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RESUMEN
El presente estudio explora y evalúa la influencia del cristianismo y de los va-
lores familiares a él asociados, que se han venido considerando predominantes en
la sociedad occidental tardorromana, en la figura de la madre que se contiene
en el marco jurídico del Código de Teodosio.
PALABRAS CLAVE: Cristianismo, Código de Teodosio, madre, maternidad, Oc-
cidente Romano
legales del Bajo Imperio romano, en esencia el Codex Theosianus y sus apéndices y novellae, a los que
se añaden los códigos promulgados por los reyes visigodos: el Código de Eurico o Codex Euricianus
(c. 476 d.C.), el Breviario de Alarico II o Lex Romana Visigothorum (506 d.C.), en esencia una compi-
lación de derecho romano postclásico, el Codex Revisus o revisión del código euriciano del monarca
hispanovisigodo Leovigildo (580 d.C.), y finalmente la Lex Visigothorum publicada por el también rey
hispanovisigodo Recesvinto (654 d.C.).
2 Henar GALLEGO FRANCO, «Madre y maternidad en el ordenamiento jurídico de la Hispania tardo-
nus, 3 vols., Ed. Weidmann, Zurich, 1970-1971, y la traducción al inglés de C. PHARR, C. et alii, The
Este universo legislativo ilustra desde el punto de vista histórico los aspectos
jurídicos propios de la sociedad «tardorromana», identificada con la última eta-
pa del Imperio de Occidente (siglos IV-V d.C.).4
Conviene, sin embargo, tener presente que el universo jurídico del Codex
Theodosianus ofrece una perspectiva en exceso rígida de la sociedad tardorro-
mana, frente a la complejidad política, socioeconómica, y también religiosa y
cultural de la época. Las leyes transmiten un modelo de comportamiento social,
el que se desea oficialmente, pero es difícil precisar hasta qué punto este mode-
lo refleja la conducta real de las personas.
En el tema que nos ocupa, la influencia de los valores familiares cristianos
en la construcción jurídica tardorromana de la maternidad es especialmente
patente, dada la compleja e intrincada interacción de paganismo y cristianismo
en esta época.5
Theodosian Code and the Sirmondian Constitutions, Princeton University Press, New York, 1952. Una
síntesis del origen y características del corpus jurídico bajoimperial en Mar MARCOS, «Ley y religión
en el Imperio Cristiano (siglos IV y V)», Ilu. Revista de Historia de las Religiones, Anejos XI, (2004),
57-62. Para una visión más amplia Tony HONORÉ, Law in the Crisis of Empire, 379-455 AD. The Theo-
dosian Dynasty and its quaestors, Oxford University Press, New York, 1998; John Frederick MATT-
HEWS, Laying down the Law: A Study of the Theodosian Code, Yale University Press, New Haven,
2000; Jose Luis CAÑIZAR PALACIOS, Propaganda y Codex Theodosianus, Ed. UCA, Cádiz, 2005.
4 El derecho romano postclásico es objeto de importantes recopilaciones en el Occidente ya ocupa-
do por los pueblos germánicos, lo que evidencia un notable grado de vigencia del mismo todavía en el
siglo VI, cuya naturaleza es sin embargo muy discutida (si como derecho aplicable sólo a la población
romana de los nuevos reinos germánicos, o como derecho subsidiario de los nuevos códigos germáni-
cos, cuyo carácter territorial o personal también está en discusión; se trata de debates muy densos que
caen fuera de los objetivos de este trabajo). La más importante de estas recopilaciones es sin duda la
Lex Romana Visigothorum (LRV) o Breviario de Alarico, promulgada por el rey godo Alarico II en Ga-
lia hacia el 506 d.C., en base sobre todo al Codex Theodosianus y sus Novellae. Resultan muy intere-
santes las interpretationes que acompañan los textos de la LRV, que tratan de exponer su contenido de
forma más simple y apegada a la práctica real, y constituyen un excelente exponente del llamado dere-
cho romano vulgar (cfr. Mª Isabel DOMÍNGUEZ AGUDO, Estudio léxico de iura y leges en el Derecho ro-
mano vulgar occidental, Tésis Ed. Univ. Complutense, Madrid, 2003, pp. 4-5, 10-11, 41-44, 468), si
bien se discute si nacieron pegadas al Codex Theodosianus (siglos IV-V d.C.) o a la propia redacción
del Breviario (siglo VI d.C.); dos visiones distintas sobre el origen de las interpretationes en Antti AR-
JAVA, «The Survival of Roman Family Law after the Barbarian Settlements», en Ralph W. MATHISEN
(Ed.), Law, Society and Authority in Late Antiquity, Oxford University Press, Oxford, 2001 pp. 34-38 y
John Frederick MATTHEWS, «Interpreting the Interpretationes of the Breviarium», en Ralph W.
MATHISEN (Ed.), Law, Society and Authority…, pp. 12, 18 y 32.
5 Ello queda bien patente en el magnífico trabajo de Dennis E. TROUT, «Lex and Iussio: The Feria-
le Campanum and Christianity in the Theodosian Age», en Ralph W. MATHISEN (Ed.), Law, Society and
Authority in Late Antiquity…, pp. 163-178, donde compara el Codex Theodosianus con otro documen-
to de la época como es el Feriale Campanum, en relación al tratamiento de los cultos paganos en la le-
gislación imperial y su pervivencia en el agro itálico. En realidad estas observaciones sobre la proble-
mática de la documentación jurídica como fuente de conocimiento histórico podrían extenderse a
cualquier corpus legislativo de la Antigüedad, y de hecho están presentes en importantes trabajos sobre
Hay que tener también presente que las leyes tardorromanas atienden pre-
ferentemente determinados aspectos de la maternidad, por ejemplo, la sucesión
y herencia entre madres e hijos y viceversa, mientras que ignoran por completo
otros, como la responsabilidad concreta propia de una madre en la crianza de
los hijos.
Otra limitación de las leyes imperiales como fuente histórica es su carácter
generalista, que no siempre tiene en cuenta los distintos usos y tradiciones pro-
vinciales y locales. Eso suscita la pregunta, de difícil respuesta, sobre el grado
de su aplicación real en el extenso y variado territorio del Imperio.
Estas reflexiones no menoscaban el alto valor de los conocimientos que so-
bre las mujeres tardorromanas, y en este caso las madres, aporta el estudio deta-
llado de las fuentes jurídicas. Las leyes nos dicen los actos que una sociedad
quiere prevenir en relación a las mujeres, como sujeto activo y como objeto pa-
sivo, y en consecuencia qué grado de protección les dispensa y en qué aspectos.
Informan igualmente sobre los derechos que se les garantiza y los deberes que
se les asigna y reclama. En ellas se reflejan intereses y valores sociales que se
asocian a las mujeres.
Ciertamente no nos dicen todo lo que las mujeres hacían realmente, lo que
«acostumbraban» a hacer por impulso de otros o propio, –para eso necesitamos la
comparación de la ley con todos los demás tipos de fuentes históricas, como escri-
tos literarios, epitafios funerarios… pero, en caso de conflicto abierto de una mujer
en la sociedad las leyes establecen claramente la dirección para solucionarlo.
