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Instagram: Team_Fairies
Phoenix
Pho
Zachary
Zac
Phoenix
Pho
♦♦♦
El fuerte timbre resonando en la celda me despierta
poniéndome la piel de gallina. Al instante, un dolor de cabeza me
invade, recordando mi falta de sueño anterior, y hago una pequeña
mueca de angustia.
Oigo fuertes gritos en el pasillo junto con golpes.
—Todos, levántense. Desayuno en cinco minutos. —La
cerradura se gira y las puertas se abren mientras las mujeres de la
celda se levantan.
Haley tuerce el cuello de lado a lado, haciendo que los crujidos
resuenen en el espacio.
—Esa maldita guardia nueva es tan ruidosa que me sorprende
que aún tenga voz.
La mujer rubia se ríe ante esto, y noto su mirada ja en mí,
levantando la barbilla en mi dirección.
—Me llamo Sara. —Señala a la señora mayor que sigue
roncando—. Esa es Kathy. No soy tan amable como ella. —Casi
suelto una carcajada histérica ante esto, porque, ¿no fue la supuesta
mujer amable la que me puso un cuchillo en la cara anoche? —. Así
que, si nos traes alguna mierda, te cortaré el cuello. —Hace el
movimiento de corte en su cuello—. Y puf, te habrás ido.
—Tendrías que llegar a mi arteria para eso —digo, balanceando
mis pies en el suelo y notando lo hinchadas que están mis piernas.
Anoche no tomé su cientes líquidos y ahora estoy pagando el precio
por ello. Moviendo los dedos de los pies de un lado a otro, tardo un
segundo en darme cuenta que ambas me están mirando jamente,
así que me explico—. Si quieres que alguien muera rápidamente,
tienes que ir por la arteria. El sangrado será tan severo que les será
imposible sobrevivir. Al menos, no he conocido a nadie que haya
vivido hasta ahora en mi vida.
Y probablemente no lo haga, porque mi carrera de medicina ha
terminado. No hay luz al nal del túnel para mí sobre esto. Cuando
este encarcelamiento termine, nadie me dará un trabajo.
Un sueño por el que me he dejado la piel ha desaparecido en un
abrir y cerrar de ojos.
Sara se frota la barbilla y pregunta:
—¿También mataste a alguien en el pasado y te atraparon
recientemente por otro crimen?
—Soy médico. —Me corrijo interiormente y gimo ante mi
estupidez por haberlo expresado así. Lo último que necesito es
añadir otra muerte a mi reputación.
Pero, de nuevo, tal vez en un lugar como este, esa reputación
podría ser lo que me salve. O darme el estatus de inmunidad ante
algunos de los reclusos. Quién quiere amenazar a un asesino,
¿verdad?
Sin embargo, pre ero mantener el hecho que me especialicé en
psiquiatría para mí. En circunstancias normales, la gente podría
sentirse incómoda en mi compañía, pensando que estudio todos sus
movimientos.
Además, aún sé cómo curar a alguien, porque recibí la misma
formación médica que todos los demás en mis primeros ocho años
de estudio, así que, ¿qué tan difícil será ngir?
Ambas parpadean y luego se encogen de hombros, golpeando
la puerta y haciendo un gesto con la cabeza hacia ella. Haley dice:
—Vamos a comer. Kathy… —Se dirige a la mujer, sacudiendo
un poco su hombro hasta que nalmente sus ojos se abren—. El
desayuno está listo.
Kathy se hace a un lado y aparta la mano, indicando
silenciosamente que no está interesada, creo.
Las mujeres comparten una mirada y luego arrastran los pies
hacia la puerta, y rápidamente las sigo, colocando mi mano en mi
estómago cuando su fuerte estruendo llena la celda.
No he comido nada desde la noche anterior, y en mi estado, no
es recomendable, pero entonces las salas del tribunal no
proporcionaban mucha comida, y me las arreglé para comprarme un
sándwich antes que el juez congelara todas mis cuentas, recogiendo
dinero de ellas para pagar mi multa.
Combinado con el hecho que Sebastian me dejó sin un céntimo,
una vez que salga de la cárcel, no tendré reputación, ni pasado, ni
nada.
Incluso el futuro como mujer libre me parece deprimente, ¿y
qué tan trágico es eso?
Al salir al pasillo, veo a otras reclusas saliendo de sus celdas,
todas con el asqueroso uniforme naranja, pero extrañamente todas
están súper tranquilas. Algunas de ellas incluso se sonríen entre sí y
se ríen, mientras que otras balancean los brazos hacia delante y hacia
atrás como si se estiraran al caminar.
Me encojo por dentro ante el ambiente lúgubre. Las paredes
grises y negras se ciernen sobre mí como una fatalidad lista para
golpearme en cualquier momento, mientras que los diferentes olores
que otan en el aire me recuerdan a la casa de acogida donde la
comida siempre estaba podrida, pero a nadie le importaba una
mierda.
Sabían que tendríamos que comerla de todos modos si
queríamos vivir, y nunca se podía discutir con un poder así.
El ruido de los platos, tenedores y cucharas de plástico
resuenan en el aire, acompañado del fuerte zumbido de las voces,
cuando entramos en la zona de la cocina.
Todos se alinean junto al bu et donde dos mujeres con
delantales y sombreros blancos colocan la comida en las bandejas de
todos con expresiones completamente aburridas en sus rostros.
Sara y Haley agarran una, y yo sigo su ejemplo, haciendo todo
lo posible por no hacer una mueca cuando veo a una de las cocineras
limpiarse el sudor de la frente antes de revisar el pollo y las
albóndigas con los dedos sin guantes. La otra se limpia la nariz con
un delantal antes de hacer puré de patatas una vez más.
Está claro que la sanidad ha abandonado el edi cio aquí, y
debo aprender a lidiar con todo ello, olvidando mis anteriores
hábitos de lujo.
Aun así, no tocaré el pollo.
Dándome la vuelta para evitar inspeccionar más a las cocineras
y su manipulación de la comida, mi mirada choca con una de las
mujeres que están sentadas junto a una mesa en la esquina a la
derecha.
Tiene el cabello y los ojos negros con una piel pálida en la que
destacan varias cicatrices junto con tatuajes. Es tan dolorosamente
delgada que el uniforme le queda extra holgado, pero mete su
tenedor en la comida mientras me escanea de pies a cabeza como si
evaluara al enemigo.
O a su próxima víctima, según se mire.
Varias mujeres de su mesa, un poco más musculosas que ella,
siguen su mirada y la centran también en mí mientras muerden con
dureza su comida antes de susurrarle algo a la mujer de cabello
oscuro.
Ella desestima lo que le dicen con un gesto de la mano y aparta
su mirada de mí, pero no antes que una emoción ilegible cruce su
rostro.
¿Tiene algún problema con todas las recién llegadas o solo
conmigo?
Pero, de todos modos, ¿quién conoce las reglas de este lugar?
He oído historias horribles de lo que pueden hacer a alguien en la
cárcel. Sin embargo, pre ero dar a todos, el bene cio de la duda, y
tal vez la vida aquí no sea la constante necesidad de sobrevivir entre
las bestias salvajes que no pueden esperar a saborear tu carne.
—Será mejor que no desafíes a Lori —dice Sara directamente en
mi oído, y me estremezco, agitando la bandeja un poco mientras
cambio mi atención a ella—. Ella es una hija de puta mala. Sin
mencionar que tiene autoridad incluso entre los guardias. —Se
inclina más cerca, susurrando las últimas palabras—. Ella podría
matarte y hacer que parezca un accidente.
Haley le da una palmada en la espalda a Sara, haciendo que se
gire hacia ella, y aprieta los dientes:
—Deja de chismorrear, chica, antes que nos metas en
problemas. —Luego me mira, con una advertencia brillando en sus
ojos—. Y deja de mirar a la gente. A nadie le gusta eso. Ocúpate de
tus asuntos si quieres mantener tu bonita cara intacta. —Con esto,
pone su bandeja en la mesa mientras llegamos al bu et y acepta todo
lo que la mujer le da. Incluso se frota las manos vertiginosamente
cuando ve las patatas, que deben ser sus favoritas. Sara tampoco
rechaza ninguna comida.
Les dan de comer todos los días, ¿no? A juzgar por las ganas
que tienen, empiezo a preguntarme si han pasado hambre o algo así.
Esto no saldrá bien en mi condición actual.
Una vez que llega mi turno, la señora sumerge el cucharón en la
sopa y la vierte apresuradamente en el plato, derramando un poco
en la esquina, y prácticamente la golpea sobre mi bandeja con tanta
fuerza que apenas la sostengo.
—Gracias —digo.
Pero ella solo resopla y grita:
—Siguiente.
Me dirijo a la sección de pan y agarro una rebanada antes que la
segunda señora coloque el pollo y las patatas en otro plato y me lo
entregue. Luego llega la selección de bebidas, si es que elegir entre
agua y zumo de naranja puede llamarse así, tomando mi agua, sigo a
las chicas solo para detenerme bruscamente cuando Sara mira por
encima de su hombro.
Me mira jamente y sisea:
—¿Qué demonios crees que estás haciendo?
Me aclaro la garganta y señalo con la barbilla la mesa a la que
iban, ya que es la única vacía en todo el comedor.
—Seguirte a la mesa para desayunar.
Vuelven a compartir una mirada y luego estallan en carcajadas.
Mis cejas se fruncen ante esto mientras la inquietud me recorre.
¿Qué tiene de gracioso lo que he dicho?
Finalmente, Sara da un suspiro y chasquea el dedo en dirección
a la mesita que hay junto al cubo de basura, cerca de la puerta
trasera de la cocina, lo que signi ca que probablemente todos los
olores pasan por allí, sin mencionar lo sucio que está el piso, debido
a varias manchas. Entonces me informa:
—Eres una novata sin ninguna puta clase aquí ni amigos,
querida. Ese es tu lugar. El hecho que Kathy no haya dado una
mierda para enseñarte quién es el jefe no signi ca que seas uno de
los nuestros.
Varias mujeres miran en nuestra dirección, la excitación asoma
en sus ojos, probablemente en previsión de una pelea… en caso que
me niegue a escuchar. Deben carecer de entretenimiento aquí, así
que por qué no disfrutar de la pelea de gatas, ¿no?
Excepto que no he participado en ellas desde la casa de acogida,
donde una de las chicas destruyó mi proyecto de ciencias a
propósito y perdí el premio de cien dólares.
—De acuerdo —respondo, marchando hacia la mesa y
dejándome caer sin gracia sobre el asiento.
Exhalo pesadamente, conteniendo la urgencia de tocar mi
espalda y llamar la atención sobre mi condición que he mantenido
en secreto durante estos meses. En cambio, me doy unas palmaditas
en el estómago, lista para darle algo de sustento.
Tal vez incluso coma el pollo que casi ota en la grasa a pesar
de mis anteriores reservas. No sobreviviré ni me nutriré bien
comiendo solo carbohidratos. Sumerjo la cuchara en la sopa, me la
llevo a la boca y me dispongo a probarla a pesar del asqueroso olor
cuando una sombra cae sobre mí.
Levanto la vista y veo a una mujer rubia que me sonríe
intensamente, con sus dientes blancos brillando tanto que me
pregunto cómo no me ha cegado. Se sienta frente a mí, apoyando los
codos en el borde de la mesa.
—¡Hola! —dice con su voz dulce y azucarada, que debería
aliviar la tensión en mi interior pero que, extrañamente, solo la
aumenta. El maquillaje de su rostro es impecable, con las líneas de
delineado tan simétricas que uno podría sentir envidia de tales
habilidades, y su ceja perfectamente recortada se eleva—. ¡Eres
nueva aquí!
Esbozando una sonrisa, le tiendo la mano, aunque todo en mi
interior me grita que no lo haga, pero ignoro mi instinto. De todos
modos, no se ha portado bien conmigo últimamente, porque, ¿no me
dijo que con ara en la justicia y en la ley para demostrar que soy
inocente?
Vaya, el mundo me ha demostrado que estoy equivocada.
Sin esperar a que responda a esa valoración, se inclina más
hacia mí.
—Me llamo Veronica. Soy… digamos una persona que
mantiene todo esto… — Hace girar el dedo en el aire—, en conjunto.
Asigno trabajos y cosas así en función de las habilidades de cada
uno. —Frunciendo el ceño, ya que me parece extraño, nalmente
tomo una cucharada de sopa y casi me ahogo con el sabor a tomate
podrido en mi boca, con tanta sal y pimienta que es un milagro que
no me queme la garganta.
Superando mi reflejo nauseabundo, me la trago y me la limpio
rápidamente con agua mientras Veronica suspira con fuerza,
asintiendo con la cabeza.
—Sí, chica. La comida aquí es horrible. Por eso deberías
ayudarme y ser nuestro médico de cabecera. Te ganarás muchos
favores de los internos y te llevarás algún capricho.
Parpadeo ante esto, sin saber qué decir, porque todo esto es
tan… inusual.
¿Es así como funciona la vida en una prisión? Para sobrevivir,
tienes que trabajar para alguien, ¿y es posible que te den algo a
cambio? ¿Fue la clase de la que hablaron Sara y Haley?
—Bueno… —Empiezo, solo para ser interrumpida cuando oigo
a alguien ahogarse violentamente en la distancia, y al instante mi
atención se centra en la mujer junto a las puertas, rodeando su
garganta con las manos mientras lucha por respirar.
Antes de pensarlo, me precipito hacia ella con Veronica
siguiéndome, nuestros zapatos golpeando con fuerza el suelo, y
alcanzo a la mujer en un tiempo récord.
Trato de rodear su pecho con mis manos para ayudarla a
escupir lo que sea que esté bloqueando su respiración, pero ella
niega con la cabeza, tropezando más hacia el pasillo vacío, la sigo de
todos modos, dirigiéndome a Veronica que está parada a mi lado.
—Por favor ayúdame con ella. Podría morir por falta de
oxígeno. —A pesar de llevar casi seis meses fuera de combate, mis
instintos médicos naturales se activan y empiezo a contar en mi
cabeza los segundos para asegurarme que podemos ayudarla a
tiempo.
Me acerco a ella de nuevo, pero se aleja más de mí, lo que no
tiene ningún sentido. Si ella apenas se sostiene, ¿por qué huye de
mí?
En todos mis años de práctica, nadie ha rechazado nunca la
ayuda, sino que ha suplicado que alguien haga algo, quedándose
quieta o temblando tan fuerte que podía sentir físicamente su
pánico.
¿Tiene alguna aversión a los médicos o qué?
La agarro por la manga, lista para arrastrarla hacia mí, cuando
deja de ahogarse y en su lugar envuelve su mano alrededor de la
mía, tirando de mí hacia el interior de una habitación que no había
notado antes.
Con un grito fuerte, entro volando en la habitación y me golpeo
dolorosamente la espalda contra una de las paredes mientras la
mujer desconocida entra junto con Veronica y dos mujeres más que
no había visto antes.
—¿Qué es esto? —susurro, y Veronica sonríe, sacando algo de
su bolsillo, y doy un grito ahogado cuando me doy cuenta que es un
cuchillo.
Todas los demás sacan sus propias armas, dos cuchillos más y
una pesada cadena junto con nudillos de bronce. ¿Cómo pueden
tener todas estas cosas si los guardias con scan todos los objetos
punzantes incluso antes de entrar en la prisión?
Pero, de nuevo, ¿por qué me sorprende algo a estas alturas,
realmente?
Veronica se adelanta, ladeando la cabeza mientras su mirada
me recorre antes de sonreír.
—Por lo general, no hago una mierda como esta en el primer
día de alguien. Demasiada atención en ti tal como estás —Mueve su
cabello hacia atrás mientras sus ojos enmarcados con pestañas largas
revolotean hacia mí—. Pero se pagó un precio tan alto por ti, así
que… no pude resistirme.
¿Un precio muy alto?
¿Quién pagaría por esto…?
Un grito sale de mi garganta cuando una patada llega a mi
columna, y solo entonces me doy cuenta que una de las mujeres está
detrás de mí. Caigo de rodillas, sosteniendo mi estómago mientras el
miedo se hunde en cada hueso de mi cuerpo. Levantando mi cabeza
hacia Veronica que se cierne sobre mí, moviendo el cuchillo entre sus
dedos, le suplico con un tono tembloroso.
—Por favor, no hagas esto. Estoy… —Lo que sea que quiero
decir se transforma en un gemido de dolor cuando ella agarra mi
cabello con un puño, tirando de él con tanta fuerza que parece que lo
está arrancando de mi cuero cabelludo, mientras las otras dos
mujeres agarran mis brazos, impidiendo moverme.
Veronica se inclina más cerca, su aliento abanica mi mejilla
mientras presiona la punta de su cuchillo contra mi barbilla,
clavándolo un poco. Lo su ciente como para causar un escozor, pero
no lo su ciente como para causar un daño permanente.
—Pagó cinco millones por ello. —Sus ojos brillan de emoción y
se lame los labios, deslizando el cuchillo un poco hacia un lado, y
esta vez hago una mueca de dolor, porque la excavación es más
aguda, encontrándose con mi mandíbula—. ¿Quién te odiará tanto
como para pagar esta clase de mierda? No pude negarme. Me
preparará para la vida una vez que esté fuera de aquí. A todas aquí.
Guiña un ojo a sus amigas mientras todas murmuran:
—Claro que sí.
—Por favor, no lo hagas —vuelvo a repetir, aunque sé que es
inútil.
La forma en que algunas personas piensan, actúan,
reaccionan… es tan diferente a la nuestra y, sin embargo, todo lo que
hacen tiene algún sentido para mí, casi hace que parezcan de otro
planeta.
Y todos estos conocimientos adquiridos en la universidad me
permiten comprender que Veronica nunca me hará caso, ya que el
dinero que recibió por ello es demasiado tentador para ella.
Codicia.
Una fuerza poderosa en este mundo que la gente adinerada,
como Zachary King, utiliza para atraer a la gente a cometer actos
despreciables.
—Dijo que no le importa lo que hagamos mientras tu sufras. —
Ella se ríe, el sonido envía escalofríos por mi espalda por lo siniestro
que es—. Siempre y cuando no te matemos, por supuesto. —Agarra
mi barbilla con fuerza, sus uñas raspan mi piel, y con fuerza gira mi
cabeza de lado a lado, examinándola mientras tiro de mis manos,
pero no sirve de nada—. Creo que deberíamos empezar por tu cara.
Eres demasiado hermosa para este lugar. ¿No es así, chicas? —Todo
el mundo asiente, y solo entonces me doy cuenta que no he
intentado gritar pidiendo ayuda.
Así que, abriendo la boca, grito:
—¡Que alguien me ayude! —Pero se convierte en un grito de
agonía cuando Veronica desliza el cuchillo hacia mi mejilla,
atravesando mi piel y cortando mi mejilla desde la mandíbula hasta
la frente, el dolor es tan fuerte por un segundo que me olvido de
respirar mientras todas a mi alrededor se ríen.
—Aquí, aquí. Problema uno, resuelto. —Me empuja, y siento la
sangre goteando en el suelo, y la mujer que supuestamente se estaba
as xiando se acerca y me da un fuerte golpe en la cara, una, dos, tres
veces, y aunque el dolor es tan fuerte, sigo retorciendo las manos,
queriendo huir, porque puedo soportar que me des guren.
De todos modos, mi belleza no tiene ningún signi cado para
mí. Pero no puedo permitir que dañen otras partes de mi cuerpo.
—Por favor —susurro, apenas capaz de mover la mandíbula
por su agresión, pero vuelven a reírse, sujetándome con las manos
mientras la mujer sigue golpeándome hasta que Veronica le da un
codazo y se pone de nuevo delante de mí.
—Bueno, al nal me recuerda a un moretón gigante. Te pareces
más a nosotros, cariño. Puedes agradecérmelo después. —Chasquea
los dedos—. Pearl, ven aquí con la cadena. Vamos a ver tu trabajo. —
Luego se dirige a otra mujer—. Mercy, vigila la puerta conmigo.
Puede que ahora grite más fuerte. Pagó al guardia que vigilaba esta
zona, pero no podemos arriesgarnos a que nadie entre aquí.
Dios mío.
¿Cuánto me odia este hombre para sobornar a cualquiera en
esta prisión para que me traiga miseria?
O tal vez estoy haciendo la pregunta equivocada.
¿Es posible que un hombre ame tanto a una mujer que esté
dispuesto a casi matar a otra para castigarla por su muerte?
¿Cuán desalmado o con el corazón roto tienes que ser?
Sin embargo, la realidad no me deja pensar mucho en esta
cuestión losó ca, cuando Pearl balancea la cadena de un lado a otro
frente a mí, y jadeo cuando la envuelve en sus puños, ordenando a
otras dos mujeres:
—Levántenla. —Lo hacen, aunque presiono hacia abajo,
demasiado asustada para moverme por temor a un castigo mayor, y
en esta posición puedo proteger mi estómago antes que llegue la
ayuda.
Alguien debe pasear por este pasillo, ¿no? Algún guardia no
remunerado que se preocupe por el bienestar de las reclusas, aunque
la mayoría de estas personas no se consideren más que basura bajo
las uñas de la sociedad.
A la fuerza, me levantan, y es entonces cuando llega el primer
golpe. El lo de la cadena conecta con mi frente, dejando
seguramente una huella y extendiendo una agonía instantánea a
través de mí, el dolor viaja tan rápido que es un milagro que no me
desmaye por el shock.
—¡No! —grito, pero solo golpea de nuevo, mientras intento
apartarme de ella para presentarle mi espalda, no mi estómago.
Por favor, Dios, por favor. No mi estómago.
—No me he divertido tanto desde la última vez que maté a
alguien —dice Pearl, envolviendo la cadena alrededor de mi cuello y
conectando el extremo, privándome de oxígeno por un segundo
mientras sonríe alegremente—. Dios, como echaba de menos esto.
Veronica habla desde la puerta, con un tono de acero.
—No te olvides de ti misma. Pagó por el dolor, no por su
muerte. Por no hablar que no quiero pasar más tiempo en este
in erno.
Pearl frunce el ceño, su agarre sobre mí aumenta, y aprieto mis
puños, luchando por respirar, mis pulmones casi se encogen dentro
de mí, y nalmente me suelta, dando un paso atrás mientras trago
aire solo para gemir mientras la agonía me recorre, recordándome de
su abuso.
Es una maravilla que ninguna de ellas me haya roto nada,
aunque por la sangre que resbala por mi cara, no puedo estar segura
de ello. El cuerpo humano es muy inteligente; durante el estrés,
podemos agruparnos en nuestro interior y afrontar las di cultades,
sin reconocer el dolor que tiene la capacidad de matarnos.
Solo pensamos en la supervivencia y centramos toda nuestra
fuerza en ella, pero una vez que se acaba… es cuando el cuerpo
comprende realmente todo el alcance del daño que se le ha hecho.
Me dejo caer al suelo, tosiendo. La sangre sale de mi boca, lo
que indica que podría tener una hemorragia interna. Pongo mi mano
sobre mi estómago, frotándolo ligeramente y rezando para que un
milagro aparezca aquí y me salve.
—Nosotros también queremos divertirnos. —Las dos mujeres
de la parte de atrás hablan antes que una de ellas me clave un
cuchillo en el omoplato, haciéndome arquear la espalda y gritar,
para luego caer de frente cuando una de ellas me patea con fuerza.
Ruedo rápidamente hacia un lado mientras ellas siguen
dándome patadas una y otra vez, haciéndome un ovillo, sin
importarme lo que me hagan en otras partes del cuerpo.
El zumbido en mis oídos comienza y mi vista se vuelve borrosa.
Apenas me mantengo consciente, probablemente por todo el
sangrado, y tengo tantas ganas de dormir, pero sé que no puedo
hacerlo.
Bajo ninguna circunstancia puedo sucumbir a la llamada de mi
interior que dice que me deje llevar y permita que este cruel destino
gane.
Te protegeré. Siempre te protegeré.
Veronica grita y ordena:
—Viene alguien. Rápido, vamos. —Las patadas se detienen, y
una de ellos se inclina, saca el cuchillo, y siento cómo mi sangre
caliente resbala por mi espalda, abriendo la herida. Por el dolor y la
ubicación, dudo que haya tocado un vaso sanguíneo importante,
pero a estas alturas, cualquier herida puede ser catastró ca para mí.
Sus botas golpean fuertemente el piso que vibra debajo de mí, y
en el siguiente segundo, escucho el clic de la puerta. Todo lo que
puedo hacer es quedarme aquí y frotar mi estómago, luchando por
respirar.
Mis ojos se abren y se cierran, mi vista se vuelve más y más
borrosa con cada parpadeo, y entonces oigo de nuevo el clic de la
puerta. Una voz sorprendida murmura:
—Dios mío. —Y la persona corre hacia mí, cayendo de rodillas,
cerniéndose sobre mí. A través de mi visión borrosa, reconozco a
Lori—. ¿Qué te han hecho, chica? —pregunta, y luego grita sin
esperar mi respuesta—: ¡Dena! Llama a los guardias, —grita
pidiendo ayuda—. Está sangrando.
Me las arreglo para agarrar su mano, usando todas mis fuerzas
para apretarla, aunque siento como mi cuerpo se hunde lentamente
en el olvido que dice mi nombre cada vez más fuerte.
—Por favor —le suplico, y ella me hace callar.
—No digas nada, chica. La ayuda está en camino. Aguanta.
Aunque estoy agradecida por lo que está haciendo, necesito que
me escuche.
—Mi pantalón está mojado —le informo, y frunce el ceño
mientras mira entre mis piernas.
Me da unas palmaditas en las manos, con mucha suavidad,
como si tuviera miedo de provocarme más dolor.
—No pasa nada. Le pasa a todo el mundo. Lo pagarán. —Un
tono extraño recubre su voz—. Esa perra no pudo resistir el precio.
Debería haber esperado que fuera tan estúpida como para hacerlo.
Demasiado lejos como para preocuparme por las implicaciones
de sus palabras, vuelvo a apretar su mano y susurro:
—Estoy embarazada de seis meses. Y acabo de romper aguas.
Por favor, ayúdame a salvar a mi bebé. —Al n expreso mi
condición por primera vez a alguien, ya que nadie escuchó lo que
tenía que decir antes, permito que la oscuridad me reclame,
arrullándome con la eterna promesa de rendición a cambio de paz.
Por un momento en el tiempo.
♦♦♦
Mis párpados se abren de golpe. Veo una luz brillante por
encima de mí y los cierro de nuevo, haciendo una mueca de dolor.
Respiro en una mascarilla mientras varias máquinas suenan a mí
alrededor, el olor a antiséptico me hace estremecer la nariz.
Una enfermera está de pie a mi lado, escribiendo algo en la
tableta que tiene en sus manos, pero luego jadea cuando su mirada
se posa en mí.
—Estás despierta. —Aprieta el botón sobre mi cabeza mientras
intento susurrar a través de mi garganta seca que pide
desesperadamente líquido.
—Agua. —El aire se atasca en mis pulmones cuando el más
mínimo movimiento me hace doler, recordándome todo lo que me
pasó en esa habitación.
Un gemido se escapa de mis labios.
—Shh —dice la enfermera y aprieta la pajita contra mis labios,
lo que me permite beber un poco, aunque todavía me duele—. No
hables, cariño. Te rompieron la mandíbula y la nariz.
Afortunadamente, nuestro médico se las arregló para arreglarlo
todo. Se está curando muy bien. No deberías tener ningún daño
duradero por eso. —Sus dedos rozan mi cara vendada—. Aunque no
estoy segura de la herida. Es realmente profunda. Pero el médico
dijo que debería desaparecer con el tiempo. —Luego elabora más—.
Llevas casi una semana en coma inducido por el médico. Teníamos
miedo de la in amación de tu cerebro, pero por suerte ya está todo
bien.
¿He estado inconsciente tanto tiempo?
Antes que pueda preguntarle por mi bebé, oigo fuertes pasos y
luego un médico se cierne sobre mí, sonriéndome, aunque no le llega
a los ojos.
Mi corazón se detiene, porque soy médico, o lo era.
Sé lo que signi ca.
—Mi bebé —susurro, sin esperar a que hable, porque sé lo que
dirá. O más bien prolongará lo inevitable.
Y aunque sé qué tipo de palabras brotarán de sus labios, sigo
permitiendo que la esperanza revolotee dentro de mí, agarrando el
sentimiento con fuerza, porque es lo único que me estabiliza en el
presente.
—¿Qué tal si empezamos con…?
Lo interrumpo.
—Mi bebé.
El arrepentimiento cruza su rostro antes de compartir una
mirada con la enfermera y nalmente murmura, cada palabra me
apuñala con un cuchillo invisible que se adentra más y más en mí.
—El bebé era prematuro. Intentamos salvarlo, pero estaba
demasiado débil. Lo siento, Phoenix. Está muerta.
