Rosario Castellanos
Rosario Castellanos
Rosario Castellanos
Introducción:
Como mujer, mi preocupación personal por explorar caminos que me apartaran de los modelos
tradicionales me condujo a una búsqueda, que parece coincidir con algunos aspectos de la
trayectoria de Rosario Castellanos. Sus novelas, algunos poemas y aspectos de su vida despertaron
en mí el interés por conocerla más a fondo. En el momento actual, la escritora me ofrecía la
oportunidad de estudiar, a través de ella, el proceso evolutivo de una mujer. Y para llevar a cabo este
estudio, qué mejor que hacer uso de las herramientas que la teoría y la técnica psicoanalítica
proporcionan.
Tratándose de una escritora, su material literario me dio la oportunidad de analizarlo con la postura
abierta con la que uno se coloca frente a una paciente en tratamiento. Ese material, que la propia
escritora y sus críticos calificaron de intimista, de autobiográfico “No doy por vivido sino lo
redactado”, llegó a decir Rosario, facilitó en parte la tarea: proporcionó los elementos manifiestos y
latentes de todo discurso analítico, aunque nunca se perdió de vista que se trataba de un material
creativo, expresamente literario.
El modelo conceptual básico que fundamentó el estudio fue la teoría freudiana, además de que
dichos conceptos se enriquecieron con aportes desarrollados posteriormente, tales como los
representados por Fromm, Karen Horney, León Grinberg y en cuanto a lo ideológico,
fundamentalmente al sexismo, se consideraron algunas representantes de los movimientos
feministas de los últimos tiempos.
Por supuesto, este trabajo no trató de agotar el tema, ya que analizar profundamente la vida y obra
de un personaje como Castellanos, llevaría más tiempo.
Por lo que se escogió, algunos de sus textos, poemas, declaraciones de la escritura, etc., los cuales a
mi parecer resultarían de mayor interés.
Rosario Castellanos (1925-1974) fue la primera mujer mexicana reconocida como escritora
profesional. Esto quiere decir que fue la primera en dedicar su tiempo y su interés a la literatura
como oficio, y en comprometerse con esta tarea como actividad central de su vida. Así lo demuestran
la consistencia de su obra y su ejercicio como docente.
La escritora llevó a cabo una lucha personal muy destacable en cuanto a romper esquemas opresivos
contra el desarrollo de la mujer en la sociedad patriarcal.
La mujer ha enfrentado por siglos una oposición a su posibilidad de hacerse persona. Y esta
oposición, internalizada, forma parte de ella como conflicto psicológico y social que suele expresarse
en su conducta y en su producción. La escritura de Rosario Castellanos no escapa a ese conflicto, por
lo que muestra una adhesión feminista especialmente importante.
Sus discursos, el feminista y el indigenista, se inscriben en una tendencia realista. Los rasgos
específicos de estos discursos y de esta tendencia hacen de la narrativa de Castellanos una
producción artística que plantea un interés solidario y activo por su país.
Es fácil observar que la producción narrativa de Rosario Castellanos tiene dos ciclos: uno indigenista
representado por Balún Canán (1957), Ciudad Real (1960) y Oficio de Tinieblas (1962) y otro
feminista representado por Los Convidados de Agosto (1964), y Álbum de Familia (1971). En el
primero no deja de apreciarse el interés de la autora por la condición de la mujer provinciana y de la
indígena. En “Oficio de Tinieblas” es predominante el indigenista, y en Los Convidados de Agosto da
mayor importancia al tema feminista. En esta última obra dedica su atención a la mujer provinciana y
más tarde, en Álbum de Familia, a la mujer urbana en lucha entre dos concepciones: la tradicional y
la moderna.
Todas las obras de Castellanos, hasta Álbum, se ubican en el ambiente provinciano. En Balún Canán
están los temas básicos: el choque entre indios y blancos que reaparecerá en Oficio; y la situación de
la mujer que determinará los relatos de Álbum y que está también presente en Oficio. Es decir, en
Balun Canán la preocupación social que caracteriza a la escritora se concretiza en dos sectores
amplios: el indígena y el de las mujeres. Esto se hace obvio mediante el antagonismo entre indios y
ladinos (es para el indígena todo aquel que no es indígena), que a su vez se específica como
antagonismo entre pobres y ricos, dominados y dominadores. Dentro de los dominados, se presenta
a la mujer sometida a los valores culturales impuestos por el predominio masculino.
