Neurociência Do Corpo Ou Como o Corpo Influencia o Cérebro
Neurociência Do Corpo Ou Como o Corpo Influencia o Cérebro
Neurociência Do Corpo Ou Como o Corpo Influencia o Cérebro
8 febrero 2023
Pie de foto,
Nazareth Castellanos: "Si yo tengo una cara enfadada, el cerebro interpreta que esta cara
es propia de enfado y por tanto activa mecanismos de enfado".
Nuestra postura y nuestro rostro envían importantes señales a nuestro cerebro, y es una
información a la que nuestro cerebro responde, según explicó la neurocientífica
española Nazareth Castellanos, investigadora del Laboratorio Nirakara-Lab, cátedra
extraordinaria de la Universidad Complutense de Madrid.
"Si yo tengo una cara enfadada, el cerebro interpreta que esta cara es propia de enfado y
por tanto activa mecanismos de enfado", afirmó Castellanos.
De la misma forma, "cuando el cuerpo tiene una postura propia de estar triste, el
cerebro comienza a activar mecanismos neuronales propios de estar triste".
Nuestro cerebro interactúa con el resto del cuerpo en muchas más formas de las que se
pensaba. Y es que "no tenemos solo cinco sentidos, sino que tenemos siete", señaló la
científica. Y los cinco sentidos más conocidos, el gusto, el olfato etc, "son para el
cerebro los menos importantes".
Final de Recomendamos
Nazareth Castellanos habló con BBC Mundo sobre cómo influyen en el cerebro la
postura y las expresiones del rostro, cuál es el poder de una sonrisa, y qué hacer para
aprender a escuchar "los susurros del cuerpo".
En la escuela siempre nos han enseñado que tenemos cinco - el olfato, la vista, el oido,
el tacto y el gusto- que son los sentidos de la exterocepción, es decir, lo de fuera. Y esto
es muy simbólico, porque hasta ahora la ciencia ha estado más interesada en estudiar la
relación del ser humano con lo de fuera.
Ahora la neurociencia ha dicho desde hace como unos cinco años que hay que ampliar
esto. No tenemos solo cinco sentidos, sino que tenemos siete. Y resulta que los cinco
sentidos de la exterocepción -el oído, etc- son los menos importantes. El número uno, el
sentido más importante, es la interocepción.
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Por ejemplo, las sensaciones en la tripa cuando nos ponemos nerviosos, o un nudo en la
garganta, o la pesadez de ojos cuando estamos cansados La propiocepción es el segundo
sentido más importante. Y luego vienen los cinco.
Ya se conocía que el cerebro tiene que saber cómo está todo el cuerpo, pero antes se
pensaba que era una información pasiva, el cambio ahora es que esto es un sentido. Es
decir, un sentido es aquella información que el cerebro recibe y a la que debe responder.
Según lo que esté sucediendo, el cerebro tiene que actuar de una forma o de otra, y este
es el gran cambio.
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En nuestro cerebro hay una zona que es como una diadema, como la que te pones para
retirarte el pelo. Esto se llama la corteza somatosensorial, y allí está representado mi
cuerpo.
Esto se descubrió en el año 1952, y lo que se pensaba es que aquellas zonas que son más
grandes en nuestro cuerpo tienen más neuronas en el cerebro. Por tanto, lo que se
pensaba es que a la espalda, que es muy grande, el cerebro le dedicaba muchas más
neuronas que, por ejemplo, a mi dedo meñique.
Pero se descubrió que no, que el cerebro da más importancia a unas partes del cuerpo
que a otras, y a lo que el cerebro da más importancia de todo el cuerpo es a la cara, a las
manos y a la curvatura del cuerpo.
Entonces mi dedo meñique tiene como cien veces más neuronas dedicadas a él que toda
la espalda, que toda la pierna, porque las manos son muy importantes para nosotros.
Fíjate que cuando hablamos estamos utilizando las manos, estamos activando esas zonas
del cerebro.
Aquí se han visto cosas que son muy importantes. Por una parte se vio que las personas
que fruncen el ceño -y esto es algo que hacemos mucho con los móviles que tienen
pantallas pequeñas- están activando una zona relacionada con la amígdala. Es una parte
del cerebro que está en zonas profundas y que está más involucrada en la emoción.
