Ansiedad
Ansiedad
Ansiedad
Las sensaciones físicas normalmente las genera un sistema del organismo (el
sistema nervioso autónomo) que se activa de manera automática ante las situaciones de alarma.
Algunas de las sensaciones más frecuentes son: dificultades para respirar o respirar rápido, mareo,
sequedad de la boca, aceleración del ritmo cardíaco, temblores, tensión muscular, sudoración,
nudo en el estómago o en la garganta, inquietud motriz, ...
Comportamientos. La persona que tiene un trastorno de ansiedad suele hacer cosas que le ayudan
a rebajar la ansiedad. Adopta lo que se conoce como conductas de seguridad, es decir, evita
situaciones que le generan ansiedad como coger el metro, o se ayuda de algunos trucos para
rebajar este malestar como ir acompañado de alguien o llevar un amuleto de la buena suerte.
Pensamientos. Cuando se tiene mucha ansiedad o miedo, los pensamientos pueden llegar a
"contaminarse" de estas emociones intensas. Es decir, los pensamientos pueden volverse
exageradamente negativos o catastróficos hasta el punto de pensar que nos pasará algo malo y no
lo podremos controlar o que perderemos el control o nos moriremos. Es frecuente también
pensar que los demás se van a hacer una idea errónea de lo que queremos decir o hacer, que nos
rechacen, o que algún asunto salga mal y fracasemos.
Los trastornos de ansiedad deben ser diagnosticados por profesionales de la salud, que mediante
una entrevista recogen los síntomas y las situaciones en las que se ve afectada la persona.
En muchas ocasiones, antes de llegar a ser atendidos por los especialistas en salud mental, las
personas con trastornos de ansiedad son valoradas por los pediatras o médicos de familia que
derivarán el caso cuando detecten que hay una intervención especializada.
Tratamiento farmacológico. Los trastornos de ansiedad, a menudo, son tratados con tratamiento
farmacológico. Los más utilizados son un tipo de antidepresivos que se llaman inhibidores
selectivos de la recaptación de la serotonina que tardan unas semanas en hacer efecto. A pesar de
que se llamen "antidepresivos", estos fármacos han sido muy estudiados también en el
tratamiento de los trastornos de ansiedad. Mientras se espera la respuesta del tratamiento con
antidepresivos se puede recomendar la utilización de otra familia de fármacos, los
benzodiacepinas, durante un tiempo muy breve. Cuando se prescriben estos fármacos, se debe
informar a los pacientes de los efectos secundarios, de la duración del tratamiento y de la no
conveniencia de interrumpirlo de forma brusca.
Hay muchos factores que influyen en el origen y evolución de los trastornos que afectan a la salud
mental. En este sentido, el entorno social y, en especial, la familia de aquellas personas que tienen
un trastorno de ansiedad son aspectos importantes. Cuando estos trastornos afectan a niños y
adolescentes, la familia tiene un papel fundamental y será necesario involucrarla en el
tratamiento.
Trabajar con la familia puede ser útil para que aprendan a identificar los síntomas y el
funcionamiento de la ansiedad, colaborar de manera activa en el tratamiento y modificar estilos
de relación con los pacientes que, a veces, hacen que el trastorno se siga manteniendo (como la
sobreprotección, la participación en las conductas de seguridad, el exceso de crítica y exigencia,
etc.).
El familiar, conjuntamente con el profesional y el paciente, puede colaborar en las tareas que el
paciente tiene que hacer para exponerse a las situaciones temidas.