Este documento habla sobre la Cuaresma y la necesidad de evitar la mediocridad. Insta a los lectores a aprovechar este tiempo para profundizar su fe y comprometerse más con Cristo, haciendo mayores esfuerzos para dejar atrás actitudes mediocres y vivir de acuerdo con los más altos ideales cristianos. También explica que la conversión y santificación requieren un cambio profundo impulsado por un amor sincero a Dios.
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Este documento habla sobre la Cuaresma y la necesidad de evitar la mediocridad. Insta a los lectores a aprovechar este tiempo para profundizar su fe y comprometerse más con Cristo, haciendo mayores esfuerzos para dejar atrás actitudes mediocres y vivir de acuerdo con los más altos ideales cristianos. También explica que la conversión y santificación requieren un cambio profundo impulsado por un amor sincero a Dios.
Este documento habla sobre la Cuaresma y la necesidad de evitar la mediocridad. Insta a los lectores a aprovechar este tiempo para profundizar su fe y comprometerse más con Cristo, haciendo mayores esfuerzos para dejar atrás actitudes mediocres y vivir de acuerdo con los más altos ideales cristianos. También explica que la conversión y santificación requieren un cambio profundo impulsado por un amor sincero a Dios.
Este documento habla sobre la Cuaresma y la necesidad de evitar la mediocridad. Insta a los lectores a aprovechar este tiempo para profundizar su fe y comprometerse más con Cristo, haciendo mayores esfuerzos para dejar atrás actitudes mediocres y vivir de acuerdo con los más altos ideales cristianos. También explica que la conversión y santificación requieren un cambio profundo impulsado por un amor sincero a Dios.
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En este tiempo de Cuaresma:
¡No nos contentemos con la mediocridad!
Convivencia de jóvenes 05 de marzo del 2023 La Cuaresma es una época que nos exige una fidelidad mayor a Dios. La Cuaresma es un tiempo muy favorable para pensar en la mediocridad que muchas veces se halla en nuestra conducta ordinaria. ¡Esta Cuaresma, debe dejar una huella muy significativa en nuestra vida! Será el pasar de una situación de indiferencia y mediocridad a una vida cristiana más convencida, a un fervor más profundo. Quizá hemos escuchado de otros y de nosotros mismos algunas frases típicas de mediocridad ante las tareas que nos tocan hacer; “siempre yo, que cambie el otro primero, eso cuesta mucho, no me atrevo, yo soy así y punto, me da pereza eso, no me gusta, pero tan mal no estoy, como soy me conformo, yo siempre lo he hecho así”, etc. ¿Quién es una persona mediocre? Podríamos decir que una persona mediocre es aquella que no quiere aprovechar los talentos que Dios le ha dado, no quiere apuntar más alto. El mediocre es un perezoso y cómodo, no quiere luchar contra sus defectos. Una persona mediocre es aquella que no hace el mínimo esfuerzo por buscar una vida de santidad. No tiene ideales por los cuales luchar, y está en contra de la perfección. Vive según sus conveniencias y no logra aprender a amar verdaderamente. E incluso los hay entre los cristianos que van a la Santa Misa y hablan con Dios, pero que no cuentan con la firme convicción de amar a Dios con las obras. Nosotros mismos; ¿Cuántas veces hemos dejado sin hacer lo que debíamos? ¿Cuántas veces nos hemos rendido ante la más pequeña dificultad? ¿Cuántos propósitos hemos dejado o vamos dejando olvidados en nuestro camino? Como diría el doctor de la Iglesia San Juan de Ávila: “Se concibe con el amor del corazón y nace cuando sale el amor a la obra”. Aunque alguna vez sucede lo que dice Isaías: “Venir los hijos hasta el parto y no haber fuerza para parirlos”. Muchos conciben buenos deseos con placer, más al tiempo de parir tan buena obra sienten tan gran dolor, que no quieren restituir lo que deben, perdonar a quien les injuria, dejar sus placeres”. No sucede muchas veces que queriendo el bien y viviéndolo, no ponemos los medios en hacerlo. Pero eso ¡solo hasta hoy!, porque en esta Cuaresma vamos a dar pasos más generosos ¿verdad?, esos pasos el Señor está esperando mucho de nosotros. Porque, en definitiva, Cuaresma es comprometerse con Cristo en la tarea de nuestra santidad personal, es convertirse. ¿Qué significa convertirse? Convertirse significa cambiar de dirección en el camino de la vida; pero no con un pequeño ajuste, sino con un verdadero cambio de sentido. Conversión es ir contracorriente, donde la corriente es el estilo de vida superficial, incoherente e ilusorio que a menudo nos arrastra, nos domina y nos hace esclavos del mal, o en cualquier caso prisioneros