Violencia Escolar TRABAJO
Violencia Escolar TRABAJO
Violencia Escolar TRABAJO
En los centros educativos públicos y privados se observa un clima de inseguridad. Constantemente, maestros y
maestras, refieren que se sienten amenazados y con poca capacidad de ejercer su autoridad ante sus estudiantes, dicen
que las familias de los estudiantes los amenazan y agreden verbal y físicamente.
El alumnado y sus familias plantean que reciben constantemente violencia de todo tipo,
por parte de maestros y maestras. Por otra parte, el alumnado plantea que algunas
veces, sus familias realizan una alianza con sus profesores, resultando el alumnado
violentado por el magisterio y su familia. Además, el personal docente y alumnos
sufren por parte de pandillas, de violencia física, robos y atentados a la propiedad
personal, violencia sexual, discriminación de género y étnica, lo que ha provocado
muertes, renuncias y ausentismo. Es algo cotidiano observar estos problemas.
Se observan acciones de estudiantes que violentan verbal, física y emocionalmente a otros estudiantes. Padres y madres
que justifican la conducta violenta del estudiante porque “tiene que defenderse”. Estudiantes que violentan al claustro.
Claustro que violenta al estudiantado, estudiantes, familiares y magisterio agredidos que muestran trastornos físicos y
emocionales debido a la violencia escolar recibida. Los estudiantes, padres, madres y claustro violentos aprenden por
experiencia propia que la impunidad existe y entonces concluyen erróneamente, que sus derechos no serán respetados
a menos que imiten patrones de violencia para imponerlos. Así, todos y todas se comunican con valores distorsionados e
injustos. Esto es parte de lo que se ha dado en llamar “currículum oculto”.
Es muy frecuente que las instituciones educativas oculten los hechos violentos ocasionados por los docentes y
maximicen los hechos violentos de estudiantes, aunque no ocurre así en todos los establecimientos. Además, es común
que las instituciones educativas se muestren recelosas ante cualquier intento de abordar este tema. Prefieren manejarlo
“internamente”, argumentando que para ese fin tienen su reglamento interno, en el cual sólo aparecen sanciones para el
alumnado y familiares, pero en ningún párrafo se menciona nada sobre el claustro que irrespete a los alumnos y
familiares. Además, en Guatemala como en otros países los hechos de violencia escolar son presentados en los medios
de comunicación, como casos aislados o actividades relacionadas a conflictos entre las pandillas, con lo que se ocultan
las verdaderas causas de este fenómeno social. En su libro Acción e Ideología, Ignacio Martín-Baró dice que la acción
violenta es aquella acción mediante la cual se pretende causar un daño a otra persona. Pero, ¿Cómo se origina la
violencia?
- Nivel Estructural-institucional: el origen y la forma en que se ha construido Guatemala como nación, la configuración,
desarrollo y desempeño de sus instituciones, la exclusión (racismo, de género, de edad, por religión o clase social,
partido político, etc.)
- Nivel Social: las dinámicas sociales de conflictividad, de interrelaciones, las desconfianzas e
inseguridad en todo ámbito social, las divisiones y antagonismos.
- Nivel Personal: el ámbito privado como constructor de la violencia (la identidad), las características de cada persona,
el aprendizaje personal de la violencia que se adquiere en la familia, los medios de comunicación social y la escuela.
El nivel psicológico de la cultura de violencia se produce cuando una persona asume la identidad de uno de los actores
del proceso de la violencia. En el momento en que la persona a muy temprana edad se identifica, se percibe y se dice a
sí mismo: “soy víctima o victimario”, asume un compromiso íntimo, personal y de voluntad con la imagen
correspondiente. Esta persona empieza a reproducir los contenidos del rol con el cual se identifica. Si se siente víctima,
actuará como tal, pensará como tal y facilitará el encontrarse en situaciones y contextos en que se convierta en víctima.
Hasta es capaz de convertirse en víctima de sí mismo si no hay otro recurso. Aunque se trata de aproximarse al rol
identificado, cada persona le da una versión única e irrepetible que puede ser percibida como un ego. El pensamiento
tiende entonces a percibir el ambiente social como constante, en el cual se cree que nada puede cambiar.
Entre los obstáculos que no permiten avanzar en un proceso de paz se observa que al no haber compromisos reales de
las comunidades, no lo asumen como propio, ya que no han pasado por un proceso de reflexión comunitario y la toma de
decisiones es parcializada o nula. Así, muchas organizaciones gubernamentales y no gubernamentales han trabajado
sobre los objetivos impuestos por estudios y teorías realizadas en otros países, queriéndolos “adaptar” a Guatemala y
luego de que terminan los proyectos, no existe un proceso de seguimiento autogestionado por las comunidades, ya que
no les es propio, no existe compromiso pues no es reflejo de su ideología y necesidades.
La violencia escolar
La violencia escolar consiste en un proceso por el cual la violencia propia de una sociedad se manifiesta a través de
conductas, actos y actitudes que reflejan las relaciones sociales en el ambiente escolar. Este proceso es producto de
las relaciones históricas entre los grupos, las relaciones políticas y culturales resultantes de la misma historia y las
decisiones personales de los actores del proceso. La violencia escolar cotidianamente ha sido promovida como un
método de sobrevivencia, defensa y modelo de enseñanza-aprendizaje en el cual debe construirse la sociedad. La
violencia en la escuela es diferente de otras formas de violencias. Es común incluirla dentro de la violencia juvenil o la
violencia social, pero es importante tomar en cuenta que la violencia escolar tiene sus propias características distintivas.
1. La escuela tiene su propio espacio físico y escenario ideológico. Los y las estudiantes pasan alrededor de veinte
horas semanales en las instalaciones escolares y realizan actividades relacionadas al estudio por quince horas
semanales, fuera de ella, en promedio. Este número de horas representa un seguimiento constante a la lógica
educativo-pedagógica e ideológica de la escuela.
