Compendio Derecho Civil: Rafael Rojina Villegas
Compendio Derecho Civil: Rafael Rojina Villegas
Compendio Derecho Civil: Rafael Rojina Villegas
COMPENDIO
DE
DERECHO CIVIL
III
TEORÍA GENERAL DE LAS OBLIGACIONES
~
m
EDITORIAL PORRÚA
AV. REPÚBLICA ARGENTINA, 15
MÉXICO, 1998
Primera edición, 1962
ISBN 970-07-1444-6
IMPRESO EN MÉXICO
PRINTED IN MEXICO
PRIMERA PARTE
CAPITULO
LA OBLIGACIÓN
--
obj ~tivo,. ha ~mvs •.eLal' áli~i~deJos.mismru,_
TEORIA GENERAL DE LAS OBLIGACIONES 9
sirve para satisfacer una neccsi<lacl en el hombre, y éste puede tener ne-
cesidades <le carkter espiritual que interesen tanto o más que las de
carácter patrimonial. Y <le esta manera el enfermo que ha convenido
con el médico en forma gratuita u onerosa, que se le atienda debida-
mente, tiene un interés jurídicamente protegido, aunque sean valores de
carácter extrapatrimonial la salud y la vida que el médico debe cuidar en
el paciente, quien se hace acreedor de una prestación.
De esta manera nos explicamos infinidad de contratos en los que
el acre<:dor persigue un interés espiritual. Generalmente en las presta-
ciones de hechos, pueden éstos referirse a necesidades materiales o espi-
rituales. Como sería, siguiendo a Ihering, el caso de la banda de música
que se obliga a deleitar al acreedor. Existe un interés de valor espiritual,
protegido por el derecho objetivo. De aquí se deduce entonces que el
acreedor tendrá acción en juicio; que no será simplemente un interés par-
cialmente protegido, y que en el caso de incumplimiento resulte ineficaz,
porque la protección sólo la extienda el derecho al caso normal del cum-
plimiento.
6.-La doctrina de lhering aplicada a nt1estro derecho.-En nuestro
derecho positivo encontramos ejemplos constantes, tanto en el público
como en el privado, de que la ley protege interés patrimoniales y de
carácter moral o espiritual. Todo el conjunto de derechos públicos sub-
jetivos es, indudablemente un conjunto de intereses morales que reciben
protección jurídica. Es decir, se cumple la definición de Ihering de que
el derecho subjetivo es un interés jurídicamente protegido. El derecho
público subjetivo más que un interés patrimonial jurídicamente protegi-
do, en la mayoría de los casos, se presenta como un interés espiritual; de
otra manera no podríamos explicarnos la libertad de pensamiento, de ex-
presión, de religión; es decir, todos aquellos aspectos en que el dere-
cho protege no sólo ese libre desarrollo de la actividad física, sino sobre
todo, moral y espiritual. Protege también en los derechos públicos, la
actividad física, a través de la libertad de tránsito, de reunión, de aso-
ciación. Consagra la inviolabilidad del hogar, la libertad personal, el
derecho a la vida, la integridad de la persona, organizando una doble
protección, ·de carácter físico y moral.
Pero sí es indiscutible que en los derechos públicos subjetivos los
valores morales del individuo tienen una garantía jurídica, en el derecho
privado, que es el que nos interesa, se presenta el problema de saber si
nuestra legislación ha protegido, en las relaciones del acreedor con el
deudor, intereses extrapatrimoniales. En los Códigos Civiles de 1870
y 1884, la solución se presenta a favor de la protección <le intereses pa-
TEORIA GENERAL DE LAS OBLIGACIONES 15
trimoniales. En el artículo 1306 del Código de 1884 se dice q•1e son le-
galmente imposibles las cosas o actos que no pueden reducirse a un va-
lor exigible. Este artículo nos dice cuándo es imposible el objeto de la
obligación o del contrato. Es decir, de plano se consideró en el Código
de 1884 que no puede ser materia de contrato aquella cosa o acto que
so se pueda reducir a un valor exigible. No dice a un "valor pecunia-
rio"; pero dice "valor exigible" y los valores morales, en el caso de in-
cumplimiento del deudor, no podrían ser exigibles, para alcanzar la sa-
tisfacción espiritual requerida por el acreedor.
Llegamos a la conclusión de que, dentro del Código anterior, sólo
cuando el valor era exigible en juicio, la obligación era jurídicamente
posible. Cuando el valor no es exigible en juicio como tal, se presenta
el problema de saber si no hay obligación, porque ésta tenga un objeto
imposible, o si la ley admite la obligación, permitiendo que exista un
valor equivalente. Por ejemplo: si el músico se obliga a ddeitar el oído
de su acreedor y no cumple su obligación, el acreedor no podrá exigirle
en juicio que le dé esa satisfacción en la forma exacta que se ha ya con-
venido. No será, por consiguiente, un valor exigible, el hecho que se
obligó a prestar el músico; o si el cirujano se obliga a hacer una opera-
ción, el acreedor no podrá exigirle coactivamente que preste aquel hecho
de carácter no patrimonial. Partimos de la hipótesis de que el obli-
gado se resiste y de que por lo tanto no podrá hacerse coacción sobre
su persona, lo que motivará la ejecución por equivalente en dinero.
Por consiguiente, dentro del Código de 1884, tanto por el artículo
1306 y por la reglamentación que se hizo a propósito de las obligaciones
nacidas de actos ilícitos, se admitió más bien la doctrina de que la obli-
gación debe de tener un interés pecuniario. Es decir, que la prestación
o abstención del deudor para ser exigibles, deben ser de carácter patri-
monial. En las obligaciones nacidas de actos ilícitos, el Código de 1884,
en relación con el Código Penal, no impusieron la reparación moral.
Además del perjuicio pecuniario que sufra la víctima, puede existir un
perjuicio moral y no obstante, sólo podía exigir la reparación del daño
patrimonial; por excepción se reguló para los delitos contra el honor:
injuria, difamación y calumnia, una especie de satisfacción moral para
rehabilitar el honor o prestigio de la víctima, mediante una publicación
en los periódicos de la sentencia condenatoria. Fuera de estos casos en
que había una reparación de carácter moral, que protegía el interés dd
acreedor, el acto ilícito no daba acción a la víctima para exigir la repa-
ración del daño moral.
r 16 COMPENDIO DE DERECHO CIVIL
Borja Soriano (Teoría General <le las Obligaciones, México, 1939, t. I, págs.
104 y 105), opina que: "Ha sido y es aún muy discutido el problema de si el
objeto de Ja obligación debe ser susceptible de evaluación pecuniaria. El Código
de 1884 refiriéndose al objeto de las obligaciones contractuales exige que pueda
reducirse a un valor exigible (art. 1306, 11). El artículo 241 del Código alemán
dice: "En virtud de la relación de obligación, el acreedor tiene el derecho de exigir
del deudor una prestación. La prestación puede consistir igualmente en una abs•
tención". Como se ve en este artículo no se hace alusión al valor pecuniario de
la obligación y esto ha sido intencional como puede verse en el comenta[ÍO de
Saleilles y está de acuerdo con los motivos expuestos sobre dicho Código. El Có-
digo de 1928 no ha reproducido la frac. 11 del art. 1306 del Código de 1884, lo
cual puede interpretarse o bien en el sentido de que se adopta la intención del
Código alemán, o bien que se deja a la doctrina la solución del problema". "Las
obligaciones siempre han estado comprendidas en el derecho patrimonial; así,
pues, la piestación que constituye su objeto debe tener valor económico, debe ser
valuablc en dinero. Esto no significa• que la prestación deba consistir siempre para
el acreedor en un aumento efectivo de sus bienes económicos, sino que basta con
que el objeto pertenezca a la esfera patrimonial, que sea susceptible de obtenerse
con dinero, no siendo necesario que el interés del acreedor sea de carácter patri-
monial, pudiendo serlo de naturaleza moral o de afección".
JURISPRUDENCIA DEFINIDA
CAPITULO 11
"Ya hemos visto cómo por derecho romano las obligaciones naturales pro•
dudan otros efectos que la soluti retentio, tales como el de dar lugar a la com•
pensación, la novación y el de ser causa de una obligación civil accesoria como
Ja fianza, la prenda o la hipoteca y en fin, el de poder ser confirmadas o ser
erigidas en obligaciones civiles por un pacto simple, pactum constitutoe pecunioc.
Las fuentes las presentan como obligaciones verdaderas, pudiendo sin embargo
distinguírselas por los diversos grados de su fuerza o eficacia, según los casos par-
ticulares de que se trataba.
Los romanos admitieron esta institución para templar el rigor del dcrechC"
"Era la equidad -dice Ricci- la que abría una brecha en el edificio donde
el sentimiento faltaba. Ahora el derecho moderno está fundado, no sólo en la
razón, sino también en la equidad; es más: el concepto de la equidad prevalece
a menudo sobre el concepto del derecho puro y absoluto; ¿qué necesidad, pues,
tenemos nosotros de abrir una brecha en nuestro derecho para introducir en él la
equidad, cuando ésta ejerce allí tan gran dominio? Para los romanos, la obliga-
ción natural no era sino un remedio contra los males que de la rigidez e infle-
xibilidad de su derecho se originaban; pero ¿es lógico que nosotros, que no te-
nemos que lamentar este mal en nuestro derecho, debamos recurrir a los remedios
de que otros se sirvieron?".
Observación es ésta que se confirma con el examen de los efectos de las
obligaciones naturales a la luz de los principios del derecho moderno". (Luis
de Gásperi, ob. cit., v. I, págs. 77 y 78).
TEORIA GENERAL DE LAS OBLIGACIONES 21
Los artículos 1819 y 1820 del Código Civil de 1870, decían: "1819.
-Se exceptúa de lo dispuesto en el artículo anterior el caso en que la nu-
lidad proceda de incapacidad personal del deudor; con tal de que el
fiador haya tenido conocimiento de la incapacidad al tiempo de obli-
garse, y de que la obligación principal sea válida a lo menos natural-
mente". "1820.-En el caso del artículo que precede, la fianza subsis- \
tirá aun cuando el deudor principal haga rescindir su obligación"'.
De lo expuesto se deduce que en el Código Civil de 1870 existía
reconocida una forma de obligaciones naturales. En principio, para la.
validez de la fianza, se requería l¡,. val id ·vi de la obligación rin-
cipal¡ ~ro r exce ción se rmitía afianzar una o 1 ación nula,
motivada por la incapaci a personal del deudor, con ta e que..!..
fiador hubiera tenido conocimiento de la inca_eacidad al tiempo de obli-
garse,_:¡: sie7E/!!,e ¡ cuando la obligación princip_aljttera 11álida n'!!!!.!f!!-
1Jlf!~te. Es decir, se aceptaba, eo 51¡eseocia el artículo 2012 del Código
Civil francés, según el cual: "La caución no puede existir sino respecto a
una obligación válida. Sin embargo, se puede garantizar una obligación
que pueda ser anulada por una excepción puramente personal del obli-
gado; por ejemplo, en el caso de minoridad".
Por lo tanto, en el Código Civil de 1870, sería aplicable por lo
menos en un caso, la doctrina de Bonnecase, así como la tesis que des-
pués expondremos, como opinión personal.
El Código Civil de 1884, modifica como se ha visto, el artículo 1818
del de 1870, y suprime los artículos 1819 y 1820, que nos permitían ha-
blar de obligaciones naturales. En esa virtud, para esa legislación, la
categoría de obligaciones naturales quedó suprimida en el caso de la
fianza, re.sultando ina.P,li<:able la doctrina de Bonnecase, que como él
mismo dice, deriva de textos expresos del Código Civil francés, los cua-
les por no existir en nuestro derecho, no nos permitirían desarrollar en
el Código de 1884 y en la hipótesis relacionada con la fianza, la idea
de que .la obligación natural es exclusivamente técnica, y encierra una
obligación civil imperfecta o condicional de doble grado. El artículo
1724 del mismo Código de 1884, podría servir de apoyo, aun cuando in-
directo y forzado, para la tesis de Bonnecase. Según ese precepto: "El
fiador tiene derecho de oponer todas las excepciones que sean inheren-
tes a la obligación principal, mas no las que sean personales del deudor".
De a uí se infie ue se ermite la fianza sobre una obli ación afectada
de nulidad rela~,-toda vez que el fiador no puede oponer as excee-
cjon_<e.Lc!,<:,il)capacidad, error, dolo¡ violencia }' lesión que corresponderían
al deudor principal, por ser exdusivas del perjudicido en estas formas
TEORIA GE."12RAL DE LAS OBLIGACTONES 29
de nulidad relativa; que, por lo tanto, al admitirse la fianza de una obli-
gación anulable, se obtiene un efecto semejante al del artículo 2012 del
Código Civil francés, conforme al cual, la fianza no puede existir sinú
respecto de una obligación válida, permitiéndose, sin embargo, garanti-
zar las obligaciones que puedan ser anuladas por una excepción exclusi-
vamente personal del obligado. Como este precepto es uno de los que
citan los autores franceses para hablar de las obligaciones naturales, se
podría también invocar en nuestro derecho. No obstante, como en el
Código de 1884 no existe un artículo fundamental en relación con esta
materia, que prohiba la repetición de lo pagado voluntariamente, po-
demos concluir que el 1724 de nuestro citado Código, no puede referirse
a esa clase de obligaciones, tanto porque falta la base principal, cuanto
porque expresamente se modificó el Código de 1870, suprimiendo la
clasificación de obligaciones civiles y naturales. Por el contrario, pode-
mos ex licar el artículo 24 dentro de la técnica de las obli aciones
afectadas de nulidad relativa, toda vez gue si el deu or prmcipal no
~ l a excepc;:ión resR!:ctiva1 ello significará que la consiente, L'l,':!!;l'!!r
lo tanto, queda convalidada por ratificación tácita, en cuyo caso, la fian-
~ perfectamente exi&~
En materia de contratos aleatorios (juego y apuesta), se ha querido
también encontrar un fundamento para considerar que nuestro Código
de 1884 reconoció las obligaciones naturales. Conforme al artículo 2776:
"}ll que ha perdido en un juego no p~de repetir lo gu; ha eagg.dg
voluntariamente, a no ser: I.-En caso de dolo o fraude de la otra parte,
o en cualquiera otro caso en que el contrato no de\)Jera producir efecto
se¡rin las reg~generales.- II.-Cua'!.~.<!.}ª cantid~_o cosa que se pagg
se hubiere perdido en juego prohibido". Cuandoel juego es lícito, se-
gó.n el artículo 2774, se concede acción en juicio para reclamar hasta la
cañhaaa=~~n ~ , De estos preceptos se infiere que aun cuando"ño
existe obligación civil respecto de deudas provenientes de juego lícito,
que excedan de la suma indicada, sí se reconoce por la ley una obligación
nátural, al admitir el principal efecto de ella, consistente en negar el
derecho para exigir la devolución de lo pagado en forma voluntaria, so-
bre la suma de cien pesos mencionada. El fundamento que se invoca
para la no repetición de lo pagado es, según explica Pothier, !.espetar
una obligación que está en el fuero del honor Y. de la conciencia.
A pesar del caso anterior, se ha sostenido que dada la modifi-
cación expresa de los artículos que hablaban de las obligaciones natura- /
les, en el Código de 1870, el de 1884, adoptó el sistema de reconocer
sólo las obligaciones civiles como relaciones jurídicas perfectas.
30 COMPENDIO DE DERECHO OVIL
tió, pero quedó extinguida, como en cualquier otro caso en que por virtud
de una excepción perentoria, se destruye.
"El inciso 2o. incluye entre las obligaciones naturales las que "principian
por ser obligaciones civiles y que se hallan extinguidas por la prescripción",
precepto que si tuviéramos que considerarlo a la luz de los principios estricta•
mente jurídicos, implicarían un absurdo lógico, como ya lo hiciera notar Dunod
de Charnage.
En efecto, si la precripción es un medio de libertarse de "toda" obligación,
como reza el art. 4017 concordante con los artículos 3497 y 3949 del Có<ligo
Civil, no se comprende cómo, una vez operada ella, se confc:riría, sin embargo,
al acreedor el derecho de retener lo pagado espontáneamente en virtud de la
deuda, desde que un pago tal no supondría sino qui: la obligación subsiste mis
allá de la esfera del derecho, como obligación de conciencia y de honor.
Otro absurdo salta a la vista y es que si la prescripción es un medio <le ex-
tinguir obligaciones exigibles ¿por qué no habría de c.:xtinguir las obligat.:ioncs
no exigibles?
Quiere decir, pues, que el precepto guc estudiarnos se vincula con la cues-
tión de saber el alcance técnico efe la eficacia de la prescripción.
