Redele: How To Deal With Sensitive or Controversial Topics in A Spanish Foreign Language Classroom
Redele: How To Deal With Sensitive or Controversial Topics in A Spanish Foreign Language Classroom
Redele: How To Deal With Sensitive or Controversial Topics in A Spanish Foreign Language Classroom
Resumen
Este artículo de reflexión pretende, en primer lugar, establecer qué temas podemos incluir
bajo el rótulo de “temas sensibles o polémicos”, esto es, qué definición se ajusta mejor a
esos contenidos controvertidos. En segundo lugar, analizaremos algunos casos concretos
experimentados por el autor en sus clases, sobre todo, en República Checa y en Reino
Unido, y una serie de lecciones o moralejas sacadas de esos casos. En tercer lugar,
estableceremos un sencillo protocolo a seguir antes, durante y después de la clase para así
prevenir situaciones incomodas al acometer “temas sensibles o polémicos”. Por último,
veremos hasta qué punto la inclusión de “temas sensibles o polémicos” en clase de
español LE/L2 no solo hace mejorar las competencias lingüísticas de los estudiantes sino
también sus destrezas o habilidades blandas tales como la empatía, el pensamiento crítico,
la facilidad de comunicación, la creatividad, el trabajo en equipo y el respeto a las
diferentes opiniones, entre muchas otras.
Pedro García Guirao Cómo tratar temas sensibles o polémicos en clase de español LE/L2
Abstract
The first aim of this work is to establish what topics fall under the label of “sensitive or
controversial topics”, that is, which definition comes to terms better with these
controversial contents. Secondly, we will analyse some specific cases experienced by the
author in his classes, especially in the Czech Republic and the United Kingdom, and a
series of lessons or morals taken from those cases. Thirdly, we will establish a simple
protocol to follow before, during and after a class in order to prevent awkward situations
when tackling “sensitive or controversial issues”. Finally, we will study to what extent
the inclusion of “sensitive or controversial topics” in a L2 Spanish class not only improves
the language skills of learners but also their soft skills, such us empathy, critical thinking,
ease of communication, creativity, teamwork and respect for different opinions, among
many others.
Palabras clave
Actividades didácticas, conocimiento del mundo, español coloquial, diseño curricular,
formación del profesorado, interculturalidad y Marco Común Europeo de Referencia para
las Lenguas.
Keywords
Learning activities, world knowledge, colloquial Spanish, curriculum (curricular) design,
teachers’ development, interculturality & The Common European Framework of
Reference for Languages.
Cuando me enseñaron a ser profesor de español para extranjeros, tuve muy buenos profesores y
profesoras. Uno de ellos comentó y así creía —y creo yo también— después de reflexionar sobre
ello, que hay tres temas que no se debe sacar en clase: SEXO, POLÍTICA Y RELIGIÓN. Yo
personalmente nunca los introduzco en el aula o al menos procuro evitarlos en la medida de lo
posible. ¿Estáis de acuerdo con no sacar estos temas? ¿Si lo estáis, por qué creéis que no se
deberían sacar en clase?
La publicación recibió 104 comentarios (unos a favor, otros en contra, y otros que
matizaban que para hablar de temas polémicos había que tener en cuenta parámetros como
la edad y los países de origen de los estudiantes), un “me encanta”, tres “me divierte”, 23
“me gusta”, un “me asombra” y un “me entristece”. Por lo expuesto en esa publicación,
Ciertamente, basta con una breve lectura del MCER (2002) para darnos cuenta de que en
este no se menciona nada sobre evitar los “temas sensibles o polémicos” en clase de
LE/L2, ni en sus secciones de aprendizaje, ni en las de enseñanza, ni tampoco en las de
evaluación. Por el contrario, en diversos apartados aparecen como mínimo los temas
relacionados directa o indirectamente con el sexo, la política y la religión, y muchos otros
que, en potencia, pueden herir las sensibilidades del alumnado más susceptible. Sin ir más
lejos, dentro de las competencias del usuario o alumno propuestas por el MCER, podemos
encontrar el apartado “5.1.1.2. El conocimiento sociocultural” (2002: 100) donde se
abordan asuntos como “las relaciones personales” que, a su vez engloban, entre otras, las
relaciones entre sexos, las relaciones de raza y comunidad, y las relaciones entre grupos
políticos y religiosos. Poco después, en el mismo apartado se presenta la sección de “los
valores, las creencias y las actitudes” (2002: 101), donde vuelven a aparecer contenidos
como las minorías (étnicas y religiosas), la identidad nacional, la política y la religión.
