Estado - Sociedad - y - Educacion - en - Argentina 1
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conjunto de instituciones
Filmus, Daniel- públicas supuestamente
destinadas a elevar la
calidad de vida de la fuerza
El keynesianismo
es la teoría que
de trabajo o de la población
ESTADO, SOCIEDAD Y EDUCACIÓN EN ARGENTINA: en su conjunto y a reducir
afirma que el
Estado debe las diferencias sociales
intervenir en la ocasionadas por el
economía para UNA APROXIMACIÓN HISTÓRICA funcionamiento del
mantener el mercado.
equilibrio y revertir
los ciclos de crisis.
Defiende que el Existe consenso acerca de que la crisis del "Estado keynesiano benefactor" exige
mercado no se repensar el modelo de articulación entre Estado y sociedad que surge a partir de la
regula de forma debacle económica mundial de 1929. Sin embargo, este consenso no se extiende a la
natural, por lo que
los Gobiernos interpretación de las causas de la crisis y a las propuestas acerca de una nueva forma de
deben minimizar relación entre estos actores. Desde las concepciones que han tenido gran predicamento a
las fluctuaciones partir de la década de los '80, el cuestionamiento principal hacia este tipo de Estado ha
económicas. El
estado keynesiano sido su preponderante intervención en todos los órdenes de la vida social y productiva. En
surgió en 1930 y particular se critica su papel en la conducción y gestión del modelo ele desarrollo, su
se desarrolló incursión en actividades empresariales y su función en la distribución del producto
ampliamente en
toda la segunda nacional a través de la implementación de políticas sociales y asistenciales. Desde estas
posguerra, mismas perspectivas se propone que el activo rol del Estado inhibió al mercado y a la
caracterizándose sociedad civil de mayores posibilidades de participación en el espacio público.
por una notoria
intervención del Este debate ha alcanzado también al ámbito educativo. Muchos de quienes proponen el
estado en las retiro del Estado de la arena social argumentando que el mercado es el mejor distribuidor
políticas de los recursos, incluyen a la educación como un espacio que el Estado debe delegar en
económicas,
Desde el gran parte en el propio mercado y en la sociedad civil. En la mayor parte de los casos,
absolutismo el estas concepciones postulan restringir la actividad educativa oficial a la prestación de la
mercantilismo escolaridad básica.
desarrolló un
incipiente En nuestra concepción, este enfoque plantea una visión parcial de la problemática.
capitalismo Percibe jifias políticas educativas únicamente como parte de las políticas sociales de
mercantil. distribución creadas por el Estado benefactor con el objetivo de atender las necesidades
de los grupos y sectores sociales en proceso de integración Esta visión restringida impide
analizar el conjunto de funciones que desempeñó y aún hoy desempeña el sistema
educativo en las sociedades modernas. Concebir la educación únicamente como política
social no permite, por ejemplo, valorar el rol de la escuela respecto de la construcción de
la nacionalidad, de la ciudadanía y del crecimiento económico. Roles en torno a los cuales
también es necesario plantear un nuevo modelo de articulación entre Estado y sociedad.
Como veremos más adelante, las perspectivas que proponen el monopolio estatal en el
diseño, conducción y gestión de las instituciones educativas y se oponen a cualquier
estrategia que implique ampliar la capacidad de participación y decisión de la sociedad y
de los actores del proceso educativo, también brindan una visión restringida de la
problemática. Visión que no da cuenta de las transformaciones sociales ocurridas en los
últimos años.
En este marco, es necesario destacar que muchas de las funciones que cumple la
educación en la sociedad moderna surgieron con anterioridad al Estado benefactor, con el
propio origen del Estado liberal. En América Latina, cada uno de los modelos de Estado
en distintos períodos históricos ha adjudicado funciones diferentes al sistema educativo.
