Juegos Violentos
Juegos Violentos
Juegos Violentos
Adrainzén Gonzales
Juegos Violentos
Sullana Perú
Juegos Violentos
Primera edición, Octubre 2016
Tiraje 10000 ejemplares
Hecho el depósito legal en la Biblioteca Nacional
Del Perú N° 2016 – 14235
Autor Editor
©Fernando A. Adrainzén Gonzales
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Juegos Violentos
30 de Marzo 2011:
Querida profesora Yessica:
Me es grato saludarle, espero esté bien de salud y ¿sus niños?, seguro hoy ya son unos
adultos, me imagino tan bien educados y encaminados, como lo hizo con nosotros. Tal
vez no sepa quién le escribe. Tal vez el tiempo me ha borrado de su memoria. Sin embargo
y a pesar de ello, quisiera tome a bien esta pequeña epístola que me he atrevido a
redactarle, después de casi once años. Soy Marco Farías Prieto. Promoción del 2001. Sí,
aquel alumno, algo gordito y alto del sexto grado, casi inquieto, de mirada inocente, como
la mayoría de los que estudiábamos con usted. Sino mal recuerdo éramos apenas algo más
de veinte muchachos.
Esos fueron tiempos maravillosos. ¿Sabe? Después de terminar la primaria, mi padre
decidió traerme a la ciudad, aquí estuve en un colegio estatal, y tras terminar la secundaria,
me decidí por la carrera de Policía. Dentro de unas semanas me gradúo. ¡Qué rápido pasa
el tiempo! ¿No?...
De repente, se ha de estar preguntando por qué ahora me he decidido a escribirle.
Todo nació como respuesta a una pregunta. Hace unos días en un Pub de Piura, me
encontré con Hilario. No sé si se acuerda de él, un chato gordito buena gente, del grupo.
Recuerdo haber estado tomando con él, un par de cervezas, entre chela y chela, me dijo:
Oe Marco, y tú ¿Siendo tan inteligente y todo lo demás, por qué quisiste ser policía,
pudiendo ser un ingeniero, o un biólogo, que ganan más? En aquel momento, evadí la
verdadera razón, sonreí y contesté: Es que desde siempre me gustó esta profesión.
Reímos, chocamos los vasos, y continuamos tomando. Sin embargo, como gota agrieta la
roca, así su pregunta taladró mi espíritu, al día siguiente, después de bañarme y mirarme
al espejo, recordé las palabras de Hilario, y la respuesta surgió, como flor en medio del
jardín. Quería ser policía, porque quise, porque debí ser yo y no él quien recibiría aquella
puñalada. Aún tengo en mi memoria, cada momento, cada hecho, cada elemento de aquel
mediodía. A partir del cual se selló mi destino. Era junio, profe, ¿verdad? El viento
soplaba suave entre las ramas de los árboles, el sol a media asta, la arena aún estaba
caliente y en el ambiente el trinar de las aves. Las casas dispersas, había girado, y al grito
de Tavinho, me volví. Mis ojos eran testigos absortos de aquel instante. Jorge se había
quedado petrificado, en cuanto los ojos de su primo se chocaron con los suyos. Él nunca
lo vio venir. En algún momento, Tavinho logró zafarse. Empujar a Stevens y ponerse al
centro, entre Jorge y yo. Justo cuando la navaja de Jorge se dirigía a mi, ésta se enterró
en el abdomen de Tavinho. Un grito seco, un susto, Jorge retira la navaja lo más rápido
posible del cuerpo de su primo. No sabe qué hacer. Tavinho se desvanece; entonces, corro
y coloco mis brazos para evitar se golpee contra el piso. Los cristales se humedecen en el
rostro de Jorge, y abren surcos caída abajo. Ha quedado mudo. El chico apuñalado, mi
amigo, mi hermano, me mira, se sonríe; cree que no ha pasado nada, ha sentido el hincón
pero no le presta atención, intenta incorporarse pero no puede. Siente que algo lo impide,
posa su mano en la herida, la alza a una altura donde sus ojos puedan ver lo que se ha
posado en ella. Lo comprende, grita, se desespera. Me toma de la mano, sus ojos hablan
por él, es el ruego de un niño, de un infante, que a las orillas del río no desea morir. Se
aferra a la vida, por instinto, por miedo. De pronto, Jorge suelta la navaja. Omar lo toma
por el brazo y se lo lleva. Robert y Stevens han desaparecido como almas llevadas por el
vendaval. En eso apareció usted, era el ángel que necesitábamos; supuse entonces, que
nos había visto desde un lugar cercano, por su pronta llegada. En ese instante, sale la
dueña de la casa, donde dejamos las bicis.
