Clase ESI
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Les damos la bienvenida a este espacio virtual de formación continua en el cual les
proponemos compartir enfoques, lecturas, experiencias y reflexiones que nos permitan
aproximarnos a una mirada crítica e integral sobre la violencia de género en los vínculos
sexo-afectivos entre adolescentes. Enfatizaremos el análisis en torno al lugar y a los desafíos
que esta problemática plantea en las escuelas desde el marco que nos brinda la Educación
Sexual Integral (ESI).
Como les contamos en la sección Presentación, esta propuesta forma parte del conjunto de
acciones que se llevan adelante desde el Programa Nacional de Educación Sexual Integral. Si
aún no lo hicieron, las y los invitamos a visitar esta sección donde encuentran tanto la
fundamentación del curso como los propósitos, contenidos y criterios de evaluación, entre
otras cosas.
La Ley Nacional 26.150 de Educación Sexual Integral, en su artículo primero, establece: “A los
efectos de esta ley, entiéndase como educación sexual integral la que articula aspectos
biológicos, psicológicos, sociales, afectivos y éticos”. Queda planteado entonces que la
sexualidad comprende mucho más que los cambios corporales, las relaciones sexo-genitales
y las funciones reproductivas, aspectos con los cuales se la ha ligado tradicionalmente. La
sexualidad integra así otras múltiples dimensiones que constituyen la subjetividad sexuada
y su proceso de construcción.
https://www.youtube.com/watch?v=y79HNX-pQWA&list=PLU
of2mdBHySwbWSiTW-tb4xQHZFmXZAro&index=9
Los ejes conceptuales de la ESI y la violencia
El enfoque integral del que hablamos podrá garantizarse y concretarse en las instituciones
educativas a partir de la consideración y el abordaje de los cinco ejes conceptuales de la ESI.
Podríamos decir que estos ejes constituyen los grandes nortes o finalidades de su desarrollo
y que se encuentran implícitos en los propósitos formativos generales que han definido los
Lineamientos Curriculares. Estos ejes nos marcan los rumbos principales hacia los cuales se
pretende guiar los aprendizajes escolares y, si bien los planteamos aquí por separado, será
fácil reconocer cómo se encuentran totalmente imbricados .
1. Valorar la afectividad
La dimensión de la afectividad también se asocia tanto a los aprendizajes acerca del cuidado
y la protección como al rechazo a toda forma de violencia. Se trata de visibilizar esta
temática, el respeto y el cuidado por el propio cuerpo y el de las demás personas, el poder
decir “no” ante situaciones que vulneren derechos. Es importante generar en la escuela
espacios de confianza y de apoyo para que las personas adultas podamos intervenir en caso
de abusos padecidos por alumnas/os o aún frente a la sospecha de cualquier modo de
violencia.
Al hablar de género abordamos un concepto relacional que abarca a todas las personas y a
las formas en que se relacionan; alude a una construcción social, cultural que se da a partir
de la diferencia sexual entre unos y otras.
El sexo refiere a las características biológicas que establecen la diferencia sexual
en la especie humana. Cuando las personas nacemos, en función de esas
características biológicas, se nos asigna un sexo. Esta clasificación no suele ser
problemática respecto de los penes y las vulvas, pero algunas personas nacen con
variaciones respecto de estas formas. Esas personas se denominan intersexuales.
El término género hace foco sobre cómo la sociedad lee y organiza la diversidad
de cuerpos. Se define como la red de creencias, rasgos de personalidad,
actitudes, valores, conductas y actividades que diferencian a varones de mujeres.
Tal diferenciación es producto de un largo proceso histórico de construcción
social. (Burin y Meler, 1998).
Por su parte, la perspectiva de género es una categoría analítica que nos permite
analizar la complejidad de relaciones y reacciones que provoca la organización del
sistema sexo-género. En este sentido, nos ayuda a reflexionar sobre las
masculinidades, las feminidades y otras identidades genéricas y las formas en
que se relacionan.
Estos análisis y reflexiones habilitan el reconocimiento de que cada persona vive
su sexualidad y su género de un modo particular, plasmado en el Artículo 2. Ley
Nacional 26.743 de Identidad de Género:
“Se entiende por identidad de género a la vivencia interna e individual del género
tal como cada persona la siente, la cual puede corresponder o no con el sexo
asignado al momento del nacimiento, incluyendo la vivencia personal del cuerpo.