En el desarrollo continuo y progresivo que va de Los Convidados de Agosto a Álbum de Familia (lo
mismo que sucedió en el desarrollo de Balún Canán y Ciudad Real a Oficio de Tinieblas), la “visión del
mundo” en términos históricos y dialécticos se robustece y se matiza con los conocimientos
psicológicos, sociológicos y filosóficos de la época.
En relación a su lírica, con sus poemas trascendió recónditas zozobras, se liberó de las angustias más
personales, moldeó la delicada imagen del sufrimiento individual y proferido el éxtasis de la belleza
interior al descender hasta los más profundos abismos de la desesperanza.
Ambiente de Provincia
Ella nació el 25 de mayo de 1925, en la Ciudad de México, a las pocas semanas del nacimiento de la
pequeña, los Castellanos regresaron a Comitán, su lugar de origen.
Era una época de incertidumbre debido a las presiones de carácter político-económicas que se
intensificaron a raíz de la implantación de la Reforma Agraria, por iniciativa del presidente General
Lázaro Cárdenas. La Reforma Agraria despojó a los hacendados y caciques de sus grandes
propiedades, entre ellos a la familia Castellanos. Uno de sus objetivos centrales era en terminar con
la profunda desigualdad social existente, a través de la repartición de tierras.
El mundo de su infancia, está regido de acuerdo con las normas sociales, religiosas y políticas más
tradicionales que el aislamiento de Comitán ayudaba a proteger. También ella lo refiere cuando
habla de las prácticas piadosas a las que se sometía a niñas y señoritas: asistencia frecuente a los
templos, rezos de novenarios, confesiones y añade:
Una señorita se casaba al gusto de sus padres, con un pariente más o menos cercano,
dueño de un rancho cuyas colindancias con el rancho del que ella iba a ser dueña
constituían un motivo más de regocijo (…)
Una recién casada, amanecía, al día siguiente, calzada de zapatos de tacón, vestida con
una bata uniforme (…) Se había convertido, ahora sí que de la noche a la mañana, en
una señora respetable después de haber sido una mujer apetecible (…) Una señora
respetable tenía un hijo cada año y confiaba su crianza a nanas indias, así como
confiaba los quehaceres domésticos a un enjambre de criadas(…) La señora que no
podía acompañar a su marido a las faenas campestres, se resignaba a ser sustituida allí
por alguna mujer cuya categoría eran tan ínfima que la hacía prácticamente
inexistente. Matriarca, la señora recibía a los hijos habidos en esas uniones ilícitas, más
o menos duraderas, y se encargaba de darle un oficio (…) La señora a su tiempo era
oportunamente abuela y la viudez le permitía consagrarse por entero a la Iglesia y
morir en olor de santidad. (Castro, 1974).
A esos valores prevalecientes en Comitán, y a las tradiciones y hábitos que de ellos derivaban, debe
agregarse uno fundamental: la primogenitura. Convenía que fuera varón para que la hacienda,
propiedad básica de las familias acomodadas, perpetuara y acrecentara el patrimonio familiar. Este
dato habría de resultar de gran significación para la familia Castellanos.
De aquel ambiente Rosario Castellanos se desvinculó a los dieciséis años, cuando la política
Cardenista afectó parcialmente los ranchos de sus padres.
Toda aproximación al estudio del ser humano obliga al cuestionamiento y desentrañamiento de sus
orígenes que incluyen tanto los valores de carácter social transmitidos a través de la familia, que en
términos de Fromm opera como “el agente psicológico de la sociedad” (Fromm, 1973), como por los
directamente relacionados con las influencias provenientes de la personalidad individual de cada uno
de los padres.
Primogénita del matrimonio de César Castellanos y Adriana Figueroa, Rosario nace después de varios
embarazos malogrados. Para evitar precisamente esa premonición de muerte prematura, Don César
y Doña Adriana abandonan temporalmente Comitán y viajan a la Ciudad de México donde nace
Rosario.
