Tercer Ensayo

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Alex Mateo Alcocer Ibáñez

202011278

René Descartes y el discurso del método


La filosofía, según la RAE, es concebida en el afán establecer, de manera racional, los
principios más generales que organizan y orientan el conocimiento de la realidad, así como
el sentido del obrar humano (Real Academia Española, 2020). Así pues, es sencillo concluir
que toda ciencia y razonamiento debe pasar por el filtro de la filosofía para que este sea
considerado verdadero y tengo sentido alguno. Pero más allá de evaluar que una ciencia
pueda ser considerada verdadera o no, la filosofía también objeta la moral, la belleza y el
lenguaje. Por consiguiente, dada la gran variedad temas y conocimientos que el ser humano
ha creado, la filosofía hace uso de varios recursos como lo son el argumento, especulación,
la lógica, mayéutica y la duda metódica. A lo largo de la historia, la filosofía de la ciencia
hace uso del método lógico y empírico para llegar a conclusiones en los campos de la
matemática y los derivados de la ciencia natural, a partir de estas conclusiones, se
establecen verdades que son consideradas fundamentales e inquebrantables en sus
respectivos campos. Sin embargo, René Descartes se da a la interrogativa sobre cómo es
posible llegar a un conocimiento verdadero sin tener que fundamentarse en episteme,
concibiendo así lo que sería el racionalismo de la filosofía moderna en su libro “Discurso
del método”.

Descartes, en una carta a su amigo matemático Marin Merssenne, cuestionaba a Galileo ya


que este había construido una ciencia sin fundamentos ya que carecía de un método preciso
y estructurado. ¿Por qué Descartes considera que la ciencia Galileana no estaba
fundamentada? ¿Cómo es posible diferenciar entre el verdadero conocimiento y la
creencia? Creencia en aquel entonces tenía una connotación negativa ya que era
considerado como ingenuidad, conocimiento por especulación y basado en cero evidencias
(Olarte, 2019). Así pues, empieza René Descartes en la búsqueda de un método filosófico
que sirviera para cualquier campo de estudio (Matemático, filosófico, científico, ético) que
pudiera acceder a la verdad bajo un mismo algoritmo. Por aquel entonces, el empirismo se
estaría resquebrajando debido a que lo que un principio fue considerado verdadero por el
método de la observación (Heliocentrismo) fue hallado después falso. Y no solo bastó con
la refutación del heliocentrismo para hallar que el empirismo no era un método del todo
confiable, nuevos descubrimientos se estaban concibiendo gracias al uso de nuevos
métodos que distaban del empirismo, por ejemplo, el método resolutivo-compositivo de
Galileo, que si bien tenía algunas falencias argumentativas como Descartes opinaba, era
una manera burda de acercarse aún más a la verdad de lo que el empirismo pudo hacerlo.
En este punto de la historia, Descartes no podía fiarse del método de aquella época, y por
esto propone un método totalmente novedoso y contrario a lo que se solía manejar en
aquella época con una simple frase que quedaría en la historia, “Cogito ergo sum”. En su
libro “Discurso del método para conducir bien la propia razón y buscar la verdad en las
ciencias”, dividido en seis partes, pero en donde sintetiza y recoge todos los elementos de
lo que sería en un futuro el racionalismo es en las primera cuatro partes, las cuales se
analizarán a continuación.

Primera y segunda parte


“Había estudiado un poco, cuando era más joven, de las partes de la filosofía, la lógica, y
de las matemáticas, el análisis de las geómetras y el algebra, tres artes o ciencias que
debían al parecer, contribuir algo a mi propósito. Pero cuando las examiné que en lo
tocante a la lógica (…) más sirven para explicar a otros las cosas ya sabidas. (Descartes,
1637)”

En una primera instancia, Descartes deja en claro que no busca que su trabajo sea
considerado como un tratado sino como un discurso porque no busca que su método sea
visto como una regla matemática sin sentido sino como una forma de pensar, que cualquier
persona pueda hacer uso la razón para llegar al conocimiento. Por otro, la educación que
recibió Descartes fue de tipo religiosa (filosofía escolástica), la no tenía un método riguroso
ya que esta corriente afirmaba que toda verdad provenía de Dios y que la filosofía esta
subyugada a la religión. Aun así, Descartes permanece firme en no someter dos cosas
fundamentales a prueba: la lógica matemática y la fe que profesaba, tal como lo deja en
claro en su tratado, pero por lo demás, filosofía y demás ciencias, decide tomar la firme
posición de que están erradas y así pues comienza a dudar de todo aquello que tenía por
verdadero, ya que no puede certificar su veracidad por el uso de la razón.

Dado a que la mayoría de las ciencias son de tipo constructivas, es decir que los nuevos
conocimientos están fundamentados en otros existentes, es inevitable que una ciencia sea
desarrollada por una sola persona, por consecuente, Descartes señala que no es posible
fiarse de las ciencias, ya que las opiniones de los diversos autores estaban indirectamente
en sus premisas. Para solucionar esto, propone en principio renunciar a todas aquellas
creencias que fueron enseñadas por verdaderas y que, por discernimiento personal, escoger
a juicio propio lo que es verdadero para cimentar el razonamiento previo a la obtención del
conocimiento. Para lograr esto, plantea cuatro pasos para lograr esta premisa.

