Tecnologías Del Ser Improductivo

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i

TECNOLOGÍAS DEL SER IMPRODUCTIVO: BIOPOLÍTICA, BIOECONOMÍA Y

BIOLIBERACIÓN EN LA LITERATURA Y CINE LATINOAMERICANO DEL SIGLO XX Y XXI

Jennifer Thorndike

A DISSERTATION

in

Hispanic Studies for the Graduate Group in Romance Languages

Presented to the Faculties of the University of Pennsylvania

in

Partial Fulfillment of the Requirements for the

Degree of Doctor of Philosophy

2017

Supervisor of Dissertation

_______________________

Román de la Campa

Edwin B. and Lenore R. Williams Professor of Romance Languages

Graduate Group Chairperson

_______________________

Luis Moreno-Caballud, Associate Professor of Romance Languages

Dissertation Committee

Ericka Beckman, Associate Professor of Romance Languages

Marie Escalante, Assistant Professor of Romance Languages

Nathalie Bouzaglo, Associate Professor of Spanish and Portuguese







ProQuest Number: 10274038




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ProQuest 10274038

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789 East Eisenhower Parkway
P.O. Box 1346
Ann Arbor, MI 48106 - 1346


ii

TECNOLOGÍAS DEL SER IMPRODUCTIVO: BIOPOLÍTICA, BIOECONOMÍA Y

BIOLIBERACIÓN EN LA LITERATURA Y CINE LATINOAMERICANO DEL SIGLO XX Y XXI

COPYRIGHT

2017

Jennifer Desire Thorndike Gonzales

This work is licensed under the


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NonCommercial-ShareAlike 3.0
License

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https://creativecommons.org/licenses/by-nc-sa/3.0/us/


iii

A Francisco, siempre.

A quienes todavía creen que la literatura debe ser incómoda. Y lo logran.




iv

AGRADECIMIENTOS

Estudiar literatura siempre había sido mi sueño: el deseo de una adolescente que descubrió que

quería se escritora y adoraba los libros desde que era una niña. Pude cumplir con ese sueño a

los veintiocho años, cuando recibí la carta de aceptación para estudiar el doctorado. Lloré y

salté. Quizá lloré mucho más de lo que salté. Al fin había llegado el momento que había estado

esperando o el momento que pensé que nunca llegaría. Durante todo el tiempo que estuve en el

doctorado describí lo que significa trabajar sin descanso y esforzarme día a día por probarme a

mí misma que podía dar más de lo alguna vez había pensado. También descubrí la pasión por la

investigación y insana, pero positiva, obsesión de encontrarse con un diferentes temas de los

que quieres saber cada vez más. Si hay algo que ha cambiado en mí en estos años es la

necesidad imperiosa –y espero que perpetua– de querer entender por qué y cómo pasa todo lo

que pasa. Esta investigación me ha servido para tomar el camino de pensamiento que no pienso

abandonar.

Quiero agradecer a Román de la Campa, mi advisor, por todas las conversaciones sobre

mi trabajo y por darme la libertad de encontrar por mí misma la ruta que debía seguir. A Ericka

Beckman y Nathalie Bouzaglo, quienes generosamente aceptaron ser parte de mi comité, que

aportaron a mi investigación con sus valiosas sugerencias y con quienes espero tener una larga

relación como colegas. A Marie Escalante, quien merece una mención aparte, porque además

de ser parte de mi comité y de haber leído mi tesis con dedicación y paciencia, ha sido una gran

amiga con quien he compartido mucho durante estos años. A donde nos lleve la vida, estoy

segura que esa amistad no terminará.

Muchas gracias a Roger Santiváñez y Américo Mendoza-Mori, dos amigos que descubrí

en Philadelphia y con quienes hemos compartido largas conversaciones, algunas

preocupaciones y varias buenas y malas noticias. Por demostrar que para eso están los amigos.

Finalmente, gracias a Francisco Ángeles, mi compañero de vida. Sin ti, nada de esto

hubiera posible: desde ingresar al doctorado, encontrar las fuerzas para terminar la tesis hasta

pelear día a día por seguir adelante. Por la vida que hemos construido juntos, por todos los

consejos y sugerencias, por los años de felicidad y por los años duros que hemos superado

juntos. Por enseñarme tanto. Y por el infinito amor.




vi

ABSTRACT

TECNOLOGÍAS DEL SER IMPRODUCTIVO: BIOPOLÍTICA, BIOECONOMÍA Y

BIOLIBERACIÓN EN LA LITERATURA Y CINE LATINOAMERICANO DEL SIGLO XX Y XXI

Jennifer Thorndike

Roman de la Campa
th
This research explores how representations of illness —prevalent in 19 century naturalist

literature—have returned with force in the current era. I posit that this occurs because of a new

political and economic situation —neoliberalism— that alternately controls bodies and abandons

them. As a result of the extreme precariousness created by neoliberal policies, mainly austerity and

privatization, bodies are labeled and controlled by the State power and its institutions (especially

scientific and medical ones), or individuals in doubtful conditions that assume dominant roles, which

means that they replicate behaviors associated and learned from figures related to the State

apparatus. Biopolitical approach provides a useful theoretical frame to analyze how bodies are

exposed to economic processes that determined if they are worth to live or deserve to die.

th
This study is a contribution to the field because it builds on work that has been done in 19

century studies on illness in naturalist literature, but in the contemporary period with a different

conceptual concern: biopolitics under neoliberalism. If scholars found that naturalist literature

presented illness as a political/social label coined in order to discriminate individuals that were not

desirable to be part of the new independent nations, now control over the bodies is focused in

economic values such as productivity, labor power and competition. Since Latin American

individuals are selected, cataloged and discriminated according to race, gender, social class,

political militancy and sexual orientation, this approach dialogues with postcolonial, gender and

queer studies, national imaginary of modernity, resistant movement efforts, and medical/scientific

control power driven by the State and markets, which are called to decide if these bodies have any

utility for the productive machinery. This study also analyses the possibility of liberation through the




vii

denial of medical treatment or State support, the building of autonomous communities that operate

outside the State apparatus, official authorities or strong emancipatory figures, and the elimination

negative discourses created to allow the discrimination and/or elimination of undesirable bodies.

Contemporary Latin American literature organizes itself around illness a precariousness to,

paradoxically perhaps, imagine the deaths of subjects, but also the birth of new collectivities.




viii

TABLE OF CONTENTS

AGRADECIMIENTOS………...............................................................................IV

ABSTRACT…………………………………………………………………………….VI

INTRODUCCIÓN……………………………………………………………………....IX

La enfermedad y precariedad en Latinoamérica……………………………………………....XXXV

CAPÍTULO 1…………………………………………………………………………….1

Biocontrol estatal: Eliminación de cuerpos y creación de súper-humanos en buscas de la


productividad……………………………………………………………………………………………...1

La necropolítica como forma de neo-colonización……………………………………………….26

Los súper-humanos del futuro: Control sobre la modificación genética y el ADN…………36

CAPÍTULO 2…………………………………………………………………………...56

Subjetividades dominantes y cuerpos enfermos fuera del ámbito institucional/estatal…..56

El individuo común que controla y domina………………………………………………………...73

El individuo soberano que pierde y recupera su poder……………………………………......101

CAPÍTULO 3.…………………………………………………………………………118

La comunidad indispuesta: Creación de subjetividades colectivas a través de vínculos de

afinidad entre individuos enfermos o en situaciones precarias……………………………...118

La comunidad enferma……………………………………………………………………………….149

La comunidad precaria……………………………………………………………………………….170

BIBLIOGRAFÍA………………………………………………………………………………180




ix

INTRODUCCIÓN

El concepto de la biopolítica es uno de los aportes filosóficos más importantes de la última parte

del siglo XX. Iniciado por Michel Foucault y repensado por Giorgio Agamben, ambos coinciden
1
en señalar que se puede llamar a la Edad Moderna como la “era de la biopolítica”, Foucault

situándola como paradigma junto a las sociedades disciplinaria y de control, y Agamben como
2
episteme central de este periodo, aunque ya presente desde la Época Clásica . A este dúo se

une la teórica política Hannah Arendt, quien ya había situado a las funciones biológicas y

sociales del cuerpo como centro del debate. Como señala el mismo Agamben, veinte años antes

de Foucault hablara de biopolítica, Arendt ya había analizado la aparición del homo laborans,

concepto que apunta a que la transformación y decadencia de la política moderna se debe a la

primacía de la vida natural sobre la acción política. Arendt-Focault-Agamben se sitúan como los

pilares de los estudios biopolíticos y el posterior desarrollo de este concepto, pero también sobre

el análisis que gira alrededor del cuerpo y sus manifestaciones tanto biológicas como

discursivas.

Esta investigación –basada en la teoría biopolítica y bioeconomía– explora cómo las

representaciones de la enfermedad, prevalentes en la literatura naturalista del siglo XIX, han

vuelto con fuerza no solo en la literatura, sino también en el cine y las narrativas de no ficción en

Latinoamérica durante el siglo XX y XXI. Considero que esto se debe a una nueva situación

política y económica –el neoliberalismo– que alternativamente controla a los cuerpos y los

abandona. Como resultado de la extrema precariedad creada por las políticas neoliberales,

principalmente la austeridad y la privatización, cada individuo es etiquetado y controlado por el


1
La Edad Moderna comienza en el siglo XVIII, con el establecimiento del capitalismo como sistema económico.
2
Agamben se refiere a la época de la antigua Grecia.



x

poder del Estado y las instituciones médicas y científicas. El enfoque biopolítico proporciona un

marco teórico útil para analizar cómo los cuerpos están expuestos a procesos económicos que

determinan el valor de su vida. Considero que mi estudio continua y contribuye al campo de los

estudios latinoamericanos porque analiza las manifestaciones culturales que se han dado

durante el período contemporáneo con una preocupación conceptual diferente: la aplicación de

biopolítica en la era del neoliberalismo.

Si los académicos especializados en el siglo XIX encontraron que la literatura naturalista

presentaba la enfermedad como un sello político/social acuñado para discriminar a los individuos

que no eran deseables para formar parte de las nuevas naciones independientes, ahora el

control sobre los cuerpos está enfocado en valores económicos como la productividad y

competencia. Dado que los individuos latinoamericanos son seleccionados, catalogados y

discriminados por raza, género, clase social, militancia política y orientación sexual, mi enfoque

dialoga con los estudios postcoloniales, de género y queer, con el imaginario nacional de la

modernidad, con los movimientos de resistencia y con el control médico-científico. Hay una gran

parte de la literatura latinoamericana contemporánea que se organiza alrededor de la

enfermedad y la precariedad. En estas narraciones se imagina la decadencia y muerte de los

individuos, pero paradójicamente, también muestra el nacimiento de nuevas colectividades. En

esta parte del proyecto, considero necesario hacer un repaso sobre los siguientes puntos: 1) el

surgimiento de la teoría biopolítica; 2) el discurso médico y científico que se centra en definir la

enfermedad, 3) los antecedentes en los estudios latinoamericanos sobre los temas de la

enfermedad y precariedad que han influido este estudio; y 4) la descripción del material cultural

analizado para este estudio.

¿Cómo se constituyen los tres pilares del composición de la teoría biopolítica? Esta

tendencia es un proceso político y social que determina el comportamiento del individuo y tiene

como fin controlar la vida a través del establecimiento de un valor económico y eugenésico sobre




xi

ella. Foucault establece las bases teóricas e históricas para el análisis de este proceso y centra

su interés en las formas cómo se han vigilado, controlado y disciplinado a los cuerpos a través

de diferentes discursos que permiten su ordenamiento. Agamben revisa el devenir histórico y

jurídico para establecer categorías que terminen de darle forma al paradigma biopolítico (homo

sacer, vida nuda y estado de excepción) y después establece al campo de concentración como

laboratorio donde se han puesto en práctica todos los modelos posibles de control sobre los

cuerpos. Arendt, finalmente, desarrolla una explicación exhaustiva sobre la diferenciación entre

labor, trabajo y acción, la primera relacionada con la funciones biológicas del cuerpo, la segunda

con toda actividad ajena al cuerpo impuesta sobre él y, la tercera, como paradigma de

reapropiación del cuerpo con el fin de que los individuos puedan escapar del control establecido

sobre ellos.

Pero antes de concentrar este análisis en la teoría biopolítica es importante definir qué

es el cuerpo. Thomas Hobbes señala que lo que llamamos cuerpo no depende del pensamiento,

sino que es algo que subsiste y existe por sí mismo y que es percibido por los sentidos y el

razonamiento dentro de un determinado espacio. Más adelante, define como accidente a todos

los fenómenos que se producen para que el cuerpo pueda ser concebido tanto en su

funcionamiento, como en la definición de lo que es (Selections 77-78). El cuerpo es un objeto

que contiene todas las perspectivas y que se puede pensar de diferentes maneras dependiendo

de la mirada y de la razón que se tiene sobre él. Relacionado con esto, Maurice Merleau Ponty

dice que “mirar al objeto, es venir a habitarlo y desde ahí captar todas las cosas según la cara

que se presenten (…) puedo ver un objeto en cuanto que los objetos forman un sistema o un

mundo y que cada uno de ellos dispone de los demás, que están a su alrededor como

espectadores de sus aspectos ocultos y garantía de permanencia” (88). Merleau Ponty incurre

en esta definición sobre el cuerpo basado en el estudio de la fenomenología que intenta definir

todos los objetos –incluido el cuerpo– en tanto a su relación material entre ellos y el mundo. Sin

embargo, el estudio sobre la fenomenología que se concentra en definir al cuerpo lo separa entre




xii

3
Körper y Leib . Körper se refiere a la dimensión física y general del cuerpo, es decir su

concepción en cuanto a su fisiología, neurología y estructura; mientras que Leib se refiere a la

experiencia particular de esa materia física en la vida diaria y cómo responde el cuerpo de

acuerdo a los comportamientos aprendidos (Aho y Aho 1). Ninguna percepción o sensación que

se manifiesta en el cuerpo a nivel emocional o físico escapa del análisis fenomenológico, que a

su vez también se concentra en el estudio de las circunstancias históricas y culturales que

pueden ser la raíz desde donde emerge la experiencia. La separación entre cuerpo biológico y

experiencia (aprendida o por aprender) es vital para el control sobre los cuerpos porque 1) se

reconocen sus capacidades biológicas que aportan a conseguir un objetivo y 2) se enseña al

cuerpo cómo debe comportarse para que cumpla con esa premisa.

Por otro lado, Jean Luc Nancy señala que el interés en el cuerpo comienza por la

obsesión con mostrar la diferencia distintiva del sujeto, idea asociada a la religión cristiana. Una

obsesión que se vuelve pagana en el sentido que se necesita de un objeto material que pueda

dar forma a esa diferencia que captamos a través de los sentidos y que necesita encontrar una

certeza a través de su encarnación. El cuerpo es eso que queremos mostrar, que no se puede

ver o tocar, pero que necesitamos recrear o trabajar para conseguir ese objetivo (3). Entonces, el

cuerpo sería la prueba tangible de la existencia y de la vida que se puede sentir a través de las

funciones vitales, y que necesita tener una representación material para poder identificarse. Esta

identificación permite que el cuerpo sea vigilado, disciplinado y controlado, pero también puede

servir para crear una entidad ajena al poder que desestabilice sus clasificaciones. Agrega Nancy

que el cuerpo es la certitud que se destruye, de la cual uno no puede apoderarse del todo, pero
4
que en el momento que cosifica , expele lo que se desea (5). Ese deseo se complica cuando se


3
Esta diferenciación está basada en los estudios sobre fenomenología que realizaron en conjunto Edmund Husserl, Edith
Stein y Martin Heidegger (Aho y Aho 1).
4
Entiendo que Nancy se refiere a que el cuerpo hace material, pero no necesariamente mercancía.



xiii

piensa en que los cuerpos han sido educados para seguir parámetros establecidos y responder a

aspiraciones controladas por el poder y que ha logrado mantener un acuerdo hegemónico difícil

de quebrantar. El deseo se convierte en una actividad guiada por un agente externo al cuerpo

(que ya lo ha convertido en individuo, sujeto, ciudadano u otras categorías clasificatorias en

cuanto a raza, género, etc.) a menos que este haga uso de su poder vital y realice acciones

inesperadas y contrarias a lo designado dirigidas a afectar a otros cuerpos y a su entorno. El

cuerpo es siempre sacrificable, un producto que se reconstruye innumerables veces (5,7). Esta

afirmación se refiere a que el cuerpo puede morir y revivir constantemente respondiendo a

diferentes deseos, sobre todo los que tienen que ver con la idea de romper con experiencias

aprendidas y generar parámetros diferentes a los que se asigna para cada cuerpo. Esto

responde a la diferenciación que hace Merleau Ponty sobre el cuerpo habitual y cuerpo actual:

“en el primero figuran los gestos de manejo que han desaparecido del segundo, y la cuestión de

saber cómo puedo sentirme provisto de un miembro que ya no tengo equivale, de hecho, a saber

cómo el cuerpo habitual puede hacerse garante del cuerpo actual” (101). Es decir, que el cuerpo

percibido puede ser diferente al cuerpo real o físico e incluso puede ser reemplazarlo.

Y es en este punto donde se puede regresar a la biopolítica. El interés económico sobre

el cuerpo se centra en el siglo XIX con el surgimiento del capitalismo. Cuando aparece este

sistema económico, se crea un cuerpo social que brinda la fuerza de trabajo necesaria para

mantener la producción. Es en ese momento que el alcance y las funciones biológicas del cuerpo

se vuelven objeto de estudio para la ciencia y la medicina, disciplinas que se encontraban en

pleno auge y en proceso de legitimación gracias al establecimiento de la Anatomía como materia

de estudio en las universidades y los avances tecnológicos (como, por ejemplo, el mejoramiento

de microscopio) que dio como resultado el surgimiento de la teoría de los gérmenes y de la

higiene. Estas disciplinas eran las únicas autorizadas y encargadas de seleccionar, estudiar,

disciplinar e intervenir en los cuerpos sociales, agrupaciones de individuos identificadas que

debían ser potenciadas para aportar con el desarrollo económico de las diferentes naciones.




xiv

Sin embargo, Agamben establece el nacimiento de las nociones biopolíticas en la Edad

Clásica, concretamente en la diferencia lingüística establecida por los griegos que determina la

existencia dos tipos de vida: “The Greeks had no single term to express what we mean by the

word "life". They used two terms (...) zoe, which expressed the simple fact of living (animals, men,

god), and bios, which indicated the form or way of living proper to and individual or a group"

(Homo Sacer 1). Esta distinción señala, principalmente, la diferencia en lo que Agamben llama
5
"vida nuda" ; es decir, una vida desprovista de derechos o jurisdicción; y la vida política que

establece la función social y con ello, los privilegios –o la falta de ellos– que obtienen los

individuos cuando se les asigna cierta posición dentro de la jerarquía del sistema. Agamben

intenta resolver la intersección de lo jurídico institucional con los modelos biopolíticos de poder

en la Edad Moderna. El teórico establece que ambos no se pueden separar: la vida nuda es el

núcleo del poder soberano y la producción del cuerpo biopolítico es la actividad original de este.

Si antes existía una distinción lingüística entre vida biológica y social, ahora se determina a

través de las declaraciones de derechos donde el cuerpo es la base, pero la categoría de

ciudadano lo sobrepasa distinguiendo entre quiénes están sujetos a la ley de protección y

quiénes no. Por esta razón, para el teórico el hombre moderno vive en un constante estado de

excepción –estado en el cual los derechos de los cuerpos son suspendidos en pos de defender

la seguridad nacional–, donde el modelo del campo de concentración como materialización de

este estado puede repetirse en cualquier espacio inofensivo y la sobrevivencia de los cuerpos

depende de la ética y civilidad de la autoridad de turno, que él identifica como “soberano”. El

modelo del campo de concentración se ha convertido en un elemento que comparte la misma

jerarquía con el Estado, la nación y el territorio. "The camp, which is now securely lodged within

the city´s interior, is the new biopolitical nomos of the planet" (Homo sacer 176).


5
Se refiere al término en inglés traducido como "bare life". Las traducciones al español de este texto utilizan la frase "vida
nuda" para referirse a él.



xv

En innegable que existen coincidencias entre ambos teóricos que permiten establecer

lazos entre sus estudios sobre la biopolítica. Sin embargo, la diferencia principal es que Foucault

identifica las políticas para dar vida estrechamente relacionadas a la producción de cuerpos que

respondan a los intereses económicos y en el convencimiento de estos a someterse a políticas

que supuestamente les dan libertad individual, pero que en realidad los atan a los deseos del

poder. Por lo tanto, el cuerpo deja de pertenecerle al individuo. Agamben reconoce este

planteamiento, pero centra su análisis en los mecanismos de muerte que se han establecido con

estos fines. Por esta razón utiliza la categoría jurídica de homo sacer, aquel que puede morir,
6
pero no puede ser sacrificado . Gracias a esta clasificación se abren las interrogantes no solo de

quién tiene derecho a vivir, sino también de quiénes pueden morir sin que esto signifique un

sacrificio para el sistema o un crimen para la ley. Agamben señala que los excluidos están

incluidos en la ley a través de su propia exclusión. Determinar quién es un ciudadano sujeto a

ciertos derechos también señala quienes no están contemplados en estas leyes y por eso su

muerte no tiene significado alguno.

Otra diferencia sutil, pero importante, radica en cómo se sitúa el paradigma biopolítico

para ambos teóricos dentro de su análisis de los mecanismos occidentales de control, que

considero se han replicado en Latinoamérica como se verá en el material cultural que se

analizará en este estudio. Foucault habla de una trilogía donde la sociedad disciplinaria y la

sociedad de control están subordinadas a los mecanismos biopolíticos. Él reconoce dos polos

entre los cuales se moviliza en poder sobre la vida. El primero de ellos se centra en el cuerpo

como máquina sometida a disciplinas, optimización de sus capacidades, valoración de su fuerza,

integración en sistemas eficientes, docilidad y obediencia. Todo esto relacionado con el valor


6
En este sentido difiere de la definición de cuerpo “sacrificable” de Nancy, pues para este el cuerpo que conocemos, o
los discursos que recaen sobre él, pueden sacrificarse para construir otro diferente, mientras que Agamben establece
que el homo sacer es aquel cuerpo que al no tener valor, su muerte no significa ningún sacrificio para el Estado. Por lo
tanto, se le puede dar muerte.



xvi

económico que se le puede dar al cuerpo en cuestión, sobre todo a través de la capacidad

productiva del cuerpo existente. El segundo se ha especializado en someter al cuerpo a

mecánicas de producción de vida y lo ha colocado como base del proceso biológico

concentrando sus esfuerzos en estudiar, medir y recolectar información sobre expectativas de

vida, natalidad y mortalidad, nivel de salud, longevidad, etc. Esto lo ha conseguido por medio de

la creación de políticas de población y controles reguladores que tienen al cuerpo bajo la mira,

principalmente de la ciencia y la estadística. Al cuerpo como productor se le suma su capacidad

reproductiva. Foucault identifica los mecanismos de control y disciplina que ha estudiado

anteriormente en el nuevo régimen biopolítico, quien hace uso de todas las instituciones (la

clínica, el manicomio, la escuela, la cárcel, etc) para ramificar su alcance. El control sobre los

cuerpos se vuelve parte de aparato ideológico estatal, pero no niega que existan otras ideologías

que lo acompañan y complementan.

Agamben es mucho más radical en este aspecto. A pesar de que reconoce que el poder

soberano recae muchas veces en estas instituciones, para él la biopolítica se vuelve un episteme

desde donde se leen todos los discursos emergentes. La totalización del Estado y la

individualización del ser van hacia un punto común; es decir, se convierten en un doble enlace

del cuerpo cuyo fin es el control sobre la vida nuda a través de mecanismos biopolíticos. Agrega

que el episteme biopolítico ha borrado la distinción entre los extremos: izquierda/derecha,

liberalismo/totalitarismo, privado/público quieren hacer uso de la vida nuda como base de su

empoderamiento. Al igual que Foucault, Agamben cree que aquellos discursos liberadores del

cuerpo lo atan cada vez más al poder, cuya toma de decisiones dentro de los Estados totalitarios

está hecha sobre las base de la supuesta libertad individual que somete lo público frente a lo

privado. De la democracia parlamentaria se pasa a un estado totalitario y de este, a la mentira de

una democracia individual que no es más que el sometimiento voluntario a políticas que

provienen de los intereses del soberano. ¿Pero quién es este soberano y cuáles son sus

intereses? En este sentido, Foucault es más claro y declara que el control sobre la vida se dicta




xvii

desde las reglas económicas del capitalismo. Agamben identifica este poder en una persona, el

soberano que puede ser Hitler durante la Segunda Guerra Mundial, el oficial en el campo de

concentración, el médico en una clínica, el psiquiatra en el asilo o a quien le toque controlar el

campo en un eventual estado de excepción. Esta persona o cuerpo se identifica con el poder

estatal desde donde emerge el sometimiento biopolítico. Al no centrar sus tesis en el argumento

económico, Agamben identifica que cualquier interés puede ser capaz de crear un estado de

excepción para los fines que crea necesarios.

El tercer bastión de la teoría biopolítica –Arendt– intenta recuperar el concepto de labor

para el análisis político y social del individuo. Las funciones biológicas del cuerpo sirven de

marco para comprender la importancia tanto de su capacidad productiva, como de su capacidad

reproductora. Esta última permite crear sujetos nuevos que puedan realizar el acto revolucionario

impredecible y no calculado por el sistema. A esto ella le llama la acción y sin la labor, la acción

es irrealizable. Arendt pone en discusión términos esenciales donde el cuerpo y la vida biológica

se convierten en el centro de la vita activa y la esperanza de interrupción de la vida tal y como se

conoce.

¿Qué es, entonces, la vita activa? La vita activa es el término que Arendt utiliza para

agrupar lo que ella considera las tres funciones humanas fundamentales: la labor, el trabajo y la

acción. Estas actividades, estrechamente relacionadas con el cuerpo, resultan esenciales, ya

que se han establecido como las características básicas de la vida del ser humano en el mundo;

es decir, la vita activa constituye la condición humana. La filósofa se basa en esta división para

establecer un panorama claro que no solo esclarece la situación del cuerpo sometido a las leyes

de producción, sino que presenta una alternativa a esta realidad.

Para Arendt, la labor es toda actividad relacionada con los procesos biológicos del

cuerpo. El crecimiento, metabolismo y decadencia de este están estrechamente relacionados a

procesos biológicos que son necesarios para la supervivencia. Por esta razón, la condición




xviii

humana de la labor es la vida misma. En segundo lugar, el trabajo es toda aquella actividad que

no es natural a la existencia humana y que está fuera del ciclo natural de la vida. El trabajo

provee al hombre de un mundo artificial de cosas que conforman el círculo entre producción,

sensación de necesidad y consumo. El universo de las cosas está destinado a la trascendencia,


7
en cambio el ciclo de la vida es finito. La condición humana del trabajo es la mundanidad ; en

este caso, la negación de todo lo relacionado con la vida interior (biológica) para concentrarse en

lo exterior, en lo producido artificialmente para cubrir las necesidades consumistas. Finalmente,

la acción es quizá el término más complejo de definir por no tener una manifestación material

concreta como la labor (a través de las funciones biológicas) y el trabajo (a través de las cosas).

Arendt identifica la acción como la actividad que se produce directamente entre los hombres sin

intervención de la materia o las cosas. Es la condición humana de la pluralidad debido a que el

mundo está habitado por seres humanos diferentes entre sí que, aunque se intenta identificarlos,

clasificarlos y uniformizarlos. Esta pluralidad interfiere en las leyes del comportamiento que son

predecibles. Aunque es cierto que estos seres son iguales entre sí porque comparten su

condición de humanos, también son irrepetibles porque un individuo nunca va a parecerse a otro

que vive, ha vivido o vivirá. Los cuerpos se diferencian cuando se puede decir de uno lo que no

se puede afirmar del otro (Hobbes The Methaphysical System 81). Es esa diferenciación –sutil o

escondida– la que permite escapar de la clasificación. La acción es la condición humana de la

vida política debido a que estos seres plurales, estos cuerpos en contacto con otros, están

llamados a participar en la interferencia del orden establecido.

Arendt sitúa al cuerpo como el principio desde donde emergen estas actividades al

identificar la conexión de las tres funciones con el ciclo entre la vida y la muerte. La labor se


7
Mundanidad es la traducción de la palabra worldliness que aparece en las ediciones en español del este libro.



xix

8
encarga de la conservación de la vida , el trabajo se encarga de establecer la sensación de

durabilidad a través de lo que se produce y la acción decreta el cuerpo político y crea el recuerdo

para la historia. Es en las nociones de durabilidad y recuerdo que Arendt define la eternidad en el

terreno de la labor y la acción, dejando de lado el trabajo debido a que este crea la falsa

percepción de eternidad a través de las cosas que se producen para el consumo. Es así que

establece dos caminos para la inmortalidad a través de la labor y la acción, donde la relación con

otros cuerpos es indispensable para que esto se produzca. La teórica reconoce el proceso

biológico de la vida como cíclico; es decir, un historia de vida reconocible que va del nacimiento

a la muerte. Este proceso no es exclusivo del hombre, sino que todos los seres vivos lo

experimentan. Sin embargo, el ser humano puede ser capaz de atravesar este proceso circular

en línea recta, interrumpirlo a través de la acción que produce hechos y narraciones y la labor

que reproduce nuevos seres capaces de realizar otras acciones igual de impredecibles y que

rompan el ciclo de la vida. En este sentido, la labor biológica de la reproducción se convierte en


9
una aliada indispensable para la acción: "the newcomer possesses the capacity of beginning

something anew, that is, of acting. In this sense of initiative, an element of action, and therefore of

natality, is inherent in all human activities" (Arendt The Human Condition 9).

La distinción entre la labor y el trabajo se ha pasado por alto en la historia; sin embargo,

la diferencia entre ambos términos tiene cimiento en la antigua Grecia, donde las manos

trabajadoras y el cuerpo que labora forman parte de estratos sociales diferentes. El homo faber,

aquel que produce objetos con las manos –el artesano– y pertenece a la esfera pública, está en

una escala superior al animal laborans, el animal más elevado dentro de su jerarquía que es


8
Se refiere a la conservación de la vida a través de los procesos internos y naturales del cuerpo. Por el contrario, la
noción de biopolítica establece mecanismos de control externos sobre los cuerpos con el fin de preservar la vida de
acuerdo a intereses económicos.
9
Sugiero que la utilización de la palabra newcomer abre no solamente la posibilidad de que sean los recién nacidos
aquellos que poseen la potencialidad de realizar la acción, sino cualquiera que sea motivado a realizar un nuevo evento
que interrumpa el ciclo a través del contacto con otro cuerpo que realiza la acción o por la narración puntual del hecho.



xx

tratado como el cuerpo esclavo que cubre las necesidades de su soberano en el ámbito privado.

No obstante, más adelante esta distinción se elimina porque toda actividad que cubriera

cualquier tipo de necesidad, aunque no fuera biológica, se considerada labor.

Arendt señala que la vida moderna ha conservado la conformidad entre ambos términos.

Karl Marx eleva la labor debido a su capacidad de producción. Es aquí donde se hace la

diferenciación entre labor productiva y no productiva, considerándose esta último como

parasitaria, perversa e insignificante para el mundo. Equiparar al animal laborans con el homo

faber resulta conveniente cuando se considera que el ser humano en la Edad Moderna está

dedicado a producir y no a realizar un esfuerzo inútil para satisfacer las necesidades vitales. La

productividad exige que el cuerpo se aleje de sus procesos reproductivos y que se concentre en

fabricar objetos que tenga valor de cambio. La labor productiva se convierte en el fundamento

del trabajo debido a que su plusvalía es lo que genera el capital.

No obstante, Arendt señala que la distinción entre productividad e improductividad es

clave para el resurgimiento de la diferenciación entre la labor y el trabajo. La despreciada labor

improductiva debido a que no crea nada que pueda ser intercambiado y que consume el

resultado del esfuerzo casi al mismo tiempo que lo produce, es la única capaz de convertirse en

la fuerza conductora de la acción, ya que la vida misma depende de ella. La plusvalía de la labor

no solo se define como aquel esfuerzo que sobrepasa la necesidad del individuo y que, por eso,
10
se dirige a cubrir las necesidades de los otros , sino también como la generadora de seres

nuevos a través de la reproducción. La plusvalía de la labor cobra un sentido positivo cuando la

capacidad reproductiva de los seres humanos se convierte en la esperanza de renovación de

individuos capaces de contemplar la posibilidad de realizar la acción. La labor debe ser


10
A este proceso se le llama "labor abstracta".



xxi

11
distinguida del trabajo porque el cuerpo tiene la capacidad de reproducirse y de crear seres

únicos, no cambiables e irrepetibles. Es en este factor donde se halla la posibilidad de

interrumpir el curso del sistema establecido. Arendt presenta a la labor como compañera de la

acción, lo cual eventualmente generará aquella capacidad emancipatoria.

Por el contrario, el trabajo, que tiene como resultado aquellas cosas que el hombre hace

con las manos, proveen de artificio la vida. Es lo que proporciona solidez y un punto de apoyo

frente a la inestabilidad de la vida mortal. Esta durabilidad de las cosas no es absoluta, el uso

que se les da, aunque no sean consumibles, las hacen perecer inevitablemente. Sin embargo, el

sistema artificial permite que las cosas ya agotadas se reemplacen constantemente para

mantener la sensación de estabilidad. Este artificio hace que las cosas, por naturaleza objetivas,

adquieran subjetividad en la medida que el individuo las convierte en signos de su identidad.

Esta realidad falsa y construida se sitúa como verdadera frente a la naturaleza, que adquiere

objetividad al ser ajena al trabajo realizado por el ser humano. Si la naturaleza se vuelve extraña

para el individuo, no es raro que la labor biológica quede de lado frente a la necesidad de

producir y consumir objetos que el ser humano exige para arraigar su existencia.

Dentro de este mundo artificial de cosas producidas por el trabajo, el individuo encuentra

su sociabilidad a través del intercambio. La esfera pública del homo faber es el mercado, lugar

donde puede intercambiar las cosas que sus manos han fabricado. El origen del capitalismo está

en el cambio del valor de uso por valor de cambio; es decir, las cosas se hacen para ser

intercambiadas y no usados. Es en esta relación donde adquieren valor. Si la actividad pública y

principal del homo faber es el intercambio, cada individuo es dueño de su fuerza de trabajo. Sin


11
No encuentro ninguna reivindicación feminista en el hecho de rescatar la labor reproductiva en este texto. Debido a
que Arendt no hace una exaltación de la maternidad, considero que para la teórica tanto el hombre como la mujer tienen
un papel fundamental en la utilización de sus cuerpos para concretar la acción a través de su capacidad procreadora. La
importancia o supremacía de un género u otro no es un tema que Arendt discuta cuando se refiere a la condición
humana.



xxii

embargo, dentro de esta dinámica el ser humano es juzgado como productor, por la función

dentro de la cadena de producción y por la calidad de lo que produce. El trabajo lo convierte en

un ser alienado y degradado. La filósofa señala que la fuerza de trabajo adquiere el mismo valor

que el trabajo de la una máquina, pero que la primera es valorada más según las leyes del

mercado. Creo que este punto es clave debido a que abre el terreno para los debates sobre el

control del cuerpo dentro del sistema de trabajo. Si la fuerza productora del ser humano es un

valor mesurable, entonces una de las funciones vitales del sistema es poner al cuerpo como

centro de su interés. Tal y como lo señalará Foucault posteriormente los cuerpos pasan a ser

identificados, observados, dominados y conservados de acuerdo a lo conveniente para que el

sistema funcione.

Es dentro de este marco que Arendt propone una salida a través de la acción. La acción

procede de lo estático porque desde ahí emerge la probabilidad. La acción es esperar lo

inesperado del ser; es decir aquello que no es predecible. Por esta razón, la acción solo puede

darse a conocer cuando ya ha sucedido, al contrario de la fabricación que se produce sobre la

base de un modelo antes creado. Para la filósofa, la pluralidad es lo que distingue a la acción y al

lenguaje. Al mismo tiempo, la pluralidad se caracteriza por la equidad y la distinción entre los ser

humanos; equidad porque es necesario que los individuos se entiendan entre sí para poder

predecir sus necesidades, y distinción porque los individuos son irrepetibles, puesto que si no lo

fueran, el mundo estaría plagado de signos estables y conocidos que impedirían la posibilidad de

la acción o de la creación de un lenguaje nuevo que permita el entendimiento entre ellos. Es en

este punto que la reproducción cobra importancia: el cuerpo es capaz de producir nuevos seres

de cuales puede emerger la acción. La labor biológica del cuerpo –que no se dedica

exclusivamente a la reproducción– se convierte en un poder que tiene la potencialidad de

irrumpir en el orden establecido. Como veremos a lo largo de este estudio, la enfermedad se

presenta como una desviación de lo normal, un agente que rompe la rutina (Aho y Aho 55). La




xxiii

desviación de cierto modo de vida a través del hecho biológico de estar enfermo establece que el

cuerpo actúe de manera anormal e inesperada.

La acción solo puede darse en colectividad, dentro de una red de acciones y palabras

que se da entre cuerpos en contacto. Y se produce debido a que el ser humano no solo

transmite sus sentimientos, sino que es capaz de transmitirse a sí mismo. Entonces, el individuo

dentro de la esta red de cuerpos puede afectar a los otros y motivar a que la acción emerja en el

cuerpo afectado. Es así que se produce una reacción en cadena, una configuración de cuerpos

dispuestos a realizar un acto inesperado que perturbe el orden. En complemento a esto, la

acción produce una narración, un lenguaje propio que emerge de esta colectividad y genera una
12
revelación que no puede darse a conocer de manera voluntaria , sino que permanece oculta

hasta que se encuentra con otros cuerpos que pueden ser potencialmente afectados no solo por

la transmisión afectiva, sino también por este lenguaje que aparece en el momento que la acción

emerge:

Since action acts upon beings who are capable of their own actions, reaction, apart from

being a response, is always a new action that strikes out and affects others. (...) The

boundless of human interrelatedness were only the result of the boundless multitude of

people involved, which could not be escaped by resigning oneself to action within limited,

graspable framework of circumstances, the smallest act in the most limited

circumstances bears the seed of the same boundlessness, because one deed, and

sometimes one word, suffices to change every constellation. (Arendt The Human

Condition 190, énfasis mío).


12
Es por esta razón que la narración se diferencia de la historia. La narración es la revelación que se produce durante el
proceso de la acción, mientras que la historia es lo que se narraría de forma voluntaria y consciente sobre hecho
ocurrido. Además, la narración emerge desde quien produce la acción, la historia podría ser retrasmitida por un tercero.



xxiv

La cuestión del lenguaje producida desde la acción abre una interrogante: ¿a qué se

refiere Arendt cuándo habla de la narración si en un momento anterior del libro dice que la

producción intelectual también se convierte en un producto del mercado debido a su

materialización (90)? La respuesta está en la diferenciación que hace de los tipos de lenguaje

que existen. Es en este punto que se acerca al concepto de narración. Arendt señala que existen

dos tipos de lenguaje: 1) el objetivo que determina e identifica las cosas que se consumen y 2) el

subjetivo que tiene relación con el arte y el pensamiento; es decir, con el trabajo intelectual. Es

en este contexto que la teórica señala que el precio que tiene que pagar el lenguaje del

pensamiento es pasar al terreno material para poder ser recordado y reificado. Este proceso le

permite ser capaz de afectar a los cuerpos en colectividad y producir la acción. El lenguaje

subjetivo materializado es uno de los modos de narración por medio del cual se transmite la

revelación. Acción y narración motivarán a aquellos cuerpos en contacto afectados por otros y

por sus lenguajes.

