Tesis Sobre Laudo Arbitral en Venezuela

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UNIVERSIDAD CATÓLICA ANDRÉS BELLO

VICERRECTORADO ACADEMICO
DIRECCIÓN GENERAL DE LOS ESTUDIOS DE POSTGRADO
ÁREA DE DERECHO
ESPECIALIZACIÓN EN DERECHO PROCESAL

TRABAJO ESPECIAL DE GRADO

EFICACIA DEL ARBITRAJE LABORAL COMO MEDIO ALTERNATIVO PARA


LA RESOLUCIÓN DE CONFLICTOS INDIVIDUALES DE TRABAJO

Presentado por
Ayleen Guédez G

Para Optar al Título de


Especialista en Derecho Procesal

Asesor
Javier E. Ruan S.

Caracas, 9 de diciembre 2011


UNIVERSIDAD CATOLICA ANDRES BELLO
VICERRECTORADO ACADÉMICO
DIRECCIÓN GENERAL DE LOS ESTUDIOS DE POSTGRADO
AREA DE DERECHO
ESPECIALIZACIÓN EN DERECHO PROCESAL

APROBACIÓN DEL ASESOR

Por la presente hago constar que he leído el Trabajo Especial de Grado, presentado
por la ciudadana Ayleen Guédez González, portadora de la Cédula de Identidad
V- 14.300.935, para optar al Título de Especialista en Derecho Procesal, cuyo título
definitivo es: Eficacia del Arbitraje Laboral como Medio Alternativo para la
Resolución de Conflictos Individuales de Trabajo; y manifiesto que dicho Trabajo
reúne los requisitos y méritos suficientes para ser sometido a la evaluación por parte
del jurado examinador que se designe.

En la Ciudad de Caracas, al 9 de diciembre de 2011.

_________________________________

Asesor: Javier E. Ruan S.


C.I.: 11.306.964
DEDICATORIA

Al Todopoderoso, quien es mi compañero fiel y todo mi sustento.

A mi Madre por el maravilloso Don de la vida y por su amor incondicional.

A Figue por su amistad sincera y por enseñarme que la constancia y el compromiso es


la única forma de alcanzar las metas, que después de caer hay que levantarse y seguir
adelante.

ii
UNIVERSIDAD CATÓLICA ANDRÉS BELLO
VICERRECTORADO ACADEMICO
DIRECCIÓN GENERAL DE LOS ESTUDIOS DE POSTGRADO
ÁREA DE DERECHO
ESPECIALIZACIÓN EN DERECHO PROCESAL

Eficacia del Arbitraje Laboral como Medio Alternativo para la Resolución de


Conflictos Individuales de Trabajo

Autora: Ayleen Guédez G.


Asesor: Javier E. Ruan S.
Fecha: 9 de diciembre, 2011.
RESUMEN

La incorporación de los medios alternos para la resolución de conflictos al sistema de


justicia venezolano, trajo consigo que la mediación y el arbitraje se incluyeran en la
Ley Orgánica Procesal del Trabajo, en el marco de un régimen caracterizado por un
marcado intervencionismo del poder judicial en el arbitraje, circunstancia esta que
genera incertidumbre acerca de si la institución prevista en la Ley adjetiva laboral
resulta un mecanismo eficaz como medio de heterocomposición procesal, toda vez
que pareciera se cuestiona y no se tiene plena confianza en dicha figura al
incorporársele ciertos elementos externos que más bien la desnaturalizan. En atención
a lo señalado, el problema que se abordó fue determinar la eficacia del arbitraje
laboral como medio alternativo para la resolución de conflictos individuales de
trabajo. Para lograrlo se establecieron tres objetivos específicos que permitieron
demostrar el objetivo general, al analizar la institución arbitral en el orden
constitucional, legal y doctrinario, revisando el régimen establecido en Ley Orgánica
Procesal del Trabajo y determinando que la noción de orden público y el carácter
irrenunciable de los derechos de contenido laboral pueden coexistir con la autonomía
de la voluntad de las partes. Cabe destacar que la investigación se apoyó en fuentes
documentales y bibliográficas, elegidas de manera intencional. La técnica que se
utilizó para recolectar la información fue el análisis de contenido. Asimismo, el
instrumento que se utilizó para registrar y analizar los datos fue la matriz de
contenido. De igual manera, la información se sometió a un análisis interno y externo.
Palabras clave: Conflicto, arbitraje, principio de autonomía de la voluntad, orden
público, ley orgánica procesal del trabajo.

iii
Índice General
Pág.
Aprobación del Asesor

DEDICATORIA .......................................................................................................... ii
RESUMEN .................................................................................................................. iii
Lista de Siglas ............................................................................................................. vi
Introducción ................................................................................................................ 1
CAPÍTULO I ............................................................................................................... 6
NOCIONES FUNDAMENTALES DEL ARBITRAJE........................................... 6
Antecedentes ............................................................................................................. 6
Del concepto de arbitraje ........................................................................................ 10
De la naturaleza jurídica del arbitraje ..................................................................... 12
Del acuerdo arbitral su naturaleza jurídica y validez .............................................. 17
Clasificación del arbitraje ....................................................................................... 21
El laudo arbitral ....................................................................................................... 23
El régimen de impugnación del laudo arbitral ........................................................ 24
CAPÍTULO 2............................................................................................................. 36
RÉGIMEN LEGAL APLICABLE AL ARBITRAJE., UBICACIÓN EN EL
ORDENAMIENTO JURÍDICO VENEZOLANO ................................................ 36
Antecedentes ........................................................................................................... 36
Aspectos resaltantes del arbitraje previsto en el Código de Procedimiento
Civil ......................................................................................................................... 39
El arbitraje en la Ley Orgánica del Trabajo ............................................................ 40
Aspectos resaltantes del régimen previsto en la Ley de Arbitraje Comercial......... 42
CAPÍTULO 3............................................................................................................. 44
EL ARBITRAJE LABORAL .................................................................................. 44
Principios rectores del proceso laboral ................................................................... 44
De la viabilidad del arbitraje como mecanismo para la resolución de
conflictos individuales de trabajo............................................................................ 47

iv
La validez del acuerdo arbitral y la oportunidad en la cual se pacta....................... 52
La designación de los árbitros a la luz de la Ley Orgánica Procesal del
Trabajo .................................................................................................................... 57
De la recusación e inhibición de los árbitros en el arbitraje establecido en la
Ley Orgánica Procesal del Trabajo ......................................................................... 61
El arbitraje laboral es institucional o independiente ............................................... 64
El alcance de la decisión en el arbitraje laboral ...................................................... 65
Del contenido del laudo y sus formalidades ........................................................... 68
De la ejecución del laudo en materia laboral .......................................................... 70
Del régimen de impugnación del laudo arbitral de acuerdo a la Ley Orgánica
Procesal del Trabajo ................................................................................................ 72
CONCLUSIONES ..................................................................................................... 76
Referencias Bibliográficas ........................................................................................ 79

v
Lista de Siglas

CPC Código de Procedimiento Civil


CRBV Constitución de la República Bolivariana de Venezuela
JSME Juez de Sustanciación, Mediación y Ejecución
LAC Ley de Arbitraje Comercial
LSDA Ley sobre Derechos de Autor
LSRS Ley de Empresas de Seguros y Reaseguros
LOADGC Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales
LOPT Ley Orgánica Procesal del Trabajo
LOT Ley Orgánica del Trabajo
MARC Medios Alternativos de Resolución de Conflictos
PIDL Principio de irrenunciabilidad de los Derechos Laborales
RLOT Reglamento de la Ley Orgánica del Trabajo

vi
Introducción

Los medios alternativos para la resolución de conflicto han sido parte del
ordenamiento legal venezolano desde sus inicios republicanos, sin embargo, su
desarrollo se puede circunscribir a las últimas dos décadas; las Constituciones
promulgadas en los años 1830 y 1857 hacían mención expresa al derecho de los
venezolanos a terminar sus conflictos mediante la decisión de árbitros, no obstante,
ésta institución no tuvo cabida en los textos constitucionales posteriores a pesar de ser
recogida ininterrumpidamente en los Códigos de Procedimiento Civil.

Durante la década de los noventa Venezuela suscribió varios tratados sobre


arbitraje, los cuales constituyeron las bases para la incorporación de éste como medio
para la resolución de conflictos colectivos de trabajo, conflictos en materia de
derecho de autor, seguros y protección al consumidor, todo ello, antecedente a la
promulgación de la Ley de Arbitraje Comercial (1998), que representó un importante
punto de inflexión de éste medio alterno de resolución de conflictos en el Derecho
venezolano.

La Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (1999), continuo


avanzando en el camino transitado por los Estados democráticos contemporáneos con
la finalidad de robustecer la justicia alternativa, elevando los medios alternativos para
la resolución de conflictos a rango constitucional como parte integrante del sistema
de justicia e incorporando el deber de promover el arbitraje, obligación que no tiene
como único destinatario el poder legislativo sino todo los poderes integrantes del
Estado.

El reconocimiento del principio pro arbitraje dio pie a la incorporación de éste


medio alterno para la resolución de conflictos en áreas tradicionalmente reservadas a
la justicia monopolizada por el Estado través de los órganos jurisdiccionales, siendo

1
de reciente data la inclusión en la legislación adjetiva laboral, como medio para la
resolución de conflictos individuales de trabajo.

La Ley Orgánica Procesal del Trabajo (2002), incluye la mediación y el


arbitraje como instituciones al servicio de las partes para la resolución de los
conflictos individuales de trabajo, siendo la primera de las mencionadas una
herramienta liderizada por los jueces de primera instancia de sustanciación,
mediación y ejecución del trabajo, quienes en una fase inicial del proceso
denominada audiencia preliminar, son llamados a construir conjuntamente con las
partes, alternativas para la resolución de los conflictos, actuación que de resultar
exitosa evitará que el proceso continúe a la fase de juicio.

Desde la entrada en vigencia de la prenombrada Ley que rige el proceso


laboral, la mediación se ha desarrollado significativamente convirtiéndose en
herramienta eficaz para la resolución de conflictos, permitiendo con frecuencia
finalizar los procesos en la fase inicial, lo cual se traduce en un descongestionamiento
de los órganos jurisdiccionales con competencia laboral, en la satisfacción de los
intereses de los particulares, y en definitiva, en un mejor clima de convivencia social.

Por su parte, respecto del arbitraje, observamos que dicha figura y la forma
como está consagrada en la Ley Orgánica Procesal del Trabajo, ponen en evidencia
ciertas imprecisiones y contradicciones por demás inquietantes, pues, se generan
dudas acerca del momento en el que las partes, en ejercicio del principio de
autonomía de la voluntad que les permite reglar, transmitir, modificar y extinguir
entre ellas un vínculo jurídico, pueden pactar el arbitraje, bien sea, antes de la
existencia del conflicto, o bien antes de la instauración del proceso judicial, o bien
iniciado el proceso, de forma preclusiva en la fase preliminar o ya en cualquier estado
e instancia de éste.

2
Las circunstancias antes indicadas, aunado a la excesiva intervención de los
miembros del poder judicial en el arbitraje laboral, supuestamente en aras de una
supuesta vigilancia y supervisión en cuanto a la noción de orden público, así como de
una interpretación laxa del principio de irrenunciabilidad de los derechos laborales,
aunado al interés del legislador en tutelar excesivamente lo relativo a los derechos de
contenido laboral, ha ocasionado incertidumbre en los actores sociales acerca de la
naturaleza jurídica de la figura prevista en la Ley adjetiva laboral.

En virtud de lo antes indicado, se planteó como objeto de este estudio


determinar si el arbitraje previsto en la Ley que rige el proceso laboral desde el año
2002, resulta eficaz para la resolución de conflictos individuales de trabajo, todo ello
a la luz de una revisión de orden constitucional, legal y doctrinario, este último de
especial atención en artículos y ensayos en revistas arbitradas, revisión que se efectuó
empleando los parámetros metodológicos de la investigación documental, en función
de las preguntas de investigación planteadas con fundamento en objetivos específicos
establecidos.

La investigación fue realizada en un momento en el cual el arbitraje, en


materia laboral, parece no tener receptividad entre los particulares, como herramienta
para la solución de conflictos individuales de trabajo, circunstancia que puede tener
entre sus causas, el régimen legal que regula la institución, la satisfacción de las
expectativas de los particulares por parte de los órganos del poder judicial con
competencia laboral y una cultural social que considera el pleito, entendido como
contienda judicial, como el escenario idóneo para resolver el conflicto y restituir el
equilibrio social afectado a consecuencia de éste.

Se considera de suma importancia la investigación ya que, pretende


determinar la eficacia del arbitraje laboral como medio alternativo para la resolución
de conflictos individuales de trabajo, tema si se quiere innovador que ha sido
escasamente tratado en el Derecho venezolano, toda vez, que la institución arbitral

3
como mecanismo para la resolución de conflictos individuales de trabajo, no cuenta
con del desarrollo esperado al incluirse en el aún novedoso proceso laboral.

Además, resulta importante porque permitirá identificar aquellos aspectos del


régimen vigente que se han constituido en obstáculo para el desarrollo del arbitraje
como medio alterno de justicia, con miras a su posible reforma y con el fin último de
desarrollar el principio constitucional en pro del desarrollo de esta institución en
todas las áreas y el descongestionamientos de los órganos judiciales.

Esta investigación consta de tres capítulos, estructurados de la siguiente manera:

El primer capítulo hace referencia a los antecedentes de los medios


alternativos de resolución de conflictos, se conceptualiza el arbitraje y se transita el
camino de determinar su naturaleza jurídica, se revisa lo relativo al acuerdo arbitral,
los elementos que abonan en la clasificación del arbitraje, el laudo como resultado del
procedimiento arbitral y su régimen de impugnación.

En el segundo capítulo se revisa el régimen legal aplicable al arbitraje y su


ubicación en el ordenamiento jurídico venezolano, en función de los aspectos
resaltantes establecidos en el Código de Procedimiento Civil para el arbitramento, en
la Ley Orgánica del Trabajo para el arbitraje como medio para la resolución de
conflictos colectivos de trabajo y en la Ley de Arbitraje Comercial para los arbitrajes
comerciales.

En este orden de ideas, dentro del desarrollo del tercer capítulo se analizan los
principios rectores del proceso laboral caras al proceso arbitral, se determina la
viabilidad la institución para resolver conflictos individuales de trabajo, se revisa la
validez del acuerdo arbitral visto las previsiones legales respecto a la manifestación
de intención por las partes, el mecanismo para la designación de los árbitros
establecido en la Ley Orgánica Procesal del Trabajo, las lagunas respecto a la
recusación y/o inhibición de éstos, el alcance de la decisión, específicamente la
posibilidad de decidir conforme a la equidad, visto el carácter irrenunciables de los

4
derechos de contenido laboral y la noción de orden público, se revisa el tipo de
arbitraje previsto en la Ley adjetiva Laboral, para finalizar con el contenido del laudo,
las formalidades inherentes de su publicación el régimen de impugnación.

Por último, se presentan las conclusiones de la investigación.

5
CAPÍTULO I

NOCIONES FUNDAMENTALES DEL ARBITRAJE

Antecedentes

La constitución y desarrollo de sociedades organizadas trajo consigo la


necesidad de establecer normas de comportamiento orientadas a garantizar la
convivencia armónica, entre sujetos que a pesar de tener intereses comunes no
escapan de la posibilidad de encontrarse en situaciones de conflicto, surgiendo la Ley,
como instrumento para crear un orden recto de la vida social.

El conflicto y su resolución son –sin lugar a dudas– de los mayores problemas


que ha enfrentado el hombre en el proceso de sociabilización y prueba de ello lo
constituye la cláusula de renuncia establecida en el denominado contrato social; en
virtud de la cual, el hombre entrega a una entidad superior denominada Estado, la
potestad de resolver los problemas existentes entre los particulares.

Cuando la Ley como norma de conducta que nace del pacto social es
transgredida y da lugar el conflicto como síntoma, surge el interés de contar con
herramientas que permitan recobrar el orden y la paz social, con base en soluciones
efectivas, expeditas y eficaces que sean acatadas por las partes involucradas.

Las sociedades modernas exhiben altos niveles de conflictividad a


consecuencia del crecimiento poblacional y a la interacción de elementos de orden
económico, cultural, político, legal y humano, siendo de especial relevancia la
vocación litigiosa del ciudadano de a pie y de los profesionales que representan los
intereses de terceros, quienes habitualmente consideran al proceso judicial y a los
procedimientos administrativos como los escenarios idóneos para canalizar sus
reclamaciones de orden particular y/o colectivo.

La conflictividad social y la saturación producida por ésta, ha llevado a los


Estados democráticos a abandonar la justicia pública como única vía para administrar

6
tutela efectiva a los derechos e intereses de los particulares, procurando medios más
expeditos y capaces de dinamizar la búsqueda de soluciones a los conflictos en pro de
una convivencia pacífica, cambio de paradigma que implica la tácita renuncia al
monopolio de administración de justicia.

De esta forma, como lo indica Zuleta (2004, p. 523) “…el gran reto de la
justicia alternativa es legitimarse como una opción voluntaria para el ciudadano en
función de garantizar justicia efectiva…”.

Así, surgen los medios alternos de resolución de conflictos (MARC), como


respuesta a la necesidad social de resolver conflictos y garantizar convivencia,
presentándose éstos como vías para tutelar derechos de los particulares que deben no
sólo ofrecer una disminución del tiempo a invertir en pro de alcanzar la justicia, sino
también informalidad, imparcialidad, simplificación, confianza y en especial,
garantizar a quienes deciden recurrir a éstas novedosas alternativas, la posibilidad de
participar, permitiéndoles determinar no sólo el mecanismo a utilizar sino también el
procedimiento que les brinde mayor satisfacción a sus recíprocos intereses.

Los Estados democráticos contemporáneos están empleando los medios


alternativos de resolución de conflicto, entiéndase, la mediación, la conciliación y el
arbitraje (cuyo origen es posible remontar al momento de la concientización del
hombre social acerca de la necesidad de excluir el conflicto de las partes y someterlo
al conocimiento de terceros imparciales, superada la etapa de la auto tutela o
autodefensa, la cual se caracterizó por un comportamiento individual que avanzaba en
la escalada del conflicto); como herramientas para brindar tutela efectiva de los
derechos e intereses de los particulares.

