Onstrucciones en Nálisis: Marginalia de Milán

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M a rg in a lia de M i l á n

C o n str u c c io n es en A n á lisis

p o r Jacques-A lain M iller


(P arís)

Your bait offalsehood tak.es this carp oftruth.


Shakespeare, Hamlet, II, 1, v. 63

stoy muy contento de estar en este local de Milán, cuya adquisi­

E ción es debida al esfuerzo que ustedes han hecho en conjunto


en el transcurso del año pasado*. Es, así, una muestra de
confianza en el porvenir. Decimos, pues, hasta la vista al soberbio
convento de Borromeo que nos acogía hasta ahora, y proseguimos
nuestro Atelier en este nuevo lugar.
Recomiendo a cada uno de los presentes enumerar los párrafos del
texto.** Hay tres partes, propongo que se enumeren los párrafos volvien­
do a empezar por el uno al principio de cada parte. La primera parte
tiene cinco párrafos, la segunda tiene nueve, la tercera seis. Así,
podremos hacer referencias dando el número de la parte y el número del
párrafo en ella.
Como es un texto mucho más corto que Análisis finito y análisis
infinito, podremos hacer, quizás, una lectura más atenta aún, minuciosa,
línea a línea.

(Viene a con tin uación la exposición de C. Vigano).

(*)Este texto reúne las intervenciones realizadas en el transcurso del Atelier


milanés de la EEP, los días 26 y 27 de Febrero de 1994.
Texto transcrito por Jocelyne Gault. Traducción: Juan-Enrique Cardona.
(**) La mayor parte de las citas de Freud están tomadas de: Sigmund Freud,
Construcciones en psicoanálisis, Obras Completas, Tomo III, Ed. Biblioteca Nueva,
Madrid, 3 a edición, 1973.

Uno por Uno. Revista Mundial de Psicoanálisis, n° 41, 1995, p. 143 -173
144 _ J a c q u e s - A lain M iller

Apariciones

No he comprobado las apariciones del término construcción en Freud


antes de este texto. ¿Alguien lo ha estudiado?
(A. Vila hace referencia a Pegan a un niño).
La referencia a Pegan a un niño es, en efecto, muy significativa,
puesto que el texto que tenemos ante nosotros termina con la evocación
de la represión en el tiempo originario, Urz.eit. Se recurre a la construc­
ción cuando se refiere a un punto en el inconsciente que no reaparece.
Construcción es el término con el que Freud designa la relación del
analista con lo que permanece reprimido, con lo que el trabajo analítico
no llega a restituir. En un primer sentido, construcción designa el método
arqueológico del analista; en un segundo sentido, el término designa la
relación del analista con lo primordial mente reprimido. En Pegan a un
niño, el tiempo dos del fantasma no puede ser revivido nunca, encon­
trado de nuevo por el paciente, es objeto de una construcción. Tal vez
habría que hacer una investigación un tanto exhaustiva del uso del
término construcción en Freud antes del presente texto de 1937.

Contradicción

Hay, si se quiere, una contradicción en el texto, pero que se explica


por su movimiento dialéctico interno. En efecto, en el párrafo 4 de la
primera parte, Freud insiste en el hecho de que todo está allí, todo lo
esencial. A diferencia del objeto arqueológico, en “el objeto psíquico”,
como él se expresa, todo está allí. Habla incluso, a este respecto, del
extraordinario privilegio del trabajo del analista en relación al del
arqueólogo. Pero el movimiento dialéctico del texto lo conduce, parte
tercera, párrafo 1, a decir, al contrario: “Con mucha frecuencia no
logramos que el paciente recuerde lo que ha sido reprimido”. En ese
momento aparece el asunto de lo primordial mente reprimido. Por bien
que se haga y por mucho que todo esté allí, sucede que todo no puede
volver, que todo no puede llegar a ser rememorado, reconocido.

Freud, su mirada hacia atrás

¿Qué escudriñamos en esos últimos textos de Freud? Tienen, para


mí, una particular fascinación. Freud se vuelve sobre lo que ha realiza­
Marginuliu ilt Milán: Construcciones en análisis ___ 145

do. El psicoanálisis existe, comienza a consistir, se extiende. El psicoa­


nálisis empieza a ser modificado por el psicoanálisis. La práctica
inventada por Freud, y que ha sido su patrimonio, es lanzada ahora al
mundo y se modifica en ese mismo lanzamiento. Por ejemplo, aquí
alumnos
construcción
arreglan
una polémica más discreta, en un segundo plano, con los propios
analistas y la forma en la que practican la invención freudiana.
En esa mirada hacia atrás que lanza Freud, hay una puesta en
perspectiva del psicoanálisis. Hay, en su estilo, algo que se depura. Hay
como una simplicidad que hace vibrar, resonar, todo el campo de la
experiencia. Este texto, aparentemente, está escrito para responder al
contradictor que dice: “Ustedes se las arreglan para tener siempre
razón”; Freud le responde minuciosamente; y después, al final, dice;
construcciones
especie
elegancia final que va mucho más allá del debate con el contradictor.
Hay esa simplicidad, esa elevación del punto de vista y, también, una
complejidad, pero velada. Todo a la vista y, finalmente, algo permanece
oculto.
Cuando Lacan comenzó a releer a Freud se guió por los primeros
textos y no por los últimos, por los textos del descubrimiento, La
interpretación de los sueños, Lapsicopatología de la vida cotidiana, El chiste.
Aquí, estamos en el otro extremo. No se trata ya del descubrimiento del
inconsciente, es como el descubrimiento del psicoanálisis. Es el descu­
brimiento de la implicación del analista en el análisis. No es la gran
cabalgada heroica de los primeros textos, el descubrimiento de esa
región desconocida, el inconsciente. Lentamente, paso a paso, hay una
dificultad que se sitúa mal, y quizás conseguiremos, escudriñando ese
texto, situarla, e incluso escribirla con un materna. Al mismo tiempo,
hay apreciaciones clínicas sorprendentes, como al final del texto, donde
un párrafo está dedicado al tratamiento de la psicosis.
En el momento de la primera cabalgada de Freud, se estaba en el
entusiasmo por la interpretación. Ahora, es el momento de la construc­
ción. No hay entusiasmo por la construcción.
La construcción es como un ser intermedio entre interpretación y
teoría.
146 J ACQUHS- Al.AIN MlLLER

Sinopsis

¿Cómo se podrían repartir las tres partes de este texto':)


En la primera parte, primer párrafo, el contradictor aparece en
escena. Y, entonces, el texto toma el aspecto de una especie de defensa
del psicoanálisis. El texto italiano dice: “Nel corso di aquesta nostra
autodifesa”. El término autodifesa es, quizás, un poco fuerte. La palabra
en alemán es Rechtfertigung, traducida al francés por justification, lo que
tal vez es estrictamente más exacto; pero, en efecto, es una autodefensa,
un alegato pro domo, del psicoanálisis. Este escrito se inscribe en la serie
de textos en los que Freud responde a un contradictor para defender al
psicoanálisis. El mejor ejemplo es el texto sobre el análisis laico, que
defiende la posibilidad para los no médicos de practicar el análisis.
Entre paréntesis, es algo que sus alumnos se apresuraron a rechazar, en
particular sus alumnos americanos. La consecuencia marcó a toda la
Asociación Internacional de Psicoanálisis y abrió, en definitiva, la vía a
la influencia de Lacan. Quizás, lo más difícil es defender al psicoanálisis
de los psicoanalistas.
En Análisis finito, teníamos también este aspecto de “respuesta a la
objeción”, puesto que venía por delante la escena del hombre apresu­
rado, aquél que exigía del análisis que se hiciera rápidamente. Construc­
ciones en el análisis comienza también con la puesta en escena del
contradictor. Freud utiliza el enunciado del otro que dice: “Tú te las
arreglas para tener siempre razón”. Freud se toma el asunto en serio y
se pregunta: “¿Qué es la verdad en psicoanálisis?”. El término de
construcción es un poco pesado. Llamar a este texto La verdad en
psicoanálisis quizás tendría para nosotros más atractivo.
Vigano ha señalado en su exposición la relación de la cuestión con
la falsabilidad del psicoanálisis. Toda la argumentación de Popper está
resumida, efectivamente, en las dos primeras frases de este texto: el
psicoanalista se las arregla para que sus enunciados sean infalsables. En
este texto, el analista está en el centro, lo que dice, lo que hace, su
acción, lo que Freud llama en alguna parte die Leistung, la acción del
analista, o Arbeit, su trabajo.
Volvamos a distribuir las tres partes del texto.
La primera parte está dedicada al trabajo del analista, en tanto que
difiere del trabajo del analizante. Es una maniobra muy sutil por parte
de Freud. ¿A partir de qué elementos plantea el contradictor su
problema? Su intervención es una proyección de su propia posición.
Llega ante Freud y le dice: “Ustedes se las arreglan para tener siempre
Marginalia de Milán: Construcciones en análisis ___ 147

