Los Mitos

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LOS MITOS

GRIEGOS

1. EL DESTRONAMIENTO DE CRONOS.

2. ZEUS EL DIOS DEL TRUENO.

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EL DESTRONAMIENTO DE CRONOS.

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Crono se casó con su hermana Rea, a quien está consagrado el roble. Pero la Madre Tierra y
su moribundo padre Urano profetizaron que uno de sus hijos lo destronaría. En consecuencia, cada año
devoraba a los hijos que le daba Rea: primeramente, a Hestia, luego a Deméter y Hera, y más tarde a
Hades y Posidón.

Rea estaba furiosa. Dio a luz a Zeus, su tercer hijo, en plena noche en el monte Liqueo de
Arcadia, donde ninguna criatura proyecta su sombra y, después de bañarlo en el río Neda, lo entregó a la
Madre Tierra, quien lo llevó a Licto en Creta y lo ocultó en la cueva de Dicte en el monte Egeo. La
Madre Tierra lo dejó allí para que lo criaran Adrastea, una ninfa del Fresno, su hermana Io, hijas ambas
de Meliseo, y la ninfacabra Amaltea. Se alimentaba de miel y bebía la leche de Amaltea, con el chivo
Pan, su hermano adoptivo. Zeus estaba agradecido a las tres ninfas por su bondad y cuando llegó a ser el
Señor del Universo puso la imagen de Amaltea entre las estrellas, como Capricornio y También tomó
uno de sus cuernos, que parecía el de una vaca, y se lo dio a las hijas de Meliseo; se convirtió en la
famosa Cornucopia, o cuerno de la abundancia, que está siempre lleno de todos los alimentos o bebidas
que su poseedor pueda desear. Pero algunos dicen que Zeus fue amamantado por una cerda y cabalgaba
montado en su lomo, y que perdió su cordón umbilical en Onfalión, cerca de Cronos.

Alrededor de la cuna dorada del niño Zeus, la cual colgaba de un árbol (para que Cronos no lo
pudiera encontrar ni en el cielo, ni en la tierra, ni en el mar) se hallaban los Cúreles armados, hijos
de Rea. Golpeaban sus lanzas contra los escudos y gritaban para ahogar el llanto del niño, por temor a
que Crono pudiera oírlo desde lejos. Rea había envuelto una piedra en pañales y la había entregado a
Crono en el monte Taumacio de Arcadia y él la había devorado, creyendo que devoraba al niño Zeus.
Sin embargo, Crono descubrió lo que había sucedido y persiguió a Zeus, quien se transformó a sí mismo
en una serpiente y a sus nodrizas en osos: de aquí las constelaciones de la Serpiente y las Osas.

Zeus llegó a la virilidad entre los pastores del Ida, ocupando otra cueva; luego buscó por todos
lados a Metis y la Titánide, quien vivía junto a la corriente del Océano. Por consejo de ella visitó a su
madre Rea y le pidió que le nombrara copero de Crono. Rea le ayudó de buena gana en su venganza;
le proporcionó la pócima emética que Metis le había encargado mezclar con la bebida dulce de Crono.
Cuando Crono hubo bebido en abundancia vomitó primeramente la piedra y luego a los hermanos y
hermanas mayores de Zeus. Salieron ilesos y, en agradecimiento, le pidieron que los encabezara en una
guerra contra los Titanes, quienes eligieron al gigante Atlante como jefe, pues Crono había pasado ya
de la flor de la vida.

La guerra duró diez años, pero al final la Madre Tierra profetizó la victoria para su nieto
Zeus si éste tomaba como aliados a aquellos a quienes Crono había confinado en el tártaro; en
consecuencia, se acercó secretamente a Campe, la vieja carcelera del Tártaro, la mató, le quitó las llaves
y después de poner en libertad a los Cíclopes y a los gigantes de las cien manos, los fortaleció con
comida y bebida divinas. En consecuencia, los Cíclopes le dieron a Zeus el rayo como arma ofensiva, a
Hades un yelmo que la hacía invisible, y a Posidón un tridente. Después de celebrar los tres hermanos
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un consejo de guerra. Hades se presentó invisible ante Crono para robarle sus armas; y mientras
Posidón le amenazaba con el tridente, desviando de este modo su atención, Zeus lo derribó con el rayo.
Los tres gigantes de las cien manos alzaron rocas y las arrojaron contra los demás Titanes y un grito
súbito de la CabraPan los puso en fuga. Los dioses los persiguieron. Crono y todos los Titanes
vencidos, excepto Atlante, fueron desterrados a una isla británica del lejano oeste (o, según algunos,
confinados en el Tártaro), bajo la guardia de los gigantes de las cien manos. No volvieron a perturbar la
Hélade. A Atlante pese a ser su jefe de guerra, se le impuso un castigo ejemplar, ordenándole sostener el
firmamento sobre sus espaldas; pero se perdonó a las Titánides, en atención a Metis y Rea.

