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Este documento presenta la revista número 15 de Trabajo Social de la Universidad de Antioquia. Incluye artículos sobre familia, trabajo social e intervención social, cultura, política y sociedad. También incluye reseñas de libros y la presentación de un artista invitado. La revista es publicada semestralmente por el Departamento de Trabajo Social y contiene investigaciones y reflexiones teóricas sobre problemáticas sociales contemporáneas.

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Este documento presenta la revista número 15 de Trabajo Social de la Universidad de Antioquia. Incluye artículos sobre familia, trabajo social e intervención social, cultura, política y sociedad. También incluye reseñas de libros y la presentación de un artista invitado. La revista es publicada semestralmente por el Departamento de Trabajo Social y contiene investigaciones y reflexiones teóricas sobre problemáticas sociales contemporáneas.

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Revista Trabajo Social

N.° 15
Enero-junio, 2012
ISSN 1794-984X
Medellín, Colombia
RECTOR
Alberto Uribe Correa

DECANA FACULTAD DE CIENCIAS


SOCIALES Y HUMANAS
Gloria Patricia Peláez Jaramillo

JEFA DEPARTAMENTO
DE TRABAJO SOCIAL
Esperanza Gómez Hernández

EDITORA
Esperanza Gómez Hernández

COMITÉ EDITORIAL La Revista Trabajo Social es una


publicación semestral del Departamento
Sara Yaneth Fernández Moreno
de Trabajo Social de la Universidad de
Edgar Orlando Arroyave Álvarez
Antioquia, orientada a la difusión de
María Rocío Cifuentes Patiño investigaciones, reflexiones teóricas,
John Mario Muñoz Lopera conferencias y reseñas críticas que aporten
Beatriz Elena López de Mesa a la comprensión de la problemática social
Nora Eugenia Muñoz contemporánea, y al fortalecimiento de
la profesión en los ámbitos nacional e
COMITÉ CIENTÍFICO internacional.
Vicente de Paula Faleiros (Brasil)
Las opiniones en ella expresadas son de la
Nilsa M. Burgos Ortiz (Puerto Rico)
entera responsabilidad de sus autores.
Xiomara Rodríguez (Venezuela)
Víctor R. Yáñez Pereira (Chile) Suscripciones y canje:
María José Escartín Caparrós (España) Universidad de Antioquia,
Miguel Miranda Aranda (España) Facultad de Ciencias Sociales y Humanas,
Departamento de Trabajo Social.
Corrector de estilo Apartado aéreo 1226, código 229
Mauricio Correa Vásquez Teléfonos: (57-4) 219 57 67
(57-4) 219 57 68
C. e.: [email protected]
Auxiliar Administrativo
http://antares.udea.edu.co
Jeison Alejandro Cifuentes
Distribución:
Carátula y separadores Universidad de Antioquia,
Rubén Crespo Facultad de Ciencias Sociales y Humanas,
Departamento de Trabajo Social
Diagramación e impresión Medellín, Colombia
Imprenta Universidad de Antioquia
Contenido

EDITORIAL............................................................................................................ 5

FAMILIA
Acompañamiento familiar: Aportes a la estrategia
en el Programa Medellín Solidaria
Alejandra María Mora Correa y Agny Yumara Maestre Tobón..... 11

TRABAJO SOCIAL E INTERVENCIÓN SOCIAL


Significando la Intervención Profesional desde la experiencia
de Trabajo Social
Ana Maria Mosquera Orejuela y Blanca Isabel
Ramírez Jiménez........................................................................... 35

CULTURA, POLITICA Y SOCIEDAD


Resistencias ciudadanas. Una lucha por el reconocimiento
de los derechos: el caso del desplazamiento forzado.
John Mario Muñoz Lopera, Elizabeth Preciado Restrepo
y Natalia Rivera Castañeda.......................................................... 57

Las políticas públicas en juego. El caso de las relaciones


bifrontes entre las niñeces y las infancias y adolescencias
de Argentina. La adopción de niñas y niños ante una nueva
oportunidad
María Felicitas Elías..................................................................... 89
RESEÑAS
Trabajo Social Individualizado: Metodología de intervención.
Luz Miriam Agudelo Gil............................................................... 113

ARTISTA INVITADO
Rubén Darío Crespo Pérez............................................................. 119

4
Editorial

E l número quince de la Revista de Trabajo Social, muestra la gama de con-


textos, saberes y luchas en que la profesión se inscribe. Presenta resultados de
investigaciones que instan por permear nuestras comprensiones sobre lo que su-
cede con lo humano cuando la profesión se desarrolla en los territorios, y cuando
está altamente influenciada por prácticas institucionales que pretenden moldear
estos relacionamientos sociales. Es una oportunidad para retomar la discusión
de lo disciplinar, justamente porque la madurez del Trabajo Social en América
Latina da cuenta de la infructuosidad de las luchas incesantes por determinar un
objeto de conocimiento e intervención; y más bien nos sitúa como lo que somos,
una profesión que se preocupa por la coherencia entre la teoría y la práctica so-
cial, entre lo conceptual de lo humano y la construcción de «otras» humanidades,
tan necesarias en un mundo marcado por el colonialismo epistémico, político,
ontológico y cultural, en el que decolonizar la profesión es una tarea urgente e
inminente, en la perspectiva de construir opciones de vida diferentes a las que
nos hemos acostumbrado.

En la línea de Familia, las profesionales de Trabajo Social y Psicología Ale-


jandra María Mora Correa y Agny Yumara Maestre Tobón, de la Universidad de
Antioquia y la Universidad Luis Amigó, presentan los resultados de la investi-
gación realizada con los hogares participantes en el programa social «Medellín
Solidaria», entre los años 2008 y 2011. Mediante un estudio fenomenológico, se
presentan elementos de análisis para la profesión de Trabajo Social, específica-
mente en el campo familiar, relacionados con el enfoque promocional. Principal-
mente, se analizan las posibilidades del co-gestor social para la intervención con
hogares y familias en contextos complejos.

En la línea de Intervención Social, las Trabajadoras sociales Ana María Mos-


quera Orejuela y Blanca Isabel Ramírez Jiménez, de la Universidad de Antio-
quia, indagan por los significados dados a la intervención profesional desde la
experiencia que los y las Trabajadores Sociales tienen durante su participación
en programas adscritos a la Administración del municipio de Medellín. El In-
teraccionismo Simbólico fue el marco metodológico que les permitió recuperar
dichos significados, en torno a la intervención, sus categorías y subcategorías,
cuando se diseñan, implementan y operativizan las estrategias de acción. Jus-
tamente, la experiencia de los y las Trabajadoras Sociales muestra que, en el
contexto social e institucional, el encuentro de los sujetos y la política pública no
ocurren simplemente como una operativización de estrategias, sino que se re-
significa con la experiencia propia, y los conocimientos y significados elaborados
durante la academia y otras experiencias.

En la línea Cultura, Política y Sociedad, el académico Jhon Mario Muñoz


Lopera, y las trabajadoras sociales en formación Elizabeth Preciado Restrepo y
Natalia Rivera Castañeda, de la Universidad de Antioquia, realizan una con-
textualización de lo que ha sido el conflicto armado en Colombia en su faz de
dominación territorial, y cómo ello ha implicado el despojo de tierras y el despla-
zamiento forzado. La crisis humanitaria que ello genera, da lugar a expresiones
de ciudadanía y resistencia que confrontan a los actores del conflicto y ejercen
a su vez, presión reivindicativa para lograr la atención del Estado y el ejercicio
político. Estas resistencias son una gran oportunidad para debatir la ciudadanía
contemporánea, la cual ha sido encaminada hacia la domesticación de los ciuda-
danos. Proponen, así, abrir los debates acerca de los relacionamientos políticos
jurídicos con el Estado-nación en torno a la ciudadanía, y optar por otras for-
mas de abordar las resistencias ciudadanas como otras subjetividades alternas,
constituidas por fuera de las convencionales. La academia, entonces, tiene la
tarea de hacer ruptura con la naturalización que se ha hecho del fenómeno del
desplazamiento y con la reproducción cultural de estas ciudadanías convencio-
nales, para abordar estas resistencias ciudadanas como contrapoder a cualquier
manifestación de dominación territorial.

En esta misma línea de conocimiento del Trabajo Social, la trabajadora So-


cial María Felicitas Elías explora las condiciones contextuales y políticas en que
se ha desarrollado la República Argentina durante el primer peronismo, entre
los años 1945 y 1955, frente a lo relacionado con las prácticas y políticas adop-
tivas de niños, y los procesos de apropiación de muchos durante la dictadura
militar que asoló al país gaucho entre 1976 y 1982. Desde una perspectiva de
promoción de los derechos humanos y sociales, se hace una profunda y exhaus-
tiva revisión teórica y legislativa, que permite poner en evidencia posturas disí-
miles y hasta contradictorias en el tema. El foco de crítica está en la institución

6
de la adopción legal, las posturas antiéticas del Estado en sus definiciones, en
sus tomas de posición y en sus iniciativas de protección integral. Encarar por lo
tanto otra forma de hacer y comprender la política para que regule, difunda y
repare todos los casos que requieren ser clarificados.

Igualmente, como es costumbre recomendar un libro que contribuya a la


profesión. La académica Luz Miriam Agudelo Gil, de la Universidad de An-
tioquia, recomienda el trabajo de los colegas Tomás Fernández García y Laura
Ponce de León Romero sobre el Trabajo Social individualizado como metodolo-
gía de intervención. La pertinencia de esta publicación radica en que recupera la
dimensión de lo individual en un contexto contemporáneo marcado por el indi-
vidualismo, la incertidumbre, la imperiosa necesidad de competir y el deterioro
de la condición humana. Desde esta perspectiva, la experiencia profesional se
debe nutrir con las reflexiones teóricas, metodológicas y técnicas que presentan
estos autores.

Nuestro artista invitado es Rubén Darío Crespo Pérez, un bellanita (por


haber nacido en Bello, Antioquia, Colombia) egresado de nuestra Alma Mater,
quien asumió desde hace más de treinta y seis años la tarea de reivindicar, vi-
sibilizar y dotar de sentido a la estética afro, como homenaje y llamado desde
lo ancestral, para que inscribamos nuestra historia en lo que somos hoy como
colombianos y latinoamericanos.

Esperamos que este número quince logre impactar en nuestros lectores, en


las comprensiones sobre lo social, desde significados que representan hoy una
apuesta que nos ubica en otros planos de análisis de lo social, contrapuestos a
los dualismos que han fundamentado históricamente la profesión de Trabajo
Social.

Editora

7
FAMILIA
Acompañamiento familiar: aportes a la estrategia en el programa
«Medellín Solidaria»
Resumen

En el marco del programa social «Medellín Solidaria», desarrollado desde la Administración del
municipio de Medellín, se realizó una investigación cualitativa, orientada a indagar por la interacción
cogestor social / hogares. Esta tuvo como objetivo analizar el proceso de acompañamiento familiar
realizado por los cogestores sociales en los hogares participantes del programa, durante el período
2008-2011. Para ello se seleccionó la fenomenología como enfoque metodológico, y como método la etno-
metodología, desde la revisión documental y el análisis conversacional. En este artículo se exponen ha-
llazgos relevantes derivados del proceso investigativo. Se describe el programa Medellín Solidaria como
escenario posibilitador de la comprensión de la estrategia de acompañamiento familiar. Se plantean
las premisas que sustentan el hogar como destinatario de las acciones de esta estrategia, y la familia
como sujeto de la intervención. Además, se presentan elementos de análisis de la praxis social a partir
del enfoque de promoción social, y la relación teoría-práctica realizada por los cogestores sociales. Por
último, se presentan algunas reflexiones en relación con el debate existente acerca de los conceptos de
hogar y familia, con la finalidad de aportar al fortalecimiento de la fundamentación que debe sustentar
los procesos de intervención profesional en los diversos contextos sociales hoy.

Palabras clave: acompañamiento familiar, familia, hogar, programa «Medellín Solidaria», coges-
tor social, intervención profesional, promoción social.

Family accompaniment: contributions to the strategy in the program


«Medellín Solidaria»
Abstract

Under the social program called «Medellin Solidaria», developed from the Administration of the
municipality of Medellín, was carried an investigation qualitative out research the interaction social
comanagers / program housholds, aimed to analyze the process of family accompaniment made by social
co-gestor in participating households of «Medellín Solidaria» program, during the period 2008-2011. To
do this, we used the phenomenology as a methodological approach, and ethnomethodology as method,
from documental checking and conversation analysis. In this paper we present findings relevant from
the research process. It describes the program Medellín Solidaria as a stage enabler understanding
family support strategy. Expose the premises that support the household as the recipient of the actions
of this strategy and the family as a subject of intervention. Also, are present aspects of analysis of
the social praxis from of social promotion approach and the relation theory-practice by the social co-
managers. Finally, some insights are exposed regarding the ongoing debate on the concepts of home
and family, in order to contribute to strength the foundation that sustains professional intervention
processes in various social contexts today.

Keywords: familiar accompaniment, family, households, «Medellín Solidaria» program, social co-
manager, professional intervention, social promotion.

Alejandra María Mora Correa. Trabajadora Social del Departamento de Trabajo Social de la Facultad de Ciencias
Sociales y Humanas de la Universidad de Antioquia. Profesional investigadora de Procesos Académicos, en el programa
Medellín Solidaria, 2011.
Correo electrónico: [email protected]
Agny Yumara Maestre Tobón. Psicóloga de la Facultad de Psicología y Ciencias Sociales de la Fundación Universitaria
Luis Amigó. Especialista en Psicología Social Aplicada de la Escuela de Ciencias Sociales de la Universidad Pontificia
Bolivariana. Profesional investigadora de Procesos Académicos, programa Medellín Solidaria, 2011.
Correo electrónico: [email protected]
Agradecemos a las docentes Nora Eugenia Muñoz Franco y Luz Miriam Agudelo Gil, por su apoyo a la construcción de
conocimiento, desde la reflexión de nuestro quehacer como investigadoras
Revista Trabajo Social N.° 15, enero-junio, 2012 pp. 9-31

Acompañamiento familiar: aportes a la estrategia


en el programa «Medellín Solidaria»

Alejandra María Mora Correa


Agny Yumara Maestre Tobón

Introducción
El programa Medellín Solidaria, es una estrategia para la superación de
la pobreza extrema a nivel local, incluida en el Plan de Desarrollo de Medellín
2008-2011, Línea 1: Medellín, Ciudad Solidaria y Equitativa (Alcaldía de Mede-
llín, 2008), que sostuvo desde sus inicios un interés por el abordaje de hogares
en situación de vulnerabilidad social de los estratos: 1 del Sisben, a nivel urba-
no; 1 y 2 a nivel rural, y población en situación de desplazamiento.

Este interés corresponde a los lineamientos, en el ámbito internacional, es-


tipulados en la Declaración de los objetivos de desarrollo del milenio (Naciones
Unidas, 2000), y a nivel nacional en el Plan de Prosperidad Social, cuyo objetivo
central es «apoyar a las familias que viven en pobreza extrema para superar su
situación y mejorar su calidad de vida, a través del trabajo conjunto entre las
familias y el Gobierno» (Consejo Nacional de Política Económica y Social, 2006).

En alianza con la Red para la superación de la pobreza extrema (Juntos),


el programa Medellín Solidaria acogió nueve dimensiones para el desarrollo
humano integral, definidas a nivel nacional: identificación, ingresos y traba-

Artículo científico. Recibido: noviembre 12 de 2012. Aprobado: abril 25 de 2013.

11
Acompañamiento familiar: Aportes... / Alejandra M. Mora C. y Agny Y. Maestre T.

jo, educación y capacitación, salud, nutrición, habitabilidad, dinámica familiar,


bancarización y ahorro, y apoyo para garantizar el acceso a la justicia.

Cada una de estas dimensiones se convirtió en un asunto transversal para


los procesos a desarrollar, mediante lo que se llamó acompañamiento familiar1,
definido por Medellín Solidaria como «un proceso que moviliza la capacidad de
las familias desde sus propios recursos a un aprendizaje propio, donde puedan
resignificarse como individuos y como familias».

Este acompañamiento familiar, desarrollado por los cogestores sociales junto


con los hogares, fue direccionado hacia el enfoque de la promoción social, siendo
esta una intervención definida por el DNP (Departamento Nacional de Planea-
ción) como «una acción o conjunto de intervenciones dirigidas a impulsar a una
persona o grupo de personas de la sociedad que carece de los medios y oportu-
nidades para manejar una situación de privación o vulnerabilidad» (Departa-
mento Nacional de Planeación, 2008). Dichas acciones se orientaron mediante
la interacción del profesional con los hogares2.

Es por ello que para la investigación se planteó la importancia de analizar la


interacción cogestor social / hogar, en el marco del proceso de acompañamiento
familiar realizado con los hogares participantes del programa Medellín Solida-
ria, durante el período 2008-2011.

Esta investigación brindó una reflexión, en la que se expusieron elementos de


orden teórico y práctico para el acompañamiento que se llevó a cabo con los hoga-
res, con la finalidad de brindar recomendaciones para la continuidad del proceso,
en tanto no había un estudio preliminar que permitiera visualizar los avances
dados a partir del acompañamiento familiar. Esta investigación se llevó a cabo
entre junio y noviembre del año 2011.

Para dar respuesta al tema de investigación, se utilizó el enfoque cualitativo,


en tanto este permite conocer la realidad desde la experiencia vivida por los acto-
res involucrados en el acompañamiento familiar, y se tomó como referente teórico
para el análisis el construccionismo social, visualizando los aportes construidos

1 Realizado por profesionales de las Ciencias Sociales, llamados por el programa


Medellín Solidaria: cogestores sociales.
2 En el caso de Medellín, fueron 45 000 hogares, ingresados desde el 2008 en tres co-
hortes de 15 000 anuales. Y que, así mismo, los protocolos dados por el DNP fueron
ajustados a las condiciones particulares de la ciudad y a los profesionales que reali-
zaban el acompañamiento.

12
Revista Trabajo Social N.° 15, enero-junio, 2012

por los hogares a partir de la intervención del profesional. Asimismo, se ubicó


como enfoque metodológico la fenomenología, y como método de investigación la
etnometodología, desde la revisión documental y el análisis conversacional.

Para el proceso de generación de la información, se precisaron como actores


fundamentales para la investigación: los cogestores sociales, los hogares partici-
pantes del programa, y profesionales familiares (quienes apoyan la intervención
del profesional en el acompañamiento familiar), del área de promoción social del
programa Medellín Solidaria. Por ello, se crearon los siguientes criterios de selec-
ción: tiempo de permanencia en el programa (mayor a un año, tanto para coges-
tores sociales como para los hogares), participación voluntaria en la investigación,
y que estuviesen desarrollando la etapa de plan familiar en el acompañamiento.

El proceso de análisis en la investigación se dio mediante categorías, preci-


sando como concepto eje el acompañamiento familiar, y como categorías princi-
pales del problema investigativo los conceptos de hogar, interacción profesional
e intervención profesional, partiendo de la premisa que el acompañamiento fa-
miliar, enfocado desde la promoción social a nivel teórico, es considerada como
una intervención no clínica3.

De acuerdo con lo anterior, en este artículo se plantean algunas característi-


cas del acompañamiento familiar definidas por Medellín Solidaria: los hallazgos
relevantes en torno al hogar, como destinatario de esta estrategia, y la familia,
como sujeto de la intervención en el acompañamiento familiar. Además, se hace
un análisis de la intervención del profesional en el marco de la promoción social,
y de la relación teoría/praxis por parte de los cogestores sociales. Para concluir,
se exponen algunas reflexiones en torno a la intervención del profesional en el
acompañamiento familiar.

Contexto de la intervención
El programa Medellín Solidaria es un Programa social, orientado a atender
población en condiciones de vulnerabilidad, con el fin de avanzar en su inclu-
sión y su autonomía social y económica. Para ello trabaja en articulación con los
programas Familias en Acción, y la Red para la superación de la pobreza extre-

3 Definida, desde el Departamento Nacional de Planeación, como: «Acción o conjunto


de intervenciones dirigidas a impulsar a una persona o un grupo de personas de la
sociedad, que carecen de los medios y oportunidades para manejar una situación
de privación o vulnerabilidad» (DNP, 2008).

13
Acompañamiento familiar: Aportes... / Alejandra M. Mora C. y Agny Y. Maestre T.

ma (Juntos), la cual se encamina a integrar la oferta de servicios sociales, para


hacerlos coincidir alrededor del hogar, de manera simultánea.

Así se brinda, por un tiempo definido, acompañamiento familiar y acceso


preferente a las ofertas de otros programas sociales de la ciudad de Medellín,
para asegurar que los recursos e intervenciones permitan superar las condicio-
nes que afectan la calidad de vida de los hogares focalizados por el programa,
y generar un marco de corresponsabilidad con estos, para que se comprometan
con la superación de su situación de pobreza (Uparela y otros, s. f.).

Este acompañamiento familiar, de acuerdo con el abordaje teórico y metodo-


lógico dado por el programa Medellín Solidaria, se precisa como atención per-
sonalizada a los hogares en sus viviendas, con el fin de lograr que cada uno
reconozca sus potencialidades, fortalezca sus vínculos, y adquiera habilidades
que le permitan superar su situación de pobreza extrema.

Por lo anterior, se focalizan, para el desempeño de los planteamientos de la


estrategia de acompañamiento familiar, los cogestores sociales, cuya principal
función es «orientar a las familias participantes en el proceso de mejoramiento
de sus condiciones de vida, a través de la gestión del Plan Familiar» (Alcaldía de
Medellín, 2010: 10).

Desde el nivel local, el acompañamiento familiar se enmarca en el enfoque


de la promoción social, con el propósito de «promover la autonomía familiar y el
desarrollo social de las familias del Programa Medellín Solidaria, con este pro-
ceso se inicia y finaliza el trabajo con los hogares y a través de él se evidencian
las situaciones individuales, familiares y sociales en las que se encuentran los
hogares participantes» (Alcaldía de Medellín, 2010: 8).

En este sentido, el acompañamiento familiar contempla cinco elementos


fundamentales para su aplicación, mediante la elaboración del diagnóstico so-
cial detallado, dentro de las dimensiones del desarrollo humano: identificación,
educación y capacitación, ingresos y trabajo, salud, nutrición, habitabilidad, di-
námica familiar, bancarización y ahorro, y acceso a la justicia; que dan cuenta
de las condiciones en las que viven los hogares, las características familiares y
sociales, las situaciones problemáticas que más afectan a sus integrantes, sus
causas, y los posibles recursos para afrontar y solucionar situaciones difíciles
que se presentan en su cotidianidad.

De acuerdo con lo anterior, se realiza la construcción de un Plan Familiar,


donde el cogestor social orienta a los miembros del hogar para la definición de

14
Revista Trabajo Social N.° 15, enero-junio, 2012

una ruta de acción, centrada en alcanzar los logros básicos que se requieren para
mejorar las condiciones de vida familiar y el fortalecimiento de sus vínculos.

Al mismo tiempo, como un proceso permanente, se hace un seguimiento a las


familias, donde se verifica el cumplimiento de las tareas asignadas, que les per-
mita alcanzar metas y logros, priorizados según su situación. Se acerca la oferta
institucional, de acuerdo a las condiciones dadas en cada hogar y los logros por
alcanzar; y se prepara a las familias para continuar de manera autónoma su
desarrollo familiar, social y económico.

El hogar y la familia: destinatario y sujeto de la intervención


en el acompañamiento familiar
Para dar a conocer el acompañamiento familiar en el programa Medellín Soli-
daria, desde la vivencia de los actores del proceso, se hace necesario comprender
el sujeto de la intervención, así como reflexionar algunos asuntos del concepto de
hogar y familia, y la apropiación profesional de estos a partir de la praxis.

Es así como, mediante la investigación, se devela, desde lo conceptual y la


práctica, que el hogar es el espacio donde confluyen las relaciones de las fami-
lias, y como sujeto de intervención para el acompañamiento la familia sería la
llamada a convertirse en el concepto clave sobre el cual debe confluir el acompa-
ñamiento familiar realizado por el cogestor social del programa Medellín Soli-
daria, en razón de sus múltiples cambios y la importancia histórica que se le ha
asignado en la socialización de los sujetos: En su tarea socializadora, la familia
cumple con la trascendente función social de preservar y transmitir los valores y
tradiciones del pueblo, sirviendo de enlace a las generaciones. En una sociedad en
proceso de constante cambio, y afectada significativamente por situaciones críti-
cas, la familia recibe fuertes impactos que la afectan en su estabilidad y seguridad,
y determinan la adaptación a nuevos contextos socioculturales (Eroles, 2006).

Por ello, se hace necesario comprender, para el análisis de la intervención


del cogestor social, cómo se define el hogar y por qué se nombra como destina-
tario para las acciones de acompañamiento familiar en el programa Medellín
Solidaria; y la familia como sujeto de la intervención, considerándose estos como
implicados directos en las problemáticas (personas, grupos, comunidades, orga-
nizaciones), a los cuales se les reconoce por el carácter activo y decisivo (Prieto
y Romero, 2009), desde el concepto que el profesional construye acorde a su
contexto, para focalizar a la familia como sujeto de la intervención.

15
Acompañamiento familiar: Aportes... / Alejandra M. Mora C. y Agny Y. Maestre T.

De acuerdo con lo anterior, es importante decir que este argumento cobra


importancia cuando, desde el nivel nacional (Consejo Nacional de Política Eco-
nómica y Social, Conpes), se hace mención al planteamiento hallado desde la voz
del profesional, donde se plantea que la familia es el sujeto de la intervención.
Siendo la intervención fundamentada desde la promoción social, El sujeto de
intervención de las acciones de promoción social estatal debe ser la familia, con
tres justificaciones: una de carácter normativo, que pone de manifiesto el prin-
cipio de corresponsabilidad; otra, desde la teoría económica; y una práctica, que
considera a la familia como célula fundamental para el manejo social del riesgo
(Departamento Nacional de Planeación, 2008).

Y, por parte de la Red Juntos, se han planteado otros elementos que aclaran
la pertinencia, en el uso del concepto de familia y hogar, para las acciones de la
promoción social; presentándose, como elemento indispensable para ello, los
vínculos de afinidad o consanguinidad en los grupos familiares donde se desa-
rrolle la intervención de la estrategia de dicha Red.

Por ello, es necesario nombrar las distinciones entre esos dos conceptos, lo que
implica el concepto de hogar a nivel nacional para la superación de la pobreza extre-
ma: El hogar lo conforman quienes viven en una unidad de vivienda y atienden ne-
cesidades básicas con cargo a un presupuesto común, y generalmente comparten las
comidas, sean parientes o no (Red Unidos para la Superación de la Pobreza Extre-
ma, 2010). Y desde la contemporaneidad la familia puede entenderse como: Grupo
de convivencia basado en el parentesco, la filiación y la alianza. Sus miembros están
ligados por sangre o por afinidad, lo cual crea una serie de relaciones, obligaciones y
emociones entre sí. Es el espacio para la socialización del individuo, el desarrollo del
afecto y la satisfacción de necesidades sexuales, sociales, emocionales y económicas,
y el primer agente transmisor de normas, valores, símbolos, ideología e identidad,
donde se focalizan las acciones de las demás instituciones (Quintero, 2006).

A partir de estas distinciones, también es importante clarificar que, si bien


desde el programa Medellín Solidaria se define el hogar como destinatario de
sus acciones, y desde la realidad del profesional de campo se asigna la familia
como sujeto activo de los procesos que se llevan a cabo en el plan familiar; es la fa-
milia la que permite la interacción permanente en el proceso de acompañamiento
familiar, en tanto el hogar se plantea más como el espacio donde convergen las
interacciones que se dan entre el cogestor social y la familia.

El hogar, definido desde el programa Medellín Solidaria como destinatario


de las acciones del acompañamiento familiar, se entiende como: Una persona

16
Revista Trabajo Social N.° 15, enero-junio, 2012

o grupo de personas, parientes o no, que viven (duermen) en la totalidad o en


parte de una vivienda, atienden necesidades básicas con cargo a un presupuesto
común, y comparten generalmente las comidas (Uparela). Esto puede analizar-
se a partir de que el hogar es un espacio donde se satisfacen y comparten nece-
sidades básicas de convivencia y sobrevivencia.

Partiendo de este concepto, se logra hallar algunas similitudes con autores


para los que el término hogar ha sido definido haciendo referencia a un mismo
contexto: Un hogar que de cierta manera implica la idea de asentamiento; de un
fogón para cocinar, calentarse o defenderse, y de un techo para resguardarse de
la lluvia o el sol... (Tovar, 1994). Es a partir de allí que se puede decir que el ho-
gar está atravesado por vínculos emocionales y afectivos, siendo un espacio don-
de convergen relaciones a partir de asuntos ideológicos, sociales y económicos,
que no están asociadas necesariamente a vínculos de consanguinidad y afinidad.

Para hablar de hogar es necesario aclarar que el término guarda diferencias


con el concepto de familia, pues hay unas consideraciones, respecto a la satisfac-
ción de las necesidades y vínculos que se establecen, que lo hacen distinto para
el análisis, pues se refiere al espacio donde se desarrolla el ser humano para la
satisfacción de necesidades de convivencia y sobrevivencia. Y la familia, como
grupo o forma de organización dentro de la sociedad, permite el desarrollo de los
individuos, en aspectos como reproducción cultural, integración social y forma-
ción de las identidades individuales (Palacio, 2004).