De esta forma los particulares cuentan con instrumentos de justicia privada,


–que sin entrar a valorar sus ventajas en relación a la satisfacción de las partes,
respecto de la cuestión en litigio– pretenden implantar en la sociedad una forma más

7
armónica de convivencia, basada en el diálogo razonado en la discusión racional de
los intereses en juego.

En Venezuela el constituyente del año 1999, consciente de la necesidad de


adaptar el ordenamiento legal a las modernas corrientes del Derecho comparado,
estableció con rango constitucional la incorporación de los MARC al sistema de
justicia, específicamente en la parte in fine del artículo 253 de la Constitución de la
República Bolivariana de Venezuela (CRBV).

En armonía con lo anterior, y remontándonos a los antecedentes de los MARC,


tenemos que Sarmiento (2004, p. 585), apunta que el arbitraje encuentra antecedentes
en el derecho peninsular, al aplicarse en las provincias de ultramar el Derecho
contenido en las partidas de D. Alfonso X, el Sabio, es decir el Derecho de Castilla, el
cual contemplaba de forma expresa el arbitraje.

El arbitraje es el MARC con más desarrollo y aceptación en Venezuela y en el


Derecho comparado con el fin de alcanzar la solución de controversias, generalmente,
en materias en las que los particulares tienen la libertad de establecer sin limitación
alguna las reglas que regirán en las relaciones inter partes, es decir, aquellos negocios
jurídicos regidos por el principio de la autonomía de la voluntad. Sin embargo, la
institución luce una cara diferente en aquellas materias en las que el orden público se
ha entendido como una limitante a las partes para disponer de los derechos en
conflicto; y es que el hecho social trabajo –por su naturaleza– está estrechamente
vinculado a la noción de orden público, de allí, que la posibilidad de someter a
arbitraje los conflictos derivados de las relaciones de trabajo, resulte –con frecuencia–
objeto de especial distinción y análisis, tanto en el Derecho comparado como en la
legislación venezolana.

En Venezuela la relación entre el arbitraje y el Derecho del Trabajo estuvo


durante largo tiempo limitada al campo de los conflictos colectivos del trabajo,
específicamente, a lo relativo a la suscripción de convenios o contratos colectivos,

8
concediendo la Ley la condición de árbitros a funcionarios administrativos del
trabajo; en consecuencia, su inclusión en la Ley Orgánica Procesal del Trabajo
(LOPT, 2002) es novedosa, como herramienta para la solución de controversias
vinculadas con derechos derivados de la relación de trabajo –por mandato
constitucional de carácter irrenunciable– , excluyéndoles del conocimiento de los
órganos jurisdiccionales y sometiéndoles a la decisión de terceros imparciales.

En el Derecho comparado se encuentran voces que apuntan a la inconveniencia


del arbitraje como herramienta para solucionar conflictos individuales de trabajo, por
considerar que tal medio podría dar lugar a prácticas que menoscaben los derechos de
los trabajadores y, que pasen por establecer como requisito para el establecimiento de
la relación de trabajo, la firma de una cláusula compromisoria, en virtud de la cual, al
término de la relación de trabajo se excluya del conocimiento de los jueces con
competencia laboral reclamos relacionados con derechos irrenunciables.

El nuevo proceso laboral establecido en la LOPT, tiene como objetivo principal


brindar a los particulares la tutela efectiva y oportuna de los derechos sometidos al
conocimiento de los Jueces con competencia del Trabajo, superando las dificultades
que en el pasado han caracterizado al poder judicial venezolano.

Para alcanzar tal fin, el legislador estableció un proceso dinámico estructurado


en dos fases: i) una inicial denominada audiencia preliminar orientada a la resolución
del conflicto antes de que se trabe la litis; ii) una fase posterior de juicio a la que
concurrirán las partes que no hayan logrado poner fin a su controversia, contando en
todas las etapas del proceso laboral con la oralidad como principio fundamental,
establecido en el artículo 257 y en la Disposición Transitoria, numeral 4 de la CRBV
y con la conciliación, la mediación y el arbitraje como medios intrajudiciales de
solución de conflictos individuales de trabajo.

En este sentido, tal como lo afirma Zuleta (2004, p. 532) “La justificación del
nuevo diseño legislativo del proceso laboral venezolano, busca lograr respuestas

9
satisfactorias del conflicto a través de medios de autocomposición procesal que eviten
el juicio, con economía de tiempo y dinero”

Con ocasión de la incorporación del arbitraje al proceso laboral venezolano


como MARC, y el procedimiento establecido en la LOPT para su instrumentalización
surgen dudas acerca de la naturaleza jurídica de la institución consagrada en el
Capítulo III de la Ley adjetiva laboral, más allá de la denominación dada por el
legislador.

Del concepto de arbitraje

Tratando de conceptualizar se pueden tomar las palabras de Bonnemaison


(2006, p. 13), para el cual, el arbitraje es:

Un medio alternativo de solución de conflictos convenido por las


partes, que les permite dirimir sus diferencias o disputas sin acudir a
los órganos jurisdiccionales del Estado. El compromiso previo de los
interesados determina el sometimiento de sus controversias –actuales
o eventuales- a la decisión de terceros particulares (árbitros) con
exclusión de la jurisdicción estatal.

Podemos destacar, que el citado Bonnemaison resalta como elementos


característicos del arbitraje la exclusión de los órganos jurisdiccionales del Estado y
la existencia de un compromiso previo de las partes. Por su parte Caivano (2000. p.
49 y sgte) sostiene:

…constituye una jurisdicción privada, instituida por la voluntad de las


partes o por decisión del legislador, por la cual se desplaza la potestad
de juzgar hacia órganos diferentes de los tribunales estatales, a
quienes se les inviste para ello de facultades jurisdiccionales
semejantes a las de aquéllos en orden a la resolución de un caso
concreto.

10
En criterio del precitado autor la nota característica adelanta el carácter
jurisdiccionalista respecto de la naturaleza jurídica del arbitraje, institución en la que
se le atribuye a terceros la decisión de un conflicto; haciendo además novedosa
referencia a la posibilidad de que la exclusión del conocimiento del poder judicial
venga por mandato de la Ley, que no es otra cosa que los denominados arbitrajes
obligatorios.

En sentido contrario, Carballo (2000, p. 361) al delimitar el arbitraje como


medio alterno para la resolución de conflictos colectivos de trabajo, área en la cual
tradicionalmente había tenido cabida, señala:

El arbitraje implica una modalidad de solución de conflictos mediante


la composición del diferendo por un tercero ajeno a las partes, quien
no goza –a priori– del poder jurisdiccional (diferenciándose así de la
función de los órganos judiciales como modalidad, también de
heterocomposición), sino que éste deviene de la voluntad de las partes
(arbitraje voluntario) o del Estado (arbitraje forzoso) con ocasión de
un conflicto concreto.

En el Derecho comparado nos parece destacable lo indicado por Aylwiin


Azócar (citado por Cerón y Pizarro, 2007, p. 67), al delimitar la institución arbitral:

Aquel a que las partes concurren de común acuerdo o por mandato del
legislador y que se verifica ante tribunales especiales, distintos a los
establecidos permanentemente por el Estado, elegidos por sus propios
interesados, por la autoridad judicial o por un tercero en determinadas
ocasiones.

El autor introduce una nota resaltante acerca de los sujetos que legitimados para
elegir los tribunales especiales, como medio alterno para la resolución de un
conflicto, colocando en igualdad de condiciones a los interesados, a la autoridad

11
judicial, entendemos refiriéndose al Juez que sería competente para conocer la
controversia, y a terceros.

De la naturaleza jurídica del arbitraje

Conceptualizada la institución arbitral se estima pertinente, esbozar ideas en


relación a su naturaleza jurídica con miras a desarrollar en los capítulos siguientes los
objetivos propuestos, en especial, dar respuesta a las inquietudes surgidas acerca de la
naturaleza jurídica de la institución prevista en la Ley adjetiva laboral; pues como lo
indica Caivano (2000, p. 91) “…de la posición que se asuma respecto de su
naturaleza jurídica se desprenden algunas consecuencias prácticas”.

Por tal razón, determinar la naturaleza jurídica del arbitraje ha dado lugar a
discusiones de vieja data y abrigo a diferentes teorías, los partidarios de la teoría
contractualista colocan la atención en el origen voluntario del sometimiento de las
partes, mientras que los defensores del carácter jurisdiccionalista ponen la tilde sobre
el objetivo de la actividad de los terceros que reciben el nombre de árbitros, el cual no
es otro que, solucionar pacíficamente los conflictos sometidos a su conocimiento.

Así encontramos que Bonnemaison (2006, p. 19), quien es partidario del


criterio jurisdiccionalista se refiere a la naturaleza del arbitraje indicando que,

…en cada caso de arbitraje se produce el desplazamiento de la


composición de conflictos intersubjetivos, desde la jurisdicción
ordinaria hacia la potestad otorgada a los árbitros por el convenio
arbitral. No obstante ser terceros particulares y no funcionarios del
Estado, los árbitros adquieren poder jurisdiccional temporal que es
ejercido en la sustanciación del procedimiento y en la emisión de un
laudo con fuerza obligatoria.

12
De lo indicado por Arístides Rengel Romberg (2004, p. 219), partidario de la
teoría jurisdiccionalista, entendemos que aún cuando la jurisdicción corresponde al
Estado de forma originaria al ser una manifestación de la soberanía el Estado puede
delegarla, en cuanto a la decisión y reservarse la ejecución, afirmando el autor que:

…no existe en nuestro derecho disposición alguna, ni constitucional ni


legal, que impida al Estado delegar u otorgar la potestad
jurisdiccional, como lo hace efectivamente para el Arbitramento en el
mencionado Art. 608 del Código de Procedimiento Civil; o también
reservarse la ejecución del laudo arbitral, como lo indica el
mencionado Art. 523 de dicho Código.

En criterio del citado autor la naturaleza jurisdiccional del arbitraje proviene del
contenido de la actividad ejecutada por los árbitros, que al haber sido delegada por el
Estado reconociendo a terceros la potestad de decidir, conserva el carácter originario.

En la posición contraria se encuentra Ramos Méndez (citado por Roca, 1992, p.


40), quien explica la naturaleza privatista del arbitraje, “…equipararlo a un contrato
privado, como una manifestación más de la soberanía y poder de disposición de las
partes sobre sus relaciones jurídicas”.

Son diversos los argumentos que las teorías contractualista y jurisdiccionalista


esbozan para sostener en uno y otro caso la naturaleza del arbitraje, uno de ello,
relativo a los órganos integrantes de la jurisdicción.

Los detractores de la teoría jurisdiccional apuntan a que los tribunales son


órganos integrantes del poder judicial, por tanto, aquellos particulares que no formen
parte del referido Poder Público, no tienen capacidad para ejercer la potestad función
jurisdiccional, aún cuando las partes le hayan encomendado la labor de conocer y
decidir la controversia la decisión no tendrá carácter de sentencia, por cuanto, la
potestad función jurisdiccional atribuida al Estado como exteriorización de la
soberanía no es delegable.

13
Salen al paso del referido planteamiento, quienes considera que la actividad de
los árbitros es equiparable jurídicamente a la ejercida por un juez integrante del poder
judicial por cuanto, éstos ejercen la potestad función jurisdiccional no sólo porque las
partes en ejercicio de sus derechos le hayan designado, sino porque el Estado les
reconoce tal carácter al establecer en el ordenamiento vigente los MARC, como
medio de justicia privada para resolver las controversias de forma expedita, confiable
y oportuna.

Otros enfrentan el argumento de la delegabilidad de la potestad estatal de


juzgar, desde la óptica de la ubicación de tal potestad, sosteniendo Caballol Angelats
(citado por Mezgravis, 1999, p. 258) que “El arbitraje se sitúa en un plano distinto a
las potestades del Estado, por lo que no significa una injerencia en ellas”.

A la luz de esa perspectiva, el reconocimiento que la CRBV establece en la


parte final del artículo 258, podría significar que en el ordenamiento legal venezolano
se ha superado la diatriba acerca de la naturaleza jurídica del arbitraje, cerrando filas
alrededor del carácter jurisdiccional de este medio alterno de resolución de conflictos.

El criterio antes indicado resulta respaldado por el análisis efectuado por la Sala
Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela en la decisión dictada
en fecha 5 de octubre de 2000, en el proceso incoado por Luis Felipe Blanco
Souchon, quien actuó como titular del Juzgado de Justicia de Paz de la
Circunscripción Intermunicipal Nº 5-7 del Municipio Sucre del Estado Miranda, en
contra de la sentencia del 23 de mayo de 2000 emanada del Juzgado Superior Cuarto
en lo Civil, Mercantil y del Tránsito de la Circunscripción Judicial del Área
Metropolitana de Caracas.

En su decisión la Sala, al analizar la justicia alternativa, arbitramento, justicia


por conciliadores, ejercida por terceros de manera autónoma e independiente
mediante un proceso contradictorio, reconoció que se produce sentencias que se

14
convierten en cosa juzgada ejecutables, lo que es atributo de jurisdiccional,
concluyendo la Sala que,

…es parte de la actividad jurisdiccional, pero no por ello pertenece al


poder judicial, que representa otra cara de la jurisdicción, la cual
atiende a una organización piramidal en cuya cúspide se encuentra el
Tribunal Supremo de Justicia, y donde impera un régimen
disciplinario y organizativo del cual carece, por ahora, la justicia
alternativa (resaltado añadido).

En relación a la efectividad de la decisión dictada por los árbitros para resolver


una controversia, los contractualistas sostienen que la decisión será obligatoria y en
consecuencia eficaz sólo porque la partes asumieron el compromiso de acatarla, sin
embargo, al no tener características propias de una sentencia el Estado carece de
interés para ejecutarla forzosamente en caso de que las partes se nieguen a someterse
a ella, limitándose la protección del laudo arbitral a la protección que se le daría a un
contrato.

Adicionalmente, los partidarios de la teoría contractualista dan especial


importancia a la incapacidad de los árbitros de ejecutar y hacer ejecutar sus
decisiones, condición que –en criterio de ese sector de la doctrina– evidencia el
carácter contractual el arbitraje y del laudo resultado de éste, es decir, no es más que
un contrato que sólo puede ser ejecutado forzosamente por el poder judicial, en el
marco de la protección jurídica que le brinda a cualquier relación convencional que
no sea contraria a derecho.

En la corriente contractualista se indica como elemento característico de la


naturaleza contractual del arbitraje, que los árbitros no son más que mandatarios de
las partes que lo designan, perspectiva –perversa– en la cual se justificaría que cada
árbitro procure que la decisión sea favorable a quien lo ha contratado, apartándole así

15
de la condición de imparcialidad que debe imperar en los sujetos que dictan la
decisión que brinda solución al conflicto.

Así encontramos que Caivano (2000, p. 97), fija posición alrededor del carácter
jurisdiccional del arbitraje, sin desconocer que su origen es generalmente contractual,
en función de lo cual ha indicado que, “Sería así una función jurisdiccional cuya raíz
genética es contractual; o dicho de otro modo, tendría una raíz contractual y un
desarrollo jurisdiccional”.

Para el autor en referencia lo esencial de la jurisdicción radica en la


intervención de un tercero ajeno a las partes, quien con criterio de imparcialidad dicta
una decisión vinculante para resolver una controversia, argumentación que hace
sostenible que la jurisdicción puede ser ejercida con carácter de temporalidad para un
caso concreto, con reconocimiento por parte del Estado y autorización de la Ley.

El fracaso de las teorías jurisdiccional y contractual para determinar con


precisión la naturaleza jurídica de la institución arbitral, ha dado lugar a la posición
mixta o ecléctica (como la de Carnelutti), la cual admite que en el origen del arbitraje
siempre está presente la voluntad de las partes, de allí que se sostenga que el arbitraje
es de naturaleza contractual en su origen pero de carácter jurisdiccional en sus
efectos.

Al respecto, Bonnemaison (2006, p.19) sostiene que actualmente existe la


tendencia a encontrar puntos de coincidencia entre las tesis antes mencionadas, lo que
apunta a definir la naturaleza mixta del arbitraje, con fundamento en

a) el perfeccionamiento del acuerdo arbitral: b) la actitud y magnitud


del compromiso de los árbitros al aceptar la designación en ellos
recaída; y c) la actividad jurisdiccional plenamente manifestada en la
fase resolutoria de los conflictos, con la emisión del laudo.

Dicho esto, se observa que el arbitraje ha transitado un largo camino hacia la


consolidación como medio alternativo para la resolución de conflicto, recorrido que

16
trajo consigo la madurez de la institución y permite reconocer el carácter dual de la
misma, pues tan importante es el principio de autonomía de la voluntad que lo acerca
el régimen contractual, que faculta a los involucrados para fijar las reglas y normas de
procedimiento y, subsanar errores sin caer en el espinoso campo del orden público,
como la noción jurisdiccional que traduce en la obligatoriedad y ejecutabilidad de la
decisión dictada por los árbitros, garantizando la incontrovertibilidad de lo decidido.

Determinado el carácter dual que tiene la institución arbitral la atención se


traslada al acuerdo mediante el cual las partes determinan, que los conflictos
presentes o futuros que surjan entre ellas serán resueltos fuera de las sedes judiciales.

Del acuerdo arbitral su naturaleza jurídica y validez

Tradicionalmente se han identificado dos momentos trascendentes en la


remisión de la cuestión litigiosa al conocimiento de los árbitros, el primero,
denominado cláusula compromisoria, en la cual se establece de forma genérica la
intención de las partes de someter eventuales conflictos al arbitraje; una vez
constituido el conflicto, surgirá la necesidad de delimitar y dar forma a la intención
manifestada, estableciendo el sentido y alcance de la decisión, el procedimiento que
se seguirá y todos los parámetros que servirán de guía a los árbitros para ejercer la
labor encomendada. Este segundo momento es recogido en el denominado
compromiso arbitral.

De lo indicado por Caivano (2000, p. 109), al analizar la naturaleza jurídica de


la cláusula compromisoria y del compromiso arbitral, modernamente incluidos en la
denominación de acuerdo arbitral, se infiere que éste lo asimila al contrato y por tanto
condiciona su validez al cumplimiento de los requisitos generales del contrato,
consentimiento, capacidad y licitud del objeto; en el caso del arbitraje cobra
transcendencia el carácter disponible del derecho que se someterá a conocimiento de
árbitros, en exclusión del poder de juzgamiento que detentan los órganos
jurisdiccionales integrantes del poder judicial, al constituir éste el objeto.