Advierte Merlin a este propósito que ya los autores anteriores al Código
Napoleón no estaban de acuerdo sobre. esta materia, y que D' Argc.:ntré era de
parecer que la prescripción extingue toda clase de obligación porque así lo ha
querido ia ley y así lo ha podido.
El deudor debe adquirir por el transcurso dc.:l ticm po necesario a la pres-
cripción la plena y entera seguridad, plcnissimam sccuritatcm, de quedar a cu-
bierto de todos los efectos derivados de su obligación, según así lo enseña Cujas,
quien agrega que la obligación natural se extingue no sólo por el pago real, sino
también por el pago putativo, es decir, por todo aquello que, según las máxim:i:.
del derecho, ejerce la función del pago, quocunquc modo c1uid persolutioncm
redat, como es la, prescripción.
No obstante, y a pesar de tan buenas razones, vemos que el Código Civil
argentino acuerda al acreedor la soluti rctcntio de lo pagado en virtud de una
obligación extinguida por la prescripción.'' (Luis <l{! Gispcri, ob. cit., v. I, págs.
89 y 90).
CAPITULO 111
y remate de bienes. Ahora bien, este supuesto jurídico nuevo que inter-
viene en el embargo, plantea el problema consistente en saber si el
derecho personal continúa en los mismos términos en que fue decla- .
rado en la sentencia o si experimenta una modificación por vutud del
embargo, es decir, del aseguramiento de bienes que quedan afectados
al pago preferente y que permite al acreedor oponerlo a los terceros,
hacer valer sus derechos de preferencia y, en su caso, de persecución, si
las cosas embargadas pasaren a poder de tercero.
Tanto la doctrina como la jurisprudencia se orientan en el sentido
de afirmar que el embargo no transforma el derecho de crédito, y que
no crea un derecho real. En una palabra, que continúa idéntica la natu-
raleza jurídica del derecho del acreedor, que sólo obtiene un asegura-
miento, pero con fines procesales, de tal manera que no ~jerce un poder
jurídico directo e inmediato sobre los bienes embargados, supuesto que
éstos quedan en depósito y es el Juez quien debe hacer respetarlo. No
obstante que esta es la doctrina comúnmente sustentada, tanto por los
civilistas como por los procesalistas y de que expresamente la jurispru-
dencia de nuestra Suprema Corte ha venido insistiendo en que el em-
bargo no crea un derecho real, consideramos que el problema no se ha
analizado debidamente. Hemos buscado con todo empeño las razones que
expresan los autores y que también sustenta la jurisprudencia, y el re-
sultado ha sido que en realidad no existen, hay simples afirmaciones,
o bien hay pseudo razones, por cuanto que se parte de supuestos falsos.
Se dice: el embargo no cambia el derecho del acreedor en un derecho
real. El derecho del acreedor subsiste y tan es así que si llega el re-
mate, se convierten los bienes embargados en dinero y el acreedor co-
bra; luego, su derecho en nada se ha afectado. Embargo y remate son
simples trámites procesales para permitir al acreedor que se haga pago.
La tesis número 425, páginas, 795, del Apéndice al Tomo XCVII del Serna•
nario Judicial de la Federación, dice lo siguiente: "Embargo, naturaleza del.-El
secuestro no otorga al ejecutante, un derecho real, sobre lo embargado. Tomo
LIII, Aguirre Guillermo, sucesión de. Págs. 2468. Tomo LV, Assié Leonor, págs.
251. Tomo LVII, Arce de Moreno Josefina, págs. 3008. Tomo LXI, Valenzuela
Policarpo, sucesión de. Págs. 996. Tomo LXVII, Banco Nacional de Crédito Agrí·
cola, S. A., págs. 727".
Er. la ejecutoria publicada en el Tomo LXIX, página 588, Junquera Rafael,
se contienen las principales razones que han servido de fundamento a la juris-
prudencia mencionada. Dice así la parte conducente de dicha ejecutoria: "Emb2.r-
go, naturaleza del.-Las características más importantes del derecho real, son Jas
siguientes: el poder directo e inmediato que confiere a su titular, sobre una cosa;
el derecho de persecución, y el derecho de preferencia, cuando se trata, natural-
mente, d~ los derechos reales que constituyen una garantía. Ahora bien, es indu-
40 COMPENDIO DE DERECHO CIVIL
registro de. Los contratos que deben registrarse, no surten efectos contra terceros,
mientras no hayan si4o inscritos; de modo que si una compraventa se registra con
posterioridad a la fecha en que se trabó embargo sobre el inmueble que ,se enajena,
dicha venta, aunque traslativa de la propiedad para el comprador, no se puede
oponer al embargante ·que adquirió derechos respecto del bien raíz vendido, con
anterioridad; en tanto que el embargante si puede oponer al comprador, los dere-
chos reales que se derivan del secuestro deóidamen\e registrado. T. LXIX. Bal-
deras de Gagnebet Evelia y coagas. Pág. 3187.y T. LXIX. Nieves Tomasa. Pág.
4817". "Embargo cuando constituye un gravamen real. Si bien los acreedores
quirografarios, no pueden considerarse como titulares de derechos reales, ·su con•
dición jurídica cambia desde el momento en que registran un embargo- de bienes
inmuebles, lo cual da al gravamen el carácter de real, que se actualiza en el mo-
mento del registro del citado embargo. T. LXXII. Menes Ricardo. Pág. 3272".
CAPITULO IV
es el contrato por si mismo, sino la ley la que permita esa mayor auto-
nonúa. No es que los contratantes estén dotados de una autonomía ori-
ginaria para poder crear libremente derechos y obligaciones por su exclusiva
voluntad. Los contratantes gozan de una autonomía delegada por la ley,
y en la medida en que ésta lo determine. En consecuencia, la misma
razón que encuentra Planiol para considerar que las demás fuentes pueden
reducirse a la ley, tendría que invocarse para incluir también el contrato.
Actos jurídicos
!.-Contrato. 2.-Testamento. 3.-Declaración unilateral de volun-
tad. 4.-Actos de autoridad ( sentencia, secuestro, adjudicación, remate y
resoluciones administrativas).
Hechos jurídicos
a) .-Hechos naturales: 1.-Hechos simplemente naturales. 2.-He-
ahos .naturales relacionados con el hombre.
b).-Hechos del hombre: 1.-Hechos voluntarios lícitos: Gestión
de negocios, enriquecimiento sin causa y responsabilidad objetiva. 2.-
Hechos voluntarios ilícitos: Delitos dolosos, delitos culposos, incumpli-
miento de las obligaciones, culpa contractual en sentido estricto, recepción
dolosa de lo indebido, abuso del derecho, posesión de mala fe y accesión
artificial de mala fe. 3.-Hechos involuntarios. 4.-Hechos contra la
voluntad.
SEGUNDA PARTE
TITULO I
CAPlTULO 1
que como estos preceptos los tomamos del Código portugués, en una
época en que aún no se aceptaba la declaración unilateral de voluntad
como fuente de obligaciones, es preferible seguir a los autores portu-
gueses como Cunha Gon~alves y Moreira, quienes explican la existencia
de la obligación de indemnizar, por un hecho ilícito.
"Sobre este punto existen tres teorías:
1 ).-La teoría clási.ca formulada por Demolombe, que es la del pre-contrato
tácito. No cabe duda que en las hipótesis que considerarnos no hay un pre-con-
trato expresamente celebrado, como en los casos de la promesa unilateral áe venta.
Pero cuando el policitante ofrece un plazo, expresa o tácitamente, hace una oferta
exclusivamente en beneficio del destinatario. Este último la acepta tan pronto como
la conoce, ya que nada le cuesta esto y le da tiempo para reflexionar sobre la
oferta principal.
De esta manera el carácter obligatorio de la oferta para el policitante se ex-
plica por un pre-contrato tácito.
Esta teoría es ingeniosa, pero artificial. Se basa en voluntades presuntas cuya
existencia real nada permite afirmar (v. sin embargo, ep. 29 Mar. 1938, D. 39,
1 :5 nota Voirin, precitada, sobre el valor del silencio como aceptación, cuando la
oferta se hace en interés de su destinatario; v. igualmente en el mismo sentido
Colmar, 4 Feb. 1936, D. H. 1936, pág. 187).
Puede dirigirse la misma objeción a la teoría aparentemente diferente, pero
en el fondo vecina, de Jhering que basa la responsabilidad de la retractación in-
tempestiva de la oferta, en la supuesta promesa de cierta diligentia in contrahendo,
promesa que estaría incluida en todas las discusiones que preceden a los contratos.
2) .-Una segunda teoría, inspirada en concepciones alemanas y adoptada
por Colin y Capitant o Savatier, apela a la idea de compromiso por voluntad
unilateral.
La oferta es obligatoria para el policitante, y éste está obligado a mantenerla,
porque a ello se ha obligado por la voluntad que él mismo ha expresado. Trátase
de un ejemplo de la aplicación en el derecho francés, de la teoría alemana de la
obligación por voluntad unilateral.
En el título siguiente, a propósito de las fuentes extracontractuales de las obli-
gaciones, encontraremos nuevamente la cuestión de la voluntad unilateral. Vere-
mos que en derecho francés no puede admitirse que la voluntad unilateral tenga
el poder de crear obligaciones, por lo menos si no hay ley expresa.
3) .-La verdadera explicación del carácter obligatorio de la oferta para el
policitante, cuando no hay pre-contrato expreso, debe buscarse en el terreno de la
responsabilidad civil.
Quien se retracta de una oferta cuando él mismo había fijado un plazo, quien
la retira intempestiva y bruscamente, comete una culpa que compromete su respon-
sabilidad en términos del artículo 1382 del Código civil.
Si la retractación causa un perjuicio al destinatario de la oferta este último
podrá obtener la reparación, la que consistirá ya sea en el pago de los daños y
perjuicios, ya en el cumplimiento del contrato ofrecido si puede obligarse a ello
al oferente. Esmein objeta que de esta manera nos veríamos conducidos a admitir
la responsabilidad del incapaz que retira su oferta, en tanto que el contrato hubie-
ra sido nulo de haberse formado. Pero puede responderse que en ninguna culpa
,..
se incurre al retirar una oferta que sólo podía conducir a un contrato nulo". (G.
Many, ob. cit., t. I, págs. 59, 60 y 61).
Borja Soriano, Teoría General de las Obligaciones, México, 1939, t. I, págs.
181 y 182.
CAPITULO 11
bilidad de que por convenio, las partes estipulen prohibiciones cuya vio-
lación traiga consigo la nulidad. Simplemente se sanciona el acto que
viole una cláusula prohibitiva con la obligación de pagar una indemni-
zación por daños y perjuicios.
Se hace una aplicación especial para la cláusula de no enajenar que
generalmente se contiene en los contratos. En esta cláusula, las partes
crean una proHbición, para que el adquirente de una cosa no pueda
disponer de ella. La cláusula de no enajenar puede interpretarse jurídi-
camente desde tres puntos de vista: a) la cosa se convierte en inaliena-
ble; b) simplemente se origina una incapacidad para enajenar, y c)
se da nacimiento a una obligación de no hacer, consistente en no vender,
cuya violación trae consigo el pago de daños y perjuicios.
En nuestro derecho, siguiendo el sistema general de que las partes
no pueden crear normas prohibitivas sancionadas con la nulidad, no es
válida la cláusula de no enajenar en los contratos, cuando tenga por
objeto hacer la cosa inalienable, o bien crear una incapacidad en el adqui-
rente. La cláusula de no enajenar, no tiene el efecto jurídico de hacer
el bien inalienable, porque la inalienabilidad de los bienes sólo puede
ser decretada por el legislador. En el capítulo de la propiedad, el artículo
830 del Código vigente dice: "El propietario de una cosa puede gozar
y disponer de ella con las limitaciones y modalidades que fijen las leyes".
Es decir, que sólo por virtud de la ley pueden crearse modalidades o
restricciones a este derecho. Por consiguiente, el jus abute12di o derecho
de enajenar, sólo puede ser restringido por la ley y no por contrato, y la
cosa no puede convertirse en inalienable en términos absolutos, sino por
disposición de la ley.
Tampoco la cláusula de no enajenar puede tener como efecto ori-
ginar una incapacidad en el adquirente, cuya violación traiga consigo
la nulidad relativa. La capacidad o incapacidad también es regulada
exclusivamente por la ley, y no puede ser creada por contrato. Si se dice
que el adquirente no tiene capacidad para enajenar la cosa, esta cláusula
prohibitiva no tiene el efecto que tendría si la norma legal reconociera
esa incapacidad. Cuando es la norma de derecho la que crea la incapa-
cidad, el acto ejecutado por el incapaz está afectado de nulidad relativa;
pero cuando por contrato o convenio se pretende crear esa incapacidad
respecto a una cosa, ésta puede válidamente enajenarse, y el tercero
que la adquiera no puede ser privado de ella ni se puede declarar pos-
teriormente la nulidad del contrato. En nuestro derecho, en materia de
capacidad, sólo la ley puede originar la incapacidad de goce o de ejer-
cicio. Dice el artículo 1798: "Son hábiles para contratar todas las persa-
72 COMPENDIO DE DERECHO CIVIL
CAPITULO 111
"Aunque todos los autores franceses desde Mcrlin y Toullier, hayan razonado
mucho sobre la causa, nada nuevo aportaron y las únicas nociones claras son aún
las proporcionadas por Domat: lo. En los contratos sinalagmáticos, la causa de la
obligación de cada una de las partes es la obligación de la otra; 2o. En los con-
tratos reales, la prestación efectuada a título de depósito, prenda, préstamo, etc.;
3o. En las donaciones no podemos encontrar otra causa que el motivo de la inten-
ción liberal." (Marcel Planiol, Tratado Elemental de Derecho Civil, Teoría Gene-
ral de los Contratos, traduc. de José M. Cajica Jr., Editorial José M. Cajica Jr.,
Puebla, 1947, pág. 44).
son objetos indirectos de este contrato. Por esto la falta de causa hace
el contrato inexistente.
debe entenderse por causa en los contratos, ese elemento abstracto, ri-
gurosamente idéntico en cada categoría, que en forma necesaria y fatal
persiguen las partes al obligarse. Que por "causa" debe entenJerse el
fin inmediato qne se proponen los contratantes, y que ese fin 110 es otro
que el cumplimiento del contrato. Para Capitant, por consiguiente, la
causa ya no es un eleme11to en la formación del contrato, sino un ele-
mento en la ejec11ción del mismo.
"Investigación sobre la distinción entre la causa y el motivo.-los autores
modernos que han estudiado la teoría de la causa se han basado, sobre todo, en
esta distinción. Capitant (De la cause, Paris, 1923, 3a. Edic. 1927. No. 111)
ve la causa en el fin del. contrato, que forma parte integrante de la manifesta•
ción de voluntad que crea 1a obligación, en tanto que el motivo sería la razón
contingente y propia a cada contratante. Un motivo llegaría a ser la causa del con-
trato, cuando ha sido para las dos partes la razón determinante de su acuerdo. La
idea de que la causa es el fin perseguido por las partes ha sido aceptada con
algunas variantes en varios estudios modernos de la causa ( véase, Louis Lucas,
Volonté et cause, tesis, Dijon, 1918; Maury, La notion d'equivalence, t. I, tesis,
Touluse, 1920; Hamel, La cause dans les libéralités, tesis, París, 1920, Ionasco,
La cause dans les actes a titré onéreux, tesis, París, 1923; Rouast, Rev. Trimestrielle,
1923, pág. 299) .-Sin embargo, encuentra varias objeciones. Para distinguir el fin
del motivo, nos vemos obligados a decir que el fin perseguido es el motivo que
ha sido para las dos partes razón determinante de su acuerdo. En realidad los moti•
vos son siempre personales a cada una de las partes, y puede haber conocimiento
recíproco para cada parte de los motivos que hacen obrar al otro contratante, pero
nunca hay en ellos un fin común (véase Ripert, La regle morale. No. 33; Dabin,
Les récentes destinées de la théoric de la cause des obligations. Extractado de
Belgique judiciaire, 1929." (Planiol, ob. cit., pág. 45).
del error sobre la causa, sino del error sobre el motivo determinante de
la voluntad.
Los artículos que en el Código en vigor consagran esta modifica-
ción, y que nos permiten clasificarlo como un sistema en que se aban-
donan la noción de causa para introducir la noción del fin son: 1795,
1813, 1830, 1831 y 2225.
CAPITULO IV
plemente a título de excepción, los contratos reales. Sea de ello lo que fuere,
actualmente se ha producido un cambio total en los conceptos y se pregunta si no
debe cambiarse el enunciado de la regla general y de la excepción, constituyendo
ésta, aquéHa; Io anterior equivale a decir que el acto juddico dependería más
bien de una cuestión de forma que de una cuestión de Yoluntad". (Ob. cit., t. JI.
pág. 238).