En torno a ellas han concebido sus estrategias de articulación con la sociedad. Muchas de
estas funciones todavía hoy se han cumplido sólo en forma parcial. Es por ello que
redefinir las relaciones entre Estado y sociedad en materia educativa requiere del análisis
tanto de las funciones prometidas y aún no cumplidas por la educación como de las
nuevas exigencias que demandan las actuales transformaciones.
En este marco, el objetivo del presente capítulo es analizar brevemente cuál es el papel
que han ido desempeñando los sistemas educativos en nuestro país en el último siglo. A
partir de allí se describirán algunos de los principales cambios y tendencias que permiten
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Distintos autores han señalado que el activo rol que el Estado ha ejercido históricamente
en torno a la educación en distintos países latinoamericanos, y en particular en Argentina
a partir del siglo XIX, correspondió a la matriz de pensamiento que se comenzó a
implementar a partir de la Revolución Francesa. El surgimiento y posterior consolidación
del Estado - Nación liberal estuvo íntimamente vinculado a la posibilidad de desarrollar
sistemas educativos nacionales (Green A. 1990).
¿Cómo es posible que una revolución que tuvo como objetivo limitar el poder del Estado,
restringiendo sus funciones a garantizar los derechos naturales del hombre a partir de
abstenerse de participar en la vida social y económica, haya prescrito una intervención tan
fuerte de Estado en la educación?
Siguiendo a Puellez Benítez (1993) se puede afirmar que la educación fue concebida más
como un servicio público y como una necesidad del Estado que como un derecho
individual. Por un lado, porque la educación no se encontraba entre los derechos que los
individuos sentían más conculcados en el marco de la opresión del Estado absoluto
(libertad de conciencia, de expresión, habeas-corpus, etc.); por otro, porque el Estado
debió hacerse cargo a partir de la nacionalización de los bienes eclesiásticos en 1789 de
muchas de las funciones educativas que hasta el momento desempeñaba la Iglesia e
inculcar por este medio los valores liberales y democráticos. De esta manera comenzaron
a implementarse las ideas que los filósofos de la Ilustración francesa, como Diderot y
Rousseau, venían proponiendo desde mediados del siglo XVIII.
Como veremos más adelante, el principal mérito del Estado benefactor en esta temática
fue el de haber transformado la educación en un derecho social y por lo tanto haber
generado las condiciones para que efectivamente se universalizara.
Fueron muchos los debates de la primera época acerca de qué tipo de educación debía
llevar adelante el Estado: educación estamental, como planteó la Ilustración o "instrucción
al alcance de todos los ciudadanos", como colocaron los jacobinos en la Declaración de
Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1793. Educación como un instrumento de
control social, o como un elemento para promover la emancipación y el cambio social.
Educación monopolizada por el Estado, o libertad de enseñanza, etc., etc. Ninguna de
estas polémicas cuestionó fuertemente el papel principal del Estado en materia educativa.
A medida que se fueron conformando como Estados nacionales, las sociedades europeas
generaron sistemas educativos que se constituyeron en uno de los principales factores de
integración política, de identidad nacional, de cohesión social, de transmisión de los valor
es de las clases dirigentes y selección y legitimación de las elites dominantes (Hobsbawn,
E 1977). El modelo educativo del Antiguo Régimen, que suponía instituciones educativas
desarticuladas y superpuestas, en su mayoría en manos de autoridades eclesiásticas y
locales, fue dejando lugar a la construcción de un verdadero sistema. Sistema que, en la
concepción de M. Archer (1979), corresponde a "un conjunto de instituciones
diferenciadas, de ámbito nacional, destinadas a la educación formal, cuyo control e
inspección corresponden al Estado y cuyos elementos y proceso están relacionados entre
sí". Fueron las autoridades de los Estados liberales quienes crecientemente financiaron y
ejercieron la conducción de este sistema.