Asimismo, el MCER no solo promueve esos contenidos sino que además anima a
que se ejerciten ciertas destrezas (o competencias) fuertemente ligadas a los contenidos
polémicos, hasta tal punto que las incorpora a sus criterios de corrección o evaluación.
Por ejemplo, de nuevo en el capítulo 5 dedicado a las competencias del usuario o alumno,
encontramos la sección “5.1.3. La competencia «existencial» (saber ser)” donde hay un
par de claras referencias a la promoción de la discusión, al pensamiento autocrítico, al
cambio de opinión y a la eliminación o como mínimo relativización de estereotipos
o tabúes sociales:
1. Las actitudes; el grado que los usuarios o alumnos tienen de lo siguiente, por ejemplo: Apertura
hacia nuevas experiencias, otras personas, ideas, pueblos, sociedades y culturas, y el interés que
muestran hacia ello. Voluntad de relativizar la propia perspectiva cultural y el propio sistema de
valores culturales. Voluntad y capacidad de distanciarse de las actitudes convencionales en cuanto
a la diferencia cultural (2002:103, el subrayado es nuestro).
A continuación, voy a pasar a narrar algunos de los casos de Reino Unido cuyo
ámbito suele ser más peculiar principalmente por dos motivos: 1) Lo políticamente
correcto se toma mucho más en serio (incluso con repercusiones legales) que en
República Checa y de ahí que haya que poner más atención a la hora de preparar las clases
para elegir el contenido de los materiales de enseñanza. 2) Las clases son mucho más
multiétnicas, por lo que se hace más complicado evitar que surja algún malentendido
cultural o que algún estudiante no se sienta ofendido por el contenido de ciertos asuntos.
la práctica del ejercicio sobre el árbol genealógico fue que esta estudiante eligiera una
familia famosa y la explicara como si fuera la suya propia.
De nuevo, tenemos una clase de principiantes en una universidad inglesa donde abundan
los estudiantes de origen asiático. En esa institución las clases de idiomas están muy
estandarizadas para evitar que unos profesores enseñen más (o diferentes) contenidos que
otros. Así que tanto el contenido de la clase como los materiales del curso son
proporcionados por un coordinar de ese nivel. Para el tema de la familia, mi antiguo
coordinador nos ofreció a los profesores de A1 explicar el tema de la familia en español
usando a la familia Simpson (islcollective.com, 2012). El problema surgió cuando mis
estudiantes asiáticos (más del 40% de la clase) dijeron que no sabían nada de la familia
Simpson y fueron incapaces de completar la actividad. Para los estudiantes europeos y
norteamericanos fue un ejercicio muy fácil, pero los asiáticos se sintieron discriminados
porque consideraban que era una actividad injusta y que les colocaba en desventaja frente
a los estudiantes occidentales. Las diferencias culturales de los interlocutores provocaron
esa situación que se percibió como inequitativa.
Moralejas: tanto en el caso 1 como en el caso 2, es muy conveniente que los profesores
se informen con antelación de la historia de los países de nuestros estudiantes para evitar
este tipo de situaciones. En el caso 1, también se trata de intentar conocer, en la medida
de lo posible, la historia personal de nuestros estudiantes para, por ejemplo, evitar
emparejar a compañeros de clase cuyas culturas o religiones no son muy compatibles. En
el caso 2, estamos presuponiendo que los estudiantes conocen referentes culturales de los
años 80, cuando algunos de ellos nacieron a finales de los 90 o incluso después del 2000.