- ¿Profe se va a morir?
- Tranquilo Marco, vas a ver que no le va pasar nada.
- Profesora, voy por un trapo, avísele a los papás del niño.
- Si, si, valla por algo para detener la sangre. Ericka, anda coge mis cosas.
En cuanto vino la señora, le levantó el polo, colocó el trapo para limpiarle la sangre.
- Señora, ¿tendrá agua caliente?
- Sí, profe.
- Tráigame un poco, una sábana o toalla, algo para envolverlo, si tuviera gasa, sería
mejor.
- Sí, profesora, voy a verle – repuso la señora y entró nuevamente.
- Erika revisa si hay cinta masking tape.
En cuanto salió la señora, me acuerdo haber visto cómo le detuvo la sangre le colocó una
gaza ya que la herida parecía profunda y le colocó la cinta para asegurar, luego la envolvió
con la sábana de la señora, lo cargó y salieron a la pista. Detuvo un carro y en cuanto
reconoció lo ocurrido, el chofer, nos llevó a la posta. El médico tras ver la herida, hizo
los cambios necesarios en el vendaje y decidieron llevarlo a Sullana. Me acuerdo lo
nervioso que estaba, cuando la vi salir, no soporté más la curiosidad.
- Profe, ¿Tavinho se va a morir? ¿se va a morir? – repitió.
- Marco, todo va salir bien, tú crees en Dios ¿verdad? – me dijo, tras ponerse en
cunclillas y mirarme a los ojos, su mirada era tierna, y transmitía tranquilidad - ven –
me dijo, y me tomó la mano, al ponerse de pie, nos dirigimos a la banca, y me sentó al
lado de Ericka – Quiero que se queden aquí mientras llegan los padres de Tavinho,
voy a hacer una llamada.
Qué cara debo haber tenido, para que usted actuara así. Tras dejarme al lado de Erika sacó
su celular y salió. Ella me miró, me abrazó y sonrió. Tranquilo, me dijo, ya verás, Tavinho
es fuerte, se pondrá bien. En eso llegaron los padres de Tavinho y usted, fue en busca del
médico. Tras salir con él, éste les explicó lo sucedido con su hijo y al instante ordenó su
traslado al hospital de Sullana. Me acuerdo haberlo visto en camilla, su madre lloraba y
estaba abrazada al padre de Tavinho. Salieron de la posta, lo acomodaron en la parte de
atrás de un carro, estaba como dormido. Subió la profe, los padres de él; quise subir, pero
una mano me detuvo, y al voltear, vi era que era mi hermana mayor. El carro partió;
entonces, Ericka, mi hermana, el hermano mayor de Erika y yo, nos quedamos en la puerta
de la posta; mirando cómo el carro se desvanecía en el horizonte, mientras un sol
agonizante se ocultaba tras los cerros del pueblo. Cuando Llegué a casa, corrí a abrazar
a mi madre. Ella solo guardó silencio, solo me abrazaba, era un conejo asustado, un
cachorro espantado. En mi mente trataba de convencerme que todo era una simple
mentira, una maldita pesadilla. Que aquel accidente no le había hecho nada. La miré y
sus ojos delataron; la verdad, ya sabía todo. Como buen pueblo chico, el chisme había
corrido como reguero de pólvora en la comarca. Entonces le dije: Mamá, te prometo que
nunca vuelvo a jugar esos videojuegos de pelea, ni tampoco vuelvo a ver peleítas en la
tele, ni a juntarme con Jorge. Me abrazó: Lo más importante es que estás bien mijo. Aquel
día, profesora, para mí, fue el más largo, me acuerdo haber despertado varias veces en la
noche, gritando y mi madre me abrazaba, repitiéndome: tranquilo, tranquilo, ha sido un
mal sueño mijo, todo va estar bien, ya verás, va estar bien. Al día siguiente tuve noticias
de Tavinho, todo había salido bien, se había quedado hospitalizado pero si no presentaba
complicaciones, le darían de alta al terminar la semana. Aquel incidente me quedó
marcado. Profesora, y sí…ese fue el origen de mi decisión, el génesis de mi vocación.