—No —susurro y luego trato de levantarme, lo que solo
provoca más dolor, pero eso me importa una mierda.
¿Qué es el dolor comparado con la rotura de mi corazón en
pequeños pedazos mientras mi preciosa niña, mi bebé, el bebé que
quise durante tanto tiempo, mi único rayo de sol en este mundo, está
muerto?
La enfermera me empuja por los hombros mientras el médico
grita:
—¡Tenemos que sedarla! —Pero no me importa, y tiro de mis
brazos, solo para encontrarlos sujetos.
Llorando sobre la almohada, sacudo la cabeza de un lado a
otro, intentando liberar mis manos de las esposas de cuero que me
mantienen atada a la cama. Quiero alejarme de este hospital, el lugar
que destruyó a mi niña.
La han matado sin ningún tipo de remordimiento.
El dolor me sofoca tanto que no puedo introducir aire en los
pulmones ni clamar a Dios por esta injusticia, por darme la espalda
cuando sabía que no había hecho de lo que todos me acusaban.
Con toda esta crueldad que el cielo me dio, ¿por qué no pudo
mantener a salvo a mi bebé? ¿Por qué tuvo que llevársela también?
En toda esta agonía, otro rostro aparece en mi cabeza junto con
sus vacíos ojos verdes atravesando mi alma con cada mirada que
promete retribución por mis acciones.
Me convertiré en tu peor pesadilla. Sangrarás y llorarás… pero
incluso entonces, no será su ciente para mí.
Zachary King.
Un hombre al que odiaré hasta mi último aliento.
Capítulo 4
—Nada me produce mayor placer que su sufrimiento.
Hasta el punto de olvidar quién soy con tal de asegurar su dolor.
El dicho es cierto, después de todo.
El mal no nace. El mal se hace.
Zachary
Zac
Phoenix
Pho
♦♦♦
Sos h o
~Zachary
Zac
~Phoenix
Pho
Pho
Las puertas de la prisión suenan con fuerza cuando paso por
delante de ellas. El guardia que está detrás de mí pregunta:
—¿Lista para la libertad, Hale? —Me empuja un poco con el
codo, apartando mi mirada de las puertas blindadas que me
recuerdan a las del Hades, manteniendo a todas las almas pecadoras
encerradas en un solo lugar mientras el dios maligno lo gobierna.
—Tanto como puedo—, respondo, mi tono indiferente, y me
estremezco un poco bajo el fuerte viento, odiando como mi traje
descolorido, el mismo que llevé en la última audiencia en la scalía,
apenas sirve para protegerme de este clima.
—Seguro que hay muchos planes, ¿eh? Vi un programa de
televisión sobre ti. Dijeron que perderte fue devastador. Hiciste
maravillas incluso en tus años de residencia.
¿Lo hicieron?
Es curioso que lo recuerde todo de forma muy diferente, hasta
el jefe del hospital que me citó en su despacho con la junta directiva
presente para informarme que me retiraban la licencia.
¿Qué fue lo que dijo mientras todos los ojos me miraban con
escrutinio y juicio, murmurando comentarios sarcásticos en voz baja
mientras cantaban cuánto dinero podría costarles “mi pequeña
situación”?
—La investigación policial demostró que conducías bajo los efectos del
alcohol, justo después de salir de la cárcel. Lo que signi ca que podrías
haber estado borracha mientras trabajabas con el paciente. Así no
funcionamos —dice, bajando la mirada y revolviendo entre papeles—.
Phoenix Hale, su licencia queda revocada, y a partir de hoy, ya no trabajará
en este hospital ni en ningún otro.
Apenas reprimo la risa amarga que amenaza con deslizarse de
mis labios mientras las puertas suenan con fuerza, irritando mis
nervios cuando nalmente comienzan a abrirse, tan dolorosamente
lentas que me pregunto si lo hacen intencionadamente.
Disfrutad de vuestra libertad, imbéciles, pero no antes que ralenticemos
el tiempo para vosotros una última vez.
El guardia sigue hablando, o bien no se da cuenta de mi
desinterés por esta conversación o bien le importa una mierda mi
deseo. Probablemente ambas cosas, a juzgar por mi experiencia en
este lugar.
—No puedes esperar a volver al trabajo, ¿eh?
—Difícilmente. No tengo licencia médica. Y de todos modos no
la quiero. —Me imagino todos los rostros de las personas que
acudieron a mi audiencia, que se hizo pública por algún motivo a
pesar de toda la prensa, cuántos familiares de mis pacientes
vinieron, y cada uno de ellos le dijo al juez lo loca que estaba. De
acuerdo, tal vez simplemente explicaron cuan implacable era cada
vez que quería comprender completamente el diagnóstico de mis
pacientes y si era adecuado para ellos. Según ellos, les trajo el caos a
la vida y, a veces, pensaron que yo no estaba estable.
Por lo visto, a nadie le importaba una mierda que mi obsesión
ayudara a sus familiares. Solo basándose en ese comportamiento, el
juez llegó a la conclusión que debía beber constantemente en el
trabajo, o al menos de eso me acusaban todos.
Me rompí el culo por ellos, y nadie vino a apoyarme. ¿De qué
sirve entonces hacer el bien, si al nal todos lo usaron en mi contra?
—Bueno, creo que…
La puerta se abre por n, y lo miro por encima del hombro, sin
molestarme siquiera en dejarlo terminar:
—Adiós. —Y con esto, doy mi primer paso hacia la libertad, el
sol brilla intensamente sobre mí mientras el viento me golpea con
fuerza, agitando mi chaqueta hacia atrás, pero una sonrisa curva mi
boca, dando la bienvenida al frío.
Cierro los ojos, levantando la cara, y respirando el aire fresco
que incluso sabe a libertad.
Porque con el chasquido de las puertas de hierro a mi espalda,
sé que esa parte de mi vida ha terminado.
Mi cuerpo y mi alma siempre albergarán cicatrices que me lo
recuerden, cicatrices que sangrarán y sangrarán sin medicación ni
palabras para calmarlo.
Aunque el cielo es de un azul claro, incluso los pájaros no
vuelan ni pian con fuerza, disfrutando del hermoso día.
El rugido de un automóvil en la distancia llama mi atención a la
carretera, donde veo un vehículo conduciendo rápidamente en mi
dirección, casi borroso, y jadeo sorprendida, queriendo alejarme de
él. Sin embargo, no puedo hacer nada más que quedarme congelada,
los sonidos me recuerdan a otro vehículo.
Y el inevitable choque que siguió con la mujer tendida en el
pavimento, desangrándose hasta morir.
Palmeando mi cabeza, rezo para que las voces desaparezcan y
así la debilidad que me mantiene inmóvil se aleje, permitiéndome
distanciarme del vehículo, pero no funciona.
Apretando los ojos, espero como una oveja a punto de ser
sacri cada, y entonces el fuerte sonido de los neumáticos sobre el
pavimento me devuelve al presente. Concentro mi mirada en la
punta del parachoques cuando el auto se detiene a unos centímetros
de mí.
Tragando más allá de la bilis en mi garganta, primero me jo en
la pintura oxidada del vehículo y en varios golpes. Hay una grieta en
el parabrisas, como si alguien le hubiera tirado una piedra. Hay más
arañazos en los paneles laterales, de las llaves, supongo, ya que hay
escritas unas cuantas palabras no muy halagadoras.
El claxon del auto me sobresalta, haciéndome saltar en mi
lugar, y pongo mi mano en mi pecho, respirando con di cultad
mientras mi mirada se posa en el conductor, quien me saluda con la
mano.
Como me quedo congelada en el sitio, exhala con fuerza y sale
del auto, siendo su cabello rosa lo primero en lo que me jo. Se
coloca los lentes de sol sobre la cabeza, mostrando sus ojos verdes,
que extrañamente no combinan con su ropa completamente negra.
Está tan pálido que casi puedo ver cada vena de su cuello, y sus dos
brazos tienen tatuajes en las mangas que sobresalen de la camiseta
que lleva.
Chasquea los dedos hacia mí, señalando con el índice. —
Phoenix Hale, ¿verdad? —Asiento y me guiña un ojo, señalando el
vehículo—. Entonces sube, nena. Estamos a punto de ir a casa. —
Parpadeo confundida al verlo, pensando en alguna pista de cómo
podría conocer a este tipo, pero no se me ocurre nada.
Debe leerlo en mi cara, porque se ríe, presentándose.
—Mi nombre es Rafe Baker. Soy el hermano de Sara. Ella debe
haberte hablado de mí.
Dios mío, ¿cómo he podido olvidarlo?
Sara casi me presionó para que aceptara quedarme en su casa,
alegando que tenía su habitación disponible para mí mientras
averiguaba qué hacer. Todos mis bienes personales se repartieron
con Sebastian y luego se vendieron para pagar una parte de la multa
que me asignó el Estado. No tengo nada de valor a mi nombre, y
aunque Lydia prometió demandar al Estado para obtener una
compensación, podrían pasar años antes que vea algo de ese dinero
de vuelta. Si es que alguna vez lo veo.
Lo que signi ca que no tengo dinero ni un lugar donde
quedarme. Lydia se ofreció, pero nunca acepté.
Nadie necesita extraños en su casa. Esa es una dura verdad que
nadie quiere compartir por miedo a sonar como un imbécil.
—Ella lo hizo. Solo que no sabía que te había llamado.
Rafe levanta la ceja.
—Si Sara decide algo, puedes apostar tu culo a que se hará
realidad. —Sí, tengo que estar de acuerdo con él en eso, ya que la
terquedad de la mujer asomó su cabeza en todo su esplendor cuando
se negó a ir al hospital para tratar su nariz rota—. Así que, vamos.
He oído que alguien ha ltrado a la prensa que vas a salir hoy, y a no
ser que quieras que todo esto… —Levanta la mano de arriba abajo
en el aire—, salga en todos los periódicos del país, tenemos que irnos
a la mierda. —Ante el recordatorio de la prensa, me apresuro a hacer
lo que me dice; puedo resolver los arreglos más tarde.
Afortunadamente, me abrocho el cinturón de seguridad justo un
segundo antes que arranque el auto. Mi espalda se aprieta contra el
asiento mientras él acelera, moviéndose tan rápido que es un
milagro que pueda respirar por el viento que me golpea a través de
las ventanas abiertas.
Está claro que el tipo no tiene frío, ya que actúa como si
estuviéramos en pleno verano.
—Gracias —digo, enderezándome en mi asiento y pulsando el
botón para cerrar la maldita ventana antes que me resfríe—. Por
llegar a tiempo.
Agita la mano como para decirme que no le dé importancia
antes de pulsar otros botones, y una música lenta resuena en el
espacio cerrado, llenándolo con un ritmo familiar; solía escuchar esta
canción todo el tiempo mientras preparaba mis exámenes en la
universidad.
—Oye, no importa lo que hayas hecho, todavía tienes derechos.
Mis cejas se fruncen ante esto, porque parece que quiere decir
que aunque haya matado a alguien, está bien que lo haya hecho.
Y no sé, quizás sea la verdad, pero no me parece normal
después de años en los que la gente me ha tratado peor que a la
suciedad bajo sus pies.
—Si tú lo dices.
Se ríe.
—Seamos francos, ¿de acuerdo? —Gira la cabeza hacia mí, sus
piscinas llenas de diversión mientras acelera un poco “el máximo de
su coche alcanza casi los ciento cuarenta”—. No me importa lo que
hayas hecho o dejado de hacer. Si Sara confía en ti lo su ciente como
para darte su habitación, no puedes ser mala en mi libro.
—¿Por qué confías en su instinto?
—Sí, mi hermana no es una santa e hizo algunas cagadas en su
vida. Pero ella nunca me pondría en peligro o algo peor. Sin
embargo, por encima de todo, es la con anza en su juicio. —Y ese es
el nal de la conversación por ahora, parece, porque sube el
volumen, la música se mezcla con el fuerte silbido del viento casi
arrojándonos en un espacio parecido al vacío.
Sin embargo, no puedo evitar pensar en las palabras que me
dijo con tanta facilidad.
Con anza.
Todo se reduce a eso, ¿no?
Si amas a alguien, confías en él.
Si la persona amada dice que no lo hizo… ¿no deberías al
menos darle el bene cio de la duda?
Sí, mucha gente se aprovecha de eso, haciendo actos horribles y
aun así haciendo sufrir a sus seres queridos por ello, presentando
una fachada que muestra su bondad, aunque sean personas
malvadas.
Pero en mi caso, mis seres queridos nunca tuvieron una razón
para no creer o con ar en mí.
Sin embargo, cada uno de ellos me traicionó.
Y en esto, incluso cuando recupere mi licencia médica… y
probablemente algunas de esas personas mostrarán remordimiento
—los conozco lo su ciente como para esperar eso—, nunca con aré
en ellos.
Destruyeron mi corazón una vez, y eso es una vergüenza para
ellos.
Pero si dejo que lo hagan de nuevo… será una vergüenza para
mí.
♦♦♦
♦♦♦
Zac
Phoenix
Pho
—Odio las matemáticas. Las odio, las odio, las odio. —murmuro en
voz baja, apoyando la pesada mochila en mi hombro, y reanudando mi paseo
por el barrio al atardecer, intentando caminar por la amplia acera bajo las
duras luces de la calle—. Debería haber dicho que no a la profesora Meghan.
En lugar de eso, acepté hacer una tarea extra en la escuela para subir
mi nota, porque necesitaba una puntuación perfecta para que la Sra.
Thomson rmará el formulario de permiso para que pudiera asistir a un
viaje escolar.
Pero ahora, vuelvo a casa más tarde de lo habitual, y durante el
invierno, está tan oscuro afuera que mis entrañas tiemblan de miedo, y
estoy constantemente vigilando mi espalda, con una pesada piedra en la
mano por si alguien viene hacia mí.
Levanto más la bufanda para bloquear el duro viento y casi respiro
aliviada cuando veo el viejo parque infantil iluminado por la luz de la calle.
Pasando por este estrecho camino, me ahorraré diez minutos y llegaré
a casa justo a tiempo para la cena sin que la Sra. Thomson se queje por ello.
Veo una gura a lo lejos y detengo mis movimientos, sorprendida que
haya alguien, y entonces acelero el paso, dispuesta a huir. Pero entonces
vuelvo a mirar, y mis ojos se abren de par en par cuando reconozco al chico
de hace dos años de pie en el paseo de cemento, con un abrigo negro que casi
se lo traga entero y un traje negro, sus zapatos brillando bajo la luz.
Me vuelvo hacia él y levanta la mirada hacia mí.
—El nombre está aquí. —Solo entonces me doy cuenta que está
mirando la palabra escrita en él, y asiento con la cabeza, decidiendo
mantenerme para mí que escribo el nombre de vez en cuando cada vez que lo
veo desaparecer.
Los ojos del niño siempre me han perseguido, y pensé que se pondría
triste si alguna vez volvía aquí y no veía el nombre de su madre en él.
—Al menos ella vive aquí —dice antes de acercarse a mí, y doy un
respingo cuando una fuerte ráfaga de viento me hace retroceder unos pasos.
Si no fuera porque su mano me atrapa el codo, probablemente me habría
caído de espaldas—. Y tú sigues aquí.
Le sonrío, ajustándome mejor el gorro en la cabeza, y suspiro cuando
el frío ya no se ltra en mis oídos.
—Vuelvo de la escuela.
Su ceja se levanta.
—¿A esta hora?
—Clase extra para terminar el examen. —Decido no molestarlo con
mi vida, porque no parece interesarle y, además, es muy incómodo hablar
con él ahora mismo.
Es guapo, y mis mejillas se encienden, pensando que ninguno de los
chicos de la escuela puede compararse con él.
—¿Qué haces aquí? —Es imposible que viva en este barrio, y al echar
un vistazo a la carretera, veo a James esperándolo junto al auto.
—Mi madre murió hace dos años. —Parpadeo, mientras la tristeza me
invade, junto con el dolor por él—. Vine a despedirme de ella.
—¿Adiós? —Esta debe ser una de las conversaciones más extrañas
que he tenido, pero lo absorbo todo, sin importarme nada.
El chico y nuestro anterior encuentro siguen siendo una de las mejores
aventuras para mí, y es el único que me ha mostrado amabilidad, así que ni
siquiera me importa perderme la cena para escuchar sus pensamientos.
—Me voy a estudiar al extranjero hasta que termine la carrera. —Mis
cejas se fruncen, y él debe haberlo notado, porque me da un golpecito con el
dedo en el puente de la nariz—. Papá no soporta que odie a su mujer y a sus
nuevos hijos.
—Entonces, ¿te envía lejos? —No puedo imaginar cómo debe doler
eso; Cada vez que los padres de varios hogares de acogida me daban la
espalda, me ponía a llorar y me dolía tanto que ni siquiera me daba hambre.
¿Pero su propio padre no lo quiere? ¿Cómo es posible?
—Mejor yo que ella, supongo. ¿O debería decir ellos? —Se encoge de
hombros—. No importa. —Mira por última vez el nombre en el pavimento
y se marcha hacia su conductor mientras los copos de nieve empiezan a caer
sobre nosotros rápidamente, y yo suelto una risita, abriendo los brazos.
—¡Dios mío, está nevando! —exclamo, olvidándome
momentáneamente del chico mientras salto en alto y doy vueltas, tratando
de atrapar todos los copos de nieve—. ¡Nevando! —Casi nunca nieva antes
de Navidad, y estoy dispuesta a gritar a los cuatro vientos mi alegría por
ello.
Abro la boca para atrapar algunos de ellos en mi lengua y solo
entonces veo como el chico todavía me mira jamente, sus ojos verdes me
estudian durante tanto tiempo que me sonrojo un poco pero espero que no lo
vea, porque, ¿qué estúpido sería eso?
—Disfrutas de las cosas más simples —susurra antes de señalarme
con el dedo. Frunciendo el ceño, me acerco y luego parpadeo sorprendida
cuando él alcanza mi mochila, la abre y saca un cuaderno y un bolígrafo—.
Probablemente me voy a arrepentir, pero aquí está mi dirección. Escríbeme
si quieres.
¿Como ser amigos por correspondencia?
Mi mejor amiga, Paloma, tiene uno en París. Lo conoció cuando se fue
de vacaciones con sus padres, y dice que desde entonces intercambian
cartas.
¿Cómo de genial es eso?
Lo deja todo dentro y se dispone a salir corriendo cuando grito:
—Espera. —Se detiene, mirando por encima del hombro, y yo arranco
rápidamente parte del papel, garabateo mi dirección en él, pero en lugar de
mi nombre real, pongo otro.
Se lo doy y él lo agarra, lo dobla y se lo mete en el bolsillo del abrigo.
—Esto es rarísimo —es todo lo que comenta al respecto—. Pero ya que
mantienes el nombre de mi madre, te debo una. —No entiendo lo que quiere
decir con eso, pero no tengo la oportunidad de preguntar, ya que casi corre
hacia el auto y se mete dentro con una última mirada hacia mí.
Y después de eso, se marcha mientras la nieve sigue cayendo sobre mí
y yo me pregunto qué acaba de pasar.
Durante todo el camino a casa, pienso en este encuentro y en cómo me
dio su dirección en el nuevo lugar.
Al llegar rápidamente a casa, me lavo las manos y ceno antes de
limpiar la cocina y solo entonces compruebo lo que me ha escrito.
Principalmente su nombre, porque tengo curiosidad por saber cual es.
Zach.
Sonrío cuando aprieto el cuaderno contra mi pecho y suspiro,
prometiéndome guardar este secreto y no dejar que nadie se aproveche de él.
Mi primer amigo por correspondencia.
¿Y quién sabe?
Quizás con el tiempo, Zach se convierta en uno de mis mejores amigos
y nos volvamos a encontrar.
Pho
—¡Hey guapa! —grita un hombre, arrastrando las palabras
mientras se apoya en la barra y mueve el vaso vacío en la mano. —
¡Otro para mí y mis amigos! —Sus alegres amigos están detrás de él,
sentados en una mesa redonda en la esquina.
—Claro —respondo y alcanzo la botella de tequila, colocando
cinco vasos pequeños en una bandeja, y los lleno rápidamente antes
de poner un trozo de lima en los bordes junto con la sal—. Aquí
tienes. —Miro alrededor del local pero no encuentro a Tracy, la otra
camarera, para que me ayude. Estoy a punto de recogerlo yo misma
(lo último que necesito en el primer día de mi nuevo trabajo es un
cliente que derrame su bebida) cuando me aparta las manos,
dispuesto a agarrarlo él mismo.
Justo en ese momento, su amigo de atrás se levanta y se lo
arrebata, dirigiéndose al borracho. —O lo llevo yo o lo tiras tú.
El tipo le sonríe y luego me mira antes de buscar su cartera y
colocar un billete de cien dólares sobre el mostrador.
—Quédate con el cambio. —Con esto, se aleja entre los ruidosos
cánticos de los universitarios que están a punto de emborracharse.
Seguro que tampoco será la última vez que pidan algo.
Aun así, la propina está bien, y si me tienen que llamar guapa
por eso… que así sea. En las circunstancias actuales, no puedo ser
exigente.
Limpio el mostrador con la toalla, preguntándome cuántos
clientes más tendremos esta noche. A juzgar por la hora temprana,
solo las diez de la noche, y por lo lleno que está el local, espero que
haya muchos clientes.
Cuantos más sean, mejor; quizás así pueda comprar ropa barata
y no usar la que llevaba Sara. La quiero mucho, pero su vaquero
negro ajustado junto con las camisetas de tirantes que apenas evitan
que se me salgan los pechos y la chaqueta de cuero que cuelga
dentro de la sala de personal no me convencen.
Después que Rafe me trajera a casa, dormí diez horas seguidas
y me desperté tarde. Encontré algo de comida en la nevera con mi
nombre y una nota de Rafe para que comiera lo que quisiera pero
que no me olvidara del trabajo. Dejó la dirección y el número con las
indicaciones para llegar, a rmando que volvería en unos días.
Por suerte, mi viejo móvil todavía funciona, así que cuando
consiga una nueva tarjeta sim, al menos podré tener acceso a Internet
y a otra información.
Limpié la casa, me di una larga ducha, disfrutando del agua
caliente por primera vez en un tiempo sin preocuparme que alguien
pudiera mirarme o atacarme en cualquier momento.
También me dediqué a estudiar mi re ejo en el espejo,
jándome en las furiosas cicatrices y la piel arrugada. Las de la cara
se desvanecieron en pocos años, tengo que agradecérselo al cirujano.
Mi cabello castaño ha visto días mejores, con las puntas abiertas y el
color apagado; por no mencionar que mi cuerpo está más delgado.
Decidí ignorar mi aspecto, porque a quien le importa una
mierda, volví a la cama y me desperté a tiempo para venir aquí.
Resultó que el bar estaba a solo veinte minutos a pie del edi cio de
apartamentos.
Herb me recibió amablemente sin hacer ninguna pregunta. Solo
quería ver mis habilidades como camarera, y satisfecho con ellas, me
dijo que dejara mis cosas en la sala de personal, me presentó al
equipo y me preguntó cuántos días a la semana quería trabajar.
Por supuesto, todos los días, y conseguí un trabajo jo por
ahora. Y si las propinas siguen llegando más la tarifa por hora,
entonces debería tener su ciente para comida y ropa.
Hasta que pueda enderezar mi vida, claro.
Tracy entra corriendo por la puerta trasera, jadeando y
ajustándose el delantal en la cintura mientras pregunta en voz baja:
—¿Me has echado de menos? —Mis cejas se fruncen ante esto
mientras se recoge el cabello en una cola—. Como si me hubieras
buscado.
—Solo en una mesa, pero luego ellos mismos se llevaron la
bandeja.
Hace una mueca de dolor y mira a su alrededor antes de
inclinarse más cerca para susurrar:
—¿Ha visto Herb eso?
—No. No estoy segura de dónde está. —El hombre
generalmente daba una actitud de no joder con sus anchos hombros,
fornidos brazos y ropa de cuero.
Cerró la puerta de su despacho hace horas y se limitó a ladrar
para que moviéramos el culo, porque el bar no iba a funcionar solo.
Suspira aliviada, sonriendo.
—Gracias a Dios. Seguro que me habría hecho polvo por esos
pocos minutos. —Antes que pueda comentarlo, oímos tintinear el
timbre de la puerta y ella sale corriendo, lanzando por encima del
hombro—: Clientes.
Asiento, y entonces el tipo que ha agarrado la bandeja vuelve,
mostrándome una sonrisa.
—¿Puedo tomar una cerveza?
—Claro —digo, y me dirijo al grifo para traerle una en un vaso,
pero él niega con la cabeza.
—Quiero una en botella, por favor. —Señala la nevera, y hago
lo que me dice, dándome la vuelta y cogiéndola de la nevera, cuando
oigo al tipo murmurar—: Oye, tio, yo estaba aquí de pie.
—Ahora no lo estás. Muévete. —La voz profunda y ronca,
cargada de acero y poder, me congela. La botella y el vaso que tengo
en las manos chocan entre sí mientras el recuerdo de esa voz
parpadea en mi mente, como retazos de una película de terror que
nunca puedes olvidar por mucho que desees no haberla visto nunca.
No pasará un día sin que te arrepientas de lo que hiciste. La prisión es
solo el comienzo, Phoenix.
El hombre que me ha perseguido desde el principio de mi
pesadilla, que no me deja ir incluso cuando todo el mundo sabe que
no maté a su mujer.
Probablemente debería haber esperado que viniera por mí. Sin
embargo, por alguna estúpida razón, la ingenua de mí pensó que
transferiría su furia hacia el sospechoso. En psicología criminal, así
es como se llama a los asesinos desconocidos hasta que la policía los
encuentra. Ponerles apodos es un error, ya que alimenta su ego
psicopático, dando más importancia en su mente a los horrendos
actos que realizan.
—Señorita, ¿mi cerveza? —me llama el tipo, sacándome del
pasado y situándome en el presente.
Y en el presente, no soy culpable del crimen que este hombre ha
puesto sobre mí y ya no soportaré su abuso ni me esconderé de él.
Atrás quedaron los malditos días en los que bajaba la mirada
cada vez que él clavaba su mirada en la mía, casi retándome a
defenderme.
Con una bocanada de aire, me doy la vuelta y me encuentro
cara a cara con los ojos verdes más profundos que jamás he visto en
un hombre. Como esmeraldas puras y millonarias, están llenos de
curiosidad y de algo más que el hombre pre ere mantener oculto.
Su cabello oscuro cae debajo de sus orejas, brillando bajo la
dura luz de la barra, y su piel está bronceada. Lleva una chaqueta de
cuero negra y probablemente un vaquero a juego.
Un hombre de su calibre es lo su cientemente rico como para
tenerlo todo de primera, hasta los malditos calcetines.
Es musculoso, pero no parece que vaya a romper las costuras de
su ropa. Una cadena cuelga alrededor de su cuello, la punta de ella
debajo de su camiseta blanca, insinuando debajo un abdomen fuerte
y de nido.
Zachary King podría considerarse probablemente el hombre
más guapo que he visto nunca con la energía dominante y poderosa
arremolinándose a su alrededor, lo que indica que nada en su vida
sucede sin su permiso.
Y si sucede… se paga caro. Mi vida es testimonio de ello.
Ignorando sus indiscretos ojos, sonrío al cliente y le doy la
cerveza. Mira a Zachary por última vez antes de volver con sus
amigos.
—Quiero un vaso de whisky con hielo —me dice. Sin decir
nada, busco un vaso, dejo caer hielo en él y sirvo whisky antes de
deslizarlo hacia él—. Gracias, Phoenix. —El sonido de mi nombre en
sus labios me pone la piel de gallina, y aprieto con fuerza el
mostrador debajo de mí, con las uñas arañando la super cie para no
hacer algo estúpido como escupirle a la cara o mandarlo al in erno.
No me costará este trabajo, y apuesto a que desearía poder
hacerlo. ¿Cree que aparecer aquí me hará perder la compostura para
poder arruinar aún más mi vida?
—Ignorarme no ayudará. No me iré —dice, dando un sorbo a
su bebida mientras limpio la encimera. Me concentro en mi
respiración para que no me tiemblen las manos. No quiero que vea
cuánto me afecta esto.
Cuánta rabia y miedo llenan cada uno de mis huesos, las únicas
emociones que él me inspira.
—Phoenix, mírame. —Sigo limpiando, colocando la botella de
whisky en su sitio, y él vuelve a ordenar, con la voz más profunda—.
Mírame, maldita sea.
Deteniendo mis movimientos, alzo los ojos para que nuestras
miradas coincidan, la suya desa ante y la mía indiferente, porque
que se joda si cree que va a saber lo que siento.
En cuanto lo sepa, lo utilizará en mi contra, porque así es como
actúan los hombres poderosos como él cuando quieren algo que tu
tienes.
Encuentra tu debilidad y envía una echa directa a ella,
matándote de un solo golpe.
