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EL Suelo, es la cubierta superficial de la mayoría de la superficie

continental de la Tierra. Es un agregado de minerales no consolidados y


de partículas orgánicas producidas por la acción combinada del viento, el
agua y los procesos de desintegración orgánica

DEFINICIÓN.
La geología, su amplio conocimiento y entendimiento sobre la naturaleza y
comportamiento de los suelos, aporta valiosos datos que sirven de base y
punto de partida a la ingeniería civil. Conocer sobre que suelo se realizará una
edificación o construcción es vital.

La necesidad de agrupar, entender y dar solución a problemas, generó la


clasificación de suelos como un medio para resolver dichos inconvenientes.

En Ingeniería, hay dos sistemas de clasificación de suelos:

► AASHTO, usado en construcción de carreteras.


► SUCS, usado en ingeniería geotécnica.

Sistema Unificado de Clasificación de Suelos (SUCS)


El Sistema Unificado de Clasificación de Suelos (Unified Soil Classification
System (USCS), fue presentado por Arthur Casagrande, usado para describir la
textura y el tamaño de las partículas de un suelo. Este sistema de clasificación
puede ser aplicado a la mayoría de los materiales sin consolidar y se puede
clasificar suelos con tamaños menores de tres (3) pulgadas; se representa
mediante un símbolo con dos letras, B. Das (2001).

Los suelos de granos grueso y fino se distinguen mediante el tamizado del


material por el tamiz N°. 200. Los suelos gruesos corresponden a los retenidos
en dicho tamiz y los finos a los que lo pasan, de esta forma se considera que un
suelo es grueso si más del 50% de las partículas del mismo son retenidas en el
tamiz N°. 200 y fino si más del 50% de sus partículas son menores que dicho
tamiz.
Los suelos se designan por símbolos de grupo. El símbolo de cada grupo consta
de un prefijo y un sufijo. Los prefijos son las iníciales de los nombres en ingles
de los seis principales tipos de suelos (grava, arena, limo, arcilla, suelos
orgánicos de grano fino y turbas), mientras que los sufijos indican subdivisiones
en dichos grupos.

Esta clasificación divide los suelos en:


• Suelos gruesos. Se dividen en gravas y arena, y se separan con el tamiz N° 4,
de manera que un suelo pertenece al grupo de grava si más del 50% retiene el
tamiz No 4 y pertenecerá al grupo arena en caso contrario.

• Suelos finos. El sistema unificado considera los suelos finos divididos entre
grupos: limos inorgánicos (M), arcillas inorgánicas (C) y limos y arcillas
orgánicas (0). Cada uno de estos suelos se subdivide a su vez según su límite
líquido, en dos grupos cuya frontera es Ll = 50%. Si el límite líquido del suelo es
menor de 50 se añade al símbolo general la letra L (low compresibility). Si es
mayor de 50 se añade la letra H (hight compresibility). Obteniéndose de este
modo los siguientes tipos de suelos:

ML: Limos Inorgánicos de baja compresibilidad.


OL: Limos y arcillas orgánicas.
CL: Arcillas inorgánicas de baja compresibilidad.
CH. Arcillas inorgánicas de alta compresibilidad.
MH: Limos inorgánicos de alta compresibilidad.
OH: arcillas y limos orgánicas de alta compresibilidad.

• Suelos orgánicos. Constituidos fundamentalmente por materia orgánica. Son


inservibles como terreno para cimentación.
Suelo; concepto, naturaleza, y tipos de suelo
EL Suelo, es la cubierta superficial de la mayoría de la superficie
continental de la Tierra. Es un agregado de minerales no consolidados y
de partículas orgánicas producidas por la acción combinada del viento, el
agua y los procesos de desintegración orgánica.

Los suelos cambian mucho de un lugar a otro. La composición química y


la estructura física del suelo en un lugar dado están determinadas por el
tipo de material geológico del que se origina, por la cubierta vegetal, por
la cantidad de tiempo en que ha actuado la meteorización, por la
topografía y por los cambios artificiales resultantes de las actividades
humanas.

