TP Nº 6 - Barcelo-Busquet - Navarro

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POLÍTICA Y LEGISLACIÓN EDUCATIVA

TRABAJO PRÁCTICO N° 6
AÑO 2022

Docente:
Pablo Javier Davoli.
E-mail: [email protected].
Website: www.pablodavoli.com.ar.
Alumnas:
Barceló Lucía – Busquet Camila – Navarro Leila.

Modalidad:
- Escrito; digital.
- Individual o grupal (máximo: 5 integrantes).
- Sincrónico (con extensión asincrónica, en caso de resultar necesario).
- Entrega vía E-mail a la dirección de correo electrónico ut supra indicada.

Bibliografía de base:
Para la realización del presente trabajo práctico, proponemos la lectura del
Capítulo sexto del libro Etapas históricas de la educación argentina de Jorge
María Ramallo.
Se trata de un texto de 29 páginas. El mismo se encuentra disponible aquí:
http://www.argentinahistorica.com.ar/intro_libros.php?tema=26&doc=87&cap=455

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Consignas:
En base y a la luz de dicha bibliografía de base, te invitamos a ensayar respuestas fundadas
para los interrogantes formulados a continuación. A saber:
1. ¿Cuáles fueron los principales temas y cuestiones de la etapa histórica sub
examine? ¿Qué posiciones se asumieron frente a los mismos? ¿Cuáles de tales
posiciones lograron prevalecer?
2. ¿Quiénes fueron los principales actores de la época y qué posiciones sostenían
frente a las referidas cuestiones?
3. ¿Cuáles fueron los principales hitos pedagógicos del período histórico bajo
análisis y cómo incidieron en el rumbo de la educación argentina?
4. ¿Cuáles fueron los principales proyectos gubernamentales y normas jurídicas
formulados en materia educativa durante la etapa de marras? ¿Cuáles eran sus
fines y medios?

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Resolución de consignas.

En la época de la Nueva Argentina cosmopolita (1880-1916), de predominio de la filosofía


positivista, el normalismo, como corriente educativa emanada de las escuelas normales,
extendió su influencia a toda la República a través del imperio de la ley 1.420 de educación
común, convirtiendo en realidad el ideal de Sarmiento, de “hacer del país una escuela”.

Paralelamente, con la llegada de la gran inmigración, se consolidó el modelo liberal y


mercantil y, a través de la ley de educación común, quedó definitivamente acabado el perfil
del hombre argentino: la escuela primaria tendría “por único objeto favorecer y dirigir
simultáneamente el desarrollo moral, intelectual y físico” del niño, con prescindencia de su
formación religiosa. Se trataba, como lo había expresado Alberdi en las Bases, de que nuestra
juventud fuera “educada en la vida industrial, y para ello ser instruida en las artes y ciencias
auxiliares de la industria. El tipo de nuestro hombre sudamericano —agregaba— debe ser el
hombre formado para vencer al grande y agobiante enemigo de nuestro progreso: el desierto,
el atraso material, la naturaleza bruta y primitiva de nuestro continente”. Tal modelo
significaba el abandono de “nociones abstractas sobre religión”1. En consecuencia, se
reemplazaron los santos por los próceres y, para limitar la influencia deletérea de la
inmigración y evitar la acción disolvente de los anarquistas y de la izquierda revolucionaria,
se dio impulso a una educación patriótica, que se expresó fundamentalmente en el culto a los
símbolos nacionales y en el estudio de la historia y la geografía vernáculas, que incluía, como
ingrediente básico, la reivindicación del territorio de las Islas Malvinas, usurpado por los
ingleses en 1833.

En el campo de la educación, la “generación del 80” puso énfasis en la alfabetización y en


el cumplimiento de los primeros grados de la escolaridad primaria, con escaso desarrollo de
los niveles secundario y terciario universitario y no universitario. Sobre todo, a pesar de lo
pregonado por Alberdi, hubo una marcada carencia en cuanto a la educación técnica. Recién
a partir de la crisis de 1890 comenzaron a proponerse, sin éxito, proyectos de reforma del
sistema, que pretendían vincular la educación con la realidad económica y social del país.

La mayor influencia estuvo dada por la corriente positivista, que abrevaba en el


pensamiento de Augusto Comte y de Heriberto Spencer y cuyas notas fundamentales fueron
la valorización de las ciencias naturales, la aplicación del método experimental y la
aceptación del evolucionismo como explicación del origen del universo y del hombre, con
desapego de toda concepción religiosa, descalificada por oscurantista. El positivismo tuvo su

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principal centro de difusión en la Escuela Normal de Paran á y en las subsiguientes escuelas
de esa modalidad diseminadas por el país, en las que se originó una nueva corriente educativa
conocida con el nombre de normalismo. Según lo explica el profesor Carlos A. Uzin, el
normalismo se caracterizó por “la valoración de lo europeo frente a lo hispano-criollo, que es
despreciado”; “la adhesión reverente al mito del progreso cientificista, que se traduce
pedagógicamente en un enciclopedismo”; y “el criterio de que el magisterio es un sacerdocio
laico, con una sacralización de la idea de patria y de sus símbolos, y un fuerte sentido de la
autoridad”

