Bloque 10
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LA SEGUNDA REPÚBLICA Y LA
GUERRA CIVIL EN UN CONTEXTO DE CRISIS
INTERNACIONAL (1931-1939)
La Segunda República española fue recibida con un gran entusiasmo popular y la esperanza
de modernizar el país y democratizar la vida política. Pero la inestabilidad política, la
conflictividad social y la intransigencia de sus adversarios radicalizados por el contexto
internacional sometió a la República a diferentes elementos desestabilizadores, el último de
los cuales, el fracasado golpe de Estado del 18 de julio de 1936 daría lugar a una cruel y larga
Guerra Civil de tres años. El conflicto bélico, acontecimiento decisivo para la historia del siglo
XX de nuestro país lo fue también en la dimensión internacional, convirtiéndose en la antesala
de la Segunda Guerra Mundial e incluso de la Guerra Fría.
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elaboraría y aprobaría en diciembre de 1931 una Constitución de marcado carácter
democrático y progresista que definía al Estado español como “una República de trabajadores
de todas las clases”. En su elaboración, destacó el debate en torno al sufragio femenino
finalmente aprobado gracias a la labor unipersonal de la diputada Clara Campoamor. Entre
los principios constitucionales de 1931 podemos subrayar:
- Configuración del Estado de forma integral, pero con posibilidad de constituir
gobiernos autónomos regionales
- Poder legislativo unicameral, encargado además de nombrar al presidente de la
República (Niceto Alcalá Zamora hasta 1936) y de controlar al ejecutivo.
- Previsión de expropiación forzosa de cualquier tipo de propiedades por causa de
utilidad social, así como la posibilidad de nacionalizar los servicios públicos.
- Amplia declaración de derechos y libertades entre los que destacan el derecho a la
educación, al trabajo y al divorcio (todos por primera vez en España)
- Declaración del Estado laico y sometimiento al mismo de cualquier confesión religiosa
bajo la ley de Asociaciones.
Fueron, junto al sufragio femenino, los artículos relacionados a las autonomías y la religión
los que crearon las grandes discrepancias en las Cortes que elegían a Niceto Alcalá Zamora
como Presidente de la República mientras Manuel Azaña le sustituía en la Jefatura del
Gobierno.
Se iniciaba así el conocido como Bienio Reformista (1931-33) que impuso un programa de
ampliación y profundización de las reformas iniciadas durante el periodo constituyente.
La reforma militar pretendía crear un ejército profesional y democrático que acabase con la
macrocefalia, el golpismo y asegurar su obediencia al poder civil. Para ello se fijó la ley de
retiro de la oficialidad, se eliminó el fuero militar y se cerró la Escuela Militar de Zaragoza y
las Capitanías Generales, pero la falta de presupuesto impidió su modernización y sumo
adversarios a la República.
La reforma agraria fue el gran proyecto de la República en un intento de acabar con la
estructura latifundista, la miseria del campesinado y la baja productividad del sector. Para
ello, fijaron la jornada de 8 horas en el campo, establecieron salarios mínimos, prohibieron
finalizar los arredramientos productivos y obligaron a poner en cultivo las tierras muertas. La
Ley de Reforma Agraria aprobada en 1932 preveía además la expropiación de latifundios
(con o sin indemnización en función de los casos fijados por la ley) para el asentamiento de
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campesinos, labor para la cual es creado el Instituto de Reforma Agraria. Radical para
propietarios y demasiado lenta para los sindicatos, su aplicación provocó importantes
enfrentamientos en el mundo rural y se convertiría en un importante foco de tensión social.