Fue necesario que el derecho canónico por una parte estatuyera la ne-
cesidad de cumplir los contratos usurarios, pero por otra obligara des-
pués al acreedor a la restitución.
Hace notar lhering que en el derecho romano, al no reconocerse
como obligatorio un acto desprovisto de formas, no era por deslealtad,
sino porque, al no haberse observado aquéllas, era una prueba de que no
había habido intención en las partes de comprometerse jurídicamente.
En contra de las desventajas antes indicadas, señala Ihering los si-
guientes beneficios que pueden derivarse del formalismo: En primer
lugar, la forma es para los actos jurídicos lo que el cuño para la moneda,
es decir, es una garantía de seguridad para que puedan circular en el
comeróo jurídico. Los terceros y l~s partes mismas podrán descansar
plenamente en la validez de los negocios, una vez que se observen las
formas legales. Es algo así como la etiqueta que sirve para mostrar os-
tensiblemente su legalidad. Los tribunales a su vez no tendrán dificulta-
des para distinguir entre los actos válidos y nulos, así como para poder
derivar de los primeros todas las consecuencias que el derecho les atri-
buya. Otra de las ventajas es aquella que señalaba Savigny al decir que
era necesario que "los pactos no se concluyan precipitadamente, sino
con prudencia, reflexionando con madurez todas sus consecuencias". La
forma advierte a los interesados que se va a concluir un acto jurídico y
que por lo tanto deberán cumplir todas las consecuencias que se deriven
del mismo. Es así como, cuando en una conversación se pronunciaba la
palabra spondeme, el ciudadano romano sabía que lo que hasta ese mo-
mento podría ser una plática amistosa, se convertía ya en un negocio
jurídico. La forma era por lo tanto una llamada de atención para com-
prometerse solemnemente.
Por otra parte, las ventajas de la forma también se hacen ostensibles
a través de la escritura y de la publicidad. Desde el momento en que se
otorga un documento, los compromisos ya no quedan a la memoria, ni
a las interpretaciones múltiples 9ue pudieren darse al simple recuerdo
de las palabras empleadas. La escritura permite precisar los términos,
mismos de los negocios jurídicos. Puede en ocasiones evitar que los con-
tratos o testamentos se hagan públicos, como tendría que hacerse si sólo
se otorgaran verbalmente ante testigos. La forma también perrr.itirá la
intervención de funcionarios dotados de fe pública para darles autenti-
cidad a los actos jurídicos, evitando así múltiples controversias. La ins-
cripción en determinados registros, para darle publicidad a ciertos actos,
como los del estado civil o a detesminados contratos, como los que afec-
tan la propiedad inmueble, es también otra de las ventajas que se derivan
Tl:ORIA GENERAL DE LAS OBLIGACIONES 99
"Todo contrato a plazo por más de seis meses y cuyo interés exceda
de doscientos pesos, necesita para ser válido constar precisamente por
escrito, ya sea otorgándose el contrato mismo en documento privado, ya
otorgándose recibo u otra constancia escrita, salvos los casos compren-
dido en disposiciones especiales. Si las prestaciones del contrato fuesen
periódicas su cuantía será regulada por el monto de una anualidad. Cuan-
do la persona que deba firmar un documento no supiere escribir, fir-
mará por ella otra persona a su ruego ante dos testigos". "Ningún
contrato necesita para su validez más formalidades externas que las ex-
presamente prevenidas por la ley".
Es decir, el Código de 1884 invirtió el sistema del anterior. Del
consensualismo y puro y contradictorio de aquella legislación, se pasó al
formalismo, porque en general los contratos requieren para su validez,
según el Código anterior, las formalidades externas que en cada caso
exija la ley, y además se dispone que todo contrato a plazo por más
de seis meses, y por valor de más de doscientos pesos, debe constar por
escrito.
Posteriormente, en el régimen de los contratos en particular, se es-
tatuyen las mismas formalidades que había exigido el Código de 1870
para los contratos translativos de dominio, para el arrendamiento, la
hipoteca y la sociedad; pero ya no existe la contradicción que aquel Có-
digo provoca entre sus reglas generales y las particulares de cada con-
trato.
CAPITULO V
I
LA LESIÓN EN LOS (ONTRATOS
Los artículos 1770, 1771, 1772, 3022 y 3023 del Código de 1870,
relativos a la lesión, fueron reproducidos con los números 1656, 1657,
1658, 2889 y 2890 del Código de 1884, en los siguientes términos: "No
pueden rescindirse más que las obligaciones que en sí mismas son
válidas". "'Ninguna obligación se rescinde únicamente por lesión, salvo
lo dispuesto en el art. 2890". "Sólo hay lesión cuando la parte que
adquiere da dos tantos más, o la que enajena recibe dos tercios menos
del justo precio o estimación de la cosa". "El contrato de compraventa
no podrá rescindirse en ningún caso a pretexto de lesión, siempre que
la estimación de la cosa se haya hecho por peritos al tiempo de celebrarse
el contrato". "Si la cosa ha sido valuada por peritos con posterioridad
a la celebración del contrato, podrá rescindirse éste, si del dictamen de
aquéllos resulta que alguna de las partes ha sufrido lesión en los térmi-
nos que establece el art. 1658".
Tomando en cuenta las razones que se dan en la exposición de
motivos en el Código de 1870, cabe considerar que el de 1884, al re-
producir los preceptos respectivos, aceptó la tesis de que cuando existe
lesión hay por lo común error y no pocas veces dolo. Sin embargo, se
exceptuó el contrato de compraventa por la circunstancia de que no sien-
do posible valerse de peritos en la mayoría de los casos, era conveniente
dar al perjudicado la acoon rescisoria cuando pagara dos tantos más
o recibiera dos tercios menos del justo precio de la cosa.
118 COMPENDIO DE DERECHO CIVIL
semejante (t. I, v. II, pág. 302 y ss.). Las formas de explotación pue-
den ser variadísimas, debiendo citarsG en primer término los actos enca-
minados a obtener ganancias excesivas durante la guerra, preguerra o
postguerra; el abuso de los monopolios de hecho, la inducción a los jue-
gos de azar, el contrato de quota litis, para repartir los resultados de un
litigio entre el litigante y su procurador o abogado.
"La usura tiene, pues, un doble supuesto objetivo y además uno subjetivo.
Objetivamente presupone: primero, la promesa o la concesión de ventajas patri-
moniales que exceden de tal modo del valor de la prestación ( al tiempo de la
conclusión del negocio) que existe una desproporción extraordinaria, dadas las
circunstancias, entre 1a prestación y la contraprestación; segundo, que otro ( que,
por regla general, es la otra parte contratante, pero que puede ser también un
tercero) se encuentre en situación de necesidad, o sea ligero o inexperto. Subje-
tivamente requiere la explotación, o sea el aprovecharse conscientemente ( no es
menester la intención) de la necesidad, de la ligereza o de la inexperiencia. Todos
Jos negocios onerosos pueden ser usurarios. Antes eran más frecuentes los mutuos
usurarios y las prórrogas usurarias de deudas en dinero; hoy son más corrientes
como usurarios los negocios de compraventa y los negocios de préstamo, sobre
todo las ventas y préstamos de ganado, pero tampoco son raros los contratos
usurarios de trabajo ("salario de hambre") los contratos de arrendamiento (cf.
infra VI), los contratos de sociedad, etc.'' (Enneccerus, ob. cit., t. I, v. 11, págs.
307 a 309).
JURISPRUDENCIA DEFINIDA
Informe 1979. Primer Tribunal Colegiado del Tercer Circuito. Núm. 9. Pág.
232.
CAPITULO VI
LA CAPACIDAD Y LA REPRESENTACIÓN
---
origina la.nulidad relativa del contrato o del acto ·¡urídko en general.
TEORIA GENERAL DE LAS OBLIGACIONES 127
·'
130 COMPENDIO DE DERECHO CIVIL
JURISPRUDENCIA DEFINIDA
Amparo directo 164/65 2a. Promovido por Vicente Cortés Sotelo. Fallado
el 25 de octubte de 1965. Unaoirrddad de 5 votos. Ponente: Mtro. Mariano
Azuela.
TEORIA GENERAL DE LAS OBLIGACIONES 137
CAPITULO Vil
CAPITULO
cien años y que la sociedad contim'.,c con los herederos de los socios; en
cambio, en el Código Civil vigente tenemos plazos máximos de diez y
quince afios en el arrendamiento. En el comodato no tenemos duración
prefijada, ni un cierto número de años, pero se define como una conce-
sión temporal y gratuita del uso; lo mismo en el depósito, no hay precepto
que establezca cierta duración máxima, pero necesariamente debe ser tem-
poral; en los contratos de garantía, también encontramos la necesidad de
un término; la prenda, la hipoteca, la fianza y la anticresis se refieren a
obligaciones principales cuyo cumplimiento garantizan, y estas obligacio-
nes deben tener un plazo; simplem.!nte la función de la garantía se ex-
plica porque la duración de la deuda principal es por cierto plazo; si
llegado el término el deudor no cumpliere, entonces funciona la garautía.
Kelsen considera que la norma contractual puede tener una vigencia
como la ley, pero no hace un razonamiento analizando la naturaleza pro-
pia de la norma contractual, sino que en este aspecto se deja llevar por la
analogía y dice que supuesto que ambas son normas, pueden ser tempo-
rales o pueden no tener una limitación en cuanto a tiempo. En relación
a este ámbito temporal del contrato se presenta un problema interesante:
saber si rige el p_rincipio que en materia de leyes dispone que la ley pos-
terior deroga a la anterior; diremos: si un contrato posterior deroga al
anterior y si se admite la derogación expresa y la tácita. Habrá deroga-
ción expresa cuando los contratantes celebran una nueva convención de-
jando sin efecto la anterior; habrá derogación tácita cuando los contra-
tantes convengan una conducta contradictoria con la anterior, de tal ma-
nera que no puedan realizar al propio tiempo el contrato 1 y el contrato 2.
Si en el contrato 1 se pactó entre A y B la conducta X y en el contrato
2 se pacta entre A y B la conducta no X, queda tácitamente derogada la
norma anterior. Pero si el contrato 2 se pacta una conducta que no debe
ser necesariamente contradictoria con la primeramente convenida, cabe
entonces la posibilidad de que subsistan ambos contratos. Desde este pun-
to de vista se aplica en sus términos la regla de que la norma posterior
deroga a la anterior. Pero puede ocurrir un conflicto más complicado. Si
suponemos que se celebra un contrato entre A y B obligándose B a reali-
zar la conducta X y posteriormente se celebra un contrato entre B y C
obligándose B a realizar la conducta no X, se plantea el problema de saber
si el contrato celebrado en segundo término viene a derogar al contrato
celebrado en primero. La modalidad estriba en que no scin las mismas
partes contratantes, sólo una parte, B, ha pactado sucesivamente dos con-
ductas contradictorias. ¿Estará obligado a realizar la conducta X o la
conducta no X? Para este conflicto tenemos tres posibles soluciones. La
TEORIA GENERAL DE LAS OBLIGACIONES 149
primera sería: ambas normas subsisten dado que no hay identidad de con-
tratantes, si B se ha obligado sucesivamente a conductas contradictorias,
debe incurrir necesariamente en incumplimiento frente a uno de los contra-
tantes, pero no podemos decir que el contrato entre A y B deje de surtir
efectos, porque posteriormente B se obligue con C a otra conducta, lo
único que podemos decir es que B habrá de faltar al cumplimiento de uno
de los contratos, por el principio de la no contradicción; pero será enton-
ces responsable ante el contratante ante quien no cumpla. Su responsabi-
fidad significará que las dos normas están vigentes. Supongamos que no
cumple con A, entonces se aplica el contrato para hacerle pagar daños y
perjuicios, es decir, continúa vigente la norma A-B; pero supongamos que
no cumple con C, aplicaremos la norma B-C para hacer responsable a
B de los daños y perjuicios. La segunda solución consiste en aplicar el
principio de que la norma posterior deroga a la anterior; esta solución
sería injusta frente al contratante A; la norma oostP!'ior se ha (reacio en
condiciones de ilicitud porqu<: B estaba impedido para obligarse con C a
una conducta contradictoria a la pactada con A. Por consiguiente, esta
norma posterior viciada no debe derogar la norma anterior, como sí ocu-
rría si las mismas partes sucesivamente pactasen conductas contradictorias,
pues habría una derogación tácita. La tercera solución es la que se acepta
tanto en derecho civil como en el internacional, para el caso de los tra-
tados, cuando un Estado pacta primero con otro una conducta determina-
da y después con un tercero una conducta contradictoria. Considérase que
la norma anterior deroga a la posterior, es decir, un principio opuesto al
que existe en materia de leyes. Aquí la norma anterior tiene la virtud de
derogar a la posterior, porque dada la primera, la segul_lda se presenta co-
mo ilícita. En el ejemplo: B no puede pactar aquella conducta contradic-
toria con C y si lo hace, procede ilícitamente. Por lo tanto, será el se-
gundo contrato el nulo, habrá una derogación por nulidad, pues la regla
anterior tiene la virtud de dejar sin efecto a la regla posterior.
CAPITULO 11
cipado acepta estar y pasar por los actos jurídicos que realice su repte•
sentante. Aquí entonces tendría, en parte, aplicación la tesis de Kelsen,
de que el contrato está surtiendo efectos a una parte que ni lo ha cele·
brado, ni lo ha conocido, ni ha dado su voluntad respecto a los términos
concretos de la operación.
4a. Teoría de la substitución.~onsidera que hay una substitu·
ción real de la voluntad del representado por la voluntad del represen•
tante. Prescinde de ficciones y se atiene a la realidad. Cuando un repre•
sentante contrata, máxime si es un representante legal: tutor, persona
que ejerza la patria potestad, representante del ausente, síndico en el
concurso o en la quiebra, en realidad, hay una verdadera substitución de
la voluntad del representado por la del representante. Es decir, quien
contrata, quien exterioriza tal voluntad es exclusivamente el represen•
tante. Madray, que sostiene esta tesis, invoca la explicación general que
nos da Bonnecase para poder justificar este efecto anómalo en el derecho.
¿Cómo es posible que una voluntad se substituya a otra, si celebra
un contrato, y obligue a aquél a quien ha substituido? Sería aceptar un
desquiciamiento absoluto en el derecho si permitiésemos como normal
que una persona pueda obligar a otra. Por el contrario, la seguridad exi•
ge que cada quien resulte obligado por sus propios actos y que un ter•
cero no pueda obligar a otro. Pero excepcionalmente, por razones que
impone la vida jurídica, por ejemplo, por la incapacidad de los menores,
de los enajenados mentales, por una cuestión de hecho tratándose de
ausentes, es necesario que una voluntad pueda exteriorizarse válida•
mente para obligar a otro. Es decir, hay una necesidad que la ley torna
en cuenta, porque de lo contrario los inca paces no podrían actuar; los
ausentes tampoco podrían tener un medio jurídico de defensa de sus
bienes y derechos. Dada esta necesidad, hay una situación jurídica abs•
tracta que prevé ciertas condiciones excepcionales para que una voluntad
pueda válidamente obligar a otra, o hablando más concretamente, que
un su jeto pueda ~bligar a otro.
Según Bonnecase, la situación jurídica abstracta prevista en la nor·
ma se actualiza a través de un hecho o de un acto jurídicos. Pues bien,
en el caso de la representación legal, tenernos una situación jurídica abs•
trncta que dice: tratándose de menores, de enajenados, de incapaces en
general, de ausentes, determinada persona, el tutor, el que ejerza la pa•
tria potestad, el representante especialmente designado en el caso de
ausencia, podrán celebrar actos jurídicos por el incapaz o el ausente. Esta
situación jurídica abstracta se actualiza en cada caso, cuando se presente
la hipótesis de minoridad, de interdicción, de ausencia.
TEORIA GENERAL DE LAS OBLIGACIONES 161
gaciones que se crean por un contrato celebrado por una persona moral
afectan a esta persona moral y no a sus miembros individualmente con-
siderados.
En contra de esta tesis cabe hacer las siguientes observaciones unas
fundadas en la propia teoría de la personalidad de Kelsen y otras en la
técnica que sigue el derecho para construir el concepto de persona.
Tanto en su Teoría General del Estado, como en su Compendio de
Teoría General del Estado, sostiene dicho autor que la persona jurídica
se define desde tres puntos de vista:
1.-La persona es un centro ideal de imputación de derechos y obli-
gaoones.
2.-La persona es un centro ideal de imputación de actos jurídicos.
3.-La perso!1a es un centro ideal de imputación de normas jurídicas.