Zeus mismo instaló en Belfos la piedra que había vomitado Crono. Está todavía allí, se la unta
constantemente con aceite y se ofrecen sobre ella hebras de lana destejida .

Algunos dicen que Posidón no fue devorado ni vomitado, sino que Rea dio a Crono en lugar de
él un potro, y lo ocultó entre las manadas de caballos. Y los cretenses, que son mentirosos, refieren que
Zeus nace cada año en la misma cueva con un fuego centelleante y un chorro de sangre, y que cada año
muere y lo entierran.

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ZEUS EL DIOS DEL TRUENO.

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Este rey de los dioses, llamado Zeus, se casó con Hera, estableció su morada en el monte Olimpo
y gobernó Grecia y la parte de Oriente de donde descendían sus ancestros, siendo célebre por su valor,
su prudencia y su justicia.
Fue el dios del trueno, el relámpago y el rayo y ocupó el primer lugar entre las divinidades greco-latinas,
siendo su culto el más extendido.

En su altar se ofrecían sacrificios de animales, como la cabra, el cordero y el toro blanco, pero nunca se
sacrificaron humanos.

La harina, la sal y el incienso eran también ofrecidos en los rituales y el olivo y la encina eran los
árboles consagrados a él.

Era un dios generoso, franco, entusiasta y con gran sentido del humor y la justicia.

Zeus es el dios Júpiter de los romanos, es el que sostiene el universo por medio de una serie de luchas y
con sus dones de clarividencia, poderío y conocimiento todas las cosas.

Este dios era representado con un aspecto majestuoso, con barba, sentado en su trono y sosteniendo en la
mano derecha el rayo y armado de dos flechas, y esta representación, así como otras que le adjudicaban,
simbolizaban sus poderes.

La diosa Hera era la esposa de Zeus y también su hermana; por lo tanto, era además hija de Rea y
Cronos y hermana de Poseidón, Hades, Deméter y Hestia.

El mito relata que Zeus se enamoró de Hera y la engañó disfrazándose de un ave, el cuclillo.

Para su casamiento fueron invitados todos los dioses, todos los hombres y todos los animales. Asistieron
todos, con excepción de la ninfa Quelona que por esa razón fue convertida en tortuga.

Pero Hera no vivió mucho tiempo con Zeus, debido a su maltrato y sus constantes disputas y hasta
guerras. Un día llegó a colgarla con una cadena de oro entre el Cielo y la Tierra con un yunque en cada
pie y cuando uno de sus hijos quiso liberarla Zeus le dio un puntapié que lo hizo caer del Cielo a la
Tierra.

Además, Zeus le era infiel a Hera, provocándole muy crueles celos y rencores.

Hera no era tampoco una mujer muy virtuosa, tenía mal humor constante y también tuvo relaciones
amorosas con muchos hombres, además de conspirar para destronar a su marido.

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La leyenda cuenta que Hera se bañaba todos los años en una fuente que la tornaba virgen.

Hera concibió muchos hijos de manera alegórica, comiendo lechuga o tocando una flor o extrayendo de
la tierra los vapores que acogía en su seno.

Se preocupaba mucho por su belleza y pretendía ser la más bella del Olimpo. Se dedicaba a presidir los
casamientos y los nacimientos y en Roma también controlaba la moneda.

Realizó muchos prodigios y tomó muchas venganzas e inspiró gran temor y respeto. Su culto se
extendió hasta Asia, llegó a África a través de Egipto y en todas partes se podían encontrar templos
dedicados a esta diosa.

