Conceptos Clave Verdugo
Conceptos Clave Verdugo
Conceptos Clave Verdugo
DOI: http://dx.doi.org/10.14201/scero20184913552
Abstract: The study focuses on the analysis of the central concepts that are influ-
encing changes and transformations in the role of professionals and in the work done
1. Introducción
E
l campo de la discapacidad intelectual y de las discapacidades del desarrollo
estrechamente relacionadas ha evolucionado en España muy significativamen-
te, desde mediados de los años noventa. Los cambios habidos en la concepción
de discapacidad intelectual han ejercido una influencia progresiva de gran calado en
las prácticas de los profesionales y de las organizaciones, cuestionando los procedi-
mientos e inercias que eran habituales.
La evolución y la profundización de los cambios de paradigma propuestos en la con-
cepción de discapacidad han implicado centrarse en la persona y su entorno, en la mo-
dificación de variables ambientales, frente a la consideración reduccionista de pensar ex-
clusivamente en los “defectos” o problemas de la persona y de ahí derivar lo que hay que
hacer por ella. La mejora del funcionamiento de la persona y su calidad de vida por medio
de los apoyos se ha convertido en el enfoque principal de profesionales y organizaciones.
En los momentos actuales el proceso de transformación del sistema de provisión
de apoyos en las organizaciones está muy presente y aceptado ampliamente, pero no
de manera tan generalizada ni materializado como nos gustaría, aunque cuenta con un
buen número de iniciativas que responden fielmente a las concepciones actuales. Esto
nos permite ir aprendiendo, entre todos los profesionales y entre todas las organiza-
ciones para seguir avanzando con firmeza y decisión hacia una sociedad más inclusiva
que permita ejercer los derechos de las personas con discapacidad de manera similar
a cualquier otro ciudadano.
A pesar de lo dicho, hay que apreciar que todavía estamos en una fase de ilusión y
cambios iniciales, contando con algunas consolidaciones de esos cambios muy rele-
vantes, pero con cierta lentitud en muchos casos. Los procesos de transformación han
sido emprendidos por las organizaciones más comprometidas, mientras que otras es-
peran y siguen centradas en modelos anticuados, muchas veces conformistas respecto
a los derechos de las personas, y muy centradas y complacidas únicamente con una
situación económica más o menos estable. Es el momento en el que hemos de pasar
del abuso del simple uso de la palabra “personas”, tanto en las organizaciones como
en la administración, para convertir a las personas con discapacidad y sus familiares en
el eje central de las actividades. En la medida en que la incentivación a los proyectos e
iniciativas vaya paralela, como debe, a los valores promovidos por la Convención de
la ONU, habremos dado un gran salto adelante.
3. El valor de la evidencia
uso del té verde para mejorar el funcionamiento cognitivo de las personas con síndro-
me de Down. Tras cierta confusión algo generalizada para algunos profesionales y
organizaciones, un artículo de reciente publicación (Stagni et al., 2017), que en España
ha sido difundido por la Fundación Iberoamericana Down21 con comentarios muy
oportunos, aclara la falta de evidencia del producto para la mejora del funcionamiento
cognitivo. Pero hay muchos más ejemplos de procedimientos sin fundamento cien-
tífico en el ámbito de la discapacidad que se trasmiten o “venden” como mágicos,
sobre todo en el mundo del autismo, los trastornos generalizados del desarrollo y
otras discapacidades muy significativas (p. e., magnetoterapia, homeopatía, método
Padovan, método Foltra, Doman-Delacato, equinoterapia, hidroterapia, etc.). Esos
procedimientos, generalmente, no son dañinos para la persona, pero suelen prometer
algo parecido a la imposible curación, y sí que confunden y perjudican las expectati-
vas de los familiares, orientando hacia prácticas injustificadas que son muchas veces
económicamente gravosas y, además, adolecen de falta de fundamento científico. Eso
sí, para curarse en salud, suelen recomendar simultáneamente la aplicación masiva o
intensiva de tratamientos convencionales (fisioterapia, estimulación verbal, etc.) para
garantizar el éxito, de tal manera que no se puede discriminar bien si la causa de éxito
es el método “vendido” o el tratamiento tradicional intensivo.
Los profesionales de las comunidades médicas, educativas y del ámbito del apo-
yo y rehabilitación comienzan, afortunadamente, a tener presión para justificar la
evidencia científica de los tratamientos que ponen en marcha y la obtención de resul-
tados personales relevantes. El peligro está en falsear como conocimiento científico
(pseudociencia) el desarrollo de prácticas, afirmaciones o creencias que no tienen re-
sultados demostrables. Esto suele ir aparejado con una falta de teoría seria que lo sus-
tente y con la falta de evaluaciones externas. No cabe duda de que un enfoque integral
de la persona desde las cuatro perspectivas comentadas anteriormente (biomédica,
psicoeducativa, sociocultural y de la justicia) es necesario, pero conviene como norma
ser escéptico frente a los procedimientos “milagrosos” o “mágicos” desde cualquier
enfoque. Las decisiones a tomar deben estar basadas en evidencias.
