El documento habla sobre el Espíritu Santo y su acción en la Iglesia. Explica que el Espíritu Santo dio origen a la Iglesia en Pentecostés y desde entonces guía y anima a la Iglesia, dotándola de dones para cumplir su misión. También habita en cada fiel como en un templo.
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El documento habla sobre el Espíritu Santo y su acción en la Iglesia. Explica que el Espíritu Santo dio origen a la Iglesia en Pentecostés y desde entonces guía y anima a la Iglesia, dotándola de dones para cumplir su misión. También habita en cada fiel como en un templo.
El documento habla sobre el Espíritu Santo y su acción en la Iglesia. Explica que el Espíritu Santo dio origen a la Iglesia en Pentecostés y desde entonces guía y anima a la Iglesia, dotándola de dones para cumplir su misión. También habita en cada fiel como en un templo.
El documento habla sobre el Espíritu Santo y su acción en la Iglesia. Explica que el Espíritu Santo dio origen a la Iglesia en Pentecostés y desde entonces guía y anima a la Iglesia, dotándola de dones para cumplir su misión. También habita en cada fiel como en un templo.
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8.
El Espíritu Santo en la Iglesia
Así como Jesús fue concebido por obra del Espíritu Santo (cf Lc 1,35), también la Iglesia encuentra su raíz histórica en la efusión de este Espíritu en Pentecostés (cf. Hch 2,1-4). Si la Iglesia se entiende a la luz del misterio de Cristo, también se entiende a la luz del Espíritu, que la llena con sus dones, carismas, ministerios… para el bien común (cf 1 Cor 12). La acción del Espíritu Santo en la Iglesia se expresa de este modo: Consumada la obra que el Padre encomendó realizar al Hijo sobre la tierra (cf. Jn 17,4), fue enviado el Espíritu Santo el día de Pentecostés a fin de santificar indefinidamente la Iglesia y par que de este modo los fieles tengan acceso al Padre por medio de Cristo en un mismo Espíritu (cf. Ef 2,18) (LG 4). 9. La Iglesia, manifestación del misterio de Dios trino
La Iglesia tiene su origen en la Trinidad, de ahí que está
llamada a ser manifestación del misterio de Dios trino, por la comunión, el amor, la vida de gracia. Todos los bautizados formamos esta Iglesia. La dimensión trinitaria eclesial ha de reflejarse especialmente en lo que llamamos pastoral de conjunto, donde se unifican los diversos dones, ministerios y carismas. San Pablo lo expresa: Todo esto lo hace el mismo y único Espíritu, que reparte a cada uno sus dones como él quiere (1Cor 12,11). El Espíritu Santo anima a la Iglesia El Espíritu Santo habita en la Iglesia como en un templo, la santifica y guía hacia toda verdad. ENLACE OBJETIVO
En el tema anterior reflexionamos
sobre el origen trinitario de la Iglesia y los Reflexionar sobre la acción del compromisos que significan Espíritu Santo, presente en la vida de para nosotros. la Iglesia.
Ahora vamos a profundizar de Descubrir que el Espíritu es la
manera especial, en la acción del fuerza que vivifica y conduce a la Iglesia Espíritu Santo que guía y alienta a la en su caminar histórico. Iglesia en su camino. 1. El Espíritu, Señor y dador de vida
Cuando estudiamos a la Iglesia como
misterio, la consideramos como un pueblo reunido en virtud de la unidad del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. La Iglesia vive y se sostiene en la comunión y en misión por el Espíritu Santo. Él “es el Señor y dador de vida” que habita en la comunidad eclesial como en su templo (cf. LG 4). 2. El Espíritu guía a Israel
La presencia del Espíritu en la historia
de la salvación se revela en la Escritura desde el Génesis hasta el Apocalipsis. El Espíritu es la acción constante que da vida, ilumina, orienta, llama y guía al pueblo de Israel. Para entender la presencia del Espíritu en la Iglesia, hemos de recorrer los grandes momentos de la existencia del pueblo de Israel y contemplar sus acciones a lo largo de su historia. 3. La presencia del Espíritu en Israel
En el principio (cf. Gn 1,2), el Espíritu
convierte el caos en creación armoniosa y da inicio a la vida humana con su hálito vital (cf. Gn 2,7), que procura el diálogo entre Dios y el hombre. Más adelante, Israel percibirá su presencia permanente. Unas veces responde a sus anhelos de liberación por medio de los jueces (cf. Jue 3,10) y de los reyes (cf. 2Sm 8,14 Otras, de modo especial a través de los profetas, conduce la trama de su historia, lo invita a la conversión y a la fidelidad, y descubre los llamados de Yahvé en los acontecimientos de existencia (cf. Jr 7,1-11). 4. El Espíritu sostiene la esperanza mesiánica