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dirigidos a atender las prioridades sociales definidas como tales principalmente por
quienes tuvieron a su cargo la conducción del aparato estatal. Estos modelos también
condicionaron fuertemente las demandas y las características de la participación de la
sociedad en el proceso educativo. Antes de observar el escenario de ruptura que genera
la crisis del Estado benefactor y la génesis de un nuevo tipo de Estado, analizaremos
brevemente las funciones en torno a las cuales Estado y sociedad articularon su accionar
en materia educativa.
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En este marco, es posible afirmar que para nuestro país la función encomendada al
sistema educativo en sus orígenes estuvo más vinculada con la esfera de lo político, que
con lo económico. La educación jugó un papel preponderante en torno a la integración
social, la consolidación de la identidad nacional, la generación de consenso y la
construcción del propio Estado.
Sin embargo, el hecho de que la función principal de la educación no haya estado dirigida
linealmente hacia lo económico no significa que la escuela no desempeñara ningún papel
en ese sentido. Es verdad que la relación con la estructura económica no estuvo dada por
la capacitación de trabajadores con calificaciones demandadas por el modelo. Ello se
debió a que tanto la explotación extensiva de los campos, como la incipiente industria no
requerían de mano de obra con una calificación técnica específica. Por otra parte, la
eventual demanda de trabajadores más capacitados estuvo satisfecha por obreros
provenientes de Europa, por lo general formados en el oficio. Por eso es posible plantear
que tanto la transmisión del valor ético y económico del trabajo, como la capacitación de
la mano de obra no fueron preocupaciones de los sectores dirigentes. De esta manera se
explica por qué no fueron incluidos en el curriculum oficial (Puiggrós, .A. 1990)
Pero sí, en cambio, la relación de la educación con la economía estuvo vinculada en un
doble sentido: a) En primer lugar, la estructura escolar permitió generar un sistema de
estratificación social acorde con los intereses de los sectores dirigentes. Una base cada
vez más numerosa a la que se le distribuyeron los elementos mínimos como para
establecer un núcleo homogeneizado de contenidos culturales compartidos. Un sistema
de enseñanza media más restringido que, aunque no mostraba funciones muy definidas,
cumplía dos importantes tareas. Por un lado, dotaba de personal idóneo a la
administración pública y al sector de transportes y serados, y por el otro seleccionaba a la
élite que, a través del acceso a la cúspide del sistema, se encontraba en condiciones de
incorporarse al sector de dirección de la sociedad y del aparato estatal (CassasusJ.
1989).
b) En segundo lugar, la vinculación con la economía se estableció a partir del papel
ideológico del sistema educativo. Una estructura y un curriculum excesivamente
centralizados y elaborados desde el puerto, contribuyó a que el proyecto económico
agroexportador de la generación de los 80 adquiriese rápida hegemonía en todo el
territorio nacional.
Al margen de las funciones manifiestas y latentes que desde los sectores dirigentes se
proponían para el sistema educativo, desde la perspectiva de la sociedad la demanda de
educación fue creciente. Los sectores medios encontraron en el sistema educativo una
alternativa eficaz para aumentar sus posibilidades de participación. La falta de educación
era presentada como indicador de baja capacidad para el protagonismo político y como
legitimadora de la exclusión de la sociedad nacional. Al mismo tiempo significaba la
imposibilidad de acceso a bienes culturales, frecuentemente extranjeros, de los que
podían participar los sectores tradicionales.
Si bien el acceso al sistema educativo no les permitió a los sectores medios una movilidad
social automática, si les posibilitó contar con mejores elementos para potenciar su
demanda por una integración social y política plena. Demanda que, como en los casos de
la universalización del voto y de la Reforma Universitaria, logró importantes conquistas en
las primeras décadas del siglo XX.