La reforma de autonomía estatal pretendía responder a los sentimientos nacionalistas
desarrollados en España desde el siglo XIX. En Cataluña, Macià había proclamado la República
Catalana de la Federación Ibérica el 14 de abril la cual quedó anulada tras las negociaciones
con el gobierno provisional que reconocía la Generalitat y una comisión encargada de
redactar un estatuto. El Estatuto Nuria fue aprobado en un referéndum catalán por un 99%
de la población, pero debió eliminar algunos de sus artículos para su aprobación en Cortes en
1932. En País Vasco, el Estatuto Estella tenía un marcado carácter tradicionalista incompatible
con la República que no sería aprobado hasta octubre de 1936 en plena Guerra Civil. José
Antonio Aguirre del PNV fue elegido el primer lendakari.
La reforma religiosa fue encaminada a secularizar la vida social, por ello, junto a las leyes
constitucionales antes mencionadas, el gobierno de Azaña aprobó la disolución de los jesuitas
y La Ley de Congregaciones de 1933 que limitaba la posesión de bienes de las órdenes
religiosas.
Por último, destacan las reformas sociales y educativas que completaban las leyes
constitucionales. Como Ministro de Trabajo, Largo Caballero aprobó la Ley de Contratos, que
regulaba la negociación colectiva a la vez que aprobaba la semana de 40 horas y la creación
de unos seguros sociales. En lo relativo a la educación, el objetivo fue promover una
educación liberal, laica y mixta y pública en la etapa primaria. Para ello, se incrementó el
presupuesto de educación en un 50%, se crearon 10 000 nuevas escuelas y 7 000 plazas de
maestros. Además, se favoreció la promoción de la cultura mediante la creación de las
Misiones Pedagógicas encargadas de difundir la cultura en las zonas rurales (bibliotecas,
cines, teatros, exposiciones…).
Las reformas desataron una importante contestación social en forma de pronunciamientos
militares (Sanjurjo), huelgas y ocupaciones de tierras. En 1933 la represión en Casas Viejas
(colectivización anarquista en Cádiz) supuso la dimisión de Azaña y la disolución de las Cortes
por Alcalá Zamora que convocaba elecciones para noviembre de 1933.
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10.2. El gobierno radical-cedista (1933-1935). La Revolución de Asturias. El
Frente Popular, las elecciones de 1936 y el nuevo gobierno.
Las elecciones generales de noviembre de 1933, primeras en las que votaron las mujeres, dieron la
victoria a los partidos de centro-derecha. El nuevo gobierno se estructuraría en torno a dos fuerzas
políticas: el Partido Radical de Lerroux, menos demagógico y más conservador que a principios de
siglo, y la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas) de Gil Robles, aglutinador de
las derechas católicas con un programa que proponía la revisión de la Constitución y con un discurso
bastante ambiguo respecto a la República. El primer gobierno, exclusivamente radical y presidido
por Lerroux, paralizó gran parte de las reformas del anterior bienio.
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En Cataluña, Companys, presidente de la Generalitat, proclamó la República catalana dentro
de la República federal española a la vez que diferentes fuerzas obreras convocaban una
huelga general que sin el apoyo de la CNT apenas tuvo respaldo popular. La represión no se
hizo esperar: el pleno de la Generalitat y el ayuntamiento de Barcelona fueron encarcelados
– 3500 detenciones- y el estatuto catalán suspendido. Azaña, que se encontraba en Barcelona,
también fue encarcelado, así como varios líderes del Comité de huelga en Madrid, entre ellos,
Largo Caballero.
La dura represión de octubre unió a las fuerzas de izquierda en torno a un programa común
que exigía la amnistía de todos los detenidos y el retorno de las reformas del primer bienio,
mientras la presencia de la CEDA se hacía más fuerte en el gobierno, que en 1935 presentaba
en Cortes un anteproyecto para modificar la Constitución que no llegó a votarse debido al
escándalo de corrupción que salpicaba al Partido Radical (estraperlo). La falta de
entendimiento entre Alcalá Zamora y Gil Robles – que reclamaba la jefatura de gobierno- llevó
a una nueva convocatoria de elecciones en febrero de 1936.