razón”, polemiza y proyecta su posición sobre la situación analítica,


como si la situación analítica fuera: el analista dice cualquier cosa y el
otro, el paciente, polemiza con el analista. En relación a ello, ¿qué hace
Freud? Hace desaparecer al paciente. En toda la primera parte no hay
analizante. Está el trabajo del analista frente al “objeto psíquico”. Y éste
es también el valor de la comparación con la arqueología, que es, desde
luego, una pasión de Freud desde siempre, y quizás Vila nos hablará de
ello un poco; pero es que, sobre todo, el objeto arqueológico no habla,
no dice: “No estoy de acuerdo”. Troya no se levanta para decir: “No,
existo tres capas más abajo”.
Dicho de otra manera, la primera parte presenta al analista solo,
enfrentado con los datos de la experiencia. El analista trabaja en la
construcción. La primera parte trata de la construcción como trabajo del
analista, y como trabajo solitario. Sólo la segunda parte introduce la
comunicación de la construcción al analizante.
En la segunda parte, Freud encuentra de nuevo el problema que le
plantea el contradictor. Examina los diferentes tipos de respuesta que
puede dar el paciente cuando el analista le comunica un cierto tipo de
enunciados que Freud denomina construcciones. Y entre estas reacciones
está el sí, está el no, pero también hay otras cosas. El contradictor estaba
centrado en el sí o no, verdadero o falso, de acuerdo, no de acuerdo. Freud
abre un capítulo mucho más amplio en el que están, entre otros, el sí y
el no, y éste no es el caso más interesante.
Yo diría: la primera parte, la construcción como trabajo del analista;
la segunda, la comunicación de la construcción y las respuestas del
paciente; la tercera parte abre una perspectiva diferente.
La tercera parte constituye una clínica del retomo de lo reprimido:
cómo vuelve lo reprimido en el recuerdo. Pero también: cómo puede
volver en la alucinación. Y: cómo puede volver en el delirio. El título de
esta tercera parte podría ser: el delirio como construcción del paciente.
Pero, evidentemente, eso tiene un reverso, que es la construcción del
analista como delirio. Apenas está indicado. El delirio es una construc­
ción patológica, tal vez la construcción analítica es un delirio metódico.
Podemos discutir los títulos que propongo, podemos afinarlos, pero,
a pesar de todo, nos indican el camino de Freud. Tal vez pueda entrar
más adelante en los detalles de esas tres partes sin invadir el comentario
que se haga.
La última palabra de la primera parte es Vorarbeit, trabajo preliminar.
La construcción no es más que un trabajo preliminar, Vigano lo ha
mencionado. El analista construye para sí mismo, es un trabajo prelimi­
148 _ J acquks - A lain M iller

nar, puesto que el tiempo número 2 es la comunicación al paciente.


Freud termina su primera parte sobre el trabajo preliminar para intro­
ducir la segunda en la que examina cómo se comunica eso al paciente.
En la cual se abre la cuestión práctica siempre actual: ¿en qué medida
es preciso comunicar las construcciones al paciente?
A pesar de las apariencias, Lacan está en el mismo hilo de reflexión
de Freud, tal como la podemos reconstituir, cuando plantea que no es
preciso comunicar las construcciones. Lo digo de una forma abrupta. Lo
que está en cuestión es el manejo del saber en la experiencia analítica.
El propio Freud cuestiona el contenido del saber de la construcción.
Esto podría pasar por cínico: llega a decir que si lo que decimos, nosotros
analistas, no es verdadero, no es tan grave. Hay que leer este texto
preguntándose: para Freud, ¿qué es lo que opera? No es la exactitud del
saber. Es otra cosa, que es difícil situar. Éste es el debate del texto.

La prim era parte

El primer párrafo del texto introduce al contradictor.


Segundo párrafo, descripción muy ingeniosa de lo que es la materia
prima del trabajo del analista. Está hecha de remiendos y pedazos:
fragmentos de sueños, fragmentos de recuerdos en los sueños, ideas
que pasan por la cabeza del paciente, Einfalle, y signos, alusiones,
índices de fenómenos de repetición que están en el paciente. De trozos
pequeños, he aquí la materia prima del trabajo del analista. “A partir de
esta materia prima, por decirlo así, nos toca restituir lo que deseamos
obtener”. El segundo párrafo presenta, pues, la materia prima del
trabajo como esencialmente fragmentaria. Se podría tomar la sesión
analítica como algo diferente al fragmento. Se la podría tomar como un
todo, como un argumento que se prosigue durante tres cuartos de hora,
como una narración que apunta a la completud. El punto de vista de
Freud es completamente diferente: lo que llega son los pedazos. ¿Por
qué? Porque lo que le interesa es lo reprimido. Lo que de ello aparece
llega en forma de fragmentos. La represión quiere decir que el incons­
ciente sólo llega por pedazos, por fragmentos.
De golpe, tercer párrafo, el trabajo del analista se aclara: a partir de
la colección de fragmentos, hacer un todo. Inventa una coherencia a esos
pedazos.
Volvamos sobre la marcha del texto.
El contradictor aparece en escena. Freud desplaza la cuestión
Marginalia de Milán: Construcciones en análisis __ 149

mostrando al analista solitario enfrentado con la materia prima. Lo


fragmentario del inconsciente llama a la construcción. La propia noción
de construcción aparece relacionada a la de completud. Podemos
discutir, pues, mucho tiempo, sobre la completud o la incompletud de
las construcciones. Pero para decirlo en cortocircuito, el verdadero
debate del texto no es completud e incompletud. Es, antes bien,
inconsistencia y consistencia. De cierta manera, el texto parte de un
fenómeno de inconsistencia, puesto que el paciente diga sí, o diga no,
lleva a lo mismo. El eje de la dificultad que ocupa a Freud es la
inconsistencia de la verdad. Es esto lo que hace que este texto sea
pariente de La denegación, como lo señala en una nota la edición italiana.
Entonces, los párrafos 2 y 3 se responden, en uno los fragmentos, el
todo en el otro. Después, en el 4, viene la analogía con la arqueología.
El párrafo 5 subraya las diferencias con la arqueología. Dejo el comen­
tario concreto de ello a Vila, que nos lo hará dentro de poco. El término
‘objeto psíquico’, que viene en ese quinto párrafo, es necesario puesto
que traduce el trabajo solitario del analista.

La segunda parte

En la segunda parte volvemos a encontrar la intersubjetividad.


Estamos ocupados en la respuesta del objeto psíquico, en tanto que se
le comunica la construcción.
El primer párrafo es la introducción.
En el segundo párrafo Freud trata el problema del error. ¿Qué pasa
si decimos algo falso? Si nosotros, el analista, decimos algo falso. ¿Qué
garantía tenemos? La palabra garantía está en el texto: “¿Qué nos
garantiza, mientras que trabajamos en las construcciones, que no
cometemos errores?”. Entonces, el problema del error, de la garantía y,
en cierta manera, de la garantía de la verdad.
En los párrafos 3, 4, 5, Freud discute el sí y el no. En el párrafo 3
anuncia: “Voy a examinar el sí y el no”. En el 4 examina el sí, en el 5
examina el no, todo esto al detalle. Todo este desarrollo está hecho para
mostrar —párrafo 6— que eso no es lo importante, que lo importante llega
siempre indirectamente. El pivote, me parece, de esta parte es el
término indirecto.
Todo lo que viene directamente, el sí directo, el no directo, el eso no
es cierto, no es eso, no es lo que cuenta. Lo que cuenta es lo que viene
tangencialmente. Esto es lo que Lacan llamará mucho después el
150 __ Jacq u es-A lain M iller

medio-decir [mi-dire]. No se puede decir la verdad, únicamente se la


puede medio-decir, ésa es ya la demostración de Freud. Está ocupado
con un objeto que no puede tomar de frente, y por esta razón comienza
el texto con un enfrentamiento con el profesor que viene y dice: “No,
usted no tiene razón, etc.”. El profesor está allí para eso, está allí para
entablar la disputa en el sentido escolástico, en el sentido del sic et non.
Cuando se hace una tesis, hay un jurado para juzgarla, todo el discurso
universitario entra en escena. En psicoanálisis, se trata de algo total­
mente diferente. Algo que es tan diferente que no se puede tan siquiera
mostrar con el dedo. Si se dice sí, no está bien, y si se dice no, no está
bien tampoco. No es, como piensa el contradictor, que el analista tenga
siempre razón, diga lo que diga el paciente, sino que, aunque diga lo que
diga el paciente, siempre está equivocado, tanto si dice sí como si dice
no. Esto no quiere decir que el analista tenga siempre razón, como
Mussolini. Eso quiere decir que el analizante está siempre equivocado
en su relación con el inconsciente, porque esa relación misma está
torcida. No se puede hablar certeramente sobre el inconsciente de
forma directa. Sólo se puede hablar certeramente sobre el inconsciente
tangencialmente, sesgadamente.
Por esto, es necesario estudiar esta segunda parte: el analista y el
analizante enfrentados con la verdad del inconsciente. Como lo ha
recordado Vigano, esta segunda parte se termina con la frase de Nestroy,
que todo se aclarará en el curso de los acontecimientos futuros. Allí, la
comparación con la arqueología no es válida. Cuando se concluye la
primera parte, tenemos la idea de una construcción sincrónica: a partir
de sus vestigios, hacemos los planos de la casa tal como debía ser al
principio. Aquí, en la segunda parte, tenemos la dimensión diacrónica.
Se pasa de la primera parte, en la que la perspectiva es sincrónica, a la
segunda, que introduce una perspectiva diacrónica.

La tercera parte

Resumamos brevemente la tercera parte.


