Documento Bioética
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Bioética
Bioética: etimológicamente proviene del griego BIOS (vida) y ethos (ética). Es la rama de la ética que se
dedica a proveer los principios para la conducta correcta del humano respecto a la vida, tanto de la vida
humana como de la vida no humana (animal y vegetal), así como al ambiente en el que pueden darse
condiciones aceptables para la vida.
En su sentido más amplio, la bioética, a diferencia de la ética médica, no se limita al ámbito médico, sino
que incluye todos los problemas éticos que tienen que ver con la vida en general, extendiendo de esta
manera su campo a cuestiones relacionadas con el medio ambiente y al trato debido a los animales. Se
han formulado una serie de definiciones respecto a la disciplina de la Bioética, siendo una de ellas la
adoptada por la Unidad Regional de Bioética de la OPS, con sede en Santiago de Chile y que, modificada
por el S.J. Alfonso Llano Escobar en una revista de la especialidad, define a la Bioética como "el uso
creativo del diálogo inter y transdisciplinar entre ciencias de la vida y valores humanos para formular,
articular y, en la medida de lo posible, resolver algunos de los problemas planteados por la investigación
y la intervención sobre la vida, el medio ambiente y el planeta Tierra". 1 Sin embargo, cabe destacar, que
ya en 1978, el Kennedy Institute de la Universidad jesuita de Georgetown en Estados Unidos, había
publicado la primera Enciclopedia de Bioética en cuatro volúmenes, dirigida por Warren Reich, un teólogo
católico, donde se define a la Bioética como el "estudio sistemático de la conducta humana en el área de
las ciencias de la vida y la salud, examinado a la luz de los valores y principios morales".
Es una disciplina relativamente nueva, y el origen del término corresponde al pastor protestante, teólogo,
filósofo y educador alemán Fritz Jahr, quien en 1927 usó el término Bio-Ethik en un artículo sobre la
relación ética del ser humano con las plantas y los animales. Más adelante, en 1970, el Bioquímico
norteamericano dedicado a la oncología Van Rensselaer Potter utilizó el término bio-ethics en un artículo
sobre "la ciencia de la supervivencia" y posteriormente en 1971 en su libro “Bioética un puente hacia el
futuro”. Abarca las cuestiones éticas acerca de la vida que surgen en las relaciones
entre biología, nutrición, medicina, química, política (no debe confundirse con la
"biopolítica"7 ), derecho, filosofía, sociología, antropología, teología, etc. Existe un desacuerdo acerca del
dominio apropiado para la aplicación de la ética en temas biológicos. Algunos bioéticos tienden a reducir
el ámbito de la ética a lo relacionado con los tratamientos médicos o con la innovación tecnológica. Otros,
sin embargo, opinan que la ética debe incluir lo relativo a todas las acciones que puedan ayudar o
dañar organismos capaces de sentir miedo y dolor.
En una visión más amplia, no sólo hay que considerar lo que afecta a los seres vivos (con capacidad de
sentir dolor o sin tal capacidad), sino también al ambiente en el que se desarrolla la vida, por lo que
también se relaciona con la ecología.
La bioética es con frecuencia asunto de discusión política, lo que genera crudos enfrentamientos entre
aquellos que defienden el progreso tecnológico en forma incondicionada y aquellos que consideran que
la tecnología no es un fin en sí, sino que debe estar al servicio de las personas y bajo el control de criterios
éticos; o entre quienes defienden los derechos para algunos animales y quienes no consideran tales
derechos como algo regulable por la ley;8 o entre quienes están a favor o en contra del aborto o la
eutanasia.
