Versión Pública de La Síntesis Curricular Norma Lucía Piña Hernández
Versión Pública de La Síntesis Curricular Norma Lucía Piña Hernández
Versión Pública de La Síntesis Curricular Norma Lucía Piña Hernández
TRAYECTORIA ACADÉMICA:
EXPERIENCIA PROFESIONAL:
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Dar eficacia a la reforma sobre derechos humanos. En junio del dos mil once se
concretó una importante reforma constitucional conocida sobre derechos humanos.
Entre los cambios destacan la distinción entre derechos humanos y garantías y la
mención de que los derechos se reconocen, no se otorgan; la incorporación al
sistema de los derechos humanos previstos en fuentes internacionales; el deber de
todas las autoridades del Estado de promover, respetar, proteger y garantizar los
derechos humanos en el ámbito de sus respectivas competencias; y la obligación
de interpretar la ley conforme con la Constitución y aplicar el principio pro personae.
El catorce de julio del dos mil once, la Suprema Corte de Justicia de la Nación
resolvió el expediente varios 912/2010 (conocido como caso Radilla) y estableció la
obligación de todas las autoridades jurisdiccionales del país de realizar, ex officio,
control difuso de constitucionalidad y convencionalidad.
El tres de abril del dos mil trece entró en vigor la nueva Ley de Amparo que introdujo
cambios relevantes en el juicio de amparo, la garantía jurisdiccional por
antonomasia de los derechos fundamentales reconocidos por la Constitución.
Estas reformas han puesto a los derechos humanos en el centro de la discusión
pública y han proporcionado herramientas jurídicas renovadas para su defensa, en
un contexto en el que persisten desigualdades sociales e injusticias profundas.
La Suprema Corte de Justicia de la Nación, como tribunal supremo y constitucional
del país, está en el centro de este proceso y tiene ante sí una tarea muy delicada.
La Corte se enfrenta al reto de consolidar una cultura de protección a los derechos
humanos y de respeto al estado de derecho, pues éste es una de las condiciones
para la realización de aquéllos.
Los derechos humanos no son una moda, un recurso retórico. Estos derechos son
la pieza cardinal de cualquier concepción de la justicia razonable y admisible en una
democracia constitucional. De su realización efectiva depende, básicamente, la
legitimidad del ejercicio del poder estatal, pues los derechos humanos expresan los
valores jurídicos de la máxima importancia, los más fundamentales, de nuestro
entendimiento de la justicia. No en vano los filósofos ilustrados los consideraron
previos a la sociedad civil y su garantía el objeto mismo que justificaba la existencia
del Estado. Es por ello que deben ser tomados con la máxima seriedad, pues son
el núcleo axiológico de nuestra Constitución.
Por su íntima relación con la idea de justicia, apelar a los derechos humanos
conlleva una carga positiva. De allí que la Suprema Corte debe evitar el riesgo, por
una parte, de usarlos retóricamente, sin asumir un compromiso real con su
cumplimiento; y por otra, de intentar hacerlos efectivos al margen del derecho
positivo, pues los derechos humanos sólo pueden garantizarse perdurablemente
mediante la eficacia del sistema jurídico positivo que los reconoce.
Sortear esos riesgos y consolidar la eficacia de los derechos humanos requiere,
entre otras cosas, de una Suprema Corte autónoma, de ministros independientes,
imparciales, prudentes, valerosos y capaces. Por ello, además de las garantías
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institucionales de la independencia (inamovilidad, remuneración irreducible,
autogobierno de los jueces, etc.), es preciso contar con ministros virtuosos que
hayan hecho de esos valores judiciales una forma de vida.
Además, es necesario que los ministros, aunque tengan perfiles plurales, posean
una filosofía jurídica de los derechos humanos razonable, que les permita
interpretarlos y aplicarlos adecuadamente. Es fundamental que un ministro tenga
profundos conocimientos de los aspectos técnicos del derecho, pero también, que
tenga una concepción del derecho más amplia, profunda y rica, que le permita hacer
un uso significativo, congruente y razonable de esos conocimientos técnicos, que
oriente y dé sentido a su labor jurisdiccional.
Estos cambios no pueden lograrse sin que la Suprema Corte desarrolle una doctrina
constitucional consistente, tanto de los aspectos metodológicos y procesales
propios de la interpretación constitucional, como de los aspectos substantivos o
materiales: una concepción acerca de los derechos humanos reconocidos por la
Constitución y de su relación con la democracia.
