Monografía - Historia de La Diplomacia
Monografía - Historia de La Diplomacia
Monografía - Historia de La Diplomacia
INTRODUCCIÓN…………………………………………………………………………..…4
OBJETIVO GENERAL……………………………………………………………………..…5
JUSTIFICACIÓN……………………………………………………………………………...5
METODOLOGÍA……………………………………………………………………….….….5
DESARROLLO…………………………………………………………………………….….6
CONCLUSIÓN……………………………………………………………………………….16
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS………………………………………………………..22
REVOLUCIÓN AMÉRICANA
REVOLUCIÓN FRANCESA
INTRODUCCIÓN
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OBJETIVO GENERAL
Establecer las fundamentales diferencias o semejanzas en el objeto de las
Revoluciones Americana y Francesa respectivamente.
Resaltar el valor histórico e influyente de las mismas en las relaciones
diplomáticas actuales.
METODOLOGÍA
La metodología es documental y de tipo informativa. En ese sentido, “la
investigación documental, o bibliográfica, es aquella en la que se obtiene,
selecciona, organiza, interpreta, compila y analiza información acerca una
cuestión que es objeto de estudio a partir de fuentes documentales. Estas fuentes
pueden ser de todo tipo, como libros, hemerografía, registros audiovisuales,
recortes de periódico, entre otros. Se trata de una técnica muy usada en ciencias
sociales y es de tipo cualitativo”
Asimismo, “la investigación documental informativa pretende informar
sobre aquello que tiene relevancia con un tema específico. Se describe el objeto
de estudio con todos los detalles posibles, ordenando y seleccionando toda la
información existente previa a la redacción del trabajo mismo”. (Montagud,
2021)
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REVOLUCIÓN AMERICANA (1765-1783)
La Revolución Americana fue un alzamiento político en las Trece
Colonias Británicas a partir de 1765, que estalló en una guerra en 1775, y
culminó con la independencia de los Estados Unidos en 1783.
La Revolución Americana (en inglés: American Revolution), Revolución
estadounidense, Revolución norteamericana o Revolución de las Trece Colonias
fue un conflicto político que se inició en las Trece Colonias Británicas en
Norteamérica en 1765 como rechazo a una serie de leyes e impuestos
establecidos por el parlamento británico para intentar recuperar la economía
británica de una severa crisis financiera provocada por la Guerra de los Siete
Años en Europa.
La Guerra de los Siete años
Fue un conflicto a escala global que ocurrió entre 1756 y 1763 que
enfrentó una coalición de Gran Bretaña y sus aliados, contra una coalición de
Francia y sus aliados. Se inició como consecuencia de los reclamos británicos y
franceses sobre territorios en el actual Ohio. En Norteamérica fue una guerra por
la supremacía colonial, mientras que en Europa, Austria (aliado de los
británicos) reclamaba los ricos territorios de Silesia que había perdido en la
Guerra de Sucesión Austriaca.
En la Guerra de los Siete Años los británicos lograron la supremacía de
los mares, cortando la cadena de suministro de Francia a sus colonias en
Norteamérica. Unos miles de franceses mal abastecidos no pudieron hacer frente
a casi un millón de colonos ingleses que contaban con el apoyo de Gran Bretaña.
Cuando la fortaleza de Montreal cayó a manos de los británicos, el imperio
francés desapareció de Norteamérica. Con la firma del Tratado de París en 1763,
Francia recuperó sus preciadas islas de Guadalupe y Martinica ricas en
producción de azúcar, pero cedió en cambio a los británicos, cualquier derecho o
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reclamo sobre los vastos territorios al norte de Norteamérica que se encontraban
bajo su control antes de la guerra.
Después de la guerra los británicos enfrentaron una serie de problemas
financieros y geopolíticos. El primer problema se presentó con la necesidad de
gobernar, financiar y proteger nuevos y extensos territorios adquiridos durante el
conflicto. En Norteamérica los británicos ahora tenían la responsabilidad del
Canadá y los territorios al este del Misisipi. También adquirieron de España
(aliada de Francia en la guerra) el control sobre Florida oriental y occidental.