Desde allí, se reitera la premisa de autoras como María Cristina Palacio y


Ángela Quintero, para las que el hogar se define como un espacio para la sobre-
vivencia y la convivencia, donde sus miembros no necesariamente deben tener
vínculos de consanguinidad o afinidad: El hogar lo conforman quienes viven
en una unidad de vivienda y atienden necesidades básicas con cargo a un pre-
supuesto común, y generalmente comparten las comidas, sean parientes o no
(Red para la Superación de la Extrema Pobreza, 2010). Siendo este un asunto
diferente para el caso del programa Medellín Solidaria, donde el hogar debe
estar conformado a partir de vínculos de consanguinidad o afinidad, en tanto la
conformación se da a partir de estos: implica lazos de consanguinidad entre sus
integrantes, o de afinidad entre cónyuges, o adopción (Red para la Superación
de la Extrema Pobreza, 2010).

Acorde al proceso que el profesional ha desarrollado durante el acom-


pañamiento familiar, frente a las categorías de hogar y familia, se construyen
algunos asuntos respecto a lo conceptual y lo operativo desde el programa, ya que

17
Acompañamiento familiar: Aportes... / Alejandra M. Mora C. y Agny Y. Maestre T.

ellos argumentan el término familia desde la observación que han hecho en las di-
námicas que se dan al interior de los hogares: la forma como se organiza, el tipo de
vínculo, y el funcionamiento que se da a su interior. «Si nosotros entramos a ver
la definición de familia, es mucho más completa, es unión, son los lazos, son las
relaciones, todo lo que se teje dentro de ese concepto de familia de seres humanos,
de personas, en ese construir, pues para mí yo utilizo más el concepto de familia,
es mucho más amplio y más rico el concepto de familia que el concepto de hogar».4

«Cada grupo familiar maneja sus propias normas, la autoridad la ejerce quien
hace la mayor parte de los aportes económicos (...); no hay una comunicación de
las familias en general, cada una vive en su espacio»5.

Entonces, decir que la familia es el sujeto de la intervención en el acompaña-


miento, es una premisa que surge en el manejo del discurso que el profesional
(cogestor social) ha dado durante el proceso de acompañamiento familiar, y no
se hace como un planteamiento dado desde el programa; lo que se da en razón
de la vivencia que ha tenido en la construcción de su quehacer cotidiano a partir de
la realidad que observa e interpreta, logrando aportar a la construcción del con-
cepto desde el contexto en que se desarrolla la intervención: La realidad social
de la vida cotidiana es, pues, aprehendida en un continuum de tipificaciones
(...). La estructura social es la suma total de estas tipificaciones y de pautas re-
currentes de interacción establecidas por intermedio de estas (Luckman, 2005).

Desde el argumento dado por los profesionales, en cuanto a la integralidad


del concepto de familia para la intervención profesional, este puede sustentarse
en el planteamiento de que la familia es un grupo social que se caracteriza por
una complejidad de redes de relación interpersonal, en las cuales la intimidad
y la convivencia, más o menos permanente en el tiempo, hace de ella un grupo
específico; la componen personas con vínculos de sangre por adopción legal o
ilegal, que se diferencian por su edad y género, y que establecen relaciones entre
sí y con el mundo externo. En ella se estructura la intimidad, se protege a los
miembros y se da un intercambio con la cultura (Tulcán y Arcila, 1995).
Las normas las ponen ambos. Los hijos las acatan. La figura de autoridad
está en el papá, aunque se tiene en cuenta a ambos. Las normas no son

4 Cogestor social (grupo de discusión realizado en la Institución Educativa Javiera


Londoño. Medellín: programa Medellín Solidaria, septiembre 17 de 2011).
5 Representante de hogar (encuesta de caracterización, talleres participativos. Rea-
lizado en la Institución Educativa Lola González. Medellín: programa Medellín
Solidaria, octubre de 2011).

18
Revista Trabajo Social N.° 15, enero-junio, 2012

rígidas sino que dependen de las circunstancias. Llaman a pedir permisos


(...). Se maneja un diálogo abierto con los hijos, especialmente con la hija.
El hijo es más callado. Hay un buen diálogo con el esposo, incluso para los
permisos de los hijos. La comunicación es más permanente con la mamá.
El papá trabaja.

El planteamiento del profesional, y el manejo que puede darse del término


familia, podrían mostrar la necesidad de establecer distinciones acerca de la
pertinencia en la utilización de los conceptos que deben plantearse para la in-
tervención del profesional en el programa Medellín Solidaria; ya que el hogar y
la familia, si bien obedecen a asuntos que convergen, difieren en cuanto a la uti-
lización que debe darse, aún más cuando se habla del sujeto de la intervención:
«El concepto de familia habla de esas personas que hacen parte de un tejido
social, que hacen parte de un grupo, que se relacionan entre ellos mismos. Se
podría decir, de una manera muy general entonces, que el hogar es como una
casa, es como un barrio, un conjunto de individuos que comparten una olla»6.

Algunos profesionales argumentan el uso del concepto de familia, como sujeto


de intervención, desde la función que tiene como parte de la sociedad, la impor-
tancia que tiene, para lo íntimo y lo público, en la formación de los sujetos que se
construyen a partir de allí: «Pero en cambio familia es un concepto mucho más ín-
timo. Estamos hablando de personas, de sentimientos, de saberes, de algo mucho
más amplio, de la parte afectiva, de lo que están construyendo para salir adelante;
es todo ese ser, ese actor social de sentimientos, de saberes, de pensamientos, de
experiencias de aprendizaje, porque una familia está en constante aprendizaje»7.

Este planteamiento se valida en razón de la importancia que tiene, para el


proceso de acompañamiento familiar, el hecho de que este se dé en la familia,
considerándose esta como un espacio para la educación y socialización de sus
miembros; cobrando importancia la interacción del profesional con la familia
como sujeto de intervención, para la construcción conjunta de acciones en el
marco del plan familiar: «(...) Las formas sociales son reproducidas, apropiadas,
desplazadas y transformadas al tiempo que se inventan otras, en la práctica y en
la interacción de la vida cotidiana de los actores» (Corcuff, 1998: 19).

6 Cogestor social (grupo de discusión realizado en la Institución Educativa Javiera


Londoño. Medellín: programa Medellín Solidaria, septiembre 17 de 2011).
7 Cogestor social (grupo de discusión realizado en la Institución Educativa Javiera
Londoño. Medellín: programa Medellín Solidaria, septiembre 17 de 2011).

19
Acompañamiento familiar: Aportes... / Alejandra M. Mora C. y Agny Y. Maestre T.

Repensar el acompañamiento familiar desde la promoción social


La planeación y ejecución del acompañamiento familiar, como intervención
diseñada en el marco del enfoque de promoción social, se define como una acción,
o conjunto de intervenciones, dirigidas a impulsar a una persona o un grupo de
personas de la sociedad que carecen de los medios y oportunidades para manejar
una situación de privación o vulnerabilidad (DNP, 2008).

Desde allí, se establecen tres fases para el encuentro entre estos dos actores:
una primera fase diagnóstica, donde se realiza un acercamiento al hogar y su
contexto; una segunda fase de plan familiar, donde se deben planear de forma
conjunta acciones para el mejoramiento del hogar; y un tercer momento, donde
se hace un seguimiento, de parte del profesional, al cumplimiento de compromi-
sos y acciones establecidas durante el plan familiar.

Estas acciones conjuntas entre el hogar y el profesional posibilitan, desde la


planeación de las actividades, la actuación de las familias que hacen parte del
proceso, para la mejora de las condiciones de vida, que se direccionan desde la
estrategia nacional por la superación de la pobreza extrema, cuyo objetivo es:
«Apoyar a las familias que viven en pobreza extrema para superar su situación
y mejorar su calidad de vida, a través del trabajo conjunto entre las familias y el
Gobierno» (Consejo Nacional de Política Económica y Social, 2006: 15).

Es entonces como el profesional reconoce el documento del plan familiar


como un método que tiene sentido desde los momentos y la temporalidad. Se
desarrolla de forma diferente y, según lo planteado por algunos profesionales,
no debe ser aplicado de manera inamovible, pues se considera que es el hogar
y su capacidad de empoderamiento del proceso de acompañamiento familiar,
quien establece las condiciones para el desarrollo del proceso: «Si bien el pro-
tocolo está escrito y se debe seguir su paso a paso, porque tiene su orden lógico
(tiene pues su lógica), la manera como lo va poner a desarrollar en cada una de
las visitas es su autonomía, ¿y eso depende de qué...?: del hogar, de los insumos
que el hogar le da y del convencimiento que él tenga para poder, en ese hogar,
motivar a que se den esos procesos de cambio»8.

De acuerdo con el discurso anterior, se puede decir que el hogar y el cogestor


social hacen una construcción donde se parte de las condiciones que brinda el

8 Profesional familiar (entrevista semi-estructurada. Medellín: programa Medellín


Solidaria, sept. de 2011).

20
Revista Trabajo Social N.° 15, enero-junio, 2012

hogar para el desarrollo del proceso. Pues el profesional facilita herramientas


mediante la información de las ofertas institucionales, siendo estas los progra-
mas a los que se puede acceder para mejorar sus condiciones de vida.

Pero es el hogar quien determina las necesidades básicas, entendidas como:


«Lo básico expresa algo fundamental, principal, primordial, que sirve de base de
sustentación indispensable y fecunda... califica las necesidades a ser satisfechas
(necesidades básicas), constituye el prerrequisito de condición previa para el
ejercicio de la ciudadanía en su acepción más amplia» (Pereira, 2002: 32-33), y al
tiempo se moviliza para empoderarse frente a los derechos que como ciudadano
puede ejercer, en tanto se posibiliten por parte del proceso de acompañamiento
familiar las oportunidades para el aprovechamiento de ellos.

Para visibilizar la forma como el cogestor social cuenta con la aplicación del
protocolo de acompañamiento familiar, como método que orienta la práctica so-
cial a través de procedimientos coordinados y operacionalizados (Prieto y Rome-
ro, 2009), el profesional reconoce que desde el programa se brindan herramientas
para apoyar la orientación que ellos dan a los hogares:

«La disponibilidad de recursos con que contamos, me parece que hay su-
ficientes, y eso es una gran oportunidad para realizar la metodología de una
forma adecuada; o sea, los materiales que nos dan son diferentes a los de otros
programas, eso permite que nosotros podamos hacer nuestro trabajo»9.

Es necesario, sin embargo, que las herramientas que se brinden para apoyar
las fases del plan familiar, como método establecido para el acompañamiento, se
comprendan e interioricen, ya que, desde la especificidad y las habilidades per-
sonales del cogestor social, no siempre está preparado para orientar con ellas:
«(...) todo el material pedagógico, todo el material didáctico que tiene el progra-
ma para hacer ese acompañamiento; intenciónenlo y denle sentido»10.

Es importante tener en cuenta que, si bien estas herramientas significan un


aspecto importante para el quehacer operativo del cogestor social, se debe tener
presente, comprender, aplicar y fortalecer la promoción social como enfoque
para la práctica y análisis de la realidad de las familias y su contexto; puesto
que desde allí se establece la fundamentación que permite al profesional com-

9 Cogestor social (grupo de discusión realizado en la Institución Educativa Javiera


Londoño. Medellín: programa Medellín Solidaria, sept. 17 de 2011).
10 Profesional familiar (entrevista semi-estructurada. Medellín: programa Medellín
Solidaria, sept. de 2011).

21
Acompañamiento familiar: Aportes... / Alejandra M. Mora C. y Agny Y. Maestre T.

prender y actuar frente a situaciones que se viven al interior de los hogares, y


poder así definir la diferencia en las estrategias de intervención asistenciales,
y dar un paso adelante hacia lo promocional, como fin último del proceso de
acompañamiento familiar.

Aun cuando se considera, por parte del programa Medellín Solidaria, que
la fundamentación teórica para el profesional es clara, y es él quien debe for-
talecer sus conocimientos para el acompañamiento, subyace la necesidad que
desde el programa se puedan brindar los elementos necesarios para fortalecer
la comprensión de la fundamentación teórica desde la promoción social para la
intervención, lo cual hace pertinente la creación de estrategias para un lenguaje
común, en el análisis de la realidad y el accionar profesional.

Según lo anterior, es importante que en forma permanente se evalúen las


acciones que el profesional desarrolla desde el enfoque de promoción, con el pro-
pósito de analizar la correspondencia de esta de acuerdo al objeto de interven-
ción en el acompañamiento familiar, ya que este se caracteriza por «el énfasis
en el desarrollo social y humano, considerando al individuo como constructor
de la realidad y sujeto activo de su propio bienestar» (Vélez, 2003: 270). Para
la orientación desde la carencia, para la satisfacción de necesidades partiendo
de las estrategias asistenciales, y teniendo presente a la familia (Cons. Nal. de
Pol. Econ. y Soc., 2006) como sujeto garante de derechos, que es finalmente el
propósito estipulado desde el nivel nacional por el DNP.

La teoría/praxis del cogestor social, para la estrategia


de acompañamiento familiar
El definir lo que implica establecer un diálogo entre la teoría y la praxis, se
refiere a la permanente reflexión del profesional frente a su quehacer y cómo
este se refleja o no en las teorías que lo fundamentan. Este diálogo no se con-
vierte en un ensayo de error de la pertinencia de las teorías para la interven-
ción; por el contrario, ha de ser una oportunidad para la construcción a partir
de la realidad vivida por los actores.

Es así como la intervención del profesional, guiada a través de la teoría, es


la que permite el devenir entre lo que ya está escrito, lo que se conoce y ha sido
aprendido, y lo que por la cambiante realidad hay que analizar, revisar, confron-
tar y reescribir, con el propósito de construir a partir del contexto en el que se
desarrolla la intervención.

22
Revista Trabajo Social N.° 15, enero-junio, 2012

Por ello la intervención profesional, como un proceso orientado a «producir


y motivar cambios que permitan el desarrollo de capacidades de reacción e ini-
ciativa de los sujetos» (Ayala, 2009: 61), permite que los profesionales se sirvan
de una serie de acciones, con el propósito de generar movilizaciones sobre una
situación problemática que se presente en un individuo, familia o comunidad.

De acuerdo a lo planteado, la intervención social se relaciona con el «actuar


profesional, dirigido a un colectivo (profesión territorial, institucional, organi-
zación) o individuo, para cambiar, transformar, modificar situaciones problemá-
ticas a partir de una realidad contextual» (Ayala, 2009: 76), que se da a partir de
componentes que la condicionan en su aplicación: objeto de intervención, suje-
tos sociales, objetivos, metas, intencionalidades, y las propuestas metodológicas
del profesional (metodología y método).

Para el acompañamiento familiar, la intervención es guiada por el documen-


to marco: «Protocolo de Acompañamiento Familiar, donde se han estipulado
las acciones del profesional para el desempeño de las funciones y componentes
que deben orientar la visita; todo ello enmarcado desde lo promocional» (Vélez,
2003: 270).

Es así como, para la intervención, el acercamiento del profesional se convier-


te en un momento importante para el proceso que se realiza, pues se considera
que la empatía que se empieza a establecer es un factor clave para momentos
posteriores. En ello se reconoce que en todos los casos se da de forma diferente,
y es el hogar quien ha de establecer las condiciones para la ejecución del proce-
so: «Es la familia la que, al tú interactuar, te pone las reglas; o sea, prácticamen-
te esa familia te dice cómo vamos a intervenir»11.

En razón de lo anterior, los cogestores sociales consideran como un asunto


importante, en el momento de acercamiento desde el inicio del proceso, contex-
tualizar la situación familiar y social de cada hogar, con el propósito de brindar
particularidad y reconocimiento de cada caso para las acciones a planear y de-
sarrollar con el hogar: «Uno debe estar contextualizando la familia de acuerdo
al estado en que esté y al tipo de familia que nosotros visitamos (...), como po-
sibilitadora de reflexión, motivación, propiciadora de planes a desarrollar, de
búsqueda de nuevas opciones a la cotidianidad familiar»12.

11 Cogestor social (grupo de discusión realizado en la Institución Educativa Javiera


Londoño. Medellín: programa Medellín Solidaria, sept. 17 de 2011).
12 Ibíd.

23
Acompañamiento familiar: Aportes... / Alejandra M. Mora C. y Agny Y. Maestre T.

Frente a esto se puede decir que estas acciones, encaminadas al conocimien-


to de la situación del hogar, hacen parte y retoman algunos elementos de la eva-
luación (Quintero, 1997: 84-85) como un nivel de intervención, donde el profe-
sional hace una descripción del grupo familiar, de la situación socio-ambiental,
la historia y el funcionamiento.

Los cogestores) sociales consideran la contextualización del hogar como es-


trategia adicional al diagnóstico social estipulado desde el protocolo, significan-
do para el profesional un asunto transversal al proceso, para el acercamiento
de las ofertas institucionales; y para lograr identificar las características que
diferencian a un hogar de otro, al igual que las situaciones problemáticas que se
pueden dar entre sus miembros.

Dentro de la contextualización que se realiza, se observan las características


de cada hogar y de su representante, enmarcado en la intencionalidad de todo
diagnóstico social, donde se conoce para actuar desde allí: «Un diagnóstico no
se hace sólo para saber qué pasa. Se elabora con dos propósitos bien definidos,
orientados ambos a la acción: en primer lugar, ofrecer una información básica
que sirva para programar acciones concretas (...). En segundo lugar, proporcio-
nar un cuadro de situación, que sirva para seleccionar las estrategias de actua-
ción más adecuadas» (Ander-Egg, 2003: 21-22).

Si bien este se plantea, por los cogestores sociales, como un diagnóstico com-
plementario al realizado desde el programa, este debe trascender hacia la iden-
tificación y priorización conjunta de las necesidades de los hogares; ya que el
logro de ellas se encuentra directamente relacionado con el fortalecimiento de
las relaciones entre los miembros de las familias que los conforman.

De acuerdo a lo identificado por el profesional en cada hogar, durante la fase


diagnóstica, este evidencia la necesidad de crear distintas estrategias comunica-
tivas para generar reflexión, comoson: cuentos, historias de otras familias (pro-
tegiendo su identidad), juegos de roles y lecturas, todo ello siendo determinado
por la especificidad del profesional: «Se sirvió, además de las conversaciones,
de diferentes estrategias, que fueron muy llamativas; entre ellas, actividades
lúdicas y reflexivas (juegos, dinámicas, lecturas, etc.), que propiciaron la moti-
vación, facilitaron el aprendizaje y generaron procesos de reflexión»13.

13 Representante de hogar (encuesta de caracterización, talleres participativos, reali-


zado en la Institución Educativa Lola González. Medellín: programa Medellín Soli-
daria, oct. de 2011).

24
Revista Trabajo Social N.° 15, enero-junio, 2012

Estas reflexiones permiten evidenciar que, si bien una de las intencionali-


dades del programa es brindar información a los hogares acerca de las ofertas
que les puedan satisfacer necesidades básicas, generando autonomía y empode-
ramiento, permitirían a largo plazo generar conciencia en las familias acerca de
las necesidades para el logro del desarrollo integral del sujeto; con el propósito
de mostrar la importancia del autocuidado en asuntos como la salud, la educa-
ción, el ocio creativo y la recreación.

Partiendo de lo anterior, y en relación con las estrategias que lleva a cabo el


profesional, este tiene en cuenta que en el proceso con los hogares no están pre-
sentes todos los miembros. Por ello, al inicio el acompañamiento se focaliza en
uno de los miembros, con el propósito de que se convierta en un multiplicador
de la intervención desarrollada, sirviéndose de acciones que generen reflexiones
para ser multiplicadas, y puedan generar pequeñas transformaciones en los de-
más miembros de la familia: «No siempre está la pareja: está la abuela, o están
los hijos o los nietos. Casi siempre se hace una persona responsable de atender
al cogestor social en esa visita de acompañamiento. Entonces es la capacidad y la
recursividad de ese profesional encargado en el programa para estas visitas de
acompañamiento la que realmente posibilita qué tan efectiva sea»14.

En ocasiones, estas reflexiones se realizan en paralelo a situaciones que se


puedan asemejar a otros casos, como una forma para brindar elementos al ho-
gar para su propio proceso. Para esto se vincula el conocimiento de las rutas
institucionales y las experiencias efectivas que se tiene de estas, brindando así
información que sea útil para aprenderla, y generar apropiación del proceso
mediante la información brindada.

Para este proceso reflexivo se pueden generar otros espacios, donde el pro-
fesional busque apoyo para realimentar el conocimiento que tiene, tal como
sucede con el intercambio y los saberes desde la experiencia o la profesión, y el
acompañamiento que se da en la resolución de dudas desde el profesional fami-
liar; complementando esto con otros asuntos, que resultan ser indispensables
para la actualización profesional, con relación a la cambiante realidad.

Respecto a esto, es importante resaltar que el profesional hace uso del espa-
cio compartiendo conocimientos, como un estrategia para la intervención; don-
de, por medio de una agenda mensual, se socializan temas de las distintas áreas,

14 Profesional familiar (entrevista semi-estructurada. Medellín: programa Medellín


Solidaria, sep. de 2011).

25
Acompañamiento familiar: Aportes... / Alejandra M. Mora C. y Agny Y. Maestre T.

de acuerdo a la necesidad expresada en el equipo de trabajo, valorando esto desde


lo que se crea por la experiencia cotidiana, con el otro como par: «Cada quien
considera importante abordar determinado tema, y lo trabaja; y el coordinador
local toma como el liderazgo de este punto, dependiendo de lo que observa en su
equipo de trabajo, y también prepara el tema que considera el equipo»15.

Lo anterior se apoya en las preguntas que se hacen al interior del equipo


de trabajo, mediante conversaciones informales que buscan establecer criterios
diferentes frente a la compleja realidad con que se enfrente el profesional.

Otro espacio, que se considera importante para la complementación del pro-


fesional que realiza la intervención con los hogares, es el estudio de caso. Este
tiene por propósito hacer la revisión de los casos más complejos, donde se re-
quiere de elementos de apoyo de las distintas profesiones para el proceso en el
hogar. Así se plantea la situación problemática dada en la familia, y los profe-
sionales describen la estructura, funcionamiento y ciclo vital de la familia, para
comprenderlos de forma más integral, y posteriormente exponer las posibles
rutas institucionales de apoyo:
Los estudios de caso, donde hay unos casos que se escogen entre muchos
casos, en donde se reúne el equipo completo con las profesionales familia-
res, y desde distintos ámbitos, analizamos ese caso y miramos a ver qué
posibilidades, aparte de todo lo que se le ha entregado al hogar desde la
oferta, con la familia y su dinámica: la comunicación, la relación, la ex-
presión afectiva y todo lo que tiene que ver con fortalecer esa dinámica.
Pero también se analizan asuntos como la sustitución de derechos desde
la ley16.

Con lo anterior, se afirma que hay unos espacios generados por el programa
para el intercambio de conocimientos, con el propósito de brindar orientación al
hogar frente a situaciones complejas. Pero hay otros que el profesional genera,
en razón a la falta de elementos desde las diferentes profesiones, para lograr
integralidad en el conocimiento y en el acompañamiento familiar.

Estos espacios son estrategias para la socialización de conocimientos, y para


la revisión de los limitantes que se puedan tener desde las diferentes profesiones
o disciplinas. Esto podría complementarse con conocimientos que superen lo in-
mediato, buscando articular espacios donde se actualicen frente a la cambiante

15 Ibíd.
16 Ibíd.

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Revista Trabajo Social N.° 15, enero-junio, 2012

realidad, para una integralidad del trabajo que trascienda la especificidad pro-
fesional. Que se convierte en un asunto paradójico para el cogestor social, en
razón a la multidisciplinariedad para la intervención en el ámbito familiar, ya
que en ocasiones la realidad de los hogares se convierte en una demanda cons-
tante para la cualificación de quienes, desde su especificidad, conocen del tema
y tienen determinado grado de experiencia.

Sin embargo, para quienes reconocen en ocasiones no tener elementos sufi-


cientes para el abordaje de la familia en el contexto de pobreza, se convierte en
una situación compleja, cuando no se cuenta con competencias específicas desde
el quehacer profesional. Pues el abordaje de la familia requiere conocimientos
conceptuales e intervenciones no clínicas, propias de las ciencias sociales: «Yo
por ejemplo no soy psicólogo, soy politólogo, y cuando uno va a las visitas las
madres manifiestan cosas que uno no entiende, y uno llega y le pregunta a una
compañera “mira, me pasó esto” (...). Es algo muy particular de cada cual, a
veces por tener una profesión diferente no se puede abordar muchos temas»17.

Es por ello que cuando el profesional considera no tener suficientes elemen-


tos desde su formación, genera estrategias para ofrecer elementos al hogar en
los casos en los que se agota el recurso desde la especificidad, retomando como
herramienta la multidisciplinariedad para la interlocución con sus pares profe-
sionales: el coordinador local, la oferta institucional, el profesional familiar y los
estudios de caso.

Otro asunto importante, expresado por el cogestor social desde la superación


de la falencia, hace referencia a que el profesional, cuando no cuenta con elemen-
tos que le permitan orientar el hogar, retoma el protocolo de acompañamiento
familiar como un medio para utilizar un lenguaje común en el desarrollo del
proceso: «El profesional que no sea del área social sí tiene que regirse más por el
protocolo»18. Y, en segunda instancia, a la remisión de las rutas institucionales
de las que se tiene conocimiento, construidas por el programa para la oferta.

De lo anterior, se plantean asuntos contradictorios con respecto a la formación


profesional para la intervención familiar, pues la realidad social plantea como ele-
mento indispensable la formación permanente, en razón a los cambios constantes
que atraviesa la sociedad. Estos cambios «imponen nuevos retos para nuestro ac-

17 Cogestor social (grupo de discusión realizado en la Institución Educativa Javiera


Londoño. Medellín: programa Medellín Solidaria, sept. 17 de 2011).
18 Ibíd.

27
Acompañamiento familiar: Aportes... / Alejandra M. Mora C. y Agny Y. Maestre T.

cionar profesional con la familia, puesto que ella enfrenta nuevas demandas que
atender y múltiples potencialidades que desarrollar» (Agudelo, s. f.: 2).

Para algunos profesionales esto es un asunto que consideran debe estar


transversalizado por el deseo, ya que cada profesional tiene intereses particula-
res, y de acuerdo a estos en algunos casos se determina su accionar al interior
de los hogares. Frente a ello, algunos profesionales proponen que se les brinde
información de forma permanente mediante seminarios, foros, diplomados u
otras formas de educación no formal, que permitan la actualización teórico-
práctica para la intervención: «(...) ellos solicitan estar muy bien informados
cuando no comprenden (...), están muy bien enterados de qué, en el hacer, les
facilita la tarea o el compromiso de acompañar a ese hogar»19, puesto que la
atención de las situaciones problemáticas que se dan en los hogares se plantea
como nuevas tendencias o retos para el quehacer profesional.

La propuesta anterior, que está en correspondencia a lo que ellos consideran


como una necesidad para el trabajo que ejecutan en el acompañamiento fami-
liar, obedece al aprendizaje para lo práctico, recordando que lo práctico no se
desliga de lo teórico; de ello parte la diferencia entre la intervención social y la
intervención profesional.

Conclusiones
El hogar y la familia, si bien son considerados en el análisis como asuntos que
convergen, pueden fortalecerse desde las distinciones conceptuales que tienen y
la pertinencia que hay en el uso de ellas para la intervención del profesional de
campo, ya que esto podría significar no sólo interrogantes en los planteamientos
teóricos sino contradicciones para la praxis del profesional, pues los profesiona-
les hoy retoman estos conceptos acerca de los cambios y particularidades de la
realidad que se evidencia en los sujetos de la intervención.

Los conceptos de hogar y familia, construidos por el programa, podrían reali-


mentarse a partir de las características que tiene la población focalizada, involu-
crando los conocimientos que tiene el cogestor desde la profesión y la experien-
cia que tienen con la población, reconociendo en primera instancia los avances
que se tienen en el campo académico sobre estos dos conceptos y articulando

19 Profesional familiar (entrevista semi-estructurada. Medellín: programa Medellín


Solidaria, sept. de 2011).

28
Revista Trabajo Social N.° 15, enero-junio, 2012

ello a la praxis del cogestor, lo que permitiría en este sentido hablar un lenguaje
más común desde la construcción conjunta y la definición de estos conceptos,
aplicados a partir del contexto real de los hogares y las familias.

La articulación teoría/práctica en la realidad social de la ciudad, se reconoce


como una oportunidad para el profesional, al utilizar la teoría como mediación
para la comprensión de las distintas realidades, considerando el hogar como
un mundo donde se dan unas prácticas de convivencia y sobrevivencia desde la
particularidad construida en cada uno, según su historia, relaciones y territorio.

Es importante que, en la fundamentación del acompañamiento familiar, se


generen espacios para conocer cómo enfocan el profesional y el programa la pro-
moción social, recordando de forma permanente las características de la pobla-
ción focalizada, para llevar a cabo el método del plan familiar, y lo que implica
este enfoque para lograr autonomía y autogestión en los hogares. A partir de
allí es que se lograría el objetivo propuesto por el programa para mejorar las
condiciones de vida y reconocer los derechos de la familia.

