Obra Abierta de Angel Leiva
Obra Abierta de Angel Leiva
Obra Abierta de Angel Leiva
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ÁNGEL LEIVA
EL AMOR Y LA TIERRA
OBRA ABIERTA INCOMPLETA
ÁNGEL LEIVA
EL AMOR Y LA TIERRA
OBRA ABIERTA INCOMPLETA
ISBN 978-987-45421-3-7
PRÓLOGO......................................................................................................11
PRIMERA EDICIONES.................................................................................15
EL PASAJERO DE LA LOCURA................................................................153
CENIZAS O SEÑALES...............................................................................277
9
PALABRAS PRELIMINARES
11
España, la relación de la obra poética de Ángel Leiva con el
tópico del exilio. Lo que resulta sorprendente es descubrir
algunas matrices fundamentales que construyen la mirada, el
sentir y el decir del exiliado en los libros que preceden a su
exilio.
En efecto, en sus primeros libros, en aquellos que hoy ate-
soramos en esta nueva edición, encontramos ya los resulta-
dos de una búsqueda poética en torno a una identidad
migrante. Estas huellas, que pueden leerse como prefigura-
ciones a la luz de su obra posterior, requieren ser leídas tam-
bién en relación con los procesos de la literatura argentina,
con una historia que pronto pareciera resultar lejana pero
que se revela como imprescindible. No sólo el exilio, sino
también la migración y el desarraigo aparecen muy tempra-
namente en las letras argentinas y son constitutivas de la
emergencia de un campo literario moderno a fines del siglo
XIX y comienzos del XX. Sin ir más lejos, el discurso crio-
llista de la identidad nacional, que llega a ser hegemónico
hacia el Centenario de la independencia, construye como la
fuente de su propio origen el locus de una infancia rural y
provinciana que se ha perdido. Son escritores de las provin-
cias que han migrado a la capital recientemente federalizada.
Ángel Leiva ha nacido y se ha criado no sólo en el interior
del país, sino en el interior profundo, en un pueblo tucuma-
no, en el “Jardín-Simoca” al que alude en uno de los poemas
de su primer libro (Poema “Nueve” de la segunda parte titu-
lada “De la tierra”, del libro Del amor y la tierra 1967).
La melancolía, que atraviesa tanto los poemas del amor
como los de la tierra, decanta una y otra vez en esta segunda
parte, la de la tierra, en el pueblo del origen:
“Quiero marchar ahora al pueblo de mi sangre.
Quedarme junto al río del polvo de la Luna que amo tanto y
12
llevarme hasta la boca, como en un blanco cementerio, las
palabras y esos nombres del pasado que nos amaron y resis-
ten desde siempre.
Quiero galopar en pelo ese caballo. Mirar junto a mi som-
bra al perro corazón acompañándonos. Abrazar la soledad
del suelo donde se alzan las chicharras del verano y estar
cantándole a la Patria. Pero también reconocer que estoy
llorándola. Quiero agotar mi vida, esto se sabe.”(Cuatro 72)
El deseo del retorno estalla en un “galopar en pelo” que
es toda infancia, experiencia de crecer en Simoca: “mi vida
es esa infancia de piernas chivateando hasta querer perder las
ropas interiores debajo de los árboles en llamas”. “Infancia
de piernas chivateando”, como cuando galopa en pelo, el
retorno no tiene nada de abstracto, sino que arrastra la mate-
rialidad de una experiencia muy concreta y localizada. No se
“chivatea” en todos lados, al menos no como en Simoca.
Lo local retorna como experiencia afectiva concreta, pero
ni en estos primeros libros, ni en los libros en los que el amor
por la tierra de origen asume una presencia aún más profun-
da, asoma siquiera una nota folklorizante. No porque no
aparezcan signos que ya han sido largamente folklorizados
en nuestro medio cultural, sino porque aparecen de otra
manera. Con todo el peso de la desarraigada, doliente y amo-
rosa remembranza de una infancia rural en un pueblo del
interior provinciano, no hay, sin embargo, folklorización. No
hay esencias en el origen.
Y es que en la escritura de Ángel Leiva también afloran y
se articulan de un modo particular las tensiones moderni-
zantes y de búsquedas identitarias localizadas que hacen a
las literaturas latinoamericanas del siglo XX. Esas formas
particulares de mezclar vanguardia con tradición, que otro
Ángel también exiliado, esta vez el gran crítico de la literatu-
13
ra latinoamericana, Ángel Rama, llamótransculturación.
Resulta innegable la apropiación que el poeta hace de un len-
guaje metafórico surrealista. La constatación es pobre si no
nos preguntamos qué es lo que esta apropiación, esta bús-
queda formal, permite empezar a ser dicho.
“Escribo ahora lejos de mi casa, de mi País de siempre Y
con todos esos muertos que siempre me acompañan”. Así
comienza el poema “Los Abandonados de la tierra” con el
que se inicia la serie de diez poemas que componen la terce-
ra y última parte del libro Cenizas o Señales, la parte que se
titula “Nuevos Himnos Espirituales”. Es a ellos, a los aban-
donados de la tierra, a los que canta el poeta sus nuevos him-
nos. El segundo poema invoca la “patria del corazón, saque-
ada como el vientre de una perra”, respondiendo a la inter-
pelación de la memoria que surge en la voz de una mujer:
“Y tú, como una Mujer que siempre Espera en el País
abandonado a las Memorias, dejas salir una Palabra ronca y
seca que emociona el Alma. Te recuerdo en Un patio donde
jugaba entonces la infancia con mi sombra Y tus cabellos
crecían con las llamas y a mí me daba ahogos La Tierra.”
Nos proponemos leer lo que en este nuevo lenguaje de la
remembranza se revela como hallazgo de la construcción
poética de la subjetividad. Y así es que, movidos por nuestros
interrogantes iniciales, nos preguntamos por la patria del
corazón que el poeta construye para los abandonados de la
tierra.
“Escribo para los Abandonados de la tierra, al emigrante
que ya no espera Ver el Sol de las pasiones, pero que todavía
quiere arrancar De cada pedacito de la Noche el sexo emo-
cionado de las Estrellas y las bestias que fecundan la máqui-
na del corazón.”
Sólo con los fragmentos vívidos de la memoria, el poeta
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es capaz de reconstruir una casa para sí y para los abando-
nados de la tierra. Es una patria que no deja de retornar en la
poesía de Leiva, la patria que puede ser pensada y sentida, y
ahora intenta ser dicha, desde la experiencia del emigrado y
el desterrado.
“Y Cuando veo el mundo y casi todo está como en
penumbras Y yo te ofrezco los Himnos de las fieras. Las Islas
de ese lugar En las que vivo siempre y cada vez que vuelvo
para Regar a Mis plantitas del paraíso o del infierno.”
Los archipiélagos y las estaciones de tren que atraviesan
gran parte de la poseía de Leiva, como las homéricas islas
que Ulises recorría siempre buscando el regreso a su Itaca
natal, son los fragmentos de la memoria de los afectos con
los que la subjetividad migrante que no cesa de viajar se cons-
truye, se reconstruye y se inventa una voz en el silencio. No
es una esencia lo que desde esos orígenes pulsiona en la
poesía, sino las experiencias constitutivas que siempre vuel-
ven a necesitar ser curadas como “las costras” de las heridas
en la infancia. Como en la “Carta” que también escribe a su
madre en el mismo volumen: “mamá, qué bien calienta el
Sol, / Cuando reunidos junto al fuego / Tu guiso de fideos
huele a tierra / Tocada por la lluvia del sereno. / Pero ahora
estamos lejos”.
Nuevamente, es ésta una de esas estaciones o islas del ori-
gen a las que el poeta retorna para regar sus “plantitas del
paraíso o del infierno”. El retorno es inevitable, constitutivo
de la subjetividad del migrante:
“Cómo pueden pedirme / Que aquí en esta Ciudad/ Un
algo de Nosotros no se ponga / a arrinconarme por las calles.
