Tema 1 PDF
Tema 1 PDF
Tema 1 PDF
1
encontrarse y resultar constreñida, bien por normas sociales, de cortesía o
religiosa, o bien por el propio ordenamiento jurídico, a realizar una determinada
conducta. El concepto de obligación en sentido estricto se reserva más bien
para aquellos deberes jurídicos que se traducen en un equivalente económico,
relativos a cosas o servicios. Lasarte los distingue de otras menciones que se
refieren al concepto de obligación pero no tienen este contenido patrimonial,
por ejemplo el artículo 16 de la Constitución nadie puede ser obligado a
declarar sobre su ideología religión o creencias, o el artículo 110 del Código
Civil en el cual se establece la obligación de los padres de velar por sus hijos.
Así, se reserva el término obligación para aquellas situaciones que tienen un
contenido patrimonial y en otros casos es preferible hablar de deber o deber
jurídico; por ejemplo el deber de conocer el castellano del artículo 3 de la
Constitución, o el artículo 30 “Los españoles tienen el derecho y el deber de
defender a España”.
CONCEPTO.
EVOLUCIÓN HISTÓRICA.
2
plebeyos, en virtud de la “Lex Poetelia Papiria”. Débito y obligatio dejan de
tener un origen distinto, y se pasa a la idea de que el débito lleva en sí mismo
la responsabilidad, siendo este concepto el que ha pasado al Derecho
moderno.
2. Derecho germánico. En el antiguo Derecho germánico la obligación primitiva
tenía un carácter formalista y entrañaba un derecho a exigir la producción de
un resultado. El incumplimiento implicaba la imposición de una pena de
reparación, al no existir originariamente la posibilidad de cumplir la prestación a
través de la indemnización.
3. Derecho canónico. Con el Derecho canónico se suprimió el formalismo,
iniciándose una progresiva espiritualización en la creación de obligaciones.
4. Derecho inglés. En el Derecho inglés originariamente sólo existía la acción
de indemnización en todos los casos de incumplimiento.
5. Derecho español En cuanto al antiguo Derecho español, estuvo influido por
el Derecho germánico y sobre todo por el Derecho romano, conceptuando
inicialmente la obligación como un vínculo personal, predominantemente
formalista. Las Partidas definieron la obligación como “ligamento que es fecho
segund ley e segund natura”. No obstante, se evolucionó hacia una
patrimonialización del vínculo, consagrándose en el Ordenamiento de Alcalá de
1348 el principio de libertad de forma (en cualquier forma que el hombre se
quiera obligar, queda obligado).
En cuanto al Código civil español, en su artículo 1088 dispone que:
“Toda obligación consiste en dar, hacer o no hacer alguna cosa”.
La mayoría de la doctrina (Castán, Puig Peña, Díez-Picazo) critica esta
definición de obligación por incompleta e inexacta, pues no describe el
contenido de la obligación, sino el de la prestación que le sirve de objeto. Por
esta razón, Roca Sastre, en su obra “Estudios de Derecho Privado”, relaciona
el artículo 1088 con el 1911 del Cc, conceptuando la obligación como:
“El derecho del acreedor dirigido a conseguir del deudor una prestación de dar,
hacer o no hacer alguna cosa, garantizado con todo el activo patrimonial del
obligado”.
Finalmente, para finalizar con el estudio de esta evolución histórica debemos
destacar:
a) Una evolución jurisprudencial favorable a la aplicación de la buena fe, del
deber de conducta leal, de la prohibición del abuso del derecho así como una
ampliación de la responsabilidad mediante la inversión de la carga de la
prueba.
b) La notable trascendencia que ha tenido para nuestro Derecho en general, y
para el civil en particular, la incorporación de España a la Comunidad
Económica Europea, regulándose por la Unión Europea diversas materias
“civiles” (ej: propiedad intelectual e industrial, seguro de responsabilidad civil
3
derivada de la circulación de vehículos a motor, firma electrónica, o la
protección de datos personales), aunque sin duda alguna ha sido la política de
“protección de los consumidores” la que ha dado lugar a una proliferación de
normas especiales que, en buena medida, modifican y modalizan principios
contractuales tradicionalmente recogidos en el Código civil (así, por ejemplo,
las normas comunitarias han introducido deberes precontractuales de
información, formas contractuales más solemnes, tipificación del contenido
mínimo obligatorio del respectivo contrato, normas sobre el momento de
perfección del contrato cuando se emplean dispositivos de contratación
automáticos, plazos máximos de entrega en las ventas a distancia, prohibición
expresa de la realización de pagos anticipados, desistimiento “ad nutum”, o
contratos conexos).
