengua por ella. Tengo ganas
de vomitar. Pasea alrededor mío mirándome. No puedo nada más que
mover los ojos.
— Voy a disfrutar no solo de tu energía, también de tu cuerpo — me
dice pasando sus dedos por mi cintura — espero que cuando te libere sepas
comportarte.
Y noto como recupero mi movilidad.
— Tu voz de momento no te la regreso, no me gusta que chillen o
lloren, me desconcentran.
Le doy un empujón y se ríe.
— Princesa, no lo hagas más difícil.
Lanzo mi puño hacia él. Lo atrapa fácilmente en su mano y me retuerce
el brazo.
— Veo que no vas a colaborar así que volveremos a lo de antes.
Y nuevamente no puedo moverme. Pasa su nariz por mi cuello
aspirando mi olor. Asqueroso. Luego se sitúa justo delante de mí y baja su
cabeza hasta que nuestras frentes quedan unidas. Lo va a hacer. Coge mi
cara entre sus manos y comienzo a notar lo mismo que cuando Duxlan se
alimentó de mí. Me concentro cerrando los ojos y negándome a darle nada.
El aprieta su frente con más fuerza. Sigue un minuto entero sin que pase
nada más que ese leve cosquilleo inicial.
— ¿Qué demonios estás haciendo? — me pregunta retirándose.
Noto la voz en mi nuevamente.
— Nada.
— No puedo alimentarme de ti.
— No estoy haciendo nada.
— ¡Guardias! — Grita y los hombres de la puerta entran — traedme a la
vieja medidora inmediatamente.
Sigo en medio de la habitación sin poder moverme. Puedo hablar pero
decido no hacerlo. En menos de dos minutos una mujer muy mayor, de pelo
blanco, ojos verdes y encorvada aparece en la tienda.
— Dígame que necesita Comandante.
— Quiero que averigües que está haciendo para que no pueda
alimentarme de ella — le grita.
— Eso es imposible, una humana no puede hacer eso. Solo un warlock
de nivel superior puede bloquear una fuente, pero para ello primero debe
haberse alimentado de ella, y por el color de sus ojos veo que no ha sido así.
¿Es pura?
— Así es.
— Entonces no tiene sentido. Llevadla a mi tienda, allí tengo los libros
que necesito.
— Quiero alimentarme de ella hoy — amenaza el Comandante.
— Haré todo lo que pueda Comandante — le contesta la anciana
saliendo de la tienda.
Noto que puedo moverme y los dos guardias de la entrada me escoltan
tras la señora. Nos dirigimos por detrás del resto de tiendas por lo que nadie
nos ve pasar. Vamos directos a la tienda azul turquesa en la que entro Raxa
la última vez que la vi. La anciana se para en la puerta, nosotros unos pasos
atrás.
— Dejadnos solas — ordena.
Los guardias se miran preguntándose uno al otro si deben hacerle caso.
— Soy la warlock de mayor nivel, detrás del Comandante, no queréis
hacerme enfadar.
Ambos guardias se miran, se dan la vuelta y se alejan.
— Pasa querida —me indica amablemente.
Y yo camino dentro. La estancia está llena de estanterías con libros. Un
camastro al fondo. Es mucho más sencilla que la del Comandante y no da
tanto miedo. Es más acogedora.
— Siéntate — me ordena señalando una mesa y dos sillas en un lateral.
— ¿Cuál es tu nombre?
— Aldara.
— Muy bien — contesta colocando la otra silla frente a mi muy cerca
— yo soy Ohmia.
Asiento con la cabeza.
— Soy la encargada de calibrar las fuentes que llegan hasta aquí para
certificar sus usos y así tener una venta documentada ¿sabes de lo que te
hablo?
Niego con la cabeza.
— Tengo la capacidad de notar cuantos de nosotros se han alimentado
de ti.
Vale eso si lo había entendido y no me gusta.
— Ahora relájate, no te dolerá.
Y se sienta frente a mí, pone sus manos sobre mis sienes y cierra los
ojos. Noto algo entrar a través de mi cabeza, recorrer mi cuerpo y salir por
donde ha entrado. Abre los ojos.
— ¿Ya? — pregunto.
— No es posible — murmura y vuelve a repetir lo mismo que ha hecho
hace un minuto.
Vuelvo a notar la misma sensación.
— Aldara, noto que un warlock, uno poderoso, se ha alimentado de ti,
pero tus ojos no denotan eso ¿estoy en lo cierto?
La miro sin decir nada, no pienso colaborar.
— Niña mírame, esto es importante, si es lo que creo voy a ayudarte a
salir de aquí.
Eso capta mi atención. Pero no me fio, ella está aquí voluntariamente
haciendo daño a humanos simples como yo.
— Veo que no confías en mí, chica lista.
Se levanta y coge un vaso con agua, bebe y vuelve a sentarse frente a
mí.
— Está bien, comenzaré contándote algo — yo asiento — hace más de
trescientos años que no se ha conocido un caso como el que creo que es
este.
La miro atenta.
— Los humanos, como bien sabes, sois nuestra fuente de energía, pero
sois una fuente que se agota. Aunque no lo creas, somos seres
complementarios, el uno sin el otro no prosperaría.
Me rio, no somos nada más que mascotas, me lo dijo Catriel.
— No te rías, es así. Pero no todos sirven para complementar al otro,
tienen que darse las circunstancias especiales que desencadenan la unión.
Por un lado, el warlock debe ser de clase alta, puro. Por otro, la fuente debe
ser igual de pura. Si ambos se unen en perfecta armonía en combinación la
primera vez, es decir, sus almas se entregan la una a la otra, entonces el
vínculo se crea.
La miro entrecerrando los ojos, no entiendo muy bien lo que me dice.
— Si ese vínculo se crea y es fructífero, la humana podrá alimentar al
warlock el resto de sus vidas sin perder nada de su energía vital ya que se
repone totalmente; y por lo tanto le color de sus ojos no variará jamás.
Además, y como el Comandante ha comprobado, podrá cerrar el camino a
otros warlocks que deseen alimentarse de ella sin su consentimiento.
Se levanta y va hacia una de las estanterías, busca entre los libros de
varias repisas hasta que saca uno, lo abre, pasa rápidamente sus páginas, lo
descarta, coge otro y vuelve a hacer lo mismo. Es el tercero el que parece
que contiene lo que busca. Se sienta frente a mí con él en su regazo y me
mira. Sube su mano hasta dejarla abierta frente a mi cara, murmura unas
palabras, y noto durante un segundo algo en mis ojos.
— El centelleo — susurra.
O eso creo, lo dice muy bajito.
— Ya no hace falta que me lo digas, lo acabo de confirmar, la unión
entre tu warlock y tu ha sido fructífera, eres una Eterna.
— ¿Una qué? —le pregunto porque he entendido la palabra pero no sé
qué quiere decir.
— Eterna, una fuente Eterna. Pero debes volver con él, no puedes estar
separada porque lo vas a necesitar.
— ¿A qué te refieres?
— Hazme caso debes regresa a él.
— No es como si estuviera aquí por mi propia voluntad.
— Necesitas llamarlo y que venga por ti.
— ¿Cómo quieres que haga eso?
— Estáis conectados. Necesito sacarte de aquí, del campamento, para
que vuestra conexión se restablezca y pueda venir a por ti.
— No tenemos ninguna conexión. Nunca la hemos tenido, salvo la vez
que él soñó lo mismo que yo — le explico.
— ¿Antes o después de alimentarse de ti?
— Antes.
— Eres su Eterna, tu energía lo llamaba desde el principio.
— No, fue una casualidad, o un hecho aislado, no ha vuelto a pasar nada
así.
— ¿No lo has escuchado nunca en tu mente?
Niego.
— Piensa Aldara ¿nunca has escuchado a alguien hablarte en tu cabeza?
— Antes —recuerdo — en la tienda del Comandante, estaba a punto de
clavarme un cristal en el cuello y he oído una voz que me decía que no lo
hiciera, o eso creo, quizás me estoy volviendo loca.
— ¿Aquí has escuchado esa voz?
Asiento.
— Vuestra conexión debe de ser muy fuerte si es capaz de atravesar los
muros mágicos que hemos puesto en el campamento.
No tengo idea de lo que está hablando.
— Vamos, tenemos que salir de aquí.
— ¿Cómo? Y lo más importante ¿Por qué me ayudas?
— Mira, no estoy aquí por voluntad propia estoy porque tengo que
estarlo. Pertenezco a una dinastía warlock ancestral, una dinastía donde
hace trescientos años un warlock encontró a su Eterna y de la cual
desciendo. Así que no puedo dejar que te vendan o te maten, eres
demasiado especial para este mundo.
— Vale, no tengo muy claro que me estás diciendo pero si me ayudas a
salir de aquí te lo agradecería.
— Bien, sígueme.
Y se dirige al fondo de su tienda, se gira y mueve la mano trazando
unos dibujos en el aire. La miro embelesada y de pronto los libros ya no
están. Las estanterías están vacías. Camina hasta detrás de su camastro y lo
alza. Veo una brecha igual que la que había en la cacería en el suelo.
— Salta — me ordena.
Y lo hago, porque la alternativa no pinta bien. Aparecemos en un
bosque amarillo, es de noche y no tengo idea de donde estamos. Ohmia
aparece tras de mí y cae de rodillas.
— ¿Estas bien? — le pregunto ayudándola a levantarse.
— Si, ahora debes comunicarte con él para que venga a buscarte.
— Ya te lo he dicho, no sé cómo hacerlo.
— Concéntrate, llámalo con tu mente.
Cierro los ojos y me concentro, pero no ocurre nada. Viro hacia ella y
vuelvo a cerrar los ojos, nuevamente nada.
— Lo siento, necesito ayudarte a hacerlo — me dice.
Y siento un inmenso dolor en mi hombro que me hace poner de rodillas.
¿Aldara? Creo que es Duxlan pero el intenso dolor de mi hombro no me
deja pensar Aguanta Y mi dolor aumenta haciéndome gritar. Miro a Ohmia
con una mano apuntándome, ella me está provocando este dolor. Un
segundo después la veo volar contra un árbol y noto unas manos a mí
alrededor, abrazándome en el suelo tras de mí.
— Aldara — y reconozco su voz.
— Duxlan.
Y tras esto desaparece
Duxlan
Debra sigue inconsciente y no sabemos nada de Aldara. Hasta que no
despierte no podremos saber qué ha pasado. Es como si se hubiera
esfumado, no ha quedado rastro de ella. Me estoy volviendo loco pensando
en las posibilidades. Intento concentrarme en ella, comunicarme, si
pudimos sincronizar nuestros sueños ante de alimentarme de ella quizás
podía captar algo ahora que ya había sido mía. Pero nada, solo hay silencio
y oscuridad.
Me paseo por su habitación, estar aquí de alguna forma me reconforta,
ver su ropa, su cama, la ventana por la que salió. Es como si hiciera real que
ella existe. Pero también hace que el alma me abandone el cuerpo imaginar
que ya no está o peor, que ya nunca más lo va a estar.
—Duxlan —oigo la voz de Nero en la puerta.
— Pasa.
Entra y me mira preocupado, sé que él también quiere recuperarla.
— Debra se ha despertado, ha pedido hablar contigo inmediatamente.
— En un rato iré — le contesto.
No tengo ganas de lidiar con ella en este momento.
— No, Dux, debes ir ahora.
Miro a Nero porque no entiendo su insistencia.
— ¿Ella está bien?
— Si, Zairena la está cuidando y Milos no se ha separado de ella.
— ¿Entonces?
— Ha denunciado a Aldara por agresión y ya sabes lo que eso significa.
Sus palabras me atraviesan como un rayo. Si un humano simple agrede
a un warlock deja de tener valor alguno y cualquier warlock podrá
alimentarse de él o ella. Incluso hacerlo hasta la muerte en los casos más
extremos.
— ¿Qué quieres decir con que ha denunciado a Aldara por agresión?
— Asegura que fue Aldara la que la atacó en la cacería dejándola
inconsciente y sangrando.
— ¿Tú la crees?
— No, bueno, no lo sé. Ciertamente nuestra chica no es de las que se
dejan intimidar, quizás si la agrediera aunque si es el caso seguro que fue
Debra quien la provocó.
— No tiene sentido ¿Por qué Aldara iba a agredir a Debra?
— ¿Celos? No lo sé.
— Voy a hablar con ella.
Y dicho esto me materializo en la habitación donde se encuentra Debra
tumbada en la cama con Zairena a su lado cuidándola. No hay rastro de
Milos por ningún lado.
— Mi rey — dice Zairena.
— Majestad — saluda Debra.
— Déjanos solos Zairena.
— Por supuesto — contesta levantándose de la silla junto a la cama de
Debra y haciéndome una reverencia antes de irse.
— Por favor, tráeme a Milos — le pide Debra.
Zairena asiente y sale por la puerta cerrándola tras de si.
— ¿Cómo te encuentras? — le pregunto mientras tomo el sitio de
Zairena.
— Mejor, aunque la cabeza aun me palpita.
— Puedo ayudar si quieres.
Ella asiente. Me inclino hacia delante y poso mi mano en su cabeza. Es
un arreglo simple, apenas un poco de mi energía es suficiente para calmar
sus palpitaciones.
— Gracias.
— Vengo porque necesito que me expliques la denuncia que has hecho
contra Aldara.
Ella se ríe.
— Ya suponía que mi estado de salud no es tan importante.
— No quería que se viera así, pero ella es importante.
— ¿Tanto como para pasar por alto que ha agredido a una warlock
noble?
La miro sin decir nada, no puedo darle una respuesta ahora mismo.
— Relátame lo ocurrido por favor.
Ella se incorpora en la cama quedando sentada con la espalda apoyada
en el cabecero de la cama.
— Para eso tengo que contarte algunas cosas que han pasado de las que
tu no estas al tanto.
— Adelante — le contesto cruzando una pierna sobre la otra.
— Ya conoces mi historia con Milos, me encontraba en el sitio
equivocado en el momento equivocado y él me ayudó. A cambio le propuse
un contrato legal y trasparente para que fuera mi fuente durante dos años.
— Sí.
— Yo no conocía la existencia de Aldara, no como tal. Sabía que él
estaba enamorado de una mujer, una humana simple, y mi ego femenino
quiso conquistarlo. Para ello le puse de condición que en esos dos años no
podría verla. Así yo tenía dos años enteros para lograr conquistarlo.
— La cantidad que le ofreciste debió ser buena para renunciar a dos
años de vida y permanecer alejado de su mujer — le digo intentado
descubrir esa cantidad, tengo curiosidad.