La relevancia de este aspecto reside en que las decisiones del máximo tribunal del
país tienen una trascendencia distinta a las de otros tribunales, pues además de
poner punto final a una disputa concreta (que puede incluir a actores fundamentales
del Estado), tienen un impacto sobre el sistema en su totalidad porque generan
precedentes con un poder persuasivo y jurisprudencia obligatoria para el resto de
autoridades jurisdiccionales del país, y en muchas ocasiones conllevan la anulación
de normas generales. En suma, la Corte tiene la responsabilidad de elaborar una
jurisprudencia congruente, estable, operativa e inteligible, que brinde seguridad
jurídica a las personas de que sus derechos serán respetados. Una jurisprudencia,
además, respetuosa de las limitaciones institucionales del juzgador, de la división
de poderes y de la deferencia que debe darse a las normas emanadas del legislador
democrático.
Adicionalmente, para consolidar la reforma en derechos humanos la Corte debe
sortear dos peligros importantes, los Caribdis y Escila de la práctica jurisdiccional:
a saber, el riesgo de caer en dos actitudes extremas igualmente perniciosas, el
formalismo y el activismo judiciales. El derecho tiene dos aspectos que le son
inherentes y que eventualmente entran en tensión: un aspecto autoritativo, porque
el derecho se expresa a través de normas positivas producto de la voluntad política
de autoridades; y un aspecto valorativo, porque el derecho tiene la finalidad de
realizar y proteger valores jurídicos. La actitud formalista extrema ignora el aspecto
valorativo del derecho y la actitud contraria, el activismo judicial, ignora el aspecto
autoritativo del derecho. Ambas actitudes son inaceptables porque sacrifican una
faceta esencial del derecho. El formalismo, porque a veces la aplicación irrazonable
del texto de la ley puede frustrar los valores para cuya protección se concibió la ley
misma; y el activismo, porque el desprecio por el derecho positivo no puede sino
debilitarlo, y éste constituye la principal garantía o instrumento social con que
contamos para proteger eficazmente esos valores. Por lo tanto, la Corte debe estar
integrada por ministros que practiquen las virtudes de la templanza y la prudencia,
que eviten esos extremos y den el justo peso a sendos elementos del derecho.
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En esta tesitura, para consolidar las reformas, la Suprema Corte de Justicia de la
Nación debe cumplir con una función pedagógica, debe ser impulsora de una cultura
de respeto a los derechos humanos y a la legalidad, no sólo a través de la obra
editorial que fomenta y debe seguir fomentando, sino también, y sobre todo, a través
de la transparencia de su funcionamiento y de sus resultados. Es de la máxima
importancia que los mexicanos puedan conocer el trabajo de la Corte; que el
contenido de sus resoluciones se difunda y sea asequible al público más amplio
posible, al hombre común. Debe mejorarse el lenguaje judicial y la extensión de los
documentos. La redacción de los textos canónicos de los precedentes y
jurisprudencias (las tesis), así como la argumentación de las propias sentencias
debe ser breve, concisa y clara.
Esta función pedagógica de la Suprema Corte es especialmente importante en los
tiempos que corren si se tiene en consideración que la Corte ha adquirido una
presencia de la que carecía antaño lo que, aunado a las reformas mencionadas, ha
contribuido a elevar las expectativas de que diversos conflictos sociales sean
procesados vía jurisdiccional, por lo que el trabajo de la Corte y sus ministros es
objeto de un intenso escrutinio público, como no lo había sido durante la mayor parte
del siglo pasado, y con ello es necesario preservar su legitimidad como tribunal
constitucional de un estado democrático mediante la transparencia y la motivación
adecuada de sus sentencias. La Suprema Corte, entonces, debe ser uno de los
actores fundamentales en la construcción de una cultura de respeto a los derechos
humanos y al estado de derecho.
En suma, en manos de la Suprema Corte de Justicia de la Nación está, en gran
parte, el peso de hacer efectivos los derechos humanos de las personas y el estado
de derecho, por lo que los ministros que la integren deben tener un compromiso
acendrado con la protección de esos valores así como poseer las virtudes y
capacidades intelectuales que son indispensables en un buen juez constitucional.
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Estos cambios han puesto en crisis el entendimiento tradicional de algunas
instituciones del juicio de amparo y es necesario hacer una revisión amplia de su
funcionamiento.
Para dar eficacia al nuevo juicio de amparo, para extraer de la nueva ley el mejor
juicio de amparo posible, es fundamental que la Suprema Corte de Justicia de la
Nación interprete la ley funcionalmente, esto es, que evite sacralizar el medio (el
propio juicio) y mire a su finalidad como garantía de los derechos humanos: la
interpretación de los nuevos principios y reglas del juicio de amparo debe garantizar
que éste cumpla con su función tutelar de los derechos fundamentales, pues las
normas del procedimiento constitucional son el medio, no el fin.
En este sentido, la Suprema Corte debe consolidar una doctrina de interpretación
que unifique la práctica jurídica de los tribunales de amparo. Pero además, debe ser
cautelosa y no avalar interpretaciones que den lugar a un uso fraudulento o abusivo
del juicio de amparo que favorezca en la práctica el mantenimiento de privilegios
indebidos, defraudar los derechos de terceros, el daño a la sociedad, o la impunidad.
