Caracteristica de Lideres Maduros
Caracteristica de Lideres Maduros
Caracteristica de Lideres Maduros
Introducción
«Era una tormentosa noche en Birmingham, Inglaterra, y el famoso misionero Hudson Taylor,
debía hablar en una reunión en el salón de una escuela en la Calle Siete. Su anfitrión le aseguró
que nadie asistiría en una noche tan tormentosa como aquella; ero Taylor insistió en ir. “Debo ir
aunque no haya nadie sino el cuidador”. Resultó que menos de una docena de personas fueron;
pero la reunión estuvo marcada con un poder espiritual poco común. La mitad de las personas que
estuvieron presentes, llegaron a ser misioneros o sus hijos lo fueron y el resto fueron fieles apoyos
de la Misión China, en los años venideros» [1]
Hudson Taylor se comprometió a servir al Señor, sin considerar nombres (quiénes asistían), o
números (cuántos asistían), o la naturaleza de la situación (condiciones tormentosas) y Dios honró
su fidelidad. En estudios anteriores hemos discutido la paciencia y el valor; pero al centro de cada
una de ellas, encontramos la fidelidad para seguir a delante, no importando cuáles sean las
circunstancias. Realmente, la fidelidad es un tema importante de la Biblia. Sólo en el Nuevo
Testamento, las palabras “fiel” y “fidelidad”, aparecen unas 56 veces, en la versión inglesa NET ,
49 veces en la NASB y 47 en la NIV. Esta repetición, habla fuerte de la importancia y de la
necesidad de esta cualidad espiritual tanto para el pueblo de Dios que depende de la fidelidad de
Dios y en el pueblo de Dios que deben imitar fielmente el carácter de Dios frente a un mundo que
con demasiada frecuencia es cualquier cosa, menos fiel (1ª Pedro 1:14-16).
La fidelidad no es sólo uno de los atributos de Dios, sino que un atributo que es altamente elogiado
en las Escrituras. Muchas veces encontramos destacada en los Salmos, la fidelidad de Dios, como
una fuente de fortalecimiento y consuelo (ver Salmo 25:10; 30:9; 33:4; 36:5). Debido a la fidelidad
de Dios, siempre podemos contar en Él incluso si el panorama se nos presenta tan desolado como
el Ártico y las circunstancias, imposibles. Aún cuando el profeta Jeremías se enfrentó con la
desolación de Jerusalén, debido al pecado del pueblo, le pudo decir al Señor: “…grande es tu
fidelidad” (Lamentaciones 3:23). Tanto la devastación que había ocurrido como las glorias del
futuro, dependían de la fidelidad de Dios con Sus promesas —promesas de disciplina según se
registran en Deuteronomio 28 y promesas de la restauración de Israel y gloria futura como se
promete a través de todo el Antiguo Testamento.
En otras palabras, debido a la fidelidad inmutable de Dios, Jeremías pudo hablar de esperanza en
medio de la desesperación de la nación, porque “grande es tu fidelidad” (Lamentaciones 3:21-32).
El mensaje de Jeremías a los israelitas en cautiverio, era que debían saber que de la forma en
que Dios había sido fiel a las advertencias y promesas de Deuteronomio 28, de la misma forma
sería fiel a las promesas de una futura liberación de aquel cautiverio.
¿Qué valor tendrían las promesas de Dios sin Su fidelidad y qué valor tendríamos para Él, para
nuestras familias, para el cuerpo de Cristo y para la sociedad como un todo, sin fidelidad?
¡Absolutamente ninguna! La persona fiel es aquella con la que uno cuenta para asumir
responsabilidades y promesas con lo mejor de sí, sin importar la naturaleza de la situación.
Entonces, la fidelidad es una cualidad que Dios desea reproducir en nosotros a través de la
salvación que viene de Cristo. Es otra de las cualidades de la madurez que se debe buscar en la
vida del cristiano.
Pero, ¿qué es exactamente la fidelidad? ¿A qué se parece? ¿Cómo desarrollamos una fidelidad
constante en la vida cristiana? Este estudio considerará:
La Biblia está llena de ejemplos de fidelidad a través de sus páginas. En el Antiguo Testamento,
tenemos a Noé, Abraham, Moisés, Josué, Elías y Eliseo, David, Daniel y sus tres amigos y tantos
otros. En el Nuevo Testamento, tenemos a los Discípulos, Pablo, Timoteo, Tito y tantos otros.
Pero al igual que en todas las cualidades de la madurez, el Señor Jesús es nuestro ejemplo
modelo de la fidelidad. De hecho, varias veces el Nuevo Testamento señala no sólo la fidelidad de
Cristo, sino que lo hace de tal forma que acentúa que nuestra salvación y santificación están
basadas en la fidelidad de Cristo. Los versículos que citamos a continuación, según la traducción
de la Biblia NET, ilustran esto:
“…la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él. Porque no
hay diferencia…” (Romanos 3:22).
“…con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica
al que es de la fe de Jesús” (Romanos 3:26).
“…nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por
las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado” (Gálatas 2:16).
“Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora
vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí”
(Gálatas 2:20).
“Mas la Escritura lo encerró todo bajo pecado, para que la promesa que es por la fe en Jesucristo
fuese dada a los creyentes” (Gálatas 3:22).
“…conforme al propósito eterno que hizo en Cristo Jesús nuestro Señor, en quien tenemos
seguridad y acceso con confianza por medio de la fe en él” (Efesios 3:1-121).
“…y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de
Cristo, la justicia que es de Dios por la fe” (Filipenses 3:9).
Tradicionalmente, estos versículos han sido traducidos como “fe en Cristo” más que “la fidelidad de
Cristo”; pero un gran número de estudiosos del Nuevo Testamento, están argumentando que la
construcción griega (pistis Christou) y otras frases similares en los escritos de Pablo (Romanos
2:22, 26; Gálatas 2:16, 20; 3:22; Filipenses 3:9), involucran lo que se conoce en la gramática griega
como un subjetivo genitivo y que significa “la fe de Cristo” o “la fidelidad de Cristo”. Wallace, quien
declara que la gramática no es decisiva, aunque sugiere que «la fe/fidelidad de Cristo no es una
negación de la fe en Cristo como un concepto paulino (pues la idea está expresada en varios
contextos similares sólo con el verbo ‘pisteuo,’ más que con el sustantivo), pero implica que el
objeto de la fe es un objeto valioso, pues él mismo es fiel» (Exegetical Syntax [Sintaxis Exegética],
p. 116). Mientras que el apóstol Pablo en otras partes, enseña claramente que la justificación es
sólo por la fe en Cristo, el enfoque de estos pasajes, no está en nuestra fe, sino en el objeto en
quien depositamos nuestra fe, debido a la fidelidad de Cristo. Subraya que nuestra fe está
anclada en un objeto valioso —una tremenda seguridad para la fe cristiana.
Por lo tanto, en un pasaje donde Pablo hace un llamado a una fidelidad específica en un número
de tareas de las que los cristianos son responsables, señala al Señor Jesús como nuestro ejemplo
y nos hace un llamado a seguir Sus pasos.
Nuestras Responsabilidades
1ª Pedro 2:13-20
“Por causa del Señor someteos a toda institución humana, ya sea al rey, como a superior, ya a los
gobernadores, como por él enviados para castigo de los malhechores y alabanza de los que hacen
bien. Porque esta es la voluntad de Dios: que haciendo bien, hagáis callar la ignorancia de los
hombres insensatos; como libres, pero no como los que tienen la libertad como pretexto para hacer
lo malo, sino como siervos de Dios. Honrad a todos. Amad a los hermanos. Temed a Dios.
Honrad al rey. Criados, estad sujetos con todo respeto a vuestros amos; no solamente a los
buenos y afables, sino también a los difíciles de soportar. Porque esto merece aprobación, si
alguno a causa de la conciencia delante de Dios, sufre molestias padeciendo injustamente. Pues,
¿qué gloria es, si pecando sois abofeteados, y lo soportáis? Mas si haciendo lo bueno sufrís, y lo
soportáis, esto ciertamente es aprobado delante de Dios”
Nuestro Ejemplo
1ª Pedro 2:21-25
“Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos
ejemplo para que sigáis sus pisadas; el cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca;
quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino
encomendaba la causa al que juzga justamente; quien llevó él mismo nuestros pecados en su
cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y
por cuya herida fuisteis sanados. Porque vosotros erais como ovejas descarriadas, pero
ahora habéis vuelo al Pasto y Obispo de vuestras almas”
Consecuentemente entonces, somos llamados a mirar al Señor Jesús como nuestro modelo o
como el precursor de una vida de fe. No debe asombrarnos que en un pasaje que se hace un
llamado a los cristianos a ser fieles y buenos ciudadanos —reconociendo la naturaleza del
gobierno como una institución divina— se concluya con: “sino vestíos del Señor Jesucristo, y no
proveáis para los deseos de la carne” (Romanos 13:14). En otras palabras, experimenten la vida
de Cristo; sean como Él.