—Hablar contigo no forma parte integrante de mi trabajo. Así
que, a menos que quieras otra copa, no existes para mí —le informo,
dispuesta a darme la vuelta para ocuparme de la mesa detrás de mí,
antes que aparezca alguien más, pero se ríe, y el sonido me produce
escalofríos.
—Muy bien. —Termina su bebida de un trago y deja el vaso
sobre la barra, haciéndolo sonar—. Quiero otra copa, Phoenix.
Conteniendo el grito de frustración que llevo dentro, envuelvo
mis manos alrededor de la botella de whisky y le sirvo otra justo a
tiempo con el tintineo de la puerta, lo que indica que alguien más ha
entrado.
Justo a tiempo, Tracy se acerca corriendo, abanicándose, y me
susurra:
—Otro bombón acaba de entrar. Dios mío, es hermoso al estilo
de chico de traje.
¿Chico de traje?
No estoy segura que Zach la haya oído, pero probablemente lo
haya hecho ya que su boca se curva en una sonrisa. Giro la cabeza
hacia el recién llegado, preguntándome quién la tiene tan débil de
rodillas.
O esa es la excusa que me doy, para no tener que mirar la cara
de Zachary y contenerme para no darle un puñetazo.
Pero la botella en mis manos se desliza entre mis dedos,
golpeando contra la encimera y derramando el whisky por todas
partes. Veo a un hombre de cabello rubio con los ojos azules más
hermosos que solían mirarme con amor.
Y ahora brillan intensamente de remordimiento mientras me
mira, majestuoso y guapo con su traje negro, sentándole como un
guante, y su piel con varios tatuajes ocultos detrás de ese perfecto
traje. Esta es la persona que muestra al mundo.
Lleva el cabello corto, apenas le llega a la punta de las orejas, y
noto cómo se ha vuelto más guapo con el paso de los años.
Debe ser feliz para dar esa sensación. Me pregunto por qué.
Imagino que un nuevo interés amoroso haría eso a un hombre.
El corazón dentro de mi pecho se contrae, apretándose tanto
por un segundo que no sé cómo respirar. Nos miramos jamente, el
mundo exterior desaparece por un momento como un borrón,
haciendo que parezca que somos las únicas personas en él.
Me recuerda el tiempo en que amaba a este hombre y lo era
todo para mí.
—Te amo, Phoenix —susurra Sebastian contra mi frente antes de
depositar un suave beso en ella y luego dejarse caer de rodillas, justo en la
arena, y con los sonidos lejanos del océano golpeando contra las rocas de
fondo—. No puedo imaginarme vivir en un mundo sin ti. —Saca una caja
de terciopelo del bolsillo y la abre, con el diamante brillando al sol, y jadeo
—. ¿Quieres casarte conmigo y pasar el resto de tu vida conmigo? —me
pregunta, y yo asiento con la cabeza, con lágrimas en los ojos que se
transforman en risas cuando se levanta y me abraza, dándonos vueltas, y
nalmente deteniéndose.
Me inclino hacia atrás, le acaricio la cabeza y le digo:
—Te amo, Sebastian. Sí, mil veces sí. —Nuestras bocas se conectan
con un beso mientras pienso que es posible morir de felicidad.
—Phoenix —me llama Zachary, arrancándome de mi pasado, y
lo miro, su boca forma una línea plana mientras algo desconocido
destella en sus ojos.
Diría que es posesividad, pero eso es ridículo, ¿verdad?
Me alejo del mostrador, sin importarme el líquido que se
derrama en el suelo ahora, mientras intento entender qué está
pasando.
De alguna manera, en mi primer día de trabajo, me veo
atrapada entre el pasado y el presente, el ex marido y mi peor
enemigo.
O más bien…
Me veo atrapada entre dos hombres.
Uno a quien prometí amar hasta mi último aliento, creando una
vida juntos donde ninguna di cultad hubiera sido capaz de
arrebatármelo.
Al otro prometí odiar hasta mi último aliento, sin olvidar nunca
lo que me ha hecho, ya que mi cuerpo y el dolor de mi pecho me lo
recuerdan constantemente.
Dos hombres.
Dos emociones diferentes.
Y entre estos dos hombres, tengo que encontrar una solución y
un punto medio para eliminarlos de mi vida de una vez por todas.
Porque ambos me han destruido una vez, despojándome de
todo hasta el punto que casi creí que había matado a Angelica King.
Me hicieron creer que era una asesina.
Y por eso… por eso, nunca los perdonaré.
Nunca.
Capítulo 9
—El pasado y el futuro pueden chocar de tal manera que sacudan el
presente de alguien.
~Phoenix
Querido Zach,
¿Cómo estás?
He estado pensando en la forma de empezar mi carta para ti. La escribí
y luego doblé el papel solo para conseguir uno nuevo y empezar de nuevo.
Todos los comienzos parecían tan poco convincentes… y este probablemente
no sea mejor, pero supongo que tengo que empezar por algún sitio, ¿no?
Soy la chica que conociste en el patio de recreo, P. No estoy segura que
te acuerdes de mí (ha pasado un año desde la última vez que me viste).
Probablemente no, porque nunca me escribiste una carta.
Pero… Hoy ha ocurrido algo extraordinario. Y aunque suene triste,
no tenía a nadie más con quien compartir esta información, salvo contigo.
Soy una de las mejores alumnas de mi clase, y cuando digo la mejor…
me re ero a que entiendo todas las asignaturas, y se me hace aburrido estar
sentada y escuchar todas las explicaciones. De hecho, encontré el libro para
los grados superiores y no pude evitar amar todas las ecuaciones de
química. (Sigo odiando las matemáticas, pero en mi defensa, hasta la
asignatura que me disgusta me resulta fácil. Ese sobresaliente que saqué
una vez fue un accidente. Estaba distraída).
Por no hablar que tienen tantas cosas interesantes sobre biología, a
diferencia del libro de 4º. La información allí es tan sencilla que no sé cómo
la clase no la entiende y necesita escuchar al profesor una y otra vez.
La directora Eva me vio sacar a escondidas un libro de la biblioteca
sobre física cuántica hace dos semanas y me llamó a su despacho,
preguntándome por qué lo había hecho.
Así que le conté (por supuesto de una manera diferente de la que te
estoy contando. No estoy segura que le hubiera gustado que hablara tan mal
de su escuela), y me hizo hacer un examen.
Y hoy han llegado los resultados.
Aparentemente, soy súper inteligente. Han utilizado el término “niño
genio”, y eso signi ca que han tenido que adelantarme unos cuantos cursos.
Así terminaré la escuela a los quince años, ¿y sabes qué es lo más increíble
de todo esto que no podía esperar para compartirlo contigo?
Que podré salir de esta casa a los quince años para ir a la universidad,
porque el director ha dicho que no tendré problemas para conseguir becas si
todo va bien.
¿Te imaginas lo feliz que estaba? ¿Lo feliz que soy?
Las palabras no bastan para describirlo.
La Sra. Thomson (mi madre adoptiva) se burló, por supuesto, de ser
solo una entre miles de niños inteligentes y que no me hiciera ilusiones.
Incluso bromeó con que podría quedarme embarazada y entonces todos mis
sueños se irían por el sumidero.
Como ewww… Ni siquiera me gustan los chicos (solo me jo en si son
guapos) ¿Por qué diría algo así?
De todos modos, espero que lo estés pasando muy bien en Italia (creo
que ahí es donde estás, basándome en tu dirección, y me encantaría visitar
el país algún día, por cierto. Las fotos que he visto en internet son tan
bonitas, ¡además de la comida!) y no te importe leer esta carta.
O tal vez ni siquiera te llegue, o la tires a la basura. No estoy segura
que alguien escriba cartas de verdad hoy en día. Los correos electrónicos son
la moda, pero encuentro esta idea extrañamente emocionante.
Bueno, ya he terminado con mis divagaciones, y voy a enviar
rápidamente esta carta antes de cambiar de opinión y empezar una nueva.
Mis mejores deseos,
P.
P,
Felicidades. La puta escuela es una mierda, y me alegro que salgas de
ella y de la extraña casa más rápido.
Italia es hermosa, pero, ¿lo curioso de los viajes? Toda la belleza se
desvanece si lo único que quieres es volver a casa. Pero no puedes porque tu
padre más querido te lo prohíbe, y no tienes nada que decir sobre lo que
ocurre en tu vida.
A estas alturas, probablemente suene como un imbécil amargado, pero
supongo que puedo decirlo ya que estamos compartiendo.
Aunque así es la vida. La gente nunca está satisfecha con lo que tiene.
Quieren lo que no tienen, y eso les hace sentirse miserables.
Puedes escribirme si quieres, pero no esperes siempre una respuesta.
Simplemente no estoy conectado de esta manera. Aunque probablemente sea
lo más ridículo que haya hecho en mi vida.
Dicho esto, encontrarás un pequeño regalo dentro del sobre. Es una
pulsera hecha con las piedras que encontré en las calles de Roma. Me la hizo
un profesional genial y le añadió una piedra más, justo en el centro, llamada
citrina. Trae suerte a los que la llevan. Oculta por las piedras normales,
nadie intentará quitártela ni pensará que es valiosa. Cuando tengas dudas,
mira la piedra y piensa en tus sueños,
O al menos eso es lo que decía mi madre.
Espero que te guste, y una vez más felicidades por el logro.
Un saludo,
Zach
P.D. A la mierda lo que dice la Sra. Thomson. La gente amargada
siempre escupe tonterías a aquellos en los que ven potencial. Estudia mucho
y lárgate de ahí. La vida es demasiado corta para escuchar a nadie.
Incluso a mí.
Pho
Zac
~Phoenix
Querido Zach,
Hemos intercambiado algunas cartas a lo largo de los años,
principalmente yo divagando sobre la escuela y lo fascinantes que todavía
encuentro las asignaturas de biología y química.
Nunca respondiste a ninguna de ellas, bueno, aparte de las dos
primeras en las que compartías conmigo lo mucho que soñabas con volver.
No he tenido noticias tuyas en más de dos años, pero sigo
escribiendo… Tal vez porque creo que un chico como tú me habría dicho que
me largara hace mucho tiempo si realmente no te gustaran mis cartas.
¿O tal vez no las lees en absoluto y se pierden en el correo? Aunque
intento seguir todas las reglas.
De todos modos… sigo llevando tu pulsera. Curiosamente, combina
con todo, y debe dar mucha suerte, porque siguen pasando cosas buenas en
mi vida.
Me ponen sobresalientes todo el tiempo. Me invitaron al equipo de
voleibol de la escuela, e incluso la Sra. Thomson se echó atrás (secretamente,
creo que es porque el estado está pagando por todo, y ella puede in ar su
pecho cada vez que alguien le dice que ha hecho un buen trabajo conmigo).
Tengo muchos amigos nuevos, pero también tengo algunos enemigos,
principalmente gente de mi clase. Algunos de ellos son muy groseros y me
llaman enana y niña (terminaré la escuela secundaria en dos años, así que
ellos tienen tu edad). Lo odio pero no puedo hacer nada al respecto. Sin
embargo, nadie me presta atención y a todos les gusta tenerme en su grupo
para cualquier proyecto.
También me decidí por mi carrera y quería decirte que… decidí ser
médico. Cirujano o psiquiatra, todavía no lo he decidido. Fuimos a un
hospital para un viaje escolar y… fue fascinante.
Los sonidos, el olor, su capacidad para salvar vidas, con la ayuda de
Dios, por supuesto. El conocimiento que brota de la punta de sus dedos cada
vez que realizan una operación o un examen.
Vi a una paciente que se puso a llorar cuando le dijeron que su hijo iba
a vivir. ¿Te imaginas la cantidad de felicidad que puedes aportar si eres
médico?
Pero sobre todo… sobre todo, quería darte las gracias, porque si no
fuera por ti… ni siquiera me lo habría planteado.
El año que viene enviaré mis cartas a las universidades para que me
acepten pronto y la directora Eva me dice que tengo muchas posibilidades de
entrar en al menos la mitad de ellas con una beca. Espero que así sea; de lo
contrario, no tendré ningún otro medio para estudiar.
El único inconveniente es que no voy a poder conseguir un trabajo
decente hasta los dieciocho años, pero ¡eh! Siempre puedo trabajar en una
cafetería, ¿no?
Esto ya se ha hecho más largo de lo que esperaba, y me disculpo por
ello.
Supongo que quería que supieras que una chica que una vez conociste
podría ser una cirujana increíble algún día; recuerda mis palabras.
Espero que todo te vaya bien y que estés disfrutando de Italia a pesar
de echar de menos tu país.
Con mucho cariño,
P.
P.D.: Como pronto es Navidad, voy a poner dentro una galleta con
forma de árbol de Navidad. Es deliciosa y la he horneado yo misma. No
estoy segura de si tienes esas cosas ahí o no, pero pensé que podrías
disfrutar de algo de tu casa.
P P.D.: No la comas si recibes la carta demasiado tarde. Podría llegar
dañada.
P.P.P.D.: He incluido una más por si tienes algún amigo con el que
quieras compartirla.
P,
No sabía cómo empezar esta carta. Normalmente las ignoraba todas y
te dejaba hablar, pero esta… esta, no podía ignorarla, ¿y sabes por qué?
Porque estoy jodidamente lívido, por eso.
¿Quieres ser médico? ¿En serio? Un cirujano. Déjame reírme del
hecho que traen felicidad.
Seguro que nunca me trajeron nada bueno, y eso que vivía en el
hospital con mi madre.
¿Crees que esta profesión es sol y rosas, un bonito regalo envuelto en
un brillante lazo rojo?
Entonces no tendrás más que decepción. Los rusos tienen un dicho,
cada cirujano tiene su propio cementerio. ¿Sabes lo que signi ca?
Que mucha gente muere, y no pueden hacer nada al respecto. Porque a
veces, a pesar de toda la tecnología, de todas sus habilidades, no pueden
luchar contra el destino que a veces es tan cruel con las almas inocentes.
No siempre traerás felicidad o buenas noticias a la gente. A veces,
traerás una devastación y una tristeza que no conocerá límites, y ninguna
cantidad de penas te ayudará.
En resumen, piensa antes de decidirte a ser cirujano y prepárate para
afrontar muchos retos.
Siento habértelo estropeado. Apuesto a que estás llorando ahora
mismo, porque una vez más soy un idiota.
Pero pre ero ser un imbécil honesto que simplemente escribir
“felicidades” y olvidarme de ello.
Tendrás tu beca. Estoy seguro de ello, ¿y toda esta gente que murmura
de fondo y te quita la alegría? (Incluido yo, joder) Que no te importe una
mierda.
Disfruta la vida al máximo, pero también ten cuidado. No te
sacri ques en el altar de los demás, porque ¿lo gracioso de los sacri cios?
Nadie se acuerda que los hiciste cuando te dan la espalda.
Ya no extraño mi casa. Digamos que… hay mucho entretenimiento
aquí que no podría haber apreciado cuando era un niño de trece años.
Irónicamente, fue entonces cuando papá decidió permitirme volver por
Navidad y disfrutarla con la familia, como él decía.
Me negué, por supuesto, y en su lugar reservé un crucero por Europa
con algunos de mis amigos, entre otras cosas.
No hay nada que no pueda comprar en este mundo para mi placer; solo
tengo que desearlo. Pero… gracias por la galleta casera. La última vez que
las comí fue cuando mi madre estaba viva.
Y esto hace que el regalo no tenga precio.
Te deseo lo mejor,
Zach
P.D.: Lo recibí a tiempo.
P.P.D.: Mi amigo no puede comer ninguna de estas galletas porque
son mías. Y no las comparto. Nunca.
Pho
~Zachary
Querido Zach,
No estaba segura de si debía escribirte esta carta o no, ya que no eras
precisamente mi persona favorita después de la última. Me pareció grosero,
y… bueno, para ser franca, te comportaste como un maldito imbécil.
Me pareció que no eras justo. El hecho que hayas experimentado dolor,
no de ne a los médicos en su totalidad.
Toda profesión tiene riesgos y, claro, sí, no en todas las profesiones la
vida depende de ti todos los días… al menos en la super cie.
Pero incluso un arquitecto tiene que diseñar la mejor y más sólida
estructura que tenga la capacidad de soportar las inclemencias del tiempo y
no desmoronarse. Si no, pone en peligro la seguridad de quienes viven o
trabajan en sus edi cios.
De todos modos, dejando a un lado todas las re exiones losó cas, me
alegra informarte que he conseguido entrar en una universidad de la Ivy
League con la mejor nota y una beca que cubre todos los gastos.
¡Toma eso, niño rico!
Me voy de este in erno con una gran ola y espero no volver nunca,
jamás, a Nueva York.
Nuevo estado, nuevo yo, o eso es lo que espero de todos modos. Una
puede soñar, aunque he oído que no podemos huir de nuestros problemas.
Curiosamente, ya no los tengo.
Tú también debiste graduarte, ¿no? Así que, felicidades, y supongo
que llegaste a donde querías. No estoy segura si es aquí o de nuevo en el
extranjero, pero de todos modos, la escuela ha terminado.
Y empieza la diversión, o eso dicen todos los estudiantes de primer
año.
Disfruta de todo el sexo (supongo que es lo que has descubierto
basándote en tu última carta) y pásalo bien.
En el sobre, tendrás una tarjeta de visita de mi universidad y el correo
electrónico, por si alguna vez quieres contactar conmigo. He pensado que en
esta época de tecnología, es hora de pasar a una forma de vida más…
digamos ¿más rápida?
Además, no es necesario desperdiciar el papel; no es bueno para el
planeta.
Aunque eres un imbécil y un idiota de proporciones épicas, y
probablemente todas nuestras conversaciones no hayan sido más que un
divertimento para ti… He pensado que podemos mantener viva la chispa.
Te deseo lo mejor en caso que esta sea nuestra última carta,
P.
P.D.: Todavía no he decidido mi especialidad, pero tengo ocho años
para eso, ¿no?
Pho
Alguien deja caer una manta sobre mí. Agarro con fuerza la
taza de té caliente que tengo en las manos y alzo los ojos para ver a
Zachary asomándose por encima de mí y ajustando la cosa para que
me cubra por completo, casi cubriéndome del mundo.
—Gracias —susurro, aliviada porque al menos mi voz ha
dejado de temblar, aunque mis manos siguen temblando.
Apoyando los labios en el borde de la taza, aspiro el aroma a
menta para que me calme los nervios, pero falla sobre todo con las
innumerables luces rojas y azules que brillan frente a mí mientras los
coches de policías rodean el lugar, buscando al asesino que hace
tiempo se habrá ido.
No habría llamado de otra manera.
Rafe va de camino al hospital donde, con suerte, lo curarán.
Uno de los paramédicos me felicitó por cuidar tan bien de él y
bromeó, preguntándome si yo era médico en otra vida. Su risa
todavía resuena en mis oídos, y una risa sin humor se desliza por
mis labios agrietados debido a este clima frío.
—Me gustaría saber qué es tan divertido. —La voz de Zachary
me baña como la seda, deslizándose a mi alrededor antes de
envolverme con fuerza alrededor del cuello y casi privarme de
oxígeno por lo ronca y profunda que es. Y sus ojos verdes me
fulminan, tratando de quemarme viva.
—No lo entenderías —digo, y entonces mis cejas se fruncen—.
¿Qué estás haciendo aquí, de todos modos? —Esperaba que se
largara de aquí en cuanto apareciera la policía y surgiera el mensaje,
pero se quedó casi pegado a mi lado, respondiendo a todas sus
preguntas y luego acompañándome al exterior, donde me senté en
un banco mientras la policía me pedía que me quedara por si tenían
más preguntas.
Al parecer, alguien quería hablar conmigo, así que me
impidieron ir con Rafe al hospital. Al menos logré saber dónde lo
llevaron y podré visitarlo una vez que todo esto termine.
Solo entonces podré llamar a Sara e informarle sobre este
desastre, y no me sorprenderá si me dice que me largue de su
apartamento.
—Se llama cooperación. —No, esta palabra de nuevo—. Nos
guste o no, estamos juntos en esto.
Resoplo con exasperación, tomando un gran sorbo, y casi toso
cuando la sustancia caliente me quema la lengua.
—No lo estamos, ¿y no has visto el mensaje? Soy su mejor
amiga, así que si yo fuera tú, me mantendría alejado para no
convertirte en un daño colateral como Rafe. —Mi voz se entrecorta
con su nombre, y la culpa me asalta, haciéndome imposible respirar
por un segundo, porque Sara me lo con ó.
Y al nal del día, una persona más sufre por mi culpa.
Tal vez debería haberme quedado en la cárcel hasta que
atraparan a este tipo. Así la destrucción a mi alrededor habría
cesado.
Veinticuatro horas de libertad, y alguien salió herido. Tengo que
lidiar con la compañía de Zachary y la culpa de Sebastian.
Sin mencionar que arruine mi primer día de trabajo, así que sí,
en cuanto a buenos comienzos… el mío apesta.
—¿O cómo mi mujer? —dice, y me paralizo, la tensión aumenta
a nuestro alrededor mientras trago saliva, apartando la cabeza de él,
sin querer ver su dolor ni recordar la sala del tribunal de hace tres
años y medio, cuando un odio tan profundo llenaba su mirada. Es
un milagro que no me haya matado con ello—. Joder. Esto no es lo
que quería decir.
Mi risa hueca resuena en la noche.
—Oh, no. Esto es exactamente lo que querías decir. Pero no
pasa nada. Porque esto… —señalo entre nosotros—, demuestra que
me culpas tanto como al asesino, y en esto nunca habrá colaboración.
Nunca podría trabajar con alguien que piensa que soy culpable.
—Yo no he dicho eso —suelta, su mandíbula crispada mientras
tira de su cabello con un gruñido—. Deja de ponerme palabras en mi
boca y escúchame, maldita sea.
Levanto la barbilla, termino mi té y coloco la taza a mi lado en
el banco mientras me hundo más profundamente en la manta.
—¿Por qué? Ya he tenido su cientes de tus insultos para que
me dure toda la vida.
Un carraspeo nos arranca nuestras miradas el uno del otro,
como si se tratara de una orden, giramos la cabeza hacia un lado
para ver a dos personas de pie a unos metros de nosotros.
Uno de ellos es un hombre con el cabello alborotado; su cuerpo
musculoso, envuelto en un traje negro, enfatiza su fuerza y energía
dominante, claramente el jefe de algo. Tiene ojos marrones y vacíos;
probablemente no podrías adivinar su emoción si lo intentaras.
Nos sonríe, aunque apenas levanta la comisura de la boca, y
extiende su mano hacia mí.
—Srta. Hale. Mi nombre es el agente Noah Willson. Esta es una
de los miembros de mi equipo, la agente Ella Gadot. —Hace un
gesto con la cabeza hacia la mujer que está de pie ligeramente detrás
de mí, sus ojos brillan con una amabilidad que va bien con su oscuro
cabello.
Mis cejas se fruncen cuando su título se registra en mi mente, y
abro la boca para comentar, pero Zachary lo hace por mí.
—¿Agentes, como del FBI?
La mirada asertiva de Noah se posa en Zachary durante un
breve segundo, como si lo diseccionara en piezas y estudiara
rápidamente su carácter antes de asentir.
—Sí. Per ladores para ser exactos.
—Psicólogos criminales —concluyo, todavía confundida por lo
que están haciendo aquí—. ¿Son ustedes los que querían hablar
conmigo?
—Sí, nos han informado de una nueva pista en el caso y hemos
venido enseguida. —Ella nalmente habla, su voz suave pero rme
—. ¿Le importa que le hagamos algunas preguntas?
—Si a ella no le importa, a mí sí. —Parpadeo sorprendida
cuando veo a Lydia, con el cabello alborotado en distintas
direcciones, corriendo hacia nosotros desde su auto, con un vaquero,
una chaqueta y unas sandalias como si hubiera salido
precipitadamente de su casa—. No tiene derecho a hablar con mi
cliente sin su permiso. —Jadea cuando se coloca detrás de mí y me
pone la mano en el hombro para que nuestras miradas se encuentren
—. No tienes que hablar con ellos.
Noah entrecierra los ojos, la molestia cruza su rostro antes de
cubrirla con indiferencia, y su tono se mantiene rme, aunque
imagino que no le gusta la intromisión de Lydia.
—Detente un momento, King. Estás actuando como si la
hubiéramos arrastrado con nosotros. Nadie está obligando a tu
cliente a hablar.
¿Qué está haciendo mi abogada aquí de todos modos? ¿O es
que la policía la informa cada vez que surge algo raro con mi
nombre?
Lydia se pone la mano en la cadera, levantando la ceja.
—Sin embargo, aquí está usted queriendo interrogar a mi
cliente, en lugar de entrar en el apartamento y estudiar el rastro que
el asesino en serie dejó para usted.
—Ya hemos visto las fotos que nos ha enviado la policía y no ha
dejado ningún rastro, así que en realidad no tiene sentido examinar
la escena del crimen —dice la agente Ella, con su atención centrada
en mí—. Pero la nota dirigida a usted nos deja muchas preguntas.
Por eso nos gustaría aclarar algunas cosas antes de seguir adelante.
—A tu cliente también le interesa escucharnos —dice Noah y
luego se dirige a Zachary—. Usted también, señor King. Algo me
dice que le sorprenderán algunos de nuestros hallazgos.
—Casi nada me sorprende. Pero iremos.
—Zachary, Phoenix está cansada y… —Hace callar a Lydia con
la mano levantada, y ella resopla con frustración—. Eres imposible.
¿Y qué estás haciendo aquí por cierto? ¿No has hecho su ciente?
Parpadeo una vez más ante la forma en que le habla sin
miramientos ni el menor signo de respeto, como si no temiera las
repercusiones de sus actos.
En ese momento me quedan claras algunas cosas.
Son hermanos, aunque sigue siendo un misterio para mí por
qué su hermana decidió ayudarme.
—Creo que me he perdido el memorándum en el que ambos
toman decisiones en mi nombre. —Me levanto, ajustando la manta a
mí alrededor, y miro a Lydia, que sigue enviando dagas a Noah y
Zachary—. Gracias por cuidar de mí, pero está bien. Me gustaría
escuchar lo que tienen que decir y aportar cualquier ayuda para
atrapar a este hijo de puta. —Mi tono baja una octava cuando me
vuelvo hacia Zach—. Y tú no tienes derecho a tomar ninguna
decisión por mí. Por favor, detente. —Con esto, doy un paso hacia
los agentes y les digo—: Lideren el camino.
¿Qué tengo que perder en cualquier caso?
Y además, no quiero volver a esa habitación por el momento, y
no tengo nada más que hacer, así que podría ser útil a la sociedad.
—Mujer testaruda —murmura Zachary justo antes de
agarrarme por el codo y arrastrarme hasta su auto que me espera, la
manta ondeando a mi alrededor mientras protesto.
—Suéltame.
Curiosamente, nadie presta atención a eso, sino que asienten
cuando Zachary grita:
—Nos encontraremos allí. Lydia —llama a su hermana y hace
un gesto con la cabeza hacia su auto—, ven con nosotros. James se
ocupará de tu vehículo más tarde.
Se apresura a seguirnos, con el alivio re ejado en su rostro, y en
unos segundos estoy sentada en el espacioso vehículo mientras el
hermoso paisaje de Nueva York se re eja en la ventana, la ciudad
iluminada por miles de luces que le dan una sensación aún más
majestuosa.
He olvidado lo hermosa que es la ciudad por la noche o en
cualquier momento del día, en realidad, apoyo mi cabeza en la
ventana, jando mi mirada en ella y apartando pensamientos
extraños.
Como el hecho que estoy en el auto de Zachary y no puedo
escapar de él por mucho que lo intente.
Y el pensamiento más desagradable que me hace sudar y me
pone la piel de gallina.
Que no me importa tener a los Kings a mi lado, porque ellos
gobiernan el maldito mundo con una sola palabra.
Y siento que para sobrevivir en esta batalla con un asesino en
serie, necesito al menos un pequeño porcentaje de su poder.
Porque yo no tengo ninguno.
¿No es eso triste?
Zac
Pho
~Phoenix
Para: P
De: Zach
Estoy escribiendo este correo electrónico borracho como una mierda,
porque honestamente, ¿qué más explica esta locura, verdad? Han pasado
casi dos años desde nuestra última conversación, pero nunca te envié mi
correo electrónico, así que supongo que no podrías contactarme con alguna
mierda estúpida de la que te gusta hablar.
Pero aparentemente tu nombre es lo primero que aparece en mi mente
después de dos botellas de whisky y demasiados cigarrillos para contarlos.
¿Cómo es la Ivy League, chica lista? ¿Es todo lo que soñaste o más?
Ojalá sea lo primero; de lo contrario, apesta estar atrapado con una
beca y todo.
Siempre me enviabas cartas cuando querías compartir algo profundo
conmigo, ¿y por qué no devolver el favor? Aunque en mi caso, es una
horrible verdad a la que nalmente he tenido que enfrentarme.