El positivismo y el normalismo aportaron nombres sobresalientes dentro de la pedagogía


argentina, como Pedro Scalabrini —profesor italiano llegado al país en 1868—, que
promovió el estudio de las ciencias naturales desde su cátedra de Paraná; Carlos N. Vergara,
que sostenía que la educación debe tener por meta la libertad moral; Francisco Berra,
profesor de la novel Facultad de Filosofía y Letras de Buenos Aires, que rescató el
pragmatismo pedagógico; y Carlos Octavio Bunge, que sostuvo la necesidad de educar para
el contexto social en que se inserta e individuo. De todos ellos, merece especial atención
Vergara quien, desde su cargo de director de la Escuela Normal Mixta de Mercedes,
Provincia de Buenos Aires, en opinión de la profesora Adriana Puiggros: “Rompió con casi
todas las reglas sagradas de los ‘normalizadores’ [por normalistas], alteró el vínculo
pedagógico bancario, otorgó poder a los alumnos, promovió la autonomía de decisiones del
cuerpo de maestros respecto del poder central, rompió el espacio y el tiempo escolares, [...]”
constituyéndose de esta manera en un claro precursor de la pedagogía subversiva del
educador brasileño contemporáneo Paulo Freiré, difundida entre nosotros a partir de 1968

La corriente positivista y normalista también introdujo el psicologismo y el sociologismo en


la pedagogía.

En esta etapa, la reunión del Congreso Pedagógico en 1882; la sanción de la ley 1.420 de
educación común, en 1884; de la ley 1.597 sobre universidades nacionales, en 1885; y de la
denominada ley Láinez, en 1905, fueron los hechos más significativos ocurridos en el ámbito
de la educación.

Hechos destacados

El Consejo Nacional de Educación

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El 25 de enero de 1881, como consecuencia de la capitalización de la ciudad de Buenos
Aires, ocurrida a fines del año anterior, se creó el Consejo Nacional de Educación, para
gobernar las escuelas primarias situadas dentro del nuevo distrito federal, que habían dejado
de pertenecer a jurisdicción provincial. Como superintendente general de educación y
presidente del Consejo, fue nombrado Sarmiento.

El Congreso Pedagógico de 1882

El Congreso Pedagógico dio comienzo el 10 de abril de 1882. Ínterin, Sarmiento había


renunciado a la presidencia del Consejo, actitud que había sido imitada por los vocales. Ante
la situación planteada, el ministro Pizarro nombró a Benjamín Zorrilla como presidente de
una Comisión Nacional de Educación para hacerse cargo provisoriamente del Consejo. La
Comisión creó, a su vez, una Comisión Organizadora del Congreso. Si bien la Comisión
Organizadora había designado a Sarmiento presidente honorario del Congreso, éste no
concurrió. En cambio, publicó una serie de artículos críticos en el periódico El Nacional, que
contribuyeron a crear un clima de hostilidad en el Congreso, que no fue el más propicio para
asegurar la tranquilidad de las deliberaciones.

Finalmente, el Congreso decidió “eliminar de sus debates la cuestión de la enseñanza laica y


de la enseñanza religiosa”. Estrada, desde las columnas del periódico La Unión, afirmó en esa
oportunidad que: “Ese Congreso, totalmente infecundo para el bien social, sirvió sólo para
que se desenmascararan los designios naturalistas y paganos, infiltrados poco a poco en la
educación pública, pero que aún no habían tenido la audacia de exhibirse con las pretensiones
de un plan doctrinal y sistemático”.

Las resoluciones aprobadas por el Congreso se reunieron en un solo cuerpo de doctrina, con
el nombre de Declaraciones. Las Declaraciones excluyeron a la religión como ingrediente
necesario para la formación integral de la personalidad educando, aunque destacaron la labor
formativa de la familia. Su enunciado comprende por igual a la escuela de iniciativa estatal o
privada abarca un conjunto abigarrado de propuestas doctrinarias y técnicas para el
mejoramiento de la enseñanza primaria que, sin embargo, no fueron tenidas mayormente en
cuenta en los años posteriores.

El Censo Escolar de 1883

En 1883 se realizó un Censo Escolar Nacional, que reveló la existencia de una población
escolar infantil, comprensiva de los establecimientos estatales y privados.