El protocolo de acompañamiento familiar se plantea como una estrategia


para establecer un lenguaje común entre los profesionales, pero se hace necesa-
rio ir más allá de lo que está plasmado allí, haciendo uso permanente de la crea-
tividad y capacidad de generar empatía, como recurso propio del cogestor social,
mediando esto con asuntos de la formación profesional, teniendo muy en cuenta
la diversidad profesional con la que desarrollan los hogares su interlocución.

Los espacios de intercambio de conocimiento, diseñados y ejecutados por el


programa, han procurado ser para la socialización de saberes en pro de una
mejor intervención profesional. Es por esto que el intercambio de conocimien-
tos debe fortalecerse en lo teórico-conceptual, en razón a los limitantes que se
puedan tener desde la especificidad profesional, para orientar integralmente a
los miembros de los hogares.

En cuanto a los aprendizajes que se pudieron evidenciar para la experiencia


de los profesionales, el acompañamiento familiar se considera como un elemento
que les ha generado movilización; ya que, por parte de los cogestores sociales, se
expresa que se han dado procesos reflexivos, acompañados del asombro frente a la
compleja realidad social que viven los hogares en situación de pobreza.

Comprendiendo la realidad social como un asunto cambiante, que permea


todos los contextos (y los hogares participantes del programa Medellín Solida-
ria no son ajenos a ello), es importante considerar que los profesionales pue-

29
Acompañamiento familiar: Aportes... / Alejandra M. Mora C. y Agny Y. Maestre T.

den fortalecerse desde estos cambios para la integralidad del acompañamiento


familiar, por medio de estrategias educativas que deben ser brindadas por el
programa, que tengan como propósito la actualización del profesional frente
al contexto en que se desarrolla la intervención.

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31
TRABAJO SOCIAL E INTERVENCIÓN SOCIAL
Significando la intervención profesional desde la experiencia
de trabajo social
Resumen

El presente artículo surge de un esfuerzo investigativo por contribuir a la conceptualización de la


intervención profesional. En este se retoman algunos planteamientos del interaccionismo simbólico
como referente teórico y metodológico, donde las interacción de los profesionales de Trabajo Social son
el centro de atención de la investigación. Y es desde las interacciones, las experiencias, que se logra
presentar una caracterización que da cuenta de elementos, similitudes y diferencias en los proyectos e
intervenciones. Ubicar dos perspectivas de significados a partir del análisis que se hace de los compo-
nentes de la intervención profesional, y concluir con un significado que corresponde con las intencio-
nalidades de la investigación.

Palabras clave: Trabajo Social, intervención profesional, interaccionismo simbólico, significado,


intervención interpretativa/reflexiva, intervención funcional operativa.

Meaning professional intervention from social work experiencia


Abstract:

This article stems from a research effort to contribute to the conceptualization of professional
intervention. This takes up some approaches of symbolic interactionism as a theoretical and
methodological reference, where the interaction of professionals and social workers are the focus of the
investigation, and from the interactions, experiences that succeeds in presenting a characterization,
elements that accounts for similarities and differences in the projects and interventions, placing two
perspectives of meaning from the analysis made of the components of professional intervention, and
conclude with a meaning that corresponds with the intentions of the investigation.

Key words: Social Work, professional intervention, symbolic interactionism, meaning, interpreti-
ve/thoughtful intervention, intervention and functional operations.

Ana María Mosquera Orejuela. Trabajadora Social. Universidad de Antioquia.


Correo electrónico: [email protected]
Blanca Isabel Ramírez Jiménez. Trabajadora Social. Universidad de Antioquia.
Revista Trabajo Social N.° 15, enero-junio, 2012 pp. 33-54

Significando la intervención profesional


desde la experiencia de trabajo social*

Ana María Mosquera Orejuela


Blanca Isabel Ramírez Jiménez
Universidad de Antioquia, Medellín

Introducción
A l indagar por los significados de la intervención profesional, se logra apor-
tar a la comprensión y la configuración del quehacer de la profesión, logrando
articular lo teórico y lo práctico, desde la interacción que el profesional tiene con
los componentes1 y la realidad. Además, ofrece elementos que permiten esta-
blecer relación y distancia con los avances conceptuales existentes hasta el mo-
mento en la configuración de la práctica profesional. De allí que dar a conocer
los resultados de la investigación Significando la intervención profesional
desde la experiencia de Trabajo Social es abrir la puerta, es permitir que
se empiecen a dilucidar aquellos resignificados que se dan en la práctica, en la
articulación con la teoría, que aún no se han hecho evidentes.

Además, es una invitación a que, en retrospectiva, el profesional se piense,


desde la práctica individual y colectiva. Cómo los trabajadores sociales estamos
interviniendo, y, aún más allá: cómo, mediante la práctica, se está construyendo

1 Los componentes a los que se hace referencia son: objeto de intervención, fundamen-
tación, metodología, apuesta ético-política, identidad, y escenarios de intervención.
Artículo científico. Recibido: septiembre 12 de 2011. Aprobado: septiembre 24 de 2012

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Significando la intervención profesional desde... / Ana M. Mosquera O. y Blanca I. Ramírez J.

y reconstruyendo lo que, en palabras de Ritz, sería significar o re-significar la


intervención profesional. O llenando de contenidos aquellos conocimientos ad-
quiridos en la academia y en cada una de las experiencias profesionales.

Respecto a la investigación, identificar los significados dados a la interven-


ción profesional desde la experiencia de trabajadores sociales durante la parti-
cipación en programas adscritos a la Administración del municipio de Medellín.
Surge como una derivación del proyecto Estado del arte sobre la fundamenta-
ción teórica y metodológica de la intervención profesional en Trabajo Social, y la
conceptualización de experiencias en el departamento de Antioquia, entre 1998-
20082, enmarcado en la Línea de investigación Trabajo Social e intervención
profesional, que busca identificar los avances existentes en torno al tema, en
cuatro países de América Latina: Argentina, Chile, Brasil y Colombia.

En este contexto, surge el presente esfuerzo por contribuir a la conceptuali-


zación de la intervención profesional, con el título: Significando la Interven-
ción Profesional desde la experiencia de Trabajo Social. Situando para
ello proyectos y/o programas sustentados por políticas públicas, ejecutados en el
periodo 1998-2008, bajo la pretensión de identificar esos significados que, desde
la prácticas, los profesionales de trabajo social le otorgan a la intervención pro-
fesional. Ello sin desconocer que los avances existentes alrededor del tema son
valiosos, y que es menester seguir avanzando en la construcción, debido a las di-
versas definiciones que dejan ver, en algunos casos, una desprovista rigurosidad
en la construcción, reduciéndola a un proceso meramente técnico-operativo.

Bases teóricas y conceptuales para la comprensión


de la intervención profesional
Identificar los significados que los trabajadores sociales le han dado a la inter-
vención profesional desde sus experiencias en proyectos sociales, hace precisar la
necesidad de un referente teórico que permita interpretar el encuentro con
la realidad, y los sujetos que hacen parte de la investigación. En este sentido, el
interaccionismo simbólico permite preguntarse por los significados de la
intervención profesional, centrando la atención en las experiencias, en tanto
la capacidad de pensamiento es la que permite que lo que el actor dice y hace,

2 La derivación se hace considerando el objetivo específico: identificar los significados


que los profesionales de Trabajo Social del Departamento de Antioquia le atribuyen
a la intervención profesional desde sus experiencias de práctica.

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Revista Trabajo Social N.° 15, enero-junio, 2012

en su interacción con los demás sujetos, cobre sentido y relevancia. Es a partir


de esta capacidad que el ser humano logra interactuar y reconstruir los signifi-
cados de las cosas; en la misma medida que las personas interactúan y recons-
truyen el significado de las cosas, su capacidad de pensamiento es reformada
constantemente por la interacción con su entorno, y con esas situaciones y co-
sas. En esta dirección, para Mead (Ritzer, 2002) resulta impensable un sujeto
consciente y pensante sin interactuar con sus semejantes, con su entorno; pues
es a partir de las interacciones que el sujeto adquiere conocimientos y capacidad
para re-significar su entorno según sus vivencias.

Por otra parte, las personas en la interacción no solo tienen la oportunidad


de construir nuevos significados, sino que aprenden los significados de las cosas,
y a partir de ese aprendizaje el actor desarrolla su capacidad de interpretar y
darle nuevo significado a las cosas (re-significar). Las personas aprenden los
significados de las cosas desde que inician su proceso de socialización, es decir,
desde la infancia, y eso se complementa con otros procesos de interacción que
trascienden de la esfera individual a la social y cultural.

Articulado a lo anterior, esta corriente de pensamiento precisa que los su-


jetos interactúan con las cosas tangibles e intangibles según el significado que
les hayan dado. Tener conocimiento de los significados y los símbolos le per-
mite al actor la reflexión, y actuar de forma reflexiva. Y, en la misma medida
que interactúan, las personas modifican los significados que tienen de las cosas.
Además, las personas tienen una capacidad de interactuar consigo mismas, y en
esa interacción analizar las ventajas y desventajas de una respuesta ante una
acción anterior de otra persona: elegir una respuesta y en la interacción dar a
conocer el significado.

En este sentido, las personas cobran gran importancia como actores y cons-
tructores del significado, lo que Ritzer expone así; «Las personas están dota-
das de una capacidad general de pensamiento. Esta capacidad se configura y
refina mediante el proceso de la interacción social» (Ibíd.:p.30.). Pues, sin el
actor hubiese sido impensable realizar esta investigación; es él quien da el nue-
vo significado a la categoría científica. Mientras que el acto, como unidad de
análisis, alude al gesto (corporal y vocal), los movimientos del primer organis-
mo actúan como estímulo específico de respuestas (socialmente) apropiadas del
segundo organismo. En esta dirección, una conversación se convierte en unidad
de análisis, ya que es un acto social (gesto vocal) que tiene significado y merece
atención, y al igual que el gesto corporal brinda datos valiosos para el análisis
y comprensión de una situación determinada por el investigador (Carabaña,

37
Significando la intervención profesional desde... / Ana M. Mosquera O. y Blanca I. Ramírez J.

Lamo y Champourcin). En este sentido, las experiencias de los profesionales


como acto son las que permiten evidenciar cómo, en la interacción con otros
sujetos, las categorías de análisis y la realidad se cargan del significado la inter-
vención profesional.

Articulado al interaccionismo simbólico, se aborda el concepto significado


(Leal, 2005), como categoría transversal de la investigación y del enfoque teóri-
co. Considerando que son los significados construidos por los profesionales de la
intervención lo que se pretende identificar, y para ello es necesario tener claro
el concepto, y saber específicamente por qué se está indagando en el mar de
información generada en la fase de recolección de información para el análisis.

El significado es una construcción social e individual. Por ello, al hablar de la


recuperación de los significados que los profesionales de Trabajo Social le han dado
a la intervención profesional, hay que hacer referencia a un develar de todas las
intencionalidades (propósito previo y consciente de un autor) de la cuales se ha
cargado la praxis en el esfuerzo de transformar un segmento de la realidad.

También se retoma un referente conceptual, en el cual se ubica y desarrolla


el sistema categorial de la investigación: objeto de intervención, fundamenta-
ción, metodología, apuesta ético-político, identidad profesional, escenarios de
la intervención, donde cada uno cuenta con unas sub-categorías y descriptores.

Considerando cada una de las categorías de la intervención profesional en la


investigación, esta se conceptualizó como un proceso de acción profesional que
cuenta con unos componentes que posibilitan su comprensión y configuración.
Los componentes son: objeto segmento de la realidad que se pretende transfor-
mar; fundamentación, referentes epistemológicos, teóricos y conceptuales que
orienta la intervención; metodología, entendida como una estructura compleja
que la integran unos supuestos filosóficos, políticos e ideológicos, un método y
unas dimensiones operativas y contextuales; apuesta ético-política, que integra
principios, valores, intencionalidades, concepción de los sujetos y de la realidad,
desde los que se orienta el ejercicio profesional; escenarios, como esa esceno-
grafía donde se realiza la actuación profesional; la identidad, que da cuenta del
papel y el reconocimiento de la profesión desde una perspectiva subjetiva.

Según los marcos teóricos y conceptuales mencionados con anterioridad, el


significado de la intervención profesional en trabajo social se puede ver como una
estructura dinámica y cambiante, en tanto no es estática. Pues puede ser modifi-
cada según la experiencia del profesional, y cada vez que la cuestione en relación
con lo que acontece. Cabe resaltar que siempre contará con unas bases sólidas

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Revista Trabajo Social N.° 15, enero-junio, 2012

que, si bien dan soporte y son fundamentales, no pueden considerarse inamovi-


bles; y, en caso de moverse, estos movimientos generan una reorganización en la
estructura, lo cual se ha podido evidenciar a lo largo de la historia de la profesión.
Esas bases, esos pilares, no son más que los componentes de la intervención.

Estructuras conceptuales
En razón de lo anterior, el significado podría leerse en claves musicales,
considerando que bajo una sola clave se pueden montar diferentes melodías y
canciones, utilizando diferentes tonos, notas, tiempos y ritmos musicales; sin
salirse de la nota clave, que fue escogida trasmitiendo con la canción una expe-
riencia diferente a otra, y con los mismos fundamentos y componentes básicos.

Diseño metodológico
Indagar por los significados atribuidos a la intervención profesional. De-
manda de un enfoque metodológico que permita preguntar por las experien-
cia de los trabajadores sociales. De allí que se haya considerado el interac-
cionismo simbólico, permitiendo centrar la atención en las interacciones y
la acción. Según lo antes planteado, permite «preguntarse por los significados
de la intervención profesional, centrando la atención en las experiencias, en
tanto la capacidad de pensamiento es la que permite que lo que el actor dice y
hace, en su interacción con los demás sujetos, cobre sentido y relevancia».

En palabras de Ritzer, retomando a Herbert Blumer (1968) esto se traduce a:

1. Los humanos actúan respecto de las cosas sobre la base de las significa-
ciones que estas cosas tienen para ellos; o, lo que es lo mismo, la gente
actúa sobre la base del significado que atribuye a los objetos y situacio-
nes que le rodean.

2. La significación de estas cosas deriva, o surge, de la interacción social


que un individuo tiene con los demás actores.

3. Estas significaciones se utilizan como un proceso de interpretación efec-


tuado por la persona en su relación con las cosas que encuentra, y se
modifican a través de dicho proceso.

Estas premisas orientan la mirada hacia las construcciones conceptuales (co-


sas tangibles e intangibles), en la interacción que los profesionales sostienen

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Significando la intervención profesional desde... / Ana M. Mosquera O. y Blanca I. Ramírez J.

con otros sujetos; es decir, el significado se construye en el diálogo directo e indi-


recto que se sostiene con otros actores, y en los componentes de la intervención.
Por tanto, este enfoque confiere los elementos necesarios para orientar el
análisis, así como para la recolección de la información y el diseño de instru-
mentos de investigación cualitativa que permiten indagar por los procesos
de actuación profesional.

Desde la perspectiva metodológica, el proceso de investigación se presen-


ta como un proceso hermenéutico-dialéctico (Ritzer,2002), en la medida que
posibilita hacer una interpretación. A su vez, da lugar a la comparación y el
contraste de la información facilitada por los profesionales entre sí, y los re-
ferentes teóricos y conceptuales. En esta medida, el interaccionismo simbó-
lico viabiliza el análisis de la realidad, de los significados que los individuos
construyen a partir de la interacción con sujetos u objetos determinados,
mientras modifica las acciones de los actores.

Para el análisis de la información, en lo concerniente al proceso de investi-


gación desde este enfoque, Forni brinda dos momentos claves: exploración,
que no es más que el acercamiento o la recolección de la información; e ins-
pección, que implica el examen intensivo y focalizado del contenido empírico
de los elementos que son utilizados con propósitos analíticos, y también de
las relaciones entre tales elementos (...). Este procedimiento analítico puede
ser aplicado al análisis teórico de cualquier área o aspecto de la vida social
empírica. En esta dirección se propuso como método el análisis de discurso,
que posibilitó acercarse y ver las categorías con el significado otorgado por los
sujetos, y a partir de allí hace una interpretación del mismo.

El «análisis de discurso» (Wodak y Meyer, 2003) también permite identificar


los significados que los trabajadores sociales construyen de la intervención pro-
fesional en campo, considerando las interacciones como unidad central de aná-
lisis; pues, al igual que el interaccionismo simbólico, posibilita la comparación,
contrastación y análisis de las diferentes categorías.

En articulación con los pasos que proponen Wodak y Meyer (2003), los mo-
mentos que propone Forni (2003) fueron reagrupados de forma coherente, y
según su correspondencia, en los siguientes:

Momento de información o exploración. Donde se generó la informa-


ción, considerando el sistema categorial, y usando como técnica de recolección
la entrevista estructurada.

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Revista Trabajo Social N.° 15, enero-junio, 2012

Registro de la información. Donde se procesó la información en fichas (me-


mos analíticos), y la matrices de análisis digitales, que posibilitaron la triangulación.

Procesamiento y análisis de la información. Para la operativización del


método de análisis de discurso. En este momento, el análisis de la información
contó con tres fases, a saber: el primero, análisis de la estructura, en el cual se
realizó la valoración de la información en relación con el sistema categorial y el
hilo discursivo, considerado para la elaboración del documento final; el segundo,
análisis fino (por categoría), en el que se hizo un análisis por subcategorías y
categorías, pretendiendo ir de lo especifico a lo general, para así sustraer los ele-
mentos más importantes de cada una; el tercero, análisis general de la totalidad
de los resultados de las categorías, permitiendo dar respuesta a la preguntas de
investigación.

Caracterización de la intervención profesional en la dinámica


de la política social
Como características de los proceso en los que participaron los profesionales,
desde los diferentes proyecto y/o programas3, se evidencio que, en las relaciones
que se establecen hoy entre Estado y sociedad, el Estado busca dar respuesta a
las diversas situaciones que dificultan el adecuado desarrollo de las personas,
mediante la elaboración y ejecución de políticas sociales, materializadas en polí-
ticas públicas. Y estas, a su vez, en programas y proyectos donde el Trabajador
Social se encuentra con un amplio escenario, múltiples instituciones públicas,
privadas, y ONG a las que se puede vincular, como dinamizadores de políticas so-
ciales, llevando a cabo diferentes procesos de intervención con distintos grupos
poblacionales y realidades sociales, que los llevan a reflexionar constantemente
frente a su quehacer, en razón de la realidad que se pretende transformar.

Claro está que, al poner la mirada en la reflexión, se hace evidente, a la vez,


que hay profesionales que solo cumplen con los requerimientos propios del pro-
yecto o programa; mientras que otros cuestionan la política pública, proponen
nuevos referentes, marcos metodológicos que propicien una intervención reflexi-
va y asertiva.

En lo relacionado con la concepción del otro, los profesionales reconocen, en los


respectivos proyectos, una perspectiva de derecho y desarrollo humano en que se

3 Los proyectos y/o programas fueron quince y de cada uno se entrevistó a un profesional.

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Significando la intervención profesional desde... / Ana M. Mosquera O. y Blanca I. Ramírez J.

distinguen las diferentes dimensiones del ser4 como elementos esenciales para
pensar lo metodológico. En la articulación de estas dos perspectivas se propone
una intervención interdisciplinaria; lo que da lugar a que el trabajo interdisci-
plinario (Escartin y Suárez, 1994) pase a ser un aspecto relevante, que permite
el abordaje integral de la situación objeto, y al profesional le posibilita compartir
y nutrir sus conocimientos con y desde otras disciplinas. A la par, se evidencia el
trabajo interinstitucional, como:
... un conjunto de actividades que emanan de uno o varios actores inves-
tidos de autoridad pública. En su desarrollo –e implementación– inter-
vienen una variedad de actores, gubernamentales y no gubernamentales.
Los actores gubernamentales pueden pertenecer a uno o varios niveles de
Gobierno y Administración: local, regional, estatal o europeo. Los actores
no gubernamentales (como sindicatos, Iglesias, asociaciones, ONG, etc.)
(Delgado, 2009).

Alrededor del trabajo interinstitucional se presenta una fragmentación en


la implementación del proyecto, en el cual algunas instituciones participan de
una u otra fase, lo que dificultaría hablar de un trabajo interinstitucional. Como
característica particular de estos procesos, se hizo evidente la realización de un
trabajo mancomunado de diferentes actores sociales, y la interacción entre dife-
rentes programas. Se hace sumamente necesario para los trabajadores sociales,
en este caso, conocer, además del programa en el cual se encuentran ejerciendo
la profesión, otros que se desarrollan desde el ente estatal; con el fin, en lo posi-
ble, de articular procesos, generar reflexiones complejas y sistemáticas en torno
a estos, y orientar o remitir a los sujetos a otras instancias, de acuerdo a sus
necesidades y condiciones.

En cuanto a los tipos de intervención5 que plantea Vélez (2000), en estos


programas se hacen visibles mediante la intención de satisfacer necesidades,
de abordar y darle solución inmediata a problemáticas ya existentes, de promo-
cionar asuntos que le apuestan al desarrollo humano y a la calidad de vida, de
prevenir la aparición de problemas que puedan degradar el libre desarrollo y la
salud integral del individuo y la sociedad, y la intención de educar en temas que
puedan reproducir los sujetos en su entorno más inmediato. Es necesario acla-
rar que ninguno actúa exclusivamente desde un tipo de intervención; estos son
abordados simultáneamente, prevaleciendo entre ellos los procesos educativos,

4 Biologica, sicológica y social.


5 Prestacional, promocional, preventiva y educativa.

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Revista Trabajo Social N.° 15, enero-junio, 2012

conducentes a mejorar estilos de vida, y a que la ciudadanía conozca sus dere-


chos y deberes, y que haga uso de ellos. Recordemos entonces que la educación
no supone solo la alfabetización, sino aprender a vivir en comunidad y a parti-
cipar en la vida política, social y cultural. Detrás de estos procesos educativos
están las intenciones de promocionar los espacios y los recursos de los cuales
disponen los ciudadanos (y que ignoran), y además las intenciones de actuar
anticipadamente ante posibles problemas sociales.

Además, se reconoce que en los procesos se presentan los dos niveles de in-
tervención reconocidos en Trabajo Social: directo e indirecto. Como formas de
abordar el objeto, estos se presentan de forma simultánea y resultan indiso-
ciables. Entre estos dos tipos se evidencia una tendencia hacia el nivel de in-
tervención directo, que va muy de la mano con la preferencia que tienen los
profesionales por el trabajo que implique el contacto con las personas. El nivel
de intervención indirecto, aunque no es la tendencia, se hace presente en todos
los procesos; pues aunque sea directa siempre es necesario planear, coordinar y
cumplir con requerimientos, resultando impensable la intervención sin uno de
estos niveles.

En los distintos procesos se distinguen diferentes objetos. Lo que le repre-


senta al profesional pensar estrategias metodológicas, referentes teóricos y con-
ceptuales que propicien el encuentro con el otro en un espacio de reflexión y
construcción para la trasformación, que no esté dado solo por los esfuerzos del
profesional sino también de los sujetos de la intervención, que posibilite hablar
de corresponsabilidad, como principio orientador de la intervención.

En cuanto al Trabajo Social, como profesión y disciplina que se ocupa de


comprender la realidad para transformarla, en la dinámica de la política so-
cial aparece como dinamizador de los espacios y políticas públicas. Desde una
forma de ver que funda un hacer peculiar, y donde la actuación de los traba-
jadores sociales parte de una comprensión compleja de lo social, mientras que
la intervención profesional debe contar con unas características innovadoras
que respondan a las nuevas dinámicas sociales, y al objeto de la intervención.
Donde se puedan seguir promoviendo sujetos gestores de su propio desarro-
llo y de nuevas ciudadanías, e incentivando proyectos orientados a un desa-
rrollo más humano. Y donde lo público sea el espacio en que se configuran
diferentes escenarios a la profesión para el ejercicio profesional; donde los
profesionales actúan como dinamizadores de las propuestas de intervención
articuladas a políticas públicas.

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Significando la intervención profesional desde... / Ana M. Mosquera O. y Blanca I. Ramírez J.

La intervención profesional: una mirada desde la experiencia


del Trabajo Social
Como lo propone el interaccionismo simbólico, comprender los significados
remite al análisis de los actos, las interacciones que los profesionales sostienen
con la realidad, cómo la nombran, cómo se relacionan con ella, y qué utilidad
tiene cada uno de los componentes de la intervención. En este sentido, la inter-
vención profesional puede ser vista como un proceso complejo que requiere de
una constante reflexión crítica a partir de un diálogo entre los componentes, y
el conocimiento producido alrededor de este; en la dinámica de la política social
en que se inserta el ejercicio profesional, y el contexto de la realidad abordada.

Según lo anterior, comprender, significar y re-significar la intervención pro-


fesional se logra en la articulación dialógica de los componentes, en considera-
ción a las características de los diferentes escenarios desde donde el trabajador
social interviene, y los objetivos que se plantean desde la práctica. En este sen-
tido, es impensable la significación o re-significación sin pensar en cada uno de
los elementos que convergen en la intervención profesional.

Gráfica 1. Aspectos convergentes en el significado

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Revista Trabajo Social N.° 15, enero-junio, 2012

Es pertinente recordar que los procesos de intervención en los que se in-


sertan los profesionales son diferentes, y en este orden de ideas es indiscutible
que desde cada proyecto y política social el profesional brinda características
particulares a su intervención, que aportarán a la significación de esa interven-
ción. En esta dirección, se trabajarán las categorías enunciadas en el referente
conceptual y el sistema categorial, desde cuatro ejes, a saber:

Eje epistemológico. Se relaciona con la comprensión e interpretación que


se hace de la realidad desde unas perspectivas de conocimiento, unas teorías y
unos fundamentos. Esta presupone, según Yáñez (2007), una comprensión de
la realidad, ofreciendo las bases para el pensamiento científico. Se ubican aquí
como elementos claves la fundamentación teórica y conceptual, y el objeto de
intervención y conocimiento.

El eje ontológico permite comprender la existencia del trabajo social que


lleva el ser en sí mismo, haciendo referencia a su origen en cuanto esencia y
existencia disciplinaria. Este eje tiene que ver con la naturaleza de la profesión
y de la intervención. En este eje se ubica la concepción del otro y la identidad
profesional, sin las cuales es impensable el ejercicio profesional, en tanto los
sujetos son los portadores de las situaciones a trasformar; y la identidad, si se
puede decir así, es el punto de referencia de la actuación.

Al hablar de un eje metodológico, aludimos a toda una reflexión que se


realiza desde unos referentes teóricos y conceptuales que permiten la supera-
ción de la visión operativa e instrumental que se le ha dado, al reducirlo al mé-
todo. En esta reflexión se articulan: el método, las técnicas, los instrumentos,
las funciones, los roles, los tipos y niveles de intervención; como aspectos claves
para comprender lo metodológico en la práctica profesional.

Respecto al eje ético-político, se le puede comprender como la reflexión


que se realiza en razón de un ejercicio profesional consciente y el papel que el
profesional desempeña. Además, se asume un compromiso a nivel profesional,
así como social, al incidir en situaciones problemáticas, en la producción de
conocimiento, y en la reflexión constante entre los componentes de la interven-
ción y la realidad. En este sentido, se ubican las intencionalidades, principios,
valores y apuestas profesionales.

Alrededor del abordaje que se hace, en el análisis de la información de los com-


ponentes de la intervención con el lente del interaccionismo simbólico, se identi-
fica que los profesionales llenan de contenido cada una de las categorías, a partir
de la constante articulación de los conocimientos adquiridos durante la academia.

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Significando la intervención profesional desde... / Ana M. Mosquera O. y Blanca I. Ramírez J.

Gráfica 2. Ejes temáticos

Aspecto que se hace manifiesto en cada uno de los componentes de la intervención


profesional, pues al profesional le resultaría imposible la configuración y com-
prensión de esta si no cuenta para ello con todo un acervo de conocimientos, desde
los cuales se le posibilita hacer lecturas de la realidad y construir nuevos significa-
dos alrededor de la intervención profesional y sus componentes.

También se articulan a ello las intencionalidades de las políticas públicas,


que presentan todo una apuesta por la construcción de nuevas realidades, desde
unos discursos de derecho, equidad, igualdad, corresponsabilidad, gobernabili-
dad, ciudadanía, entre otros. Los componentes de la intervención que convergen
en el ejercicio profesional, la apuesta del trabajador social y la institución, tie-
nen en algunos casos puntos de encuentro, dando lugar a que el profesional se
identifique con el proceso. Mientras en otras experiencias hay grandes distan-
cias entre la apuesta institucional y la del profesional, redundando en algunos
casos en la invisibilización de la reflexión. Pero en otros es esa misma distancia
la que permite la reflexión.

Al articular los aportes que los trabajadores sociales realizan desde sus ex-
periencias, y la reflexión que se ha venido planteando, se pueden identificar dos
líneas del significado que, desde la interacción con la realidad y desde diferentes
escenarios, se puede construir sobre la intervención profesional:

• La primera es de tipo funcional/operativa, donde el profesional cumple


con unos requisitos y unos objetivos que se plantean desde la política
social y desde el proyecto a ejecutar. Pues no hay una reflexión en cuanto
a los componentes de la intervención, el papel, y el saber específico
que los distingue de otros profesionales. En este sentido, se puede

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Revista Trabajo Social N.° 15, enero-junio, 2012

decir que no hay avances que le aporten a la conceptualización de la


intervención profesional. Por lo contrario, se producen una serie de cues-
tionamientos frente a la apuesta ética y política del profesional, frente
al autorreconocimiento de la especificidad, de los roles y funciones como
profesional del Trabajo Social.