Y es dentro de este planteamiento, en donde el cuerpo y sus funciones tanto pueden

someterlo como liberarlo, que aparece la medicina y la ciencia, las definiciones sobre la

enfermedad y el hermano rebelde de la biopolítica: el biopoder. Creo que es conveniente explicar

los factores que determinaron que la medicina adquiriera la autoridad que tiene hasta este

momento. La obediencia y sometimiento a la institución de la salud y sus políticas sobre la vida

ocurrió en el siglo XIX. Michel Stolberg señala que en la Modernidad Temprana, a pesar de que

el discurso medico tenía cierta influencia sobre los pacientes, este no era el dominante. Por lo

tanto, podía ser resistido (9-10). Probablemente, la autonomía del paciente nació de la

asociación entre fatalidad y fe. En la mayoría de los casos, la enfermedad era considerada un

castigo que se aceptaba porque el sufrimiento y la purgación del pecado iban a tener su

recompensa en la vida eterna. También, la enfermedad era una estado por el que el pecador

tenía que pasar para transformarse en una buena persona dedicada al servicio de Dios. Los

pacientes creían que las reliquias, talismanes, milagros o santos tenían más poder de curación




xxv

que el médico, ya que la medicina todavía era una ciencia en desarrollo. Sin embargo, la

autonomía del paciente en este periodo era mucho más compleja. La enfermedad era una

experiencia colectiva donde intervenían la familia, amigos, conocidos y el mismo paciente en el

momento de dar un diagnóstico y sugerir métodos de curación. El tratamiento médico era

reemplazando, modificado o ignorado. De esta manera se negaba la veracidad de la ciencia y la

autoridad del médico. Sin embargo, esta autonomía no duró para siempre.

Según el historiador Michael Sappol, la autoridad médica nació con la disección se

cuerpo y la legitimación de la anatomía como ciencia (1-2). Los médicos profesionales eran los

únicos que podían intervenir el cuerpo para poder contribuir con su conocimiento científico al

bienestar de los seres humanos. Así, el cuerpo se convierte en un objeto público que le

pertenece al anatomista quien puede cortarlo y explorarlo para legitimar su autoridad. En el siglo

XIX, las narraciones concernientes al cuerpo eran producidas por la Anatomía. Sappol afirma

que el anatomista estaba rodeado de una aura mística que le daba el poder de penetrar y

reconocer el cuerpo. Además era capaz de establecer la separación entre la vida y la muerte,

con lo cual la Anatomía se convirtió en la rama de la medicina más prestigiosa (Sappol 3). El

anatomista tenía el poder de apropiarse del cuerpo y darle otro significado.

13
Por otro lado, un avance tecnológico también ocurrido durante este periodo determinó

la aparición de la teoría de los gérmenes y de la higiene: el mejoramiento del microscopio. La

enfermedad ya no se gestaba en el cuerpo debido a desbalances, sino que el cuerpo era

atacado por organismos externos que eran capaces de eliminarlo. Se comenzó a pensar en los


13
Durante el siglo XIX, el reforzamiento de la autoridad médica y el reconocimiento y definición de las enfermedades se
dio por la aparición de herramientas que permitían diagnosticar al paciente con mayor certeza porque se enfocaban en
partes específicas del cuerpo y en encontrar síntomas objetivos. Los médicos comenzaron a especializarse y con eso,
ganar reputación porque eran los únicos que podían interpretar lo que el instrumento decía (Hays 218). Entre estos se
mencionan el estetoscopio, el manómetro, el laringoscopio, el oftalmoscopio, el termómetro, entre otros. Posteriormente,
el descubrimiento de la anestesia, las vacunas y los antibióticos revolucionó la medicina, dándole un mayor estatus, ya
que los médicos fueron capaces de asegurar la confianza del paciente.



xxvi

gérmenes como enemigos militares que podían verse, que invadían el cuerpo y que estaban en

constante ataque biológico que necesitaba de medidas extremas para poder combatirlo y de

tácticas agresivas que requerían una constante innovación en materia de prevención. El discurso

sobre la enfermedad centraba su atención en la emergencia y re-emergencia de infecciones más

hostiles y resistentes que amenazaba con poner en riesgo a la población y llevar a la catástrofe

en caso de que hubiera una pandemia (Cooper Life as Surplus 80/82). El médico que podía

matar a los microbios se convertía en un genio. La teoría de los gérmenes funcionó porque se

hizo un espectáculo de ella y se enfocó el problema de la enfermedad en un solo agente, tanto

así que hubo un momento en que se pensó que la higiene y los cuidados sanitarios acabarían

definitivamente con todas las epidemias y reducirían la mortalidad de la población (Hays 238-

247). Esto debido a que se estableció que se necesitaban tres condiciones para estar enfermo:

un microbio, un organismo vulnerable, y un medio para que microbio pudiera hacer contacto con

el cuerpo (como el agua, comida, aire, alcantarillado, insectos etc.) (Aho y Aho 84). La

biomedicina tiene sus cimientos en la acumulación de estos datos empíricos que, por ser

objetivos, se convierten en verdaderos. La invención de los instrumentos médicos que permitían

medir estos datos silenciaron definitivamente al paciente.

Por otro lado, es en este momento que los médicos comenzaron a crear la clasificación

biológica humana, separando a los individuos por género, raza y enfermedades, entre otras

variables. La ciencia y la tecnología crearon la idea de que el único que conocía al cuerpo era el

científico. Siguiendo la línea de Foucault, Sappol considera que el nacimiento del capitalismo

forzó a crear instituciones que podían ayudar a establecer y preservar el concepto de una nación

moderna. Poco a poco la institución médica comenzó a construir al ciudadano ideal que fuera

capaz de adoptar estos nuevos principios. La intervención médica se concentró en 1) construir al

ciudadano modelo que respondiera a las nuevas exigencias económicas y en 2) identificar a los

enemigos que pudiera poner en peligro la seguridad del Estado-nación. Después de que la

medicina ganara dominio institucional, se convirtió en el agente principal de las políticas sobre el




xxvii

cuerpo, del control de la vida y la muerte de los individuos y de la manipulación de los cuerpos

para que fueran capaces de contribuir con el sistema otorgando su fuerza de trabajo. De esta

manera, el biopoder (representado por la autonomía del paciente) es negado para dar paso a la

era de la biopolítica, donde las decisiones sobre la vida las toma la policía.

Para Foucault, cuando se piensa en seres humanos no solo se evocan las reglas

universales, sino también la racionalidad histórica. A esta racionalidad se le llama la razón del
14
Estado . La racionalidad política moderna considera que el Estado existe per se y es similar a

un objeto natural que determina por sí mismo el orden de las cosas. Ese conocimiento político lo

separa de la reflexión judicial –la ley– y debe ser mostrado para afianzar su dominio, lo cual es

tarea del gobierno: “A government, therefore, entails more than just implementing general

principles of reason, wisdom, and prudence. A certain specific knowledge is necessary: concrete,

precise, and measured knowledge as to the State´s strength” (Foucault Technologies of the Self

151) Al conjunto de técnicas que el gobierno utiliza para velar por estos principios se le otorga el

nombre de policía. El objeto de la policía es la sociedad y el individuo como sujeto social. La

policía gobierna a través de la intervención específica y permanente en el comportamiento de los

individuos.

¿Qué relación tiene todo esto con la biopolítica? En primera instancia, habría que

entender que para Foucault, la biopolítica es la forma del gobierno del Estado (Technologies of

the Self 160). Las tecnologías políticas exigen que el individuo se reconozca a sí mismo como

parte de una sociedad, nación o Estado, pero a su vez es esa misma triada la que define quiénes

son los que pueden ser parte de su configuración. Para eso la policía es la encargada de


14
Según Foucault, históricamente existen dos tipos de reglas: según el estado cristiano, que implica el respeto a las
leyes humanas, naturales y divinas, y según el estado maquiavélico, que exige fortalecer a un Estado que tiene su propia
naturaleza y racionalidad.




xxviii

manejar a los individuos útiles para el mundo (154,). Si la policía tiene puesta la mira en hombre

dentro de la sociedad, entonces su vida indispensable, útil y superflua es el objeto principal de

intervención. La policía debe velar no solo por la sobrevivencia de los individuos, sino también

debe controlar que sean cada vez mejores. Para eso tiene como tarea clasificar e identificar

quién es útil y quién no (157). La policía, a través de acciones que fortifiquen la posición del

soberano, decide sobre los cuerpos y los convence de trabajar para su bienestar. La “felicidad”,

entendida como la aceptación de estas imposiciones sin que el individuo se cuestione sobre

ellas, se convierte en un requerimiento para la sobrevivencia del Estado. Por eso es un elemento

que debe inculcarse como objetivo principal de la vida.

En cuanto a la salud, Foucault señala: “the exercise of these three latter functions –order,

enrichment and health– is assured less through a single apparatus than by an ensemble of

multiple regulations and institutions which in the eighteenth century take the generic name of

‘police’” (Power/knowledge 170), es decir que la policía controla las regulaciones económicas, las
15
medidas del orden público y las reglas generales de higiene , esta última a través de la policía

de salud que se considera una nueva economía analítica de asistencia. Todo esto se hace no

solo para preservar la fuerza de trabajo, sino también para controlar la acumulación de hombres

que necesitan ser vigilados y potenciados. El control de la población se vuelve vital porque los

cuerpos que la componen necesitan ser observados, intervenidos y modificados. Se debe saber

cuáles son y cuántos son aptos para la intervención. Los cuerpos se transforman en variables

numéricas concernientes a espacio, cronología, longevidad y salud. Así nace el proyecto de la

tecnología de la población que se traduce en estudiar y clasificar a los individuos en diferentes

variables para aplicar políticas sobre ellos siempre relacionadas a la economía: “the biological


15
Foucault menciona como regulaciones económicas la circulación de las mercancía, los procesos de manofactura y el
intercambio; como reglas de orden público, la vigilancia de individuos peligrosos, la expulsión de vagabundos y mendigos
y la persecución de criminales; y por reglas generales de higiene el control de los alimentos que se comercializan, el
abastecimiento del agua y la limpieza de las calles.



xxix

traits of population become relevant factors of economic management, and it becomes necessary

to organize around them an apparatus which will ensure not only their subjection but the constant

increase of their utility” (172).

Sin embargo, adquirir consciencia y dominio sobre el cuerpo propio a través de las

prácticas de auto-superación y auto-control que impone el poder, genera también su contraparte:

el biopoder. Existe una respuesta natural y contraria que emerge desde el cuerpo contra el

poder, de la salud en contra del sistema económico y desde el placer en contra la moral. Este

conocimiento sobre el cuerpo que ha hecho fuerte al poder y a sus mecanismo de control, puede

ser usado para atacarlo: “power can retreat here, reorganized its forces, invest itself elsewhere”

(56). El cuerpo debe ver más allá de lo que la policía ha tratado de estructurar para su

funcionamiento dentro del marco económico. Y para Foucault estos cambios deben darse desde

fuera del macro-poder. Es decir, son las acciones diarias las que tienen que transformarse para

crear el acto de resistencia. El cuerpo se convierte en un arma de uso cotidiano que sirve para

inventar y concretar estas rebeldías. Y el biopoder es su mejor aliado.

Jacques Rancière le da un giro al concepto de la policía para explicar la diferencia entre

biopolítica y biopoder. Foucault presenta la biopolítica como el conjunto de prácticas del poder y

los efectos que estas producen en los cuerpos después de su individualización y en las

poblaciones a través de sus dinámicas de socialización. La policía foucualtiana se reduce a ser

la encargada de hacer la distribución de los individuos y promover su reunión. Para Rancière, la

policía es un agente que se opone directamente a la política. El filósofo define la policía ya no

solo como la encargada de la distribución de cuerpos, sino como la autorizada para la

distribución de lo sensible; es decir, de lo que se puede apreciar a través de los sentidos. La

policía identifica lo que es común dentro de un grupo a través de los efectos que producen sus

características (que pueden ser diferencias y semejanzas) y sus modos de asociación. Así

establece la distribución de lo razonable para definir estrategias de poder. La lógica y




xxx

justificación de las acciones que emergen desde el poder se condensan en formas discursivas

creadas por la policía. Rancière agrega que en esta identificación se excluye cualquier tipo de

suplemento; es decir, se trata de eliminar cualquier tipo de diferencia que exceda a aquello que

rompa el ordenamiento de un grupo. Esta última afirmación es la más importante porque

conduce directamente a la definición de política. Política son los actos que crean una

característica suplementaria que no se puede localizar biológica ni antropológicamente, pero que

existe adicionalmente a la bios. Para Rancière, hay dos formas de estructurar el mundo en

común: una que solo conoce la bios; es decir, transmisiones violentas de las regulaciones del

flujo de la población y una que crea y empodera artificios de igualdad. Estos artificios de igualdad

son formas de representación de sujetos políticos capaces de reconfigurar el mundo en común:

“such subjects do not affirm another type of life but configure a different world-in-common” (92).

De esta manera, Rancière relaciona la biopolítica como un elemento del poder siempre

relacionado a la policía, y el biopoder como el poder y su mantenimiento de la vida. El filósofo

utiliza estas definiciones para explicar la confusión entre cómo se ejerce el poder y cómo se

produce la liberación. Entonces el biopoder se concentra en la forma de mantener la vida propia

en pos de encontrar la manera de emanciparse del las estructuras de poder, mientras que la

biopolítica se resume en las medidas que el poder toma para impedir todo acto suplementario a

lo establecido desde los mecanismos de control. Solo hay dos maneras de ver la biopolítica

como algo positivo: 1) cuando se ejerce para crear redes de solidaridad, como formas de

cuidado del cuerpo que crean subjetividades al margen del las que son manejadas por el estado

y 2) las que desafían las formas ontológicas de vida y buscan la auto-afirmación; es decir, las

que contraponen la subjetivación política contra la formas personales y colectivas de

individualización establecidas por el poder. Ranciére enfatiza la idea del biopoder como el

impulso vital del cuerpo que sostiene la vida. La vida debería ser orientada a la creación de

políticas y no a la obediencia a la policía.




xxxi

La enfermedad se encuentra dentro de las funciones biológicas que deben ser

controladas y reguladas. Sin embargo, también tiene el potencial de transformar al cuerpo

afectado en una subjetividad diferente. Si la salud es entendida como la plenitud y el balance del

cuerpo, la enfermedad se presenta como una desviación que interrumpe en el mundo, una

desviación que ha sido creada por las instancias de poder (Aho y Aho 65) y que, por eso, está

llamada a crear una subjetividad con la que el enfermo pueda identificarse. Crear una

subjetividad enferma permite controlar a quien se tienen que someter a las instrucciones del

médico, pero también permite acercarse a lo que el individuo no es, a un ser diferente que

conoce otra realidad asociada a su cuerpo. Por lo tanto, este ser es capaz de realizar acciones

que un individuos sano no haría y que, además, se alejan de lo predecible. Arthur Kleinman

habla sobre esta subjetividad, lo cual permite comprender lo que podría llamarse “tecnología del

ser improductivo”, que es el título que lleva este estudio. ¿Qué se hace con aquel individuo

enfermo y no productivo? ¿Cómo se le controla, cómo se decide sobre él? ¿Qué es la

enfermedad y como se crean sus significaciones?

Para definir mi propuesta de “tecnología del ser improductivo”, es importante recordar

qué son las tecnologías del ser. Como complemento a la teoría sobre la concentración del

Estado en la vida y muerte de los individuos, Foucault menciona dos tecnologías biopolíticas: 1)

la disciplina que se da de manera individual a través de la instituciones y 2) la regulación, que se

ocupa de la masa y se da a través del Estado. Sin embargo, veremos que posteriormente, él

teórico incluye estas dos en lo que llamará “tecnologías del ser” y reorganiza su clasificación de

la siguiente manera: 1) las tecnologías de producción, concentradas en la fabricación de bienes;

2) las del signo, que generan significados y conductas; y 3) las del ser, que tienen relación

directa con la forma de trabajar. Esta última determina que los individuos sometan

voluntariamente su cuerpo (y con ello, su capacidad de afecto y de acción) para alcanzar la

armonía y el bienestar (Technologies of the Self 18). Todo individuo tiene un potencial que debe

explotar al máximo. Si todavía no ha llegado a cumplir con este objetivo, quiere decir que carece




xxxii

de algo, que está incompleto o que hay un fallo en su interior. Estar enfermo es un fallo. En

consecuencia, el enfermo debe adquirir una subjetividad que se debe asumir voluntariamente

para poder superar el mal o someterse a su incapacidad.

Kleinman señala que la manera cómo se percibe y se siente la enfermedad es una

construcción social y experiencia cultural, lo cual determina el comportamiento de los pacientes.

Si para Foucault, los cuerpos están llamados a buscar su bienestar para poder ser productivos y

funcionar dentro del sistema económico, el cuerpo enfermo también se comporta de ciertas

maneras enfocadas primero en buscar la salud a través de auto-regulaciones y del sometimiento

a la autoridad médica, y después a retraerse para no interrumpir el proceso productivo. El

discurso de cómo se debe sentir, actuar y vivir la enfermedad determina el éxito o fracaso de

esas imposiciones. De esta forma, cualquier subjetividad que definía al cuerpo se ve anulada

para dar paso a la subjetividad enferma, una noción construida con la que el paciente se

reconoce y, también, es reconocido por las instituciones de poder. Si en las tecnologías del ser el

individuo debe buscar su bienestar para poder contribuir con el crecimiento global, en las

tecnologías del ser improductivo el individuo debe identificar sus debilidades para mejorar o,

simplemente, aceptar sus deficiencias y acatar cualquier imposición que se haga sobre ellos. De

esa manera se hará un bien a sí mismo y la sociedad.

16
Kleinman identifica tres definiciones para enfermedad dentro de las cuales se

contempla la creación de la subjetividad enferma: 1) la enfermedad considerada como desorden,

que se establece a través de términos teóricos, biológicos y taxonómicos; 2) la enfermedad

determinada a través de la concepción del enfermo, la familia y el entorno social; es decir, cómo

la experimenta, enfrenta y siente el paciente dentro de su entendimiento; y 3) la enfermedad en


16
Kleinman hace la diferencia a través de la utilización de las palabras disease, illness y sickness respectivamente. No
encuentro una traducción exacta para estos términos en español, así que he decidido llamar a los tres "enfermedad".



xxxiii

sentido genérico, como conocimiento de un desorden presente en la población relacionado con

las fuerzas macro-sociales (economía, política, instituciones, etc.) (3-6). Para desarrollar lo que

entiendo como “tecnologías del ser improductivo”, me interesa la segunda definición. El

antropólogo señala que al margen de las molestias biológicas que produce la enfermedad

crónica (dolor, malestar, etc.), existen factores sociales y psicológicos que aumentan la

sensación de enfermedad. Es decir que la manera cómo reacciona, actúa y responde el paciente

a la enfermedad es una construcción social que desencadena en distintos comportamientos y

trastornos psicológicos. También, la enfermedad se vuelve inseparable de la historia familiar, con

lo cual tenemos otro factor que se asocia con el mal y que establece ciertos formas de actuar de

acuerdo al entorno social. Los significados de la enfermedad están asociados a lo cultural, a

categorías de grupos y a lo que se considera “natural” dentro de ciertos contextos sociales.

Kleinman dice que definir la enfermedad solo en términos biológicos aleja a las personas del

entendimiento del mal y de la forma cómo debe tratarse (9). Agregaría que también obstaculiza

el proceso de deconstruir los discursos sobre la enfermedad y de los efectos que tienen estos en

los individuos.

Como la enfermedad está moldeada por factores culturales, sociales y políticos, es

innegable que el cuerpo tiene que responder a estos llamados. En el contexto económico del

capitalismo y, posteriormente, del neoliberalismo, el individuo está obligado a expresar las

expectativas del grupo; por lo tanto, el cuerpo que no responde a esta exigencia debe

comportarse de ciertas maneras para no interrumpir el proceso de producción tanto de bienes


17
como de significados. A través de lo que Kleinman llama modismo de la enfermedad (13) se

aprende a identificar y reaccionar ante el dolor y, también, cómo comunicarlo y clasificarlo. La

interpretación de la enfermedad está organiza a través de patrones de interacción diaria que se


17
Illness idioms en el original.



xxxiv

reproducen constantemente. En un proceso semiótico, la significación de la enfermedad tiene su

final en el diagnóstico, donde todas las señales o quejas del paciente se convierten para el

médico en signos del mal. Sin embargo, también indican la reproducción de patrones que

moldean y modulan lo que debe sentir el enfermo. El enfermo aprende estos discursos para

identificarse como tal y permitir el control sobre su cuerpo. Kleinman hace énfasis en que, sobre

todo, los factores culturales (como la estigmatización, moralidad, alienación, etc.) son aquellos

que marcan a la persona de manera inevitable y determinan su forma de sufrimiento y

comportamiento.

Entonces, las tecnologías del ser improductivo –que pueden ser asumidas tanto por

enfermos, como por sujetos abandonados por el Estado porque se les considera inservibles– se

basan en lo que Kleinman define como ”narraciones de la enfermedad”. Estas son las

narraciones que el paciente inventa y su entorno replica para dar coherencia al dolor que está

experimentando (49), ya sea biológico o psicológico. Estos discursos cuentan con un aparato

retórico estructurado compuesto por elementos aprendidos social y culturalmente, a los que el

paciente suma su propia experiencia. Todo eso crea una subjetividad que el paciente asume,

pues en ese momento y circunstancia, es la única forma que encuentra para poder reconocerse

a sí mismo así no sea su identidad estable. Y es la creación de estas subjetividades lo que se

puede llamar una “tecnología” que hace al paciente dependiente del sistema. En muchos casos,

la medicina volverá ese cuerpo productivo a través de rehabilitación y narcóticos; en otros, lo

identificará como un ser incapaz de servir al sistema y que debe ser rechazado, marginalizado,
18
olvidado e incluso eliminado para que no intervenga ni detenga los procesos de producción. El

paciente aprende de estas tecnologías y ubica su lugar dentro del sistema.


18
Kleinman señala que muchos pacientes con dolor crónico son rechazados porque son demasiado exigentes u hostiles
y terminan perjudicando al sistema de salud (57). Por esa razón, deben ser separados de él. En muchos casos, es el



xxxv

La idea de la dependencia hacia la medicina no es tan simple. Existe un doble vínculo:

por un lado, en las primeras fases de la enfermedad, se demanda al paciente que ayude con su

curación, mientras que en las etapas terminales se le comunica que debe someterse a la

medicina. En el primer caso, otra tecnología que asume el enfermo es la identificarse como el

culpable de su mal, con lo cual el sistema médico mantiene su prestigio. En la segunda, el

paciente entrega su cuerpo y se convierte en un individuo sin capacidad de decisión. Estas

conductas aprendidas emergen de construcciones sociales. El paciente ha aprendido que ocupa

un lugar en la frontera entre lo normal y defectuosos. De esta manera, él mismo cumple con

rituales de separación, transición y reincorporación en cada etapa de la enfermedad. El espacio

que debe ocupar es determinado por la institución médica y asumido por el enfermo.

Sin embargo el paciente tiene el poder de revertir esas tecnologías a su favor. Como

señala Donna Haraway, la enfermedad puede convertirse en una fortaleza: el discurso del

sistema inmunológico –aquí se refiere a la medicina– abre la posibilidad de involucrarse en un

mundo de diferencia y da la capacidad de convertirse en quien no se es ("The Biopolitics of

Postmodern Bodies” 286). El paciente puede aprehender estas narraciones para crear

subjetividades diferentes a la suya y llamar a la rebeldía creando vínculos con otros cuerpos que

presentan la misma situación. Se debe entender que si se aceptan las tecnologías del ser

improductivo, no es para someterse al poder, sino para aceptar una transformación temporal que

permita unirse con los demás cuerpos y lograr un cambio. Michael Hardt y Antonio Negri creen

posible estas acciones a través de la utilización del biopoder.


paciente quien asume el papel de rechazado o desahuciado y se retira voluntariamente. Ocurre lo mismo con la
estigmatización, donde el paciente siente vergüenza y se niega a sí mismo, asumiendo el papel de estar fuera de la
sociedad. Las tecnologías del ser improductivo son convenientes para un sistema que busca esconder o deshacerse de
los cuerpos que no pueden contribuir con él.



xxxvi

Hardt y Negri definen biopoder como el poder que regula la vida social desde el interior

con el fin de interpretarla, absorberla, administrarla y rearticularla. El biopoder se refiere a la

acción directa de producir y reproducir la vida ("Biopolitical Production" 216). La idea de un

disciplinamiento democrático se da a través de la organización de cuerpos y cerebros que no son

solo controlados por los aparatos de poder, sino también por redes más flexibles que concentran

su atención en las acciones diarias producidas por cada individuo en pos de encontrar otros

caminos posibles de existencia. Por esta razón, el cuerpo y la vida se convierten en objeto

principal del poder.

Para Hardt y Negri el biopoder puede provocar efectos contrarios a los esperados: el

living labor, producido por el control de la vida, gobierna el cuerpo, lenguaje, trabajo inmaterial

(intelectual e incorpóreo) y afectos, lo cual genera subjetividades que pueden ser explotadas,

pero que también contienen en sí mismas un potencial revolucionario. El Imperio –que es

proceso globalizado del mercado y los círculos de producción fuera de los espacios nacionales–

encuentra su debilidad dentro de sí mismo y puede generar un contra-imperio a través de nuevas

formas de organización. Si el Imperio ha decidido borrar todo rastro identitario, imperialista o

colonizador para crear a la multitud y así hacerla trabajar para los intereses de las

transnacionales, esa misma multitud puede crear vínculos de afinidad y usar el biopoder (poder

vital, afectivo y corporal) para producir el acto rebelde, reorganizarse y destruir las formas de

control soberano-imperial: “the paradox of power that, while it unifies and envelops within itself

every element of social life (thus losing its capacity effectively to mediate different social forces),

at that very moment revels a new context, a new milieu of event” (Empire 25).

Si se regresa al tema de la enfermedad, podemos ver que estos cuerpos albergan la

posibilidad de la acción política. Los pacientes están llamados a utilizar las narraciones y

subjetividades creadas para dominarlos como medio para crear vínculos de afinidad entre seres

supuestamente improductivos, pero que tienen la capacidad de producir el acto rebelde. Las




xxxvii

tecnologías del ser improductivo tienen en su conformación el potencial para remecer la

estructura médica. Esas propuestas pueden verse en la literatura latinoamericana

contemporánea, lo que será objeto de este estudio.

La enfermedad y precariedad en Latinoamérica

En su libro Ficciones fundacionales: Las novelas nacionales de América Latina, Doris Summer

afirma que después de la independencia de América Latina, los intentos de encontrar un modelo

de ciudadano para construir las nuevas naciones se podían encontrar en la novela romántica del

siglo XIX. Los discursos nacionales estaban arraigados en la concepción de matrimonios ideales

que sirvieran como ejemplo de relaciones consolidadas y pacíficas, en oposición a los

devastadores conflictos internos de los gobiernos que se instalaron durante este siglo. A través

de la representación amorosa heterosexual, el proyecto nacional instó a crear un acuerdo

hegemónico para conquistar a sus adversarios. La sociedad civil tuvo que ser domesticada para

aceptar a los criollos como el ciudadano deseable para que configurara la nueva nación (22-23).

La novela romántica del siglo XIX utilizaba estos cuerpos racialmente “ideales” para

representar matrimonios convenientes que no solo servían para mantener la escala jerárquica,

sino que también establecían qué cuerpos debían ser reproducidos para habitar los nuevos

territorios independientes. Una población heterogénea y mixta no era lo se querían para las

nuevas naciones latinoamericanas. Los cuerpos estaban prohibidos de cruzar los límites

fundados por clase social, religión, género o raza. En la nueva sociedad latinoamericana,

cualquier intento de transgredir estos límites era contenido o tenía que imaginarse en otro ámbito

fuera de la nación (35). Las relaciones entre los cuerpos indeseables fueron intencionalmente

suprimidas porque se consideraron un riesgo para el proyecto de construcción de la nación. Los

escritores copiaron, reprodujeron y exageraron las relaciones ideales europeizadas para

concebir un final feliz y, con ello, una nación próspera. Mientras que los criollos estaban en el




xxxviii

centro de estos discursos, las relaciones entre cuerpos de diferentes razas (como la indígena o

los afro descendientes) terminaban generalmente en desgracias.

Esto se puede ver con más claridad posteriormente, cuando aparecen las ficciones

naturalistas durante el mismo siglo. En su libro Ficciones somáticas: Naturalismo, nacionalismo y

políticas médicas del cuerpo, Gabriela Nouzeilles señala que estas narraciones surgieron debido

a la ansiedad producida por los efectos contradictorios de los programas de modernización

liberales, mostrando sus fracturas ideológicas en el contexto donde la idea de fabricar

ciudadanos era una constante. La élite criolla quería formar una cultura en común y la literatura

jugó un papel importante en la imposición del idioma y las tradiciones nacionales, además de

señalar las normas concernientes a la invención de la ciudadanía. Las ficciones naturalistas, que

usualmente terminaban en tragedia, cuestionaban el carácter conciliador de las novelas

románticas fundacionales. Y si lo hacían era porque en ellas se representaba la imposibilidad de

que existieran relaciones amorosas entre individuos que no representaran el ideal de ciudadano,

aún peor si se presentaban relaciones interraciales o que cruzaran los límites de la escala social.

En las ficciones se revelaban los obstáculos que impedían la utopía nacional y cuestionaban si

era posible su realización porque existían causas biológicas que no permitían el romance, como

la raza y la enfermedad. De hecho, la enfermedad era un factor que se usaba para poder separar

estos cuerpos. Se representaba el aislamiento o confinación del cuerpo enfermo y la muerte –

usualmente trágica– de los individuos no deseables. La enfermedad se posicionaba como un

marcador entre grupos sociales que segregaba a quienes no podían acceder a la salud (Hays 6).

Estos cuerpos dispares con temperamentos diferentes no eran compatibles, lo cual confirmaba la

insistencia en mantener un solo cuerpo ideal dentro de la configuración nacional y la segregación

de grupos sociales que no debían contaminar esta propuesta (Nouzeilles 12-16). A finales del

siglo XIX, la creciente competencia económica creó la necesidad de tener poblaciones sanas. A

esta preocupación se sumó al interés por la raza (quién debe reproducirse, cuáles son las razas

más “débiles” o fuertes para realizar ciertos trabajos, qué sucede con el mestizaje etc.) y por




xxxix

mantener a las familias heterosexuales unidas. Se tenía que preservar al sujeto ideal para evitar

“the dilution of the national stock by alien races or inferior social orders” (Hays 256).

De acuerdo con todo esto, postulo que en el cuerpo latinoamericano –identificado por

raza, género, condición económica y social, acciones y relaciones con otros cuerpos– ha sido

atravesado por discursos relacionados con la nación, lo cual incluye la preocupación por

encontrar cómo puede estar al servicio del sistema económico. El cuerpo es el objeto que no

sólo se utiliza como alegoría del proyecto de Estado-nación, sino que se interviene para

funcionar como un agente de representación de estas narraciones, lo cual incluye prácticas

civilizadoras y, en el peor de los casos, acciones violentas que ponen en peligro su integridad. El

bienestar económico está asegurado a través de mecanismos médicos y científicos creados para

prolongar y reproducir a los cuerpos productivos. Impulsadas por propósitos económicos, estas

instituciones siempre han trabajado para contribuir al desarrollo de la nación. Si esto ya era una

preocupación en el XIX, en las narraciones del siglo XX y XXI la dicotomía entre el cuerpo

productivo/improductivo se vuelve un factor determinante al que están expuestos todos los

individuos sometidos a las presiones de la economía neoliberal y las ideas de desarrollo

nacional. Esto produjo la emergencia de procesos modernizadores y civilizadores relacionados

con los sujetos y creó una idea de la "nación deseada" representada a través del cuerpo

modificado. Ni la literatura ni el discurso pueden ser tan efectivos como la encarnación de un

ideal que puede ser visto, tocado, olido, oído, percibido y sentido que podía y debía ser imitado.

Se ha intentando construir una nación que pueda ser percibida como la “nación soñada”, donde

se expone a aquellos cuerpos que deben ser imitados o reproducidos y se esconde o elimina a

aquellos que se considera que no aportan nada al proyecto económico nacional ni global.

En este sentido, el filósofo Roberto Esposito define como cuerpo político a la

incorporación de cada cuerpo individual en un cuerpo común. Esposito señala

But for this to happened, each individual body must have incorporated each of its parts,

beforehand, as a member of a single body. The middle term in this passage from body to




xl

body –in this doubling of the body– lies of course in the concept of "general will" which

founds and deconstructs the individualistic logic of the contract when it assumes

incorporation as a premise that should be its outcome and yet is instead its precondition

("Biopolitics" 321).

El cuerpo político es el cuerpo formado por individuos que responden a intereses nacionales

concebidos a través de ideas e imágenes de lo que es deseable. En este sentido, difiere del

cuerpo social, que se centra en el proceso de preservar las vidas individuales de aquellos que

pertenecen a un grupo productivo reconocible. En contraste, el cuerpo político es un conjunto de

cuerpos individuales producidos para representar una imagen coherente para el Estado-nación.

Además, el cuerpo político está llamado a inmunizar cualquier amenaza que pueda corromper la

constitución que representa. Desde este punto de vista, las jerarquías entre estos cuerpos y sus

partes se suprimen porque el cuerpo político responde a la correspondencia entre el sujeto y el

objeto del soberano. El sujeto definido por el proyecto nacional se transforma en el objeto que lo

representa. Es “a body without a head or a head extend throughout the body (“Biopolitics” 321),

la ilusión populista de pertenecer a algo más mayor y más importante que invita al sujeto a

someter su cuerpo a este proyecto "noble" escondido en la idea de la ciudadanía. El cuerpo

político se construye como un conjunto de relaciones independientes. La metáfora cuerpo-

Estado se constituye como un conjunto de cuerpos entrenados que cumplen funciones diferentes

(“Biopolitics” 334-335).

De esta manera, podemos ver que se ha pasado de la concepción del cuerpo como

modelo nacional a la concepción del cuerpo como modelo de productor económico. La

incorporación de la biopolítica está presente en la forma cómo las narraciones culturales

latinoamericanas han abordado al cuerpo durante el siglo XX y XXI. Ha habido dos estudios

importantes que han tratado de entender el retorno al relato sobre la enfermedad, así como la

incorporación de la teoría biopolítica en este campo. Uno de ellos es la compilación de artículos

Heridas abiertas de Latinoamérica, publicado en 2014 por Mabel Moraña. Al margen de los




xli

artículos presentados que abarcan diferentes temas relacionados con la representación del

cuerpo en las manifestaciones culturales escritos por importantes intelectuales de los estudios

latinoamericanos, me interesa comentar la introducción escrita por la compiladora. Moraña

señala que a través de la historia se puede ver que Latinoamérica está íntimamente ligada a la

noción de biopolítica (7). El cuerpo racializado, torturado, martirizado y constantemente evocado

a través de actos de violencia ha sido la pieza fundamental de los debates relacionados con el

proyecto de formación de nación. Lo biopolítico se ha definido como una forma de soberanía que

regula las interacciones de la comunidad y determina la asimilación del cuerpo político en un

nivel jurídico. El acercamiento de Moraña parece acertado; sin embargo, en su análisis se deja

de lado todo lo relacionado al sistema económico, noción central del concepto biopolítico. Si bien

es cierto que hay narraciones en las que no se puede dejar de lado la nociones raciales y las

consecuencias que estas han tenido en cuanto a qué cuerpos se encuentran en un estado de

vulnerabilidad mayor, Moraña concentra su análisis en que el cuerpo latinoamericano solo ha

sido codificado a través de raza o que se ha utilizado como objeto de tortura estatal durante las

dictaduras militares. El centro de esta propuesta gira alrededor de la muerte y segregación de los

cuerpos que han sido marginados mucho antes de que la biopolítica se definiera como concepto,

o que se han utilizados para mandar un mensaje a los otros individuos recurriendo a las políticas

de miedo y terror durante los gobiernos autoritarios. ¿Pero cuáles son las nuevas causas que

han modificado la marginalización y muerte de estos individuos? ¿Cómo y por qué interviene y

contribuye la biopolítica en estas nuevas formas de atentar contra los cuerpos?

Es importante clarificar que el estudio de la representación de la enfermedad en la

literatura latinoamericana muestra una gama de interpretaciones que van más allá de la

búsqueda de personajes/sujetos aptos que simbolicen el ideal del ciudadano, las metáforas

sobre la decadencia de ciertas clases sociales o corrupción o desmoronamiento de los Estados-

nación. La tendencia a hablar de enfermedad en la literatura latinoamericana de mitad del siglo

XX en adelante ha mostrado otras aristas que sobrepasan el estudio de género, raza, orientación




xlii

sexual, y violencia contra el cuerpo. Por eso me parece importante mencionar la antología de

cuentos Los Excesos del Cuerpo. Ficciones de contagio y enfermedad en América Latina

publicada en el 2009. Javier Guerrero y Nathalie Bouzaglo señalan que la enfermedad siempre

se ha representando a través de metáforas y discursos ajenos a sí misma. A través de ella se

proyectan los miedos y paranoias de la comunidad y el Estado. Entre las metáforas utilizadas

están 1) la de descomposición y muerte o cómo la enfermedad se presenta como agente

principal de la desgracia; 2) la de amenaza de contagio como marca social y física que trae como

consecuencia la estigmatización del enfermo normalmente relacionado a la raza o condición

social; 3) el mal como enemigo que invade y coloniza al cuerpo y por eso hay que combatirlo,

con el conocido uso del lenguaje militar utilizado anteriormente para las plagas, pero que ahora

conlleva al ensañamiento con el enfermo como portador de la fatalidad; 4) la enfermedad como

castigo divino, definición que permanece desde la Modernidad Temprana; y 5) el mal

deshumanizador que produce cambios en el cuerpo y convierte al individuos en ese Otro que no

quiere ser y al que, además, se teme. Esta última aproximación a la enfermedad determina la

formación de subjetividades que se presentan como indeseables: “la puesta en escena del

contagio inventa al enfermo en oposición al saludable para normalizar el cuerpo que el progreso

y el bienestar social necesitan”. (23-24). El contraste entre cuerpo saludable y el cuerpo enfermo

se da en función a su utilidad dentro de un sistema económico basado en el progreso y el

bienestar social, pero ambos entendidos como la capacidad física y mental de aportar al sistema

económico con la fuerza de trabajo. Considero que estas interpretaciones son certeras y abren

una vía para observar al cuerpo enfermo como un agente no solo portador del mal, sino cargado

de significaciones culturales y sociales donde el neoliberalismo –economía imperante– juega un

papel decisivo. Considero que mi propuesta va por esta línea e insiste en entender cómo el

cuerpo enfermo y en estado de precariedad se ha convertido en el centro de todos los discursos

tanto estatales, como económicos.




xliii

Mi estudio está dividido en tres capítulos. El primero titulado “Biocontrol estatal:

Eliminación de cuerpos y creación de súper-humanos en busca de la productividad” identifica

quiénes son los agentes que controlan al cuerpo –el Estado, el sistema económico y la

medicina– y las acciones que se han tomado para potenciar o eliminar individuos. Estudiaré la

película Yawar Mallku, Sangre de Cóndor (1969) del director boliviano Jorge Sanjinés, en la cual

el control de la natalidad, ejecutado a través de las esterilizaciones forzadas, fue centro del

debate sobre el cuerpo durante el proceso de modernización en una Bolivia. Luego analizaré la

creación de los súper-humanos en las novelas Las constelaciones oscuras (2015) de la escritora

argentina Pola Oloixarac y París (1980) del uruguayo Mario Levrero, en las cuales el control de la

información producida por el cuerpo –patrones de conducta, relaciones sociales, etc.– y la

manipulación del ADN buscan crear humanos potenciados que respondan a las exigencias de la

producción global. La creación de redes de información y genéticas se convierte en la trampa

que captura a los individuos clasificándolos y estudiándolos con precisión científica.

El segundo capítulo titulado “Subjetividades dominantes y cuerpos enfermos fuera del

ámbito institucional/estatal” estudia cómo individuos enfermos que han renunciado a la sujeción

médica o aquellos sanos que han tenido algún poder relacionado con la institución, pero han sido

expulsados de ella, replican los mecanismos de control estatal en espacios privados sobre

cuerpos en estado de enfermedad terminal. Llamo a este fenómeno adopción de la subjetividad

dominante. Primero estudio al individuo común que replica a la autoridad en las novelas Salón de

belleza y Perros héroes de escritor mexicano/peruano Mario Bellatin y Fruta podrida de la

escritora chilena Lina Meruane. Los personajes que asumen la subjetividad dominante no

pertenecen ni han pertenecido al ámbito institucional de la medicina. En Salón de belleza es un

peluquero aquejado por un mal se presenta como un sujeto que ejerce su poder dentro del

Moridero, espacio que antes era su salón de belleza, pero que ahora se ha convertido en un

lugar de acogida para los enfermos en estado terminal que sufren de este mal. En Perros héroes

la autoridad está representada por un sujeto discapacitado, que dentro de su casa ejerce poder




xliv

sobre su familia y el enfermero encargado de cuidarlo. Esto lo hace a través de la utilización de

sus perros de caza y del enfermero, cuerpos que se convierten en máquinas de extensión que

permiten el funcionamiento de su cuerpo paralizado. En Fruta podrida el surgimiento de la

subjetividad dominante utiliza tanto el cuerpo enfermo de una paciente en estado terminal como

el suyo para concretar el intercambio de material biológico determinado por el sistema neoliberal.