Financiar la administración de estos territorios era un problema crítico al final de
la guerra. El segundo problema de Gran Bretaña fue el endeudamiento masivo
como consecuencia de la guerra. Para complicar aún más la situación
económica, el gobierno británico enfrentó crecientes protestas por el incremento
de los impuestos a los habitantes de las islas británicas.
Para el siglo XVIII, las trece colonias británicas poseían una importante
capacidad económica y crecientes números demográficos. Unos 2.5 millones de
colonos habitaban en las 13 colonias británicas, en comparación con unos
100.000 colonos en las américas españolas. Esto se debió a los grandes
movimientos migratorios desde Inglaterra hacia el Nuevo Mundo, donde
existían nuevas oportunidades y vastos territorios. La economía de las Trece
Colonias era diversificada. Los colonos llevaron ganado de todo tipo y los
cultivos más valiosos. Pero también descubrieron los cultivos aborígenes como
el maíz, que proporcionaba mucho más alimento que los tradicionales cereales
ingleses.
En 1764 el parlamento británico dictó dos leyes estableciendo sanciones
sobre las colonias en América. La primera de estas leyes, la Ley del Azúcar de
1764 (en inglés: Sugar Act), alarmó a los comerciantes norteamericanos de la
costa este ya que las aduanas comenzaron a recaudar tributos sobre la melaza, el
azúcar y otros productos de importación. Esto era una amenaza para la economía
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colonial puesto que los impuestos por importación tenían que pagarse con la
escasa reserva de monedas. La segunda medida, la Ley de la Moneda de 1764
(en inglés: Currency Act), restringió el uso de papel moneda que los
comerciantes británicos veían como una manera para evadir pagos. La Ley de la
Moneda causó tensiones entre Gran Bretaña y las colonias, donde fue
considerada como un “agravio importante”. Pero pocas protestas se llevaron a
cabo contra esta medida. De hecho, no era la primera vez que los británicos
prohibían la impresión de papel moneda en las colonias.
El 22 de marzo de 1765 el parlamento británico aprobó la Ley del Sello,
en la que por primera vez se estableció un impuesto a las colonias británicas en
América. En octubre de ese año las colonias se reunieron en el Congreso de la
Ley del Sello y rechazaron la autoridad del parlamento británico para imponer
impuestos o leyes sobre sin que estas tuviesen representación en el organismo.
Las colonias mantenían una posición de «No hay tributación sin representación»
(en inglés: No taxation without representation). La década siguiente el conflicto
político se agravó cuando el parlamento británico impuso nuevas leyes que eran
rechazadas por los colonos. Nuevas protestas emergieron hasta que en 1773 se
llevó a cabo el Motín del té, ocasionando que los británicos declarasen estado de
excepción, el cierre del puerto de Bostón y la instauración de las leyes
intolerables (en inglés: Intolerable Acts).
El 19 de abril de 1775 se inicia la Guerra de Independencia de los Estados
Unidos con las batallas de Lexington y Concord. El conflicto escaló a nivel
internacional. Los patriotas americanos más tarde se alinearon con Francia,
España y Holanda (que habían luchado contra los británicos en la Guerra de los
Siete Años). Gran Bretaña tuvo el apoyo de los lealistas, colonos americanos
que permanecieron leales a la corona británica durante la guerra y ofrecieron
levantarse en armas contra la revolución. El 4 de julio de 1776 el Congreso
Continental declara la Independencia de los Estados Unidos, y en 1789 entra en
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vigencia la nueva Constitución, primera en su tipo, que más tarde sirvió de
modelo para las democracias republicanas en el mundo. Sin embargo, la guerra
continuó hasta la firma del Tratado de París en 1783 en el que Gran Bretaña
reconoció la independencia de los Estados Unidos y cedió territorios al oeste de
las colonias que no estaban en disputa.
Estados Unidos fue el primer país en el continente americano en declarar
su independencia, ir a la guerra contra una potencia europea y obtener su
emancipación del control colonial.