El Espíritu es quien también
sostiene a Israel en la esperanza mesiánica. Él es quien recrea a la humanidad (cf. Ez 37,1-14) y establece una alianza nueva (cf. Ez 36,26-28). A su vez, el Rey Mesías gozará de su plenitud (cf. Is 11,23). Según el profeta Joel, el día grande del Señor (cf. Jl 2) se inaugura con la venida del Espíritu. Así se cumple y se supera toda expectativa (cf. Nm 11,29) y se derrama sobre todos, sin límite alguno, ni de edad, ni de sexo, pues dice Dios: Yo derramaré mi espíritu sobre todos los hombres (Jl 3,11). ESPERANZA MESIÁNICA Esperanza de una liberación futura. Se personifica en el Mesías, que, al principio, es el rey y posteriormente, adquiere un carácter más trascendente: una figura que traerá la paz, la justicia y la salvación. 5. El Espíritu en el Nuevo Testamento
La manifestación plena del
Espíritu Santo acontece en el Nuevo Testamento. Él es quien inicia y acompaña la misión del Rey Mesías: Hace posible la Encarnación (cf. Lc 1,26-38). Guía la misión de Jesús (cf. Mc 112; Mt 4,1). Lleno del Espíritu (cf. Lc 4,16-21), se manifiesta como el enviado de Dios en la sinagoga de Nazaret done se había criado. En Galilea, Jesús se presenta como el ungido con el Espíritu, y en el Jordán el Padre lo señala como el elegido de sus complacencias, pleno del Espíritu. 6. La Iglesia nace en Pentecostés
En Pentecostés, el Espíritu Santo se
derrama en plenitud para todos. En ese momento nace la Iglesia. De ahí en adelante, según el libro de los Hechos de los Apóstoles, la comunidad eclesial camina acorde con el Espíritu. Él hace a la Iglesia esencialmente misionera y la empuja a rebasar las fronteras del judaísmo y dirigirse hacia otras naciones. El Espíritu Santo: Dirige a los misioneros hacia los lugares de evangelización (cf. Hch 8,29-40). Guía con detalle la admisión de los paganos al bautismo (cf. Hch 10,19-20). Impulsa la salida de Pablo y Bernabé, a convertir gentiles (cf. Hc 133,2-4). Orienta a la primera comunidad a tomar decisiones (cf. Hch 15, 28). Esta es la imagen del cristiano que forma parte del cuerpo místico de Cristo. 7. El Espíritu habita en la Iglesia
Si el Espíritu precede a la Iglesia y le
abre caminos en la misión, no es menor su acción en cada uno de nosotros, que como piedras vivas formamos un templo espiritual (cf. 1Pe 2,5). Con toda razón el Vaticano II nos enseña: Él es el Espíritu de vida o la fuente de agua que salta hasta la vida eterna (cf. Jn 4,14; 7,38-39). Por Él el Padre vivifica a los hombres, muertos por el pecado, hasta que resucite sus cuerpos mortales en Cristo (cf. Rom 8,10- 11). El Espíritu habita en la Iglesia y en el corazón de los fieles como en un templo constante del Espíritu que nos reanima, rejuvenece y nos hace exclamar: ¡Ven, Señor Jesús! (Ap 22,20b). La Iglesia y el Reino La Iglesia constituye en la tierra el germen y principio del Reino. ENLACE OBJETIVO
En el tema anterior vimos que Identificar a la Iglesia como
la Iglesia cuenta con la germen, signo y sacramento del acción permanente del Espíritu Reino. Santo. Asumir que la estrecha Ahora veremos que el misterio relación de la Iglesia con el Reino de la Iglesia procede del Reino la lleva a hacer presente el Reino de Dios. de Dios en el mundo. 1. El Reino de Dios, en el origen de la Iglesia
La Lumen gentium nos dice que el misterio de la
Iglesia se manifiesta en su fundación. Jesús dio comienzo a su Iglesia predicando la buena nueva, es decir, el Reino de Dios. Se trata del Reino prometido en las Escrituras (cf. Mc 1,15), que comienza a manifestase por la palabra, las obras y la presencia de Cristo. Más aún el Reino se manifiesta en la persona del mismo Cristo, quien después de morir aparece constituido como Señor y derrama en sus discípulos el Espíritu prometido por el Padre (cf. Hch 2,3). Por eso, la Iglesia recibe la misión de anunciar el Reino, de establecerlo en medio de todas las gentes, y constituye en la tierra el germen y el principio de este Reino (cf. LG 5). 2. El Reinado de Dios
El anuncio del Reino, hemos hablado
ampliamente del Reino. Vimos que, Jesucristo es el enviado del Padre, que nos trae el Evangelio, cuyo mensaje tiene una realidad central: el Reino de los cielos. Ese Reino ya ha llegado; es la presencia permanente y transformadora de Dios en el corazón de los seres humanos y en la historia. Para Jesús, la predicación y presencia del Reinado de Dios en el mundo es lo más importante, y lo demás, relativo y secundario (cf. Mt 6,33). El Reino de los cielos tiene exigencias y condiciones: el esfuerzo (cf. Lc 13,24) y el cumplir la voluntad del Padre (cf. Jn 6,38). Para la Iglesia, la preocupación por el Reino ha de ser también lo primero. 3. Realidad presente y futura
