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Ministerio De Educación Y Ciencias

Colegio Nacional “Tejedoras de Ñanduti”

PROBLEMAS SOCIALES

“Trastornos Conductuales en Jóvenes”

Integrantes

 Alonzo Néstor
 Rodríguez Rodrigo
 Acosta Cinthia
 Acosta Marco
 Acosta Yanina
 Melgarejo Enzo

Tutores

 Lic. Elva Ramírez


 Lic. Silvia Amarilla
 Lic. José Silva

Curso: Tercero

ITAUGUÁ – PARAGUAY
2022
CAPITULO I

Tema

Problemas Sociales.

Subtema

Trastornos Conductuales en jóvenes.

“Proyecto Educativo“

“Problemas Sociales”

Planteamiento del Problema

Los problemas de convivencia en las diferentes comunidades son cada vez un

motivo mayor de preocupación. las dificultades generadas por la vivencia diaria

con otras personas trae consigue diversos conflictos creando problemas y

malestares con las victimas y también en las personas que están en su

alrededor.

Actualmente, este tipo de problemas se encuentran con frecuencia en las

instituciones educativas con adolescentes que presentan problemas de

convivencia y trastornos de conducta en las salas de clases. Una de las

características principales de este trastorno es un mal comportamiento que es

repetitivo y persistente.

¿Cómo influyen los problemas sociales en la comunidad de Mbokajaty del Sur?

Preguntas de investigación

 ¿Cuáles son las consecuencias de los Problemas Sociales?


 ¿Conocen los jóvenes las formas de evitar los trastornos de conducta?

 ¿Cuál es la importancia para evitar los Problemas Sociales?

Objetivos:

Objetivos General

 Conocer sobre los trastornos de conducta en los jóvenes en la

actualidad que aqueja en la comunidad de Mbokajaty de Sur.

Objetivo Específicos

 Conocer cuáles son los trastornos que presenta el joven.

 Identificar los trastornos más comunes que se visualiza a diario en la

comunidad de Mbokajaty del Sur.

 Posibles soluciones en los casos de trastornos.


Justificación

En la actualidad, muchos de los adolescentes manifiestan grandes

problemas sociales, principalmente los trastornos de conducta, los

cuáles son muy difíciles de erradicar debido a diversos factores donde

prevalece el maltrato y la violencia. Por lo que esto supone un alto nivel

de preocupación en la sociedad y teniendo un alto impacto en la

comunidad educativa.

Los adolescentes con trastornos de conductas tienden a tener grandes

dificultades para aceptar las normas que se le imponen en el hogar y en

las escuelas, lo que conlleva a la falta de colaboración en las tareas

domésticas y aun bajo rendimiento escolar. En este proyecto, los

problemas de convivencia y de conductas en los adolescentes, se

entienden como un conjunto de comportamientos que obstaculizan el

desarrollo correcto de la convivencia social.

En la comunidad de Mbokajaty del Sur existe un alto numero de

conflictos sociales de diferentes tipos que se desarrollan tanto en niños

como en adolescentes pero uno de los principales es el trastorno

conductual. Mediante esta investigación se pretende indagar la manera

en la que influyen los problemas sociales en la comunidad de Mbokajaty

del Sur, cuales son las consecuencias por las cuales se da lugar a este

tipo de trastornos y si existen formas de evitar o ayudar a los

adolescentes que atraviesan por esta situación.


CAPITULO II

MARCO TEORICO

Trastornos conductuales en jóvenes

¿Qué es un trastorno?

Esta palabra puede emplearse en diferentes ámbitos, por ejemplo, en la salud,

se trata de una alteración o enajenación psicológica y mental que cambia

radicalmente la conducta de las personas. También puede hacer referencia al

cambio drástico en el funcionamiento operacional de un objeto o de un

proceso.

Generalmente, cuando se menciona un trastorno, se hace referencia a los

desequilibrios psicológicos, estos se basan en trastornos mentales que pueden

llegar a padecer algunas personas. Estos tienen tratamientos de psicoterapia y

son de mucha ayuda para los pacientes.

Tipos de trastornos.

 Trastornos mentales.

 Trastornos alimenticios.

 Trastornos de la comunicación.

 Trastornos del desarrollo.

 Trastornos del sueño.


 Trastornos endocrinos.

 Trastornos de estrés postraumatico.

TRASTORNO MENTAL

La OMS define salud como el estado de completo bienestar físico, mental y

social, no sólo a la ausencia de afecciones o trastornos. Esto significa que el

concepto de ‘salud mental’ está relacionado con la promoción del bienestar

físico y psíquico, la prevención de trastornos mentales y el tratamiento y

recuperación de las personas con problemas de salud mental.

Tener problemas de salud mental no se relaciona con la debilidad de carácter,

mucho menos por razones propias de las personas. Asi también, un problema

de salud mental no impide, tener una vida plena, realizarse en el ámbito

profesional y laboral, formar una familia o disfrutar de cualquier aspecto de la

vida

El trastorno mental hace referencia a una variedad de problemas

conductuales y emocionales en los jóvenes. Un niño o adulto joven puede

mostrar patrones de conducta perturbadores y violentos y dificultad para seguir

las reglas. Puede estar acompañado por otros trastornos mentales, como el

trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH), el trastorno de

estrés postraumático (TEPT) y el trastorno bipolar.

Trastorno de conducta

Uno de los principales problemas psicológicos que presentan muchos

adolescentes es el hecho de sufrir trastornos de conducta. Es un conjunto de


comportamientos antisociales que se manifiestan en la infancia o en la

adolescencia

Por lo general, suelen aparecer más en los chicos que en las chicas, e

impactan de forma muy significativa en diversas áreas de sus vidas: el

rendimiento escolar baja, las relaciones familiares y sociales se ven

perjudicadas, y por supuesto, los jóvenes sufren ante esta situación.

Los trastornos de conducta comienzan en la infancia. Es una creencia errónea

que estos trastornos de los jóvenes nazcan durante la adolescencia. En esta

etapa es cuando son más evidentes porque se agudizan, pero desde la infancia

el trastorno de conducta está ahí, en estado latente. A veces, los síntomas son

tan graves que es muy difícil abordarlos. Para ello, lo mejor es contar con

profesionales con experiencia en el campo.