Dicen que Dios escribe en líneas torcidas, que hace telares al revés. Soy un convencido
de aquello. Pues de alguna extraña manera, ese hecho transformó mi vida para siempre.
¡Claro! Tal vez no se necesita pasar por cosas tan dramáticas para decidirse por alguna
carrera. Pero en mi caso, aprendí varias cosas a partir de aquel incidente. Y una de ellas
fue, que la maldad existe, pero que a su vez, existe gente que podemos revertir el mal que
otros hacen. Pero, dejo la filosofía para otro momento, profesora, creo que ya me extendí
bastante y seguro le he robado más de un par de minutos, espero no haber sido inoportuno.
Desde aquí le envío un fuerte abrazo, y espero poder volverla a ver.
Atentamente
Marco, su alumno.
II
¡Espera Jorge!, ¡No lo hagas!, gritó Tavinho, y se interpuso entre Marco y yo. Lo
siguiente que recuerdo, Omar, son sus ojos clavados en mí, como dos espadas filudas,
mientras caía lentamente; Marco lo sostuvo para evitar que se golpeara en el piso. La
respiración como entrecortada de Tavinho, un grito de dolor ahogado, la mirada
desconcertada de Marco, todo era parte de la misma escena; ninguno, Omar, se había
dado cuenta, de la navaja en mi mano. ¡Ay amigo!, ambas miradas, eran fotografías
afiladas, cuchillos que se clavan en el alma que no te dejan respirar. ¡Qué huevón fui! Y
ahora, no sé qué hacer mi amo. Si lo maté, Omar. Si realmente lo hice, ¿Qué va ser de
mí? No quiero ir a la cárcel. Puta, es mi primo huevón, casi mi hermano, ¡Maldita sea!,
¿qué mierda hago ahora? ¡Todo por un juego idiota!
Jorge estaba realmente nervioso, no sabía qué hacer. Caminaba de un sitio pa’ otro, con
esa caminada de chico rudo. Aunque por dentro siga siendo el chiquillo capaz de dar su
vida por sus amigos o por quienes ama. Por eso te torturas Jorge, porque para ti, tu primo
es alguien muy importante en tu vida. Tanto como Sara, aquella chiquilla que tanto tratas
de impresionar y nunca te sale. En fin…ya llevamos un par de horas aquí, en mi casa. Y
no sabemos qué hacer. Aun recuerdo cuando me dijiste toda la venganza que habías
planeado en contra de Marco, mientras algo dentro de mí, me decía que eso no iba a
funcionar. Entonces te escuché, eran cerca de la una, y acabábamos de salir de clase. Me
sorprendiste, estabas esperándome a un costado del portón, no sé cómo le hiciste pero
habías salido primero.
- Oye Omar, esto no puede quedar así – me dijiste – el imbécil de Marco, no me puede
cagar delante de toda la escuela.
- Mira Jorge, déjate de huevadas, deja de meterte en broncas, te van a botar.
- Omar, ese imbécil tiene que pagar lo que hizo, ¿no viste lo que hizo después que la
profe Yessi nos separó?
