Presión Atmosférica
Presión Atmosférica
Presión Atmosférica
Barómetro aneroide, un instrumento para medir la presión atmosférica. Podemos observar que la
mayor presión marcada por el barómetro coincide con el término inglés fair (buen tiempo, anticiclónico,
sin nubes o tiempo estable, es decir, sin cambios) mientras que la menor presión indica cambios
meteorológicos bruscos, ciclónico, con vientos más o menos fuertes y, muchas veces, lluvias intensas
(rain). La zona intermedia corresponde a la presión, también intermedia, ubicada en la zona
denominada cambio (change), que indica el cambio del buen tiempo al tiempo nublado y ventoso o
lluvioso y viceversa.
La presión atmosférica es la fuerza por unidad de superficie que ejerce el aire que forma la atmósfera
sobre la superficie terrestre.1
El valor de la presión atmosférica sobre el nivel del mar es de 1013,25 hPa.2
La presión atmosférica en un punto coincide densamente con el peso de una columna estática de aire de
sección recta unitaria que se extiende desde ese punto hasta el límite superior de la atmósfera.
Como la densidad del aire disminuye conforme aumenta la altura, no se puede calcular ese peso a
menos que pudiera expresarse la variación de la densidad del aire en función de la altitud o de la
presión, por lo que no resulta fácil hacer un cálculo exacto de la presión atmosférica sobre un lugar de la
superficie terrestre. Además tanto la temperatura como la presión del aire varían continuamente, en
una escala temporal como espacial, dificultando el cálculo.
Se puede obtener una medida de la presión atmosférica en un lugar determinado pero de ella no se
pueden sacar muchas conclusiones; sin embargo, la variación de dicha presión a lo largo del tiempo
permite obtener una información útil que, unida a otros datos meteorológicos (temperatura
atmosférica, humedad y vientos), puede dar una imagen bastante acertada del tiempo atmosférico en
dicho lugar e incluso un pronóstico a corto plazo del mismo.
Variaciones de la presión[
La presión atmosférica en un lugar determinado experimenta variaciones asociadas con los
cambios meteorológicos.3 Por otra parte, en un lugar determinado, la presión atmosférica disminuye
con la altitud, como se ha dicho. La presión atmosférica se vuelve menor a razón de 1 mmHg o Torr por
cada 10 m de elevación en los niveles próximos al del mar. En la práctica se utilizan unos instrumentos,
llamados altímetros, que son simples barómetros aneroides calibrados en alturas; estos instrumentos no
son muy precisos.
La presión atmosférica también varía según la latitud. La menor presión atmosférica al nivel del mar se
alcanza en las latitudes ecuatoriales. Ello se debe al abombamiento ecuatorial de la Tierra: la litósfera
está abultada en el ecuador terrestre, mientras que la hidrósfera está aún más abultada, por lo que las
costas de la zona ecuatorial se encuentran varios km más alejadas del centro de la Tierra que en las
zonas templadas y, especialmente, en las zonas polares. Y, debido a su menor densidad, la atmósfera
está mucho más abultada en el ecuador terrestre que la hidrósfera, por lo que su espesor es mucho
mayor que el que tiene en las zonas templadas y polares. Por ello, la zona ecuatorial es el dominio
permanente de altas presiones atmosféricas por razones dinámicas derivadas de la rotación terrestre.
También por ello, la temperatura atmosférica disminuye en la zona templada un grado por cada 154 m
de altitud en promedio, mientras que en la zona intertropical esta cifra alcanza unos 180 m de altitud.