El Significado y la Esencia de la Fidelidad
El Significado
En Inglés
El Diccionario Americano Heritage, define la fidelidad como: “(1) Adhesión firme y devota a una
persona, a una causa o a una idea; leal. (2) Tener o lleno de fe. (3) Merecedor de confianza;
confiable. (4) Consecuente con la verdad o la actualidad: reproducción fiel de un retrato”. Existe
un listado de sinónimos: lealtad, veracidad, sinceridad, constancia, franqueza, probidad. “Estos
adjetivos significan adherirse con fuerza a alguien o algo, tal como una persona, una causa, un
trabajo, que demanda nuestra fidelidad”. [2]
La palabra usada por fidelidad en el Nuevo Testamento, es el sustantivo ‘pistis’, que tiene tanto un
sentido pasivo como uno activo. En primer lugar, en su uso activo, a menudo se refiere a “fe,
creencia, confianza”. Pero en su sentido pasivo, significa “fidelidad, confianza”. Se usa en la
“fidelidad” de Dios, de Cristo y del hombre. Sin embargo, a veces es difícil determinar si ‘pistis’
debiera traducirse como “fe” o como “fidelidad”, como en Tito 2:10; 1ª Timoteo 4:12; 6:11 y en 2ª
Tesalonicenses 1:4. La razón es por último, por lo menos para los seres humanos,, ser fieles es el
resultado de tener fe o, si pudiéramos jugar con la palabra fidelidad, de estar llenos de fe. Por lo
menos para los cristianos, es la persona de fe que tiene la capacidad de ser fiel en sus
responsabilidades frente a Dios y al hombre (ver Números 12:7; Nehemías 9:7; Daniel 6:4). Por
ejemplo, Cristo reprendió a los fariseos religiosos por su falta de fidelidad. La razón es que su fe
no estaba verdaderamente puesta en Dios, sino que en sus propio sistema legalista de obras.
“¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas! porque diezmáis la menta y el eneldo y el comino, y
dejáis lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe (pistis). Esto era necesario
hacer, sin dejar aquello” (Lucas 11:42).
Una buena ilustración del uso de ‘pistis’, en la que significa lealtad en el servicio o en el ministerio,
es 3ª Juan 5-6.
“Amado, fielmente te conduces cuando prestas algún servicio a los hermanos, especialmente a los
desconocidos, los cuales han dado ante la iglesia testimonio de tu amor; y harás bien en
encaminarlos como es digno de su servicio a Dios, para que continúen en su viaje” (3ª Juan 5-6).
Las notas de estudio en la Biblia NET, explican: “Cuando el autor le dice a Gayo “demostraste
fidelidad en todo lo que hiciste”, lo está recomendando para su servicio fiel en los viajes misioneros
(los hermanos). Gayo les había asistido y ahora habían regresado con un informe de lo hecho al
autor (3ª Juan 3)” [3] Pero en realidad, las acciones fieles de Gayo eran el resultado de su fe en el
mensaje del evangelio.
En el Antiguo Testamento, se usan varias palabras por fidelidad —‘ác‡mun’: “en quien se puede
confiar, fidelidad”, ‘ác‡mu,na,’: “firmeza, fidelidad”, ‘ác‡met’: “firmeza, verdad, fidelidad,
veracidad”. Todas estas sin embargo, derivan del verbo ‘áa,,man’: confirmar, soportar, apoyar” y
por lo tanto: “estar establecidos, ser fieles. Ciertos. i.e. creer en (derivación Hiphil) [4] . La idea
raíz, es firmeza o certeza. Por lo tanto, el verbo significa “estar seguros o ciertos” [5]
«En este sentido la palabra en la conjugación Hiphil, corresponde a la palabra bíblica para “creer” y
muestra que la fe bíblica es asegurar, una certeza, en contraste con los conceptos modernos de fe
como algo posible, esperanzadoramente posible; pero no cierta» [6]
En todas estas palabras, existe el elemento de estar firmes o permanecer. De hecho, la primera
vez que aparece en la Biblia el sustantivo ‘ác‡mu,na,’ en Éxodo 17:12, ilustra lo siguiente: “Y las
manos de Moisés se cansaban; por lo que tomaron una piedra, y la pusieron debajo de él, y se
sentó sobre ella; y Aarón y Hur sostenían sus manos, el uno de un lado y el otro de otro; así hubo
en sus manos firmeza hasta que se puso el sol” (énfasis del autor). Entonces, observamos un
juego de palabras interesante en la confrontación que tuvo Isaías con Ahaz, cuando dijo: “Si
vosotros no creyereis (derivación hiphil imperfecta ‘áa,,man’), de cierto no permaneceréis
(derivación niphal imperfecta de ‘áa,,man’) (Isaías 7:9). Para comprender el juego de palabras,
podríamos traducirlo de la siguiente forma: “Si no estuvieseis seguros (i.e. creer en las promesas
de Dios), no podríais estar seguros”.
La Esencia de la Fidelidad
La Fidelidad y el Éxito
La naturaleza de la fidelidad, está bien expresada en el comentario The Teacher’s Commentary [El
Comentario de los Maestros] sobre Éxodo 1-4.
«Existen límites en la responsabilidad de los líderes. Estos límites están impuestos por la misma
libertad que Dios entrega a todos los hombres a volverse a Él o a alejarse de Él. El ministerio de
Moisés podría llevar a Israel a ese punto de decisión. Moisés llevó este ministerio, bien. Pero
Moisés no podía decidir por ellos. Una generación se alejó de Dios y l otra, se volvió a Dios. Fue
su propia elección.
El hecho que la primera generación se alejara, no se debió al error de Moisés y tampoco fueron
sus habilidades las que provocaron que la segunda generación se volviera al Señor.
Por supuesto que la cuestión es simple. Moisés recibió un llamado a ser fiel a Dios y para cumplir
esta comisión. No fue llamado ni a ‘fracasar’ ni a ‘tener éxito’. Y es así que la alabanza hacia
Moisés que vemos en el Nuevo Testamento, no está enfocada en lo que Moisés cumplió, sino
en su fidelidad. “…el cual es fiel al que le constituyó, como también lo fue Moisés en toda la casa
de Dios” (Hebreos 3:2). Fue la fidelidad de Moisés a su trabajo lo que contó frente a Dios» [7]
«Mark Hatfield cuenta de una visita que hiciera a Calcuta en compañía de la Madre Teresa y de
haber ido a la llamada “Casa de la Muerte”, donde los niños enfermos son cuidados en sus últimos
días de vida y el dispensario donde los pobres hacen filas por cientos para recibir atención médica.
Al observar a la Madre Teresa ministrar a esta gente, alimentándoles y dándoles atención médica a
quienes fueron abandonados allí para morir, Hatfield se sintió abrumado por la magnitud del
sufrimiento que tanto ella como sus colaboradoras enfrentaban diariamente. “¿Cómo puede usted
llevar esta carga sin sentirse aplastada por ella?”, le prguntó a la Madre Teresa, quien contestó:
“Mi querido Senador, no he sido llamada para triunfar, sino para ser fiel» [8]
“¿Qué, pues, es Pablo, y qué es Apolos? Servidores por medio de los cuales habéis creído; y eso
según lo que a cada uno concedió el Señor. Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado
Dios. Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento”.
El siervo simplemente debe ser fiel a las responsabilidades que su Dios le ha dado (ya sea plantar,
regar u otra) y dejar los resultados al Maestro. Los resultados dependen de Él. Por lo a
continuación, (1ª Corintios 4:1-2), a aquellos que estaban haciendo comparaciones, Pablo les dice:
“Así, pues, téngannos los hombres por servidores de Cristo, y administrados de los misterios de
Dios. Ahora bien, se requiere de los administradores, que cada uno sea hallado fiel”.
Los siervos cristianos fieles, con frecuencia trabajan fielmente en campos que dan poco fruto,
humanamente hablando; pero de ninguna manera esto significa que no sean fieles.
«Un anciano predicador fue reprendido por uno de sus diáconos un día Domingo en la mañana
antes del servicio. “Pastor”, dijo el hombre, “algo debe estar mal con su prédica y su trabajo. Sólo
se ha incorporado una sola persona a la iglesia en todo el año y es sólo un niño”
El ministro al oírlo, se humedecieron sus ojos y sus manos temblaron. Contestó: “Ya lo sé; pero
Dios sabe que lo he intentado todo para hacer mi labor”. Ese día, el corazón del ministro se sentía
pesado al pararse delante de su congregación. Al terminar su mensaje, se sintió muy inclinado a
renunciar. Después que todos se habían ido, aquel niño se le acercó y le preguntó: “¿Cree usted
que si estudio firmemente, podría llegar a ser un predicador, o tal vez… un misionero?”
Nuevamente las lágrimas llenaron los ojos del ministro y dijo: “¡Ah, esto cura el dolor que siento.
Robert, ahora veo la mano de Dios. Que Él te bendiga, niño mío. Sí, creo que llegarás a ser un
predicador”.
Muchos años más tarde, un anciano misionero regresó a Londres desde África. Su nombre se
pronunciaba con reverencia. Los nobles le invitaban a sus casas. Él había agregado a muchas
almas a la iglesia de Jesucristo, alcanzando incluso a algunos de los jefes más salvajes de África.
Su nombre era Robert Moffat, quien años antes le había hablado al pastor en aquella mañana en la
vieja iglesia escocesa». [9]
Nuestra necesidad y oración, deben ser: “Señor, ayúdanos a ser fieles a los dones, habilidades y
oportunidades que Tú nos has dado de acuerdo a la fuerza que también nos diste (ver Colosenses
1:28-29). Después danos la gracia y la fe para dejar los resultados a Ti”-
Naturalmente, existe una fidelidad general de la cual todos somos responsables —la oración,
estudio bíblico, amarse unos a otros, reunirse para la adoración, el estímulo y la edificación, dar,
demostrar misericordia y la lista sigue de acuerdo a los principios e imperativos de las Escrituras.