Perfil de la nueva diplomacia de los Estados Unidos
El 17 de setiembre de 1787 quedó aprobada por la Asamblea General
Constituyente la Constitución de los Estados Unidos de América quedando
ratificada por los estados miembros y en consecuencia se convirtió en carta
fundamental el 4 de marzo de 1789. El 30 de abril del mismo año asume la
Presidencia de la República Jorge Washington, cuyo mandato dura hasta 1797.
Con este presidente se inicia la era constitucional americana bajo la carta magna
que viene rigiendo su destino soberano desde esa fecha.
Los Estados Unidos, se imponen desde su primer periodo presidencial,
una política firme y particular que le ayudará a fortalecerla y prepararla para el
lugar destacado que ocuparía más adelante. Jorge Washington al pronunciar su
discurso de despedida el 17 de setiembre de 1796 hizo una seria de
apreciaciones sobre la política internacional que han influido poderosamente en
la historia de los Estados Unidos a tal punto que puede considerarse una
posición que mantendrán los gobiernos que se sucedieron por más de un siglo.
Alrededor de esta política denominada aislacionista se produjeron las más
enconadas controversias entre los estadistas americanos.
El análisis de esta política ha tenido sus variantes y matices que los
gobiernos americanos han ido acomodando a la realidad del momento histórico
por el que atravesaba esa gran nación. No sería temerario encontrar un símil con
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la postura idéntica que en su época y oportunidad adoptó también Inglaterra
como denominador común de su política exterior.
Para una mejor compresión de las líneas maestras de esta política nada
mejor que transcribir los párrafos esenciales del discurso de Washington
(Farewell Adress). “…La principal regla de conducta que debemos observar
con respecto a las naciones extranjeras es la de ofrecerles nuestras relaciones
comerciales, teniendo con ellas tan escasos vínculos políticos como sea posible,
… Europa posee ciertos intereses primordiales que para nosotros tienen remota
o ninguna importancia. De ahí que se vea comprometida en frecuentes
controversias, cuyas causas son extrañas a nuestros intereses. Por consiguiente,
sería imprudencia nuestra ligarnos con lazos artificiales a las ordinarias
vicisitudes de su política o a las ordinarias alianzas y coaliciones…Nuestra
verdadera política consiste en mantenernos alejados de alianzas permanentes
con cualquiera porción del mundo extranjero, hasta donde tengamos libertad
para proceder así hoy día, pues no se me suponga capaz de favorecer la
infidelidad a los compromisos contraídos”
Debe reconocerse que las ideas de Washington sobre la política exterior
traslucían la madurez, rápidamente adquirida, por esa nación. Recogía asimismo
la experiencia obtenida por los Estados Unidos durante los años difíciles de la
guerra de la independencia como así mismo en los años subsiguientes durante la
administración del primer presidente, cuando en Europa se producen,
especialmente en Francia, hechos trascendentales que conmoverían
profundamente las viejas estructuras del antiguo régimen. Aparte de estas
circunstancias dos hechos debieron guiar la toma de posición supuestamente
aislacionista de los Estados Unidos. En primer término, no estar en condiciones
de entrar en competencia marítima con Inglaterra que en ese momento ejercía de
hecho el dominio del tráfico comercial con Europa y las Indias occidentales. Los
Estados Unidos eran una nación burguesa de comerciantes y terratenientes que
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debían buscar necesariamente la expansión. Hacia el mar le estaba vetado por el
momento entrar en coalición de intereses de Inglaterra. Los vastos territorios que
se extendían hacia el oeste americano le ofrecían la oportunidad de emprender
una expansión territorial, evitando cualquier situación conflictiva hacia el norte
para no chocar con los territorios de la antigua metrópoli. Hacia el oeste y el sud
estaba Francia ocupando Luisiana, España más hacia el sud con sus extensas
colonias. Siguiendo la línea del menor esfuerzo comenzó por atacar territorios
inmediatamente adyacentes a los montes Apalaches, territorios ocupados por los
indios. Para emprender este primer avance territorial se había gestado esa
política aislacionista que envolvía indirectamente una política de penetración
territorial. Ni la revolución francesa con las secuelas de las guerras napoleónicas
turbaría la posición adoptada por los Estados Unidos, por el contrario, le
favorecerían en su avance territorial hacia el océano Pacífico.