La presión atmosférica normalizada, 1 atmósfera, fue definida como la presión atmosférica media al
nivel del mar, que se adoptó como exactamente 101 325 Pa o 760 Torr.4 Sin embargo, a partir de 1982,
la IUPAC recomendó que, si se trata de especificar las propiedades físicas de las sustancias, la "presión
normalizada" debería definirse como exactamente 100 kPa o (≈750,062 Torr). Aparte de ser un número
redondo, este cambio tiene una ventaja práctica porque 100 kPa equivalen a una altitud aproximada de
112 metros, que está relativamente cercana al promedio de 194 m de la población mundial.5
Historia[
Confluencia del río Tapajós con el Amazonas, mostrando en los cauces y llanuras de inundación
respectivas una casi absoluta falta de nubes, lo que indica una zona de estabilidad atmosférica o
anticiclónica por el descenso o subsidencia del aire frío que es más pesado. Esta zona anticiclónica que
coincide con el curso de los ríos se debe al fenómeno de la diatermancia y a la zona de alta presión
sobre los ríos, cuya falta de nubes se debe a que allí no existe convección.
Cuando el aire está frío, se contrae, aumenta la densidad y, por lo tanto, desciende, haciendo aumentar
la presión y provocando estabilidad barométrica o anticiclónica: se forma así una zona de calmas, es
decir, sin vientos, ya que el aire frío y pesado desciende lentamente en sentido circular y comienza a
girar casi imperceptiblemente en sentido horario en el hemisferio norte y antihorario en el hemisferio
sur. Se forma, entonces, un anticiclón. Cuando el aire está caliente, asciende, haciendo bajar la presión y
provocando inestabilidad. Se forma así un ciclón o borrasca.
Además, el aire frío y el cálido no se mezclan de manera inmediata, debido a la diferencia de
densidades; y cuando se encuentran en superficie, el aire frío empuja hacia arriba al aire caliente
provocando un descenso de la presión e inestabilidad, por causas dinámicas. Se forma entonces un
ciclón, o borrasca dinámica. Esta zona de contacto es la que se conoce como frente.
Un caso muy especial de estabilidad e inestabilidad meteorológicas se presenta durante las horas de la
mañana en los grandes ríos y sus zonas de inundación, como puede verse en la imagen satelital de la
confluencia del río Tapajós (al sur, identificado por el color oscuro de sus aguas, que indica escasez de
sedimentos en suspensión y alta proporción de ácidos húmicos procedentes de la vegetación) con el
Amazonas, con aguas de color claro por la gran cantidad de sedimentos arcillosos que contiene. Como se
puede ver, la zona anticiclónica no tiene la forma circular típica sino que se puede adaptar a la forma de
los ríos. Y la razón de ello, explicada por el fenómeno de la diatermancia es que el agua de los ríos y del
suelo a su alrededor, absorbe la radiación solar en horas de la mañana, lo que impide el calentamiento
del aire en la zona donde hay agua, bien sea en el cauce o en los suelos a su alrededor. Y durante la
noche, el agua está más caliente que el aire y es entonces cuando se forman las nubes que ascienden,
invirtiéndose la situación (con nubes en la zona fluvial y sin ellas en las áreas circundantes). Puede verse
también que en la zona donde se ha desforestado la selva tampoco hay nubes, ya que la existencia de
agua en las riberas de los ríos no está directamente relacionada con la vegetación sino con la cantidad
de agua infiltrada en el suelo la cual, en las áreas inmediatas a los ríos está permanentemente
asegurada por la alimentación freática de dicho suelo.
La teoría cinética molecular es aquella que busca explicar las observaciones experimentales de los gases
desde una perspectiva microscópica. Es decir, intenta asociar la naturaleza y comportamiento de las
partículas gaseosas, con las características físicas del gas como fluido; explicar lo macroscópico a partir
de lo microscópico.
Los gases siempre han sido objeto de interés para los científicos debido a sus propiedades. Ocupan todo
el volumen del recipiente en el que se encuentran, pudiéndose comprimir completamente sin que su
contenido oponga la menor resistencia; y si aumenta la temperatura, el recipiente comienza a
expandirse, e incluso, puede llegar a agrietarse.
Partículas gaseosas en condiciones lejanas o cercanas a la licuefacción. Fuente: Olivier Cleynen and
User:Sharayanan [CC BY-SA 3.0 (https://creativecommons.org/licenses/by-sa/3.0)]
Muchas de estas propiedades y comportamientos se resumen en las leyes de los gases ideales. Sin
embargo, consideran el gas como un todo y no como un conjunto de millones de partículas dispersas en
el espacio; además, no proporciona, a partir de datos de presión, volumen y temperatura, mayor
información respecto a cómo se desplazan estas partículas.