17
La Ley de Arbitraje Comercial (LAC, 1998) establece en el artículo 6 que el
acuerdo arbitral deberá constar por escrito, agregando que en los contratos de
adhesión, será necesaria una manifestación de voluntad expresa e independiente de
someterse al arbitraje, ésta última previsión estaría orientada a proteger a la parte
–que se entiende– en posición de desventaja dentro de la relación contractual.

La Sala Político Administrativa del Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela


en sentencia de fecha 20 de junio de 2001 dictada en el juicio existente entre
Corporación L´Hoteles y Hotel Doral C.A estableció que la manifestación de
voluntad contenida en el acuerdo arbitral debía ser inequívoca, indubitable, no
cuestionable y en caso de dudas se decidirá la invalidez del acuerdo arbitral, en
consecuencia, el conflicto podría ser sometido al conocimiento de los órganos
jurisdiccionales estatales, criterio que sostuvo de forma pacífica hasta la sentencia
dictada por la referida Sala en el juicio existente entre Servicios Forestales de
Extracción Seforex, C.A y Fibranova, C.A, en fecha 3 de agosto de 2005, fecha a
partir de la cual, al acuerdo arbitral y a la excepción de arbitraje se les brindó un
tratamiento que evidenciaba el ánimo pro arbitraje del máximo tribunal de la
República.

El criterio sostenido por la Sala Político Administrativa a partir de la sentencia


de fecha 20 de junio de 2001 dictada en el juicio existente entre Corporación
L´Hoteles y Hotel Doral C.A,colocaba al acuerdo arbitral bajo el examen de un
requisito adicional a los exigidos a los contratos, proceder que no es cónsono con la
naturaleza contractual de éste; un análisis ajustado al régimen legal vigente y
respetuoso de la institución arbitral consideraría que de existir dudas acerca de la
intención de las partes es someterse al arbitraje, el acuerdo arbitral atendiendo a su
naturaleza contractual debe ser interpretado conforme al propósito e intención de las
partes como dispone el artículo 12 del Código de Procedimiento Civil (CPC,1987), y
no cerrar filas acerca su invalidez.

18
En la sentencia recaída en el juicio existente entre Servicios Forestales de
Extracción Seforex, C.A y Fibranova, C.A, la Sala Político Administrativa del
Tribunal Supremo de Justicia corregía el rumbo respecto a la eficacía y a la
autonomía del acuerdo arbitral, señalando que la intención de las partes debía constar
por escrito y ser expresa, extremos que son cónsonos con la naturaleza contractual del
acuerdo arbitral y que están establecidos en el artículo 6 de la LAC, de allí que, sea
–cuando menos– desconcertante el paso hacía atrás de la sentencia dictada por la Sala
Político Administrativa el día 12 de diciembre de 2006, en el juicio incoado por
Tanning Research Laboratories, Inc contra Hawaiian Tropic de Venezuela, C.A, al
retomar el criterio sostenido en la sentencia de fecha 20 de junio de 2001 dictada en
el juicio existente entre Corporación L´Hoteles y Hotel Doral C.A, proceder que
coloca al poder judicial en condición de hostilidad frente al arbitraje y que es
contrario al principio pro arbitraje consagrado en el artículo 258 de la CRBV.

El acuerdo de arbitraje frente al conflicto tendrá como efectos la obligación de


someter a las partes al arbitraje y por vía de consecuencia la exclusión de la
jurisdicción de los tribunales estatales, efecto recogido de forma expresa en el artículo
5 de la LAC; y, por vía de derivación, se reconoce al acuerdo arbitral otras
consecuencias, siendo quizás la más importante, el denominado principio de
competencia-competencia, el cual implica como lo ha indicado De Jesús (2007, p.
145), en “…la regla según la cual el tribunal arbitral tiene el poder de determinar su
propia competencia, incluso sobre las excepciones relativas a la inexistencia o validez
del acuerdo de arbitraje”.

El citado De Jesús, analiza y conceptualiza el efecto negativo del principio


competencia-competencia, indicando que, “…se refiere a la prohibición de los
tribunales estatales de pronunciarse sobre la competencia del tribunal arbitral antes de
que lo haga el propio tribunal arbitral” (2007, p. 145), concluyendo que, los
principios antes indicados son esenciales para el desarrollo efectivo del arbitraje,

19
porque “…giran en torno al respeto del acuerdo de arbitraje tanto por las partes
contratantes como por los tribunales estatales”.

El fortalecimiento del arbitraje tiene como punto de partida el reconocimiento


de los efectos del acuerdo arbitral y del principio de competencia -competencia en sus
dos vertientes, siendo necesario abandonar la visión del arbitraje como régimen de
excepción, pues es realidad es un régimen de opción que pone a las disposición de los
sujetos la posibilidad de obtener la solución de controversias de forma eficaz,
confiable y expedita. Por tanto, debe desarrollarse el principio pro arbitraje
reconocido en el ordenamiento legal vigente.

La Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia venezolano en la


sentencia dictada en fecha 17 de octubre de 2008, con ocasión del recurso de
interpretación del artículo 258 de la CRBV solicitado por la República Bolivariana de
Venezuela, dio pasos importante en beneficio del arbitraje al reconocer principios
universalmente aceptados y vinculados a la operatividad de la institución, brindándole
un tratamiento más acorde que el dispensado por la Sala Político Administrativa,
quien ha mostrado resistencia acerca del efecto negativo del principio kompetenz-
kompetenz, es decir, la regla de la prioridad del árbitro de pronunciarse sobre su
propia competencia al analizar la validez y eficacia del acuerdo de arbitraje

En la sentencia en análisis –conocida como bajo el número asignado por la Sala


y comúnmente denominada la sentencia 1541– la Sala Constitucional señaló:

También la Sala ha reconocido los principios universalmente


aceptados orientados a garantizar la sana operatividad de la institución
arbitral, como lo son el de competencia obligatoria para las partes, aún
y cuando se haya alegado la nulidad del negocio jurídico que contiene
al compromiso arbitral (severability, que plantea la distinción entre la
alegación de nulidad del contrato, de la referida a la cláusula arbitral,
evitando así “torpedear” al mecanismo con tan sólo alegar la nulidad

20
del negocio de que se trate); así como la facultad de los árbitros de
pronunciarse sobre su propia competencia (kompetenz-kompetenz),
conforme a los artículos 7 y 25 de la Ley de Arbitraje Comercial
venezolana.-Vid. Sentencias de esta Sala N° 827/01 y de la Sala
Político Administrativa N° 5.249/05-. (resaltado añadido).

En atención de la motivación de la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de


Justicia en el texto integro de la sentencia parcialmente transcrita es posible afirmar
que se reconoce la intención del legislador de que el arbitraje sea un medio de
solución de conflictos del que pueda aprovecharse la sociedad, por lo tanto, el Estado
a través de todos sus órganos incluyendo los integrantes del poder judicial deben en
caso de dudas entre el sistema ordinario de justicia y los medios alternativos dar
preferencia a los últimos de conformidad con el principio pro arbitraje.

Se ha analizado la naturaleza jurídica del arbitraje y la trascendencia de ésta


sobre el laudo arbitral, también se revisó el convenio arbitral y los efectos de éste
frente a las partes y en relación a terceros, específicamente, los órganos integrantes
del poder judicial, pasando de seguidas a considerar los elementos que permiten
clasificar al arbitraje; todo ello con el fin de establecer nociones generales con miras a
dar respuesta a las interrogantes planteadas en la presente investigación.

Clasificación del arbitraje

Para continuar con el análisis de los elementos que delimitan la institución


arbitral, ello con miras a analizar los términos en los que está consagrado en la LOPT
como mecanismo alterno para la resolución de conflictos individuales de trabajo, así
como despejar las dudas acerca de su naturaleza jurídica independientemente de la
denominación y, la eficacia de éste, es conveniente revisar los criterios empleados
para clasificar al arbitraje, pues la unidad de la institución no riñe con la posibilidad
de géneros diferentes.

21
En razón de las diversas condiciones en que puede ejecutarse el arbitraje,
existen diferentes parámetros de clasificación para esta institución. En función del
sistema de elección de los árbitros, éste podrá ser libre (independiente) o
institucional, mientras que en función del sentido y alcance de la decisión podrá
clasificarse en arbitraje de Derecho o arbitraje de Equidad, la fuente de la que deviene
lo clasifica en voluntario cuando ocurre por el acuerdo de voluntades de las partes en
conflicto y, forzoso cuando tiene lugar por mandato de la Ley. Por último, la
existencia de elementos que vinculen el conflicto con más de un Estado da lugar a la
clasificación de arbitraje interno o internacional.

En materia laboral el origen del arbitraje no puede ser otro que la libre
manifestación que realicen las partes de querer someter el conflicto al conocimiento
de terceros, excluyendo de conocimiento a los órganos jurisdiccionales, debido a la
estrecha relación que existe entre la materia que se sometería al conocimiento de
árbitros que –en principio– no forman parte del poder judicial y la noción de orden
público.

Así las cosas, se nos hace necesario revisar sólo los criterios empleados para
clasificar al arbitraje que puedan aportar luces para resolver las interrogantes
planteadas acerca del arbitraje en materia laboral y su eficacia para resolver conflictos
individuales de trabajo. En el camino a la respuesta se revisará el sistema de elección
de los árbitros y lo relativo al sentido y alcance de la decisión, para determinar en el
tercer capítulo si el arbitraje previsto en la Ley adjetiva laboral es independiente o
institucional y si debe producirse en atención sólo al Derecho o si tiene cabida la
Equidad.

El criterio de Bonnemaison (2006, p. 53), es que el arbitraje de derecho está


regido por el principio de legalidad, pues ha afirmado que “…las decisiones que en él
se produzcan deben fundamentarse en las normas jurídicas, a las cuales se subsume la
quaestion facti definida a partir de la valoración de las pruebas que cursan en el
proceso”.

22
Respecto al arbitraje de equidad, encontramos que Caivano (2000, p. 73) lo
concibe como aquel en el que los árbitros “Están dispensados, por voluntad de las
partes, de sujetarse a las reglas de procedimiento del código y de aplicar las
soluciones previstas en las normas de fondo para la resolución del caso” .

La distinción entre estos tipos de arbitraje trasciende al fundamento empleado


por el árbitro para su decisión, en uno y otro caso serán distintos el procedimiento
aplicable y los recursos admisibles.

En atención al criterio que las partes empleen para la elección de los árbitros, el
arbitraje será independiente o institucional. En el primero los involucrados deberán
ponerse de acuerdo acerca de las reglas que desarrollaran el arbitraje y en la forma de
elegir a los árbitros, de manera que son dos, los parámetros característicos, libertad
absoluta en cuando a las reglas y en relación a los intervinientes.

En el arbitraje institucional –por oposición– las partes en ejercicio de la


autonomía de la voluntad que les caracteriza, eligen someterse a normas de
procedimiento pre establecidas por el centro arbitral escogido, que no es más que un
ente especializado y encargado de administrar y organizar el trámite.

La experiencia apunta a las ventajas y desventajas de uno u otro tipo de


arbitraje, en función de la materia objeto del conflicto, por ello, las consideraciones
vinculadas al arbitraje establecido en la LOPT se efectuarán al analizar el régimen
establecido en esa Ley.

El laudo arbitral

El laudo arbitral es definido por Mezgravis (1999, p. 211) como “…la decisión
de los árbitros que resuelve las cuestiones que las partes le sometieron y pone fin a la
controversia que tiene una instancia si no se consagra en el acuerdo arbitral o en el
compromiso arbitral la apelación”, el cual también será objeto de disyuntiva respecto
a su naturaleza jurídica.

23
Para Caivano, (2000, p. 248) quien se sitúa en la corriente jurisdiccionalista, el
laudo equivale a una auténtica sentencia, “…una resolución que los árbitros expiden
como consecuencia del ejercicio de la autoridad o poder de juzgar que las partes le
dieron”, en consecuencia, éste constituye la extinción de la potestad función
jurisdiccional, ejercida temporalmente por los terceros.

Mezgravis (1999, p. 259) quien figura entre los partidarios de la teoría


contractualista del arbitraje, indica que, “Para el ordenamiento jurídico venezolano, el
laudo arbitral debe ser reconocido y cumplido como si se tratara de una sentencia
judicial venezolana”, no obstante, los árbitros no pueden ejecutar sus laudos
forzosamente en caso de que no exista cumplimiento voluntario, por lo tanto, el autor
considera que el árbitro tiene atribuida sólo una de la fases que corresponde a la
jurisdicción, el conocimiento, mientras que la ejecución, que traduce en la posibilidad
de coacción, es privativa de los tribunales integrantes del poder judicial.

Puede inferirse que el análisis de Mezgravis está orientado a que en el arbitraje


la jurisdicción no puede emanar del laudo al asimilarse éste a la sentencia judicial,
pues lo trascendente es el alcance de la función del árbitro que lo dicta, función que
sólo es ejercida en una de sus fases; en definitiva entre la naturaleza jurídica del
arbitraje y los efectos del laudo existen vasos comunicantes, relación que trascenderá
al campo de los recursos y/o acciones que puedan ejercer las partes para enervar la
legalidad de la decisión dictada por terceros ajenos al poder judicial.

El régimen de impugnación del laudo arbitral

En el quehacer diario es frecuente que los abogados litigantes sostengan que


toda decisión dictada por un órgano jurisdiccional puede ser sometida al
conocimiento de un órgano superior en la pirámide organizativa del poder judicial, a
los fines de obtener un nuevo juzgamiento de la situación en conflicto y con el objeto
de alcanzar tal fin es usual la interposición de todos los recursos disponibles, incluso
los extraordinarios, considerando como única limitante la cuantía que fije el

24
ordenamiento legal como presupuesto de admisibilidad; de manera que la noción de
la doble instancia y la posibilidad de interponer tantos recursos como prevea el
ordenamiento jurídico, en ejercicio del Derecho a la defensa está arraigada en el
colectivo.

En Venezuela es frecuente el ejercicio de recursos ordinarios o extraordinarios,


sin motivos sólidos o por razones vinculada a las formas procesales e
independientemente del contenido de la decisión respecto al asunto debatido, sin
ponderar que la solución que se brinda al conflicto puede estar ajustada a Derecho,
sacrificando la justicia por las formas procesales, a pesar de la prohibición establecida
en la Constitución vigente.

Partiendo de lo antes indicado sería cuesta arriba –por no calificar de


imposible– que las partes de un conflicto de forma voluntaria, por anticipado y de
mutuo acuerdo establezcan la renuncia a la posibilidad de recurrir el laudo arbitral a
través de la vía de impugnación que establezca la Ley, cuando producida la decisión
la sea verificable alguno de los supuestos de procedencia.

El principio de autonomía que caracteriza la actuación de las partes en el


proceso arbitral abre la puerta para que éstas determinen el procedimiento, las reglas
que regirán las actuaciones de los árbitros, bien sea acogiéndose las establecidas en
los centros de arbitraje en el arbitraje institucional o pautándolas de mutuo acuerdo en
el arbitraje independiente, estándoles permitido –incluso– reglar el régimen de
impugnación del laudo arbitral.

Es por ello que Caivano (2000, p. 58), al analizar las aplicabilidad de las
normas de procedimiento judicial al arbitraje y el alcance de la autonomía de la
voluntad de los involucrados, plantea la posibilidad de que “…el legislador determine
principios fundamentales que deben respetarse (contradicción, bilateralidad, igualdad,
audiencia y defensa en juicio”, reconociéndole la instrumentación a las partes.

25
Al establecerse con rango constitucional algunos derechos y garantías
vinculados al proceso, entendido en sentido amplio y sin distinción, todo proceso
arbitral estará sometido a éstos independientemente de que las partes hagan alusión
expresa al pactar acerca de las reglas de procedimiento, sin embargo, las partes por
anticipado pueden determinar el carácter definitivo de la decisión de los árbitros,
extinguiendo la posibilidad de enervar la eficacia del laudo arbitral, aún cuando se
haya producido la violación o transgresión de principio fundamentales que
generalmente están consagrados con rango constitucional.

No existe límite al principio de autonomía de la voluntad de las partes en el


arbitraje, por tanto, éstas son libres de establecer la doble instancia o el carácter
definitivo de la decisión arbitral. En caso de acordarse la doble instancia, lo cual
pensamos contraría el espíritu y la naturaleza del arbitraje, tendrá relevancia lo
relacionado con el recurso idóneo para revisar el laudo arbitral, bien sea que la Ley lo
establezca o porque ante el silencio de la norma las partes puedan establecer cuál será
la vía recursiva y los supuestos de procedencia.

El análisis del régimen de impugnación del laudo arbitral tiene como punto de
partida el carácter disponible de las materias y por tanto la libertad de las partes al
excluir el conflicto de la justicia tradicional en cabeza del Estado y de conducir el
proceso, aspecto que roza la noción de orden público.

Refiriéndose a la capacidad, tenemos que Pucci (1997, p. 54) sostiene que,


“…la requerida para comprometerse en árbitros es más específica pues si solamente
pueden ser apreciadas a través de arbitraje las cuestiones que también pueden ser
objeto de una transacción” de lo indicado por la autora se infiere que, quien pretenda
acudir a la vía arbitral debe tener capacidad de transigir, entendida ésta como la
disposición de los derechos controvertidos.

De manera que las nociones de orden público y transigibilidad de los derechos


salen al paso de la institución arbitral, constituyendo por lo menos de forma primaria

26
condicionante a la implementación de éste medio alterno de justicia, en todas las
áreas del desarrollo social.

Partiendo de lo anterior, en el Derecho comparado Julio Benetti Salgar (citado


por Cerón y Pizarro, 2007, p. 112), sostiene que el asunto objeto del arbitraje debe
cumplir con los siguientes requisitos: “…i) conflictos determinados o determinables;
ii) cuestiones de orden contencioso; iii) que sean transigibles”.

De lo antes señalado se pueden identificar semejanzas entre la transacción y el


arbitraje ya que ambas instituciones tienen origen en la capacidad de las partes de
disponer de sus derechos y como punto de encuentro el interés de terminar el
conflicto, objetivo que es alcanzado en el arbitraje a través de un procedimiento
especial sin que existan recíprocas concesiones, y la transacción mediante las
recíprocas concesiones que se recogen en un contrato con consecuencias procesales.

La noción de transigibilidad que es vinculada a la posibilidad de someter a


arbitraje determinada materia, tiene sustento en el principio de disponibilidad
presente en ambas instituciones, es decir, sólo podrá someter una controversia al
conocimiento de terceros mediante un procedimiento especial, aquél que, si pudiera
resolver el conflicto mediante un contrato con efectos extintivos, estaría en
condiciones de efectuar concesiones a su contrario.