Sin embargo, existen también muchas responsabilidades o tareas específicas que están
relacionadas a nuestras situaciones de vida específicas —donde vivimos, dones, entrenamiento, la
guía de Dios y muchas otras variables. Tal como vemos en 1ª Corintios 3 y 4, la fidelidad a
menudo está relacionada con las tareas específicas que se nos han dado.
El fruto de la fe en Dios y Su Palabra fiel, produce una fidelidad que se manifestará a sí mismo en
variadas formas de confiabilidad dependiendo del estado de cosas del que tiene fe. Daniel fue fiel
en sus responsabilidades de acuerdo a las situaciones de su vida; pero del libro de Daniel,
sabemos que este fue el resultado de su fe y de su devoción al Señor (Daniel 6:4). Dios dijo que
Moisés era “fiel en toda mi casa” (Números 12:7; Hebreos 3:2); pero sabemos que este también
fue el resultado de la fe de Moisés. “Por la fe Moisés, hecho ya grande, rehusó llamarse hijo de la
hija de Faraón, escogiendo antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites
temporales del pecado” (Hebreos 11:24-25). En Nehemías 7:2, leemos que Nehemías puso a su
hermano Hanani a cargo de Jerusalén, “porque era fiel”; pero la fuente y motivación de su fidelidad
se ve rápidamente en la siguiente declaración “porque éste era varón de verdad y temeroso de
Dios, más que muchos”.
Por lo que aunque existe una fidelidad general hacia las responsabilidades cristianas básicas de
las que todos los cristianos son responsables, cada uno debemos estar alertas a las
responsabilidades específicas en la voluntad de Dios a las que Él nos ha llamado en las labores
diarias de la vida.
Al igual que todas las cualidades de la madurez hacia la semejanza de Cristo, la fidelidad es el
producto de la gracia de Dios a través de las varias vías que usa Dios para producir el crecimiento
espiritual y la madurez en la vida del creyente. Siendo los tres recursos principales: la verdad de
Dios (Su Palabra), el ministerio del Espíritu Santo y el ministerio de edificación y de fortalecimiento
del cuerpo de Cristo. Pero debemos observar que la fidelidad depende esencialmente de otras
cualidades de la madurez espiritual, como el valor, la devoción y la reverencia ante Dios, amor por
los demás, paciencia y un sentimiento de propósito o destino con respecto a la voluntad de Dios.
Tales cualidades forman el fundamento o los recursos secundarios de la fidelidad. A
continuación, tenemos cinco áreas claves que Dios emplea para construir la fidelidad en Su pueblo.
Cuando enfrentamos dificultades y condiciones dolorosas, fácilmente nos vemos desanimados por
estas circunstancias o por nuestras falsas expectativas nos rendimos, nos arrancamos e incluso no
cumplimos con nuestras responsabilidades, o nos volvemos tan letárgicos que nuestra eficiencia se
ve minimizada o anulada completamente. Como un hombre con una naturaleza o con pasiones
similares a las nuestras (Santiago 5:17), el profeta Elías ilustra este potencial que todos algunas
veces enfrentamos.
Tan sólo una lectura casual de 1 Reyes 17-19, nos revelan algunos contrastes sobrecogedores e
inclusive sorprendentes del profeta, del hombre de Dios, entre 1 Reyes 17-18 y 1 Reyes 19. Su
conducta es tan diferente como el día de la noche. Primero, Elías es un hombre valiente y fiel al
llamado de Dios frente a los peligros que tenía delante suyo. En forma victoriosa, enfrenta a 850
profetas de Baal, con la conclusión que hace el capítulo 18: “Y la mano de Jehová estuvo sobre
Elías, el cual ciñó sus lomos, y corrió delante de Acab hasta llegar a Jezreel”. Elías fue fiel a sus
responsabilidades y experimentó la fuerza sobrenatural de Dios, para hacer cosas extraordinarias.
Pero cuando llegamos al capítulo 19, lo que vemos nos confunde. Repentinamente, Elías se
convierte en un hombre temeroso, que trata de huir, exhausto, deprimido, desea morir. Se ha
neutralizado y no cumple con sus responsabilidades como profeta de Dios.
En 1 Reyes 19, vemos la cusa del cambio en Elías. El rey Acab le cuenta Jezabel lo que Elías ha
hecho. Ella reacciona con venganza y amenaza la vida de Elías. Repentinamente, deja de mirar a
Dios y huye hasta Beerseba en el desierto, en la parte más austral de Judá. Abandonando a su
siervo, sigue otro día de camino internándose más aún en el desierto, se cobija bajo un árbol y en
profunda depresión, le pide a Dios que le permita morir.
¿Habéis estado alguna vez en esa situación, en la penumbra de la desesperación en la que todas
vuestras expectativas han explotado en vuestro rostro? Creo que este fue un problema de
expectativas falsas. No sé exactamente lo que pretendía Elías; pero con el poder de Dios
manifestado en forma tan clara, tal vez creyó que habría respuestas positivas en Acab, que
provocarían cambios en el reino de Israel. No se nos dice. Sólo podemos especular. Pero algo
realmente destrozó el enfoque de Elías, su fe y su capacidad para mantenerse fiel.
Tal vez, la primera lección que podemos aprender de la respuesta de Elías, está relacionada con el
tema de nuestras expectativas y el impacto negativo que esto puede tener en nosotros. Tal como
lo mencionábamos, él esperaba algo diferente —algo más positivo. Sin lugar a dudas, esperaba
algo que cambiara la condición espiritual del reino y es posible que sus expectativas hayan estado
puestas en que el reino tuviera un sentimiento de depender más de Dios. Esto se apoya en la
respuesta que más tarde, Elías le da a la pregunta de Dios (19:9-14). Elías estaba enfocado en lo
que él consideraba un fracaso.
El principio, como ya lo hemos visto, es que Dios nos hace responsables de confiar en Él, de la
obediencia, del amor, dela paciencia y de la fidelidad para hacer aquello a lo cual Él nos ha
llamado. No nos hace responsables de los resultados. Los resultados están en Sus manos, no en
las nuestras. No podemos cambiar a la gente y a menudo tampoco podemos cambiar nuestras
circunstancias; sólo Dios lo puede hacer. Más aún, nuestras expectativas fácilmente pueden caer
en un sentimiento de exigencias —exigir que las cosas sean tal como creemos que deben ser.
Cuando esto sucede, estamos usurpando la soberanía de Dios y estamos actuando como si
nosotros, las criaturas, fuésemos tan sabios como el Creador (cf. Job 40:1-9). Cuando nos
enfocamos en nuestras expectativas y hacemos de los resultados la fuente de nuestra felicidad,
seguridad o importancia, terminamos con el síndrome de Elías —temerosos, prontos a huir,
envueltos con sentimientos de fracaso y depresión, o temor y frustración y aislados.
Elías, por supuesto, no estaba solo. El Señor estaba allí e incluso envió a Su ángel a ministrarle.
El Señor no sólo es omnipresente; sino cuán consolador es saber que Él ha prometido no
abandonar ni olvidar a los creyentes, sin importar lo que enfrentan o lo que hacen (Salmo 139;
Hebreos 13:5-6). Elías tampoco estaba solo desde el punto de vista humano. Dios tenía a 7.000
hombres que no habían inclinado sus rodillas delante de Baal; sino que habían huido de su
compañía.
Pero el Señor vino al lado del profeta para ministrarlo en su fracaso y en su desesperación. Hizo
esto en varias formas: (1) Antes de tratar la condición espiritual de Elías, le rejuveneció
físicamente con descanso y alimentos. (2) Después hizo que Elías afrontara su verdadera
condición, el problema real. Tomando la condición de un consejero, el Señor le preguntó dos
veces a Elías: “¿por qué estás aquí?”. En otras palabras, piensa por qué estás aquí y en lo que
tiene (v. 9 y 13). (3) En todo esto, el Señor le habló personalmente al profeta en los versículos 9,
12, 13 y 15. Esto ilustra nuestra necesidad de estar en la Palabra, pues allí oímos al Señor (oír Su
voz tranquila y silenciosa), enfocarnos en Él y ser instruidos y fortalecidos con Su verdad. (4)
Después, el Señor le ordena a Elías a ponerse activo y a involucrarse nuevamente con fidelidad en
el ministerio. Observen la orden del versículo 15: “Vé, vuélvete por tu camino…”. Cuando nos
sintamos depresivos, no nos rindamos a la tentación de llorar y no hacer nada. Al no hacer nada,
sólo reforzamos nuestra depresión y esto nos conduce a una infidelidad mayor. Tampoco
empleemos la actividad para narcotizar el dolor. Entreguémosela al Señor. El descanso, el
relajamiento y la soledad con el Señor, requieren el equilibrio del involucrarse fielmente en un
trabajo y en un ministerio; pero siempre con un espíritu de fiel y no sólo una actividad.