— Una cantidad obscena debo decir, pero es una cantidad que tengo así
que no preocupaba si al final de los dos años él no me quería. Bueno, la
cuestión es que él acepto, y eso me dio esperanza, como bien dices, debes
estar muy seguro para dejar a tu mujer por dos años.
— O ser muy idiota — agrego.
— También — me da una tímida sonrisa — Todo iba bien, Milos y yo
éramos felices, no solo del tipo de gastar dinero, no, compartíamos cama
cada noche. Me alimentaba y yo le entregaba mi cuerpo. Hasta la
coronación. Sabes que vinimos por invitación de vuestro padre, nuestras
casa han estado muy unidas desde siempre.
Así era, nuestras familias habían sido colaboradoras desde tiempos
inmemorables y por ello era común que estuvieran en todas nuestras
celebraciones reales. De hecho fue en una de tantas que comenzamos a
tontear y acabamos sin mucha ropa. Fue divertido durante un tiempo pero,
aunque es una mujer bonita, su belleza es lo único que posee. No estaba
interesado en ello antes y no lo estoy ahora.
— Aldara descubrió a Milos en palacio, él mismo me lo contó, y
también me contó que la carta que le escribió a ella jamás la recibió. Así
que ella estaba allí para encontrarlo e irse juntos. Cuando descubrió todo
rechazó a Milos, pero aun así me buscó y comenzó con sus amenazas.
— ¿Cómo que comenzó con sus amenazas?
— Sí, recibí varias notas de ella, que tengo a buen recaudo, en las que
me amenazaba.
La miro extrañado, no es algo que le pegue hacer a Aldara.
— ¿Qué decían las notas?
— Esto me da un poco de vergüenza mi rey, pero Aldara consiguió
algunas fotografías mías comprometedoras. A Milos y a mí nos gustaba
hacerlas. Me amenazaba con enviarlas a toda la corte. Cuando vio que no
iba a dejar a Milos libre fue cuando decidió dar el siguiente paso, me
amenazó físicamente. Ella ya sabía que tendría vuestra protección. O eso
me dejó ver.
— ¿Por qué no acudiste a mi inmediatamente? — le pregunto
sorprendido por lo que me está contando.
— Iba a hacerlo, la noche que estábamos en el claro del bosque, cuando
Milos y Aldara nos interrumpieron.
La noche que me alimenté de Aldara. Ella apareció de la nada con
Milos y me pidió que nos sacara de allí. No tenía sentido, ella se entregó a
mí de forma voluntaria, la transmisión de energía entre nosotros fue
increíble. No puedo creer que fuera una mentira, que fuera una treta de
Aldara.
— Al día siguiente teníamos la cacería y supe por Milos que estaba
molesto con ella, así que decidí tomarme la revancha y por eso te pedí que
me dejaras jugar con ella en la cacería. Iba a ser un poco de resarcimiento
por mi parte, nada más.
— Sí, pero fuiste tú quien le ofreció a Milos la libertad para irse con
Aldara ¿Por qué entonces iba ella a atacarte si le estabas dando lo que
quería?
— Porque ya Milos no era suficiente para ella, tu corona le importaba
más. Cuando fui tras ella en la cacería la intenté convencer de que se fuera
con Milos, que yo iba a hacerme cargo de ti como había hecho en un
pasado. Eso la enfureció, cogió una piedra del suelo y me dio con ella en la
cabeza. Luego no recuerdo nada más.
Me quedo pensando en sus palabras.
— Aldara ya ha atacado a otras de tus fuentes si no estoy mal
informada.
— Así es, pero fue diferente.
Le dio una bofetada a Zairena cuando creyó que esta la estaba
insultando.
— ¿Seguro?
— ¿Quieres decir que la atacó por celos?
— Zairena fue tu primera opción.
Me levanto confuso de la silla. No sé qué pensar en estos momentos.
— Ella no aparece porque sabe que va a ser castigada, lo que hizo, lo
que me hizo es delito. Y ni siquiera el rey puede librarla del juicio.
Me está entrando dolor de cabeza. Toda esta información, necesito
procesarla.
— Hazme un favor Debra.
— Por supuesto, lo que quieras.
— Por el momento no hables con nadie más sobres esto.
— Por nosotros no lo haré.
Y dicho esto salgo de la habitación y me dirijo a la mía. Necesito pensar
en toda esta información, no creo que Aldara la atacara, no por el motivo
que ella dice pero ¿y si es cierto?
Me tumbo en mi cama para pensar. Cierro los ojos unos instantes y
pienso en Aldara, en cada sonrisa compartida, en cada beso, en cada caricia.
Mi corazón late deprisa. Me estoy durmiendo porque veo a Aldara delante
de mí, en el suelo sentada, un suelo de alfombras. Tiene algo en la mano, un
cristal. La veo y siento que está angustiada, tiene miedo. Quiero abrazarla
pero no puedo hacer nada más que estar quieto observándola. Dirige el
cristal a su garganta. No entiendo que está pasando. Noto su miedo
aumentar. Mira hacia la puerta del sitio que estamos ¿una tienda? Y
aumenta la presión del cristal contra su garganta, quiere cortarse el cuello…
quiere cortarse el cuello…quiere…
— ¡No lo hagas! —grito sobresaltado a la vez que me incorporo
asustado.
Ha sido el sueño más real que he tenido nunca. Aún tengo miedo de
recordar lo que he visto. Me levanto y me doy una ducha. Necesito quitar
ese sentimiento de mi pecho, esa presión que no me deja respirar. Tomo una
ducha larga y fría. Me visto nuevamente y voy al despacho, no me espero
encontrar a la persona que está allí sentado esperándome.
— Padre — le saludo mientras cierro la puerta tras de mí — no sabría
que vendrías.
Desde mi coronación él y mi madre se alejaron, han estado de viaje por
todos los Alfoz despidiéndose de su corte y rememorando su viaje de boda.
No sé qué hace aquí.
— Me ha llegado la noticia de la denuncia que recae sobre una de tus
fuentes.
— Sí que son rápidas las noticias — le digo sentándome en el que fue
su sitio muchos años.
— ¿Qué piensas hacer hijo? —me pregunta preocupado.
— No sé a qué te refieres.
— Sé que la fuente a la que se acusa es especial para ti, pero eso no
debe ser un impedimento para que cumplas las leyes.
— Padre, Aldara es más que una fuente para mí.
— Eso me temía hijo mío, pero aun así ha agredido a uno de los
nuestros, a Debra ni más ni menos. Sus padres piden su cabeza. Bueno,
piden que se la entreguemos a ellos y miremos a otro lado.
— Eso no va a pasar.
— Hijo.
— Padre, no sé qué ha pasado exactamente ni como se han dado las
cosas, pero hasta que pueda aclarar eso nadie va a tocar a Aldara, es una
co…
Siento un fuerte dolor en mi hombro, es raro, es un dolor que siento
pero es ajeno a mí. Me concentro para hallar el motivo. No hay nada. Me
concentro un poco más y noto un aumento del dolor, pero no es mi hombro
el que duele, es el de Aldara. Noto su dolor atravesándome. Me concentro
en él y lo sigo. Ya no estoy en mi despacho con mi padre, estoy en medio de
un bosque y Aldara está delante de mí, arrodillada sujetando su hombro,
una warlock le está haciendo esto. Lanzo a la warlock contra un árbol y me
arrodillo junto a Aldara y la abrazo.
— Aldara — susurro contra su pelo.
— Duxlan — la oigo decir sorprendida.
Veo a la mujer mayor que he lanzado contra el árbol levantarse, la
warlock nos mira y creo una bola azul, quiero hacerle daño, quiero que
sienta lo mismo que Aldara ha sentido en su hombro.
— No, déjala ir — me dice Aldara sujetando mi muñeca, la de la mano
que tiene la bola.
Dudo por unos instantes.
— Por favor — me ruega.
Y hago desaparecer la bola y vuelvo a abrazarla. La warlock
desaparece. Nos levantamos y giro a Aldara para verla bien. Cojo su cara
entre mis manos y miro sus ojos, son iguales que cuando desapareció.
— ¿Estas bien? — le pregunto porque no tiene buena cara.
— Sí — me contesta sin añadir nada más.
Veo lágrimas asomarse en sus preciosos ojos azules y una ternura
inmensa me invade. Mi preciosa chica fuerte. La atraigo contra mí y vuelvo
a abrazarla, ella me abraza de vuelta muy fuerte y noto como empieza a
llorar. No sé si es miedo o si es alivio, me da igual, la abrazo más fuerte
porque la sensación de alivio de tenerla de nuevo conmigo hace que me
olvide de todo lo demás.
No sé cuánto rato pasamos así. Pero dejo que sea ella quien se separe
cuando esta lista para hacerlo. Se limpia las lágrimas de su cara y me mira.
— Lo siento, te he manchado la camiseta.
Miro hacia abajo y veo que está en lo cierto.
— Cuando quieras.
Y la beso, porque no sabía lo que había echado de menos sus labios
hasta que no los he vuelto a ver. Y ella me besa de vuelta. Es un beso
diferente, no sé cómo explicarlo, es un beso en el que noto que se está
entregando a mí y me gusta.
— ¿Quién era esa warlock? — le pregunto cuando nos separamos.
— Me ayudó a escapar.
— ¿De dónde?
— De un campamento de venta de fuentes como esclavos.
— ¿Qué? ¿Cómo acabaste ahí? ¿Te atraparon después de huir?
Se aparta un paso hacia atrás y me mira entornando la mirada.
— ¿Después de huir?—me pregunta asombrada— Yo no he huido, me
han secuestrado.
— Como que te han secuestrado ¿Cómo? ¿Dónde?
— En la cacería, un tipo, un warlock me atrapo e hizo que perdiera el
conocimiento.
La miro extrañado.
— Aldara, eso es imposible, los muros de palacio están protegidos y si
alguien hubiera entrado o salido contigo lo hubiéramos sabido. No había
rastro de magia en el lugar que desapareciste, eso indica que te fuiste por tu
cuenta.
— No fue así.
— Sé que probablemente Debra hiciera algo que te provocara y por eso
la atacaste, pero debes ser sincera conmigo para poder ayudarte.
— Duxlan, de verdad, no sé de qué me estás hablando.
Esto es muy confuso. Ella realmente parece estar diciendo la verdad
pero yo mismo revisé la actividad warlock alrededor de palacio y allí no
entro ni salió nadie que no estuviera registrado y tuviera permiso para ello.
— Ven — le digo abriendo mis brazos — volvamos a palacio y
hablemos, puede que aun estés confundida por lo que acabas de pasar.
Me mira un segundo seria antes de aceptar. Se mete entre mis brazos
pero no me abraza. Nos llevo hasta mi dormitorio. Tengo que sujetarla
porque el viaje y lo que ha pasado la han debilitado. Aun así se aparta de mí
en cuanto se nota estable.
— No he agredido a Debra —me dice seria — de verdad Duxlan, no por
falta de ganas, pero no lo he hecho.
— Ella dice que si lo hiciste, que ella te dijo algo que no te gustó y le
diste con una piedra en la cabeza que la dejó inconsciente.
Me mira sorprendida.
— ¿Qué le di con una piedra en la cabeza?
— Así es.
— Si quisiera agredirla le daría un guantazo con la mano abierta, me
daría ese gusto, no usaría una piedra.
Su declaración me deja confuso.
—Enton…
— Dux
Nero ha aparecido en mi dormitorio.
— Aldara, que alegría ver que estas bien — dice abrazándola, y ella lo
abraza de vuelta.
— ¿Cómo sabias que estaba aquí? — le pregunto mientras aun la
abraza.
— Vienen hacia aquí.
— ¿Quién? — pregunta Aldara.
— La guardia real.
— ¿Cómo que viene hacia aquí la guardia real?
— ¿Qué ocurre? — pregunta Aldara confusa.
— Debra te ha denunciado por agredirla, ya sabes que es una gran falta
— aclara Nero.
— Mayor aun si es una warlock de nivel superior —ratifico.
— Pero yo no he hecho nada — se defiende.
— Sácala de aquí — le ordeno Nero.
— Sin problemas.
Pero Aldara se aparta.
— No voy a huir, no he hecho nada.
— Lo sabemos, pero si te atrapan iras a la cárcel hasta que todo esto se
aclare — le digo para convencerla.
— ¿Lo sabes? No te he visto muy convencido de mi inocencia.
— Aldy — le suplica Nero — ven conmigo.
— No, si huyo doy por sentado que soy culpable.
— Vete y nosotros nos encargaremos de esto. Contigo en una cárcel no
podemos hacer nada.
La puerta de mi dormitorio se abre de golpe. La guardia real entra y se
detiene frente a nosotros. Me pongo delante de Aldara, no quiero que se la
lleven.
— Venimos a detener a Aldara por el delito de agresión contra una
warlock de nivel superior.
Me giro para salir de allí con ella pero antes de que pueda hacerlo
Aldara ha dado un paso delante de mí y está entregándose a la guardia. Le
ponen unos grilletes en sus manos y la escoltan fuera de mi habitación.
Nero y yo los seguimos al pasillo. Quiero correr hacia ella, romper esas
cadenas y hacernos desaparecer, pero soy el maldito rey y no puedo ir
contra mis propias leyes. Antes de girar al final del pasillo Aldara se para y
provoca que todos los guardias que la rodean se paren también. Se gira y
nos mira. Nos sonríe.
— Confío en vosotros, confíad vosotros en mí.
Y tras esto, desaparece.
¿Es tu última palabra?
Milos
Llevo junto a Debra desde que ha despertado, necesito hacerla entrar en
razón para que retire la denuncia contra Aldara.
— Por favor Debra —le suplico.
Y lo hago delante de Zairena, estas dos se han hecho muy amigas. Pero
mi humillación no es suficiente. Está disfrutando con esto.
— Es una salvaje — añade Zairena — a mí me golpeó en la cara delante
del mismísimo rey y sus consejeros. Tuve su mano marcada en mi mejilla
por horas.
— Me atacó, y tiene que pagar por esto — me contesta señalando su
cabeza.
Ni siquiera tiene una marca, la han curado, los warlock tienen esa
capacidad, pero solo le han curado la parte física, es la herida en su ego la
que habla. Asegura que Aldara le hizo eso pero mi Ald no ataca si no la
atacan primero así que, en caso de que pasara como ella dice, seguro que
Aldara tuvo una buena razón para hacerlo.
— ¿Es tu última palabra? — Le pregunto ya enfadado por la situación.
— Sí.
Y tengo tanta rabia dentro que salgo de la habitación dando un portazo.
