Versión Pública de La Síntesis Curricular Norma Lucía Piña Hernández

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VERSIÓN PÚBLICA DE LA SÍNTESIS CURRICULAR

NORMA LUCÍA PIÑA HERNÁNDEZ

TRAYECTORIA ACADÉMICA:

Profesora de Educación Primaria, en la Benemérita Escuela Nacional de Maestros;


Licenciatura en Derecho, Universidad Nacional Autónoma de México; con
Especialidad en Psicología Social y Comunicación, en el Instituto Nacional de
Ciencias de la Educación (Madrid, España); Especialidad en Derecho Constitucional
y Administrativo en la División de Estudios de Postgrado, Universidad Nacional
Autónoma de México; Maestría y Doctorante en la División de Estudios de
Postgrado de la Universidad Nacional Autónoma de México; Especialidad Judicial,
en el Instituto de Especialización Judicial de la Suprema Corte de Justicia de la
Nación; Especialidad en Argumentación Jurídica por la Universidad de Alicante,
España del Curso de Postgrado en Derecho; Máster en Argumentación Jurídica por
la Universidad de Alicante, España y Diplomado en Telecomunicaciones, en el
Instituto de la Judicatura Federal.

EXPERIENCIA PROFESIONAL:

Profesora de Educación Primaria en la Escuela de Experimentación Pedagógica


“Manuel M. Acosta” Anexa a la Benemérita Escuela Nacional de Maestros; Técnica
Académica en el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Universidad Nacional
Autónoma de México.

Secretaria Proyectista en el Tercer Tribunal Colegiado en Materia Administrativa del


Primer Circuito; Secretaria de Estudio y Cuenta en la Primera Sala de la Suprema
Corte de Justicia de la Nación; Juez Tercero de Distrito en el Estado de Morelos;
Juez Quinto de Distrito en Materia Administrativa en el Distrito Federal; Magistrada
en el Tercer Tribunal Colegiado en Materia Administrativa del Primer Circuito;
Magistrada ratificada en el Decimocuarto Tribunal Colegiado en Materia
Administrativa del Primer Circuito y actualmente Magistrada en el Vigésimo Tribunal
Colegiado en Materia Administrativa del Primer Circuito.

Ha impartido diversos cursos y diplomados y participado en múltiples conferencias,


en el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, en el Instituto de la
Judicatura Federal, en la Suprema Corte de Justicia de la Nación y en el Senado de
la República.

Fue postulada como candidata para ministra de la Suprema Corte de Justicia de la


Nación, en el proceso desarrollado en el Senado de la República en noviembre de
2012 y también fue candidata para ocupar el cargo como Consejera de la Judicatura
Federal, en la elección que tuvo verificativo en el mes de febrero de 2014.

PUBLICACIONES:

“Selección, Nombramiento y Garantías de los Jueces Federales en México”;


Estudios en Homenaje al Doctor Héctor Fix-Zamudio en sus treinta años como
investigador de las ciencias Jurídicas, Tomo III, Derecho Procesal, Instituto de
Investigaciones Jurídicas, Universidad Nacional Autónoma de México, México 1988.

En la Revista Lex, México, ha participado con los siguientes artículos “La


inconstitucionalidad del Sistema de Multas Fijas”, 1995; “El Arresto como Medida de
Apremio”, 1995 y “Por los Tribunales”, 1999
Los retos de la justicia constitucional en México.
Mi visión de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Norma Lucía Piña Hernández.

En tiempos recientes la vida pública de México ha experimentado cambios


significativos en todos los órdenes. El sistema y las prácticas jurídicas, en tanto
elementos fundamentales de aquélla, no han sido la excepción.
Reformas constitucionales y legales de gran calado han modificado aspectos
centrales del derecho positivo mexicano como, por mencionar algunos, el
entendimiento de los derechos humanos y de sus garantías jurídicas, entre las que
destaca, por su relevancia, el juicio de amparo.
Junto a diversos factores sociales y políticos, estas reformas han servido como
catalizadores de una transformación importante en la cultura jurídica de nuestro
país: en la manera de entender los criterios de validez del sistema jurídico así como
la relevancia, naturaleza y función de la Constitución; en el papel central que han
cobrado en la discusión pública los derechos humanos y sus garantías; en la forma
de entender el funcionamiento del derecho y su relación con el poder político; en la
concepción que se tiene de los jueces y de su papel en un estado constitucional y
democrático de derecho; y en el entendimiento mismo de lo que debe ser el ejercicio
de la función jurisdiccional en ese contexto, por citar algunos aspectos. Se ha
hablado, en este sentido, de un cambio de paradigma en consonancia con el
constitucionalismo que se ha desarrollado en la mayoría de los países de Europa
occidental y América, principalmente, con posterioridad a la Segunda Guerra
Mundial.
Muchos de estos cambios son positivos, pero hasta ahora, insuficientes. Persiste
entre los mexicanos un reclamo de justicia: la aspiración a que sus derechos
reconocidos en la Constitución se materialicen también en sus vidas cotidianas, a
que el derecho en los libros se convierta en derecho vivo, en una realidad.
Las reformas legales, por sí mismas, no transforman la realidad, aunque pueden
contribuir a modificarla. Tener una constitución no equivale a practicar o vivir una
constitución. Para que los cambios al sistema jurídico lleguen a la sociedad y sean
operativos, es necesario realizar una transformación de nuestra cultura jurídica:
practicar la constitución. Y los tribunales tienen un papel principal en esta labor.
Ante este panorama de grandes reformas a la vida pública, cobra especial
relevancia la actuación del poder judicial y, específicamente, de la Suprema Corte
de Justicia de la Nación, máximo tribunal del país y último garante e intérprete de la
Constitución, porque debe hacer frente a retos de gran envergadura, entre los que
me gustaría destacar los siguientes.

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Dar eficacia a la reforma sobre derechos humanos. En junio del dos mil once se
concretó una importante reforma constitucional conocida sobre derechos humanos.
Entre los cambios destacan la distinción entre derechos humanos y garantías y la
mención de que los derechos se reconocen, no se otorgan; la incorporación al
sistema de los derechos humanos previstos en fuentes internacionales; el deber de
todas las autoridades del Estado de promover, respetar, proteger y garantizar los
derechos humanos en el ámbito de sus respectivas competencias; y la obligación
de interpretar la ley conforme con la Constitución y aplicar el principio pro personae.
El catorce de julio del dos mil once, la Suprema Corte de Justicia de la Nación
resolvió el expediente varios 912/2010 (conocido como caso Radilla) y estableció la
obligación de todas las autoridades jurisdiccionales del país de realizar, ex officio,
control difuso de constitucionalidad y convencionalidad.
El tres de abril del dos mil trece entró en vigor la nueva Ley de Amparo que introdujo
cambios relevantes en el juicio de amparo, la garantía jurisdiccional por
antonomasia de los derechos fundamentales reconocidos por la Constitución.
Estas reformas han puesto a los derechos humanos en el centro de la discusión
pública y han proporcionado herramientas jurídicas renovadas para su defensa, en
un contexto en el que persisten desigualdades sociales e injusticias profundas.
La Suprema Corte de Justicia de la Nación, como tribunal supremo y constitucional
del país, está en el centro de este proceso y tiene ante sí una tarea muy delicada.
La Corte se enfrenta al reto de consolidar una cultura de protección a los derechos
humanos y de respeto al estado de derecho, pues éste es una de las condiciones
para la realización de aquéllos.
Los derechos humanos no son una moda, un recurso retórico. Estos derechos son
la pieza cardinal de cualquier concepción de la justicia razonable y admisible en una
democracia constitucional. De su realización efectiva depende, básicamente, la
legitimidad del ejercicio del poder estatal, pues los derechos humanos expresan los
valores jurídicos de la máxima importancia, los más fundamentales, de nuestro
entendimiento de la justicia. No en vano los filósofos ilustrados los consideraron
previos a la sociedad civil y su garantía el objeto mismo que justificaba la existencia
del Estado. Es por ello que deben ser tomados con la máxima seriedad, pues son
el núcleo axiológico de nuestra Constitución.
Por su íntima relación con la idea de justicia, apelar a los derechos humanos
conlleva una carga positiva. De allí que la Suprema Corte debe evitar el riesgo, por
una parte, de usarlos retóricamente, sin asumir un compromiso real con su
cumplimiento; y por otra, de intentar hacerlos efectivos al margen del derecho
positivo, pues los derechos humanos sólo pueden garantizarse perdurablemente
mediante la eficacia del sistema jurídico positivo que los reconoce.
Sortear esos riesgos y consolidar la eficacia de los derechos humanos requiere,
entre otras cosas, de una Suprema Corte autónoma, de ministros independientes,
imparciales, prudentes, valerosos y capaces. Por ello, además de las garantías

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institucionales de la independencia (inamovilidad, remuneración irreducible,
autogobierno de los jueces, etc.), es preciso contar con ministros virtuosos que
hayan hecho de esos valores judiciales una forma de vida.
Además, es necesario que los ministros, aunque tengan perfiles plurales, posean
una filosofía jurídica de los derechos humanos razonable, que les permita
interpretarlos y aplicarlos adecuadamente. Es fundamental que un ministro tenga
profundos conocimientos de los aspectos técnicos del derecho, pero también, que
tenga una concepción del derecho más amplia, profunda y rica, que le permita hacer
un uso significativo, congruente y razonable de esos conocimientos técnicos, que
oriente y dé sentido a su labor jurisdiccional.
Estos cambios no pueden lograrse sin que la Suprema Corte desarrolle una doctrina
constitucional consistente, tanto de los aspectos metodológicos y procesales
propios de la interpretación constitucional, como de los aspectos substantivos o
materiales: una concepción acerca de los derechos humanos reconocidos por la
Constitución y de su relación con la democracia.
La relevancia de este aspecto reside en que las decisiones del máximo tribunal del
país tienen una trascendencia distinta a las de otros tribunales, pues además de
poner punto final a una disputa concreta (que puede incluir a actores fundamentales
del Estado), tienen un impacto sobre el sistema en su totalidad porque generan
precedentes con un poder persuasivo y jurisprudencia obligatoria para el resto de
autoridades jurisdiccionales del país, y en muchas ocasiones conllevan la anulación
de normas generales. En suma, la Corte tiene la responsabilidad de elaborar una
jurisprudencia congruente, estable, operativa e inteligible, que brinde seguridad
jurídica a las personas de que sus derechos serán respetados. Una jurisprudencia,
además, respetuosa de las limitaciones institucionales del juzgador, de la división
de poderes y de la deferencia que debe darse a las normas emanadas del legislador
democrático.
Adicionalmente, para consolidar la reforma en derechos humanos la Corte debe
sortear dos peligros importantes, los Caribdis y Escila de la práctica jurisdiccional:
a saber, el riesgo de caer en dos actitudes extremas igualmente perniciosas, el
formalismo y el activismo judiciales. El derecho tiene dos aspectos que le son
inherentes y que eventualmente entran en tensión: un aspecto autoritativo, porque
el derecho se expresa a través de normas positivas producto de la voluntad política
de autoridades; y un aspecto valorativo, porque el derecho tiene la finalidad de
realizar y proteger valores jurídicos. La actitud formalista extrema ignora el aspecto
valorativo del derecho y la actitud contraria, el activismo judicial, ignora el aspecto
autoritativo del derecho. Ambas actitudes son inaceptables porque sacrifican una
faceta esencial del derecho. El formalismo, porque a veces la aplicación irrazonable
del texto de la ley puede frustrar los valores para cuya protección se concibió la ley
misma; y el activismo, porque el desprecio por el derecho positivo no puede sino
debilitarlo, y éste constituye la principal garantía o instrumento social con que
contamos para proteger eficazmente esos valores. Por lo tanto, la Corte debe estar
integrada por ministros que practiquen las virtudes de la templanza y la prudencia,
que eviten esos extremos y den el justo peso a sendos elementos del derecho.

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En esta tesitura, para consolidar las reformas, la Suprema Corte de Justicia de la
Nación debe cumplir con una función pedagógica, debe ser impulsora de una cultura
de respeto a los derechos humanos y a la legalidad, no sólo a través de la obra
editorial que fomenta y debe seguir fomentando, sino también, y sobre todo, a través
de la transparencia de su funcionamiento y de sus resultados. Es de la máxima
importancia que los mexicanos puedan conocer el trabajo de la Corte; que el
contenido de sus resoluciones se difunda y sea asequible al público más amplio
posible, al hombre común. Debe mejorarse el lenguaje judicial y la extensión de los
documentos. La redacción de los textos canónicos de los precedentes y
jurisprudencias (las tesis), así como la argumentación de las propias sentencias
debe ser breve, concisa y clara.
Esta función pedagógica de la Suprema Corte es especialmente importante en los
tiempos que corren si se tiene en consideración que la Corte ha adquirido una
presencia de la que carecía antaño lo que, aunado a las reformas mencionadas, ha
contribuido a elevar las expectativas de que diversos conflictos sociales sean
procesados vía jurisdiccional, por lo que el trabajo de la Corte y sus ministros es
objeto de un intenso escrutinio público, como no lo había sido durante la mayor parte
del siglo pasado, y con ello es necesario preservar su legitimidad como tribunal
constitucional de un estado democrático mediante la transparencia y la motivación
adecuada de sus sentencias. La Suprema Corte, entonces, debe ser uno de los
actores fundamentales en la construcción de una cultura de respeto a los derechos
humanos y al estado de derecho.
En suma, en manos de la Suprema Corte de Justicia de la Nación está, en gran
parte, el peso de hacer efectivos los derechos humanos de las personas y el estado
de derecho, por lo que los ministros que la integren deben tener un compromiso
acendrado con la protección de esos valores así como poseer las virtudes y
capacidades intelectuales que son indispensables en un buen juez constitucional.