Aplicación: Existe una canción que fue popular en los años ’50, que decía: «Oh, qué mañana tan
hermosa. Oh, que día tan lindo. Tengo un sentimiento maravilloso, todo está sucediendo tal como
a mí me gusta». Esta canción expresa la típica actitud del mundo. Esta es la forma que nos
gustaría; pero simplemente no es como son las cosas en un mundo caído. Al querer y esperar que
todo resulto como queremos, no sólo es irreal, sino un egocentrismo. También sugiere que
estamos buscando nuestra seguridad y nuestra felicidad en los buenos tiempos y no en el Dios
Soberano. Es vivir de acuerdo a la vista y no a la fe.
En contraste, el apóstol Pablo dijo: “Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo:
¡Regocijaos!” (Filipenses 4:4). Pero, ¿dónde estaba él cuando dijo esto? ¿Era todo como él lo
quería? ¡NO! Lo dijo mientras estaba diariamente encadenado a un soldado romano esperando
su juicio, que podría significar su muerte. Lo dijo mientras otros le buscaban para hacerle daño,
inclusive dentro de la comunidad cristiana (Filipenses 1:15-18). En vez de esta declaración, Pablo
bien pudo haber cantado: «Oh, qué mañana tan hermosa. Oh, que día tan lindo. Tengo un
sentimiento maravilloso, todo está sucediendo tal como a mí me gusta; el Señor reina día tras día».
La fidelidad siempre está relacionada con la verdad de Dios. Una de las palabras mencionadas
previamente por fidelidad: ‘áe‡met’, también puede significar “verdad” y se usa para describir la
instrucción de Dios, Su Palabra, porque Su Palabra es totalmente confiable según se resalta en el
Salmo 19:9: “El temor de Jehová es limpio, que permanece para siempre; los juicios de Jehová
son verdad (‘áe‡met’), todos justos”. Este es un tema consistente del Antiguo Testamento.
“No quites de mi boca en ningún tiempo la palabra de verdad, porque e tus juicios espero” (Salmo
119:43).
“Cercano estás tú, oh Jehová, y todos tus mandamientos son verdad” (Salmo 119:151)
“La suma de tu palabra es verdad, y eterno es todo juicio de tu justicia” (Salmo 119:160)
Una breve visión de las palabras hebreas y griegas usadas por “fidelidad”, nos enseñan que
bíblicamente hablando, la fe y la fidelidad están la una a la otra como raíz y fruto. La última fuente
o el medio de la fidelidad , es la relación que tenemos con Dios a través de la fe; pero
especialmente en la forma cómo se ejercita la fe a la luz de la verdad de Dios. Es la Palabra de
verdad de Dios, que pone al hombre en el camino de la verdad o de la fidelidad, porque Su Palabra
es una expresión de la fidelidad o de la credibilidad de Dios; es la Palabra santa de Dios que revela
la fidelidad o la confiabilidad de Dios (cf. Salmo 119:86a con 33:4). Es así que el salmista escribió:
“Escogí el camino de la verdad; he puesto tus juicios delante de mí”. El paso de la fidelidad es el
producto de una vida sometida a la Palabra de Dios.
Fundamentalmente, por cuanto la fidelidad es un atributo vital del carácter de Dios, Su fidelidad
llega a ser una gran fuente de fidelidad para su pueblo (Deuteronomio 7:9; 32:4; 1 Samuel 26:23;
Salmo 36:5; 40:10; 143:1; Lamentaciones 3:23). Por ejemplo, en el canto de Moisés en
Deuteronomio 32, él proclamó el nombre de Jehová, describe el carácter de Jehová y de Su obra
en cuyo corazón yace Su fidelidad o Su confiabilidad. El objetivo era que Israel considerara
seriamente el carácter y la obra de Dios, motivando no sólo la fe y la obediencia fiel en Él, sino que
tuvieran la expectativa de Sus bendiciones:
“Él es la Roca, cuya obra es perfecta, porque todos sus caminos son rectitud; Dios de verdad, y sin
ninguna iniquidad en él” (Deuteronomio 32:4; énfasis del autor).
En forma similar, en Isaías 25:1-12, en una forma reminiscente de los salmistas, el profeta ofreció
un salmo de alabanza, ensalzando la futura liberación de Su pueblo o los triunfos de la época de
los reinos. Sin embargo, es importante el enfoque del salmo no está simplemente en los actos
maravilloso de Jehová, sino en Su fidelidad. Todo lo que hará Jehová, revela Su fidelidad
inmutable y nos alerta de lo que es Él en Su carácter perfecto. Eso lo podemos ver especialmente
en el versículo 1: “Jehová, tú eres mi Dios; te exaltaré, alabaré tu nombre, porque has hecho
maravillas; tus consejos antiguos son verdad y firmeza”
«Aquí, en el corazón de este libro, encontramos una de las mayores confesiones de fe de la Biblia.
Jeremías había estado inmerso en sus penas y en las de su pueblo; pero de pronto alzó sus ojos a
Jehová —y este fue el punto de partida. En medio de su pena y ruina, recordó la misericordia de
Jehová. “Su compasión no falló”. Nosotros le hemos fallado; pero Él no. “Grande es tu fidelidad”.
La fidelidad de Dios, es un fortalecimiento extraordinario en aquellos días en los que los corazones
del pueblo están llenos de temor. Si usted construye su vida en base a la ente o a las cosas de
este mundo, no tendrá esperanza o seguridad; pero si la construye en Cristo, el que es fiel, será
salvo para siempre. “…conforme a tu fidelidad me afligiste” (Salmo 119:75b). Lamentaciones nos
enseña esta lección. Él desea llevarnos al lugar del arrepentimiento y al de la confesión
(Lamentaciones 3:39-41). Él es fiel para perdonar cuando confesamos nuestros pecados (1ª Juan
1:9). Él es fiel para simpatizar con nosotros cuando tenemos cargas y problemas (Hebreos 2:17-
18; 4:14-16). Jamás tendremos un temor que Él no escuchará o ayudará por estar demasiado
ocupado. Él es fiel para liberarnos cuando le pidamos ayuda en la tentación (1ª Corintios 10:13).
Él fiel en mantenernos en esta vida hasta que lleguemos a la vida eterna (1ª Timoteo 1:15; 1ª
Tesalonicenses 5:23-24). Podemos comprometer nuestras vidas y nuestras almas en las manos
del Creador fiel (1ª Pedro 4:19) y saber que Él hará todo bien» [10]
Por lo tanto, la fidelidad perfecta de Dios, incluso frente a las continuas rebeliones de Israel, se
convierte en el fundamento de nuestra fidelidad. Cuando estaba sumido en una profunda
depresión, Jeremías bien pudo haber tirado la toalla; pero al enfocar su mirada en Jehová,
encontró una nueva confianza en la compasión de Dios y en Su gran fidelidad a Sus promesas. Es
así que tomó coraje y siguió ministrando a Judá, siendo el libro de Lamentaciones, uno de sus
resultados.
La Fidelidad y el Espíritu Snto
Naturalmente, otra de las fuentes o medios de la fidelidad en la vida del creyente, es el Espíritu de
Verdad, el Espíritu Santo. La fidelidad es uno de los aspectos del fruto del Espíritu: “Mas el fruto
del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe…” (Gálatas 5:22). La Palabra
de verdad es vital para la fidelidad; pero es el Espíritu de Verdad, como maestro de la verdad de
Dios, que toma las cosas de Cristo y nos las hace real para motivarnos a actuar en fe y
obediencia. Sin embargo, la carne es débil; en nosotros falta la fuerza y la capacidad de vivir
fielmente, al menos por los motivos correctos. Es así que el Espíritu Santo, quien nos fortalece
para vivir la vida cristiana (Gálatas 5:16ss; Efesios 5:18s; Romanos 8:4s). Sólo aquellos que
andan dependiendo en el poder del Espíritu, experimentarán la disciplina y el valor que se
necesitan para la fidelidad.
Finalmente, numerosos pasajes demuestran la parte importante que el cuerpo de Cristo juega en la
vida espiritual y en el crecimiento de unos por los otros. Como miembros de un cuerpo, los
creyentes deben demostrar el mismo cuidado mutuo (Romanos 12:5; 1ª Corintios 12:25) e
involucrarse en el ministerio de los unos por los otros. Esto es muy evidente en los numerosos
mandatos de los unos por los otros, del Nuevo Testamento. Debemos amarnos los unos a los
otros, construirnos los unos a los otros, fortalecernos los unos a los otros, ser amables los unos a
los otros, consolarse los unos a los otros, etc. A lo largo de estas líneas, Efesios 4:12-16 nos
enseña que la meta de la madurez en la semejanza a Cristo, se produce a través del trabajo mutuo
de todo el cuerpo de Cristo. Esto naturalmente incluye promover la restauración de aquellos que
han caído y el propósito general de equiparse mutuamente para el ministerio fiel (ver Romanos
15:1; Gálatas 6:1s; 1ª Tesalonicenses 5:11s; 1ª Pedro 4:8-10; Santiago 5:19).
Motivaciones de la Fidelidad
Hemos visto que la fidelidad significa confiabilidad o adherirse firme y devotamente a una persona,
a una causa, a una idea o a ciertas responsabilidades. Sin embargo, lo triste es que mucha gente
se encuentran a sí mismas trabajando en algo que no disfrutan y que no se identifica bien con sus
intereses, capacidades o entrenamiento. Simplemente es un asunto de necesidad, de poner el pan
sobre la mesa. Para otros, es simplemente un asunto de tener el medio para tomar parte en las
diversiones y juegos de nuestra sociedad; trabajan cinco días a la semana, para poder jugar en los
fines de semana. La gente puede ser considerada fiel por muchas razones o motivos. Un hombre
puede ser muy fiel con su empleador y con sus responsabilidades, porque desea un ascenso, no
desea perder su empleo y desea progresar en su compañía. Puede ser fiel porque ama su trabajo
y lo disfruta genuinamente. Puede ser fiel porque su compañía le importa como también la gente
con la que trabaja y desea verla crecer y que tenga éxito.
