Kuntz - México y La Economía Atlántica (Siglos XVIII-XX)
Kuntz - México y La Economía Atlántica (Siglos XVIII-XX)
Kuntz - México y La Economía Atlántica (Siglos XVIII-XX)
Y LA ECONOMÍA ATLÁNTICA
(SIGLOS XVIII-XX)
CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS
MÉXICO Y LA ECONOMÍA ATLÁNTICA
(SIGLOS XVIII-XX)
EL COLEGIO DE MÉXICO
CÁTEDRA GUILLERMO Y ALEJANDRO HUMBOLDT
382.0972043
M6119
México y la economía atlántica : siglos XVIII-XX / Sandra Kuntz Ficker y Horst
Pietschmann, editores. -- la. ed. -- México, D.F. : El Colegio de México, Centro de
Estudios Históricos, 2006.
337 p. ; 22 cm.
Open access edition funded by the National Endowment for the Humanities/Andrew W. Mellon Foundation
Humanities Open Book Program.
ISBN 968-12-1218-5
Impreso en México
ÍNDICE
Cubierta
Portadilla
Portada
Créditos
Índice
Introducción
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INTRODUCCIÓN
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HORST PIETSCHMANN
Cátedra G. y A. de Humboldt en México
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Notas al pie
1
Véase VERLINDEN, 1966; por cierto que Verlinden no fue el primero en
introducir al Atlántico como marco histórico, pero sí probablemente el primero
en hacerlo utilizando un esquema metodológico elaborado. Para los antecedentes
véase el título citado en la nota número 2.
2
Sobre el desarrollo historiográfico y metodológico del concepto “historia
adámica” desde más o menos mediados del siglo XX, véase PIETSCHMANN, 1999,
pp. 11-54. A partir de un resumen de este trabajo, se pretende aquí profundizar
un aspecto central introducido en aquel estudio.
3
CURTIN, 1969.
4
Un pionero en esta línea fue PRICE, 1973.
5
Véase por ejemplo Bailyn, 1996, pp. 19 ss.; CANNY, 1999.
6
ARMITAGE Y BRADDICK, 2002, véase “Introduction”, p. 15.
7
Véase, por ejemplo, GILROY, 1993.
8
En vez de referir la amplia bibliografía histórica quisiera señalar sólo un
ejemplo literario de las novelas policiacas o de otra índole: los personajes
provenientes de las colonias siempre se dibujan como personas de carácter
dudoso; en las novelas de Agatha Christie, siempre hay un oficial retirado del
ejército colonial británico entre los sospechosos, para no hablar de los mal
afamados “peruleros” en la España del siglo XVI.
9
Como un ejemplo muy notable de esta inversión véase sólo BEDINI, 1997.
10
Véase BERNARDINI, FIERING, 2000; sobre la importancia de los judíos en la
introducción del tabaco véase el estudio de Peer Schmidt en el libro citado en
nota 2. Sobre los vascos véase por ejemplo TORALES PACHECO, 2001; ALDEN,
1996. Los irlandeses aún no han recibido un estudio tan amplio, aunque su papel
es claro para el caso de México en MARICHAL, 1999. Ya a comienzos del siglo
XVIII su importancia era grande. Cuando en la Paz de Utrecht de 1714 Francia
tiene que ceder el asiento a los ingleses, la gestión pasa de una famila Fitzgerald
asentada en Francia a una familia del mismo nombre radicada en Londres.
11
Véase MARICHAL, 1999, cap. V.
12
PIEPER, 2000, analiza este tipo de comunicación a través de redes para el
siglo XVI en relación con el tema de la difusión de noticias sobre América.
13
Véase otro caso bien conocido que sirvió de fuente central a la obra de
MORINEAU,
14
Véase KLEINMANN, 2001.
15
Véase para el mundo iberoamericano BERNECKER, BUVE, FISHER,
PIETSCHMANN, TOBLER (ed.), 1992-1996, especialmente vol. 2; BERNECKER,
PIETSCHMANN (ed.), 2000; BERNECKER, PIETSCHMANN, ZOLLER, 2000; para el
desarrollo interno de Nueva España durante el siglo XVIII véase también
PIETSCHMANN, 2000; para el caso de Estados Unidos véase TAYLOR, 2001.
16
Este es el caso, por ejemplo, en muchos de los impresos de oraciones
fúnebres para personas de estirpe real que se publican en la ciudad de México y
que documentan las honras fúnebres que se rindieron a reyes españoles y sus
consortes; así para Luis I, Felipe V, Fernando VI, Bárbara de Braganza, por
mencionar solamente unos cuantos. En estos textos se encuentra tanto la
referencia a un “imperio mexicano” como el título, nunca empleado en
documentación oficial, para el rey: “Don Felipe, por la gracia de Dios, rey de... y
emperador de las Indias” (el su. brayado es nuestro).
17
Véase solamente algunas obras recientes a modo de ejemplo, como YUSTE
LÓPEZ, SOTO (coords.), 2000; JÁUREGUI, 1999; MARICHAL, 1999; MARICHAL y
MARINO (comps.), 2001; GRAFENSTEIN, 2000; DEL. VALLE PAVON (coord.), 2003;
HAUSBERGER e Ibarra (eds.), 2003.
2. EL GOLFO-CARIBE EN LA ECONOMÍA DEL
ATLÁNTICO: SU PERCEPCIÓN EN LA
LITERATURA ECONÓMICA-POLÍTICA DE LA
ESPAÑA BORBÓNICA
Las ideas desarrolladas en los proyectos y tratados sobre la función del golfo de
México y mar de las Antillas con sus islas y territorios continentales adyacentes,
en la recuperación metropolitana, son expuestas en el contexto de una pregunta
crucial: la importancia del comercio como fuente de riqueza. El principal medio
para regresar a España su antigua prosperidad y felicidad era en opinión de
Jerónimo de Uztáriz, el fomento del comercio. Consideraba esta actividad
superior a la de la minería como generadora de oro y plata, y apunta:
Uztáriz distingue entre un comercio “útil” que había que incentivar y uno
“dañoso” que era preciso erradicar, lo que se debía conseguir vendiendo más al
extranjero de lo que se importaba y evitando la venta de materias primas que
deberían ser manufacturadas en el país antes de ser exportadas, para aumentar su
valor (p. 7).
José del Campillo, acuña el concepto de “comercio político” que define
recurriendo a la imagen del Estado como un organismo vivo:26 “El comercio
político —dice— es el nervio principal del Estado y la sangre que da vigor y
aumento a todo el cuerpo de la Monarquía” (p. 74). En su concepción, el
comercio debe ser organizado “en el beneficio de toda una Nación, de modo que
redunde su influjo en el beneficio universal de todas las clases del Reyno, que
fomente la agricultura y las artes y que adelante los intereses de todos los
Individuos, desde el Rey hasta el último jornalero” (p. 74).27 En opinión de
Campillo el comercio contribuye en mayor medida a la posesión efectiva de un
país que el control militar: “Nuestros españoles guerreros” no supieron apreciar
que “el comercio de un país, teniéndolo privativo, vale mucho más que su
posesión y dominio, porque se saca el fruto y no se gasta en su defensa y
gobierno” (p. 73). El autor justifica “el rigor de la guerra” en los inicios de la
conquista y colonización, pero lo considera equivocado en épocas posteriores,
cuando el control militar de la costa era suficiente para impedir invasiones
extranjeras, mientras que en el trato con los “infelices indios” debía prevalecer
“el buen gobierno económico” que privilegiaba el comercio y el cultivo de los
llamados frutos preciosos como el añil y la grana, transformando a los indios por
estos medios en “vasallos útiles”. Siguiendo el ejemplo de los franceses en
Canadá que comerciaban con los naturales sin buscar sujetarlos, dice Campillo,
los españoles podrían evitar gastar “millones para entretener un odio
irreconciliable con unas naciones que tratados con maña y amistad, nos darían
infinitas utilidades” (p. 73).
Pedro Rodríguez de Campomanes abre la dedicatoria de sus Reflexiones con
el siguiente párrafo: “La fuerza de una monarquía consiste en su población y en
su comercio. Para conseguir uno y otro es necesario hacer florecer la agricultura,
las artes y la navegación. Esta última facilita el transporte de los frutos y de las
manufacturas, que son el producto de la agricultura y de las artes” (p. 3). Es
decir, en opinión del conde de Campomanes la población y el comercio, pilares
de la “pública felicidad” (p. 11), dependen de la agricultura, las artes y la
navegación; siendo esta última el medio para poner en circulación los productos
de las primeras dos.
Al partir de la premisa de que el comercio colonial era uno de los sostenes
principales de la monarquía, los autores consultados se preguntan sobre las
causas que lo habían destruido. Uztáriz y Ulloa no cuestionan el sistema de
comunicaciones vigente ni las reglas de comerciar con las Indias, sino
únicamente buscan introducir cierta flexibilización. Ulloa sugiere que se
agregasen a las flotas y los galeones “cuántos navios quieran llevar registro”,
que pudieran dirigirse a todos los puertos de América donde se han permitido
registros, y que la única condición para que obtuviesen el permiso fuera que sean
de fábrica española (pp. 326-327). Los demás autores consultados, en cambio,
son drásticos en sus críticas. Para Campillo, Ward y Rodríguez de Campomanes,
la presencia de mercaderes y no de políticos de Estado en el diseño del sistema
comercial, los altos derechos de exportación e importación,28 el monopolio
ejercido por Cádiz y la falta de acceso de los demás puertos españoles al
comercio con América, provocaron desabasto, precios exorbitantes, el
estancamiento de la marina, y en última instancia el contrabando. Campomanes
afirma que “las reglas hasta aquí observadas sobre el tráfico de Indias” impiden
a España tener en las posesiones americanas la principal salida de sus géneros.
Es decir, los tres autores encuentran las causas en una política comercial errónea
que era necesario corregir.
Campillo critica enérgicamente el sistema de flotas y galeones, vigente
todavía formalmente cuando redacta su tratado, así como el cobro de los
derechos por palmeo, es decir “por la medida de los fardos, sin abrirlos ni
valuarlos”; ambos factores contribuyeron en su opinión a la ruina del comercio
de España. Afirma que a lo largo del siglo XVII, faltaba en toda la organización
del tráfico ultramarino la dirección “de hombres grandes de Estado y de la más
profunda política”; en su lugar se dejaba este ramo en manos de un “gremio
mercantil, de ideas interesadas y limitadas” (p. 74). Comparte con los demás
miembros de la “minoría selecta”29 la convicción de que en el siglo XVI un
sistema económico adecuado permitió a la España de Carlos V y Felipe II
abastecer sus posesiones americanas con sus propios productos y los retornos
eran todos suyos, pero que en el siglo siguiente se estableció, sin quererlo, un
sistema que aniquiló los intereses de la monarquía y que no era fácil de
desbaratar. Los tesoros mineros se habían vuelto un “perjuicio” en lugar de una
riqueza; los indios sufrían la más abyecta opresión; los españoles americanos
preferían comerciar con los extranjeros haciendo florecer el contrabando, o
establecieron fábricas para surtirse con los efectos que España les ofrecía a
precios exorbitantes. Mientras que la monarquía había caído en este letargo, los
reinos de Inglaterra y Francia habían perfeccionado sus sistemas económicos y
logrado grandes beneficios de sus colonias (pp. 68-76).
Responsable del retroceso del comercio colonial era, en opinión de
Rodríguez de Campomanes, “el espíritu del estanco, diametralmente opuesto al
mercantil” (p. 67). El autor no sólo se pronuncia vehementemente en contra del
monopolio de Cádiz, sino también en contra de las compañías comerciales, bien
que la introducción de éstas había respondido al propósito de limitar la
exclusividad gaditana y de frenar el contrabando.30 Campomanes juzga a las
compañías de La Habana y de Caracas nocivas para el comercio de tabaco y de
cacao, respectivamente. En su opinión eran “obra de comerciantes ambiciosos
que anteponían su utilidad al bien de toda la Nación y de nuestras Colonias” (p.
75). Exceptúa de esta crítica a la compañía de Barcelona, que no reivindicaba el
derecho de exclusividad en las islas que abastecía: Santo Domingo, Puerto Rico,
Trinidad y Margarita.
Si bien el contrabando era omnipresente en América, los “proyectistas” que
examinamos, centran su atención en el seno mexicano y mar de las Antillas
donde se habían asentado los rivales de España y desde donde tenían acceso a las
extendidas costas de las posesiones continentales. En el capítulo XXIX de su
obra, que forma parte de un apartado dedicado a noticias y ejemplos de medidas
tomadas por Inglaterra en materia de comercio y navegación, Jerónimo de
Uztáriz hace referencia a los contrabandos como uno de “los principales
comercios que [los ingleses] disfrutan en la América”, al introducir sus
mercaderías a las posesiones del rey de España por la vía de Jamaica para
obtener a cambio dinero, añil y cochinilla por valor de seis millones de pesos al
año. Su fuente es un autor inglés, probablemente un ministro de alto rango, de
“corazón católico”, a quien le parecía injusta la guerra que hacía Inglaterra a las
dos coronas y quien sugiere que con sólo seis fragatas que recorrieran aquellos
mares España podría poner fin a dicho comercio ilícito (p. 67).31 Según la misma
fuente, Inglaterra sacaba aún más dinero de los dominios españoles por la vía de
Jamaica que por la de Cádiz; sólo en el mes de agosto de 1722 llegaron a sus
puertos 30 embarcaciones de la isla caribeña, con seguridad cargados con
productos sacados de la América española, ya que Jamaica misma era en opinión
del autor citado demasiado “estéril” como para llenar tantos barcos con frutos
propios (p. 68).
Como vehículos del contrabando, Bernardo de Ulloa menciona los asientos
que España había dado a los extranjeros aun para el correo de las islas Canarias
en el que “se ejercita la Marina Inglesa, con pretexto de mayor seguridad de
piratas” y por ser más baratos los fletes. Pero esta práctica y la de establecer
asientos para el transporte de los tabacos de La Habana impedían que se
desarrollara la marina española y dieron lugar a un sinfín de contrabandos con
cuyos beneficios los ingleses subsanaban la baratura de los fletes (p. 139). Lo
mismo ocurría con el asiento de negros y permiso de barco anual, que Inglaterra
había obtenido con la paz de Utrecht en 1713, concesiones que en 1750 dejaron
de renovarse.32 A través de estos privilegios, dice Ulloa, Inglaterra “ha
conseguido [...] disfrutar enteramente las Indias, perder el comercio y tráfico
español, y hacerse absoluto dueño de los tesoros de la América por medio de las
factorías que se le permiten en los principales puertos, desde donde traen los
avisos de los géneros que por su escasez subían a excesivos precios” (p. 177).
Entre los obstáculos que impedían el florecimiento del comercio de España
con sus posesiones ultramarinas y favorecían el contrabando, Ulloa menciona
finalmente la “tolerancia de las colonias extranjeras”33 (p. 142). “Con cuatro
colonias que se les han permitido en los terrenos más estériles e inútiles de la
América, gozan los frutos de ésta en sus países con más abundancia y baratura
que España” (p. 142). Ésta sólo conservaba a Cuba, la parte este de la Española,
Puerto Rico y las islas de Trinidad y Margarita, mientras que las demás habían
caído en manos de sus enemigos; Ulloa menciona a Jamaica y Curazao por “los
inexplicables daños que ocasionan al comercio y tráfico de España” (p. 144), y
concluye que “los extranjeros sólo necesitaban escalas para disfrutar las Indias
ya por el ilícito comercio en tiempo de paces, ya por el corso y piraterías en
tiempo de guerras” y con el pretexto de navegar en los mares que circundan a
sus pequeñas posesiones obtuvieron la perjudicial tolerancia de España (p. 144).
Campomanes, además, ofrece las siguientes estimaciones en cuanto al comercio
ilícito que practicaban las potencias rivales de España con las posesiones
americanas de esta última: retoma la cifra de seis millones de pesos en que
Uztáriz había calculado el comercio de contrabando de Jamaica, mientras que
Francia y Holanda obtenían respectivamente cuatro millones de sus islas,
Dinamarca medio millón del comercio por el Orinoco, y Portugal un millón por
la colonia de Sacramento: en total 16.5 millones de pesos incluido el
contrabando con Filipinas (p. 84).
Una vez identificado el comercio como una de las principales fuentes de
ingresos y diagnosticadas las causas de su deterioro, los autores que comentamos
proceden a enumerar los medios que consideran indispensables para regenerarlo.
Uztáriz insiste en la ampliación de las fuerzas navales, en barcos y hombres de
servicio, como medida sustancial; atribuye considerable valor a “las islas y
Tierra Firme de la América” por los recursos que ofrecían para la construcción
naval y el mantenimiento de los buques. Subraya la abundancia de maderas,
alquitrán, brea y jarcia en La Habana, Campeche y Cartagena de Indias, al igual
que la excelencia del astillero del primero de los tres puertos, por ser el más
seguro y cómodo. Recomienda que todos los navios que se hubiesen de emplear
en la guardia de las flotas y galeones, así como en la escuadra de Barlovento y
otros mares de Indias, fuesen construidos de maderas de aquellas provincias y en
sus astilleros. En su opinión, el mayor costo —que era considerable ya que creía
que lo que en España costaba 100 000 pesos, allí costaba de 200 000 a 250 000
— se compensaba con “su doblada o triplicada duración, menor gasto anual en
las carenas y demás reparos y mayor seguridad en las navegaciones para los
varallos, bajeles y tesoros de su Majestad, especialmente en aquellos ardientes
climas” (p. 217). Según sus cálculos, si los navios fabricados en Europa duraban
de 12 a 15 años, los que se hacían en La Habana resistían más de 30, por la
mayor firmeza del cedro y roble. En opinión de Uztáriz, la madera del cedro
tenía además la ventaja de que en combate “embebía en sí las balas” en lugar de
astillarse, como ocurría con las maderas “tiernas” con las que se construían los
barcos en Europa, ofreciendo así mayor seguridad y menos maltrato (p. 216).
La erradicación del contrabando por medios militares es defendida por
Bernardo de Ulloa quien propone la disposición de cuatro navios medianos de
línea y cuatro fragatas de los que la mitad debería integrarse a la armada de
Barlovento y la otra se destinaría “a los parajes donde fuese más frecuente este
dañoso tráfico”. Ulloa no limita su propuesta al combate militar del contrabando
en las costas del seno mexicano y “demás del Mar del Norte”; es decir, en las
islas y litorales del mar de las Antillas. Sugiere la revisión del sistema de
comunicaciones entre la metrópoli y sus posesiones americanas, y llega a la
conclusión de que la adecuada organización de salidas y regresos, tanto de las
flotas y galeones como de los registros sueltos para ciertas zonas de América,
podía garantizar el abasto eficaz con productos españoles y el mejor
aprovechamiento propio de la demanda americana. Para mostrar el reducido
número de barcos que iban de España a las Indias, Ulloa establece
comparaciones con el movimiento marítimo entre Francia y la colonia del
Guaricó (la parte norte del Santo Domingo francés) o entre Inglaterra y Jamaica
(pp. 324-325).
Para el conde de Campomanes, el único medio para dar nueva vida al
comercio con América, era su liberalización. Había que abrir los puertos del
norte de España a la navegación atlántica; de esta manera, escribe en sus
Reflexiones, habría una “marinería rica y comerciante” en tiempos de paz y unos
“corsarios formidables” en tiempos de guerra. El tráfico se haría en barcos
pequeños que no caerían tan fácilmente en manos inglesas y se crearía un
verdadero “comercio activo” en España (p. 70). Al comentar las críticas de
Josiah Child al colonialismo español, Rodríguez de Campomanes presenta un
detallado cálculo sobre el aumento deseable del número de barcos españoles que
deberían hacer el comercio con las Indias y con Europa, a donde se reexportarían
los productos coloniales que en creciente cantidad llegarían a la península.34 En
cuanto a las dos compañías monopólicas, recomienda quitarles la exclusividad
para Venezuela y La Habana y permitirles a cambio comerciar con toda América.
Respecto al combate del comercio ilícito, para Campomanes había dos medios:
“el principal, haciéndolo nosotros y otro sería oponiendo fuerza”, y se pronuncia
en favor del primero. Para ello, dice, es necesario que toda “la Nación se vuelva
mercantil” (p. 36). “Poner en auge [el] tráfico de los puertos, islas y
desembocaduras de las colonias marítimas”, descuidadas por los españoles, le
parece esencial, pero también recomienda su poblamiento y fortificación como
medio para combatir el contrabando que los extranjeros practicaban en estos
puntos (pp. 22-23).
Las recomendaciones en materia arancelaria hechas por los autores que se
comentan van desde la prohibición de todas las telas extranjeras hasta el control
de las exportaciones e importaciones vía lamanipulación de los derechos
aduanales. “Para estorbar el comercio ilícito en la América”, Ulloa sugiere: “la
absoluta prohibición de los tejidos de todas las naciones ciñiéndola a que en toda
ella sólo se comercien y consuman los de las fábricas españolas” (p. 206). Pero
también aboga por la reducción a la mitad de los derechos de palmeo y de los
fletes, así como por una disminución considerable de los precios de los permisos
para los navios de registros (p. 327). Campillo analiza en detalle los principales
aspectos del “nuevo método económico” implantado por Francia e Inglaterra en
sus colonias del Caribe: la disminución o aun eliminación de los derechos sobre
las exportaciones e importaciones en el comercio con sus islas eran, en su
opinión, la base del nuevo sistema. Ambas metrópolis se veían obligadas a
introducir estas políticas por la intensa competencia que existía entre ellas en
cuanto al abasto de los mercados europeos con azúcar, café, añil, algodón y
cacao. También quedaban patentes las medidas proteccionistas de sus
respectivos comercios vía la reglamentación de salida y entrada a puertos del
país, la fabricación y tripulación nacional de las embarcaciones, y el abasto de
las colonias con productos de la patria. Al mismo tiempo existía amplia libertad
para los mercaderes nacionales de comerciar con las colonias, saliendo de
cualquier puerto en el caso de Inglaterra y de uno de los trece señalados para
Francia.35 Sin embargo, al cotejar los resultados que habían dado las políticas
económicas de las potencias rivales de España, Campillo muestra que Francia
estaba logrando mayores beneficios, ya que gracias a una política de gravámenes
arancelarios más adecuada sus productos se vendían más baratos en Europa que
los ingleses.36 Además, dice, los franceses pudieron cuadruplicar en el espacio de
25 años “el producto de azúcares y todos los demás frutos suyos en una
proporción no muy inferior” (p. 81), y añade las siguientes cifras:
[...] por los cómputos más exactos de una u otra parte se ve que los productos
de las colonias francesas, incluyendo la pesca de bacalao y comercio de
Canadá, importaban al romper las presentes guerras,37 treinta y ocho millones
de pesos un año con otro; y que los de las colonias inglesas no pasaban de
quince y medio. Que el consumo de los productos de Francia en sus colonias
pasaba de diez y seis millones; y el de Inglaterra era poco más de cinco (p.
81).
CONCLUSIONES
El análisis precedente de varias obras destacadas del siglo XVIII nos permite
formular algunas conclusiones sobre la percepción en ellas del Golfo-Caribe
como zona específica, y sobre la función atribuida por los cinco autores a esta
subregión del Atlántico en el comercio colonial y en los planes de regeneración
de la monarquía española bajo los Borbones. Una visión claramente regional —
en el sentido de un gran Caribe o Circun Caribe— encontramos en Bernardo de
Ulloa, cuya elocuente descripción de esta zona anticipa concepciones
geopolíticas de fines del siglo XIX, elaboradas por estrategas militares
estadunidenses. También Pedro Rodríguez de Campomanes se acerca a una
propuesta de región, al referirse en sus Reflexiones a “nuestras colonias
marítimas de las islas y costas”, incluyendo en estas últimas los territorios desde
la Florida hasta el oriente de Venezuela. En la concepción espacial de este autor
dicha zona central de la América atlántica se encuentra flanqueada en el norte
por las colonias inglesas continentales y por la región del Río de la Plata en el
sur.
Los textos revisados hacen referencia al Golfo de México y mar Caribe —
entendido este último como una parte, sin topónimo propio, del mar del Norte,
nombre común que predominaba hasta la segunda mitad del siglo XVIII para
designar el Atlántico— como una zona vulnerable, “infestada” por piratas,
corsarios y contrabandistas que operaban en ella bajo la protección de las
potencias rivales de España. La pérdida de la mayoría de las Antillas menores,
de Jamaica y de la parte occidental de la Española a manos de ingleses,
franceses, holandeses y daneses es vista unánimamente como la causa del éxito
del comercio ilícito que encontraba en estas islas y algunos territorios del
continente, como Laguna de Términos, la zona del río Wallis y la costa de
Honduras— valiosas escalas y posibilidades de almacenaje de mercancías
europeas y frutos tropicales.
Las reflexiones sobre la “utilidad” para España de las islas y costas de tierra
firme se hacen en el contexto de propuestas generales y particulares para lograr
un renovado “florecimiento” de la economía española, de su agricultura,
industria y comercio. Los medios que proponen los autores para alcanzar la
“antigua prosperidad” de la monarquía y superar el “atraso” respecto a las demás
potencias económicas y políticas europeas, difieren en algunos aspectos. En el
trabajo se llamó la atención sobre algunos de ellos. Al mismo tiempo se subrayó
la cercanía de los planteamientos de los autores más tardíos, Ward y
Campomanes, en relación con los primeros, Uztáriz y Ulloa, y se mencionó la
gran estima que todos tenían por la literatura económica española del siglo
anterior.
El principio mercantilista de conservar la mayor cantidad de metálico posible
en el país mediante una balanza de pagos positiva, está presente en los tratados
de Uztáriz y Ulloa, al igual que se recomienda en ellos una injerencia marcada
en la economía por parte del Estado, cuyo fortalecimiento sería el fin último de
los cambios por introducir. Bajo esta óptica, los dos autores examinan el
consumo que en España había de ciertos frutos coloniales y el fomento de su
producción y comercio nacionales. Tabaco, azúcar, cacao, plantas medicinales y
palo de Campeche son los más mencionados, todos ellos producidos y
recolectados en las islas y costas adyacentes al Golfo de México y mar Caribe.
Ingleses y holandeses extraían los productos enumerados vía el comercio ilícito
de las posesiones españolas, las distribuían en toda Europa, incluida España
misma, causando un drenaje indeseable de metales preciosos hacia el exterior. El
fomento del comercio nacional y el combate del contrabando, cuyos posibles
mecanismos se analizan detalladamente, aparecen como una preocupación
constante en las obras de Jerónimo de Uztáriz y Bernardo Ulloa. Como medios
para alcanzar ambos objetivos proponen la disminución de los aranceles de
importación y exportación, así como el aumento de las fuerzas navales y del
movimiento marítimo entre la península y las posesiones americanas que haría
prescindible los asientos dados a los ingleses para el transporte de diversos
productos, como el tabaco. Ambos insisten, por otra parte, en el combate militar
del contrabando, haciendo propuestas concretas para el aplazamiento de fuerzas
navales dedicadas a tal fin. Hay que recordar que en los años treinta, cuando
Ulloa escribió su tratado, corsarios españoles desplegaron gran actividad en el
Golfo-Caribe, interceptando y decomisando gran número de barcos ingleses con
sus cargamentos.
Otro precepto mercantilista aparece en los autores consultados, que era la
función de las “colonias marítimas de las islas y costas” como proveedores de
materias primas para la industria española y como consumidores de los
productos de ésta. La insistencia de Campillo y Cosío en el “tesoro” que tenía
España en la población indígena americana como “el mayor consumo del
mundo”, va en este sentido. También Campomanes subraya como uno de los
objetivos centrales de los cambios que debían introducirse en el sistema
comercial el de tener en las Indias la salida principal de la producción
manufacturera española. En cambio, son notables las diferencias en los medios
que debían emplearse para lograr el anhelado aumento en el consumo, la
producción y el comercio colonial. En Uztáriz y Ulloa las reformas propuestas
no significan ruptura con el sistema vigente, mientras que los demás autores
abogan decididamente por el fin de los monopolios y una significativa
liberalización, que debía considerar la participación de los demás puertos
españoles, así como una política arancelaria favorable al comercio nacional.
Sobre la capacidad productiva de las posesiones de España en el Golfo-
Caribe, las obras consultadas coinciden en que los productos agrícolas y
forestales de la zona contribuían o podían contribuir, mediante una explotación y
comercialización más eficiente, a la prosperidad de la metrópoli. Interesantes nos
parecen finalmente las diferencias que encontramos en el proyecto Campillo-
Ward y en las Reflexiones del conde de Campomanes en relación con la mano de
obra que debería generar estas riquezas coloniales no metálicas en la región del
Golfo-Caribe. Mientras que los primeros dos consideran superior el trabajo
indígena libre, eludiendo el tema de su escasez en la zona, Campomanes, con
realismo y pragmatismo cercanos a los planteamientos de las élites criollas de las
islas, defiende las bondades del trabajo esclavo.
BIBLIOGRAFÍA
PEER SCHMIDT
Universidad de Erfurt
El año de 1776 significó uno de los grandes hitos de la historia mundial, ya que
América —a saber Estados Unidos— vivió una revolución y el comienzo del
primer proceso de decolonización así como una transformación que se bautizó
—de acuerdo con Robert Palmer— la era de las revoluciones democráticas.1
Pero en su obra, Palmer no prestó atención a las revoluciones latinoamericanas
como si América Latina quedara fuera de estos cambios políticos y culturales.
