Hipólito Euripides
Hipólito Euripides
Hipólito Euripides
HIPÓLITO
Afrodita Fedra
Hipólito Un mensajero
Servidores Teseo
La nodriza Artemisa
Afrodita
Soy la Diosa Cipris, tan conocida y no sin gloria entre los hombres y en el Urano. De todos los vivos que
habitan el mar de confines atlánticos y ven la luz de Helios, honro á los que respetan mi poder y arruino á los
que se alzan en contra mía. Porque también está conforme con la naturaleza de los Dioses regocijarse de
que los honren los hombres, Y demostraré inmediatamente la verdad de estas palabras. [10] Hipólito, el hijo
de Teseo, nacido de una amazona, criado por el sabio Piteo, es el único, entre los ciudadanos de esta tierra
de Trecenia, que dice que soy la peor de los Demonios, y desprecia el lecho nupcial y rehuye las bodas. Pero
honra á la hermana de Febo, á Artemisa, hija de Zeus, y la tiene por la más grande de los Demonios. Y
siguiendo siempre á la virgen en la verde selva, extermina los animales salvajes con ayuda de perros rápidos,
y se dedica á un comercio demasiado elevado para un hombre. [20] No la envidio á ella por eso. ¿Para qué?
Pero castigaré á Hipólito en este mismo día por haberme ultrajado. Ya he preparado todo para ello, y me
costará poco trabajo hacerlo. Cuando salía él un día de la morada de Piteo para ver celebrar los misterios
sagrados en la tierra de Pandión, al verle Fedra, la noble mujer de su padre, sintióse poseída de un violento
amor en su corazón. Antes de venir á esta tierra de Trecenia, [30] erigió un templo á Cipris en la roca de
Palas, desde la cual se divisa este país; y ardiendo de amor por un ausente, quiso, en honor de Hipólito, que
ese templo llevase su nombre en el porvenir. Pero después de abandonar la tierra cecropiana, desterrándose
para expiar la muerte de los Palantidas, Teseo vino aquí por mar con su mujer, á fin de sufrir un año de
destierro; y aquí es donde la sinventura perece en silencio, gimiendo y traspasada por los aguijones del
amor. [40] Y ninguno de sus servidores conoce su mal. Pero no habrá de ser vano este amor. Yo se lo
revelaré á Teseo, y quedará de manifiesto. Y al que es enemigo mío le matará su padre con imprecaciones,
porque el Dios marino Poseidón ha prometido á Teseo atenderle y no dejar incumplidas tres peticiones
suyas. En cuanto á Fedra, por muy ilustre que sea, perecerá, sin embargo. En efecto, menos me preocupa
perderla [50] que satisfacerme castigando á mis enemigos. Pero veo venir al hijo de Teseo, abandonando las
fatigas de la caza. Voy á salir de aquí. Le sigue un cortejo numeroso de servidores y celebra con himnos á la
Diosa Artemisa. No ve, por cierto, las puertas abiertas del Hades, ni sabe que ha llegado su último día.
Hipólito
¡Seguid, seguidme, cantando á la hija uránica de Zeus, [60] á la cual somos gratos!
Los servidores
¡Venerable, venerable, augustísima! ¡Salve, progenie de Zeus! ¡Salve, oh hija de Latona y de Zeus, Artemisa,
la más hermosa de las vírgenes, que habitas en el vasto Urano [70] la noble morada de tu padre, la morada
resplandeciente de oro de Zeus!
Hipólito
¡Salve, oh bellísima, la más bella de las vírgenes que habitan el Olimpo, Artemisa! ¡Oh señora, te ofrendo
esta corona tejida en una pradera no hollada, á la que nunca tocó el hierro, en la que jamás osó el pastor
apacentar sus rebaños, á la que sólo viene la abeja primaveral, y que el pudor fecunda con su rocío! Sólo
puede coger estas flores, lo cual no está permitido á los malos, aquel que no ha aprendido nada con el
estudio [80] y á quien la propia Naturaleza ha enseñado la sabiduría en todas las cosas por igual. ¡Oh cara
señora, recibe, pues, de mi mano piadosa esta corona para tu cabellera dorada! Unicamente á mí se me ha
otorgado este don entre los mortales: te acompaño, te hablo y oigo tu voz, si bien no veo tu rostro, y
acabaré mi vida como la he empezado.
Un servidor
¡Rey! pues sólo á los Dioses debe llamarse señores, ¿quieres recibir de mí un buen consejo?
Hipólito
El servidor
Hipólito
El servidor
Hipólito
Hipólito
El servidor
Hipólito
El servidor
Hipólito
El servidor
Hipólito
El servidor
Hipólito
El servidor
El servidor
Hipólito
Vamos, compañeros. Entrad en la morada y preparad la comida. Después de la caza, agrada [110] una mesa
llena. Conviene estrillar á los caballos, con objeto de que, luego de comer, pueda yo uncirlos al carro y
guiarlos con soltura. En cuanto á tu Cipris, le deseo mucha alegría.
El servidor
Por lo que á mí respecta, como no conviene imitar á losjóvenes, manifestando los sentimientos que debe
expresar un esclavo, adoro tus imágenes, ¡oh señora Cipris! Pero hay que perdonar á la juventud impetuosa
el que se deje arrastrar en contra tuya con palabras insensatas. Finge no oírle. [120] A los Dioses cumple ser
más prudentes que los hombres.
El coro
Estrofa I
Hay una roca famosa por la que corre agua de Oceano y de la que brota una fuente donde se llenan las
urnas. Una de mis compañeras lavaba allí vestidos purpúreos, que tendía luego en el lomo de la roca
entibiada por Helios. [130] Ella me ha enterado de que mi señora...
Antistrofa I
Se consumía en sus moradas, acostada en su lecho doliente, y cubría con ligeros velos su cabeza rubia. Y he
sabido que hoy se cumplen tres días desde que por su boca ambrosiana no entra en su cuerpo el trigo de
Damater, queriendo, en su escondida pena, [140] llegar al término de su vida desdichada.
Estrofa II
Sin duda ¡oh joven! deliras, divinamente herida por Pan, por Hécata, por los venerables Coribantes ó por la
Madre que recorre las montañas. ¿Acaso has ofendido á Dictina, que disfruta con las fieras, y sufres así por
no haber ofrecido las tortas sagradas? Porque también vuela ella sobre el mar, [150] por encima de la tierra
y de los remolinos del mar salado.
Antistrofa II
¿Acaso dentro de tus moradas se acuesta clandestinamente en tu lecho alguna mujer, encantando á tu
marido el Eupatrida, príncipe de los Erectidas? ¿O ha navegado desde Creta hasta este puerto tan
hospitalario algún marino, trayendo noticias á la reina, y la tristeza que le han causado [160] la retiene en su
lecho?
Epodo
El fastidio penoso y melancólico excita, efectivamente, el humor irritado de las mujeres en los dolores del
parto ó en el deseo carnal. A veces sentí correr por mi vientre ese vapor, y entonces he invocado á Artemisa
que hiere con sus flechas, á la Diosa uránica que ayuda á parir; y me ha sido propicia siempre, con
asentimiento de los Dioses. [170] Pero he aquí, delante de las puertas, á la vieja nodriza, que saca á Fedra
de la morada. Sobre sus cejas pesa una nube triste. Mi corazón desea saber por qué y quién hiere así el
cuerpo marchito de la reina.
La nodriza
¡Oh miserias de los mortales, oh males lamentables! ¿Qué haré por ti? ¿Qué no haré? He aquí la clara luz
que pedías, he aquí el Eter. Tu lecho doliente está ahora [180] fuera de la morada. Siempre, en efecto,
hablabas de venir aquí. Pero en seguida volverás á la morada, porque cambias de opinión con frecuencia, y
nada te satisface. No te gusta nada de lo que tienes, y prefieres lo que no tienes. Más fácil es enfermar que
asistir á los que sufren. Porque lo primero es sencillo, y lo otro añade á la inquietud del espirita el cansancio
de las manos. Toda la vida de los hombres está llena de dolor, [190] y no hay tregua para sus males, pues si
hay algo más dulce que la vida, lo envuelven y nos lo ocultan las tinieblas. Amamos locamente esta luz que
resplandece en la tierra, á causa de nuestra inexperiencia de otra vida; y sin saber nada de lo que pasa
debajo de la tierra, nos asustamos de vanas ficciones.
Fedra
¡Alzad mi cuerpo, erguid mi cabeza! Amigas, mis miembros van á disolverse. [200] ¡Servidoras, sostened mis
hermosas manos! Me pesa en la cabeza esta banda, ¡Quitádmela! Dejad que caiga mi cabellera por los
hombros.