En el caso del movimiento obrero, sus primeras posiciones frente al sistema educativo
público no fueron' similares a las de los sectores medios. En primer lugar, porque sus
posibilidades de acceso a la educación, como en el caso dados sectores rurales, habían
sido muy escasas. En segundo lugar, porque sobre fines del siglo XIX y principios del XX,
predominaron en el seno del movimiento trabajador las concepciones anarquistas. Estas
corrientes descalificaban todo tipo de educación desarrollada desde el Estado con el
argumento de que sólo servían para transmitir "ideología burguesa". Desde estas
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sistema educativo. Algunas de estas funciones serán cumplidas con éxito por el Estado
benefactor, otras se mantienen aún hoy como deudas pendientes con un importante
sector de nuestra población.
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de generar "capital humano" altamente calificado pasó a ser una de las más importantes
ventajas comparativas en la carrera hacia el crecimiento (Carnoy, M. 1967).
A partir del derrocamiento del Gral. Perón, esta concepción se profundiza con el
surgimiento del modelo de Estado desarrollista. Este modelo es genéricamente definido
como un sub-tipo de Estado benefactor que, ante una realidad que no parecía hacer
posible la idea de crecer y distribuir al mismo tiempo, centró su acción en la promoción y
conducción del desarrollo económico. La etapa distributiva debía ser una consecuencia
posterior al período de crecimiento y acumulación. El Estado desarrollista, ante la
declinación de la tendencia del crecimiento económico, enfatizó su papel en esta
dirección, afirmándose en las concepciones de la CEPAL y munido del auxilio
instrumental de numerosas técnicas planificadoras. Según esta perspectiva la
recuperación del crecimiento será el motor que permitiría consolidar la democracia
política, la justicia social y la modernización de la sociedad (Graciarena, J. 1984). De esta
manera las concepciones economicistas de la educación como inversión fueron
fuertemente hegemónicas hasta mediados de la década de los '70, avanzada la crisis del
Estado desarrollista. Sin embargo, en el período posterior al derrocamiento del presidente
Arturo Frondizi, se generaron sensibles modificaciones respecto de la etapa anterior. El
cambio en los sectores integrantes de la alianza gobernante implicó el creciente
abandono de la perspectiva de la educación como un derecho social que el Estado debía
garantizar para toda la población. La nueva alianza integrada por sectores empresariales
más vinculados al capital extranjero, a la banca, a los productores de bienes exportables
primarios y a grupos tecnocráticos, concibió que la participación de los sectores populares
en el estilo de las décadas anteriores, significaba un peligro para el modelo de
acumulación propuesto. La restricción de la participación política a través de la
democracia condicionada o de los gobiernos militares fue el signo principal del período.
Esta nueva situación puso en evidencia la contradicción existente entre el sentido
modernizante que se quería imponer al crecimiento económico y el sentido elitista que
adoptó el Estado desarrollista frente a las demandas de participación social y política
plena de grandes sectores de la población.
En el ámbito educativo esta contradicción se manifestó, entre otros aspectos, en la
formulación de discursos modernizantes y tecnocráticos en torno a la universalización y el
papel de la educación en el crecimiento; y políticas a través de las cuales el Estado
comenzó a desentenderse crecientemente de la distribución social de conocimientos a
través de la escuela. Cabe destacar que en el breve período en que el radicalismo
accedió al gobierno a través del presidente A. Illia se intentaron revertir estas tendencias,
pero el escaso tiempo del que se dispuso impidió importantes reformas en este sentido.
Los efectos más sentidos de la contradicción antes señalada se manifestaron en el
comienzo del deterioro de la calidad educativa brindada por el sistema. Mientras la
demanda por educación siguió creciendo y se amplió la matrícula escolar en todos los
niveles, los recursos destinados a las políticas educativas no se incrementaron en la
misma proporción. Ello implicó un paulatino deterioro de las condiciones materiales de
enseñanza que tuvieron en el salario docente la principal variable de ajuste.
Por otra parte, los sofisticados mecanismos de planificación educativa puestos en práctica
con el objetivo de focalizar el aporte de la educación hacia las demandas previamente
definidas por las estrategias de crecimiento, contrastaban con una realidad donde los
actores económicos y sociales mostraban sus propias lógicas de comportamiento.