Cuando yo frunzo el ceño estoy activando mi amígdala, por tanto, si llega una situación
que es estresante me voy a excitar más, voy a reaccionar más, porque yo ya tengo esa
zona preparada. La amígdala, que es como una almendra, es una zona que cuando llega
una situación estresante se activa, crece más.
Intentar suavizar esta parte, el ceño, desactiva un poco nuestra amígdala, relaja.
En una charla mencionaste un estudio fascinante con bolígrafos que muestra cómo
fruncir el ceño o sonreir cambia la forma en que interpretamos el mundo. ¿Podrías
explicarnos este estudio?
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"Cuanto tenían el bolígrafo en la boca simulando una sonrisa las imágenes les parecían
más simpáticas" (imagen del estudio Strack et al. 1988)
Primero tenían que agarrarlo entre los dientes, estaban simulando una sonrisa, pero sin
sonreír, que era lo importante. Y les ponían una serie de imágenes y tenían que decir
cómo les habían parecido de simpáticas. Cuanto tenían el bolígrafo en la boca
simulando una sonrisa las imágenes les parecían más simpáticas.
Pero cuando tenían el bolígrafo entre los labios, simulando una cara de enfado, las
mismas imágenes ya no parecían tan agradables. Esto es un estudio de los años ochenta,
pero se han hecho muchos, muchos estudios desde aquel entonces.
Se ha visto por ejemplo que cuando vemos a personas sonrientes somos más creativos,
aumenta nuestra capacidad cognitiva, la respuesta neuronal ante una cara sonriente es
mucho más fuerte que ante una cara que no sonríe o una cara enfadada.
La ínsula, que es una de las zonas del cerebro más involucradas en la identidad, se
activa cuando vemos a alguien sonreír o cuando sonreímos nosotros mismos. Sonreír no
es reírse, es diferente. Entonces vemos el poder que tiene una sonrisa sobre nosotros,
porque el cerebro, como hemos dicho, dedica una gran cantidad de neuronas a la cara.
Si yo estoy triste, si me enfado, si estoy alegre, mi cara lo refleja, pero al revés también.
Si yo tengo una cara enfadada, el cerebro interpreta "esta cara es propia de enfado por
tanto activo mecanismos de enfado", o "esta cara es propia de estar tranquila y por tanto
activo mecanismos de estar tranquila".
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"La respuesta neuronal ante una cara sonriente es mucho más fuerte que ante una cara
que no sonríe".
Y esto es interesante porque ¿qué pasa si yo estoy triste o estoy enfadada, estresada, y
empiezo a poner una cara relajada? Al principio el cerebro dice "esto no cuadra, está
nerviosa pero pone una cara relajada". Y luego empieza a generar algo que se llama la
migración del estado anímico. El cerebro dice, "vale, pues intento adaptar el estado
anímico a la cara".
El cerebro -y esto es un descubrimiento de hace tres meses- tiene una zona que está
dedicada exclusivamente a ver la postura de mi cuerpo.
Lo que se ha visto es que hay posturas del cuerpo que el cerebro asocia a un estado
emocional. Si yo, por ejemplo, muevo los brazos arriba y abajo el cerebro no tiene un
registro de que subir una mano sea algo emocional, porque no solemos hacerlo,
¿verdad?
Sin embargo, estar encorvado es algo propio de estar triste, y es así, cuando estamos
mal, nos encorvamos. Ultimamente todos adquirimos posturas encorvadas, porque
pasamos ocho horas al día frente a un ordenador, entre otras cosas.
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"Cuando el cuerpo tiene una postura encorvada, propia de estar triste, el cerebro
comienza a activar mecanismos neuronales propios de estar triste".
Cuando tenemos una postura encorvada esto afecta a la percepción emocional que
tenemos del mundo y a la memoria. Y aquí es donde se hizo un famoso experimento
donde se cogió unas personas y se les puso un ordenador portátil, un laptop, a la altura
de sus ojos, y aparecían una serie de palabras.
Al final se cierra el ordenador y les dicen, dime cuantas palabras has recordado. Y
hacían lo mismo, pero poniendo el ordenador en el suelo de tal forma que obligaba a las
personas a encorvarse.
¿Qué es lo que se vio? Que cuando el cuerpo tenía la postura hacia abajo, encorvada, las
personas recordaban menos palabras, es decir, perdían capacidad de memoria y
recordaban más las palabras negativas que las positivas.