- No, yo estaba en el baño, ¿recuerdas?
- ¡Ah, de veras! El tarado de Marco, dijo que yo había empezado todo. Y la tía Juana,
me mandó una papeleta para mis padres, de seguro me echan del cole.
- Pero, ¡ya!, déjalo ahí.
- ¡No, Omar! Marco va aprender que conmigo nadie se mete.
- Puta’mare Jorge, ¿Qué huevada vas hacer?
- Ya lo veras, pero ahora vamos, que ahí vienen esos cojudos.
Algo no andaba bien, Jorge nunca había estado tan misterioso. Usualmente siempre me
comenta todo y todo me dice. En fin, habrá que esperar. En cuanto terminó de hablar,
echó a correr y lo seguí hasta donde se ponen las bicis, en el frontis de una casa. Pues
nadie se las lleva. Jorge me jaló hacia un lado y nos escondimos. Hasta que Tavinho y
Marco se aparecieron para recoger sus bicicletas. Cuando Marco estaba a punto de coger
su bicicleta, Jorge salió. Tavinho miró desconcertado, volteó a ver, Ricardo y Stevens
habían aparecido detrás de ellos. Jorge se puso delante de una de las bicis, una roja
montañera, Marco abrió los ojos, dio un paso adelante.
- Bueno, ya sabemos de quien es la montañera – Jorge hizo una señal y los otros dos
cogieron a Tavinho.
- Suéltenme, que les pasa – Tavinho forcejeaba pero no podía zafarse.
- ¿Qué ocurre Jorge, dile que lo suelten, ya todo quedó en el colegio?
- No para mí, Marco – Jorge pasaba la mano sobre el manubrio de la bicicleta.
- Puta Jorge, ¿Qué mierda quieres ahora, no te bastó con todo lo que pasó?
- ¡No!... No imbécil, tú eres un maldito soplón y yo odio a los soplones.
Con toda su rabia reunida, Jorge da una sola patada con la planta de su pie a la bici de
Marco, la cual cae al suelo, levantando algo de arena. Marco entra en cólera, y Jorge
sonríe. ¡Quieres pelea, ahora verás!, dijo Marco, dejó caer su mochila y se fue en contra
de Jorge, lo empujó. A ver pues, quieres bronca, ven cojudo, ven, repitió Marco, ¿Sabes?,
no te tengo miedo idiota. Jorge, que se había hecho hacia atrás, a consecuencia del
empujón, dejó caer la mochila; de pronto, Jorge arremete con un derechazo, Marco lo
esquiva, intenta hacerle una llave al cuello; pero, Jorge lo evade, empujándolo, y antes
que se aleje del todo de Jorge, logra agarrarlo del brazo, lo atrae hacia él, lo toma por el
cuello, intentándolo ahorcar, lo aprieta fuerte, Marco pierde el equilibrio, caen al piso,
Marco trata de soltarse y no puede, empieza a golpearlo en la cara y Jorge afloja la presión
en las manos, Marco se suelta y empuja a Jorge, que está ensangrentado de la nariz; luego,
se separa. Jorge está herido, pero está más lastimado su orgullo, la rabia se cristaliza en
su mirada. Marco se ha separado de él. Trata de recuperar el aire. Saca algo del bolsillo,
no alcanzo ver qué es. Se pone de pie, mira con rabia a Marco. Lo que haya sacado lo
oculta en la mano. Marco coloca sus manos en la cintura, trata de recuperarse de todo, se
le ve algo agotado.
- Sabes, Jorge creo que ya estuvo bueno, ¿no?, ¡acéptalo! Tú nunca podrás ganarme;
pero, debo reconocer que esta vez estuvo cerca.
- ¿Estás seguro?