Del mismo modo, tendemos a presuponer que los ídolos o referentes culturales de un
profesor o profesora coinciden con los ídolos de sus estudiantes.
Para estudiar el pretérito perfecto usé una actividad extraída de marcoELE. Revista de
Didáctica Español Lengua Extranjera (Cabrera García, 2009) donde en una de las
actividades propuestas había que escuchar/ver un videoclip de Los Planetas. El problema
vino provocado por una parte de las letras que dice: “He estado con Erik hasta las seis y
nos hemos metido cuatro millones de rayas. Y no he vuelto a pensar en ti hasta que he
llegado a casa, y ya no he podido dormir como siempre me pasa”. Aquí algunos
estudiantes empezaron a hacer pequeños comentarios jocosos, pero la cosa no fue a más,
hasta que recibí un correo electrónico de la tutora de un estudiante en el que me pedía que
evitara contenidos relacionados con alcohol y drogas, ya que su tutorando pasó su año en
el extranjero en un país latinoamericano y había tenido serios problemas con el alcohol y
la cocaína.
Moraleja: Al igual que en el caso 3, desconocemos el estado mental o emocional de
nuestros estudiantes así que cuidado con los materiales que incluimos en clase. En la
medida de lo posible y siempre que no sea información estrictamente confidencial, es
conveniente reunirse con los tutores de nuestros estudiantes antes del comienzo del curso
para intentar evitar herir sensibilidades.
Una vez establecidos estos casos, cabe preguntarse si volvería a incluir los
anteriores y otros muchos materiales ¿polémicos? en mis clases. Y la respuesta es una
rotunda afirmación (menos en el caso 2 en Reino Unido, donde los materiales didácticos
no eran los más acertados). No obstante, gracias a esas situaciones incómodas comencé a
idear mi propio protocolo para cuando tengo que lidiar con temas abiertamente sensibles
(antes, durante y después de la clase) y reducir el impacto negativo que puedan generar
esos temas entre el alumnado. Muchos de los siguientes puntos provienen de las moralejas
anteriores y presentan una reelaboración teórica más elaborada.
El primer punto de este protocolo anterior a una clase con temas polémicos dice que es
muy recomendable que el profesor tenga cierto conocimiento previo de la historia y
cultura del país donde enseña o vaya a enseñar. Para empezar, bastará con leer varias
guías de viajes o libros generales sobre la historia de ese país. Este punto resulta muy
importante indudablemente para los educadores recién llegados a un país del que no
posean conocimientos históricos ni culturales. Ese simple acto puede ahorrarnos
malentendidos en nuestras clases tal como hemos visto, por ejemplo, en el caso 1 de
República Checa. Con ello no intentamos promover la censura ni la autocensura sino más
bien que se prioricen algunos materiales educativos y culturales en detrimento de otros.
Además, este primer punto acelerará como educadores nuestro proceso de aculturación al
nuevo país y con ello se amortiguarán significativamente los choques culturales, incluso
fuera del aula. Dicha aculturación no equivale a “el abandono de los patrones de su cultura
de origen” sino a un intercambio cultural y a una reflexión consciente de las diferencias
culturales y de los elementos en común de ambas culturas, donde es cierto que puede
darse “desaprendizaje o deculturación de algunos hábitos de su cultura de origen” o dicho
de otro modo “[…] por un lado […] la incorporación de elementos de la nueva cultura y,
por otro, […] el reajuste de los patrones culturales del individuo o grupo, motivados
ambos por la necesidad de reorientar sus pensamientos, sentimientos y formas de
comunicación a las exigencias de las realidades externas” (Diccionario de términos ELE,
1997-2019).