Eso sí, estas alteraciones de los principios codificados serían operativas única
y exclusivamente en cuanto concurriese en uno de los contratantes la condición
de consumidor.
c) También podemos mencionar que la Unión Europea ha puesto en marcha
mediante diversas resoluciones del Parlamento Europeo un ambicioso plan
dirigido a la creación de un Código Civil de derecho de obligaciones y contratos
para los Estados miembros de la Unión Europea
4
1. Posición personalista, sostenida por Savigny, quien opina que es un vínculo
de persona a persona. Pero como no cabe un derecho sobre la totalidad de la
persona, ya que supondría su esclavitud, este vínculo lo que supone es un
derecho sobre uno de sus actos, no sobre todos.
2. Posición patrimonialista. Brinz, considerando que el acto del deudor es
incoercible por sí mismo, considera que el vínculo se establece entre el
acreedor y el patrimonio del deudor, ya que es dicho patrimonio el que
responde del cumplimiento.
Por ello se ha identificado el derecho de crédito con el derecho real, llegando
Rocco a considerar la obligación como un derecho de prenda integral sobre el
patrimonio del deudor.
Una tesis extrema es la mantenida por Gaudemet y Polacco, al prescindir del
sujeto y considerar que el vínculo obligacional es un vínculo entre patrimonios.
3. Posición integradora, defendida por Barassi. Considera que no se puede
prescindir de la persona y conducta del deudor, pues a veces las cualidades
personales del mismo son causa determinante de la obligación, pero tampoco
cabe prescindir de la responsabilidad patrimonial, pues sin la misma sería
imposible el cumplimiento forzoso de la obligación.
Existen diversas situaciones en que deuda y responsabilidad parecen no
coincidir, citándose como tales las siguientes:
a) Deuda sin responsabilidad. Sería el caso de las obligaciones naturales,
objeto de consideración en este tema.
b) Responsabilidad sin deuda propia, como ocurre en la fianza, la prenda y la
hipoteca, en los que una persona garantiza una deuda ajena.
c) Deuda con responsabilidad limitada, como es el caso del artículo 140 de la
LH.
d) Responsabilidad sin deuda actual, como es el caso de la fianza o prenda en
garantía de deudas futuras (arts. 1825 y 1861).
B) LOS SUJETOS.
En la obligación existen dos sujetos: el activo, que puede exigir la prestación, y
el pasivo, que ha de realizarla.
Existen al menos dos partes en las obligaciones, nadie puede estar obligado
consigo mismo y por eso cuando se produce la confusión, la reunión en una
misma persona de los derechos o de la condición de acreedor y deudor, la
obligación se extingue (art. 1156).
Una de las partes es quien tiene derecho a exigir una conducta determinada de
la otra, es el sujeto activo de la obligación y se denomina acreedor, quien tiene
5
un crédito frente a la otra parte que se denomina deudor, sujeto pasivo de la
obligación.
la prestacion es la conducta que debe observar o desplegar el deudor como
que puede consistir en dar hacer o no hacer alguna cosa según el artículo 1088
del Código Civil.
El sujeto activo recibe el nombre de acreedor (“creditor, reus stipulandi”). Como
señala Larenz, se le da dicho nombre porque cree en la persona del obligado y
en su capacidad y voluntad de cumplir. El sujeto pasivo se denomina deudor
(“debitor, reus promitendi”).
Ahora bien, estas posiciones no tienen que ser únicas, pues pueden concurrir
en ambos, como sucede en las obligaciones recíprocas.
1. Quienes pueden ser sujetos. Sujetos de la relación obligatoria pueden serlo
todas las personas, tanto físicas como jurídicas. Otra cosa es, evidentemente,
que para ejercitar los derechos, facultades, deberes o cargas que se derivan de
la relación obligatoria se requiera la necesaria capacidad de obrar, que
normalmente estará en función de la prestación que constituya el objeto de la
relación obligatoria.
2. Pluralidad de sujetos. Puede suceder que en una obligación concurran varias
personas en la posición de deudor, en la de acreedor o en ambas. Es lo que se
conoce con el nombre de pluralidad de sujetos, que da lugar a la
mancomunidad y solidaridad, cuyo estudio se realiza en el siguiente tema del
programa.