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La ley de educación común

A los efectos de contar con una ley definitiva, el presidente de la Nación, Julio A. Roca,
envió al Congreso Nacional, para su aprobación con carácter de ley, el texto del decreto
aludido, en el que se mantenía la enseñanza de la doctrina cristiana. En la Cámara de
Senadores no hubo ningún inconveniente en aceptarlo, pero en la de Diputados, luego de un
prolongado estudio por la Comisión pertinente, que mantuvo la enseñanza religiosa, al
iniciarse el debate se presentó un proyecto alternativo. El Poder Ejecutivo promulgó la ley
con el número 1.420, el 8 de julio de 1884. Por esta ley, se estableció que la enseñanza
primaria sería obligatoria y gratuita y la religión podría ser impartida por los ministros
autorizados de los diferentes cultos, fuera del horario escolar, lo que en la práctica significó el
fin de la enseñanza de la doctrina cristiana en las escuelas oficiales. En 1904 el Consejo
Nacional de Educación prohibió al personal directivo y docente “tomar ninguna participación
en esta enseñanza” y posteriormente se dispuso que la clase de religión no podría comenzar
hasta media hora después de terminada la última de la tarde o había de terminar media hora
antes que comenzaran las clases, si era por la mañana. En la nueva ley, la obligación escolar
comprendía a todos los padres, tutores o encargados de los niños. Los contenidos mínimos
abarcaban las siguientes materias: lectura y escritura; aritmética; geografía particular de la
República y nociones de geografía universal; historia particular de la República y nociones de
historia general; idioma nacional; moral y urbanidad; nociones de dibujo y música vocal;
gimnástica y conocimiento de la Constitución Nacional. Además de las escuelas comunes, se
contemplaba la existencia de jardines de infantes, escuelas para adultos y escuelas
ambulantes en la campaña.

Por decreto reglamentario del 28 de julio de 1885, se estableció que la obligación de asistir
a la escuela pública duraba seis años y que la gratuidad implicaba la obligación de proveer
textos y útiles escolares a los niños que no pudieran costeárselos. Además, se dispuso que:
“Ningún padre, tutor, patrón, director de fábrica o de cualquier otro establecimiento industrial
o comercial, podrá sustraer de la obligación escolar a los niños que estén bajo su
dependencia”. EN cuanto a la enseñanza religiosa, se estableció que: “cuando los ministros
de los diferentes cultos quisieran dar en las escuelas públicas conferencias sobre enseñanza
religiosa, se estableció que cuando los ministros de los diferentes cultos quisieran dar en las

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escuelas públicas conferencias religiosas, se dirijan a los consejos escolares, para que estos
designen el local, la hora, debiendo presenciarla mínimamente 15 alumnos.

La primera Asamblea de los Católicos Argentinos

Al mes siguiente de la promulgación de la ley 1.420, tuvo lugar la primera Asamblea de los
Católicos Argentinos, que fue presidida por Estrada. La Asamblea manifestó su preocupación
por la “creación de Escuelas Católicas y fomento y protección directa a las existentes,
combatiendo las llamadas laicas y ateas”. Asimismo, la Asamblea consideró que era deber de
los católicos “combatir la escuela laica” y “favorecer la religiosa por todos los medios a su
alcance”; que ningún católico debía enviar a sus hijos “a las escuelas dirigidas por
protestantes, o por personas que sean reconocidamente anticatólicas”; que los centros y
asociaciones católicas “deben incluir entre sus fines principales la creación y sostenimiento
de escuelas cristianas”; que las asociaciones católicas “deben tomar nota de las escuelas que
en sus respectivos lugares merezcan confianza para la educación religiosa de los niños de uno
y otro sexo, a fin de recomendarlas a las familias”; y, finalmente, que: “Conviene que las
escuelas populares católicas sean puestas bajo la dirección inmediata de los Hermanos de las
Escuelas Cristianas, u otras Congregaciones religiosas consagradas como ésta, por su
instituto a la enseñanza primaria”.

Intolerancia liberal

Contemporáneamente con estos sucesos, se produjo un conflicto entre el gobierno nacional


y el delegado apostólico de la Santa Sede, monseñor Luis Matera.

El informe Fitz Simón

Por esta época, el rector del Colegio Nacional de Corrientes, Santiago Fitz Simón, con
motivo de la aplicación de un nuevo plan de estudios remitido por el Ministerio de
Instrucción Pública, con fecha 27 de marzo de 1884, elevó a las autoridades un interesante
informe en el que propuso que: “La educación secundaria debe tener un fin y un carácter
nacional.

Las escuelas para adultos

Las primeras escuelas para adultos fueron creadas en 1856 en la provincia de Buenos Aires.
A mediados de 1859 se fundó en la ciudad de Buenos Aires la escuela nocturna para adultos

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que funcionó en el local de la Escuela Catedral al Sud, llamada Escuela Modelo. Se enseñaba
lectura, escritura y aritmética, en el horario de 20 a 21.

Uno de los primeros y más entusiastas propulsores de las escuelas para adultos, fue el
inspector general de Escuelas de la Provincia de Buenos Aires, José P Berrutti, quien en 1912
creó en La Plata la primera escuela popular nocturna de puertas abiertas, con el objeto de
estimular la concurrencia de los adultos.

