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Platón Y Su Arte Imitativo en La Educación Estética

Este documento analiza la postura de Platón sobre el arte imitativo y su influencia en la educación estética. Por un lado, Platón condenó el arte imitativo en La República por considerarlo una ilusión que aleja de la verdad. Sin embargo, también valoró la formación estética en su Estado ideal. Actualmente, la educación estética en las escuelas carece de significado a pesar de su importancia para la formación integral de los estudiantes.
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Platón Y Su Arte Imitativo en La Educación Estética

Este documento analiza la postura de Platón sobre el arte imitativo y su influencia en la educación estética. Por un lado, Platón condenó el arte imitativo en La República por considerarlo una ilusión que aleja de la verdad. Sin embargo, también valoró la formación estética en su Estado ideal. Actualmente, la educación estética en las escuelas carece de significado a pesar de su importancia para la formación integral de los estudiantes.
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PLATÓN Y SU ARTE IMITATIVO EN LA EDUCACIÓN ESTÉTICA

Institución de Pertenencia: Instituto Superior N° 5, Anexo Carcarañá.

Carrera: Profesorado de Filosofía.

Autor: Lucas Daniel Moroni.

Rol Institucional: alumno de tercer año.

1
Resumen:

Se suele considerar que la historia de la estética y su significado pedagógico nacieron como


consecuencia de aquella condena pronunciada por Platón en el décimo libro de su famosa República
contra el arte imitativo.

Dicha consideración acerca del arte y de lo estético fue cambiando notablemente a lo largo de la
historia, recibiendo diferentes significados y apreciaciones; sin embargo, nos es posible afirmar que
tal “carácter imitativo” del arte a sobrevivido a los embates del tiempo y se presenta muy fresco en lo
que respecta a nuestro ámbito educativo.

Actualmente, cuando analizamos lo referente a la “educación estética” y sus efectos en lo


pedagógico, podemos corroborar que la formación estética de los alumnos dista mucho de ser
significativa. Lo cual resulta sumamente lamentable ya que estoy convencido de que el componente
estético de la personalidad puede educarse adecuadamente sólo en el contexto de una formación
global del hombre. El interés por el desarrollo de la sensibilidad estética en los alumnos debe formar
parte indispensable de todo proyecto curricular y didáctico presente como futuro.

Introducción:

Cuando nos referimos a la historia de la estética y de su significado pedagógico la mayoría de los


autores que han estudiado el asunto consideran, unánimemente, que la misma nace como
consecuencia de aquella condena pronunciada por Platón en el décimo libro de su República contra
el arte imitativo.

Los comentaristas e historiadores del arte adoptan tal postura con respecto a la obra platónica al
considerar concretamente la condena del filósofo contra la pintura y la poesía, las cuales conceden al
hombre únicamente la ilusión del mundo, su mera imitación, la imagen aparente de los objetos, sin la
posibilidad de captar su esencia verdadera y autentica.

Ahora bien, es necesario tener presente que la tesis platónica se centra en la modalidad del arte
estrictamente “imitativa”, es decir y afirmamos, la imitación, en su consideración superficial, no sólo
no crea sino que además corrompe. Platón pone en boca de Sócrates:

“…Puedo decíroslo con confianza, porque no temo que vayáis a denunciarme a los poetas trágicos y
a los demás poetas imitadores. Nada es más capaz de corromper el espíritu de los que lo escuchan

2
que este género de poesía, cuando aquellos no están provistos del antídoto conveniente, que
consiste en saber apreciar este género tal cual es…”1

Lo cierto es que partiendo desde la postura platónica, aun en su consideración peyorativa del arte y la
estética, nos es posible trazar a lo largo de la historia de la filosofía el desarrollo sistemático que
elaboraron diversos autores sobre la temática específica de la formación estética y su relación con la
filosofía de la educación.

A pesar de tal consideración negativa que suele atribuírsele a Platón en relación al arte, cuando
leemos sus obras podemos reconocer su otra postura, es decir, aquel apreció por ciertas expresiones
estéticas y artísticas, como también cuando nos informa acerca de la educación que debe ser
brindada a los niños y jóvenes en su Estado Ideal, especialmente a los hijos de los guerreros y
magistrados, le otorga una relevancia extraordinaria a la formación estética y artística. ¿Cómo
debemos interpretar tal postura disyuntiva?