Cabe destacar que en los períodos en los cuales los gobiernos militares adoptaron el
modelo definido por Guillermo O'Donell (1985) como Estado Burocrático Autoritario, la
combinación entre un discurso modernizante en lo económico y la aplicación de las
teorías de la Seguridad Nacional en lo político también impactó en el deterioro de la
calidad educativa. La intervención de las Universidades ocurrida en 1966, la
discriminación ideológica y política en los contenidos curriculares y en la selección de
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El período de expansión del modelo de Estado benefactor concluiría sin que las promesas
realizadas en torno a las funciones del sistema educativo se cumplieran totalmente. La
escolaridad se expandió en forma notable, sin embargo en 1970 cerca del 13% de los
niños en edad escolar se encontraban fuera de la escuela primaria y el 29% de los
jóvenes de 15 a 19 años no había culminado el nivel. Sólo el 12,7% de los argentinos
mayores de 20 años había obtenido el título secundario y la tasa de escolarización del
nivel medio era cercana al 36%.
El rendimiento del sistema también mostraba grandes déficits. La tasa de retención en la
escuela primaria de la cohorte 1964/70 alcanzaba apenas el 44,5. En las escuelas rurales
esta tasa descendía al 26,6%. Sólo el 26% de los niños que ingresaban a la escuela
primaria egresaban en el lapso teóricamente esperado. En la escuela media la mitad de
los alumnos abandonaba antes de terminar y sólo el 37% de los estudiantes egresaba en
el tiempo normal.
Las desigualdades regionales continuaban siendo muy notorias. Cerca del 20% de la
población era analfabeta en provincias como Corrientes, Chaco, Formosa, Jujuy y
Santiago del Estero. Sólo 1 de cada 3 habitantes mayores de 14 años había terminado la
escuela primaria en Corrientes, Chaco, Entre Ríos, Formosa, Jujuy, Misiones y Santiago
del Estero.(Braslavsky, C y Krawkzyk, N. 1988)
Por último, cabe destacar que las promesas propias del siglo XIX respecto de la función
de la escuela en torno a la formación ciudadana y la educación para la democracia se
encontraban en cuestión en los finales de la década de los '60. La escasa vigencia de las
instituciones republicanas y de los derechos civiles y el uso de la violencia como
mecanismo para dirimir los conflictos políticos estaban indicando una socialización
ciudadana en pautas de comportamiento social profundamente autoritarias e intolerantes.
En este mismo sentido Peter Waldman (1982) señala que la violencia política era sólo uno
de los síntomas de anomia social que se manifestaban en la sociedad argentina de inicios
de los '70. El autor sostiene que un conjunto de indicadores mostraban una preocupante
falta de cohesión social. La evolución de la criminalidad violenta, el aumento de los
conflictos familiares y la disminución del número de personas con disposición a ejercer
una profesión con finalidades religiosas (seminaristas y sacerdotes), corroboran para
Waldman una creciente tendencia a la anomia producto de las transformaciones socio-
económicas y políticas de la época. Profundas transformaciones a las que el papel
integrador de la escuela no habría alcanzado a procesar de manera armónica.
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El haber colocado el año 1974 como el momento del inicio de la segunda etapa se debe a
que, si bien según la opinión cíe un conjunto de autores (Di Telia, G. 1983, Del Riz, L.