Es así entonces que la teoría cinética molecular (TCM), plantea visualizarlas como esferas móviles
(imagen superior). Estas esferas colisionan entre sí y las paredes de manera arbitraria, y mantienen una
trayectoria lineal. No obstante, cuando disminuye la temperatura y aumenta la presión, la trayectoria de
las esferas se torna curva.
Un gas, de acuerdo a la TCM, debe comportarse como las esferas del primer recuadro de la imagen.
Pero, al enfriarse y aumentar la presión sobre ellas, su comportamiento se aleja del ideal. Se tratan
entonces de gases reales, próximos a sufrir licuefacción y pasar por ende a la fase líquida.
En estas condiciones, las interacciones entre las esferas cobran mayor importancia, a tal punto que
enlentecen momentáneamente sus velocidades. Cuanto más cerca estén de la licuefacción, más curvas
se tornan sus trayectorias (recuadro de la derecha), y sus colisiones son menos energéticas.
Historia
Daniel Bernoulli
La idea de estas esferas, mejor llamadas átomos, ya había sido considerada por el filósofo romano
Lucretius; no para los gases, sino para objetos macizos, estáticos. Por otra parte, en 1738 Daniel
Bernoulli aplicó la visión atómica a los gases y líquidos al imaginarlos como esferas desordenadas
moviéndose en todas direcciones.
Su trabajo, no obstante, violaba las leyes de la física por aquel entonces; un cuerpo no podía moverse
eternamente, por lo que resultaba imposible pensar que un conjunto de átomos y moléculas
colisionaran entre ellas sin pérdida de su energía; esto es, no era posible la existencia de las colisiones
elásticas.
Rudolf Clausius
Un siglo después, otros autores reforzaron la TCM con un modelo donde las partículas gaseosas se
trasladaban en una sola dirección. Rudolf Clausius, no obstante, recopiló sus resultados y armó un
modelo más completo de la TCM con el cual buscó explicar las leyes de los gases ideales demostradas
por Boyle, Charles, Dalton y Avogadro.
James Clerk Maxwell y Ludwig Boltzmann
En 1859, James Clerk Maxwell planteó que las partículas gaseosas exhiben un rango de velocidades a
una temperatura dada, y que un conjunto de las mismas puede considerarse mediante una velocidad
molecular promedio.
Luego, en 1871 Ludwig Boltzmann conectó las ideas existentes con la entropía, y cómo el gas
termodinámicamente siempre tiende a ocupar el máximo espacio posible de manera homogénea y
espontánea.
Postulados de la teoría cinética molecular
Para considerar el gas desde sus partículas es necesario un modelo en el que se cumplan ciertos
postulados o suposiciones; postulados que lógicamente deben poder predecir y explicar (lo más fiel
posible) las observaciones macroscópicas y experimentales. Dicho esto, se mencionan y describen los
postulados de la TCM.
El volumen de las partículas gaseosas es despreciable
En un recipiente colmado con partículas gaseosas, estas se dispersan y alejan entre ellas por todos los
rincones. Si por un momento se pudieran reunir todas en un punto específico del recipiente, sin que
haya licuefacción, se observaría que apenas ocupan una porción despreciable del volumen del
recipiente.
Significa que en el recipiente, aunque contenga millones de partículas gaseosas, realmente se encuentra
más vacío que lleno (relación volumen-vacío mucho menor que 1); por lo tanto, si sus barreras lo
permiten, él y el gas en su interior puede comprimirse de manera brusca; ya que al fin de cuenta las
partículas son muy pequeñas, al igual que su volumen.
Trayectorias de las partículas gaseosas cuando las interacciones son nulas o insignificantes (A., lineales),
y cuando sí son importantes (B., curvas). Fuente: Gabriel Bolívar.
Las trayectorias lineales de la imagen superior (A.) demuestran este postulado; mientras que si las
trayectorias son curvas (B.), evidencia que existen interacciones que no pueden ignorarse entre las
partículas.