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LOS MITOS
DE EL
SALVADOR

1. LA FLOR DE AMATE

2. EL MAL DE OJO

8
LA FLOR DE AMATE

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El Ámate es un árbol muy conocido en El Salvador, este árbol es muy diferente a los demás
llamar), que hacen que el tronco parezca un rollo de cables mal hecho, sus ramas también un poco mal
formadas, si uno se fija bien en ellas tienen un aspecto de garras. En fin, un árbol fuera de lo común,
además de no dar ni flores ni frutos.

Pero la leyenda dice que este árbol tiene un negro secreto oculto entre sus deformadas ramas, y
es que a las 12:00 de la noche en punto, en la copa de éste, nace una hermosa FLOR BLANCA, la cual
cae al suelo y el hombre que logre agarrar esta flor, tendrá todo lo que quiera, AMOR, DINERO Y
SALUD, pero no es tan fácil, pues la verdadera prueba es luchar contra EL DIABLO, que es el dueño de
esa flor. Se dice que tiene que ser una lucha a muerte; si el Demonio gana, se lleva el alma de aquel
hombre, pero si el hombre gana tendrá todo lo que él quiera. Se cuenta que las únicas personas que ven a
este árbol florecer en cualquier época del año son los MUDOS, ya que se sabe que nunca dirán nada de
esta flor encantada.

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EL MAL DE OJO

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Es uno de los mitos de El Salvador más populares. Se dice que existen personas que tiene
un espíritu muy fuerte y que con solo ver o admirar a otra persona, pueden «hacerle ojo». Esto suele ser
muy común en los niños pequeños.

El mal de ojo se manifiesta con vómitos, diarrea y decaimiento en general que puede llevar hasta
la muerte. Para contrarrestarlo se debe visitar algún «curandero» que usa ciertas hiervas, mezcladas con
alcohol y tabaco en todo el cuerpo de la persona afectada.

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LAS
LEYENDAS
SALVADOREÑA

1. El padre sin cabeza


2.

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EL PADRE SIN CABEZA

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Mito seguramente concebido en tiempos de la inquisición, durante la cual cortaban la cabeza a brujos,
hechiceros, hombres y mujeres de mal vivir. Dice la tradición que se le aparece a los hombres y mujeres que
trasnochaban debajo de un árbol frondoso enel cual se puede ver una gran puerta de un templo. La persona pasa la
puerta y se encuentra una gran sala y al final un sacerdote cantando misa en latín. Atraído y cargado de
pecados la persona oye atentamente, pero a la hora de la consagración al dar la cara elsacerdote se le ve
sin cabeza y esta chorreando sangre entre sus manos.

Despavorido sale de aquel lugar y queda varias semanas sin habla, cambiando así su vida para siempre. Eran
aquellos tiempos del fusil de chispa, no tan distantes que digamos. Tiempos de oro y de alegrías en
quenuestros antepasados, libres del aorisionamiento fastuoso de la moderna civilización, vivían a su
modo, pobre yhumiidemente, pero siempre contentos y alegres. Nuestro pueblo, de labriegos sencillos
formado, conservó de los conquistadores gallegos que vinieron de laMadre España, en busca de oro y de
tierras para aumentar el poderío del León Ibero, su amor entrañable alhogar, su fe religiosa y la sonsería peculiar
que lo hizo crédulo y creyencero. 

A más de las fiestas de la iglesia, que formaban lista en el año, nuestros abuelos celebraban
con menospompa, pero sí con más alegría, dos festivales cívicos: el 27 de abril y la independencia. Esto
es, el aniversariodel golpe de cuartel del general don Tomás Guardia y el quince de septiembre, adoptado en
Centroaméricacomo fecha de la emancipación política de España.