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Introducción
Las variaciones del suelo en la naturaleza son graduales, excepto las
derivadas de desastres naturales. Sin embargo, el cultivo de la tierra priva
al suelo de su cubierta vegetal y de mucha de su protección contra la
erosión del agua y del viento, por lo que estos cambios pueden ser más
rápidos. Los agricultores han tenido que desarrollar métodos para
prevenir la alteración perjudicial del suelo debida al cultivo excesivo y para
reconstruir suelos que ya han sido alterados con graves daños.

El conocimiento básico de la textura del suelo es importante para los


ingenieros que construyen edificios, carreteras y otras estructuras sobre
y bajo la superficie terrestre. Sin embargo, los agricultores se interesan en
detalle por todas sus propiedades, porque el conocimiento de los
componentes minerales y orgánicos, de la aireación y capacidad de
retención del agua, así como de muchos otros aspectos de la estructura
de los suelos, es necesario para la producción de buenas cosechas.

Los requerimientos de suelo de las distintas plantas varían mucho, y no


se puede generalizar sobre el terreno ideal para el crecimiento de todas
las plantas. Muchas plantas, como la caña de azúcar, requieren suelos
húmedos que estarían insuficientemente drenados para el trigo. Las
características apropiadas para obtener con éxito determinadas cosechas
no sólo son inherentes al propio suelo; algunas de ellas pueden ser
creadas por un adecuado acondicionamiento del suelo.

Naturaleza del suelo


Los componentes primarios del suelo son: 1) compuestos inorgánicos, no
disueltos, producidos por la meteorización y la descomposición de las
rocas superficiales; 2) los nutrientes solubles utilizados por las plantas; 3)
distintos tipos de materia orgánica, viva o muerta y 4) gases y agua
requeridos por las plantas y por los organismos subterráneos.

La naturaleza física del suelo está determinada por la proporción de


partículas de varios tamaños. Las partículas inorgánicas tienen tamaños
que varían entre el de los trozos distinguibles de piedra y grava hasta los
de menos de 1/40.000 centímetros. Las grandes partículas del suelo,
como la arena y la grava, son en su mayor parte químicamente inactivas;
pero las pequeñas partículas inorgánicas, componentes principales de las
arcillas finas, sirven también como depósitos de los que las raíces de las
plantas extraen nutrientes. El tamaño y la naturaleza de estas partículas
inorgánicas diminutas determinan en gran medida la capacidad de un
suelo para almacenar agua, vital para todos los procesos de crecimiento
de las plantas.

La parte orgánica del suelo está formada por restos vegetales y restos
animales, junto a cantidades variables de materia orgánica amorfa
llamada humus. La fracción orgánica representa entre el 2 y el 5% del
suelo superficial en las regiones húmedas, pero puede ser menos del 0.5%
en suelos áridos o más del 95% en suelos de turba.

El componente líquido de los suelos, denominado por los científicos


solución del suelo, es sobre todo agua con varias sustancias minerales en
disolución, cantidades grandes de oxígeno y dióxido de carbono disueltos.
La solución del suelo es muy compleja y tiene importancia primordial al
ser el medio por el que los nutrientes son absorbidos por las raíces de las
plantas. Cuando la solución del suelo carece de los elementos requeridos
para el crecimiento de las plantas, el suelo es estéril.

Los principales gases contenidos en el suelo son el oxígeno, el nitrógeno


y el dióxido de carbono. El primero de estos gases es importante para el
metabolismo de las plantas porque su presencia es necesaria para el
crecimiento de varias bacterias y de otros organismos responsables de la
descomposición de la materia orgánica. La presencia de oxígeno también
es vital para el crecimiento de las plantas ya que su absorción por las
raíces es necesaria para sus procesos metabólicos.