Del análisis efectuado por Mezgravis (1999, p. 261) al establecer nociones


generales acerca del régimen de impugnación del laudo arbitral, se infiere que
modernamente se reconocen los rasgos esenciales contractuales del arbitraje y a partir
de allí se comprende la libertad de las partes, para conducir el proceso sin
intervención de los órganos de justicia.

Por su parte Francois Rigaux, (citado por Mezgravis, 1999, p. 261) sostiene
que, “Es posible creer que la institución del arbitraje quedaría deformada e inclusive
perdería su naturaleza esencial, si el proceso arbitral debe seguir subsecuentemente
un proceso ante los tribunales del Estado”.

27
Mientras que Cerón y Pizarro (2007, p. 132), consideran que “El arbitraje es un
proceso sui generis de única instancia que culmina con la emisión de un laudo
arbitral”, acto de juzgamiento que en atención a las condiciones del procedimiento en
el cual fue dictado, “no podrá ser atacado a través de los recursos que comúnmente
admiten las sentencias ordinarias”.

El arbitraje como medio alterno para la resolución de conflictos ha contado con


fuerte resistencia por parte de los integrantes del poder judicial, tal como lo ha
referido Caivano para el caso Argentino, quien al analizar las conductas que asume el
poder judicial en su aversión al arbitraje señala que,

…suele traducirse en sentencias que tienden a limitar la amplitud de la


autonomía de las partes para celebrar el acuerdo arbitral, que aceptan
intervenir en casos en que la jurisdicción judicial había sido
legítimamente sustituida por el arbitraje, que hacen lugar a planteos de
nulidad del procedimiento arbitral por no respetar alguno de los ritos
propios del proceso judicial, que se extralimitan al resolver recursos
de nulidad revisando el contenido de los laudos (2000, p. 60).

La desconfianza en la institución arbitral y la cultura recursiva existente en


Venezuela, constituyen obstáculos en el desarrollo del arbitraje como medio alterno
eficaz para resolver conflictos en determinadas materias, de allí que, es necesario la
búsqueda de un equilibrio, entre la autonomía del proceso arbitral y el control
posterior por parte del poder judicial, el cual debería ser asumida por las partes como
una posibilidad limitada.

En materia arbitral es impropio referirse a la existencia de un segundo grado de


jurisdicción en virtud de la extinción de la potestad función jurisdiccional de los
árbitros al dictar el laudo arbitral, circunstancia no controvertida incluso por quienes
apoyan la teoría jurisdiccionalista.

28
El laudo dictado en materia civil será inapelable salvo pacto en contrario,
conforme al régimen legal general previsto en el artículo 624 del CPC e igual
tratamiento recibirá el laudo dictado en materia de resolución de conflictos
individuales de trabajo, de acuerdo a lo dispuesto en el artículo 149 de la Ley adjetiva
laboral, en material comercial, la LAC no indica de forma expresa el carácter
inapelable del laudo, no obstante éste se pone en evidencia al establecer de forma la
única vía de impugnación.

A pesar del carácter inapelable del laudo arbitral las partes pueden –salvo
renuncia expresa y voluntaria de forma conjunta– ejercer contra éste los recursos
establecidos en el ordenamiento legal vigente, a los fines de obtener su invalidez
cuando se configure alguno de los supuestos de procedencia.

El recurso de nulidad cuenta con muchos partidarios y el reconocimiento


legislativo en varios Estados, en Venezuela, la LAC en el artículo 43 le reconoce
como la vía idónea para enervar la legalidad del laudo arbitral, sin embargo, existen
legislaciones que prevén el recurso extraordinario de casación o el de revisión como
medios de impugnación.

En el catalogo de recursos disponible contra el laudo arbitral también ha


encontrado cabida el amparo constitucional, dando lugar a discusiones acerca de su
idoneidad y su revisión de forma comparativa con el recurso de nulidad, medio de
impugnación que cuenta con mayor acogida tanto legislativa como doctrinal.

Para Mezgravis (1999, p. 265) el análisis del amparo como medio de


impugnación del laudo arbitral, tiene como punto de partida, determinar si el laudo es
una sentencia o un acto que emana de los particulares que viole o amenace violar
cualquiera de las garantías o derechos amparados por la Ley, de lo afirmado por el
autor, se infiere que éste cierra filas alrededor de la segunda posición, es decir,
considera el laudo como un acto que emana de los particulares, con fundamento a la
literalidad del artículo 4 de la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías

29
Constitucionales (LOADGC, 1988) que identifica la sentencia con el órgano que la
dicta, el cual debe ser integrante del poder judicial.

Dado que el amparo como acción autónoma tiene por objeto el restablecimiento
de derechos constitucionales o garantías infringidas, es quizás que, al revisar su
idoneidad como medio de impugnación del laudo arbitral se analice siempre a la luz
del recurso de nulidad, su alcance, contenido y causales de procedencia, revisión que
ha dado lugar a que calificadas voces de la doctrina como Mezgravis en el Derecho
venezolano, sostengan que, “Las causales de nulidad, a pesar de ser taxativas, son lo
suficientemente amplias para que en ellas se pueda subsumir cualquier eventual
violación de derechos o garantías fundamentales” (1999, p. 269).

Al revisar la idoneidad del amparo como acción para enervar la legalidad de un


laudo arbitral la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia en sentencia de
fecha 16 de octubre de 2001, recaída en el proceso incoado por C.A Venezolana de
Televisión (VTV), contra el acta de misión del 15 de mayo de 2000, dictada por el
Tribunal Arbitral que conoce de la demanda de Elettronica Industriale S.P.A. (ELIN)
vs. C.A. Venezolana de Televisión (VTV), analizó la procedencia de la acción de
amparo en un caso sometido a arbitraje internacional, equiparando el laudo arbitral
con una sentencia dictada por un Tribunal de la República, y conforme al artículo 4
de la LOADGC estableciendo que:

Esto parecería sugerir que no se puede demandar amparo contra las


decisiones del tribunal arbitral. Sin embargo, esta Sala observa que las
disposiciones supra citadas están dirigidas a preservar el sistema
jerárquico del poder judicial, y los tribunales arbitrales no se
encuentran dentro ese ordenamiento, de allí que las decisiones de
dichos tribunales, aún los constituidos para conocer conflictos cuyo
conocimiento está atribuido al Tribunal Supremo de Justicia, no tienen
la misma entidad que las sentencias dictadas por este máximo
Tribunal y, por tanto, pueden ser objeto de amparo, de conformidad

30
con el artículo 26 de la Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela.

La posición de la Sala Constitucional en relación a la procedencia del amparo


como vía de impugnación de laudos arbitrales en materia comercial, que en principio
sólo son atacables mediante el recurso de nulidad, no es aislada y por tanto, resulta
cuestionable que pueda ocurrir un divorcio de Venezuela respecto a las corrientes del
Derecho comparado, pero es sin duda más grave aún, permitir la acción de amparo en
casos en los cuales la Ley ha establecido taxativamente el recurso de nulidad como
mecanismo de impugnación, tal como ocurre en la LAC.

En el foro venezolano al igual que en el Derecho comparado, ha sido vasto el


análisis acerca de la idoneidad de los recursos para atacar el laudo arbitral, resultando
paradójico que después de más de una década de haber suscrito la Convención de
New York y de la tendencia moderna hacia la uniformidad del régimen de recursos,
se haya establecido en el recurso de casación como medio de impugnación del laudo
que resuelva conflictos individuales de trabajo y, que la Sala Constitucional dicte
decisiones en el sentido expresado en el fallo de fecha 14 de febrero de 2006, dictado
en el proceso seguido por Haagen Dazs International Shoppe Company, Inc contra
Corporación Todosabor C.A, en la cual señaló que,

En consecuencia, ante el vacío que deja el artículo 4 de la Ley


Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales, en
relación a los laudos arbitrales que pretendan ser ejecutados en
Venezuela, al equipararse, en el presente caso, la actuación del
Tribunal Arbitral, al de un Juzgado de Primera Instancia en lo Civil,
Mercantil y del Tránsito de la Circunscripción Judicial del Área
Metropolitana de Caracas, teniendo como alzada natural a los
Juzgados Superiores de la misma materia y en la misma
Circunscripción Judicial, ante los cuales se puede intentar el amparo,
corresponde a un Juzgado Superior en lo Civil, Mercantil y del

31
Tránsito de la Circunscripción Judicial del Área Metropolitana de
Caracas, conocer la acción de amparo contra la decisión del Tribunal
Arbitral, impugnada en el caso bajo estudio, y así se declara.

Es así como la cobertura constitucional es extensible a los laudos


arbitrales dictados por los Tribunales arbitrales, por lo que mientras la
ley no diga lo contrario, son los jueces superiores por la materia,
cuantía y territorio, los competentes para conocer de los amparos
contra dichos laudos, y así se declara (resaltado añadido).

De la lectura del fallo parcialmente transcrito se desprende que, en criterio de la


Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia venezolano, el recurso de
nulidad establecido la LAC como única vía de impugnación del laudo arbitral dictado
en materia comercial, está restringido a las causales taxativamente establecidas y
éstas no son lo suficientemente amplias para reparar situaciones en las cuales se
transgreda la aplicación de las normas y principios constitucionales, por lo tanto,
tiene cabida el amparo constitucional de conformidad con el artículo 4 de la
LOADGC.

La sentencia en análisis en su argumentación invoca el silencio de la Ley, sin


embargo, tal silencio no es producto de una accidental omisión legislativa, al
contrario, es producto de la consciencia legislativa respecto a la no idoneidad del
amparo como medio de impugnación del laudo arbitral. En consecuencia, el criterio
sostenido reiteradamente por la Sala Constitucional al considerar viable el amparo
contra laudos arbitrales, permite a los accionantes obtener la nulidad encubierta del
laudo dictado por los árbitros escogidos por las partes, creando inseguridad jurídica y
debilitando la institución arbitral.

El laudo arbitral es resultado de un proceso conducido por las partes en


ejercicio pleno del principio de autonomía de la voluntad por tanto, éstas deciden
someterse a él y darle cumplimiento voluntario, cerrando las puertas a la noción de

32
injusticia, por consiguiente, el ordenamiento jurídico al reconocer la posibilidad de
recurrir la decisión arbitral, tendrá como premisa básica supuestos restrictivos y
situaciones que menoscaben el principio de autonomía de la voluntad, bien sea que el
laudo se dictó sin atender a los límites del acuerdo arbitral o se materializaron
infracciones de procedimiento que no fueron consentidas por las partes.

La interposición de recursos contra el laudo arbitral no puede convertirse en una


vía alterna para conseguir una nueva decisión acerca del hecho controvertido, si ello
ocurriera ocasionaría que el arbitraje se convierta en un medio ineficaz y siempre
sometido a la decisión de los órganos integrantes el poder judicial.

Es por esta razón que coincidimos con lo indicado por Chillón Medina y
Merino Merchan (1991, p. 365) al señalar que en el recurso de nulidad “…no se está
ante un proceso impugnatorio destinado a sustituir el fallo arbitral por razones
estrictamente jurídicas por no haberse ajustado al Derecho objetivamente
considerado” se busca obtener la ineficacia del laudo, ineficacia que, como aluden
los autores citados se equipara a la invalidez radical del arbitraje.

De allí que de lo dicho por Mezgravis (1999, p. 241) se pueda inferir que los
jueces, salvo excepciones que establece la LAC en el artículo 44, no tienen
competencia para conocer de la aplicación de las normas jurídicas o de infracciones al
caso concreto, o revisar el establecimiento o valoración de los hechos o las pruebas.

Resultaría excesivo a los objetivos planteados en la presente investigación,


revisar en detalle cada una de las causales de nulidad establecidas en el artículo 44 de
la LAC, sin embargo, se estima conveniente realizar algunas consideraciones acerca
de la sustanciación del recurso de nulidad, el tribunal competente y el procedimiento
a seguir.

Así se tiene que, el recurso de nulidad previsto en la LAC será conocido por el
tribunal superior competente del lugar donde se dictó el laudo arbitral, lo que
significa que será conocido per saltum por la segunda instancia, visión calcada por el

33
legislador laboral al establecer la casación como medio de impugnación del laudo
arbitral también de forma per saltum.

La LAC remite al CPC para la sustanciación del recurso de nulidad contra el


laudo arbitral dictado en materia comercial, dando lugar a interrogantes acerca del
procedimiento a seguir, entre las opciones, el procedimiento ordinario equiparando la
pretensión de nulidad a una acción autónoma, el procedimiento de segunda instancia,
al ser conocido por un tribunal superior y tratarse de un recurso, o el procedimiento
previsto en el CPC para la nulidad de laudos arbitrales.

De lo expresado por Satta (citado por Mezgravis, 1999, p. 261), se puede inferir
que la tilde es colocada en el carácter orgánico, equiparando el juicio arbitral al juicio
de primera instancia y el recurso de nulidad a la segunda instancia, dejando a salvo
que el conocimiento está restringido en los motivos, por tanto, considera admisible
que las normas de la apelación –o empleando una denominación más orgánica– las
normas de la segunda instancia, sean las que apliquen al recurso de nulidad.

Por su parte Sanojo y Cuencas (citado por Mezgravis, 1999, p. 258) “…estiman
que el legislador ha utilizado equivocadamente la expresión recurso” señalando
“…no se trata propiamente de recurso, sino de una acción de nulidad autónoma, que
se desenvuelve en juicio ordinario”.

Si el objeto del recurso de nulidad contra un laudo arbitral es obtener la


declaratoria de ineficacia de éste, careciendo el juez de competencia para conocer de
la controversia y brindar una solución jurídica al conflicto, el asunto constituye un
recurso y no una acción autónoma por la cual las partes obtengan una decisión que
satisfaga la pretensión, por tanto, el procedimiento para sustanciar el recurso de
nulidad de laudos dictados en materia comercial, es el procedimiento de segunda
instancia previsto en el Capítulo II, del Título Tercero del CPC.

En atención a las consideraciones efectuadas respecto al régimen de


impugnación del laudo arbitral, es necesario establecer un equilibrio, entre el

34
principio de autonomía de la voluntad de las partes que encierra el Derecho de éstas
de establecer el laudo arbitral como una decisión definitivamente firme desde el
momento en que es dictado, y un régimen de impugnación que garantice la doble
instancia, estableciendo un régimen jurídico y un a consciencia colectiva en la que el
ejercicio de recursos no tenga por objeto frustrar el compromiso de someterse al
arbitraje, pretendiendo por vía recursiva obtener una decisión judicial que declare la
ineficacia del laudo arbitral y reemplace la decisión contenida en éste, profiriendo un
nuevo acto de juzgamiento, tal como puede ocurrir al abrirse puerta al amparo
constitucional.

Los órganos integrantes del poder judicial deben cerrar filas en torno a los
medios de impugnación de los laudos arbitrales, respetando el recurso que el
ordenamiento jurídico prevea como medio de impugnación y, en caso de dudas
aplicando los principios de la Convención de New York suscrita por Venezuela, en
virtud de la cual, los laudos internos son controlados mediante el recurso de nulidad y
los laudos dictados en un territorio distinto cuya ejecución se pretenda en el territorio
de la república, se controlará a través del exequatur.

35
CAPÍTULO 2

RÉGIMEN LEGAL APLICABLE AL ARBITRAJE., UBICACIÓN EN EL


ORDENAMIENTO JURÍDICO VENEZOLANO

Antecedentes

La revisión de los textos constitucionales que han regido la vida republicana del
país permite constatar que en la historia constitucional venezolana, la presencia del
arbitraje no ha sido constante, ya que en las Constituciones promulgadas en los años
1830 y 1857, se hacía mención expresa al derecho de los venezolanos a terminar sus
conflictos mediante la decisión de árbitros, sin embargo, ésta institución no tuvo
cabida en los textos constitucionales posteriores.

Así, mientras que en el rango constitucional no se consagraba al arbitraje como


medio alterno al tradicional sistema de justicia, paradójicamente éste se regulaba y
ponía en práctica con fundamento en lo establecido en los Códigos de Procedimiento
Civil que estuvieron vigentes, por lo que, sería incorrecto sostener que el arbitraje se
constituye como medio alterno de resolución de conflicto, sólo a partir de su
inclusión expresa en la CRBV.

Durante la vigencia de la constitución de 1961, los Códigos de Procedimiento


Civil que estuvieron vigente (Ver Código de 1916 y Código de 1986), establecieron
de forma expresa los denominados medios de auto composición procesal
(transacción, convenimiento y desistimiento), como mecanismos para poner fin al
proceso en virtud de un acto volitivo de las partes, limitándose el Estado a determinar
el alcance o los efectos de los acuerdo privados.

36
Además de los medios de autocomposición procesal antes indicados, el CPC
vigente en el Libro IV, Título I, estableció el denominado arbitramento como medio
de heterocomposición procesal, orientado a la resolución de conflictos mediante el
sometimiento de la controversia a la decisión de la autoridad en cabeza de terceros,
quienes reciben la condición de árbitros.

Mientras que en el orden constitucional y legal en el derecho interno


venezolano el arbitraje estaba regulado de la forma antes indicada, la República
suscribió una serie de Tratados Internacionales que tenían por objeto el reglar los
mecanismos de resolución de controversias entre Venezuela y otros Estados,
circunstancia que dio pie a la inclusión de la institución arbitral en leyes de distinto
contenido, entre ellas, la Ley Orgánica del Trabajo (LOT,1990) como medio para la
resolución de conflictos colectivos del trabajo; la Ley sobre el Derecho de Autor
(LSDA,1993), y la Ley de Empresas de Seguro y Reaseguro (LSRS,1994) y en su
Reglamento del año 1999, produciéndose así una diversidad de procedimientos
arbitrales.

La evolución de la institución arbitral en Venezuela alcanza un punto de


importante inflexión en el año 1998, con la aprobación y promulgación de la LAC,
texto normativo que regula de forma sistemática los principio del arbitraje como
MARC, constituyéndose en parámetro de consulta obligada al estudiar la institución
arbitral en el Derecho venezolano actual.

Tal como lo ha señalado Sarmiento (2004, p. 584), “La CRBV adaptándose a la


corriente mundial de fines del siglo XX que retomó el arbitraje como solución de
controversias, declaró que los medios alternativos de justicia forman parte del
Sistema de Justicia”.