3. Determinación del sujeto. Los sujetos deben ser determinados o, al menos,
determinables por alguna circunstancia existente al tiempo de constituirse la
obligación. De ahí que, como señala Hernández Gil, sea posible la existencia
de obligaciones con sujetos provisionalmente indeterminados, siempre que
haya un medio de llegar a determinarlos, como sucede en el caso de los títulos
al portador, las ofertas o promesas hechas en público, o las denominadas
obligaciones “propter rem” (491 y ss. Obligaciones del usufructuario por su
condición de titular del derecho real de usufructo).
C) LA PRESTACIÓN.
Respecto del objeto de la obligación son múltiples las opiniones sostenidas por
la doctrina, pudiendo resumirse del siguiente modo:
1. Teorías negativas, sostenidas por autores como Enneccerus, quien afirma
que el crédito, como relación de persona a persona, no tiene, en rigor, un
objeto. La prestación no constituye el objeto, sino el contenido de la obligación.
2. Teorías positivas. Dentro de ellas cabe distinguir:
6
2.1. Teoría tradicional. Considera que el objeto de la obligación son las cosas,
sobre las que se ejerce un poder distinto del ejercido en los derechos reales.
Más tarde se amplía el objeto a los servicios.
2.2. Teoría moderna. Parte de los postulados kantianos de que sólo caben
relaciones entre personas, no entre persona y cosa, por lo que el objeto de la
obligación sería la prestación, o conducta a realizar por el deudor.
2.3. Tesis intermedias, como las de Messineo y Hernández Gil, que tratan de
armonizar la tradicional y la moderna. Así, Messineo distingue entre el objeto
de la obligación (las cosas) y el contenido de la misma (la prestación). Por su
parte, Hernández Gil considera como objeto a la prestación, pero dentro de ella
distingue dos elementos: la conducta del deudor (permanente) y las cosas (que
pueden existir o no).
3. Código civil. El Código civil, según doctrina y jurisprudencia, es impreciso en
este aspecto, pues en algunos casos alude a las cosas o servicios como objeto
de la obligación (arts. 1135, 1137, 1150 y 1157), en otras alude a la prestación
(art. 1132) y, a veces, limita el concepto de prestación a las de hacer o no
hacer (arts. 1147 y 1151).
En cualquier caso, la doctrina es unánime respecto a la necesidad de que la
prestación sea posible, lícita y determinada. Lo que ya no es cuestión pacífica
es la de si ha de ser patrimonial. En tema independiente se estudian estas
cuestiones, salvo la patrimonialidad, que se aborda en el presente tema.
D) LA CAUSA.
El Código civil español no contiene una doctrina general acerca del negocio
jurídico, abordando la regulación de la causa al tratar de los requisitos
esenciales para la validez de los contratos en la Sección 3ª del Capítulo II del
Título II del Libro IV, artículos 1274 a 1277, bajo la rúbrica “De la causa de los
contratos”.
El apartado 3º del artículo 1261 del Cc establece que:
“No hay contrato sino cuando concurre (...) Causa de la obligación que se
establezca”.
No obstante, como señala un sector de la doctrina, el Código no se refiere
propiamente a la causa del contrato, sino a la causa de las obligaciones que el
contrato genera.
Por su parte, el artículo 1274 del Cc define la causa refiriéndola a los contratos,
al disponer que:
“En los contratos onerosos se entiende por causa, para cada parte contratante,
la prestación o promesa de una cosa o servicio por la otra parte; en los
remuneratorios, el servicio o beneficio que se remunera, y en los de pura
beneficencia, la mera liberalidad del bienhechor”.
7
En consecuencia, de las normas citadas se desprende que el Código civil sigue
la teoría causalista, y del artículo 1274 se deduce, según O´Callaghan, que
acoge la teoría objetiva.
Como señala Albaladejo, no puede afirmarse que el Tribunal Supremo haya
adoptado un punto de vista jurisprudencial sobre la causa, pero si que su
doctrina es siempre causalista, acogiéndose tanto a la concepción objetiva
como a la subjetiva.
En cuanto a los requisitos de la causa, son los siguientes:
1. Existencia y licitud. Según el artículo 1275 del Cc:
“Los contratos sin causa, o con causa ilícita, no producen efecto alguno. Es
ilícita la causa cuando se opone a las leyes o a la moral”.
8
- La “solutio retentio”, de modo que no había que devolver lo pagado, ni se
podía ejercitar por quien la pagó la llamada “conditio indebiti”, destinada a
recuperar lo entregado.