1984), el "Rodrigazo" marcó el momento del quiebre de la tendencia económica, en el
aspecto educativo la fractura se puede ubicar con la renuncia del Dr. J. Taiana y la
asunción del Dr. Ivanicevich en el Ministerio de Educación (Garzón Valdez E.1983, Cano
D. 1985. Braslavsky C. 1985).
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órdenes que, según B. Beistein (1975) conforman la cultura escolar: el orden instrumental
y el orden expresivo. Aunque es difícil proponer una división taxativa entre las formas que
adquieren ambos órdenes, es posible señalar que el orden instrumental hace referencia al
conocimiento educacional públicamente validado y se expresa en la definición del
currículum y en las formas de transmisión pedagógica. El orden expresivo, por su parte,
se refiere a la transmisión de valores y se encuentra más vinculado a las formas de
disciplina que se definen en la organización de la escuela, en la relación de las
instituciones con el exterior y en los ritos que rigen su comportamiento cotidiano (Brunner
J. 1985 y Filmus D. 1988).
De acuerdo con lo afirmado por G. Tiramonti (1985) es posible plantear que las
principales políticas desarrolladas en función del orden expresivo en este período fueron:
a) la clausura de los mecanismos de participación social en la orientación y conducción
del sistema de enseñanza, b) el disciplinamiento autoritario de todos los agentes
comprometidos en la actividad educativa y c) la transferencia de la lógica burocrática (en
el sentido weberiano) al ámbito escolar.
En cuanto al orden instrumental, las estrategias estuvieron centradas, en a) la exclusión
de los docentes y contenidos curriculares que no brindaban garantía ideológica, b) el
vaciamiento de los contenidos socialmente significativos y de los modos procesuales de
construcción del conocimiento (Ehtel A. 1985) imprescindibles para una participación
social plena, y c) la distribución, a través del currículum oculto, de pautas de socialización
individualistas y falsamente meritocráticas (Filmus D. 1988).
La combinación de las estrategias hacia ambos órdenes permitió vaciar la escuela de
contenidos sustantivos para reemplazarlos por formas que tendían a socializar niños y
jóvenes de manera autoritaria, jerarquizada y discriminatoria. En otras palabras, el rol
político de la educación en este período estuvo centrado en la concepción de que el orden
y la disciplina debían convertirse en funciones mucho más importantes que el proceso de
enseñanza-aprendizaje.
Tomando en cuenta estos elementos, en el próximo capítulo veremos: cómo la
transferencia de las escuelas primarias a las jurisdicciones no se realizó con el objetivo de
dotar a los establecimientos de mayor capacidad de decisión y de adecuación a las
realidades locales. La lógica con que fue realizada la transferencia estuvo fuertemente
vinculada con una racionalidad economicista y de supuesta eficiencia administrativa
(Hevia Rivas R. 1991). De ninguna manera los aspectos vinculados a la participación y a
la mejora pedagógica fueron tenidos en cuenta. Como ejemplo se puede citar la circular
que la Subsecretaría de Educación envió a los colegios el 20/2/78: "Los maestros y
profesores no intervendrán en la formulación de objetivos, caracterizaciones y nómina de
contenidos. Es necesario aceptar de una vez por todas que la función docente consiste en
educar, y que su titular no debe ser sustraído de esta labor con intervenciones que
finalmente carecen de mayor efecto...."(Tedesco J.C. 1985).
El objetivo economicista de la descentralización quedó de manifiesto en la merma que
tuvieron las erogaciones educativas totales en el período en cuestión. El porcentaje de los
gastos del gobierno nacional y de los gobiernos provinciales para la finalidad educación
disminuyó del 16,3% en 1975 al 10,9% en 1978. Aunque se carece de investigaciones
comparativas acerca de cuánto disminuyó la calidad de la educación de esta época, no es
difícil suponer que el proceso de transferencia significó un aumento de la segmentación
regional del servicio educativo.