Esto puede involucrar la modificación de la apariencia o la función corporal a
través de medios farmacológicos, quirúrgicos o de otra índole, siempre que ello
sea libremente escogido. También incluye otras expresiones de género, como la
vestimenta, el modo de hablar y los modales.”
Observen la imagen que sigue, ¿Cuáles son las concepciones de género que han sido asignadas históricamente
a las masculinidades y a las feminidades?
Fuente: http://xn--cuentosparanios-brb.net/blancanieves-y-los-siete-enanitos/
Los estereotipos son características sociales que se atribuyen a todo un grupo de personas.
Se construyen a partir de la simplificación y generalización de un aspecto, por lo tanto,
suponemos que todas las personas que pertenecen a ese colectivo se comportan de la
misma manera. Brindan una imagen simplificada y limitada acerca de cómo son las
personas.
Inicialmente, el género como concepto teórico surge desde los ámbitos militantes feministas
y posteriormente académicos para analizar las desigualdades entre varones y mujeres,
dado que hasta ese momento se justificaban y legitimaban a partir de las diferencias
biológicas entre unos y otras.
Según lo plantean Mabel Burín e Irene Meler (1998) podemos decir que los modos de
pensar, sentir y comportarse de los géneros no tienen una base natural e invariable, sino
que se deben a construcciones sociales y familiares asignadas de manera diferenciada a las
personas según sus genitales. A partir de esta categorización binaria el ser humano, desde
estadios muy tempranos, va incorporando pautas de configuración psíquica y social que
proponen a la masculinidad y la feminidad como identidades diferenciadas
Pero esta diferenciación implica desigualdades y jerarquías que afectan no sólo a varones y
mujeres, sino también a aquellas personas que no se identifican con la categoría asignada
o con ninguna de estas categorías y a quienes no responden a las características y
expectativas sociales asociadas al género.
Podemos decir, entonces, que el concepto de género abre y cuestiona “verdades absolutas”
que muchas veces naturalizan las desigualdades entre varones, mujeres y LGBTIQ+. Este
concepto nos permite reconocer la participación de diferentes configuraciones sociales,
históricas y culturales y superar el determinismo biológico como justificación de esta
desigualdad. Sobre la diferencia biológica de los cuerpos, se construyó una desigualdad
político-social y económica en la que los varones históricamente han ocupado un espacio de
privilegio como articuladores de las decisiones significativas de la vida social, las mujeres
han sido relegadas al ámbito subvalorado de la esfera doméstica y de lo afectivo, y otras
identidades genéricas han sido invisibilizadas, silenciadas y/o estigmatizadas.
https://www.youtube.com/watch?v=_YvqeMU9Zz8
Cuando hablamos de violencia de género, nos referimos a todas las formas mediante las
cuales se intenta perpetuar el sistema de jerarquías impuesto por esa cultura patriarcal. Se
trata de una violencia estructural que se dirige hacia las mujeres y otras identidades que no
se corresponden con el modelo tradicional de masculinidad. Se expresa a través de
conductas y de actitudes basadas en un conjunto de creencias inequitativas, que tienden a
acentuar las diferencias apoyadas en los estereotipos de género, y, de este modo, conservar
las estructuras de dominio que se derivan de ellos. Los modelos de socialización
tradicionales, basados en esos estereotipos rígidos y excluyentes, sustentan y refuerzan
relaciones de poder en los planos tanto simbólicos (de las ideas, concepciones y creencias),
como en el de los modos de funcionamiento de las instituciones o en el más íntimo de las
percepciones de cada persona sobre sí misma.
Es así como la violencia de género adopta formas muy variadas tanto en el ámbito de lo
público como en los contextos privados.
De este modo, trabajar sobre los derechos de las niñeces y las adolescencias, implica no sólo
informar acerca de las normas y las instituciones relacionadas con su cumplimiento, sino también
educar para promover cambios en los vínculos, en las relaciones de género e intergeneracionales en
la vida cotidiana y, de este modo, promover saberes y habilidades necesarias para la toma de
decisiones conscientes y críticas en relación con el cuidado propio y de otras/os. Los derechos de los
alumnos y alumnas son reconocidos no solo cuando se trabaja en torno al suministro de información
adecuada, actualizada y científicamente validada, sino también cuando se contemplan sus opiniones,
emociones y prácticas, aspectos que forman parte del proceso de educar y que debe garantizar la
escuela.
