Untitled

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 218

De Saulo a Pablo

Su transformación y la nuestra
Rodrigo Carmona

2016

Cada uno de nosotros tiene un llamado de Dios, y estamos en


un proceso de transformación. La madurez es una enseñanza
de por vida de las lecciones que nos da Dios. La tuya será
única. Conocer las etapas de los procesos que Dios utiliza en
la formación de sus líderes nos ayuda a percibir la continuidad
de Dios obrando en nuestro pasado para formarnos y
llevándonos a adquirir un mayor nivel de anticipación al saber
que Dios nos usará en el futuro.
Dedicatoria
Dedico este libro a mi amada esposa Liliana
y a mis queridísimos hijos Belén, Sol y Matías.

Rodrigo Carmona
Contenido
Prólogo
Bibliografía y reconocimientos
Introducción: Cómo te ayudará este libro
Primera Parte
I) Se levanta el telón
II) Fundamentos soberanos
III) Nuestro tiempo sin Dios
IV) Una experiencia personal con Dios
V) Primeros pasos con Dios
VI) A solas con Dios
Segunda Parte
VII) Visita a Pedro
VIII) Tiempo de espera
IX) Comienza el ministerio
X) El factor Bernabé
XI) Ayuda para Jerusalén
XII) Comienzo del primer viaje misionero
Tercera Parte
XIII) Juan Marcos: Cómo recuperarse de un fracaso
XIV) Pablo establece su primera iglesia
XV) La obra crece, los problemas también
XVI) Pablo levanta líderes
XVII) Conflictos Internos
XVIII) Pablo, el escritor de cartas
XIX) Una paráfrasis de la Carta a los Gálatas
XX) El Concilio de Jerusalén
XXI) Conclusión
Notas
Nota 1: Cronología de la vida de Pablo
Nota 2: ¿Cómo estimamos la fecha de nacimiento de Pablo?
Nota 3: Los emperadores romanos durante la vida de Pablo
Nota 4: Contexto histórico de la vida de Pablo
Nota 5. ¿Cuándo se escribió la Epístola a los Gálatas?
Nota 6: Enfoque metodológico de esta obra
Prólogo
por Jorge Himitian*

Este libro es magnífico. Está muy bien logrado. Tiene un mensaje


profundo, pertinente, ameno, didáctico y espiritual. La narrativa es
excelente; fluye con mucha gracia y sencillez. A la vez, está muy
bien fundamentado bíblica, histórica y teológicamente.
Considero muy importante para todo obrero del Señor estudiar
detenidamente la vida y el ministerio del apóstol Pablo. Pues
además de ser una historia llena de muchas enseñanzas formativas,
Pablo fue uno de los apóstoles que recibió una clara revelación del
misterio de Cristo y de su iglesia, y la documentó en sus epístolas
como parte esencial del fundamento inmutable de la iglesia de todos
los siglos.
El autor de De Saulo a Pablo nos lleva paso a paso, y con un estilo
atrapante, a admirar el modo en que la gracia de Dios alcanza al
principal perseguidor de los primeros cristianos hasta transformarlo
en el principal instrumento para la divulgación del evangelio a las
naciones del imperio que dominaba el mundo de aquél entonces.
Nuestro querido hermano Rodrigo Carmona (a quien conozco desde
su conversión a principios de los años ochenta en Buenos Aires),
como fruto de un excelente trabajo de investigación bíblica, y el aval
de una amplia documentación bibliográfica, nos bendice con este
valioso libro sobre la vida y el ministerio del apóstol a los gentiles.
El libro nos desafía a descubrir en oración las diferentes etapas de
formación de nuestro propio ministerio y del de otros, a fin de
entender el proceso de Dios y saber esperar su tiempo para
alcanzar un servicio más fecundo para su gloria.
Rodrigo Carmona es contador público nacional. Trabajó en cargos
gerenciales en varios bancos internacionales en Argentina, donde
nació, estudió y se graduó. Se convirtió al Señor en una de nuestras
comunidades. Fue discípulo de nuestro querido hermano y pastor
Alfredo Vartabedián. Se desempeñó como responsable de una
comunidad de discípulos que funcionaba en su casa, ministró de la
misión carcelaria en la provincia de Buenos Aires, y fue parte del
equipo pastoral de una de nuestras congregaciones en la ciudad de
Buenos Aires. Desde hace unos diez años, por razones de su
trabajo y profesión, el Señor lo llevó con su hermosa familia a vivir
en la ciudad de Toronto, Canadá. Actualmente se congrega y sirve
en la iglesia de Catch The Fire. A pesar de la distancia, nuestros
lazos de amor, compañerismo y comunión con Rodrigo siguen
inalterables.
Con mucha gracia y luz del Señor, Rodrigo ha logrado entretejer en
este libro tres cosas muy preciosas: (1) La historia fascinante de
cómo Saulo de Tarso llegó a ser apóstol del Señor a las naciones.
(2) Las verdades fundamentales que el Señor nos reveló cuando
nos visitó con su Espíritu Santo en la década de los sesenta y
setenta. (3) Las lecciones personales que Rodrigo ha aprendido en
estos años de su andar con Dios.
Celebro de corazón la publicación de este libro, y recomiendo su
lectura y estudio a todos mis amados hermanos en Cristo. Lo
considero muy útil para la formación de los discípulos en sus
diferentes etapas de crecimiento como obreros del Señor.

Jorge Himitian*, pastor de la Comunidad Cristiana de Buenos


Aires, es uno de los líderes que Dios ha usado en la renovación que
se inició en los años 60. Su fecundo ministerio está impartiendo a la
iglesia de muchos países de América Latina y Europa una nueva
visión sobre el Reino de Dios y la Unidad de la Iglesia. Es un
reconocido autor y sus libros han tenido muy amplia difusión.
Bibliografía y reconocimientos
Las principales fuentes bibliográficas de este libro son:
Saint Paul, the traveler and the roman citizen, por el Dr. William M.
Ramsay, Grand Rapids
The Apostle, A life of Paul, por John Pollock, Victor Books
Paul, His Story, por Jerome Murphy-O’Connor’s, Oxford University
Press, Oxford
Vida de San Pablo, por James Stalker, Editorial Caribe
Pablo, Siervo de Jesucristo, por F.B. Meyer, Casa Bautista de
Publicaciones
La Vida de Pablo y sus Cartas, Vol. I, II y III, Editados por FADEAC,
manuales de materias de las carreras del Instituto Teológico FIET.
En los pasos del Apóstol Pablo, por F. F. Bruce, Editorial Portavoz
Un puñado de audaces, por William L. Colosenseseman, Editorial
Vida
Pablo, Un hombre de gracia y firmeza, por Charles R. Swindoll,
Casa Bautista de Publicaciones
The Making of a Leader, por el Dr. J. Robert Clinton, NavPress
In the Meantime: The Practice of Proactive Waiting, por Rob Brendle
The Leadership Dynamic, por Harry L. Reeder III, Crossway Books
4 Keys to Hearing God's Voice, por Mark Virkler
Comentario Bíblico Moody, por Everett F. Harrison, Editorial
Portavoz
The Message, por Eugene Peterson, NavPress
Sin embargo este reconocimiento sólo cubre la mitad de mi deuda
con previos autores y maestros. Todo lo que conozco, y hasta mis
ideas, tienen base en todo lo que he aprendido y escuchado en mi
vida. Y uno no siempre es consciente de dónde ha aprendido cada
cosa, o de dónde surge la mayoría de sus ideas. Todas las
enseñanzas escuchadas y los diálogos compartidos, han sido fuente
de esta obra. Incluyo aquí a mi esposa Liliana , y a mis pastores y
amigos Alfredo Vartabedián y Jorge Himitian de Argentina, y Faustin
Fernando, Steve Long y John Arnott de Canadá. También el trabajo
conjunto realizado con mis compañeros de obra. Debo mencionar
además lo aprendido en Instituto Teológico FIET, donde gané muy
queridos amigos tales como Norberto y Analía Saracco , Alberto y
David Roldán, David Dutra y tantos otros. Agradezco al Dr. Samuel
Pagán y a mi amigo Juan Carlos Belgrano por su apoyo en esta
obra.
He recibido mucho de ministerios que me han impactado, tales
como el de Carlos Anacondia y Claudio Freidzon (Argentina), Abe
Huber (Brasil), Duncan Smith (Canadá, USA), Reinhard Bonnke
(África), Rick Warren (USA), Charles Swindoll (USA) y su hermano
Orville (Argentina y USA) y muchos otros.
También debo citar algunas materias de seminarios teológicos que
he “presenciado” por Internet:
Dr. Hans Bayer: Life and Letters of Paul, Covenant Theological
Seminary
Dr. Knox Chamblin: Pauline Epistles, Reformed Theological Seminar
Dr. Chris Davis: Jesus and the Kingdom of God, Hope International
University
Dr. Sahye J.D. Cohen: The Hebrew Scriptures in Judaism and
Christianity, Harvard University
Introducción: Cómo te ayudará este libro
Dios tiene un propósito para tu vida

Gran verdad.
Sin embargo, dos errores pueden surgir de esa afirmación. Uno
sería suponer que ya somos todo lo que necesitamos ser para que
Dios pueda usarnos como él quiere. El otro, suponer que con sólo
cursar algunos estudios o participar de conferencias podemos
convertirnos en lo que necesitamos ser para poder cumplir el
propósito de Dios para nuestra vida.
Dios quiere usarnos. No necesitamos orar para convencerlo. Él no
está limitado por nuestra falta de talentos o recursos financieros.
Dios puede multiplicar nuestros dones y proveer fácilmente los
recursos financieros que se requieran. Dios nos ha dado la
capacidad de decidir. Podemos usar nuestra voluntad para
acercarnos a Dios, o para alejarnos de El. Es por ello que la
formación de nuestra persona, nuestro carácter, obediencia y
madurez tanto personal como en la fe, son los factores que limitan
nuestro potencial para ser usados por Dios.
Caminar con Dios es un aprendizaje hacia la madurez. No se trata
de un conjunto de cursos del tipo ‘hágalo usted mismo’, que se
puedan completar en unos pocos meses.
Hay procesos que Dios utiliza para formar a sus líderes. Estudiar las
Escrituras muestra las etapas de desarrollo en un Moisés, un José,
un David o… un Pablo.
Conocer las etapas de los procesos que Dios utiliza en la formación
de sus líderes nos ayuda a percibir la continuidad de Dios obrando
en nuestro pasado para formarnos hasta llegar a adquirir un mayor
nivel de anticipación al saber que Dios nos usará en el futuro.
También nos puede ayudar a mejorar la imagen que tenemos de
nosotros mismos y de los demás.
No todos tenemos un llamado a ser apóstoles, pero sí cada uno de
nosotros tiene un llamado de Dios. El propósito de este libro es usar
el ejemplo de la vida de Pablo para entender los procesos que utiliza
Dios en nuestra formación para que seamos transformados en las
personas que estamos destinados a ser y podamos cumplir el
propósito de Dios para nuestra vida.
Todos los que estamos en el proceso de transformación
necesitamos un mapa de ruta para poder identificar a dónde nos
está llevando Dios a medida que él desarrolla sus dones en
nosotros. Cada viaje es único. Pero un mapa ayuda a la persona a
organizar lo que sucede a medida que Dios obra, anticipando el
futuro, entendiendo el pasado y respondiendo ala guía de Dios.
Dios nos forma durante toda nuestra vida. Esa formación es
resultado de eventos y personas que imprimen lecciones en el
tiempo. Y de nuestra respuesta a ellos. Todos podemos identificar
incidentes críticos en nuestras vidas en los que Dios nos enseñó
algo muy importante.
La madurez es una enseñanza de por vida de las lecciones de Dios.
La tuya será única. Dios te llevará a través de varias etapas durante
toda tu vida de caminar con él.
Hoy más que nunca, la obra de Dios requiere de obreros
capacitados y maduros. La iglesia necesita de líderes como los del
pasado que puedan mostrar el camino, transmitiendo mediante sus
vidas una fe digna de ser imitada. Para poder imitar la fe de los
líderes del pasado es que estudiamos sus vidas. A medida que lo
hacemos, nos beneficiamos tanto de la manera en que Dios los
formó como de las enseñanzas que el Señor les dio. Si aplicamos
ambas cosas a nuestra vida, podremos ser imitadores de su fe.
Cómo leer este libro
En esta obra he tratado de presentar a Pablo y sus compañeros de
aventuras como hombres en medio de hombres. Mi intención es
mostrar los hechos de la vida de Pablo en la forma más simple
posible, evitando entrar en argumentaciones y controversias,
siempre que sea posible, en un tema en el que en cada punto
existen controversias.
Al escribir este libro, me he fijado como objetivo que resulte
accesible para el lector no habituado a estudios formales, pero sin
perder profundidad en la presentación de los temas. He procurado
utilizar un lenguaje directo y no asumir un conocimiento previo del
tema.
La mayor parte de lo escrito en este libro podría ser respaldado por
alguna cita. Sin embargo, esta obra no busca ser una historia de las
opiniones sobre la vida de Pablo. Me he limitado a citar en la
bibliografía las principales fuentes de esta obra y de los ministerios
que han ejercido influencia sobre ella.
Al final del libro incluyo un breve apéndice con algunas ayudas. La
primera en forma de síntesis de una página, de la cronología de la
vida de Pablo (Nota 1) que es muy útil tener a mano como
referencia a medida que se lee el libro. En la Nota 2 brindamos con
más detalle un análisis de la fecha de nacimiento de Pablo. En las
Nota 3 y Nota 4 el lector encontrará una descripción del contexto
histórico de la vida de Pablo. En la Nota 5 se discute lo que es
probablemente la principal discusión académica con respecto a la
cronología y en la Nota 6 detallamos los principales supuestos
metodológicos utilizados.
Al final de cada capítulo el lector encontrará una breve reflexión
desafiándolo a analizar la forma en que cada etapa del proceso de
transformación y maduración de Pablo puede aplicarse a nuestra
propia vida. Materiales adicionales (mapas, información relevante,
bibliografía, etc.) y mis blogs se encuentran disponibles en:
desauloapablo.com

La Biblia
La Biblia no es un tratado de teología sino una carta de amor. La
teología cristiana sólo puede basarse en la Biblia, pero la Biblia es
mucho más que una serie de conceptos teológicos. Es la historia de
la relación entre Dios y la humanidad, de su obstinado amor
persiguiendo a sus hijos.
La mayor parte de la Biblia consiste en historias de hombres y
mujeres que buscaron a Dios y, principalmente, que fueron
buscados por Dios. El resto de la Biblia tiene que ver con palabras
de Dios dirigidas a su pueblo (sea en forma de libros proféticos o de
cartas inspiradas por Dios y escritas por personas escogidas por él)
a las iglesias o a los discípulos, para formarlos. En contra de la
mentalidad occidental, tan afecta a los compartimientos estancos,
estos dos focos se mezclan permanentemente como en la vida
misma. Es difícil estudiar a fondo la vida de un personaje de la Biblia
sin comprender cómo veía y entendía a Dios y la revelación de él
recibida, o sea lo que llamamos su teología. Es una gran ayuda
conocer al autor, su historia y circunstancias para entender mejor
sus escritos. La vida de Pablo es un claro ejemplo de eso.
Este libro se enfoca solo en una parte de la vida de Pablo, con un
claro objetivo de entender el proceso de Dios que transformó la vida
de un Saulo, perseguidor de la iglesia, en el apóstol Pablo,
destinado a tener un impacto eterno en la extensión del reino de
Dios.
El libro de los Hechos de los Apóstoles y su autor
Además de sus propios escritos y de las referencias históricas, una
de nuestras principales fuentes de información sobre la vida de
Pablo es un libro de la Biblia conocido como Hechos de los
Apóstoles, o simplemente Hechos. Este título no le fue dado por su
autor sino que le fue otorgado posteriormente. A fin de entender un
poco mejor su contexto, conozcamos algo más sobre el libro y sobre
su autor, Lucas.
Lucas era un médico gentil (quiere decir no judío) convertido al
cristianismo. Tal vez de la iglesia de Antioquia donde Pablo ministró
con Bernabé al comienzo de su ministerio apostólico (Hechos11:25-
26). Pablo lo menciona tres veces en sus cartas (por ejemplo
Filemón 1:24), llamándole a veces “el médico amado” (Colosenses
4:14). Fue el último amigo que hubo de acompañarlo en su segunda
prisión (2 Timoteo 4:11).Su profesión de médico debe haber sido de
gran utilidad en una época en que la predicación del evangelio era
recibida a menudo con azotes y pedradas.
De los cuatro evangelios que se encuentran en el Nuevo
Testamento, el de Lucas es el relato más completo de la vida de
Jesús y el que presenta el mejor orden cronológico. Fue escrito para
presentar un curso completo sobre la vida del Salvador. Desde su
nacimiento hasta su ascensión. El evangelio de Lucas es la primera
parte de una obra que se completa con Hechos, que abarca la
actividad misionera de la iglesia hasta el establecimiento de la
comunidad cristiana en Roma.
Ambos libros están dirigidos al mismo hombre, Teófilo (Lucas 1:3,
Hechos1:1). El contenido del Evangelio según Lucas concuerda
perfectamente con la denominación de “el primer tratado” que
menciona la introducción de Hechos.
El contenido de este evangelio muestra en general una gran
semejanza con el de Mateo y Marcos, y es posible que Lucas los
haya empleado como fuente, ya que según su propio testimonio
(Lucas 1:1) conocía otros relatos. Sin embargo gran parte del
material de Lucas (Lucas 9:51-18:35) no tiene paralelo en los otros
evangelios. Su crónica de los acontecimientos relativos al
nacimiento de Cristo difiere de la de Mateo en cuanto al punto de
vista y algunos detalles. Al tratar la resurrección, introduce la
jornada a Emaús que ninguno de los otros evangelios contiene
completa.
Testigos oculares han de haberle transmitido estos detalles, ya que
él no presenció los acontecimientos que describe (Lucas 1:2). En su
evangelio menciona personas de quienes puede haber obtenido su
información. El contenido de su relato nos hace pensar que María, la
madre de Jesús, pudo haberle suministrado el contenido de los
primeros dos capítulos y que María Magdalena y otras mujeres
pueden haberle contado muchas reminiscencias personales. Es muy
posible que Lucas haya viajado por Palestina durante el
encarcelamiento de Pablo en Cesárea (Hechos21:18, 27:1),
entrevistando a numerosas personas que pudieron haber sido
testigos presenciales. De la predicación de Pablo y otros apóstoles,
a los que seguramente había escuchado, derivó muchas de las
aplicaciones doctrinales que aparecen tanto en su evangelio como
en Hechos.
Debido a los numerosos temas que el libro de Hechos deja sin
respuesta, algunos observan que Lucas no buscó escribir una
historia completa de la iglesia primitiva. Más que tratar los hechos
de los doce apóstoles, Lucas se enfocó sólo en tres de ellos: Pedro,
Jacobo (o Santiago) y Juan, y de estos dos últimos sólo hizo breves
menciones. El libro de los Hechos trata fundamentalmente de los
hechos de Pedro y Pablo. A Pedro prácticamente lo descartó luego
de la conversión de Cornelio, para enfocarse más en el ministerio de
Pablo.
En Hechos, Lucas se propuso relatar los hechos tal y como
sucedieron. Existe una fuerte complementariedad entre Hechos y
las epístolas. Resulta difícil imaginar que las cartas de Pablo le
fueran desconocidas a Lucas, ya que permaneció en compañía de
Pablo mientras escribía muchas de ellas.
El estilo de redacción de Lucas era muy comprimido, y como autor
esperaba mucha atención por parte de los lectores. Generalmente
no explicaba las relaciones causa efecto ni el contexto, sino sólo los
hechos. Le dejó al lector la tarea de entender las relaciones e
implicancias de lo sucedido. Utilizó pocas palabras para describir las
situaciones y sólo podemos entenderlas cuando hacemos uso de
nuestra imaginación para posicionarnos en la escena, sin lo cual
perdemos su significado. Debido a eso, pese a que su estilo es
simple y claro, puede resultar difícil de entender por lo breve de sus
descripciones.
Hechos es un relato sencillo y no forzado de los hechos más
relevantes, descriptos con la menor cantidad posible de palabras.
Sólo busca describir los hechos tal y cómo sucedieron, sin
interpretaciones ni lecciones morales. El autor estaba seguro de que
la sola descripción de los hechos le permitiría al lector sacar sus
propias conclusiones, y que casi sería una impertinencia pretender
introducir sus puntos de vista personales en la narrativa.
Sin embargo, le resulta imposible a un autor esconderse de forma
completa, lo que emerge aún en la selección de los detalles. Por
ejemplo, Lucas, por ser griego tenía un sentimiento muy especial
por el mar, y rara vez dejó de mencionar los puertos de los que
Pablo partía o aquellos a los que arribaba. Sin embargo, a las
ciudades solo las mencionó cuándo quería indicar un campo
misionero u otro aspecto en particular.
Como Lucas era un hombre muy humilde, nunca hacía referencia
directa a sí mismo en sus libros. Nos dejó, sin embargo, una
pequeña pista para asegurar que su relato era preciso. Sabemos
que se unió al equipo de Pablo durante el segundo viaje misionero,
en la ciudad de Troas, porque hasta ese momento describía al
equipo misionero en tercera persona plural ‘ellos’ (Hechos16:8:…
cuando llegaron a Misia…), pero a partir de :11 comenzó a utilizar la
primera persona plural, el ‘nosotros’ (Hechos 16:11 …zarpamos de
Troas…).
De esta manera sabemos que más adelante se quedó en Filipo
(Hechos16:40) cuidando durante unos seis años de la iglesia
fundada por Pablo, hasta que Pablo volvió a pasar por allí (Hechos
29:6), momento en el que volvió a viajar con el equipo evangelístico
de Pablo, y siguió fiel a su lado (2 Timoteo 4:11… solo Lucas está
conmigo…) probablemente hasta que fue ejecutado.
Los estudiosos consideran que Hechos no es una obra terminada.
Un estudio detallado de la introducción original en griego parecería
indicar la intención de escribir posteriormente una tercera obra. Esto
se confirma por la manera abrupta en que termina el libro, dando la
impresión de que tal vez el autor pensaba pulir su escrito y agregar
más referencias a fechas y tiempos como vemos en su primera
obra. Un ejemplo de la exactitud de su evangelio es Lucas 3:1: En el
año decimoquinto del imperio de Tiberio César, siendo gobernador
de Judea Poncio Pilato, y Herodes tetrarca de Galilea…Si Hechos
se encuentra incompleto, la razón tal vez sea el martirio de su autor
bajo la persecución de Domiciano.
La mejor introducción al libro de Hechos que recuerdo haber leído
es la de Eugene Peterson en su excelente paráfrasis The Message,
que cito a continuación (traducción propia):
Debido a que la historia de Jesús es tan impresionante (¡Dios
entre nosotros hablando un lenguaje que podemos entender, y
moviéndose para sanar y salvarnos!), existe el peligro de que
se limite solo a impresionarnos, pero dejándonos como meros
espectadores. Y que nos convirtamos en admiradores de Jesús,
pero que sólo en pocas ocasiones nos inclinemos a imitarlo.
Lucas en su relato busca impedir esto. Impedir que nos
convirtamos en simples espectadores de Jesús, en
simpatizantes de su mensaje. De los cuatro autores de los
evangelios, sólo Lucas continúa su historia sobre cómo los
apóstoles y discípulos llevaron el mensaje a la siguiente
generación. Lo destacable es que continúa siendo en su
esencia la misma historia. Lucas prosigue su narración con
apenas una pausa para cambiar de libro, pero manteniendo el
mismo estilo y vocabulario. La historia de Jesús no termina con
Jesús. Continúa en las vidas de los que creen en él. Lo
supernatural y milagroso no acaba con Jesús. Lucas deja en
claro que los cristianos sobre los que escribe no son solo
espectadores de Dios, tal como Jesús tampoco lo era. Ellos son
parte del actuar de Dios, del obrar del Señor en y a través de
sus vidas. Lo que, claro, implica que también en las nuestras.
Primera Parte
I) Se levanta el telón

Sucedía frente a ellos, pero les era tan difícil de asimilar que
parecía una visión. Estaban viendo una de las escenas más
impactantes de toda la historia de la humanidad. Y aún esta frase
resulta pobre para describirlo. Delante de sus ojos, Jesucristo
resucitado ascendía a los cielos. Lo siguieron con la mirada hasta
que una nube lo ocultó de su vista.
Al principio no podían creerlo. Parecía que solo el día anterior un
grupo de mujeres encabezadas por María Magdalena había llegado
hasta los once apóstoles con la noticia de la resurrección. Era algo
imposible, una locura. Pedro y Juan salieron corriendo hacia el
sepulcro solo para encontrar una tumba vacía. No hallaron más que
lienzos en el lugar en el que debería estar el cuerpo. El sudario que
había cubierto a Jesús estaba prolijamente enrollado en un lugar
aparte. Ángeles se presentaron con su mensaje y luego Jesús
mismo, en el camino a Emaús, los visitó para darles entendimiento
de lo que había sucedido y una vez más, compartir el pan y el vino.
Luego, casi se acostumbraron a verlo resucitado y a estar con él.
Durante cuarenta días pudieron hablarle e incluso tocarlo. Como la
vez en que el incrédulo Tomás fue invitado por Jesús a tocar sus
heridas. Tomás no pudo sino rendirse ante la verdad y reconocerlo
como su Señor y Dios.
Comieron con él, y hasta en una ocasión él mismo les preparó
comida. Fue aquella vez en que Pedro, desanimado por su propio
fracaso al haberlo negarlo tres veces, decidió volver a dedicarse a la
pesca. Y otros fueron con él. Jesús se presentó en la playa y los
condujo a otra pesca milagrosa. En el mismo lugar y de la misma
forma que la primera, aquella vez en que los había invitado a
seguirlo y convertirse en pescadores de hombres. En esta segunda
ocasión, mientras el barco regresaba, otra vez repleto de peces, él
ya los esperaba en la playa con pan y un pez asándose en las
brasas.
No sólo pudieron preguntarle; también les preguntó él. Pobre Pedro,
tres veces fue inquirido por el Señor sobre si lo amaba realmente.
Tal vez porque era Pedro el que necesitaba escuchar su propia
respuesta más que Jesús.
Tantas veces se les presentó Jesús resucitado que ni sumando todo
lo que sus discípulos pudieran escribir se completaría el relato.
Incluso una vez apareció delante de más de quinientos discípulos
juntos.
Pero ahora, luego de que una nube ocultara a Jesús de sus ojos, y
de recibir las palabras de ánimo de un ángel enviado por Dios, una
sensación de vacío y desprotección los embargaba.
Siguiendo las instrucciones de Jesús, volvieron a Jerusalén y se
quedaron allí, sin tener seguridad de qué era lo que esperaban.
Comenzaron a unirse en oración. Eran un grupo de ciento veinte
discípulos, entre varones y mujeres. Se reunían en el aposento alto,
donde ahora vivían los once. Ellos no lo sabían, pero en pocos días
más, recibirían la promesa hecha por Dios a sus ancestros, que era
la misma promesa que les hiciera Jesús antes de partir. Recibirían
poder, y ya nada volvería a ser lo mismo. Ese pequeño y tímido
grupo se convertiría en la fuerza preeminente del mundo conocido y
más allá. Literalmente, el tiempo de la humanidad se dividiría en
antes y después de Cristo.
Durante esos días de oración intensa, mientras esperaban, Pedro se
puso de pie delante de todo el grupo. Luego de recordar el triste
destino de Judas, el que traicionó a Jesús, propuso nombrar a
alguien que ocupase el rol apostólico junto con los once. Alguien
que hubiese estado con ellos desde el principio del ministerio de
Jesús, desde el bautismo de Juan hasta el día en que fue recibido
en el cielo. Uno que fuese testigo presencial de la resurrección junto
con los apóstoles. Eligieron dos candidatos que cumplían estos
requisitos, José el Justo y Matías. Oraron, y siguiendo la tradición
judía, echaron suertes. La suerte cayó sobre Matías, que fue desde
entonces contado con los once apóstoles.
Mientras tanto, Dios estaba preparando otro apóstol. Uno que no
reunía las condiciones propuestas por Pedro. Uno que hubiese sido
el menos probable de todos los candidatos para el grupo de
discípulos. Uno que no sólo no era seguidor de Cristo, sino que se
había erigido en uno de los peores enemigos de la iglesia del Señor.
Uno que sería en poco tiempo cómplice de la muerte del primer
mártir y pasaría a convertirse en un entusiasta perseguidor y
torturador de cristianos. Uno que en contra de toda lógica humana
sería llamado, transformado y capacitado por Dios para convertirse
en una de las mayores fuerzas de extensión del reino de Dios en
toda la historia de la iglesia. Saulo, de Tarso.

Querido lector
Quiero proponerte que estudiemos juntos cómo fue que Dios tomó a
alguien que nunca hubiese calificado y lo convirtió en su instrumento
escogido. Tú y yo somos como Pablo. A veces nos parece que no
tenemos los dones necesarios, que no estamos calificados, que
hemos desperdiciado las oportunidades que Dios nos dio, o
cometido tantos errores que arruinamos sus planes para nosotros.
Otras veces creemos que merecemos que Dios nos use, y esa
actitud traba el obrar de Dios. Todo esto le pasó a Saulo. Cualquiera
sea nuestra situación, de la misma manera en que Dios pudo obrar
a través de Pablo, puede hacerlo a través de nosotros para cumplir
su propósito en nuestra vida… si lo dejamos.
Ven, te invito a que escribamos este libro juntos. Al final de cada
capítulo habrá algunas preguntas y te animo a que tú propongas las
respuestas para tu vida.
En desauloapablo.com podrás compartir con los otros lectores y
conmigo tus respuestas y comentarios para cada capítulo. También
verás las respuestas de los demás, y mi participación en la
conversación.
II) Fundamentos soberanos

Dios opera en la vida del futuro líder desde antes de su nacimiento,


preparando el fundamento para lo que él llegaría a ser. El tiempo y
lugar de nacimiento, la personalidad, sus características propias,
sus experiencias tanto buenas como malas, todo eso se
transformará en el fundamento sobre el que edificar. Pero su
propósito esta lejos de resultar claro en ese momento. Recién al
final de toda una vida, y mirando hacia atrás, se podría apreciar
cómo los puntos se habían ido conectando para formar una figura
perfecta.
Tarso
Saulo nació entre las montañas y el mar, en la ciudad de Tarso,
probablemente uno o dos años antes que Jesús (ver Nota 2).
Ambos vivieron su juventud en Palestina. Saulo se educó en
Jerusalén, al sur, mientras Jesús maduraba en Nazaret, el norte, sin
llamar mayormente la atención sobre sí hasta el comienzo de su
ministerio, a los 30 años.
Durante su infancia en Tarso, Saulo probablemente se familiarizó
con el transporte marítimo, el comercio, la diversidad cultural de
caravanas y tripulaciones provenientes de los más diversos
orígenes. Cada uno con sus diferencias de aspecto, vestido,
lenguaje y cultura.
La ciudad había sido absorbida por el Imperio Romano en el año 63
a.C. y declarada exenta de impuestos por Marco Antonio. Este
interés romano en la ciudad se extendió al otorgamiento de la
ciudadanía romana a las principales personalidades. Así fue como
los padres de Saulo fueron considerados ciudadanos romanos y él
recibió la ciudadanía desde su nacimiento (Hechos 22:27-28).
Tarso era una activa ciudad multicultural, una fusión de etnias que
vivían en paz bajo el gobierno romano. Era también el centro
comercial y capital de la provincia romana de Cilicia, en Asia Menor.
Producía lino, lana y cueros, materia prima paras las telas y ropas, y
constituía la principal manufactura de la región. El producto que los
distinguía era básicamente el pelo de cabra, con el que producían
un tipo de tela rústica, impermeable y muy resistente llamada cilicio
(por el nombre de la provincia). Era muy utilizado en la producción
de tiendas (o carpas) para todas las caravanas y ejércitos de Asia
Menor y Siria.
La familia de Saulo
Su familia era parte de la diáspora judía (ver Nota 4). La población
judía de esa época se estimaba en entre 3 y 8 millones. Cerca de
dos tercios vivían fuera de Palestina. Estos judíos que habitaban en
otros países (como Saulo), se veían mucho más afectados por las
influencias culturales que los rodeaban que aquellos que se
encontraban en Palestina.
Así que había en Saulo dos fuertes influencias opuestas y
batallando en su interior. Por un lado su sólida formación como
judío, separado de los gentiles. Por el otro, la atracción del
sofisticado y atractivo mundo multicultural e intelectual que lo
rodeaba.
Lo más probable es que su padre se dedicara a la fabricación y
comercialización de tiendas de cuero o cilicio. Tenía por lo menos
una hermana, con al menos un hijo (Hechos 23:16).
Por ser ciudadanos con derechos formales tanto de Roma como de
Tarso, la familia pertenecía a la aristocracia local. Era lo
suficientemente próspera como para poder enviar a su hijo a
estudiar a Jerusalén con el mejor maestro. Un privilegio sumamente
costoso, que no estaba al alcance de la mayoría de los judíos.
Su doble ciudadanía judía y romana tendría gran impacto en la
futura vida y ministerio de Saulo. Su status de ciudadano romano le
resultaría sumamente útil a Pablo en sus viajes misioneros dentro
del imperio. Esta doble ciudadanía implicaba también que Saulo
tenía al menos otro nombre en latín, en su caso, Paullus.
Formación
Saulo estaba muy orgulloso de su herencia judía, como luego lo
mencionará en sus cartas (Filipenses 3:4-5 y 2 Corintios 11:21-2). Al
igual que Jesús, fue circuncidado al octavo día, recibiendo
oficialmente el nombre de Saulo (equivalente al nombre Saúl del
Antiguo Testamento). Como la mayoría de los niños judíos, desde
pequeño comenzó a estudiar la palabra de Dios en la sinagoga de
su ciudad. En aquella época, la Biblia estaba compuesta solamente
por lo que hoy conocemos como Antiguo Testamento, y en especial
los primeros cinco libros (el Pentateuco), al que llamaban la Torá o
‘las Escrituras’. Resulta fácil ahora ver la influencia de sus primeros
estudios en sus escritos posteriores.
Los niños judíos además de aprender a leer y escribir en el hogar,
tenían como costumbre aprender el oficio de sus padres. Así fue
como Jesús se hizo carpintero y Saulo se convirtió en un hacedor de
carpas.
Este oficio demostraría en el futuro ser muy útil para ganarse el
sustento mientras se desempeñaba como apóstol. Se trataba de
una profesión cuyas sencillas herramientas, tales como cuchillos y
punzones, eran relativamente pequeñas y fáciles de incluir en una
bolsa de viaje. Prácticamente en toda ciudad del imperio se podrían
comprar cueros o telas y vender tiendas (carpas) terminadas.
También era frecuente el uso de extensiones del techo, realizadas
con los mismos materiales que las tiendas. Esas extensiones
brindaban protección contra los elementos, tanto en los edificios de
las ciudades como en los barcos de comercio.
Sin embargo, más que en desarrollar una actividad comercial junto
con su padre, Saulo estaba interesado en convertirse en un maestro
de la religión judía. Con este fin viajaría a la hermosa Jerusalén,
capital de la nación judía, a una edad muy temprana.
Pablo conocía muy bien las traducciones al griego de las escrituras
judías, y las citó unas 90 veces en sus escritos. Su manejo de los
textos demostraba un contacto habitual y un profundo conocimiento
de ellos.
La calidad de la educación de Pablo se manifestaba no sólo en su
hábil manejo del griego (idioma en el que se escribió todo el Nuevo
Testamento, incluyendo sus epístolas), sino también en la manera
en que organizaba el contenido de sus escritos. No buscaba
mantener un estilo literario, pero escribía de una manera vigorosa,
demostrando sentimientos a medida que transmitía sus ideas. Su
maestría en las figuras y en la estructura retórica de sus cartas sólo
podía ser fruto de un estudio serio y de mucha práctica.
Sus argumentaciones y razonamientos, y hasta las palabras usadas,
eran tan brillantes como los utilizados en las cortes del Imperio
Romano. ¿Dónde había aprendido? La Universidad de Tarso era el
tercer centro educativo más importante de su época, sólo superada
por Atenas y Alejandría, y especialmente reconocida por su escuela
de retórica.
La Universidad de Tarso era también un bastión del estoicismo, y
difícilmente el joven Saulo hubiera ignorado sus fundamentos. La
base de este sistema de pensamiento es que todo lo que sucede,
sucede por una razón. La sabiduría consiste en aceptar esta verdad
y la virtud consiste en esforzarse por vivir en armonía con la razón
divina. El sabio, por ende, acepta lo que le sucede, y considera toda
circunstancia externa como indiferente o irrelevante. En
consecuencia, sería una falta de virtud protestar contra el dolor, la
pobreza, la injusticia o la muerte. Acepta que todos los seres
humanos poseen esa chispa de divina razón, por lo que las
diferencias entre griegos y bárbaros, entre amos y esclavos no
tienen sentido. Todos pertenecen a una hermandad universal.
Si bien eran ideas atractivas para un joven idealista y deben haber
influido sobre su formación, Saulo posiblemente no las suscribiera.
O al menos no completamente. Como buen judío, él sabía que el
suyo era el pueblo elegido por Dios. La Ley de Moisés claramente
establecía una absoluta separación entre judíos y gentiles. Por
ejemplo, existían instrucciones muy específicas sobre qué y cómo
se podía comer, qué actividades estaban permitidas y cuáles no en
el día de reposo y muchas otras que hacían sumamente dificultoso
desarrollar una relación estrecha con los gentiles.
Saulo, como cualquier otro judío que vivía entre ambos mundos (el
judío y el gentil), experimentaba una continua tensión en medio de
demandas conflictivas. Su fe le impedía participar de cualquier
evento social que involucrase comer junto con los otros estudiantes
no judíos. La Ley de Moisés era un fuerte motivo de orgullo en el
que se basaba su identidad, y que había mantenido a los judíos
unidos en un mundo extranjero. El no podía elegir cuales de los 613
preceptos de la ley identificados por los fariseos obedecería. Era
todo o nada. Saulo tenía que sumergirse en el mundo judío o
abandonarlo completamente y vivir como los paganos. Eligió lo
primero.
Jerusalén
Lo más probable es que Saulo hubiera viajado a Jerusalén (a unos
800 km de Tarso) cuando tenía entre 12 y 15 años. Él no lo sabía
todavía, pero éste sería el primero de los muchos viajes que
realizaría hacia allí en su vida.
La Jerusalén de la época de Saulo mostraba el fuerte impacto de
Herodes el Grande. Este, al tomar el poder y consciente de que
contaba con pocos amigos, tuvo como principal preocupación su
seguridad. Su primera obra monumental fue construir una fortaleza,
a la que llamó Antonia (por Marco Antonio). Mientras su castillo
todavía estaba siendo terminado, emprendió un proyecto aún mayor,
un nuevo palacio en el punto más alto de la ciudad, en el oeste, que
incluía una torre de 46 metros. Era aún más alta que el faro de
Alejandría, una de las siete maravillas del mundo antiguo. Estos
proyectos trajeron prosperidad económica a la ciudad. También
construyó un hipódromo y un anfiteatro, que fueron centro de
festivales paganos que ofendían a los piadosos judíos. Para
aplacarlos, reconstruyó el Templo de Salomón, ampliando su
tamaño en tres de sus lados y convirtiéndolo en el mayor complejo
religioso del mundo greco-romano.
Fariseo hijo de fariseos
Saulo y su familia eran miembros de un grupo religioso judío, los
fariseos (Hechos 5:34, 23:6). Leamos del mismo Pablo su
descripción de esta época:
Si alguno piensa que tiene de qué confiar en la carne, yo
más: circuncidado al octavo día, del linaje de Israel, de la tribu
de Benjamín, hebreo de hebreos; en cuanto a la ley, fariseo; en
cuanto a celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia
que es en la ley, irreprensible (Filipenses. 3:4-6).
Llegar a Jerusalén debe haber sido un gran paso en su carrera
religiosa, ya que los fariseos, como organización, sólo tenían una
presencia permanente y establecida en Jerusalén. El motivo de
Saulo para trasladarse a Jerusalén era poder vivir y formarse como
un verdadero judío.
Existían tres grupos que lideraban la vida religiosa judía, los
fariseos, los sacerdotes y los saduceos. Los sacerdotes debían
pertenecer a la tribu de Leví: eran los levitas. Saulo pertenecía a la
tribu de Benjamín, por lo que no hubiese podido convertirse en un
sacerdote. Los saduceos provenían en general de las familias más
ricas y prestigiosas. Solían mantenerse separados y no tenían
mayor interés en aceptar nuevos llegados de la población general.
Los saduceos no creían en las enseñanzas fariseas. Tampoco
creían que las referencias bíblicas con respecto a los ángeles y a la
futura resurrección fueran literalmente ciertas. Su foco de atención
estaba en el aquí y ahora. Más que en las sinagogas, dominadas
por los rabinos, los saduceos se centraban en los sacrificios rituales
del templo. Normalmente dominaban sobre el sumo sacerdote, que
solía ser saduceo.
Los fariseos, por el contrario, buscaban activamente recibir nuevos
miembros. Su objetivo era forjar una nueva identidad social y
religiosa para el judaísmo. No tenían poder para imponer su visión,
por lo que su estrategia consistía en influir sobre la clase gobernante
a través de su respaldo político. Buscaban conquistar a las clases
humildes. Su forma de hacerlo era ayudarles a entender los
requerimientos de la Ley para la vida diaria. Más de dos tercios de
sus enseñanzas consistían en leyes referidas a lo que se podía
comer, a rituales de purificación y calidad de los alimentos y a la
forma de calcular el diezmo de las cosechas.
Discípulo de Gamaliel
Saulo tuvo el privilegio de tener como maestro a Gamaliel (Hechos
22:3), famoso entre los judíos. Se lo conocía como ‘la hermosura de
la ley’. Sincero y honesto, Gamaliel pertenecía a la escuela de Hilel,
y de hecho era su nieto. Se trataba de una escuela menos estricta
en su legalismo y un poco más abierta que la otra gran escuela, la
de Shammai. Fue el primer Rabban, título superior al de Rabí,
otorgado pocas veces en el historia judía. Era un doctor de la ley
venerado por todo el pueblo (Hechos 5:34) y uno de los maestros
judíos más reconocidos hasta el día de hoy.
Allí Saulo aprendió sobre las Escrituras con una profundidad no
habitual, incluso para un Rabí. Podemos apreciar en sus escritos
posteriores su profundo conocimiento del que ahora conocemos
como Antiguo Testamento.
Gamaliel era famoso por su sabio espíritu tolerante (Hechos 5:34).
Un entusiasta como Saulo, sin duda buscaría su guía (Hechos 22:3)
en especial a la luz del axioma fariseo: “Un ignorante no puede ser
santo”. La observancia meticulosa de los mandamientos requería de
un detallado conocimiento no sólo de la ley escrita, sino también de
la interpretación tradicional, que vino a ser conocida como la ley
oral.
Alto funcionario o miembro del Sanedrín
El Sanedrín funcionaba como el principal cuerpo judicial del pueblo
judío, encabezado por el sumo sacerdote y con jurisdicción no sólo
sobre asuntos religiosos, sino también sobre el ámbito civil.
La declaración de Saulo de que aventajaba en el judaísmo a la
mayoría de sus compatriotas (Gálatas 1:14) era muy probablemente
una verdad objetiva. Su participación en el martirio de Esteban
(Hechos 7:58), posiblemente haya sido en un rol de representante
del Sanedrín. En la persecución que tuvo lugar inmediatamente
después del primer martirio cristiano (Hechos 8:1-3), Saulo asumió
un rol de liderazgo. Fue él quien propuso al Sanedrín extender la
persecución a otras ciudades.
Es posible que Saulo fuera un miembro del Sanedrín. En Hechos
26:10, Pablo, relatando muchos años después su testimonio de esa
época, afirma que emitió su voto para comenzar la persecución. Si
no era un miembro permanente, al menos debió ser un alto
funcionario invitado a votar en el tema relativo a la persecución que
lideraba.
¿Casado?
Los fariseos no hacían voto de castidad. Por el contrario, se los
alentaba a casarse. Tomaban muy en serio el mandamiento de
multiplicarse. Estar casado era casi una obligación para pertenecer
al Sanedrín o ser un alto funcionario de él. Sin embargo no
encontramos en sus escritos ninguna referencia a que Saulo haya
tenido esposa o hijos. Por el contrario dice en 1ra Corintios 7:8
Digo, pues, a los solteros y a las viudas, que bueno les sería
quedarse como yo; pero si no tienen don de continencia,
cásense, pues mejor es casarse que estarse quemando.
Por esta cita sabemos que Saulo sí tenía el don de continencia, es
decir que podía no tener cónyuge sin caer en pecados de
inmoralidad sexual. También sabemos que se mantuvo sólo, ya
fuera soltero o que hubiera enviudado. No existe en el griego de la
época una palabra para viudo (en masculino), por lo que muchos
interpretan que al hablar de solteros y viudas, puede estar haciendo
referencia a su viudez.
De ser viudo, lo más factible es que hubiera sucedido antes de su
conversión al cristianismo. En el caso contrario cabría esperar
alguna referencia al respecto, ya sea de Lucas en su narración en el
libro de Hechos o en las epístolas del propio Pablo.
Estilo de vida
Tanto como parte de sus estudios o por la necesidad de cumplir en
forma rigurosa con una ley tan compleja, los fariseos pasaban
mucho tiempo juntos. Esto se reforzaba especialmente en el
cumplimiento de los rituales de purificación relacionados con los
alimentos. Sobre esta época escribiría más tarde el apóstol Pablo,
en Gálatas 1:14 (TLA):
Cumplí con la religión judía mejor que muchos de los judíos de
mi edad, y me dediqué más que ellos a cumplir las enseñanzas
recibidas de mis antepasados.
Estas palabras muestran el celo, intensidad y orgullo con que el
entonces Saulo buscaba conocer y cumplir con su religión judía más
que muchos otros judíos.
Sin embargo, la perspectiva divina era bastante distinta. El fuerte
apego de los fariseos a la letra de la Ley los alejaba del espíritu
mismo de las Escrituras. Ponían barreras entre el pueblo y Dios, en
vez de acercarlos. Durante su ministerio Jesús fue claro al definir a
este y otros grupos religiosos:
Entonces habló Jesús a la gente y a sus discípulos, diciendo:
En la cátedra de Moisés se sientan los escribas y los fariseos.
Así que, todo lo que os digan que guardéis, guardadlo y
hacedlo; más no hagáis conforme a sus obras, porque dicen, y
no hacen. Porque atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y
las ponen sobre los hombros de los hombres; pero ellos ni con
un dedo quieren moverlas. Antes, hacen todas sus obras para
ser vistos por los hombres. Pues ensanchan sus filacterias, y
extienden los flecos de sus mantos; y aman los primeros
asientos en las cenas, y las primeras sillas en las sinagogas, y
las salutaciones en las plazas, y que los hombres los llamen:
Rabí, Rabí (Mateo 23:2-7).
Esta enemistad de los fariseos con Jesús sería, tal vez, una de las
causas que pronto terminarían convirtiendo a Saulo en el líder de la
persecución a los seguidores de Cristo, llevándolo a la etapa más
oscura de su vida.

¿Cómo se aplica esto a nuestra vida?


Reconciliándonos con nuestro pasado
Dios prepara los fundamentos de nuestra vida en forma soberana.
Mucho antes de que tengamos capacidad para decidir, Dios ya nos
ha ubicado en cierta época de la historia, en cierta cultura, en cierta
familia y en muchas otras situaciones que afectan nuestro desarrollo
e influyen sobre nuestra vida futura. Algunas de estas cosas son, a
todas luces, buenas, y otras nos parecen claramente malas. Pero
todas ellas forman los eslabones que Dios ha determinado de
antemano según su propósito para conformar nuestra vida. Nos
resulta imposible, al considerar los inicios de una vida, incluso la
nuestra, poder discernir el por qué y el para qué de muchas cosas.
Recién cuando todo ha pasado, y todo se ha dicho y hecho,
podemos mirar hacia atrás y reconocer la mano soberana de Dios
en nuestra vida.
La mayor parte de lo que sucede en esta etapa no es por mérito
nuestro ni por nuestra culpa. Pero sí es nuestra responsabilidad
recibir los talentos que Dios nos da y desarrollarlos, disfrutar los
momentos buenos y aprender de los momentos malos. Aún
nuestros dolores, errores y desviaciones pueden ser utilizados por
Dios para formar al obrero que él desea, de acuerdo con sus planes
y para cumplir su propósito en nuestra vida. Por eso es necesario
que nos despojemos de toda actitud rebelde, de todo rencor y
amargura, y le entreguemos lo que somos (y lo que no somos) a él.
Y él hará.
Cada aspecto de nuestra vida, comenzando desde la infancia,
puede ser usado por Dios para nuestro bien si se lo entregamos.
Pero las heridas pueden también convertirse en una raíz de
amargura que trabe nuestro desarrollo futuro si las dejamos sin
sanar.
Los primeros años de mi vida cristiana estuvieron dedicados a
perdonar cada ofensa y cada herida que había sufrido, a recibir el
perdón de Dios y a perdonarme a mí mismo por cada error
cometido.
Sólo cuando Cristo forma parte activa de cada recuerdo de nuestro
pasado, incluso de los peores momentos, en los que no lo
conocíamos, es que podemos ser libres y sentirnos capacitados
para avanzar hacia el destino que Dios tiene para nosotros.
¿Hay recuerdos en tu interior que no han sido sanados?
Aun aquello que no hubiéramos elegido para nuestra vida puede
resultar en un camino de crecimiento. Más que enojarnos por lo que
nos ha pasado, podemos preguntarnos ¿qué enseñanza rescato de
todo esto que me está sucediendo? A medida que soy sanado y
consolado por Dios, me siento capacitado para ayudar a sanar a
otros que atraviesan por lo mismo, y consolarlos.
Puede resultar útil en este sentido el escribir tu línea del tiempo e ir
anotando aquellas cosas que han resultado significativas, tanto
buenas como malas, a lo largo de tu vida.
Te propongo visitar cada evento en tu mente, junto con Jesús.
Comienza con el que sabes más importante para tu sanidad. Pídele
que te ministre y sane, que te revele de qué manera él estuvo
presente en ese momento y que te permita entender de qué modo lo
usará para tu bien.