Hoy día estamos viendo la emancipación de los países latinoamericanos como
parte de una fase histórica que une la revolución de 1776 con la revolución
francesa, ya que en todos estos procesos se intentó crear un nuevo régimen
político basado en la libertad individual y los derechos de los ciudadanos;
procesos identificados con los los inicios del constitucionalismo.2
Para Palmer, el inicio de este proceso transformador se dio después de la
Guerra de los Siete Años con sus cargas fiscales originadas durante aquella
contienda. Respecto a la América colonial hispana, la historiografía ha seguido
consciente o inconscientemente esta interpretación, y por lo tanto se ha juzgado
al reformismo borbónico como una etapa imprescindible y formativa del futuro
liberalismo, ya que los reformadores borbónicos insistieron en la capacidad del
individuo y en la idea —aunque con conceptos premodernos— de la ciudadanía.
El año de 1776 marca no sólo la independencia de Estados Unidos, sino también
la llegada al poder del ministro de Indias José de Gálvez. Lo cual significó el
apogeo del reformismo borbónico en América: “la fase del reformismo ‘radical’
”.3
Al comparar el proceso de la formación del Estado y de la nación en el
mundo hispanoamericano con las otras revoluciones atlánticas, llama la atención
la participación eclesiástica en la independencia latinoamericana. Como en
ningún otro caso de las revoluciones arriba citadas el clero gozó de su papel
tradicional de ser antigua élite intelectual y portavoz de los americanos en el
proceso de la independencia. La época de las guerras revolucionarias a partir de
1791, a ambos lados del Atlántico, provocó un nuevo fortalecimiento del pacto
entre la Corona y la Iglesia para combatir los “excesos” de la revolución
francesa y los efectos secularizantes de ésta y del régimen napoleónico. La
abrumadora parte del clero —y a saber la alta jerarquía de la Iglesia— aceptó
incluso la desamortización de los bienes de ciertas corporaciones eclesiásticas
que se llevó a efecto en España a partir de 1798 y luego en Hispanoamérica a
partir de 1804.4 Además, fueron los clérigos —especialmente algunos miembros
del clero bajo— los que participaron activamente en la lucha por la
independencia.
Si bien desde los comienzos de los años noventa del siglo XIX se ha
registrado un auge de los estudios sobre la Iglesia, todavía no se conocen
suficientemente bien los motivos y la ideología de los miembros de la Iglesia
católica y el discurso eclesiástico respecto de las transformaciones en el mundo
atlántico. Recientemente William Taylor nos ha descrito detalladamente la vida
social de los párrocos en la Nueva España en la segunda mitad del siglo XVIII.5
La historia social y cultural tienen, por cierto, el mérito de aportar resultados
pertinentes, ya que las realidades sociales engendran ideas y reflexiones. La
proximidad al pueblo contenía dos aspectos contradictorios ya que, por un lado,
se considera a éste como una especie de alianza social y por lo tanto se reflejaba
cierta sensibilidad a los problemas sociales, y por otro, esa relación podía llevar
a innumerables friccior es entre feligreses y sacerdotes por las cuotas clericales o
asuntos políticos.6 Pero resta la inquietud de ahondar en qué medida la realidad
social mexicana se conecta con las bases ideológicas y el pensamiento del clero
en esta época. La formación académica y espiritual así como el discurso
eclesiástico en cuanto a la insurgencia constituyen hasta la fecha el gran
desiderátum.7 En la bibliografía pueden encontrarse calificaciones de los clérigos
según las cuales los miembros de la Iglesia católica pertenecían a una
orientación “escolástica”,8 “ilustrada”,9 “liberal”,10 “tradicionalista o
modernizadora”11 o “conservadora”,12 sin que los autores entren en la discusión
de estos términos con el mismo esmero con el cual abordan los problemas
socioeconómicos o de la cultura popular.
Por fijarse en la innovación política a partir de 1776, la historiografía ha
pasado por alto que en el mundo atlántico algunos grupos tradicionales y
sociales, a saber la nobleza y el clero, comenzaron a discrepar profundamente
con la política absolutista. En prácticamente todos los países europeos —en
Francia, en los territorios alemanes, en los estados de la corona de Austria o los
territorios de Italia— se pudo notar el profundo rechazo de estos grupos, que
vieron mermadas sus posiciones tradicionales.13 Respecto a los reinos
americanos, la política reformadora de los Borbones tocó profundamente la
alianza entre el trono y el altar. Este pacto tradicional se fue disolviendo cada
vez más durante el dominio de los Borbones y especialmente bajo el reinado de
Carlos III. Los primeros en sufrir esta reestructuración de las relaciones entre
Iglesia y Estado fueron los jesuitas expulsados en 1767. Pronto el clero se dio
cuenta de que el ataque antijesuítico no fue un caso singular, sino que el papel de
todas las corporaciones eclesiásticas se estaba viendo cuestionado por los
reformadores borbónicos.14 Por eso queda aún más pertinente la pregunta sobre
las relaciones intelectuales y tendencias ideológicas en el mundo atlántico en
esta época, ya que en su casi totalidad los estudios sobre el pensamiento político
en esta época de las revoluciones subrayan la intensidad y la importancia de las
corrientes de la Ilustración y del liberalismo como ideologías reinantes en el
mundo atlántico. ¿Pero cómo reaccionó el clero mexicano, una élite que había
dejado su impronta política, social, cultural y hasta económica durante tres
siglos, frente a los continuos ataques a sus fueros y al proceso de
transformaciones en el mundo atlántico? Conocer más de cerca la opinión y la
postura “ideológica” de la Iglesia y sobre todo sus bases intelectuales es aún más
pertinente ya que la abrumadora mayoría del clero siguió fiel a la Corona hasta
muy a finales de la Colonia. Respecto a la posición casi unánime de la
historiografía de ver la posición del clero en la independencia, la presente
ponencia quisiera intentar contribuir a una mayor matización de las influencias
en la independencia mexicana con base en el análisis de la folletería de los años
1808 a 1821.
EL ESCENARIO POLÍTICO
Entre los textos que conectan el año 1789 directamente con el de 1810 figura una
carta pastoral de Manuel Abad y Queipo del año 1812, donde se dedica
detenidamente al problema revolucionario. Ya muy al principio expresa su
rechazo al filósofo Juan Jacobo Rousseau al referirse a “los delirios elocuentes
del ciudadano de Ginebra”.68 Que las sociedades necesitan uno que dirige, es una
verdad que no permite discusiones para el obispo: “In unamquamque gentem
praeposuit rectorem. El Señor es el que concede á las sociedades, á sus gefes y
rectores la potestad legítima para su regimen y gobierno; pues no hay sobre la
tierra otra potestad justa y legítima que la que procede de Dios” (p. 443).
No cabe duda de que Abad y Queipo rechaza la idea del contrato social, cuyo
portavoz más importante —Rousseau— fue duramente criticado por el obispo
electo (p. 446). También en el mismo lenguaje, Manuel Abad y Queipo revela
sus simpatías por un modelo político conservador. Habla muchas veces del
“cuerpo y de cada uno de sus miembros” (p. 443). Recurre entonces a la imagen
organicista, imaginario social por excelencia del conservadurismo político:
“como circula la sangre en el cuerpo humano” (p. 448). Para fundar sus ideas
sobre la sociedad, Abad y Queipo se sirve constantemente del Antiguo
Testamento, de los ejemplos descritos de la historia de Israel.
En lo que a la vida social y política se refiere, no cabe la menor duda de que
su orientación es tradicional, aunque en la historiografía más de una vez haya
sido calificado de liberal.69 Pero habrá que distinguir entre sus ideas respecto al
orden económico y sus conceptos sobre el orden social y político. Tal vez el
hecho de que la Inquisición intentara hacerle un proceso haya cegado a la
historiografía a la hora de reconocer la fuerte influencia conservadora de este
personaje. Hablar de constitución —como lo hizo Abad y Queipo— no es
forzosamente un signo de liberalismo. Por cierto, las actas del congreso de Viena
de 1815 también hablaron de la constitución sin que esto significara
“liberalismo”. También el texto de Abad y Queipo se queda en esta ambigüedad.
Su biógrafa Lillian Estelle Fisher le calificó “as a peculiar combination of
conservativism and liberalism”.70
Para ilustrar el estado grave en el cual se encontró la población rural de
México y del Bajío, Abad y Queipo recuerda —y esto nos puede sorprender aún
más— la rebelión de los campesinos alemanes (“Bauernkrieg”) ocurrida en 1525
(p. 444) y a Martín Lutero (“el gran heresiarca”) (p. 444).71 Por cierto, Lutero
condenó aquella rebelión de los campesinos-labradores, pero para parte de los
señores alemanes la culpa la tenía el “Reformador” por haber proporcionado las
bases ideológicas en su doctrina teológica. Para Abad y Queipo estaba claro que
“Lutero [...] violó la sagrada escritura en quanto á la autoridad de la Iglesia” (p.
444). Con todo esto se nos revela que Abad y Queipo seguía las discusiones en
el seno de la Iglesia y del mundo católico, aunque desgraciadamente no nos
indicó los autores que había leído (“Así pues, todos los autores católicos
sostienen”, p. 444).
Pero llama especialmente la atención que Abad y Queipo mencionara y
atacara a Lutero, estudiante de la universidad de Erfurt. Si bien se asocian a los
insurgentes todos los males teológicos, a la vez y de acuerdo con el padrón de la
tradición eclesiástica-medieval (“luteranismo, judaismo, materialismo y otros”,
p. 107) el constante insistir en la persona de Lutero es sumamente revelador.
Igualmente llama la atención que Agustín Pomposo Fernández de San Salvador,
rector de la universidad, también se refiriera a “la heregía de Lutero” en un
texto.72 Como Abad y Queipo, este clérigo mira hacia Italia y los disturbios que
sufrió la religión de Roma en otros países católicos (p. 602).
El edicto del tribunal de la Inquisición del 13 de octubre de 1810 estableció
la equiparación de Hidalgo con Lutero y acusó al cura de Dolores: “adoptáis de
Lutero en orden a la divina eucaristía y confesión auricular”.73 Si bien esta cita
versa sobre un aspecto teológico, el texto termina con una referencia al
reformador alemán que critica las consecuencias morales y políticas de su
doctrina. El edicto inquisitorial dirigido a Hidalgo concluye:
[...] la proclama y falsos pretextos del judayzante Hidalgo llamado por los
suyos Generalismo, por que ha repetido los graznidos del cuervo de
Alemania quando gritó allá destempladamente viva el Evangelio, y mueran
los papistas.78
Yo entro en las Bibliotecas que contienen la historia de los siglos que se han
precedido; yo registro sus estantes, abro sus archivos [...]y yo leo, que los
Luteros, Calvinos, Wilcletos [Wyclif], Macchiavelos [...] han transmitido a tu
[Iglesia Católica] todo aquel furor, toda aquella rabia, que para hacer odiosa
la Santa Iglesia Romana, y los Sacerdotes”.80
Ser “luterano” era una de las acusaciones eclesiásticas más corrientes en esta
época de las “Luces” y de la transición política. Al evocar los nombres de
Rousseau, Voltaire o d’Holbach, los autores eclesiásticos advertían a partir de
1789 contra los peligros de la Ilustración y del liberalismo naciente. Pero el
panorama de los adversarios de la Ilustración no se conformó con estos
personajes. Fue Lutero, para el discurso del naciente conservadurismo católico,
uno de los personajes responsables de la “sedición”. Para el mundo católico, los
contratiempos políticos y morales de la época revolucionaria emanaron del
protestantismo y de Lutero. Con su propuesta de libertad espiritual, al fijar la
importancia de interpretar la Biblia de manera individual, Lutero abrió también
el camino para individualizar la religión. Para los católicos, el origen de la “libre
conciencia” se remontaba a la doctrina del agustino alemán. La idea del
individuo —tan cara a muchos reformadores borbónicos y a los ilustrados— se
llegó a considerar como una especie de “pecado mortal de la modernidad”.
La crítica a la “philosophie eclairée” fue muy difundida y no comenzó con la
revolución francesa, sino se hizo sentir mucho antes —a partir del auge del
reformismo ilustrado— entre muchos europeos, y a saber, entre los católicos. En
muchos países europeos algunos grupos tradicionales y sociales, particularmente
la nobleza y el clero, comenzaron a discrepar profundamente con la política
“absolutista” que iba en contra de la tradicional “sociedad civil”.83 La oposición
antirreformista se resistió al afán burocrático de “modernizarlo toda” y de querer
“controlarlo todo”. La pretensión de los burócratas reformistas a la cada vez
mayor estandarización de los sectores de la vida social y a la uniformidad fue la
crítica al absolutismo, el blanco principal contra el cual no se engendró una
ideología elaborada. En cambio, se hizo hincapié en las instituciones de la vida
social orgánicas y “naturales”, que se concibieran a la vez como singulares y
desarrolladas con base en la tradición histórica.84 Se discrepó profundamente
respecto a la importancia de la libertad individual —idea acariciada por los
ilustrados y luego por los liberales— abogando en favor de la tradición
corporativa y comunitaria. Lo que es más: se rechazaba la fe progresista tanto en
la humanidad como en el individuo y se orientaba más bien a la historia como un
masterplan para el provenir. En esta crítica a las “Luces” se ven los primeros
brotes del conservadurismo, si bien algunos autores como Kondylis remontan el
inicio del conservadurismo, aun en la fase del naciente absolutismo, al prinicipio
del siglo XVI.85
En Francia se formó un movimiento de los “anti-philosophes” desde
mediados del siglo XVIII, y también en Alemania o en la propia España, donde se
oyeron ecos en contra de las “Luces”. La formación del “partido aragonés”
alrededor del conde de Aranda —con una política moderada, pero escaso éxito
de momento— y la facción de los golillas (en torno de Campomanes y
Floridablanca) reflejan las luchas intestinas de la Corte. Hace tiempo Carlos
Corona llamó la atención al hecho de que ya bajo Carlos III algunos círculos
nobles se reunieron alrededor del futuro rey Carlos IV, quien a su vez vería
crecer la oposición bajo su hijo Fernando.86 Este último sería el centro de una
“révolte nobiliaire” igual que se produjo en la Francia prerrevolucionaria (por
ejemplo, el édit Ségur). Otro signo de oposición contra las innovaciones fue el
éxito de los frailes, como fray Diego José de Cádiz o el padre Fullana, que
lograron reunir un gran público. Estos clérigos atacaron firmemente los (nuevos)
consulados, los logros en el comercio y la economía, así como las Sociedades
Económicas de los Amigos del País.
Si nos fijamos en el intercambio de ideas y nos preguntamos por aspectos de
la intertextual idad —aspecto hasta la fecha muy pocas veces tomado en cuenta
en el análisis del discurso eclesiástico— nos encontramos con una de las
expresiones más tempranas de esta interpretación en La falsa filosofía del monje
gerónimo español Fernando de Zeballos87 (nacido en 1721) quien estableció una
relación directa entre el protestantismo y Lutero con la Ilustración y los
“filósofos” del siglo XVIII. Ya en 1773-1776 Zeballos había publicado y
términado su obra La falsa filosofía.88 Es en esta obra que encontramos la llave
para explicar la referencia a la guerra de los campesinos alemanes en 1323
evocada por Abad y Quei-po. Zeballos cita ampliamente este ejemplo histórico
para advertir los desórdenes originados por la “irreligión”.89 Muchas
publicaciones eclesiásticas que circulaban en México en esa época hablaban de
la “falsa filosofía”, lo que demuestra que el clero mexicano estaba bien
informado de los debates europeos, sirviéndose de éstos y empleándolos para las
específicas realidades novohispanas.90
Si seguimos el aspecto de intertextualidad se da otro fenómeno revelatorio.
Muchos de los argumentos desplegados en textos mexicanos recuerdan los
escritos que después de la revolución francesa fueron publicados por el tradi-
cionalista francés Joseph de Maistre (1753-1821). Si bien varios argumentos ya
se habían formado en la época de la antiilustración y sintonizan con la crítica a la
secularización en México, el conservadurismo católico europeo encontró su
primer gran teórico y propagandista en este autor. Para De Maistre era evidente:
Para este francés católico y defensor del Papado estaba claro que “Le grand
ennemi de l’Europe, [...] le père de l’anarchie, le dissolvant universel, c’est le
protestantisme” (p. 64). Esta religión llevó consigo una consecuencia política:
BIBLIOGRAFÍA
Fuentes primarias
Fuentes secundarias
WALTHER L. BERNECKER
En gran número de estudios sobre las relaciones económicas entre los estados
del Atlántico Norte (Europa/Estados Unidos) y América Latina se sugiere que
las repúblicas latinoamericanas en el momento de obtener su independencia
política fueron presas del concentrado ataque de las desarrolladas economías
europeas. Gracias a su mayor potencia industrial, los ingleses, franceses y
alemanes fueron capaces de arrollar las incipientes manufacturas
latinoamericanas.
Si bien las industrias europeas cosecharon indudablemente grandes éxitos
comerciales en América Latina, esta conquista del mercado sólo fue posible con
enormes esfuerzos. El siguiente ensayo analiza, para el caso mexicano, no tanto
la competencia entre productos europeos y latinoamericanos, sino entre las
diferentes economías europeas por conquistar el mercado de ultramar.
El primer apartado describe la situación económica en Europa a principios
del siglo XIX y resalta los argumentos comerciales esgrimidos en los países
europeos hasta el momento en que sus respectivos gobiernos decidieron
reconocer la independencia mexicana, para tener así acceso a un importante
mercado en América Latina.
El segundo apartado observa el desarrollo del comercio exterior mexicano, la
conquista de parcelas por las diferentes potencias europeas, y los avances o
retrocesos en la lucha por el mercado mexicano. Por último, el tercer apartado
analiza por qué en el comercio exterior mexicano primero dominaron los
ingleses, siempre acosados por sus competidores europeos, para después abrir
espacio a franceses y alemanes.
INTERESES COMERCIALES EUROPEOS A COMIENZOS DEL SIGLO XIX
BIBLIOGRAFÍA
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Notas al pie
1
LYNCH, 1969, pp. 1-30; JENKS, 1973; SCHÜTT, 1980, pp. 91-96.
2
DANIELS, 1917/18, pp. 1-28.
3
REDFORD, 1934. p. 73.
4
(William Jacob:) Memorial on thc Advantages to be obtained by Great
Britain from a Free Intercourse with Spanish America, 14/2/1806: Public Record
Office, Foreign Office (en adelante, PRO, FO), 72/90, f. 77-96.
5
Véase, por ejemplo, el comentario de Sir W. Adams en un memorándum a
Joseph Planta del Ministerio de Asuntos Exteriores británico, Londres, 29 de
junio de 1823: Observations with reference to the recognition of the
Independence of the South Americas by Great Britain and the advantages to be
derived therefrom by all Classes of the Community in this Country: PRO, FO,
50/2, f. 44-47.
6
HUMBOLDT, 1836.
7
Rother al ministro del Interior Schuckmann y al ministro de Asuntos
Exteriores Bernstorff, Berlín, 9 de abril de 1829: Zentrales Staatsarchiv
Merseburg, Archivo Central (en adelante, ZSAM), en Merseburg, hoy en
Postsdam, 2.4.1.II 5213, f. 348.
8
KOSSOK, 1961, pp. 210-218.
9
Ibid., p. 213; BECKER, 1984, pp. 1-10.
10
Acerca de las diferentes solicitudes del residente hanseático Abel, en París,
al Ministro francés de Asuntos Exteriores Champagny, dirigidas todas (sin éxito)
al restablecimiento de la navegación neutral alemana, véase MEIER, 1937, pp.
93-152, esp. pp. 145-151.
11
TREUE, 1937.
12
(C.C. Bechen) Hauptmomente des Wirkens der Rheinisch-Westindischen
Kompagnie, als Anhaltspunkt zur Beurtheilung der Sache, bei Gelegenheit der
General-Versammlung vom 2. März 1830, den verehrlichen Aktionären
mitgetheilt von der Direktion. Elberfeld 1830; véase BECKMANN, 1915;
HASENCLEVER, 1916, pp. 108-142; ZEUSKE, 1992, pp. 50-89.
13
SCHELL, 1914, pp. 121-132; PFERDEKAMP, 1955, p. 217.
14
Véanse las impresionantes descripciones de la penuria en la industria
lencera silesiana y de los problemas causados por la política de laissez-faire de
Berlín, en ZIMMERMANN, 1885.
15
PONI., 1965, pp. 321-344, Idem., 1963; BAASCH, 1915; SOETBEER, 1840,
pp. 13 y s.
16
MEIER, 1937, pp. 93-152.
17
MEISTER, 1848, p. 3.
18
VOGEL, 1913.
19
SÉE, 1936, pp. 115-123.
20
Ibid., pp. 177-198.
21
KOSSOK, 1964, p. 101.
22
La postura oficial británica se expone detalladamente en el memorándum
de Castlereagh al enviado británico en Madrid, Henry Wellesley, el 1 de abril de
1812: PRO, FO, 72/127. Para profundizar en la discusión sobre el “State Paper”,
véase WARD, 1923, p. 622; WEBSTER, 1947; TEMPERLEY, 1905, pp. 140 ss.
23
Petition to the Lords of His Majesty’s Most Honourable Privy Council
from the humble memorial of the undersigned merchants, shipowners,
manufacturers, and traders of London, en: The New Times, 29 de abril de 1822.
Véase también HAMMOND, 1929, p. 223; y PACKSON, 1903, pp. 198-200.
24
WEBSTER, 1947, pp. 428-436.
25
Véase al respecto los siguientes informes: Ward a Canning, México 22 de
septiembre de 1825; Ward a Canning, México 27 de septiembre de 1825; Ward a
Canning (private and highly confidential), México 30 de septiembre de 1825;
todos ellos en PRO, FO, 50/14. Ward a Canning (secret and confidential), México
29 de mayo de 1826; PRO, FO, 50/21. Véase también la correspondencia en
relación con el nuevo tratado en PRO, FO, 97/271.
26
Texto (en inglés y en español): Treaty of Amity, Commerce and
Navigation, between His Majesty and the United States of México, together with
two Additional Anieles thereunto annexed. London 1828 (un ejemplar en
Staatsarchiv Bremen (en adelante, StAB) 2-C. 13.a.); otro impreso en British and
Foreign Papers 14, 1826-27, pp. 614-629 y en Nouveau Recueil de Traités (en
adelante, NRT), VII, 1829, pp. 80-99.
27
Un informe detallado sobre las negociaciones inglesas y estadunidenses
con México para la firma de un tratado fue enviado por el agente comercial
hanseático H. Nolte al alcalde de Bremen, Smidt, el 31 de diciembre de 1826:
StAB 2-C. 13.a.
28
A Ward, no obstante, la situación se le presentaba verdaderamente fácil,
dado que los mexicanos en ese momento ya desconfiaban profundamente de las
intenciones de los Yankees. Cf. Zozaya al Ministerio de Asuntos Exteriores
mexicano, 26 de diciembre de 1822, en: PEÑA Y REYES, 1923, p. 103.
29
Ward a Canning (núm. 42), México 27 de septiembre de 1825: PRO, FO,
50/14. Ward aclara al presidente Victoria que Gran Bretaña aceptaría la
normativa excepcional para los países latinoamericanos si los Estados Unidos
también fuera obligado a adoptar esta estipulación: Ward a Canning (num. 68),
México 15 de diciembre de 1825: PRO, FO, 50/14.
30
Poinsett a Clay, México 31 de mayo de 1826, en: National Archives,
Washington, Record Group (en adelante, NAW RG) 59, Diplomatic Dispatches (en
adelante, DD) México, tomo 1.
31
Véase las cortas visiones generales de la historia previa, la negociación y
(finalmente no) ratificación de los tratados en BOSCH GARCÍA, 1949, pp. 13-38;
idem, 1961, pp. 211-278.
32
Véase los trabajos de KOSSOK, nota 21; DANE, 1971; VON MENTZ, 1980;
VON MENTZ, et al., 1982. Un resumen sobre las negociaciones para concluir un
tratado entre Prusia y México en KRUSE, 1923, pp. XCIX-CXII.
33
Memoria de los Ramos del Ministerio de Relaciones Interiores y Esteriores
(1826), p. 9. Acerca de la aventurera vida de Sulzer, cf. KÜHN, 1969, pp. 257-
271.
34
C.C. Becher: Vortrag in der Direktorial Raths-Versammlung der Rheinisch-
Westindischen Kompagnie, gehalten zu Elberfeld am 25. Febrero de 1832.
35
Gobierno de Breslau (¿al Ministerio Prusiano del Interior?), Breslau 29 de
noviembre de 1825: ZSAM 2.4.1. II 5212, f. 2-27.
36
Extract aus dem Senats-Protocolle 21 de febrero de 1827 (Mitteilungen des
hanseatischen Ministerresidenten in Paris): StAB 2-C.13.b.l. Véase también
Rocafuerte a Bülow, Fulham 26 de febrero de 1828: ZSAM 2.4.1. II 5213, f. 116-
118.
37
Véase el documento de su nombramiento como cónsul general (1 de
noviembre de 1829) en ZSAM 2.4.1. II 650, f. 144 bis. Véase KÜHN, nota 33, pp.
257-271.
38
Rother a Bernstorff, Berlín 1 de octubre de 1828: ZSAM 2.4.1.II 5213, f.
177 bis.
39
Sulzer a “Seehandlung”, México 23 de julio de 1828: ZSAM 2.4.1. II 5213,
f. 181 bis. Véase también Crull Kayser (director general de la “Seehandlung”) a
Sulzer, Berlín 11 de marzo de 1828: Ibid., f. 179 bis.
40
Texto (en francés y en alemán) en: NRT XII, 1837, pp. 534-553.
41
Publication du Ministére des relations étrangères en Prusse (Ancillon),
Berlín 27 de febrero de 1835, en: NRT XII, 1837, p. 553; véase también DANE,
1971, nota 32, p. 14.
42
TEMPKRLEY, 1925, pp. 34-53.
43
Véase el memorándum de Schmaltz de 1824: TORRE VILLAR, 1957, pp. 1-
25.
44
Légation de France aux Etats-Unis, 1823: Archives du Ministère des
Affaires Etrangères Paris (en adelante, AMAEP CP) Mexique, tomo 2, f. 174-175.
Véase también la documentación sobre la misión de Samouel en VILLANUEVA,
1912, y en PEÑA Y REYES, 1923.
45
Instructions pour M. Martin, Agent Français à México. París, 22 de
diciembre de 1825: AMAEP CP Mexique, tomo 2; BARKER, 1979, pp. 9/10.
46
Sebastián Camacho a Villèle, París, abril de 1827, en: WECKMANN, 1961,
tomo I, pp. 131-132.
47
Damas a Camacho, París, 8 de mayo de 1827: AMAEP CP Mexique tomo 3,
f. 68.
48
British and Foreign State Papers 14, 1826-1827, pp. 1221-1226; véase
también Archives Nationales Paris (en adelante, ANP): F12 6324 Mexique:
Relations avec la France. Negotiations et traités, 1827; y: Tratados, 1878, tomo
II, pp. 254-267.
49
Murphy jr. a SRE, París, 11 de agosto de 1830: RFM I, pp. 142-144.
50
Molé a Murphy jr., París, 30 de septiembre de 1830: RFM I, p. 167.
51
Tratados, 1878. pp. 269-277.
52
“Dictamen de la Comisión de Relaciones, de la Cámara de Diputados,
sobre el Tratado entre México y Francia”, anexo a: Alamán a Murphy Jr.,
México, 26 de octubre de 1831: RFM I, p. 208.
53
Tratados, 1878, pp. 277-297.
54
Convención provisional entre Francia y México, México, 4 de julio de
1834: Archivo de la Secretaría de Relaciones Exteriores (en adelante, ASREM) 1-
2-599, f. 4-5.
55
Véase las múltiples notas en RFM I, pp. 210-211 y en ASREM 7-15-54.
56
Conde Louis de Foucault al Ministro de Asuntos Exteriores Conde de
Montmorency, París, 28 de enero de 1822: AMAEP CP Mexique tomo 1, f. 135.
57
KOSSSOK, 1969, p. 4.
58
VON SCHMIDT-PHISELDEK, 1831, p. 409.
59
VÁZQUEZ, 1976, p. 50.
60
Acerca del contrabando, véase BERNECKER, 1994.
61
HERRERA CANALES, 1977, pp. 51, 81.
62
O’Gorman a Planta, México, 1 de marzo de 1825: PRO, FO, 203-204.
63
CODY, 1954, p. 270.
64
Joaquín de Miranda y de Madariaga: “Proyecto de Reconquista de Nueva
España”, Madrid 20 de abril de 1829, según DELGADO, 1953, tomo III, pp. 271-
285. Official Valué of Exports from Great Britain to México: StAB 2-C.13.b.l.
Véase también “Return rclating to Trade with México from 1820 to 1841”:
Parliamentary Papers, 1842, XXXIX, p. 531. LERDO DE TEJADA, 1853, cuadros
37-41. Los datos correspondientes a Gran Bretaña provienen de la fuente
inglesa, ya que Lerdo de Tejada no tiene cifras para el comercio británico-
mexicano de aquellos años.