En segundo lugar analizo al soberano que pierde y recupera su poder en las novelas Los

fantasmas del masajista también de Mario Bellatin y La cresta de Ilión de la escritora mexicana

Cristina Rivera Garza. En esta parte de mi investigación se verá a individuos que están o han

estado vinculados a la institución médica y han ejercido funciones asociadas al soberano, pero

que ahora ven su poder amenazado por otros que ejercen la subjetividad dominante. En Los

fantasmas del masajista la figura de la madre del masajista, protagonista de la novela, se

convierte en una voz dominante que intenta controlar a su hijo y a sus pacientes. La madre, a

través del uso de su voz, pretende sustituir los métodos del masajista, posicionándose como una

alternativa de curación frente a los tratamientos tradicionales asociados al poder institucional. En

La cresta de Ilión la relación entre la subjetividad dominante y dominado se invierte para permitir

la emergencia de una subjetividad insurgente exterminada por la institución médica. La

inestabilidad de las identidades dentro de esta novela permiten que el soberano apegado a la

racionalidad médica se someta a una subjetividad dominante y que abandone su autoridad con

el fin de que se una a la lucha contra la institución misma.

El tercer capítulo titulado “La comunidad indispuesta: Creación de subjetividades

colectivas a través de vínculos de afinidad entre individuos enfermos o en situaciones precarias”

se concentra en el análisis de obras donde la enfermedad y la precariedad es la base para crear

vínculos de afinidad entre los individuos, lo cual les permite la emergencia de comunidades

autónomas. Con ello también nacen subjetividades diferentes que sirven para afianzar los

vínculos entre estos individuos que, al encontrarse enfermos o en situación precaria, se aferran a




xlv

la comunidad y sus reglas para poder sobrevivir. Este capítulo estudia la formación de

comunidades alternativas que aparecen en consecuencia de la enfermedad en el libro de no

ficción Loco afán - Crónicas de sidario (1996) del chileno del Pedro Lemebel y en la novela El

huésped (2006) de la mexicana Guadalupe Nettel, donde el padecimiento del mal –el SIDA y la

ceguera respectivamente– dan como resultado la formación de colectividades que se organizan

para contener al mal, ayudar a conllevar la transición hacia la muerte o realizar actos subversivos

que ataquen al sistema que pretende desaparecerlos. La aparición de comunidades que

individuos que viven en situación de extrema precariedad está presente en la novela Los

pichiciegos (1983) de Rodolfo Fogwill, donde soldados expulsados del ejército argentino durante

la guerra de Las Malvinas forman una comunidad bajo tierra con el fin de sobrevivir, pues estos

han sido abandonados por el Estado en un territorio helado y desconocido donde lo único que

pueden hacer es esperar la muerte.

Este trabajo es el inicio de una investigación más amplia sobre la enfermedad y la

precariedad de los cuerpos. La producción de libros y películas asociadas con este tema va en

incremento y trata temas que van más allá de la identidad y la violencia. El sistema económico

determina qué va a suceder con los cuerpos expuestos a él y qué se puede esperar de los

individuos en cuanto a cómo van a funcionar dentro de este sistema. Si se queda fuera, hay

consecuencias. Y la producción cultural se ha abocado a retratar y cuestionar qué es lo que

sucede cuando la improductividad es el factor que determina el valor del cuerpo. Sin embargo,

esa misma improductividad conlleva a la posibilidad de cambiar, de ser ese otro que puede

desafiar los innumerables patrones de comportamiento que se asignan para cada cuerpo. En

muchas de estas obras se propone que estar enfermo o en situación precaria abre el camino

para que esta posibilidad sea haga realidad.

CAPÍTULO 1

Biocontrol estatal: Eliminación de cuerpos y creación de súper-humanos en busca de la

productividad.

En 1944, Jorge Luis Borges publica “La lotería de Babilonia” dentro de su célebre colección de

cuentos Ficciones. Este relato narra la aparición del juego de la lotería dentro de Babilonia, el

cual permite crear un sistema de dependencia y domino sobre sus habitantes. Dependencia

porque estos no pueden dejar de jugarla –inclusive cuando se insertan castigos y multas dentro

de los “premios” dictados por los billetes– y dominio porque la Compañía, entidad fantasmal que

se encarga de imprimir la lotería, decide a través del azar controlado lo que va a suceder con

cada uno de sus jugadores. La lotería termina siendo una necesidad y jugarla es la única forma

de vida que se contempla dentro de este territorio: “soy de un país vertiginoso donde la lotería es

parte principal de la realidad: hasta el día de hoy, he pensado tan poco en ella como en la

conducta de los dioses o de mi corazón” (Borges 72), dice el narrador del cuento. Pensar muy

poco en ella implica no cuestionarla. La lotería, o mejor dicho, la Compañía decide sobre la vida

de los individuos de Babilonia, puesto que se les obliga participar de ella, permite que se

encarcele o se maltrate físicamente a quien no paga sus deudas o decide no jugarla, marca con

tatuajes a los habitantes para identificar quién eres, quién has sido o quién serás, vela por

mantener el orden y hacer cumplir los mandatos que la lotería impone, y decide qué posición en

la escala social se tiene, jerarquización que va desde ser esclavo hasta convertirse en cónsul o

autoridad al servicio de la lotería misma. La Compañía es una entidad que opera desde las

sombras, que ve y controla todo, y que ha utilizado el poder del convencimiento y coacción para

someter a sus habitantes a participar de un juego que les da lo que desean a cambio de ceder

sus vidas a una entidad que supuestamente sabe lo que es mejor para cada uno de sus

jugadores.

La lotería invoca a los participantes a aceptar una vida donde algo o alguien determina lo

que se es, un soberano incuestionable que explica y convence que dentro de juego interminable

se gana y se pierde: la lotería es sabia y así como da lo que promete, también quita lo que no es

necesario o lo que interrumpa las reglas de convivencia. Por esta razón, se desea lo adverso y lo

propicio con la misma intensidad. El discurso al que están sometidos los habitantes de Babilonia
19
está basado en lo que Lauren Berlant llama cruel optimism . Según este concepto, el optimismo

cruel aparece cuando existe algo que deseas, pero que te impide desarrollarte. La relación con el

optimismo no es intrínsecamente cruel, sino que adquiere esa crueldad cuando “the object that

draws your attachment actively impedes the aim that brought you to it initially” (1). Existen

fantasías creadas a las que los individuos tienen que amoldarse y esta expectativa puede derivar

en una crisis porque se vive en una situación precaria donde el mismo hecho de estar vivo ya es

un logro. Sin embargo, la fantasía de tener una buena vida es tan poderosa que, a pesar de las

crisis que se pueden generar durante el camino hacia el objetivo de tenerla, se mantiene el

deseo de continuar. En consecuencia, esta termina siendo una forma de control que el poder

tiene sobre los individuos que, convencidos por esta fantasía, continúan obedeciendo sus

mandatos y amoldando su vida a lo que se espera de ellos.

Por eso los habitantes de Babilonia siguen jugando la lotería: en algún momento, a pesar

de las adversidades que se presentan porque son parte del juego y de las crisis que puedan

surgir porque se pierde tanto como se gana, la fantasía de ser alguien y de llegar a vivir en una

sociedad mejor está presente y es el juego perpetuo el que sirve para mantener esa ilusión. La

lotería funciona como el catalizador de la fantasía y del optimismo cruel. Dar y contener, ilusionar

y mantener la crisis: todo controlado, todo sin contratiempos, todo para continuar sometiendo a

estos individuos a leyes que no entienden, pero que obedecen porque es por su bien.


19
En adelante llamaré a este concepto “optimismo cruel”.



3

En este capítulo analizaré la formas de biocontrol estatal sobre el cuerpo. Por esta

razón, considero oportuno comenzar con este breve análisis de “La lotería de Babilonia” de

Borges. En este cuento vemos una estructura de dominación creada por algo que no se conoce,

pero que opera bajo la institución de la Compañía, ese algo mayor que ya no se puede identificar

solamente con el poder estatal, sino con una red donde se mezclan lo económico, la estructuras

sociales que determinan la suerte de los individuos y el discurso del azar y la suerte como sutil

método de control donde supuestamente no existe intervención de nadie, lo cual termina siendo

una mentira. A cada habitante de Babilonia se le da lo que esperan de acuerdo a su fantasía

para afianzar el discurso de que la lotería es lo adecuado para mantener un sistema de vida que

nadie cuestiona y del que todos quieren participar. Pero como todo sistema, también presenta

adversidades que los participantes pueden revertir a través del juego mismo. En una analogía

con el mundo real, o con esas réplicas de lo que pasa o puede pasar que se encuentran en el

terreno de la ficción, “La lotería de Babilonia” es un reflejo que reproducen sin parar la historia de

sociedad donde sus cimientos no cambian, sino que cada vez se afianzan más a través de la

legitimación de las instituciones y del capitalismo como único sistema viable para la

supervivencia. La lectura que planteo se complementa con la preocupación borgiana por los

peligros de la democracia y la idea del individualismo. Dentro del universo de Borges todo se rige

por las relaciones de causa-efecto, lo cual queda demostrado en este cuento. Por esta razón,

todo tipo de sistema plantea un ordenamiento que, como consecuencia, genera

comportamientos en quienes se somete a él. “La lotería de Babilonia “ muestra la falsa

sensación de democracia de la que Borges ya hablaba, pues la pertenencia a un sistema mayor

en el que supuestamente se puede adquirir libertad, en realidad es una mentira que anula

cualquier tipo de individualismo o sistema de valor o razonamiento diferente. Se tiene que actuar

de acuerdo a lo que esta democracia ordena, una democracia además está contaminada por

intereses políticos y por individuos limitados, pero también, como sugiero en mi lectura, por la

preocupación del buen funcionamiento del sistema económico. El nacimiento de la biopolítica y

la consolidación de la ciencia y la medicina como las disciplinas adecuadas para decidir sobre

los cuerpos, hechos ocurridos durante el siglo XIX, han sido determinantes para construir un

sistema basado en el estudio minucioso, clasificación e intervención sobre los cuerpos. Babilonia

es una réplica de un mundo donde ya no solo se controla cuál es la función que los cuerpos van

a cumplir dentro del sistema, sino también se les potencia, se les tortura o se les elimina para

que sigan o no el camino de una suerte que está decidida de antemano.

Este capítulo va a dividirse en dos partes. Primero estudiaré la evolución del control

médico y científico en América Latina. Para esto, trazaré una perspectiva histórica de la forma

cómo se han tratado la salud, la eliminación de plagas y el control de la natalidad dentro de

Latinoamérica, además de cómo se ha gestionado la vida y la muerte de individuos de acuerdo a

intereses económicos y políticos asociados con la modernización de los países de Primer

Mundo. Segundo, a través del análisis de obras de carácter ficcional, se verá la evolución de las

formas de control, selección y potenciación de los individuos pertenecientes a estos territorios.

Estudiaré al película Yawar Mallku, Sangre de Cóndor (1969) del director boliviano Jorge

Sanjinés, en la cual el control de la natalidad –a través del proceso violento e ilegal de la

esterilizaciones forzadas– se convirtió en el tema central cuando se debatía el proceso de

modernización en Bolivia, para lo cual se pretendía eliminar a las poblaciones más atrasadas con

la ayuda de entidades internacionales, quienes también las veían como problemáticas. Luego

analizaré dos novelas que ya no buscan eliminar poblaciones, sino por el contrario controlarlas y

potenciarlas a través de la recolección de información genética y la creación de los súper-

humanos. Eso se verá en las novelas Las constelaciones oscuras (2015) de la escritora

argentina Pola Oloixarac y París (1980) de uruguayo Mario Levrero. De la eliminación a la

potenciación y de la potenciación al estado de emergencia porque la ciencia no calculó que la

manipulación genética podía también rebelarse en su contra. La lotería que se sale de control y

que propone el desorden de lo que parecía no poderse alterar.

Uno de los principales aportes de Michel Foucault sobre este tema es la diferenciación

entre el poder de dar muerte de la Edad Clásica y el poder de dar vida de la Edad Moderna, que

se relaciona directamente con el surgimiento de lo que él llama biopolítica. Él señala que en la


20
Edad Clásica , la decisión sobre los cuerpos estaba establecida por la voluntad del soberano,

quien decidía quién debía morir o no. Esta relación estaba centrada en la muerte dentro de un

marco en el que estar vivo o muerto no era un privilegio de nacimiento, sino que estaba

condicionado a la defensa del soberano y su supervivencia. Por lo tanto, las políticas estaban

dirigidas a dar muerte a quien no cumplía con estas premisas o en sacrificar a los cuerpos

destinados a cumplir con ellas. La figura del soberano surge dentro de los mecanismos de

sustracción y se convierte en un "incautador" de bienes, impuestos, productos, servicios, trabajo,

sangre y, también, cuerpos (The History of Sexuality 136).

No obstante, en la Edad Moderna la figura se invierte y se crea un cuerpo social al que

no solo hay que mantener vivo, sino que su vida debe ser asegurada y mantenida. El poder de

dar muerte se convierte en poder de dar vida y se construyen mecanismos a través de las

instituciones –principalmente la médica y la científica– para prolongar y reproducir la vida con

fines de defender a la nación y contribuir a su desarrollo económico. El capitalismo no hubiera

sido posible de no haberse descubierto que la base para mantener su fuerza productiva se

hallaba en el control biológico de los cuerpos. La inserción de estos a la máquina de producción

a través de técnicas para optimizar la fuerza, aptitud y hacerlos gobernables por medio del

acuerdo hegemónico, han sido el cimiento para el funcionamiento de este sistema económico. La

biopolítica establece quién es una amenaza y quién puede ser productivo para el sistema. Por lo


20
Foucault no es claro a qué periodo histórico se refiere cuando habla de la Edad Clásica, pero sí que la Edad Moderna
comienza con la instalación del capitalismo, es decir a partir de la Revolución Industrial del siglo XVIII. Sin embargo su
investigación se centra en el siglo XIX. Como complemento, Agamben es más claro al referirse a la Edad Clásica como el
periodo de los griegos.



6

tanto, se decide qué vidas deben ser eliminadas y cuáles deben ser preservadas y potencias.

Por ejemplo, enfermos mentales, criminales, discapacitados o cualquiera que pudiera encajar en

categorías similares y volverse un problema tanto económico como de imagen para la nación,

podía ser considerado indeseable. El cuerpo es despojado de su historia y se convierte en un

aparato biológico, al cual se le aplican los mecanismos ya conocidos y mejorados de control y

disciplinamiento.

El control biopolítico no hubiera sido posible sin el empoderamiento de la medicina y de

la ciencia. El descubrimiento de la teoría microbiana y el establecimiento de la anatomía como

materia educativa para formar cirujanos durante el siglo XIX fueron cruciales para que toda forma

de medicina alternativa fuera perseguida, desprestigiada y, paulatinamente, neutralizada. A

principios del siglo XIX, los médicos del mundo occidental no tenían una posición privilegiada.

Sin embargo, comenzaron a formar corporaciones a las que se les unieron los cirujanos y

boticarios, lo cual comenzó a darles un estatus que los elevaba por encina de los curanderos y

comerciantes de medicina que no pertenecían a entidades asociadas al ámbito universitario.

Además, el Estado comenzó a dar licencias para ejercer la práctica de la medicina solo a

quienes finalizaban la educación apropiada y pasaban los exámenes requeridos. Gracias a esto,

la práctica de la medicina se hizo exclusiva a quienes cumplían con estos dictámenes y se

sancionaba a quienes practicaban curaciones que ocurrieran fuera del círculo médico oficial.

En la segunda mitad del siglo XIX, la ciencia inspiraba una gran confianza y fe por parte

de los pacientes y, con eso, cimentaba las bases de su poder. A esto también se le suma el

prestigio tecnológico e industrial que ganaban las innovaciones dentro del campo, lo cual dejó a

la Iglesia en una posición vulnerable, puesto de que cada vez se creía menos que Dios era el

único que podía curar a los enfermos o salvar a los moribundos. La medicina se benefició de la

percepción de poder generada por la ciencia, puesto que podía identificar y superar la lucha

contra las enfermedades. Es así como la enfermedad se comenzó a ver como una realidad

patológica, pero también como una construcción social: “many social scientists and historians

have come to conceive disease above all as a cultural construct, rooted in mental habits and

social relations rather that in objective biological conditions of pathology. Such ideas,

emphasizing intellectual constructions and resulting public policies, dominate recent historical

writing about disease” (Hays 1, énfasis mío). El poder de definir qué es la enfermedad y quiénes

la padecen, pero, sobre todo, de reescribir la historia de la medicina, su alcance y su forma de

ejercer dominación recae en las instituciones científicas. Esto afecta los cambios políticos y

sociales en cuanto a las decisiones que se toman frente a lo que de ahora en adelante se

considerará “enfermedad” y las interacciones entre los individuos sometidos a un discurso escrito

y difundido por una entidad que decide quién puede acceder a la cura e información y quién no,

lo cual exacerba las tensiones de clase tanto social como económica:

in the last two centuries human responses (…) to disease have themselves affected

demography, (…) disease has had social effects, as the sharpening of class lines
21
between immigrants and “natives” in nineteenth century American cities (…), has

affected economies, both by demographic pressure that has changed the supply and

hence the price of labor and by its effects on the productivity of a particular region or

social groups (…) it has channeled or blocked individual creativity, and may on occasion

have set its stamp on the “optimism” or “pessimism” of an entire age (2).

En esta cita, J.N. Hays pone en manifiesto algo muy importante en cuanto a las relaciones

afectivas entre los cuerpos: si la ciencia y la medicina ha moldeado el optimismo y pesimismo de




21
Esto no solo se ha dado en el siglo XIX y en las sociedades occidentales, sino también en el siglo XX y XXI en las
sociedades latinoamericanas, como se verá en el material narrativo que analizaré. Lo que ocurre en los siglos posteriores
es la redefinición de nativo/inmigrante. En realidad, se debería reconocer como la diferencia entre lo que está dentro de
cierto orden social pero, sobre todo, económico, y lo que está fuera y se considera inservible para cumplir con los roles
que este orden exige. Si se ve desde esta perspectiva, se crean nuevas definiciones sobre lo “enfermo” o “defectuoso y/o
sobre qué es lo que se considera limitado u obstaculiza el cumplimiento de ideas centradas en el desarrollo económico y
en el proceso de modernización dentro de América Latina.



8

generaciones enteras o, sería más preciso decir, de grupos humanos específicos, es evidente

que se ha creado un discurso para que los mismos individuos pertenecientes a estos grupos se

vean a sí mismos como inservibles y, por ende, excluidos del aparato social y económico al que

pertenecen. En consecuencia, esto puede generar comportamientos autodestructivos


22
provocados por los individuos que buscan terminar con la existencia de su grupo social . La

diseminación de los discursos legitimados de la medicina le dio una causa externa a la

enfermedad (238), lo cual se volvió sumamente peligroso puesto que no solo los agentes

patógenos podían hacer daño, sino también los individuos “diferentes” que se consideraban

nocivos para la salud de los otros o para los planes económicos. El siglo XX se convirtió en una

era en la que la medicina podía determinar qué o quiénes podían hacer daño y monopolizó el

control sobre la salud y el cuerpo: “the biomedical model conferred on its practitioners

exceptional power, and the modern Western state has used a combination of ideology and

technology to exert a new level of control over populations, their behaviors and the ailments that
23
beset them” (278) . Además, la ciencia creó la capacidad de estigmatizar a grupos sociales

marginales, calificándolos de salvajes e ignorantes, y e difundiendo narraciones de superstición


24
relacionadas con ellos .


22
En Puerto Rico, entre los años 1937 a 1974 se estableció la “política de la esterilización” con el discurso de que había
que “salvar a las mujeres puertorriqueñas” de ellas mismas y de su ignorancia. Las mujeres a quienes se les sugería la
intervención de la ligadura de trompas eran aquellas que pertenecían a la clase trabajadora. El Estado y la institución
médica les hizo creer que esta era la mejor decisión que podían tomar en cuanto a su salud y a la economía familiar,
puesto que un país moderno debía bajar los índices de pobreza que aumentaban con el nacimiento desproporcionado de
niños en condiciones precarias, culpa de las mujeres que no sabían cuidarse. Las mujeres accedieron, contribuyendo a
su propia extinción. Laura Briggs señala que las feministas de la época asociaron esta acción estatal con la colonización
de la isla por parte de Estados Unidos, además de que se piensa que los testimonios de las mujeres sometidas a las
intervenciones han sido alterados o son falsos. También hubo cierta resistencia asociada a la idea de procrear para
detener el “genocidio” de los puertorriqueños y luchar contra el imperialismo (144-152).
23
Si bien es cierto que Hays señala que esto sucede en el mundo occidental, no hay que olvidar que Latinoamérica ha
estado influido por el control imperialista que provenía de Estados Unidos. Veremos esto en el análisis de Yawar Mallku
de Jorge Sanjinés.
24
Algunos ejemplos de marginación: Los judíos pecadores y fornicadores eran afectados por la lepra (en la España
medieval, Las Cantigas de Santa María de Alfonso el sabio lo pone muy en claro), el cólera está asociado a los pobres, el
sida a a los homosexuales, los heroinómanos, los haitianos y hemofílicos, entre otros (Hays 296).



9

Con todo esto se ha creado la idea de crisis y que la vida está amenazada. Berlant

señala que la idea de la supervivencia ha sido intensificada y domina la reproducción de la vida.

Habría que señalar, que según términos biopolíticos, la vida que está amenazada y que tiene

que ser reproducida es aquella que está asociada con la producción, con lo cual se busca la

forma de eliminación de los cuerpos que no tienen ningún tipo de valor económico, es decir

todos aquellos que por alguna limitación física o mental son incapaces de producir. Y es así

como nace el concepto de soberanía en el siglo XX. El soberanía significa tener el poder de

permitirle al individuo perdurar o no y, apoyado en el concepto de la biopolítica, se le concede el

poder aún mayor de decidir quiénes van a vivir y quiénes van a morir: “sovereignty, is the power

to make something live or to let it die, the power to regularize life, the authority to force living no

just to happen but to endure and appear in particular ways (…) living increasingly becomes a

scene of administration, discipline, and recalibration of what constitutes health” (Berlant 97). Todo

esto con el fin aspiracional de tener una posición personal e institucional de auto-legitimación

que ofrezca seguridad y eficacia. El triunfo del soberano es hacer creer a los individuos que son

necesarios o innecesarios para el sistema y convencerlos en aceptar su posición en la escala de

valor económico para que funcionen dentro de ella y contribuyan a la máquina productiva o

eliminándose para que dejen de entorpecer los procesos de desarrollo, asegurándose así una

posición menos vulnerable dentro del sistema.

La soberanía está camuflada dentro las imposiciones médicas que los individuos deben

cumplir en cuanto a su salud y a la fuerza de trabajo que deben aportar. La idea del desarrollo

que se propalaba durante el siglo XIX está sustentada en cuatro pilares: 1) la fertilidad de la

tierra, que se traduce en la capacidad para obtener semillas y minerales en bruto que pueden ser

convertidos en productos que los consumidores pueden y deseen comprar; 2) los trabajadores

que hacen la conversión de estos materiales en productos y que además, también pueden actuar

como consumidores; 3) el crédito que cubre el costo de enlazar los materiales en bruto con los

trabajadores y el mercado que determina el valor para obtener la mayor ganancia posible; y 4)



10

los consumidores, que pagan por obtener estos productos (Watts XIII). En la era del

neoliberalismo, estos cuatro pilares se han expandido al trabajo y consumo no solo de bienes

materiales, sino también inmateriales donde los consumidores no se limitan a comprar lo que

producen ni lo que necesitan, sino que un mercado globalizado, comprar todo lo que se le

ofrezca para ser más competitivo, más atractivo y más valioso en comparación con los demás.

Es claro que el sistema económico es la base desde donde ser determina la suerte de los

individuos, puesto que el mercado y quienes poseen los medios de producción (material e

inmaterial) van a ser quienes deciden qué cuerpos se necesitan y en qué condiciones, además

de moldear los hábitos de trabajo y de consumo. Por ejemplo, durante el siglo XIX, los contextos

donde se manifestaban las epidemias –y el concepto de epidemia mismo–, variaban y

demandaban que se identificaran diferentes tipo de grupos de individuos: los que merecían ser

curados, los que podían ser marginados por considerárseles una amenaza y los que tenían que

ser olvidados y dejados a su suerte. Todo esto estaba determinado por un conjunto de creencias

culturales. Sheldon Watts señala que existe el término de enfermedad “construida” –como la
25
lepra construida, o la fiebre amarilla construida – deriva “in establishing official responses, this

construct determined what –if anything– should be done in attempt to limit disease transmission”
26
(XV) . Si bien es cierto que esto puede aplicarse a contextos imperialistas o neocoloniales, en el

XX y XXI se ha reformulado la idea de lo enfermo creando nuevas “epidemias” asociadas con las

enfermedades mentales, la creación de perfiles de riesgo, la generación de miedo en los


25
En el caso latinoamericano, cuando la fiebre amarilla y la malaria llegaron al continente se construyó la idea de que los
africanos y afro-descendientes eran inmunes a la enfermedad. Todo esto con el fin de que siguieran trabajando en los
campos de cultivo. Esto, que podría verse como un elemento biológico que otorgaba a los individuos de raza negra cierta
superioridad frente a los individuos de otras razas, en realidad sirvió para que los blancos continuaran con su régimen de
esclavitud y subordinación. También se pensaba que eran los hijos de africanos quienes cargaban el mal, pero que eran
inmune a él (Watts 215-216). Se les mantenía vivos porque servían para trabajar, pero se les veía como una amenaza. El
hecho de no mantener ningún tipo de relación con ellos era imperativo y, en consecuencia, una acción discriminadora.
26
En muchas ocasiones, estas políticas de control sobre la enfermedad tenían peores consecuencias para los individuos
que la enfermedad misma. Los entierros masivos, la confiscación de las propiedades de los muertos, el cierre de los
mercados y el establecimiento de cuarentenas se veían como amenazas para la experiencia y expectativa de vida (Watts
XV).



11

individuos con las posibles enfermedades que pueden tener de acuerdo a su alimentación, el

sedentarismo, etc.

En cuanto al control sobre el cuerpo que tiene su base en la economía, el caso

latinoamericano no es la excepción. Me parece vital hacer un recorrido histórico sobre cómo se

han tratado a los diferentes los cuerpos latinoamericanos –enfermos o en estado precario– para

poder entender cómo esto se pone en manifiesto en la ficción. Y para eso necesitamos

remontarnos brevemente a la Colonia, donde Fray Bartolomé de Las Casas se mostraba como

un visionario de la biopolítica en un momento en el cual se pensaba que la misión principal de un

súbdito era morir por el soberano. ¿Por qué morir si se puede vivir para estar a su servicio? Esta

premisa se asoma en la Brevísima relación de la destruición de las Indias (1552), documento

vital que no solo aboga por los derechos de los indígenas, sino también por los intereses de la

Corona.

En la Brevísima…, Las Casas no solo describe los horrores cometidos contra los

indígenas por parte de la Corona, sino que también le hace notar al Rey que la matanza y el

maltrato están menguando a una población que podría servir como fuerza de trabajo si se

cuidara de ella. Hannah Arendt, basada en la teoría marxista, señala que una de las definiciones

de la violencia es la de ser un acelerador del desarrollo económico que presta “continuidad

política o económica a la continuidad de un proceso que permanece determinado por aquello

que precedió a la acción violenta” (Sobre la violencia 17). La violencia no se ejerce desde quien

tiene el poder entendido en términos de la ley, sino de quien tiene los medios de producción, con

lo que se registra un cambio importante. No es suficiente contar con la capacidad de ejercer

violencia, sino que se tiene que tener el poder económico para poder ejercer un dominio total

sobre los individuos. Y la vez, esto se convierte en un círculo donde contar con el poder

económico da la capacidad de contar con el poder bélico. Arendt va más allá y explica que existe

una clara diferencia entre violencia, poder y autoridad, indicando que la primera no es más que




12

una característica individual que indica quién posee los instrumentos para hacer daño, mientras

que el poder es la capacidad de actuar y concentrar, y la autoridad es la obediencia sin coacción

(57-63). Por lo tanto, la violencia sirve como un medio para conseguir el poder y/o la autoridad en

una primera instancia, pero luego se convierte en un instrumento inútil en términos de

gobernabilidad. Si Arendt habla de la violencia ejercida en dentro del contexto de la hegemonía

moderna, la violencia que veremos en Las Casas, aunque se haya producido en la Colonia,

asemeja sus patrones a lo que Arendt como la incapacidad de gobernar bajo la constante

amenaza.

En la Brevísima… Las Casas se convierte en un precursor de esta división y reconoce el

valor de la vida y la importancia de mantenerla para fines económicos, hecho que tomará

importancia siglos más adelante con la inserción del capitalismo. Los indígenas debían

convertirse en súbditos del Rey para poder aportar a la Corona. Y lo mejor de todo, estaban

dispuestos a hacerlo. Las Casas pone al cuerpo como centro desde donde tienen que emerger

nuevas políticas y leyes que estén orientadas a protegerlo para que sea productivo. Además no

es un cuerpo cualquiera, es el cuerpo del indígena que Las Casas ha identificado, descrito y, en

última instancia, creado discursivamente a través de la imagen del buen salvaje.

En su conocido libro Immunitas, Roberto Esposito señala que la vida es el objeto de la


27
política y, por esta razón, el soberano está llamado a defenderla . Además, para que la política

salve a la vida de su tendencia a la autodisolución, se tiene que volver al cuerpo y sobre todo

entender que su preservación es la prioridad. Solo a través de la protección de su integridad se

puede llegar a dar inmunidad a la vida ("Biopolitics" 317-318). El cuerpo es el máximo protector y


27
Hecho que los reyes españoles ignoraban por completo. Recordemos que no estamos en la época del capitalismo
donde la defensa de la vida se vuelve una prioridad. Para los reyes de España, la eliminación de los indios no era un
problema porque de esa manera se podía cristalizar la conquista e invasión por parte de españoles en las tierras
americanas. Por eso Las Casas es un precursor de la biopolítica y del reconocimiento en el cambio que la soberanía
tomará siglos más adelante.



13

productor de la vida, lo cual en términos económicos quiere decir que el mantenimiento de ese

mismo cuerpo –sano e inmune– es necesario con el fin de convertirlo en el proveedor principal

de la fuerza de trabajo. Las Casas entrevé que la protección de los indios no es solo un acto de

piedad, el cual debe exaltar debido a su condición eclesiástica, sino que es también una

necesidad: se debe mantener a los indios vivos y en buenas condiciones físicas para que ellos
28
puedan trabajar la tierra . En la Brevísima… se apela a este hecho constantemente: hay tratar a

los indígenas como personas, incluirlos al reino y convertirlos en súbditos, hecho que no solo

cumplía con el quinto mandamiento –no matarás–, sino que también evitaría su total extinción.

Las Casas construye un discurso para describir a los indígenas de tal manera que Felipe

II quede convencido de su docilidad para aceptar sus imposiciones. Darles derechos no será una

amenaza para la Corona, sino que la beneficiará. Se debía incorporar al indio, miembro de la

familia humana como señala Las Casas, dentro del rebaño occidental (García 11). Y esa

incorporación podía realizarse, principalmente, porque los indios estaban dispuestos a

someterse pacíficamente a las imposiciones de la nueva religión católica. De esta manera,

también se ve cómo el fraile construye una imagen del indígena apropiada para que calce con

esta descripción y justifique su proyecto de reformación de las Indias. José Rabasa dice que Las

Casas construye un Nuevo Mundo exótico, lugar de templanza y felicidad, donde los indios

nunca se mostraron agresivos con los conquistadores; por lo tanto, la violencia contra los

pobladores de las colonias estaba totalmente injustificada (93-95). La descripción pintoresca del

paisaje junto con una fisiología indígena idealizada (hermosas caras, proporcionados miembros y


28
Si bien es cierto que Las Casas pretende reemplazar a los indígenas por esclavos negros, se ve en la necesidad de
proponerlo porque las poblaciones de indios han sido menguadas por la matanza indiscriminada. Si bien su posición
frente a los africanos era controversial, también se reconoce que abogó por ellos con su opúsculo titulado Brevísima
relación de la destrucción de África.




14

cuerpos, buen entendimiento e inteligencia, etc.) reflejan su alma, que es noble y buena. Si su

naturaleza es la de ser mansos y obedientes, al ser tratados dignamente estarían aún más

dispuesto a servir a la Iglesia y a los conquistadores. Por otro lado, también les otorga la virtud

del perdón, con lo cual asegura que ellos estarían dispuestos a olvidar las ofensas y daños

cometidos por los españoles tiranos. Para Las Casas, los indios se convierten en el sujeto ideal

dispuesto a llegar a un acuerdo con la Corona.

Otra característica que Las Casas atribuye a los indígenas es la de la debilidad o

fragilidad: “son así mesmo las gentes más delicadas, flacas y tiernas en complisión y que menos

pueden sufrir trabajos, y que más fácilmente mueren de cualquier enfermedad, que ni hijos de

príncipes y señores entre nosotros, criados en regalos y delicada vida, no son más delicados que

ellos, aunque sean de los que entre ellos son de linaje de labradores” (75). Con este declaración,

Las Casas hace que la protección del indio sea una necesidad, busca que se tome consciencia

de las injusticias que se cometen dentro del sistema colonial y se apela a la piedad. Sin

embargo, esta piedad religiosa que el fraile exige, se entrecruza con las necesidades

económicas del reino Las Casas narrará explícitamente las atrocidades cometidas por los

españoles, pero también mencionará que este daño no solo es un pecado, sino un daño para la

economía de una España que se encuentra en serios problemas financieros. Dentro del discurso

cristiano de Las Casas parece ocultarse la siguiente pregunta: ¿si se sigue matando a los indios,

quiénes van a trabajar la tierra y pagar impuestos, a pesar de que los africanos estaban en fila

para realizar estos trabajos? ¿No era mejor convertir a los indios súbditos libres a través de la ley




15

para que contribuyan a la Corana, ley que serviría, quizá, para solucionar la grave crisis
29
económica en la que se encontraba España?

El fraile se preocupa por la integridad física de los indígenas. Para eso, junto a los

episodios de violencia –que contemplan asesinatos de hombres, mujeres y niños, maltrato,

hambruna, mutilaciones, canibalismo, agotamiento físico, explotación, tortura, etc.–, Las Casas

también está preocupado por la disminución de indios. Por esta razón, desde el inicio del libro, el

fraile enfatiza la enorme cantidad de indígenas que había cuando se llegó al Nuevo Mundo,

ahora menguada por la violencia desmesurada. La centralidad en el cuerpo, las constantes

alusiones a la disminución de la población indígena y la sugerencia implícita de las

consecuencias económicas de esta masacre ubican a Las Casas como un visionario dentro del

discurso biopolítico de la defensa de la vida. El cuerpo se convierte en la zona liminal entre la

vida y la muerte; es decir, donde la política ejerce su inmunización para mantenerlo vivo

(Espósito “Biopolitics” 318). El fraile desea esa inmunización y que el soberano sea consciente

de que un cuerpo inmune a la muerte es un cuerpo que va a producir lo que el Rey desea. Los

indios mansos y propensos al adoctrinamiento van contrarrestar la “invasión española”, que se

presenta como brutal, codiciosa y enferma de la “fiebre del oro”. Cada español que roba no solo

el oro, sino también la vida productiva, está yendo en contra de los intereses de la Corona.

Por otro lado, el fraile también menciona que los conquistadores tenían intereses

económicos cuando pensaban en los indios, pero estos eran incorrectos debido a que siempre

estaban enmarcados en actos violentos. Por ejemplo, menciona que a los indios que sufrían de

agotamiento extremo y de enfermedades, los españoles prefería cortarles la cabeza antes que


29
No propongo que Las Casas es un proto-soberano, sino que fue uno de los primeros en darse cuenta que si se
necesitaba proteger a los indios y darle derechos no solo era por un acto de piedad cristiana, sino porque podían serles
útiles a sus conquistadores.



16

atenderlos (Las Casas 100). Los conquistadores ya tenían la noción de que un cuerpo

improductivo era una carga; sin embargo, el fraile los culpa por no haber tenido los cuidados

necesarios hacia sus trabajadores y los condena por provocarles la muerte. Las Casas entiende

que para que un cuerpo produzca, las condiciones en las que debe ser preservado contemplan

la eliminación del maltrato y la violencia.

El fraile también está preocupado por la extinción de la descendencia indígena. Los

conquistadores tenían una posición ambigua en cuanto a las mujeres embarazadas. Las Casas

narra que eran asesinadas, pero también que tenían más valor porque valían por dos (126). Los

españoles sabían del valor del cuerpo y la descendencia, pero su tiranía los llevaba a pesar que

estos indios eran “animales” que podía venderse o asesinarse, ya que no contaban con ningún

derecho. Nuevamente, Las Casas hace una denuncia y exige que los indios sean siervos

legítimos del Rey para que este tipo de comercio de cuerpos se detenga y estén amparados por

la ley, una ley que contemple también el valor de su integridad física. El comercio de cuerpos

también se daba a través del negocio de la venta de esclavos sanos, lo cual generaba miedo en

los indígenas que aceptaban los maltratos no solo hacia ellos, sino hacia sus hijos. Muchos se

dejaban morir de cansancio porque preferían acabar con su vida antes que seguir sufriendo

abusos. Toda esta insensibilidad española es retratada por Las Casas, quien recalca la falta de

ley, piedad e inteligencia cuando se trata de pensar en qué es mejor no solo para los indios, sino

también para los intereses de la Corona. Finalmente, Las Casas sigue repitiendo que quedan

pocos indígenas en una tierra vasta y fértil que pudo haber contribuido a la salvación económica

de una España en decadencia. Las Casas aboga por que se cumpla la ley de Dios, pero también

porque se tenga en cuenta el valor de la vida para mantener los procesos productivos.

Durante el siglo XIX hubo una concentración mucho mayor en la regulación de los

cuerpos. Los territorios recientemente independizados debían buscar un modelo con el que les

fuera posible entrar en la economía mundial y reglas que le permitieran tener un mayor control




17

de la sanidad, natalidad y mortalidad de los habitantes destinados a contribuir con la formación

de la nueva nación. A su vez, se tenía que jerarquizar a la población en cuanto a género, clase
30
social y respetabilidad. Por ejemplo, el crítico Jorge Salessi estudia el caso de Argentina . A

partir de la primera mitad del siglo XIX, “los textos argentinos fundacionales imaginaron al país

como un cuerpo cuya civilización dependía de la promoción, regulación y control de flujos de

gente y mercadería” (13). Fue Domingo Faustino Sarmiento quien comenzó a utilizar los

términos de tanto higienistas como criminólogos para crear metáforas y formas de

representación para explicar el proceso de modernización científico orientado a crear una nación

a la vanguardia de las grandes metrópolis.

Sin embargo, el sarmientismo no sirvió del todo para poder crear alianzas entre grupos

rivales y, a su vez, esto impidió que se concrete el tan ansiado proyecto e modernización liberal,

por lo que se tuvo que recurrir a la dicotomía salubre/insalubre cimentada por el modelo

higienista (14). Las enfermedades epidémicas se convirtieron en un nuevo enemigo y en una

amenaza. Intelectuales, ganaderos, burgueses, inmigrantes, gauchos, todos debían unirse en la

lucha de ese enemigo invisible que amenazaba a la nación, la cual se había convertido en un

“cuerpo” que debía salvaguardarse de estas amenazas. Salessi no señala las obvias

implicaciones que este discurso tiene en cuando a la decisión de quién o qué es ese “enemigo

invisible”. Es vital reconocer que cuando se plantean estas dicotomías y estas narraciones

amenazantes, cualquier puede convertirse en un peligro que, por consenso general, debe ser

eliminado sin contemplaciones. Con esto se permitió la identificación de grupos de conflicto

conformados por individuos que no acataban las reglas generales de higiene y que


30
Si bien es cierto que no se puede tomar el caso de Argentina como un ejemplo generalizado de lo que sucedió con los
demás países latinoamericanos recientemente independizados de España, considero que se puede tomar como punto de
referencia de cómo funcionaron los mecanismos de control sobre el cuerpo basados en la medicina, la higiene y la
ciencia que a lo largo de dos siglos han justificado sus acciones gracias a la idea de modernidad y de competitividad
dentro de las economías globalizadas.