/ Y aunque tu Mazamorra dulce / Se ponga a caminar entre
los Surcos / Nevados de esta boca, / Hay algo todavía que
no sabes. / Yo no canto porque la Libertad / Empiece ya a
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ser mía / Ni digo que lo que hago /Es una Suma de cosas
aprendidas. / Hablo tan sólo para curar nuestras Heridas / Y
para que cuando me Leas A solas / En el Lugar donde naci-
mos / Sin entenderlo demasiado, / Comprendas que el Niño
que cuidabas / Por entonces / No Es el mismo / Pero sigue
siendo / Como una costra más de tu cariño. / Y no te aflijas,
Mamá, / Porque la tierra para mí / Es eso que Tú vives
todavía.”
La construcción de una subjetividad migrante hecha de
los amorosos y dolientes fragmentos de una memoria siem-
pre renovada se expresa en un nuevo lenguaje para decir algo
más de las experiencias, de lo nacional y de las pertenencias
identitarias, que escritores nativistas y otros tantos exiliados
buscaron también representar por otros medios en la litera-
tura argentina.
Por estas y otras muchas razones, la obra poética de Ángel
Leiva tiene algo propio que decir en nuestras literaturas lati-
noamericana, argentina y tucumana. La vitalidad de los
Cantares con que cierra esta edición basta para demostrar
que se trata de una búsqueda poética aún en curso, una bús-
queda que, a quienes nos moviliza el crecimiento de nuestras
literaturas, todavía tiene mucho que decir.
16
PRIMERA EDICIONES
17
DEL AMOR Y LA TIERRA
(1967)
A tu memoria
DEL AMOR
21
22
EL LUGAR Y LOS DÍAS
23
DE LA MEMORIA
II
La Memoria es un caos,
puede decirse azul
o roja como el Fuego de los años,
y hacia allí se precipita
la violencia de la carne.
24
EN LA TIERRA
III
Acostado,
de narices en la Tierra,
oigo tu corazón que vive como el Mar
debajo de la niebla.
Y como si el Otoño hubiese
comenzado a hacer llorar las Hojas
por el suelo.
Y pienso, entonces : Hombre,
a ver si entramos
en acuerdo
y si es que por fin
nos entendemos entre fieras.
25
AMARCORD
IV
26
debajo de la sangre.
27
EN LA CIUDAD
V
La Casa duerme.
Entre viejos papeles,
estirado a lo largo de la mesa,
un Estudiante de humanidades
se busca la cabeza.
Y en la azotea,
una camisa blanca,
está siendo movida por el viento.
La Casa duerme.
Esta Ciudad es terrible
conocerla en su Silencio.
28
VERANO
VI
En el verano,
cuesta tanto dormir
que uno no sabe ya siquiera
cómo acomodar el cuerpo
en el Vacío
de las sábanas.
29
Así pasen los años
y otras historias vuelvan
a remover la historia de la sangre.
30
RETRATOS
VII
Esta noche,
he descolgado
tu retrato de la pared vacía,
como quien junta Frutos
de una cosecha ajena.
Y me dejé caer
como los árboles
al Fuego,
ahí donde comienzan
los inviernos.
31
TIERRA
VIII
Mujer.
Tierra en el Hombre,
con estatura de nube
o bien de polvo.
Te canto en nombre
de los que solamente en ti
lo hallamos Todo.
Eres
como una Casa grande
que hay veces abandono
para Volver de nuevo
a llorar en tus velorios.
Y acostaré mi pecho
encima de una Piedra
por devolver al corazón
lo que ofreciste un día
a la Memoria.
Oh, leña. Ay, Fuego.
Más eterna que el agua
de la Fuente donde aún vivo.
32
VIDA
IX
Si me vieras,
Amor,
en esta mesa,
recortando los recuerdos
de las Fotos
de tus miembros,
con los codos de punta,
asentados en las rodillas
entre las solitarias sombras
que caminan por las calles.
Y revolviendo las Cosas
que no hicimos en la vida.
33
probablemente, te dirías:
cómo nos cambia
el Mundo la tristeza,
el rostro o la alegría,
y qué tan pronto
nos vamos de esta Vida.
34
HUMANA GEOGRAFÍA
35
MUERTE
XI
36
TRISTEZA AMOR
XII
La Soledad, te lo decía,
Tristeza Amor,
cuando vayas al Jardín
en donde sabíamos quedarnos,
apiádate
del Árbol y del Niño.
37
TIEMPO
XIII
Luego dirán
qué fácil es quedarse así,
dormidos junto al Río
y oír que alguien nos llama,
desde el fondo del tiempo
de la vida.
38
o Sol arriba.
Qué fácil es todo lo imposible.
39
INVIERNO
XIV
40
VIEJO RÍO
XV
Viejo Río
de esa nación
que ocupo
por las noches
y que bramas todavía,
Sé que un día
escribiré la historia
de tu nombre
con las palabras más hermosas,
pero entonces,
ya no te navegará mi Corazón
y se habrán muerto tus pájaros,
tu desnudez, ahí,
sobre las Costas.
41
SUCEDE ENTONCES
XVI
42
AHORA
XVII
Ahora,
cuando quisiste llegar
más alto que los Árboles
o que las góticas Torres
con las que soñábamos,
vendrás a reunirte
con las furias de mi Alma.
Vendrás, te lo prometo,
porque tus manos
ya conocen el Vacío
de la sangre.
Y yo te estaré esperando
igual que siempre,
con los brazos abiertos
y extendidos, ahí,
43
AZUL
XVIII
Y he visto también
el sueño de las hojas
entre los árboles.
de la terrible Muerte
de pie junto a la sangre
derramada.
44
SOMOS
XIX
Somos
como otra mano abierta
debajo de la lluvia y algo más
del Pájaro que late
en la Palabra dulce que aún
no recogimos
de la Vida.
45
LLUEVE
XX
Aquí
hemos retomado
la Línea
que creímos perder
alguna tarde.
Y mientras la memoria
vaga o se diluye en torno
de la Casa sola, siento
que el Corazón
es como un punto
en las jocundas lluvias
del verano de la Tierra.
46
COSAS
XXI
47
DEL FUEGO
XXII
48
ME ACUERDO
XXIII
Y mucho más
si existe todavía
esa mirada en el espejo,
cuyo dolor percibo
desde el Tiempo.
49
Ahí, donde las sombras lloran
en las penumbras de la noche
y se ve la Señal
del Heredero que regresa,
para decirnos que se acercan
las malas horas
de los malos Vientos.
50
EXTRAÑO
XXIV
51
en el espacio oscuro
de la nada,
y hasta que pudieron ver
el llanto derramado.
En el desbocado Río
del amor del tiempo
o del que aún sufre
y crece en las tormentas.
Me trataron como a un Hombre
extraño,
y solo porque el corazón
estuvo lleno de locura y rodeado
por tantas Soledades en el espíritu.
Y cuando el Agua
apenas alcanza para apaciguar
el Fuego
de las largas alucinaciones
que nos hicieran ver los peces
como barcos y a los pájaros
como caballos sueltos en el cielo.
Y Todo y Todos también estábamos
como irremediablemente
muertos en la vida.
55
56
UNO
Ha llegado la noche,
La casa se balancea suavemente
En el vapor que asciende de la Tierra
Enrique Molina
57
mundo que nos pertenece para quitarme el aire virulento que
dilata al pecho.
Bajo las altas horas y entre los laberintos de los techos, donde
un rostro de mujer busca la mano, pienso que es el viento de
las Erinias o Furias las que la enloquecen dentro. Las que nos
hacen morir de fuera para dentro y cuando siento entonces,
pero qué cosa formidable es la Naturaleza.
Ahora sólo pido que me dejen aquí con este poco de vida
emocionada que nos resta. Porque hoy este patio me ha traí-
do desde lejos toda la infancia azul y, como una rosa amable,
hasta la frente, el hermoso verano del recuerdo que tampoco
cesa.
58
DOS
Poco a poco voy dejando de ser tal vez yo mismo —el Otro
que antes estuvo y esperaba dentro de mi cuerpo— y como
para entregarme a cambio de unas pocas palabras ilusorias,
voy perdiendo ese mundo, hasta verme absorbido por la ruti-
na diaria o la costumbre de ser lo que no somos.
A veces sucede que hablo a solas por los parques, entre las
largas avenidas en donde aún duermen los amores recorda-
dos. Y la política del hombre me punza la memoria y estoy
pálido, porque un camino de la noche me duele hasta bajar-
me del caballo.