65
LERDO DE TEJADA, 1853, nota 64, cuadros 37-41; HERRERA CANALES, 1977,
nota 61, p.81
66
SCHNEIDKR, tomo 1, 1981, p. 84.
67
Para los temas siguientes véase HERRERA CANALES, nota 61, p. 26 y
ROMERO, tomo 1, 1898, p. 155. Los ciatos de importación de Romero no se
diferencian sustancialmente de los de Herrera, si bien son muy superiores
especialmente en los puestos de vino y alimentos (1826-1828 en cada uno de
ellos aproximadamente un millón de pesos).
68
Respecto a los cambios en las transacciones comerciales durante los
primeros años de la independencia véase WARD, 1828, tomo 1, pp. 431-438;
según los datos de Ward, el comercio de importación que antes de la
independencia había registrado un promedio anual de 10 364 238 dólares,
descendió en 1821 a 7 245 052, e incluso llegó a los 3 723 019 en 1822. En 1823
aumentó lentamente a 3 913 013 incrementándose rápidamente a partir de
entonces.
69
O’Gorman a Bidwell, México 4 de abril de 1833: PRO, FO, 50-80 B, f. 71-
75. Posteriormente Pakenham se expresaría con mayor escepticismo respecto a
la nueva ley, en la que por otro lado no veía desventaja alguna para la
navegación británica. Pakenham a Palmerston, México 11 de noviembre de
1833: PRO, FO, 50-80 A, f. 128-133.
70
HERRERA CANALES, 1977, pp. 95-109.
71
HUMPHREYS, 1970, pp. 294 s. Las ventajas de los barcos estadunidenses
frente a los británicos se discuten detalladamente en Mackenzie a Canning,
Xalapa, 24 de julio de 1824: Board of Trade (en adelante, BT) 6/53 (sin
numeración).
72
“Le commerce du Mexique”, en: Le Moniteur, 3 de junio de 1862: ANP
12
F 2695.
73
Richthofen al Ministerio de Asuntos Exteriores de Prusia (Informe
comercial para el año 1851) México 25 de agosto de 1852: ZSAM 2.4.1.II 5229, f.
173-219.
74
Comerciantes hanseáticos de México y Veracruz a los Senados de las
ciudades hanseáticas. México-Veracruz 1-20 de noviembre, 1844: StAB 2-C
13.c. 1.b.
75
Mertens al Senado de Bremen, Veracruz, 15 de agosto de 1860: StAB 2-
C.13.C.1.c. Fuentes británicas confirman esta tendencia.
76
Véase, por ejemplo, el despacho consular del vicecónsul Thomson al
Foreign Office, Mazatlán, 31 de diciembre de 1856, en: Abstracta 1857, p. 123.
77
PLATT, 1980, pp. 113-130.
78
Véase, acerca de este debate en la bibliografía, PAYNE, 1974.
79
KATZ, 1964, p. 96.
80
SOETBEER, 1840, p. 178; RATZEL, 1878.
81
John E. Foster a Carlile Mason, Presidente de la Asociación de
Empresarios de Chicago, 9 de octubre de 1878, en: ROMERO, 1961, p. XI.
82
CHAPMAN, S.D., “The International Houses: The Continental Contribution
to British Commerce 1800-1860”, en The Journal of European Economic
History, vol. 6, núm. 1, 1977, pp. 5-48.
83
“Roherzeugung, Gewerbe und Handel von Mexiko 1846-1850, mit
besonderer Beziehung auf den deutschen Handel”, en: Preuβisches
Handelsarchiv (Berlín) 1850, pp. 520 y ss.
84
MEISTER, 1848, nota 17, pp. 16-18.
85
RICHTHOFEN, 1854; 1859, pp. 363 y s.
86
KATZ, 1964, nota 82, pp. 97-98; JETH, 1889, en: Export 15, pp. 218 y ss.;
en: Export 16, pp. 323-235; en: Export 17, pp. 248 y s.
5. EL PATRÓN DEL COMERCIO EXTERIOR
ENTRE MÉXICO Y EUROPA, 1870-1913
En la primera mitad del siglo XIX, México compartió con el resto de América
Latina las dificultades para abrirse al comercio exterior que D.C.M. Platt
sintetizara en la siguiente triada: “población escasa, inestabilidad política y
comunicaciones pobres a inexistentes”.15 Sin embargo, a diferencia de los países
latinoamericanos de dimensiones comparables (como Argentina, Brasil y Chile),
México no empezó a superar esas condiciones adversas a mediados de siglo o en
la década de 1860, sino apenas quince o veinte años más tarde. Entre las
consecuencias de este retraso se cuentan las modestas dimensiones del comercio
exterior de México al inicio del periodo que nos ocupa y, como veremos en el
siguiente apartado, la persistencia de los patrones tradicionales del intercambio
con el exterior hasta la década de 1880.
Durante el largo lapso que va de la independencia a la primera gran apertura
de México al comercio internacional, las principales potencias europeas fueron
los socios dominantes en el comercio exterior mexicano. Como se muestra en el
cuadro 1, al iniciarse la década de 1870 tres países europeos concentraban más
de 50% de los intercambios de México con el exterior, pese a lo cual este país
representaba apenas 0.3% del comercio agregado de esos tres países.
Esta situación habría de experimentar cambios notables en las siguientes
décadas. A inicios de los años 1890 México participaba con 0.3% del comercio
agregado de sus cinco principales socios europeos (y no sólo de tres, como en
1870), pero además su posición relativa frente a ellos era totalmente distinta
puesto que, en conjunto, éstos concentraban tan sólo 28% del comercio exterior
de México, una proporción cercana a la mitad de la que observáramos veinte
años atrás.16 Esta evolución se consolidó en la siguiente década, en la que
México aumentó su participación en el comercio europeo al mismo tiempo que
sus socios trasatlánticos disminuían otro poco su presencia en el comercio
mexicano. Estos datos apuntan a dos fenómenos que conviene destacar: por un
lado, que en algún momento de la década de 1880 el comercio exterior de
México experimentó un importante proceso de reorientación geográfica, en
virtud del cual la presencia europea disminuyó en forma progresiva y
consistente. Por otro lado, que durante estos mismos años el comercio exterior
de México creció a un ritmo mayor que el de sus socios europeos, de manera que
la reorientación que estaba teniendo lugar no impidió que México aumentara su
participación —si bien siempre modesta— en las cifras agregadas del comercio
de aquéllos.
Lo primero que salta a la vista es que hacia 1870 los principales socios
europeos ya habían dejado de ser el destino predominante de las exportaciones
mexicanas, aun cuando mantenían su papel de principales abastecedores de este
mercado. El cambio en el destino de las exportaciones parece indicar que el
dinámico crecimiento de la economía estadunidense generó tempranamente una
demanda importante de productos mexicanos que pudo encauzarse a ese país
incluso antes de que se iniciara la construcción ferroviaria. Por otra parte, el
persistente predominio de Europa en las importaciones sugiere que las
condiciones de la demanda mexicana de productos extranjeros no se habían
modificado sustancialmente para entonces. Se trataba, como se verá más
adelante, de complementar la oferta local de textiles para el consumo general y
de satisfacer la demanda suntuaria de las clases acomodadas.
La caída más abrupta en la participación europea se produjo a inicios de los
años ochenta para las importaciones y una década más tarde en el caso de las
exportaciones. La explicación de este fenómeno está al alcance de la vista: en el
primer caso, la construcción de ferrocarriles y el montaje de las primeras
empresas estadunidenses en México demandaron gran cantidad de insumos
importados. El origen de las inversiones señala a los abastecedores naturales de
esta demanda: el propio Estados Unidos. Una vez que los ferrocarriles
empezaron a funcionar, ellos mismos contribuyeron a que la oferta incrementada
de bienes para exportar se orientara hacia el mercado norteamericano, lo cual se
dejó sentir en la cuenta de las exportaciones en el curso de los siguientes años.
Por último, en medio de este agudo proceso de reorientación de los flujos
comerciales que marcó el último tercio del siglo XIX, no deja de llamar la
atención que durante los últimos años del periodo el retroceso de Europa en las
importaciones se frenara, y que su presencia en las exportaciones aumentara
considerablemente (véase gráfica l).18 Esta reaparición de Europa en el comercio
exterior mexicano merece un análisis más profundo, pero entre sus factores
causales pueden mencionarse el interés de la administración porfirista en su
etapa tardía por diversificar las relaciones económicas del país y el aumento en
las inversiones europeas que se produjo en parte como consecuencia de aquel
empeño.19 En un momento posterior contribuyó también la crisis de 1907, que
aunque tuvo un alcance internacional afectó fundamentalmente a la economía de
Estados Unidos.
Las gráficas que llevan el número 2 ofrecen una imagen de la estructura básica
de las exportaciones dirigidas a los socios europeos entre principios de los años
setenta del siglo XIX y principios de los diez del XX. No incorporan todos los
productos exportados, pero representan una muestra que abarca entre 85 y 97%
del total de las exportaciones a los países considerados. En las gráficas he
decidido agrupar los productos según el momento de su aparición en la canasta
exportadora, y definirlos como “tradicionales” o como pertenecientes a una
“primera” y a una “segunda” fases de la era exportadora. Esta agrupación
permite distinguir no uno sino dos tránsitos importantes en la estructura del
sector exportador.
Observemos en primer lugar la gráfica 2a. El periodo arranca con claro
predominio de los productos aquí llamados tradicionales, y el asomo, todavía
incipiente, de algunos productos que caracterizarían el inicio de la era
exportadora. En algún momento de la década de 1880 esa estructura tradicional
empezó a modificarse, de manera que al iniciarse la de 1890, las exportaciones
tradicionales habían cedido su sitio preponderante a las pertenecientes a la
primera fase de la era exportadora. En las siguientes décadas continuó la
tendencia decreciente de las exportaciones tradicionales, pero se verificó
también (en términos porcentuales) la de las “nuevas” exportaciones que
aparecieron en los años ochenta. Ello sucedió porque en algún momento de la
década de 1890 se desarrollaron con fuerza productos que apenas aparecían en
1880, y que no sólo desplazaron pronto a los tradicionales, sino que casi
igualaron a los de la primera fase exportadora hacia el final del periodo. En
realidad, si nuestra historia no se detuviera allí podríamos ver que estos
productos, característicos de la segunda fase de la era exportadora, terminarían
por prevalecer en la década de 1910.
Tenemos, entonces, tres etapas en la estructura de las exportaciones
desenvolviéndose en sus fases ascendentes o declinantes a lo largo de este
periodo: la anterior a 1880, aquí llamada “tradicional”, que en algunos de sus
componentes puede ser rastreada hasta el periodo colonial; la que se anuncia
desde los años setenta pero despega con fuerza a mediados de los ochenta, y la
que despunta en los ochenta pero adquiere presencia relevante hacia mediados
de los años noventa.23
Estas etapas se perciben desde una luz algo distinta cuando observamos no la
participación relativa, sino el valor de las exportaciones de cada grupo a lo largo
del periodo, tal como se presenta en la gráfica 2b. El tránsito de una estructura a
otra es aún visible en esta gráfica, pero no debido a la declinación absoluta de
unos productos y el ascenso de otros, sino en virtud del crecimiento acelerado de
los productos que en cada caso se consideran nuevos o emergentes. Conviene
hacer notar que la canasta tradicional no decayó en términos absolutos ni mucho
menos desapareció, y de hecho aportó el mismo valor en los años ochenta que al
iniciarse la década de 1910. Lo que se observa es la pérdida de dinamismo de las
exportaciones tradicionales, debida algunas veces al fin del ciclo de ciertos
productos y otras al límite impuesto por la frontera productiva de las actividades
involucradas. Esta decadencia contrasta fuertemente con el dinamismo de las
ventas que caracterizaron a la era exportadora. Las pertenecientes a la primera
fase se triplicaron en valor entre inicios de los ochenta e inicios de los noventa,
para luego despegar de nuevo en forma impresionante a principios de los años
diez del siglo XX. Las de la segunda fase se multiplicaron por cinco entre los
años noventa y la década de 1900, y registraron un nuevo ascenso espectacular al
inicio de la siguiente década. Es de notar que la segunda fase exportadora no
sustituyó a la primera, sino que se montó sobre ella, lo que a partir de cierto
momento dotó al sector exportador de un dinamismo inigualado hasta entonces.
Puede decirse, entonces, que el sector exportador mexicano pasó por las
siguientes etapas:
Aunque las gráficas que llevan el número 2 muestran con nitidez las tres
etapas en la evolución del sector exportador durante el siglo XIX, huelga decir
que no reflejan con precisión los cambios en la estructura de las exportaciones
mexicanas consideradas en su conjunto, puesto que aquí se trata sólo del
intercambio con Europa. Las condiciones de la demanda variaban,
evidentemente, de país a país, y ciertamente eran distintas en Estados Unidos
que allende el Adámico. A diferencia de lo que sucede con las importaciones (de
las que nos ocuparemos más adelante), no se percibe aquí un patrón definido en
cuanto a la demanda diferenciada de productos en uno y otro caso, puesto que
los factores actuantes eran muchos y diversos. Algunos ejemplos ilustrarán la
cuestión. Europa fue siempre el principal cliente para las maderas finas, en tanto
que por razones de la proximidad y las facilidades de transporte, Estados Unidos
absorbió casi todas las exportaciones mexicanas de ganado vivo. Las ventas de
tintes decayeron en todas partes como consecuencia de la extensión del uso de
las anilinas y de la aparición de nuevas fuentes de aprovisionamiento.24 En
general, las potencias europeas procuraron reemplazar el abasto proveniente de
las naciones independientes por el de sus propias colonias, y ello afectó en
mayor o menor medida a algunos productos de la canasta mexicana.25 Así, por
ejemplo, la vainilla no desapareció del todo de las exportaciones, pero se
reorientó completamente hacia el mercado norteamericano. En los casos del
tabaco y el azúcar, México siguió abasteciendo con sus exportaciones más bien
modestas preferentemente a los mercados europeos (Bélgica y Gran Bretaña,
respectivamente), pero como un proveedor secundario y sujeto a los vaivenes de
los abastecedores principales.
En otros casos aparece como factor determinante de la orientación geográfica
de los bienes exportados el origen de los capitales invertidos en su producción.
Así se explican las exportaciones de cobre a Francia, que se realizaron en
pequeñas cantidades desde los años ochenta y en montos importantes a partir de
1900, y que procedían de la empresa francesa de El Boleo. O las ventas de café a
Alemania desde la década de 1890, originadas en la vinculación entre los
finqueros alemanes del Soconusco y las casas comerciales alemanas
compradoras del grano.26 En fin, por esas mismas razones las ventas de
minerales y metales, caucho, guayule y fibras tendieron a concentrarse en
Estados Unidos, en donde se encontraba ya el origen de las inversiones, ya el
control sobre la distribución de los productos.
Una mirada a la composición por productos de la canasta exportadora nos
permitirá profundizar en la naturaleza de los cambios que tenían lugar en el
sector exportador. Ésta se presenta en el cuadro 2. Ante todo, se notará que la
muestra de productos omite algunas exportaciones mexicanas conocidas, y que
de hecho se remitían a Europa en alguna medida, como las de azúcar, tabaco,
miel, hierbas medicinales, entre otras. La razón de su ausencia es que estas
ventas se hacían en forma muy irregular y en una escala menor, por lo que su
peso estadístico era relativamente pequeño. De hecho, como se puede ver, la
exclusión de estos artículos no afecta severamente la cobertura de la muestra.
Con excepción del rubro de metales en la última fase, en los tres grupos
hablamos de la exportación de materias primas y alimentos; sin embargo, las
diferencias que hay entre ellos son sustanciales. Ocupémonos en primer lugar de
los productos “tradicionales”. El grupo se compone de maderas (sobre todo de
cedro y caoba), cortezas y extractos tintóreos (palo de tinte y de moral, grana y
añil) y vainilla.27 Las exportaciones de maderas finas datan quizá de mediados
del siglo XIX, y originalmente aparecieron por la necesidad de llenar con carga de
regreso los buques que arribaban a los puertos del Golfo. Como esas ventas no
se derivaban de un aprovechamiento racional y planificado de los bosques, sino
más bien del corte desordenado con fines de lucro inmediato, decayeron a
medida que se agotaban los bosques de la región y que se encarecía el costo de
transportar la madera hasta los puertos.28 Los otros dos tipos de exportaciones
pueden rastrearse hasta la época colonial, y su significación guarda estrecha
relación con su carácter “exótico”: en aquella época se trataba de actividades
poco difundidas internacionalmente y de productos que carecían de sustitutos en
el mercado.29
En general, los artículos de la canasta tradicional poseen en común las
características de haber estado muy localizados geográficamente (el añil y la
cochinilla en Oaxaca, el palo de tinte en Campeche y Yucatán, la vainilla en
Veracruz, las maderas en la costa del Golfo)30 y haber resistido la explotación en
gran escala, así como el asociarse a formas y técnicas tradicionales de
producción.31 Sus exportaciones decayeron como resultado del progresivo
agotamiento de los recursos (en el caso de las maderas finas), del surgimiento de
fuentes alternativas de aprovisionamiento (sobre todo para las metrópolis
coloniales europeas),32 o de su desplazamiento por sustitutos sintéticos (como
sucedió con los tintes tras el descubrimiento de las anilinas en 1858 y la
extensión de su uso a lo largo de las siguientes décadas).33
Los productos pertenecientes a la primera fase de la era exportadora reflejan
aspectos relevantes de los cambios que estaban teniendo lugar en el sector
exportador. De entrada, estos productos apuntan a una cierta diversificación del
sector. En el caso de los bienes agrícolas, ésta fue posible por la incorporación de
recursos que se habían mantenido ociosos o subutilizados, como la tierra y la
fuerza de trabajo.34 En el de los minerales, la explotación de los recursos
existentes requirió, evidentemente, de inyecciones considerables de capital.
Todos estos productos reflejan el aprovechamiento de las ventajas comparativas
de la economía mexicana, y no es de extrañar que (a diferencia de artículos
menos exitosos, como el tabaco y el azúcar) resistieran la competencia en los
mercados europeos. Y aún así, su principal mercado era el de Estados Unidos,
por lo que las cifras del cuadro 2 no son indicativas de las dimensiones de su
comercialización en el mercado internacional.
La estructura de las ventas al exterior en la primera fase de la era exportadora
sugiere también una mayor difusión geográfica de las actividades exportadoras.
Aunque el henequén se producía sólo en la península de Yucatán, el ixtle
(componente menor y más tardío dentro del rubro de fibras) se recogía en al
menos cuatro estados del norte del país.35 El cultivo del café se extendió en
escala importante a por lo menos tres estados, en los que prevalecían técnicas de
cultivo y formas de explotación muy diversas.36 Los cueros y pieles eran un
subproducto importante de la explotación ganadera, que se desarrollaba
prácticamente en todos los estados del país, aunque con mayor fuerza en el norte
y la costa de Veracruz. En fin, la exportación de minerales (rubro que abarca
todos los frutos de la extracción minera que se exportaban en bruto,
principalmente minerales de plata y cobre) implicó una ampliación sustancial del
mapa minero, que desde su núcleo tradicional en el centro y centro-norte se
extendió a varios estados del norte del país.
Aunque probablemente la minería es la única de estas actividades que
implicó importantes avances técnicos en la producción, todas reflejan un
aumento considerable en la escala y en el grado de especialización de la
economía. Ello no siempre implicó la modernización en las formas de
explotación de la mano de obra, que como se sabe fueron desde el trabajo
compulsivo con bajos salarios en las plantaciones, hasta el trabajo asalariado
relativamente bien pagado en las minas y las haciendas ganaderas del norte. Por
otra parte, el desarrollo de estas actividades está estrechamente vinculado a la
dotación de una infraestructura de transporte que las hizo rentables.37 Su auge a
partir de mediados de los años ochenta del siglo XIX refleja, en suma, no sólo la
ampliación, sino también la profundización en el desarrollo de un sector
exportador basado en la incorporación de recursos antes ociosos, en la inversión
de capital y en la explotación de las ventajas comparativas del país.
Mientras que el tránsito de la etapa tradicional a la primera fase exportadora
sí implicó la sustitución de productos de la canasta tradicional por artículos
nuevos, la segunda fase exportadora no consistió en el reemplazo de viejos por
nuevos productos, sino en la diversificación ulterior de la canasta exportadora
mexicana. De hecho, las ventas de la primera fase continuaron creciendo
después de un breve tropiezo a principios del siglo XX, de manera que hacia el
final del periodo los componentes de ambas fases aportaban un porcentaje
similar al valor total de las ventas en el exterior. Es este “empalme”, en realidad,
lo que imprimió el enorme dinamismo que caracterizó al sector exportador en los
últimos quince años del Porfiriato.
La composición de la canasta en esta última fase presenta algunas novedades
interesantes. El garbanzo y el caucho empezaron a cultivarse como un esfuerzo
expreso de responder a la demanda internacional de estos artículos, y requirieron
no sólo de cambios en el uso del suelo y la estructura de la propiedad, sino
inversiones de capital y en ocasiones obras de irrigación y la dotación de
infraestructura de transporte.38 En cuanto a las exportaciones de metales, su
composición las coloca francamente más cerca de la clasificación de insumos de
carácter industrial que de la de materias primas. Se trata de minerales de cobre,
plata, plomo, zinc y antimonio con distintos grados de elaboración, producidos
en condiciones técnicas avanzadas e intensivas de capital, y con mayor valor
agregado. Son el fruto más acabado de la era exportadora, y desde la década de
1900 aportaron la mayor proporción de las exportaciones mexicanas a Europa.
Por lo que toca al petróleo, apenas aparece aquí con un porcentaje modesto y en
sus formas menos elaboradas, pero en los años siguientes habría de revelar
características semejantes a las de los metales. En suma, las exportaciones de la
segunda fase entrañan un avance notable en varios aspectos: la diversificación
del sector exportador, la ampliación de su alcance geográfico, la modernización
de las técnicas de producción, un mayor grado de elaboración de algunos de sus
productos y mayor valor agregado a la materia prima antes de su remisión al
exterior.
Cabe recordar, sin embargo, que precisamente en las etapas de mayor auge
exportador fue cuando menguó más severamente la presencia de Europa en las
exportaciones mexicanas. En las décadas de 1890 y 1900 apenas entre 10 y 20%
de las ventas de México en el exterior se dirigieron a sus principales socios
europeos. Algunos de los componentes más dinámicos de la canasta exportadora,
como el grueso de los minerales industriales y los productos ganaderos, se
orientaron en forma abrumadora hacia Estados Unidos.39 El principal efecto de
ello en la información cuantitativa que aquí manejamos es que muestra tan sólo
una pequeña proporción del total de las nuevas exportaciones, lo cual da una
imagen muy suavizada del tránsito entre las distintas etapas del desarrollo
exportador.
Ahora bien, ¿cómo se distribuyeron las exportaciones mexicanas entre los
socios europeos? La gráfica 3 responde a esta pregunta por lo que hace al total
de las exportaciones. En las dos primeras décadas, Gran Bretaña aparecía como
el principal socio europeo de México. A partir de los años noventa, fue
desplazada de esa posición por Alemania, y a partir de 1900 también por
Francia, aunque al iniciarse la década de 1910 Gran Bretaña volvió por sus
fueros y se colocó de nuevo en primer lugar.
Por cuanto las exportaciones mexicanas se reducían a un pequeño número de
productos, el socio predominante solía absorber las mayores cantidades de al
menos algunos de ellos. Por ejemplo, en las dos primeras décadas Gran Bretaña
adquiría la mayor proporción de maderas, tintes, fibras y minerales que se
exportaban a Europa, y en las dos décadas siguientes fue desplazada por
Alemania como principal mercado para esos mismos productos. Francia era una
compradora importante de maderas, fibras y, a partir de 1900, metales, y Bélgica
lo era sobre todo de minerales. España era un cliente pequeño para las
exportaciones mexicanas, pero a partir de 1900 absorbía prácticamente toda la
oferta de garbanzos y legumbres que México colocaba en el continente. En la
medida en que los países europeos eran socios menores para México en estos
años, es difícil identificar un patrón en estas adquisiciones: se trataba de compras
suplementarias tanto de la oferta local como de las importaciones más
sustanciales provenientes de los socios importantes.
CONCLUSIONES
REFERENCIAS
BIBLIOGRAFÍA GENERAL
THOMAS PASSANANTI
San Diego State University
INTRODUCCIÓN
Este trabajo está dividido en dos secciones. La primera ofrece detalles novedosos
acerca de la primera era oficial de endeudamiento externo en el México
porfiriano, de 1888 a 1893, que estuvo dominada por acreedores alemanes.
Sostengo que aun en esta era temprana, el régimen poseía la voluntad y la
capacidad para manipular y beneficiarse de un mercado relativamente
competitivo, con el fin de mejorar los términos de su endeudamiento. Es
importante hacer notar que esta manipulación ocurrió antes de la era de
presupuestos balanceados y antes del periodo de Limantour como ministro de
Hacienda.
La segunda sección se centra en las negociaciones que rodearon los
préstamos de 1899 y 1904. Esta sección también ofrece nueva evidencia
recolectada en diversas fuentes públicas y privadas. En ella intento mostrar que
Limantour continuó e intensificó los esfuerzos tempranos de la administración
de Díaz para manipular y beneficiarse del mercado internacional de préstamos,
mejorando con ello los términos económicos del endeudamiento. Pero también
sostengo que Limantour tenía un segundo objetivo, de carácter político, que
ayuda a explicar las intensas y extensas negociaciones que emprendió.1 Todo el
rango de actividades financieras de Limantour debería ser reinterpretado a la luz
de sus esfuerzos por legitimar su gestión y la de los Científicos. De manera más
general, la noción de un “nacionalismo” de élite ha sido frecuentemente tratada
más como un hecho que como un objeto de estudio. En otras palabras, sostengo
que el nacionalismo que los historiadores han detectado en la élite porfirista era
menos una realidad objetiva que un esfuerzo por presentarse a sí misma en esos
términos, precisamente porque las políticas económicas del régimen eran
sumamente vulnerables a contraataques. Es decir, buscó utilizar los nuevos
arreglos en torno de la deuda como prueba de su habilidad (y la de su grupo)
para promover los intereses nacionales del régimen. En la conclusión evalúo los
límites, las ambigüedades y las contradicciones de la estrategia que siguió
Limantour, y la contrasto brevemente con las actividades gubernamentales que
se emprendieron en el Porfiriato temprano.
En junio de 1886, México por fin concluyó sus negociaciones con los tenedores
de bonos, pero como ha notado Walter McCaleb, “el arreglo no trajo un gran
alivio al tesoro. No proveyó nuevos fondos en absoluto”.2 Por el contrario, el
acuerdo incrementó los déficit de hacienda y forzó al gobierno a contratar con
Banamex costosos adelantos para servir las crecientes remisiones semestrales.
Aun así, los adelantos de Banamex fueron útiles en la medida en que permitieron
al Estado mexicano mejorar su posición crediticia en los mercados
internacionales al demostrar que podía cumplir con sus obligaciones externas.
Los adelantos también dieron al gobierno la libertad para rechazar una primera y
onerosa propuesta de préstamo adelantada por el sostén externo de Banamex. De
hecho, el propio Banamex rehusó comunicar los términos de la propuesta de su
Junta de París, respondiendo retóricamente:
Tras el arreglo de la deuda inglesa en 1886 pasaron casi dos años antes de
que el gobierno mexicano obtuviera un crédito externo. ¿Por qué tomó tanto
tiempo conseguir un préstamo? Parte de la responsabilidad puede atribuirse a las
vicisitudes del mercado de capitales, ya que los fondos fueron escasos durante la
mayor parte de 1887, incluso para deudores establecidos. Sin embargo, tal
escasez se agravó por la frialdad con que se acogieron las propuestas mexicanas
de préstamos y a su principal promotor, Edouard Noetzlin. Éste fue el precio de
contravenir las convenciones del liberalismo financiero británico y del fracaso de
Noetzlin frente al congreso mexicano en 1884. En medio de la agitación de la
moratoria de 1885, Banker’s Magazine resumió la reacción de la comunidad
financiera británica:
No puedo coincidir [...] en que se mostraría mucho interés aquí por una
nueva emisión de “Bonos del Estado Mexicano”. Bajo condiciones
favorables del mercado, la especulación probablemente tomaría algo, pero el
público inversionista todavía no está abierto a la idea de obligaciones
extranjeras, ni siquiera de nuestros países vecinos.8
Cabe preguntarse si es una buena política emitir los bonos aquí, o si es mejor
venderlos de nuevo silenciosamente en Berlín. Me parece que debe ser en su
interés el tener dos mercados, en los cuales se coloque un respetable negocio
en bonos mexicanos de 6%; se ha dado la circunstancia afortunada de que
desde el momento en que usted hizo el negocio mexicano, en Alemania todo
ha permanecido “color de rosa”, pero podrían venir tiempos en los que usted
esté complacido de encontrar aquí en Inglaterra mercado para un artículo
superabundante.15
[...] sin el cual aseguro a U. en reserva que ni por cuatro meses mas podría yo
sostener el tono de altivez y prepotencia fiscal que á fuerza de sacrificios y
de trabajo inaudito he sostenido hasta ahora luchando con elementos que
conoce.