Reorganización de las escuelas normales

En 1886 se procedió a la reorganización de las escuelas normales mediante la aprobación de


un nuevo plan de estudios que dividió a los establecimientos de esta modalidad en dos
categorías: las Escuelas Normales Elementales , cuyo objetivo era la formación de maestros
para la escuela primaria elemental, en cuatro años de estudios; y las Escuelas Normales
Superiores destinadas, además, a formar profesores en cinco años “para la superintendencia,
inspección y dirección de las escuelas comunes y para el magisterio de las escuelas
normales”. Al año siguiente se redujo a tres años el lapso para la formación de maestros.
Después del segundo año los alumnos podían obtener el título de subpreceptor.

En 1911, las escuelas normales fueron puestas bajo la jurisdicción del Consejo Nacional de
Educación, que debía organizar el servicio de administración e inspección que requiriera su
funcionamiento, pero en 1916 volvieron a la dependencia del Ministerio de Justicia e
Instrucción Pública. Ínterin, el plan de estudios fue nuevamente reformado y se le dio mayor
importancia a la formación pedagógica.

Este plan estuvo vigente hasta 1941, en el que se implantó un ciclo básico común al
magisterio y bachillerato, de tres años, y otro superior de formación profesional de dos años.
En 1948 se elevó a tres años la duración del ciclo superior del magisterio, pero en 1951 se
redujo nuevamente a dos. Esta estructura perduró hasta 1968 en que se suprimieron las
escuelas normales y la formación de maestros pasó al nivel terciario de la enseñanza, con el
carácter de profesorado de nivel elemental. Esta reforma mejoró la formación académica de
los futuros docentes, pero destruyó la mística y el carácter de apostolado laico que hasta
entonces había tenido el magisterio, forjado por la escuela normal.

La Asociación Nacional de Educación

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En 1886, con la presidencia de José B. Zubiaur —ex rector del Colegio del Uruguay y
conspicuo masón—, se constituyó en Buenos Aires la Asociación Nación al de Educación,
cuyo objetivo fue la democratización de la enseñanza.

Desmembramiento del Colegio Nacional de Buenos Aires

Hacia 1890, el Colegio Nacional de Buenos Aires resultaba insuficiente para absorber la
demanda de estudiantes que pretendían ingresar en sus aulas, por lo cual se pensó en
desmembrarlo, creando dos establecimientos auxiliares en zonas equidistantes de la ciudad.
El problema fue considerado por Juan Balestra, ministro de Justicia e Instrucción Pública del
presidente Carlos Pellegrini, quien resolvió llevar a cabo el proyecto. Así fue creado, en
primer término, durante 1891, el Colegio Nacional del Sur, después Bernardino Rivadavia, y
pocos meses después, ya en 1892, el Colegio Nacional del Norte, luego Domingo Faustino
Sarmiento; y más tarde el Colegio Nacional del Oeste, después Mariano Moreno; y, por
último, el Colegio Nacional del Noroeste, luego Nicolás Avellaneda. Todos estos institutos
dependieron del Colegio Nacional de Buenos Aires o Colegio Nacional Central, hasta 1899
en que adquirieron plena autonomía.

El instituto libre de la Segunda Enseñanza

El 16 de mayo de 1892, con una inscripción de 90 alumnos, se inauguró el Instituto Libre de


Segunda Enseñanza. Al año siguiente el Instituto fue reconocido como el primer
establecimiento de enseñanza secundaria bajo la superintendencia académica de la
Universidad de Buenos Aires, con lo cual obtuvo el derecho de formular sus propios planes y
programas de estudio. Desde entonces, el Consejo Superior del Instituto se integra con dos
representantes de cada Facultad.

Las escuelas de los Círculos de Obreros

Los Círculos de Obreros, creados en Buenos Aires por el sacerdote redentorista alemán
Federico Grote a partir de 1892, en consonancia con lo pregonado por el Papa León XIII en la
encíclica Rerum Novarum, el año anterior, con el objeto de mejorar la situación en que se
encontraban los trabajadores, incluyeron desde un principio la acción educaba, mediante la
creación de escuelas primarias diurnas para niños y de escuelas nocturnas para adultos.

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El congreso pedagógico de 1900

En el año 1900, del 2 al 9 de diciembre, tuvo lugar un nuevo Congreso Pedagógico, que no
alcanzó la repercusión del realizado en 1882, pero generó inquietudes en la docencia de la
época. Durante su transcurso se consideraron los siguientes aspectos: 1) Educación física. 2)
Educación moral. 3) Educación literaria. 4) Educación estética. 5) Educación científica. 6)
Educación industrial. 7) Legislación escolar. 8) Plan de estudios, programas y horarios. 9)
Estudios antropológicos. 10) Textos. 11) Escuelas especiales. 12) Personal docente. 13)
Intervención personal en las escuelas. 14) jubilación y pensión de maestros.