Podemos sintetizar los tres puntos de vista en un solo concepto: la
persona moral o colectiva es un centro ideal de imputación de derechos,
obligaciones, actos y normas jurídicas. Nos dice Kelsen que lo que exis-
te de persona en el ser humano, no es Jo que existe de individuo, bio-
lógico y psíquicamente considerado. Su entidad como persona en el de-
recho se debe a que es un centro de imputación de facultades, de deberes,
de actos y de normas; por lo tanto, concluye, es idéntica la naturaleza de
la persona individual y de la persona colectiva, porque en ambas lo que
se caracteriza como sujeto de derecho, no es su entidad física, psíquica
o social, sino su capacidad para ser centro de imputación de derechos,
obligaciones, actos y normas.
Si a esta afirmación llega Kelsen, existe contradicción con lo que
ahqra afirma en su estudio especial sobre el contrato y el tratado, dado
que si tanto la persona colectiva o moral, como la persona física o indi-
vidual, son creaciones del derecho de manera que no se toman en cuenta
una realidad determinada física, psíquica o social, sino la posibilidad de
ser centros de imputación de derechos y de obligaciones, lógicamente
entonces debemos decir que la persona jurídica de carácter colectivo no
es una ficción; que tan sujeto de derechos es el ser humano, como el
ente creado por el derecho objetivo, dado que en ambos casos existe la
posibilidad de imputar derechos y obligaciones, así como actos jurídicos,
a esas entidades.
Ahora bien, si conforme a este punto de vista de Kelsen al definir
de manera general la personalidad: los derechos, las obligaciónes, los
actos y las normas se imputan a un centro ideal (y le llama ideal porque
no depende de una realidad determinada, sino de una capacidad jurí-
TEORIA GENERAL DE LAS OBLIGACIONES 165
CAPITULO 111
greso, por cuanto estima como base del negocio las circunstancias indispensables
para la consecución del fin del negocio con los medios del mismo, o sea por cuanto
parte de la importancia objetiva de las circunstancias como medio para el logro
de la finalidad del contrato. En mi opinión, una fórmula general sostenible tiene
que intentar la combinación de los factores subjetivos y objetivos y partir de si la
parte contriuia, procediendo de buena fe y en atención al fin del contrato, hubiese
admitido que el contrato se hubiese hecho depender de Ja circilnstancia en cues~
tión, o bien, de buena fe, hubiese tenido que admitirlo, si al concluirse el contrato
se hubiera tenido presente la inseguridad de la circunstancia". (Ennecerus, oh.
cit., t. II, v. I, págs. 209 y 210).
el nuevo Código Civil del Estado de Jalisco en los términos de sus artículos 1771
y 1772". (Borja Soriano, Teoría General de las Obligaciones, t. 1, págs. 415
a 417).
Ahora bien, tampoco la ley puede ser en este caso un sistema com-
pleto y cerrado, hermético, de tal manera que se pueda prever en la re-
gulación de la compraventa, arrendamiento, donación, etc., etc., todo
aquello que las partes por omisión no estipulen. El legislador da nor-
mas generales que sólo regulan los casos más importantes, los proble-
mas que frecuentemente ocurren, Por lo tanto, hay la posibilidad de
que tampoco exista en la regulación especial del Código Civil o del
Mercantil la solución del caso concreto, tanto por la omisión de los con-
tratantes, cuanto por la omisión del legislador. Ante este problema
todavía tenemos dos normas contenidas en el Código Civil para solu-
cionar equitativamente el caso. La primera es la del artículo 20 que se
funda en la equidad, dice así: "Cuando haya conflicto de derechos, a fa¡.
ta de la ley expresa que sea aplicable, la controversia se decidirá a
favor del que trate de evitarse perjuicios y no a favor del que pretenda
obtener lucro. Si el conflicto fuere entre derechos iguales o de la misma
especie, se decidirá observando la mayor igualdad posible entre los in-
teresados". La otra norma es el artículo 1857, semejante al artículo 20.
La segunda categoría de contratos, o sean los innominados, tiene tam-
bién un sistema supletorio de la voluntad o sea, ha previsto el legis-
lador una manera de integrar la norma contractual cuando por tratarse
de un contrato innominado no exista una· regulación expresa en el
Código Civil o en el Código de Comercio. Prevé el artículo 1858 que
los contratos no regulados en el Código se sujetarán: primero, a las re-
glas generales sobre los contratos, segundo, a las estipulaciones de las
partes y, tercero, a las reglas del contrato con el que tengan más ana-
logía. Dice así: "Los contratos que no están especialmente reglamen-
tados en este Código, se regirán por las reglas generales de los contra-
tos; por las estipulaciones de las partes y, en lo que fueron omisas por
las disposiciones del contrato con el que tengan más analogía, de los
reglamentados en este ordenamiento". De manera que tenemos una je-
rarquía a base de tres posibilidades para suplir las lagunas en los contra-
tos innominados. Primero, acudir a las reglas generales de todos los
contratos que se encuentran contenidas en los artículos 1792 a 1859 y
que regulan los elementos esenciales y de validez en los contratos.
Respectivamente el Código contiene en esos preceptos: primero, dispo-
siciones generales; segundo, reglas sobre la capacidad; tercero, normas
sobre la representación; cuarto, reglas sobre el consentimiento y sus
vicios; quinto, preceptos sobre el objeto, motivo y fin de los contratos;
sexto, normas sobre la forma en los mismos; séptimo, disposiciones sobre
la clasificación de los contratos; octavo, normas, sobre las cláusulas que
190 COMPENDIO DE DERECHO CIVIL
pre la relación jurídica fundante, sin ella no podría existir aquél; por
ejemplo, en la compraventa, la relación jurídica fundante consiste en la
transmisión del dominio de una cosa a cambio de un precio. Esta relación
jurídica fundante comprende en potencia un conjunto de relaciones que
podrán presentarse o no; ello dependerá de acontecimientos futuros El
cumplimiento del contrato, por lo tanto, debe llevarse a cabo de acuerdo
con la relación jurídica fundamental y de conformidad con sus conse-
cuencias para las relaciones contingentes que podrán presentarse o no,
según los casos. Por ejemplo: dentro de la relación jurídica fundamental
en la compraventa, consistente en la transmisión del dominio a cambio
de un precio, puede presentarse como relación contingente, la evicción
o sea, que el comprador sea privado de la cosa por virtud de una sen-
tencia ejecutoriada y en razón de un derecho de tercero anterior a la
venta. Pero ésta es una relación que no necesariamente ocurrirá, excep-
cionalmente se presentará en las compraventas el caso de evicción, que
queda comprendido en la relación fundamental. Si el vendedor debe
transmitir el dominio a cambio de un precio, en realidad no puede trans-
mitirlo cuando un tercero es dueño de la cosa; de tal relación jurídica se
desprende la consecuencia lógica de que deberá devolver el precio, pa-
gar los gastos del juicio e indemnizar al comprador por todas las me-
joras útiles y necesarias que hubiere hecho en la cosa. No se. necesita en
realidad que los códigos vengan regulando caso por caso, ya está com-
prendido todo el conjunto de cuestiones jorídicas de la evicción en la
relación jurídica fundamental. O bien, la responsabilidad por vi~ios o
defectos ocultos de una cosa enajenada, es consecuencia de la relación
fundamental; podrá presentarse o no el caso de que la cosa vendida
tenga vicios o defectos, por eso hablamos de una relación contingente.
No es esencial en el acto de compraventa que exista responsabilidad por
vicios o defectos ocultos, como sí es de su esencia que haya transmisión
del dominio a cambio de un precio. Pues bien, si la cosa estuviera vicia-
da, la relación fundamental funciona para el vendedor en cuanto que de-
be devolver el precio y recoger la cosa viciada, o compensar al compra-
dor disminuyéndole el precio en razón de los vicios; quedará al arbitrio
del comprador pedir la rescisión del contrato o la reducción del precio.
Volvemos a comprobar que aquí el cumplimiento de esta relación contin-
gente, está contenido en potencia en la relación jurídica fundamental.
Es de gran utilidad este principio, porque en realidad, la regula-
ción de los códigos para todo un conjunto de problemas en cada con-
trato, no es otra que la determinación de las consecuencias contingentes,
aplicando lógicamente el principio contenido en la relación principal;
i92 COMPENDIO DE DERECHO CIVIL
TITULO I
CAPITULO I
del derecho es una consecuencia que regula .el sistema jurídico cori o sin
la voluntad del acreedor, porque no depende en rigor de esta última, sino
de su causa genética
Una vez nacido el derecho, tanto en las hipótesis citadas, como cuan-
do el deudor se impone obligaciones por su sola voluntad, el acreedor
será libre para ejercitarlo o no. Ahora bien, el ejercicio es un hecho que
supone el derecho ya constituido. Por lo tanto, la voluntad del acreedor
s6lo atañe al ejercicio, no al nacimiento del derecho. Por esta razón la
relación jurídica se puede constituir, a pesar de ser una relación entre
dos sujetos, sin que intervenga el acreedor.
No debe olvidarse que las Jistinta.s opiniones jurídicas s6/o pueden
tener valor en aquellos derechos positivos que en una forma directa o
indirecta, pero indiscutible, aceptan que la voluntad del deudor puede
en algunos casos crear por sí misma obligaciones. En este sentido, Pla-
niol y Ripert expresamente indican que el Código Napoleón no contiene
precepto alguno en el cual se admita la declaración unilateral de volun-
tad como fuente de obligaciones. Por esto la jurisprudencia francesa se
ha negado a aceptar dicha fuente, pudiendo explicarse los casos que
algunos autores invocan, como formas de aceptación tácita del acreedor.
La tesis que hemos venido sustentando, tiene aplicación en nuestro
derecho, toda vez que el Código Civil vigente acepta de manera expresa,
entre las fuentes de las obligaciones, a la declaración unilateral de vo-
luntad, consagrándole expresamente todo el capítulo II del título I del
libro IV, que es el relativo a las obligaciones.
Del estudio comparativo de los distintos ordenamientos positivos,
se podrá llegar a la conclusión de que en verdad es el Código Civil del
Distrito Federal, y los Códigos de los Estados que lo han
seguido, los que tienen el sistema más completo en cuanto a la regla-
mentación de las distintas formas de declaración unilateral de voluntad.
Héctor Lafaille, Derecho Civil, t. VII, Tratado de las Obligaciones, v. II,
Buenos Aires, 1950, págs. 514, 516, 517 y 518.
mana la suprema ley que ri¡a dichas relaciones. Hasta tal punto es esto así que ha
habido autores para quienes derecho y autonomía son casi conceptos sinónimos.
Así, Beudant afirma: '"El derecho es la autonomía del ser humano. La facultad
inherente a su naturaleza de no depender sino de si mismo en la dirección de su
pensamiento y de sus actos"'. (Pedro Rocamora Valls, Libertad y Voluntad en
el Derecho, Madrid, 1947, págs. 23 y 24).
Civil y del caso especial de oferta entre ausentes, no hay otra hipótesis
en que la declaración unilateral de voluntad pueda ser fuente de obli-
gaciones.
CAPITULO 11
independientemente df
tanto, debe explicarse cuál es la fuente de estas obligaciones que nacen
concurso de voluntades, por la simple manifes-
tación del promitente El que hace una oferta para vender, está ya obli-
gado desde el moment en que la hace, de tal manera que la aceptación
<le un tercero, sólo vendrá a condicionar el cumplimiento <le su promesa,
pero su obligación existe ya en favor de un acreedor indeterminado. Asi-
mismo, el que formula una promesa de recompensa, cumplidas las con-
diciones <le la misma, también está obligado en favor de un acreedor in-
determinado.)
mio. Para este problema, deben aplicarse las reglas del artículo 1865,
cuando el promitente no determine las bases o la persona que deba
decidir, pues ante dicho silencio, es de equidad que la recompensa se
adjudique por partes iguales a quienes cumplieron los requisitos exigidos,
y si no es divisible, que se sortee entre los interesados.
El Código Civil alemán se refiere expresamente en su artículo 661
a los concursos exigiendo, como nuestro artículo 1866, que se fije un
plazo en el anuncio público que se haga.
En la promesa de concurso, el promitentc no puede exigir la tras-
misión de la propiedad respecto a la obra que haya sido premiada, sino
cuando haya declarado en la promesa que dicha trasmisión deberá ser
efectuada.
Enneccerus, t. II, v. JI págs. 317 y 318.
Una tercera tesis, ha dicho que existe simplemente una oferta di-
recta, que pasa del patrimonio del estipulante al del tercero; -es decir, el
contrato primero .se celebra entre promitente y estipulante; los derechos
entran a formar parte del patrimonio de éste, y después son transferidos
al de tercero.
Tampoco es exacta esta tesis, porque no es el procedimiento con•
forme al cual nacen los derechos del tercero. Estos nacen directamente
en su patrimonio, sin pasar por el del estipulante.
Para nosotros, no existe ya dificultad de orden teórico ni práctico,
dado que el Código Civil reconoce en el capítulo de la declaración uni•
lateral de voluntad, como una forma especial, a la estipulación en favor
de tercero. Planiol ha elaborado una teoría ecléctica muy rnteresante,
que transcribimos en la nota.
216 COMPENDIO DE DERECHO CIVIL
ducción y con muy corta diferencia, de los fragmentos del derecho romano ("In-
ter al10s res gestas aliis non posse praejudicium facere, saepe constitutum est".
Cod. 7 60. Inter alias acta vel judicata, aliis non nocere. 1. const. de Bioclec. y
Maxim).
"La regla general es que no se puede estipular por otro: "Alteri stipulari
nema potest". Es decir, que no se puede válidamente estipular que se dará o ha-
rá alguna cosa .ª otro. Lo que significa 1 no sólo que el tercero para quien se ha
estipulado no tendrá acción, pues es extraño al contrato, sino aún que el es-
tipulante tampoco tendrá ninguna, y que no podrá exigir que el promitente dé o
haga a otro lo que ha prometido, siendo útil la estipulación. Y el motivo repe-
tido frecuentemente en los textos es que el estipulante no tiene ningún interés
"Nihil interest estipulatoris"; "Ut alii nihil interest mea". "Nisi interit''. De
donde se sigue la consecuencia de que en caso de que el cstipulante tenga el in-
terés, la estipulación será válida, "Si stipuler alii, cum mea interesset: videamus
an stipulatio committatur? Et ait Marcellus stipulationem valere". Lo que quiere
decir, no que el tercero tendrá la acción que resulte de esta estipulación, porque
es extraño a ella, y siendo para él res inter alios acta; sino que el estipulante po•
drá proceder en virtl.ld de su propia estipulación para obligar al promitente a
dar al tercero, o hacer para el tercero lo que ha prometido. Por lo demás, no
basta, para hacer así válida la estipulación, un simple interés de afecto: es pre-
ciso un interés jurídico. Por ejemplo, yo estoy obligado por una causa cualquiera
a hacer construir una casa a Ticio; estipulo de alguno que la construirá: esta es-
tipulación es válida, y yo tengo acción contra el promitente para hacerle que aun-
pla su promesa, porque tengo interés en ello". (Ortolán, Justituciones del Em-.
perador Justiniano, t. II, págs. 218 a 219).
CAPITULO 111
demostrar que existió una fuente o causa especial y eficaz. Será el deudor
si no hubo causa, o si la fuente fue ilícita el que deberá demostrar el en-
riquecimiento ilegítimo, o la ilicitud del acto. Como la promesa tiene
validez en sí misma, podemos considerar que en ella hay una verdadera
declaración unilateral de voluntad: el deudor se obliga por su simple
deseo, sin que sea menester que justifique su obligación, invocando un
contrato o alguna fuente extracontractual; el deudor declara deber, y
esta declaratoria puede tener una causa contractual, o una causa extra-
contractual, o puede no tener causa; en los tres casos, el derecho le da
validez. Lo que debe demostrar el acreedor, es la existencia de la pro-
mesa hay una presunción juris tantum de que el deudor se obligó legal-
mente~
En el derecho alemán, sólo se admite como excepción, el enriqueci-
miento ilegítimo, motivado por error de hecho o de derecho; pero si no
hay error, ni enriquecimiento ilegítimo, basta la simple promesa abstrac-
ta, aún sin causa.
Ya hemos dicho que en nuestro derecho, en el Código de 188'1, el
Art. 1281 disponía: "El juramento no producirá ningún efecto legal en
los contratos: y jamás en virtud de él, ni de la promesa que lo substituya,
podrá confirmarse una obligación, si no hubiere otra causa legal que la
funde". En este precepto, no sólo se hablaba de la promesa abstracta, sino
también del juramento. La costumbre de jurar, reconociendo la e:<istencia
de una obligación, o la promesa solemne, fueron abolidas por el Art.
1281: siempre debería expresarse, en adelante, la causa legal o fuente de
la obligación. Pero el Código vigente suprimió este artículo, y, como ade-
más, tampoco habla de la promesa abstracta de deuda, tenemos el pro•
blema de determinar si dicha promesa es obligatoria en nuestro actual
derecho.