Para esto, es imprescindible que las escuelas y las/os docentes conozcamos el marco normativo
sobre esta problemática, no solo para poder intervenir garantizando los derechos de nuestras/os
estudiantes, sino para estar atentos/as a las formas más naturalizadas de las violencias.
Resulta interesante observar que las primeras Leyes en la región se enfocaron en la violencia dentro
del ámbito doméstico y, luego, se ampliaron en las Legislaciones que la reconocen y la abordan en los
diversos contextos de la vida social. Este proceso se dio en Argentina a través de la Ley Nacional
24.417 contra la violencia familiar de 1994 y, en 2009, mediante la extensión de la cobertura con la
promulgación de la Ley Nacional 26.485 de Protección Integral para Prevenir, Sancionar y Erradicar la
Violencia contra las Mujeres en los Ámbitos en los que desarrollan sus relaciones Interpersonales.
Esta Ley se propone, entre otros objetivos, la remoción de los patrones socioculturales que
promueven y sostienen la desigualdad de género y las relaciones de poder sobre las mujeres en
todos los niveles de la sociedad, así como el desarrollo de políticas públicas de carácter
interinstitucional e intersectorial. En función de ello esta Legislación innova en su perspectiva social
pero, además, indica todos los sectores y poderes del Estado llamados a construir respuestas más
integrales y abarcadoras.
La Ley Nacional 26.485, refiere como violencia contra las mujeres toda conducta,
acción u omisión, que de manera directa o indirecta, tanto en el ámbito público
como en el privado, basada en una relación desigual de poder, afecte su vida,
libertad, dignidad, integridad física, psicológica, sexual, económica o patrimonial,
participación política, como así también su seguridad personal. Quedan
comprendidas también las perpetradas desde el Estado o por sus agentes. Se
considera, a su vez, violencia indirecta a toda conducta, acción u omisión,
disposición, criterio o práctica discriminatoria que ponga a la mujer en desventaja
con respecto al varón.
Reconoce, así, distintos tipos de violencias y modalidades o ámbitos donde se
pueden manifestar los distintos tipos de violencia contra las mujeres.
Física Doméstica
Sexual Laboral
Simbólica Obstétrica
Política Mediática
En el espacio público
Hoy en día, contamos con extensa bibliografía que desarrolla las tipologías o dimensiones
personales en las que se producen los daños, pero es evidente que el registro social de la
violencia aún suele dar preponderancia a los daños físicos y visibles. Las violencias
psicológica y simbólica son mencionadas más superficialmente a pesar de que son todas
esas modalidades menos evidentes, más sutiles, esos gestos casi imperceptibles los que
suelen garantizar su persistencia y naturalización.
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La Ley Nacional 26.061, con la que contamos desde el año 2005, ratifica los derechos
reconocidos en la Convención que recién mencionamos y crea un sistema de Protección.
Esta Ley, menciona la responsabilidad legal y la obligación de los miembros de
establecimientos educativos y de salud – reconocidos como parte integrante del sistema de
protección de derechos de la población infantil y adolescente - que tomen conocimiento de
malos tratos o de situaciones que atenten contra la integridad psíquica, física, sexual o moral
de un niño, niña o adolescente o cualquier otra violación a sus derechos, de comunicar a la
autoridad local de aplicación de la presente ley, refiriéndose a la Autoridad Administrativa de
Protección de Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes .
Cabe mencionar que las Leyes Nacionales contra la violencia familiar y de Protección integral
de los derechos de NNyA actualmente cuentan con adhesión a través de las
correspondientes leyes provinciales y normativas jurisdiccionales en la mayoría de las
provincias de nuestro país.
En los últimos años, numerosas leyes formalizaron derechos que venían siendo demandados
por gran parte de la sociedad. La implementación de estas normativas desafía a las distintas
áreas del Estado en general, y a la escuela en particular, en la tarea de seguir promoviendo
derechos y de revisar sus propias prácticas y posicionamientos. En este sentido, la ESI puede
desplegar sus potencialidades para desarmar estereotipos de género, achicar desigualdades,
evitar discriminaciones y seguir aportando a la construcción de una mejor calidad de vida
para las nuevas generaciones. Los y las invitamos a profundizar en este marco normativo.
