La Construcción Social de La Mente, Una Teoría de La Intersubjetividad Martín Wainstein
La Construcción Social de La Mente, Una Teoría de La Intersubjetividad Martín Wainstein
La Construcción Social de La Mente, Una Teoría de La Intersubjetividad Martín Wainstein
Abordaremos aquí algunos conceptos caros a la Psicología y a la ciencia en general: las ideas de
mente, alma, conciencia, subjetividad.
En Psicología esos conceptos pasaron a nombrar las entidades hipotéticas de difícil definición dentro
de la teoría, las que normalmente llamamos constructos. En un cierto sentido se utiliza la palabra
como sinónimo de concepto. En base a estos constructos o conceptos, se elaboran las teorías, las
hipótesis, los supuestos. SON NO OBSERVACIONALES. ya que los constructos no son empíricos, es
decir, no se pueden ver o mostrar. Son intangibles y definidos mediante inferencias. Las inferencias
son deducciones de unas ideas a partir de otras ideas.
El término “complejo” designa hoy una comprensión del mundo como entidad donde todo se
encuentra entrelazado, como en un tejido de trama extremadamente fina que constituye la unidad
de la “cosa” y el contexto donde ella ocurre.
Lo complejo se asemeja a lo que Kant llamaba “la cosa en sí”. Esa cosa, inaccesible, inasumible.
Es en este ámbito donde se inserta la expresión pensamiento complejo, concebida como el
pensamiento que trata con la incertidumbre y es capaz de concebir su organización. Es el
pensamiento apto para unir, contextualizar, globalizar, pero al mismo tiempo para reconocer lo
singular, individual y concreto.
Ideas como “mente”, “hombre”, “subjetivo”, “objetivo” o están definidos desde un uso social de los
mismos.
Los constructos con los cuales comprendemos el mundo son objetos sociales, productos, resultados
de los intercambios entre la gente, situados en un momento dado de la historia y en un lugar dado
de la geografía. El proceso de entender no es dirigido por una mente individual aislada, sino que
resulta de una acción cooperativa de personas relacionadas entre ellas.
Desde una perspectiva construccionista, algo es “lo que se dice que es” en un acuerdo temporal,
histórico, geográficamente diferentes y variables, entre subjetividades (las de los científicos, las de
los religiosos, las de los políticos). De hecho, un constructo social es aquello que existe como un
producto de las interacciones de las personas.
Cómo pensamos el mundo, es parte de cómo construimos ese mundo humano que coloniza la
naturaleza y crea o no las condiciones de subsistencia de la especie.
Decir acciones humanas, es decir, interacciones; de eso tratan las teorías interaccionistas de la
Psicología.
Charles Horton Cooley (1864/1929)
En psicología, Cooley fue también sucesor de William James, pero agregando un sesgo creativo que
lo acercó al análisis de la comunicación interpersonal. Su visión de la vida social como dimensión
transversal a la vida cultural, y la influencia esencial de esta última en la formación de la conciencia
ha sido una idea clave para la consolidación posterior del cognitivismo social, de la psicología
cultural, la psicología social y el pensamiento sistémico en psicología.
Podemos rastrear en sus ideas gran parte de las investigaciones posteriores del interaccionismo
sobre la construcción cognitiva del yo. La influencia del mundo imaginario en la comunicación social,
su teoría del sí-mismo o yo espejo, así como su concepto del grupo cara a cara como un grupo
primario, esencial para el desarrollo inicial de la vida, fueron todos ellos conceptos claves para
muchas de las teorizaciones psicosociales posteriores. Observador de la vida cotidiana y los
fenómenos más simples de las interacciones humanas con el concepto de sí-mismo (self) Cooley se
refirió a lo que en lenguaje habitual designamos con los pronombres de primera persona del
singular: yo, me, mí.
El sí-mismo social, es simplemente una idea o sistema de ideas extraída de la vida comunicativa que
la mente forma como propia. No existe un sentido de un yo sin su correlativo sentido del tú, o él, o
ellos. La persona reflejada o el yo del espejo es la referencia a la forma que toma la imaginación. El
yo de uno mismo “aparece” en la mente particular de otro y el tipo de auto sentimiento que uno
percibe viene determinado por la actitud respecto al sentimiento atribuido a esa otra mente, al otro.