La Suprema Corte, entonces, está ante el desafío de dotar de sentido a distintos
aspectos del nuevo juicio de amparo que generan tensiones internas y que en
ocasiones evidencian los límites de esta garantía jurisdiccional para proteger
derechos e intereses que se apartan de los -así llamados- derechos humanos de
primera generación; como los derechos sociales, los derechos colectivos o los
intereses difusos, por citar algunos ejemplos. A través de su labor jurisdiccional,
pues, debe buscar un ajuste razonable entre esos principios e instituciones y
procurar darles una interpretación útil, que permita prodigar a los derechos la
protección más amplia.
Para conseguir este objetivo se requieren ministros que además de poseer una
concepción del derecho y un compromiso personal en los que los derechos
humanos sean una pieza fundamental, cuenten con un gran conocimiento del
derecho y de la Constitución, y un dominio específico de los problemas y
peculiaridades que plantea el nuevo juicio de amparo, por lo que la experiencia
jurisdiccional en este sentido es de la mayor trascendencia.
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dirección posible, a sabiendas de que no pondremos la última piedra y que otros
vendrán a continuar la construcción a partir de nuestra aportación.
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constitucional de derecho que venimos construyendo. Un Estado de estas
características requiere de un juez que sepa que su función central no es la de
legislar pero que, sin embargo, en ocasiones debe realizar un desarrollo del derecho
positivo a través de la interpretación. Los jueces constitucionales han de ser
conscientes de que no les corresponde realizar grandes cambios sociales, pues ello
atañe a la legislación; sino hacer un desarrollo limitado, una evolución del derecho
legislado, a través de la interpretación, dentro de los cauces marcados por el
derecho positivo.
El modelo que debe promover la Suprema Corte no sólo debe ser el de un buen
juez en sentido técnico (conocedor del derecho substantivo, sus procedimientos y
la “técnica” jurídica), sino también, necesariamente, un buen juez en sentido ético,
esto es, un juez que practique virtudes judiciales como la independencia, la
imparcialidad, la prudencia y la valentía, por citar las más destacadas.
Un juez prudente, en el sentido de la frónesis aristotélica o sabiduría práctica, es un
juez mesurado, que se esfuerza por tomar decisiones consistentes con las reglas
legales, coherentes con los principios jurídicos, y universalizables; un juez que
examina detenidamente las consecuencias de sus decisiones y tiene sensibilidad
hacia la justicia social; un juez valeroso cuando tiene que defender los derechos
humanos pero que, a la vez, practica la autorrestricción cuando se enfrenta a
materias que corresponde decidir los poderes democráticos; un juez que evita los
extremos del formalismo y del activismo, y entiende que su labor consiste en hacer
un desarrollo responsable del derecho dentro de los cauces delimitados por el
derecho positivo; un juez, en definitiva, que dé la justa medida a los aspectos
autoritativo y valorativo del derecho.
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debe ejercerse con responsabilidad, con prudencia, y con plena convicción de que
debe sopesarse seriamente lo que se pierde y lo que se gana con cada decisión.
Hacer accesible la justicia. Otra de las labores que debe profundizar la Suprema
Corte de Justicia de la Nación es la de adoptar prácticas que faciliten el acceso a la
justicia. Por supuesto, resolviendo -cuando sea posible- el fondo de los asuntos de
manera pronta, expedita y conforme a derecho; y eliminando trabas procesales que
no tengan una justificación robusta, mediante la interpretación conforme que
favorezca el acceso a la justicia o, en casos extremos, mediante la declaración de
inconstitucionalidad de la norma.
Pero también erradicando ciertos vicios que tradicionalmente aquejan a la
judicatura, como la falta de claridad, sencillez y concisión en las sentencias, el uso
de un leguaje abigarrado, enrevesado, casi arcano, sólo inteligible a los iniciados,
así como la excesiva extensión de los documentos.
Todo juez, y con mayor razón un ministro de la Suprema Corte de Justicia de la
Nación, debe partir de la premisa de que sus decisiones son un acto de poder que
normalmente afecta a otros. En un estado democrático, la legitimidad de un acto de
poder público requiere que sea justificado ante el destinatario con base en las
razones del derecho. Una condición para que pueda darse la justificación es,
precisamente, la inteligibilidad de la comunicación de las razones. Por ende, una
exigencia para justificar el acto de poder contenido en una sentencia es que su
destinatario sea capaz de entender las razones que lo justifican. Es por ello que
debe procurarse un estilo judicial llano, directo, claro, sencillo y conciso, que sea
asequible a cualquier persona. No debe confundirse la profundidad de una
motivación judicial con su obscuridad, pues por lo general, la obscuridad se opone
a la profundidad del pensamiento.
