Maynez - Visión de Los Vencidos A 50 de Su Publicación PDF

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VISIÓN DE LOS VENCIDOS

A CINCUENTA AÑOS DE SU PUBLICACIÓN

Pilar Máynez

Este año estamos celebrando que el libro más difundido de la Univer-


sidad Nacional Autónoma de México, la Visión de los vencidos. Relaciones
indígenas de la Conquista, editado por Miguel León-Portilla, cumple
cinco décadas de haber sido publicado por vez primera en el número
81 de la magnífica colección Biblioteca del Estudiante Universitario.
La entusiasta acogida del volumen en el medio académico y entre el
gran público siguió a otro gran aporte del doctor León-Portilla tras la
aparición, en 1956, de La filosofía náhuatl estudiada en sus fuentes escri-
ta en español, la cual, debido al impacto de sus innovadores plantea-
mientos respecto a otras posibles formas de concebir el quehacer filo-
sófico, se da a conocer posteriormente en inglés, alemán, francés, ruso
y checo.
Las propuestas de Miguel León-Portilla en lo que antes de conver-
tirse en libro fuera su tesis doctoral sacudieron a las mentes conserva-
doras que no reconocían, en la peculiar cosmovisión indígena de Méxi-
co, la existencia de un saber equiparable a las imperecederas
formulaciones de la tradición clásica grecolatina. Sus innovadoras re-
flexiones, sustentadas en diferentes testimonios en los que se plasmaba
el sentir del hombre nahua ante los más diversos cuestionamientos
existenciales, como el acaecer temporal del universo y el problema del
albedrío humano, lo llevó a sostener la existencia de un metódico co-
nocimiento ancestral manifestado por los tlamatinime o sabios, median-
te refinadas y sugerentes expresiones retóricas. En La filosofía náhuatl
nuestro autor se abocó al ser indígena y a su relación con el cosmos y
con su devenir, mientras que en la Visión de los vencidos, que hoy nos
ocupa especialmente aquí y que al igual que aquélla ha sido notable-
mente difundida en numerosas lenguas, se centró en la percepción del
hombre indomexicano frente a una nueva realidad, desgarradora y
violenta a raíz de la Conquista, que rompió con el orden propio de su
universo. Miguel León-Portilla reúne y comenta así en este espléndido
libro los testimonios más significativos que profetizaban el irrefrenable

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suceso y el sentir de los derrotados, una vez consumados los hechos.


Por primera vez, y por supuesto antes de que aparecieran los estudios
de Tzvetan Todorov y de Nathan Watchel respecto a la visión del otro,
el doctor León-Portilla puso de relieve esta compleja relación de alteri-
dad, cimentada en el reconocimiento de las diferencias que separan y
distinguen a hombres procedentes de diversas culturas, y que los pueden
llegar a colocar en perspectivas diametralmente opuestas respecto a la
concepción de un mismo suceso. Miguel León-Portilla explica clara-
mente su propuesta en la introducción general al libro:

Porque, si es atractivo estudiar las diversas formas como concibieron


los europeos a los que, por error, llamaron “indios”, el problema in-
verso que lleva a ahondar en el pensamiento indígena —tan lejano y
tan cercano a nosotros— encierra igual, si no es que mayor interés.
¿Qué pensaron los hombres del Nuevo Mundo, en particular los
mesoamericanos, nahuas, mayas y otros al ver llegar a sus costas y
pueblos a los “descubridores” y “conquistadores”? ¿Cuáles fueron sus
primeras actitudes? ¿Qué sentido dieron a su lucha? ¿Cómo valoraron
su propia derrota?

Pero veamos ahora lo que aconteció a finales del siglo xv y principios


del xvi a través de los textos que se incluyen en la Visión de los vencidos.
Los presagios surgidos diez años antes de la Conquista, como la
llama incandescente advertida en el cielo, el inexplicable incendio del
templo de Huitzilopochtli, y los desgarradores lamentos de la cihua-
cóatl anunciaban ya los funestos acontecimientos que ocurrirían por
la llegada de los conquistadores; a ellos se refiere Muñoz Camargo en
su Historia de Tlaxcala escrita en castellano y también la relación más
completa al respecto, debida a fray Bernadino de Sahagún y sus cola-
boradores indígenas, testigos de aquellos sucesos, narrados desde su
perspectiva y en su propia lengua.
Destacan entre estos relatos de los vencidos los que aluden a la
turbación de Moctezuma y de su pueblo frente a la información de los
mensajeros sobre aquellos extraños hombres que habían desembarcado
en las costas del golfo de México, los cuales venían en “torres o cerros
pequeños flotando por encima del mar”, que podemos leer en la Cró-
nica mexicana de Alvarado Tezozómoc. Ni sabios ni hechiceros pudieron
ahuyentar la amenaza que se avecinaba; a partir de ese momento, el
 Visión de los vencidos. Relaciones indígenas de la Conquista, 29a. ed. corregida y aumenta-