En esta ocasión serían partidos de izquierdas quienes se presentarían unidos en una gran
coalición electoral, el Frente Popular, que unía a republicanos, socialistas y comunistas en
torno al programa común de amnistía y retorno de las reformas. La coalición obtuvo el 48%
de los votos mientras las derechas se hacían con el 46,5% lo que demuestra la fuerte polaridad
de la sociedad española en 1936.
El Frente Popular nombraba a Azaña como presidente de la República mientras Casares
Quiroga se convertía en presidente de un ejecutivo exclusivamente republicano, pero con
apoyo parlamentario socialista que rápidamente decretó la amnistía sobre los presos de
octubre de 1934, restauró la Generalitat y el estatuto catalán y reanudó el proceso reformista.
Para frenar los rumores golpistas, se trasladó a Franco a Canarias – nombrado Jefe del Estado
Mayor durante el gobierno cedista- y a Mola a Navarra.
Falange Española, fuerza minoritaria hasta entonces, asumió un fuerte protagonismo y
fomentó un clima de violencia callejera utilizando la “dialéctica de los puños y las pistolas” en
palabras de su líder José Antonio Primo de Rivera. Los enfrentamientos entre militantes de
izquierda y derecha aumentaron durante la llamada primavera trágica de 1936.
De manera paralela, un grupo de generales acordaba un alzamiento que restableciese el orden
conservador mediante un pronunciamiento simultáneo en todas las guarniciones militares
posibles, siendo claves las de Madrid y Barcelona cuyo liderato se reservaba a Sanjurjo exiliado
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en Portugal desde 1932 y que contaría con el apoyo de civiles simpatizantes de Falange y las
JONS.
Un doble asesinato precipitaría la fecha de la sublevación. El 13 de julio era asesinado por
fuerzas de extrema derecha el teniente Castillo, fiel al gobierno del Frente Popular; la
respuesta venía al día siguiente con el asesinato de Calvo Sotelo por las milicias de izquierda.
El 17 de julio la sublevación militar contra la República empezaba en Marruecos y se extendía
al día siguiente por toda la península.
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10.3. La Guerra Civil: la sublevación militar y el estallido de la Guerra. La
dimensión internacional del conflicto.
La guerra civil es el hecho más importante y trágico de la historia de España en el siglo XX. La guerra
civil española representa:
El enfrentamiento entre los grupos tradicionalmente poderosos (nobleza, terratenientes,
alta burguesía, Iglesia y ejército) y las clases populares (campesinos, obreros y pequeña
burguesía).
Significa la oposición de los sectores conservadores a la democratización política y a la
modernización impulsada por la Segunda República.
Supone el primer enfrentamiento entre el fascismo y la democracia.
El golpe de Estado fue preparado por militares opuestos a la República y partidos conservadores
(alfonsinos, carlistas y fascistas). El clima de violencia social se tomaba como argumento de
justificación para realizar el golpe militar. El organizador del golpe de Estado es el general Emilio
Mola. El golpe debía ser rápido y muy violento para evitar la resistencia del gobierno y de las
organizaciones de izquierdas (sindicatos y partidos políticos). Sus objetivos eran establecer una
dictadura militar que suspendiera las libertades constitucionales con el general Sanjurjo al frente
del Directorio Militar.
Económicamente: los golpistas controlaron las principales zonas agrarias, mientras que la
República mantuvo las zonas industriales y mineras, así como los recursos del Banco de España.
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Socialmente: los sublevados contaron con el apoyo de la oligarquía, los campesinos propietarios de
tierra del norte de España, parte de la burguesía urbana, la Iglesia y los partidos de derecha. Por el
contrario, la República fue secundada por las clases populares y parte de la burguesía urbana.
Políticamente tuvo el apoyo de los partidos de izquierda y nacionalistas.
Militarmente: los golpistas contaron con las tropas de África (Legión y Regulares, únicos con
experiencia real de combate), la mayoría de los oficiales y suboficiales, la mayor parte de la Guardia
Civil y las milicias de voluntarios falangistas y carlistas (requetés). Enfrente, el Gobierno dispuso de
la Marina, la Aviación, la Guardia de Asalto, parte de la Guardia Civil y las milicias obreras y
campesinas, a las que se incorporaron los militares leales.
