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Para otros usos de este término, véase Mariana Pineda (desambiguación).
Mariana Pineda
1855, Historia de la milicia nacional, desde su creación hasta nuestros días,
Mariana Pineda (cropped).jpg
Información personal
Nombre de nacimiento Mariana Rafaela Gila Judas Tadea Francisca de Paula Benita
Bernarda Cecilia de Pineda Muñoz
Nacimiento 1 de septiembre de 1804
Granada (España)
Fallecimiento 26 de mayo de 1831 (26 años)
Granada (España)
Causa de muerte Garrote vil Ver y modificar los datos en Wikidata
Nacionalidad Española
Familia
Padres María de los Dolores Muñoz Bueno
Mariano de Pineda Ramírez
Cónyuge Manuel Peralta Valle (1819-1822)
Hijos José María (1820), Úrsula María (1821) y Luisa (1829)1
Información profesional
Ocupación Revolucionaria Ver y modificar los datos en Wikidata
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Mariana Pineda Muñoz (Granada, 1 de septiembre de 1804-Granada, 26 de mayo de 1831)
fue una liberal española del siglo xix ejecutada en la Década Ominosa, durante el
reinado de Fernando VII.
Índice
1 Biografía
2 El proceso contra Mariana Pineda (1831)
2.1 La detención
2.2 El juicio
2.3 La ejecución
3 Sepultura
4 Memoria histórica
5 Obras literarias sobre Mariana Pineda
6 Obras musicales sobre Mariana Pineda
7 Mariana Pineda en televisión
8 Véase también
9 Referencias
10 Bibliografía
11 Enlaces externos
Biografía
Era hija de Mariano de Pineda y Ramírez, capitán de navío de Granada y caballero de
la Orden de Calatrava, que nunca llegó a casarse por motivos que se desconocen con
María de los Dolores Muñoz y Bueno, de Lucena, mucho más joven y de menor condición
que él. La pareja tuvo una primera hija en Sevilla, donde residió un tiempo, pero
falleció al poco de nacer, y después de trasladarse a Granada, donde vivieron en
casas separadas, tuvieron una segunda hija, que fue Mariana. Después del
nacimiento, la madre y la hija se fueron a vivir a la casa del padre, don Mariano,
quien unos meses más tarde, a causa de la enfermedad crónica que padecía, firmó un
documento por el cual otorgaba a la madre todos los derechos sobre la hija. Pero al
poco tiempo don Mariano denunció a su pareja por haberse apropiado de ciertos
bienes puestos a nombre de su hija y María Dolores huyó de la casa común con la
niña, siendo detenida y obligada a devolver a la niña a su padre el 12 de noviembre
de 1805. Tras la muerte de don Mariano, Mariana pasó a la tutela de un hermano de
aquel, que era ciego, soltero y tenía cuarenta y siete años. Sin embargo, tras
casarse con una mujer mucho más joven que él, traspasó sus responsabilidades de
tutor a unos jóvenes dependientes suyos, José de Mesa y Úrsula de la Presa, a cuyo
cargo quedó la niña a lo largo de su infancia.2
Cuando murió su tutor este legó a su propia hija parte de los bienes que le
correspondían a Mariana por herencia de su padre, por lo que tuvo que pleitear
durante toda su vida para que le fueran devueltos, aunque al parecer nunca lo
consiguió —en 1828 hay constancia de que todavía mantenía un pleito para recuperar
un viñedo heredado de su padre—.3
Se casó cuando tenía quince años con Manuel de Peralta y Valle, once años mayor que
ella y que acababa de abandonar el ejército —no se sabe de qué vivía—. La boda se
celebró en octubre de 1819 de forma «sigilosa», en palabras de su principal
biógrafa Antonina Rodrigo, debido a la condición de hija ilegítima de Mariana. En
marzo del año siguiente dio a luz a un niño, José María, y en mayo de 1821 a una
niña, Úrsula María. Dos años después, en agosto de 1822, falleció su esposo dejando
a su viuda de dieciocho años con dos hijos pequeños. Al parecer fue en esos años de
su matrimonio, que coinciden con el Trienio Liberal, cuando Mariana se adhirió a la
causa liberal y tras la nueva restauración del absolutismo por Fernando VII en
1823, ya viuda acogió en su casa a liberales perseguidos. En esos círculos conoció
al militar de brillante expediente Casimiro Brodett y Carbone, con el que estuvo a
punto de casarse pero el matrimonio se frustró porque Brodett no consiguió la
preceptiva dispensa real a causa de su filiación liberal y quedó «impurificado»
viéndose obligado a abandonar el ejército, marchándose a continuación a Cuba.