Comparte tus comentarios y reflexiones sobre este capítulo con los


otros lectores y conmigo en: desauloapablo.com
III) Nuestro tiempo sin Dios
El perseguidor en Jerusalén

No conocemos con precisión qué sucedió con Saulo luego de


terminar sus estudios con Gamaliel en Jerusalén. Dado que él no
menciona haber presenciado el ministerio público de Jesús ni su
crucifixión, seguramente no permaneció en Jerusalén. Lo más
probable es que se haya convertido en un rabí dedicado a enseñar
en una sinagoga local, posiblemente en Tarso, viviendo junto a su
familia. Sin duda siguió estudiando y aprendiendo, además de
continuar con el oficio de fabricar y vender tiendas transmitido por su
padre.
Debe haberse distinguido y llamado la atención en su rol de rabí, ya
que poco después de la crucifixión de Jesús lo vemos regresar a
Jerusalén con un importante cargo entre los fariseos. Dado que
ambos eran aproximadamente de la misma edad, Pablo debería
tener en ese entonces poco más de 33 años (Nota 1).
Las autoridades judías se levantaron en violenta oposición contra
los discípulos de Cristo (Hechos, capítulos 4 y 5). Los acusaban de
haber llenado Jerusalén de su nueva doctrina, anunciando al pueblo
que Jesús era el Mesías y que había resucitado. Mientras, la iglesia
se extendía con rapidez, respaldando con innegables milagros su
proclama.
La postura del antiguo maestro de Saulo, el sabio Gamaliel, fue
opuesta a la persecución. Puesto de pie en el Concilio y frente al
sumo sacerdote, luego de recordar que movimientos anteriores
habían sido dispersados al perecer su líder, les dijo con gran lucidez
y discernimiento:
En el presente caso, les digo: Apártense de estos hombres y
déjenles ir. Porque si este consejo o esta obra es de los
hombres, será destruida. Pero si es de Dios, no podrán
destruirles. ¡No sea que se encuentren luchando contra Dios!
(Hechos5:38, RVA).
Los fariseos en general adoptaron en principio la postura de esperar
y ver. Pero Saulo se negó a tomarla. Él no aceptó el consejo de que
‘el tiempo dirá’. Por su gran capacidad para identificar el punto clave
y analizarlo, Saulo comprendió claramente lo que el movimiento de
Jesús implicaba.
Los fariseos entendían el cristianismo simplemente como un
movimiento mesiánico más, de los que cada tanto aparecían en la
historia de judaísmo, con alguien que se había presentado
afirmando ser el Mesías predicho en el Antiguo Testamento. Si no le
daban importancia, no tardaría en desaparecer. Por su parte los
cristianos de Jerusalén se consideraban ellos mismos como judíos.
El hecho de haber aceptado a Jesús como el Mesías y celebrar la
Santa Cena en su nombre no los detenía de seguir asistiendo al
templo y participando de las ceremonias judías.
Para Pablo, estos pensamientos demostraban ser muy limitados.
Buscando su propia comodidad, tanto fariseos como cristianos
querían pensar que ambas creencias no se excluían mutuamente.
Con su don de ir directo al corazón del problema, que
eventualmente se convertiría en la característica más saliente de su
pensamiento, Saulo supo que estas creencias eran excluyentes la
una de la otra, y no permitían términos intermedios.
Como todos los judíos, Saulo vivía en un mundo espiritual que
distinguía claramente entre el presente y el futuro. El presente
estaba dominado por la Ley de Moisés. Era una etapa caracterizada
por la obediencia meticulosa a los mandamientos de la Ley. No
había lugar para un Mesías, que era una figura del futuro. Un día
llegaría el Mesías e inauguraría una nueva era en que la Ley ya no
sería necesaria para acceder a Dios.
Al proclamar a Jesús como el Mesías, no se daban cuenta de lo que
le estaban haciendo a la tradición judía. Eso implicaba que la era de
la Ley y la era futura del Mesías se estaban superponiendo.
Consideraban que resultaba posible proclamar a Jesús como
Mesías y al mismo tiempo continuar obedeciendo la Ley. Pero
Saulo, por el contrario, veía que si aceptar a Jesús resultaba
necesario para ser salvo, eso implicaba que la Ley no garantizaba la
salvación. Al aceptar a los pecadores que la Ley hubiera rechazado,
afirmaban que las decisiones de la Ley podían ser sustituidas.
Sólo Saulo tuvo la perspicacia de ver que la coexistencia de la Ley y
el Mesías convertía a los cristianos en enemigos de la religión judía
tal como la entendían los fariseos. Y Saulo no tenía dudas sobre de
qué lado estaba. De hecho, las actividades de Jesús no coincidían
en nada con el Mesías que esperaban los fariseos. Los Salmos
hablaban de un rey, descendiente de David, que libraría a la nación
de sus enemigos y restauraría a Jerusalén su antigua gloria. Era
imposible que Jesús fuese ese Mesías. En consecuencia, sus
seguidores estaban equivocados y debían ser corregidos. Y Saulo
asumió esta tarea como propia, como prueba del celo que tenía por
la Ley. Como él mismo lo confesó en Filipenses 3:6:
... en cuanto a celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la
justicia que se basa en la Ley, irreprochable.
Este celo fue para perseguir a los cristianos, mientras que muchos
de los otros judíos no percibían todavía que eran enemigos de su
religión. Saulo los había identificado como un ataque a la religión
basada en la Ley y les demostraría cuan en serio tomaba sus
responsabilidades como fariseo. Mientras duró su persecución, los
cristianos nunca pudieron relajarse ni sentirse a salvo.
El martirio de Esteban
La primera mención sobre Saulo en la Biblia lo describe participando
en la muerte de Esteban, el primer mártir de la iglesia de Jesús.
Según su propio testimonio, Saulo se encontraba guardando la ropa
de los que apedreaban a Esteban.
Ninguna sentencia de muerte se podía ejecutar sin ser confirmada
por las autoridades romanas. Seguramente lo llevaron a la piedra de
ejecución, de unos 4 metros de altura, donde lo desvistieron y desde
donde lo arrojaron. Las primeras piedras debían ser arrojadas por
los que presentaban los cargos. A medida que se acercaban para
arrojar las piedras, se iban despojando de sus ropas para tener más
libertad de movimiento. Y buscando donde dejarlas, las colocaron a
los pies de Saulo, un joven fariseo de Cilicia, Asia Menor.
Saulo miraba, dando su aprobación, mientras cada testigo tomaba
una pesada piedra, la levantaba sobre su cabeza y la arrojaba sobre
el hombre que yacía abajo. Entonces Saulo oyó las palabras de
Esteban, pronunciadas con dolor pero claramente comprensibles,
hablándole a alguien invisible para los demás, pero cercano a él:
“Señor recibe mi espíritu”.
Las piedras comenzaron a llover a medida que la multitud se
apretaba para terminar la tarea comenzada por los testigos. Esteban
dominó su dolor mientras la sangre comenzaba a caer de sus
heridas y cortes. Se arrodilló en actitud de oración. Mientras
consentía en su muerte, Saulo pudo escuchar a Esteban orar en alta
voz a Dios algo similar a lo que Jesús había orado: “Señor, no les
tomes en cuenta este pecado” inmediatamente antes de fallecer
(Hechos7:58-59, 8:1). La siguiente piedra lo dejo inconsciente. La
multitud continuó arrojando piedras hasta que su cuerpo se volvió
irreconocible. Los más valientes de entre los cristianos se
encargaron luego de recuperar el cuerpo y enterrar a Esteban, en un
día de gran tristeza y dolor.
Es muy probable que la semilla de salvación para Saulo haya
llegado, al menos en parte, a través del testimonio del primer mártir
de la iglesia cristiana.
La primera persecución
A partir de ese momento se desató una terrorífica persecución sobre
la iglesia en Jerusalén y todos, salvo los apóstoles, fueron
dispersados por las regiones de Judea y Samaria. Estos que huían
se transformaron en la primera fuerza misionera de la iglesia
cristiana. Dondequiera que iban llevaban el mensaje del evangelio.
Muchos solo les predicaban a los judíos…
Pero entre ellos había unos hombres de Chipre y de Cirene,
quienes entraron en Antioquía y hablaron a los griegos
anunciándoles las buenas nuevas de que Jesús es el Señor. La
mano del Señor estaba con ellos, y un gran número que creyó
se convirtió al Señor. (Hechos 11:20-21 RVA).
La iglesia así formada en Antioquía se convertiría muchos años
después en la base de operaciones del futuro apóstol Pablo. Un
caso especialmente impactante por las señales y milagros que lo
acompañaron fue el de Felipe (ver Hechos 8), otro de los siete
elegidos para servir las mesas de las viudas junto con Esteban.
Muchos años después encontramos al apóstol Pablo siendo
hospedado en la casa de este Felipe, entonces ya reconocido como
evangelista (Hechos21:8).
Durante esta persecución, Saulo causó estragos entre los
creyentes. Entraba casa por casa, arrastrando a hombres y mujeres
para meterlos en la cárcel. Y muchas veces, torturándolos en las
sinagogas, los forzaba a blasfemar contra Cristo.
Enfurecido sobremanera contra ellos, los perseguía hasta en
ciudades extranjeras (Hechos 26:11). Ofendía a Jesucristo
persiguiendo a sus discípulos e insultando su nombre (1 Timoteo
1:12). Esta persecución no era apenas un ‘trabajo’ para Saulo. Él se
mostraba furioso, y respiraba amenazas de muerte. Hubiera querido
poder matar a todos los seguidores del Camino, como llamaban
entonces a los seguidores de Cristo.
Fue a pedirle al jefe de los sacerdotes un poder legal especial.
Quería ir a la ciudad de Damasco y sacar de las sinagogas a todos
los que siguieran las enseñanzas de Jesús, hombres y mujeres,
para llevarlos presos a la cárcel de Jerusalén (Hechos9:1-2).
Jamás podría haber imaginado Saulo mientras realizaba los
preparativos para su viaje de destrucción a Damasco que antes de
llegar a esa ciudad tendría un encuentro cara a cara con su Dios
que transformaría por completo toda su vida y su entendimiento del
mundo.

¿Cómo se aplica esto a nuestra vida?


Reconciliándonos con nosotros mismos
¿Qué pasaría si nuestro rostro y nuestro cuerpo reflejasen en forma
visible para todos las marcas de nuestra época sin Cristo? Gracias a
Dios, generalmente no es así.
Mis hijos solían asistir en Buenos Aires a una colonia de vacaciones
organizada por una importante congregación en un club cercano a
mi casa. Todos los responsables eran cristianos, activos en el
ministerio a los niños de esa congregación. Una de las líderes, de
poco más de treinta años, tenía tatuajes en el tobillo y el hombro,
fruto de épocas previas a su conversión. En el ambiente de la iglesia
chocaba verlos. Esta maestra nos comentó que más de una vez
tenía que aclarar que eran previos a su conversión. Luego nos contó
un poco acerca de su vida entonces, y señaló que el procedimiento
para quitar los tatuajes sería muy complejo y caro. Resultaba obvio
que la vida espiritual de nuestra hermana no cambiaría por eliminar
esos tatuajes. Y nos alegramos por la perfecta salvación que el
Señor nos había brindado.
Muchas veces en nuestra mente y emociones también arrastramos
las marcas de nuestro tiempo anterior a la conversión. El peso de
los errores cometidos y las malas experiencias vividas. Aún entre los
nacidos en hogares cristianos. La iglesia no está formada por
ángeles sino por seres humanos, con sus luchas y errores. Somos
una comunidad de redimidos por la fe.
Al ser reconciliados con Dios por medio de Jesús, fuimos y somos
diariamente perdonados y cubiertos de todos nuestros errores y
pecados, justificados de nuestras limitaciones y torpezas. Con
respecto al cuerpo que usamos para movernos en esta tierra, luego
del bautismo mantenemos el mismo que ya teníamos, con sus
tatuajes. Pero en la realidad espiritual, Dios nos dice que somos un
ser nuevo, una nueva criatura, que las cosas viejas pasaron y todas
son hechas nuevas. El enemigo tratará de acusarnos, de hacernos
creer que los errores que cometimos en el pasado no nos permitirán
cumplir el plan de Dios para nuestra vida. Eso es mentira.
La verdad de parte de Dios, que Pablo escribiría muchos años
después, es:
Y sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas
cooperan para bien, esto es, para los que son llamados
conforme a su propósito. Porque a los que de antemano
conoció, también los predestinó a ser hechos conforme a la
imagen de su Hijo, para que Él sea el primogénito entre muchos
hermanos; y a los que predestinó, a ésos también llamó; y a los
que llamó, a ésos también justificó; y a los que justificó, a ésos
también glorificó.
Entonces, ¿qué diremos a esto? Si Dios está por nosotros,
¿quién estará contra nosotros? Él que no eximió ni a su propio
Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos
concederá también con Él todas las cosas?
¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que
justifica. ¿Quién es el que condena? Cristo Jesús es el que
murió, sí, más aún, el que resucitó, el que además está a la
diestra de Dios, el que también intercede por nosotros.
(Romanos 8:28-34, LBLA)
¿Tienes cosas en tu pasado que sientes que te atan y limitan tu
futuro? Si no lo has hecho todavía, arrepiéntete de tus hechos y
confiésale a Dios cada uno de ellos. Y pide su perdón por medio del
sacrificio de Jesús, quien sufrió el castigo que nos correspondía a
nosotros.
Recibe por fe el perdón completo, total y sin reservas, que Dios te
brinda. Perdónate a ti mismo y de la misma manera perdona a los
que te han hecho mal. Si tuviste trato con el ocultismo, renuncia a
ello. Si hiciste pacto con el enemigo o realizaste algún tipo de
juramento, aún contigo mismo (por ejemplo: jamás volveré a confiar
en nadie), o si estuviste o estás atado por algún vicio, renuncia en
alta voz a cada una de esas cosas en el nombre de Jesús y declara
que de ahora en más vivirás de acuerdo con la voluntad de Dios.
Encomienda a Jehová tu camino, y confía en él y él hará
(Salmo 37:5).

Comparte tus comentarios y reflexiones sobre este capítulo con los


otros lectores y conmigo en: desauloapablo.com
IV) Una experiencia personal con Dios

Muchas veces los encuentros con Dios son repentinos e


inesperados y les suceden a personas que van camino a otra parte.
Encuentros que parecen una colisión con lo inesperado. Y lo
inesperado es Dios y sus planes para nuestra vida. Cada encuentro
con Dios produce un cambio importante, tanto en nosotros como en
nuestras circunstancias.
El camino a Damasco
Habiendo obtenido los poderes especiales solicitados y yendo por
comisión de los principales sacerdotes para arrestar a todos los
discípulos de Cristo en Damasco, emprendió Saulo su viaje hacia
allí.
Saulo estaba en la plenitud de su carrera dentro de la estructura
más importante del pueblo judío, el Sanedrín. Era reconocido y
respetado. Contaba con los poderes y la capacidad para aplastar a
ese movimiento de blasfemos contra las enseñanzas de los
principales maestros de la Ley. ¡Nada podría detenerlo! Y con esa
seguridad emprendió su camino a Damasco.
Cuando pienso en la actitud de Saulo al partir de Jerusalén rumbo a
Damasco, me viene a la mente la frase que pronunció poco antes de
zarpar un famoso capitán de grandes navíos del siglo XX:
“Cuando me preguntan cómo describiría mi experiencia de casi
40 años en el mar, simplemente digo: sin sobresaltos. Por
supuesto he atravesado tormentas, neblinas y cosas por el
estilo, pero en toda mi carrera nunca he tenido un accidente del
que valga la pena hablar. No puedo siquiera imaginar una
situación que llevara a que un buque moderno se hundiera. Ni
concebir que le pudiera suceder ningún desastre tan crítico a
ese barco. La moderna industria de construcción de barcos ya
ha superado eso.”
Eduard J. Smith, Capitán del RMS Titanic.
Al momento de su conversión, Saulo no estaba en crisis ni turbado;
no tenía inseguridades sobre lo que estaba haciendo. Por el
contrario, justamente cuando se sentía en el punto más alto y de
mejor performance en su servicio para Dios, Jesús se le apareció, y
lo llamó por su nombre: “Saulo, Saulo…”
Encuentro inesperado
(Hechos9:1-19, 22:6-16, 26:12-18)
Aconteció que yendo por el camino, al mediodía y estando cerca de
Damasco, repentinamente vio una luz del cielo que sobrepasaba el
resplandor del sol, que lo rodeó a él y a los que iban con él.
Y habiendo caído todos a tierra, oyó una voz que le hablaba y decía
en lengua hebrea: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Dura cosa
te es dar coces contra el aguijón. Se refería a un proverbio de la
época, basado en la imagen de un buey que daba patadas contra la
misma aguijada (una vara con punta) utilizada por el boyero para
estimularlo a andar.
Saulo entonces preguntó: ¿Quién eres, Señor?. La palabra
traducida como ‘Señor’ aquí, en el griego original es ‘Kyrios’, y se
utilizaba como el más alto título dado a una autoridad. En el Imperio
Romano este término se reservaba para el César. Saulo estaba
reconociendo que hablaba con su Dios, y reconocía su autoridad.
Y el Señor dijo: “Yo soy Jesús, a quien tú persigues”.
Entonces Saulo lo supo. Yo soy Jesús le había dicho el Kyrios, el
Señor. En un segundo, que le pareció una eternidad, cayó en la
cuenta de que el que le hablaba era realmente Jesús. Estaba vivo,
tal como Esteban y los otros lo habían afirmado. Y este Jesús no
sólo amaba a los cristianos que Pablo perseguía. También amaba a
Pablo. Dura cosa te es dar coces contra el aguijón, le dijo. Ni una
palabra de reproche.
Nunca había podido admitirlo, ni para sí mismo, pero había sentido
como las punzadas de un aguijón durante el sacrificio de Esteban. Y
ahora, de pronto, se sentía impactado por tomar consciencia de que
estaba peleando con Dios. En medio de todo el mal que reinaba en
su vida, su Dios se estaba moviendo para traerlo hasta este
momento y salvarlo.
Se quebrantó, impactado por la gran luz, temblando e incapaz de
ponerse a analizar los pro y contras que implicaba cambiar de
bando. Sólo sabía que había oído una voz y visto al Señor. Ya nada
importaba sino sólo entender y obedecer su voluntad. Había sido
total y absolutamente perdonado; absolutamente amado. El mismo
Dios que había dicho “Sea la luz”, lo llamaba ahora a su Reino.
Saulo habló por segunda vez, usando la misma palabra, Kyrios, que
había utilizado antes. Pero ahora ese título incluía toda la alabanza
y adoración de la que era capaz. Temblando y temeroso, preguntó:
Señor, ¿qué quieres que yo haga?.
El Señor le dijo: Levántate y entra en la ciudad, y allí se te dirá lo
que debes hacer. Ahora sólo le quedaba obedecer esa humilde y
casi trivial primera instrucción.
Los hombres que iban con Saulo se detuvieron atónitos, porque
oían la voz pero no la entendían ni veían a nadie. Entonces Saulo se
levantó del suelo, y abriendo los ojos no veía nada. Tuvo que
avanzar a ciegas en medio de ese nuevo mundo desconocido,
aunque ya no estaba en tinieblas sino en luz. Quedó ciego para
poder ver.
Antes de este evento no era una persona insegura o dubitativa, pero
ahora sus mismos cimientos acababan de ser sacudidos. De
repente tomó conciencia de que la suma total de su propia habilidad
para seguir los propósitos de Dios sólo le había servido para llegar a
convertirse en… ¡un enemigo de Dios!
¿Qué significaría vivir una vida santa para Dios? No se trataba de
que hubiera estado apenas un poco equivocado con respecto a
algún tema doctrinal. Él se había colocado en total y directa
oposición a Dios. ¿Cómo había sucedido eso? ¿Cómo era posible?
Había pasado toda su vida estudiando las Escrituras y siendo
enseñado por el maestro más respetado de Jerusalén. No sólo
aprendía la teoría, sino que intentaba con todas sus fuerzas
practicar lo que aprendía. Sin embargo, terminó dándose cuenta de
que se había convertido en un enemigo de Dios, batallando
activamente en oposición a él, mientras pensaba estar sirviéndole.

Tres días para repensarlo todo


Así que, llevándolo de la mano, lo guiaron a Damasco, donde
estuvo tres días sin ver, y no comió ni bebió (Hechos 9:8).
La comitiva lo llevó directamente a la casa de Judas, un habitante
de Damasco, probablemente un comerciante lo bastante importante
como para recibir a un alto funcionario del Sanedrín. Saulo no hizo
ningún pedido en cuanto a hablar con nadie. Tampoco quiso comer
o beber, sino que se encerró en su habitación y pidió que lo dejaran
solo.
Seguramente los líderes de la sinagoga esperaban la llegada de
Saulo. Incluso los discípulos, temerosos de la persecución que se
acercaba, estarían aguardando la presencia este temible personaje.
Y para sorpresa de ambos bandos, todos lo perdieron de vista.
Saulo fue lo bastante inteligente como para entender que necesitaba
un tiempo que le permitiera procesar lo sucedido. Y replantear
desde los fundamentos su visión de Dios, del mundo y de su lugar
en él. Toda su personalidad estaba siendo mutada, de adentro hacia
afuera, a medida que permitía que la luz de Jesús se instalara en su
alma.
Tiempo de reconsiderarlo todo. ¿Quién es Dios? ¿Cuáles sus
propósitos? ¿De que manera las Escrituras reveladas por Dios, que
tanto había estudiado, se relacionaban con eso? “Tengo que haber
malinterpretado todo para estar tan equivocado, para haber sido tan
limitado en mi conocimiento de Dios que terminara actuando contra
él”.
Saulo había imaginado estar sirviendo a Dios. Suponía estar
subiendo los peldaños de su carrera ‘eclesiástica’ para acercarse
cada vez más al favor del Señor. Sus estándares de santidad se
basaban en compararse él mismo con los demás. Pero ahora, al
contrastarse con Jesús, cuyo Espíritu habitaba en su interior, sabía
que su santidad era una barata falsificación, una burla a lo
verdadero. Pese a que de labios honraba a Dios, se había dedicado
a la maldad, justificada por rituales religiosos. Y sin embargo, el
Jesús resucitado no lo buscaba para destruirlo sino para rescatarlo
con amor y perdón.
Tuvo que confrontar su pasado. Como dijo San Agustín: “Me vi a mi
mismo y quedé horrorizado”. Su conciencia despertó a los daños
que había causado, al maltrato a sus ahora hermanos en la fe y a su
participación en la muerte del primer mártir. A sus blasfemias e
insultos contra Cristo, el Señor, Dios hecho hombre. Y sin embargo
la respuesta de Dios fue presentarse delante de él, amarlo y
rescatarlo. Cuanto más se sumergía en el amor de Dios, más
consciente era de la enormidad de lo que había hecho.
Ese encuentro con el Jesús resucitado cambió por completo la vida
de Saulo en muchos sentidos. Antes de hallar a Jesús, trataba de
salvarse por sí mismo, haciendo todo lo que exigía la Ley de
Moisés. Por lo tanto, la Ley era una barrera que lo separaba de
Dios. Después de aquel encuentro, Saulo fue justificado ante Dios
por medio de la fe en Cristo. La barrera de separación entre los
hombres y la plena presencia de Dios había sido derribada de la
misma manera en que se había rasgado de arriba hacia abajo el
velo que impedía el acceso al Lugar Santísimo en el templo. Y eso
sucedió en el momento en el que Cristo expiró (Marcos 15:38).
Antes, la Ley y la circuncisión formaban una barrera no solo entre
Saulo y Dios, sino también entre Saulo y los ‘de afuera’. Impedía
que la bendición prometida a Abraham llegara a los gentiles. Ahora,
mediante esta nueva fe en Jesús, todas las barreras habían sido
destruidas.
A partir de ese momento, Saulo disfrutaría de un libre acceso a Dios
y la posibilidad de tener relación con los gentiles. Era el
cumplimiento de la promesa hecha a Abraham de que a través de
su simiente (sus descendientes, el pueblo judío) serían bendecidas
todas las naciones.
Algunos hablan de una teología Paulina, pero en realidad no es otra
cosa que la verdad del evangelio aplicada a la vida de Pablo. No
hay mérito humano frente a Dios. Si alguien pudiese tratar de
calificarse en base al mérito propio, ese sería Saulo. Sin embargo
no llego a ser más que un perseguidor de la iglesia. El hombre sólo
puede lograr su justificación a través de Cristo, no por sus propios
esfuerzos.
Cada hora que Saulo pasó en esa meditación, y luego durante el
resto de su vida, fue creciendo cada vez más en la revelación de la
largura, anchura y profundidad del amor de Dios por medio de Cristo
Jesús que nos amó y se entregó a sí mismo por nosotros (Efesios
3:14-19).
A partir de entonces, Saulo pudo ser tratado como un hombre que
nunca hubiera pecado. Fue recibido y amado. Se podía confiar en
él. En el camino a Damasco el Señor le había obsequiado un perdón
completo y absoluto. Perdón es Cristo. No se puede ganar por
propio mérito. Teniendo a Cristo, Saulo lo tenía todo.
De un momento a otro se había transformado en un seguidor de
Cristo, igual a los que antes perseguía. ¿Dónde quedaba todo lo
que había creído entender de las Escrituras (el Antiguo
Testamento)? Todo había cambiado. Su identidad, basada en ser un
fariseo. La relación con su propio pueblo, con su familia y amigos.
Sus tradiciones religiosas. Su relación con los gentiles. Todo sería
distinto de allí en más.
Movido por su orgullo, Saulo había rechazado a Jesús, ya que
ningún hombre que no fuera un maldito colgaría de un madero,
según Deuteronomio 21:22-23. A medida que Saulo enfrentaba su
pecado, tomaba conciencia de que Jesús había cargado la
maldición en la cruz. Pero no la que le correspondía a él, sino la de
Saulo y la de cada hombre.
Desde el fondo de su corazón Saulo supo que Jesús era el Mesías,
el Cristo, el Salvador del mundo. No se trataba de una mera
conclusión lógica, si bien eso estaba incluido. Era algo más
profundo. Lo sabía porque había conocido a Jesús. Y por conocer a
Jesús, entendía lo sucedido en la cruz.
Saulo le abrió su corazón a Dios. Seguramente sintió la necesidad
urgente de interceder por todos aquellos a los que había
perseguido, en especial por aquellos a los que había obligado a
blasfemar, y por los judíos que todavía no conocían a Jesús.
Junto con la oración llegó un hambre por conocer las palabras de
Jesús, sus enseñanzas. Desde el momento en que preguntó: “¿Qué
debo hacer ahora, Señor?”, Saulo aceptó la autoridad de Jesús.
Necesitaba conocer lo que él había ordenado, prometido, y
revelado. Las actitudes de Cristo hacia los que lo odiaban, hacia los
que lo amaban. Lo que había enseñado sobre el Padre y sobre sí
mismo.
Sintió la urgencia de compartir lo que acababa de descubrir con
otros. Pero tenía que esperar. El mandato del Maestro había sido
claro: “Ve a Damasco y allí se te dirá lo que tienes que hacer”. Y en
esa meditación, oración y espera, transcurrieron tres días.
Tan importante debió ser para Pablo esta experiencia en el camino a
Damasco que mucho tiempo después Lucas, su discípulo y escritor
del libro de los Hechos, la relata en tres distintas oportunidades. La
primera, inserta en el propio momento histórico y cronológico
(Hechos 9:1-19), sin duda basado en el testimonio posterior del
propio Saulo, y dos veces más al relatar cómo Pablo presentaba su
testimonio, señalándolo como su instrumento para proclamar el
reino de Dios (Hechos 22:6-16; 26:12-18). Suele suceder que
cuando presentamos nuestro testimonio el relato enfatiza o sintetiza
distintos aspectos de esa experiencia según los destinatarios y
contexto en cada oportunidad. Por ejemplo, al hablar ante el rey
Agripa (Hechos 26:12-18), resume lo que Dios le dijo incluyendo en
una misma frase tanto lo recibido en forma directa como el mensaje
transmitido por Ananías. Al igual que en los cuatro evangelios al
describir el ministerio de Jesús en la tierra, estos tres relatos de la
conversión de Saulo se complementan mutuamente para brindar el
cuadro completo.
¿Cómo se aplica esto a nuestra vida?
Cambiando de actitud
Nada en la vida cristiana tiene sentido hasta que tenemos un
encuentro personal con nuestro creador. Eso no puede ser
substituido por estudios teológicos, capacidad intelectual, categoría
social, o relaciones y cargos dentro de la estructura religiosa de una
iglesia. Tampoco por la experiencia de un padre, cónyuge o hijo, por
muy importante que sea.
Tal vez tú y yo no hemos tenido una experiencia en la que Dios nos
haya confrontado con voz audible. Pero para comenzar a andar la
vida cristiana necesitamos haber tenido un encuentro espiritual de
tal magnitud que toda nuestra vida luego de eso fuera transformada.
Si todavía no lo has experimentado, pídeselo a Dios en tus propias
palabras, con sinceridad de corazón. Él te lo concederá. De hecho,
él está aún más interesado en dártelo que tú en recibirlo.
Si tienes este testimonio en tu vida, escríbelo. Así podrás usarlo con
eficacia como la herramienta de evangelización más poderosa con
que puedes contar. Consideremos el ejemplo de Pablo. Escribió la
mayoría de las epístolas del Nuevo Testamento. Sin embargo, su
herramienta para responder a los que le interrogaban sobre su fe
era dar su testimonio. Sólo tú puedes contar tu testimonio de esa
manera, y no existe poder más grande que el Espíritu Santo
moviéndose a través de ti para tocar a las personas que te rodean.

Comparte tu testimonio y comentarios sobre este capítulo con los


otros lectores y conmigo en: desauloapablo.com
V) Primeros pasos con Dios
Un nuevo comienzo

La experiencia de Saulo con Jesús destruyó todo su entendimiento


previo sobre cómo seguir a Dios. Luego de quedar ciego, y ser
tenido que llevar de la mano hasta Damasco, estuvo tres días sin
comer ni beber. Sólo podía orar y meditar en lo sucedido. Levántate
y entra en la ciudad, y allí se te dirá lo que debes hacer, le había
instruido su Dios. Y allí quedó, esperando instrucciones. ¿Quién
vendría? ¿Dios le hablaría con voz audible nuevamente? ¿Enviaría
un ángel con nuevas instrucciones? No. Una visión le mostró que un
varón llamado Ananías pondría las manos sobre él y recobraría la
vista.
Había en la ciudad de Damasco un discípulo llamado Ananías, un
hombre justo y de buena reputación entre todos los judíos de
aquella región (Hechos 22:12). El Señor se le presentó en una visión
y le dijo: Ananías. Él respondió: Heme aquí, Señor. Entonces el
Señor le dijo: Levántate y ve a la calle que se llama Derecha (era y
todavía es la calle principal de la ciudad de Damasco) y busca en
casa de Judas a uno llamado Saulo, de Tarso, porque él ora, y ha
visto en visión a un hombre llamado Ananías, que entra y pone las
manos sobre él para que recobre la vista.
Resulta difícil imaginar, desde la seguridad de nuestro mundo
actual, el impacto que estas palabras habrán tenido sobre el pobre
Ananías. Saulo era su peor pesadilla, nada menos que el líder de la
persecución a los cristianos. Trató de protestar y de explicarle al
Dios del Universo que se estaba equivocando, que sus instrucciones
eran un error… Pero no seamos tan duros con Ananías. También
nosotros muchas veces discutimos con Dios pensando que
sabemos mejor que él qué es lo más conveniente.
Ananías le dijo más o menos esto: “Señor, muchos me han hablado
de este hombre y de las cosas terribles que ha estado haciendo, del
reino de terror que ha implantado sobre tus discípulos en Jerusalén.
Y ahora ha venido con permiso oficial de las autoridades para hacer
lo mismo aquí”.
El Señor le respondió: “No discutas y ve, porque lo he escogido
como mi representante personal ante los no judíos, ante reyes y
ante los judíos. Y yo le mostraré ahora cuánto sufrimiento tendrá
que atravesar para poder cumplir su misión”.
Entonces Ananías se dirigió a la casa en la que estaba Saulo. Fue
recibido inmediatamente y pronto se encontró frente a él. Sin
embargo, la persona que tenía delante parecía estar muy lejos de la
imagen del terrible perseguidor de cristianos. Había pasado tres
días intensos de ayuno y oración, con sus ojos todavía sin ver. Aun
así, su rostro reflejaba una paz como la de alguien que sabía que
había visto lo peor de su vida y había sido perdonado. Que había
sido cambiado en un proceso que ya nadie podía detener y que lo
conduciría irrevocablemente a la permanente y pura presencia de
Dios.
Ananías fue y entró en la casa donde estaba Saulo. Al llegar, le
puso las manos sobre la cabeza y le dijo: «Amigo Saulo, el
Señor Jesús se te apareció cuando venías hacia Damasco. Él
mismo me mandó que viniera aquí, para que puedas ver de
nuevo y para que recibas el Espíritu Santo.» Al instante, algo
duro, parecido a las escamas de pescado, cayó de los ojos de
Saulo, y éste pudo volver a ver. Entonces se puso de pie y fue
bautizado. (Hechos 9:17-18, TLA).
Bautismo
Los ‘seguidores del camino’, como se conocía entonces a los que
hoy llamamos cristianos, siguiendo el mandato dado por Jesús en
Marcos 16:15-16, eran bautizados (literalmente quiere decir
sumergidos) en agua, normalmente en el mar o en un río, tal como
lo hacía Juan el Bautista. Como Saulo estaba un poco débil por su
ayuno, tal vez lo hayan llevado al ‘atrio’ o jardín posterior de la casa
de Judas, donde posiblemente hubiera una fuente. O tal vez Saulo
haya insistido en caminar poco menos de un kilómetro hasta el río
más cercano.
¿Qué significado tenía el hecho de bautizarse? No conocemos la
enseñanza que Ananías le dio a Saulo en ese momento, o si tal vez
Saulo ya conocía el significado e implicaciones debido a su
investigación sobre los cristianos cuando aún era su perseguidor.
Sin embargo, sí contamos con las enseñanzas posteriores del
propio Pablo sobre este tema. Por ejemplo, en su carta a los
cristianos de la ciudad de Roma, les escribe:
Ustedes bien saben, que por medio del bautismo, nos unimos a
Cristo en su muerte. Al ser bautizados, morimos y somos
sepultados con él. Pero morimos para nacer a una vida
totalmente diferente. Eso mismo pasó con Jesús, cuando Dios
el Padre lo resucitó con gran poder. Si al bautizarnos
participamos en la muerte de Cristo, también participaremos de
su nueva vida. Una cosa es clara: antes éramos pecadores,
pero cuando Cristo murió en la cruz, nosotros morimos con él.
Así que el pecado ya no nos gobierna. Cuando morimos, el
pecado ya no tiene poder sobre uno (Romanos 6:3-7, TLA).
Llenura del Espíritu Santo
Ananías puso sus manos sobre Saulo y oró para que fuera lleno del
Espíritu Santo (Hechos 9:17). No tenemos una descripción de cómo
fue esta experiencia de Saulo. La primera vez que el libro de
Hechos usa esta expresión es en el capítulo 2:2-4 (ver también todo
el capítulo):
De repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio
que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban; y se les
aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose
sobre cada uno de ellos. Todos fueron llenos del Espíritu
Santo y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el
Espíritu les daba que hablaran.
Tan impactados quedaron los apóstoles por esa experiencia, que la
multitud pensaba que estaban borrachos. Sin embargo, les llamó la
atención que cada persona pudiera entenderlos en su propio idioma.
Luego de aquellas manifestaciones sobrenaturales, Pedro le predicó
a la multitud que se había congregado, y tres mil personas se
convirtieron.
La segunda mención aparece como conclusión a la predicación de
Pedro. Entre las instrucciones que dio a la multitud, les instruyo que
se arrepintieran, se bautizaran (en agua) y recibieran el don (o sea,
el regalo) del Espíritu Santo, declarando que este no solo era para
ellos sino también para sus hijos (descendientes) y para todos los
llamados a seguir a Cristo. O sea, para todos los cristianos:
Pedro les dijo: -Arrepentíos y bautícese cada uno de vosotros
en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados, y
recibiréis el don del Espíritu Santo, porque para vosotros es la
promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos;
para cuantos el Señor nuestro Dios llame (Hechos 2:38-39).
La tercera mención que encontramos en el libro de Hechos se
encuentra en el capítulo 4:31:
Cuando terminaron de orar, el lugar en que estaban
congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo y
hablaban con valentía la palabra de Dios.
Nuevamente vemos una manifestación sobrenatural. En este caso
un temblor en el lugar en el que estaban orando. Existen muchas
otras menciones en el Nuevo Testamento acerca del hecho de
recibir esta llenura del Espíritu Santo (ver Hechos 8:16-18, 10:43-48,
19:1-7). Normalmente se realizaba mediante la imposición de manos
y generalmente era seguido por manifestaciones sobrenaturales e
impartición de dones (como el de hablar en lenguas o el de profecía)
por parte del Espíritu Santo.
No conocemos si además de recobrar la vista Saulo experimentó
alguna manifestación sobrenatural cuando Ananías oró para que
fuera lleno del Espíritu Santo. Pero sí sabemos que, en ese
momento o más adelante, Saulo recibió dones espirituales. Por
ejemplo, él declaró posteriormente que hablaba en lenguas más que
todos los demás de la congregación de Corinto. Lo describe en su
primera carta a los Corintios, capítulo 14 (sugerimos leer el capítulo
completo). No se refiere aquí a lenguas humanas, como la
experiencia relatada en Hechos 2, hablando en otros idiomas que
los demás pudieran entender, sino a hablar en un lenguaje
incomprensible para los hombres (versículo 2). El versículo 18
implica que esta era una experiencia habitual en la iglesia:
El que habla en lenguas no habla a los hombres, sino a Dios,
pues nadie lo entiende, aunque por el Espíritu habla misterios.
Doy gracias a Dios que hablo en lenguas más que todos
vosotros (1 Corintios 14:2,18).
Comunión con otros cristianos
…y habiendo tomado alimento, recobró las fuerzas. Y estuvo
Saulo por algunos días con los discípulos que estaban en
Damasco (Hechos 9:19).
Dios le mandó a Saulo esperar instrucciones de otro cristiano, más
maduro y con un llamado para guiarlo. El Señor hubiese podido
sanarlo de la ceguera e instruido en voz audible para que se
bautizara. Pero vemos vez tras vez en la Biblia que el Señor no
opera de esa manera. El plan de Dios cuando comenzamos a
caminar con él es que nos incorporemos a su cuerpo, que, como lo
explica Pablo más tarde, es la iglesia (Efesios 4:16). La sanidad, la
liberación, la guía y la llenura del Espíritu Santo vendrán a través de
otros que estén transitando el mismo camino.
Generalmente sucede que esos ‘otros’ puestos por Dios para
guiarnos no son perfectos. Ananías tenía temores y prejuicios contra
Saulo. Obviamente, Ananías no mostraba la perfección de Jesús.
Ninguno de nosotros cuenta con ella. Pero en la medida en que fue
obediente a Dios, pudo ser usado por él de acuerdo con su
propósito. No sabemos mucho más de que lo que aquí se dice sobre
Ananías. Pero si guiar a este nuevo convertido hubiese sido su
única contribución a la obra de Dios, habría sido más que suficiente.
Difícilmente Ananías haya podido siquiera imaginar el impacto que
aquella vida tendría sobre el desarrollo del reino de Dios en la tierra.
Pero fue el instrumento escogido por Dios para ponerlo en carrera.
La necesidad de ser guiado y ministrado por otros nunca acaba. No
existe un nivel de madurez, sea espiritual o natural, en el que
dejemos de necesitar guía y cobertura. A medida que sigamos a
Pablo en su crecimiento, iremos notando que siempre estuvo bajo
autoridad espiritual y rindiendo cuentas ante otros.
Por medio de Ananías, Dios le confirmó a Saulo que tendría un
ministerio principalmente entre los gentiles y ante reyes. Debe haber
sido una gran sorpresa para Saulo recibir esta misión de parte de
Dios, y pasarían muchos años antes de que aquella palabra se
cumpliese. Pero ese fue su llamado, y Dios se mostró más que
poderoso para cumplir todo lo que había prometido.
Tal vez esa misma tarde, con Ananías, Saulo haya tenido
oportunidad de conocer a un grupo de los seguidores de Jesús en la
ciudad. Es casi seguro que algunos de los que debieron huir de
Jerusalén estuvieran entre ellos. Habrá sido un momento muy
emotivo aquel en que los que habían sido torturados bajo las
órdenes de Saulo le dieron un beso en la mejilla en señal de paz.
Luego habrán compartido el pan y el vino en comunión unos con
otros y con Jesús, a través de su cuerpo partido por nosotros y su
sangre derramada en la cruz, siguiendo la enseñanza que él dejara
la noche en que fue entregado (Lucas 22:19).
Saulo comienza a dar testimonio de su nueva fe
Qué impresionante debe haber sido el siguiente Sabbat (sábado) en
la sinagoga más importante de Damasco. Los líderes no sabían
todavía acerca de la conversión de Saulo, y seguramente suponían
que se encontraba con alguna indisposición. Durante la reunión,
habrán visto complacidos al perseguidor de herejes, recientemente
llegado de Jerusalén para poner orden en Damasco. Saulo se habrá
levantado y leído el pasaje del día. Y luego de una pausa, habrá
presentado con fervor e inteligencia la proclama de la salvación por
medio de Jesucristo.
En seguida predicaba a Cristo en las sinagogas, diciendo que
éste era el Hijo de Dios. Y todos los que lo oían estaban
atónitos, y decían:
—¿No es éste el que asolaba en Jerusalén a los que invocaban
este nombre, y a eso vino acá, para llevarlos presos ante los
principales sacerdotes?
Pero Saulo mucho más se enardecía, y confundía a los judíos
que vivían en Damasco, demostrando que Jesús era el Cristo
(Hechos 9:20-22).
Veremos más adelante que Saulo sacó ventaja de la situación que
Dios había venido preparando durante los siglos anteriores.
Incontables sinagogas se habían establecido en la mayoría de las
ciudades gentiles de todo el mundo conocido, manteniendo una
presencia y predicación regular del testimonio de Dios en la tierra.
Estas sinagogas serían el punto de partida de la estrategia
misionera de la iglesia primitiva en general y del futuro apóstol Pablo
en particular.
Pero no nos adelantemos en la historia. En Damasco los líderes
judíos estaban escandalizados por la conversión de Saulo. Y éste
seguramente se sentía como Moisés, cuando con su mejor intención
de liberar al pueblo, fue acusado y amenazado por aquellos a los
que quería ayudar.
Saulo se reunía habitualmente con sus nuevos hermanos en la fe y
trataba de absorber de ellos, como una sedienta esponja, todas las
enseñanzas y recuerdos disponibles de la vida de Jesús. Lo más
probable es que no contara con ningún material escrito, tal como
acostumbraba tener al estudiar el Antiguo Testamento. Todo se
basaba en unos pocos recuerdos de primera mano de algunos que
habían visto a Jesús, pero mayormente en la memoria de los que
habían escuchado los relatos de los testigos oculares. Eso
difícilmente haya satisfecho a una mente profunda e inquisitiva
como de la Saulo. Cada noche, en la casa de Judas, o tal vez ahora
en la de Ananías, oraban y buscaban a Dios. Se maravillaban del
encuentro personal del Jesús resucitado con su perseguidor, de la
ceguera de Saulo y de su sanidad de esa ceguera. Y la paz volvía a
caer en sus corazones. No era a los apóstoles de Jerusalén que
Saulo anhelaba, sino a Jesús. Necesitaba oír más a su nuevo Señor
y aprender de él. Pasar tiempo a solas en su presencia.
Decidir el siguiente destino, parecía algo simple. Damasco era la
terminal de las rutas que traían especias de Arabia y África. Las
caravanas de camellos que regresaban con el producto de sus
ventas constituían una forma de transporte fácil. Y el hijo de un
importante comerciante no tendría dificultad en obtener un pasaje.

¿Cómo se aplica esto a nuestra vida?


Entrando al reino de Dios
Los primeros pasos en la vida de Saulo luego de su encuentro
personal con Dios fueron: arrepentirse y dejar sus propios caminos
para seguir al Señor, bautizarse en agua, y recibir el don (el regalo)
del Espíritu Santo.
Al relatar el momento en que la primera multitud se incorporó a la
iglesia primitiva, vemos a Pedro enseñar a los nuevos creyentes
estos pasos (Hechos 2:38-39). Estas mismas etapas continúan
siendo la puerta de entrada al reino de Dios. El Señor no ha
cambiado sus planes, y la Biblia sigue enseñando estas verdades.
Si todavía no lo has hecho, te invito a dar estos pasos.

Arrepentimiento
¿Qué significa arrepentirse? Cambiar de actitud. La palabra en el
original en griego es ‘metanoia’ que quiere decir cambio de mente o
de propósito (ver Marcos 1:14-15). Es necesario cambiar de actitud
hacia Dios, y no meramente lamentar haber realizado algunas malas
acciones. Esto se diferencia del remordimiento, que es la inquietud,
el desasosiego que queda después de haber hecho algo malo. El
arrepentimiento predicado por Jesús no se basa en sentirnos mal
por lo que hemos hecho, sino en cambiar nuestra actitud y valores
por los del reino de Dios.
Desde entonces comenzó Jesús a predicar, y a decir:
Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado
(Mateo 4:17).
¿Cuál es el cambio de actitud propuesto? De una actitud
independiente y rebelde frente a Dios (“Yo hago lo que se me da la
gana”), a una actitud de obediencia y dependencia de Dios (“Estoy
sujeto a Cristo en todo”).

Bautismo en agua
Jesucristo, después de su muerte y resurrección y antes de su
ascensión, instruyó a sus discípulos:
Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me
es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced
discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el
nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo;
enseñándoles que guarden todas las cosas que os he
mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días,
hasta el fin del mundo. Amén (Mateo 28:18-20).
Los apóstoles, desde que recibieron el Espíritu Santo, comenzaron
a proclamar el evangelio y a bautizar a los que creían, como acto y
señal de su conversión. Los que se convertían eran bautizados por
inmersión (la palabra traducida como ‘bautizar’ quiere decir
‘sumergir’). Mediante el bautismo nos unimos a Cristo para morir en
su muerte a nuestra antigua vida, y resucitar con él a una vida
nueva (Colosenses. 2:12). Tenemos esta nueva vida, la vida de
Cristo, mediante la fe en el poder de Dios. Cristo tiene poder para
quitar nuestro corazón de piedra (rebelde) y darnos un corazón de
carne, manso y humilde (2 Corintios. 5:17; Ezequiel 36:26-27). Es
mediante el bautismo que somos hechos miembros del cuerpo de
Cristo, que es la iglesia (1 Corintios 12:13).
La fe y el arrepentimiento anteceden al bautismo (Marcos 16:16,
Hechos 8:35-38). ¿Crees que Jesucristo es el Hijo de Dios? ¿Crees
que murió por tus pecados? ¿Crees que Dios lo levantó de los
muertos? ¿Confiesas y reconoces a Jesucristo como tu Señor?
¿Has cambiado de actitud?

Bautismo en el Espíritu Santo


Al arrepentirnos de corazón y ser bautizados en agua, reconocemos
que pertenecemos a Cristo y que él gobierna nuestras vidas. Que él
ha perdonado nuestros pecados y nos ha dado una nueva vida (2
Corintios 5:17). Dios nos ha hecho sus hijos y quiere bautizarnos en
el Espíritu Santo.
Este bautismo fue predicho por Juan el Bautista (Mateo 3:11) y por
Cristo (Hechos 1: 5, 8). Fue la experiencia de los apóstoles y de los
ciento veinte (Hechos 2:1-4). Los apóstoles anunciaron que esta
promesa era para todos (Hechos 2:38-39). En la iglesia primitiva,
todos los que se convertían y se bautizaban en agua eran guiados
por los apóstoles al bautismo en el Espíritu Santo.
El bautismo en el Espíritu Santo es una experiencia definida,
personal, consciente y transformadora. A la vez una promesa y un
mandato (Hechos 1:4-5). Un don, un regalo, no un premio. No se
otorga en virtud del que recibe sino en virtud del dador. Cristo, que
está en nosotros, nos quiere bautizar en el Espíritu Santo,
sumergirnos, llenarnos y dejar fluir su poder.
Hay distintas maneras en que la Biblia se refiere a esta experiencia:
bautismo en el Espíritu Santo (Mateo.3:11), bautismo con el Espíritu
Santo (Hechos 1:5), recibir el don del Espíritu Santo (Hechos 2:38),
recibir la promesa del Padre (Lucas 24:49), ser llenos del Espíritu
Santo (Hechos 2:4), recibir el Espíritu Santo (Hechos 8:17). Y
menciona que ‘cayó el Espíritu Santo’ (Hechos 10:44), y que ‘se
derramó el Espíritu Santo’ (Hechos 10:45).
El ser bautizados en el Espíritu Santo tiene como finalidad darnos
poder (‘dynamis’), virtud, gracia, unción (Juan 16:8; 2 Timoteo 1:7;
Ezequiel 36:26-27). Poder para ser transformados a la misma
imagen de Jesucristo y hacer la voluntad de Dios. Esto es posible y
fácil si andamos en el Espíritu (Filipenses 4:13). Poder para alabar,
adorar, amar, perdonar, soportar, obedecer, y todo lo que Dios nos
manda. Poder para ser testigos, porque recibimos valor, denuedo,
gracia, palabras.
Según la Biblia, el Espíritu vivifica (Gálatas 5:19-21; Marcos 7:21-
22), ayuda e intercede (Romanos 8:26-27), nos consuela (Juan
14:16-17), nos enseña (1 Juan 2:27; Juan 14:26) y guía. Es nuestro
‘parakletos’ (1 Juan 2:1), que quiere decir asistente legal, consejero,
abogado (Romanos 8:14; Juan 16:1314).
¿Cómo se recibe el bautismo en el Espíritu Santo? Oyendo con fe la
Palabra y creyéndole a Dios (Gálatas 3:2,14; Romanos 10:13-17).
En obediencia, pidiendo con fe (Lucas.11:9-13; Marcos 11:24; 1
Juan 5:14-15; Santiago 1:6-7). Recibiendo también con fe. Dando
gracias y alabando a Dios. El bautismo en el Espíritu Santo está
destinado a reducirnos, a fin de que más de la presencia y el poder
de Dios puedan morar en nosotros y fluir a través de nuestra
persona.
Algunas preguntas para invitarte a reflexionar:
¿Has completado los pasos de entrada al reino de Dios?
¿En qué etapa del camino te encuentras?
¿En qué aspectos de tu vida crees que todavía tienes que
cambiar de actitud?
¿Puedes dar testimonio de tu cambio?
¿Cómo es tu relación con los miembros de tu familia, de tu
comunidad? ¿Te dejas ayudar?