Además, es preciso que la Suprema Corte intensifique su labor de promoción de la
obra editorial que difunda los derechos de las personas, los procedimientos para
hacerlos efectivos, el contenido de sus sentencias relevantes, los servicios que
facilitan el acceso a la justicia como las defensorías públicas, etcétera.
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c) TRES EJECUTORIAS DE LA SUPREMA CORTE DE JUSTICIA DE LA NACIÓN.
DOS DE ELLAS LAS MÁS RELEVANTES EN CUANTO A SUS IMPLICACIONES
JURÍDICAS, INSTITUCIONALES Y SOCIALES Y, UNA TERCERA QUE IMPLICA UN
RETROCESO EN LA INTERPRETACIÓN CONSTITUCIONAL.
I. EJECUTORIAS RELEVANTES.
En el caso un Juez de Distrito consideró que el juicio de amparo era el medio legal
para reparar las violaciones a los derechos humanos y que, con base en el artículo 1º
constitucional y el artículo 124 de la Ley General de Víctimas, estaba facultado para
ordenar reparaciones en el caso.
El asunto tiene su origen en una denuncia penal por alegada mala praxis médica
contra profesionales de la salud, respecto de quienes se abrió una averiguación
ministerial. Siete años después, se ejerció la acción penal contra los mismos y otro, por
la comisión del delito de incumplimiento del deber legal, y se libró orden de aprehensión
en su contra. Dos meses después, el juez de la causa dictó un auto de sobreseimiento
de la causa penal a favor de los inculpados. Inconforme con el auto anterior, el Ministerio
Público interpuso un recurso de apelación, el cual fue resuelto por la Sala revocando el
auto de sobreseimiento y ordenando que el juez de primera instancia continuara con la
secuela del juicio y definiera la situación jurídica de los quejosos. Contra dicha
determinación, los aludido profesionistas presentaron un amparo, el cual fue resuelto por
el Juez de Distrito en la sentencia que fue materia de la ejecutoria en análisis.
1
constitucional, estaba facultado para pronunciarse en el caso sobre el derecho a la salud
y ordenar reparaciones con base en dicha decisión; para lo cual la Suprema Corte de
Justicia de la Nación señaló lo siguiente:
Por lo que en la ejecutoria se precisan los lineamientos que deben observar los
juzgadores en la aplicación del control de convencionalidad y del principio pro persona,
a efecto de evitar se conculque el principio de debido proceso, cuando en invocación a
tal principio, se extralimiten de la litis planteada, inobservando la normatividad adjetiva
diseñada para encausar su actuación.
2
EJECUTORIA DEL JUICIO DE AMPARO DIRECTO 35/2014, DEL ÍNDICE DE LA
PRIMERA SALA DE LA SUPREMA CORTE DE JUSTICIA DE LA NACIÓN.
MINISTRO PONENTE: ARTURO ZALDÍVAR LELO DE LARREA.
TEMA: “BULLYING ESCOLAR (ACCIÓN DE DAÑO MORAL)”.
3
leyes secundarias), los derechos de los niños deben ser objeto de medidas de protección
reforzadas o agravadas, por lo que, en estos casos que involucran actos de violencia
contra menores, los intereses de éstos debe ser protegidos con mayor intensidad. Este
deber atañe tanto al Estado, como a los centros escolares (públicos o privados), por
conducto de sus profesores, autoridades y personal administrativo, quienes deben tomar
medidas de protección reforzadas para cumplir con su responsabilidad de diagnosticar,
prevenir, intervenir y modificar positivamente la convivencia escolar, haciendo frente y
remediando cualquier situación de acoso que sufra un menor bajo su cuidado; en la
inteligencia que las Escuelas privadas prestan servicios públicos educativos a menores y
están vinculadas conforme a las normas fundamentales, a observar el principio del interés
superior del menor.
-El bullying atenta contra los derechos humanos a la dignidad, integridad física y
educación de los menores afectados; además, cuando las conductas de violencia
constitutivas del acoso escolar se dirigen a un niño en una situación de especial
vulnerabilidad, como ocurre cuando el menor esté en alguna de las categorías protegidas
en el artículo 1º constitucional, puede implicar actos de discriminación (si es hostigado
por razón de su raza, situación económica, preferencia sexual, o porque tiene alguna
discapacidad). Los centros escolares deben ser lugares seguros y estimulantes para los
niños, libres de violencia; la seguridad del niño en la escuela es condición fundamental
para el ejercicio de sus derechos a la dignidad, integridad física y a la educación.