- Sí, además…
Marco no se percata de que Jorge se ha lanzado sobre él, como pantera a su presa. Pero
en su camino se atraviesa Tavinho, los ojos de Jorge y Tavinho se entrecruzan, su primo
solo logra abrazarlo al sentir que algo se entierra en su abdomen. Jorge se separa
espantando. Marco no entiende, hasta que ve a Tavinho caer, y lo logra agarrar. Jorge
tenía una navaja en su mano, estaba con sangre. Marco mira a Tavinho, y ve el polo blanco
teñirse de carmesí. Jorge suelta la navaja mientras Marco desesperado le grita.
- ¡Qué mierda has hecho, imbécil! ¡Ayúdame, no te quedes ahí parado!
Sin mediar nada, salgo de donde estoy, cogí a Jorge por el brazo y lo saco de ahí, Jorge
grita desesperado.
- ¡Es tu culpa Marco, es tu culpa!
- Vámonos Jorge, vámonos – le digo y me lo llevo de ahí.
Recojo la mochila y prácticamente a jalones salimos. Corrimos, corrimos, hasta llegar a
mi casa, mi mamá, como siempre inoportuna, intentó preguntarme algo. Pero la evadí, y
nos venimos pa’ el corral. Ya llevamos más de media hora, aun nadie ha dicho nada, pero
presumo que Jorge no volverá a casa, al menos por hoy.
III
Nunca supe con seguridad, cuáles eran las motivaciones de mi primo, si era el hecho
de perder frente a Marco en la pelea de la escuela o eran los problemas de su casa. Quizá,
era por Sara o porque Julio logró ser el capitán del equipo. ¿Por qué lo hiciste primo?,
¿por qué? Es la pregunta que trato de responder desde aquí, desde mi cama de hospital.
Es miércoles, y ya va anochecer en esta habitación, ya con hoy, son dos lunas las que han
pasado desde el incidente del colegio. Y te aseguro primo que no entiendo lo que se te
cruzó por la mente, cuando sacaste esa navaja, ¿Qué intentabas probar? ¿Qué nos querías
demostrar? Ya sé, que eres el más fuerte, el más imbécil del grupo, que por una tontera
pierdes la cabeza. ¡Ay primo!, siempre fuiste así de impetuoso, de tarado. Sabes primo,
aún recuerdo lo del patio, de cómo te venció Marco, en aquella oportunidad mi amigo te
metió como a hijo, se había trenzado en el patio, él te tenía agarrado por el cuello y te
hizo girar y te soltó, tu casi resbalas, tomaste impulso y te le fuiste a lo bruto, lo tiraste al
piso, le tiraste puñetazos en la cara, el reaccionó y también te tiró uno, otro, te empujó, se
levantaron, y cuando quisiste tirarle otro puñetazo. Un grito los detuvo, éramos nosotros,
Erika, Sara y yo, con la profesora Yessica.
- Pero, ¿qué rayos está ocurriendo aquí?
- Él empezó – gritaron los dos.
Me acuerdo que Hilario ayudó a Marco, que estaba botando sangre por la nariz. Tú estabas
algo mejor, solo que más sucio; tu casaca negra se había empolvado, tu camisa sucia y
afuera. Aunque en tu caso que estuviera afuera era costumbre. Los llevaron a la sala de
cómputo, los demás como enjambre a la miel, seguíamos en procesión a los protagonistas
de esa escena. La profesora Yessica se apresuró, para detener la sangre de Marco, le alzó
el rostro, y le puso un algodón, la sangre fue parando, pero el moretón en el cachete
empezó a ganar terreno.
- A ver los alumnos, se van a sus aulas – dijo la directora.
Entró al salón de cómputo, que hacía las veces de enfermería, sala de reunión, sala de
atención a padres y muchas funciones más; nosotros agazapados a un lado, para evitar
nos descubrieran.
- Profesora Yessica, ¿Qué ha pasado?, ¿Dónde estaban los demás profesores?
- Eso es lo que trato de averiguar, Directora.
- ¡Otra vez Jorge! – dijo la profesora Sandra al entrar – No, no puede ser.