La nodriza
Ten ánimo, hija, y no agites penosamente tu cuerpo. Más fácilmente soportarás tu mal con reposo y con
noble valor. Fatal es que los hombres estén agobiados de males.
Fedra
¡Ay, ay! ¡Ojalá sacase de vivo manantial un agua pura, y la bebiese, [210] y acostada bajo chopos negros,
reposase en una verde pradera!
La nodriza
¡Oh hija! ¿qué dices? No digas eso ante la muchedumbre; no profieras esas palabras llenas de demencia.
Fedra
¡Llevadme á la montaña! Iré á la selva y á los pinares, donde los perros exterminadores de animales salvajes
corren y se abalanzan sobre los ciervos tachonados. ¡Por los Dioses! ¡con mis clamores quisiera excitar á los
perros, [220] y blandir junto á mi cabellera rubia la pica tesaliana, oprimiendo en mi manó el dardo agudo!
La nodriza
¡Oh hija! ¿á qué viene abrigar semejantes pensamientos? ¿Por qué te preocupas así de la caza? ¿Por qué
deseas claras fuentes? Junto á la morada pasa un manantial de agua corriente en donde puedes beber.
Fedra
¡Artemisa, señora de la marítima Limna y de los gimnasios hípicos! [230] ¡si estuviera yo en tus llanuras,
desbravando á los caballos vénetos!
La nodriza
¿Por qué lanzas de nuevo esa frase insensata? ¡Hace poco, tras de ascender á la montaña, te transportaba el
deseo de cazar, y ahora quieres guiar á tus caballos por la arena á lo largo del mar! A los adivinadores
compete decir qué Dios te atormenta y quién turba tu espirita, ¡oh hija!
Fedra
¡Desdichada! ¿Qué he hecho? [240]¿Por dónde he caminado, privada de razón? ¡Deliro, he caido en la
emboscada de un Demonio! ¡Ay, ay, infeliz de mí! Nodriza, cubre otra vez mi cabeza. Me da vergüenza de las
palabras que he dicho. ¡Cúbreme! Las lágrimas brotan de mis ojos, que se recatan con vergüenza, Al
recobrar la razón, me siento abrumada de dolor. La demencia es un mal; pero más vale morir sin sentir
nuestro mal.
La nodriza
[250] Ya cubro tu cabeza. ¿Cuándo cubrirá también la muerte mi cuerpo? Una larga vida me ha enseñado
muchas cosas. Conviene, en efecto, á los mortales no contraer entre si mas queamistades moderadas que no
lleguen hasta la médula del alma, afectos fáciles de romper y que se puedan tomar ó dejar. Pero el dolor de
un alma que sufre por dos es una carga pesada; [260] y así sufro yo por ésta. Con razón se dice que las
pasiones de la vida dañan más que deleitan, y turban mucho la salud. Así, pues, apruebo menos lo que es
excesivo que esta frase: «¡De nada demasiado!», y los sabios pensarán como yo.
El coro
Anciana, fiel nodriza de la reina Fedra, ya veo sus lamentables males; pero no sabemos qué escondida
dolencia la consume, [270] y quisiéramos interrogarte y saberlo por ti.
La nodriza
El coro
La nodriza
El coro
La nodriza
El coro
La nodriza
El coro
La nodriza
El coro
[280] Pero ¿no lo advierte él al mirarla al rostro?
La nodriza
El coro
¿Y por qué no recurres á procedimientos violentos para saber su mal y la causa de su demencia?
La nodriza
Lo he intentado todo, y nada me ha servido. Sin embargo, no desistiré de mis cuidados, y puedes quedarte y
ser testigo de lo que soy para mi desventurada señora... Vamos, ¡oh querida hija! olvidemos ambas lo que
ya hemos dicho. Cálmate, disipa la tristeza de tu frente y de tu pensamiento; [290] y yo, abandonando los
caminos por donde te he seguido equivocada, te diré palabras mejores. Si padeces algún mal oculto, aquí
hay mujeres que también tratarán de calmar tu dolor. Si tu mal puede ser revelado á hombres, habla, á fin
de darlo á conocer á los módicos. Y bien, ¿por qué te callas? No debes callarte, hija, sino recriminarme si
hablo mal, ú obedecer mis palabras si son buenas. [300] Di algo, mira aquí. ¡Oh! ¡desgraciada de mí!
Mujeres, nos tomamos un trabajo inútil, y estamos del fin perseguido tan lejos como antes. Ya no la
conmueven mis palabras; no obedece á ellas ahora. Has de saber, no obstante, que, aunque seas más tenaz
que el mar, si mueres, serán engañados tus hijos y no participarán de la riqueza paterna. No, que la real
amazona ecuestre ha parido un bastardo para que mande en tus hijos, y tiene pensamientos libres. ¡Y le
conoces bien, porque es Hipólito!
Fedra
La nodriza
Fedra
¡Que me pierdes, nodriza! Por los Dioses te suplico que en lo sucesivo no me hables de ese hombre.
La nodriza
¡Ya lo ves! piensas cuerdamente, y sin embargo, no quieres prestar ayuda á tus hijos y conservar tu vida.
Fedra
¡Quiero á mis hijos! pero me atormenta otro destino.
La nodriza
Fedra
La nodriza
Fedra
La nodriza
Fedra
La nodriza
¿En qué consiste, pues, eso tan terrible que te impele á morir?
Fedra
La nodriza
Fedra
La nodriza
Y también las rodillas, que no he de soltar.
Fedra
La nodriza
Fedra
La nodriza
Fedra
La nodriza
Fedra
La nodriza
Fedra
La nodriza
Fedra
¡Oh madre desventurada, con qué amor amaste!
La nodriza
Fedra
La nodriza
Fedra
La nodriza
¡En verdad que estoy asustada! ¿Adónde van á parar tus palabras?
Fedra
La nodriza
Fedra
¡Ay! ¿Por qué no podrás decir tú misma lo que tengo que decir?
La nodriza
Fedra
La nodriza
Lo más dulce, ¡oh hija! y lo más amargo á la vez.
Fedra
La nodriza
Fedra
La nodriza
¿Hablas de Hipólito?
Fedra
La nodriza
¡Ay de mí! ¿Qué has dicho, hija? ¡Ah, estoy perdida! ¿Mujeres, esto es intolerable; ya no puedo soportar la
vida; el día me es odioso y odio la luz! ¡Desfallezco y abandono mi cuerpo; cesaré de vivir, moriré! ¡Salve! No
vivo ya. ¿A pesar suyo aman, pues, el mal las más virtuosas? ¿Entonces Cipris no es una Diosa? [360] ¡Es
más que una Diosa, si hay algo más grande, la que ha perdido á Fedra, á su familia y á mí misma!
El coro
¿Has oído, has oído á la reina declarar su mal lamentable é insólito? ¡Muera yo, oh querida, antes de llevar á cabo lo
que has meditado en tu espíritu! ¡Ay de mí, ay, ay! ¡Oh desdichada víctima de estos males, oh miserias que
alimentáis á los hombres! Estás perdida, has sacado á la luz cosas horribles. ¿A cuántos días como éste estás
condenada? [370] Alguna novedad va á ocurrir en este palacio. Ya no hay que dudar sobre quién va á caer la
calamidad enviada por Cipris, ¡oh infeliz hija de la Creta!
Fedra
Mujeres trecenias que habitáis en el vestíbulo de la tierra de Pelops: bastantes veces ya, durante largas noches,
reflexioné abstraída en lo que corrompe la vida de los hombres. Y me parece que no es por la naturaleza de su
espíritu por lo que hacen el mal. Muchos, en efecto, piensan con cordura. Mas hay que considerar esto: [380]
sabemos y conocemos el bien; pero no lo practicamos, unos por pereza, otros porque prefieren lo agradable á lo
honesto. Numerosos son los placeres de la vida: los coloquios largos, el ocio, ese mal que encanta, y la vergüenza.
Esta es de dos clases: una que no es un mal, y otra que es una calamidad en las moradas. Si se manifestase la razón
de la una y de la otra, no se las nombraría con el mismo nombre. Como desde hace tiempo sé eso, ningún deleite
puede distraerme [390] hasta el punto de hacerme pensar de otramanera. Pero te diré el camino que ha emprendido
mi espíritu. Después que el amor me hirió, busqué un medio de poder soportarlo lo más honestamente posible.