Hacer eficaz el nuevo juicio de amparo. La principal garantía jurisdiccional de los


derechos humanos es el juicio de amparo. La nueva Ley de Amparo incorpora
elementos novedosos al juicio constitucional, por mencionar algunos: la posibilidad
de instar el juicio no sólo a partir del interés jurídico, sino de intereses legítimos para
defender derechos e intereses que carecen de la estructura distributiva tradicional
de los derechos subjetivos; la posibilidad de examinar la apariencia del buen
derecho y de restituir provisionalmente el derecho reclamado, bajo ciertas
condiciones, a través de la medida cautelar de la suspensión; la obligación de
procurar la solución del fondo, de evitar reposiciones de procedimientos por
violaciones intrascendentes; la obligación de suplir la queja deficiente en casos en
que la situación de vulnerabilidad del quejoso entorpezca la defensa de sus propios
intereses; un procedimiento más ágil para lograr el cumplimiento de las sentencias;
etc.

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Estos cambios han puesto en crisis el entendimiento tradicional de algunas
instituciones del juicio de amparo y es necesario hacer una revisión amplia de su
funcionamiento.
Para dar eficacia al nuevo juicio de amparo, para extraer de la nueva ley el mejor
juicio de amparo posible, es fundamental que la Suprema Corte de Justicia de la
Nación interprete la ley funcionalmente, esto es, que evite sacralizar el medio (el
propio juicio) y mire a su finalidad como garantía de los derechos humanos: la
interpretación de los nuevos principios y reglas del juicio de amparo debe garantizar
que éste cumpla con su función tutelar de los derechos fundamentales, pues las
normas del procedimiento constitucional son el medio, no el fin.
En este sentido, la Suprema Corte debe consolidar una doctrina de interpretación
que unifique la práctica jurídica de los tribunales de amparo. Pero además, debe ser
cautelosa y no avalar interpretaciones que den lugar a un uso fraudulento o abusivo
del juicio de amparo que favorezca en la práctica el mantenimiento de privilegios
indebidos, defraudar los derechos de terceros, el daño a la sociedad, o la impunidad.
La Suprema Corte, entonces, está ante el desafío de dotar de sentido a distintos
aspectos del nuevo juicio de amparo que generan tensiones internas y que en
ocasiones evidencian los límites de esta garantía jurisdiccional para proteger
derechos e intereses que se apartan de los -así llamados- derechos humanos de
primera generación; como los derechos sociales, los derechos colectivos o los
intereses difusos, por citar algunos ejemplos. A través de su labor jurisdiccional,
pues, debe buscar un ajuste razonable entre esos principios e instituciones y
procurar darles una interpretación útil, que permita prodigar a los derechos la
protección más amplia.
Para conseguir este objetivo se requieren ministros que además de poseer una
concepción del derecho y un compromiso personal en los que los derechos
humanos sean una pieza fundamental, cuenten con un gran conocimiento del
derecho y de la Constitución, y un dominio específico de los problemas y
peculiaridades que plantea el nuevo juicio de amparo, por lo que la experiencia
jurisdiccional en este sentido es de la mayor trascendencia.

Consolidar una doctrina constitucional. La Suprema Corte de Justicia de la


Nación tiene como uno de sus mayores retos el de generar una doctrina
constitucional, tanto en los aspectos substantivos como la interpretación de los
derechos humanos y las instituciones jurídicas de las diversas ramas del derecho,
como en aspectos procesales y metodológicos relativos a la doctrina del control de
constitucionalidad y convencionalidad, los métodos de interpretación, los
procedimientos jurídicos, etcétera.
La necesidad de consolidar una doctrina constitucional en los temas substantivos,
procesales y metodológicos más relevantes deriva, en primer lugar, de los
requerimientos que el principio de universalidad, como exigencia básica de
racionalidad, proyecta sobre el funcionamiento del derecho: la obligación de los
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tribunales de seguir sus propios precedentes, de estabilizarlos, y de cambiarlos sólo
excepcionalmente y ante razones de especial fuerza que lo justifiquen, es un
requisito de justicia formal: los casos que no difieran en propiedades relevantes,
deben ser resueltos de la misma manera. Pero además, este deber está conectado
con razones substantivas de seguridad jurídica, de igualdad de trato y de autonomía
y libertad personales, porque la posibilidad de predecir las consecuencias jurídicas
de la propia conducta es una condición necesaria (aunque insuficiente) para poder
elegir y realizar libremente cualquier plan de vida.
Debe tenerse en cuenta también que las decisiones de un tribunal constitucional, si
bien resuelven un caso concreto, lo cierto es que generan un impacto más amplio
en las prácticas jurisdiccionales y en el derecho mismo, pues, por una parte, crean
precedentes persuasivos o jurisprudencia obligatoria para los demás tribunales y,
por otra, pueden dar lugar a la anulación de normas generales con efectos
potencialmente derogatorios a través de la institución de la declaratoria general de
inconstitucionalidad o, en todo caso, pueden debilitar seriamente la eficacia de esas
normas a través de la generalización de sentencias anulatorias.
Es por ello que la Suprema Corte debe crear una doctrina constitucional que sea
consistente con sus decisiones previas y con las reglas del derecho; congruente con
los principios y valores jurídicos del sistema; universalizable y, por ende, estable y
apartada del casuismo; y atenta a las consecuencias que pueda producir sobre el
propio sistema legal y sobre el sistema social en general.
Un tribunal constitucional no debe producir una cantidad desmesurada de
jurisprudencia si no es necesaria para resolver genuinos problemas interpretativos
o iluminar una problemática; no debe emitir jurisprudencia que no sea consistente
con las establecidas previamente, sin justificarlo; y no debe cambiar reiteradamente
su criterio sobre el mismo asunto en periodos breves; pues ello va en contra de la
justificación del sistema de precedentes y, especialmente, de la seguridad jurídica,
de la igualdad de trato y de la autonomía personal.
Es importante, entonces, que los ministros de la Suprema Corte posean un
conocimiento amplio y hondo del derecho positivo vigente; de los temas
substantivos, procesales y metodológicos que han de juzgar; de los precedentes y
líneas jurisprudenciales en vigor del propio tribunal constitucional; y de las teorías
jurídicas que dan sentido y congruencia a su trabajo.
Se requieren, preferentemente, ministros con una amplia carrera jurisdiccional y una
sólida formación jurídica. Ministros que tengan una visión clara de que la función
jurisdiccional que realizan no es una tarea aislada, sino parte de una práctica social
que les precede, les trascenderá, y tiene un propósito o sentido, y por ende, que su
aportación como jueces debe ser un desarrollo congruente con la práctica previa y
con los valores que le son inherentes, por lo que han de desarrollarla y orientarla
hacia el mejor destino posible. Para usar una conocida metáfora extraída de la
filosofía del derecho, la labor interpretativa de un tribunal constitucional es como la
construcción de una catedral que iniciaron otros mucho tiempo antes, que uno debe
desarrollar de manera congruente con lo edificado y tratando de darle la mejor

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dirección posible, a sabiendas de que no pondremos la última piedra y que otros
vendrán a continuar la construcción a partir de nuestra aportación.

Consolidar una Suprema Corte para la democracia. Entre las funciones


principales de un tribunal a la vez supremo y constitucional, están las de garantizar
los derechos humanos, proteger la Constitución y la democracia, en el marco de la
división de poderes.
Es un lugar común afirmar que existe una tensión entre la democracia y el control
de constitucionalidad que realizan los tribunales porque éstos pueden anular
normas que han sido producidas por un órgano con legitimación democrática.
La Suprema Corte de Justicia de la Nación ha de cumplir con esas funciones de
proteger los derechos humanos, la Constitución y la democracia; dentro de las
limitaciones institucionales derivadas de la división de poderes y a partir de una
concepción del control de constitucionalidad que dé una respuesta articulada a los
problemas que plantea esta encomienda.
La Corte tiene el deber ineludible de proteger aquellos derechos fundamentales que
son inherentes al funcionamiento de la democracia: por supuesto, la vida e
integridad de las personas, pero también la libertad de expresión e información, el
derecho a la educación, el derecho a la privacidad o los derechos sociales
indispensables para poder participar genuinamente en la vida democrática. En estos
aspectos, la Corte debe constituir un verdadero límite al poder, un tribunal
garantista, un efectivo contrapeso a los otros poderes del Estado. Este es el deber
fundamental de un tribunal constitucional en una democracia.
Sin embargo, este poder debe usarse con prudencia y de manera autorrestringida
para no invadir esferas que son ajenas a la competencia de un tribunal
constitucional. Así es, en materias que podemos llamar de política pública que
requieren de una gran discrecionalidad, de conocimientos técnicos especializados
y de juicios prospectivos, como la política económica o fiscal, por citar un ejemplo;
corresponde a los poderes que tienen legitimación democrática directa, el legislativo
y la administración, la toma de las decisiones fundamentales y el diseño de la
política como tal; por lo que en estos aspectos la Suprema Corte y el poder judicial
en general deben mantener una posición de autorrestricción y deferencia a los
demás poderes del Estado, y limitarse a verificar que esas políticas no rebasen un
perímetro amplio delimitado por los derechos fundamentales de las personas, sin
que corresponda a la Corte sustituir en su apreciación al legislativo o a la
administración en lo relativo a la bondad de las políticas en cuestión. En estos
terrenos, debe reconocerse a la legislación un amplio espacio de libertad amparado
por la presunción de constitucionalidad.
Para cumplir con estas funciones, además de garantizar la independencia y
autonomía de la Suprema Corte de Justicia de la Nación mediante las garantías
institucionales, es menester contar con ministros que con una visión nítida de cuál
es la función de un juez constitucional y cuáles sus límites; ministros con una
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concepción del control de constitucionalidad compatible con el funcionamiento de
una democracia, es decir, una concepción que distinga entre los derechos
fundamentales que son necesarios para el funcionamiento de una democracia y las
políticas públicas que son materia de la discreción de los poderes democráticos;
ministros que sean conscientes de que la eficacia del sistema jurídico es una
condición para la realización efectiva de los derechos humanos y que, por tanto,
cada decisión que anula una norma, socava la fortaleza de ese instrumento de
garantía, por lo que en cada decisión deben ponderar, prudentemente, la necesidad
de preservar la eficacia del derecho frente a la de evitar una afectación a derechos
humanos, así como las consecuencias jurídicas y sociales de su decisión. Un
ministro, en definitiva, que sea responsable en el ejercicio del poder que se le
encomienda.

Interpretar el sistema acusatorio en materia penal y otras reformas relevantes.


Otro reto mayúsculo que enfrentará la justicia constitucional en los próximos años
será el de hacer operativa la reforma en materia de juicio penal acusatorio, cuyos
principios básicos están contenidos en la Constitución y desarrollados en el Código
Nacional de Procedimientos Penales, entre otros ordenamientos.
El sistema se apoya en una serie de principios relativamente novedosos, como la
presunción de inocencia, la oralidad, la inmediatez o la libre valoración de las
pruebas, que se apartan de las prácticas añejas del sistema penal.
Que esta reforma cumpla sus cometidos constitucionales dependerá en gran
medida de la labor interpretativa que desarrolle la Suprema Corte de Justicia de la
Nación, pues todos esos principios están inmersos en una lógica específica,
orientada funcionalmente, que podría ser desvirtuada por malas decisiones
interpretativas de los tribunales.
Para dar sentido y eficacia a esas reformas es indispensable contar con ministros
familiarizados con la finalidad y el funcionamiento del proceso penal acusatorio, con
los métodos racionales de valoración de las pruebas, con las teorías procesales
acerca del control de ésta, etcétera; desarrollos que han sido aportados por la alta
dogmática procesal penal y por la filosofía del derecho, fundamentalmente.
Asimismo, la Suprema Corte tendrá que juzgar -ya lo viene haciendo en algunos
casos- las reformas educativa, energética, de telecomunicaciones y de competencia
económica, entre otras; reformas en las que existen poderosos intereses en juego
y que, por lo tanto, requieren de ministros auténticamente independientes, valerosos
y prudentes, con una cultura jurídica amplia que incluya conocimientos en esas
materias, como la filosofía de los derechos humanos o el análisis económico del
derecho, por ejemplo.