- Se podían oponer como excepciones al pago de otras obligaciones en virtud
de compensación.
- Eran susceptibles de novación extintiva y de fianza.
Estas obligaciones naturales nacían del “ius naturale”, no del “ius gentium” (de
ahí su denominación). Como ejemplos pueden citarse el pago de las deudas
contraidas por el esclavo y el “filius familias”.
2. Concepción moderna. Suprimida la distinción romana entre “ius civile” y “ius
naturale”, algunos autores como Enneccerus, Larenz o Puig Brutau prefieren
hablar de obligaciones imperfectas en vez de naturales.
En la obligación natural existe débito pero no responsabilidad. El deudor tiene
el deber de cumplir, más si no lo hace, el acreedor no puede accionar contra su
patrimonio. Sin embargo, si cumple voluntariamente, el deudor carece de
posibilidad de repetición y no puede pedir que se le devuelva lo abonado. Por
todo ello, según Albaladejo la obligación natural no constituye jurídicamente
una obligación, sino un hecho que justifica una atribución patrimonial,
acogiendo la jurisprudencia este concepto en la STS de 17 de octubre de 1932.
Por otra parte, el Tribunal Superior de Justicia de Navarra (sentencia de 25 de
marzo de 1993), afirmó que frecuentemente aparecen confundidos o
identificados los deberes morales y sociales con las obligaciones naturales. Así
ocurre en el artículo 402 del Código civil portugués, en el artículo 2034 del
Código civil italiano o en la Ley 510 de la Compilación de Navarra, de 1 de
marzo de 1973 (no será repetible el pago cuando se haya hecho en
cumplimiento de un deber moral o impuesto por el uso aunque no sea
judicialmente exigible)
En definitiva, obligaciones naturales son aquellas que no conceden acción y
por lo tanto carecen de la posibilidad de reclamación y ejecución judicial. El
pago realizado en cumplimiento de una obligación natural resulta irrepetible es
decir no se puede reclamar su restitución
Nuestro Código Civil no recoge esta denominación aunque para alguna
doctrina existen supuestos en el código que constituirían una obligación
natural.
· Artículo 1756.
“El prestatario que ha pagado intereses sin estar estipulados, no puede
reclamarlos ni imputarlos al capital”.
· Artículo 1798.
9
“La ley no concede acción para reclamar lo que se gana en juego de suerte,
envite o azar; pero el que pierde no puede repetir lo que haya pagado
voluntariamente, a no ser que hubiese mediado dolo, o que fuera menor, o
estuviera inhabilitado para administrar sus bienes”.
Como según el artículo 1801 “el que pierde en un juego o apuesta de los no
prohibidos queda obligado civilmente”, se ha pensado que la no repetición del
artículo 1798 responde a una obligación natural.
· Artículo 1894.
“Cuando, sin conocimiento del obligado a prestar alimentos, los diese un
extraño, éste tendrá derecho a reclamarlos de aquél, a no constar que los dio
por oficio de piedad y sin ánimo de reclamarlos”.
· Artículo 1901.
“Se presume que hubo error en el pago cuando se entregó una cosa que nunca
se debió o que ya estaba pagada; pero aquél a quien se pida la devolución
puede probar que la entrega se hizo a título de liberalidad o por otra justa
causa”.
· Artículo 1935.
“Las personas con capacidad para enajenar pueden renunciar la prescripción
ganada.”
11
Más adelante, Justiniano añadió al contrato el “quasi ex contractu”, y al delito,
el “quasi ex delicto”.
Fueron los últimos juristas bizantinos los que produjeron un cambio radical en
virtud de la llamada “perífrasis de Teófilo”, invirtiendo las preposiciones y
creando las figuras “ex quasi contractu” y “ex quasi maleficio”. Esta tesis
cuatripartita se consagró a través del tiempo llegando hasta el Código civil de
Napoleón que la recogió, añadiendo la ley en su artículo 1370 como quinta
fuente de las obligaciones.
En nuestro Derecho, el Código civil establece en su artículo 1089 que:
“Las obligaciones nacen de la ley, de los contratos y cuasi contratos, y de los
actos y omisiones ilícitos o en que intervenga cualquier género de culpa o
negligencia”.
Esta clasificación ha sido muy criticada, afirmando los autores de la doctrina
moderna (Lacruz, Albaladejo, Díez-Picazo, O´Callaghan, Lete del Río) que la
única fuente de la obligación es el hecho jurídico productor de la misma, ya sea
éste voluntario (produciéndose entonces la obligación por que lo quiere el
sujeto) o involuntario (produciéndose entonces por que lo dispone la ley).