Un año después, Doña Adriana tiene un segundo alumbramiento: un varón. Es Don César quien
impone el nombre de sus vástagos: la mujer se llamará Rosario, como su madre, y el varón Mario
Benjamín, como su padre.
La familia se reinstala en Comitán, y ahí transcurren los años de infancia de Rosario y de su hermano.
El padre de Rosario, el Ing. César Castellanos era un hombre de amplia cultura y miembro de una
clase potentada. Había tenido la oportunidad de estudiar en una Universidad de los Estados Unidos y
esto era muy apreciado entre los suyos.
Su mujer, Adriana Figueroa, sólo contaba con los conocimientos elementales y era ajena a cualquier
tipo de intelectualización. Ella había nacido en el seno de una familia humilde.
Desde su principio, los esposos Castellanos se guardaron respeto, aunque vivián distanciados. Este
alejamiento de sus padres dejó una profunda huella en la personalidad de la pequeña Rosario. Sus
sentimientos y emociones quedaron lastimados para siempre. Ella así lo confesaría: “Me críe en el
ambiente de una familia venida a menos, solitaria, aislada; una familia que había perdido el interés
por vivir”.
Rosario explica a Gordon los valores que se inculcaban a la mujer en su medio familiar y social. Por
una parte, la soltería era vista como una tragedia ineludible. Se le decía a la joven:
…Alguna vez te vas a tener que casar con un hombre, porque si te quedas solo eres la
nada pura. (Gordon, 1973).
Por otra parte, el matrimonio y la maternidad consecuente se presentaban como valores sagrados
pero terribles:
Los hombres son unos monstruos. Pero además no sólo me lo decía a mí (mi madre)
porque fuera su caso sino porque se les enseña a las hijas: “No te debes querer casar”
“No desees tener hijos, porque los hijos son un dolor espantoso, porque los hijos se
mueren, porque se van”. Pero además le dicen a uno: el valor supremo es el
matrimonio y es la maternidad. Entonces uno va con todas las ambivalencias posibles
a hacer algo horrible, sino lo cual uno no puede existir. Es decir, en el masoquismo
puro. (Gordon, 1973).
Desde la concepción, y aún antes, el ser humano lleva impresos los primeros signos de su historia
con base en la historia de sus propios padres. Como bien lo dijo Althusser “. El niño nace viejo”
Brunnstein señala que el niño: llega para ocupar un puesto asignado consciente o
inconscientemente por los padres o por quienes tienen su función. Deberá responder a las
expectativas conscientes y a los deseos inconscientes de sus familiares. Con frecuencia su lugar es el
de “lo que le falta” a cada uno (…) El niño deberá encarnar esos deseos ajenos que lo constituyen.
Siempre está la presencia de otro dictaminado “Serás lo que debas ser y sí no serás nada”
(Braunstein, 1976).
Como mujer, Castellanos recibió entonces, seguramente, el trato que los patrones ideológicos del
medio familiar y social asignaban a una niña. A esos “valores femeninos” asumidos durante los
primeros años debieron, sobreponerse los que provenían de las expectativas hacia el hijo varón,
muerto sorprendidamente.
La mezcla de valores femeninos y masculinos, los probables “dobles mensajes” recibidos de sus
padres, constituyeron elementos fundamentales en la estructuración de su identidad y fueron
motivo de una confusión que trató de resolver con su continua búsqueda de: “. Otro modo de ser
humano y libre”.
En la tesis Sobre Cultura Femenina (Castellanos, 1950) con la que aún soltera, obtuvo a los 25 años su
título de maestra en Filosofía parece sintetizarse todo el sexismo que ella había asimilado. Sus seis
conclusiones finales sostienen que no hay una cultura femenina propiamente dicha, debido a que la
mujer no se interesa en intervenir en los procesos culturales. Esta indiferencia proviene, no de su
falta de capacidad, sino de la posibilidad que tiene de satisfacer su necesidad de eternizarse a través
de la maternidad. Cuando la mujer, por motivos físicos, psicológicos o sociales no es capaz de
ejercitar correctamente la maternidad, se aboca, por compensación a la cultura. Esta frustración que
impulsa a la mujer a la cultura, concebida por los hombres y para los hombres, explica la escasa
participación de la mujer en este campo. Cuando lo hace, recurre a las formas más fáciles: la novela y
la lírica.