Las partículas gaseosas siempre están en movimiento
A partir de los primeros dos postulados converge por añadidura el hecho de que las partículas del gas
jamás dejan de moverse. Una vez difuminadas en el recipiente, colisionan entre sí y con las paredes del
mismo, con una fuerza y velocidad directamente proporcionales a la temperatura absoluta; esta fuerza
es, la presión.
Si las partículas gaseosas dejaran de moverse por un instante, se presenciaría dentro del recipiente
“lenguas de humo”, surgidas de la nada, con el tiempo suficiente para ordenarse en el vacío y dar
formas aleatorias.
Las colisiones entre las partículas y las paredes del recipiente son elásticas
Si dentro del recipiente predominan únicamente las colisiones elásticas entre las partículas gaseosas y
las paredes del recipiente, no se producirá nunca (mientras las condiciones físicas no cambien) la
condensación del gas; o lo que es igual a decir que no descansan nunca y siempre están colisionando.
Esto se debe porque en las colisiones elásticas no existe pérdida neta de la energía cinética; una
partícula colisiona con la pared y rebota a la misma velocidad. Si una partícula al colisionar disminuye la
velocidad, la otra se acelera, sin que se produzca calor o sonido que disipen la energía cinética de
ninguna de ellas.
La energía cinética no permanece constante
El movimiento de las partículas es aleatorio y caótico, de modo que no todas llevan la misma velocidad;
tal como sucede, por ejemplo, en una autopista o en una muchedumbre. Algunas son más energéticas y
viajan con mayor velocidad, mientras que otras son lentas, esperando que una colisión las acelere.
Para describir su velocidad, es necesario entonces calcular un promedio; y con ello, se obtiene a su vez
la energía cinética promedio de las partículas o moléculas gaseosas. Como la energía cinética de todas
las partículas está en constante cambio, el promedio permite un mejor control de los datos y se puede
trabajar con mayor confiabilidad.
La energía cinética promedio es igual a una temperatura dada para todos los gases
La energía cinética molecular promedio (ECmp) en un recipiente se modifica con la temperatura. A
mayor temperatura, mayor será dicha energía. Por tratarse de un promedio, puede haber partículas o
gaseosas que tengan mayor o menor energía respecto a este valor; unas más rápidas y otras más lentas,
respectivamente.
Matemáticamente puede demostrarse que ECmp depende exclusivamente de la temperatura. Esto
significa que no importa cuál sea el gas, su masa o estructura moleculares, su ECmp será el mismo a una
temperatura T y solo variará si esta aumenta o disminuye. De todos los postulados quizás este sea el
más relevante.
¿Y qué hay de la velocidad molecular promedio? A diferencia de la ECmp, la masa molecular sí influye en
la velocidad. Mientras más pesada sea la partícula o molécula gaseosa, es natural esperar que se
desplace con mayor lentitud.
Ejemplos
A continuación se mencionarán unos breves ejemplos de cómo la TCM ha logrado dar explicaciones a las
leyes de los gases ideales. Aunque no se aborden, otros fenómenos, como la difusión y efusión de los
gases, también pueden explicarse con la TCM.
Ley de Boyle
Si el volumen del recipiente se comprime a temperatura constante, la distancia que deben recorrer las
partículas gaseosas para colisionar contra las paredes disminuye; lo que es igual a un incremento de la
frecuencia de dichas colisiones, resultando en una mayor presión. Al permanecer constante la
temperatura, ECmp también es constante.
Ley de Charles
Si incrementa T, ECmp aumentará. Las partículas gaseosas se moverá con mayor rapidez y colisionarán
un mayor número de veces con las paredes del recipiente; aumenta pues, la presión.
Si las paredes son flexibles, capaces de expandirse, su área se hará más grande y la presión caerá hasta
volverse constante; y como resultado, el volumen también se incrementará.
Ley de Dalton
Si en un espacioso recipiente se adicionaran varios litros de diferentes gases, provenientes de
recipientes más pequeños, su presión total interna sería igual a la sumatoria de las presiones parciales
ejercidas por cada tipo de gas por separado.