Consolidados los frentes tras los primeros combates, los sublevados decidieron desarrollar una
guerra relámpago con el objetivo de tomar Madrid.
La Guerra Civil dividió a la población y a los gobiernos del mundo. Además, la internacionalización
del conflicto hizo posible la larga duración de la contienda (3 años) y fue determinante en la victoria
de los sublevados.
Las principales potencias democráticas europeas, Gran Bretaña y Francia, acordaron no intervenir
en la guerra para tranquilizar a la Alemania nazi (política de apaciguamiento) y evitar la formación
de dos bloques que desencadenaran una guerra en Europa. Para ello crearon el Comité de No
Intervención con la prohibición de la venta de armas a los combatientes. A este acuerdo se sumaron
todos los Estados europeos menos Suiza, que era neutral. Sin embargo, algunos como Alemania,
Italia y la URSS nunca lo respetaron. El fracaso de la política de no intervención condenó a la
República al verse privada del apoyo del resto de democracias.
Bando sublevado: Alemania e Italia enviaron unidades con sus propios mandos (la Legión
Cóndor alemana y el Cuerpo de Tropas Voluntarias italiano) y moderno armamento a crédito
(aviones, barcos, submarinos, artillería y armamento ligero). El apoyo incondicional de los
países fascistas a los rebeldes fue decisivo en la marcha de la guerra (transporte de tropas
de África o conquistas de Málaga, Bilbao o Santander). Menor relevancia tuvo el apoyo de
Portugal, que envió la División Viriato, y de algunas grandes empresas estadounidenses, que
pese a la neutralidad de Washington entregaron a crédito camiones (General Motors) y
petróleo (Texaco).
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Banco republicano: la URSS fue el principal apoyo de la República enviando suministros
(aviones, tanques, ametralladoras) y asesores. El Gobierno lo pagó con las reservas del Banco
de España. Además, unos 40.000 voluntarios antifascistas de todo el mundo, en su mayoría
comunistas, acudieron a España a luchar en apoyo de la II República agrupados en las
Brigadas Internacionales. Asesores soviéticos y brigadistas participaron activamente en la
defensa de Madrid y otros frentes, retirándose tras la batalla del Ebro (noviembre, 1938).
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10.4. Fases militares de la Guerra Civil. La evolución política y económica en
las dos zonas. Consecuencias económicas y sociales de la guerra. Los costes
humanos.
La rebelión militar del 18 de julio fracasó en su intento de hacerse con el control territorial del país
debido a la acción conjunta de militares fieles a la República y de las organizaciones obreras. Sin
embargo, los sublevados en vez de rendirse decidieron desarrollar una guerra relámpago con el
objetivo de conquistar Madrid.
Lucha por Madrid (julio 1936-marzo 1937): estabilizados los frentes tras los primeros días, los
alzados se dispusieron a tomar Madrid para dar rápido fin al conflicto. El avance de Mola desde
Navarra fue frenado por los milicianos en la Sierra de Guadarrama. Franco y las tropas de África
cruzaron el Estrecho en aviones alemanes e italianos. Asegurado el control de Andalucía oriental
conquistaron Extremadura y avanzaron hacia Madrid, pero el desvío para liberal el Alcázar de
Toledo (septiembre) permitió al Gobierno mejorar la defensa de la capital. El asalto frontal fue
rechazado con la ayuda de tanques soviéticos y brigadistas internacionales (noviembre),
fracasando también dos maniobras envolventes en febrero y marzo (batallas del Jarama y
Guadalajara). Franco apostó entonces por la guerra de desgaste, aunque el cerco sobre Madrid
continuó toda la guerra.
