5ta de Amelia

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BREVE ANALISIS HISTORICO

Durante esta ocupación haitiana la isla estuvo dividida en seis departamentos


judiciales, divididos a su vez, en distritos y estos en 70 comunes. La
organización de los tribunales estuvo compuesta por los juzgados de paz (uno
para cada común), los tribunales civiles y el Tribunal de Casación. No había
cortes de apelación.

Entre 1825 y 1826 fueron derogados los códigos napoleónicos y promulgados


los códigos haitianos con aplicación en toda la isla. Dichos códigos
mantuvieron la esencia francesa y mostraron pocos cambios que permitieran
distinguirlos significativamente de los franceses. En torno a la organización de
la justicia civil, la Ley de Organización Judicial promulgada por Boyer el 9 de
febrero de 1826, eliminó la competencia a los tribunales civiles y dio
competencia exclusiva a los tribunales de comercio para conocer los casos de
esta materia.

En 1844 se proclamó la Independencia Nacional, hecho que influyó para que el


legislador dominicano iniciara el proceso de traducción oficial de los códigos
franceses. El 4 de julio de 1845, luego de promulgada la Constitución de San
Cristóbal el 6 de noviembre de 1844, fueron adoptados los “Códigos Franceses
de la Restauración”, que abarcaron las materias civil, comercial y lo relativo al
procedimiento civil.

En 1859 se inició el proceso de traducción al castellano de los códigos


franceses. Este proceso originó el primer intento de promulgar un código civil
con traducciones dominicanas, las cuales no resultaron con la calidad
esperada. Historiadores como Wenceslao Vega (2003) definen este proceso
como insatisfactorio.

En este período de la Primera República (1844-1861), la democracia


dominicana fue frágil y las luchas internas durante el gobierno de Pedro
Santana ocasionaron un ambiente de inestabilidad política y económica que
concluyó en la anexión a España en 1861, la cual se extendería hasta 1865. El
8 de junio de 1862 se tradujo el Código Civil francés y se promulgó el ”Código
Civil de la provincia española de Santo Domingo”. En materia comercial y de
procedimiento civil, la legislación española (Código de Comercio de 1830 y Ley
de Enjuiciamiento Civil) se puso en vigor mediante el Real Decreto del 7 de
octubre de 1861.
Al finalizar la anexión se promulgó el decreto del 6 de agosto de 1865 que
restableció los Códigos Franceses de la Restauración y sus modificaciones” y
derogó las legislaciones españolas vigentes. Estos códigos se tradujeron y
fueron aprobados en 1867, pero entraron en vigor en septiembre de 1874,
establecidos como el primer código civil dominicano. Sin embargo, su vigencia
fue muy corta, pues fue derogado el 23 de mayo de 1876, cuando se puso en
vigor, nueva vez, el Código Civil francés de la Restauración y sus
modificaciones.

El 4 de julio de 1882 el Congreso dominicano decretó como obra de necesidad


nacional, la traducción, localización y adecuación de los códigos Civil, de
Comercio y de Procedimiento Civil. Esto conllevó a que los códigos vigentes
fueran traducidos, aprobados y promulgados en 1884. Desde entonces se
mantienen vigentes.

Durante la Segunda República (1865-1916) se dictó la Ley 4845 de 1908 sobre


Organización de los Tribunales y de Procedimiento de Casación, la cual creó
las cortes de apelación. Posteriormente, en 1927, se dictó la Ley 821 sobre
Organización Judicial, con el objetivo de regular el funcionamiento y las
atribuciones de los órganos del Poder Judicial y sus auxiliares, así como tutelar
su intervención para resolver conflictos entre particulares y entre los
particulares y las instituciones públicas.

Durante la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo Molina (16 de agosto de 1930-


30 de mayo de 1961, 31 años) el derecho privado no experimentó grandes
cambios, pues el Gobierno no le dio mucha importancia a la necesidad de
actualizar los códigos. Puede considerarse que la ausencia de un sistema
democrático de gobierno fue una de las razones que impidió que se suscitaran
presiones sociales en ese sentido. Los cambios que en Francia se hacían a los
códigos llegaron con lentitud ‒o no llegaron‒a República Dominicana.

Sin embargo, en el país surgieron legislaciones que influyeron directa o


indirectamente en la administración de la justicia civil. Entre ellas se pueden
citar:

La Ley 390, del 14 de diciembre de 1940. Modificó los artículos 213, 214, 215 y
216 del Código Civil dominicano, referente a los esposos y a la capacidad civil
de la mujer casada: podía hacer las veces de testigo, ejercer oficio sin la
autorización de su marido, administrar y disponer de los bienes que obtenga de
su trabajo personal.

La Ley No. 585, del 24 de octubre de 1941. Hizo una reducción en el plazo de
la prescripción la cual se conserva en la actualidad disminuyendo de 30 a 20
años el plazo máximo de la prescripción extintiva y estableciendo otros para la
prescripción adquisitiva.
La Ley 1683, de 1948. Modificó el artículo 16 del Código Civil, lo que otorgó a
la mujer casada la facultad de decidir si adopta o no la nacionalidad del esposo
cuando fuera extranjero. La medida fue muy importante para los derechos y
facultades que poco a poco adquiría la mujer casada.