18

representaban un peligro para la idea de sociedad perfecta que poco a poco reemplazó a la idea

de nación. Si a la sociedad se le veía con un cuerpo, este debía ser controlado y vigilado. Por lo

tanto, toda amenaza interna debía ser neutralizada de la misma manera en que se combate una

bacteria que causa una enfermedad. A pesar de que la higiene se presentaba como una

propuesta de “nuevo desarrollo nacional e internacional” y se le representaba como “la disciplina

humanitaria, apolítica y democrática” (36), a los higienistas se les dio el poder de accionar,

identificando a quiénes eran aquellos ciudadanos que no cumplían con los requisitos exigidos

para la creación de una sociedad sana, solvente y moderna. Se comenzó a pensar en cómo

instruir a los individuos para que las reglas funcionaran, pero a la vez también se identificaba a

todos aquellos grupos que representaban un problema que debía solucionarse bajo coacción o,

en el mejor de los casos, a través del consentimiento de los individuos educados por la ciencia y

medicina. Así se suspendieron las libertades individuales en pos del bien común.

Algunos ejemplos de cómo ha funcionado el control biopolítico en Latinoamérica se

centran en demostrar que siempre han sido los individuos más vulnerables los que han sufrido

los embates del Estado respaldados por políticas basadas en el control médico sobre el cuerpo.

Me referiré brevemente a ellos porque considero que son importantes para entender las

representaciones narrativas que buscan representar o extremar estas imposiciones. No es

coincidencia que la representación escritural de la enfermedad en Latinoamérica haya surgido en

el siglo XIX, momento en el cual se intentó reconfigurar a las naciones recientemente

independizadas. Con la introducción del positivismo, el determinismo y la clasificación de los

cuerpos dada por la medicina, las nuevas naciones latinoamericanas se vieron contagiadas de

estas tendencias, las cuales les sirvieron para determinar el ideal ciudadano y la asignación de

roles dentro de la sociedad. Las mujeres y los indios siempre llevaron la peor parte, pero también

la población de escasos recursos. Los ejemplos que trataré en esta parte de mi investigación

serán los siguientes: 1) la plaga imaginaria de la histeria en el Buenos Aires durante el siglo XIX,

2) las representaciones en la cultura popular de la tuberculosis en el Buenos Aires a inicios y





19

mediados del siglo XX; 3) las perspectivas estatales sobre la sífilis en el México revolucionario,
31
4) el tratamiento del indio dentro del Manicomio Pacheco en Bolivia a inicios del siglo XX , y un

ejemplo más moderno 5) el manejo de la epidemia del cólera en el Perú de los años 90. Estos

ejemplos son la base para las representaciones ficcionales que se han propuesto a lo largo del

siglo XX y XXI, ya que muchas de las ideas representadas han perdurado y han servido para

ejemplificar el sometimiento que han sufrido los cuerpos por parte del poder estatal,

concentrados en intereses nacionalistas y económicos.

Gabriella Nouzeilles apunta que con fin de controlar los cuerpos de las mujeres del

Buenos Aires del siglo XIX, la medicina puso énfasis en la identificación y curación de la

enfermedad metal de histeria. Dentro del proyecto nacional, a las mujeres se les había dado la

responsabilidad del perfeccionamiento de la raza: “‘the virility of race, the morality of a State and

the value of its sons’ depended on them” ("An Imaginary Plague in Turn-of-the-Century Buenos

Aires. Hysteria, Discipline, and Languages of the Body." 57). La histeria, entendida como la falta

de manejo ante las emociones y los deseos, le daba a la mujer una inestabilidad psicológica que

alteraba sus funciones biológicas. El proceso de modernización había redistribuido los roles

sexuales. En consecuencia, las mujeres se iban integrando a la esfera pública, lo cual las alejaba

del su rol reproductivo, elemento necesario para configurar nación. La “plaga” de la histeria se

inventó con el fin de reprimir cualquier comportamiento social inaceptable. Estos conductas no

permitían la exacerbación del deseo sexual o la intromisión de la mujer en espacios públicos. Las

mujeres no eran aptas para el trabajo fuera del hogar debido a su debilidad emocional. Entre las

causas de la histeria se contemplaban excesos sexuales como el sexo prematrimonial, la


31
Si bien es cierto que en este trabajo he dejado de lado el estudio de las enfermedades mentales, considero que este
caso es muy importante porque se puede apreciar la manera cómo se trataba a los indios y la cantidad de discursos
discriminadores que recaían sobre sus cuerpos, los cuales también se verán reflejados en la película Yawar Mallku de
Jorge Sanjinés.



20

masturbación, la incitación a la lujuria o la fatiga mental debido a su participación en lugares

públicos como la universidad, el salón, los teatros, los parque o las fábricas. Se consideraba que

cuerpo de la mujer estaba en constante mutación y por eso debía ser vigilado y controlado en

lugares cerrados para así poder ser disciplinado. El supuesto control de la fragilidad emocional

fortalecía a la mujer, pero no para permitirle participar en el esfera pública, sino para cumplir con

el rol reproductivo. Ella debía parir a aquellos hombres que iban a ayudar a construir la nación.

Caso similar ocurre en la misma ciudad, pero en la primera mitad del siglo XX. Diego

Armus afirma que la tuberculosis, enfermedad antes romantizada, pasó a ser una enfermedad

social. Se comienza a asociar este mal como un agente purificador de la raza porque el número

mayor de bajas se encontraba entre indios y negros. Sin embargo, la metáfora de la enfermedad

que aparece en diversas manifestaciones culturales como el tango o la literatura se construyó

alrededor de la figura de la mujer. Si bien es cierto que la figura del tísico estaba asociada a los

explotados y al trabajo excesivo producto de la instauración del capitalismo, se pensaba que las

mujeres, de constitución débil y frágil naturaleza, iban a sufrir más si se les permitía realizar

actividades fuera del hogar. Para afianzar esta idea, se asoció la tuberculosis con la pérdida de

la moral. Así se crearon las figuras culturales de la costurerita y milonguita, ambas símbolo de la

degradación que una mujer sufre al dejar la casa por ir a explorar una cuidad llena de vicios que

va a terminar por corromperlas, enfermarlas y matarlas. En las representaciones culturales,

mujeres ingenuas e inocentes dejan el barrio porque son seducidas por la ciudad donde se

consigue una vida fácil y se puede ascender en la escala social rápidamente a través de las

relaciones sexuales. Las mujeres caen en un espiral de vicios y lujuria del que solo pueden salir

muertas. La creación de estos personajes respondía a la reciente emergencia de cabarets y

prostíbulos, trabajos que se volvían más atractivos por sus beneficios y alejaban a la mujer de su

rol de esposa y madre. El gobierno intentó fortalecer estos roles a través de su representación en

los textos escolares, novelas sentimentales, revistas y manuales donde las mujeres vivían una

vida plena y sin contratiempos. Los médicos también ayudaron a mantener este discurso



21

principalmente dirigido a preservar la distribución de roles y delimitar los comportamientos

sexuales. Se quería reducir la mortalidad materna manteniendo a las mujeres alejadas de la

ciudad corrompida, de sus enfermedades y de su trabajo extenuante:

It prescribed women ´s health was possible only within domestic world. Outside the

household, women´s inherent fragility and weakness, the delicate balance of their

physiology between puberty and menopause, the nondomestic physical and spiritual

demands placed on them, made them an easy target for disease (Armus "Tango, Gender

and Tuberculosis in Buenos Aires, 1900-1940" 124).

El caso de la sífilis también es interesante. A pesar de que esta enfermedad se asociaba

con la promiscuidad masculina, el Estado se preocupaba más porque los hombres pudieran

disfrutar de los placeres sexuales sin temor. Esto lo hacía a través del control del cuerpo

femenino. Katherine Elaine Bliss afirma que durante el México revolucionario se quería curar las

enfermedades para proteger a las nuevas generaciones. Como la sífilis era una enfermedad de

fácil contagio, el gobierno recomendaba proteger la virginidad de las mujeres y disuadir a los

hombres de tener encuentros sexuales furtivos. Sin embargo, también se creía que esto último

era difícil de lograr puesto que la promiscuidad estaba asociada a la masculinidad del hombre

mexicano.

Así, el Estado intervino y se legisló la prostitución femenina a través de un documento

legal llamado Reglamento. Las prostitutas tenían que registrarse con las autoridades sanitarias y

eran sometidas a exámenes médicos semanales o tratamientos rigurosos para curar las

enfermedades venéreas. También eran examinadas, forzadas a ser hospitalizadas y, en muchos

casos, sufrían de acoso y abuso policial. Adicionalmente existía un sistema de clasificación en el

cual se dividía a las prostitutas entre “de primera preferente” o “ínfima” según su edad,

apariencia física, estado de salud y clase social. La constante vigilancia sobre las mujeres estaba

destinada a proteger la promiscuidad de los hombres y a sus familias. El Reglamento estipulaba





22

que era normal para el hombre mexicano tener estos encuentros, mientras que la mujer con más

de una pareja sexual presentaba una desviación sexual que debía ser vigilada y eliminada.

Los indios y los individuos pertenecientes a las clases sociales más bajas tampoco la

han pasado bien en cuanto al control que se ha ejercido sobre sus cuerpos, pero sobre todo a

los discursos que se han asociado a su condición racial y económica. El caso del manicomio

Pacheco en Bolivia es emblemático en tanto demuestra el poder del discurso médico que

pretende desprestigiar a un grupo étnico debido a la pobreza y a los problemas que esta

situación causa para un país que pretende entrar en una etapa de desarrollo. Ann Zulawski

relata que en 1942 se publica en una prestigiosa revista médica el artículo “La declinación mental

del indio”, escrito por Miguel Levy, encargado de la salud del departamento de Chuquisaca. En

este, utilizando la teorías darwaniana y freudiana, el galeno asegura que los indios son

deficientes mentales:

According to the article, both intellectual inactivity and the small brain size of Bolivian

Indians contributed to their primary vegetative existence. A stunted emotional

development resulted in a simplification of all psychic functions: The Indian maintained a

childish egotism throughout life and was incapable of real love and emotions. An absence

of imagination and intellectual curiosity, minimal memory, a short attention span, and the

paucity of Aymara, Quechua, and Guaraní languages made the native Bolivian in general

unsuited for education. When and Indian did achieve some minimal schooling (…) he
32
became a tyrant, abusing and victimizing other illiterate Indians ” (Zulawski 237-238).


32
Muchas de esta nociones prevalecieron y se pueden ver en la película Yawar Mallku. Sobre todo el hecho de
infantilizar a las poblaciones indígenas y su incapacidad para poder tomar decisiones, lo que hará que sean las
autoridades las que decidan sobre sus cuerpos.



23

Gracias a este discurso, se podía diagnosticar a los indios más pobres e ingresarlos al

manicomio Pacheco, lugar donde se les podía ocultar durante el proceso de modernización del

Estado boliviano. Dentro de esta narración hay dos razones clave que se señalan la inutilidad de

los indios dentro del sistema económico: su incapacidad para trabajar y su inhabilidad para

aprender. Estas dos características infantilizan al indio, ubicándolo como un ser “simple”, sin

emociones reales e intelectualmente limitado, incapaz inclusive de memorizar la tareas más

simples ni de prestar atención cuando se requiere. El indio no puede ser educado debido a su

bajo coeficiente intelectual. Con esto, se convierten en un obstáculo para cualquier plan de

desarrollo. Era más fácil declararlos “insanos” y encerrarlos en el manicomio para impedir que

interrumpieran los procesos productivos y para que se convirtieran en un costo mayor para el

Estado. Había que ocultar la mala cara de Bolivia a cualquier precio. Si bien es cierto esto

también se puede como un discurso neo-colonizador que busca eliminar a los indios por razones

raciales, su raza se convierte en la razón para justificar su incapacidad para trabajar y aprender,

lo cual era un problema para el sistema económico.

El único aparente intercesor de los indios es Emilio Fernández, director del manicomio,

quien los defiende por considerarlos “capital humano”. Él piensa que se debería mejorar la

calidad física, moral y intelectual de los indios para que estos funcionen dentro del sistema.

Además se opone a la eutanasia o la selección de los progenitores, hecho que sí proponían

otros médicos más radicales qué deseaban la esterilización de los indios o exterminación a

través de la negligencia (247). Sin embargo, el hecho de que se considerara la eutanasia o la

selección genética nos habla de los extremos a los que se puede llegar con tal de no dejar vivir a

individuos que no aportan nada al sistema. En este periodo, Bolivia se debatía entre si se debía

crear una nación sana a través de políticas sociales y de salud pública o si se tenía que aceptar

que la condición del indio era insalvable y, por lo tanto, la única solución viable era dejarlos morir

sin contemplaciones. Con todo esto, cualquier indio pobre podía ser clasificado como débil

mental y ser encerrado dentro de este manicomio.





24

El Perú de los años noventa no fue ajeno a los discursos que determinaban quiénes eran

los ciudadanos culpables de la propagación de enfermedades que deterioraban la calidad de

vida de la nación. La epidemia del cólera llegó a inicios del primer gobierno de Alberto Fujimori y

coincidió con sus intentos por acabar con otro mal que acechaba dentro del territorio peruano: el

grupo terrorista Sendero Luminoso que, desde inicios de los ochenta, deseaba establecerse

como la cuarta espada de la revolución marxista-lenninista-maoista. Por esta razón, no es raro

que en los avisos sanitarios el cólera fuera comparado con Abimael Guzmán, líder del grupo. Los

carteles tenían como titular “con licencia para matar” y aparecía una caricatura de Guzmán al

lado de otra caricatura de la contagiosa bacteria del cólera (Cueto, 271). Esta asociación es un

claro ejemplo de la utilización del lenguaje militar cuando se trata de enviar mensajes sobre la

enfermedad. Se piensa en los gérmenes como “invasores” de ser humano que deben ser

“neutralizados”. Existe una constante “guerra” contra las amenazas biológicas que son

impredecibles (Cooper Life as surplus 75-76/79). Con todo esto es necesario plantear una

“estrategia de seguridad” que incluya todos los hábitos de la vida, hecho que abarca la

destrucción de la fuente de infección y la prevención, lo cual, puede conllevar a acciones

extremas. Lo que no se menciona en esta teoría es que al margen de identificar al culpable-

enemigo (la bacteria) y a las fuentes de propagación, también existen “culpables” secundarios

que contribuyen a la propagación del mal y que no hacen nada por evitar su diseminación. Y

estos culpables no son más que cierto tipo de ciudadanos, aquellos que necesitan ser

infantilizados y ridiculizados para que sea más fácil intervenir en sus vidas y modificarlas por el

bien de la nación. Aunque existieran pruebas irrefutables que el Estado peruano tuvo

responsabilidad en la propagación del cólera, este se posicionó como el agente del orden frente

a los ciudadanos imprudentes que, por sus costumbres, no permitían la exterminación del mal.

A inicios de los años noventa, el Perú se encontraba en un proceso total de

restructuración. El gobierno de Fujimori se enfrentaba a una grave crisis económica y a la

violencia senderista que ya había llegado a la capital. Marcos Cueto señala que el sistema de



25

salud estaba en caos y no era ajeno a las reformas que se estaban implantando con severidad a
33
lo largo de todo el territorio nacional . El sector de salud presentaba serios problemas

económicos, falta de infraestructura, fragmentación entre las instituciones, descoordinación y

profesionales mal pagados (272). Por otro lado, la rápida difusión del cólera tuvo su origen en el

sistema de alcantarillado que sufría una escasez de cloro, además de presentar flujos

intermitentes, y del pobre manejo de los desechos que contaminaron los ríos donde los

pobladores pascaban y recogían agua. Nunca se tuvo en cuenta la calidad del agua que se

distribuía a lo largo del territorio nacional, por lo cual esta fue la fuente principal de transmisión

del cólera (270). Con todo esto, se puede ver claramente que existían deficiencias estructurales

que dejaban incapacitado al sistema de salud para manejar una epidemia de tal magnitud. Sin

embargo, la responsabilidad principal sobre la propagación del mal no recayó en las instituciones

estatales, sino en la población.

La primera reacción de gobierno ante el brote de la epidemia fue comenzar con una

campaña de concientización sobre la higiene. Se recomendaba a la población que hirviera el

agua y evitara comer alimentos crudos, así como también que se lavaran las manos varias veces

al día, sobre todo después de utilizar los servicios higiénicos. Se reclamaba una participación

activa de la población para detener la propagación del cólera (272). Si bien es cierto que estas

recomendaciones eran válidas, se trató de ocultar el problema principal del alcantarillado

acusando a los agricultores de “envenenar” a los pobladores debido a la contaminación de las




33
Más adelante, Fujimori aprobará la campaña del AQV (anticoncepción quirúrgica voluntaria), con lo que dio licencia
para que se esterilizara a aproximadamente 300 000 mujeres y hombres, en su mayoría indígenas de los lugares más
remotos y abandonados del territorio peruano. Con engaños, amenazas o documentos difíciles de entender, se les hacía
firmar a los cuidados “autorizaciones” para poder realizar las intervenciones. La esterilización estaba justificada porque
se quería erradicar la pobreza y reducir la tasa de natalidad de las poblaciones en condiciones precarias (Cicatrices del
engaño), además de sustentada a través del discurso de que los nacimientos de estos individuos eran una “epidemia”, ya
que la cantidad de miembros de grupos atrasados y que tenían tendencia a convertirse en narcotraficantes, terroristas o
revolucionarios iba en aumento (Chamorri y Meza 13-14). No solo eso, sino que se culpaba a los padres de fomentar la
pobreza por tener demasiados hijos (Zauzich 72-73) y hasta el mismo Fujimori calificaba a las mujeres de sucias y
promiscuas (27). Lo irónico de esto es que en Yawar Mallku, película que analizaré, ya estaban presente todo estos
temas, pero retratado desde la ficción.



26

aguas con basura. Adicionalmente, se prohibió la venta de mariscos y se culpó a los vendedores

de comida ambulante de enfermar a los pobladores con sus alimentos en mal estado.

Sin embargo, el problema principal fue la estigmatización de las personas de escasos

recursos. No solo se recurrió a las viejos discursos del “castigo divino” que venía a sancionar a

los peruanos debido a los gobiernos irresponsables y corruptos desde el retorno de la


34
democracia en 1980 , o algo tan absurdo como que la guerra del Golfo había propalado la

enfermedad, sino que se comenzó a responsabilizar a los ciudadanos de manera individualizada.

Fujimori, los ministros y la prensa insistieron en que la principal causa del cólera era la pobre

higiene personal de los pobladores y su incapacidad para cuidarse a sí mismos y mantenerse

sanos. El contagio era consecuencia de la negligencia, ignorancia, dejadez o formas particulares

de vida (281) dentro de los llamados “pueblos jóvenes”, lugares donde se vivía en condiciones

de vida muy precaria y donde gran parte de los pobladores era originarios de los Andes. Se

hicieron campañas denigrantes en las cuales se comparaba a los habitantes más pobres con

cerdos y otros donde se les calificaba de limitados utilizando la frase peruana “no metas la pata”,

que significa “no seas tonto y cometas errores. Incluso se llegó a mencionar que estos

pobladores disfrutaban de la suciedad y de propagar el cólera. Se comenzó a llamar al cólera la

“enfermedad del sucio”, como antes se hizo con la poliomielitis. En cuanto a esta enfermedad,

Hays señala:

the associations of dirt and disease still afforded strong resonances with social class.

Conscious public health now included both the precise attack on the vectors of disease

and the continuing general concerns with clean water, the disposal of human wastes,


34
Lo cual es sumamente irónico, pues el gobierno de Alberto Fujimori ha sido calificado como uno de los más corruptos
de la historia mundial, además de ser considerado una dictadura.



27

regulations about handling of foods, and increasing public and legal pressure on the

personal habits of the individuals (246, énfasis mío).

Todo eso contribuyó a la idea de que cada poblador debía cuidarse a sí mismo y no

esperar que el Estado hiciera algo por ellos, reforzando así el sistema neoliberal que imperó

desde que Fujimori asumió el mando del gobierno. De esta manera fue muy fácil desligarse de la

responsabilidad de arreglar el deteriorado sistema de alcantarillado o de responsabilizarse de la

malnutrición, polución, escasez de recursos económicos o del difícil acceso a la educación (281).

La ficción no ha sido ajena en describir las acciones que han tomado el Estado para

controlar a los cuerpos. Muchas veces como forma de denuncia, otras como un intento de

explicar qué es lo que sucederá cuando el control Estatal y económico sobre el cuerpo sea total

y, en consecuencia, no se pueda escapar de él. Esto es lo que se verá a continuación.

La necropolítica como forma de neo-colonización

La película boliviana Yawar Mallku, Sangre de cóndor de Jorge Sanjinés intenta abordar la

situación neo-colonialista basada en el control de los cuerpos. Si bien el filme retrata la Bolivia

independiente del siglo XX, los territorios indígenas se presentan como “colonias” cuando son
35
invadidas por una fuerza de control externas llamada “Cuerpo de progreso” , la cual pretende

ejercer soberanía sobre los cuerpos de los habitantes con la debida autorización del gobierno

boliviano. La razón principal de este neo-colonialismo tiene relación con el deseo de convertir a

Bolivia en una nación moderna, lo cual no solo contempla la re-educación de sujetos que


35
Sanjinés pretende representar a los Cuerpos de Paz, la agencia federal independiente de los Estados Unidos que tenía
como fin enviar voluntarios a los países de Tercer Mundo para trabajar junto con los gobiernos, escuelas, organizaciones
no lucrativas, organizaciones no gubernamentales y empresas en el mejoramiento de la educación, negocio, tecnologías
de información, agricultura y ambiente. Sanjinés representa a esta agencia como intervencionista y a un gobierno
boliviano débil y sometido a sus decisiones.




28

exceden, limitan o contradicen este discurso, sino también su progresiva eliminación. Y lo que

sucede acá es lo que Arendt, basándose en la las reflexiones de Alexander Herzen y de

Immanuel Kant, define como idea del progreso. Ella la califica como una forma de deslealtad

puesto que 1) las generaciones futuras se benefician del trabajo desproporcionado de las

generaciones que las precedieron y 2) las generaciones anteriores cargan el peso de una tarea

discordante de la que no no recibirán beneficios, mientras que serán las generaciones

posteriores quienes disfrutarán sus frutos. Arendt se preocupa también porque el progreso no

rompe con la continuidad histórica ni permite que pase nada inesperado (Sobre la violencia 43).

En el caso de Yawar Mallku, el precio que tendrán que pagar para el buen futuro de las

generaciones posteriores es el de la eliminación de los indígenas y, con eso, se termina la

posibilidad de cualquier intervención en esa continuidad histórica oficial. Todo esto, como

veremos está sustentado por la ciencia:

La irracional creencia decimonónica en el progreso ilimitado ha encontrado una

aceptación universal principalmente por la obra del sorprendente desarrollo de las

ciencias naturales, que desde el comienzo de la Edad Moderna, han sido ciencias

<<universals>> y que, por eso, podían mirar hacia adelante y contemplar una tarea

inacabable en la exploración de la inmensidad del Universo (Sobre la violencia 46).

Ese descubrimiento de la “inmensidad del Universo” guiado por las ciencias naturales incluye la

el descubrimiento de los cuerpos que lo componen; es decir, hacer un análisis detallado y

exhaustivo de cada elemento constituyente del mundo que determine que puede servir más o

menos para poder lograr una continuidad histórica coherente. La esterilización forzada es una




29

forma en que la ciencia ha encontrado para librarse del problema de descartar a los cuerpos que
36
no le son útiles dentro de esta secuencia .

Este parte de mi investigación tiene como finalidad exponer la manera cómo los pueblos

indígenas en el filme Sangre de cóndor se convierten en colonias temporales bajo el dominio de

los "Cuerpo de progreso", la falla en sus intentos por construir un consenso hegemónico entre

los pobladores del lugar y, finalmente, el intento de resistencia de estos a través del afecto

generado entre sus cuerpos a través de rituales ancestrales que crean vínculos de afinidad entre

ellos difíciles de quebrar. La razón fundamental de la utilización de los mecanismos de


37
colonización va más allá de la eliminación de una etnia indeseable dentro del territorio

boliviano, sino también por el descubrimiento de la inutilidad de estos cuerpos dentro del sistema

capitalista por la incapacidad de modernizar un territorio que se niega a dejar atrás su pasado. Si

bien es cierto que esto ahora ha cambiado con las políticas de Evo Morales, la película de

Sanjinés se remonta a finales de los años sesenta. Como veremos en el análisis, el director será

tajante en afirmar que el gobierno boliviano contemplaba un proceso de modernización que no

contemplaba a los indígenas, sino que por el contrario, los veía con un problema.

¿Cuál es la historia de Yallar Mallku? Película en su mayor parte narrada en quechua,

examina a una comunidad indígena boliviana que recibe atención médica de la agencia

estadounidense "Cuerpo de progreso". Esta institución tiene como misión modernizar a los

habitantes, convencerlos de los aspectos positivos de su empresa y, clandestinamente,

esterilizar a las mujeres, ya que ––convenientemente–– una epidemia que no se nombra ha


36
Desde las esterilizaciones de discapacitados e insanos en la Alemania Nazi y Estados Unidos, hasta las campañas de
esterilización en Puerto Rico o la violencia ejercida en Perú de la que hablé anteriormente, esta ha sido una práctica
común desde inicios del siglo XX.
37
En la película no se menciona cuál es la etnia indígena que se quiere eliminar. Solo sabemos que viven en un parte
remota de los Andes y que son quechua hablantes.



30

38
eliminado a la mayor parte de los niños del pueblo . Como menciona Molly Geibel: “in the era of

decolonization, the development work of agencies like the Peace Corps helped obscure the

contradiction between the United States tradition of anticolonial rhetoric and its drive to secure

global hegemony (767). La contradicción de la que habla Geibel es la de la idea de que asegurar

la hegemonía global implicaba que los cuerpos foráneos se adaptaran a la economía global

predominante –el capitalismo– y que, aunque aparentemente Estados Unidos se permeaba de

una retórica anticolonialista, necesitaba intervenirlos para que esto se cumpla.

A través de la historia de Ignacio, líder de la comunidad, y su esposa Paulina, se revela

que los problemas para concebir de las mujeres de la zona tienen relación directa con la

aparición de la agencia y el centro de maternidad que han instalado en el pueblo. Ignacio, que a

lo largo del filme ha sido reacio al discurso aleccionador y paternalista de los "gringos", descubre

lo que está sucediendo y, con la ayuda de los demás habitantes del lugar, atacan a los

extranjeros. Sin embargo, los indígenas son capturados y fusilados por las autoridades locales.

Ignacio sobrevive, pero debido a la falta de dinero perece porque no puede acceder a la atención

médica adecuada. Sangre de cóndor deja claro que cualquier intento de insurgencia puede ser

detenido por el poder de las instituciones, ya sean a través de la represión o del monopolio de la

curación: "Nosotros somos los amos, estamos antes que ellos. Los esclavos deben trabajar para

nosotros. Cuando no los necesitemos, pueden también morirse. Es inútil hacerles cuidar o

vacunar por los Servicios Sanitarios Alemanes", cita Sanjinés al inicio de la película. Es un

extracto de una carta de Martin Bormann a Alfred Rosenberg durante la ocupación de Ucrania en


38
Utilizo la palabra convenientemente porque, aunque en el filme esto es mencionado de forma lateral, se puede ver
como un intento de eliminar a la población a través del abandono. Dejar morir a los ciudadanos argumentando la escasez
de recursos o simplemente olvidándose de ellos es lo que Berlant llama “muerte lenta”: “Slow death refers to the physical
wearing out of a population in a way that points to its deterioration as a defining condition of its experience and historical
existence” (95).



31

la Segunda Guerra Mundial, con lo que queda claro que la salud es exclusiva para quienes son

útiles ya sea económica o políticamente.

En Sangre de cóndor podemos ver con claridad las prácticas necropolíticas que se

aplican sobre esta población. Achille Mbembe complementa el análisis biopolítico de Foucault

exponiendo que la soberanía también se constituye a través del control de la mortalidad, ya que

la vida o dejar vivir se define como una manifestación de poder. Para Mbembe, quien decide

sobre la vida de los cuerpos, decide también quiénes pueden ser eliminados. Esto llevó a la

necesidad de crear campañas de salud y educación, donde procrear a los especímenes

correctos y detener la amenaza genética era imperativo (Hays 282-283). La soberanía que opera

bajo la idea de conservar la vida, tiene que pasar por encima de la prohibición a la muerte bajo

las leyes definidas por lo que es habitual. Y lo habitual es camuflar la necesidad de matar bajo el

marco discursivo ficcional que concibe un enemigo que se convierte en un amenaza que debe

eliminarse. El riesgo de morir al cual están sometidos los cuerpos es la otra cara de la

concepción biopolítica (Mbembe 165), lo que se aplica no solo a través de las políticas

imperialistas, sino también bajo la concepción de qué cuerpos se adaptan o no a las nuevas

tendencias económicas globales. En Sangre de cóndor, las leyes de control sobre el cuerpo

(biopolítica) son insuficientes; por eso, la necropolítica es aplicada no como la eliminación

automática de los cuerpos, sino como un proceso gradual de extinción a través de la supresión

violenta de su descendencia.

¿Pero cuáles son los motivos por los cuales el estado boliviano en Sangre de Cóndor

permite la entrada de los "Cuerpo de progreso" en ciertos territorios para convertirlos en neo-

colonias temporales donde se intenta conseguir un acuerdo hegemónico entre sus habitantes

para que los dejen intervenir sobre sus cuerpos? Se pueden identificar tres razones: 1) el deseo

de reducir la presencia indígena, 2) la necesidad de obtener productividad económica de los

cuerpos y, 3) a la dicotomía ente civilización y barbarie que en el filme se enfoca en el binomio




32

modernidad/atraso. A pesar de que los otros dos ejes están presentes, considero que el principal

está es este último, puesto que en la película debe entenderse que el rechazo a los indígenas

vistos como atrasados e improductivos deriva del gobierno boliviano, el cual manifiesta su

incomodidad porque "es evidente que no hemos sabido seguir el paso acelerado del progreso y

debemos, pues, comprender esta causa y, sobre todo, no sentirnos inferiores", como dice uno de

los médicos locales en un discurso de agradecimiento a la generosidad de los médicos

extranjeros. El objetivo trazado de "no sentirse inferiores" es lo que genera políticas que

envuelven proyectos civilizatorios y modernizantes, lo cual incluye la exterminación de ciertos

sujetos que se resisten a un cambio que, supuestamente, ha de traerles bienestar. "Es necesario

desterrar al hechicero emplumado por el científico, en nuestro país habemos también hombres

como ellos", concluye el médico boliviano. El proyecto modernizador que se concetra en el

cuerpo deja fuera a cualquier forma de medicina alternativa, negando las costumbres de cada

pueblo que le dan cierta autonomía frente al discurso dominante, para conceder el monopolio de

la salud a las manos extranjeras. El cuerpo deja de ser propio y pasa a pertenecer a un agente

autorizado para describirlo, clasificarlo, intervenirlo y regularlo. Cuerpo y espacio son

colonizados de manera similar. Por otro lado, no se puede ignorar que la pobreza es otro factor a

tomar en cuenta cuando se habla de modernización: “Poverty, declared the World Health

Organization´s annual report for 1995, is “the world´s deadliest disease”, the world’s most

ruthless killer and the greatest cause of suffering on earth” (Hays 304). Declarar a la pobreza

como enfermedad no solo trae el riesgo de que se cree discurso de que el origen de los males

proviene de poblaciones marginales, sino que se tomen medidas extremas por controlar las

vidas, hábitos, descendencia e incluso la muerte de estos individuos. No es raro que en Yawar

Mallku, los indígenas pasen a estar en la lista de los esterilizables, como antes estuvieron los

enfermos mentales y discapacitados, puesto que se les consideraba una amenaza al proceso del

desarrollo. Nikolas Rose asegura que la esterilización ha sido una práctica común entre aquellos

que eran considerados peligrosos, individuos con discapacidades físicas o morales e, incluso,




33

aquellos considerados libre pensadores, incorregibles o antisociales (60). Más adelante, en

Yawar Mallku también se podrá ver la imagen de aquellos rebeldes que no deben sobrevivir.

Como señala Alonso Gumucio Dagron: “while more mouths are hungry, more protests will be

raised, and it will be more difficult for the rulers to contain those who want a more just distribution

of resources” (250).

El intento modernizador del "Cuerpo de progreso", la “intervención humanitaria” en los

estados soberanos con el fin de salvarlos de desastre (Cooper Life as surplus 92) y la instalación

del acuerdo hegemónico falla desde un principio. Cuando los "gringos" llegan a la comunidad, un

oficial de la policía boliviana les dice a los habitantes que los extranjeros han venido a

socorrerlos y que cooperen con ellos. Luego, uno de los médicos estadounidenses asegura que,

después de mucho sacrificio, han llegado a ese país para ayudarlos a que se desarrollen. Acto

seguido, les avisan que les han traído de regalo ropa de segunda mano que han sido usadas

"por los hijos de los extranjeros que viven en La Paz" y que son obsequiadas para que todos los

niños "puedan usar unas ropas así como estas"; es decir, para que dejen atrás sus atuendos

indígenas y se vistan a la manera occidental. Los niños sobrevivientes de la epidemia deben ser

modernizados para que puedan formar para de la nueva nación boliviana, la nación que el

mismo Estado tiene como objetivo conseguir. No obstante, durante la escena se ve

repetidamente el rostro de Ignacio, que no parece convencido de las buenas intenciones.

Después se muestra que los indígenas han devuelto la ropa regalada a los médicos

estadunidenses, quienes ante el rotundo fracaso de su discurso solo pueden expresar su

descontento.

Más adelante, el policía le recrimina a Ignacio que no está colaborando con los "gringos",

a lo que el indígena responde que "él no tiene nada que ver con ellos". Ignacio sospecha desde

el principio que algo raro está ocurriendo, sobre todo cuando las mujeres comienzan a tener

problemas para concebir. En este personaje se identifica a la “oveja descarriada”, con la que se




34

debe aplicar la eugenesia pastoral que recae en el “Cuerpo de Progreso”: “it was modeled on the

responsibilities of a good shepherd –who must, of course, be prepared to take sometimes harsh

seditions in order to reduce the burden that weak or sickly sheep would otherwise place on the

flock as a whole (Rose 61). Sin embargo, su esposa Paulina parece haber sido parcialmente

convencida de que el centro de maternidad es un lugar bueno para ella. La primera escena de le

película nos da una pista de esto: Ignacio, visiblemente borracho, le reclama a su esposa que no

debió confiar en los “gringos”, que él le advirtió que nada bueno podía traer. En otra escena,

cuando los doctores se ven amenazados por los indígenas, una de ellos le dice a uno de sus

compañeros que les comunique que esterilizaron a las mujeres porque tenían demasiados hijos,

mensaje que se entiende como un intento de convencimiento que podrían haber utilizado con los

mujeres para que ellas permitieran la intervención sobre sus cuerpos con la excusa de que

anticoncepción definitiva era una salida a su pobreza. Sin embargo, no queda claro si la mujer

está de acuerdo con los métodos o ha sido coaccionada para que frecuente este lugar, sobre

todo porque hay momento en que la misma Paulina cuenta que sus tres hijos fallecidos a causa

del cólera ayudaban en las labores y trabajo del campo. Es decir, que para el sistema económico

comunitario del pueblo, la cantidad de hijos no parece ser un obstáculo, sino una ayuda.

Algo similar sucede con el intento de implantar el sistema capitalista dentro de la

comunidad. Una escena clave es cuando Paulina se encuentra con los médicos y estos le dicen

que necesitan los huevos que ella está llevando a vender al mercado. Paulina les vende tres,

pero los médicos no se quedan satisfechos, ya que los quieren todos. La mujer les dice que no

puede venderlos porque si lo hace, no va a quedar nada para las otras personas que también los

necesitan. El médico insiste diciéndole que puede pagarle bien y que si se los vende todos, no

tendrá que darse el trabajo de hacerlo en el mercado. Paulina no hace caso y se retira. La mujer

no puede concebir un sistema económico de acumulación donde quien tiene más dinero puede

comprarlo todo y dejar al resto de la comunidad sin nada. El sistema de distribución que funciona

en su comunidad es incompatible con las reglas del mercado que el Estado modernizador quiere



35

imponer. La imposibilidad de implantar un sistema que beneficie a los extranjeros a través del

trabajo de los indígenas los convierte en seres improductivos. Además, está presente también la

crisis del futuro de la tierra. Melinda Cooper señala de que los principales problemas de los

posibles futuros de la tierra se concretan en cinco variables: crecimiento de las poblaciones,

producción de comida, industrialización, agotamiento de los recursos de la tierra y polución. Para

seguir con el crecimiento económico debe haber un equilibrio entre lo biológico y lo ecológico

(Life as surplus 16-17). Si un individuo o población no puede adaptarse a la economía, debe ser

eliminado. En el caso de Sangre de cóndor, la neo-colonia al servicio del capital es incapaz de

acoplase el nuevo sistema. Estos intentos fallidos de convencimiento llevan a pensar en la

imposibilidad de modernizar a los pobladores de este lugar. Y como la idea de modernización es

imperativa, no solo en la adopción de costumbres y usos occidentales, sino también en la

utilización de los cuerpos, fuerza de trabajo y territorios para beneficio del sistema económico, la

decisión de aplicar la necropolítica en lugar de la biopolítica se torna cada vez más lógica.

No obstante, hay un factor más que se convierte en el signo opuesto de la concepción

discursiva de la modernidad: la etnia. Ser indígena es algo indeseable, puesto que encarna el

significado de atraso. En una escena Sixto, el hermano de Ignacio, está jugando fútbol y, sin

querer, lesiona a un compañero. El herido le grita "indio bruto", a lo que Sixto contesta "¿Indio?

¿Tú me conoces? ¿Me has visto nacer?”. Sixto, al igual que Ignacio, es de procedencia indígena

y debe haber nacido en el mismo lugar que su hermano. Sin embargo, niega su pertenencia a

esta etnia, cortando tajantemente cualquier vínculo identitario que se considere inferior. Sixto ha

aprendido a hablar español, se ha mudado a la ciudad y usa ropas occidentales. No obstante, su

procedencia étnica lo hace identificable e indeseable, lo cual se manifiesta no solo en esta

escena, sino en otra cuando va a buscar al médico que le ha prometido sangre para curar a su

hermano después de que este es baleado cuando se descubre que han esterilizado a las

mujeres. La esposa del médico lo lleva a la conferencia donde está su marido, pero le dice que

espere en el auto. Después, cuando Sixto intenta ingresar, un empleado del lugar lo detiene. Su



36

condición es semejante a la de los indígenas de la comunidad, quienes hablan quechua y no

puede comunicarse ni entender ese supuesto mundo moderno que los ha excluido. Él no puede

acercarse, menos acceder a la sangre que su hermano tanto necesita. Una escena que

demuestra esto es cuando Ignacio está moribundo en el hospital. El médico le explica en español

a Paulina que debe traer la sangre para hacer la transfusión lo más rápido posible. La mujer no

le entiende y el médico pide que se busque a alguien que hable quechua. El sistema médico no

solo ha monopolizado el control de la salud, sino también su lenguaje de comunicación.

El desarrollo requiere de preservar las jerarquías socioeconómicas; por tanto, para que

funcione el trabajador tiene que incorporarse al sistema (Geidel 768). Entonces, ¿qué hacer con

estos cuerpos improductivos, que se resisten al cambio y que no se comprenden? La respuesta

está en el segundo epígrafe de la película, extraído de una conferencia en el Instituto Científico

de California dada por James Donner. Este manifiesta que "el habitante de una nación

desarrollada no se identifica con el hambriento de la India o del Brasil. Vemos a esa gente como

una raza o especie distinta y en realidad lo son. Idearemos, antes de cien años, métodos

apropiados para deshacernos de ellos. Son simplemente animales –diremos– constituyen una

verdadera enfermedad. Resultado: las naciones ricas y fuertes devorarán a las pobres y débiles".