Las primeras declaraciones de bioética surgen con posterioridad a la Segunda Guerra Mundial, cuando el
mundo se escandalizó tras el descubrimiento de los experimentos médicos llevados a cabo por los
facultativos del régimen hitleriano sobre los prisioneros en los campos de concentración*(ver los
experimentos en anexo al final de este documento). Esta situación, a la que se suma el dilema planteado
por el invento de la fístula para diálisis renal de Scribner (Seattle, 1960), las prácticas del Hospital Judío de
Enfermedades Crónicas (Brooklyn, 1963) o la Escuela de Willowbrook (Nueva York, 1963), van
configurando un panorama donde se hace necesaria la regulación, o al menos, la declaración de principios
a favor de las víctimas de estos experimentos. Ello determina la publicación de diversas declaraciones y
documentos bioéticos a nivel mundial, como:
Código de Núremberg: el cual se considera el documento inicial y más importante, en donde se
formularon los principios básicos para la investigación médica en humanos; de este han derivado los
demás códigos y declaraciones emitidos por importantes organizaciones como la Organización Mundial
de la Salud y la Organización de las Naciones Unidas, así como diversas instituciones médicas
internacionales.
En 1947 se emite el código de Núremberg que consta de diez preceptos para realizar investigaciones
médicas en humanos, de los cuales se destaca primordialmente el consentimiento voluntario del sujeto,
que es esencial para ejecutar cualquier tipo de investigación, la persona involucrada debe estar
plenamente consciente de su libertad de decidir si toma participación o no en el experimento y el
investigador tiene la responsabilidad de proporcionar toda la información acerca de la clase, duración y
propósito de las pruebas, así como ventajas y desventajas y los posibles beneficios y riesgos o
consecuencias para la salud que puedan surgir durante o después de su ejecución.
Declaración de Helsinki
En 1964 la World Medical Association en su 18ª Asamblea Médica Mundial llevada a cabo en Helsinki,
publicó una declaración en la que se establecen los principales problemas de la investigación médica. Este
documento ha sufrido modificaciones subsecuentes en 1975, 1983, 1989, 1996, 2000 y 2002, con el fin de
analizar las nuevas situaciones y problemas que surgen con la evolución de la investigación y el progreso
de la ciencia.
En este documento se resalta el propósito y finalidad de la investigación médica, que debe enfocarse a la
comprensión de la etiología y patogénesis de la enfermedad, mejorar los procedimientos diagnósticos,
terapéuticos y profilácticos, además de que, se reconoce que el avance en las ciencias médicas y de la
salud se logra a partir de la investigación y por ende en la experimentación en seres humanos, por lo que
se hace indispensable que los investigadores en salud, de todo el mundo, cuenten con una guía normativa
para llevar a cabo dichas investigaciones.
El comité debe ajustarse a las leyes propias de cada país donde se realice la investigación.
Informe Belmont
Fue elaborado por la Comisión Nacional para la Protección de Personas Objeto de la Experimentación
Biomédica y de la Conducta. Este informe surgió cuando en la década de 1970, se dio a conocer el caso
de Tuskegee en Alabama; en donde se había negado el tratamiento con antibióticos a personas
afroamericanas infectadas con sífilis, con el supuesto propósito de conocer la historia natural de la
enfermedad.
Este informe consta de una introducción y dos partes: principios éticos básicos y aplicaciones. En la
introducción hace mención a la diferencia entre práctica e investigación clínicas; práctica se refiere a
intervenciones solamente diseñadas para recuperar o acentuar el bienestar de un paciente con
expectativas razonables de éxito. En cambio, la investigación se refiere a una actividad apuntada a probar
hipótesis, lograr conclusiones y en consecuencia desarrollar o complementar el conocimiento general.
Los tres principios básicos del informe Belmont se enfocan en la autonomía de las personas, la
beneficencia y la justicia.
Autonomía, se refiere al respeto a la libre determinación que tienen las personas para decidir entre las
opciones que a su juicio son las mejores entre las diferentes posibilidades de las que se les haya
informado, conforme a sus valores, creencias y planes de vida. La autonomía disminuida se refiere a
aquellas personas que no tienen todas sus capacidades para decidir sobre su vida personal, personas
dependientes o vulnerables. Este principio sustenta la necesidad de contar con un consentimiento
informado y del derecho a negarse a una intervención o participación en una relación clínica o de
investigación.