Busco entonces tu mano sobre el corazón y me hallo como
los rinocerontes ebrios en el agua de la cautiva luna y de las
tremendas noches del verano. Las palabras entonces resbalan
por el cuerpo.
El humo del silencio estalla en la habitación en que me
encuentro y abro con rabia las ventanas espaciosas de los
vientos. Pero soy yo quien finalmente huye.
Tengo la voz gastada. Siento que la muerte anda rondando y
pienso: Si al menos fuese un Árbol de verdad, qué perfil de
mi sombra tendría que envidiar el silencio que pesa entre las
huellas de las manos.
59
TRES
60
CUATRO
61
CINCO
62
SEIS
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SIETE
64
OCHO
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hasta desintegrar sus amarronados ojos de tabaco del caribe.
El verano incendia las hojas en el viento y los veleros son
como palomas asustadas disputándose el entusiasmo del
final de fiesta. Mientras yo, ahí abajo, melancólico-ovillado
entre el paisaje de las amapolas, bebo apurados tragos de cer-
veza hasta dolerme el pecho y como si en esa sola tarde fue-
ran a apagarse los sueños más amargos de la vida.
66
NUEVE
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darme los huesos —la vida mala que me gano de este
mundo—. El recuerdo es como un arma disparada a las
espaldas y otra cita que nun- ca postergamos, acuérdate.
68
DIEZ
69
ONCE
Ya regresan los días y esas cosas del corazón del mundo por
las que me he portado como un ebrio loco. El mar insiste en
demostrar la imperfección de las agujas, se hace una pausa
alrededor del pecho y en la mitad del círculo del ojo cae la
noche. Es un gigante maremoto de la vida donde mueren los
barcos abrazados a sus brújulas.
La lluvia, una sola música que sale del corazón de los navie-
ros.
Escucho un grito estrepitoso que determinan las cenizas de
los leños. El alma queda circunscripta a lo que manda el
tiempo. Alguien me dice: Ya estoy cansado de esperar la
muerte y oyendo siempre de esas cosas que se sueltan a la
memoria de los que están ausentes o desaparecidos.
Tarde, en el pecho siento el aletear de un pájaro de colores
múltiples. La mirada se dobla entre los juncos. El paisaje es
hermoso y lloro y grito de alegría hasta quedarme ronco. Un
viento leve ha despertado en la cabeza y con horror contem-
plo el cuchillo temblando dentro del pulso.
Intervienen pensamientos asesinos en el espíritu. Ah, si aquel
día ese caballo, con el que supe andar peleando contra las
injusticias de lo humano, volviese a aparecer de nuevo,
ahora, me quitaría aquí mismo del medio de estas puntas de
agujas en el cuerpo. Pero todos se han ido ya y alrededor del
alma apenas si nos llora la pesada muerte.
70
DOCE
71
TRECE
Sé que he sido, o mejor dicho que pude ser todo esto, gracias
a ti. Desde lo impermisible hasta la consolidación de la locu-
ra santa que siempre nos persigue. Y apenas si es que habré
conseguido ser siquiera un náufrago en esta Isla de nadie o
hacia donde todos los corazones dela tierra se dirigen. Así es
que en este estado de cosas aún febriles, me voy a permitir
por un instante desconocer toda distancia y todo límite fija-
do por el destino de la vida.
Siento que por fin he vencido a la pasión que pareciera con-
trolar el pensamiento. Y aunque sé también que entonces fui
violento hasta conmigo, tampoco valen los arrepentimientos
ni las disculpas. La memoria me duele como nunca, pero
pienso que vivir de esta manera es lo que cuesta.
Cierta noche, ebrio de tristeza y loco de poesía, me desperté
a los gritos. De los ojos salían chispas de sangre que iban a
llevar mi cuerpo junto al inmóvil río conocido.
La soledad del mundo me esperaba en los caminos y el aire
era una flor marchita en los desiertos que subían desde lo
más profundo del hastío humano. Luego se hizo un silencio
de muerte que lo que más quería era ofrecerme sus servicios
y entonces encomendé mi corazón al mundo de la lluvia y los
olvidos.
Lejos quedaba la canción, el viejo pájaro del mar. La infan-
cia, donde tal vez nos dimos a la vida y a la muerte con la
velocidad del inconsciente. Y del precioso abanico de tus
manos acariciando la cabeza. En la curva de la noche de otro
rostro que he perdido, todavía se oye la clara voz que fue a
dormirse para siempre en el melancólico invierno del jardín
de aquellos días.
CATORCE
Olga Orozco
77
78
DEL CIELO
Una procesión
de encapuchados se ha volcado
ante las mesas
para beber la sangre masacrada
del Niño y el cordero.
79
Yo extraño el vino con que agotaba los desvelos,
mientras los ojos de la noche acarician la desnudez
de los cabríos machos de la primavera.
En este cautiverio de la vida, he observado escenas
tan brutales que me arrastran de cabeza
hacia la pena.
80
Aleluya.
Yo había permanecido hasta aquí
con ojos vengativos,
entonces atronaron los gritos de perjuro,
clamaron por justicia,
se abalanzaron contra mí,
me dieron por el suelo,
pidieron una soga,
me ataron a una hoguera
y por un instante
yo también fui débil.
Imploré la Paz,
rogué a los cielos y fui absuelto
como un amargo reo.
81
EN EL INFIERNO
II
82
de oro y seda.
83
que me parecen fuertes de corazón
y listos de cerebro.
De manera que me preparo al fin
para Vivir una gran Fiesta.
84
y porque quiero dejar aquí mi corazón
sobre la tierra.
Únicamente pido que los malditos dioses sepan
absolverme
de esta vida.
85
DE LOS MISTERIOS
III
86
malignos
y convertido en llama
de mi propia carne, atravesé los bosques
de la pena,
sacrifiqué los ojos a los sueños
y el demonio me amó.
87
ODIO ESAS SOMBRAS
IV
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SIEMPRE EXISTIRÁ UNA FLAUTA
89
UNA JAURÍA DE PERROS BABEA
EL CORAZÓN
VI
90
dispénsame tu vientre
nuevamente,
quiero cerrar los ojos para vernos
y no seguir atado dando gritos
en el Hospital de este loquero
de la tierra.
91
OIGO AL DRAGÓN DEL VIENTO
VII
la debida atención
para esta pobre alma condenada
a los infiernos de la tierra.
Dejad que el humo salga
de la habitación y dando gritos
por la sangre.
92
ORATORIO DEL CONVALECIENTE
VIII
Convaleciente todavía
de esa tremenda enfermedad
del sueño,
vuelvo mis brazos como un ebrio
molino hacia el materno vientre de la tierra
y pido: Que los ríos amamanten
la calurosa Sed que mis intestinos
aún conserva.
93
que he roto el pacto contra todos
los emblemas.
Mi Nación es el Hombre,
entonces que las sangrientas
rosas de la primavera exploten
en las venas para llevarlas con mi vida
y con la muerte a los crepúsculos
del mundo.
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SOY UN CUERPO GLORIOSO
IX
95
con una red pesada a las espaldas
de la tierra
que continúa llamándonos.
96
ALMAS MALDITAS
97
Y cuando blasfemé
esos nombres de los antepasados
que nos dejaron sus señales por herencia,
fue porque observé esta tierra nuestra
que estaba ya arrastrándose
en el fango.
98
SOY DE ESPÍRITU DÉBIL
XI
99
VENDRÁ ESE DÍA
XII
Hermanos míos,
cuando fui más joven,
me cortejaron condes y plebeyos;
mas el corazón estuvo
siempre solo.
Alguna vez, recuerdo, que me até
a una tribu de artistas, saltimbanquis,
alquimistas, predecesores del futuro,
Almas malditas,
y desde entonces,
anduve viajando a través de esta bola
de cristal por la que miro el destino
de vosotros, humanos.
Pueblo hambriento.
100
SIENTO LA RONCA SANGRE
XIII
101
A MILES DE AÑOS DE AQUEL VIAJE
Ah fortuna implacable,
hallarme aquí
aquí en este Barco
y sin saber siquiera cuándo o en qué sitio
del mar habré encontrado
mi destino de Exiliado.