Arendt señala que desde los tiempos del Holocausto ya estaba justificado matar a los pobladores

antes de que se mueran de hambre, o eliminar a aquel que no sirve, al limitado mental o al que

no aporta a la cultura o el trabajo (Eichmann y el Holocauso 39-41). Si Bolivia necesita

constituirse como una nación moderna para continuar su camino hacia la riqueza y fortaleza,

debe eliminar a cualquier agente que impida este recorrido. Mbembe señala que la colonia

moderna envuelve poderes disciplinarios, biopolíticos y necropolíticos. El Estado acosador

permite dar muerte a todo enemigo, sin distinguir entre aquel que viene de fuera del que se

encuentra dentro. En este sentido, toda la población está sometida al soberano (177). En Sangre

de cóndor, la neo-colonia temporal creada en los espacios habitados por los indígenas ha sido

sometida a políticas disciplinarias para los habitantes que quedan, en un intento





37

civilizador/modernizador, y la necropolíticas para evitar su "indeseable proliferación", como dice

en el primer epígrafe de la película.

De esta manera, la matriz de la mujer indígena representa la continuidad de una etnia

que es considerada inferior, atrasada e improductiva, y por tanto es sobre ella que se enfoca el

acto violento. El “Cuerpo de Progreso”, en complicidad con el Estado, intenta extinguir a estos

sujetos acabando con su capacidad reproductiva. El cuerpo herido y colonizado se convierte en

la presencia que evidencia no solo la invasión sobre el individuo y la comunidad, sino sobre la

tierra, cultura e identidad. No solo eso, sino también, como Lynn Thomas señala, las políticas

reproductivas están estructuradas bajo jerarquías basadas en género, raza y estado de

civilización (4). El ataque está justificado por la condición de triple subalternidad, donde la mujer

india y atrasada es quien debe someter su cuerpo a la ciencia por el bien de la nación. Es ella

quien está obligada a detener el caos que nace desde su vientre.

Los indígenas intentan vengar a las mujeres y lo consiguen. A través de su conexión con

la naturaleza, ese vínculo de afinidad que conecta sus cuerpos, logran generar el afecto que

conduce a la acción, una acción que los médicos del “Cuerpo de Progreso” no pueden prever y

que logra desmantelar la neo-colonia establecida. Según Arendt, la acción solo puede darse en

colectividad, dentro de una red de acciones y palabras que se da entre cuerpos en contacto. La

acción es producida debido a que el ser humano no solo transmite sus sentimientos, sino que es

capaz de transmitirse a sí mismo. Entonces, el individuo dentro de la esta red de cuerpos puede

afectar a los otros y motivar a que la acción emerja en el cuerpo afectado. Es así que se produce

una reacción en cadena, una configuración de cuerpos dispuestos a realizar un acto inesperado

que perturbe el orden. La red de cuerpos plurales –puesto que todos los seres humanos son

esencialmente diferentes aunque compartan vínculos que los hacen afines–, afectándose los

unos a otros, produce una fuerza que no se puede pronosticar (La condición humana 188-190).

En este sentido, la escena del ritual de las hojas de coca que precede a la acción perturbadora




38

del orden es muy importante. Después de que un grupo de indígenas leen las hojas coca y estas

señalan a los “gringos” como culpables de la infertilidad de las mujeres, se produce entre ellos

una reacción en cadena, estado afectivo a manera de fuerza colectiva que los motiva a buscar

sus armas y ajusticiarlos, hecho que perturba el orden de la neo-colonia y logra desmantelarla.

Los indígenas a través de esta acción reestablecen la posibilidad de rebeldía que les ha sido

negada al eliminar la posibilidad de que nazcan nuevos seres capaces de ejecutar el acto

revolucionario:

Lo que hace de un hombre un ser político es su facultad de acción; le permite unirse a

sus iguales, actuar concertadamente y alcanzar objetivos y empresas en los que jamás

habría pensado, y aun menos deseado, si no hubiese obtenido este don para

embarcarse en algo nuevo. Filosóficamente hablando, actuar es la respuesta humana a

la condición de la natalidad. Como todos llegamos al mundo por virtud del nacimiento, en

cuanto recién llegados y principiantes somos capaces de comenzar algo nuevo; sin el

hecho del nacimiento, ni siquiera sabríamos qué es la novedad, toda «acción» sería bien

mero comportamiento, bien preservación (Arendt Sobre la violencia 111-112).

El posterior fusilamiento (que se ve al inicio del filme) y muerte de Ignacio vuelve a

indicar que siempre es el más poderoso es el que va a triunfar, puesto que cualquier tipo de

rebelión se ve opacada por un sistema que parece devorar y eliminar todo lo indeseable. El filme

muestra que para occidente está bien eliminar a las razas inferiores (Hart 72) o a los seres que

se resisten a adaptarse a las nuevas tendencias económicas que exigen que se extingan las

formas de vida comunitarias para que se trabaje solo pensando en el bien del país. Sin embargo,

la escena final, con los indígenas levantando sus armas, deja abierta posibilidad de la

continuidad de la lucha. Además de que los indígenas llegan por sus propios medios a la verdad,

lo cual muestra que esa revelación motivó la acción defensiva (Dalton 195-196). Los

sobrevivientes han de pelear por aquellos vientres intactos que engendrarán a quienes todavía




39

tienen la esperanza de nacer. Y por ellos mismos, que ya no reclaman que los dejen vivir bajo

sus costumbres, sino simplemente que los dejen vivir.

Los súper-humanos del futuro: Control sobre la modificación genética y el ADN

Esta capítulo comenzó con la demostración de que el Estado y el sistema económico han sido

una fuerza conjunta que ha buscado identificar qué cuerpos le son inútiles y qué debe hacerse

con ellos: si descartarlos, estigmatizarlos o reeducarlos dentro de un contexto que requiere de

colaboración y sometimiento a nuevas reglas de intercambio. Pero, ¿qué sucede cuando

avanzamos en el futuro y nos encontramos con que ya no existe la posibilidad de estar al

margen de la clasificación porque el ADN convierte a los cuerpos en un conjunto de información

que puede ser almacenada y utilizada sin que el propio propietario tenga conocimiento de ello?

Ahora mismo, en la segunda década del siglo XXI, ya existen las tecnologías de optimización de

los procesos vitales y del cuerpo a través de la simulación de sistemas dinámicos, complejos y

abiertos que combinan elementos heterogéneos:

these new technologies, then, do no just seek to cure organic damage or disease, nor to

enhance health, as in dietary and fitness regimens, but to change what it is to be a

biological organism, by making it possible to refigure –or hope to refigure– vital

processes themselves in order to maximize their functioning and enhance their outcomes

(…) these technologies of life seek to reshape the vital future by action in the vital present

(Rose 17-18).

La ciencia médica se encuentra en un momento en el que ya se piensa en el cuerpo como un

elemento de súper-productividad donde todas sus funciones vitales, físicas e intelectuales estén

al servicio de la exigencias de los mercados globalizados y la naciones que se someten a ellos.

La eugenesia ya no tiene la mira puesta en la población, cualidad de vida, territorio o nación, sino




40

que la biopolítica se encarga de estudiar el cuerpo a nivel molecular (58). Es eso lo que se verá

en las novelas Las constelaciones oscuras de Pola Oloixarac y París de Mario Levrero.

Nos encontramos en el año 2024, un futuro no muy lejano. La Latinoamérica de esta

época está invadida por la tecnología y el estudio centralizado del mapa genético del cuerpo:

La iniciativa del Partido de los Trabajadores en Brasil había sido ubicar los datos online

de los habitantes dentro de su territorio y el resto de los gobiernos de Latam los había

seguido en coro. Esto llevó a la centralización de datos y a forjar un plantel genético de

sus poblaciones. En Argentina, la lucha contra los registros de identidad nacional se

había perdido en el siglo pasado; cada individuo estaba obligado a tener un DNI debido

a una ley promulgada durante una dictadura militar, y durante las década siguieron

avanzando en enriquecer al Ministerio de Traza con información biométrica de huellas

digitales y rostros digitalizados. Empezando con el primer bebé nacido en el 2012,

Argentina recababa información biométrica de los recién nacidos en una base de datos

que rápidamente se incrementó en millones. A los controles gubernamentales se le

unieron las tecnologías de redes como teléfonos, tarjetas de créditos, trasportes públicos

creando “trayectorias de vida” almacenadas por el Proyecto y el Ministerio de la Traza

(…) la defensa de bases de datos de ADN regionales era el último bastión del Estado-

nación en el siglo XXI (Oloixarac 163-165, énfasis en el original).

Este es un fragmento de la novela Las constelaciones oscuras de la escritora argentina Pola

Oloixarac, un texto que le muestra el lector un mundo invadido por la ciencia, la tecnología y el

control; un territorio en el cual la única manera de esconderse en las sombras es ser un hacker,

el nuevo revolucionario capaz de destruir esa preciada información que los cuerpos ofrecen y

que es a la vez su valor y su condena. La novela de Oloixarac no solo nos muestra un mundo,

como señala Arendt, donde el hombre actúa de forma irracional si no le hace caso a la ciencia

(Sobre la violencia 84), sino donde la medicina y la tecnología se han unido para asumir el



41

control de la información proveniente de todos los seres del planeta. Y no solo eso: esta data es

necesaria para poder manipular los genes y crear a los súper-humanos, una mezcla de ADN

humano, animal y vegetal que sea capaz de potenciar las habilidades de los individuos a niveles

que solo parecían un sueño concebido por la ciencia ficción. Si según Rose estamos ya en la

época de la somatización donde se entiende al ser humano como un conjunto de moléculas,

neuronas, receptores y neurotransmisores que componen el genoma humano y que, en

consecuencia, “human beings came to understand themselves as inhabited by a deep interior

psychological spaces, and to evaluate themselves and act upon themselves in terms of this

believe”, en Las constelaciones oscuras se muestra que si bien el ser humano puede ser lo que

quiera ser, también puede ser moldeado para convertirlo en lo que se quiere que sea.

Sin embargo, la historia de Oloixarac no comienza en el siglo XXI, sino que se remonta

al siglo XIX, donde el lector se encuentra con Niklas Bruun, un científico obsesionado con el

estudio de lo que él cree son mezclas entre lo humano y otras especies. Él intenta por todos los

medios saber si es posible encontrar a esos humanos monstruos, mutaciones que ve en

estatuas con formas humanas que multiplican sus facciones o miembros (Oloixarac 15) creando

seres reconocibles, pero que a la vez son híbridos inhumanos que no se terminan de definir.

Niklas emprende un viaje de reconocimiento, escribe en un diario y traza un sistema de cuevas

en el Atlántico donde los seres ya no representan la naturaleza que él conoce, sino donde se

mezclan vegetales con insectos y donde las especies se han mezclado fuera del ojo humano a

través de transformaciones violentas y silenciosas, cambios leves o fundamentales que

transforman a humanos y no humanos por igual (24). Niklas indaga hasta llegar a formar parte

de la “colección de Humanos Híbridos”, donde su cerebro se vuelve objeto de estudio y donde

los especímenes-fenómenos recolectados serán la base para, en el futuro, crear a los súper-

humanos. Niklas descubre lo que Cooper señala ahora como una realidad: “far for adapting to

the external, geochemical conditions, the evolution of any one life forms is in the first instance

determined by its relations to other life forms” (Life as surplus 35). El científico quiere encontrar lo



42

que él llama el “monstruo dorado”, un híbrido proveniente del mundo de la botánica que

revolucionaría la ciencia (Oloixarac 23).

Niklas descubre unos documentos donde se habla de una isla de hombres con “piel

coraza” y donde los ritos de fecundación son controlados por mujeres que reciben semen de los

miembros de una expedición que fue a estudiar sus costumbres. Lo que asombra al joven

científico es el conocimiento precario de estas mujeres sobre la transmisión de datos genéticos a

través de orgias rituales: “las damas de la isla guardaron el semen extranjero en sus reservorios

corporales para luego descargarlo a hurtadillas de en un cuenco, y que la aldea vivió durante

meses de la cocción de esos jugos humanos venidos de ultramar, y que la aventura coincidió

con el auge reproductivo de los insectos (21). En esta escena queda claro que ya existían la idea

de intervenir en el desarrollo de las especies por medio de la mezcla del material genético: la

evolución de los insectos se produce cuando se descubre que la forma más efectiva de

reproducirse es utilizando el semen proveniente de los exploradores.

Los estudios de Niklas se verán recompensados cuando cuando conoce a Tartare, otro

científico con el que lo une la pasión por “el estudio de los seres que nacen y mueren más allá de

lo humano” (138). Tartare habla de uniones putrefactas entre hongos y otros especímenes que

se juntan para eliminar a sus enemigos, con lo que otra vez se pone en manifiesto el estudio de

las formas híbridas con el fin de sobrevivir y conservar la especie, pero también para hacerse

más poderosas. Tartare afirma que la teoría darwineana está por ser reemplazada por un nuevo

sistema clasificatorio donde las especies entran unas dentro de otras ya no solo con fines de

supervivencia o de generación espontánea, sino que se invaden para cambiarse a sí mismas y

así mejorarse y no esperar a que ocurra la selección natural. Pero más importante, Niklas es

testigo del nacimiento de una nueva especie que se revela en una fiesta a la que asisten

coleccionistas, científicos y políticos. Tartare ha creado una orquídea que suelta esporas

doradas y que, al contacto con la piel de sus invitados, hace nacer gusanos que se introducen en




43

la sangre de los individuos. El científico ha logrado fusionar planta-humano-animal sin saber los

resultados, pues la orquídea y los invitados desaparecen, mientras que los escritos de Niklas no

dan más detalles de lo sucedido después. Esto nos adelanta al futuro, donde la tecnología

molecular señala que las posibilidades de evolución del ser humano ya no encuentras en su

cuerpo, sino en los cambios que suceden en su interior (Rose 11-12).

Y estos son los cambios que Tartare vaticina porque él mismo ya está cultivando una

planta que llama Crissia pallida dentro de los cuerpos de sus colaboradoras. Dentro de sus

órganos sexuales se produce la transmisión de semen y esporas y luego, esta nueva sustancia

biológica se introduce en insectos. Niklas escribe que ve “tropas de ratas de ojos enrojecidos que

cazan y conducen a los hombres, que visten pieles de los animales, que exceden el lenguaje y

que parecen entenderse y organizan los ataques” (Oloixarac 217), seres que nunca antes ha

visto, que son probablemente producto de otro de los experimentos de Tartare donde se

demuestra que la mezcla genérica es la más eficaz para obtener seres poderosos. “Los días del

humano estaban contados: la idea de que la especie únicamente se relacionara consigo misma,

a la larga, solo podría deparar monstruosidades; era importante regenerar los conductos

sexuales de modo tal que los deseos lúbricos encontraran un camino que protegiera y

enalteciera el proyecto humano deseado” (218). En la propuesta de Oloixarac esta inquietud

nacida en el siglo XIX se verá concretada en el siglo XXI. Como señala Cooper, a través de al

manipulación del ADN se busca los extremos y la des-estandarización del ser humano (Life as

surplus 33). Y es exactamente esto lo que intentará hacer Cassio un siglo después: súper-

humanos que contienen una mezcla de ADN y virus que sea capaz de crear lo nuevo y recuperar

el poder que el sistema ha obtenido a través del control sobre la información genética y los

componentes del cuerpo. Cassio pretende hackear a los cuerpos y entiende lo que Donna

Haraway clasifica como un cambio en el estudio de la biología ocurrido en consecuencia de la

reproducción del capitalismo: “la biología ha pasado de ser una ciencia centrada en el

organismo, entendido en términos funcionalistas, a una que estudia maquina tecnológicas





44

automatizadas, entendidas en términos de sistemas cibernéticos (Ciencia, cyborgs y mujeres

73).

¿Pero quién es Cassio? Cassio nace en 1983 y ya no es un científico, sino un hacker

que desde niño ha estado relacionado con el mundo de las ciencias informáticas, los video

juegos y el submundo de lo friki. Hijo de una lingüista convertida en socióloga y un ingeniero,

Cassio de niño era un nerd con sobrepeso que disfrutaba de la lectura y de estar al corriente de

la actualidad el mundo, pero que luego descubriría su pasión por el control sobre los seres vivos

cuando le regalan su primera computadora y con ella, comienza a explorar los sistemas que

componen los juegos de video para hackearlos con el fin de obtener más vidas y generar armas

de destrucción masiva. Cassio era un dotado para la investigación cibernética y un observador

del funcionamiento de los sistemas tanto vitales como virtuales, por lo que a temprana edad ya

había creado un programa para hackear el Banco de la Nación, había secuestrado las

computadoras del Pentágono y dominaba las redes, pero más importante “había entendido que

las enfermedades de los sistemas vivos son oportunidades para los que se compenetran” (63).

Como complemento a esto, Cassio ya había entendido el sexo como un sistema dual, el cual

sirve para la transmisión de data (ADN) y para demostrar que, al igual que un hombre podía

introducirse en una mujer para crear algo nuevo, “todo está abierto para ser franqueado y

penetrado y de esa manera, reconstruido en términos puros, los términos connaturales de una

máquina cuya forma desconocía y que él, de a pocos, avanzando obsesivamente sobre su

medio, podía eventualmente, conocer y controlar” (67). Con esto se ve cómo se produce la

fusión entre tecnología y cuerpo, la introducción de algo que lo invada y permita su

transformación. Cassio piensa en la fusión entre ADN y virus, la intersección de las especies ya

no como lo veía Niklas o Tartare para crear un ser que supere sus propias limitaciones y

potencie sus virtudes, sino un súper-humano que además de eso lleve el germen de la

destrucción que sea capaz de propagarse e infectar a los cuerpos con los que tenga contacto.

Cassio comienza a soñar con la creación de ejércitos y drones capaces de ocultarse y pasar por



45

elementos normales para recabar información perdidos entre las sombras. Mientras sus

compañeros son captados por las corporaciones, Cassio se resiste a formar parte de ellas y se

queda en la universidad estudiando Matemáticas y un doctorado en Criptografía. Es en ese

momento que comienza a formar parte del mundo hacker.

Esta parte de la novela se sitúa en un momento en que el Estado ha comenzado a crear

las bases de datos de ADN y está cerca de poder regular la vida a nivel molecular y tener la

capacidad de crear lo que se quiera y explorarlo (Rose 4), Cassio lo sabe. La capacidad de

controlar trae a su vez la incapacidad de poder estar al margen de ese control. La biotecnología

es un paso más de la biopolítica donde ya no solo son profesionales de la salud los que van a

estar a cargo de la vigilancia y clasificación de los cuerpos a través de políticas intervencionistas,

sino que los laboratorios y las computadoras son las encargadas de las clasificar y monitorear

las interacciones biológicas dentro del cuerpo y de descubrir cuáles son las funciones que cada

gen cumple para aprovechar esta información de la mejor forma posible. Cuando se separan las

partes del cuerpo y se estudia a profundidad el ADN, se puede utilizar este conocimiento para

transformar, trasladar y crear nuevas formas biológicas, las cuales se convierten en mercancía:

molecularization strips tissues, proteins, molecules, and drugs of their species affinities –

to a disease, to an organ, to an individual, to a species– and enables them to be

regarded, in my aspects, as manipulable and transferable elements or units, which can

be delocalized– moved from places to places, from organism to organism, from disease

to disease, from person to person (15).

Se dice que el control que se ejerce sirve para proteger a los individuos; sin embargo, el objetivo

principal de la recolección de datos es saber todo sobre ellos, lo cual no deja un margen de

acción ni de libertad. Las redes de vigilancia que se han montado a través de las redes de

comunicación, las cuales ya no solo sirven para saber qué se hace, en qué momento se hace y

por qué se hace, sino que son datos valiosos aprehendidos por el Estado y su sistema



46

económico que toma ventaja de ellos. El cuerpo es la fuente de información primordial que

comprende comportamientos y ADN, la cual está a disposición del quien la necesite para

cualquier fin. Se ha pasado de ser objetos naturales a ser objetos tecnológicos para producir,

transferir y almacenar información (Haraway, Ciencia, cyborgs y mujeres 95) donde se ve a los

animales e individuos como máquinas y sistemas que procesan información (Zylinska 122). No

hay nada que se le escape de estas redes, no hay formas de intercambio que no se conozcan y

que sean capaces de romper con lo predecible. Mantenerse oculto es lo primordial para poder

ejecutar algún acto de rebeldía o para vivir al margen de la manipulación. Por eso Cassio elige el

mundo del hacker, donde será capaz de atacar las vulnerabilidades de este sistema, de crear

miedo y sometimiento, pero también de robar su información para crear lo que él desea. El joven

hacker se mueve entre las sombras donde rige un poder paralelo que es capaz de destruir al

poder oficial consumido por los interés económicos y productivos.

Cassio descubre que no basta con combinar ADN animal, vegetal y humano para crear

ese súper-humano que es a la vez producción y destrucción, sino que el virus debía ser parte de

su estructura para crear un nivel de defensa mayor, ese súper- humano que no solo se potencia

al máximo, sino que es indestructible:

el conjunto conectado de los seres, como sociedad emergente, necesitaba una nueva

adaptación del mundo. Pero lo más interesante es que decidió que las computadoras y

su sangre, el software, podía mezclarse perfectamente con la suya (…) la única

población exitosa era la que había internalizado el virus, la que había pactado con el

invasor lo había incorporado a su ADN, el virus invasor persistía en su interior en trazos,

casi invisibles, sin abandonar su propia carga genética (Oloixarac 126-127).

Si, como señala Cooper, a inicios del siglo XXI ya existe el cultivo de células para uso

terapéutico y reconstructivo (Life as surplus 104), el siglo XXI que retrata Oloixarac ya está

sumergido en la investigación genética de las poblaciones existentes, de la exhumación de





47

cadáveres para estudiar el ADN de los ancestros y de la construcción de las bases de datos

complejas donde la clasificación ya no se limita a saber los gustos y hábitos de los individuos,

sino que se centra en identificar trayectorias vitales que recolectan datos sobre el consumo, las

enfermedades existentes y posibles, la proyección de vida y la calidad de material genético que

se va a trasmitir. Y no solo eso, sino que también existen aparatos diseminados por toda la

ciudad donde los individuos deben aportar muestras de saliva con el supuesto fin de controlar las

epidemias, pero que están destinadas a crear armas biológicas que integren esa información

para eliminar con más facilidad y menos exposición a quien sea un problema para el sistema. El

ser humano es un trasmisor de datos tanto real como virtual y se ha posicionado como un

elemento en el sistema informático, el punto central de la transmisión de data (Zylinska 136). Lo

más importante que aportará Cassio a este sistema es que el ser humano no solo se ha

convertido en un trasmisor de ADN ni de datos sobre su comportamiento, sino que dentro de un

sistema estatal y económico que sea convertido en el ojo controlador donde nada está fuera de

su alcance y su poder, el ser humano también puede ser capaz de transmitir el virus que

provocará su destrucción.

Cassio ahora trabaja para el “Proyecto”, un plan estatal, pero secreto, compuesto por

una red de biólogos, hackers, ingenieros y genetistas que trabajan recolectando e interpretando

la información que reciben de los cuerpos con el fin de modificar la conducta de los individuos

dentro de lo que ellos llaman un control “anárquico”, donde la recolección de data no tiene

regulaciones ni restricciones de ningún tipo. Es en este entorno que Cassio verá cristalizado su

tan anhelado proyecto, su último acto heroico: la traición al sistema que siempre estuvo en su

mente, ya que usar la tecnología misma es una forma de traición que se rebela ante la propia

naturaleza para crear otra cosa. Y lo que hace es soltar su virus, mezcla de material genético y

biológico, en los almacenes de ADN, en esa base genética de donde se partiría para crear a las

comunidades del futuro ya modificadas y adaptadas a los intereses de quienes controlan las

naciones y los flujos económicos. Los súper-humanos del Estado ahora son los súper-humanos



48

de Cassio: “la última infección del virus completaba los protocolos para cruzar informaciones

genéticas con las trayectorias personales. Los dos mundos, el de la vida exterior a la piel y la

vida secreta de los órganos internos, las dos multitudes, se encontraban: el monstruo había

logrado su fase absoluta” (Oloixarac 236). Los súper-humanos que han incorporado a su ADN el

virus son agente de infección, transportan lo mejor del material genético, pero también la

capacidad de autodefensa y la posibilidad de rebelarse como armas letales contra el sistema.

Si la novela de Oloixarac deja abierta la posibilidad de interpretar qué es lo que estos

súper-humanos pueden hacer, una de sus manifestaciones puede verse en la novela París de

Mario Levrero. Aunque publicada a inicios de los ochenta, este texto sitúa al lector en un tiempo

futurista, en un París que no es el París que se conoce actualmente, sino un lugar indescifrable

donde se tiene una premisa que se repite constantemente: “si usted cambia esa desesperación

actual por una calmada desesperanza, hará obtenido algo que muchos humanos anhelan”

(Levrero 94). Pero, ¿qué sucede con ese París que la crítica identifica como el lugar de la

indefinición donde las acciones se perciben como ajenas (Meiss 118) o como un lugar donde

surge un relato onírico en un tiempo alternativo (Olivera 332). Quizá sí se está ante la presencia

de un tiempo alternativo o un lugar imposible de identificar, pero considero que el relato va más

allá del tiempo y el espacio que conocemos y que no es, en ningún caso, un sueño del
39
protagonista .

Nos encontramos en un futuro distópico, la era de los seres modificados genéticamente.

Pero esta nueva realidad trae consecuencias y de eso es lo que nos habla París de Levrero: de

quiénes son los humanos del futuro y de qué sucede cuando estos se vuelven incontrolables. La

sociobiología de la que habla Haraway, donde la maximización de genes y las combinaciones de




39
Me parece que un analizar la novela como un sueño del protagonista es bastante simplista y deja poco margen a
pensar en posibilidades que podrían estar asentadas en una realidad alternativa.



49

estos haceb posible “todas las clases de órdenes fenomenológicos”, donde los “cuerpos y las

sociedades son únicamente las estrategias de los <<replicadores>> para maximizar su propio

beneficio reproductivo” y “la aparente cooperación de los individuos puede ser una perfecta

estrategia racional, si los análisis de coste/beneficio a largo plazo se hacen e el nivel de los

genes” (Ciencia, cyborgs y mujeres 99), en París es una realidad controlada que ante cualquier

forma de descontrol responde ya no con la represión, sino con la idea del dominio a través del

placer.

La novela de Levrero comienza con el protagonista que llega en tren a una ciudad

llamada París. Este calcula que ha pasado tres siglos viajando y declara que decidió hacerlo

porque un día sintió el impulso de emprender este viaje. No se tiene conocimiento de si es un

exiliado o indocumentado, lo que sí sabe es que lo ha perdido todo o que nunca tuvo nada. Estos

dos datos son sumamente importantes para suponer que este hombre se trata de un súper-

hombre modificado genéticamente para vivir más del tiempo de vida promedio y carente de
40
recuerdos y, por lo tanto, carente de relaciones y de una subjetividad definida . La memoria no

puede usarse “como base que establece coordenadas desde donde ubicarse como

individualidad” (Meiss 112), lo cual es coherente con la idea de alguien o algo creado en un

laboratorio con el fin de que cumpla con una función específica: “the laboratory has become a

kind of factory for the creation of new forms of molecular life. And in doing so, it is fabricating a

new way of understanding life itself (Rose 13). Se han inventado tecnologías para descomponer,

anatomizar, manipular, ampliar y reproducir la vitalidad, con lo que se aumenta la capacidad de

customización de los individuos. Esta nueva forma de comprender la vida hace que no exista

nada fuera de la función que a un súper-humano se le ordena cumplir y menos la intención de


40
El protagonista es un humano modificado genéticamente y esto quedará confirmado cuando se da cuenta que puede
volar porque tiene alas. Volveré sobre este punto más adelante.



50

huida que este protagonista aparentemente tiene. La obediencia ya no está basada en los

hombres, sino en las leyes (Arendt, Sobre la violencia 56) y las leyes del mercado genético

indican que el individuo existe para cumplir tareas específicas que no pueden romperse porque
41
se altera la cadena de producción y reproducción de la vida útil . El inesperado viaje del

protagonista termina en su persecución y posterior captura y encierro.

El protagonista viaja en un taxi que, sin saberlo, lo lleva hacia su destino. En el momento

que llegan, el auto es detenido por un remolque del cual bajan dos hombres que le señalan un

edificio que está resguardado por carabineros empuñado mosquetes. El lugar se llama “El asilo

para menesterosos”. El hombre es recibido por un sacerdote –probablemente al servicio del

poder estatal/económico como ha sido común a lo largo de la historia de la institución religiosa–

que le informa que ese lugar siempre tiene las puertas abiertas, pero no se puede salir nunca

pues los carabineros tienen órdenes de disparar a quien intente cruzar sus puertas. Después de

esto, se le comunica que ha sido capturado porque es un “monstruo depravado”. Sin embargo,

se le dice que en ese lugar tendrá todo lo que necesita y, es más, se le entrega un catálogo con

fotos de mujeres y se le ordena que escoja una. Ella hará todo lo que se le pida, pues es su

función dentro del asilo: satisfacer sus necesidades vitales y sexuales. El protagonista escoge a
42
una mujer llamada Angeline que será de suma importancia para la trama . Este es un lugar


41
Inclusive, en este mundo distópico, la industria del entretenimiento y la muerte es parte de la vida útil. En un momento,
el protagonista se encuentra con un amigo artista que dice que ha conseguido que modelos que se encontraban en
decadencia y, en consecuencia, se les consideraba inútiles para el mercado, cedieran los derechos de documentar su
muerte. El proyecto consiste en mostrar su progresivo envejecimiento a través de fotos y, llegado el momento adecuado,
su muerte violenta a través de algún método llamativo que pueda deleitar a los espectadores. El artista asegura que
estos desean con ansias este momento, pues han esperado veinte años para concretar este suceso, con lo cual también
se puede suponer que la agonía de estas personas se ha prolongado artificialmente para que todos puedan cumplir los
veinte años de “vida decadente” que se contemplaba en el contrato. Aquí se advierte que incluso la muerte no es más
que un espectáculo de consumo comercializable. Cuando el cuerpo ya no cumple con cánones de belleza para la
industria del modelaje, este es reciclado dentro de la industria del entretenimiento. En el mundo regido por la utilidad del
cuerpo, toda fase de la vida es comercializable.
42
En definitiva, Levrero tiene una visión patriarcal y machista del castigo que se les aplica a las mujeres consideradas
monstruosas dentro de este mundo. Sin embargo, Angeline cumplirá la función de agente de rebeldía dentro de esta
historia, lo cual le dará cierto grado de control sobre ella misma y sobre los demás.



51

apacible, controlado a través del establecimiento de un régimen de placer en lugar que de

castigo, además de un espacio de modificación de discursos donde al individuo se le obliga a

asistir a charlas donde se le convence de que es un monstruo peligroso que debe modificar sus

conductas. Los castigos solo son aplicados cuando alguien no cumple con lo que se debe hacer

dentro de recinto, que es la única regla que debe seguirse a cambio de una vida de comodidades

donde no tendrá que preocuparse por nada. Solo debe convencerse a sí mismo de que su

comportamiento anterior fue deplorable y que se está ahí para cambiar y dejar de ser ese

monstruo en que se han convertido. Estamos ante lo que Rose llama política de riesgo: “risk here

denotes a family of ways of thinking and acting that involve calculations about probable futures in

the present followed by interventions into the present in order to control the potential future” (70).

Calificar a estas personas de “monstruos” o “depravados” ya los coloca dentro del rubro de

“enfermos”, con lo cual es más fácil encontrar factores que justifiquen la intervención y le da la

capacidad a sus captores de crear perfiles específicos de quiénes podrían representar un peligro

para el orden establecido. Esto puede relacionarse con lo que llamo “periodo de suspensión” de

la enfermedad. Sharon Kaufman señala que, cuando una persona tiene una enfermedad que

amenaza su supervivencia, existe un momento en que se espera un cura milagrosa para

extender la vida ante un futuro incierto, pero a la vez también se sabe que prologar la vida

inevitablemente alaga el sufrimiento. Finalmente, quien decide cuándo dejar de estar en este

periodo de suspensión es el médico, no el paciente (2). En el caso de los “enfermos” de Levrero

no es que se encuentren en un periodo entre la vida y la muerte, sino en un periodo entre la vida

que vale la pena ser vivida y la muerte social. El encierro es un periodo de suspensión donde se

decidirá su suerte y eso recae en los sacerdotes de las institución, que hacen a la vez de

médicos y captores. El protagonista y todos los individuos encerrados en “El asilo para

menesterosos” son monstruos sin salvación que deben de ser purificados y modificados. Los

individuos dentro del asilo deben convertirse en agentes del orden, esto no visto como agentes

de ley, sino como entidades que deben cumplir cierto ordenamiento y que deben exigir que este




52

se respete. Todas las cosas, seres y tareas cumplen funciones que no deben ser alteradas, lo

cual es una réplica de lo que sucede en el mundo fuera del asilo, como lo confirmará el

protagonista. Pero como se verá, para él cumplir con el orden no es tarea fácil:

ahora me sentía como una sustancia aglutinante, como si dependiera de mí que el

cenicero se mantuviera sobre la mesa, y la mesa sobre el piso, y dentro de la pieza, y la

pieza en su sitio, sin que las paredes estallaran o se desmoronaran convertidas en arena

en el momento en que mi voluntad o mi consciencia se distrajeran, sin que el universo

estallara, se desmoronase convertido en arena… …sí, hace mucho tiempo, hace

muchísimo tiempo que no tengo una distracción; es una responsabilidad exagerada, lo

que no me deja dormir ni distraerme (Levrero 41-42, énfasis mío).

Aquí se ve que el protagonista desde antes de estar encerrado en el asilo ya se daba cuenta de

la responsabilidad de cumplir con el ordenamiento y que las funciones determinadas para su

cuerpo modificado eran demasiado demandantes, lo cual le impedía tener una vida al margen

del cumplimiento de estas tareas. Si estos individuos han sido creados para cumplir con lo que

deben sin cuestionamientos, el hecho del que el protagonista muestre un deseo de

independencia e individualización ya indica que algo no va bien.

¿Pero qué es exactamente lo que salido mal para que estos súper-humanos tengan que

ser encerrados y sometidos a un proceso de embrutecimiento que conduce a la pasividad y a la

auto-regulación y que deben cambiar esa desesperación inicial de verse encerrados por la

desesperanza a través de la aceptación de pertenecer a una comunidad encerrada, pero donde

se les da todas las comodidades a cambio de la vuelta a la normalidad? Esto se descubre a

través del personaje del viejo, otro individuo retenido para quien tampoco el encierro es el idilio

que los sacerdotes le han prometido. El viejo afirma que los quieren convertir en monjes, monjes

ahora depravados que viven en la blasfemia; impíos, irreverentes y diabólicos que necesitan ser

controlados por lo que le llama una “organización siniestra que domina el mundo”. Se necesita



53

que se auto-convenzan de que una vida apacible y recta es la que desean y que, en

consecuencia, esto inhiba los deseos de huida y rebelión. A esto se le puede relacionar con la

idea de David Harvey del sentido común. Basándose en la teoría gamsciana, Harvey afirma que

la noción del sentido común –definido como el sentido contenido en lo que es común a todos–

siempre encierra consentimiento: “common sense is constructed out of long-standing practices of

cultural socialization often rooted deep in regional or national traditions. Common sense can,

therefore, be profoundly misleading, obfuscating or disguising real problems under cultural

prejudices (39). Con esto quiere decir que si, por ejemplo, los sacerdotes de la institución creen y

transmiten que el sentido común es obedecer a lo que a un individuo se le ha asignado, salirse

de esa norma permite que al individuo se le vea como un depravado o monstruo que necesita

tratamiento. Pero también, existen aquellos individuos que van a darse cuenta que ese sentido

común está controlado por un poder invisible que maneja sus vidas sin dejar margen de libertad.

Es por esta razón que el plan de encierro y rehabilitación propuesto por “El asilo para

menesterosos” no es infalible. El confinamiento no detiene los pensamientos ni modifica la toma

de consciencia que se tenía desde antes del encierro. El viejo, que se niega a ser mártir o santo

a la fuerza, se lo aclara al protagonista,:

Mi problema es este. Aquí. La cabeza. Pienso, pienso mucho. Y eso no es bueno.

Pensando, uno puede llegar a saber muchas cosas, sin necesidad de salir de una pieza.

Y aún así, si uno se conformara con saber… Pero uno quiere transmitir, hablar con los

demás… Edité un folleto. Mejor dicho, dos folletos. Nadie llegó a leerlos; fueron

comprados por la Organización y destruidos. Sin saberlo, en el primero la atacaba

indirectamente o, mejor dicho, hacía sospechar de su existencia. Fue en el segundo

(escrito con mayor espíritu científico, después de largas investigaciones) donde hablé de

ellos directamente y ahí comenzó la persecución. Es todo muy sencillo. Piense en el

poder, por ejemplo. O en el dinero. O la libertad. Todas son abstractas. Pero ¿quién

tiene el poder? Un gobernante, me dirá usted. Un político, un rey, un dictador. Pero no,



54

no es así . El gobernante es un instrumento del poder, como podemos serlo usted y yo;

casi podríamos decir que, una víctima (…) así fui llegando lentamente a sospechar de la

existencia de ellos… los dueños verdaderos de las cosas (Levrero 47-48, énfasis en el

original).

Entonces se sabe que lo que ha fallado en la construcción de estos súper-humanos es que no se

ha podido eliminar su capacidad de pensar en lo que sucede a su alrededor, cuestionar el

sistema y, peor aún, reproducir la verdad que han logrado vislumbrar a pesar de que la función

que debían cumplir no era esa. El que sabe cómo está construida la realidad y cuál es el lugar

que los súper-humanos ocupan dentro del sistema es automáticamente considerado un loco,

monstruo o depravado y encerrado en este espacio donde se pretende darle placer y

comodidades para que dejen de pensar lo que no deben pensar. Es importante también que el

viejo mencione que los quieren convertir en monjes, pero que a la vez también se identifique con

el término, pues un monje es el que reflexiona para llegar a la verdad y sirve de guía a los demás

para llevarlos hacia ella. Él ha estado cerca de concretar ambas acciones, primero al tratar de

descifrar el mundo en el que viven y, segundo, escribiendo lo que sabe en un par de panfletos

donde sacaba a la luz quiénes son los verdaderos dueños del poder, que para este caso son las

instituciones científicas que crean a los súper-humanos y controlan sus funciones vitales y

mortales, además de contar con el apoyo estatal para el control de daños. Y, por supuesto,

pensar de más es algo que debe ser evitado a cualquier precio. En la era del biocontrol, la

bioética reclama algo que no puede verse como ético:

It is precisely this inability of unwillingness not only to think the total breakdown of the

system but also to explore in great detail what happens in the margins, what is excluded

by it and how its boundaries are consolidate and maintained, that makes bioethics

ultimately non-ethical (…) disorder has to be eliminated to improve that human condition,




55

while knowing in advance (through consultation with aforementioned ´experts´) what it is

that humans need for their survival and wellbeing (Zylinska 130).

En el universo de París, la capacidad de estar en espacios liminales donde pueda pensarse en

cómo alterar el sistema ha sido eliminada y cualquier contingencia debe ser neutralizada a través

de la reclusión de los locos-pensantes. Es por esta razón que los espacios de resistencia solo se

puede construir dentro de los asilos. Eso es lo que se verá a continuación.

A pesar de que Angeline se encuentra en una posición subordinada con respecto al

protagonista, es ella la que lo lleva a descubrir la posibilidad de escapar del asilo. Invadido por

un fuerte deseo sexual, el protagonista se aventura a buscar a la mujer en todos los rincones del

lugar. Es en ese momento que escucha unos gemidos provenientes de la azotea, donde

descubre a Angeline desnuda con media docena de perros acariciándole el cuerpo con sus

lenguas. Enajenado, el protagonista reclama que ella le pertenece y arremete contra los perros.

Uno de ellos se le acerca gruñendo con ferocidad, con la intención de saltar sobre él. No

obstante, es en ese momento que el protagonista libera dos alas que han estado ocultas debajo

de su traje, una característica de la modificación genética que lo convierte en un súper-humano y

que se mantuvo escondida para que el protagonista no supiera de su existencia, y con ello, no

fuera consciente de que tenía la posibilidad de escapar. Es así que el hombre cae por la azotea

huyendo del perro y de pronto recuerda cómo usar sus alas, con lo cual también recuerda su

vida anterior, pero sobre todo su característica principal de súper-humano: el poder de volar

Me veo enfrentado a una avalancha de pensamientos; estaba recordando mis alas:

surge en mi memoria el recuerdo de vuelos anteriores, aunque todavía sin una precisión

mayor, y me siento impulsado vivamente a alejarme de allí, no por el hecho de alejarme

ni para llegar a ningún sitio en particular, sino por el vuelo mismo (…) por primera vez en

siglos sentía que el descanso se tendía por mis músculos y la mente; sentí que esta era

mi forma natural del descansar.