Gráfica 3. Significado desde lo operativo/funcional

• La segunda es de tipo interpretativa/reflexiva, donde los profesionales, ade-


más de cumplir con los requerimientos por los cuales se les contratan, se
cuestionan permanentemente su ejercicio y la puesta en escena de lo públi-
co (el saber especifico de la profesión). Desde allí podrá hacer aportes a la
transformación no solo de la realidad concreta sobre la que se interviene,
sino que también puede aportar a la construcción de las políticas públicas
y leyes (en el orden municipal, departamental y nacional) que propendan
por el bienestar de la población más vulnerable.

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Gráfica 4. Significado desde lo interpretativo/reflexivo

En este sentido, identificar los significados que se realizan, en consideración


de los contenidos que los profesionales le dan a la intervención profesional, y
en razón de los que les dan desde cada experiencia, puede evidenciar que en
algunos no hay avances en la conceptualización del ejercicio profesional. Por el
contrario, se hacen notorios los retrocesos conceptuales. Se habla de retrocesos,
en la medida que, en la articulación de conocimientos y construcción de nuevos
significados, se desdibujan algunos aspectos del saber específico de la profesión.

Re-significado de la intervención profesional desde la experiencia


Según la experiencia de los profesionales de Trabajo Social que hicieron par-
te de la investigación, es posible hablar de un significado, o significados, de la
intervención profesional. Se habla de significado, en tanto se hace una elabo-

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Revista Trabajo Social N.° 15, enero-junio, 2012

ración de este, considerando los aportes que desde cada experiencia se puden
tomar para la construcción de un significado objetivo. De significados, en tanto,
desde lo aportado por cada profesional, se pueden tomar distintos elementos
que permiten configurar diferentes perspectivas.

En esta dirección, se considera que, para dimensionar el significado real que


los trabajadores sociales le han dado a la intervención profesional, como ya se
había señalado, es oportuno que esta categoría científica y sus componentes
sean vistos y comprendidos desde el escenario de lo social; en el contexto de la
práctica y en la dinámica de la política social, pues es allí donde se evidencia
cómo ha sido entendida, significada y re-significada.

En ese sentido, la intervención profesional, según las experiencias de los tra-


bajadores sociales, es entendida como un proceso de construcción y trasfor-
mación de lo social, como producto de las interacciones que se dan en
un escenario y contexto determinados; razón por la que resultaría impensable
una construcción del significado del concepto sin considerar las interacciones
y las vivencias de los profesionales. Es decir, esta construcción es el resultado de
las interacciones y las reflexiones que se generan en torno a la intervención pro-
fesional, sus categorías y subcategorías; en este sentido, no consiste en el diseño,
implementación u operativización de estrategias.

La intervención profesional del Trabajo Social, es un proceso de construc-


ción donde, desde la interacción y la reflexión, el profesional tiene la oportu-
nidad de incidir en alguna práctica; en la manera como otras personas ven el
mundo o una política social. El profesional reflexiona constantemente en torno
a lo que se hace y se espera, y a la concepción de sujeto que desde las políticas y
proyectos sociales se propone.

En este orden de ideas, la construcción que hace sobre los significados de


la intervención profesional va de la mano con lo planteado por Faleiros (2003),
cuando hace la invitación a pensar que la intervención profesional no se modela
en un conjunto de pasos preestablecidos, en algo meramente operativo. Pues-
to que exige profunda capacidad teórica para establecer los presupuestos de la
acción; capacidad analítica para entender y explicar las particularidades de las
coyunturas y situaciones; capacidad para proponer alternativas para la partici-
pación de los sujetos en la intrincada trama en que se correlacionan las fuerzas
sociales, y las en que se sitúa, incluso, el Trabajador Social. Ante lo propuesto
por Faleiros, no suena descabellado mencionar que la intervención no solo se
convierte en un proceso de construcción y transformación, sino también de re-

49
Significando la intervención profesional desde... / Ana M. Mosquera O. y Blanca I. Ramírez J.

flexión en torno a la articulación de sus diferentes componentes, en diálogo con


una realidad dinámica y cambiante (poniendo en juego los conocimientos ad-
quiridos durante la academia), que debe ser comprendida para ser abordada, y
ante la cual el profesional deberá plantearse permanentemente nuevos retos de
conocimiento de la realidad, la formación profesional y la práctica profesional.

Re-significar la intervención profesional, desde la experiencia de los traba-


jadores sociales, es una modificación que los profesionales hacen en la acción,
sobre la base de su interpretación de las situaciones. Parte de la interacción y
la reflexión que los profesionales establecen entre las categorías (como objetos
intangibles), el contexto social, institucional, los sujetos, la política púbica en el
que se inscribe la intervención profesional, y los conocimientos y significados
elaborados durante la academia y otras experiencias. Esta, a su vez, permite
una articulación dialógica entre los diferentes componentes: teoría y práctica;
y una visión un tanto objetiva. Por lo cual, avanzar en la re-significación de la
intervención profesional requiere un análisis dialógico, que articule las produc-
ciones bibliográficas y las experiencias de los profesionales.

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54
CULTURA, POLÍTICA Y SOCIEDAD
Resistencias ciudadanas. Una lucha por el reconocimiento de los derechos:
el caso del desplazamiento forzado
Resumen

El presente artículo pretende desarrollar la problemática del desplazamiento forzado, presentando


como eje central el despojo de las tierras en Colombia, haciendo una contextualización desde lo que
ha significado el conflicto armado dentro del país, y el despojo en cuanto a estrategia de dominación y
control territorial, como parte del mismo.

Desde la perspectiva de ciudadanías en resistencia, planteamos que, a pesar de que el despojo y el


desplazamiento forzado dan lugar a una crisis humanitaria bastante aguda, la población víctima abre
espacios y expresiones de ciudadanía y resistencia que confrontan a los actores del conflicto y que ejer-
cen presión reivindicativa por medio de procesos organizativos.

Palabras clave: despojo, desplazamiento, conflicto, restitución de tierras, ciudadanía.

Abstract

The reason for this article is to expound on the predicament on forced ousting aroused as the core
idea in the depriving of land in Colombia, making a contextualization from what has meant the armed
conflict within the country, and the deprivation as far as domination strategy and territory control in
part of itself.

As a citizen’s perspective in resistance, we propose that even though all the deprivation and forced
ousting which give place to a quite intense humanitarian crisis. The victims in the population open
spaces and expressions of citizenship and resistance, which face the conflicted party and put pressure
aggressively through organizational processes.

Key words: Deprivation, ousting, conflict, land restitution, citizenship.

John Mario Muñoz Lopera. Trabajador Social. Magíster en Ciencia Política. Doctorando en Gobierno y Adminis-
tración Pública, Universidad Complutense de Madrid. Docente e investigador. Integrante del Grupo de Investigación
Cultura, Política y Desarrollo Social. Universidad de Antioquia.
Correo electrónico: [email protected]
Elizabeth Preciado Restrepo. Profesional en formación de Trabajo Social de la Universidad de Antioquia. Auxiliar
investigativa e integrante del semillero del Grupo de Investigación Cultura, Política y Desarrollo Social. Universidad de
Antioquia.
Correo electrónico: [email protected]
Natalia Rivera Castañeda. Profesional en formación de Trabajo Social de la Universidad de Antioquia. Integrante del
semillero del Grupo de Investigación Cultura, Política y Desarrollo Social. Universidad de Antioquia.
Correo electrónico: [email protected]
Revista Trabajo Social N.° 15, enero-junio, 2012 pp. 55-85

Resistencias ciudadanas.
Una lucha por el reconocimiento de derechos:
el caso del desplazamiento forzado

John Mario Muñoz Lopera


Elizabeth Preciado Restrepo
Natalia Rivera Castañeda
Universidad de Antioquia, Medellín

Dedicado a Ana Fabricia Córdoba, mujer, esposa, madre, y ante todo tejedora
de esperanzas y luchas sociales; una voz más silenciada por la negligencia del
Estado y la intolerancia de la guerra.

Introducción
El conflicto armado1 en Colombia, no reconocido en Gobiernos anteriores,
es de vieja data. Ahora, bajo el Gobierno del presidente Juan Manuel Santos,

1 La preocupación académica e investigativa sobre el conflicto armado en Colombia ha


sido muy prolífera, sobre todo en las tres décadas más recientes. Las investigaciones
en cuanto al conflicto armado tienen diversas aristas: están las que explican la evo-
lución del conflicto armado en Colombia, aquellas que se refieren al vacío del Estado,
otras a problemas de pobreza y exclusión, y otras que giran en torno a la disputa de
los actores armados por el poder. Véanse: Camacho (1991, 1997, 1999), Vargas Velás-
quez (1999), Zuluaga (2004), Arocha (1998), Cubides, (1998), Alonso (1997), Deas,
(1999), Santos de Sousa (2001), Gutiérrez (2006), Jaramillo (1998), Leal (1999),

Artículo científico. Recibido: octubre 21 de 2012. Aprobado: enero 14 de 2013.

57
Resistencias ciudadanas... / John M. Muñoz L. Elizabeth Preciado R. y Natalia Rivera C.

se lo reconoce, más como una jugada estratégica para la Ley de Víctimas que
como posible salida del mismo. En esta confrontación bélica se pueden ubicar
grupos (insurgencia, paramilitares, narcotráfico y Fuerza Pública) que, en una
disputa por el poder político y económico, libran un enfrentamiento por el
control territorial de lugares estratégicos, no solo desde la lógica «ideológica»
de la guerra, sino por el cultivo y las rutas de distribución de la cocaína, y por
el diseño y desarrollo de macroproyectos. Igualmente, en estos híbridos de la
guerra se da el apoyo de los paramilitares a partidos políticos afines a sus in-
tereses de dominio y expansión.

Esta disputa viene desde la década del ochenta, en la cual comienza un


«nuevo» ciclo de violencia en la historia del país, quizá uno de los más san-
grientos y demenciales, y el que mayor número de personas en situación de
desplazamiento forzado ha dejado. Entendiendo que el desplazamiento for-
zado por el conflicto en Colombia representa una verdadera crisis humani-
taria, que ha dejado más de cuatro millones de desplazados, cifras que están
incluso por encima de Irak, Afganistán y el Congo, y sitúan a Colombia como
el segundo país en el mundo que más desplazados produce después de Sudán.
A esta situación se suma una alarmante cantidad de asesinatos, masacres,
desapariciones, y aproximadamente unos seis millones de hectáreas de tierra
usurpadas a la población.

Enfocándonos en el desplazamiento forzado en Colombia, planteamos la ne-


cesidad de hacer un análisis de la problemática desde la perspectiva de ciuda-
danía, haciendo énfasis en las expresiones de resistencia ciudadana. Desde este
punto de vista se pretende dar paso a una discusión centrada en concebir de
manera diferente la ciudadanía, y en alimentar los análisis del desplazamiento
forzado y el despojo de las tierras por el conflicto armado en Colombia.

Los estudios que se han elaborado al respecto plantean la pérdida de la


ciudadanía al ser desplazado. La idea que se desarrolla en este texto es que, si
bien esta pérdida eventualmente puede ser cierta, lo que se ha configurando
en muchas organizaciones, incluso en expresiones individuales, son unas ac-
ciones de resistencia ciudadana frente a los actores del conflicto y el Estado, en

Montenegro (2001), Papacchini (1997), Pécault, 1999, 2008), Pizarro (1996), Posada
(2002), Rubio (1999), Sánchez (1987), Uribe (2003), Valenzuela (1994), González
(1989), Guzmán (1994), Kalyva (2001), Sarmiento (1995, 2001), Romero (2003), Or-
tiz (2001), Ramírez (2002), Angarita (2001), Nieto (1999), Rangel (2005), Corpora-
ción Nuevo Arco Iris (2010), González y Bolívar (2003), García (2006), Garay (2009).

58
Revista Trabajo Social N.° 15, enero-junio, 2012

contextos de violencia prolongada, tratando de rehacer sus proyectos de vida.


Están participando, desde diversas formas organizativas, en la construcción
y la defensa de la política pública, y están reivindicando sus derechos a través de
la expresión de ciudadanía; como sucede cuando visibilizan sus problemáticas
por medio de movilizaciones constantes y tomas de los espacios públicos o de
instituciones, como actos simbólicos.

Es por ello que planteamos, como tesis central, que el desplazamiento y el


despojo de tierras (como una de las causas por las cuales se desplaza la pobla-
ción), deben ser entendidos más que como una consecuencia del conflicto ar-
mado, como la estrategia de dominación y control territorial que hace parte del
mismo. A pesar de la crisis humanitaria a la que da lugar, y las condiciones a
las que la población víctima se ve sometida, existen expresiones de ciudadanía
y resistencia que confrontan a los actores del conflicto, y que ejercen presión
reivindicativa por medio de procesos organizativos, como vía para lograr la
atención del Estado y el ejercicio de lo político; son las formas de resistencia
que tienen como base la organización y las expresiones ciudadanas.

La estructura del texto se desarrolla en los siguientes momentos: en primer


lugar se plantea un acercamiento y contextualización del conflicto armado co-
lombiano, para centrarnos en la problemática del uso y propiedad de las tierras,
y en el desplazamiento forzado, dejando claro de entrada que se dan por el con-
flicto armado y que, más que una consecuencia de la guerra, es una estrategia
de control y dominación territorial-económica, social y política, por parte de los
diversos grupos que hacen parte, directa o indirectamente, del conflicto.

En un segundo momento, se realiza una aproximación al debate de ciuda-


danía, vista desde los abordajes contemporáneos, es decir, la republicana, la
liberal y la democrática; tomando como punto central la obra seminal de Mar-
shall. Planteamos cómo ha sido la forma de domesticación de los ciudadanos,
para luego abrir el debate sobre otras formas de pensar la ciudadanía fuera de
las amarras de los marcos político-jurídicos del Estado-nación.

Se exponen, igualmente, los fundamentos teóricos desde donde se van a


abordar las lecturas sobre las resistencias ciudadanas, tratando de argumen-
tar que en estas formas alternas del ejercicio de la ciudadanía se pueden desa-
rrollar subjetividades políticas por fuera de las convencionales. Seguidamente,
mostraremos, vía testimonios, cómo se han desarrollado estas expresiones de
resistencia ciudadana por parte de las poblaciones que han sido víctimas del
conflicto armado colombiano y del desplazamiento forzado.

59
Resistencias ciudadanas... / John M. Muñoz L. Elizabeth Preciado R. y Natalia Rivera C.

Para terminar, se harán unas consideraciones finales, que pretenden ser,


más que conclusiones definitivas, una invitación para seguir indagando por
estos temas que la academia viene banalizando o, peor aún, naturalizando.
Es decir, es imperativo no solo reconocer, sino dinamizar y aportar, desde la
reflexión académica, a estas formas de lucha por los derechos, como también
a otras formas de resistencia ciudadana frente al poder y la dominación, en
cualquiera de sus manifestaciones.

Conflicto armado y desplazamiento forzado. Debate sobre el uso


y propiedad de la tierra
El conflicto armado colombiano, a lo largo de los años, ha presentado una
serie de variaciones y formas de expresión que nos obligan a identificar momen-
tos determinantes en el desarrollo del mismo. La década de los años cincuenta
y comienzos del sesenta es denominada como periodo clásico, en el cual se pre-
senta una guerra netamente interpartidista y policlasista, donde se enfrentaron
sectores políticos y económicos de intereses opuestos. Fue una época caracteri-
zada por el terror, la resistencia armada y la conmoción social, que finaliza con
la creación del Frente Nacional.

Cuando se hace referencia a nuevas expresiones de la violencia, se tiene


en cuenta que ese primer periodo clásico concluyó con la desmilitarización de
la guerra bipartidista, pero que, a su vez, dio origen a la militarización de la
sociedad en manos de quienes planteaban la organización del poder más allá
del simple reparto del mismo, por medio del Frente Nacional. Se optaba enton-
ces por iniciativas que abolieran el orden establecido y que concebían nuevas
formas de sociedad.

Lo anterior, teniendo en cuenta que además el país se encontraba inscrito


en un contexto mundial polarizado por la Guerra Fría, en que se encontraba
alineada con Estados Unidos; situación determinante para la creación de la
Doctrina de Seguridad Nacional, DSN, y de las políticas represivas de los años
setenta y ochenta. Es por ello que:
La Colombia de los noventa se ha convertido en uno de los mejores la-
boratorios de estudio sobre la persistencia, con lenguajes de recambio,
de la DSN. Nos muestra que incluso los métodos más brutales que los
regímenes de Seguridad Nacional adoptaron en América Latina entre
los sesenta y los ochenta, han sido refinados y sofisticados para hacerlos
más destructivos e inhumanos; que los problemas de censura que tuvie-

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ron que enfrentar esos regímenes de Seguridad Nacional han sido resuel-
tos mediante el desarrollo audaz del paramilitarismo y su camuflaje como
«tercer actor» en el conflicto; que la intervención militar extranjera para
dirimir los conflictos internos en torno a la orientación de la nacionalidad
ha encontrado nuevos pretextos de recambio gracias al narcotráfico; pero
que detrás de todos estas nuevos lenguajes, el propósito nuclear de la DSN
se mantiene incólume: impedir la autodeterminación de los pueblos, para
salvaguardar las estructuras mundiales de dominación (Nizkor, 2001).

En este contexto, se da lugar a la configuración del Estado como un actor


violento, y a la creación de grupos contrainsurgentes ilegales. Paralelo a ello,
se da una respuesta y definición de la insurgencia con la creación de las Fuer-
zas Armadas Revolucionarias de Colombia, Ejército de Liberación Nacional,
Ejército Popular de Liberación, M-19, Autodefensas Obreras, Autodefensas
Indígenas, y el Partido Revolucionario de los Trabajadores.

En efecto, cualquier recorrido histórico que se haga por los años sesenta, se-
tenta, ochenta y noventa, mostrará un constante nacimiento y desarrollo de orga-
nizaciones obreras, campesinas, estudiantiles, indígenas, políticas, académicas,
religiosas y humanitarias, que propenden por un cambio de estructuras, y que
van siendo, una tras otra, «ahogadas en su propia sangre» (Equipo Nizkor, 2001).

Se deduce, de los elementos planteados, que Colombia se encuentra dentro de un


modelo social conflictivo que, a lo largo de la historia, ha puesto en medio de la gue-
rra contra la insurgencia a la sociedad civil, con las consecuencias que ello implica.
Además, este modelo conlleva a la concentración de tierras, la creación de monopolios
económicos y elitistas que marginan a las grandes mayorías, a preocupantes niveles
de desempleo, desigualdad, violación de los derechos humanos, establecimiento de
estructuras paramilitares, terrorimo de Estado, culpabilización de la sociedad civil y
represión.

Entre los aspectos centrales que queremos ahondar, de este modelo social
conflictivo, está el debate sobre el desplazamiento forzado y el uso, despojo y pro-
piedad de la tierra. Por ello, reconocemos que, desde hace más de dos décadas, el
desplazamiento forzado ha devenido como un hecho de barbarie y tragedia hu-
manitaria; además, es una de las problemáticas que ha despertado el interés de
varios sectores sociales, como la academia, algunos organismos internacionales
y la Iglesia. El desplazamiento ha sido reconocido, en términos internacionales,
como una situación de migración forzada, siendo Colombia uno de los países que
más población desplazada interna genera, con una brecha considerable en los
componentes y características que desencadenan este flagelo.

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Resistencias ciudadanas... / John M. Muñoz L. Elizabeth Preciado R. y Natalia Rivera C.

Colombia ha mantenido periodos de agudización de la violencia, pero tam-


bién de relativa calma. Estos últimos son cortos, y pareciera que atenúan la
constante confrontación. Sin embargo, la violencia se perpetúa, y en cada nuevo
periodo se torna más compleja. Así, se habla de dos periodos que han ocasiona-
do el desplazamiento forzado, naturalmente relacionados con los momentos del
conflicto armado ya mencionados: por un lado, la década del cincuenta, en la
que se sitúa la época de la Violencia, caracterizada por ser un enfrentamiento
de índole político; por otro, desde la década del ochenta hasta hoy, asociado al
conflicto armado y al fenómeno del narcotráfico.

En el primer periodo se inicia el éxodo de población a las ciudades. El se-


gundo periodo comprende dos fenómenos: el afianzamiento del narcotráfico
y el conflicto armado entre múltiples actores, con innumerables injerencias
en la estructura política, económica y social del país. Y la situación que des-
encadena una segunda oleada migratoria, que empieza a manifestarse en
el sobrepoblamiento, y la reconfiguración de los grandes centros urbanos en
función de las dinámicas bélicas.

El desplazamiento forzado de ambos periodos tiene amplias diferencias.


Según Rubio (2004), son fenómenos de naturaleza diferente, y acudir al uno
no significa entender el otro. No obstante, Naranjo (2004) plantea que algunos
estudios coinciden en unas características comunes: la pervivencia histórica,
la continuidad, la larga duración y la agudización que se presenta en cada
periodo. El conflicto armado es por excelencia la principal causa para que se
presenten cambios estructurales en las bases sociales, políticas y culturales; y
se ha convertido en una problemática degradante de la sociedad colombiana,
puesto que ha derivado en una perpetuación generacional, la cual es muy po-
sible que permanezca por largos años.

El conflicto armado ha escalonado vertiginosamente hasta copar el terri-


torio colombiano, lo que conlleva a la configuración de dinámicas y zonas de
expulsión-recepción de población desplazada, de acuerdo a las diferencias re-
gionales. Estas se denominan «geografía del conflicto»: las nuevas territoria-
lidades y la gobernabilidad alterna. Este hecho obedece a decisiones estraté-
gicas de las organizaciones armadas, y además a las condiciones nacionales,
regionales, públicas o privadas que ayudaron a la expansión territorial de los
armados (Iepri, 2006).

La tendencia del conflicto armado en Colombia requiere varias lecturas


que, además de mencionar actores, escenarios y dinámicas bélicas, destaquen

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Revista Trabajo Social N.° 15, enero-junio, 2012

las interrelaciones que se observan del fenómeno, según elementos explicati-


vos desde los cuales se comprenda el desplazamiento forzado. Si bien el con-
flicto es la causa principal para desplazarse, es preciso evitar la interpretación
lineal que sugiere, pues hay que tener en cuenta varios factores que forman
parte de este amplio hecho, como las políticas internacionales y la multiplici-
dad de actores.

El desplazamiento, además de la migración forzada, contiene, como eje cen-


tral e inherente al conflicto armado, el despojo de las tierras de quienes se ven
obligados a partir de su lugar de vida, realizado por manos de paramilitares,
terratenientes, narcotraficantes y grupos armados, tanto de izquierda como de
ultraderecha. Esto no solo implica la pérdida de sus tierras sino también de
los bienes muebles.
Las principales causas para su realización son: i) La intensificación de la
confrontación armada con la guerrilla, en el marco de una disputa por el
control territorial y poblacional en zonas estratégicas para la comercia-
lización y tráfico de armas y droga; ii) la adquisición de predios a bajos
costos en zonas de presencia guerrillera, que posteriormente valorizaron;
iii) el despojo de tierras de la población desplazada; iv) las acusaciones
sistemáticas contra la población civil como supuestos colaboradores de la
guerrilla, y v) las masacres (VerdadAbierta.com, 2009: 1).

El despojo de la tierra en Colombia se sustenta en una mezcla de violencia,


corrupción local y ausencia de políticas públicas que hagan efectiva la restitu-
ción de los derechos de las víctimas. Muchas de las tierras abandonadas por
los desplazados han sido apropiadas ilegalmente por los victimarios, a pesar
de constituir violaciones de derechos humanos y crímenes de lesa humanidad.
Los procedimientos violentos de expulsión de la tierra posteriormente han sido
legalizados mediante diferentes modalidades (CHODES, 2009:17)

Entre las tipologías del despojo, están los casos en los que fue producido por
amenazas directas, el uso de la intimidación, el traspaso obligado de los bie-
nes, falsificaciones, implementación de testaferros e invasiones. Existen quie-
nes, con una pistola en la cabeza, tuvieron que vender sus predios a precios
ínfimos en zonas como Urabá, donde el reconocido jefe paramilitar «Jorge 40»
tenía expandidos sus dominios; razón por la cual en la región se han encontra-
do infinidad de títulos acreditados a testaferros, falsificación de firmas y una
cantidad de formas de estafa.

De igual forma, jefes paramilitares como Vicente Castaño y Raúl Hasbún


utilizaron, en la región de Urabá, una estrategia de usurpación de la tierra que

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Resistencias ciudadanas... / John M. Muñoz L. Elizabeth Preciado R. y Natalia Rivera C.

implicaba la actuación de una red de testaferros, para obligar a la población


a realizar el traspaso de las tierras. Se calcula que para esta zona la restitu-
ción de tierras es de 30 000 hectáreas, lo que se ha convertido en un problema
agudo, debido a los reclamos de las víctimas y a la negación de quienes hoy se
encuentran apoderados de las tierras2.

En palabras de las mismas víctimas podemos ver cómo paramilitares y te-


rratenientes «(...) llevaron desde luego una persona que les iba haciendo los
papeles de una vez. Sí, ellos llevaban quién les hiciera los papeles de las es-
crituras. Pues, entonces por eso es muy difícil, por ejemplo hoy en día, que le
dicen a uno de que uno debe de tener papeles para poder demostrar que uno
dejó tal cosa, es muy difícil» (entrevista a líder desplazado de la comuna 3).

Tres factores empujaron a los grupos paramilitares a ocupar con violencia


el Urabá, y a hacerse a la mayor cantidad de tierras que pudieron. El primero,
expulsar a las guerrillas, y de paso debilitar el movimiento sindical bananero.
El segundo, servirle de brazo armado a muchos empresarios bananeros, gana-
deros y palmeros para ensanchar sus negocios (o ellos mismos convertirse en
empresarios legítimos del agro). El tercero, hacerse a rutas estratégicas para
sacar cocaína y meter armas (VerdadAbierta.com, 2012).

Además, existen territorios que fueron abandonados, por las pocas ga-
rantías para desarrollar en ellos una vida digna y segura; y otros que fueron
adquiridos por los empresarios y élites agrarias, que se beneficiaron de las
condiciones generadas por la violencia para obtener predios a bajos precios.
Razón por lo cual, en muchas de las regiones en las cuales se vivió el conflicto
de manera más enardecida, se dio paso a la creación de nuevas élites agrarias3.

2 Las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá (ACCU) empezaron a despojar


tierras en el Urabá antioqueño desde que entraron a esta región por el municipio de
San Pedro de Urabá, en 1994. Buscaban quedarse con fincas, tanto como combatir
a la guerrilla. Es lo que han confesado algunos exparamilitares ante fiscales de la
Unidad de Justicia y Paz (VerdadAbierta.com, 2012).
3 En regiones como la del Chocó existen en esta lógica grandes dificultades con co-
munidades afrocolombianas, a quienes se habían adjudicado títulos colectivos y
que se ven enfrentados a grupos empresarios de palma, y a testaferros de los pa-
ramilitares. De acuerdo con ello, encontramos el caso en el que un miembro de la
Asociación de Palmicultores, y el representante legal de una empresa palmicultora
(Luis Alberto Flórez e Iván Patiño) fueron condenados por desplazamiento forzado
en el Chocó y como responsables de haber afectado a la comunidad de las cuencas
del Curbaradó y Jiguamiandó. Y el caso de las empresas Chiquita Brands y Dole,

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Revista Trabajo Social N.° 15, enero-junio, 2012

También hay quienes aun poseen los títulos de sus predios, pero no pueden
regresar a ellos porque se encuentran en manos de los grupos armados o invaso-
res, que representan amenazas para la población que se atreva a regresar a ellos.
Es el caso típico que usó Salvatore Mancuso en Córdoba. Ejemplo de ello
ocurrió en Costa de Oro, donde una finca de 885 hectáreas le fue adjudica-
da por el Gobierno a 59 parceleros a principios de los años 90. Nunca pu-
dieron hacer uso de ella porque allí se había instalado Fidel Castaño con
sus hombres, quien dejó que se quedaran algunos de ellos como peones o
arrendatarios. Después Carlos Castaño le «vendió» la finca a Mancuso,
quien le mandó el mensaje a los campesinos que poseían títulos de que
«me vende o le compro a la viuda», que era su frase de batalla. Algunos
vendieron. Pero los que se negaron a hacerlo nunca pudieron volver. Has-
ta ahora que Mancuso reconoció su crimen y lograron la restitución. Pero
casos como este, resueltos en el proceso de Justicia y Paz, son apenas
cuatro en todo el país y no suman ni 2000 hectáreas (Semana.com, 2009).

Se presentan además casos en regiones como Antioquia y Sucre, donde los


mismos desplazados por amenazas y violencia tuvieron que abandonar terri-
torios que ya habían sido adjudicados a la población campesina beneficiaria de
la reforma agraria y que, según la ley de 2007, pueden ser adjudicados a otras
personas si se encuentran deshabitadas por más de cinco años.