El segundo punto es una profunda reflexión del profesor antes de empezar un
curso. Y esto porque:
Los profesores deberían darse cuenta de que sus acciones, reflejo de sus actitudes y de sus
capacidades, son una parte muy importante de la situación de aprendizaje o de la adquisición de
una lengua. Sus acciones constituyen modelos que los alumnos pueden seguir en su uso posterior
de la lengua y en su práctica como futuros profesores (MCER, 2002:141)
En ese viaje interior exploratorio, los educadores deben considerar al menos los
siguientes aspectos: Si atendemos a algunos de los casos de más arriba, vemos que una
primera reflexión necesita girar en torno a la brecha generacional entre profesores y
estudiantes. Nuestra labor como educadores requiere actualizaciones y reciclajes
culturales constantes; esto, con toda probabilidad, nos llevará a una modernización de
algunos de nuestros materiales y contenidos muy válidos, pero probablemente obsoletos
de cara a nuestro joven alumnado. Para el MCER, a mayor interés del alumno por el
contenido de los materiales didácticos mayor será su esfuerzo de comprensión. En otras
palabras, “el interés personal por el contenido de un texto produce un alto nivel de
motivación que contribuye a mantener el esfuerzo de comprensión que realiza el alumno
(pero no contribuye necesariamente a la comprensión de forma directa)” (2002:164). En
este sentido, es primordial personalizar siempre que sea posible las tareas y los temas
trabajados en clase, en función de esa brecha generacional para evitar o neutralizar
malentendidos provocados por los temas polémicos. Un segundo grupo de reflexiones se
sitúa de nuevo en las diferencias entre profesores y estudiantes. Aquí se trata de tomar
conciencia de nuestros gustos (políticos, religiosos, estéticos, sexuales, musicales,
culturales, culinarios, entre muchos otros), nuestras preferencias pedagógicas
(organización del aula y del tiempo, uso o no de tecnología, la imposición de pedagogías
muy pegadas a los manuales u otras más alternativas, y un largo etcétera), nuestros estatus
sociales, laborales y económicos, y cómo todo lo anterior difiere presumiblemente de la
cosmovisión de nuestros estudiantes. Dicho de otro modo, y poniéndome como ejemplo,
tengo que reflexionar en qué medida ser hombre, europeo, blanco, heterosexual, de clase
media, no conservador, y no religioso, aunque sí educado en valores cristianos, puede
estar limitando las actividades que produzco o elijo traer al aula. Al salir de nuestra zona
de confort, al variar y crear materiales lo más inclusivos que podamos, los malentendidos
generados por los temas polémicos deberían verse reducidos o, cuanto menos, suavizados.
Si, asimismo, tenemos la oportunidad de conocer por adelantado a algunos de nuestros
estudiantes, se podrían haber evitado situaciones como las expuestas en el caso 1 en
República Checa y en el caso 2 en Reino Unido.
Un tercer elemento mucho menos filosófico que los dos de más arriba es el que
dice que, como norma, evitaremos en lo posible las sorpresas cuando vayamos a lidiar
con temas potencialmente sensibles. Con esto queremos señalar que, de algún modo,
resulta oportuno preparar o avisar al alumnado, como mínimo, sobre la temática polémica
que llegará en clases venideras. Ese aviso puede tener diferentes formas. El primer
anuncio también el más obvio tiene que ver con el recorrido conjunto por el
programa del curso el primer de día de clase. En ese momento, el educador debería dar
un mínimo toque de atención a propósito de qué unidades didácticas o secciones del
programa contarán con algún tema eventualmente sensible. Por eso no es nada
recomendable comenzar una clase cero empleando materiales controvertidos. Otras
maneras de advertir a los estudiantes, a medida que se acerque la unidad didáctica con
contenido sensible, pueden ser en forma de anuncio verbal en la clase anterior; también
de manera escrita por correo electrónico (por si alguien no asistió a la clase anterior)
incluyendo, por ejemplo, un breve artículo o lectura a hacer en casa como primera toma
de contacto; o bien publicar unos días antes el plan de clase o un breve esquema con los
temas sensibles o polémicos en Blackboard, Moodle o en cualquier plataforma de e-
learning que usemos. De este modo, incluso si algunos de nuestros estudiantes tienen
algún tipo de trauma o fobia (recuérdense los casos 2 y 3 de República Checa, y los 3 y 5
de Reino Unido) no tendrán que sentirse incómodos en clase. Gracias a esos avisos,
podemos darles la oportunidad a nuestros estudiantes universitarios (o adultos) para que
decidan si asistirán a clase o no, o a que se comuniquen con nosotros por adelantado para
pedir trabajar dichas unidades en casa (en un ambiente aislado, pero también normalmente
más seguro y menos expuesto para ellos) o algún tipo de actividad alternativa si realmente
encuentran esos temas demasiado molestos.