Entonces comencé á callar y á ocultar mi mal, porque no hay que fiarse de la lengua, que sabe censurar con acritud
los pensamientos de los demás hombres, pero á sí misma se atrae males sin cuento. Y tomé la resolución de
soportar valientemente este amor insensato y vencerlo con la castidad. [400] Por fin, sin poder triunfar así de Cipris,
me pareció que lo mejor sería morir. Nadie se opondrá á esta determinación. ¡Ojalá no se mantengan ocultas mis
buenas acciones, y mi vergüenza no tenga muchos testigos! Sabía yo que este amor y mi mal eran infames, y sabía
también que era mujer y que la mujer es odiosa para todos.¡Perezca muy oprobiosamente la primera que mancilló su
lecho con otros hombres! [410] Las familias nobles extendieron este mal sobre las mujeres. Porque, cuando las cosas
vergonzosas agradan á los biennacidos, han de parecer buenas á los malos. También odio á las mujeres que son
castas de palabra, y en secreto muestran una audacia deshonesta. ¿Cómo ¡oh señora Cipris nacida ¿el mar! se
atreven á mirar cara á cara á sus maridos, y no les dan horror las tinieblas cómplices de su falta, y no temen oír
gritar al techo de su morada? Eso es lo que me mata, amigas, [420] para que jamás pueda yo deshonrar á mi
marido y á los hijos que he parido, y para que, florecientes y hablando con libertad, HABITEN en la ciudad de los
ilustres atenienses y se glorien de su madre. Porque, por muy audaz que sea, se torna en esclavo el hombre que
tiene conciencia de los crímenes desu padre ó de su madre. Dicen que sólo un bien hay de un valor igual al de la
vida: un corazón justo y honesto. En el momento fatal el tiempo descubre á les hombres perversos, como el espejo
refleja el rostro de una joven. [430] ¡Ojalá no me cuente nunca entre ellos!
El coro
¡Ah! ¡qué hermosa es en todo la cordura, y qué excelente gloria obtiene entre los mortales!
La nodriza
Señora, en verdad que tu desdicha me ha producido un temor terrible; pero ahora comprendo que era yo una
insensata. Entre los hombres, los pensamientos posteriores son más prudentes que los primeros. Lo que te pasa
nada tiene, en efecto, de extraño ni de irrazonable. Se ha cernido sobre ti la cólera de una Diosa. ¡Amas! ¿Qué hay
de sorprendente en eso? Te ocurre lo que á innumerables mortales. [440] ¿Y vas á hacer perecer á tu alma por culpa
de ese amor? En verdad que nadie amaría en lo sucesivo, si fuera necesario morir por haber amado. Porque Cipris es
invencible cuando se precipita con violencia. Trata dulcemente á quien se somete; pero cuando encuentra un
corazón arrogante y fiero, ¿cómo orees que se apodera de él y le vence? Cipris vuela por el Eter y se sumerge en las
olas del mar. Todas las cosas nacen de ella. Ella hace germinar y da el amor, [450] que á todos nos ha engendrado
en la tierra. Cuantos conocen los escritos de los antiguos y se entregan asiduamente al estudio de las musas, saben
de qué manera Zeus deseó en otro tiempo á Semele; saben cómo la espléndida Eos se llevó á Céfalo entre los
Dioses, á causa del amor que por él sentía. Sin embargo, esos Dioses HABITAN siempre en el Urano, y no huyen
de los demás Dioses, y supongo que sufrirán el destino que los obliga. [460]¿Y no sufrirás tú éste? Si no te sometes
á esas leyes, será porque tu padre te engendrara en ciertas condiciones y bajo el poder de otros Dioses. ¿Cuántos
hombressanos de espíritu crees tú que hay, que, al ver mancillado su lecho nupcial, fingen no ver nada? ¿Y cuántos
padres que ayudan á los amores culpables de sus hijos? Entre las precauciones hábiles de los hombres, es prudente
la de ocultar las cosas deshonestas. No conviene que los mortales lleven una vida demasiado severa, como no es
oportuno decorar demasiado el techo de la morada. ¿De qué modo piensas salvarte de la calamidad en que has
caído? [470] Pues si, siendo mortal, disfrutas de más bienes que males, puedes estar contenta. ¡Oh querida hija!
desecha tus malos pensamientos, cesa de ultrajar; porque pretender elevarse por encima de los Demonios, no es
nada menos que ultrajarlos. Soporta valientemente tu amor. Lo ha querido un Dios, y lleva á buen fin el mal que te
consume. Hay hechizos y palabras calmantes. Se encontrará remedio á tu mal. [480] En verdad que los hombres
tardarían en inventar algo, si las mujeres no halláramos secretos.
El coro
Fedra, lo que te dice es lo más práctico en tu desgracia actual; sin embargo, yo apruebo tu conducta, aunque sin
duda mi alabanza sea para ti más odiosa y más cruel de oír que sus palabras.
Fedra
Las palabras demasiado hermosas son las que destruyen las ciudades bien constituidas y las familias. No hay que
decir lo que es grato á los oídos, sino sólo aquello que conduzca á la gloria.
La nodriza
[490] ¿Por qué hablar con tanta magnificencia? No necesitas buenas palabras de ese hombre. Has de explicarme en
seguida lo que sientes, á fin de que diga yo directamente lo que te concierne. Si no estuviera tu vida en tan gran
peligro, si fueras una mujer sana de espíritu, jamás te pondría yo en ese trance por satisfacer tu deseo voluptuoso.
Pero hoy lo más importante es salvarte la vida; y eso lo justifica todo.
Fedra
¡Qué palabras tan horribles! ¿No cerrarás la boca? ¿No cesarás de pronunciar tan vergonzosas palabras?
La nodriza
[500] Vergonzosas son, en verdad; pero mejores para ti que si diesen honestas. Y lo que te salve valdrá más que la
fama con que te envaneces de morir.
Fedra
¡Por los Dioses te suplico que no sigas, pues tus palabras son dulces, pero vergonzosas! En efecto, he sometido
honestamente mi alma á este amor; pero si quieres embellecer lo vergonzoso, caeré en el mal de que huyo, y
pereceré en él.
La nodriza
Si así lo crees, no debiste escucharme; pero, ya que lo has hecho, concédeme esta segunda gracia. Ahora recuerdo
que en la morada tengo filtros que aplacan el deseo. [510] Sin que en ello haya nada vergonzoso para ti, y sin que
pierdas la razón, te librarán de ese mal, si no eres cobarde. Pero se necesita algún rastro del que amas, cualquier
trozo de sus vestirlos, para hacer un solo deseo de dos amores.
Fedra
La nodriza
Fedra
La nodriza
Fedra
La nodriza
Déjame hacer, ¡oh hija! que yo lo arreglaré todo. Pero ayúdame tú, ¡oh mi señora Cipris nacida del mar! Para los
demás designios que medito, me bastará advertir á los amigos que están en la morada.
El coro
Estrofa I
¡Eros, Eros, que derramas el deseo con los ojos, haciendo penetrar la suave voluptuosidad en las almas de los que
sitias, no seas enemigo mío nunca, y no vengas furioso contra mí![530] Porque ni el fuego ni el dardo de los astros
superiores son como el de Afrodita que lanzas con tus manos, Eros, ¡oh hijo de Zeus!
Antistrofa I
En vano, en vano en Pisa y en los templos píticos de Febo toda la tierra de la Hélada multiplicada la degollación de
bueyes, si no reverenciáramos á Eros, tirano de los hombres, hijo de Afrodita, [540] que tiene las llaves de los
carísimos lechos nupciales y que prodiga calamidades á los mortales cuando cae sobre ellos.
Estrofa II
Cipris se llevó de las moradas en una nave á la joven ecalia, virgen é ignorante de lo que eran bodas; y como una
bacante del Hades, se la dió al hijo de Alcmena, [550] en medio del exterminio, del incendio y de la sangre. ¡Oh!
¡qué desdichada fué por culpa de esas bodas!
Antistrofa I
¡Oh murallas sagradas de Tebas! ¡oh fuente de Dirca! ¡vosotras podéis también atestiguar cuán cruel es la llegada de
Cipris! ¡Porque con el fuego del rayo consumió [560] á la madre de Baco, engendrado por Zeus, á quien se había
unido ella fatalmente; pues Cipris lo abrasa todo con su aliento furioso, y echa á volar como una abeja!
Fedra
El coro
Fedra
El coro
Fedra
El coro
¿Qué grito es ése? ¿Qué palabras dices? Explícanos cuál es el rumor súbito que espanta á tu alma, ¡oh mujer!
Fedra
¡Estoy perdida! Escuchad, de pie junto á las puertas, el ruido que se eleva en la morada.
El coro
Junto á la puerta estás, y hasta ti llega el ruido de la morada. [580] Dime, dime qué desgracia ha ocurrido.