La enumeración que hace el artículo 1089 del Cc no es exhaustiva, aunque a
veces la jurisprudencia ha mantenido lo contrario. Los artículos que desarrollan
el artículo 1809 son los siguientes:
1.º El artículo 1090 del Cc, referido a la Ley, al disponer que:
“Las obligaciones derivadas de la ley no se presumen. Sólo son exigibles las
expresamente determinadas en este Código o en leyes especiales, y se regirán
por los preceptos de la ley que las hubiere establecido; y, en lo que ésta no
hubiere previsto, por las disposiciones del presente libro”.
El Tribunal Supremo ha dicho que la Ley en sí no es nunca fuente de las
obligaciones, sino creadora de fuentes mismas. De ahí que la expresión del
artículo 1089 del Cc haya de entenderse en el sentido de considerar como
fuente de obligación a cualquier otro hecho al que la ley anude el nacimiento de
una obligación. Por ejemplo: el tributo es una obligación “ex lege”, que nace
cuando se produce un hecho previsto en la ley al que llamamos “hecho
imponible”.
12
sunt servanda”, que ha de contemplarse siempre dentro de los límites de la
autonomía de la voluntad que marcan los artículos 1255 y 1258.
3.º El artículo 1887 del Cc, sobre el cuasi contrato, al establecer que:
“Son cuasi contratos los hechos lícitos y puramente voluntarios, de los que
resulta obligado su autor para con un tercero y a veces una obligación
recíproca entre los interesados”.
4.º El artículo 1092 del Cc, relativo a los delitos y las faltas, al disponer que:
“Las obligaciones civiles que nazcan de los delitos o faltas se regirán por las
disposiciones del Código penal”.
5.º Por último, el artículo 1093 del Cc se refiere a los actos y omisiones en que
interviene culpa o negligencia, al establecer que:
Para finalizar con el estudio de las fuentes de las obligaciones, hay que
referirse a la cuestión de si cabe incluir entre las mismas la voluntad unilateral.
Nuestro Cc no contempla la voluntad unilateral entre las fuentes de las
obligaciones, y la jurisprudencia del Tribunal Supremo mantiene una postura
confusa y contradictoria, efectuando alusiones “obiter dicta” y no “ratio
decidendi”. En la doctrina moderna española, se rechaza en general que la
voluntad unilateral “inter vivos” sea fuente de las obligaciones. Sin embargo,
con carácter excepcional algunos autores la admiten en determinadas figuras
concretas, gozando de apoyo mayoritario los casos de la promesa pública de
recompensa (regulada en la Ley 521 de la Compilación Navarra, de 1 de marzo
de 1973) y el concurso de precio.
Además, podemos señalar que el artículo 91 de la Ley 7/1996, de 15 de enero,
de Ordenación del Comercio Minorista, considera que “la oferta pública de
venta o la exposición de artículos en establecimientos comerciantes constituye
a su titular en la obligación de proceder a la venta en favor de los demandantes
que cumplan las condiciones de adquisición, atendiendo, en el segundo caso,
al orden temporal de las solicitudes”.
13
Se suele hablar de este supuestro para referirse a situaciones como las
promesas a través de medios de comunicación, gratificaciones por hallar cosas
perdidas (Lasarte habla de la remilgada señorona que ha perdido su perrito
faldero).
El Código Civil alemán BGB se regula la eficacia obligatoria de la promesa
pública de recompensa
La doctrina más autorizada considera actualmente que las promesas públicas
de recompensa deben considerarse vinculantes para el promitente esto es
quien emite la declaración de voluntad. Se exige que la promesa haya sido
divulgada públicamente y dirigida a personas indeterminadas. Se discute el
carácter revocable o irrevocable, y dado que si se admite la revocación
realmente no hay obligación alguna, en todo caso la revocación debe hacerse
de la misma manera con la misma publicidad o divulgación que la promesa.
Otro supuesto de voluntad unilateral como fuente generadora de obligaciones
es el de los concursos con premio. Aunque a veces la propia participación en el
concurso asimila el supuesto más bien a un juegos o apuesta o directamente a
un modelo contractual típico.
Albaladejo es contrario a esta figura porque su admisión exige la aceptación del
acreedor y por lo tanto estaríamos más bien en un supuesto de contrato que en
una declaración unilateral generadora de obligaciones
14