A primera vista, estas son preocupaciones y razones legítimas; pero para los cristianos,
necesitamos ser guiados y dirigidos por motivos que estén en relación con valores eternos y con la
voluntad y propósito de Dios para los creyentes, según lo señalan las Escrituras, sin considerar las
condiciones del trabajo. En la época del Nuevo Testamento, el mundo romano estaba lleno de
esclavos. Ellos no tenían derechos, oportunidades de promocionarse y, generalmente poca o
ninguna oportunidad de ser libres. Algunos prestaban servicios a buenos amos y se les daba un
trabajo que disfrutaban. Sin embargo, para la mayoría, su trabajo no era feliz. Con mucha
frecuencia la motivación principal de la fidelidad, fue la auto-conservación. Sin embargo, a ellos
Pablo les escribió que debían servir a sus amos con un motivo diferente —el deseo de servir al
Señor Jesucristo.
“Siervos, obedeced en todo a vuestros amos terrenales, no sirviendo al ojos, como los que quieren
agradar a los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a
Cristo el Señor servís. Mas el que hace injusticia, recibirá la injusticia que hiciere, porque no hay
acepción de personas” (Colosenses 3:22-25).
Un motivo es una emoción, un deseo, una necesidad o un impulso de alguna clase que le impide a
alguien actuar o pretender ciertas búsquedas. Por lo tanto, los motivos son muy importantes para
todo lo que hace un cristiano. No sólo tienen repercusiones temporales, sino las promesas de Dios
en el futuro y las recompensas eternas están relacionadas tanto a la fidelidad en el trabajo y a las
motivaciones. Proverbios nos dice: “Todos los caminos del hombre son limpios en su propia
opinión; pero Jehová pesa los espíritus” (Proverbios16:2). Por lo tanto, los motivos son vitales en
cualquier cosa que hagamos. A los corintios, Pablo escribió: “Porque nuestra gloria es esta: el
testimonio de nuestra conciencia, que con sencillez y sinceridad de Dios, no con sabiduría
humana, sino con la gracia de Dios, nos hemos conducido en el mundo, y mucho más con
vosotros” (2ª Corintios 1:12). Después, en 1ª Corintios, escribió: “Así que, no juzguéis nada antes
de tiempo, hasta que venga el Señor, el cual aclarará también lo oculto de las tinieblas, y
manifestará las intenciones de los corazones; y entonces cada uno recibirá su alabanza de
Dios” (1ª Corintios 4:5; énfasis del autor). Diremos más sobre la fidelidad y las recompensas
eternas, más tarde en este estudio.
Más aún, los motivos impuros destruyen nuestra capacidad para llevar a cabo nuestras
responsabilidades de una forma divina y bíblica, i.e. con una unidad de visión hacia los valores del
reino y el tesoro celestial. Después de advertir a Sus discípulos sobre la futilidad de buscar tesoros
terrenales, debido a motivaciones egocéntricas, Él señaló los siguientes principios fundamentales,
en Mateo 6:21-24.
1. Los valores, lo que uno atesora, determina la motivación o aquello que le impulsa a
actuar: “Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón” (vs. 21).
2. La perspectiva que tenemos o la visión interna, determina los valores y también lo que
uno busca: “La lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará
lleno de luz; pero si tu ojo es maligno, todo tu cuerpo estará en tinieblas. Así que, si la luz que en ti
hay es tinieblas, ¿cuántas no serán las mismas tinieblas?” (vs. 22-23).
3. Detrás de la elección de los tesoros, está la elección del maestro. La búsqueda doble
(motivos impuros) hacen que la fe sea imposible: “Ninguno puede servir a dos señores; porque
o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a
Dios y a las riquezas” (vs. 24).
Por lo que, mientras los motivos impuros arruinan nuestra capacidad para ser fieles, los motivos
divinos promueven nuestra capacidad para ser siervos fieles de la gracia de Dios. Un ejemplo
maravilloso, lo podemos ver en 1ª Tesalonicenses 2:1-12. Pablo revisó su ministerio (en realidad
el de su equipo misionero) y al hacerlo nos entregó un modelo de la fidelidad: servir como:
“siervos fieles confiados en el evangelio”. Al revisar su ministerio, emplea dos analogías
instructivas: (1) el de los siervos fieles (vs. 1-6) y (2) el de padres fieles y amorosos: primero como
una madre amorosa (vs. 7-8) y después, un padre preocupado (vs. 9-12). En los versículos 1-7,
tenemos una visión breve de la forma, motivos, métodos y medios de su ministerio. Pero el
enfoque clave está en la pureza de los motivos. En el texto nos queda claro que esto resalta su
capacidad de ser fieles.
“Porque vosotros mismos sabéis, hermanos, que nuestra visita a vosotros no resultó vana; pues
habiendo antes padecido y sido ultrajados en Filipos, como sabéis, tuvimos denuedo en nuestro
dios para anunciaros el evangelio de Dios en medio de gran oposición. Porque nuestra
exhortación no procedió de error ni de impureza, ni fue por engaño, sino que según fuimos
aprobados por Dios para que se nos confiase el evangelio, así hablamos; no como para agradar a
los hombres, sino a Dios, que prueba nuestros corazones. Porque nunca usamos de palabras
lisonjeras como sabéis, ni encubrimos avaricia; Dios es testigo, ni buscamos gloria de los
hombres; ni de vosotros, ni de otros, aunque podíamos seros carga como apóstoles de cristo.
Antes fuimos tiernos entre vosotros, como la nodriza que cuida con ternura a sus propios hijos” (1ª
Tesalonicenses 2:1-7; énfasis del autor).
Motivos impuros hubieran hecho que Pablo y su equipo hubieran corrido a vengarse después del
maltrato que sufrieron en Filipos, lo que les hubiera a su vez impedido mantenerse fieles para
predicar el evangelio a los tesalonicenses, donde también se encontraron con mucha oposición.
Pablo fue capaz de decir que su ida a Tesalónica no fue en vano o sin importancia, sin significado.
“Sin propósito” o “vano”, en griego es ‘keno,,’, que significa “vacío, sin contenido, sin base alguna,
sin verdad o poder”, o podría usarse en el sentido de “sin resultado, efecto, o ventaja, sin fruto”. Se
usaba en el caso de un jarro vacío, de palabras vacías o de enviar por mano a alguien un sobre
vacío.
Pablo podría haber estado usando esta palabra con referencia a los resultados en las vidas de los
tesalonicenses, tal como se describe en el Capítulo 1, o con referencia al contenido y carácter de
su predicación y ministerio. Por cuanto él trataba con los resultados en las vidas de los
tesalonicenses en el Capítulo 1 y en vista del contexto que sigue en el Capítulo 2, parece estar
claro que está usando esta palabra con relación al carácter esencial, a la seriedad y a la sinceridad
de su entrada a Tesalónica para proclamarles la verdad de Dios. Por lo tanto, lo que sigue
establece las pruebas de Pablo, que su llegada estaba llena de verdadera seriedad y sustancia.
Su mensaje no era vacío y no carecía de poder, porque no se originaba en métodos, motivos o
medios vanos. Al comentar este texto, Thomas escribe:
«Lo opuesto del ministerio vacío negado en el versículo 1, es algo donde ningún obstáculo o
amenaza es suficiente para disuadir al vocero del evangelio de Dios (2:2). En Filipos, Pablo y Silas
habían sido golpeados y severamente azotados; habían sido hechos prisioneros con sus pies
puestos en el cepo (Hechos 16:22-24) y posiblemente maltratados porque habían rescatado a una
niña esclava en el nombre de Jesucristo. También habían sido insultados por haber sido
arrestados injustamente, se les sacó sus vestimentas y tratados como fugitivos peligrosos. Su
ciudadanía romana, había sido violada y por esto, Pablo exigió una restitución (Hechos 16:37).
Aún tambaleándose debido a sus heridas e indignidades, ambos llegaron a Tesalónica. Bajo tales
condiciones, la mayoría de la gente se hubiera arrepentido de repetir el mensaje que les había
llevado a ese tratamiento tan violento; pero no estos hombres. Con la ayuda de Dios, reunieron el
valor suficiente para declarar en esta nueva ciudad, su evangelio de Dios. ‘Eparresiasameta’ “nos
atrevimos”, describe ricamente cómo hablaron llenos de coraje a pesar del mismo peligro potencial
que afrontaron en Filipos.
Aquí nuevamente se encontraron con una “fuerte oposición”. ‘Agoni’ representada en el texto
anterior por “oposición”, ilustra la lucha de un atleta por ganar el primer lugar en una carrera. Es
posible que el conflicto de Pablo fuera interno (cf. Colosenses 2:1); pero es más seguro que
provenía de las persecuciones y peligros originados por sus opositores judíos (cf. Filipenses 1:30),
por cuanto las luchas internas no pueden igualarse a las persecuciones que tuvieron antes (v.2).