Sin revelar mi verdadero nombre -realmente no necesitas este tipo de
problemas en tu mundo, cariño-, mi padre acaba de anunciarme que ha dado
acciones de nuestra empresa a sus tres hijos adoptivos. Como si los hubiera
hecho accionistas.
¿Te lo puedes imaginar?
Construyó la empresa con el dinero de mi madre, y ahora hace que los
hijos de su amante -¡ni por un segundo creeré que no se la estaba follando
mientras mamá estaba enferma- tengan casi la misma voz que yo!
La madrastra más querida tiene dos hijas y un hijo, cada uno de ellos
ahora elegible para postularse como CEO.
Esta empresa es mi legado, el legado de mi madre, ¿y papá cree que
está jodidamente bien darles una oportunidad en ella?
Que lo jodan a él y a su nueva familia. Nunca me gustó su esposa
antes, y ahora está permanentemente en mi lista de mierda.
También signi ca que tendré que romperme el culo aún más para
conseguir el lugar que me corresponde y demostrarle a mi padre que puedo
duplicar nuestros bene cios antes que se lo dé a su hijastro, Charlie, que lo
llevará a la quiebra en un año. Él no sabría lo que es un buen negocio
aunque lo golpeara.
Pero eso no es lo que me pone tan furioso, no realmente.
Es el hecho que todas estas acciones, el poner a su nueva familia por
encima de mí y de mamá, me demuestran que lo que dijo toda su vida es una
mierda.
Me dijo que el amor sucede una vez en la vida, que mi madre era un
regalo del cielo para él y que la apreciaba mucho.
“Vive una buena vida para que Dios te conceda una buena mujer que
te ame incondicionalmente, hijo.
Esto viniendo de un hombre que se casó con otra mujer en menos de
un año después de la muerte de mi madre.
Todo lo que me dijo es una mentira, hasta el hecho que me amaba.
Porque, ¿quién destruye así a su hijo después de enviarlo al extranjero,
porque su mujer no podía soportar más mi hostilidad?
¿Sabes qué, P?
Algún día le quitaré su empresa y la gobernaré como el bastardo sin
corazón que soy.
¿Y sabes por qué?
Porque mi padre me destrozó el corazón.
Pensaba que solo la muerte podía quitarte a tus padres; estaba
equivocado.
Perdí a mi padre en el momento en que se olvidó de su familia y aceptó
la de otra persona.
Lo mejor,
Zach
P.D.: Puede parecer que tengo problemas con mi padre y que a esta
edad ya no debería tenerlos.
Pero el hecho es que no los tengo.
Acepto la elección de mi padre y no anhelo la conexión. Ya no soy un
niño perdido de diez años.
Pero él cruzó la línea cuando tocó el legado de mi madre.
24 horas después
Para: Zach
De: P
Sé que debo decir algo, pero no sé muy bien qué.
¿O tal vez sí?
Permíteme comenzar con el hecho que me sorprendió mucho ver un
correo electrónico tuyo. La verdad es que pensé que nuestras conversaciones
habían terminado con la carta. Y también… gracias por tu regalo.
Todavía lo llevo, aunque es súper llamativo, pero tengo miedo de
dejarlo solo. Alguien podría robarlo. Adjunto la foto de mi cuello (por si
crees que miento).
La universidad es genial, y me lo estoy pasando como pez en el agua,
por así decirlo. Y la gente es muy amable. Bueno, son amables, porque he
encontrado mi tribu. Incluso he conseguido un trabajo en la biblioteca de la
universidad, además de dar clases particulares a niños tres veces por
semana. Así que no me muero de hambre, tengo ropa que ponerme y tengo
los estudios pagados.
Y para tu información, elegir una profesión médica fue una de mis
mejores decisiones. Siempre me siento en las clases con la boca abierta.
Pero volvamos al tema que nos ocupa.
No voy a entrar en toda la dinámica familiar y en lo que hizo tu padre
al compartir tu legado con sus otros hijos (te guste o no, ahora es su padre.
Así que está tratando de protegerlos de la misma manera que a ti. Lo cual es
una mierda para ti, porque crees que eres su único hijo. Pero la verdad es
que… no lo eres).
Pero tengo algo que decir sobre tu comentario sobre el amor.
¿Tienes pruebas que tu padre salía con otra persona mientras tu
madre vivía? Apuesto a que no.
¿Podría estar tu padre equivocado cuando te dijo que un hombre ama
a una mujer solo una vez?
Creo que es una forma de pensar muy limitada, ¿no? Que solo
amamos una vez en esta vida, como si fuéramos incapaces de sentir las
emociones dos o tres veces, solo porque prometimos amar a alguien para
siempre.
Yo nunca he amado a nadie (incluso a mi actual novio, que es
estupendo, pero no creo que sea el elegido ni nada por el estilo) así que no
soy una experta en el tema.
Sin embargo lo que sí sé… es que somos capaces de más cosas de las
que esperamos. Somos capaces de volvernos a enamorar aunque hayamos
perdido el primer amor.
Tu padre amaba a tu madre, pero ella murió, Zach. Conoció a otra
persona y se enamoró. A veces, las personas no tienen control sobre eso,
incluso si la voz de la razón les dice que está mal (como que él no esperara
ni un año para casarse con ella, por ejemplo).
¿Por qué la castigas por ello? ¿Es un pecado volverse a enamorar,
aunque creas que es imposible?
¿No deberías alegrarte que tenga a alguien con quien compartir esta
vida y no estar… no sé… triste?
Todos tenemos ciertas creencias y prejuicios. Creemos que sabemos
cómo debe vivir todo el mundo, porque tenemos nuestro conjunto de normas
y leyes que cumplimos religiosamente.
¿Pero lo curioso de la vida y el destino? Le gusta demostrar que
estamos equivocados.
Lo que pensamos ahora puede cambiar mañana en un abrir y cerrar de
ojos.
En cuanto a que haya elegido a la otra familia… tu padre ama a su
mujer y debe amar cada parte de ella; sus hijos son parte de ella. Para él, son
sus hijos.
Tal vez si hablaras con tu padre sobre tus sentimientos (no estoy
segura que los chicos lo hagan, pero ¿quién sabe?), podrías descubrir
algunas verdades inesperadas.
En resumen…
La vida es tan impredecible, corta y hermosa que es un crimen poner
límites a las emociones.
Sé que probablemente esta no sea la respuesta que esperabas (mis
amigos nunca se quejan de los padres, así que no estoy segura de lo que
querías de todos modos. ¿Quizás un apoyo como “diablos, tu padre es un
imbécil”?), aunque creo que realmente deberías hablar él.
No hagas nada de lo que puedas arrepentirte en el futuro.
Lo mejor,
P
PD: Dicho esto, no conozco a tu familia. Así que tal vez tengas razón,
y todos son un montón de imbéciles que no merecen una mierda de ti.
P.P.D.: Si quieres conquistar el mundo, deja también de beber hasta el
olvido. Quiero decir… me escribiste. Debes de haber estado muy ido.
¡Piensa en eso!
Pho
Zac
Pho
~Zachary
Para: Zach
De: P.
No has respondido a mi último correo electrónico (¿y han pasado
qué… seis meses?). O bien has escuchado mis consejos o los has ignorado.
Ambas cosas me parecen bien, por cierto.
De todos modos, ayer estuve sentada en la biblioteca y estudié algunas
cosas para mi clase de historia. Y uno de los temas era encontrar fechas
signi cativas en la historia de la sociedad.
Así que, mientras lo hacía, pensé en que voy a cumplir dieciocho años
en un mes, y tú cumplirás veintiuno.
¿No es genial? Ambos compartimos fechas signi cativas en el mismo
año, es como si estuviéramos conectados o algo así (puede sonar tonto, pero
la revelación que tuve en la biblioteca, hombre, tantos sentimientos).
Mientras contemplaba toda esta información, me di cuenta que
estamos desperdiciando una gran oportunidad para un tipo de cosa única en
la vida
Ya sabes, todas esas películas y libros en los que el héroe y la heroína
deciden conocerse en una fecha determinada. Sí, puedes llamarlo una basura
romántica, pero en nuestro caso no se trata de un romance.
Aunque, no estoy saliendo con nadie ahora mismo, y si me gustas lo
su ciente, ¿quién sabe…? (Es una broma, puedes estar tranquilo. No estoy
planeando clavar mis garras en ti. Aunque tu culo egocéntrico
probablemente piense que eres irresistible).
¿Pero no es genial? Encajamos en la descripción. Nos conocimos hace
mucho tiempo y seguimos en contacto. Así que mi propuesta (aunque sea
una locura, pero oye, solo se vive una vez) es la siguiente. ¿Qué tal si nos
reunimos el quince de enero a las cuatro en el Empire State Building? (Lo
sé, lo sé, muy cursi… pero si tienes alguna otra sugerencia, estoy abierta a
ella).
Tal vez podamos dejar de hacer todo el asunto de los amigos por
correspondencia (lo siento, sé que odias que te llame así) y convertirnos en
buenos amigos en la vida real. O, ya sabes… nos odiamos tanto que dejamos
de enviarnos correos electrónicos (creo que este punto podría persuadirte a
mi favor).
Zach… ¿estás listo para hacer algo imprudente?
Tú, amiga por correspondencia loca (ja,ja).
PD.: Sé que vives en el extranjero, pero, ¿has mencionado volver?
Además, eres rico. Deberías poder venir. Siempre eres bienvenido a
enviarme un billete a donde quiera que estés.
P.P.D.: Estoy bromeando con lo del billete. O ¿quizás no?
Para: P
De: Zach
¿Eso es lo que te viene a la mente mientras haces tu tarea de la clase de
historia? ¿Debería preocuparme por tus habilidades académicas y lo que
realmente se queda en tu cabeza? Después de todo, quieres ser médico.
Ya he cumplido veintiún años, y lo he celebrado en un yate en el Mar
Mediterráneo. (Así que sí, rico de cojones).
A no ser que estuvieras a la expectativa de algo grande mientras
esperabas a cumplir dieciocho o veintiún años, no entiendo por qué crees
que esas fechas son signi cativas.
El único aspecto positivo de cumplir veintiún años fue poner mis
manos en el fondo duciario de mi madre e invertirlo en varias acciones,
aumentando mi herencia antes de poder crear mi propia empresa. Terminé
mi carrera y estoy de vuelta en los Estados Unidos por el momento, aunque
todavía planeo obtener mi maestría.
Sutil realmente sobre la mención del correo electrónico anterior, y ya
que eres tan curiosa, puedo responder.
Sí que intenté hablar con él, pero acabó en otra discusión cuando
anunció que iba a vender la casa de la nca de mi madre ya que está sin
usar. (De ahí que yo invierta en acciones y todo eso). Adivina quién piensa
comprarla una vez que esté a la venta).
¿Sinceramente?
Me importa una mierda el amor, y soy lo su cientemente mayor como
para dejar de perseguir el amor de papá.
Ahora, volvamos a tu ridícula pero extrañamente interesante (¿o
debería decir intrigante?) idea.
Además de toda esa basura romántica (me reí demasiado con eso),
tiene un atractivo. Ya sabes mucho sobre mí, no te importaría poner una
cara a las palabras (vernos de niños no cuenta. Apenas recuerdo tu aspecto
la última vez; tu sombrero te cubría casi por completo).
Probablemente me arrepentiré, pero qué más da. He hecho cosas más
estúpidas que esto. (Si nos hacemos amigos, puede que te cuente lo que hice
en el yate. ¿O debería esperar hasta que cumplas veintiún años?)
Es un trato.
Quedemos.
Lo mejor.
Zach
P.D.: Buen intento, pero no.
P.P.D.: Aunque probablemente lo habría hecho si estuviera en el
extranjero. Sabes cómo intrigar a un tipo, te lo aseguro.
Pho
Zac
Pho
~Phoenix
Pho
Zac
En el momento en que entramos al restaurante, veo que varias
cabezas giran en nuestra dirección con las mandíbulas abiertas. Hay
murmullos dispersos que resuenan en el lujoso espacio elevándose
por encima de la música clásica procedente de los altavoces del
techo.
Phoenix mira a su alrededor, con los ojos ligeramente abiertos
mientras estudia el entorno, y me pregunto si Sebastian la ha traído
alguna vez a lugares como este.
Él nunca fue rico para mi estándar, pero tiene dinero, por lo que
las puertas de todas los locales exclusivos deben haber estado
abiertas para ellos.
Por otra parte, por la bestia que ruge en mi interior, pre ero no
pensar en lo que Phoenix hizo o dejó de hacer con su ex marido.
—El dueño se puso las pilas con este —dice y luego parpadea
—. Dios mío, ¿esa araña está hecha de diamantes?
—Cristal caro, pero según una leyenda, por supuesto, son
diamantes —le digo en broma, intentando ver el establecimiento
desde la perspectiva de un recién llegado.
Tiene muebles de color beige repartidos por todo el perímetro
del espacio rectangular en la azotea del edi cio. Sobre las mesas
redondas, rodeadas de cuatro sillas, hay jarrones rosas con tulipanes.
Una cubierta de vidrio sirve como techo del lugar, lo que
permite que los rayos de sol lo iluminen, haciéndolo casi
resplandecer y dándole un aspecto so sticado de un siglo anterior,
cuando este tipo de diseños adornaban todas las lujosas casas.
Los camareros llevan uniformes blancos y negros con zapatos
de piel que no hacen ruido sobre el parquét, sin molestar a los
clientes con sus constantes chasquidos mientras corren de un lado a
otro entregando todos los pedidos.
Uno de ellos, el que suele servir mi mesa cada vez que decido
venir aquí, me ve desde lejos y me saluda con la mano,
precipitándose hacia mí antes que alguien pueda indicarnos una
mesa.
Normalmente, hay que tener una reserva con semanas de
antelación para entrar; siempre está lleno de personas sin importar el
día o la hora. Además, el restaurante no es tan grande. El espacio
cerrado crea una sensación de urgencia aún mayor, porque el deseo
de la gente de entrar es aún mayor al sentirse especial e importante
por haber conseguido una mesa.
Este restaurante se basa en un marketing brillante. Debería
saberlo, ya que invertí millones cuando uno de los propietarios me
hizo una propuesta.
—Sr. King —me saluda Be y y luego cambia su mirada hacia
Phoenix por un breve segundo, la sorpresa destella allí, pero
rápidamente relaja sus rasgos. Después de todo, nunca había traído
a una mujer aquí antes, además de mi esposa—. Estoy muy feliz de
verlo de nuevo. Por favor, entre. Su mesa está libre como siempre.
Las cejas de Phoenix se alzan ante esto, pero no dice nada.
Caminando detrás de mí mientras pasamos entre todos los curiosos,
no me pierdo unas cuantas fotos tomadas rápidamente antes de
sentarnos en nuestra mesa. Desde la esquina, la vista se abre al
panorama de la ciudad, mostrando la magni cencia y la belleza de
todo, y al estar tan alto, casi parecemos estar otando en el aire.
Be y pone los menús delante de nosotros y pregunta:
—¿Le gustaría comenzar con alguna bebida? —En este caso se
dirige a Phoenix, porque mi pedido nunca cambia.
—Sí, me gustaría una taza de té, por favor.
Be y asiente y se apresura a buscarla mientras yo me apoyo en
la silla, viendo como evita mi mirada, toma el menú y lee con ngido
interés.
—Aquí tienen unos pasteles deliciosos. —Decido iniciar la
conversación, jodidamente harto del juramento silencioso que parece
haber hecho en el auto.
Ni siquiera se preguntó a dónde íbamos; así de grande era el
deseo de alejarse de Leiken, y me hace preguntarme qué diablos
pasó ahí.
¿O era otra disculpa que ella no quería?
No puedes dejar a esta mujer durante cinco minutos sin que los
buitres quieran arrebatarle un poco de su alma, ¿y todavía se
pregunta por qué he venido por ella?
Puede que Phoenix no lo sepa, pero es extremadamente frágil.
Si no es lo su cientemente cuidadosa, el colapso ocurrirá. Su ataque
en la o cina del FBI lo demostró. Cuando una persona retiene el
dolor en su interior durante tanto tiempo… es solo cuestión de
tiempo que todo explote, y no va a ser algo bonito.
Sin embargo, me quedaré a su lado a pesar de todo, sujetando
su mano con fuerza y dándome una razón para vivir.
Ella no reacciona a mi sugerencia, pasando las páginas a las
pastas, y continúa estudiándola.
Bueno, entonces, si ella quiere jugar sucio, no me importa.
Cualquier cosa menos este jodido silencio que me irrita,
llevándome atrás en el tiempo hasta los pitidos de una máquina que
resuenan en la casa mientras mamá yace inconsciente en su cama,
porque la medicación no servía de nada.
—Tuvimos sexo anoche. No puedes borrar eso de mi memoria
ni de la tuya ignorándome o evitándome. —Se queda quieta; su dura
inhalación llena el espacio entre nosotros antes que sus furiosos ojos,
recordándome al chocolate fundido al que una persona puede
volverse adicta, se encuentren con los míos—. Puedes negarlo todo
lo que quieras, pero te has librado. Castigarnos a los dos por un sexo
fenomenal parece un poco extremo, ¿no crees? Sobre todo cuando
tenemos que discutir nuestra pequeña situación. —Aunque en este
momento, nada me apetece más que atraerla hacia mí y hundir mis
dedos en su cabello mientras mi boca se da un festín con la suya,
sometiéndose en cuanto nuestros labios conectan.
Aunque no tenga más que insultos que decirme cuando no es
así.
Tira el menú, apoya los codos sobre la mesa y se inclina más
cerca para que no pierda ninguna de sus palabras. —Vamos a dejar
algo claro. Tuvimos sexo, y eso es todo. No tenía nada que ver con lo
que realmente quería. Mi cuerpo lo quería. Cualquiera lo hubiera
hecho, Zachary, así que si yo fuera tú, no sería tan engreído ni
alardearía de ese hecho en mi cara. No seas patético. —Con estas
palabras suspendidas en el aire, agita el menú hacia Be y que viene
con mi café negro y el té de Phoenix, poniéndolos en la mesa
rápidamente—. Quisiera pasta penne. Trae la que consideres mejor.
—Por supuesto. Su lete estará listo en unos veinte minutos, Sr.
King. —Con una sonrisa amable, se dirige a la mesa de al lado,
tomando sus pedidos.
—Sigue diciéndote eso, cariño —digo, y la taza de té de Phoenix
se detiene a medio camino de su boca—. Fui yo quien te excitó con
mi lengua, mis dedos y mi polla anoche, y sé cuando una mujer
quiere a un hombre.
—Basta —sisea ella, y yo levanto mi café para brindar por ella,
mi voz bajando unas octavas.
—Ni siquiera he empezado, cariño.
Ella gime de frustración, golpeando su taza sobre el platillo, y
este suena ruidosamente, derramando un poco sobre el plato.
—Está bien, ¿sabes qué? Por el bien de mi cordura, hagamos
una tregua. —Exhala una pesada bocanada de aire antes de
continuar—: Tenemos un problema que debemos solucionar, y por
desgracia eso implica pasar tiempo juntos.
Trago el sabor amargo del café, chasqueando los labios.
—Es lamentable solo para ti. Me lo estoy pasando como nunca.
Ella ignora mi a rmación.
—No puedo funcionar así. Esperando el momento que el
sospechoso quiera atacar. Así que acordemos no enfadarnos
deliberadamente entre nosotros, ¿de acuerdo? —Ella levanta su dedo
índice cuando quiero comentar sobre eso—. Nada de hablar de sexo
o de mi odio hacia ti. No nos lleva a ninguna parte, ¿y la supuesta
cooperación que quieres? No funcionará en el entorno actual, ¿de
acuerdo? Basta, por favor. —No sé cómo reaccionar a eso.
Tal vez porque no he conocido a una mujer que se haya
resistido a mí o a mis encantos, saliendo de su camino para señalar
que me desprecia. Mi riqueza, mi aspecto o mi generosidad no la
seducen, sino que la repelen. Es cierto que nunca le he dado ninguna
razón para que le guste, pero, ¿cuán jodidamente fascinante es eso?
Atraer la atención de la mujer que te odia a muerte, preciosa en
su belleza y con la fuerza que irradia.
No me extraña que Sebastian la amara como un loco.
—¿Y bien? —incita cuando permanezco en silencio—.
¿Tenemos una tregua?
—Solo para asegurarme que lo he entendido bien. No podemos
hablar de sexo. ¿Y eso es todo? —Ah, esto es demasiado bueno para
ser verdad, pero me pregunto si se da cuenta del error que está a
punto de cometer conmigo.
No me llaman despiadado por nada. Si hay algún tipo de
negociación, seré el ganador que se lleve el premio más alto.
Aunque tenga que construir toda una estrategia con varios
señuelos escondidos en los lugares más inesperados.
Frunce el ceño y se muerde el labio inferior, confundida por mi
pregunta por el aspecto de la misma
—Sí.
Mi boca se curva en una sonrisa, mientras me inclino más para
que nuestras caras estén a centímetros de distancia la una de la otra,
y veo cómo algunas mujeres que están a unas mesas de distancia
jadean.
—Entonces tienes tu tregua. —Ella parpadea, la sospecha
llenando sus orbes marrones mientras me inclino hacia atrás,
levantando mi café y aspirando el olor—. Ahora hablemos, ¿de
acuerdo?
Asiente y saca del bolsillo el teléfono que le di, poniéndolo en el
centro de la mesa mientras abre una aplicación para escribir.
—De camino al hospital, tomé un par de notas sobre todo lo
que tenemos hasta ahora, para construir un retrato del sospechoso
en nuestra cabeza y así poder tener algunas pistas. —Se desplaza por
un par de ellas; la mayoría coinciden con las observaciones de
Lachlan.
Pero hay un punto que me llama la atención y me detengo en él,
con el dedo presionando la pantalla para ampliarlo.
—¿Podría ser una mujer? —La maldita idea nunca se me pasó
por la cabeza, así que pregunto—: ¿Por qué lo crees?
Phoenix junta las manos.
—Nada ha insinuado realmente el género del sospechoso.
Estadísticamente, hay más asesinos en serie masculinos; sin
embargo, la forma en que se producen las muertes me descoloca.
—Tiene miedo de llegar a la víctima. Lo sé. —Gracias, Lachlan,
o me mostraría como un idiota despistado delante de esta mujer. La
psicología no es uno de mis fuertes, por mucho que estudie a los
asesinos en serie—. Hay muchos hombres que tienen miedo de
enfrentarse a sus víctimas.
—Eso puede ser cierto, pero la forma en que mata a esas
mujeres es… como decirlo… bondadoso.
—Bondadoso —repito, mis manos se cierran con un puño sobre
la mesa cuando la imagen del cuerpo de Angelica tendido en la acera
con su cerebro derramándose por todo el concreto y la sangre
brotando desde abajo y rodeando su cuerpo llena mi mente. Su
cuello retorcido en una posición extraña, porque jodidamente se
rompió.
El remordimiento cruza por un segundo en su rostro, y aprieta
mi mano por primera vez, para luego apartarla rápidamente cuando
las sensaciones punzan nuestra piel.
—Lo siento, Zachary. Sé que es difícil de escuchar. —Se lame
los labios antes de profundizar en su anterior observación—. Este
sospechoso no las deja sufrir mucho tiempo. Cuando ocurre el
accidente, mueren instantáneamente por el impacto. Creo que esa es
una de las razones por las que la velocidad del vehículo es siempre
tan alta. El sospechoso no les deja ninguna posibilidad de sobrevivir
y sufrir por las heridas.
—¿Y a eso le llamas ser jodidamente bondadoso? —gruño, con
la rabia ardiendo en mi interior por revivir todos esos dolorosos
recuerdos y la furia que todo lo consume y que exige encontrar al
cabrón y hacer que el sospechoso se ahogue en su puta bondad que
ha destruido tantas vidas.
—Es un nivel de compasión. Normalmente se ve en los
sospechosos femeninos. Este sospechoso es un psicópata,
probablemente criado en un hogar abusivo. ¿Y aun así siente pena
por sus víctimas? Algunas cosas no tienen sentido.
—Bueno, si se identi ca con ellas, es normal.
Phoenix sacude la cabeza y sorbe su té antes de responder:
—Hasta cierto punto, sí. Estoy de acuerdo en que recrea lo que
sea que haya sucedido en su vida. Pero no se excita con la tortura. En
su sufrimiento. El sospechoso es casi gentil con ellas.
Se me escapa una risa amarga y me la trago con café, odiando a
ese cabrón, sea quien sea, con una pasión tan fuerte que no quiero
que la policía lo encuentre primero.
No, quiero ser yo quien lo encuentre, para llevar a cabo mi
venganza, que será tan jodidamente fría que el cabrón deseará morir
mil veces antes que enfrentarse a mí.
Crearé un sótano con todos los mejores dispositivos de tortura
del mundo e incluso recibiré lecciones de Lachlan si es necesario,
siempre y cuando garantice el sufrimiento constante del sospechoso.
—Zachary —Phoenix me llama por mi nombre, y me doy
cuenta que lo ha repetido varias veces, y su voz suave y cálida me
saca de mis oscuros pensamientos mientras enfoco mi mirada en ella
—. Sé que esta información te molesta, pero cuando hablemos del
sospechoso, tienes que dejar de lado todos tus sentimientos. Piensa
en ello como un caso separado.
Todo este tono psiquiátrico que me habla como si tratara de
calmar a uno de sus pacientes hace que me abalance sobre ella.
—Es fácil para ti decirlo.
Me arrepiento de las palabras en cuanto las digo. Se quedan en
el aire entre nosotros, el dolor junto con la ira destellan en sus ojos, y
sus uñas se clavan en las palmas, sus manos tiemblan con una furia
apenas controlada.
—Sí. Porque tú eres el único al que le afectó la vida, y yo solo
estoy juzgando en mi jodida burbuja feliz —dice y se levanta
rápidamente, las patas de la silla raspando contra el parquét,
atrayendo aún más la atención de las mesas cercanas hacia nosotros
—. Eres… —gime, levantando las manos antes de murmurar—:
Dios, dame la paciencia que no tengo. —Y se deja caer de nuevo en
su silla—. Deja de actuar como un idiota, Zachary.
—No debería haber dicho eso. —Nunca me disculpo, así que no
puedo darle las palabras que probablemente necesita en este
momento, pero me prometo no volver a perder los nervios en su
presencia. Ya ha sufrido bastante por ello—. Y tienes razón.
—Eso es probablemente lo más cerca que estarás de la palabra
“lo siento”, ¿eh? —pregunta y bloquea la pantalla de su teléfono
mientras vuelve a nuestra conversación—. En base a toda esta
información, no podemos excluir ningún género de esta
investigación. Eso es todo lo que tengo por ahora. Podemos intentar
ir a mi hospital y comprobar a mis pacientes, y luego pasar todos los
nombres por su sistema para ver si hay una conexión. Aunque,
necesitamos permiso para eso, así que los agentes probablemente se
encargarán de ello.
Be y elige este momento para volver, sosteniendo una bandeja
pesada con comida humeante que huele delicioso, pero me importa
una mierda.
Ahora mismo, la comida está tan lejos de mi mente que me
pregunto por qué he pedido algo.
Be y vacía rápidamente la bandeja antes de salir corriendo de
nuevo.
Phoenix inhala los olores de su pasta roja con mariscos por su
apariencia y clava su tenedor.
—Oh, Dios mío. He echado mucho de menos solo el olor. —Se
lo lleva a la boca y gime, cierra los ojos y saborea cada bocado,
mientras yo no puedo evitar recordar sus otros gemidos y moverme
incómodo en el asiento.
No solo porque me excita, creo que tengo que estar preparado
para que hasta los pequeños detalles de ella me afecten de alguna
manera, ¿y no es eso jodidamente genial?
Pero también por la culpa que me recorre al recordar que los
últimos tres años y medio han sido un in erno para ella, donde no
solo sus necesidades básicas sino también aquellas cosas que le
brindan placer no fueron satisfechas.
La despojaron de todo y sin embargo sobrevivió, y no conozco
a mucha gente que no se hubiera derrumbado bajo tal peso y
presión.
La presión que yo ejercía también, presionando y presionando,
esperando que nalmente se rindiera y tal vez se suicidara,
demasiado cansada para luchar contra todos.
Estos son solo algunos pensamientos oscuros que jugaron en mi
mente en los dos primeros meses después de la muerte de Angelica,
pensamientos de los que no estoy orgulloso, y que me repugnan
ahora mismo.
Sin embargo, haga lo que haga, no estoy seguro de poder expiar
todos los pecados que he cometido.
Si hubiera una tierra donde los pecadores expiaran, la habría
llevado allí y le habría pedido perdón, esperando lo mejor.
Pero el perdón es como el amor; o se da libremente o no tiene
ningún sentido. No puedes forzar la emoción de alguien.