XIV
Dicen
que antiguamente Ulises
atravesó la noche en busca de su patria, Ítaca
y que la fatal Memoria había perdido
entre las aguas custodiadas
por las Erinias.
A miles de años de aquel glorioso
Viaje que los cuadernos de aventuras
narran, quiero creer que Ulises u Odiseo
el Otro, nos dejaron en el mapa
de la historia con Penélope
los puntos y señales para los herederos
de la Patria,
mientras anduvo tratando
de recuperarlos con su hazaña
pero que aún yacen sepultados
en esas Aguas que, ahora, mi alma
también va como dejando atrás
entre las Islas del conocimiento
102
sobrehumano.
103
SUELTEN AMARRAS
XV
Hermanos míos,
reenciendan las antorchas
de los corazones de Espartaco
y que la libertad joven, hermosa vuelva
a penetrar la noche como un trueno
de luz en los desiertos.
No, imbéciles,
no os desbandéis lo mismo que
la tempestad en el llano
104
de los espíritus rebeldes,
y porque Huir es de cobardes.
105
DIME AHORA QUIÉN ERES
XVI
Oh, animal
sin cabeza que me muerdes las palabras,
el negro pan que habita entre las sienes,
dime entonces quién eres
y si aún estoy despierto
o sueño. Ah, definitivamente, quiero
saber si ya no soy carne de desdichada
Muerte que golpea las puertas
del eterno infinito de los cielos.
106
PASA OTRO HOMBRE
XVII
107
SOY UNA NACIÓN DE PENAS
XVIII
108
MONÓLOGO PARA UNA SOMBRA
XIX
109
QUIERO SER VIENTO
XX
110
QUÉ MANO TE ARROJÓ
XXI
111
YO ESE OTRO
XXII
112
y condenada. Me parece, no sé,
que hemos vivido tan poco en estos
Años.
113
PIENSO EN LA LENTA MUERTE
XXIII
114
un día nacimos con la lenta muerte
amaneciendo en los talones del Viajero
inmóvil.
PARECE SER QUE ESTA ESTACIÓN ES DEL
INVIERNO
XXIV
117
118
CUERPO
Oh, estadios de la
Desesperación
Humana.
119
Arco encendido que arrojas el dardo
envenenado de victoriosas piernas
en la vida.
Me pregunto, por qué
habrías de ser tan cruel con tus devotos
los amigos de la Locura santa.
120
NOCHES
II
Oh, tú la primera
de entre todas las Voces
y entre todos los lugares, porque parece ser
también la menos feliz y porque
probablemente nos asiste
una terrible dolencia
en la memoria.
He ahí el pensamiento
gobernando las ideas del espíritu y el
espacio que asfixia
la ruta de las sangrientas
venas de los desiertos naturales.
121
4
Naturaleza abrupta.
Uniforme materia
que en ciertas circunstancias nos destroza
la necesidad de continuar viviendo.
Ascenso y descenso
del pensamiento humano
y con la ebriedad del corazón
que no se queja.
122
DUEÑA NUESTRA
III
en la ofrecida flauta
de los amados cuerpos
cuando tocan la belleza,
cierro los ojos para vernos.
Aúllo y no me oyes,
tal vez porque todavía
no estás del todo repuesta del golpe
que te han dado.
El definitivo
y el que todo lo remedia y ejerce
en esta vida el poder de la memoria.
123
del Paraíso.
124
6
En donde la Verdad
nos duele porque quizá
un As de trébol nos derrota
el pensamiento.
125
ES RAZONABLE QUE PENSÉIS
IV
Las escrituras
pocas veces satisfacen
al instinto de la creación y hay que correr
el riesgo de penetrar en la verdad absoluta.
Aunque ésta nos destruya la Razón
del sentimiento humano.
126
3
Ahora veo
lo finito y quiero poseerlo en el
instante o sin una explicación lógica
del todo o de la nada y porque
en el fondo del alma, lo único que encuentro
válido y real, son las desoladas rutas del
laberinto por el espíritu sigue
perseverando en el deseo de alcanzar un sueño:
lograr la ansiada
Vuelta al sitio del Paraíso. Y
yo sé que no estoy solo, en esta perspectiva de
futuro, aunque grite, y sea como el Eco de Todo
lo que no puede oírse.
127
la mano de la Razón del corazón
borra las fórmulas de las matemáticas
nunca del todo exactas.
La violencia contra la no violencia
desencadena Mundos en guerras nuevas que solo
por la Muerte resulte algo explicable
y siempre o cuando la lucidez humana triunfe.
128
CIUDADES NATURA
Emily Dickinson
129
3
Es cierto,
únicamente el Mar helado compite
con tus fuerzas del espíritu.
Encabritado perro del
Dolor donde se rompe la unidad del mal
y se fusiona el bien del universo humano
del animal que huye en estampidas.
130
jamás domesticados por la aurora.
Pero cómo
vencer, pregunto, si cara es la Verdad de los
testigos y por más que sufras y quieras huir
de las maldades provocadas por la tierra.
131
8
La que se desdobla
por el mundo animal o vegetal abandonados
y por los que la Razón insiste
o así lo determinan los oficios
de las reglas establecidas para los infinitos
Viajes empezados hacia los inhóspitos
lugares de la tierra.
10
132
solamente Nosotros descendemos
11
12
13
133
y los Salvajes animales
14
15
134
VI
Y porque no
hay cabeza mejor que la que piensa
y se somete a los dictados
del corazón
con la infinita pasión de tantos hombres
y ya que ésta es quien nos señala los sitios
verdaderos en la vida.
En la sonora soledad
de los cuartos invisibles y donde carne y
espíritu se unen porque la inteligencia así lo
ha preferido.
135
LOS PODERES DE LA MEMORIA
VII
136
que diluye la sensibilidad
de las criaturas.
137
LA RAZÓN DE LA SINRAZÓN
VIII
138
4
La propiedad privada
es parte de este mundo
y con ello se ve reprimido y traicionado
el sentimiento sensitivo primitivo
de la especie.
Las leyes deberían de abolirse
porque la Verdad pena los crímenes.
Pero dónde encontrarla a ésta, ahora.
141
142
I
Llegué a Madrid
desde el voluble Sur
de puertas condenadas.
Después de haber dilapidado
ciertos prolijos dones
del recuerdo.
J. M. Caballero Bonald
143
Unión de los mercantes tratadores de fortunas. Cada
verdad hiere de muerte al sentimiento animal humano
de las especies en la tierra. Entonces, localizados en el
fichero de las computadoras y los teléfonos celulares-
móviles, los términos que son de la Condición huma-
na aparecen en el orden de cada día de los empresarios
jefes y es por lo tanto preciso reconocer que única-
mente la recreación de lo creado puede salvarnos del
fracaso de este mundo.
144
SOBRE LO QUE ES PROHIBIDO
II
145
III
IV
146
dad aborrezco los pensamientos de la inteligencia des-
humana. Cierro los ojos y veo la telaraña de los cuer-
pos golpeados con la brutalidad de un shock eléctrico.
Me miro hacia delante y veo la Descomposición del
hombre con la mitad del Todo dentro del Universo,
ahí, volando en pedacitos.
147
Razas y a favor de los instrumentos musicales con los
que danza el mundo, está empezando. Y vendrán los
días de los días a iluminar los cielos en las exterioriza-
ciones del Animal del cuerpo hasta lograr la imagina-
ción Señores podero-sos, donde se venza al péndulo de
las agujas y los relojes
en el campo de las invenciones del Vacío o la absoluta
Nada y hasta que una Nueva Creación del Hombre sea
quien nos salve.
148
en los comienzos del Fin para que empiece una nueva
tentativa por salvar los alimentos terrestres del espíritu.
Oh, extravagancias de la Soledad en el futuro qué joro-
bado que es El Mundo.
VI
149
te de las agujas de los minuteros Circulares donde
nunca es tarde.
VII
VIII
150
ma novia que es la Belleza de los sentimientos, mien-
tras recibo la soledad de las memorias in situ, alarma-
do porque tanta dulzura de la vida un día se termina.