Beneficencia, considera la necesidad de valorar las ventajas y desventajas, los riesgos y beneficios de los
tratamientos propuestos, o de los procedimientos de investigación, con el objeto de maximizar los
beneficios y disminuir los riesgos. Es el principio obligado en toda investigación, el prever el mayor
beneficio de los participantes individuales y/o colectivos. Esto se logra mediante un protocolo bien
planteado, diseñado por investigadores con sapiencia en el método científico, la estadística y por supuesto
en el campo de la investigación a realizar, en donde se reconozcan los riesgos y se minimicen al máximo,
y que se cuente con todo lo necesario para llevar a buen término el proceso con el mayor beneficio.
No maleficencia, este principio ético protege a los individuos participantes en una práctica o investigación
clínicas, en lo referente a no hacer daño, a no someterlos a riesgos innecesarios. Obliga a evitar el daño
físico o emocional y el perjuicio en la aplicación de procedimientos o de intervenciones.
Justicia, el principio alude a que todos los casos similares se traten de forma equivalente. Se pretende que
la distribución de los beneficios, los riesgos y los costos en la atención sanitaria o en la investigación, se
realicen en forma justa. Es decir, que se distribuyan equitativamente entre todos los grupos de la
sociedad, tomando en cuenta la edad, el sexo, el estado económico y cultural, y consideraciones étnicas.
Se refiere, asimismo, a que todos los pacientes en situaciones parecidas deban tratarse de manera similar
y con las mismas oportunidades de acceso a los mejores métodos diagnósticos y terapéuticos.
Para las personas dependientes o vulnerables se aplican las reglas de la justicia distributiva lo cual se
refiere a que los participantes, que son representativos de un grupo, obtengan un beneficio y que los
beneficiados del grupo también asuman parte de los riesgos del estudio. La selección de sujetos tiene que
ver con el principio de justicia ya que los investigadores deben mostrar imparcialidad, es decir, no deben
ofrecer investigación potencialmente beneficiosa para algunos pacientes que estén a su favor o bien
seleccionar solo personas para investigaciones que implican riesgos elevados.
Sin embargo, en la investigación coexisten la mentira y el error, pero estos no pueden ser como tal un
hecho aceptable en la ciencia. El error se da por una malinterpretación o sobrestimación de resultados.
Incluso se sabe que el error es indispensable para el avance de la ciencia. El científico está consciente de
que su conocimiento generado no es absoluto, es probabilístico y susceptible de error, pero sabe que por
el momento es lo más cercano a la realidad.
Por otra parte, la mentira es una afirmación cuya falsedad le consta a quien lo formula, ya sea porque la
inventó o porque tiene pruebas de que no es cierta. La persona que miente sabe perfectamente que lo
que dice no es cierto, es un hecho planeado con toda intensión, pero de todos modos lo dice seguro de
que los demás le van a creer, por lo menos durante un tiempo indefinido. Combinan inteligencia y astucia
con deshonestidad y cinismo. Tras un análisis psicológico para saber las razones por las que un científico
miente, se ha llegado a la conclusión de que lo hace en torno a una característica humana, la vanidad.
El objeto material de la bioética son las acciones del hombre sobre la vida, en cambio, su objeto formal es
desde la perspectiva ética, para ver si estas acciones son buenas y hacen al hombre mejor, o por contrario,
le producen un daño a él, a la humanidad y a las generaciones futuras.
Es importante señalar que cuando hablamos de las acciones del hombre sobre la vida en general,
entendemos por ella vida vegetal, animal y humana. Es más, extendería también este estudio hasta las
acciones sobre el medioambiente en general, es decir, sobre todo aquello que en un futuro puede incidir
sobre el desarrollo de la vida humana y de las generaciones futuras. En este sentido, somos de la opinión
de que debería recuperarse el concepto de Global Bioethics descrito ya en los años setenta por Potter, y
que a su vez fue tomado de sus estudios de algunos medioambientalistas como A. Leopold y otros.