—Entiendo por qué me has traído aquí. La comida sabe divina.
—Vuelve a clavar el tenedor, pero se detiene en la pasta, frunciendo
las cejas—. Así que te he enseñado todas mis cartas. ¿Cuál es tu
plan? ¿Cómo crees que podemos sacarlo de su escondite trabajando
juntos?
Agarro mis cubiertos, cortando el lete, y espero a que trague
su bocado antes de responder:
—Nos casaremos.
Ah, sí.
¿El sospechoso formó una conexión con ella en la que yo soy
ese imbécil que le arruinó la vida, y él es el maldito salvador a sus
ojos?
Pues bien.
Le quitaré lo que quiere.
Y, mientras tanto, reclamaré lo que es mío.
Como dije antes.
Lo que Zachary King quiere, lo consigue.
Sos h o
Zachary
Pho
~Phoenix
Zac
Pho
Sos h o
~Zachary
Zac
Pho
Me agarra con más fuerza, sus dedos se clavan en mis caderas, e
intento liberarme de nuevo, pero sus manos son como cadenas de
acero que me rodean, manteniéndome en su sitio y no dejándome
evitar su presencia abrumadora.
Colocando las palmas de las manos sobre sus hombros, empujo
con rmeza, pensando que servirá de algo, pero él solo me atrapa
entre sus piernas con más fuerza y me ordena:
—Contéstame.
¿Qué demonios le pasa?
—Sí, tuve un amigo por correspondencia cuando era niña.
¿Quién no lo tuvo? —Mi generación aún creció durante la época en
que la tecnología no gobernaba este mundo, así que estoy segura que
no es tan raro. Y además, ¿qué tiene que ver esto con nosotros? —.
Zachary, por favor, suéltame — repito, pero sus músculos se
ondulan debajo de su camisa mientras una vez más el agarre de su
abrazo es tan fuerte que jadeo cuando la incomodidad se apodera de
mí—. Me estás haciendo daño.
—¿Cómo se llamaba?
—¿Qué? —pregunto, olvidando momentáneamente su estúpida
pregunta, y luego grito cuando, en un último intento de escapar,
caigo sobre él. No tengo más remedio que rodear su cuello con los
brazos para no caer al suelo.
—¿Cómo se llamaba? —Sus dedos se enredan en mi cabello y
me echa la cabeza hacia atrás, nuestras miradas chocan, la suya es
tan ardiente que me sorprende no estar hirviendo por ello—. El
amigo por correspondencia.
Esta es la conversación más extraña que he tenido con un
paciente, y teniendo en cuenta que he trabajado en psiquiatría, ¡eso
es mucho decir! Eso me pasa por querer ser una persona más grande
y ayudarlo, aunque sabía que era un idiota.
Sus acciones actuales lo demuestran.
—Zach, ¿de acuerdo? Su nombre era Zach, y lo vi dos veces
antes que me abandonara durante nuestra cita programada. Así que,
por el amor de Dios, ¿podrías por favor…? —Hago una pausa en
medio de la frase cuando la comprensión me golpea tan fuerte que
me tambaleo un poco y me quedo con la boca abierta por la sorpresa,
con miles de pensamientos pasando por mi mente.
¿Pero el más importante de todos?
No puede ser verdad.
Sin embargo, todos los puntos y recuerdos fugaces del pasado
sobre Zach, mi Zach, comienzan a sumarse a un gran rompecabezas
con piezas desconocidas para mí en ese entonces.
Lo adinerado que era.
Lo mucho que odiaba a su familia.
Presumido, arrogante.
Mi mano aprieta su camisa, acercándonos mientras me inclino
hacia él, susurrando:
—¿Tú eres Zach? ¿El Zach con el que intercambié cartas?
Gruñe, su pecho vibra bajo mi abrazo.
—Sí.
—¡Oh, Dios mío! —exclamo, olvidando momentáneamente que
soy una mujer de treinta y dos años a la que él ha destrozado la vida,
y vuelvo a ser la niña vertiginosa de diez años que le escribió por
primera vez—. ¡No puedo creerlo! —Sin pensarlo, lo abrazo y
murmuro—: Fuiste un amigo por correspondencia increíble. —Se
tensa en mis brazos, pero entonces sus manos me envuelven,
apretándome contra su pecho, y una sonrisa se dibuja en mi boca.
¿Quién lo hubiera pensado? Qué increíble es que por n haya
conocido al chico…
Y con esto, la oscuridad revienta mi burbuja de felicidad, la
realidad se cuela en la causa de nuestro encuentro.
Mi cuerpo se congela. El aire se pega en mis pulmones mientras
su olor masculino perturba mi nariz, y rápidamente me alejo de él,
tan rápida e inesperadamente que no tiene más remedio que
dejarme ir.
—El destino tiene ciertamente sentido del humor, ¿no es así? —
le indico, cruzándome de brazos, y él se levanta, su expresión
determinada mientras camina hacia mí, pero doy un paso atrás de
nuevo, esperando que él capte la maldita indirecta de mantenerse
alejado—. ¿Quién sabía que el chico que solía ser tan amable
conmigo terminaría siendo mi peor pesadilla? —termino,
olvidándome de la estúpida tregua cuando la decepción me recorre,
destruyendo lo único bueno que tuve en la infancia.
Nuestras cartas eran escasas y casi inexistentes, pero de alguna
manera, sentía que en algún lugar tenía un mejor amigo que me
escuchaba sin importar lo que tuviera que decir.
Me daba la sensación de seguridad de no estar sola en este gran
mundo en el que nadie me quería, y me apoyaba en mis sueños a su
extraña manera e incluso se las arreglaba para hacerme regalos
inolvidables. Para la mayoría de la gente, probablemente no sea
nada, pero para un niño de acogida que nunca se sintió especial…
Era el mundo entero, lo mejor, aunque siguiera siendo malo y
nunca ocultara el hecho que no podía importarle menos lo que todos
pensaran de él.
—Phoenix —empieza, pero sacudo la cabeza, sin querer
escuchar lo que tenga que decir.
Todo esto ahora no es su problema; es el mío. Construí un chico
perfecto en mi cabeza que de alguna manera creía que estaba cerca
de mí. Irónicamente, incluso después que no se presentó a nuestro
encuentro, lo excusé en mi cabeza y le di las gracias por Sebastian.
Bueno, ese es un regalo que se llevó, así que tal vez no debería
haber estado tan agradecida por mi marido.
—No viniste —le digo, lo cual le causa sorpresa a juzgar por la
forma en que sus ojos se abren—. Debería haber sido una pista desde
arriba para alejarme de ti. Pero aquí estamos. —Una risa sin humor
se desliza por mis labios—. El destino logró conectarnos después de
todo. Tengo que decir que ojalá no lo hubiera hecho. —Me tapo la
boca con la mano, extrañamente sin ganas de llorar, pero temo que
se me escape un sollozo. Dios, nunca fui una persona emotiva, pero
desde que conocí a Zachary en la vida real, no soy más que una
fuente inagotable de cascadas.
—Fui. Un minuto después que te fueras. —Lo miro, viendo la
sinceridad en su rostro mientras continúa—: Intentamos alcanzarte,
pero agarraste un taxi y te fuiste. Y luego no respondiste a ninguno
de mis correos electrónicos. —Suena molesto por esto, pero solo una
cosa destaca de sus palabras.
—¿Tu y quien más?
Se queda completamente quieto, con la mandíbula tensa, el
único indicio de sus emociones antes que nalmente responda, con
la voz desprendida, pero veo que cada palabra le resulta difícil de
pronunciar.
—Con Angelica. Ahí es donde nos conocimos. Tomamos un
café y empezamos a salir unos meses después, tras reencontrarnos
en uno de los actos bené cos que organizaban los Kings.
—Seguramente diste gracias a Dios por no haberme conocido
ese día, ¿no? —No dice nada, porque no puede negarlo. Si lo hubiera
intentado, me habría engañado—. Conocí a Sebastian ese día en el
taxi. Cada vez que su nombre aparecía en mi mente, te agradecía que
me hubieras abandonado para poder estar con el hombre de mis
sueños.
La energía cambia a nuestro alrededor con mi verdad,
arremolinándose peligrosamente mientras sus orbes verdes brillan
de ira y sus manos se cierran en un puño. Y antes que me dé cuenta,
me enjaula entre el lavabo y su fuerte pecho, poniendo una mano a
cada lado de mis caderas mientras no tengo más remedio que
inclinarme hacia atrás mientras me clava la mirada.
—El hombre de tus sueños te ha dejado. —La posesividad
recubre su voz y se inclina sobre mí, mi espalda se clava en el lavabo,
pero no me muevo.
¡Puede meterse sus tendencias posesivas por la garganta!
—¡Por tu culpa! —le respondo, pero luego cierro los ojos y
respiro profundamente, lo que no ayuda en nada a mi estado, ya que
me llena de su presencia, y mi cuerpo traicionero, vuelve a
reaccionar ante él.
¿Qué tan humillante es esto?
—Quizás tengamos mala suerte el uno para el otro —susurro,
aun evitando su mirada—. Cuando estamos juntos, pasan cosas
malas. —Finalmente, vuelvo a abrir los ojos para mirarlo y le agarro
la camisa—. Así que mantengamos nuestra tregua y alejémonos el
uno del otro. —Me odio por ello, pero añado—: Por favor.
Su mano pasa de mi cadera a mi cintura y a mis brazos, dejando
la piel de gallina a su paso mientras la sube lentamente hasta mi
cuello, ahuecándolo suavemente. Jadeo cuando lo aprieta y me echa
la cabeza hacia atrás, inclinando la cabeza mientras él se desplaza
hacia delante, murmurando sobre mis labios:
—No la tenemos. Te lo voy a demostrar.
—No —susurro entrecortadamente, suplicándole que no me
empuje a esto… lo que realmente no quiero, incluso si mi cuerpo
envía una señal completamente diferente.
¿No lo ve?
Si no tiene cuidado, podría romperme, y no lo soportaré,
rompiéndome para siempre en pequeños pedazos que nadie en el
mundo podrá volver a unir.
Quizás por eso no tengo tanto miedo del sospechoso, a pesar de
sus tendencias psicopáticas.
Porque Zachary King es una amenaza mayor para mi cordura y
mi corazón, que está sangrando tanto que una herida más lo va a
matar.
¿Y entonces qué quedará de Phoenix?
Su pulgar me roza mis labios, deslizándose suavemente antes
de ponerlo en mí barbilla, presionando tan fuerte que no tengo más
remedio que abrir. Y justo antes de introducir su lengua, susurra:
—Arreglaré esto, Phoenix. Lo haré.
Quiero gritar que no lo hará. Porque, ¿cómo podría alguien más
que Dios arreglar lo que Zach hizo?
Pero en lugar de eso, mis manos aprietan más su camisa,
aferrándose a él en este caos que me come viva lentamente, y arqueo
la espalda cuando nuestras bocas se conectan, con su lengua
explorando el interior y la mía buscando la suya.
Se me pone la piel de gallina, y el estómago se revuelve con la
anticipación acompañada del arrepentimiento que recorre mi
sistema, mostrándome la verdad que quiero evitar.
Nada en este mundo tiene el poder de impedir que sucumba
ante él, y quiero gritar de frustración por la injusticia que supone.
¿Se debe a la conexión que establecimos cuando éramos niños
y, en algún nivel subconsciente, todavía me siento atraída por él?
¿A la idea de mi amigo por correspondencia y de cómo todos
los astros pueden alinearse de tal manera que nos hacen cuestionar
el destino?
Quizás cuando estoy en su compañía, vuelvo a ser la joven
alegre de dieciocho años que soñaba a lo grande y creía en cuentos
de hadas que no se hacen realidad.
En lugar de vivir en la realidad, sus brazos tienen el poder de
llevarme al pasado, a cuando mi corazón era capaz de vivir
emociones increíbles, con mariposas que estallaban en mi estómago
y sueños que llenaban mi corazón de tanto amor que podía volar.
Ya me acosté con él una vez.
¿Qué cambiará una vez más, de todos modos?
Estamos condenados de cualquier manera; más vale disfrutar
del viaje mientras dure, sin ilusiones.
Cuando todo esto termine, también lo haremos nosotros,
porque para empezar nunca hubo un nosotros.
Mis manos vuelven a rodear su cuello. Me aprieto más contra él
mientras sus palmas se deslizan por mis hombros hasta mi cintura y
mi culo antes de elevarme. Lo acuno entre mis piernas, jando mis
tobillos a su espalda, mientras el beso caliente y devorador sigue
despertando cada parte de mi cuerpo.
Casi espero que me coloque sobre la encimera y me folle aquí
mismo, pero se da la vuelta y entra en el dormitorio, donde, a pasos
cortos, llega a la cama. Gimo en señal de protesta cuando me deja
caer sobre ella. Salgo rebotando un poco, aterrizando de culo con el
cabello por toda la cara bloqueando mi visión de él.
Al echarlo hacia atrás, veo cómo tira la camiseta al suelo,
dejando libre su cuerpo de dios griego con todos los músculos duros
y rígidos que deberían ser esculpidos en una escultura por lo
exquisitos que son. Su erección sobresale detrás de la cremallera y
mi coño se aprieta al recordar cómo me penetró una y otra vez la
noche anterior.
Se me escapa un gemido cuando se quita el cinturón de golpe y
se baja la cremallera, sacando la polla. Me muerdo el labio inferior,
imaginando cómo sería saborearlo en mi lengua.
Al n y al cabo, en este momento la realidad no existe, y puedo
ser tan sucia como quiera con él. Nada está fuera de nuestros límites
si signi ca placer y satisface el anhelo dentro de mí.
Sus ojos se oscurecen cuando adivina el rastro de mis
pensamientos, y me señala con el dedo. Empiezo a arrastrarme hacia
él, pero me detengo. Sus cejas se levantan, ladea la cabeza y me
pongo de rodillas, deslizando las palmas de las manos por todo el
cuerpo antes de llegar al dobladillo del vestido y salir de él.
Me estremece la brisa que entra por la puerta abierta del balcón,
mis pezones se endurecen al instante y vuelvo a gemir, presionando
mis pulgares contra ellos, lo que provoca espasmos hacia mi núcleo,
deseando sentir algo dentro de él.
Gruñe cuando mi gemido de necesidad resuena en el espacio.
Dice con su voz baja y ronca que tiene el poder de seducirme por sí
sola:
—Ven aquí, cariño. —Me arrastro hacia él hasta que enreda los
dedos en el cabello, tirando de él con fuerza e inclinando mi cabeza
hacia atrás mientras con la otra mano acaricia la polla arriba y abajo,
con una gota de semen goteando de la punta. Se frota el pulgar en
ella, extendiéndolo sobre la cabeza, y se acerca para que esté a
centímetros de mi boca.
—La forma en que me miras me hace pensar que necesitas una
polla en la boca. —La posesividad destella en su mirada—. Mi polla.
¿Quieres probarla, cariño? —Arrastra la punta sobre mis labios.
Abro la boca para atraparla, pero él la retira. Frunzo el ceño y gimo
cuando me tira del cabello, enviando ligeras punzadas de dolor por
todo mi cuerpo—. Contéstame.
—Sí. —Y entonces, sin escuchar nada más de lo que quiere
decir, coloco mis manos en sus caderas, chupando la cabeza y
gimiendo cuando el primer sabor golpea mi lengua, intensi cando el
deseo dentro de mí.
Salado y almizclado, como algo que sabes que no deberías
probar, pero lo haces de todos modos, porque si no lo haces, podrías
volverte loco.
Inclinándome hacia atrás, lamo su longitud, disfrutando del
órgano que late bajo mi lengua mientras su respiración se acelera. Su
agarre se intensi ca cuando vuelvo a cerrar la boca en torno a él,
chupándolo profundamente y poniendo la mano en la raíz de su
polla, apretándola con fuerza.
Mi coño está empapado, apretándose con cada golpe de lengua
y recordándome lo excitada que estoy. La palma de la mano que
tengo libre se desliza por mi vientre hasta llegar a mi núcleo,
presionando mi clítoris.
Gimo en torno a su grosor, enviando vibraciones a través de él,
y él gruñe, tirando de mi cabello con tanta fuerza que me lloran los
ojos. Arrastrando mi boca desde la base hasta la punta, lo chupo,
pasando la lengua por la cabeza antes de volver a deslizarla por su
longitud. Lo aprieto al ritmo de los dedos que empujan dentro de
mí, cada uno de mis movimientos envía ondas de placer en mi
cuerpo y llena mi sangre de la tan necesaria anticipación de la
felicidad divina que está casi a mi alcance.
Zach me detiene, empujándome un poco hacia atrás, y luego su
pulgar se posa en mi barbilla antes de ordenar:
—Abre. —Hago lo que me dice, empuja dentro de mi boca con
facilidad mientras relajo mi garganta todo lo que puedo alrededor de
él—. Tu boca está muy caliente, nena. Podría morir feliz con mi polla
ahí dentro y con tus labios gruesos manteniéndola prisionera. Placer
y dolor combinados en uno. —Sus caderas se mueven hacia adelante
y hacia atrás, y gime sobre mí. Sigo moviendo los dedos dentro de
mí al ritmo de sus empujones, imaginándolo moviéndose entre mis
piernas, introduciéndose en mí una y otra vez. Se me escapa un leve
gemido. El fuego crece en mis venas poco a poco mientras mi cuerpo
zumba de anticipación—. ¿Te gustan esos dedos en tu coño,
Phoenix? —Su pulgar presiona mi mejilla para que nuestras miradas
se encuentren—. Apuesto que no tienen nada que ver con mi polla,
¿verdad? —Se aparta un poco, dejando solo la punta en mi boca, y
yo la chupo, mi mano bajando de su erección a la cama, necesitando
tener más equilibrio o podría caerme por todo lo que me está
pasando a la vez—. ¿Estás goteando para mí, nena? —Asiento y su
abrazo se suaviza cuando dice—: Muéstrame.
Con un gemido torturado, saco los dedos de mi núcleo, que
sufre espasmos de desesperación al no recibir el vacío, y levanto la
mano hacia su boca. Él lame la humedad de los mismos, su lengua
rozando mi piel, haciéndome sisear. Luego las succiona en su boca
antes de soltarlas con un suave chasquido.
Me rodea el cuello con las manos y me hace arrodillarme
suavemente. Deja caer su boca sobre la mía y me da un beso
profundo que me hace hervir tanto la sangre que es un milagro que
no me queme en sus brazos. La combinación de nuestros sabores
casi me lleva al límite, pero antes que pueda prolongarlo, me empuja
de espaldas y anuncia:
—Tengo hambre, nena, y quiero darme un festín desde la
fuente. —Se quita el vaquero antes de enganchar sus dedos en mis
bragas, bajándolas y tirándolas después.
Me agarra el pie, rozando mi tobillo, y le da un ligero beso
antes de doblarlo y colocarlo sobre la cama y luego repite la misma
acción con el otro, dejando un espacio entre ellos mientras se cierne
sobre mí. Se inclina hacia delante, y sus labios dejan a su paso toques
como de plumas mientras roza mi cuello hasta la clavícula y luego la
parte inferior de mis pechos.
Pasa su lengua sobre mi pezón, tirando de él con sus labios, y
luego chupa un poco más antes de pasar al otro, haciendo lo mismo.
Arqueo mi espalda, empujando el pezón más adentro de su boca,
pero él solo se ríe contra mí y baja, dejando mi pezón dolorido.
Tiemblo cuando su respiración silba, congelando mis picos
puntiagudos húmedos de su boca, y la combinación de eso junto con
el calor que corre a través de mi sistema calma el aire en mis
pulmones por un segundo, y gimo con resignación.
Enlazo mis dedos en su sedoso y oscuro cabello mientras él
baña mi cuerpo de besos hasta que separa más mis muslos y me abre
con su dedo. Su aliento caliente en mi carne me hace sacudirme y
exhalar fuertemente mientras abanica mi núcleo antes que pase su
lengua desde mi clítoris hasta mi trasero, recogiendo mi humedad
mientras me vuelve loca con cada deslizamiento de su lengua.
Mi fuerte gemido llena el aire cuando lo desliza dentro de mí,
haciendo girar su lengua sobre mis paredes, empujando más y más
profundamente. Mis dedos se enroscan en la cama, mis dedos tiran
de su cabello y lo mantienen en su posición, porque si sigue así, yo…
Gimo de frustración cuando me muerde los labios inferiores
antes de chuparlos mientras sus dedos se deslizan dentro de mí,
uno, dos, tres, y arrastra su lengua hasta mi clítoris, presionándolo
antes de moverlo de un lado a otro. Grito mientras la electricidad me
recorre en oleadas, lista para golpearme de una vez. Mi cuerpo está
cubierto de sudor, listo para dejarse llevar y encontrar por n la
satisfacción que tanto necesita.
Estoy tan mojada, tan dolorida, deseando llegar al orgasmo con
tanta fuerza. Una de mis piernas se eleva sobre su espalda,
deslizándose hacia arriba y hacia abajo, encerrándolo en esta
posición para que nalmente pueda darme lo que tanto anhelo.
—Zach, por favor —susurro. Sin embargo, él es implacable y
retira sus dedos, sustituyéndolos por su lengua de nuevo, dando a
mi núcleo un beso con la boca abierta que debería estar prohibido
por lo mucho que me hace sentir.
Clavando mis uñas en su nuca, apoyo mi pie en su hombro y
cierro los ojos, comenzando a mover lentamente mis caderas hacia
delante y hacia atrás, encontrando la fricción con él moviéndose
rítmicamente dentro de mí.
Un sofoco asalta mi cuerpo, viajando por la punta de los dedos
de mis pies, hasta la cabeza, casi como una bola de nieve que está
dispuesta a tragarme entera.
Solo un poco, un deslizamiento más, y me…
Jadeo cuando su boca me abandona. Abro los ojos y veo que se
limpia la boca en el interior de mi muslo antes de inclinarse hacia
delante, acomodándose entre mis piernas con su erección envuelta
en un condón. ¿Cuándo demonios ha tenido tiempo de hacer eso?
Arrastra la punta por todo mi cuerpo y se gana un grito de
frustración.
—Zach —le ruego y le advierto al mismo tiempo, deseando
alcanzar por n el dichoso olvido sin que me importe nada.
—Lo sé, cariño. Pero te vas a correr en mi polla y no en mi
lengua. Porque… —Me penetra solo con la punta, mi coño se aprieta
alrededor de ella. Gime por encima de mí—. Exactamente eso.
Quiero que las paredes de tu coño se aprieten tanto a mí alrededor
para que nunca pienses que esto es un error. Porque nadie en este
mundo puede hacerte sentir como yo. —Antes que pueda protestar,
me penetra con un movimiento rápido. Grito cuando el cabecero de
la cama choca contra la pared y mi cuerpo se aprieta
instantáneamente en torno a él.
Acerca su boca a mi oreja y sus labios se mueven contra ella
cuando susurra:
—¿Quién te folla ahora, Phoenix? —Permanezco en silencio,
envolviendo mis piernas alrededor de él y gimiendo cuando él, lenta
y agónicamente, se retira para volver a penetrarme profundamente
—. Contéstame.
—Tú —respondo, con la voz ronca; parece que he gritado
durante horas. Paso mis uñas sobre su espalda, empujándolas dentro
de él—. Zachary King me está follando ahora mismo. ¿Estás
contento? —Aunque no lo veo, siento físicamente su sonrisa, y a
pesar de mis emociones hacia él, que no tienen nada que ver con mi
cuerpo, un fantasma de sonrisa aparece también en mis labios—.
Ahora, por favor, Zach, fóllame tan fuerte que no sienta nada más
que tu polla dentro de mí, o quítate de encima para que pueda
terminar el trabajo yo misma.
Me gruñe al oído; al hombre de las cavernas no parece gustarle
mi amenaza, pero todos los pensamientos al respecto vuelan de mi
mente cuando me agarra con fuerza por las caderas, sus dedos se
clavan en mi piel tan profundamente que dejarán una marca. Se
abalanza sobre mí con tanta fuerza que grito, pero luego gimo
cuando retrocede para penetrarme una y otra vez, empujándome
más y más profundamente, con su longitud arrastrándose por mis
paredes repetidamente mientras miles de sensaciones me asaltan
desde todos los rincones, hundiendo sus garras en mí y
moviéndome hacia el éxtasis que siempre sigue cuando estoy en los
brazos de Zach.
Estoy caliente, muy caliente, mientras su polla me estira con
cada empujón, como si reclamara su territorio aunque ambos
sepamos que es temporal.
Le palmeo la cabeza, buscando sus ojos, y cuando los
encuentro, conecto nuestras bocas con un murmullo incoherente, y
nos perdemos en el beso. Sus movimientos se aceleran, el ritmo me
empuja al borde, y luego se acerca cada vez más hasta que
nalmente me golpea tan fuerte que me quedo quieta antes de echar
la cabeza hacia atrás y gritar, con mi núcleo dando espasmos sobre
él, succionándolo dentro y no queriendo soltarlo.
Uno, dos, tres golpes más y ruge por encima de mí, su polla se
endurece dentro de mí antes de derramarse en el condón. Nuestra
fuerte respiración se convierte en el único sonido de la habitación.
Se posa sobre mí, con nuestros cuerpos tan apretados que ni
siquiera el aire puede deslizarse entre nosotros, y por un momento
me permito disfrutar de este respiro y deleitarme con el resplandor
de nuestro amor…
No.
Sexo.
Sexo crudo, sin sentido, sin ataduras, que satisface nuestras
necesidades básicas.
Mis párpados se cierran mientras intento ignorar la voz en mi
cabeza que no me permite huir de la verdad, por mucho que lo
desee.
Las mayores mentiras que nos decimos… nos las decimos a nosotros
mismos.
Capítulo 18
—La envidia hunde sus garras en cualquier alma dispuesta, siempre que
se lo permitas, y por eso es muy peligrosa.
Especialmente si todo lo que esta alma conocía era la crueldad mezclada
con el dolor, y lo único que la mantenía de pie durante los tiempos oscuros
eran los pensamientos de venganza.
Y cuando se añade la traición a todo ello, recordándoles una vez más lo
insigni cantes que son en la vida de alguien…
Las consecuencias pueden ser mortales.
Phoenix
Pho
Zac
Sos h o
~Phoenix
Pho
♦♦♦
James detiene el auto delante de una espaciosa mansión, o más
bien un castillo, porque está hecha de los mejores ladrillos cubiertos
de varias ores que parecen crecer en su interior, ya que todas las
grietas posibles están llenas de ellas.
Desde que llegamos, he estudiado la interminable cantidad de
terreno con la hierba esmeralda junto con las estatuas de mármol
que muestran, por lo que parece, diferentes épocas de la historia. Los
robles rodean el lugar con varias alcobas en la distancia, que atraen a
la gente a descansar allí con un libro.
Los caminos de pavimento conducen a varios destinos, cada
uno más misterioso que el siguiente, y no puedo evitar jarme en lo
impecable que está.
Gris, sin una sola grieta a la vista, como si alguien lo repasara
regularmente.
En de nitiva, este lugar habla de lujo, pero no de la forma en
que lo hace la casa de Zachary. Esta es más sutil, pero su naturaleza
dominante te hace sentir curiosidad y al mismo tiempo recelo por lo
que se pueda encontrar en su interior.
—¿Has alquilado un castillo entero para esto? ¡Este lugar es
enorme! —pregunto incrédula, y Zachary me dedica una sonrisa,
guiñándome un ojo.
James se ríe desde el frente, y Zach debe apiadarse de mi
confusión, porque añade:
—Es la casa de mi familia.
Frunzo el ceño.
—Pensé que habías dicho que tu casa pertenecía a tu madre.
Una expresión ilegible se instala en su rostro, y su mandíbula se
tensa, aunque nada de esto afecta a su tono.
—Así es. Era de ella, y le gustaba ir allí a menudo. Está la
compró papá cuando su imperio explotó, y nos mudamos aquí.
Durante dos años, antes que mamá enfermara. Luego trajo a su
nueva esposa, y ella con mucho gusto la convirtió en su hogar. —Es
imposible no escuchar el resentimiento que resuena en sus palabras,
y suspiro para mis adentros, pensando que todos estos años no han
cambiado sus sentimientos sobre el matrimonio de su padre.
Aunque no soy una experta en dinámica familiar, ¿no debería
haberlo superado en los últimos veinticinco años? Además,
basándome en su interacción con Lydia, pensé que la relación había
mejorado al menos con sus hermanastros.
Ahora, no estoy tan segura de ello.
—¿Por qué decidiste hacer la esta de compromiso aquí?
Una elección muy extraña, teniendo en cuenta su complicada
relación, se encoge de hombros, entrelazando sus dedos con los míos
antes de abrir la puerta para que el frío viento se cuele dentro
mientras dice:
—Porque soy un maldito King y me encanta recordárselo.