Además «hay muchas tierras de víctimas que simplemente quedaron aban-


donadas y que siguen así. En esta situación se encuentran algo más de un mi-
llón de hectáreas, ubicadas en zonas más remotas donde no hay condiciones de
seguridad –por cultivos ilícitos, guerrilla o bandas emergentes– ni de desarrollo
mínimo para un retorno que garantice una vida digna» (Semana.com, 2009)4.

que fueron judicializadas por su vinculación en la generación de desplazamiento


forzado y despojo de tierras.
4 Es el caso de los Montes de María, donde hoy empresarios tradicionales, especial-
mente antioqueños, están comprando tierras masivamente a precios bajos, aprove-
chando el desencanto de la población desplazada, que se cansó de esperar soluciones
(Semana.com, 2009).
El Ministerio de Agricultura, el Incoder y la Superintendencia de Notariado y Re-
gistro pusieron al descubierto una cadena de irregularidades en la transferencia de
alrededor de 40 000 hectáreas de tierras. Cerca de 1600 casos de irregularidades en
trámites de transferencia y tenencia de tierras fueron denunciados por las autorida-
des, sobre aproximadamente 40 000 hectáreas, pertenecientes a la subregión de los
Montes de María, según informó el Ministerio de Agricultura (Semana.com, 2011).

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Resistencias ciudadanas... / John M. Muñoz L. Elizabeth Preciado R. y Natalia Rivera C.

Según estudios realizados por la Comisión de Seguimiento a la Política Pú-


blica sobre Desplazamiento Forzado, la cantidad de hectáreas de tierras usur-
padas o abandonadas por causa de la violencia, entre 1980 y julio de 2010, es
de cerca de 6,65 millones, sin contar los territorios de comunidades étnicas.
Esa cantidad de tierras equivale al 12,9 % de la superficie agropecuaria del
país (Semana.com, 2010). Se calcula, además, que «entre el primero de enero
de 1985 y el 31 de diciembre de 2011, se han producido alrededor de 5 445 406
desplazamientos de personas en Colombia» (Codhes, 2012: 39).

Teniendo, como dato agregado, que el 89 % de los predios contaban con bie-
nes inmuebles, y que la calidad de las tierras era óptima para la producción.
Por lo cual varias familias, víctimas del desplazamiento y despojo de tierras,
aseguran que sus tierras hoy se encuentran al servicio de actividades agrícolas
a gran escala, y en el cultivo y/o transporte de sustancias ilícitas5.

Los paramilitares usaron un sinfín de herramientas para presentar como


legal lo que debe considerarse como destierro, el narcotráfico se confirió muchas
de las mejores tierras del país, y aun las tienen en su poder o se encuentran en
manos de grupos crimanales, de élites y empresarios. No se sabe, a ciencia cier-
ta, cuánta tierra está hoy en manos de los narcos, pero en una década sólo se les
han incautado 457 000 hectáreas, de las cuales solo 40 000 tienen extinción de
dominio, y apenas 3480 serán entregadas por la Dirección Nacional de Estupe-
facientes, para la reparación de las víctimas (Semana.com, 2009).

De esta manera vemos cómo la tierra se convirtió, para los diferentes actores
del conflicto, en botín de guerra, la cual fue usurpada por medio del terror y las
armas, y posteriormente saneada y legalizada por la complicidad de notarios,
registradores y entidades estatales como el Incora (hoy Incoder: Instituto Co-
lombiano de Desarrollo Rural). Se realizaron los despojos para controlar vastas
áreas de territorio, para aprovechar tierras, bienes rentables, y para controlar
corredores estratégicos de movilización de los grupos ilegales armados.

Ante una problemática tan preocupante para la vida social, política y eco-
nómica del país, que, además de agudizar el conflicto genera una serie de alte-
raciones en la vida rural y de la población víctima, es evidente que el Estado

5 Algunos de los usos a los que se encuentra destinada la tierra, según el boletín N.° 79
de la Consultoría para los Derechos Humanos y Desplazamiento, son: cultivo de
coca, alcaloides, narcotráfico, cultivos agroindustriales y explotación de recursos no
renovables, como petróleo y minerales.

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Revista Trabajo Social N.° 15, enero-junio, 2012

y los diferentes actores de la sociedad tienen una responsabilidad ineludible.


Es por ello que, con respecto al desplazamiento forzado y el despojo de tierras
en Colombia, se han dado una serie de respuestas e iniciativas articuladas a
lineamientos nacionales e internacionales: Por parte de la ONU (Organización
de las Naciones Unidas), se planteó la constitución de la Acnur (Alto Comisio-
nado de las Naciones Unidas para los Refugiados), para desarrollar programas
de prevención y atención al desplazamiento.

Dentro del marco jurídico, que para el caso del desplazamiento forzado es el
sustento de la política pública, encontramos, como decisiones importantes: la
creación de la Ley 387, del 18 de julio de 1997, impulsada por sectores académi-
cos, por el movimiento de víctimas, por la Conferencia Episcopal y una serie de
ONG, que reconocen a los desplazados como:
... Toda persona que se ha visto forzada a migrar dentro del territorio na-
cional, abandonando su localidad de residencia o actividades económicas
habituales, porque su vida, su integridad física, su seguridad o libertad per-
sonales han sido vulneradas o se encuentran directamente amenazadas,
con ocasión de cualquiera de las siguientes ocasiones: conflicto armado in-
terno, disturbios y tensiones interiores, violencia generalizada, violaciones
masivas de los derechos humanos, infracciones al derecho internacional
humanitario, u otras circunstancias emanadas de las situaciones anterio-
res, que pueden alterar o alteren drásticamente el orden público (Ley 387,
artículo 1).

Esta ley, con tantos años de vigencia y dificultades, aún no ha cumplido


con sus principales cometidos, en razón de los problemas de índole fiscal que
posee la política pública, por no abarcar los costos de la reparación solicitada
por la Corte Constitucional, y por la inexistencia de un plan de atención que
se corresponda con ellos.
Así, la relación entre la Corte Constitucional y el Gobierno nacional ha
devenido frenética; por un lado, la Corte ha ordenado que se cumpla una
lista de requerimientos que necesariamente implican importantes cifras
presupuestales. Por otro lado, el Gobierno responde retóricamente con
políticas, leyes y diseños institucionales. Esta relación no ha dado lugar
al consenso sobre el costo para lograr el goce efectivo de los derechos.
En efecto, el Gobierno nacional ha destinado partidas anuales, que están
ahora cerca de los 4 billones de pesos, de los cuales gran parte se destinan
a atención humanitaria, mientras que las estimaciones del costo de la
reparación, hasta 2010, pueden ascender a 80 billones de pesos (Codhes,
2012: 52).

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Resistencias ciudadanas... / John M. Muñoz L. Elizabeth Preciado R. y Natalia Rivera C.

Sumándole a esto que los procesos iniciados en el 2005, con la Ley 975 de
Justicia y Paz, no han sido desarrollados a cabalidad: «los paramilitares im-
putados aún no reconocen la magnitud del desplazamiento y del despojo en los
procesos judiciales que se adelantan en el marco de la Ley de Justicia y Paz.
Solo 3918 han sido imputados como desplazamiento forzado, por parte de la
Fiscalía, en contra de los victimarios; una cifra ínfima frente a la magnitud del
desplazamiento forzado en Colombia (Codhes, 2011: 23-24).

Por las falencias presentadas en la Ley de Justicia y Paz, el Gobierno pro-


pone la iniciativa de una nueva ley, que comienza a regir oficialmente a partir
de enero de 2012: la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras, por medio de la
cual se llevan a cabo medidas de atención, asistencia y reparación integral de
las víctimas. Es también una de las medidas pensadas en pro de la restitución
de tierras y reparación de las víctimas. La cual, a pesar de representar grandes
avances en la atención a la población víctima del conflicto armado, representa
dificultades en cuanto a la estabilización, en el mediano y largo plazo, de la
población: ya que la restitución en sí misma no garantiza la reinserción de las
víctimas a la vida social y económica.

En materia de restitución, también hay dificultades, ya que excluye a las víc-


timas despojadas antes de 1991, situación que desconoce más de dos décadas de
desarraigo y guerra interna. «No incluye, dentro de los procesos de restitución,
aquellos casos en los que ocurrió un abandono de tierras, como consecuencia
de presiones, amenazas u otro tipo de intimidaciones de tipo violento, lo cual,
evidentemente quebranta el principio de igualdad entre dos tipos de situaciones
análogas, como son el despojo y el abandono forzoso» (Codhes, 2012: 36).

La Ley de Víctimas presenta además grandes desafíos, debido a la conti-


nuidad del conflicto armado interno, a la ausencia de sistemas de garantías
complejos (que funcionen a pesar de las amenazas a las que aun se ven enfren-
tadas las víctimas), la falta de voluntad fiscal e institucional, de acuerdo con
la magnitud de la problemática que enfrenta y con las características de los
daños a los que se enfrenta. «Sin una solución de paz, la crisis humanitaria se
reproduce por cuenta de los sectores sociales más vulnerables. Sin los recursos
y las garantías necesarias, la Ley de Víctimas corre el riesgo de ser un avance
formal desprovisto del goce efectivo de derechos» (Codhes, 2012: 3).

Desde antes que la Ley de Víctimas entrara en vigencia, la restitución de


tierras planteada desde la política pública para la población desplazada había
sido ineficiente: hasta el 2009 se habían entregado al fondo de reparación de

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Revista Trabajo Social N.° 15, enero-junio, 2012

las víctimas, por parte de los paramilitares, tan solo 6600 hectáreas de tierras
usurpadas o despojadas. Situación en parte generada por la extinción de do-
minio y porque, a pesar de que algunos de los que se apoderaron de las tierras
tenían la intención de entregar más predios, Acción Social solamente recibe ac-
tivos que estén libres de deudas o saneados. Mientras tanto, a los desplazados
solo se les habían entregado 60 000 hectáreas, muchas de las cuales han tenido
que abandonar de nuevo por amenazas y reclamos de las mafias (Semana.com,
2009). Considerar que hasta el 2009 solo un 1 % de las tierras usurpadas ha sido
devuelto a las víctimas, es inelubiblemente hablar de fracaso y de cifras motivo
de preocupación que, según la revista Semana, deberia declararse motivo de
vergüenza nacional.

Presentar un panorama, en términos de estas cifras, es desalentador, y


más aun cuando se trata de más de seis millones de hectareas que fueron
abandonadas, usurpadas, o transferidas, de las cuales fueron expulsadas más
de 385 000 familias, que han intentado recuperar lo que perdieron, pero en
lugar de sus tierras se han encontrado con una serie de amenazas, torturas y,
en muchos casos, asesinatos, como es el caso de 70 líderes de la población des-
plazada asesinados en el periodo 2002-2011. Aparte de que la reparación no ha
cumplido con sus cometidos, se está dando lugar a una contrarreforma agra-
ria, que agudiza el conflicto y convierte el proceso de retorno de la población
víctima a sus tierras en un proceso arduo6, lleno de hostigamiento y peligro.

Asuntos desde los cuales podemos evidenciar que los enfrentamientos entre
las guerrillas y el Estado, los ataques de los grupos paramilitares a la pobla-
ción civil, las disputas por el control de territorios estratégicos, tanto para la
economía legal como para la ilegal, se han constituido en ejes estructurantes
de la crisis humanitaria en la que hoy se encuentra el país. Se hace cada vez
más evidente la relación entre las zonas de desplazamiento y los intereses por
la minería y la agroindustria, componentes de las grandes locomotoras del
plan de desarrollo de la administración Santos (Codhes, 2012: 3).

Si bien es cierto que los grupos armados aparecen como los primeros res-
ponsables del desplazamiento forzado y del despojo de tierras en Colombia, es
necesario ubicar la problemática en un escenario que la conjugue con una serie
de intereses y factores que tienen que ver con el dominio de territorios estraté-

6 Más de 20 años para lograr un título de tierras en Urabá. Estos parceleros de Turbo,
víctimas de paramilitares, son de los pocos que han recibido títulos. Uno de sus líde-
res fue asesinado y varios sufren amenazas (Semana.com, 2009).

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gicos, el posicionamiento del narcotráfico, el desarrollo de proyectos macroeco-


nómicos, las alianzas entre políticos regionales, ganaderos y paramilitares, y
la ausencia del Estado en muchas zonas del país que requieren protección
para la población.

Todo esto, articulado a procesos nacionales e internacionales que hacen que


el desplazamiento forzado, más que un efecto del conflicto armado, se convierta
en una estrategia constitutiva de control y dominación, territorial, económica,
social y política, por parte de los diversos grupos que hacen parte, directa o in-
directamente, del conflicto armado, y que representan intereses particulares.

Los grandes afectados por este conflicto están dentro de la población civil,
la cual se encuentra en medio de las tensiones, intereses y disputas de los
diferentes actores; lo que hace que terminen siendo víctimas de problemáti-
cas como el desplazamiento forzado, donde ineludiblemente se violentan los
derechos humanos. Esta situación ha dado lugar, por parte de la población, a
expresiones de resistencia ciudadana, las cuales serán abordadas a continua-
ción desde un marco teórico y práctico.

Ciudadanías en resistencia: una lucha política por el reconocimiento


de derechos
Una vez expuesto el panorama y la gravedad de las problemáticas ante
las cuales se ven enfrentadas las víctimas, planteamos que, a pesar de sufrir
constantes violaciones a los derechos humanos, de ser despojadas de sus tie-
rras, de ser tratadas como indigentes en muchas ocasiones en los sitios donde
llegan, de perder sus lazos familiares y socioculturales, de la adversidad, y de
los nuevos contextos de violencia en los sitios donde están tratando de rehacer
sus vidas, generan expresiones de resistencia ciudadana que se dan a raíz del
desplazamiento forzado y el despojo de las tierras. Todo ello, con la intención
de visibilizar las problemáticas y reclamar el reconocimiento de sus derechos.

Para abordar esas expresiones y propuestas de ciudadanía, que surgen a


raíz de iniciativas de la población víctima, consideramos necesario realizar
primero un recorrido por la asunción del concepto de ciudadanía, como catego-
ría que resuena a lo largo del espectro político y que, según Kymlicka (1997:
5), es uno de los temas que genera más controversia, y por ello uno de los más
importantes en la política contemporánea mundial. Fenómenos como la crítica
al Estado de bienestar, el colapso del socialismo real, el surgimiento del na-

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Revista Trabajo Social N.° 15, enero-junio, 2012

cionalismo en Europa del Este, las sociedades multiculturales, y sobre todo el


proceso de globalización, han contribuido a que se retome la discusión7.

El concepto de ciudadanía está relacionado con la idea de los derechos indi-


viduales, y con una noción de vínculo en una comunidad en particular. En este
sentido, es preciso indagar la manera en que se crean las condiciones necesa-
rias para el ejercicio de la ciudadanía, y el modo en que se agencia, desarrolla
y consolida en las expresiones de resistencia ciudadana de la población despla-
zada, que ha sido despojada de sus tierras.

Para ello nos referiremos a los planteamientos acerca del concepto de ciu-
dadanía de autores como T. H. Marshall(1998) y David Held (1997), los cuales
constituyen un punto de partida ineludible. Lo primero que hace Marshall,
para el análisis del concepto, es construir una delimitación de los componentes
que lo constituyen y le dan cuerpo teórico, desde elementos impuestos por la
historia y por la lógica: civiles, políticos y sociales8.

Este autor plantea que lograr el estatus de ciudadanía tiene como requisito
el cumplimiento de estos tres tipos de derechos. Si bien frente al tema de la
ciudadanía se han construido varias definiciones, hay una que es fundamental
a la hora de indagar por este tema. Se trata de la planteada, precisamente por
Marshall en el texto anterior, y corresponde al estatus concedido a los miem-
bros con pleno derecho en una comunidad, cuyos beneficiarios son iguales en
cuanto a derechos y obligaciones (Marshall, 1998: 27). Para Anthony Giddens
(Held, 1997 cita a Giddens: 47-48), la ciudadanía es el resultado del conflicto a
través de una lucha por el reconocimiento.

Pese al «logro» en derechos de ciudadanía, existen muchas críticas a esta,


por considerar que los «derechos» ciudadanos siguen entrampados en el marco

7 El texto sobre ciudadanía que se presenta, está basado en el artículo publicado por
John Mario Muñoz Lopera (2008).
8 El primero está compuesto por los derechos necesarios para las libertades individua-
les; el segundo, por los derechos políticos, y el tercero es el derecho social, que tiene
que ver con lo económico y la seguridad social. Tienen respectivamente, como ins-
tancias responsables para su cumplimiento, los tribunales de justicia, el parlamento
y las juntas de gobierno local, el sistema educativo y los sistemas sociales. Además,
fueron desarrollados en diferentes tiempos. En el caso inglés, que ilustra Marshall,
se representan de la siguiente manera: hasta el siglo xvii se desarrolla plenamente
el componente civil; en el siglo xix se desarrolla el componente político y, finalmente,
en el siglo xx el componente social.

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Resistencias ciudadanas... / John M. Muñoz L. Elizabeth Preciado R. y Natalia Rivera C.

institucional y del capital privado, que requieren para sus intereses un ciuda-
dano domesticado. Es por ello que, al hablar de ciudadanía bajo los parámetros
del pensamiento liberal en el mundo contemporáneo, es preciso reconocer las
imposiciones y condicionamientos del Estado y el capital al ciudadano. Es de-
cir, estas dos estructuras de poder desarrollan unos dispositivos para domes-
ticar al ciudadano y lograr, no sólo la aceptación de las reglas de juego en la
sociedad (pensando que es libre para decidir, pensar y actuar), sino que igual-
mente generan mecanismos de control y dominación, para que el ciudadano
acepte, respecto, e incluso defienda, estos escenarios predeterminados de par-
ticipación política, explotación y consumo que imponen las clases dominantes.

Los ciudadanos han doblado en siervos al haber disuelto su poder, al confiar


sólo al Estado la tutela de sus «derechos», al tolerar una democratización falsa
e insuficiente, que no impide al poder político privado modelar la «voluntad
estatal», que facilita el crecimiento, supraestatal, de ese poder privado.

«Los seres humanos han quedado dotados de «ciudadanía» ante el Estado,


cuando no es ya el Estado, un soberano: cuando cristaliza otro poder, superior
o distinto, supraestatal e internacional, esencialmente antidemocrático, que
persigue violentamente sus fines particulares» (Capella, 1993: 152).

Dentro de este panorama los ciudadanos han entregado su soberanía al


Estado, y conferido la tutela de sus derechos, constituyéndose en ciudadanos
domesticados, a quienes desde la racionalidad de la modernidad se les otorgó
una gama de derechos por parte de los Estados modernos, pero tales derechos
fueron instrumentalizados por unos dispositivos fundamentados, en discursos
de derechos y libertades, predeterminados por las estructuras de poder y con-
trol. Y el ciudadano creyó que tales libertades y derechos tenían un referente
para su cumplimiento al Estado, despojándose de su participación en la vida
pública o creyendo que las dispositivos legales y políticos eran el manto que
protegía su condición de ciudadanos; esto, por creer en ese gran hermano o la
comodidad de la esfera privada.

De esta manera, podemos complementar las formas de domesticación del


ciudadano haciendo alusión a aspectos relacionados con el poder económico em-
presarial, la dualidad entre el poder público y privado, la manipulación de los
medios de comunicación, los marcos normativos y dispositivos jurídicos, como
formas de control y dominación social; la poca posibilidad de participación po-
lítica, la incidencia de las formas y medios de consumo, como una forma de es-
clavitud moderna, la violencia y el conflicto como medios de opresión, control y

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subordinación, y la desigualdad social histórica. La ciudadanía no es, en sí mis-


ma, más que un indicio precario de libertad. La ciudadanía universal abstracta,
que solo levemente democratiza la sociedad; que no penetra, por ejemplo, en la
familia ni el trabajo doméstico, donde la autoridad, sigue siendo preliberal, pese
a estar definida en las representativas leyes, etc. (Capella, 1993: 149).

Sin embargo, la resistencia ciudadana busca filtrar esas estructuras de poder.


Es lo que Franz Hinkelammert llamó la vuelta del sujeto reprimo y aplastado,
del ser humano como sujeto de esta racionalidad, que se enfrenta a la irracio-
nalidad de lo racionalizado. Es esta perspectiva, la liberación llega a ser la re-
cuperación del ser humano como sujeto (Hinkelammert, 509: 2006). Es por ello
que, según esta reflexión, consideramos que la política, su ejercicio y pertinencia
en la realidad social contemporánea, se hace manifiesta en el intersticio de la
tensión-distensión entre la sociedad y el Estado; es decir, donde no medie ningún
mecanismo de subordinación, coerción o predisposición, permitiendo el libre des-
pliegue de la ciudadanía, sin ataduras a los compromisos institucionales.

Lo cual nos permite comenzar a indagar por otras formas de expresión de


la ciudanía que, a pesar de contener puntos de encuentro con las ya expuestas,
escenifican la ciudadanía de forma diferenciada. Pare ello fundamentaremos
la discusión desde los planteamientos de autores como Scott, Holston, Ma-
fessoli y Randle; y esas formas de escenificación diferenciadas las denomina-
remos como expresiones de resistencia ciudadanas, que distan de las formas
tradicionales enmarcadas en el horizonte institucional y en los mecanismos
creados para que el ciudadano ejerza su función política.

La resistencia ciudadana tiene matices que están en permanente renova-


ción, evidenciando realidades que la mayoría de las veces pasan desapercibi-
das para el común de la sociedad. Ese tipo de estrategias son precisamente lo
que nos llama la atención a la hora de analizar las expresiones de resistencia
ciudadana; esas formas de tejer poder desde lo aparentemente invisible, sutil
o simbólico. Un poder legítimo al interior de las comunidades en que se gesta,
y motor de fortalecimiento de sujetos colectivos en resistencia, que reivindican
sus derechos, o incluso inducen a la creación de otros.

Estas formas alternas de manifestar la resistencia frente al poder, son la


otra cara de la ciudadanía, que está por fuera de la órbita estatal. El Estado
ha tratado de invisibilizar, o neutralizar, a los ciudadanos que plantean una
crítica a las estructuras del poder, incluyendo ese Estado. Estas expresiones
alternas de ciudadanía son lo que Holston denomina ciudadanías insurgentes:

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es la construcción de imaginarios de los excluidos a través de su propia expe-


riencia, aparte del Estado, donde los ciudadanos están informados y son compe-
tentes para tomar decisiones sobre ellos mismos y articular sus organizaciones,
considerando su experiencia organizada como la base de un ejercicio ciudadano,
dentro del cual se participa y se crean instituciones sociales y leyes que produ-
cen las condiciones de la vida urbana (Holston, 2008: 248).

Para Holston, al igual que para Scott, estas formas de manifestar la re-
sistencia ciudadana tienen que ver con una nueva forma, no solo de reclamar
derechos sino de exigir la incorporación de otros, y coinciden en la manera de
manifestar dichos reclamos. Evidencian cómo la resistencia y sus expresiones
de ciudadanía no se reducen solamente a la teatralización de la política, y
cómo esta no se restringe a los espacios públicos estatales. Además, existe una
dimensión y un campo de posibilidades de acción de la resistencia por debajo
de la macropolítica, que encuentra la forma de incursionar y trastocar las es-
feras amplias de esa macropolítica; y es allí donde los factores que producen el
régimen político movilizan a las ciudadanías insurgentes.

La resistencia ciudadana contempla también la posibilidad de negociación,


y se plantea como una forma de lucha, ya no de grandes organizaciones sino
de pequeños grupos, e incluso de individuos que reclaman por sus intereses
grupales; esto, dentro y fuera de los escenarios de participación creados por el
Estado. En este sentido, Scott aduce que la resistencia está en redes informa-
les de la familia, vecinos, amigos y la comunidad, en lugar de una comunidad
formal; estas ofrecen una estructura y una protección a la resistencia. Como
se realiza en pequeños grupos, individualmente, y, si es masiva, recurre al
anonimato de la cultura popular o a verdaderos disfraces, la resistencia está
bien diseñada para frustrar la vigilancia (Scott, 2000: 236).

Son precisamente esos espacios en donde los dominados elaboran sus pro-
pios códigos identitarios y configuran sus repertorios, para intentar que sus
acciones y expresiones de resistencia ciudadana, que generalmente están in-
mersas en un contexto de violencia, lleguen a su cometido; y de esta forma
los ciudadanos satisfagan sus derechos fundamentales y reivindicaciones, y
protejan su seguridad personal.

Por lo tanto, el punto neurálgico de la resistencia ciudadana (en contextos


de violencia prolongada, conflicto y guerra, como en Colombia) es plantear
expresiones de ciudadanía que están incluso por fuera de las reconocidas por
el Estado. Estas tienen que ver con una lucha que trasciende las fronteras

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normativas e institucionales del Estado, y que ponen sus reivindicaciones en


contextos internacionales para la protección de sus vidas y sus derechos.

La resistencia ciudadana no se restringe a los modelos de las ciudadanías


republicanas y liberales referenciadas anteriormente. No está atomizada ni
circunscrita a las fronteras territoriales e imaginadas de Nación, donde las
expresiones de ciudadanía tendrían sus acciones en la construcción institu-
cional creada para ello; en la que cualquier tipo de expresión diferencial al
marco legal sería un atentado contra ese orden establecido de participación y
reconocimiento restringido de derechos. O, lo que podría ser más nocivo, en la
que estos derechos de ciudadanía estuvieran entrampados en la maraña insti-
tucional, oficialmente estipulados, pero no en la práctica.

La resistencia ciudadana incorpora, dentro de sus formas de expresión, lucha


y organización, diversas acciones, como las manifestaciones artísticas, que usan
para mostrar, desde lo performático (la música y el teatro, entre otras), el flagelo
en el que están inmersos por culpa de los actores armados y por la falta de ga-
rantías de seguridad por parte del Estado. Una manera simbólica, ritualizada,
de organización y denuncia pretenden hacer escuchar sus problemáticas.

Para Michael Randle (1998: 25), la resistencia civil es un método de lucha


política colectiva, y un elemento de construcción de ciudadanía política que
moviliza a la población civil, retirándole consenso a un poder establecido, para
socavar sus fuentes de poder. Se trata de una acción colectiva con una ética
pacifista y con objetivos múltiples, que se convierte en una opción política en
la cual se toma conciencia de la potencia de la movilización colectiva para
oponerse a formas verticales de ejercicio del poder. La ciudadanía no debe ver-
se exclusivamente como un repertorio de derechos «reconocidos» por aparatos
estatales. Esta debe trascender hacia prácticas sociales, culturales, con un
ejercicio activo de la vida pública.

El derecho de resistencia, por lo tanto, puede ser ejercido en el momento


en que una corporación artesana, o la entera comunidad, incluso un individuo,
vean alteradas por el poder central ciertas prerrogativas positivas, válidas
de hecho o por tradición. Maffesoli (2005: 20) expone que, para ilustrar esto de
manera más concreta en la realidad latinoamericana, podemos hacer referen-
cia a una concepción identitaria de la ciudadanía, que es el pilar de la per-
cepción política estatal y unicista del mundo que se estableció en gran parte
de las repúblicas latinoamericanas. Efectivamente, el sustrato vinculado con
la ciudadanía es aquel de la síntesis de la diversidad cultural y de las múlti-

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ples identidades en una sola. Refiriéndonos únicamente a América Latina, se


puede observar en la instauración de la noción de ciudadanía, las diferentes
contradicciones culturales e históricas que han existido, tanto en los diferentes
proyectos societales como en las relaciones de poder inscritas en el proceso de
construcción de los Estados.

La historia de la ciudadanía en América Latina, tal como lo plantea Maffe-


soli (2005: 24), muestra claramente que no existe una sacralidad en la ciuda-
danía republicana, sino todo lo contrario: la mayoría de los grupos e individuos
otorgan un sentido mayor a las relaciones de compromiso, de pactos solidarios,
de reciprocidades políticas y cívicas, e incluso a las filantropías cotidianas que
puedan producirse en el momento de la interrelación misma.

En el marco de estas realidades surgen propuestas alternas que reivindi-


can, desde las manifestaciones colectivas e individuales, otras maneras de ha-
cer la política. Como lo es el caso de las expresiones de resistencia ciudadana, o
propuestas de ciudadanías alternativas, que se dan a raíz del desplazamiento
forzado y el despojo de tierras en Colombia, con la intención de visibilizar las
problemáticas y reclamar el reconocimiento de los derechos.

A pesar del peligro que representa, y de las dificultades a las que se ven
enfrentadas, estas poblaciones deciden comenzar a juntarse para desarrollar
y madurar procesos organizativos a través de expresiones de resistencia ciu-
dadana, para lograr ser escuchadas y reclamar los derechos vulnerados por las
dinámicas bélicas del país9.

Gran parte de la población desplazada y despojada comienza a tener como


necesidad inmediata, para la restructuración de su vida social, cultural y
económica, el establecimiento de procesos organizativos que la vinculen y la
tengan en cuenta como ser social, que le permitan desarrollar la capacidad
para discernir entre la validez de vivir o no en determinados lugares, que se
conviertan en centros de presión reivindicativa en los cuales se aprenda a de-
sarrollar y gestionar proyectos que le permitan mantenerse informados acerca
de las instituciones del Estado y sus tareas, que comprendan y debatan las
leyes que les favorecen y tienen en cuenta, y que logren la articulación a través

9 Como lo es el caso de la Asociación de víctimas en Urabá conformada por más de


2.600 familias quienes exigen la restitución de más de 30.000 hectáreas que hoy en
día se encuentran en poder de los paramilitares.