Resultados de la política enunciada son la declaración de neutralidad en la
guerra Franco-Inglesa de 1793, a pesar, de los lazos que les unían con Francia.
El segundo paso importante se produce en 1794 con la firma del tratado de
comercio con Inglaterra en condiciones poco favorables para los Estados
Unidos, que después de enconadas discusiones fue aprobado definitivamente por
el Congreso americano.
REVOLUCIÓN FRANCESA (1788-1799)
La Revolución francesa fue un movimiento político, social e ideológico
que se desarrolló en Francia, desde 1789 hasta 1804. Se inició con la Toma de la
Bastilla, el 14 de julio de 1789, y culminó con la coronación de Napoleón
Bonaparte como emperador de los franceses, el 2 de diciembre de 1804.
La Revolución francesa tuvo como protagonistas a opositores y
partidarios del Antiguo Régimen. Este sistema político, social y económico se
caracterizaba por la monarquía absoluta y una sociedad estamental dividida
legalmente en sectores privilegiados y no privilegiados.
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La Revolución francesa puso fin al absolutismo, el feudalismo, la
servidumbre y los privilegios del clero y la nobleza. Sus lemas fueron «libertad,
igualdad y fraternidad». Junto a la Revolución industrial, marca el comienzo a
una nueva época de la historia europea, conocida como Edad Contemporánea.
Las principales causas de la Revolución francesa fueron las siguientes:
Las arbitrariedades de un absolutismo monárquico que oprimía a la
mayoría de sus súbditos.
Una gran desigualdad social debido a las fuertes cargas (impuestos,
tributos y diezmo) que recaían sobre los campesinos franceses, quienes
con su trabajo debían mantenerse a sí mismos y a los grupos
privilegiados: la nobleza y el clero.
El descontento de sectores intelectuales por la falta de derechos y
libertades. Estos intelectuales estaban muy influidos por las ideas de la
Ilustración.
La crisis económica y financiera en la que se encontraba Francia. Los
excesos de gastos de la Corona y los gastos provenientes de la
participación en la guerra por la Independencia de Estados Unidos habían
provocado un déficit presupuestario.
Una serie de malas cosechas que provocaron aumentos desmedidos del
precio del pan, que era el principal alimento de los sectores populares.
Las aspiraciones de una burguesía en ascenso que deseaba que su posición
económica se correspondiera con su situación social y sus derechos
políticos.
Las principales consecuencias de la Revolución francesa fueron las
siguientes:
Fin del sistema feudal: la Revolución francesa suprimió todas las
expresiones del feudalismo, entre ellas la servidumbre, el pago de
tributos, los privilegios del clero y la nobleza.
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Declaración de nuevos derechos individuales: libertad, igualdad ante la
ley, abolición de la esclavitud, entre otros. Estas ideas se expandieron por
toda Europa e influyeron sobre los líderes de las revoluciones de
independencia en América.
Supresión de la monarquía absoluta y establecimiento de un sistema
republicano con división de poderes, elección de los funcionarios por
parte del pueblo y duración limitada en los cargos públicos.
Ascenso de la burguesía, que paulatinamente se transformó en el grupo
social predominante en Francia.
Extensión de la guerra en Europa, debido al intento de las monarquías del
continente de unirse para restaurar el Antiguo Régimen.
Ascenso al poder de Napoleón Bonaparte, como consecuencia de las
victorias militares contra las potencias extranjeras. El resultado fue
paradójico: Napoleón salvó a la Revolución francesa de sus enemigos
exteriores para luego terminar con ella y reemplazarla por un sistema
monárquico imperial. Tras su derrota se restauró la monarquía absoluta y
Luis XVIII fue coronado como rey de Francia.