3. Existe incongruencia entre los objetivos del proceso educativo formal y las expectativas de vida. Los
estudiantes reproducen el mensaje “debo estudiar para ser alguien en la vida”, pero a este mensaje no le hayan sentido
pues ha sido impuesto por sus docentes y/o familiares. Esta situación puede crear conflicto en los y las estudiantes por
la necesidad de realizar actos sin sentido para ser aceptados, lo cual les produce la reacción de obedecer, repetir, sin
cuestionar, sin razonar, sin analizar; o por el contrario, pueden reaccionar con indisciplina y actos de rebeldía sin
aparente causa. A los estudiantes se les involucra, desde muy pequeños, en la competencia personalista por los puestos
de trabajo mejor pagados y llegan a identificar a los demás como enemigos. A los maestros se les presiona a enseñar
“más y mejor” con la amenaza de mejorar su “efectividad” o ser despedidos; así se “maquila” el conocimiento técnico y se
descuida la educación en valores.
4. No existe igualdad en las oportunidades de acceso a la educación. En la actualidad existe un gran número de
estudiantes que desean ingresar a todos los niveles de enseñanza (pre-primaria, primaria y secundaria). Para los que
desean optar a los espacios educativos públicos en Guatemala, cada vez es más difícil hacerlo, ya que no existe el
número necesario de escuelas y por otra parte, a las familias cada vez les es más difícil poder costear los estudios de los
niños, niñas y adolescentes que desean iniciar o continuar sus estudios, por el alto costo de inscripciones, colegiaturas
(en el caso de colegios) y materiales escolares En algunos establecimientos públicos se cobran inscripciones y bolsas de
útiles escolares cada año más costosas. Incluyen estudios de computación, aduciendo que el uso de las computadoras
es gratuito para los estudiantes, pero, en la práctica, las familias deben “colaborar” (pagar) la maestra que les dará las
clases o sino no pueden recibirlas, el Ministerio de Educación no cubre esas plazas. Las familias deben “colaborar” en la
construcción de aulas, con dinero o mano de obra y si las familias no “colaboran” son excluidas por las autoridades
educativas como “malos padres” y tienden a desvalorizar al estudiante. A estas “colaboraciones” le llaman
“Democratización y Participación Ciudadana en los Procesos Educativos”.
5. Ausencia o baja calidad de un programa de educación en valores. En el Reglamento de la Ley de Educación
Nacional, de fecha 7 de noviembre de 1977, en donde se desarrollan los contenidos y aspectos de la Ley de Educación
Nacional (Decreto 73-76 del Congreso de la República) en el Artículo 53 cita “La Educación primaria trata de dar a los
educandos todos los elementos y destrezas básicas que los capaciten para desarrollar una personalidad integrada que
les permita adaptarse satisfactoriamente a la vida ciudadana y social”. La Declaración Universal de los Derechos
Humanos en su Artículo 26 refiere que el derecho a la educación asiste a todo individuo y tiene por objeto el pleno
desarrollo de la personalidad humana, así como el fortalecimiento del respeto a los derechos humanos, representa toda
una autorización para trabajar con vistas a que esta conquista de la humanidad se haga efectiva en la práctica,
instaurando el respeto entre ciudadanos y entre éstos y cuanto les rodea.
En la Memoria de Labores 2006 del Ministerio de Educación de Guatemala se menciona el Programa de Educación en
Valores en los que reportan haber trabajado con 2,152 alumnos (1,127 hombres y 1,025 mujeres), de una población
estudiantil en todos los niveles y sectores de 3,737,655 (1,945,667 hombres y 1,791,988 mujeres), lo que representa el
0.057576% del total de alumnos inscritos para ese año. Esto significa que 5 alumnos de cada 10,000 recibieron algún
curso de formación en valores, no significa que lo hayan asumido sino que lo recibieron. Esta cantidad representa un
nulo impacto del esfuerzo en la educación en valores realizado por el gobierno y va en desacuerdo con su visión
“Ciudadanos con carácter, capaces de aprender por sí mismos, orgullosos de ser guatemaltecos, empeñados en
conseguir su desarrollo integral, con principios, valores y convicciones que fundamentan su conducta”.
6. Se asumen estructuras de poder y comunicación de forma imitativa. Se reproduce el sistema social y las
relaciones de poder autoritario que han caracterizado la historia de Guatemala. En el aspecto psicosocial se reproduce lo
macrosocial en los espacios microsociales. Se imitan las conductas y actitudes de prepotencia por parte de la autoridad,
la exclusión y sectorización de grupos, impunidad en los actos de violencia, corrupción, tráfico de influencias,
manipulación antojadiza de la ley. Hasta se llega a perder la salud mental como producto de la presión enfermiza de la
cultura de violencia. El rol de la televisión, el cine, los periódicos y las radios es monstruosamente más efectivo en la
formación de la violencia que el del Ministerio de Educación en su prevención. Por ejemplo, si se buscan recortes de
servidores públicos en el periódico se hallarán policías capturados por crímenes u observando a alguien tirado en el
suelo con una manta encima, bomberos en las mismas escenas o peores.
Según explica Roberto Cabrera en “La Tortura en Guatemala”, La forma en que el contexto sociopolítico determina las
relaciones escolares, consiste en “…desarrollar un terror ejemplificante, crear la figura del victimario local impune, romper
la espiritualidad de las personas, fomentar la deshumanización y propiciar la desmovilización futura” cada uno de estos
aspectos se pueden observar en las aulas desde la época colonial. Los agresores ejercen la violencia impunemente, se
vive en la escuela un ambiente de recelo, apatía y desinterés al dolor ajeno, propiciando el terreno para la deserción
escolar. Se repite la forma en que funciona el Estado. En ciertas escuelas se privilegia el modelo pedagógico tradicional,
que al reproducir la dinámica institucional puede incidir en que la violencia se potencie o se canalice, tomando en cuenta
si el sistema es altamente autoritario o no.
Las relaciones existentes dentro de la institución educativa son las que favorecen o desalientan la existencia de
violencia. Se ha aprendido a reaccionar con violencia, como producto de las luchas armadas internas. En Psicología del
Antiautoritarismo, Peter Bückner sostiene que “la práctica de hacer sufrir a los demás, es la base del mismo sufrimiento.