Impulsar un nuevo modelo juez. La Suprema Corte de Justicia de la Nación debe


impulsar un modelo de juez que sea adecuado para el Estado democrático y

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constitucional de derecho que venimos construyendo. Un Estado de estas
características requiere de un juez que sepa que su función central no es la de
legislar pero que, sin embargo, en ocasiones debe realizar un desarrollo del derecho
positivo a través de la interpretación. Los jueces constitucionales han de ser
conscientes de que no les corresponde realizar grandes cambios sociales, pues ello
atañe a la legislación; sino hacer un desarrollo limitado, una evolución del derecho
legislado, a través de la interpretación, dentro de los cauces marcados por el
derecho positivo.
El modelo que debe promover la Suprema Corte no sólo debe ser el de un buen
juez en sentido técnico (conocedor del derecho substantivo, sus procedimientos y
la “técnica” jurídica), sino también, necesariamente, un buen juez en sentido ético,
esto es, un juez que practique virtudes judiciales como la independencia, la
imparcialidad, la prudencia y la valentía, por citar las más destacadas.
Un juez prudente, en el sentido de la frónesis aristotélica o sabiduría práctica, es un
juez mesurado, que se esfuerza por tomar decisiones consistentes con las reglas
legales, coherentes con los principios jurídicos, y universalizables; un juez que
examina detenidamente las consecuencias de sus decisiones y tiene sensibilidad
hacia la justicia social; un juez valeroso cuando tiene que defender los derechos
humanos pero que, a la vez, practica la autorrestricción cuando se enfrenta a
materias que corresponde decidir los poderes democráticos; un juez que evita los
extremos del formalismo y del activismo, y entiende que su labor consiste en hacer
un desarrollo responsable del derecho dentro de los cauces delimitados por el
derecho positivo; un juez, en definitiva, que dé la justa medida a los aspectos
autoritativo y valorativo del derecho.

Brindar seguridad jurídica. No es infrecuente que se asocie a la seguridad jurídica


con valores conservadores, con el mantenimiento de un statu quo que se considera
inaceptable. No obstante, la seguridad jurídica, bien entendida, tiene una conexión
intrínseca con la posibilidad de gozar de derechos humanos tan importantes como
la autonomía personal, pues la existencia de un sistema legal eficaz, el imperio de
la ley, en el que las decisiones de los tribunales sean estables y predecibles, es una
condición de posibilidad de la libertad personal. Actualmente, la lucha por los
derechos humanos es en buena medida la lucha por el derecho que los reconoce,
por el imperio de la ley.
Por ello, la Suprema Corte debe conciliar la necesidad de brindar seguridad jurídica,
de hacer efectivo el imperio de la ley, con la de realizar valores substantivos como
los derechos humanos.
Para lograrlo, es necesario que los ministros sean conscientes de que toda decisión
que invalida una norma general tiene también un costo para los derechos humanos,
un costo en términos de inseguridad jurídica, de debilitamiento de la vigencia del
derecho, que es su garantía. En este sentido, el control judicial de constitucionalidad

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debe ejercerse con responsabilidad, con prudencia, y con plena convicción de que
debe sopesarse seriamente lo que se pierde y lo que se gana con cada decisión.

Hacer accesible la justicia. Otra de las labores que debe profundizar la Suprema
Corte de Justicia de la Nación es la de adoptar prácticas que faciliten el acceso a la
justicia. Por supuesto, resolviendo -cuando sea posible- el fondo de los asuntos de
manera pronta, expedita y conforme a derecho; y eliminando trabas procesales que
no tengan una justificación robusta, mediante la interpretación conforme que
favorezca el acceso a la justicia o, en casos extremos, mediante la declaración de
inconstitucionalidad de la norma.
Pero también erradicando ciertos vicios que tradicionalmente aquejan a la
judicatura, como la falta de claridad, sencillez y concisión en las sentencias, el uso
de un leguaje abigarrado, enrevesado, casi arcano, sólo inteligible a los iniciados,
así como la excesiva extensión de los documentos.
Todo juez, y con mayor razón un ministro de la Suprema Corte de Justicia de la
Nación, debe partir de la premisa de que sus decisiones son un acto de poder que
normalmente afecta a otros. En un estado democrático, la legitimidad de un acto de
poder público requiere que sea justificado ante el destinatario con base en las
razones del derecho. Una condición para que pueda darse la justificación es,
precisamente, la inteligibilidad de la comunicación de las razones. Por ende, una
exigencia para justificar el acto de poder contenido en una sentencia es que su
destinatario sea capaz de entender las razones que lo justifican. Es por ello que
debe procurarse un estilo judicial llano, directo, claro, sencillo y conciso, que sea
asequible a cualquier persona. No debe confundirse la profundidad de una
motivación judicial con su obscuridad, pues por lo general, la obscuridad se opone
a la profundidad del pensamiento.
Además, es preciso que la Suprema Corte intensifique su labor de promoción de la
obra editorial que difunda los derechos de las personas, los procedimientos para
hacerlos efectivos, el contenido de sus sentencias relevantes, los servicios que
facilitan el acceso a la justicia como las defensorías públicas, etcétera.

Esta es, en pocas palabras, mi visión para la justicia constitucional en México.

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c) TRES EJECUTORIAS DE LA SUPREMA CORTE DE JUSTICIA DE LA NACIÓN.
DOS DE ELLAS LAS MÁS RELEVANTES EN CUANTO A SUS IMPLICACIONES
JURÍDICAS, INSTITUCIONALES Y SOCIALES Y, UNA TERCERA QUE IMPLICA UN
RETROCESO EN LA INTERPRETACIÓN CONSTITUCIONAL.

I. EJECUTORIAS RELEVANTES.

AMPARO EN REVISIÓN 476/2014, DEL ÍNDICE DE LA PRIMERA SALA DE LA


SUPREMA CORTE DE JUSTICIA DE LA NACIÓN.

MINISTRO PONENTE: ALFREDO GUTIÉRREZ ORTÍZ MENA

Tema: “LINEAMIENTOS QUE DEBEN OBSERVARSE EN EL CONTROL EX OFFICIO


DE NORMAS”

Aspectos relevantes del caso analizado en la ejecutoria.

En el caso un Juez de Distrito consideró que el juicio de amparo era el medio legal
para reparar las violaciones a los derechos humanos y que, con base en el artículo 1º
constitucional y el artículo 124 de la Ley General de Víctimas, estaba facultado para
ordenar reparaciones en el caso.

El asunto tiene su origen en una denuncia penal por alegada mala praxis médica
contra profesionales de la salud, respecto de quienes se abrió una averiguación
ministerial. Siete años después, se ejerció la acción penal contra los mismos y otro, por
la comisión del delito de incumplimiento del deber legal, y se libró orden de aprehensión
en su contra. Dos meses después, el juez de la causa dictó un auto de sobreseimiento
de la causa penal a favor de los inculpados. Inconforme con el auto anterior, el Ministerio
Público interpuso un recurso de apelación, el cual fue resuelto por la Sala revocando el
auto de sobreseimiento y ordenando que el juez de primera instancia continuara con la
secuela del juicio y definiera la situación jurídica de los quejosos. Contra dicha
determinación, los aludido profesionistas presentaron un amparo, el cual fue resuelto por
el Juez de Distrito en la sentencia que fue materia de la ejecutoria en análisis.

El caso puesto en conocimiento del Juez de Distrito era un tema procesal en


cuanto a si la acción penal contra los quejosos había o no prescrito.

Y la Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación determinó que al


Juez de Distrito no le correspondía hacer un análisis respecto de la inocencia o
culpabilidad de los médicos, ni la determinación de si, en el caso, había una vulneración
a los derechos de terceros.

Justificación en cuanto a la relevancia de la ejecutoria.

Es relevante la ejecutoria en estudio, en razón de que en la especie si bien, el


Juez de Distrito consideró que, con base en la obligación contenida en el artículo 1º

1
constitucional, estaba facultado para pronunciarse en el caso sobre el derecho a la salud
y ordenar reparaciones con base en dicha decisión; para lo cual la Suprema Corte de
Justicia de la Nación señaló lo siguiente:

- Acotó que el control de convencionalidad no implicaba que el operador judicial


pudiera obviar, a conveniencia, el debido proceso ni las formalidades que rigen
el juicio pues, habiendo los lineamientos procesales que brindaran acceso a la
justicia, el juez que conociera de un caso, debía ceñirse a aplicar el control de
convencionalidad en el ámbito de su competencia.

- Que la facultad de otorgar reparaciones en materia de salud, atendiendo al


principio pro persona, para inobservar cuestiones procesales era vaciarlo de
contenido ya que tal principio implicaba “la obligación de analizar el contenido
y alcance de los derechos humanos ante la existencia de dos normas que
regulan o restringen el derecho de manera diversa”, para elegir la aplicable al
caso concreto, lo que no significaba que aquél pudiera invocarse como
fundamento para ignorar los requisitos competenciales ni implicaba que los
órganos jurisdiccionales nacionales dejaran de llevar a cabo sus atribuciones
y facultades de impartir justicia en la forma en que venían desempeñándolas
antes de la reforma en materia de derechos humanos de 10 de junio de 2011.
Lo que sustento el Alto Tribunal en la tesis de rubro “PRINCIPIO PRO
PERSONA. REQUISITOS MÍNIMOS PARA QUE SE ATIENDA EL FONDO DE
LA SOLICITUD DE SU APLICACIÓN, O LA IMPUGNACIÓN DE SU OMISIÓN
POR LA AUTORIDAD RESPONSABLE”.

- Aclaró que la aludida reparación en materia de salud, debía darse, en caso de


que se llegara a esta determinación, en el momento procesal oportuno, esto
es, luego de que causara ejecutoria la sentencia en que se declarara culpables
a los referidos profesionistas por la comisión de dichos delitos; ello, pues en
el caso era claro que el proceso penal que dio origen al mismo aún se
encontraba abierto, por lo que no se había determinado que existieran
probables responsables y que, además del proceso penal, existían otras vías
en que los alegados hechos que dieron origen al mismo pudieran ser
eventualmente reparados, siempre que se comprobara el daño causado.

Por lo que en la ejecutoria se precisan los lineamientos que deben observar los
juzgadores en la aplicación del control de convencionalidad y del principio pro persona,
a efecto de evitar se conculque el principio de debido proceso, cuando en invocación a
tal principio, se extralimiten de la litis planteada, inobservando la normatividad adjetiva
diseñada para encausar su actuación.

2
EJECUTORIA DEL JUICIO DE AMPARO DIRECTO 35/2014, DEL ÍNDICE DE LA
PRIMERA SALA DE LA SUPREMA CORTE DE JUSTICIA DE LA NACIÓN.
MINISTRO PONENTE: ARTURO ZALDÍVAR LELO DE LARREA.
TEMA: “BULLYING ESCOLAR (ACCIÓN DE DAÑO MORAL)”.

Aspectos relevantes del caso analizado en la ejecutoria.

La ejecutoria examinó la sentencia de apelación emitida en un juicio ordinario civil en el


que se ejerció la acción de responsabilidad civil subjetiva y se demandó indemnización
por daño moral causado a un menor por conductas constitutivas de “acoso escolar”,
conocido como “bullying”, atribuyéndose la responsabilidad a la profesora del menor
agraviado (como autora de actos positivos en daño del menor) y a la institución educativa
en la que se verificaron los hechos (por la omisión de sus deberes de cuidado); en el
juicio de amparo se otorgó la protección constitucional, para efecto de que en la sentencia
reclamada se tuviera por acreditada la acción y se condenara al centro escolar
demandado al pago de la indemnización reclamada.

Los hechos esenciales que se estimaron acreditados en el caso, pusieron en


evidencia que el menor (de siete años de edad), escolar de segundo grado de primaria,
sufría de Trastorno de Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH); que fue víctima de
maltrato físico y psicológico por parte de su profesora, quien incluso incitaba a los
compañeros de la clase del menor a dirigir agresiones físicas y verbales hacia éste y a
segregarlo del grupo; que las autoridades y el personal de la Escuela fueron omisos de
sus deberes frente a esa situación; y que, los daños psicológicos causados al niño fueron
severos.