No sólo hemos de mirar las implicaciones de nuestras acciones sobre las condiciones actuales de la vida
humana y del planeta, la bioética debería tener en cuenta también un concepto de responsabilidad a largo
plazo, como aquel sugerido por H. Jonas en su volumen El principio Responsabilidad, para los seres
humanos actuales y para las generaciones futuras.
CORRIENTES EN BIOETICA:
En la bioética contemporánea encontramos una amplia gama de teorías que varían debido a razones
circunstanciales, a tradiciones filosóficas distintas o simplemente a intereses económicos. Analizaremos
brevemente cuáles son las más significativas o las que mayor influencia han tenido en debate bioético.
a) Principialismo: habla por primera vez de los principios que rigen la toma de decisiones en bioética; Estos
cuatro principios, que constituyen el núcleo teórico de la llamada bioética principialista, son: principio de
autonomía, no maleficencia, beneficencia y justicia.
b) Principialismo moderado: Jerarquiza los principios distinguiendo dos de rango superior (no-
maleficencia y justicia) y dos de rango inferior (beneficiencia y autonomía.
c) Utilitarismo y funcionalismo: Considera que es bueno aquello que produce el mayor bienestar y
beneficio para el mayor número de personas. Se realiza un cálculo costo-beneficio y el resultado práctico
es lo que se decide.
c) Contractualismo: sigue la tradición empirista y hobbesiana, y ante la imposibilidad de llegar a una ética
universal, la única posibilidad remanente es el consenso pues cualquier otra argumentación es débil y no
hay posibilidad de establecer principios de carácter universal.
d) Ética de mínimos: Se basa en el mismo supuesto: ante la imposibilidad de establecer principios con
validez universal, sólo nos queda acordar una “ética de mínimos” que todos compartamos y que sea el
fundamento de la convivencia.
e) Ética del cuidado: teoría que encuentra su fundamento en la filosofía fenomenológica, centra su
atención en la categoría del cuidado, con excelentes resultados, pero necesita también una concepción
antropológica que oriente la acción. Consideramos que el pensamiento fenomenológico y dialógico puede
enriquecer enormemente la reflexión bioética introduciendo categorías como la relación, la empatía y la
alteridad.
f) Ética narrativa: es un diálogo o síntesis entre los “principios recibidos, colectivos” y las “particularidades
de cada persona, la historia que narra”. No tiene fundamentación antropológica y ética, es relativista y
subjetiva.
g) Bioética casuística: Considera que está bien aquello que se decida en cada situación, decidiendo
independientemente de otras consideraciones. Puramente subjetiva.
En 1979, los bioeticistas Tom L. Beauchamp y James F. Childress, definieron los cuatro principios de la
bioética: autonomía, no maleficencia, beneficencia y justicia. En un primer momento definieron que estos
principios son prima facie, esto es, que vinculan siempre que no colisionen entre ellos, en cuyo caso habrá
que dar prioridad a uno u otro, dependiendo del caso.
Sin embargo, en 2003 Beauchamp11 considera que los principios deben ser especificados para aplicarlos
a los análisis de los casos concretos, o sea, deben ser discutidos y determinados por el caso concreto a
nivel casuístico.
Los cuatro principios definidos por Beauchamp y Childress son:
Principio de autonomía:
Consiste en que cada persona es autodeterminante para optar por las propias escogencias en función de
las razones del mismo, es decir, que, al hacer uso de la autonomía, cada quien conduce su vida en
concordancia con sus intereses, deseos y creencias (Jonson citado por Castillo,1999)
La autonomía tiene su valor al ser una reafirmación de uno de los rasgos fundamentales de la persona y
por principio porque tiende a promover el bienestar del sujeto al permitirle seleccionar lo que considere
que es mejor para él.
Según John Stuart Mill al hombre le pertenece plenamente aquella parte de sus actos que no afecten a
los otros, y sobre la cual la sociedad no debe interferir, ya que la autonomía constituye la esfera de la
libertad humana. Se puede definir como la obligación de respetar los valores y opciones personales de
cada individuo en aquellas decisiones básicas que le atañen vitalmente. Supone el derecho incluso a
equivocarse a la hora de hacer uno mismo su propia elección.