Comparte tus comentarios y reflexiones sobre este capítulo con los


otros lectores y conmigo en: desauloapablo.com
VI) A solas con Dios
Tiempo de desierto en Arabia

Inmediatamente después de su conversión, y fiel a su naturaleza,


Saulo se puso en acción. Comenzó a predicar su nueva fe con
pasión. Lo hizo en las sinagogas de la ciudad de Damasco, hacia
donde se había encaminado originalmente para perseguir a los
cristianos.
Su mensaje era claro: Jesús es el Hijo de Dios. A todos los tomó por
sorpresa. Tanto a los judíos como a los propios cristianos. No
podían creer lo que escuchaban. "¡Pero si es el mismo que allá en
Jerusalén perseguía y maltrataba a los seguidores de Jesús!
¡Precisamente vino a Damasco a buscar a más de ellos, para
llevarlos atados ante los sacerdotes principales!"(Hechos 9:19-21).
Saulo decidió no regresar a Jerusalén, tal vez debido a que sus
antiguos amigos judíos, enfurecidos por su conversión a Cristo,
podrían intentar también matarlo. En lugar de eso, se dirigió a la
región de Arabia, probablemente a un área al sur de Damasco. Es
posible que su objetivo inicial fuera predicar a los gentiles, pero
mayormente se volvió un tiempo de buscar a Dios en oración y de
recibir revelación directamente de él. Necesitaba meditar en las
escrituras del Antiguo Testamento que tan bien conocía, pero ahora
a la luz de su nueva fe. En total pasó unos tres años entre Damasco
y Arabia (Gálatas 1:17-18).
Fue una etapa dura para Saulo, separado de su nación debido a su
fe y dándose cuenta de que mucho de lo que suponía conocer del
Antiguo Testamento demostraba ser algo equivocado.
Como frecuentemente sucede, durante ese tiempo de prueba y
soledad en el desierto fue cuando Dios se reveló a él y lo preparó
para la obra que le tenía destinada. Al estar solo con el Señor, Saulo
debió haber estudiado el Antiguo Testamento, que conocía tan bien,
pero ahora desde otro punto de vista. Así que, en Arabia, durante
ese tiempo, el Señor le reveló a Saulo muchas de las grandes
verdades acerca de Cristo y la salvación que hemos recibido por
medio de él.
Posteriormente escribió estas verdades, entre otras epístolas, en su
carta a los Gálatas, en la que aclara que no fueron los demás
apóstoles los que le enseñaron estas cosas, sino que las recibió
directamente de Jesucristo:
Pero os hago saber, hermanos, que el evangelio anunciado por
mí no es invención humana, pues yo ni lo recibí ni lo aprendí de
hombre alguno, sino por revelación de Jesucristo. Ya habéis
oído acerca de mi conducta en otro tiempo en el judaísmo, que
perseguía sobremanera a la iglesia de Dios y la asolaba. En el
judaísmo aventajaba a muchos de mis contemporáneos en mi
nación, siendo mucho más celoso de las tradiciones de mis
padres. Pero cuando agradó a Dios, que me apartó desde el
vientre de mi madre y me llamó por su gracia, revelar a su Hijo
en mí, para que yo lo predicara entre los gentiles, no me
apresuré a consultar con carne y sangre. Tampoco subí a
Jerusalén para ver a los que eran apóstoles antes que yo; sino
que fui a Arabia y volví de nuevo a Damasco (Gálatas 1:11-17).
Sin duda Saulo quería compartir su nueva fe en cada posible
oportunidad, como lo había hecho en Damasco. Sin embargo, en
este tiempo Dios estaba más interesado en obrar en su vida y
carácter que en obrar a través de él.
El Señor lo llevó a ese desierto en Arabia para despojarlo de toda
distracción y revelarle los misterios escondidos desde antes de la
fundación del mundo (Efesios 3:1-12). En el camino a Damasco,
Jesús capturó la voluntad y el corazón de Saulo. En el desierto
capturó sus pensamientos.
Así transcurrieron meses, tal vez uno o dos años. Saulo, ahora de
unos 35 años, se fue formando al recibir revelación tras revelación
de Jesús, y construyendo lo que en el futuro serían las bases de su
ministerio. Hasta que se cumplió el tiempo fijado por Dios y Saulo
regresó a Damasco.
En Damasco su conversión difícilmente hubiera sido olvidada, pero
sin duda su alejamiento lo había sacado del foco de la atención.
Hasta que Saulo volvió a aparecer en la sinagoga un Sabbat y quiso
ejercer su derecho a leer las Escrituras y comentarlas. Como lo
había hecho antes Esteban, redujo a los judíos a un estado de
confusión, probando que Jesús era el Cristo. Los que habían estado
presentes en su anterior presentación de la Palabra lo miraban
asombrados por su crecimiento en cuanto a entendimiento y
convicción.
Y cada día Saulo hablaba con más poder del Espíritu Santo, y
les probaba que Jesús era el Mesías. Sin embargo, los judíos
que vivían en Damasco lo escuchaban pero no entendían nada
(Hechos9:22 TLA).
Sin duda la predicación de Saulo era poderosa por su conocimiento
de las Escrituras y su capacidad intelectual para presentar la
revelación espiritual que había recibido del Señor. Poderosa también
por el poder del Espíritu Santo en él. Pero tal vez todavía faltara un
elemento en esa primera etapa. Estas palabras, escritas por él unos
20 años después, tienen un eco autobiográfico.
Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda
ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los
montes, y no tengo amor, nada soy (1 Corintios 13:2).
De perseguidor a perseguido
Habiendo transcurrido unos tres años desde su conversión, y
estando Saulo en Damasco, los judíos, furiosos por su testimonio
como cristiano, se pusieron de acuerdo para matarlo. Pero llegó a
Saulo la noticia de ese plan. Supo que la entrada de la ciudad era
vigilada de día y de noche por aquellos hombres. Así que una noche
sus hermanos en la fe lo escondieron dentro de un canasto y lo
bajaron por la muralla de la ciudad.
Pasados muchos días, los judíos resolvieron en consejo
matarlo; pero sus asechanzas llegaron a conocimiento de
Saulo. Y ellos guardaban las puertas de día y de noche para
matarlo. Entonces los discípulos, tomándolo de noche, lo
bajaron por el muro, descolgándolo en una canasta
(Hechos9:23-25).
Gracias a Dios, Saulo contaba con el respaldo de su iglesia local.
Fueron los discípulos de Cristo en Damasco los que, alertados de
un plan para matarlo, vinieron al rescate. Lo llevaron de noche a la
casa de uno que vivía sobre las murallas de la ciudad. Tomando una
canasta de las que utilizaban los pescadores, lo pusieron dentro sin
que nadie notase que había una persona allí y lo hicieron descender
con cuerdas hasta el piso, del lado de afuera de la ciudad.
Mientras, a escondidas en la noche y posiblemente todavía oliendo
a pescado, Saulo tomaba un camino secundario para alejarse de
Damasco, su humillación era completa. El viaje a Damasco, que
había comenzado como una cruzada del poderoso perseguidor de
los cristianos, terminaba con él siendo el perseguido y huyendo en
la noche con la ayuda de los mismos que había venido a encarcelar.
Perseguido pero no desamparado; esta situación se repetiría
muchas veces más en su vida. Sin embargo, ese era el cincel
elegido por el maestro escultor, Dios, para formar al que sería su
instrumento escogido para expandir el reino de Dios en el mundo.
Como el mismo Pablo describiría más adelante: “Cuando soy débil,
entonces soy fuerte”.
¿Cómo se aplica esto a nosotros?
Desarrollando la presencia de Dios en nuestra vida
¿Cómo oír la voz de Dios?
El desierto de Arabia probablemente haya sido el lugar en que el
futuro apóstol Pablo recibiera directamente de Dios sus primeras
revelaciones, los fundamentos de lo que luego transmitiría en sus
epístolas. La Biblia hoy ya ha sido escrita, y Dios nos habla a través
de su Palabra. Estudiar y conocer la Biblia es parte de los
fundamentos de nuestra nueva vida.
Dios también quiere revelarse a cada uno de nosotros. Revelarnos
su amor, su perfecto perdón. Compartir con nosotros la carga de su
corazón. Guiarnos a cumplir su propósito para nuestra vida. Sin
duda hay mucho que Dios quiere decirnos. Orar es hablar con Dios.
Y se trata de una conversación en ambas direcciones. Pero, ¿cómo
oír la voz de Dios, si no nos habla en forma audible?
Jesús declaró: Y esta es la vida eterna, que te conozcan a ti… (Juan
17:3). Desafortunadamente muchas veces perdemos bendiciones
por nuestra falta de habilidad para distinguir la voz de Dios en
nosotros. Sin embargo contamos con la promesa de Jesús: Mis
ovejas oyen mi voz (Juan 10:27).
En su libro 4 Keys to Hearing God's Voice (Cuatro Claves para
Escuchar la Voz de Dios) Mark Virkler propone cuatro pasos simples
a través de los cuales abrirnos a Dios:
1. Aquietando nuestro corazón y permaneciendo quietos en la
presencia del Señor
Cuando buscó escuchar de Dios, Habacuc dijo: Sobre mi guarda
estaré, y sobre la fortaleza afirmaré el pie, y velaré para ver lo que
se me dirá… (Habacuc 2:1). Él sabía que para escuchar la voz de
Dios en su interior primero necesitaba encontrar un lugar silencioso
y acallar sus propios pensamientos y emociones.
El Salmo 46:10 dice: Estad quietos, y conoced que yo soy Dios.
Cuando acallamos nuestra mente, podemos acceder a una mayor
profundidad en nuestro espíritu. Cuando no acallamos nuestra
mente, solo oímos la voz de nuestros propios pensamientos.
Estar en la presencia de Dios, con una actitud de amor y entrega. A
muchos nos ayuda escuchar una suave música de adoración.
Durante este proceso es común que nos distraigan pensamientos
sobre tareas que tenemos pendientes. Una forma de evitarlo es
anotarlas a medida que surgen, y luego posponer el tema para más
tarde. También pueden surgir pensamientos de culpa o sentimientos
de indignidad que nos impidan estar en la presencia de Dios. En ese
caso debemos confesar y arrepentirnos (cambiar de actitud) con
sinceridad de corazón. Luego cubrirnos con el ‘manto de justicia’ de
nuestra salvación, por medio del sacrificio de Jesús. Por él podemos
presentarnos irreprensibles y sin mancha delante de Dios:
Y a vosotros también, que erais en otro tiempo extraños y
enemigos en vuestra mente, haciendo malas obras, ahora os ha
reconciliado en su cuerpo de carne, por medio de la muerte,
para presentaros santos y sin mancha e irreprensibles delante
de él (Colosenses 1:21-22).
En gran manera me gozaré en Jehová, mi alma se alegrará en
mi Dios; porque me vistió con vestiduras de salvación, me
rodeó de manto de justicia, como a novio me atavió, y como a
novia adornada con sus joyas (Isaías 61:10).
2. Fijando nuestra atención en Jesús en oración
Para recibir revelación de Dios es muy importante que nuestro
corazón se encuentre enfocado en él, ya que el flujo de nuestros
pensamientos procede del lugar en el que estamos enfocados.
Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe
(Hebreos 12.2)
Debemos poner nuestros ojos, fijar nuestra atención, en Jesús y
permanecer quietos en su presencia, abriendo nuestro corazón
delante de él. Podemos invitarlo a que envíe su presencia y abra
nuestra mente y corazón.
3. Estando atentos
La voz de Dios en nosotros muchas veces aparece en forma de
pensamientos espontáneos. Habacuc podía distinguir el sonido de
Dios cuando le hablaba (Habacuc 2:2). Elías lo describió como un
silbo apacible y delicado (1 Reyes 19:12).
Dios puede hablar de manera audible, como lo hizo con Saulo en el
camino a Damasco. Sin embargo, lo más frecuente es que la voz de
Dios venga en forma de pensamientos espontáneos, visiones,
impresiones o un sentir de parte del Señor. Muchos de nosotros
recordamos haber sentido en algún momento una fuerte carga para
orar por una cierta persona. ¿No fue acaso Dios el que nos llevó a
orar? ¿Cómo sonaba esa voz? ¿Era una voz audible o un
pensamiento espontáneo que se encendía en nuestra mente? Si
queremos escuchar a Dios, debemos estar atentos.
Habacuc dijo: Velaré para ver lo que se me dirá (Habacuc 2:1). Él
estaba buscando una visión de Dios mientras oraba. Abrió los ojos
de su corazón y miró en su espíritu. La Biblia nos muestra que Dios
frecuentemente se revela a través de sueños y visiones. Él
específicamente señaló que estas cosas vendrían sobre aquellos
que recibieran su Espíritu Santo, y estas promesas fueron citadas
por Pedro luego del primer derramamiento del Espíritu.
Mas esto es lo dicho por el profeta Joel: Y en los postreros días,
dice Dios, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, y
vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; vuestros jóvenes
verán visiones, y vuestros ancianos soñarán sueños
(Hechos2:17).
A muchos nos resulta sorprendente que Dios se comunique por
visiones y sueños. Preferiríamos algo más concreto e
intelectualmente más ‘claro’. Sin embargo, esa es la forma elegida
por él.
Daniel tuvo en su mente un sueño y visiones. Durante su relato,
enfatiza: “miraba yo en mi visión”, “estuve mirando hasta que…”, y
vuelve a repetir “miraba yo…”(Daniel 7:2, 9,13). Muchos cristianos
descubren que a medida que miran con “los ojos del entendimiento”
(Efesios 1:18), reciben de Dios tanto imágenes como pensamientos
espontáneos. Y también muchos las descartan, pensando que
provienen de ellos mismos.
Jesús vivía en constante contacto con Dios. Él declaró: De cierto, de
cierto os digo: No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo
que ve hacer al Padre… (Juan 5:19). Y luego: Porque el Padre ama
al Hijo, y le muestra todas las cosas que él hace. ¿Será posible vivir
una vida espiritual similar a la que Jesús vivió? Sí. El sacrificio de
Jesús acabó con la separación que existía entre Dios y nosotros
(Hebreos 10:19-22).
4. Llevar un diario de nuestras oraciones y de las respuestas de
Dios
Dios le dijo a Habacuc: Escribe la visión (Habacuc 2:2). Ese no fue
un mandamiento aislado. Las Escrituras contienen una gran
cantidad de registros de oraciones y de las respuestas de Dios.
Podemos anotar aquello que le pedimos a Dios, y aquello que
sentimos que el Espíritu Santo nos habla. Eso nos permite fluir y
escribir nuestras impresiones. Podemos relajarnos y recibir todo un
flujo de ideas e impresiones.
Luego tenemos que volver sobre lo escrito, para juzgar lo recibido a
la luz de su Palabra. Si lo juzgamos en el momento en que lo
recibimos, podemos interrumpir el fluir de lo que nos está llegando.
Todo lo que nos venga de Dios será consistente con lo que él ya ha
revelado en su Palabra. Dios no se contradice a sí mismo.
Conocer a Dios a través de la Biblia es el fundamento que nos
permite escuchar luego su voz. También resulta clave que contemos
con hermanos más maduros y formados en su caminar con el Señor
que puedan ser nuestros consejeros espirituales.
Te invito a que durante el tiempo que dedicas a buscar a Dios en
oración separes un momento para dejar de hablar y escuchar lo que
él quiera decirte. Y que luego escribas lo que recibes, para revisarlo
más tarde.

Comparte tus comentarios y reflexiones sobre este capítulo con los


otros lectores y conmigo en: desauloapablo.com
Segunda Parte
VII) Visita a Pedro
Primera visita a Jerusalén como cristiano

Luego de permanecer tres años en Damasco y Arabia, y de haber


tenido que escapar de la persecución de los judíos en Damasco,
finalmente Saulo decidió regresar a Jerusalén. Seguramente para
cumplir su deseo de conocer todo lo posible de los hechos y
enseñanzas de Jesús. Y qué mejor que hacerlo hablando con el
principal de los discípulos de Jesús: Pedro. Así que desanduvo el
camino que antes había emprendido de Jerusalén hacia Damasco,
recorriéndolo en sentido inverso. ¡Qué gran cambio se había
producido en su persona! Desde una partida como perseguidor de la
iglesia a este regreso como humilde siervo de Jesucristo.
Saulo trató de unirse a los seguidores de Jesús en Jerusalén, pero
ellos le tenían miedo. No estaban seguros de que en verdad él
creyera en Jesús. Muchos habían sufrido horriblemente a causa de
la manera en que él los había perseguido. Aunque lo habían
perdonado (o deberían haberlo hecho), su aparición repentina les
resultaba inquietante. Existía un riesgo muy real de que pudiese ser
un espía. Al informe acerca de su conversión le había seguido un
largo silencio durante su tiempo en Arabia. Y su actividad en
Damasco resultaba muy breve como para haber generado
comentarios que llegaran a Jerusalén. Su huida apresurada no les
había dado tiempo a los creyentes de Damasco a preparar una carta
de recomendación para la iglesia en Jerusalén.
Por algunas horas o días se sintió perseguido y rechazado tanto por
sus anteriores amigos como por sus enemigos. Perseguido y aislado
por todos, sólo le quedaban las promesas de Cristo y su presencia.
Este rechazo sufrido dentro de la iglesia hubiese podido detener el
avance espiritual del nuevo discípulo. Pero justamente allí hizo su
aparición una persona clave en la vida de Saulo: Bernabé. Como lo
notaremos a medida que se desarrolle esta historia, sin Bernabé
nunca hubiese habido un apóstol Pablo y la iglesia de Cristo hubiese
perdido su principal fuerza evangelizadora.
Bernabé se tomó el tiempo de escuchar a Saulo. Había conocido
acerca de su testimonio y su ministerio en Damasco, y supo en su
espíritu que todo era cierto. Tuvo el coraje de confiar en él hasta el
punto de comprometer su sólida reputación personal en la iglesia
respaldando a este ex perseguidor de los seguidores de Cristo. A
través de Bernabé, Saulo comenzó a aprender a desarrollar
relaciones dentro de la iglesia, el cuerpo de Cristo en la tierra.
Bernabé tenía muchos contactos relacionados con los apóstoles en
Jerusalén, que le mostraban gran confianza. Y los puso
desinteresadamente a disposición de su amigo. Su propia
naturaleza era la de ser un verdadero constructor de puentes.
Saulo se fue a la ciudad de Jerusalén, y allí trató de unirse a
los seguidores de Jesús. Pero estos tenían miedo de Saulo,
pues no estaban seguros de que en verdad él creyera en Jesús.
Bernabé sí lo ayudó, y lo llevó ante los apóstoles. Allí Bernabé
les contó cómo Saulo se había encontrado con el Señor Jesús
en el camino a Damasco, y cómo le había hablado. También les
contó que allí, en Damasco, Saulo había anunciado sin miedo la
buena noticia acerca de Jesús. Desde entonces Saulo andaba
con los demás seguidores de Jesús en toda la ciudad de
Jerusalén, y hablaba sin miedo acerca de Jesús el Señor
(Hechos 9:26-28).

Pedro no dudó en actuar en base al respaldo de Bernabé. Le abrió a


Saulo su corazón y seguramente su casa, compartiendo con él
todas sus memorias sobre Jesús. Saulo pasó la mayor parte de los
siguientes quince días escuchando a Pedro y haciéndole preguntas.
Se puede apreciar que en las epístolas escritas posteriormente
existen claras referencias al testimonio que recibió de Pedro sobre
los dichos y hechos de Jesús. Más tarde, en su primera carta a la
iglesia de Corinto escribiría:
Primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que
Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las
Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día,
conforme a las Escrituras; y que apareció a Cefas(es decir
Pedro), y después a los doce. Después apareció a más de
quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven aún y
otros ya han muerto. Después apareció a Jacobo y después a
todos los apóstoles. Por último, como a un abortivo, se me
apareció a mí. Yo soy el más pequeño de los apóstoles, y no
soy digno de ser llamado apóstol, porque perseguí a la iglesia
de Dios (1 Corintios 15:3-9)
Vemos que Pablo se consideraba un testigo ocular de la
resurrección de Cristo, ya que el Señor se le había presentado en el
camino a Damasco. Sin embargo, esos quince días con Pedro le
proveyeron una base esencial en su conocimiento de la vida de
Cristo en la tierra, de su carácter, de su amor, de su vida sin pecado
y de las enseñanzas que compartió.
Pedro tenía una edad similar a la de Saulo, pero con un carácter y
formación que contrastaban con la de éste. Se trataba de un
pescador rudo que carecía de la formación académica y brillantez
de mente que caracterizaba a Saulo, si bien como la mayoría de los
judíos de su época, sabía leer y escribir y había aprendido de niño
las Sagradas Escrituras. Luego de haber sido discípulo de Jesús por
tres años, Pedro conocía de primera mano su ministerio y
enseñanzas.
Saulo había sido un perseguidor de cristianos, pero Pedro no tenía
ningún sentimiento de superioridad con respecto a él ya que había
negado a su maestro tres veces. Ambos habían sido rescatados y
transformados por el Cristo Resucitado, y eso los mantendría unidos
para siempre, más allá de las diferencias que una futura disputa
haría surgir.
Posteriormente, Pablo narra acerca del tiempo que pasó con los
apóstoles en su carta a los Gálatas:
Tres años después (de la experiencia en el camino a Damasco)
fui a Jerusalén, para conocer a Pedro, y sólo estuve quince días
con él. También ví allí al apóstol Santiago, hermano de
Jesucristo nuestro Señor (Gálatas 1:18-19).
No encontramos referencias de Saulo comentando sobre el
ministerio que había recibido de Dios para predicar a los gentiles. En
esa época, tampoco Pedro tenía demasiado entendimiento de que
el reino de Dios era también para los no judíos. La visión que
recibiría de Dios y la posterior experiencia en la casa de Cornelio,
que cambiarían su entendimiento sobre estos temas, todavía no
habían sucedido.
Poder escuchar el testimonio de Pedro y caminar en Jerusalén por
los sitios en los que habían tenido lugar las enseñanzas y milagros
de Cristo debe haberle resultado magnifico. Sin embargo Saulo era
un hombre de acción, y no pasó mucho tiempo antes de que
comenzara a testificarles a los judíos acerca de Cristo, continuando
el camino comenzado por Esteban. Saulo no se limitó a los círculos
de desconocidos sino que fue a predicarles a los judíos de habla
griega que habían sido sus anteriores compañeros. Habló, predicó y
debatió. Una vez más provocó discusiones. Ese hombre, que
ansiaba traer el ministerio de la reconciliación, parecía causar
violentas discusiones dondequiera que fuese. Más tarde, en las
epístolas, Pablo, inspirado por el Espíritu Santo, recomendará no
entrar en discusiones (2 Timoteo 2:23). Pero en ese tiempo, siendo
todavía un nuevo convertido, era él quien entraba en disputas y
discutía.
Esas discusiones probablemente perturbaban a los discípulos ya
que, irónicamente, desde la partida del perseguidor y hasta la
llegada del creyente Saulo, habían tenido oportunidad de recobrar la
paz y crecer numéricamente. Cuando la situación forzó la salida de
Saulo, probablemente hayan sentido cierto alivio. A Saulo todavía le
faltaba pasar por diversos procesos de formación de parte de Dios
antes de poder ser utilizado por él en la extensión de su Reino.
Sucedió entonces que los judíos se enfurecieron porque su antiguo
amigo se había vuelto cristiano, y nuevamente hubo un complot
para matarlo.
… y hablaba denodadamente en el nombre del Señor, y
disputaba con los griegos; pero éstos procuraban
matarle. Cuando supieron esto los hermanos, le llevaron hasta
Cesarea, y le enviaron a Tarso (Hechos9:29-30).
Cabe destacar una nota casi humorística de Lucas, el discípulo de
Pablo. Mucho tiempo después, al relatar estos acontecimientos en el
libro de Hechos, Lucas menciona que luego de la partida de Saulo
las iglesias de la región pudieron finalmente tener paz:
Entonces las iglesias tenían paz por toda Judea, Galilea y
Samaria; y eran edificadas, andando en el temor del Señor, y se
acrecentaban fortalecidas por el Espíritu Santo (Hechos 9:31)
El paso de Saulo por Jerusalén fue breve, pero dejó una profunda
marca tanto en Saulo como en la iglesia de Señor, que no lo
olvidaría. En especial Bernabé, que había llegado a pasar bastante
tiempo con este nuevo creyente que poseía dotes tan fuertes de
conocimiento de la Palabra, revelación espiritual y fuego para
evangelizar a los gentiles. Cuando el tiempo (el kairos) de Dios se
cumpliera, Bernabé lo encontraría para abrirle las puertas a su
llamado.
Antes de eso, sin embargo, el destino que le aguardaba en su tierra
natal sería el más duro que había vivido hasta entonces.

¿Cómo se aplica esto a nuestra vida?


Problemas
Una correcta perspectiva vertical nos guarda de angustiarnos por la
perspectiva horizontal.
Esta es una historia real. Cierto día, un seguidor de Cristo se
encontraba desanimado. Ya llevaba tres años sin trabajar pese a
haber sido un exitoso profesional y haberse presentado a
muchísimas entrevistas laborales. Trató de iniciar un negocio, pero
tampoco funcionó. Por supuesto, debido a todo eso además tenía
problemas financieros. Tres días antes, su hijo menor había tenido
un accidente y se había fracturado un brazo. El día anterior, a su
esposa la habían asaltado. Se encontraba ahora en una reunión de
trabajo, en su congregación. También allí sólo percibía problemas.
De pronto recordó un versículo que había leído recientemente:
El año en que murió el rey Uzías, vi al Señor sentado en un
trono muy alto; y el borde de su manto llenaba el templo (Isaías
6:1).
Su congregación contaba con un edificio grande, para más de 1.500
personas. El techo era muy alto. Imaginó el tamaño que debería
tener esa visión de Dios como para que el borde del manto del
Señor llenase aquel enorme salón. Por alguna razón la idea le
pareció tranquilizadora. Un Dios de ese tamaño está en control de
todo. Por supuesto que Dios es más grande que eso. Los cielos de
los cielos no pueden contenerlo. Pero imaginarlo así le dio una
perspectiva más accesible, más cercana, de su grandeza.
Querido amigo: el creador del universo, el Dios inmutable, el Señor
de la historia, y el que nos llama sus amigos, está en control de
todo. Por desalentadoras que puedan parecer algunas
circunstancias que estés atravesando, Dios tiene un propósito
definido para tu vida. Y sus planes son planes de amor y de
bendición. A veces desde una perspectiva humana puede parecer
que los problemas son grandes y sin solución. Pero una correcta
perspectiva acerca de quién es Dios y de lo que él nos revela en su
Palabra nos libra de mirar las situaciones de una forma tan limitada.
Dios quiere nuestro éxito, ¡No necesitamos preocuparnos por los
detalles!

Comparte tus comentarios y reflexiones sobre este capítulo con los


otros lectores y conmigo en: desauloapablo.com
VIII) Tiempo de espera
Regreso sin gloria a Tarso

Aquel no debió haber sido un regreso sencillo a su tierra natal.


Todos sus amigos, su familia y su sinagoga debían estar
sorprendidos y escandalizados por su nueva fe. Y nos vienen a la
memoria las palabras de Jesús: No hay profeta sin honra, sino en su
propia tierra y en su casa (Mateo 13:57).
No sólo había arruinado su prometedora carrera, en la que había
invertido tanto esfuerzo y dinero. Su nueva fe chocaba con las
creencias y prácticas de su familia, que como sabemos estaba
formada por celosos fariseos.
Volvía al contexto de una ciudad comercial, con calles llenas de
mercaderías y personas de diversas culturas. Y recordaba el
llamado recibido del Señor para alcanzar a los gentiles. Sin
embargo, todo le parecería muy lejano de su alcance en aquella
época.
Su estadía en el desierto en Arabia había sido con gran revelación
de parte del Señor. Seguramente durante los diez años que ahora
pasaría en esta región continuaría profundizando su entendimiento
acerca de la nueva fe. Y recibió revelación del Señor como nadie la
había recibido. Pero fue una época de verdadero desierto espiritual.
Como los cuarenta años que Moisés pasó viviendo en la casa de su
suegro, cuidando de su ganado, luego de haber huido de Egipto,
fracasado y perseguido.
A estos se los denomina ‘los años oscuros’ de Saulo, ya que es
poco lo que mencionan sobre ellos las Escrituras. Probablemente
pasaba su tiempo predicando donde podía y estudiando el Antiguo
Testamento a la luz de la revelación recibida sobre el hecho de
Cristo. Muchos pasajes que Gamaliel y sus otros maestros no
pudieron explicarle con claridad, tales como Isaías 53 o el Salmo
110, ahora de repente cobraban mucho sentido. El Jesús crucificado
había sido entronado por el Dios de Abraham, Isaac y Jacob.
Necesitó varios años para poder procesar todo eso.
Mucho después, al relatar sus diversas tribulaciones, Pablo
mencionó haber recibido de los judíos cinco veces el máximo
castigo de cuarenta latigazos menos uno (2 Corintios 11:24). Pero
sólo uno de esos sucesos se encuentra relatado en la Biblia.
Teniendo en cuenta las recientes experiencias en Damasco y
Jerusalén, donde había sido perseguido, es probable que en algún
momento, más temprano que tarde, les haya presentado el
evangelio de Cristo a judíos y gentiles en Tarso. De la misma
manera en que esto generó persecución en su vida (tanto antes
como después), es muy posible que su predicación lo haya llevado a
recibir públicamente este duro castigo de azotes una o más veces
en Tarso. Resulta difícil imaginar desde la comodidad de nuestra
cultura actual el sufrimiento físico por el que pasó, y la humillación
experimentada por su familia.
Es muy probable que en algún momento fuera excomulgado de la
sinagoga de Tarso, y que eso produjera un quiebre con su familia.
Padres no provoquéis a ira a vuestros hijos, escribiría más adelante
a los Efesios, tal vez mientras evocaba las memorias de esta
situación. Con el paso del tiempo en Tarso, fue perdiendo todo lo
que antes consideraba ganancia en su vida, como luego escribiría:
Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado
como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aun estimo
todas las cosas como pérdida por la excelencia del
conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por amor a él lo he
perdido todo y lo tengo por basura, para ganar a Cristo
(Filipenses 3:7-8).
Saulo parecía estar desperdiciando los mejores años de su vida. Y
eso resultaba aún más difícil de sobrellevar por su sentido de misión
y la carga que tenía en su corazón por evangelizar a los gentiles.
Sin embargo, pasó así la etapa de entre los 35 y los 45 años (Nota
1), etapa en la que normalmente los hombres encuentran su
plenitud. Saulo, en cambio, atravesaba una de las peores épocas de
su vida.
Durante diez años permaneció en Tarso. Seguramente se mantuvo
activo, tratando de evangelizar y desarrollar la misión encomendada
por Dios. Pero no se registra ninguna epístola posterior dirigida ‘a
los Cristianos de Tarso’. Históricamente tampoco se sabe que se
hubiese levantado una iglesia allí en aquella época. No hay
menciones al respecto en ninguna de sus epístolas ni en el resto del
Nuevo Testamento. Lo más probable es que haya sufrido
penalidades como testigo de Jesús, pero sin el aliciente de ver
mayor fruto por su esfuerzo.
Pablo también menciona que sufrió naufragios tres veces (2
Corintios 11:25). Solo se encuentra una cita relatada en el libro de
Hechos, y es posterior. Es posible que haya estado navegando por
la región cercana a Tarso, llevando a cabo esfuerzos evangelísticos.
Hasta donde conocemos, en esa época trató de desarrollar un
ministerio por su propia cuenta, aparentemente sin mucha relación
con las iglesias del Señor. Tal vez por no existir congregaciones en
la zona. Habiendo experimentado las limitaciones que implica el
estar solo, posteriormente enfatizó siempre la necesidad e
importancia de mantener vínculos fuertes con la iglesia de Cristo. Y
de trabajar en equipo y en comunión con otros hermanos en la fe.
Aun siendo un poderoso apóstol, con abundancia de dones
naturales y sobrenaturales, nunca más se lo vio desarrollar la obra
de Dios en solitario. En adelante trabajaría siempre junto con otros
hermanos en la fe. Lo mejor de Pablo surgió al contar con el apoyo
de uno o preferiblemente más compañeros en la obra.
Despojado de su casa, familia, comodidad y posición, cuenta la
tradición que Pablo se fue a vivir a una cueva, cerca de Tarso, que
hasta el día de hoy conserva su nombre. Aunque nada de esto es
seguro. Analizando las fechas, muchos estudiosos entienden que
fue en esa difícil época de su vida que tuvo la visión que lo llevo al
tercer cielo. Mantuvo la visión sólo para sí por catorce años, y aún
entonces sólo la comentó relatándola en tercera persona. A
diferencia de la visión de Juan en la isla de Patmos, en la que
expresamente se le ordenó escribirla (y su registro es lo que
conocemos como el libro de Apocalipsis), Pablo escuchó cosas que
no pueden ser expresadas:
Ciertamente no me conviene gloriarme, pero me referiré a las
visiones y a las revelaciones del Señor. Conozco a un hombre
en Cristo que hace catorce años (si en el cuerpo, no lo sé; si
fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe) fue arrebatado hasta el
tercer cielo. Y conozco al tal hombre (si en el cuerpo, o fuera
del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe), que fue arrebatado al
paraíso, donde oyó palabras inefables que no le es dado al
hombre expresar. De tal hombre me gloriaré; pero de mí mismo,
en nada me gloriaré sino en mis debilidades. Sin embargo, si
quisiera gloriarme, no sería insensato, porque diría la verdad;
pero lo dejo, para que nadie piense de mí más de lo que en mí
ve u oye de mí.

Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltara,


me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de
Satanás que me abofetee, para que no me
enaltezca; respecto a lo cual tres veces he rogado al Señor
que lo quite de mí. Y me ha dicho: «Bástate mi gracia,
porque mi poder se perfecciona en la debilidad.» Por tanto,
de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades,
para que repose sobre mí el poder de Cristo. Por lo cual,
por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en insultos,
en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque
cuando soy débil, entonces soy fuerte (2 Corintios 12:1-
10).

Por unos 2.000 años se ha hablado sobre cuál sería el ‘aguijón’ que
menciona Pablo en este pasaje. Algunos especulan que se trataba
de alguna enfermedad, ya sea muy dolorosa o humillante. Otros
opinan que se trataría de la malaria, que produce fuertes dolores de
cabeza y problemas en los ojos, y citan como respaldo algunos
versículos que podrían tener relación con problemas oculares.
La explicación que me ha parecido más consistente con el pasaje y
su contexto, es que este aguijón se refería precisamente a la
violenta persecución que se describe en el mismo pasaje. Pablo
había sufrido y continuaría sufriendo una agresiva oposición por
parte de los judíos. Inmediatamente después, en el mismo pasaje,
Pablo menciona que se goza en las “debilidades, insultos,
necesidades, persecuciones y angustias” que debía sufrir.
Fuera el que hubiese sido este agujón, sabemos que se trataba de
una fuente de debilidad permitida y utilizada por Dios. Mantuvo a
Pablo dependiendo de la gracia, perfeccionando su carácter para la
obra a la que había sido llamado. En opinión del propio Pablo, esa
debilidad terminó siendo un motivo de gloria. Gracias a ella solo le
quedaba depender de Dios, y ese era el secreto de su poder.
Luego de aquel largo tiempo de espera en Tarso, la puerta para
entrar en el ministerio al que Dios había llamado a Saulo estaba a
punto de abrirse.

¿Cómo se aplica esto a nuestra vida?


¿Qué hacer mientras esperamos nuestro destino?
Dios desea usar a sus hijos para cumplir los propósitos de su Reino.
No necesitamos dedicar tiempo a convencer al Señor para que nos
use. En lugar de eso, debemos invertir tiempo en desarrollar una
relación con él. Cuanto más cercanos estemos a Dios, cuanto más
tiempo pasemos en intimidad con él, mayor será la claridad con que
escucharemos su llamado, y podremos descansar con confianza en
él.
En el tiempo de espera que se extiende desde que recibimos
nuestro llamado hasta que comenzamos a vivirlo, debemos ser
fieles en el cumplimiento de las tareas que Dios nos encomiende,
sin que importe lo pequeñas o intrascendentes que nos puedan
parecer. Es muy probable que descubramos luego que lo que nos
parecieron pequeñas responsabilidades sin sentido fueron en
realidad el entrenamiento que Dios usó para prepararnos.
Cuando sentimos un llamado de Dios, nos preguntamos: ¿Cómo
vamos a servirlo? ¿Desde qué posición? ¿Profesionalmente?
¿Dónde? Estas típicas preguntas nos llevan a buscar a Dios. Tal vez
sea ese el motivo por el que él nos hace el llamado, pero no las
contesta. Justamente mientras buscamos respuestas, y a medida
que vemos su plan desarrollarse en nuestras vidas, es que se forja
en nosotros el hombre o la mujer con profundidad espiritual que el
desea. Hay períodos en los que escuchamos a Dios con frecuencia,
y nos esforzamos por seguir su plan. Pero también existen tiempos
de desierto en los que parecería que él está muy lejos y se ha
olvidado de lo que nos prometió.
Por su propia naturaleza, en Dios está el querer usarnos. Por esa
razón desea que seamos las personas que él ha querido diseñar
para que alcancemos con éxito nuestro llamado. Y necesitamos
esperar en él. Saúl constituye un ejemplo interesante: tan ansioso
estaba por vencer al enemigo de Israel que desobedeció a Dios
para hacerlo. Esa desobediencia terminó costándole su reinado.
Contrapuesto a este ejemplo, tenemos el de David, que fue ungido
por el profeta de Dios como rey de Israel solo para tener que volver
a cuidar ovejas y luego pasar por persecuciones (¡por parte de
Saúl!) durante muchos años antes de que esa unción tuviera su
cumplimiento visible. Cuando el tiempo fue el correcto,
indefectiblemente David se convirtió en el rey más importante de
toda la historia de Israel.
Cuidar ovejas no parece una ocupación importante, ni un gran
entrenamiento para un futuro rey. Sin embargo, David fue capaz de
vencer a Goliat por la confianza que había desarrollado al vencer a
los osos y leones que atacaban al rebaño (1 Samuel 17:34). Nadie
presenció esas victorias, pero ellas lo prepararon para la gran
victoria pública que abriría su destino. Su corazón de adorador y
salmista se forjó durante aquellos tiempos de alabanza mientras
cumplía sus deberes como pastor. Resulta difícil imaginar que se
hubiera podido desarrollar dentro del contexto de una corte real.
¿Qué hubiera pasado si el desánimo por no ver el pronto
cumplimiento de su llamado hubiera apartado a David de Dios?
¿Qué hubiera pasado con José, que llegó a ser la segunda persona
más importante de Egipto, si se hubiera apartado de Dios amargado
por las injusticias de que fue objeto durante su vida? ¿Qué hubiera
pasado con Moisés si hubiera abandonado su fe luego de 40 años
en el desierto cuidando del ganado de su suegro? ¿Y qué hubiera
pasado con Pablo si cansado de 10 años de tribulaciones y sin
mayor fruto en Tarso se hubiera apartado de su llamado?
En su obra In the Meantime: The Practice of Proactive Waiting, Rob
Brendle identifica los tres errores más habituales que cometemos
durante los tiempos de espera y que pueden trabar nuestro
desarrollo:
Error 1: Avanzar por nuestra cuenta
Este probablemente sea el error más grave. Algunos piensan que
esperar en el Señor es una excusa para no hacer nada. Una vez
que reciben el llamado, en un acto de suprema generosidad le
comunican a Dios que tiene unos pocos días para ajustar cualquier
pequeño detalle que haya quedado pendiente. Luego se lanzan a la
carga en sus propias fuerzas, forzando y manipulando situaciones a
través de su capacidad natural, para posicionarse en el lugar al que
se sienten llamados.
Desafortunadamente, el propósito de nuestra vida no puede ser
forzado a desarrollarse. Es como comer una manzana que está
madurando en el árbol. No podemos cosecharla antes de tiempo. Lo
que hubiese sido sano y bueno, termina siendo malo y enfermante
por estar fuera de tiempo.
Cuando recibimos un llamado de Dios, resulta muy tentador querer
avanzar por nuestra propia cuenta. Utilizar nuestra inteligencia y
estrategias para cumplir nosotros el objetivo, sin esperar ni buscar la
guía de Dios. Hacer eso prácticamente garantiza que necesitaremos
recibir un tratamiento sobre nuestro carácter. Ese tratamiento en
muchas ocasiones pasa por alguna fuerte desilusión, una
humillación pública o, lo que es peor… ¡ambas cosas a la vez!
Error 2: Esperar unos minutos y luego olvidarse del tema
Probablemente este sea el error más frecuente. Esperamos durante
un breve período, y si el llamado que sentimos no se convierte en
una realidad al poco tiempo, nuestra fe se derrite como un copo de
nieve hasta desaparecer sin dejar rastro.
Si la visión es de Dios, debemos aferrarnos a ella con fuerza, y
nunca, nunca, dejarla ir. Esta actitud, esta tenacidad, es lo que se
requiere para pasar de oír la voz de Dios a cumplir con nuestro
llamado.
Error 3: Super espiritualizarlo todo
Se trata de aquellos que reciben una visión de Dios para su vida y
oran por ella. Y siguen orando... y orando… Y hablan de ese plan.
Pero les falta el coraje para llevar a la práctica lo que Dios les guía a
hacer. Parecen grandes hombres de fe cuando se los escucha
hablar. Pero no hay fruto. Construyen grandes argumentos para
explicar racionalmente su inacción. Pero en el fondo se trata
simplemente de miedo. Miedo de intentarlo y fallar. Miedo de haber
escuchado mal a Dios. Miedo del qué dirán.
Nuestro desafío es evitar estos errores y vivir el llamado de Dios
para nuestra vida.
"Porque yo sé los planes que tengo para vosotros"--declara el
Señor--"planes de bienestar y no de calamidad, para daros un
futuro y una esperanza” (Jeremías 29:11, Biblia de las
Américas).
Este versículo es muy conocido. La palabra clave aquí es ‘porque’
que conecta este versículo con los anteriores de ese capítulo. Dios
les dice a los Israelitas que prosperen y se multipliquen en el exilio
en el que están, porque en 70 años él los rescatará y traerá de
vuelta a Jerusalén. Les recuerda a sus escogidos la promesa que
les hizo, de darles la tierra prometida. Y durante el periodo de
espera, él quiere que vivan y que vivan bien.
De la misma manera, el objetivo durante nuestro periodo de espera
es mantener una actitud activa, para desarrollarnos y cumplir con el
propósito de esa etapa. Estar listos y capacitados para cuando esa
etapa de espera concluya.
El llamado de Dios, es más un proceso que un resultado final. Un
llamado no es un logro específico impresionante, sino que se parece
más al amor de un buen esposo a su esposa: o sea una vida llena
de pequeñas decisiones y acciones cada día, todas en el mismo
sentido, en la misma dirección.
La vida es eso que nos pasa mientras nosotros estamos distraídos
buscando cumplir nuestros objetivos. Jesús dijo: Yo soy el Camino.
Si fuéramos a graficarlo, tendríamos un punto de inicio y un punto
de destino o meta. La línea que une ambos puntos es nuestro
llamado, nuestro propósito, el plan de Dios para nosotros. El Señor
ha preparado no sólo la meta sino todo el camino, para que lo
andemos.
Preparar y proteger el llamado
Los puntos críticos en esta etapa de espera y formación son la
humildad y la sumisión para aceptar lo que nos toca vivir y el destino
que Dios nos presenta en esta etapa. También la perseverancia y
fidelidad en cuanto al llamado recibido, aunque la realidad que
veamos sea completamente distinta y muchas hasta opuesta al
llamado de Dios.
La sumisión necesaria para esta etapa no es sólo a Dios sino
también a las autoridades que Dios ha establecido en su cuerpo, la
iglesia. Podemos ser las personas más capaces y con más dones
del mundo, pero seguiremos teniendo problemas para hallar el
camino hacia nuestro llamado si no aprendemos a someternos a las
autoridades delegadas por Dios. Ellos son la puerta de entrada a
nuestro llamado.
Notemos que el ministerio de Pablo no comenzó a desarrollarse
basado en su propia capacidad, pese a que era uno de los
apóstoles con mayores dones y revelación. De la misma manera en
que el antes atemorizante Saulo tuvo que ser mansamente liderado
por un desconocido Ananías para entrar al reino de Dios, el futuro
apóstol Pablo necesitó de un mentor que Dios enviaría para sacarlo
de ese tiempo de espera y permitirle entrar al cumplimiento de su
llamado.
También veremos que Pablo será siempre (como el mismo lo
enseña luego) sumamente solícito en guardar el vínculo de unidad
con el cuerpo de Cristo, que es la iglesia (Efesios 4:3). Notaremos
que aún en situaciones tensas y con diferencias importantes de
criterio y visión, Pablo siempre permaneció unido a sus hermanos
en la fe, y sujeto a la iglesia.
Dios es el que pensó en tu llamado, que tan cuidadosamente
guardas. Y él es más que capaz de cumplirlo a través de las
circunstancias de tu vida. No estás perdiendo el tiempo, ni dando
vueltas en círculos, ni avanzando en la dirección equivocada.
Simplemente debes dejar a Dios actuar.
De un momento a otro, lo que Dios ha desarrollado en tu vida en lo
escondido puede manifestarse en forma visible. De esa manera, la
gloria será de Dios y no tuya. Cuando los discípulos vieron la
magnitud de la pesca milagrosa (Lucas 5:9) les resultó obvio que no
era nada que ellos hubiesen hecho. Esa bendición constituía una
señal de que Jesús estaba operando sobrenaturalmente. Cuando se
repitió el milagro de la pesca milagrosa luego de la resurrección
(Juan 21:6-7), Juan inmediatamente pudo reconocer que se trataba
de Jesús.
Dios nos da sueños. Pero recién cuando somos capaces de
devolvérselos en ofrenda a él, dándole la libertad de que haga lo
que quiera con ellos, es que nuestros sueños se vuelven una
realidad. Como lo hizo Abraham cuando Dios le pidió que sacrificara
a Isaac, el hijo que él mismo le había prometido, debemos estar
dispuestos a poner nuestros sueños en el altar, si Dios lo pide.
La santidad
Debemos renunciar no solo a vivir en pecado sino también a la
atracción del pecado. La primera batalla no tiene que ver con lo que
hacemos sino con lo que está en nuestro corazón (lo que contamina
al hombre). Años después, Pablo le escribió a Timoteo instándole a
huir de las pasiones juveniles. La santidad no se puede lograr a
través de una actitud meramente defensiva. Tenemos que ser
proactivos en cuanto a guardar la santidad, y capaces de discernir
entre lo bueno y lo malo.
El lugar secreto
La decisión de Dios de rescatar a David nunca fue arbitraria. Dios
salvó a David porque le gustaba como era. Y le gustaba como era
porque día tras día, año tras año, David buscaba sin descanso la
presencia de Dios.
El que habita al abrigo del Altísimo, morará bajo la sombra del Omnipotente (Salmo
91:1).
Aquel lugar secreto, privado, donde desarrollamos una intimidad con
Dios, no es transferible. No podemos basar nuestra vida en la
relación de otra persona con Dios. Tú puedes ser el hijo o el mejor
amigo de la persona más santa del mundo, pero eso no te convierte
en amigo de Dios.
Este lugar secreto es… ¡secreto! No para buscar gloria para
nosotros, ni para impresionar a los demás. No nos acercamos a él
para salirnos con la nuestra. Ese lugar es para que tomemos
consciencia de que somos hijos e hijas del Señor, hechos a su
imagen, que le pertenecemos a él y que debemos vivir de acuerdo
con sus planes y llamado para nuestra vida. Hacer las cosas según
su voluntad y seguir sus caminos es la única manera de triunfar.
Hagamos de la búsqueda de una relación íntima con Dios nuestro
clamor y objetivo. Como David, habitemos en la presencia del
Todopoderoso para conocerlo. Será Dios el que abra las ventanas
de los cielos para derramar su bendición sobre nuestra vida y para
cumplir el destino perfecto al que nos ha llamado desde antes de la
fundación del mundo.