Lo que más llama la atención de estas conclusiones es la imposibilidad que Rosario establece de una
coexistencia entre la creación de cultura en la mujer, como fenómeno normal e inherente a su propia
naturaleza.
Para las mujeres, la cultura se les presenta como el refugio de quienes han sido exiliadas de la
maternidad. ¿Se estará refiriendo este exilio al castigo por haber matado a Mario Benjamín, el hijo de
su madre: ojo por ojo, ¿diente por diente ?, Se pregunta Rosario.
¿Hacía qué modo de conducta puede aspirar la mujer, despojada de sus formas
peculiares de vida, no sólo por las circunstancias, sino, lo que es peor, por la idea, tan
arraigada ya en ella que no reconoce su procedencia exterior de que esas formas (las
de luchar con armas de hombre) deben ser despreciadas?
Lo que Rosario sitúa en el afuera, puede referirse más bien a elementos reprimidos de su propia
historia: un Ideal del yo masculino impuesto por los padres, que la llevaron muy probablemente a la
sensación de sentirse una mezcla híbrida de hombre y mujer.
Escribe entonces su tesis, como en parte escribirá después en sus obras, sintiendo invadir terrenos
que no les corresponden, La cultura ha sido la responsable dentro de esa fantasía de que se aleje de
los valores femeninos, de que se desvalorices y busque otras formas de realizarse. Como mujer, para
ser amada debe ser madre. Con base en esta vivencia denigra entonces lo que esta haciendo. La
elaboración de un trabajo intelectual no la hace dulce ni femenina; por el contrario, evidencia esa
parte masculina que opera en ella en forma disociada. Por eso es posible considerar que muchos de
sus planteamientos están elaborados como justificaciones. A través de las doctrinas que propone,
aunque sin reconocerlo conscientemente, refleja el afán de justificar su conducta, su voz masculina.
En los 8 años que van de la elaboración de esta tesis a su matrimonio en 1958, realiza un viaje de
estudio a Europa y en dos temporadas se establece en Chiapas para trabajar en tareas
socioculturales con los indígenas.
Uno de los aspectos básicos que debieron moverla a estas incursiones de servicio en favor del
oprimido fue sin duda su percepción de las situaciones de injusticia que vivió desde su infancia y a
las que luego convertiría en temática dominante de su obra.
El binomio víctima-victimario parece obsesionarla como una modalidad. Este binomio adopta
distintas manifestaciones: indio-blanco, pobre-rico, mujer-hombre.
Como María Rosa Fiscal señala al referir esa falta de identidad de la mujer:
La falta de identidad, la soltería y el matrimonio-maternidad, este último como única
forma de realización femenina son los tres ejes principales que se cruzan y entrecruzan
en la narrativa de Rosario Castellanos. Todos convergen en un punto común: la
conflictividad de la relación hombre-mujer. (Fiscal, 1979).
¿Y dónde podrían encontrarse los orígenes de esta conflictividad? Enfáticamente Rosario intenta
responder la pregunta a través de los personajes femeninos de sus novelas y en sus ensayos sobre la
mujer. Plantea ahí la falta de identidad que ésta padece desde el momento en que las reglas del
medio social la clasifican según su estado civil y según a quien pertenezca como “Señora de…”. La
mujer necesita ser a través del hombre. Necesita buscar el mediador masculino para conocerlo todo:
A través del mediador masculino la mujer averigua acerca de su cuerpo y de sus
funciones, de su persona y de sus obligaciones todo lo que le conviene y nada más.
(Castellanos, 1979)
La soltería es vivida como estigma. En el poema “Jornada de la soltera”, incluido en su libro “Lívida
Luz”, Rosario lo manifiesta de manera elocuente:
Da vergüenza estar sola. El día entero
Arde un rubor terrible en su mejilla.
…..
De noche la soltera
Se tiende sobre el lecho de agonía.
Brota un sudor de angustia a humedecer las sábanas
Y el vacío se puebla
De diálogos y hombres inventados.
Y la soltera aguarda, aguarda, aguarda.