- Directora, - dijo la profesora Mónica, con sus ademanes de grandeza - es para que lo
voten a este alumno, ya tiene muchas reincidencias.
- Si directora – agregó Sandra
- Ya, ya – calló la directora – Profesora, hablé con sus alumnos, y luego quiero hablar
con Jorge, vamos a tener que mandar a llamar a sus padres.
La directora se llevó consigo a las profes Mónica y Sandra, parecían un par de urracas,
hablando con la directora. Sin embargo, primo, tu mirabas al suelo, de seguro sabías lo
que iba a pasar cuando Marco estuvo más repuesto. La profe Yessi mandó a la auxiliar a
verle una camisa a la casa de mi amigo, me supongo, dio órdenes para evitar que dijeran
algo de lo ocurrido en casa. La profesora Yessica, mandó a Marco al salón y ella se quedó
contigo primo, pero justo cuando ustedes dos iban a hablar, algo se calló y me chaparon.
- Tavinho, Erika y Sandra ¡salgan de ahí!, no sacan nada siendo chismosos.
- Disculpe, profesora – dijimos y salimos del salón.
Luego pasó lo de la apuñalada, y ahora estoy aquí recuperándome, intentando, no
guardarte rencor primo. Esperando que mis amigos estén bien y me vengan a visitar,
porque el hospital a pesar de estar con mi papá a mi lado, es algo triste.
IV
- ¡Erika, apura, que vas a llegar tarde!, ¡ay qué churre ésta! – dijo la mamá de Erika,
quien colocaba unos platos y cubiertos en la mesa a la vez, trataba de terminar el
desayuno para su familia – Julito, apura tú también, ¡ay estos churres!, cualquier día
de estos…
- Buen día, mujer – dijo Don César al aparecer en el comedor, con su bivirí y su short
– tan temprano renegando, mujer.
- Los churres estos, que sacan de quicio, a uno.
Si bien la casa no era muy grande, era un lar muy espacioso, había sido hogar de la mamá
de Estela. Pero al morir su madre, le dejó en herencia una parte de ese domicilio; el resto
fue dividido con sus otros siete hermanos. Sí, doña Estela casada con Don Eusebio, habían
sido muy prolíficos; pero, a la vez muy inteligentes, había logrado hacer del pequeño
rancho en el que vivían, todo un negocio, alcanzando más de una vez, el triple de su
inversión. Así fue como la familia de Erika se hizo de un lugar en el pueblo de San
Francisco. De pronto, y como ráfaga que lleva el viento, apareció Erika, cogió dos panes,
tomó la leche y salió disparada, apenas y saludó.
- ¡Hey muchacha!, espera, no tomes así la leche, te puede dar vomito.
- hola má’, hola pa’, chau ma’, chau pa’, me voy sino no llego a la escuela y hoy me
toca izamiento.
- Pero, niña, aún son las siete de la mañana y los profesores llegan hasta las siete veinte.
Apenas había terminado de hablar doña Estela, cuando Erika, ya había abandonado la
casa. Cogió su bici y empezó a manejar hasta llegar al colegio. Fue una de las primeras
en la entrada de la escuela, tras abrirle el portón, corrió a su salón, dejó su mochila y se
apresuró para estar puestita para el izamiento. Tanto esfuerzo valió la pena. La directora
le llamó, para erigir el pabellón nacional; tanta emoción, no cabía en ella. Lo demás fue
como todos los lunes; el himno, la charla de la semana, las recomendaciones de la
directora. En fin… nada nuevo. Luego pasarían a las aulas, de ahí vendría la profe Yessi
con las clases del día. Todo tan normal, nada extraordinario. Hasta el concurso que
organizó la profesora dentro del salón, los agruparon de cinco alumnos por equipo. El
juego consistía en resolver un problema de matemática, y por sorteo, le tocó al bando de
Jorge frente al de Tavinho. Erika estaba atenta, sabía que Jorge no era una persona de fiar,
menos si de concursos se trataba. Erika formaba un tercer grupo, el de las chicas. Por el
equipo de Jorge, salió él y por el de Tavinho, salió Marco. El concurso iba bien, Marco
estaba resolviendo su problema, y Jorge se esforzaba al máximo, lo estaba logrando, pero
Marco terminó primero. El grupo de Tavinho estalló en alegría y el de Erika también; el
equipo de Jorge se mantuvo en silencio; pero, Erika se percató cómo Jorge había hecho
añicos la tiza. Erika estaba segura, Jorge estaba con cólera. La clase continuó, tocó el
timbre del recreo. Y todo el mundo sale al patio. Erika con sus amigas van al Kiosco a
comer algo. En eso escuchan a alguien gritar. ¡Pleito, pleito! Erika mira a Sara, su mejor
amiga.