Hay que partir del marco general del que la legislación recoge el modelo. Se
trata de una familia monógama de núcleo restringido, es decir, en la que se pri-
man los lazos jurídicos, especialmente los patrimoniales, entre padre y madre
unidos en legítimo matrimonio e hijos comunes.6 Es una familia patriarcal, so-
metida a la potestad del pater, como era propio de la familia romana desde sus
orígenes, aunque la patria potestas romana clásica había venido transformán-
las mujeres en la Antigüedad Tardía que manejan fuentes jurídicas, p. e. Gillian CLARK, Women in Late
Antiquity. Pagan and Christian Lifestyles, Clarendon Press, Oxford, 1994, p. 6; Antti ARJAVA, Women
and Law in Late Antiquity, Oxford University Press, Oxford, 1996, pp. 8-18 y 23-27; Geoffrey S. NAT-
HAN, The Family in Late Antiquity. The Rise of Christianity and the Endurance of Tradition, Routledge,
London/New York, 2000, pp. 2-3, 13.
6 En la sucesión intestada de un difunto, hombre o mujer, los primeros llamados a la herencia son
sus descendientes legítimos, en primer lugar, si los hay, sus hijos, y si no sus nietos y bisnietos, y si ca-
rece de descendientes legítimos entonces los primeros llamados son sus ascendientes, en primer lugar
el padre o la madre, ya que los derechos hereditarios de ésta están supeditados en todo o en parte a la
defunción o no del primero, cfr. CTh II, 12, 2 del 355 d.C. = LRV III, 12, 1; CTh VIII, 12, 4 del 319 d.C.
considera válidas todas las donaciones entre padres e hijos de cualquier tierra o casa, aunque no se hu-
bieran seguido los cauces formales, y la misma idea se expresa en CTh VIII, 12, 5 del 333 d.C. y 12, 7
del 355 d.C.
7 Como bien señala Geoffrey S. NATHAN, The Family in Late Antiquity…, p. 15, el paterfamilias
pudo haber tenido un poder legal considerable sobre aquéllos bajo su jurisducción, pero el comporta-
miento déspota o caprichoso rara vez era aprobado socialmente, incluso en época republicana. Sobre la
presencia de la patria potestas en el derecho postclásico Antti ARJAVA, «Paternal Power in Late Anti-
quity», Journal of Roman Studies, LXXXVIII (1998), 147-165, en especial 151-152 y 162-165, e
Idem, «The Survival of Roman Family Law after the Barbarian Settlements»…, pp. 42-45, que sitúa el
final del concepto hacia los siglos VII-VIII, cuando en Occidente la autoridad paterna no se entiende ya
en la forma romana, sino como una guarda que se extingue casi automáticamente con la mayoría de
edad o el matrimonio de los hijos; también Mª Isabel DOMÍNGUEZ AGUDO, Estudio léxico de iura y le-
ges…, pp. 27 y 44, 334. Véase p. e. CTh VIII, 18, 1 del 315 d.C.= LRV VIII, 9, 1; CTh VIII, 18, 2 del
319 d.C.= LRV VIII, 9, 2; CTh VIII, 18, 9 del 426 d.C.= LRV VIII, 9, 5; CTh VIII, 14, 1 = LRV VIII, 7,
1, en todas ellas aparece el concepto de patria potestas. El funcionamiento jurídico del concepto en el
Codex Theodosianus es el propio de la tradición jurídica romana pagana, aunque José CALABRÚS LARA,
Las relaciones paterno-filiales en la legislación visigoda, Ed. Instituto de Historia del Derecho, Univ.
de Granada, Granada., 1991, pp. 12 y 85-86, y Geoffrey S. NATHAN, The Family in Late Antiquity…,
pp. 142, 143-149 incidan en la aportación del cristianismo a esta evolución de fondo de la potestad pa-
terna, ya que éste primaba la pietas sobre el dominium en las relaciones paterno-filiales.
8 Cfr. por ejemplo Gillian CLARK, Women in Late Antiquity.., pp. 13, 28-32.
9 Cfr. Luis Manuel GARCÍA GARCÍA, «El papa Siricio (399) y la significación matrimonial», en Hispa-
nia Christiana. Estudios en honor del Prof. Dr. José Orlandis, Ediciones Universidad de Navarra, Pam-
plona, 1988, pp. 123-137, y J. DE CHURRUCA, «La unidad de carne en algunas concepciones del matrimo-
nio en el cristianismo primitivo», en Homenaje a José Mª Blázquez, vol. VI. Antigüedad: Religiones y
Sociedades, Ediciones Clásicas, Madrid, 1998, pp. 11-33, sobre el proceso de conformación del concepto
cristiano de matrimonio. La firmeza del vínculo matrimonial cristiano afecta también al compromiso es-
ponsalicio, cfr. por ejemplo para Hispania tardorromana (siglos IV-V d.C.), Concilio de Elvira
(inicio siglo IV d.C.), c. VIII, IX, X, LIV (Ed. José VIVES, Concilios visigóticos e hispanorromanos,
CSIC, Barcelona-Madrid, 1963); también deja huella en los concilios hispanos tardorromanos la pervi-
vencia del concubinato, Concilio de Toledo I (fin siglo IV-inicio siglo V d.C.), c. XVII. Sin embargo, a pe-
sar del énfasis en el valor de la virginidad y el celibato (cfr. por ejemplo J. FERNÁNDEZ UBIÑA, «Comunida-
des cristianas y jerarquía eclesiástica en la Hispania preconstantiniana», en Homenaje a José Mª Blázquez,
vol. VI..., pp. 68-70; Elisa GARRIDO GONZÁLEZ, «Posición de la mujer en la interpretación pagana y cristia-
na», Ibidem, pp. 119-126; Mª José HIDALGO DE LA VEGA, «Mujeres, carisma y castidad en el cristianismo
primitivo», Gerión, 11 (1993), 229-244), realmente pocos intelectuales cristianos ponían objeciones serias
al estatus matrimonial, cfr. Geoffrey S. NATHAN, The family in Late Antiquity…, pp. 75-77.