56

El protagonista siente el impulso de escapar y también una sensación de alivio que antes no

había sentido. Angeline, que descubrimos en un agente de la resistencia, ha despertado en él su

poder de súper-humano que le permitirá abandonar el asilo utilizando el deseo sexual como

arma. Por eso antes hemos visto que ella ha sabido utilizar ese poder en contra del protagonista

y como mecanismo de control, pues se ha negado a mantener relaciones sexuales con él y

cuando las ha tenido, lo ha tratado con rudeza solo para poder acrecentar ese deseo que tenía

sobre ella y así poder guiarlo hacia una posible liberación a través de la reactivación del poder

que encierra su cuerpo. Angeline es un personaje ambiguo en el que el protagonista nunca llega

a confiar, pero al que se ve atado a través del deseo y porque cree que en algún momento podrá

reconstruir su vida junto a ella.

El descubrimiento de sus alas acerca al protagonista a la misión de la resistencia que es,

sin duda, intervenir en los mecanismo de poder para modificarlo y liberar a las personas que

están dentro del asilo. Se descubrirá que dentro de este recinto se están gestando las acciones

de lucha contra el poder y que se distribuyen los últimos ejemplares que quedan del panfleto

escrito por el viejo. Sin embargo, después de su vuelo a lo largo de la la ciudad de París, el

protagonista se siente angustiado e impulsado a regresar al asilo. Los hábitos del placer, como

recibir sexo y comida, impiden su voluntad de fuga. Además de que se le amenaza con que

cualquier intento de huida tendrá consecuencias. En una escena, Angeline y él están teniendo

relaciones sexuales en la azotea, lo cual libera sus alas nuevamente y le permite ver que sobre

él hay varios hombres alados que vuelan en libertad, probablemente miembros de la resistencia.

Cuando el desea emprender el vuelo, comienza una balacera con lo cual termina regresando a

su habitación del asilo donde encuentra a Angeline cuidando a uno de los heridos. El deseo

sexual por Angeline lo libera, pero a la vez lo contiene, ya que en ese momento se da cuenta que

debió haber volado junto a los demás súper-humanos, pero que regresó al asilo porque no podía

abandonar a Angeline. Es así que el protagonista entra en un estado fuerte de depresión porque

se da cuenta que lo único que pueda hacer es esperar la muerte en ese lugar donde el control



57

ejercido anteriormente sobre su cuerpo aquí se replica, pero para mantenerlo en un estado de

pasividad. El poder que se ha practicado sobre él tiene una legitimidad que, como señala Arendt,

está asentada en el pasado y que está justificado solo por lo que ocurrirá en el futuro (Sobre la

violencia 71-72). Y eso es lo que sucede con el protagonista: la vida confortable ofrecida por los

mecanismo de control que se ha legitimado en el pasado y que se percibe en el presente a pesar

de estar encerrado en el asilo, se ve amenazada en el futuro, lo cual en alguien entrenado para

desear esa forma de vida confortable puede inhibir su deseo de huida.

Todo cambia cuando el protagonista asiste a una manifestación donde, en medio del

tumulto, ve que Angeline está siendo secuestrada por individuos que no se sabe si pertenecen a

la resistencia o al poder estatal. Sin embargo, se puede concluir que ella fue capturada

nuevamente por los agentes del orden porque luego el protagonista la ve como parte del grupo

de la farándula. Angeline, que ha causado tantos problemas dentro del asilo y que ha sido capaz

de despertar los deseos de resistencia del protagonista, ahora se ha convertido en un objeto del

espectáculo que nunca más volverá a estar al lado del hombre que sigue obsesionado con ella.

En medio de su frustración, la falta de afecto y la imposibilidad de regresar al lado de

Angeline, el protagonista decide huir definitivamente del asilo. Este momento es un ejemplo de lo

que Berlant llama impase:

An “impasse” designates a time of dithering form which someone or some situation

cannot move forward (…) the impasse is a stretch of time in which one moves around

with a sense that the world is at once intensely present and enigmatic, such that the

activity of living demands both a wandering absorptive awareness and a hypervigilance

that collects material that might help to clarify things, maintain one´s sea legs, and

coordinate the standard melodramatic crisis with those processes that have not yet found

their genre of event (4).




58

El momento del impase del protagonista lo obliga a repensar en qué hacer luego de pasar por un

periodo de incertidumbre y reflexión circular sobre su vida y sus capacidades. Es así que

abandonado por Angeline y quizá con alguna esperanza de poder rescatarla de su nueva

situación y, además, obligado por la resistencia a seguir cumpliendo con órdenes que no

entiende del todo, sube a la azotea para emprender el vuelo final y definitivo hacia la libertad. Sin

embargo, lo primero que siente es vértigo, además de haber olvidado como desplegar las alas.

Entonces, el hombre comienza a gritar que debe saltar, lo cual hace al final, pero el lugar

desplegar las alas cae al suelo sobre sus rodillas. Herido y derrotado, se queda llorando y riendo

en la puerta del asilo, donde la desesperanza ha triunfado y el miedo a abandonar esa realidad

controlada se apodera de él y le impide ser libre. Este súper-humano ha sido creado para ser

parte de esta realidad y su entrenamiento no es casual: si en algún momento se pensaba que

podía hacer algo para liberarse de control programado dentro de su cuerpo, queda claro que es

imposible. Toda acción suplementaria a esto es reprimida y anulada, inclusive la capacidad de

pensar que nunca llega a destruir las ideas implantadas y legitimadas en el pasado.

En este capítulo hemos visto cómo el poder estatal y económico decide sobre los

cuerpos, los existentes ahora y los que vendrán en el futuro gracias a los avances de la ciencia

que cada vez se vuelven más exactos, legítimos y menos cuestionables. El progreso de la

medicina y sus formas de control no se detiene y estas narraciones demuestran que la

capacidad el individuo de ser libre o de concretar un acto revolucionario es cada vez difícil con

los mecanismos de vigilancia y acumulación de información que lo abarcan todo: desde lo que se

hace a cada momento del hasta la vida misma que fluye por las células y moléculas de individuo.




59

CAPÍTULO 2

Subjetividades dominantes y cuerpos enfermos fuera del ámbito institucional/estatal

Uno o varios individuos enferman de gravedad, no les queda mucho tiempo de vida y se

resisten a seguir sobreviviendo. Otro nace con malformaciones que no le permiten tener una vida

normal, sino una sometida a los impedimentos de su invalidez. Una mujer con una enfermedad

desconocida, pero mortal, queda al cuidado de su hermana que la utiliza para mantener un

negocio de intercambio de cuerpos. Un hombre se encarga de dar consuelo a aquellos mutilados

que han perdido un miembro del cuerpo; sin embargo, estar rodeado de ellos le hace sentir que

pertenece a esta estirpe que lleva el dolor inscrito en cada músculo del cuerpo. Además esa

estirpe no puede sobrevivir sin una voz que la conduzca. Y un médico pierde su autoridad en un

ambiente confuso donde queda en manos de mujeres que lo doblegan, pero a la vez, piden su

ayuda. ¿Qué tienen en común todos estos personajes? Todos han renunciado al control, cuidado

y sujeción médica, además de haberse recluido en espacios que están fuera de las instituciones

estatales. Sin embargo, se convierten o se encuentran con individuos que replican las normas

que se ejercen en estos lugares, personajes que gritan, dirigen, amenazan, torturan,

intercambian bienes, exigen vida, deciden el momento de la muerte y manipulan los cuerpos.
43
Llamo a este fenómeno adopción de la subjetividad dominante, pequeños “soberanos” que

replican comportamientos asociados a la autoridad estatal y que emergen dentro de espacios

fuera del control institucional. Estos personajes han perdido su poder o nunca tuvieron la


43
Si bien es cierto que el soberano no puede surgir fuera del ámbito estatal, utilizo esta comparación porque estos
personajes crean un microcosmos que se asemeja a las instituciones de poder y ellos mismos se comportan como la
autoridad máxima dentro de estos espacios. Su comportamiento es, claramente, una replica de la forma cómo actúa el
soberano cuando se dictamina el estado de excepción. Ellos son la ley están sobre ella.




60

oportunidad de tenerlo. Además adopta comportamientos autoritarios que niegan la voluntad del

cuerpo vulnerable, controlan sus intentos de resistencia. La subjetividad dominante observa con

arrogancia el espacio que domina y a los cuerpos que dependen de su voluntad. La soberanía se

convierte un sistema a copiar, ya no solo concentrándose en la figura del dominador, sino como

un conjunto de comportamientos que deben adoptarse y seguirse.

Estos personajes serán objeto de análisis en este capítulo. Para esto estudiaré las

novelas Salón de belleza (1994), Perros héroes (2003) y Los fantasmas del masajista (2009) de

Mario Bellatin, Fruta podrida (2007) de Lina Meruane y La cresta de Ilión (2002) de Cristina

Rivera Garza. Estos textos dan muestra de los diferentes acercamientos hacia el cuerpo

enfermo, pero sobre todo, enfatizan la posición de la subjetividad dominante en espacios que no

responden al ámbito institucional. Por otro lado, haré un recorrido sobre las distintas

aproximaciones teóricas concernientes a la figura del soberano. También es importante

acercarse de manera directa a las diferentes visiones sobre la enfermedad y medicina, puesto

que la dicotomía paciente-médico se traslada a estos espacios como modelo de relación

autoritaria entre los cuerpos vulnerables y dominantes. Finalmente, considero necesario

acercarnos a la teoría sobre el neoliberalismo porque dentro de estas novelas se produce la

separación entre cuerpos productivos e improductivos, una de las características que ha

marcado tanto a sistema capitalista como neoliberal. De acuerdo a esta conexión económica se

obliga al cuerpo enfermo a mantenerse vivo y encontrar nuevas formas de producción, dejando

de lado su derecho a la muerte o a establecerse fuera del sistema. El cuerpo en estado de

vulnerabilidad que cree encontrar una salida al escapar la sujeción médica y económica,

encuentra su réplica en lugares que deberían estar liberados de ella.

Definir la figura del soberano que produce estas subjetividades es vital para entender

cómo se representan estos personajes dentro de las obras que analizaré. La definición clásica

del soberano proviene de Carl Schmitt, quien afirma que es aquel que decide en el estado




61

excepción. Lo que caracteriza al estado de excepción es la capacidad ilimitada de autoridad, lo

cual implica la suspensión del orden y el receso de la ley (5, 12). En el caso de estas novelas, lo

que sucede es que el estado de excepción se presenta como un desarticulador del poder del

Estado, con lo que se pueden producir estos espacios donde no existe la ley exterior que vele

por los cuerpos. La medicina se convierte en el rearticulador de un estado de excepción

particular, donde la subjetividad dominante que se vuelve el “soberano” es también un enfermo


44
que controla enfermos, que si bien siguen siendo ciudadanos ante la ley, son en primera

instancia ciudadanos biológicos y esto determina que puedan se sometido a otras reglas que

recaen específicamente sobre su cuerpo y sobre el control del mal:

I use the term “biological citizen” descriptively, to encompass all those citizenship

projects that have linked their conceptions of citizens to beliefs about the biological

existence of human beings, as individuals, as men and women, as families, and lineages,

as communities, as populations and races, and as species. And like other dimensions of

citizenship, biological citizenship is undergoing transformation and is reterritorializing

itself along national, local can transnational dimensions (Rose 132, énfasis mío)

De acuerdo a esta definición se concluye que la categoría de ciudadano ya no está solamente

vinculada a las definiciones raciales o nacionales. Esto se produce a partir del momento en que

la medicina cambia de enfoque y objetivo principal. Mientras en los siglos XVIII y XIX se pensaba

que había que controlar a la población a través de políticas de higiene y salud que se enfocaban

en 1) el estudio de patologías relacionadas con el medio ambiente, lugar de vivienda,

poblaciones de riesgo y cuidado personal y aseo; y en 2) la vigilancia y aislamiento de cuerpos




44
Giorgio Agamben aclara que nacer en la era moderna hace al cuerpo ciudadano. En cambio en la antigua Grecia había
que tener una “buena vida” (es decir, vida política) para adquirir este estatus (Homo Sacer 128). Ser ciudadano en la era
moderna implica necesariamente estar sujeto a la biopolítica. En la nueva definición de ciudadano biológico nacer no solo
implica estar sometido a esta forma de dominación, sino que también permite el ingreso a un sistema en donde lo
biológico es la primera forma de clasificación, selección e intervención sobre el cuerpo.



62

portadores de algún mal capaces de infectar a todo aquel que compartiera su entorno; en el siglo

XX se empieza a pensar en el control biológico de los individuos. Los avances tecnológicos del

siglo anterior convierten al ciudadano en un cuerpo con diferentes capacidades que deben ser

potenciadas, lo cual otorga valor a su vitalidad. A esta característica se le conoce como biovalor:

“[we can use the term] biovalue as the value to be extracted from the vital properties of the living

processes” (32). Por otro lado, la afirmación de que la ciudadanía se reterritoriza implica que el

dominio sobre el cuerpo puede ejercerse en espacios fuera de los límites nacionales con

soberanos diferentes, inestables e, incluso, inesperados. Este ciudadano global entrega su

cuerpo para ser juzgado de acuerdo a su potencial biológico que puede ser explotable, nulo o

que encuentra valor económico a través de la invención de nuevas formas de rendimiento. Se

podría considerar que los espacios alternativos que aparecen en las novelas que analizaré son
45
una simulación del estado de excepción articulado a través de las instituciones de salud donde

se aplican conceptos relacionados a la medicina y la ciencia para reproducir las mismas

relaciones e imposiciones que le permiten a la subjetividad dominante tomar decisiones sobre los

cuerpos que le pertenecen.

El sociólogo Nikolas Rose explica que la medicina de siglo XXI ha radicalizado la forma

de extraer biovalor de los individuos. Esto se hace a través de cinco variables que han

cambiando la forma de ver al cuerpo de acuerdo a su potencial económico. El cuerpo ya no está

formado por órganos, tejidos o sistemas, sino que se reduce a mecanismos moleculares que

pueden ser identificados, aislados, manipulados, recombinados, transformados e intervenidos

fuera de lo que se considera el orden natural. A esto se le llama molecularización. Por otro lado,


45
Mi análisis dista de estudiar estos espacios como representaciones metafóricas del estado-nación, sino cómo se
recrean las relaciones de poder entre cuerpos fuera de los espacios institucionales. Por eso considero que estos lugares
se presentan como una simulación/reproducción de lo que sucede en los espacios institucionales. Su ficcionalización no
responde a crear metáforas a pequeña escala de cómo funciona el macro-poder, sino, por el contrario, muestran cómo
se crean micro-poderes que al reproducir las estructuras conocidas, impiden que los cuerpos enfermos reclamen su
derecho a la libertad.



63

ya no existe solamente la dicotomía salud/enfermedad, sino que se prioriza la intervención

temprana para asegurar el futuro de los individuos. Este procedimiento es conocido como

optimización. Está también la subjetivación, que pretende reconfigurar los derechos y deberes de

los ciudadanos biológicos en relación a sus enfermedades y a su expectativa de vida, para lo

cual se crean nuevos vínculos entre autoridades y comunidades con el fin de que todos se

identifiquen como individuos somáticos. Lo que le sucederá al cuerpo en el futuro es lo que


46
configura con quién y cómo se vive . Complementario a esto se encuentra la habilidad somática,

que tiene como finalidad la súper-especialización del área médica para manejar los diferentes

aspectos de la existencia del cuerpo. Y finalmente, la economía de la vitalidad busca enlazar la

verdad sobre la cura médica y el capital a través de la optimización del recurso de la esperanza,

definida como la expectativa de vida que se le da al paciente o su potencial recuperación, para

cumplir con los objetivos de producción y consumo de los bienes de la salud (6). La bioeconomía

y el biocapital se preocupan por mantener el discurso que está enfocado en la necesidad de

estar vivo y saludable.

En cuanto a esto último, en su libro Ordinary Medicine, Sharon Kaufman señala que

existe una cadena de dictámenes médicos relacionados al servicio de la salud, tratamiento y

expectativa de vida que generan un dilema sobre el momento exacto en que el paciente y el

médico deben detener la lucha contra la muerte (22). El discurso que exige la prolongación

infinita de la vida hace difícil que el enfermo pueda tomar la decisión de cuándo dejar el

tratamiento y aceptar su fallecimiento. Esta narración está basada en una serie de

procedimientos que justifican la intervención médica como la investigación e innovación

científica, la acumulación de data que justifica la necesidad de la aplicación del tratamiento y/o la


46
Esto es sumamente interesante puesto que no solo determina la clasificación de individuos para formar comunidades
de las que se beneficien ellos y las instituciones, sino que también establece quiénes son excluidos, cómo se les reúne y
cuál es el papel que deben cumplir para no interrumpir el desarrollo del biovalor de las comunidades productivas.



64

instauración de lo que se conoce como procedimiento estándar, aprobado no solo por la

comunidad médica, sino también por la industria de la salud (24). Es este último punto el que

genera el dilema en el paciente, puesto que pierde la capacidad de decidir si realmente desea

someterse al tratamiento que su enfermedad exige. Como señala Rose, se ha quitado la

responsabilidad de la salud al gobierno para ponerla en manos de entidades privadas, pero el

Estado no deja de vigilar y fomentar que se cumplan las demandas de este sector. Además se

exige que los pacientes tomen las riendas del cuidado de su salud convirtiéndolos en

consumidores activos de la medicina, pero irónicamente negándoles el derecho a la muerte y al

dolor (3-4). No se debe sufrir y menos morir: ese es un derecho que el paciente ha perdido.

Irónicamente, aunque la ciudadanía biológica se contempla como individual en tanto el

sujeto es responsable de cuidarse a sí mismo, y colectiva a través de la biosociabilidad y la

formación de comunidades anti-médicas que solo ven a la medicina como complementaria a sus
47
formas de cuidado de la salud (134-135), el discurso de evasión del dolor y la muerte ha

permeado en el paciente haciéndolo dependiente del sistema científico, médico y farmacéutico.

Ivan Illich, en su clásico aún vigente Medical Nemesis, afirma que los patrones culturales en

contra del dolor y la muerte impiden el sufrimiento y obstaculizan la toma de decisiones ante la

enfermedad: “medicalization constitutes a prolific bureaucratic program base on the denial of

each man´s needs to deal with pain, sickness and death” (131). Es decir, el paciente no puede

decidir voluntariamente cuánto dolor es capaz de soportar antes de intentar detenerlo. El límite

de sufrimiento que el cuerpo puede soportar está marcado por la cultura: cuanto más fuerte sea

el alcance del aparato médico, menos tolerancia al dolor se tiene. Tampoco se puede decidir

sobre la muerte, ya que esta es determinada por el médico que fomenta el tratamiento e incluso

determina el momento exacto del deceso. Gozar de cierta libertad sobre el cuidado del cuerpo


47
A través de tratamientos experimentales o la libre elección del no-tratamiento.



65

48
sin depender de la medicina preventiva es imposible : “what have turned health care into a sick-

making enterprise is the very intensity of an engineering endeavor that has translated human

survival from the performance of organism into the result of technical manipulation” (7). La

medicina preventiva tiene la capacidad de “enfermar” al individuo con el fin de hacerle creer que
49
la medicina es su único medio de salvación . La prevención transforma personas sanas en

pacientes ansiosos (92).

La respuesta al dolor va más allá de lo corporal y cultural, pues también intervienen el

nivel de ansiedad ante la enfermedad, la atención que se le pone al sufrimiento ajeno y la

interpretación que queda en manos del médico, factores moldeados discursivamente. Todo esto

convierte al dolor en una sensación verificable, mesurable y, sobre todo, regulable. El dolor más

insignificante se convierte en un sufrimiento insoportable ante el cual el paciente debe pedir

ayuda (133-137). La lucha corporal y biológica contra el dolor es anulada completamente para

dar paso al tratamiento que eliminará el mal sin que el enfermo tenga que hacer algo para

soportarlo. Es en esta situación que aparece el mesías de la salud que establece el límite de lo

tolerable, aplica el tratamiento, cura o decide cuándo dar por concluida la lucha contra el

padecimiento. El evento mesiánico se define como la transformación radical de la ley y es la

figura del mesías con la que la religión afronta este problema (Agamben Potentialities 162-163).

En el caso de la medicina, la figura del mesías se traslada al médico que intenta la




48
Se ha clasificado a los individuos según sus factores de riesgo. El riesgo es una forma de saber estadístico que
transforma al cuerpo sano en un cuerpo potencialmente enfermo. Este conocimiento se usa para tratar al individuo antes
que la enfermedad se manifieste: “at such, it is at once a medical idea, a state of live experience, and a symptom of future
disease” (Kaufman 34). El paciente debe optar por la prevención, puesto que no hacerlo es casi una trasgresión moral
(34). El factor de riesgo clasifica y ordena los posibles futuros de un grupo específico con el fin de controlarlos para evitar
la contingencia y promover la intervención: “as risk profiling developed from mid-twentieth century, risk profiles, scales,
and indices which were used to identify those who fell within groups with a significantly higher that average risk, in order
to intervene preventively upon them” (Rose 72).
49
En una posición más extrema, Ivan Illich señala que la venta de la prevención surge como consecuencia de la
ineficacia del tratamiento (89). Considero esta afirmación poco certera pues es evidente que ambas instancias
(prevención y tratamiento) funcionan en paralelo con el fin de crear un mercado de la salud al que todos los individuos
tienen que someterse para prolongar su vida con el fin de producir ganancias a través de su trabajo o del consumo de los
bienes de la salud.



66

transformación radical de ley natural de la muerte, impidiéndola a través de su intervención. El

mesianismo está entre dos tensiones: la de restablecer el origen de lo que se conoce y la del

impulso utópico de renovar el orden y, por esa razón, se enfrenta a la estructura misma de la ley.

El mesías no aparece en periodos específicos para establecer estos cambios, sino que está

siempre presente a modo de procastinación y aplazamiento (Potentialities 166-168). Esta tensión

reafirma el poder infinito e inconmensurable del mesías como agente del orden y del cambio al

mismo tiempo. En el caso del soberano-médico, este regresa al origen de la ley cada vez que

interviene el cuerpo puesto que, desde la legitimación de su oficio, él es el único autorizado para

hacerlo. Este poder ahora se reafirma a través del estudio científico de las enfermedades y de la

creación de fármacos y tratamientos que se convierten en procedimientos estándar que deben

seguirse sin cuestionamientos. Todo esto transforman al médico en el único capaz de vencer a la

muerte estableciendo así una nueva ley con lo que rompe con la ley natural: la prolongación de

la vida está únicamente en sus manos salvadoras, las manos del mesías que guía a los

individuos hacia el bienestar. El médico cuenta con aparatos para proteger la salud, pero no

puede predecir las consecuencias que estos tendrán para la vida futura que ha salvado

(Kaufman 23). Esto, en lugar de restarle poder, lo acerca aún más a la imagen del soberano que

actúa y decide sobre la vida, que la salva y la destruye al mismo tiempo. La subjetividad

dominante se convierte en el mesías revolucionario que rompe la ley médica para establecer una

alternativa para los paciente, pero que a la vez regresa al origen donde las relaciones de poder

se establecen como una copia del vínculo autoritario entre paciente y médico. De esta manera,

se reconstruye una relación de dependencia similar a la del amo-esclavo, donde el amo depende

la sumisión y el esclavo de los beneficios que este le da.

En el caso del análisis de los cuerpos enfermos y de la subjetividad dominante dentro de

estas novelas, se verán intentos fallidos o parcialmente logrados de liberación, pero también de

sometimiento. Contar con un espacio delimitado de control es vital porque se elimina la

oportunidad de escapatoria tanto del lugar específico donde se ha establecido la comunidad de





67

enfermos o el individuo que padece el mal, como de la subjetividad dominante que ha surgido

dentro de este. El espacio físico funciona como el lugar de control donde no funcionan las reglas

ajenas a él ni se permite la entrada de agentes que no pertenezcan a la comunidad. Sin

embargo, la subjetividad dominante aplica su implacable ley que copia patrones externos

provenientes del ámbito institucional. ¿Es una ley si está fuera del espacio estatal? Considero

que la existencia de la subjetividad dominante y la reafirmación de los enfermos como

ciudadanos biológicos determinan que las normas que delimitan la actividad de los cuerpos

dentro de estos espacios pueden verse como “leyes” que deben cumplirse para evitar

consecuencias nefastas.

Creo que es importante regresar al concepto del soberano para entender con más
50
claridad la transformación de individuos sin poder alguno en subjetividades dominantes. Giorgio

Agamben continúa el trabajo de Schmitt y revisa el devenir histórico y jurídico de los conceptos

de soberanía y ciudadanía para establecer categorías que terminen de darle forma al paradigma

biopolítico. De esta manera establece al campo de concentración nazi como laboratorio donde se

han puesto en práctica todos los modelos posibles de control sobre los cuerpos. Este ejemplo

resulta vital para mi investigación, pues si bien es cierto que el soberano que controla el cuerpo

dentro del marco de la Segunda Guerra Mundial tenía poder jurídico sobre los especímenes que

estaban sometidos a su poder, desde ahí también surgen figuras modélicas que pueden actuar

de la misma manera fuera del ámbito de la guerra y al margen de las ya conocidas figuras de

autoridad institucionales, que también contribuyen a moldear esta subjetividad replicable.


50
Veremos en el análisis de las novelas que los individuos que ostentan la subjetividad dominante no solo son aquellos
que han perdido el poder que tuvieron dentro del aparato estatal, sino que inclusive son sujetos considerados marginales
o de poca importancia dentro de la escala de poder. Jacques Derrida sostiene que “the maximum that characterizes
sovereignty is more of power and not size, and so of quality or intensity and not of magnitude” (The Beast and the
Sovereign 258). Esto parece ser una característica de la subjetividad dominante: no es su importancia dentro del sistema
oficial (que muchas veces es nula o que se asemeja a la de los cuerpos dominados) lo que determina su poder, sino la
intensidad con que lo ejerce.



68

Se podría decir que el surgimiento de las subjetividades dominantes confirman la idea de

Agamben de que el hombre moderno vive en un constante estado de excepción, donde el

modelo del campo de concentración como materialización de este estado puede repetirse en

cualquier espacio considerado inofensivo y la sobrevivencia de los cuerpos depende de la ética y

civilidad del soberano de turno. El campo de concentración se ha convertido en un elemento que

comparte la misma jerarquía con el Estado, la nación y el territorio: "The camp, which is now

securely lodged within the city´s interior, is the new biopolitical nomos of the planet" (Homo Sacer

176, énfasis en el original). Estos espacios se pueden convertir en micro-copias de la categoría

del campo, donde se ponen en práctica todos los modelos de control sobre el cuerpo. Además el

cuerpo sometido es un ser de dos caras que se subordina al poder soberano y que posee

libertades individuales (Homo Sacer 124). El caso de los pacientes enfermos que deciden
51
escapar del control institucional para ejercer la liberad individual que compone al cuerpo ,

pierden esa facultad por su estado vulnerable, el cual lo lleva a depender de otros. En su libro

Precarious Life, Judith Butler explica que la capacidad de ser dañado y dañar deja claro que la

vida de cada individuo depende de los otros, más específicamente, de una cadena de otros que

no se conocen ni se conocerán, pero que le son necesarios. No se puede escapar de esta

dependencia a pesar de que se cuenta con medidas de seguridad extremas que son defendidas

con actos violentos perpetuados por el estado soberano (XII). Por más de que se busque la

autosuficiencia, existen procesos corporales ineludibles que necesitan de otros cuerpos para

poder completarse: “our political and ethical responsibilities are rooted in the recognition that

radical forms of self-sufficiency and unbridled sovereignty are, by definition, disrupted by the

larger global processes of which they are a part, that no final control can be secured, and that

final control I not, cannot be, an ultimate value” (XIII). La autosuficiencia que deja de lado leyes


51
El cuerpo es propio: el individuo no puede deshacerse de él y, por tanto, podría hacer lo que quisiera con él.



69

estatales y renuncia a su protección puede llevar a dos tipos de dependencia, sobre todo cuando

el cuerpo expuesto a la enfermedad se encuentra en estado de extrema vulnerabilidad: 1) la

dependencia hacia una subjetividad dominante que provee de cuidados alternativos y que exige

el cumplimiento de reglas de convivencia impuestas por esta autoridad, o 2) la creación de

formas alternativas de vida en comunidad en donde los individuos se ayudan entre sí desafiando

las leyes o reglas impuestas según sus limitaciones; es decir, no cumpliendo con los roles que se
52
les han asignado de acuerdo a su enfermedad . En el momento que se determina quién o

quiénes son prescindibles es que pueden surgir estar redes de solidaridad, con sus defectos y

virtudes.. No es el Estado per se quien toma la decisión sobre la vida o la muerte ni existe una

línea estable que determine quiénes son los cuerpos sacrificables. Son los anexos institucionales

del poder estatal donde los representantes del soberano generan una simbiosis íntima con los

cuerpos para decidir sobre ellos (Agamben Homo Sacer 122). La subjetividad dominante no

quiere pertenecer a esta clasificación. Por eso extiende su poder sobre otros cuerpos que

también han sido clasificados como sacrificables.

Dentro de los representantes del soberano se encuentran el médico y, concerniente a mi

estudio, las subjetividades dominantes que asumen este papel. Es función de la biopolítica

definir el umbral del derecho ciudadano (Homo Sacer 131) y, con esto, las clasificaciones se

salen del ámbito meramente institucional para formar parte de todos los medios, espacios y

cuerpos. El individuo es un ser deficiente que es incapaz de sobrevivir sin el entrenamiento que

se aprende a través de la cultura. Este aprendizaje reemplaza a la sobrevivencia instintiva y

convierte las tareas en hábitos qua alivian los problemas que se le podrían presentar al individuo

(Turner 9-10). Considero que esta afirmación probaría que la autosuficiencia es imposible puesto

que al sujeto se le ha privado de cualquier reacción natural/instintiva que lo ayude a sobrevivir




52
Esto será objeto de estudio en el capítulo III de esta investigación.



70

debido a que se ha tenido que someter a las prácticas culturales. Por lo tanto, necesita de un

aparato constituido desde el poder y de sus agentes, quienes le enseñen cómo actuar y

responder a través de la repetición de lo que se le ordena. Ante esta situación, el surgimiento de

la subjetividad dominante parece inminente.

En La bestia y el soberano, Jacques Derrida reconfigura la definición clásica de

soberanía, lo cual le otorga un nuevo matiz a la subjetividad dominante. Para los cuerpos

enfermos se puede aplicar lo que él llama la razón del más fuerte. Esta se considera superior a

todas las razones porque contiene a la razón del más débil. Debido a esto, la razón del más

fuerte prevalece porque se supone que busca el bienestar de sus subordinados. Quien posee la

fortaleza y capacidad de juicio tiene el control de la manada. Esto convierte al individuo que

asume la subjetividad dominante en un hombre-animal que es tanto soberano como bestia: lo

primero porque aplica su sabiduría y lo segundo porque castiga a quien no cumpla con su ley

que está por encima de la ley. Por esta razón puede convertir su territorio no solo en un espacio

donde no hay ley, sino donde él es la ley misma. Todo esto basado en estado-teológico, donde

el soberano comanda en silencio mientras otra voz inaudible le dice qué hacer (la voz de Dios,

de la razón, o la del mesías antes mencionado) (Derrida The beast and the sovereign 4) Y

muchas veces esto conlleva a que actúe de manera brutal: “the word brute will often be very

important to use, where it seems to connote not only animality but a certain bestiality of the

animal” (The beast and the sovereign 21). Las características represivas no solo se manifiestan a

través de torturas físicas y psicológicas, que sería lo animal que Derrida señala en su definición,

sino que su bestialidad radica en la minimización de estos individuos a la categoría de

especímenes con los que se prueban sistemas de convivencia alternativos. La subjetividad

dominante toma lo esencial del soberano: la hipérbole y el exceso que están acompañados de la

disminución total de la sensibilidad: “it is the more, the more than that counts, the absolutely

more, the absolute supplement that exceeds any comparative toward an absolute superlative”

(The beast and the sovereign 257, énfasis en el original). Los cuerpos son expuestos a la falta de



71

sensibilidad ante su dolor y, en consecuencia, no existe ninguna compasión hacia ellos ni

preocupación por su bienestar.

Intentado escapar de la insensibilidad del soberano, sin quererlo, los enfermos de estas

novelas ingresan a otra dinámica de poder donde la subjetividad dominante los mantendrá vivos

para 1) volverlos productivos, 2) experimentar con ellos, o 3) para reafirmar su supremacía a

través de la decisión sobre su vida o muerte. Roberto Espósito aclara que existe una libre

asociación entre soberano y subordinados:

El término [soberanía] debe entenderse en su doble significado: ellos son sujetos de ella

en la medida en que la han instituido voluntariamente por medio del libre contrato. Pero

están sujetos a ella porque, una vez instituida, no pueden oponérsele, por ese mismo

motivo: porque se opondrían a sí mismos. Son sus sujetos y justamente por ello están

también en sujeción respecto a ella. Una sola vez se les requiere consentimiento y

después no es posible retirarlo (Bios 96, énfasis en el original).

Sin embargo, los personajes enfermos de las novelas que analizaré presentan algunas

alternativas de levantamiento ante la subjetividad dominante a través de acciones cotidianas

que producen pequeñas actos rebeldes. Otros optan por utilizar el derecho muerte como único

camino para recuperar la libertad sobre sus cuerpos. La resistencia no llega a eliminarse del todo

a pesar del acuerdo tácito de obediencia ante la nueva autoridad.

Es importante señalar que la existencia de estos espacios alternativos para los cuerpos
53
que no producen tienen relación directa con el sistema económico neoliberal . En su clásico A

Brief History of Neoliberalism, David Harvey define esta tendencia económica como la muerte del


53
Debido al momento temporal en que fueron situadas, escritas o publicadas las novelas que se analizará.



72

Estado benefactor en pos de la libertad individual y emprendedora dentro de un marco

caracterizado por la protección a la propiedad privada, el libre mercado y el libre intercambio. El

Estado preserva su marco institucional, pero para proteger estas prácticas y crear posibles

mercados en áreas que son de su competencia (como la seguridad social, el medio ambiente, la

educación, el sistema de salud, etc.) en los que interviene de manera limitada. Con el

neoliberalismo se genera un cambio estructural y ético donde el mercado es el que determina

cualquier acción humana. Y más importante aún: “it seeks to bring all human action into the

domain of the market (2-3, énfasis mío). Si trasladamos las definiciones de Harvey a la era

marcada por la biopolítica, podemos entender cómo el cuerpo del individuo y todas sus funciones

están llamadas a estar al servicio de mercados biológicos emergentes en donde la supuesta


54
libertad que otorga el neoliberalismo al individuo es en realidad una estrategia discursiva para

el máximo aprovechamiento de acciones materiales o intelectuales, fluidos, órganos y tejidos del

cuerpo que pueden comercializables. El problema con los cuerpos enfermos es que la falla

dentro de sus sistemas no les permite participar en estas nuevas formas de productividad que

han reemplazado a la fuerza de trabajo utilizada por el sistema capitalista, aunque igual son

sometidos a la marginación creada por la economía que los declara como improductivos. La

libertad individual no es más que la base retórica para restaurar el sistema de clases.

El neoliberalismo se sirvió de esta retórica para destruir las reglas, instituciones y

derechos conocidos. En consecuencia, creó nuevas subjetividades y relaciones entre los

individuos. Este sistema económico se convirtió en una forma de existencia que determina la


54
Harvey señala que el discurso neoliberal se estableció gracias a la reorganización de los lugares de estudio donde se
introdujeron las nuevas ideas sobre este sistema económico, a la captura de sectores estratégicos de los medios de
comunicación que transmitieron el mensaje y a la adhesión de grupos de intelectuales que comulgaban con las máximas
neoliberales y que creían que este era el único sistema que garantizaba la libertad. Finalmente, el neoliberalismo se
consolido gracias a que se logró capturar a los partidos políticos y al poder estatal que comenzaron a apoyar esta nueva
tendencia económica (40).




73

manera cómo se actúa y cómo se establecen los vínculos de convivencia de acuerdo a la

generalización de la competitividad como estado natural del individuo (Dardot y Laval 3). El

neoliberalismo es una racionalidad que tiende a estructurar y organizar las acciones de

autoridades y subordinados conduciendo a ambas partes hacia un modelo de subjetividad

competitiva (4); por lo tanto, la visión sobre las formas de relación con cuerpos que no pueden

entrar en este juego adopta dos tendencias: 1) la de rechazo y eliminación de quien no tienen

expectativas de producir competitividad (que sería el nuevo modelo de producción y

reproducción que hacen funcionar al mercado), y 2) la búsqueda de nuevas formas de

competencia en donde el cuerpo improductivo se define como un contenedor vital que se

convierte en mercancía. Esta mercancía entraría en el mercado, sobre todo, si se tiene un

soberano o una subjetividad dominante que pueda hacer uso e intercambio de ella. Cuando ni

siquiera existe una diferenciación entre mercado y ley, este tipo de intercambios emergen de

forma legal y son replicados de manera clandestina. El mercado de los cuerpos se ha

establecido desde el siglo XVIII y siempre ha estado avalado por la ciencia: “it was indeed a

scientific discourse which, from the seventeenth century, began to state what man is and what he

must do, and it was in order to make a man a productive, consuming animal, a being of toil and

need that a new scientific discourse proposed to redefine the measure of man” (255). Así, por

primera vez se dividió a los cuerpos entre productivos e improductivos. Esta separación generó

lo que llamo horror a la improductividad, concepto basado en la definición de utilidad propuesta

por Peter Fleming. Él señala que trabajar es una actividad que no se cuestiona. Por el contrario,

existe una constante presión por hacerlo para evitar el sentimiento de inamovilidad frente al
55
sistema económico y cultural. Trabajar es antinatural , es una construcción social del


55
Esto ya lo había señalado Hannah Arendt en su libro The Human Condition cuando hace la distinción entre labor,
trabajo y acción. Ella define al trabajo como todo lo que lo que es ajeno a las funciones biológicas del cuerpo (7). Además
agrega que el proceso del trabajo gira alrededor de la sostenibilidad y la utilidad (153), lo cual rompe con todo proceso



74

neoliberalismo que impone que la vida gire entorno al trabajo o a la falta del mismo. Es falso que

se necesite trabajar para poder sobrevivir biológicamente (2-3); sin embargo, el neoliberalismo

ha establecido que la falta de actividad productiva y generadora de ganancias lleva a la muerte.

Además la muerte se convierte en un castigo indeseable, lo cual elimina su potencial carácter


56
liberador . El cuerpo nunca deja de trabajar, ni siquiera en su tiempo libre. Este hecho lo

convierte en una forma de mercancía observable y hace que se identifique como un productor

comprometido capaz de sacrificar su vida en pos de trabajo (7). Este sacrificio no tiene relación

con la muerte, sino con el desgaste emocional y físico. Al cuerpo se le exige ser productivo, lo

cual determina su subjetividad. Cuando este se siente inútil, adquiere subjetividades

improductivas entre las cuales se encuentra la del enfermo.

La sensación de inutilidad genera lo que Fleming llama el deseo de trabajar del

moribundo. Él relaciona este concepto como el lamento por el tiempo perdido y el deseo suicida

de querer trabajar aunque existan razones biológicas que impidan hacerlo (103-104). En el caso

de las subjetividad dominante, veremos cómo en muchos casos el individuo dominante manipula

a sus subordinados con este deseo de trabajo y busca nuevas formas de hacer productivo el

cuerpo que no lo es. Para Fleming, la enfermedad tiene la capacidad de detener el trabajo y

convertirse un escape de la máquina de producción: “being too ill to work appears to gather

emancipatory import when power cast us as bearers of human and social capital” (108). El

cuerpo regresa a su dueño solo cuando este decide dejar de producir.


natural porque la exigencia de mantener una actividad constante y rendidora crea una necesidad de consumo
innecesaria para la sobrevivencia biológica. Cabría decir que la demanda del trabajo agota al cuerpo y le dificulta cumplir
con sus funciones naturales.
56
Fleming señala que el suicidio es la medida extrema para buscar la liberación del trabajo. Además es una manera en
que el cuerpo utiliza el biopoder a favor de sí mismo. El trabajo ha infectado los procesos individuales de la vida y, por
eso, el cuerpo se convierte tanto en un campo de batalla como en la fuente de la miseria misma del individuo (122).