Un principio sorprendente se plantea en el primer párrafo. “En
lugar de ello, si el análisis es llevado correctamente, producimos en él
una firme convicción de la verdad de la construcción que logra el mismo
resultado terapéutico que un recuerdo vuelto a evocar”. Esto es
verdaderamente formidable, la Ersatz sirve para lo mismo que el
original. El objetivo del psicoanálisis según Freud, según el segundo
Marginalia de Milán: Construcciones en análisis __ 151

párrafo de la primera parte, es el de recuperar los recuerdos. Pero si no


se llega a recuperarlos no pasa nada: “La convicción de la verdad de la
construcción tiene el mismo efecto que un recuerdo vuelto a evocar”.
Podríamos escribir esto como un gran principio del psicoanálisis:
Überzeugung von der Wáhrheit derKonstruktion, laconvicciónde la verdad
de la construcción, es equivalente al recuerdo, Erinnerung. Lo escribo
como un materna: E = UWK.
Es un principio de tipo einsteiniano. Como E = me2 identifica
energía y materia, el principio freudiano identifica recuerdo y construc­
ción.
En el segundo párrafo, Freud constata que la comunicación de la
construcción puede provocar en el paciente recuerdos de una precisión
casi alucinatoria.
Tercer párrafo: quizás es eso, la alucinación -un retorno de lo
reprimido. Y el delirio, tal vez es eso también, un retorno de lo
reprimido. Quizás el recuerdo reprimido sólo puede venir en forma
alucinatoria y delirante. Es decir: tal vez la verdad, cuando surge,
conlleva siempre un cierto coeficiente de delirio. Esto no está explíci­
tamente dicho por Freud, pero no tenemos del todo la idea de que la
verdad del recuerdo reprimido sea para él del orden de la exactitud,
sino, al contrario, que la verdad tiene muchas afinidades con el delirio.
Lacan será muy suave cuando diga la verdad tiene estructura de ficción,
porque, en el fondo, en cierta forma, Freud dice la verdad tiene estructura
de delirio, que hay al menos afinidades estrechas entre la verdad y el
delirio, que la verdad se manifiesta en forma de delirio.
Cuarto párrafo: Freud da indicaciones sobre el tratamiento de la
psicosis, y termina indicando que entre delirio y construcción también
hay afinidad, y quizás identidad. La construcción, que nos la ha
presentado al principio del texto como un método equivalente al
método científico de la arqueología, se revela ser, antes bien, pariente
del delirio del psicótico. El texto va desde una analogía entre psicoaná­
lisis y arqueología a una analogía entre psicoanálisis y psicosis.
El final es un resumen sorprendente sobre “los delirios de la
humanidad”, que, aunque contradiciendo la realidad, ejercen un
extraordinario poder sobre los hombres por razón de la afinidad que
tienen con la verdad reprimida. Es el combate de las Luces. Tenemos
allí, en un frase, tanto la crítica de la religión como la de las ideologías
políticas, en tanto delirios que son inaccesibles a la crítica lógica. “Si a
pesar de esto son capaces de ejercer un extraordinario poder sobre los
hombres, la investigación nos lleva a la misma explicación dada en el
152 J acquks- A lain M i u .er

caso del individuo. Deben su poder al contenido de verdad histórica que


han traído desde la represión de lo olvidado y del pasado primigenio”.
He ahí la sinopsis del texto. Esto no está nada cerca del detalle.

Reclity richtig

Señalo dos términos que aparecen continuamente en el texto: Redil


yrichtig. Recht, queesng/u en inglés, quiere decir derecho [droit], y richtig
quiere decir justo [juste], tanto en el sentido de justicia [justice) como
de exactitud [justesse]. La cuestión, en todo momento, es saber si lo que
se ha dicho es justo o no es justo, es recto o no es recto, si se tiene el
derecho de decirlo o no se tiene el derecho de decirlo. Estos términos
aparecen constantemente en el texto alemán. Al final del primer
párrafo, aparece la Rechtfertigung, la justificación, y después, un poco más
abajo, se trata de la Richtigkeit, la exactitud de la construcción. Estos
términos están en la trama del texto. (Viene a continuación la exposición
de A. Vila).

Lo patético de S (/0

Lo que Freud llama el extraordinario privilegio del análisis en


relación con la arqueología no es que el paciente responde mientras que
la Venus de Milo no responde, que la columna rota no dice cómo era
cuando estaba entera, es el hecho de que en análisis, a diferencia de la
arqueología, nada está perdido. El adagio clásico dice: “Nada se pierde,
nada se crea”, —respecto al inconsciente, Freud dice: “Nada se pierde”.
Cito la asombrosa frase del principio del párrafo 5 de la primera parte:
“Realmente, como sabemos, puede dudarse de si cualquier estructura
psíquica puede ser víctima de una total destrucción”. “¿Cómo lo
sabemos?” —¿de dónde lo sabemos? Es decir especialmente: en el
inconsciente, todo eso se sabe. Es el sujeto supuesto saber, la suposi­
ción de que todo queda escrito y no desaparece nunca. Simplemente,
está escrito bajo represión. Eso vuelve, el inconsciente es una memoria,
un disco duro, pero bajo represión. Y de eso sólo hay pequeños pedazos
que aparecen, y de forma errática. “Todo lo esencial se conserva”. Allí,
tenemos el todo, todo está allí. Aquí, tenemos los pedazos. La construc­
ción es hacer con los pedazos un simulacro de ese todo, un simulacro de
la completud del inconsciente.
Marginalia de Milán: Construcciones en análisis __ 153

¿Se puede verdaderamente llegar a recuperar completamente esa


parte perdida? En Construcciones en análisis como en Análisis finito y
análisis infinito, Freud está ante la evidencia de que siempre hay un
resto. Por esta razón, Lacan escribe A mayúscula barrada. Esta barra no
se levanta nunca completamente, esto es incluso lo que llamó el
significante del Otro barrado. Es lo que queda siempre como diferencia
entre el todo y los pedazos. Si hay algo que hace necesaria la construc­
ción es eso, S(X)-
Podríamos imaginar que la construcción desaparezca, que se recupe­
re el todo del inconsciente. Una construcción completa sería quizás lo
ideal, dice Freud, pero dice también que al paciente sólo se le comuni­
can, en el transcurso del tiempo, fragmentos de construcción, que sirven
principalmente para reactivar la asociación. La virtud mayor de la
palabra del analista es el empuje-a-hablar. Por esta razón, Lacan
identifica con petit a la posición del analista, en tanto que petit a tiene un
efecto de división en el sujeto analizante. El analista es el que hace
hablar al sujeto en tanto que sujeto dividido, sujeto marcado por la barra
de la represión.
Es notable que este artículo finalice con la represión originaria. Eso
quiere decir que, en definitiva, hay que hacer como si la construcción
valiera como el recuerdo, éste es el principio einsteiniano del análisis.
Hay que hacer como si el significante de la construcción valiera como el
recuerdo del analizante. Todo eso, ¿a qué conduce? A una reflexión
sobre ¿qué es la verdad?
Sobre la angustia, estoy de acuerdo en dar importancia al párrafo 4
de la parte III, que señala una conexión entre la proximidad de la
represión y la angustia. Hay que distinguirlo, sin duda, de la histeria de
angustia, donde la angustia constituye un estado recurrente, y a veces
permanente, del sujeto. ¿Se puede decir que el sujeto vive en una tal
proximidad de lo reprimido que está constantemente angustiado? En
los sujetos que no tienen esta afinidad electiva con la angustia se puede
ver, para el caso, una verdad que emerge, que causa la angustia.
Para resolver la cuestión “¿qué cura?”, hay que partir de la pregunta
“¿qué hace enfermar?”. Ésta es la pregunta que trata Freud en este
texto, a la vez, en el segundo párrafo de la primera parte y en el
penúltimo párrafo de la tercera parte. Generaliza su fórmula según la
cual el enfermo sufre de recuerdos. “Por este camino una fórmula
aplicada en un principio sólo para la histeria se aplicaría también a los
delirios: que los que están sujetos a ellos sufren por sus propias
reminiscencias”. La tesis final generaliza a la psicosis la tesis que Freud
154 __ J acques-A lain M iller

había propuesto para la neurosis a partir de la histeria. Se sufre de lo que


se ha puesto bajo la barra. Entonces, ¿cómo se cura? Levantando la
represión. El término importante de esta parte es Verleugnung, que
Freud relaciona con Verdrangung. Hubo antiguamente represión,
Verdrüngung, es la dimensión histórica de la represión, y hoy el sujeto
dice no, su reacción ante la verdad es decir no, denegarla, esto es la
Verleugnung. El trabajo analítico consiste en obtener la forma convenien­
te de consentimiento, el consentimiento al inconsciente como reprimi­
do. Todo el texto lleva así a la cuestión de saber: ¿cuál es el verdadero
consentimiento? Éste no es simplemente decir sí. El consentimiento
del ser se ve tangencialmente.
Es eso lo que confiere su carácter patético al texto. Si lo que hace
enfermar es el recuerdo en tanto que reprimido, si lo que cura es el
reconocimiento de lo reprimido, ¿qué se hace cuando no se puede hacer
volver todo lo reprimido? En ese momento interviene la Ersatz. Casi
podríamos decir que allí donde se mantiene lo reprimido, únicamente
queda creer al analista. Freud dice al mismo tiempo que eso no es
sugestión. “Puedo asegurar sin fanfarronería que este abuso de ‘suges­
tión’ nunca ha ocurrido en mi práctica”.
Este texto es lo patético de S de A mayúscula barrada. La idea de una
higiene completa del inconsciente no tiene correspondencia en la
experiencia analítica. El ideal de completud está caduco. En este texto,
pariente de Análisis finito, se percibe como un llamado a un régimen
diferente del análisis. Este texto ya es un llamado a Lacan.
En la propia dirección del análisis, eso no se estructura de la forma
que Freud había creído. El principio E = UWK casi no es pensable en
Freud, en las coordenadas de Freud. El propio Freud lo reconoce: “El
problema de en qué circunstancias ocurre esto y de cómo es posible que
lo que parece ser un substituto incompleto produzca un resultado
completo, todo esto constituye el objeto de una investigación poste­
rior”, “le indagini future daranno una risposta”, las futuras investigacio­
nes darán una respuesta. No es exagerado decir que eso se sale del
marco de la concepción de Freud, verdaderamente es un llamado a
Lacan. La equivalencia freudiana sólo es pensable en el elemento de la
verdad, Wahrheit. La verdad no es la exactitud. No es un delirio
tampoco, pero está estructurada como una ficción.
En el fondo, el punto de partida de Lacan en “Función y campo de
la palabra y del lenguaje” es considerar que, la construcción, es el
analizante quien la hace. La construcción está más a cargo del analizante
que del analista. El propio transcurso del análisis es una construcción
Marginalia de Milán: Construcciones en análisis 155

por parte del analizante. El análisis es como la construcción de una


narración, de una epopeya, por parte del sujeto, que hace de remiendos
y de pedazos una narración. Si la construcción queda del lado del
analista, estamos obligados a hablar de la convicción del paciente y se
abre la puerta a la sugestión. Lacan es quien ha encabezado esas
“investigaciones” que Freud deseaba.
Volvamos a la pequeña discusión que hemos establecido al principio
respecto a lo completo y a lo incompleto. Los recuerdos están allí, el
inconsciente se acuerda de todo, ésta es nuestra suposición. Al mismo
tiempo, el yo no tiene todo eso a su disposición. Por este hecho, ¿cómo
juega el sujeto su partida en relación al inconsciente como sujeto
supuesto saber? La cuestión circula por el texto.