-Para determinar la existencia de hechos constitutivos de bullying, se debe partir
del “test” básico que exige la acción de responsabilidad civil subjetiva, pero evaluando la
satisfacción de los elementos de la acción conforme a la protección reforzada que
merecen los derechos de los menores a la dignidad, a la integridad física, a la educación
y a la no discriminación. Cuando la acción de responsabilidad se demande por conductas
positivas de agresión (contra su autor), se debe corroborar: (1) el acoso a la víctima, es
decir, si se acredita la existencia del bullying y si éste puede atribuirse a agresores en
específico (profesores o alumnos); (2) el daño físico o psicológico que sufrió el menor; y
(3) el nexo causal entre la conducta y el daño. En cambio, cuando se demanden
omisiones de cuidado al centro escolar, el hecho ilícito o la conducta dañosa, será la
negligencia del centro escolar; en dicho caso deberá corroborarse: (1) La existencia del
bullying, (2) la negligencia de la escuela para responder al acoso escolar, (3) el daño
físico o psicológico, y (4) el nexo causal entre la negligencia y el daño.
-En los casos de bullying, se justifica adoptar un estándar de valoración de la
existencia de los hechos disminuido, dada la complejidad del fenómeno y teniendo en
cuenta que se trata de los derechos de menores. Así, la carga procesal que atañe al actor
(el menor) para demostrar la existencia del acoso escolar cuando demande la agresión
(conducta positiva) de su agresor, debe ser analizada bajo dicho estándar disminuido;
además, atento a los principios de “facilidad probatoria” y a la dificultad de la víctima de
acreditar hechos negativos, cuando se demande la responsabilidad del centro escolar,
una vez demostrado que el acoso se produjo dentro del ámbito de control de la escuela,
la carga de la prueba se revertirá y recaerá en ésta demostrar que se cumplieron, con la
debida diligencia, los deberes que le asisten como centro educativo.
-El daño moral causado por el bullying, por su naturaleza, afecta derechos o
bienes jurídicos extrapatrimoniales, pero sus consecuencias pueden ser tanto
patrimoniales como extrapatrimoniales, y pueden ser presentes o futuras. Dicho daño
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moral se estimará acreditado, cuando las agresiones (aun cuando en forma separada se
consideren leves), produzcan un menoscabo en la integridad moral del niño, al ejecutarse
en forma reiterada, sistemática y habitual; y la afectación podrá demostrarse con prueba
pericial psicológica.
-La relación de causalidad entre la conducta y el daño, conforme a la naturaleza
de la acción, se demuestra con el hecho de que, las conductas de violencia constitutivas
de bullying, provengan de profesores o alumnos, y hubieren podido ser evitadas si el
centro escolar hubiere cumplido sus deberes de cuidado.
-La indemnización debe cumplir dos objetivos: brindar satisfacción a la víctima en
su demanda de justicia por la afectación a los bienes de su personalidad; y disuadir las
conductas dañosas de los acosadores (activas) y de los centros escolares (omisivas) por
el incumplimiento a sus deberes de cuidado.
5
AMPARO DIRECTO EN REVISIÓN 1046/2012, DEL ÍNDICE DEL PLENO DE LA
SUPREMA CORTE DE JUSTICIA DE LA NACIÓN.
Concluyó por mayoría de 7 votos, que los tribunales colegiados de circuito como
integrantes del Poder Judicial de la Federación sólo puede ejercer el control de la
constitucionalidad difuso ex officio, respecto de las disposiciones que están facultados
para aplicar en el ámbito de su competencia, es decir, las que regulan al juicio de amparo,
esto es, la Ley de Amparo, la Ley Orgánica del Poder Judicial de la Federación y el
Código Federal de Procedimientos Civiles de aplicación supletoria.
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Si bien es cierto, el ejercicio del control ex officio no implica que las autoridades
cuenten con facultades omnímodas que propicien soslayar el marco regulatorio que da
viabilidad al encausamiento de una pretensión o acción en un juicio, en el que las partes
cuenten con igualdad de oportunidades y debida audiencia, a afecto de que sean
dirimidas sus controversias.
Y si bien, el juicio de amparo no puede ser considerado como una instancia más,
toda vez que se trata de un medio de defensa extraordinario, ello no propicia que los
tribunales de la materia deban apartarse de su obligación de verificar, precisamente, si la
normatividad aplicada es acorde o no a tales derechos fundamentales; ello, en la medida
en que cuentan con la competencia de analizar, ya por ser materia de agravio o, en su
caso, en suplencia de la queja, las violaciones procesales, formales, sustanciales o de
fondo, en la que esa normatividad tuvo injerencia.
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FACULTAD DE ATRACCIÓN
Son diversos los temas de los asuntos respecto de los cuales se solicita la
intervención de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, dentro de ellos, los más
frecuentes se encuentran relacionados con la tutela de derechos humanos, lo que
permite identificar el interés de los gobernados de que esos temas sean resueltos por
el máximo tribunal, de entre ellos, se destacan los siguientes:
Libertad de expresión.