Fedra
El hijo de la ecuestre amazona, Hipólito, grita y lanza imprecaciones terribles contra mi nodriza.
El coro
Ya lo oigo; pero no lo entiendo claramente. Hasta ti llega la voz á través de las puertas.
Fedra
En alta voz la llama forjadora de desgracias, [590] alcahueta traidora al lecho de su amo.
El coro
¡Ay! ¡Cuántos males! ¡Estás vendida, querida! ¿Qué consejo te daría yo? ¡Descubierto el secreto, estás perdida!
Fedra
¡Ay, ay!
El coro
Fedra
El coro
Fedra
¡Sólo sé una cosa, que tengo que morir! [600] Es el único remedio á mis males.
Hipólito
¡Oh madre Tierra! ¡Oh luces de Helios! ¿Qué abominables palabras he oído?
La nodriza
Hipólito
La nodriza
¡Te lo suplico por tu hermosa mano derecha!
Hipólito
La nodriza
Hipólito
¿Cómo voy á perderte, si, según aseguras, no has dicho nada malo?
La nodriza
Hipólito
La nodriza
Hipólito
La nodriza
Hipólito
La nodriza
Hipólito
¡Oh Zeus! ¿por qué hiciste nacer á la luz á las mujeres? Si querías crear la raza humana, no había para qué hacerla
nacer de las mujeres. [620] Colgando en tus templos oro, hierro y bronce, los hombres hubieran comprado hijos al
precio que estimase cada cual, y hubieran HABITADO en sus moradas sin hijos y sin mujeres. Ahora, en cuanto
queremos traer esa calamidad á nuestras moradas, agotamos todos nuestros bienes. De lo cual se deduce que una
mujer es una gran calamidad, hasta el punto de que el padre que la ha engendrado y educado la echa fuera, con
una dote, para librarse de ella. [630] Quien, por el contrario, recibe en su morada semejante ruina, se regocija,
cubre de adornos á la funestísima ídola, la engalana con peplos el desdichado y gasta toda la hacienda de su familia.
Si se ha aliado con personas ilustres, es inevitable para él simular que se alegra de un matrimonio amargo, ó si ha
encontrado una buena unión y padres indigentes, hay que ocultar su miseria con una apariencia de bienestar. Lo
mejor es tener en la morada una mujer inútil por su simplicidad. [640] Odio á la mujer sabia. ¡Que, al menos, no
tenga en mi morada una que sepa más de lo debido! Cipris fecunda á las sabias en depravación; pero una mujer
simple, en vista de su poca inteligencia, está exenta de impudicia. Convendría que no hubiese ninguna servidora
junto á las mujeres, y que fuesen servidas por animales mudos, con el fin de que á nadie pudiesen hablar ni nadie
les contestara. Pero ahora, en las moradas, las mujeres malas meditan proyectos malos [650] que las servidoras
sacan afuera. Así es como has venido á mí, ¡oh cabeza malvada! para urdir el oprobio del lecho sagrado de mi padre,
de cuyo oprobio me purificaré en aguas corrientes, vertiéndomelas por los oídos. ¿Cómo iba á ser impuro yo, que
creo haber cesado de ser puro por haber oído tus palabras? Entérate bien, mujer: lo que te salva es mi piedad.
Porque, si no me hubieses sorprendido y ligado con un juramento hecho á los Dioses, nunca hubiera podido
contenerme para no decírselo todo á mi padre. Pero ahora me alejaré mientras Teseo esté ausente de sus moradas y
de esta tierra, [660] y mi boca guardará silencio. Cuando vuelva mi padre,veré cómo le recibís tu señora y tú, y
observaré tu audacia, de la que ya tengo prueba. ¡Ojalá perezcáis! Jamás me hartaré de odiar á las mujeres, aun
cuando me censuraran por decir siempre lo mismo. Porque siempre son crueles y malas. ¡Enséñeles alguien la
castidad, ó séame dado revelarme siempre contra ellas!
El coro
¡Desgraciadas de nosotras! ¡Qué miserables son los destinos de las mujeres! [670] ¿Con qué astucias, con qué
palabras desataríamos el nudo de esta intriga?
Fedra
Me merezco el castigo que recibo. ¡Oh tierra! ¡Oh luz! ¿Adónde huiré de esta calamidad? ¿Qué Dios vendrá en mi
ayuda? ¿Qué hombre me socorrerá ó participará de mi impiedad? La desdicha de mi vida se ha hecho irremediable;
¡soy la más desgraciada de las mujeres!
El coro
[670] ¡Ay, ay! Ya es un hecho. Las astucias de tu servidora no dieron resultado, ¡oh señora! y todo va mal.
Fedra
¡Oh la peor de las mujeres, oh ruina de quienes te quieren! ¿Qué has hecho? ¡Hiérate y extermínete con su rayo
Zeus, que es mi padre! ¿No te dije, previendo esto, que callaras lo que ahora me produce un dolor amargo? ¡No has
podido callarte, y moriré deshonrada para siempre! Pero tengo que poner en juego otras astucias. Porque ese, como
tiene el corazón lleno de cólera, [690] me acusará ante su padre por culpa tuya; contará estas desventuras al
anciano Piteo, y llenará toda esta tierra de palabras vergonzosísimas para mí. ¡Ojalá perezcas con quien se dedique á
excitar á sus amigos para hacer el mal á pesar suyo!
La nodriza
Señora, tienes derecho á reprocharme mis faltas. Porque la puna que te roe turba tu juicio; pero, si quieres
escuchar, puedo responderte. Te he criado y estoy dedicada á ti. Buscando remedios á tu mal, encontré lo que no
buscaba. [700] Si hubiera tenido éxito, pasaría por muy prudente. Se juzga de nuestra sabiduría, en efecto, después
de los acontecimientos.
Fedra
La nodriza
Discutimos con exceso. No he sido prudente; pero, después de todo, aún puedes salvarte, hija mía.
Fedra
¡Basta de palabras! Ya me has aconsejado é impulsado al crimen. Huye de aquí, y piensa en ti. Yo me ocuparé sólo
de lo que me afecta. [710] En cuanto á vosotras, ¡oh jóvenes trecenias bien nacidas! acceded á mis súplicas de que
guardéis silencio acerca de lo que habéis oído.
El coro
Por la casta Artemisa, hija de Zeus, juro no revelar jamás tus males.
Fedra
Bien hablado. Por lo que á mí respecta, he encontrado el único remedio para mi desdicha, á fin de asegurar una vida
honrosa á mis hijos y salvarme yo misma, después del golpe que me hiere. Porque nunca deshonraré á la raza
cretense, [720] ni por salvar mi alma, apareceré ante Teseo mancillada de vergonzosos crímenes.
El coro
Fedra
El coro
Habla mejor.
Fedra
Y tú dame buenos consejos. Regocijaré á Cipris, que me pierde, renunciando hoy á la vida, vencida por un amor
cruel. Pero, al morir, haré la desdicha de otro, con el fin de que sepa que no tenía [730] que enorgullecerse de mis
males. Participando de mi mal, aprenderá á ser más modesto,
El coro
Estrofa I
¡Pluguiera á los Dioses que estuviese yo bajo altas cavernas, y que un Dios hiciese de mí un pájaro alado entre la
bandada voladora de las aves! Sería transportada muy por encima de las olas del Adriena y del agua del Eridano,
donde las tres desventuradas [740] jóvenes, compadeciendo á Faetón, vierten lágrimas chispeantes de ámbar
diáfano en el agua purpúrea de su padre.
Antistrofa I
Y también iría á la costa de las Hespérides armónicas, que abunda en frutos, donde el dueño del mar purpúreo
impide el paso á los marinos, y detiene el limite venerable del Urano que sostiene Atlas; allí donde manantiales
ambrosianos corren á la morada de Zeus, [750] y donde la tierra divina derrama delicias para los Dioses.
Estrofa II
¡Oh nave cretense de alas blancas que llevaste á mi señora por las olas ruidosas y saladas del mar desde sus
moradas felices hacia la voluptuosidad de bodas desgraciadas! Porque, de una á otra comarca, ó de la tierra de
Creta, voló á la ilustre Atenas un mal augurio, [760] pero ataron los torcidos cables á la ribera de Munico, y bajaron á
tierra firme.
Antistrofa II
¡Por eso Afrodita la ha herido en el corazón con el horrible mal de un amor culpable, y abrumada por tan dura
calamidad, mi señora colgará del techo nupcial [770] una lazada que sujetará á su cuello blanco, adorando así á un
Demonio fatal, y pretiriendo dejar buena fama y ahuyentar de su corazón un amor cruel!