Un guardia fuera me mira pero me da igual, estoy cansado de este sitio,
comienzo a pensar que cometí un gran error en aceptar la propuesta de
Debra en un primer momento. No hay dinero que pague esto.
Vago por los pasillos sin saber dónde ir. Me acerco a la puerta de la
habitación de Aldara pero no me atrevo a entrar, no solo por si hay alguien,
no me atrevo a entrar y comprobar que no va a estar allí. Está empezando a
volverme loco no saber de ella. Dicen que ha desaparecido, así sin más, yo
sospecho que la han hecho desaparecer. No sé cómo acabo rumbo al tejado,
donde estuve con Aldara la última vez que estuvimos a solas. Subo y me
siento fuera un rato, viendo toda la ciudad. Cierro los ojos y respiro.
— ¿Dónde estás Ald?— pregunto a nadie.
Me tumbo con las manos sobre mi cabeza y miro las nubes. A Aldara le
gusta hacer esto, tumbarse a mi lado, con la cabeza en mi hombro, y ver las
nubes pasar. No sé cuánto rato paso allí arriba, alejado de todo y de todos,
pero un revuelo en los jardines me hace asomarme. La guardia real está
entrando a palacio, eso es raro, generalmente hacen ronda fuera. Bajo para
ver qué ocurre y cuando alcanzo el pasillo inferior veo un grupo de guardias
y en el centro de ellos está Aldara. Corro hacia ella y la abrazo hasta que me
separan de ella a la fuerza y vuelven a andar. Los sigo.
— Yo también me alegro de verte — me dice con una dulce sonrisa
— ¿Dónde has estado? — le pregunto justo antes de darme cuenta de
que la llevan con grilletes — ¿Por qué llevas eso puesto?
Ella se encoje de hombros.
— Soltadla—exijo — ¿no sabéis quién es?
—Precisamente porque lo saben es que he acabado así— me contesta
levantando sus muñecas unidas.
— ¿Dónde la lleváis?
— Al calabozo de palacio hasta que se celebre el juicio —me contesta
uno de los guardias con quien alguna vez he tenido alguna charla en el
jardín.
El resto ni me mira.
— Ald…
— No te preocupes Milos, no he hecho nada de lo que me acusan, esto
se quedará en una anécdota dentro de poco.
Y con esto se meten por una puerta por la que no me dejan acceder. Mi
dulce Aldara, no sabe que aunque no sea culpable muchas veces eso no
importa. Enfurecido me dirijo a hablar con Duxlan, él debe hacer algo, es el
jodido rey, no la puede dejar ahí abajo.
— Milos — oigo que me llaman, me giro y es Zairena.
— Ahora no.
— Debra lleva horas buscándote, quiere verte.
— No, tengo algo más importante que hacer — le contesto y sigo
andando.
— No es una petición.
Me detengo en seco, mi cabreo ha pasado de rabia a furia.
— Dile a Debra que primero tengo que solucionar que Aldara esté en un
calabozo y luego iré a verla si me apetece, aunque tiene pinta de que no me
va a apetecer.
Me giro y me voy.
— Es por eso que quiere hablar contigo, quiere ayudarte a sacar a
Aldara de ahí.
Me giro a mirarla en mitad del pasillo. No sé si fiarme, he descubierto
que es una mujer que no juega limpio. Me pienso si ir pero después de unos
segundos determino que es mejor ir y ver si puedo hacer algo por Aldara.
Siempre será mejor que acabar junto a ella por darle un puñetazo al rey.
Debra sigue en la cama, como si estuviera convaleciente, le encanta
tener a todos a su alrededor. Golpeo la puerta y entro sin esperar que me
den permiso, Zairena pasa tras de mí y cierra, con llave.
— Pasa querido — dice Debra indicando una silla al lado de la cama —
siéntate.
— Estoy bien así.
Verla me enfada. Acabo de dejar a Aldara engrilletada por su culpa y
eso no se me olvida, ni por todos los millones de Alfoz.
— Siéntate — me dice, y esta vez es una orden.
Así es Debra, pide las cosas en un tono que denota que no está dándote
opciones, solo puedes obedecer o atenerte a las consecuencias. Así que me
siento.
— No sé si sabes que ya ha aparecido Aldara.
— Sí mi señora — la corta Zairena — lo encontré justo cuando se la
estaba llevando la guardia real a los calabozos.
— Bueno, entonces sabrás que tu adorada Aldara lo va a tener bastante
complicado para salir de esta ¿no?
— No si tú colaboras.
— Por eso mismo.
La miro con odio, porque eso es exactamente lo que siento en estos
momentos. Es culpa mía que hayamos acabado en esta situación, mi
egoísmo. Aldara es todo para mi, debería haber sido suficiente.
— Entonces no sé qué hago aquí — le digo levantándome.
— Siéntate querido, no te he dicho que puedas marcharte aun.
Y me dejo caer en el asiento nuevamente. Cruzo los brazos sobre mi
pecho y le doy la peor mirada que puedo poner en estos momentos. Ella se
ríe.
— Vamos a ser claros aquí, los tres perseguimos un mismo objetivo —
comienza.
— ¿Qué tres?
— Zairena, tú y yo.
Me vuelvo a mirar a Zairena sorprendido, no sabía que ella estaba
metida en algo con Debra, no tiene pinta de haber roto un plato en su vida.
Ella me mira con la misma sonrisa traidora en sus labios que Debra. Ahora
sin la máscara ya me cuadra más esta unión.
— Como te iba diciendo, los tres perseguimos el mismo objetivo, en
nuestro caso — dice señalando a Zairena y a ella misma — es quedarnos
con el rey, en el tuyo, quedarte con Aldara.
— Te escucho — le digo y me acomodo en mi asiento.
— Duxlan se ha encaprichado de ella y no va a renunciar tan
fácilmente, y por lo que sé, ella también está interesada. Así que no solo
hay que separarlos, hay que evitar que vuelvan a verse.
— ¿Y cómo vas a lograr que eso pase? — le pregunto intrigado —
mejor aún ¿Cómo voy a ayudar en algo si ambos me quieren lejos?
— Antes ha estado aquí el rey pidiéndome explicaciones, le he contado
que cuando Aldara se enteró de tu mentira comenzó a amenazarme. Me
enviaba notas intimidatorias.
Sé cómo escribe Aldara, apenas puede untar dos letras como para
escribir notas enteras intimidatorias. Pienso si revelar ese dato y decido que
la información es poder, así que me lo guardo para mí y simplemente
asiento.
— Mi parte es esta, contar que Aldara me amenazaba y que esta
agresión fue culpa de ella.
— Pero no lo fue — ella asiente — ¿Qué pasó realmente?
— No te gustará saberlo — admite.
— No voy a escuchar nada más si no oigo la historia completa.
Mira a Zairena y sé que no es bueno lo que me va a decir.
— Está bien. El plan original era deshacernos de ella, contratamos a
unos warlock para venderla como esclava.
— ¡Qué!— contesto gritando tan sobresaltado que casi me caigo de la
silla.
— Tranquilo que tu chica tiene cien vidas por lo visto, encontró la
manera de salir de eso y regresar.
En este momento quería darle un puñetazo a Debra. Me dice que vendió
a Aldara a unos tipos que se dedican a traficar con nuestra energía y lo hace
como si me estuviera contando que ayer tomo café con las amigas. Es
increíble.
— Yo que tú no haría lo que estás pensando hacer — me dice Debra
viendo mi inminente agresión — no acabarías bien y la posibilidad de
ayudar a tu dulce Aldara desaparecería.
Escuchar esas palabras me frena. Tomo dos respiraciones profundas y
vuelvo a sentarme.
— Mucho mejor — dice sonriéndome.
Zorra.
— Bueno ¿por dónde iba? — pregunta poniendo un dedo en sus labios
pensativa.
— Estaba contando cuál era su parte del plan — interviene Zairena.
— Cierto, gracias. Mi parte era inculparla para que su desaparición
pareciera que huía de la justicia, así nadie la buscaría. Pero la estúpida tuvo
que regresar. Así que tuve que replantear mi plan. Y ahí entras tú.
Veo como se regodea en su propia mente, está encantada de conocerse a
sí misma.
— Cuando estuvo Duxlan antes aquí, le dije que tenía pruebas de esas
amenazas, aunque no especifiqué lo que eran. Zairena por favor.
Veo como Zairena abre un cajón y saca unos papeles doblados. Se los
entrega a Debra que a su vez me los entrega a mí. Los desdoblo y leo con
cuidado.
Apártate de Duxlan ahora que aun tienes las dos piernas para poder
hacerlo.
Aldara
No me gustaría ver tu cara marcada por un traspié contra algo afilado.
Aldara
No va a haber más advertencias por las buenas, deja a Duxlan en paz,
el rey es mío.
Aldara
— Esto no lo ha escrito Aldara — digo riéndome.
Parecen una broma. Aldara no escribiría algo así, primero porque no
sabe, segundo porque no es su estilo. Ella es impulsiva, puede darte un
puñetazo pero no planea dártelo hasta un segundo antes de hacerlo.
— No, lo ha hecho Zairena con la mano izquierda para que no
reconozcan su letra.
— Vaya, lo tenéis todo bien atado.
— Así es.
— Pero sigo sin entender cuál es mi papel en todo esto.
— Tu papel es corroborar que estas notas las escribió Aldara, eres el
único que conoce su letra y serias testigo principal de ello. Todos conocen
vuestro pasado común.
— ¿Por qué iba a hacer algo así? Eso solo confirmaría la culpabilidad
de Aldara.
No entiendo lo que quiere de mí.
— Porque si tú le confirmas a Duxlan que todo lo que he dicho es cierto
él no podrá hacer nada para ayudarla. Como bien dices, su culpabilidad no
tendrá manera de ser refutada. Lo que te deja a ti como su salvador ya que,
te ayudaría a sacarla de aquí para que te la llevaras lejos. Se convertiría en
una prófuga y jamás podría regresar aquí.
La observo porque me parece increíble el plan que ha urdido para
quedarse con el rey. La ambición es la mejor vitamina para el cerebro por lo
visto.
— ¿Y ella? — Pregunto mirando a Zairena— ¿Cómo sabemos que no
va chivarse?
— Porque ella y yo tenemos un trato — me explica Debra — uno muy
ventajoso para ella.
Zairena asiente.
— Digamos que acepto — ella sonríe — ¿Cuál sería el siguiente paso?
— Ir con el rey y entregarle estas notas tú mismo diciéndole que me las
has robado, que sabes que hay más pero que solo has podido coger estas.
Dile que es la letra de Aldara, que ella es culpable. Tienes que convencerlo.
Dile que conoces a alguien que puede ayudaros a salir de aquí y que te la
llevarás para evitar que sea juzgada y sentenciada.
Tomo una respiración profunda y trato de pensar qué hacer. Si acepto
aunque traicione a Aldara puedo ayudarla a ser libre. Empezaríamos una
vida nueva lejos de aquí y podría lograr que me amara de nuevo. Si me
niego y confieso, es mi palabra contra la de Debra, probablemente no me
creerían y acabaría en la celda contigua a la de Aldara.
— ¿Y bien? —me pregunta Debra esperando una respuesta.
Lo pienso unos segundos más pero realmente no tengo mucha
alternativa.
— Estoy dentro.
— Eso quería escuchar.
En el mismo momento que digo esas palabras noto que estoy
traicionando a Aldara, pasaré mi vida compensándoselo si es necesario.
Espero que si algún día se entera me perdone y entienda porqué lo hice.
— Lo primero que debes hacer es ir al despacho del rey con estas notas
y corroborar ante él que han sido escritas por Aldara.
Cojo las notas nuevamente y las meto en mi bolsillo. Salgo de allí sin
mirar a ninguna de las dos. Sé que está mal lo que estoy haciendo pero aun
así voy a hacerlo. Me dirijo directo al despacho del rey, voy a mentirle a la
cara al hombre más importante y poderoso de todo Alfoz. Me rio porque
nunca hubiera imaginado decir esta frase en mi vida.
— ¿Milos? — oigo una voz familiar frente a mí.
Levanto la cabeza y veo a Catriel.
— Catriel.
— Si vas a ver a mi sobrino te advierto que no está de humor gracias a
lo que ha hecho tu querida Debra.
Noto desprecio en su voz. No lo culpo. Aunque si él le hubiera
entregado la jodida carta a Aldara no estaríamos en esta situación.
— Vengo a hablar con él de algo que le interesará.
— Viniendo de ti, lo dudo.
Lo miro y veo al hombre que una vez llegué a considerar mi amigo. Sé
que es listo y lo suficientemente inteligente como para habernos engañado a
todos. Él también hizo cosas de las que puede que se arrepienta. Quizás él
me entienda.
— Si hubiera una manera de salvar a Aldara, una que no fuera la
correcta pero que la ayudara a estar libre ¿la tomarías?
— Sin duda, y tu deberías también. Se lo debes.
— No sabes qué manera es.
— No me hace falta saberla. Solo sé que Aldara debe salir de ahí porque
no se lo merece. Digan lo que digan ella no atacó a Debra.
— Estas muy seguro.
— Ella me ha dicho que no lo hizo y confío en ella.
— Entonces debo entrar a hablar con el rey.
Dicho esto se hace a un lado para que pueda pasar y se aleja no sin antes
decirme una última cosa.
— Que Aldara esté en esta situación es culpa tuya, arréglalo, no importa
cómo, no importa a qué precio, simplemente arréglalo.
Asiento y veo como se marcha. Emprendo camino nuevamente hacia el
despacho del rey. Dos guardias apostados en la puerta me miran.
— ¿Tienes cita? —me pregunta uno de ellos.
— Su majestad — grito para que me oiga ignorando al guardia—
necesito hablar de nuestra chica.
Unos segundos de silencio.
— Dejadlo pasar – se oye desde dentro.
Y el guardia que me había preguntado me abre la puerta y deja que
entre. Dentro están Duxlan y uno de sus consejeros, Nero. El primero
sentado tras su gran mesa de despacho, el segundo de pie a su lado.
— Si has venido a decirme que saque a Aldara de allí puedes irte, ya
estamos en ello — dice Duxlan antes de que si quiera pueda abrir la boca.
— No, vengo porque hay algo que necesito que veas — le digo sacando
las tres notas y dejándolas en su mesa.
Las recoge, las lee y se las pasa a Nero. Este las lee todas y se las
regresa.
— ¿Qué es esto exactamente? — me pregunta Duxlan.
— Sé que estas al tanto de las amenazas de Aldara hacia Debra, esta son
algunas de las notas que le envió, he podido robarlas de su habitación
mientras descansaba.