- Oye churre – le dicen a un niño, que pasa corriendo - ¿Qué ocurre?
- ¿Que no saben? Se están peleando dos churres del sexto grado.
Ambas se miran, cogen sus cocoliches, y corren a ver lo que pasa. Las sospechas de Erika
se confirman; es Jorge y Marco, están trenzados, se han agarrado a golpes. Erika busca a
Tavinho, lo encuentra.
- Tavinho, ¡Hay que separarlos!
- Ya lo he intentado.
- Marco, ¡Ya! – trata de coger a Marco - Jorge, ¡Ya basta!
Renato trata de agarrarla pero un manaso lo hace retroceder.
- Ni te atrevas a agarrarme, tarado, voy a ver a la profesora.
Renato le va devolver el manaso, pero Tavinho aparece y le detiene la mano.
- Ni te atrevas, imbécil, tú le pones un dedo encima, y te las ves conmigo.
- Vamos, Tavinho hay que ir con la profe Yessi, no podemos perder tiempo.
Van con la profesora y ella logra detenerlos antes de que pase lo peor, Marco y Jorge
entran al salón de cómputo. Tavinho, Erika y Sara se esconden, pero los chapan, salen del
salón de cómputo. Suben a su salón en la segunda planta, pero en las escaleras que dan
acceso a la segunda planta se quedan sentados.
- Tabo, pero, ¿Por qué se pelearon? – preguntó Sara.
- Miren, en realidad, no lo sé. Marco y yo estábamos jugando canicas; cuando ellos se
aparecieron, querían jugar a las peleítas, Marco aceptó y le dije que no jugara. Pero él
terco se puso a jugar eso, cuando de pronto, Jorge dejó de jugar, y le empezó a pegar
de verdad. Y ahí empezó todo.
- No, Tavinho, para mí Jorge ya se la tenía jurada.
- No lo sé Erika, con mi primo cualquier cosa puede ser posible.
- Mira, Tabo, para mí fue desde el concurso de la mañana – explicó Erika – acaso no
viste como hizo la tiza.
- No. En realidad ni me percaté.
- Pero, que andaba con ganas de pelear, eso sí.
- Miren, ahí viene Marco.
Los tres se levantaron; Tavinho corrió donde él, tenía la nariz con algodón, Tavinho le
puso una mano en el hombro. Erika lo vio con cierta calma. Los tres fueron hacia el salón.
Pero para Erika, algo le decía que nada de esto había terminado. Jorge no era de las
personas que aguantaran las humillaciones o las derrotas, así que cualquier cosa podría
estar tramando. Y ella debía estar atenta.
V
- Amiga, y luego que esos churres se pelearon ¿Qué hiciste? – me preguntó Giovanna
- No me quedó de otra amiga, tuve que buscar la ayuda de un psicólogo; lo que más me
preocupaba era Jorge, porque según el relato de Tavinho, él había empezado todo.
- Oye, pero ese niño con la cara de santo que se maneja, cualquiera pensaría que no hace
nada.
- No te fíes amiga, ya lo reza el dicho: “Líbrame de las aguas mansas, que de las bravas,
me libro yo”
- Si pues, y las viejas esas, la Sandra y la Mónica, ¿qué dijeron?