da, introducción, selección y notas Miguel León-Portilla, versión de textos nahuas Ángel
María Garibay y Miguel León-Portilla, ilustraciones de los códices Alberto Beltrán, México:
Universidad Nacional Autónoma de México, 2007 (Biblioteca del Estudiante Universitario,
81), p. xi.

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gobernante intenta mitigar el inminente peligro mediante el ofrecimien-


to de valiosos regalos a los forasteros, aunque conoce de antemano los
infaustos hechos que irremediablemente se sucederán. Y es que el arribo
de los españoles tuvo que ser explicado según las antiguas creencias del
hombre indígena, quien ideó una especie de proyección que le permitió
asociar, entre otras cosas, la llegada de Hernán Cortés con el mítico re-
torno de Quetzalcóatl. La conmoción que causó al gobernante mexica
el arribo del conquistador y sus hombres en la gran Tenochtitlan se
manifiesta en el siguiente pasaje tomado de los testimonios que propor-
cionaron los informantes a Sahagún: “No, no es sueño, no me levanto
del sueño adormilado, no lo veo en sueños, no estoy soñando […] es
que ya te he visto […] es que ya he puesto tus ojos en mis ojos […]”
El volumen 81 de la Biblioteca del Estudiante Universitario inclu-
ye, igualmente, cantos tristes o elegías compuestos a la usanza antigua
por los cuicapicque o poetas nahuas, registros pictográficos sobre los
últimos días del sitio de México-Tenochtitlan, como el Lienzo de Tlax-
cala, que expone en ochenta cuadros una relación de los indígenas
aliados a los conquistadores, y en relaciones escritas en lengua mexi-
cana desde tempranas fechas con alfabeto latino ya, como fue el caso
de Unos anales históricos de la nación mexicana, debidos a autores anóni-
mos tlatelolcas. En estos últimos se expresan a detalle las dramáticas
escenas de la derrota indígena captadas por sus testigos, como lo apre-
ciamos en las líneas que siguen en donde la voz colectiva de los ven-
cidos se une en el pronombre “nosotros” y el dolor de la derrota se
revela mediante la yuxtaposición de elocuentes formas adjetivales. La
traducción del náhuatl al español, tanto de éste como de otros textos
que se incluyen en el libro que venimos comentando, se deben a don
Ángel María Garibay.

Y todo esto pasó con nosotros.


Nosotros lo vimos,
nosotros lo admiramos.
Con esta lamentosa y triste suerte
nos vimos angustiados.

En los caminos yacen dardos rotos,


los cabellos están esparcidos.
Destechadas están las casas,
enrojecidos tienen sus muros.

 Ibid.,
p. 63.
 También Miguel León-Portilla es el autor de algunas traducciones del náhuatl al es-
pañol que se incluyen en este volumen.

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Gusanos pululan por las calles y plazas,


y en las paredes están salpicados los sesos.
Rojas están las aguas, están como teñidas,
y cuando las bebimos,
es como si bebiéramos agua de salitre.