Con ocasión de la promulgación del texto constitucional del año 1999, los
legisladores impulsados por el interés de desarrollar el principio constitucional antes
indicado y, honrar la vocación de los Estados democráticos contemporáneos, de

37
brindar a sus particulares medios eficaces y novedosos para la resolución de
conflictos, dejando atrás los inconvenientes propios de la burocrática estructura que
impera en la administración de justicia en cabeza del Estado; incorporaron a la Ley
que regiría los procesos laborales los MARC, como herramienta para la resolución de
controversias relacionadas con conflictos individuales de trabajo, avanzando así en la
tímida inclusión que se había realizado en la LOT del año 1990 y reformada en el año
1996, en las que se limitó el uso de ésta herramienta sólo a los conflictos colectivos
del trabajo.

En Venezuela la incorporación de los MARC al área laboral tiene como


antecedentes las aisladas Comisiones Tripartitas de Trabajo, vigentes desde 1974
hasta 1990, siendo incorporado el arbitraje de forma expresa en la LOT que entró en
vigencia en el año 1991, como medio alterno para la resolución de conflictos
individuales y colectivos de trabajo, figura que permaneció en la reforma de la Ley
sustantiva laboral del año 1997, y que ha servido en los últimos 13 años únicamente
como herramienta para la solución de conflictos colectivos de trabajo, con la
participación de árbitros pertenecientes al Ministerio del área y terceros imparciales
ajenos al conflicto, permitiendo a las partes alcanzar soluciones pacíficas

En el año 2002, el legislador venezolano incorporó al sistema procesal laboral


la institución arbitral como MARC, para la resolución de conflictos individuales del
trabajo, lo cual constituyó una innovación en el ordenamiento legal, no sólo por la
materia sometida a éste medio alterno para la resolución de controversias, sino
también por las particularidades del procedimiento previsto en el Título VII, Capítulo
III de la LOPT.

38
Aspectos resaltantes del arbitraje previsto en el Código de Procedimiento Civil

El denominado arbitramento previsto en el Libro Cuarto del CPC durante un


periodo constituyó la única vía a disposición de los particulares para someter sus
conflictos al conocimiento de terceros, con el fin de obtener decisiones expeditas,
confiables y ejecutables. El transcurso del tiempo, la inclusión del arbitraje en leyes
específicas y la promulgación de la LAC para regular el arbitraje en el área de mayor
trascendencia, modificó las circunstancias, ocasionando que el régimen previsto en el
Código de Procedimiento Civil cediera su papel protagónico, quedase restringido al
arbitraje civil y sea aplicable supletoriamente en el arbitraje comercial.

El arbitramento previsto en el CPC responde al principio de autonomía de la


voluntad, al principio pro arbitraje y al principio de libertad de formas, éste último
principio como expresión del primero de los indicados en el artículo 618, reconoce la
posibilidad que tienen las partes de acordar que la decisión se produzca conforme a
Derecho o conforme a la Equidad; disponiendo que en el arbitraje de Derecho los
árbitros deberán –salvo que el acuerdo arbitral establezca otra cosa– proceder
conforme al procedimiento legal correspondiente, que es el establecido en el Libro
Cuarto, y decidir con base en las reglas del ordenamiento jurídico positivo mientras
que, en el arbitraje de Equidad, los árbitros actúan con libertad respecto al fondo
aplicable y atendiendo a las reglas establecidas por las partes.

En el arbitramento el acuerdo por el cual las partes convienen en someter al


conocimiento de terceros ajenos al poder judicial el conocimiento de una controversia
es protagónico y obligatorio, una vez que ha sido formalizado de forma contractual o
judicial, carácter que se evidencia del tratamiento dado en el artículo 614 del CPC, en
virtud del cual, la incomparecencia del citado producirá que se tenga por cierta la
cláusula compromisoria y que se continúe con el arbitraje.

La norma antes indicada no sólo evidencia respeto a la autonomía de la


voluntad de las partes y al acuerdo arbitral como manifestación de ésta, referida

39
también el principio pro arbitraje, pues se muestra interesado en la plena vigencia de
la institución cuando existen dudas, acerca de que las partes la han escogido como
medio alterno para la resolución de sus conflictos.

El régimen establecido en el CPC representó un avance en la incorporación del


arbitraje en Venezuela como medio alterno para la resolución de conflictos, un paso
relevante en el momento que se produjo al plantar cara acerca del carácter obligatorio
de la cláusula compromisoria y al principio pro arbitraje, sin embargo, es un sistema
cuyas lagunas dificultaron el camino de la institución arbitral, es especial, en lo
referido a la eficacia del compromiso arbitral y a la injerencia en el proceso arbitral
de los tribunales judiciales.

El arbitraje en la Ley Orgánica del Trabajo

La LOT prevé el arbitraje como medio alterno para la resolución de conflictos


colectivos de trabajo, estableciendo un mecanismo de designación de los árbitros que
constituye un antecedente al régimen previsto en la LOPT para los conflictos
individuales de trabajo, sin embargo, la norma de reciente data incluyó una variante
que en nuestro modo de ver, constituye piedra de tranca en el desarrollo del arbitraje
como medio alternativo para los particulares en conflicto.

En efecto, de acuerdo a lo previsto en el artículo 490 de la LOT la junta de


arbitraje estará formada por tres miembros, dos escogidos por las partes con base en
unas listas elaboradas por los involucrados y el tercero quien tendrá el carácter de
presidente y voto prevalente, será nombrado por los árbitros que fueron designados,
de manera que, la elección de los árbitros designados por las partes se realiza de
forma cruzada, es decir, los empleadores escogerán de la lista de los trabajadores y
los trabajadores de la lista de los empleadores y el tercer árbitro se escoge de forma
conjunta.

40
Con el mecanismo previsto en la LOT se respeta el principio de autonomía de la
voluntad de las partes, al ser éstas quienes eligen a los terceros que decidirán el
conflicto, no obstante, se incluye una protección velada a los derechos de los
trabajadores al minimizar la posibilidad de que el árbitro designado por los
empleadores pueda comportarse como un representante de quien lo nombra, al ser
escogido de una terna que en principio cuenta con la confianza de los trabajadores.
Adicionalmente, se coloca como garantía de imparcialidad la designación del árbitro
presidente en cabeza de los otros árbitros de mutuo acuerdo, todo con miras a reducir
alianzas que no respondan al deber de llevar a cabo un proceso eficaz y una decisión
oportuna que resuelva el conflicto.

No comprendemos los motivos por los cuales el legislador del año 2002,
estableció la designación de los árbitros en la LOPT en términos distintos a los
previstos en la LOT, en especial, el no permitir que la lista para la elección sea
producto de la actividad de las partes y que éstas en ejercicio de la autonomía de la
voluntad –sobre la cual se sustenta el procedimiento arbitral–, designen a quienes
decidirían el conflicto.

En el arbitraje previsto en la LOT el procedimiento tendría una duración de


treinta días contados a partir de la constitución de la junta arbitral, dejando abierta la
posibilidad de prorrogar ese lapso por un período igual. La regulación de la LOT
parece acertada al reconocer la posibilidad de prorrogar el lapso, no obstante,
creemos que la decisión es atribuida a la junta arbitral y no a las partes en conflicto,
quienes en función de la naturaleza de la institución son quienes dirigen el
procedimiento arbitral.

Es posible que la restricción a las partes sea reflejo de la intención de separarlas


del procedimiento, por considerar que éstas han agotado su capacidad de
entendimiento y que son los árbitros quienes pueden tomar este tipo de decisiones, en
función de la conveniencia del procedimiento y no de los intereses de cada uno de los
involucrados.

41
La LOPT dispone que el laudo será dictado dentro de los treinta días siguientes
a la constitución de la junta de arbitraje, pero no prevé la posibilidad de prorrogar
dicho lapso en caso de que resulte necesario en función del desarrollo del
procedimiento y la complejidad del tema controvertido, restricción que se estima no
tiene justificación y que constituye una errada variante al régimen pactado en materia
de derechos colectivos de trabajo.

En relación a la publicación del laudo la LOT dispone que éste será publicado
en la Gaceta Oficial y será obligatorio por el lapso que fijen las partes, previsión que
responde al carácter colectivo de los derechos en conflicto y a la necesidad de hacer
del conocimiento de terceros las condiciones que regirán en determinado sector, con
carácter de permanencia para el período que los involucrados fijen, en nuestro
criterio, antes de someter el conflicto al arbitraje.

Aspectos resaltantes del régimen previsto en la Ley de Arbitraje Comercial

La entrada en vigencia de la LAC dio lugar a polémicas acerca del campo de


aplicación, a pesar de que ésta en el artículo 1 dispone de forma inequívoca que será
aplicable al arbitraje comercial, no obstante, surgió la discusión alrededor del artículo
3 eiusdem, el cual hace referencia a las materias que podrán someterse a arbitraje. El
análisis concatenado y racionalizado de las normas indicadas, arroja que la LAC es
aplicable al arbitraje comercial interno y que el régimen previsto en el CPC regirá en
el arbitraje civil, en aquellas materias que sean disponibles.

La obligatoriedad del acuerdo arbitral y el efecto negativo de éste frente a los


tribunales ordinarios es un aspecto relevante de la LAC, al disponer en el artículo 7
que serán los árbitros quienes se pronuncien en primer término acerca de su
competencia para conocer del asunto, tratamiento que es diferente a lo que ocurre en
el arbitramento previsto en el CPC, donde el efecto negativo del acuerdo arbitral
deviene una vez que éste es formalizado contractual o judicialmente.

42
En relación al carácter de los árbitros la LAC no introduce variación y continúa
manteniendo que éstos pueden ser de Derecho o de Equidad, permitiendo a las partes
decidir y en caso de no existir pacto expreso se entenderá que la decisión contenida
en el laudo arbitral deberá producirse en atención a las leyes aplicables al fondo de la
controversia.

La LAC fue innovadora al abrir paso al denominado arbitraje institucional y con


él a los Centros de Arbitraje, quienes en la práctica son protagonistas importantes en
el desarrollo de este MARC desde la entrada en vigencia de la Ley en el año 1998.

43
CAPÍTULO 3

EL ARBITRAJE LABORAL

Principios rectores del proceso laboral

Los MARC forman parte del sistema de justicia venezolano y constituyen un


medio a disposición de los particulares para la resolución de conflictos individuales
de trabajo, es decir aquellos que se caracterizan por involucrar al empleador en
condición de sujeto pasivo de la pretensión que se formula, pero que también pudiera
circunscribirse a la relación entre dos o más sujetos en condición de igualdad dentro
de la relación de trabajo, supuesto que podría darse respecto a cajas de ahorro o
cualquier otro tipo de beneficio socioeconómico que no dependa directamente del
patrono.

La reforma ejecutada en el año 2002 de la Ley que regula el proceso laboral, no


sólo se limitó a modificar los lapsos procesales, sino que, yendo mucho más allá, la
nueva normativa estableció un orden consecutivo legal diferente al previsto en la Ley
Orgánica de Tribunales y Procedimientos del Trabajo (LOTPT, 1959) profundizando
el cambio, al establecer principios rectores del proceso laboral, que constituyen el eje
central de todo el sistema adjetivo; el fundamento de algunas de las instituciones y los
criterios que se deben emplear ante lagunas u omisiones de la Ley, al interpretar la
norma y sustanciar el proceso.

De acuerdo a lo previsto en el artículo 2 de la LOPT el proceso laboral debe


responder a los principios de: uniformidad, brevedad, oralidad, publicidad, gratuidad,
celeridad, inmediatez, concentración, prioridad de la realidad de los hechos y
equidad, muchos de estos principios, si no todos, inspirados en la CRBV de 1999.

44
El arbitraje laboral excluye del conocimiento de los jueces con competencia
laboral conflictos individuales del trabajo, entendido como aquel que enfrenta a un
solo trabajador con el patrono debido a un incumplimiento contractual de cualquiera
de los dos, más sin embargo, no excluye al procedimiento arbitral de la aplicación de
los principios rectores del proceso laboral por mandato del artículo 147 eiusdem –con
excepción de la gratuidad– al tener los referidos principios como objetivo dinamizar
la obtención de oportunas soluciones a los conflictos de trabajo, siendo en todo caso
adecuables a las condiciones y características inherentes a éste medio de
heterocomposición procesal.

Así, tenemos que el principio de brevedad tiene como fuente directa la


previsión constitucional del artículo 26 de la CRBV orientado a que los actos
procesales sean concisos, lacónicos y con trámites sencillos, mediante la
simplificación de las formas empleadas en el debate, para garantizar que el
procedimiento se sustancie dentro del plazo establecido. Por lo tanto, este principio,
va de la mano del principio de celeridad que busca con un trámite rápido y con poca
inversión de esfuerzo y tiempo alcanzar la solución al conflicto, nociones éstas que
no son ajenas al procedimiento arbitral, en el cual, los árbitros cuentan con un plazo
de 30 días hábiles siguientes a la constitución de la junta arbitral, para la solución del
conflicto mediante el laudo arbitral.

La concentración como principio en el proceso laboral se orienta a la


proximidad de los actos procesales, de manera que, una vez iniciada la audiencia de
juicio y oídas las partes se procede a la evacuación de los medios de prueba para
garantizar en el juzgador el mejor conocimiento de los hechos en vinculación con el
debate procesal, a los fines de dictar la decisión de forma inmediata.

En el arbitraje laboral éste principio permanece incólume, por consiguiente, la


junta arbitral deberá disponer lo necesario para la ejecución perentoria de todas las
actividades que las partes en ejercicio de sus capacidades y cargas deseen realizar en

45
beneficio de la defensa de sus derechos e intereses, permitiéndole a los decisores
formularse un mejor criterio acerca del asunto sometido a su conocimiento.

En el proceso laboral el principio de publicidad tiene una doble noción, la


primera relativa al carácter público de la audiencia de juicio y la segunda, referida al
conocimiento que deben tener las partes de los motivos de hecho y de derecho que
fundamentan la decisión, para lo cual los jueces están llamados a presentar la decisión
en extenso, dentro de los 5 días siguientes a que se dicte el dispositivo del fallo.

En el arbitraje, la publicidad vista esta desde sus dos vertientes, debe ser
igualmente acatada por los miembros de la junta arbitral, más allá de las discusiones
doctrinarias que existan acerca de la publicidad del laudo.

Respecto a la publicación del laudo, el CPC dispone que el juez ante el cual
fueron juramentados los árbitros es quien deberá publicar el laudo arbitral, mientras
que la Ley de Arbitraje Comercial establece que el laudo debe ser notificado
personalmente a las partes, mediante la entrega de una copia de la decisión firmada
por los árbitros, por lo tanto, en el arbitraje comercial el laudo no debe ser publicado.

Al respecto encontramos que Sarmiento (2004, p. 608), considera que en el


arbitraje laboral “…no hay publicación del laudo arbitral como una actuación
solemne, sino que basta que sea firmando por los árbitros y agregado a los autos para
que se considere publicado” y, comience a transcurrir el lapso para la interposición de
los recursos que el ordenamiento legal vigente dispone contra éste tipo de decisiones.

El principio de inmediación previsto en la LOPT busca la comunicación y el


contacto directo del decisor con los medios de prueba que le permitan conocer la
verdad en el asunto sometido a su consideración, por consiguiente, es éste de vital
importancia tanto en el proceso laboral como en el arbitraje laboral y su
inobservancia motivo suficiente para la interposición de acciones orientadas a enervar
la legalidad del laudo arbitral, tal como ocurriría con la sentencia que fuera dictada a
espalda de éste principio rector.

46
El proceso laboral venezolano cuenta con la oralidad como eje transversal y
característico de todas las fases, por tanto, los árbitros están llamados a permitir que
las partes personalmente o representadas por sus apoderados, realicen las
exposiciones orales que éstas tengan a bien efectuar para la defensa de sus derechos e
intereses, resultando discutible si en el procedimiento arbitral debe realizarse una
actividad similar a la audiencia de juicio que se celebra en los procesos llevados ante
los órganos jurisdiccionales.

Lo anterior no excluye, al igual que no lo hace en el proceso laboral, la


posibilidad de presentar por escrito el libelo contentivo de la pretensión, la
contestación, así como la posibilidad de reducir en actas la presentación de
recusaciones, las objeciones e informes periciales, la solicitud de ampliación o
aclaratoria del laudo, la interposición del recurso de casación.

Por último, pero no por ello menos importante, se encuentra el principio de


equidad previsto en el artículo 26 de la CRBV, frente al cual Henríquez la Roche
(citado por Sarmiento, 2004, p. 604) ha determinado que existen tres grados de
atribución de la equidad, el primero es aquél en el cual puede decidir cuando las
partes de lo hayan solicitado y se refiera a derechos disponibles, en segundo lugar
cuando la autorización viene de la Ley, por último cuando el juez actúa según un
criterio razonable y de sentido común.

De la viabilidad del arbitraje como mecanismo para la resolución de conflictos


individuales de trabajo

Tal como se infiere de lo expresado por Zuleta (2004, p. 545), la gratuidad, la


oralidad y la informalidad, los límites de la conciliación por el principio de
irrenunciabilidad, la celeridad y la brevedad están orientados a restablecer la igualdad
sustancial y compensar las desigualdades que existen entre empleadores y
trabajadores, las cuales no escapan a la forma como cada uno se comporta frente al
proceso y a los efectos de éste.

47
De otra parte, encontramos que de lo expresado por Matthies (1996) puede
inferirse que antes de la entrada en vigencia de la LOPT y, cuando se encontraba en
franca discusión la viabilidad del arbitraje como medio alternativo para la solución de
conflictos individuales de trabajo, no sólo por el escaso desarrollo de la institución a
la luz de la constitución entonces vigente, sino también producto de la noción de
irrenunciabilidad y orden público que ha estado vinculada a los derechos de
contenido laboral, se apostaba por la aplicabilidad de ésta institución en el campo del
Derecho del trabajo, fijando además posición respecto a la posibilidad de que los
árbitros decidieran conforme a la Equidad, al ser ésta fuente de interpretación de la
norma jurídica, conforme a lo previsto en el artículo 60 de la Ley Orgánica del
Trabajo.

Henríquez La Roche (2006, p. 537) al analizar la posibilidad de someter


derechos derivados de la finalización de la relación de trabajo al arbitraje dado el
carácter irrenunciable de éstos, en virtud del mandato contenido en el artículo 89 de la
CRBV comentó que:

…si el artículo 3 de la LOT permite las transacciones sobre derechos


laborales irrenunciables cuando se haga una relación circunstanciada y
motivada sobre el objeto del acuerdo, el arbitraje o juzgamiento de
jueces privados sobre tales derechos transigibles – y al momento
cuando sean transigibles–, el modo alterno debe considerarse válido
de acuerdo a esa regla general.