En este marco las principales evaluaciones del impacto del Proceso de Reconstrucción
Nacional en el ámbito educativo muestran que el mismo no se manifestó en la
disminución de la matricula estudiantil. Ello sólo ocurrió en la educación de adultos y en la
Universidad. Las consecuencias más importantes se evidenciaron en el deterioro de la
calidad de la educación y en la pérdida de la homogeneidad cualitativa que habría
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Tomando en cuenta estas diferencias, es posible afirmar que en nuestro país estamos
asistiendo a una profunda transformación en el modelo de Estado. El Estado emergente
ha sido denominado de diferentes maneras: Estado post-social, Estado neoliberal, Estado
democrático-liberal, etc... Se trata de un Estado que abandona su papel interventor en la
economía para pasar a cumplir un rol de garante de las reglas de juego, privatizando sus
empresas y transfiriendo al mercado la capacidad de conducir el modelo de desarrollo y
de distribución de bienes. Tiende a favorecer un modelo de acumulación orientado más a
la competitividad externa que al mercado interno. Procura modernizar y eficientizar su
capacidad de gestión, atacando el desempleo encubierto a partir de reducir el empleo
estatal y descentralizando o regionalizando muchas de sus funciones. Fija como uno de
sus objetivos principales el equilibrio fiscal reduciendo el gasto público y aumentado su
capacidad de recaudación impositiva. Estamos frente a un Estado que se repliega sobre
sí mismo transfiriendo responsabilidades hacia el mercado y la sociedad civil.
Ahora bien, existe un alto grado de consenso respecto de la necesidad de lograr el
equilibrio de las cuentas fiscales y de la modernización del Estado. En algunos "sectores
este consenso se extiende hacia la necesidad de disminuir drásticamente el número de
empleados públicos y limitar la acción del Estado empresario. Desde esta perspectiva se
muestra que a partir de los cambios operados en los últimos. años, la economía argentina
ha recuperado su estabilidad monetaria y alcanzado en el período de vigencia del "Plan
ele Convertibilidad" altas tasas de crecimiento en su PBI. Desde otros sectores se plantea
el peligro de que el achicamiento del. Estado no sea acompañado por el aumento de su
capacidad de regulación (lsuani A. 1995). (La concentración del poder económico, el
aumento de la desigualdad social y la anomia en los comportamientos sociales respecto
al cumplimiento de las normas, inclusive las legales, serían las principales consecuencias
del proceso
Por otra parte, junto con la necesidad de reformar el Estado, también existe un alto grado
de acuerdo en torno a la necesidad de profundizar los procesos de democratización
entendida desde una perspectiva integral que va más allá de la vigencia de las
instituciones constitucionales. Este proceso implica, no sólo la superación de la
persistente inestabilidad política, sino la ampliación de las posibilidades de participación
integral del conjunto de los actores sociales y una creciente justicia social a partir de la
satisfacción de las necesidades materiales y culturales de todos-los sectores de la
población.
Sin lugar a dudas, uno de los principales debates de la época está centrado en cómo
combinar la democratización concebida en el amplio sentido ya explicitado, con la
modernización del Estado. La tendencia integradora de los procesos de democratización
confronta con los aspectos excluyentes de las políticas de ajuste y modernización.
Planteado en los términos que lo enuncian E Calderón y M. dos Santos (1993), "si los
gobiernos y otros actores sociopolíticos buscan democratización sin modernización del
Estado se generara ingobernabilidad. Si los gobiernos privilegian una modernización del
Estado orientada mecánicamente por el objetivo de reducir el gasto público pueden llegar
a desnaturalizar el régimen democrático".
En este marco es necesario poner en discusión, entre otros, dos elementos centrales. El
primero de ellos es cómo generar estrategias de desarrollo que impliquen procesos de
integración social. Este elemento se encuentra al margen de las posibilidades abarcativas
de este trabajo y será tratado más adelante únicamente en relación con el aporte que la
educación puede realizar en esta dirección.
El segundo de los elementos está relacionado con el papel de las políticas sociales. A
diferencia de las estrategias de ajuste implementadas en décadas anteriores, basadas
principalmente en lograr un equilibrio en el balance de pagos generando un superávit en
la balanza comercial, las actuales políticas procuran el equilibrio tanto por el gasto como
por los ingresos del sector público (Bustelo E. 1993). El techo alcanzado por el lado de los
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