— ¿Y que se supone que debemos hacer con esto? — pregunta Nero
cruzándose de brazos.
— Nada puesto que no están todas, pero esto es lo que Debra tiene
contra Aldara, estas son las pruebas. Estas notas firmadas por ella, soy el
único que conoce su letra y puedo deciros que es Aldara la que las ha
escrito.
Ambos se miran. Lo han entendido. Se han dado cuenta de que sacar a
Aldara va a ser más difícil de lo que creían.
— Entonces te sacaremos de aquí para que no puedas atestiguar nada —
dice Duxlan recostándose sobre su silla.
— Eso no solucionaría nada, simplemente con que le pidan a Aldara
que escriba algo en un papel, y con la ayuda de un grafólogo, pueden
demostrar que estas notas son de ella.
— En eso tiene razón Dux, estas pruebas son demasiado contundentes
— le dice Nero.
Duxlan está callado, pensando.
— La sacaré de ahí y la llevaré a algún lugar lejos de aquí.
— No puedes hacer eso Dux, ojala pudieras pero no puedes.
— Así es Duxlan — me da una mirada asesina — quiero decir
majestad. Si libera a una humana simple que ha atacado a una warlock de
nivel superior lo único que va a conseguir es que sus súbditos se revelen.
— En eso tiene razón — dice Nero.
— Mi padre me ha dicho lo mismo — declara Duxlan, no sabía que el
rey, el antiguo rey, hubiera vuelto — pero entonces ¿Qué opciones quedan?
No voy a dejarla ahí abajo sola, pasando frio y hambre, con miedo. Esa no
es una opción.
— Aldy es fuerte, ella puede aguantar unos días allí abajo mientras lo
solucionamos.
— ¿Hay fecha para el juicio? — pregunto para ver cómo anda el tema.
— En dos días está fijada la vista — contesta Nero mirando a Duxlan.
— ¿Dos días? — Pregunta el rey asombrado — ¿Por qué tanta prisa?
— Así lo han querido la familia de Debra.
— Maldita perra — susurra el rey.
No lo sabe bien.
— Dos días es muy poco tiempo para sacar a Aldara legalmente de
donde está — digo viendo el momento perfecto para mi propuesta.
— No dormiremos hasta que encontremos una solución.
— Tenemos a todo el equipo de la corte trabajando en ello — confirma
Nero.
— No hay tiempo — reitero.
— Deja de decir que no hay tiempo — grita el rey — no vamos a parar
hasta conseguir sacarla de ahí.
— No hay tiempo y lo sabéis majestad.
— No pienso dejar que la familia de Debra se la lleve para que hagan
con ella lo que quieran.
— No digo que lo haga.
— ¿Entonces?
— Yo puedo sacarla de ahí, no va a ser fácil, no va a ser legal y
deberemos perdernos una temporada, pero al menos conseguiremos tiempo.
Nero y Duxlan me miran serios y callados.
— Dinos en que has pensado, vamos a ayudarte.
¿Todo listo?
Aldara
Claramente este sitio no disfruta de las mismas condiciones que allí
arriba. Hace frio y está húmedo. Y no hablemos del olor. Llevo aquí un rato
desde que los guardias me han dejado y no he oído a nadie más, debo ser la
única a la que mantienen aquí, que suerte la mía. Me acurruco encima del
camastro con las rodillas recogidas entre mis brazos.
La celda no es muy grande, no tiene ventanas y tan solo hay un urinario
y una cama. Lo uno al lado de lo otro, asqueroso. Aun no tengo claro
porque estoy aquí. Se supone que he agredido a Debra pero no lo he hecho,
tengo esos recuerdos confusos, pero sé que no lo he hecho.
No puedo evitar pensar en lo que me dijo Ohmia, en eso de que soy una
Eterna. Nunca lo había oído pero parece algo raro, espero tener la
oportunidad de hablar con Duxlan y que él pueda aclararme algo.
— No puede entrar dentro — oigo que dice una voz autoritaria — debe
permanecer fuera de la celda si quiere hablar con ella.
— De acuerdo.
Y reconozco es voz. Catriel. Me levanto y me pego a los barrotes.
— Veo que te has cambiado de habitación ¿no te gustaba la que tenías?
— me pregunta sonriendo.
— Nah, demasiados lujos, prefiero no tener ventanas ni ducha y poder
mear al lado de donde duermo — le contesto siguiéndole la broma.
Catriel me devuelve una sonrisa dulce y pasa la mano por los barrotes
para tocar mi mejilla.
— ¿Cómo estas pequeña? — me pregunta esta vez en un tono más
dulce.
— He estado mejor, aunque también peor. Lo que me exaspera es que
no sé qué está pasando, nadie me ha explicado nada bien.
— ¿No sabes porque estás aquí?
— Algo sé, dicen que agredí en la cacería a Debra pero no lo hice.
— ¿Seguro? — Me pregunta mirándome a los ojos —entiendo que es
una mujer capaz de sacarte de quicio.
— Catriel, de verdad, no lo hice. No digo que no lo hubiera hecho en un
futuro cercano porque como bien dices, esa mujer es para darle, pero yo no
le aticé con una piedra.
— ¿Tampoco la amenazaste?
— ¿Amenazarla? No, puede que le dedicara algunas miradas asesinas
pero nada más allá.
— La acusación se basa en la agresión y en unas amenazas previas de
las cuales tiene pruebas.
Lo miro sorprendida, no tengo idea de qué está hablando ni de que
pruebas pueden tener.
— A ver — me dice caminando fuera de mi celda — cuéntame qué
ocurrió en la cacería.
— Después de vomitar todo lo que tenía en el estómago me metí por
una brecha. Milos me siguió. Yo no me encontraba bien pero quería coger a
esa bola de magia. Duxlan me dijo que si lo hacía podía pedirle cualquier
cosa.
— ¿Qué ibas a pedir?
— Que me dejara libre.
— ¿Para volver con Milos?
Niego con la cabeza.
— No, ese ya es un capítulo cerrado. Quería ser libre y pensaba
buscarte, no sé, alejarme de todo esto del palacio y aclarar mis ideas.
— ¿Con respecto a mi sobrino?
— Sí — digo asintiendo — hemos pasado cosas que hacen que quiera
únicamente verlo feliz. Y eso me asusta. Me da la impresión de que dejaría
a un lado mi forma de ser y de pensar solo por verlo sonreír. Y no quiero
eso, soy persona antes que la mujer de o la fuente de.
— Milos te hizo mucho daño ¿eh?
Me encojo de hombros. No quiero reconocer que lo que siento por
Duxlan es más fuerte de lo que jamás he sentido por Milos. Y estoy
acojonada — La cuestión es que le hice prometer a Milos que íbamos a
ganar la dichosa cacería y él se lanzó sobre otra brecha mientras yo tomaba
aire. Mi estómago seguía revuelto. Entonces apareció Debra detrás de mí.
— Según tengo entendido Duxlan se enteró de una mentira referente a ti
que le había contado ella y la obligó a seguirte. Te quería de vuelta, estaba
preocupado por ti.
— No sé el motivo, apenas cruzamos palabras, me dijo algo que no
entendí y antes de darme cuenta un warlock me tenía cogida por la espalda
y tapaba mi boca. Hablaron de algo pero no logro recordarlo — digo
tocando mi cabeza — luego Debra se desplomó y acto seguido yo perdí el
conocimiento.
— Pero no es posible, no se ha registrado magia en el perímetro de la
cacería — susurra Catriel — ¿estas segura de que ocurrió allí?
— Sí. De verdad, es como te lo he contado, Catriel, por favor. Créeme.
Mi voz suena desesperada, pero es que lo estoy. Parece que nadie cree
mi historia, no creen que me secuestraron.
— Te creo — me contesta finalmente y yo respiro aliviada — pero hay
muchas cosas que apuntan en tu contra.
— Eso parece — le contesto dándole una sonrisa triste.
— Se acabó tu tiempo — se oye decir desde fuera con el mismo tono
que he oído antes.
— Tengo que irme, quiero que sepas que vamos a hacer lo necesario
para que salgas de aquí lo antes posible ¿de acuerdo?
Asiento y veo como se marcha. Y vuelvo a quedarme sola. Pero esta vez
la soledad me pesa más. Me giro y me subo nuevamente al camastro. Me
acurruco contra la esquina de la cama y la pared. Tengo frio aunque eso no
parece importarle a nadie porque pasan horas y no hay movimiento a mí
alrededor. Noto un gran peso dentro de mí. No me gusta sentirme sola,
darme cuenta de que me tengo solo a mí.
— Majestad —oigo decir desde fuera.
Me he medio dormido apoyada contra la pared.
— Aldara — oigo su voz y sé que es él antes de que llegue.
Me levanto con el cuerpo entumecido por las horas que he pasado
acurrucada y me acerco a los barrotes nuevamente. Agarro con las manos
dos de ellos intentando asomarme un poco y ver porque no aparece Duxlan.
— Ten cuidado o te harás daño — dice finalmente apareciendo ante mí
y poniendo sus manos sobre las mías — estas helada.
— Me habré dejado la ventana abierta — le contesto.
— No Aldara, no es momento de bromas — dice cogiéndome la cara
entre sus manos — estás realmente helada ¿no tienes una manta?
— No he visto a nadie en horas así que no he podido pedirla, el servicio
de habitaciones aquí es pésimo.
Me mira frunciendo el ceño. Está bien, no tiene el día para aguantar
bromas. Parpadeo y de pronto está dentro de la celda junto a mí.
— ¿Qué haces? — Le susurro apartándome un poco — no puedes entrar
aquí dentro.
— Cállate — me contesta alargando su brazo para coger el mío y tirar
de mí contra él.
Me abraza y yo lo abrazo de vuelta metiéndome debajo de sus brazos
calentitos, oigo su corazón latir debajo de mí.
— Lo siento — dice contra mi pelo— debí haber venido antes y
comprobar que estabas bien.
— No importa.
— Si importa, contigo siempre importa.
Nos lleva sin soltarme hacia el camastro, se sube y me sube en su
regazo, meto mi cara en su cuello, su piel caliente contrasta con la mía
helada. De pronto siento algo sobre mí, una manta, no sé de donde ha
aparecido pero lo agradezco. No sabía cuánto frio tenía hasta que él ha
venido. Cierro mis ojos y disfruto del momento durante unos segundos
antes de volver a la realidad.
— Estamos haciendo todo lo posible para sacarte de aquí.
— Lo sé, tu tío Catriel me lo dijo.
— ¿Qué más te dijo?
— Me habló de unas pruebas en mi contra, pero no sé qué pruebas
pueden ser.
— No te preocupes por eso, estamos trabajando en ello.
— ¿Las has visto? — pregunto separándome y mirándolo a los ojos —
me refiero a las pruebas.
— Más o menos.
— Son falsas, yo no he hecho nada de lo que se me acusa.
— Parecen muy reales.
— ¿Me crees? — pregunto porque ahí está la base de todo.
— Quiero hacerlo.
— Bonita manera de decirme que no me crees.
— Quiero hacerlo, de verdad, pero como rey debo estar seguro.
— ¿Y cómo hombre?
— Como hombre te amo.
Y me besa dulcemente, y le dejo, porque me siento muy sola y muy
triste, y porque en estos momentos lo necesito cerca.
— Voy a sacarte de aquí, seas culpable o no.
Vuelvo a acurrucarme en su cuello y dejo que salga alguna lágrima de
tristeza, porque él debería creerme incondicionalmente, pero también
entiendo que es el rey el que me está abrazando ahora y no Duxlan. Pasa su
mano sobre mi espalda y noto que mis parpados se cierran. Estoy cansada y
no encuentro un lugar mejor para dormir que entre sus brazos. Así que me
relajo y me duermo.
No sé cuánto rato duermo pero cuando me despierto Duxlan ya no está
conmigo. Estoy sobre el camastro que de repente es más cómodo, con una
almohada más blandita y debajo de una manta que aun huele a él. Sonrío.
Me cuida, a su manera. Me incorporo con la manta a mí alrededor, ya no
tengo frio pero me gusta mantenerla así. Recupero mi posición apoyada
contra la pared y suspiro. No sé las horas que llevo aquí pero empieza a
agobiarme la sensación de estar encerrada. Hasta ahora la he estado
ignorando pero noto como crece dentro de mi pecho. Espero que esto se
solucione pronto porque no sé cuánto tiempo más voy a poder aguantar el
encierro.
— Nada de cosas raras — oigo nuevamente al guardia de fuera.
Oigo pasos, vienen dos personas. Miro y veo a Milos aparecer con una
bandeja de comida. El guardia le abre la puerta, entra y vuelve a cerrar.
Deja la bandeja en la cama y me mira. Está incómodo.
— Milos, no estoy enfadada.
Lo conozco muy bien, cree que mi estancia en el calabozo es por su
culpa. Y no lo es, yo tomé la decisión de entrar en esa selección de fuentes
por cuenta propia, todo lo que ha pasado desde entonces ha sido por
decisiones que he tomado.
— Eso que huelo ¿es comida? — le pregunto intentado romper el hielo.
Es tan raro que nos comportemos así después de tantos años juntos. Él
sonríe y asiente. Coge la bandeja y me la acerca. Se sienta al otro lado del
camastro.
— No tiene muy buena pinta — me dice mirando la bandeja metálica
con el pan duro y un puré raro humeante.
— Al menos es comida.
— Eso sí.
Está pensativo, quiere decirme algo pero no se atreve a hacerlo. Mi
dulce Milos no ha cambiado tanto después de todo.
— Aun sigo siendo yo, Milos, puedes decirme cualquier cosa.
Me mira y sonríe.
— Nadie me conoce como tú — me responde.
— ¿Tan mal están las cosas para mí?
Me mira un segundo y asiente.
— El rey está haciendo todo lo posible pero mañana por la mañana, será
el juicio.
—Pero no soy culpable, las pruebas que tienen son falsas — le digo
comiendo ese puré raro que realmente no está tan mal.
— ¿Y cuándo ha importado eso Ald? No somos más que humanos
simples, para ellos nuestra existencia es puramente alimentaria.
Tiene razón, da igual si soy inocente a no, mi palabra contra la de una
warlock de nivel superior, es un juicio rápido que voy a perder.
— Entonces ¿no hay nada que hacer?
— El rey ha prometido que si no encuentra como demostrar tu
inocencia el mismo te sacará de aquí y te llevara lejos.
— No puede hacer eso, se revelaran contra él.
— Pero te quiere Aldara, le da igual el mundo entero, no va a permitir
que se te lleven y hagan contigo lo que quieran.