Construcción e interpretación, saber y verdad

Estoy de acuerdo en decir que Lacan respeta el binario íireudiano:


construcción, interpretación.
El analista lacaniano debe construir, no hay duda. Por otra parte, si
existe algo como el control, es ante todo el control de las construcciones
del analista. No es recomendable dirigir una cura analítica sin hacer
construcciones, sin estructurar el caso. No es imposible conducir un
análisis sin hacer eso; por esta razón, es muy recomendable hacerlo, es
muy recomendable porque no es absolutamente necesario. Muchos
analistas dejan hacer al paciente, y ya es algo cuando le dejan hacer
porque muchos lo detienen. Pero lo que es recomendable es hacer una
construcción, y después modificarla según los elementos que lleguen.
Queda que, en Freud, la interpretación tiene el aspecto de una
pequeña construcción, de un fragmento de construcción. Eso es lo que
explica al principio de la segunda parte: la construcción es la mayor y la
interpretación la menor. La interpretación es como un elemento de
construcción, es una pequeña píldora de saber, mientras que la cons­
trucción es el todo del saber. Interpretación y construcción tienen el
aspecto de ser homogéneas, aunque, para Lacan, interpretación y
construcción son dos modos muy diferentes.
En Lacan, construcción e interpretación se oponen como saber y
verdad. La construcción es una elaboración de saber, mientras que la
interpretación tiene algo de oráculo. Lacan se refiere muy poco a la
construcción como tal, se interesa poco porque en él se llama estructura.
No hay simetría entre construcción e interpretación. O bien la construc­
156 _ J a c q u e s - A lain M iller

ción es una elaboración que está a cargo del paciente, o bien es el propio
dispositivo analítico de lo que se trata. La construcción de la que habla
Lacan es la del fantasma, que se lleva a cabo por efecto de la operación
analítica. Volviendo a tomar el texto de Freud al detalle, veremos
asomar esta problemática en el decurso de ciertas frases. Construcciones
en análisis ayuda a captar el concepto de la expresión de Lacan “la
construcción del fantasma fundamental”.
Hay que tener en cuenta el hecho de que Freud considera que la
convicción obtenida en el paciente, el asentimiento que puede dar a las
construcciones del analista, no tienen nada que ver con la sugestión.
Podemos contestarle, pero hay que tener en cuenta el hecho de que
Freud lo niega. Además, en este texto precisamente, hace una extensa
crítica del sí del paciente. Nosotros no tenemos que ocuparnos de
alguien a quien es suficiente el asentimiento inmediato y directo del
paciente. Al contrario, el texto cuestiona cualquier enunciado directo
respecto al inconsciente. Entonces, hay que preguntarse a qué apunta
Freud cuando habla de la convicción del paciente, como cuando pide
que el analista se convenza de la existencia del inconsciente.
Dejemos a Freud tranquilo e intentemos, nosotros, saber qué
entendemos por esa convicción y si la tenemos.
Hay toda una problemática clásica del “tener fe”. ¿Tengo yo fe?
¿Puedo tener fe como se tiene un objeto? ¿Tener fe hace que no se
plantee la cuestión de saber si se tiene fe? Declarar la fe, practicar,
respetar los sacramentos, ¿es constitutivo de la fe? Freud no pide fe en
el inconsciente y no pide tampoco fe en la construcción del analista.
Preguntémonos qué puede ser esa convicción cuando alguien tan
exigente como Freud emplea ese término. Nosotros estamos ocupados
en alguien que dice: “Usted me responde sí, eso no tiene ningún valor.
Usted me dice no, eso no tiene ningún valor tampoco”. Entonces, sobre
esta base, ¿qué es, pues, la convicción en la existencia del inconsciente?
Están en Freud los elementos de una respuesta, incluso si ésta no
es totalmente explícita. Lo que prueba la convicción es, en el fondo, la
respuesta indirecta. Lo que es verdaderamente convincente es cuando
usted dice no y algo en su respuesta dice sí. Esto no es la confesión de
fe en el inconsciente. Usted dice no, eso dice sí. La problemática del
asentimiento reposa en la entereza del sujeto en la confesión de lo que
cree o de lo que piensa, mientras que aquí, la problemática de la
convicción está fundamentada, al contrario, sobre un sujeto dividido.
Lo que produce la convicción en análisis son los fenómenos de división.
Es una lógica totalmente diferente. Lo que Freud llama la convicción
Marginalia de Milán: Construcciones en análisis ___ 157

en la existencia del inconsciente es haber constatado de forma repetitiva


la división subjetiva. ¿Es esto suficiente? Podemos discutirlo, pero, en
todos los casos, eso no es un acto de fe. Sería, antes bien, una convicción
en sí misma inconsciente.
Hay personas que practican el análisis y no están convencidas en
absoluto de la existencia del inconsciente. Lo que no les impide, a
veces, orientarse en la experiencia. Por ejemplo, tienen sobre todo la
idea del goce en la palabra, de que el sujeto sólo pide gozar de su palabra
en el análisis. ¿Es eso equivalente a la convicción de la existencia del
inconsciente? No. Antes bien, eso tiene efectos de taponamiento en el
paciente antes que abrir el campo de los fenómenos de división.
¿Cómo saber si alguien que es analista, o quiere ser analista, cree en
la existencia del inconsciente? Con lo que se llama el pase se llega a
percibir algo de eso. Lo que alguien cuenta de su análisis puede dar la
idea de que éste ha producido en él una cierta sensibilidad a los
fenómenos de división. Ésta es la menor de las cosas. Pero, para ser
Analista de la Escuela, no es suficiente creer en la existencia del
inconsciente.

Neue Bedeutung

Se puede identificar el inconsciente con el sujeto del inconsciente,


incluso se tiene interés en hacerlo, en tanto quiere decir fijarse en la
división del sujeto, en el hecho de que el sujeto dice siempre más de
lo que sabe, más de lo que cree saber, es decir, que hay en su palabra
algo que está escrito y que va más allá de lo que él mismo tiene a su
disposición. Así, muchas interpretaciones se apoyan en la relación de la
palabra con la escritura. Esto es lo que produce el equívoco. El ejemplo
mismo que da Freud aquí, el equívoco de Jauner sólo se hace patente
en la propia escritura.
Acabo de plantearles algo importante. ¿Dónde está el “está escrito”
en el análisis? Si no tomamos el inconsciente como el sujeto del
inconsciente, si lo tomamos como una memoria donde todo está escrito
ya, se trata de llegar a leer lo que ya está escrito. Al contrario, si tomamos
el inconsciente como sujeto, el “está escrito” está en la propia palabra.
En la práctica, el “está escrito” lo encontramos en la palabra. Por otra
parte, nosotros no reducimos nunca el sujeto al puro “está escrito” del
recuerdo, puesto que todo dependerá del sentido que dé a esos
pretendidos recuerdos, de la función que tomen los significantes del
1 5 tf J acques-A lain M u j er

recuerdo. Y, justamente, hay un límite: la diferencia entre el recuerdo


y la construcción es casi insituable, y cuanto más se acerque a la verdad
de lo primordialmente reprimido, más tiende a desvanecerse la diferen­
cia entre recuerdo y construcción.
No podemos mantener una concepción cronológica de la verdad
histórica, aunque sólo fuera porque tenemos en cuenta, siguiendo las
indicaciones de Freud, la función del aprés-coup. Hay, sin duda, una
diinensión cronológica, pero la significación, la verdad de lo que tuvo
lugar en un punto del pasado depende de un hecho que pertenece a su
futuro. A partir del futuro recibe su sentido un hecho del pasado. Ésta
es Ja lección de El hombre de los lobos, y eso es lo que plantea la primera
parte del Informe de Roma. ¿Qué es la verdad histórica? No es la
exactitud de lo que aconteció, es la transformación de lo que sucedió por
la perspectiva de lo que será. Esto impide reducir el inconsciente a una
simple memoria en la que ya está todo y da su valor a la palabra, al acto
de la palabra. Lo difícil es tener un concepto del inconsciente que sea
coinpatible con el acto de la palabra. Debido a esto, Lacan hace del
inconsciente como memoria lo que él denomina el sujeto supuesto
saber. El sujeto supuesto saber es el inconsciente, pero también es un
efecto del dispositivo, un efecto semántico que se disipa a la salida del
análisis. Todo eso cambia mucho la idea que podemos hacernos de la
convicción en la existencia del inconsciente.
Allí donde Freud hablaba de la existencia del inconsciente, Lacan
halóla de la caída del sujeto supuesto saber. ¿En qué se cree finalmente?
El nudo de la convicción está centrado sobre el acto de la palabra y sobre
el “está escrito” en la palabra. El “está escrito” es también la potencia
de la repetición. Freud habla en varias ocasiones, en este texto, de la
repetición, de la repetición de los afectos, como él dice, la repetición de
las reacciones del paciente, que gracias a la transferencia se ven venir de
nutívo. Esto me parece que concierne a la construcción del fantasma:
veinos aislarse los modos constantes de respuesta y de goce del sujeto.
La regla aparece.
Hay que dar, en la práctica, el lugar que le corresponde a la
construcción en el sentido freudiano. Se le da, a veces, en términos de
estadios, con el sentimiento de hacer las cosas al estilo Freud, al estilo
“análisis retro”. Pero Freud no es eso. Miren su ejemplo de construc­
ción comunicada al analizado, segunda parte, final del primer párrafo:
“Hasta que tenía usted n años, se consideraba usted como el único e
ilimitado dueño de su madre; entonces llegó otro bebé y le trajo una
gran desilusión. Su madre le abandonó por algún tiempo, y aun cuando
Marginalia de Milán: Construcciones en análisis _ 159