Para las masculinidades, el estereotipo impone que el cuerpo sea la sede del ejercicio de la
fuerza, el poder, el dominio de los espacios públicos, el empleo, rasgos asociados a la
masculinidad hegemónica. Y para las feminidades, el cuerpo no sólo se relaciona con
características opuestas a las anteriores –debilidad, fragilidad, reproducción, pasividad, lo
doméstico como espacio exclusivo–, sino que adquiere una mayor centralidad, ya que se
considera que en él mismo reside su feminidad.
Esto quiere decir que el cuerpo feminizado se convierte en sede del ser mujer, cuerpo que
debe ser bello, agradable, muchas veces cuerpo-objeto. Podríamos decir que hay un doble
discurso en relación con el cuerpo feminizado: por un lado, es visto desde el rol
tradicionalmente atribuido a la mujer como madre, encargada de la crianza de los/as
hijos/as, ocupando el ámbito doméstico. Por otro lado, ese cuerpo es mirado como objeto
de deseo sexual y medido desde parámetros estéticos hegemónicos, tanto por los varones
como por las mismas mujeres.
Un buen ejercicio sería analizar a fondo por dónde pasa hoy día la femineidad y la
masculinidad hegemónicas, cómo interactúan estos modelos corporales masculino y
femenino y el modo en que condicionan el comportamiento recíproco entre varones y
mujeres, visibilizando también que este esquema binario excluye e invisibiliza otras
identidades posibles. Trabajar en la escuela sobre diversas masculinidades, feminidades y
otras identidades genéricas favorece procesos de vinculación entre géneros más
respetuosos, diversos e inclusivos.
Cuando nos referimos al cuidado del cuerpo desde la ESI, abarcamos una
multiplicidad de temas relacionados con el ejercicio de los derechos: el
conocimiento y el respeto del propio cuerpo e intimidad y el respeto por el
cuerpo y la intimidad de los demás; el ejercicio placentero y responsable de la
sexualidad, el modo en que las construcciones de género condicionan la
percepción y valoración del cuerpo; la expresión de las emociones y la afectividad
a través de nuestra corporeidad, la promoción de buenos tratos, la construcción
de la autonomía; la toma de decisiones conscientes, el respeto por la diversidad y
la protección de la salud, entre otras cuestiones.
Actualmente, ya sabemos que, contrariamente a las experiencias vinculares que nos ayudan
a crecer y a valorarnos, son múltiples los aspectos de la vida que se ven alterados
negativamente a causa de las vivencias de maltrato en la población de adolescentes y
jóvenes. La violencia provoca consecuencias negativas en su calidad de vida y en su
bienestar, como un bajo rendimiento académico, baja autoestima, estados de ansiedad,
sensaciones de vulnerabilidad y diversos tipos de afecciones en la salud física y emocional. El
impacto de la violencia sobre la salud y la vida, como expresión de vulneración de
derechos básicos, es múltiple y, como ya hemos mencionado, no se limita al cuerpo, sino
que también produce perjuicios en el terreno de la afectividad y de la vida relacional.
Ya no puede dudarse que los daños a la integridad física y emocional, el menoscabo de la
autoestima y de la autodeterminación constituyen un atentado a la libertad y a la salud de
quienes padecen malos tratos. Como podemos imaginar, entonces, la violencia repercute
también en los modos de transitar por la escuela y en su función pedagógica.
Las instituciones comunitarias tienen la posibilidad de cumplir un rol muy valioso si
orientan sus actividades y sus prácticas hacia una educación para la igualdad, la conciencia
crítica, la autoafirmación personal y el respeto de los derechos personales y colectivos, ya
que las situaciones en las que existe violencia repercuten también en quienes son sus
testigos o en los entornos próximos. Además de cumplir su responsabilidad legal de actuar
frente a situaciones de violencia conocidas, las y los referentes escolares pueden constituirse
en actores para el cambio de esta realidad que nos involucra a todos/as. Las distintas
instituciones pueden aportar a la transformación de las bases culturales que favorecen
relaciones abusivas revisando y modificando aquellas concepciones y prácticas que se
inscriben en esas mismas matrices simbólicas; pero, además, también promoviendo y
resaltando todas las iniciativas orientadas a generar condiciones para la equidad y la
convivencia saludable.