Un mensajero
¡Ay, ay! ¡Acudid cuantos estéis cerca de aquí! ¡Mi señora, la mujer de Teseo, acaba de ahorcarse!
El coro
¡Ay, ay! ¡Es un hecho! ¡Ya no existe la mujer real, porque se ha ahorcado!
El mensajero
[780] ¿No os daréis prisa? ¿No traerá ninguno una espada para cortar el nudo que oprime su cuello?
Primer semicoro
¿Qué haremos, amigas? ¿Debemos volver á las moradas, para librar á nuestra señora del lazo que la estrangula?
Segundo semicoro
¿Por qué? ¿No hay allí servidores jóvenes? No es prudente mezclarse en tantas cosas de la vida.
El mensajero
¡Erguid y extended ese desventurado cadáver, lamentable guardián de las moradas en ausencia de mi señor!
El coro
Teseo
[790] Mujeres, ¿sabéis qué significan esos gritos que resuenan en las moradas? Hasta mí ha llegado la violenta
gritería de los esclavos. A mi regreso del oráculo, no me acoge mi familia dignamente y alegremente, con las puertas
abiertas. ¿Le ha sucedido algo á la vejez de Piteo? En verdad que es de edad avanzada; pero no dejará mis moradas
sin gran pena por parte mía.
El coro
¡No te ha herido el destino en ancianos, Teseo! Son muertos más jóvenes los que van á agobiarte de dolor.
Teseo
El coro
Teseo
El coro
Se ha colgado de un lazo, que la ha estrangulado.
Teseo
El coro
No sé más. Ahora mismo llegaba yo á las moradas para gemir por tus males.
Teseo
¡Ay, ay! ¿Por qué traía coronada de hojas la cabeza, si habla de sufrir semejantes males á la vuelta del oráculo?
¡Abrid los batientes de las puertas, servidores; quitad las barras, á fin de que yo vea el cruel espectáculo [810] de mi
mujer, que con su muerte me hace morir!
El coro
¡Ay, ay! ¡Oh desventurada por culpa de tantos males! ¡Con lo que has sufrido y con lo que has hecho has arruinado
esta morada! ¡Ay, ay! ¡Qué audacia! ¡Has cometido el acto impío de osar matarte con tus propias manos! ¿Quién ha
destruido tu vida, pues, ¡oh desdichada!?
Teseo
¡Ay de mí, que estos son los males más crueles que he sufrido! ¡Oh destino, qué abrumador eres para mí y para mis
moradas! Esto es una mancilla [820] infligida por cualquier Alastor, ó más bien un mortal derrumbamiento de mi
vida. ¡Desdichado de mí, que contemplo tan vasto mar de males, que nunca podré nadar sobre él ni remontar las
olas de tal calamidad! ¿Qué nombre podré dar con justicia á tu destino, ¡oh mujer!? Porque de un salto rápido has
partido para el Hades, como un pájaro que se escapa de las manos. [830] ¡Ay, ay, ay, qué lamentables son estos
males! Hace tiempo que me persigue esta venganza de los Demonios, por culpas de uno de mis abuelos.
El coro
No eres tú solo ¡oh rey! quien sufre tales desgracias; has perdido una esposa ilustre, lo mismo que muchos otros.
Teseo
¡Quiero ir bajo la tierra, á las tinieblas subterráneas! ¡Quiero morir en la obscuridad, ya que me hallo privado de tu
carísima vida, porque, más que á ti misma, es á mí á quien has perdido! [840] ¿Por quién me enteraría yo de qué
procede la revolución mortal que ha entrado en tu corazón, ¡oh mujer!? ¿Me dirá alguien lo que ha pasado, ó es que
mi morada real encierra inútilmente una muchedumbre de servidores? ¡Ay de mí, desdichado por tu causa! ¡Qué
duelo veo en mis moradas, que no puedo expresar ni soportar! ¡Estoy perdido! ¡mi casa está vacía, mis hijos están
huérfanos!
El coro
Nos has abandonado, nos has abandonado, ¡oh querida, oh la mejor de las mujeres [850] que han visto la luz de
Helios y la de Selana, que ilumina la noche chispeante! ¡Desgraciado! ¡qué calamidad turba tu morada! ¡Mis párpados
rebosan lágrimas derramadas por tu destino; pero estoy espantada de la desdicha que se avecina!
Teseo
¡Ah! ¿qué significan esas tabletas suspendidas de su querida mano? ¿Me anuncian una nueva calamidad? ¿Me habrá
escrito la infeliz sus últimas voluntades ó sus disposiciones con respecto á nuestro lecho nupcial y á nuestros hijos?
[860] Tranquilízate, desdichada, que ninguna otra mujer entrará ya en la morada ni en el lecho de Teseo. El signo
grabado en el anillo de oro de la que ya no vive encanta mis ojos. ¡Vamos, desátense los lazos del sello, á fin de que
yo vea lo que quieren decirme esos caracteres!
El coro
¡Ay, ay! ¡Un Dios contrario nos envía una nueva serie de desdichas! ¡Ya no puedo vivir, después de lo que ha
pasado! [870] ¡Ay, la familia de nuestros amos está perdida! ¡Ay, ya no existe! ¡Oh Demonio! si es posible, no
destruyas esta morada, y oye mis ruegos, pues al igual de un adivinador, preveo un mal augurio en esto.
Teseo
¡Ay de mí! ¡Una desdicha que no puedo soportar ni decir se añade á la primera! ¡Oh desventurado de mí!
El coro
Teseo
¡Estas tabletas abominables gritan, gritan! ¿Adónde huiré de este cúmulo de males? ¡Perezco, desgraciado de mí,
[880] frente á la querella que se exhala de este escrito!
El coro
Teseo
En verdad que no puedo retener por más tiempo tras las puertas de mi boca esta desventura horrible. ¡Oh ciudad,
ciudad! ¡Hipólito ha osado atentar por la violencia á mi lecho nupcial, con desprecio del ojo venerable de Zeus! Pero
¡oh padre Poseidón, que me has prometido cumplir tres votos míos! cumple uno de ellos contra mi hijo, y que no
escapa á este día, [890] si me hiciste promesas ciertas.
El coro
¡Oh rey! ¡por los Dioses, retira esa imprecación! No tardarás en comprender que te has equivocado. Obedéceme.
Teseo
No es posible. Además, le expulsaré de esta tierra. Le herirá uno de estos dos malos destinos: ó Poseidón le enviará
muerto á las moradas del Hades, cumpliendo así mis imprecaciones, ó expulsado de aquí y vagando por tierra
extranjera, arrastrará él su vida miserablemente.
El coro
A propósito, he aquí á tu propio hijo Hipólito. [900] Contén tu cólera, ¡oh rey Teseo! y abriga designios mejores para
tu familia.
Hipólito
Al oír tus gritos, padre, he venido en seguida. Sin embargo, tío sé por qué gimes, y desearía saberlo por ti. ¡Ah! ¿Qué
es esto? ¡Padre, veo muerta á tu mujer! Me sorprende mucho. Cuando la dejé, hace poco tiempo, todavía veía ella la
luz. ¿Qué le ha ocurrido? ¿Cómo ha perecido? [910] ¡Padre! quiero saberlo por ti. ¿Te callas? Pues en el dolor no
conviene guardar silencio, porque el corazón, que desea saberlo todo, está ávido, incluso en medio de los males. En
verdad que no es justo, padre que ocultes tus desventuras á tus amigos y á quien es algo más que eso.
Teseo
¡Oh hombres, que erráis en tantas cosas! ¿por qué enseñar tantas artes, por qué inventarlo y descubrirlo todo,
mientras exista una que no conocéis ni poseéis todavía, [920] y que es enseñar bondad á quien le falta?
Hipólito
Sería un sofista hábil quien tuviera poder para inculcar la bondad á los que no son buenos. Pero ahora, padre, no es
ocasión de discutir sutilmente; y temo que tu lengua, á causa de tus males, no guarde moderación.
Teseo
¡Ay! Hacía falta á los hombres un método seguro para conocer á sus amigos y distinguir el verdadero del falso. Y
sería necesario que todos los hombres tuviesen dos voces, una veraz, y la otra tal como es, [930] con el fin de que la
embustera fuese refutada por la sincera; y entonces no se nos engañaría.
Hipólito
¿Acaso me ha calumniado á tu oído algún amigo tuyo, y se me acusa de algún crimen, aunque no sea culpable? En
verdad, que estoy estupefacto, porque me turban tus palabras, desprovistas de toda razón.