Cuando salimos del auto, veo a un hombre con un traje marrón
que corre hacia nosotros por los escalones de mármol, con su larga
chaqueta de traje ondeando detrás de él, y nos alcanza en un tiempo
récord, jadeando para respirar, pero aun consiguiendo rechinar entre
los dientes:
—Jovencito. Ya está aquí. Todo el mundo le está esperando.
Lanzo una carcajada y rápidamente la cubro con mi palma
cubierta por un guante de encaje, y el anciano parpadea
sorprendido, probablemente preguntándose qué es tan gracioso.
Zachary pone los ojos en blanco y se dirige al hombre.
—Gracias, Patrick. —Y entonces me arrastra hacia la puerta
mientras yo no puedo dejar de reír, y me ordena—: Suéltalo.
—Jovencito —repito y me río—. Dios mío. Después de todos
estos años, todavía te llaman así.
—Le he pedido muchas veces que me llame simplemente por
mi nombre, pero la idea le parece escandalosa. Lleva treinta años en
la familia. —Supongo que el personal se convierte en parte de la
familia en estos casos, viendo crecer a los niños y luego a sus hijos.
Incluso el hecho que Zachary se comporte con todos ellos de
forma cariñosa, sin sustituirlos por alguien más joven, dice mucho
de él.
Rastros de carácter bueno y honorable que no deberían ser
ignorados por la única cosa horrible que hizo en el pasado.
No me da tiempo a re exionar sobre este pensamiento mientras
anuncia:
—En cuanto entremos en esta casa, seremos una pareja
enamorada. Recuérdalo. —Su manzana de Adán se mueve cuando
traga—. Cuanto más amor mostremos, más inquietará al sospechoso.
Levanto nuestras manos entrelazadas.
—Te tomo de la mano ahora mismo, incluso sin público. —Tal
vez porque siento que él necesita este apoyo tanto como yo. En cierta
medida, cada vez que entra en esta casa, sigue siendo ese niño de
diez años que fue rechazado por su padre en favor de su nueva
familia.
Ese tipo de cicatrices se quedan con nosotros para siempre, por
mucho que intentemos curarlas. No siempre signi ca que los padres
sean monstruos, pero los niños lo ven todo a través de su prisma. Y
para un niño, un divorcio o la pérdida de uno de sus padres es una
experiencia devastadora en la que su mundo, tal y como lo conocía,
se hace añicos.
Espera.
Agarro este pensamiento en mi mente, pensando cómo podría
aplicarse al sospechoso con sus tendencias casi posesivas hacia mí.
¿Es posible que sus padres se hayan divorciado y que por ello se
haya sentido abandonado por el resto de su familia?
Sin embargo, el tono grave que proviene de las puertas de la
parte superior de la escalera me saca de mi examen, y me prometo
volver a él cuando mis ojos se posan en el altavoz.
—Has tardado mucho en llegar, Zachary.
No me cabe duda que es Anthony King el que está frente a mí
en este momento, ya que es la versión mayor de Zachary. La misma
altura y presencia prepotente es fácilmente detectable, y los ojos
verdes que tienen el poder de ser mortales.
Las únicas diferencias son su cabello gris que apostaría que
alguna vez fue negro y algunas arrugas profundas, pero en general,
se ve muy bien para un hombre de su edad.
—Bueno, pensé que deberíamos hacer una entrada —le dice a
su padre, y nalmente entramos en la casa, pasando junto al hombre.
Tengo un segundo para ver un brilloso pasillo iluminado por
enormes lámparas de araña y cubierto por costosas alfombras antes
de tirar de mi mano, deteniendo los movimientos de Zachary.
Me mira sorprendido, y me libero de su agarre mientras la ira
cruza su rostro. Está claro que piensa que voy a ponerme difícil o a
montar una escena cuando se supone que debemos presentar un
frente unido.
Me giro para mirar a su padre, cuyas cejas se levantan, y le
tiendo la mano.
—Hola, me llamo Phoenix. No nos conocemos.
Zach gruñe molesto.
—No tenemos tiempo para esto.
—Unos segundos no van a cambiar tu gran entrada. Además,
¡deberías ser tú quien me presente a tu padre! —Le devuelvo el
siseo, y su mirada se oscurece. Aprieta los dientes antes de exhalar
con fuerza.
—Padre, me gustaría que conocieras a Phoenix, mi futura
esposa. Phoenix, este es mi padre, Anthony King en carne y hueso.
—Se dirige a mí entonces—, ¿Feliz ahora?
Mostrándole una sonrisa brillante mientras simultáneamente le
envío dagas, le digo dulcemente:
—Enormemente. —Puede que Zach tenga problemas con su
padre, pero eso no signi ca que vaya a ser grosera con él o a faltarle
al respeto.
Vuelvo a centrar mi atención en Anthony y noto que la
diversión parpadea en su mirada y, para mi sorpresa, me tira de la
mano hacia sus brazos, envolviéndome en un abrazo de oso, y me
quedo congelada.
En toda mi vida, me ha abrazado mucha gente. O bien
pacientes, sus agradecidas familias, mis amigos, e incluso los
hombres de mi vida.
Sin embargo, por primera vez, el abrazo tiene una sensación tan
fuerte de aceptación e incluso de ternura, casi como…
¿Es esto lo que se siente cuando un padre ama a su hijo y lo
abraza contra su pecho, prometiendo que todo estará bien?
Es algo de lo que solo he escuchado hablar, ya que ni siquiera el
padre de Sebastian me abrazó nunca, sino que se limitó a darme un
gesto cortante con la cabeza y a estrecharme la mano en alguna que
otra ocasión.
Anthony y Zachary comparten un rasgo más.
Su presencia tiene el poder de calmar cualquier tormenta
dentro de una persona, ya que la rodean con su protección en el
momento en que te vuelves importante para ellos.
Y supongo que en el mundo de Anthony, casarse con Zach es
señal su ciente para aceptarme con los brazos abiertos.
—La estás aplastando, papá —gruñe Zachary, tirando de mi
brazo, pero Anthony se balancea hacia un lado, inclinándose hacia
atrás.
—Chico, cuidado con lo que dices. No creo que me interese tu
tono. —Me sorprende la advertencia en su voz. Pensé que dejaría
que Zachary hiciera lo que quisiera, ya que Zach no se molesta en
jugar bien con su padre. Al menos basada en todo lo que dijo antes,
tuve esa impresión.
Gruño interiormente anticipando el arrebato de Zachary justo
antes que tengamos que entrar a conocer a todos.
Sin embargo, en lugar de estallar en llamas, Zachary aprieta las
manos y se queda callado.
Y es entonces cuando me doy cuenta.
A pesar de toda su rabia… Zachary sigue queriendo a su padre
y anhela su atención, igual que cuando tenía diez años. Pero no sabe
cómo pedirla, porque está cegado por todo lo que su padre hizo por
su nueva familia.
Anthony se echa hacia atrás, me palmea la cabeza y me sonríe.
—Bienvenida a la familia, Phoenix. Nadie volverá a hacerte
daño. —Su voz se hace más profunda, provocando escalofríos en mi
columna—. Porque nadie toca a los Kings y vive una vida tranquila
después.
Con esto, nalmente me deja ir a los brazos de Zachary y señala
en la dirección de la sala común.
—Ve a conocer a tus invitados. Hablaremos después. —Sus ojos
se estrechan hacia Zachary—. No creas que me he olvidado del
mensaje sin contestar.
¿Cómo es posible que haya organizado todo esto si ni siquiera
ha hablado con su padre?
Sin embargo, Zachary ya tira de mí hacia el vestíbulo, mis
tacones chocan sonoramente sobre el mármol, y con unos pocos
pasos más, entramos en la llamada sala común, y no puedo evitar
jadear ante la vista que tengo delante.
Salón de baile -eso es lo primero que se me ocurre al ver el
enorme espacio, de mármol brillante, con una araña de cristal que
cuelga del techo junto con pequeñas lámparas que iluminan el lugar,
dándole un aire majestuoso y a la vez misterioso, que la suave
música de jazz que tocan los músicos en el escenario central realza.
Los camareros corren de un lado a otro sosteniendo pesadas
bandejas llenas de copas de champán o pequeños platos de
acompañamiento mientras unas cincuenta personas vestidas con
trajes y vestidos caros se pasean por el lugar, bailando más cerca del
escenario donde hay una pista de baile o charlando entre ellos, el
zumbido de las conversaciones resuena en el aire y se mezcla con la
música.
Las puertas de la terraza que dan al exterior están abiertas,
permitiendo que entre el aire fresco al interior, lo que hace que todo
el aroma de los perfumes sea soportable, supongo, y que varios
invitados salgan a fumar.
Más adelante, a la izquierda, hay una larga abertura hacia el
comedor, ya que de él salen deliciosos olores y observo el extremo de
una mesa ovalada con muchas sillas.
Probablemente la élite de la élite está reunida aquí esta noche
para su entretenimiento del mes, y trago saliva, deseando que mi
corazón, que late rápidamente, se calme.
—Vaya —murmuro—, te has esmerado en esta esta de
compromiso, ¿eh?
—Solo lo mejor para los Kings. —Zachary se inclina hacia
delante y me susurra al oído—: No te pongas nerviosa, cariño. No
dejaré que nadie te haga daño. —Con esto, aprieta mi mano con la
suya mientras la otra inclina mi barbilla hacia atrás para encontrar
mi mirada—. Empecemos esta esta con una explosión, ¿de
acuerdo? —Y conecta nuestras bocas.
Al principio, estoy demasiado aturdida para reaccionar, pero
luego jadeo por lo que está haciendo en medio de la maldita esta y
le permito deslizar su lengua dentro de mi boca, rozando
ligeramente la mía, poniéndome la piel de gallina y enviando
conciencia a través de mí.
Por su propia voluntad, mis dedos agarran las solapas de su
traje mientras él me acerca, profundizando el beso, y gimo en su
boca, encontrándome con él, caricia por caricia mientras investiga
dentro, deslumbrándome para que todos lo vean.
Por un segundo, me olvido de todo lo demás y vivo el
momento con el hombre cuyos fuertes brazos me sujetan con tanta
fuerza que no tengo duda que no me pasará nada y que calman la
tormenta que se ha desatado en mi interior al ver a toda esa gente.
No tienen poder para hacerme daño mientras Zachary esté a mi
lado.
Sin embargo, la música se apaga lentamente a nuestro
alrededor junto con el zumbido de las voces, y el silencio que sigue
es casi ensordecedor, lo su ciente como para sacarme de mi
aturdimiento y poner n al beso cuando mis pulmones empiezan a
demandar oxígeno.
El fuerte aplauso me hace girar la cabeza hacia el público, que
nos observan boquiabiertos. Incluso los músicos parpadean
sorprendidos, pero yo concentro mi atención en el hombre de cabello
rosa que lleva un traje azul marino y los ojos grises más intensos que
he visto nunca, que tras terminar de aplaudir agarra una copa de
champán de la bandeja y la levanta en nuestra dirección.
—Damas y caballeros, demos la bienvenida a mi hermano
Zachary y su hermosa prometida Phoenix. —La gente lo sigue
rápidamente y silba junto con más aplausos mientras Zachary señala
con el dedo a uno de los camareros, así que nos trae dos vasos y me
ordena—: Sonríe, cariño. —Lo hago, poniendo una sonrisa falsa en
mi boca mientras parece que todos se apresuran en nuestra dirección
para hablar con nosotros.
Pero más bien nos inspeccionan con un microscopio para ver si
todo esto es realmente cierto, y el hecho de saber que el sospechoso
podría estar entre ellos es su ciente para que me quede pegada al
lado de Zachary, con su pesado brazo rodeando mi cintura,
dándome un silencioso consuelo y conectándome con el presente.
Sin embargo, presto más atención a las cinco personas que no se
apresuran a acercarse a nosotros, situadas a unos metros de distancia
en la esquina, mientras cada una de ellas nos estudia con diferentes
expresiones.
Vanessa también me dio una lista de invitados con fotos, para
que tuviera alguna idea de quiénes asistirían, y aproveché para
comprobar los parientes de Zachary, ya que no quería ser una idiota
despistada en esta esta.
Los reconozco a todos al instante.
Olivia King, la matriarca del clan King, es una hermosa mujer
pelirroja de ojos marrones y con pocas arrugas en la cara, y a pesar
de su edad, tiene un aura de juventud a su alrededor y una energía
que se puede detectar incluso a esta distancia.
Su único hijo, Charlie, enseña arte en una de las universidades.
Lydia, que me guiña un ojo y se mete una cereza en la boca
mientras saluda a alguien en el otro extremo del pasillo.
Sebastian, que me observa incrédulo, la tensión que desprende
es casi tangible.
Y por último, la mujer que está a su lado, su preciosa
prometida, Felicia.
Tiene una expresión ilegible en el rostro, como si no supiera
cómo reaccionar ante mí, pero, sin embargo, se acerca a Sebastian,
reclamándolo de forma invisible, y yo casi sonrío con tristeza.
No tiene que tener miedo de eso. Lo que teníamos murió hace
cuatro años, y nada tiene el poder de pegar los cristales rotos de
nuestra relación.
Pero entonces otro pensamiento me golpea con tanta fuerza que
me sorprende no estar balanceándome hacia un lado.
El sospechoso no será uno de los que se acercan por miedo a
perder el control cuando está al lado del objeto de su mayor odio y
adoración.
Mantendrá la distancia para estudiar sus objetos antes de
encontrar el mejor escenario que lo bene cie, y solo entonces atacará.
Y con esto, me doy cuenta de otra cosa y me meto más
profundamente en el costado de Zachary.
¿Y si el sospechoso es… uno de los Kings?
Zac
Phoenix se tensa en mis brazos, se congela como una piedra en
ellos, y su respiración se acelera cuando alguien toma otra foto de
nosotros, el destello cegándonos por un segundo.
Los invitados siguen acercándose cada vez más, sus voces
fuertes con diferentes preguntas llenan el aire, pero lo único en lo
que puedo concentrarme es en la pesada respiración de mi mujer,
que palidece un poco como si estuviera a punto de desmayarse.
Aunque todo en mí ruge para gritarles a todos que cierren sus
malditas bocas, agarrarla en brazos e irnos de aquí, porque supongo
que todas las voces se están acercando a ella y sacando a relucir
algunas de sus pesadillas del pasado, que no comparte conmigo.
Quiero borrar cada una de ellas de su memoria y sustituirlas
por sueños, pero a veces me pregunto si alguna vez me dará esa
oportunidad para que todo vuelva a estar bien.
Porque la sujetaré con las dos manos y no la soltaré hasta que
sea feliz, para que todas las penas del mundo pasen de largo,
demasiado asustadas para acercarse a una mujer que es mía.
—Zachary, por favor, cuéntanos cómo te enamoraste. El
artículo decía… —pregunta una de las mujeres, extendiendo un
micrófono hacia mí, lo que signi ca que papá claramente permitió
que la prensa viniera a echar un vistazo exclusivo al evento.
Su losofía nunca se tambalea a lo largo de los años, ya que cree
mucho en ella. La mayoría de las personas que entran en contacto
con él lo elogian.
Invita al enemigo a tu dominio y podrás controlar su mente para
usarla en tus juegos.
Mi mano levantada la detiene, y sonrío afectuosamente,
disimulando mi fastidio con alegría mientras aprieto a Phoenix entre
mis brazos.
—Me encantaría responder a todas sus preguntas, pero me
temo que mi prometida quiere saludar primero a la familia. —Les
guiño un ojo—. Pre ero que se quede de buen humor. Ya saben
cómo es. Esposa feliz, vida feliz. —Se produce una carcajada entre
los hombres mientras las mujeres se sonrojan, y añado—:
Responderemos a todas sus preguntas más tarde. Por ahora,
disfrutemos de esta esta. Si no, el buen champán y la comida se
desperdiciarán. —Chasqueo los dedos a los músicos, que como
siempre tocan durante las estas en este lugar, saben al instante el
signi cado de esto.
En un segundo, el suave jazz se reanuda, uyendo desde los
distintos altavoces, y con una última sonrisa que me duele la boca,
paso entre la multitud, moviéndome en dirección a mí “familia”, que
nos miran como si fuéramos monos en un circo.
Supongo que en cierto modo lo somos.
Aunque una de las miradas es diferente.
—¿Estás bien? —murmuro en su cabello, sin dejar de caminar
pero al mismo tiempo manteniéndola en el apretado hueco de mi
brazo para que ninguno de los tiburones tenga la oportunidad de
morder su carne—. Te has puesto pálida. ¿Es por la multitud?
Se estremece un poco y luego suspira con fuerza, apoyando su
mano en mi pecho y esbozando una sonrisa que no llega a sus
charcos de chocolate que tanto me gustan.
—Sí. No estoy acostumbrada a toda esta atención.
—Como King, tendrás que hacerlo —le digo, y sus uñas se
clavan en mi pecho, haciéndome gemir, pequeña criatura viciosa en
verdad.
—Puede que ni siquiera sea una King si lo atrapamos ahora
mismo —susurra, y una parte de mí quiere detenerse, agarrarla por
los hombros y sacudirla hasta que le crujan los dientes, todo ello
mientras se pregunta si está jodidamente loca al pensar que puede
escapar de mí. La parte bárbara… que he descubierto que poseo
cuando mi derecho sobre ella se ve amenazado.
La racional, la que pertenece al empresario de corazón frío que
está acostumbrado a ganar, sabe que es mejor no actuar según mis
impulsos y empujar a Phoenix en una dirección que no quiere.
De lo contrario, no tendré más que sus cenizas a las que
aferrarme, y un futuro así es inaceptable para mí.
—Ya veremos, cariño. —Es todo lo que consigo decir antes que
lleguemos por n a mi familia y me dirija a Charlie, que nos enseña
sus treinta y dos dientes—. No era necesaria tu presentación.
Se lleva la mano a la frente y exclama dramáticamente:
—Qué maleducado eres, hermano mío. —Como la atención de
las personas sigue estando en nosotros —después de todo, a todo el
mundo le gusta espiar a los Kings—, le devuelvo la sonrisa y
mantengo el tono uniforme.
—Veinticinco años y todavía no puedes aprender la simple
verdad. No soy tu hermano. A no ser que mi padre engañara a su
mujer con tu madre. —Los ojos de Charlie se entrecierran mientras
Olivia exhala pesadamente, su mano tiembla un poco mientras toma
un sorbo de su copa de champán, pero como siempre, no dice nada.
Al menos nunca comenta mis indirectas o mis comentarios
sarcásticos, oh no. En lugar de eso, va corriendo a ver a su marido
para quejarse de mí, y entonces mi queridísimo papá elige un castigo
apropiado para mis actos.
—Maldito… —empieza Charlie, acercándose a mí, pero Olivia
lo detiene con una sola mirada que lo dice todo. Charlie aprieta las
manos, resopla con frustración, pero hace lo que se le ordena en
silencio.
Oh, por supuesto que ella lo detiene.
Dios no quiera que ninguno de sus hijos monte una escena que
pueda enfadar a mi padre y hacerle dudar de su eterna devoción por
ella y sus perfectos hijos.
Felicia decide romper la tensión, aplaudiendo y anunciando
vertiginosamente:
—¡Me alegró mucho enterarme de tu compromiso! Pienso hacer
un cuadro para ti como regalo. —Aunque la felicidad brilla en su
rostro, no se me escapa la sonrisa forzada y la mirada recelosa que
dirige a Phoenix mientras se apoya un poco en Sebastian, que sigue
callado, observándonos a todos melancólicamente.
Felicia podría ngir hasta que lo logre, pero por ahora, feliz no
es una palabra verdadera para describir sus emociones.
—Creo que sorprendido es un término más apropiado —dice
Lydia y se acerca a mí—. Desde luego, sabes ocultar bien una
relación.
Mi ceja se levanta.
—No tenía idea que debía alertarlos a todos sobre mi vida
personal.
Pone los ojos en blanco y se mete otra cereza en la boca. La
chica tiene una especie de adicción a todas las bayas de este mundo,
porque papá se las encarga constantemente en las mejores tiendas.
Las inhala en un día y ni siquiera las comparte con nadie, así que
siempre asocio el rico olor de las bayas y las cerezas con ella.
—Soy su abogada, ¿vale? Tenía derecho a saberlo. Aunque me
sorprendió verte la otra noche. —Ella escupe la semilla en su vaso
vacío y murmura—: Esta familia tiene demasiados secretos; uno
simplemente no puede seguir el ritmo.
—Esa sería una observación válida si fuéramos una familia.
Pero, oh, bueno —respondo, y ella se atraganta con la cereza,
enviando dagas hacia mí mientras Felicia solo suspira angustiada.
Phoenix nalmente habla por primera vez en su compañía, su
cuerpo un poco más cálido, por lo que debe haberse calmado.
—Es un placer conocerlos a todos. Gracias por venir a nuestro
día especial. —Se aparta de mi abrazo y, sin pensarlo, le rodeo la
cintura con la mano, sin dejar que se aleje de mí.
La mirada de Sebastian se posa en ella durante un segundo
antes de volver a levantarla hacia su cara, dando un sorbo a su
bebida. Me doy cuenta que sus nudillos se han vuelto blancos, ¿debo
esperar que se rompan en cualquier momento?
¿Qué es lo que le molesta de todos modos? Por lo que he visto,
está locamente enamorado de Felicia y no se muestra precisamente
posesivo con Phoenix. Aquella vez en el bar fue más bien un modo
de protección de la persona que le importaba, más que una muestra
de celos.
Entonces, ¿por qué el enfado?
Olivia abre los brazos y hace un gesto con la cabeza para que
Phoenix se acerque, y lo hace cuando los brazos de la mujer la
envuelven con fuerza.
—Bienvenida a la familia, Phoenix —la escucho murmurar, y se
echa hacia atrás, dándole suaves palmaditas en la mejilla—. Estamos
contentos de tenerte. —Mira a Sebastian—A los dos. —Durante toda
mi vida, lo único que recuerdo de mi madrastra es lo mucho que me
molesta que haya provocado la ruptura entre mi padre y yo.
Y en este momento, me gustaría poder decir que miente
descaradamente, pero sería una mentira por mi parte. Está realmente
contenta con la nueva incorporación e incluso me regala una cálida y
tímida sonrisa.
—Espero que te guste cómo lo hemos organizado todo. No
estaba segura de tus preferencias, así que optamos por un estilo
clásico.
—Todo se ve muy bien —responde Phoenix y luego me da un
pequeño codazo—. ¿Verdad, Zach? —Hay un desafío en su mirada
junto con una leve molestia por mi grosería, apuesto, y aunque tengo
otro insulto en la punta de la lengua, me lo trago con un sorbo de
champán que sabe a mierda.
Luego alzo la copa hacia Olivia.
—Efectivamente. —Ella parpadea sorprendida ante esto, al
igual que Charlie, que frunce el ceño, sacudiendo la cabeza con
incredulidad, y solo Felicia sonríe, y esta vez sus ojos brillan de
alegría.
Ah, hermanita, no tienes que preocuparte mucho, pensando que tu
futuro esposo podría estar enamorado de mi prometida. Si lo hace, lo
acabaremos al estilo King, y no nos molestara a ninguno de los dos.
Pero no puedo decir ninguna de estas cosas en voz alta, porque
implicaría que realmente me importan todos ellos, y no es así.
O, al menos, he hecho un buen trabajo a lo largo de los años
para convencerme de ello.
Lydia pone su vaso en la bandeja cercana de un camarero que
pasa y chasquea los dedos.
—Bueno, no podemos quedarnos aquí charlando toda la noche.
Tenemos que entretenernos, ¿no crees?
—¿Es una especie de nueva etiqueta de compromiso que
desconozco?
Charlie se ríe de mis palabras recubiertas de sarcasmo,
señalándome.
—Muy buena. —Luego se engancha el pulgar en el bolsillo del
pantalón, musitando en voz alta—: Aunque he oído que uno de los
periodistas quería escribir que es falso.
Olvidándome momentáneamente de nuestra animosidad entre
nosotros, principalmente debido a mi falta de interés cada vez que él
quería iniciar el contacto, le hago una pregunta.
—¿Cuál?
—La rubia con el cabello corto. Es un tiburón, así que será
mejor que no le des una idea equivocada. —Mueve los dedos sobre
su boca—. Sonríe y sé todo sol y rosas durante la esta. —Luego se
dirige a Phoenix y me la arrebata de los brazos, abrazándola contra
su pecho y dándole palmaditas en la espalda—. Bienvenida,
Phoenix. Eres una criatura preciosa, y el perfume que usas es divino.
Phoenix se ríe un poco aunque sigue tensa y se echa hacia atrás.
—Gracias.
Le guiña un ojo y luego se dirige a mí.
—Entonces, ¿trabajamos todo como siempre?
Las cejas de Phoenix se fruncen.
—¿Como siempre?
—Presentar un frente unido a la prensa, mientras que
interiormente nos odiamos unos a otros, porque Zachary es un
marica que no puede superar sus rencores que no tienen
fundamento.
Hasta aquí un momento de paz de sus tonterías.
—Solo un verdadero King los conseguirá. Pero, oh, espera, tú
no eres uno de nosotros —respondo, disfrutando de cómo aprieta los
dientes, su mandíbula se tensa, y abre la boca para contraatacar una
vez más.
Una voz profunda desde atrás nos detiene, tranquila en su
naturaleza pero mezclada con tanta furia que prácticamente se
puede ver.
Debería haber esperado que papá interferiría. Tiene una especie
de sexto sentido cuando se trata de sus hijos adoptivos.
—Los dos déjenlo ahora mismo, o si no…
—¿O si no qué?
Vuelve toda su atención hacia mí, sus ojos iguales a los míos me
taladran y me recuerdan todas esas veces en el pasado en las que
metí la pata.
—Ninguno de ustedes es demasiado mayor para recibir una
bofetada.
—¡Anthony! —exclama Olivia, pero él la ignora, enviando una
advertencia hacia mí y hacia Charlie.
—No medirás de quién es la polla más grande con tus
comentarios enojados en esta esta. Tu madre y yo…
—Tu mujer no es mi madre, padre. —Agarro el codo de
Phoenix y nos arrastro hasta la pista de baile, donde la hago girar y
apenas tiene tiempo de recuperar el aliento mientras la atrapo en mis
brazos, con una mano en su cintura mientras la otra sostiene la suya.
Asiento con la cabeza a los músicos, que rápidamente cambian la
melodía a una más lenta, y el piano crea un ambiente de silencio con
todo el mundo mirándonos mientras bailamos en círculo.
—Dios mío, Zach —susurra Phoenix, poniendo la palma de su
mano en mi hombro y hundiendo sus dedos más de lo necesario—.
Tu descortesía era innecesaria.
Me inclino más hacia su oído, lo que hace que la apriete más
rmemente contra mi cuerpo hasta que sus curvas se amoldan a mis
músculos, y su respiración se entrecorta.
—La verdad, cariño, me importa una mierda —le susurro al
oído antes de besarla en un lado de la cabeza y levantar la cara para
que nuestras miradas se encuentren.
Sin embargo, en lugar de un arrebato de ira, se ríe, retira la
mano y me rodea el cuello con los brazos.
—Eres imposible, Zachary. —Me da un ligero beso en los
labios, frunzo el ceño sorprendido, sin esperar tal aceptación.
—¿Estoy soñando? —pregunto burlonamente, y ella vuelve a
estallar en carcajadas, negando con la cabeza.
—Somos una pareja enamorada, ¿verdad? Tengo mucho que
decir. —Baja la voz—. Pero no creo que necesites terapia ahora
mismo.
—No la necesito nunca, señora psiquiatra. —Aunque, después
de un rato, añado—: ¿A menos que incluya que se ponga una bata de
médico y me escuche en la cama? Me apunto a eso.
Sus mejillas se calientan y me golpea el pecho. Aprovecho este
momento para hacerla girar en el parquet, y luego cogiéndola en mis
brazos, me agacho y le doy un suave beso en el cuello antes de
girarnos de nuevo con ella colocada contra mí.
—¿No te gustaría? —susurro sobre su mejilla, mis manos
agarrando sus caderas con tanta fuerza que estoy seguro de estar
dejando huellas de propiedad en ella, pero no me importa.
Que todo el jodido mundo sepa a quién pertenece.
—¿Jugar a los médicos contigo? No tanto —responde con
descaro, echando la cabeza hacia atrás, mostrándome su belleza en
todo su esplendor—. No parece una idea que merezca la pena.
—Oh, puedo hacer que merezca la pena. —Me acerco -si es que
es posible en nuestra posición- para que nadie oiga lo que digo a
continuación—. Imagínate que susurro mis secretos más oscuros
contra tu piel mientras mi boca recorre lentamente tu cuerpo para
instalarse entre tus piernas y darse un festín…
Me tapa la boca con la palma de la mano, sus ojos arden de
deseo a pesar de su objeción.
—Basta ya.