En las pocas referencias que después hizo de ese momento y del matrimonio en general, llama la
atención la ausencia de calidez y de sentimientos amorosos. La ironía con que en 1971 hace
referencia a su decisión de casarse, la centra en concebir al matrimonio como un simple medio de
llegar a la maternidad:
El párrafo refleja lo que Mabel Piccini refiere al hablar de la subordinación femenina que exige:
pacientes ejercicios para construir un cuerpo adecuado y rentable y sin duda una ideología del
consentimiento del rol femenino. “Y en este punto que se despliegan las variadas tecnologías de la
seducción: seducir para capturar, poseer, retener a la otra mitad sin la cual no hay existencia posible
(1981).
En los escritos narrativos de su última época hace innumerables menciones a la conflictiva conyugal.
Precisamente como una lucha de sexos como un conflicto permanente parece concebir la vida
conyugal.
En el cuento Álbum de Familia, incluido en el libro del mismo nombre, un personaje femenino dice:
El matrimonio es el ayuntamiento de dos bestias carnívoras de especie diferente que
de pronto se hallan en la misma jaula. Se rasguñan, se mordisquean, se devoran, por
conquistar un milímetro más de la mitad de la cama que les corresponde, un gramo
más de la ración destinada a cada uno. Y no porque importe la cama ni la ración. Lo
que importa es reducir al otro a la esclavitud. Aniquilarlo. (Castellanos, 1979)
Dentro de esta conflictiva conyugal, Rosario a través de sus personajes, parece percibir a la mujer-
esposa como un ser sufriente que en términos de Karen Horney asume el papel masoquista con la
intención de obtener seguridad y satisfacción mediante la oscuridad y la sumisión. Un monólogo de
la recién casa en el cuento Lección de Cocina lo ejemplifica:
Yo permaneceré como permanezco. Quieta. Cuando dejas caer tu cuerpo sobre el mío
siento que me cubre una lápida llena de inscripciones de nombres ajenos, de fechas
memorables. Gimes inarticuladamente y quisiera susurrarte al oído mi nombre para que
recuerdes quién es a la que posees. (Castellanos, 1979).
El párrafo anterior no sólo sitúa a la mujer en un papel de objeto sexual sino que también deja
entrever la imagen del hombre violador.
Esta hostilidad hacia el hombre en su papel de marido es más explícita en un trozo del cuento de
Cabecita Blanca:
Un marido en la casa es como un colchón en el suelo. No lo puedes pisar porque no es
propio; ni saltar porque es ancho. No te queda más que ponerlo en su sitio. Y el sitio de
un hombre es su trabajo, la cantina o la casa chica. (Castellanos, 1979)
Las anteriores vicisitudes que la mujer presenta en el ámbito conyugal, serían explicadas por Freud,
sin duda alguna, en términos de su discutible propuesta sobre la “envidia del pene”. Más se podría
pensar, actualmente, en las consideraciones formuladas por Karen Horney, Adler, Fromm, quiénes
articulan factores socioculturales en este dilema. Hablan de la envidia que puede existir en la mujer
hacia el hombre es más bien la expresión de un anhelo por aquellas cualidades o privilegios que en
nuestra cultura son privativos del sexo masculino: fuerza, independencia, libertad sexual y una serie
de cualidades que podrían englobarse dentro de la facultad y el derecho a ejercer el poder.
En esta lucha conyugal, la escritora introduce un elemento que parecería funcionar como posible
conciliación entre la pareja: la presencia de un hijo.
En el poema “Poesía no eres tú”, queda da titulo a su antología habla de: Los sexos conciliados en un
hijo.
También parece ver en la mediación del hijo una posibilidad para existir y para establecer un diálogo
con el mundo. En los inicios del mismo poema, escribe respondiendo al título “Poesía no eres tú”.
Porque si tú existieras
Tendría que existir yo también. Y esa es mentira.La
Después de dos embarazos mal logrados (¿Identificación con la madre al volverse madre ella?)
Rosario dio finalmente a la luz a un hijo, Gabriel, en 1961, cuando tenía 36 años de edad.