Política Exterior
En 1789 comenzaba un prolongado capítulo que modificaría las
relaciones internacionales del viejo continente. La Revolución francesa venía a
trastocar las líneas que la diplomacia había llevado a lo largo del setecientos.
Comenzaba la guerra de la Convención y mientras que, en un primer
momento, la colaboración entre las dos coaligadas se daba de forma estrecha,
pronto fue causante de fricciones entre ellas. Tempranamente se
enfrentaron en el Mediterráneo, discutieron por los subsidios y surgieron
desavenencias.
Francia se desgastó y perdió durante los reinados de Luis XIV y Luis XV. La
nación en su conjunto llegó al finalizar el siglo XVIII a un estado socio-
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económico de madurez que le permitía exhibir una coherencia nacional que la
colocaba en un lugar de privilegio entre las potencias de Europa. Su
contribución a la independencia de las colonias americanas fue brillante y
facilitó en gran medida la derrota de Inglaterra.
La política exterior del Primer Imperio estuvo indudablemente marcada por
la guerra. De hecho, es imposible entender la realidad de Francia en esa etapa, si
no se considera que las ininterrumpidas campañas militares, condicionaron y
hasta determinaron la economía, la política interna, la cultura y la forma de vida
de los franceses durante este período.
Napoleón no tenía un esquema general de política exterior. De hecho, iba
abordando los proyectos y los problemas de uno en uno, con una impaciencia
que acababa degenerando en un deseo de abarcar más de lo que era posible.
La mala administración que sufría la nación, tenía por causa la ambición e
incapacidad de la nobleza que no comprendía la necesidad de introducir
reformas esenciales y modificar las viejas estructuras del “antiguo régimen”.
Francia poseía un recurso invalorable en su población agraria. Los 26 millones
de franceses constituían la agrupación más vigorosa del continente. La
monarquía hasburguesa contaba con otros tantos; los rusos llegaban a 40
millones; pero el bloque francés era concentrado y homogéneo. Sobrepasaba,
con mucho, la potencia demográfica de los estados alemanes y de Italia; por
muchísimo la de Inglaterra.
Solo de este modo se comprende la fuerza de recuperación que exhibe
Francia para soportar el continuo desgaste en hombres y bienes durante
veinticinco años de guerras continuadas en todos los frentes de Europa. Debe
reconocerse el genio militar y político de Napoleón Bonaparte que ocupa el
escenario europeo por ese lapso, pero tal empresa guerrera no la hubiera podido
realizar de no contar con la base de una nación vigorosa y homogénea salida de
una revolución que había sacudido sus cimientos ancestrales.
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La Revolución Francesa, donde la toma de la Bastilla es un mero
simbolismo, produce una honda transformación no por el impulso exclusivo de
estos pensadores y filosóficos. Es más bien una explosión popular que al
iniciarse el 14 de julio de 1789, se desborda en forma incontenible por toda
Francia y en todas las clases sociales. Tal es la potencia arrolladora de esta
fuerza que debe tardar casi diez años para encauzar ese movimiento sobre la
senda del verdadero progreso y grandeza de Francia.
La revolución trae consigo la implantación de nuevos moldes económicos y
políticos, sociales y religiosos dentro de Francia que consecuentemente debían
reflejarse en el campo de las relaciones internacionales.
En Europa, el crecimiento político y militar de Napoleón, atemorizaba a
muchas potencias que esperaban terminar con la influencia de la Revolución
Francesa en el continente. En general, existía una oposición ideológica como la
de Austria, que tomó parte en todas las coaliciones. Pero también existían otras
motivaciones. Gran Bretaña temía que su supremacía económica y geopolítica,
se viera amenazada por su atávica rival. En cuanto a Prusia, siendo un Estado
joven, aspiraba a conquistar más territorios - como parte de Polonia y los
pequeños Estados Alemanes - lo cual la condujo a participar de manera
ocasional en las coaliciones.