El autor en referencia continúa con el análisis de la coexistencia de la


institución arbitral y el carácter irrenunciable de los derechos laborales e indica que,
no sería necesario cumplir con las condiciones indicadas en el Parágrafo Único del
artículo 3 de la LOT en el acuerdo arbitral, por cuanto:

…el hecho de que el arbitraje pueda nacer por virtud de un acuerdo o


compromiso anterior a la transigibilidad de los derechos en juego no

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significa que lo disponible (o dispuesto) en la cláusula sean los
derechos intransigibles; lo escogido sería propiamente el modo alterno
de administración de justicia.

Los detractores del arbitraje como medio alternativo para la resolución de


conflictos individuales de trabajo, anclan su postura en el carácter irrenunciable de los
derechos materiales derivados de la relación de trabajo y en la oportunidad en la cual
éstos son reclamados por el trabajador, concediéndole una posición privilegiada al
momento en el que surge el conflicto y afirmando que, en el ordenamiento legal
venezolano sólo es posible disponer de los conceptos pretendidos mediante
transacción cuando ha finalizado la relación de trabajo, por tanto, en el arbitraje no
puede ocurrir de forma diferente.

De acuerdo a lo establecido en la LOT sólo puede celebrarse transacción una


vez finalizada la relación de trabajo, por ello, independientemente de las
consideraciones que se pueden efectuar acerca de los motivos por los cuales la
institución está regulada en los términos indicados, es norma vigente en Venezuela;
sin embargo, vale la pena analizar tal restricción a la luz del nuevo proceso laboral y
del carácter protagónico de los MARC.

La LOPT no consagra de forma expresa a la transacción como mecanismo de


autocomposición procesal para finalizar una controversia, en virtud del acuerdo
alcanzado por las partes –con o sin la intervención de los jueces de SME– en la fase
inicial del proceso, sin embargo, la implementación del proceso laboral y de sus
instituciones colocó a la transacción como protagonista al ser el medio empleado por
la mayoría de los sujetos que logran resolver el conflicto, para materializar el
acuerdo.

La CRBV reconoce a todos los ciudadanos el Derecho a acudir ante los órganos
jurisdiccionales para interponer las acciones orientadas a resguardar sus derechos e

49
intereses, comúnmente denominado derecho de acción, el cual guarda estrecha
relación con el derecho a la tutela judicial efectiva.

En el rango constitucional no se condiciona el ejercicio de los Derechos antes


referidos a otros límites temporales que aquellos vinculados a los plazos de caducidad
y/o prescripción, instituciones que son objeto de continuo análisis al constituir una
delgada línea entre la seguridad jurídica como principio que debe regir en todo Estado
de Derecho y, la posibilidad de limitar el ejercicio de derechos fundamentales.

De igual forma, en el ordenamiento legal vigente no existe tampoco disposición


alguna que establezca que los derechos laborales sólo pueden ser reclamados al
término de la relación de trabajo, salvo –lógicamente– aquellos derechos de
contenido económico que sólo ingresan a la esfera jurídica del trabajador una vez
finalizada la relación y por tanto sólo podrán ser exigidos cuando se extingue el
vínculo entre empleadores y trabajadores; sin embargo, existen otros derechos cuya
transgresión pueden dar origen a pretensiones que serán sometidas al conocimiento de
terceros imparciales, durante la relación de trabajo.

Así, en el proceso laboral la primera fase está orientada a la búsqueda de


alternativas que pongan fin al conflicto y eviten que la controversia pase a la etapa de
juzgamiento, por tanto, en la fase preliminar es transcendente la capacidad de los
sujetos involucrados para disponer de los derechos cuya protección se solicita al
órgano jurisdiccional, en especial, el trabajador quien tiene la capacidad jurídica de
elegir libremente como desea finalizar la controversia, incluso cuando ello signifique
realizar concesiones.

Si el ordenamiento legal vigente no condiciona el derecho de un trabajador a


acudir ante los órganos jurisdiccionales, en búsqueda de tutela de sus derechos e
intereses derivados de la relación de trabajo a la finalización del vínculo con el
empleador y, el proceso laboral tiene una etapa orientada a la conciliación
generalmente materializada a través de la transacción como medio de

50
autocomposición que garantiza la incontrovertibilidad de lo acordado, resultan
cuestionable los términos en los que la LOT y su reglamento consagran la transacción
laboral, al apuntar al fracaso anticipado de la fase preliminar en aquellos procesos que
se inicien durante la existencia de la relación de trabajo, al ser controvertida la
capacidad del trabajador de realizar concesiones como herramienta de finalización del
conflicto, cuando se presume que éste podría actuar constreñido indirectamente por la
existencia del vínculo con su empleador.

El análisis que se efectúa guarda estrecha relación con el arbitraje y su


viabilidad como medio alternativo para la resolución de conflictos individuales de
trabajo, ya que, sus detractores atacan la posibilidad de suscribir un acuerdo arbitral
previo al establecimiento del conflicto e incluso con posterioridad a éste, indicando
que constituye la renuncia a derechos que han sido reconocidos en el ordenamiento
legal venezolano con carácter irrenunciables, por mandato del artículo 92 de la
CRBV.

La coexistencia entre el carácter irrenunciable de los derechos laborales y el


arbitraje como medio alterno de resolución de conflictos individuales de trabajo es
analizada por Mezgravis (2009, p. 809), quien en la misma corriente seguida por De
Jesús (2007), considera al arbitraje como un régimen de opción y no de exclusión,
indicando “La cláusula arbitral, contrariamente a lo que pudieran pensar alguno,
implica el ejercicio de un Derecho reconocido en la Constitución venezolana; el de
escoger voluntariamente una vía expedita consagrada en el sistema de justicia para
solucionar una eventual controversia”.

Por tanto, al excluir la controversia del conocimiento de los jueces miembros


del poder judicial y someterla a la decisión de árbitros, no se está renunciando al
Derecho material discutido, se ejerce el Derecho constitucional de procurarse justicia
por vías legítimas, alternas, expeditas y confiables, por tanto es cuestionable que el
arbitraje en materia laboral haya sido restringido con fundamento en la errada noción
de irrenunciabilidad.

51
La validez del acuerdo arbitral y la oportunidad en la cual se pacta

La noción de inconveniencia que arropó al arbitraje frente a los conflictos


individuales de trabajo, puede ser una de las causas de las imprecisiones de la LOPT
respecto al acuerdo arbitral y la obligatoriedad de éste, es por ello, que en nuestro
parecer el análisis del régimen previsto en la referida ley para regular el arbitraje,
tiene como punto de partida lo relativo a la validez de la cláusula compromisoria
extra judicial.

De lo indicado por Zuleta (2004, p. 549) se puede inferir que la expresión de


voluntad de los empleadores y trabajadores de someter eventuales conflictos al
conocimiento de árbitros, debe ser inequívoca, expresa e indubitada y el acuerdo
extrajudicial precedido del examen judicial, en virtud del principio de
irrenunciabilidad de rango constitucional.

La posición de Zuleta no reconocería el principio de competencia-competencia


en virtud del cual, los árbitros deben pronunciarse acerca de su competencia antes de
que lo haga el poder judicial.

Al condicionar la validez del acuerdo arbitral extrajudicial a la formalidad de


que la intención de las partes sea inequívoca e indubitada se estaría considerando al
arbitraje como régimen de excepción e ignorando el carácter contractual del acuerdo
arbitral, en función del cual, bastaría que conste por escrito la intención de los
involucrados de someter la controversia al conocimiento de árbitros, para que ello
deba cumplirse y los órganos jurisdiccionales deban abstenerse de conocer.

En este hilo argumentativo, es posible señalar que Zuleta (2004, p. 552),


concluye que, la cláusula compromisoria inserta en un contrato colectivo para la
resolución de los conflictos individuales de trabajo y la incorporada al contrato
individual de trabajo en el marco de una disposición del convenio colectivo carecen
de validez, pues, considera que es necesario que el trabajador involucrado en el

52
conflicto manifieste su voluntad, pues de lo contrario, sería permitir que el sindicato
se subrogue en el derecho de éste de decidir acceder a la jurisdicción ordinaria.

La representación ejercida por los sindicatos y los límites de ésta guarda


relación con las facultades, potestades y límites del mandatario en el contrato de
mandato, si bien la relación entre trabajadores y sindicato se establece sin que exista
un contrato en sentido estricto. Ello implica que el trabajador autoriza a los
representantes sindicales a defender sus derechos e incluso a negociar el contenido
material de éstos en las negociaciones colectivas previas a los contratos colectivos.

Si el arbitraje no fuera considerado un régimen de excepción sino un régimen


de opción, con el cual los particulares ejercen el Derecho constitucional de procurarse
alternativas para la resolución de un conflicto por medios alternativos a la justicia
ejercida por los órganos integrantes del poder judicial, sin que implique la renuncia al
derecho material en conflicto, no tendría sentido la reserva expresada por Zuleta, por
cuanto, la cláusula de un contrato colectivo que establezca el arbitraje como medio
para la resolución de conflictos individuales de trabajo, no implicaría que el sindicato
está subrogándose en los Derechos irrenunciables del trabajador, ni
comprometiéndolos.

Así tenemos que Sarmiento (2004), considera al acuerdo arbitral como eje
central de la institución, al ser el instrumento mediante el cual las partes deciden que
sean terceros imparciales quienes resuelvan todas o algunas de las controversias que
puedan surgir entre ellas; ante el silencio de la LOPT acerca del compromiso arbitral
y las inquietudes que pueden surgir respecto a si es un requisito del arbitraje en
materia laboral, indica que podría presumirse que no constituye un requisito, sin
embargo califica de errada tal apreciación señalando que:

…de no existir acuerdo de arbitraje, habría que conceder al


demandado el derecho a dar contestación a la demanda, pues de lo
contrario quedaría en absoluto estado de indefensión, lo cual derivaría

53
en violación del debido proceso y del derecho a la defensa pues los
árbitros solamente tendrían acceso a la demanda contentiva de los
reclamos del actor y habría una ausencia absoluta de alegaciones del
demandado (p. 589).

Es por ello que el autor en referencia, partiendo del carácter transcendente que –
en su criterio– tiene el acuerdo arbitral, sostiene que el juez como director del proceso
puede instar a las partes a suscribir un acuerdo arbitral intrajudicial conjuntamente
con la solicitud de arbitraje, en el cual expresen las cuestiones que cada uno somete al
arbitraje, luego de lo cual el juez procedería al nombramiento de los árbitros.

Cuando Meza y Navarro (2004) analizan el contenido del artículo 138 de la


LOPT, consideran que el arbitraje ésta condicionado a la existencia de una petición
de partes, lo cual significa la existencia de un acuerdo celebrado de forma judicial o
extrajudicial para someterse a arbitraje, pacto que no califican de acuerdo arbitral,
pero que estaría reconociendo la posibilidad de que las partes en ejercicio de la
autonomía de la voluntad decidan excluir el conflicto del conocimiento del poder
judicial.

Los referidos autores consideran que la expresión contenida en el artículo 143


de la LOPT, respecto a la solicitud que el trabajador pudiera realizar para acudir al
arbitraje como medio para la resolución del conflicto, “…sólo pude ser entendida en
la medida que exista un compromiso o acuerdo de arbitraje previo entre las partes”
(p. 7).

Esto demuestra que en el arbitraje laboral no está cuestionada la necesidad de


que las partes manifiesten su interés de someter la controversia al conocimiento de
terceros, acuerdo que la norma refiere empleando la expresión petición de partes,
pero que en definitiva no es más que un acuerdo arbitral, manifestación de intención
que sólo debería estar sometida a los requisitos del contrato y no a los establecidos
por la jurisprudencia venezolana.

54
Determinada la necesidad de un acuerdo arbitral o de una petición de partes,
como presupuesto del arbitraje laboral, la atención recae sobre el momento en el cual
las partes pueden pactar la exclusión del conflicto del conocimiento del poder
judicial, respuesta que está estrechamente vinculada a la visión que se tenga acerca
del arbitraje.

El momento en el cual las partes manifiestan su intención de excluir el conflicto


del conocimiento del poder judicial es analizado por Meza y Navarro (2004, p. 8),
quienes coinciden con Henríquez la Roche, sobre que no existe una oportunidad
preclusiva para solicitar el arbitraje, pues la norma contenida en el artículo 6 LOPT es
amplia, al señalar que a lo largo del proceso será tenida en cuenta la posibilidad de
utilizar los medios alternativos de resolución de conflictos.

A pesar de lo anterior, los autores plantean una inquietud acerca de la instancia


en la cual se presente la solicitud de arbitraje a la que dan respuesta indicando, que
resultaría indistinto solicitar el arbitraje ante el juez de SME o ante el juez de juicio,
al ser ambos jueces de primera instancia, situación distinta a la que se presentaría si la
causa ha sido decidida en el primer grado de jurisdicción y pende la audiencia de
apelación, por cuanto, “…permitir el arbitraje significaría conceder a las partes una
doble instancia más el recurso de casación per saltum regulado por el artículo 149 de
la LOPT, lo cual contrastaría con el espíritu del arbitraje regulado en la LOPT”
(2004, p. 8).

Para Martínez y Saad (2004, p. 328) la oportunidad procesal para iniciar el


arbitraje será “…inmediatamente después de la contestación de la demanda, puesto
que es necesario definir la controversia, además de respetar el derecho a la defensa,
debido proceso e igualdad entre las partes”.

Las precitadas autoras, nada dicen respeto a la instancia en la cual se podría


solicitar el arbitraje y su postura parece centrarse en la conveniencia de definir la
controversia y la necesidad de mantener la igualdad entre las partes, sin embargo, la

55
sutil referencia a la contestación de la demanda apuntaría a presentar la solicitud de
arbitraje mientras el conflicto se encuentra en el primer grado de conocimiento dentro
de la estructura piramidal del poder judicial.

Por su parte Carrasquero (2008, p. 339) interpreta el artículo 138 de la LOPT, y


señala que “…sólo se permite que las partes decidan someter su disputa a arbitraje,
después que la controversia haya surgido”, coronando tal afirmación indicando que,
los sujetos de una relación de trabajo sólo podrán someter el conflicto al arbitraje
cuando se haya presentado ante los tribunales. El autor discrepa de lo expresado por
Duque Corredor, quien sostiene que las partes pueden acordar el arbitraje antes de
que nazca la controversia, puesto que la LOPT regula el arbitraje que surge en juicio
y no impide el arbitraje laboral compromisorio.

De lo sostenido por Carrasquero (2008, p. 339) se infiere que éste fundamenta


su discrepancia en que la intención del legislador no podría ser brindar mayor
regulación al arbitraje con ocasión de la manifestación de intención que realizan las
partes delante de un juez y, ser más laxo con el arbitraje que surja de un acuerdo
anterior y extrajudicial.

Hace también referencia –el mencionado Carrasquero– a la ausencia de base


legal que permita a las partes pactar el arbitraje antes de que surja el conflicto, en tal
sentido, analiza a título de comparación el contenido del artículo 5 de la LAC y
concluye que, “Si la intención del legislador en la LOPT hubiese sido permitir el
acuerdo de arbitraje antes de nacida la controversia, el legislador hubiese procedido
del mismo modo que en la LAC”.

De acuerdo a los principios generales del derecho, el intérprete de la norma


debe considerar el sentido, el alcance y el espíritu de la misma al momento de su
aplicación, por tanto, la ausencia de una norma que establezca de forma taxativa la
posibilidad de pactar el arbitraje antes de que surja el conflicto, es un elemento
relevante que podría inclinar la balanza hacía la posición sostenida por Carrasquero,

56
es decir, la imposibilidad de pactar que los conflictos individuales de trabajo serán
sometidos al arbitraje, antes de que surja el conflicto.

No obstante lo anterior, no es posible ignorar que, tal y como lo han


corroborado la jurisprudencia y la doctrina, existe un principio pro arbitraje derivado
de la CRBV, en virtud del cual, las partes tendrían derecho a pactar el arbitraje como
medio alternativo de resolución de sus conflictos futuros, de lo contrario, el arbitraje
laboral continuará siendo una institución sin desarrollar, puesto que como lo alude
Carrasquero (2008, p. 340) “…si las partes ya entraron en controversia y no están de
acuerdo sobre quien tiene la razón, es difícil –aunque no imposible– que lleguen a su
acuerdo sobre la utilización del arbitraje para solucionar la disputa”.

De lo expresado por Carrasquero (2008, p. 340) se puede deducir que, aún


cuando considera que el arbitraje en materia de conflictos individuales de trabajo sólo
puede ser pactado después de planteado éste, es por ello que ofrece algunas
alternativas para despejar las dudas que surgen acerca de la voluntad expresada por el
trabajador cuando el arbitraje es pactado previo al conflicto y sin la intervención de
los miembros del poder judicial, proponiendo, “…i) los acuerdos pactados al inicio
son válidos, sólo si el trabajador devenga mensualmente para ese momento el
equivalentes a 20 salarios mínimos”, para el autor los trabajadores que devenguen
altas remuneraciones “…gozan de la posibilidad de negociar libremente sus
condiciones y entender un acuerdo de arbitraje” .

La designación de los árbitros a la luz de la Ley Orgánica Procesal del Trabajo

El principio de autonomía de la voluntad es el punto de partida del proceso


arbitral, y se ejerce no sólo al expresar la intención de someter la controversia al
conocimiento de terceros imparciales y ajenos al poder judicial, sino también al
establecer en el acuerdo arbitral los límites del asunto sometido a la decisión de los
árbitros, el procedimiento a seguir y el alcance de la decisión.

57
La designación de los árbitros es una acción de los sujetos del conflicto
característica del principio de autonomía de la voluntad, que tiene especial
trascendencia en el proceso arbitral, por ello, es relevante el régimen establecido en la
LOPT para la designación de los árbitros.

El artículo 139 de la LOPT establece que los árbitros serán designados al azar
por parte del juez, de una lista de árbitros establecida por el Tribunal Supremo de
Justicia, excluyéndose a las partes y limitando el Derecho de éstas de fijar las
condiciones y las reglas del proceso arbitral, entre ellas, quizás la más importante, la
designación de los sujetos que conocerán del conflicto.