Es significativo que el Código de 1928 haya suprimido un artículo
como el 1281: ello demuestra en el legislador, la intención de reconocer,
en general, las promesas de deuda; existe aquí la aplicación lógica del
principio procesal de que la prueba incumbe al que niega una presunción
legal o humana, como ocurre en el caso de que se desconozca la promesa
hecha en favor de un tercero, pues es lógico que el que promete, alguna
causa tiene; pero ello no impide que la declaratoria pueda ser unilateral
y gratuita. Por tal motivo, cuando el acreedor demanda el pago, no está
obligado a probar otra cosa que la promesa. En cambio, si el deudor nie-
ga, tiene que probar un hecho positivo: por ejemplo, que hubo un enri-
quecimiento ilegítimo motivado por error, ya 1ue su negativa implica el
desconocimiento de un hecho cierto y de una presunción humana.
TEORJA GENERAi. DE LAS OBLIGACIONES 231
CAPITULO
rederoJ Jino a loJ 11ÚJmOJ legatarios". Además, puede gravarse con legado
a la sucesión integrada por todos· los herederos. Esto ocurre cuando el
testador dispone, por ejemplo, que se entregue al legatario X la cosa Z,
No dice que determinado heredero o legata1io deberán hacer la entrega,
sino que grava a toda la herencia, supuesto que el legado se constituye
sin designar sujeto responsable. Lo que equivale a considerar como sujetos
responsables a todos los herederos. Es decir, el legado merma la masa
hereditaria, pues está a cargo de ella. En los artículos 1421 a 1426, se
aplica el régimen de las obligaciones alternativas a los legados alternati-
vos y esto nos demuestra que sigue la ley fundándose en el sistema de las
obligaciones para aplicarlos a la materia de los legados. Dice, por ejem-
plo, el artículo 1421: "En loJ legadoJ altemativoJ la elección correspon-
de al heredero, Ji el testador 110 la concede expreJamente al legatario";
así como en las obligaciones alternativas, la elección corresponde al deu-
dor, y en el caso, el heredero es el deudor.
Art. 1423.-"En loJ legadoJ alternativoJ Je obJervará, ademáJ, lo
dúpueJto para /aJ obligaciones alternativas". Expresamente se remite la
ley a ese sistema.
En seguida, una serie de preceptos aplican al caso de pérdida o de-
terioro de las cosas dadas en legado, el mismo sistema que la ley emplea
o regula para las obligaciones de dar, presentándose así un nuevo punto
de vista para comprobar que en el legado se crean obligaciones. Dice
el artículo 1429: "C11a11do el legado eJ de coJa eJpecífica y determinada,
propia del testador, el legatario adquiere Ju propiedad deJde q11e aq11él
muere, y hace J11yoJ loJ frutos pendienteJ y f11t11roJ, a no ur q11e el
teJtador haya disp11nto otra coJa". Art 1430:"La coJa legada en el caso
del artículo anterior, correrá deJde el mismo imtante a rieJgo del lega-
tario, y en cuanto a Ju pérdida, aumento o deteriorn poJterioreJ se obJer-
vará lo dúpueJto en lt1J obligaciones de dar, para el c<No de q11e Je pierda,
deteriore o a11mente la coJa cierta q11e debe entregarJe". El precepto al
cual se remite el artículo 1430, se encuentra en el capítulo de las obliga-
ciones de dar, y dispone que cuando la cosa perece por caso fortuito o
fuerza mayor, si se trata de enajenación de bienes determinados, el dueño
sufre la pérdida. Dice el Art. 2017: "En los caJOJ en q11e la obligación
de dar coJa cierta importe la traJlación de la propiedad de eJa coJa, y Je
pierde o deteriora en poder del deudor, Je obJervarán laJ reglaJ Jig11ie11-
tes: . .. V.-Si la cosa Je pierde por caw fortuito o f11erza mayor, la obli-
gación q11eda Jin efecto y el d11eño Jufre la pérdida, a menos que otra
cosa se haya convenido". Hay una analogía de supuestos y de situaciones
¡
238 COMPENDIO DE DERECHO CIVIL
CAPITULO 11
TITULO III
HECHOS JURIDICOS QUE SON FUENTES
DE OBLIGACIONES
CAPITULO I
LA GESTIÓN DE NEGOCIOS
con propósito o sin él, tendrá determinados efectos jurídicos. Más aún,
estas consecuencias no dependen de la voluntad del gestor; si éste, por
ejemplo, se propone que por su acto tendrá derecho a honorarios, la
ley no se los reconoce. Pero si el gestor, por su acto, piensa que no ten-
drá derecho a que se le reembolsen los gastos, la ley le da una acción
de reembolso, es decir, las consecuencias son independientes de la in-
tención del gestor. Por esto creemos que no hay propiamente aquí un
acto jurídico, sino un hecho jurídico, voluntario y lícito.
Ahora bien, la gestión origina derechos y obligaciones para ambas
partes, es decir, para el dueño y para el gestor. Hasta ahora hemos es-
tudiado las consecuencias desde el punto de vista del gestor, porque éste
adquiere determinados derechos y obligaciones, independientemente de
que realice un acto jurídico, sino simplemente un hecho jurídico vo-
luntario, lícito. Pero el análisis sería incompleto si no estudiásemos por
qué el dueño del negocio queda obligado.
3.-Tesis de René Demogue.-Este autor, al plantearse el problema
que analizamos sostuvo la siguiente tesis, verdaderamente peregrina en
el derecho. Dice: estamos en presencia de un caso en el cual, por la
voluntad de una persona, se originan obligaciones a cargo de otra. Aho-
ra bien, si el sujeto es capaz de autobligarse, lo.'anormal será que por
su voluntad, pueda obligar a otro.
4.-Crítica.-Si aceptásemos esta posibilidad como regla general,
v,~ndría el desquiciamiento en el derecho, es decir, que una voluntad pue-
da por sí obligar a otra. Pero dice Demogue, no obstante que esto es ver-
daderamente excepcional, se presenta en el caso de la gestión, porque
por voluntad del gestor, se obliga al dueño. Justamente en la gestión el
dueño no ha solicitado los servicios del ,gestor y la ley le impone obliga-
ciones. En primer lugar, si ha sido útil la gestión, reembolsar al gestor
los gastos que hubiese hecho y pagarle los daños y perjuicios que hubiese
.sufrido por los actos que redundaren en beneficio del dueño. Ahora bien,
¿será exacto que, como opina Demogue, la fuente esté en la voluntad
del gestor? O, ¿hay otra fuente jurídica que nos explique, sin violentar
los principios del derecho, esta posibilidad? Creemos que una buena
técnica jurídica consiste en recurrir a la solución que es normal, es decir,
que no es excepcional o contradictoria en el derecho, cuando estamos
en presencia de dos posibles soluciones: una, normal y otra, anormal.
Demogue ha optado por una solución que es verdaderamente desquicia-
dora del derecho, anormal en sumo grado. El querer admitir, aun cuan-
do sea una vez, que la voluntad de un su¡eto puede obligar a otro.
5.-0pinión personal.-La solución que consideramos de acuerdo
con las reglas jurídicas, es la de que el dueño del negocio queda obligado
TEORIA GENERAL DE LAS OBLIGACIONES 255
a los intereses del dueño; por esto el gestor obra por cuenta de éste,
pero no en su nombre.
En el artículo 1897 se exige la misma diligencia que acostumbre
el gestor poner en sus cosas propias: '"El gestor debe desempeñar su
encargo con toda la diligencia que emplea en sus negocios propios, e
indemnizará los daños y perjuicios que por su culpa o negligencia se irro-
guen al dueño de los bienes o negocios que gestione". El 1903 dice: "El
dueño de un asunto que hubiere sido útilmente gestiopado, debe cumplir
las obligaciones que el gestor haya contraído a nombre de él y pagar
los gastos de acuerdo con lo prevenido en los artículos siguientes". La
única condición, por consiguiente, que exige el Código actual, es que el
negocio sea útilmente gestionado, e impone no sólo las obligaciones
para con el gestor, sino para los terceros: el dueño debe responder de
todos los contratos o de las obligaciones contraídas por el gestor, cuando
la gestión Je es útil.
Enneccerus, ob. cit. t. II, v. II, págs. 343 y 344.
El artículo 1904 dispone: "Deben pagarse al gestor los gastos nece-
sarios que hubiere hecho en el ejercicio de su cargo y los intereses lega-
les correspondientes, pero no tiene derecho a cobrar retribución_ por el
desempeño de la gestión". Aquí encontramos otra diferencia con el man-
dato: el mandatario tiene derecho a retribución, a no ser que proceda
con dolo o culpa, causando daños, o se haya estipulado en forma gratui-
ta. En cambio, el gestor nunca tiene derecho a retribución, aunque la
gestión sea útil. Si se ratifica, se convierte en un mandato, pero ya no
es por virtud de la gestión por lo que el gestor tiene derecho a hono-
rarios.
En el artículo 1905 se llega al extremo de admitir, si el gestor in-
terviene contra la voluntad del dueño, pero éste se aprovecha de los re-
sultados de la gestión, que indemnice a aquél a beneficio de inventario:
"El gestor que se encargue de un asunto contra la expresa voluntad del
dueño, si éste se aprovecha del beneficio· de la gestión, tiene obligación
de pagar a aquél el importe de los gastos hasta donde alcancen los be-
neficios, a no ser que la gestión hubiere tenido por objeto librar al dueño
de un deber impuesto en interés público, en cuyo caso debe pagar todos
los gastos necesarios hechos".
Por último, el artículo 1906 reconoce el efecto retroactivo de la ra-
tificación: "La ratificación pura y simple del dueño del negocio, produce
todos los efectos de un mandato. La ratificación tiene efecto retroactivo
al día en que la gestión principió". Este precepto es distinto en sus tér-
minos del correlativo del Código anterior. En éste simplemente se decía
TEORIA GENERAL DE LAS OBLIGACIONES 261
que la ratificación del negocio producirá los mismos efectos que produ-
ciría el mandato expreso, pero no se agregó -<Orno dice el actual-
que la ratificación tiene efecto retroactivo al día que la gestión principió.
CAPITULO
gítimo", sólo significa que es sin causa, por lo que es más correcto em-
plear esta segunda denominación. No queremos decir forzosamente que
aquel que se enriquece, lo haga ilícitamente, porque hay enriquecimiento
de buena fe y de mala fe. En sentido contrario opina Planiol, para quien
el enriquecimiento sin causa siempre es ilícito.
"Carácter ilícito del enriquecimiento sin causa.-Tradicionalmente se consi-
dera que este enriquecimiento origina una acción cuasicontractual que es la "de
in rem verso''. Débese esto a que la antigua acción romana así llamada, estaba uni-
da a la gestión del peculio y, por consiguiente, a que se derivaba de actos con-
tractuales. Pero si se tiene en consideración que el origen de la obligación de
restituir, es el principio de que no es lícito conservar un enriquecimiento sin causa,
a costa ajena, se llega a la conclusión indisc..1.1.tible de que esta acción pertenece al
grupo de ]as acciones derivadas de hechos ilícitos. Comp. NQ 812.
En consecuencia) no es la transmisión de un valor el origen de la obligación
de restituir, sino el enriquecimiento obtenido a costa ajena". (Planiol, ob. cit.,
págs. 620 y 621).
Dado lo expuesto, creemos conveniente designar a esta fuente con
el nombre de "'!nriquecimiento sin causd', sólo para significar simple-
mente ue no ha habido un motivo ¡urid1co que como causa eficiente,
~tifique el aumento en un patrimonio y la dismmuci n en otro. En
todo ennquecim1ento sin causa hay un cambio patrimonial que se traduce
en beneficio para uno y en perjuicio para otro. Ahora bien, si este cam-
bio patrimonial tiene una causa jurídica lícita o ilícita, ya no estamos
en presencia de la fuente denominada enriquecimiento sin causa. Por
ejempío, el contrato válido siempre es una causa lícita que opera un
cambio patrimonial respecto a las partes. V. gr.: la donación supone
siempre un enriquecimiento del donatario y un empobrecimiento del do-
nante, pero no podemos decir que es sin causa. El contrato es la causa
lícita que explica por qué un valor pasa del patrimonio del donante, al
del donatario. El delito constituye en algunos casos, un enriquecimiento
262 COMPENDIO DE DERECHO CIVIL
"' "'""""'º o, o ~ - /
no ha existido una pérdida patrimonial en el dueño del jardín. Se re-
quiere además del empobrecimiento en un sujeto, el enriquecimiento e.n
otro. Es decir, como afirma Enneccerus, el obligado debe haber obtenido
algo, mejorando su situación patrimonial. ·
.. De acuerdo con lo expuesto, es necesario que concurran los siguientes ex•
Iremos como fundamento de la restitución:
a) Falta de causa para adquirir, ya en el sentido de no mediar antecedente
legítimo, como el de no responder a su propósito lícito el mantenimiento del
beneficio; '
b) Lesión al patrimonio. En ello se basa el interés del demandante que recla-
ma la devolución;
e) Acrecimiento del activo. De ahí se deriva la responsabilidad, como igual•
mente el límite de la misma;
d) Nexo causal entre el hecho del agente y sus consecuencias b) y c). Es
un factor indispensable para la responsabilidad, según lo dejamos establecido.
No es menester, en cambio, que intervenga la voluntad; ni por lo tanto,
que el favorecido sea capaz para contraer obligaciones.' Basta con los elementos
enumerados para que surja el presente corolario, que por su efecto automático
ofrece cierta similitud con la ciencia física, a modo de un equilibrio entre las
masas de bienes. Este punto de vista no debe con todo, ser exagerado, incurriendo
en eJ defecto que más adelante habremos de criticar a cierta escuela de autores".
(Lafaille, ob. cit., t. VII, v. II, págs. 254 y 256).
7.-Relación entre el enriquecimiento y el empobrecimiento.-Por
lo que atañe a la relación causal entre el empobrecimiento y el enrique-
cimiento, el Código Civil nos da una regla que debemos precisar. A
primera vista parece que hay siempre equivalencia entre ambos y en
verdad, ésta sería una hipótesis excepcional. No siempre el enriqueci-
miento de una persona corresponde exactamente al empobrecimiento de
otra. Traducido en números, no siempre el enriquecimiento que alguien
experimente en diez, será un empobrecimiento que otro sufra en diez.
Caben aquí dos posibilidades más, que el enriquecimiento de diez su-
ponga un empobrecimiento de quince, o que el enriquecimiento d~ diez
suponga un empobrecimiento de cinco; es decir, puede el enriquecimien-
to estar en relación de equivalencia con el empobrecimiento, puede ser
mayor que éste, o puede ser menor. El Código, en su principio general,
no sólo parte de la hipótesis de equivalencia y por esto nos dice el ar-
tículo 1882: "El que Jin caUJa Je enriquece en detrimento de otro, estJ
obligado a indemnizarlo de su empobrecimiento en la medida que él se
ha eMiquecido". No hay dificultad, cuando exactamente el empobreci-
miento corresponda al enriquecimiento, pues entonces existirá la obliga-
ción de indemnizar el primero, en la medida del segundo. Ahora ¿cómo
resolver las otras dos hipóte~is? Desde luego tenemos una regla como el
principio básico y, además, el espíritu jurídico del artículo. Si el enrique-
1
\ TEORIA GENERAL DE LAS OBLIGACIONES 267
JURISPRUDENCIA DEFINIDA
CAPITULO 111
DE LA RESPONSABILIDAD OBJETIVA
debe reparar los daños que cause, aun cuando haya ¡,rocedido lícila-
mente. Este principio que existe en el Código ruso y que ha inspirado
a nuestro artículo 1913 del Código Civil, encierra una fuente de obli-
gaciones distinta de la responsabilidad por culpa o dolo. En el caso
de la responsabilidad objetiva, se parte de la hipótesis de que la fuente
de obligaciones es el uso lícito de cosas ¡,eligrosas, que por el hecho de
causar un daño, obligan al que se sirve de ellas, que puede ser el pro-
pietario, el usufructuario, el arrendatario, o el usuario en ,general, a
reparar el daño causado.
"Es casi imposible hacer una lista completa de las cosas peligrosas por sí mis-
mas, lista que, por otra parte, frecuentemente tendría que variarse, pues nuevos
descubrimientos científicos harían ingresar a la lista otras cosas o excluirían de
ellas ]as que habrán dejado de ser peligrosas.
No se debe dar una interpretación restrictiva al artículo 1913 y pretender guc
solamente son peligrosas las cosas que expresamente menciona". ( Francisco H.