10 Excepción llamativa es la legislación sobre divorcio de Constantino (CTh III, 16, 1 de 331 d.C. y
CTh IX, 7, 1 y 2 de 326 d.C.), sobre la que hay coincidencia entre los especialistas en señalar su sesgo
cristiano, cfr. Judith EVANS GRUBBS, «Virgins and Widows, Show-Girls and Whores: Late Roman Le-
gislation on Women and Christianity», en Ralph W. MATHISEN (Ed.), Law, Society and Authority…,
pp. 223-233, 256-258; Geoffrey S. Nathan, Family in Late Antiquity…, pp. 62-64; es sobradamente co-
nocida la oposición de la Iglesia tardorromana al divorcio, cfr. p. e. Gillian CLARK, Women in Late An-
tiquity.., pp. 20-21; Geoffrey S. NATHAN, The Family in Late Antiquity…, p. 40. En línea general los lí-
deres de la Iglesia cristiana compartían los puntos de vista tardorromanos sobre el matrimonio y la
familia, y frecuentemente ponían el acento en la importancia de la autoridad paterna en estas cuestio-
nes, cfr. Antti ARJAVA, Women and Law in Late Antiquity…, p. 35; Amparo PEDREGAL, «Los cristianos
ante la familia: renuncia o reafirmación», Arys. Antigüedad: religiones y sociedades, vol. 1 (1998), 265
y nota 15; Geoffrey S. NATHAN, The Family in Late Antiquity…, pp. 77-82, 96-97. Una síntesis del fun-
cionamiento de la familia romana clásica, así como un intento de definición del funcionamiento de la
familia paleocristiana en Geoffrey S. NATHAN, The Family in Late Antiquity…, pp. 16-37 y 37-54. De
la comparación de ambos modelos resulta evidente que, aunque los pensadores e intelectuales cristia-
nos dieran nueva relevancia o nuevas connotaciones a valores ya presentes en la familia romana clásica
(fides, univira, pietas paterno-filial…), e incluso impulsaran decididamente alguno nuevo (la dimen-
sión espiritual trascendente de la unión conyugal, su indisolubilidad, la cura communis de los cónyuges
en la educación y crianza de los hijos…), en la práctica del funcionamiento cotidiano resultaría difícil
diferenciar una familia tardorromana pagana de una cristiana.
11 Todavía alguna disposición legislativa asegura la protección de la dignidad pública de la matrona
o materfamilias: CTh I, 22, 1 del 316 d.C. = LRV I, 8, 1, indica que, bajo pena capital, ningún juez pue-
de enviar a un oficial de justicia para sacar con violencia a una matrona de su propia casa públicamen-
te, deberá guardarse un llamamiento honorable (interpretatio), puesto que es cierto que las deudas tri-
butarias de una mujer pueden ser redimidas con la venta de su casa y sus bienes (o por la obligación de
sus fiadores, señala la interpretatio).
12 Judith EVANS GRUBBS, «Marriage more Shameful than Adultery: Slave-Mistress Relationships,
Mixed Marriages and Late Roman Law», Phoenix, XLVII/2 (1993), 125-154; Judith EVANS GRUBBS,
«Virgins and Widows, Show-Girls and Whores: Late Roman Legislation on Women and Christia-
nity»…, p. 221. Por ejemplo, véase el tratamiento de la madre en relación al derecho de revocar una
donación hecha a los hijos, si no cumplen sus deberes para con ella (CTh VIII, 13, 1 del 349 d.C.): po-
drá recobrar, en todo caso, la mitad de lo donado, y quedan excluídas de esta acción las madres que
contraen segundas nupcias y las mujeres consideradas ínfimas (de baja moral).
13 CTh IX, 24, 1 de 326 d.C., contra el rapto de muchachas vírgenes para forzar un matrimonio;
Nov. Maj. VI, 1 del 458, contra los padres que fuerzan la consagración de hijas vírgenes; CTh XV, 8, 1
de 343, contra la reventa de esclavas prostitutas convertidas al cristianismo a dueños de burdeles; CTh
XV, 8, 2 de 428, contra los padres que obligan a sus hijas a prostituirse y dueños de esclavas que las
fuerzan a la prostitución; CTh XV 7, 2 de 371, que las hijas de actores y mimos que demuestren con-
ducta respetable no deben ser obligadas a seguir la profesión de sus padres; CTh IX, 25, 1 de 354 d.C.;
CTh IX, 25, 2 de 364 d.C.; CTh IX, 25, 3 de 420 d.C. = Const. Sirm. X; Nov. Maj. VI, 4 de 458 d.C., to-
das ellas contra el rapto de viudas y vírgenes consagradas o los intentos de casarse con una de ellas.
Cfr. Judith EVANS GRUBBS, «Virgins and Widows, Show-Girls and Whores: Late Roman Legislation on
Women and Christianity»…, p. 225, el preámbulo de la ley de Honorio recogido en Const. Sirm. X ex-
plicita que la voluntad del emperador fue movida por el consejo de un sacerdote que consideraba se de-
bía atajar el descrédito en el que el propio sacerdocio estaba cayendo, pero se refiere sobre todo a la co-
habitación de clérigos con mujeres introducidas en sus casas, aunque la ley incluye también el castigo
del rapto de viudas y vírgenes consagradas; en las demás leyes nada sabemos a ciencia cierta de una
posible influencia de la Iglesia en el legislador imperial, al no conservarse los preámbulos.
14 Véase, por ejemplo, cómo en relación al fruto del concubinato la legislación recogida en el Co-
dex Theodosianus busca en todo caso asegurar que los derechos de la mujer legítima y de sus hijos no
son menoscabados por una querencia favorable del padre hacia sus hijos ilegítimos, y en absoluto pre-
ocupa al legislador el bienestar de los hijos ilegítimos o de la concubina, que depende exclusivamente
de la buena voluntad del padre de sus hijos, cfr. CTh IV, 6, 3 del 336 d.C. = Nov. Marc. IV del 454 d.C.;
CTh IV, 6,4 del 371 d.C. = LRV IV, 6, 1; CTh IV, 6, 6 del 405 d.C.; CTh IV, 6, 7 del 426/427; CTh IV, 6,
8 del 428d.C. = LRV IV, 6, 2; Nov. Th. XXII del 442 d.C. = LRV XI. Igualmente, que un contubernio
tenga fruto únicamente genera preocupación legislativa intensa en el supuesto de que uno de sus inte-
grantes sea de condición libre, ya que esta situación puede crear confusión en la transmisión del estatus
jurídico a la prole, así como un conflicto con los intereses económicos del dueño del integrante del
contubernio de condición servil, pero poco importa el uso sexual del cuerpo de la esclava o colona por
parte del señor, cfr. CTh IV, 8, 4 del 322 d.C.; CTh IV, 8, 7 del 331 d.C. = LRV IV, 8, 3; CTh IV, 6, 7 del
426/427 d.C.; CTh V, 18, 1 del 419 d.C. = LRV V, 10, 1; Nov. Val., XXXI del 451 d.C.= LRV IX; espe-
cialmente ilustrativa al respecto resulta CTh IV, 8, 7 = LRV IV, 8, 3, que pretende atajar el fraude come-
tido por aquellos hombres libres que, unidos de forma ilegal a mujeres esclavas o colonas, a menudo de
su misma propiedad, se aprovechaban de una ley que permitía a un esclavo que había vivido 16 años
como libre sin que nadie le reclamara obtener esta condición, de manera que pretendían que el fruto de
tal unión ilícita fuera libre, protegiéndole bajo su techo hasta cumplir el período de 16 años. En conclu-
sión, en relación al fruto del contubernio y el concubinato el Codex Theodosianus da continuidad a las
directrices básicas del derecho clásico romano, y en conjunto, obtenemos la impresión de que el uso
sexual de los cuerpos de esclavas, colonas, libertas y mujeres inferiores seguía siendo una realidad en
absoluto extraña en la sociedad de la época, cfr. Gillian CLARK, Women in Late Antiquity…, pp. 34-35 y
38-41; Judith EVANS GRUBBS, Law and Family in Late Antiquity: the Emperor Constantine’s Marriage
Legislation, Oxford, Clarendon Press, 1995, pp. 154-156, 313-316, 277; Antti ARJAVA, Women and
Law in Late Antiquity…, pp. 209-215, 217-218, 222-224 y 229; Geoffrey S. NATHAN, The Family in
Late Antiquity…, pp. 123-124, 129, 169-183; Judith EVANS GRUBBS, «Virgins and Widows, Show-Girls
and Whores: Late Roman Legislation on Women and Christianity»…, pp. 221 y 240. Especialmente
Antti ARJAVA, Women and Law in Late Antiquity…, p. 229 insiste en el punto de vista masculino de
toda esta legislación, que trata de proteger la propiedad de los hombres y un cierto honor masculino;
cfr. también p. 223, sobre el modo masculino de pensar que la cohabitación con esclavas era el resulta-
do de la concupiscencia femenina (libido y cupiditas).