La intervención del poder judicial en el arbitraje en materia laboral no se limita


a la designación de los árbitros, trasciende a la juramentación de éstos por parte del
Tribunal Supremo de Justicia y a la designación del presidente de la Junta Arbitral
por parte del Tribunal ante el cual se solicitó el arbitraje.

Para Carrasquero (2008, p. 341), el intervencionismo del poder judicial es


producto de la desconfianza en las partes, postura que no compartimos, porque
consideramos que el protagonismo que se le ha concedido a los órganos judiciales,
además de que cercena el principio de autonomía de la voluntad de las partes y
desnaturaliza el arbitraje, hace inferir que están en mejor condición de velar por el
carácter irrenunciable de los derechos derivados de la relación de trabajo, en
consecuencia, son los llamados a ejercer control sobre aquellos que lo harán en
reemplazo de éstos, quienes están sometidos a una especie de sospecha.

Meza y Navarro (2001, p. 10) al analizar el procedimiento para la designación


de los árbitros y en especial lo relativo a las listas cerradas establecidas por el
Tribunal Supremo de Justicia, proponen que las partes de mutuo acuerdo puedan
reducir la lista de los candidatos posibles,“…descartando a aquellas personas que le
generen a ambas partes mayor rechazo, recelo o suspicacia y, con una lista depurada

58
por las partes y reducida a un número razonable de candidatos, solicitarle al juez que
proceda a escoger”.

Es Sarmiento (2004, p. 591), el que plantea una opción –que consideramos


audaz– al señalar que las partes podrán escoger de forma inmediata a los árbitros
cuando “…en el compromiso arbitral, indican al JSME a quiénes han seleccionado de
la lista oficial de árbitros de la SCS-TSJ, pues en ese caso, el funcionario judicial
debería de acatar la decisión de los contendientes y no elegir otro árbitro”, y de
hacerlo “…estaría contrariando la solicitud de arbitraje que le ha sido formulada”.

La propuesta de Sarmiento al igual que la de Meza y Navarro busca de forma


creativa conciliar el régimen previstos en la LOPT para la designación de los árbitros
con el principio de autonomía de la voluntad de las partes, atendiendo a un elemento
que no se puede perder de perspectiva, cual es la predisposición que puedan tener las
partes respecto a alguno de los árbitros designados en la lista establecida por el
Tribunal Supremo de Justicia, en función de la postura o los criterios que maneja en
relación a determinados temas que pudieran guardar relación con lo controvertido,
desconfianza que podría ocasionar que las partes renuncien al arbitraje y decidan
someter la controversia al poder judicial.

Vemos pues, como las propuestas planteadas para establecer un régimen de


coexistencia entre la facultad de designación que la LOPT otorga al juez y el
principio de autonomía de la voluntad de las partes, carecen de fundamento legal, ya
que, no pueden las partes participar en el proceso de designación de los árbitros; no
obstante ello, las alternativas señaladas, en especial la sostenida por Meza y Navarro,
podrían ser tomadas en cuenta para futuras reformas de la LOPT, en caso de que no
se le dé al principio de autonomía de la voluntad el protagonismo que tiene y a las
partes el derecho de designar sus árbitros de forma privada y sin intervención del
poder judicial.

59
La LOPT nada indica acerca de la oportunidad para el nombramiento de los
árbitros y la necesidad de que los designados acepten el cargo, éste aspecto es
revisado por Sarmiento (2004, p. 592), quien plantea que la laguna puede ser cubierta
por los jueces en ejercicio de los poderes conferidos en la Ley adjetiva laboral; en
nuestro entender la posición del autor no representa una alternativa viable, puesto que
conduciría a multiplicidad de criterios en función de la multiplicidad de tribunales.

La existencia de una lista cerrada establecida por el Tribunal Supremo de


Justicia hace que en nuestro criterio sea innecesario que los árbitros manifiesten la
aceptación al cargo, por cuanto, éstos al colocarse a la orden del máximo tribunal de
la República han aceptado ejercer el cargo de árbitros, sin embargo, no excluye la
necesidad de que sean notificados de la designación para un caso en concreto y de
que puedan alegando los motivos establecidos en la legislación vigente, inhibirse de
conocer o ser recusado por alguna de las partes.

El escaso desarrollo del arbitraje como medio alternativo para la resolución de


conflictos individuales de trabajo es una realidad que da lugar a constantes
conversatorios entre los abogados litigantes; en esas conversaciones con frecuencia se
establece como motivo principal del fracaso de la institución la marcada intervención
del poder judicial y el recelo que produce en los sujetos la existencia de una lista
cerrada de candidatos de la cual resultarán electos los sujetos que decidirán su
conflicto, circunstancias objeto de constantes análisis, aunque poco o nada se dice
respecto a los requisitos para ser árbitros y ser un candidato reconocido por el
Tribunal Supremo de Justicia e incorporado a la lista.

El artículo 140 de la LOPT establece tres requisitos para ser árbitros, como lo
son: i) tener nacionalidad venezolana; ii) ser ciudadano de reconocida honorabilidad;
iii) ser abogado de reconocida competencia en Derecho del Trabajo, o profesional de
otra área especialista en Seguridad Social.

60
El cumplimiento de dos de los tres los requisitos indicados sólo puede ser
valorado subjetivamente, circunstancia que aumenta el recelo por el régimen de
designación, en especial, por el sistema de lista cerrada de candidatos.

La regulación de la LOPT en cuanto a los sujetos elegibles restringe la


posibilidad de contar como árbitros con expertos en áreas distintas al Derecho del
Trabajo y la Seguridad Social, cuyos conocimientos pudieran ser de utilidad para
resolver conflictos entre sujetos que aún cuando son trabajadores ejecutan su
actividad sometido a condiciones especiales, por mencionar algunos ejemplos, los
trabajadores que presten servicio en embarcaciones mercantes, los jugadores
profesionales y en general, todos aquellos que ejecutan su actividad en medios donde
las costumbres tienen especial trascendencia.

De la recusación e inhibición de los árbitros en el arbitraje establecido en la Ley


Orgánica Procesal del Trabajo

La designación de los árbitros es un aspecto sensible en el arbitraje laboral para


la resolución de conflictos individuales de trabajo, por tanto, la existencia de motivos
que hagan pensar en el quebrantamiento de los valores de independencia e
imparcialidad de los terceros llamados a conocer del conflicto, requiere del análisis
que se realiza de seguida.

En relación a las nociones de independencia e imparcialidad Aguilar Álvarez


(citado por Bonnemaison, 2006, p. 66) sostiene que, “…se establece que la
independencia engloba la relación entre el árbitro y las partes, mientras que la
imparcialidad –más como una obligación ética esencial del árbitro– se refiere a la
relación entre el árbitro y el tema de la controversia”

La LOPT en el artículo 142 prevé la posibilidad de que los árbitros se abstengan


de conocer o sean instados por las partes a no hacerlo, cuando existan alguna de las
causales de inhibición o recusación establecidas en los artículos 33 eiusdem.

61
En palabras de Bonnemaison (2006, p. 66) los hechos que dan lugar a la
inhibición o recusación de un árbitro pueden ser “…unos de carácter objetivo
fácilmente localizables en el tiempo, y otros de carácter subjetivo que presentan
algunos indicios que permiten su objetivación”. En función de lo anterior, los motivos
de recusación pueden existir antes de la designación o ser sobrevenidos.

Las causales de inhibición y recusación establecidas en la Ley adjetiva laboral


coinciden con algunas de las indicadas en el régimen general previsto en el artículo
82 del CPC, sin embargo, no consideran como causales de inhibición y/o recusación
del juez con competencia laboral y en consecuencia de los árbitros que ejercerán la
potestad función jurisdiccional para decidir controversias de contenido laboral,
algunas circunstancia que consideramos pueden presentarse.

En caso de existir alguna de las causales establecidas en el régimen general


previsto en el CPC no incluidas en el artículo 33 de la LOPT, se considera que el juez
o árbitro involucrado o la parte que tenga motivos para considerar afectada la
imparcialidad de quien juzgará el conflicto, puede proceder a inhibirse o recusar
conforme al artículo 82 del CPC aplicable al proceso laboral por remisión del artículo
11 de la LOPT, salvo que las partes –en el acuerdo arbitral– hayan pactado un
procedimiento distinto o la exclusión expresa de las normas procesales generales.

La LOPT no establece un procedimiento para conocer y decidir de la inhibición


o recusación de los árbitros, por tanto, resulta necesario determinar cuál es el
mecanismo más idóneo para proceder.

En criterio de Sarmiento (2004, p. 595) “…el régimen que debe regir es el


previsto por la LOPT para los jueces de la jurisdicción laboral”, el cual está
establecido en el artículo 34 de la LOPT y que consiste en el conocimiento por parte
de un juez de mayor jerarquía en caso de los cuales sea controvertido la conveniencia
de que un juez de SME o de juicio conozcan de la causa, mientras que, en el caso de

62
los jueces superiores se designará el conocimiento de la recusación o la inhibición a
otro juez superior.

En el arbitraje laboral el régimen antes indicado tendría razonabilidad si se


considera que el arbitraje puede ser solicitado y establecido cuando la controversia se
encuentre en el primer grado de conocimiento, de manera que, la inhibición o
recusación de los árbitros, sea asimilada a la de un juez de primera instancia y
conocida por un juez superior, pero no es posible olvidar que el tratamiento dado por
la norma adjetiva a la inhibición o recusación de los árbitros atiende a la estructura
piramidal de la organización judicial, la cual es inexistente frente al arbitraje.

En el régimen general tenemos que el artículo 620 del CPC dispone que, “de la
recusación de los árbitros conocerá el mismo juez ante quien se designe”, esta
alternativa tiene como punto de partida que la designación de los árbitros corresponde
a las partes y el juez sólo la presencia, mientras que en el régimen de la LOPT el juez
es quien designa a los árbitros de una lista cerrada establecida por el Tribunal
Supremo de Justicia, en consecuencia, se le estaría solicitando que revise la idoneidad
de los sujetos que él ha designado previamente, aunque la norma hace referencia a
que la elección ocurrirá al azar, no es descartable que el juez al decidir sobre la
designación emplee algún parámetro subjetivo u objetivo, lo cual sería imposible de
controlar y causaría conflicto al decidir de la inhibición o recusación.

En atención a lo anterior, resulta necesario que el legislador revise el régimen


establecido en el Título VII, Capítulo III de la LOPT, llenando las lagunas y
considerando la institución arbitral en su conjunto; mientras ello ocurre y en caso de
presentarse algún conflicto de este tipo, es conveniente proceder conforme al
procedimiento previsto para la inhibición y recusación de los jueces con competencia
laboral, tal como lo sugiere Sarmiento.

63
Al analizar la clasificación del arbitraje se indicó que se revisaría sólo aquellas
que pudieran guardar relación con el arbitraje laboral, determinando que era relevante
lo relativo al sistema de elección de los árbitros y al sentido y alcance de la decisión.

El arbitraje laboral es institucional o independiente

En el arbitraje laboral la designación de los árbitros corresponde al juez ante


quien se solicite, empleando una lista cerrada establecida por el Tribunal Supremo de
Justicia, sistema ante el cual es pertinente revisar si se convierte en un arbitraje
institucional o si conserva las notas de independencia.

De acuerdo a la definición más sencilla el arbitraje institucional es aquél en el


que las partes en ejercicio de la autonomía de la voluntad, eligen someterse a normas
de procedimiento pre establecidas por el centro arbitral escogido, entre ellas, el
sistema de elección de los árbitros mediante listas cerradas establecidas previamente.

El arbitraje institucional tiene como notas características que el reglamento del


centro de arbitraje se incorpora al acuerdo arbitral, facilitando lo relativo al
procedimiento y, que personal capacitado al servicio de esos centros administra el
arbitraje asegurándose del pago oportuno de los honorarios y los gastos, y facilitando
el mejor desarrollo el proceso arbitral, todo lo cual supone una mayor seguridad
jurídica y una rápida solución.

El Centro Empresarial de Conciliación y Arbitraje (CEDCA) indica que en el


arbitraje institucional el centro de arbitraje es aquel “ …cuya función es la de
administrar el proceso, proveer los servicios necesarios para su realización,
proporcionar a las partes una lista de Árbitros y establecer las reglas de
procedimiento”.

En el arbitraje independiente las partes en ejercicio de la autonomía que les


caracteriza, designan a los árbitros, identifican la controversia, determinar el derecho
aplicable al fondo del asunto, dictan las reglas de procedimiento y el sentido y
alcance de la decisión.

64
La designación de los árbitros por el juez no es suficiente para sostener que el
arbitraje previsto en la LOPT es un arbitraje institucional, si bien es cierto que tiene
como característica común con el arbitraje institucional que los árbitros son elegidos
de una lista pre determinada, las partes en el arbitraje institucional ejercen su
voluntad al elegir el centro de arbitraje al cual se someterán, escogiendo de forma
indirecta quienes serán los candidatos a árbitros, pues las listas de cada centro son
públicas y renovadas con frecuencia.

En el arbitraje laboral las partes no intervienen de forma alguna en la


designación de los árbitros, sin embargo, conservan la posibilidad de organizar el
procedimiento, siendo cuestionable que el legislador haya establecido en la Ley el
tiempo de duración del proceso arbitral al fijar un plazo de 30 días para producir el
laudo arbitral, sin dejar a salvo la posibilidad de que las partes acordasen un tiempo
adicional si lo considerasen necesario.

El arbitraje laboral es un arbitraje independiente que cuenta con una


injustificada y excesiva intervención judicial, de allí que, de reformarse la LOPT sería
necesario sincerar la institución, estableciendo un arbitraje en el cual las partes sean
realmente libres para fijar las reglas en ejercicio de la autonomía de la voluntad o la
posibilidad de acudir al arbitraje institucional, sin que se considere que se pone en
peligro la irrenunciabilidad de los derechos laborales y la noción de orden público
interno. Esto no es pedir mucho, simplemente se trata de desarrollar el espíritu del
constituyente plasmado en la CRBV.

El alcance de la decisión en el arbitraje laboral

El sentido y alcance de la decisión contenida en el laudo arbitral es determinada


por las partes en el acuerdo arbitral, estándoles permitido en materia comercial y en el
régimen previsto en el CPC, acordar que la decisión sea tomada conforme a Derecho
o con fundamento en la Equidad, por tanto, el alcance del laudo es una discusión
superada en aquellas áreas en las que los MARC se convierten en alternativas

65
eficaces, pero que cobra vida en el arbitraje en materia laboral visto las ambigüedades
de la LOPT.

Tradicionalmente las nociones de irrenunciabilidad de los derechos laborales,


entendida como aquel principio que prohíbe disponer en detrimento de los
trabajadores de los beneficios económicos otorgados a éstos en la legislación vigente,
reñía con la institución arbitral, divorcio que ha sido superado, pero subsisten las
dudas respecto a la posibilidad de decidir los conflictos de trabajo con base en la
conveniencia de la decisión para las partes y no con fundamento en la norma jurídica.

Actualmente el carácter irrenunciable de los derechos laborales coexiste con la


noción de transigibilidad, disponiendo la LOT y su reglamento de forma expresa la
posibilidad de someter a transacción el contenido de éstos, como mecanismo para
poner fin a un litigio pendiente o precaver uno eventual, atribuyéndole el carácter de
cosa juzgada.

El análisis de la noción de orden público, como otra de las condiciones que


hacen dudar de la viabilidad del arbitraje de equidad en materia laboral, debe partir
del carácter intangible de éste y del contenido diverso que tiene en cada ordenamiento
jurídico, pues como lo indica Mezgravis (2009, p. 811), “…atiende a los principios
fundamentales de la justicia y la moral o a los interés esenciales del Estado en materia
política, social y económica”.

En Venezuela el Tribunal Supremo de Justicia ha indicado que el orden público


es una noción, que cristaliza todas aquellas normas de interés público que exigen
observancia incondicional, y que no son derogables por disposición privada.

El arbitraje debe ser deslindado de la noción de orden público por cuanto, existe
la posibilidad de someter a este medio alterno de resolución de conflictos materias en
las cuales pudiera estar interesado el orden público pero que al ser objeto de
transacción puedan serlo también de arbitraje.

66
La noción de orden público interpretada de caras al derogado artículo 2 del
CPC condujo al error de calificar de inarbitrables aquella controversias donde existía
tal interés, tratamiento que distorsionó el carácter de orden público y que fue
superado con la entrada en vigencia de la LAC y de la Ley de Derecho Internacional
Privado (LDIP, 1999), momento a partir del cual se ha trasladado el punto focal para
determinar la imposibilidad de someter alguna materia a arbitraje del interés del
orden público a la contrariedad del ese orden público como limitante.

De lo indicado por Zuleta (2004, p. 547) se infiere que para ésta la respuesta
acerca del alcance de la decisión de los árbitros, viene determinada por la vía de
impugnación establecida en la LOPT, dado que el laudo arbitral sólo será recurrible
mediante recurso extraordinario de casación, por lo tanto, no les estaría permitido a
los árbitros decidir conforme a la equidad.

Al interpretar el artículo 146 de la LOPT Meza y Navarro (2004) sostienen que


al tener la junta arbitral las más amplias facultades para decidir el asunto planteado,
ello daría cabida a que el arbitraje puede ser de equidad o de derecho, dando los
autores respuesta a la disyuntiva que se plantea acerca de la coexistencia de las
nociones de irrenunciabilidad y orden público de cara a la equidad, señalando
“Conforme al artículo 60 de la Ley Orgánica del Trabajo, la equidad constituye
fuente de Derecho del Trabajo y, por ende, puede ser considerada incluso por un juez
para decidir una controversia laboral sometida a su conocimiento”.

En nuestro criterio las inquietudes que surgen ante el silencio de la Ley adjetiva
laboral sólo pueden ser satisfechas con la puesta en práctica de la institución arbitral y
los análisis que surgirán al conocer de la impugnación de las decisiones contenidas en
los laudos arbitrales, por ahora, el único elemento que hace dudar de la posibilidad de
que los árbitros decidan conforme a la equidad los conflictos individuales de trabajo,
lo constituye el hecho de que el laudo arbitral estará sometido al recurso de casación,
cuanto se dé alguna de las causales establecidas taxativamente en la Ley, régimen de
impugnación que es ineficaz para controlar una decisión dictada con base en la

67
equidad, pues como se sabe, la función primordial de la casación consiste en controlar
la legalidad de los fallos de última instancia velando por la correcta interpretación de
las leyes y la correcta aplicación del derecho.