Finalmente, el Imperio ruso estaba decidido a impedir cualquier intromisión
en su área de influencia. Para detener a Francia, las potencias se organizaron por
medio de alianzas que se denominaron “coaliciones”, cuyo objetivo fundamental
era frustrar la amenaza de una posible hegemonía francesa en toda Europa.
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CONCLUSIÓN
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Relaciones Diplomáticas Paraguay – Taiwán - China
Paraguay ha tenido relaciones diplomáticas con la República China (en
adelante Taiwán) desde 1957, un período de la Guerra Fría donde la influencia
de los Estados Unidos en el escenario mundial fue de importancia decisiva para
el desarrollo de la relación entre los dos países. Estas relaciones entre el Estado
insular asiático y el país sudamericano comenzaron como una alianza ideológica
anticomunista; siendo los dos apoyados militar y económicamente por los
Estados Unidos. Desde entonces los nexos se han mantenido estables, con varios
acuerdos bilaterales firmados, proyectos de cooperación realizados y
conferencias anuales (principalmente en el área económica).
Sin embargo, a pesar de la relación diplomática con Taiwán, Paraguay ha
desarrollado en los últimos años una fuerte relación económica con la República
Popular China (en adelante denominada como China), principalmente en la
importación y exportación de bienes, con lo cual se han desarrollo grupos de
interés a favor de una mayor relación con el gigante asiático.
Como ya se señaló, la relación entre Taiwán y Paraguay comenzó en el
contexto de Guerra Fría y se mantiene hasta la actualidad, firmándose el primer
acuerdo en julio de 1957 (Paraguay RREE, 1957). Paraguay encontró en Taiwán
una forma indirecta de relación con Estados Unidos, y perfiló así una alianza
anticomunista. Por entonces, gobernaba Paraguay el general Alfredo Stroessner
(1954-1989).
Luego de la caída del Stronismo y en los diferentes gobiernos que se
sucedieron desde entonces, Paraguay recibió distintas contribuciones
económicas y técnicas que operaban como esferas de desarrollo de política
externa taiwanesa.
En el año 2013 el ganador de las elecciones fue Horacio Cartes (2013-
2018), lo que significó el regreso del Partido Colorado al gobierno.
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A pesar de los diversos cambios en el reconocimiento de los países
latinoamericanos, Paraguay se mantuvo como uno de los 15 países que aún
reconoce a Taiwán en el escenario internacional, y el único en América del Sur.
Sin embargo, esta relación diplomática no ha sido suficiente para evitar la
influencia de China al Estado paraguayo. China, tiene un territorio extenso y una
población enorme, entre sus áreas económicas de mayor desarrollo se
encuentran las áreas agrícolas e industriales, de gran importancia para el país
sudamericano. China es actualmente la segunda mayor economía del mundo y
un socio comercial indispensable de diferentes estados del mundo y de varios
países de América Latina.
Durante mucho tiempo, Paraguay se mantuvo deliberadamente alejado de
China continental, principalmente porque el gigante asiático no establece
relaciones diplomáticas con países que reconocen a Taiwán como un estado
soberano. Sin embargo, las sanciones no se aplican necesariamente a la cuestión
económica. China mantiene intercambios comerciales incluso con Taiwán,
aunque su política de aislar en otras áreas a la isla es una constante en la escena
internacional.
En abril de 2020, en medio de la pandemia que azota al mundo, el Senado
paraguayo rechazó el proyecto de reconocimiento diplomático a la República
Popular China presentado por los senadores del Frente Guasú (entre los que se
encontraba el expresidente Fernando Lugo). El proyecto buscaba una
aproximación para el intercambio de insumos e infraestructura sanitaria
proveniente de China por productos agrícolas y alimentos producidos en
Paraguay.