El principio de autonomía da origen a la norma moral, de no coartar la libertad de la persona y nos remite
a la obligación de aplicar el consentimiento informado ante la toma de decisiones en el campo de la salud.
Lo cierto, es que, en el modelo social emergente, se tiende a que cada cual tenga derecho a opinar sobre
su salud en ejercicio de su libertad, y para lo que se requiere de un conocimiento, es decir, estar bien
informado, la comprobación de la competencia del enfermo para decidir y la ausencia de coerción.
La autonomía expresa la capacidad para darse normas o reglas a uno mismo sin influencia de presiones
externas o internas. El principio de autonomía tiene un carácter imperativo y debe respetarse como
norma, excepto cuando se dan situaciones en que las personas puedan no ser autónomas o presenten
una autonomía disminuida (menores de edad, personas en estado vegetativo o con daño cerebral, etc.),
en cuyo caso será necesario justificar por qué no existe autonomía o por qué ésta se encuentra disminuida.
En el ámbito médico, el consentimiento informado es la máxima expresión de este principio de
autonomía, constituyendo un derecho del paciente y un deber del médico, pues las preferencias y los
valores del enfermo son primordiales desde el punto de vista ético y suponen que el objetivo del médico
es respetar esta autonomía porque se trata de la salud del paciente.
Este principio es uno de los más antiguos en la medicina hipocrática: Primum non nocere, es decir, no
hacer daño al paciente (9), es la formulación negativa del principio de beneficencia que nos obliga a
promover el bien. Los preceptos morales provenientes de este principio son no matar, no inducir
sufrimiento, no causar dolor, no privar de placer, ni discapacidades evitables (9,11). Las obligaciones
derivadas consisten en realizar un análisis riesgo/beneficio ante la toma de decisiones específicamente en
el área de la salud y evitar la prolongación innecesaria del proceso de muerte (distanasia) (12). Se trata de
respetar la integridad física y psicológica de la vida humana.
Este principio está contemplado en el juramento hipocrático cuando expresa “Dirigiré la dieta con los ojos
puestos en la recuperación de los pacientes, en la medida de mis fuerzas y de mi juicio y les evitaré toda
maldad y daño(12).
Se diferencia del principio de beneficencia en que pudiese en ocasiones hacer el bien al paciente y sin
embargo, acontecer complicaciones no contempladas que eventualmente pudieran perjudicarlo directa
o indirectamente (6).
El equipo de salud en servicio al paciente debe preocuparse por hacer el bien, y cuidarse de no hacer daño
a una persona o a un colectivo (10).
El principio de no maleficencia no debe ser considerado de forma aislada ya que muchos procedimientos
en el área de la salud pueden ocasionar daños y/o sufrimientos, así como causar riesgos al paciente, sin
embargo, se justifican en razón de los beneficios que puedan generar, que por supuesto deben superar al
dolor y la discapacidad.
Abstenerse intencionadamente de realizar acciones que puedan causar daño o perjudicar a otros es un
imperativo ético valido para todos, no solo en el ámbito biomédico si no en todos los sectores de la vida
humana. En medicina este principio debe encontrar una interpretación adecuada, pues a veces las
actuaciones médicas dañan para obtener un bien; es decir, de lo que se trata es no perjudicar a otros.
El análisis de este principio va de la mano con el de beneficencia, para que prevalezca el beneficio sobre
el perjuicio.
Principio de beneficencia:
Se refiere a la obligación de prevenir o aliviar el daño hacer el bien u otorgar beneficios, deber de ayudar
al prójimo por encima de los intereses particulares, en otras palabras, obrar en función del mayor
beneficio posible para el paciente y se debe procurar el bienestar la persona enferma. Los elementos que
se incluyen en este principio son todos los que implican una acción de beneficio que haga o fomente el
bien, prevenga o contrarreste el mal o daño; adicionalmente, todos los que implican la omisión o la
ausencia de actos que pudiesen ocasionar un daño o perjuicio.