El Reino es una realidad presente y futura a la
vez. Es presente porque acontece con la venida de Cristo (cf. Mt 12,28). Es futura, porque todavía no ha alcanzado su plenitud y consumación. Esto sucederá después (cf. 1Cor 15,24-25). Este Reino tiene que realizarse en la historia humana, como nos enseña Jesucristo, con verdad, justicia y amor. 4. La Iglesia, signo del Reino
El Reino de Dios es inseparable de Cristo y
de la Iglesia. Son realidades tan relacionadas entre sí que no se entiende la una sin la otra. Si por un lado el Reino se concentra en Jesús, por el otro se refleja en la Iglesia, su servidora. Así entendemos que la Iglesia no es el Reino, sino su signo y el principal medio para constituirse en el mundo. 5. El Reino trasciende los límites de la Iglesia
El Reino es más grande que la Iglesia, la
trasciende. El documento de Puebla dice: El mensaje de Jesús tiene su centro en la proclamación del Reino que en Él mismo se hace presente y viene. Este Reino, sin ser una realidad desligable de la Iglesia (LG 8a), trasciende sus límites visibles, porque se da, en cierto modo, donde quiera que Dios esté reinando mediante su gracia y su amor, venciendo el pecado y ayudando a los hombres a crecer hacia la gran comunión que les ofrece en Cristo. Tal acción de Dios se da también en el corazón de los hombres que viven fuera del ámbito perceptible de la Iglesia. Lo cual no significa, en modo alguno, que la pertenencia a la Iglesia sea indiferente (DP 226). 6. La Iglesia, realización anticipada del Reino
La Iglesia está al servicio de dos realidades
que la trascienden: el Reino y el mundo. El mundo es el lugar de la realización histórica del Reinado de Dios. La comunidad eclesial es aquel sector del mundo que, con la fuerza del Espíritu, ha acogido el Reino de manera explícita en la persona de Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre. Así, la Iglesia es la realización anticipada y sacramental de este Reino en el mundo. 7. La Iglesia, sacramento del Reino
La Iglesia es sacramento del Reino:
le da sentido y lo contiene de modo misterioso. A semejanza de Cristo, la Iglesia está al servicio del Reino: Llama a los hombres a la conversión y fe en el Señor Jesús. Crea comunidades e Iglesias particulares. Lleva a esas comunidades a la madurez tanto en la fe como en la caridad. Promueve los grandes valores de la paz, la justicia, la fraternidad, la libertad. La misión de la Iglesia es mostrar al mundo el rostro concreto de ese Reino que es Jesús, el Resucitado, que está a la derecha del Padre. 8. Compromiso por una sociedad mejor
Por otro lado, la constitución Gaudium et
spes señala: Aunque hay que distinguir cuidadosamente progreso temporal y crecimiento del reino de Cristo, sin embargo, el primero, en cuanto puede contribuir a ordenar mejor la sociedad humana, interesa en gran medida al reino de Dios (GS 39). Por eso, la comunidad eclesial tiene que comprometerse cada día por una sociedad mejor, por la lucha contra todo lo que impide el verdadero desarrollo del hombre según el plan de Dios. 9. La Iglesia recibe la misión de anunciar el Reino La constitución Lumen gentium expresa: La Iglesia enriquecida con los dones de su fundador y observando fielmente sus preceptos de caridad, humildad y abnegación, recibe la misión de anunciar el reino de Cristo y de Dios e instaurarlo en todos los pueblos, y constituye en la tierra el germen y el principio de ese reino. Y, mientras ella paulatinamente va creciendo, anhela simultáneamente el Reino consumado y, con todas sus fuerzas, espera y ansía unirse con su Rey en la gloria (LG 5). 10. La razón de la Iglesia, anunciar el Reino
Si para Cristo, el Reino de Dios fue el
centro de su predicación y su existencia, de forma paralela, la comunidad eclesial encuentra origen y razón de ser en el anuncio de la Buena Noticia del Reino. Son necesarios, entonces, nuestra actividad apostólica y testimonio para transformar el ambiente que nos rodea. Las acciones apostólicas que como laicos podemos realizar son múltiples: la educación, el cuidado de los enfermos, la asistencia a los pobres. Con ellas damos respuesta a los numerosos interrogantes y angustias del hombre de hoy sabiendo bien cuál es la voluntad del Señor. No temas, pequeño rebaño, porque el Padre ha querido darles el reino (Lc 12,32).