15 Actualmente se acepta con carácter general que la conversión al cristianismo no supone una op-
ción «liberadora», por si misma, de los papeles tradicionales de esposa y madre para el común de las
mujeres tardorromanas, pero sí puede tomar este matiz en algunos casos selectos de vírgenes y viudas
de altísima extracción social, esmerada educación y enorme fortuna, cfr. Amparo PEDREGAL, «Los cris-
tianos ante la familia: renuncia o reafirmación»…, 270, 273; relacionado con ello conviene tener pre-
sente que, en ocasiones, la voluntad del legislador en estas cuestiones de familia parece moverse no
tanto por la existencia de una amplia demanda social respecto a un asunto, sino por la resonancia de al-
gún caso particular bien conocido en el seno de la aristocracia senatorial (cfr. notas 24 y 25). Por otro
lado, la legislación contenida en el Codex Theodosianus sobre uniones conyugales desiguales eviden-
cia que eran frecuentes los intentos desesperados de miembros de la curia municipal y de trabajadores
de collegia adscritos a servicios estatales y municipales de escapar a las cargas de su condición obliga-
toria, huyendo al medio rural o incluso recurriendo a matrimonios con personas de estatus social ínfi-
mo, cfr. CTh XIV, 3, 2 del 355 d.C.; CTh XIV, 3, 14 del 372 d.C.; CTh X, 20, 10 del 379 d.C.; CTh
XIV, 7, 1 del 397 = LRV, XIV, 1, 1; CTh XII, 19, 1 del 400 d.C.; CTh XIV, 3, 21, del 403 d.C.; CTh XII,
1, 178 del 415 d.C.; CTh X, 19, 15 del 424 d.C.; CTh X, 20, 15 del 425 d.C.; CTh X, 20, 17 del 427
d.C.; Nov. Maj. VII del 458 d.C. = LRV I; Nov. Sev. II del 465 d.C..
16 Gillian CLARK, Women in Late Antiquity…, p. 140; Judith EVANS GRUBBS, «Virgins and Wi-
dows, Show-Girls and Whores: Late Roman Legislation on Women and Christianity»…, pp. 234-
240 evidencia cómo la legislación imperial tardorromana referida a mimas, actrices y prostitutas re-
fleja las tensiones que generaba la incómoda posición de los emperadores, situados entre las
exigencias de la Iglesia de favorecer el abandono por parte de las mujeres de este tipo de profesio-
nes, especialmente si se habían convertido al cristianismo, y las quejas funcionariales por el descen-
so en los ingresos del Estado, ya que eran profesiones sometidas a regulación estatal y gravadas con
tasas e impuestos.
17 Antti ARJAVA, Women and Law in Late Antiquity…, pp. 206-210, 215, 229. El propio San Agustín
narra en sus Confesiones cómo, a pesar del afecto que sentía por ella y el hijo de ambos, abandonó a la
concubina con la que había convivido, siéndole fiel, largo tiempo desde su juventud para contraer un
matrimonio legítimo con la candidata apropiada que le había buscado su madre, aunque mantuvo a su
hijo ilegítimo a su lado (Agustín, Conf., IV, 2, 6; VI, 13 y 15; IX, 11; XII, 21-26; XV, 25). Véase tam-
bién al respecto el interesante desarrollo de Amparo PEDREGAL, «Los cristianos ante la familia: renun-
cia o reafirmación»…, 271-272 sobre la idea de que la Iglesia primitiva en realidad mantiene el criterio
pagano romano que definía a la mujer en base a su relación sexual con el hombre (esposa, madre, con-
cubina, prostituta), lo que se traduce en la exigencia del abandono total de su sexualidad, de su condi-
ción de mujer, para alcanzar un cristianismo «perfecto».
18 No es extraña la insistencia en fuentes paganas y cristianas de la época en la importancia que se
sigue concediendo a la procreación legítima como objetivo esencial de la vida de los ciudadanos adul-
tos, cfr. Gillian CLARK, Women in Late Antiquity…, pp. 13, 120-125; Amparo PEDREGAL, «Los cristia-
nos ante la familia: renuncia o reafirmación»…, p. 269; Geoffrey S. NATHAN, The family in Late Anti-
quity…, pp. 76, 97, 117, 122-123, 128. En las fuentes cristianas tardorromanas, a pesar del alto valor
de la virginidad y el celibato, las mujeres eran vistas primariamente y en esencia como madres de sus
hijos, cuyos deberes eran ser fértiles y amamantar, velar por la seguridad y el bienestar del hijo, con es-
pecial atención a su formación en la fe cristiana, cfr. Geoffrey S. NATHAN, The Family in Late Anti-
quity…, pp. 51 y 150-153.
19 CTh VIII, 16, 1, del 320 d.C.
20 Esta valoración se fundamenta en el hecho de que Eusebio de Cesarea en su Vida de Constantino
atribuye explícitamente esta legislación a influencias cristianas (V.C. IV, 26), aunque obviamente a pos-
teriori. Véase Judith EVANS GRUBBS, Law and Family in Late Antiquity…, pp. 1995: 128-131.
21 La reforma trataba de subsanar las perturbaciones sociales causadas por los delatores que apro-
vechaban en su beneficio las sanciones augusteas contra el celibato y la ausencia de hijos, Gillian
CLARK, Women in Late Antiquity…, p. 53; Judith EVANS GRUBBS, Law and Family in Late Antiquity…,
pp. 103-131; Antti ARJAVA, Women and Law in Late Antiquity…, pp. 78-79. En cambio no anuló las
medidas legales que venían premiando la natalidad, aunque desde luego ya eran de escasa efectividad.
También Geoffrey S. NATHAN, The Family in Late Antiquity…, pp. 72-73 coincide en que la relación
entre el cristianismo y la actividad legislativa de Constantino en el campo de la familia es tenue, apre-
ciándose en mayor medida el peso de la costumbre romana.
22 Cfr. nota 13.
23 CTh XVI, 2, 4 de 321 d.C.
24 CTh XVI, 2, 20 de 370 d.C.; CTh XVI, 2, 22 de 372; Judith EVANS GRUBBS, «Virgins and Wi-
dows, Show-Girls and Whores: Late Roman Legislation on Women and Christianity»…, pp. 225-227
subraya como motivación de esta legislación las presiones de los parientes masculinos senatoriales de
vírgenes y viudas jóvenes, fáciles presas de cazafortunas matrimoniales o de clérigos avispados (cfr.