La Ley 2125, del 27 de septiembre de 1949. Modificó los artículos 1536, 1537,
1538 y 1539 del Código Civil, permitiéndole a la mujer manejar con mayor
libertad su propio patrimonio.

La Ley No. 5152, de 1959. Otorgó derechos sucesorios a los hijos adoptivos,
permitió la regulación de los mecanismos de adopción y permitió la adopción
privilegiada a favor de menores de 5 años de edad abandonados.

A pesar de que se promulgaron leyes que representaron cambios en el derecho


civil y en la administración de justicia en esta materia, las mismas no
repercutieron en la organización judicial. En la actualidad la organización
judicial que impera en República Dominicana es la concebida por la Ley 821 de
1927.

Actualmente cursan en el Congreso los anteproyectos de los códigos Civil y de


Procedimiento Civil. El proyecto del Código Civil toca aspectos relativos a las
personas, los bienes y los diferentes modos de adquirir la propiedad y se
incluyó el divorcio. En cuanto al proyecto del Código de Procedimiento Civil, la
reforma toca el procedimiento para la interposición de recursos, elimina
procesos que retardan su conocimiento, así como el efecto suspensivo del
recurso de casación en materia civil ordinaria, entre otros aspectos relevantes.

De aprobarse estos proyectos se producirían algunos cambios en la


administración de justicia civil y comercial. La propuesta procura facilitar y
hacer más expeditos los procesos adecuándolos a la Constitución del 26 de
enero de 2010.

Organización judicial

De conformidad con lo dispuesto por los artículos 32 y siguientes de la Ley 821


del 1927, sobre Organización Judicial, y atendiendo a la condición jerárquica
de la Sala Civil y Comercial de la Suprema Corte de Justicia, aunque esta no
constituye un grado de jurisdicción, es posible establecer que en el ámbito civil
y comercial la justicia se encuentra organizada de la manera siguiente:

Primera Sala o Sala Civil y Comercial de la Suprema Corte de Justicia. Es la


encargada de conocer en última instancia de los recursos cuyo conocimiento
sea en única instancia de la Cámara Civil y Comercial de la Corte de Apelación,
y que tengan carácter decisorio o de sentencias con autoridad de la cosa
juzgada. Asimismo, es competente para conocer y fallar recursos de casación
en esta materia, sometidos por primera vez ante este tribunal.

Cámaras civiles y comerciales de las cortes de apelación. Tienen por objeto


conocer y fallar en segundo grado los asuntos en materia civil y comercial, de
conformidad con la ley.

Cámaras civiles y comerciales de los juzgados de primera instancia. Los


juzgados de primera instancia son tribunales de derecho común con plenitud de
jurisdicción, divididos en cámaras según lo exija el desenvolvimiento de las
labores judiciales a su cargo. La cámara de lo civil y comercial de dichos
juzgados es competente para conocer en primer grado de los asuntos civiles y
comerciales que les atribuye de manera expresa la ley y que no les son
atribuidos a otro tribunal.

La justicia civil y comercial es administrada por los tribunales de la República;


sus órganos son competentes para dirimir los conflictos que surgen en el marco
de las relaciones jurídicas entre los particulares, ya sean personas físicas o
morales, de derecho público o privado.

Estos conflictos se caracterizan por una interacción entre los usuarios del
sistema y el Estado. Dichos usuarios esperan ser satisfechos en el espíritu de
las pretensiones que hacen valer ante los tribunales y a la vez reclaman una
justicia accesible, eficiente y oportuna que debe ser garantizada por el Estado,
por cuanto el cumplimiento de la función judicial comporta la protección efectiva
de los derechos de la persona, su función esencial de acuerdo con el artículo 8
de la Constitución.
En la actualidad, República Dominicana está inmersa en un proceso de reforma
de la justicia civil y comercial. Uno de los temas constantemente discutidos es
que dicha jurisdicción es objeto de críticas centradas en las aparentes
deficiencias atribuidas al sistema, tales como las dilaciones injustificadas en los
procesos y la respuesta jurisdiccional retardada, la sobrecarga y la mora
judicial, la calidad y el acceso a los servicios, etc., por lo que se persiguen
reformas acordes a los requerimientos de una sociedad moderna que busca
conducir procesos más adecuados, expeditos y, por sobre todas las cosas,
conformes a la Constitución.

Cuando se observa el amplio universo de la justicia civil y comercial se realiza


un ejercicio de control propio y habitual de las sociedades democráticas; la
actividad judicial queda en el centro de toda una dinámica social que puede
contribuir a mayor acercamiento entre los poderes públicos y la ciudadanía, por
el hecho de que ese ejercicio de observación permite dar una mirada a los
comportamientos sociales desde una perspectiva judicial y apreciar los
comportamientos judiciales desde un punto de vista eminentemente social, con
la concurrencia de conflictos jurídicos que deben ser resueltos a través de las
decisiones del Poder Judicial.

Observa el funcionamiento y el comportamiento de los órganos jurisdiccionales,


los fenómenos que se originan en la materialización de la función judicial, así
como las relaciones entre la actividad jurisdiccional y la actividad administrativa
de dichos órganos. También la interacción con los órganos no jurisdiccionales
del sistema de justicia y las repercusiones de sus decisiones, entendidas en el
contexto social y judicial.

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