El estudio abordado por la Primera Sala en la ejecutoria, abarcó los diversos


aspectos relevantes que exigió el discernimiento jurídico de la acción intentada, conforme
a la naturaleza y trascendencia de los hechos sometidos a la decisión del Alto Tribunal.
Las consideraciones torales del fallo de amparo, son las siguientes:

-Con base en un cúmulo de información en torno al bullying u hostigamiento escolar,


obtenida de fuentes de diversa índole (estadísticas, publicaciones, bibliografía
especializada y ordenamientos jurídicos, entre otros) se analizaron las manifestaciones
e implicaciones de dicho fenómeno y se puso en evidencia que se trata de conductas de
violencia en sus diversas formas (verbal, física, emocional, psicológica, moral, etcétera),
dirigidas en forma reiterada a un escolar por sus pares o profesores; y que se trata de un
problema presente en las escuelas a nivel mundial. Para efectos jurídicos, la Primera
Sala construyó la siguiente definición: “el bullying escolar es todo acto u omisión que de
manera reiterada agrega física, psicoemocional, patrimonial o sexualmente a una niña,
niño, o adolescente; realizado bajo el cuidado de las instituciones escolares, sean
públicas o privadas”.
-Conforme a los deberes de protección especial que exige a las autoridades
estatales la observancia del principio del interés superior del menor (instituido en los
ordenamientos internacionales celebrados por el Estado Mexicano –primordialmente en la
Convención Sobre los Derechos del Niño-, en la Constitución General de la República y en las

3
leyes secundarias), los derechos de los niños deben ser objeto de medidas de protección
reforzadas o agravadas, por lo que, en estos casos que involucran actos de violencia
contra menores, los intereses de éstos debe ser protegidos con mayor intensidad. Este
deber atañe tanto al Estado, como a los centros escolares (públicos o privados), por
conducto de sus profesores, autoridades y personal administrativo, quienes deben tomar
medidas de protección reforzadas para cumplir con su responsabilidad de diagnosticar,
prevenir, intervenir y modificar positivamente la convivencia escolar, haciendo frente y
remediando cualquier situación de acoso que sufra un menor bajo su cuidado; en la
inteligencia que las Escuelas privadas prestan servicios públicos educativos a menores y
están vinculadas conforme a las normas fundamentales, a observar el principio del interés
superior del menor.
-El bullying atenta contra los derechos humanos a la dignidad, integridad física y
educación de los menores afectados; además, cuando las conductas de violencia
constitutivas del acoso escolar se dirigen a un niño en una situación de especial
vulnerabilidad, como ocurre cuando el menor esté en alguna de las categorías protegidas
en el artículo 1º constitucional, puede implicar actos de discriminación (si es hostigado
por razón de su raza, situación económica, preferencia sexual, o porque tiene alguna
discapacidad). Los centros escolares deben ser lugares seguros y estimulantes para los
niños, libres de violencia; la seguridad del niño en la escuela es condición fundamental
para el ejercicio de sus derechos a la dignidad, integridad física y a la educación.
-Para determinar la existencia de hechos constitutivos de bullying, se debe partir
del “test” básico que exige la acción de responsabilidad civil subjetiva, pero evaluando la
satisfacción de los elementos de la acción conforme a la protección reforzada que
merecen los derechos de los menores a la dignidad, a la integridad física, a la educación
y a la no discriminación. Cuando la acción de responsabilidad se demande por conductas
positivas de agresión (contra su autor), se debe corroborar: (1) el acoso a la víctima, es
decir, si se acredita la existencia del bullying y si éste puede atribuirse a agresores en
específico (profesores o alumnos); (2) el daño físico o psicológico que sufrió el menor; y
(3) el nexo causal entre la conducta y el daño. En cambio, cuando se demanden
omisiones de cuidado al centro escolar, el hecho ilícito o la conducta dañosa, será la
negligencia del centro escolar; en dicho caso deberá corroborarse: (1) La existencia del
bullying, (2) la negligencia de la escuela para responder al acoso escolar, (3) el daño
físico o psicológico, y (4) el nexo causal entre la negligencia y el daño.
-En los casos de bullying, se justifica adoptar un estándar de valoración de la
existencia de los hechos disminuido, dada la complejidad del fenómeno y teniendo en
cuenta que se trata de los derechos de menores. Así, la carga procesal que atañe al actor
(el menor) para demostrar la existencia del acoso escolar cuando demande la agresión
(conducta positiva) de su agresor, debe ser analizada bajo dicho estándar disminuido;
además, atento a los principios de “facilidad probatoria” y a la dificultad de la víctima de
acreditar hechos negativos, cuando se demande la responsabilidad del centro escolar,
una vez demostrado que el acoso se produjo dentro del ámbito de control de la escuela,
la carga de la prueba se revertirá y recaerá en ésta demostrar que se cumplieron, con la
debida diligencia, los deberes que le asisten como centro educativo.
-El daño moral causado por el bullying, por su naturaleza, afecta derechos o
bienes jurídicos extrapatrimoniales, pero sus consecuencias pueden ser tanto
patrimoniales como extrapatrimoniales, y pueden ser presentes o futuras. Dicho daño

4
moral se estimará acreditado, cuando las agresiones (aun cuando en forma separada se
consideren leves), produzcan un menoscabo en la integridad moral del niño, al ejecutarse
en forma reiterada, sistemática y habitual; y la afectación podrá demostrarse con prueba
pericial psicológica.
-La relación de causalidad entre la conducta y el daño, conforme a la naturaleza
de la acción, se demuestra con el hecho de que, las conductas de violencia constitutivas
de bullying, provengan de profesores o alumnos, y hubieren podido ser evitadas si el
centro escolar hubiere cumplido sus deberes de cuidado.
-La indemnización debe cumplir dos objetivos: brindar satisfacción a la víctima en
su demanda de justicia por la afectación a los bienes de su personalidad; y disuadir las
conductas dañosas de los acosadores (activas) y de los centros escolares (omisivas) por
el incumplimiento a sus deberes de cuidado.

Justificación en cuanto a la relevancia de la ejecutoria.

Esta ejecutoria tiene relevancia jurídica, porque es el primer precedente que el


Máximo Tribunal sienta en torno al examen del fenómeno del acoso escolar, para efectos
de establecer la responsabilidad civil de las instituciones educativas cuando se presentan
esas conductas bajo su ámbito de control; y en ella, se establecen los lineamientos que
procede observar en el desarrollo del proceso jurisdiccional, bajo el trato diferenciado que
exige la observancia del principio de interés superior del menor y de los deberes de
protección especial que corresponden a las autoridades estatales y a los particulares que
prestan servicios educativos, respecto de los derechos humanos de los menores
(particularmente, los “tests” aplicables para la configuración de los elementos constitutivos de la
acción, los estándares de valoración de hechos y pruebas, la distribución de cargas probatorias
y los criterios observables para fijar la indemnización). El criterio tiene relevancia institucional,
porque la Primera Sala, dentro del marco del examen jurídico del fenómeno del bullying,
precisa el alcance de los deberes que asisten a las autoridades de los poderes públicos
del Estado Mexicano, en el ámbito de sus respectivas competencias, y formula una serie
de recomendaciones a los actores sociales involucrados en la protección de los derechos
humanos de los menores (autoridades y particulares), con el propósito de contribuir en la
toma de acciones y medidas que resulten eficaces en el combate a dicho problema social.
Por último, creo que es innegable el impacto social de la ejecutoria, porque aborda un
tema sensible para la sociedad, adoptando consideraciones que potencialmente
contribuirán a incentivar la atención de los centros escolares en la prevención, detección
y atención de situaciones de bullying, y que alentarán también a las autoridades estatales
correspondientes a tomar medidas eficaces para su prevención y corrección.

II. EJECUTORIA QUE PODRÍA IMPLICAR UN RETROCESO EN LA


INTERPRETACIÓN CONSTITUCIONAL.

5
AMPARO DIRECTO EN REVISIÓN 1046/2012, DEL ÍNDICE DEL PLENO DE LA
SUPREMA CORTE DE JUSTICIA DE LA NACIÓN.

MINISTRO PONENTE: JOSÉ RAMÓN COSSÍO DÍAZ.

Tema: “CONTROL EX OFFICIO DE NORMAS POR PARTE DEL PODER JUDICIAL DE


LA FEDERACIÓN”

Aspectos relevantes del caso analizado en la ejecutoria.

En el caso se demandó, en la vía ordinaria civil de un Hospital, diversas


prestaciones por concepto de responsabilidad civil y daño moral, debido a que la paciente
sufrió una caída al haberse dejado de colocar los barandales laterales de su cama
hospitalaria cuando la paciente estaba sedada y que dio lugar a que se le provocaran
múltiples lesiones.

En la sentencia definitiva de primer grado, el juez a quo desestimó las pretensiones


de la actora, decisión que fue modificada en segunda instancia (en cumplimiento a una
ejecutoria de amparo). Al conocer del segundo juicio de amparo directo, el Séptimo
Tribunal Colegiado en Materia Civil del Primer Circuito, en ejercicio del control de
convencionalidad difuso, declaró la inconvencionalidad del artículo 1916 del
Código Civil para el Distrito Federal y concedió la protección constitucional, para los
efectos precisados en la ejecutoria de amparo. El tercero interesado (Hospital) interpuso
el recurso de revisión materia de la ejecutoria que se analiza.

La Suprema Corte de Justicia de la Nación determinó que el aludido tribunal


colegiado de circuito, no estaba facultado para ejercer oficiosamente el control difuso de
convencionalidad que llevó a cabo, en virtud de que no era de su competencia la
aplicación del artículo 1916 del Código Civil para el Distrito Federal.

Concluyó por mayoría de 7 votos, que los tribunales colegiados de circuito como
integrantes del Poder Judicial de la Federación sólo puede ejercer el control de la
constitucionalidad difuso ex officio, respecto de las disposiciones que están facultados
para aplicar en el ámbito de su competencia, es decir, las que regulan al juicio de amparo,
esto es, la Ley de Amparo, la Ley Orgánica del Poder Judicial de la Federación y el
Código Federal de Procedimientos Civiles de aplicación supletoria.

Las razones principales en las que el Alto Tribunal sustentó su determinación


fueron las siguientes:

- Precisó que los Tribunales Colegiados sí podían, oficiosamente, llevar a cabo


el control de regularidad constitucional ex officio, siempre que fuera en el
ámbito de su competencia, sobre lo cual cabe precisó que el juicio de amparo
era un medio de defensa extraordinario, es decir, no era una instancia más,
por lo que el Tribunal Colegiado no reasumía la jurisdicción que correspondía
a la autoridad responsable, antes bien, ante una eventual concesión de
amparo, el órgano federal se encontraba constreñido a devolver los autos a
dicha responsable para que fuera ésta la que llevara a cabo los actos que se
6
estimaran volverán las cosas al estado que guardaban antes de la violación
cometida.

- Que no correspondía al Tribunal Colegiado examinar, de oficio, la


inconstitucionalidad de los preceptos que regían en los procedimientos o
juicios de los que derivaba el acto reclamado, ya que tal asignación
correspondía, en su caso, a las autoridades judiciales encargadas de su
aplicación (autoridades administrativas, jueces, salas de instancia, etcétera)
pues sostener lo contrario, es decir, que los Tribunales Colegiados sí podían,
mediante un control de regularidad constitucional difuso, declarar, en amparo
directo, la inconstitucionalidad de disposiciones contenidas en leyes que
regían el procedimiento o juicio de origen llevaría a generar una inseguridad
jurídica para las partes, quienes partían de la base de que en el juicio ya habían
operado instituciones como la de preclusión, por virtud de la cual las partes
habían ejercido los derechos procesales que les correspondían en torno a las
decisiones emitidas por el juzgador, pues no debía soslayarse que el
cumplimiento al imperativo prescrito en el artículo 1° constitucional que
obligaba a toda autoridad, en el ámbito de su competencia, a promover,
respetar, proteger y garantizar los derechos humanos de conformidad con los
principios de universalidad, interdependencia, indivisibilidad y progresividad,
no implicaba que dejaran de observarse los mecanismos jurisdiccionales
previstos en el orden interno de los Estados para impugnar los actos de
autoridad que pudieran considerarse violatorios de derechos humanos.

- Si cualquiera de las partes que intervienen en el juicio de origen, consideraba


que las disposiciones aplicadas en dicho proceso eran inconstitucionales o
inconvencionales, o bien, si era la autoridad quien había decidido inaplicar
alguna disposición que estimaba inconstitucional o inconvencional, aquéllas
tenían expeditas las vías de control directo para alegar la contravención de la
norma frente a la Constitución Federal o a los Tratados Internacionales, cuyo
análisis, en ejercicio del control concentrado de regularidad constitucional,
correspondía a los Tribunales Federales, lo que permitía que el sistema
funcionara en su integridad e impedía que se generara una inseguridad jurídica
en la impartición de justicia, al respetarse el régimen de competencias en el
ámbito judicial.

De lo que se advierte que la Suprema Corte de Justicia de la Nación limitó el


ejercicio de la facultad de control difuso o ex officio que, en términos de lo establecido
en los artículos 1º, en relación con el 133, de la Constitución, también pueden ejercer los
tribunales de amparo (a los que, primigeniamente, les corresponde ejercer control
concentrado de la constitucionalidad), excluyendo del mismo a las disposiciones que
sean aplicadas en el juicio natural por la autoridad responsable.

Justificación en cuanto a que la ejecutoria podría implicar un retroceso en la


interpretación constitucional.

7
Si bien es cierto, el ejercicio del control ex officio no implica que las autoridades
cuenten con facultades omnímodas que propicien soslayar el marco regulatorio que da
viabilidad al encausamiento de una pretensión o acción en un juicio, en el que las partes
cuenten con igualdad de oportunidades y debida audiencia, a afecto de que sean
dirimidas sus controversias.

Ello no impide el que en un juicio de amparo (medio de control concentrado) el


tribunal al estar en aptitud de abordar el estudio del fondo de un asunto, esto es, una vez
que se han verificado los requisitos de competencia, legitimación, oportunidad y
procedencia de la acción, analice si las normas aplicadas por el juez natural
(sustantivas o adjetivas), son o no acordes a los derechos fundamentales contemplados
en la Constitución o en las convenciones internacionales.