Sencillamente el verdugo y la víctima no son dos personas sino que una de ellas, el verdugo, es al mismo tiempo
verdugo y víctima” El resultado puede ser la pérdida de la salud física y mental. Por eso, es frecuente ver entre los
educadores, familiares y estudiantes agresores, padecimientos de trastornos del sistema nervioso y digestivo.
El sistema ideológico y económico imperante en Guatemala sostiene como valor
fundamental la promoción y protección de la propiedad privada. Es más, al decir “mis
alumnos”, los maestros los valoran como su propiedad privada, y que pueden hacer
con ellos lo que quieran. Se observa entonces, ante los hechos de violencia escolar
que por promover las vías para reproducir el sistema se suspende la humanidad en las
relaciones interpersonales. Los niños y adolescentes constantemente observan y se
informan en los medios de comunicación de la represión política y la impunidad en
Guatemala y el mundo entero, lo que ha facilitado que existan modelos e ideales
sociales violentos, legitimados y accesibles para los niños y jóvenes pues refuerzan la
impulsividad, la arbitrariedad, la omnipotencia, la acción, la adicción y la violencia
carente de proyecto, sin que sean sujetos a la ley o norma social alguna.
Legitimidad
Según explica Raúl Edilberto Soria Verdera en La legitimación del Derecho en la Escuela, la legitimidad hace referencia
al conjunto de valores, procedimientos, exigencias y principios que operan como criterios de justificación de normas,
instituciones y acciones. Según Max Weber, la legitimidad es entendida como la justificación de estar investido de
poderes (político, económico e ideológico). Se trata de un orden que los sujetos se representan mentalmente como
reglas que se deben observar. Esa representación descansa en el carisma, la tradición o la legalidad. Weber refiere tres
tipos de legitimidad.
Legitimidad Racional: se basa en la creencia en la legalidad del orden establecido y de los derechos de mando de los
elegidos a ejercer la autoridad.
Legitimidad Tradicional: se basa en la creencia cotidiana de la santidad de las tradiciones que rigieron desde lejanos
tiempos y en la legitimidad de los elegidos por esa tradición para ejercer esa autoridad.
La legitimación es un proceso cuyo resultado es la legitimidad; este proceso justifica el orden institucional, las normas y
las acciones.
La persona violenta justifica sus acciones al determinar que debió actuar violentamente para defender su vida,
propiedades e intereses y que es el único recurso a su alcance además de su derecho. Esta persona aprendió a ser
violenta como producto de la forma en que fue criada. Al reproducir ese patrón de crianza, enseña a sus hijos a ser
violentos. Usualmente, esta persona utiliza la violencia con su pareja, como forma de resolución de conflictos y al
volverse una actitud y parte de su identidad, justifica su falta de control emocional, culpando a sus propias víctimas. La
persona violenta, difícilmente toma conciencia de su actitud porque las reacciones violentas forman parte de su identidad
asumida, tiene tal grado de compromiso con la imagen social de la violencia que percibe una amenaza a su integridad en
la reflexión y la necesidad de abandono de las conductas destructivas. Puede suceder una crisis de identidad tan
angustiante que la persona se sumerge aún más en las justificaciones y excusas para mantener su nivel de violencia;
huye de la realidad y se refugia en creencias al estilo de: “genio y figura hasta la sepultura”.
De acuerdo a lo expuesto por Susan Galdames y Ana María Aron en su libro “Construcción de una Escala Para Medir
Creencias Legitimadoras de Violencia en la Población Infantil” otras formas de proteger la imagen institucional, aunque
ello represente la aceptación de la existencia actual de la violencia escolar, son aquellas que suelen minimizar su
impacto negativo, posicionar el problema como un asunto fuera del establecimiento o bien culpar a personas o familias,
ajenas al personal de las instituciones. Estas formas de legitimación de la violencia encuentran tierra fértil en:
a. Un ambiente social que valida el uso de la violencia en la interacción de la niñez, adolescencia y adultez. En una
comunidad violenta es frecuente el aprendizaje e influencia del sistema de creencias normativas sobre el uso de la
violencia, produciéndose una aceptación y normalización de las respuestas violentas.
b. La cultura de dominación, amparada por una legitimidad tradicional de la violencia, privilegia las garantías de los
adultos por sobre los niños a la hora de legitimar su conducta violenta.
c. La idea de que los hechos violentos que no son cercanos a las personas se perciben como carentes de importancia y
relevancia. Igualmente, se cree que los actos violentos cometidos en grupos pequeños no afectan a la mayoría. Se
justifica así la falta de necesidad de corregirlos o eliminarlos y se reproducen las creencias legitimadoras de la violencia.
Creencia legitimadora es una convicción u opinión aceptada como verdadera sin necesidad de pruebas o confirmación
lógica como sostenedora de algunas dimensiones de la cultura. Surgen en la interacción con el entorno y en el nivel más
amplio (del macrosistema), se componen de sistemas de creencias, conformando estructuras permanentes que ponen en
marcha sus correspondientes mecanismos de control cuando se ven amenazadas, lo que las hace tener una alta
resistencia al cambio. Por eso, la legitimación de la violencia escolar se observa desde las opiniones que la sustentan y
reproducen. Estas creencias son consideradas mitos culturales y cumplirían tres funciones principales en la legitimación
de la violencia: culpabilizar a la víctima, naturalizar la violencia e impedir que la víctima salga de la situación. Entre estas
falsas creencias se encuentran las siguientes:
a. La violencia escolar se trata de una novedad, propia de esta época, “porque antes eso no se veía”. Se refiere a que
aparece la violencia escolar por la pobre educación o dejadez, vicios, problemas de conducta o bajo nivel educativo de
los padres de esta época o por la mera influencia mecánica de los medios de comunicación social por aparte.
b. La violencia en las escuelas forma parte de casos aislados que vendrían a ocurrir “accidentalmente”, y que tan sólo
una minoría de alumnos y maestros realmente sufre este tipo de situaciones. Con ello se pretende no causar lo que ha
dado en llamarse “alarma social” porque se desestabiliza el sistema autoritario cuando se involucran muchas personas;
ya que cuestionan las causas de la violencia. Además, eso implicaría la búsqueda de culpables y castigos así como de
responsables.