Debo algunos millones de pesos al Banco Nacional que ya casi tiene su
caja metida en la Tesorería General y sin embargo me sigue dando fondos
porque tiene en mira el empréstito y con ese objeto exigí que fuera mi
confidente como apoderado de Bleichroeder. Desde el momento en que se
diga que no se llevará a cabo cierra su caja y no necesitaría dar a U. mas
explicaciones; pero hay algo todavía: cada vez que para completar una
quincena necesito cien mil o mas pesos hay que ocurrir a algún agiotista que
los presta al 20% pagaderos en doce semanarios capital e interés. Ya verá U.
que esta operación pueden repetirla cuatro veces en el año y lo que en
realidad ganan al Gobierno es el 80% y no hay excusa porque es necesario
pagar, y no dejar caer el crédito que con tanta dificultad hemos venido
levantando. De esta clase tenemos tantos pagos pendientes que el semanario
vale en la actualidad doscientos cincuenta mil pesos mientras la quincena la
pago con doscientos treinta y tantos. Agregue U. a esto el Banco Franco-
Egipcio que por cuatro millones prestados á González me hace pagar 7% sin
aplicar nada a amortización; y el vendedor del ferrocarril de Tehuantepec a
quien después de la cantidad estipulada al contado nada pagó González ni
por capital ni por intereses; nada he pagado yo tampoco en lo que llevo
corrido de mi periodo y temo de un momento a otro un escándalo ruidoso.17
Pese a todo, Mena objetó varias de las cláusulas del contrato de Bleichroeder,
así como la participación de Noetzlin. Al referirse a ciertas cláusulas onerosas,
específicamente la de comprometer ingresos aduanales para garantizar pagos de
interés, Díaz dijo a Mena que “sólo he aceptado como cuestión de ser o no ser”.18
Luego preguntó a Mena: “¿Podríamos hacer contrato en mejores condiciones?
Hagámoslo; pero no dejemos perder la oportunidad porque vendríamos á tal
desbarajuste de consecuencias que no tengo tiempo ni valor para describírselas”.
En seguida, Díaz apuntó a la situación política doméstica: “sólo puedo
asegurarle que la revolución hasta ahora resignada en parte y en parte halagada
con política, levantará la cabeza luego que corra la noticia de que no hubo
empréstito”. Y concluía subrayando varias veces la retórica nacionalista:
[...] han visto con mal ojo y aun atacan con fuerza a los interesados en los
negocios del Desagüe, de Tehuantepec, del Interoceánico, y en general de
todas las concesiones que pueden dar lugar a emisiones de papel en que el
Gobierno Mexicano tenga alguna responsabilidad. Pretenden esos Señores
que con sólo el anuncio de esas concesiones se paraliza el mercado y se
nulifica el derecho a la opción, y que además según la cláusula 15 del
contrato de empréstito el Gobier no debía abstenerse de contraer para el
Tesoro obligaciones en forma de títulos de circulación, prohibición que se
había impuesto hasta el fin de la opción.30
Díaz estuvo de acuerdo con la descripción que Limantour hizo del “grupo de
Banqueros que ha tratado con México y que probablemente desea monopolizar
todos los negocios de banca de este país”.31 Pero, por otra parte, Díaz reconocía
que dejando de lado las desmesuradas pretensiones del grupo bancario, el éxito
de ese préstamo había proporcionado al gobierno mexicano oportunidades para
explotar. Díaz hacía notar que “el empréstito constituye una circunstancia muy
favorable para todos los nuevos asuntos que intentemos en lo sucesivo si
sabemos explotarla sin ofrecer demasiado y sin defraudar sus esperanzas”.32
Este comentario de Díaz en 1888 podría tomarse como un lema que definiría
el acercamiento del régimen a la diplomacia financiera: explotar agresivamente
su reputación recién restaurada mediante la manipulación de grupos
competidores de prestamistas en los mercados internacionales de capitales; sin
embargo, los “nuevos asuntos” del Estado nunca asumieron proporciones de
mayor alcance. Nada emuló los esfuerzos iniciales del régimen para estimular el
crecimiento económico a través del subsidio agresivo de la construcción
ferroviaria. Y paradójicamente, el Estado había promovido este plan
precisamente cuando se encontraba en condiciones de penuria financiera.
Puesto que el gobierno mexicano buscó agresivamente diversificar sus lazos
financieros externos y el contrato de Bleichroeder no entrañaba un monopolio,
¿qué explica la presencia recurrente de esta firma en los asuntos financieros
mexicanos? Un estudioso de las finanzas mexicanas ha afirmado recientemente
que el préstamo de 1888 “ató las finanzas del gobierno a las estrategias de los
banqueros europeos, en particular a Bleichroeder, quien por varios años estuvo
en posición de dictar los términos de casi todas las cuestiones relacionadas con
préstamos”.33 Evaluemos brevemente la capacidad de Bleichroeder para dictar
los términos del endeudamiento; o en otras palabras, tratemos de responder a la
pregunta: ¿existía un mercado competitivo para la deuda mexicana en el periodo
entre 1888 y 1893?
En 1889, Bleichroeder perdió el préstamo de Tehuantepec frente al sindicato
rival anglo-germano de los bancos de Dresdner y Seligman. En 1890, el
gobierno mexicano buscó un crédito de £6 millones para consolidar y refinanciar
las obligaciones generadas por las subvenciones ferroviarias. Con el fin de
retener el negocio mexicano, Bleichroeder fue arrastrado a una costosa guerra de
pujas con el sindicato Seligman, lo que le dejó a la firma una magra ganancia.
De nuevo, el gobierno mexicano buscó agresivamente ofertas competitivas, no
sólo de los grupos Bleichroeder y Seligman, sino también de los bancos
franceses —includos el Banque de Paris et Pay-Bas, Heine, y Credit Lyonnais—
y de bancos rivales ingleses, después de que Díaz le pidiera a un director del
Banco de Londres y México que lo ayudara a obtener capital británico.34 En
buena medida, esta rivalidad era fomentada por el gobierno mexicano, aun por
Díaz. Por ejemplo, el representante francés en México telegrafió urgentemente a
su ministro del Exterior que Díaz “me dice que en presencia de ofertas muy
desventajosas realizadas por los [bancos] ingleses y Bleichroeder, y con el fin de
permanecer fiel a la palabra que me dio, desea recibir personal y
confidencialmente una última propuesta en firme de parte de nuestro
sindicato”.35 Al final los bancos franceses se vieron impedidos para competir
debido a las restricciones de la bolsa sobre la deuda pública mexicana. Sin
embargo, el grupo Seligman, que durante la última mitad del siglo diecinueve
compitió con firmas más establecidas para ganar terreno en nuevos países o
áreas de inversión, fue un rival formidable cuya presencia frecuentemente causó
severos recortes a las ganancias.36 En medio de las negociaciones de 1890, el
banquero de Nueva York, Jacob Schiff (de Kuhn, Loeb) escribió a Cassel, el
socio de Bleichroeder en el sindicato:
[...] 88 3/4 sería una tasa alta especialmente para el grupo [Seligman], y en
ese caso difícilmente quedaría un equivalente para cubrir todos los riesgos
para el sindicato. Su grupo ciertamente podría pagar más que ningún otro,
por cuanto el público comprará los bonos de Bleichroeder a una tasa más alta
y más rápidamente que de Seligman y los bancos. Sin embargo, si los
últimos se ven forzados a cerrar el negocio bajo cualquier condición,
simplemente por hacerlo, me resulta difícil creer que usted y Bleichroeder se
permitirán ser arrastrados en este momento a superar en la puja a sus
competidores.37
Los arreglos cada vez más favorables que México logró desde finales de la
década de 1890 hasta la revolución de 1910 han sido citados desde hace mucho
tiempo como evidencia del creciente nacionalismo del Porfiriato en general, y en
particular de la capacidad del ministro de Hacienda Limantour para manipular la
arena internacional.42 En esta sección se analiza el préstamo de reconversión de
1899 y el crédito de 1904, concentrándose específicamente en la dinámica de las
negociaciones tanto entre los miembros constitutivos de la comunidad bancaria
internacional como entre ella y el gobierno mexicano. La evidencia recopilada
apunta a la idea de que Limantour agitó las aguas internacionales para conseguir
mejores términos y precios de los que México hubiera obtenido de otro modo,
pero también he descubierto abundante evidencia relacionada con la capacidad
de la comunidad bancaria internacional para bloquear o reducir las maniobras
del ministro de Hacienda. Más aún: se sostiene que Limantour estaba interesado
en el simbolismo político derivado de las negociaciones, en el sentido de que
deseaba presentar sus logros como éxitos políticos y personales. Pero no
atribuyo propósitos estrechos de índole exclusivamente personalista a las
acciones de Limantour, como si el desempeño político en las negociaciones de la
deuda fuera a beneficiarlo solamente a él mismo. Limantour no era una figura
aislada, y sus preferencias políticas eran compartidas por un grupo más amplio
del cual él surgió y al cual seguía representando.43 Este grupo, los llamados
“científicos”, era sólo uno de los varios grupos activos y relevantes en la política
nacional y regional. Si bien no deberíamos desestimar los propios objetivos
políticos y personales de Limantour, es preciso tener presente que él formaba
parte de un proyecto político más amplio.
Aquí se sostiene que los resultados de las dos negociaciones de créditos
estuvieron determinadas en gran medida no por las acciones de Limantour, sino
por la circunstancia de si quienes participaban en la comunidad bancaria
internacional elegían competir entre sí o si optaban por cooperar. En este sentido,
el préstamo de 1899 provee un buen ejemplo de la capacidad de los prestamistas
internacionales de cooperar, mientras que el préstamo de 1904 ofrece evidencia
de que a veces los banqueros (por sus propias razones) eligen competir.
Asimismo, estos préstamos acentúan la creciente importancia del capital
financiero de Estados Unidos en la escena mundial, lo que confrontó a México
con un verdadero dilema. Como recién llegados en el campo de las finanzas
internacionales, los banqueros estadounidenses estaban dispuestos a competir
para ganar porciones del mercado y entonces ofrecían a México mejores
términos y precios. Sin embargo, dada la difícil historia entre Estados Unidos y
México, dada la frontera compartida, dada la renovada agresividad de su política
exterior en América Latina, y dado que el capital estadounidense jugaba un
papel significativo en casi todos los sectores de la economía porfiriana, los
funcionaros mexicanos se mostraron en un principio reacios a aceptar estas
tentativas ofertas.
Estoy todavía con su carta del 9 del corriente. Un préstamo mexicano no vale
un peso de más o de menos si hay un contratante americano o no. No hay
que confundir a México con Cuba, Venezuela o incluso Brasil. En primer
lugar, sus finanzas tienen otras bases, y además una presión de los Estados
Unidos, sea con barcos enviados al Golfo, sea con un envío de tropas a la
frontera, produciría entre los mexicanos exactamente lo contrario de la
sumisión. Estas gentes son mucho más orgullosas y celosas de su
independencia que las llamadas naciones debilitadas de América del Sur.
Usted no tiene más que recordar el asunto de la intervención francesa y del
imperio de Maximiliano.76
Él quería sobre todo obtener un buen precio para el préstamo y así mostrar
que el ciclo de progresos ininterrumpidos desde que él está a cargo continúa
todavía, que si en 1893 México pidió prestado a cerca de 9% y en 1899 a
3.31, ahora puede contratar a una tasa efectiva, incluidos todos los gastos, un
poco por debajo de 5%.79
De manera que las variables habían cambiado desde que en 1899 Limantour
no estaba listo para concluir un préstamo externo con un sindicato dominado por
Estados Unidos.
CONCLUSIÓN
SIGLAS
AH-BNM Archivo Histórico Banamex, ciudad de México, México
AHP Archive Historique Pari bas, París
AMAE Archives du Ministère des Affaires Etrangères, Quai d’Orsay, París
BA-GL Baring Archive, Guildhall Library, Londres, Gran Bretaña
BC-BL Bleichroeder Collection, Baker Library, Harvard University,
Cambridge, Massachusetts, E.U.A.
CGPD Colección General Porfirio Díaz, Universidad Ibero-Americana,
ciudad de México, México
DBHA Deutsche Bank Historische Archiv, Frankfort, Alemania
DZA-P Deutsche Zentralarchiv, Potsdam, Alemania
MGA Morgan Grenfell Archive, Londres, Gran Bretaña
PA Pearson Archive, British Science Museum, Londres, Gran Bretaña
RA-L Rothschild Archive, Londres, Gran Bretaña
SP-AJA Schiff Papers American Jewish Archive, Cincinnati, Ohio, U.S.
TMA-GA Texeira de Mattos Archive Gemeintarchief, Amsterdam, Holanda
WGA-GA Wertheim and Gomperrz Archive Gemeintarchief, Amsterdam,
Holanda
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YOUNG, George F.W.
1993 “Germán Banking and Germán Imperialism in Latin America in
the Wilhelmine Era”, Ibero-Amerikanisches Archiv, vol. 18.
Notas al pie
1
Que Limantour tenía objetivos políticos en el diseño y ejecución de su
estrategia no es una hipótesis original de este ensayo. Steven Topik ha sostenido
esta idea en su cuidadoso examen de la historia de la deuda de Maximiliano (los
llamados “azulitos”). Acerca del nacionalismo del régimen porfirista, véase los
influyentes trabajos de KATZ, 1986 y KNIGHT, 1986.
2
MCCALEB, 1921, p. 158.
3
AH-BNM, Cartas al comité de París, vol. 1, 1 de marzo, 1887. Para un
recuento más completo de esta fascinante historia de conflicto interno entre las
juntas de directores francesa y mexicana de Banamex, véase el capítulo tres de
mi tesis doctoral en PASSANANTI, 2001.
4
Banker’s Magazine, agosto de 1885, p. 93.
5
WGA, Noetzlin a Wertheim, 22 de noviembre, 1886, file #11-21. (Traducido
del original en francés, nota de la coordinadora).
6
TMA-GA, Texeira de Mattos a Speyer Brothers, Londres, 30 de marzo, 1899,
copybook #8, pp. 225-226.
7
TOPIK, 2000.
8
SP-AJA, Jacob Schiff a Ernest Cassel, 3 de febrero, 1888.
9
El Ministro de Hacienda, Dublán, presentó al Congreso una cronología de
las negociaciones del préstamo. Véase México, Diario de los Debates, 1888, pp.
694-714. Sánchez, por supuesto, era el promotor ferroviario a quien ya
conocemos. Gustavo Sommer de Rapp, Sommer y Cía., era un comerciante y
banquero privado alemán muy bien conectado, quien por ejemplo extendía
créditos agrícolas en el Bajío. También era un accionista inicial importante en
Banco Nacional, y sirvió por un tiempo como uno de los auditores internos
oficiales del banco, junto con Sebastian Camacho. Para más detalles acerca de la
activa comunidad alemana, véase la esplendida y enciclopédica obra editada por
Brígida von Mentz, MENTZ, 1982, p. 483. Véase también MEYERS, 1994, p. 23.
10
Véase STERN, 1997.
11
Acerca del involucramiento del ministro alemán Waeker Gotter, y de
Sommer, en el asunto véase DZA-P, embajador alemán en México a Bismark, 22
de marzo, 1888 núm. 1727 y especialmente Zedwitz a Bismark, 6 de enero,
1889, núm. 1727.
12
CGPD, Porfirio Díaz a Franciso Mena, 26 de enero, 1888, legajo XIII, núm.
3164-3166.
13
RAL, Bleichroeder a Rothschild, 21 de noviembre, 1887, y las respuestas
del 22 y 23 de noviembre. Caja XI, núm. 64/1. (cita textual traducida del original
en alemán, SK).
14
BC-BL, Noetzlin a Bleichroeder, 4 de mayo, 1888, c.l f.l.
15
BC-BL, Ernest Cassel a Geheimrath Bleichroeder, 12 de abril, 1889, caja 33,
f.6 (traducido del original en alemán, SK).
16
BC-BL, Ernest Cassel a Paul von Schwabach, 14 de diciembre, 1893, caja
33, f.6.
17
CGPD, Porfirio Díaz a Francisco Mena, 26 de enero, 1888, 1. XIII, núm.
003164-66.
18
Ibid.
19
Ibid.
20
CGPD, Díaz a Benito Gómez Farias, 6 de marzo, 1888, legajo XIII núm.
003205.
21
Memoria de Hacienda, 1889-1890, p. XIX.
22
Véase la lista de suscripción de “mexikanische Anleihe 1888” en BC-BL, c.
1, f. 2.
23
Para evaluaciones recientes de la deuda externa alemana durante esta era
véase BARTH, 1995 y YOUNG, 1993.
24
La mejor discusión acerca del “conservadurismo” de los grandes
comerciantes banqueros ingleses se encuentra en CHAPMAN, 1984. Véase
especialmente pp. 172-181.
25
La cuestión de la relativa independencia de los inversionistas en bonos es
interesante y se mantiene abierta. Para un juicio véase PLATT, 1972, capítulo uno.
Para un estudio empírico más detallado, véase DAVIS y HUTTENBACK, 1987,
capítulo 7.
26
CAIN y HOPKINS, 2002, p. 287.
27
Véase el intercambio de correspondencia entre Limantour y Díaz en la
primavera y el verano de 1888, en CGPD; por ejemplo Limantour a Díaz, 14 de
junio, 1888, l. XIII, núm. 006939-42.
28
Esta idea se originó en KATZ, 1964, p. 100. Katz basó su interpretación en
la única evidencia existente en aquel momento, la correspondencia entre el
ministro alemán residente en México, Zedwitz, y el ministro alemán del Exterior.
Por razones que no son claras (pero potencialmente iluminadoras), cuando
Zedwitz escribió a Berlín, exageró los términos ventajosos obtenidos por el
sindicato de Bleichroeder. Tal exageración no era poco común en el mundo de la
diplomacia extranjera en la era del alto imperialismo. Lo que es más: a lo largo
del Porfiriato, los intereses y las intrigas alemanas de índole económica y
política eran extraordinariamente complicados, complejos y variados. La obra de
Katz, Deutschland, Diaz, und die mexicanische Revolution, es la guía magistral e
insuperable sobre el tema, pero desafortunadamente no existe en traducción ni en
inglés, ni en español, KATZ, 1964. Su trabajo posterior contiene apenas un
resumen de la investigación realmente exhaustiva que ofrece el original. KATZ,
1981.
29
Una propuesta muy detallada, que incluye las discusiones entre Macedo,
Díaz y Dublán, se encuentran en Pablo Macedo al Banque de París, 22 de
septiembre, 1888, AHP, caja 422.
30
CGPD, Limantour a Díaz, 14 de junio, 1888, legajo XIII, 6940-41.
31
CGPD, Díaz a Limanotur, 1 de julio, 1888, legajo XIII, 6940-41.
32
Ibid.
33
MARICHAL, 1995, p. 373.
34
Para la actividad francesa véase la carta de Macedo a Paribas (citada en n.
29) y la correspondencia del ministro del Exterior francés mencionada en la
siguiente (n. 35). Para el involucramiento del Banco de Londres y México véase
CGPD, Waters a Díaz, 25 de julio, 1889, l. XIV, núm. 007630-2.
35
AMAE, Sainte Foix al Ministere des Affaires Etrangers, 9 de enero, 1890,
CP, vol. 75.
36
Hicieron esto en su fase ascendente durante la década de 1860, y lo
seguían haciendo en su fase descendente durante la década de 1890. Acerca del
ascenso y caída de Seligman, véase CHAPMAN, 1984, pp. 46-54.
37
SP-AJA, Jacob Schiff a Ernest Cassel, 16 de julio, 1890.
38
MARICHAL, 1995, p. 374.
39
TMA-GA, Texeira de Mattos a Speyer Brothers, Londres, 30 de marzo, 1899,
copybook núm. 8, pp. 225-226.
40
Viene a la mente el dictum de Keynes según el cual cuando un banco te
presta cien pesos, tienes un problema; cuando te presta un millón, el banco tiene
un problema. Durante la depresión de inicios de los años noventa del siglo XIX,
la firma Bleichroeder estaba respaldando artificialmente el precio de las
obligaciones mexicanas.
41
Para un excelente análisis de las prioridades cambiantes del presupuesto
mexicano en los años noventa, véase CARMAGNANI, 1994.
42
La literatura acerca del nacionalismo de élite del Porfiriato tardío es
amplia. Para dos ejemplos recientes véase KATZ, 1986.
43
Véase de nuevo el estudio pionero de Carmagnani, CARMAGNANI, 1994.
44
DÍAZ DUFÓO, 1910, pp. 131-32.
45
PA, Memo Reconversión dado por W.D. Pearson a Limantour, 10 de
febrero, 1897, File 1A Box 52 (subrayado por el autor).
46
Ibid.
47
MGA, J.P. Morgan Co. a J.P. Morgan, 29 de enero, 1898, “México File”.
48
MGA, J.P. Morgan a J.P. Morgan Co., 31 de enero, 1898, “México File”.
49
Desde el préstamo estadounidense de 1897, Morgan y el Deutsche Bank
había continuado cooperando en grandes emisiones. Como escribió un director
del Deutsche Bank, “con quien desde entonces hemos estado aliados en otros
negocios significativos”. DB-HA, Gwinner a Konsul Kosidowski, 8 de marzo,
1898, S3459 (texto traducido del original en alemán, SK).
50
MGA, J.P. Morgan a J.P. Morgan Co., 4 de febrero, 1898, “México File”.
51
MGA, J.P. Morgan a Siemens y Gwinner, 8 de febrero, 1898, “México File”.
52
MGA, Bleichroeder a J.S. Morgan Co., 18 de febrero, 1898, “México File”.
53
DB HA, Gwinner a Adams, 4 de marzo, 1898, A44.
54
DB HA, Gwinner a Kosidowski, 8 de marzo, 1898 S3459.
55
Ibid.
56
DBHA, Gloner a Bleichroeder, 14 de mayo, 1898,S3459.
57
Ibid.
58
Ibid.
59
Ibid.
60
MGA, Gwinncr a Morgan, 22 de enero, 1899, “México File”.
61
MGA, Bleichroeder a J.S. Morgan, 15 de febrero, 1899, “México File”.
62
CGPD, George Cook a Porfirio Díaz, 4 de abril, 1899, 005303.
63
CGPD, José Y. Limantour a Porfirio Díaz, 3 de mayo, 1899, 006670-73.
64
ibid.
65
MGA, Robert Bacon a J.P. Morgan, 2 de mayo, 1899, “México File”.
66
DBHA, Cassel a Bleichroeder (Immelman), 22 de abril, 1899, S3459.
67
MGA, Morgan to Gwinner, “México File”.
68
BA-GL, Lord Revelstoke a Stillman, 12 de mayo, 1899, 4.5.54(i).
69
TOPIK, 2000.
70
CHAPMAN, 1984, pp. 178-179.
71
DBHA, Deutsche Bank a Speyer, 13 de agosto, 1904, S2877.
72
DBHA, Speyer a Deutsche Bank, 15 de agosto, 1904, S2877.
73
Ibid.
74
DBHA, Edgar Speyer a Gwinner, 16 de agosto, 1904, S2877.
75
Véase la inusual conversación, o más bien estallido, de James Speyer
cuando visitó al embajador de México inmediatamente después de vencer a
Bleichroeder en el préstamo de 1904. DZA-P, Wagenheim a von Bulow, 29 de
octubre, 1904, Reichsamt des Innen núm. 4383.
76
AHP, Noetzlin a Thors, 11 agosto 1904, C. 421. (traducido del original en
francés, SK).
77
AHP, E. Noetzlin a Thors, 29 julio, 1904, C. 421. (Cita textual traducida del
original en francés, SK). Este pasaje también sugiere que el crédito internacional
también servía para crear asociaciones más amplias y profundas entre casas. En
este caso Paribas había estado buscando la oportunidad para establecer vínculos
más estrechos con un banquero estadounidense importante como una manera
para obtener acceso al negocio estadounidense. También ilustra que los
mercados de capital eran mercados sociales, y que la cooperación y la
competencia se gobernaban por un conjunto de redes que eran profundamente
personales y no impersonales. En este caso, Noetzlin era un antiguo socio de
negocios de E. Cassel, desde los años setenta del siglo XIX, como lo era Jacob
Schiff de Kuhn Loeb, y mientras que Noetzlin y Schiff habían intercambiado una
larga correspondencia, sus bancos estaban todavía por cooperar en cualquier
cantidad de grandes proyectos.
78
SP-AJA, Schiff a Cassel, 18 de septiembre, 1904.
79
AHP, Moret a Camondo, 17 de octubre, 1904 (traducido del original en
francés, SK), c. 421.
80
George Young encontró cooperación inglesa y alemana en sindicatos de
prestamistas en Argentina, Brasil y Chile durante este periodo, y muy
recientemente Steven Topik ha propuesto una idea similar para el México
porfiriano. Sin embargo, no todos los estudiosos de las finanzas internacionales
suscriben este punto de vista. Véase YOUNG, 1993; TOPIK, 2000. El más notable
replanteamiento de la noción tradicional de la competencia financiera nacional
es el trabajo en dos volúmenes de CAIN y HOPKINS, 1994.
TERCERA PARTE
EMPRESA MULTINACIONAL Y POLÍTICA EN MÉXICO EN
LOS SIGLOS XIX Y XX
7. BANCOS Y BANQUEROS EUROPEOS EN
MÉXICO,1864-1933
CARLOS MARICHAL
El Colegio de México
PAOLO RIGUZZI
El Colegio Mexiquense
A partir de los años sesenta del siglo XIX varios grupos de inversionistas
británicos promovieron la creación de un considerable número de bancos
comerciales en América Latina. Tales bancos, inicialmente de dimensiones
modestas, llegaron a ejercer un papel importante en los mercados financieros de
los países latinoamericanos, aunque difirieron de forma marcada en cuanto a
estrategia, estructura y desempeño. Una cuestión abierta es si —y en qué medida
— el modelo de empresas free-standing (según la definición de Mira Wilkins)
explica la naturaleza y el funcionamiento de estos bancos.3 Su organización fue
diferente de la de otros bancos extranjeros (alemanes y franceses) que operaron
en América Latina durante el mismo periodo.
El London Bank of México and South America (LBMSA) fue el producto del
cruce entre un proyecto bancario especificamente dirigido a México (Bank of
México, ltd., bajo la influencia de Alliance Bank de Manchester) y un proyecto,
promovido por el London County Bank, de presencia en diferentes países de la
costa oeste de América del Sur. El contexto era un corto auge de la formación de
bancos británicos en el exterior: entre 1862 y 1866 se crearon 25 de estos
bancos; para operar en América Latina se organizaron en 1862-1863 dos bancos
en Brasil, uno en Argentina-Uruguay y otro en Venezuela.4 Se puede pensar en la
existencia de rivalidades para ocupar los nuevos espacios; de hecho, en México
existía el proyecto de un grupo franco-británico para formar un Banco de
México, como banco de gobierno.5 Dicho grupo, sin embargo, no concretó su
esquema bancario.
El London Bank se estructuró según el modelo descrito por Geoffrey Jones
como “un conjunto de unidades bancadas individuales ligadas en una federación
a un centro” (la oficina matriz), que proveía los lincamientos generales de
operación y actuaba como prestamista de última instancia. México, Perú y
Colombia fueron los centros de operación iniciales del LBMSA, conectados de
manera radial con la dirección en Londres que funcionaba como agencia
coordinadora. Los contextos económicos y políticos en los que se dio la
inserción del LBMSA marcaron en realidad la trayectoria de los equilibrios dentro
del banco. En Perú, el escenario comercial estaba dominado e impulsado por el
auge exportador del guano; la mayor parte de las exportaciones de este
fertilizante se dirigían a Gran Bretaña. Por su parte, la gradual
internacionalización de la economía de Colombia en estos decenios fue
alimentada por el auge de las exportaciones de tabaco y el empréstito de 1863
emitido por el London County Bank. En México, las expectativas de
comerciantes e inversores extranjeros estaban más ligadas a condiciones de tipo
político: se anticipaba que el imperio franco-mexicano de Maximiliano de
Hasburgo pusiera fin a las guerras internas y proporcionara estabilidad
institucional al país. En los tres países el LBMSA llegaba como primer banco
(Colombia, México) o como segundo. En el caso mexicano, ello significaba
operar en un vacío legal, puesto que no existía ley bancaria y el único requisito
era la inscripción de la empresa en el Registro del Tribunal Mercantil. Los
efectos de esta circunstancia moldearon el desarrollo del LBMSA en México. Pero
también debe tenerse en cuenta que por ser este país gran productor de plata
(segundo tras Estados Unidos), el banco británico preveía negocios importantes
en este rubro al que asignó (directa o indirectamente) gran parte de sus recursos.
La pauta organizacional
Una última pregunta que debe plantearse respecto al papel que ejerció el Banco
Nacional de México durante la última etapa del Porfiriato (para poder
compararlo de alguna manera con el Banque de France, institución sobre la que
se había modelado), es la siguiente: ¿sería correcto afirmar que el Banco
Nacional era un banco central?
En efecto, si consideramos que un banco central es simplemente un banco de
gobierno tendríamos que contestar afirmativamente, pues como ya hemos visto,
Banamex era un banco privado pero al mismo tiempo era el banco de gobierno
(sin ser del gobierno), que llevaba la cuenta corriente de la Secretaría de
Hacienda y se encargaba de todos los negocios referentes a las deudas interna y
externa. A su vez, disfrutó durante algunos años de un virtual monopolio de la
emisión de billetes bancarios (1884-1889) aunque luego la tendría que compartir
con varios rivales menores.
