Las "rabonas" eran las mujeres que acompañaban al ejército boliviano durante la guerra del Pacífico, siguiendo a la tropa para cocinar, cuidar de los soldados y proveerles de alimentos y sustento. A pesar de su importancia para el funcionamiento del ejército, las rabonas no figuraron en los registros oficiales y sus nombres se han perdido. Eran principalmente mujeres indígenas y mestizas de sectores pobres que encontraron en el ejército un modo de sobrevivir, a pesar de las d
0 calificaciones0% encontró este documento útil (0 votos)
42 vistas2 páginas
Las "rabonas" eran las mujeres que acompañaban al ejército boliviano durante la guerra del Pacífico, siguiendo a la tropa para cocinar, cuidar de los soldados y proveerles de alimentos y sustento. A pesar de su importancia para el funcionamiento del ejército, las rabonas no figuraron en los registros oficiales y sus nombres se han perdido. Eran principalmente mujeres indígenas y mestizas de sectores pobres que encontraron en el ejército un modo de sobrevivir, a pesar de las d
Las "rabonas" eran las mujeres que acompañaban al ejército boliviano durante la guerra del Pacífico, siguiendo a la tropa para cocinar, cuidar de los soldados y proveerles de alimentos y sustento. A pesar de su importancia para el funcionamiento del ejército, las rabonas no figuraron en los registros oficiales y sus nombres se han perdido. Eran principalmente mujeres indígenas y mestizas de sectores pobres que encontraron en el ejército un modo de sobrevivir, a pesar de las d
Las "rabonas" eran las mujeres que acompañaban al ejército boliviano durante la guerra del Pacífico, siguiendo a la tropa para cocinar, cuidar de los soldados y proveerles de alimentos y sustento. A pesar de su importancia para el funcionamiento del ejército, las rabonas no figuraron en los registros oficiales y sus nombres se han perdido. Eran principalmente mujeres indígenas y mestizas de sectores pobres que encontraron en el ejército un modo de sobrevivir, a pesar de las d
Descargue como DOCX, PDF, TXT o lea en línea desde Scribd
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 2
Las narrativas sociales y las crónicas de guerra que aluden a las tropas
bolivianas y su permanencia en Tacna y el sur de Perú, no describen al
numeroso componente femenino que precedía o, en su caso, se apostaba detrás de la tropa en marcha: “Las rabonas”. La tropa boliviana que marchó a los campos de batalla del sur peruano era una estructura compleja, una suerte de columna móvil que se desplazaba por los campos hacia las batallas. La presencia masiva de las mujeres y sus familias, quienes estaban fuera de su mando y alcance jerárquico directo, pintaban al Ejército con las características de una tropa de familia. Las “rabonas” —llamadas así porque iban a la cola o rabo de la columna castrense— fueron una pieza vital para que la armazón militar . Se trataba de una práctica antigua que puede registrarse incluso en los ejércitos de la época colonial. Ellas cumplieron un rol fundamental en el cuidado, y cocina de la tropa. Recorrían las campiñas aledañas, para conseguir por cualquier medio, por las buenas o las malas, alimentos y sustento vegetal y animal para sus familias. Se trasladaban a pie con sus bártulos y su familia,toda tentativa de dispersarlas o prohibir su presencia fue inútil; sin ellas se decía que las deserciones y el descontento aumentaban por lo que los altos jefes castrenses no tenían otro remedio que tolerarlas y en su caso agasajarlas, quizá a regañadientes. Convivían junto a sus compañeros en los precarios campamentos militares, compartiendo miserias, temores, amores, recriminaciones y alegrías. Pese a su estratégico rol para el funcionamiento de la organización armada, no figuraron en los partes ni registros militares oficiales, de modo que su número y sus nombres se han hundido en el torbellino del tiempo. Esposas, amantes o hijas de los combatientes en su gran mayoría eran mujeres indígenas y mestizas de habla quechua y aymara, pertenecientes a los sectores más pobres y excluidos de la aristocrática sociedad boliviana. Para ganar unos centavos oficiaban de vendedoras callejeras, sentadas en calles y parques, como era frecuente en Bolivia, pero no en Tacna donde perturbaban el tránsito urbano. A diferencia del Ejército peruano que disponía de una logística centralizada y una cocina para alimentar diariamente a sus integrantes, el de Bolivia no contaba con Intendencia común y se dejaba que cada oficial o soldado resolviera por su cuenta cómo y qué llevarse a la boca, y por tanto dependía de su “rabona”. Ellas hallaron modos y astucias para relacionarse y regatear con comerciantes locales y extranjeros. Acudían a sus tiendas de se movilizaban al puerto de Arica y la zonas rurales aledañas con el mismo objetivo. Cocinaban usando la “salvajina” o Siempre Viva, una planta rastrera—en verdad la única que crecía en el desierto— venciendo la sequedad de los arenales que se extienden en las agrestes alturas de la ciudad. Probablemente utilizaban también excremento seco de llamas, mulas y caballos. Si tenían suerte se procuraban ramas y palos, pero en general la madera era cara y relativamente escasa en la zona. Con cualquier recurso sus marmitas y ollas se calentaban para disponer de alimento o alguna infusión siempre lista y a temperatura conveniente. Así lograban que durante todo el día y la noche las fogatas ardieran en los campamentos que lucían a la distancia como tintineantes estrellas. Las “rabonas” preparaban alimentos para su compañero de vida y si sobraba lo ofrecían al resto de la tropa. Otras en cambio oficiaban de “vivanderas” especializadas que se dedicaban casi exclusivamente a vender sus platos y bebidas a sus clientes o “aparceros” para ganarse unos pesos. Los platos más solicitados y degustados eran las espesas “laguas” y “chairos”, “ranga-ranga”, “chupes”, “cuatro cosas”, “posckoapi”, “sajrahora” y los asados de pescado como de carne vacuna; esta última llegaba de los valles cercanos o en recuas traídas desde el norte argentino Las Rabonas, generalmente, marchaban en la cola de la columna de los soldados de infantería, preparaban la comida y atendían a sus maridos, parejas, familiares o hijos; reparaban uniformes, los parchaban y reforzaban para su mejor resistencia frente al combate desigual, además, realizaban otras tareas domésticas. Es así que hicieron el papel de cocineras, enfermeras, apoyo logístico, religiosas santiguadoras, madres, consejeras, aguateras, enterradoras y amantes de sus parejas o esposos. Después, por situación involuntaria debido al sanguinario ataque del enemigo que no respetó ni siquiera a los niños, jóvenes o mujeres, en gran parte se quedaron solas, madres solteras o viudas con huérfanos, madres sin hijos o esposo, mujeres con carga familiar y, entre otros, huérfanas. Las valientes indígenas, iletradas en su gran mayoría, hicieron su propia historia, y a pesar de que no tuvieron nombres y apellidos, debemos considerarlas como merecedores de honor y como representantes de una auténtica cultura social y ejemplo a seguir. A través de estas líneas, se rinde homenaje a nuestras Panaycunas (hermanas, en quechua).