Y si bien, el juicio de amparo no puede ser considerado como una instancia más,
toda vez que se trata de un medio de defensa extraordinario, ello no propicia que los
tribunales de la materia deban apartarse de su obligación de verificar, precisamente, si la
normatividad aplicada es acorde o no a tales derechos fundamentales; ello, en la medida
en que cuentan con la competencia de analizar, ya por ser materia de agravio o, en su
caso, en suplencia de la queja, las violaciones procesales, formales, sustanciales o de
fondo, en la que esa normatividad tuvo injerencia.

Así, el hecho de que las autoridades responsables, en el juicio natural, se


encuentren facultadas para ejercer control difuso, no impide o excluye, que los juzgadores
de amparo, puedan ejercer esa atribución cuando, con motivo del análisis de la demanda
de amparo, estén en aptitud de adentrarse al estudio del procedimiento o del fondo del
asunto y, advertir, de ser el caso, si las normas sustantivas o adjetivas aplicadas por el
juez natural son o no contraventoras de derechos humanos.

Tampoco se dejaría de observar el principio de seguridad jurídica, en cuanto a la


preclusión de los derechos de las partes, pues no obstantes éstas tienen el deber de
hacer valer oportunamente sus medios de defensa cuando consideren que algún acto o
disposición general resulte contraventora de sus derechos humanos; sobre ello, existe la
obligación de que, oficiosamente, esto es, por imperativo constitucional y convencional,
los tribunales de amparo, inapliquen aquellas normas que resulten abiertamente
conculcatorias de esos derecho humanos; sin que ello conlleve la inobservancia del
ámbito competencial de los tribunales de amparo, en virtud de que –se reitera- para que
los mismos tengan la posibilidad de realizar ese control ex officio, previamente, deberán
verificar los requisitos de procedencia, legitimación y oportunidad que rigen en la materia.

8
FACULTAD DE ATRACCIÓN

Un asunto en el que se solicita la intervención de la Suprema Corte de Justicia


de la Nación en el marco de lo dispuesto en el artículo 107, de la Constitución Política
de los Estados Unidos Mexicanos, debe entenderse como aquél en el que sea factible
la afectación o alteración de valores sociales, políticos o, en general de convivencia,
bienestar o estabilidad del Estado Mexicano.

Son diversos los temas de los asuntos respecto de los cuales se solicita la
intervención de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, dentro de ellos, los más
frecuentes se encuentran relacionados con la tutela de derechos humanos, lo que
permite identificar el interés de los gobernados de que esos temas sean resueltos por
el máximo tribunal, de entre ellos, se destacan los siguientes:

Transparencia y acceso a la información.

Violaciones graves a derechos humanos. Artículos 1 y 6 de la Constitución


Federal; 18, 20 y 24 de la Ley General de Víctimas; 8 y 13 de la Convención Americana
de Derechos Humanos; 19 de la Declaración Universal de Derechos Humanos y 19
del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos.

Fue materia de solicitud el expediente de averiguación previa de la


Procuraduría General de la República referente a la investigación relativa a la masacre
de migrantes en Tamaulipas, la que se clasificó como reservada información por
considerarse que se actualizaba la causal de reserva dispuesta en el artículo 14,
fracciones I y IIII, de la Ley Federal de Transparencia y Acceso a la Información Pública
Gubernamental, en relación con el artículo 16 del Código Federal de Procedimientos
Penales, en contra de dicha reserva se promovió juicio de amparo.

El acceso a la información implica maximizar la adquisición y flujo de


información hacia todos los ciudadanos, y no optar por la secrecía y opacidad; la
excepción a la publicidad, requiere de la existencia de una normativa que dé lugar a la
excepción y que la excepción se base en el bien común, siendo que por disposición
expresa de la ley de transparencia no puede invocarse el carácter de reservado cuando
se trate de la investigación de violaciones graves de derechos fundamentales o de
delitos de lesa humanidad.

Ante la existencia de casos que por su gravedad afectan a toda una


colectividad y a la sociedad, en el caso, la violación grave de derechos humanos, lo
relevante será definir si debe transparentarse la información, bajo la premisa de que la
sociedad se convierte en un órgano de control y de vigilancia ciudadana sobre hechos
que le están afectando, pues aun cuando las averiguaciones previas se mantienen
reservadas en atención a que la difusión de la información contenida en ellas podría
afectar la persecución de delitos y, con ello, al sistema de impartición de justicia, se
actualizaría la excepción, en aquellos casos extremos en los cuales el delito
perseguido es de tal gravedad que el interés público en mantener la averiguación
previa en reserva se ve superado por el interés de la sociedad en su conjunto de
conocer todas las diligencias que se estén llevando a cabo para la oportuna
investigación, detención, juicio y sanción de los responsables.

Por lo que se requiere de la intervención urgente de la Suprema Corte de


Justicia de la Nación a fin de determinar sobre la publicidad de las averiguaciones
previas que investigan tales hechos y la aplicación del carácter reservado que le
atribuye la legislación en materia de transparencia.

Grupos vulnerables, personas con la condición del espectro autista, Ley


General para la Atención y Protección a Personas con la condición del Espectro
Autista.

En particular, aquellas personas regidas bajo la Ley General para la Atención


y Protección Personas que por causa de enfermedad reversible o irreversible o, bien
que por su estado de particular de discapacidad, sensorial, intelectual, emocional o
mental son afectados en su capacidad jurídica.

Los aspectos relevantes en el caso, corresponde al tratamiento de las


personas con la condición del espectro autista, sus derechos y las obligaciones a cargo
de las autoridades estatales para lograr el pleno ejercicio, entre los cuales destacan el
reconocimiento de la personalidad y capacidad jurídica, el derecho a la educación y el
derecho al trabajo.

Tales temas se encuentran relacionados con un grupo de personas que de


manera histórica han sufrido ausencia plena de integración en la dinámica social,
cultural, jurídica y económica del país, y que en términos de análisis constitucional se
sentaría importantes precedentes sobre la capacidad de ejercicio de ese grupo de
personas, el derecho a la educación, al trabajo y a no ser estigmatizados.

Relacionado con el presente asunto, se suscitó una controversia tocante al


derecho de acceso a la justicia, en concreto, la representación en el juicio de amparo
para menores de edad, personas con discapacidad o mayor sujeto a interdicción, que
derivó en el reclamo de inconstitucionalidad del artículo 8° de la Ley de Amparo, bajo
la consideración de que se resiente una afectación a los derechos a la igualdad ante
la ley y acceso a la justicia, por establecer un trato especial y diferenciado para esa
grupo vulnerable.
La naturaleza del asunto reviste una posible afectación o alteración de valores
sociales, políticos o, en general, de convivencia, bienestar o estabilidad del Estado
mexicano relacionados con la administración o impartición de justicia, por lo que se
requiere de la intervención urgente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación para
la definición de tales planteamientos.

Libertad de expresión.

Indemnización por reparación de daño moral.

El ejercicio de los derechos de la libertad de expresión y de información,


pueden afectar algún aspecto de la personalidad, la vida privada, honor, reputación e
imagen que puede recaer en un funcionario público o particular con relevancia pública,
por lo que debe ejercitarse con las limitantes previstas en los artículos 6° y 7°
constitucionales.

De ahí que se han suscitado diversas controversias en la delimitación de los


elementos de ponderación que darán lugar a la indemnización por reparación de daño
moral, por lo que se considera conveniente que la Suprema Corte de Justicia de la
Nación agote los temas plateados.
e) ESTUDIO DE DERECHO COMPARADO SOBRE JURISPRUDENCIA DE
DERECHOS HUMANOS, EMITIDA POR TRES RECONOCIDOS TRIBUNALES
CONSTITUCIONALES O TRIBUNALES INTERNACIONALES, CUYA APLICACIÓN SE
ENCUENTRA PENDIENTE EN MÉXICO.

POSTURAS DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL ITALIANO, LA CORTE


CONSTITUCIONAL COLOMBIANA Y EL TRIBUNAL EUROPEO DE DERECHOS
HUMANOS, EN TORNO A LA EUTANASIA (ESTUDIO COMPARADO).

I. Justificación. II. Marco constitucional y legal mexicano respecto del derecho a la vida.
III. Tribunal Constitucional Italiano. IV. Corte Constitucional de Colombia. V. Corte
Europea de Derechos humanos. VI. Fuentes de información.

I. Justificación.
La Suprema Corte de Justicia de la Nación se ha consolidado como un Tribunal
Constitucional, garante de los derechos humanos y de los principios rectores del Estado
Mexicano en el ámbito de la división de poderes, a fin de velar por el respeto de la
democracia en nuestro país.

El Tribunal Constitucional está en constante desarrollo de un importante acervo


jurisprudencial en materia de derechos fundamentales, pues emite criterios relevantes
sobre su protección y tutela, el alcance jurídico que tienen, pero sobre todo resuelve
casos “difíciles”, en los que pondera qué derecho fundamental debe tener mayor
prevalencia y cómo debe ser su aplicación conforme a la demanda del justiciable, y a las
directrices de la Constitución Federal y Tratados Internacionales en materia de derechos
humanos.

Como intérprete de la Ley Fundamental, se ha pronunciado sobre temas


sumamente relevantes para la vida nacional, y para ello, el examen que realiza no sólo
contempla aspectos jurídicos, sino también culturales, históricos, científicos; inclusive, en
ocasiones, acude al derecho comparado.

Así, como tema de estudio de derecho comparado, se propone el relativo a la


“Eutanasia”, pues sobre este tópico existe jurisprudencia sobre derechos humanos
emitida por el Tribunal Constitucional Italiano, la Corte Constitucional Colombiana y el
Tribunal Europeo de Derechos Humanos, en cuyas resoluciones ya fue materia de
análisis ese tema tan controvertido a nivel internacional.

Por su parte, la Suprema Corte de Justicia de la Nación no ha emitido


pronunciamiento al respecto; sin embargo, no debe extrañar que en un futuro no muy
lejano, sea sometido a debate en nuestro país, dado que es un tema de gran relevancia
e involucra el estudio y ponderación de múltiples derechos fundamentales.

II. Marco constitucional y legal mexicano respecto del derecho a la vida.

1
El artículo 1° constitucional,1 contiene el principio de igualdad para todos los
individuos que se encuentren en el territorio nacional.

Por su parte, el numeral 22 de la Ley Fundamental,2 prohíbe la pena de muerte.

De lo anterior se infiere que la teleología constitucional consiste en que por


ninguna causa se puede privar de la vida a alguien, lo que confirma que nuestra
Constitución Federal protege la vida de cualquier persona, pues la contempla como un
derecho fundamental inherente a todo ser humano, por ser un derecho supremo, sin el
cual no cabe la existencia y el disfrute de los demás derechos humanos.

Por su parte, el Código Penal Federal tipifica el delito de homicidio dentro del
título denominado delitos contra la vida y la integridad corporal; y en su capítulo III, se
encuentra inserto el artículo 312, cuyo bien jurídico protegido es la vida, y prevé el tipo
penal de auxilio o inducción al suicidio, es decir, prohíbe expresamente la Eutanasia
(activa directa).3 Dicho artículo dispone:

“Artículo 312.- El que prestare auxilio o indujere a otro para que se suicide, será
castigado con la pena de uno a cinco años de prisión; si se lo prestare hasta el punto de
ejecutar él mismo la muerte, la prisión será de cuatro a doce años”.

Hecha la precisión sobre el marco constitucional y legal de nuestro país, tocante


a la protección de la vida y prohibición de la Eutanasia, a continuación se hará referencia
a los criterios jurisprudenciales sobre derechos humanos de los tribunales
constitucionales e internacional en comento, en los que se abordó ese tema.

III. Tribunal Constitucional Italiano.

Uno de los casos más emblemáticos o leading case4, es el llamado “Caso


Englaro” cuyos antecedentes principales se relatan enseguida:

El dieciocho de enero mil novecientos noventa y dos, Eluana Englaro, estudiante


de veintidós años, sufrió un accidente de tráfico y quedó en estado de coma irreversible,
lo que ocasionó que su padre, que fungía como su tutor y representante legal, iniciara un
largo proceso legal para que se reconociera su derecho a suspender la alimentación e
hidratación parenteral que la mantenían en estado vegetativo.

Los tribunales de primer grado desecharon su petición y declararon que la


alimentación no es una terapia, sino una medida de sostenimiento vital y que en la
1
“Artículo 1°.- En los Estados Unidos Mexicanos todas las personas gozarán de los derechos humanos reconocidos en esta Constitución y en los
tratados internacionales de los que el Estado Mexicano sea parte, así como de las garantías para su protección, cuyo ejercicio no podrá restringirse
ni suspenderse, salvo en los casos y bajo las condiciones que esta Constitución establece…”.
2
“Artículo 22.- Quedan prohibidas las penas de muerte, de mutilación, de infamia, la marca, los azotes, los palos, el tormento de cualquier especie,
la multa excesiva, la confiscación de bienes y cualesquiera otras penas inusitadas y trascendentales. Toda pena deberá ser proporcional al delito
que sancione y al bien jurídico afectado…”.
3
DÍAZ ARANDA, Enrique. Debate sobre "Eutanasia" Relatoría y Propuesta. Instituto de Investigaciones Jurídicas UNAM. Consultable en:
http://www.juridicas.unam.mx/invest/areas/neisd/eutanasia/relato.htm
4
Seguidos por la prensa internacional. Véanse:
http://www.20minutos.es/noticia/449293/0/eluana/cronologia/eutanasia/#xtor=AD-15&xts=467263
http://elcomercio.pe/mundo/europa/eluana-englaro-cronologia-caso-que-dividio-italia-noticia-243773
http://www.elperiodico.com/es/noticias/mundo/20080802/parlamento-italiano-impide-desconexion-una-mujer-coma/print-43927.shtml

2
Constitución italiana el derecho a la vida excluye el derecho al “suicidio asistido”.
Agregaron, que un tratamiento que sea indispensable para la vida de una persona
incapaz es obligatorio porque está incluido dentro del deber de solidaridad y nunca se
podría distinguir entre vidas que merecen ser vividas y vidas que no la merecen.

