Material Estatico 5924 4209961125
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Palabra de Dios.
Salmo responsorial
Sal 115, 12-13. 15-16. 17-18 (R/.: cf. 1 Cor 10, 16)
R/. El cáliz de la bendición es comunión
de la sangre de Cristo.
SEGUNDA LECTURA
1 Cor 11, 23-26
Cada vez que coméis y bebéis, proclamáis la muerte del Señor
HERMANOS:
Yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido: que
el Señor Jesús, en la noche en que iba a ser entregado, tomó pan y, pronunciando la Acción
de Gracias, lo partió y dijo:
«Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía».
Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo:
«Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre; haced esto cada vez que lo bebáis, en
memoria mía».
Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor,
hasta que vuelva.
Palabra de Dios.
EVANGELIO
Jn 13, 1-15
El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido
✠
Lectura del santo Evangelio según san Juan.
ANTES de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este
mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el
extremo.
Estaban cenando; ya el diablo había suscitado en el corazón de Judas, hijo de Simón
Iscariote, la intención de entregarlo; y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus
manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se quita el manto y,
tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a
los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido.
Llegó a Simón Pedro, y este le dice:
«Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?».
Jesús le replicó:
«Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde».
Pedro le dice:
«No me lavarás los pies jamás».
Jesús le contestó:
«Si no te lavo, no tienes parte conmigo».
Simón Pedro le dice:
«Señor, no solo los pies, sino también las manos y la cabeza».
Jesús le dice:
«Uno que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio.
También vosotros estáis limpios, aunque no todos».
Porque sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: «No todos estáis limpios».
Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo:
«¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis “el Maestro” y “el
Señor”, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies,
también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros: os he dado ejemplo para que lo que
yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis».
COMENTARIO
Hoy es un día señalado en la vida de toda comunidad cristiana. Jueves único en el año
litúrgico. Si la celebración eucarística es siempre memorial de la muerte y resurrección
del Señor, hoy es lo es más si cabe. Durante cuarenta días nos hemos preparado a la
pascua que hoy comienza con el triduo pascual, cuyo centro celebrativo es el misterio
de la redención humana por la pasión, muerte y resurrección de Cristo.
Celebramos hoy la institución de la eucaristía por Jesús en la cena de despedida de sus
discípulos, la víspera de su pasión.
Varios temas destaca la liturgia de este día: eucaristía, sacerdocio ministerial y amor
fraterno en la comunidad cristiana, aunque el primero y principal es la eucaristía,
memorial de la pasión y muerte del Señor hasta que él vuelva de nuevo (2ª lectura) y
nueva pascua del pueblo cristiano, que viene a sustituir a la cena pascual judía,
memorial de la liberación (1ª lectura)
En la cena del Señor sitúan algunos teólogos el nacimiento del la Iglesia, pues es
evidente que el mandato de Jesús: haced esto en memoria mía, origina la repetición de
la eucaristía y por tanto, la convocatoria permanente de la asamblea eclesial a través de
los tiempos. Este mandato y deseo de Cristo de repetir su cena eucarística es posible en
la comunidad gracias al ministerio sacerdotal de los obispos y presbíteros en
continuidad con los apóstoles del cenáculo.
Jesús les deja un testamento de amor. El amor fraternal o mandamiento de Jesús aparece
como signo visible de la comunidad cristiana. Será lo que la identifique ante el mundo.
Hay dos gestos en la cena del Señor, que apuntan al amor fraterno: el lavatorio de los
pies de los apóstoles por Jesús y la mesa común en que se participa eucarísticamente y
por primera vez su cuerpo y su sangre. Ambos gestos son expresión de servicio de
servicio, amor y entrega por parte de Cristo e invitación para que nosotros hagamos lo
mismo, pues para ambos aplica Jesús el mandato de repetirlos en memoria y a ejemplo
suyo.
Pero los apóstoles no comprenden del todo en ese momento lo que Jesús dice y hace.
Su desconcierto va en aumento y en el cenáculo, ante el Maestro arrodillado y
lavándoles los pies el desconcierto llega a su límite. Ellos saben qué abluciones están
mandadas y a quienes corresponde, en este caso. Lavar los pies, ni siquiera un esclavo
de origen judío estaba obligado a dicho servicio. Y Pedro, con su estilo, marca la
diferencia: No me lavarás los pies jamás. No puede comprender gesto tan fuera de lugar.
Jesús sabe lo que hace, y les ha dejado fuertemente escrito y grabado su testamento cuya
primera sorpresa el amor infinito desde la entrega y servicio y desde una humillación
que terminará en glorificación. El gesto del lavatorio de los pies impresiona a los
discípulos más que la institución de la eucaristía; todavía sus ojos son más vivos que su
fe. Jesús traslada el concepto de limpieza a la conciencia, pero su intención primera es
hacerles ver por dónde pasa el infinito amor de Dios, no contento con el anonadamiento
por su encarnación en la naturaleza humana se expresa más fuertemente aún en la
humillación de oficios viles. Por si no lo entendieron por los signos, Jesús se los
explica: que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también los hagáis.
Darse a sí mismo como Jesús y amar a los demás como él nos amó y nos manifestó tal
día como hoy esa es y no otra nuestra opción de cristianos