c. La única manera de mantener el orden establecido en las instituciones educativas es responder a la violencia con
violencia. La violencia en los centros es la amenaza más grave que tiene nuestro sistema escolar, con lo que hacen falta
medidas urgentes. Así, la única solución ante estos fenómenos sería la «mano dura», con castigos ejemplificantes,
expulsiones y cambios de centro, según explica Juan Manuel Moreno Olmedilla en su obra “Comportamiento antisocial
en los centros escolares”.
d. Se cree que algunas manifestaciones de la violencia escolar se producen por la suavidad, la blandura y la incapacidad
para tratar y relacionarse con los conflictos de los actuales maestros, ya que los maestros de generaciones anteriores sí
eran capaces de controlar a los grupos estudiantiles, ya que gozaban de la plena autorización incuestionable de los
familiares para hacer con los alumnos “lo necesario”. A diferencia de la época actual, en que algunos familiares no están
de acuerdo en que se utilicen medidas disciplinarias físicas y por eso “ya no respetan al maestro como antes”.
e. La actitud de los adultos hacia este tipo de violencia tradicionalmente ha tendido a minimizar sus consecuencias y
normalizar sus manifestaciones, poniendo énfasis en la responsabilidad de la víctima como provocadora de la situación
de agresión. Estas actitudes conforman un escenario de victimización secundaria de las víctimas al excluirlas y crear una
forma negativa de la legitimidad carismática.
f. La ocurrencia de malos tratos hacia los más débiles no se reconoce como un problema social apremiante y más bien
se le normaliza y atribuye al dominio de lo privado.
g. Las personas implicadas en hechos de violencia escolar, manifiestan estas conductas porque tienen alguna
enfermedad mental, porque los niños y jóvenes “normales” deberían adaptarse fácilmente al sistema sin cuestionarlo.
h. Los hechos violentos solamente se observan en las escuelas más pobres, ya que las manifestaciones de violencia
escolar sólo se dan en las clases sociales más pobres.
La cuestión comienza a preocupar a quienes tienen el poder cuando algunas víctimas rompen el silencio que como
víctimas siempre les ha caracterizado, cuando las consecuencias son trágicas o noticia de algún medio de comunicación,
o cuando se intenta hacer una utilización política de los fenómenos de violencia. Por ejemplo, casos en los que las
víctimas tradicionales (niños menores de doce años, niñas en general) se convierten en victimarios. Esta inversión de
roles, cuyo ejemplo clave es la agresión de alumnos a maestros, cuenta con un atractivo máximo en los medios Lo cierto
es que los problemas de violencia no pueden abordarse por vía represiva, a riesgo de verse multiplicados y hacerse aún
más graves. Es responsabilidad de los centros educativos dar una respuesta esencialmente educativa a estos sucesos.
La UNESCO, en el Proyecto de Cultura de paz en Guatemala, menciona la promoción del conocimiento y la práctica de
la cultura de paz entre la población y particularmente entre los jóvenes, difundiendo e internalizando valores
fundamentados en la superación de la violencia y de los conflictos, el respeto a los derechos humanos, la práctica de la
democracia en todas las instancias, la solución negociada y concertada de conflictos y un desarrollo humano con
equidad. En el caso de la violencia vivida en las escuelas, se necesita identificar los líderes dentro del alumnado, claustro
y familiares y cuáles son sus creencias legitimadoras de la violencia escolar y las creencias que apoyan la cultura de paz,
la convivencia pacífica dentro y fuera de los establecimientos educativos.
Fuente: Licda. en Psicología Lilian Jeannette Medina Lemus / INTEGRA: Psicología, Educación Especial, Terapia del
Lenguaje
La violencia practicada por agentes del Estado en función del control social es además uno de los ámbitos
en los que operan con más fuerza ciertas representaciones sociales sobre los adolescentes, especialmente
la que vincula pobreza con violencia y delito y transforma al adolescente pobre en "peligroso". La mayoría
de los adolescentes y jóvenes identifica a la Policía como un peligro, no como una instancia a la que
puedan recurrir en busca de protección.
En Costa Rica, Según el Ministerio de Educación Pública de Costa Rica, hay unas 200 instituciones -
principalmente de segunda enseñanza- consideradas de "alta peligrosidad", según Rocío Solís, encargada
del área de Niñez y Adolescencia.
En esa categoría entran aquellos centros en donde hay consumo identificado de drogas, explotación sexual
de sus estudiantes con fines comerciales, pandillas juveniles tanto dentro como fuera de la institución,
juegos violentos en los recreos y enfrentamientos de palabra (Ver: ¿Qué pasa en el vecindario?).
Si las acciones son constantes y se suceden en un tiempo prolongado, el estudiante intimado difícilmente
podrá salir de la situación por sus propios medios. Entonces, la víctima empieza a mostrar bajo
rendimiento, fobia de ir al colegio, tristeza o depresión y pérdida de autoestima. Si estos indicadores son
desatendidos y existen factores agravantes, el hostigamiento puede derivar en cuadros de neurosis,
reacciones muy violentas o hasta en el suicidio.
Cultura de prevención
En estos casos, es fundamental que padres y docentes estén atentos para percibir cambios en la conducta
del niño o la niña. Es muy común que el maestro sea el primer sorprendido cuando, por su magnitud, la
situación se visibiliza.
¿Qué hacer ante la presencia de la violencia en las escuelas? Es urgente que el Estado asuma su rol de
garante de los Derechos Humanos. Se trata de garantizar la integridad física, psicológica y social de los
estudiantes en un espacio que, supuestamente, es uno de los más democráticos. Es indispensable
establecer políticas públicas de prevención de las distintas formas de violencia que hoy conviven en el
sistema educativo.
En algunos países, se han dado pasos importantes. En materia de violencia sexual en Perú, el Ministerio
de Educación estableció el retiro inmediato y definitivo de maestros abusadores. Anteriormente sólo se los
cambiaba de escuela.
En Brasil, hay una modalidad que abre las escuelas los fines de semana, días en los que aumenta la
violencia contra las personas menores de edad. Se llevan a cabo actividades culturales, artísticas y
deportivas basadas en el esfuerzo de quienes conforman la escuela y viven en comunidades cercanas.