— No puedo permitirlo, tiene que haber otra manera.
Milos me mira unos segundos.
— La hay.
— Dímela.
— Tengo la forma de sacarte de aquí, pero tiene que ser esta noche,
antes del juicio, no sabemos si la sentencia se llevará a cabo en el mismo
instante en que se dicte así que no podemos arriesgarnos.
— ¿Y qué pasará después de salir de aquí?
— Huiremos, tengo dinero para una temporada, podríamos empezar de
cero, tú y yo.
Lo miro un instante, tiene esperanzas y no es bueno, cuando le veo ya
no siento que se para el mundo, eso es algo que ha cambiado para siempre.
— Te lo agradezco, pero no quiero engañarte, no va a haber nada entre
nosotros.
— ¿Huiras conmigo? —me pregunta ignorando lo que le acabo de decir.
— Si lo hago entonces estaré admitiendo mi culpabilidad.
— Pero al menos serás libre.
Pienso en ello unos instantes, seré libre pero tendré que vivir lejos de
Duxlan. Si me quedo y me encuentran culpable él hará una locura que
igualmente nos separará. En ambos casos el resultado es el mismo. Quiero
ser egoísta. Quiero quedarme y ver si podemos estar juntos. Pero no puede
ser y me duele un infierno el alma, pero Milos tiene razón, tengo que irme
de aquí y ser libre sin él.
— Está bien ¿Cómo lo hacemos?
Milos sonríe entusiasmado.
— Será peligroso — me aclara — tienes que meter algo en el baño y
tirar de la cadena hasta atascarlo. Luego llama a los guardias, diles que
tienes que ir al baño y ellos te acompañaran a otro que hay en la planta
superior. Esos baños tienen ventana. Deberás lograr que te dejen sola y salir
por esa ventana. Yo estaré al otro lado esperándote.
— En cuanto vean que no estoy darán la voz de alarma.
— Sí, pero por eso debes lograr que te dejen sola un buen rato. Inventa
algo. Si logramos llegar a un muro al norte del palacio estaremos salvados
porque tendré a alguien allí esperando para sacarnos.
Asiento con la cabeza.
— Piénsalo bien Ald porque vas a renunciar a todo lo que tenías hasta
hoy por tu libertad.
No hace falta que lo piense. Renuncio a Duxlan por mi libertad, pero
también renunció a él por su corona, es rey antes que hombre y no seré yo
quien se interponga en eso.
— No hay nada que pensar, nos vemos en unas horas.
— Hora de visita acabada — se oye decir al carcelero mientras abre la
puerta.
Milos se levanta, recoge la bandeja vacía y sale del calabozo
guiñándome el ojo sin que el guardia lo vea. Y vuelvo a quedarme sola.
Esta vez mi soledad hace que me replantee el plan. Quizás debería confiar
más en Duxlan, dejarlo que me saque de aquí. Me acurruco contra la pared
nuevamente y me mezo para intentar pensar que debo hacer realmente.
— Pareces aburrida.
— Joder — me sobresalto antes la voz inesperada —pienso comprarte
un cascabel.
Levanto la vista y veo a Nero delante de mí con una sonrisa triste.
— ¿No deberías haber entrado por la puerta? — le pregunto sabiendo
que está aquí sin permiso.
— Nah, eso es para gente corriente.
Su gran carisma me hace sonreír.
— ¿Qué tal estas Aldy? — me pregunta sentándose a mi lado.
— Empiezo a agobiarme, suerte que no haya ventanas por aquí cerca
por la que tirarme ¿eh?
Se ríe, y yo con él. Su buen humor siempre se me contagia.
— ¿Qué haces aquí?
— Quería saber cómo estabas.
— Te lo agradezco.
— ¿Has visto a Milos? — me pregunta de la nada.
— Sí…
— Y ¿habéis hablado?
Su tono misterioso me hace sospechar que quiere saber algo más.
— ¿Te refieres a que si hemos hablado de hacer algo fuera de aquí? —
le pregunto porque creo que es eso a lo que se refiere.
Su amplia sonrisa me dice que ha acertado.
—Sí.
— ¿Y qué vas a hacer?
— ¿Qué harías tú?
— No lo sé — me contesta con sinceridad.
— Voy a irme — y veo que respira aliviado — vaya, no sabía que era
una carga.
— Y no lo eres — se apresura a decir — pero si te quedas Duxlan va a
hacer alguna estupidez, es el rey, no puede incumplir las leyes sin
consecuencias.
— Lo sé, es uno de los motivos.
— Cuando todo esté solucionado te buscará, estoy seguro, él te ama.
Lo miro con una sonrisa triste.
— Y yo a él. Pero a veces eso no es suficiente.
— ¿Qué quieres decir?
— Me voy a ir, pero no voy a volver, no encajo en esta vida, no encajo
en su vida. Quizás si hubiéramos sido solo dos personas que se encuentran
y se enamoran hubiera sido todo más fácil. Pero tengo un pasado que a él le
pesa y él tiene una corona que a mí me pesa.
— Creo que cometes un error.
— Puede ser, el tiempo lo dirá.
— ¿Cuándo te vas?
— En unas pocas horas.
— ¿No vas a despedirte?
— No podría, se me dan fatal las despedidas — le digo mirando mis
pies.
— ¿Vas a darle una oportunidad a Milos?
— Vaya, parece que todo el mundo se ha puesto de acuerdo hoy en este
tema. No, me voy con él pero no junto a él. Ahora solo somos amigos.
— ¿Y él lo sabe?
— Más o menos, le cuesta aceptarlo — le digo encogiéndome de
hombros.
— No quiero que esta sea la última vez que nos veamos.
— Ni yo.
Nos quedamos en silencio. Lo conozco poco pero le he cogido
muchísimo cariño, me gustaría tener un amigo como él por el resto de mi
vida.
— Sabes que te va a buscar ¿verdad?
Sé que se refiere a Duxlan.
— Puede ser, pero acabará entendiendo que es lo mejor.
— No lo conoces, no se va a cansar.
Yo creo que sí, pero no voy a discutir con él.
— Entonces ¿esto es una despedida? — me pregunta mientras me
abraza.
— Prefiero un hasta luego.
— Yo también — me contesta sonriendo — ¿necesitas algo para el
viaje?
— No, me voy con lo que vine.
— Nunca me defraudas Aldy.
— Bueno, espera ¿puedo pedirte algo?
— Lo que quieras.
— Papel y boli.
Suelta una carcajada.
— Te ofrezco cualquier cosa y me pides papel y boli, cuanto te voy a
echar de menos — dice dándome un beso en la frente.
En mi camastro aparece papel y boli, tal y como le he pedido, además
de un sobre. Sonrío ante ese extra.
— Hasta luego Aldy.
— Hasta luego Nero.
Y lo mismo que ha aparecido, desaparece de mi vista dejándome sola
nuevamente. Cojo el papel y el boli y me tiro al suelo a escribir. Está frio
pero es la única superficie lisa y dura que encuentro. Me da vergüenza
reconocer que apenas sé escribir y mi letra es horrible pero no quiero que
Duxlan lea estas palabras escritas por otra persona. Muerdo el boli antes de
empezar, no sé qué ponerle exactamente así que empiezo sin más.
Tardo una eternidad en juntar todas las palabras y dudo si alguna de
ellas está bien escrita pero es lo único que puedo hacer en estos momentos.
Cuando la termino la miro unos segundos pero no la vuelvo a leer, no tengo
tiempo. La meto en el sobre y lo cierro. Lo doblo por la mitad y lo guardo
en el bolsillo de mi pantalón. Justo cuando he terminado de recogerla oigo
la puerta de fuera y unos pasos. El guardia entra con una bandeja, la deja en
el suelo sin mirarme, sale, cierra y se va. Podría haber estado desnuda y ni
se hubiera dado cuenta.
Cojo la bandeja con un puré como el de antes pero de otro color y ceno,
no tengo ganas pero no sé cuándo voy a volver a comer así que es mejor
que aproveche ahora. Termino y reposo durante cinco minutos. Aún tengo
el estómago revuelto y estoy a punto de volver a ver la cena, tomo grandes
respiraciones para evitar que suba la comida de nuevo y tras un rato logro
calmarme. Bien, ahora que ya está todo controlado cojo la sábana del
camastro y la hago jirones. Los hago una bola y meto cada trozo por el
retrete bien al fondo. Qué asco. Luego tiro de la cadena y veo como
empieza a salir el agua. Conseguido.
— ¡Hola! — Grito en lo más que puedo — ¿hay alguien ahí?
Nada.
— ¡Hola! — repito.
Nada de nuevo. Está bien, no me oyen entonces simplemente gritaré.
Cojo aire, todo el que puedo y suelto un grito que ni yo misma sabía que
podía dar. Oigo como entran corriendo un par de guardias.
— ¿Qué ocurre? —me dice uno de ellos.
— Nada, es que mi baño no funciona y debo ir con urgencia.
Ambos se miran sopesando si ayudarme o mandarme a la mierda.
Pongo mi mejor sonrisa de chica en apuros y finalmente uno de ellos saca la
llave de su pantalón. Bien. Abre la puerta y se hace a un lado para dejarme
pasar. Miro un segundo atrás y me veo incapaz de dejar la manta de Duxlan,
así que la cojo y me rodeo con ella.
— Estoy helada — digo a modo de explicación.
Ninguno de los dos dice nada así que no doy más explicaciones.
Camino con uno delante y otro detrás, parezco más peligrosa de lo que soy.
Subimos un nivel y efectivamente salimos a la planta baja de palacio. Desde
ahí giramos y vamos a una puerta que ni siquiera sabía que estaba allí. Uno
de ellos entra, el otro se queda fuera. Lo baños son tres cabinas y dos
lavamanos. Y una ventana, muy pequeña. Entro en el del medio y cierro.
Veo las botas del otro guardia por debajo de la puerta. No sé qué hacer para
que se vaya. Piensa ¿Qué haría que un hombre saliera? Sonrío porque lo sé
—Mierda — digo en voz alta — ¿puedes traerme un tampón por favor? Me
ha bajado mi periodo.
Silencio al otro lado. La vergüenza les puede cuando se trata de este
tema.
— ¿Perdona? Estoy manchando todo y se va a poner más asqueroso
aun.
— Ahora mismo — contesta, y oigo como sale.
No pierdo tiempo y salgo con cuidado de no hacer ruido. Me voy a la
ventana y la abro. Es pequeña pero creo que quepo. Espero que Milos esté
abajo, nunca hablamos de a qué hora quedar ni nada. Lanzo primero la
manta y luego salto yo. No puedo creerme que no haya nadie vigilando esta
ventana. Caigo al suelo de un salto y tal cual me levanto noto unas manos
que me tapan la boca.
— Soy yo Ald.
Asiento para que sepa que lo he reconocido. Milos me quita la mano,
me giro y me hace gestos para que no haga ruido. Lo sigo con mi manta
debajo del brazo hasta una bicicleta que hay apoyada contra la pared, se
sube y me indica que me suba detrás y me agarre. Me rio porque no puedo
hacer otra cosa. Es ridículo huir en bici. Aunque también es silencioso. Por
suerte vamos hacia abajo y alcanzamos una velocidad buena. Llegamos
hasta un muro y veo a un guardia. Mierda. Me tenso.
— Tranquila Ald, está con nosotros.
Respiro aliviada. Nos bajamos y nos acercamos a él.
— ¿Todo listo? — pregunta Milos
El guardia asiente.
— Nos va a abrir el muro, Nero cubrirá nuestra salida —me explica.
— ¿Lo ha mandado Nero? — pregunto señalándolo.
Milos asiente. Saco la carta de mi bolsillo y se la doy al guardia.
— Házsela llegar al rey por favor.
El chico se la guarda y asiente. No sé si es mudo. Se da la vuelta y toca
el muro. Hay un leve destello, unos segundos más igual y de pronto hay un
agujero como yo de alto.
— Pasa — dice Milos.
Lo hago no muy convencida de que se vaya a cerrar y me quede
atrapada en medio. Pero eso no sucede. Miro al agujero y Milos no sale. De
pronto aparece y se cierra el agujero. Me indica que le siga y lo hago hasta
unos arbustos. Allí veo una moto escondida.
— No sabía que supieras montar en moto.
— Aprendí estando aquí, no es mucho más difícil que en bici.
Se sube, arranca, me subo detrás, acomodo la manta entre nosotros y me
agarro a él apoyando mi cabeza en su espalda. Suspiro y me permito pensar
en Duxlan mientras nos alejamos.
Adiós
Me despido en mi cabeza de él.
¿Aldara?
Mierda, ¿le ha llegado mi despedida?
¿Aldara? ¿Por qué te despides?
Suena ansioso. No sé qué decirle. Ni cómo.
No te atrevas a irte.
Entro en pánico y comienzo a llorar, Milos sigue conduciendo delante
mío ajeno.
Lo voy a arreglar y te voy a encontrar nena, te lo prometo.
¿Vas a dejarme sola?
Aldara
Ha pasado un mes desde que salimos de palacio. Aun me cuesta respirar
cuando pienso en Duxlan, creo que siempre me costará. Milos hace todo lo
posible por demostrarme que somos la pareja perfecta, me trae flores
cuando sale de trabajar casi a diario, me deja la cama grande para dormir,
me prepara el desayuno…pero tiene un defecto que no puede superar, no es
Duxlan.
— Ald ya estoy en casa — grita desde la puerta.
Casa, tenemos una casa, estamos en las afueras del pueblo porque no
quiere que nadie me vea. Me dedico a la casa, el huerto, el jardín, en fin, me
muero del aburrimiento. Pero por el momento es mejor así. De camino aquí
compramos otras lentillas para ocultar mi color de ojos, y aunque nos han
llegado noticias de que me buscan, nadie ha venido buscándome. Ni
siquiera Duxlan.
— ¿Qué tal el trabajo hoy? — le pregunto siguiendo nuestra rutina
diaria.
— Ha sido un gran día, si seguimos así aumentaremos la producción a
finales de este año.
Sonrío porque tengo que hacerlo, pero no soy feliz, aunque él no tiene la
culpa, así que sonrío.
— ¿Cómo te has sentido?
— Mejor — miento.
— Ald, no es normal que después de un mes sigas igual, quizás
deberíamos ir a un médico warlock.
— No, esto es cuestión de tiempo, lo sé.