Y para que todo vuelva a comenzar de nuevo como en
Sheherezade o cuando los huevos de los Halcones se
transforman en el oleaje riguroso de los montes de
agua y de las sombras alrededor del círculo y ya no hay
sitio para la evocación de los recuerdos y porque los
muertos hablan en voz baja y percibimos la indecible
copia de los cementerios elegidos en la hoguera de los
Huesos o Raíces de los Tiempos. Estas primeras jorna-
das del amor deseado y donde me recluyo entre las alas
plegadizas de los hombros y como un pollo de cobre
del espíritu que pía en las desoladas riberas de la crea-
ción humana. Ahí, como un chaleco de fuerza en el
tintero de las imaginaciones o como una ópera de dos
centavos que el viento azota en el vacío y me hundo en
la neblina de las Tentaciones.
IX
151
escrituras de la Selva unánime y con la ardiente flauta
de tus cabellos y la piel que muerdo hasta arrancarle
las notas musicales al cuerpo y con el único sonido que
es el de tu nombre en la aurora de los cazadores en la
nieve. Y Porque me gustan los jazmines que respiran
por el ojo de Buey de la olorosa carne de la belleza de
los cuerpos y con tus senos en donde tantas veces he
dormido y soñado siendo el más frágil de los amantes
detrás del vidrio iluminado por la luna blanca y con la
única letra en el Poema que te escribo como muestra
del mejor recuerdo de una vida que mantengo pero que
también la rompo para que la Verdad siga viviendo.
XI
157
158
REVELACIÓN Y FATIGA
Emily Dickinson
APARICIÓN PRIMERA
II
159
AMANTES FUGITIVOS
III
IV
160
DE LA AVARICIA HUMANA
VI
LAMENTO DE PRIMAVERA
VII
Crecí en la Hierba,
En los secretos poderes
De la noche,
Luego fui vendido a alguien
Que no supo comprar
Su mercancía.
HUÉSPED DESHABITADO
VIII
Reinicio la Noche
Como un gran arco de púrpura.
161
Anochece,
Pero siempre,
Anochece.
ÚLTIMA FUNDACIÓN
IX
CONCLUSIONES PRIMARIAS
162
DE APERTURAS CELESTES
XI
Madurarás el Huevo
Debajo de tu vientre
Y regarás el llano.
Entre tantas Piedras,
Habrás de elegirme
Y yo seré el peor
De tus esclavos.
Sol – Sol
Eres lo único alcanzable
De la vida que me queda.
XII
Temerosamente,
Ladrón del aire
De la noche,
163
A UN CISNE
XIII
Riego el Valle
De las perdiciones
Con mi canto
Hasta que vuelvas
A reconocer aquel cuello
De Cisne que un día viste
Al pie de las cuchillas.
Y me salvas
Para heredar la muerte
De los elegidos.
DESCUBRIMIENTOS
XIV
LA MANZANA PROHIBIDA
XV
164
Ajeno al ojo y al sonido.
Descúbrelo
Y entrarás en el reino
De los soñadores.
ENTRE SOMBRAS
XVI
ESTANCIAS Y MUCHACHAS
XVII
165
ELEGÍAS MÍNIMAS
XVIII
Trabajarás, dijiste,
Y me entregué al estado
Más antiguo de la tierra.
El polvo me cegó,
Y desde entonces ayuno
Con el primitivismo
De los Animales
Y me busco cantando
Pequeñas elegías.
LAS CONSAGRACIONES
XIX
166
En un País de hielos
Y volcanes.
DE LA TIERRA
XX
DE LAS AGUAS
XXI
El Tiempo
Ha transgredido la fuerza
De los cíclopes.
Nuestro cuerpo es un Espíritu
Del átomo
En estado ya maduro.
167
PARA EL FIN DE LAS GUERRAS
XXII
oí decir :
Y volverás al Cuerpo,
A la señal de los vampiros
Y yo abriré los brazos
Y te recibiré con la debilidad
Mezquina de los hombres.
TIEMPO
XXIII
es desde entonces
Cuando estudio
La mirada de las Garzas
Y Flamencos
O el rastro
De las lagartijas.
DÍAS DEFINITIVOS
XXIV
Porque no tendrías
Que haber avizorado
La señal de las Sombras
De los hombres.
168
Ahí en donde
El tiempo viola
Las rigurosidades
Del espacio,
Y el humo es la expiación
De los sentidos.
Oh, hogueras las del Alma.
HISTORIA
XXV
DE LA VIDA Y LA MUERTE
XXVI
Ni sé por qué
169
Te escribo todo esto.
Lo único que tengo
En claro es que me siento
Indefenso.
Indefenso a Todo.
TESTIMONIO Y CAÍDA
XXVII
AUSENCIAS INFINITAS
XXVIII
Pero dejemos
Estas pequeñas Cosas
Y vayamos a los asuntos
Que a la Memoria afligen.
Hablemos solamente,
Lo otro vendrá después
170
Con los cabellos Blancos
En el espejo.
VISICISITUDES
XXIX
Destinado
Para los Juegos
Inocentes.
A los lumínicos carbones
Que la tierra nos consagra,
DE LOS REGRESOS
XXX
171
MARAVILLA
XXXI
Selva,
Pertenencia
De los desheredados
Y reino de las fieras.
Mi corazón te necesita
Como el pan.
DE LAS AURORAS
XXXII
172
Cada millones de años.
Y así es que el Inca
Ha creado una Civilización
EL MAR
XXXIII
Sólo el Mar
Nos pertenece
Desde su antigüedad
De paria o abandonado
De la tierra,
Y hacia él nos acercamos
A contemplar
La desheredad del Hielo,
Que también es cíclico,
Como el espíritu
De los pezones
Arrogantes de una cabra.
173
SOLOS
XXXIV
Solos
Frente al Mundo.
Y es la hora,
La maravillosa hora
En que el Sonido de la tierra
Elabora el misterio
De los hombres
Lobos.
La Hora
En que la señal de tu cuerpo
Es otra sombra mágica
Como las apariciones
De un dios cuya tutela
Es la ejercitación del miedo
De los sueños
Después de las comidas.
XXXV
Pequeño Círculo
Cerrado por las babas
Del Caracol
De los Infiernos
Creado de las cenizas
174
De la muerte.
Te llamo y hablo
Desde la agonía
De los rostros extraviados
En el infinito silencio
De las aguas de la Noche.
Y te conmino,
PASIÓN DE INVIERNO
XXXVI
Restituido al orden
De las Migraciones
Del oficio
De quienes componen
Las palabras en el verso
De la pasión
175
De los espejos
De las noches.
MONTES DE VENUS
XXXVII
Oh, Desiertos
Ofrecidos con el cuerpo
A los preceptos
Del pasional instinto
Y de las mil maravillas
Que hacen Felices
Al espíritu.
Te doy el alma
Junto con la bienvenida
De los aventurados
En la tierra.
LUZ DE TARDE
XXXVIII
176
De las ranas en el campo.
OH, MEMORIA
XXXIX
Un día me dijiste:
Estarás en todos los hombres
Y un día todos
Te ofrecerán en cuerpo y alma
El Camino
De los predestinados
Al Infierno.
Llamarás a mi frente
Y mojaré tus pies
Con el Silencio
De unas lágrimas de vida.
ILUMINACIONES
XL
Padre.
Padre amantísimo,
En el deseo
Por verte aparecer
De nuevo
Enciendo
Cuantas lámparas
Poseo.
ARTE FANTÁSTICO
XLI
179
180
PILARES
Puerto de rieles
Y con la ceniza todavía caliente
De andar de mano en mano.
Existen grandes bloques de cemento
Perforados por la noche
Y en cualquier sitio,
La mala hierba hurgando el polvo
Del camino.
DONCELLA
II
Garganta brava
Recién prostituida por el hombre
En el corazón de las Metrópolis.
En tus orejas cuelga
La perla venusiana,
Y Aún
No hemos pasado el círculo de brasas.
OTRAS HISTORIAS
III
181
De boca. Voy a entrarme
Aunque reconozca de antemano
Tus fábulas del tiempo.
EN CUALQUIER PARTE
IV
Oh, infancia,
Nunca te desanimes.
En un caballo de madera
Vendré a sacarte
De este mundo.