Son demasiados y variados los autores que vieron en la formación estética una impronta insustituible
y necesaria a toda educación significativa. No sólo hicieron hincapié en su importancia sino que
además estudiaron y desarrollaron verdaderos sistemas estético-filosóficos con fuertes improntas
pedagógicas como didácticas.

Deseo resaltar que mí interés por esta temática se sitúa en la actualidad, en aquella educación
estética que hace a la Filosofía de la Educación, a los aportes que aquella brinda a ésta, por lo que
he decidido tomar como punto de partida la postura adoptada por quién es considerado el primer gran
filósofo de occidente, Platón.

A continuación intentaré demostrar como la consideración platónica acerca del arte y la belleza sigue
actualmente presente, ambiguamente, dentro del ámbito pedagógico y educativo.

Lo cierto es que, independientemente de las grandes obras artísticas con las que contamos en la
actualidad, cualquiera sea el área en que se incursione, literatura, pintura, escultura, etc., y los
diversos estudios estéticos e históricos en relación a las mismas, nos es posible afirmar que dentro
del ámbito de la educación, en lo que respecta a la enseñanza y la didáctica, el “valor” otorgado a lo
artístico y estético sigue siendo despreciativo y esto marca profundamente la subjetividad de los
alumnos.

1
PLATÓN; “La República”, Barcelona, Ed. Brontes S. L. 2007. Pág. 346.
3
Platón y su consideración artística:

La estética es el estudio filosófico sobre lo bello y sobre el arte. Y si bien la palabra arte implica la
idea de belleza, tales términos son muy diferentes. Para conocer los orígenes del estudio sistemático
del arte debemos remontarnos a la época de Platón.

Éste filósofo enseñaba que la verdadera naturaleza de las cosas efímeras del mundo es su Idea, por
ejemplo los triángulos que puedo trazar en la arena no son más que copias imperfectas de la Idea
perfecta de Triangulo. Las Ideas superan lo sensible y sólo pueden captarse mediante la razón.

Sin embargo, existe una Idea que manifiesta la razón a través de los sentidos, es la Idea de Belleza.
“Existe una Belleza por la que todas las cosas son bellas”, nos dirá Platón. En su obra El Banquete,
Platón argumenta que la manifestación bella atrae a quien la ve, a tal atracción la denomina Eros, en
referencia al dios griego del deseo y del amor.

Impulsado por la atracción erótica de lo bello el filósofo trasciende la visión de lo que es bello y
supera el mundo sensible para alcanzar la contemplación de la Idea pura de Belleza. La reflexión
platónica sobre la belleza no tiene en cuenta la función que el arte podría cumplir en la estética, en
realidad Platón tiene una pobre opinión de artistas y poetas.

Hay quienes afirman que Platón no escribía sobre la estética en cuanto que no escribía sobre el arte
sino más bien sobre el entretenimiento popular de su época. Ya que la tragedia griega, como la
novela en el S. XVIII, era el entretenimiento popular. Las razones que llevó a Platón a marginarla de
su República Ideal fueron las siguientes:

- Confunde lo auténtico con lo falso, y se termina por creer que cosas totalmente falsas son lo
verdadero.
- Sirve para representar asuntos infames y violentos.
- Es capaz de influenciar al más notable de los hombres para actuar en la vida real de una
manera que nos avergonzaría sino estuviésemos expuestos al arte.

Como puede observarse en lo expuesto por los principales comentarista y pensadores que se han
dedicado al estudio de la obra platónica, Platón poco dejo escrito acerca de su consideración de la
“belleza natural”. No sucede lo mismo con respecto a su aprecio por la “belleza personal”.

Si tomamos en consideración aquello establecido en el último libro de su República, podemos afirmar


con certeza que en lo que concierne a las “bellas artes”, Platón excluyó de su Estado Ideal a los
dramaturgos, poetas y pintores por consideraciones metafísicas, y sobre todo, morales. De manera
4
que la problemática platónica del arte debe ser contemplada en estrecha vinculación con la temática
metafísica y dialéctica.