Desde el 2001 en Medellín, una ciudad colombiana, existe un programa de promoción de la convivencia
entre niños, niñas, adolescentes y jóvenes para detectar la violencia de manera temprana en escuelas y
hogares.
Dicen que lo que no está prohibido, está permitido. En el continente no se cuenta con datos exactos sobre
el uso de castigos corporales en las escuelas y centros de educación formal que permita afirmar la
gravedad de tales acciones. Aunque no se puede afirmar que es una conducta marginal, está claro que se
trata de una violación a los derechos humanos.
El informe de Pinheiro indica que el 58% de escolares en América Latina y el Caribe están desprotegidos
contra los castigos físicos por parte de los maestros, maestras, directores y personal de la escuela.
La iniciativa global para acabar con todo castigo corporal hacia niños y niñas llevado del Programa regional
para América Latina y el Caribe de Save the Children Suecia establece un diagnóstico sobre la legislación
de los países.
Sólo 6 países latinoamericanos tienen leyes que prohíben expresamente el castigo corporal o físico:
Republica Dominicana, Ecuador, Honduras, Venezuela y Haití, según la mencionada investigación.
Recientemente Uruguay hizo lo mismo.
Los avances más acelerados para erradicar la violencia física se han dado en Europa. El país abanderado
en esta lucha es Suecia donde esta práctica se prohibió de manera explícita en 1979. A éste le siguieron
Finlandia, en 1983, y Noruega, en 1987. Grecia lo hizo en 2006, y Holanda este año. Todavía no se
prohíbe de manera total en 17 estados miembros de la Unión Europea.
Es fundamental que el Estado establezca una legislación para que la escuela sea un espacio seguro para la
niñez y la adolescencia, sino no se podrá avanzar en la construcción de una cultura de paz y de
convivencia respetuosa.
Guatemala: niñas son más violentadas en la escuela, según una investigación realizada por ACTION AID
International en Guatemala. Cotidianamente en las escuelas se cometen altos índices de agresiones
físicas, emocionales, sexuales y de exclusión hacia las niñas. Los índices de abuso sexual son más
elevados en las áreas rurales que en las urbanas, un 39% contra un 13% respectivamente.
La periodista guatemalteca Ileana Alamilla, en su columna Eclipse, indicó que la escuela se ha convertido en
un escenario violento en Guatemala, no sólo entre su alumnado, sino también entre los cuerpos docentes, los
subgrupos que rivalizan en los establecimientos educativos.
Los lugares de estudio son los ambientes en los que la niñez, en cierta soledad, debe enfrentar los desafíos
de la vida que inicia y donde se replican las desventajas y desvalorizaciones que el imaginario social ha
construido para las niñas.
Según la colega, Action Aid apoyó un estudio donde se aborda y revela la situación de violencia que viven las
niñas en las escuelas y sus alrededores por parte de sus compañeros varones, mientras que los maestros,
maestras, directores, madres y padres de familia justifican las acciones.
Alamilla citó las palabras de Francisco Cabrera, especialista en el tema, quien dijo que todo el entorno
estudiantil expresa violencia y las niñas se constituyen en el último eslabón de la cadena de agresiones.
Al decir de la columnista, la investigación incluye entrevistas con las menores, quienes están conscientes de
la situación de exclusión que las rodea y la rechazan, ya que representa un incremento a su pesada carga de
infelicidad.
La información enfatiza que si enfrentar las humillaciones, los insultos, el maltrato, las burlas, los golpes y los
abusos sexuales es dramático para las infantes; las secuelas psicológicas y emocionales provocan daños
permanentes.
Alamilla subrayó la urgencia de un cambio de actitudes en que el Estado, a través del Ministerio de
Educación, debe involucrase, pues no se le ha puesto la atención debida al tema.
La inclusión en las políticas educativas y la construcción de intervenciones pedagógicas es una
recomendación de los expertos, quienes consideran que los progenitores y los docentes pueden marcar la
diferencia, subrayó la periodista.
Finalmente, indicó que se necesita un cambio en el contexto, donde se eliminen los patrones violentos que
forman personas agresoras, para construir una cultura de la no violencia.
Fuente: SEMlac
Unos 300 profesionales de la enseñanza asistieron los pasados días 12 y 19 de mayo al Congreso ‘Conflictos
escolares y Convivencia en los Centros Educativos’, el primero organizado por la Consejería de Educación,
Ciencia y Tecnología de la Junta de Extremadura para analizar y debatir sobre las causas que originan la
conflictividad escolar y reflexionar sobre posibles soluciones.
Además de las conferencias de expertos como Amelia Valcárcel, Carlos Castilla del Pino, Rosario Ortega y
José Antonio Marina, los asistentes tuvieron la oportunidad de escuchar las 24 comunicaciones presentadas
por profesores de Primaria y Secundaria, de la Uex, representantes de formación de organizaciones
sindicales, asesores ce Centros de Profesores y Recursos, Equipos Pedagógicos e Inspectores de Educación.
Amelia Valcarcel
En democracia gran parte del trazo educativo, el primario y el medio, es obligatorio y no es inmediatamente
útil y “ante una cosa que es obligatoria y que, además, no es inmediatamente útil surge una enorme rebelión
contra ella”, así explicaba Amelia Valcárcel la relación existente entre la llegada de la democracia a nuestro
país y el aumento de los conflictos escolares.
“Democracia avanzada y formación larga son inseparables, pues formación larga es inseparable de conflicto”,
sentencia.
Es cierto que actualmente el periodo formativo obligatorio de un ciudadano es largo, puede ser de hasta 14
años, pero, según Valcárcel, una democracia avanzada como la nuestra no puede prescindir de que sus
ciudadanos tengan una buena formación porque enfrenta siempre cuestiones muy complejas y necesita una
ciudadanía experta. “Esta formación no es inmediatamente útil para el individuo, pero es necesaria”.
Cada día en clase el profesor se encuentra con alumnos que se quejan de que lo que estudian no les va a
servir para nada, pero tienen que hacerlo porque su deber es aprender para ser ciudadanos responsables a la
hora de ejercer sus derechos de opinar, elegir y ser elegidos. “Se supone que no actuamos por capricho, sino
que tenemos una formación que valida lo que estamos haciendo”.