BELLEZA
Aquí
Belleza
Ha desayunado
Un hombre.
Vamos – Vamos
Tócalo con tu aliento de madre superiora
Y al diablo los cielos y el infierno.
182
AMOR
VI
ALTURAS
VII
Te busco
Por los salva perdones
De la floresta,
Y, Oh,
Qué tiempos.
Qué tiempos,
Madre nuestra.
NEXOS
VIII
183
DEL PARAÍSO
IX
ES MEDIODÍA
El hombre cede
Con un Corazón
De perro golpeado por las lluvias.
Nosotros mientras tanto
Atravesamos el Misterio
Para quedarnos juntos
En la vida. Y al menos
Por un tiempo
Vamos a pertenecernos
Como un Cuerpo
Y otro Cuerpo.
184
TRISTRINA
XI
Cuando descubras
La ciudad
Y una invasión de elefantes
Se dé cita en el emplumado
Anillo de tu frente,
Pequeña desconocida,
No huyas.
Siéntate a morder la manzana
Del Sol,
Alguien se acercará
Para decirte: Yo también
Guardo una luna podrida
En mi cabeza.
GALLOS
XII
Atado
A los pantalones
De tus Sentimientos,
El órgano se dilata
Y una cordillera de Silencios
Crea sombras
En los límites del ojo.
185
ENTRADAS
XIII
Vamos. vamos,
A planear sobre los Amores conocidos
Y a criarnos una deuda con la vida.
De un solo golpe a tumbarnos
En la gran cáscara de la gran Ciudad
Y a maldecirnos todo el tiempo
Por lo que no hicimos.
XIV
El verano
Ha vaciado sus memorias
En las zanjas de las perdiciones inhumanas
Y el Fuego deshace la Belleza de los Ecos
De la montaña.
El llano es triste
Y el tiempo tan veloz.
Ah, pero qué difícil es partir.
186
SELVA
XV
Juguemos al amor
A la hora en que una culebra deja
Sus huevos de oro bajo la siesta y
Un perro lanudo se los come.
ZONA
XVI
El hombre
Que jamás había visto
187
Un caballo volador en la cara de su espejo,
Grita y se atraganta con las Biografías
De ciertos ángeles en el hospicio.
Los hospicios. Oh, madre mía,
qué palabra más fea
para irnos de paseo.
LAS ESTACIONES
XVII
Estabas
En lo exacto
De las claras demencias, y con el
Viajero que calcula la comida
Para el año y del que yo he sido
Su cautivo. El tiempo lava las heridas
De la tierra y la memoria no es ninguna
Virgen.
CAPITALES
XVIII
Los mendigos
Se encuentran
Para quitarse los piojos en las galerías
Subterráneas.
Nosotros sin embargo
Permanecemos de rodillas
188
Delante de los Templos.
LAGOS
XIX
ALFA DE CENTAURO
XX
Alturas
vientos
polvo
Y la constelación de Orión
Sorprendida por su amante.
189
ELLA
XXI
Y todavía continúas
Moviendo con tus dedos la ceniza
De mis pensamientos. Mientras,
Los amigos han partido
Para siempre.
OH, CRIATURAS
XXII
PAISAJE LUNAR
XXIII
Hoy
En el Colectivo-Boite
De la madrugada
La sonrisa
De una naranja
Nos entorna los párpados
Y Somos entonces
Como la pintura
Primitiva de un paisaje
Realizada
Por un ebrio.
192
DEL INVIERNO
Y OTRAS MEMORIAS
193
194
I
He descendido a la tierra
Que, por un momento, escuchó mis ruegos
Y las maldiciones, queriendo así recuperar
Ese estado de inocencia y madurez que nos
Ataca en plena Juventud. Y veo levantarse
Los pájaros del Árbol como si una granada
Hubiese estallado cercana a sus antenas.
II
III
IV
195
Y trato de olvidar el rigor de tantas Leyes
Incoherentes batiendo parches de solidaridad
Sobre la caja de resonancia del espíritu rebelde
De los enamoradizos y luchando siempre
contra la pudorosa imaginación posible.
VI
VII
Mi padre canta
En medio de la noche y yo percibo
Sus enojos con la vida. Vuelve de las
196
Prisiones frías del olvido,
Golpeando su cuchilla contra el aire.
Una sombra de muertes lo persigue
Y él no sabe que a su lado, los ojos
De algún niño lo acompañan.
VIII
IX
Llévame lejos,
Donde ya no pueda Oír
Las Voces de este mundo.
Necesito que me sustraigas
De esta casa y que te apoderes
Del espíritu maligno.
Oh, tú,
Enarbola todas las velas
197
De tu Nave imaginaria
Y haz que mi canto
Pueda ser oído
Entre los hombres
Y las multitudes de la tierra.
Y sé feliz al menos,
Puesto que para siempre
Serás mi compañía.
XI
Lástima no advertir
Que quien cantaba así
No era la memoria sino Otro.
Me hundo ahora entre tus piernas
Para beber la Aurora más hermosa
De los desaforados
Y es tan grande la desilusión
Que desde todos los ángulos
Me atacan ciertas llamas
De la poderosa Selva.
XII
Poco me importa
Que sean de un mismo Sexo.
Lo natural es que nos Amemos
Y se amen. Entonces Ve,
Realízate aun cuando sea yo
Este pobre corazón
198
El que ahora sufre.
Lo único cierto que me queda
Son las posibilidades
De la dicha humana.
XIII
Salud desesperada
Huyendo
De tu lecho de matrona y todavía
Traicionando las seguridades
Inherentes al Cuerpo,
Lo que es ya mucho decir,
Me lo imagino.
Ayúdame,
Porque de algo nos servirá
Para más tarde
Solamente
La motricidad del cuerpo
Y del espíritu.
199
XIV
A quienes despotrican
Por lo aventurado de los cuerpos,
Y a quienes se creen que sentarse a la mesa
Es sólo dividir los panes.
Y a los que padecen
Con una sonrisa atómica el sufrimiento
Por la vida.
Para todos, Canto y bailo
Este maravilloso deseo de Vivir.
XV
Antonio Gamoneda
203
204
DEL AMOR
I
Y yo me alejé de entre
Los Peregrinos para Cantar y llorar
Como lo hacen solamente a quienes
La Vida los puso sobre el huracán
Del mundo.
Y fue entonces que oí más claro
Que nunca el gemido de las víctimas
Condenadas a los infiernos
De la Tierra.
Aún sostenías sobre la cabeza
Una corona de laurel podrido
Y parecías dirigir tus anublados ojos
Hacia los crepúsculos del Fuego.
Y entonces me apiadé de ti
Y compartimos un bocado igual
Que el hombre Cansado
Que se estira para ver las sombras
De las estrellas en el cielo.
DEL ENCUENTRO
II
ahora te reconozco,
Eres el mismo a quien un día
Le ofrecí el agua a costa de mi lengua
Que saboreaba antiguos soles
Y clamaba de noche en el silencio
205
Por las apariciones de las lluvias.
Pobres en corderos y legumbres,
Sólo pudimos compartir el camino
De las dudas. Y te pregunto,
Hacia qué sitios nos trasportará
Esta breve luz de los ojos ajenos
Como nunca a la memoria
De los cazadores.
III
Sueño,
Toda la Vida soñé que habríamos
De hallarnos.
Eres el Navegante enfrentado a la sombra
De los ciclones o los vientos.
El que orienta Las brújulas
Hacia las torres de los molinos
Abandonados
Y los que crecen en la Selva
De agitados demonios.
En charcas de oro vi sumergirse
El espíritu de los gloriosos cuerpos
Y ayudado por brujas de todos los imperios
Avancé entre brasas y peiné tu cabeza
Yo te poseí.
206
DE LA VIDA
IV
207
DE LAS INVOCACIONES
VI
208
DEL CAMINANTE
VII
209
DE LO DESEABLE
VIII
210
DE LAS AURORAS
IX
211
DE LAS VISIONES
me interné en un cuerpo
Predestinado a los hijos de la noche
Y bebí sólo agua amarga, cuando
Hubiese sido lo justo quedar fuera.