Del contenido del laudo y sus formalidades

El contenido del laudo, las formalidades vinculadas a su publicación y/o


notificación y los efectos de éste, son aspectos no regulados en la LOPT, sin
embargo, en la tarea de comprender la institución prevista en el Título VII, Capítulo
III de la Ley adjetiva laboral, es necesario su análisis.

Tal como se indicó en el Capítulo I el laudo arbitral es la decisión de los


árbitros que resuelve las cuestiones que las partes le sometieron a éstos, decisión que
al quedar definitivamente firme tendrá autoridad de cosa juzgada y en consecuencia
los efectos de la sentencia como la coercibilidad, la inmutabilidad y la
ininpugnabilidad.

En criterio de Bonnemaison (2006, p. 93) el laudo es una decisión expresa y


dirimitoria, por consiguiente señala que, “…no debe contener ambigüedades,
vacilaciones, oscuridades, ni insuficiencias, para que pueda expresar categóricamente
los hechos tramitados y el derecho aplicable al caso arbitral decidido”.

El laudo arbitral al igual que la sentencia dictada por un juez integrante del
poder judicial debe ser suficiente en sí mismo para garantizar su fin último, que no es
más que dirimir un conflicto entre particulares y devolver la paz social quebrantada a
consecuencia de éste, de allí que sea trascendente los términos en que es dictado,
reconociéndose la posibilidad de ser corregido o aclarado, pues se busca generar
certeza acerca de lo resuelto y que éste sea susceptible de ejecución inmediata.

La LAC en el artículo 31 dispone que, el laudo arbitral debe ser notificado a las
partes, de manera que, comience a transcurrir el lapso dentro del cual se podrá
solicitar aclaratorias y complementos o interponer contra éste recurso de nulidad;
mientras que en el régimen establecido en el artículo 625 CPC, se hace referencia a la

68
publicación del laudo por parte del juez ante quien fueran designados los árbitros,
oportunidad a partir de la cual transcurrirán los lapsos para los recursos que haya
lugar.

Surge así la inquietud acerca de la formalidad que deberá cumplir el laudo en


materia de conflictos individuales de trabajo, visto el silencio de la LOPT.

En criterio de Sarmiento (2004, p. 608), “Una interpretación literal de la


voluntad legislativa permite afirmar que el laudo arbitral no está sujeto a una
formalidad de publicación, como una sentencia judicial”.

Compartimos el criterio de Sarmiento en relación a que el laudo arbitral en


materia laboral no está sujeto a publicación, sin embargo, discrepamos respecto a que
el lapso para la interposición de los recursos comenzará a trascurrir una vez que el
laudo sea agregado a los autos, sin necesidad de que medie notificación a las partes.

De acuerdo a la Ley, la junta arbitral tendrá un lapso de 30 días para desarrollar


el proceso arbitral y producir la decisión, por tanto, el laudo puede ser dictado en
cualquier momento y en principio las partes no tendrían ningún orden consecutivo
que les permita conocer o presumir cuando se dictará la decisión, a diferencia de lo
que ocurre en el proceso laboral, en donde la oportunidad para dictar el dispositivo
del fallo y el texto íntegro de la sentencia está establecido expresamente en la norma
y las partes tienen certeza del lapso para la interposición de los recursos, por lo que,
la notificación no tiene carácter relevante.

A los fines de garantizar a las partes el oportuno conocimiento del laudo y la


posibilidad de ejercer tempestivamente el recurso de casación si están dados los
extremos establecidos en la LOPT, consideramos que el lapso para la interposición
del recurso deberá computarse una vez vencido el lapso otorgado a la junta arbitral
para desarrollar el proceso arbitral y dictar su decisión, independiente del momento
en el cual sea dictada ésta dentro del lapso de 30 días establecido en la Ley adjetiva
laboral.

69
La LOPT y el CPC nada indican acerca del contenido del laudo por tanto,
queda abierta la posibilidad a aplicar analógicamente las normas del CPC para las
sentencias dejando a salvo las particularidades del proceso arbitral, en especial, las
derivadas del principio de la autonomía de la voluntad y la ausencia de formalismos,
el laudo debería contener los elementos establecidos para ésta, con relevancia de la
fecha y el lugar del arbitraje, no sólo a los fines de establecer lo relativo al transcurso
del lapso de interposición de los medios de impugnación y el carácter nacional o
internacional del arbitraje, sino también lo relativo a la observancia del plazo
establecido en el artículo 148 de la LOPT, transcurridos el cual caducará el arbitraje y
los árbitros perderán jurisdicción sobre la controversia.

De la ejecución del laudo en materia laboral

El análisis del arbitraje como medio alternativo para resolver conflictos


individuales de trabajo no estaría completo si no se revisa lo relativo a la ejecución
del laudo definitivamente firme, cuando la parte perdidosa se niega a cumplirlo
voluntariamente, aspecto en el cual se pone de manifiesto la inconsistencia de la Ley
adjetiva laboral, al establecer cual órgano dentro de la estructura piramidal del poder
judicial conocerá de la ejecución.

De acuerdo a lo indicado en los capítulos precedentes, el proceso arbitral está


sustentado en el principio de autonomía de la voluntad de las partes, al cual está atado
el carácter obligatorio del laudo y el cumplimiento voluntario de éste.

Si las partes faltan al deber de cumplir la decisión dictada por los terceros
escogidos por éstos, el poder judicial a solicitud de la parte ganadora podrá conocer
de la ejecución y realizar actividades orientadas a dar cumplimiento a lo decidido, en
ejercicio de la potestad de coercibilidad que sólo detenta los Tribunales de la
República.

70
La LOPT nada indica acerca de la ejecución del laudo arbitral por lo tanto,
podría considerarse aplicable el régimen general establecido en el CPC, por remisión
del artículo 11 de la Ley adjetiva laboral.

El CPC en el Título dedicado al arbitramento tampoco regula lo relativo a la


ejecución del laudo, por lo que podría considerarse aplicable la normativa referida a
la ejecución de sentencias. Ahora bien, el artículo 628 el CPC establece que el juez
competente en primera instancia para conocer de todo lo relativo al arbitraje será el
que fuere competente para conocer del asunto sometido a arbitramento.

Para determinar quien sería el juez competente en materia laboral es necesario


revisar la estructura establecida en el artículo 14 de la LOPT, en virtud del cual los
tribunales del trabajo serán los tribunales que conocen en primera instancia, los
tribunales superiores del trabajo que conocen en segunda instancia y la Sala de
Casación Social del Tribunal Supremo de Justicia, consagrando el artículo 15
eiusdem, que cada circuito judicial tendrá dos instancias y que la primera instancia
está integrada por los tribunales de sustanciación, mediación y ejecución del trabajo,
y los tribunales de juicio del trabajo.

Los tribunales de primera instancia de juicio por mandato de la LOPT son los
competentes para conocer y decidir los conflictos derivados de las relaciones de
trabajo, mientras que la competencia para ejecutar las decisiones dictadas por éstos
corresponderá a los jueces de SME, esquema organizacional que ha rendido buenos
frutos en el proceso laboral y así lo confirman las estadísticas desde la entrada en
vigencia de la Ley, pero que podría entorpecer la ejecución de los laudos arbitrales.

Visto la estructura de los tribunales del trabajo consideramos que la laguna de


la LOPT respecto al tribunal competente para conocer de la ejecución forzosa de un
laudo arbitral, no tiene solución en el régimen general previsto en el CPC por cuanto,
establece como competente al juez que conocería del conflicto de no haber sido
excluido del conocimiento del poder judicial, el cual sería el juez de primera instancia

71
de juicio, quien no tiene competencia legal para ejecutar sentencias, en consecuencia,
sería incompetente para ejecutar el laudo arbitral al ser éste equiparable a aquella si se
le reconoce el aspecto jurisdiccional al arbitraje.

En atención al análisis que antecede y al régimen previsto en la LOPT la


ejecución forzada de los laudos arbitrales en materia de conflictos individuales del
trabajo, correspondería a los tribunales de SME.

Del régimen de impugnación del laudo arbitral de acuerdo a la Ley Orgánica


Procesal del Trabajo

Tal como lo indica Bonnemaison la LAC prevé que en materia comercial el


laudo puede ser inmotivado, si las partes en ejercicio de la autonomía de la voluntad
así lo han establecido en el acuerdo arbitral, posibilidad que responde a las
características del proceso arbitral y al depósito de confianza que las partes efectúan
en los árbitros y en la sujeción voluntaria a lo que éstos decidan; en materia laboral
las partes al recurrir al arbitraje también depositan confianza en los árbitros, sin
embargo, la motivación del laudo tiene el mismo carácter trascendente que tiene la
motivación en la sentencia al constituirse –según palabras de Couture (citado por
Hung, 2001, p. 205) – en “…un medio para ejercer función contralora sobre la
actividad intelectual del órgano ante el caso concreto”, al establecer en el artículo 149
de la LOPT el recurso extraordinario de casación como medio per saltum de
impugnación del laudo.

La sentencia como acto de juzgamiento es el resultado de una actividad mental


por parte del juez, quiere decir ello que, es susceptible al error. El error puede
verificarse en la ejecución de los actos procesales en el curso del procedimiento, bien
sea en su forma o en su estructura, dando lugar a los denominados errores in
procedendo; o en el fondo del proceso vulnerando el derecho discutido, aplicando una
ley inaplicable, aplicando mal la ley aplicable o negando aplicación a la ley aplicable,
configurándose en todos los supuestos errores in iudicando.

72
Couture (citado por Hung, 2001, p. 211) califica de nula a la sentencia cuando
la afectan vicios in procedendo y de injustas a aquellas sentencias que ha incurrido en
errores in iudicando. En ambos casos el recurso es la posibilidad que se le brinda a las
partes de resarcir los efectos de una decisión producto de un manejo errado del
procedimiento o de una errónea comprensión del conflicto.

En el hilo argumentativo que se viene desarrollando el recurso de casación sería


un medio eficaz para controlar la idoneidad de una decisión dictada en un proceso
ante los órganos judiciales, sin embargo, no lo es para controlar la decisión contenida
en el laudo arbitral, en atención a los principios que rigen este medio alternativo de
resolución de conflicto.

El laudo arbitral es el producto de un proceso conducido por las partes, quienes


determinan el procedimiento y las reglas con miras a procurarse soluciones expeditas
y sin estar sujetas a formalismos, por tanto, la interposición de recursos contra éste no
puede someterle a un análisis en el cual se le exija cumplir con el Derecho
objetivamente considerado so pena de nulidad, ni convertirse en una vía alternar para
conseguir una nueva decisión acerca del hecho controvertido.

La inclusión del recurso de casación como medio de impugnación del laudo en


materia de conflictos individuales del trabajo, constituye una excepción, por cuanto,
como se analizó en el Capítulo I, el recurso de nulidad es determinado por buena
parte del Derecho comparado como el medio idóneo para impugnar el laudo arbitral,
con base a presupuestos taxativos y cerrados.

De acuerdo a lo establecido en el artículo 43 de la LAC la interposición del


recurso de nulidad no paraliza la ejecución del laudo, “salvo que a solicitud de la
parte recurrente el tribunal así lo ordene previa constitución por el recurrente de una
caución que garantice la ejecución del laudo y los perjuicios eventuales en el caso de
que el recurso sea rechazado”.

73
El régimen antes indicado tiene como fin último garantizar que el recurso de
nulidad no sea tragiversado y empleado como un mecanismo para enervar la
institución arbitral comprometiendo su eficacia, al retardar en el tiempo la ejecución
de la decisión que es dictada por los árbitros.

El recurso de casación tiene como consecuencias naturales que la decisión


contra la cual se interpone no es ejecutada hasta tanto el recurso sea decidido y que al
decidirlo la Sala de Casación Social entre a conocer del fondo de la controversia, es
habitual en la casación laboral la decisión sin reenvío.

Las consecuencias naturales del recurso de casación evidencian la


incompatibilidad de ese medio recursivo con el sistema arbitral y la inconveniencia
de haber establecido a este recurso extraordinario como el medio de impugnación de
los laudos arbitrales en materia de conflictos individuales del trabajo, sin dejar abierta
la posibilidad de que las partes decidieran acerca de la posibilidad de otorgar caución
en pro de la ejecución, silencio que perjudica especialmente al trabajador, quien de
resultar ganador no podrá ejecutar la decisión si el empleador interpone el recurso de
casación, sin entrar a mencionar la posibilidad de que éste sea empleado como una
vía alterna para enervar con posterioridad al proceso arbitral el acuerdo de las partes
de someterse a ésta vía.

Consideramos que la incorporación del recurso de casación como medio de


impugnación del laudo en materia de conflictos individuales de trabajo, es un reflejo
de la desconfianza en la institución arbitral como medio alterno para conocer de
derechos irrenunciables por mandato constitucional, en una visión en la que la
institución se considera un régimen de excepción y no un régimen de opción, por ello,
la reforma de la LOPT debe abordar el régimen de impugnación del laudo arbitral.

La reforma de la LOPT deberá colocarse en sintonía con el resto de la


legislación consagrando el recurso de nulidad como medio de impugnación del laudo
en materia de conflictos individuales del trabajo, estableciendo en términos claros el

74
procedimiento y el tribunal competente para conocer e incorporando las cauciones,
las multas o las costas como herramientas ante la interposición maliciosa de recursos,
todo en ello en pro de garantizar que la eficacia de la institución arbitral no se
desnaturalice a consecuencia del ejercicio indiscriminado de medios de impugnación,
pues el interés de las partes antes de iniciar el proceso arbitral era obtener soluciones
expedidas y excluir el conocimiento del asunto del poder judicial.

75
CONCLUSIONES

Luego de haber desarrollado la presente investigación, a continuación se


presentan las conclusiones respectivas:

El arbitraje es parte del sistema de justicia en Venezuela por lo tanto, el


legislador tiene el deber de dictar la normativa necesaria para su desarrollo como
medio alternativo para la resolución de conflictos.

Los ciudadanos tienen derecho a acudir al arbitraje como una vía alterna para la
resolución de sus conflictos, excluyendo el conocimiento del poder judicial, sin que
ello constituya un régimen de excepción sino un régimen de opción, por cuanto, el
arbitraje en su condición de medio alternativo para la resolución de conflictos al
integrar el sistema de justicia, se vincula con el derecho a la tutela judicial efectiva
recogido en el artículo 26 de la CRBV.

El arbitraje responde al principio de autonomía de la voluntad, en consecuencia


toda disposición legal que pretenda regular este medio alterno de resolución de
conflictos limitando la capacidad de las partes de establecer las reglas y el
procedimiento aplicable, es contraria a derecho y debe ser eliminada del
ordenamiento legal vigente.

El arbitraje es un medio viable para la resolución de conflictos individuales de


trabajo, no constituye una limitante a éste la noción de irrenunciabilidad de arropa a
los derechos de contenido laboral, por mandato constitucional.

El carácter irrenunciable de los derechos de contenido laboral y la noción de


orden público pueden coexistir con el principio de autonomía de la voluntad de las
partes.

El arbitraje previsto en la Ley Orgánica Procesal del Trabajo no se ha


desarrollado desde su entrada en vigencia, a consecuencia del protagonismo

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concedido al poder judicial y las restricciones al principio de autonomía de la
voluntad de las partes.

En atención al principio pro arbitraje que se deriva de la CRBV y que ha sido


ratificado tanto por la doctrina calificada como por la jurisprudencia, las partes
podrían pactar el arbitraje como medio alterno para la resolución de conflictos
individuales de trabajo, antes de que surja el conflicto.

El procedimiento establecido en la LOPT para la designación de los árbitros


hace innecesario que éstos manifiesten la aceptación al cargo, por cuanto, al colocarse
a la orden del máximo tribunal de la República han aceptado ejercer el cargo de
árbitros, sin embargo no excluye la necesidad de que sean notificados de la
designación para un caso en concreto y de que puedan alegando los motivos
establecidos en la legislación vigente, inhibirse de conocer o ser recusado por alguna
de las partes.

Es necesario que el legislador revise el régimen establecido en el Título VII,


Capítulo III de la LOPT, considerando la institución arbitral en su conjunto; mientras
ello ocurre y, en caso de presentarse algún conflicto respecto a la capacidad subjetiva
de los sujetos designados para desempeñarse como árbitros, es conveniente proceder
conforme al procedimiento previsto para la inhibición y recusación de los jueces con
competencia laboral.

El arbitraje laboral es un arbitraje independiente que cuenta con una


injustificada intervención judicial, de allí que, de reformarse la LOPT sería necesario
sincerar la institución, estableciendo un régimen en el cual las partes sean realmente
libres para fijar las reglas en ejercicio de la autonomía de la voluntad o la posibilidad
de acudir al arbitraje institucional, sin que se considere que se pone en peligro la
irrenunciabilidad de los derechos laborales y la noción de orden público interno.

77
De acuerdo con el régimen previsto en la LOPT la ejecución forzada de los
laudos arbitrales en materia de conflictos individuales del trabajo, correspondería a
los tribunales de SME.

La reforma de la LOPT deberá colocarse en sintonía con el resto de la


legislación, consagrando el recurso de nulidad como medio de impugnación del laudo
en materia de conflictos individuales del trabajo, estableciendo en términos claros el
procedimiento y el tribunal competente para conocer e incorporando las cauciones,
las multas o las costas como herramientas ante la interposición maliciosa de recursos,
todo en ello en pro de garantizar que la eficacia de la institución arbitral no se
desnaturalice a consecuencia del ejercicio indiscriminado de medios de impugnación

El laudo arbitral en materia laboral no está sujeto a publicación, no obstante,


éste debe ser notificado a las partes a los fines de garantizar el oportuno conocimiento
del laudo y la posibilidad de ejercer tempestivamente el recurso de casación si están
dados los extremos establecidos en la LOPT.

Una vez revisado el régimen previsto en la Ley Orgánica Procesal del Trabajo
para el arbitraje, en especial, las normas que hacen cuestionar su naturaleza jurídica, a
la luz de los principios rectores de los medios alternativos de resolución de conflicto
y en conjunto con el resto del ordenamiento constitucional y legal venezolano, se
obtiene como respuesta a los objetivos propuestos la ineficacia de la institución a
consecuencia de la incompatibilidad que encierra el régimen legal vigente, al
colocarse como eje central del arbitraje el principio de irrenunciabilidad de los
derechos laborales en función de una noción tergiversada del orden público.

Las condiciones antes indicadas han derivado en excesivos controles por parte
del Estado a través de los miembros del poder judicial, configurando la transgresión
de la autonomía de la voluntad y en definitiva en la inoperatividad de la institución.

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