Antes quienes optaban por estudiar era porque podían pagar su formación y sabían que luego esa formación
les iba a servir para prosperar en la vida, ser algo y ser alguien, pero ahora todos tienen los mismos
certificados y estudios hasta un cierto grado y “nadie los puede utilizar para negociar quien es él o quien es
ella”.
Además de la obligatoriedad de la Educación, Valcárcel apunta la actitud de la familia como factor importante
que puede favorecer la aparición de conflictos. Antes no había diferencia de mensaje entre la familia y el
profesor o centro educativo, mientras que actualmente los padres no riñen a sus hijos por ser pésimos
alumnos. Sus hijos nunca son culpables, según ellos, la culpa siempre es del profesor que no les sabe
enseñar.
Valcárcel considera que no existen panaceas contra la conflictividad escolar, pero sí soluciones parciales y
para encontrarlas “hay que hablar de muchas cosas y es importante empezar a hablar de ellas”.
“Yo no creo que exista hoy en día ninguna profesión que sea mayor deparadora de sufrimiento para quien la
desempeña que la profesión docente”.
Así de tajante se mostró el psiquiatra Carlos Castilla del Pino durante en su exposición sobre las patologías de
la identidad y función docente, una afirmación que viene respaldada por su experiencia de más de 50 años en
la atención de los problemas mentales de muchos docentes.
Hasta los ochenta, los profesores padecían enfermedades mentales en porcentajes similares a los del resto
de la población, pero a partir de esta fecha se produce un cambio notable, los docentes empiezan a sufrir
patologías que dependen fundamentalmente del medio en el que se desenvuelven y que están relacionadas
con la frustración que les depara no poder desempeñar su trabajo como ellos quisieran.
Muchos de ellos son, según Castilla, “juguetes rotos”, profesionales que han visto frustrada su vocación
docente y que “sufren una crisis de autoestima de tal naturaleza que cuando acontece difícilmente tiene
solución”.
Ante las situaciones de conflictos en el aula hay profesores que se derrumban, “tiran la toalla” porque no
consiguen el fin, dar sus clases y que los alumnos aprendan, y no disponen de medios para ello; otros
adoptan una actitud cínica y “se dicen ‘sigamos la tarea como sea y que nos jubilen cuanto antes’”.
La conflictividad escolar avanza por años de forma impresionante, según explica el eminente psiquiatra, que
considera que “la situación no es sólo dramática sino patética”.
El docente es presionados por los alumnos, -“¿qué se hace con unos alumnos que acogen todos los días a su
profesor con silbidos”-; los responsables del centro, que les exigen mantener la autoridad; los padres, que
prefieren responsabilizar al profesor antes que enfrentarse a sus hijos, y la Administración educativa.
Los conflictos escolares se producen porque, “el profesor no puede mantener la autoridad como la mantenía
antes, de una forma arbitraria”.
Castilla del Pino afirma que, efectivamente, hoy en día no debe tolerarse aquella autoridad arbitraria que
sufrimos muchos antes de que se instaurará la democracia, pero el problema es que “no ha habido un
mecanismo que la sustituya”. Por ello, la solución al problema de los conflictos escolares pasa por “restaurar
la autoridad -no arbitraria- en las aulas”.
Rosario Ortega
La realidad es que hay niños y niñas que están viviendo o provocando situaciones de violencia escolar, pero
es una realidad muy concreta que afecta a un número concreto de niños que nunca es superior al 10 o 11 por
ciento, incluyendo a víctimas y agresores. El mito es esa “imagen demoníaca” que presentan los medios de
comunicación social, una escuela totalmente conflictiva, disruptiva, que está poniendo en riesgo los valores
democráticos de la sociedad y “esto no es cierto”.
No es verdad, según Rosario Ortega Ortega, que la violencia escolar haya aumentado. “No estamos ante una
escuela más violenta, sino que existe una mayor preocupación social respecto a los hechos violentos y eso es
positivo”.
Se suele responsabilizar a la escuela de la crisis de valores existente en la sociedad; sin embargo, “la escuela
lo que hace es reproducir los esquemas de formas de violencia que hay en la sociedad”. La psicología de
cada individuo, su entorno familiar, el entorno social en el que se desenvuelve el alumno y los patrones
sociales que aprende en esos entornos o a través de los medios de comunicación, son factores que influyen
en la aparición de los conflictos escolares, unos conflictos que, si no se solucionan, “pueden ser una base
para la violencia.
Por ejemplo, la violencia de género es una violencia estructural que se reproduce en el aula donde por cada
niña que participa en casos de maltrato, como víctima o como agresora, hay cinco niños que lo hacen, pero
las niñas suelen protagonizar más agresiones verbales y de exclusión social y los niños más agresiones
físicas. “Muchos chicos violentos en la escuela sufren violencia en su familia”.
Víctimas y agresores son “alumnos con necesidades educativas especiales y se requieren profesores con una
formación especial”, afirma la investigadora, para quien, en contra de lo que opinan muchos profesores, “es
más preocupante y necesita más atención el agresor que la víctima ”, ya que mientras que el agresor, “-
diciéndolo con toda la prudencia- es un futuro delincuente”, la víctima suele recuperarse.
Destruir la patológica relación existente entre víctima y agresor, es una de las soluciones aportadas por esta
investigadora, pero esto no puede hacerlo la escuela sola, necesita la colaboración de toda la comunidad. “La
escuela no tiene respuestas para problemas que son estructurales".
La degradación de la convivencia escolar y el aumento de la violencia es, sin duda, un serio problema, pero
“los docentes estamos cayendo en un victimismo exagerado y peligroso porque insistimos demasiado en el
carácter incontrolable de nuestros alumnos y, con ello, lo podemos propiciar”.
Para que el tema de la violencia en la escuela no adquiera una importancia desmesurada conviene
diferenciarla, según Marina, de otros fenómenos como la grosería en los modales, la indisciplina, la
agresividad o la impulsividad, comportamientos que, si no se detectan y corrigen a tiempo, pueden llegar a
degenerar en hechos violentos, que son sólo aquellos en los que se utiliza la fuerza física o la coacción
psicológica.