Frente al espejo del amanecer
He despedido el rostro de infinitas
Máscaras y me pinché las alas
Para nunca elevarme de esta tierra.
Pero lleno el corazón de un fuego
Inmenso y que se inicia en los materiales
De la sangre, debí de resignarme,
Oh, Vida, a tus caprichos.
212
DEL RECONOCIMIENTO
XI
213
DEL CAZADOR
XII
Me instalé en tu cuerpo
Para contarte maravillas de la vida
Y oí todos los gritos inocentes
Que se acercaron a contemplar
La llegada de los cazadores.
Llegué cargado de plumas
Y de ojos sangrientos,
Llena la camisa de perfumes,
Y me instalé en tu corazón
Como en un gran faro que domina
La intrincada maleza de las Islas.
Y te oí recién entonces cantar
A la manera de las focas
Preñadas que se entierran
Debajo de rocas y perforaciones
214
DEL MUNDO
XIII
Me he colocado un buzo
De color que se confunde con los rayos
Del Sol y me sostienes como a un globo
Que desciende a alegrar tu corazón y ríes
Y te caes de golpe con las manos extendidas
Hacia arriba.
Oh, mi hermosa habitante,
Concebida únicamente a los banquetes
De los locos que pregonan una muerte
Distinta a la del león que es arrojado
En pleno desierto.
215
DEL NACIMIENTO
XIV
216
DE LA MUERTE
XV
217
DE LA INFANCIA
XVI
Mi cuello ha probado
La cuerda del ahorcado y grita
Para ser oído en este mundo.
La roca gime ante el movimiento
De la luz y el viento se desata
Sobre las altas cúpulas de vidrio
Y sangre que aprisionan los espíritus.
Existe la estación de las llamas
A la caída del crepúsculo y un golpe
De agua hirviente en los ojos.
Acaso la vida sólo sea ese río
De hombres persiguiéndose.
218
DE LA CASA PATERNA
XVII
219
DE LA MEMORIA
XVIII
No tengo patria
Y, sin embargo, adoro todas las islas
De la tentación. Ya quisiera quedarme
Entre las bocas parturientas y atravesar
El poderoso secreto de la tierra. Y Huir
más lejos que el sonido y morir abrazado
A un mínimo de haz de luz.
Sostengo desde siglos las jorobas del mundo
Y no obstante estoy lleno de vida.
220
DEL SUEÑO
XIX
221
DEL FUEGO
XX
222
DE LOS HERMANOS
XXI
223
DE LA NOCHE
XXII
224
DEL ADOLESCENTE
XIII
225
DEL HOMBRE
XXIV
226
DE LOS MISTERIOS
XXV
227
DEL AGUA
XXVI
228
DE LOS AMIGOS
XXVII
Recuerda entonces
A aquél que alguna vez cantó
Esos versos buscando
El nacimiento de los sueños
En el Origen
Y observa a quien ahora,
Ante las puertas
De la desesperación,
Ya un poco viejo, tiende
Un manto en la Memoria
Y clama al Universo.
229
DE LAS IRONÍAS
XVIII
Escucho
Todos los días
La misma Voz enferma
Que nos llama en el Camino.
La siento caminar dentro del cuarto
De las herramientas y los arneses
O la percibo en el polvo que levantan
Las patas del caballo o cuando gime
De dolor con la lluvia en la canosa
Cabeza del hombre solitario.
Le tiendo trampas y huye.
He llegado a la conclusión
De que se divierte manteniendo
La risa del espíritu en estado puro
De descomposición del Fuego
Y también bastante alarmado
Por lo que nos pasa.
230
DEL ABANDONADO
XXIX
231
EL QUE BUSCA
XXX
XXXI
Ha llegado el momento
De saber a quién está dirigida la flecha
De este canto. A ti que te revuelcas
En las espumas del amante,
Al que padece un largo tiempo bajo el
Dominio de las Máquinas.
O a ti que huyes
Del campo de las almas muertas.
¡NO!
Yo me inclino ante los hombres
Que, atados a una cama, lloran
En los hospicios por sus memorias
Terrenales y aún quieren liberarse.
YO ESTIRO MI ARCO
EN DIRECCIÓN
DE UN NUEVO
MUNDO.
LAS EDADES Y LA MUERTE
(1973)
DE LA MEMORIA SOLA
Césare Pavese
237
238
I
II
239
III
IV
240
Los grandes cataclismos
De la historia.
VI
He ahí, entonces,
La Razón de este amor por la Tierra
Y por la que espero
Consumir todos los Viajes
Con el eterno Canto de otras Vigilias
Anteriores y ardientes en el Tiempo.
Ella lo sabe, que habré podido
Penetrar en el sueño
De los ángeles voraces
Y estar acompañado
Por una Orquesta improvisada
De pájaros en el bosque.
VII
En su cuerpo he recogido
Alguna vez, de Noche,
Los Desiertos y la soledad
De las miradas en un espejo.
Me di de golpes con la Memoria
Y continué luchando contra el aire
Del Mundo enajenado
Hasta encontrarme ahí de nuevo
Protegido y liquidado por los Dioses.
241
VIII
IX
242
XI
XII
XIII
243
Para salvarme de un fracaso
Y otra vez más como si fuera
Un Peregrino del Amor
Y del destino Humano
XIV
XV
XVI
244
La Canción de la tierra,
Esperaré el saludo
De los Pájaros aquellos
Con el Sol y la Luna
Del Agua de la vida,
Los que siempre me darán
Los buenos días
De los dulces Sueños.
XVII
Y con el pensamiento
De los que siempre esperan
Con el corazón vacío
En ese Mar de la memoria
Y en donde siguen los mensajes
En las botellas del Barco
Acostumbrado a las milagrosas
Auroras de los Días,
Shaba vuelve.
XVIII
XIX
Te estoy llamando,
Desde el pozo asfixiante del recuerdo
Sin nada que me sirva ni te espere.
Idea Villarino
247
248
I
II
III
249
uniendo por el Camino de la vida. Y en el que nunca habré
de abandonar la idea de las grandes pasiones de las Almas.
Y, si acaso algo de esto nos sucede, alguna vez, será también
porque ya no soy el mismo que antes fuimos.
IV
VI
250
de pie mirando el Universo y espero pocas cosas de la Muerte
o de la vida. Siento que soy como un Niño a pesar de los
muchos desengaños obtenidos de la tierra. En el momento en
el que Voy a poner un pie sobre la calle, lo primero que se me
antoja es Buscar-Ver por el cielo esa bandada de Pájaros que
van huyendo todavía de los Exilios provocados en el invier-
no y para ir con Ellos. Y casi todo, porque ya no quiero ni
debo estar tan cuerdo como para tener que seguir en la ruti-
na acostumbrada de Vivir encerrados en nuestras propias
Jaulas.
VII
VIII
251
sensibilidad poética el haberla encontrado, y otra vez perdi-
do, compartir los himnos de las noches. Y quién sabe, a estas
horas, si también tu corazón se acuerde.
IX
XI
XII
XIII
254
Gabriel Augusto Kreibohm / Premoniciones de la Independencia
LA PALABRA TENSA
255
nnnnnnnnnnnnnnnnmmmmmmmmmmmm
I
257
Donde sólo un espejo es compañía
Bárbara y Sagrada.
258
Y ASÍ SEGUIRÁS DÍA TRAS DÍA
II
257
Y TAL VEZ YA SEA TARDE
III
258
VÍCTIMA O MÁRTIR
IV
259
ACOSTUMBRADOS A LA IDEA
260
LA HISTORIA DE LA TIERRA
VI
263
UN DÍA TODO SERÁ DE LAS CENIZAS
VII
262
EN EL DESCANSO DE LAS PUERTAS
VIII
265
HABLO MÁS BIEN
IX
264
EN EL COMIENZO DE LA LUZ
267
DEL PARAÍSO O LOS INFIERNOS
XI
266
3
269
CON EL TERROR DE ESTAR VIVOS
XII
1
268
AÚN NOS QUEDA LA PALABRA
XIII
271
tampoco se merezcan la credibilidad absoluta. Y como aque-
llo y esto de más allá, a fin de cuentas, lo mismo disipa cual-
quier pérdida o noción del sentimiento, hagamos un Acto de
buena fe y de prudencia iconoclasta. Protejamos los princi-
pios básicos y más sanos de otra humanidad ubérrima en el
paisaje de Cosmópolis.