Teseo
¡Ay! ¿Hasta dónde no irá el espíritu humano? ¿Cuál será el término de su audacia y de su temeridad? Si su audacia,
en efecto, crece con las generaciones, si el recién llegado es peor que el que le ha precedido, [940] será preciso que
los Dioses añadan á ésta otra tierra para los malos y los perversos. ¡Mirad á éste, que ha nacido de mí, que ha
mancillado mi lecho y que, por manifestación de esta muerta, está convicto de ser el más grande de los malvados!
¡Alza la faz ante tu padre, con toda tu mancilla! ¿Y eres tú quien vive con los Dioses, como el mejor de los hombres?
¿Eres tú el casto y puro de todo mal? En lo sucesivo no creeré en tu jactancia, [950] que me obligaría á pensar que
los Dioses ignoran y se engañan. Envanécete, pues; usa del fraude, alimentándote de cosas sin vida; toma por
maestro á Orfeo, delira y esparce humaredas de ciencia; ¡estás cogido en el crimen! A todos aconsejo que huyan de
los que se te parezcan. Sus palabras son magníficas y sus pensamientos vergonzosos. Ella ha muerto; pero ¿crees
que esta muerte te salva? Esta misma muerte te acusa, ¡oh el peor de los hombres! [960] ¿Qué juramento, qué
palabras podrán desmentir á estas tabletas y disculparte? ¿Dirás que ella te odiaba y que un bastardo es siempre
odioso á los hijos legítimos? Sería preciso que estimase ella en muy poco la vida para sacrificar á su odio por ti lo
más dulce que hay. ¿Quizá dirás que la impudicia es natural en las mujeres y no en los hombres? Pues yo conozco á
hombres jóvenes que en nada son más invulnerables que las mujeres cuando turba Cipris su joven corazón, [970]
aunque de algo les sirve la naturaleza viril que poseen. Pero ¿á qué refutar tus palabras, cuando aquí está este
cadáver, que es el más abrumador de los testigos? Márchate, pues, desterrado de esta tierra en seguida, y no
vuelvas á Atenas la divinamente fundada, y no te quedes en los confines de la tierra que manda mi lanza. ¡Porque, si
yo sufriera esta injuria, Sinis el ístmico negarla que fué muerto por mí, y me acusaría de haberme vanagloriado, y las
rocas Scirónidas del mar [980] ya no dirían que soy terrible para los perversos!
El coro
No puedo decir que sea dichoso mortal alguno, cuando tales calamidades ocurren.
Hipólito
Padre, terribles son tu cólera y la conmoción de tu alma. Sin embargo, no es honroso, si bien se lo examina, el
asunto que da origen á hermosas palabras. Yo soy inhábil para hablar ante la multitud. Ante mis iguales en edad y
ante un reducido número de oyentes, sería más inhábil. Y tiene ello su razón de ser, pues los que mejor hablan á la
multitud no son considerados de ninguna manera como sabios. [990] Sin embargo, es preciso que hable, ya que me
asalta la desdicha. Y empiezo por el primer ataque que parece iba á abrumarme, y al cual yo no iba á tener nada que
responder. ¿Yes esta luz del día y ves la tierra? Digas lo que quieras, no hay en ella ningún hombre más casto que
yo. Porque, ante todo, sé honrar á los Dioses, y tengo amigos que quieren ser justos y se avergonzarían de que se
les pidiese obraran mal ó ayudaran en sus malos propósitos á quienes los abrigan. [1000] Yo no me río de mis
amigos, padre; el mismo soy para los presentes y para los ausentes; y de lo que más inocente estoy es de eso de
que me crees convicto. Porque hasta el día mi cuerpo está puro de todo contacto impúdico. No sé da semejante cosa
mas que lo que he oído decir ó lo que he visto en pinturas, y no deseo ver esas cosas, porque tengo el alma virgen.
Quizá no te convenza mi castidad, aunque debas demostrar cómo me han corrompido. ¿Era el cuerpo de ésta
superior en belleza al de todas las mujeres? [1010]¿Esperé llegar á ser jefe de tu morada sucediéndote en tu lecho?
Sería un insensato y estaría absolutamente desprovisto de razón. ¿Acaso el mando es grato para los hombres castos?
No, por cierto, á menos que la monarquía corrompa el corazón de aquellos á quienes agrada. En verdad que quisiera
ser el primero y vencer en los combates helénicos; pero siendo el segundo en la ciudad, y viviendo feliz siempre con
excelentes amigos. Así también me es dado gobernar la cosa pública, [1020] y la ausencia de peligro produce mayor
alegría que la tiranía. He admitido una sola de las pruebas que me son favorables; pero ya has oído las demás. Si
tuviese un testigo como yo, si esta mujer viera la luz, yo me defenderla, y después de compulsarlo todo,
reconocerías á los verdaderos culpables. Ahora, ¡por Zeus, vengador del perjurio, y por la tierra donde ando! te juro
que jamás he tocado á tu mujer, que jamás he tenido deseo ni pensamiento de ello. ¡En verdad, perezca yo sin
nombre, infamado, desterrado de la patria, sin hogar, fugitivo y vagabundo por la tierra, y ni la tierra ni el mar
reciban [1030] mis carnes muertas, si soy un malvado! En cuanto á ésta, no sé si el temor la ha impulsado á
matarse. No me es dable decir más. Ella ha conservado la apariencia de castidad, aunque no haya sabido
permanecer casta. Yo, que tengo castidad, la he practicado con más desdicha.
El coro
Teseo
¿Es un Epodo ó un mago quien se envanece de ablandar mi alma con su dulzura, [1040] después de haber cubierto
de oprobio á su padre?
Hipólito
¡Me asombras, padre! ¡Porque, si tú fueras mi hijo y yo fuera tu padre, en verdad que te habría matado, y no te ha-
bría castigado con el destierro, si hubieses osado atentar contra mi mujer!
Teseo
¡Qué bien has hablado! Pero no morirás tan fácilmente, en virtud de esa ley que te aplicas. Porque una pronta
muerte es más agradable para el hombre infeliz. En cambio, errante, desterrado lejos de la patria, arrastrarás una
vida miserable por tierra extranjera. [1050] Eso es lo que se merece el hombre impío.
Hipólito
¡Ay de mí! ¿Qué vas á hacer? ¿No esperarás á que el tiempo te dé una prueba en contra mía? ¿Me echarás de esta
tierra?
Teseo
¡Allende el mar y los limites atlánticos, si me fuera posible, en vista del odio con que persigo tu cabeza!
Hipólito
¿No te detendrás en juramentos, pruebas ni adivinaciones? ¿Me arrojarás de esta tierra sin juzgarme?
Teseo
No necesito echar suertes, porque esta tableta te acusa con un testimonio cierto, y me importan poco las aves que
vuelan por encima de nuestra cabeza.
Hipólito
[1060] ¡Oh Dioses! ¿Por qué cierro la boca todavía, si me pierdo por honraros? ¡No! en verdad que no persuadiría á
los que tengo que persuadir, y violaría inútilmente el juramento que he prestado.
Teseo
¡Ah! ¡cómo me mata tu falsa virtud! ¿No te irás de la tierra de la patria cuanto antes?
Hipólito
¿Adónde iré, desdichado de mí? ¿En qué morada hospitalaria entraré, desterrado por un crimen?
Teseo
Recibirás hospitalidad de quienes se alegran de acoger á los corruptores de mujeres y participar de los crímenes do-
mésticos.
Hipólito
[1070] ¡Ay, ay! el dolor me penetra hasta el hígado, y lloro porque te parezco culpable.
Teseo
Hipólito
¡Oh moradas, pluguiera á los Dioses que pudieseis elevar la voz y atestiguar si soy un hombre culpable!
Teseo
Invocas á testigos mudos; pero éste, aunque sin voz, prueba que eres culpable.
Hipólito
¡Ay! ¡Pluguiera á los Dioses que me fuese dado contemplarme frente á frente, á fin de llorar por los males innúmeros
que sufro!
Teseo
[1080] El caso es que te preocupa mucho más honrarte á ti mismo que demostrar á tus padres la piedad que les
debías.
Hipólito
¡Oh madre desdichadísima! ¡Oh nacimiento amargo! ¡Ojalá no sea bastardo nunca ninguno de mis amigos!
Teseo
¿No le arrancaréis de aquí, servidores? ¿No me habéis oído ordenar desde hace rato que se le destierro?
Hipólito
¡Gemirá aquel de ellos que me toque! Echame de aquí tú mismo, si tal es tu voluntad.