La obra de Conservación de Fe

El 21 de setiembre de 1901, en la iglesia de San Miguel, el arzobispo de Buenos Aires,


Mons. Mariano Antonio Espinosa, fundó la Obra de Conservación de la Fe, institución de
carácter privado, destinada a la educación de los niños según los mandamientos y preceptos
de la Iglesia católica. El ámbito de acción de la Obra se circunscribió exclusivamente al
territorio de la Capital Federal, especialmente de los barrios periféricos que fueron surgiendo
con la radicación de los numerosos inmigrantes que llegaban por entonces al país.

Asistencia a las provincias

Debido a la escasez de recursos de las provincias para promover la expansión de la


educación primaria, a la que estaban obligadas por el artículo 5º de la Constitución Nacional,
en 1857, el Congreso de la Confederación Argentina, reunido entonces en Paraná, dictó la ley
153, por la que se autorizaba al Poder Ejecutivo para “invertir hasta la cantidad de ocho mil
pesos en subvencionar la instrucción primaria en las provincias que más lo necesitan”; y en
1871 se sancionó la ley 463, llamada ley de subvenciones.

La ley Láinez

Manuel Láinez, presentó un proyecto de ley, que fue sancionado el 19 de octubre de 1905,
con el número 4.874. Por esta ley se autorizaba al Consejo Nacional de Educación a
establecer directamente, en las provincias que lo solicitaran, escuelas elementales, infantiles,
mixtas y rurales, en las que debía darse el mínimo de enseñanza determinada por la ley 1.420.

En cuanto a los programas a que se ajustaría la enseñanza en las escuelas el horario y todo
lo que se relacionara con las disposiciones técnicas de la ley de educación común, el decreto
establece que se determinara por el Congreso Nacional de Educación.

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La Escuela Normal de Maestros Rurales

Por iniciativa del director de Enseñanza de la Provincia de Entre Ríos profesor Manuel
Pacífico Antequeda, 17 de julio de 1904, como se ve, pródigo en iniciativas escolares, se
inauguraron los cursos de la Escuela Normal de Maestros Rurales Juan Bautista Alberdi, de
la localidad de Tezanos Pinto. De acuerdo con el plan de estudios adoptado los alumnos
deberían practicar en una escuela rural modelo, para lo cual, como medida complementaria.
Antequeda dispuso que las escuelas rurales debían contar con anexos agropecuarios.

La educación especial

El primer antecedente de establecimiento dedicado a la educación especial, lo constituye la


Escuela Normal anexa al Instituto Nacional de Sordomudos, creada en 1892, con el objeto de
formar maestros especiales para la enseñanza del sordomudo.

En cuanto a la asistencia y educación de alumnos inadaptados y anormales, en general,


recién en 1929, se fundó el Instituto de Psicología Experimental, para el control psicológico
de los alumnos de las escuelas primarias y el dictado de cursos sobre psicología y psiquiatría
infantil para maestros.

La acción educativa de las comunidades religiosas

En esta etapa continuó vigente la acción educativa de los padres jesuitas y bayoneses, a
quienes se habían agregado dos congregaciones femeninas, llegadas al país en 1859: las
Hermanas Vicentinas o Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul y las Hermanas del
Huerto.

Posteriormente, desde 1870 hasta la primera década del siglo XX, fueron llegando a nuestro
territorio, o se crearon en él, nuevas congregaciones religiosas, masculinas y femeninas, la
mayoría de las cuales se dedicaron a la educación.

La creación de las escuelas comerciales e industriales

En 1865 se dio comienzo a la enseñanza comercial con la creación de secciones anexas a los
colegios nacionales. Veinte años después se fundó una escuela de comercio anexa al Colegio
Nacional de Rosario, que no prosperó por no tener suficiente inscripción. Y el 19 de febrero
de 1890, se creó la Escuela de Comercio de la Capital.

Por otra parte, en 1897, debido al constante incremento de la inmigración y a la urgente


necesidad de contar con técnicos especializados, Sobre todo en la rama de la construcción,

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por iniciativa del ministro de Justicia e Instrucción Pública, Antonio Bermejo, se creó el
Departamento.

En 1910 se habían creado las denominadas escuelas de artes y oficios, de nivel elemental,
destinadas a capacitar obreros y no formar técnicos. En 1913 se aprobó el reglamento para las
escuelas industriales de la Nación.

La Sociedad de Educación Industrial

El 24 de agosto del año 1900, por iniciativa de Norberto Pinero, que fue su primer
presidente, se constituyó en Buenos Aires, con recursos privados, la Sociedad de Educación
Industrial. Se sostenía entonces que era necesario aliviar al obrero en el esfuerzo material que
requería su tarea y exigirle, en cambio, “mayor suma de conocimientos técnicos para manejar
los instrumentos de su industria.