Y en lo concerniente a este asunto surgen dos posturas antagónicas, ya que están aquellos que de
esta lectura de la obra de Platón concluyen que el filósofo ateniense al determinar la esencia, la
función, el papel y el valor del arte, nos otorga una respuesta absolutamente negativa: el arte no
desvela, sino que vela la verdad, ya que no consiste en una forma de conocimiento; al dirigirse a las
facultades irracionales del alma humana no sólo no educa sino que además deseduca.

De manera que el arte, en todas sus expresiones, sería para Platón, desde su consideración
ontológica, una “mimesis”, una imitación de acontecimientos sensibles. Una imagen del eterno
paradigma de la Forma, resulta ser, en todas sus manifestaciones, ya sea en forma de poesía, arte
pictórico o plástico, una imitación de otra imitación, es decir, una copia que reproduce otra copia y
que por lo tanto se encuentra triplemente alejada de la verdad.

Ahora bien, ¿podemos afirmar entonces que adoptó una consideración peyorativa con respecto a las
artes bellas?, claro que no. En la postura opuesta a la anterior hallamos a quienes resaltan la
importancia decisiva que otorgó Platón a las artes en general. Si recordamos al momento de leer
aquello expuesto al final de la República, y sí comprendemos que quién habla es el mismo autor del
Banquete y del Fedón, saltara a la luz que las restricciones que formuló con respecto al arte y a la
literatura de ninguna manera son fruto de una insensibilidad estética.

Platón consideraba a la “Belleza” como algo objetivamente real. Todas las cosas bellas lo son en
orden a su participación con la Belleza universal. De manera que de acuerdo con esta doctrina
platónica resulta que existen diversos grados de lo bello. Si realmente hay una Belleza real,
subsistente, entonces las cosas bellas se aproximaran más o menos a la norma universal.

De modo que si la Belleza verdadera resulta ser suprasensible e inmaterial, las obras bellas del arte o
de la literatura ocuparán un grado relativamente bajo en la escala de lo bello. Mientras estas obras
resultan afectar a los sentidos, la Belleza verdadera, universal, será sólo objeto de la inteligencia.
Tales distinciones graduales entre los diversos objetos sensibles apetecibles para el arte y la belleza,
esto es, para lo estético en general, Platón lo estableció en su Hipias Mayor, donde, entre otras
nociones, introdujo la de la relatividad entre los distintos grados de belleza.

En dicho dialogo Platón introduce además otra sugerencia que lo inclinara al campo de lo moral, nos
dice que “todo lo útil es bello”, de modo que la eficiencia se identificara con la belleza. Y surge el

5
planteo que ya dejo sentado Sócrates, ¿se trata de lo que es útil para un fin bueno o malo?, Platón
concluirá que lo es para un buen fin.

Es notable como la consideración moral y ética prevalecerá a lo largo de la Historia del Pensamiento
cuando de Educación Estética se trata. Posteriormente y cuando los nuevos autores traten sobre la
materia, continuaran, aunque con consideraciones y postulados diversos y propios, aquel sendero ya
delimitado por Platón en la Antigüedad.

En sus Leyes Platón establece que el origen del arte se ubica en el natural instinto expresivo. Aunque
aclara, que el arte, en su aspecto metafísico o esencial, es imitación. La Idea es arquetípica,
ejemplar, mientras que las cosas sensibles son ejemplos de la mimesis. De manera que el arte
imitativo se halla muy alejado de la Verdad. Para Platón, como lo deja en claro mediante la doctrina
de la mimesis, el arte cuenta con su esfera propia: toda obra de arte es producto de la imaginación y
se dirige al elemento emocional del hombre.

Indiscutiblemente para Paltón el arte ocupa una esfera peculiar de la actividad humana, esfera que
resulta irreductible a cualquier otra. Su preocupación se inclinaba más por los efectos educativos y
morales del arte, efectos que nada suponen para la contemplación estética en cuanto tal.

Platón y su Pedagogía:

El carácter educativo en la obra de Platón no se expresa sistemáticamente, sino que a medida que se
van leyendo sus escritos paulatinamente surge el pensamiento certero que resuelve una cuestión
educativa.