¿Por qué? Porque todos los gases comienzan a colisionar entre sí y a dispersarse homogéneamente; las
interacciones entre ellos son nulas, y predomina el vacío en el recipiente (postulados de la TCM), por lo
que es como si cada gas se encontrara solo, ejerciendo su presión de manera individual sin la
intromisión de los otros gases.
REACCIONES QUIMICAS DESDE EL PUNTO DE VISTA ENERGETICO
El estudio de las reacciones químicas desde un punto de vista energético mejora la descripción de los
procesos químicos. La entalpía o contenido energético cambia al pasar de los reactivos a los productos y,
junto con la entropía o grado de desorden, determina el que una reacción se produzca o no
espontáneamente. La variación de entalpía en una reacción química no depende del camino seguido por
la reacción, sino sólo de los estados inicial y final.
Las reacciones químicas son procesos de transformación o cambio de unas sustancias en otras. En
ciertas ocasiones, el interés de este tipo de procesos se centra en la obtención de nuevos productos
útiles para la medicina o para la industria; en otras, se persigue la obtención de energía; tal es el caso,
por ejemplo, de la combustión de la gasolina o del carbón. En general, las reacciones químicas llevan
consigo cambios materiales y también cambios energéticos.
El estudio de los procesos químicos requiere, por tanto, algo más que cálculos sobre cuánta cantidad de
productos se forma a partir de una cantidad dada de reactivos. La determinación de la cantidad de
energía puesta en juego en una reacción o la explicación de su carácter espontáneo constituyen algunas
de las cuestiones o aspectos energéticos de las reacciones químicas.
Energía y procesos químicos
Conceptos fundamentales
Toda reacción química lleva asociada una variación observable de energía que puede manifestarse en
forma luminosa, eléctrica, mecánica o calorífica, siendo esta última, con mucho, la más frecuente. Para
estudiar un proceso químico desde un punto de vista energético, se suele considerar separadamente el
conjunto de sustancias en transformación, denominado genéricamente sistema, del resto, que recibe el
nombre de medio o entorno. De acuerdo con lo anterior, las reacciones químicas implican una
transferencia de energía que en unas ocasiones se lleva a cabo del sistema al medio y en otras en
sentido inverso. Si la reacción lleva consigo un desprendimiento de calor del sistema al medio, se
denomina exotérmica. Por el contrario, si el proceso químico implica la absorción de una cierta cantidad
de calor del medio por parte del sistema, se denomina endotérmica.
Todas las reacciones de combustión son exotérmicas; así, la reacción de combustión del hidrógeno
libera gran cantidad de calor:
H2 + ½·O2 → H2O + calor
Por el contrario, la reacción de descomposición del carbonato de calcio es endotérmica pues requiere la
aportación al sistema de una cierta cantidad de energía calorífica del medio:
CaCO3 + calor → CO2 + CaO
La cantidad de calor desprendido o absorbido en una reacción química, referida a las cantidades de
sustancias, en número de moles, que figuran en la correspondiente ecuación química ajustada, se
denomina calor de reacción. Se expresa en kilocalorías (kcal) o en kilojoule (kJ) y suele situarse en el
segundo miembro de la ecuación; en el caso de que se trate de una reacción endotérmica irá precedido
de un signo menos.
Los calores de reacción dependen de las condiciones de presión, temperatura y estado físico (sólido,
líquido o gaseoso) del sistema; por ello, cuando se pretendan hacer cálculos de energía deben
especificarse en la ecuación química dichas condiciones.
Así la reacción de formación del agua se escribirá en forma completa como:
H2 (g; 1 atmósfera) + ½·O2 (g; 1 atmósfera) → 298 K → H2O (g; 1 atmósfera) + 241,8 kJ
Dado que las diferentes sustancias son gaseosas, se ha hecho explícita la presión. En ocasiones, se
sobreentiende que los calores de reacción están referidos a unas condiciones estándar de presión y
temperatura, por lo general 1 atmósfera y 298 K, señalándose únicamente el estado físico. La ecuación
química resultante de añadir toda esta información recibe el nombre de ecuación termoquímica.