Comparte tus comentarios y reflexiones sobre este capítulo con los


otros lectores y conmigo en: desauloapablo.com
IX) Comienza el ministerio
Ministerio en Antioquía, capital de Siria

Dejamos a Saulo en su ciudad natal, Tarso, a donde regresó luego


de haber tenido que huir de Jerusalén. Pasó en Tarso diez años, sin
señales de que un cambio se avecinase.
Mientras tanto, en Antioquia, otra ciudad también gentil no muy
distante de Tarso, sucedía un mover muy especial del Espíritu
Santo.
Al principio el evangelio sólo se predicaba entre los judíos. Más
tarde, a partir de la persecución desatada luego del martirio de
Esteban, muchos discípulos fueron diseminados por toda Judea y
Samaria. Algunos de los que salieron predicaron la Palabra también
entre los gentiles.
Ahora bien, los que habían sido esparcidos a causa de la
persecución que hubo con motivo de Esteban, pasaron hasta
Fenicia, Chipre y Antioquía, sin hablar a nadie la palabra, sino
solo a los judíos. Pero había entre ellos unos de Chipre y de
Cirene, los cuales, cuando entraron en Antioquía, hablaron
también a los griegos, anunciando el evangelio del Señor
Jesús. Y la mano del Señor estaba con ellos, y gran número
creyó y se convirtió al Señor.
Llegó la noticia de estas cosas a oídos de la iglesia que estaba
en Jerusalén, y enviaron a Bernabé para que fuera hasta
Antioquía. Este, cuando llegó y vio la gracia de Dios, se regocijó
y exhortó a todos a que con propósito de corazón
permanecieran fieles al Señor. Era un varón bueno, lleno del
Espíritu Santo y de fe. Y una gran multitud fue agregada al
Señor (Hechos 11:20-23).
En Antioquía muchos gentiles creyeron en el Señor. Y cuando esta
noticia llegó a la iglesia de Jerusalén, ellos decidieron enviar allí a
Bernabé. Vemos aquí obrar la mano de Dios en cada detalle. Este
era nada menos que el antiguo amigo de Saulo. Diez años antes,
cuando Saulo llegó como un desconocido a Jerusalén desde
Damasco, fue Bernabé quien lo presentó a los apóstoles.
Poco tiempo antes del envío de Bernabé, Pedro había vivido una
impactante experiencia en el hogar de un centurión romano en
Cesárea. Se trataba de Cornelio, un gentil prosélito. El relato
completo se encuentra en Hechos, desde el capítulo 10:1 hasta el
11:18. Mientras Pedro oraba, tuvo una visión en la que Dios lo llevó
a entender que la salvación era también para los gentiles y le dio
instrucciones en cuanto a visitar a Cornelio. Aunque con reservas,
Pedro fue a la casa de Cornelio. El Espíritu Santo descendió
mientras él estaba todavía hablando, con manifestaciones y dones
semejantes a los que habían recibido los creyentes de origen judío
al ser llenos del Espíritu Santo. Luego de eso, no pudo sino
bautizarlos en agua. Al regresar a Jerusalén fue cuestionado por
haber comido con incircuncisos (no judíos), ya que eso resultaba
contrario a las tradiciones judías que la iglesia de Jerusalén todavía
respetaba. En su respuesta, Pedro les relato su visión y dijo:
Cuando comencé a hablar, cayó el Espíritu Santo sobre ellos,
como también sobre nosotros al principio. Entonces me acordé
de lo dicho por el Señor, cuando dijo: Juan ciertamente bautizó
en agua, pero vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo”.
Si Dios, pues, les concedió también el mismo don que a
nosotros que hemos creído en el Señor Jesucristo, ¿quién era
yo que pudiera estorbar a Dios? Entonces, oídas estas cosas,
callaron y glorificaron a Dios, diciendo: ¡De manera que también
a los gentiles ha dado Dios arrepentimiento para vida! (Hechos
11:15-18).
Al llegar a Antioquía, Bernabé se unió inmediatamente al ministerio
entre los gentiles y muchos más se convirtieron. La iglesia crecía
con tal rapidez que se necesitaba contar con más ayuda. Entonces
Bernabé se acordó de su antiguo amigo Saulo e inmediatamente se
dirigió a Tarso, no muy distante, para buscarlo. En ese momento
Saulo tenía ya aproximadamente unos 45 años.
Después fue Bernabé a Tarso en busca de Saulo; y cuando lo
halló, lo llevó a Antioquía
(Hechos 11:25).
Los que estudian en detalle el original de este texto en griego
coinciden en que, por la manera en que está redactado, implica que
Bernabé tuvo que realizar una considerable búsqueda activa de
Saulo en Tarso.
Bernabé traía importantes noticias. El Espíritu Santo estaba obrando
poderosamente, y la iglesia crecía con rapidez en Antioquía, la
capital de Siria. Y lo que era más importante aún, se estaba
extendiendo principalmente entre los paganos.
Luego de una larga espera de diez años en Tarso, finalmente había
llegado el momento en que Saulo comenzara su ministerio entre los
gentiles. Y así juntos Bernabé y Saulo salieron hacia Antioquía,
donde trabajaron entre los gentiles. Fue en Antioquia que se
desarrolló la iglesia entre los gentiles y donde por primera vez se les
llamó cristianos a los discípulos.
En la época actual resultaría una tarea muy intensa para una
congregación recibir repentinamente varios miles de nuevos
creyentes. Nos cuesta imaginar cuanto más difícil debe haber
resultado esto en Antioquia, una iglesia recién fundada, con cientos
y muy probablemente miles de nuevos creyentes que provenían de
una cultura totalmente apartada de las bases del cristianismo. Sin
equipos de sonido, sin Biblias ni materiales impresos, sin un edificio
adecuado para congregarse, con unos pocos creyentes formados, y
la responsabilidad de instruir en la fe a todo ese pueblo. La ayuda
de alguien como Saulo debe haber resultado invalorable.
La oportunidad era también invalorable para Saulo, que venía
acumulando todo su fervor, llenura del Espíritu Santo, capacidad
intelectual y mucha revelación espiritual. Luego de haber pasado
diez años en una situación en la que no había podido desarrollar su
potencial, de repente tener la posibilidad de dedicarse de lleno al
ministerio, alcanzando a tantas personas sedientas y deseosas de
recibir enseñanza, debe haberlo entusiasmado muchísimo.
Se congregaron allí todo un año con la iglesia, y enseñaron a
mucha gente. A los discípulos se les llamó cristianos por
primera vez en Antioquía (Hechos 11:26).
Antioquía era entonces la tercera ciudad más grande del mundo
conocido, luego de Roma y Alejandría. Famosa por su arquitectura y
siendo un testimonio de la supremacía de la civilización griega,
florecía gracias a la paz romana. Como todas las capitales de su
época, mostraba un gran contraste entre el esplendor de sus
palacios y edificios públicos, tales como el famoso hipódromo, y la
pobreza de las otras zonas. Se estimaba su población en unas
500.000 personas, dentro de una gran variedad racial y social. Tenía
reputación de bulliciosa, y con un nivel de corrupción sexual que aún
para Roma era excesivo. En el templo del dios Apolo, por ejemplo,
cientos de prostitutas se entregaban a cualquier hombre que viniera
para adorar a esa deidad.
Según documentos históricos del siglo VI citados por John Pollock,
los creyentes solían reunirse los domingos (al que llamaban ‘el día
del Señor’) cerca del Partenón, probablemente en la casa de un
cristiano de buena posición económica. Los de origen judío lo
hacían luego de haber asistido a la sinagoga el sábado.
Seguramente la alabanza continuaba a todas horas, ya que los
esclavos y los pobres no tenían días libres y solo podían reunirse
durante algunos momentos cuando una pausa en su trabajo se los
permitía. Debido a su gran diversidad, esta ciudad ya contaba con
numerosos cultos a distintos dioses. Y consideraron como un nuevo
movimiento religioso judío a esta ‘eclesia’ (de donde deriva la
palabra iglesia) o asamblea de gente. Como hablaban
permanentemente de un tal Cristo, acuñaron para ellos, mitad en
latín, mitad en griego, el término ‘Christiani’.
La iglesia en Antioquía contaba con un equipo de cinco líderes
(Hechos 13:1): además de Bernabé (mencionado en primer lugar) y
Saulo (último en incorporarse), Lucas incluyó a Simón al que
llamaban Níger (probablemente por ser de raza negra), a Lucio de
Cirene (del que no tenemos información adicional) y a un
acaudalado y anciano noble llamado Manaén (hermano adoptivo de
Herodes el Tetrarca, el que había ejecutado a Juan el Bautista y se
había burlado de Jesús).
Es muy probable que este Simón fuera Simón de Cirene, padre de
Alejando y Rufo, quien fue obligado por los romanos a llevar la cruz
de Jesús por un tramo, durante su crucifixión (Mateo 27:32, Marcos
15:21). Muchos años después, al escribir su Epístola a los
Romanos, Pablo saludaba a Rufo, para entonces mudado a esa
ciudad, al que describía como un escogido del Señor (Romanos
16:13). También saludó a su madre, señalando: “a quien yo también
llamo madre”, lo que sugiere que Saulo había encontrado un hogar y
afecto en Antioquía entre aquellos a los que había lastimado en su
época de perseguidor de la iglesia en Jerusalén.
Durante ese año Saulo, además de acceder a la posibilidad de
ejercer su ministerio en la iglesia como respetado maestro y líder,
seguramente aprendió mucho de Bernabé, su amigo y mentor. Dios
preparó todas las cosas de antemano. La personalidad de Bernabé,
y especialmente su carácter, eran exactamente lo que el impetuoso
Saulo necesitaba para madurar no sólo en el ministerio sino también
en el nivel personal. Ver a Bernabé actuando y ministrando debe
haber sido un bálsamo sobre el carácter originalmente áspero de
Saulo. Tuvo oportunidad de recibir un amor incondicional de
Bernabé. También la visión de enfocarse en el desarrollo de futuros
líderes. Esto último marcaría su vida y llegaría a ser también una de
las características salientes del ministerio de Pablo varios años
después.
El tiempo pasado en Antioquía le proveyó a Saulo un hogar y
amigos. Operó en él, borrando las cicatrices de una década de
soledad ya terminada. Lo devolvió al centro de la escena en cuanto
al desarrollo de la iglesia cristiana, y le dio un lugar de privilegio para
terminar de entrenarse y comenzar a cumplir el llamado que había
recibido. Sin embargo, ese tiempo no podía ser más que un alto en
el camino. Saulo sabía que no había sido llamado a establecerse de
manera definitiva en una congregación sino que estaba destinado a
ser enviado como apóstol. A proclamar las buenas nuevas de Dios a
lugares donde el nombre de Cristo no era todavía conocido. El
mundo entero esperaba mientras él terminaba su lento aprendizaje y
comenzaba a convertirse en el maestro constructor.

¿Cómo se aplica esto a nuestra vida?


Unidad en la diversidad
Con la conversión de Pablo y su llamado como apóstol a los gentiles
comenzó a derrumbarse la terrible barrera que había impedido que
la bendición prometida a Abraham llegara a los no judíos. Pero
tuvieron que pasar diez largos años de espera en Tarso. Nada mejor
para derribar una barrera que conocer a la gente ‘del otro lado’. De
allí en adelante comprobamos que en Saulo quedó destruida por
completo aquella barrera porque llevó triunfalmente la bendición a
todas las naciones.
Tal vez en la época actual nos parezca absurda esta cuestión de la
iglesia con los no judíos. Sin embargo, la iglesia sigue teniendo
problemas para integrar a todos los grupos. Hace no muchos años,
ciertas iglesias conformadas por gente de raza blanca en diversos
países no aceptaban a las personas de raza negra en una misma
reunión. Aún hoy muchas iglesias de clase alta, o de una actitud
muy tradicional o conservadora, tienen problemas en aceptar
nuevos creyentes pobres, faltos de cultura, o con un pasado
delictivo o de adicción a las drogas del que ya se han arrepentido,
pero por el que todavía los condenan. Incluso resulta irónico que en
la actualidad existan congregaciones en las que la discriminación se
dé justamente contra de la raza judía.
Existen muchos tipos de barreras con posibilidades de dividir:
raciales (blancos contra negros o problemas con otras etnias);
denominacionales (incluyendo la contraposición entre carismáticos y
no carismáticos); sexuales (por causas del feminismo o del
machismo); intelectuales (según nivel de instrucción); laborales
(distinción entre obreros, patrones, ejecutivos); generacionales
(entre las generaciones jóvenes y las mayores); por causa de
nacionalismos; ideológicas (por preferencias de izquierda o de
derecha); y otras. Algunas de las barreras que nos separan de otros
son más sutiles y difíciles de reconocer por uno mismo, tales como
las ofensas no perdonadas (tal vez la barrera más habitual), o el ser
irritables, impacientes, criticones, resentidos, envidiosos,
intolerantes, orgullosos, y otras cosas de este tipo.
Entre las peores se encuentran las barreras denominacionales.
Saulo debió enfrentar muchos problemas, incluyendo persecución,
tortura, aparición de falsos hermanos y falsas doctrinas y otros; pero
un problema al que no tuvo que hacerle frente fue el de convivir
dentro de una iglesia dividida, separada por denominaciones. Es
triste ver a dos hermanos en Cristo agredirse mutuamente, tratarse
con desconfianza e incluso realizar intentos de desvalorizar el
trabajo de evangelización del otro tan solo por el hecho de
pertenecer a distintas denominaciones cristianas.
La iglesia es la familia que Dios se ha propuesto tener. Según su
beneplácito. Según el designio de su voluntad. Según el puro afecto
de su amor. Según las abundantes riquezas de su gracia. Desde la
perspectiva de Dios, existe solo una iglesia, que incluye a todos sus
hijos en el mundo. Las divisiones denominacionales son una
invención humana contraria al plan de Dios.
Jorge Himitian, autor de El proyecto del Eterno, entre muchos otros
libros, nos ha enseñado que desde el principio de los tiempos el
Señor ha tenido un proyecto: Tener una familia de muchos hijos
semejantes a su Hijo Jesucristo. Citamos a partir de aquí parte
del prólogo de ese libro, escrito por Silvia, su esposa.
«Generalmente no tenemos una idea real de las dimensiones, de
todo lo que esto implica y abarca. Se trata del gran proyecto de
Dios, del único plan de las edades hacia el que él hace convergir
todos sus deseos, intenciones, propósitos y poder. Dentro de él
confluye la misma historia de la humanidad, aún con las múltiples
desviaciones e intentos por detenerlo llevados a cabo por hombres
influidos por las fuerzas del mal. Nada hay que quede fuera de este
proyecto de Dios. Y cada uno de nosotros está incluido en su plan;
tiene un lugar y una acción que llevar a cabo para el cumplimiento
de lo que Dios se ha propuesto alcanzar a través de las edades.
«No hay muchos planes. No hay muchas propuestas. Es el gran
proyecto que Dios determinó llevar cabo desde la eternidad pasada,
antes de que existiera todo. Y sigue siendo el mismo hoy. Nosotros
podemos adherir a su plan, entenderlo, abrazarlo, hacerlo propio. O
quedarnos al margen, persiguiendo proyectos personales. El Señor
no atomiza la potencia del Reino en múltiples proyectos diferentes.
Dios tiene un gran proyecto: “Reunir todas las cosas en Cristo”
(Efesios 1.10)».
El Señor nos comunicó cuál era ese proyecto a través de estas
palabras escritas por el apóstol Pablo:
…dándonos a conocer el misterio de su voluntad, según su
beneplácito, el cual se había propuesto en sí mismo, de reunir
todas las cosas en Cristo (Efesios 1:9-10).
La palabra clave que revela el misterio de su voluntad es el verbo
reunir. Dios se propuso en sí mismo re-unir (unir nuevamente) todas
las cosas en Cristo. El verbo en griego es anakefalaiosastai. Está
formado por la suma de tres palabras:
Ana (nuevamente) + kefalé (cabeza) + iosastai (unir)
Significa unir nuevamente todo bajo una cabeza. Esta expresión
griega se usaba antiguamente cuando un ejército derrotado,
diezmado y esparcido se volvía a reunir, reagrupar y reorganizar
bajo la autoridad de un nuevo comandante en jefe.
El plan de Dios es, continuando con la cita de El proyecto del
Eterno: «que todas las vidas y personas, las circunstancias
particulares y los acontecimientos históricos converjan en el
cumplimiento de su plan: Cristo como la cabeza de un nuevo
pueblo, de una nueva familia, de un nuevo orden eterno.
«Visto desde esta perspectiva, todo lo que somos y hacemos o
apunta al crecimiento y avance del proyecto de Dios o atenta contra
él: El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge,
desparrama (Mateo 12.30).
«No es posible permanecer neutros. Un replanteo de nuestras
actitudes, realizado a tiempo, nos ayudará a re-direccionarnos y
encarar la vida desde otro ángulo. Y esto sirve. Nos permite
volvernos obreros eficaces.
«…El gran proyecto de Dios se lleva a cabo a través de aquellos
que deciden perder su vida en Dios. Perder su propia identidad
dentro del cuerpo. Dejar de buscar lo suyo para buscar lo de Cristo.
No podemos buscar lo nuestro y lo de Dios al mismo tiempo. Son
cosas contrapuestas. Cuando nos perdemos dentro del plan de
Dios, entregando todo lo que somos y nuestros más profundos
anhelos a la realización del proyecto de Dios, encontramos la vida,
el sentido, el equilibrio, la paz. Porque pasamos a ser parte del todo,
de la gran familia de Dios que se goza en ser una. No buscamos la
diferencia sino la identidad común…
«Dios no se propuso la realización de un proyecto temporal, con
fecha de vencimiento, sino eterno, trascendente, permanente. Parte
de la eternidad pasada y atraviesa la historia para dirigirse a la
eternidad futura, y en el cumplimiento de los tiempos reunirlo todo
en Cristo. No como un final, porque en Dios no hay finales, sino
como realización de la plenitud de plenitudes que una vez alcanzada
se mantendrá para siempre. Y en ella tendremos parte nosotros
también».
La iglesia
En un mundo dividido, enemistado, en el que reina el individualismo,
la injusticia, el egoísmo, la competencia y las guerras, la iglesia es
esa parte de la humanidad que, en Cristo, nuevamente se ha
reencontrado con Dios para ser una con él. Se trata de la
humanidad reconciliada.
La naturaleza esencial de la iglesia es perdón, reconciliación, paz,
amor, servicio. La iglesia es comunidad, familia, unidad. Amor santo,
abrazo fraterno, pan compartido, ayuda de unos a otros, afecto
entrañable. Constituye el fin de la soledad y de todas las divisiones.
Es el shalom de Dios instalado entre los hombres para traer paz a la
tierra y manifestar al mundo el más grande de todos los milagros: la
unidad en amor.
Conforme a su proyecto revelado, Dios volverá a unir todo bajo la
única cabeza de la iglesia, que es Cristo. Creemos firmemente que
la división actual de la iglesia se irá superando hasta que todos
conformemos aquí en la tierra el único cuerpo de Cristo. La oración
de Jesús en Juan 17 será plenamente respondida por el Padre: que
todos sean uno… para que el mundo crea que tú me enviaste.
¡Seremos uno, y el mundo creerá!

Comparte tus comentarios y reflexiones sobre este capítulo con los


otros lectores y conmigo en: desauloapablo.com
X) El factor Bernabé

Nos detendremos un momento en nuestro viaje por la vida de


Saulo, para enfocarnos en la persona que probablemente más haya
influido en el desarrollo del futuro apóstol Pablo: su mentor y amigo
Bernabé.
La primera vez que escuché un mensaje sobre Bernabé fue una
brillante exposición de Abe Huber. Tuve el privilegio de conocer a
Abe, y más tarde de viajar a Santarem, en el Amazonas brasilero,
donde Abe lleva a cabo su principal obra. ¡Cuenta con una
congregación de más de 20.000 personas en una ciudad de 240.000
habitantes! Un aspecto no menor del desarrollo de esta
congregación se basa en imitar el modelo de Bernabé, y he sido
testigo de la eficacia de este énfasis.
Entonces José, a quien los apóstoles pusieron por sobrenombre
Bernabé (que traducido es Hijo de consolación), levita, natural
de Chipre… (Hechos 4:36).
Esta es la primera vez que lo menciona la Biblia. Su nombre era
José y, probablemente para reconocer su principal virtud, los
apóstoles le dieron un segundo nombre: ‘Bernabé’. Encontramos
muchos nombres en la Biblia que comienzan con Bar, como
Bartimeo, Barjonás, y hasta un Barjesús. Cada vez que aparece ese
prefijo Bar, en la lengua original quiere decir ‘hijo de’: Hijo de
Timoteo, hijo de Jonás, hijo de Jesús.
Bernabé empieza con Bar en el griego. Quiere decir hijo de Nabé.
Nabé es sinónimo de paracleto. Sabemos que Jesús se refirió al
Espíritu Santo como el Paracleto, o Consolador (Juan 14:26). Es
decir que Bernabé significa hijo del que consuela o del que trae
ánimo. Porque un paracleto es alguien que viene y se pone al lado
de otro para darle ánimo. Los apóstoles notaron que Bernabé tenía
esa cualidad, tan profunda, de ponerse al lado y animar a los
hermanos.
Cuando pensaron en un sobrenombre para José, notaron que él les
recordaba a alguien al que Jesús se había referido. Cuando Jesús
anunció su partida, antes de volver al cielo, los discípulos quedaron
muy tristes. Pero el Señor les dijo: “No se queden tristes, porque es
mejor para ustedes que yo me vaya. Si yo no me voy, él no vendrá.
Y él va a ser mejor para ustedes que yo. Él es otro Paracleto que va
a estar al lado de ustedes para siempre”. “¿Quién será ese, Jesús?”
“El Espíritu Santo”. Y ellos quedaron con la expectativa de que
vendría alguien para estar al lado de cada uno y ayudarlos. Al
considerar la vida de José, ellos se acordaron del Paracleto y le
dieron aquel sobrenombre: hijo del Paracleto. Un sobrenombre muy
positivo: hijo del Consolador.
Bernabé era levita. De las doce tribus de Israel, la de Leví era la
responsable de la adoración.
De Bernabé se nos dice que vendió una heredad que tenía y trajo el
producto de la venta y lo puso a los pies de los apóstoles.
Tenía una heredad, la vendió y puso el dinero a disposición de los
apóstoles. Probablemente ese campo que él vendió se encontrara
en la isla de Chipre, de donde era originario. En aquel entonces, al
igual que ahora, por ser la tierra muy fértil, los terrenos de la isla
costaban muy caros. Bernabé era una persona abnegada. Nada
egoísta ni con su tiempo, ni con su reputación, ni con sus bienes.
Estaba dispuesto a renunciar a lo que por derecho era suyo para
ayudar a otros. Seguramente tenía una clara visión de que todo en
su vida pertenecía al reino de Dios.
La segunda mención de Bernabé que hace la Biblia se encuentra en
Hechos 9:26, 27, la que ya mencionamos al comentar el primer viaje
de Saulo a Jerusalén como cristiano:
Cuando llegó a Jerusalén, trataba de juntarse con los
discípulos, pero todos le tenían miedo, no creyendo que fuera
discípulo. Entonces Bernabé, tomándole, lo trajo a los
apóstoles…
De no haber sido aceptado por la iglesia, Saulo hubiese visto
severamente limitado su futuro ministerio. Todos le tenían miedo; no
pensaban que fuese discípulo. Nadie creía en él. Podemos imaginar
a Saulo llegar y saludar entusiasmado, diciéndole a alguien: “¡Gracia
y paz, hermano!”. Y a ese discípulo responder en forma fingida,
como para cumplir, para luego darse vuelta y decirle a otro: “¿Crees
que sea un verdadero convertido? Yo pienso que no”. Saulo era
como un pez fuera del agua en medio de ese nuevo entorno. De no
haber sido por las primeras dos palabras con las que comienza el
versículo 27, tal vez nunca hubiésemos llegado a tener a ese gran
apóstol Pablo.
Entonces Bernabé, tomándole, lo trajo a los apóstoles y les
contó cómo Saulo había visto en el camino al Señor, el cual le
había hablado, y cómo en Damasco había hablado
valerosamente en el nombre de Jesús.
“Entonces Bernabé…”. Feliz la iglesia que tiene un Bernabé. Felices
los grupos pequeños y las congregaciones que se llenan de
Bernabés. Continúa diciendo: “tomándole”. Ese es el primer secreto,
aproximarse y tomar a la persona, llevarla con uno, hacer amistad
con ella. Fue Bernabé el que presentó a Pablo al liderazgo de la
iglesia. Notemos el resultado:
Y estaba con ellos en Jerusalén; y entraba y salía,… (versículo
28).
Aquí hay una propuesta que desafía las tradiciones religiosas. Es
importante que aquel que llega a conocer a Jesús haga una
manifestación pública de su fe, aceptándolo como Señor de su vida
(Romanos 10:9). Pero muchas veces el foco congregacional está
más orientado a lograr esa confesión pública que a establecer una
relación con la persona. La manifestación pública es necesaria. Pero
en una iglesia en la que se predica la palabra de Dios con la unción
del Espíritu, la primera prioridad debería ser integrar a las personas
a la vida de la iglesia antes que llevarlas a hacer una decisión
pública.
Cuando una persona toma una decisión pública no tenemos
seguridad de que haya recibido en ese momento una revelación del
Espíritu Santo y realmente haya nacido de nuevo. Esa persona tomó
una decisión en la dirección correcta, pero si no se integra a la vida
de la iglesia es posible que nunca más vuelva. La Biblia dice que es
peor el estado postrero que el primero. Si, en cambio, llevamos a la
persona a integrarse a la vida de la iglesia hasta el punto en que se
sienta como pez en el agua, la persona dirá: “Yo no quiero salir de
aquí, quiero participar de las reuniones y de los grupos pequeños”.
En ese caso, aún si todavía no ha recibido revelación acerca del
nuevo nacimiento ni tomado una decisión, la persona va a quedar
expuesta a la influencia de la Palabra y del Espíritu Santo. Más
tarde o más temprano nacerá de nuevo. Y cuando nazca de nuevo
ya no se irá porque estará integrada a la vida de la iglesia.
Hacemos mucho énfasis en ganar almas para Jesús y en que
repitan una oración de entrega a Dios. Pero aún deberíamos hacer
más énfasis en integrar a las personas a la vida de la iglesia. Los
grupos pequeños son el punto de integración a la vida de la iglesia.
El secreto principal para integrar a alguien es cultivar una amistad
con esa persona.
Dentro de la iglesia se realizan numerosos encuentros sociales,
como cumpleaños, comidas y otras reuniones por el estilo. En esos
eventos, muchas veces se percibe algo lamentable. Los miembros
de la iglesia se sientan juntos, comparten la mesa, comen y
bromean. En otra mesa, a un costado, se encuentran los parientes
‘inconversos’ del cumpleañero. Y nosotros, como buenos creyentes,
vamos con nuestra silla, nos sentamos a su lado, conversamos con
ellos un rato, y luego de 10 ó 15 minutos pensamos “ya cumplí con
mi parte”. Les decimos: “Sean muy bienvenidos” o “Ustedes son
preciosos”, y nos volvemos a la rueda de nuestros amigos. “Ya
cumplí con mi parte”, pensamos. Luego va otro hermano, que dice:
“Yo también voy a hacer mi parte ahora”. Se muestra muy atento
con ellos y se queda otros 10 minutos. No se puede cultivar ninguna
amistad en 10 ó 20 minutos.
Esas personas, aún después de tomar la decisión de seguir a Cristo,
todavía se sienten como peces fuera del agua. Sea un inconverso o
un nuevo convertido, ambos se sienten igual. Por esa razón fue que
en Santarem detectaron la necesidad de practicar el ‘factor
Bernabé’.
Este es un ejemplo que Abe nos relató sobre una hermana de la
iglesia y su esposo:
La hermana era muy fiel. Su marido no era un cristiano
practicante. Ella estaba muy dedicada a seguir a Jesús. Su
marido no había visitado la iglesia ni una sola vez. Él era
odontólogo, uno de los mejores de la ciudad de Santarem.
Nunca aceptaba nuestras invitaciones para asistir a la iglesia.
Pero solía participar de los eventos, cumpleaños y otras
reuniones sociales. Abe me comentó: Yo siempre hacía eso de
ir a sentarme con él por 10 minutos. Lo saludaba, y sentía que
ya había cumplido.
Después de que Dios nos reveló aquello del factor Bernabé, me
propuse experimentarlo con el Dr. Pablo. Pensé: “Si da
resultado con él, dará resultado con cualquier persona”. Poco
después asistimos en Brasil a la fiesta de casamiento de mi
hermano, que vive en Japón y se casaba con una joven
brasilera. Mis tías vinieron de los Estados Unidos para participar
de la ceremonia, lo que sumado a la posibilidad de estar con mi
hermano que vive en Japón, me daba muy buenas excusas
para no pasar mucho tiempo con el Dr. Pablo durante la fiesta.
Pero me dije a mí mismo: Si quiero que los miembros de mi
congregación renuncien y sean abnegados, en este momento
yo también tengo que serlo. Así que después de saludar a todo
el mundo en esa fiesta, tomé una silla y me senté cerca del Dr.
Pablo, que ya estaba en un costado, dejado de lado.
Él debe haber pensado: El pastor me va a prestar atención 5 ó
10 minutos y luego me va a dejar solo. Pero esta vez fue
diferente. Conversé con él mucho tiempo. Cuando trajeron la
comida, fuimos a servirnos, y volvimos al mismo lugar juntos.
Luego sirvieron el postre. Y así siguió. Pasó media hora, una
hora, dos horas. ¡Aquel día aprendí mucho sobre odontología!
Debemos interesarnos por las personas y hacerles preguntas
sobre ellos mismos. Supe cosas sobre sus hijos y sobre el
modo en que los estaban educando. Conversamos mucho. Y
comencé a sentirme un verdadero amigo del Dr. Pablo. Percibí
que él también comenzaba a sentirse amigo mío. Después de
tres horas, cuando la fiesta estaba terminando, me despedí del
Dr. Pablo. Salí de la fiesta preguntándome: ¿Será que esto va a
funcionar? Creo que sí, porque estoy seguro de que el secreto
es la amistad y estar lleno de Jesús. Yo procuré con mucha fe
transmitir a Jesús a través de una amistad genuina.
Tiempo después me encontré con el Dr. Pablo en otra cena.
¿Saben cuáles fueron sus primeras palabras cuando me
saludó? Yo le había dicho: “Hola Pablo, ¿cómo estás?” Y él me
respondió: “Hola mi pastor, ¿cómo estás?” Allí supe que aquel
pez ya estaba en la red. Después asistió a la iglesia, entregó su
vida a Jesús, se convirtió en líder de un grupo familiar, y ahora
es supervisor de varios grupos. Y tiene un llamado a ser pastor.
En el viaje que realicé a Santarem tuve oportunidad de conocerlo.
Me lo presentaron como “el Dr. Pablo, del factor Bernabé”. Tiene
una casa muy linda, y suele hospedar a los que visitan la
congregación.
Volviendo a la historia bíblica, recordemos que en Hechos 9:28
Saulo estaba integrado, y que entraba y salía libremente (¡como pez
en el agua!), y predicaba valientemente el nombre del Señor. Pero,
como cualquier nuevo convertido, cometió un error: se puso a
discutir.
... conversando y discutiendo con los judíos que hablaban
griego; pero estos procuraban matarlo (Hechos 9:29).
Saulo, el nuevo convertido, entraba en fuertes discusiones. Muchos
creyentes no quieren tratar con los nuevos convertidos porque los
encuentran inmaduros. Si quieres ser un Bernabé, tienen que
gustarte los bebés en la fe. Todo bebé en la fe ensucia pañales, llora
toda la noche, da mucho trabajo. Tengo tres hijos: una de 21 años,
otra de 19 y un hijo de 15. A mi esposa y a mí nos gustan nuestros
hijos, pero cuidarlos de bebes fue mucho trabajo.
Existen iglesias muy bien establecidas y ordenadas, con edificios
atractivos y cierto prestigio. A veces declaran: queremos aprender
sobre el trabajo en pequeños grupos y la evangelización porque
anhelamos crecer. La pregunta es: ¿De verdad quieren? Ellos
disfrutan mucho la comodidad de tener creyentes de años, de un
nivel cultural homogéneo, y con vidas relativamente ordenadas.
Todo nuevo convertido es un bebé en la fe. Va a dar problemas. Es
lo que vemos aquí con Saulo. Tal vez Bernabé estuviera viajando en
ese momento, por lo que dice el versículo 30:
Cuando supieron esto los hermanos, lo llevaron hasta Cesárea
y lo enviaron a Tarso.
Dijeron: “Hmm…¿tú de dónde eras Saulo? ¿De Tarso? Hicimos una
colecta y te compramos un pasaje para que vayas a Tarso. Pero hay
un detalle: el pasaje es solo de ida”.
Como mencionamos ya, en Tarso probablemente ni siquiera hubiera
una iglesia. Parece que no tenían mucha preocupación por este
nuevo convertido. Ellos querían mantener la paz en Jerusalén. Adiós
al nuevo convertido. Durante su tiempo allí, seguramente Saulo
sufrió un gran desánimo.
En el capítulo anterior vimos que cuando la primera iglesia
puramente gentil se estaba iniciando, con mucha sabiduría los
apóstoles decidieron enviar a Bernabé (Hechos 11:22).
Cuando llegó a Antioquía, lo primero que hizo fue notar y reconocer
la gracia de Dios (versículo 23). Muchos historiadores dicen que
para ese entonces la iglesia de Jerusalén ya era una iglesia muy
grande. Bernabé venía de un gran avivamiento, pero al llegar a una
nueva obra no la tuvo en menos. Por el contrario, percibió la gracia
de Dios en la vida de los hermanos. Si quieres ser un Bernabé,
tienes que aprender a distinguir la gracia de Dios en la vida de los
hermanos. Aún en los nuevos convertidos. Bernabé no sólo vio la
gracia de Dios, sino que la Biblia dice que se alegró.
Muchas veces cuando descubrimos la gracia de Dios obrando en la
vida de otro hermano, nuestra tendencia es a mirarlo con envidia. Si
quieres ser un Bernabé, cuando veas la gracia de Dios en otro,
tienes que alegrarte. También dice que exhortaba a todos, y la
palabra original se relaciona con el término griego ‘nabé’. Usa la
misma raíz de su nombre. O sea que animaba a todos para que con
propósito de corazón permaneciesen fieles al Señor.
Porque era varón bueno, y lleno del Espíritu Santo y de fe. Y
una gran multitud fue agregada al Señor (Hechos 11:24).
Donde hay un Bernabé, muchos deciden unirse al Señor. Y él
estaba en medio de ese avivamiento.
Después fue Bernabé a Tarso para buscar a Saulo; y
hallándole, le trajo a Antioquía.
Notamos que Bernabé tenía un corazón dispuesto a ir detrás de
otros a buscarlos. Él no conocía la dirección de Saulo; tuvo que
buscarlo. Cuando Bernabé llegó a Tarso, debió haber ido
preguntando: “¿Conoce a un hombre soltero que fabrica tiendas,
llamado Saulo?” “Ah, sí. Búsquelo en tal dirección”.
Tal vez Saulo en ese momento estuviera sintiéndose mal y
pensando: “Dios, esa visión que tuve a la entrada de Damasco, y la
promesa de ser enviado a los gentiles, ¿por qué no sucede? No sé
qué hacer”. De repente notó que alguien lo buscaba. Y escuchó una
voz que le pareció conocida, que preguntaba “¿Es aquí donde vive
Saulo?”. El corazón empezó a latirle con fuerza al reconocer esa
voz. Era el que había creído en él en Jerusalén. “Dígale a Saulo que
soy Bernabé, y que quiero hablar con él”. Puedo imaginar que Saulo
se levantó y fue corriendo al encuentro de Bernabé. Y los dos se
abrazaron.
Bernabé le dijo:
- Saulo, te estaba buscando.
Saulo le contestó:
- ¿Para qué me buscabas?
- Para que vengas conmigo.
- Bernabé, te agradezco, pero ya he generado muchos
problemas. Creo que es mejor que no vaya para no causar más
discusiones.
- No, ahora yo estoy en Antioquía y es diferente. Soy el pastor allí.
- Pero, Bernabé, no tengo ropa para viajar.
- Te doy mi ropa.
- Y…¿dónde voy a vivir en Antioquia?
- Vivirás conmigo.
Saulo fue con Bernabé. Y Bernabé lo discipuló durante un año.
Muchas veces nos llega un nuevo convertido problemático. Y
decimos: “¡Ah, me da tanto trabajo!” Pero no imaginamos que él
pueda ser un apóstol Pablo.
Veremos más adelante como a poco de iniciado el primer viaje
misionero de Pablo y Bernabé, Juan Marcos necesitó que se le
diera una segunda oportunidad. Nuevamente fue Bernabé el que se
la dio, mientras que Pablo se la negaba. Más adelante, con el
tiempo y la madurez que da la experiencia, Pablo comenzó a ver
que en su trabajo faltaba algo. Que necesitaba desarrollar una
cualidad como la de Bernabé para mantener los frutos. Años
después, en la segunda carta a los Corintios Pablo usó también la
palabra ‘nabé’ muchas veces. Como nuestra Biblia no está en
griego, no lo notamos. Pero él dice: el Dios de toda consolación (de
toda nabé) ponga en nosotros ese nabé, y nos lleve a consolar
(nabear, por así decirlo) a otros. Pablo finalmente se convirtió en un
Bernabé, y llegó a reconocer y recibir a Juan Marcos como muy útil
para el ministerio. Dios quiere que todos nosotros seamos
verdaderos Bernabés.

¿Cómo se aplica esto a nuestra vida?


¿Quieres ser un Bernabé?
Te invito a repetir conmigo la siguiente oración:
Oh, Padre querido. Gracias por el ejemplo de tu hijo Bernabé.
Gracias por ese sobrenombre tan fantástico que los apóstoles le
dieron: Hijo del Espíritu Santo. Hijo del Consolador. Te pido Señor
que me des ese sobrenombre hoy. Haz de mí un verdadero
Bernabé. En tu gracia y misericordia, Señor, te pido una
capacitación sobrenatural para ganar almas y cuidarlas. Para
alcanzar a las personas. En el nombre de Jesús la recibo ahora por
fe. Declaro sobre mi vida que a partir de ahora comenzaré a recibir
una manifestación mayor de la gracia de Dios para llegar a ser un
Bernabé. En el nombre de Jesús. Amén.

Comparte tus comentarios y reflexiones sobre este capítulo con los


otros lectores y conmigo en: desauloapablo.com
XI) Ayuda para Jerusalén

Saulo llevaba ya un año en el ministerio en Antioquía cuando arribó


desde Jerusalén un equipo de profetas. Uno de ellos, llamado
Agabo, profetizó que iba a haber gran hambre en toda la tierra. Así
que los discípulos de Antioquía decidieron enviar socorro a Judea.
Los dos delegados que escogieron para esta importante misión
fueron Bernabé y Saulo.
En aquellos días, unos profetas descendieron de Jerusalén a
Antioquía. Y levantándose uno de ellos llamado Agabo, daba a
entender por el Espíritu que vendría una gran hambre en toda la
tierra habitada; la cual sobrevino en tiempo de Claudio.
Entonces los discípulos, cada uno conforme a lo que tenía,
determinaron enviar un socorro a los hermanos que habitaban
en Judea; lo cual en efecto hicieron, enviándolo a los
ancianos por mano de Bernabé y de Saulo (Hechos 11:27-30).
La iglesia de Antioquía recibió esta profecía como una revelación
divina, lo que probablemente los llevó a acumular ofrendas. El
objetivo era poder enviar ayuda a Jerusalén, donde las colinas poco
fértiles serían más impactadas por la sequía. La mayor parte de los
creyentes eran pobres. Cada uno ofrendó para esa colecta como
pudo, semana tras semana.
A su debido tiempo la cosecha falló. Algunos documentos históricos
de la época registraron faltantes de comida en aquella época. La
severidad de esa hambruna en Judea fue comentada por el
historiador Josefo, que relató acerca de la necesidad que hubo en
Jerusalén de realizar compras de granos en Egipto y de dátiles en
Chipre.
Bernabé y Saulo fueron designados por la iglesia para transportar el
grano. En este extenso viaje, Saulo decidió llevar como asistente a
un joven convertido llamado Tito, que mucho tiempo después se
convertiría en obispo de Creta y destinatario de la epístola que lleva
su nombre. La elección fue intencional. Tito era completamente
griego, sin antecedentes judíos y por ende no estaba circuncidado.
Como hemos visto, en Jerusalén se formó la primera iglesia
después de la resurrección de Jesús. Eso sucedió cuando Pedro
predicó en el día de Pentecostés y se convirtieron tres mil personas,
contando sólo a los hombres. Varios miles adicionales habían
llegado a conocer a Jesús como su Señor desde entonces.
Muchos cristianos de Jerusalén (como por ejemplo el propio
Bernabé) habían vendido todo lo que tenían y lo habían donado a la
iglesia para ayudar a los necesitados y para solventar la obra de
Dios. Eso facilitó que surgieran iglesias gentiles al conocer el
evangelio. Por ese motivo, algunos se quedaron sin recursos para
enfrentar la hambruna que se avecinaba y necesitaron ayuda de las
iglesias nuevas. Se trata del primer ejemplo que tenemos de envío
de ayuda cristiana de una iglesia a otra. Una lectura atenta del libro
de los Hechos y de las epístolas de Pablo mostrará que él siempre
dio importancia a la recolección de ofrendas en las iglesias que
fundaba para ayudar a los hermanos en Jerusalén, cumpliendo con
el pedido recibido de los otros apóstoles.
Cuando el equipo llegó a Jerusalén con la ayuda, Saulo debió haber
notado lo mucho que la ciudad había cambiado desde su última
visita. Los romanos habían elevado a Judea a la categoría de reino,
bajo Herodes Agripa I, sobrino de Herodes el Tetrarca (que había
asesinado a Juan el Bautista). Se habían comenzado a construir
nuevas murallas alrededor a la ciudad y el sitio de la crucifixión de
Jesús y el martirio de Esteban se encontraban ahora dentro de la
ciudad.
Herodes recientemente había arrestado a Jacobo (también conocido
como Santiago), hermano de Juan y lo había ejecutado. Como eso
había complacido a los judíos, procedió a arrestar a Pedro. Pero
éste pudo escapar por medio de un impresionante milagro. Luego
de estas cosas, y poco antes del arribo de Bernabé y Saulo, el
propio Herodes fue herido por Dios y murió de manera miserable,
comido por gusanos. Aún en medio de tiempos tan turbulentos, el
reino de Dios continuaba extendiéndose en la ciudad (Hechos 12:1–
24).
Cuando llegaron, probablemente se hayan quedado para participar
de la distribución de la ayuda enviada. Pero Saulo tenía además
otro motivo para este viaje. A estas alturas, Saulo tenía ya 14 años
de creyente (desde su conversión en el camino a Damasco). Como
lo hemos visto, había pasado los primeros tres años en Damasco y
Arabia, luego diez años en Tarso, y llevaba ya un año ministrando
en la iglesia de Antioquía. En su carta a la iglesia en Galacia, Pablo
relata luego sobre este viaje que hicieron con Bernabé y Tito.
Leemos en Gálatas 2:1-10:
Después, pasados catorce años, subí otra vez a Jerusalén con
Bernabé, llevando también conmigo a Tito. Subí debido a una
revelación y, para no correr o haber corrido en vano, expuse en
privado a los que tenían cierta reputación, el evangelio que
predico entre los gentiles. Pero ni aun Tito, que estaba conmigo,
con todo y ser griego, fue obligado a circuncidarse, a pesar de
los falsos hermanos que se habían introducido entre nosotros a
escondidas, para espiar nuestra libertad —la que tenemos en
Cristo Jesús—, para reducirnos a esclavitud. A los tales ni por
un momento accedimos a someternos, para que la verdad del
evangelio permaneciera con vosotros.
Pero de los que tenían reputación de ser algo (lo que hayan
sido en otro tiempo nada me importa; Dios no hace acepción de
personas), a mí, pues, los de reputación nada nuevo me
comunicaron. Antes por el contrario, como vieron que me había
sido encomendado el evangelio de la incircuncisión, como a
Pedro el de la circuncisión (pues el que actuó en Pedro para el
apostolado de la circuncisión actuó también en mí para con los
gentiles), y reconociendo la gracia que me había sido dada,
Jacobo, Cefas y Juan, que eran considerados como columnas,
nos dieron a mí y a Bernabé la diestra en señal de
compañerismo, para que nosotros fuéramos a los gentiles y
ellos a los de la circuncisión. Solamente nos pidieron que nos
acordáramos de los pobres; lo cual también me apresuré a
cumplir con diligencia.
Saulo aprovechó ese viaje para presentarse él mismo y el evangelio
que había recibido por revelación del Señor en el seno de la iglesia
judía en Jerusalén. Es difícil para nosotros entender el impacto que
habrá tenido sobre la iglesia de Jerusalén que Pablo presentara a
Tito (un gentil que nunca había cumplido con las leyes judías tales
como la circuncisión) como un hermano en la fe y la reacción que
habrá provocado. Muchos creyentes judíos pensaban que los
cristianos debían cumplir con todas las leyes del Antiguo
Testamento y que, por ende, sin la circuncisión nadie podría ser
salvo.
Dios ya había estado obrando en el corazón de Pedro cuando lo
guió a visitar a Cornelio y le dio una visión de que la salvación era
por igual para judíos y gentiles. Cuando Saulo presentó a Tito,
seguramente todos quedaron expectantes hasta ver si los apóstoles
de Jerusalén lo aceptaban como su hermano en Cristo, o si
intentarían obligarlo a que se circuncidase. Estaba en juego la
libertad misma del evangelio. La reacción de los apóstoles de
Jerusalén fue guiada por el Señor, y aceptaron a Tito como hermano
en la fe, sin necesidad de que tuviese que hacerse judío.
Sin embargo, entre los cristianos judíos de Jerusalén hubo algunos
que si querían obligar a los nuevos creyentes gentiles a obedecer
toda la ley de Moisés. Saulo los identificó como falsos hermanos.
Los apóstoles en Jerusalén reconocieron a Saulo como un apóstol
ungido por el propio Cristo, lo mismo que ellos. Vemos en el pasaje
el modo en que se asignaron los ministerios apostólicos,
reconociendo que Dios mismo había enviado a Pedro como apóstol
a los judíos y a Saulo como apóstol a aquellos que no lo eran. Saulo
sin duda se sintió muy aliviado al descubrir que los tres principales
líderes de la iglesia lo recibían con la mayor calidez.
El tiempo de aprendizaje de Saulo había terminado. Había sido
aceptado como apóstol pese a que a los 47 años tenía muy poco
que mostrar. Su ministerio hasta entonces, evaluado humanamente,
casi podría haber sido catalogado de fracaso, salvo por el último año
en Antioquía. Los años por delante, si bien arduos, serían
sumamente gloriosos y manifestarían la plenitud de su llamado.
Los apóstoles en Jerusalén sólo les pidieron algo a Saulo y
Bernabé: que se acordaran de los pobres. Estos tomaron con
entusiasmo y responsabilidad aquel pedido, que ya era una carga
en sus propios corazones, como lo demuestra este viaje, en el que
tuvieron la alegría de llevar socorro a sus hermanos en la fe.
El viaje terminó como una gloriosa victoria para la verdad del
evangelio, porque muchos cristianos judíos lograron salir del
encierro de sus propios prejuicios acerca de los gentiles. Al mismo
tiempo, fue también una victoria observar que los cristianos gentiles
ayudaban a sus hermanos en la fe, los creyentes judíos de
Jerusalén. Eso no era algo común en aquellos días y constituyó un
precioso cumplimiento de la oración de Jesús por sus discípulos
(capítulo 17 del Evangelio de Juan).
Saulo y Bernabé volvieron a Antioquía en victoria, habiendo tenido
el privilegio de ayudar a la iglesia en Jerusalén. Confirmaron la
libertad de los gentiles para entrar al reino de Dios. El ministerio
apostólico de la iglesia en Antioquía fue reconocido. Y el llamado de
Saulo como apóstol de los gentiles fue hecho público.
¿Cómo se aplica esto a nuestra vida?
Una breve reflexión: Más que vencedores
Dios tiene un propósito en cada aspecto de nuestra vida, aún en
cuanto a las pruebas que no entendemos. A veces ese propósito no
nos resulta claro. Pero no por eso es menos cierto que todo está en
sus manos. Él es soberano, y nos ama con amor eterno.
La reunión de ese domingo se realizó en el piso de arriba. Una
abuela que asistía al comedor comunitario de la congregación tenía
problemas de salud. Cansada, luego de subir las escaleras, se
sentó en una silla para recuperarse antes de entrar al salón. Sin
saberlo, se sentó al lado de la mesa en la que recibíamos las
ofrendas para nuestro comedor comunitario. Le llamó la atención ver
unos sobres impresos con un logo en colores. Preguntó de qué
eran. Le contamos que eran los sobres mediante los cuales los
socios del comedor entregaban sus ofrendas para mantenerlo
funcionando. De pronto tomó conciencia que unas doscientas
personas de esa y otras congregaciones (la mayoría de los cuales
ella no conocía) mensualmente entregaban tiempo y dinero para
bendecir a otros (a ella). Sus ojos se humedecieron, y alguna
lágrima se le escapó.
Esa hermana conoció a Cristo a través del servicio práctico de la
iglesia. Resulta un ejemplo claro. Su necesidad, sin duda, era una
dura prueba para ella. Pero tal vez de otra manera no hubiese
conocido el amor de Dios. Del mismo modo, muchas veces las
limitaciones y problemas que atravesamos y nos parecen sin sentido
han sido cuidadosamente planificados por Dios para moldear
nuestra vida y llevarla por el cauce que él tenía planeado. Todo
ayuda para bien a aquellos que aman a Dios, y estos son los que
buscan hacer su voluntad. Dios está más interesado en formar
nuestra vida y nuestro carácter que en mantenernos cómodos. Pero
depende de nosotros que decidamos aprovechar nuestras
situaciones para glorificar a Dios, buscar su voluntad y ser formados
a su imagen. Si nos rebelamos contra los planes de Dios, si no
reconocemos su mano obrando aún en los problemas y luchas,
estaremos perdiendo parte de su bendición para nuestra vida.
Ese problema, esa limitación o esa situación difícil que te aflige ha
sido permitida por Dios, y él la usará para tu bien si se la entregas.
Serás más que vencedor si aún en medio de la prueba, con su cuota
de confusión y desaliento, te mantienes firme buscando hacer su
voluntad,

Comparte tus comentarios y reflexiones sobre este capítulo con los


otros lectores y conmigo en: desauloapablo.com
XII) Comienzo del primer viaje misionero
Se arma el equipo