El Patronato de la Infancia

El 23 de mayo de 1892 se creó en Buenos Aires el Patronato de la Infancia. De acuerdo con


sus estatutos, su principal fin fue: “Proteger a los niños contra el abandono, la ignorancia, la
miseria, las enfermedades, la orfandad, la incuria, los malos tratamientos y los ejemplos
inmorales”. Y para ello, entre otros objetivos, se propuso: “Propender a la creación de
escuelas profesionales públicas de artes y oficios y de colonias agrícolas correccionales”. Ese
mismo año se realizó un convenio con la congregación salesiana y las hermanas de María
Auxiliadora, para que se hicieran cargo del cuidado y administración de la primera sala cuna,
que se inauguró en 1895.

En 1907, se fundaron dos escuelas de varones y una de mujeres a las que comenzó a
denominarse como escuelas patrias; además se creó un asilo externo para ambos sexos,
destinado a niños de 3 a 7 años. En las escuelas funcionaron comedores escolares, que fueron
los primeros en instalarse en la ciudad de Buenos Aires. A mediados del mismo año se creó
otra escuela patria para niños pobres.

La Asociación Biblioteca de Mujeres

Con el objeto de “fomentar la buena lectura”, un grupo de mujeres que formaba parte del
Consejo Nacional de Mujeres de la República Argentina, fundó en Buenos Aires, el 8 de
octubre de 1903, la Asociación Biblioteca de Mujeres.

La educación patriótica

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En 1908 se constituyó una comisión que elaboró un programa de enseñanza patriótica
destinado a estimular en los maestros y alumnos una mayor conciencia de sus deberes cívicos
y un sentimiento patriótico más acendrado, que preservara la identidad nacional ante la
irrupción masiva de la inmigración y la acción disgregadora del anarquismo. Para ello, se le
concedió más importancia a la conmemoración de las efemérides patrias, se instituyó la
Semana de Mayo, se estableció el Día de los Muertos por la Patria y se le otorgó mayor
relieve a la ceremonia de la Jura de la bandera. Todas estas celebraciones debían concitar,
además, la presencia de padres y alumnos, con la entusiasta y laboriosa participación de los
maestros, encargados de su organización.

Se trataba así, de promover una educación patriótica, aunque vacía de contenido religioso.
Recién en la década de 1940, con el auge del nacionalismo y el advenimiento de la
revolución militar de 1943, se introdujeron contenidos definidamente católicos. Fue por esa
época, en 1939, que se constituyó la Junta de Recuperación de las Malvinas. Y en 1942, el
Consejo Nacional de Educación publicó una Cartilla Patriótica donde incluía, además, el Acta
de la Declaración de la Independencia, el Himno Nacional y la Constitución Nacional.
También se agregaba un mapa político de la República Argentina.

Las sociedades Populares de Educación

Estas tomaron incremento a partir de la sanción de la ley de bibliotecas populares, de 1870


que promovía su fundación sobre la base de asociaciones populares que se establecieran en
las ciudades, villas y otros centros de población; y de la ley de educación común, de 1884,
que estableció en su artículo 67º: que toda biblioteca popular fundada por particulares o
asociaciones tendrá derecho de recibir del tesoro de las escuelas, la quinta parte del valor que
sus directores comprobasen necesitar o haber empleado en la adquisición.

Con el curso del tiempo, las sociedades populares de educación fueron reemplazadas por las
Asociaciones Cooperadoras Escolares, de fecunda labor y cuya existencia se prolonga hasta
nuestros días.

Proyecto de reforma del sistema Educativo. Plan Bermejo

La etapa que estamos considerando fue fecunda en la elaboración de proyectos destinados al


mejoramiento y la organización integral del sistema educativo. Así podemos mencionar: el
plan Bermejo, de 1897; el proyecto Magnasco, de 1899; la encuesta Naón, de 1909; el plan

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Garro, de 1912; el plan Nelson, de 1915; y el proyecto de escuela intermedia de Saavedra
Lamas, de 1916.

El plan de Antonio Bermejo, ministro de Justicia e Instrucción Pública del presidente José
Evaristo Uriburu, proponía la división de enseñanza secundaria en dos ciclos: el primero, de
cuatro años de duración, correspondía a “la enseñanza general, integral y enciclopédica,
complementaria de la enseñanza primaria”; y el segundo, de dos años, a la enseñanza
profesional “en las más importantes de las múltiples direcciones”. Al respecto se clarificaba
que la enseñanza que se proponía en los dos últimos años sería “especial y preparatoria, en
dirección a las profesiones científicas universitarias, que se cursará en los centros donde
existen universidades, y en el resto de los colegios nacionales, la enseñanza agrícola,
comercial, ganadera, minera, etc., distribuida según las riquezas más importantes a desarrollar
en cada región del país”.

El proyecto Magnasco

Osvaldo Magnasco, en 1899, remitió al Congreso un proyecto de Plan de enseñanza general


y universitaria, cuyo propósito era llevar a cabo la reforma del sistema educativo vigente.