“Cada uno es para sí un espejo; refleja al otro que pasa” dirá Cooley, que separa tres elementos en
este proceso. El Espejo de Cooley, sugiere un juicio imaginado, no como un simple reflejo, sino, un
sentimiento imputado, como el efecto imaginado de este reflejo en la mente del otro. Ya que toda
referencia con nuestro sentimiento la produce la importancia que damos al “espejo social” en cuya
mente nos vemos.
“Es necesario resaltar aquí que no hay diferencia entre las personas rea- les y las imaginarias, y sin
duda, ser imaginado es convertirse en real, en un sentido social de la cuestión, (...).
Para una mente imaginativa, una persona invisible puede ser más real que una persona de carne y
hueso, pues la presencia sensible no es una cuestión de primera importancia necesariamente.
La conducta humana individual sólo puede ser entendida considerando al individuo en sus relaciones
sociales, de comunicación e interrelación e interdependencia con otros individuos. El “yo” meadiano
no está acotado al desarrollo del organismo, se extiende a las necesarias relaciones sociales en las
que este desarrollo ocurre.
Temas como la identidad, la mente o el yo; reducidos a tópicos físicos o biológicos por la psicología
de su época, le suscitan a Mead la hipótesis de:
“que la conducta de un individuo tan sólo puede ser entendida de acuerdo con la conducta de todo el
grupo social del cual es miembro, puesto que sus actos individuales están involucrados en actos más
amplios, en actos sociales que van más allá de él y que abarcan a otros miembros de su grupo”...
“de una actividad observable –el proceso social dinámico, en curso y los actos sociales que son sus
elementos componentes– que debe ser estudiada y analizada científicamente”
sin ignorar la experiencia interior del individuo, como proponía su antiguo alumno Watson, sino:
La “vida interior”, la conciencia, deja de tener un locus interior, de conciencia en el sentido de “darse
cuenta”, como meramente una captación del entorno. Las circunstancias de un yo no dependen de
su captación del entorno, sino de los interese activos mediante los cuales el sujeto modula su
captación. De cómo determina su hábitat a partir de su experiencia de vida, realizada en el proceso
temporal y de aprendizaje social en el cual transcurre esa experiencia. Ésta es resultado de un
fenómeno de adaptación en el cual el sujeto negocia activamente cual será su experiencia de vida
en el marco de circunstancias que la sociedad le otorga. Esa experiencia en la que el sujeto
construye su subjetividad es un fenómeno “emergente”.
La mente emergente
Para Mead la inteligencia es eso: la capacidad de adaptación activa y superadora de los problemas
de afrontar un entorno hostil o dificultoso. La mente evoluciona desde el ensayo error de los
mamíferos inferiores hasta el método científico del ser humano, el más avanzado de los primates.
Para Mead el surgimiento del lenguaje está relacionado con esta “abundancia de gesto”
Si en Darwin, los gestos eran formas de expresión de estados fisiológicos y emocionales, en Mead
cumplen una función social. Son “actos sociales”, que define como acciones conjuntas en las cuales
los sujetos no hacen todos lo mismo, sino que entrelazan sus acciones con las de los demás.
Utiliza varios conceptos que son necesarios para entender el proceso de construcción de la
subjetividad. De hecho:
Cuando el bebe inicia espontáneamente la comunicación mediante la mirada o el gesto, el
rol de la madre es seguir su iniciativa poniendo de relieve la estructura recíproca de
alternancia de turnos y organizando la dinámica de cada episodio inter- activo de tal manera
que el bebe registre el patrón y descubra una estructura predictiva en los intercambios.
Durante el primer año de vida el bebe desarrolla dos habilidades socia- les para compartir el
control mental con otras personas. Uno es la subjetividad, rudimentos de una conciencia
individual y otro es la intersubjetividad, capacidad de adaptar su subjetividad a la de los
otros. Esta intersubjetividad primaria se instala a partir de los dos meses y se caracteriza por
la apreciación selectiva de sus contactos interpersonales: madre, padre, hermanos o figuras
cercanas y constantes. En esa etapa la subjetividad del bebe y del adulto se unen en un
control compartido y recíproco de la interacción social, mediante las expresiones faciales, el
balbuceo y las miradas, a las que se agrega el sonido del lenguaje del adulto.