Los posicionamientos de algunas de las principales organizaciones proveedoras de
apoyos y servicios en España (Plena Inclusión, Confederación Autismo) o asociacio-
nes de profesionales representativas (AETAPI) han sido contundentes en la defensa
de un enfoque científico para desenmascarar prácticas inapropiadas que en ocasiones
encuentran audiencia en los medios de comunicación y revistas de divulgación profe-
sional y confunden a las familias y los profesionales.
En la actualidad, uno de los signos del consenso positivo existente en las organiza-
ciones españolas, sobre principios y metas, es la inclusión explícita en muchas de ellas,
como misión, el centrarse en la mejora de la calidad de vida de las personas y de sus
familiares. Veamos algunos ejemplos:
— Plena Inclusión: La Misión de Plena inclusión es contribuir, desde su compro-
miso ético, con apoyos y oportunidades, a que cada persona con discapacidad
intelectual o del desarrollo y su familia puedan desarrollar su proyecto de cali-
dad de vida, así como a promover su inclusión como ciudadana de pleno dere-
cho en una sociedad justa y solidaria.
— ASPACE Parálisis Cerebral: Mejorar la calidad de vida de las personas con pa-
rálisis cerebral mediante la defensa de sus derechos, los servicios a las entidades
asociadas y la cooperación institucional.
— Salud Mental España: Nuestra misión es mejorar la calidad de vida de las per-
sonas con problemas de salud mental y sus familias, defender sus derechos y
representar al movimiento asociativo.
— Confederación Autismo España: Su misión es apoyar a las personas con TEA y
sus familias promoviendo la reivindicación y el ejercicio efectivo de sus dere-
chos, con el propósito de favorecer su calidad de vida y conseguir la igualdad de
oportunidades.
Verdugo y Gómez, 2011; Schalock, Gómez, Verdugo y Claes, 2017; van Loon, Bon-
ham, Peterson, Schalock, Claes y Decramer, 2013). Las primeras se han de basar tanto
en el conocimiento científico, como en los valores y estándares profesionales, y en el
juicio clínico. Y las prácticas basadas en la evidencia se diferencian de ellas porque se
comprometen con un nivel más alto de demostración, pues se basan en indicadores de
resultados y la evaluación basada en la evidencia. Su principal utilidad es la de propor-
cionar la mejor evidencia disponible para tomar decisiones clínicas y organizacionales.
El conocimiento científico avanza lentamente, pero tiene la ventaja de ser acumu-
lativo, con lo cual las certezas que aporta son progresivamente mayores. En el campo
de la discapacidad, el conocimiento científico se ve “auditado” por sus implicaciones
prácticas, y su valor se examina en la medida que se obtienen resultados positivos en
las personas. Afortunadamente, los enfoques predominantes han cambiado sustan-
cialmente en los últimos años, descartando rutinas y planteamientos sin una teoría y
principios de base, y cuestionando las metas perseguidas. No obstante, sigue siendo
necesario reclamar el desarrollo de una cultura que utilice los datos y las evidencias
como un elemento esencial para tomar decisiones, ya sea en el ámbito clínico, orga-
nizacional o de las políticas sociales. Y esto es una tarea básica en los programas de
formación de los profesionales.
Las prácticas basadas en la evidencia, desde un enfoque de calidad de vida, son
aquellas que vienen avaladas por estudios de calidad que utilizan diseños rigurosos
que permiten inferir y demostrar efectos significativos en resultados personales. Un
resumen de un enfoque de medida de las prácticas profesionales basadas en la eviden-
cia es el presentado en la Tabla 2. En el enfoque sistémico propuesto por Schalock et
al. (2011) se exponen los diferentes tipos de prácticas (individuales, organizacionales
o sociales), con los indicadores más relevantes de ellas y con las estrategias de recogida
de evidencia más recomendables. La interpretación de los resultados de las prácticas
se establece en base al uso de tres directrices clave: calidad, robustez y relevancia de
la evidencia.
Una vez que se comparte el concepto, modelo o teoría de calidad de vida indivi-
dual (Schalock y Verdugo, 2002, 2012; Schalock, Verdugo, Gómez y Reinders, 2016;
Van Hecke et al., 2017), sumado a la asunción de un enfoque inclusivo mediante un
paradigma de apoyos, las organizaciones y sus profesionales generan importantes es-
trategias de cambio e innovación con la importante característica inicial común de
evaluar la calidad de vida individual y la necesidad de apoyos de los usuarios. Al me-
nos, esta es la experiencia española, se comienza evaluando y posteriormente se inicia
un proceso lento de transformación de las prácticas.