José Antonio Marina se mostró convencido de que “la violencia en las aulas se acabará cuando el sistema
educativo quiera” y para ello hay que utilizar todos los recursos del centro.
Los profesores deben dejar de esta a la defensiva y, en vez de quejarse de los padres, “echarles una mano,
porque profesores y padres estamos en un mismo barco y juntos tenemos que conseguir la educación que
queremos para nuestros hijos”.
"Un profesor no puede decir ’yo soy de inglés y no estoy aquí para enseñar disciplina’, quién le ha dicho eso".
En los centros públicos, según Marina, el claustro no funciona, no se reúne y “el día en que le aparezca un
tipo de violencia no va a saber qué hacer”.
Este eminente filósofo propone la elaboración de una “Carta de los deberes educativos” para introducir la
responsabilidad a todos los niveles. En ella se recogerían los deberes de los padres, de los alumnos, de los
profesores, de las Instituciones política, el ciudadano y de las instituciones sociales.
Además, reivindica que en la asignatura de lengua se enseñe a los alumnos a resolver los conflictos mediante
la comunicación, ya que una parte importante de la violencia se produce por la dificultad que existe para
comunicarse. “Los conflictos que no se resuelven lingüísticamente, se resuelven a palos”.
La creación de cursos para padres, potenciar los departamentos de Orientación, ampliando sus competencias
a los profesores y las familias; aumentar el personal docente de apoyo en centros conflictivos y tener
profesores que actúen como enlace entre la familia y el centro, son algunas de la medidas propuesta por
Marina para erradicar los casos de conflictividad escolar o, los más graves, de violencia.
Nuestra misión es la difunsión de información que ayude a prevenir o a denunciar la violencia de cualquier tipo
dentro de las instituciones educativas del país.
1. Informar a los padres de familia cómo ayudar a sus hijos a prevenir la violencia escolar
2. Informar a los docentes y autoridades educativas a implementar normas para prevenir la violencia
escolar.
3. Apoyar a las víctimas de acoso escolar.
#1534
ldemata (Usuario) Re: Prevenir la violencia en Guatemala. hace 11 Meses
Una forma de prevenir la violencia en Guatemala es educar a la
niñez y juventud sobre el tema de la violencia y como no generarla.
Junior Boarder El diplomado de Conviencia Escoalr y Prevención de la Violencia, nos
proporciona a los docentes y padres de familia, los métodos y
Posts: 38
procedimientos innovadores que podemos utilizar en el aula y en la
familia, con los y las estudiantes e hijos, para prevenir la violencia
tanto dentro de la escuala y fuera de ella, es importante que lo que
aprendamos en el diplomado, lo apliquemos en el aula y en la
familia, de esta forma vamos a disminuir la violencia escolar y de la
sociedad, formando niños y jóvenes con valores, construimos una
sociedad sin violencia.
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El administrador ha deshabilitado la escritura pública.
#1604
Rodolfo (Usuario) Re: Prevenir la violencia en Guatemala. hace 10 Meses, 3
Semanas
sinceramente creo que es difícil erradicar la cultura de violencia en
Fresh Boarder Guatemala, no es tarea solo de los docentes sino de todos los
sectores de la sociedad. en un país donde la corrupción es normal,
Posts: 3
donde se privilegia la mediocridad en detrimento de la excelencia,
donde hay injusticia social, se crea un ambiente propicio para la
violencia.
Es necesario que todos los guatemaltecos retomemos nuestros
valores y que estemos dispuestos a dar el primer paso, es necesario
crear una cultura de perdón y tolerancia, pero es importante que las
faltas a las normas de convivencia social se castiguen severamente
para producir un efecto real.
Verdaeramente, sólo Dios puede cambiar la situación en nuestro
país
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El administrador ha deshabilitado la escritura pública.
Aunquer nosotros como docentes nos tomemos esa responsabilidad, muy poco
podemos hacer en contra de los hábitos y la educación que los padres les
brindan a sus hijos.
Reporte
guardado
El
administrad
or ha
deshabilitad
o la
escritura
pública.
Para otros usos de este término, véase Acoso.
El acoso escolar es una especie de tortura, metódica y sistemática, en la que el agresor sume a la víctima, a menudo con el
silencio, la indiferencia o la complicidad de otros compañeros. 1
Este tipo de violencia escolar se caracteriza, por tanto, por una reiteración encaminada a conseguir la
intimidación de la víctima, implicando un abuso de poder en tanto que es ejercida por un agresor más fuerte (ya
sea esta fortaleza real o percibida subjetivamente) que aquella. El sujeto maltratado queda, así, expuesto física y
emocionalmente ante el sujeto maltratador, generándose como consecuencia una serie de secuelas psicológicas
(aunque estas no formen parte del diagnóstico); es común que el acosado viva aterrorizado con la idea de asistir
a la escuela y que se muestre muy nervioso, triste y solitario en su vida cotidiana. En algunos casos, la dureza de
la situación puede acarrear pensamientos sobre el suicidio e incluso su materialización, consecuencias propias
del hostigamiento hacia las personas sin limitación de edad.
El objetivo de la práctica del acoso escolar es intimidar, apocar, reducir, someter, aplanar, amedrentar y
consumir, emocional e intelectualmente, a la víctima, con vistas a obtener algún resultado favorable para
quienes acosan o satisfacer una necesidad imperiosa de dominar, someter, agredir, y destruir a los demás que
pueden presentar los acosadores como un patrón predominante de relación social con los demás.
En ocasiones, el niño que desarrolla conductas de hostigamiento hacia otros busca, mediante el método de
«ensayo-error», obtener el reconocimiento y la atención de los demás, de los que carece, llegando a aprender un
modelo de relación basado en la exclusión y el menosprecio de otros.
Con mucha frecuencia el niño o niña que acosa a otro compañero suele estar rodeado muy rápidamente de una
banda o grupo de acosadores que se suman de manera unánime y gregaria al comportamiento de hostigamiento
contra la víctima. Ello es debido a la falta de una autoridad exterior (por ejemplo, un profesor, un familiar, etc.)
que imponga límites a este tipo de conductas, proyectando el acosador principal una imagen de líder sobre el
resto de sus iguales seguidores.