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de la situación social del desplazamiento, para dar sentido a lo que considera-


mos como ciudadano político y en resistencia10.

Es por ello que se ha dado lugar a la creación de espacios como la Mesa


Nacional de Víctimas, que, en el establecimiento de la Ley de Víctimas en com-
pañía de importantes actores de la sociedad civil y organizaciones de víctimas,
hizo reiterativas observaciones y demandas anteriores a la presentación de
la ley y a los procesos que se llevan y llevaron a cabo en la implementación y
diseño de la ley. Se cuestionan aspectos y articulados que contienen límites en
la reparación y configuración de la misma, siendo enfática en tratar de lograr
perfeccionar la ley, mas no de ir en contra de ella como tal. Por lo cual, el tema
de la participación e incorporación de las víctimas en el proceso de desarrollo
y elaboración de la ley es un aspecto que no podemos dejar de tener en cuenta,
ya que desde el momento mismo de la radicación del proyecto de ley, hasta
su reglamentación, las organizaciones sociales han llevado a cabo un trabajo
complejo, tratando de plantear propuestas autónomas y al mismo tiempo bus-
cando espacios para una participación real e influyente.

Aun más cuando las mismas organizaciones y la sociedad civil como tal
piensan que, a pesar de que la participación debe considerarse como un prin-
cipio transversal a la ley, ella misma nació con una seria falencia en esa ma-
teria. Tal sentir se debe a la insatisfacción de las víctimas, por que pareciera
que no existió un auténtico proceso de discusión del proyecto de ley, y porque
las diferentes propuestas de las víctimas, planteadas en procesos legislativos
y diferentes escenarios, no pudieron llegar a ser discutidas11.

Además de estos ejemplos de organización, en cuanto al tema de restitución


y víctimas, algunos testimonios recogidos, como los veremos seguidamente,
muestran expresiones de resistencia, que rompen con muchas de las formas

10 La Corporación Nuevo Arco Iris fue una de las primeras organizaciones no guber-
namentales en denunciar organizaciones criminales que atentan contra la vida de
víctimas y campesinos reclamantes de sus tierras.
11 Cerca de 20 demandas contra la Ley de Víctimas han sido radicadas ante la Corte
Constitucional. Pero, a pesar de que la mayoría no buscan su derogatoria, es eviden-
te que varias organizaciones de víctimas y derechos humanos consideran que existen
una serie de aspectos problemáticos sobre los cuales deberá pronunciarse en el corto
plazo la Corte, con el fin de mejorar y subsanar algunas disposiciones que reducen el
alcance de los derechos, estándares y garantías reconocidos (Codhes, 2012: 35).

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tradicionales. Esta lucha por el reconocimiento de los derechos, y por la incor-


poración de otros, se desarrolla en contextos de violencia prolongada.

Teñir de colores las expresiones de resistencia, o la confrontación en la calle,


supone ocupar los espacios públicos de la ciudad mediantes riadas humanas
que subsumen y engullen los signos políticos distintos, de grupos o movimientos
específicos, para acabar constituyendo la imagen de una multiplicación de sub-
jetividades políticas (Expósito, 2003: 7).

«La resistencia es más saber hacerla, porque no es como mucha gente


cree que resistir es enfrentar, resistir es perdurar, es durar, es sobrevivir.
Yo creo que resistir es sobrevivir pero sabiéndolo hacer, porque yo he creído
siempre en la libertad de que la acción tiene que tener un propósito» (entrevis-
ta a lideresa desplazada).

Las tomas y las movilizaciones, incorporadas por la población que ha sido


despojada y que está en situación de desplazamiento forzado, como parte de
su estrategia política tuvieron diversos propósitos, entre ellos: lograr la ayuda
humanitaria del Estado, tener visibilización y reconocimiento, no solo por par-
te del Estado sino por la sociedad en general, en relación con los derechos que
le fueron conculcados.

«Si uno no se metiera a las calles y reclamara, si uno no le hace ver al Esta-
do verdaderamente que la gente no está tan ciega como ellos creen, porque el
Estado pensó, ellos dijeron, estos campesinos estaban dormidos, esta gente no
conoce y esto va a ser facilito, los tiramos a la calle, los matamos y ya. Resulta
que el enano se les creció, se les volvió grande el enano, porque la gente con
este desplazamiento llegó a la ciudad, tuvo conocimiento y empezaron a tener
mucho conocimiento» (entrevista a líder desplazado).

Nuevos sujetos sociales imaginan, elaboran y difunden nuevas herramien-


tas cognitivas, de subversión, de comunicación, específicas de las nuevas con-
diciones históricas. Trabajan diversos tipos de desobediencias, que sirven tam-
bién a la emergencia de nuevos sujetos políticos (Expósito, 2003: 9).

La visibilización y el reconocimiento tienen una importancia fundamental


para las personas desplazadas forzadamente. En los procesos de reclamación
se van construyendo referentes, códigos y símbolos que identifican a esta po-
blación como un colectivo, con unos lazos que los unen, una condición de vul-
nerabilidad que marca el horizonte de la lucha por los derechos y posibilita
que se den apuestas desde lo que los reúne como iguales, en relación con la

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problemática que defienden y por la cual luchan, pero reconociendo que son
diversos en cuanto a los referentes culturales y sociopolíticos.

«Yo sigo luchando pues yo sigo resistiendo hasta lo máximo y yo les digo
hagamos, vamos al Ministerio del Interior, vámonos a pie a Bogotá y yo, vea yo
cómo estoy de viejita, y yo soy capaz de medirme a eso, pero hay que visibilizar
todo» (entrevista a lideresa desplazada).

El reconocimiento como individuo y colectivo, como un nosotros, tiene múl-


tiples connotaciones. Además de incidir en el acceso a los derechos, pone en la
escena pública nacional e internacional el valor que tienen para la población
desplazada los sitios desde donde fueron desarraigados, más allá de los derechos
materiales violentados, que no se subsanan con la ayuda básica y temporal de la
atención humanitaria. Ellos conceden un lugar muy importante a sus referentes
culturales y sociales, a las construcciones ancestrales con los otros y a la relación
con el entorno que ha delineado lo que son como individuos y colectivo; algo que
fue arrancado de un solo tajo cuando fueron desterrados de sus lugares.

«Nosotros hacíamos las tomas para que vieran a la gente desplazada. Que
la problemática que nosotros teníamos era del Estado, que fuéramos recono-
cidos. Entonces ahí fue que se empezó a hacer una negociación, empezamos
a negociar de que fuéramos reconocidos como desplazados. Entonces fue ahí
donde empezaron a meternos en el sistema, ahí fue donde empezamos a apare-
cer en el sistema de la Red de Solidaridad» (entrevista a lideresa desplazada).

Las formas de expresión de resistencia ciudadana por los derechos no solo


se quedan en lo organizativo para demandar del Estado los compromisos que
le corresponden en el marco de la política pública, sino que también se han
dado en escenarios micro (entre familias, cuadras, barrios, grupos étnicos,
etc.). Es decir, la condición de vulnerabilidad, y las acciones de resistencia que
la seguían, se movían en varios frentes, por medio de la solidaridad: encon-
trarse y verse como iguales, como aquellos a quienes no solo se han violado sus
derechos, al ser desterrados, sino que aun siguen perseguidos por el estigma
de ser desplazados.

Elevar las denuncias ante los organismos internaciones ha permitido que


sus problemáticas estén en el escenario internacional, y que su lucha por la
ciudadanía política represente expresiones de ciudadanía en resistencia que
transcienden las fronteras de lo nacional y los marcos tradicionales. En este
sentido, Sousa (1998) plantea que, para que la ciudadanía sea más igualitaria,

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democrática y consecuente, debe ser desterritorializada, descanonizada y re-


construida de manera socialista.

«Nosotros estuvimos el año pasado en el Congreso de la República, en el


Salón Elíptico, estuvimos cuatro días rindiendo declaraciones y dando testi-
monios, tuvimos gente de todos los departamentos, representantes de todos los
departamentos reunidos ahí. Cuatro días ahí con nueve magistrados de nueve
países. Estuvieron pidiendo esos testimonios. Se fueron aterrados con los tes-
timonios de la gente, con las declaraciones de lo que les ocurrió, y entonces se
ponían a llorar y no podían terminar lo que estaban contando. Entonces ellos
nos llamaron por allá detrás del salón. Le hicieron una condena a este país
tremenda» (entrevista a líder desplazado).

La resistencia ciudadana, vista desde la perspectiva que viene desarro-


llando la población que ha sido despojada o en situación de desplazamiento
forzado, se despliega en pequeñas escalas sociales: individual, familiar, ba-
rrial, dentro o fuera de los escenarios locales. Es decir, estas comunidades van
incorporando los diversos disfraces de la resistencia ciudadana, que están en
permanente renovación y construcción debido a los contextos de violencia que
tienen que sortear, en los cuales está en riesgo la desarticulación de la organi-
zación por los actores del conflicto o por el mismo Estado, o incluso por el riesgo
de perder la vida. En esta medida, a través de dichas acciones de resistencia
ciudadana, buscan burlar la vigilancia de los «señores de la guerra», y a la vez
constituir formas alternas de manifestar la condición de ciudadanía.

La pervivencia del espíritu de comunidad, a pesar de la violencia y de los


procesos de fragmentación, no está erosionada. La gente sigue respondiendo
a un principio de comunidad, de solidaridad, de sentirse miembro de un yo
colectivo, de una comunidad de vecinos que en sí es un acto político, aunque en
muchos casos los mismos desplazados no lo perciban como tal.

Los desplazados cargan con un acumulado histórico, cultural, de vivencia del


territorio de donde proceden. Es decir, en ellos no hay un corte de la memoria, lo
que han sido lo traen consigo y todo esto es reconstruido en un nuevo escenario.
Muchas veces esta es la fuerza que les permite seguir perviviendo, resistiendo y
desarrollando nuevas acciones de resistencia ciudadana, individual y colectiva.

Entre las estrategias de resistencia ciudadana están aquellas que se ubican


en el marco jurídico tradicional de la reclamación de derechos. Sin embargo,
hay otras que tienen que ver con expresiones diferentes, que van incorporando
a la población de acuerdo con las oportunidades políticas o la necesidad de

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mimetizar sus acciones, ya que, como se viene diciendo, se actúa en contextos


de violencia.

«La obra [de teatro] era como uno lo vivió en carne propia. Y ¿sabe cómo fue el
desplazamiento de allá, que llegaban los paramilitares a las fincas, o el Ejército
desplazaba la gente?, y entonces así mismo nosotros lo hicimos. Había un grupo
que llegaba a las fincas o llegaba a las casas. Conseguimos unas pistolas de juego
e hicimos de palo, y bueno, con morral y con sus hijos. Igualmente como fue el
desplazamiento, entonces hicimos esa obra de teatro, la masacre, ahí mostramos
cómo fue la masacre de El Golazo [Urabá]» (entrevista a lideresa desplazada).

La búsqueda de nuevas formas de denunciar y exigir el cumplimiento de


los derechos conculcados ha llevado a la población desplazada a moverse en
formas ocultas, simbólicas, que tienen que ver con el uso de códigos y mane-
ras de escenificar el lenguaje verbal y corporal con el que se identifican como
un nosotros; y a la vez, con estas expresiones de resistencia, neutralizan o
confunden al extraño. Estas acciones que tienen que ver con gestos, rumores,
chismes, cuentos, canciones, ritos, etc., es lo que Scott llama la «infrapolítica».

La ciudadanía así expresada estaría más cercana a una concepción prác-


tica y cotidiana de ella; en la construcción del día a día, en los compromisos y
la lucha por las necesidades cotidianas, individuales y colectivas, y no en las
ofertas de formación ciudadana que vienen desde la institucionalidad estatal.

En el proceso de reclamo por los derechos, las expresiones de resistencia


ciudadana van incorporando diferentes formas y estrategias para manifestar
su inconformidad con la condición de desplazados y con el incumplimiento por
parte del Estado de sus obligaciones legales y constitucionales. Una de estas
formas tiene que ver con realizar manifestaciones en lugares donde las de-
mandas puedan ser escuchadas y donde las acciones garanticen que los medios
de comunicación, como mínimo, registren la noticia, esto da mayor contunden-
cia a las expresiones, y busca solidaridad y apoyo en la sociedad.

«Nosotros lo hacemos en puntos claves [sic], porque es donde llegan los me-
dios de comunicación y son los puntos prohibidos, pero ahí es donde nos pueden
escuchar. Nosotros nos tomamos la UAO, ¿con qué propósito?, de que nos escu-
chen a nivel nacional y en Bogotá, que nos escuchen cuál es la problemática de
los desplazados» (entrevista a líder desplazado).

Las acciones de resistencia ciudadana tienen dos ámbitos: las institucio-


nales y las no institucionales. Las primeras tienen un carácter formal,

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reconocido ante el Estado, que les confiere legitimidad. Las segundas se


desarrollan por fuera de los espacios formales, públicos, y mezclan los
rumores, comentarios, empatías y antipatías, etc. Allí surgen unas redes
de alianza y confrontación que van reacomodando las relaciones de poder
(Osorio, 2007: 536).

La concientización tiene que ver con una recuperación, cualificación y con-


textualización de las expresiones de resistencia ciudadana, que se fortalecen
con los procesos que se van desplegando en el reclamo de los derechos. Esto
tiene que ver con los procesos educativos y de aprehensión de formas legales,
asociativas y organizativas, como una estrategia para movilizar recursos y que
el reclamo de derechos transgredidos sea pertinente y eficaz. También se teje
en el día a día, en las relaciones entre los vecinos, en la construcción individual
y colectiva frente a un proyecto comunitario. Esta construcción va gestando
la unión de esfuerzos en los intercambios culturales, en la colectivización de
los problemas individuales y familiares. Todos estos procesos van cimentando
el sujeto colectivo, que vive, padece, y que tiene como opción una lucha por el
reconocimiento como comunidad a la cual le han vulnerado sus derechos.

«Hay un trabajo muy grande, porque el primer acto de hacerlo es educar


la gente y concientizarlos que la historia de un país se puede cambiar es con
acciones no de hecho solamente, sino de una conciencia que no se venda, que
no se deje comprar, que no se deje vender. Ese es uno de los pasos que hay
que seguir a caminar y para concientizar la gente, muy difícil por el hambre
del país» (entrevista a lideresa desplazada).

La toma de conciencia tiene que ver con una dignidad que pretende ser de-
construida, menoscabada, violentada, usurpada. Por ello, la dignidad se con-
vierte en un bastión fundamental que guiará la lucha de los desplazados en la
defensa y reconocimiento de sus derechos. El conflicto armado en Colombia ha
generado unas huellas de dolor, muerte y despojo, que difícilmente olvidarán
las comunidades desplazadas, ya que la problemática sigue latente y poco se
ha hecho para resarcir a las víctimas de este flagelo.

Pero, a pesar de todas las adversidades por las cuales ha tenido que pasar
la población desplazada, una cosa sí parece estar clara: y es que en la memoria
individual y colectiva ha quedado incrustada la resistencia ciudadana como una
condición de lucha por los derechos que trasciende incluso el marco normativo,
y ha permitido que aquellos que vinieron del campo, únicamente con el dolor
de lo perdido, trabajen en la posibilidad de estar juntos y de construir, desde lo

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individual y colectivo, formas de reconocerse y ser reconocidos, como personas


que fueron desarraigadas, no solo de sus permanencias sino de sus derechos.

Consideraciones finales
Las expresiones de resistencia ciudadana descritas en este texto son mues-
tra de los procesos de maduración, fortalecimiento y consolidación, en el su-
mario de participación y defensa de los derechos de la población vulnerada.
Estas expresiones, que inicialmente se movían más en la coyuntura, en la
ayuda humanitaria, en las necesidades básicas, posteriormente fueron incor-
porando estructuras organizativas más formales, para reclamar derechos que
les fueron conculcados. Y fueron cualificando y potenciando sus acciones, por
medios legales o por las vías de hecho. Este aprendizaje significó la posibilidad
de pensar ya no solo como individuos, sino como colectividad.

Con la crisis del Estado-nación y en todo el proceso de crisis de la ciudada-


nía estatal en general, habría que reivindicar o retomar una visión de la ciu-
dadanía a partir de la gente misma; ya que dicha condición debe pensar, ante
todo, en relación con el otro, con los otros, no exclusivamente con el Estado. La
idea de ciudadanía, concebida así, rompe con la idea Estado-céntrica de ella.

Todo este trasegar, como población desplazada, ha generado que estas co-
munidades tengan otra forma de ver la política y de desarrollar su condición
de ciudadanía; en todo este proceso de lucha ha gestado apuestas diferentes de
ciudadanía en resistencia. Esto es precisamente lo que creemos que se debe ex-
plorar en nuevas investigaciones: expresiones de ciudadanía no delineadas por
el Estado y forjadas en la permanente disputa por los derechos. Solo de esta
manera las expresiones ciudadanas, libres de cualquier tipo de subordinación,
cobrarían sentido, y permitirían abrir espacios para un ejercicio de la política
más abierto y menos domesticado o silenciado por los regímenes políticos.

No podemos dejar de mencionar dos puntos muy importantes, sobre la ciu-


dadanía y la lucha por el reconocimiento: el primero tiene que ver con que la
ciudadanía se define en relación con una comunidad de iguales, con un noso-
tros, con un yo colectivo; también se define con referencia a un otro diferente.

El segundo es que la clave de estas expresiones alternativas de ciudadanía


es el reconocimiento, sobre todo en un mundo contemporáneo que ya no fun-
ciona monolíticamente sino en lo plural. La ciudadanía ya no es singular, ya

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se trata de ciudadanías plurales; y pluralidad significa reconocer al otro y ser


reconocido por el otro. Pero, para ser reconocido por el otro, y reconocer al otro,
necesariamente debo construirme como yo y como un nosotros, como actos in-
dividuales que, a la vez, tienen proyección colectiva.

De esta manera, queda claro que en esta lucha por los derechos conculcados
que están desarrollando los desplazados, se anidan expresiones de ciudadanía
fuera de las convencionales, tanto en la forma de reclamarla como en la de
concebirla. Sin embargo, no podemos cerrar la discusión sobre una fundamen-
tación teórica de una nueva ciudadanía; queda, más bien, un debate abierto
sobre estas expresiones de ciudadanía en resistencia, en contextos de violencia
prolongada como la colombiana.

Probablemente, con todas estas experiencias y expresiones de resistencia


ciudadana, que hemos descrito de manera global para la población en situa-
ción de desplazamiento forzado, podemos estar eventualmente en presencia de
una forma más completa, políticamente hablando, de concebir la ciudadanía.

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85
Las políticas públicas en juego. El caso de las relaciones bifrontes
entre las niñeces, infancias y adolescencias de Argentina.

La adopción de niños ante una nueva oportunidad


Resumen

El artículo es producto de un proceso de investigación mayor acerca de las políticas sociales dirigi-
das a la niñez y la adolescencia durante el primer peronismo, esto es, entre los años 1945-1955. En él
se indaga acerca de las condiciones contextuales y políticas en que se han desarrollado las prácticas y
políticas adoptivas de niños en la República Argentina. Estructurado en seis jalones, se recorren distin-
tos acontecimientos, que rodearon tanto la emisión de políticas infantiles cuanto las prácticas adoptivas
de niños en Argentina, y los procesos de apropiación acontecidos durante la dictadura militar que asoló
al país entre 1976-1982. Se elaboran lineamientos de reflexión e intervención dirigidos a los cientistas
sociales, y en especial a los trabajadores sociales, fundamentando la reflexión en el respeto y promoción
de los derechos humanos y sociales.

Palabras clave: políticas públicas, adopción de niños, derechos humanos.

Policres at stake. The case of brifontes between chid, hoods and teens
in Argentina

Abstract

The article is the result of a major research process about social policies aimed at children and ado-
lescents during the first Peronism, that is, between the years 1945-1955. It asks about the contextual
and politics conditions in which have been developed policies and adoptive practices for children in
Argentina. Structured into six milestones, they go to different events, surrounding both the emission
of policies children as adoptive practices of children in Argentina, and appropriation processes that
occurred during the military dictatorship that ravaged the country from 1976 to 1982. Guidelines are
developed reflection and intervention aimed at social scientists, especially Social Workers, basing re-
flection on respect and promotion of social and human rights.

Keywords: public policy, adoption of children, human rights.

María Felicitas Elías. Licenciada en Servicio Social, UBA. Magíster en Políticas Sociales, Movimientos Sociales y Servicio
Social, PUC-UNLP. Candidata a doctora en Ciencias Sociales, Facultad de Ciencias Sociales, UBA. Profesora titular regular
de la Facultad de Ciencias Sociales, UBA, y de la Maestría en Problemáticas Sociales Infanto-Juveniles, UBA.
Investigadora. Actualmente dirige el proyecto UBACYT W 01/74 «Los derechos sociales de niños, adolescentes y familias
en tres provincias argentinas: modificaciones en las políticas, las intervenciones institucionales y la organización fami-
liar», financiado por Programación UBACYT 2011-14, Grupos Consolidados. Radicado en sede en la carrera de Trabajo
Social, Facultad de Ciencias Sociales, UBA. Disponible en: www.sociales.uba.ar/investigacion
Correo electrónico: [email protected]
Revista Trabajo Social N.° 15, enero-junio, 2012 pp. 87-110

Las políticas públicas en juego.


El caso de las relaciones bifrontes entre las niñeces,
infancias y adolescencias de Argentina.
La adopción de niños ante una nueva oportunidad

María Felicitas Elías


Universidad de Buenos Aires

Introducción
La «cuestión»1 de la niñez y la política estatal en diversos contextos histó-
ricos y diferentes sociedades fueron y son fuente de debates, preocupaciones e
iniciativas gubernamentales y privadas. Así lo indican el sinnúmero de teorías,
propuestas y acciones registradas a lo largo de la historia de Occidente. La Ar-
gentina del tercer milenio no escapa a este escenario. La profusa legislación
existente, el diseño y ejecución de programas y proyectos lo demuestra y pone
en evidencia posturas disímiles, y hasta contradictorias, a la par que expresan
tensiones, avances y retrocesos. Estas condiciones se actualizan a partir de la
presentación que realizó el Poder Ejecutivo Nacional, en agosto de 2012, del
Proyecto de Reforma del Código Civil y Comercial, y con él la ley adoptiva para
su debate en el Congreso de la nación Argentina. Con esta perspectiva, que sin

1 Cito textualmente la denominación que Oscar Oszlak y Guillermo O’Donnell dan a


una de las seis dimensiones que facilitan diseñar estrategias de investigación de polí-
ticas públicas para los Estados latinoamericanos, objeto principal de estudio de estos
autores. La cuestión, denominación dada por los autores al tema, el problema, aquello
sobre lo cual se tejen alianzas, se organiza la acción y la reacción, y sobre la que el
Estado toma posición y define o no una política estatal (Oszlak y O’Donnell, 1981).

Artículo científico. Recibido: septiembre 1 de 2012. Aprobado: marzo 31 de 2013.

89
Las políticas públicas en juego. El caso de las relaciones bifrontes... / María Felicitas Elías

lugar a duda reactualiza intereses y tensiones, me pregunto acerca del lugar


que el niño ocupa en la sociedad y el papel que esta le asigna, en especial en la
política adoptiva, tanto a la hora de la legislación como a la hora de las prác-
ticas sociales, porque entiendo que en esta relación se reitera la aparición y/o
permanencia de más de un frente, y de más de una cara, en la resolución de la
política. Es esto lo que caracterizo como bifrontalidad de las políticas. Estado
bifronte cuando toma posición y cuando no la toma; bifrontalidad de los actores
que llevan adelante prácticas individuales y sociales en la temática adoptiva.

No debatiré aquí acerca de las similitudes o no de las políticas y acciones


producidas en Estados con Gobiernos democráticos o Estados con Gobiernos
autoritarios, porque el interés es otro. Y queda claro que en nuestra historia
como país y como sociedad los autoritarismos encarnaron intereses antipopu-
lares, en los que la definición de política pública se orientó al disciplinamiento
social y a la facilitación de la acumulación de riquezas, beneficios y poder,
procesos distantes a la consolidación de los derechos infantiles.

Analizo estas particularidades de bifrontalidad de la política pública, y


pongo el foco principal en la institución de la adopción legal. Quiero decir, el
análisis lo realizo destacando las dos posiciones –en ocasión antitéticas– del
Estado en sus definiciones o «tomas de posición», parafraseando a Oszlak y
O’Donnell. Incluyo en escena las diferentes formas y modos de prohijamiento y
cuidado de niños y adolescentes, como son el patronato estatal y las iniciativas
de protección integral. Me focalizo en la Argentina del ciclo comprendido entre
los años 1910-1997, así como recurro a aquella Argentina liberal del siglo xix,
más exactamente a la década de 1880, porque en esa etapa se consolidaron re-
laciones fundacionales Estado-sociedad, en las cuales se puso especial interés
en la «cuestión» de la niñez.

Finalizo este trabajo con afirmaciones y propuestas que pretendo cooperen


a elucidar la «cuestión», a aportar a la no naturalización de prácticas sociales
que, explícita o implícitamente, ahogan a la política pública y los programas
sociales. El sostén teórico y la metodología de análisis guardan relación con
un trabajo más amplio, en el que indago sobre políticas públicas de niñez, ado-
lescencia y familia instauradas durante el primer peronismo (1945-1955), y el
proyecto «Niñez y familia: políticas, contextos y significados en una sociedad
multiétnica y pluricultural»2. En ambos casos se optó por un diseño flexible e

2 Acreditado por la programación UBACYT 2008-2011. Proyectos Trienales Financia-


dos. Universidad de Buenos Aires, Facultad de Ciencias Sociales (S-91).

90
Revista Trabajo Social N.° 15, enero-junio, 2012

interactivo de investigación y una estrategia de abordaje cualitativo. Se consi-


deraron parámetros de evaluación de las políticas y programas, y el grado de
cumplimiento de los derechos humanos, económicos y sociales.

Las características bifrontes, y hasta multifrontes, de la política


infantil
A partir del año 1880, el Estado argentino y sus habitantes establecen re-
laciones complejas y multiactorales con las infancias y niñeces argentinas. Y
digo infancias/niñeces para caracterizar, por un lado, a las infancias, como
aquellos «sin voz», sin derechos y casi sin futuro propio; para dar cuenta de la
heterogeneidad, de las múltiples infancias, tanto actuales como pasadas. Y,
por otro lado, niñeces para centrar la mirada en aquellos que comenzaron a
ser sujetos histórico-sociales con distintos reconocimientos, y para indicar la
multiplicidad y dispersión del grupo. También digo infancias y niñeces, para
delinear su pertenencia a clases sociales que integran por nacimiento o por
prohijamiento, puesto que no ignoro las desigualdades e inequidades en la
sociedad pasada y presente.

Provengo de la disciplina del Trabajo Social, y como integrante del campo


de las ciencias sociales de continuo, me digo que trato de no hacer historia.
Que la historia es cuestión de historiadores, aunque soy consciente de que sí la
hago. Eric Hobsbawm en su texto Sobre la Historia (1998) dice que:
[...] Si los científicos sociales cuyas disciplinas no son históricas han em-
pezado a formular preguntas que son propias de la historia y a pedir res-
puestas a los historiadores, [...] si a veces se han convertido en historia-
dores, es debido a que los que ejercen nuestra disciplina, con la notable
excepción de los marxistas y otros –no necesariamente marxistas– que
aceptan una problemática parecida, no han proporcionado las respuestas.

Hago historia porque da contexto a mis dudas y genera nuevos interrogan-


tes. Por ello afirmo que hago historia; porque es necesaria la reconstrucción
del campo, porque son imprescindibles todas las respuestas, porque «¡la his-
toria legitima!», y, sobre todo, porque la política pública infantil exhibe deci-
siones a veces contradictorias, otras veces ambiguas, en ocasiones justicieras;
y porque el Estado es aquel que hace pero también aquel que no hace. Estas
son razones que dan justificación a la utilización del concepto de bifrontalidad,
el cual facilita confirmar, desechar e incorporar dilemas, dando continuidad
en este artículo a un desarrollo de seis momentos. Seis jalones de un largo

91
Las políticas públicas en juego. El caso de las relaciones bifrontes... / María Felicitas Elías

proceso en el que las características de tratamiento estatal hacia la «cuestión


infantil» en la República Argentina del último siglo, a mi entender, confirman
acciones de sentidos divergentes, y hasta contradictorias, que caracterizo como
bifrontes, y en ocasiones multifrontes, de la política pública. Aristas diversas
que, pensadas en la bifrontalidad, pueden integrarse como respuestas de los
actores de la política.

• Primer jalón de bifrontalidad: La entrega de niños huérfanos


Ni el Estado colonial rivadaviano (1823), ni el sarmientino (1880)3 formula-
ron o regularon las entregas de niños alojados en orfanatos administrados por
grupos privados que recibían dineros públicos.

Esta práctica, ejercida por damas «de la sociedad», admitió el temprano


tráfico infantil y la integración de esos niños a hogares familiares en calidad
de «cesión al cuidado».