apareció, nunca se hallaba entregada exclusivamente a usted. Sus


sentimientos hacia su madre se hicieron ambivalentes, su padre logró
una nueva importancia para usted”. Esto es muy divertido. Parece que
para limitar la relación madre-hijo hace falta un segundo niño. El menor
es el que introduce el Nombre del Padre.
Nunca se da un ejemplo totalmente por azar, ¿por qué ese ejemplo?
El ejemplo de esos recuerdos reprimidos, a los cuales sólo se llega por
la construcción del analista, es el trauma del hijo mayor cuando llega el
menor. Alguien ha realizado recientemente toda una tipología de la
historia universal en términos de mayores y menores, es muy curioso.
Tuvo lugar un acontecimiento, la llegada del segundo hijo, esto es un
traumatismo, "e suo padre acquisto per lei un nuovo significato El hijo
empuja al padre fuera de la escena, y después llega el segundo hijo, y,
en ese momento, el padre toma una nueva significación, neue Bedeutung.
Esto impide reducir la historia, en el sentido de Freud, al desarrollo y
concebir el inconsciente como la reserva estática de un determinado
número de contenidos.
En un texto que ha contado mucho para Lacan, Lévi-Strauss decía:
“El inconsciente está vacío”. Cuando Lacan escribe el sujeto tachado,
escribe, en efecto, el inconsciente como vacío. Sin duda, eso marca una
diferencia entre pensar el inconsciente como vacío o pensarlo como
lleno. Hay un “está escrito” para cada sujeto, hay un modo constante
de respuesta, pero eso no es el contenido del inconsciente.

Materna y delirio

Es exacto que la forma más desarrollada de hacer construcciones de


casos, en la orientación de Lacan, es el materna. No veo porqué los
analistas no utilizarían los maternas para estructurar los casos que tienen
en análisis. Construcciones en el análisis es Maternas en el análisis, salvo que
no se ve qué se ganaría comunicándolos al paciente. A partir de eso, se
puede decir, en efecto, que el materna del discurso analítico es una
construcción de Lacan. No le habría dado miedo decir que también era
un delirio suyo. Cualquier esfuerzo para estructurar una materia es un
delirio. Evidentemente, la cuestión que se plantea es la del delirio
científico, mucho más inquietante que los otros porque responde desde
el otro lado, en la naturaleza o, mejor, en lo real.
160 J a c q u e s - A lain M illkr

Recordar versus construir

Vila, en primer lugar, ha estructurado su exposición sobre la oposi­


ción recordare y construiré. Es conforme a lo que dice Freud: el analizante
tendrá el recordare y el analista el construiré. Al mismo tiempo, está claro
que todo el movimiento del texto enredará la frontera entre recordare y
construiré. Sería maravilloso que recordare y construiré fuesen completa­
mente diferentes, El analizante debe recordar, revivir en una Erlebnis,
sufrir y experimentar en su carne y en su alma, y el analista construye,
toma las medidas como el arqueólogo. Ahora bien, todo el movimiento
del texto es... —¿cómo se hace?— ¿qué elementos pertenecientes a esos
dos registros totalmente diferentes se substituyen los unos a los
otros? El esquema del aprés-coup, la idea de la verdad en movimiento
que se rectifica, se modifica, permite comprender cómo recordare y
construiré acaban confundiéndose. Todo recordare conlleva un construiré
interno. El recuerdo no es una huella bruta, siempre es un recuerdo
retocado aprés-coup. Entonces, estoy de acuerdo con Vila en la
oposición recordare y construiré, con la condición de ver bien que, en
el horizonte del texto, los términos convergen, se cruzan, se imbrican.

Varios

Al emplear la palabra rectificare, supongo que Vila se refiere a lo que


Lacan explica, en “La dirección de la cura”, del primer movimiento de
Freud, que es rectificar la posición subjetiva del paciente para introdu­
cirlo en el discurso analítico. Creo que hay que conservar la particula­
ridad de ese momento y que no se puede dar esa estructura a cualquier
construcción.
Estoy de acuerdo con la diferencia que Vila subraya entre verdad
narrativa y verdad objetiva, y también con la oposición entre la creación
de un nuevo significante y la memoria que ya está allí. Pero da un
sentido muy general a la expresión de Freud “la construcción es un
trabajo preliminar”, mientras que yo le daría más gustosamente un
sentido restringido. En la primera parte Freud presenta la construcción
como el fruto del trabajo solitario del analista; en ese sentido, se trata de
un trabajo preliminar, puesto que a continuación habrá que comunicar­
la. Ustedes dan un sentido mucho más amplio a lo preliminar, le dan un
valor fundamental. ¿Piensan que eso está en Freud? Ustedes dicen:
“La construcción abre y la interpretación cierra”. Si ésta es la teoría de
Marginalia de Milán: Construcciones en análisis — 161

ustedes, la encuentro muy interesante. Pero no la he encontrado en


Freud.
La teoría de ustedes me da una idea, decir lo contrario: la interpre­
tación abre, la construcción cierra. El inconsciente reprimido se presen­
ta bajo un aspecto fragmentario. La interpretación toca uno de esos
elementos, mientras que la construcción vincula varios elementos.
Entonces, se tendría la tendencia, antes bien, a decir: la interpretación
hace resonar y la construcción enlaza.
La construcción está introducida, en principio, como un trabajo
intelectual del analista. Poco a poco la cosa se anima, en primer lugar
cuando llegan las respuestas del analizante, “sí, no, nunca pensé en
eso”, y después, la producción de material homólogo, la respuesta más
significativa en el sentido de Freud, que es aún la reacción terapéutica
negativa. Cuanto más verdadera es, peor va el paciente y más amenaza
de ir mal. Nosotros estamos muy lejos de la discusión con el sabio
profesor, que piensa que todo se plantea entre los seres humanos en
términos de debate: digo sí, digo no, verdadero, no verdadero. Allí, eso
se plantea en el cuerpo: ir bien, ir mal, en la angustia. Se sale de la
construcción como ejercicio intelectual. Y, al final, en la tercera parte,
uno se pregunta: ¿qué es lo que, de esta forma, hace mal al analista para
que deba hacer una construcción? Ésta es también la interrogación de
Freud en Análisis finito. ¿Qué hace enfermar al analista del propio
psicoanálisis? ¿En qué sentido, con la teoría analítica, intentamos
quitamos el mal que nos da el propio psicoanálisis?

Detalle

Hay que volver sobre el detalle del texto. En italiano, como en


francés, se pierde el valor del primer párrafo. Si ustedes miran el texto
alemán, todo se plantea entre Recht y richtig. ¿Qué es tener razón y quién
tiene el derecho de decir qué? Sería necesario detallar la entrada en
escena del “sabio de mérito”. Se debe conocer a quién ha dicho eso.
Habría que, en el Vorarbeit del seminario, tener hecha esa investigación.
Freud dice de él que “Siempre me ha parecido que hablaba muy en
favor de cierto científico muy conocido que tratara con justicia al
psicoanálisis en una época en que la mayor parte de la gente no se sentía
obligada a ello”.
La última frase es un poco chata en italiano: “El psicoanalista
práctico nada aprenderá, naturalmente, en el curso de esta apología que
162 J acques-A lain M i u .er