Me mira con el ceño fruncido pero no dice nada más, me da un beso en
la frente y se va a su cuarto a duchar. Me miro al espejo y la imagen que me
devuelve es pésima. Tengo ojeras y estoy más pálida de lo normal. Cierto es
que en pleno invierno apenas he salido a la calle, pero mi palidez es de
enferma. Pienso en las palabras de Ohmia, la anciana me dijo que no podía
separarme de Duxlan y quizás se refería a esto, quizás enfermo si no estoy
cerca de él. Desde que se alimentó de mi he tenido mi salud bastante
resentida. He oído voces pero no sé de donde vienen.
Hoy apenas puedo levantarme de la cama, apoyo mi mano sobre el
cabecero para ayudarme. Me tiemblan las piernas, estoy asustada. Han
pasado tres meses desde que dejé a Duxlan y creo que la cosa ha ido a peor.
Estoy cansada constantemente y mi cabeza pasa más tiempo dando vueltas
que centrada.
Cuidado oigo en mi cabeza. No es la primera vez que oigo voces ahí
arriba, al principio pensé que era Duxlan, ahora creo que me estoy
volviendo loca.
— Buenos días Ald — oigo decir a Milos mientras entra con una
bandeja de desayuno.
Su buen humor desaparece en cuanto me ve, sé que hoy tengo un día
especialmente malo.
— Ald, no puedes seguir así, mírate.
Deja la bandeja en la mesa del tocador y acude a mi lado.
— Vas a meterte en la cama y voy a traer aquí a un médico que me han
recomendado.
Lo miro y quiero discutir pero no puedo, no tengo fuerzas.
—Está bien.
Y mi aceptación provoca una preocupación inmensa que puedo ver
reflejada en sus ojos.
— Túmbate — me dice mientras me ayuda, me tapa con la manta que
aun guardo de Duxlan y me da un beso en la frente —vuelvo enseguida.
Asiente y me quedo acurrucada. A esperarlo. Oigo el ruido del motor
alejarse. Nunca pensé que tendríamos coche propio pero así es. Uno viejo y
que se cae a pedazos, pero nuestro. Quiero aprender a conducirlo en cuanto
me recupere, parece divertido.
Descansa
Me quedo dormida pensando en eso y tengo sueños en los que conduzco
a toda velocidad, pero acabó estrellándome contra un árbol y despierto
sobresaltada. Oigo el ruido de nuestro coche acercarse y me alegro de que
esté aquí ya. Mi corazón late a mil por hora debido a la pesadilla. Escucho
pasos dentro de la casa y finalmente unos golpes en la puerta que me avisan
que van a entrar.
— Ald ya estamos aquí.
Veo como Milos pasa con un hombre no muy mayor vestido con una
bata azul turquesa. Es un warlock.
— Ella es Aldara — le dice Milos dejándolo pasar hasta mí.
— Encantado, soy el doctor Maiesus ¿Qué te ocurre?
Me incorporo levemente hasta apoyar mi espalda con la pared.
— Hace unos tres meses se alimentaron de mi — omito quien fue — y
desde entonces no me encuentro bien.
— ¿Que síntomas tienes?
— Al principio vomitaba, ahora no tengo fuerzas ni apetito, y oigo una
voz — cuando digo esto miro a Milos porque no se lo había contado.
— Ya veo ¿puedo examinarte?
Asiento y veo como me destapa con cuidado y sube mi camiseta. Palpa
desde mi pecho hasta mi ingle. Luego aprieta en mis costados.
— ¿Has sentido mareos?
— Sí.
— ¿Cuándo fue la última vez que alimentaste al bebe? — me pregunta
bajando mi camiseta.
— ¿Qué bebé? — pregunto nerviosa.
— Aldara, estás embarazada, por tus síntomas y el leve centelleo que
veo detrás de tus lentillas no es humano, así que imagino que debe ser de
los nuestros. Pero eso ya deberías saberlo, hay que seguir todo un ritual para
conseguir quedarte en estado.
Miro a Milos en shock. Embarazada. No tengo ni idea de cómo ha
ocurrido. Bueno, sí. Pero solo fue una vez. No es posible.
La conversación con Ohmia viene a mi mente.
— Ya no hace falta que me lo digas, lo acabo de confirmar, la unión
entre tu warlock y tu ha sido fructífera, eres una Eterna.
— ¿Una qué? —le pregunto porque he entendido la palabra pero no sé
qué quiere decir.
— Eterna, una fuente Eterna. Pero debes volver con él, no puedes estar
separada porque lo vas a necesitar.
— ¿A qué te refieres?
— Hazme caso debes regresa a él.
A eso se refería con que nuestra unión había sido fructífera y que debía
regresar con él, ella también vio el leve centelleo.
— ¿No sabias que estabas embarazada? —me pregunta el medico
sorprendido.
Niego antes de si quiera pensar en mentir. Me asusta que haya visto el
centelleo detrás de mis lentillas.
— Eso es raro, la madre debe someterse a unos rituales…
— Ella sí que se sometió pero finalmente el warlock la cambió por otra
más joven antes de saber que estaba embarazada. Ahora está conmigo, yo
me haré cargo de su hijo, nuestro hijo —dice Milos mintiendo para darnos
una salida.
— No es posible, ella necesita la energía del padre para alimentar a la
criatura, si no hace eso las vidas de ambos corren peligro.
Lo pienso durante un instante. Esto no me puede estar pasando. Pongo
las manos en mi vientre y sí que lo noto algo más abultado, pero no como
para pensar que ahí dentro hay una personita.
— ¿Qué son las voces que oigo? — le pregunto aun frotando mi vientre.
— Es él o ella, pueden comunicarse a partir del tercer mes.
— Pero las oigo desde hace más de un mes.
—Interesante — me dice mirándome y pensando algo.
No me gusta este hombre.
— ¿Hay alguna manera de que no tenga que acudir al padre? —
pregunta Milos agarrando mi mano.
Mi cara debe de ser un poema.
— No realmente, podemos traspasarle energía, yo mismo puedo
hacerlo, peor no es seguro que funcione. Es como una trasfusión de sangre
para los humanos, hay que ser compatibles.
Asiento para que crea que lo he entendido, pero no estoy muy segura.
— Voy a pasarte energía ahora Aldara — me dice poniendo su mano en
mi frente— haremos esto durante las próximas cuatro semanas, dos veces a
la semana. Si pasado este tiempo no mejoras…
—Mejorará —dice Milos convencido.
Y lo dice tan convencido que casi me lo creo.
— Sepárate Milos — le dice el doctor y él suelta mi mano —
¿preparada?
Asiento y noto como algo entra en mi cabeza. Recorre todo mi cuerpo y
llega a mi vientre. No es como lo noté con Duxlan, esto es diferente.
Cuidado oigo en mi cabeza.
¿Es el bebé el que me habla? ¿Con que quiere que tenga cuidado? No lo
entiendo, le pregunto pero no obtengo respuesta. Cuando el doctor separa su
mano veo que está más pálido y me mira de otra forma, observándome.
— Ahora descansa – me dice el doctor mientras se levanta.
Le hago caso y me tumbo nuevamente, estoy cansada. Cierro los ojos y
me duermo, ni siquiera sé si ha salido del cuarto.
Llevamos tres semanas con este tratamiento pero no mejoro, aunque
tampoco empeoro así que puede que funcione. Cada vez que el doctor me
traspasa energía el bebé me dice que tenga cuidado pero no sé a qué se
refiere. Quizás tampoco le guste el doctor, a mí me da mala espina,
seguramente por eso no se fie de él. Milos me dice que son paranoias mías.
Milos, ha estado cuidando de mí y hablando con el bebé, bueno con mi
tripa. Ahora sí que es más abultada. Puede que sea por la energía, puede que
el bebé se esté alimentando de ella y por eso haya crecido tan rápido.
Durante las visitas del doctor he ido preguntándole. No es lo mismo un
embarazo warlock que uno humano. Nosotros necesitamos nueve meses de
gestación, ellos solo cuatro y medio, en mi caso, al ser mezcla, no está
definido, pero suele variar entre cinco y seis meses así que según mis
cuentas me quedan menos de dos meses, quizás solo uno. Eso me pone
nerviosa y me asusta. No sé cómo criar a un hijo y menos uno que no es ni
humano completamente. Milos me intenta tranquilizar, me dice que entre
los dos podremos, pero no sé si es cierto. A veces pienso en volver a palacio
y entregárselo a Duxlan, que me apresen a mí y hagan lo que quieran
conmigo, sabiendo que mi pequeño estaría bien cuidado con su padre lo
demás no importa.
Oigo el ruido del motor pero no es el de nuestro coche. Tengo un mal
presentimiento.
Corre oigo en mi mente.
Cojo un abrigo colgado en la cocina y salgo por la puerta trasera. Hace
frio pero algo me dice que la alternativa de quedarse es peor. Corro
sujetando mi tripa por el huerto hasta llegar a una arboleda y me escondo en
un hueco que Milos cabo en el suelo. Lo hizo por si surgía una emergencia,
es de apenas un metro de profundidad pero se aseguró de cubrirlo con una
manta artificial que parece el manto natural del sitio. Me acurruco e intento
no moverme. Oigo la puerta trasera de mi casa abrirse. Pasos, alguien se
acerca. Está muy cerca. Tierra resbala dentro del agujero movida por la
cercanía de la pisada. Contengo la respiración.
— No está Comandante — oigo que dice el hombre parado a mi lado.
Oigo botas acercarse.
— Sé que ella está aquí, vamos a encontrarla a ella y a ese bastardo que
dicen tiene en su interior. Nunca me he alimentado de una embarazada. Si el
doctor está en lo cierto voy a pagarle cada moneda que le he prometido —y
reconocer esa voz hace que se me hiele el alma, el Comándate, el mismo
que secuestró, el warlock al que más miedo le he tenido nunca.
Lo oigo alejarse pero no me muevo, me envuelvo bien en mi abrigo y
permanezco ahí, quieta, acurrucada, esperando a que se vayan aunque con
el miedo de que descubran este sitio y me lleven lejos. No sé el rato que
pasa pero apenas hay sol por lo que veo entrar en el tejido cuando oigo el
motor de nuestro coche. Pienso en salir pero me arrepiento, si aún están
vigilando o dentro puedo hacer que maten a Milos o que lo conviertan en un
esclavo para el resto de su vida. El motor se para. Oigo la puerta de entrada,
espero, no parece que haya ningún ruido raro. Milos grita algo pero estoy
demasiado lejos para saber si es bueno o malo. Se oye la puerta trasera y
unos pasos — ¡Aldara! — oigo a Milos gritar.
Aun no salgo, si fuera solo yo hubiera buscado un palo y entrado a
atacar a quien fuera pero ahora tengo que pensar en alguien más.
— ¡Ald! — Suena preocupado, se acerca dónde estoy y destapa la
manta — joder Ald ¿Qué ha pasado?
Me incorporo y él me ayuda a salir.
— Han venido unos hombres por mí, el Comandante, el doctor nos ha
vendido — las palabras salen de mi boca tiritando.
Pero a Milos no le hace falta saber más, con esas palabras me entiende
perfectamente. Sabe quién es el Comandante, el miedo que me provoca. Me
ayuda a salir y me abraza. También está asustado, no por él, por mí, por el
bebé.
— Quédate aquí — me ordena cogiendo mis mejillas entre sus manos
— voy a ir dentro a coger un par de cosas y nos iremos.
— Tengo miedo ¿y si nos están vigilando?
— No te preocupes Ald, voy a protegeros, sois mi familia, no voy a
dejar que nada os pase.
Asiento y vuelvo a meterme en el agujero pero esta vez ni me tumbo ni
me tapo. Es solo por si acaso. Lo veo andar por el huerto de forma natural y
entrar a la casa. Enciende todas las habitaciones. Veo su figura moverse
dentro de la casa. Pasan unos diez minutos y respiro aliviada cuando lo veo
salir con una mochila al hombro y otra en su mano. Regresa donde estoy. Es
noche cerrada así que si alguien nos está vigilando solo verá una figura
caminando pero no es probable que pueda distinguir las mochilas.
— Ponte esta, es la que menos pesa — me dice ayudándome a ponerla
encima del abrigo.
La suya es mucho más grande y pesada.
— Ahora sígueme.
— ¿Sabes a dónde vamos? — le pregunto asustada.
— Lejos de aquí.
Me coge de la mano y nos adentramos en el bosque. Caminamos por
horas, callados. Las únicas palabras que se oyen en un susurro son las de
Milos preguntándome si estoy bien de vez en cuando, yo solo asiento.
Cuando el sol sale mi cuerpo decide que ya no puedo más y si Milos no me
llega a coger a tiempo hubiese acabado estrellada contra el suelo.
— Joder Ald, deberíamos haber parado a descansar —me dice enfadado
y preocupado.
— No, no estábamos lo suficientemente lejos, aun no lo estamos.
— Vamos a parar aquí unas horas, hay un pueblo no muy lejos de aquí.
Me acercaré y veré si puedo conseguir algún medio de trasporte.
— ¿Vas a dejarme sola? —le pregunto aterrada.
— Será solo un rato, no tengas miedo, antes de lo que te imaginas estaré
aquí de nuevo.
No me convence demasiado que se vaya pero no podemos caminar
eternamente, no conmigo en este estado. Asiento y veo que coge su
mochila, me da un beso en la frente y se va. Me quedo sola en medio del
bosque y no sé qué hacer. Apoyo mi espalda contra el tronco del árbol y
disfruto del sol un rato, hace frio pero el sol logra calentarme. Froto mi tripa
con ambas manos, tengo muchísimo miedo de no saber qué hacer con este
bebé pero también tengo muchísimas ganas de conocerlo.
— Ojala saques la sonrisa de tu papá —digo en voz alta esperando que
me oiga.
Aunque el bebé se ha comunicado conmigo no he conseguido
comunicarme con él o ella de vuelta.
— Y gracias por decirme que corriera, vas a ser un bebé muy listo si ya
haces estas cosas antes de salir.
Pasa el tiempo y Milos no regresa. Empiezo a ponerme nerviosa. Me ha
dejado la mochila que he cargado hasta aquí así que la pongo entre mis
piernas y la abro buscando algo de comida. Abro la cremallera y veo un
paquete de dulces y una botellita de agua. Sonrío, sabe que me encantan.
Meto mi mano y toco debajo algo suave, lo saco y veo que es la manta de
Duxlan, creía que la había perdido para siempre, me alegro de que la
metiera, es lo único que va a tener el bebé de su padre. Justo debajo hay un
paquetito, lo saco y lo abro, es un juguete. No puedo evitar soltar unas
lágrimas, no sabía que lo había comprado, decidimos no comprar nada del
bebé hasta no estar seguros de que el embarazo llegaría a buen término.