Clases del suelo


Los suelos muestran gran variedad de aspectos, fertilidad y características
químicas en función de los materiales minerales y orgánicos que lo
forman. El color es uno de los criterios más simples para calificar las
variedades de suelo. La regla general, aunque con excepciones, es que los
suelos oscuros son más fértiles que los claros. La oscuridad suele ser
resultado de la presencia de grandes cantidades de humus. A veces, sin
embargo, los suelos oscuros o negros deben su tono a la materia mineral
o a humedad excesiva; en estos casos, el color oscuro no es un indicador
de fertilidad.
Los suelos rojos o castaño-rojizos suelen contener una gran proporción
de óxidos de hierro (derivado de las rocas primigenias) que no han sido
sometidos a humedad excesiva. Por tanto, el color rojo es, en general, un
indicio de que el suelo está bien drenado, no es húmedo en exceso y es
fértil. En muchos lugares del mundo, un color rojizo puede ser debido a
minerales formados en épocas recientes, no disponibles químicamente
para las plantas. Casi todos los suelos amarillos o amarillentos tienen
escasa fertilidad. Deben su color a óxidos de hierro que han reaccionado
con agua y son de este modo señal de un terreno mal drenado. Los suelos
grisáceos pueden tener deficiencias de hierro u oxígeno, o un exceso de
sales alcalinas, como carbonato de calcio.

La textura general de un suelo depende de las proporciones de partículas


de distintos tamaños que lo constituyen. Las partículas del suelo se
clasifican como arena, limo y arcilla. Las partículas de arena tienen
diámetros entre 2 y 0,05 mm, las de limo entre 0,05 y 0,002 mm, y las de
arcilla son menores de 0,002 mm. En general, las partículas de arena
pueden verse con facilidad y son rugosas al tacto. Las partículas de limo
apenas se ven sin la ayuda de un microscopio y parecen harina cuando se
tocan. Las partículas de arcilla son invisibles si no se utilizan instrumentos
y forman una masa viscosa cuando se mojan.

En función de las proporciones de arena, limo y arcilla, la textura de los


suelos se clasifica en varios grupos definidos de manera arbitraria.
Algunos son: la arcilla arenosa, la arcilla limosa, el limo arcilloso, el limo
arcilloso arenoso, el fango arcilloso, el fango, el limo arenoso y la arena
limosa. La textura de un suelo afecta en gran medida a su productividad.

Los suelos con un porcentaje elevado de arena suelen ser incapaces de


almacenar agua suficiente como para permitir el buen crecimiento de las
plantas y pierden grandes cantidades de minerales nutrientes por
lixiviación hacia el subsuelo. Los suelos que contienen una proporción
mayor de partículas pequeñas, por ejemplo, las arcillas y los limos, son
depósitos excelentes de agua y encierran minerales que pueden ser
utilizados con facilidad. Sin embargo, los suelos muy arcillosos tienden a
contener un exceso de agua y tienen una textura viscosa que los hace
resistentes al cultivo y que impide, con frecuencia, una aireación
suficiente para el crecimiento normal de las plantas.

Clasificación de los suelos


Los suelos se dividen en clases según sus características generales. La
clasificación se suele basar en la morfología y la composición del suelo,
con énfasis en las propiedades que se pueden ver, sentir o medir —por
ejemplo, la profundidad, el color, la textura, la estructura y la composición
química—. La mayoría de los suelos tienen capas características, llamadas
horizontes; la naturaleza, el número, el grosor y la disposición de éstas
también es importante en la identificación y clasificación de los suelos.

Las propiedades de un suelo reflejan la interacción de varios procesos de


formación que suceden de forma simultánea tras la acumulación del
material primigenio. Algunas sustancias se añaden al terreno y otras
desaparecen. La transferencia de materia entre horizontes es muy
corriente. Algunos materiales se transforman. Todos estos procesos se
producen a velocidades diversas y en direcciones diferentes, por lo que
aparecen suelos con distintos tipos de horizontes o con varios aspectos
dentro de un mismo tipo de horizonte.

Los suelos que comparten muchas características comunes se agrupan


en series y éstas en familias. Del mismo modo, las familias se combinan
en grupos, y éstos en subórdenes que se agrupan a su vez en órdenes.

