DECÁLOGO

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DECÁLOGO – ESPIRITUALIDAD SALESIANA

1. ANTE TODO, BUSCAR EL AGRADAR A DIOS: “Este es el centro de mi alma y


el polo inamovible, en torno al cual giran todos mis deseos y todos mis movimientos”.

2. NADA POR LA FUERZA, TODO POR AMOR: “Esta es la regla general de


nuestra obediencia: es necesario hacerlo todo por amor, y nada por la fuerza. Es más
necesario amar la obediencia que temer la desobediencia... les dejo el espíritu de
libertad, el que excluye la imposición, el escrúpulo y la agitación.

3. NADA PEDIR, NADA REHUSAR: “Permanecer en los brazos de la Providencia,


sin detenernos en ningún otro deseo sino el querer lo que Dios quiere de nosotros”.

4. IR DESDE LO INTERIOR HACIA LO EXTERIOR: “Nunca he podido aprobar


el método de los que para reformar al hombre, comienzan por su exterior: el porte, los
vestidos, los cabellos. Me parece más bien que ha de comenzarse por dentro... Pues
siendo el corazón el manantial de las acciones, estas serán como sea aquel... Aquel que
lleva a Jesús en su corazón, pronto lo manifestará en todos sus actos exteriores”.

5. ANDAR TRANQUILAMENTE, “CON UNA DULCE DILIGENCIA”: “La


prisa, la agitación no sirven para nada; el deseo de una vida espiritual es bueno, pero
debe ser sin agitación”. “La curación que se hace tranquilamente siempre es la más
segura” “Debemos ser lo que somos y serlo bien, para hacer honor al Artífice de quien
somos hechura”.

6. PENSAR SOLO EN EL “HOY DE DIOS”:“Pensemos en hacer bien nuestras cosas


hoy, y cuando llegue el día de mañana, también él se llamará hoy, y entonces
pensáremos en él”.

7. COMENZAD DE NUEVO CADA DÍA: “Cada día debemos comenzar nuestro


progreso espiritual, y pensando bien en él, no nos extrañaremos de encontrar en
nosotros miserias. No hay nada que ya esté totalmente concluido; es necesario volver a
empezar y volver a empezar con buen ánimo”

8. APROVECHAR TODAS LAS OCASIONES: “Soportar con dulzura las pequeñas


injusticias, las pequeñas incomodidades, las pérdidas de poca importancia que ocurren
cada día. Estas pequeñas ocasiones vividas con amor conquistarán el corazón de Dios y
lo harán todo vuestro”.

9. ESTAR ALEGRES: “Id adelante con alegría y con el corazón lo más abierto que
podáis; y si no podéis ir siempre con alegría, id siempre con valor y confianza”.

10. VIVIR EN ESPÍRITU DE LIBERTAD: “Yo no siento ningún escrúpulo por dejar
mi reglamento de vida cuando lo requiere el servicio de mis ovejas... Dios me concede
la gracia de amar la santa libertad de espíritu así como odiar la disipación y el
libertinaje”.
EL VALOR DE LA MUJER EN LA IGLESIA

San Pablo, quien tuvo para con la mujer una particular consideración y confianza,
no dudó en demostrar a lo largo de su vida con palabras y gestos llenos de amor y
aceptación, no solo que la mujer es la compañera que Dios quiso para el hombre
(Gen.2, 18), sino que es portadora de unas cualidades específicamente femeninas,
consideradas como autentico patrimonio para la humanidad y para la Iglesia, e
imprescindibles para sembrar el Reino de Dios por todos los confines de la tierra.

Para ser justos, habrá que reflexionar sobre el cariño y la predilección que San
Pablo siente por las mujeres que se cruzaron por el camino a lo largo de su
misión, ayudándole y colaborando como miembros activos en la formación y en
la edificación de las primeras comunidades paulinas.

De hecho, a ellas las recuerda y las saluda en sus cartas por sus nombres,
resaltando su protagonismo en la misión y reconociendo su inestimable ayuda, lo
cual indica que, con la misma dignidad que aporta reconocer que hombres y
mujeres son hijos de Dios, a pesar de que tienen características diferentes, San
Pablo supo valorar el esfuerzo y la responsabilidad de muchas mujeres necesarias
para una efectiva evangelización a favor de la comunidad cristina…

"Os recomiendo a Febe, nuestra hermana, que está al servicio de la iglesia de


Céncreas, para que la recibáis en el Señor de manera digna de los santos, y la
ayudéis en lo que pueda necesitar de vosotros: porque también ella asistió a
muchos y, en particular a mí”.

“Saludad a Prisca y a Aquila, mis colaboradores en Cristo Jesús, que


expusieron sus cabezas para salvar mi vida, a quienes damos gracias no solo yo
sino también todas las iglesias de los gentiles, y saludad a la Iglesia que se reúne
en su casa”.

“Saludad a María, que se ha esforzado mucho por vosotros […] Saludad a


Trifena y a Trifosa, que trabajan en el Señor. Saludad a la amadísima Preside,
que trabajó mucho en el Señor. Saludad a Rufo, escogido en el Señor, y a su
madre, que es también mía […] Saludad a Filólogo y a Julia, a Nereo y a su
hermana, y a los Olimpas y a todos los santos que están con ellos. Saludaos unos
a otros con un beso santo. Os saludan todas las Iglesias de Cristo" (Rom 16, 1-
16).

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