Mariana, por su parte, durante los dos años siguientes desapareció de Granada y se
ignora dónde estuvo y lo que hizo durante ese tiempo.4
En alguna otra ocasión también atrajo la atención del alcalde del crimen Pedrosa a
causa de la denuncia presentada contra ella por un tal Romero Tejada por unas
supuestas conexiones con los «anarquistas» -que era el nombre que entonces también
utilizaban los absolutistas para referirse a los revolucionarios liberales— de
Gibraltar. Más grave fue el caso en que se vio envuelto su fiel criado Antonio
Buriel —que había servido a las órdenes de Rafael del Riego— que fue detenido por
Pedrosa por haber llevado cartas comprometedoras y que le valieron a Mariana verse
confinada en su casa. El caso nunca llegó a juzgarse aunque Mariana en prevención
ya había solicitado los servicios del abogado José María Escalera.7 La
investigación en los archivos policiales ha demostrado que la policía granadina
estaba convencida de que Mariana Pineda estaba directa o indirectamente implicada
en los preliminares de una insurrección y que su criado Antonio Buriel «tenía
preparada una docena de hombres decididos para lanzarlos a la calle».8
Retrato de Francisco Calomarde, por Luis de la Cruz y Ríos (copia de Vicente
López).
La policía absolutista del ministro Francisco Calomarde estaba alerta desde que
supo que el general José María Torrijos, que junto con el general Francisco Espoz y
Mina, era el líder de los liberales exiliados, había llegado a Gibraltar a
principios de septiembre de 1830. De hecho la primera tentativa de insurrección
antiabsolutista tuvo lugar en enero de 1831 cuando Torrijos y su grupo intentó
marchar sobre La Línea de la Concepción desde Gibraltar, con el objetivo de
alcanzar Algeciras. Unas semanas más tarde, sin que se sepa si tuvieron una
relación directa con Torrijos, un grupo de liberales acabó con la vida del
gobernador de Cádiz, lo que fue interpretado equivocadamente por la guarnición de
San Fernando para iniciar un levantamiento que resultó un fracaso, al mismo tiempo
que desde el Campo de Gibraltar había salido un grupo de unos 200 hombres que
recorrieron la Serranía de Ronda hasta que fueron capturados por los Voluntarios
realistas. Estos movimientos parecían indicar que se estaba preparando un
levantamiento generalizado por toda Andalucía que estaría encabezado por Torrijos y
por Espoz y Mina, y coordinado desde Madrid por Salustiano de Olózaga. Se llegó a
fijar la fecha del 20 de marzo de 1831 para el levantamiento, pero la policía de
Calomarde, estaba al tanto de los preparativos —algunos de sus agentes se
encontraban en Gibraltar siguiendo a Torrijos y a su grupo— y lograron desbaratar
el intento.9 Dos días antes de la fecha prevista para el levantamiento Mariana
Pineda fue detenida en su casa de Granada.
Hoy parece claro que las autoridades absolutistas, dada su condición de mujer, no
la consideraban uno de los dirigentes de la conjura liberal que creían que estaba
en marcha en Granada —de hecho en ninguno en los pronunciamientos liberales del
final del reinado de Fernando VII hubo mujeres directamente implicadas—, sino que
la detuvieron para que denunciara a sus cómplices, verdaderas cabezas de la
conspiración en la que ella sería nada más que una comparsa. Prueba de ello sería
que Pedrosa, el jefe de la policía de Granada, estaba habilitado para indultarla
incluso después del juicio si aceptaba declarar sobre sus cómplices, cosa a la que
ella se negó hasta el final —una firmeza que por otro lado no había mostrado su
primo Fernando Álvarez de Sotomayor, a quien Mariana había ayudado a escapar de la
cárcel, que informó a las autoridades absolutistas de las actividades del grupo de
José María Torrijos en Gibraltar a cambio del indulto—.