Muy relacionado con lo anterior, un cuarto componente de este protocolo está
vinculado a la preparación y selección de materiales didácticos. Ese componente del
protocolo dice que no es necesario renunciar a la autenticidad de los materiales que
usemos en una clase con temas polémicos. Aquí por autenticidad entendemos “la ausencia
de alteraciones o manipulaciones, realizadas con fines didácticos, en los documentos
textuales producidos fuera del aula y llevados a ella directamente o mediante los
materiales publicados” (Diccionario de términos ELE, 1997-2019). Esto porque la
evitación de sorpresas nos puede llevar a pensar que es imprescindible edulcorar,
simplificar o incluso censurar cualquier contenido que pensemos que pudiera
resultar molesto o producir acaloramiento entre el alumnado. En realidad, en un panorama
de educación superior, el aula debe entenderse como un espacio social, una mera
prolongación de lo que pasa fuera de ella y debería regirse por normas, contenidos y
De igual modo, recuérdese que esa apuesta por la autenticidad (resaltada en los
subrayados de la cita previa), coincide de lleno con las sugerencias del MCER (2002)
presentadas al principio de este artículo de reflexión.
Un último punto de ese protocolo previo a una clase con temas sensibles tiene que
ver con preparar e incluso prever o anticipar potenciales reacciones. Si bien es cierto que
resulta imposible controlar por completo las reacciones que tendrán nuestros estudiantes
ante determinados estímulos educativos, no es menos cierto que los seres humanos
solemos ser bastante previsibles. Cuanto más dirijamos o tengamos bajo control cualquier
reacción acalorada o problema, menor será el impacto en la clase de contenido polémico.
Para ello es imprescindible establecer diversas hipótesis sobre qué pasará al usar
determinados materiales, pero también hipótesis sobre la reacción emotiva que los
estudiantes tendrán ante dichos contenidos. En ese entorno, procede imaginar el mejor de
los escenarios, esto es, que la clase polémica se desarrolle sin mayores contratiempos (de
hecho, esto suele ser lo más común), pero también conviene anticipar los peores
escenarios como por ejemplo que los materiales didácticos sean percibidos como un
ataque personal u ofensa del profesor a algún aprendiente en concreto, que ciertos
comentarios de los estudiantes les resulten ofensivos a otros estudiantes, que se generen
discusiones acaloradas, o que alguien acabe emocionándose o enfadándose llegando
incluso al llanto. Una vez más, cuantas mayores sean nuestras previsiones y potenciales
soluciones incluso antes de que se hayan dado ciertos problemas en el aula mayor
probabilidad de que la clase con temas polémicos se desarrolle sin ningún tipo de
altercado. Con un poco de experiencia académica se puede aprender a reconocer cuándo
se va a producir una disputa y así introducir algunas técnicas de enfriamiento. Esto es lo
que se llama generar una “polémica estructurada” o planificar una crisis:
estudiante anotara en un papel individual sus ideas sobre el tema en cuestión y que el
profesor recogiera todos los papeles en un pequeño contenedor donde los mezclaría e iría
sacando uno a uno, anotando en la pizarra (sin repetir conceptos) la lluvia de ideas de los
estudiantes sobre ese tema polémico para, al final, volver a hacer una crítica conjunta de
ideas o argumentos. Una segunda técnica de trabajo despersonalizado es la de generar
debates donde sus participantes tengan que defender primero una postura y después la
contraria (con independencia de cuál sea su postura personal real) sobre la materia en
disputa; esto es lo que comúnmente conocemos como ejercer el rol de abogado del diablo;
para evitar cualquier forma de suspicacia, el profesor o profesora distribuirá los roles de
manera aleatoria o incluso por sorteo. Desde un punto de vista discursivo, una tercera