La revisión de los textos en donde la escritora habla de este hijo, permite observar una serie de
vivencias que ejemplifican cómo se fueron engarzando todos sus quehaceres matrimoniales y
profesionales con su presencia. El hijo no frena su creatividad intelectual.
A lo largo de este transcurrir, alude en diferentes ocasiones a los esfuerzos que el hijo le significa y a
las ambivalencias que le despierta. Llama la atención que sus referencias maternales exultantes
aparecen casi siempre mezcladas con matices dolorosos. Poéticamente lo expresa en “Se habla de
Gabriel”.
Como todos los huéspedes mi hijo me estorba
Ocupando un lugar que era mi lugar,
Existiendo a deshora,
Haciéndome partir en dos cada bocado.
En otro texto subraya los aspectos dolorosos que le significan concebirse como madre, sentir lo que
necesita dar a su hijo es la verdad, entendida como lo que hace fuerte al ser humano por el camino
inevitable del dolor.
…Yo no soy más que una madre que no ha podido dar a su hijo ,más que lo que tenía;
un poco de verdad, que es como la sal que queda cuando se ha evaporada las lágrimas.
Sal que duele cuando se frota la carne viva de la herida. Sal que sazona el alimento con
el que se sustenta nuestra incertidumbre. (Castellanos, 1971)
El siguiente es un de los textos donde con mayor claridad se refleja su problemática siempre
presente con la figura masculina, condensada ahora en la figura del hijo:
Soy madre de Gabriel; ya usted sabe, ese niño que un día se erigirá en juez inapelable y
que acaso, además, ejerza de verdugo. Mientras tanto lo amo. (Castellanos, 1971)
Clínicamente puede observarse a menudo que los hijos vienen a representar figuras significativas de
la historia individual de una persona. En Rosario, podría pensarse que a lo largo de su vida, el
hombre, como padre, hermano, esposo y finalmente como hijo, representó para ella papeles de juez
y de verdugo. La manifestación de esta vivencia prosigue en otros textos.
Los señalamientos de Rosario sobre la condición femenina que aún conservan reminiscencias
patriarcales (Hombre donante que puede conceder a la mujer el rango de persona), surgen fe
experiencias personales que le impiden un análisis más conceptual y científico sobre la mujer.
Rosario parece proponerse a si misma como un testimonio viviente de la lucha desarrollada por la
mujer bajo las circunstancias de su condición y de su época.
Cuando el desarrollo de Rosario llega a estas etapas, donde la cuestión femenina adquiría mayor
comprensión a través de raciocinios que aún muestran su ambivalencia, su actuación como
intelectual y sus escritos parecían desmentir sus doctrinas de juventud.
En estos momentos sobreviene la muerte, de modo accidental, en agosto de 1974, a los 49 años de
edad, cuando ocupaba el cargo de embajadora de México en Israel.
Uno de los poemas de su última época da fe de la coexistencia de su ímpetus vítales con las fuerza
regresivas. El poema hace referencia al suicidio y a diferentes formas de sometimiento, como falsos
recursos para la mujer, pero concluye con la voluntad de lucha donde no se celebra un triunfo, se
propone una esperanza:
No, no es la solución
Tirarse bajo un tren como Ana de Tolstoi
Ni apurar al arsénico de Madame Bovary
Ni aguantar en los páramos de Ávila la visita
Del ángel con venablo
Antes de liarse el manto a la cabeza
Y comenzar a actuar.
Como se desprende del análisis pertinente a su obra, el feminismo opera como un problema social y
nacional como una clara proyección existencial, y no sólo como un enfrentamiento entre hombres y
mujeres (aunque está relación es vivida conflictivamente). La mujer, igual que el indígena, es víctima
de la dinámica de la desigualdad y del subdesarrollo; del pasaje de transición entre lo tradicional y la
modernidad.
Castellanos está consciente de la problemática de transición y del conflicto de identidad que esto
supone en la existencia de la mujer. A las mujeres profesionales las hemos visto representadas en los
relatos “Lecciones de Cocina” y “Álbum de familia”, y son como seres mutantes y desadaptados. La
autora pone en cuestión de conflicto entre lo que ella es sexualmente hablando (mujer), y sus
dificultades para aceptarse como tal en un mundo de hombres, en un mundo hostil y confuso para la
femineidad.