CTh III, 7, 1 de 371 d.C.). Desde luego tales temores no dejaban de carecer de fundamento, dada la es-
trecha proximidad entre sacerdotes y damas ricas, véase el ilustrativo caso de San Jerónimo y otros Pa-
dres de la Iglesia, cfr. p. e. Mercedes SERRATO GARRIDO, Ascetismo femenino en Roma: estudios sobre
San Jerónimo y San Agustín, Ed. UCA, Cádiz, 1993; Jose Mª BLÁZQUEZ MARTÍNEZ, Intelectuales, asce-
tas y demonios al final de la Antigüedad, Ed. Cátedra, Madrid, 1998; Ramón TEJA CASUSO, Emperado-
res, obispos, monjes y mujeres: protagonistas del cristianismo primitivo, Ed. Trotta, Madrid, 1999.
Téngase también en cuenta CTh XVI, 2, 27 de 390 d.C., que obliga a las diaconisas a confiar sus pro-
piedades a personas apropiadas para que las administraran eficazmente; ellas reservaban para si mis-
mas únicamente las rentas de estas propiedades, de libre disposición, pero la propiedad se conservaba
Hay que esperar hasta el primer tercio del siglo V d.C. para que la legislación im-
perial atienda los intereses de la Iglesia como fuerza social consolidada y supere
en buena medida este recelo a que sacerdotes e iglesias o comunidades religiosas
se conviertan en beneficiarios de la propiedad de ricas damas cristianas.25
En cuanto a las expectativas de continuidad de la estirpe, llama la atención
el tardío intento de Mayoriano, emperador de Occidente, a mediados del si-
glo V d.C., por poner coto a los posibles excesos en la consagración de vírgenes
y viudas menores de 40 años, aún en edad de procrear, pues podrían poner en
peligro la continuidad de las determinadas familias por falta de descendencia.26
para sus hijos o parientes próximos, o para un heredero testamentario que no podía ser un clérigo, igle-
sia o pobre, ya que de ser así el testamento sería nulo, y además se explicita que los clérigos que pre-
tendieran eludir la ley recurriendo a fideicommisa serían exiliados y todos los bienes devueltos a sus le-
gítimos herederos (la ley se dirigía sobre todo a la Iglesia Oriental, ya que en Occidente no existía la
figura de la diaconisa, pero Judith EVANS GRUBBS, «Virgins and Widows, Show-Girls and Whores: Late
Roman Legislation on Women and Christianity»…, pp. 228-229 relaciona esta ley con la ya citada del
370 para Occidente); esta ley fue abolida poco depués (CTh XVI, 2, 28) por motivos poco claros, pero
EVANS GRUBBS (Ibidem, pp. 229-232) incide de nuevo en que en todo caso lo que despertaba la aten-
ción imperial sobre la cuestión habían sido determinadas aspiraciones financieras concretas de familia-
res sobre la fortuna de ricas diaconisas, algunas de ellas incluso próximas a la familia imperial.
25 Ya en CTh V, 3, 1 de 434 d.C. se permite que las propiedades de cualquier hombre o mujer con-
sagrado que muere intestado y sin parientes que reclamen sus bienes queden en poder de su iglesia o
monasterio. Poco depués la Nov. Marc. V de 455 d.C. anula explíticamente la ley del 370 y la ya revo-
cada del 390: cualquier mujer religiosa (viuda, virgen o diaconisa) podía dejar tanto como quisiera y a
través de la forma en que quisiera a iglesias, clérigos o monjes o a los pobres. Sabemos por el preám-
bulo de la ley que el emperador de Oriente Marciano fue movido por el caso particular del testamento
de una rica dama llamada Hypatia (cfr. Judith EVANS GRUBBS, «Virgins and Widows, Show-Girls and
Whores: Late Roman Legislation on Women and Christianity»…, pp. 232-234); este recurso a basar un
cambio legislativo en un caso concreto de renombre y vinculado a las élites aristocráticas senatoriales
nos lleva a pensar que, en efecto, no sería extraño que la motivación de este tipo de legislación sobre
dejar bienes a la Iglesia y sus vaivenes estuviera enrraizada más en los intereses particulares y puntua-
les de poderosas familias del Imperio, comenzando por la propia familia imperial (cfr. nota 24), que en
los intereses e influencia de la Iglesia cristiana, aunque ya en el siglo V d.C. éstos consiguen una cuota
razonable de reconocimiento. Muestra de cómo los intereses cristianos se filtran más claramente en la
institución familiar a partir del primer cuarto del siglo V d.C. es, por ejemplo, CTh XVI, 8, 28 de 426
d.C., que permite a los hijos y nietos conversos de judíos y samaritanos percibir la legítima del patri-
monio de sus progenitores aún cuando hayan ofendido a sus padres (motivo de ser desheredados legíti-
mamente por testamento en la legislación romana clásica y postclásica, cfr. Yan THOMAS, «La división
de los sexos en el Derecho romano», en Georges DUBY y Michelle PERROT (dir.) Historia de las muje-
res. 1. La Antigüedad, Ed. Taurus, Madrid, 1991, pp. 135-136; Antti ARJAVA, Women and Law in Late
Antiquity…, p. 109; CTh II, 19, 2 del 321 d.C.= LRV II, 19, 2), como ganancia - o mejor premio - por la
religión que han escogido.
26 Éste límite de edad para que vírgenes y viudas consagradas hicieran el voto definitivo se recoge
también en concilios hispanos tardorromanos, cfr. Concilio de Zaragoza (380 d.C.), c. VIII. La legisla-
ción tardorromana del Codex Theodosianus da la impresión de que no debían ser ya frecuentes los nú-
cleos familiares con un elevado número de hijos, ya que se considera una descendencia excepcional-
mente numerosa la que incluye a dos o tres hijos varones; paternidades de cinco o de trece hijos de
cualquier sexo son señaladas puntualmente como situaciones excepcionales que justifican especiales e
xenciones de obligaciones estatales a los padres (CTh XII, 17, 1 del 324 d.C., exención de los servicios
públicos personales; CTh XII, 1, 55 del 366 d.C.= LRV XII, 1, 6 exención de las obligaciones del decu-
rionado). En realidad pocos detalles se recogen en el Codex Theodosianus sobre la crianza de los hijos,
aparte de una regulación moderada de la práctica de la venta y el abandono de niños, con la que se in-
tenta evitar el crimen de infanticidio (CTh IX, 14, 1 del 374 d.C.= LRV IX, 11, 1), dando una posibili-
dad de vida a aquellos niños cuyos padres no pueden mantenerlos. En el caso del abandono o venta de
hijos la responsabilidad de la decisión en principio pertenece al padre, subsidariamente a la madre si
éste no existe, cfr. CTh III, 3, 1 del 391 d.C. = LRV III, 2, 1; CTh V, 10, 1 del 319/329 d.C. = LRV V, 18,
1; el texto de CTh V, 9, 1 del 331 d.C. = LRV V, 7, 1 señala explícitamente el consentimiento del padre,
pero en la interpretatio de la ley este consentimiento o conocimiento se amplía al padre o la madre.