75

Pero, ¿en qué momento el cuerpo improductivo se volvió un recurso explotable? Con el

inicio del post-Fordismo, las economías borraron la barrera entre la reproducción y producción.

La reproducción biológica pasó del espacio privado al mercado de trabajo post-industrial, con lo

cual se crearon estrategias de acumulación sobre el material vital proveniente del cuerpo. A esta

transición se le puede identificar como el paso de fuerza de trabajo como capital a la vida misma
57
como capital . La era post-Fordista demanda que los momentos en que no se trabaja también

sean productivos (Cooper y Waldby 5-6). Esa forma de producción solo puede concretarse a

través del comercio del material biológico. Melinda Cooper y Cathy Waldby llama a esto clinical
58
labor . Lo que Hannah Arendt identificó como labor; es decir, las funciones biológicas que

cumple el cuerpo de manera natural, encuentra su evolución en el mercado de la medicina. La

labor se convierte en trabajo a través de la comercialización de tejidos, óvulos, fluidos y servicios

reproductivos (Cooper y Waldby 7). Y estos servicios pierden su carácter natural para pasar a

formar parte de una industria que está influida por las reglas del rendimiento económico, lo cual

exige su desnaturalización. Tanto el paciente como la institución médica permiten este proceso:

these forms of productivity are regulated through the conceptual and institutional

framework of bioethics which tissue providers –those who surrender blood, semen,

oocytes, embryos, kidneys, and other forms of “live tissue”– are cast as altruistic donors

who give for the public good, even in cases where they are paid a fee for their tissues are

commercialized (…) Clinical trial participants are understood to be volunteers who

receive compensation rather that wages, nominally compensation rates” (Cooper y

Waldby 7).


57
Traducción mía de los términos en inglés capital labor y capital life respectivamente.
58
En adelante llamaré labor clínica al concepto de clinical labor.



76

Esta forma de comercialización se vincula con la idea de que las rutinas fisiológicas son

negociadas, pero también pueden ser impuestas (Turner 153): negociadas con el cuerpo propio

y libre a partir del control sobre sus funciones, pero impuestas por las necesidades de un

mercado que le exige superar sus capacidades para cumplir con la demanda de producción

biológica.

La retórica de la bioética camufla al mercado de material biológico. Inclusive el cuerpo

enfermo puede estar sujeto a estas reglas y, con esto, encuentra su utilidad dentro del sistema.

La utilidad aquí se entiende en dos sentidos: como ganancia y como capacidad productiva,

evitando así el horror a la inutilidad del que hablé anteriormente. La labor clínica puede terminar

de definirse como “the process of material abstraction by which the abstract, temporal

imperatives of accumulation are put to work at the level of the body” (Cooper y Waldby 20).

Todos los espacios están contaminados por el sistema económico y las relaciones con el

mercado. Y es aquí donde nos encontramos con la idea de la vida eterna ya no asociada a la

religión, sino a la pro-longevidad: el cuerpo es inmortal a través del rejuvenecimiento y cambio de

células (Turner 230-231). La vida debe mantenerse para poder seguir contribuyendo al círculo de

producción. Añadiría que la curación es también un factor asociado a la vida eterna, a pesar de

que se sabe que las medidas de salud o el tratamiento médico no disminuyen los agravantes que

producen la carga de la enfermedad ni han aumentado la expectativa de vida (Illich 21). Esta

afirmación encuentra sentido cuando se entiende que los “agravantes de la carga de la

enfermedad” son los efectos secundarios del tratamiento que producen la aparición de

enfermedades paralelas. Si el tratamiento contribuye al alargamiento de la expectativa de vida,

también la disminuye debido a la posibilidad de que presenten consecuencias que menoscaban

la calidad de vida del paciente. La idea del post-progreso relacionada a la ciencia sugiere que la

habilidad técnica, la intervención y el deseo de sobrevivir establecen un dilema existencial sobre

el vínculo que el individuo tiene con la medicina, con su propio sufrimiento, con las “ganas de

vivir más” y con control sobre el momento de la muerte (Kaufman 14). El discurso médico



77

interviene en las decisiones que el paciente toma sobre su propio cuerpo y crea vínculos de

dependencia con el doctor que aconseja lo “mejor” para la paciente y con personas externas

como la familia o autoridades religiosas que intervienen en la toma de decisiones. En

consecuencia, no es raro que ante la ausencia del médico el paciente encuentre otra figura de

autoridad que lo ayude a encontrar una resolución a sus problemas. Es así cómo se justifica la

existencia de la subjetividad dominante .

El análisis de la novelas de este capítulo estará dividido en dos partes. Primero, el individuo

común –no asociado a ninguna institución de poder– que asume la subjetividad dominante,

donde se incluyen las novelas Salón de belleza y Perros héroes de Mario Bellatin y Fruta podrida

de Lina Meruane. Mi análisis sobre estas novelas muestra cómo estos personajes adquieren

esta subjetividad porque desean alargar su supervivencia, quieren demostrar que pueden ser

capaces de demostrar que tiene poder a pesar de su discapacidad o necesitan controlar a otros

cuerpos para sacar provecho económico de ellos. Segundo, el individuo que ha tenido alguna

posición de autoridad dentro del sistema médico que pierde y recupera su poder. En este caso

analizaré Los fantasmas del masajista también de Mario Bellatin y La cresta de Illión de Cristina

Rivera Garza donde se muestra cómo las subjetividades dominantes y dominadas se confunden

y producen relaciones y acciones inesperadas.

El individuo común que controla y domina

La obra de Mario Bellatin está permeada de cuerpos deformados, enfermos o alterados que

están en contacto y que generan relaciones diferentes entre ellos y con su entorno. En este

sentido, producen dinámicas de resistencia ante el estado-nación-territorio que los ha marginado.

A su vez establecen nuevos órdenes jerárquicos donde figuras dominantes ejercen control. Estas

figuras se presentan ante el lector como subjetividades dominantes al margen del poder estatal

quienes crean sus propias reglas –o replican ciertos ordenamientos– dentro de un microcosmos

donde los cuerpos que dominan se presentan como vida nuda, los cuales oscilan entre la



78

recuperación del control sobre sus destinos fuera de las reglas macro-políticas y la dominación

interna de una figura casi dictatorial. Esta figura rige el espacio bajo regulaciones alternas que

tanto desafían los convencionalismos ejercidos sobre estos cuerpos, como intentan reordenarlos

a su voluntad.

En esta parte de mi investigación voy a analizar las subjetividades dominantes en dos

novelas de Bellatin, dos figuras que además no pertenecen ni han pertenecido al ámbito

institucional de la medicina. En primer lugar estudiaré Salón de belleza, donde la subjetividad

dominante se materializa en un enfermo que padece un mal que se presume SIDA. Él se

presenta como un sujeto que ejerce el poder dentro de un espacio-tiempo limitado, sin el fin de

perpetuar su dominio, pero que intenta regresar al esplendor de su época pasada donde era

capaz de controlar la belleza de un cuerpo en donde ahora solo contempla descomposición. En

segundo lugar analizaré Perros héroes, donde la subjetividad dominante es ejercida por un

sujeto discapacitado e inmóvil, quien dentro de su microcosmos ocupado por cuerpos abyectos

ejerce su domino a través de cuerpos de animales y humanos que se convierten en máquinas de

extensión que permiten el funcionamiento de su cuerpo inservible y paralizado.

Por otro lado, estudiaré la novela Fruta podrida de Meruane. En ella la figura del cuerpo

enfermo se presenta de manera diferente: 1) como elemento de resistencia frente al discurso

intervencionista de la salud que define la enfermedad, decreta quién está enfermo, ordena qué

se hace con estos individuos y se posiciona como un monopolio que no permite que el sujeto

decida sobre sí mismo (Illich 6); y 2) como un cuerpo desprovisto de valor para la actividad

productiva que es obligado a entrar al mercado, pero que a través de esto encuentra su función

en la acción sublevada. La subversión como estado final de un cuerpo que no tiene nada que

perder (porque la enfermedad se encuentra en estado terminal) se convierte en un arma potente

difícil de controlar. De la misma forma, la novela también muestra el surgimiento de la

subjetividad dominante fuera del ámbito médico –aunque mantiene cierta relación con él–, que




79

utiliza al cuerpo enfermo para concretar el intercambio económico de material biológico

determinado por el sistema neoliberal. El dinero, la dominación y la resistencia configuran un

microcosmos donde el Estado no interviene, pero donde se replican sus prácticas tanto políticas

como mercantiles. Veamos a continuación qué ocurre en estos textos.

En las novelas Salón de belleza y Perros héroes de Bellatin aparecen dos subjetividades

dominantes que podrían tomar la posición del soberano. En el primer caso encontramos a un

peluquero travesti ahora enfermo, y en el segundo a un discapacitado con un cuerpo deformado

incapaz de valerse por sí mismo, por lo que depende de una silla de ruedas. En este sentido,

Bellatin recrea espacios en los cuales la subjetividad dominante es una figura que se resiste a

continuar perteneciendo a un sistema que lo ha marginado y, por lo tanto, adquieren una

subjetividad que nunca le ha pertenecido. Así intenta establecer un nuevo orden a través del

ejercicio de un poder que él mismo se ha otorgado. Los espacios neo-políticos que dominan la

obra de Bellatin pretenden ser independientes, pero también crean nuevas relaciones entre

cuerpos que pueden ser tanto liberadoras como tiránicas.

Para esta parte de la investigación es importante recordar el concepto de la virtud de la

avaricia. Basándose en la teoría hegeliana, Warren Montag señala que la razón universal no se

da a través de una institución formal o jurídica, sino de una comunidad de individuos que

establecen los parámetros de la moral, de lo correcto y del significado de la caridad. Añadiría que

si bien es cierto que es la comunidad la que establece estos valores, es imposible negar que

están influenciados por el peso el aparato discursivo creado por las instituciones. De esta

manera, aparece el concepto de solidaridad que encuentra su fisura cuando su razón se

construye para satisfacer intereses personales: "the universal is produced by concrete individual

who not only do not labor with the aim of producing a universal community, but who, on the

contrary, seek only to satisfy their own needs, even at the expense of the others (Montag 194).

En todo acto solidario se esconde la necesidad de saciar alguna carencia personal. El trabajo




80

individual que debería servir a la comunidad, en realidad retribuye a un ente superior que busca

su propio beneficio, un beneficio que Montag asocia con el mercado, pero que en la obra de

Bellatin cubrirá necesidades relacionadas con la obtención de poder por parte de figuras en

decadencia física o estado de abyección. Sin embargo, aunque la satisfacción personal esté de

por medio, Montag señala que se producen más beneficios con los actos de codicia que con los

guiados por la benevolencia o el desprendimiento: “lust and greed, if not virtuous in themselves,

lead to a production not only of a prosperous world but a world which can be regarded as virtuous

in so far as it will relieve the sufferings of the poor more effectively and to a far greater degree

than any system of charity based on self-denial or asceticism” (196). Debido a que tanto

benefactores como favorecidos creen que este tipo de actos van a otorgarles ventajas, se crea

un concepto de universalidad que no solo los garantiza, sino que está llamado a negar su propia

esencia en cuanto a acción guiada por la codicia. Este velo de ignorancia previene que se

manifiesten las verdaderas intenciones de los actos de benevolencia, cambiando su concepción

inicial de acto que beneficia a uno o unos cuantos a una acción que favorece a todos por igual.

Esta concepción de “universalidad” guía a los sujetos a continuar respondiendo a intereses

mayores, dentro de un plan sistemático que conduce a la masa a seguir trabajando por algo que

se considera tendrá repercusión directa en los demás.

En la obra de Bellatin, la idea de la codicia se replica en estas subjetividades dominantes

que actúan supuestamente en beneficio de los cuerpos desprotegidos o excluidos por el sistema,

pero que a la vez le otorgan a ellos un poder que los afianza y que garantiza su continuidad a

menos durante periodos determinados de tiempo. Esto lo hacen a través de la creación de un

acuerdo hegemónico que contiene la idea de que el beneficio llegará a través de una muerte

más digna (en Salón de belleza) o un espacio de protección mejorado (en Perros héroes).

Bellatin crea mundos aislados y autosuficientes que se bastan con sus propios recursos,

espacios donde nada es exterior, pero que están fuertemente reglamentados (Ruiz 203). Ahí la




81

figura autoritaria se erige basada en una promesa que es a la vez una condena: el bien y el mal

se hacen indistinguibles.

Bellatin es pionero de la supresión del discurso de las metáforas que establecían

relaciones entre la nación y el cuerpo enfermo, donde la decadencia del sujeto nacional estaba

vinculada a la podredumbre o corrupción de un territorio específico que no había terminado de

cimentar sus valores como nación o que se había corrompido. Por otro lado, a pesar de que en

Salón de belleza se plantea el temor al contagio de una enfermedad-peste innombrable dejando

a los sujetos infectados fuera de los límites estatales y marcándolos como agentes indeseables o

simplemente abandonándolos a través de la desaparición de toda relación entre Estado-

paciente, el narrador se aleja de este centro y plantea nuevas líneas de fuga que escapan o

complementan estos planteamientos. La relación con el cuerpo enfermo, la emergencia de

nuevas dinámicas a través de él, la generación de espacios alternativos donde conviven los

enfermos, la invasión del discurso médico y el desafío frente a él y, sobre todo, la aparición de la

subjetividad dominante son algunas líneas que atraviesan la novela y que abren camino para

repensar el cuerpo fuera de las ficciones que se centran en convertirlo en objeto nacional.

Salón de belleza narra la historia de un peluquero que decide transformar su exitoso

salón de belleza en un Moridero ante la emergencia de una enfermedad sin nombre que está

eliminando a los habitantes de un territorio que no se puede identificar. Ante el rechazo de las
59
instituciones y de los individuos sanos (que está compuestos por homofóbicos-matacabros y

gente aterrorizada por la plaga), el peluquero decide recibir a los enfermos en estado terminal

para que mueran de manera digna y no en la calle: "esta es la génesis del Moridero, cuya

59
"Matacabros" es una palabra peruana utilizada para identificar a los asesinos de homosexuales. La palabra "cabro" en
Perú es un término peyorativo para nombrar a los hombres que tienen esta orientación sexual, especialmente a aquellos
que ejercen el travestismo.



82

existencia es posible debido al claro rechazo de la sociedad representada en esos jóvenes

homofóbicos y asesinos y en esos entes estatales representados por los hospitales" (de Lima).

El Moridero es un lugar donde los enfermos reciben atenciones para tener una muerte

confortable; sin embargo, están prohibidos de seguir tratamientos que prologuen su vida.

Paralelamente, el peluquero aficionado a los peces exóticos cuenta las peripecias de los

animales desde que el salón se convirtió en un espacio de muerte. La novela también está

permeada por los recuerdos de la vida del peluquero antes de que tomara la decisión de

convertir su salón de belleza en Moridero y contrajera él mismo la enfermedad. El narrador no

solo se detiene en detalles vinculados con su profesión, la descripción de las mujeres que

frecuentaban el salón y la colección de peces exóticos, sino también narra dinámicas

homosexuales alternativas como el travestismo, la prostitución y las relaciones sexuales en

lugares como los baños. Se puede identificar todas estas prácticas como formas de liberación
60
que llegan a su fin con la aparición de la enfermedad . Esto se muestra, por ejemplo, en la

descripción que le peluquero hace sobre sus visitas a los baños:

El caso es que estos baños son distintos, porque a diferencia de los que frecuentaba el

padre de mi amigo aquí todos los usuarios saben a lo que van. Una vez que se está

cubierto solo por las toallas, el terreno es todo de uno. Lo único que se tiene que hacer

es bajar las escaleras que conducen al sótano. Mientras se desciende, una sensación

extraña comienza a recorrer el cuerpo. Minutos después queda uno confundido con el


60
No habría que olvidar que la plaga del SIDA a la que alude la novela surge cuando la comunidad homosexual había
adquirido ciertos mecanismos para ejercer prácticas sexuales alternativas que desafiaban a la configuración
heteronormativa. Esta enfermedad, que se contagia a través del acto sexual, amenaza, limita y elimina estas prácticas,
no solo negando el ejercicio del sexo sin la sexualidad dominante, sino también un modo de producción fuera del sistema
(la prostitución) y las relaciones alternativas entre estos cuerpos (a través de la creación de vínculos que a su vez
generan espacios, lenguajes y tiempos alternos). La ocupación de una subjetividad que no corresponde a la socialmente
asignada a través del maquillaje o el travestismo también se ve afectada por la aparición de una enfermedad que
degrada el cuerpo y que identifica a los sujetos como desechos indeseables que deben ser excluidos y ocultados.





83

vapor que emana de la cámara principal. Unos pasos más y casi de inmediato se es

despojado de las toallas. De allí en adelante cualquier cosa puede ocurrir (...) Pero ahora

aquellos son tiempos idos que estoy seguro nunca volverán. Actualmente mi cuerpo

esquelético me impide seguir frecuentando ese lugar (Salón de belleza 30-31).

Este análisis tiene como función principal estudiar las diferentes acciones que se

producen dentro del espacio del Moridero, teniendo como eje principal el surgimiento de la

subjetividad dominante. Abordaré la novela desde dos puntos claves para explicar este

fenómeno: el primero tiene relación con la generación de un espacio alternativo, donde los

pacientes recuperan cierta libertad después de rechazar las atenciones médicas brindadas por el

Estado y los actos de solidaridad de la congregación de las Hermanas de la Caridad; y, segundo,

el surgimiento de la subjetividad dominante como agente que finalmente termina beneficiando al

sistema estatal que intenta rechazar.

La posibilidad de que la acción política resida en el cuerpo enfermo se encuentra en los

vínculos de afinidad que se pueden crear a partir de compartir una misma situación de

desamparo y de encontrarse en un mismo espacio. En él se genera una comunidad abierta a

realizar acciones que transformen la estructura médica y social que les impone límites. ¿Pero

quiénes son estos cuerpos? En la novela no se especifica qué enfermedad padecen los

individuos que terminan en el Moridero, aunque muchos críticos coinciden que sufren de SIDA.

Sin embargo, que la enfermedad no sea nombrada no impide que estos cuerpos estén

estigmatizados. El mal se convierte en la seña que clasifica y advierte la desgracia de estas

personas. Las marcas pueden variar: desde un corte o quemadura hasta la deformidad, la

fealdad o defectos, marcas que indican que el individuo que las exhibe está desacreditado y

debe ser evitado, sobre todo en lugares públicos (Kleinman 158-159). La enfermedad se

convierte en un estigma cuando se crean discursos que generan miedo, asco y paranoia

alrededor de ella: “the change of meaning is an instance of a more general process of




84

psychologization of experience of the West, through metaphors of distress and other human

problems that were once bodily have become mental” (159). El estigma rompe con lo

convencionalmente aceptable para convertir al individuo en ese Otro que nadie quiere ser, que

se opone a sus valores y que le es extraño o inhumano. Esto permite la construcción de lugares

como el Moridero, los cuales abren un espacio donde las dinámicas de control, rechazo y

solidaridad exteriores dejan de funcionar. Estos pacientes han recuperado cierta capacidad de

elección al querer pertenecer a un espacio que rompa con el monopolio médico y las leyes de la

solidaridad católica representadas por las Hermanas de la Caridad, quienes son definidas por el

peluquero como “monstruos morales” que pretenden cambiar sus reglas (de Lima). Ellas quieren

imponer códigos que no corresponden con el desligamiento de los discursos médicos o morales,

narraciones que antes han rechazado a estos pacientes. Estos individuos ahora suplican por ser

parte de un nuevo ordenamiento donde el estigma no sea la regla:

Algunas veces, muchachos jóvenes y vigorosos tocaron las puertas. Aseguraban que

estaban enfermos, e incluso algunos llevaban consigo los resultados de los análisis que

lo certificaban (...) Querían a toda costa ser huéspedes del Moridero. Se ofrecían,

incluso, para ayudarme en la regencia. Yo tenía que sacar la misma fuerza que

mostraba delante de las mujeres que pedían hospedaje y decirles que regresaran meses

después. Que no volvieran a tocar las puertas sino hasta cuando sus cuerpos fueran

irreconocibles. Con los achaques y la enfermedad desarrollada. Con esos ojos que yo

ya conocía. Sólo cuando no pudieran más, les era permitido volver. Únicamente así

podían aspirar a la categoría de huéspedes (Salón de belleza 43).

El deseo de ingresar al Moridero a pesar de contar aún con buen estado de salud, muestra una

clara negación por parte de los pacientes a someter sus cuerpos a la ciencia o la caridad, ambas

instituciones que los han estigmatizado primero por ser homosexuales y luego por padecer una

enfermedad incurable. Inclusive se prefiere la muerte como acto de dominación sobre el propio




85

cuerpo: el control sobre la vida en el umbral de la muerte parece más digno que someter el

cuerpo a la constante intervención médica (Delgado 75). De esta manera, el enfermo terminal se

resiste al orden biopolítico aceptando la muerte y evitando que el experto legal o médico tome

las decisiones por él. Patrick Hanafin hace una observación deleuziana sobre este punto: los

enfermos terminales son aquellos que ya se han ido, “to be already gone is to accept death and

not allow it to become the limit of thinking” (47). Se puede entender esto como la posibilidad del

enfermo terminal de hacer cualquier cosa que piensa o desea sabiendo que las consecuencias

no pueden ser peores que esa muerte que siente cercana. En el caso de Salón de belleza,

considero que la negación del tratamiento es la última instancia de rebeldía para regresar a lo

que se llama la “muerte natural”, que ha sido negada por el sistema médico desde el

establecimiento de su legitimidad. Escoger cómo y cuándo morir revela un poder personal que

ha sido negado por la imposición de vivir sin importar la condición en la que el cuerpo se

encuentra (48). También se puede morir sin la intervención de un agente externo, sobre todo del

médico que tiene como misión preservar y prolongar la vida (Illich 190). El regreso a la muerte

natural permite recuperar la propiedad del cuerpo.

La muerte natural estaba definida como contraria a la muerte anormal, la cual era

resultado de una enfermedad, de un acto violento o de la perturbación mecánica o crónica del

cuerpo. Sin embargo, la barrera entre la muerte natural y anormal se ha difuminado porque el

acto de morir está controlado socialmente a través del deber de seguir un tratamiento ya sea

efectivo o no. El encuentro con el médico es tan inevitable como el encuentro con la muerte

(197-198) y esto ha eliminado la posibilidad de morir naturalmente sin que exista de por medio el

intento de salvación. Al dejarse morir se recupera la muerte natural, restauración que los

pacientes y el peluquero que rigen el Moridero de Salón de belleza desean a través del rechazo

a la intervención de agentes externos a este espacio y del cumplimiento de ciertas reglas que se

aplican en él. La aparición de estas normas implica que hay alguien que las ha creado. Y es ahí




86

donde aparece la subjetividad dominante y, con ella, la delimitación de la libertad de los cuerpos

enfermos.

La subjetividad dominante dentro del espacio del Moridero es el peluquero, quien en un

acto de solidaridad reafirma su posición de intermediario de la muerte. Ejercer este poder sobre

otros cuerpos le ayuda a posicionarse fuera de su rol de enfermo dentro del sistema

(diferenciándose de los cuerpos subordinados) y le permite soportar su propio deceso (porque el

soberano a quien imita es inmortal). El interés por la muerte (que puede darse a través del

asesinato o de la creación de condiciones para que esta suceda) aparece cuando el individuo se

da cuenta de que es objeto de odio y desprecio (Montag 203). El peluquero, antes creador de

belleza, ahora inventa leyes para regentar la estética de muerte, una muerte digna que él

también desea. En este sentido, el peluquero compone y reproduce las reglas que él desea para

sí mismo, el acto codicioso encubierto como acto solidario donde él dirige la muerte de otros con

el fin de tomar control sobre la suya. Arthur Kleinman afirma que ayudar a los pacientes a

controlar el miedo y la ira ante las limitaciones del cuerpo son funciones del médico, quien debe

restaurar la confianza en el cuerpo, ayudar al paciente a escapar de la culpa y envidia hacia los

cuerpos sanos y preparar al paciente para su muerte (39). Lo que hace el peluquero en Salón de

belleza es adoptar estas funciones para poder superar su propio destino: las limitaciones de su

cuerpo se reemplazan por el control sobre los individuos que reflejan su muerte. Pero a la vez,

este reflejo se repele gracias a la sensación de dominio que se percibe a través del control de la

enfermedad y del momento de la muerte. El peluquero se empodera y vence su mortalidad

decretando el destino de los otros, lo cual le permite también decidir sobre sí mismo. Esto es una

forma alternativa de independencia: si uno no puede controlar la muerte propia porque se está

ante una enfermedad impredecible que deteriora el cuerpo y mata su “belleza” (que antes el

peluquero estaba encargado de conservar), puede recuperar cierto poder a través del

ordenamiento de la decadencia que se tiene alrededor.




87

¿Cómo maneja el peluquero su Moridero? En primer lugar, es necesaria la degradación

del cuerpo de los pacientes a vida nuda, reducirlos a desecho quitándoles sus características de

sujeto-ciudadano como el nombre y las señas particulares que definen su individualización. Son

cuerpos sin identidad, fuera del tiempo, sin tumba, que van a parar a una fosa común (Vaggione

482) o cuerpos reducidos a sus instintos y deseos primarios (Vieira) para que les sea más fácil el

proceso de agonía y puedan dejar el mundo de manera menos dolorosa. La subjetividad

dominante es severa y no deja que las reglas se rompan, inclusive ejerce la violencia física para

que los pacientes entiendan que él está eligiendo lo mejor para ellos, puesto que los cuida, los

asea y está con ellos hasta el último momento, acciones que no sucederían en los espacios

institucionales donde se les alarga la agonía infinitamente a través del uso de medicinas o se les

rechaza para que mueran como si fueran animales. También el peluquero ejerce otra función

médica que a los enfermos de la novela se les niega: la del cuidado paliativo, el cual está

diseñado para mitigar el dolor y mantener cómodo al paciente terminal. En muchos casos, este

tipo de cuidado hace posible que se administren dosis letales de medicina que permiten la

muerte del paciente, lo cual nuevamente empodera al médico para decidir el momento de su

fallecimiento (Protevi 67). Aquí el peluquero ejerce una doble función soberana: la de controlar el

dolor y llevar al paciente a la muerte, aunque sea de forma diferente. Si el médico aplica

medicinas para evitar el sufrimiento y decide el momento de dejar morir al paciente, el peluquero

da sus cuidados para mitigarlo y contribuye a que la muerte llegue con mayor rapidez al evitar el

uso de medicinas curativas. En ambos casos, el paciente tiene nulo poder de decisión sobre

cuánto dolor puede soportar o cuándo morir porque ya fue suficiente.

La crítica señala que el peluquero es un guardián del Estado que ha internalizado las

reglas de disciplinamiento (Quintana 488) o que ha creado un microcosmos de reglas tácitas que

replican una estructura marcial (Ruíz 204); sin embargo, estoy en desacuerdo con estas

afirmaciones puesto que la finitud de su mandato debido a que él mismo está afectado por la

enfermedad complejiza estas dos propuestas. Su subjetivación autoritaria está determinada por



88

el deseo de romper con este tipo de ordenamientos que han condenado al cuerpo social al que

él pertenece. Su poder está orientado a resistir a las instituciones y a convertirse en el dueño de

estos cuerpos antes de que sean capturados por un sistema que nunca los ha querido y que

pretende hacerlos sufrir por un tiempo prolongado. Quizá la falla más grande de este espacio es

su figura, pues a través de la imposición de ciertas reglas, no permite que el Moridero se

establezca como una alternativa que revierta completamente lo que ocurre en el exterior. Y no

solo eso, sino que inclusive puede ayudar a ese poder estatal que tanto ha intentado rechazar.

La construcción del Moridero se convierte en un mecanismo que se torna útil para el poder

institucional, puesto que puede funcionar como los "peces basurero" que el peluquero cría en

uno de sus acuarios. Estos cuerpos en estado terminal, completamente inútiles para el sistema

productivo, son depositados en un lugar que se encargará de ellos hasta su deceso. Este

espacio ajeno no es mantenido por el Estado ni por el sistema económico, pero le sirve como

depósito mortuorio donde se soluciona el problema de qué hacer con estos cuerpos aún

ciudadanos que se quedan en los márgenes. El Moridero sirve como lugar de construcción de

alternativas frente a los discursos de la medicina, pero también termina sirviéndole. A pesar de

eso, el Moridero se convierte en un espacio alternativo en tensión entre lo liberador y lo

controlado, entre la variación que termina sirviendo al sistema y lo rebelde que busca liberarse

de él. Los cuerpos son el centro desde donde emergen nuevas dinámicas que están en

constante incertidumbre en un lugar atravesado por las contradicciones, pero que termina

estableciendo un punto de partida para pensar en la construcción de una espacio liberado de los

discursos que los definen y donde el surgimiento de la subjetividad dominante le hace frente a un

poder económicos, médico y estatal propalado que parece abarcarlo todo.




89

61
La breve novela Perros héroes nos muestra otro microcosmos donde una figura

autoritaria atípica aparece para imponer sus propias reglas dentro de un espacio mínimo que

funciona al margen de la sociedad. Un lugar impenetrable donde él y su familia pueden sobrevivir

sin enfrentarse a ese sistema que no los entiende y a unas instituciones (también asociadas con

la caridad y la ciencia) que los dañaron en el pasado y que establecieron un ordenamiento ante

el cual muestran un evidente fastidio evitando cualquier tipo de invasión por parte de agentes

que no pertenezcan a su entorno. Perros héroes narra la historia de un hombre discapacitado,

que no solo está inmóvil en una silla de ruedas, sino que tampoco puede hablar. Sin embargo, se

encarga de la crianza de Pastores Belga Malinois y es considerado uno de los mejores

entrenadores de perros de esta raza. Comparte la casa con su madre y hermana, quienes

atienden un raro negocio de clasificación de bolsas (con lo que se presume mantienen el hogar),

un enfermero-entrenador, un ave de cetrería y treinta Pastores Belga Malinois, perros

adiestrados para matar con un certero mordisco en la yugular a cualquiera que ose irrumpir en

su mundo. Bellatin construye nuevamente un espacio de resistencia independiente que se

posiciona frente a las instituciones que clasifican y limitan a las personas con defectos físicos a
62
ocupar la posición de "bulto" o carga dentro de la sociedad, posición de la cual no pueden

apartarse:

most human societies have historically defined this boundary between the human and the

inhuman in terms of rituals. For the sake of argument these rituals may be classified as

rituals of inclusion and rituals of exclusion. In traditional societies, the fact of birth is not


61
El nombre original de la novela lleva como subtítulo "Tratado sobre el futuro de América Latina visto a través de un
hombre inmóvil y sus treinta Pastor Belga Malinois". Es claro que al autor pretende un análisis que tome en cuenta la
novela como una metáfora de la política latinoamericana o como una exposición/cuestionamiento de los estados-
naciones encarnados en la figura del hombre discapacitado y sus perros. Como dije al inicio de esta parte de mi trabajo,
este análisis pretende alejarse de las metáforas entre cuerpo enfermo-nación para promover nuevas formas de lectura en
cuanto al tema de la enfermedad.
En la novela se utiliza constantemente esta palabra para referirse a ellos.
62




90

an immediate guarantee of human social membership, one has to be transferred from

nature to culture by rituals of social inclusion (Turner 173).

Esto es lo que sucede con el personaje de Perros héroes. En el momento que el hombre inmóvil

nace es clasificado no solo como individuo inservible para el sistema, sino también como una

carga. Usar clarificativos para nombrar establece una marca institucional de pertenencia a un

grupo social (173) que, en primera instancia, determina el valor de cada individuo de acuerdo a

su capacidad productiva. La subjetividad dominante que asume el protagonista de esta novela

intenta revertir este estigma estableciendo un sistema de productividad dentro de su hogar y

asumiendo un lugar superior en la escala social de su microcosmos, para lo cual todas las

personas a su alrededor le sirven como instrumento de trabajo o como adición a su cuerpo. La

subjetividad dominante actúa nuevamente guiado por la solidaridad hacia su familia, puesto que

quiere mantenerla unida en un lugar que es supuestamente mejor que los espacios

institucionales que ocuparon anteriormente. Sin embargo, esta caridad solo lo beneficia a él y a

sus deseos de asumir una subjetividad que no le corresponde dentro del sistema de poder.

La configuración de la subjetividad dominante en la novela se da a través de dos puntos

claves: primero, la historia del pasado de la familia y, segundo, la utilización de cuerpos humanos

y animales como "accesorios" que permiten que el cuerpo defectuoso del protagonista cumpla

las funciones que le corresponden como autoridad dentro del hogar. Así este espacio se

constituye como lugar de amenaza ante cualquier intento tanto exterior como interior de

destruirlo, un lugar impenetrable que funciona bajo sus propias reglas de dominación,

comportamiento, relaciones humanas y producción alejado de las instituciones que antes

pretendieron controlar a estos cuerpos clasificándolos como locos, discapacitados o bultos. La

construcción de este espacio por parte de la subjetividad dominante intenta desafiar estas

clasificaciones estableciendo nuevas categorías para cada uno de los individuos que forman

parte de él.




91

La historia de la familia comienza con el nacimiento del niño discapacitado, quien ahora

es el hombre inmóvil. Al nacer, él es separado de su madre puesto que ella es considerada no

apta para criar a un niño defectuoso. Luego de que el niño fuera arrebatado de la madre y puesto

a disposición de la instituciones científicas, médicas o caritativas adecuadas para criarlo, en un

claro intento por recuperar la posesión sobre sus cuerpos a través de la muerte, la madre decide

asfixiar a su hija para que esta no corra la misma suerte que su hermano a pesar de estar sana.

Debido a esta acción y por sugerencia de los vecinos que la presenciaron, la mujer es recluida

en una institución para enfermos mentales. Al principio el sanatorio no quiere aceptarla, pero

convencida de su condición demencial debido a que ha fallado en su rol de madre y se le ha

asignado el rol de loca que ella acepta, la madre prende fuego a su casa para poder ingresar al

asilo, lugar al que ahora pertenece por su condición monstruosa: “to have a ‘disease mind’ is an

expression used of some person whose behavior falls completely outside the pale of normal

activity; such person is a monster” (Turner 174). La hija corre la misma suerte e ingresa a un

centro que no se nombra, pero en la que cumple funciones de sirvienta. Además su cuerpo ha

quedado en estado deplorable (ha perdido los dientes y el cabello) en consecuencia del dolor por

la separación. Con esto ella también pierde su estado de “normalidad” física y adquiere la

condición monstruosa. Así la familia se disuelve durante más de veinte años.

Es la madre quien decide buscar a sus hijos cuando es dada de alta del asilo. En el

momento que va a recoger al hombre inmóvil, este se resiste a abandonar la institución porque

ya se ha acostumbrado al buen trato que ha recibido en ese lugar, a diferencia de la madre y la

hermana que sufrieron experiencias traumáticas dentro de sus instituciones. Sin embargo,

recuerda la historia de unos perros con vidas heroicas escrita por uno de sus amigos dentro del

reclusorio y decide comenzar la crianza de sus perros en un espacio creado por él mismo. El

recuerdo de la posibilidad de crear una narración fuera de lo que él conoce es lo que le concede

al protagonista la oportunidad de repensar su posición dentro del sistema. ¿Por qué tiene que

limitarse a ser un lisiado o un bulto que no tiene utilidad alguna si tiene la posibilidad de inventar



92

una narración diferente que cambie su destino? ¿No puede ser un héroe para sí mismo y para su

familia? ¿No puede recrear las condiciones para convertirse en un ser diferente al que es ahora?

Es en este momento que la subjetividad dominante comienza a gestarse, pues decide abandonar

su posición acomodada, pero de subordinación, e investirse de un poder que nunca ha tenido y

que le va a permitir desafiar las clasificaciones que le han otorgado durante toda su vida. La

posibilidad de reconstituir a la familia le permite cambiar su estatus de "bulto inservible" al de

máxima autoridad dentro de un espacio propio donde compondrá su cuerpo con accesorios para

dejar sus limitaciones de lado. La idea de reconstruir o complementar el cuerpo con accesorios

externos tiene relación directa con el concepto de animación dentro de una industria médica en
63
la cual la utilización de prótesis es determinante para sustituir los órganos faltantes del cuerpo

y, de esta manera, recuperar sus funciones: “transplantation and prosthetics as procedures of

mass biomedicine appear to share limit in common besides the goal of bodily reconstruction (…)

but despite their difference in materiality, both technologies share a mechanistic vision of

animation, one that assumes the fundamental equivalence of the organ and the machine”

(Cooper Life as Surplus 106). El protagonista de Perros héroes utilizará accesorios para darle

una nueva imagen a su cuerpo defectuoso y con eso será capaz de construir su nueva

subjetividad. Imitando los procesos de biotecnología, el protagonista borrará la fronteras entre lo

vivo y aquello que adquirirá una estructura parecida a la máquina, una fusión animada que

relaciona lo viviente con lo no viviente para convertirse en una inscripción tecnológica (Zylinska

119). El hombre inmóvil rechaza su posición en la escala de poder para inscribirse como un ser

fuera de lo humano, hecho que lo acercará al soberano, que como se ha visto anteriormente está

más cerca de lo mesiánico, bestial y divino que de lo humano. Él debe desarrollar su potencial


63
Se llama prótesis a todos los aparatos que ayudan a cumplir una función fisiológica mecánica, óptica, acústica o
eléctrica del cuerpo. Entre ellos se encuentran articulaciones artificiales, implantes de lentes, audífonos, marcapasos,
diálisis, prótesis biónicas o robóticas e, inclusive, trasplante de órganos (Cooper Life as Surplus 106).



93

imaginativo y el máximo de sus fuerzas para no ser sometido por los demás (Quintana 493). El

hombre que sabe que no puede ser reconocido como una subjetividad dominante en el exterior

va a aprovechar la reconstitución familiar y la transformación de su cuerpo para erigirse como la

autoridad dentro de un espacio donde lo vivido anteriormente no será más que un mal recuerdo.

El hombre inmóvil no lo solo construye y sella su espacio, sino que también asigna los

roles dentro de él. La hermana y la madre se encargan de un negocio no explicado de

clasificación de bolsas para mantener el ritmo de vida que el hombre inmóvil ha escogido, una

actividad que si bien debe salir al exterior para producir ganancias, se lleva a cabo en el primer

piso de la casa, lugar que se ha convertido en una especie de fábrica fordista donde cada uno

tiene una función repetitiva que debe realizar prácticamente sin descanso. Todo esto se realiza

para sobrevivir y mantener el pasatiempo del hombre: adquirir y amaestrar a los Pastores Belga

Malinois, pasatiempo que en realidad lo provee de los accesorios necesarios para continuar

ejerciendo su poder dominante. Con esto también se desafía al sistema económico donde

imperan reglas que no admiten a cuerpos no productivos (el de los locos o discapacitados). En

Perros héroes, estos cuerpos ingresan al sistema para producir ganancias, pero su ingreso se
64
hace de manera atípica. Estos personajes se convierten en reproductores de acciones

relacionadas con el sistema económico estando fuera de las reglas convencionales del mercado.

No obstante, más importante que el escenario es la construcción del hombre inmóvil

como subjetividad dominante que no se limita a su tono de voz inquietante, sino a la utilización

de ciertos cuerpos accesorios que consuman su imagen de poder. Los perros son una extensión


64
Isabel A. Quintana señala que en una conferencia que Bellatin dio sobre la novela, el autor contextualizó la historia
dentro de la problemática reciente sobre la violencia en la ciudad de México. Además ubicó a su personaje dentro de los
barrios pobres cercanos al aeropuerto de la ciudad. En consecuencia, su marginalidad se acentúa, puesto que no solo es
discapacitado, sino también pertenece a una clase social baja (493). Tomando en cuenta esta referencia, se puede
concluir que el sistema económico que se presenta en la novela es el neoliberal post-Fordista, aunque todavía se realiza
el trabajo de fábrica.



