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El Amor y La Pareja

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Universidad de los Andes, Colombia

Chapter Title: El amor y la pareja

Book Title: La reflexión sobre la vida en la odisea de Homero


Book Author(s): Álvaro Robayo Alonso
Published by: Universidad de los Andes, Colombia. (2010)
Stable URL: https://www.jstor.org/stable/10.7440/j.ctvr7f6j8.18

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El amor y la pareja

Y aquí llega el momento de abordar un tema central


en la Odisea, hasta ahora desatendido, el tema del amor.
Veamos cómo nos presenta el poema el amor de Odiseo
por su esposa. Para entender plenamente el plantea-
miento es necesario volver antes sobre hechos muy
obvios y conocidos. Los hombres estamos condenados
a la muerte, a abandonar definitivamente este mundo
para siempre. Sólo los dioses, en su infinita dicha, son
inmortales. Pues bien, la diosa Calipso que se ha enamo-
rado del héroe, para poder tenerlo eternamente con ella,
le ofrece la inmortalidad y evitarle, al mismo tiempo, la
vejez. Odiseo rechaza olímpicamente aquello que anhe-
larían tener todos los hombres, pero que está por fuera
de sus posibilidades. Lo que desperdicia el héroe no es
sólo la vida eterna sino el compartirla con una diosa,
en extremo bella y seductora, que lo ama apasionada-
mente. Veamos cómo se comporta Odiseo, retenido por
Calipso, a pesar del amor eterno que le ofrece la deidad:
“estaba llorando en la ribera, donde tantas veces, consu-

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104 la reflexión sobre la vida en la odisea de homero

miendo su ánimo con lágrimas, suspiros y dolores, fijaba


los ojos en el ponto estéril y derramaba copioso llanto”
(v. 81-84).
Llora porque no está contento con Calipso, pues
prefiere a su esposa. Y prefiere a su esposa, menos bella
que una diosa y condenada a envejecer y morir, porque
la ama intensamente, la añora y la desea. Regresar a sus
brazos sería la más dulce recompensa a sus muchas y
dolorosas experiencias.
Por su lado, Penélope experimenta un amor a toda
prueba por su marido. Espera durante veinte años su
regreso desperdiciando la posibilidad de casarse con
otros hombres, también nobles y ricos, y más jóvenes
que Odiseo, que la asedian. Y explica claramente por qué
lo hace: “no quiero alegrar el ánimo de un hombre infe-
rior” (xx. 82), como le parece cualquier otro hombre, en
comparación con su esposo. Para aplazar lo más posible el
matrimonio con alguno de los pretendientes se ingenia la
estratagema del sudario, así como Odiseo se había inge-
niado la estratagema del caballo. Se lamenta, además,
de que los dioses: “no quisieron que gozásemos juntos
de nuestra mocedad ni que juntos llegáramos al umbral
de la vejez” (xxiii. 211-212). Cuando Odiseo regresa a
Ítaca, poco a poco, se va dando a conocer a quienes lo
rodean mediante pruebas que da de su verdadera iden-
tidad a cada uno de los que con él hablan. Homero
reserva el reconocimiento más logrado y emotivo de

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el amor y la pareja 105

todos al reencuentro definitivo de los dos esposos. Pese


a haber ajusticiado ya a los pretendientes y a hallarse en
su palacio bañado, adecuadamente vestido y aceptado
como el rey por todos, Penélope, su esposa, se niega aún
a reconocerlo. Como, según la reina, ella no iría a acos-
tarse en la misma habitación con quien bien podría ser
un extranjero, manda a Euriclea que saque del cuarto la
fuerte cama y la coloque en el exterior. Se trata de una
prueba muy hábil a la que la reina somete a su presunto
marido. De esto nos damos cuenta cuando Odiseo
responde que es imposible trasladar el lecho porque él
mismo lo construyó sobre el tronco de un olivo que usó
a manera de pie de la cama y que dicho tronco sigue
con sus raíces hundidas en la tierra. Y termina diciendo:
“pero ignoro, oh mujer, si mi lecho sigue incólume o ya
lo trasladó alguno, habiendo cortado el pie del olivo”
(xxiii. 202-204).
La orden de la reina de sacar el lecho le sirve para
reconocer a su marido —ya que sólo él sabía cómo se
había construido— y simbólicamente le sirve también
a Odiseo para preguntarle a su esposa si había habido
otro hombre que disfrutara de su amor durante su larga
ausencia. Pero, sobre todo, queda la imagen de un amor
fuertemente enraizado en la tierra y capaz de resistir,
por lo tanto, el paso de los años y cualquier embate del
infortunio.

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106 la reflexión sobre la vida en la odisea de homero

No es solamente el amor lo que pondera la Odisea,


sino también su consecuencia inmediata, a saber, la
pareja formada por quienes se aman. Pero no cualquier
pareja de amantes sino aquella que logra vivir en una
armonía tal que garantice la paz y la tranquilidad. En el
canto vi, Odiseo le dice a la princesa Nausícaa, a quien
se dirige por primera vez:
Y los dioses te concedan cuanto en tu corazón anheles:
marido, familia y feliz concordia. Seguro que no hay nada
más bello y mejor que cuando un hombre y una mujer
gobiernan la casa con el mismo parecer lo cual produce gran
pena a sus enemigos y alegría a los que los quieren, y son ellos
mismos quienes mejor aprecian sus ventajas. (vi. 180-185)

El énfasis está claramente puesto en el acuerdo entre


los dos miembros de la pareja y en la tranquilidad que
debe reinar entre ellos. Sólo en el ambiente de paz resul-
tante del hecho de hacer justicia, sacar a luz la verdad
e implantar el orden, es posible concebir la felicidad
que sería, en últimas, la vivencia a la que tímidamente
aluden las últimas palabras de la cita: “y son ellos mismos
quienes mejor aprecian sus ventajas”.

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