En su dialogo Las Leyes nos brinda su definición acerca de la educación: “…dar al alma y al cuerpo la
perfección de que sea susceptible…”. Platón consideraba a la educación desde una posición
estrictamente social, de ahí que haya escrito sobre la misma en dicho dialogo.

En su dialogo Laques escribe: “…No hay que engañarse; se trata de un bien que es el más grande de
todos los bienes; se trata de la educación de los hijos, de que depende la felicidad de las familias;
porque, según que los hijos son viciosos o virtuosos, las casas caen o se levantan…”. 2

En otra de sus obras, en su Sofista distingue Platón entre las nociones de educación y de enseñanza.
Luego de enunciar aquello tan característicamente ligado a Sócrates, su idea de que la peor de las

2
PLATÓN:“Laques”.Ed. Porrua, México, 1998.
6
ignorancias resulta ser imaginarse saber lo que no se sabe, se pregunta sobre aquella parte de la
enseñanza que nos puede librar de la ignorancia.

Para Platón la enseñanza resulta ser la mera comunicación de destrezas, mientras que la educación
es ejercicio y desarrollo de las potencias espirituales en el hombre. De manera que todo acto
educativo autentico genera una modificación permanente en la personalidad.

De manera que el camino a transitar para llegar a conocer el mundo de las ideas, es la educación. Y
aquello característico en Platón es que considera a la educación como una autoactividad, un proceso
que queda en manos del propio educando, actividad gracias a la cual cada sujeto intenta conquistar
las Ideas y vivir conforme a ellas. El conocimiento, y he aquí la dificultad que se nos presenta con la
actual educación estética, no nos viene de afuera, sino que resulta de un esfuerzo que el alma realiza
para adueñarse de la verdad. El rol del docente queda reducido a aquel que guía a su pupilo en su
anhelo por estar ante la presencia de las Ideas.

A su vez, en su obra Protágoras, Platón establece una definición del arte vinculado a la enseñanza,
ya que afirma que el arte consiste en la capacidad de hacer cosas por medio de la inteligencia, a
través de un aprendizaje. De manera que estableció la diferencia entre “artes productivas” y “artes
imitativas”, según sí producían objetos nuevos o imitaban a otros.

La Estética como noción contemporánea:

Para hablar con propiedad es necesario que establezcamos ciertas apreciaciones concernientes a la
“noción de lo estético” desde el contexto actual, con cierta retrospectiva histórica. De lo contrario
confundiremos, terminológicamente hablando, aquello entendido por Platón en virtud de lo artístico y
lo bello, con las apreciaciones estéticas contemporáneas.

Vale decir que en lo que respecta al nacimiento de la estética moderna y de la construcción de la


primera teoría filosófica sobre la educación estética, sólo puede ubicarse, cronológicamente
hablando, en el S. XVIII.Quién introduce por primera vez el término “estética” fue el filósofo y profesor
alemán Alexander Gottlieb Baumgarten (1714-1762), para señalar la importancia, aunque en un
contexto cultural muy diferente, del conocimiento sensible, del cual estudia con mayor profundidad su
significado intrínseco, es decir, su valor poético, y no su carácter propedéutico, en lo relativo al
conocimiento intelectual.

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En sus Meditaciones, Baumgarten introduce un afortunado neologismo, el término estética, con el
cual designa la doctrina del arte en la que incluye el mundo de las imágenes. El filósofo alemán
introduce uno de los principios fundamentales de la estética moderna: el arte y la belleza encuentran
su objetivo y su meta precisamente en sí mismos.

De manera que identifica, desde un punto de vista filosófico, el fundamento humanístico del arte, y,
desde una perspectiva histórica, encauza la investigación kantiana hacia el sentimiento de la Belleza
y de lo sublime.

Ya Kant, aun desde sus escritos juveniles, sumidos en lo que se ha denominado su carácter
precrítico, realizó argumentaciones en torno al sentimiento de lo bello y lo sublime. Aunque, de
acuerdo con el genio alemán no es posible una conciliación entre fenómeno y noúmeno, sí existe en
el hombre algo superior: el sentimiento; por primera vez, junto a la teoría y la práctica, surge un
elemento nuevo, la vida sentimental. En dicha vida triunfa la subjetividad, con sus pasiones, deseos y
su sentido del gusto.