Otras son más ambiguas en cuanto a la responsabilidad de la venta: CTh V, 7, 2 del 408/409 d.C.= LRV
V, 7, 2 y CTh XI, 27, 1 de 315/329 d.C. y 2 de 322 d.C.; Nov. Val. XXXIII del 451 d.C. = LRV XI. So-
bre estas cuestiones, cfr. Gillian CLARK, Women in Late Antiquity…, pp. 47-50.
27 Nov. Maj. VI del 458 d.C. = LRV VIII. De hecho ya CTh XVI, 2, 27 de 390 d.C. establecía que
para ser nombrada diaconisa una mujer debía tener al menos 60 años y tener asegurada la descendencia
de su casa. En cuanto al intento de Mayoriano, Nov. Maj. VI, 3 defiende el derecho de la hija menor de
cuarenta años a abandonar la vida consagrada, en contra del criterio de sus padres, para casarse y tener
hijos, y VI,5 obliga a las viudas sin hijos menores de cuarenta años a casarse en el plazo de cinco años,
so pena de graves pérdidas patrimoniales; para que los padres no sofoquen con la consagración religio-
sa el deseo natural de sus jóvenes hijas vírgenes por contraer un legítimo matrimonio, en adelante nin-
guna virgen se consideraría oficialmente consagrada hasta después de que hubiera sobrepasado los
cuarenta años, porque entonces podía asumirse que ya había desaparecido en ella ese «deseo por natu-
raleza» de casarse y procrear (Nov. Maj. VI, 1 y 2). Curiosamente Mayoriano era en Occidente el cole-
ga de Marciano en Oriente, que limó de forma importante los impedimentos para que miembros de la
Iglesia se convirtieran en herederos de damas cristianas de fortuna (cfr. nota 25).
28 Nov. Sev. I de 463 d.C.
29 Cfr. H. WIELING, «Iniusta lex Maiorani», RIDA, 38 (1991), 385-420. Desde luego en los grandes
clanes senatoriales gustaban poco estas ingerencias estatales en las decisiones de la política familiar pri-
vada, que venían dictadas por los complejos intereses particulares en cada caso. Así por ejemplo, es
cierto que desde el siglo IV d.C. las presiones familiares para que una rica heredera senatorial no eligie-
ra el celibato debían ser una realidad no extraña (cfr. Amparo PEDREGAL, «Los cristianos ante la familia:
renuncia o reafirmación»…, 274-276), pero más por los intereses financieros y de estirpe en juego que
por motivos religiosos (véase el caso del matrimonio de Melania la Joven narrado en detalle en Geof-
frey S. NATHAN, The Family in Late Antiquity…, pp. 91-97), pero por otro lado, y de forma paralela,
bajo un emperador cristiano la conversión a la fe imperial conllevaba ventajas políticas y sociales, y en
las familias senatoriales, que todavía en el sigloIV incluían muchos paganos, la presencia de un par de
vírgenes consagradas era políticamente recomendable (Judith EVANS GRUBBS, «Virgins and Widows,
Show-Girls and Whores: Late Roman Legislation on Women and Christianity»…, p. 227 y nota 19).
30 Judith EVANS GRUBBS, «Virgins and Widows, Show-Girls and Whores: Late Roman Legislation
on Women and Christianity»…, pp. 241-241 insiste en que en general la legislación imperial sobre mu-
jeres de los siglos IV y V d.C. revela una sociedad en la que los intereses de la Iglesia y del Estado a
menudo chocaban y no coincidían. En la misma línea Gillian CLARK, Women in Late Antiquity…, p. 26.
Igualmente Dennis E. TROUT, «Lex and Iussio: The Feriale Campanum and Christianity in the Theodo-
sian Age»…, p. 177, analizando el conflicto pagano/cristiano en la Península Itálica del siglo IV d.C.
señala que los emperadores cristianos hacían concesiones conciliadoras hacia los intereses políticos, fi-
nancieros y sociales de los todavía existentes e influyentes sectores paganos de la aristocracia senato-
rial romana, con peso específico en determinadas zonas del Imperio, como el agro centroitálico.
31 CTh III, 17, 4.3, del 390 d.C.. Además la madre viuda tiene que ser mayor de edad y renunciar a
contraer segundas nupcias, CTh III, 17, 4 del 390 d.C.= LRV III, 17, 4; Nov. Th. XI del 439 d.C.= LRV
V. En el marco de este papel de tutora las leyes tardorromanas reconocen igualmente a la madre viuda
el derecho a establecer el compromiso nupcial de los hijos, cfr. CTh III, 5, 11 del 380 d.C.= LRV III, 5,
6; CTh III, 5, 12 del 422 = LRV III, 5,7, o decidir su ingreso en la vida religiosa, cfr. Nov. Maj. VI del
458 d.C. = LRV VIII; Nov. Maj. XI, 1 del 460 d.C. = LRV II. Si la viuda no desea asumir la tutela de sus
hijos menores queda obligada a solicitar legalmente un tutor para éstos y a hacer un inventario de los
bienes, y el incumplimiento de estas obligaciones le acarrea la pérdida de libertad para hacer testamen-
to y para donar sus propios bienes, o, en una medida posterior más suave, la imposibilidad de suceder
al menor si fallece (Nov. Th. XI del 439 d.C.= LRV V y probablemente CTh III, 18, 2, perdida). En de-
fecto del padre y del abuelo paterno, además de la madre, también quedan legalmente obligados a soli-
citar tutor para un menor el abuelo y la abuela maternos y la abuela paterna, so pena de perder los dere-
chos hereditarios respecto de los nietos (CTh III, 18, 1, del 357 d.C. = LRV III, 18, 1).
32 Suzanne DIXON, The Roman Mother, London, Routledge, 1988, pp. 168-232; Yan THOMAS, «La
división de los sexos en el Derecho romano»…, pp. 164-165; Gillian CLARK, Women in Late Anti-
quity…, p. 59; Antti ARJAVA, Women and Law in Late Antiquity…, pp. 89-91; Geoffrey S. NATHAN, The
Family in Late Antiquity…, pp. 33-34. Este reconocimiento legal de la tutela materna se vería además fa-
cilitado por el hecho, tal y como se desprende de ciertas leyes del Codex Theodosianus y de la Lex Ro-
mana Visigothorum, de que la institución de la tutela mulieris ya había desaparecido como una figura
obsoleta, cfr. CTh II, 17,1 del 321/324 d.C.= LRV II, 17, 1; CTh III, 1, 3 del 362 d.C.= LRV III, 1, 3;
Gayo I, 7 en LRV; En CTh IV, 14, 1 del 424 d.C.= LRV IV, 12, 1, queda patente que las mujeres mayores
de edad pueden realizar negocios jurídicos con su sola voluntad, y no están sometidas a la autoridad de
un marido o de un tutor.
33 En conexión con este aspecto véase la interesante observación de Antti ARJAVA, «The Survival of
Roman Family Law after the Barbarian Settlements»…, p. 49 de la existencia en la Europa de los si-
glos VI y VII de «una idea de empresa familiar» que sustenta el hecho de que se permita a la viuda ac-
tuar independientemente en las legislaciones occidentales de la época, seguramente presente ya en la so-
ciedad tardorromana, y no el tradicional principio romano de la «fragilidad femenina»; también Antti
ARJAVA, Women and Law in Late Antiquity…, pp. 57-59 en relación a la construcción financiera del nue-
vo nucleo familiar mediante la dos y la donatio ante nuptias, y Gillian CLARK, Women in Late Anti-
quity…, pp. 58-59.