Al regreso de su exitoso viaje a Jerusalén, Bernabé y Saulo llevaron


con ellos en su vuelta a Antioquía a un joven llamado Juan Marcos.
Este era cercano a Pedro y a Bernabé. Estaría destinado a grandes
cosas dentro del reino de Dios, pero no sin antes tener que enfrentar
un significativo fracaso.
Bernabé y Saulo, cumplido su servicio, volvieron de
Jerusalén, llevando también consigo a Juan, el que tenía por
sobrenombre Marcos (Hechos 12:25).
Alentados sin duda por los resultados del viaje a Jerusalén, los
líderes de la iglesia en Antioquía dedicaban un buen tiempo a
ayunar y orar pidiéndole a Dios su guía para alcanzar a un mayor
número gentiles. Nos dice la Biblia que entre ellos había profetas y
maestros. En una de esas reuniones, tal vez luego de un momento
de alabanza y adoración, descendió la presencia del Espíritu Santo
con una clara instrucción (muy posiblemente a través de una
revelación a uno o más de los profetas):
Había entonces en la iglesia que estaba en
Antioquía, profetas y maestros: Bernabé, Simón el que se
llamaba Níger, Lucio de Cirene, Manaén el que se había criado
junto con Herodes el tetrarca, y Saulo. Ministrando estos al
Señor y ayunando, dijo el Espíritu Santo: «Apartadme a
Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado».
Entonces, habiendo ayunado y orado, les impusieron las
manos y los despidieron (Hechos 13:1-3.)
La decisión de emprender este viaje misionero fue del Espíritu
Santo. No se originó en el entusiasmo ni en los planes de los
hombres. La imposición de manos probablemente fuera realizada
por los líderes de la iglesia y frente a toda la congregación. No solo
para orar por ellos sino como confirmación de que no viajarían por
cuenta propia porque habían sido enviados y contaban con el
respaldo de cada miembro de la iglesia en Antioquía.
Bernabé y Saulo fueron formalmente liberados de sus obligaciones
en la congregación local. Al momento de planificar el viaje,
decidieron incorporar al equipo al joven Juan Marcos para que les
ayudara. En sus primeros años de creyente Saulo sufrió mucho la
soledad. Durante el último año había vivido la experiencia de ver
cómo sus dones y los de Bernabé se complementaban, haciendo
que ambos funcionasen mucho mejor en equipo. Desde ese
momento en adelante, Saulo nunca más trabajaría solo sino siempre
en equipo.
Partieron bajo la guía del Espíritu Santo, y dependiendo de ella.
Confiaban en que habían sido comisionados por Dios y en que
estaban obedeciendo el mandato de Jesús de ir y predicar el
evangelio. Por eso podían contar con su promesa: “Yo estoy con
vosotros” (Mateo 28:19-20).
Primera parada: Chipre
Saulo ya tenía al menos 47 años al comenzar este viaje junto con
Bernabé y acompañados por el joven Juan Marcos como ayudante
(Nota 1).
Ellos, entonces, enviados por el Espíritu Santo, descendieron a
Seleucia, y de allí navegaron a Chipre. Al llegar a Salamina,
anunciaban la palabra de Dios en las sinagogas de los judíos.
Tenían también a Juan de ayudante (Hechos 13:4-5).
Partieron en barco, navegando unos 25 km por el rio Orontes, hasta
el puerto de Seleucia sobre el Mar Mediterráneo. Su primera parada
fue la isla de Chipre. Desde tiempos inmemoriales este país, o isla,
había sido colonizado por los principales imperios de cada época
debido a su riqueza y situación estratégica dentro de la región.
Desde el año 57 a.c. pertenecía al Imperio Romano.
Llevaban en su memoria las palabras de Jesús (el Nuevo
Testamento todavía no había sido escrito) y muy posiblemente
algunos papiros con borradores de lo que en el futuro formaría parte
de las Escrituras. Juan Marcos, el que viajaba con ellos, era pariente
de Bernabé y había venido de Jerusalén. Es posible que Juan
Marcos ya hubiese escrito algunos de los dichos y hechos de Jesús,
basado en los relatos de Pedro, los que en el futuro llegarían a
conformar el Evangelio según Marcos.
Tal vez Marcos haya sido enviado por la iglesia de Jerusalén para
fortalecer a Bernabé y a Saulo, que deberían trabajar entre los
gentiles y necesitarían algún elemento escrito sobre el que basarse.
Sus escritos se volverían invalorables documentos por haber sido
recogidos de testigos oculares del hecho de Cristo. Y el propio Juan
Marcos podría agregar un testimonio personal de la vida de Jesús.
Existe consenso acerca de que él fue el joven que siguió a Jesús al
huerto de Getsemaní y huyó perdiendo parte de su ropa cuando
vinieron los soldados romanos a arrestarlo (Marcos 14:52).
Los tres misioneros se embarcaron en Seleucia, durante los
primeros días de la temporada de navegación, probablemente en
marzo del año 47, para realizar un fácil viaje a Chipre. Seguramente
el hecho de que Bernabé fuera originario de allí y que la isla contara
con una importante colonia judía influyeron en la elección de este
primer destino. Arribaron al puerto de Salamina, el centro comercial
del este de la isla, donde proclamaron la palabra de Dios.
Luego fueron descendiendo hacia el sur, permaneciendo un corto
tiempo en cada pueblo. Más adelante Pablo utilizaría métodos más
eficaces de evangelización, pero este era sólo un preludio a ese
viaje apostólico. El mensaje de Cristo ya había arribado a esta tierra,
dado que los que huyeron de la primera persecución habían pasado
por allí unos quince años antes. Saulo estaba determinado a
dirigirse hacia donde la palabra de Cristo no fuese aún conocida.
Habiendo atravesado toda la isla hasta Pafos, hallaron a cierto
mago, falso profeta, judío, llamado Barjesús, que estaba con el
procónsul Sergio Paulo, varón prudente. Este, llamando a
Bernabé y a Saulo, deseaba oír la palabra de Dios. Pero los
resistía Elimas, el mago (pues así se traduce su nombre),
intentando apartar de la fe al procónsul. Entonces Saulo, que
también es Pablo, lleno del Espíritu Santo, fijando en él los
ojos, le dijo: --¡Lleno de todo engaño y de toda maldad, hijo del
diablo, enemigo de toda justicia! ¿No cesarás de trastornar los
caminos rectos del Señor? Ahora, pues, la mano del Señor está
contra ti, y quedarás ciego y no verás el sol por algún
tiempo. Inmediatamente cayeron sobre él oscuridad y tinieblas;
y andando alrededor, buscaba quien lo condujera de la mano.
Entonces el procónsul, viendo lo que había sucedido, creyó,
admirado de la doctrina del Señor (Hechos 13:4-12).
Llegaron hasta la ciudad romana de Páfos, capital de Chipre y
principal puerto de la costa sudoeste. Sorprendentemente,
recibieron una solicitud del propio procónsul, la máxima autoridad de
Chipre, señalando que deseaba escuchar el mensaje que ellos
transmitían. Sergio Paulo tenía una mente inquisitiva y un
pensamiento científico, y de hecho era considerado una autoridad
en Roma. Lamentablemente, también era afecto a la superstición.
Pronto Bernabé y Saulo notaron en el entorno del procónsul a un
judío renegado de su fe, que se hacía llamar Bar-Jesús (‘hijo del
salvador’) y que falsamente afirmaba ser profeta del Dios vivo, pero
que al mismo tiempo utilizaba el nombre Elimas, que significa
‘mago’. Decía ser astrólogo e incursionaba en el ocultismo.
Sentado en su trono, en un espacioso hall con vista a las aguas azul
profundo y con el viento entrando a través de las columnas de
mármol, el sabio Sergio Paulo les pidió a los visitantes que le
hablaran de aquello que habían venido a enseñar. Pronto el
Procónsul los escuchaba muy complacido. Ellos hablaban con
fluidez, entusiasmados con la recepción que sus palabras tenían en
su anfitrión. Pero Elimas, desafiando las reglas del protocolo,
interrumpía y lanzaba ataques verbales sobre ellos, tratando de
apartar al Procónsul de la fe en Dios con todo el vigor de uno que ve
cómo va perdiendo su influencia sobre la persona más poderosa de
la isla.
Pablo se mantuvo frustrado e indignado por unos pocos minutos,
orando en voz baja, y buscando la guía de Dios antes de reaccionar.
Luego sintió una paz sobrenatural en su mente y un fuego espiritual
en su corazón que demostraban que el Espíritu Santo estaba
tomando control de la situación. Su carácter, naturalmente
explosivo, mostraba una extraña paz, y pudo apreciar la realidad
espiritual de la situación. El reino de las tinieblas luchaba por retener
el alma de su importante víctima por medio de aquel mago. Supo
exactamente lo que el Espíritu Santo deseaba hacer por su
intermedio.
Fijando sus ojos en Elimas le dijo: “Eres un hijo del diablo, un
mentiroso y un malvado. A ti no te gusta hacer lo bueno. ¡Deja ya de
mentir diciendo que hablas de parte de Dios!”. Elimas quedó
paralizado al escucharlo. Pablo inmediatamente lo supo, y actuando
como profeta le anuncio su futuro inmediato. No sería Pablo el que
castigara a Elimas. Simplemente le declaró lo que Dios había
decidido hacer: “Ahora Dios te va a castigar: te quedarás ciego por
algún tiempo y no podrás ver la luz del sol". Inmediatamente
después Elimas empezó a ver cada vez más borroso y oscuro,
como a través de una nube oscura, hasta quedar completamente
ciego. De la misma manera que Saulo, que había sido perseguidor
de la iglesia muchos años antes en Damasco, Elimas necesitó que
alguien le diera la mano para guiarlo.
Ese mover de Dios probablemente fuera también para beneficio del
propio mago. Los estudiosos notan aquí la detallada descripción del
médico Lucas, autor de Hechos, sobre la manera en que él fue
perdiendo la vista. Se detalla de una manera que sólo pudo haber
sido relatada por el propio Elimas. Esto, como mínimo, significa que
tuvieron oportunidad de conversar posteriormente. Y no sería de
extrañar que el mago hubiera podido conocer a Dios. Como lo dijo
Pablo, esa ceguera sería sólo “por un tiempo”.
Sergio Paulo, quedó asombrado. Para un romano educado y
acostumbrado al uso de la autoridad, nada podría haber resultado
más convincente en cuanto a que el mensaje escuchado era cierto
que haber visto la verdad y el poder en acción. Lucas describe que
él quedó muy impresionado y admirado por lo que había visto y
creyó en el Señor Jesús.
No contamos con mayor información por parte de Lucas acerca del
destino de Sergio Paulo. Pero el famoso arqueólogo Sir William M.
Ramsay, en 1912, encontró inscripciones que hablaban de Sergio
Paulo influyendo sobre su hija para que se convirtiera en cristiana.
Los libros de historia confirman que Chipre fue el primer país del
mundo gobernado por un seguidor de Cristo.
Pablo y Bernabé consideraron este milagro como una señal que
confirmaba que Dios les estaba abriendo la puerta para evangelizar
a los gentiles. Bernabé, al reconocer que el Espíritu Santo había
estado formando a Pablo para este momento, con mucha gracia,
amor y humildad dejó que de allí en más él tomara el liderazgo de
este viaje hacia lo desconocido. A partir de ese momento Lucas
pasó a mencionar a Pablo en primer lugar al relatar el resto de las
aventuras de ese primer viaje apostólico.
Hasta ese entonces no se encuentran registros bíblicos de milagros
atribuidos a Pablo, aunque si se conoce acerca de visitaciones y
grandes revelaciones recibidas directamente de Dios. Hasta ese
momento había sido Dios el que se movía en la vida de Saulo, pero
de allí en adelante Dios comenzó a moverse a través de la vida de
Pablo, con grandes prodigios y señales. Tal como Jesús lo había
prometido:
De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo
hago, él también las hará; y aún mayores hará, porque yo voy al
Padre (Juan 14:12).
El tema del nombre
Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento hay muchos
casos de personas cuyo nombre fue cambiado para reflejar un
cambio de destino. Tal vez los casos más paradigmáticos sean los
de Abraham y Simón (Pedro). En el caso de Abraham, fue Dios
mismo quien le otorgó el nuevo nombre (Génesis 17:5), indicando
claramente el motivo. En cuanto a Pedro, fue Jesús durante su
ministerio en la tierra quien le otorgó su nuevo nombre, con una
afirmación explicita (Mateo 16:18). Otro ejemplo, que ya hemos
mencionado, fue el del propio Bernabé (Hechos 4:36).
En el caso de Pablo, este cambio de nombre aparece de modo
implícito dentro del relato de las Escrituras, que son inspiradas por
el Espíritu Santo. Como lo mencionamos en el capítulo 2, era
frecuente entre los judíos de aquella época, en especial para los que
contaban con la doble ciudadanía judeo-romana como Pablo,
poseer dos nombres, uno judío (en este caso Saulo) y otro oficial,
para Roma, en latín, que para él fue Paullus (en español, Pablo).
Pero, ¿qué implicó este cambio de nombre en la Biblia que pasó de
mencionarlo como Saulo a llamarlo Pablo?
Algunos identifican el uso del nombre Saulo con su época de
perseguidor de la iglesia, y el de Pablo como su nombre ‘cristiano’.
Sin embargo observamos que luego de su conversión en el camino
a Damasco, el libro de Hechos sigue refiriéndose a él como Saulo.
Otros identifican el nombre judío Saulo con su vida y ministerio entre
los judíos, y el uso del nombre Pablo con su ministerio entre los
gentiles. Sin embargo, su ministerio en el avivamiento en la iglesia
de Antioquía fue eminentemente entre gentiles, y aun así el libro de
Hechos continuó utilizando el nombre Saulo.
Se nota un uso muy intencional de estos dos nombres por parte de
Lucas en su libro de los Hechos. Dada la precisión con que Lucas
escribía (mencionada en la introducción), y que consideramos su
libro de Hechos como parte de la Biblia y por lo tanto inspirado por
Dios, creemos que este uso distintivo de los nombres no es casual.
Entonces Saulo, que también es Pablo, lleno del Espíritu
Santo, … (Hechos 13:9).
Exactamente a partir de este versículo Lucas introdujo, por primera
vez en el libro de Hechos, el nombre Pablo. Y luego de ese
momento nunca volvió a usar el nombre Saulo. Las únicas
excepciones fueron las dos oportunidades en las que describió a
Pablo dando testimonio acerca de su conversión, en Hechos 22:6-
16 y 26:12-18. En ellas aparece Pablo citando las palabras de Jesús
en el camino a Damasco: “Saulo, Saulo, por qué me persigues…”.
Esto no hace sino confirmar la diferente utilización de los nombres
en antes y después del momento mencionado.
¿Cuál es entonces el especial significado del cambio de nombre a
partir de Hechos 13:9?
Quiero proponer que este cambio de nombre se realizó a partir de
que Pablo entró en el ministerio al que Dios lo había llamado. Todo
lo anterior, hasta aquel momento, tuvo que ver con el proceso de
formación de Dios en la vida de Pablo preparándolo para entrar en
el plan perfecto determinado para su vida. Todos sus esfuerzos
evangelísticos, las revelaciones recibidas, e incluso el relevante
ministerio en Antioquía fueron apenas una preparación para este
momento. Hasta aquí fue Dios obrando en Pablo. A partir de aquí
sería Dios obrando a través de Pablo.
El cambio de nombre marcado por Lucas se dió en la primera
ministración de su primer viaje apostólico, cuando estaba a punto de
realizar su primer milagro registrado por la Biblia. Durante ese viaje
fundaría las primeras iglesias iniciadas por él que conocemos. Al
retornar, les escribiría a estas iglesias en Galacia su primera
epístola, las que posteriormente formarían parte de la Biblia. Pablo
alcanzó, en mi opinión, lo que el Dr. Robert Clinton denomina
‘convergencia’.
Convergencia
¿Qué es la convergencia? En su libro The Making of a Leader, el Dr.
Robert Clinton presenta el resultado de su investigación sobre la
vida de 700 líderes cristianos. Él identifica seis fases de crecimiento
por las que pasaron en su proceso de maduración. Cada vida es
diferente, pero muchos de ellos pasaron por etapas similares. Estas
son:
1) Existencia de fundamentos soberanos. Dios actúa
providencialmente a través de la familia, el entorno y los
acontecimientos, aún desde antes de la conversión. Incluye la
conversión y los primeros pasos en la vida cristiana.
2) Crecimiento de la vida interior. Las personas procuran
conocer y experimentar a Dios de una manera más íntima, de
modo que eso las conduzca hacia un compromiso mayor de fe
con Cristo. El cristiano descubre la importancia que tiene el orar
y escuchar a Dios. Crece en discernimiento, entendimiento y
obediencia. Durante esta etapa se involucra en alguna forma de
ministerio. Haciendo, aprende y crece interiormente.
3) Maduración en lo ministerial. Cada persona aprende a
ministrar y a entender cuál es su lugar y propósito dentro del
cuerpo de Cristo. Descubre dones espirituales y adquiere
nuevas habilidades.
4) Maduración en la vida. El creyente adquiere un sentido de
las prioridades y se concentra en su calidad de ser único.
Aprende que discernir qué cosas no hacer es tan importante
como saber cuáles sí hacer. El ministerio fluye del ser, del
carácter. En esta etapa, la comunión con Dios es lo más
importante. Aún más que alcanzar éxito en el ministerio. La
clave del desarrollo en esta etapa es responder positivamente a
la dirección de Dios. Eso profundiza aún más la comunión con
el Señor y se transforma en el fundamento de un ministerio
eficaz.
5) Convergencia. El individuo se traslada a un ministerio más
definido, basado en la experiencia y en sus dones. Usa lo mejor
que tiene para ofrecer y se libera de aquellas cosas para las
cuáles sabe que no está capacitado. Se combinan en esta
etapa la maduración en la vida y en el ministerio. Algunos
líderes no llegan a este nivel, a veces por falta de desarrollo
personal, otras porque no se ubican bien en la función que les
toca.
6) Celebración. Pocos alcanzan este nivel. El fruto de una
vida de ministerio y crecimiento culmina en una etapa de
reconocimiento e influencia indirecta en niveles más amplios. La
persona logra una red de contactos sobre los que sigue
influyendo. Otros le consultan por su experiencia en cuanto a
andar con Dios. La reserva de sabiduría almacenada durante
los años de liderazgo continúa bendiciendo y beneficiando a
muchos.
La convergencia será distinta en cada cristiano, dado que cada uno
de nosotros está llamado a un destino diferente. Ananías (el
creyente desconocido que oró por Pablo, lo sanó de su ceguera y lo
bautizó) Bernabé (el constructor de puentes, el mentor), Pablo (el
perseguidor de la iglesia que luego se convirtió en apóstol), Lucas
(el discípulo de Pablo que escribió el evangelio que lleva su nombre
y el libro de Hechos ), Juan Marcos (el joven que fracasó, pero
perseveró y llegó a ser un instrumento de Dios), cada uno de ellos
tuvo un destino y un proceso especial y único. Y cada uno fue
indispensable para que la Biblia nos llegara en su forma actual.
Sin duda, mientras estamos en el proceso de formación, todo
parece confuso y desalentador. Dios trabaja especialmente en el
cristiano, y no tanto a través de él. Muchos se frustran al atravesar
estas etapas porque evalúan productividad y eficacia cuando Dios
quietamente está trabajando en sus vidas. Queremos hacer para ser
valorados por los demás y para valorarnos a nosotros mismos en
base a lo que hayamos generado.
El objetivo de Dios para nuestra vida es diferente: él quiere que
seamos el mensaje. Quiere enseñarnos a ministrar lo que somos.
No que ministremos a través de lo que sabemos o decimos, y ni
siquiera de lo que hacemos o logramos, sino que ministremos lo que
somos.
En las etapas intermedias nosotros percibimos confusión, trabas,
fracaso, limitaciones. Dios ve el proceso que producirá un resultado
digno de su plan en nuestra vida. Nuestra respuesta a la guía del
Señor debe ser: confiar, ser fieles, descansar en él y observar la
manera en que Dios nos guía a un ministerio que resume lo
aprendido en las fases anteriores.
¿Cómo se aplica esto a nuestra vida?
Hemos analizado las primeras etapas de la vida de Pablo y los
procesos que Dios utilizó para formarlo y prepararlo para el
cumplimiento de su destino. Te propongo ahora que analices, a la
luz de estas etapas, tu propia vida. Eso te permitirá entender mejor
el proceso que lleva adelante Dios contigo, y descubrirás cómo
colaborar con el Señor en tu propia formación.
Te propongo meditar sobre tu vida hasta el presente, identificando
las principales etapas (no más de cinco o seis). Escribe en
referencia a las edades en que sucedieron y los principales
acontecimientos que las marcaron. Y anota cuáles fueron las
principales lecciones y valores que aprendiste en cada una de ellas.
Sólo un párrafo por etapa será suficiente, identificando el aspecto
que consideres más relevante. Compara luego lo que has escrito
con las seis etapas que antes mencionamos, y señala en que etapa
consideras que te encuentras.
Como mencionamos en la introducción…
Conocer las etapas de los procesos que Dios utiliza en la formación
de sus líderes nos ayuda a percibir la continuidad de la obra del
Señor en nuestro pasado para formarnos, y nos lleva a adquirir un
mayor nivel de anticipación al saber que Dios nos usará en el futuro.
También contribuye a mejorar la imagen que tenemos de nosotros
mismos y de los demás.
Cada uno de nosotros ha recibido un llamado de Dios, y todos
estamos en un proceso de transformación. Nuestra formación es el
resultado de los eventos y de las personas que van imprimiendo
lecciones en nosotros a través del tiempo. Y de la respuesta que le
demos a todo ello. La madurez tiene que ver con una enseñanza de
por vida de lecciones que nos llegan de parte de Dios. La tuya será
única. Dios te llevará a través de diversas etapas durante toda una
vida de caminar con él.
Hoy más que nunca la obra de Dios requiere de obreros capacitados
y maduros. La iglesia necesita líderes como los del pasado, que
puedan señalar el camino a través de mostrar mediante sus vidas
una fe digna de ser imitada. Para poder imitar la fe de los líderes del
pasado es que estudiamos sus vidas. Como la de Pablo. A medida
que lo hacemos, nos beneficiamos tanto al conocer la manera en
que Dios los formó, como las enseñanzas que él les dio. Si
aplicamos ambas cosas a nuestra vida, podremos ser imitadores de
su fe.
Tercera Parte
XIII) Juan Marcos: Cómo recuperarse de un fracaso

Retomamos el relato donde lo habíamos dejado, con nuestros


amigos Pablo, Bernabé y Juan Marcos luego de la primera parada
en la isla de Chipre, durante su primer viaje misionero.
Habiendo zarpado de Pafos, Pablo y sus compañeros arribaron
a Perge de Panfilia; pero Juan, apartándose de ellos, volvió a
Jerusalén (Hechos 13:13).
Desde Pafos, en la isla de Chipre, realizaron otro breve viaje en
barco con dirección noroeste hasta la costa de Panfilia, en el Asia
Menor. A partir de ese punto se convirtieron en verdaderos pioneros,
aventurándose mucho más hacia el oeste de los lugares que Pablo
pudo haber visitado en sus viajes durante el período oculto, donde el
mensaje cristiano no había llegado aún.
Siendo Pablo de 47 años o más (Nota 1) , una edad en la que
solemos empezar a buscar más comodidad y establecernos,
comenzaron sus viajes más duros. La tarea que emprendió fue
inmensa. Ante a él se encontraba la cultura griega, con todos sus
filósofos. Tal vez la cultura que más influencia haya tenido sobre el
mundo.
El barco en el que viajaban probablemente haya subido por el río
Cestrus, para arribar a un puerto interior cercano a la ciudad de
Perge. Pablo quiso desembarcar allí. Su urgencia era llegar más
lejos atravesando la región montañosa.
Fue allí donde el joven Juan Marcos los abandonó y regresó a
Jerusalén. Pablo lo vivió como una deserción. La excusa presentada
por Juan Marcos ha sido materia de abundantes especulaciones.
Algunos piensan que Pablo podría haberse enfermado de malaria y
subido a las montañas buscando aire más fresco. Y que allí Juan
Marcos pudo haberse sentido atemorizado por el viaje. Pero
difícilmente los hubiese dejado estando uno de ellos enfermo. Otros
especulan que se resintió por el hecho de que ahora Bernabé
ocupaba un segundo lugar. Posiblemente la causa hayan sido los
rigores del viaje. O que extrañaba su hogar. O algún otro motivo
semejante. En cualquier caso, su decisión produjo una herida en la
relación con Pablo que tardaría años en sanar. No sólo eso, su
deserción terminaría produciendo una división en el principal equipo
apostólico de la iglesia primitiva: entre Pablo y su viejo mentor y
amigo, Bernabé.
Ese joven aprendiz, Juan Marcos, al que vemos fracasar en su
misión y huir de la adversidad, estaba destinado a ser el autor de
uno de los cuatro evangelios (Marcos) y a ser reconocido por Pablo,
más adelante, como útil en la obra. Su vida es un ejemplo que nos
lleva a entender que cuando fracasamos Dios nos da una nueva
oportunidad. El Señor es capaz de transformar nuestros fracasos en
victorias. También podemos aprender que la correcta actitud de un
mentor puede rescatar una vida aparentemente destinada a la
derrota y permitirle alcanzar el destino que Dios le tiene preparado.
Detengámonos, pues, para conocer su historia y ver qué podemos
aprender de él que podamos aplicar a nuestra vida.
Juan Marcos conoció la fe cristiana a través de su madre, María,
que participaba activamente en el ministerio de la iglesia primitiva.
No conocemos nada acerca de su padre. Tal vez hubiera fallecido
para esta época, pero sabemos que su madre les abrió su hogar a
los discípulos en Jerusalén.
En su casa se reunieron para orar por Pedro cuando fue arrestado
durante la persecución desatada por Herodes (Hechos 12:1-18).
Este había tomado prisioneros a varios de los cristianos para
matarlos. Entre los que sufrieron ese destino se encontraba el
apóstol Jacobo. Viendo Herodes que su ejecución había agradado a
los judíos, tomó prisionero luego a Pedro, a quien encerró y puso
bajo el cuidado de dieciséis soldados. Cuatro grupos que se
turnaban, de tal manera que durante las 24 horas siempre hubiera
cuatro soldados romanos cuidando de que él no se escapara. Dos
en la puerta y dos a su lado. Seguramente los romanos recordaban
la manera sobrenatural en que los apóstoles habían sido liberados
de la cárcel casi quince años antes (Hechos 5:19). No queriendo
correr ningún riesgo, apostaron dieciséis legionarios romanos para
cuidar a un prisionero que se encontraba dentro de la cárcel y sujeto
con dos cadenas.
Apenas recuperándose de la muerte de Jacobo, sucedida poco
antes, la iglesia se reunió en el hogar de María, la madre de Juan
Marcos y comenzó a orar sin parar para que Dios librase a Pedro.
Nuevamente Pedro fue liberado por un ángel de una manera tan
sobrenatural que al principio Pedro pensó que se trataba de una
visión. Cuando volvió en sí y se dio cuenta que estaba libre, se
dirigió a la casa de María, lo que demuestra hasta qué punto ese
hogar era un lugar habitual de reuniones de la iglesia primitiva.
Leemos en Hechos 12:11-12.
Entonces Pedro, volviendo en sí, dijo: Ahora entiendo
verdaderamente que el Señor ha enviado su ángel, y me ha
librado de la mano de Herodes, y de todo lo que el pueblo de
los judíos esperaba. Y habiendo considerado esto, llegó a casa
de María la madre de Juan, el que tenía por sobrenombre
Marcos, donde muchos estaban reunidos orando.
Cuando Pedro llegó a la casa de María y llamó a la puerta, fue
atendido por una criada de la casa llamada Rode. Esta, al escuchar
del otro lado de la puerta la voz de Pedro, sintió tanta alegría que lo
dejó afuera y salió corriendo a avisarles a todos. Los demás no le
creyeron, algunos decían que estaba loca y otros que había visto un
fantasma. Mientras tanto, el pobre Pedro seguía llamando desde
afuera, hasta que finalmente alguien le abrió la puerta. Este era el
tipo de cristianismo que vivió Juan Marcos. Momentos de peligro,
momentos de fantástica fe, y momentos de incertidumbre, dudas y
alegría.
Herodes mandó matar a los guardias, seguramente no creyendo en
la intervención de ángeles en la liberación de Pedro. En Hechos
12:20-23 se relata la muerte de Herodes (Agripa) poco después, en
el año 44 d.C., cuya fecha conocemos por referencias históricas.
Fue en esa época que Saulo y Bernabé viajaron de Antioquía a
Jerusalén, llevando la ayuda para los hermanos necesitados que
mencionamos en el capítulo 11. No sería de sorprender que
hubiesen parado en la casa de María mientras permanecieron en
Jerusalén. A su regreso, Saulo y Bernabé llevaron a Antioquía al
joven Juan Marcos como nuevo asistente de su equipo.
Juan Marcos era sobrino de Bernabé (Colosenses. 4:10).
Probablemente su padre y Bernabé fuesen hermanos. Juan Marcos
era una persona inteligente. Basta leer su evangelio (el Evangelio
según Marcos) para darnos cuenta de su capacidad. Cristiano
profundamente interesado en su fe, comenzó a reunir información
sobre la vida de Cristo. Sin duda formuló interminables preguntas
tanto a los testigos oculares en Jerusalén como luego a Bernabé y a
Pablo. La mayor parte del material lo recibiría más tarde
directamente de Pedro.
Podemos imaginar a Juan Marcos como un estudioso.
Eventualmente realizó una prolija recopilación en su libro, que
quizás haya sido la primera historia de Cristo, el primer evangelio en
ser escrito.
Es así que Juan Marcos terminó participando en este primer viaje
misionero como asistente de Pablo y Bernabé. Seguramente
colaboraba en los aspectos logísticos tales como buscar
alojamiento, comprar comida, y otros.
Marcos deseaba hacer las cosas bien, pero tenía dificultades en
mantenerse firme bajo presión. En su evangelio se menciona a un
joven (existe consenso de que habla de sí mismo) que huyó tan
despavorido cuando arrestaron a Jesús que perdió la ropa en el
camino y terminó corriendo desnudo (Marcos 14:52). Esa tendencia
a huir reaparece aquí cuando abandona este viaje misionero para
regresar a Jerusalén. Fue una decisión que a Pablo le costó pasar
por alto.
Las consecuencias de esa decisión fueron graves, no sólo por
dificultar el viaje sino, peor aún, por haber llevado a la separación
entre Pablo y su mentor y amigo Bernabé. Imaginemos la situación
de Marcos y su auto imagen cuando alguien como Pablo no quiso
volver a llevarlo, tomando en cuenta su fracaso y deserción anterior.
Y además, su responsabilidad en cuanto a haber generado la
separación entre Pablo y Bernabé.
Sería fácil imaginar que Juan Marcos, sintiendo el fracaso de su
primera participación en la obra, pudiera haberse enfriado en la fe y
en su trabajo para Dios. Pero Bernabé rescató a ese tesoro en vaso
de barro y lo incluyó en su siguiente viaje misionero. Bernabé partió
nuevamente hacia Chipre, en tanto que Pablo incorporó a su equipo
a Silas y partió en su segundo viaje misionero hacia Siria y Cilicia.
Bernabé jugó un papel importante en la vida de Juan Marcos.
Estuvo junto al joven a pesar de sus fallas, estimulándolo con
mucha paciencia. Marcos nos desafía a aprender de nuestros
errores y a apreciar la paciencia de otros hacia nosotros. De la
misma manera, Bernabé nos estimula a ser pacientes y
perdonadores, dispuestos a alentar a los que fallan. Bernabé fue
paciente con Juan Marcos, y el tiempo demostró que esa fue una
inversión valiosa.
Por unos 10 años no volvemos a tener noticias de Juan Marcos.
Hasta que su nombre aparece en una epístola que escribe Pablo
desde su prisión domiciliaria en Roma, y lo menciona como uno de
sus colaboradores allí (Colosenses. 4:10).
Sin duda los acontecimientos que tuvieron lugar a lo largo de los
años no sólo sanaron las viejas heridas sino que los volvieron a unir.
El anciano apóstol vino a ser un amigo muy cercano de este
discípulo. Así lo menciona en las salutaciones de su epístola a los
Filipenses (v. 24). Y hacia el final de su vida lo vemos nuevamente
en un puesto relevante dentro de su equipo:
Solo Lucas está conmigo. Toma a Marcos y tráelo contigo,
porque me es útil para el ministerio (2 Timoteo 4:11).
Marcos fue un compañero valioso para tres líderes cristianos,
Bernabé, Pablo y Pedro. El material del Evangelio de Marcos,
parece provenir en su mayor parte de Pedro, que lo menciona como
a un hijo en las salutaciones de su primer epístola (1 Pedro 5:13). A
Marcos, su papel como ayudante le permitió ser un observador muy
cercano. Una y otra vez escuchó a Pedro narrar las experiencias de
los años pasados junto con Jesús, y de hecho fue el primero en
escribir acerca de la vida de Jesús.
¿Cómo se aplica esto a nuestra vida?
Aprender de nuestros errores y fracasos
Los errores son maestros eficaces. Sus consecuencias tienen la
virtud de hacer que las lecciones nos resulten dolorosamente claras.
Pero los que aprenden de sus errores son candidatos a desarrollar
sabiduría. Juan Marcos fue un buen aprendiz que sólo necesitó de
más tiempo y estimulo.
La madurez personal casi siempre se debe a una combinación de
tiempo y errores. Los errores por lo general no son tan importantes
como lo que aprendemos de ellos. La vida eficaz no se mide
principalmente por lo que logramos sino por lo que superamos para
obtenerlo.
No usemos nuestros fracasos como excusa para quedarnos a un
costado, inactivos. Ni como demostración de que “esto no es lo
mío”. A Dios le encanta usar a los que han fracasado: Moisés,
Abraham, David, Pedro, Saulo, Juan Marcos... Estudiando la
Palabra, nos cuesta encontrar alguien que haya sido usado
poderosamente por Dios sin antes haber tenido que superar
significativos fracasos. Si aún no lo has hecho, te invito a recibir el
perdón de Dios y a perdonarte a ti mismo por los errores que has
cometido.
Apliquemos lo mismo a los que nos rodean. ¿Cómo tratamos a los
que fracasan? ¿Con qué actitud nos acercamos a ellos? El aliento
puede cambiar la vida de una persona.
No merecemos la gracia que Dios nos ha dado, ni los demás
necesitan merecer la que nosotros podamos darles.
¡De gracia recibiste, da de gracia!

Comparte tus comentarios y reflexiones sobre este capítulo con los


otros lectores y conmigo en: desauloapablo.com
XIV) Pablo establece su primera iglesia
Antioquía de Pisidia

Luego de zarpar de la isla de Chipre, Pablo y Bernabé visitaron


varias ciudades en la provincia de Galacia y en cada una
establecieron una iglesia. Reconocemos el nombre de esta provincia
con facilidad ya que algún tiempo después sus habitantes serían los
destinatarios de la primera carta de Pablo, registrada en la Biblia
como Epístola a los Gálatas. La primera ciudad que visitaron en la
provincia de Galacia fue Antioquía de Pisidia. No debemos confundir
esta ciudad con Antioquia, la capital de Siria (a la que nos
referiremos simplemente como Antioquía), de donde ellos habían
partido.
Como suele suceder, la forma en que avanzamos por primera vez
ante una situación nueva y desafiante se convierte en un modelo
que repetiremos en el futuro, especialmente si el resultado ha sido
exitoso. La forma de trabajo que Dios los llevó a utilizar en esta
ciudad marcaría la estrategia de Pablo en sus futuros viajes
misioneros.
Ellos, pasando de Perge, llegaron a Antioquía de Pisidia; y
entraron en la sinagoga un sábado y se sentaron (Hechos
13:14).
La primera actividad que realizaron, según relata la Biblia, fue visitar
la sinagoga local. Allí Pablo comenzó a predicar. Como resultado,
muchos creyeron, tanto judíos como gentiles. Eso provocó bastante
oposición entre algunos de los judíos. Lo que llevó a que
comenzaron a perseguir a Pablo y Bernabé. Estos se vieron
obligados a salir de la ciudad y dirigirse a otra, dejando atrás a un
grupo de creyentes llenos de gozo y del Espíritu Santo.
Sólo uno de los sermones que predicó Pablo durante su ministerio
en Galacia aparece registrado en Hechos, y es el que les dirigió el
primer sábado luego de su llegada a la sinagoga de Antioquía de
Pisidia.
A los miembros de las sinagogas de la diáspora judía les encantaba
que los visitase un rabino (maestro) de Jerusalén. Especialmente si
se trataba de uno que había estudiado a los pies de alguien tan
famoso como Gamaliel. Por ello aquel sábado en que Pablo y
Bernabé asistieron al culto debe haber despertado muchísimo
interés. Después de la lectura de la ley de Dios, los principales de la
sinagoga los invitaron a hablar, si es que traían alguna palabra de
exhortación para el pueblo.
Después de la lectura de la Ley y de los Profetas, los altos
dignatarios de la sinagoga mandaron a decirles: Hermanos, si
tenéis alguna palabra de exhortación para el pueblo, hablad
(Hechos 13:15).
Todos los sábados los judíos leían el Antiguo Testamento en la
sinagoga y a menudo había gentiles piadosos que también asistían
para escuchar. Sin embargo, estos últimos no estaban circuncidados
y el rabino nunca se dirigía a ellos en sus sermones. Pero Pablo allí
hizo algo nuevo. En sus primeras palabras no solo se dirigió
directamente a los israelitas sino también a todos los gentiles que
temían a Dios, presentes en la sinagoga. A ambos por igual.
Entonces Pablo se levantó y, hecha señal de silencio con la
mano, dijo:--Israelitas y los que teméis a Dios, oíd: (v. 16).
Después de este sorprendente comienzo de su sermón, Pablo atrajo
el interés de los oyentes judíos con un bosquejo de la historia de los
descendientes de Abraham, el pueblo de Israel. Impacta aquí el
profundo conocimiento que tenía Pablo de las Escrituras.
El Dios de este pueblo de Israel escogió a nuestros padres y
enalteció al pueblo siendo ellos extranjeros en tierra de Egipto,
y con brazo levantado los sacó de ella. Por un tiempo como de
cuarenta años los soportó en el desierto, y habiendo destruido
siete naciones en la tierra de Canaán, les dio en herencia su
territorio. Después, como por cuatrocientos cincuenta años, les
dio jueces hasta el profeta Samuel. Luego pidieron rey, y Dios
les dio a Saúl, hijo de Cis, varón de la tribu de Benjamín, por
cuarenta años. Quitado este, les levantó por rey a David, de
quien dio también testimonio diciendo: "He hallado a David, hijo
de Isaí, varón conforme a mi corazón, quien hará todo lo que yo
quiero". De la descendencia de este, y conforme a la promesa,
Dios levantó a Jesús por Salvador a Israel. Antes de su venida,
predicó Juan el bautismo de arrepentimiento a todo el pueblo de
Israel. Cuando Juan terminaba su carrera, dijo: "¿Quién pensáis
que soy? Yo no soy él; pero viene tras mí uno de quien no soy
digno de desatar el calzado de los pies" (Hechos 13:17-25).
Después sorprendió a todos al decirles que las promesas que le
habían sido hechas a Abraham se habían cumplido en Jesús. Eso
debió generar un fuerte impacto sobre la audiencia. Uno de los
puntos principales de su sermón fue la muerte de Jesús.
Hermanos, hijos del linaje de Abraham y los que entre vosotros
teméis a Dios, a vosotros es enviada la palabra de esta
salvación, porque los habitantes de Jerusalén y sus
gobernantes, que no conocían a Jesús ni las palabras de los
profetas que se leen todos los sábados, las cumplieron al
condenarlo. Sin hallar en él causa digna de muerte, pidieron a
Pilato que se le matara. Y cuando cumplieron todas las cosas
que de él estaban escritas, lo bajaron del madero y lo pusieron
en el sepulcro (Hechos 13:26-29).
Pablo hizo una pausa para que todos pudieran sentir la magnitud de
esa atrocidad. Luego, con voz vibrante y emocionada, causó
estupefacción en la sinagoga con el segundo punto de su mensaje:
Dios había resucitado de entre los muertos a Jesús.
Pero Dios lo levantó de los muertos. Y él se apareció durante
muchos días a los que habían subido juntamente con él de
Galacia a Jerusalén, los cuales ahora son sus testigos ante el
pueblo.
Nosotros también os anunciamos el evangelio de aquella
promesa hecha a nuestros padres, la cual Dios nos ha cumplido
a nosotros, sus hijos, resucitando a Jesús; como está escrito
también en el salmo segundo: "Mi hijo eres tú, yo te he
engendrado hoy".Y en cuanto a que lo levantó de los muertos
para nunca más volver a corrupción, lo dijo así: "Os daré las
misericordias fieles de David". Por eso dice también en otro
salmo: "No permitirás que tu Santo vea corrupción". Y a la
verdad David, habiendo servido a su propia generación según
la voluntad de Dios, durmió y fue reunido con sus padres, y vio
corrupción. Pero aquel a quien Dios levantó, no vio corrupción
(Hechos 13:30-37).
Pablo terminó su mensaje con un tercer punto. Un llamado a cada
uno a hacer una aplicación personal y creer en Jesús, puesto que la
muerte y resurrección de Cristo eran la solución al problema básico
de la humanidad.
Sabed, pues, esto, hermanos: que por medio de él se os
anuncia perdón de pecados, y que de todo aquello de que no
pudisteis ser justificados por la Ley de Moisés, en él es
justificado todo aquel que cree. Mirad, pues, que no venga
sobre vosotros lo que está dicho en los profetas:
"Mirad, menospreciadores, asombraos y desapareced, porque
yo hago una obra en vuestros días, obra que no creeréis, si
alguien os la cuenta" (Hechos 13:38-41).
Esa sí era una proclama de buenas noticias (es lo que significa la
palabra evangelio). Esta revelación trajo un nuevo espíritu a aquella
sinagoga, como Pablo les recordaría años después en la epístola
que les escribiría. Los judíos que creyeron en Jesús estaban llenos
de alegría al recibir la libertad del yugo de cumplir con la letra de la
Ley y las tradiciones. Los gentiles que creyeron, de la misma
manera, recibieron también el gozo de la salvación y el perdón de
pecados sin la obligación de tener que circuncidarse ni cumplir con
todos los ritos judíos. Ese día entraron al reino de Dios dos grupos
de personas por creer estas buenas noticias. Tanto los judíos como
los gentiles encontraron la salvación por el mismo camino: Jesús.
Durante toda esa semana las buenas noticias se propagaron como
reguero de pólvora. La gente comentaba en las calles y en los
lugares de encuentro, desde el mercado y las plazas hasta la puerta
del templo, desde las lujosas casas de los ricos hasta las chozas de
los esclavos. En todos los niveles sociales de esa ciudad hubo
personas que creyeron que Jesús era la verdadera respuesta a sus
problemas. Habían captado los puntos principales del mensaje de
Pablo: que por medio de la muerte y resurrección de Jesús la
salvación estaba garantizada para todos los que creyeran en él, ya
fueran judíos o gentiles.
Cuando salieron ellos de la sinagoga de los judíos, los gentiles
les rogaron que el siguiente sábado les hablaran de estas
cosas. Y despedida la congregación, muchos de los judíos y de
los prosélitos piadosos siguieron a Pablo y a Bernabé, quienes
hablándoles los persuadían a que perseveraran en la gracia de
Dios (Hechos 13:42-43).
El sábado siguiente casi toda la ciudad se juntó en la sinagoga para
escuchar la predicación de la palabra de Dios, pero la reunión no
pudo realizarse. Los judíos que no aceptaban el mensaje del
evangelio estaban celosos del increíble éxito de la predicación de
Pablo. Cuando vieron reunida tanta gente, tuvieron envidia y
comenzaron a decir que Pablo estaba equivocado en todo lo que
decía, y también lo insultaron.
El siguiente sábado se juntó casi toda la ciudad para oír la
palabra de Dios. Pero viendo los judíos la muchedumbre, se
llenaron de celos y rebatían lo que Pablo decía, contradiciendo
y blasfemando (Hechos 13:44-45).
Pablo y Bernabé les contestaron con mucha valentía, decididos a
impedir que aquel pequeño grupo de intolerantes les impidiera
proclamar el evangelio a tanta gente. Les declararon que su primera
obligación era predicar el evangelio a los judíos, pero que si ellos
rechazaban su mensaje, su obligación era llevar el mensaje también
a los gentiles y “hasta lo último de la tierra”, citando al profeta Isaías
(Isaías 42:6; 49:6); pasajes que en el evangelio de Lucas (Lucas.
2:32) se aplican a Jesús, y aquí a sus mensajeros.
Entonces Pablo y Bernabé, hablando con valentía, dijeron: A
vosotros, a la verdad, era necesario que se os hablara primero
la palabra de Dios; pero puesto que la desecháis y no os
juzgáis dignos de la vida eterna, nos volvemos a los gentiles,
porque así nos ha mandado el Señor, diciendo: ”Te he puesto
para luz de los gentiles,
a fin de que seas para salvación hasta lo último de la tierra”
(Hechos 13:46-47).
Sin titubear, pese a la difícil situación, Pablo y Bernabé salieron a la
calle seguidos por una alegre multitud de judíos y gentiles, y les
comenzaron a predicar a Cristo al aire libre. Toda esa alegría que
había provocado la salvación por gracia, por medio de la fe, sería
recordada con emoción aun años después. Tan impactante resultó
ese tiempo de proclama del evangelio en Antioquía de Pisidia, que
la palabra de Dios se difundió por toda aquella provincia.
Los gentiles, oyendo esto, se regocijaban y glorificaban la
palabra del Señor, y creyeron todos los que estaban ordenados
para vida eterna. Y la palabra del Señor se difundía por toda
aquella provincia (Hechos 13:48-49).
Todo ayuda para bien
En su epístola a los Gálatas, Pablo también menciona que al
principio de su visita a esta provincia había sufrido una enfermedad,
pero que pese a ella no dejó de predicar:
… pues vosotros sabéis que a causa de una enfermedad del
cuerpo os anuncié el evangelio al principio; y no me
despreciasteis ni rechazasteis por la prueba que tenía en mi
cuerpo. Al contrario, me recibisteis como a un ángel de Dios,
como a Cristo Jesús (Gálatas 4:13-14).
No conocemos los detalles de esta enfermedad. Algunos especulan
que se trataba de alguna dificultad en los ojos, por la mención que
encontramos en el versículo 15: … porque os doy testimonio de que
si hubierais podido, os habríais sacado vuestros propios ojos para
dármelos. Pero la opinión generalizada es que se trata sólo de una
frase típica de la época; era como un proverbio que expresaba el
gran cariño de los gálatas, que se sentían deudores con respecto a
Pablo.
Según Pollock, la enfermedad mencionada en Gálatas debe
haberse producido luego de su llegada, cuando ya estaban allí. No
pudo haber sido el motivo para detenerse en Antioquia, porque los
judíos no le hubiesen dejado predicar. Ellos veían la enfermedad
como un juicio divino. De ser así, se referiría a que no tenía pensado
quedarse tanto tiempo en la región, así que muchos llegaron a
escuchar el evangelio por causa de su enfermedad.
Cambio de Estrategia
Hasta aquí su estrategia había sido moverse constantemente de
ciudad en ciudad. En Chipre, Pablo y Bernabé habían predicado en
varias ciudades distintas, permaneciendo brevemente en cada una.
En Antioquía de Pisidia se vieron forzados a detenerse. Pasaron
varias semanas de ese verano allí, mientras Pablo yacía enfermo. El
libro de Hechos no detalla estos temas, ya que el objetivo principal
de Lucas era comentar la expansión del evangelio y no entrar en
temas secundarios como enfermedades, que resultarían ofensivos
para la cultura romana.
Los gálatas no se sintieron ofendidos ni molestos, y le dispensaron
abundancia de amor y muchos cuidados a ese hombre enfermo.
Durante todo aquel tiempo, el reino de Dios se extendió como una
epidemia por la región, sin que los apóstoles saliesen de la ciudad.
Los nuevos convertidos, alegres por saberse salvados por Dios,
extendían la buena noticia a donde iban.
Para cuando Pablo se recuperó de la enfermedad y pudo comenzar
a desplazarse, ya se habían abierto demasiadas puertas por toda la
región como para que pudiera abandonar Antioquía. De modo que
Pablo adoptó la estrategia que utilizaría en adelante para
evangelizar: establecerse en un centro regional y alcanzar a toda la
región mediante los nuevos convertidos. Las personas alcanzadas
resultaban impactadas, y muchas de ellas llegaban luego para
conocer más y ser ministradas en el centro en el que se encontraba
el apóstol. Recibían libertad en cuanto a tener que cumplir con todo
el legalismo religioso para ‘ganarse’ la salvación. Dios los aceptaba
como hijos, dándoles poder y capacidad para seguirlo. Toda barrera
era derribada por su mensaje, y se invitaba a los gentiles a acceder
a Dios con libertad y victoria, como veremos más adelante al
estudiar la epístola que Pablo luego les escribiría recordándoles
todo este ministerio.
El costo de toda esta revolución fue grande para Pablo. Más
adelante les describiría a los gálatas sus angustias y esfuerzos con
la analogía del dolor que sufre una madre durante el parto (¡y en un
mundo que no conocía todavía la anestesia!).
Todos los convertidos eran bautizados, así como lo había sido el
propio Pablo por Ananías sólo tres días después de su conversión, y
recibían la llenura del Espíritu Santo. El cambio en los creyentes era
visible, como leemos en Hechos 13:52:
Y los discípulos estaban llenos de gozo y del Espíritu Santo.
Contracultura Cristiana
La enseñanza que recibían estos nuevos creyentes era
revolucionaria y opuesta a la cultura imperante. A los esclavos se
les decía que ya no debían mentir ni engañar a sus amos. Y a los
amos, que no se consideraran superiores a los esclavos, ya que
todos eran hijos de Dios. Y no sólo eso: se los desafiaba a incluirlos
en el mandato de “ama tu prójimo como a ti mismo”. Eso eliminaba
toda barrera racial, religiosa, económica, de clase, entre hombres y
mujeres, esclavos y libres, judíos y gentiles.
Más adelante, al estudiar la Epístola a los Gálatas, tendremos
oportunidad de analizar más detalladamente las enseñanzas
básicas que aparecen en su epístola. Baste decir que sin duda el
convaleciente Pablo y su amigo Bernabé deben haber dedicado un
enorme esfuerzo a la enseñanza y discipulado de los nuevos
creyentes. Y a formarlos como una verdadera familia en la fe, en
relación unos con otros. Sin duda la experiencia de haber tenido que
liderar el avivamiento en la otra Antioquía, la capital de Siria, los
había preparado para saber cómo organizarse.
Evangelización según Pablo
La evangelización tal como la entendía el apóstol Pablo no se
limitaba a invitar a alguien a tomar la decisión de seguir a Cristo.
Involucraba también el bautismo, la llenura del Espíritu Santo y la
búsqueda de sus frutos, la enseñanza de la Palabra, la formación
del carácter y la constitución de una congregación capaz de
continuar la obra cuando él hubiese partido.
En los años por venir los gálatas demostrarían sus fallas y fracasos,
que poco menos que rompería el corazón de Pablo. Pero en estos
primeros días como cristianos poseían un tremendo sentido de la
realidad espiritual referida a que Cristo estaba con ellos y de su
acción y presencia operando en ellos y a través de ellos. Cada uno
sentía pasión por servir a sus vecinos llevándoles este mensaje de
salvación. De esa manera, al mismo tiempo que aprendían de los
dos apóstoles que todavía estaban entre ellos, como lo registra
Lucas, la palabra de Dios se expandía por toda la región.
Esa expansión no se daba por un esfuerzo formal, tal como el que
realiza aquel que envía esclavos a trabajar la tierra, sino en unas
pocas semanas y de manera natural a través de relaciones. Las
familias compartían entre ellas su nueva fe, los vecinos hablaban
acerca de eso, los compañeros de trabajo no podían dejar de contar
lo que les había pasado.
A pesar de las limitaciones que la enfermedad pudo haberle
generado a Pablo (o tal vez debido a ellas), el mensaje se extendió
rápidamente por toda la región. Dios utilizó esta circunstancia para
revelarle a Pablo una exitosa estrategia. Toda la región fue
evangelizada sin que Pablo y Bernabé tuvieran que visitar cada
pueblo lejano en persona, como habían hecho en Chipre. En
Galacia lo hizo predicando desde la ciudad de Antioquía de Pisidia,
para luego estimular a los nuevos creyentes (muchos de los cuales
serían originarios de otros lugares) a llevar el mensaje al volver a
sus hogares.
Si bien la razón por la que Pablo no visitó personalmente aquellos
lugares apartados fue debido a su enfermedad, de aquí en adelante
emplearía este método durante todo su ministerio, incluso
profundizándolo. En Éfeso por ejemplo, permaneció tres años, al
cabo de los cuales pudo decir: “No he rehuido anunciaros todo el
consejo de Dios” (Hechos 20:27).
Pablo y Bernabé seguramente hubiesen deseado quedarse para
afianzar la nueva congregación. Pero después de unos dos meses
en la ciudad, se desató la tormenta.
Persecución y despedida
Durante varias semanas los judíos que no habían creído se
mantuvieron pasivos, tratando de entender lo que estaba
sucediendo. Pero pasado cierto tiempo, comenzaron a actuar en
contra de los apóstoles. No los podían atacar directamente porque
los apóstoles se habían retirado de la sinagoga. Pero tampoco
podían soportar que su influencia se extendiera, por lo que
comenzaron a incitar contra ellos tanto a los magistrados de la
ciudad como a mujeres gentiles de la ‘alta sociedad’ que
simpatizaban con la sinagoga (prosélitos). Estos opositores
consiguieron que la gente persiguiera a los apóstoles (Hechos
13:51) obligándolos a irse a la ciudad vecina de Iconio.
Pablo pudo haber hecho uso de su ciudadanía romana, lo que
hubiese requerido de un juicio formal antes de cualquier decisión.
Sin embargo no optó por este camino, probablemente porque
hubiera dejado a Bernabé sufriendo solo las penalidades de la
situación. Pablo calló y debió abandonar la ciudad con su amigo.
Teniendo en cuenta el contexto histórico, es muy probable que junto
con la expulsión ambos apóstoles fueran desvestidos y
públicamente azotados con varas antes de ser expulsados de la
ciudad. Luego del juicio, el castigo y la humillación, cuando todo
hubo acabado, y ya en el límite de ciudad, los apóstoles, siguiendo
la instrucción de Jesús (Mateo. 10:14, Marcos 6:11 y Lucas. 9:5,
10:11), sacudieron el polvo de sus pies en señal de que habían
cumplido su comisión y era responsabilidad de aquellas personas
enfrentar el juicio de Dios por no recibirlos.
Pero los judíos instigaron a mujeres piadosas y distinguidas, y a
los principales de la ciudad, y levantaron persecución contra
Pablo y Bernabé, y los expulsaron de sus límites. Ellos,
entonces, sacudiendo contra ellos el polvo de sus pies, llegaron
a Iconio (Hechos 13:50-51).
Sin embargo y como hemos mencionado, aun en estas difíciles
circunstancias:
Los discípulos estaban llenos de gozo y del Espíritu Santo
(Hechos 13:52).
Timoteo conoce a Pablo
Un testigo, que tenía la misma fortaleza de ánimo con la que Pablo
atravesó estos sufrimientos, luego se convertiría en un muy querido
discípulo suyo. Los que están familiarizados con la Biblia conocen
muy bien su nombre, ya que dos libros del Nuevo Testamento fueron
dirigidos a él. Son cartas que el apóstol le escribiría con
posterioridad. Leemos en 2da de Timoteo, 3:10-11
Pero tú has seguido mi doctrina, conducta, propósito, fe,
entereza, amor, paciencia, persecuciones, padecimientos, como
los que me sobrevinieron en Antioquía, en Iconio, en
Listra; persecuciones que he sufrido, pero de todas me ha
librado el Señor.
Pablo parece hacer referencia aquí a que Timoteo hubiera
presenciado sus persecuciones en Antioquía, Iconio y Listra.
Sabemos que Loida, la abuela de Timoteo, fue la primera en creer, y
luego su madre Eunice (2 Timoteo 1:5). Ellas formaron parte de los
nuevos creyentes por los que Pablo atravesó ‘dolores de parto’ para
traerlos a la fe. Eran ciudadanas de Listra, una ciudad romana
vecina, a unos 200 kilómetros. Tal vez se encontraban por alguna
razón específica en Antioquía de Pisidia durante el ministerio de
Pablo, y emprendieron su regreso junto con los apóstoles; ellas iban
de regreso a su hogar y ellos continuaban su viaje misionero. Ese
camino compartido cambió la vida del joven Timoteo, que se
convirtió en discípulo de Cristo, teniendo a Pablo como su mentor.
Algunos años más tarde, en su segundo viaje misionero, Pablo se
detuvo nuevamente en Listra e invitó a Timoteo, que para entonces
ya contaba con un testimonio muy positivo, a integrar su equipo
(Hechos 16:1-2).
¿Cómo se aplica esto a nuestra vida?
Una Breve reflexión: Sólo faltan 10 minutos
1ra de Pedro 1:6: Por lo cual vosotros os alegráis, aunque
ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser
afligidos en diversas pruebas…
Imaginemos el próximo mundial de fútbol. El seleccionado de tu
nación ha llegado a la final. Está ganando 3 a 2 frente a su principal
adversario y faltan solo 10 minutos de partido. ¿Cuánto duran esos
10 minutos? El tiempo es relativo, decía Einstein. Y nuestra
percepción parece darle la razón.
A los jugadores en la cancha les pesa enfrentar un partido duro. Las
injusticias que se cometen contra ellos, los golpes que reciben, el
cansancio, los errores, y las oportunidades que no han sabido
aprovechar.
Muchas veces pasamos por tiempos de pruebas. En esos
momentos tenemos la impresión de que la prueba durará para
siempre. Pero Dios tiene previsto darnos una victoria importante al
final de ella. Él no se retrasa, aunque sus tiempos no coincidan con
los nuestros.
Si en el partido que mencionamos nuestros jugadores son capaces
de jugar sin desmayar durante esos últimos 10 minutos del partido,
obtendrán la gran victoria.
Pero nuestra vida cristiana es algo superior. Cristo ya nos dio la
victoria cuando decidimos pertenecer a su equipo. Los goles que
hagamos durante estos 10 minutos no son para ganar, porque ya
hemos ganado. Son por amor al reino de Dios.
¡Él merece que le demos los mejores 10 minutos que se hayan visto
jugar en una cancha!