El contenido energético de las sustancias químicas
Si en los procesos químicos se producen cesiones o absorciones de energía del sistema al medio, cabe
pensar que tanto los reactivos como los productos almacenan una determinada cantidad de energía,
siendo la diferencia entre ambas la que entra en juego en la reacción química. A tal cantidad de energía
almacenada por cada una de las sustancias se le denomina contenido energético o entalpía y se
representa mediante la letra H.
De acuerdo con esto, en las reacciones endotérmicas el contenido energético de los productos es
superior al de los reactivos; el sistema ha pasado de un estado inicial menos energético a otro final más
energético, y para ello ha sido preciso la absorción de la correspondiente cantidad de energía del medio.
En las reacciones exotérmicas sucede, por el contrario, que el contenido energético de los productos es
inferior al de los reactivos, de modo que el estado final del sistema es menos energético que el estado
inicial; el sistema ha perdido energía cediéndosela al medio. En aquellas reacciones en las cuales las
condiciones de presión y temperatura se mantienen constantes, la diferencia ΔH de contenido
energético del sistema entre los estados final e inicial, o lo que es lo mismo, la energía puesta en juego
en el proceso, coincide con el calor de reacción que aparece de forma explícita en la ecuación
termoquímica. En las reacciones endotérmicas la variación de entalpía es positiva, ΔH > 0, mientras que
en las exotérmicas es negativa, ΔH < 0.
Cabe preguntarse cuál es, finalmente, la razón por la que en las reacciones químicas se producen estos
cambios de energía. La respuesta se encuentra en la propia naturaleza de los procesos químicos. Una
reacción química implica una ruptura de enlaces y una posterior recomposición de los átomos
resultantes en moléculas diferentes, formadas por nuevos enlaces.
No todos los enlaces son igual de fuertes, es decir, la energía necesaria para romperlos (energía de
enlace) es, en general, diferente, de ahí que toda reorganización implique una variación del contenido
energético del sistema. Si los enlaces de los productos son, en conjunto, más débiles que los de los
reactivos, podrá haber producción de energía y la reacción será exotérmica. Si por el contrario, los
enlaces de los productos son más fuertes que los de los reactivos, habrá sido necesario un aporte de
energía y la reacción será entonces endotérmica.
La espontaneidad de las reacciones
El principio de mínima energía
Como en toda la naturaleza, también en las reacciones químicas opera el principio de mínima energía
según el cual los sistemas materiales tienden a evolucionar en el sentido en el que disminuye su energía
potencial. Una bola rueda por un plano inclinado hasta encontrar la posición más baja, que es la de
menor energía; un muelle comprimido se expande para conseguir una condición de mínima
deformación y, por tanto, de mínima energía acumulada, y una reacción química evoluciona hacia
estados de menor contenido energético.
Sucede, en ocasiones, que siendo el contenido energético de los productos inferior al de los reactivos, el
sistema en cuestión no evoluciona espontáneamente como cabría esperar según el principio de mínima
energía. En una parte de los casos, esto es debido a que se precisa una cierta cantidad de energía, por lo
general pequeña, para poner en marcha la reacción, de la misma manera que es preciso dar un impulso
inicial a un bloque de madera para que descienda por un plano inclinado. Esta dosis de energía inicial se
denomina energía de activación y se emplea en la ruptura de los primeros enlaces, que suministrará
energía propia suficiente como para mantener la reacción por sí misma.
El principio de máximo desorden
De acuerdo con el principio de mínima energía, considerado aisladamente, ninguna reacción
endotérmica podría ser espontánea, pues en este tipo de reacciones la energía del sistema aumenta. Sin
embargo, existen en la naturaleza reacciones y procesos que, siendo endotérmicos, se producen
espontáneamente. Ello indica que, junto con la energía, otro factor debe condicionar el carácter
espontáneo de una reacción química. Ese factor adicional es el grado de desorden, también
denominado entropía (S).