Sin negar la tendencia general de la determinación dialéctica de las
actividades económicas sobre las relaciones políticas, hay varios factores que
influyen en un país latinoamericano para reconocer a China o a Taiwán, desde
su situación política y doméstica hasta el peso económico de sus relaciones con
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Beijing y Taipéi. En el plano internacional es de destacar las implicancias de las
restricciones geoestratégicas y la presión de terceros países o las actividades en
diferentes foros internacionales. A partir de 1971, con el cambio de
representación del gobierno que representa al Estado chino en Naciones Unidas,
después de décadas de predominio de relaciones internacionales en torno a
Taiwán, la República Popular China logró revertir esta situación.
Los principales instrumentos de China en esta disputa diplomática en la
región latinoamericana han sido su ascenso económico y político en el escenario
internacional y su gran mercado. Por lo tanto, desde la década de 1970, gran
parte de este cambio en el reconocimiento de Taipéi a Beijing en América
Latina se debió a la transformación de la política exterior china al final de la
Revolución Cultural. Con un enfoque más pragmático y más cercano a
Washington, varios gobiernos latinoamericanos (incluidos los militares) llegaron
a reconocer a Beijing como un apoyo para su oposición a Moscú, unida a la
posibilidad de una mayor autonomía respecto a los Estados Unidos.
De todas maneras, Taiwán también ha ofrecido a través de sus relaciones
económicas un puente para cumplir con sus objetivos diplomáticos. Durante
mucho tiempo, la diplomacia china y el atractivo de su mercado no fueron
suficientes para cooptar un nuevo reconocimiento en América Latina. Los países
con los que Taiwán mantiene relaciones en la región son pequeños y tienen poca
capacidad para aprovechar las oportunidades comerciales en el mercado chino.
Desde inicios del siglo XXI, China resurge como una potencia mundial, y
Estados Unidos pierde relativamente terreno en América Latina. A nivel interno,
China presenció el resurgimiento del nacionalismo territorial chino. En este
contexto de desarrollo de una China más poderosa y un Taiwán más
independiente aumentaron las tensiones diplomáticas y económicas entre
Beijing y Taipéi. En el presente siglo, la presencia de China en América Latina
creció exponencialmente en el ámbito económico, además de continuar
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avanzando en el reconocimiento diplomático de varios países que abandonaron
el alineamiento con Taiwán.
China estableció relaciones diplomáticas con los siguientes países
latinoamericanos: Dominica (2004), Granada (2005), Costa Rica (2007),
Panamá (2017), El Salvador (2018) y la República Dominicana (2018).
Paraguay ha permanecido como parte de los países que reconocen a
Taiwán a pesar del creciente peso de los intercambios comerciales con China y
las posibilidades de colocación de sus productos en ese mercado. Taiwán y
China no ofrecen restricciones al comercio internacional entre Estados que los
reconocen diplomáticamente, lo que no impide que Paraguay mantenga lazos
comerciales con China mientras reconoce diplomáticamente a Taiwán. Los
valores y las cantidades de comercio entre China y Paraguay han aumentado en
los últimos años. Este cambio ha recibido el apoyo de diferentes personalidades
del ámbito económico y político paraguayo. El acercamiento comercial de
Paraguay con el gigante asiático no sólo es significativo por el peso que
adquieren las importaciones paraguayas procedentes de China, sino también
porque implica contradicciones con las declaraciones formales conjuntas que los
gobiernos de Taiwán y Paraguay firmaron durante años, las cuales incluían
críticas a las políticas chinas.
En la relación construida entre Paraguay y Taiwán hubo diferentes
ámbitos que también contribuyeron al resultaron contradictorios. Taiwán fue
responsable de varios proyectos de cooperación con Paraguay en el área
agroindustrial que involucraron el intercambio de técnicos y el desarrollo de
tecnologías en suelo paraguayo. Los proyectos incluyeron desde la producción
de flores hasta la cría de cerdos, pero la gran mayoría eran áreas relacionadas
con productos de interés del mercado taiwanés. Mientras que la producción
evolucionó a un ritmo lento, Taiwán pudo absorber los productos paraguayos.
Sin embargo, cuando el stock se hizo más grande de lo que Taiwán puede
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absorber, China se convirtió en un mercado potencial para la producción
excedente producida en Paraguay.
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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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