Un primer obstáculo al analizar este principio es que desestima la opinión del paciente, primer involucrado
y afectado por la situación, prescindiendo de su opinión debido a su falta de conocimientos médicos. Sin
embargo, las preferencias individuales de médicos y de pacientes pueden discrepar respecto a qué es
perjuicio y qué es beneficio. Por ello, es difícil defender la primacía de este principio, pues si se toman
decisiones médicas desde éste, se dejan de lado otros principios válidos como la autonomía o la justicia.
Principio de justicia:
Para analizar este principio comenzaremos definiendo la justicia que para muchos griegos y filósofos
constituye el elemento fundamental de la sociedad, consideran que algo es justo cuando su existencia no
interfiere con el orden al cual pertenece, el que cada cosa ocupe su lugar. Cuando no sucede así, y una
cosa usurpa el lugar de otra, o cuando existe alguna demasía, se origina una injusticia y se cumple con la
Justicia al restaurar el orden de origen, cuando se corrige y sanciona la desmesura. En los aspectos sociales
de la justicia se destaca el equilibrio en el intercambio entre dos o más miembros de la sociedad.
El principio de justicia y equidad surge a partir de pensadores del ámbito de la salud, sensibles a la
problemática de aquellos más necesitados e insatisfechos con el modelo utilitarista de Mill que establece
el mayor bien para el mayor número de personas, lo cual puede desproteger a las minorías y los
marginados y se han visto en la necesidad de añadir la teoría de John Rawls, sobre justicia social, centrada
en la igualdad de los seres humanos desde una óptica formal, que a ayudar a los menos favorecidos ante
las desigualdades sociales y económicas existentes entre los seres humanos, con el objeto de que las leyes,
instituciones y servicios públicos se encuentren organizados en forma tal que redunden en el beneficio de
las personas (11).
Este principio está relacionado con la norma moral de dar a cada quien lo que necesita, de la cual se
derivan diversas obligaciones, como realizar una adecuada distribución de los recursos, proveer a cada
paciente de un adecuado nivel de atención, y disponer de los recursos indispensables para garantizar una
apropiada atención de salud.
El principio de justicia, en un sentido general, está relacionado con la concepción de la salud como un
derecho humano fundamental que debe ser garantizado por la sociedad o por el Estado. Por otra parte,
la justicia distributiva según Platón consiste en la distribución de honores, fortuna y de todas las demás
cosas que cabe repartir entre los que participan de la sociedad y la concreción práctica del principio de
justicia está directamente relacionado con la economía, o sea la disposición de recursos necesarios para
garantizar la salud; en muchos casos justicia y economía se contraponen.
Esto hace que la justicia deba entenderse como equidad, que a su vez significa la utilización racional de
los recursos (beneficios, bienes, y servicios); sino también distribuir los recursos de acuerdo con las
necesidades y también en los términos de eficiencia y eficacia.
Se cumple con este principio si al paciente se le da el trato merecido o justo sin negarle un
servicio, una información o imponerle una responsabilidad u obligación indebida o exigirle más
de lo requerido por la ley, cuando la indicación de exámenes, la prescripción de medicamentos con
récipes, y la correcta remisión de personas a las interconsultas con diferentes especialistas, se realizan
sólo cuando sean estrictamente necesarios.
Ámbitos de la bioética:
Aunque la bioética está muy relacionada con la ética no son lo mismo. En el caso de la medicina, la ética
médica no es idéntica a la bioética médica: la ética médica trata los problemas planteados por la práctica
de la medicina mientras que la bioética es un tema más amplio que aborda los problemas morales
derivados de los avances en las ciencias biológicas en general. La bioética se diferencia de la ética, según
algunos autores, en que no necesita la aceptación de ciertos valores tradicionales que son fundamentales
para la ética.
Problemas éticos derivados de las profesiones sanitarias: transfusiones de
sangre, eutanasia, trasplantes de órganos, reproducción asistida o mediante fertilización in vitro,
aborto, todos los asuntos implicados en la relación médico-paciente.