La entropía depende de factores tales como el número de partículas en juego o el estado físico de las
sustancias. Así el estado gaseoso es más desordenado que el líquido o que el sólido y corresponde, por
lo tanto, a una mayor entropía.
Junto con la tendencia a alcanzar el estado de mínima energía, los sistemas químicos tienden de forma
natural a alcanzar el estado de máximo desorden y son ambos factores los que controlan conjuntamente
el carácter espontáneo de las reacciones químicas.
Un balance entre energía y desorden
El hecho observado de que la espontaneidad de las reacciones químicas dependa no sólo de la energía
sino también del desorden, puede explicarse a partir de la siguiente ecuación entre magnitudes físicas:
ΔG = ΔH - T·ΔS (23.1)
Donde H es el contenido energético o entalpía, T es la temperatura absoluta, S es la entropía y G la
llamada energía libre de Gibbs. Esta magnitud G a la que contribuyen tanto la entalpía como la entropía,
es la que determina el carácter espontáneo de una reacción química. En todos los procesos espontáneos
la energía libre del sistema disminuye, es decir, el valor final de G es menor que el inicial y, por tanto, ΔG
es negativa. de acuerdo con la anterior ecuación, tal disminución (ΔG < 0) podrá ser debida a una
disminución del contenido energético H (ΔH < 0), a un aumento del desorden (ΔS > 0) o a ambos.
El resultado final de ese balance entre energía y desorden es entonces el responsable de la
espontaneidad de la reacción. Si T·ΔS es mayor que ΔH aunque el proceso sea endotérmico (ΔH > 0) será
espontáneo (ΔG < 0). Tal es el caso de la reacción:
N2O4(g) → 2·NO2(g)
Que no es espontánea a 258 K y sí lo es a 358 K, porque, a esa temperatura, el término de desorden T·ΔS
predomina sobre el de energía ΔH, con lo que ΔG resulta negativo. Este ejemplo muestra la importancia
que tiene el factor temperatura a la hora de establecer si una reacción química es o no espontánea.
Toda reacción exotérmica (ΔH < 0) en la que tenga lugar un aumento de entropía (ΔS > 0) es espontánea
(ΔG < 0). La reacción de descomposición del agua oxigenada constituye un ejemplo:
2·H2O2 (g; 1 atmósfera) → 298 K → 2·H2O (g; 1 atmósfera) + O2 (g; 1 atmósfera) + 211 kJ
En este proceso aumenta el número de partículas (a igualdad de estado gaseoso de reactivos y
productos) por lo que aumenta el desorden; pero además, desprende calor (ΔH < 0). Ambas
circunstancias contribuyen a que la energía libre disminuya y así, el proceso tiene lugar
espontáneamente.
Además de las consideradas anteriormente, existen otras posibilidades para ese balance definido por la
ecuación (23.1). La tabla adjunta las resume esquemáticamente.
Aplicación: evolución de una reacción química
La reacción de síntesis del amoníaco:
3·H2(g) + N2(g) → 2·NH3(g)
Viene acompañada, en las condiciones de 298 K de temperatura y una atmósfera de presión, por los
siguientes cambios en las variables termodinámicas H y S:
ΔH = -22,1 kcal
ΔS = -47,4·10-3 kcal/K
Discútase en qué condiciones la reacción se efectuará espontáneamente.
Dado que ΔH es negativa hay una pérdida de contenido energético por parte del sistema, o lo que es lo
mismo, la reacción es exotérmica. Por su parte la entropía disminuye como corresponde a una
disminución en el número de moléculas que pasa de ser cuatro para los reactivos a dos para el producto.
Para averiguar si a la temperatura considerada la reacción evoluciona espontáneamente será preciso
determinar ΔG y particularmente su signo:
ΔG = ΔH - T·ΔS = -22,1 - [298 - (-47,4)·10-3] = 8,0 kcal
La ΔG resulta negativa, por tanto la reacción es espontánea. Un aumento de temperatura no favorece la
reacción; en efecto, al aumentar la temperatura el segundo término se hace más positivo y por tanto ΔG
resulta menos negativo.
La Energía Y Las Reacciones Químicas