- Ya no sabes, las dos detrás de la directora, decían: que expulsaran a Jorge, que
expulsaran a Jorge.
- Pero, ¿lograste hablar con los padres de Jorge?
- No amiga, espera que lo que te he contado no es lo peor, lo más bravo vino después;
Jorge apuñaló a Tavinho.
- ¡Qué!, ¡no puede ser!
- Sí amiga, gracias a Dios Erika y yo pasábamos justo por el lugar y logramos
auxiliarlos, sino el niño se moría en las manos de Marco.
- En definitiva…toda una joyita ese niño.
- Con ese hecho las cosas fueron a peor para Jorge, ya te imaginarás todo lo que dijeron
esas dos profesoras.
- En realidad, esas dos no merecen ejercer la profesión, lejos de ayudar, lo único que
hacen es estorbar.
- Pues, sí. ¿Nos vamos, Giovanna?
- Sí, pero antes de irnos, ¿Qué pasó con Jorge?
Yessica miró a Giovanna y luego a la parte de afuera del cafetín en el que estaban, habían
pasado cinco años desde aquellos hechos, y aun venían a su memoria como si fueran ayer.
Aún recuerda la mirada de Jorge y de esa última conversación que tuvo con él en la sala
de cómputo. Fue al día siguiente de todo lo ocurrido.
- Jorge, pero si no lo querías herir ¿Por qué lo hiciste?
- No lo sé – dijo sollozo – lo único que no quiero es irme profesora, aquí es el único
lugar donde estoy bien, donde no hay gritos, ni me pegan.
- Pero, entonces hijo, ¿Por qué lo hiciste?
- Ya le dije, fue un accidente no quería herir a nadie.
- Sabes que Tavinho está recuperándose en Sullana, tuvieron que evacuarlo de
emergencia.
- Tavinho es una víctima, solo eso. Yo juro que hago lo que quieran, me portaré bien;
pero, no me boten, por favor – y sus ojos rebalsados en lágrimas.
Sin embargo Yessica no pudo hacer más.
- Mira, Yessica, en estos casos las leyes son claras, - sentenció la Directora - el niño no
puede seguir en la escuela. Además debo reportarlo a fiscalía y a la Demuna, para que
el niño reciba ayuda profesional.
- Profesora, apelo a su corazón de madre, el niño dice que en su casa…
- Sí, sí Yessica, que en su casa le pegan, su padre es un borracho y su madre una sumisa.
Sí, Yessica, ya me sé esa historia.
- Pero si sabían ¿Por qué no lo han ayudado?
- Porque no estamos en la ciudad, aquí no hay psicólogos, Yessica; aquí con las justas
estamos nosotras. Y ya hacemos bastante por ayudar a estos chicos. Además esto es
una escuela, profesora, no un reformatorio.
Jorge, había sido sentenciado a muerte. Tomó el café, y un silencio se apoderó de las dos.
Aquel episodio marcó mucho en la vida de Yessica, luego de eso, decidió salir de ese
colegio y buscar su reubicación en otra escuela.
- ¡Ay, amiga!, ¡Cuánto lo siento!, debe haber sido muy difícil para ti todo eso.
- Sí, Giovanna; lo más triste fue irme tras trece años de permanencia y venir a la ciudad,
aún recuerdo a mis niños con mucho cariño.
- De seguro que si amiga, sobre todo sus travesuras.
- Sí.
Y ambas rieron, Yessica vio como se le entregaron los papeles a la madre, quien salió
hablando y gritando del colegio, tal vez por la rabia, tal vez por la cólera. Lo único que
pudo hacer Jorge es mirar a su profesora de lejos, pero eso fue todo. Sus compañeros lo
veían desde el balcón. Aquella noche, después del café con Giovana, Yessica volvió a su
casa, fue a su cuarto y cogió un periódico que tenía guardado de hace cinco años atrás, lo
limpió y lo leyó.