34 Mª Isabel LÓPEZ DÍAZ, «Arras y dote en España. Resumen histórico», en Nuevas perspectivas so-
bre la mujer. Actas de las Primeras Jornadas de Investigación Interdisciplinaria, Seminario de Estudios
de la Mujer de la Universidad Autónoma de Madrid, Madrid, 1982, p. 86; José CALABRÚS LARA, Las re-
laciones paterno-filiales en la legislación visigoda…, pp. 86-86, 208; Geoffrey S. NATHAN, The Family
in Late Antiquity…, pp. 117-119, 142-154.
35 Antti ARJAVA, Women and Law in Late Antiquity…, pp. 92 y 172-177; Geoffrey S. NATHAN, The
Family in Late Antiquity…, pp. 23, 118-122. Los reparos a las segundas nupcias y a la falta de castidad
en las viudas afloran, por ejemplo, en los concilios hispanos tardorromanos, cfr. Concilio de Elvira (ini-
cio siglo IV d.C.), c. LXXII; Concilio de Toledo I (fin siglo IV-inicio siglo V d.C.), c. III, IV, XVIII. En
general las fuentes literarias y epigráficas prueban que permanecer viudo estaba cada vez mejor conside-
rado en la Antigüedad Tardía, en ambientes cristianos pero también paganos, en este último caso subra-
yando la dedicación del viudo a la crianza de los hijos; es una noción a la que la enseñanza cristiana con-
tribuyó pero no es exclusiva de ella, y de hecho no existió un rechazo social generalizado a las segundas
nupcias, aunque no fueran recomendadas por la Iglesia (Antti ARJAVA, Women and Law in Late Anti-
quity…, p. 169). Geoffrey S. NATHAN, The Family in Late Antiquity…, pp. 1, 116-119, 121-122, 124-126
evidencia, en base sobre todo a las fuentes escritas y literarias tardorromanas, que a pesar de los recelos
paganos a la figura de la madrastra y el padrastro y de que la Iglesia las desaconsejara, las
trictivas para las madres viudas que vuelven a casarse, recogidas en el Codex
Theodosianus en cuanto a los derechos de tutela y patrimoniales sobre su
progenie.36 Realmente esta prevención del legislador hacia las segundas nup-
cias de los viudos afecta tanto a padres como a madres, pero es más severa
con éstas, ya que las priva de su única oportunidad de ejercer una autoridad
legal sobre su prole, a través de la tutela de los menores.37 Pero los recientes
trabajos especializados sobre la familia tardorromana coinciden en constatar
la existencia de un recelo tradicional de la sociedad romana hacia los padras-
tros y madrastas, en base a la creencia de que éstos podían minar el afecto y
el interés de la madre o del padre hacia el bienestar de los hijos de su primer
matrimonio. Y entre ambos progenitores, se consideraba a la madre más ex-
puesta a este peligro, por la debilidad de la naturaleza femenina y su posi-
ción familiar y emocional dependiente respecto del nuevo marido.38 Este tra-
dicional reparo cultural romano hacia los padrastros y madrastas puede
explicar por si sólo este tipo de leyes tardorromanas que limitan los derechos
patrimoniales de los progenitores viudos que optan por volver a casarse, así
como el hecho de que estas restricciones legales afectaran en principio en
mayor grado a las viudas con hijos, aunque ya en el siglo V d.C. se aplicarán
segundas nupcias eran frecuentes, especialmente en las viudas madres jóvenes, más desprotegidas eco-
nómica y emocionalmente; además en la aristocracia senatorial y en la familia imperial volver a casarse
era una forma habitual de anudar nuevas alianzas socio-políticas y económicas.
36 A este respecto quizá la pérdida más significativa es la de su capacidad para ejercer la tutela de sus
hijos menores, cfr. nota 31. Pero también resulta llamativa la notable merma de derechos patrimoniales
sobre los bienes procedentes de los hijos habidos del primer matrimonio (CTh VIII, 13, 1 del 349 d.C.;
CTh VIII, 13, 4 del 358 d.C. = LRV VII, 6, 3; CTh V, 1, 8 del 426 d.C. = LRV V, 1, 8) y sobre los bienes
recibidos de su difunto marido por cualquier concepto, cuya propiedad debe reservar para los hijos legí-
timos habidos con él, aunque en general conserva el usufructo hasta su muerte (CTh III, 9, 1 del 398
d.C.= LRV III, 9, 1; Nov. Maj., VI, 8 del 458 d.C.= LRV VIII y Nov. Sev., I del 463 d.C. = LRV (única);
CTh II, 21, 1 y 2 del 358 y 357/360 d.C.= LRV II, 21, 1 y 2).
37 Las segundas nupcias del padre también merman sus derechos sobre los bienes de su anterior mu-
jer difunta, de manera que pierde el derecho de usufructo de los bona materna pertenecientes a los hijos
bajo su potestas, pero sin embargo no alteran en absoluto su capacidad para ejercer la patria potestas so-
bre los hijos no emancipados y ni los derechos que se derivan de ella (en el caso que nos interesa, la
guarda y administración de las propiedades de éstos, incluídas los bona materna), ni sus derechos como
parens manumissor sobre los hijos ya emancipados, cfr. CTh VIII, 18, 3 del 334 d.C.; CTh VIII, 18, 10
del 426 d.C. = LRV VIII, 9, 6; interpretatio de CTh III, 8, 2 del 382 d.C. = LRV III, 8, 2; Álvaro D’ORS,
Estudios Visigóticos II. El código de Eurico. Edición, palingenesia, índices, Ed. CSIC, Roma-Madrid,
1960, p. 263 y Mª Isabel DOMÍNGUEZ AGUDO, Estudio léxico de iura y leges en el Derecho romano vul-
gar occidental…, p. 59. Para Antti ARJAVA, Women and Law in Late Antiquity…, pp. 103-104 el padre
probablemente no perdía el usufructo de los bona materna ni al contraer segundas nupcias, hasta la le-
gislación de Justiniano en Oriente.
38 Antti ARJAVA, Women and Law in Late Antiquity…, pp. 92 y 172-177; Geoffrey S. NATHAN, The
Family in Late Antiquity…, p. 23. Cfr. por ejemplo, para Hispania tardorromana, Concilio de Elvira (ini-
cio siglo IV d.C.), c. LXXXI; Concilio de Zaragoza (380 d.C.), c. I; Concilio de Toledo I (fin siglo IV-
inicio siglo V d.C.), c. VII.