El programa era corto: Bailes populares al aire libre y repartición de licor, estallido de cohetes
y bombas; gritosy, de cuando en cuando, algunos mojicones, por copa de más o de menos. Y nuestros
campesinos, todos guardaban su pala y el machete, limpiaban un poco sus manos; blanqueaban a fuerza de “eje” sus
agrietados pies, y salían al anochecer a divertirse con sus respectivas familias, danzando alclaror de ía
luz que despedían ios faroles de canfín o los reverberos de manteca. Y aquí entramos en nuestrarelación,
respecto al sucedido de la Calle del Cura.Ñor Juan Rafael Reyes era el viejo más alegre del distrito de
Patarra y no perdía, por nada de este mundo, losfestivales del 27 de abril y la independencia, que
bastante tenía que sudar los demás días del año para atendera su manutención y la de su familia, para no
aprovechar la ocasión de echar una canita al aire.En su caserío eran bastante recogidos, ajenos a todo, sólo pensaban en la
quema de la piedra de cal que lesdaba, entonces más que ahora, el sustento.

Las fechas memorables pasaban casi inadvertidas, por lo que ÑorJuan Rafael se veía obligado a
ir hasta la villa para colmar sus ansias de fiesta. Allí era cosa de ver: Lastaquillas permanecían abiertas
la noche entera: los vecinos principales iluminaban los frentes de sus casas. En la plaza pública el
entusiasmo no decaía hasta rayar el nuevo sol y la ilustre corporación municipal solía disponer el reparto
de” guaro” a todos los ciudadanos que vitoreaban al ciudadano presidente.

Y eso entusiasmaba a Ñor Reyes, que muy a pesar de sus años que ya eran carga, gustaba de amanecer en vela,
bailando a ratos, libando copas, mascullando su chircagre y enterándose de los corrillos de cuanto
ocurría en elgran mundo, y soltando de cuando en vez su graceja, para no quedarse atrás con los cuentos,
enredos y chistes que los contertulios iban enhebrando como para amenizar el rato. Acertó caer la fecha
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de la independencia en domingo, y desde luego, la fiesta fue sábado en la noche. Por lasvísperas se saca
el día, y para cumplir con el adagio popular, de antes y con antes comenzaba la alegría.

Ñor Reyes no prescindía de bajar a la “suida a mercar” su manutención, lo que hacía todos los sábados
al amanecer, y menos dejar pasar la parranda. Había que compaginar la obligación con la devoción. Verdad esque podía
ajilar por la calle de Dos Ríos y evadir así la atención de la villa, pero solo una vez se celebraba alaño la
independencia y para el siguiente ya podía estar bajo tierra. Había que aprovechar la oportunidad,
quealgo la suele pintar calva. Ñor Reyes,
 
  Lo decía su mujer sería parrandero y bebedor, eso sí my cumplido consus obligaciones. Compraba el diario, y
lo que quedaba libre era lo que podía beberse en ron o guaro de laFábrica Nacional. Y cayendo y levantando,
podía llegar ya al anochecer a su casa, pero con sus alforjasrepletas, con provisión para la semana.
También lo decía él: Los almadiados todo lo pierden, menos lamemoria.Ella se lo perdonaba a su marido,
porque en su alacena todo abundaba; porque nunca la hizo ayunar, excepto los viernes de cuaresma ya que era buen
católico -, ni la obligó a solicitar prestado el puñadito de frijoles ni desal, o la jarra de arroz, como le
sucedía a la Piedades, su vecina, que a más de la vigilia en que vivíaeternamente por las largas y repetidas
parrandas de su hombre, que le duraban hasta ocho días larguitos, solíarecibir un ajuste de azotes.

Y todo se puede aguantar, menos eso de que un “mangúela” alce la mano contra su mujer. Pues Ñor Reyes
salió aquel sábado muy temprano, caballero con su yegua rosilla, vistiendo los trapitos dedominguear,
los de coger misa. Lucía su banda tinta, de seda, que le daba varias vueltas en la cintura dejabaque las
barbas salieran afuera del ruedo del chaquetón; no faltaba el pañuelo floreado al cuello ni la realera depuño de hueso y plata,
compañera de los días de gran solemnidad. Estuvo en la ciudad; hizo sus compras; provocó más de una risa
sabrosota, con sus chistes y sus relatos, quesalían de la boca a borbotones; sorbió sus copas de guaro nacional, más
sabroso y más claro que el de “charral”, según su opinión de buen bebedor, y al atardecer dispuso el regreso pasando por
los “Amparados”.