Aún cuando Lucas no menciona directamente la “fuerte oposición” que tuvieron en Tesalónica
(Hechos 17:1-10), esta epístola deja muy claro que sí las hubo» [11]
Pero los cristianos pueden aparentar ser fieles a sus responsabilidades cuando en realidad, debido
a motivos equivocados, no recibirán las alabanzas de Cristo cuando regrese (1ª Corintios 4:5). Un
caso como este, lo vemos en Filipenses 1:12-17. El arresto de Pablo, hizo que algunos se
envalentonaran y comenzaran a proclamar al Señor en la ausencia de Pablo; pero algunos lo
hacían motivados erróneamente.
“Quiero que sepáis, hermanos, que las cosas que me han sucedido, han redundado más bien para
el progreso del evangelio., de tal manera que mis prisiones se han hecho patentes en Cristo en
todo el pretorio, y a todos los demás. Y la mayoría de los hermanos, cobrando ánimo en el Señor
con mis prisiones, se atreven mucho más a hablar la palabra sin temor. Algunos, a la verdad,
predican a cristo por envidia y contienda; pero otros de buen voluntad. Los unos anuncian a
Cristo por contención, no sinceramente, pensando añadir aflicción a mis prisiones; pero los
otros por amor, sabiendo que estoy puesto para la defensa del evangelio” (Filipenses 1:12-17,
énfasis del autor).
Es posible que los creyentes estén haciendo buenas obras o cumpliendo con sus deberes; pero si
sus motivos son impuros, no honran al Señor y apenas podrán ser llamados fieles. Debido a la
presencia de motivos impuros, constituye infidelidad y se traduce en obras que entristecen y
reprimen al Espíritu Santo. Pablo se regocijaba porque Cristo estaba siendo predicado. Esto se
debía sin lugar a dudas, porque hay un poder inherente en el mensaje, sin considerar el
mensajero. Pero las acciones de aquello que se mencionan en Filipenses 1:15-17, debían haber
caído en la categoría de la madera, de la paja y del rastrojo (1ª Corintios 3:12s). La mención de la
madera, de la paja y de rastrojo, naturalmente provee una buena transición al próximo punto con
relación a nuestra fidelidad.
La Gloria de Dios
No es por nada que el llamado de Romanos 12:1: “…presentéis vuestros cuerpos en sacrificio
santo…”, está inmediatamente precedido de: “Porque de él, y por él, y para él, son todas las
cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén”. El Catecismo Menor de Westminster, concluye
correctamente que “el propósito final más importante del hombre, es glorificar a Dios y gozarse en
Él para siempre”. Estamos aquí en la tierra para glorificar a Dios ya sea bajo condiciones de
bendición o de sufrimiento, ya se por vida o por muerte. Todo lo que pensamos, somos y
hacemos, debiera tener como finalidad dar la gloria a Dios. En este propósito divino, dar la gloria a
Dios, encontramos los principales motivos de la fidelidad.
Siguiendo la predicción que Jesús hiciera de la naturaleza de la muerte de Pedro y del asombroso
cambio que ocurriría en su carácter, Juan escribió lo siguiente: “Esto dijo, dando a entender con
qué muerte había de glorificar a Dios” (Juan 21:19).
“…y para que los gentiles glorifiquen a Dios por su misericordia, como está escrito: Por tanto, yo
te confesaré entre los gentiles, y cantaré a tu nombre. Y otra vez dice: Alegraos, gentiles, con su
pueblo. Y otra vez: Alabad al señor todos los gentiles, y magnificadle todos los pueblos. Y otra
vez dice Isaías: Estará la raíz de Isaí, y el que se levantará a regir los gentiles; los gentiles
esperaran en él” (Romanos 15:7-12).
Nuestros cuerpos deben estar libres de fornicación y de impureza moral, porque son instrumentos
que glorifican a Dios:
“Huid de la fornicación. Cualquier otro pecado que el hombre cometa, está fuera del cuerpo; mas
el que fornica, contra su propio cuerpo peca. ¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del
Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque
habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu,
los cuales son de Dios” (1ª Corintios 6:18-20).
Dar fielmente nuestros recursos financieros, es uno de los privilegios y responsabilidades; pero la
meta última, es la gloria de Dios:
“…pues por la experiencia de esta ministración glorifican a Dios por la obediencia que profesáis al
evangelio de Cristo, y por la liberalidad de vuestra contribución para ellos y para todos” (2ª
Corintios 9:13).
Lo mismo es válido para el sufrimiento. Aún cuando el sufrimiento nunca carece de dolor, es un
medio por el cual glorificamos a Dios:
“…manteniendo buena vuestra manera de vivir entre los gentiles; para que en lo que murmuran de
vosotros como de malhechores, glorifiquen a Dios en el día de la visitación” (1ª Pedro 2:12).
“…pero si alguno padece como cristiano, no se avergüence, sino glorifique a Dios por ello” (1ª
Pedro 4:16).
Por lo tanto, en un pasaje en el cual Pablo está haciendo un llamado para que los cristianos vivan
por el principio del amor, en vez de mal usar su libertad, él concluye con este principio general de
gobernar todo lo que un cristiano hace: “Sí, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo
todo para la gloria de Dios” (1ª Corintios 10:31).
A través del Señor Jesús, tenemos una salvación que está más allá de la descripción que Pablo
describe como: “las riquezas inescrutables de Cristo”. En la salvación, no sólo estamos
reconciliados con Dios, con la seguridad de la eternidad; pero se nos ha dado un nuevo significado
y capacidad para la vida y el privilegio de servirle fielmente ahora, para recibir recompensas como
reinar con Cristo en Su futuro reino. Toda la historia encuentra su redención y recapitulación en la
persona y la obra de Cristo y en Su futuro reino como el soberano Rey de reyes (Efesios 1:6-11).
Es así, que Pablo escribió:
“Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre,
para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y
debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el señor, para gloria de Dios Padre”
(Filipenses 2:9-11).
Debido a que nuestra capacidad de ser fieles tiene su fuente en Dios, debemos ser fieles por Su
gloria. Ciertamente, este es el punto de Romanos 11:36. “Todas las cosas” son (1) “Para él”: Él
es nuestra fuente de existencia, de vida, de salvación, de santificación, etc. (2) “Por él”: Él es
nuestra dinámica, nuestra fuerza o capacitador de la vida. (3) “Y para él”: Nuestro destino,
nuestro curso. Entonces, ciertamente, si esta es la meta de la historia, el motivo supremo de
nuestra fidelidad es glorificar a Dios. “A él sea la gloria por los siglos. Amén.”
Saliéndose de Romanos 11:36 y escribiéndoles a los creyentes, a los cristianos, a quienes les
“había llamados a ser de Jesucristo” (Romanos 1:6), “a los que estáis en Roma, amados de Dios,
llamados a ser santos” (vs. 7) y a aquellos cuya “fe se divulga por todo el mundo” (vs. 8), el apóstol
les hace un llamado más fuerte a “presentar sus cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a
Dios, que su culto racional”. Es posible que algunos consideren esto como una dedicación de una
sola vez, a Dios; pero el empleo de la palabra “presentar” en el Capítulo 6 y la gramática griega, en
realidad no apoyan este punto de vista. Obviamente, debe existir un punto de partida en este
compromiso; pero el llamado que se hace es para toda la vida: momento a momento, diariamente;
compromiso de presentar nuestra vida como un sacrificio. El tiempo aorista en el verbo
“presentar”, se comprende mejor ya sea como un aorista comprensivo o incoativo. Si es
comprensivo, la acción es vista como un todo y el énfasis está en el hecho y cubre varias
acciones. Si es incoativo, el énfasis se encuentra en la entrada a un nuevo estado, uno que debe
caracterizar la vida de todo creyente. Al ser consistente con el resto del Nuevo Testamento, Pablo
nos está demostrando que una vida a la semejanza de Cristo, es nada menos que una vida de
sacrificio en la que el cristiano debe usar su cuerpo para un servicio completo de acuerdo a la
voluntad de Dios.
La naturaleza de esta vida de servicio fiel y de sacrificio, en primer lugar está descrita por los
términos “vivo, santo y agradable a Dios”. Pero él continúa mostrándonos algo de lo que esto
significa en los versículos 2ss. —una vida que rehúsa conformarse a este mundo; pero que es
transformada por la renovación de la mente (vs. 2), que reconoce sus dones y desea usarlos al
servicio del cuerpo de Cristo (vs. 3-8).
Pero, ¿por qué? La razón o la motivación, se ve en las palabras: “así que” y “por las misericordias
de Dios”. El “así que”, es ilativo y muestra que lo que sigue es una deducción basada en lo que le
precede. En los primeros once capítulos de Romanos, Pablo ha tratado lo declarativo, con lo que
es necesario para que el hombre pecador (tanto judíos como gentiles) tenga una relación correcta
con Dios —principalmente, la obra de Dios en cristo. Esto tiene que ver con toda la humanidad:
los inmorales, los morales y los religiosos, pues todos carecen de la gloria y de la santidad perfecta
de Dios. Pero sobre todo, esta obra de Dios demuestra Sus misericordias. El término
“misericordia” se refiere a esa cualidad de Dios que lo mueve a liberar a la humanidad pecadora de
su estado de pecado y miseria, para que pueda experimentar la salvación de Dios. Pero como
siempre en los escritos de Pablo, esto va seguido de un imperativo. Este imperativo está
relacionado con lo que debe ocurrir en la vida del cristiano considerando todo lo que Dios ha hecho
—las misericordias de Dios.