Comparte tus comentarios y reflexiones sobre este capítulo con los


otros lectores y conmigo en: desauloapablo.com
XV) La obra crece, los problemas también

Continuando con su primer viaje misionero, comenzado en la Isla de


Chipre, Pablo y Bernabé visitaron y fundaron iglesias en cuatro
ciudades dentro de la provincia de Galacia. En el capítulo anterior
vimos la primera, Antioquía de Pisidia, de la que fueron expulsados
como resultado de la persecución de los judíos incrédulos. Habiendo
establecido una iglesia en esa ciudad y aplicado una estrategia de
evangelización que resultó muy exitosa, Pablo y Bernabé se
dirigieron a Iconio, distante unos 130 kilómetros. Un camino romano
unía las dos ciudades, y a medida que se alejaban de Antioquía de
Pisidia, pudieron retomar la libertad de acción que habían disfrutado
en el viaje hasta antes de esa persecución. Así, en unos días de
caminar, llegaron a Iconio.
Predicación en Iconio
Los dos apóstoles entraron a la ciudad pasando de manera
desapercibida. Pero Pablo y Bernabé aprovecharon la primera
oportunidad que se les presentó para predicar en la sinagoga. Y tal
como había sucedido en Antioquía de Pisidia, el impacto fue
asombroso. Una gran cantidad tanto de judíos como de griegos
creyeron en el mensaje. En pocas horas estaban formando la
segunda iglesia de la provincia de Galacia. La mezcla de estos
grupos les daba a los creyentes el carácter que toda iglesia debe
tener: una unión de personas muy distintas.
Aconteció en Iconio que entraron juntos en la sinagoga de los
judíos, y hablaron de tal manera que creyó una gran multitud de
judíos y de griegos. Pero los judíos que no creían excitaron y
corrompieron los ánimos de los gentiles contra los hermanos
(Hechos 14:1-2).
Sin embargo, los judíos que no creyeron al mensaje nuevamente
tomaron un rol activo y contraatacaron, incitando a los gentiles de la
ciudad en contra de estos predicadores mediante una estrategia de
difamación, y trabajando para predisponerlos en su contra. Esos
ataques terminaron resultando ineficaces para detener el avance de
la fe.
Lucas relata que Pablo y Bernabé hablaban con mucha valentía y
que Dios hacía milagros por medio de ellos. Sin duda esos milagros
daban respaldo y autoridad a su enseñanza y hacían avanzar la
extensión del evangelio de manera muy significativa.
Sin embargo, se detuvieron allí mucho tiempo, hablando con
valentía, confiados en el Señor, el cual daba testimonio de la
palabra de su gracia, concediendo que se hicieran por las
manos de ellos señales y prodigios (Hechos 14:3).

Muchos teólogos, en especial de algunas denominaciones


tradicionales, subestiman o pasan por alto en su lectura de la Biblia
el hecho que Dios escogió respaldar la predicación de su Palabra
con señales y prodigios. Esto no sucede cuando hay un avivamiento
espiritual. En África, las masivas campañas de Reinhard Bonnke, o,
más cercano a nuestra experiencia, las campañas evangelísticas de
Carlos Anacondia, Claudio Freidzon y tantos otros en Argentina, o
las conferencias de Catch the Fire en Canadá, son sólo algunos
ejemplos contemporáneos, reales y conocidos por todos los que han
participado, de que Dios sigue utilizando esta estrategia para la
extensión de su Reino. Salvando las enormes distancias, aun en mi
humilde puesto de capellán carcelario en la Argentina, junto con un
hermoso equipo de hermanos en la fe tuvimos el privilegio de ver a
Dios moverse con poder, sanando, salvando y demostrando su
absoluta superioridad sobre el reino de las tinieblas.

Volviendo a Pablo en Iconio, la tensión siguió creciendo entre los


dos grupos durante cierto tiempo. Por un lado los apóstoles
continuaban expandiendo el reino de Dios cada vez con mayor
potencia, y por el otro, los que habían decidido oponerse trataban de
influir sobre la sociedad en contra de aquel grupo. La ciudad se
dividió. Si bien los apóstoles planeaban quedarse más tiempo, una
vez más les llegó la noticia de que existía un complot para matarlos.
No llevándolos a un juicio formal sino incitando a una multitud para
que los apedreara. Una revuelta de este tipo no sólo sería letal para
ellos sino que fácilmente podría desatar una persecución sobre
todos los cristianos. Así que decidieron huir, tal vez obedeciendo las
palabras de Jesús en Mateo 10:23: Cuando os persigan en esta
ciudad, huid a la otra… Ya en Antioquía de Pisidia habían visto
como una iglesia nueva podría sostenerse apoyada en la gracia de
Dios.

La gente de la ciudad estaba dividida: unos estaban con los


judíos, y otros con los apóstoles. Pero sucedió que los judíos y
los gentiles, juntamente con sus gobernantes, se lanzaron a
maltratarlos y apedrearlos; y ellos, al darse cuenta, huyeron a
Listra y Derbe, ciudades de Licaonia, y a toda la región
circunvecina, y allí predicaban el evangelio (Hechos 14:1-7).

Dado por muerto en Listra


A la siguiente mañana, temprano, apenas abrieron las puertas de la
ciudad, se deslizaron fuera de ella. Emprendieron su camino en
dirección al sur, hacia el destino más evidente al salir de Perge, a la
ciudad de Listra, en el distrito de Licaonia de la provincia de Galacia.
Allí los magistrados de Iconio no tendrían jurisdicción. Listra era el
hogar de Timoteo. Frente a la ciudad se erigía el templo de Zeus,
que pronto le causaría a Pablo una de las experiencias más
atemorizantes que hubiese vivido hasta entonces.
Entusiasmados por el éxito, que no se había visto opacado por las
dificultades que tuvieron que sobrellevar, Pablo y Bernabé buscaron
la oportunidad de comenzar a evangelizar en cuanto entraron a la
ciudad. No se registra que allí hubiera ninguna sinagoga judía, por lo
que es probable que la gran mayoría de los que se acercaron fueran
griegos, y que en ese idioma les hubiesen predicado. Sin embargo,
tal vez pocos hubieran creído en el mensaje de no ser por un
suceso extraordinario que ocurrió a plena luz del día.
Cerca del lugar predilecto de Pablo para predicar, el foro de la
ciudad, se encontraba un hombre cojo de nacimiento. Aquel
hombre, seguramente conocido por todos debido a su condición,
escuchó la predicación. Mientras predicaba, Pablo pudo ver el rostro
del hombre y percibir fe en sus ojos, a un punto que lo llevó a
detener su discurso. Mirándolo fijamente le gritó con autoridad una
orden: ¡Levántate y camina!
Al instante el hombre se levantó de un salto y caminaba. No había
vacilación ni debilidad en sus pasos. El impacto de ese milagro
sobre la multitud que los rodeaba fue inmediato. Comenzaron a
gritar en su dialecto local: "¡Los dioses han tomado forma humana y
han venido a visitarnos!”
En el pueblo de Listra había un hombre que nunca había podido
caminar. Era cojo desde el día en que nació. Este hombre
estaba sentado, escuchando a Pablo, quien lo miró fijamente, y
se dio cuenta de que el hombre confiaba en que él podía
sanarlo. Entonces le dijo en voz alta: "¡Levántate y camina!"
Aquel hombre dio un salto y comenzó a caminar. Al ver lo que
Pablo hizo, los allí presentes comenzaron a gritar en el idioma
licaonio: "¡Los dioses han tomado forma humana y han venido a
visitarnos!" (Hechos 14:8-11).
Pensaban que Bernabé y Pablo eran los dioses Zeus (o Júpiter, en
latín) y Hermes (o Mercurio), su heraldo. La tradición local describía
como a veces estos dioses se disfrazaban de humildes viajeros
buscando hospedaje, para luego juzgar a las personas según como
los habían tratado. La multitud les trajo ofrendas, como
acostumbraban presentar delante de las estatuas de esos
personajes, y el sacerdote principal del templo de Zeus quería
sacrificarles animales.
Y el sacerdote y la gente querían ofrecer sacrificios en honor de
Bernabé y de Pablo. Pensaban que Bernabé era el dios Zeus, y
que Pablo era el dios Hermes, porque él era el que hablaba. Y
como el templo del dios Zeus estaba a la entrada del pueblo, el
sacerdote llevó al templo toros y adornos de flores (Hechos
14:12-13).
Ellos se horrorizaron y negaron ser dioses, declarando que eran
personas comunes, como los demás. Reaccionando según la
costumbre judía, se rasgaron las vestiduras ante lo que
consideraban una blasfemia. Luego se pusieron en medio de todos,
y gritaron.
Cuando Bernabé y Pablo se dieron cuenta de lo que pasaba,
rompieron su ropa para mostrar su horror por lo que la gente
hacía. Luego se pusieron en medio de todos, y gritaron:"¡Oigan!
¿Por qué hacen esto? Nosotros no somos dioses, somos
simples hombres, como ustedes. Por favor, ya no hagan estas
tonterías, sino pídanle perdón a Dios. Él es quien hizo el cielo,
la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos. Y aunque en otro
tiempo permitió que todos hicieran lo que quisieran, siempre ha
mostrado quién es él, pues busca el bien de todos. Él hace que
llueva y que las plantas den a tiempo sus frutos, para que todos
tengan qué comer y estén siempre alegres" (Hechos 14:14-17
TLA).
El entusiasmo de la multitud se fue enfriando. Y para complicar las
cosas, llegaron judíos enemigos del evangelio que venían desde
Antioquía e Iconio para perseguir a Pablo y Bernabé. Ellos lograron
poner a la multitud en contra de Pablo y, reaccionando como sucede
a veces con las multitudes, rápidamente pasaron de querer adorarlo
a ir contra él para apedrearlo. Y así lo hicieron, hasta darlo por
muerto. Luego sacaron su cuerpo fuera de la ciudad.
Pero llegaron unos judíos de Iconio y Antioquía, y convencieron
a la gente para que se pusiera en contra de Pablo. Entonces la
gente lo apedreó y, pensando que estaba muerto, lo arrastró
fuera del pueblo (Hechos 14:19 TLA).
Entonces sucedió lo que probablemente haya sido un milagro de
Dios. Al reunirse los creyentes alrededor del cuerpo de Pablo, de
repente ¡él se levantó por sus propios medios! Podemos imaginar a
aquel tenaz Pablo levantarse, limpiarse la sangre que le caía por la
cara, arreglarse un poco la maltratada ropa y sacudirse el polvo que
tenía encima… ¡para volver caminando a la misma ciudad donde
acababan de apedrearlo!
Cuesta encontrar una imagen más clara que esta en cuanto a cómo
enfrentar los problemas del ministerio y la persecución. Su actitud
(aunque siempre en dependencia de Dios y su poder) me recuerda
la primera estrofa del poema ¡Piu Avanti! de Pedro Bonifacio
Palacios (más conocido por su pseudónimo de Almafuerte) con la
que mi padre solía despertarme de pequeño:

No te des por vencido, ni aun vencido,


no te sientas esclavo, ni aun esclavo;
trémulo de pavor, piénsate bravo,
y arremete feroz, ya mal herido.
Pablo y Bernabé pasaron la noche en Listra, y luego de su descanso
se encaminaron hacia la siguiente ciudad: Derbe.
Pero Pablo, rodeado de los seguidores de Jesús, se levantó y
entró de nuevo al pueblo. Al día siguiente, se fue con Bernabé
al pueblo de Derbe (Hechos 14:20).
Derbe
Hasta aquí había sido un viaje sumamente exitoso, pero también en
el que habían sido perseguidos en cada etapa del camino. Imagino
a nuestros amigos orando por una ciudad que les diese un tiempo
de paz. No sabemos si lo hicieron, pero sí que fue Derbe la primera
ciudad de Galacia donde no fueron perseguidos.
Pablo y Bernabé anunciaron las buenas noticias en Derbe, y
mucha gente creyó en Jesús (Hechos 14:21).
Pablo fue bien recibido allí, y hospedado. Tal vez era esta ciudad la
que Pablo tenía en mente cuando escribió en su carta a los Gálatas:
Porque os doy testimonio de que si hubierais podido, os
habríais sacado vuestros propios ojos para dármelos (Gálatas
4:15).
Es probable que hayan pasado el invierno en Derbe.

¿Cómo se aplica esto a nuestra vida?


Una Breve reflexión: Regata
Uno de los deportes que siempre me atrajo es la navegación a vela.
Hice alguno que otro curso, pero nunca pude dedicarle el tiempo
necesario. Imagino lo emocionante que debe ser participar en una
regata. Siempre sorprende la capacidad de esos barcos y
tripulaciones para alcanzar grandes velocidades propulsados solo
por el viento. Dos elementos resultan claves en ese proceso. En
primer lugar, las velas, en sus distintos tipos, y aplicadas en el
ángulo más apropiado para recibir la fuerza del viento. En segundo
lugar, la línea central, o quilla del barco, que actúa frente al agua de
manera similar al modo en que la vela actúa contra el viento. La
quilla crea una fuerza que compensa la fuerza producida por la vela
hacia el lado. La quilla permite que el barco siga navegando
derecho, transfiriendo la fuerza capturada por las velas en un
movimiento hacia adelante de la embarcación. Sin ella, el barco no
podría aprovechar la fuerza del viento ni realizar ningún tipo de
maniobra exigente sin volcar.
El desarrollo de nuestra vida espiritual requiere de un equilibrio
semejante. Necesitamos la potencia del Espíritu Santo en nuestra
vida. También necesitamos un fundamento sólido y profundo de la
palabra de Dios que nos brinde estabilidad y nos permita canalizar
el poder recibido para dirigirnos hacia la meta. Sin un fundamento
sólido, rápidamente terminaríamos volcando nuestra nave. Sin el
poder del viento recio obrando a nuestro favor, terminaríamos
estancados y sin avance en nuestra carrera.
Nuestro querido hermano, el pastor Iván Baker, nos enseñó muchas
veces acerca de las ‘verdades en tensión’ que encontramos en la
palabra de Dios. Por algún motivo, a nuestra mente humana tan
limitada le cuesta compatibilizar prioridades simultáneas.
Que el Señor nuestro Dios nos conceda, como a Pablo, profundidad
y solidez en nuestro conocimiento y comprensión de las Escrituras,
a la vez que el don de ser sus testigos no con palabras de humana
sabiduría sino con demostración del poder de su Espíritu.

Comparte tus comentarios y reflexiones sobre este capítulo con los


otros lectores y conmigo en: desauloapablo.com
XVI) Pablo levanta líderes
El camino de regreso

Al llegar la primavera, partieron de Derbe. Podrían fácilmente


haberse dirigido hacia el este, a Tarso, en forma relativamente
rápida. Pero decidieron regresar por el camino por el que habían
llegado para visitar las ciudades por las que antes habían pasado y
consolidar las iglesias fundadas. Requirió no poco coraje tomar la
decisión de volver a ingresar a aquellas ciudades de las que habían
sido echados por las autoridades. Por el tiempo transcurrido, tal vez
en algunas de ellas los magistrados hubieran cambiado. Pero aun
así el riesgo no era menor.
Al llegar a Listra se sintieron muy animados. La iglesia no había
dejado de crecer pese a las dificultades y persecuciones. No
pasaron rápidamente por cada una de las ciudades sino que
permanecieron en ellas el tiempo suficiente como para discernir a
quienes de entre los creyentes se les podía confiar la supervisión de
la iglesia en esa ciudad. Pablo todavía no había terminado de definir
los dones de carácter que se requerían con la claridad con que
luego los presentaría (como veremos más adelante), pero junto con
Bernabé confiaban en que podrían identificar a aquellos a los que el
Espíritu Santo estuviera preparando para esa función. Su forma de
trabajo se basaba en levantar líderes de entre los creyentes de cada
iglesia local para liderarla, pese a que ninguno de ellos en Galacia
tenía una larga experiencia en seguir a Cristo.
Es muy probable que, siguiendo el ejemplo del propio Jesús, antes
de levantar a alguien en un puesto de semejante responsabilidad,
los apóstoles separaran un día para dedicarlo al ayuno y la oración.
Para terminarlo con una solemne ordenación, luego de la cual
encomendarían esos ministerios y la congregación “al Señor en
quien habían creído”.
Volvieron a todas las ciudades que habían visitado antes,
nombrando ancianos (pastores).
Al día siguiente salió con Bernabé para Derbe. Después de
anunciar el evangelio a aquella ciudad y de hacer muchos
discípulos, volvieron a Listra, Iconio y Antioquía, confirmando
los ánimos de los discípulos, exhortándolos a que
permanecieran en la fe y diciéndoles: «Es necesario que a
través de muchas tribulaciones entremos en el reino de
Dios». Constituyeron ancianos en cada iglesia y, después de
orar y de ayunar, los encomendaron al Señor en quien habían
creído (Hechos 14:20-23).
Solo podemos imaginar cómo habrá sido el momento en que los
apóstoles llegaron a cada ciudad. Probablemente al comenzar a
acercarse a cada una de ellas, los que estaban trabajando en el
campo, y ya habían creído, correrían a saludarlos. Rápidamente se
esparciría la noticia de que habían regresado y muchos hombres y
mujeres de diversas extracciones sociales y raciales saldrían a su
encuentro alegremente para saludarlos. Todos le contarían su
testimonio a Pablo, señalando que lo que él había dicho era cierto.
Tanto en los días buenos como en los malos momentos, habían
encontrado que el Señor Jesús era todo lo que Pablo les había
prometido, y aún más. Los apóstoles también se mostrarían
entusiasmados al notar la forma en que el Señor edificaba la vida de
los que habían creído en su mensaje. Y al conocer a muchos otros
que habían creído luego de que ellos dejaran la ciudad.
Luego de cada atardecer, los cristianos del área en la que los
apóstoles se encontraban se reunirían, junto con sus familias, en la
casa más espaciosa disponible para escuchar sus enseñanzas. La
presencia del Señor era palpable en todas esas reuniones, y ellos
disfrutaban de cada una de las palabras de ánimo y consejo que
Pablo y Bernabé les transmitían. Luego vendría la ordenación de
ancianos.
Seguramente cada vez que salían de una ciudad para dirigirse a la
siguiente, un grupo de creyentes caminaría con ellos para
acompañarlos durante un tramo. De ese modo viajarían entre
verdaderos hermanos en aquellas mismas ciudades a las que
tiempo atrás habían llegado como extranjeros.
De regreso a casa

Pasando por Pisidia vinieron a Panfilia. Predicaron la palabra en


Perge y luego descendieron a Atalia. De allí navegaron a
Antioquía, donde habían sido encomendados a la gracia de
Dios para la obra que habían cumplido. Al llegar, reunieron a la
iglesia y les refirieron cuán grandes cosas había hecho Dios
con ellos y cómo había abierto la puerta de la fe a los gentiles.
Se quedaron allí mucho tiempo con los discípulos (Hechos
14:24-28).

Finalmente Pablo y Bernabé regresaron a la iglesia que los había


enviado, aproximadamente en el año 48 d.C. Retornaron en barco
por el río Orontes hasta llegar al puerto. En total habían transitado
más de 1.600 kilómetros. La mayor parte a pie, por durísimos
caminos y lugares peligrosos, sufriendo persecuciones. A su
llegada, sin previo aviso, como siempre sucedía en aquel tiempo,
reunieron a la iglesia y dieron un detallado informe de todo lo
sucedido. Atrás habían quedado el cansancio, los peligros del
camino, las persecuciones y los castigos físicos sufridos. El énfasis
del relato a la iglesia se enfocaba en cómo Dios los había ayudado y
respaldado para dar las buenas noticias no solo a los judíos sino, y
en especial, a los no judíos.
En Antioquía de Siria todos los cristianos que pudieron se habrán
congregado en el edificio en el que se reunía la iglesia,
probablemente la casa particular de algún acaudalado creyente. Allí
la congregación se habrá sentado en el piso, ricos y pobres, judíos y
gentiles por igual, para escuchar a los apóstoles hacer un relato de
su viaje.

Ese relato debió haber continuado hasta bien avanzada la noche.


Hablando por turnos, Pablo y Bernabé les habrán contado en detalle
(hasta dónde podían) todo lo sucedido. Cada tanto, alguno de los
dos irrumpía en alabanzas al recordar las grandes cosas que había
hecho Dios.

En medio de tanta alegría y victoria parecía imposible imaginar que


poco tiempo después la propia iglesia de Antioquía de Siria
atravesaría una dura crisis interna.

¿Cómo se aplica esto a nuestra vida?


Una breve reflexión: Cómo formar líderes
La verdadera prueba de un líder, según Harry Reeder (autor de The
Leadership Dynamic), no se basa en cuántos seguidores tenga sino
en la eficacia de los líderes que haya levantado.
Desarrollar y levantar líderes es el elemento clave de la
multiplicación. El líder debe ser capaz de multiplicarse en nuevas
generaciones de líderes que puedan extender la obra. Cristo se
multiplicó en sus discípulos, les dedicó gran parte de su ministerio
en la tierra y les encargó que hicieran lo mismo. Pablo también les
enseñó eso a sus discípulos:
Y tú, hijo mío, saca fuerzas de la bondad que Dios te ha
mostrado por medio de Cristo Jesús. Lo que me has oído decir
delante de muchos testigos, encárgaselo a hombres de
confianza que sean capaces de enseñárselo a otros (2 Timoteo
2:1,2, Dios Habla Hoy).
La iglesia enfrenta actualmente la tentación, consciente o
inconsciente, de copiar el paradigma de liderazgo del mundo
secular. Sin embargo, en la palabra de Dios el liderazgo es
diferente. La cultura humanista del mundo se basa en la ambición y
el egoísmo, por lo que el objetivo del líder se enfoca en generar
resultados y acumular poder (humano).
Jesús, por el contrario, nos habla acerca de que los primeros serán
los últimos. Pero cuesta encontrar líderes que reflejen esa escala de
valores. Existe hambre, no solo dentro de la iglesia sino en todo el
mundo, de un auténtico liderazgo como el que Cristo enseñó.
El Señor quiere levantar una nación de reyes y sacerdotes
(Apocalipsis 1:6). Todos los cristianos hemos sido llamados a liderar,
a ejercer influencia sobre los que nos rodean, y a ser puentes entre
ellos y la presencia de Dios. Tú has sido llamado a ser un líder para
Dios.
Jesús nos ha dejado el ejemplo de su modelo de liderazgo. Los
discípulos de Jesús aprendieron este modelo de vida que Jesús les
presentó. Menciono algunos elementos clave de este liderazgo:

1. Ser modelo: Para poder ejercer influencia, el líder debe


primero ser un modelo del comportamiento con el que
desea influir sobre los demás.
2. Instruir: El líder debe discipular mediante la instrucción. El
discípulo no puede hacer lo correcto si no sabe qué es lo
correcto.
3. Motivar: El líder debe ser capaz de inspirar a otros
mediante su capacidad para delegar con eficacia, y
brindarles espacio para crecer y liderar.
4. Proveer: El líder necesita equipar y proveer a su equipo de
todos los recursos necesarios para asegurar el éxito.
5. Ministrar: El líder debe continuar ministrando a su equipo,
celebrando sus victorias y evaluando sus fortalezas y
debilidades para agregar lo que falta, hasta que la madurez
de los futuros líderes estén completa.

Pablo estipulará los requisitos del liderazgo en las cartas que dirigirá
más adelante a dos de sus discípulos más queridos, y a los que
hemos conocido someramente: Timoteo y Tito. Por supuesto, las
cualidades a las que allí se hace referencia tienen que ver con todos
los cristianos. El énfasis está puesto en que los líderes son llamados
a ser ejemplo, a ser modelos.
Cómo deben ser los que presiden:

Si alguien aspira al cargo de presidir la comunidad, a un buen


trabajo aspira. Por eso, el que tiene este cargo ha de ser
irreprensible. Debe ser esposo de una sola mujer y llevar una
vida seria, juiciosa y respetable. Debe estar siempre dispuesto
a hospedar gente en su casa; debe ser apto para enseñar; no
debe ser borracho ni amigo de peleas, sino bondadoso, pacífico
y desinteresado en cuanto al dinero. Debe saber gobernar bien
su casa y hacer que sus hijos sean obedientes y de conducta
digna; porque si uno no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo
podrá cuidar de la iglesia de Dios? Por lo tanto, el dirigente no
debe ser un recién convertido, no sea que se llene de orgullo y
caiga bajo la misma condenación en que cayó el diablo.
También debe ser respetado entre los no creyentes, para que
no caiga en deshonra y en alguna trampa del diablo (1 Timoteo
3: 1-7, Dios Habla Hoy).

Cómo deben ser los que presiden la comunidad:

Cuando te dejé en la isla de Creta, lo hice para que arreglaras


lo que quedaba por arreglar y para que, en cada pueblo,
nombraras ancianos de la iglesia, de acuerdo con lo que yo te
encargué. Un anciano debe llevar una vida irreprochable. Debe
ser esposo de una sola mujer, y sus hijos deben ser creyentes y
no estar acusados de mala conducta o de ser rebeldes. Pues el
que preside la comunidad está encargado de las cosas de Dios,
y por eso es necesario que lleve una vida irreprochable. No
debe ser terco, ni de mal genio; no debe ser borracho, ni amigo
de peleas, ni desear ganancias mal habidas. Al contrario,
siempre debe estar dispuesto a hospedar gente en su casa, y
debe ser un hombre de bien, de buen juicio, justo, santo y
disciplinado. Debe apegarse al verdadero mensaje que se le
enseñó, para que también pueda animar a otros con la sana
enseñanza y convencer a los que contradicen (Tito 1:5-9, Dios
Habla Hoy).
Jesús se identificó con el buen pastor que da la vida por sus ovejas,
que las conoce por nombre. Y ellas conocen su voz y lo siguen.
Jesús, el Rey de reyes, no vino a la tierra para ser servido sino para
servir.
La responsabilidad de la iglesia no termina solo en levantar grandes
líderes religiosos. El cuerpo de Cristo también necesita retomar su
rol de liderazgo dentro de la sociedad, enviando hombres y mujeres
santos y entrenados a las áreas de la cultura, las artes, los medios
de comunicación, los negocios, la educación y el gobierno. Un
modelo de liderazgo cristocéntrico que se multiplique en nuevos
líderes e influya sobre todas las áreas, con el objetivo de “trastornar
el mundo entero” (Hechos 17:6).

Preguntas para reflexionar:

¿Estás creciendo espiritualmente mediante tu vida de oración y


estudio de la Palabra?

¿En qué etapa de tu formación como líder te encuentras?

¿Hay alguien que te esté discipulando y ayudándote a desarrollar tu


llamado?

¿Estás dedicado a discipular y ayudar a otros para que desarrollen


su llamado y dones de liderazgo?

Comparte tus comentarios y reflexiones sobre este capítulo con los


otros lectores y conmigo en: desauloapablo.com
XVII) Conflictos Internos
La alegría del reencuentro

Luego de regresar de su viaje misionero, Pablo y Bernabé


permanecieron un largo tiempo en la iglesia que los había enviado.
Volvieron a tomar su lugar dentro del liderazgo de la iglesia,
predicando y enseñando a los hermanos. El deseo de Pablo era
alcanzar regiones más distantes en las provincias de Asia, Bitinia y
eventualmente Macedonia. Y aún más allá. Pero estaba dispuesto a
esperar para poder recuperar completamente su fortaleza física y
reforzar y profundizar sus raíces espirituales. Pero debió esperar
más de lo que hubiese deseado.
Estando ellos así, un día llegó nada menos que el apóstol Pedro a
visitar la iglesia en Antioquía. Los hermanos se sintieron muy
contentos por ese honor. Siguiendo la costumbre de la iglesia
primitiva, los hermanos, la mayoría de origen gentil, lo invitaban a
comer con ellos.
Cuando Pedro llegó a Antioquía, ese era el único lugar del mundo
en el que los cristianos gentiles (no judíos) y los de origen judío,
vivían en completa igualdad. Todos se mostraban expectantes por
ver lo que él haría. Sus palabras valientes y dones de liderazgo lo
habían convertido en la figura central de la iglesia primitiva. Su
decisión de enfrentar a los judíos y comer con Cornelio, el centurión
romano, había abierto el camino para ganar a los gentiles. Sin
embargo, en Jerusalén, donde los discípulos estaban especialmente
enfocados en extender el reino de Dios entre los judíos, él había
continuado observando las leyes judías, incluyendo el no compartir
los alimentos con los gentiles. Si en la diversa comunidad que
constituía la iglesia de Antioquia él se separaba para comer aparte,
estaría dando un fuerte respaldo a los que todavía creían que era
necesario cumplir con toda la ley judía.
Pedro decidió unirse a Pablo y Bernabé, viviendo como un gentil.
Dejó de observar las leyes mosaicas relacionada con el ayuno, y la
obligación de solo consumir alimentos kosher (ceremonialmente
puros según la ley judía). No se negó a comer con ellos, sino que
compartió con los creyentes gentiles la comida (o ágape) de la que
participaban en común. Esta antecedía a la Santa Cena, también
llamada Comunión.
Visitantes problemáticos
Pero unas pocas semanas más tarde llegaron a Antioquia, también
desde Jerusalén, otros visitantes. Esos creyentes judíos habían
continuado siendo fariseos luego de hacerse discípulos de Cristo.
Pablo les creyó cuando aquellos hombres dijeron que habían sido
enviados por Jacobo (Gálatas 2:12), uno de los principales líderes
de la iglesia allí. Un tiempo después, durante el Concilio de
Jerusalén, Jacobo (o Santiago) debió aclarar que ellos no los habían
enviado (Hechos 15:24). En realidad se trataba de ‘falsos
hermanos’, como Pablo los llamó, o cristianos no guiados por el
Espíritu Santo que solo habían venido para perturbar a la iglesia de
Antioquía.
Esos falsos hermanos comenzaron luego a criticar a los judíos,
comenzando por Pedro, por comer con los gentiles, lo cual tuvo un
efecto terriblemente destructivo sobre la iglesia. El primero en ceder
ante estos falsos creyentes fue el propio Pedro que, volviendo a las
tradiciones judías, se retrajo y apartó para no comer ni ser visto
teniendo comunión con los cristianos gentiles. Recordemos que la
iglesia primitiva tomaba la Santa Cena cuando comían juntos, por lo
que Pedro y los demás estaban también evitando tomar la Santa
Cena junto con los gentiles. Pensemos en el impacto que semejante
actitud generaba en los nuevos creyentes de origen gentil por
provenir nada menos que de uno de los principales apóstoles y
discípulo directo de Jesús. Luego otros siguieron aquel pobre
ejemplo y hasta Bernabé se dejó llevar por ellos, según Gálatas
2:11-13.
Pero cuando Pedro vino a Antioquía, lo reprendí cara a cara,
porque era de condenar,
pues antes que llegaran algunos de parte de Jacobo, comía con
los gentiles; pero después que llegaron, se retraía y se
apartaba, porque tenía miedo de los de la circuncisión.
Y en su simulación participaban también los otros judíos, de tal
manera que aun Bernabé fue también arrastrado por la
hipocresía de ellos.
Como muchas disputas internas, vemos que esta se convirtió en un
punto crítico, donde la forma en que se definiera marcaría el futuro
de los involucrados. Mirándolos en retrospectiva desde nuestra
cultura, los temas en discusión pueden parecer hasta triviales o
alejados de nuestra problemática. Sin embargo eran cuestiones
profundas. En primer lugar, había que definir si el cristianismo
debería ser simplemente una variedad dentro del judaísmo. En
segundo lugar, si un hombre podía ser perdonado simple e
inmediatamente por el hecho de creer en Jesucristo y decidir
seguirle, o si ese perdón sería incompleto y condicional hasta que él
pudiera demostrar que estaba cumpliendo con la ley.
Descubrieron que cada creyente gentil había sido excusado de
seguir el requisito de circuncidarse que se le pedía a todo prosélito
judío. Inmediatamente comenzaron a anunciarles a todos que a
menos que se circuncidaran, de acuerdo con la Ley de Moisés, no
podrían ser salvos.
Entonces algunos que venían de Judea enseñaban a los
hermanos: Si no os circuncidáis conforme al rito de Moisés, no
podéis ser salvos (Hechos 15:1).
Eso era radicalmente opuesto a lo que el propio Señor le había
revelado a Pablo y que él presentaría luego en sus epístolas, tal
como la que les escribió a los gálatas. Esa revelación también le
había sido dada por el Señor a Pedro mediante la visión en la que le
instruyó ir a la casa de Cornelio. Hasta recibir esa visión, Pedro
había mantenido estrictamente las leyes judías relativas a los
alimentos. En Hechos 10:14 Pedro menciona: “ninguna cosa
inmunda he comido jamás”). Luego de la revelación, había dejado
de tener conflictos en este sentido.
Pero cuando llegaron algunos juzgando según la Ley, se retrajo a la
hipocresía de fingir un cumplimiento de la Ley por una cuestión de
imagen. Sus argumentos tenían mucho peso para una persona
formada desde la infancia en la tradición judía.
Al poco tiempo, la mayoría de los miembros judíos de la
congregación seguían el ejemplo de Pedro. Hasta Bernabé cayó en
este error, pese a haber arriesgado su reputación en Jerusalén
presentado a Pablo al principio. Y posteriormente, cuando llevaron
la ayuda a Jerusalén, al respaldar la posición de Pablo que les daba
libertad a los creyentes gentiles.
Pablo decidió confrontarlo hablando claro. Ese error cometido en la
iglesia no podía taparse ni disimularse con la excusa de no querer
generar contiendas. Por el contrario, la unidad necesaria entre los
hermanos requería que se hablara claramente para buscar la
voluntad de Dios en este tema. La cuestión de fondo no era
meramente la circuncisión, o cómo preparar los alimentos, sino
definir cuál era la base misma de la salvación en Cristo.
Pablo no podía confrontar a Pedro en privado. El asunto ya se había
hecho público, y la oposición debía ser pública si se quería asegurar
la fe de todos los creyentes en todas partes. El mismo coraje
intrínseco que llevó a Pablo a arriesgar su vida al confrontar a
Elimas frente al Procónsul, lo llevó a arriesgar su rol en la iglesia al
corregir a un gran hombre, bueno, como Pedro. Este era
inmensamente amado y honrado por todos. Pablo, pese a verse a sí
mismo delante de Dios como el menor de todos los santos por haber
perseguido a la iglesia, se consideraba apóstol delante de los
hombres, con las mismas credenciales que los otros.
Eligio una ocasión pública, frente a la mayor parte de la
congregación, y criticó las acciones de Pedro delante de él,
enfocándose no solo en la inconsistencia de sus actos, sino
enfatizando el tema central de la disputa.
Pero cuando vi que no andaban rectamente conforme a la
verdad del evangelio, dije a Pedro delante de todos: «Si tú,
siendo judío, vives como los gentiles y no como judío, ¿por qué
obligas a los gentiles a judaizar?»
Nosotros --judíos de nacimiento y no pecadores de entre los
gentiles--,
sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la
Ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos
creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y
no por las obras de la Ley, por cuanto por las obras de la Ley
nadie será justificado (Gálatas 2:14-16).
Verdadera grandeza
Ese fue un momento crítico en la historia de la iglesia primitiva, que
podría haberse dividido en facciones o bandos y destruirse a sí
misma. Pero Pedro, el hombre que había llorado amargamente,
arrepentido por haber negado a su maestro en la hora más
importante, demostró entonces más que nunca su grandeza.
Pedro había visto a Jesús morir por él en la cruz. Cuando Pablo lo
llamó a volver a la cruz en vez de esquivarla, no pudo resistirse.
Completamente arrepentido de su grave error, Pedro sería el
primero más adelante, durante el Concilio de Jerusalén, en ponerse
del lado de Pablo para defender la verdad del evangelio y condenar
a los falsos maestros. Por eso sabemos que aceptó la reprensión de
Pablo y se arrepintió humildemente de su error. Vemos también que
Pedro siguió reconociendo el ministerio de Pablo (2 Pedro 3:15), sin
guardar ningún rencor por su intervención.
¡Cuánto mejor sería la iglesia del Señor en nuestro tiempo si todos
fuéramos un poco más como Pedro y como Pablo!
Pedro regresó a Jerusalén, y la cuestión en disputa, que no era
trivial ni había sido todavía resuelta, volvería a aparecer en la forma
de malas noticias desde las iglesias fundadas en el viaje a Galacia .
Al pensar en este error, apreciemos cuán importante es pedirle al
Señor que limpie toda cobardía e hipocresía de nuestras vidas.
Desgraciadamente, a veces hoy en día también caemos en el
mismo error. Levantamos barreras de separación con otras
cristianos, basados en las diferencias denominacionales (usos,
costumbres, estilos, posturas teológicas en temas secundarios, y
otras cosas), usando como pretexto una supuesta lealtad a nuestra
denominación o tradición.
Estos problemas internos no hubiesen sucedido si el evangelio
hubiera quedado circunscrito a los judíos. En la medida en que el
evangelio se abre para alcanzar a todos e incorporar la diversidad,
surgen las tensiones. No hay mérito en que exista una unidad
interna si el costo de esa unidad es limitar la extensión del
evangelio, o limitar nuestra relación sólo a aquellos que piensan
igual que nosotros.
Cizaña en Galacia
El mismo grupo de cristianos con tendencias fariseas (ya sean las
mismas personas que habían visitado Antioquia, o más
probablemente otros con las mismas creencias) había recorrido las
iglesias fundadas por Pablo para enseñarles sobre la necesidad de
circuncidarse y guardar todos los ritos judíos. Seguramente también
se presentaron como enviados de la iglesia de Jerusalén, tal como
lo habían hecho en Antioquía, y aparentemente la visita resultó todo
un éxito para ellos. Su falsa enseñanza se extendió rápidamente por
toda la región.
Las iglesias que había establecido con tanto sacrificio y esfuerzo
Pablo, y que comenzaban a andar tan bien y con tanto potencial,
fueron arrasadas por aquel falso evangelio. Todos los paganos que
se habían convertido en nuevos creyentes confiando en la completa
salvación por medio de Cristo, regocijándose en ser nuevas
criaturas, ahora vivían una vida desdichada, tratando de cumplir con
todos los preceptos de la ley judía.
Eventualmente llegaron mensajeros desde Galacia con novedades
de lo que allí sucedía. A medida que Pablo fue hablando con esos
mensajeros, comenzó a entender lo sucedido. Aquellos falsos
maestros habían socavado las credenciales de Pablo, señalando
que él personalmente nunca había sido un discípulo de Jesús. Era
apenas un simple emisario de las ideas y revelaciones recibidas por
otros, y por lo tanto no tenía más autoridad que cualquier otra
persona al transmitir sus opiniones. Sus enseñanzas habían sido
buenas, pero incompletas. Había omitido enseñarles a cumplir con
todas las leyes judías, y ahora estos nuevos maestros habían
llegado para completar la enseñanza. Los gálatas cayeron en la
trampa.
Cuando Pablo estaba entre ellos, habían saltado de alegría ante el
ofrecimiento de una salvación por gracia, por medio de fe, que les
daba libertad. La vieja vida de pecado, junto con la religiosidad de
los judíos y la idolatría y lujuria de los paganos, había sido
reemplazada por la vida de Cristo en ellos. Solo querían agradar al
Señor, tomándolo como modelo y ejemplo para sus vidas y
confiando en hacerlo con las fuerzas que él les daba.
Luego de la partida de Pablo, algunos eventualmente tuvieron
momentos en los que volvieron a caer en sus viejos pecados. Aún
después de haberse arrepentido, les costaba creer que literalmente
su pecado pudiese ser perdonado, limpiado y sanado sin necesidad
de pagar el costo o hacer algo para poder ‘ganarse’ el nuevo perdón
por aquel pecado. Como nos sucede a nosotros, siguiendo su
instinto natural les costaba creer que con un solo sacrificio Cristo los
hubiera hecho aceptos (y a nosotros) para siempre. La misma
simplicidad del evangelio era la que lo volvía difícil de entender.
Y ahora estos nuevos ‘apóstoles’ venidos de Jerusalén
menospreciaban las erróneas e incompletas enseñanzas de Pablo y
les enseñaban que sus instintos naturales eran correctos, y que era
necesario ganarse la salvación mediante el cumplimiento de una
estricta religiosidad farisea. Esas enseñanzas tenían como beneficio
adicional el hecho de que, por estar cumpliendo con todos los
preceptos judíos, ya no tendrían que sufrir oposición y persecución
por parte de las sinagogas locales.
Pablo y Bernabé quedaron horrorizados por las noticias llegadas de
Galacia. Imaginamos a Pablo caminando por las calles de Antioquía
en medio de una confusión de emociones. Indignado con esos
falsos hermanos y sorprendido por la rapidez con que los gálatas
habían traicionado el mensaje de Cristo. Se sentía decepcionado y
herido. Sin duda habría desarrollado lo que hoy llamamos una
‘coraza’ contra la oposición externa a la iglesia, poniendo toda su
atención y esfuerzo en ello. O como él mismo diría, “sufriendo los
dolores de parto” a favor de los nuevos creyentes en las iglesias que
había fundado. Y porque los amaba tanto, estaba determinado a
llevarlos nuevamente al curso correcto. Pablo no podía soportar la
idea de que el sufrimiento de Cristo en la cruz se convirtiese en algo
secundario a la fe, y que se pusiese la confianza en la capacidad del
hombre para cumplir con la santidad de Dios. Y menos aún podía
soportar que las iglesias que había fundado dejasen la revelación
dada por Dios para seguir enseñanzas de hombres que utilizaban el
nombre de Cristo para enseñar sus propias ideas, tal como sucede
a veces ahora también.
Todas estas emociones y deseos explotaron en una carta que él
enviaría a las iglesias en Galacia.
¿Cómo se aplica esto a nuestra vida?
¿Hijos o Huérfanos?
Esta lucha de Pablo contra el legalismo de los judaizantes tiene que
ver con posicionarnos como hijos de Dios redimidos por gracia en
vez de apoyarnos en nuestros propios méritos. En el cuadro adjunto,
basado en las enseñanzas de Jack Frost, se presentan los valores y
reacciones de aquel que se sabe Hijo de Dios ante los distintos
aspectos de la vida, y por otro lado, de aquel que sigue una religión
para la que siente que necesita calificar, como un huérfano desde el
punto de vista espiritual. Esta actitud de huérfano se traduce en un
comportamiento legalista y religioso.
Ninguno de nosotros posee aún una revelación perfecta del amor de
Dios hacia nosotros. Te invito a que evalúes dónde te encuentras, y
que le pidas a Dios crecer en tu revelación acerca de nuestra
adopción como hijos aceptos y amados por Dios (Efesios 5:1).