Campaña del Norte (abril-octubre 1937): aislado del resto del territorio gubernamental, el
Norte concentraba gran parte de la producción industrial republicana. El avance de los
sublevados, que contó con apoyo alemán (bombardeo de Guernica) e italiano (toma de
Santander) fue imparable. Las ofensivas republicanas lanzadas para aliviar la presión sobre el
Norte fracasaron (batallas de Brunete y Belchite). El País Vasco cayó en junio, Cantabria en
agosto y Asturias en octubre. La pérdida de los recursos humanos, industriales y minerales del
Norte mermó enormemente las posibilidades de éxito de la República.
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Campaña del Mediterráneo y caída de Madrid (octubre 1937-abril 1939): los republicanos
trataron de tomar la iniciativa mediante la conquista en diciembre de Teruel. Recuperada en
febrero de 1938, Franco aprovechó el desmoronamiento del frente enemigo para avanzar hasta
el Mediterráneo (toma de Vinaroz, abril 1938) aislando Cataluña del resto de la República. El
General Rojo planteó una ofensiva por parte de la República en la Batalla del Ebro (julio- octubre
1938). Pese al éxito inicial, se impuso la superioridad de hombres y equipo de los sublevados,
perdiendo los republicanos la moral y gran parte de sus tropas. Cataluña cayó en febrero de
1939 sin apenas resistencia final, provocando el éxodo de miles de refugiados a Francia, el
reconocimiento del régimen franquista por Londres y París y la dimisión de Azaña. La
imposibilidad de mantener la resistencia llevó al general republicano Casado a dar un golpe de
Estado para negociar una rendición con condiciones. El rechazo de la propuesta por parte de
Franco precipitó el fin de la guerra (1 de abril de 1939) con el triunfo de los denominados
nacionales.
De forma paralela al desarrollo militar, podemos observar la evolución política y económica de la
España republicana y la zona sublevada.
La evolución política en el bando republicano se inició con la dimisión del gobierno de Casares
Quiroga, a la que siguieron los de Martínez Barrio y José Giral. En septiembre 1936 es nombrado
Largo Caballero, se aprobó el Estatuto de Autonomía de Euskadi, y en noviembre el Gobierno se
traslada a Valencia. En mayo 1937 Negrín formó un nuevo Gobierno, que trasladó a Barcelona. A
pesar de la caída del frente norte y las derrotas de 1938, Negrín pide resistir, provocando conflictos
internos que desembocaron en el golpe de Estado liderado por Casado y Besteiro (marzo 1939). La
caída de Barcelona y Madrid provocó el hundimiento republicano. Económicamente comenzó
controlando las zonas industriales y las principales ciudades. En los primeros meses nacionalizaron
industrias (CAMPSA) y compañías ferroviarias, controlaron bancos, y colectivizaron empresas y
tierras. Se financió emitiendo deuda pública y depositó en Moscú las reservas de oro del Banco de
España.
La evolución política en el bando franquista, estuvo marcada por la muerte de Sanjurjo, y liderazgo
de Franco. Se crea la Junta de Defensa Nacional (Burgos). Franco es nombrado Generalísimo y Jefe
de Estado. Se disuelve la Junta de Defensa Nacional, y Franco crea la Junta Técnica del Estado. Recibe
el apoyo de la Iglesia y se convierte en Caudillo. En abril de 1937 decretó la unión de falangistas y
carlistas en FET de las JONS. Formó el primer Gobierno (enero 1938). Franco, como presidente y
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Jefe del Estado, asumía el poder del Ejército, Partido, Gobierno y Administración. Elaboró una
legislación reaccionaria: Fuero del Trabajo, magistraturas de trabajo y sindicatos verticales; y
promulgó la Ley de Responsabilidades Políticas (febrero 1939). Económicamente, disponían de la
mayor parte de las tierras de cultivo. El control de la producción fue estricto, contando con la
colaboración de propietarios, la banca y los grandes financieros. Anularon las actuaciones del IRA.
La financiación vino de la ayuda de los regímenes fascistas de Alemania e Italia.
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