De Clítoris y Hombres
De Clítoris y Hombres
De Clítoris y Hombres
ELVIRA LINDO
12 MAR 2023 - 05:00 CET
46
Y entonces surgió, de pronto, una joven que a gritos explicaba cómo los hombres,
esos torpes, debían masturbarnos. La mujer era entre sexóloga y humorista, no
llegué a captarlo, porque brujulear por las redes es lo que tiene, que es como si
caminaras por un bosque y te asaltaran cazadores de likes. Dicha joven detallaba la
estimulación desgañitándose, como si estuviera harta, harta, de que en el mundo
masculino heterosexual no hubiera más que gilipollas que se ponían a estimular
clítoris como si frotaran la lámpara del genio, a ver si con unos cuantos
frotamientos más salía el orgasmo. También explicaba, soy fiel a sus palabras,
cómo se comía un coño, actividad en la que al parecer también era experta, y
detallaba con sarcasmo la lista de errores que los hombres, reyes de la
incompetencia, realizaban comiéndose aquella fruta sabrosa. Una se imaginaba a
las pobres mujeres mordiéndose las uñas por hacer algo, deseando que aquel
despropósito acabara, hartas de estos varones que cuando no son
desconsiderados, porque no quieren perder el tiempo con el placer femenino, son,
sencillamente, incapaces.
Era de broma, sí, pero también iba en serio, porque la joven clamaba al cielo el
estar harta de tanto torpe. Era como una joven maestra a la que le doliera la boca
de enseñar la misma lección a una clase de mastuerzos. Ella había estudiado con
gran aprovechamiento el mecanismo del clítoris, como si funcionara como una
máquina, y daba la lección más como el masaje académico de un fisioterapeuta que
como la caricia entre dos seres humanos que se desean. De los hombres tenía la
idea de que, en general, andaban escasitos de generosidad y habilidades. En
realidad, las mujeres no quedábamos en mejor lugar, porque parecía que no
tuviéramos boca para pedir lo que nos gusta: esas palabras sucias, como decía
Onetti, que elevan la temperatura de un encuentro.
Me gustaría darles a ustedes la referencia del audio para que lo aprendieran, pero
los audios, ay, se los lleva el viento. Además, con toda seguridad, se encontrarán en
breve otra enseñanza de esta asignatura. Es tendencia. En realidad, es como una
recuperación de aquel programa de la doctora Ochoa, Hablemos de sexo, con la
diferencia de que la doctora no elevaba la voz y respondía sin pestañear a los pros
y los contras de la ingesta de semen, por ejemplo. Lo que resultaba cómico era esa
manera tan académica de nombrar aquello a lo que en la intimidad nos solemos
referir en términos populares, más guarros. Desde aquel 1990 ha llovido mucho.
Nadie lo ha contabilizado, pero se habrán contado por miles las ingestas de semen
y las estimulaciones de clítoris. Algunos del batallón de los torpes habrán incluso
aprendido y algunas que callaban sus deseos se habrán dado cuenta de que esperar
pasivamente a que el otro adivine lo que deseas no conduce a ninguna parte. Es
posible que no hayan querido compartir estos asuntos con amigas o amigos porque
es mucha la gente que considera que eso sería vulnerar la intimidad compartida y
en eso prevalece la vieja idea de la lealtad.
Después de tanto reclamar educación sexual para los colegios, a fin de dar armas a
las criaturillas con las que contrarrestar tantos mensajes violentos, nos
encontramos con que hay un mensaje pedagógico para adultos, a veces cómico,
otras institucional, que nos insta a repetir curso porque parece ser que estamos
practicando sexo sin tener el título de manipulación de órganos. Es triste. Pero más
triste es que se piense que la población, en su conjunto, es incapaz de obtener
placer y darlo, incluso de sentirse en la gloria si el amor se da cita en el encuentro.
Sin duda, lo que ha mejorado el sexo es la libre expresión de los deseos femeninos.
En cuanto a los hombres, más vale un torpe con vocación que ese chulillo que cree
sabérselas todas. En el sexo se está toda la vida aprendiendo, ahí está la chispa. Son
clases prácticas, de teóricas estamos hartas.
SOBRE LA FIRMA
Elvira Lindo
Es escritora y guionista. Trabajó en RNE toda la década de los 80. Ganó el
Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil por 'Los Trapos Sucios' y el
Biblioteca Breve por 'Una palabra tuya'. Otras novelas suyas son: 'Lo que me
queda por vivir' y 'A corazón abierto'. Colabora en EL PAÍS y la Cadena SER.
Es presidenta del Patronato de la BNE.
Comentarios
46