I. Justificación. II. Marco constitucional y legal mexicano respecto del derecho a la vida.
III. Tribunal Constitucional Italiano. IV. Corte Constitucional de Colombia. V. Corte
Europea de Derechos humanos. VI. Fuentes de información.
I. Justificación.
La Suprema Corte de Justicia de la Nación se ha consolidado como un Tribunal
Constitucional, garante de los derechos humanos y de los principios rectores del Estado
Mexicano en el ámbito de la división de poderes, a fin de velar por el respeto de la
democracia en nuestro país.
1
El artículo 1° constitucional,1 contiene el principio de igualdad para todos los
individuos que se encuentren en el territorio nacional.
Por su parte, el Código Penal Federal tipifica el delito de homicidio dentro del
título denominado delitos contra la vida y la integridad corporal; y en su capítulo III, se
encuentra inserto el artículo 312, cuyo bien jurídico protegido es la vida, y prevé el tipo
penal de auxilio o inducción al suicidio, es decir, prohíbe expresamente la Eutanasia
(activa directa).3 Dicho artículo dispone:
“Artículo 312.- El que prestare auxilio o indujere a otro para que se suicide, será
castigado con la pena de uno a cinco años de prisión; si se lo prestare hasta el punto de
ejecutar él mismo la muerte, la prisión será de cuatro a doce años”.
2
Constitución italiana el derecho a la vida excluye el derecho al “suicidio asistido”.
Agregaron, que un tratamiento que sea indispensable para la vida de una persona
incapaz es obligatorio porque está incluido dentro del deber de solidaridad y nunca se
podría distinguir entre vidas que merecen ser vividas y vidas que no la merecen.
Por tanto, cuando no exista uno u otro requisito, el juez tendría que negar la
autorización, prevaleciendo entonces el derecho a la vida, independientemente de la
percepción que los demás puedan tener de la calidad de la vida.
En el caso que se analizó, la paciente llevaba años inconsciente y por ende, sin
posibilidad para ejercer directamente ese derecho a rechazar el tratamiento médico, lo
que generó que se transfiriera al representante el poder de decidir, no en lugar de ella,
sino “con ella”; esto es, “reconstruyendo la voluntad presunta del paciente inconsciente
teniendo en cuenta los deseos expresados antes de la pérdida de la consciencia o bien
infiriendo de aquella voluntad de su personalidad, de su estilo de vida, de sus
inclinaciones, valores de referencia y convicciones éticas, religiosas, culturales y
filosóficas”.
5
Cassazione civile, sez. I, Sentenza 16. 10. 2007 n° 21748.
6
GONZÁLEZ GARCÍA, Alejandro Manuel. “Decisiones de fin de vida: El caso Englaro”. Suprema Corte de Justicia de la Nación.
3
Debiendo pues, ante todo, actuar en el exclusivo interés de la incapaz, lo que no
supone que sus decisiones deban, siempre y necesariamente, orientarse a la
superviviencia del representado.
Fue entonces que los jueces optaron por dos vías. En primer lugar, aceptar que
existe una correlación muy estrecha entre el derecho a la vida, a la dignidad humana y a
la autonomía personal. Desde una interpretación sistemática de los derechos
fundamentales, sostuvieron que era posible que una persona decidiera autónomamente,
bajo ciertas circunstancias, provocar su propia muerte. De allí nace el derecho a morir
dignamente. En segundo lugar, los jueces, ante la tensión existente, decidieron
despenalizar la eutanasia como una manera de garantizar la vigencia de los derechos
constitucionales. En ese tenor, la penalización de esta práctica médica se convertía en
un obstáculo. No obstante, la despenalización no fue absoluta. Se establecieron unas
condiciones, sin las cuales provocar la muerte de una persona sería igualmente
considerado un delito.
7
Consultable en: http://www.corteconstitucional.gov.co/relatoria/1997/c-239-97.htm
8
“Artículo 326. Homicidio por piedad. El que matare a otro por piedad, para poner fin a intensos sufrimientos provenientes de lesión corporal o
enfermedad grave o incurable, incurrirá en prisión de seis meses a tres años”.
4
psicológica, médica y social, para que la decisión no generara efectos negativos en el
núcleo familiar, ni en la situación misma del paciente. Esa atención debía llevarse a cabo
durante todas las fases de decisión y ejecución del procedimiento orientado a hacer
efectivo el derecho.
Ante tal situación, los familiares de Lambert (Padres, hermana y medio hermano),
formularon una solicitud ante la Corte Europea de Derechos Humanos, en la que adujeron
que el retiro de nutrición e hidratación artificial, originaría el incumplimiento de las
obligaciones del Estado, previstas en el artículo 2° del Convenio para la Protección de
los Derechos Humanos y de las Libertades Fundamentales.10
Por lo que -estimó- los Estados tienen un margen de apreciación sobre los
medios para lograr un balance entre la protección del derecho a la vida del paciente y la
protección de su derecho al respeto a la vida privada y la autonomía personal.