Los profesores Iñaki Piñuel y Zabala y Araceli Oñate han descrito hasta 8 modalidades de acoso escolar, con la
siguiente incidencia entre las víctimas.[2]
Agrupa las acciones de acoso escolar que buscan bloquear socialmente a la víctima. Todas ellas buscan el
aislamiento social y su marginación impuesta por estas conductas de bloqueo.
Son ejemplos las prohibiciones de jugar en un grupo, de hablar o comunicar con otros, o de que nadie hable o se
relacione con él, pues son indicadores que apuntan un intento por parte de otros de quebrar la red social de
apoyos del niño.
Se incluye dentro de este grupo de acciones el meterse con la víctima para hacerle llorar. Esta conducta busca
presentar al niño socialmente, entre el grupo de iguales, como alguien flojo, indigno, débil, indefenso, estúpido,
llorica, etc. El hacer llorar al niño desencadena socialmente en su entorno un fenómeno de estigmatización
secundaria conocido como mecanismo de chivo expiatorio. De todas las modalidades de acoso escolar es la más
difícil de combatir en la medida que es una actuación muy frecuentemente invisible y que no deja huella. El
propio niño no identifica más que el hecho de que nadie le habla o de que nadie quiere estar con él o de que los
demás le excluyen sistemáticamente de los juegos.
[editar] Hostigamiento
Agrupa aquellas conductas de acoso escolar que consisten en acciones de hostigamiento y acoso psicológico
que manifiestan desprecio, falta de respeto y desconsideración por la dignidad del niño. El desprecio, el odio, la
ridiculización, la burla, el menosprecio, los motes, la crueldad, la manifestación gestual del desprecio, la
imitación burlesca son los indicadores de esta escala.
Agrupa aquellas conductas de acoso escolar que pretenden distorsionar la imagen social del niño y “envenenar”
a otros contra él. Con ellas se trata de presentar una imagen negativa, distorsionada y cargada negativamente de
la víctima. Se cargan las tintas contra todo cuanto hace o dice la víctima, o contra todo lo que no ha dicho ni ha
hecho. No importa lo que haga, todo es utilizado y sirve para inducir el rechazo de otros. A causa de esta
manipulación de la imagen social de la víctima acosada, muchos otros niños se suman al grupo de acoso de
manera involuntaria, percibiendo que el acosado merece el acoso que recibe, incurriendo en un mecanismo
denominado “error básico de atribución”.
[editar] Coacción
Agrupa aquellas conductas de acoso escolar que pretenden que la víctima realice acciones contra su voluntad.
Mediante estas conductas quienes acosan al niño pretenden ejercer un dominio y un sometimiento total de su
voluntad.
El que la víctima haga esas cosas contra su voluntad proporciona a los que fuerzan o tuercen esa voluntad
diferentes beneficios, pero sobre todo poder social. Los que acosan son percibidos como poderosos, sobre todo,
por los demás que presencian el doblegamiento de la víctima. Con frecuencia las coacciones implican que el
niño sea víctima de vejaciones, abusos o conductas sexuales no deseadas que debe silenciar por miedo a las
represalias sobre sí o sobre sus hermanos.
[editar] Exclusión social
Agrupa las conductas de acoso escolar que buscan excluir de la participación al niño acosado. El “tú no”, es el
centro de estas conductas con las que el grupo que acosa segrega socialmente al niño. Al ningunearlo, tratarlo
como si no existiera, aislarlo, impedir su expresión, impedir su participación en juegos, se produce el vacío
social en su entorno.
[editar] Intimidación
Agrupa aquellas conductas de acoso escolar que persiguen amilanar, amedrentar, apocar o consumir
emocionalmente al niño mediante una acción intimidatoria. Con ellas quienes acosan buscan inducir el miedo
en el niño. Sus indicadores son acciones de intimidación, amenaza, hostigamiento físico intimidatorio, acoso a
la salida del centro escolar.
Agrupa las conductas de acoso escolar que buscan amilanar mediante las amenazas contra la integridad física
del niño o de su familia, o mediante la extorsión.
Bullying es una palabra inglesa que significa intimidación. Infelizmente, es una palabra que está
de moda debido a los innúmeros casos de persecución y de agresiones que se están detectando
en las escuelas y colegios, y que están llevando a muchos escolares a vivir situaciones
verdaderamente aterradoras.
El Bullying se refiere a todas las formas de actitudes agresivas, intencionadas y repetidas, que
ocurren sin motivación evidente, adoptadas por uno o más estudiantes contra otro u otros. El
que ejerce el bullying lo hace para imponer su poder sobre el otro, a través de constantes
amenazas, insultos, agresiones, vejaciones, etc., y así tenerlo bajo su completo dominio a lo
largo de meses e incluso años. La víctima sufre calada en la mayoría de los casos. El maltrato
intimidatorio le hará sentir dolor, angustia, miedo, a tal punto que, en algunos casos, puede
llevarle a consecuencias devastadoras como el suicidio.
Libre, libre. Mis ojos seguirán aunque paren mis pies. Estas fueron algunas de las últimas
palabras que dejó escritas Jokin Zeberio, de 14 años, antes de suicidarse, tirándose al vacío con
su bicicleta, desde lo alto de la muralla de Hondarribia, España, en septiembre de 2004. Jokin
venía sufriendo el acoso de sus colegas desde hacía años. Las continuas amenazas,
humillaciones, insultos, golpes, palizas, lo hicieron sufrir y lo llevaron a la muerte. El hecho hizo
sonar la alarma social, política y educativa, y ha generado múltiples debates. Pero,
lamentablemente, no frenaron el fenómeno. Los casos de bullying afloran y cada día nos
percatamos que no son recientes ni raros.
COMPRAR
El bullying es un gran problema en las aulas. Creo que la clave está en la prevención. Intentar escuchar a nuestros
hijos, que confíen en nosotros como padres y nos cuenten sus problemas. La escuela también debe estar alerta y,
conjuntamente con las familias, educar y fomentar el respeto a la diversidad