Ruiz, Breves Consideraciones Sobre Ja Responsabilidad Civil, Formuladas con Mo-
tivo de una Ejecutoria de la Suprema Corte de Justicia de Ja Nación, trabajo pu-
blicado en la Revista de la Escuela Nacional de Jurisprudencia, tomo VIII, abril-
junio de 1946, núm. 30, págs. 467 y 468).
puesto con éxito por Ripert), cuando reviste la modalidad ele que el
daño se origine por el ejercicio Je una actividad peligrosa o por el em-
pleo ele cosas peligrosas que han hecho nacer un riesgo para los de
más. Conforme a esta teoría tocia actividad que crea un riesgo para los
demás hace responsable al agente de los daños que cause, sin necesidad
Je que se investigue si hubo o no culpa de su parte. El hombre que
por su actividad puede procurarse algún provecho, es justo que repare
el daño que ocasione esa actividad. Ubi emolumentum ibi onus, decían
los romanos. A los provechos deben corresponder las pérdidas. La res-
ponsabilidad por el riesgo creado es la contrapartida del provecho que
produce el empleo de cosas peligrosas. El empleo de estas cosas por sí
mismo, no puede constituir una culpa, nada hay de reprochable en él;
pero siempre crea un riesgo que, cuando origina daños sirve de funda-
mento a la responsabilidad.
La responsabilidad por el riesgo creado tiene un doble funda-
mento: el económico, conforme al principio que las ganancias y las
pérdidas deben corresponderse; el social, por aplicación del principio
de solidaridad en el reparto de las pérdidas.
En la teoría del riesgo creado se exige para que nazca la respon-
sabilidad: 1• El uso de una cosa peligrosa o el ejercicio de actividades
reputadas por la ley como peligrosas. 2' La realización de un daño.
3• Una relación de causa a efecto entre la cosa o actividad peligrosas
y el daño causado. No se toma en cuenta en esta teoría el elemento
subjetivo de la culpa imputable al agente". (Francisco H. Ruiz, Revista
citada, págs. 465 y 466).
Precedente:
Quinta Epoca:
una cosa peligrosa, y el nexo causal entre el hecho y el daño, paca que
funcione la responsabilidad, aun cuando no exista culp~.
En el Código Civil vígente comprobamos esta evolución en los ar•
tículos 1910 y 1913.' En el primero, se consagra la teoría subjetiva <le
la responsabilidad, que sigue fundándose en la noción de culpa y, en
el segundo, la teoría objetiva o del riesgo creado.
CAPITULO V
A los 9ue inducen o compelen a otro a cometerlo; 3o. A los 9ue presten
auxilio o cooperación de cual9uier especie para su ejecución, y 4o. A los
9ue en los casos previstos por la ley, auxilien a los delincuentes, una
vez 9ue éstos hubieren cometido el delito.
''Por daño moral se entiende la afección que una persona sufre en sus sen-
timientos, afectos, creencias, decoro, honor, reputación, vida privada, con-
figuración y aspectos físicos, o bien en la consideración que de sí misma,
tienen los demás. Se presumirá que hubo daño moral cuando se vulnere
o menoscabe ilegítimamente la libertad o la integridad física o psíquica
de las personas.
Cuando un hecho u omisión ilícitos produzcan un daño moral, el responsable
del mismo tendrá la obligación de repararJo mediante una indemnización en
dinero, con independencia de que se haya causado daño material, tanto en res-
ponsabilidad contractual, como extracontractual. Igual obligación de reparar el
dall.o moral tendrá quien incurra en responsabilidad objetiva conforme al artíruJo
1913, así como el Estado y sus servidores públicos, conforme a los artículos 1927
y 1928, todos ellos del presente Código.
La acción de reparación no es transmisible a terceros por pacto entre ,·ÍYOS y
sólo pasa a los herederos de la víctima cuando ésta haya intentado la acción
en vida.
El monto de 1a indemnización Jo determinará el juez tnmando en cuenta los
derechos lesionados, el grado de responsabilidad, la situación económica del res-
ponsable, y la de la víctima, así como las demás circunstancias del caso.
Cuando el daño moral haya afectado a la víctima en su decoro, honor, repu•
tación o consideración, el juez ordenará, a petición de ésta y con cargo al res•
ponsable, la publicación de un extracto de la sentencia que refleje adecuadamente
la naturaleza y alcance de la misma, a través de los medios informativos que
considere convenientes. En los casos en lJUe et daño derive de un acto que haya
tenido difusión en los medios informativos, el juez ordenará que los mismos
den publicidad al extracto de la sentencia, con la misn-;a rele\'a!lcia que hubiere
tenido la difusión original".
"No estará obligado a la reparación del daño moral quien ejerza sus· derechos
306 COMPENDIO DE DERECHO CIVIL
En nuestro derecho, los artículos 1913 y 1932 del Código Civil vi-
gente, han reconocido, además, la doctrina objetiva de la responsabilidad
o del riesgo creado, admitiendo que aun cuando no haya culpa, sí nace
la obligación de reparar el daño, cuando éste se causa por el uso de co-
sas peligrosas, según el concepto que r..e las mismas ya expresamos en
el capítulo respectivo.
TEORIA GENERAL DE LAS OBLIGACIONF~ 307
"El incapaz que cause daño debe repararlo, sa!vo que la responsabilidad
recaiga en las personas de él encargadas, conforme lo dispuesto en los artículos
1919, 1920, 1921 y 1922".
gencia m101ma en sus distintos actos y asuntos. Por último, cabe consi-
derar el tipo de hombre excesivamente cuidadoso, que siempre procede
con la diligencia máxima que humanamente es posible observar. Los ro-
manos lo caracterizaron como un "diligentísimo padre de familia".
)a imputabilidad, de tal manera que aun el incapaz que cause daño debe
repararlo, según previene el artículo 1911 del Código Civil vigente.
Nuestro derecho se distingue del francés en que no requiere el elemento
relativo a la imputabilidad. Henri y León Mazeaud afirman que las nor-
mas relacionadas con la imputabilidad material o moral se imponen al
juez civil. En t_anto que la culpabilidad supone que el hecho se ejecuta
con dolo, imprudencia, negligencia, falta de previsión o de conocimien-
tos, la imputabilidad requiere además que el autor del hecho Jo haya
realizado en forma consciente, por Jo que en buena lógica, faltando este
último elemento, no puede existir el primero. Ahora bien, no obstante
que nuestro derecho se ha fundado en la teoría de la culpa, desde el
Código Penal de 1871 se eliminó el elemento relativo a la imputabili-
dad, expresando la exposición de motivos de ese ordenamiento que se-
ría injusto que la víctima pudiera en ocasiones quedar reducida a la
miseria, tan sólo porque el causante del daño no supo lo que hacía, no
obstante que esté en posibilidad económica de repararlo. Por la misma
razón el artículo 1911 del Código Civil vigente dispone: "El incapaz
que cause daño debe repararlo, salvo que la responsabilidad recaiga en
las personas de él encargadas, conforme a lo dispuesto en los artículos
1919, 1920, 1921 y 1922".
Aun cuando los juristas citados afirmen que la comprobación que
haga el juez penal respecto al vínculo de causalidad se impone al juez
civil con la misma autoridad absoluta que la justificación del prejuicio
y de la culpa, creemos que los dos primeros elementos de la responsa-
bilidad civil ( nexo causal y daño), no son de la competencia de los tri-
bunales del orden penal para el efecto de ligar al juez civil en cuanto a
)a prueba de tales elementos, toda vez que para que pudiera plantearse
la demanda de responsabilidad por daños y perjuicios, sería menester
que se tratare de un hecho no delictuoso, o de un caso en el cual proce-
diere una excluyente de responsabilidad penal. Ahora bien, en ambos
casos la sentencia absolutoria pronunciada por el juez penal, no podría
servir de pmeba plena en un juicio civil, bien sea para acreditar el daño
y el nexo causal, o para negarlos, toda vez que para fundar la sentencia
absolutoria se partió de supuestos distintos a los que servirán de base
para la procedencia de la acción civil. Los juristas citados parecen admi-
tir también las limitaciones que la naturaleza misma de la diversidad de
materias impone, reconociendo expresamente que la autoridad absoluta
de la sentencia penal condenatoria sólo se puede admitir para la indem-
nización civil, en cuanto a tener por acreditada la culpa, pero que su al-
120 COMPENDIO DE DERECHO CIVIL
CAPITULO VI
abusar del derecho. Dice Planiol que el campo que delimita el ejercicio
de un dere(ho debe estar precisado en cada caso. Esto dependerá de la
naturaleza misma del derecho por ejercitar; por ejemplo, la propiedad
tiene desde la época romana un gran radio de acción, se le consideró
derecho absoluto no sólo en el sentido de erga 011111e,, sino como dere-
cho no limitado; pero en el propio derecho romano la propiedad sufrió
limitaciones muy numerosas y en el actual, aunque disfruta de este atri-
buto, han aumentado constantemente las restricciones a la propiedad con
las modalidades a la misma. Por consiguiente, dcpcnde6 de cada dere-
cho el definir su ámbito.
Ahora bien, ¿bastará para poder definir la existencia de un abuso
y, por lo tanto, de un hecho ilícito, partir del simple ámbito que resulta
del ordenamiento jurídico, fijando los alcances del derecho? ¿O es ne-
cesario recurrir a un dato subjetivo, a mala fe, la intención de daíiar,
el propósito de ejercitar inútilmente el derecho sólo con el afán de per-
judicar a tercero? En este sentido está planteado el debate entre los
civilistas. Para algunos, basta extralimitarse en el ejercicio del derecho,
cualquiera que sea la intención del titular; desde el momento en que se
pasan los límites objetivos que determinan las reglas jurídicas, aun
cuando sea de buena fe, aun cuando no exista el propósito <le daíiar,
aun cuando haya un interés lícito en el ejercicio del derecho, si se causa
daíio, se debe reparar éste, porque el titular sólo puede ejercitar el de-
recho dentro de los límites que marca la ley. Donnecase objetó esta tesis
<le Planiol, simplemente objetivista, afirmando que en el abuso <le los
derechos, debe haber además un dato subjetivo: la intención de dañar
y un dato objetivo, que hizo consistir en el ejercicio inútil del derecho;
no acepta el criterio de fijar límites al campo de ejercicio de los dere-
chos, porque dentro del propio ordenamiento no es posible determinar
tal cosa; por ejemplo, el propietario en ejercicio de su derecho de pro-
piedad está actuando dentro de su predio, está usando su predio, ha.:e
una excavación, una construcción, no se trata de que se extralimite
saliendo del predio para pasar al del vecino, pues aquí sí habría la
intención de violar un derecho ajeno. ¿Cómo, entonces, dice Bonneca-
se, podemos afirmar que el titular traspasó los límites del derecho, como
dice Planiol? Si está actuando dentro de su propio predio, ejercitando
su derecho de propiedad, y así podríamos seguir ejemplificando. No es
por consiguiente a través de un límite fijado en el ordenamiento jurí-
dico, como vamos a saber si hay un abuso del derecho, el dato objetivo
debe buscarse en el resultado. Si el derecho se ejercita inútilmente, debe
considerarse que hay un ejercicio anormal; el derecho autoriza el eier-
TEORIA GENERAL DE LAS OBI.IGACIONES 327
siv0s. Por último, los actos excesivos también se realizan dentro de los
límites objetivos de la ley, pero originan daños a tercero por virtud de
ciertos riesgos que sería injusto arrojar íntegramente sobre el perjudi-
cado. Josserand aplica la distinción mencionada al derecho de propiedad
y a la realización de los procedimientos judiciales, especialmente en el
uso de los recursos, de los incidentes, y de otros actos procesales.
TITULO I
CAPITULO 1
DEL PAGO
El caso especial del pago hecho al que presenta el recibo del acree-
dor, se equifara, como es evidente, al pago que se efectuare con el
propio acreedor, pues el que presenta el recibo sólo es un mensajero;
pero el deudor deberá cerciorarse de la autenticidad de la firma y
dentro de los medios normales posibles, de la legitimidad en la de-
tentación del recibo, pues podría ser ostensible en ciertos casos que
aquél que lo presente, por su misma declaración o por las circunstan-
cias del caso, lo hubiere obtenido indebidamente, o se lo hubiese en-
contrado. En ambas hipótesis, si el deudor paga lo hace de mala fe.
Probada ésta, debe hacer un doble pago, de acuerdo con el principio
que dice: quien paga mal, paga dos veces.
A. Von Tuhr, ob. cit., t. 11, pág. 17.
Hay otros casos, como el del heredero aparente a que alude Pla-
niol, que no implica siempre culpa alguna del acreedor, pues se parte
de la hipótesis de que ese supuesto heredero adquirió legítimamente el
derecho; pero posteriormente, se descubre la in<apacidad que tuvo pa-
ra heredar, la existencia de un nuevo testamento que revocó al ante-
rior, o la nulidad del primitivo, originándose así que el crédito pase al
heredero legítimo, sin que éste, que resultará el verdadero acreedor,
haya tenido culpa alguna en que durante algún tiempo el heredero
aparente se ostentara como tal. Dice en este sentido el artículo 1343:
"Si el que entró en posesión de la herencia y la pierde después por
incapacidad, hubiere enajenado o gravado todo o parte de los bienes an-
tes de ser emplazado en el juicio en que se discuta su incapacidad,
( o hubiere recibido pagos, podría agregarse) y aquél con quien contrató
hubiere tenido buena. fe, el contrato ( o el pago) subsistirá; mas el he-
TEORIA GENERAL DE LAS OBLIGACIONES 35!
CAPITULO II
JURISFRUDENCIA DEFINIDA
Pago hecho con letras de cambio 1 excepción de.-Si en el juicio ejecutivo mer-
cantil, sobre pago dfI pagaré título de crédito, ei demandado se excefciona afir-
mando haberlo pagado por medio de una. letra de cambio y d actor, aún cuando
admite haber recibido la letra, acredita que la conserva en su peder puesto que la
~xhibe con su demanda y conseruente:r-ente que no le fue pagada, sí pudo hacer
valer la acción causal que ejercitó, mediante la restitución de dicha letra que fue
justamente la finalidad de la exhibición de ésta~ puei los títulos de créd_ito, dados
en pago, se presumfn recibidos salvo buen cobro, por lo que si este buen cobro no
se acredita por quien lo invoca, no puede ser abuelto.
Amparo direc.'~o 6610/1960/2Q. Amadeo Mollna y Gutiérrez. Abril 23 de 1962. Unani-
midad de ~ votos. Ponentt-: Mtro. Ramírez Vázquez.
3• Sala. s~-xta Epoca, Volumen LVIII, Ci.:a.rta Parte, Pág. 161.
Pago hecho por terceros, efectos del (subrogación) .-Los principales efectos
del pago realizado fOr un tercero son, en primer término, y en el concepto de que
este efecto se produce siempre, el derecho de ese tercero a reclamar dd deJidor el
reembolso de lo que él hubiese satisfecho, y en segundo lugar, pero esto sólo en
los casos especialmente previstos por la ley, se produce con el p-ago el derecho del
mismo tercero a subrogarse en el lugar y en los derechos del acreedor, con las fa..
cultades de éste, que la subrogación lleva consigo. Pero mientras que Ja facultad
de repetir lo que por el deudor se ha satisfecho, se apoya en d solo hecho del
pago, en consideración del más elemental principio de justicia, pues de lo contra-
rio se Oferaria un enriquecimiento injusto; en cambio, cuando la subrogación ope-
ra, el subrogado sustituye al acreedor con todos los derechos, farultades y garan-
tías que a éste beneficia conforme a la obligación a él cumplida. Debe aceptarse,
entonces, que basta que el tercero pruebe en el juicio que realizó el pago, para que
se establezca en su favor la presunción de qut· pagó con utilidad para el deudor.
De suerte que, si en vez de utilidad pata el deudor, se produjeron daños y pe·rjui-
cics, debe admitirse que no es a la parte actora a quien corresFonde la prueba del
he:cho negativo de 9ue éstos no se causaron, sino que corresponde al deudor de-
mandadc la demostración de que se realizaron.
-No es exacto 9ue el pago de los salarios a los trabajadores de una empresa,
realizado por un tercero, por implicar una cesión de derechos en favor de quien
hace el pago, deba de ser un acto nulo por contrario al artículo 96 de la Ley del
Trabajo. Cierto es que, cuando con el fago opera la sul:·rogación, ésta puede indu-
cir a pensar en la cesión de créditos, sólo por cuanto que aquélla y ésta se apr0-
:x:iman. Pero hay diferencias entre una u otra: la subrogación puede ser libremente
consentida por el acreedor, pero el que paga puede asimismo investirse de las ac-
ciones del acre=dor, aun en contra de la voluntad de éste; en ~¡into que, como es
sabido, la cesión de derechos no puede realizarse sin la volunt"ad del acreedor y
en tal sentido puede decirse que es un acto C'sendalmente convencional; como se
TEORIA GENERAL DE LAS OBLIGACIONES 357
TITULO 11
CAPITULO
INCUMPLIMIENTO DE LAS OBLIGACIONES
tisfacer más daños y perjuicios que los previstos, o que se hayan podido
prever al hacerse el contrato, excepto en el caso de que la falta de cum-
plimiento proceda de su mala fe".