Sostenía Magnasco que era necesario cambiar “la deplorable uniformidad del viejo
sistema”. Se trataba de eliminar el enciclopedismo y orientar la oferta educativa hacia
especialidades técnicas relacionadas con el contexto socio- económico. El proyecto fue
rechazado en la Cámara de Diputados. La reforma se aplicó, no obstante, por decreto, sólo un
año, durante el cual los colegios nacionales se redujeron a nueve y en lugar de los suprimidos
se crearon escuelas técnico-prácticas especializadas en agricultura, industria, comercio y
minería.

EL plan Garro

El 18 de junio de 1912, el presidente Roque Sáenz Peña y su ministro de Justicia e


Instrucción Pública, Juan M. Garro, presentaron en el Congreso un proyecto de
reorganización de la enseñanza secundaria por el cual ésta debía ser general y profesional. La
primera se daría en los colegios nacionales y la segunda, en “establecimientos especiales
destinados al efecto”. Los colegios nacionales serían de dos categorías: colegios elementales
con un plan de estudios de cuatro años, para los pueblos de más de 15.000 habitantes; y
colegios superiores con un plan de estudios de seis años. En definitiva, el proyecto no obtuvo
la aprobación del Congreso.

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El plan Nelson

En 1915, el inspector general de enseñanza secundaria y especial Ernesto Nelson, sometió a


consideración de Tomás R. Cullen, ministro de Justicia e Instrucción Pública del presidente
Victorino de la Plaza, un extenso y pormenorizado estudio que configuraba un Plan de
reformas a la enseñanza secundaria en sus fines, su organización y su función social. En la
nota de presentación sostenía Nelson que: “Tanto el aspecto académico como el social y el
administrativo de la enseñanza secundaria revelan los defectos internos de que ésta adolece.
Ello explica —agregaba— que hasta el presente ninguna Administración haya omitido
esfuerzos para remediar sus visibles males.” Luego, en la exposición de su tesis, al considerar
la enseñanza secundaria desde el punto de vista académico, sugería dos cuestiones: “a) Cuál
es actualmente la misión del colegio secundario en la sociedad argentina, b) Cuál es la
función que le corresponde de acuerdo con las necesidades de nuestro medio ambiente

Este estudio, de meritoria factura, no logró los efectos que se proponía y ha quedado como
otro preclaro antecedente histórico de la reforma educativa

Proyecto de escuela intermedia

El proyecto de creación de la escuela intermedia, presentado por el ministro Carlos


Saavedra Lamas en las postrimerías de esta etapa, fue elaborado por el inspector general
Víctor Mercante, de larga trayectoria, en la actividad educativa.

De acuerdo con el texto del proyecto, la enseñanza que se daría en las escuelas, colegios e
institutos sería: 1º. Prim aria, distribuida en cuatro años, a cuyo primer grado se ingresaría
con 7 años de edad y sería gratuita. 2º Intermedia, distribuida en tres años y también gratuita,
a cuyo primer grado se ingresaría con 11 años y después de aprobar los cuatro años de
enseñanza primaria. Comprendía estudios de enseñanza general y enseñanza profesional y
técnica. 3º. Secundaria, a la que ingresaría el alumno después de aprobar la escuela
intermedia y cuya duración era diferente de acuerdo con la modalidad de que se tratara:
normal, comercial, industrial, agrícola o profesional de artes y oficios. 4º. Superior o
universitaria, cuya duración, materias de enseñanza y condiciones de ingreso se regirían por
las disposiciones de la ley respectiva. Este proyecto, que apuntaba a la capacitación laboral de
los alumnos de la escuela intermedia, no prosperó porque se sostuvo que al acortarse la
escuela primaria, se desconocía el principio de obligatoriedad y, en consecuencia, el de
gratuidad.

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Ley sobre universidades nacionales

El 3 de julio de 1885 se sancionó la ley 1.597 sobre universidades nacionales, conocida


como ley Avellaneda, por haber sido éste quien la propició cuando ejercía el rectorado de la
Universidad de Buenos Aires. Esta ley estableció las normas a las que deberían subordinarse
las Universidades Nacionales de Córdoba y Buenos Aires, únicas existentes en el país hasta
esa fecha. De acuerdo con dichas normas, el rector sería elegido por la Asamblea
universitaria y duraría cuatro años en el cargo, pudiendo ser reelecto. La Asamblea
universitaria estaría formada por los miembros de todas las facultades. A su vez, el Consejo
Superior se componía del rector, de los decanos de las facultades y de dos delegados de cada
una de ellas.

Esta ley fue complementada en 1895 por la ley 3.271, que reglamentó los estatutos de las
dos universidades existentes. En 1898, el diputado Elíseo Cantón presentó un proyecto para
reformar la ley 1.597, que no fue aprobado; y hasta 1916 se registraron quince proyectos más,
que tampoco tuvieron éxito.