  Ya preludiaban las marimbas y chisporroteaban los candiles, cuando hizo su entrada a la villa
llevando sobre laal-barda sus grandes alforjas bien repletas. En la casa del compadre, Ñor Pedro el
matador, amarró su ruco, sindesensillarla; dejó a buen recauda las alforjas y su ramita de espino, que le
servía de espuela y la varillita deañono, que hacía de fuete y, tras un saludo en que hacia recuento de la
salud de todos los de la casa, se salió acomenzar la juerga, relamiéndose de gusto, porque no había
dejado de salir sin sorber la jicara de chocolatecon sus bizcochos y embustes. Bailó fandango y punto y
sorbió copas. Tuvo más de una disputa y pudo regresar a casa del compadre, sano ysalvo, gracias a la intervención de
algunos amigos. Allí lo montaron en su bestia y lo pusieron en camino, tocándole el corazón, con el
recuerdo de los suyos, que estarían en vela, deseosos de verlo llegar.
Y la bestiecilla cogió el trote, calle arriba… Era la madrugada oscura y fría. Mientras el jinete
dormitaba, dejando floja la rienda, la ruca trotaba. Bien sabíamos Reyes que, montado en un animal
manso, que conocía el trillo de la casa como de memoria, podría dejarse llevar confiado y tranquilo. Pasó
por San Antonio sin novedad. Todo mundo dormía. Uno que otro perro ladró a su paso y vino a ahuyentareí sueño.

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Cuando cruzó Río Damas y entró en su jurisdicción, apuró la yegua el trote, porque ya estaba próximoel
momento de probar bocado y quedar libre del aparejo, el jinete y la carga.

Próximo al recodo llamado la “Calle del Cura sin Cabeza”, se bifurca el camino y dan sombra los altos
higuerones. Era un sitio temido, porque decía el rumor popular que asustaban. Muchas historietas deaparecidos
circulaban de boca en boca. Pero Ñor Reyes ni era hombre de miedo ni padecía de nervios, másbien se
envalentonaba cuando sorbía sus copas. Frente a la plazuela, donde solamente se levantaba una casa de peones de la
finca, vio una ermita. Se restregóbien los ojos, porque no tenía memoria de que allí hubiera existido esa construcción. Pero
como paradesvanecer sus dudas, replicó campana llamando a misa. ¡Y deseoso de enterarse por sus propios ojos de que no
eran visiones ni cosas de!  otro mundo, se desmontó y entró al templo, que estaba iluminado a media luz. Se
hincó a cantar el “Dominas Vobiscwn” y se dio cuenta de que al padre le faltaba la cabeza. La impresión
lo levantó como con resortes y lo hizo abrirse en estampida. Al pasar bajo el coro, oyó un ruido infernal
y sintió que la campana le seguía repicando su badajo…

¡No supo más!


  
Allí cerca, sobre el zacate, fue encontrado, sin sentido, por los carreteros madrugadores, que
llevaban carga a la ciudad. Lo recogieron y lo trasladaron a su residencia, donde pasó muy malito
algunos días. Costó quevolviera en sí. Hasta la pronuncia había perdido. Tenía que ser cosa mala la que
vio, comentaban los familiares.

Pronto cundió la noticia del aparecido de la “Calle del Cura sin Cabeza”. Los curiosos llegaban a adquiri
rdetalles del suceso y se tejían los más variados y fantásticos comentarios. El tío Melitón, que era muy
ladino definió el asunto: “Acechanzas del demonio”. Ñor Reyes había asistido a sus propios funerales,
en castigo de sus pecados. Naturalmente, nunca más volvió a pasar en” deshoras” por ese camino. Si iba
a la ciudad, regresaba tempranito y por si tenía que viajar en carreta, para evitar que los bueyes se asolearan, madrugaba,
pero siempre esperaba a otros compañeros. Que dos hombres se valen mejor que uno. ¡La moralidad pública habría
ganado mucho, ya que se consumía menos licor nacional en la villa, si no se le ocurre a un vivo llevar al
barrio licor clandestino de Agua Caliente, evitando así e! viaje a la villa, pasando por la “Calle del Cura
sin Cabeza” en horas de la noche.
 
Han pasado muchos años y el suceso apenas si se recuerda. El trecho de camino conserva el
nombre de la “Calle del Cura sin Cabeza”. Y la conseja del aparecido sigue siendo como una lección de
moral, pero nadie escarmienta en cabeza ajena…

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