Hacia los nueve meses surgirá una intersubjetividad secundaria, en la que se integran los
objetos con las personas en una única perspectiva (Traverthan, 1979).
Ese adulto es el que define el significado de los gestos del niño. Más allá de lo que ese niño intente
expresar en un lenguaje de gestos, aun animal, el adulto interpreta el significado.
El patrón sistemático y repetitivo de ciertas respuestas del otro constituye “la expectativa
que el otro tiene de mí”. De allí surge el siguiente concepto importante: el Mí, que es
resultado de la acumulación de respuestas que el Yo recibe del otro. Nos referimos a nosotros
desde “otro”.
Ese otro que Mead llama Otro Generalizado, Otro con mayúsculas un individuo, pero en tanto
persona ya constituida, portador del orden social, es generalizado porque representa la actitud
generalizada de la sociedad, el orden social, para ese niño. El Mí es la acumulación de
interiorizaciones de las respuestas del “Otro generalizado”, actuado por ese otro singular que es la
madre, el padre, los hermanos, etc. Ese Otro es la Ley, son las reglas, las normas, los valores, los
patrones de la respuesta social legitimada y vigente, etc.
El Mí es la instancia desde la cual alguien se percata, evalúa y valora su Yo, desde las expectativas
que los otros tienen de él. Al ir creciendo y participan- do de la vida social el niño incorpora más
“expectativas de los otros”.
Role taking, to play y to game. Pueden traducirse como “asumir el rol de otro”, “jugar, juego,
desempeño” y “jugar con reglas, juego reglado”.
Mead llama esto “la primera vez con el Otro generalizado” que es algo así como la sociedad, en la
que se toman actitudes de los otros y se incorporan en el individuo. “El Otro generalizado” puede ser
visto como la norma general en un grupo social o situación. De esta manera el individuo entiende
qué tipo de comportamiento es esperado, apropiado y además útil, en diferentes situaciones
sociales.
Para Mead la mente es por una parte la reflexión, en tanto lenguaje y conver- sación interior del
sujeto consigo mismo y diferente de la conversación con otro. Si bien esa capacidad de conversar
consigo mismo deviene de la capacidad de inte- riorizar las conversaciones con otros. Es lo que en
términos de sentido común serían los pensamientos.
Este tipo de conversación interna, de pensamientos, tiene especial im- portancia porque es lo que
permite la emergencia de otra parte, la conciencia, esta se constituye cuando el sujeto puede
referirse a sí mismo como objeto, luego de haber interiorizado que otro lo percibe a él como objeto.
Reflexión y conciencia constituyen dos aspectos importantes de la mente humana. En Mead, ésta no
es una entidad sustantiva sino un proceso. No es un órgano ni un lugar, ni una clase de sustancia
contraria a la sustancia cuerpo. Es un conjunto de funciones.
Un tercer aspecto que constituye la mente es la acción. Como se ha visto, inicialmente rechaza la
idea de la subjetividad y la mente como un espacio interior. Ésta se desarrolla en un espacio
mediacional interpersonal y se instala en el proceso completo que define ese espacio de lo
interpersonal, el sí-mismo y el contexto de ocurrencia del fenómeno. El resultado es un espacio
interactivo no biológico, sino social, percibido en términos de significaciones cuya materia es el
símbolo.
El símbolo y su significado son una propiedad de la acción interactiva, no es necesaria la conciencia
para la existencia del significado. Un niño puede expresar un significado social mucho antes de tener
conciencia de ese significado, inserta su acción de hablar en el significado y recoge un resultado. El
significado es anterior a su conciencia.
Símbolos significantes
(Mead) Estos son gestos que surgen de un individuo para el cual constituyen el mismo tipo de
respuesta que se supone provocaran en aquellos a quienes se dirigen. Es con los símbolos
significantes que logramos la comunicación. El lenguaje es un símbolo significante pues es un
símbolo que responde a un significado en la experiencia del primer individuo y que también evoca
ese significado en el segundo individuo.
El significante es la palabra. Ese sonido, arbitrario, cuyo significado, su no arbitrariedad, llega a ser
por la existencia de un código lingüístico compartido y una situación compartida que le otorgan
sentido.