técnica sería evitar hacer preguntas directas del tipo ¿cuál es tu opinión sobre esta
cuestión? (u otras que sean indiscretas o incomoden) y plantear los temas sensibles en
forma de condicionales para eliminar parte de la presión sobre el individuo; algunas de
esas preguntas condicionales pueden tener, por ejemplo, esta estructura: ¿qué harías si
fueras una de las partes de ese problema…? Si hubieras nacido en una familia
conservadora/progresista ¿cuál sería tu postura? o si un amigo o familiar estuviera en
esa situación, ¿qué le recomendarías?; adicionalmente a la hora de contrargumentar, los
educadores tienen que promover y garantizar indiscutiblemente la cortesía y el respeto
pero también, de la misma manera, hacer que los aprendientes no ataquen a sus
compañeros de clase ni hagan fuertes juicios de valor, por ello, frente a afirmaciones del
tipo Pedro, no tienes razón o Pedro, estás mintiendo resulta más aséptico y menos
acalorado decir, por ejemplo, Pedro, el argumento que estás defendiendo no es válido por
las siguientes razones… La cuarta y última táctica para eliminar el foco de atención
individual es la de practicar el juego teatral, el juego dramático o juego de rol (en inglés,
role-play), es decir, al igual que en la simulación se trata de representar una situación o
problema, pero la importante diferencia en este contexto de temas sensibles entre juego
de rol y simulación está en que “el alumno no actúa en su nombre propio, sino
representando a un personaje del juego, mientras que en una simulación el alumno
conserva su propia identidad” (Diccionario de términos ELE, 1997-2019); esto suele
generar desinhibición ya que el alumno se convierte en actor y no necesita exponer sus
ideas ni lidiar públicamente con sus traumas o prejuicios personales; de igual forma, el
juego dramático fomenta la empatía.
El tercer punto de este protocolo a seguir durante una clase con temas sensibles,
recomienda promover un tono humorístico y desdramatizado de nuevo garantizando el
respecto y preservando la cortesía. Desde este modelo propuesto por, entre otros,
Pomerantz y Bell (2011), el humor en clase LE/L2 aparece como un refugio seguro contra
la monotonía, contra “las prácticas de aula culturalmente insensibles”, y también contra
las situaciones en las que los estudiantes se sientan intimidados en clase (Pomerantz y
Bell, 2011: 148). Los temas polémicos, presentados en un ambiente humorístico, suelen
ser mucho menos amenazantes que los desplegados en contextos demasiado serios y/o
académicos, y crean un entorno mucho menos acalorado. Para el MCER (7.3.1.2.
Factores afectivos) esta cuestión anterior es muy importante y se ve afectada por el
“estado” del estudiante: “la realización se ve influida por el estado físico y emocional del
alumno (es más probable que un alumno despierto y relajado aprenda más y tenga más
éxito que otro que está cansado e intranquilo)” (2002: 159). Ahora bien, tal como hemos
visto más arriba en el caso 2 en República Checa (visionado de Una Feliz Navidad), el
humor no siempre garantiza que no surjan conflictos o malentendidos, ni que algún
Otra forma de garantizar una buena asimilación lingüística, cognitiva e incluso afectiva
de los temas sensibles es seguir unos últimos puntos protocolares después de una clase.
Como veremos inmediatamente más abajo, en este caso, las medidas a seguir no se alejan
mucho de las de una clase “normal” sin contenidos polémicos.
Un primer mecanismo lógico sería profundizar en los materiales de dicho tema o
temas (investigación más formal y sistemática, por ejemplo, a través de lecturas o
visionado de vídeos con diversos ejercicios) para asegurarnos de que desaparezca
cualquier prejuicio o estereotipo y también para que los aprendientes sean capaces de
refutar con buenos argumentos cualquier cuestión con la que no estén de acuerdo.