A pesar de que esas conductas se producen y se pueden diagnosticar, no se

conoce demasiado bien el origen de esta clase de alteraciones psicológicas.

No obstante, sí se conocen algunos factores de riesgo, como ciertos tipos de

personalidad y temperamento, los aspectos genéticos y los del ambiente en el

que se cría y vive el joven, etc.

Desde siempre, los principales trastornos de conducta en adolescentes se

pueden clasificar de la siguiente manera.

 Según la edad en la que aparezcan

 Comienzo de la infancia— Ocurre cuando las señales empiezan a

manifestarse antes de que el niño tenga 10 años.

 Inicio de la adolescencia— Ocurre durante la adolescencia.


 Inicio no especificado— Cuando se desconoce la edad a la que se

manifiesta el trastorno de conducta


 Trastornos principales y más comunes sufridos en jóvenes.

 TDAH - Trastorno por déficit de atención e hiperactividad.

Este trastorno es neurobiológico, pues se produce por una falta de regulación

en los (Neurotransmisores). Esto afecta al córtex prefrontal y al sistema

límbico, y por eso se ha incluido en la lista de trastornos del neurodesarrollo.

No obstante, suele traer a consulta a muchos jóvenes.

Una sintomatología típica del TDAH es la hiperactividad constante, incapacidad

para mantener la atención durante mucho tiempo e impulsividad desmedida.

Esto provoca que el joven no sea capaz de pensar antes de actuar. Igualmente,

este trastorno de conducta también conlleva falta de autocontrol, de voluntad o

la no tolerancia a sentirse frustrados.

 TC - Trastorno de conducta o trastorno disocial.

Las consecuencias derivadas del TC o trastorno de conducta se plasman en un

comportamiento que se repite en el joven, que le hace no respetar los derechos

básicos de los demás, las convenciones sociales, las leyes o simplemente, las

normas que imponen otros, como los padres. Además, suele llevar consigo un

problema de adicción a las drogas.

 TND - Trastorno negativista desafiante.

El trastorno desafiante negativista es un patrón que dura al menos 6 meses.

Durante este periodo, el joven experimenta un estado anímico marcado por la

agresividad, la irritabilidad, así como por la desobediencia y un sentimiento de


venganza. Este trastorno se puede reflejar en el comportamiento del

adolescente no solo hacia su círculo más cercano.

Según el DSM-5, Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales,

el TDN conlleva riesgo de desarrollo de ansiedad y depresión graves.

SINTOMAS DEL TRASTORNO DE CONDUCTA

Los síntomas del trastorno de conducta se dividen en cuatro categorías:

 Comportamiento agresivo

 Comportamiento destructivo

 Conducta engañosa

 Romper las reglas

Dentro de estas cuatro grandes categorías se encuentran:

 Comportamiento agresivo y destructivo

 Ansiedad

 Acciones inapropiadas
 Dificultades de aprendizaje

 Falta de empatía

 Sentimientos de miedo

 Crueldad hacia los animales

 Poca tolerancia a la frustración

 Episodios constantes de ira

 Falta de culpa y remordimiento

 Falta de concentración

 Dificultad en relaciones interpersonales

 Alto nivel de manipulación

 Violación de las reglas

 Comportamiento irritable

 Exceso de autoestima (alta o baja

Otros signos del trastorno de conducta son el consumo de drogas y alcohol, la

iniciación  sexual a una edad muy temprana y baja autoestima.


Trastornos mentales más comunes en la adolescencia

Los trastornos mentales en la adolescencia se caracterizan por cambios de

humor, cambios en la forma de pensar y de comportarse que experimenta la

persona. Pueden provocar malestar o pérdida en su calidad de vida haciendo

que tengan problemas físicos, mentales y sociales.

Este tipo de problemas no sólo se dan en la edad adulta. En la adolescencia

son muy comunes, de hecho más de la mitad de los trastornos mentales

empiezan a manifestarse y se desarrollan en la adolescencia. La adolescencia

es una etapa de la vida que está llena de cambios para los jóvenes, por esa

razón puede ser un periodo bastante agitado.

Los 7 trastornos mentales más frecuentes en la adolescencia

Detectar algún tipo de trastorno de manera temprana supone muchas ventajas

a la hora de impedir que avancen en la edad adulta. El problema es que suele

ser complicado ya que los adolescentes no suelen hablar de lo que les pasa.

Además, la definición del diagnóstico de los trastornos va variando. Los

síntomas de estos tienden a asemejarse más a los de los adultos cuanto mayor

es la edad del adolescente. Entre los trastornos más comunes podemos

encontrar:

Trastornos de ansiedad.
Estos son los más comunes en la adolescencia. Debido a este trastorno, lo

adolescentes experimentan preocupaciones excesivas. En este se incluyen: los

ataques de pánico, las fobias, el TOC, el trastorno por estrés postraumático, y

el trastorno de ansiedad generalizada. Estos trastornos hacen que el joven

padezca síntomas físicos y cognitivos asociados como insomnio, irritabilidad,

dolor de estómago, sudoración y tensión muscular.

Trastornos de alimentación

Este tipo de trastornos se asocian a la adolescencia de manera frecuente, pero

pueden aparecer en cualquier momento de la vida. Factores como la sociedad

en la que vivimos está haciendo que el inicio de este tipo de trastornos sea

cada vez más temprano. La anorexia nerviosa afecta de manera aproximada al

1% de las chicas adolescentes. En chicos afecta a un menor número. Es un

trastorno que debe ser tratado con prontitud para que no afecte gravemente. La

bulimia afecta entre el 1 y el 3% de la población. En el caso de este trastorno

se evita ganar peso a través del vómito.

Fobia social

Las personas con el trastorno de ansiedad social, más conocido como fobia

social, sienten un gran malestar en situaciones que comportan la interacción

con otras personas. Este trastorno puede causar síntomas físicos y cognitivos

como: angustia, taquicardia y dificultades para respirar. En muchos casos se

debe a rechazo o acoso escolar.

Trastornos de conducta
Trastorno disocial, trastorno negativista desafiante. Se caracterizan por la

actuación de los adolescentes de manera impulsiva y destructiva. Lo jóvenes

que padecen este trastorno utilizan la violencia física y verbal contra personas,

animales, roban, violan las normas de los padres, se portan mal en el colegio,

etc.