En el contexto del naciente Estado argentino, el carácter intervencionista


en lo económico orientó, al decir de Alejandro Rofman (1973), su acción inver-
sora a la ampliación de la obra pública, y también a la esfera social y política,
con el dictado de diversas leyes y decretos dirigidos a familias, mujeres y ni-
ños. Son ejemplo de ello la ley N.° 1420, de educación pública y gratuita, y las
que regularon el trabajo infantil, al igual que la sanción del Código Civil, la
organización judicial y otras iniciativas de organización estatal.

El Estado argentino, allá por 1880, y hasta 1920, en paralelo al fortalecimiento


institucional, la distribución inequitativa de la tierra y las riquezas naturales,
configuró en lo sociodemográfico una mixtura surgida de la colonización, el
flujo inmigratorio extranjero y el exterminio de los naturales del país. Ejemplo
de esto último fue la invasión a la región pampeana sur, perpetrada por Julio
Argentino Roca, con el apoyo de los sectores dominantes de la república Ar-
gentina, en el proceso tristemente conocido como «la Campaña al Desierto»4,
que, a la par que amplió las fronteras agrícolas, exterminó a las poblaciones
originarias de la región5. Las políticas que dieron lugar al desarrollo regional

3 La referencia remite al Gobierno de Bernardino Rivadavia durante el período que si-


guió a la Revolución de 1810 y al posterior Gobierno, encabezado por Domingo Fausti-
no Sarmiento, ya como Estado argentino, expresión del Estado moderno y liberal.
4 Desarrollada durante el año 1887.
5 Al respecto, ver Elías (2004).

92
Revista Trabajo Social N.° 15, enero-junio, 2012

económico desigual impactaron también en lo social y en la distribución de la


población. Estas definiciones, con consecuencias en la peculiar conformación so-
cial, no cubrieron todas las expectativas de la clase dominante de cuño liberal.

En este período, y según surge de fuentes de época, otra de las preocupacio-


nes de políticos e intelectuales fue la infancia pobre. El resultado: la creación
de orfanatos, el aislamiento de esa niñez que atemorizaba, en las ciudades de
Buenos Aires, Rosario y Córdoba, a las oligarquías vacunas.

La regulación de las relaciones sociales, con la sanción del Código Civil en el


año 1884, que comenzó a regir en 1886, no incluyó la legislación sobre adopción,
pese a las prácticas de entrega de niños. El codificador Dalmacio Vélez Sarfield
señaló expresamente que no incluiría la adopción en el códice, puesto que el
modelo napoleónico indicaba su fracaso, y propuso, respecto a la adopción «[...]
dejar las cosas en el estado en que se encuentran» (ibíd.: 24). Y dejar las cosas
en el estado en que se encontraban fue continuar con los modos de crianza,
prohijamiento, entrega/cesión al cuidado, registradas en las Actas Compromiso,
ejercitadas por las damas de la Sociedad de Beneficencia de la Capital (SBF).

Valgan los ejemplos citados en Elías (ibíd.: 175), donde Benito, niño N.° 447
(SBF), en noviembre de 1897 es entregado a la Sra. Justina M. de Quinquela
de Martín para que lo cuide (ibíd.: 175-77; anexo). O el caso de Fortunata, niña de
«color», N.° 2700 (SBF), que, según los registros de la Sociedad, entre noviembre
de 1870 y junio de 1874 fue cedida a distintas familias de la capital para ser pro-
tegida, alimentada e instruida (ibíd.: 165-69; anexo); o el caso de Miguel Ángel,
niño N.° 12 547 (SBF), quien, nacido el 15 de septiembre de 1901, es confiado a
una familia en el año 1904, para luego, en el año 1919 –previo consentimiento
de la Sociedad de Beneficencia de la Capital– recibir el apellido de la familia que
lo había cuidado desde los tres años de edad (ibíd.: 179-89; anexo).

En síntesis: para este primer jalón, de manera expresa el Estado argentino,


intervencionista y legislador, no reguló la entrega de los niños expósitos que
recibían a su pedido las familias porteñas, aun en cuando la mayoría de los ca-
sos no fuera con el fin de integrarlos a la familia en calidad de hijos. El tráfico y
entrega quedaba a cargo de las señoras de la Sociedad de Beneficencia, muy ins-
truidas ellas, pero tan incapaces ante la ley como los expósitos que controlaban
y entregaban. El Estado mantuvo exprofeso una protoforma de política pública:
la integración de hecho y de bifrontalidad en cuanto Estado intervencionista en
lo económico y no intervencionista con la población vulnerable, hasta tanto esta
no genere conflictos (huelgas, protestas callejeras, reclamos por vivienda).

93
Las políticas públicas en juego. El caso de las relaciones bifrontes... / María Felicitas Elías

• Segundo jalón de bifrontalidad. Combinación asistencia/


penalización
Las prácticas y protoformas de políticas infantiles asumen el carácter de
preocupaciones de Estado a instancias de la clase dominante, cuando la crisis
económica y social se expresa en las grandes ciudades.

El Estado liberal se moviliza, toma la iniciativa, encarga estudios e investi-


gaciones, indaga en agendas científicas internacionales, media y define accio-
nes, algunas de ellas bajo su conducción y contraloría.

Desde mediados del siglo xix, en la República Argentina se realizaron múl-


tiples estudios sobre la infancia, especialmente aquella infancia pobre y ca-
llejera. La investigación realizada por José Ingenieros en el año 1868, cuyos
resultados se publicaron en El Boletín del mismo año, explora el mundo in-
fantil trabajador. Solicitada al científico por la Comisión Directiva del Círculo
de La Prensa, buscaba conocer la conveniencia­, capacidades y limitaciones
del empleo de niños en la venta callejera de diarios. Para obtener resultados,
José Ingenieros aplicó metodologías para conocer en primer lugar el objeto de
indagación, concretó indagaciones amplias y previas con fuente en quinientos
informes de observación empírica, sobre un cálculo de seiscientos a setecientos
niños canillitas para la capital federal. Concurrió a redacciones de periódicos,
Depósitos de Menores Contraventores y hogares para niños de la ciudad de
Buenos Aires, con la finalidad de hallar la vinculación existente entre los niños
trabajadores y la criminalidad infantil. Confirmó que la vagancia es el anillo
de unión entre la infancia abandonada y la delincuente. Entre las conclu-
siones de su trabajo señaló que para el caso de los niños canillitas «toda idea
apriorística [...] está expuesta a ser falsa, ya tienda al optimismo o al pesimismo.
Este gremio infantil carece de homogeneidad; y acaso este sea el rasgo predomi-
nante en su organización. El que no ve más que niños industriosos y traviesos,
está parcialmente en lo cierto pero se equivoca al generalizar: igual cosa le suce-
de al que sólo ve vagos y delincuentes preco­ces» (República Argentina, 1905: 61)

El investigador pronosticó que un gran sector de infantes abandonados y


delin­cuentes por no homogéneos ni escolari­zados, por callejeros y por contacto
con la Policía, por portadores de males físicos de origen constitucional, se trans­
formarían en males sociales y propuso que sobre ellos se hacía necesario interve-
nir, gobernar, controlar.

94
Revista Trabajo Social N.° 15, enero-junio, 2012

Este estudio cobró importancia al constituirse en una de las fuentes de ins-


piración para diseñar, y más tarde defender, el proyecto sobre tutela estatal de
la primera década del siglo xx, que en sesiones posteriores a ese año dio a cono-
cer el doctor Luis Agote. El diputado conservador Agote manifestó la necesidad
de contar con una legislación social que protegiese a la niñez callejera, para
referenciar con esta denominación a la figura del abandono moral y material
que acompañó por más de un siglo a la infancia, adolescencia y (por añadidura)
a la familia pobre. La conocida y derogada Ley N.° 10903, sancionada en el
año 1919 con el sustento teórico de las corrientes de los Salvadores del Niño, el
higienismo vernáculo, e investigaciones como la realizada por José Ingenieros,
Carlos Bungue y otros intelectuales de la época facilitaron que, en los debates
del 30 de mayo de 1919 en defensa del proyecto tutelar, Luis Agote expusiese
que: «Hoy no hay nada quizás que interese más a la Cámara y al país que esta
cuestión de la vigilancia y del cuidado de la infancia, sobre todo en aquellas
clases donde faltan los recursos suficientes para educarla y mantenerla dentro
de una línea de conducta honesta y moral» (Rep. Argentina, 1919: 240).

Para luego, dirigiéndose a sus pares, señalar: «[...] habrán visto en aquellos
días que hoy llamamos “Semana Trágica”, que los principales autores de los
desórdenes, que los que iban a la cabeza en donde había un ataque a la propie-
dad privada o donde se producía un asalto a mano armada, eran los chicuelos
que viven en los portales, en los terrenos baldíos, y en los sitios obscuros de la
Capital Federal» (Rep. Argentina, 1919: 266).

El proyecto de ley de Luis Agote se volvió a discutir el 17 de junio del año


1919, y nuevamente su autor reiteró la asociación criminalidad-infancia-asis-
tencia-penalización con las siguientes palabras: «[...] en los días aquellos de
la Semana Trágica los que encabezaban todos los movimientos, los que des-
truían, eran turbas de pilluelos que rompían vidrieras, destruían coches, auto-
móviles, y que, en fin, eran los primeros que se presentaban en donde hubiera
desorden» (Rep. Argentina, 1919: 686).

El doctor Luis Agote, diputado conservador por la provincia de Buenos Ai-


res, amplió el panorama y, a diferencia de las conclusiones de investigación
producidas por José Ingenieros, identificó a los niños vendedores de diarios
atravesados por características y personalidad delincuenciales, refiriéndolos
como una turba de niños «abandonados en los portales como pájaros, en con-
tacto con el crimen y el vicio» (Rep. Argentina, 1919: 267).

En la Cámara Alta el senador Julio Argentino Roca, que comandó la inva-


sión al País de las Manzanas en 1880 (o la triste Campaña al Desierto), pre-

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Las políticas públicas en juego. El caso de las relaciones bifrontes... / María Felicitas Elías

sentó el proyecto ya despachado por la Comisión de Legislación diciendo que el


tratamiento de la futura Ley de Patronato de Menores:
[...] tiene por objeto corregir los males que dimanan de la infancia, y de
la infancia criminal, en todo el territorio de la Nación, y especialmente
en el de la Capital Federal. Basta enunciar, señor Presidente, la cifra de
15.000 niños, que acusan las estadísticas, abandonados por sus padres y
explotados por ellos o víctimas de la lacra de la criminalidad precoz, para
darse cuenta de la importancia y de la urgencia del problema que tiene
que resolver el Congreso de la Nación (Rep. Argentina, 1919: 907).

Reafirmó la cuestión diciendo que una gran parte de la criminalidad, llega


a decirse que hasta el 90%, está reclutada entre la infancia abandonada, con-
dición que la ley a sancionar atendería como iniciativa social y previsora, sin
dejar de lado la perspectiva higienista y el carácter piadoso y humanitario de
la política estatizada en 1919.

Definida la política pública en la figura del «abandono moral y material» y


la obligatoriedad de la intervención estatal, algo más de diez años después, y a
poco de iniciada la Década Infame –precisamente en septiembre del año 1933–,
se vuelve a debatir la política infantil pergeñada en el año 1919, asociada a
la necesidad de institucionalizar la infancia para administrarla. Una de las
perspectivas principales es la de centralizar decisiones y formar visitadores
y asistentes sociales para la ejecución de las labores de control y asistencia.

La Primera Conferencia de Infancia Abandonada y Delincuente, y la Conferen-


cia Nacional de Asistencia Social, desarrolladas ambas en Buenos Aires durante
el año 1933, son muestra de ello. La condición asistencia-penalización es política
de Estado; los sin voz pasan a ocupar el centro de la escena para ser estudiados en
sus conductas y conformación física, y ejecutar el control de sus hogares.

Conclusión: el Estado delimita la política pública, y a la hora de diseñarla


opta por contener y ejercer un férreo control social y represión sobre esa po-
blación. Sostiene la definición de la política con el sustento ideológico de las
corrientes de pensamiento en boga: el positivismo spenceriano y el realismo
social sarmientino6. El Estado toma para sí la tarea del control/asistencia, con

6 El realismo social o realismo autóctono, expresión calificada del pensamiento de


la generación romántica, connotaba a quienes preocupados por la transformación
de la realidad concreta­ron estudios empíricos. La denominación es debida a Alfre-
do Poviña y Raúl Orgaz. Incluye a Juan Bautista Alberdi, el positi­vista autóctono,
Domingo Faustino Sarmiento padre de la educación laica y gratuita y Esteban Eche-

96
Revista Trabajo Social N.° 15, enero-junio, 2012

fuertes implicancias de definición normativa y asignación presupuestaria, a


la par que penaliza el tratamiento e institucionaliza el aislamiento. La insti-
tución adoptiva no integra estas definiciones de política, pese a continuar la
cesión y entrega de niños descrita en el jalón anterior, tal vez por ser su origen
de infancia pobre y en ocasiones de origen desconocido.

• Tercer jalón bifronte. Tutelar para controlar


La legislación patronal, que se enuncia protectora, instituye una infancia y
adolescencia carentes de derechos: infantes y adolescentes sin voz, cuyo desti-
no es el aislamiento, alistamiento en las Fuerzas Armadas y envío a los terri-
torios nacionales, o bien en el trabajo agrícola-ganadero en el país exportador
de alimentos.

No me extenderé, puesto que este tramo se complementa con los dos ante-
riores; es uno de los matices de la asistencia/penalización. La continuidad de
las perspectivas ideológicas positivistas, el intervencionismo estatal, las crisis
económicas y la burocratización del Estado, fortalecen la línea de trabajo y
consienten en proponer nuevos y más profundos estudios de la infancia pobre
–ahora moral y materialmente abandonada– con el objeto de profundizar la
división del campo entre la infancia disciplinable y la «otra». Los grupos de
poder ligados a los intelectuales liberales comienzan a evaluar que esa infan-
cia ideal (al igual que esos codiciados migrantes centroeuropeos trabajadores,
dispuestos a la labranza de la tierra), alfabetizada, disciplinada, es en realidad
una infancia que al parecer apenas tiene un barniz finísimo de civilización (y)
no tienen noción alguna de sus deberes como seres humanos (Iglesias, Villagra
y Barrios,1991).

Con la consolidación de la corriente que constituye a la infancia en objeto de


estudio y análisis, según confirma la documentación (exposiciones centrales,
debates, votaciones y trabajos presentados) producida por las Conferencias
de la Infancia Abandonada y Delincuente, realizadas respectivamente en los
años 1933 y 1942 en la ciudad de Buenos Aires, me pregunto: ¿Cuál es la tarea

verría, más conocido por su poesía romántica. Este, preocupado por comprender la
realidad social y política que le tocó vivir, produjo aportes a la sociología nacional.
El positivismo spenceriano, basado en las propuestas del ingeniero Hebert Spencer,
concibió la sociología como un instrumento dinámico al servicio de la reforma social.

97
Las políticas públicas en juego. El caso de las relaciones bifrontes... / María Felicitas Elías

objetiva del Estado y de la burocracia estatal, que se robustecen en función de


la política infantil?

En las acciones gubernamentales, y en diferentes iniciativas legales del


período 1930-1940, el mandato es el estudio y control explícito. Son expresión
de ello: la organización de la justicia de menores (en la provincia de Buenos
Aires y en otros estados provinciales), que se ocupa de discriminar la población
penalizada y penalizable de la población asistible, por medio de tramitaciones
procesales, que distan de la debida protección en juicio y/o igualdad ante la
ley (el juez acusaba y definía las medidas, el asesor de menores accionaba en
calidad de «veedor-defensor» de los intereses del «menor»). Porque en ambos
casos la respuesta era institucionalizar.

Con este movimiento se judicializa la pobreza y se legitima la aplicación de


medidas «duras» (penalización y aislamiento en instituciones de máxima seguri-
dad) y «blandas» (asistencia e internación en institutos de diferente tipificación),
para aquellos hallados responsables de delitos y/o para aquellos víctimas de de-
litos. La creación del Patronato Nacional de Menores, la puesta en marcha de
gabinetes y centros de estudio y clasificación por grupos de edad y sexo en insti-
tuciones de internación y aislamiento, la realización del Primer Censo Nacional
de Instituciones Oficiales y Privadas Protectoras de la Infancia Abandonada y
Delincuente, son parte de la gama de acciones en este sentido. La decisión de
realizar el censo para: «[...] de modo ordenadamente científico, sobre los carac-
teres que presenta la minoridad abandonada del país [...], con las sugerencias
higienistas [...], adoptar las providencias requeridas a fin de resolver en la forma
más acertada [...] el complejo problema de la infancia y juventud, que necesita
acción tutelar bien orientada» (Rep. Argentina, 1937: 67).

El conjunto de iniciativas se propone para conocer, investigar y tutelar;


para controlar, y no para proteger, a los niños y adolescentes en la familia de
origen, la familia de crianza, y la comunidad cultural y social de pertenencia.

En este escenario, es casi natural que las primeras iniciativas vinculadas


a la adopción de niños, colocadas en la agenda de las dos Conferencias Nacio-
nales de Infancia y Adolescencia Abandonada y Delincuente (celebradas res-
pectivamente en Buenos Aires en los años 1933 y 1942) fueran omitidas, pese
al clima de ideas internacionales y latinoamericanas por las que varios países
de la región habían legislado sobre adopción, para reducir y buscar soluciones
a la orfandad de niños latinos, y en el caso de los europeos mitigar la orfandad
producto de la Primera Guerra Mundial.

98
Revista Trabajo Social N.° 15, enero-junio, 2012

En la República Argentina, la preocupación de la clase dominante expresaba


una vez más la bifrontalidad de la política estatal: estudiar, tutelar y controlar
en el aislamiento institucional, intervenir en las familias pobres, no modificar
la familia de sangre (o «natural» según referenciaban los especialistas de época)
con la incorporación a su seno, en calidad de hijos, a niños «cedidos al cuidado»,
que sin lugar a dudas con alguna estratagema médica, legal, o ambas, serían
anotados como hijos propios, consumando prácticas ni legales ni legítimas.

No se emitió ninguna legislación adoptiva pese a los sucesivos proyectos


en el Estado parlamentario. En paralelo, se daba la preocupación estatal por
reducir «el problema de la niñez en situación de abandono moral y/o material»
que aumentaba a lo largo y ancho del país. A los sin voz se les proporciona «su»
mundo: sin derechos, gris, en intramuros, integrándolos al Ejército Argentino
para resguardar fronteras y territorios. El trabajo rural para los varones, y
el trabajo doméstico, la costura y el derecho de pernada para las mujeres. La
tutela institucional y estatal para los «peligrosos».

• Cuarto jalón bifronte. La adopción como política pública.


La familia «prestada» para los huérfanos. La inclusión
de la institución adoptiva en la legislación, a consecuencia
del terremoto de San Juan. El Estado de bienestar y la continuidad
de la vigencia de la Ley de Patronato Estatal
Este tramo es historia reciente: la década justicialista y el proceso de susti-
tución de importaciones que caracterizó la etapa 1945-1960, puso en escena al
Estado de bienestar y las políticas dirigidas a los niños, los adolescentes y sus
familias. El insoslayable resultado de la distribución social y económica de que
gozó la familia trabajadora y, en el año 1948, la sanción de la primera Ley de
Adopción N.° 13252 remiten, por un lado, al saldo favorable de asignaciones a
los sectores trabajadores y a los más pobres, así como a la justicia social de la
política estatal del período, por el otro.

La legalización de las guardas de hecho, el reconocimiento de hijos por me-


dio de la institución adoptiva que legisló solo bajo la figura de adopción simple,
fueron posibles porque se tomaron en cuenta todos los proyectos con y sin
Estado parlamentario, presentados en las Cámaras entre los años 1930-1947,
comprometiendo la voluntad política en ambas Cámaras, pese a algunas posi-
ciones en contrario expresadas en los debates.

99
Las políticas públicas en juego. El caso de las relaciones bifrontes... / María Felicitas Elías

La política estatal se orientó a legislar sobre otras «cuestiones», que de


una forma u otra limitaban o complicaban la constitución familiar: el divorcio
vincular, las cuestiones alimentarias y, en el año 1954, el reconocimiento de la
igualdad de los hijos ante la ley. Modificación que cesó la discriminación entre
hijos naturales, legítimos, ilegítimos o «sacrílegos». La política pública se re-
definió en la política social, y con la Constitución de la Nación Argentina, del
11 de marzo de 1949, sancionada por la Convención Nacional Constituyente,
se consagraron derechos sociales para los niños, mujeres, ancianos y familias.

Consecuencia del golpe cívico-militar de junio y septiembre de 1955, el De-


creto del Poder Ejecutivo N.° 229, del año 1956, dejó sin efecto la Constitución
del año 1949. Con esta decisión se restringen los derechos individuales y socia-
les de la población y se abdican responsabilidades del Estado nacional forja-
das en la década justicialista. Las transformaciones en las relaciones entre el
Estado y la sociedad, expresadas en las alternancias cívico-militares a partir
de 1955 y el correlato de las propuestas desarrollistas, que en menos de una
década evidenciaron la tendencia bifronte de la política pública orientada a la
niñez, ahora sujeto del quite de derechos y reconocimiento estatal en el período
que transcurre entre los años 1955-1965. El mandato de los organismos inter-
nacionales orienta la política pública hacia el «retorno del niño a la familia», y
en lo productivo al desarrollo industrial.

En Argentina el Estado nacional, en manos del trío golpista (sectores oli-


gárquicos, fuerzas armadas e Iglesia católica), decide des-privilegiar a la ni-
ñez, y es contradictoriamente el mismo Estado y el mismo trío quienes invier-
ten recursos y producen para el mediano plazo. Se emiten políticas públicas
para capacitar mano de obra destinada a la industria liviana, mantener con-
diciones aceptables de salud de los jóvenes, escolarizar a los niños, desarrollar
y articular condiciones para el ingreso de los sectores pobres marginados al
trabajo urbano, y por ende al desarrollo. Era necesario un pueblo trabajador
industrial, apto y capacitado para salir del subdesarrollo, que se encarnaba en
las grandes extensiones de tierra y el ambiente rural.

Nada se reordenó en torno a la adopción legal de niños. Se mantuvo la


voluntad legislativa de integración familiar que considera al adoptivo como
hijo legítimo, bajo la característica de adopción simple; una adopción creadora
del vínculo familiar legal, que se circunscribe a adoptante y adoptado, y no se
extiende a la familia del primero y permite al segundo mantener su origen.

El rasgo bifronte de una misma voluntad política se expresó tanto en la vi-


gencia de las políticas del Estado benefactor, como en la vigencia de la Ley de

100
Revista Trabajo Social N.° 15, enero-junio, 2012

Patronato Estatal. Si bien es llamativa la continuidad del tutelaje definido por


la Ley N.° 10903, no hallé estudios exhaustivos de diversas fuentes de la década
justicialista, para conocer a ciencia cierta la condición bifronte. Lo cierto es que
las razones de estas acciones/omisiones estatales, me permiten hipotetizar que la
Constitución de 1949 redujo a su mínima expresión la perspectiva patronal
sobre la infancia, ahora sí privilegiada y con derechos.

En síntesis, la bifrontalidad se expresa en el transcurrir de la década del


bienestar, donde se ejercita el privilegio/disprivilegio y la aplicación de recetas
internacionales que se proponen recuperar a la familia como lugar de crianza y
adecuado desarrollo de los que la componen. Con el golpe de Estado del año 1955
la política estatal de asistencia y promoción familiar es demonizada, y anulados
los privilegios infantiles y derechos sociales. En este período se efectivizan, pese
a la legislación, la integración e inscripción de los niños como hijos propios, tal
como señalan los registros, documentos y demandas de las organizaciones que
apelan hoy a que sean reconocidos como «ciudadanos sin identidad»7, por no
conocer a su familia de origen y no figurar tampoco juicios adoptivos a su favor.

• Quinto jalón bifronte. La vigencia de la Ley de Patronato


y la nueva enunciación de derechos infantiles. Se reconoce a niños
y adolescentes como sujetos de derechos, pero a la vez siguen siendo
objeto de estudio, disposición, internamiento, patronato, adopción
por escritura, desaparición y apropiación
En la historia de los últimos treinta años, el empate hegemónico en lo po-
lítico, y las posteriores transformaciones de la estructura social producidas
en la Argentina con mayor celeridad y dureza a partir del año 1976, ponen en
evidencia no solo el despojo de niños acaecido durante el proceso militar, sino
también sus consecuencias manifiestas en las prácticas adoptivas, el tráfico y
la compra, en el marco de diferentes impunidades pseudojurídicas.

A fines de la década de 1980, nuevos nudos en el escenario social y político,


y otros intereses internacionales en lo económico y social, orientaron la defi-
nición de política pública. Trasmutados actores se suman a las jóvenes demo-
cracias recuperadas o en vía de serlo, y otros intereses alientan a los actores
sociales y políticos nacionales e internacionales.

7 Al respecto, consultar: www.quienessomos.org.ar o bien el trabajo de Graciela Palma


Arizaga (2011), en Elías (2011).

101
Las políticas públicas en juego. El caso de las relaciones bifrontes... / María Felicitas Elías

El reconocimiento que la República Argentina hace de la Convención y De-


claración de los Derechos de los Niños y Adolescentes acapara el interés y el
debate en la política pública infantil. Los intercambios se expresan en la Reser-
va Argentina a la Convención Internacional, que impone la preservación de los
derechos soberanos en el no ingreso de Argentina a las prácticas de adopción
internacional, debido a la inequidad del neoliberalismo, a ser un país/región ex-
portadora de niños del interior de la patria y, en especial, a los quinientos niños
hijos de desaparecidos reclamados por las Abuelas de Plaza de Mayo.

Es así como se expresa la bifrontalidad en la pobreza y la exclusión junto


al reconocimiento de derechos y ciudadanías asistidas, pero ciudadanías al fin:
el Estado neoliberal, a la par que adjudica condiciones ciudadanas globaliza y
empobrece. Un Estado que se achica y deja las regulaciones al mercado, que
estimula a la sociedad civil para la creación de organizaciones que asistan,
cuiden, alojen, terciarizen el cuidado de los más pobres, en un movimiento
de refilantropización de las pobrezas y los pobres, que se asemeja a los de las
primeras décadas del siglo xix.

Por otro lado, vemos el llamado oficial a la rearticulación de la familia con


las miles estrategias de sobrevivencia, comedores populares, programas ali-
mentarios y otras acciones sociales, mientras se evidencia la violación de los
derechos humanos y sociales. La traficación nacional e internacional de niños
argentinos, la compraventa, la penalización de la madre que cede o entrega, en
ocasiones fraternamente, a su niño porque pretende un futuro mejor para él.

Maristela Svampa, estudiosa de los cambios acaecidos en la sociedad ar-


gentina a partir de la década de los 90, señala acertadamente que el proceso
descolectivizador supuso para muchos sujetos y grupos sociales el ingreso no
solo a la labilidad y carencias, sino también la pérdida de bases sociales y ma-
teriales que durante más de dos décadas habían contribuido a configurar las
identidades sociales y culturales.

Señala también que la institucionalización de una «ciudadanía de geome-


tría variable» es generada por:
[...] el proceso de individualización que acompañó el retroceso de la ciuda-
danía, (y) afectó particularmente a las clases populares e impulsó el desa-
rrollo de redes de sobrevivencia dentro del empobrecido mundo popular, lo
que fue configurando un nuevo tejido social, caracterizado por la expansión
de organizaciones de carácter territorial y la afectación de la dimensión
política (participación y acceso a la toma de decisiones) y del ejercicio de los
derechos civiles (Svampa, 2005: 74).

102
Revista Trabajo Social N.° 15, enero-junio, 2012

La articulación de nuevas escenas y nuevos escenarios en el territorio y


en las redes sociales, claramente descritas por Maristela Svampa, es acompa-
ñada en la política de niñez con la trasmutación de la propuesta de adopción
simple y con la emergencia de programas sociales ejecutados desde distintos
grupos religiosos, ONG, organismos de derechos humanos y sindicatos.

A mediados del año 1971, de manos de un gobierno dictatorial, se creó en la


nueva ley de adopción la figura de la adopción plena, y se estableció la entrega
por medio de instrumento público (escritura pública), en lo que considero una
de las síntesis más fuertes del neoliberalismo. Por un lado, la ambigüedad de
niños pobres o ciudadanos asistidos, al decir de Eduardo Bustelo et al. (1990),
objeto del mercado, que es el que regula la relación. Por otro, el Estado bene-
factor retirado de la escena, y en su reemplazo el mercadocentrismo, con la
individuación, resolución privada de las cuestiones infantiles y adolescentes,
vigencia del patronato estatal y subvención a las organizaciones privadas.

La desaparición forzada de personas, y el secuestro de bebés y niños hijos de


militantes, prefiguran la escena del Estado represor ausente para la preservación
de derechos y voluntarioso para el botín de guerra que nuevamente se producía
en la Argentina. El camino iniciado por los organismos de derechos humanos, la
sociedad, los trabajadores y los profesionales, entre otros, pone en relieve el inicio
de la política infantil, que debe refundarse tanto en el Estado como en la sociedad.