Imagen de Dios

Corazón de huérfano: Percibe a Dios como distante e


iracundo
Corazón de hijo: Ve a Dios como a un padre amoroso

Dependencia:

Huérfano: Es independiente, confía en él mismo


Hijo: Vive en dependencia de Dios, reconoce su necesidad

Teología:

Huérfano: Vive basado en la ley


Hijo: Vive basado en el amor

Seguridad

Huérfano: Es inseguro, falto de paz


Hijo: Es seguro y lleno de paz

Necesidad de aprobación

Huérfano: Anhela la alabanza, aprobación y aceptación de


los hombres
Hijo: Se siente totalmente acepto en el amor de Dios y
justificado por gracia

Motivación para servir

Huérfano: Necesita alcanzar logros personales para


impresionar a Dios y a los demás; no tiene motivación para
servir
Hijo: Su servicio es motivado por una profunda gratitud al
haber sido amado y aceptado en forma incondicional por
Dios

Motivación para las disciplinas cristianas

Huérfano: Su motivación es cumplir con las obligaciones


para ganar el favor de Dios, o no tiene motivación
Hijo: Disfruta y se deleita en ellas

Motivación para ser puro

Huérfano: ‘Debe’ ser santo para obtener el favor de Dios, lo


que incrementa la sensación de vergüenza y culpa
Hijo: Desea ser santo; no quiere que nada dañe su intima
relación con Dios

Auto imagen

Huérfano: Siente auto rechazo al compararse con otros


Hijo: Es positiva y se reafirma por saberse un ser muy
valioso para Dios

Fuente de bienestar

Huérfano: Busca su bienestar en substitutos falsos:


adicciones, compulsiones, escapismo, activismo y, en
especial, activismo religioso
Hijo: Busca tiempos de quietud a solas para descansar en
la presencia y amor del Padre

Relaciones con los pares

Huérfano: Son de competencia, rivalidad, y celos por los


éxitos o posición de otros
Hijo: Son de humildad y unidad por valorar a los otros y ser
capaz de regocijarse en sus bendiciones y éxitos

Reacción ante las faltas de los otros

Huérfano: Acusar y exponerlas para lograr mejor imagen al


hacer que los otros parezcan peores
Hijo: Cubrir con amor, mientras busca restaurar al otro con
un espíritu de amor y gentileza

Cómo ve la autoridad

Huérfano: Ve a la autoridad como una fuente de dolor;


desconfía y no tiene un corazón sumiso
Hijo: La respeta y honra, ve a sus mayores como ministros
de Dios para el bien de su vida
Cómo considera la amonestación

Huérfano: Tiene dificultad en aceptar la amonestación;


siempre necesita estar en lo correcto, por lo que se siente
herido y cierra su espíritu a la disciplina
Hijo: Considera el recibir una amonestación como una
bendición y una necesidad en su vida, para que sus fallas y
debilidades sean expuestas y eliminadas

Expresión de amor

Huérfano: Es cauteloso y condicionado a la respuesta del


otro; busca cubrir sus propias necesidades
Hijo: Es abierto, paciente y afectuoso; da su vida y tiempo
para cubrir las necesidades de los demás

Presencia de Dios

Huérfano: Es condicional y distante


Hijo: Es cercana e intima

Condición

Huérfano: Está en cautiverio


Hijo: Está en libertad

Visión

Huérfano: Es guiado por una ambición espiritual, un fuerte


afán por obtener logros o distinciones espirituales, y un
deseo de ser contado entre los ‘maduros’
Hijo: Desea experimentar diariamente el amor y la
aceptación incondicional del Padre, y luego ser enviado
como representante de su amor a su familia y otros

Futuro
Huérfano: Pelea por lo que pueda obtener
Hijo: Ser hijo garantiza su herencia

Comparte tus comentarios y reflexiones sobre este capítulo con los


otros lectores y conmigo en: desauloapablo.com
XVIII) Pablo, el escritor de cartas
Contexto de la carta a los Gálatas

Los falsos maestros que visitaron Antioquía transmitieron el mismo


error que según vimos fue también introducido en las iglesias que
Pablo y Bernabé fundaron en Galacia. Pablo decidió corregir esas
desviaciones escribiendo una epístola dirigida a ese grupo de
iglesias. En Gálatas 2:12, Pablo se refiere a esos falsos maestros
como que hubieran venido de parte de Jacobo, que es como ellos
se habían presentado. Posteriormente, durante el Concilio de
Jerusalén, Jacobo debió aclarar que en realidad él no los había
enviado.
Esa falsa enseñanza introducida tanto en Antioquía como en
Galacia señalaba que no se podía ser salvo sin cumplir con toda la
ley judía. Pablo debió enfrentar este error tanto en persona, en
Antioquia, como a través de su epístola a los hermanos de Galacia,
prácticamente al mismo tiempo. En ambos casos utilizó argumentos
semejantes para defender la verdad referida a la libertad que
recibimos de Dios. Al final del libro, el lector encontrará una serie de
notas, una de las cuales está destinada a analizar el momento en
que esta epístola fue escrita.
Dondequiera se predica el evangelio hay problemas. Si te sientes
llamado al ministerio (de cualquier tipo) y piensas que vas a tener
una vida tranquila y sencilla, llena de expresiones de amor y de
agradables reuniones sociales, te equivocas. El evangelio es
revelación. Saca a la luz todo lo oculto y aparecen muchos tipos de
problemas. Como decía Lutero, la iglesia es un hospital. Y allí sale a
la luz toda clase de problemas. Problemas que estaban ocultos o
dormidos antes de que se presentase la palabra de Dios.
Percibimos en esta epístola a un Pablo que todavía no había
terminado de madurar en lo personal y ministerial. Se nota una gran
diferencia de madurez, por ejemplo, con su segunda carta a
Timoteo, escrita más hacia el final de su vida. Gálatas deja traslucir
una ira controlada (si bien aplicada en la epístola con santidad) que
irá desapareciendo en futuras epístolas.
Pero antes de analizar el contenido de Gálatas, conozcamos como
fue que Pablo escribió estas cartas. Sugerimos también ver la Nota
5 donde analizamos la cronología de cuando fue escrita.
Pablo, el escritor
Hasta donde conocemos, Pablo no escribió cartas durante su primer
viaje misionero. Sí sabemos que durante el segundo viaje escribió
cartas que se encuentran en el Nuevo Testamento. Ellas se
construyen unas sobre otras, ampliando la revelación que
transmiten. Las ideas presentadas en Gálatas son una base para
desarrollos más completos en otras epístolas como Efesios o
Romanos. Desde la perspectiva que nos da la historia, podemos ver
que estas cartas fueron tanto o más importantes que sus viajes
apostólicos. De hecho, las cartas de Pablo han sido la influencia
más dominante para darle forma a la teología cristiana.
Sabemos que no todas las cartas que escribió Pablo se encuentran
en la Biblia. En sus escritos se hace referencia a otras epístolas que
se extraviaron y no pudieron ser incorporadas al canon bíblico.
¿Cómo se escribían las cartas en el tiempo de Pablo?
Había muchas clases de materiales en esa época. La gente pobre
escribía en trozos de cerámica, pero éstos sólo servían para
pequeños mensajes. También se utilizaban pergaminos (2 Timoteo
3:14) hechos con piel de animales; en los más sofisticados se podía
escribir de los dos lados. Pero lo más probable es que Pablo haya
utilizado papiros, que eran menos costosos y se encontraban más
fácilmente disponibles.
Para cartas largas como las de Pablo, estos papiros se unían en
rollos. En 2 Juan 12 se asume este como el material típico. Como
lapicera se utilizaba un junco seco, cortado diagonalmente para
darle una punta afilada. De hecho, la palabra utilizada en 3 Juan 13
(generalmente traducida por pluma) significa literalmente junco.
Como tinta, en general se utilizaba el hollín de las lámparas, que se
guardaba seco y se mezclaba con agua para ser usado.
Normalmente se contaba con escribas que tomaban nota de lo que
se les dictaba. No cabe duda de que Pablo dictó al menos algunas
de sus cartas, y muy probablemente todas. En una ocasión, el
escriba se identificó por su nombre (Tercio) y saludó a la iglesia
destinataria de la carta (Romanos 16:22). En otras epístolas, Pablo
agregó al final un saludo con su propia letra y firma (2
Tesalonicenses 3:17). En la carta a los Gálatas, Pablo aclara que
escribe de su propia mano el saludo final con letras de gran tamaño
(Gálatas 6:11), ya sea por problemas en la vista o por tener las
manos endurecidas por su trabajo fabricando tiendas.
El proceso de dictado era relativamente lento. A un escriba no le
resultaría posible seguir el ritmo de pensamiento de alguien como
Pablo. Este factor explica algunos aspectos del estilo de redacción
de Pablo. En especial en las cartas más largas, que se escribían a
lo largo de varias sesiones.
El propósito de las cartas era ser leídas en alta voz en las
congregaciones, lo que junto con el hecho de que de alguna manera
fueran dictadas, condiciona el estilo literario utilizado. El estilo de
redacción de Pablo es más parecido a un discurso o a una
predicación. Muy distinto del que utilizamos actualmente cuando nos
sentamos frente a una computadora con el propósito de escribir un
texto, sabiendo que contamos con la posibilidad de editarlo muchas
veces antes de imprimirlo o enviarlo por e-mail.
Si bien existía un correo imperial romano, este era sólo para
documentación oficial. Las cartas privadas requerían de alguien que
las llevara. En algunos casos, la propia carta indicaba quien sería el
que la llevaría. Debido a la gran distancia, el costo y los peligros que
el mensajero tenía que enfrentar para entregarlas, la cantidad de
cartas enviadas por Pablo a las distintas iglesias fue limitada, y
estas fueron más extensas de lo habitual.
El estilo de las cartas de Pablo
Las cartas de Pablo eran verdaderamente cartas. Existe la
costumbre de llamarlas epístolas, palabra que suena muy
imponente y formal. Por ser parte de la Biblia, algunos las perciben
como capítulos de un manual teológico. Sin embargo, las cartas que
escribió Pablo deben ser leídas como las cartas que se escriben en
la vida real.
Pablo utilizaba el formato de redacción habitual en su época. En
nuestros días, la forma más habitual probablemente sería colocando
arriba la fecha y luego el destinatario (y su dirección si se tratara de
una carta formal). Después se comenzaría con una introducción
como “Querido Juan”, luego vendría el cuerpo principal de la carta, y
se terminaría con una frase de cierre, como “Cordialmente”. Y la
firma al pie.
De la misma manera, la forma utilizada por Pablo era la normal en
su tiempo. Se han encontrado cartas de la misma época, y todas
comenzaban con el nombre de la persona que escribía la carta, lo
que evitaba tener que empezar leyendo la firma al pie para saber
quién era. Luego el nombre del destinatario y una frase introductoria
con un saludo. Posteriormente el cuerpo principal, para terminar con
un cierre, o bendición. La única diferencia de forma con las cartas
acostumbradas en esa época era que las de Pablo resultaban
mucho más largas, y eso simplemente por la importancia de su
contenido. Pablo quería aprovechar el viaje de cada mensajero para
decirles todo lo que se necesitaba decir a los creyentes a los que les
escribía.
Las cartas de Pablo fueron escritas a personas específicas o grupos
de personas con los que tenía relación. No trató de escribir ningún
tratado de teología sistemática ni algún impactante ensayo.
Tampoco las redactó con fines literarios, ni para ser publicadas por
una editorial.
Esto no constituye un obstáculo para entender que el Espíritu Santo
inspiró a Pablo a escribirlas de tal manera que estas cartas del
Nuevo Testamento fueran la palabra revelada de Dios. Aún así, la
percepción que tengamos de las cartas escritas por Pablo no será la
correcta a menos que tomemos conciencia de que esa persona muy
real que hemos ido conociendo (Pablo) escribió cartas personales a
gente real a la que amaba y a la que había ministrado. Los gálatas,
los efesios, los corintios, eran creyentes en Cristo que él conocía
personalmente. Aun una carta que trata de temas más doctrinales,
como Romanos, no debe ser leída como un tratado teológico sino
como una carta.
Pablo escribía en el griego común de su tiempo, al que se denomina
koiné, que quiere decir común. Era el lenguaje que tenían en común
las naciones dentro del mundo greco-romano. Este resultaba aún
más común de lo que hoy es el idioma inglés en el mundo de los
negocios. De hecho, todo el Nuevo Testamento fue escrito en griego
koiné. Existen otros documentos de la misma época en los que las
estructuras y las palabras utilizadas resultan similares. Era el idioma
habitualmente utilizado en la vida diaria. Pablo no trataba de ser
formal, ni de utilizar estructuras gramaticales artificiales. Le escribía
a gente común en el lenguaje de todos los días. El objetivo era que
lo que él escribía pudiese ser entendido por personas sin formación
académica. Es el contenido y no la forma, lo que hace sagrado al
Nuevo Testamento.
La Biblia que llega a nosotros es una traducción en español del
griego original. Como algunas traducciones son especialmente
buenas (como la Reina-Valera, en la versión de 1960, o en ingles la
King-James), muchas veces se siguen utilizando pese a que el
lenguaje evoluciona. Estas versiones, de hace más de 50 años,
utilizan palabras y estructuras del español que actualmente no
resultan tan habituales, dificultando a veces la interpretación. Dan la
impresión de tener una redacción muy formal, un poco artificial para
la cultura actual. Utilizan palabras a veces difíciles de comprender.
Eso no les sucedía a los lectores de las cartas de Pablo, ya que él
se valía del lenguaje actual de su época. Si escribiera hoy,
probablemente usaría un vocabulario y estructuras gramaticales
similares a las que leemos en los diarios de mayor circulación.
La Biblia que utilizamos actualmente incluye una división en
capítulos y versículos, y a veces incluye títulos. Estos son
agregados muy posteriores que facilitan encontrar un pasaje, pero
no forman parte de la redacción original. En muchas oportunidades,
la comprensión en el fluir de las ideas resulta mejor cuando los
ignoramos. Un cambio de capítulo puede dar la impresión de que se
está separando una idea o razonamiento, mientras que en la carta
original fluía de continuo.
Contexto
Pablo escribió sus cartas como consecuencia de circunstancias
especificas. Son el resultado de incidentes particulares y fueron
escritas para cumplir ciertos propósitos que resultaban apropiados
dentro del contexto de esas situaciones. Para comprender estas
cartas debemos entender las situaciones de las personas a las que
fueron dirigidas. Solo entonces podremos interpretar correctamente
lo que tienen para revelarnos como palabra de Dios.
Las circunstancias, desafíos o problemas de la iglesia o persona
destinataria en gran medida determinaban la elección de los temas.
Aún más, controlaban el carácter general de cada carta. Algunas
son muy personales, como Filemón o Filipenses; otras están
enfocadas en temas de doctrina, como Romanos o Efesios. En
algunas otras, como 1ra Corintios, el foco se centra en una
enseñanza de principios éticos y prácticos.
Algunos conflictos solían repetirse, bajo distintas circunstancias. Tal
vez el más común es que Pablo tuvo que resistir a los judaizantes.
Dado que buena parte de su ministerio se desarrolló entre los
gentiles, que no conocían ni habían sido formados en la palabra de
Dios (el Antiguo Testamento), muchas veces Pablo tenía que
corregir la inmoralidad pagana y la idolatría. En varias otras
oportunidades Pablo debió enfrentar intentos de socavar su
autoridad. Como él no había sido uno de los doce apóstoles
públicamente elegidos por Jesús durante su ministerio en la tierra, a
cualquiera le resultaba fácil rechazar su apostolado. Muchos
pasajes de sus cartas que afirman su posición apostólica y el origen
divino de su doctrina apuntan a contestarles a estos críticos.
Uno de sus objetivos suele ser establecer, más allá de cualquier
cuestionamiento, la validez de sus credenciales como mensajero
directo de Jesucristo. Por ejemplo, en Gálatas comienza refiriéndose
brevemente a su época de perseguidor, al modo en que fue
impactado por el Cristo resucitado, y a su permanencia en Damasco
con el posterior retiro a Arabia. Y sobre cómo recibió revelación
directamente del Hijo del Dios viviente y no de los apóstoles en
Jerusalén.
Estructura
Hay un formato que caracteriza a muchas (no a todas) las cartas de
Pablo. En general él trata primero sobre lo que se relaciona con la
revelación de temas espirituales y con la proclama de la verdad
revelada por Dios (en griego kerigma). Por ejemplo, en los primeros
tres capítulos de Efesios. Luego da enseñanza sobre cómo vivir la
vida diaria (en griego didaqué), como en los siguientes tres capítulos
de Efesios. Similar estructura utiliza en Gálatas, Colosenses, la
segunda epístola a los Tesalonicenses y otras. Pablo nunca separa
la verdad revelada por Dios de la instrucción del Señor sobre cómo
vivir el día a día. Presta completa atención a ambos aspectos,
procurando un sano equilibrio.
Su estilo es intensamente emocional. Pablo no escribía textos
abstractos sino cartas personales sobre temas con los que se sentía
emocionalmente involucrado. Tanto la estructura de sus cartas como
su forma de escribir demuestran esto con claridad. Se entusiasma, y
sus oraciones muchas veces resultan muy largas, y algunas
inconclusas desde el punto de vista gramatical. (¡Y no ayuda el
hecho de que el idioma griego utilizado careciera de signos de
puntuación!). Sus palabras y expresiones, sin embargo, alcanzan
por momentos el más alto nivel poético. Por ejemplo en 1 Corintios,
capítulo 13, generalmente llamado el Himno al Amor.
Es muy probable que Pablo no organizase sus cartas siguiendo un
esquema planificado previamente. Aun Romanos, tal vez la más
elaborada, no tiene una estructura formal. El escribía según la carga
que sentía en su corazón, y un tema lo llevaba a otro. Sus escritos
muestran una sólida lógica, pese a que por momentos un tema
interrumpe a otro.
Contenido
La teología detrás de sus cartas es sólida y consistente. No se
basaba en una evolución progresiva de su pensamiento sino en la
revelación de Dios. Esto no quiere decir que Pablo dejara de crecer
en cuanto a madurez personal y a la profundidad de su
conocimiento espiritual, pero si contradice a aquellos que opinan
que la doctrina cristiana se fue desarrollando gradualmente a través
de las distintas cartas. Desde la primera hasta la última carta de
Pablo incluidas en el Nuevo Testamento muestran un sistema
establecido de doctrina, que se asumía tenían en común sus
lectores y él.
Pablo recibió una revelación de parte de Dios que él a su vez
presentó a distintas personas en distintos lugares, de distintas
maneras, enfatizando distintos aspectos. Pero el mensaje es el
mismo. Y es el que presenta en sus epístolas.
Al echar una primera mirada, se tiene la impresión de que fueran
comentarios sueltos, al azar, o específicos para la situación de la
que trata. Pero en realidad las cuestiones de fondo que enfrenta
básicamente son sobre la condición humana con y sin Dios. La
diversidad de las cuestiones que enfoca cambia según los lugares y
los tiempos. Pero si prestamos atención a qué es lo que estas
situaciones representan y cómo se relacionan con nuestras
circunstancias hoy, encontramos que son verdades universales de la
palabra de Dios hablándonos a nosotros.
Hay un punto que unifica sus escritos y es esta verdad: colocar
todas las cosas bajo la autoridad de nuestro Señor Jesucristo. Poner
todo pensamiento, acciones y la propia vida bajo Cristo. Pablo lleva
todo problema al evangelio, donde el centro consiste en someter
todas las cosas a la autoridad, al señorío, de Jesús.

¿Cómo se aplica esto a nuestra vida?


Paráfrasis
En el siguiente capítulo se incluye una paráfrasis de la carta a los
Gálatas que escribió Pablo. Una paráfrasis es la versión de un texto
dicha en otras palabras, mediante la reescritura del original
empleando normalmente un leguaje más sencillo para dar una visión
clara y didáctica de él.
Sólo las traducciones directas de la Biblia (como la mencionada
versión Reina-Valera y otras) reflejan en forma fidedigna lo revelado
por Dios. Sin embargo, una paráfrasis puede convertirse en una
herramienta útil de estudio, de la misma manera en que lo es un
comentario bíblico o un libro sobre el tema, para ayudarnos a
entender el texto original. El objetivo es presentar el contenido en un
formato consistente con el estilo de redacción moderno de una
carta, tratando de transmitir la impresión que el texto original debió
haber causado en los destinatarios, a la vez que manteniendo el
contenido original.
El próximo capítulo está inspirado en la mejor paráfrasis que
conozco, una versión en inglés (traducida directamente del original
en griego) denominada The Message, de Eugene Peterson. Esta
paráfrasis es frecuentemente utilizada por muchos de los más
prestigiosos estudiosos de la Biblia.
Te invito a leer el siguiente capítulo de corrido, como si fueras uno
de los creyentes de la iglesia en Galacia y estuvieses leyendo una
carta que el pastor fundador envía a tu congregación. Conocemos a
Pablo, a las iglesias a las que les escribió esta carta, y el contexto
en el que lo hizo, por lo que muchos de los temas que trata
resultarán familiares.

Comparte tus comentarios y reflexiones sobre este capítulo con los


otros lectores y conmigo en: desauloapablo.com
XIX) Una paráfrasis de la Carta a los Gálatas

E-mail recibido a las 11:34 p.m., año 44 d.c.

Para: [email protected], [email protected],


[email protected], [email protected]
De: [email protected]
Tema: Carta de Pablo a todas las congregaciones en la provincia de
Galacia
-------------------------------------------------------------------------------------------
-------------------------------------
Queridos hermanos y hermanas de las iglesias en Galacia:
Yo Pablo, apóstol no por votación popular, ni por nombramiento
dado por una alta autoridad humana sino directamente por
Jesucristo y Dios el Padre que lo levantó de entre los muertos, junto
con mis compañeros en la fe aquí, los saludamos. Que Dios nuestro
Padre y el Señor Jesucristo derramen su gracia y su paz sobre
ustedes.
Conocemos la gracia y la paz porque Jesús nos ha rescatado de la
maldad del mundo en que vivimos mediante su propio sacrificio por
nuestros pecados. El plan de Dios es que todos experimentemos
este rescate. ¡Gloria a Dios por siempre!
Estoy asombrado de lo rápido que han traicionado a aquel que los
llamó por la gracia de Cristo para seguir un evangelio que implica un
mensaje totalmente distinto. No se trata de una pequeña variación
sino de algo totalmente diferente, de una mentira sobre Dios. Los
que están generando esta confusión entre ustedes están torciendo
el mensaje de Cristo.
Quiero ser terminante en esto: si yo mismo, o uno de nosotros, o
incluso un ángel del cielo, les predica un evangelio diferente del que
recibieron originalmente, que caiga sobre él la maldición de Dios. Se los dije
una vez y lo repito: si cualquiera, sin importar su reputación o
credenciales, les predica algo diferente, que caiga sobre él la maldición de
Dios.
¿Creen ustedes que yo hablo así de fuerte para manipular a la
gente, o para obtener la aprobación popular? Si mi objetivo fuera la
popularidad, no necesitaría hacerme esclavo de Cristo. ¡Para mí, lo
importante es que Dios me apruebe! Quiero que sepan y que les
quede claro, que el evangelio que les anuncié no consiste solo en
lindas palabras. No lo recibí por la tradición ni me lo enseñó un
maestro. Proviene directamente de Dios y me fue dado por el propio
Jesucristo.
Estoy seguro de que ya saben cómo era yo cuando pertenecía a la
religión judía. En aquella época me dedicaba a perseguir con
violencia a las iglesias de Dios, buscando sistemáticamente
destruirlas. Cumplía con la religión judía mejor que la mayoría de
mis compatriotas, y me dedicaba más que ellos a seguir las
enseñanzas recibidas de mis antepasados. Aún así, Dios tenía
planes para mi vida. Dios me amó y me eligió desde antes de nacer
para servirle. Cuando fue el tiempo, me reveló quién era su Hijo,
para que yo les anunciara a todas las naciones las buenas noticias
acerca de él.
Cuando eso sucedió y recibí mi llamado, no le pedí consejo a nadie
ni fui a Jerusalén a buscar la opinión de aquellos que eran apóstoles
desde mucho antes que yo, sino que me fui a la región de Arabia.
Más tarde regresé a la ciudad de Damasco. Pero pasaron tres años
antes de que fuera a Jerusalén para conocer a Pedro e intercambiar
experiencias con él. Sólo estuve quince días, pero ¡qué días fueron
esos! Excepto por Santiago, el hermano de Jesucristo nuestro
Señor, no vi a ningún otro apóstol. Les estoy diciendo la verdad.
¡Dios sabe que no miento!
Después de eso, comencé mi ministerio en las regiones de Siria y
Cilicia. Habiendo pasado todo ese tiempo y estando en actividad, las
iglesias de Judea todavía no me conocían personalmente. Sólo
habían oído decir: "Ese hombre, que antes nos perseguía, está
ahora anunciando el mismo mensaje que antes quería destruir". Y
alababan a Dios por lo que él había hecho en mí.
Catorce años después, Bernabé y yo fuimos a Jerusalén llevando a
Timoteo con nosotros. Fui para clarificar con ellos lo que me había
sido revelado. Les presenté exactamente lo que estaba predicando
a los que no eran judíos. Hice esto en privado con los líderes
reconocidos de la iglesia para evitar que una controversia pública,
empañada por tensiones raciales, expusiera mi trabajo de años a
ser desacreditado y pusiera en peligro mi actual ministerio. Resulta
significativo que nadie le haya pedido a Tito que se circuncidara,
dado que él no lo estaba por no ser judío.
Mientras manteníamos esta reunión, fuimos infiltrados por algunos
que se hacían pasar por hermanos en Cristo para espiar la libertad
en que viven los verdaderos cristianos. Esos falsos seguidores sólo
querían quitarnos la libertad que Jesucristo nos había dado, y volver
a hacernos esclavos del legalismo y las tradiciones. Pero ni por un
momento nos dejamos convencer, pues queríamos que ustedes
siguieran obedeciendo el verdadero mensaje de la buena noticia.
Aquellos que en la iglesia eran reconocidos como líderes no
agregaron nada nuevo al mensaje que yo predico. La reputación de
ellos no me concierne, pues Dios no se fija en las apariencias, ni yo
tampoco. Rápidamente resultó evidente que de la misma manera en
que a Pedro se le había encargado anunciar la buena noticia a los
judíos, a mí se me había encargado anunciarla a los que no lo son.
Reconociendo que mi llamado proviene de Dios, los pilares de la
iglesia, Santiago, Pedro y Juan, nos dieron la mano a Bernabé y a
mí en señal de acuerdo, asignándonos el ministerio a los que no son
judíos, mientras ellos continuarían siendo responsables de aquellos
que sí lo son. La única cosa adicional que nos pidieron fue que nos
acordáramos de ayudar a los pobres de la iglesia en Jerusalén, lo
que siempre he procurado hacer.
Tiempo después, cuando Pedro vino a la ciudad de Antioquía, tuve
una confrontación cara a cara con él y le dije claramente que se
había pasado de la raya. La situación era esta: antes de que
llegaran los judíos que decían ser enviados por Santiago, Pedro
comía con los cristianos que no eran judíos. Pero en cuanto llegaron
estos judíos fariseos de Jerusalén, dejó de hacerlo porque les tenía
miedo. Desafortunadamente, el resto de los judíos de la iglesia de
Antioquía se unieron a esa hipocresía, a tal punto que incluso
Bernabé fue arrastrado en la farsa.
Cuando vi que no se estaban comportando de acuerdo con el
mensaje, confronté a Pedro delante de todos y le dije: "Tú, que eres
judío, has estado viviendo sin seguir las reglas tradicionales antes
de que llegaran de Jerusalén estas personas para controlarte. ¿Qué
derecho tienes entonces, para obligar a los que no son judíos a vivir
siguiéndolas?"
Todos nosotros hemos sido judíos desde que nacimos, y siempre
hemos tratado de obedecer todas las leyes de Dios, no como los
que ni siquiera las conocían. Sin embargo, sabemos muy bien que
Dios sólo acepta a los que tienen una fe personal en Jesucristo, y
que nadie se puede salvar sólo por obedecer la Ley. Lo sabemos
por experiencia, porque hemos tratado de hacerlo. Sabemos que
nadie puede agradar a Dios por medio de sus propios esfuerzos por
cumplir con la Ley. Nosotros mismos hemos creído en Jesús como
el Mesías, para que Dios nos acepte por confiar en él, no por
nuestro intento de ser perfectos al cumplir con todas las normas.
¿Ha notado alguno de ustedes que no somos perfectos? Pero si
descubrimos que también nosotros somos pecadores como los que
no son judíos, ¿vamos a pensar por eso que Cristo nos hizo pecar?
¡Claro que no! Si yo tratase de ser bueno en mis propias fuerzas me
estaría contradiciendo, estaría actuando como un charlatán.
Lo que realmente ha sucedido es esto: yo traté de cumplir con todos
los mandatos y reglas, intentando con todas mis fuerzas agradar a
Dios, y fracasé. Así que dejé de ser un legalista para convertirme en
un hombre de Dios. Para la Ley estoy muerto, y lo estoy por causa
de la Ley misma. Sin embargo, ¡ahora vivo para Dios! En realidad,
yo también morí en la cruz, junto con Jesucristo. Ya no es
importante para mí parecer bueno delante de ustedes o tener una
buena reputación. Ya no vivo tratando de impresionar a Dios, sino
que es Cristo el que vive en mí. La vida que me ven vivir ya no es la
mía, sino que la vivo por fe en el Hijo de Dios, que me amó y se
entregó a sí mismo por mí. No rechazaré el amor de Dios. Porque si
él nos aceptara solamente sobre la base de nuestra obediencia a
Ley, entonces la muerte de Cristo hubiera sido innecesaria.
¡Ay, Gálatas, que tontos que son! ¡Es como si alguien los hubiera
hipnotizado!
Yo mismo les di una explicación clara del sacrificio de Jesucristo en
la cruz. Quiero que me digan una cosa: cuando comenzaron su
nueva vida con Dios y recibieron el Espíritu Santo, ¿lo recibieron
porque se esforzaron mucho en cumplir con toda la Ley, o fue
porque aceptaron con fe el mensaje de Dios para ustedes? ¡Está
claro que fue por aceptar el mensaje de Dios! Y si esto fue así, ¿van
a continuar con esta locura? Porque solo un loco podría pensar que
va a ser capaz de completar con sus propia capacidad lo que Dios
comenzó. Si no fueron lo suficientemente sabios o fuertes al
comenzar, ¿cómo suponen ahora que pueden perfeccionarlo? ¿Han
pasado por tantos sufrimientos para nada? Yo creo que no.
Contesten esta pregunta: ¿Dios ha hecho milagros en sus vidas y
puso el Espíritu Santo en ustedes por la tremenda calidad moral que
tenían sus vidas, o fue porque ustedes creyeron con fe el mensaje
de la buena noticia? ¿Acaso lo que les sucedió a ustedes no es
parecido a lo que le pasó a Abraham? Porque él confió en Dios, y
ese acto de creer se le contó como si hubiese vivido una vida justa.
Los verdaderos seguidores de Abraham no son los que ponen su
confianza en el cumplimiento de leyes y reglamentos religiosos sino
los que creen y confían en Dios. Así que todos los que viven por fe
reciben la misma bendición que recibió Abraham, que vivió por fe;
esta no es una doctrina nueva.
Todo ya había sido dicho de antemano en el Antiguo Testamento en
cuanto a que Dios también iba a aceptar a los que no son judíos,
siempre y cuando estos pusieran su confianza en Dios. Por eso Dios
le dio a Abraham esta buena noticia: "Por medio de ti bendeciré a
todas las naciones del mundo". Así que Dios bendecirá por medio
de Abraham a todos los que confían en él, como lo hizo Abraham.
Esto quiere decir que los que buscan obedecer la Ley en sus
propias fuerzas, independientemente de Dios, están destinados al
fracaso.
El Antiguo Testamento dice: "Maldito es todo el que no obedezca
cada aspecto y detalle de todo lo que la Ley ordena". La obvia
imposibilidad de cumplir con semejante requisito debería dejar en
claro que nadie puede basar su relación con Dios en ese
cumplimiento. Por eso dice la Biblia: "El que obedece la Ley se
salvará por su obediencia".
Pero Cristo prefirió recibir, ocupando nuestro lugar, el fracaso y la
maldición que cae sobre el que no obedece la Ley. De ese modo
nos salvó. Porque la Biblia dice: "Dios maldecirá a cualquiera que
muera colgado en un madero". Eso fue lo que le sucedió a Jesús en
la cruz. Él recibió la maldición que nos correspondía a nosotros. Por
eso la bendición que Dios prometió darle a Abraham es también
para los que no son judíos. Así que los que confiamos en Cristo
recibiremos el Espíritu Santo que Dios nos ha prometido.
Hermanos míos, les voy a dar un ejemplo de la vida diaria para que
cualquiera puede entender. Cuando una persona acuerda un
contrato con otra y lo firma, no puede después cancelarlo ni
agregarle nada. Ahora bien, las promesas que Dios le hizo a
Abraham eran para él y para su descendiente. La Biblia no dice que
las promesas eran para "sus descendientes", sino para "su
descendiente", el cual es Cristo.
Lo que quiero decir es esto: la promesa de Dios no puede ser
cambiada ni dejada sin valor por un agregado (como si se añadiese
una cláusula adicional a un contrato ya firmado) que Dios dio
cuatrocientos treinta años después, cuando presentó los diez
mandamientos y toda su Ley a los judíos. Porque si Dios diera lo
que prometió sólo a aquel que obedece la Ley, entonces ya no lo
daría en cumplimiento de su promesa. Pero lo cierto es que cuando
Dios le aseguró a Abraham que le daría lo prometido, no le pidió
nada a cambio, ni le puso condiciones.
Entonces, ¿para qué sirve la Ley? Después de hacerle su promesa
a Abraham, Dios nos dio la Ley para mostrarnos qué era lo que
estábamos haciendo mal. Pero esa Ley serviría sólo hasta que
viniera Cristo, el descendiente de Abraham, a quien Dios le había
hecho la promesa. Dios le dio la Ley a Moisés por medio de los
ángeles, para que él nos la diera a nosotros. Pero cuando Dios le
hizo la promesa a Abraham no usó mensajeros sino que se la hizo
personalmente, y fue recibida con fe.
Eso no significa que la Ley esté en contra de las promesas de Dios.
¡De ninguna manera! El propósito de la Ley era hacer evidente ante
todos que en nuestra propia capacidad no podemos vivir en relación
con Dios ni tener vida eterna. La Biblia dice que el pecado nos
domina a todos, de modo que el regalo que Dios prometió era para
los que confiaran en Jesucristo.
Antes de eso, la Ley fue como una protección que nos rodeó hasta
que vimos que podíamos libremente confiar en Cristo. La Ley fue
como los maestros y preceptores del colegio primario, que cuidan y
enseñan a los chicos y se esfuerzan en protegerlos de peligros y
distracciones; nos guió y llevó hasta Cristo, para que Dios nos
aceptara por confiar en él.
Pero ahora ha llegado el tiempo en que podemos confiar en
Jesucristo y desarrollar una relación directa y personal con Dios.
Ustedes han confiado en Jesucristo, y por eso todos ustedes son
hijos de Dios. Porque cuando fueron bautizados también quedaron
unidos a Cristo y vestidos de él, en el cumplimiento de la promesa
original de Dios.
En la familia de los que estamos en Cristo no puede haber
divisiones entre los judíos y no judíos, los ricos y los pobres, los
hombres y las mujeres. Todos los que pertenecemos a Jesucristo
somos uno en él. Así, todos los que somos uno con Cristo somos el
famoso ‘descendiente’ de Abraham, con derecho a recibir la
promesa que Dios le hizo.
Déjenme mostrarles las implicaciones de esto. Mientras el hijo es
menor de edad, no tiene ventaja sobre un empleado en la empresa
de la familia. Pese a que es dueño de toda la herencia, está bajo la
autoridad de los gerentes y administradores que manejan la
empresa hasta el día en que su padre lo pone a cargo de la
empresa y lo hace dueño de todo. Algo así pasaba con nosotros,
cuando todavía no conocíamos a Cristo trabajábamos como
empleados bajo la autoridad de los gerentes y administradores de
este mudo, sin libertad para conducir nuestras vidas.
Pero cuando llegó el día señalado por Dios el Padre, él envió a su
Hijo, que nació de una mujer y bajo las condiciones de la Ley, para
que pudiese redimir a los que estábamos secuestrados por la Ley.
De esa manera hemos sido hechos libres para experimentar la
herencia que nos corresponde. Pueden confirmar ahora que han
sido completamente adoptados como hijos de Dios, ya que Dios
mismo les dio el Espíritu de su Hijo, el que clama dentro de ustedes
y los lleva a hablar con Dios en esa relación de confianza e
intimidad de quien habla con su amoroso papá.
¿No les deja en claro este privilegio de poder conversar íntimamente
con Dios que ya no son empleados sino hijos de Dios? Y si son
hijos, también son herederos, con completo derecho y acceso a las
riquezas de su herencia.
Antes, cuando ustedes todavía no conocían a Dios personalmente,
vivían bajo la autoridad de falsos dioses. Pero dado que ahora
conocen a Dios, o mejor dicho dado que ahora Dios los conoce a
ustedes, no puedo entender por qué se dejan dominar de nuevo por
esos falsos dioses. Porque eso es exactamente lo que hacen
cuando se dejan intimidar para observar escrupulosamente las
tradiciones, los tabúes y las supersticiones asociadas con días
especiales, estaciones y años. Me asusta pensar que todo mi duro
trabajo entre ustedes no haya servido de nada.
Queridos amigos, lo que realmente desearía es que trataran de
ponerse en mi lugar, como yo me puse en el de ustedes cuando los
visité. Fueron muy atentos y considerados conmigo en aquel tiempo.
No me tuvieron en menos, pese a que sabían que la razón por la
que me detuve y me quedé con ustedes era una enfermedad que
me impedía continuar viaje y me forzaba a detenerme en Galacia.
Así fue como llegué a predicarles.
¿No recuerdan que, pese a que atender a un enfermo les causaba
muchos problemas, ustedes me recibieron en sus hogares como si
yo fuera un ángel de Dios? ¡Como hubiesen recibido al mismo
Jesucristo, si los hubiese visitado! Me atendieron tan bien que, de
haberles sido posible, hasta se hubieran sacado los ojos para
dármelos. ¿Qué pasó con toda esa alegría? ¿Ahora resulta que por
decirles la verdad me he hecho enemigo de ustedes? No puedo
creerlo.
Esos herejes que quieren ser sus maestros se esfuerzan mucho en
agradarlos, pero su motivación es corrupta. Ellos quieren quitarles la
libertad que proviene de la gracia de Dios. Quieren que ustedes
siempre dependan de que ellos les den su aprobación y dirección
para así poder sentirse importantes.
Es bueno que sean ardientes en hacer el bien, pero no solo cuando
yo esté presente. ¿No pueden mantener la misma preocupación por
mí y por mi mensaje cuando estoy lejos que cuando estoy con
ustedes? ¿Saben cómo me siento en este momento, y como me
seguiré sintiendo hasta que la vida de Cristo se haga visible en sus
vidas? Sufro, como sufre una madre los dolores de parto. ¡Cómo
quisiera estar con ustedes en este momento para hablarles de otra
manera en vez de tener que expresar mi frustración redactando esta
carta!
Ahora ustedes, los que se han vuelto tan entusiastas en cuanto a
estar bajo la Ley, díganme una cosa: ¿no han leído lo que la Biblia
habla acerca de Abraham? Dice que él tuvo dos hijos, uno de ellos
con su esclava (Agar) y el otro con su esposa (Sara), que era libre.
El hijo de la esclava nació simplemente como consecuencia de que
Abraham convivió con ella, pero el hijo de su esposa nació bajo la
promesa de Dios. Estos dos casos pueden servirnos de ejemplo.
Las dos mujeres nos muestran dos maneras de relacionarnos con
Dios. Agar representa el pacto del monte Sinaí, en Arabia. Ese
monte es figura de la ciudad de Jerusalén, donde una vida de
esclavitud producía esclavos. Pero Sara representa el nuevo pacto
por el cual pertenecemos a la Jerusalén del cielo, la ciudad de todos
los que somos libres. Refiriéndose a Sara, la Biblia dice:
"¡Alégrate, mujer, tú que no puedes tener hijos!
¡Grita de alegría, mujer, tú que no los has tenido!
Y tú, que jamás los tuviste, ¡ahora tendrás más hijos que la que
hace mucho se ha casado!"
Amigos míos, ustedes son como Isaac, el hijo que Dios le prometió
a Abraham. En aquel tiempo, el hijo que Abraham tuvo con Agar
(Ismael) persiguió a Isaac, que nació por el poder del Espíritu,
gracias a la promesa. Y ahora sucede lo mismo: los que desean
seguir bajo el control de la Ley nos persiguen a nosotros, que somos
los hijos de la promesa. Pero la Biblia relata que Dios le dijo a
Abraham: "Echa fuera de tu casa a la esclava y a su hijo. Porque el
hijo de una esclava no puede heredar lo que le corresponde al hijo
de la esposa, que es libre". Nosotros no somos esclavos de la Ley,
sino libres. No somos como el hijo de una esclava sino como el hijo
de una mujer libre.
¡Jesucristo nos ha hecho libres! ¡Él nos ha hecho libres de verdad!
Así que no abandonen esa libertad ni permitan que nadie intente
volver a ponerlos en la esclavitud del legalismo.
Quiero ser claro en esto: en el momento en que cualquiera de
ustedes se someta a la circuncisión o a cualquier otro sistema
legalista, en ese mismo momento lo que hizo Cristo ya no les sirve
de nada. Les repito mi advertencia: cualquiera que se circuncida
está obligado a obedecer toda la Ley. Asumo que esto nunca fue su
intención, pero es lo que pasa. Cuando intentan vivir basados en
sus propios planes y proyectos religiosos, caen de la gracia y dejan
de estar unidos a Cristo. En cambio, a nosotros nuestra relación con
el Espíritu nos da la seguridad de que Dios nos acepta porque
confiamos en Cristo. Porque en Cristo ni las formas externas de
religiosidad ni la falta de esas formas importa. Lo que sí importa es
algo mucho más profundo: nuestra fe, expresada en el amor que
damos.
¡Ustedes estaban corriendo muy bien! ¿Quién los empujó,
desviándolos del verdadero camino de la obediencia? Este desvío
no proviene de Aquel que los llamó a esta carrera en primer lugar. Y
por favor no descarten esto como irrelevante. Con muy poquita
levadura se puede leudar mucho pan. Dios me ha dado confianza
en mi interior de que ustedes no van a desertar. Pero el que los está
molestando, no importa quién sea, sufrirá el juicio de Dios.
Con respecto al rumor de que yo predico que hay que circuncidarse
(como lo hacía antes de mi experiencia en el camino a Damasco),
esto es absurdo. Si yo estuviera predicando eso, o un mensaje lo
suficientemente aguado, no estaría sufriendo persecución. ¡Ojalá
que quienes los molestan con esto no sólo se circunciden sino que
se mutilen a sí mismos de una vez!
Está muy claro que Dios los ha llamado a ustedes a ser libres. Pero
asegúrense de no usar esa libertad como excusa para hacer lo
malo. Al contrario, ayúdense unos a otros con amor. Porque toda la
instrucción de Dios puede resumirse en una frase: "Ama a los
demás como a ti mismo". Esa es la verdadera libertad. Les advierto
que si se pelean y se hacen daño terminarán por destruirse unos a
otros. ¿Y qué sería de su preciosa libertad entonces?
Mi consejo es este: vivan libremente, motivados y guiados por el
Espíritu de Dios y así no desearán hacer lo malo. Porque hay una
raíz de pecado y egoísmo en nosotros que está en contra de lo que
quiere el Espíritu de Dios, y el Espíritu está en contra de nuestro
egoísmo. Por lo tanto, ustedes no pueden vivir haciendo lo que se
les da la gana. Pero si obedecen al Espíritu de Dios, ya no están
obligados a obedecer la Ley.
Todo el mundo conoce cuál es el estilo de vida que surge de seguir
nuestros malos deseos. Infidelidad matrimonial, sexo barato y sin
amor, acumulación maloliente de basura intelectual y emocional,
brujería y religiones humanistas, egoísmo, peleas, celos,
competencia desalmada, hogares divididos, envidias, homicidios,
borracheras, orgías, adicciones, y podría seguir. Les advierto, como
ya lo he hecho antes, que si usan su libertad para esas cosas, no
formarán parte del reino de Dios.
En cambio, ¿cuál es la consecuencia de vivir llenos del Espíritu de
Dios? Él produce fruto en nuestra vida y nos lleva a amar a los
demás, a estar siempre alegres y vivir en paz. Nos hace ser
pacientes, amables y tratar bien a los demás. No sentimos la
necesidad de forzar nuestro camino en la vida sino que podemos
confiar en Dios. Nos volvemos humildes, leales a nuestros
compromisos y capaces de controlar nuestros malos deseos.
El legalismo es incapaz de generar todo eso; solo se interpone en el
camino. Los que pertenecemos a Cristo ya hemos hecho morir en
su cruz nuestro egoísmo y nuestros malos deseos.
Dado que este es el tipo de vida que hemos elegido, la vida guiada
por el Espíritu Santo, asegurémonos de que no se trate simplemente
de una idea de nuestra mente, o solo de un sentimiento de nuestro
corazón, sino que llevémoslo a la práctica en la vida diaria,
obedeciéndolo en todo. Esto incluye el no compararnos con los
demás para ver si somos mejores y enorgullecernos, o descubrir
que somos peores y dar lugar a la envidia. Tenemos cosas mucho
más interesantes que hacer con nuestra vida. Cada uno de nosotros
es un original.
Hermanos, ustedes son guiados por el Espíritu de Dios. Por lo tanto,
si descubren que alguien ha caído en pecado deben restaurarlo a
través del perdón, guardándose de hacer comentarios críticos, ya
que es posible que sean ustedes los que necesiten ser perdonados
antes de que el día termine. Cuando tengan dificultades, ayúdense
unos a otros. Esa es la manera de obedecer la ley de Cristo. Si
alguien se cree más importante de lo que en realidad es, se está
engañando a sí mismo.
Cada uno debe examinarse él mismo y su conducta. Si es buena,
podrá sentirse satisfecho de sus acciones, pero sin creerse superior
a los demás. Cada uno es responsable ante Dios de su propia
conducta. El que esté siendo instruido en el mensaje de Dios debe
compartir con su maestro todo lo bueno que reciba.
No se equivoquen, nadie puede engañar a Dios. Cada uno
cosechará lo que haya sembrado. Los que planten egoísmo,
ignorando las necesidades de los otros (¡ignorando a Dios!),
cosecharán cizaña, y eso será lo único que obtengan como
resultado de su vida. Pero el que plante obediencia a Dios,
permitiendo al Espíritu hacer la obra en su vida, cosechará vida
eterna.
Así que no nos cansemos de hacer el bien porque a su debido
tiempo obtendremos una cosecha buena, si perseveramos y no nos
rendimos. Por eso, ahora mismo cada vez que tengamos
oportunidad, hagamos el bien a todos, comenzando por los más
cercanos de nuestra comunidad de la fe.
Quiero enfatizar la gran importancia de lo dicho hasta aquí,
escribiendo yo mismo estos últimos párrafos con letras bien
grandes. Los que quieren obligarlos a circuncidarse solo buscan
quedar bien con los judíos de manera fácil y no tener que sufrir su
persecución por anunciar el mensaje de la cruz de Cristo. Son pura
palabrería. Ellos están circuncidados pero no obedecen la Ley de
Moisés. Lo único que quieren es que ustedes se circunciden para
luego poder decir con orgullo que ellos pudieron convencerlos de
circuncidarse.
Yo, en cambio, solo me sentiré orgulloso de haber creído en el
sacrificio de nuestro Señor Jesucristo. Por esa muerte en la cruz es
como si yo también ya hubiese muerto para el mundo, y soy libre de
la necesidad de agradar al mundo y ajustarme a sus normas. En
realidad, no importa que uno esté o no circuncidado sino lo que Dios
esté haciendo en él. Él ha creado una nueva vida de libertad. Todos
los que viven así son el verdadero pueblo de Dios. ¡Paz y gracia a
ellos! Francamente, no quiero que nadie me vuelva a molestar con
estas disputas porque tengo en mi cuerpo las cicatrices que
demuestran que he sufrido por pertenecer a Cristo.
Hermanos, que nuestro Señor Jesucristo les muestre su amor.
Que así sea.
Apóstol Pablo

¿Cómo se aplica esto a nuestra vida?


Paráfrasis, tu turno
Como mencionamos antes, el texto que acabas de leer es una
paráfrasis de la epístola a los Gálatas, que se encuentra en la Biblia.
Como ya dijimos, solo las traducciones literales de La Biblia son las
que debemos estudiar como palabra de Dios. Las paráfrasis son
útiles como medio para considerar el texto desde distintas
perspectivas y en un lenguaje más habitual.
Resulta un ejercicio muy enriquecedor el tratar de poner en nuestras
propias palabras lo escrito por Pablo a los Gálatas. Te invito a que lo
hagas. Toma la porción que más se aplique a tu vida. Estúdiala en tu
Biblia y trata luego de escribirla en tus propias palabras. Verás que
el ejercicio te llevará a prestar mucha atención al contexto,
razonamiento, intención y propósito de lo que escribes, aumentando
la comprensión del texto original y su aplicación a tu vida.