Otros hechos renombrados:

 La Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (en 1896


se creó)
 Nacionalización de la Universidad de la Plata (se nacionalizo en 1905)
 El congreso Pedagógico Católico Argentino (con motivo del Centenario de la
Revolución de Mayo, se llevó a cabo en 1910 el primer Congreso Pedagógico
Católico Argentino)
 Intento de fundación de la Universidad Católica (en 1910, el Episcopado
Argentino, en adhesión al Centenario de la Revolución de Mayo, resolvió la
creación de la Universidad Católica de Buenos Aires)
 Museo Social Argentino (por iniciativa de Tomás Amadeo, el 23 de mayo de
1911.)

Cumplido el medio siglo de existencia, en 1951, la Obra de Conservación de la Fe


declinó visiblemente en su actividad, hecho en el que influyeron varias causas: en primer
lugar, la multiplicación de la oferta educativa por la gran cantidad de colegios religiosos
fundados hasta entonces, algunos de los cuales, en edificios cedidos por la Obra; en
segundo término, el restablecimiento de la enseñanza religiosa en las escuelas oficiales

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desde 1943; en tercero, el monopolio de la beneficencia ejercido por la Fundación Eva
Perón que, aunque eficaz en su cometido, ahogaba toda iniciativa privada; y, por último,
la persecución desatada por el Gobierno contra las organizaciones de la Iglesia en 1954.
Si bien a partir de 1955, con la revolución militar del 16 de septiembre de ese año
desaparecieron la mayor parte de estas causas, ya no se recuperó el nivel alcanzado hasta
entonces y la acción emprendida a principios de siglo se desvaneció lentamente.

La acción educativa de las comunidades religiosas En esta etapa continuó vigente la


acción educativa de los padres jesuitas y bayoneses, a quienes se habían agregado dos
congregaciones femeninas, llegadas al país en 1859: las Hermanas Vicentinas o Hijas de
la Caridad de San Vicente de Paul y las Hermanas del Huerto.

Posteriormente, desde 1870 hasta la primera década del siglo XX, fueron llegando a
nuestro territorio, o se crearon en él, nuevas congregaciones religiosas, masculinas y
femeninas, la mayoría de las cuales se dedicaron a la educación. De Europa arribaron casi
30 congregaciones, que en su mayor proporción fueron de origen español, francés o
italiano. Las que se destacaron en la acción educativa fueron:

 La Sociedad de San Francisco de Sales (salesianos) (llegados en1875).


 Las Hijas de Nuestra Señora de la Misericordia (1875). Colegio Nuestra Señora
de la Misericordia, de San Nicolás (1877) y de Buenos Aires (1901).
 Las Hijas de María Auxiliadora (rama femenina de los salesianos) (1879).
Colegio María Auxiliadora, de Buenos Aires (1900).
 Las Hermanas de la Sociedad del Sagrado Corazón (1880). Colegio Sagrado
Corazón, de Buenos Aires (1913).
 Las Hermanas de la Santa Unión de los Sagrados Corazones (1882). Colegio de
la Santa Unión, de Buenos Aires (1883).
 Los Hermanos de las Escuelas Cristianas (lasallanos) (1889). Colegio de la
Salle, de Buenos Aires (1898).
 Los Hermanos de las Escuelas Cristianas (lasallanos) (1889). Colegio de la
Salle, de Buenos Aires (1898).
 La Congregación del Verbo Divino (verbitas) (1889). Colegio Guadalupe, de
Buenos Aires (1903).
 Los Hermanos de las Escuelas Pías (escolapios) (1891).

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 Las Misioneras del Sagrado Corazón de Jesús de la Madre Cabrini (1895).
Colegio Santa Rosa, de Buenos Aires (1895).
 Los Hermanos Maristas (1903). Colegio Champagnat (1914) y Colegio Manuel
Belgrano (1916), ambos de Buenos Aires.
 Los Hermanos de la Sagrada Familia (1908). Colegio Sagrada Familia, de
Buenos Aires (1910).

En la misma época se fundaron en el país 15 congregaciones que se dedicaron a la


educación, entre las cuales pueden mencionarse:

 Las Hermanas Esclavas del Corazón de Jesús (fundada en Córdoba, por la madre
Catalina María Rodríguez, en 1872). Colegio Divino Corazón, de Buenos Aires
(1893).
 Las Siervas de Jesús Sacramentado (en Buenos Aires en 1876). - Las Hijas de
María Inmaculada (1879).
 Las Hermanas Pobres Bonaerenses de San José (en Buenos Aires por la madre
Camila de San José Rolón, en 1880).
 Las Hermanas Adoratrices Argentinas (1887).
 Las Hermanas Terciarias Franciscanas de la Caridad (1898). Colegio Corazón de
María, de Buenos Aires (1898).

Estas comunidades llevaron su acción educativa a toda la extensión del país, inclusive a las
Islas Malvinas, en el caso de los salesianos, donde establecieron centros educativos en todos
los niveles y modalidades.

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