Mordiendo su piel, me gano un gemido mientras ella retira su
mano, así que murmuro:
—¿Estamos ansiosos? —Sacude la cabeza hacia mí. Me balanceo
suavemente, resistiendo el impulso de empujar mis rodillas entre sus
piernas, intensi cando la pasión reprimida dentro de los dos, para
que no pueda pensar en nada más que en mi boca devorando su
coño mientras grita de éxtasis una y otra vez.
Lo único que me detiene es la idea que todas esas jodidas
personas escuchen sus gemidos de placer o vean su cara llena de
deseo, ya que todo eso me pertenece solo a mí, y nadie más tiene ese
privilegio.
—Zachary, tienes que parar. La gente está mirando —susurra,
con sus uñas arañando la piel de mi nuca, con la advertencia
brillando en sus ojos, pero, de todas formas, ¿cuándo la escucho?
—Esa es precisamente la cuestión, cariño —digo, y estoy a
punto de agacharme para robarle un beso, sin que me importe un
carajo quién esté mirando. Que saquen todas las fotos que quieran, y
si el sospechoso está cerca, listo para abalanzarse…
Ella es mía y no de él o de ella, así que sería bueno dejar que el
hijo de puta enfermo sufra antes que haga un intento inútil de
alejarla de mí.
Esta vez no se la llevará; pre ero morir antes de dejar que dañe
lo que es mío.
Sin embargo, una voz divertida irrumpe en nuestro pequeño
mundo y dice:
—Deberíamos dejar este espectáculo para mayores de edad
para después. ¿Me permites este baile, futura cuñada? —Charlie
engancha sus dedos en el codo de Phoenix, queriendo hacerla girar
hacia él, pero mi agarre sobre ella solo se intensi ca.
—Charlie, quita tus putas manos de ella —ladro, notando unos
cuantos ojos sobre nosotros, pero rápidamente desvían sus miradas,
dando sorbos a su champán, y algunas de las parejas incluso se unen
a nosotros en la pista de baile, claramente no queriendo perder la
oportunidad de salir en los titulares de mañana.
Manteniendo la sonrisa intacta, aprieta los dientes:
—Papá quiere hablar contigo.
Mi interior se eriza cada vez que llama a mi papá suyo, incluso
si es jodidamente irracional. Me importa un carajo.
—Bueno, entonces, que mal, porque no voy a dejar sola a
Phoenix.
—Por eso me pidió que la cuidara.
Phoenix pone sus manos en mi pecho, atrayendo mi atención
hacia ella, y dice:
—Tienes que ir. Estaré bien. —Estoy a punto de protestar, pero
ella utiliza sus dedos una vez más para hacerme callar—. Confía en
mí. —Todo en mi interior grita contra esta idea. ¿Cómo coño voy a
protegerla de un desastre imprevisto si voy a estar con mi padre?
Pero entonces, ¿cómo puede un hombre resistirse a esta
con anza?
Le doy una palmadita en la cabeza, la inclino hacia atrás y me
agacho para darle un beso profundo y penetrante en el que mi
lengua se entrelaza con la suya y baila un pequeño dúo. Su cuerpo se
funde con el mío, y ella gime, inclinándose para que pueda
penetrarla más profundamente, pero en lugar de eso, doy un paso
atrás.
—No la pierdas de vista. Si no, acabaré contigo —me dirijo a
Charlie, que se ríe, encontrando la idea risible al parecer, pero
realmente no debería.
Puede que tengamos una paz fría debido a que mi padre se
entromete cada vez para arreglar cualquier con icto que se avecina,
pero Phoenix es una persona con la que nunca, jamás, voy a ceder.
Con una última mirada, busco a mi padre y noto que me hace
señas en la entrada, y no tengo que adivinar a dónde ir, ya que papá
nunca cambia sus costumbres.
Si Anthony King te convoca, signi ca que está a punto de
hacerte una nueva crítica en su despacho.
Pho
~Phoenix
Zac
Pho
~Phoenix
Pho
Zac
Me sirvo un vaso de whisky, dejo caer unos cubitos de hielo en
él y doy un gran sorbo, disfrutando de cómo el líquido me quema las
entrañas y me mantiene con los pies en el suelo; aunque la locura me
consuma lentamente ante la perspectiva de mi futuro.
Me dirijo al balcón de mi habitación, pisando descalzo sobre el
frío mármol, y abro los brazos de par en par. Vistiendo nada más
que un pantalón de chándal gris, le doy la bienvenida al viento
abrasador que debería congelarme, pero que en cambio no tiene el
poder de calmar el in erno que se apodera de mi corazón.
Cuando un hombre se enamora de una mujer, nunca piensa que
será él quien la lastime tanto que ella cuestionaría su existencia o lo
odiaría hasta el punto de no regresar.
Sin embargo, en nuestra historia, todo es al revés.
Cuando odiaba tanto a Phoenix que podía as xiarme con él,
nunca pensé que llegaría un día en el que rogaría por una expiación.
Expiación que nunca obtendría.
Tomando un gran trago más de la bebida, la arrojo por el
balcón, viendo cómo se rompe en pequeños trozos sobre el cemento,
porque no me proporciona el alivio habitual.
El alcohol adormecía el dolor en el pasado y me daba un respiro
de la impotencia que me consumía; sin embargo, ahora no hay
alivio.
Ella no es tu hija. Es mi hija y la de Sebastian.
Me la llevaré. ¡Nada me detendrá!
Eres un monstruo. ¡Te odio, Zach! ¡Te odio!
¿Cómo puedo permitirlo? Puede que no sea mía por sangre,
pero Emmaline es mía de todos modos.
Un recuerdo de hace mucho tiempo juega en mi cabeza,
mientras me agarro a la barandilla del balcón apoyándome en ella y
respirando con di cultad.
Una niña pequeña se ríe, levantando las manos en mi dirección, pero
me quedo en mi sitio y sigo escribiendo en el ordenador, y digo:
—Un segundo, pequeña. Papá tiene que terminar esto y luego
podemos salir. —Compruebo rápidamente el informe y vuelvo a mirar a
Emmaline sentada en la alfombra, solo para parpadear sorprendido cuando
la veo de pie, murmurando algo hacia mí mientras me extiende sus manos
—. Oh, Dios, ¿estás caminando? —le pregunto y me siento con la espalda
recta, temiendo dar un paso hacia ella por miedo a que se caiga.
En lugar de eso, agarro mi teléfono y enciendo la cámara llamándola
suavemente:
—Vamos, pequeña. Ven aquí. —Ella se lleva el puño a la boca antes de
chillar y caminar hacia mí, su cuerpo se mueve demasiado rápido y se
balancea un poco; así que me arrodillo y sigo grabando, pero listo para
atraparla en cualquier momento.
Dos pasos más y ya está en mis brazos. La abrazo con fuerza y la
levanto, disfrutando de sus fuertes risas que resuenan en la casa vacía.
Una sola lágrima resbala por mi mejilla para mi maldito
asombro, mientras la sola idea de no volver a ver a Emmaline me
mata, golpeando con un dolor peor que incluso la muerte de
Angelica.
Oh, Dios, es esto lo que Phoenix ha sentido en los últimos años,
¿la agonía que te parte en dos y no te deja ni siquiera respirar
adecuadamente por miedo a que el dolor envenene tu sangre hasta
el punto de no poder funcionar?
Tal vez sí que merezca ese castigo, porque todavía no puedo
disculparme por reclamar a Emmaline como mía.
Sebastian puede ser su padre por sangre, pero él no se la
merece.
Yo tampoco, pero al menos estuve allí. ¿No debería eso contar
para algo?
—Llévame a la tierra donde los pecadores expían —susurro sin
pensar, a nadie en particular—, donde los pecadores tienen
segundas oportunidades.
—No estoy segura que esa tierra exista. —Las palabras
pronunciadas suavemente detrás de mí me congelan, y miro por
encima del hombro para ver a Phoenix de pie en la puerta del
balcón, todavía con su vestido de noche, aunque también está
descalza—. Habría ido allí hace mucho tiempo.
Su cara está limpia de maquillaje, así que debe haberse lavado.
Sale al balcón y se acerca suavemente a mí, pero no me atrevo a
moverme. Podría estallar en llamas al igual que su tocayo3.
—No tienes pecados que expiar —respondo, mi voz es tan baja
que es un milagro que pueda hablar.
—Creía que los tenía —susurra—. Sentada en esa celda día y
noche, deseaba la tierra donde los pecadores expían sus culpas,
donde nadie te juzga por tus pecados pasados y en cambio te da una
oportunidad de hacer las cosas bien.
—¿Y en donde el dolor no existe?
Sonríe con tristeza, apoyándose en la barandilla junto a mí, pero
manteniendo un espacio entre nosotros mientras mira a la distancia.
—Creo que el dolor existe en todas partes. Es lo que nos hace
humanos.
El fuerte viento le echa el cabello hacia atrás, y ella inhala la
frescura en sus pulmones.
—¿Sabes que dicen que el verdadero in erno existe aquí en la
tierra y no debajo de nosotros?
Todavía confundido con su presencia aquí después de lo que ha
ocurrido, respondo:
—Sí. Es una teoría que dice que la tierra fue una vez el cielo,
pero lo arruinamos.
—Creo que la tierra donde los pecadores expían está aquí. Pero
nosotros no podemos verlo, cegados por el dolor. —Gira la cabeza
para que nuestras miradas choquen, sus ojos marrones brillan bajo la
luz de la luna—. La agonía es tan fuerte que soñamos con un lugar
mítico donde todo será diferente. Donde podamos expiar sin
escrutinio. Sin embargo, no existe. Vivimos nuestras vidas solo una
vez. La vivimos aquí. Y solo podemos expiar aquí —dice y luego
añade—, no importa lo deprimente que sea.
—Deprimente no es una palabra que hubiera utilizado en las
circunstancias actuales.
El silencio se ltra a nuestro alrededor mientras ambos
miramos al cielo.
El ulular de los búhos resuena en la noche, mezclándose con el
canto de los grillos.
Puedo sentir físicamente el dolor de Phoenix, y mi interior grita
para que la rodee con mis brazos, para que encuentre consuelo en
mis brazos, pero mis brazos son el único lugar en el que ella no
quiere estar.
¿Ha venido a decirme que ha embalado todas sus cosas,
marchándose ambas lejos de mí, dejándome solo en esta maldita
casa enorme que no tiene sentido sin mi hija en ella?
¿Sin ella en casa?
—Me enamoré de Sebastian lentamente —comienza, su voz
como si estuviera hablando de otra persona—. Al principio, nos
hicimos amigos. Durante unos dos años. Salí con otros chicos, pero
no congeniaba con ninguno. —Una sonrisa triste levanta la esquina
de su boca antes de apoyar los codos en la barandilla—. Hasta que
un día apareció en mi puerta y se ofreció para que lo intentáramos.
—Mis manos se tensan en la barandilla, a pesar de saber que no
tengo derecho a sentir celos del pasado cuando yo mismo he estado
casado, pero escucharla amando a otra persona, estar con otra
persona… no saca lo mejor de mí.
Deseo que no haya sido de nadie más que mía, aunque sea
irracional.
—Nadie me amó antes que él. —Se encoge de hombros—. Él
me enseñó lo que es la familia y cómo con ar en una persona. Me
deleité en esas emociones, aprendiendo que el amor es la calma
durante la tormenta. No importa lo que pase, al nal del día, esta
persona estará contigo. —Pasa un tiempo—. Éramos irrompibles.
Hasta que ocurrió lo del sospechoso. —Ella se limpia la lágrima que
resbala por su mejilla—. Hasta que tú pasaste. Y el amor que
apreciaba se desvaneció en un abrir y cerrar de ojos.
Todo en mí grita que la tome en mis brazos, para calmar el
dolor que la carcome por dentro por mi culpa y, en este momento,
por mucho que me duela la idea, deseo que nunca me hubiera
conocido.
Que nunca se hubiera cruzado con ese sospechoso.
Entonces no tendría a Emmaline, pero también la mujer de la
que me enamoré a pesar de mi buen juicio nunca habría sido
lastimada de la manera más despreciable.
Eso es lo que es, ¿verdad?
El amor en su forma más cruda, el amor que nunca puede ser
llamado hermoso por lo feo que es.
Porque si un hombre ama a una mujer, ¿la hiere tanto que ya no
quiere vivir?
Por desgracia, no tengo respuesta a esa pregunta.
Cuando Angelica murió, no podía imaginar amar a nadie más;
abrirme a tal dolor era irrisorio, pero aquí estoy.
De pie frente a una mujer de la que nunca debí haberme
enamorado, con un corazón sangrante listo para que ella destruya
aún más.
Tiene todo el derecho a hacerlo y a no volver a mirarme.
—Phoenix —digo, listo para disculparme de nuevo y
prometerle la libertad y todo lo que quiera sin importar que vaya en
contra de todo lo que soy. Sin embargo, si eso detiene su agonía, lo
haré sin dudarlo.
Se da la vuelta y pone las puntas de sus dedos en mis labios
haciéndome callar, y respira profundamente con el viento agitando
de tal manera su cabello que me golpea en la cara.
—El amor de Sebastian era el único que conocía, así que pensé
que eso es lo que se supone que es el amor. —Sacude la cabeza—.
Pero no es cierto. A veces, el amor no es la calma durante la
tormenta. A veces, el amor es el barco en la tormenta soportando las
olas del mar una tras otra junto con la lluvia, de tal manera que no
sabes si sobrevivirás. El mundo que te rodea puede acabar en
cualquier momento, pero estás con la persona que amas y que está a
tu lado pase lo que pase. Este tipo de amor me recuerda más a una
obsesión basada en la lujuria y la necesidad. No es saludable.
Probablemente tampoco es correcto.
—Es imposible resistirse —termino por ella, mis labios
moviéndose bajo sus dedos, y ella retira su mano. Tentativamente
doy un paso hacia ella hasta que los dedos de nuestros pies
descalzos se tocan—. Siento haberte hecho daño. —Ella inclina la
cabeza hacia atrás, y pongo mis manos en sus hombros. Ella se
sacude, pero no se aparta. Entonces la rodeo con fuerza,
presionándola contra mi pecho, donde descansa su mejilla, sus
brazos a los lados. No me empuja, pero tampoco lo agradece.
Mientras me permita consolarla en este momento, eso es
su ciente para mí.
—Siento todo lo que he hecho. —Le paso la palma de la mano
por la espalda notando que se le pone la piel de gallina por el frío
que hace—. Por todo el dolor que te he causado porque me cegó la
agonía de perder a Angelica.
Ella susurra:
—Pensé que no te disculpabas.
Una sonrisa burlona aparece en mi cara.
—Aparentemente, lo hago cuando se trata de ti. Pero no me
disculparé por llevarme a Emmaline. Y sé que me odias por ello.
Ella suspira fuertemente, su aliento calienta mi piel y yo cierro
los ojos, apoyando mi barbilla sobre su cabeza e inhalo su familiar
aroma a lavanda que calma partes de mí que creía indomables.
Nos quedamos en silencio durante un rato mientras la acuno de
un lado a otro, disfrutando de estos últimos momentos de ella en
mis brazos, donde el mundo está bien con mi hija durmiendo en su
habitación. Donde mis dos chicas viven conmigo bajo mi protección.
El asesino puede estar suelto, pero no vendrá a mis dominios.
Dejo que todas esas emociones se hundan en mis huesos,
disfrutando de cómo se extienden a través de mí, dándome una
ilusión de felicidad en la que ya no tengo secretos con Phoenix. Una
mujer a la que habría tratado como un regalo de Dios si me hubiera
dejado.
Sin embargo, mi tranquilidad termina demasiado pronto
cuando ella se inclina hacia atrás liberándose de mi agarre y
murmura:
—Hace demasiado viento. —Se gira hacia la puerta y
desaparece tras ella mientras yo la sigo, dispuesto a verla salir de mi
vida con Emmaline mientras me quedo como un idiota sin hacer
nada al respecto.
Porque no tengo ningún puto derecho a detenerla.
Pero me detengo cuando veo que se para en medio de la
habitación, moviéndose el cabello por encima del hombro y me mira
por encima señalando la cremallera.
—¿Podrías ayudarme por favor con mi vestido? —Me acerco a
ella y coloco mis dedos en la cremallera antes de detener mis
movimientos.
Quiere cambiarse de ropa y salir corriendo, ¿no?
Lo que signi ca que me pide ayuda, porque no hay nadie más
cerca. Dudo que Phoenix quiera estar desnuda delante de mí;
aunque sea por una fracción de segundo.
Ella siente mi vacilación y pregunta:
—¿Qué pasa?
—Puedo despertar a alguien del servicio. —Inhalo su aroma
una vez más para memorizarlo para siempre en mi cerebro y me
dirijo a la puerta—. Te ayudarán.
Me agarra la muñeca y me giro a medias hacia ella mientras
nuestras miradas chocan, ella dice:
—No las necesito.
Mi risa amarga resuena en la habitación.
—Lo sé, cariño. Es tu forma personal de torturarme, pero no
puedo soportarlo. No impediré que te vayas. —¿Es esto lo que teme?
Si no, ¿por qué preferiría mi ayuda a alguien del servicio?
—Hice una elección, Zach.
—Sí, y no te culpo por ello. Pero, por favor, ten en cuenta esto.
No me alejaré de la vida de Emmaline. —Puede que le dé a Phoenix
la libertad que busca; sin embargo, mi hija siempre será mía.
Me importa una mierda lo que diga la sociedad.
—No, no pensé que lo harías. —Ella tira de mí más cerca y yo la
sigo, porque estoy jodidamente dominado cuando se trata de esta
mujer. Ella enlaza sus dedos con los míos y los levanta entre
nosotros—. Nunca podrías ser mi calma. —Cierto, todo lo que traigo
hacia ella es destrucción—. Eres mi barco en la tormenta.
Extrañamente creo que no importa lo que pase, realmente estarás a
mi lado. No puedo explicarlo. Es una locura. —Ella levanta su otra
mano, pasando su dedo por mi nariz hasta mis labios y luego la
barbilla, donde la toma suavemente—. Mi peor pesadilla… pero mi
única salvación. El diablo y el ángel, el hombre que odio y amo al
mismo tiempo. —Mi corazón se estremece dolorosamente cuando
ella pronuncia estas palabras, la alegría y el temor llenan las
posibilidades que encierran—. Probablemente estoy haciendo una
elección. —Su pulgar roza mi mejilla y yo beso su palma,
necesitando sentirme más cerca de ella, pero manteniendo la
distancia entre nosotros—. Pero no me importa. Todas las decisiones
correctas hasta ahora tampoco me han traído mucha felicidad.
Miles de pensamientos pasan por mi mente ante su confesión,
queriendo decir tanto, pero me las arreglo para pronunciar solo:
—Te amo, Phoenix.
Ella se congela, traga con fuerza y cierra los ojos por un
momento antes de volver a dirigir sus ojos marrones hacia mí con
parte de la tristeza desaparecida.
—Yo también te amo, Zachary. El tipo de amor loco que debería
ser ilegal.
Ella grita cuando la atraigo hacia mí rápidamente, sus palabras
dándome la luz verde que necesito junto con un profundo alivio,
sabiendo que esta mujer no va a ir a ninguna parte ni me va a
mandar a pudrirme en el in erno por la eternidad.
—No me vas a dejar.
—No. ¿Hay más secretos?
—Ninguno.
—Bien.
—Bien —respondo y luego gruño cuando se ríe, el sonido me
calienta por dentro y se convierte en mi consuelo en la tormenta que
es nuestro amor.
Coloco mi boca sobre la suya, y ella abre al instante, nuestras
lenguas se baten en duelo mientras el beso se vuelve más caliente y
profundo con cada golpe.
Con este beso, consolidamos nuestro derecho mutuo, el deseo
de estar juntos a pesar de todas las di cultades que nos conectan de
una manera que creíamos imposible después de nuestras
experiencias anteriores.
Con este beso, le doy todo de mí y tomo todo lo que ella me
ofrece a cambio, sobre todo su con anza y su convicción que puedo
hacer que todo sea mejor.
Con este beso, prometo no volver a herirla voluntariamente y
cuidarla hasta el día de mi muerte.
Con este beso, le doy las gracias por darme otra oportunidad
cuando no la merezco. Ella rodea mi cuello con sus brazos,
poniéndose de puntillas y apretándose tanto contra mí que no sé
dónde acaba ella y dónde empiezo yo.
Acepta todo lo que conlleva este beso y gime en mi boca cuando
rozo mi lengua con la suya. Presiono mi pulgar en su barbilla
abriéndola más para mí, dándole un beso con la boca abierta
haciéndome sentir placer. Mi polla al instante se pone dura y mi
sangre hierve con la necesidad primitiva de reclamar a mi mujer una
vez más, para que nadie dude, especialmente ella, de a quién
pertenece.
Rompemos el beso y la hago girar, mordiéndole el cuello.
Ella arquea la espalda hacia mí y yo murmuro con dureza:
—Estoy listo para sacarte de este vestido y follarte duro y tan
profundo que me sentirás dentro de ti durante días. —Lamiendo
sobre la mordida que le he dado, tiro lentamente de la cremallera, y
la parte trasera del vestido se abre, mostrando la suave piel de su
espalda—. ¿Alguna objeción?
—No. —Su voz es ronca y enreda sus dedos en mi cabello,
parece que también necesita conectar conmigo; pero es una pena, ya
que tengo planes diferentes para nosotros. Suavemente, los quito de
mi cabello y dejo que su mano caiga a su lado con su gemido de
protesta.
—Todavía no, amor.
En el futuro, le daré todo el tiempo del mundo para jugar y
hacer lo que le dé la gana conmigo. Pero ahora mismo…
Es mi momento de festejar.
En el momento en que la cremallera llega al nal, el sedoso
vestido cae a sus pies, dejándola desnuda ante mi mirada, ya que he
con scado sus bragas en la biblioteca.
Sonrío, pensando en el apasionado encuentro, mi polla se
resiente más en mi pantalón, pero en lugar de concentrarme en ella,
rozo con mi dedo todas las débiles cicatrices de su piel que no son
visibles a través de la ropa.
El recuerdo de lo que le he hecho, provocándole tanto dolor y
mirándolas ahora me duele tanto como si alguien me apuñalara en
este momento.
Se queda quieta en mi abrazo, lanzándose hacia delante como si
quisiera evitar que yo viera las partes más vulnerables de su cuerpo.
—Shhh —le susurro en el cabello mientras ella tiembla, su
corazón latiendo bajo mi palma—. Déjame. —Exhala fuertemente y
asiente, mientras deslizo mis labios desde su cuello hasta su
columna, pasando mi lengua por cada cicatriz antes de darle besos
como plumas, disculpándome con ella de la única manera que sé
hacer.
Con mi toque pidiendo perdón, pero también mostrando que
no me importan. Siempre estarán ahí para recordarme lo que he
hecho, sin dejarme olvidar, y la rodearé de tanto amor que al
mirarlos en el espejo, como probablemente ella lo haga, no volverá a
surgir el dolor.
Caigo de rodillas depositando un último beso en la piel
fruncida sobre la mejilla de su culo, y lo muerdo ante su fuerte jadeo,
transformándose en un gemido. Dejo la huella de mis dientes antes
de chuparlo, queriendo que mis marcas de propiedad estén sobre
ella para que nunca olvide quién la ama más en este mundo.
Quizás entonces, con el tiempo, todos los recuerdos de esas
cicatrices desaparecerán de su cerebro.
—Tienes la piel más suave que he tocado nunca, amor —
susurro girándola lentamente hasta que mi boca está a centímetros
de su coño, que ya recubre el interior de sus muslos con sus jugos, y
me inclino más cerca, recogiéndolo con la punta de mi lengua. Ella
gime, enredando sus dedos en mi cabello, y lentamente separa sus
piernas permitiéndome deslizar mi lengua entre sus pliegues.
Gimo cuando me llega su sabor y la beso profundamente,
explorándola con mi lengua. Beso profundo y la palpo con mi lengua
antes de lamerle todo el coño y atrapar su clítoris entre mis labios.
—Zach —dice agarrando mi cabello con más fuerza y
acercando sus caderas a mí, le doy una larga lamida de arriba abajo
pasando la lengua por el interior antes de volver a subir y morder su
ombligo hasta que grita.
Trazando la débil y apenas visible cicatriz de la cesárea que
tuvo para dar a luz a Emmaline, la beso susurrando después de cada
beso.
—Tú. Eres. La. Mujer. Más. Hermosa. Qué. Jamás. Haya.
Existido. —Bajando mi boca de nuevo a su coño, la abro con mis
dedos, pasando mi lengua por sus labios uno por uno antes de
chupar uno, cada lamida me hace adicto a su sabor. Gruño en ella,
deseando nada más que residir permanentemente en este paraíso
con su aroma y sabor llenando cada parte de mí.
Su coño tiene espasmos alrededor de mi lengua, casi tragando
dentro de ella. Sé que está a punto de correrse.
La saco lentamente, lamiendo su clítoris una última vez antes
de raspar con mis dientes su estómago, queriendo un chupetón allí
también.
Phoenix grita de frustración, con los pulgares retorciéndose los
pezones, su piel se enrojece mientras su respiración se acelera,
mientras su cuerpo parece zumbar con la necesidad de la
satisfacción que me niego a darle ahora.
—¿Por qué me torturas? —pregunta, y luego sisea cuando le
meto la lengua en el ombligo. Su vientre se hunde debajo de mí antes
que suba a sus pechos. Me pongo de pie y coloco las manos en sus
caderas, la levanto para que sus piernas se envuelvan y que sus
pechos queden frente a mí, donde chupo uno de ellos. Paso la lengua
por el pezón antes de darle un último mordisco haciendo que se
sacuda en mis brazos, sus manos tirando de mi cabello con tanta
fuerza que casi me río.
Bruja perversa.
—Este soy yo amándote. —Cambio mi atención al otro pecho,
prodigándole con la misma atención, mientras camino ciegamente
hacia la cama y la pongo sobre ella, recostándome encima de ella con
mi polla cubierta clavándose en su humedad. Ella gime debajo de
mí, me acuna con sus caderas, y arquea su espalda, su cabello
extendido sobre las sábanas negras y sus ojos calientes con tanto
deseo como si el mundo se acabara si no la follo pronto.
No.
Si no le hago el amor pronto.
—Zach, por favor —dice y luego me toca la cabeza, nuestras
bocas se encuentran en un beso caliente y casi me corro allí mismo
con mi polla follando en seco a través de mi pantalón, mientras ella
sigue gimiendo en mi boca, cubriéndome con su humedad, sus
piernas subiendo sobre mi cadera encerrándome en su abrazo.
Bajo mi boca a su barbilla, mordiéndola una, dos veces, antes de
preguntar.
—¿Qué quieres, cariño? —Agarro sus muslos separándolos y
dándome más espacio mientras arrastro mi polla por su abertura
antes de presionarla contra su clítoris y ella jadea en mi boca,
mordiéndose el labio mientras muevo mis caderas hacia adelante y
hacia atrás, volviéndonos locos a los dos.
—¿Quieres mi polla dentro de tu coño, follándote durante
horas? —murmuro en su oído, haciendo rodar mis caderas una vez
más y sus piernas se tensan alrededor de mí, pero mi fuerte agarre
no le permite obtener la fricción que busca ansiosamente.
—Sí —responde, y yo sonrío en el hueco entre su hombro y el
cuello antes de darle un suave mordisco y responder a su gemido de
angustia.
—No, cariño. No lo haré. —Pongo las palmas de mis manos a
ambos lados de su cabeza asomando por encima de ella—. Vamos a
intentarlo de nuevo, amor. ¿Qué —Empuje—. Quieres. —Empuje—.
Tú? —Empuje.
La parte delantera de mi pantalón de chándal está tan
jodidamente mojada por sus jugos y mi semen goteando que es un
jodido milagro que ninguno de los dos se corra.
Ella mueve la cabeza de un lado a otro, reaccionando de nuevo.
—Que me folles fuerte. —Su mano envuelve el bulto
acariciándolo hacia arriba y hacia abajo, mis bolas azules ya se
vuelven aún más azules, si es posible—. Quiero esto dentro de mí. —
Sus dedos encuentran mi cordón, listos para desatarlo—. Sí solo…
No, no, no —susurra desesperada cuando me levanto de ella,
retrocediendo hasta que estoy de pie de nuevo frente a la cama.
Cuando me quito el chándal, mi polla sale dura como el puto acero.
Ella se sienta, con su largo y oscuro cabello, sus ojos luminosos me
llaman como las sirenas a los pescadores, atrayéndolos solo con su
belleza.
Pero ella no es una sirena.
Es un fénix renacido de sus propias cenizas, belleza dorada,
cuya hermosura es eterna.
Mi Fénix.
Pho
Estoy ardiendo.