El hecho simple es que nadie, ni judíos ni gentiles, es merecedor de lo que Dios ha hecho por los
pecadores. Esto está claramente declarado en los Capítulos 1-3 y nuevamente en los Capítulos 9-
11. Todos merecen el juicio de Dios, debido al pecado. Por lo tanto, para aquellos que confiaron
en el Salvador, la única respuesta razonable o racional (vs. 1c. “…que es vuestro culto racional”),
es presentar nuestros cuerpos como sacrificios —vivo, santo y agradable a Dios. Hay una
profunda obligación moral para hacerlo, debido a la grandeza de la misericordia de Dios. Aquí,
entonces, existe una motivación poderosa para la vida cristiana fiel. Naturalmente, por cuanto todo
proviene de Dios, como se enfatiza en la sección previa, el motivo principal debe ser darle toda la
gloria a Dios: “Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los
siglos. Amén” (Romanos 11:36).
Recompensas Eternas
El tema de las recompensas eternas, es extensivo en el Nuevo Testamento, aún cuando por
alguna razón se le presta poca atención, a pesar de los numerosos pasajes que hay sobre ellas o
sobre la pérdida de ellas. El Señor Jesús habló de las recompensas, por lo menos dieciséis veces
en los Evangelios (cf. Mateo 5:12, 46; 6:1, 2, 4, 5, 6, 16, 19:21; 18; 10:41; 42; 16:27; 18:25, 26, 29)
y Pablo habló de esta verdad una y otra vez. En el corazón de este tema, tenemos la doctrina del
Trono del Juicio (el Bema) de Cristo, que debe diferenciarse del Juicio del Gran Trono Blanco. El
Bema es sólo para los creyentes y el Juicio del Gran Trono Blanco es sólo para los no creyentes.
El Bema se llevará a cabo después del rapto de la iglesia en la venida de Cristo y el Juicio del Gran
Trono Blanco, sucederá al final del reino de los mil años de Cristo (Apocalipsis 20:11-15). [12] Por
lo tanto, el principio básico de la enseñanza bíblica sobre las recompensas, es que de la forma
cómo vivamos hoy, determinará las recompensas que recibiremos mañana.
«Aquellos que están complaciendo a Cristo, serán recompensados generosamente; quienes no le
estén complaciendo, tendrán consecuencias negativas y una recompensa menor. En otras
palabras, vuestra vida aquí impactará vuestra vida allá para siempre» [13]
Puesto en forma simple, conocer y vivir a la luz de esta verdad bíblica, debiera impactar
rotundamente nuestra fidelidad.
“Y si sobre este fundamento alguno edificare oro, plata, piedras preciosas, madera, heno,
hojarasca, la obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego
será revelada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego la probará. Si permaneciere la obra de
alguno que sobreedificó, recibirá recompensa. Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá pérdida,
si bien él mismo será salvo, aunque así como por fuego” (1ª Corintios 3:12-15).
“Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada
uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo” (2ª
Corintios 5:10).
“Pero tú, ¿por qué juzgas a tu hermano? O tú también, ¿por qué menosprecias a tu hermano?
Porque todos compareceremos ante el tribunal de Cristo. Porque escrito está: Vivo yo, dice el
Señor, que ante mí se doblará toda rodilla, y toda lengua confesará a Dios. De manera que
cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí” (Romanos 14:10-12).
Una ilustración práctica de esto, puede verse en el pasaje mencionado en la sección anterior.
Colosenses 3:22-25, enfatiza que los esclavos deben servir fielmente a sus amos, como si
estuvieran sirviendo al Señor, sabiendo que Cristo les recompensaría. En su aplicación, esto
significa que todos los cristianos deben hacer su trabajo como sirviendo al Señor Jesucristo. Al
estar dedicados a Cristo y al hacer nuestro trabajo en completa obediencia a Él, tendrá como
resultado en recompensas allí en el trono Bema de Cristo. El principio es que los esclavos (los
obreros de hoy), podían aceptar un tratamiento injusto con la seguridad de que si sirvieron como si
estuvieran obedeciendo a Cristo sin murmurar, Él les recompensará en el futuro con tesoros
celestiales. Pero lo contrario, también es verdad. Si hacemos mal (venganza, trabajo hecho a
medias, murmuración, etc), será pagado de acuerdo a lo malo que ha hecho (pérdida de las
recompensas).
Los pasajes que se citan a continuación, retratan con claridad este cuadro:
Lucas 19:17 = “Él le dijo: Está bien, buen siervo; por cuanto en lo poco has sido fiel, tendrás
autoridad sobre diez ciudades”. Al siervo fiel se le dieron más responsabilidades (autoridad sobre
diez ciudades), como resultado de su fidelidad. Por lo tanto, esto se convierte en una exhortación
a la fidelidad para nosotros en el día de hoy.
Lucas 19:26 = “Pues yo os digo que a todo el que tiene, se le dará; mas al que no tiene, aún
lo que tiene se le quitará”. Nuevamente, vemos cómo la fidelidad origina grandes recompensas
(ver Lucas 8:18; también Mateo 13;12 y Marcos 4:25).
Lucas 22:28.30 = “Pero vosotros sois los que habéis permanecido conmigo en mis pruebas.
Yo, pues, os asigno un reino, como mi Padre me lo asignó a mí, para que comáis u bebáis a mi
mesa en mi reino, y os sentéis en tronos juzgando a las doce tribus de Israel”. Jesús no sólo
reconoció la fidelidad de Sus discípulos; sino que les prometió como recompensa reinar con Cristo
en el reino venidero.
“2:11 Palabra fiel es esta: Si somos muertos con él, también viviremos con él.
2:12 Si sufrimos, también reinaremos con él; si le negáremos, él también nos negará.
Las notas de estudio de la Biblia NET, tienen esta excelente y corta explicación del texto:
«Esto puede ser (1) una palabra de advertencia (El Señor dará un castigo exacto; no puede negar
Su santidad, o (2) una palabra de esperanza (Debido a quién es, Él permanece fiel a nosotros, a
pesar de nuestras caídas). El último punto pareciera ser el más indicado, puesto que Pablo
consistentemente cita la fidelidad de Dios como una garantía y no como una advertencia (cf.
especialmente Romanos 3:3; también 1ª Corintios 1:9; 10:13; 2ª Corintios 1:18; 1ª Tesalonicenses
3:3)»
Como ya lo hemos visto, las Escrituras prometen recompensas por nuestro servicio, como una
motivación a un ministerio fiel. Y para los cristianos, al menos, esta promesa es verdadera y está
garantizada, sin considerar del éxito aparente o las recompensas recibidas aquí en la tierra. A
veces, pareciera ser que al hacer lo correcto, no se reciben las bendiciones o recompensas
obvias. Es posible que el servicio fiel, no origine un reconocimiento, una promoción o el estímulo
que se pudiera esperar —tal vez ni siquiera un ‘gracias’. Y, con frecuencia, la fidelidad,
especialmente cuando es para Cristo y los principios bíblicos, puede originar la persecución—. “Y
también todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución” (2ª
Timoteo 3:12).
Pero como cristianos, nunca debemos permitir la ausencia de una bendición o de una recompensa
inmediata que nos priven de una fidelidad constante. He leído que el árbol chino del bambú, no
hace absolutamente nada —al menos así parece— durante los primeros cuatro años; pero en un
momento durante su quinto año, en forma repentina crece 90 pies en sesenta días. Ahora,
podríamos formular la pregunta: “¿Crece el bambú en seis semanas o en cinco años?” Sin
considerar la respuesta, el hecho es que al final de los cinco años, vemos una diferencia notable.
Siendo fiel en nuestra vida y con nuestras responsabilidades, con frecuencia lo podemos comparar
al bambú. A veces, hacemos un gran esfuerzo y vemos pocos resultados —aparentemente, nada
está sucediendo. Pero la promesa de las Escrituras es que si continuamos siendo fieles al Señor,
eventualmente recibiremos las recompensas por nuestros esfuerzos. Si no en esta vida,
definitivamente en la vida venidera. [14]
“Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor
siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano” (1ª Corintios 15:58).
Muchas son las bendiciones o frutos de la fidelidad de los demás; pero para el propósito de este
estudio, sólo nos concentraremos en tres.
Las bendiciones de la fidelidad son múltiples tanto aquí en la tierra como en la eternidad. De
hecho, las bendiciones de la fidelidad de los demás en buscar una tarea, una responsabilidad, una
visión o una idea, nos rodean por todas partes, tanto que las damos por garantizadas sin siquiera
darles mayor importancia. Miremos a nuestro alrededor y observemos los frutos de la fidelidad de
otras personas:
Ø La Biblia que tiene en sus manos, es el resultado de quienes fielmente y con mucho cuidado,
hicieron copia tras copia de los originales, coincidiendo unas con otras con una exactitud
asombrosa. ¿Cómo lo sabemos? Porque estas copias, más de 5.000, han sido catalogadas y
comparadas por fieles estudiosos.
Ø Piense en todas las traducciones que existen. Son el producto de quienes fielmente se
introducen en los textos hebreos y griegos para entregarnos tantas traducciones buenas de la fiel
Palabra de Dios.