La utilización de puntuaciones de calidad de vida obtenidas en evaluaciones in-
dividuales tiene como finalidad monitorizar e informar; implementar estrategias de
mejora de la calidad, y establecer prácticas basadas en la evidencia para mejorar el
bienestar personal (Schalock, Baker et al., en prensa).
Las puntuaciones de calidad de vida deben basarse en la aplicación de escalas de
evaluación con propiedades psicométricas adecuadas (p. e., San Martín, Inico-Feaps,
Gencat, Cavidace, Kidslife, Arc-Inico, etc.) y que responden a un modelo conceptual
validado. Lo que se entiende por una vida de calidad es el resultado global de medir,
a través de indicadores específicos en cada dominio, las ocho dimensiones del modelo
de calidad de vida (Schalock y Verdugo, 2002, 2012; Schalock, Luckasson et al., en
prensa): bienestar emocional, bienestar físico, bienestar material, relaciones interper-
sonales, inclusión social, autodeterminación, derechos y desarrollo personal.
Los indicadores específicos de calidad de vida referidos a cada dimensión o área
vital son percepciones, comportamientos y condiciones que dan una indicación del
bienestar de la persona. Estos indicadores están representados en los ítems de los ins-
trumentos de evaluación de calidad de vida, y se miden habitualmente por medio de
una escala de calificación tipo Likert. El proceso de construcción de una escala es el
que acredita la credibilidad y aceptación de los indicadores, así como de las puntua-
ciones obtenidas en las subescalas y en la totalidad de las pruebas.
Que la calidad de la atención y sus resultados sobre la persona dependen de las ta-
reas realizadas en diferentes planos del sistema es algo que ha ido adquiriendo mayor
importancia en los últimos años. La responsabilidad no es solamente del profesional,
la familia y las organizaciones de apoyo, y el fundamento de lo que se debe realizar
ahora está claro que es un derecho y no a causa de la beneficencia, caridad o bondad
de las personas.
Los avances de las últimas décadas han sido muy positivos en España en distintos
escenarios y niveles del sistema, pero existen todavía aspectos no resueltos o que ne-
cesitan abordarse con valentía.
cuando cambia la filosofía del hombre (su naturaleza, sus objetivos, sus potencialidades,
su realización), entonces todo cambia. No solo cambia su filosofía política, económica,
Lo dicho hace cincuenta años por Maslow se puede trasladar con facilidad a la
visión positiva actual que tenemos de las personas con discapacidad, particularmente
de aquellas con discapacidades intelectuales y del desarrollo más significativas. Los
derechos humanos son los mismos para todos, y el ejercicio de los mismos es una
responsabilidad de toda la sociedad. Lo que propone la convención de la ONU es
un mapa de ruta obligatorio no solo para cambiar normas y regulaciones, sino para
transformar la sociedad. Y para transformar la sociedad hemos de comenzar por trans-
formar las organizaciones de apoyo, empoderar más a las personas y sus familiares,
mejorar nuestras prácticas profesionales y organizacionales, y dar un salto cualitativo
en la planificación estratégica de la política pública.
¿Por dónde hemos de comenzar?
Lo primero es saber dónde estamos en una perspectiva evolutiva histórica de los
paradigmas que han inspirado el buen hacer. Y es que hemos evolucionado primero
desde las prácticas institucionales hacia los servicios en la comunidad hacia finales del
siglo pasado, y ahora estamos caminando desde los servicios hacia los apoyos indivi-
duales en el entorno natural de cada persona.
Hay que actuar en los tres niveles descritos del sistema, y avanzar en todos ellos,
persiguiendo la alineación de los esfuerzos realizados. Y lo primero es cambiar los
modelos mentales del personal de atención directa, de los directivos de las organi-
zaciones y de los responsables de la política pública. Además, hay que incentivar
constantemente la innovación y el cambio para mejorar. La responsabilidad de las
administraciones en este caso es de máxima relevancia.
Hay que hacer las transformaciones requeridas con prudencia y seguridad, pero
sin descanso. Para ello, se necesitan organizaciones y profesionales con valentía para
modificar las rutinas e inercias que puedan existir en la actividad cotidiana. Y necesita-
mos políticos comprometidos y también valientes para mirar directamente a los pro-
blemas y dificultades y no delegar en otros la solución. Y, finalmente, no olvidemos
la necesidad de incrementar la investigación aplicada comprometida con los procesos
de cambio y mejora. Esa investigación es la que, colaborando con organizaciones y
administraciones, puede aportar rigor y calidad, metodología, evaluación, análisis in-
dependiente, desarrollo de herramientas, y otros aspectos necesarios en los procesos
de mejora y transformación. Sin estrategias específicas de incentivación de la investi-
gación todo queda a la libre voluntad de algunos. Y así nos va.
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