Hiperactividad

Es un trastorno sobre-diagnosticado en nuestra época. Actualmente se cree

que el 5% de los adolescentes lo padece. Este trastorno implica la pérdida de

la capacidad de atención, la impulsividad y distraerse fácilmente.

Padecer TDAH implica el aumento de probabilidad de desarrollar adicciones,

depresión y trastornos de ansiedad.

Trastornos de aprendizaje

Este tipo de trastornos afectan a la habilidad que tiene el adolescente de recibir

o expresar información. Estas dificultades se dan cuando existen problemas a

la hora de escribir, lenguaje, coordinación, atención o autocontrol.

Clasificación De Problemas De Conductas

 Negativismo

Es  habitual encontrar problemas de conducta en determinados momentos del

ciclo evolutivo de todos los niños, como entre los dos y los tres años y al inicio

de la adolescencia, pero estos, no deberían ser un problema con la ayuda y

apoyo necesario de la familia y la escuela.


No obstante, suele ser diferente cuando está asociado al Trastorno por Déficit

de Atención e Hiperactividad (TDAH), y además estas conductas son

perseverantes en el tiempo y de una magnitud mayor. En estos casos, cuando

las conductas de hostilidad, falta de cooperación y enfrentamiento a los adultos

son constantes o en mayor número de ocasiones, si las comparamos con otros

niños de su misma edad, y si además, afecta a su vida social, a sus relaciones

familiares y académicas, podríamos estar ante un caso de Trastorno

Negativista Desafiante (TND).

A los 3 años ya es posible encontrar indicios de este trastorno, pero es entre

los 3 y los 7 años cuando las características se convierten en más

problemáticas  y se observa un empeoramiento del funcionamiento en la vida

diaria.

Los síntomas característicos del Trastorno Negativista Desafiante son los

siguientes, siendo necesarios cuatro o más  durante al menos 6 meses para

cumplir el diagnóstico:

 Pierde los nervios a menudo, por ejemplo, niños que se enfadan ante

cualquier inconveniente por insignificante que sea

 Discute frecuentemente con los adultos, es decir, se empeña en

contradecirlos a menudo.

 Desafía las órdenes o rechaza cumplirlas reglas. Estas actitudes

desafiantes son muy características, se niegan a cumplir las reglas sin

motivo alguno

 Molesta deliberadamente a la gente, por ejemplo, niños que disfrutan

haciendo enfadar a los otros niños o a los adultos.


 Echa la culpa a los otros de sus errores o mal comportamiento, es decir,

no se atribuye sus actos negativos.

 Se enfada fácilmente con los demás, sin aparente motivo inician su

enfadado.

 Está continuamente enfadado o resentido. Son niños que la mayor parte

del tiempo están enfadados por algo.

 A menudo es vengativo y rencoroso, es decir, les cuesta perdonar y

olvidar lo sucedido

La comorbilidad entre el TDAH y el TND está sobradamente demostrada, y

esto puede ser predictor de conductas antisociales en la etapa adolescente y

adulta.

Estas conductas de oposición pueden darse de manera pasiva, es decir, no

obedeciendo mostrándose pasivo, o de manera activa, con negaciones fuertes,

insultos, hostilidad o agresividad.

Por lo que respecta a las causas de este trastorno, no sólo existe un factor

causal, sino que es la combinación de diversos factores de riesgo, que en

ausencia de determinados aspectos protectores, pueden predisponer al

trastorno.

Algunos de estos factores de riesgo son:

 Los factores individuales: como la tendencia a la irritabilidad, la hiperactividad,

etc. Es decir, niños que por sus características personales muestran un

temperamento fuerte.
 Los factores familiares: como una disciplina inconstante, trastornos del estado

de ánimo, impulsividad, los problemas conyugales, etc. Por ejemplo, influirían

padres con una disciplina más bien indulgente.

 Los factores sociales: como la situación económica y social. Por ejemplo, vivir

en un barrio marginal en una situación de pobreza podría ser un factor de

riesgo.

Para la orientación del tratamiento, tendremos que considerar la combinación

de factores de riesgo que están presentes en la vida del niño y su entorno.

Muchas veces, algunos de estos factores externos no se pueden modificar o

eliminar, como puede ser la situación económica, los entornos marginales, etc.,

pero sí se debe intentar minimizar el efecto que ejercen sobre el niño, y actuar

sobre la forma en que el sujeto los percibe y tratar los que son modificables.

Desde el enfoque cognitivo-conductual, las intervenciones en estos casos

deberían centrarse en:

 La intervención con el niño: donde se le enseñan habilidades cognitivas

para gestionar sus propias emociones y afrontar las situaciones difíciles,

y poder generalizarlo después en su vida diaria. Por ejemplo, es útil

ayudarles a reconocer su propio enfado, e identificar qué alternativas

podrían realizar para evitar llegar a ese estado.

En muchos casos, otro buen aspecto a trabajar serían las técnicas de

relajación, aprendiendo a controlar su impulsividad y disminuyendo la ansiedad.

También es recomendable el uso de elogios y premios, así como castigos


razonables para los niños. Dado que, los niños valoran mucho cuando su

conducta bien hecha es premiada por un adulto, y así tienden a repetirla.

 El entrenamiento con los padres: en el que éstos aprenden, ejercitan y

adaptan ciertas habilidades con sus hijos, como aprender a pedir las

cosas afectivamente, o ignorar las conductas irritantes prestando mayor

atención a aquellas más deseadas. En ocasiones es más útil ignorar una

rabieta durante cierto tiempo para que el niño se pueda tranquilizar, y

después intentar reflexionar con él sobre lo sucedido.

Ante este tipo de problemas y dependiendo de la gravedad de los mismos, lo

recomendable es acudir a un profesional que pueda hacer un registro sobre

cuáles son las características de cada caso, así como registrar la intensidad,

frecuencia y duración de este tipo de conductas. A partir de aquí  se plantea

una intervención sobre los aspectos que pudieran estar condicionando en

trastorno, y fortalecer aquellos aspectos positivos que pudieran favorecer la

evolución del mismo, para al final mejorar la vida  tanto del niño, como de su

familia y el entorno más cercano.