El fuego se extiende por mis venas, quemando todo a su paso,
mientras el deseo se hunde en cada hueso de mi cuerpo, exigiendo
que este hombre satisfaga lo que ha empezado. Mi coño está
goteando, dolorido por su boca, y queriendo su dura polla dentro de
mí, mientras yo quiero envolverme en él, sin soltarlo nunca, porque
su sola presencia me hace sentir en el presente, haciéndome creer
que mientras él esté conmigo, todo estará bien.
Está desnudo en toda su hermosa gloria, recordándome a las
estatuas griegas de los antiguos guerreros con su piel bronceada y su
cuerpo musculoso. Me encanta su peso sobre mí.
Sin pensarlo, me levanto lentamente, moviéndome hacia él
mientras acaricia su polla hacia arriba y hacia abajo, la cabeza
púrpura llamándome y coloco mi boca en su clavícula raspando mis
dientes sobre ella, deslizándome hacia su paquete de seis, donde
chupo y muerdo cada cuadrado, queriendo que todos sepan que este
hombre está ocupado.
Me pertenece solo a mí, igual que yo le pertenezco solo a él.
—¿Qué quieres, Phoenix? —me pregunta de nuevo, sus dedos
enredados en mi cabello e inclinando mi cabeza hacia atrás para que
pueda mirarlo, y sé que ve un desafío en ellos.
He terminado de decirle lo que quiero, ya que no escucha de
todos modos.
Voy a tomar lo que quiero.
Volviendo a centrarme en su cuerpo apetitoso, continúo mi
viaje, dejando manchas húmedas por todo él, hasta que llego a su
polla.
Aprieto mi mejilla contra ella y aspiro su olor. Él gime, sus
dedos tiran de mi cabello con más fuerza cuando le lamo la punta y
luego trazo mi lengua sobre la longitud hasta que llego a la base, mis
manos se aprietan alrededor de sus bolas. Su respiración se vuelve
irregular cuando se acerca a mí.
Deslizando mis manos hacia su culo, clavo mis uñas en él
mientras me inclino y lo envuelvo en mi boca, succionándolo y
disfrutando mientras él se aleja cada vez más.
—Me encanta tu boca caliente en mí, nena. El dulce y caliente
cielo con el que todo hombre sueña. —Retrocede un poco mientras
arrastra la punta sobre mis labios. Su mirada se oscurece con
posesividad cubriendo cada una de sus palabras—. Mi boca. Solo la
mía. —Vuelvo a mordisquear la cabeza gimiendo cuando su líquido
golpea mi lengua, lo chupo de nuevo empujándolo dentro de mí
hasta que mi re ejo nauseoso entra en acción y él detiene mis
movimientos balanceándose un poco hacia atrás.
—Cuidado, cariño. —Y entonces vuelvo a sacudirme hacia
delante, con mis labios envolviéndolo con fuerza, dándole el calor
que tanto desea mientras estoy casi mareada por el deseo que me
invade. Mi coño se aprieta y se suelta pidiendo atención, pero al
mismo tiempo quiero darle tanto placer como el que me dio a mí.
Se desliza fuera de mi boca tirando de mi cabello, y me
pregunta una vez más:
—¿Qué quieres, amor? —Me frota mis probablemente rojos
labios con sus pulgares—. ¿Qué es lo que estás suplicando con esos
ojos tuyos?
Quitando mis manos de las suyas, envuelvo una alrededor de
su polla mientras mi otra palma se desliza por mi estómago hasta mi
núcleo, ahuecándolo con un dedo deslizándose dentro, dándome
una sensación de falso alivio a mi deseo… al menos por un rato.
—Lo quiero dentro de mí. Por favor, Zachary. —Gimo cuando
mi palma presiona contra mi clítoris, gimiendo cuando casi
encuentro el ritmo perfecto, deslizando mi mano arriba y abajo. Solo
unas pocas caricias más y podré tener mi olvido, aunque vaya a
durar poco.
—Respuesta equivocada, amor —dice antes de tirarme de
nuevo. Tengo una fracción de segundo para parpadear confundida
antes que mi gemido llene la habitación cuando me separa los
muslos con los hombros, me abre el corazón con sus pulgares y me
penetra con su lengua que se arremolina dentro de mí antes de
lamerme de arriba a abajo, chupando mi clítoris con sus dos dedos
deslizándose dentro de mí mientras habla sobre mi piel—. ¿Qué
quieres, Phoenix? —Las vibraciones me recorren en espiral y cierro
los ojos, disfrutando de cada golpe de su lengua que me hace volar
alto en el cielo. El placer se extiende a través de mí en olas,
zumbando, y pongo mi pie en su hombro abriéndome a él. Me
muerdo el labio cuando sus dedos penetran más y más,
volviéndome loca.
Solo para jadear cuando me muerde los labios y luego los alivia
con unos cuantos lametones, y repite la maldita pregunta.
—¿Qué quieres, Phoenix?
Mis manos se aferran a su cabello, listas para molerlo si es
necesario… solo para casi llorar de agonía cuando sus dedos me
dejan y pasa su lengua de un lado a otro antes de arrastrarla una vez
más sobre mi estómago hasta mi clavícula hasta que su aliento
caliente está sobre mí. Entonces se cierne sobre mí, las sábanas
empapadas de sudor, mientras me mira expectante.
Apenas puedo funcionar con esta ansia desbordante que
necesita una salida. Apenas puedo pensar con claridad, pero
entiendo que negará nuestra satisfacción hasta que le dé la respuesta
que desea.
Abro la boca para decir de nuevo “que me folles”, y es entonces
cuando la respuesta se vuelve tan clara en mi cabeza que me
sorprende no haberla obtenido antes.
Sosteniendo su mirada con la mía, rodeo su cuello, acercándolo
a mí hasta que mis labios tocan su oreja, y le susurro:
—Hazme el amor, Zach. —Sus dedos magullan mis caderas
cuando se acomoda entre ellas y se abalanza sobre mí, haciéndome
gritar. Mi grito resuena en toda la habitación, y mis uñas arañan su
espalda.
Su dura polla estira mi coño, que se aprieta en torno a él,
despertando cada nervio de mi cuerpo. Luego retrocede, solo para
empujar dentro de mí de nuevo, metiéndose dentro de mí una y otra
vez mientras mi cuerpo acoge cada movimiento de sus caderas.
La luz de la luna entra por la ventana abierta, la única fuente de
luz mientras nuestras respiraciones y gemidos llenan el espacio,
junto con los sonidos de la carne chocando con la carne mientras él
se mueve dentro de mí. Su boca me hace chupetones por todo el
cuello antes de encontrar mi boca, dándome un beso apasionado
mientras nos mojamos mutuamente con nuestras lenguas. Ambos
gemimos mientras entra y sale, con cada golpe que va más y más
lejos; aunque no haya que ir más lejos.
Mi piel está tan apretada contra mí; mis pulmones arden por la
falta de oxígeno mientras mi cuerpo apenas puede soportar el ataque
de emociones que me golpean desde todas las direcciones. Sin
embargo, envuelvo mis miembros alrededor de él con más fuerza,
necesitando sentir esta conexión y disfrutar de cada segundo de esta
dulce tortura.
Jadeo, arqueando el cuello y apoyando la cabeza en la
almohada mientras Zach lame mi pecho, sus movimientos se
aceleran con cada empuje acercándome al borde, cada acción suya
me hace entrar en una espiral de placer.
Este hombre.
El hombre al que odio y amo tanto que roza la locura, pero no
me importa mientras comparta esta locura conmigo.
Mi coño se aprieta más y más sobre él hasta que él levanta mis
piernas sobre su cadera y empieza a darme empujones más rápidos,
uno tras otro. Siento que la energía me recorre toda antes que me
golpee con toda su fuerza, haciéndome volar con miles de
sensaciones que me ponen la piel de gallina.
Grito, mis uñas probablemente sacan sangre de lo fuerte que se
hunden en su piel, mientras él se lanza por mí, con su cuerpo tenso y
su polla sacudiéndose dentro de mí para que sepa que está cerca.
Me recuesto sin aliento, dejando que use mi cuerpo para su
placer. Acelera su ritmo una vez más, entrando en mí cada vez más
rápido.
Entrar y salir.
Dentro y fuera.
Y entonces él gime por encima de mí, derramándose dentro de
mí, mientras que siento su calor entre mis muslos, mis ojos se abren
ante la implicación de ello. Esta vez no hay condón.
Apoya su cabeza en el pliegue de mi cuello, gruñendo:
—Estoy limpio. —No es que lo dudara realmente, y lo abrazo
más fuerte disfrutando de nuestros olores mutuos que otan en el
aire y que atestiguan lo que acaba de suceder aquí.
En el siguiente segundo, él rueda sobre su espalda,
arrastrándome con él, con nuestros cuerpos aún conectados y me
toca la cabeza, plantando un suave beso en mi frente que nunca
podré confundir por otra cosa.
Amor.
—Te amo, Phoenix.
—Yo también te amo, Zach.
Esta noche, he tomado una decisión.
Y no importa cuán equivocada sea… nunca una elección en mi
vida parecía más correcta.
~Phoenix
Pho
Emmaline jadea pegando su nariz a la ventana del avión y da
unos golpecitos en ella, exclamando en voz alta:
—¡Phoenix, mira! Es el océano. —Una sonrisa se dibuja en sus
labios y suspira de felicidad—. ¡Me muero de ganas de bañarme en
él!
Me inclino más hacia ella, ya que ambas estamos sentadas una
al lado de la otra dentro del avión privado que pertenece a los King.
El lujo ni siquiera le hace justicia. Los costosos muebles de roble
pulido están situados de forma que la luz del sol muestre los
vibrantes colores en todo su esplendor. Un minibar bien abastecido
está perfectamente colocado en una esquina.
Seis sillas, situadas por parejas, están lo su cientemente
separadas para reclinarlas y dormir durante un largo vuelo o
simplemente para descansar cómodamente. El suelo cubierto de
moqueta es de un blanco brillante, y los zapatos de la azafata no
hacen ruido cuando se acerca cada veinte minutos para ver cómo
estamos y preguntar si queremos comer o beber algo.
Incluso hay una habitación separada con una cama y una
ducha, mis mejillas se calientan recordando el susurro de Zach en mi
oído antes.
—Si no fuera por nuestra hija y su niñera, nos habría encerrado aquí,
donde podría follarte durante horas en al aire. ¿Te habría gustado eso?
¿Unirte al club de la milla de altura?
Capto la mirada de Zachary en un asiento frente a nosotros, y la
pequeña sonrisa que destella en su boca me permite saber que es
consciente de exactamente a dónde fue mi mente.
Le doy un pequeño golpe en la pierna con el pie y digo, Basta,
antes de dirigirme a Emmaline.
—Lo sé, cariño, es hermoso. —Paso suavemente mi mano por
su cabeza, y ella se vuelve hacia mí, inclinándose hacia mi toque, y
una vez más mi corazón da un vuelco dentro de mí, pero esta vez
con un calor que se extiende a través de mí en olas tan fuertes que a
veces creo que podría arder desde la profundidad de mi reacción
emocional.
Todavía me parece irreal que esta niña tan bonita, amable y
dulce sea mi hija, una parte de mi vida, lo mejor que he hecho en
este mundo.
Viva y feliz, oreciendo bajo el amor y la atención de sus seres
queridos.
Aunque la cicatriz que Zachary ha in igido en mi corazón
todavía duele, he elegido con ar en mi corazón que me llevó a él,
buscando calmar el dolor dentro de él que es tan similar al mío.
Nunca podremos olvidar lo que pasó entre nosotros en el
pasado, pero podemos seguir adelante esperando un futuro mejor,
intentando aprender a ser felices de nuevo y vivir la vida de lo que
podría haber sido si nos hubiéramos conocido en el Empire State.
Sin embargo, no creo que ninguno de los dos se arrepienta,
porque si no fuera por ese giro del destino, nunca habríamos
conocido a personas increíbles con las que hemos construido vidas
felices, por muy corta que fuera.
Ni habríamos tenido a Emmaline.
En este mundo nos forma lo que experimentamos; cada nuevo
encuentro o situación nos enseña algo que nos lleva al siguiente
nivel.
Todo sucedió en esta vida como se suponía, o eso es lo que
pre ero creer, en lugar de revolcarme en la autocompasión
queriendo recuperar años de mi vida que nadie podrá dar.
Bueno, todo menos el sospechoso que decidió jugar a ser Dios y
se entrometió.
Después de hacer el amor ayer, nos quedamos en la cama
durante mucho tiempo pensando en nuestro próximo curso de
acción y no encontrar ninguna buena solución. Las imágenes de la
esta no mostraban a nadie sospechoso entrando en la casa, y como
no había cámaras cerca de la biblioteca, era imposible averiguar
quién deslizó la nota.
Sin embargo, ambos estábamos preocupados por Emmaline y
por cómo el sospechoso podría usar esta verdad para dar su
próximo golpe, ante la posibilidad que la prensa apareciera en
nuestras puertas o peor, apareciendo frente a la escuela de ballet de
Emmaline.
Me levanto de la cama de un salto, colocando las manos en las caderas
mientras levanto la barbilla y rechino entre los dientes:
—Si crees que voy a permitir que envíes a mi hija a alguna isla donde
pueda quedarse con tu compañero de universidad, ¡estás jodidamente loco!
—Termino la última parte en un grito sibilante mientras Zachary
simplemente ajusta la almohada detrás de él, apoyándose en ella relajado
con una de sus piernas doblada.
La manta apenas lo cubre; es la imagen de la belleza masculina que
tantos pintores quieren capturar, esto solo eriza mi fastidio y, sin pensarlo,
agarro otra almohada y se la lanzo.
La toma con facilidad y la deja caer a su lado para poder apoyar el codo
en ella y por n habla con su extraña voz despreocupada como siempre.
—Nuestra hija. —Mis ojos se entrecierran, y la protesta está a punto
de deslizarse por mis labios, pero nuestro anterior encuentro no me permite
hacerlo.
Me acerqué a él. Decidí darnos una oportunidad, así que no tengo
derecho a echarle en cara que no es su padre biológico.
—No es un compañero de universidad. Nuestras familias solían ser
amigas… bueno, hasta ciertos eventos, es decir. Luego perdimos el contacto
durante casi una década —contesta vagamente sin profundizar en el pasado
—. Luego fuimos juntos a la universidad, y es uno de los mejores hombres
que conozco.
No estoy segura de si esas palabras debían tranquilizarme o qué, pero
hacen exactamente lo contrario.
—Con un asesino en serie suelto, ¿quieres enviar a nuestra hija a un
pueblo del que nunca he oído hablar y dejarla allí? También podrías
invitarlo aquí y ponérsela en bandeja de plata. —La furia llena cada uno de
mis huesos; no puedo creer este plan. ¿Está loco? ¿Acabo de encontrarla y
quiere quitármela? ¿Cómo puede proponer algo así?
Zachary se ríe, de alguna manera encontrando mi declaración
divertida.
—Confía en mí, amor. No es un hombre corriente. Los asesinos en
serie no se acercan a él. No a su nivel.
Mis cejas se fruncen, la confusión me invade, porque no estoy segura
qué pensar. Si no lo supiera mejor, pensaría que está insinuando que su
amigo es un peligroso criminal. Porque, si no, ¿cómo podría enfrentarse a
un asesino en serie sin miedo?
—Él cuidará de ella como si fuera suya, y Patience estará con ella. —
Exhala con fuerza cuando sacudo la cabeza, demasiado enfadada con él como
para abrir la boca por miedo a arremeter y herirlo involuntariamente.
Me hace un gesto con la mano.
—Ven aquí.
—No puedes arreglar esto con sexo, Zach —le disparo y veo su tic de
la mandíbula antes que repita de nuevo:
—Ven aquí. —Pero esta vez, por los cordones de acero en su tono, sé
que, si no voy a él por voluntad propia, me obligará.
Así que, con un respingo, vuelvo a la cama arrastrándome hacia él, y
jadeo de sorpresa cuando me agarra de las caderas y me coloca encima de él;
mis rodillas se hunden en el suave colchón mientras mis manos se posan en
su pecho.
Él palmea mi cabeza, pasando sus dedos por mi cabello, y me acerca a
él para que nuestros ojos estén al mismo nivel.
—¿De verdad crees que haría algo para poner en peligro la vida de
Emmaline?
No hay acusación en sus palabras, pero la vergüenza me golpea con
fuerza y suspiro, presionando mi frente contra la suya.
—No. —Me lamo los labios secos—. Tengo miedo, Zachary. De lo que
puede hacer con ella.
Su abrazo se hace más fuerte y admite:
—Yo también tengo miedo. —Mis ojos se abren con sorpresa, porque
pensaba que nada asustaba a los hombres como él—. La idea que le ponga
las manos encima a nuestra hija me mata. Por eso tenemos que protegerla.
Y no puedo pensar en ningún otro lugar. —Espera un poco antes de añadir
—: Iremos juntos allí para que puedas verlo por ti misma. Incluso podemos
quedarnos un par de días, luego volver y esperar a que el cabrón haga su
último movimiento.
—¿Estás tan seguro de este hombre de la isla? —¿Y qué signi ca eso?
¿Tiene una isla o qué? No me sorprendería, ya que estudiaron juntos.
Siento su sonrisa contra mi piel y luego se inclina hacia atrás,
dándome un ligero beso en la nariz.
—Sí.
—¡El agua es tan azul! —La voz de Emmaline me saca de los
recuerdos y asiento con la cabeza, estudiando la imagen de la
ventana con asombro.
La pequeña isla parece súper verde desde arriba con varios
edi cios y casas que le dan un aire interesante, como si fuera un
pequeño pueblo en el borde de la nada, ya que nada más que el
océano la rodea con varios yates y barcos navegando cerca.
El agua casi brilla bajo la brillante luz del sol, su color azul
cristalino te atrae, y me estremezco un poco imaginando lo que sería
caer en ella.
Desde que casi me ahogué en el océano hace varios años, no
pongo un pie en él y pre ero quedarme cerca de las piscinas.
—Cariño, deja de mirar la ventana y siéntate bien —le ordena
Zachary, y ella escucha de inmediato, sus pies colgando del asiento,
y luego se ríe cuando el fuerte ronquido de Patience resuena en la
cabina.
Le guiño un ojo y miro a la anciana que se quedó dormida en
cuanto su cabeza tocó la almohada y permaneció ajena a todo
durante las horas de este vuelo.
El avión rodea la isla una vez más antes que el piloto anuncie el
aterrizaje, y compruebo el cinturón de seguridad de Emmaline
mientras empezamos a descender poco a poco, mientras ella sigue
hablando.
—Papá, ¿podemos ir a ver el océano hoy? —Apoya su cabeza en
mi brazo mientras abrazo su hombro, dejándola descansar en mi
pecho, colocando mi barbilla sobre su cabeza e inhalando su aroma.
A pesar del asesino que nos persigue, creo que nunca he sido
tan feliz, con mi hija en brazos y el hombre que amo.
—Tendremos que ver —responde Zachary tecleando algo en su
teléfono y luego sonríe cuando Emmaline suspira con fuerza.
—Pero te prometo que nos divertiremos.
Se cruza de brazos.
—Y luego te vas. —Sus cejas se fruncen y me muerdo el labio,
recordando su anterior resistencia a este viaje una vez que se enteró
que no nos íbamos a quedar mucho tiempo.
Le envío a Zachary una mirada de preocupación, pero él sacude
la cabeza como si no debiera molestarme por su tristeza. En cambio,
le dice a Emmaline:
—Te divertirás en la isla. Hay mucha gente agradable.
—Supongo —responde ella y vuelve a sonreír, pensando en
algo durante un segundo antes de preguntar—: ¿Puedo nadar con
los del nes?
Ah, qué astuta.
—Ya veremos.
—¡Papi! —exclama y luego me mira—. ¿Me puedes ayudar? —
Con sus ojos como los míos suplicándome, mi estómago da un
vuelco y mi corazón se derrite mientras la molestia me atraviesa
junto con la ira que probablemente no desaparecerá por mucho
tiempo. ¿Por qué tengo que pedirle permiso a alguien en las
decisiones sobre mi hija? Zach no debería tener más voz en todo esto
que yo.
—Phoenix —dice mi nombre en voz baja, sacándome de mis
pensamientos oscuros, y se inclina más cerca de mí, lo su ciente
como para tomar mi mano y colocar un suave beso en el dorso de la
misma—. Hablamos de esto —murmura contra mi piel, haciéndome
cosquillas un poco, y lo recupero antes de permitir que la sensación
borre mi sentido común.
Un problema constante que tengo en su presencia, así que tal
vez debería afrontarlo.
Pero tiene razón.
—No podemos decirle a Emmaline la verdad todavía. —Él se traga mi
protesta con un beso antes de murmurar—: No mientras estemos siendo
cazados. Entonces podrás reclamar a nuestra niña y hacer lo que sea.
—Quiero documentos legales, Zach. Si no me das mis derechos
voluntariamente, iré a los tribunales por ellos —le advierto, a pesar que
estoy acostada en su pecho, porque nunca jugaré a ser el segundo plato en la
vida de Emmaline—. Y Sebastian también tiene que saber de ella. Es su
derecho. —Se congela debajo de mí, sus ojos se oscurecen volviéndose casi
como un reptil, listo para el ataque, y se aferra más a mí. La sola idea de
involucrar a Sebastian en la vida de Emmaline lo mata, pero Sebastian tiene
que saberlo.
—Después de atrapar al asesino en serie, haremos lo que tú quieras —
me gruñe entre dientes antes de volver a fundir su boca sobre la mía,
esencialmente para hacerme callar.
El avión toca el suelo y rebotamos un poco.
Luego se desplaza con rmeza hacia la carretera mientras
Emmaline aplaude en voz alta.
—¡Sí! ¡Ya hemos llegado! —Ella levanta sus manos y luego grita
tan fuerte que me estremece—: ¡Patience, despierta! ¡Estamos en la
isla! —La mujer se sobresalta en su sueño, ahogándose en su
ronquido antes de sentarse recta, mirando a su alrededor y
poniéndose la mano en el corazón.
Cuando el avión se detiene, nos desabrochamos los cinturones
y nos levantamos, mientras la azafata abre la puerta del avión y nos
saluda con la cabeza.
—Espero que tengan una buena estancia.
—Estaremos aquí en dos días, Marta. Así que, que se diviertan.
—Su rostro se ilumina. Probablemente le encanta la perspectiva de
pasar un tiempo en la playa.
En cuanto pisamos el asfalto, me ciega la luz del sol; así que me
cubro los ojos hasta que mi visión se ajusta. Veo a un hombre
apoyado en el capó de un auto negro.
Su sola presencia crea una energía dominante.
Su cabello oscuro brilla bajo el sol mientras se endereza
mostrando su altura junto con sus penetrantes ojos verdes en el
momento en que se quita las gafas de sol.
Incluso parpadeo sorprendida, no tanto por el color sino por el
vacío que hay en su interior e incluso por la… ¿oscuridad? A pesar
de la sonrisa en su rostro, creo que el hombre es casi letal.
Lleva un vaquero negro y una camisa que se extiende sobre su
cuerpo musculoso. Varios tatuajes adornan su piel y, sobre todo, él
da una sensación de-no-me-jodas y, para mi sorpresa, exhalo con
alivio en mi interior.
Porque Zachary tiene razón. Nadie en su sano juicio jodería con
este hombre en su tierra. El sospechoso podría no tener miedo a
Zachary ya que, en su cabeza, es una persona conocida para él y ha
conseguido herirlo, pero no será lo su cientemente valiente como
para aventurarse en el territorio de otro hombre.
Sea quien sea este hombre… creo que guarda muchos secretos
que nunca querría descubrir por miedo a desmayarme por ellos.
—Ciertamente sabes cómo hacer una entrada. —El hombre
habla, su voz es profunda y ronca, lo que me produce escalofríos por
mi espina dorsal, ya que es casi siniestra.
Dios mío, ¿quién demonios es este tipo?
Camino detrás de Zachary con la mano de Emmaline atrapada
en la mía mientras bajamos lentamente las escaleras, y Zachary se
ríe.
—Busco complacer.
—Bueno, me has informado hace unas horas de tu visita. Así
que discúlpame si todo no es de primera categoría.
—Me lo pensaré —responde, y espero que le dé la mano al
hombre; pero, en lugar de eso, comparten un abrazo de hombres
dándose palmadas en la espalda.
—Me alegro de verte, Zach. Ojalá fuera en otras circunstancias.
—Me mira, sus ojos casi me taladran mientras me escanea de pies a
cabeza, pero no de la forma en que los hombres tienen interés en mí
como mujer. Su mirada busca más bien pistas de mi personalidad
que puedan decirle algo sobre mí—. Debes ser su mujer.
¿Su mujer?
¿En serio?
Zachary envuelve su mano alrededor de mi hombro,
presionándome hacia él en una muestra posesiva de propiedad, y
por primera vez, no me importa.
Tal vez porque el hombre que tengo delante me da mucho
miedo.
Busco su protección.
—Loco, esta es mi prometida, Phoenix. Y la chica que se asoma
por detrás de su rodilla es mi hija, Emmaline. —Miro hacia abajo
para ver que, efectivamente, está haciendo eso, igual que hizo
cuando me vio por primera vez.
Entonces su nombre se registra en mi mente, y giro la cabeza
hacia él con las cejas fruncidas.
¿Loco?
El hombre se ríe, aunque es tan frío y distante que me pregunto
por qué se molesta.
—Me llamo Eudard Campbell. Loco es solo un apodo. —Si se
supone que esto debía tranquilizarme, tiene el efecto contrario,
porque mi mente instantáneamente reproduce imágenes en mi
cabeza que podrían haber justi cado tal apodo.
Cambia su atención a Emmaline, y por primera vez una sonrisa
genuina se extiende por su boca.
—Hola. Tú eres la princesa de la que habla tu padre, ¿eh? —Ella
esconde su cara detrás de mi rodilla de nuevo, y baja la voz hasta un
susurro—. ¿Quieres saber un secreto?
Ella lo mira guardando silencio, pero el deseo de conocer el
secreto es demasiado fuerte. Las personas generalmente tienen poca
resistencia cuando se trata de tales cosas.
—Tengo una sorpresa dentro del auto para ti.
Ella jadea:
—¿De verdad?
—Sí. Tu padre dijo que te gustaban los del nes y que te gustaría
verlos.
Su fuerte chillido podría haber despertado a los muertos.
—¡Papá, hay un delfín dentro del auto! —Y corre hacia él con
sus sandalias golpeando fuertemente el pavimento mientras Patience
se apresura a correr con ella.
—¿De verdad hay un delfín dentro del auto? —Zachary
pregunta, y yo parpadeo ante esto, porque, ¿ahora qué?
¿En serio acaba de preguntarle a este tipo si puede ser cierto?
Una vez más, ¿quién demonios es este tipo? ¿Poseidón, el Dios
del mar?
Me río en voz baja, pensando en cómo le sienta el tridente al
tipo, dado su atuendo y todo.
—Del material blando —responde, y entonces vemos a
Emmaline abriendo la ventana y agitando el juguete en su mano—.
¡Mira, papá!
—Señorita, está haciendo demasiado ruido —la reprende
Patience, cerrando la ventana mientras seguimos de pie.
—Vamos a casa. Seguro que quieren descansar. —Centra su
mirada en mí—. ¿A menos que tengas otros planes?
—Quiero ir a la playa. —Zachary se inclina hacia atrás para que
nuestras miradas se encuentren—. Me gustaría ir allí con Emmaline
—digo, recordando su cara rogando por ver el océano. Zachary
puede ser inmune a todo esto, pero acabo de descubrir que tengo
una hija. Quiero hacer algo con ella antes que estemos separadas de
nuevo por Dios sabe cuánto tiempo.
Y abrazarla muy fuerte mientras pueda, porque el futuro está
indeciso.
Zachary me palmea la cabeza inclinándola hacia atrás, y frota
su pulgar sobre mis mejillas.
—Todo irá bien. Te lo prometo. —Me da un suave beso en la
frente murmurando sobre mi piel—. Vamos a la playa entonces.
Haremos lo que quieras hoy, amor. Porque siempre hay un mañana.
—Su voz es dura, no deja ningún argumento, absorbo su con anza
esperando que tenga razón.
Lo que promete Zachary siempre se hace realidad.
Así que espero que esta vez tenga razón.
Y mientras caminamos hacia el auto, trato de ignorar la
sensación que me invade, alertándome del peligro, como si me
estuvieran observando, un instinto que perfeccioné en la prisión.
Solo es miedo.
Miedo y nada más.
O al menos hago lo posible por creerlo, porque la alternativa es
demasiado aterradora.
Zac
Pho
Pho
Zac
~Phoenix
Pho
~Phoenix
Pho
Zac
Fin
Créditos
Staff
Traducción
Hada Elga
Corrección
Hada Tetis
Lectura Final
Hada Zephyr
Diagramación
Hada Zephyr