Planiol estima que en justicia el deudor sólo debe pagar los daños
que previó o pudo haber previsto al celebrar el contrato.
Planiol, ob. cit., pág. 185.
16.-La culpa como tercer elemento de la respomabilidad civil en
el incumplimiento de las obligaciones.-En el estudio que hace Planiol
del elemento culpa en relación con la responsabilidad civil en el incum-
plimiento de las obligaciones, en realidad se llega a la conclusión de
que no se trata de un verdadero requisito distinto de los dos que ya
hemos estudiado, consistentes en la mora y en la existencia de daños y
perjuicios, pues se le confunde con el simple incumplimiento de la
deuda (Planíol, ob. cit., Obligaciones, pág. 526). Ahora bien, sólo así
puede sostenerse que es necesario ese dato, pero entonces, en realidad
de verdad, no se trata de una culpa propiamente dicha, bastando para
que exista, que el deudor no cumpla su obligación. En cambio, para
las obligaciones de dar, que además implican en forma accesoria el
deber de conservar las cosas, no es suficiente el simple incumplimiento,
sino que se requiere que el obligado ejecute actos contrarios a dicha
conservación, o no lleve a cabo los indispensables para evitar la pérdida
o deterioro de las cosas que se le hayan confiado para su custodia y en-
trega. Es por esta razón que para regular la culpa específica en que in-
curre el deudor, con motivo de la obligación de conservar una cosa, des-
de el derecho romano se han distinguido diferentes grados, que a su
vez suponen distintas formas de incumplimiento, que el acreedor tendrá
que justificar, según requiera la ley que haya una culpa grave, leve o
levísima, a fin de que se condene al deudor al pago de daños y per-
juicios.
A. Von Tuhr, ob. cit., t. 11, págs. 95 a 102.
17.-La culpa en las obligaciones de no hacer.-De conformidad
con lo dispuesto en los artículos 2028 y 2104 del Código Civil vigente,
bastará el solo hecho de la contravención en las obligaciones de no ha-
cer, para que el deudor sea responsable de los daños y perjuicios que
cause al acreedor. De esta suerte, es evidente que para las citadas deu-
das, no se requiere un cierto grado de culpa, toda vez que el solo hecho
del incumplimiento hace incurrir al obligado en responsabilidad civil.
Dicen los preceptos citados:
Art. 2028: "El que estuviere obligado o no hacer alguna cosa,
quedará sujeto al pago de daños y perjuicios en caso de contravención.
Sí hubiere obra material, podrá exigir el acreedor que sea destruida a
costa del obligado".
TEORIA GENERAL DE LAS OBLIGACIONES 367
Art. 2104: " ... El que contraviene una obligación de no hacer pa-
gará daños y perjuicios por el solo hecho de la contravención".
En el artículo 1145 del Código Napoleón se expresa claramente la
misma idea, al estatuir: "Si la obligación consistiere en no hacer, el
contraventor deberá abonar daños y perjuicios por el mero hech::> de la
contravención".
18.-La culpa en /aJ obligacioneJ de. dar y de hacer.-Para esta
clase de prestaciones es necesario distinguir, en relación con la culpa,
las que constituyan un acto Je conducta del deudor puro y simple, es
decir, sin relación con una cosa, como el deber del abogado al patroci-
nar a una de las partes en el juicio, y aquellas actividades que necesa-
riamente guardan una referencia indisoluble con las cosas como son las
obligaciones de entregar, conservar, reparar, custodiar o manufacturar
alguna cosa.
En las primeras, estimamos que generalmente el simple hecho del
incu!!1plimiento hace incurrir al deudor en responsabilidad civil, siem-
pre y cuando no se deba a causas ajenas a su voluntad. V. gr. si el
abogado o el médico se abstienen de realizar la actividad que es obli-
gatoria según su contrato de prestación de servicios profesionales.
En las obligaciones de hacer que guardan una relación estrecha
e indisoluble con las cosas, la ley ha determinado distintos grados para
hacer responsable al deudor, según exista una culpa grave, leve o leví-
sima, o bien, una culpa in abstracto o in concreto.
Finalmente, existen ciertas obligaciones de hacer que no necesaria-
mente guardan relación con las cosas, y que no obstante; por la natu-
raleza específica de los servicios o actividades que implican, requieren
un cierto grado de culpa, sin que por lo tanto baste el mero hecho del
incumplimiento, como hemos sostenido para las obligaciones de hacer
que se mantienen independientes de las cosas. Es así como la ley re-
quiere que en el contrato de mandato, el mandatario obre siempre en
interés del mandante, sujetándose a las instrucciones que de éste haya
recibido, y en lo no previsto, actuando con prudencia y cuidar lo del
negocio como si fuere propio ( art. 2562 y 2563). Es así como se ha
dicho que el mandatario incurre en una culpa in concreto, como tam-
bién el gestor de negocios, pues ambos deben proceder· con la misma
diligencia que acostumbran observar en sus propios asuntos. Es decir,
no se les exige una diligencia in abstracto, tomando un tipo ideal de
conducta, como la del buen padre de familia, sino una conducta con-
creta, la que en verdad observan respecto a sus propias cosas. El ar-
tículo 1897 expresa con toda claridad esta idea al estatuir: "El gestor
debe desempeñar su encargo con toda la diligencia que emplea en sus
368 COMPENDIO DE DERECHO CIVIL
se está sirviendo de una cosa sin pagar renta. De aquí se dice: en los
contratos onerosos que se refieran a prestaci0nes de cosas, la obligación
del deudor será la del buen padre de familia para conservarlas con
una diligencia media; el deudor será entonces responsable de su culpa
grave, que supone 9ue incurrió en la negligencia máxima, y de su cul-
pa leve, porque tampoco habrá observado el cuidado del buen padre de
familia.
En los contratos gratuitos unilaterales en favor del deudor, se le
deberá exigir a éste la diligencia máxima, y se le hará responsable de
las tres culpas, porque usa una cosa ajena, en su provecho exclusivo, en
forma gratuita y debe entonces por equidad garantizar al acreedor de
que cuidará esa cosa como el más diligente de los hombres, y por cual-
quier descuido, por mínimo que sea, se le obligará a pagarle daños y
perjuicios. ·si el comodatario que se está aprovechando de ella en for-
ma gratuita, incurre en culpa levísima, el acreedor debe estar garanti-
zado para que cualquier demérito o descuido en la conservación de la
cosa se le indemnice, así sea un demérito originado por un descuido
mínimo.
Por último, en los contratos unilaterales en favor del acreedor, es
decir, en aquellos en que el deudor solamente resulta obligado y el
acreedor obtiene que se le custodie o conserve la cosa sin pagar remu-
neración alguna, como es el contrato de depósito gratuito, es evidente
que el deudor ya no estará obligado ni a tener la diligencia máxima,
ya que no usa de la cosa, ni la media, que implica provechos recí-
procos, y si la mínima, porque el objeto del depósito es la custodia, y
un descuido máximo implicaría ya una falta que se asimila al dolo y que
debe ser sancionada por el derecho.
CAPITULO 11
nulo el convenio de que todas las pérdidas que resultaren por caso for-
tuito, sean de cuenta del mediero de ganados". En el mismo sentido
estatuye el artículo 2757 del Código en vigor. Además, en el artículo
2455 ·se dispone en forma irrenunciable que el arrendatario tendrá derecho
a una rebaja proporcional de la renta cuando perdiere más de la mitad
de los frutos de una finca rústica, por casos fortuitos extraordinarios.
En consecuencia, al ser ir~enunciable ese beneficio, será nulo el pacto por
virtud del cual se obligue a pagar la totalidad de la renta a pesar de
que por un caso fortuito extraordinario, perdiere más de la mitad de los
frutos.
c) .-La última hipótesis que hemos mencionado, consistente en
responder del caso fortuito, cuando la ley así lo disponga, la tenemos
expresamente regulada en los artículos 2505 y 2506, a efecto de que el
comodatario responda cuando la cosa haya sido estimada al celebrarse
el contrato, o cuando pudiendo haberla salvado de emplear un bien pro-
pio, hubiere preferido conservar éste. No obstante que en estos casos el
perecimiento del objeto ocurre por un acontecimiento fortuito, existe
responsabilidad tomando en cuenta que no se tuvo la diligencia máxima
exigida por el artículo 2502 y, por lo tanto, que hubo una culpa levísima.
A propósito de este contrato, se reglamentan casos que ya suponen una
culpa mayor en el comodatario, como el del artículo 2504, cuando se
emplea la cosa en uso diverso del convenido o por más tiempo del que
se hubiere pactado, agregando el precepto que en ambas hipótesis se
responderá aun cuando la pérdida sobrevenga por caso fortuito. Lo mismo
debe decirse, conforme al artículo 2512, cuando el comodatario la preste
a un tercero, sin estar autorizado para ello, o cuando no devuelva el
objeto, no obstante que advirtió el peligro que el mismo correría de con-
tinuar en su poder.
Los artículos que fijan estas soluciones son: 2017: "En los .casos en
que .la obligación de dar cosa cierta importe la ,traslación de la propiedad
de esa cosa, y se pierde o .deteriora en poder del deudor, se observarán
las reglas siguientes: V.~Si la cosa se pierde por caso fortuito o fuerza
mayor, la obligación queda sin .efecto y el dueño sufre la pérdida, a
menos que otra cosa se haya convenido": Aquí el Código dice que e1
dueño sufre la pérdida, pero se .está refiriendo a obligaciones traslativas
de dominio puras y simples, en las que el dueño e.s el acreedor; pero
tenemos el art. 2023: "En los casos de enajenación con re.serva de la
posesión, uso o goce de la cosa hasta cierto tiempo, .se observarán las
reglas siguientes: III.-A falta de con'lenio o de .culpa, cada interesado
sufrirá la pérdida que le correspo,nda, en todo, si la cosa perece total-
mente, o .en parte, si la pérdida fuere solamente parcial". S.egiín e.sta
fracción III, cada interesado sufrirá la pérdida si no hay culpa; e.s decir,
si hay caso fortuito o fuerza mayor, Como .se 'trata de contratos tras-
lativos, es evidente que el dueño, acreedor de la ,cosa, es el que .sufre la
pérdida.
En el Código Civil .de 1'R84, el artículo 1430 consagraba una .regla
general para todos los contratos que tmáesen por objeto prest·aciones
de cosas, pues una vez perfeccionados por el consentimiento de las par-
tes, hacía ,que el acreedor reportara la pérdida ,del objeto, aun cuando
éste no le hubiere sido entregado. Es decir, se seguía claramente el
principio de que la cosa per.eda para el .acreedor, ,excepto c.uando hu-
biere culpa del deudor, conforme al artículo 14 3 L Los mencionados pre-
394 COMPENDIO DE DERECHO CIVIL
JURISPRUDENCIA DEFINIDA
CAPITULO 111
s1on del dominio, el titular del gravamen logra inscribirlo con cierta
anterioridad, aunque sea de horas o de minutos, a la venta misma.
éstos, por sus propia naturaleza, debe correr un riesgo que bien puede
comprender el estado de la cosa misma. El mencionado precepto esta-
tuye: "En los contratos conmutativos, el enajenante está obligado al sa-
neamiento por los defectos ocultos de la cosa enajenada que la haga
impropia para los usos a que se la destina, o que disminuyan de tal
modo este uso, que al haberlo conocido el adquirente no hubiere hecho
la adquisición o habría dado menos precio por la cosa". Esta responsa-
bilidad no es otra cosa que una forma de incumplimiento parcial de la
obligación. El enajenante no cumple debidamente su prestación, si no
entrega una cosa en condiciones de prestar el uso natural o el conveni-
do; cuando la cosa adolezca de un vicio o defecto oculto, la prestación
no se realiza en la forma estipulada, o bien, en la forma que de acuerdo
con la ley deba cumplirse. Se trata, por consiguiente, en la responsabi-
lidad por vicios o defectos ocultos, de una violación al principio de
exactitud en la substancia de la cosa debida. Requiere la ley que los
vicios sean ocultos y que hagan la cosa impropia para los usos conve-
nidos, o a los que naturalmente se le destine. En consecuencia, no existe
vicio si éste es manifiesto, o bien, si a pesar de ser oculto, el adquirente
tenía conocimiento del mismo, o debía tenerlo por ser perito en la ma-
teria.
También es requisito esencial que los vicios o defectos ocultos sean
anteriores a la enajenación. Los posteriores o los que se deban a hechos
del adquirente, no hacen responsable al enajenante. "Incumbe al adqui-
rente probar que el vicio existía al tiempo de la adquisición, y no pro-
bándolo, se juzga q_ue el vicio sobrevino después". (Art. 2159).
Nuestro Código Civil reglamenta esta materia en un capítulo ge-
neral, como formas de incumplimiento de las obligaciones de dar. En
el Código de 1884, la responsabilidad por vicios o defectos ocultos se
limitaba exclusivamente a la compraventa, siguiendo en esto al Código
Napoleón; pero como las reglas de la compraventa se aplicaban por
analogía a las obligaciones de dar traslativas de dominio, en la doctrina
y jurisprudencia se hicieron extensivas a todo contrato conmutativo que
tuviera por objeto prestaciones de dar traslativas de dominio.
También nuestro Código vigente en este sentido supera al francés,
por cuanto que la evicción como la materia que nos ocupa, la estudia
en un capítulo general relativo al incumplimiento de las obligaciones
de dar y no como caso especial de la compraventa. En el capítulo que
consagra el Código a la evicción y saneamiento, se refiere en los artícu-
los 2142 y siguientes a la responsabilidad por vicios o defectos ocultos.
Se estudia también esta materia como un caso de incumplimiento de las
416 COMPENDIO DE DERECHO CIVIL
CAPITULO 1
desprende del mismo que la anulación del acto obliga a las partes a la
restitución, pero que no obliga al acreedor perjudicado, que como ter-
cero intenta la nulidad.
M. Romero Sánchez, ob. cit., págs. 186 y 187.
CAPITULO 11
EL DERECHO DE RETENCIÓN
ner en prenda las cosas que son objeto de mandato hasta que el man-
dante haga la indemnización y reembolso de que tratan los artículos
2577 y 2578, es decir, entre tanto el mandante no haya reembolsado al
mandatario las sumas que éste hubiere anticipado ( aunque el negocio
no haya salido bien, con tal de que esté exento de culpa), los intereses
sobre las sumas suplidas, y los daños y perjuicios sufridos por el man-
datario en cumplimiento del mandato, siempre que no haya culpa o
imprudencia de éste. En estos casos procede que el mismo mandatario
ejercite el derecho de retención manteniendo en calidad de prenda las
cosas que son objeto del mandato; g) .-En favor del constructor de
cualquiera obra mueble que según el artículo 2644 puede retenerla
mientras no se le pague su trabajo, en la inteligencia de que su crédito
será cubierto preferentemente con el precio de dicha obra; h) .-En
favor del porteador, quien conforme al artículo 2662 tiene un derecho
preferente para pagarse el crédito por fletes con el precio de los efectos
transportados, si se encuentran en su poder, razón por la cual lógica-
mente debe tener el derecho de retención sobre los mismos efectos,
pues de lo contrario su preferencia no sería eficaz; i) .-En favor de
los dueños de hoteles y casas de huéspedes, para retener el equipaje de los
pasajeros, a efecto de que responda preferentemente por el importe
del hospedaje. En este sentido dice el artículo 2669: "Los equipajes
de los pasajeros responden preferentemente del importe del hospe-
daje; a ese efecto, los dueños de los establecimientos donde se hospe-
den podrán retenerlos en prenda hasta que obtengan el pago de lo
adeudado".
CAPITULO JI!
ACCIÓN ÜBLICUA
CAPITULO IV
en el sentido de que también las partes pueden pedir la nulidad del acto si-
mulado.
Conforme al Código Civil vigente tanto la pauliana como la si-
mulatoria son acciones imprescriptibles, caracterizadas como de nulidad
absoluta. En el Código de 1884 para la acción pauliana se fijó un término
de cuatro años para su ejercicio. (Artículo 1660).