Pero no debe olvidarse que el grueso de sus operaciones no eran las
realizadas con el Estado, sino con el sector privado. Y es que desde 1884 hasta la
revolución mexicana, Banamex fue siempre el mayor banco comercial en el país,
adelantando créditos de corto plazo para hacendados, comerciantes e
industriales, al tiempo que también extendía créditos a varias de las empresas
más importantes, de ferrocarriles, mineras y otras. Por otra parte, también puede
argumentarse que cumplía algunas de las funciones de un banco de inversión en
tanto mantenía un portafolio importante de acciones en numerosas firmas
nacionales. En fin de cuentas, una revisión de la gran diversidad de operaciones
que conducía inducen a pensar que era un verdadero banco universal (para usar
la expresión alemana), además de ser banco de gobierno. Existe un debate
actualmente sobre la conveniencia de considerar si este gran banco cumplía las
funciones de un banco central.34 No es el momento ahora de resolver esta
cuestión. Más bien consideramos que puede ser un interrogante que queda
abierto para la discusión. Por ello quisiéramos concluir con varias citas de un
informe interesantísimo del Consejo de Administración en México enviado en
1906 a la Junta de París (denominado ahora Comité de París) en respuesta a su
solicitud de información sobre la cartera de valores de Banamex. En la carta,
dirigida a M. Huard, presidente del comité parisino, los consejeros mexicanos
insistieron en varios puntos que nos parecen importantes. En primer lugar, se
quejaron de que habían perdido el control sobre el negocio de los “cambios de
moneda”, ya que con la reforma monetaria (aprobaba en 1905) y la creciente
competencia de otros bancos, Banamex ya no tenía el virtual monopolio que
había ejercido en este terreno durante dos decenios. En segundo lugar, los
directores mexicanos afirmaron que Banamex cumplía un papel especial dentro
del sistema bancario, “siendo en el fondo un importante regulador del crédito
nacional, público y privado, en su sentido más amplio, tiene altos deberes que
cumplir, aunque sin sacrificar nunca a sus accionistas, y conservar para éstos,
como siempre ha tenido y conservado, la ilustrada protección y el benévolo
apoyo de los poderes públicos”.35
Por si esto fuera poco, los consejeros del Banco Nacional de México
subrayaron la gran influencia que tenían sobre muchos otros bancos de la
república. Por ejemplo, hacían notar que tenían acciones en 15 de los principales
bancos regionales, y señalaban que: “Nuestro interés es de cierta consideración
en el Banco del Estado de México (12 094 acciones), el de Morelos (3 050
acciones), el de Jalisco (4 350 acciones), el de Sonora (1 440 acciones) y el de
Durango (1 170 acciones)”. Agregaban que aparte del Banco de Morelos, “Los
demás bancos son de los mejor administrados [del país]: están en manos de
fuertes capitalistas locales y un interés considerable en ellos nos permite no sólo
evitar rivalidades, sino influir en su marcha”.36
Por último, los consejeros mexicanos comentaron los intereses que tenían en
el Banco Peninsular Mexicano, el mayor banco de Yucatán. Señalaban: “nuestro
interés (3 734 acciones y 30 787 certificados) ha sido por la necesidad en que
nos vimos de intervenir seriamente en la crisis que en Yucatán determinó la
quiebra de las casas de Escalante y Peón. Sin nuestra intervención directa, dicha
crisis hubiera sido una verdadera calamidad que habría alcanzado a la
República entera”.37 Se estaban refiriendo los banqueros al hecho de que la
crisis financiera de 1907 había llegado a golpear muy seriamente varias
economías regionales (entre ellas la de Yucatán), pero que afortunadamente no
se había convertido en un colapso nacional.
Como puede observarse por las citas, a principios de siglo, Banamex cumplía
varias funciones que hoy en día consideramos características de un banco
central. Dominó largamente el mercado de cambios, controlaba buena parte de
las finanzas públicas de cuenta corriente y deuda, intentaba regular el crédito a
través de sus posiciones en bancos regionales e intervenía en ocasiones críticas
como un prestamista de última instancia. Pero aún resulta difícil formular una
respuesta definitiva al interrogante y conviene que quede planteado como una
pregunta abierta al debate.
LOS INTERESES ALEMANES EN LA BANCA EN MÉXICO: EL DEUTSCH SUDAMERIKANISCHE
BANK, 1907-1933
La experiencia alemana fue la más tardía entre las de los bancos europeos en
México, iniciándose a principios del siglo XX, con algunas décadas de retraso
respecto a los intereses británicos y franceses. El cuadro 4 muestra los intentos y
los proyectos bancarios alemanes, hasta el establecimiento del Banco Germánico
de América de Sur (en adelante BGAS). En realidad, con el BGAS finalizó la
llegada de capitales bancarios alemanes a México, canalizados, en forma muy
diferente, por las mayores instituciones financieras de aquel país, en el marco de
la expansión de los bancos alemanes en América Latina (y otras regiones
extraeuropeas). En contraste con lo que había pasado con los capitales bancarios
ingleses y franceses, el timing tardío de la instalación alemana en México
significó la entrada a un mercado en donde ya se había conformado el sistema
bancario y en presencia de un marco regulatorio de la actividad que excluía a los
bancos extranjeros de la esfera de la emisión de billetes y los ponía fuera de la
supervisión federal. Como se verá más adelante, ello tuvo una consecuencias
importantes para la experiencia del BGAS.
La pauta de operaciones
Al igual de lo que había pasado con el London Bank of México entre 1865 y
1867, este marco tuvo una disrupción traumática ligada a una secuencia de
eventos externos e internos, que alteró profundamente el contexto. El golpe de
Huerta y el asesinato de Madero eliminaron la protección política para el BGAS y
la relación crediticia con la familia; el estado de guerra en el norte del país, por
los levantamientos en contra de Huerta, obligó al cierre de la sucursal de Torreón
y al cese de la actividad de préstamos hipotecarios rurales, que Dresdner Bank
reorientó hacia Argentina. Al mismo tiempo, en la capital el Banco Germánico
tuvo que someterse a las contribuciones forzosas impuestas por el régimen
huertista para financiar la contrainsurgencia (por un monto equivalente a 5% del
capital total del BGAS).46 El estallido de la primera guerra Mundial suspendió el
intercambio de México con Europa, reduciendo prácticamente a cero el
comercio con Alemania; y luego la entrada de Estados Unidos al conflicto
paralizó las relaciones financieras con los corresponsales del banco en aquel
país. El BGAS, que no disponía de capital propio, no pudo seguir girando contra
los corresponsales en Estados Unidos, que era la práctica habitual para allegarse
fondos. Además, el Banco perdió negocios y relaciones comerciales por figurar
en la Enemy Trading List acordada por los Aliados. El mayor problema, sin
embargo, se originó en México, donde el cese de la convertibilidad y las
emisiones descontroladas de papel moneda por las facciones revolucionarias
originó un fenómeno de caos monetario e hiperinflación y el BGAS, así como
otras instituciones financieras, tuvieron que aceptar la devolución de préstamos
en papel sin valor, con fuertes quebrantos. Para 1917, el Banco Germánico se
encontraba en condiciones financieras muy precarias.47
Lo que explica la supervivencia del banco fue el desmoronamiento del
sistema bancario de concesión federal, causado por la política carrancista que,
primero, sustrajo gran parte de las reservas metálicas a los bancos de emisión, y
luego, a partir de 1916, los mantuvo en un marco de incertidumbre acerca de su
existencia legal.48 Una vez que se produjo un regreso al patrón oro vía
desatesoramiento y fuertes importaciones del metal amarillo entre 1916 y 1917,
los bancos sin concesión federal, que actuaban fuera del control estatal, fueron
los beneficiarios de la desconfianza generalizada del público hacia la
intervención del gobierno en los bancos mexicanos. Hasta principios de la
década de 1920 estas instituciones fueron las únicas receptoras de depósitos y
otorgantes de préstamos y de esta manera compensaron el proceso de
desintermediación provocado por la revolución, y parcialmente el colapso del
sistema bancario nacional.49 Entre ellos, la pequeña patrulla de bancos
extranjeros adquirió gran importancia. El BGAS tuvo primacía en la obtención de
depósitos hasta 1919-1920, al llegar a niveles (aproximadamente 23 millones de
pesos) parecidos a los de los grandes bancos mexicanos antes de la revolución;
sucesivamente fue superado netamente en volumen de activos y depósitos por
los dos bancos canadienses (Bank of Montreal y Canadian Bank of Commerce).
En 1924 el BG representaba 7.5% de los activos de los bancos sin concesión y
6.1% de los depósitos, mismos que igualaban los del Banco de Londres y
México.50 Al mismo tiempo, a partir de 1919 se reabrió con fuerza el canal
comercial germano-mexicano (las importaciones de productos alemanes pasaron
de 567 000 pesos en 1919 a 24.3 millones en 1921), y el regreso a la actividad
tradicional de financiamiento del intercambio representó en los años veinte la
principal área de transacciones para el BGAS.51
Desinversión y salida
CONCLUSIONES
SIGLAS
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Notas al pie
1
JOSLIN, 1963. Por ejemplo, en su estudio panorámico de la banca
multinacional, JONES, 1993, p. 373, tiende a descontar el papel de la banca
doméstica en América Latina.
2
Una excepción es Pohl sobre el Banco Alemán Trasatlántico en Buenos
Aires. POHL, 1987.
3
WILKINS, 1998, p. 3, define la free-standing como una empresa incorporada
en un país con el propósito de desarrollar actividades económicas en el
extranjero, usualmente en un solo país.
4
COTTRELL, 1991, p. 32. Los bancos fueron, respectivamente, London and
Brazilian, Brazilian and Portuguese Bank, London and River Píate, Anglo-
Venezuelan Bank. STONE, 1987, pp. 223-224.
5
LUDLOW, 1998, pp. 771-778; DELGADO, 1964, pp. 113-122.
6
Cien años de banca en México, 1964, pp. 16-23.
7
En 1860-1862, el promedio anual de las exportaciones británicas a México
fue de £669 577; y de £1 982 677 entre 1863 y 1865. Annual Statement of the
Trade ofthe U.K, 1867; Banca Serfin, 1990, p. 26. Diario Oficial, 1867-1869.
8
Véanse RLCUZZL, 1992, pp. 369-370; TISCHENDORF, 1961, pp. 8-9; HEATH,
1989; Annual Statement of the Trade of the U.K. (1869-1883).
9
LOZANO, 1873, p. 19; las exportaciones de algodón, en buena parte
comercio de reexportación desde Texas, cesaron al desaparecer las condiciones
extraordinarias causadas por la guerra civil en Estados Unidos.
10
Las actividades de LBMSA incluían la organización y el financiamiento de
las conductas de plata, para la remisión de plata amonedada y en barras a los
puertos.
11
Informes de LBMSA en Bunker’s Magazine, 1870-1873.
12
MARICHAL, 1988, pp. 129-130.
13
STONE, 1987, pp. 223, 263. En 1878, LBMSA retiró los billetes de 3 pesos, la
denominación más baja de la circulación en México en ese entonces. Diario
Oficial, 6 de mayo de 1878.
14
DAHL, 1962, p. 42; TISCHENDORF, 1937, p. 48.
15
Mexican Financier, 10 de julio de 1886.
16
Cien años de banca, 1964, pp. 48-49; Mexican Financier, 4 de septiembre
de 1886.
17
MARICHAL y TRINER, 2001.
18
Los principales inversores domesticos fueron Thomas Braniff. industrial
textil y gerente de Mexican Railway. Juan Uamedo. contratista del ejercito
federal. Ignacio de la Torre y Mier. yerno del general Dlaz. y Rafael Donde.
congresista y abogado del LBMSA en la controversia con el gobierno federal
acerca de la ley bancaria. Semana Mercantil. 1 de julio de 1889. El banquero
Noetzlin informó Limantour que el [“circulo mds cercano”] al presidente Dlaz
habla adquirido las cuotas accionarias. AL. rollo 10. carpeta 37. Noetzlin a
Limantour. 13 de agosto de 1889.
19
Informes y asambleas del London Bank of Mexico and South America en
Banker's Magazine.
20
Cálculos basados en las cotizaciones reportadas en The Economist.
21
JOSLIN, 1963, p. 211; Mexican Financier, 6 y 20 de junio de 1896.
22
En este aspecto debe notarse el paralelo con el Banco Imperial Otomano,
que tenía una larga experiencia exitosa en este terreno. Véase CLAY, 1990.
23
Los miembros de la junta de París hacia 1884 eran Henri Dumier,
presidente de la Société Génerale, M.E. Huard, ex directivo de la Société
Générale, y tres directivos del Banque Franco-Egyptienne, M.M. Lévy Cremieu,
M.A. Lipmann y Edouard Noetzlin. Esta información proviene de la historia
conmemorativa, Banco Nacional de México, 1934.
24
Para información acerca de algunas operaciones de esta índole en la
primera etapa de funcionamiento del Banco Nacional véase AH-Banamex, Libro
de Actas Acuerdos del Consejo de Administración, 1881-1884.
25
Sobre la participación del Banco Nacional de México en la negociación y
emisión de empréstitos internacionales existe una gran abundancia de material
en los propios archivos del banco. Para información general sobre el tema, sin
embargo, debe comenzarse con la consulta de trabajo ya clásico de BAZANT,
1968.
26
Los accionistas incluían a Frédéric Grueninger (2 200 acciones) director
del Comptoir d’Escompte, el banquero privado Ernest May (1 425 acciones),
Henri Bamberger (200) director del Banque de Paris et Pays Bas, el propio
Edouard Noetzlin (2 000), y las casas bancarias de A.M. Heine (1 000),
Seligman Freres (500), Drexel, Harjes (200), Finlay (100), Lippman (600), M.C.
Sulzbach et Cié. (250), entre otras.
27
Ernest Cassel fue aumentando su interés en el banco y en 1903 ya poseía 1
912 acciones. AH-Banamex, Libro Cartas de Junta de París, 1902-1905. Informe
de Edouard Noetzlin del 3 de abril de 1903.
28
AH-Banamex, Libro de Actas de Acuerdos del Consejo de Administración,
1881-1884, sesión del 2 de junio de 1882.
29
Ibid. La firma de Drexel y Morgan suscribió 1 000 acciones a fines de
1881.
30
Se mantuvo una actividad bastante considerable en cuanto a la
compraventa de acciones del Banco Nacional a través de la Bolsa de París.
ABNANAMEX, “Libro de Carta de la Junta de París” correspondientes a los años
1902-05, 1905-1910, y 1910-1914.
31
AH-Banamex, Libro de Actas Acuerdos del Consejo de Administración,
1881-1884, sesión del 21 de marzo de 1883.
32
El Banco Franco Egipcio adelantó 225 000 pesos, el Banco Nacional 300
000 y varias casas bancarias privadas (cuyos directores tenían fuertes posiciones
en el Banco Nacional) concurrieron con 25 000 hasta 50 000 pesos: nos
referimos a las firmas de Benecke Sucs., Bermejillo Hnos., Félix Cuevas, Ramón
Guzmán, Lavie et Cié., y Antonio Mier y Celis. Ibid., carta del 29 de noviembre
de 1883.
33
Para información detallada acerca de los contratos entre el banco y el
gobierno federal consúltese AH-Banamex, Libro Contratos Originales de
Empréstitos, 1883-1914.
34
Maurer argumenta que no cumplía las funciones de un banco central,
MAURER, 2002.
35
Carta del 6 de enero de 1906, en AH-Banamex, Correspondencia con el
Comité de París, Libro 4, folio 363 y ss.
36
Ibid.
37
Ibid.
38
RIESSER, 1911, p. 446; DIOURITCH, 1909, p. 456.
39
Existía sin embargo una red importante de comerciantes de origen alemán
ligados a ramas como la ferretería y presentes en negocios como las cerveceras y
las empresas mineras. Estos conformaban, además, la estructura consular
alemana, que en 1905 contaba con 21 consulados. Mexican Year Book, 1909-
1910, p. 89.
40
KATZ, 1982, vol. 1, pp. 78-79.
41
Se muestra en el interés por el puerto de Veracruz, principal puerta de
entrada para el comercio europeo. Entre las operaciones crediticias del Dresdner
Bank encontramos en 1908 la emisión, en los mercados europeos, de los bonos
de la Compañía Terminal de Veracruz, empresa británica que manejaba las
instalaciones portuarias. El BGAS, a su vez, financió la empresa Almacenes
Generales de Depósito de México y Veracruz. Boletín Financiero y Minero, 6 de
marzo de 1908.
42
El examen del Boletín Financiero y Minero muestra evidencia de que BGAS
financiaba, por ejemplo, a las siguientes compañías: Reforma, Escorpión y
Anexas, San Rafael y Anexas, Ocampo y Anexas, Cinco Señores.
43
KATZ, 1982, vol. 1, p. 78; LAFRANCE, 1986, p. 67.
44
AL, rollo 63, carpeta 3, Deutsch Sudamerikanische Bank a Limantour, 8 de
marzo de 1911.
45
Economista Mexicano, 30 de diciembre de 1911; Daily Consular and
Trade Reports, 1911, vol. 3, p. 1011.
46
BGAS participó con 300 000 pesos en el préstamo forzoso de 18.2 millones
que el gobierno huertista impuso a los bancos. MCCALEB, 1920, p. 216.
47
Investigation of Mexican Affairs, 1919, vol. I, p. 681.
48
MCCALEB, 1920, pp. 216-217; ANAYA, 2002, pp. 54-65.
49
RICUZZI, 1999, pp. 334,356.
50
Departamento de Estadística Nacional, 1924, pp. 22-23.
51
Para los datos del intercambio entre Alemania y México véase Department
of Overseas Trade, 1923, p. 21; VON MENTZ, 1988, vol. 1, p. 144.
52
De acuerdo con la Ley General de Instituciones de Crédito de 1932 los
bancos extranjeros estaban sometidos a un conjunto amplio de disposiciones
restrictivas: no podían recibir depósitos en cuentas de ahorro, emitir bonos de
caja o certificados de depósito, sus operaciones crediticias tenían que realizarse
sólo con personas o empresas domiciliadas en México, y estaban sujetos a
responsabilidad ilimitada, por las operaciones en México, con todos los bienes,
incluso los de su casa matriz. Su capital mínimo era el doble del requisito para
los bancos nacionales y, junto con el Fondo de Reserva y los depósitos, siempre
debía estar disponible en México. Legislación bancaria, 1937, t. III, pp. 29-40.
53
Se retiraron Anglo-South American Bank, Bank of Montreal, Canadian
Bank of Com-merce y Chase Manhattan. Comisión Nacional Bancaria, 1935.
54
Para 1935 el National City Bank tenía un volumen de operaciones entre
tres y cinco veces superior a BGAS en todos los rubros más significativos del
balance. Calculado con base en Comisión Nacional Bancaria, 1935.
55
PAZ, 1997, pp. 27, 65; SCHULER, 1998, p. 51.
56
Entre diciembre de 1940 y el 1 de enero de 1942 los activos del banco se
redujeron en 66%, pasando de 8.2 millones a 2.8 millones de pesos; la mayor
parte de la reducción se dio en las existencias de caja, de 5.3 millones a 1.3
millones (—74%). Por otra parte, los depósitos a la vista disminuyeron a una
décima parte, de 3.6 millones a 364 000 pesos. Cálculos basados en Anuario
Financiero, 1940 y 1942.
8. DEL BANCO ALEMÁN TRASATLÁNTICO AL
BANCO MEXICANO DE COMERCIO E
INDUSTRIA. SINDICATOS FINANCIEROS
INTERNACIONALES AL FINAL DEL
PORFIRIATO, 1902-1927
los libros y cuentas del extinto Banco Alemán están en un estado tal como el
que nunca antes he visto en mi vida y todos los alemanes que conforman el
Consejo [en México] están temerosos de que la gente aquí llegué a tener una
pésima idea del modo alemán de llevar la contabilidad.25
A los problemas derivados de haber montado al BMCI sobre una mala estructura
organizacional, de pagar altos gastos a la gerencia (por ser una organización de
reciente creación y porque era ineficiente) se sumarían los de su división y los de
la incertidumbre económica que trajo la crisis norteamericana de 1907. Ésta se
combinó en México con algunos pánicos bancarios ligados, en su origen, más a
problemas internos que a causas externas y que impactaron de diversos modos al
resto del sistema.26
Un caso paradigmático de la diversidad del impacto lo ejemplifica el propio
BMCI. En principio porque al final de 1906 discutió ampliamente la necesidad de
modificar sus sistemas contables al tenerse plena conciencia de que el sistema
heredado por el BAT era oneroso e ineficiente. De esta manera, y aunque la nueva
contabilidad todavía padecería de algunos defectos, se convirtió en un mejor
instrumento de observación del estado interno de los negocios y,
consecuentemente, de prevención ante los impactos que se manifestarían
posteriormente.
A pesar de los problemas heredados, no hay duda de que en el BMCI se
tomaban decisiones esperando un futuro favorable. Un buen ejemplo de la
confianza se observa en la decisión de construir su propio edificio. Ésta se tomó
en noviembre de 1906 y se sostuvo a lo largo del año de la crisis, 1907. Por su
costo, los proyectos elaborados y por su ubicación (sito en Cadena 3, frente a las
residencias de Porfirio Díaz y Hugo Scherer), el nuevo edificio no sólo era una
inversión, era un símbolo del prestigio y solidez que se deseaba proyectar para el
BMCI.27 ¿Qué otra razón habría para ejecutar una erogación tan importante en un
momento tan aparentemente malo? En este escenario, las utilidades líquidas que
reportó Walker para el primer ejercicio (casi 132 000 pesos), respaldaban la
inversión y ofrecen una respuesta. Así, los recursos generados del primer
ejercicio facilitaban la decisión de inaugurar nuevos espacios e imágenes para el
proyecto.
Fue más en un sentido paradójico que el BMCI resultó afectado por la
inestabilidad de 1907: dada su intención de ganar una posición relevante en el
mercado adoptó una actitud liberal cuando el resto del sistema bancario se
desplazaba en sentido inverso. Espontáneamente el sistema bancario porfiriano
reaccionó ante los problemas de ese año con una política prudencial que
retroalimentó la depresión aunque, como se puede corroborar ampliamente en la
prensa de la época, el mercado continuó demandando créditos. En poco tiempo
la demanda se convirtió en clamor generalizado. No obstante la necesidad de
fmanciamiento fueron pocos los intermediarios que la satisfacieron. A su vez la
Secretaría de Hacienda reaccionó tardíamente (1908), reformando el marco legal
y promoviendo una nueva sindicación de intereses en la Caja de Préstamos para
Obras de Irrigación y Agricultura.
Uno de los pocos bancos que decidió conceder préstamos en 1907 y 1908 fue
el BMCI. Su política constituyó casi una excepción que acompañaron sólo un par
de bancos emisores provinciales (el Mercantil de Veracruz y el de Nuevo León)
que expandieron su cartera. Vale señalar que incluso en esta línea la conducta del
BMCI parecía más arriesgada, pues carecía del instrumento de la emisión; un
instrumento al que todavía en 1907 muchos banqueros percibían como el eje de
su negocio. Una comparación más relevante debería hacerse con otro banco
refaccionario, el Banco Central (con el que solía compararse el BMCI), pero éste
no podía responsablemente abrir nuevos créditos, dado que tenía múltiples
compromisos con bancos en riesgo.
Al margen de estas anotaciones, al comienzo de 1908 aún no se observaban
demasiados problemas. Su reporte de “pérdidas y utilidades” fue enviado a
Berlín y a Nueva York sólo para consensar porcentajes en la distribución de
utilidades. Speyer & Co. felicitó al BMCI por sortear “la falta de confianza” que
abrumaba a la economía norteamericana, pero no omitió recomendar una actitud
más moderada.28 Y si bien el comienzo del año no trajo desórdenes financieros
graves, sí implicó el inicio de un velado y estratégico duelo por el control del
BMCI. Este inició con un anuncio de Scherer: renunciaría al Consejo Directivo
“en vista del poco aliento y asistencia que recibe el BMCI de nuestros asociados
externos y de que nuestras expectativas han probado ser completamente
fallidas... lo que hará muy difícil dar a nuestro Banco [como lo requiere] un
ímpetu más grande”.29 Descontada la incertidumbre de la crisis no era claro a
qué obedecía el abrupto cambio de expectativas mostrado por Scherer. Claro,
James Speyer se apresuró a tranquilizarlo; le recordó lo difícil que había sido
1907 y que nadie había facilitado el crédito; además, le reiteró su relevancia e
insustituibilidad en la empresa.30 Sólo el tiempo pareció disipar el sentido del
gesto. Scherer actuaría como el principal intermediario ante el DB y Speyer &
Co., para lograr que el BMCI participara como socio en la fundación de la Caja de
Préstamos.
Organizada con el auspicio de la Secretaría de Hacienda, la Caja se creó con
fondos del Banco Nacional, del de Londres y México, del Central y del BMCI. Y
como ésta sería un banco refaccionario, cabe preguntar ¿por qué el BMCI se
interesó en crear un nuevo competidor? Varias respuestas plausibles pudieron
combinarse en la decisión. La primera es política y concierne a gestiones de
Scherer —en acuerdo con Limantour— ante los accionistas extranjeros. En esta
línea, la invitación al BMCI se presentó como un reconocimiento especial al BMCI
y una carta de membresía a un club selecto, del que se derivarían ventajas
económicas y la posibilidad de acceder a tratos preferenciales en caso de que
ocurriesen problemas. De hecho y a pesar de la apariencia engañosa de su
membrete, la misión principal de la Caja fue, como lo comentó Limantour a
John Brittingham, refinanciar a bancos en riesgo convirtiendo sus deudas de
corto plazo en plazos más largos con intereses más bajos. Limantour fue muy
claro: la Caja tenía,
Algunas lecciones del caso del BMCI se relacionan con la desinformación de los
inversores extranjeros sobre la banca mexicana. En términos teóricos una
función central de la banca es resolver problemas de información asimétrica,
pero los inversionistas germano-estadunidenses tenían información e ideas
superficiales del marco legal que los regularía, e.g., de la especialización a que la
ley los condicionaba. Además de no tener experiencia de operación bajo esas
restricciones, carecían de una idea clara del tamaño del mercado, de sus
potencialidades reales y de la capacidad de sus competidores. En lo que sigue
referimos algunos problemas asociados a la especialización para luego recrear el
diagnóstico que se hacía en el BMCI acerca de sus competidores y su posición y
futuro dentro de ese contexto.
En principio cabe hacer una digresión de la categoría legal de los bancos
“refaccionarios” que tanto interrogó a los inversionistas extranjeros; vale
también hacerlo por tratarse de un rasgo que muestra el atraso del sistema
bancario mexicano. Con justicia, los inversionistas extranjeros preguntaban,
¿qué ámbito de negocios le competían a este tipo de bancos? La Ley General de
Instituciones de Crédito definía su campo, en un fraseo negativo, a la facultad de
realizar todo tipo de negocios bancarios excepto: “emitir billetes, bonos
hipotecarios, hacer operaciones con garantía hipotecaria y trabajar por su cuenta
minas, industrias, fincas agrícolas o pertenecer a sociedades que las
representen”.32 La emisión, aún percibida como base del privilegio bancario, era
un coto reservado que el BMCI no tenía forma de abrir. Pero, ¿quería abrirlo?
Todo indica que nunca hubo este planteamiento; al parecer los inversionistas
germanos y estadunidenses querían identificar nuevos negocios y monitorear
más directamente la economía mexicana en razón de los préstamos otorgados al
país. De cualquier modo, también parecía ser cierto que el mercado bancario
reorientaba sus negocios hacia el giro de los bancos “refaccionarios”. Una
tendencia atestiguada, e.g., en el reproche generalizado de los bancos emisores al
Ministerio de Hacienda porque sus billetes eran desplazados por las desleales
prácticas del Nacional de México.33
De otra forma, al aceptar el tutelaje del Nacional —subrayado en las
auditorias de Scherer—, Speyer & Co., y el DB aceptaban de modo tácito su
desinformación de los problemas del mercado mexicano. Dentro de este marco
vigilaron alcanzar, al menos, las mismas prerrogativas que tenía el banco
refaccionario más favorecido: el Banco Central Mexicano. De hecho, en
numerosas ocasiones Walker subrayó comparativamente la equivalencia de las
prerrogativas alcanzadas por el BMCI con el Central. Sin embargo, la vocación
principal de éste semejaba más el de las clearing house norteamericanas, por lo
que al final de cuentas la comparación no parecía del todo correcta.
Como se vio arriba, los bancos refaccionarios estaban obligados a cumplir
con un monto mínimo de préstamos “refaccionarios” a los cinco años de
fundarse; obligación que siempre eludieron. En 1906, Walker celebró la
reducción del porcentaje del monto; al final de 1912, Elias S.A. de Lima, su
sucesor en la dirección, también obtuvo que el gobierno de Madero lo relevara
de la obligación de “invertir 10% del capital en préstamos refaccionarios”.34 Es
claro que estos esquivos iban en contra de su especialización legal y operaban la
formación de una tendencia que surgía de un mercado no encorsetable por sus
restricciones legales, por lo que tendía a deformarlas en la práctica. Tampoco el
marco legal desarrollaba incentivos para que los bancos refaccionarios lo
respetasen; es de notar que el préstamo refaccionario se otorgaba a agricultores,
mineros o industriales para mejorar su propiedad o adquirir maquinaria; el banco
supervisaba las mejoras y el prestatario garantizaba con su propiedad.