Problemas de la investigación científica, en particular la investigación biomédica, que tanto pueden
transformar al hombre: manipulación genética, tecnologías reproductivas como la fecundación in
vitro o la (por ahora sólo hipotética) clonación humana, etc.
Los problemas ecológicos, del medio ambiente y la biosfera: necesidad de conservación del medio
ambiente, como mantener el equilibrio entre las especies y el respeto hacia los animales y la
naturaleza, impedir el uso de energía nuclear, controlar el crecimiento de la población mundial y el
incremento del hambre en los países pobres, etc.
Influencia social y política de las cuestiones anteriores, en cuanto a legislación, educación, políticas
sanitarias, religión, etc.
Temáticas relativas a la relación entre neurología y ética, que daría lugar a lo que se conoce
como neuroética.
1. BIOÉTICA GENERAL: se ocupa de los fundamentos éticos, valores y principios de la ética médica
en su sentido filosófico.
2. BIOÉTICA ESPECIAL: analiza los problemas médicos y biológicos a la luz de la bioética general
(eutanasia, aborto, etc.).
3. BIOÉTICA TEÓRICA: Trata lo fundamentos conceptuales de la bioética en el marco de las teorías
morales y la justificación de sus nociones básicas.
4. BIOÉTICA CLÍNICA O DE TOMA DE DECISIONES: Esta escuela sigue el enfoque biomédico, a través
de la cual se realiza un análisis en un caso clínico y la forma correcta de proceder. Su centro de
atención son los problemas suscitados por el avance en el conocimiento científico y tecnológico
respecto a su aplicación en la salud humana.
5. BIOÉTICA NORMATIVA: Conocida como “bioética derecho”, en la que tienen una participación
directa juristas y autoridades públicas, se orienta hacia la adopción de reglas generales en la
política sanitaria y el sistema jurídico.
6. BIOÉTICA CULTURAL: trata del esfuerzo sistemático en relacionar los nuevos dilemas bioéticos
con el contexto histórico y sociocultural.
7. BIOÉTICA PERSONALISTA: El fundamento de las orientaciones que deben apoyar las propuestas
de solución a los dilemas éticos se encuentran en la naturaleza humana ya que la persona es el
centro.
8. BIOÉTICA CONSENSUALISTA O CIVIL: Se basa en la llamada “ética de mínimos” que propone un
conjunto de normas a cumplir por todos los miembros de la sociedad y que sería producto del
consenso social en torno a ciertos parámetros mínimos de convivencia.
9. BIOÉTICA SOCIAL: Se basa en la problemática de la justicia y el desarrollo social como el
mejoramiento de las condiciones de vida de la población en equilibrio con el medio con el que
interactúa y énfasis en la promoción de los derechos humanos en una sociedad plural.
10. BIOÉTICA TRANSDISCIPLINAR: Surge desde la perspectiva de las ciencias de la complejidad y
dentro de los sistemas de los que se ocupa la complejidad como ciencia, está la vida, la cual es
analizada por la bioética con carácter inter y transdisciplinario
BIBLIOGRAFÍA:
Documento elaborado por Dr. Herbert Durán Maldonado. Año 2,016. Modificado con fines docentes
por Dra. Edna Nineth de León Sánchez, Coordinadora del Curso de Propedéutica Médica. Febrero 2023.
La experimentación nazi en seres humanos consistió en una serie de experimentos médicos llevados a
cabo con una gran cantidad de prisioneros, por parte de la Alemania nazi en sus campos de concentración
durante la Segunda Guerra Mundial. Los prisioneros, en su mayoría judíos de toda Europa, aunque
también gitanos, prisioneros de guerra soviéticos y alemanes discapacitados, fueron coaccionados a
participar y nunca hubo un consentimiento informado. Por lo general, los experimentos resultaron en la
muerte, desfiguración o discapacidad permanente, y por lo tanto son considerados como ejemplos de
tortura médica.