9
Consultable en: http://hudoc.echr.coe.int/eng?i=001-155352#{"itemid":["001-155352"]}
10
“1. El derecho de toda persona a la vida está protegido por la ley. Nadie podrá ser privado de su vida intencionadamente, salvo en ejecución de
una condena que imponga la pena capital dictada por un Tribunal al reo de un delito y que la ley establece esa pena”
5
Y, para dicho tribunal, el proceso de toma de decisiones que se hizo en el caso
Lambert, cumplió las disposiciones de la Ley Francesa (Ley “Leonetti”), es decir, el
Tribunal dictaminó que el Consejo de Estado había delimitado clara y con precisión el
alcance de la Ley para las personas desahuciadas y enfermas, de modo que las
peticiones de los demandantes no estaban motivadas. Aunado a que el procedimiento
empleado por el médico tratante11 fue legal, porque tomó en cuenta todos los elementos
necesarios en la aplicación de la ley.
CONCLUSIÓN
Las resoluciones de los tribunales constitucionales comparten elementos
comunes que los llevaron a la autorización, básicamente en el sentido de que el derecho
a morir dignamente, se trata de un verdadero derecho fundamental compuesto por dos
aspectos la dignidad humana y la autonomía individua del paciente.
11
El Consejo de Estado estableció una lista de elementos a evaluar para motivar una decisión de parar los tratamientos: elementos médicos y no
médicos, en un gran periodo, estudiados colegialmente, la evolución del estado, la voluntad del paciente y la opinión de la familia y de los parientes.
6
f) PERFILES PARA INTEGRAR LA PONENCIA COMO MINISTRA DE LA SUPREMA
CORTE DE JUSTICIA DE LA NACIÓN.
La Suprema Corte de Justicia de la Nación es el Máximo Tribunal del país. De
conformidad con la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, los
nombramientos de los Ministros deberán recaer entre aquellas personas que hayan
servido con eficiencia, capacidad y probidad en la impartición de justicia o que se hayan
distinguido por su honorabilidad, competencia y antecedentes profesionales en el
ejercicio de la actividad jurídica.
De igual manera, la Carta Magna establece que la carrera judicial se regirá por
los principios de excelencia, objetividad, imparcialidad, profesionalismo e
independencia; los cuales han sido definidos en el Código de Ética del Poder Judicial
de la Federación y tienen como hilo conductor a la independencia judicial.
Así, es un derecho de los justiciables que la administración de justicia sea
impartida por jueces con autoridad moral que garanticen una justicia accesible, pronta,
completa, imparcial y previsible, basada en la letra o la interpretación jurídica de la ley
y, a falta de ésta, en los principios generales del derecho, sin que se privilegie cualquier
otro interés.
Esto, a fin de cumplir con las obligaciones constitucionales de promover,
respetar, proteger y garantizar los derechos humanos de conformidad con los principios
de universalidad, interdependencia, indivisibilidad y progresividad. Además de prevenir,
investigar, sancionar y reparar las violaciones a los derechos humanos.
Acorde con lo anterior, estimo que el perfil de los integrantes de la Ponencia de
un Ministro del Máximo Tribunal del país debe colmar lo antes mencionado, a fin de que
exista una coincidencia en la manera de visualizar, entender y ejercer el derecho, y en
los valores que deben regir la actuación profesional de las personas, para que se realice
una impartición de justicia con los alcances exigidos en la Constitución Federal y en los
Instrumentos Internacionales.
Precisamente, en función de esto último, resulta indispensable que el personal
de la ponencia tenga pleno conocimiento tanto de la legislación y la jurisprudencia local,
como de la internacional que resulte aplicable y orientadora para el Estado Mexicano,
con el propósito de que se cumplan las exigencias del marco legal vigente, conformado
por un “catálogo constitucional de derechos humanos” previstos en la Constitución
Federal y en los tratados internacionales de los que el Estado mexicano sea parte.
Es pues, necesario, que el perfil de los integrantes de la ponencia cumpla con
dos requisitos necesarios; el primero, relacionado con el conocimiento del derecho
(nacional e internacional) y, el segundo, con el cumplimiento de los principios y valores
de un juzgador en el ejercicio de la administración de la justicia. Ambos requisitos
resultan indisolubles para alcanzar los objetivos de justicia plena y efectiva, además de
imparcial, que se encuentre revestida de autoridad moral por parte de sus ejecutores.