Siguiendo esta propuesta, dado que estamos hablando de la clase de español LE/L2, un
segundo punto sería el de profundizar o repasar gramaticalmente el aprendizaje de la clase
previa; de esta manera el foco de atención pasaría del contenido léxico polémico a
cuestiones de tipo meramente gramatical. Una tercera sugerencia pasa por destacar que
al final de esa clase polémica o al final del día cuando haya tenido lugar ésta, los
estudiantes reflexionen un poco sobre lo sucedido en clase y completen (quizás de manera
anónima) un sencillo cuestionario de autoevaluación posterior y una valoración tanto del
tema y de los materiales, como de los métodos pedagógicos utilizados en esa clase. Para
que los estudiantes no perciban que se está poniendo demasiado énfasis en el tema
sensible, el cuestionario debe tener la forma más simple posible. Por ejemplo, con algunas
preguntas similares a estas: ¿Qué he aprendido sobre el tema en cuestión? ¿Han
cambiado mis opiniones sobre las cuestiones trabajadas? ¿Qué es lo que más me ha
gustado de la clase y qué es lo que menos? Quiero que sigamos… y quiero que dejemos
de… Después de examinar los resultados, los profesores les dedicarán unos breves
minutos a éstos, de manera verbal, en la clase posterior a una con temas polémicos, de tal
modo que haya un mínimo de feedback o retroalimentación informal bidireccional.
Por último, vamos a hacer una mención especial al tipo de examen o prueba con
el que evaluaremos esos contenidos sensibles o polémicos. No cabe duda de la
profesionalidad del profesorado, pero tampoco cabe duda de que la absoluta objetividad
no existe. En estos casos, en un examen o prueba acerca de temas polémicos hay que
evaluar, sobre todo, la lengua y no tanto el contenido. O en un sentido más concreto,
resulta muy recomendable crear una prueba objetiva de respuesta cerrada
(verdadero/falso, respuesta múltiple o alternativa, relacionar, ordenar información, entre
otras). Dicho de otro modo, evítense las actividades de resolución abierta porque es
prácticamente imposible que una plantilla de corrección recoja todas las opciones y esto
presenta grandes dificultades para establecer una corrección objetiva. Como ejemplo
ilustrativo, imaginemos que en la prueba de expresión escrita de un examen de nivel C1,
un estudiante tiene que escribir una carta a la presidenta del Partido Animalista-PACMA
donde exponga sus puntos de vista sobre una posible prohibición de las corridas de toros,
y éste decide escribir un alegato a favor de la tauromaquia, con un contenido gramatical,
formal y lingüísticamente casi impecable; si su profesor (y corrector del examen) es un
firme antitaurino, lo más probable es que inconscientemente puntúe el contenido con una
nota ligeramente más baja que un profesor con principios pro taurinos. Con las diversas
pruebas objetivas de respuesta cerrada se esquiva cualquier suspicacia y la evaluación se
vuelve más técnica y experta.
A lo largo de este artículo de reflexión nos hemos ocupado de llevar a cabo un análisis
sobre cuáles son los temas sensibles o polémicos y, en concreto, hemos reflexionado sobre
cómo estos sobrepasan con creces los escenarios asociados al sexo, la política y la
religión. Los casos concretos (con moraleja) nos han ayudado a entender hasta qué punto
casi cualquier tema en apariencia inocuo (una exposición, una canción, las fiestas
navideñas, una tradición nacional, la familia y la comida) puede transformase en una
materia conflictiva o productora cuanto menos de acaloramiento en el aula de español
LE/L2. Asimismo, a través de una serie de protocolos a desplegar antes, durante y después
de una clase de contenido sensible hemos explorado cómo se puede conseguir una buena
gestión de esos temas, enfriando cualquier pequeña controversia y sin necesidad de
censurar ni edulcorar el contenido de los materiales didácticos. Así se ha demostrado que,
a pesar de sus inconvenientes y de sus labores organizativas adicionales, merece la pena
incluir estos contenidos polémicos ya que cubren las variables lingüísticas, cognitivas y
afectivas indicadas por el MCER para alcanzar el nivel de un usuario competente. Por
otra parte, dichos temas no sólo aglutinan esas variables, sino que además integran varias
destrezas o habilidades, tanto lingüísticas como no-lingüísticas, que pasamos brevemente
a resumir.