no sepa ya”. Esto es muy ingenioso. Es decir, que se trata de un texto


esotérico y, al mismo tiempo, curiosamente, deja planear la sombra
del sujeto supuesto saber: supone que todo analista sabe ya lo que
Freud va a decir, todo analista lo sabe ya. Poco después, Freud indica
cómo hay que entender esa frase. Da un gran valor al hecho de que
el trabajo analítico esté dividido en dos partes, la que hace el
analizante y la que hace el analista: “... el trabajo analítico consta de
dos porciones completamente distintas, que se llevan a cabo en dos
localizaciones diferentes, que afecta a dos personas, a cada una de las
cuales le es asignada una tarea distinta. Por un momento puede
parecer extraño que este hecho tan fundamental no haya sido
señalado hace tiempo...”. Ahí se comprende. Freud quiere decir lo
siguiente: todo el mundo lo sabe ya, pero nadie ha sacado las
consecuencias que había que sacar.
La frase “todo analista lo sabe ya” forma parte de la polémica
implícita de Freud con sus alumnos. Sin duda, en 1937 ha llegado el
momento en el cual todo el mundo ya lo sabe todo. Cuando alguien se
alza para dirigir un trabajo, los analistas se tapan enseguida los oídos
diciendo que ya han escuchado eso. Es un modo de recepción del
trabajo que es muy frecuente en el medio analítico. Es verdad, se repite
siempre lo mismo, y no es gracioso. Pero también hay un trabajo sobre
las evidencias, sobre lo que todo el mundo sabe ya, que exige mucha
atención. En psicoanálisis se trabaja siempre sobre lo que todo el
mundo sabe ya, porque si el inconsciente quiere decir algo es eso. Se
trabaja sobre lo que todo el mundo sabe ya y por eso es muy difícil
encontrar algo nuevo, pero, también, darse cuenta de lo nuevo cuando
aparece. No es suficiente la aparición de lo mismo para descalificar un
trabajo, hay que estar atento a los detalles de lo que emerge.
Habría que discutir al detalle el párrafo 2, y concretamente la
descripción clínica que hace Freud. Es un teoría rechoncha de la
represión. Lo que Freud considera que está reprimido son ciertas
experiencias, Erlebnisse, y las mociones afectivas que suscitan. Lo
reprimido son las experiencias vivas del sujeto y sus afectos. No le es
suficiente decir las experiencias, tiene que añadir los afectos: se puede ver
ya la necesidad de implicar en este asunto al objeto a. La clínica de
Freud es simple: “Sabemos que sus actuales síntomas e inhibiciones
son consecuencia de represiones”. El italiano es más exacto que el
francés, porque el alemán dice Folge, es decir, consecuencias. Freud trata
a los síntomas y a las inhibiciones como consecuencias de las represio­
nes. El término de Folge se encuentra en el título Algunas consecuencias
Marginaiia de Milán: Construcciones en análisis _ 163

anatómicas de la diferencia entre los sexos. La relación de consecuencia


es una relación significante, lógica por excelencia.
La definición freudiana del síntoma hace de él una consecuencia
de la represión. ¿Cómo curar? Levantando la represión. ¿Qué sucede
si no se puede levantar la represión? Llega en su lugar algo extraño,
que es la convicción en la verdad de la construcción. En todo este
texto, ven ustedes funcionar la relación de substitución. Comprenden
ustedes por qué Lacan ha podido reescribir tanto de la obra de Freud
con el concepto de metáfora. Cuando Freud dice substitución, Lacan
dice metáfora, utilizando a Jakobson para dar su materna al concepto
freudiano de substitución.
Freud acentúa en ese párrafo el carácter fragmentario del incons­
ciente, tal como se presenta como material: “Fragmentos de los recuer­
dos en los sueños...”. A continuación, “ideas incidentes...”, Einfalle, es
lo que viene, lo que cae. Al final, “indicios de la repetición de los afectos
pertenecientes a lo reprimido...”. He ahí, pues, los tres elementos que
distingue Freud. Esta selección es muy interesante. ¿Cómo estructurarla?
Los recuerdos en los sueños pertenecen a lo imaginario. Las ideas
incidentes, aportadas por la asociación libre, están en el elemento
simbólico. Y se podría decir que los indicios de la repetición de los
afectos conciernen más a lo real.
He señalado que Freud acentúa el carácter fragmentario del incons­
ciente como materia prima, para dar lugar a la presentación del trabajo
del analista como de vínculo. Entonces, qué sentido hay que dar a lo que
Freud dice al principio del tercer párrafo: “Y lo que buscamos es una
imagen del paciente de los años olvidados que sea verdadera y completa
en todos los aspectos esenciales”. Esto va muy lejos. En alemán, Freud
dice das Gewünschte, formado por Wunsch, el deseo, lo buscado. ¿Qué
responde al Wunsch del analista? Sería una vollstandiges Bild, una imagen
completa. Es notable que eso únicamente sea del orden del Wunsch, es
decir, del deseo irrealizable. Nada en este texto, y nada en Análisis finito,
permite creer que Freud piense verdaderamente en la posibilidad de
obtener la imagen completa.
Aquí es donde se inscribe la evocación de Freud: no hay solamente
analizante, también hay analista. “Pero en este punto hemos de
recordar que el trabajo analítico consta de dos porciones completamente
distintas...”. Podríamos decir, ¡qué banalidad! Sin embargo, el propio
acento que pone Freud al señalarlo quiere decir que todo el mundo lo
sabe pero no hacen nada. Lo que traduce algo muy preciso: la inclusión
del analista como factor interno del análisis. La primera posición de
164 _ J acques-A lain M iller

Freud en la cura era muy exterior al paciente, era la posición del sabio
objetivo, y ha sido atraído, atrapado poco a poco, en la relación. El
descubrimiento de la transferencia es eso. Como en Análisis finito, el
analista se le presenta como un problema y, tal vez, el problema del
psicoanálisis.
Freud construye aquí al analista paralelamente al analizante. Se sabe
lo que tiene que hacer el analizante en el análisis, debe recordar, debe
sufrir, gozar, acordándose de ello; pero el analista, ¿qué, mientras tanto?
De esto parte toda una línea de reflexión en el psicoanálisis. No
solamente; ¿qué hace el analista durante ese tiempo?, sino ¿cuál es d
estatuto subjetivo del analista en el discurso? ¿Cuál es, pues, esa
posición que permite obtener efectos de ese género? Yo veo, en esas
frases de Freud, el aliciente de esa cuestión que ocupará a los analistas
por mucho tiempo. Allí es donde aparece la palabra construcción, parale­
lamente a recuerdo. El analizante debe acordarse de lo que ha sido
reprimido y el analista debe construir lo que ha sido reprimido. Lo que
el analizante no recuerda, el analista debe construirlo.
Freud hace de la construcción una actividad del analista que
responde a la actividad de recordar del paciente. Respondiendo así a la
misteriosa pregunta: “¿Y qué hace el analista durante ese tiempo?”.
Pues bien, el analista construye. Freud utiliza el término de trabajo,
Aufgabe. Lacan repartirá las cosas de otra manera: pone, de parte del
analizante, no solamente la rememoración, sino también la construc­
ción, ya que todo el trabajo está de parte del analizante, y lo que llega
al analista es el acto, no el trabajo, es la autorización simbólica para
proceder al trabajo analizante. Según Lacan, el analista tendrá el acto y
el analizante el trabajo.
El acto analítico consiste en autorizar simbólicamente el trabajo
analizante. Esto es responder a la pregunta de Freud colocando al
analista en el lugar de lo que garantiza la validez del ejercicio analítico.
En el párrafo 4, me contentaría con señalar la expresión que utiliza
Freud respecto tanto al analista como al arqueólogo, el derecho de
reconstruir, das Recht zur Rekonstruktion. El analista, como el arqueólogo,
se autoriza, a partir de elementos fragmentarios, a reconstituir una
totalidad, sin estar seguro de su validez. Esto se presenta, pues, bajo la
forma del derecho, das Recht. Es un argumento de legitimidad el que
presenta Freud. Pero ello no impide que, al final del texto, abandone
todo argumento de Recht para relacionar la construcción con el delirio.
Preliminarmente, defiende el derecho a construir, a continuación, va
más allá del derecho.
Marginaiia de Milán: Construcciones en análisis __ 165

Señalo, en el párrafo 5, la expresión “la repetición de reacciones”.


Veremos, tal vez mañana, el sentido exacto que se le puede dar al
término de reacción, pero digamos inmediatamente que, para Freud,
es una respuesta que tiene una cualidad afectiva.
Tomo ahora la última frase de esta parte, “Pero nuestra comparación
de las dos clases de trabajo no puede ir más allá que esto, porque la
diferencia principal entre ellos se halla en el hecho de que para el
arqueólogo la reconstrucción es la aspiración y el fin de sus esfuerzos,
mientras que para el analista la construcción es solamente una labor
preliminar”. No se puede interpretar eso de treinta y seis formas. El
arqueólogo no comunica sus resultados a los monumentos, mientras
que el analista comunica la construcción al paciente.

Plan de la segunda parte

Cuando se encuentra la estructura, el plan se vuelve lógico.


Focchi distingue la parte clínica y la parte epistemológica. La parte
clínica es el primer párrafo, la parte epistemológica, los ocho restantes.
Es un binario un poco desigual.
En la primera parte, el analista está solo ante el trabajo. Ahora, a la
construcción, se añade la comunicación de la construcción. El primer
párrafo de la segunda parte habla de eso: ¿cómo se articulan construc­
ción y comunicación? Se podría pensar que la construcción será comple­
ta y que, en ese momento, se le comunicará al paciente. Freud dice al
contrario: no es así, se comunican trozos de construcción, el paciente
produce material y, de nuevo, se comunica un trozo de construcción.
Esto es lo que Focchi ha llamado un movimiento de alternancia. En la
parte precedente, la construcción aparece como un modo de relación de
los elementos fragmentarios del material. Ahora, Freud muestra que la
propia construcción se comunica por partes y no en su totalidad de una
sola vez.
La segunda mitad del primer párrafo presenta la articulación entre
construcción e interpretación. La interpretación es concebida como un
ladrillo de la construcción. El ejemplo que da Freud merece retenerse,
como si la obliteración de lo menor por lo mayor fuera un ejemplo capital
de agujeros en la historia.
¿Cuáles son los momentos de la parte que usted denomina
epistemológica? El primer momento es aquél en el que Freud examina
la cuestión de la construcción inexacta. El segundo momento es aquél
166 _ J acques-A lain M iller