Normalmente no se pagaba antes de tres años, pero transcurridos éstos, era usual
que el prestatario trasladara su préstamo a un banco hipotecario, lo que era
motivo de continua queja entre los bancos refaccionarios: con justicia podían
sentirse comparativamente agraviados, pues se habían arriesgado a mejorar
propiedades que deseaban dejar de ser sus clientes. No sólo no eran beneficiarios
de las mejoras que habían alentado sino que, además, el negocio ya en buena
marcha se trasladaba a competidores que no habían arriesgado ningún capital.
Por si fuera poco, también perdían un cliente con mayor solvencia y ya conocido
por su buró de crédito.
Las distorsiones económicas impuestas a los bancos refaccionarios por la
propia ley fueron objeto de reflexión de Elias S.A. de Lima, quien discutió al
comienzo de 1913 con el secretario de Hacienda del gobierno maderista la
pertinencia de reformarla. De Lima argumentó no poder realizar negocios
rentables ni prácticos por las obligaciones derivadas del tipo de concesión, pero
de poco sirvió la entrevista; como siempre, los problemas inmediatos de la
política sustrajeron la serenidad que la petición reclamaba. De Lima debió
contentarse con que el ministro excusara otra vez al BMCI de cumplir su
obligación legal. En 1913, canalizaría menos de 10% de su capital a préstamos
refaccionarios con tasas que fluctuaban entre 8 y 9%; un rédito superior en dos y
hasta tres puntos porcentuales al de la Caja de Préstamos.35 Aunque, claro, en
una cartera menos concentrada en tamaño de préstamos y más modesta en áreas
de expansión.
Pero no sólo estas distorsiones preocupaban. Al hacer un balance del primer
lustro de actividades en México, Richard Schuster, uno de los directores del DB,
mostró sin ambages su decepción por el desempeño del BMCI. Su conclusión era
que el BMCI se hallaba confinado en una “vida vegetal”.36 Algo importante habría
que hacer para no verlo reducido al solo préstamo de sus fondos, pues para este
solo propósito era absolutamente innecesario sostener su costoso aparato.
De Lima asintió con Schuster en que el BMCI había decepcionado las
expectativas de los inversionistas, pero lo justificó citando las inusuales
circunstancias que rodeaban la experiencia mexicana. Citó que el
establecimiento del Banco coincidiese con el “severo pánico” de 1907, los
inobservados problemas administrativos del BAT y “las desfavorables
condiciones monetarias de 1910” (la inestabilidad política de 1910-1911 causó
más desaliento que efectos directos al desempeño del BMCl). Y agregó una cuarta
e irónica dificultad de carácter global en la prosperidad del negocio bancario:
pese al reducido número de bancos, éste era “desproporcionadamente” grande en
relación con el volumen de negocios. Ello hacía que los depósitos (una de las
principales fuentes de ganancia en Europa o Estados Unidos) no se pudieran
colocar fácilmente o que su colocación ocurriese en escalas menores y a tasas de
interés más altas. Además, los tres mayores bancos de la ciudad (el Nacional, el
Central y el de Londres y México) concentraban el mayor porcentaje de
depósitos (incluidos los gubernamentales) y estaban mejor preparados para
incrementarlos gracias a su red de sucursales y agencias de provincia; una red
que no tenía el BMCI y que le hacía perder márgenes de competitividad.
Sensibilizado por el conocimiento directo de los asuntos, De Lima
impulsaría una estrategia distinta a la que sugería Schuster: defendería
propósitos de largo plazo para el BMCI. Por lo demás la idea de Schuster —
privilegiar retornos rápidos— era impracticable. Lo era porque incluso áreas
antes vistas como rentables mostraban cambios importantes. Así, bajo el marco
de inestabilidad monetaria que siguió al “pánico de 1907”, el denominado
negocio del cambio (la compraventa de oro y otras divisas) disminuyó sus
márgenes de ganancia. De Lima observó que aun con los progresos registrados
(véase) el negocio no marcharía con el ritmo originalmente pensado. La
Comisión Monetaria vigilaba los cambios para que las tasas de fluctuación no
alcanzaran un punto en el que favoreciesen las exportaciones de oro. La reciente
inestabilidad internacional y las malas experiencias nacionales debidas a la
tendencia decreciente de la plata, exigían supervisar los controles restrictivos
continuamente. Así que cuando las divisas internacionales y el oro escaseaban,
como sucedió en 1910, los intermediarios interesados en la exportación de
metales debían de pagar precios más altos, pero —simultáneamente— no
estaban autorizados para aumentar sus tasas de cobro proporcionalmente. Así, la
baja de las actividades de cambio y los controles hicieron que el BMCI sólo
reportara 46 400 pesos, en 1910, por el “negocio del cambio” y 37 400 por
comisiones vinculadas a éste. No obstante que estas cifras eran bajas, no lo eran
del todo si se comparaban con los 145 196 pesos de cambios y 96 874 de
comisiones que recolectó el Banco de Londres y México durante ese periodo;
pues además de ser el más antiguo del país, contaba un capital mayor al doble
del BMCI (21 500 000 de pesos), era banco de emisión (su circulación alcanzaba
casi 14 millones) y tenía una red de sucursales y agencias arraigada a nivel
nacional.
Otro rubro de negocios —el préstamo de fondos— también reportó niveles
bajos en 1910. A su descenso contribuyeron, sin duda, las bajas tasas de interés
que normaron ese año. Con “el negocio del cambio” y del préstamo
entorpecidos, no extraña que el BMCI privilegiara la inversión en títulos y valores
gubernamentales. Inversiones que parecían avanzar limpias. Pero, por su
experiencia, De Lima no tenía buenas justificaciones para seguir una dirección
que conducía hacia simples actividades especulativas.37 Con todo, había límites
para que el BMCI cruzara ese umbral, pues el lanzamiento de bonos era muy bajo
y los bancos de mayor tradición eran preferidos respecto a los nuevos
competidores. No obstante, esto el BMCI ganaba dividendos en esta línea de
inversión y tenía incentivos para seguir haciéndolo. La relación de activos
invertidos en este rubro y su contraste con los montos reportados por comisiones
y por el “negocio del cambio” ofrece una imagen del cuadro de sus negocios a
los cinco años del inicio de sus operaciones.
El contraste es muy notorio; el negocio de cambios y comisiones
representaba apenas 2.13% del monto invertido en acciones. Si bien estas
cuentas dan una idea de las inclinaciones del negocio, deben contrastarse con
otros rubros; e.g., con la cartera, la que probablemente era el área de la que
menos información clara se tenía en Alemania y Estados Unidos. Y es que la
cartera —pero no sólo la del BMCI sino la de todos los bancos porfirianos— era
afectada por prácticas informales que inquietaban a los inversionistas. Al
respecto, un punto oscuro era la tenue “diferencia” entre cuentas dudosas y
cartera vencida. En 1911, el DB cuestionaba al BMCI si las cuentas dudosas de
1909 (967 134.42 de pesos) no eran en realidad cartera vencida.38 Al margen de
las interpretaciones, lo cierto es que era un monto inmovilizado que pese a los
intentos de reducirlo continuó sin mayores cambios y al terminar 1910 aún se
computaban 982 432.99 pesos, en riesgo.39
Frente a la inquietud de Speyer & Co. y el DB, De Lima les recordó “la
infortunada práctica ampliamente en boga en todos los países de Latino-américa
por medio de la cual los clientes esperan hasta su entera conveniencia para hacer
frente a sus deudas”.40 Recordó también los intentos de Limantour de solucionar
estas prácticas con su ley bancaria (1908); sin embargo, los viejos hábitos aún no
se habían corregido y subsistía la práctica de renegociar los vencimientos. En el
caso de no ser renegociadas (e.g., porque el cliente no lo propusiera o porque el
banco no alargara el crédito) eran transferidas a las denominadas cuentas
vencidas, aunque tal traslado contable “no significaba necesariamente que la
cuenta era mala”.41 Experimentado, De Lima recomendaba paciencia con los
clientes pues, arraigada la práctica de incumplir los tiempos de pago, no
convenía forzar jurídicamente los cumplimientos ya que de hacerlo se crearían la
reputación de conducirse por “medidas rudas e injustas”. Por supuesto, él
confiaba (al parecer contaba con garantías colaterales) recuperar “buena parte”
de las cuentas no pagadas; aunque también observaba con incertidumbre la
inveterada práctica de posponer pagos: “es posible, por supuesto, que cuentas
que consideramos colectables se conviertan mañana en cuentas malas y
viceversa”.42
Si se considera que los montos por cuentas dudosas no eran iguales a la suma
de los deudores diversos, se entenderá que la calidad de la información era aún
menor y que los banqueros alemanes tenían otro motivo de inquietud al no poder
estimar con claridad dicha diferencia; misma que podría crecer dada la
posibilidad ya señalada; que cuentas buenas pudiesen devenir en malas y
viceversa. En 1910, tal proporción fue de 2 a 1 (por cada peso en cuenta dudosa
había 2 en “deudores diversos”). Una proporción similar se mostró en 1911, pero
había una diferencia importante: la cifra se consideró no sólo dudosa sino que se
le anexó el calificativo “perdida”. El incremento procedía de malos manejos en
los primeros años y de que en 1910 los bancos adoptaron la actitud de ser más
indulgentes de lo usual (y normalmente eran indulgentes) al ayudar a sus
deudores por la inestabilidad política sufrida.43 De hecho, la indulgencia implicó
una distinta evaluación de las pérdidas de 1910, que Speyer & Co., estimó más
altas que De Lima, en 1 119 675.62 pesos.
6. LA LIQUIDACIÓN Y EL JUICIO
El caso del BMCI tiene algo de insólito: quebró pese a contar con una buena
administración. De Lima hizo todo lo posible por esquivar o al menos atenuar
una debacle que se anticipaba desde 1911. Cabe señalar que los problemas
involucraban al conjunto del sistema bancario y que el público le había retirado
su confianza, lo que fue evidente al final de 1913, cuando cientos de clientes del
Banco Nacional y del de Londres y México se agolparon en sus ventanillas para
cobrar sus billetes.58 Su reacción fue buena, pagaron en plata. Sin embargo, ello
no resolvió los problemas que agobiaban al Banco Central Mexicano, el cual
reunía los riesgos de la mayoría de los bancos de emisión provincial.59
Sus accionistas intentaron salvarlo pero fue imposible aumentar su capital o
garantizar sus riegos con títulos respaldados por el gobierno. Ante este fracaso se
pretendió su fusión, en la que se exploraron dos opciones: el Banco de
Descuento Español y el propio BMCI.60 Al fallar los intentos se presagió el
colapso del sistema bancario porfiriano.61 La renuncia de Enrique Creel a la
presidencia del consejo de administración del Central, que fundó en la necesidad
del ingreso de nuevos elementos “para que el público observara que se procedía
a reorganizar el Banco e inspirarle así más confianza”,62 sólo agravó las cosas;
con proverbial suspicacia se entendió el mensaje al revés y la desconfianza
creció. El Central no fue refinanciado ni apoyado por los recursos que
oxigenaban el gobierno de Huerta, así que cuando sus clientes reclamaron la
redención de sus papeles —en riesgo de inconvertibilidad— por metal o por
billetes de otros bancos más confiables, respondió que los cambiaría a 23% de su
valor nominal, pero pronto corrigió informando que sólo pagaría billetes de
bancos estatales que le hubiesen depositado fondos para ese fin.63 La crisis del
Central se trasladó a las puertas del Banco de Londres y México el 22 de
diciembre. Iba así del tercero al segundo banco más importante del país y no
había razones para pensar que ahí se detendría.
La comunicación entre los banqueros de uno y otro lado del Atlántico se
volvió más intensa. Hugo Scherer permanecería atento a las gestiones del Banco
de Londres a través de Guillermo Brockman, quien recientemente se había
desplazado a Inglaterra para trabajar con la firma financiera Lazard Brothers. A
través de él se solicitó un depósito de 800 000 libras esterlinas en favor del
Banco de Londres con objeto de garantizar sus billetes. Scherer respondió: si las
garantías eran buenas y podían colocarse a 50% de su valor para reducir el riesgo
de la operación, reuniría a los inversionistas para otorgar el crédito por un año.64
Sin embargo, en las negociaciones no se logró constituir un préstamo “común y
corriente”, que realmente ofreciera garantía a las emisiones del Banco de
Londres y que cumpliera con las condiciones de legalidad exigidas en México,
por lo que se debieron revisar otras alternativas. Éstas, a la postre, no serían
menos radicales: para no violar la ley, se la modificaría. En los días feriados de
Navidad se celebraron los nuevos planes. Victoriano Huerta acordó permitir que
el Banco de Londres operara sobre la base de una reserva legal de 33.33%, en
vez de 50% que establecía la ley de instituciones de crédito.65
Con el decreto del 7 de enero de 1914, que modificó el artículo 16 de la Ley
General de Instituciones de Crédito, Huerta formalizó sus acuerdos decem-
brinos. A partir de entonces, las circunstancias políticas, militares y financieras
del huertismo marcharon a un mismo ritmo, impuesto por la imposibilidad de
conseguir préstamos del exterior, por menores ingresos fiscales y mayores
necesidades militares. En tales condiciones, Huerta no vislumbró mejor opción
que recurrir a las disminuidas arcas de los bancos, intentando pactar con ellos un
nuevo préstamo que engrosaría el realizado en septiembre de 1913 por 10
millones de pesos y que se realizó con la garantía de bonos gubernamentales.66
Claro, el BMCI estaba entre los acreedores.
El BMCI participó con Huerta incluso más allá de lo que hubiese deseado. En
medio del pánico del final de 1913, Speyer recomendó organizar una gran
limpia.67 Ésta se ensayó en varios rubros; sin embargo, simultáneamente crecían
los compromisos con el huertismo, lo que al final hacía infructuosos los
esfuerzos racionalizadores. Así, por ejemplo, el BMCI participaría tanto en la
compra de armamento japonés, como en la deuda contratada por Huerta (lo que
materialmente terminaba obligándole a abogar en favor del reconocimiento de la
deuda huertista): desde luego, el resultado final sería un deterioro de su imagen
institucional. Y por supuesto, con su ascenso, los revolucionarios carrancistas no
harían distinciones sutiles de las diversas presiones, acuerdos o espontáneas
colaboraciones (por compra de acciones o títulos gubernamentales) celebradas
entre Huerta y el BMCI.
Hacia 1914 todo había cambiado: la derrota de la restauración huertista
marcó el fin de una época para México. Simultáneamente, la gran guerra europea
también marcaba el final de una época mundial. De hecho, el año también
comenzó mal para De Lima. Quizá por las tensiones o simplemente por algún
contagio, el director del BMCI cayó enfermo y sólo pudo renovar sus trabajos en
marzo. Al reanudarlos, observó que el estado del banco era desalentador y no
pudo ver “un rayo de esperanza en el futuro inmediato”.68 Pragmático, se preparó
a esperar pérdidas incluso entre la clientela antes considerada segura. En los
últimos meses hizo esfuerzos para reducir las cuentas dudosas pero,
simultáneamente, los negocios se detenían; la depredación revolucionaria, la
interrupción de las comunicaciones y el cierre de la mayoría de los bancos
provinciales, le complicaban cumplir las necesidades de su clientela. La
alternativa de trasladar fondos, sugerida por los socios neoyorquinos, se volvió
más peligrosa y él, que antes la había ensayado, la rechazó abiertamente; la
seguridad del dinero y valores dependía ahora de sus propias bóvedas y, en caso
de ser necesario, de la intercesión del embajador alemán.69
En el verano de 1914 las cosas empeoraron. Antes de la última derrota del
ejército federal el gobierno formuló su último plan para hacerse de fondos que
garantizasen su operación: emitir billetes que se garantizarían con la Lotería
Nacional. De Lima rechazó tajantemente la idea señalando “las desastrosas
consecuencias que indudablemente le acompañarían”.70 Sin embargo, como es
sabido, la emisión de billetes sin respaldo real ya estaba introducida como una
práctica regular entre los revolucionarios; faltaba, claro, lo que sucedió un año
después, que el gobierno la instituyera oficialmente. De manera análoga, otra de
las últimas medidas del gobierno huertista precedió políticas de los gobiernos
revolucionarios. Huerta permitió que bancos refaccionarios e hipotecarios
postergaran el pago de intereses de sus bonos, lo que si bien parecía dar un
respiro al BMCI, por otro lado lo afectó, pues no obtendría ningún pago de uno de
sus deudores importantes: la Caja de Préstamos. El decreto incluso parecía estar
destinado a beneficiarla, toda vez que era incapaz de cumplir sus obligaciones.
De cualquier modo, De Lima presionó para que el moribundo gobierno huertista
depositara, vía su agencia neoyorquina, fianzas para sus bonos y otros títulos;
pero, como sucedería con los gobiernos revolucionarios, los resultados tardarían
mucho.
En este ambiente emergió con fuerza la discusión sobre el camino que
seguiría el BMCI en las nuevas circunstancias. Dos opciones estaban a la vista:
una reforma radical o la disolución anticipada de la sociedad. La decisión se
aclaró en la asamblea general del 15 de abril de 1915: proceder a la liquidación.
Se pensó que era lo más prudente y que luego sería fácil traspasar los activos y
pasivos del banco. Como institución liquidadora se escogió al DB y como
representantes de éste a Elias de Lima y a Carlos Schulze (ambos gozarían de
facultades amplias para firmar contratos, enajenar bienes raíces, etc.). El plazo
de liquidación se fijó en dos años, “a fin de aprovechar las circunstancias más
favorables”.71
Pero, en realidad, la liquidación no tardó dos sino doce años. Vista en una
perspectiva amplia, la liquidación compartió rasgos comunes con las de otros
bancos en el periodo: pleitos judiciales con y entre antiguos clientes,
aclaraciones sobre transacciones pasadas ante autoridades hacendarias,
negociaciones con deudores y acreedores, correspondencia rica en malos
entendidos, especulación con bonos y títulos diversos, la habitual negligencia de
los trámites judiciales, etc. No obstante las antedichas pautas comunes, el BMCI
vivió una peculiaridad que merece ser bosquejada. Lo merece además porque fue
una causa de retraso en su liquidación pues no sólo le restó liquidez sino también
lo envolvió en un lío legal que duró casi ocho años. El asunto fue de carácter
internacional: el gobierno estadunidense incautó al BMCI fondos por un monto de
un millón de dólares oro. Los mismos que irónicamente había transferido para
evitar que el gobierno carrancista los incautara. Dichos fondos fueron
conducidos mediante enredado litigio a la oficina de “Custodia de la Propiedad
Extranjera” antes de que el gobierno estadunidense declarara la guerra a
Alemania.72
El enredo comenzó en septiembre de 1916. A través de Hugo Schmidt, su
agente en Nueva York, el BMCI depositó 500 000 dólares oro en el National City
Bank (NCB) a favor del DB. Posteriormente, el BMCI argumentaría que el
movimiento era un préstamo al DB; por su parte, el NCB sostendría que el DB
tenía un saldo deudor con él y que el depósito había sido tomado en contra del
débito. Tres meses después, un segundo préstamo de cantidad similar fue
colocado por Schmidt en el Guaranty Trust Co. La historia fue la misma: el DB le
debía al Guaranty Trust y éste apeló al Departamento de Justicia norteamericano
para que sancionase su movimiento para balancear saldos.
Desde luego, los liquidadores del BMCI reaccionaron reclamando esas
acciones que el gobierno norteamericano justificó expost en el “Acta de
Comercio con el Enemigo” y trabó burocráticamente en la oficina de “Custodia
de la Propiedad Enemiga”. Después de un litigio de cuatro años, los reclamos del
BMCI empezaron a fructificar. La intervención de la prestigiada barra de
abogados de Speyer & Co., facilitó la recuperación de uno de los préstamos. Lo
recuperado sumó 606 218.81 dólares oro y representaba los primeros 500 000
confiscados más intereses calculados a una tasa de 4.75%.73 Pero la mitad
restante del reclamo se pospuso pese a que los abogados de Speyer se
encontraban frecuentemente con funcionarios del Departamento de Justicia, de la
Oficina de Custodia y del NCB, entre Washington y Nueva York. Los aparentes
avances se interrumpían incluso por funcionarios menores de la Oficina de
Custodia, donde se detuvieron los trámites de la devolución pretextando que el
BMCI había estado en una lista negra del gobierno norteamericano debido a que
éste habría enviado fondos al DB relacionados con gastos de guerra.74
Así, retrasos de este tipo y de otros motivaron que para mediados de 1919, en
asamblea general ordinaria, el BMCI se diera un nuevo plazo, ahora de tres años,
para finiquitar la liquidación. Nuevas posposiciones ocurrirían en 1922 y 1925
coincidentes con malos momentos de la renaciente banca mexicana y nuevas
épocas de convulsión social. El camino entonces se había alargado más de lo
deseable a pesar de que la liquidación no parecía haber sido mal conducida.
Llama la atención que los sucesivos liquidadores no pudiesen realizar con
facilidad el traspaso y las fusión de los activos del BMCI con otra institución
bancaria. Queda en este punto abierta la última pregunta respecto a la historia de
la sindicación de intereses germano-estadunidense-mexicanos. Quizá —habrá
que desarrollarlo en otro lugar— ello se explique en el peso de una imagen
alemana negativa (y de un consecuente incremento de riesgos) a la luz de los
inversionistas potencialesñ algo que ya se verificaba con el conocido (por los
banqueros de la época) arbitrario decomiso realizado por el gobierno
norteamericano.
SIGLAS
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VON MENTZ, Brígida
1982 Los pioneros del imperialismo alemán en México. México, CIESAS-
Ediciones de la Casa Chata.
Notas al pie
1
VON MENTZ, 1982.
2
Para esta intención y seguir la historia bonarense, véase POHL, 1987;
MARICHAL y RLGUZZI, 2002, comparten un punto de vista similar.
3
BAZANT, 1995, p. 158. El monto global de los préstamos rondó los 10
millones de libras.
4
KINDLEBERGER, 1984.
5
De hecho Benecke también fue cónsul imperial, véase VON MENTZ, 1982.
6
Kosidowski a José Y. Limantour, abril 21 de 1899, CEH-Condumex, CDLIV, r.
8.
7
GALL, 1999.
8
En 1905 fue evidente para el DB que Limantour alentaba “la buena voluntad
del gobierno”, véase, e.g., James Walker a R. Lücke, febrero 17 de 1906, DB-BAT,
S-3702.
9
En 1894, Limantour contrató un crédito por 170 000 libras esterlinas con el
Dresdner Bank para la terminación de obras del ferrocarril de Tehuantepec,
Memoria de Hacienda y Crédito Público, 1893-1894, p. 394. Posteriormente,
Limantour firmaría la conversión de la deuda de 1899 en Berlín; tres de las casas
contratantes eran alemanas: el Deutsche Bank, el Dresdner Bank y S.
Bleichröeder; J.S. Morgan (Londres), J.P. Morgan (Nueva York) y el Banco
Nacional de México, eran los otros miembros del sindicato, DE MARÍA Y
CAMPOS, 1998.
10
KATZ, 1982; sugiere que intereses alemanes intentaban hacer de México un
títere para tensar las relaciones con Estados Unidos sin lanzar un desafío directo.
Aunque esta hipótesis podría enlazarse con este trabajo, también podría ser
cuestionada por éste. Parece enlazarse en tanto el Ministerio de Asuntos
Exteriores presionó la decisión de ampliar los canales de inversión financiera en
México, lo que brindaría mayores oportunidades para crear operaciones
encubiertas. Sin embargo, esta línea se puede cuestionar por el hecho de que la
transformación del BAT asimiló a inversionistas norteamericanos y mexicanos, lo
que le permitía monitorear cualquier género de intereses espurios. Además tal
vinculación deja de lado la evidencia documental que rodea el carácter aleatorio
de las negociaciones y el que siguió a la fusión. De modo que la hipótesis queda
aún por investigarse.
11
Cf., S-DB, S-3702, “Originalkorrespondenz Bankprojccte im Orient”,
diciembre 7 de 1905.
12
Más aún, el DB participó durante esa época en negocios con su filial
alemana, el Frankfurt Lazard Speyer-Ellisen, e.g., el Zentralamerica-Bank; véase
POHL, 1987, p. 53.
13
Lo que se aludc en correspondencia de Speyer al Secretariät del DB de
febrero 6 de 1906, Ibid.
14
Cfr., James Walker a L. Lücke. febrero 17 de 1906. DB-BAT. 5-3702.
15
James Walker a L. Lücke. julio 13 de 1905. DB-BAT. S-3702. Hubo la
propuesla de Hamario: “German-American” Bank. pero Walker opine: “no suena
bien en los Estados Unidos”. En comraslC. la mencion de las capilales
financieras sugeria en forma más suave y elegame el interés de un despliegue
armónico del capilal germano-esladunidense.
16
Ibid. Von Wangenheim, el ministro alemán en México, fue reticente a
impulsar el proyecto del BMCI y, al parecer, sólo la diplomática intervención de
Kosidowski lo convenció de apoyarlo. Este tipo de intervenciones le ganaron el
favor de Walker, quien comentó a Lücke: “Don Pablo [Kosidowski] had opened
his mind.” Además, contaban con el estímulo de 25 000.00 “dólares mexicanos”;
pero con una diferencia: el contrato de Kosidowski se fijó en un año con
posibilidad de ampliarse, mientras el de Walker era por tres y su salario podía
subir desde el primero.
17
Memo de Bergmann (asesor de James Speyer) al DB, marzo 24, 1906, DB-
BAT, S-3702.
18
Walker a Lücke, mayo 2 de 1906, DB-BAT, S-3702. 1 250 000 de pesos de
una bolsa formada principalmente por empresarios alemanes residentes en
México y por otros accionistas del Nacional, mientras que el millón restante se
contabilizaría a los activos de este último.
19
Ibid. Kosidowski insistió en que la sucursal se integrara considerando el
balance de activos que él mismo había preparado. Y el citado arbitraje refería
este punto.
20
Inspecciones posteriores confirmarían los dichos de Scherer que, sin
embargo, él no tuvo oportunidad de verificar directamente. Henry Rublender de
Speyer & Co., al Secretariado del DB, noviembre 15 de 1906, DB-BAT, S-3705,
21
Nueva York, Speyer & Co., al Secretariado del DB, noviembre 30, 1906, DB-
BAT, S-3705. Desde luego, antes de que iniciara operaciones el BMCI (al parecer
por comentarios de Li-mantour), se especuló sobre la posibilidad de trasladar la
cuenta de la Compañía de los Ferrocarriles Nacionales a la cartera del nuevo
organismo.
22
Speyer & Co., Memorándum, marzo 10 de 1906, DB-BAT, S-3702.
23
Véase, C. Bergmann al Secretariado del DB, abril 27, 1906, DB-BAT, S-3702.
24
Roberto Núñez, subsecretario de Hacienda, notificó a Limantour (cf., CEH-
Condumex, CDLIV, r. 37, agosto 16 de 1907) la aprobación de la Escritura Social
y que la suscripción de los 5 000 000 de pesos se esperaba para el 1 de
septiembre. La noticia del capital fresco era positiva para el sistema bancario.
25
Cfr. Scherer a (presumiblemente) R. Lücke, octubre 19, 1906, DB-BAT, S-
3705. Otros documentos del mismo expediente confirman las críticas de Scherer.
26
Respecto al impacto diferenciado de esta crisis, véase ANAYA, 2002.
27
H. Scherer propuso la conveniencia de comprar a Ernesto Pugibet el lote de
Cadena 5, mismo que fue tasado en 260 000 pesos. Los arquitectos Carrera y
Hastings diseñaron un edificio neoclásico de tres pisos (originalmente se pensó
que el tercero sería ocupado como residencia del gerente) que fue evaluado por
su colega Mauricio Campos. Al parecer, Campos sugirió la posibilidad de
construir un 5o piso. Hacia el final de 1907 se decidió el proyecto definitivo con
una “fachada más ligera y sencilla, y simplificando las ornamentaciones
interiores originales”, véase, DB-BAT, S-3716.
28
Para la “cuenta” y sus respuestas del DB y Speyer & Co., véase, DB-BAT, S-
3706.
29
Scherer a Speyer, marzo 10, 1908, en DB-BAT, S-3706.
30
J. Speyer a Scherer, marzo 23, 1908, en DB-BAT, S-3706.
31
Limantour a Brittingham, 18 de noviembre de 1908, ibid. (r. 50). Además,
la Caja podría comprar bonos hipotecarios y prácticamente cualquier tipo de
activos líquidos que la banca tuviese inmovilizados, por lo que si bien la Caja
tenía más de “veintidós millones de pesos improductivos” en el primer semestre
de gestión, éstos pronto fueron consumidos por bancos y grandes terratenientes.
32
Memoria de las Instituciones de Crédito, 1900, tomo I.
33
El argumento de esta tendencia lo expusimos en ANAYA, 2002.
34
Elias S.A. de Lima a Heineman, enero 7 de 1913, S-DB, 3710. Elias S.A.
de Lima llegó a la dirección del BMCI en octubre de 1910, él procedía de Nueva
York donde fue dueño y accionista de varias firmas especializadas en el
comercio internacional: De Lima, Cortissoz & Co., D.A. de Lima & Co.,
director del New York Board of Trade and Transportation, del Hungarian-
American Bank y de la India Wharf Brewering Co., véase, S-DB, 3707.