Justamente es el juicio sentimental el que establece y da lugar al juicio estético, juicio que no
determina el fenómeno, aunque sí refleja el noúmeno y el imperativo moral. El hombre se prepara
para vivir su propia reflexión sobre la belleza y sobre el arte: nace el hombre estético.

Ahora bien, el concepto de “educación estética” nace también en el último decenio del S. XVIII,
gracias a la obra del filósofo Friedrich Schiller (1759-1805), quién en su reconocida obra Cartas sobre
la educación estética del hombre, vincula la estética kantiana con la filosofía de la educación de
Rousseau y su propia idea de sentimiento.

Schiller considera que dentro del ámbito pedagógico es con la educación estética que se logrará una
maduración espiritual completa del hombre. De manera que la pedagogía estética nace con éste
filósofo alemán. La función pedagógica de la belleza garantiza que el hombre físico se convierta en
hombre estético, y de esa manera, en un hombre moral.

Otro aporte considerable lo encontramos en el tercer libro de El mundo como voluntad y


representación, del filósofo alemán Arthur Schopenhauer, para quién el arte resulta un camino para
escapar del estado de infelicidad del ser humano. Estableció una identificación entre el conocimiento
y la creación artística, la cual consideró la forma más profunda de conocimiento. El arte entonces,
resulta de aquella reconciliación entre voluntad y conciencia, entre objeto y sujeto, alcanzando un
estado de contemplación, de felicidad.

8
El escritor ruso León Tolstoi se interrogó por la función social del arte, ya que si el arte resulta ser una
forma de comunicación será válido tan sólo si las emociones que transmite pueden ser compartidas
por todos los hombres. Así lo dejó establecido en su famosa obra ¿Qué es el arte?, de 1898.

Otro importante recurso innovado en dicha época fue el análisis del estudio del arte desde el campo
de la naciente Psicología, así lo dejó sentado Sigmund Freud quién aplicó su psicoanálisis al arte en
su obra Un recuerdo infantil de Leonardo da Vinci, obra publicada en 1910.

En una apreciación mucho más reciente contamos con el aporte de José Ortega y Gasset quién en su
obra La deshumanización del arte, de 1925, realizó un análisis del arte partiendo del concepto de
sociedad de masas, donde de acuerdo con su criterio en el arte vanguardista se puede observar una
“deshumanización” consecuencia de la pérdida de perspectiva histórica que ha sufrido el público en
general. De acuerdo con el filósofo español nos sucede que nos vemos incapacitados para analizar
con suficiente distancia crítica el sustrato socio-cultural que conlleva el arte de vanguardia.

Ahora bien, podría seguir enumerando incontables pensadores e intelectuales que han tratado la
materia con total originalidad y detenimiento, sin embargo no resulta ser la finalidad de este trabajo.
Lo cierto es que desde el plano teórico, como lo deja sentado Morris Weitz, representante de la
estética analítica, en su obra El papel en la teoría de la estética (1957), se intenta afirmar que
actualmente en lo que respecta al aspecto imitativo del arte ha quedado obsoleto. No estoy del todo
de acuerdo cuando del ámbito educativo nos estamos refiriendo.

El eco de esta estética pedagógica se propaga en los dos siglos siguientes y, aunque bastante
modificado, alcanza el crepúsculo del S. XX. Sus raíces más recientes se afirman hasta finales del S.
XIX, cuando surgió en esteticismo, cómo una reacción al utilitarismo imperante en la época y a la
fealdad y al materialismo de la era industrial.

Entonces vale que nos preguntemos: ¿qué queda de él en nuestro siglo?, ¿Cuáles son sus efectos
en la educación estética actual?, ¿Se le ha brindado su verdadera importancia y relevancia en la
enseñanza de nuestros colegios?

En los últimos tiempos la educación estética ha sufrido una caída, ya que dicha educación no se
encuentra culturalmente justificada, y lo que resulta aún más triste, el arte se ha convertido
predominantemente en mercado.