«EL COMPORTAMIENTO ES UN ESPEJO


EN EL QUE CADA UNO MUESTRA SU
IMAGEN.»

Johann W. Goethe
HIPERACTIVIDAD EN ADOLESCENTES

¿Con cuánta frecuencia debes decirle a tu hijo adolescente que se calme?

Analizar este asunto te permitirá ver si tu hijo sufre de un trastorno de

hiperactividad. Esta es una condición que comienza en la infancia, pero, en

adolescentes, es más común de lo esperado: el 70% de los niños la

manifiesta también en esa etapa.

Para nadie es un secreto que la adolescencia es la etapa más difícil en el

desarrollo humano. Allí, se comienza a actuar de forma más independiente y se

asumen mayores responsabilidades. En medio de todo esto, ¿cómo influye

la hiperactividad en adolescentes?

El niño o adolescente podría asumir todas estas nuevas tareas de forma

valiente y correcta, pero también en otras se equivocará y tratará de huir.


Ese incremento de exigencias puede ocasionar hiperactividad en

adolescentes, y también cierta tensión que no saben cómo canalizar.

Las dificultades de experimentar hiperactividad

Si el hijo manifestó síntomas de hiperactividad desde la infancia, es muy

probable que, con las nuevas responsabilidades que asume al crecer,

comience a experimentar una serie de dificultades. Entre ellas se incluyen

ansiedad social, preocupación por su apariencia y hasta ciertas conductas

de riesgo.

Incluso, si el ambiente familiar es nocivo, puede afectarlo en sus relaciones

interpersonales. La razón será que baja su autoestima y se desarrollan así

problemas emocionales.

Por lo tanto, se verá afectada su capacidad de gestionar y reaccionar ante

las emociones y creará alrededor de sí mismo una hiperactividad a veces

conflictiva; es común que el joven se muestre mostrándose frustrado e

irritable.

Síntomas de hiperactividad en adolescentes

Se han descifrado por lo menos tres tipos de reacciones comunes de la

hiperactividad en adolescentes.

 Desatención

Habitualmente, se nota por la dificultad para que el joven mantenga la

concentración en una conversación, o quizás para ver una película o

culminar una actividad.

Esta situación es una de las más problemáticas, pues afecta

el rendimiento del adolescente, debido a que suelen evitar realizar tareas


que requieran un esfuerzo mental extendido. Con facilidad, se desmotivan y

dejan de hacer lo que habían iniciado.

 Hiperactividad

Esto no debe confundirse con una sensación de inquietud interior o falta de

coordinación motora, sino con la dificultad para permanecer quieto durante

un espacio de tiempo prolongado. Se empieza a manifestar cierto

comportamiento que denota ansiedad, como comerse las uñas, dar

toquecitos a la mesa de forma continua, tocarse el cabello, entre otros

 Impulsividad

La reacción habitual es la de interrumpir, y puede llegar hasta a ofender o

invadir el espacio de los demás. Por estas razones, se les suele tratar de

mal educados o impacientes.

Cómo afrontar la hiperactividad en adolescentes


Lo primero que deben hacer los padres es reconocer si existe hiperactividad

en adolescentes. Esta condición se le conoce como trastorno por déficit de

atención.

Si el adolescente ya dio síntomas de padecerla, será más que necesario

que se aborde el asunto desde varios ámbitos. Padres, educadores,

pediatras, psiquiatras y terapeutas deben conjugar esfuerzos para que el

joven logre canalizar lo que siente y experimenta.

¿Cuál es la razón de darle la atención que merece? En esta etapa de la

adolescencia, el adolescente es más vulnerable a adoptar conductas

potencialmente peligrosas derivadas de la hiperactividad en adolescentes.

En esta etapa se encuentra en una búsqueda de la aceptación de

otros como proceso natural de su crecimiento; si no la consigue por alguna

frustración, se podría desencadenar en él cierta conducta nociva.

Todo esto puede desencadenar en mayores problemas al tratar de drenar lo

que siente; también podría demostrar de forma temeraria que sí es capaz de

lograr algo que se propone.

Ayudas para un adolescente con hiperactividad

Hay varias sugerencias que pueden ayudarte a manejar la situación con tu

hijo. Por ejemplo, podrías:

 Identificar qué es lo que realmente le gusta hacer; quizás le agrade

practicar algún deporte u otra actividad.

 Establecer reglas claras: debes proponer incentivos, pero también

castigos.

 Asignar responsabilidades definidas, tales como recoger su habitación.


 Expresar palabras de encomio para mantener la autoestima.

Una decisión con el motivo correcto

Hay muchos adolescentes que sufren trastornos por déficit de atención e

hiperactividad pero que nunca les ha sido diagnosticado. Por este motivo,

algunos son víctimas de constantes reproches y experimentan un profundo

malestar.

Con esto, se resalta que es un problema real; que no puede pasar

desapercibido ni tampoco pensar que el adolescente solo expresa rebeldía.

Incluso, puede haber condicionantes médicos que lleven a la hiperactividad

en adolescentes, tales como factores hereditarios y alteraciones del sistema

nervioso central. También los problemas de la glándula tiroides, los altos

niveles de plomo en la sangre o la ingesta de algún alimento.

Llevar una vida armoniosa puede representar un verdadero desafío para el

adolescente si sufre de hiperactividad. El trabajo mancomunado para sacar

y descubrir su potencial será su mejor aliado para trazarse metas y llevar

una vida lo más normal posible.


La conducta violenta en la adolescencia

La violencia es el uso deliberado de la fuerza física o el poder, ya sea en grado

de amenaza o efectivo, contra uno mismo, otra persona o un grupo o

comunidad, que cause o tenga muchas probabilidades de causar: lesiones,

muerte, daños psicológicos, trastornos del desarrollo o privaciones.

La violencia  comprende, tanto la violencia interpersonal como el

comportamiento suicida y los conflictos armados, cubriendo una amplia gama

de actos que van más allá del acto físico, incluyendo las amenazas e

intimidaciones.

Un joven puede ser violento, al igual que un huracán; pero solo los animales,

los primates y los seres humanos pueden ser agresivos. La agresividad, por

tanto, es una cualidad asociada a los seres vivos que no conlleva,

necesariamente, destrucción o violencia, siendo esta, para algunos autores,

imprescindible para la supervivencia de los seres vivos. Así, en circunstancias

de relaciones de convivencia, la agresividad es más bien un mecanismo de

defensa.