35
Ibid. La Caja concedió préstamos en 1912 a tasas de 5%, OÑATE, 1991.
36
“Confinado a meramente vegetar”, fue su expresión literal, véase, R.
Schuster a de Lima, enero 17, 1911, S-DB, 3709.
37
Véase, su carta a R. Schuster de febrero 2, 1911, S-DB, 3709.
38
Véase, R. Schuster a Heinemann, febrero 14, 1911, S-DB, 3709.
39
Véase, De Lima a Heinemann, abril 11, 1911, S-DB, 3709.
40
Véase, De Lima a Heinemann, febrero 2, 1911, S-DB, 3709.
41
Ibid.
42
Ibid. Para apoyar su dictum, De Lima citó la cuenta de Adolfo Marx
endeudado por un monto de 171 129.21 pesos, y que era considerada “muy
dudosa” en 1909, y que en 1910 fue enteramente pagada.
43
R. Schuster a Heinemann, enero 10, 1912. S-DB, 3709.
44
Véase E. Heineman a De Lima, junio 20, 1911, S-DB, 3709.
45
De hecho, De Lima duplicó a Heineman (supra) el informe que ya había
redactado para Speyer & Co., véase, De Lima a Speyer & Co., junio 17, 1911, S-
DB 3709.
46
Ibid. En las causas citó lo poco y mal que se había actuado “para desarrollar
la agricultura”, que “en el último análisis, es la verdadera base de riqueza de
cada país y hace el contento entre su gente”. La injusta distribución de la
riqueza, los groseros abusos de poder y el “remarcable progreso que trajo la
administración Díaz”, también fueron incluidos.
47
Speyer a Heinemann, junio 28, 1911, S-DB, 3709.
48
Desde Nueva York, Óscar Braniff se comunicó con Francisco León de la
Barra y Esquivel Obregón, mayo 29 de 1913, leg. 275, CEH-Condumex, Archivo
F. León de la Barra.
49
De Lima a Heinemann, septiembre 7 de 1911, a quien externó su impresión
de que la Tesorería sería “cuidadosa al conducir los activos gubernamentales,
que no han sido debilitados [...], pero —insistió— es difícil predecir”.
50
Una condición importante era que el gobierno no podría retirarlo sin dar
aviso al BMCI con al menos 30 días de anticipación, cf., De Lima a Heinemann,
septiembre 7, 1911, S-DB, 3709.
51
Heinemann a De Lima, octubre 23, 1911, S-DB, 3709.
52
E.g., De Lima a Speyer, septiembre 7 y 10 de 1913, S-DB, 3727.
53
De Lima a Speyer, septiembre 10 de 1913, S-DB, 3727.
54
CEH-Condumex, XXI, c. 79, 8769, 11232 y 9122.
55
Heinemann a De Lima, marzo 19, 1912, S-DB, 3709.
56
Además de ser presidente interino de México a la caída de Díaz, De la
Barra también fue el candidato opositor que más competencia real presentaba a
Madero desde una coalición moderada, compuesta por antiguos políticos,
católicos, inversionistas y sectores medios.
57
Heinemann a De Lima, marzo 19 de 1912, ibid.
58
KEMMERER, 1940.
59
Un análisis del riesgo implicado en el Central puede verse en ANAYA, 2002.
60
Creel a Limantour del 29 de agosto de 1913, CEH-Condumex, CDLIV, rollo
67.
61
Ibid.
62
Creel a Limantour del 23 de septiembre de 1913, CEH-Condumex, CDLIV,
rollo 67.
63
The Mexican year book, 1914, p. 21.
64
Brockman-Scherer del 24 de diciembre de 1913, en CEH-Condumex, CDLIV,
rollo 72.
65
La idea no era nueva, incluso fue defendida en 1908 por su primer
secretario de Hacienda, Esquivel Obregón, quien dijo que la relación de 2 a 1 era
“superabundantemente conservadora”. Es posible que, sin conocer a fondo los
problemas financieros por los que atravesaban los tres principales bancos
mexicanos en 1913, sostuviese su idea en reuniones ministeriales y que Huerta la
considerara una alternativa real; cf., “La Circular de la Secretaría de Hacienda a
las Instituciones de Crédito”, serie de artículos publicados por El Tiempo en
marzo de 1908 y recopilados por CHÁVEZ OROZCO, 1954.
66
Huerta ofreció computarlo como dinero legal en sus reservas. Kemmerer
comentaría: “la idea resultó ser un bumerang”. Los bancos “se opusieron con
firmeza a la pretensión arguyendo que la ley los hacía responsables de redimir
sus billetes en última instancia, en oro a la par y que la emisión de papel contra
oro sobre la base propuesta de valor de mercado les impondría una obligación
excesiva e irrazonable que los amenazaría con la bancarrota”; KEMMERER, 1940.
67
Speyer a De Lima, diciembre 23 de 1913, S-DB, 3709.
68
De Lima a R. Schuster, marzo 4, 1914, S-DB, 3709.
69
De Lima a R. Schuster, junio 27, 1914, S-DB, 3709.
70
De Lima a Speyer, julio 6, 1914, S-DB, 3709.
71
Informe del Consejo de Administración de la Asamblea General de
Accionistas del 15 de abril de 1915, BMCI, S-DB, 3711.
72
La incautación ocurrió incluso antes de crear la denominada oficina “de la
propiedad enemiga o enajenable”; la que creó después de que el Congreso
aprobó el “Acta de Comercio con el Enemigo”, en octubre 6 de 1917.
73
Speyer a Deutsche Bank Secretariat, marzo 15 de 1921, S-DB, 3728.
74
Memorándum de abogados Cadwalader, Wickersham & Taft de marzo 4 de
1921 sobre los Servicios relacionados con el reclamo del BMCI y el Deutsche
Bank, S-DB, 3728.
75
Cf., FELDMAN, 1999.
9. EL PASO DE UNA FREE-STANDING COMPANY
A UNA EMPRESA PÚBLICA: MEXICAN LIGHT
AND POWER Y MEXICO TRAMWAYS, 1902-1960
REINHARD LIEHR
Freie Universität Berlin
GEORG LEIDENBERGER
Universidad Autónoma Metropolitana-Azcapotzalco1
INTRODUCCIÓN
El 15 de febrero de 1900, cuando el primer tranvía eléctrico circuló por las calles
de la ciudad de México, se habían combinado dos nuevas tecnologías: la
producción y distribución de electricidad y el transporte por tranvía; prometían
situar esta capital de alrededor de 350 000 habitantes, seguida por las capitales
estatales del resto del país, en la ruta del progreso, como se concebía entonces.
Sin embargo, si México iba a seguir la trayectoria de las naciones
industrializadas del occidente, necesitaría incrementar su inversión extranjera
directa e indirecta. El uso de energía eléctrica y de tranvías fue posible gracias a
empresas multinacionales, primero canadienses y luego de Europa continental.
Diez años después de que el primer tranvía circulara por la ciudad de México,
ambas tecnologías eran suministradas por dos empresas integradas
verticalmente, legalmente constituidas como compañías separadas de los
servicios públicos: la Mexican Light and Power Company Limited (MLP) —
inicialmente de Montreal y posteriormente de Toronto— y la México Tramways
Company Limited con casa matriz también en Toronto (MT). Este capítulo
describe la expansión, organización y funcionamiento de ambas empresas desde
su establecimiento en Canadá en 1902 (MLP) y en 1906 (MT), hasta su respectiva
nacionalización en México en 1947 (MT) y en 1960 (MLP).
Ambas compañías consiguieron colocar capital extranjero en el sector de
servicios públicos en México como empresas multinacionales específicas,
denominadas free-standing companies (FSC). Una FSC es —siguiendo la
definición de Mira Wilkins2— “una empresa establecida en un país con el
propósito de desarrollar actividades fuera de ese país”. Por una parte, una FSC es
aquella que para sus operaciones en el país de destino no se basa en una
experiencia de negocios similar o relacionada en su mercado de origen, como es
el caso de las multinacionales clásicas que cruzan las fronteras nacionales para
construir subsidiarias extranjeras. Por otra parte, la FSC no se asemeja a una
empresa de un inmigrante que se establece en el extranjero, ya que ésta no
depende de una matriz en su país de origen. La FSC mantiene una casa matriz
sumamente pequeña en su país de origen con el objetivo de hacerse de capital
por medio de la venta de acciones y bonos en la bolsa y de controlar sus
actividades de ultramar. El capital adquirido será invertido en el exterior para
establecer una o más subsidiarias, generalmente mediante la adquisición de
operaciones o concesiones existentes de nacionales o extranjeros. La FSC forma
parte, a menudo, de un conjunto o cluster de compañías organizadas por un
promotor que opera en un sector o en un país que comparten algunos miembros
del consejo directivo para utilizar su experiencia y facilitar un mejor control. El
país de origen de la mayoría de las FSC fue Gran Bretaña, con la ciudad de
Londres, su bolsa de valores y sus bancos siendo el mercado de capital más
importante antes de la primera guerra mundial. Los otros países de Europa
Occidental o Norteamérica, tales como Bélgica, Suiza o Canadá, fueron también
sedes de FSC. Utilizaban el mercado financiero más desarrollado del país de
origen para exportar capital para inversiones lucrativas en los países de la
periferia, dotados generalmente de un sistema financiero menos desarrollado.3
Las exportaciones de capital de las FSC se orientaron usualmente a nuevos
sectores tecnológicos. En México ello se refirió principalmente a ferrocarriles,
seguido por compañías mineras y petroleras, compañías de cultivos de
exportación, de bienes raíces, y finalmente, plantas y sistemas de luz y fuerza, de
tranvías y otros servicios públicos tales como instalaciones portuarias y servicios
financieros. Las haciendas y las fábricas textiles, en las cuales predominaban
tecnologías más tradicionales, fueron muy raramente objeto de las FSC.4 Este tipo
de empresas manejadas en el país de destino por administradores extranjeros
dependientes y a menudo menos competentes, generalmente fueron después de
varias décadas de operación vendidas a propietarios nacionales representados
por un ejecutivo nacional.
La Mexican Light and Power Company Limited (MLP) y la México Tram-
ways Company Limited (MT) con sus sedes en Toronto fueron FSC especiales,
registradas bajo las leyes empresariales menos rigurosas de Canadá. Sin
embargo, gozaron de la ventaja de haber podido también vender sus acciones y
bonos en la bolsa de valores de Londres. Pertenecían al grupo de FSC canadienses
que habían sido establecidas por el ingeniero eléctrico estadunidense y promotor
Dr. Frederick S. Pearson. A partir de 1910, ambas compañías de servicios
públicos integradas —ya que los tranvías eran importantes consumidores de
energía eléctrica— estaban íntimamente vinculadas y compartían con pocas
excepciones los mismos miembros en sus consejos directivos en Toronto y el
mismo director gerente y presidente en la ciudad de México. Sus oficinas locales
compartían también el mismo edificio en dicha ciudad y, hasta donde ello fue
posible, los mismos departamentos internos. A partir de 1924, ambas compañías
de servicios públicos perdieron su autonomía a manos de la Société Financiére
de Transports et d’Entreprises Industrielles (Sofina), uno de los pocos grandes
holdings eléctricos globalmente activos, y de su subholding Société
Internationale d’Energie Hydro-Electrique (Sidro), las dos de Bruselas.
Como compañías de servicios públicos, la compañía de luz y fuerza (MLP) y
la de tranvías (MT) constituyeron una parte medular de la modernización de la
infraestructura urbana de México.5 Dado que ambas mantuvieron virtualmente
un control exclusivo de sus sistemas y redes regionales como monopolios
“naturales”, la MLP y la MT tuvieron que enfrentar la creciente capacidad de
regulación de las agencias gubernamentales del Estado mexicano. Como
empresas de servicios públicos deberían obtener una participación en las
ganancias de productividad generadas fuera, especialmente en el sector
exportador. En su objetivo de generar utilidades debían cumplir con las
obligaciones financieras extranjeras, por una parte, y con las exigencias
reguladoras de las autoridades de la ciudad, de los estados y del gobierno
federal, así como con los intereses de una variedad de grupos sociales,
especialmente de consumidores y de asalariados, por la otra. A diferencia de la
MT, que operaba sólo en la capital mexicana y en su área circunvecina, la MLP
absorbió gradualmente otras compañías de servicios públicos en los valles
vecinos. Aún más: mientras la MLP creció en volumen y continuó expandiéndose
geográficamente, las operaciones de la MT se enfrentaron con un crucial
competidor a partir de la década de 1920: el transporte público de los autobuses.
En este sentido, la aportación tecnológica de la MT, el transporte eléctrico en
rieles, constituyó un producto mucho más perecedero que el otro de la MLP, la
electricidad.
El capítulo ha sido organizado cronológicamente: comienza con los orígenes
de la MLP y la MT en la edad de oro de la inversión directa extranjera, el
Porfiriato (sección 1), sigue con el desarrollo de ambas FSC durante las décadas
de la revolución mexicana y la gradual construcción del Estado-nación
posrevolucionario (sección 2), y finalmente con el periodo hacia su
nacionalización (sección 3).
Nuestras fuentes de información son los anuarios de la bolsa de valores de
Londres,6 los informes anuales impresos del consejo directivo a los accionistas
de ambas compañías,7 así como las cajas que quedaron de sus archivos en la
ciudad de México.8 También revisamos los informes anuales de su controladora,
el holding eléctrico multinacional con casa matriz en Bruselas, Sofina,9 así como
los informes anuales al gobierno mexicano del consejo directivo de la MT.10
Ambas compañías fueron estudiadas en una monografía sobre las compañías
eléctricas canadienses en América Latina, el Caribe y España hasta 1930,
realizada por Armstrong y Nelles (1988) y, para el periodo hasta 1913, en una
tesis de maestría anteriormente presentada por French (1981). El MT fue también
analizado por otra tesis de maestría, la de Álvarez de la Borda (2002).
BIBLIOGRAFÍA
JÜRGEN BUCHENAU
University of North Carolina-Charlotte
El año de 1915 fue también el punto más bajo para la Casa Boker. La lucha
en el campo confinó a la capital las ventas al mayoreo, eliminando así un
mercado que representaba más de 25 por ciento de los ingresos totales de la
compañía.24 Es más: después de la caída de Huerta, cada facción que ocupaba la
capital la inundaba con sus propios billetes que carecían de valor al triunfar el
siguiente líder revolucionario. En septiembre de 1914, un general carrancista
intentó embargar el abastecimiento de acicates de la Casa Boker y lo impidió la
intervención del encargado comercial alemán.25 En el siguiente verano, las
ventas se desplomaron totalmente: el 24 de julio de 1915, el día del nacimiento
del cuarto hijo de Franz en la ciudad de México, la casa Boker vendió
únicamente un peso en mercancía.26
Estos sucesos forzaron a los extranjeros de la capital a unirse, a pesar del
hecho de que sus hijos o familiares ya habían comenzado a matarse mutuamente
en la carnicería de las trincheras de la primera guerra mundial. Los hombres de
negocios británicos, franceses, alemanes e italianos cooperaron con los
comerciantes de trece países más para formar el Comité Internacional, con el fin
de que éste coordinara la respuesta de los empresarios extranjeros a las
demandas de los líderes revolucionarios. Franz, uno de los principales miembros
del Comité, más tarde afirmó que “a diferencia de nuestros compatriotas en
Europa, no permanecimos sentados en nuestras propias islas nacionales
separados entre sí por muros, sino que permanecimos unidos en el enigma
mexicano. Tuvimos enemigos comunes que hicieron que olvidáramos nuestras
diferencias nacionales [...] hasta que los americanos entraron a la guerra y
contaminaron la atmósfera”.27 Unidos, los comerciantes crearon un servicio de
mensajería a Veracruz administrado por un ciudadano estadunidense. En cuanto
un ejército invasor intentaba forzar la implantación de su papel moneda entre los
comerciantes, el Comité Internacional organizaba un boicot, y sus miembros
cerraban sus comercios hasta que se les permitiera nuevamente solicitar el pago
en oro o plata.28 Cuando la revolución le quitó la vida a un inglés prominente, la
colonia alemana lamentó su muerte y colocó sobre su tumba una corona con los
colores de la Alemania imperial.29
Durante esta fase, la más cruenta de la revolución mexicana, los problemas
de la Casa Boker eran menores en comparación con la destrucción generalizada
vista en otros lados y negocios. La compañía no tuvo grandes pérdidas; Sommer,
Herrmann y El Palacio de Hierro sufrieron mucho más, ya que sus
establecimientos comerciales fueron víctimas del fuego causados por
incendiarios y de una de las primeras grandes huelgas, en octubre de 1914, la
cual cerró el Palacio de Hierro después de que un gerente nacido en el extranjero
le pegó a una costurera. Cuando los trabajadores textileros del enorme emporio
de prendas de vestir demandaron salarios más altos, mejores condiciones
laborales y el derecho de formar un sindicato, los empresarios capitalinos se
percataron de que la fuerza de trabajo urbana ya no podía darse por hecha.30
Después del triunfo definitivo de Carranza y Obregón, la Casa Boker
rápidamente recuperó sus pérdidas. Cuando el papel moneda perdió todo su
valor a fines de 1916, la clientela comenzó a sacar sus pesos de oro que había
escondido durante la época de violencia para pagar los artículos. Con su almacén
lleno de artículos importados irreemplazables en tiempos de una guerra mundial,
la CFM cobró precios elevados por ellos (a menudo lo doble o triple que antes de
la revolución). Para sorpresa de Franz, la compañía tuvo una ganancia que
ascendió a 600 000 pesos oro en 1917, con un margen superior a 60 por ciento.
Aunque la Casa Boker jamás pudo repetir este resultado, las utilidades se
mantuvieron por encima de 50 por ciento en los siguientes tres años.31
Por lo menos en el corto plazo, la Casa Boker salió fortalecida del conflicto.
Como otras compañías alemanas, le sacó provecho a la escasez de artículos
importados de Europa en México, y las mayores utilidades resultantes sirvieron
para compensar el desplome en las ventas sufrido entre 1913 y 1916.32
Una conclusión corolaria fue que la primera guerra mundial, la cual estalló
durante la fase más violenta de la revolución mexicana, no le ocasionó graves
pérdidas a la compañía. Concretamente, el periodo anterior a la entrada
estadunidense en el conflicto bélico, en abril de 1917, había sido relativamente
benigno para los negocios alemanes. Durante este periodo, la rivalidad imperial
benefició a la Casa Boker porque les dio a las fuerzas revolucionarias un
incentivo para proteger los intereses alemanes como contrapeso hacia Estados
Unidos. Como Friedrich Katz lo ha demostrado, los gobiernos de Gran Bretaña,
Francia, Alemania y Estados Unidos intervinieron sin cesar durante toda la
revolución mexicana. Sobre todo Alemania y Estados Unidos fueron los países
que siguieron planes de gran alcance. En 1913, Wilson, el embajador
estadunidense, hizo los arreglos que llevaron a Huerta al poder en parte porque
Madero aparentaba ser demasiado anglofilo. En 1914, la marina de Estados
Unidos capturó Veracruz, pero sólo a pocos pasos se encontraba un barco de
guerra alemán que llevaba armamento para Huerta. Finalmente, en 1916, el
presidente Woodrow Wilson mandó la así llamada Expedición Punitiva a
Chihuahua para aprehender a Pancho Villa, quien anteriormente había dado a
conocer su simpatía por los alemanes.
El interés alemán por México estaba centrado primordialmente en su
posición geográfica. México, estratégicamente situado al sur de Estados Unidos,
fue el destinatario del tristemente famoso Telegrama Zimmermann de 1917 que
le ofreció a Carranza los cuatro estados del suroeste de Estados Unidos a cambio
de una alianza con Alemania. Aunque Carranza rechazó la propuesta, mantuvo a
México neutral durante la guerra y protegió los negocios alemanes.33
Sin embargo, esta fase temprana produjo una guerra económica cuyo blanco
no fueron sólo las naciones sino también las comunidades de sus ciudadanos en
el extranjero. Concretamente: las listas negras publicadas por los Aliados
tuvieron como objetivo eliminar el comercio alemán con países neutrales. A
manera de venganza por la guerra alemana sin cuartel, los gobiernos británico y
francés emitieron listas negras de personas y negocios del enemigo.34 Debido al
dominio británico en el comercio trasatlántico, la lista negra perjudicó los
intereses alemanes, incluso en naciones neutrales como México, donde ambos
lados operaban libremente.35 La Casa Boker, por ser una compañía en manos
alemanas, se enfrentó a dos problemas como resultado de su inclusión en las
primeras listas negras anglo-francesas. El efecto más grave fue que las listas
impidieron a los Boker hacer pedidos de sus proveedores británicos; otro
importante efecto secundario fue la prohibición a los ciudadanos británicos y
franceses de comprarle artículos a la Casa Boker.
El gobierno estadunidense defendió el derecho que las potencias neutrales
tenían para comerciar libremente durante la primera etapa de la guerra. Incluso el
anglófilo secretario de Estado, Robert Lansing, se opuso enérgicamente a las
listas negras porque interferían injustamente en los asuntos internos de países
neutrales. Lansing opinó que tal acto estaba “repleto de posibilidades para
influenciar indebidamente el comercio estadounidense”.36 Como entonces era
interpretado en Estados Unidos, el principio de la lista negra violaba los
derechos soberanos de los estados, ya que su efecto global afectaba tanto a los
germanoestadunidenses de Milwaukee como a los germanomexicanos de la
ciudad de México. Al gobierno estadounidense le preocupaba la creación de una
lista negra de sus propios ciudadanos, por lo que presionó a los ingleses y
franceses a que abandonaran sus planes de crear una lista de los intereses del
enemigo en Estados Unidos. A raíz de ello, la Casa Boker fue incluida en la lista
negra, mientras que Hermann Boker & Co., su contraparte neoyorquina, pudo
seguir comerciando libremente con los aliados.37
Efectivamente, como ya lo hemos visto, los esfuerzos de los Aliados por
destruir el comercio alemán no impidieron a los comerciantes británicos,
franceses y alemanes coordinar sus esfuerzos para mantener a los
revolucionarios mexicanos a raya. Aunque Franz exageraba al decir que “a pesar
del amor que sentimos por nuestras madres patrias, la guerra no generó
entusiasmo entre los europeos” en la capital mexicana, su observación sí registró
la cautela que prevalecía entre los comerciantes extranjeros.38 Aun cuando
muchos europeos residentes en la capital se enlistaron en sus respectivas fuerzas
armadas o se registraron para obtener préstamos de guerra, se mantuvieron
enfocados más en su propia situación que en la guerra. Como quedó demostrado
por la formación del Comité Internacional, para los comerciantes extranjeros los
intereses locales eran más importantes que los globales, y sus negocios estaban
por encima de sus nacionalidades. El cónsul inglés se percató muy bien de esta
actitud al afirmar que ellos mostraban una “absurda incapacidad de percatarse de
la amarga realidad que era la situación europea”.39 Fue sólo después del triunfo
definitivo de Carranza cuando esta cooperación, ya no tan necesaria, fue
reemplazada por una hostilidad abierta de acuerdo con los fines bélicos.40
Para la Casa Boker, la entrada de Estados Unidos al conflicto armado
condujo a la segunda y más peligrosa fase de la guerra. Dando marcha atrás a la
política estadunidense de nación neutral, la “Enemy Trading Act” (Ley sobre el
Comercio con el Enemigo) de julio de 1917 creó listas negras sobre los intereses
enemigos en el continente americano. El Departamento del Tesoro, al principio
indeciso por las críticas aislacionistas y progermanas, no recopiló la lista hasta
percatarse de que muchos productores estadunidenses seguían vendiéndole
mercancía a negocios alemanes.41 La primera lista negra fue publicada en
diciembre de 1917, y tanto Franz Böker como la CFM fueron incluidos en ella en
julio de 1918.42
La Casa Boker, al igual que muchos otros establecimientos comerciales,
resistió la presión estadunidense de eliminar el comercio alemán. Dado que el
régimen de Carranza se mantuvo neutral durante el conflicto global, las listas
negras jamás tuvieron fuerza legal en el país y tanto el gobierno carrancista
como la clientela mexicana de la Casa Boker hicieron caso omiso de sus
disposiciones. Mientras que aquellos gobiernos latinoamericanos que se habían
pasado del lado aliado incautaron propiedades de los residentes alemanes, la
neutralidad mexicana permitió a los comerciantes germanos continuar
ininterrumpidamente sus operaciones. La Casa Boker, por ejemplo, adquiría
mercancía Aliada a través de intermediarios, y la participación estadunidense en
la guerra fue demasiado corta para crear un serio problema de abastecimiento.
Con un inventario que ascendía a 2.5 millones de pesos, la Casa Boker estaba
bien equipada para sobrevivir el boicot de los Aliados.43 Además, los Boker y
otros comerciantes alemanes buscaron artículos mexicanos para sustituir algunas
de las importaciones provenientes de los países aliados. Ya en 1918, la Casa
Boker realizaba una sexta parte de sus compras en México.44 Entre los nuevos
proveedores mexicanos se encontraba una importante empresa que representaba
hasta esa fecha el más notable esfuerzo de los Boker por invertir en la industria
mexicana de la transformación. En 1917, Franz y otros dos comerciantes
mexicanos fundaron la fábrica de loza “El Ánfora”, la cual hasta hoy en día
continúa siendo una productora importante de lavabos, inodoros y demás
artículos de gres usados en la construcción de casas. Inicialmente una modesta
empresa, El Ánfora fue un éxito instantáneo porque la guerra impidió la
importación de productos caros de loza.45
Este paro marcó la transición hacia la segunda guerra mundial, que significó el
último y más grave desafío a la Casa Boker durante el periodo de 1900-1948
debido a la participación mexicana del lado aliado en contra de la Alemania nazi.
Aunque una reflexión crítica sobre las actitudes que los directores de la Casa
Boker tenían hacia los nazis iría más allá del propósito de este artículo, debemos
tener presente un patrón de conducta básico. Mientras que los Boker y la
mayoría de los comerciantes alemanes en la ciudad de México simpatizaban con
los nazis, su supervivencia comercial siempre fue más importante que su
ideología. Por ejemplo, compañías como la Casa Boker se rehusaron a cortar sus
lazos con los pocos comerciantes judíos que seguían comprando a empresarios
alemanes.67 Lo que es más, los Boker y muchos otros comerciantes nunca
proclamaron su adhesión a la causa nazi ni despidieron a sus empleados judíos.
Sabían muy bien que si apoyaban abiertamente a los nazis serían incluidos en las
listas negras estadunidenses en caso de estallar otra guerra mundial. Por lo tanto,
los Boker retuvieron a sus dos empleados judíos, uno de ellos el jefe de la
tienda.68 En las palabras de un diplomático británico: “la comunidad comercial
alemana continúa encargándose de sus propios asuntos y está empeñada en
conservar sus negocios sin enfatizar sus simpatías nacionales”.69
Estas tendencias condujeron al fin de la “mexicanización” de la Casa Boker.
Pronto se les exigió a la CFM y a muchas otras compañías la ciudadanía mexicana
o aliada de todos sus dueños. En ese momento, la mexicanización aparente de la
Casa Boker como reacción al nacionalismo revolucionario dio buenos
resultados. Con el propósito de seguir siendo los verdaderos dueños del Fondo
A, los Boker depositaron todas las acciones de la CFM con sus miembros
familiares nacidos en México como los hijos de Franz. Para tratar de compensar
un posible congelamiento de todas sus cuentas bancarias, también crearon un
fondo misceláneo accesible en caso de emergencia. Pusieron monedas de oro,
certificados de depósito y acciones en envases de leche y los enterraron en el
jardín residencial. Además, compraron acciones de cervecerías mexicanas a
través de intermediarios.70 Hacia principios de 1942, los Boker también habían
renunciado a sus puestos en las oficinas de las organizaciones de la colonia
alemana que ya se encontraban bajo supervisión nazi.71 Finalmente, la sucesión
de generaciones también jugó un papel importante: en 1937, Gunther, el hijo
mayor de Franz Böker, se había casado con una mexicana de la colonia alemana
como él, al igual que sus dos hermanas, quienes habían encontrado esposos
germanomexicanos. Comenzando con Gunther, la Casa Boker siempre ha sido
administrada exclusivamente por ciudadanos mexicanos.
Afortunadamente para los comerciantes alemanes, el gobierno mexicano
protegió los intereses comerciales alemanes aun después de que Hitler lanzara
sus ejércitos en contra de sus países vecinos en Europa. En mayo de 1940, el
presidente Cárdenas, aunque teóricamente proaliado, declaró que a su gobierno
no le preocupaba una quinta columna del Eje. Pocas semanas más tarde, el
memorándum escrito por un agente secreto concluyó que el candidato
presidencial Juan Andreu Almazán planteaba una amenaza mucho mayor que los
infiltradores alemanes. El memorándum condujo a la expulsión de Arthur
Dietrich, el agregado de prensa alemán, quien había dirigido la campaña de
propaganda nazi en México.72
Sin embargo, después de la derrota francesa a manos de los alemanes en
junio de 1940, el gobierno mexicano estrechó su colaboración con Estados
Unidos, y el espectro de la influencia del Eje hizo su parte para convencer al
gobierno estadunidense de resolver todas las diferencias pendientes con México.