A través de la interposición de diversos recursos, por sentencia del Tribunal


Supremo Italiano de dieciséis de octubre dos mil siete5, se declaró la posibilidad de
interrumpir la hidratación y la alimentación artificiales de un paciente en estado vegetativo
permanente, de acuerdo a ciertos supuestos.

Por sentencia de nueve de julio de dos mil ocho, el Tribunal de Apelación de


Milán, autorizó la suspensión de la alimentación e hidratación parenterales.
Posteriormente, el trece de noviembre de dos mil ocho, autorizó la desconexión de la
sonda que alimentaba e hidrataba a Eluana.

El Gobierno de la Lombardía se negó a acceder a la petición, por lo que el ocho


de octubre de dos mil ocho, el Tribunal Constitucional dio la razón a la Corte de Apelación
de Milán en su decisión de autorizar la desconexión de la sonda.

Así, el reconocimiento a la interrupción de la hidratación y alimentación artificiales


de un paciente en estado vegetativo permanente se reconoció, únicamente cuando se
actualicen dos supuestos: a) ese estado sea clínicamente irreversible, sin la más mínima
posibilidad de recuperación de la consciencia y según los criterios científicos
internacionales; y, b) la vida, la personalidad, las creencias religiosas y las convicciones
éticas, culturales y filosóficas del paciente, acrediten inequívocamente que de estar
consciente, no prestaría su consentimiento a la continuación del tratamiento médico6.

Por tanto, cuando no exista uno u otro requisito, el juez tendría que negar la
autorización, prevaleciendo entonces el derecho a la vida, independientemente de la
percepción que los demás puedan tener de la calidad de la vida.

Se acuñó también la doctrina del “Consentimiento Informado”, que propugna un


derecho del paciente a disponer del cuerpo, de modo que éste se encuentra en facultad
de aceptar o interrumpir de forma consciente una terapia y que puede ejercerlo en todas
y cada una de las fases de la vida, incluso en la fase terminal cuando lleve a la muerte.

En el caso que se analizó, la paciente llevaba años inconsciente y por ende, sin
posibilidad para ejercer directamente ese derecho a rechazar el tratamiento médico, lo
que generó que se transfiriera al representante el poder de decidir, no en lugar de ella,
sino “con ella”; esto es, “reconstruyendo la voluntad presunta del paciente inconsciente
teniendo en cuenta los deseos expresados antes de la pérdida de la consciencia o bien
infiriendo de aquella voluntad de su personalidad, de su estilo de vida, de sus
inclinaciones, valores de referencia y convicciones éticas, religiosas, culturales y
filosóficas”.

5
Cassazione civile, sez. I, Sentenza 16. 10. 2007 n° 21748.
6
GONZÁLEZ GARCÍA, Alejandro Manuel. “Decisiones de fin de vida: El caso Englaro”. Suprema Corte de Justicia de la Nación.

3
Debiendo pues, ante todo, actuar en el exclusivo interés de la incapaz, lo que no
supone que sus decisiones deban, siempre y necesariamente, orientarse a la
superviviencia del representado.

IV. Corte Constitucional de Colombia.

En Colombia, el Tribunal Constitucional se pronunció sobre el tema en la


sentencia C-239/19977, en la que analizó el caso en que José Eurípides Parra Parra,
reclamó la inconstitucionalidad del artículo 3268 del decreto 100 de 1980 -Código Penal-

Las consideraciones que dieron sustento a la declaratoria de inconstitucionalidad


del dispositivo indicado, consisten básicamente en que el derecho a morir dignamente,
no es una concesión del Estado, sino que se trata de un verdadero derecho fundamental
que se compone de dos aspectos básicos: a) la dignidad humana; y, b) la autonomía
individual.

El derecho a morir dignamente fue considerado un derecho autónomo,


independiente pero relacionado con la vida y otros derechos. No es posible considerar la
muerte digna como un componente del derecho a la autonomía, así como tampoco es
dable entenderlo como una parte del derecho a la vida. Sencillamente -expresó el
tribunal- se trata de un derecho fundamental complejo y autónomo que goza de las
mismas características y atributos que los demás derechos de esa categoría.

El Tribunal Constitucional Colombiano estableció que la muerte en condiciones


de dignidad, ya había sido reconocida en algunas fuentes normativas. En algunos
Estados la discusión fue pública y se despenalizó la eutanasia a través de mecanismos
de democracia directa como referendos, y en otras, la alternativa fue directamente la vía
legislativa. Sin embargo, en la gran mayoría de casos la dimensión subjetiva del derecho
a morir dignamente se dio a través de decisiones judiciales.

Fue entonces que los jueces optaron por dos vías. En primer lugar, aceptar que
existe una correlación muy estrecha entre el derecho a la vida, a la dignidad humana y a
la autonomía personal. Desde una interpretación sistemática de los derechos
fundamentales, sostuvieron que era posible que una persona decidiera autónomamente,
bajo ciertas circunstancias, provocar su propia muerte. De allí nace el derecho a morir
dignamente. En segundo lugar, los jueces, ante la tensión existente, decidieron
despenalizar la eutanasia como una manera de garantizar la vigencia de los derechos
constitucionales. En ese tenor, la penalización de esta práctica médica se convertía en
un obstáculo. No obstante, la despenalización no fue absoluta. Se establecieron unas
condiciones, sin las cuales provocar la muerte de una persona sería igualmente
considerado un delito.

Con base en ello, el Tribunal Constitucional Colombiano, entre otras acciones,


ordenó que el Ministerio de Salud acompañara al paciente y a su familia en ayuda

7
Consultable en: http://www.corteconstitucional.gov.co/relatoria/1997/c-239-97.htm
8
“Artículo 326. Homicidio por piedad. El que matare a otro por piedad, para poner fin a intensos sufrimientos provenientes de lesión corporal o
enfermedad grave o incurable, incurrirá en prisión de seis meses a tres años”.

4
psicológica, médica y social, para que la decisión no generara efectos negativos en el
núcleo familiar, ni en la situación misma del paciente. Esa atención debía llevarse a cabo
durante todas las fases de decisión y ejecución del procedimiento orientado a hacer
efectivo el derecho.

Además, se exhortó al Congreso para que regulara esta práctica y creara un


protocolo o guía de manejo estandarizado para su realización.

V. Corte Europea de Derechos Humanos.

La resolución más reciente la emitió el Tribunal de Estrasburgo (CEDH), el cinco


de junio de dos mil quince, en el caso Lambert y Otros vs Francia (caso 46043/14),9 en
la que se analizó la decisión del médico tratante de suspender la nutrición e hidratación
de Vincent Lambert, quien sufrió una lesión en un accidente de tráfico en dos mil ocho,
que lo dejó en estado tetrapléjico y totalmente dependiente.

Después de un procedimiento en el que se había suspendido la aplicación de la


decisión del médico, el Consejo de Estado Francés, basándose en el informe de un
experto médico, declaró legal la decisión adoptada por el referido médico tratante Vincent
Lambert de suspender su nutrición artificial e hidratación, los que eran su único medio de
subsistencia.

Ante tal situación, los familiares de Lambert (Padres, hermana y medio hermano),
formularon una solicitud ante la Corte Europea de Derechos Humanos, en la que adujeron
que el retiro de nutrición e hidratación artificial, originaría el incumplimiento de las
obligaciones del Estado, previstas en el artículo 2° del Convenio para la Protección de
los Derechos Humanos y de las Libertades Fundamentales.10

La Corte Europea analizó el referido artículo 2° y determinó que la resolución del


Consejo de Estado Francés se ajustó a dicho precepto, porque consideró que se hizo
una distinción entre quitar intencionalmente la vida artificialmente e interrumpir
mecanismos de sostén vital en circunstancias específicas.

Concluyó que no se violaba el derecho a la vida en su aspecto negativo (no quitar


la vida a nadie).

Respecto a las obligaciones positivas, para la Corte Europea debe considerarse


el margen de apreciación de cada Estado, porque no hay un consenso en Europa sobre
permitir o quitar las medidas de soporte vital, aunque estimó que sí existía consenso en
dar gran importancia a los deseos del paciente en el proceso de toma de decisiones.

Por lo que -estimó- los Estados tienen un margen de apreciación sobre los
medios para lograr un balance entre la protección del derecho a la vida del paciente y la
protección de su derecho al respeto a la vida privada y la autonomía personal.

9
Consultable en: http://hudoc.echr.coe.int/eng?i=001-155352#{"itemid":["001-155352"]}
10
“1. El derecho de toda persona a la vida está protegido por la ley. Nadie podrá ser privado de su vida intencionadamente, salvo en ejecución de
una condena que imponga la pena capital dictada por un Tribunal al reo de un delito y que la ley establece esa pena”

5
Y, para dicho tribunal, el proceso de toma de decisiones que se hizo en el caso
Lambert, cumplió las disposiciones de la Ley Francesa (Ley “Leonetti”), es decir, el
Tribunal dictaminó que el Consejo de Estado había delimitado clara y con precisión el
alcance de la Ley para las personas desahuciadas y enfermas, de modo que las
peticiones de los demandantes no estaban motivadas. Aunado a que el procedimiento
empleado por el médico tratante11 fue legal, porque tomó en cuenta todos los elementos
necesarios en la aplicación de la ley.

CONCLUSIÓN
Las resoluciones de los tribunales constitucionales comparten elementos
comunes que los llevaron a la autorización, básicamente en el sentido de que el derecho
a morir dignamente, se trata de un verdadero derecho fundamental compuesto por dos
aspectos la dignidad humana y la autonomía individua del paciente.

VI. Fuentes de información.

- CARPIZO, Jorge y VALADÉS, Diego. Derechos Humanos, Aborto y Eutanasia.


Instituto de Investigaciones Jurídicas UNAM. 2008.
- Cassazione civile, sez. I, Sentenza 16. 10. 2007 n° 21748.
- DÍAZ ARANDA, Enrique. Debate sobre "Eutanasia" Relatoría y Propuesta. Instituto
de Investigaciones Jurídicas UNAM. Consultable en:
http://www.juridicas.unam.mx/invest/areas/neisd/eutanasia/relato.htm
- DÍAZ ARANDA, Enrique. Dogmática del suicidio y homicidio consentido. Madrid.
España. Ed. Universidad Complutense de Madrid y Ministerio de Justicia. 1995.
- GONZÁLEZ GARCÍA, Alejandro Manuel. “Decisiones de fin de vida: El caso
Englaro”. Suprema Corte de Justicia de la Nación.
- TREJO GARCÍA, Elma del Carmen. Legislación Internacional y Estudio de
Derecho Comparado de la Eutanasia. Centro de Documentación, Información y
Análisis de la Dirección de Servicios de Investigación y Análisis de la Cámara de
Diputados LX Legislatura. 2007.
- Página web: http://www.corteconstitucional.gov.co/relatoria/1997/c-239-97.htm.
- Página web: http://hudoc.echr.coe.int/eng?i=001-155352#{"itemid":["001-
155352"]}.

11
El Consejo de Estado estableció una lista de elementos a evaluar para motivar una decisión de parar los tratamientos: elementos médicos y no
médicos, en un gran periodo, estudiados colegialmente, la evolución del estado, la voluntad del paciente y la opinión de la familia y de los parientes.