La agresividad puede ser un síntoma propio de un trastorno o un síntoma

asociado, siendo el trastorno de la conducta y el comportamiento antisocial

asociado, el problema mental y de comportamiento más común en niños y

jóvenes.
Dicha problemática tiene un gradiente pronunciado de clase social, con un

aumento de tres a cuatro veces en la prevalencia en las clases sociales más

desfavorecidas. Existe un círculo o conexión entre haber sufrido agresión y la

evolución a ser sujeto agresor, siendo un factor determinante, en muchos

casos, para el desarrollo de este tipo de problemáticas social y de salud.

Epidemiología

Existe una disminución objetiva en los últimos años de los delitos cometidos

por menores, aunque es emergente la realización de estos contra sus

ascendientes. El acoso escolar es una manifestación de violencia entre iguales.

Hay un 3,8% de acosados y un 2,4% de acosadores. Pero también la agresión

hacia los profesores es un problema que preocupa socialmente.

El Primer Informe sobre Jurisdicción de Menores titulado: análisis de las

conductas antisociales y delictivas de los jóvenes en España, realizado en el

2008 por el Centro de Investigación en Criminología de la Universidad de

Castilla-La Mancha, señala que el 98,8% de los jóvenes realizan algún acto

antisocial o delictivo alguna vez en su vida en España y baja a un 72,4%


cuando se limita a su presencia en el último año. El uso ilegal del ordenador y

el consumo de alcohol son las conductas más frecuentes. Conductas más

preocupantes, como la participación alguna vez en una pelea, ya “solo” es de

un 22,1% si se refiere a si alguna vez ha participado y de un 8,1% cuando esta

conducta se ha producido en el último año. El resto de conductas violentas y

contra la propiedad no superan un 5% de prevalencia.

Esto quiere decir que los jóvenes de hoy ¿son más antisociales y agresivos

que hace años?

La tasa de menores de 14 a 17 años condenados por cada 1.000 habitantes de

ese mismo rango de edad fue de 7,9, según indica el INE, en la nota de prensa

de 22 de septiembre de 2016. Y hay una tendencia descendente en los últimos

años.

Evolución de las condenas en menores

Tienen un claro predominio en los varones, 79,7% de los menores condenados

y el 20,3% mujeres.
En la Memoria de la Fiscalía General del Estado del año 2016, se señala que

las cifras de violencia doméstica hacia ascendientes y hermanos, un año más,

se mantienen, en este caso con un ligero aumento, ya que se ha pasado de

4.753 procedimientos en 2014 a 4.898 en 2015, señalándolo como un

problema social de una magnitud que desborda el ámbito de la jurisdicción,

pues es el resultado de un modelo educativo fracasado, carente de pautas de

autoridad y de valores definidos.

Otra de las conductas que ha tenido mayor repercusión social de la violencia

entre iguales es el acoso escolar. Siguiendo los criterios más rigurosos, el

porcentaje de víctimas de acoso detectado en este estudio es de un 3,8% y el

porcentaje de acosadores de un 2,4%. Pero se habla de una horquilla entre 9-

54% en estudios internacionales.

Los porcentajes más elevados se observan de nuevo en el maltrato de tipo

psicológico: el 4,3%, reconoce participar frecuentemente en “hablar mal” y el

3,8% en “insultar u ofender”.

Entre el 1,1% y el 0,2% del alumnado informa haber sido a menudo o muchas

veces víctima de grabaciones u otras formas de acoso con nuevas tecnologías.

Pero el comportamiento disruptivo también es el problema más frecuente que

dice sufrir “a menudo o muchas veces” el 21,6% del profesorado, mientras que

solo reconoce participar en dichas situaciones el 4,1% del alumnado. El 1,5%

del profesorado indica haber sufrido con frecuencia insultos por parte del

alumnado y un 0,1% agresiones físicas (cifra que sube al 0,6% si se suma la

categoría “a veces”). En la más extrema, la agresión física, el 4,1% del


alumnado dice haber participado (sumando todas las categorías de respuesta)

frente al 0,6% del profesorado que dice haberlas sufrido.

Aspectos clínicos

La evaluación del cuadro debe orientar hacia alternativas realistas y, en lo

posible, con diferentes alternativas de intervención. Es preciso implicar, tanto al

niño o joven como a la familia en la toma de decisión.

Los médicos, deben abordar específicamente los problemas o trastornos

habitualmente relacionados con la conducta agresiva: trastornos

externalizantes (disociales, el negativismo desafiante y el TDAH como los más

frecuentemente relacionados), y los trastornos internalizantes (trastornos

depresivos y el controvertido trastorno de desregulación perturbador del estado

de ánimo)

Pero, además, no debe olvidar, que detrás de una conducta agresiva o violenta

hay unos factores etiopatogénicos que debe investigar, entender y sino tratar,

al menos, orientar, para su abordaje posterior.

Tendrá que ayudar a los padres, que, desbordados por el comportamiento de

sus hijos, demandarán orientación y, aunque sin formación ni recursos, deberá

tener criterios de respuesta que para los trastornos de conducta y, según la

guía NICE, son:

• En relación con la evaluación: las conductas presentes y la experiencia

previa, intervenciones y contactos con los servicios realizadas previamente, la

naturaleza, gravedad y duración del (de los) problema(s), el impacto del


trastorno en el rendimiento educativo, la presencia de problema crónico de

salud física comórbidos y cualquier factor social o familiar que pueda tener un

papel en el desarrollo o mantenimiento del (de los) problema(s) identificado(s) o

cualquier otra circunstancia específica.

• Y en relación con la intervención o tratamiento: plantear y discutir las

posibilidades con el niño o joven y con padres o cuidadores, proporcionando

información sobre la naturaleza, el contenido y la duración de cualquier

intervención propuesta, su aceptación y tolerancia. Incluye el posible impacto

de las intervenciones para cualquier otro comportamiento o salud mental y las

consecuencias de la continuación de la prestación de las actuales

intervenciones. En dicho proceso hay que tener en cuenta las preferencias del

niño o del joven y, en su caso, sus padres o cuidadores al elegir entre una

variedad de intervenciones.