Antes de que Manuel Ávila Camacho asumiera la presidencia, comenzaron las
negociaciones para crear una comisión sobre defensa conjunta, y en diciembre
de 1940, el vicepresidente estadunidense incluso asistió a su inauguración.73 A
cambio de la promesa mexicana, de apoyar la coordinación de la defensa
hemisférica, el gobierno estadunidense actuó como intermediario para llegar a
un acuerdo amplio del problema petrolero.74
A pesar de la emergente alianza entre México y Estados Unidos, la Casa
Boker sobrevivió sin mayores dificultades los dos primeros años de la contienda,
ya que la interrupción del comercio directo causó escasez, la cual impulsó el
incremento de los precios. Los funcionarios de la embajada estadunidense en
México se percataron de la utilidad que representaban los comerciantes alemanes
como los Boker para los exportadores de su país. Todavía en noviembre de 1940,
un memorándum de la embajada afirmaba que las compañías alemanas
“constituían el mejor vehículo para introducir productos manufacturados [en
Estados Unidos] a toda la república” e incluyó a 16 empresas, pero no a la Casa
Boker, por desempeñar actividades perjudiciales a Estados Unidos.75 Además,
hasta marzo de 1941, los Boker obtenían artículos alemanes a través de
intermediarios como la Unión Soviética. El último de estos embarques era tan
grande que un funcionario estadunidense estimó que satisfaría las necesidades de
los consumidores capitalinos en los próximos diez años.76
No obstante, cuando este último embarque estaba llegando a su destino, el
gobierno estadunidense ya había identificado a los comerciantes alemanes como
una parte integral de la agresión nazi. En febrero de 1941, un memorándum del
Departamento de Estado describió a los comerciantes alemanes en
Latinoamérica como “engranes de la maquinaria económica [nazi]”. Continuaba
el informe: “Los alemanes son los únicos que atienden las regiones del interior
de muchos países y [...] toda la estructura comercial, tanto la privada como la
oficial, es un libro abierto para los agentes comerciales alemanes [...] aliados a
los personajes financieros y políticos de su país de origen. Es una red de
influencia que va desde la costa hasta las lejanas fronteras de prácticamente
todas las repúblicas”.77 Efectivamente, el 15 de julio de 1941, el gobierno de
Roosevelt publicó la Proclaimed List of Certain Blocked Nationals (Lista
Proclamada de Ciertos Nacionales Bloqueados). Como en 1917, el origen étnico,
no necesariamente la nacionalidad, decidió la inclusión en la lista negra.78 No
sorprende, pues, que la CFM haya sido incluida en la Lista Proclamada por ser
considerada “altamente sospechosa” por el gobierno británico.79 A pesar de ello,
los Boker seguían durmiendo bien. Incapaces de obtener importaciones
directamente, las compraban a través de intermediarios mexicanos, incluidos
varios clientes de mayoreo.80 Además, como ya lo hemos visto, durante la
primera guerra mundial la neutralidad mexicana había mitigado los efectos de
una lista negra similar, por lo que los Boker tenían la esperanza que el gobierno
mexicano les permitiría continuar con sus operaciones una vez más, ya que
sabían que Ávila Camacho resentía los intentos estadunidenses de eliminar
compañías controladas por ciudadanos mexicanos. Mientras que quince países
latinoamericanos entregaron cerca de 4 000 personas de origen alemán, Ávila
Camacho, al igual que los líderes argentinos, brasileños y chilenos, se rehusó
castigar a ciudadanos mexicanos cuyo único pecado era hablar, actuar y verse
como alemanes.81
No obstante, el gobierno del general Ávila Camacho gradualmente se
acercaba a la órbita aliada, ante todo después del bombardeo japonés a Pearl
Harbor. Cuando submarinos alemanes torpedearon dos buques petroleros
mexicanos en mayo de 1942, el presidente mexicano le declaró la guerra a las
potencias del Eje.82 Esta declaración tuvo consecuencias nefastas para la Casa
Boker. El 13 de junio, el gobierno mexicano puso a la CFM, La Esperanza y otras
380 empresas alemanas, italianas y japonesas bajo el control de la recién
formada Junta de Administración y Vigilancia de la Propiedad Extranjera.83
A pesar de ello, los mexicanos cooperaron de mala gana con las listas negras.
Resistiéndose a las presiones de la embajada estadunidense, Ávila Camacho no
expropió formalmente las propiedades alemanas. En vez de ello, el presidente
planeaba actuar sólo en contra de nazis conocidos, y fue únicamente la presión
del vecino del norte que lo obligó a firmar un decreto general que se aplicara a
todas las propiedades del Eje.84 Él sabía que los negocios alemanes habían
desempeñado un papel importante en la introducción de la tecnología extranjera
a México, y sabía muy bien que la incautación de estos bienes incrementaría la
dependencia mexicana en el comercio con Estados Unidos.85 Por ello, nombró a
Luis Cabrera como jefe de la Junta, un conocido intelectual antiestadunidense
que veía a su agencia como un fideicomisario en pro del bien común nacional
más que un vehículo bélico.86 Otro factor mitigante fue el hecho de que los
Boker tenían buenas relaciones personales con un gobierno mucho más
procapitalista que el de Cárdenas (al grado de que el general Ávila Camacho era
un conocido de Gunther Böker). Antes del ataque a Pearl Harbor, Ezequiel
Padilla, su secretario de Relaciones Exteriores, había solicitado infructuosamente
al gobierno estadunidense quitar a la Casa Boker de la Lista Proclamada dado el
carácter “mexicano” de la empresa. Además, el apropiadamente denominado
secretario de Gobernación, Miguel Alemán Valdés, aseguró a los comerciantes
que se encontraban en la lista que sus propiedades serían devueltas en cuanto
terminara la guerra.87
Alentado por estas señales, Gunther comenzó un proceso legal que pidió la
liberación de la Casa Boker ante la intervención de la Junta. Como él había
indicado, la empresa estaba en manos de ciudadanos mexicanos, y la compañía
jamás había apelado para recibir la protección diplomática alemana.88 Sin
embargo, a pesar de sus méritos (y aparte del hecho de que el general Ávila
Camacho no podía dar vuelta atrás a su decisión) el proceso distaba mucho de
ser convincente. Gunther dio indicios de que aún se identificaba con Alemania;
por ejemplo, los archivos del Departamento de Inmigración estadunidense
sacaron a luz que Gunther era portador tanto de un pasaporte alemán como de
uno mexicano, y Franz Boker, un alemán, seguía siendo dueño del edificio
Boker a comienzos de la década de los años cuarenta.89
La intervención amenazó no sólo el futuro de los empleados alemanes de la
Casa Boker, sino la existencia misma de la compañía. La Junta separó a 36
directores y empleados de habla alemana, entre ellos todo el equipo
administrativo. Para colmo de males, la Junta (una institución nacional) se
instaló en el edificio Boker, sin pagar nunca, ni siquiera un centavo de alquiler.90
En su búsqueda por obtener los máximos ingresos en corto plazo, la agencia
descuidó la administración financiera y vendió maquinaria e inventario sin tomar
en cuenta los factores comerciales. Así, no sorprende que la Junta haya
publicado una ganancia modesta de 9 a 12 por ciento por año fiscal y que a fin
de cuentas haya subastado muchas de las compañías cuando éstas dejaron de
tener valor.91 Hasta la Casa Boker terminó en el bloque de subastas en 1943, y
fue sólo el elevado precio inicial y las súplicas de Gunther con los compradores
potenciales las que evitaron la venta.92 En esa ocasión, Gunther aprendió a no
confiar en su colega, el director anterior a la intervención, el germano-mexicano
Julio Carstens Alcalá, quien le ofreció al gobierno su participación accionaria en
la CFM.93
Por todo ello, la situación financiera de la Casa Boker se deterioró durante la
intervención. Entre 1942 y 1947, cuando el peso perdió la mitad de su poder de
compra por la inflación, los ingresos anuales se redujeron de 1 100 000 a 260
000 pesos, una reducción real de 88 por ciento. El efectivo en reserva se redujo
en 150 000 pesos, en términos reales a la mitad. La Junta obligó a la CFM a pagar
una parte de sus gastos operativos, al grado de que en 1947 esta contribución
superaba la ganancia neta de la compañía. Además, el inventario perdió una
tercera parte de su valor en términos reales cuando la Junta reemplazó los
artículos importados con los nacionales más baratos.94 En 1947, el desplome en
la demanda de productos mexicanos en Estados Unidos, ocasionado por la crisis
económica de la posguerra en ese país, desencadenó la más grave crisis en las
relaciones obrero-patronales que la compañía jamás había experimentado. Como
sucedió en casi toda la república, los salarios de los empleados se quedaron atrás
respecto al incremento generalizado de los precios. Había llegado el tiempo de la
carestía.95 Por ejemplo, los trabajadores menos remunerados ganaban sólo 60
pesos semanales o 150 por ciento más que en 1939, lo que en realidad equivalía
a 20 por ciento menos debido a la inflación. Por lo tanto, la UET declaró una
huelga cuando la administración rechazó su demanda por un incremento salarial
que hubiera compensado a sus miembros por la pérdida del poder adquisitivo de
los trabajadores sindicalizados. La huelga duró siete semanas y casi empujó a la
CFM a la bancarrota.96
Irónicamente, el peor momento para la Casa Boker marcó el fin de la
intervención. Tres años después de la guerra, el gobierno mexicano ya no le veía
utilidad a la administración de la propiedad enemiga. A fines de 1948, el
presidente Miguel Alemán devolvió a sus dueños la Casa Boker y 144
compañías más.97 Después de todo, el costoso edificio que había precipitado el
comienzo del turbulento medio siglo para los Boker finalmente les produjo
dividendos. La estructura empresarial, una sociedad anónima que había sido el
resultado de una escasez de capital después de la construcción del edificio
Boker, le había permitido a la familia camuflar quién era el verdadero dueño de
la CFM. Sin tal camuflaje, es probable que el gobierno mexicano hubiera
expropiado la Casa Boker. También ayudó la reserva de los Boker hacia las
iniciativas nazis, y explica por qué la embajada estadunidense no se opuso a la
devolución de su compañía. Finalmente, el dinero de las acciones cerveceras así
como las monedas de oro escondidas en envases de leche les vinieron bien. El
fondo misceláneo no sólo les ayudó a reponer sus existencias en el almacén sino
también a financiar los sobornos necesarios para recobrar su compañía. Además,
tal fondo fue la principal fuente familiar de ingresos durante los años
intervencionistas.98
La Casa Boker había sobrevivido un tumultuoso periodo marcado por la
revolución mexicana, la gran depresión y dos guerras mundiales. La casa
comercial obtuvo jugosas ganancias en los años cuando la primera guerra
mundial ocasionó una escasez de productos importados, y la neutralidad
mexicana mitigó la mayoría de los efectos de la inclusión de compañías
alemanas en las listas negras aliadas. En esa época, los Boker aislaron su
compañía del nacionalismo revolucionario al darle la apariencia de una empresa
netamente mexicana. En las décadas siguientes, la cooptación exitosa de sus
trabajadores en un sindicato empresarial logró evitar las huelgas durante la
presidencia de Lázaro Cárdenas. La Casa Boker también supo aguantar la
creciente influencia estadunidense a expensas de la europea. La compañía
reconoció el significado que tuvo para Estados Unidos concebir una estrategia
comercial trasnacional. Su estatus como mercado de salida para los artículos
estadunidenses persistió durante la primera guerra mundial a pesar de los
esfuerzos del presidente Woodrow Wilson por eliminar el comercio alemán.
Después de la captura nazi del poder, la decisión de los Boker de continuar su
asociación con los productores aliados y sus empleados judíos mantuvo a la
compañía libre de problemas hasta la entrada mexicana al conflicto bélico del
lado aliado. Sin embargo, la segunda guerra mundial marcó una encrucijada
definitiva. El gobierno estadunidense trató a los Boker como “extranjeros
enemigos” y los hizo objeto de una campaña para expulsar la influencia del Eje
del hemisferio occidental. En junio de 1942, una agencia gubernamental tomó el
control del negocio y agotó su inventario y reservas de efectivo.
Cuando los Boker recobraron finalmente su empresa, la ciudad de México
había cambiado para siempre. Un año antes, la primera tienda Sears, Roebuck
había abierto sus puertas; ahora, la “verdadera” Sears finalmente había llegado a
la capital. Debilitada por más de 50 años de lucha, la Casa Boker se veía incapaz
de competir contra los nuevos gigantes comerciales mexicanos y estadunidenses
que desde entonces han dominado el ramo en México. Al mismo tiempo, la
actividad comercial se salió del centro histórico hacia los suburbios y
alrededores de la ciudad de México. Enfrascada en el difícil procedimiento de
reconstrucción después de la adquisición gubernamental y la entrada en un
conflicto laboral con su sindicato, la Casa Boker pagó tardíamente el precio de
no expander su segmento en el mercado ni su inversión en la industria durante
las décadas de los años veinte y treinta. Cuando las importaciones se volvieron
más difíciles de conseguir, los Boker cambiaron a productos hechos en México
que de haber invertido en esas industrias, hubieron podido fabricar ellos mismos.
Cuando se incendiaron las instalaciones a principios de 1975, la compañía
estuvo al borde de la quiebra. Fue sólo su reestructuración, la cual implicó una
drástica reducción de personal, la que aseguró que sobreviviera las crisis
económicas de 1982 y 1994. A pesar de todo lo ocurrido, la compañía continúa
existiendo hoy en día, uno de los últimos recuerdos de lo que antaño fue una
fuerte presencia alemana en el comercio minorista mexicano.99
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Notas al pie
1
MORALES DÍAZ, 1971, p. 76.
2
Por ser más útil para el lector, de ser posible, se usará en adelante este
nombre popular de la empresa. Se usará diéresis en el apellido Bóker sólo para
los miembros familiares nacidos en Alemania.
3
Por falta de documentación, no puede hacerse un estudio comparativo más
amplio de las casas comerciales familiares en Buenos Aires y Nueva York con la
Casa Bóker en México. La Casa Bóker argentina todavía existe, aunque ya no
está en manos familiares.
4
“Un comercio moderno...” 2000, p. 4.
5
Vease BUCHENAU, 2004. Agradezco el apoyo de la Universidad de Carolina
del Norte en Charlotte, del Southern Regional Education Board y del National
Endowment of the Humanities.
6
VON MENTZ et al., 1982 y 1987; MARTÍNEZ MONTIEL y REYNOSO MEDINA,
1993, pp. 336-65.
7
La empresa sigue operando hoy en este mismo sitio, aunque a menor
escala.
8
BUCHENAU, 2004, cap. 2.
9
BERNECKER, 1988.
10
Public Record Office (en adelante, PRO), Foreign Office (en adelante, FO)
371/2402, file 113337, T.B. Holder a Grey, 14 de julio de 1915; SCHELL, 2001, p.
8.
11
SCHELL, 2001, p. 69.
12
Archivo Histórico Boker, S.A. de C.V. (en adelante, AB), Fondo Memorias
(en adelante, FM), Franz Böker, “Véasesuch”, p. 19.
13
AB, FM, Franz Böker, “Véasesuch”, p. 29; Franz Böker, “Schicksal von
Kapital und Arbeit”, p. 5.
14
AB, Fondo Franz y Luise Boker (en adelante, FFLB), “Finanzlage und
Rentabilitaet des Hauses Roberto Boker & Cía. in den Jahren 1895-1909”.
15
Archivo General de Notarías (en adelante, AGNot), notaría 69 (Augusto
Burgoa), libro 3, vol. 26, p. 235, “Sociedad, Compañía Ferretera Mexicana”, 1
de nov., 1909.
16
AGNot, notaría 69 (Augusto Burgoa), libro 3, vol. 26, pp. 236-248,
“Sociedad, Compañía Ferretera Mexicana”, 1 de nov., 1909.
17
AB, FM, Franz Boker, “Schicksal von Kapital und Arbeit”, pp. 2-4.
18
AB, FM, Franz Böker, “Véasesuch”, 31, 34-36.
19
BAUER-THOMA, 1912, pp. 31-32.
20
“[...] ist das barockste gewesen, was wir an Herrschaft in Mexiko erlebt
haben. Der 70 jöhrige Alte war der Prototyp des vóllig nervenlosen, jeden Druck
ignorierenden, auf jedem Pulvéasefass schlafenden, saufenden und
kameradschaftlichen mexikanischen Banditen, eine menschlich sympathische
Figur in der langen Reihe der uns meist wenig kongenialen mexikanischen
Machthaber”. AB, FM, Franz Böker, “Véasesuch”, p. 2.
21
LEAR, 2001, p. 273; PRO, FO, 371/2396, exp. 13003, Hohler a Foreign
Office, 23 de febrero de 1915; PRO, FO, 371/2398, exp. 4018, Hohler a Foreign
Office, 26 de febrero de 1915, p. 3.
22
PRO, FO, 371/2398, exp. 52164; en Spring Rice a Grey, 30 de abril 1915.
23
AB, FFLB, Franz Böker, “Ueber die Lage”, exp. 2, p. 2.
24
AB, Fondo Asambleas (en adelante, FA), Ordinaria—Acta 3, 15 de mayo de
1912, 2.
25
Archivo Hisórico de la Secretaría de Relaciones Exteriores (en adelante,
AHSRE), exp. 1612-163, Arthur G. Magnus al oficial mayor, Secretaría de
Relaciones Exteriores, 16 de septiembre de 1914.
26
AB, FM, Franz Böker, “Véasesuch”, 37.
27
AB, FM, Franz Böker, “Véasesuch”, 38; véase también KING, 1935, pp. 252-
53.
28
Es buena indicación de la suerte de la Casa Boker que la empresa nunca
reclamó daños causados por la revolución en la Comisión Mixta de
Reclamaciones Alemania-México. AHSRE, exp. III-1142-8, Puig Casauranc a
Rüdt von Collenberg, 24 de mayo de 1934, AHSRE; Archivo General de la Nación
(en adelante, AGN), Miguel Alemán Valdés (en adelante, MAV), exp. 562.11/9-8,
Francisco Boker a Miguel Alemán Valdes, 31 de enero de 1947.
29
AB, FM, Franz Böker, “Véasesuch”, 38.
30
Ibid., 37; LEAR, 2001, pp. 228-229.
31
AB, FM, Franz Böker, “Schicksal von Kapital und Arbeit”, p. 6; AB, FFLB,
exp. “Familien-geschichte”, Franz Böker a Heinrich Boker, 26 de noviembre de
1919.
32
VON MENTZ et al., 1987, vol. 1, pp. 102-105.
33
KATZ, 1981, pp. 350-67.
34
FRUS, 1915, Suplemento: The World War, “Note verbale”, Spring Rice al
secretario de Estado, 1 de marzo 1915, Bryan a Page, 5 de marzo de 1915, pp.
127-128 y 132-133; FRUS, 1916, Suplemento: The World War, Page a Bryan, 19
de enero de 1916, pp. 337-338.
35
PRO, FO 551/11, memorándum, “Home Office and the Blockade”, p. 4; PRO,
Treasury Solicitor (en adelante, TS) 14, minutas del Black List Committee, 2 de
nov. de 1915.
36
Nacional Archives (en adelante, NA), General Records of the Department
of State (en adelante, RG 59), 763.72112/2229, Lansing a Page, 25 de enero de
1916.
37
PRO, FO 371/2706, Thurstan a Grey, México, 18 de diciembre de 1916.
38
AB, FM, Franz Böker, “Véasesuch”, p. 38.
39
PRO, FO 371/2962, exp. 48/152598, Grahame Richards, “Report on the
present Mexican situation”, 3 de agosto de 1917.
40
PRO, FO 371/2700, exp. 48/80209, mensaje del consulado alemán en
México interceptado por el War Trade Intelligence Committee, 22 de mayo de
1916.
41
NA, RG 59, 763.72112/5323, Chamberlain al secretario de Estado, 31 de
octubre de 1917.
42
NA, RG 59, 763.72112/6414, Summerlin al secretario de Estado, 8 de enero
de 1918; NA, Foreign Post Records of the Department of State (en adelante, RG
84), “México City Con-sulate, 1912-1936”, vol. 312, exp. 711.3, 1917; NA,
Records of Army (en adelante, RG 165), Mi-litary Intelligence División, War
Department General Staff, box 3802, file 10921-2/26-4, Chamberlain a
Summerlin, 31 de julio de 1917; WarTrade Board, Confidential List, 4 de abril
de 1919; WAR TRADE BOARD, 1919, pp. 91 y 99.
43
Valor en el año 1913. AB, FA, Asamblea Extraordinaria, 21 de abril de 1914.
44
AB, FFLB, exp. 1, Franz Böker, “Der Fondo A und die früheren Aktionáre
der C.F.M”. p. 2.
45
VON MENTZ et al., 1987, vol. 1, p. 55.
46
COLLADO HERRERA, 1996, pp. 124-125.
47
Politisches Archiv Auswártiges Amt (en adelante, AAB), R 91207, Bóker a
G.A. Schmidt, 31 de mayo de 1920, y Schmidt a Auswärtiges Amt, 9 de julio de
1920; VON MENTZ et al., 1987, vol. 1, pp. 147-150.
48
HABER, 1989, pp. 150-170.
49
HABER, 1989, p. 171; NIBLO, 1995, p. 14.
50
AB, FFLB, Franz Böker, “Véasesuch einer Rekonstruktion der Hergánge, die
unsere heutige Lage herbeigeführt haben”, p. 2.
51
Entrevista con Carlos Seippel, 26 de mayo de 1998.
52
AB, FA, asambleas 1931-1934; entrevista con Carlos Seippel, 26 de mayo de
1998.
53
AB, Fondo Escrituras (en adelante, FE), lista de empleados.
54
AB, FM, Franz Böker, “Schicksal von Kapital und Arbeit”, p. 6.
55
AB, FA, CFM Asamblea Extraordinaria, 4 de agosto de 1919.
56
AB, FA, CFM Asamblea Extraordinaria, 21 de noviembre de 1932.
57
AB, FM, Franz Böker, “Schicksal von Kapital und Arbeit”, pp. 6-8.
58
AB, FA, CFM Asamblea Ordinaria, 23 de mayo de 1933.
59
AB, FA, CFM Asamblea Ordinaria, 25 de mayo de 1933; AB FM, Gunther
Boker, “Unsere Geschaefte waehrend und nach dem Kriege”, p. 2.
60
AB, Fondo Sindicato (en adelante, FS), “Contrato Individual de Trabajo”.
61
AB, FE, leg. Esperanza, “Sociedad, Compañía de Invéasesiones La
Esperanza, S.A”, 13 de junio de 1931; AB, FE, leg. CFM, “Compraventa”, 28 de
junio de 1935.
62
AB, FS, Justus Scharff al presidente de la Junta de Conciliación y Arbitraje
del D.F., 11 de marzo de 1932.
63
AB, FM, Gunther Boker, “Unsere Geschaefte waehrend und nach dem
Kriege”, p. 5.
64
NACIONAL FINANCIERA, 1977, 218.
65
Excelsior, 14 de febrero de 1936; AB FFLB, exp. “huelgas y paros”, diario
de Franz Böker, 11 al 15 de febrero de 1936; AGN, Fondo Lázaro Cárdenas (en
adelante, LC) 432.2/187, Fernando Amilpa a Lázaro Cárdenas, 17 de febrero de
1936.
66
Excelsior, 11 de marzo de 1938; AB FFLB, “huelgas y paros”, Cámara
Nacional de Comercio al jefe del DDF, 10 de marzo de 1938.
67
AGN, MAV, exp. 562.11/9-8, Gunther Boker a Miguel Alemán, 29 de marzo
de 1948; AB, FM, Gunther Boker Pocorny, “Unsere Geschaefte”, pp. 3-5.
68
Después de la guerra, Kalb escribió una carta pidiendo la desintervención
de la Casa Boker, entonces bajo la administración del gobierno mexicano.
AHSRE, II1-677-1, Kalb a la Secretaría de Relaciones Exteriores, 1 de abril de
1946.
69
PRO, FO 371/24217, A.D. Davidson a F. Godber, 5 de marzo de 1940.
70
AB, FM, Franz Böker, “Schicksal von Kapital und Arbeit”, pp. 7-10; AB
FFLB, exp. 34, Franz Böker, memorándum, 9 de abril de 1943.
71
Véase lista preparada por el Federal Bureau of Investigation (en adelante,
FBI) en NA, RG 165, Military Intelligence Reports, caja 2460, exp. “NSDAP v. 19”,
13 de febrero de 1942.
72
Excebior, 23 de mayo y 4 de junio de 1940; NA, RG 59, 812.00N/151,
Meili, “El nazismo en México”, en L’Boal al Secretary of State, junio (s.f.) 1940;
PAZ, 1997, pp. 30-31.
73
NIBLO, 1995, pp. 65-66.
74
Ibid., TORRES RAMÍREZ, 1979, pp. 9-64.
75
NA, RG 59, 812.00, Charles A. Bay, “A Compilation of Information
Concerning Germán Firms in México”, en Daniels al Secretary of State, 8 de
noviembre de 1940, pp. xiii-xiv.
76
NA, RG 165, 2657-G-842-99, J. Edgar Hoovéase a Adolf Berle, 28 de marzo
de 1941; AAB, R 114665, Franz Buchenau a Auswärtiges Amt, 7 de marzo de
1940.
77
NA, RG 59, 862.20210/414A, Adolf Berle, “The Pattern of Nazi
Organizations and Their Activities in the Other American Republics, 6 de
febrero de 1941”, pp. 36-37.
78
NA, RG 353, caja 9 exps. 1-3; FRUS 1941, Sumner Welles, “Procedures and
Policies on Maintenance of the Proclaimed List of Certain Blocked Nationals”,
28 de agosto de 1941, vol. 6, pp. 271-283.
79
PRO, Board ofTrade (en adelante, BT) 271/284, núm. 3244 “Statutory List
Cases”; U.S. DEPARTMENT OF STATE, 1941, pp. 39-40; AB FM Gunther Boker,
“Unsere Geschaefte”, pp. 1-2.
80
AB, FM, Gunther Boker, “Unsere Geschaefte”, p. 2.
81
Excelsior, 23 de julio de 1941.
82
PRO, FO 204/639, Bateman a Edén, 13 de junio de 1942.
83
JUNTA DE ADMINISTRACIÓN Y VIGILANCIA DE LA PROPIEDAD EXTRANJERA,
1943, p. 51, y 1947. Esta cantidad no incluye las fincas rurales, por ejemplo, los
de los cafetaleros alemanes.
84
PRO, FO 371/38342, “Germán Community in México”, en Bateman a Edén,
13 de abril de 1944.
85
Excelsior, 6 de junio de 1943.
86
JUNTA DE ADMINISTRACIÓN Y VIGILANCIA DE LA PROPIEDAD EXTRANJERA,
1943, p. 4.
87
AB, FM, Gunther Boker, “Unsere Geschaefte”, p. 2; AHSRE, III-668-1 (2a
parte), Ramón Beteta a Secretaría de Relaciones Exteriores, 7 de enero de 1942,
y Ezequiel Padilla a Secretaría de Hacienda, 7 de febrero de 1942.
88
AB, Fondo Intervención (en adelante, FI), “CFM Reclamación Intervención”,
Gunther Boker a Junta, 9 de julio de 1942.
89
FBI, 65-16273-1802, “Clog Case”, [nombre borrado] a FBI, 8 de julio de
1943, p. 4.
90
AB, FM, Gunther Boker, “Unsere Geschaefte”, pp. 3-4; VON MENTZ et al.,
1987, vol. 1, pp. 212-216; AHSRE, III-668-1 (3a parte), Luis Topete Bordes a
Ezequiel Padilla, 21 de diciembre de 1942.
91
JUNTA DE ADMINISTRACIÓN Y VIGILANCIA DE LA PROPIEDAD EXTRANJERA,
1947, p. 73.
92
Excelsior, 12 de mayo y 12 de junio de 1945.
93
AGN, Fondo Manuel Ávila Camacho (en adelante, MAC) 550/35-8, Julio
Alcalá Carstens a Ávila Camacho, 29 de agosto de 1945.
94
AB, FI, “CFM Reclamación Intervención”, Gunther Boker, memorándum, 28
de febrero de 1950.
95
NIBLO, 1999, pp. 219-222.
96
AB, FS, “Contrato de Trabajo”, CFM a Junta, 21 de julio de 1947; AB, FM,
Gunther Boker, “Unsere Geschaefte”, p. 5.
97
AGN, MAV, 432/268, Manuel Moreno Sánchez y Luis Cabrera a Alemán, 11
de noviembre de 1947; AB, FM, Gunther Boker, “Unsere Geschaefte”, pp. 5-8.
98
AB, FM, Gunther Boker, “Unsere Geschaefte”, pp. 11-12.
99
BUCHENAU, 2004, cap. 6 y 7.
México y la economía atlántica (siglas XVIII-XX)
se terminó de imprimir en mayo de 2006
en los talleres de Sistemas Técnicos de Impresión, S.A. de C.V..
San Marcos 102-10, Col. Tlalpan, 14000 México, D.F..
Portada: Irma Eugenia Alva Valencia
Tipografía y formación:
Patricia Zepeda, en Redacta, S.A. de C.V.
El cuidado de la edición estuvo a cargo de Sandra Kuntz
bajo la supervisión de la Dirección de Publicaciones de El Colegio de México.