Conclusión:
9
La educación estética se concibe como el camino que lleva a la armonía racional, al equilibrio físico y
a la integración social, pero también, como lo declaró Martín Buber, a reconocer el misterio de la vida
personal.

Como lo dejo bien sentado Arno Stern, educar significa favorecer el brote de los valores personales.
Lo cual exige dejar bien en claro el rol o papel desempeñado por el educador e intentar que éste
comprenda la gran importancia educativa de la expresión. Educar no significa influir, como tampoco
dejar hacer: es actuar. La actividad artística es, por lo tanto, un medio pedagógico para educar.
Educar por medio de la expresividad no pueda normativizarse, fijarse en reglas, y mucho menos
puede ser codificado por los educadores o los padres.

No nos es necesario establecer ningún tipo de experimento, ya que lo hemos vivido en carne propia,
para comprobar los efectos que tienen los métodos basados en la imitación en la creatividad del niño
y del adolescente. Cuando se le impone al niño o al joven escolar seguir los contornos
predeterminados de algún álbum para colorear, o a los adolescentes el seguimiento de aquel
fragmento ya seleccionado curricularmente en los manuales, inmediatamente se le niega cualquier
posibilidad de expresión creativa, de manera que sólo se lo conduce a una prosecución continuada
de estereotipos.

Surge la necesidad de aclarar el sentido y los límites de un proyecto formativo que privilegie el
desarrollo de la personalidad y el crecimiento de la persona según un paradigma estético. Lo que no
significa que se contemple la posibilidad de sacrificar otras dimensiones de la maduración individual
(la moral, la cognitiva, la sagrada, la comunicacional, etc.). Sino todo lo contrario, ya que es el
elemento estético aquel que equilibra mejor los diversos componentes de la formación humana.

Lo triste del asunto es que aquello tan hermoso y rico culturalmente hablando que nos ofrece lo
artístico por ejemplo, y me refiero a todas sus expresiones, desde la pintura y la música, a la
escultura y la literatura, queda limitado en aquello intrínseco que hace a nuestro campo emotivo, no
porque dejemos de emocionarnos ante las expresiones artísticas o porque hayamos perdido el gusto
artístico, sino porque de acuerdo con nuestra formación educativa nos vimos socavados en la
creatividad y espontaneidad que tan fructíferamente podría haberse alimentado.

Podemos caer en la sombra del relativismo y afirmar que la actual indefinición del arte estriba en su
reducción a ciertas categorías, como la de recreación, expresión, imitación, etc., sin embargo el arte
debe despertar en los alumnos, en los sujetos todos aquella apreciación y valoración por lo cultural
que tan profundamente se anhela dentro del ámbito educativo.

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Evitar los resabios del enciclopedismo burdo, del autoritarismo de antaño, de las preguntas tan
“astutamente” dirigidas, de la “imitativa” pedagogía de la liberación, debe presentarse como una de
las prioridades fundamentales de todo educador que se jacte de utilizar lo estético para enriquecer la
enseñanza y la formación intelectual y emotiva de sus alumnos.

Bibliografía:

- COPLESTÓN F.; “Historia de la Filosofía”, Tomo I, Trad.: Juan Manuel García de la Mora;
Barcelona, Ed. Ariel, 2011.
- GIOVANNI REALE-ANTISERI DARIO; “Historia del Pensamiento Filosófico y Científico”, Tomo
I, Barcelona, Ed. Herder S.A., 1988.
- PLATÓN; “El Banquete”, Bs. As., Ed. Longseller, 2008.
- PLATÓN; “La República”, Trad.: Luis Segala y Estalella, Barcelona, Ed. Brontes S. L., 2007.
- PLATÓN; “Laques”, Ed. Porrua, México, 1998.
- SANTAYANA G.; “El sentido de la Belleza”, Trad.: Rovira Armengol, Bs. As., Ed. Losada S.A,
1969.
- SCHUHL PIERRE-MAXIME; La Obra de Platón, Trad.: Amparo Albajar, Bs. As., Ed. Hachette,
1954.
- VIGARELLO G.; Historia de la Belleza, Trad.: Heber Cardoso, Bs. As., Ed. Nueva Visión,
2004.

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