6
f) PERFILES PARA INTEGRAR LA PONENCIA COMO MINISTRA DE LA SUPREMA
CORTE DE JUSTICIA DE LA NACIÓN.
La Suprema Corte de Justicia de la Nación es el Máximo Tribunal del país. De
conformidad con la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, los
nombramientos de los Ministros deberán recaer entre aquellas personas que hayan
servido con eficiencia, capacidad y probidad en la impartición de justicia o que se hayan
distinguido por su honorabilidad, competencia y antecedentes profesionales en el
ejercicio de la actividad jurídica.
De igual manera, la Carta Magna establece que la carrera judicial se regirá por
los principios de excelencia, objetividad, imparcialidad, profesionalismo e
independencia; los cuales han sido definidos en el Código de Ética del Poder Judicial
de la Federación y tienen como hilo conductor a la independencia judicial.
Así, es un derecho de los justiciables que la administración de justicia sea
impartida por jueces con autoridad moral que garanticen una justicia accesible, pronta,
completa, imparcial y previsible, basada en la letra o la interpretación jurídica de la ley
y, a falta de ésta, en los principios generales del derecho, sin que se privilegie cualquier
otro interés.
Esto, a fin de cumplir con las obligaciones constitucionales de promover,
respetar, proteger y garantizar los derechos humanos de conformidad con los principios
de universalidad, interdependencia, indivisibilidad y progresividad. Además de prevenir,
investigar, sancionar y reparar las violaciones a los derechos humanos.
Acorde con lo anterior, estimo que el perfil de los integrantes de la Ponencia de
un Ministro del Máximo Tribunal del país debe colmar lo antes mencionado, a fin de que
exista una coincidencia en la manera de visualizar, entender y ejercer el derecho, y en
los valores que deben regir la actuación profesional de las personas, para que se realice
una impartición de justicia con los alcances exigidos en la Constitución Federal y en los
Instrumentos Internacionales.
Precisamente, en función de esto último, resulta indispensable que el personal
de la ponencia tenga pleno conocimiento tanto de la legislación y la jurisprudencia local,
como de la internacional que resulte aplicable y orientadora para el Estado Mexicano,
con el propósito de que se cumplan las exigencias del marco legal vigente, conformado
por un “catálogo constitucional de derechos humanos” previstos en la Constitución
Federal y en los tratados internacionales de los que el Estado mexicano sea parte.
Es pues, necesario, que el perfil de los integrantes de la ponencia cumpla con
dos requisitos necesarios; el primero, relacionado con el conocimiento del derecho
(nacional e internacional) y, el segundo, con el cumplimiento de los principios y valores
de un juzgador en el ejercicio de la administración de la justicia. Ambos requisitos
resultan indisolubles para alcanzar los objetivos de justicia plena y efectiva, además de
imparcial, que se encuentre revestida de autoridad moral por parte de sus ejecutores.

1
a) TRES SENTENCIAS EN LAS QUE HA SIDO PONENTE LA MAGISTRADA NORMA
LUCÍA PIÑA HERNÁNDEZ Y REFLEJAN SU ENTENDIMIENTO DE LA
CONSTITUCIÓN Y LOS DERECHOS HUMANOS.

RESOLUCIÓN EMITIDA EN EL JUICIO DE AMPARO DIRECTO D.A. 320/2013 DEL


ÍNDICE DEL DÉCIMO CUARTO TRIBUNAL COLEGIADO EN MATERIA
ADMINISTRATIVA DEL PRIMER CIRCUITO, EMITIDA BAJO LA PONENCIA DE LA
MAGISTRADA NORMA LUCÍA PIÑA HERNÁNDEZ.

Aspectos relevantes del asunto.

La quejosa promovió demanda de amparo directo en contra de la sentencia emitida


por la Primera Sala Regional Metropolitana del Tribunal Federal de Justicia y
Administrativa, en la que, si bien se declaró la nulidad de la resolución mediante la que
se le determinó el monto de su cuota pensionaria, tal nulidad no satisfizo, en su integridad
la pretensión planteada en su demanda de nulidad, en el sentido de que le fuesen
integradas a tal pensión diversos emolumentos que percibía antes de causar baja en la
dependencia en la que prestaba sus servicios públicos.

Este asunto fue resuelto cuando recién entraron en vigor las disposiciones
contenidas en la nueva Ley de Amparo, expedida mediante decreto publicado en el Diario
Oficial de la Federación el 2 de abril de 2013; entre las que destaca el artículo 170,
fracción II, de dicho ordenamiento, en el que se limitó la procedencia del amparo
directo, contra sentencias dictadas por los tribunales de lo contencioso
administrativo, cuando éstas fueran favorables al quejoso, y se fijaron como
requisitos para tal procedencia 1) el que se hicieran valer conceptos de violación en
contra de las normas generales aplicadas; 2) la autoridad demandada en el juicio de
nulidad interpusiera recurso de revisión en materia contencioso administrativa y; 3) Tal
recurso de revisión sea admitido y sea considerado procedente y fundado.

La resolución del tribunal refleja el entendimiento de la Constitución y los derechos


humanos.

En la ejecutoria se indicó que atendiendo al principio pro persona consagrado en


el artículo 1º, segundo párrafo, de la Constitución Política de los Estados Unidos
Mexicanos, se debe analizar, en cada caso concreto, si la sentencia reclamada fue
favorable al quejoso para determinar la procedencia del amparo directo, porque tal
supuesto normativo no puede entenderse como una limitante irrestricta para los
justiciables en el ejercicio de sus derechos fundamentales de tutela judicial efectiva, de
un recurso sencillo y rápido, consagrados en los artículos 17, constitucional y 25, de la
Convención Americana de Derechos Humanos (Pacto de San José, Costa Rica).

Por lo tanto, en función, precisamente, a que en los juicios contenciosos


administrativos federales existían diversas clases de nulidad, algunas de las cuales
incluso, también debían reconocer la existencia de un derecho; entonces, se debía
atender a la litis originalmente plateada, para así determinar si el promovente de amparo

1
obtuvo o no una sentencia favorable a sus pretensiones, lo cual incidiría, en cada caso
concreto, en la procedencia del amparo directo.

Por ello, no obstante que en la sentencia reclamada se hubiese declarado la


nulidad de la resolución impugnada, tal sentencia no podía entenderse como favorable a
los intereses de la quejosa, en términos del artículo 170 de la Ley de Amparo vigente,
debido a que la pretensión sobre la inclusión de otras percepciones no había sido
satisfecha con dicha declaratoria de nulidad; por lo que, la acción de amparo ejercida por
la quejosa en la vía directa, resultaba procedente.

Precisamente después de la emisión de esta ejecutoria, la Suprema Corte de


Justicia de la Nación, en coincidencia con el criterio adoptado en la ejecutoria en comento,
emitió la tesis de rubro “AMPARO DIRECTO. LA FRACCIÓN II DEL ARTÍCULO 170 DE
LA LEY DE AMPARO RESPETA EL DERECHO DE ACCESO A LA JUSTICIA
[ABANDONO DE LAS TESIS 2a. LXXVII/2014 (10a.), 2a. LXXV/2014 (10a.) Y 2a.
LXXVI/2014 (10a.) (*)]”.

RESOLUCIÓN DE QUEJA XI-113/2009 DEL ÍNDICE DEL DÉCIMO CUARTO


TRIBUNAL COLEGIADO EN MATERIA ADMINISTRATIVA DEL PRIMER CIRCUITO,
EMITIDA BAJO LA PONENCIA DE LA MAGISTRADA NORMA LUCÍA PIÑA
HERNÁNDEZ.

Aspectos relevantes del asunto.

El quejoso fue un menor de edad que acudió al juicio de amparo, por conducto de
su padre a reclamar una resolución emitida por la Comisión de Honor del Consejo
General Consultivo del Instituto Politécnico Nacional, en la que resolvió ratificar la sanción
impuesta por el Director del Plantel, lng. Fidel Pineda Domínguez, consistente en la baja
definitiva del Instituto Politécnico Nacional.

El quejoso solicitó la suspensión para el efecto de que no se le impidiera realizar


los trámites de inscripción, el acceso al plantel, tomar clases y seguir inscrito en el Centro
de Estudios Científicos y Tecnológicos “Gonzalo Vázquez Vela”, del Instituto Politécnico
Nacional. El Juez de Distrito que conoció de la demanda, determinó negar la suspensión
solicitada, ya que de concederse, se estarían constituyendo derechos los que eran
propios de la sentencia ejecutoriada que se dictara en el juicio de amparo.

Inconforme con la negativa de la suspensión, el quejoso interpuso el recurso de


queja previsto en el artículo 95, fracción XI de la Ley de Amparo.

La resolución del tribunal refleja el entendimiento de la Constitución y los derechos


humanos.

El Tribunal determinó revocar el auto recurrido y conceder la suspensión solicitada


por el quejoso para el efecto de que no se le impidiera realizar los trámites de inscripción,
el acceso al plantel, tomar clases y seguir inscrito en el Centro de Estudios Científicos y
Tecnológicos “Gonzalo Vázquez Vela” del Instituto Politécnico Nacional.
2
Lo anterior con base en una ponderación que se realizó entre los daños y perjuicios
posibles que se ocasionaría a la esfera jurídica del menor y la afectación al orden público,
tomando en consideración lo dispuesto por la Declaración de los Derechos del Niño,
aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 20 de noviembre de 1959
y en la Convención sobre los Derechos del Niño adoptada y abierta a la firma y ratificación
por la Asamblea General en su resolución 44/25, de 20 de noviembre de 1989, que entró
en vigor el 2 de septiembre de 1990, de conformidad con el artículo 49, ratificada por
México el 21 de septiembre de 1990, en vigor el 21 de octubre de 1990.

Se concluyó que con relación a todas las medidas concernientes a los niños que
adopten las instituciones públicas o privadas de bienestar social, los tribunales, las
autoridades administrativas o los órganos legislativos, la consideración primordial a la
que se debe atender es el interés superior del niño y que un derecho fundamental de éste
es la educación.

Y se estimó que el daño que se la causaría al menor quejoso, en caso de no


concederse la suspensión provisional del acto reclamado, para los efectos y
consecuencias solicitados, sería mayor de negarse la suspensión, ya que, aun
obteniendo una sentencia favorable no podría reponerse el tiempo en que dejó de
estudiar.

El criterio emitido por el tribunal fue de gran trascendencia porque tomando en


cuenta el interés superior del niño se decidió apartarse de una tesis aislada sustentada
por la Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, de rubro:
“UNIVERSIDADES Y ESCUELAS, IMPROCEDENCIA DE LA SUSPENSIÓN CONTRA
LAS CORRECCIONES DISCIPLINARIAS QUE IMPONGAN A LOS ALUMNOS”.

Y ello se realizó justificándose en una visión protectora de los derechos de los


menores y en atención a los tratados internacionales sobre derechos humanos suscritos
por nuestro país, aun y cuando el artículo 1° constitucional, no había sido reformado.

Cabe destacar que, en fecha posterior a la que se emitió la sentencia que se


comenta (14 de agosto de 2009), la Suprema Corte emitió un criterio similar en la
jurisprudencia 2a./J. 16/2010, de rubro: “SUSPENSIÓN. LOS EFECTOS DE LA QUE SE
CONCEDE CONTRA LAS CONSECUENCIAS DERIVADAS DE LA ORDEN DE NO
VALIDAR LA INSCRIPCIÓN DE UN ALUMNO EN UNA INSTITUCIÓN EDUCATIVA,
COMPRENDEN LA POSIBILIDAD DE PRESENTAR EXÁMENES Y, EN SU CASO,
ACCEDER A GRADOS ULTERIORES.”.

SENTENCIA DICTADA EN EL AMPARO EN REVISIÓN R.A. 401/2008 DEL ÍNDICE


DEL DÉCIMO CUARTO TRIBUNAL COLEGIADO EN MATERIA ADMINISTRATIVA
3
DEL PRIMER CIRCUITO, BAJO LA PONENCIA DE LA MAGISTRADA NORMA LUCÍA
PIÑA HERNÁNDEZ.

Aspectos relevantes del asunto.

Los quejosos acudieron al juicio de amparo, por conducto de su representante


legal, a reclamar de diversas autoridades de la Secretaría de Salud, el acto mediante el
cual se ordena la desaparición de cinco de las nuevas clínicas con las que cuenta el
Hospital Juan N. Navarro, así como la orden de traslado y/o atenderlo en un espacio
diferente para su tratamiento. Los quejosos se encuentraban sometidos a un tratamiento
psiquiátrico.

El Juez de Distrito que conoció de la demanda, determinó conceder la suspensión


de oficio solicitada por el quejoso para el efecto de que las autoridades responsables se
abstuvieran de reubicar el Hospital Juan N. Navarro y trasladar al impetrante de garantías
a un diverso inmueble, hasta en tanto se resolviera el fondo del juicio constitucional.

Inconforme con la concesión de la suspensión, las autoridades responsables


interpusieron el recurso de revisión.

La resolución del tribunal que refleja el entendimiento de la Constitución y los


derechos humanos.

El Tribunal determinó modificar el auto recurrido y conceder la suspensión


solicitada por los quejosos para el efecto de que las autoridades responsables siguieran
prestando el derecho a la salud mental de los quejosos con la misma calidad, eficiencia
y dignidad que hasta la presentación de la demanda de amparo se venía realizando, en
los lugares, hospitales o clínicas que cumplieran con dicha exigencia.

Lo anterior con base en una interpretación del derecho humano a la salud previsto
en el artículo 4 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. Se ponderó
el derecho a la salud de los quejosos y la necesidad pública de reubicar o construir nuevos
hospitales.

Del análisis realizado al artículo 4 constitucional, del marco legal existente en la


materia de conformidad con los criterios orientadores emitidos por la Suprema Corte se
determinó que el derecho a la protección de la salud de calidad del gobernado es una
garantía constitucional.

Que la ley definirá las bases y modalidades para el acceso a los servicios de salud
y establecerá la concurrencia de la Federación y las entidades federativas en materia de
salubridad general, conforme a lo que dispone la fracción XVI del artículo 73 de la
Constitución.

Que el derecho a la protección de la salud previsto en el artículo 4, tercer párrafo,


de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, es una responsabilidad
social.
4
Que el derecho a la protección de la salud se traduce en la obligación del Estado
de establecer los mecanismos necesarios para que todas las personas tengan acceso a
los servicios de salud y que ésta es una responsabilidad que comparten el Estado y la
sociedad.