1
a) TRES SENTENCIAS EN LAS QUE HA SIDO PONENTE LA MAGISTRADA NORMA
LUCÍA PIÑA HERNÁNDEZ Y REFLEJAN SU ENTENDIMIENTO DE LA
CONSTITUCIÓN Y LOS DERECHOS HUMANOS.
Este asunto fue resuelto cuando recién entraron en vigor las disposiciones
contenidas en la nueva Ley de Amparo, expedida mediante decreto publicado en el Diario
Oficial de la Federación el 2 de abril de 2013; entre las que destaca el artículo 170,
fracción II, de dicho ordenamiento, en el que se limitó la procedencia del amparo
directo, contra sentencias dictadas por los tribunales de lo contencioso
administrativo, cuando éstas fueran favorables al quejoso, y se fijaron como
requisitos para tal procedencia 1) el que se hicieran valer conceptos de violación en
contra de las normas generales aplicadas; 2) la autoridad demandada en el juicio de
nulidad interpusiera recurso de revisión en materia contencioso administrativa y; 3) Tal
recurso de revisión sea admitido y sea considerado procedente y fundado.
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obtuvo o no una sentencia favorable a sus pretensiones, lo cual incidiría, en cada caso
concreto, en la procedencia del amparo directo.
El quejoso fue un menor de edad que acudió al juicio de amparo, por conducto de
su padre a reclamar una resolución emitida por la Comisión de Honor del Consejo
General Consultivo del Instituto Politécnico Nacional, en la que resolvió ratificar la sanción
impuesta por el Director del Plantel, lng. Fidel Pineda Domínguez, consistente en la baja
definitiva del Instituto Politécnico Nacional.
Se concluyó que con relación a todas las medidas concernientes a los niños que
adopten las instituciones públicas o privadas de bienestar social, los tribunales, las
autoridades administrativas o los órganos legislativos, la consideración primordial a la
que se debe atender es el interés superior del niño y que un derecho fundamental de éste
es la educación.
Lo anterior con base en una interpretación del derecho humano a la salud previsto
en el artículo 4 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. Se ponderó
el derecho a la salud de los quejosos y la necesidad pública de reubicar o construir nuevos
hospitales.
Que la ley definirá las bases y modalidades para el acceso a los servicios de salud
y establecerá la concurrencia de la Federación y las entidades federativas en materia de
salubridad general, conforme a lo que dispone la fracción XVI del artículo 73 de la
Constitución.
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b) TRES VOTOS PARTICULARES EMITIDOS POR LA MAGISTRADA NORMA LUCÍA
PIÑA HERNÁNDEZ, QUE REFLEJAN INTERPRETACIÓN CONSTITUCIONAL.
Justificación
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Con posterioridad a la emisión del voto particular en comento, la Suprema Corte
de Justicia de la Nación, bajo similar criterio, incluyó en el análisis del principio de
definitividad, el verificar que la ley que regule al acto reclamado no establezca un plazo
mayor que el señalado en la Ley de Amparo para conceder la suspensión; lo que se
reflejó en la tesis de la Segunda Sala, de rubro “RESOLUCIONES ADMINISTRATIVAS
IMPUGNABLES ANTE EL TRIBUNAL FEDERAL DE JUSTICIA FISCAL Y
ADMINISTRATIVA. EL PLAZO PARA OTORGAR LA SUSPENSIÓN CONFORME AL
ARTÍCULO 28, FRACCIÓN III, INCISO C), DE LA LEY FEDERAL DE PROCEDIMIENTO
CONTENCIOSO ADMINISTRATIVO, ES EQUIVALENTE AL PREVISTO EN LA LEY DE
AMPARO, PARA EFECTOS DE LA OBSERVANCIA DEL PRINCIPIO DE
DEFINITIVIDAD (LEGISLACIÓN VIGENTE A PARTIR DEL 3 DE ABRIL DE 2013)”.
Por lo que, a través de la demanda de amparo, buscó mayores beneficios que los
que le fueron otorgados con la nulidad decretada por la Sala responsable.
Precepto del que se infería que la suplencia de la queja además de que operaba
a favor de los trabajadores cuyas relaciones tradicionalmente se encontraban reguladas
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por del derecho laboral, también operaba en beneficio de aquellos sujetos cuya
relación entre empleador y empleado, estaba regulada por el derecho
administrativo.
Y que esta suplencia, inclusive, opera para ese supuesto, aun ante la ausencia de
conceptos de violación.
Justificación
Por lo que se advirtió que la pretensión del quejoso fue que se llamara al juicio de
amparo a aquélla institución bancaria, como tercero interesada, al estimar que a partir de
dicha reversión de propiedad ésta había adquirido el carácter de tercera interesada (lo
que conllevaba jurídicamente una sustitución procesal entre ambas instituciones
crediticias), por lo que debía emplazársele, para que conociera del juicio de amparo,
solicitando incluso que se le diera vista a dicha institución con su promoción.