El Estado bifronte, ya en democracia, enuncia y reconoce derechos infan-


tiles y adolescentes en el año 1989, a la par que sostiene la Ley Patronal y no
deja de lado el dictado de las normas que propone el Consenso de Washington.

• Sexto jalón bifronte: La mutación de una «vieja» en una «nueva» ley


de adopción. La realidad biológica y la ausencia de caracterización.
Tecnificación y voluntad del contralor estatal
Casi a fines del siglo xx, en el año 1997, nuevos debates, y remozadas pre-
ocupaciones vinculadas a la situación de robo/tráfico de niños, hacen ingresar
en la agenda legislativa diferentes proyectos de adopción. En las Cámaras de
Diputados y Senadores nace la renovada ley adoptiva, que consagra el derecho
de los niños a ser adoptados, y paralelamente a conocer la realidad biológica
como revés de la apropiación y el quite de identidades. Realidad biológica que no
está definida con precisión, que no parece ser sinónimo de identidad, que no se
plasma en derechos ciudadanos. Legislación del vínculo adoptivo que incorpora

103
Las políticas públicas en juego. El caso de las relaciones bifrontes... / María Felicitas Elías

la adopción simple y la adopción plena, sellando el carácter de la intervención


estatal en el juicio adoptivo; que excluye la entrega por instrumento público
y propone la tecnificación del encuentro guardadores/adoptandos/madres en
entrega mediada por el Registro Nacional de Aspirantes a Guardas, con fines
adoptivos, como modo de restar la discrecionalidad judicial por medio de un
ámbito institucional de análisis y posible encuentro administrativo. Y también
para aplacar las prácticas de particulares y asociaciones vinculadas a la ela-
boración de «carpetas», búsquedas interprovinciales y presiones sobre madres
desesperanzadas y pobres.

Se halla también bifrontalidad en la política que con sencillez expresa el


diputado Juan Pablo Cafiero en parte de los debates legislativos de mitades
de la década del 90. Dice el legislador del Grupo de los Ocho8: «[...] en aquella
parte en que el proyecto reproduce algunos aspectos de la actual ley de adopción
(por la Ley N.° 19134) –la que denominamos “vieja ley” de adopción– estamos
en desacuerdo [...]» (Rep. Argentina, 1997: 6417), porque «[...] la llamamos “vieja
ley” pero ¡es la ley actual!: la misma cuyas normas han sido declaradas incons-
titucionales porque no garantizan el debido proceso, pues los padres biológicos
no son parte del juicio de guarda: aun cuando hayan perdido la patria potestad,
tienen derecho a participar del proceso de guarda y adopción de sus hijos (ibíd.).

El diputado Cafiero señala la bifrontalidad: la inseguridad e inequidad de


la administración de justicia para las madres y padres por ser ciudadanos
no plenos (tal como expone Svampa, 2005), y que se expresa no solo en las
pertenencias de clase y la apropiación de bienes sino también en que: «[...] la
dinámica de conculcación de derechos sociales redefinió de facto los límites de
pertenencia a la comunidad, en el sentido amplio del término. Esto condujo a
la proliferación de luchas en torno al reconocimiento de la existencia, doble-
mente amenazada por los actuales procesos de globalización [...], tanto en el
plano económico-político como en el cultural simbólico» (Svampa, 2005: 77).

Estas son las consecuencias del proceso liberal en las pertenencias de clase,
en la apropiación de bienes, en los límites de integración al conjunto social y
también en la consolidación de la propia familia, porque tal como se señala

8 Denominación que recibió el grupo integrado por ese número de legisladores que, enca-
bezados por Carlos «Chacho» Álvarez, comenzaron a diferenciarse de la política guber-
namental del presidente Carlos S. Ménem, ya que integraban ese bloque partidario al
inicio de la segunda presidencia del riojano.

104
Revista Trabajo Social N.° 15, enero-junio, 2012

en el «Barómetro de la deuda social de la infancia» (Observatorio de la Deuda


Social Argentina, 2010: 197):
Las formas en que se constituyen las familias con niño/as y adolescentes
son diversas e importantes en tanto espacio prioritario de crianza y so-
cialización de los mismos. Si bien en la Argentina urbana la mayoría de
los/as niños/as y adolescentes viven en familias biparentales con núcleo
conyugal completo, conformado por ambos progenitores, una parte de la
niñez y adolescencia se desarrolla bajo la impronta de otras configuracio-
nes como los hogares monoparentales o biparentales pero con sólo uno
de los progenitores del niño/a. En estas configuraciones familiares, en su
mayoría de jefatura femenina, se advierten desigualdades sociales rele-
vantes en tanto los/as niños/as registran mayor propensión a pertenecer
a un hogar monoparental a medida que desciende el estrato social. En los
primeros años de vida, el 27,6% de los/as niños/as, en el 25% más pobre,
pertenece a un hogar monoparental, mientras que el 13,3% se encuentra
en igual situación familiar, en el 25% más alto.

Se ha podido advertir en este estudio y en anteriores, que los/las niños/


as y adolescentes en hogares monoparentales en contexto de pobreza, tie-
nen más probabilidad de ver vulnerados sus derechos en los procesos de
crianza, socialización y formación que aquellos niños/as en hogares bipa-
rentales: e incluso en hogares monoparentales en condiciones aventajadas
en términos sociales.

En el frente de la política pública: la voluntad de estatizar, gobernar, prote-


ger. En la contracara de la sociedad, donde es necesario que algo cambie para
que nada cambie, según las expresiones de Giuseppe Tomasi di Lampedusa en
El gatopardo, la «nueva ley» reemplaza a la vieja ley: nace limitada y no refleja
la complejidad social.

Bifrontalidad en la ley, que apela a la información y conocimiento de la reali-


dad biológica en el nuevo estatuto adoptivo, pero que no aplica. Realidad biológica
que no define, pero que suponemos vinculada a la información del origen. Infor-
mación del origen que deberían brindar los adoptantes pero que nada los obliga en
la ley. Es decir, bifrontalidad que señala derechos pero no los garantiza, aunque
sí inhibe de manera definitiva la entrega de niños y niñas por escritura pública.

Afirmaciones e interrogantes para la política pública adoptiva


Los jalones, que entiendo en calidad de tensiones en un largo proceso que tie-
ne por sujeto a las infancias, niñeces y adolescencias argentinas, se encarnan en

105
Las políticas públicas en juego. El caso de las relaciones bifrontes... / María Felicitas Elías

estas perspectivas bifrontes de la política pública, y se asocian a Estados bifron-


tes que dejan al descubierto ciudadanías bifrontes. Características que también
reconozco en las políticas asistenciales, econocráticas y solidarias vigentes.

¿Por qué y para qué sucede esto? Entiendo que la política pública es regula-
ción, y como tal acción compleja. Es diálogo Estado-sociedad, donde las fuerzas
y los intereses se expresan de diferentes formas y de continuo. ¿Por qué y para
qué este análisis? Porque y para prontos y próximos debates, debido al reingre-
so en la agenda pública de la «cuestión» adoptiva, ya no solo para matrimonios
heterosexuales sino para matrimonios homosexuales.

Por estas razones, y con este contexto, convoco a reflexionar sobre la adop-
ción de niños y el proceso adoptivo, en calidad de sucesos que transcurren en
escenarios mutantes, donde participan fuerzas, intereses, conflictos y alian-
zas. Escenarios en que el Estado define, redefine, y en ocasiones deja hacer o
no hace, y puede ser utilizado para imponer aquello que refleja el interés del
grupo operante en su interior. Estado que –por otra parte– estuvo jaqueado y
mediatizado, cosificado; y como tal es y ha sido instrumento de intereses va-
riados, y en pocas ocasiones representante hábil de las prácticas culturales de
la comunidad nacional.

Las limitaciones estatales, las diversas prácticas y el recurrir a la búsqueda


de niños del interior del país, implican en muchas ocasiones el tráfico interpro-
vincial de difícil control, asociado al «deseo» de adopción de un recién nacido que
garantice con su frescura el inicio de «la historia». La continuidad de prácticas de
vinculación con bebés, y su posterior adopción, se basan generalmente en «entre-
gas directas», que además de ser ilegales son ilegítimas. La ausencia de crítica
social a estas posturas daña la política adoptiva y el alma y el futuro de los niños
adolescentes y jóvenes.

Convoco a pensar la adopción de niños en nuestro país como política y como


hecho social, porque no es sólo cuestión de juristas, legisladores y psicólogos,
aunque también la política pública les concierna.

Insto a considerar la adopción como decisión última, que en ocasiones se ven


obligados a tomar profesionales, magistrados, ciudadanos, padres y madres que
entregan por pobreza, desesperación, exclusión, conculcación de derechos, o sim-
plemente ignorancia o engaño.

La legislación vigente, con algunas modificaciones, se origina en la refor-


ma realizada por el golpismo de los años 70, personalizada en los ministros

106
Revista Trabajo Social N.° 15, enero-junio, 2012

Francisco Manrique y Jaime Perriaux, y requiere ser modificada por su ori-


gen y porque la emisión estatal podría brindar más opciones a quien piensa
o necesita entregar un niño, tenga la edad que tenga. Entre estas opciones a
considerar, propongo el instrumento del «consentimiento informado». Del que
Silvia Chavanneau, estudiosa de la cuestión adoptiva, dice:
El concepto de consentimiento informado proviene de los desarrollos teó-
ricos de la bioética, pudiendo rastrearse sus orígenes en el fallo dictado en
1914 en la causa «Schoendorff vs. Society of New York Hospital», donde se
sostuvo que «todo ser humano adulto y sano mentalmente, tiene derecho
a determinar qué es lo que hará con su propio cuerpo, debiendo responsa-
bilizarse al cirujano que practique una operación sin el consentimiento de
su paciente». La edición de 1984 del Manual de Ética del Colegio de Mé-
dicos Americanos define el consentimiento informado en estos términos:
«El consentimiento informado consiste en la explicación a un paciente
atento, y normalmente competente, de la naturaleza de su enfermedad,
así como del balance entre los efectos de la misma y los riesgos y benefi-
cios de los procedimientos terapéuticos recomendados, para a continua-
ción solicitarle su aprobación para ser sometido a esos procedimientos.
La presentación de la información al paciente debe ser comprensible y no
sesgada; el médico no debe sacar partido de su potencial dominio psicoló-
gico sobre el paciente»9.

Cierto que este proceso conlleva mayor tecnificación estatal y la capacidad


de generar espacios confiables, procesos y vínculos, además de formar profesio-
nales compenetrados de esa política y conocedores de la especialidad.

La violencia de desapariciones, trasmutaciones, apropiaciones y quites de


identidad que padecimos como pueblo y nación son parte de nuestra historia.
La recuperación de la memoria y la identidad son fundamento de libertad y fe-
lizmente estas condiciones son en la actualidad preocupación social en nuestro
país y en la región.

Las nuevas formas de fertilización a que acuden sectores de ingresos altos


y medios requieren de importantes sumas de dinero y grandes frustraciones:
solo son efectivas en un 10% de los casos. La ampliación de estas prácticas

9 Sobre el tema del consentimiento informado ver también: Florencia Luna y Arleen Sa-
lles (comps.): Decisiones de vida y muerte. Buenos Aires, Sudamericana, 1995; Alfredo
J. Kraut: Responsabilidad civil de los psiquiatras. Buenos Aires, La Rocca, 1998; Elena
Highton y Sandra Wierzba: La relación médico-paciente: el consentimiento informa-
do. Buenos Aires, Ad Hoc, 1991.

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Las políticas públicas en juego. El caso de las relaciones bifrontes... / María Felicitas Elías

en algunos estados provinciales de la República Argentina aumenta la base


familiar y es de esperar que reduzca la demanda de niños y niñas producto
del tráfico interprovincial. El logro de la fertilización para quienes se someten
a estas prácticas (sean parejas o sujetos individuales) produce impactos en
particular sobre los requerimientos de posibles guardas, sobre los registros
de niños en condiciones de adoptabilidad y sobre las instituciones públicas o
privadas que los cobijan.

En este sentido, acompaño las reflexiones de Adriana Rodríguez y Nicolás


Tabak (2012) cuando señalan que:
[...] el instituto de la adopción debe ser re-significado, como una respuesta
individual a un problema dramático individual, que jamás debería adqui-
rir carácter general. Este instituto debe otorgar primacía a los derechos
de la persona menor de edad a preservar su identidad a ser criado por su
familia biológica, así como su discernimiento de estas cuestiones en un
procedimiento respetuoso de las garantías y prerrogativas que implican
un debido proceso legal, en sintonía con las disposiciones de la Ley 26061.

En este aspecto es necesario encarar la política que regule, difunda y aclare,


a la vez que sea formadora de conciencias individuales y colectivas. La preten-
sión e insistencia del «derecho a ser padres», la búsqueda y la reparación por
parte del Estado a particulares, merecen ser clarificadas.

La determinación de problemas y su estudio, asociados al campo de las po-


líticas públicas y reforma del Estado que produzcan conocimiento socialmente
útil, demandan ahondar el recorrido del campo de determinaciones estatales,
no solo para conocer su trayecto sino para modificarlo en pro de ciudadanías
íntegras en el hoy y en el futuro.

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109
RESEÑAS
Revista Trabajo Social N.° 15, enero-junio, 2012 pp. 111-115

Reseña*
Trabajo social individualizado.
Metodología de intervención

Objeto de la reseña: Tomás Fernández García y Laura Ponce de León


Romero: Trabajo social individualizado. Metodología de intervención.
Madrid: Ediciones Académicas, 2012. Bascañuelos, 13-p. 28021.
ISBN:978-84-92477-60-9.

Resumen objetivo y analítico


Retomar el Trabajo Social individualizado, mostrando su importancia en la
coyuntura actual de contextos, donde lo que predominan son el individualis-
mo, la incertidumbre y el imperioso afán por adquirir y competir, dejando al
ser humano en una devastadora situación, que termina en muchos de los casos
requiriendo del acompañamiento profesional.

Estructura del texto


Desde el prefacio, los autores nos sintonizan con la práctica del Trabajo
Social individualizado, partiendo de las reflexiones que conllevan a reconocer

* Luz Miriam Agudelo Gil. Trabajadora Social de la Universidad de Antioquia.


Especialista en Trabajo Social Familiar, UPB. Magíster en Terapia Familiar, UPB.
Docente del Departamento de Trabajo Social de la Universidad de Antioquia. Correo
electrónico [email protected]

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Trabajo Social Individualizado: Metodología de intervención / Luz Miriam Agudelo Gil

que las personas viven diferentes situaciones, todas ellas relacionadas con su
ser, sus angustias, sus temores, sus deseos.

En la introducción hay una reseña histórica importante del abordaje in-


dividual, reconociendo la experiencia en este tipo de intervención, desde los
pioneros hasta hoy. Posteriormente, se encuentran los capítulos que recogen
los temas centrales del texto. En el capítulo 1: La persona, sus necesidades y
problemas, los autores destacan los asuntos por los cuales las personas se pue-
den tornar vulnerables, y las posibilidades desde los conocimientos teóricos y
metodológicos del Trabajador social, donde las persona como objeto de inter-
vención son fundamentales.

El capítulo 2, La Ética en el trabajo social individualizado, trae la necesa-


ria reflexión alrededor de la ética profesional y las competencias del Trabaja-
dor Social en casos complejos. En el capítulo 3, Procedimiento metodológico
del trabajo social individualizado, la preocupación por lo metodológico, en sus
fases de diagnóstico, diseño de la intervención, ejecución y evaluación, se des-
cribe de manera interrelacionada, no lineal.

Hay un importante aporte en el capítulo 4, Diagnóstico social, pues, al ha-


blar del diagnóstico, se centra la atención en un asunto vital para la tradición
profesional: la primera fase del proceso metodológico, que comprende la perso-
na, la demanda y la institución, dentro del marco del conocimiento disciplinar.

Siguen en el capítulo 5, El diseño de intervención, las acciones que se pue-


den estructurar con la información, después del diagnóstico. Las acciones en la
planificación estarán orientadas a tres niveles: plan, programa y proyecto. Este
aparte le dedica la atención a un proceso fundamental de la vida profesional.

Es en el capítulo 6 aplicación del diseño de intervención, donde se puede ver


ello como parte del método, buscando potenciar al ser humano, facilitada por
la relación profesional identificando conjuntamente las fases y subfases del
proceso. La puesta en marcha de alternativas y estrategias considerar primero
la mirada de quien vive las situaciones que ameritaron el apoyo.

En el capítulo 7, Evaluación de la intervención individualizada, se destaca


la evaluación como importante fase del proceso de atención individualizada.
Toda acción amerita ser revisada, y la condición evaluativa deberá ser una
constante en el proceso. Nos trae el capítulo 8, Modelos de intervención en
trabajo social individualizado, referentes desde los reconocimientos a nivel

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Revista Trabajo Social N.° 15, enero-junio, 2012

teórico de sus fundamentos, lográndose ubicar las diferencias entre ellos, pero
principalmente los aportes.

Se destaca el capítulo 9, Principales técnicas y documentos en trabajo so-


cial individualizado. Aportes desde las técnicas, ubicando su importancia al
momento de la gestión de los casos, y la claridad y dominio de ellas, mas no
de su predominio, en tanto cada caso requerirá de su revisión y adaptación.
Finalmente, el capítulo10, Análisis de un caso práctico en trabajo social indi-
vidualizado, propone ver un caso como aplicación de la teoría revisada, lográn-
dose percibir el proceso metodológico completo. Es de analizar que todo el texto
genera condiciones para que su rigurosa lectura deje un legado significativo en
este tipo de Trabajo Social.

Valoración crítica
Encontrarse con un texto que ratifica la importancia del Trabajo Social indivi-
dualizado, es creer en la posibilidad de que las nuevas generaciones de profesiona-
les no temerán enfrentar los asuntos íntimos del ser humano de la mano de él, ya
que, dotados de conocimientos, es posible transcurrir por la búsqueda de salidas
acordes a las condiciones de cada ser.

Impecable presentación, y contenido apropiado para profesionales en forma-


ción, como para aquellos que la praxis les requiere un constante análisis de la
cotidianidad y la rutina de lo instrumental, que a veces embarga. Este tipo de
material es un apoyo en las circunstancias nombradas. Pensar la profesión en la
posibilidad de atender lo individual, sin posponer el compromiso ni delegarlo en
otros, es imperioso por las condiciones sociales que nos rodean.

Revisar este escrito, cuyas raíces están en la experiencia profesional de


otras tierras, nos sitúa en la necesaria ubicación contextual, recogiendo las
bases teóricas y metodológicas aprendidas, las técnicas, los modelos, las alter-
nativas. Es una invitación que se debe atender.

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ARTISTA INVITADO
ARTISTA INVITADO

Rubén Darío Crespo Pérez

Nació en Bello, Antioquia, el 27 de octubre de 1954. Su formación como ar-


tista la inició en el Instituto de Bellas Artes de Medellín, en donde completó sus
estudios en 1975, y la continuó en la Universidad de Antioquia, como licenciado
del Instituto de Artes Plásticas en 1983.

Se pude decir, sin temor a equivocarse, que Rubén Darío Crespo es un ar-
tista que vive su obra, porque su carrera artística de más de treinta y seis años
totalmente dedicada a lo afro, en una búsqueda intensa por encontrar concep-
tos, estructuras, unidades. Aquello que a simple vista lo cautivó («el color de la
piel») pero que luego fue llenando de contenido y vivencia, fue lo que le permitió
conjugar formación, vivencia y expresión artística.

Su obra, una colección imposible de numerar, cuya denominación se concreta


en el «color afro», ha sido una paulatina y ascendente construcción, que requirió
estudiar la carrera de Antropología, y tomar diferentes cursos y seminarios en
Medellín, Ecuador y Estados Unidos, para que su pincel y el acrílico le permitie-
sen realizar el esperado «elogio al color de lo afro».

En una fuerte combinación de identidad y técnica, con la responsabilidad de


ser fiel a su obra, compartió varios años de vida con su gente de color en Quib-
dó, Chocó. Allí, la literatura de la vida cotidiana le inspiró a buscar más de sus
historias, sus relatos, y con ansiedad se acercó a la literatura para comprender
hechos de discriminación, esclavitud y liberación.

Por eso, su combinación entre acuarela, grabado, óleo y acrílico, mezclados


con ambientes de estudio, soledad, compañía, sueños y anhelos, hacen que su
obra tenga ese sello personal que busca la permanencia y la visibilidad. Así, en
cada exposición, en diferentes museos y recintos de Medellín, Europa y Nortea-
mérica, su obra nos recuerda que la valoración del color de la piel es también
una lucha política y cultural que nos lleva al respeto y valoración por nuestra
propia piel ancestral, en lo que somos y tenemos todos de afro.

Como muy bien lo menciona nuestro artista invitado, «Mi discurso está ins-
crito en las paredes». Justamente, porque simbólicamente nos insta a recobrar
la historia y pintarla de nuevo.

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EVALUADORES
EVALUADORES REVISTA TRABAJO SOCIAL N.° 15

Rosa Ángela Carmona Agudelo Oliverio Gómez Hernández


Trabajadora Social Sociólogo
Universidad de Antioquia Universidad Nacional de Colombia
Magíster en Terapia de Familia Licenciado en Filosofía
Universidad Pontifícia Bolivariana Magíster en Filosofía
Colombia Universidad del Valle
Colombia
Julia Cerda Carvajal
Trabajadora Social Miguel Miranda Aranda
Universidad de Chile Trabajador Social
Magíster en Ciencias Sociales Magíster en Trabajo Social en Psiquiatría
Universidad Arcis, Universidad de París XII Universidad de Zaragoza, España
Chile Licenciado en Antropología
Magíster en Antropología de la
Aura Victoria Duque de Alvarado Medicina
Trabajadora Social Doctor en Antropología Social y Cultural
Universidad de Caldas Universidad Rovira y Virgili
Especialista en Desarrollo Intelectual y España
Educación
Universidad Católica de Manizales Juan David Gómez Quintero
Colombia Sociólogo
Universidad de San Buenaventura,
Belén de la Rosa Santander Colombia
Trabajadora Social Doctor en Sociología
Universidad de La Salle Universidad de Zaragoza
Asesora en la Fundación Ternura para la España
Tercera Edad
Magíster en Educación con Énfasis en Lina Marcela Estrada Jaramillo
Docencia Universitaria Abogada
Universidad Pedagógica Nacional Universidad de San Buenaventura,
Colombia Colombia
Especialista en Derechos de Familia
Claudia Bermúdez Peña Universidad Pontificia Bolivariana
Trabajadora Social Colombia
Magíster en Educación con Énfasis en
Educación Popular Patricio Álvarez Pobrete
Universidad del Valle Médico Psiquiatra Infanto-juvenil
Colombia Universidad de Chile
Chile
NORMAS
Normas para la presentación de artículos

La revista Trabajo Social, de la Universidad de Antioquia, publicará artículos de interés general


para las ciencias sociales y humanas, y otras áreas afines. Privilegiará los artículos basados en
investigaciones, y las siguientes líneas temáticas: familia y género; planeación y gestión del
desarrollo; gerencia social y desarrollo organizacional; cultura política y sociedad; intervención
profesional; gerencia social y desarrollo organizacional.

Los artículos deben ser resultado de la investigación, ser inéditos, certificados por los autores, y
corresponder a una de las siguientes categorías:

1) Artículo de investigación científica y tecnológica. Documento que presenta, de manera


detallada, los resultados originales de proyectos terminados de investigación. La estructura
generalmente utilizada contiene cuatro apartes importantes: introducción, metodología,
resultados y conclusiones.

2) Artículo de reflexión. Presenta los resultados de una investigación terminada (desde una
perspectiva analítica, interpretativa o crítica) sobre un tema específico, recurriendo a fuentes
originales.

3) Artículo de revisión. Es el resultado de una investigación terminada, donde se analizan,


sistematizan e integran los resultados de investigaciones publicadas o no publicadas sobre
ciencia o tecnología, con el fin de dar cuenta de los avances y las tendencias de desarrollo.
Se caracteriza por presentar una cuidadosa revisión bibliográfica, de por lo menos cincuenta
referencias.

4) Artículo corto. Presenta resultados originales preliminares, o parciales, de una investigación


científica o tecnológica, que por lo general requiere de una pronta difusión.

5) Reseña bibliográfica.

– Todo artículo se entregará en formato digital (Word para Windows) a través del correo
electrónico: [email protected]

– Toda colaboración deberá estar precedida de una hoja independiente, donde aparezcan los
datos del autor (nombres, apellidos, profesión, títulos, afiliación institucional, dirección
electrónica y postal, teléfono).

– Todo artículo debe contener: título; resumen de doscientas (200) palabras, en español;
abstract de doscientas cincuenta (250) palabras, en inglés, y entre tres y cinco palabras
clave (y keywords), referidas a las temáticas centrales.
– La estructura del artículo estará conformada por: presentación o introducción, contenido
o desarrollo del tema, y conclusiones.

– La extensión de los trabajos será de mínimo quince (15) y máximo veinte (20) páginas (no
superior a 16 000 caracteres con espacios), con interlineado sencillo y fuente arial de 12 pts.

– Los artículos deben expresar claramente el nombre de la investigación, período,


institución, grupo investigador y país de ejecución del proyecto.

– Para las referencias bibliográficas se usará el formato APA (American Psychological


Association), que consiste básicamente en:

a. Las únicas notas al pie de página serán para aclaraciones. Ejs.:

– Artículo científico. Recibido: 1 de febrero de 2012. Aprobado: 22 de noviembre de 2012.

– A nivel latinoamericano se pueden rescatar los aportes de Margarita Rozas Pagaza (2004)
en Argentina, Teresa Matus (1999) en Chile, José Pablo Netto (2002) y Marilda Iamamoto
(2003) en Brasil, y María Lorena Molina Molina (2001) en Costa Rica.

b. En el cuerpo del texto se pondrá entre paréntesis la referencia, así: (primer apellido,
año: pág.). Ejs.:

– «es intervención, porque es experiencia fundamentada e intencionada de cambio» (Eroles,


2005: 106).

– ... el auge de los medios de comunicación y la creciente acumulación de riqueza (Pérez y


Vargas, 2007).

c. Las referencias bibliográficas o bibliografías completas irán al final, con la siguiente


estructura general:

Apellido(s), nombre(s) o iniciales (año): Libro o documento. Ciudad: editorial. Ejs.:

– (Un autor): Eroles, Carlos (2005): Glosario de temas fundamentales en Trabajo Social.
Buenos Aires: Espacio.

– (Dos autores): Galeano m., María Eumelia y Maria Nubia Aristizabal. (2008). Cómo se
construye un sistema categorial. En Revista de Derecho, N.° 145. Medellín: Universidad
de Antioquia

– (Tres autores): Pantelides, Edith Alejandra; Gogna, Mónica y S. Ramos (2000):


Concepciones legas de salud y enfermedad: el SIDA según pobladores de un barrio pobre
del Gran Buenos Aires. En Edith Pantelides y S. Bott (eds.): Reproducción, salud y
sexualidad en América Latina. Buenos Aires: Biblos/OMS.

– (Más de tres autores): Gómez, Esperanza et al. (2009): Vivir bien frente al desarrollo:
procesos de planeación participativa. Medellín: Pregón, Ltda.

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– (De la Red) (IBGE: População jovem no Brasil: a dimensão demográfica. Disponible en:
http://www.ibge.gov.br/home/estatistica/populacao/populacao_jovem_brasil/comentario1.
pdf (consultado el 04-07-2012).

– Referencia consecutiva de un mismo autor: en ese caso, se usará ibíd. Ej.: (ibíd., 1956: 27).

– Si se cita a un mismo autor, con otra cita de por medio, se usará op. cit. Ej.: (op. cit.: 35).

– Cuando se considere necesario, la revista (a juicio del corrector) hará los cambios
editoriales que posibiliten la claridad y coherencia del texto.

– Con el envío de los artículos los autores aceptan el Manual de Procedimientos y las
Normas de Publicación, y se comprometen a acoger los conceptos editoriales, de los pares
evaluadores y de la corrección de estilo.

– Todos los artículos serán sometidos al peritazgo del Comité Editorial y, luego de su
aprobación, a dos jurados (pares expertos), quienes dictaminarán si el artículo es aprobado
para publicación, aprobado con modificaciones o rechazado. El fallo final proferido por el
Comité Editorial es inapelable.

– La recepción de artículos por parte de la revista no garantiza su publicación, ni la


evaluación positiva del mismo. Los artículos que no cumplan los anteriores requisitos, no
se recibirán.

– Cada número de la revista incluirá los trabajos presentados durante el tiempo estipulado,
y aprobados por el Comité Editorial. En caso de que los artículos superen el número
establecido para la edición, el Comité Editorial se reserva el derecho de publicarlos en una
edición posterior.

Para mayor información, consultar el enlace


de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas, Universidad de Antioquia:

http://antares.udea.edu.co/publicacionesymedios/revistas/trabajosocial

Los artículos se enviarán a la dirección:

[email protected]

Revista de Trabajo Social


Dirección postal: 1226. Código: 229
Teléfonos: (57-4) 219 57 67 / (57-4) 219 57 68
Medellín, Colombia.

129
Teléfono: (574) 219 53 30. Telefax: (574) 219 50 13
Correo electrónico: [email protected]
Impreso en septiembre de 2013

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