Comparte tus comentarios y reflexiones sobre este capítulo con los


otros lectores y conmigo en: desauloapablo.com
XX) El Concilio de Jerusalén

Si la enseñanza de estos falsos maestros judaizantes hubiese


prosperado, el cristianismo probablemente habría terminado
convirtiéndose en una pequeña secta judía, en la cual solo los que
estuvieran dispuestos a hacerse judíos y cumplir toda la Ley habrían
sido aceptados como cristianos. Había un tema de fondo: ¿el
evangelio era solo para los judíos (o los que quisieran hacerse
judíos), o para todos los hombres y mujeres de la tierra?
Entonces algunos que venían de Judea enseñaban a los
hermanos: «Si no os circuncidáis conforme al rito de Moisés no
podéis ser salvos».
Pablo y Bernabé tuvieron una discusión y contienda no
pequeña con ellos. Por eso se dispuso que Pablo, Bernabé y
algunos otros de ellos subieran a Jerusalén, a los apóstoles y a
los ancianos, para tratar esta cuestión. Ellos, pues, habiendo
sido encaminados por la iglesia, pasaron por Fenicia y Samaria
contando la conversión de los gentiles; y causaban gran gozo a
todos los hermanos. Al llegar a Jerusalén fueron recibidos por la
iglesia, por los apóstoles y los ancianos, y refirieron todas las
cosas que Dios había hecho con ellos
(Hechos 15:1-4).
Desde su conversión para rendir su vida a Cristo, Pablo había ya
visitado al menos dos veces Jerusalén. La primera oportunidad
(Hechos 9:25-30, Gálatas 1:17-20) fue luego de haber tenido que
escapar de Damasco descolgado del muro dentro de una canasta
para salvar su vida al ser perseguido como cristiano. En aquella
ocasión permaneció solo durante quince días; y cuando nadie
quería vincularse con él, fue Bernabé el que lo presentó a los
apóstoles, en especial a Pedro, a Juan y a Jacobo. Luego de ese
breve tiempo también enfrentó persecución en Jerusalén, por lo que
debió abandonar la ciudad y encaminarse hacia Tarso.
Realizó el segundo viaje a Jerusalén (Hechos 11:27-30, 12:25,
Gálatas 2:1-10) desde la ciudad de Antioquia, llevando una ofrenda
que se había recogido para los cristianos pobres de aquella ciudad.
En esa oportunidad viajó acompañado por un creyente griego
(gentil) llamado Tito, y por su amigo y mentor Bernabé. Durante
aquel viaje, falsos hermanos habían tratado de conseguir que Tito
se circuncidara. Sin embargo, los principales apóstoles (Pedro,
Jacobo y Juan) le dieron la mano a Pablo, reconociéndolo como el
apóstol de los gentiles.
Durante el Concilio de Jerusalén Pablo realizó su tercer viaje a esa
ciudad, registrado en la Biblia. Lo llevó a cabo luego de haber
recibido a los falsos maestros en Antioquía y haber tenido que
corregir aquellos errores no solo en la iglesia sino hasta en Pedro y
Bernabé. También después de haber enviado su carta a los Gálatas
para corregir los mismos errores de enseñanza. Luego de esos
acontecimientos, Pablo se dirigió a Jerusalén con el objetivo de
clarificar esos temas, ya que ellos representaban una pieza clave en
el desarrollo de su misión entre los gentiles. Este viaje no se
encuentra mencionado en la epístola a los Gálatas, ya que fue
realizado después de su redacción.
Como resultado del concilio mantenido en Jerusalén, todos los
apóstoles y ancianos dieron oficialmente su visto bueno a las
enseñanzas de Pablo en la carta a los Gálatas y declararon que el
creyente gentil es salvado por la fe en Jesucristo, sin necesidad de
ser circuncidado. ¡Pero el debate fue acalorado!
Al llegar a Jerusalén, los viajeros fueron muy bien acogidos, en
contraste con la forma en que se había recibido a Pablo en su
primera visita como converso, cuando tuvo que ser rescatado por
Bernabé. Ahora estos dos amigos, más unidos que nunca,
recibieron la calidez y el amor de la iglesia, mientras relataban cuán
grandes cosas había hecho Dios, levantando creyentes en tierras
lejanas.
Cuando el informe del viaje concluyó, los cristianos farisaicos,
hablaron primero. Estos aún se consideraban fariseos y veían en
Jesús el cumplimiento de sus esperanzas mesiánicas, conforme a la
fe judaica.
Pero algunos de la secta de los fariseos, que habían creído, se
levantaron diciendo: Es necesario circuncidarlos y mandarles
que guarden la Ley de Moisés (Hechos 15:5).
Querían imponerles a los gentiles la necesidad de cumplir con las
normas judías como parte de los requisitos para poder ser
cristianos. Fundamentalmente, los gentiles debían circuncidarse y
cumplir con toda la Ley.
En esa época, para resolver las principales disputas, los apóstoles y
los ancianos (como se les decía a los que hoy llamaríamos
presbíteros o pastores) acostumbraban a buscar la voluntad de Dios
mediante el estudio del Antiguo Testamento (¡el Nuevo Testamento
recién se comenzaba a escribir!), y mediante el recuerdo de lo que
Jesús había enseñado (que luego fue trascripto en los cuatro
evangelios).
En el tema de la circuncisión, sin embargo, no tenían antecedentes
de enseñanzas de Jesús, ya que pertenecía a los temas en los que
él no los había podido instruir porque los discípulos no los hubieran
podido sobrellevar. Luego vino su crucifixión y la llegada del Espíritu
Santo; y él les había prometido que el Espíritu los guiaría a toda
verdad (Juan 16:12-13). Era ahora tarea de ellos reunirse y
descubrir lo que el Espíritu les quería decir.
Después de un acalorado debate, Pedro se levantó y tomó la
palabra. El corazón de Pablo debe haber dado un salto. Pedro
comenzó presentando lo que diez años antes el Espíritu Santo le
había revelado mediante visión, y como se había movido en su visita
a la casa de Cornelio, un oficial del ejército romano que se había
convertido junto con toda su casa.
Después de mucha discusión, Pedro se levantó y les dijo:
Hermanos, vosotros sabéis cómo ya hace algún tiempo Dios
escogió que los gentiles oyeran por mi boca la palabra del
evangelio y creyeran. Y Dios, que conoce los corazones, les dio
testimonio, dándoles el Espíritu Santo lo mismo que a
nosotros; y ninguna diferencia hizo entre nosotros y ellos,
purificando por la fe sus corazones. Ahora pues, ¿por qué
tentáis a Dios, poniendo sobre la cerviz de los discípulos un
yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar?
Antes creemos que por la gracia del Señor Jesús seremos
salvos, de igual modo que ellos (Hechos 15:7-11).
Dios llenó con el Espíritu Santo a Cornelio y su familia como prueba
de que habían sido salvados por su fe en Cristo. Pedro concluyó
diciendo que opinaba que no debían poner un yugo adicional sobre
los gentiles. En otras palabras, él no creía que debían obligarlos a
cumplir con la ley judía.
Escuchar al mismo Pedro decir esto cuando poco antes se apartaba
de los creyentes gentiles de Antioquía, rehusando comer con ellos
porque no estaban circuncidados, constituye un ejemplo para
nosotros. Una vez que se dio cuenta de su error, él fue capaz de
tomar la postura correcta y defender la verdad del evangelio antes
que seguir en su error para salvar su ego y su prestigio.
Aún el uso de la metáfora del yugo que usa Pedro en su discurso
guarda un paralelo con la forma que Pablo utiliza en Gálatas 5:1:
Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres
y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud.
Con esta intervención de Pedro, todos callaron para oír la
presentación de Bernabé y Pablo. Vemos aquí que Pablo tomó un
lugar secundario en la ciudad en la que Bernabé había sido un
reconocido líder cuando Pablo todavía era un enemigo de la iglesia.
Entonces toda la multitud calló, y oyeron a Bernabé y a Pablo,
que contaban cuán grandes señales y maravillas había hecho
Dios por medio de ellos entre los gentiles (Hechos 15:12).
Finalmente habló Jacobo (o Santiago), al que la Biblia menciona
como hermano de Jesús y líder de la iglesia de Jerusalén. Él puso
en palabras lo que entendió era la conclusión general de lo
discutido. Confirmó que lo que decía Pedro era según las Escrituras
y que por lo tanto ellos no debían inquietar a los hermanos gentiles
exigiéndoles la circuncisión (Hechos 15: 13-21).
Cuando ellos callaron, Jacobo respondió diciendo:
Hermanos, oídme.
Simón ha contado cómo Dios visitó por primera vez a los
gentiles para tomar de ellos pueblo para su nombre. Y con esto
concuerdan las palabras de los profetas, como está escrito:
"Después de esto volveré y reedificaré el tabernáculo de
David, que está caído;
y repararé sus ruinas, y lo volveré a levantar, para que el resto
de los hombres busque al Señor, y todos los gentiles, sobre los
cuales es invocado mi nombre, dice el Señor, que hace conocer
todo esto desde tiempos antiguos."
Por lo cual yo juzgo que no se inquiete a los gentiles que se
convierten a Dios, sino que se les escriba que se aparten de las
contaminaciones de los ídolos, de fornicación, de ahogado y de
sangre, porque Moisés desde tiempos antiguos tiene en cada
ciudad quien lo predique en las sinagogas, donde es leído cada
sábado.
Entonces todo el concilio consintió en mandar por medio de
mensajeros una carta a los creyentes de Antioquía, informándoles
oficialmente que para ser salvos no era necesario que fueran
circuncidados.
Qué alivio para Pablo y qué respaldo para la carta que él les había
mandado a los Gálatas.
Entonces pareció bien a los apóstoles y a los ancianos, con
toda la iglesia, elegir a algunos varones y enviarlos a Antioquía
con Pablo y Bernabé: a Judas, que tenía por sobrenombre
Barsabás, y a Silas, hombres principales entre los hermanos, y
escribir por conducto de ellos:
«Los apóstoles, los ancianos y los hermanos, a los hermanos
de entre los gentiles que están en Antioquía, Siria y
Cilicia: Salud.
Por cuanto hemos oído que algunos que han salido de
nosotros, a los cuales no dimos orden, os han inquietado con
palabras, perturbando vuestras almas, mandando circuncidaros
y guardar la Ley, nos ha parecido bien, habiendo llegado a un
acuerdo, elegir varones y enviarlos a vosotros con nuestros
amados Bernabé y Pablo, hombres que han expuesto su vida
por el nombre de nuestro Señor Jesucristo.
Así que enviamos a Judas y a Silas, los cuales también de
palabra os harán saber lo mismo, pues ha parecido bien al
Espíritu Santo y a nosotros no imponeros ninguna carga más
que estas cosas necesarias: que os abstengáis de lo sacrificado
a ídolos, de sangre, de ahogado y de fornicación; si os guardáis
de estas cosas, bien haréis. Pasadlo bien» (Hechos 15:22-29).
¡Qué gran victoria para la verdad del evangelio! Si algunos no
hubieran luchado y sufrido para ganarla hoy no gozaríamos de esta
libertad. Sabemos la importancia que tiene presentar con eficacia
las verdades que Dios nos revela, como lo hizo Pablo. También el
estar abiertos a que otros tengan la razón y mostrar disposición a
defender con entusiasmo algo contrario a lo que originalmente
pensábamos, cuando vemos que eso es lo correcto, como lo hizo
Pedro.
Si Pablo hubiese actuado como vemos a muchos actuar, sería fácil
imaginarlo dividiendo la iglesia, creando su propia denominación
según la ‘sana doctrina’, y dejando a los otros solos en su error. La
idea de dividir el cuerpo de Cristo nunca pasó por su cabeza.
Enfático y activo como siempre, confrontó a cada uno con su error,
pero con el objetivo de corregir y fortalecer a la iglesia de su Señor.
Así pues, los que fueron enviados descendieron a Antioquía y,
reuniendo a la congregación, entregaron la carta. Habiéndola
leído, se regocijaron por la consolación.
Judas y Silas, que también eran profetas, consolaron y
animaron a los hermanos con abundancia de palabras.
Después de pasar algún tiempo allí, fueron despedidos en paz
por los hermanos para volver a aquellos que los habían
enviado. Sin embargo, a Silas le pareció bien quedarse allí.
Pablo y Bernabé continuaron en Antioquía, enseñando la
palabra del Señor y anunciando el evangelio con otros muchos
(Hechos 15:30-35).

Pablo y Bernabé llevaron la carta a la iglesia de Antioquía, y todos


allí se alegraron mucho. Dos profetas y predicadores sobresalientes
de Jerusalén los acompañaron, y se quedaron un tiempo en
Antioquía. De esa manera, Judas Barsabás y Silvano,
informalmente conocido como Silas, ayudaron a seguir edificando y
fortaleciendo la iglesia. Sin duda fueron motivo de gran alegría tanto
para la iglesia como para Pablo y Bernabé. Posteriormente, Silas
decidió no regresar a Jerusalén, y sería más adelante el compañero
de Pablo en su segundo viaje.

¿Cómo se aplica esto a nuestra vida?


Resolviendo conflictos en la iglesia
Tal como le sucedió a Pablo, tarde o temprano deberemos enfrentar
conflictos dentro de la iglesia. Un conflicto es una situación en la que
dos o más personas con intereses contrapuestos entran en
oposición y se manifiestan antagónicas, ya sea verbalmente o
mediante acciones, con el objetivo de neutralizar, dañar o eliminar a
la parte rival, o al menos sus ideas e influencia.
Sin duda esta resulta una situación muy desalentadora. Sin
embargo, sucede con frecuencia. Desde definir el horario en que las
reuniones deberían comenzar hasta asumir una postura con
respecto a algún tema doctrinal, o enfrentar divisiones entre
facciones de la iglesia. En medio de los conflictos todo nos parece
confuso. Es entonces cuando nuestra fe se ve probada. Todo está
en manos de Dios y bajo su dominio. Los tiempos de pruebas nos
enseñan a depender de él.
El conflicto se produce dentro de un contexto de relaciones
personales. Es fácil no tener conflictos cuando vivimos separados y
sin que medien relaciones estrechas, o cuando limitamos nuestra
comunión a aquellos que piensan como nosotros.

Tres dimensiones a considerar para la resolución de un


conflicto
A. Las personas
Debemos resguardar a las personas mediante diferenciar entre
ellas y el tema en discusión. Tener en cuenta sus emociones y
sentimientos, su necesidad de explicarse, de justificarse, de
desahogarse, de obtener respeto y dignidad.
B. El proceso
Queremos seguir un proceso que facilite el análisis y la
resolución del tema en cuestión. Debemos considerar la forma
en que se ha presentado hasta ahora y tener en cuenta la
necesidad de que le parezca justo a todos. Es preciso asegurar
una correcta comunicación y elegir el tipo de lenguaje a utilizar
a fin de que el diálogo resulte constructivo.
C. El problema
Necesitamos una buena compresión de la verdadera naturaleza
del conflicto. Tener en cuenta los intereses y necesidades de
cada parte, prestando atención a las diferencias esenciales y
valores que las separan.
Para solucionar un conflicto, debemos tratar por separado cada una
de estas facetas. Tomar en consideración las necesidades e
intereses de las personas, facilitar la comunicación entre las partes,
y considerar el proceso a seguir para la resolución del problema.
Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno
de la vocación con que fuisteis llamados, con toda humildad y
mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros
en amor, solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo
de la paz; un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también
llamados en una misma esperanza de vuestra vocación; un
Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos, el cual es
sobre todos, y por todos, y en todos (Efesios 4:1-6).

La resolución del conflicto en el primer concilio de la Iglesia


Cristiana
Este concilio fue exitoso en resolver cada una de estas tres
dimensiones:
A. Las personas
Después del Concilio, la unidad de la iglesia no sólo se mantuvo
sino que fue mayor que antes. Aun cuando se discutieron
diferentes posturas, luego de arribar a una conclusión guiados
por el Espíritu Santo, todos mantuvieron la unidad y la iglesia
del Señor continuó creciendo y desarrollándose.
B. El Proceso
El concilio estuvo integrado en forma colegiada por el consejo
apostólico más alto de su tiempo. No fue una reunión parcial
como podría haber sido si sólo se hubiese reunido la iglesia de
Jerusalén o sólo la de Antioquía. Todos los presentes tuvieron
la oportunidad de expresar en libertad sus puntos de vista y sus
argumentos. Los apóstoles dependieron de la guía del Espíritu
Santo: (“…ha parecido bien al Espíritu Santo y a nosotros…”).
C. El Problema
Como vimos al principio de este capítulo, el tema a resolver fue
consensuado y los hermanos se sintieron animados.

Hoy en día
Existen muchos casos en los que una diferencia doctrinal en cuanto
a la interpretación de lo que la Biblia dice, la práctica pastoral, la
manifestación de dones espirituales, y muchos otros temas han
generado separaciones entre amados hermanos. No todo el cuerpo
de Cristo, la completa iglesia del Señor en la tierra, entiende, piensa
y actúa de la misma manera. Pero si se trata de verdaderos
hermanos en la fe, necesitamos seguir amándolos y teniendo
comunión:
Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda
ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los
montes, y no tengo amor, nada soy (1 Corintios 13:2).

Debemos ser fieles a la palabra de Dios. Al mismo tiempo, no


podemos subestimar la clave fundamental en el plan de Dios que es
la unidad de la iglesia, que presentamos en el capítulo IX.
Necesitamos defender y progresivamente crecer en nuestra unidad.
Siguiendo Efesios capitulo 4: la unidad del Espíritu, la unidad de la
fe, y la unidad del cuerpo.

Todos necesitamos ser sanados de las heridas que tenemos en el


corazón provocadas por conflictos internos en la iglesia. También
somos llamados a ser ministros de reconciliación para otros. El
propio Pablo nos aconseja:
Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y
maledicencia, y toda malicia. Antes sed benignos unos con
otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios
también os perdonó a vosotros en Cristo (Efesios 4:31,32).
Si tienes conflicto con alguien, te invito a hacerte las siguientes
preguntas:
¿Cómo describirías el conflicto?
¿Cuáles son sus verdaderas causas?
¿Te sientes herido? ¿Piensas que otros fueron heridos por este
conflicto?
¿Cuáles serían los posibles siguientes pasos?
¿Qué piensas que Dios quiere que tú hagas con respecto a
este tema?
¿Cuándo y cómo lo deberías hacer?

Comparte tus comentarios y reflexiones sobre este capítulo con los


otros lectores y conmigo en: desauloapablo.com
XXI) Conclusión

En la primera parte de esta obra acompañamos a Saulo desde su


formación, pasamos por su etapa de perseguidor de la iglesia, y
llegamos hasta el punto en que Dios lo buscó, redimió y transformó
en instrumento escogido para extender su Reino. Mediante este
proceso de Dios, Saulo entendió su llamado, el propósito de su vida,
y su ministerio como apóstol.
En la segunda parte vimos a Pablo madurar en este llamado. Lo
acompañamos en su primer viaje apostólico y aprendimos de las
estrategias que Dios le reveló para extender las buenas noticias y
levantar líderes. Estuvimos con él cuando escribía su primera
epístola (de entre las que integrarían luego la Biblia) dirigida a las
iglesias que había fundado en Galacia. Lo acompañamos al primer
concilio de la iglesia primitiva, en el que se resolvieron graves
conflictos de divisiones internas sin crear fracturas en la iglesia, y en
el que Pablo recibió un importante respaldo para su ministerio.
De todo esto pudimos extraer lecciones valiosas con respecto a las
etapas que utiliza Dios para formar y levantar a sus colaboradores.
Aquí dejaremos la historia de nuestro amigo, en su iglesia de
Antioquía, con alrededor de 50 años de edad (año 50 d.c.), desde
donde pronto partirá para comenzar su segundo viaje misionero.
Por supuesto, desde nuestra perspectiva ya conocemos lo que
sucederá en los siguientes años. Pablo realizará un segundo y luego
un tercer viaje misionero, continuando y profundizando las
estrategias que Dios le reveló durante el primero. Fundará muchas
de las principales iglesias de su tiempo, trabajando con otros y
levantando líderes y un equipo ministerial sin igual. Escribirá la
mayoría de las epístolas incluidas en el Nuevo Testamento, según la
opinión de muchos, las más bellas y profundas. Sufrirá
persecuciones y pasará mucho tiempo en prisión, pero aún desde
allí dará testimonio de su fe. Realizará un cuarto viaje misionero,
esta vez como prisionero, hacia Roma. Allí por dos años, y pese a
estar en arresto domiciliario, extenderá el evangelio y dará origen a
un avivamiento en la propia capital del Imperio Romano, aún entre
los guardias encargados de custodiarlo.
Hacia el final de sus días y ministerio, cumplió acabadamente el
propósito de su vida. Pablo mismo en su segunda epístola a
Timoteo escribe:
Porque yo ya estoy para ser sacrificado, y el tiempo de mi
partida está cercano. He peleado la buena batalla, he acabado
la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada
la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en
aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su
venida (2 Timoteo 4:6-8).
Ni el libro de Hechos ni las epístolas narran la muerte de Pablo.
Testimonios cristianos antiguos hablan de su martirio durante el
reinado de Nerón. Lo más probable es que fuese liberado de su
prisión en Roma en el año 58 d.c., que viajara a España, que fuera
nuevamente arrestado y que muriera como mártir durante la gran
persecución al final del reinado de Nerón (años 64 a 67).
Probablemente la declaración que hizo Pablo en su discurso de
despedida a los ancianos de Éfeso, es la que mejor sintetiza la
actitud que lo caracterizó durante toda su vida cristiana, digna de ser
imitada por todos:
Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida
para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el
ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del
evangelio de la gracia de Dios (Hechos 20.24).

¿Cómo se aplica este libro a nuestra vida?


Hemos visto que Dios transformó a Saulo de perseguidor de la
iglesia en apóstol. Me alegra que lo haya hecho así. Si un
perseguidor de cristianos puede convertirse en uno de los mayores
apóstoles de la historia de la iglesia, quiere decir que nosotros
tenemos la chance de ser usados por Dios pese a nuestros errores
y falencias.
Cuando nos convertimos en nuevos seguidores de Jesús, o cuando
aconsejamos a alguien, una de las primeras cosas que señalamos
es que Dios tiene un plan para nuestra vida. ¿Cómo saber cuál es
ese plan? ¿Cómo funciona eso?
Aún en el mundo secular se estudia la existencia de los niveles de
necesidad que se dan en nuestra vida. En psicología, sociología y
marketing se suele estudiar la pirámide de Maslow, o teoría de la
jerarquía de las necesidades humanas. Esta presenta una jerarquía
de las necesidades humanas comenzando desde las más básicas
(respirar, beber agua, alimentarse, dormir, tener seguridad y
protección, y otras). Sigue luego mostrando que los seres humanos
también tienen necesidades y deseos más elevados (necesidades
sociales de afiliación y relación con otros, de aceptación social, de
autoestima, y otras). El nivel superior es el de la necesidad de
autorrealización, o de un propósito en la vida. Es la necesidad más
elevada que se aprecia en el ser humano, y se halla en la cima de la
jerarquía.
Fuimos creados con un propósito. Nuestro espíritu, mente y
emociones no hallan paz hasta que lo encontramos. ¿Cuál es tu
propósito? Sin propósito la vida no tiene sentido. Una vida sin
sentido no alcanza su significado ni su plenitud. Fuimos creados
para algo mayor.
En mi trabajo secular he conocido personas exitosas, con excelente
formación y mucho dinero. Pero también, actuando como capellán
en las cárceles, he estado en contacto con los niveles más bajos de
supervivencia, con aquellos que no cuentan con nada, ni siquiera
con su libertad. Para mi sorpresa, todas las personas tienen
fundamentalmente el mismo problema. Todos buscan un propósito y
se sienten vacíos si no lo tienen. La mayor parte de las veces
escogen el propósito equivocado. Saben que es el equivocado
porque cuando finalmente lo alcanzan (si es que lo alcanzan),
siguen sintiendo el mismo vacío.
No podemos exaltar a Dios y exaltarnos nosotros al mismo tiempo.
Así que la primera pregunta que debemos hacernos es: ¿Busco mi
propósito o el propósito de Dios para mi vida? Necesitamos elegir
uno. Fuimos hechos por Dios y para Dios. Cuando no cumplimos el
propósito de Dios para nuestra vida, sentimos que somos una
falsificación, algo que intenta aparentar lo que realmente no es.
¿Has sentido eso alguna vez? Se parece a utilizar una llave en la
cerradura equivocada. Por mucho que se intente forzarla, no
funciona.

Todos apostamos nuestra vida a algo


Todos tenemos una visión del mundo y la realidad, y apostamos
toda nuestra vida a esa visión. Supongamos que te quedan 50 años
de vida por delante. O tal vez 20. ¡En este momento tú estás
apostando el resto de tu vida a algo! Tú sabes qué es lo que te has
propuesto hacer con tu vida de aquí en adelante. Y esa es la
apuesta de tu vida.
Nuestro éxito depende de que seamos capaces de permitir que Dios
use nuestra vida para sus propósitos. Si queremos usar a Dios para
cumplir nuestros propios planes, nos sentiremos vacíos. Si te
sientes vacío, no es que suceda algo malo contigo; solo estás yendo
en la dirección equivocada.
Jehová está en medio de ti, poderoso, él salvará; se gozará
sobre ti con alegría, callará de amor, se regocijará sobre ti con
cánticos (Sofonías 3:17).
Dios sonríe, disfruta, se regocija y canta de alegría cuando tú eres la
persona que él te ha destinado a ser. Dios te creo para que seas tú
mismo. Muchas veces miramos el ministerio o la vida de otras
personas y deseamos que fuese ese nuestro llamado. Tomamos la
dirección equivocada cuando nuestro propósito es ser como otra
persona.
Algunos piensan que Dios sólo se agrada de ellos cuando trabajan
para la iglesia, o realizan alguna actividad religiosa o ‘espiritual’. Se
esfuerzan y trabajan con el fin de ganar la aprobación y el amor del
Señor. Si esa es tu motivación para hacer la obra de Dios, se trata
de una motivación equivocada. Dios ya te ama y te valora por quien
eres. Tú eres su hijo o su hija. No necesitas ganarte su aprobación.
Conoceréis la verdad y la verdad os hará libres. Recibimos libertad
al entender que ya hemos sido redimidos, amados, aceptados y
valorados como hijos de Dios.
Obtienes la victoria cuando haces aquello para lo que Dios te ha
creado. No tiene nada que ver con las expectativas de los demás; ni
siquiera con las tuyas. Depende de cuál es el plan perfecto de Dios
para tu vida. Vivamos nuestra vida con este fin en mente.
Tuve oportunidad de visitar al querido pastor Keith Bentson pocos
días antes de que falleciera. Un pastor, discípulo suyo, que había
vivido en su casa por un tiempo, me pidió que lo llevara en mi
automóvil. Si bien su esposa e hija no me conocían, me recibieron
como si fuera parte de la familia. Keith se daba cuenta de que el
final estaba cerca. Me impactó su paz. Él sabía cómo había vivido y
tenía su confianza depositada en el Señor, que ya le había dado
vida eterna. Su vida había sido plena, digna de ser vivida.
Dios no ha dejado tu vida a la deriva. Todo lo que te pasa y te ha
pasado está ahí con un propósito. Aún los desafíos, limitaciones,
problemas. Todo tiene un propósito. Erramos cuando no entregamos
todo, lo bueno y lo malo, a Dios. Perdemos parte de lo que Dios
tiene para nosotros cuando no se lo ofrendamos ni lo dejamos a los
pies de la cruz. Sea algo bueno o algo malo, si no se lo damos a
Dios, termina en nuestra ‘mochila’ (o bagaje), que nos pesa y nos
limita.
El propósito de nuestras habilidades, dones e influencia no es
construir nuestro ego. Son recursos dados para que cumplamos
nuestro propósito.
Ponga cada uno al servicio de los demás el don que haya
recibido, y sea un buen administrador de la gracia de Dios en
sus diferentes manifestaciones (1 Pedro 4:10).
¿Qué es un administrador? Aquel que administra los recursos de
otro. Su objetivo es cumplir el propósito para el que ha sido
nombrado. No puede desviar los recursos que le fueron dados para
alcanzar otros objetivos. Ni esconderlos o dejarlos fuera de uso.

¿Qué hay en tu mano?


Y Jehová dijo: ¿Qué es eso que tienes en tu mano? Y él
respondió: Una vara. Él le dijo: Échala en tierra. Y él la echó en
tierra, y se transformó en una víbora; y Moisés huía de ella
(Éxodo 4:2-3).

Cuando Dios hace una pregunta, la hace para nuestro beneficio, no


porque necesite información. Nos está invitando a pensar en la
respuesta. ¿Qué hay en tu mano? Creatividad, tiempo, formación,
contactos, inteligencia, influencia, profesión, trabajo, capacidad para
escribir, para cantar, para componer música, para interactuar con
otros, en tu página de Facebook, por ejemplo. Y más.
Moisés obedeció y arrojó su vara en tierra, delante de Dios. En ese
tiempo, la vara de un pastor representaba su identidad, su profesión,
su posición e influencia. Pensemos en un músico que ponga a los
pies de Dios su instrumento musical; en un empresario que coloque
delante de él las llaves de su negocio; en un taxista que le presente
las llaves de su vehículo. Cuando ponemos a los pies de Dios lo que
tenemos, eso cobra vida y poder. Tanto que hasta Moisés por un
momento se asustó. Mientras está en nuestra mano, es solo lo que
vemos en lo natural. Pero cuando lo ponemos a los pies de Dios, él
le da vida, lo inviste de poder sobrenatural para cumplir su
propósito.
Hemos sido llamados a ser líderes. Pero aún el liderazgo es algo
que debemos poner a los pies de Dios. No somos los ‘dueños’ de la
posición de liderazgo. Solamente la ocupamos por un tiempo, como
administradores.
¿Qué vas a hacer con lo que te fue dado para administrar?
Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para
buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que
anduviésemos en ellas (Efesios 2:10).
Dios preparó de antemano las buenas obras que él nos ha
destinado a realizar. Eso me alegra. Yo sería incapaz de planear y
ejecutar de manera perfecta una buena obra. No sabría por dónde
empezar. Pero Dios ya preparó un camino perfecto para nosotros.
¿Has sentido alguna vez que estabas viviendo un día bien alineado
con el plan de Dios para ti? Cuando andamos bajo la guía del
Espíritu Santo, de repente todo cobra sentido, y cada paso nos lleva
al siguiente. Aun enfrentando dificultades, sabemos cómo
superarlas. Con naturalidad hacemos aquello que nos sería
imposible en nuestra propia capacidad. Andar en el Espíritu es
divertido, nos entusiasma y alienta.

¿Cómo reconocer nuestro llamado?


Dios tiene un propósito específico y único para ti. Tu vida hasta
ahora no ha sido un accidente. Está alineada con lo que él tiene
planeado para ti. El primer paso es preguntarle y esperar su
respuesta. Pedir consejo a otros. Meditar en lo que tienes en la
mano. También hay algunas preguntas que puedes hacerte: ¿Qué
dones espirituales he recibido? ¿Qué es lo que me apasiona hacer?
¿Cuáles son mis habilidades y talentos naturales? ¿Qué resultaría
más apropiado para mi personalidad? ¿Qué experiencias
espirituales he tenido que me hayan marcado? Estas preguntas
pueden referirse tanto a tiempos de dolor, de victoria o de
aprendizaje y formación. Y pueden ser sobre aquello que has tenido
oportunidad de hacer y te apasionó.
“Tu ministerio será más eficaz y pleno cuando utilices tus dones
y habilidades en el área que te apasiona, y de la manera en que
mejor exprese tu personalidad y experiencia.” Rick Warren
La obediencia a Dios y a su Palabra te enseñará más que toda una
vida de discusiones teológicas. Esta vida es una asignación
temporaria. No estarás en la tierra para siempre. Aprovecha bien tu
tiempo. Lo que tú decidas, hagas, des, o digas aquí… ¡importa!

Dice Mateo 6:33: Mas buscad primeramente el reino de Dios (el


reinar de Dios) y su justicia, y todas estas cosas (cubrir
nuestras necesidades y una vida plena y con significado) os
serán añadidas (dadas por Dios como obsequio).
Notas
Nota 1: Cronología de la vida de Pablo

0 a 13 años: Tarso: su nacimiento y educación (Hechos


9:11-30; 11:25; 16:37; 21:39; 22:3 22:25-29)
13 a 18 años: Jerusalén: se convierte en discípulo de
Gamaliel (Hechos 22:3)
18 a 33 años: Probablemente Tarso y alrededores: se
desarrolla como rabí, trabaja como constructor de tiendas
(Hechos 18:3)
33 a 34 años: Jerusalén: llega a ser un alto funcionario del
Sanedrín; persigue a los discípulos (Hechos (8:3; 9:1-2)
34 años: Camino a Damasco: encuentro con Jesús y
conversión (Hechos 9,1-19)
34 a 37 años: Damasco y Arabia: revelación de Dios; a
causa de la persecución de los judíos (Gálatas 1,17,
Hechos 9:20-25)
37 años: Jerusalén: visita de 15 días a los principales
apóstoles, Pedro, Juan y Santiago; a causa de la
persecución de los judíos (Gálatas 1:18-20, Hechos 9:26-
29)
37 a 46 años: Tarso y regiones cercanas: tiempo de espera
y maduración (Gálatas 1:21-22)
46-47 años: Ministerio en la iglesia de Antioquía de Siria
(Hechos 11:19-26)
47-48 años: Realiza el primer viaje misionero; es enviado
por la comunidad de Antioquía a evangelizar; viaja por
Chipre y Galacia (Turquía central) (Hechos 13:1 – 14:28)
49 años: Concilio de Jerusalén (Gálatas 2:1-10, Hechos
15:1-12)
50 a 52 años: Realiza el segundo viaje misionero; por tierra
cubre Cilicia, Galacia y Troas (regiones de Turquía hoy);
cruza por mar a Grecia; funda comunidades en Filipos
Tesalónica y Atenas; pasa 18 meses en Corinto; viaja
desde el puerto de Cencreas por mar a Éfeso y de allí a
Cesarea; regresa a Antioquia, pasando por Jerusalén
(Hechos 15:36 – 18:23).
53 a 55 años: Realiza el tercer viaje misionero desde
Antioquía por Galacia, Éfeso (con una estadía de tres años,
incluyendo un tiempo en prisión) y Troas; viaja por mar a
Neapolis y desde allí por tierra a Filipos, Tesalónica y
Corinto, y regresa a Neápolis; de allí a Troas por mar; luego
viaja en barco por Mileto, Rodas, Patara, y finalmente Tiro;
y va por tierra a Jerusalén (Hechos. 18:24 – 21:16)
55 años: Es apresado en Jerusalén y procesado en
Cesarea (Hechos 21:17 – 26:32)
56 años : Realiza el cuarto viaje misionero de Cesarea a
Roma, como prisionero (Hechos 27:1 – 28:16)
57-58 años: Sufre dos años de arresto domiciliario en
Roma (Hechos 28:17-31)
Ni el libro de Hechos ni las epístolas narran la muerte de
Pablo. Testimonios cristianos antiguos hablan de su
martirio durante el reinado de Nerón. Lo más probable es
que haya sido liberado de su prisión en Roma en el año 58
d.c., que haya viajado a España, que fuera nuevamente
arrestado y que muriera finalmente como mártir durante la
gran persecución a finales del reinado de Nerón (años 64 a
67 d.c.)
Nota 2: ¿Cómo estimamos la fecha de nacimiento
de Pablo?

La presente nota se basa en comentarios de R. Pirichelli en su obra


Paul, the apostle.
En Hechos 7:58, al relatar el martirio de Esteban, se describe a
Saulo como un ‘hombre joven’ (en griego ‘neanias’,) término
utilizado para hombres de entre 20 y 40 años. Esto sucede poco
después de la crucifixión de Jesús, aproximadamente en el año 35
d.c.
No mucho después encontramos a Saulo en un rol de liderazgo
persiguiendo a los cristianos, y capaz de ‘emitir su voto’ entre los del
Sanedrín, sea como miembro, o al menos como invitado a votar.
Considerando las normas de la época, su edad al ocupar semejante
posición no podría ser menor a los 35 años.
Cuando escribe su Epístola a los Filipenses, aproximadamente en el
año 60 d.c., Pablo se describe él mismo (v. 9) como ‘ya anciano’ (en
griego ‘presbytes’), una palabra que en general se utilizaba para
describir a personas de 60 años o mayores.
La tradición (Crisóstomo) suele fechar el martirio de Pablo a los 68
años de edad, en el año 66 d.c., lo que ubicaría su nacimiento en el
año 2 a.c.
La mejor estimación es que Pablo nació aproximadamente al ocurrir
el cambio de medición de los años, al comienzo de la era Cristiana
(año 1), algunos años antes de Cristo (a.c.) o después de Cristo
(d.c.). Esto probablemente haya coincidido con el nacimiento de
Cristo, estimado actualmente entre los años 1 y 3 d.c., o tal unos
pocos años antes.
Nota 3: Los emperadores romanos durante la vida
de Pablo

Pablo vivió bajo cinco emperadores, a los que se hacía referencia


muchas veces en forma indiscriminada como ‘el César’. Son los
siguientes:
Octavio (31 a.c. a 14 d.c.): Gobernó después de derrotar a Marco
Antonio en Actium, lo que llevó al suicidio a Marco Antonio y a
Cleopatra. Si bien formalmente se lo definía como ‘primer
ciudadano’, en la práctica era el soberano de Roma. En opinión de
muchos, esta fue la ‘época de oro’ de Roma.
Tiberio (14-37 d.c.): Era hijastro de Cesar Augusto. Resolvió la
mayoría de los conflictos por la vía diplomática, cuando le fue
posible. Dejo una gran fortuna en el tesoro del imperio.
Calígula (37-41 d.c.): Fue hijo de Germánico, quien a su vez era
hijo adoptivo del emperador Tiberio. Se mostró como un emperador
débil y mentalmente inestable. Tomó muy en serio su rol de dios
romano. Derrochó los fondos del tesoro y subió los impuestos.
Claudius (41-54 d.c.): Hermano de Germánico y sobrino de Tiberio,
trató de enmendar los errores de Calígula y volver a los principios de
Augusto Cesar. Murió envenenado por su cuarta esposa (que era su
sobrina), la madre de Nerón.
Nerón (54-68 d.c.): Hijo de Claudius, comenzó a gobernar a los 17
años. Culpó a los cristianos por el famoso incendio de Roma del 64
d.c., y como resultado, comenzó una persecución que
probablemente haya incluido tanto la ejecución de Pablo como la de
Pedro. Se suicidó en el año 68 d.c., lo que fue festejado en las
calles de Roma.
Nota 4: Contexto histórico de la vida de Pablo

Dios colocó a Saulo en el momento histórico ideal para que pudiera


transmitir a todas las naciones la bendición de la promesa hecha a
Abraham y cumplida en Cristo. Hubo tres factores concurrentes que
ayudaron a que los viajes misioneros de Pablo resultaran
particularmente provechosos: 1) la paz romana, 2) el idioma griego y
3) las sinagogas judías.

La paz romana
Sabemos que Pablo se trasladó de Tarso a Antioquia luego de
permanecer allí 10 años, aproximadamente en la época de la gran
hambruna, que ocurrió en los días del emperador Claudio (ver
Hechos 11:28; este versículo nos ayuda también a fijar el tiempo
histórico del relato).
Casi todo el mundo conocido de aquel entonces había sido unificado
bajo el poderoso Imperio Romano. La capital de ese imperio, donde
vivía el emperador, era Roma, y distaba unos 2.500 km. de
Jerusalén.
Los romanos habían dividido su imperio en provincias. Cada
provincia tenía su propio gobernador. Poncio Pilato, el que entregó a
Jesús para ser crucificado, era gobernador de la provincia romana
de Palestina. Tarso se ubicaba en la provincia romana de Cilicia. Y
la provincia a la que Pablo se dirigió en su primer viaje misionero fue
Galacia. Todas formaban parte del mismo Imperio.
Por ser tan grande el Imperio Romano, y para conservar el orden, el
emperador mantenía tropas fuertemente armadas en cada provincia.
Así, durante sus viajes apostólicos, Pablo gozaba de relativa paz y
seguridad al trasladarse por caminos pavimentados y por mar,
gracias a que el Imperio Romano vigilaba sobre los ladrones y
piratas, que hubiesen hecho muy riesgosas estas travesías en otras
épocas.
Roma era la potencia indiscutida del mundo, y el hecho de ser Saulo
un ciudadano romano le resultó un elemento esencial de
supervivencia en más de una oportunidad (por ejemplo, ver Hechos
22:25-29). Un ciudadano romano no podía ser condenado ni
castigado sin un juicio justo (Hechos 16:35-39), y tenía derecho a
apelar su caso ante el César (Hechos 25:10-12).

El idioma griego
Las naciones del mundo conocido no estaban unidas sólo por
carreteras y barcos sino porque casi todas hablaban un idioma
común, el griego, además de su propia lengua.
Alejandro el Grande había conquistado prácticamente todo el mundo
conocido para el año 326 a.c. Los griegos consideraban que su
idioma y cultura era superior a todas las otras, y creían que tenían la
misión de ‘civilizar’ al mundo. Aun después de la división del imperio
griego, luego de la muerte de Alejandro, este proceso de
helenización continuó.
Cuando los romanos comenzaron a conquistar el mundo conocido,
no resultaba para ellos una prioridad desafiar la cultura griega. Solo
buscaban tener un dominio militar y recaudar impuestos. De hecho,
su cultura estaba fuertemente influenciada por la griega. Si bien
establecieron el latín como idioma oficial del Imperio (en especial en
temas de gobierno y legales), este nunca llegó a desplazar al griego
como lengua universal.
En sus viajes misioneros, Pablo pasó por muchas naciones. Hubiera
sido imposible aprender tantas lenguas. Sin embargo, en el plan de
Dios, Pablo pudo comunicarse con ellos libremente en idioma
griego. En Hechos 21:37 encontramos a Pablo hablando griego, y al
tribuno sorprendido de que pudiese hacerlo, ya que los judíos de
Jerusalén eran mucho menos cosmopolitas, y por ende menos
propensos a hablarlo.

Las sinagogas judías


Dios había dado a los judíos la Ley a través de Moisés y los había
conducido a la tierra prometida luego de sacarlos de Egipto. Pero
vez tras vez el pueblo se había desviado para seguir la idolatría.
Luego de muchas advertencias por parte de Dios, y de continuas
rebeldías por parte del pueblo, los asirios conquistaron el Reino del
Norte (Israel). Años después, en el 604 a.c., los babilonios
conquistaron el Reino del Sur (Judá). En ambos casos el pueblo fue
tomado cautivo y trasladado fuera de la tierra prometida.
Cuando los judíos (del Reino de Judá) volvieron de la cautividad con
Zorobabel (537 a.c.) y Esdras (458 a.c.), la cultura había cambiado.
La idolatría nunca más volvió a ser un problema serio dentro del
pueblo judío. La nación se había convertido en un pueblo basado en
la Ley de Dios. Se habían levantado maestros para enseñarla
(rabíes) que desplazaron a los sacerdotes en la función de instruir al
pueblo. Un oficio nuevo se estableció, el de los escribas, que fueron
los responsables de copiar la Ley, y en consecuencia se volvieron
muy conocedores de ella. El tercer gran impacto lo produjo la
creación de las sinagogas, como lugares dedicados al estudio y
enseñanza de la Ley de Dios. Estas no existían antes del exilio en
Babilonia, pero ya en el tiempo del Nuevo Testamento, se habían
convertido en el centro de la vida religiosa judía. Toda persona
calificada, tanto rabíes como laicos, podían enseñar en ellas. Por
último, el oficio de los sacerdotes fue redirigido de la enseñanza
hacia una actividad de relación política con las autoridades no judías
y hacia los rituales de la Ley, en especial los asociados con el
templo.
Como consecuencia de la dispersión, luego de ser llevados
cautivos, solo una porción del pueblo judío regresó a la tierra
prometida, pero todos adoptaron el sistema de las sinagogas en las
ciudades en las que se encontraban. En la mayoría de las grandes
ciudades del Imperio Romano había una sinagoga en la que se
reunían los judíos para estudiar y enseñar las Escrituras (el Antiguo
Testamento).
Sin bien Pablo había sido enviado a los gentiles, siempre iba
primero a la sinagoga de la ciudad para predicarles a los judíos allí
congregados. Los que allí se congregaban amaban y conocían el
Antiguo Testamento. Muchos judíos eran personas temerosas de
Dios que esperaban con ferviente anhelo la llegada del Mesías
(Cristo), y usaban correctamente la Ley de Moisés. Ellos creían en
el único y verdadero Dios y no en los ídolos de los romanos y otros
paganos. Y por ende, cuando se convertían comenzaban sobre una
buena base de conocimiento de la palabra de Dios, y la podían
enseñar.
Nota 5. ¿Cuándo se escribió la Epístola a los
Gálatas?

Académicamente es probable que éste sea el tema más


controversial de la cronología de la vida de Pablo. Han existido
distintas posturas sobre cuál fue el momento en que se escribió la
Epístola a los Gálatas. Ya que la propia epístola no lo indica,
debemos basar los supuestos en la información que conocemos
sobre el ministerio de Pablo.
Este análisis depende principalmente de a quién estaba dirigida la
epístola. El nombre Galacia podría corresponder tanto al uso oficial
dado a la provincia romana del mismo nombre o, en un sentido
general, a la composición étnica del pueblo gálata, abarcando en
este segundo caso también a la región al norte de esa provincia.
Se menciona que Pablo visitó Galacia en sus tres viajes. En el
primero, como vimos, estableció las iglesias de Antioquía de Pisidia,
Iconio, Listra y Derbe, todas ciudades ubicadas en el sur de la
provincia. En el segundo y tercer viaje, según se menciona en
Hechos 16:6 y 18:23, Pablo pasó por Frigia y Galacia. Algunos
interpretan que aquí se hace referencia a la región étnica de
Galacia, no a la provincia.
La teoría de la que se llama ‘Galacia del Norte’ señala que la carta a
los Gálatas fue enviada a las iglesias que se encontraban fuera de
la provincia, en la región étnica de Galacia (al norte de la provincia).
Según esta teoría, la mención del paso de Pablo por la región en
Hechos 16:6 y 18:23 significa que podría haber fundado iglesias al
norte de la región, no mencionadas por Lucas en Hechos, lo cual
sería posible ya que Hechos no presenta un registro detallado de
todos los sucesos. Esta teoría se volvió popular en el siglo XIX, y la
mantienen actualmente algunos importantes estudiosos sobre el
tema.
Por el contrario, la teoría de la ‘Galacia del Sur’ señala que la carta
fue enviada a las iglesias fundadas en el primer viaje misionero
(según lo relatado por Lucas) en la parte sur de la provincia. Los
argumentos de esta postura son:

1. Pablo (a diferencia de otros autores bíblicos) normalmente


utilizaba el nombre de las provincias romanas (no de
regiones étnicas) en sus cartas. La provincia romana de
Galacia existía desde el año 25 d.c. (muchos años antes).
2. Los problemas planteados son consecuencia de un
contexto judío como el descrito por Lucas cuando se
fundaron las iglesias en el sur de la provincia.
3. Si bien el relato de Lucas no incluye todo lo realizado por la
iglesia primitiva, resulta difícil pensar que la epístola esté
dirigida a congregaciones que en el libro de Hechos, escrito
posteriormente, ni siquiera se mencione que hayan sido
fundadas.
4. Las referencias a Bernabé en la epístola (Gálatas 2:1, 9,
13) no tendrían sentido si los lectores no lo conociesen.
Sabemos que Bernabé solo participó del primer viaje
misionero y no de los siguientes, cuando Pablo podría
haber fundado iglesias en el norte.
5. Estudiosos sobre el tema (Ramsay y otros), basados en las
expresiones del original en griego utilizadas en Hechos
16:6 y 18:23, señalan que la referencia es a la provincia y
no a la región étnica.
6. Según su propio testimonio, Pablo se enfocó en fundar
iglesias donde la palabra de Dios no hubiera sido todavía
predicada (Romanos 15:20). Sabemos que Pedro
desarrolló parte de su ministerio en la región que
correspondería con la definición étnica de Galacia del Norte
(1 Pedro 1:1).
7. Como detallamos más adelante, existen indicios en la
redacción de Gálatas de que el Concilio de Jerusalén
hubiera ya sucedido, en tanto sabemos que este fue
anterior al segundo viaje misionero.

Muchas fuentes reconocidas, incluyendo a W. M. Ramsay, F. F.


Bruce, R. Picirilli, Charles Swindoll, el instituto teológico FIET y la
mayor parte de la bibliografía consultada, coinciden en la teoría de
la ‘Galacia del Sur’ que hemos asumido a los fines de la presente
obra.
La teoría que se utilice definirá la fecha en que se date la epístola.
Los que mantienen la teoría del Norte, deben ubicar la epístola en
un tiempo posterior al segundo o tercer viaje misionero, ya sea entre
las intermedias o incluso entre las últimas epístolas escritas por
Pablo. Los que mantienen la de Galacia del Sur, la ubican como la
primera epístola escrita de entre las que figuran en la Biblia.
En este segundo caso, el supuesto más habitual es que debe haber
sido escrita entre el primer y el segundo viaje misionero, justo antes
del Concilio de Jerusalén. Esto ubicaría la epístola en el año 46 o 47
d.c. Esta visión identifica la visita a Jerusalén mencionada en
Gálatas 2:1-10 más probablemente con la visita de ayuda a los
necesitados de Hechos 11:27-30. Casos sólidos para esta posición
(y por ende reafirmando la teoría de Galacia del Sur) son:

1. Que la epístola a los Gálatas no menciona el decreto


apostólico del Concilio de Jerusalén, que hubiese
confirmado por parte de los más reconocidos apóstoles de
la iglesia la posición de Pablo, opuesta a los judaizantes.
Esta referencia hubiera dado por definido el tema principal
de conflicto de la epístola. Por lo tanto, lo más probable es
que se haya escrito antes.
2. El error de Pedro (Gálatas 2:11-14) tendría sentido antes
del Concilio de Jerusalén, y no sería razonable después.
Cuesta imaginar a Pedro respaldando con énfasis la
postura de Pablo en el concilio y posteriormente
comportándose como lo describe la epístola.
Cabe mencionar, que aun si se datara la epístola en una fecha
distinta, no cambiaría nuestro entendimiento acerca del proceso
utilizado por Dios para transformar la vida de Pablo, ni la
interpretación de las verdades reveladas en la propia epístola.
Nota 6: Enfoque metodológico de esta obra

Podemos definir dos actitudes básicas con respecto a la forma en


que los académicos o teólogos estudian la Biblia (y todas las
posiciones intermedias imaginables). A la primera, la
denominaríamos ‘agnóstica’. Esta es la actitud de aquel que piensa
que tal vez Dios exista, y tal vez la Biblia contenga alguna
inspiración divina, o tal vez no. Se acercan al texto bíblico con una
actitud similar a la de un paleontólogo que se acerca a un hueso de
dinosaurio. Estudian con detalle sus características y formulan
diversas hipótesis. Discuten posibles interpretaciones de su estudio
y elaboran interesantes y complejas teorías y alternativas. Sin
embargo, nada de todo eso tendrá necesariamente una significativa
influencia en la propia vida del académico ni en la de sus lectores.
Se trata básicamente de un mero ejercicio intelectual.
La otra postura es la del que quiere ser un discípulo de Cristo, la del
cristiano. Él conoce la existencia de Dios, tiene o está buscando
tener una relación personal con el Creador del universo. Se acerca
al texto bíblico en busca de respuestas para su vida. Este es nuestro
enfoque.
La diferencia entre ambas actitudes me recuerda un comentario que
leí hace tiempo acerca de un instructor en una academia militar. Sus
clases de estrategia y táctica de guerra a los futuros oficiales
resultaban un interesante ejercicio conceptual. La atención que le
dispensaban sus estudiantes dependía de su capacidad dialéctica
para presentar estas ideas de una manera atractiva y original. Pero
sucedió que esa nación entró en guerra. El instituto militar se dedicó
entonces con urgencia a terminar de formar a los oficiales que
todavía estaban cursando para poder mandarlos cuanto antes al
frente de batalla. La actitud de esos estudiantes fue entonces
radicalmente diferente. Eran conscientes de que su propia vida
podría depender de lo que lograran aprender en esas clases, como
así también la vida de las personas que estuviesen bajo su cuidado.
¡Qué gran diferencia de enfoque!
Los académicos ‘agnósticos’ estudian la Biblia como podrían
estudiar cualquier otro libro escrito y editado por muchos hombres a
través del tiempo, y por ende sujeto a errores. Cuando la Biblia
afirma algo, no asumen que sea cierto ni inspirado por Dios. Basan
su interpretación solamente en el contexto histórico, cultural y
literario en el que fue escrito. Y consideran que su ‘verdad’ es solo
verdad para el autor y está limitada al tiempo y lugar en el que fue
escrita. Piensan que cualquier autoridad que la Biblia pueda tener
no se debe a que provenga de Dios sino a que se trata de un
documento histórico. Limitan entonces su impacto a la influencia que
haya tenido en la historia y cultura de las naciones. Aplican a su
estudio el mismo enfoque que aplicarían al estudio de cualquier otra
obra literaria, como por ejemplo La Ilíada o La Odisea, sin asumir
que estas fueron inspiradas por Zeus o Apolo.
Sin pretender agotar el tema, que ha sido tratado extensamente por
numerosos autores, menciono solamente tres de las características
que la Biblia define sobre sí misma:

1. Es inspirada por Dios


2. Es eterna, no cambia
3. Es eficaz para impactar la vida del lector

En 2ª Timoteo 3:16,17 Pablo nos enseña:


Toda Escritura es inspirada divinamente y útil para enseñar,
para redargüir, para corregir, para instituir en justicia, para
que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente instruido
para toda buena obra.

También podría gustarte