"Simulación y acción pauliana.-Ante la situación de hecho, de haberse dedu-
cido las acciones de simulación y pauliana, la preferencia en el estudio de ellas
corresponde a la de simulación, pues es indudable que si ésta procede, no habien-
do contrato, es improcedente 1a pauliana, que sólo puede prosperar si no existe
la simulación". (Tomo LXV del Semanario Judicial de la Federación, Aguirre
Serapio y Coags. Pág. 4608).
piedad, del gravamen o del derecho real o personal que hubiere sido
transmitido al tercero. Para Messina el artículo 1319 sólo despoja a
los simulantes de un medio de prueba (la contradeclaración) colocán-
dolos en difícil situación para restablecer la verdad de la situación ju
rídica; que como resultado de otros preceptos se añade "a la prohibi-
ción de oponibilidad de las contradeclaraciones hechas por escritura
privada, la del juramento y la confesión, viniendo en definitiva a ha-
cer con ello inatacable la adquisición del tercero". Para Bartin la pro-
tección de la ley sólo consiste en que el acto secreto no se ejecute
frente a los terceros, quienes tienen un remedio preventivo, el derecho
de oponerse a la ejecución.
Las dudas que podrían presentarse en algunos derechos positivos
quedan disipadas en nuestro sistema por el texto claro del artículo
2184, toda vez que siempre que la cosa o derecho haya pasado a título
oneroso a un tercero de buena fe, no habrá lugar a la restitución que
entre los simulantes opera cuando se declara la nulidad del acto si-
mulado, a efecto de que se restituya el bien de que se trate a su legí-
timo dueño, con sus frutos e intereses. Para los gravámenes se dispone
que subsistirán todos aquellos que se hubieren impuesto a favor de
tercero de buena fe, que deberá ser a título oneroso, aun cuando el
texto no lo diga, pues no habría razón para distinguir entre el adqui-
rente de la propiedad y el de algún otro derecho real o gravamen.
Se presenta el problema en nuestro sistema del conflicto que pu-
diere haber entre distintos terceros, es decir, unos interesados en que
prevalezca la verdad, por ser por ejemplo los acreedores del simulante
que transmitió la cosa o derecho, otros por el contrario tendrán inte-
rés en que se dé efectos a la mentira o falsedad, como son los acree-
dores del simulante a quien se transmitió un bien. En nuestro concepto,
para este conflicto entre acreedores de los distintos simulantes, sí de-
bería prevalecer la situación verdadera, de tal manera que al patrimo-
nio del simulante que enajenó, debería ser al que en rigor le pertenece
oponiéndose así el acto secreto a los acreedores del simulante cuyo pa-
trimonio se mejoró de manera falsa por virtud de la simulación. Fe-
rrara estudia este conflicto y también se refiere a una colisión entre los
acreedores del enajenante fingido y los adquirentes del testaferro. Pen-
samos que también en nuestro sistema es aplicable la solución que
propone dicho autor, al sostener que tales adquirentes deben ser pro-
tegidos frente o los ataques de los acreedores del enajenante fingido,
pues en nuestro concepto la disposición del artículo 2184 es general
para todos los casos en los que la cosa o derecho pase a título oneroso
CUARTA PARTE
CAPITULO 1
CESIÓN DE DERECHOS
dad menor, tal cosa constituye una simulación parcial del acto jurídico
celebrado, conforme a lo que estatuF el artículo 1671 del Código Civil
para el Estado de Guanajuato. mismo que establece que ésta se da cuando
"las partes declaran o confiesan falsamente lo que en realidad no ha
pasado o no se ha convenido entre ellas"; así pues, el contrato es válido
y sólo nula una de las convenciones.
•
Amparo directo 624~/75,-Constantino Akántar Zavala.-28 de julio de
1977.'-Unanimidad de 4 votos.-Ponente: J. Ramón Palacios Var~as.
Semanario fudicíal de Id Federación. Séptima Epoca. Volúmenes 103-108.
Cuarta Parte. Julio-diciembre 1977. Tercera Sala. Pág. 175.
"El expediente a 9.uc recurrieron los romanos para hacer posible a quien tenía
un crédito, sin extinguir ni novar la obligación, transferirlo a otra persona. consin-
tió por largo tiempo en la institución de la representación procesal; la persona a
quien el crédito se quería ceder se constituía en frocurator o cognitor del ceden•
te, se facultaba al representante para. ejercitar e derecho en su propia ventaja
(procurator in rem suam) y para retener para si el importe de lo cobrado. Más
tarde, para eludir los graves inconvenientes de esta institución que no transfe~
TEORIA GENERAL DE LAS OBLIGACIONES 463
CAPITULO 11
CESIÓN DE DEUDAS
Los artículos 414 y 415 del Código Civil alemán, dicen así: "Una deuda
puede ser asumida por un tercero por vía de contrato celebrado con el acreedor,
de tal manera que el tercero entre en el lugar y puesto del precedente del deu-
dor". "Cuando la asunción de deuda ha sido objeto de un convenio celebrado
por el tercero con el deudor, su eficacia depende de la aprobación del acreedor.
Esta aprobación no puede intervenir sino cuando el deudor o el tercero han
comunicado la asunción de deuda al acreedor. Hasta la aprobación las partes pue-
den modificar o suprimir el contrato. Si la aprobación es rehusada, la asunción
de deuda se considera como no habiendo tenido lugar".
JURISPRUDENCIA DEFINIDA
Cesión de derechos hereditarios, consecuencias de la declaración de
TEORIA GENERAL DE LAS OBLIGACIONES 479
CAPITULO 111
SUBROGACIÓN
caso de cesión de créditos, para que surta efectos con relación al mismo
y a terceros. Basta en la subrogación con que se esté en los casos pre-
vistos por la ley, sin necesidad de notificación al deudor, para que se
opere la transmisión del crédito con respecto a éste y a terceros.
CAPITULO
NOVACIÓN
vación supone, de parte del acreedor que la consiente, una renuncia que
es indispensable que conste expresamente.
Quinta Epoca:
CAPl1ULO 11
0ACIÓN EN PAGO
CAPITULO 111
COMPENSACIÓN
trÓ derecho se acepta 9ue la compensación opera ipso iure, pero si una
controversia se presenta entre las partes, el juez debe declararla. Ahora
bien, como la compensación opera de pleno derecho, cumplidos los re-
9uisitos legales es evidente 9ue el momento en 9ue se exitinguieron, las
obligaciones es a9uel en 9ue los dos créditos reunieron los re9uisitos 9ue
hemos mencionado para 9ue la compensación funcione por ministerio
de la ley.
De esta suerte, si una controversia surge entre las partes, aun9ue
el juez tenga 9ue declarar la compensación, su sentencia tendrá efectos
retroactivos para reconocer 9ue desde el momento en 9ue se cumplieron
los rC9uisitos legales se extinguieron los créditos hasta la concurren-
cia del menor; es decir, el fallo no viene a establecer la extinción para
9ue ésta produzca sus efectos en el momento en 9ue cause ejecutoria.
Desde este punto de vista es indiscutible el carácter de la compensación
operando de pleno derecho.
Enneccerus, ob. cit., t. 11, v. I, págs. 346 y 347.
De las excepciones procesales se le dará vista al actor para que las conteste
y rinda las pruebas que considere oportunas en los términos de este ordena-
miento;
VI. Dentro del término para contestar la demanda, se podrá proponer la
reconvención en los casos en que proceda, la que tiene que ajustarse a lo
prevenido por el artículo 255 de este ordenamiento, y
VII. Se deberán acompañar las copias simples de la contestación de la
demanda y de todos los documentos anexos a ella para cada una de las demás
partes." En tal virtud, si el demandado está en condiciones de oponer la
compensación al contestar la demanda, debe hacerla valer; pero si su crédito no
es aún líquido o exigible, puede conforme al Art. 273 del mismo Código de
Procedimientos, oponer la excepción con el carácter de superveniente antes de
la sentencia.
El Art. 531 del mismo ordenamiento permite que contra la ejecu-
ción de las sentencias o convenios judiciales es procedente la excepción
de compensación, si ésta se opone antes del año, siempre y cuando el
hecho que dé nacimiento a la misma sea posterior a la sentencia o
convenio, conste por instrumento público, por documento judicialmente
reconocido o por confesión judicial.
CAPITULO IV
CONFUSIÓN
cipal, la fianza se extingue por ser una obligación accesoria que sigue
la suerte de la principal.
b) .-Cuando el fiador adquiere el crédito, o en otras palabras,
cuando se reúnen las calidades de acreedor y fiador en la misma per-
sona, la relación jurídica subsiste en un aspecto. Se extingue la fianza,
porque nadie puede ser fiador de sí mismo, pero subsiste la obliga-
ción principal, ya que el fiador subentra en lugar del acreedor. Esto
es una consecuencia de que en la fi¡inza existen dos relaciones jurídicas
distintas y puede desaparecer la accesoria, persistiendo la principal.
c) .-Cuando se reúnen las calidades de fiador y deudor en la mis-
ma persona, se extingue también la fianza, pues ésta queda subsumida
en la relación jurídica principal, pero subsiste esta última.
A. Von Tuhr, ob. cit., t. II. pigs. 154 y 155.
11.-En los casos de obligaciones solidarias, la confusión que se
realiza entre uno de los codeudores y el acreedor, no extingue en su
totalidad la obligación, sino sólo en la parte alícuota que corresponda
al acreedor o deudor de que se trata. Como en la solidaridad activa,
es decir, cuando existen diversos acreedores que puedan exigir la tota-
lidad de la deuda a un solo deudor, las relaciones jurídicas internas
entre los primeros implican una división por partes alícuotas del crédito,
para definir los derechos de cada acreedor, es evidente que si la confu-
sión se opera entre un acreedor y el deudor, subsistirá la relación jurí-
dica, excepto en la parte cuya confusión se ha realizado.
El mismo razonamiento debe aplicarse en los casos de solidaridad
pasiva, es decir, cuando varios deudores responden totalmente de la
prestación en favor de un acreedor, ya que las relaciones jurídicas in-
ternas de los distintos deudores para definir su responsabilidad, supo-
nen la división de la deuda en partes alícuotas o proporcionales. Dice
al efecto el artículo 2207: "La confusión que se verifica en la persona
del acreedor o deudor solidario, sólo produce sus efectos en la parte
proporcional de su crédito o deuda".
Ruggiero, ob. cit., v. II, págs. 241 y 242.
CAPITULO V
REMISIÓN
CAPITULO VI
DELEGACIÓN
CAPITULO I
CAPITULO 11
(ONDICIONES Y TÉRMINOS
Los artículos 1945, 1947, 1950, 1951 y 1952 regulan algunos efec-
tos relativos al segundo momento que estamos estudiando, es decir, una
vez que se cumple la condición.
30.-C11ando existe la certeza de que ya la condición no podrá c11m-
plirse.--Si es suspensiva, la obligación no llegó a nacer; se declara que
definitivamente el vínculo obligatorio no tuvo vida jurídica. Si es reso-
lutoria, cuando existe certeza de que no podrá cumplirse, se transforma
la obligación condicional en pura y simple, de tal manera que ya los
efectos realizados quedan definitivamente consumados, y para lo futuro
la obligación seguirá surtiendo sus consecuencias como si fuera pura y
simple, puesto que la condición que pudo haberla extinguido, no tendrá
verificativo.
CAPITULO 111
CAPITULO IV
ÜllLIGACIONES INDIVISIBLES
tado 9ue intituló Extricatio labyrinthi dividui et individui ... " (Planiol,
ob. cit., pág. 246). En el Código Civil vigente, según hemos visto, se
ha simplificado la materia, para evitar ese laberinto y la serie de pro-
blemas complicados 9ue se presentan a propósito de las obligaciones
indivisibles.
Para Planiol, sólo hay una especie de indivisibilidad, tal como lo
acepta Dumoulin: "Contra communem et adhuc us9ue omnium sen-
tentiam ... individuitas stricte una est". La razón conforme a Dumoulin
consiste en 9ue la indivisibilidad deriva de la imposibilidad en el deu-
dor de ejecutar parcialmente la prestación. De lo contrario la obligación
sería divisible. Por consiguiente, sólo hay una especie, y ésta la impone
la naturaleza misma de la prestación ante la imposibilidad de la eje-
cución parcial.
Combinando Planiol las ideas de Doumolin con las de Akiat, con-
sidera 9ue la indivisibilidad deriva tanto de la naturaleza del objeto,
como de la intención de las partes y distingue la indivisibilidad real
o natural por una parte, y por otra la indivisibilidad convencional.
CAPITULO V
pág. 439).
Es aplicable a nuestro derecho el comentario 9ue hace Planiol res-
pecto al problema de los riesgos en las obligaciones alternativas, pues
efectivamente también en nuestro Código Civil vigente los artículos
1966 y 1977, reglamentan las distintas cuestiones 9ue pueden presen-
tarse para el caso de pérdida de una de las dos cosas o de ambas, tanto
en la hipótesis del caso fortuito, como de culpa del acreedor o del deu-
dor. En esta materia estimamos 9ue nuestro legislador ha tratado con
mayor detalle 9ue el Código francés los distintos casos 9ue pueden
presentarse y a 9tie alude Planiol.
Podemos comprender esas distintas reglas en los siguientes prin-
cipios fundamentales:
a).--Cuando las dos cosas·objcto de una obligación alternativa se
pierden por caso fortuito, el deudor 9ueda libre de la obligación. (Art.
1968).
b) .-Si una de las cosas se pierde por caso fortuito y la otra por
culpa del deudor, éste debe pagar el precio de la última 9ue se perdió.
(Art. 1967).
c).-Si una cosa se pierde sin culpa del deudor, el acreedor está
obligado a recibir la 9ue haya 9uedado. (Art. 1970).
d).-.. Si ambas cosas se perdieren por culpa del deudor, podrá el
acreedor exigir el valor de cual9uiera de ellas, con los daños y perjui-
cios, o la rescisión del contrato ... (Art. 1971).
e) .-Cuando las cosas se perdieren sin culpa del deudor, estando
hecha la elección, la pérdida será por cuenta del acreedor; si la elección
no se hubiere hecho, 9uedará el contrato sin efecto. ( Art. 1972).
f) .-Cuando se pierdan las cosas por culpa del acreedor siendo
de éste la elección, 9uedad a su arbitrio devolver el precio 9ue 9uiera
respecto a alguna de ellas; si la elección corresponde al deudor, éste
designará la cosa cuyo precio debe pagar. (Arts. 1975 y 1976).
En los casos en 9ue la obligación alternativa recaiga sobre una
cosa o un hecho, y el obligado se rehusare a cumplir entregando la co-
sa o ejecutando el hecho, si la elección es del acreedor, éste podrá exi-
gir cualesquiera de esas prestaciones; pero si dicha elección corresponde
al deudor, éste cumple entregando la cosa. Cuando la cosa se pierda
por culpa del deudor, correspondiendo la elección al acreedor, éste po-
drá exigir su precio, la ejecución del hecho o la rescisión del contrato;
pero si la pérdida ocurre sin cu! pa del deudor, el acreedor estará obli-
gado a recibir la prestación del hecho. Lo mismo se observará cuando
,1
PRIMERA PARTE
CAPITULO 1 ✓
lA Oblig;1ción . 3-19
CAPITULO 11 /
CAP!TULO IV ✓
Clasificación de las Fuentes de Ja1 Obligaáones . 45-49
COMPENDIO DE DERECHO CIVIL
SEGUNDA PARTE
TITULO
CAPITULO I
CAPITULO JI
CAPITULO IV
CAPITULO
CAPITULO VJ
CAPITULO Vil
TITULO 11
CAPITULO I
CAPITULO II
CAPITULO 111
TITULO I
CAPITULO 1X
Lo.r Problemas que Plantea la Declaración Unilate,·al Je Vo/1111tttd como
Fuente de ObligacioneJ . 198-208
CAPITULO 11 ✓
C.A P I T U L O l 11
TITULO 11
CAPITULO 1
CAPITULO JI
•
TEORIA GENERAL DE LAS OBUGAQONES 539
TITULO 111
CAPITULO!
CAPITULO 11
CAPITULO 111
CAPITULO IV
CAPITULO V
CAPITULO VI
TERCERA PARTE
TITULO I
CAPITULO 1
CAPITULO JI
TITULO 11
CAPITULO 1
CAPITULO IJ
CAPITULO 111
TITULO 111
CAPITULO l
CAPITULO JI
CAPITULO III
CAPITULO IV
CUARTA PARTE
TRASMISION DE LAS OBLIGACIONES
CAPITULO I
CAPITULO JI
CAPITULO 111
S11brogaci6n . 479-485
QUINTA PARTE
CAPITULO 1
No11a,ión 487-492
CAPITULO 1I
CAPITULO 111
Compensación 495-502
CAPITULO 1V
Conf111i6n 502-505
CAPITULO V
R,mi1i6n 505-506
TE0RIA GENERAL DE LAS 0BLIGAO0NES 543
CAPITULO VI
D,l,gdeió11 • 507-508
SEXTA PARTE
CAPITULO
CAPITULO 11
CAPITULO 111
CAPITULO IV
CAPITULO V
IMPRESORES ALDINA, S. A.
Obrero Mundial, 201 - 03100 México, D. F.
lSBN 970-07- 1444-6
9 89700 714448