Con base en el marco normativo expuesto, el tribunal emitió criterio en el sentido


de que, ni del artículo 4 constitucional, ni de los artículos legales y reglamentarios en
materia de salud se advertía que los quejosos tenían derecho a la protección de su salud
en un determinado lugar, hospital o clínica, específicamente, en el Hospital Juan N.
Navarro.

Es decir, el derecho a la protección de la salud previsto en el artículo 4, tercer


párrafo, de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, no impone a las
autoridades que presten dicho servicio en el Hospital Juan N. Navarro o en un hospital
determinado; pero sí que tal servicio sea de calidad.

Por lo anterior, se concluyó que la suspensión de oficio debía concederse, para el


efecto de que las autoridades responsables siguieran prestando el derecho a la salud
mental de los quejosos con la misma calidad, eficiencia y dignidad que hasta la
presentación de la demanda de amparo se venía realizando, en los lugares, hospitales o
clínicas que cumplieran con dicha exigencia.

Y que, la suspensión de oficio decretada, no impedía a las autoridades la


remodelación, reubicación o traslado del Hospital Juan N. Navarro, o el cierre de clínicas,
en las que se venía prestando la atención médica a los quejosos.

El criterio emitido por el tribunal fue de gran trascendencia porque reconociéndose


el derecho fundamental a la salud del particular, se determinó que dicho derecho no era
ilimitado en cuanto a los espacios físicos del servicio, tomando en consideración para ello
que el traslado de los pacientes era, precisamente mejorar los servicios de salud de la
población en general.

Es decir, el criterio fijado por el tribunal vino a modular el derecho a la salud, al


establecer un matiz relativo a la prestación del servicio de salud.

5
b) TRES VOTOS PARTICULARES EMITIDOS POR LA MAGISTRADA NORMA LUCÍA
PIÑA HERNÁNDEZ, QUE REFLEJAN INTERPRETACIÓN CONSTITUCIONAL.

VOTO PARTICULAR EMITIDO POR LA MAGISTRADA NORMA LUCÍA PIÑA


HERNÁNDEZ, EN EL RECURSO DE QUEJA Q.A. 109/2014 DEL ÍNDICE DEL DÉCIMO
CUARTO TRIBUNAL COLEGIADO EN MATERIA ADMINISTRATIVA DEL PRIMER
CIRCUITO.

Aspectos relevantes del asunto.

La quejosa promovió demanda de amparo indirecto en contra de diversos oficios


mediante los cuales se le ordenó retirara sus comercios de la vía pública. El Juez de
Distrito desechó la demanda de amparo, al actualizar la causal de improcedencia de
manera notoria prevista en el artículo 113, en relación con el diverso 61, fracción XX,
ambos de la Ley de Amparo, en virtud de que contra los actos reclamados debió agotarse,
previamente, el juicio de nulidad ante el Tribunal de lo Contencioso Administrativo del
Distrito Federal.

Contra el referido auto de desechamiento de la demanda de amparo, la quejosa


interpuso el recurso de queja, en el que la mayoría de los integrantes del Tribunal
Colegiado que integraba la suscrita, determinaron confirmar ese auto.

Justificación

En el voto particular se disintió del criterio mayoritario al haberse considerado que


se debió analizar con mayor amplitud la excepción al principio de definitividad prevista en
la fracción XX del artículo 61 de la Ley de Amparo, en concordancia con el artículo 107,
fracción IV, de la Constitución, referente a que el juicio de amparo será improcedente
cuando exista un medio ordinario de defensa por el cual el acto reclamado pudiera ser
modificado, revocado o nulificado “siempre que conforme a las mismas leyes se
suspendan los efectos de dichos actos de oficio o mediante la interposición del juicio,
recurso o medio de defensa legal que haga valer el quejoso, con los mismos alcances
que los que prevé esta Ley y sin exigir mayores requisitos que los que la misma consigna
para conceder la suspensión definitiva, ni plazo mayor que el que establece para el
otorgamiento de la suspensión provisional, independientemente de que el acto en sí
mismo considerado sea o no susceptible de ser suspendido de acuerdo con esta Ley”.

Se precisó que para el estudio relativo, en que se efectuara la comparación de los


requisitos establecidos en ambas legislaciones para el otorgamiento de la suspensión de
los actos reclamados (Ley Orgánica del Tribunal de lo Contencioso Administrativo del
Distrito Federal y Ley de Amparo), se debía analizar el requisito previsto en el artículo
107, fracción IV, de la Constitución Federal, reproducido en el diverso 61, fracción XX, de
la Ley de Amparo, consistente en que las leyes que regulaban el medio ordinario de
defensa no establecieran un plazo mayor que el previsto en la Ley de Amparo para el
otorgamiento de la suspensión provisional.

1
Con posterioridad a la emisión del voto particular en comento, la Suprema Corte
de Justicia de la Nación, bajo similar criterio, incluyó en el análisis del principio de
definitividad, el verificar que la ley que regule al acto reclamado no establezca un plazo
mayor que el señalado en la Ley de Amparo para conceder la suspensión; lo que se
reflejó en la tesis de la Segunda Sala, de rubro “RESOLUCIONES ADMINISTRATIVAS
IMPUGNABLES ANTE EL TRIBUNAL FEDERAL DE JUSTICIA FISCAL Y
ADMINISTRATIVA. EL PLAZO PARA OTORGAR LA SUSPENSIÓN CONFORME AL
ARTÍCULO 28, FRACCIÓN III, INCISO C), DE LA LEY FEDERAL DE PROCEDIMIENTO
CONTENCIOSO ADMINISTRATIVO, ES EQUIVALENTE AL PREVISTO EN LA LEY DE
AMPARO, PARA EFECTOS DE LA OBSERVANCIA DEL PRINCIPIO DE
DEFINITIVIDAD (LEGISLACIÓN VIGENTE A PARTIR DEL 3 DE ABRIL DE 2013)”.

VOTO PARTICULAR EMITIDO POR LA MAGISTRADA NORMA LUCÍA PIÑA


HERNÁNDEZ, EN EL JUICIO DE AMPARO DIRECTO D.A. 247/2014 DEL ÍNDICE DEL
DÉCIMO CUARTO TRIBUNAL COLEGIADO EN MATERIA ADMINISTRATIVA DEL
PRIMER CIRCUITO.

Aspectos relevantes del asunto.

El quejoso fue custodio de un Centro de Reclusión, perteneciente a la policía de la


Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal; en su demanda de amparo reclamó
la sentencia en la que la Sala Superior del Tribunal de lo Contencioso Administrativo del
Distrito Federal, en la que se declaró la nulidad de la resolución mediante la que se le
destituyó de su cargo, para el sólo efecto de que se repusiera el procedimiento
disciplinario en que se emitió tal resolución sancionatoria.

Por lo que, a través de la demanda de amparo, buscó mayores beneficios que los
que le fueron otorgados con la nulidad decretada por la Sala responsable.

En criterio de la mayoría del Tribunal Colegiado que la suscrita integró, los


conceptos de violación formulados por el impetrante resultaron ineficaces en la medida
en que no atacaban las razones por virtud de las cuales, la Sala responsable arribó a la
determinación vertida en la sentencia reclamada.
.
Justificación

En el voto particular se consideró que no debieron calificarse de ineficaces los


argumentos del quejoso bajo la razón de que no controvertían las razones sustentadas
en el fallo reclamado.

Lo anterior porque ante la calidad del quejoso, operaba la suplencia de la queja


acorde a lo establecido en el artículo 79, fracción V, de la Ley de Amparo y, por ende, el
análisis del asunto no debió limitarse a lo que el impetrante alegó en sus conceptos de
violación.

Precepto del que se infería que la suplencia de la queja además de que operaba
a favor de los trabajadores cuyas relaciones tradicionalmente se encontraban reguladas
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por del derecho laboral, también operaba en beneficio de aquellos sujetos cuya
relación entre empleador y empleado, estaba regulada por el derecho
administrativo.

Y que esta suplencia, inclusive, opera para ese supuesto, aun ante la ausencia de
conceptos de violación.

Se precisó que Nuestro Máximo Tribunal había reiterado en diversas


jurisprudencias que los grupos constituidos por militares, marinos, personal del servicio
exterior, agentes del Ministerio Público, peritos y miembros de las instituciones policiales,
a que se refiere la fracción XIII, del apartado B, del artículo 123, de la Constitución Política
de los Estados Unidos Mexicanos, tenían una relación de naturaleza administrativa con
el poder público debido a que, al diferenciar a ese grupo de servidores públicos en las
reglas que regían las relaciones del Estado con sus trabajadores y precisar que deberían
regirse por sus propias leyes, la citada disposición constitucional los excluía de la
aplicación de las normas de trabajo para los servidores públicos del Estado.

Por lo que, si el amparista cuestionaba la sentencia reclamada, en la que se


resolvieron cuestiones vinculadas con sus relaciones con la Secretaría de
Seguridad Pública del Distrito Federal, derivadas de su calidad policía, miembro de
dicha Institución, esto es, de una relación entre empleador y empleado, regulada
por el derecho administrativo; entonces, procedía la suplencia de la queja, aun ante la
ausencia de los conceptos de violación.

Y en ese sentido, el asunto debió analizarse tomando en cuenta esa institución y


al margen de los alegado por el impetrante, a fin de determinar si estuvo o no apegada a
derecho la sentencia reclamada.

La importancia del criterio sustentado en el voto particular en comento, radicó en


la falta de claridad en los supuestos que actualizan la suplencia de la queja en comento;
ello, considerando que esta institución fue implementada en la Ley de Amparo con la
finalidad de impedir denegación de justicia por razones meramente técnico procesales.

VOTO PARTICULAR EMITIDO POR LA MAGISTRADA NORMA LUCÍA PIÑA


HERNÁNDEZ, EN EL RECURSO DE RECLAMACIÓN 7/2015 DEL ÍNDICE DEL
DÉCIMO CUARTO TRIBUNAL COLEGIADO EN MATERIA ADMINISTRATIVA DEL
PRIMER CIRCUITO.

Aspectos relevantes del asunto.

El quejoso durante el trámite de un juicio de amparo directo, solicitó fuese llamada,


en su calidad de tercero interesada, a una institución crediticia distinta de la señalada
inicialmente con tal carácter, en virtud de una posible sustitución procesal.

Solicitud a la que recayó el acuerdo en que se negó reconocerle la calidad de


tercero interesada a la institución bancaria indicada por el quejoso, por haberse estimado
con fundamento en lo establecido en el artículo 5°, fracción III, inciso b), de la Ley de
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Amparo, que dicha institución no había sido contraparte del quejoso en el juicio de nulidad
origen de la sentencia reclamada; auto que fue impugnado a través del recurso de
reclamación en que se emitió el voto particular que nos ocupa.

La decisión de la mayoría del Tribunal Colegiado que, en su momento, integró la


suscrita, calificó de inoperantes los agravios, al considerar que no controvertían la
consideración fundamental expresada en el auto impugnado y, por otra, porque
adversamente a lo señalado por el recurrente (quejoso), no se actualizaba el supuesto
previsto en el artículo 5º, fracción III, inciso b), de la Ley de Amparo vigente, para
considerar como tercero interesado a la referida institución bancaria.

Justificación

En el voto particular se señaló que la solicitud del quejoso implicaba que se


analizara una posible sustitución procesal y que, por lo tanto, se emplazara en el juicio
de amparo como tercero interesado a la aludida institución bancaria, en tanto tercero
interesada en el juicio de nulidad de la diversa institución bancaria, derivado de la
reversión de la propiedad de un inmueble, de la que se hacía referencia en los
documentos que al efecto acompañó el impetrante.

Por lo que se advirtió que la pretensión del quejoso fue que se llamara al juicio de
amparo a aquélla institución bancaria, como tercero interesada, al estimar que a partir de
dicha reversión de propiedad ésta había adquirido el carácter de tercera interesada (lo
que conllevaba jurídicamente una sustitución procesal entre ambas instituciones
crediticias), por lo que debía emplazársele, para que conociera del juicio de amparo,
solicitando incluso que se le diera vista a dicha institución con su promoción.

No obstante, tanto en el auto recurrido como en la resolución recaída al recurso


de reclamación, se determinó que no le asiste el carácter de tercero interesado a dicha
institución bancaria, porque no había sido contraparte del quejoso en el juicio de nulidad;
siendo que la cuestión a dilucidar versaba sobre la posible existencia de la aludida
sustitución procesal, en función de los documentos exhibidos por el promovente del
amparo.

La importancia del criterio sustentado en el voto particular en comento, consistió


en priorizar, inclusive sobre cuestiones argumentativas, el garantizar que todo individuo
que pudiese resentir alguna afectación con la sentencia que se emitiera en el juicio de
amparo, no le fuese conculcado su derecho fundamental de audiencia, al darle
intervención en su calidad de tercero interesado; ello, derivado de una interpretación pro
persona a lo establecido en el artículo 5, fracción III, inciso b), de la Ley de Amparo, que
define a quién debe darse intervención como tercero interesado en un juicio de amparo.

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