Somos realistas, esto se puede complicar. Abro los dulces y me los como
disfrutando de cada uno de ellos, bebo agua y disfruto de este rato de
tranquilidad comprada. Oigo unos pasos y recojo todo en la mochila y la
cierro, me pongo de pie y me oculto tras un árbol. Veo a Milos aparecer y
me relajo.
— Pensaba que habías decidido abandonarme — me quejo sonriéndole.
— Nunca Ald.
Llega hasta mí y me abraza.
— Qué tierno ¿no creen? — se oye decir detrás de Milos, me congelo
en mi sitio, reconozco esa voz.
Milos se da la vuelta metiéndome tras su espalda. El comandante está
parado frente a nosotros con cuatro warlocks más.
— No voy a permitir que te la lleves — amenaza Milos.
Pero solo obtiene una carcajada como respuesta.
Miedo oigo en mi cabeza, el bebé está asustado, yo también.
— ¿Sabes que solo eres un simple humano verdad? — le pregunta
acercándose.
— Te mataré antes de que puedas ponerle un dedo enc…
Y una bola de luz roja que no sé ni de donde ha venido impacta sobre el
pecho de Milos antes de que pueda terminar la frase, cae al suelo
desplomado y yo con él. Me arrastro a su lado, está inconsciente, o muerto,
no lo sé. Entro en pánico, comienzo a llorar.
— No, no, no Milos por favor, despierta — le suplico.
El Comándate está a mi lado riéndose. Me coge del cuello y me levanta
en el aire, abre mi abrigo y toca mi tripa.
— Así que era cierto.
No puedo dejar de llorar. No sé si Milos está muerto.
Papá oigo al bebé.
Duxlan lo llamo, no sé si me oirá, no lo he llamado en meses, quizás ya
no tengamos esa conexión.
¿Aldara? Joder que alivio escuchar tu…
Ayúdame le suplico mientras noto que el Comandante me aprieta un
poco más la garganta.
No ha quedado ni uno
Duxlan
Reviso en mi despacho los papeles que tengo delante de mí por tercera
vez. Tengo una sensación extraña desde anoche. Llevo cuatro meses sin
saber nada de Aldara y esto me está volviendo loco. Incluso alimentarme de
las chicas me resulta desagradable, si no es totalmente necesario no lo hago,
y nunca de Zairena, siento que engaño a Aldara.
Miro nuevamente los papeles, Debra ha pedido que archiven su caso,
que mantengan el estatus de prófuga de Aldara por si alguna vez aparece la
apresen. Si firmo esto estoy declarando culpable a Aldara sin siquiera un
juicio, pero en estos meses no he podido encontrar nada que pueda
demostrar su inocencia. Nero y Catriel están convencidos de ella, yo
también, me odio por no habérselo dicho antes, por no haber confiado desde
el principio. Ahora solo ruego por encontrarla y tener la oportunidad de
decírselo.
— Dux —oigo a Nero entrar y le indico con la mano que se siente
frente a mí.
— ¿Necesitas algo? —generalmente se mantiene alejado de mi
despacho, la burocracia le produce urticaria.
— Llevo todo el día notando una extraña sensación que proviene de ti.
— Si, no sé qué la provoca.
— Quizás deberíamos…
Duxlan la voz de Aldara suena en mi cabeza y silencio a Nero.
¿Aldara? Joder que alivio escuchar tu…
Ayúdame la oigo suplicar.
Me quedo blanco y Nero, que me mira, se levanta inquieto.
¿Qué ocurre? — me pregunta.
Sigo callado intentado hablar con ella nuevamente. Nada.
— Es Aldara, acaba de pedirme, no, de suplicarme ayuda. Está muy
asustada.
— Joder. Concéntrate — me ordena Nero.
Es lo que hago. Busco en mi mente sus palabras, me concentro en ellas,
sigo su ruta, encuentro el sentimiento de miedo que ha traspasado sus
palabras. Me concentro como nunca y la encuentro.
— La he localizado — digo abriendo mis ojos — reuniros conmigo
donde esté.
Y desaparezco dejando a Nero a cargo de seguirme con Senox y Tradiel.
Cuando llego al punto de donde provienen las palabras de Aldara lo que veo
me llena de ira. Un tipo tiene a mi Aldara cogida por el cuello, en el aire,
está pálida. Milos está tirado en el suelo.
— Así que era cierto —dice el tipo a Aldara.
Aldara llora y patalea intentando soltarse. Un grito sale desde dentro de
mi pecho haciendo que se vuelvan los cinco tipos. En un parpadeo estoy
junto a Aldara y con un látigo de energía corto el brazo del espécimen que
la sostiene. Ella cae al suelo con la mano del tipo sobre su cuello. Está tan
nerviosa que no atina a quitársela y ni siquiera me ha visto. Me agacho
junto a ella y se la quito.
— ¿Duxlan? — me pregunta confundida, sus ojos llenos de lágrimas no
la dejan ver bien.
La abrazo contra mi pecho fuertemente, no pienso dejarla escapar nunca
más.
— Vaya, vaya — oigo tras de mí, el tipo sin medio brazo nos mira
sujetándose el muñón sin inmutarse, es un sádico — ahora entiendo porque
Ohmia te ayudó a que te escaparas. Era buena medidora, lástima que al final
acabara con su cuello rajado por mi cuchillo. Alteza.
Me ha reconocido.
— Una pena que tenga que matar al rey, no pareces mal tipo, pero la
chica es mía.
Aldara tiembla en mis brazos. Mi furia crece. No solo me amenaza
como rey, también lo hace a la mujer que amo. A ella no la toca ni el viento.
— Él es quien me secuestro — susurra Aldara.
Otro punto para sumar a mi ira. Se atrevió a tocarla. Me levanto y veo
como Aldara se arrastra hasta Milos, tiene una gran herida sobre el pecho.
— Milos por favor, sigue conmigo, no me dejes, no puedes dejarme, me
lo prometiste —dice Aldara moviendo el cuerpo de Milos.
Su desesperación me cala hondo.
— Vaya, parece que la chica tiene muchos hombres satisfechos en su
vida — dice el tipo sin medio brazo — está claro que merece la pena matar
a un rey por ella.
Y dicho esto levanta su otra mano y aparecen siete warlocks más.
Formo una bola de energía a modo de cúpula para proteger a Aldara y a
Milos. Esto se va aponer feo.
— ¿Por qué nadie nos avisó de que la fiesta ya había empezado? —Se
oye decir detrás de los tipos que tengo delante— Nero siempre sabe cómo
hacer una entrada.
Veo a mis tres amigos, mis hermanos, preparados para la lucha, somos
menos pero mucho más poderosos. Creo una gran bola de energía entre mis
manos de color azul turquesa, el color puro como los ojos de Aldara. Me
giro y la veo sobre el pecho de Milos llorando. Senox, Tradiel y Nero hacen
lo mismo mientras caminan para hacer un circulo con los tipos que van a
morir en medio. Lanzamos a la vez que ellos nos atacan, su energía es
mínima así que se disuelve al impactar contra nuestras bolas que siguen
hasta llegar a ellos. Los que atrapan nuestras bolas desaparecen sin dejar
rastro. Intentan salir de nuestro círculo pero me he encargado de que no
puedan. Solo veo al tipo sin medio brazo desaparecer, debe ser un warlock
de nivel superior, me encargaré de él más tarde.
El pánico recorre el centro de nuestro circulo, atacan tirando energía de
forma descontrolada, se dan unos a otros, a nosotros no nos alcanzan, a
ninguno. Incluso alguno se arrodilla ante nosotros suplicando clemencia.
No la voy a tener, todos van a morir. Todos.
No dura más de unos minutos nuestro ataque, allí no queda rastro de
que alguna vez hubo algún warlock.
— Nero y Senox, seguid al jefe y encargaos de reducir a cenizas su
campamento, no quiero prisioneros — ordeno y ellos asienten. Van a morir
todos. No hay opción.
Desaparecen dejándonos a Tradiel, Milos, Aldara y a mí en el claro.
Ella aún sigue sobre él llorando. Deshago la cúpula y me acerco.
— Aldara — le susurro tocándole el hombro.
Ella levanta su cabeza y veo sus lágrimas recorrer sus mejillas sin
consuelo.
— Ayúdalo por favor, no dejes que muera — me suplica.
Siento una puñalada en mi pecho. Está desesperada por él. Aun así,
asiento.
— Tradiel se encargará de él.
Aldara se separa un poco y aprovecho para pasar un brazo por debajo de
su cabeza desde atrás y abrazarla contra mi pecho. Aspiro su aroma. Noto
que puedo respirar por primera vez en cuatro meses. Tradiel se coloca junto
a Milos, me mira, yo también he notado que la herida pinta mal. Pone sus
manos sobre su pecho y comienza a sanarlo, la herida cierra por fuera y veo
a Aldara suspirar aliviada. Puedo sentir a Tradiel ejerciendo toda la energía
que tiene para sanarlo pero no es suficiente. Tradiel me mira. No sé qué
decirle. Antes de poder hablar Milos se mueve levemente y Aldara sale de
mis brazos para acudir junto a él.
— Oh, pensé que te había perdido — solloza mientras besa su frente.
Los celos se apoderan de mí. Cuando se trata de ella no puedo
controlarlos. Ni siquiera ante un moribundo.
— Ald, te prometí que no te dejaría sola, aunque te he fallado — le dice
aun medio adormilado.
— No lo has hecho, me defendiste.
— Pero no te salve, fue Duxlan quien lo hizo ¿no? — pregunta
mirándome por encima del hombro de Aldara.
Aldara asiente.
— Duxlan, necesito hablar con vosotros —me pide en un susurro.
— Y habrá tiempo —le dice Aldara.
Pero me mira y sabe que seguramente no lo habrá.
— ¿Qué quieres decirnos? — le pregunto, no quiero alargar su agonía.
Niega levemente con la cabeza.
— Debéis estar todos. Debra, Zairena, Analsa, Nero, Senox, Tradiel,
Aldara y tú.
Me sorprende que quiera hablar con todos nosotros pero asiento, no sé
si le quede mucho tiempo de vida. Llevar a Aldara a palacio es peligroso,
ella es una prófuga y Debra no dudará en hacerla apresar, pero esta vez no
voy a dejar que la aparten de mí. Pueden quedarse mi corona, pero no se la
quedaran a ella. Nero y Senox aparecen junto a nosotros.
— Misión cumplida, tenemos a la guardia real reorganizando el sitio —
anuncia Senox.
— No ha quedado ni uno — me confirma Nero.
Asiento.
— Yo me encargo de él Dux, tú lleva a Aldara — me dice Tradiel.
— A nuestra sala. Traed a Debra, Analsa y Zairena —ordeno a Nero y
Senox —Milos tiene algo que decirnos.
Nero me mira extrañado pero asiente y desaparece en un parpadeo.
Senox hace lo mismo. Tradiel sujeta a Milos por lo hombros y lo mismo.
Intento abrazar a Aldara pero no me deja. Coge dos mochilas que hay junto
a ella y extiende sus manos. Aún debe estar dolida. Espero que pueda
perdonarme, espero que no sea demasiado tarde. No sé cómo vivir una vida
sin ella.
Cuando nos materializamos en la sala veo que somos los últimos en
llegar. Milos ha sido acostado en una cama. Zairena, Analsa y Debra
permanecen juntas en una esquina, los chicos están junto a Milos.
— Mandar llamar a la guardia real — exige Debra nada más ver a
Aldara.
Aldara la ignora y va junto a Milos.
— No vas a huir ahora tan fácilmente — amenaza Debra caminando
tras de Aldara.
— No la amenaces — le digo en un tono serio y agresivo— nadie va a
tocarla mientras yo sea rey, tampoco si dejo de serlo.
Debra me mira con los ojos muy abiertos al entender mi declaración.
— ¿Qué hacemos aquí? — pregunta Analsa no entendiendo nada.
— Milos nos ha pedido que estemos todos, tiene algo que decirnos —
contesto yendo hacia él.
Veo como Zairena y Debra se miran nerviosas. Nos reunimos alrededor
de los pies de la cama de Milos. Zairena, Analsa y Debra delante, Nero,
Tradiel y Senox detrás, Aldara sentada a su lado en el colchón cogiéndole la
mano. Yo detrás de ella de pie.
—Ald — comienza levantando la mano y Aldara le ayuda a ponerla en
su mejilla —mi dulce Ald, siento haberte hecho pasar por todo lo que has
pasado. Ahora me doy cuenta de que fui egoísta, que debí dejarte ir y que
fueras feliz. Pero te amo demasiado y soy demasiado egoísta, espero que
sepas perdonarme.
— No tengo nada que perdonarte Milos, has estado a mi lado
cuidándome, no tengo nada que reprocharte.
— Si lo tienes. Por favor, saca de la mochila grande, del bolsillo lateral,
una carta.
Aldara hace mención de levantarse pero la detengo, debe tener frio
porque aún no se ha quitado ese enorme abrigo y no tiene muy buena cara,
me gustaría poder cuidar de ella pero creo que en estos momentos no me
dejaría. Me agacho y cojo la carta del bolsillo, me acerco y se la entrego
nuevamente.
— Ábrela, es para ti — me dice Milos.
Lo miro extrañado un segundo antes de hacer lo que me pide. Abro la
carta y veo unas cuantas líneas mal escritas. Comienzo a leer y enseguida sé
de quién es. Levanto la vista y me encuentro con la de él.
— Si Duxlan, es una carta de Aldara, te la escribió la noche que nos
fuimos. Ella se la entregó al guardia que nos ayudó a pasar por el muro pero
yo se la quité antes de irme.
Proceso sus palabras unos momentos.
— Lo siento Ald.
— No cambia nada, son palabras de despedida — le contesta.
Y entonces me doy cuenta. Esa letra, la letra de la carta que tengo en
mis manos no coincide con la letra de las amenazas de Debra.
— Ya te has dado cuenta — dice Milos mordiendo su labio.
Asiento.
— Debra y Zairena me convencieron de ayudarlas, ellas querían
quedarse con tu corona, yo quería quedarme con Aldara. Zairena escribió
con la izquierda la nota para que no reconociéramos la letra.
Miro a Analsa y veo en su cara que es cierto. Ella una vez me dijo que
su hermana podía escribir con la izquierda y había usado ese truco para
gastarle algunas bromas de niñas.
— No entiendo nada — dice Aldara mirándome.
Zairena y Debra intentan moverse pero Nero y Tradiel que están justo
detrás de ellas las sujetan en el sitio.