Al habernos enfocado en un contexto universitario o bien de aprendientes adultos,
damos por hecho que la mayoría de estos cuentan con competencias desarrolladas en el
transcurso de su experiencia previa a sus clases de español LE/L2. Ahora bien, en una
clase con temas sensibles se aprenden (o afianzan) ciertas competencias lingüísticas,
sociolingüísticas (“comprende el conocimiento y las destrezas necesarias para abordar la
dimensión social del uso de la lengua” MCER, 2002: 116) y pragmáticas (las que tienen
que ver con la estructura o competencia discursiva, con el uso o competencia funcional y
con la organización o competencia organizativa de los mensajes). Algunas de ellas son
destrezas y habilidades prácticas, como las destrezas sociales (desenvolverse respetando
ciertas convenciones) y destrezas profesionales (emprender con éxito acciones
relacionadas con el raciocinio y con el desenvolvimiento laboral y académico de manera
lo más independiente posible). De ahí que, en general, cuando pensamos en las
habilidades blandas nos solemos referir a características y competencias personales que
informan sobre cómo una persona interactúa con los demás de manera fluida y, a menudo,
se usan como sinónimo de habilidades sociales o habilidades interpersonales. No
obstante, siguiendo lo expuesto en el MCER, estas habilidades mencionadas sobrepasan
lo social y lo interpersonal. Por ejemplo, dentro de las competencias pragmáticas y de la
organización del texto encontramos elementos de la competencia del discurso que
incluyen: “Flexibilidad ante las circunstancias; turno de palabra (también presentado en
la sección de estrategias de interacción); desarrollo de descripciones y narraciones;
coherencia y cohesión” (MCER, 2002: 121). Por otro lado, los modelos de interacción
social mencionados por el MCER atienden puntos como ofrecer y buscar información
factual, expresar y descubrir actitudes, la persuasión, la estructuración del discurso y
corrección de la comunicación y elementos propios de la vida social (como “atraer la
atención, tratamiento a los demás, saludos, presentaciones, brindis, despedidas” MCER,
2002: 123). A esas habilidades organizativas e interpersonales, tenemos que incorporar
las destrezas interculturales (“la capacidad de cumplir el papel de intermediario cultural
entre la cultura propia y la cultura extranjera, y de abordar con eficacia los malentendidos
interculturales y las situaciones conflictivas” MCER, 2002: 102) y “las destrezas y las
estrategias de aprendizaje que facilitan la realización de la tarea y que comprenden: saber
desenvolverse bien cuando los recursos lingüísticos son insuficientes, ser capaz de
descubrir por uno mismo, planificar y hacer un seguimiento de la puesta en práctica de la
tarea” (MCER, 2002:159).
En cuanto a la conexión que existe entre esas habilidades blandas y los temas
sensibles, hay que empezar por advertir que “[…] La polémica estructurada es una técnica
extremadamente útil para enseñar competencias de diversidad y cultura” (Steiner, Brzuzy,
Gerdes, y Hurdle, 2003: 55). Pese a la polémica, el estudiante puede llegar a sentirse
cómodo con un conflicto teórico estructurado porque sabe que al final sabrá cómo
resolver dicho conflicto de una manera dialogada y lo más racional posible. En este
sentido, esos temas sensibles acaban mejorando la capacidad de los estudiantes para
resolver problemas en general. Es más, incluso si al final de una clase con temas
polémicos no se consigue resolver un problema, la actividad habrá valido la pena porque
se habrá mostrado como una herramienta para la tolerancia que nos ayuda a
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