de la mediocridad moral. “Con la conversión, en cambio, aspiramos a la medida alta de la vida cristiana, nos adherimos al Evangelio vivo y personal, que es Jesucristo”. (Benedicto XVI) El cristianismo no es un camino cómodo. Jesús lo entrego todo por nosotros. “Podemos aprender de Él a hacer de nuestra vida un don total”. (Benedicto XVI) La santificación es una tarea hermosa para toda la vida. ¿Cuál es la última exigencia del Bautismo? La postura de Jesucristo; La gloria del Padre, la voluntad del Padre. Mi alimento es hacerla voluntad del Padre (Juan 4,34). Un cristiano que sea consciente sólo pregunta: ¿Qué agrada más a mi padre? No pregunta si es pecado mortal, o si se va al purgatorio; no se informa más que de cómo agradaré a mi Padre. Ésta es la exigencia del Bautismo; “ser otro Jesús” (P.José Soto). La Cuaresma es un tiempo privilegiado para hacernos estas grandes preguntas: ¿Cuáles son los proyectos de Dios sobre mí?, ¿Cómo estoy respondiendo?, ¿Qué actitudes y acciones deberíamos emprender para cumplir mí misión específica? Nuestra vida tiene demasiados retos grandiosos como para que la malgastemos. La Cuaresma nos recuerda la fórmula “Acuérdate de que eres polvo y al polvo volverás. El hombre es polvo y al polvo volverá, pero a los ojos de Dios es polvo precioso, porque Dios ha creado al hombre destinándolo a la inmortalidad”. (Benedicto XVI) Las gracias que el Señor quiere darnos en sobreabundancia en esta Cuaresma serán capaces de cambiar nuestra vida. El Señor siempre nos dice: ¡Este es el momento justo!, ¡Este es el día de la salvación!, ¡Vuelve a comenzar!, ¡Yo estoy contigo!, Él está siempre dispuesto a darnos su gracia para una nueva conversión. El Padre Soto tenía un deseo muy grande de nuestra superación. Alguna vez dijo: “Os quisiera ver siempre con una inquietud grande por correr, pues peligra el que nos apoltronemos” (apoltronarse es hacerse perezoso, holgazán, sedentario o mediocre). Lo cierto es que el Señor tiene mucha prisa en formarnos, porque detrás de nosotros hay muchas almas que se beneficiaran si nosotros somos muy de Dios. “SÍ, sí; a darse de verdad a Dios, que son muchas las almas que esperan el que seamos muy de Dios. ¡Cuántas almas lleva a Dios un alma muy Dios!”. Lo que cada uno deje de hacer se quedará sin hacer por toda la eternidad. Otros podrán hacer algo equivalente o mejor, sin duda, pero nadie podrá hacer lo que yo no haga. Así que, ¡no hay tiempo que perder! ¿De dónde nace la fuerza para luchar contra la mediocridad? La respuesta es una sola: del Amor. ¿Y esto por qué? Porque en el amor ¡no se admiten las rebajas! “Del que da al Señor algo, no hay que esperar nada. Del que se da a sí mismo, hay que esperarlo todo”, decía el Padre Soto. La santidad es un verdadero deseo de amar a Dios y al prójimo y llegar al límite del amor, no amar a medias. ¡Esto urge mucho! Por eso; ¡No a la mediocridad! Un cristiano no se debe conformar con lo que actualmente es, sino que debe aspirar a la perfección a la que ha sido llamado. Se hace necesario establecer un ritmo, un plan de vida que nos ayude a no rebajar la meta. En nuestra vida debemos tener buenos hábitos, llevados con decisión firme: reflexión y oración; generosidad en las obras del amor, en la mortificación de los sentidos, practicar las obras de misericordia… Podemos hacer propósitos más elevados mirando la Cruz de Cristo. Si por debilidad caemos, no dudemos de recurrir inmediatamente a medios como: la oración, los sacramentos, la dirección espiritual, al examen de conciencia, la reparación. Si realizamos este trabajo con nosotros mismos, tendremos más fuerza moral para realizarlo con las personas que amamos y a quienes tenemos que cuidar. Estamos llamados a ayudar a Dios en la tarea de la salvación de las almas. Cada cristiano debería sentirse personalmente responsable de hacer llegar a su entorno concreto, a su ambiente y a todo el cuerpo místico de Cristo las enseñanzas de Jesucristo con el testimonio de su vida. ¿Y si hay dificultades, y si las cosas cuestan? Eso no es motivo para disminuir la entrega, para rebajar nuestro amor… Los obstáculos se derriten como cera ante el fuego de la gracia divina, dice el Salmo 96. Para finalizar podríamos pensar; ¿Qué nos diría el Padre Soto hoy, para nuestro buen aprovechamiento de esta Cuaresma? Seguramente nos repetiría lo siguiente: “Pienso que es usted capaz de lo mejor y no puedo conformarme en que se quede usted con lo bueno”. Pidamos a nuestra Madre, la Santísima Virgen, la valentía para correr en los caminos de la santidad, aprovechando las gracias especiales que el Señor nos da en este tiempo privilegiado de la Cuaresma.