El trastorno de conducta o disocial

No debemos hablar en la infancia de psicopatía, sino de rasgos psicopáticos.

En la nueva clasificación DSM-5, existe el especificador del trastorno de

conducta de “con emociones prosociales limitadas”. Sensibilidad especial

merece el TDAH, que, si no se diagnostica o no se trata bien, incrementa los

problemas de abuso de sustancias y conductas delictivas, con la agresividad y

violencia que estas conllevan.

Los trastornos de conducta se caracterizan por patrones repetitivos y

persistentes de conducta antisocial, agresiva o desafiante, que equivale a


violaciones significativas y persistentes de expectativas sociales apropiadas

para la edad. La clasificación de la CIE-10 de los trastornos mentales y del

comportamiento de la Organización Mundial de la Salud divide los trastornos de

conducta en: trastornos de conducta socializados, trastornos de conducta no

socializados, trastornos de conducta confinados al contexto familiar y trastorno

desafiante de oposición.

Las conductas agresivas en los primeros años de la escuela y los problemas

conductuales en la infancia media son predictores tanto de la delincuencia

como de problemas conductuales en la adolescencia. Aunque la mayoría de los

casos diagnosticados de trastorno de conducta no progresan a trastorno

antisocial en la adultez, es mucho más frecuente la evolución (llega a ser el 25-

40% de los casos). Detectar y atender estas situaciones en la infancia es una

responsabilidad también del pediatra.

La psicopatía en niños y adolescentes es un concepto que se evita por el

riesgo de etiquetar a poblaciones en desarrollo, aunque numerosas

investigaciones demuestran que este trastorno se inicia en la infancia (7,8),

procurando en estos casos hablar más de rasgos psicopáticos que de

psicopatía(9). En la clasificación DSM-5, se ha incorporado el especificador que

corresponde a ese perfil de sujetos “con emociones prosociales limitadas”.

Para valorar la presencia del especificador “con emociones prosociales

limitadas” es preciso que el individuo haya presentado, por lo menos, dos de

las siguientes características de forma persistente (no solamente episodios

ocasionales), en varios contextos (por lo que se necesitan varias fuentes de

información) y durante, al menos, doce meses, que incluyen:


• Falta de remordimientos o culpabilidad: no se siente mal ni culpable cuando

hace algo malo (no cuentan los remordimientos que expresa solamente cuando

le sorprenden o ante un castigo).

• El individuo muestra una falta general de preocupación sobre las

consecuencias negativas de sus acciones. Por ejemplo, el individuo no siente

remordimientos después de hacer daño a alguien ni se preocupa por las

consecuencias de transgredir las reglas.

• Insensible, carente de empatía: no tiene en cuenta ni le preocupan los

sentimientos de los demás. Este individuo se describe como frío e indiferente.

La persona parece más preocupada por los efectos de sus actos sobre sí

mismo que sobre los demás, incluso cuando provocan daños apreciables a

terceros.

• Despreocupado por su rendimiento: no muestra preocupación respecto a un

rendimiento deficitario o problemático en la escuela, en el trabajo o en otras

actividades importantes. El individuo no realiza el esfuerzo necesario para

alcanzar un buen rendimiento, incluso cuando las expectativas son claras, y

suele culpar a los demás de su rendimiento deficitario.

• Afecto superficial o deficiente: no expresa sentimientos ni muestra emociones

con los demás, salvo de una forma que parece poco sentida, poco sincera o

superficial (p. ej., con acciones que contradicen la emoción expresada; puede

“conectar” o “desconectar” las emociones rápidamente) o cuando recurre a

expresiones emocionales para obtener beneficios (p. ej., expresa emociones

para manipular o intimidar a otros.


También, es frecuente asociar el término de psicópata con el de delincuente; si

bien, no todos los delincuentes son psicópatas y no todos los psicópatas están

reconocidos e identificados socialmente como tal.

No todos los trastornos de conducta van a evolucionar igual, así hay descritos:

cuadros crónicos de aparición temprana, los limitados a la infancia, los de inicio

adolescente, cuadros moderados y leves. Las diferencias clínicas, la

variabilidad documentada en la evolución, el impacto de los factores

psicosociales son prometedores para la prevención e intervención, frente a los

posicionamientos que plantean la estabilidad absoluta de estos cuadros.

Trastorno negativista desafiante (TND) y otros

La distinción principal entre el trastorno desafiante de oposición y los otros

subtipos de trastorno de conducta es la extensión y severidad del

comportamiento antisocial. Los actos antisociales o criminales aislados no son

suficientes para apoyar un diagnóstico de trastorno de conducta o trastorno

desafiante de oposición. El trastorno desafiante de oposición es más común en

niños de 10 años o menos. Los otros subtipos de trastorno de conducta son

más comunes en los mayores de 11 años.

Lo característico del trastorno es que los problemas se presentan con la

autoridad (padres, profesores, etc.) sin que haya habitualmente dificultades con

iguales. El trastorno negativista desafiante (TND) se presenta con cierta

frecuencia en los niños y jóvenes, en muchas ocasiones de forma comórbida y

precediendo a los trastornos de conducta, el abuso de sustancias y graves

conductas delictivas.
Hay procesos a la edad de 2-5 años donde es típico y normal la presencia de

conductas oposicionistas, que con el incremento de edad van disminuyendo en

frecuencia, al igual que sucede con las conductas agresivas, peleas propias de

los primeros años de la vida.

El trastorno negativista desafiante forma parte en la DSM-5 de los trastornos

destructivos del control de los impulsos y de la conducta, al igual que el

trastorno explosivo intermitente y el trastorno de conducta. Sin embargo, el

trastorno de desregulación perturbador del estado de ánimo, con múltiples

síntomas comportamentales, se incluye dentro de los trastornos afectivos. El

TND y el de desregulación perturbador del estado de ánimo son diagnósticos

excluyentes. Pero ambos con síntomas nucleares centrados en el

comportamiento. Así, el primer criterio de la desregulación perturbadora del

estado de ánimo, se describe como: accesos de cólera graves y recurrentes

que se manifiestan verbalmente (p. ej., rabietas verbales) y/o con el

comportamiento (p. ej., agresión física a personas o propiedades) cuya

intensidad o duración son desproporcionadas a la situación o provocación.

El trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) y la conducta

violenta

Hay una mejora en el diagnóstico y el tratamiento del TDAH, pero hay una

opinión mediática e incluso en el discurso científico, que señala un posible

sobrediagnóstico y una prescripción inapropiada. Esto se justifica por el

incremento de la prescripción de metilfenidato del 2002 hasta 2009 (11): para el

grupo de edad 5-18 años, aumentó en 19 de 0,64 DDD/1.000 habitantes/día a


12,0 DDD/1.000 habitantes/día; y para toda la población, aumentó en 18 de

0,08 DDD/1.000 habitantes/día a 1,42 DDD/1.000 habitantes/día.

Pero con dichos datos se estaría en el 1,2% de los TDAH tratados, frente al 5-

7% de prevalencia, por lo que no está adecuadamente acreditado dicha

afirmación de sobrediagnósticos y sobretratamientos.

Pero, además de este dato revelador y objetivo, existe la convicción de que los

tratamientos del TDAH, que por una parte se han generalizado, también se han

banalizado, perdiéndose el control y seguimiento precisos. La realidad de

padres y/o adolescentes que retiran o inician tratamientos sin control por

causas diversas, tales como: el periodo vacacional, las salidas de los fines de

semana, la presencia de exámenes, etc. aumenta; y alguna de ellas sin

justificación clínica alguna. Pero también casos en los que un niño y/o

adolescente toma tratamiento durante años sin que nadie hable con el paciente

con la única justificación de que alguien se lo recetó en su momento.

El problema de tratar o no tratar el TDAH también tiene consecuencias a

medio-largo plazo, existiendo estudios de seguimiento de TDAH tratados frente

a los no tratados con un aumento de prevalencia de consumo de alcohol,

marihuana y cocaína en el grupo de sin tratamiento. Y el reconocimiento

temprano y el tratamiento, en combinación con la terapia de comportamiento a

largo plazo y/o tratamiento médico continuo y a largo plazo, puede reducir el

riesgo de trastorno por uso de sustancias en los pacientes con TDAH.

En el TDAH, se ha observado una alta relación entre trastorno por estrés

postraumático y otros trastornos externalizantes, como el trastorno


oposicionista desafiante y el trastorno de conducta. El TDAH también se está

describiendo con mayor frecuencia en jóvenes detenidos.

Problemas emergentes

La agresión intrafamiliar hacia los ascendientes

También denominada violencia filioparental. Una de las definiciones más

completas es la de Aroca que define la violencia filio-parental como: “aquella en

la que el hijo o hija actúa intencional y conscientemente con el deseo de causar

daño, perjuicio o sufrimiento a sus progenitores, de forma reiterada a lo largo

del tiempo, y con el fin inmediato de obtener poder, control y dominio sobre sus

víctimas para conseguir lo que desea, por medio de la violencia psicológica,

económica o física”. Otros autores definen la violencia ascendente como:

cualquier acto que realiza el menor con la intención de controlar a los padres

y/o causarles daño psicológico, físico o financiero en ausencia de

remordimiento o culpabilidad.

Entre las causas de la violencia de adolescentes contra sus progenitores se

encuentran las siguientes: una sociedad permisiva que educa a los niños en

sus derechos, pero no en sus deberes, donde ha calado de forma equívoca el

lema “no poner límites” y “dejar hacer”, abortando una correcta maduración, así

como el hecho de que hay padres que no solo no se hacen respetar, sino que

menoscaban la autoridad de los maestros, la policía o de otros ciudadanos

cuando en defensa de la convivencia reprenden a sus descendientes.


El acoso escolar

El acoso escolar puede tomar muchos comportamientos. En el cuestionario de

Bullying de Olweus, vienen recogidas las 9 vías más comunes:

1. La intimidación verbal incluyendo comentarios despectivos y malos nombres.

2. La intimidación a través de la exclusión social o el aislamiento.

3. la intimidación física, tales como golpear, patear, empujar y escupir.

4. La intimidación a través de mentiras y falsos rumores.

5. Obtener dinero de la extorsión (extorsión económica) o substracción de

cosas o daños en las mismas por los acosadores.

6. Ser amenazado o ser forzado a hacer cosas por los estudiantes que

intimidan, como en los contratos de esclavos.

7. La intimidación racial.

8. El acoso sexual.

9. El acoso cibernético (por teléfono o Internet).

Pero, para hablar de “acoso”, es preciso que incluyan los 3 componentes:

1) El comportamiento agresivo, que involucra acciones negativas no deseadas.

2) Un patrón de comportamiento que se repite en el tiempo.

3) Un desequilibrio de poder o fuerza.


Medidas de intervención con los menores violentos

El marco de intervención, incluye: la familia, los servicios de salud, los centros

educativos y los servicios sociales. Hay que ampliar la cartera de servicios

ofreciendo programas grupales e individuales.

Siempre es adecuado y conveniente la mejora en la competencia personal,

debe conocer el marco legal, y asegurarse de que recibe cuidado por un

profesional, evitando el paso de un profesional a otro de forma innecesaria,

eludiendo concatenar exploraciones múltiples.

El marco de intervención incluye: la familia, los servicios de salud, los centros

educativos y los servicios sociales, siendo la intervención multimodal en

diferentes entornos y ambientes con una base cognitivo-conductual la

recomendada.

En la guía NICE para los trastornos de conducta, se proponen las siguientes

intervenciones:

• Entrenamiento de grupo de padres para niños de 3 a 11 años, en grupo o

individual, pero separando los casos complejos.

• Entrenamiento para cuidadores de centros de menores, para menores de 3 a

11 años.

• Programas focalizados en los chicos en edades de 9 a 14 años.

• Los tratamientos multimodales para los de 11 a 17 años.

• Los tratamientos psicofarmacológicos:


- Plantearse metilfenidato o atomoxetina, para el tratamiento del TDAH

asociado.

- Considerar la risperidona para el manejo a corto plazo de los pacientes

severamente agresivos, con explosiones de cólera y desregulación emocional

severa y que no han respondido a las intervenciones psicosociales.

La intervención en la agresión intrafamiliar ascendente

Cuando este problema se presenta es preciso ayudar a los padres, siendo

conscientes de que cuando un menor tenga menos de 14 años y cometa un

delito de estas características, la exención de responsabilidad penal por la

edad penal en España, no supone una inhibición del sistema de protección y de

intervención social.