272
CONSTANCIA DE FE
XIV
273
DE LA FORTUNA DE VIVIR
XV
272
PORQUE ES JUSTO RECURRIR
XVI
275
EL CANTAR DEL GALLO
XVII
276
CON LA PALABRA EN VUELO
XVIII
277
EL FIN DE LA PALABRA TENSA
XIX
278
CENIZAS O SEÑALES
(1973)
DE LA TIERRA
Te imagino severo,
Un poco triste.
Quién me dirá cómo eras
Y quién fuiste.
J. L. Borges
I
283
II
282
III
285
IV
284
V
287
VI
286
VII
289
VIII
290
IX
289
X
292
XI
293
XII
294
XIII
295
XIV
296
LA CARTA
295
POESÍA EN EL SILENCIO
301
DE EL ESPACIO
II
302
DE LA TIERRA
III
Porque por aquí nunca más vimos pasar los ojos de la lluvia
ni la luminosidad del trompo que las Ametralladoras feroces
o increíbles nos crean cada día en el amanecer más hondo y
bello de la NATURALEZA humana. O, mientras, apenas si
nos llegan las Voces y los gemidos del Exilio con las tremen-
das Noticias del pasado y el futuro de otra Mujer abierta bajo
el Sol de la tarde y del viejo buey sacrificado ante los ojos del
último baqueano en la llanura.
301
DE LAS CENIZAS
IV
304
OH, RÍOS INFINITOS
303
LUGAR DE REFUGIADOS, EL MUNDO
VI
306
SUEÑO
VII
307
la palabra Dios ha permitido, o no deja en duda, Es otro
acierto del tiempo de los días de las NUBES o la muerte que
nos traen las Señales Cibernéticas desde lo más alto del espa-
cio diluido y veloz, y casi en vano, que rueda y desemboca en
un camino inexplorado y sin salida cuando empiezo a com-
probar que no estamos Solos.
308
VIII
309
SILENCIO
IX
310
EN LAS SOLEDADES
311
NAVEGACIONES
XI
312
LOS CAMINOS
XII
313
LOS SUBTERRÁNEOS
XIII
314
ELEVACIONES Y DESCENSOS
313
NUEVOS HIMNOS ESPIRITUALES
A LOS ABANDONADOS DE LA TIERRA
317
PATRIA DEL CORAZÓN
II
PIENSO en las estrellas que miran allá lejos perderse todos Los
corazones de los hombres y la tierra. Y las Estaciones Del
Universo me echan su brazo sobre los hombros y Canto Otro
Aleluya inmenso. Y tú, como una Mujer que siempre Espera
en el País abandonado a las Memorias, dejas salir una
Palabra ronca y seca que emociona el Alma. Te recuerdo en
Un patio donde jugaba entonces la infancia con mi sombra Y
tus cabellos crecían con las llamas y a mí me daba ahogos La
Tierra.
320
YO QUE ESCUCHÉ TODOS LOS CANTOS
III
321
PORQUE NO TODO ES CIELO
IV
322
VEO EL MAR Y LA TIERRA
323
ES COMO TOCAR LA LUZ
VI
322
OH, FRUTOS DE LA DESESPERACIÓN
VII
325
CIUDADES
VIII
326
HOMBRE
XIX
327
AGRADEZCO
328
calles para el día que se va Resquebrajando en los ladridos de
la sangre. Y agradezco a la vida el no haber muerto para
poder estar de vuelta construyendo otro Futuro mejor sobre
las destrucciones hechas por los poderosos. Y durante tanta
Cosa injusta que nos dura pero sin entregarnos nunca.
Agradezco a lo que es Suma y se divide entre las Manos
como el Pan de la alegría y porque YO AMO LA BELLEZA
HASTA EN LO ÁSPERO.
329
CANTARES I
DEL FUEGO Y LAS CENIZAS
(2014-2016)
CANTAR DEL FUEGO
Me celebro
Y me canto a mí mismo.
Quien toca este Libro
Toca a un Hombre.
Walt Whitman
I
II
III
333
IV
VI
VII
334
partidas y siempre demostraron Ser lo único que tenían que
ser y sin ningún otro interés que la Pasión que nos define y
une como Argentinos y que el poeta dijo: Ese destino
Sudamericano. Y con el pensamiento puesto en la Belleza
que nos lleva por la vida y a ser una parte importante de este
Mundo.
VIII
IX
335
X
XI
XII
338
en el Éxodo.
XIII
CANTO ESA MANERA TUYA Y QUE ES LA del amor por algo que es
inolvidable. Y por ser tan cierta entre los vanos cielos y las
calles vacías o implacables por donde aún hoy vamos transi-
tando, nerviosos o inseguros de no estar viviendo para eso,
que es lo que vinimos a hacer sobre la tierra. Entre los días y
cargados con las criaturas inocentes y las Familias que van
por la llanura y entre las obligadas Piedras repartidas por el
Mundo.
XIV
339
CANTAR DE LAS CENIZAS
Yo no vengo
A resolver nada.
Yo vine aquí para cantar
Y para que cantes conmigo.
Pablo Neruda
I
II
III
341
IV
VI
342
dolera en las espaldas y la garganta a punto de estallar por las
palabras infinitas.
VII
VIII
IX
343
que una mujer encinta en un Teatro como el de las
Rancherías fue el personaje y el puñal del hombre solitario
que la invoca dentro de la Historia. La madre de todos los
principios y lo que queda demostrado a veces bajo el poncho
de un Gaucho subido al escenario y que sin saber lo vemos
santiguarse y luego acometer matando y así librarse de todos
los demonios.
XI
344
como quieren, con la honra feliz de la Memoria y junto a
Todos. Los que nos dieron con su vida lo que se podía dar
a conocer con el ejemplo y es la certeza de los numerosos
hechos sucedidos en las caídas del Hombre en los Infiernos
infinitos de la Tierra.
XII
XIII
347
pruebo que nos guían por el Mundo. Entre las fraternales
manos y el abrazo que sentimos desde el día al otro lado de
Las Fronteras o los Muros en donde el Hombre vive, habita
y es para siempre el Heredero de las Señales y los Cantares
del Fuego y Cenizas.
346
CANTARES II
DEL FUEGO Y LAS CENIZAS
(2014-2016)
Leopoldo Marechal
347
I
II
III
349
frías, resulta el calorcito Espiritual de la materia que arde. El
Canto de la mujer y el hombre en las Fronteras que todos
recordamos y tanto, ya entre las duras Soledades de los cam-
pos y con quién sabe en dónde o en qué lugar de los recuer-
dos tal vez volvamos un día a estar mirándonos.
IV
350
donde aún nos vivimos despidiendo.
VI
VII
351
VIII
IX
352
X
XI
353
XII
XIII
354
XIV
XV
355
XVI
XVII
PARA QUIÉN SI NO POR TI, POR VOS SERÁ LA TIERRA, tierra mien-
tras viva de la querida patria nuestra y este Sol de la Música
del viento que calienta las Manos entre las cuerdas de los que
siempre cantan y nos mandan Postales de alegrías comparti-
das y sentidas con El Aire. Y hay veces más debajo de la llo-
vizna helada que anda por ahí cayendo con un dolor clavado
en las entrañas del tiempo y en medio de los ojos de las calles
vacías y el silencio. O para decirte que eres el Amor de mi
vida y lo que espero siempre que suceda es un volver a ver-
nos más allá de la muerte de los días perdidos.
358
XVIII
XIX
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XX
XXI
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XXII
XXIII
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XXIV
XXV
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XXVI
XXVII
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XXVIII
XXIX
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XXX
XXXI
365
XXXII
XXXIII
366
CANTO EL FIN DE LOS TIEMPOS
(2014 -2016)
I
II
III
367
amanecer de los fraternos escenarios de las calles de bueyes
y de carros en donde alguien va sentado, y sueño con los Ríos
más hondos de la vida y la Memoria pulsando otra guitarra
que nos permite curar aquellas largas heridas causadas por la
Muerte.
IV
368
VI
VII
369
370
373