En este caso, el conflicto que proviene de la misma sociedad se interioriza para hacerse un conflicto
interno, psicológico y existencial al mismo tiempo, en el cual la responsabilidad personal ya resulta
determinante. En este sentido en el que tanto en “Lección de Cocina” como en “Álbum de familia”,
el narrador apela al desarrollo de la conciencia para asumir y elegir la identidad femenina con pleno
derecho. En este cuento, la mujer joven del sector profesional asume su diferencia ante el hombre y
su independencia como persona. Esto la angustia porque comprender y aceptar su diferencia su
singularidad femenina e individual frente al hombre y el mundo, implica también aceptar que ella es
su propio centro de gravitación. Es decir, en un primer término su soledad (que no se resuelve en el
texto, todavía, a favor de la solidaridad); y su responsabilidad (“Álbum de familia”). Esto es aceptar,
nada menos, su independencia y sus límites, lo cual vive con horror. De modo que queda planteado
en el centro de la cuestión femenina el problema del miedo a su independencia. Problema humano
en general, problema que define el tránsito de la infancia a la adultez, pero que en la mujer está
cargado de contradicciones y conflictos específicos.
En el caso de la mujer dada su larga dependencia familiar, cultural y social, su punto de referencia no
es el mundo, la naturaleza, ni la humanidad, sino primero el padre (Oficio) y después el marido
(Cabecita). En general, siempre el hombre. Para objetivarse, separarse, hacerse persona y adulta, la
mujer tiene que diferenciarse del hombre y no del mundo o de la humanidad, porque entre ella y el
mundo, siempre ha estado la presencia mediadora del hombre como sustituto del mundo. Para
lograrlo, tiene que aceptar su diferencia y con ella elegir y aceptar su femineidad como una plenitud.
El discurso feminista de Castellanos se trasciende para hacerse no sólo una reflexión social, sino
también una reflexión psicológica y existencial sobre la femineidad misma en sus aspectos
constitutivos. La mujer, como ser responsable, tiene que elegir su identidad (ser mujer) y a partir de
ello, definir su modo de ser y estar en el mundo. Tiene pues que preguntarse en que consiste esto,
partiendo de su diferencia biológica y discriminando los factores culturales e ideológicos que la han
oprimido para situarse como un individuo consciente y pleno en el mundo.
Conclusiones
Rosario Castellanos nace bajo el signo de una sociedad provinciana conservadora de un caudal de
ideología sexista y clasista de cuyos valores se nutrió, fue victima y en parte reparadora. Trató de
librarse de un destino que la convertía en representante de la clase dominadora, en mujer inferior y
sometida a las exigencias de un mundo patriarcal y machista.
La influencia de su medio ambiente inicial resultó determinante, en la medida en que sus padres
obedecían a los roles establecidos por su condición y clase social y funcionaban como agentes
transmisores de esa ideología.
Por otro lado, la trayectoria intelectual y profesional de Castellanos opera en un principio como una
actividad “masculina” impuesta que la aparta de la función “femenina” (maternidad) a la que ella
tendia naturalmente. La ideología sexista introyectada la hacia considerar incompatibles estas dos
funciones.
En los últimos años de su vida, Rosario incorporó en su literatura el tema femenino en forma más
racional, matizado en ocasiones con ironía.
La preocupación social, dominante en sus textos, se vuelve pregunta sobre el pasado, el presente y el
futuro. No se desconecta de la situación nacional ni de sus conflictos y busca en las raíces sociales y
económicas la explicación histórica. Para la autora, la preocupación se centra en el binomio
individuo/sociedad. Para abordar la sociedad adopta una visión histórica y sociológica. Para abordar
al individuo adopta una interpretación existencial con rasgos psicoanalíticos (especialmente en
Álbum de familia), pero dependiente de la realidad social.
La obra de Rosario Castellanos responde sin lugar a dudas a un momento de cambio en los proyectos
nacionales que repercuten en la sociedad mexicana. Su acento, a veces pesimista, responde a una
reacción emocional a la situación de incertidumbre y espera.
Puede finalmente decirse que Castellanos con sus características individuales, constituye un
testimonio viviente de la lucha de una muer por alcanzar su identidad.