Estos crímenes fueron juzgados en lo que se conoció como el Juicio de los doctores. El rechazo a los abusos
perpetrados llevó al desarrollo del Código de Núremberg sobre ética médica.
Pabellón médico de Josef Mengele en Auschwitz.
Experimentos en gemelos
Los experimentos con niños gemelos en los campos de concentración buscaban mostrar similitudes y
diferencias en la genética y eugenesia de los gemelos, así como para ver si el cuerpo humano puede ser
manipulado de forma antinatural. El líder de estos experimentos era Josef Mengele, quien realizó
experimentos sobre más de 1500 pares de gemelos presos, de los cuales solo sobrevivieron unos 200.
Mientras asistía a la Universidad de Múnich para estudiar filosofía y medicina con énfasis en antropología
y paleontología, Mengele fue arrastrado por la histeria nazi e incluso dijo que «este simple concepto
político se convirtió en un factor decisivo en mi vida». La admiración recién descubierta de Mengele por
el «simple concepto político» lo llevó a intercalar sus estudios de medicina con la política. Recibió su
doctorado por la tesis «Investigación morfológica racial sobre la sección inferior de la mandíbula de cuatro
grupos raciales», que sugería que la raza de una persona podía ser identificada por la forma de su
mandíbula. La organización nazi entendió sus estudios como talentosos y se le solicitó a Mengele ser el
médico principal e investigador en el campo de concentración de Auschwitz en Polonia hacia mayo de
1943.
En Auschwitz, organizó experimentos genéticos en gemelos, dispuestos por edades y sexo y encerrados
en barracas entre experimentos, los cuales variaban desde una inyección de químicos a los ojos para ver
si podían cambiar los colores hasta coser a unos gemelos juntos para intentar crear siameses.
Desde septiembre de 1942 hasta diciembre de 1943, llevaron a cabo experimentos en el campo de
concentración de Ravensbrück para estudiar la regeneración de huesos, músculos y nervios, como el
trasplante de huesos. Secciones de huesos, músculos y nervios fueron extraídos sin anestesia. Como
resultado, muchas víctimas sufrieron intensa agonía, mutilación o discapacidad permanente.
Experimentos con heridas en la cabeza
En 1941, Mengele dirigió experimentos para saber cómo tratar la hipotermia. Un estudio forzaba a los
sujetos a resistir en un tanque de agua helada por hasta tres horas. En otro caso colocaba a los prisioneros
desnudos en la intemperie con temperaturas bajo cero por varias horas. Además de estudiar sus efectos
físicos, los experimentadores calculaban diferentes maneras de recalentar a los supervivientes.
Las selecciones se centraban en judíos o rusos jóvenes y saludables. Eran desnudados y preparados. Una
sonda aislada que medía la caída de la temperatura corporal era insertada en el recto. La sonda era
mantenida en su lugar por un anillo de metal expandible que era ajustado para abrirse dentro del recto y
mantener la sonda firme en su lugar. La víctima era puesta en un uniforme de la fuerza aérea, luego
colocada en la tina de agua fría y comenzaba a congelarse. Se supo que la mayoría perdía el conocimiento
y morían cuando la temperatura corporal caía a 25°.
Desde febrero de 1942 hasta abril de 1945, se realizaron experimentos en el campo de concentración de
Dachau para investigar la inmunización para tratar la malaria. Reclusos sanos fueron infectados por
mosquitos o por inyecciones de extractos de una glándula mucosa de mosquitos femeninos. Luego de
contraer la enfermedad, los sujetos eran tratados con varias drogas para probar su eficacia relativa. Más
de mil personas fueron usadas en estos experimentos y de ellos, más de la mitad murió.
Varias veces entre septiembre de 1939 y abril de 1945, se realizaron experimentos en el campo de
concentración de Sachsenhausen, Natzweiler y otros campos sobre los efectos del gas mostaza. Los
prisioneros eran expuestos al gas mostaza y otros vesicantes (por ejemplo, lewisita que les infligía severas
quemaduras químicas). Estas heridas eran probadas para investigar el tratamiento más efectivo para
curarlas.