El juicio
tres letreros escritos con encarnado en papel al parecer de marquilla, que dicen:
el uno, Igualdad; Libertad, el otro, y el tercero, Ley, y 13 letras cortadas de
papel marquilla, y son L, I, T, A, D, Y, G, V, A, D, J, E, J,, todas mayúsculas, [y
un] tafetán morado del ancho de dos paños y largo algo más de dos varas y tercia
con un triángulo verde en medio, y en un lado de él, bordadas de carmesí, las
letras mayúsculas B, E y embastada de cartón, una R; en otro lado de él, también
bordadas de carmesí, las letras mayúsculas, A, L, y a medio bordar, una D; y en las
orillas del largo de dicho tafetán, como en medio de él, dos pedazos de vando
embastado... [todo lo cual tenía] la forma de una bandera que sirviese de señal o
alarma para un Gobierno revolucionario
Con esta prueba —una supuesta bandera a medio bordar y en las que estaban esbozadas
las palabras de un posible lema— el fiscal le imputó el delito de rebelión contra
el orden y el monarca, que según el reciente decreto de Fernando VII de 1 de
octubre del año anterior estaba castigado con la pena de muerte, según lo
establecido en su artículo 7º:16
Toda maquinación en el interior del reino para actos de rebeldía contra mi
autoridad soberana o suscitar conmociones populares que lleguen a manifestarse por
actos preparatorios de su ejecución, será castigada en los autores y cómplices con
la pena de muerte
Como era de esperar la defensa se basó en desmontar la «prueba» que constituía la
supuesta «bandera», primero cuestionando que fuera tal, basándose en el propio
informe de la policía que hablaba de un paño montado en unos bastidores no de una
bandera, y en segundo lugar que la supuesta bandera fuera «revolucionaria»,
aduciendo que en realidad se trataba de una enseña destinada la masonería —«el
emblema del triángulo verde fijado en su centro demuestra que su destino era más
bien para adorno de alguna logia francmasónica»— y como las mujeres no podían
pertenecer a la masonería su defendida estaba libre de culpa, o como mucho solo
podía ser condenada a una corta pena de prisión por complicidad con masones, una
«secta» prohibida.17 El defensor estaba en lo cierto porque en España no hubo
logias masónicas femeninas hasta mucho más tarde, a finales del siglo xix d. C., y
porque efectivamente, como lo ha corroborado un experto en el tema, citado por
Carlos Serrano, «el triángulo donde aparece el lema Libertad, Igualdad, Ley
corresponde indiscutiblemente a divisa masónica, desde 1746. Los colores morado y
verde, durante el siglo xix d. C., corresponden al grado 22 de la masonería, es
decir, al de Caballero de la Real Hacha según el rito escocés antiguo».18
Así pues, según Carlos Serrano, «la argumentación del abogado defensor es muy
probable que sea la que más se acerque a la verdad de lo que efectivamente había
sido la actuación de Mariana en los primeros meses del fatídico año de 1831: estar
en contacto con masones y prepararles algunos distintivos para sus logias». Sin
embargo los masones «a su vez indudablemente se relacionaban, cuando no se
confundían, con los grupos de conspiradores liberales que estaban tramando en esos
meses un levantamiento generalizado por todo el sur andaluz», por lo que «Mariana
estaba efectivamente relacionada con esa revolución que con tanto ahínco la policía
de Fernando VII y de Calomarde intentaba prevenir en torno a 1830».19
La ejecución
Cuadro de Juan Antonio Vera Calvo de 1862 que muestra a Mariana Pineda en capilla,
antes de ser llevada al cadalso
A pesar de la convincente defensa que hizo su abogado, Mariana Pineda fue condenada
a muerte. El día de su ejecución al parecer había preparada una operación destinada
a liberarla durante el trayecto que conducía del convento de las Arrecogidas Santa
María Egipcíaca, donde había permanecido internada, hasta el Campo del Triunfo
donde estaba montada la cruz, pero por motivos desconocidos no tuvo lugar. Así que
nada impidió que fuera ejecutada el 26 de mayo de 1831, a los veintiséis años de
edad.20
«En 26 de mayo de 1831 fue sacrificada en este sitio destinado al suplicio de los
criminales la joven doña Mariana Pineda porque anhelaba la libertad de su patria.
El Ayuntamiento Constitucional y la Audiencia Territorial dispusieron en 1840 que
en memoria de tan ilustre víctima se colocase en este lugar el Sagrado Signo de
nuestra Santa Religion y que no se volviesen a hacer ejecuciones de justicia en
el.»
Tras el triunfo de la revolución liberal española, Mariana Pineda fue convertida en
una heroína de la causa de la libertad, y de su figura se ocuparon numerosos
autores en cuyas obras «predomina la glorificación de la combatiente por la causa
política, de la luchadora por la libertad, pero también de la víctima inocente de
la represión y del absolutismo. En este último punto, la condición femenina de
Mariana es usada como un agravante... (“Sólo esclavos cobardes podían / inmolar a
una débil mujer”, dice uno de los muchos poemas escritos en su honor, recopilados
por Antonina Rodrigo)».23 Un grupo de diputados granadinos pidieron a las Cortes
que el «nombre de la célebre heroína Doña Mariana Pineda se inscriba en el salón de
ellas, en premio de su civismo y amor a la libertad» y que se pasara una pensión a
sus hijos.23
Durante el reinado de Isabel II, el interés por ella decayó. Fue redescubierta con
el advenimiento del Sexenio Democrático y, sobre todo, con la Primera República
Española, que erigió en su memoria un monumento público en 1873 en Granada. Con la
Restauración regresó al olvido para ser de nuevo reconocida y exaltada su persona
durante la Segunda República. En mayo de 1931, apenas un mes después de haberse
producido su proclamación, la República celebró el centenario de la ejecución de
Mariana Pineda mediante una serie de honores militares establecidos en un decreto
del Gobierno provisional presidido por Niceto Alcalá-Zamora a propuesta del
ministro de la Guerra, Manuel Azaña.24 Más tarde, el gobierno republicano aprobó la
emisión de un sello de Correos con su efigie.25
En la actualidad, tanto la plaza en la que fue ejecutada como la cruz que fue
erigida en su memoria, suelen ser objeto de actos vandálicos con pintadas que
muestran símbolos y consignas antisistema.28
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