— Las pruebas que tenían contra ti eran unas notas con amenazas — le
explico — Milos fue quien corroboró que esas notas las habías escrito tú.
— Pero yo no las escribí —dice Aldara aun confusa.
— Pero yo les hice creer que si Ald — le contesta Milos —Debra y
Zairena fueron las que se ocuparon de hacerte desaparecer, las que te
entregaron al Comandante. Si no las hubiese ayudado hubieras acabado
muy mal. No intento excusarme, pero tenía razones para hacerlo.
Veo la cara de consternación de Aldara cuando por fin comprende todo.
— ¿Te pusiste de acuerdo con ellas aun sabiendo que me habían
entregado a ese tipo? — pregunta Aldara levantándose del lado de Milos.
— Ald, fue para salvarte.
— No, fue porque eres un egoísta que no pensó nada más que en sí
mismo ¿sabes por lo que tuve que pasar? ¿Sabes lo que hubiera ocurrido si
no llega a ayudarme Ohmia? Oh Dios mío, Ohmia murió por ayudarme, por
tu culpa — le grita señalándolo.
— Ald, lo siento, no quería que pasara todo esto, solo quería ser feliz
contigo, quería que fuéramos una familia —le suplica Milos— Ald, lo
sabes, lo único que he querido es tener un futuro a tu lado, y lo tenemos, tú,
yo y el bebé.
Me cuesta unos segundos darme cuenta de lo que acaba de decir.
— ¿Bebé? —pregunta Nero que ha sido más rápido pensando que yo.
Aldara baja la cabeza y se quita el abrigo. Debajo lleva una camiseta en
la que se puede ver su vientre hinchado. Está embarazada. Esto no lo
esperaba. No pensé que pudiera formar una familia con Milos tan
rápidamente.
— Joder Aldy, tu sí que no pierdes el tiempo — dice Nero acercándose
— ¿puedo?
Aldara asiente y Nero le toca la tripa. Yo aún no puedo moverme.
Aldara embarazada. Ella me mira y juro que quiero decir algo pero no
puedo. No sé qué decir. Ahora entiendo porque no me dejó abrazarla para
traerla, no quería que lo descubriera. No puedo darle la enhorabuena, o si,
no lo sé. Joder, embarazada.
— Zairena ¡no! — grita Analsa.
Me giro y veo a Zairena encaramada en la misma ventana en la que una
vez Aldara estuvo subida. Cuando era mía. Solo mía. Cuando no estaba
embarazada de Milos.
— Prefiero morir que vivir como una vagabunda —dice mirándonos a
todos.
Analsa está llorando. Nero, Tradiel y Senox me miran y niego con la
cabeza, no quiero que ninguno salte detrás de ella si decide hacerlo. Se la ve
indecisa, se balancea. Después de lo que he descubierto la condena es clara,
se la despojaría de todos sus bienes y se la exiliaría, para una persona como
ella eso es peor que la muerte.
— No lo hagas — le dice Aldara.
Incluso después de todo lo que ha pasado, mi dulce Aldara no quiere
que muera.
— Ha sido culpa tuya. Esto es culpa tuya —grita Zairena y se lanza al
vacío.
Analsa grita. Me acerco a la ventana con Nero y nos asomamos, su
cuerpo está sobre el suelo y una mancha roja aparece alrededor de su cabeza
rubia. Me giro justo a tiempo para ver a Debra lanzar una bola de energía
contra Aldara. Lanzo una para contrarrestarla pero impactan demasiado
cerca de Aldara y esta cae al suelo. Lanzo otra bola, esta vez azul turquesa
contra Debra y la hago implosionar, puedo ver en sus ojos la sorpresa antes
de desaparecer para siempre. Ya veré como explico su muerte. Corro hacia
Aldara.
— Aldara ¿estás bien? — le pregunto mientras veo como se pone de
rodillas con una mano en el suelo y la otra en su vientre.
Ella niega.
— Me duele, Duxlan, el bebé, me duele —solloza.
— ¡Tradiel! — grito asustado.
Enseguida se pone a nuestro lado y me ayuda a levantarla. Ella no
puede ponerse erguida y la sostengo de pie mientras Tradiel la examina.
Lleva un golpe en su hombro. Tradiel pone su mano por encima para
curarla y veo que se queda pálido.
— ¿Cuánto tiempo tienes de embarazo? — le pregunta.
Ella no contesta, no nos oye, está demasiado asustada, puedo notarlo.
— Casi cuatro meses — dice Milos desde la cama y me doy cuenta de
que él también ha recibido parte del impacto de las bolas de energía —
ayúdala, salva a nuestro bebé.
Tradiel coge la cara de Aldara entre sus manos y cierra sus ojos. La está
examinando. Cuatro meses, casi el mismo tiempo desde que se fue. Me
duele saber que no le ha costado dejarme atrás.
— ¿Qué ocurre? — le pregunto asustado.
— Está de parto.
Eso es imposible, un bebé humano no sobreviviría a un parto tan
prematuro.
— ¿Qué hacemos? ¿No podemos pararlo?
— No, lo he intentado pero algo me bloquea—dice Tradiel extrañado.
— No lo entiendo.
— ¡Ahhhhhh! —grita Aldara doblándose sobre sí misma.
Pongo un brazo debajo de sus piernas y la alzo contra mi pecho, ella
mete su cabeza en el hueco de mi cuello. Encaja perfectamente. Ese es su
lugar. Hago aparecer una cama enorme y unos biombos, si va a pasar algo
va a ser aquí y ahora. Me alegro de tener a Tradiel con nosotros. La apoyo
en la cama con cuidado.
— Milos está mal — me dice Tradiel por lo bajo.
— Me da igual si vive o muere, tu prioridad es Aldara — le ordeno.
Él asiente, está de acuerdo conmigo. Aldara me mira.
— Analsa y Senox, estad al tanto de Milos.
Analsa aún está conmocionada, creo que es mejor que esté lejos de la
sangre en estos momentos. Me siento junto a Aldara y paso mi brazo
alrededor de ella, quiero que sepa que no está sola.
— Muy bien Aldara, esto se va a poner difícil, necesito que seas
consciente de ello — le dice Tradiel mientras ella coge mi mano —tienes
muy poco tiempo de gestación para un bebé humano así que va a ser
pequeño pero voy a hacer lo posible para que salga bien.
— ¿Le doy un poco de mi energía? — le pregunto a Tradiel porque está
empezando a ponerse blanca.
— No, eso sería muy peligroso para el bebé.
Aldara me mira como si quisiera decirme algo pero no lo hace. Me
agarra fuerte, otra contracción. Tradiel palpa su tripa y la mira. Vuelve a
tocarla y vuelve a mirarla. Ella asiente. Están teniendo una conversación no
verbal.
— ¿Qué estás notando? — le pregunto.
Pero antes de que pueda contestar noto que Aldara afloja mi mano y la
miro, está pálida, demasiado. Miro hacia abajo y veo muchísima sangre
entres sus piernas.
— No, no, no, no —digo asustado — nena mírame.
Ella apenas puede enfocar la mirada.
— ¡Tradiel que cojones pasa!
— Ha habido cambio de planes, Aldara necesita de tu energía.
— ¿Y el bebé? —pregunto porque hace un minuto me ha dicho que no
lo hiciera.
— Yo me encargo de él Duxlan, estás a punto de perderla ¡hazme caso!
Un escalofrío me recorre por dentro al oír esas palabras. Cojo su cara
entre mis manos y apoyo mi frente. Cierro los ojos y me concentro en ella.
Voy a hablarle solo a ella.
Nena, escúchame, debes ser fuerte, necesito que lo seas ¿me escuchas?
Tengo miedo la oigo decir en mi cabeza.
No debes tenerlo, estoy aquí.
Duxlan, prométeme que si algo me pasa cuidaras del bebé.
Dejo de respirar un segundo.
Tú concéntrate en no dejarme. No podría soportarlo. Te amo, te amo a
ti y a ese bebé, lo voy a cuidar y querer como si fuera mío pero por favor no
me dejes. Hagámoslo juntos.
Le traspaso tanta energía como puedo, dejo de hablar con ella para
evitar que se desgaste, necesito que se concentre en seguir viva.
— Aldara, ahora vas a tener que empujar, va a doler pero te prometo
que va a merecer la pena— Dice Tradiel intentando animarla.
Ella asiente y vuelve a sujetar mi mano con fuerza. Le doy un beso en la
sien, no puedo sentirme más orgulloso de ella. Empuja mientras aguanta el
dolor. Puedo sentirlo.
— Vamos, un poco más Aldara — le dice Tradiel metido entre sus
piernas.
Da dos empujones más y oigo un sonido extraño, creo que el bebé ha
salido completamente. Veo a Tradiel coger unas tijeras de la bandeja que él
mismo se ha preparado junto a los pies de la cama y corta algo. No oigo
nada aun. Creo que el bebé está muerto. Miro a Aldara y ella está un poco
más levantada, expectante. Creo que va a ser un duro golpe para ella. Miro
nuevamente hacia donde está Tradiel y veo un pequeño haz de luz turquesa.
Creo que lo he visto. Oigo un llanto débil y sonrío, el bebé está vivo, al
menos por el momento. Estar aquí durante su nacimiento me hace quererlo,
que sea de Aldara me hace amarlo. No importa que no sea mío. Voy a
cuidarlo igual. Este pequeño no tiene la culpa de nada.
Tradiel se levanta con el bebé en sus brazos, envuelto en unas telas, es
pequeño y mueve sus pequeños bracitos. Se coloca a nuestro lado y me
aparto para que pueda entregárselo a Aldara.
— ¿Se lo entrego a él? — pregunta Tradiel y Aldara asiente con
lágrimas en los ojos.
Me pasa el bebé, aun no sé si es niño o niña, no me importa. Lo cojo
con cuidado, no sé porque no se lo da a ella ¿Está demasiado agotada para
sostenerlo? Ella me mira, Tradiel me mira. Lo acuno. Es pequeño y no pesa
nada. Toco su pequeña nariz con mi dedo y frunce el ceño, creo que no le
gusta. Me da una sensación de paz que no había sentido con nadie más
excepto con Aldara. La miro y está seria. No entiendo que pasa.
— Ahora lo vas a entender Duxlan, míralo —me dice Tradiel y yo bajo
mi vista, y lo veo.
Sus pequeños ojos abiertos me miran, centellean azules ante mí. No es
humano, no del todo, no es de Milos, es mío. Miro a Aldara, ella sigue
callada. Pero empieza a llorar nuevamente. No sé qué decir. Soy padre, este
bebé es mío. Este bebé es mío y de Aldara. No puedo creerlo. Me siento
nuevamente a su lado, está exhausta, sudada y con el pelo pegado en la cara
y me parece la mujer más bonita del mundo.
— Es mío — afirmo, no pregunto.
Ella asiente.
— ¿Por qué no me lo dijiste? —Le pregunto pero la verdad es que me
da igual así que la callo con un beso — gracias.
— ¿No estás enfadado? — me pregunta en un susurro.
— Estoy enfadado pero porque hayas pasado esto sola, enfadado
conmigo por no haber confiado en ti, por no haberte defendido ante todo y
ante todos. Pero no va a volver a pasar, mientras viva jamás voy a volver a
dejarte ir.
— Lo que no me explico cómo es posible este embarazo —dice Tradiel
paseándose a nuestro alrededor, pensando en voz alta.
— No sé si sea por esto pero la mujer que viste — explica Aldara —la
que tiraste contra un árbol, ella me dijo que soy tu Eterna.
Ambos nos volvemos a mirarla.
— ¿Has dicho que eres mi Eterna? — le pregunto encontrándole sentido
a todo en un momento.
A como me sentía cerca de ella, a la posibilidad de comunicarnos, a la
noche que pasamos juntos y de la cual salió este pequeño que tengo entre
mis brazos. Mi Eterna, creía que eran historias para niños. Mi Eterna. Ahora
todo tiene sentido, mi vida tiene sentido.
— Es increíble, hace siglos que no se conoce la existencia de una Eterna
— dice Tradiel asombrado.
Pero si lo pienso no me sorprende tanto. No pude evitar perderme en su
mirada desde la primera vez que la vi. Ella sonríe y la beso, con nuestro hijo
en brazos, ahora me siento completo. No sé hacia donde irá esto, lo único
que sé es que sea donde sea, quiero que ella recorra el camino a mi lado.
Epílogo
Entramos al cementerio a llevar unas flores. Lo hacemos cada año. Diez
veces desde que yo vengo. Me acerco y veo como deja flores, llora. Desde
aquel día en la torre todos cambiamos. La muerte da una perspectiva
diferente a la vida.
— Milos — oigo a Analsa llamarme.
Me acerco a la tumba de su hermana, nunca me cayó bien pero es la
hermana de mi mujer. Pienso en cómo han cambiado estos diez años mi
vida. Diez años sin ver a Aldara, al menos sin hablar con ella. Aun me
escabullo entre el gentío cuando salen de palacio para algún acto público.
Diez años desde que me alejaron de mi familia, de mi pequeño hijo. El rey
ha declarado que es suyo, pero no lo es, es mío y de Aldara.
— Cariño ¿estás bien? — me pregunta Analsa.
Siempre al pendiente de mí. Ojala pudiera amarla como amo a Aldara,
pero no va a pasar, lo sé. Y creo que en el fondo ella también. Se enamoró
de mi mientras me cuidaba y combatía el dolor de perder a su hermana.
— Todo bien cielo — le contesto mientras la abrazo y caminamos de
vuelta a casa.
El exilio de Alfoz 1, de la capital, no ha impedido que me acerque para
ver a Aldara, no durante estos diez años, no durante otros diez años más.
— No sé si sabes que la familia real va a dar un tour por todo Alfoz para
dar a conocer al príncipe heredero —me dice distraída.
— ¿Si? — ella asiente — interesante.
Ella va a salir de palacio, ella y mi hijo van a estar a mi alcance una vez
más. Sonrío mientras beso la cabeza de mi esposa, no sabe que acaba de
darme una nueva esperanza, voy a recuperar a Aldara, mi dulce Ald.
Fin...
Agradecimientos
Muchas personas a las que darles las gracias. Compañeras como Arwen
McLane, Jess Dharma o Priscila Serrano siempre dispuestas a ayudarme
con mis dudas. A mis amigas Amanda, Ione y Ana que me han apoyado en
mis locas ideas. A mi sobrina simplemente por ser parte de mi vida, por ella
quiero que el mundo sea un poquito mejor. Y a mí marinovio por todas las
horas que he dedicado a este libro robándoselas a él y aun así me apoya.
Este libro es de todos nosotros.
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