en el que examina el sí y el no. El tercer momento es aquél en el que


examina los modos indirectos.
Entonces, el primer párrafo, es, en efecto, la alternancia comuni-
cación-material. El segundo párrafo es la construcción inexacta,
Freud dice unrichtig, que no es justo. Examina la verdad o la falsedad
de la construcción en sí misma. ¿Qué nos garantiza que la construc­
ción que hacemos es verdadera? ¿Qué sucede si es falsa? Dicho de
otra manera, la cuestión trata sobre la verdad de la construcción en sí
misma. A continuación, los párrafos 3, 4, 5 examinan el asunto del Ja
y del Nein: se trata de la verdad de la construcción según el paciente.
Después, los párrafos 6, 7, 8 tratan los modos de confirmación
indirecta, es decir, cuando no se da la respuesta con el sí o el no, sino
cuando el sujeto testimonia de su sorpresa produciendo un acto fallido
y, al hacerlo, se descubre reconociendo lo contrario de lo que querría
decir. Freud dice: “Entonces, en ese momento, eso es richtig, justo”.
Eso se refiere a la verdad de la construcción en función de la respuesta
del inconsciente, la verdad según el inconsciente.
La parte epistemológica puede ordenarse como hemos visto: tres
abordajes de la verdad de la construcción. ¿Es verdadera en sí misma?,
¿y qué pasa si es falsa? ¿Es verdadera o falsa según el paciente? ¿Es
verdadera o falsa según el inconsciente?
Según Freud, lo que cuenta es la respuesta del inconsciente, y aquí
el inconsciente no miente. Habla indirectamente, pero se le puede
tener confianza. Y no se le puede sugestionar. Si ustedes dejan hablar
al paciente, no pueden sugestionarlo. Hay un lugar de autenticidad y de
garantía, son los efectos de sorpresa. Se ve así por qué Freud comenzó
con ese curioso diálogo con el sabio que dice: “Todo eso no es serio,
ustedes siempre tienen razón”. Es un diálogo en el orden de lo
imaginario, que se encuentra en los párrafos 3, 4, 5, donde los dos
interlocutores están en una posición dual: uno dice sí, el otro dice no;
uno dice sí y el otro también. Y Freud muestra precisamente que, en el
análisis, no es por eso por lo que sucede lo esencial. El analista tiene
relación con algo diferente a un contradictor, a un semejante que lleva
la contraria. El Ja y el Nein circulan entre a y a ’, mientras que de lo que
se trata es de establecer la comunicación entre el sujeto y A mayúscula.
La verdad no se dice sobre el eje imaginario, donde los dos son
simétricos. En todos los ejemplos que da Freud, la verdad se dice en la
equivocación. Sólo se puede atrapar a la verdad en la equivocación. La
cita que hace Freud, de Hamlet, del personaje de Polonio, “la carpa de
la verdad ha sido atrapada gracias al cebo de la mentira”, es muy
Marginaiia de Milán: Construcciones en análisis _ 167

lacaniana. Al final, ese será el escrito de Lacan, “La equivocación del


sujeto supuesto saber”.
Dije en Madrid, en Enero, un poco rápidamente, hablar es mentir,
y alguien en la sala lo encontró formidable. Lo encontró tan formida­
ble que me inquietó. Evidentemente, no se tiene permiso para mentir
en el análisis. Justamente en el esfuerzo para decir la verdad se mide
la imposibilidad de decir toda la verdad. Hay que tener la intención
de decir la verdad. Ahí está el problema cuando se analizan mentiro­
sos. Es muy difícil mentir voluntariamente mucho tiempo. Durante
un momento es posible. Y en el análisis, ¿a quién se miente, cuando
se miente? Se miente a sí mismo. El analista debe actuar de forma que
el sujeto, si miente, se mienta a sí mismo. Hablar es mentir en el
sentido de que el significante miente, el significante es semblante. El
goce no es semblante: está en el lado de lo real. También se puede
girar la perspectiva diciendo: lo real miente.

Mentira y verdad

Quizás podemos examinar la cuestión de saber por qué Freud


piensa que el peligro de la sugestión no existe en un análisis bien
llevado. He aquí como se expresa: “... podemos prestar oídos a alguna
información confortadora que se deriva de la experiencia psicoanalítica.
Porque aprenderemos que no se produce un perjuicio porque alguna
vez nos equivoquemos y demos al paciente una construcción errónea
(esto es, unrichtig) de la probable verdad histórica”. Podríamos haber
creído, teniendo en cuenta lo que Freud presentó anteriormente, que
si es unrichtig, es la catástrofe. Puesto que temamos el esquema de
alternancia, como el canto alterno del analista y del analizante, trozo de
construcción seguido de producción de material, podríamos pensar que
si el analista canta mal, da construcciones unrichtige, entonces se deshace
el dúo. Freud dice lo contrario.
Emitir una construcción falsa no es grave. Evidentemente, si el
analista fuera siempre unrichtig, si metiera la pata, acabaría por crear
dificultades. “Naturalmente, constituye una pérdida de tiempo, y el
que no haga otra cosa sino presentar al paciente falsas combinaciones no
creará muy buena impresión en él ni irá muy lejos en su tratamiento;
pero un pequeño error de esta clase no causará ningún perjuicio”. ¿En
qué se basa esta confianza de Freud? Es una confianza en el inconscien­
te. Si decimos algo unrichtig al paciente, pues bien, no le causa ningún
168 J acques-A lain M iller

efecto, es decir, no se produce lo que Freud denomina reacción. Aquí


se ve cuál es el sentido del término reacción en Freud. Es una
respuesta que viene del inconsciente. “De este modo la construcción
errónea desaparece como si nunca se hubiera hecho”.
Freud añade inmediatamente: “y en realidad tenemos muchas
veces la impresión de que, tomando prestadas las palabras de Polonio,
que la carpa de la verdad ha sido atrapada gracias al anzuelo de la
mentira”. Mediante la cita de Shakespeare, Freud dice algo muy
preciso: no sólo que la interpretación inexacta no hace mal, sino que
puede incluso suscitar material interesante, como si se verificara aquí el
principio según el cual ex falso sequitur quod libet. De lo verdadero se
sigue solamente lo verdadero, pero de lo falso no se sigue solamente lo
falso, lo verdadero también puede procederle. Si se hace del anteceden­
te la construcción y del consecuente el material, se puede tener muy
bien la situación siguiente: con el anzuelo de una construcción falsa,
suscitar un material válido. Se dice en francés: decir mentiras para
obtener verdades [plaider le faux pour savoir le vrai].
Eso relaja mucho la antítesis de la verdad y el error, o de la verdad
y la mentira. Cuando se trata del inconsciente, las cosas son más
complejas. Si se piensa en el ejemplo que da Freud, el de Jauner -
Gauner [estafador], lo que en italiano se llama farabutto, el inconsciente
es el que parece un poco farabutto en todas esas historias. Siempre dice
la verdad, pero la dice insinuando.

Observación

En la primera frase del segundo párrafo de la segunda parte, Freud


indica que no hablará del arte de la comunicación: “En el presente
artículo nuestra atención se dirigirá exclusivamente a este trabajo
preliminar realizado por las construcciones”. Introduce a continuación
las reacciones del paciente y pregunta: “¿Nuestras construcciones son
verdaderas o falsas?” y “¿Cómo podemos saberlo a partir de las respues­
tas del paciente?”. Pero no toca las siguientes cuestiones: ¿Cuándo hay
que comunicar las construcciones? ¿De qué forma hay que comunicar­
las? ¿Qué partes de la construcción hay que comunicar?, etc.
Marginalia de Milán: Construcciones en análisis _ 169

La respuesta indirecta

Cuando Freud dice que el inconsciente miente, es para mostrar


que, finalmente, en su propia mentira, dice la verdad. Lacan lo vuelve
a tomar. La joven homosexual, para dar gusto a Freud, sueña
enseguida con el matrimonio, hijos, etc. Entonces, en el sueño, ella
encuentra la orientación correcta, social y familiarmente aprobada,
hacia el otro sexo. Y Freud dice: “Es para seducirme. Son sueños que
están hechos para mí. El inconsciente miente”. Lo que subraya
Lacan es que recibir un hijo de un hombre era, ante la emergencia de
su homosexualidad, su deseo más profundo, la mejor forma de su
versión hacia el padre. Entonces, ¿tiene verdaderamente el analista,
en el análisis, que tratar con la mentira? No hay que dejarse atrapar por
las significaciones promovidas por el sueño, por el inconsciente, pero
la actitud de desconfianza, de no engañado, no conviene tampoco al
analista. Se trata, mejor, de dar siempre confianza al núcleo de verdad
que hay, que está comprendido en la mentira, el delirio y la alucina­
ción. El texto de Freud se acaba en el núcleo de verdad, Wahrheitskern.
Las mentiras de alguien lo revelan más que todo el resto.
Por otra parte, hay que poner el sueño aparte de las otras
reacciones de las que habla Freud, porque la propia definición de
sueño lo convierte en una mentira, en la medida en que es la
realización de un deseo. En tanto tal, es un mentiroso. Es siempre más
verdadero cuando es una pesadilla, porque la pesadilla es la sorpresa
que despierta. El término sorpresa no está en el texto, pero Focchi
tuvo razón al introducirlo, porque estructura toda esta parte sobre lo
indirecto.
La preferencia de Freud por lo indirecto es impresionante. El sí del
paciente sólo tiene valor si está seguido por confirmaciones indirectas.
Es el centro de la demostración de Freud: la confirmación, sí, pero
indirecta. El no “en algunos casos raros se ve que es la expresión de un
legítimo disentimiento. Mucho más frecuentemente expresa una resis­
tencia que ha podido ser evocada en el sujeto por la construcción
presentada, pero que también puede proceder de algún otro factor de
la compleja situación analítica”. ¿Cuáles son esos otros factores? Pode­
mos pensar que es la relación imaginaria en el análisis, el deseo de decir
no al analista, todos los aspectos de la relación transferencia! que he
evocado, de tal forma que Freud desvaloriza todas las confirmaciones
directas. Las confirmaciones directas están en el eje imaginario: “Pare­
ce, por tanto, que las manifestaciones expresas del paciente después de
170 J a c q u í'S - A lain M illbr