Teseo
Hipólito
[1090] Parece que es cosa decidida. ¡Oh desdichado de mí, que sé no puedo decir lo que sé! ¡Oh hija de Latona, la
más querida de las Diosas, con quien habito, compañera de mis cacerías! ¡huiré, pues, dela ilustre Atenas! Os saludo,
¡oh ciudad y tierra de Erecteo! ¡Oh suelo de Trecenia, que tan dulces alegrías otorgas á la juventud, salve! ¡Por
última vez os miro y os hablo! Venid, ¡oh jóvenes de esta tierra, los que sois de mi edad! saludadme, sacadme de
este país. [1100] Jamás encontraréis otro hombre más casto que yo, aunque á mi padre no se lo parezco.
El coro
Estrofa I
En verdad que, cuando la previsión de los Dioses se impone á mi pensamiento, me quita inquietudes; pero apenas
creo haberla comprendido, renuncio á ello al ver las miserias y las acciones de los mortales. Van, en efecto, de
vicisitudes en vicisitudes, y la existencia de los hombres [1110] siempre está sometida á innumerables mudanzas.
Antistrofa I
¡Plegue á la divina Moira concederme una fortuna y una vida dichosas, y un corazón libre de penas! ¡Que no sea mi
fama ni ilustre ni despreciable, y variando de un día á otro mis costumbres fáciles, que lleve una venturosa vida com-
partida!
Estrofa II
[1120] Pero no tengo tranquilo el espíritu desde que, contra lo que esperaba, veo al astro resplandeciente de Atana
desterrado á otro país por la cólera de su padre. ¡Oh arena de la costa de la patria! ¡Oh jarales de las montañas,
donde, con ayuda de los perros rápidos, mataba álos animales salvajes el compañero [1130] de la casta Dictina!
Antistrofa II
¡Ya no subirás á un carro tirado por yeguas vénetas, lanzando por la playa de Limna tus caballos ejercitados en
correr con pie seguro! En la morada paterna callará tu cítara, cuyas cuerdas vibraban siempre sobre el puentecillo.
Los altares de la hija de Latona quedarán [1140] sin coronas en la espesa selva, y con tu destierro cesará el apremio
nupcial con que te asediaban las jóvenes.
Epodo
Y en vista de tu desventura, derramaré lágrimas por tu destino doloroso. ¡Oh madre desdichada, en vano has parido!
¡Ay! estoy furiosa contra los Dioses. ¡Ay, ay! ¡oh Carites nupciales! ¿por qué alejáis de la tierra de la patria y de estas
moradas á ese desventurado [1150] que de ninguna falta es culpable?Pero veo que un servidor de Hipólito, lleno de
tristeza, corre hacia la morada con veloces pies.
El mensajero
¿En dónde encontraré ¡oh mujeres! á Teseo, señor de este: tierra? Decídmelo, si lo sabéis. ¿Está en esta morada?
El coro
El mensajero
Teseo, te traigo una noticia preñada de aflicción para ti y para los ciudadanos que HABITAN la ciudad de los
atenienses y la tierra de Trecenia.
Teseo
[1160] ¿De qué se trata? ¿Qué reciente calamidad ha caído sobre las dos ciudades vecinas?
El mensajero
Ya no existe Hipólito, pues sólo verá la luz por muy poco tiempo.
Teseo
Ha perecido por culpa de su propio carro y de las imprecaciones que tu boca ha proferido contra tu hijo,
entregándoselo á tu padre, el Dueño del mar.
Teseo
¡Oh Dioses! ¡Oh Poseidón, verdaderamente eres mi padre,[1170] pues has atendido mis imprecaciones! Di de qué
manera ha perecido, cómo ha herido la justicia con su maza al que me ha cubierto de oprobio.
El mensajero
Junto á la costa lavada por las olas, peinábamos las crines de los caballos con almohazas, y llorábamos porque había
venido un mensajero diciendo que Hipólito no volvería á poner los pies en esta tierra, castigado por ti con un
destierro lamentable. Y á la costa vino él mismo trayendo también tan triste noticia, [1180] y le seguía una
muchedumbre de amigos. Por fin, sin gemir ya, dijo: «¿Por qué lamentar esto? Tengo que obedecer á las palabras
de mi padre. Servidores, uncid, los caballos al yugo del carro. ¡Porque ya no existe para mí esta ciudad!» Y nos
dimos prisa todos; y más rápidos que la palabra, presentamos al amo los caballos uncidos. Y tomó él con sus manos
las riendas en el extremo anterior, y metió sus pies en los hermosos borceguíes del carro. [1190] Luego suplicó á los
Dioses, con las manos extendidas: «¡Zeus, no viva yo si soy un hombre perverso; pero que sepa mi padre cuánto me
ha injuriado, muriendo yo ó viendo todavía la luz!» Y entonces empuñó el látigo y excitó con él á los caballos. Y los
servidores seguimos al amo, al lado del carro y los frenos, por el camino directo de Argos. Pero, después de entrar
en un desierto que hay fuera de esta tierra, [1200] llegamos á la orilla del mar de Sarónico. Un ruido cual el rayo
subterráneo de Zeus estalló allí con una trepidación terrible que asustarla á quien lo oyera, y los caballos irguieron la
cabeza y las orejas, y apoderóse de nosotros un temor grande por no saber de dónde procedía aquel ruido. Pero, al
mirar á la costa en que rugía el mar, vimos una ola inmensa que llegaba al Urano y ocultaba á los ojos la playa de
Scirón. Y cubrió el istmo y la roca de Asclepio. [1210] Inflándose luego y haciendo borbotear con estrépito una
espuma inmensa impulsada por el viento, se estrelló en la orilla donde estaba el carro de cuatro caballos. Y de
aquella ola enorme y de aquella tempestad surgió un toro, un monstruo salvaje, cuyo mugido llenaba la tierra y
resonaba horriblemente. Y aquel espectáculo era más espantoso de lo que los ojos podían soportar. Bruscamente
invadió á los caballos un terror violento; [1220] y el amo, tan hábil en el arte de guiar, tomó las riendas, echándolas
atrás, como hace el marinero con el remo, y se ciñó al cuerpo las correas. Pero los caballos arrancaron furiosos,
tascando con su boca los frenos endurecidos al fuego, sin hacer caso ya de la mano del amo, ni de las riendas, ni del
carro sólido. Y cuantas veces guiaba el carro hacia un camino llano, aparecía el toro ante los caballos para hacerlos
retroceder, y les infundía un espanto loco. [1230] Y cuando ya iban, furiosos, por las rocas, el monstruo se acercó en
silencio y los siguió hasta el momento en que volcó el carro, rompiendo contra una roca las ruedas. Todo quedó
revuelto; saltaron los radios de las ruedas y las clavijas de los ejes. Y el desgraciado, cohibido por las riendas y
sujeto por lazos enredosos, estrellándose la cabeza contra las rocas y desgarrándose el cuerpo, gritaba, con voz
lamentable al oído: [1240] «¡Deteneos, caballos que alimenté en mis cuadras, no me matéis! ¡Oh terrible
imprecación de mi padre! ¿Quién vendrá á salvar á un hombre inocente?» Y muchos de entre nosotros lo deseaban;
pero estábamos muy atrás. Por fin, libre de las riendas que le oprimían, cae, sin más que un último soplo de vida. Y
los caballos y el prodigio del toro desaparecieron, no sé por dónde, tras de la tierra montuosa. Por lo que á mí
respecta, ¡oh rey! esclavo soy de tus moradas; [1250] pero no podré jamás creer que tu hijo fuese un malvado. Aun
cuando toda la raza de las mujeres se ahorcase, aun cuando se cubriera de acusaciones toda la selva del Ida
convertida en tabletas, seguiría convencido de que él es inocente.
El coro
¡Ay, ay! ¡Ya se han consumado nuevos males! ¡No hay refugio contra la Moira y la necesidad!
Teseo
Si me dejara llevar del odio que tengo al hombre que ha sufrido eso, me regocijaría, en verdad, con tus palabras;
pero, por respeto á los Dioses y por él, que ha nacido de mi, [1260] ni me regocija ni me aflige esa desgracia.
El mensajero
¿Qué haremos, pues? ¿Traeremos aquí al desventurado? ¿Qué tenemos que hacer para complacer á tu alma?
Reflexiona. Si siguieras mi consejo, no serias cruel para tu desdichado hijo.
Teseo
¡Traedle, á fin de ver con mis ojos al que negó haber mancillado mi lecho, y á quien confundo con mis palabras y con
este castigo divino!