Ø En mi hogar y en mi oficina, tenemos luces eléctricas, el fruto de la fiel búsqueda de Thomas
Edison.
Ø Mientras trabajo, escucho música hermosa y tranquilizadora que brota de mi estéreo, fruto de
tantos compositores y orquestas fieles.
Ø Mientras escribo, estamos en época de Navidad y mi hogar está hermosamente decorado. Y
lo que es más, así ha sido durante los últimos cuarenta años de nuestro matrimonio, el fruto de la
fiel habilidad decoradora y del amor de mi esposa.
Ø En nuestro garaje hay un automóvil (también una motocicleta), los que nos conducen a
cualquier lugar al que queramos ir, fruto de la búsqueda fiel y de la innovación de hombres como
Henry Ford.
Por lo que miren a su alrededor, las bendiciones de la fidelidad, en algún grado, nos rodean por
todas partes.
Uno de los propósitos principales de la vida cristiana, es el ministerio en el que trabajamos, no sólo
como buenos siervos de la gracia de Dios, sino como siervos de otros, servir los unos a los otros
en amor. Entonces, sin tener que mencionarlo, nuestra capacidad de ser una bendición para los
demás depende mucho de nuestra fidelidad en el uso de los dones espirituales que nos ha dado
Dios, de los talentos, de nuestras finanzas, de nuestros recursos físicos y de las oportunidades que
se nos han dado. Esto, naturalmente incluye la fidelidad hacia los roles específicos que Dios nos
ha dado, como: esposos, padres, ancianos y diáconos, maestros de la Escuela Dominical, líderes
de grupos pequeños, etc. Pablo escribió: “Doy gracias al que me fortaleció, a Cristo Jesús nuestro
Señor, porque me tuvo por fiel, poniéndome en el ministerio” (1ª Timoteo 1:12); pero este
ministerio como apóstol a los gentiles, fue diseñado para bendición.
Observen los siguientes pasajes:
“Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho” (1ª Corintios 12:7).
“Hospedaos los unos a los otros sin murmuraciones. Cada uno según el don que ha recibido,
minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios” (1ª Pedro
4:9-10).
“Porque de la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros
tienen la misma función, así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos
miembros los unos de los otros. De manera que, teniendo diferentes dones, según la gracia que
nos es dada, si el de profecía, úsese conforme a la medida de la fe; o si de servicio, en servir; o el
que enseña, en la enseñanza; el que exhorta, en la exhortación, el que reparte, con liberalidad; el
que preside, con solicitud; el que hace misericordia, con alegría” (Romanos 12:4-8; énfasis del
autor).
Si somos infieles, el cuerpo es dañado seriamente. Mientras busquemos servir a los demás, en
cualquier área, debemos recordar que esa fidelidad es también ser fieles a Cristo, tal como el
Señor lo señala en Mateo 25:37-40:
Aunque siempre hay una oportunidad para mejorar, debido a que nadie alcanza la madurez
perfecta, existe una cierta cantidad de paz y satisfacción personal al ser fieles con nuestras
responsabilidades. A no ser que nos hayamos endurecido por la rebelión constante y por el
engaño del pecado, la infidelidad dará lugar a la obra condenatoria del Espíritu Santo y tendremos
un sentimiento de culpa. Por otro lado, la obediencia o el ser fiel a Dios, origina un sentimiento de
paz, una conciencia de estar en comunión con Él y confianza en la oración. Juan escribió:
“Amados, si nuestro corazón no nos reprende, confianza tenemos en Dios; y cualquiera cosa que
pidiéramos la recibiremos de él, porque guardamos sus mandamientos, y hacemos las cosas que
son agradables delante de él” (1ª Juan 3:21-22).
En forma similar, Pablo dijo lo siguiente con respecto a ser fieles en nuestros pensamientos y
acciones:
“Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro,
todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en
esto pensad. Lo que aprendisteis y recibisteis y oísteis y visteis en mí, esto haced; y el Dios de
paz estará con vosotros” (Filipenses 4:8-9).
Después, al hablar de una vida controlada por el Espíritu, que es la base de una obediencia fiel,
Pablo escribió (de esta paz) en Romanos 8:6: “Porque el ocuparse de la carne es muerte
(separación en el sentido de la pérdida de la comunión y de una vida vana), pero el ocuparse del
Espíritu es vida y paz”. Nuevamente, en Gálatas 5:22: “Pero el fruto del Espíritu es amor, gozo,
paz…”
Se nos Confían Responsabilidades Mayores
La vida cristiana, con los dones y oportunidades que Dios nos da, es una mayordomía —confianza
que nos da Dios, con preciosas responsabilidades, con un llamado a ser fieles. Pero es importante
considerar que la fidelidad en la responsabilidad más pequeña, es la base de que se nos confíen
responsabilidades mayores. El Señor señala este principio básico, en Lucas 16:10: “El que es fiel
en lo muy poco, también en lo más es fiel; y el que en lo muy poco es injusto, también lo más es
injusto”. De la forma cómo manejemos las responsabilidades pequeñas de la vida, demuestra el
carácter y la capacidad de ser fieles en responsabilidades mayores. Son como peldaños para
recibir el privilegio de servir en áreas de mayores responsabilidades.
Lucas 12:48, nos enseña otro principio importante relacionado con todo esto. “Mas el que sin
conocerla hizo cosas dignas de azotes, será azotado poco; porque a todo aquel a quien se haya
dado mucho (i.e. responsabilidad), mucho se le demandará; y al que mucho se le haya confiado,
más se le pedirá”. Las palabras “haya dado mucho”, nos enseñan que mientras mayores sean las
responsabilidades que nos haya dado Dios, nuestra responsabilidad de ser fieles es mayor, porque
esta mayordomía es demasiado determinativa en la influencia que tengamos sobre los demás.
Recibir el don de una responsabilidad preciosa, es algo que requiere fidelidad.
Conclusión
Para concluir, compartiré dos historias para ilustrar lo que es la fidelidad en el trabajo práctico de
nuestra fe. La primera, es la historia de Clarence Jordan.
Durante los años ’40, encontró un campo en Americus, Georgia y lo llamó “Fundo Koinonia”. Era
una comunidad para blancos y negros pobres. Como podrán adivinar, esta idea no era buena
dados los días que corrían en el Sur de aquella época. Irónicamente, la mayor parte de la
resistencia que tuvo, vino de la buena gente de la iglesia del pueblo que seguían las leyes de la
segregación, como la mayoría del pueblo. La gente del pueblo, intentó todo para detener a
Clarence. Intentaron boicotearlo y cortaban con objetos punzantes los neumáticos de los
trabajadores cuando se aproximaban al pueblo. Una y otra vez, durante catorce años, intentaron
detenerle.
Finalmente, en 1954, el Ku Klux Klan estaba harto de Clarence Jordan, por lo que decidieron
deshacerse de él de una vez para siempre. Llegaron a su casa una noche con rifles y antorchas
para incendiar todas las construcciones del Fundo Koinonia, con excepción del hogar de Clarence,
de la cual hicieron un colador con las balas. Y echaron a todas las familias, con excepción de una
familia negra que se rehusó a abandonar su casa.
Clarence reconoció las voces de muchos de los que participaron y como podrán adivinar, algunos
de ellos pertenecían a la iglesia. Otro de ellos, era el reportero del periódico local. Al día siguiente,
llegó el reportero para ver lo que había quedado del fundo. Los escombros todavía humeaban y la
tierra estaba chamuscada; pero encontró a Clarence en el campo, trabajando con su azadón.
“Supe de la terrible noticia”, le dijo a Clarence, “y vine para escribir una historia sobre la tragedia
del cierre de su fundo”. Clarence siguió trabajando con su azadón. El reportero siguió
aguijoneándolo, se mantuvo ‘atizando el fuego’ en un inento que ese hombre determinado se
alzara enojado y que estaba trabajando su tierra en vez de estar guardando sus cosas para
abandonar su campo. Por lo que, finalmente, el reportero con una voz arrogante, le dijo: “Bien, Dr.
Jordan, usted tiene dos Ph.D y ha pasado catorce años en este fundo y ahora nada le queda.
¿Cuán exitoso se siente?
Clarence dejó el azadón, se volvió hacia el reportero con sus penetrantes ojos azules y le dijo en
voz baja pero firme: “Tan exitoso como la cruz. Señor, creo que usted no nos comprende. Lo que
somos, no es exitosos sin fieles. Nos quedaremos. Buenos días”.
Comenzando en ese día, Clarence y sus compañeros, reconstruyeron Koinonia y el campo está
firme hasta el día de hoy» [15]
«Samuel Zwemer, famoso por su obra misionera entre los musulmanes, no vio a muchos
conversos durante su trabajo en el Golfo Pérsico. A menudo las temperaturas estaban sobre los
107 grados y en 1904 sus dos hijas murieron con la diferencia de unos pocos días una de la otra.
Sin embargo, cincuenta años más tarde, mirando hacia atrás sus desafíos, escribió: “Me vuelve
todo el gozo del pasado. Feliz lo haría todo nuevamente”» [16]
Ciertamente, cuando estos dos hombres estén delante del Señor en el Bema, el Trono del Juicio
de Cristo, escucharán: “¡Bien, buen siervo y fiel! Sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré;
entra en el gozo de tu señor”. Que Dios nos capacite para ser fieles a la confianza que Él nos ha
entregado y que también podamos oír elogios similares de parte del Salvador