Es necesario conocer y coordinarse con los sistemas de intervención social de

cada zona, especialmente los servicios de protección de menores, aunque se

hayen desbordados con un incremento de las adopciones internacionales,

puedan estar excesivamente burocratizados y no ofrezcan siempre alternativas.

En la circular 1/2010, de la Fiscalía General del Estado, sobre el tratamiento del

sistema juvenil de los malos tratos de los menores contra sus ascendientes, se

recogen como las medidas más adecuadas: la convivencia en grupo familiar o

educativo, libertad vigilada o alejamiento y el tratamiento terapéutico de tipo

ambulatorio. Lamentablemente, estas medidas solo se producen cuando hay

una denuncia. Existiendo pocas posibilidades de intervención previas.


Pero hay proyectos que recogen diversos programas sobre esta problemática,

como el proyecto paneuropeo (http://www.rcpv.eu/es/) de violencia filio-parental

que ofrece recursos de intervención que se utilizan actualmente en otros

países, especialmente:

1. Programa Break 4 Change. Consta de dos grupos que funcionan en paralelo:

uno para padres/tutores y el otro para jóvenes. En el grupo, permite explorar

nuevas ideas y permite explorar nuevas formas de relacionarse los unos con

los otros. En las sesiones para padres, se aborda: la parentalidad, la magnitud

del abuso en el ámbito familiar y la repercusión familiar. La posibilidad de

compartir experiencias con otros padres y madres permite que la dinámica de

aislamiento y vergüenza se rompa. Las sesiones para jóvenes combinan una

parte formativa, seguida de una parte creativa. La parte creativa utiliza la

composición de letras de canciones, la música rap y el trabajo fílmico para

incorporar el progreso, profundizar la reflexión y crear empatía. La parte

creativa del programa es una herramienta potente que permite mejorar la

concienciación y percepción de los participantes y efectuar e incorporar

cambios. La videograbación es una herramienta para permitir el diálogo y el

aprendizaje entre los padres y jóvenes que trabajan en grupos separados.

2. Y el programa de Non Violent Resistance o de «Resistencia no violenta»

plantea líneas de investigación en este campo. En este caso, la intervención

terapéutica solo es con los padres, sin necesidad de trabajar directamente con

el menor. No se trata de recuperar el control parental o el cambio en el

comportamiento del hijo o hija como la de promover un cambio en la relación

entre el padre/madre y su hijo, en el comportamiento de los padres y en


aumentar su presencia positiva en la vida de su hijo. La forma de ejercer la

autoridad es un elemento esencial para que pueda ser aceptable.

La intervención en el acoso escolar

Ampliar los sistemas de reconocimiento y canalizar estas demandas, es una de

las primeras medidas. Recientemente, se dispone de nuevos sistemas de

notificación y son una herramienta indispensable en la lucha contra el acoso

escolar, donde se dispone de un teléfono 900 018 018; telegrama 600 909 073

(para personas con discapacidad auditiva) y skype acosoescolar (para

personas con discapacidad).

Pero, además de notificar, cuando la conducta agresiva está presente y acuden

a consulta con esta demanda ¿qué podemos hacer?

Los programas como el Kiva finlandés se centran más en el trabajo con los

observadores que con las víctimas y agresores. Produciendo un cambio de

enfoque que ha dado amplios resultados en diversos países donde se está

aplicando.

Tratamiento para el trastorno de conducta

El trastorno de conducta es un trastorno difícil de superar, pero con el

procedimiento adecuado y la voluntad del paciente se puede llegar a un

resultado exitoso. Si un niño o un adolescente con trastorno de conducta no es

tratado a tiempo, corre el riesgo de desarrollar como adulto otros tipos de

trastornos mentales.
Uno de los tratamientos más utilizados para este trastorno es la psicoterapia y

la terapia conductual. Éstas tienen un largo procedimiento, y cuanto antes se

diagnostica el trastorno, mayor será la efectividad de la terapia.Para cualquiera

de las dos terapias es necesario el apoyo de familiares, amigos, maestros o

cualquier vínculo cercano que pueda aportar a la recuperación del paciente.

La terapia cognitivo conductual y la psicoterapia generalmente son utilizadas

para ayudar al niño a expresar sus emociones y brindarle las herramientas

necesarias ara que pueda aprender a controlar la ira de manera apropiada.

A veces el trastorno de conducta es diagnosticado junto con otra serie de

condiciones que pueden ser tratadas farmacológicamente; en  esos casos, y si

el terapeuta lo cree necesario, la medicación puede figurar en los planes de

tratamiento de este trastorno.

Los jóvenes y niños con trastorno de conducta pueden tener problemas

continuos si ellos y sus familias no reciben un tratamiento temprano y completo.

Estos problemas pueden ser desde no adaptarse a las demandas de la edad

adulta a continuar teniendo problemas con las relaciones interpersonales,

romper las reglas y presentar dificultad para conseguir un trabajo debido a su

comportamiento antisocial e indebido.


CAPITULO III

MARCO METODOLOGICO

Se ha realizado una búsqueda de artículos y trabajos publicados en diferentes bases de datos

de uso habitual, en relación a los temas a trabajar en torno a los problemas de convivencia y

los trastornos de conducta.

Variables

Las variables que se tuvieron en cuenta para llevar a cabo esta investigación están clasificadas

en dos tipos.

A) Variables antropométricas

B) Variables psicológicas.

Definición operacional de las variables

Los indicadores que fueron utilizados para realizar la medición de las variables son en cuanto

sigue: peso, dietas alimentarias, hábitos alimentarios, autoestima, felicidad, depresión, ansiedad, ira,
ineficacia, perfeccionismo, desconfianza interpersonal, conciencia introceptiva, miedo a la madurez,

ascetismo, impulsividad e inseguridad social)

La presente investigación esta basada en un enfoque de investigación descriptiva , ya que se

recurre a la recolección de datos con el fin de comprender de manera mas exacta el tema

además de generar nuevos conceptos generales acerca del tema.


CAPITULO IV

ANALISIS E INTERPRETACION
CAPITULO V CONCLUSIONES Y RECOMENDACIONES

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