El coro
¡Juegas con el alma inflexible de los Dioses y con la de los mortales, Cipris! [1270] Contigo vuela el niño de hermosas
plumas y alas rápidas. Vuela por encima de la tierra y del mar salado que ruge sordamente. Eros encanta á aquel
cuyo corazón furioso invade, alado como es y brillante de oro; encanta á la naturaleza de los animales que habitan
en las montañas y de los que están en el mar ó nutre la tierra, y de los que Helios ilumina con su esplendor, y de los
hombres. [1280] ¡Eres, oh Cipria, la única que entre todos posee el poderío real!
Artemisa
¡Hijo Eupatrida de Egeo! te recomiendo que me escuches. Te estoy hablando yo, Artemisa, hija de Latona. ¡Oh Teseo
desdichado! ¿Por qué te alegras de estos males, habiendo matado injustamente á tu hijo con pruebas inseguras,
persuadido por las mentirosas palabras de tu mujer? Te hiere una calamidad manifiesta. [1290]¿Cómo no ocultas tu
cuerpo en los tártaros de la tierra, enrojeciendo de vergüenza, ó no huyes por la altura, alejándote de este desastre
á fuerza de alas? En verdad que ya no puedes continuar tu vida entre los hombres de bien. Escucha, Teseo, el
encadenamiento de tus desventuras. Ya que no puedo hacer que te aproveche, te haré que lo sientas, por lo menos.
He venido aquí con el fin de poner de relieve el alma piadosa de tu hijo y su muerte gloriosa, [1300] y el furor de tu
mujer y también su generosidad. En efecto, ella ha amado á tu hijo, mordida por el aguijón de la Diosa que, entre
todas, es más odiosa para mí, como para cuantos aman la virginidad. Esforzándose en vencer á Cipris con la razón,
ha caído, á pesar suyo, por culpa de los ardides de su nodriza, que ha revelado su mal á tu hijo tras de hacerle jurar
que se callaría. Y éste, como era justo, no cedió á sus palabras; y aunque maltratado por ti, no ha violado su
juramento, porque es piadoso. [1310] Pero ella, temerosa de ser traicionada, ha escrito esas falsas revelaciones y ha
perdido á tu hijo con su astucia; y sin embargo, te ha convencido.
Teseo
¡Ay de mí!
Artemisa
¡Te desgarra eso, Teseo! pues tranquilízate, que cuando hayas oído lo que sigue gemirás más aún. ¿No tenías que
hacer tres imprecaciones para que las cumpliese tu padre? ¡Oh cruelísimo, has fulminado una contra tu hijo, cuando
pudiste lanzársela á un enemigo! Tu padre marino te la ha concedido, como era natural, cumpliendo su promesa.
[1320] Pero nos has ultrajado á él y á mí; no has esperado la prueba ni la voz de los adivinadores; no has examinado
nada, no has dejado al tiempo hacer pesquisas, y más de prisa de lo que convenía, has lanzada imprecaciones contra
tu hijo, ¡y le has matado!
Teseo
Artemisa
Has cometido ana acción horrible; pero aún te está permitido obtener perdón por ella, pues ha querido Cipris que las
cosas ocurriesen de esta manera para saciar así su cólera. La ley entre los Dioses ordena que ninguno pueda
oponerse á la voluntad de otro, [1330] y cedemos siempre unos á otros. Y has de saber que, si no fuese por temor á
Zeus, nunca, en verdad, habría yo llegado hasta el deshonor de dejar morir á quien me era el más caro entre todos
los mortales. Pero tu falta está mitigada por tu ignorancia, y tu difunta mujer se ha llevado las pruebas morales que
hubiesen convencido á tu espíritu. Y ahora acaban de agobiarte estos males; pero también yo estoy dolorida. Porque
losDioses [1340] no se alegran de la muerte de los justos. A quienes hacemos parecer es á los malos, á sus hijos y á
su raza.
El coro
¡He aquí que viene el desventurado! Ensangrentadas están sus tiernas carnes y su cabeza rubia. ¡Oh lamentable
familia! ¡Qué doble duelo, enviado por los Dioses, ha caído sobre estas moradas!
Hipólito
¡Ay, ay, desdichado de mí, que me desgarra la sentencia de un padre injusto! [1350] ¡Ay de mí, que me muero!
Arrollan mi cabeza los dolores, la convulsión salta en mi cerebro. Dejad que mi cuerpo herido repose por un instante.
¡Ah! ¡ay! ¡oh arreos odiosos de los caballos que alimentó mi mano, me habéis perdido, me habéis matado! ¡Ay, ay!
servidores, tocad dulcemente con vuestras manos mi cuerpo desgarrado. [1360] ¿Quién está ahí, ámi derecha?
¡Levantadme con cuidado, llevad sin sacudidas á este desdichado herido por la injusta execración de su padre! ¡Zeus,
Zeus! ¿ves esto? ¡Yo, que soy casto y respeto á los Dioses; yo, que por mi pureza preponderaba sobre todos, pierdo
la vida y voy al Hades, debajo de la tierra! En vano cumplí con los hombres todos los deberes de la virtud. [1370]
¡Ah! ¡ay! he aquí que me invade el dolor. ¡Dejadme, dejad á este infeliz, y que la muerte me cure! ¡Matadme, matad
á este infeliz! ¡Quiero una espada de dos filos para herirme y adormecer mi vida! ¡Oh lamentable imprecación de mi
padre! Sobre mí pesan todos los actos criminosos y sangrientos [1380] de mis antiguos abuelos. ¿Y por qué, si no
soy culpable de nada? ¡Ay! ¿Qué voy á decir? ¿Cómo rescataré mi vida de este acerbo dolor? ¡Ojalá aduerma mi
miseria la negra y nocturna necesidad del Hades!
Artemisa
¡Oh desgraciado, á qué calamidad te ves encadenado! [1390] Te ha perdido la grandeza de tu alma.
Hipólito
¡Ay! ¡oh divino hálito perfumado! Aunque abrumado de males, te he percibido, y mi cuerpo se alivia. ¡La Diosa Arte-
misa está aquí!
Artemisa
Hipólito
Artemisa
Hipólito
Artemisa
Claro que no. Pereces, aunque eres tan querido para mí.
Hipólito
Artemisa
Artemisa
Hipólito
Artemisa
Hipólito
Artemisa
Hipólito
Teseo
Hipólito
Teseo
[1410] ¡Pluguiera á los Dioses, hijo, que hubiese muerto yo en lugar tuyo!
Hipólito
Teseo
Hipólito
¡Ay! ¿Por qué no podrá la raza de los mortales herir á los Dioses con sus imprecaciones?
Artemisa
¡Calla! Porque, incluso en la sombra subterránea, puede penetrarte la cólera de la Diosa Cipris, á causa de tu piedad
y tu razón. [1420] Yo, con mi mano y mis dardos inevitables, te vengaré en aquel de los mortales que le es más
querido. En vista de tus males, ¡oh desdichado! te otorgaré grandes honores en la ciudad de Trecenia. Antes de su
boda, las jóvenesvírgenes cortarán para ti sus cabellos, y durante una larga serie de años te honrarán con sus
lamentaciones y sus lágrimas. Te celebrarán siempre los cantos de las vírgenes, [1430] y jamás cesará ni se olvidará
el amor de Fedra por ti. Y tú, ¡oh hijo del anciano Egeo! coge en brazos á tu hijo y estréchale contra tu pecho, ya
que le has perdido á pesar tuyo; pero cuando los Dioses quieren, es natural que yerren los hombrea, Y á ti, Hipólito,
te exhorto á que no persigas á tu padre con tu odio, pues ya sabes por qué destino mueres. ¡Salve! No me está
permitida mirar á los muertos ni manchar mis ojos con el estertor de un moribundo; y me parece que te aproximas
ya á ese momento.
Hipólito
[1440] ¡Yo también te saludo, virgen venturosa! Con alma resignada renuncio á nuestra larga familiaridad. Aplaco
toda cóleracontra mi padre, según me pides, porque siempre he obedecido á tus palabras. ¡Ay, ay! ¡ya cubre mis
ojos la sombra! ¡Cógeme, padre, y alza mi cuerpo!
Teseo
Hipólito
Teseo
¿Te irás allá, dejándome mancillada el alma?
Hipólito
Teseo
Hipólito
Teseo
Hipólito
Teseo
Hipólito
Teseo
Hipólito
¡Ya no tengo fuerzas, me muero, padre! Cubre pronto con un velo mi faz.
Teseo
¡Oh ilustre tierra de los atenienses y de Palas, de qué hombre te han privado! [1460] ¡Oh desdichado de mí! ¡Cuánto
me acordaré de tus males desde lejos, Cipris!
El coro
Contra todo lo previsto, ha sobrevenido este duelo, común á todos los ciudadanos. Será manantial de lágrimas
abundantes, pues la memoria de los grandes hombres merece lutos eternos.
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