Es decir, que igual que cuando estamos tristes, que no estamos tan ágiles
cognitivamente y nos fijamos más en lo negativo, cuando el cuerpo tiene una postura
propia de estar triste el cerebro empieza a activar los mecanismos neuronales propios de
estar triste.
Fuente de la imagen, Getty Images
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Cuando las personas tenían el ordenador abajo y estaban encorvadas, "recordaban más
las palabras negativas que las positivas".
Entonces, ¿qué es lo que nos dice, al fin y al cabo, la ciencia? Pues no es que haya que
estar así o asá, sino a lo largo del día ser más conscientes del propio cuerpo e ir
corrigiendo esos rumbos que hemos ido adquiriendo.
Yo, por ejemplo, me observo mucho y descubro cada dos por tres que me que he vuelto
a encorvar. Pues lo vas corrigiendo entonces y a lo largo del tiempo cada vez vas
adquiriendo menos ese hábito.
Pero si no tienes esa capacidad de observar tu propio cuerpo, puedes estar así horas y no
te das cuenta de que estás así.
Yo creo que lo primero para saber cómo está nuestro cuerpo es aprender a observarlo. Y
lo que nos dicen los estudios es que gran parte de la población tenemos una conciencia
corporal muy baja.
Por ejemplo, cada vez que nosotros sentimos una emoción, esto lo sentimos en alguna
parte del cuerpo, las emociones sin el cuerpo serían sólo una idea intelectual.
Hay estudios en que se pregunta a la gente, ¿cuando usted está nervioso, donde
localizaría en su cuerpo esa sensación? Gran parte no sabe responder, porque nunca se
ha parado a observar su propio cuerpo.
Entonces lo primero es, a lo largo del día, pararse a observar, ¿cómo esta mi cuerpo? Y
cuando sintamos una emoción pararse un momento y decir ¿dónde la localizo? ¿Cómo
siento mi cuerpo en este momento? Es decir, hacer mucha más observación corporal.
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Es decir, una cosa es ese susurro casi no consciente y otra es hacerlo palabra.
Y eso lo hacemos con la consciencia, que también es una aliada en la gestión de las
emociones. Porque cuando estamos metidos en una emoción, sea la que sea, si en ese
momento paramos y desviamos la atención a las sensaciones del cuerpo, esto nos alivia
mucho.
Es una de las formas de relajarnos, de frenar esa vorágine en la que nos metemos
cuando tenemos una emoción. Esto se llama la consciencia corporal.
En mi opinión, esto es así porque no es que el cuerpo te diga dónde tienes que ir, sino
que te dice dónde estás. Y si estamos en una situación que es compleja y hay emociones
de por medio y yo misma no sé ni dónde estoy o qué emoción tengo, es más difícil que
yo pueda saber a dónde tengo que ir.
Las emociones son muy complejas y normalmente están mezcladas. Poder identificar
una emoción sólo con un análisis mental es más difícil que si lo hago observando mi
propio cuerpo.
Pero claro, para eso hemos tenido que entrenarnos, a lo largo del día observar las
sensaciones del cuerpo, cuando estoy cansada, cuando estoy contenta, cuando estoy más
neutra, cuando estoy enfadada, cuando me agobio. ¿Dónde lo siento? Esto nos ayuda
mucho a conocernos.
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"La respiración influye en la memoria, en la atención y la gestión de las emociones.
Pero cuidado, si es nasal, si la inspiración es por la nariz".
El cerebro necesita que le marquen ritmos y la respiración es uno de los marcapasos que
tiene nuestro cerebro para que las neuronas generen sus ritmos, sus descargas eléctricas.
Si respiramos por la boca es un marcapasos atenuado. Tiene que ser la inspiración por la
nariz.
Esto nos habla de una cosa muy interesante que es la respiración lenta. Normalmente
respiramos muy rápido.
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Para escuchar los susurros del cuerpo, tenemos que entrenarnos y "a lo largo del día
observar las sensaciones del cuerpo, cuando estoy cansada, contenta o enfadada, ¿dónde
lo siento? Esto nos ayuda mucho a conocernos".
Y para las emociones lo importante es que el tiempo que tardamos en exhalar, en sacar
el aire, sea más largo que el tiempo que tardamos en inhalar. Fíjate qué importante,
cuántas cosas podemos hacer con nuestro propio cuerpo.
Nuestro cuerpo es el instrumento con el que suena nuestra vida, pero es un instrumento
que no sabemos tocar.