5. Respetar la diversidad
Ante una observación atenta, nadie podría poner en duda que si hay algo que nos
caracteriza a las personas es la multiplicidad de pertenencias y adscripciones identitarias
que podemos ir construyendo a lo largo de nuestra vida. Podríamos decir, entonces, que
cada una de estas pertenencias nos constituye y enriquece la biografía de cada persona y
que no hay nada en nuestra historia como sujetos que pueda utilizarse como único criterio
de definición de nuestra identidad.
En este orden de cosas los estereotipos y creencias sociales también indican y promueven
regulaciones y modalidades de interacción estructurando jerarquías sociales y
discriminación hacia quienes son inferiorizados desde los imaginarios o las concepciones
que prevalecen. Quienes son reconocidos como “otros” quedan vulnerabilizados por el
abuso de poder, ya que los estereotipos los colocan en un rango simbólico de inferioridad
que, a su vez, justifica los abusos desde una consideración perceptual.
Resulta ilustrativo mencionar aquí que los sucesivos estudios académicos contemporáneos
que se han ocupado de investigar las condiciones sociales de subalternidad o sometimiento
han tomado el análisis de la jerarquía de género y la subordinación femenina como un
prototipo a partir del cual se puede comprender el fenómeno del abuso de poder y la
sujeción en general o entre otras categorías sociales (Segato, 2003).
En sintonía con lo que hemos señalado hasta aquí, varios pedagogos han planteado ya la
necesidad de generar lo que han llamado políticas de subjetividad, que no son otra cosa
que acciones destinadas a garantizar condiciones institucionales que permitan cumplir con
el derecho a la subjetividad de todas/os. La implementación de estas políticas implica
habilitar ocasiones escolares para construir las personas que queremos ser, nuestra
identidad y estrategias pedagógicas que permitan fortalecer la autoestima, la capacidad de
conocerse y valorarse a sí mismos/as y de disponer de espacios de narración de las propias
inquietudes, intereses y deseos.
Por otro lado, las políticas de subjetividad, desde un enfoque de derechos, también
suponen generar mayores niveles de sensibilidad hacia los/as otros/as, aquellos/as que
nos resultan ajenos/as. De modo que, es imprescindible nominar, hacer visible y presente
cotidianamente en las aulas las sutilezas y complejidades de nuestras identidades y, así,
habilitar representaciones y prácticas que alberguen y valoren esa diversidad que nos
atraviesa y que enriquece los marcos de referencia de todos/as. En este sentido, nuestras
aulas pueden resultar cada día experiencias de procesos culturales y éticos inclusivos para
contrastar con cualquier realidad discriminatoria y excluyente.
Aprender a vivir juntos/as y construir una cultura para las convivencias saludables incluye
como núcleo principal afianzar una cultura superadora de los modelos jerárquicos de
interacción que generan subordinaciones dañinas y restrictivas de derechos. También, y
pensando en los ámbitos educativos, implica el pasaje, según Mabel Burin (1998) “del
paradigma de la diferencia al paradigma de la diversidad”. Diversidad como salto cualitativo
de la lógica binaria y excluyente.
A modo de cierre
Actividad
Hola, les doy la bienvenida al curso virtual “La ESI en la escuela: Vínculos saludables
para prevenir la violencia de género” y a nuestro primer foro. Me presento, soy
…….(presentación de tutor/a/e) y voy a acompañarlos en este recorrido.
Por eso en esta actividad les proponemos reflexionar acerca de lo que nos dicen
algunas de las canciones que escuchábamos en la adolescencia o juventud sobre lo
que se espera de una mujer, de un varón, la posibilidad de otras identidades
sexo-genéricas, sobre “el amor” o las formas de vincularnos, o las violencias.
2) Compartan el título de la canción que eligieron y copien los versos que contienen
las afirmaciones y referencias más significativas que hayan rememorado.
¡Nos leemos!
Créditos
Programa Nacional de Educación Sexual Integral. Dirección de Educación para los Derechos
Humanos, Género y Educación Sexual Integral. Subsecretaría de Educación Social y Cultural.
Secretaría de Educación. Ministerio de Educación de la Nación.
Programa Nacional de Educación Sexual Integral. Dirección de Educación para los Derechos
Humanos, Género y Educación Sexual Integral. Subsecretaría de Educación Social y Cultural.
Secretaría de Educación. Ministerio de Educación de la Nación. (2022). Clase 1. El enfoque
de la ESI y sus ejes conceptuales. La ESI en la escuela: Vínculos saludables para prevenir la
violencia de género. Buenos Aires: Ministerio de Educación de la Nación.
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