Los nombres dados a los órdenes, subórdenes, grupos principales y


subgrupos se basan, sobre todo, en raíces griegas y latinas. Cada nombre
se elige tratando de indicar las relaciones entre una clase y las otras
categorías y de hacer visibles algunas de las características de los suelos
de cada grupo. Los suelos de muchos lugares del mundo se están
clasificando según sus características lo cual permite elaborar mapas con
su distribución.

Química del suelo


El suelo ha sido comparado con un laboratorio químico muy complicado,
donde tienen lugar un gran número de reacciones que implican a casi
todos los elementos químicos conocidos. Algunas reacciones se pueden
considerar sencillas y se comprenden con facilidad, pero el resto son
complejas y de difícil comprensión.

En general los suelos se componen de silicatos con complejidades que


varían desde la del sencillo óxido de silicio —cuarzo— hasta la de los
silicatos de aluminio hidratados, muy complejos, encontrados en los
suelos de arcilla. Los elementos del suelo más importantes para la
nutrición de las plantas incluyen el fósforo, el azufre, el nitrógeno, el
calcio, el hierro y el magnesio. Investigaciones recientes han mostrado
que las plantas para crecer también necesitan cantidades pequeñas pero
fundamentales de elementos como boro, cobre, manganeso y cinc.

Las plantas obtienen nutrientes de los coloides del suelo, partículas


diminutas parecidas a la arcilla que se mezclan con el agua, aunque no se
disuelven en ella. Se forman como producto de la meteorización física y
química de minerales primarios. Consisten en cantidades variables de
óxidos hidratados de hierro, aluminio y silicio y de minerales cristalinos
secundarios como la caolinita y la montmorillonita.

Los coloides tienen algunas propiedades físicas marcadas que afectan


fuertemente las características agrícolas de los distintos suelos. Los
suelos de las regiones con precipitación escasa y poca agua subterránea
están sometidos a lixiviación moderada y, por tanto, contienen gran
cantidad de compuestos originales, como calcio, potasio y sodio. Los
coloides de este tipo se expanden en gran medida cuando se mojan y
tienden a dispersarse en el agua. Al secarse toman una consistencia
gelatinosa y pueden, tras un secado adicional, formar masas
impermeables al agua.

Donde el terreno queda cubierto por bosques, los coloides inorgánicos y


orgánicos penetran en la tierra transportados por agua subterránea
después de lluvias o inundaciones; forman una capa concentrada en la
parte inferior del suelo y consolidan otras partículas de él para producir
una masa densa y sólida.
Una de las características importantes de las partículas coloidales es su
capacidad para participar en un tipo de reacción química conocida como
intercambio de bases. En esta reacción un compuesto cambia al sustituir
uno de sus elementos por otro. Así, los elementos que estaban ligados a
un compuesto pueden quedar libres en la solución del suelo y estar
disponibles como nutrientes para las plantas. Cuando se añade a un suelo
materia fertilizante como el potasio, una porción del elemento requerido
entra en la solución del suelo de forma inmediata, y queda disponible,
mientras que el resto participa en el intercambio de bases y permanece
en el suelo incorporado a los coloides.

Uno de los ejemplos de intercambio de bases más simple y valioso para


la agricultura es la reacción que se produce cuando la caliza (CaCO3) se
utiliza para neutralizar la acidez. La acidez del suelo, que puede definirse
como la concentración de iones de hidrógeno, afecta a muchas plantas;
las legumbres, por ejemplo, no pueden crecer en un terreno ácido.

Agua del suelo


Como se dijo, la cantidad de agua disponible en un suelo dado tiene un
efecto importante en la productividad del terreno para su uso agrícola.
Tanto en estado líquido como gaseoso, el agua ocupa cerca de un cuarto
del volumen del suelo productivo. La cantidad de agua retenida depende
del tamaño y de la disposición de los poros en el terreno. En suelos
gruesos y desagregados, el agua tiende a drenarse hacia abajo por la
acción de la gravedad, dejando un pequeño remanente.