1. Desechar toda aquella verdad en la que haya evidencia de esta en sí.


2. Descomponer un problema mayor en las partes que fuese necesario.
3. Una vez descompuesto el problema, se resuelve primero lo más simple hasta
conjeturar lo más complejo.
4. Revisar cada una de las partes para no hallar omisión alguna.

Tercera y cuarta parte

“Pero advertí luego que, queriendo yo pensar de esa suerte, que era falsa, era necesario
que yo, que lo pensaba fuese alguna cosa y observando esta verdad: Yo pienso, luego soy;
era tan firma y segura que las más extravagantes suposiciones de los escépticos no son
capaces de conmoverla. Juzgué que podía recibirla, sin escrúpulo, como el primer
principio de la filosofía que andaba buscando. (Descartes, 1637)”

Antes de derribar un edificio para reconstruirlo de una manera más cimentada y sólida,
primero debe proveerse de un sitio para estar el tiempo que dure el proceso de la
remodelación. Con esta singular metáfora, Descartes advierte que antes de aplicar su duda
metódica, es fundamental tener una moral que rija la vida en tanto que dure el proceso de
llegar a la verdad. Para lograr esto, estipula tres preceptos que lo ayudarían en el proceso.
El primero es la obediencia y el sometimiento de las leyes de su país y respetar las
costumbres que ahí se tenían, por otro lado, conservaría la religión católica en la cual creía
desde pequeño. En segundo lugar, la decisión de estar firme y ser impetuoso en las acciones
que una vez había tomado. Por último, tener en claro que lo único que puede cambiar son
los pensamientos, pero nunca cambiaría al mundo ni lo que está en él. Al final de establecer
estos preceptos, Descartes afirma que dedicaría su vida entera a la razón para la búsqueda
del conocimiento y la verdad.

Durante el transcurso de su método de la duda, Descartes deduce algo que marcaría la


historia de la filosofía para siempre: Descartes rechaza todo aquello que no es verdadero ya
que solo es una superflua opinión, pero si duda de la veracidad de las premisas está
pensando y, por lo tanto, si piensas es porque está existiendo, dando lugar a una de las
máximas del racionalismo; Cogito, ergo sum. Haciendo un paréntesis en el análisis de la
obra de Descartes, he de decir que esta frase es a mi concepto una de las mejores de la
historia de filosofía.
A partir de esta máxima, Descartes demuestra la existencia de Dios mediante un proceso de
deducción curioso, pero no por ello brillante. Si él dudaba, era porque era imperfecto
porque no hay más perfección en la acción de conocer que en la dudar. Por lo tanto, aquello
que percibía con los descartes era imperfecto pues el ser humano es imperfecto, pero la
realidad de las cosas, no como la perciben los sentidos sino los entes como tal son perfectos
porque están afuera del ser humano, por esto, debe haber un ser superior que represente
todo aquello que es perfecto e inmutable, Dios. Este argumento, de tipo ontológico, es
usado frecuentemente para demostrar por deducción la existencia de Dios, pero es débil en
la parte empírica porque no hay una forma experimental de aplicar el razonamiento
deducido. Descartes, haciendo uso del método de la duda, refina este argumento que es
independiente de la parte experimental, lo que se conoce como a priori.

Una vez llegado a este punto, Descartes, junto a otros filósofos en distintas épocas, dieron
lugar a lo que se conoce como racionalismo puro, en la cual se empieza a descubrir lo que
es la metafísica y ciencias abstractas, como el álgebra y geometría, que, si bien es cierto
que no tiene un significado sensorial a primera vista, están indirectamente en la naturaleza
y son explicadas a través de estás, cosa que le sería imposible explicar el empirismo ya que
la razones que demuestran por qué suceden las cosas son imposibles verlas tangiblemente,
pero están allí, esperando a ser descubiertos por medio del razonamiento y la deducción. Un
claro ejemplo de esto son los números imaginarios, los cuales cuando fueron propuestos por
el mismo Descartes. Estos una particularidad, y es que no son posibles verlos representados
en la vida real como el número π y ϕ . En un principio, hacían parte del algebra sin
aplicación alguna, pero siglos más tarde se demostraría que estos tipos de número explican
diversos fenómenos naturales, como la electricidad o física cuántica. Sin el razonamiento y
la duda de Descartes, hubiese sido impensable hallar los números imaginarios por métodos
como el empirismo.

Así pues, es posible afirmar que la razón y la duda, que van de la mano, nos permite
acceder al conocimiento que no es de carácter sensorial y a su vez permite verificación de
conocimiento adquirido por medio del método empírico. Pero al mismo tiempo, el
empirismo permite probar mediante experimentos las premisas dadas mediante la razón. En
tanto a la existencia de Dios, el método de la duda permite conjeturar una plausible
existencia de Dios dado que es necesario una prueba empírica que pueda demostrar de una
vez por todas la existencia de Dios.

Referencias
Descartes, R. (1637). Segunda parte. En R. Descartes, Discurso del metodo (M. G. Morente, Trad.,
pág. 46 y pág 70). Madrid.

Olarte, M. N. (2019). Una Historia de la verdad en Occidente. Bogotá: Priemra.

Real Academia Española. (12 de Diciembre de 2020). Obtenido de RAE: https://dle.rae.es/filosof


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