Pero al igual que ha ocurrido con otras obras de Miguel León-


Portilla como La filosofía náhuatl a la que nos hemos referido anterior-
mente, la Visión de los vencidos que salió a la luz por vez primera en
1959 fue enriquecida a partir de la decimoquinta edición publicada,
igualmente por la Universidad Nacional Autónoma de México, en
1998 con textos de diverso género que nuestro autor decidió añadir
en el apéndice titulado “Lo que siguió” y en la más reciente edición
de 2007 donde incorpora un canto triste que se entonaba al son de
los atabales, denominado tlaxcaltecayotl. Así, en este más reciente con-
junto se incluyen documentos que fueron realizados en diferentes épo-
cas tanto por nobles indígenas como por gente del pueblo, por lucha-
dores sociales y por poetas, que decidieron alzar su voz para denunciar
los agravios sufridos. El lector podrá encontrar, igualmente, cartas de
nobles nahuas dirigidas al rey a mediados del siglo xvi, con el fin de que
intercediera para resolver favorablemente sus demandas; manuscritos
elaborados en el último tercio del siglo xvii por indígenas de distintos
estratos sociales, quienes reclamaban lo que consideraban sus territo-
rios ancestrales a las autoridades correspondientes; convocatorias para
la defensa de los derechos de los pueblos sometidos al principio del
siglo veinte, y exhortaciones expresadas mediante sugerentes imágenes
y metáforas, que pretenden reafirmar y fortalecer la esencia del hom-
bre indígena en tiempos más recientes. Dos ejemplos de estos últimos
los tenemos por una parte en los manifiestos de Emiliano Zapata en
lengua mexicana, en los que el prócer conmina a indígenas tlaxcalte-
cas a sumarse a su causa. En ellos Zapata les recuerda los agravios que
han sufrido de los poderosos, y los insta a que luchen junto con él por
la libertad y justicia que merecen. Asimismo, en el apartado titulado
“Lo que siguió” se concentran las más recientes expresiones de los
nahuas actuales que han logrado preservar, pese a todas las vicisitudes,
sus costumbres y su lengua. En este sentido, Miguel León-Portilla se-
lecciona, entre otras, la sentida composición del poeta náhuatl Joel
Martínez Hernández, oriundo de la Huasteca (Hidalgo), en la que se
pone de relieve la pertinaz pretensión de ciertos individuos, calificados
por él como “coyotes”, de hacer sucumbir el legado indígena, y su
esperanzadora respuesta ante esta amenaza. Transcribimos aquí sólo
la parte del texto que alude a ello:

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Algunos coyotes [hombres voraces no indígenas] dicen


que los macehuales [los de la gente del pueblo]
desapareceremos,
que los macehuales nos extinguiremos
que nuestro idioma no se escuchará más.
Nuestro idioma no se usará más.
Los coyotes con esto internamente se alegran,
los coyotes esto es lo que buscan.
¿Por qué es así, por qué causa
buscan que desaparezcamos?

Nosotros los macehuales estamos en todas partes


de estas tierras de México […].
Por esto bien podemos decir,
aunque quisieran que desaparezcamos,
los macehuales no nos extinguimos.
Los macehuales crecemos, vamos en aumento.

De esta forma, el editor de la Visión de los vencidos presenta al


lector testimonios de la voz indígena que hoy resuena con fuerza. Y
es que, desde la década de los años ochenta del siglo pasado se ha
venido generando un importante florecimiento de la literatura en len-
guas indígenas que día a día se consolida con mayor vigor, como se
comprueba en las publicaciones de distinto género que en importan-
te número desde entonces se han sucedido desde entonces y en las
diferentes asociaciones que congregan a sus creadores. Hoy mujeres y
hombres alzan sus voces en muy diversas lenguas para reclamar su
derecho a ser escuchados, para hacernos partícipes de su existencia,
de su devenir y para proponer una nueva forma de ser concebidos.
Lo que vaticinaba aquel hermoso poema náhuatl escrito hace algunos
años por Natalio Hernández es ahora una realidad:

Mañana seremos ricos momiaquilis topialis


brotarán nuestras flores toxochi
trascenderán nuestros cantos huehca mocaquis tocuic
Del árbol florido cualtzin xochicuahuitl
brotarán nuestras flores cueponis toxochi
trascenderán nuestros cantos xochiohuas tocuic

 Ibid.,
p. 252-254.
 “Canto nuevo de Anáhuac. Yancuic Anahuac cuicatl”, en Natalio Hernández, El des-
pertar de nuestras lenguas. Queman tlachixque totlahtolhuan, México, Editorial Diana/Fondo Edi-
torial de Culturas Indígenas, 2002, p. 64.

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La Visión de los vencidos. Relatos indígenas de la Conquista representa


la mirada del sometido sobre un acontecimiento que cambió radical-
mente su existencia hace más de cinco siglos; es el desgarrador testi-
monio de quien tuvo que doblegarse, pero también del que hoy está
aventurándose a resurgir de nuevo, retomando sus orígenes y labran-
do su particular porvenir. La bella pieza del escritor zapoteco Esteban
Ríos Cruz condensa magistralmente este anhelo:

Como un poema festivo


nuestra existencia florece siempre.
Somos gavilanes en pleno vuelo,
construimos los amaneceres,
andamos por los caminos de la sabiduría,
conocemos la dulzura de la sonrisa.
Nuestro destino está escrito en las estrellas.
Para alejarnos de la muerte,
tenemos que amar lo que somos.

 Este poema se encuentra en el apartado intitulado “Ndaani´na´dxi zezá” (en las manos

del tiempo), en Dxi gueelá gaca d´´idxá. Cuando la noche sea palabra, México, Conaculta, 2006,
p. 67.

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