Los suelos compuestos por partículas finas suelen tener una porosidad
total superior, por tanto, retienen cantidades de agua mayores que los
suelos de textura gruesa. El agua se mueve y queda retenida por un
sistema de poros. Sólo están disponibles para las plantas dos tercios del
agua almacenada después de que se haya drenado el exceso. Las
partículas del suelo absorben el agua restante con fuerza suficiente como
para impedir su uso por las plantas.

Las fuerzas que actúan sobre el agua, llamadas succión del suelo, pueden
clasificarse así: las causadas por las partículas (fuerzas mátricas), por los
solutos disueltos en el agua (fuerzas osmóticas) y por la gravedad (fuerzas
gravitatorias). Las fuerzas mátricas surgen de la acción capilar y de las
interacciones electrostáticas entre el agua y las partículas del suelo. Las
fuerzas osmóticas dependen de la cantidad de sales disueltas en el agua
y que influyen de forma indirecta en su movimiento por el suelo. La suma
de las fuerzas mátricas y osmóticas se llama potencial total del agua.

El agua que interactúa con las superficies de los minerales del suelo tiene
propiedades distintas de las del agua libre. Por tanto, se llama agua ligada.
Ésta, comparada con el agua libre, tiene volumen específico, viscosidad y
calor específico mayores, constante dieléctrica menor y una mayor
resistencia a los reordenamientos. Estos efectos se extienden a distancias
muy cortas, del orden de tres a diez capas de moléculas de agua. El enlace
de hidrógeno y las fuerzas de Van der Waals (atracción intermolecular) se
mencionan como razones por las que el agua queda ligada a las
superficies de suelo.

Las necesidades de agua de las plantas se satisfacen con el agua del suelo.
El límite máximo de embalse depende de la capacidad del terreno, y el
mínimo depende del porcentaje de secado permanente y también de la
ocupación efectiva de las raíces de la cosecha. La capacidad del terreno
es la cantidad de agua en un suelo dos o tres días después de una
inundación completa de su perfil, expresada como peso seco del suelo. El
coeficiente de marchitamiento se define como el valor de la humedad del
suelo bajo el cual un vegetal se marchitaría y moriría, aun cuando se
encuentre en una atmósfera húmeda. Se expresa como porcentaje de
masa de suelo seco.

Materia orgánica del suelo


El término general utilizado para definir la mezcla compleja de materia
orgánica del suelo es humus. No es una mezcla estable de sustancias
químicas, es más bien una mezcla dinámica, en constante cambio, que
representa cada etapa de la descomposición de la materia orgánica
muerta, desde la más simple a la más compleja.
El proceso de descomposición está causado por la acción de un gran
número de bacterias y hongos microscópicos. Estos microorganismos
atacan y digieren los compuestos orgánicos complejos que constituyen la
materia viva, reduciéndola a formas más simples que las plantas pueden
usar como alimento. Un ejemplo típico de acción de las bacterias es la
formación de amoníaco a partir de proteínas animales y vegetales.

Unas bacterias oxidan el amoníaco para formar nitritos, y otras actúan


sobre los nitritos para constituir nitratos, un tipo de compuesto del
nitrógeno que puede ser utilizado por las plantas. Algunas bacterias son
capaces de atraer, o extraer, nitrógeno del aire (véase Fijación del
nitrógeno) de forma que quede disponible en el suelo. Incluso partes no
descompuestas del humus, o que sólo han experimentado
descomposición parcial, contribuyen a la fertilidad del terreno dando al
suelo una textura más ligera y porosa.

Bajo condiciones naturales, así como en zonas que no han sido nunca
perturbadas por cultivo o deforestación, hay un equilibrio entre la
cantidad de humus destruido por descomposición total y la materia
añadida por la putrefacción de plantas y de cuerpos animales. Donde se
practica la agricultura o donde se altera el equilibrio de los procesos
naturales, bien por los humanos, bien por accidentes naturales como el
fuego, se pierde la estabilidad y se reduce el contenido orgánico del suelo
hasta que se alcanza un nuevo equilibrio.

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