que se le ha presentado una construcción proporcionan muy escasa


evidencia sobre la cuestión de si hemos acertado o no”. Desvalorización
de todo lo que es confirmación directa; al contrario; “Es del mayor
interés que haya formas indirectas de confirmación, indirekte Arten der
Bestátigung, que son dignas de crédito en todos los aspectos”.
Cuando el paciente dice: “Nunca he pensado eso”, se puede
traducir: “Sí, en este caso usted ha tocado justo el inconsciente”. La
denegación vale como certificado de autenticidad. El inconsciente
habla una lengua diferente que el yo. El yo se muestra como una
función de desconocimiento, dice Lacan. Hay, pues, una traducción
interna en la práctica analítica. El inconsciente habla en otra parte. En
el párrafo 8, se ve que habla, por ejemplo, en la reacción terapéutica
negativa. Cuando la construcción es muy justa verdaderamente, enton­
ces el paciente va verdaderamente peor.
Hay que intentar situar bien el desplazamiento que realiza Freud en
relación a su punto de partida. El punto de partida es que el analista
propone un enunciado, la construcción, y, después, el paciente dice sí
o no, en referencia a ese enunciado. La cuestión es saber quién tiene
razón, el analista que ha pronunciado ese enunciado o el paciente. En
este esquema, el paciente está en posición de metalenguaje en relación
al enunciado de la construcción, habla de él como de un objeto. En la
segunda parte, Freud cambia completamente esa posición: el sí y el no
forman parte del material, no están en posición de metalenguaje. No
tenemos al paciente hablando sobre un enunciado, tenemos la comuni­
cación de la construcción y la aparición de un material, de un cierto
número de reacciones, entre las cuales están el sí y el no, pero estas dos
respuestas no tienen privilegios y están, incluso, devaluadas. La con­
cepción del profesor es petit a, petit a', los dos personajes simétricos que
se enfrentan para saber quién tiene razón. El esquema de Freud es: no
hay metalenguaje. Lo que dice el paciente, estructuralmente forma
parte del material. No hay enfrentamiento a ese nivel. Cuando hay
enfrentamientos, se está en el eje imaginario.
Entonces, Freud cambia el sentido mismo del debate, la estructura
de la cuestión. Se ve, al principio del tercer párrafo de la segunda parte,
cuando dice Freud: “De lo que hemos dicho se sigue que no nos
sentimos inclinados a ignorar las indicaciones que pueden inferirse de
la reacción del paciente cuando le hemos ofrecido una de nuestras
construcciones”. Freud insiste en el respeto con el cual tratamos las
indicaciones que nos dan las reacciones del paciente, pero eso quiere
decir que, para él, el sí y el no no tienen importancia ya sobre la cuestión,
Marginaiia de Milán: Construcciones en análisis __ 171

sólo son “reacciones” del paciente. No es una lucha escolástica en la


que se trata de saber quién tiene razón, se trata de estar sobre el rastro
de una verdad que se revela escapándose, una verdad de la que no se
puede hacer una tesis, porque una tesis se dice, se defiende, se
mantiene, mientras que el inconsciente habla una sola vez, indirecta­
mente, y después se eclipsa. Dice sí una sola vez, y apenas, o bien a
medias, y después se eclipsa.

Ejemplos

Freud presenta un ejemplo extraanalítico de confirmación indirec­


ta. Es muy sugerente, el marido que hace examinar a su mujer porque
rechaza las relaciones sexuales. No parece que Freud tomara una
posición de analista. En cualquier caso, no analizó la histeria de la
paciente, le dijo: “Si usted continúa así, su marido caerá enfermo”, y el
marido encareció los peligros que comporta eso para su débil salud.
¿Se puede encontrar una regla de selección de los ejemplos que
Freud da en este texto? ¿Por qué da precisamente esos cuatro ejemplos?
Planteo la cuestión.

El ángulo

Primera observación. El trabajo muy elaborado de Binasco me ha


dado una idea por el acento que ha puesto sobre la categoría de lo real,
a partir de la tercera parte. Está totalmente justificado puesto que se
trata del retomo de lo reprimido en la psicosis, y ese retomo se hace en
lo real. Como hay tres partes en este texto, se podría decir que la primera
parte, construida sobre la oposición entre el fragmento y el todo, se
despliega sobre el registro imaginario. El propio carácter divertido de la
segunda parte es debido a su exploración de la dimensión de lo
simbólico, con citas de enunciados muy precisas, efectos de traducción,
juegos con el significante. La tercera parte plantea la cuestión de lo real,
como Binasco lo ha demostrado.
Segunda observación. La secuencia que Freud explica ya en la
primera parte, es la siguiente: el sujeto tiene Erlebnisse, experiencias
dominantes con los afectos que las acompañan. En primer lugar,
Erlebnisse; en segundo lugar, Verdrangung, represión de esas Erlebnisse,
por lo cual hay necesidad de recordar, Erinnerung, para recuperar las
Erlebnisse otra vez. Entonces, está la idea, como lo ha señalado Binasco,
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de un privilegio de la reminiscencia en el presente, y eso ha sido


siempre una consigna de Freud: en el análisis, el paciente está para
recordar. Debido a esto, el primer párrafo de la tercera parte es
esencial, plantea que un trozo de construcción puede ser un Erxatz
que satisface el recuerdo. Es decir: un enunciado, una porción de
significante, vale como el recuerdo. O sea, hay una equivalencia
entre Erinnerung y construcción, que, de cierta manera, el recuerdo
es, como la construcción, una elaboración, para tomar el término de
Lacan, una elaboración significante. Por todo esto, Freud llega a
formular que lo que está reprimido es la verdad histórica. Esta
expresión mezcla recuerdo y construcción. La verdad histórica no es
el puro desarrollo ni el simple acontecimiento. La conclusión de
Construcciones es que, finalmente, lo que está reprimido es la verdad,
Wahrheit. La equivalencia del recuerdo y la construcción respecto a
la verdad es determinante para abrir el camino a Lacan.
Tercera observación. El texto se desarrolla de la forma siguiente.
La segunda parte da valor a la función de lo indirecto. Hay un punto
hacia el cual no podemos dirigirnos directamente, únicamente pode­
mos alcanzarlo indirectamente. Hay siempre un ángulo. Se intenta
hablar directamente y se habla indirectamente. Hablando indirecta­
mente, se habla de manera justa. La tercera parte, considerada desde
el punto de vista formal, da valor también a ese ángulo.
¿Cuál es, en efecto, la observación de la que parte la consideración
clínica sobre la alucinación y el delirio? Freud notó que cuando llevaba
a cabo la comunicación de una construcción, obtenía la producción de
recuerdos, pero siempre indirectamente respecto al acontecimiento; éste
es el punto. “... pero lo que han recordado no ha sido el suceso que
constituía el objeto de la construcción, sino detalles relacionados con
aquél”. Ahí está el hecho esencial. Ahí se produce el fenómeno, que ha
señalado Binasco, de überdeutlich, ultraclaro. Igual que Lacan habla del
piu-di-godimento, aquí hay un piu-di-chiarezza. Esto es un suplemento
conectado a ese propio ángulo, un suplemento de luz que señala el
ángulo.
La tesis de Freud es que lo reprimido quiere reaparecer, que lo
reprimido quiere decirse. El solí Ich werden, que recordaba Maria-
Theresa, es que lo reprimido quiere existir, volver a la luz, como el
limbo quiere encarnarse. Pero lo reprimido sólo vuelve al precio de un
ángulo, como si hubiera un clinamen de lo reprimido. Este ejemplo es
un ejemplo de recuerdo, Erinnerung. Por eso Freud propone considerar
que la alucinación y el delirio responden a los mismos mecanismos.
Marginaiia de Milán: Construcciones en análisis ___ 173

Extiende a la psicosis el mecanismo que reservaba a la neurosis. Dice:


la alucinación es como un sueño, el delirio es como un sueño, lo cual
responde al retomo de lo reprimido, con un ángulo. ¿Qué quiere decir
eso, que alucinación y delirio responden a la misma estructura que los
mecanismos neuróticos? Quiere decir que en el fondo de la alucina­
ción y del delirio hay una verdad reprimida. Esto es lo esencial de su
demostración clínica.
Tomemos el esquema del ángulo, de lo indirecto, del clinamen. El
empuje del inconsciente hacia fuera, la voluntad de decirse de lo
reprimido, si se expresara directamente, en línea recta, llegaría al
analizante, sería éste quien recordaría. Pero como hay un ángulo, llega
al analista. Las construcciones del analista se hacen cuando el paciente
no llega a recordar, como si el retomo de lo reprimido se desviara
momentáneamente hacia el analista.
Es muy peligroso decir eso, puesto que permite pensar que hay una
comunicación de inconsciente a inconsciente. Se podría delirar sobre
eso, y delirar mal. Pero describe, sin embargo, algo de la experiencia
analítica que se puede tratar sin ningún pathos a partir de fenómenos del
significante. El dicho del paciente se completa en el analista. Así, el
grafo de Lacan conlleva que, en el lugar del Otro, es donde se cierra el
discurso del paciente. Que el retorno de lo reprimido deriva hacia el
analista y se manifiesta bajo la forma de una construcción, no es Freud
quien lo dice, pero está indicado, puesto que después de haber dicho,
en el primer párrafo de la tercera parte, que habría que investigar para
saber cómo puede equivaler la construcción al recuerdo, se lanza en su
observación sobre el ángulo del recuerdo, la alucinación y el delirio.
Se lleva a cabo, al final del texto, una especie de unificación de la
clínica analítica, muy sorprendente, que simplifica todas las líneas.
Nos falta tiempo para ir más lejos. Habrá un resto.

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