39 Ahora bien, si la viuda binuba no tiene hijos del primer matrimonio, o han fallecido, entonces
todo lo recibido de su primer marido por cualquier concepto será de su propiedad y puede transmitirlo
por testamento a quien quiera (CTh III, 8, 2 del 381 d.C. = LRV III, 8, 1; CTh III, 8, 3 del 412 d.C.=
LRV III, 8, 3). Finalmente CTh III, 13, 3 del 422 d.C. = LRV III, 13, 3; CTh V, 1, 8 y VIII, 18, 10 (426
d.C.) y Nov. Th. XIIII.7 del 439 d.C. + interpretatio = LRV VII; Nov. Sev. I del 463 d.C., acaban esta-
bleciendo la obligación de la viuda y del viudo con hijos a preservar la propiedad de los bienes recibi-
dos del cónyuge difunto para éstos, tanto si contrae segundas nupcias como si no, y tanto en Occidente
como en Oriente.
40 Cfr. Antti ARJAVA, Women and Law in Late Antiquity…, pp. 175-177; Geoffrey S. NATHAN, The
Fmily in Late Antiquity…, pp. 40, 76, 127-128. En especial Antti ARJAVA, Women and Law in Late An-
tiquity…, pp. 176-177 incide, clarividentemente, en el hecho de que mucha de esta legislación tardorro-
mana en relación a las segundas nupcias en época clásica no era necesaria, porque las mujeres no po-
dían ser tutoras legales de menores, y porque el matrimonio era dotal y no había donación nupcial por
parte del marido, salvo algún regalo modesto de compromiso. Los derechos del marido respecto a la
dote ya estaban bien definidos en la legislación clásica, las donaciones entre cónyuges estaban prohibi-
das en vida, y sólo podían por tanto intercambiar propiedad por testamento, y entonces el testador era
el encargado de poner a salvo los derechos de los hijos. Para Arjava las leyes de los emperadores tardo-
rromanos eran consecuentes con esta patrón clásico de pensamiento. Trataban de satisfacer las expecta-
tivas de las viudas que a menudo tenían que volver a casarse, tanto si querían como si no, y a la vez ase-
gurar a los hijos que sus propiedades no estaban en peligro.
41 La misma conclusión en Antti ARJAVA, Women and Law in Late Antiquity…, pp. 109-110, en re-
na que chocaban con los usos tradicionales, cuando no, como hemos visto, con
los intereses del poder secular.42
Las leyes tardorromanas sobre la maternidad manifiestan una continuidad
fundamental repecto a los principios ya establecidos públicamente y practica-
dos habitualmente en la sociedad romana imperial, afirmación que puede ex-
tenderse a casi toda la ley familiar.43 No parece que los emperadores cristia-
nos, por el mero hecho de serlo, legislaran de forma diferente, sin tener en
cuenta a la tradición. Hemos visto que en la definición legal tardorromana de
la figura de la madre, concurren, por un lado, el mantenimiento del punto
de vista masculino tradicional respecto al doble estandar sexual femenino,
que da cobijo al uso sexual de los cuerpos de las mujeres socialmente inferio-
res mientras se protege la dignidad de la maternidad legítima, que sigue con-
siderándose la meta natural de la vida de la mujer. Por otro lado, perviven las
limitaciones, ya suavizadas, que imponen a las madres legítimas el poder pa-
triarcal y las prerrogativas de los agnados. Por último, en cuanto a los dere-
chos hereditarios materno-filiales, se conserva el principio básico de una
transmisión de propiedad prioritariamente dentro de la familia, en primera
instancia a los descendientes, que se considera especialmente amenazada por
las segundas nupcias de la madre viuda.
Pero también resulta obvio que el cristianismo no era radicalmente opuesto
a muchos de los valores tradicionales de la sociedad romana. De hecho, a me-
nudo muchos valores familiares cristianos y paganos coincidían, aunque el cris-
tianismo pudiera haber introducido matices en aspectos de la moral familiar tra-
dicional romana.44 Estos matices, en los que básicamente reside la diferencia,
resultan a menudo demasiado sutiles y teóricos para tener cabida en el cuerpo
42 Antti ARJAVA, Women and Law in Late Antiquity…, pp. 3-5, considera el cristianismo como uno
más de los factores de cambio en el Imperio tardorromano, y en el caso de la ley familiar, el cristianis-
mo pudo haber modelado algún aspecto de los nuevos desarrollos, pero no la raíz o esencia del fenó-
meno en sí mismo, que tiene claros precedentes en prácticas romanas más antiguas; para él no es fácil
encontrar un factor cristiano aislado que pueda explicar desarrollos históricos en la sociedad tardorro-
mana. También Judith EVANS GRUBBS, «Virgins and Widows, Show-Girls and Whores: Late Roman Le-
gislation on Women and Christianity»…, p. 239 duda que la influencia cristiana pueda explicar por si
sola cambios legales en la época tardorromana.
43 Judith EVANS GRUBBS, Law and Family in Late Antiquity…, 86-90; Geoffrey S. NATHAN, The Fa-
mily in Late Antiquity…, pp. 12, 53. Estudios sobre el estatus de las mujeres en la sociedad de Bizancio
manifiestan también la poderosa continuidad de las prácticas tradicionales en cuestiones como la fami-
lia y el matrimonio, cfr. J. BEAUCAMP, Le statut de la femme à Byzance (4e-7e siècle), t. 1: Le droit im-
périal, Paris, 1990; t. 2: Les pratiques sociales, Paris, 1992.
44 Geoffrey S. NATHAN, The family in Late Antiquity…, pp. 53, 58; Judith EVANS GRUBBS, «Virgins
and Widows, Show-Girls and Whores: Late Roman Legislation on Women and Christianity»…, pp. 58-
60, 69-70, 247.
45 Tampoco la Iglesia cristiana tardorromana ofrecía un modelo familiar sin fisuras, no siendo ex-
trañas las contradicciones en variados aspectos entre los distintos pensadores cristianos, los diferentes
cánones conciliares, por no hablar de los numerosos movimientos heterodoxos, cfr. Geoffrey S.
NATHAN, The Family in Late Antiquity…, p. 188. Ello desde luego disminuía el potencial de transmi-
sión, asimilación social e influencia de su mensaje.
46 La influencia cristiana en estos temas se potencia y se percibe mucho más clara ya a finales de la
Antigüedad Tardía, a partir del siglo VII d.C., cfr. Geoffrey S. NATHAN, The Family in Late Antiquity…,
p. 189.
47 De hecho Judith EVANS GRUBBS, Law and Family in Late Antiquity…, p. 319 señala esta posibili-
dad, y Geoffrey S. NATHAN, The Family in Late Antiquity…, pp. 83-84, 91 cree percibir una sensibi-
lidad hacia la opinión cristiana en ciertas áreas (redefinición del matrimonio legítimo, nuevas líneas
para el divorcio y la viudez) de la legislación familiar de los emperadores de los siglos IV-VI d.C., de
manera que la ley era en su mayor parte clásica pero con «corazón» cristiano; a pesar de ello concluye
(pp. 185-187) que el gobierno imperial pudo simpatizar con los ideales cristianos, pero que resulta difí-
cil identificar un esquema de respuesta legislativa a movimientos específicos de la Iglesia en materia de
familia, y que en ocasiones incluso la ley tardorromana se oponía a los ideales cristianos.
Law and Family in Late Antiquity…,pp. 223-233; Antti ARJAVA, Women and Law in Late Antiquity…,
pp. 177-192, 205-217; Geoffrey S. NATHAN, The Family in Late Antiquity…, pp. 107-116, 128-130.