94

prostética de la voluntad del protagonista (Delgado 73). Y su deseo es construir una imagen de

terrorífica para afianzar su condición de líder de la familia. Él es el único que puede ordenarles a

estos perros hambrientos de sangre que maten o que estén mansos. También es quien los

castiga y controla solo con los sonidos guturales que emergen de su cuerpo defectuoso. Los

perros se convierten en las piernas, brazos e, inclusive, la voz que le falta, en aquellos miembros

que sí puede controlar desde su silla de ruedas. Además construye un entorno amenazante que

crea tensiones dentro del hogar-fábrica, las cuales alimentan el temor que los otros personajes

sienten hacia él: “el escenario en el que habita está lleno de elementos violentos: las jaulas con

treinta perros (siempre amenazantes), un ave de cetrería que mantiene atada para que no

devore a los pájaros que tiene en otra jaula (...), [y] los sonidos que emite para comunicarse y

controlar a los canes" (Quintana 493-494).

Otro accesorio que el hombre utiliza es al enfermero-entrenador, cuerpo al servicio del

hombre inmóvil que no solo lo entretiene a modo de bufón (después de amenazarlo con ataques

de los canes), sino que también es el encargado de aliviar su dolor a través de terapias o

solamente con el contacto de su cuerpo. Por otro lado, es también quien se encarga de recibir a

las pocas visitas que llegan para ver al gran entrenador de perros (normalmente, entrenadores

nóveles que desean aprender del lisiado) y quien recibe la represalias cuando algo le desagrada.

El enfermero-entrenador es una accesorio más que habla por él, que cuida su cuerpo y que

recibe todos esos insultos que alguna vez él hombre inmóvil recibió por su condición de

discapacitado. El órgano y la máquina obedecen al mismo principio de energía (Cooper Life as

Surplus 110). En la novela esta energía se relaciona con el mantenimiento del poder a través de

la construcción de un cuerpo artificial que sustituye al cuerpo defectuoso, y con eso también

transforma su subjetividad.

En Perros héroes el acuerdo hegemónico de dominación entre todos estos cuerpos se

ha conseguido, aunque se ha construido fuera de las instancias de poder. Y esto abre una vez




95

más la posibilidad de ruptura y de liberación, hecho que podemos ver en la última escena de la

novela cuando la hermana y la madre salen del lugar huyendo de la figura colérica del hombre

inmóvil. Aunque el narrador deja claro que esa huida es temporal porque las mujeres saben que

el exterior es aún más amenazante que el hombre lisiado y sus feroces perros, la constitución de

espacios alternativos a las instituciones abre una veta que permite pensar que la vida sin

vigilancia y libre es posible.

En la novela Fruta podrida de la chilena Lina Meruane se puede observar el vínculo de

afinidad que hay entre cuerpo y mal que aparece con la enfermedad, entendiéndose esta última

como un exceso del cuerpo que es capaz no solo de alterar el orden biológico, sino también el

de la estructura médica. En esta novela el cuerpo enfermo se presenta en dos dimensiones. En

primera instancia como elemento de resistencia frente al discurso intervencionista de la salud a

través de rechazo del instinto de supervivencia. Este repudio a la vida como enfermo ayuda a

entender el comportamiento de individuos que no desean ser parte ni del sistema productivo y ni

del de la salud. Sin embargo, también se concentra en las dificultades de conseguir esta

desvinculación, ya que el sistema intenta capturarlos nuevamente a cualquier precio: “this

inability or unwillingness not only to think the total breakdown of the system, but also to explore in

great detail what happens at its margins, what is excluded and how this boundaries are

consolidated and maintained, that makes bioethics ultimately non-ethical” (Zylinska 130).

En segundo lugar y relacionado con lo anterior, veremos cómo el individuo desprovisto

de valor para la actividad productiva es reinsertado al mercado a través de formas alternativas de

producción. Todo contextualizado en un Chile neoliberal donde la agricultura ha sufrido cambios

sustanciales. La historia de la reestructuración del agro comienza por la Reforma Agraria

impuesta por el Estado en los años sesenta y reformulada por el proyecto socialista de la Unidad

Popular a principios de los setenta. Esto acaba con la antigua estructura de la hacienda y las

relaciones patronales, retornando la tierra a los campesinos quienes eran los que se encargaban




96

de trabajarla, pero los que obtenían menos beneficios de ella. Con el golpe de Augusto Pinochet

en 1973, se decide plantear una contra-reforma agraria que trae como consecuencia la re-

privatización del campo y la feminización de la mano de obra en la agricultura. Con esto se

reorienta la producción hacia la exportación de fruta para los mercados externos. Heidi Tinsman

señala que la industria de la fruta demandaba el trabajo barato y contante de las mujeres del

campo, quienes fueron sacadas del espacio privado e insertadas en el mercado. Lo que parecía

una posibilidad de independencia económica para las mujeres se vio opacada por las

desigualdades que surgieron dentro del campo laboral puesto que las jerarquías del hogar se

mantuvieron y las mujeres eran más explotadas que sus pares masculinos (91, 93). Si bien es

cierto que en Fruta podrida las mujeres tienen una posición más acomodada, considero que

podemos ver la intervención masculina en las mecánicas económicas y la forma cómo el

neoliberalismo ha extremado el uso del valor y fuerza de trabajo del cuerpo femenino. Por esta

razón, además de la subjetividad dominante, aparece lo que llamo la subjetividad enfermo-

subversiva, aquella que se manifiesta en los enfermos terminales que, como ya no tienen nada

que perder, se convierte en un arma potente de indisciplina. Por otro lado, la subjetividad

dominante aquí intenta insertarse en el mercado bioeconómico utilizando la industria de la

experimentación y reproducción, la cual busca encontrar el valor biológico de cada cuerpo para

mejorar y permitir el crecimiento de la industria de la medicina (Cooper Life as Surplus 45).

Fruta podrida intenta desmontar el cuerpo para descubrir su capacidad de actuar, alterar

o detener el ciclo económico que lo ha transformado en un objeto con valor de cambio. La

estructura de la mercancía que ha establecido la sociedad neoliberal ha cosificado al mundo, las

personas y la experiencia. Dentro de esta dinámica, es el mercado el que determina la

organización de estas nuevas "cosas" para su beneficio (Taussig 3). Por esta razón, el cuerpo-

cosa puede ser explotable a pesar de su decadencia. En la novela de Meruane, el centro de las

relaciones familiares y económicas está determinado por la presencia obsesiva del espacio del

hospital y de la enfermedad, pero también por círculos de dominación que configuran un





97

microcosmos donde la medicina, el dinero y la subjetividad dominante determinan el futuro del

cuerpo a pesar de que este desea ejercer su derecho a morir para dejar de ser un cómplice

activo del sistema.

¿Qué narra la historia de Fruta podrida? Zoila del Campo y su hermana María la Mayor

viven en un pequeño poblado del campo chileno llamado Ojo Seco. Allí sus vidas coexisten en

torno a la enfermedad degenerativa que padece Zoila y al trabajo que María ejerce en una

empresa frutícola. Narrada desde las voces de las hermanas y de una enfermera, la historia se

enfoca en la lucha de la Mayor por salvar a su hermana de una enfermedad terminal y la rebeldía

de la paciente hacia el tratamiento médico. María establece un sistema de intercambio

económico que consta en concebir niños que entrega a la ciencia para recibir a cambio dinero y

para no gastar en el tratamiento que su hermana necesita. Su nexo con la institución médica se

da a través del personaje llamado “el enfermero”, quien negocia con estos niños fuera del país.

Paralelamente, la Mayor trabaja como encargada de la eliminación de plagas en una empresa

frutícola que exporta manzanas. La historia que narra los intentos de Zoila de concebir su muerte

y revela el negocio que su hermana ha montado, se ve interrumpida cuando esta última comente

un error y filtra un cargamento de fruta en mal estado. La Mayor no solo huye por la falta

cometida, sino también porque su negocio de intercambio de cuerpos se descubre. Meruane

hace clara analogía entre la exportación de manzanas podridas y lo que podría ser el nacimiento
65
de un cuerpo no deseable para la exportación . Zoila, la hermana enferma, escapa al “país del

norte” y decide visitar el hospital que contiene los cuerpos de los niños donados por su hermana.

Estos están albergados en una recinto rotulado bajo el título de Sala experimental. Después de


65
Tinsman señala que uno de los problemas de las mujeres que trabajaban en la industria de la fruta fue que, debido al
manejo de pesticidas y gases tóxicos, tuvieron abortos espontáneos o concibieron niños con deformidades. En este
sentido se podría hacer la relación entre la fruta podrida que exporta la Mayor y la posibilidad de que su negocio de
intercambio de cuerpos haya terminado debido al nacimiento de un niño discapacitado. Al igual que las trabajadoras de la
industria agrícola de exportación de manzanas de las que habla Tinsman, este personaje también ha estado expuesta a
sustancias tóxicas que pueden causar problemas físicos en los nonatos.



98

66
enterarse que estos seres solamente sirven para salvar a personas que esperan trasplantes , tal

como ella que rechazó esta posibilidad desde el comienzo de su enfermedad, decide atentar

contra el sistema médico a través de la destrucción del material biológico (los cuerpo de los

niños) y de su propio cuerpo. Para dejar de formar parte de esta cadena de intercambio

experimental y reproductivo, ella reafirma su posición de dejarse consumir por la enfermedad y,

finalmente, morir.

Fruta podrida expone al cuerpo enfermo que decide renunciar a la cura para dejar de

servir a un sistema en que las transacciones comerciales han determinado su valor. Entonces

Zoila se posiciona como una grieta y podredumbre frente a la perfección que el capitalismo tardío

necesita (Barrientos 123). Sin duda estamos ante una fase más evolucionada de ese

neoliberalismo por el que Pinochet apostó en 1975. William Robinson señala que en

Latinoamérica la derrota de los movimientos de masas, huelgas revolucionarias y regímenes

populistas y nacionalistas que existieron en la década del sesenta (provocada por las élites

internacionales), produjeron la caída de las economías y una crisis de deudas que exigía la

intervención estadounidense y la instalación de estados represivos. Se tenía que buscar una

alternativa al colapso socialista y la salida que se encontró fue el neoliberalismo: “Latin American

countries experienced a thorough restructuring and integration into de global economy under the

neoliberal model” (Robinson X). Por otro lado, Peter Winn recalca que para el caso chileno,

Augusto Pinochet decidió integrarse a este proceso en con el fin de concretar una “revolución”

económica que cambiaría al país para siempre y lo llevaría por el camino de la modernización y


66
Esto puede asociarse con el concepto de neomort que Giorgio Agamben describe en su libro Homo sacer. El filósofo
plantea que los neomorts son cuerpos con muerte cerebral que son mantenidos vivos para poder salvar a individuos que
necesitan trasplantes. Por esta razón, estos cuerpos viven en estado de excepción porque son incapaces de decidir
sobre sí mismos y pertenecen al soberano (en este caso, el sistema médico) (164-165). Si bien es cierto que en la novela
los cuerpos que Zoila encuentra no tienen muerte cerebral, se presentan inanimados, están sometidos al control médico,
son sujeto de análisis (tal como se indica el nombre del espacio que ocupan) y servirán para salvar a otros pacientes que
necesitan un trasplante para sobrevivir.



99

eficiencia. En este nuevo modelo se propició el mercado libre, pero no la libertad de los

trabajadores (26-28). El ingreso a este sistema económico se convirtió en una amenaza contra el

cuerpo y sus componentes biológicos que debieron someterse a las reglas del mercado.

Meruane se adelanta a este fenómeno y nos presenta en la novela la entrada a la era de la

producción biológica y biomolecular (Cooper Life as surplus 23) donde cuerpo se convierte en

fuente primaria de ganancias.

Fruta podrida se divide en cuatro capítulos. El primero, titulado “Plan fruta” y narrado por

la Mayor, es una exposición de la invasión médica a un cuerpo decadente que al principio no se

sabe de quién es, pero después se revela que se trata de Zoila. Encierro y mortalidad conducen

al lector hacia una lógica que parece irrefutable: es necesario que el médico y la tecnología

intervengan en el cuerpo enfermo para detener su descomposición. A través del uso de la

retórica del temor y del la tecnología que despierta admiración, se ha creado la ilusión de que la

medicina es efectiva para estos fines, por eso el sistema de salud ha monopolizado la acción de

curar (Illich 22). En este primer capítulo, no solo se reafirma la fantasía de la efectividad médica,

sino que también se señala al cuerpo como culpable y causante de sus patologías. El paciente

es presentado como un ser derrotado, vacío, agonizante y decadente, además de ser

comparado con un insecto que es incapaz de valerse por sí mismo sin la ayuda de la

intervención médica. La Mayor dice:

Zoila era un bicho recién fumigado. Era una mosca enredada en la alfombra de la araña,

el puro armazón de un insecto recién vaciado. La miraba sin reconocerla, pero la

reconocía mientras le entraba una bulla en la cabeza, o un zumbido en los tímpanos y

arcadas de cuatro meses o cinco; y en ese momento vertiginoso empezó a torcérsele

dentro un remolino de excusas, de escupos, de vómitos, y largas formulas químicas y un

qué hago con esta al cubo, equivalente a una dosis de sulfuro, cavando hoyos alrededor,

me oye, la depreciación de las divisas, de las manzanas o naranjos o dólares, adónde




100

me largo y qué porcentaje del mercado, del accidente doméstico con potasio, con

pesticidas orgánicos, una temporera de turno, eso, un temblor, un trasplante, un tumulto

de médicos, urgente, un teléfono lleno de números, ciento veinte días más por lo menos,

acá, a la vuelta, pasadas las mil cien hectáreas, una ambulancia, y entonces llevarla, al

hospital llevarla, al hospital, urgente, oyó la mujer por fin a coro en su cabeza (Meruane

15-16).

Este personaje, convencido de la validez del discurso de salvación que la medicina ha impuesto,

se posiciona desde el principio como una subjetividad dominante que se empodera a través de la

confianza que muestra hacia el sistema médico. El cuerpo invadido por ciencia materializa el

diagnóstico médico; por esta razón, debe ser sometido a él y a las reglas económicas que lo

rigen, además de tener como cometido la proliferación de su mensaje redentor.

El segundo capítulo titulado “Moscas de la fruta” y narrado por Zoila, muestra la tensión

entre los intentos de curar a la enferma por parte de la subjetividad dominante y la resistencia del

paciente a recibir el tratamiento médico. En este momento de la novela vemos cómo la cultura y

empresa médica le arrebata al individuo su poder de sufrimiento:

professionally organized medicine has come to function as a domineering moral

enterprise that advertises industrial expansion as a war against all suffering. It has

thereby undermined the ability of individuals to face their own reality, to express their own

values and to accept inevitable and often irremediable pain and impairment, decline and

death (…) Medical civilization is planned and organized to kill pain, to eliminate sickness,

and to abolish the need for an art of suffering. (Illich 127-128/132, énfasis mío)

Zoila quiere recuperar su derecho al dolor y muerte y, por eso, se expone a factores que

deterioran su salud y se niega a seguir la órdenes del médico. Ella se reconoce como la

encargada de esparcir la podredumbre, lo cual puede entenderse como la proliferación de este




101

estado de desobediencia y al deseo de que la enfermedad siga su curso natural. Por esta razón,

Zoila admite ser una privilegiada, ya que cuenta con un cuerpo sin valor, casi muerto, el cual no

tiene la necesidad de ser sometido a los cuidados médicos para alargar la vida productiva. Sin

embargo, reclama no poder contar con los beneficios que esto conlleva porque sufre del acoso

constante de su hermana. La negación por parte de Zoila a recibir tratamiento o respetar las

jerarquías médicas, además de la decisión de matarse de a pocos al intentar ocasionarse un

coma diabético ingiriendo comportas de fruta que alimentan su enfermedad, son las rebeldías

cotidianas que ella ha encontrado para dejar de someter su cuerpo a un enfermero que busca

“arreglarla” aunque ya no tenga salvación y una hermana que necesita que siga siendo un

espécimen al servicio de la ciencia. Ambos personajes actúan de esta manera motivados la

recompensa económica que produce la empresa de intercambio de cuerpos que han montado.

El cuerpo de Zoila alimenta el círculo de producción biológica y le sirve a la medicina como

sujeto de experimentación del tratamiento. Esta forma de explotación del cuerpo enfermo a

cambio de compensaciones le sirve a la industria farmacéutica que obtiene ganancias con la

promesa de salvación: “clinical labor is performed in exchange for health care, reconfigured as an

“in kind” compensation for servicer, comparable to “workfare” where payment of welfare benefits

is made contingent upon the obligation to work” (Cooper y Waldby 8-9).

Por otro lado, la Mayor también adquiere la subjetividad dominante por razones

económicas. Ella ha convertido su capacidad reproductiva en productiva: se embaraza y entrega

los bebés a la ciencia, negocio que no solo le sirve para intentar curar a la hermana –hecho que

se convierte más en una excusa para justificar la ilegalidad de su negocio–, sino principalmente
67
para ganar dinero . Aquí la idea del intercambio de cuerpos está sujeta a la premisa


67
Hecho que se insinúa en la escena en que Zoila encuentra una maleta llena de billetes escondida en la habitación de
su hermana.



102

contemporánea de que la plusvalía asociada al incremento de la población no productiva que no

cubre el costo de su reproducción, va de la mano con la promesa de vida abundante (Life as

surplus 61). La vida en abundancia la obtendrán aquellos que se beneficien de la

experimentación o el negocio de los trasplantes que encuentra su mercancía en el material

biológico de los cuerpos de los niños, lo cual se convierte en el único valor de estos individuos

extranjeros, improductivos y sin derechos que representan la vida nuda. Winn señala que a

causa de la introducción del neoliberalismo en Chile y de la integración de las mujeres a la

industria agrícola enfocada en la producción de manzanas, se produce un decaimiento de la vida

familiar y de la preocupación por los hijos (263). La Mayor experimenta este cambio en cuanto al

discurso sobre el rol de la mujer: si antes se le exigía ser madre, ahora se le exige ser
68
productora . Ella retoma el control de su cuerpo, pero al final queda implicada en el mismo

sistema que le exige que lo utilice para continuar con la cadena de producción biológica.

Por esta razón, Zoila no debe morir y tiene que someterse al control de la subjetividad

dominante que intenta manejar su cuerpo para no arruinar el negocio que las sostiene. Sin

embargo, Zoila es una amenaza y ella lo sabe. De hecho, ambas lo saben. Y como Zoila es

consciente de esto lucha tanto para defender el derecho a decidir sobre su cuerpo, como para

cortar el vínculo de dependencia con su hermana. La enfermedad se convierte en una fortaleza:

el discurso del sistema inmunológico, que intenta detener a la patología de cualquier forma, en

realidad abre la posibilidad de involucrarse en un mundo de diferencia y da la capacidad de

convertirse en quien no se es (Haraway “The Biopolitics of Postmodern Bodies” 286). Este

mundo de diferencia apela a utilizar la enfermedad para recuperar el cuerpo, renunciar al


68
Esto muestra un desarrollo en el mercado de la fertilización. Cooper señala que ya existe el comercio de óvulos, pero
que todavía los embriones no son comercializables (Life as Surplus 134/136/149). En la novela, Meruane nos presenta
una versión en donde las leyes del mercado también se aplican al cuerpo del nonato.



103

69
comportamiento social y cultural que se asume tras adquirir el mal y adoptar una subjetividad

desconocida dentro de este contexto. Para Zoila es la subjetividad del enfermo-subversivo, que

no solo es rebelde frente al tratamiento, sino que también intentará realiza acciones que

perjudiquen a la institución médica.

El tercer capítulo titulado “Fruta de exportación” está narrado en tercera persona y

cuenta la caída de La Mayor y el empoderamiento final de Zoila después de que el negocio de su


70
hermana se descubre. Luego de exportar un cargamento de fruta en mal estado , el enfermero y

la Mayor tienen que huir, con lo que pierde su subjetividad dominante y, con eso, el control

sobre el cuerpo de su hermana. Mientras tanto Zoila toma la decisión de viajar al “país de
71
norte” para dejar de ser cómplice del negocio del intercambio de cuerpos que, si bien es cierto,

no producirá más frutos, tiene algunos circulando. Zoila no solo toma la decisión final de no

someterse al negocio de la medicina, sino que también quiere destruirlo.

Así se plantea liberar a los cuerpos sometidos a la ciencia. La enfermedad se convierte

en el motivador, en el agente que desde su propio sufrimiento y dolor encuentra el impulso para

ejecutar la última batalla y destruir lo que en su nombre se ha construido. Zoila decide actuar

para sabotear los cimientos de la estructura médica e invadir el espacio para contaminarlo.

Guiada por el recuerdo de una fotografía, llega a la puerta de emergencia de un hospital que

parece una fábrica, se escabulle por los pasillos e irrumpe en la Sala Experimental. Lo que


69
La enfermedad de Zoila puede considerarse un “dolor crónico”: “patients can learn to act as chronic cases, family
members and care givers learn to treat patients in keeping with this view” (Kleinman 180). Este tipo de subjetividad es la
que Zoila anula para adoptar la subjetividad enfermo-subversiva.
70
Como dije anteriormente, la autora juega con la asociación entre la exportación de frutas y la exportación de cuerpos.
¿Acaso ha enviado un cuerpo que ella ha parido que no sirve para los propósitos de la ciencia? La aparición del
emfermero, cómplice del negocio de intercambio de cuerpos, es clave puesto que abre la posibilidad de que algo haya
salido mal no con la fruta, sino con el comercio illegal de niños.
71
Esto posiciona a Chile dentro del mercado transnacional, con lo se declara el fin del provincialismo y se desestiman los
problemas locales (Robinson XI) en pos de beneficiar a extranjeros con cualquier mercancía que provenga de este país:
“there are no longer any countries or regions that remain outside of world capitalism or still to be incorporated through
original accumulation and there is no longer autonomous accumulation outside the sphere of global capital (7).




104

encuentra es una escena que esboza la lógica del comercio de cuerpos: una fila de niños, que

parecen fabricados en serie, están inconscientes y conectados a vías de administración de

suero. Si bien no sabemos exactamente para qué servirán, es seguro que contribuyen a la

curación de cuerpos con mayor valor, ya sea a través de la utilización de sus componentes
72
biológicos o la experimentación sobre ellos para crear nuevas formas de tratamiento . Es aquí

donde se reconoce lo que Espósito llama degeneración:

La degeneración es el elemento animal que resurge en el hombre en la forma de una

existencia que no es estrictamente animal ni humana, sino su exacto punto de cruce: la

co-presencia contradictoria de los géneros, dos tiempos, dos organismos incapaces de

alcanzar la unidad de persona e incapaces, por eso mismo, de configurar alguna forma

de subjetividad jurídica (…) el resultado social de una configuración biológica

determinada es, en realidad, la representación biológica de una opción preliminar (191)

Estos niños son cuerpos degenerados que no tienen la posibilidad de configurarse como

ciudadanos. Es como si no existieran porque no cuentan con ningún estatus dentro del sistema

y, por eso, se puede hacer con ellos lo que el soberano a través del sistema médico considere

necesario para mantener la vida de otros individuos que sí tienen subjetividad jurídica. Sin

embargo, esta mercancía es destruida por Zoila que invade el espacio donde se inicia el

comercio e interrumpe su ciclo. Ella logra adentrarse en la Sala Experimental y, tijera en mano,

corta los tubos que alimentan esos cuerpos con el fin de que su muerte detenga el comercio

biológico. En Fruta podrida la necesidad impuesta de mantenerse vivo y sano se convierte en la

excusa para establecer una escala de valor sobre los cuerpos y un mercado que Zoila decide,


72
Si bien es cierto que Meruane no menciona la función de estos cuerpos, podemos asociados al trasplante y
regeneración de los órganos. Cooper señala que no hay diferencia entre lo mecánico y orgánico (Life as Surplus110/122-
123), con lo cual los órganos pueden ser utilizados como mercancía que tiene que producirse de alguna manera. En la
novela la forma de producirla es a través de la gestación de bebés.



105

sino destruir, por lo menos entorpecer. Ella necesita romper con la idea de que existen cuerpos

más valiosos que otros y que, por lo tanto, tienen más derecho a la vida porque pueden pagar

por ella.

El cuarto capítulo titulado “Pies en la tierra” es narrado por una enfermera convencida de

su loable labor de proveedora de salud, ya que se dedica a lo que ella define como "salvar

vidas". A ella le llama la atención una vagabunda, quien día a día vigila el hospital desde la

banca de un parque. Aunque no se confirma, queda claro que esta persona es Zoila. La

enfermera decide establecer contacto con ella. Por esta razón, se acerca a la banca y comienza

a contarle sobre una serie de atentados que ha sufrido el hospital causados por un loco o

comunista que ha invadido el reciento de la salud, lugar que la enfermera considera importante

porque es donde "los cuerpos se reciclan":

Antes los difuntos se iban ipso facto al cementerio (…) Pero esto está cambiando, pienso

sin decírselo, ahora almacenamos a los muertos, los bañamos, los afeitamos, les

escobillamos los dientes y tras empolvarlos los guardamos. Sus cuerpos deben

quedarse por si el corazón, por si el hígado, por si las corneas sirven para algo y también

por el trasplante de médula, por si sirviera el colesterol, por el colágeno. Incluso por si el

oro gastado de las muelas pudiera ser aprovechado. No se ha descartado todavía si del

cordón umbilical se podrá engordar un clon del fallecido o al menos alguno de sus

órganos, pero mientras los científicos se ponen de acuerdo los guardamos como

potenciales materiales de repuesto (Fruta podrida 164-165, énfasis en el original).

El cuerpo provee de material orgánico para salvar a otros seres humanos en un supuesto acto

de solidaridad que es también una forma de acumulación. La retención de material biológico es

una forma promisoria de obtener ganancias (Cooper Life as Surplus 141)




106

Por otro lado, la paranoia se instala en el hospital debido a la constante amenaza de los

atentados. Tanto los médicos como el hospital comienzan a sufrir lo que el cuerpo de Zoila ha

padecido anteriormente: el sentimiento de vulnerabilidad, la incapacidad de tener el control, la

violación del espacio privado y la sensación de incertidumbre. Sospechan de los pacientes

terminales, de una rebelión de enfermos que desean morir, pero que no los han dejado por

normas impuestas por el control estatal. De hecho, no están muy lejos de estar en lo cierto: la

novela deja claro que solo un enfermo sería capaz de acabar con el negocio de la medicina, un

enfermo desahuciado que encuentra en su situación desvalida el potencial destructor que el

sano sometido al miedo a la muerte no puede. Illich sostiene: "I believe that the reversal of

nemesis can come only from within man and not from yet another managed (heteronomous)

source depending once again on presumptuous expertise and subsequent mystification" (35,

énfasis en el original). Considero que la especificidad de la novela en darle la posibilidad de

rebelión a un enfermo abre una interesante variante que enlaza la práctica médica, la sensación

del enfermo frente a esta y el monopolio que ha constituido con la posibilidad de un cambio de

paradigma. Es decir, el enfermo desde su padecimiento desafía al sistema y sus réplicas para

así poder vivir la experiencia de la enfermedad de manera independiente o decide dejarse

consumir por el mal hasta encontrar la muerte, lo cual también implica retomar el control de su

propio cuerpo aunque suene extremo. Si el Estado exige defender la vida para ponerla al servicio

del capital, la muerte se convierte en una rebeldía que corta este ciclo (Hanafin 48). En Fruta

podrida, la enfermedad es el catalizador de un liberación corporal que podría motivar el

levantamiento de otros seres sometidos a estados de dominación diferentes.

Finalmente y relacionado a lo anterior, la enfermedad plantea una alternativa para

acabar con un sistema que en la novela se presenta como corrupto: la donación de órganos, la

investigación y los trasplantes que no están destinados a salvar vidas, sino a la generación de

ganancias. No solo eso, sino que si las salva, escoge a aquellas que considera tienen más valor

para que la maquinaria comercial no se detenga. Los atentados van a continuar mientras el



107

cuerpo tenga vida para hacerlo. La muerte se convierte en la rebeldía final que ha de llegar

cuando todo esté consumado.

El individuo soberano que pierde y recupera su poder

En esta parte de mi investigación se verá a individuos que están o han estado vinculados a la

institución médica y han ejercido funciones asociadas al soberano. Sin embargo, ahora se

encuentran en una posición en la que este poder se ve amenazado por otros individuos que

adquieren la subjetividad dominante. En primer lugar volvemos a la obra de Bellatin. En su

novela Los fantasmas del masajista la figura de la madre del masajista, protagonista de la

novela, se convierte en una voz dominante; es decir, ejerce su poder a través de la lengua. Así

intenta controlar a su hijo y a los cuerpos mutilados de los individuos que él atiende. Mientras

que este pertenece a la institución médica y cumple funciones asociadas a la rehabilitación de

estos cuerpos, la madre es una declamadora que ha desafiado a su profesión creando formas

alternas del uso de la voz y palabra. Esa voz interrumpe los métodos del masajista y se atribuye

el poder de curar el mal de los enfermos retando a los tratamientos tradicionales y asociados al

poder institucional. Con esto, el poder soberano que ejerce el hijo es cancelado por la

subjetividad dominante de la madre que proviene de un ámbito ajeno a toda asociación

institucional e inclusive, vital, pues la voz aparece después de su muerte a través de la posesión

de una lora que transmite sus fantasmales palabras. Transportar la voz al terreno de lo extra-

corporal y paranormal parece un intento de llevar al extremo el derecho a la libre expresión.

Butler señala que el derecho a la libre expresión convierte al individuo en una “persona sin

Estado”, lo cual ella considera negativo pues, a través del lenguaje del odio, permite que se

filtren discursos que dañan a los grupos más vulnerables (Excitable Speech 93). Tomando en

cuenta esta afirmación, en Los fantasmas del masajista vemos que esta voz libre y extraterrenal

no se convierte en lenguaje del odio, sino que tiene un doble cariz: por un lado deja sin vigencia

el discurso institucional, pero por otro se establece como única voz dominante que impide el




108

surgimiento de un contra-discurso. Se podría decir que su voz emancipada anula la capacidad

de hablar de los otros. Por lo tanto, estos individuos no tienen oportunidad de establecer un

discurso alternativo sobre sus propios cuerpos.

Por otro lado, La cresta de Ilión de Cristina Rivera Garza es una novela más compleja,

donde la relación entre la subjetividad dominante y dominado se invierte, se confunde y se

multiplica para intentar hacer emerger una subjetividad insurgente exterminada por la institución

médica y los mismos pacientes que se niegan a concebir la posibilidad de un levantamiento. La

inestabilidad del ser o de los seres que conforman esta historia permiten que el soberano

apegado a la racionalidad médica se someta a una subjetividad dominante que pretende

confundirlo y utilizarlo para encontrar el camino de salida frente a la institución normalizadora,

acción que ante un final ambiguo, no se logra concretar. La novela establece una realidad que se

rompe, se vuelve inestable y desenreda certezas (Trevisan), con lo que se concibe un mundo

confuso en el cual dominadores y dominados adquieren ambas dimensiones para quedar

nuevamente atrapados en la instancia de poder.

En Los fantasmas del masajista la subjetividad dominante está encarnada en una mujer,

la figura de la madre del protagonista. A su vez esta subjetividad está descoporalizada, pues se

convierte en una voz dominante que sigue al lado del narrador a través de su mascota: una lora

que comienza a hablar por ella en el momento de su deceso. Butler señala que la declaración es

poder; es decir, que el lenguaje ejerce un poder en sí mismo ya no como una representación de

la dominación, sino como una performance lingüística del campo político (Excitable Speech 74).

Si bien es cierto que cuando ella habla del campo político se está refiriendo al poder estatal e

institucional, esta definición del poder que tiene el lenguaje puede aplicarse a realidades más

íntimas, donde la voz dominante tiene como función reproducirse, afianzarse y continuar

ejerciendo su autoridad inclusive después de la muerte:




109

the historical loss of the sovereign organization of power appears to occasion the fantasy

of its return –a return, I want to argue, that takes places in language, in the figure of the

performative. The emphasis on the performative phantasmatically resurrects the

performative of the language, establishing a language as a displaced site of politics and

specifying that displacement as driven by a wish to return to a simpler and more

reassuring map of power, one in which the assumption of the sovereignty remains secure

(78).

Como veremos en la novela, la voz del soberano es una voz que se replica en favor de los

enfermos como método de curación alternativa, pero a su vez funciona como herramienta de

control sobre el hijo, quien asume una posición subordinada frente a la madre. La subjetividad

dominante de esta novela controla sin dejar que el individuo dominado se detenga a pensar en

su estado de sumisión: “sovereignty [is] a dominant mode of thinking power, restricts our view of

power to prevailing the conceptions of the subject, making unable to think about the problem of

domination” (Butler Excitable Speech 79). En Los fantasmas del masajista esta forma de pensar

se afianza porque la subjetividad dominante se configura de manera casi religiosa/mesiánica. Así

la perpetuación de la voz se convierte en una herramienta tanto de liberación del dolor como de

dominación de quien se somete a ella. Bajo estos dos ejes, esta novela expone los vínculos de

poder que se establecen a través del lenguaje.

Los fantasmas del masajista está narrada a través de un discapacitado: un hombre a

quien le falta un brazo que una vez al año viaja a un centro de terapia en Brasil donde recibe

tratamientos para aliviar el dolor que le produce la ausencia del miembro. Ahí conoce a un joven

masajista llamado João, quien utiliza tanto terapias corporales como su voz para aliviar el dolor

de los pacientes. Alarmado por la pérdida de peso de João, el paciente indaga sobre los detalles

de este hecho. El masajista le cuenta que hace muy poco su madre ha muerto, pero que su

presencia sigue acosándolo. Ella era una declamadora legendaria y muy famosa porque




110

revolucionó el arte de la recitación: a diferencia de sus pares, ella declamaba versos de

canciones populares en lugar de textos de alta cultura. Por esa razón, era una mujer muy

querida dentro de la comunidad a pesar de haber perdido algo de prestigio en consecuencia de

una actuación que no salió del todo bien. Después de su muerte, la voz de la madre ha quedado

reencarnada en su lora, que todavía acompaña al masajista. Además João confiesa que él

siempre se ha sentido desplazado por la figura materna, puesto que ella estaba sumamente

avergonzada de que él hubiera elegido ser masajista, profesión que ella consideraba burda. De

esta manera, João no solo es acosado por la voz de la madre, sino también por el recuerdo de

su grandeza, ya que está rodeado de los diplomas que ella ganó a lo largo de su carrera y que le

confirman la insignificancia de su profesión. Además es hostigado por un grupo de seguidores de

la madre quienes buscan resucitarla. El dominio que ella ejerce sobre él es tan grande que a

João solo le queda emularla. Sin embargo, cuando esta imitación falla, parece que lo único que

le queda es el suicidio. Es aquí donde vemos el claro reemplazo de la voz del soberano por la

voz de la subjetividad dominante que proviene de fuera del ámbito institucional, pero que se

cuela dentro de él para ejercer una forma de control alternativo. Podemos asociar esto con la

idea del desorden. Siguiendo la línea del bioquímico y académico de la salud V.R. Potter, Joanna

Zylinska señala que

rational human beings, guided by experts, should all agree on the direction in which the

world should develop and the minimal values that drive it, he can unprobematically

present this ethics as beneficial for the whole society which he sees as constituted out of

‘free individuals’. ‘Individualistic aspects’ of culture are seen as variation resulting form

adaptation, not as structuring elements of social order. In the last instances, they can be

seen as moments of disorder and creativity within the system –but not as conditions of

the system´s (im)possibility of being (128).




111

El acto individualista de la madre al imponer su voz sobre la del orden dominante para curar a los

enfermos se convierte en un acto que produce desorden en las estructuras sociales, quitándole

al hijo su capacidad para imponer su voz y regresar a la dirección correcta según el saber del

experto. A diferencia de lo que afirma Zylinska, el acto que produce el desorden parece

instalarse, por lo menos temporalmente, dentro del sistema médico y de curación creado por el

masajista. La figura de la madre como subjetividad dominante se constituye a través de varios

aspectos. En primer lugar, el rechazo hacia el hijo por considerarlo inferior la posiciona como

agente de veneración dentro del espacio familiar, donde solo habitan el masajista y ella. La

madre siempre lo ha considerado un fracasado y un "pobre diablo" por haber escogido una

carrera de tan baja escala, con lo que él pierde toda posibilidad de empoderarse frente a ella:

calling someone a name or, more specifically, being addressed in an injurious way

establishes that person social´s subordination and, moreover, has the effect of depriving

the addressee of the capacity to exercise commonly accepted rights and liberties within

either a specific context (education or employment) or within more generalized context of

national public sphere (Butler Excitable Speech 75).

Sumado a esto, la figura de la madre se erige como una autoridad entre los que comparten su

profesión, ya que ella era la única que contaba con seguidores. Al haberse inventado un método

declamativo que todos podrían entender y disfrutar debido a la utilización de canciones

populares dentro de su repertorio, su figura se asemeja a la del mesías, quien a través de la voz

y el discurso popular puede seducir a quienes la escuchan. Esto la eleva sobre sus compañeros,

quienes también la veneran. La señal más poderosa de su poder sobre su grupo de seguidores

se da cuando la mujer muere: decenas de declamadores acuden al velorio para darle su saludo y

declamaciones a la muerta, quien para ese momento ya ha sido convertida en una diosa a la que

se debe reverenciar. La Sociedad de Declamadoras le comunica a João que no debe cremar el

cuerpo de su madre, pues ellas confían en su resurrección. Por esta razón, han inventado una




112

mortaja que preservará el cuerpo. João queda sorprendido: "sabía que su madre había sido una

persona tomada en consideración dentro de La Sociedad de Declamadoras (...), pero nunca

imaginó que llegaran a estimarla al grado de pretender hacerle ese tipo de homenaje" (Bellatin

Los fantasmas del masajista 41). Lo que João en realidad no comprende es que el poder que

ella ha ejercido sobre él también ha penetrado en otras personas a través de su voz, de un

lenguaje/discurso que ha atraído a las masas y que la ha convertido en una diosa que debe

resucitar y hacerse inmortal. El masajista decide finalmente cremar el cuerpo, pero ni siquiera así

su presencia desaparecerá. Su lora comienza a imitar a la madre y generar su voz, tanto así que

todos comienzan a llamar a la lora por el nombre de la mujer. El masajista le construye un

santuario donde el animal es colocado en el centro y está rodeada de sus diplomas, constancia

objetiva de sus logros que ahora se convierten en milagros. Este lugar también se convierte en

un templo donde acuden sus seguidores. La subjetividad dominante sigue viviendo y

afianzándose. Al masajista solo le queda intentar imitar esta voz para poder recuperar el control

sobre los cuerpos enfermos que atiende, lo cual irónicamente, perpetúa el poder de la

declamadora.

Así João emula la voz de su madre para utilizarla en sus tratamientos. El narrador de la

historia lo advierte: "las delicadas palabras que João le dirigía a la mujer de la pierna fantasma,

logrando con ellas calmar el dolor, tenían que haber sido heredadas de su propia madre. No

podía ser de otro modo que João, solo con repetir de determinada forma la palabra acariciar,

lograra tales resultados balsámicos en su paciente" (Los fantasmas del masajista 30, énfasis en

el original). El masajista encuentra la manera de seguir perpetuando la subjetividad dominante

de la madre. No solo eso, sino que la voz ejerce el mismo poder sobre él y él la convierte en un

producto vendible a los discapacitados como método alternativo de curación. La voz de la madre

tanto domina como cura. Así se transforma en una herramienta médica que se instala dentro de

este sistema y le hace frente a los métodos tradicionales de tratamiento, pero a la vez imita los

métodos de soberanía institucionales frente a estos cuerpos. Como en las otras novelas de



113

Bellatin, la subjetividad dominante abre un espacio de resistencia al poder estatal, pero también

somete a los cuerpos que quedan a su cuidado. En esta novela se muestra que la soberanía

como modo dominante de pensar el poder restringe la visión del poder mismo, previniendo la

concepción de un sujeto que esté fuera de él, lo cual hace que sea impensable el problema de la

dominación (Butler Excitable Speech 79). João se siente miserable cuando el tratamiento verbal

ha fallado con el narrador de la novela, pues él no ha sido capaz perpetuar el poder de su madre

ni de dominar al cuerpo como ella podía hacerlo. De esta manera, él recuerda la historia de un

albañil que se suicida lanzándose al vacío para evitar una vida previsible que él no desea vivir.

La fisura con la subjetividad dominante se da a través de la alternativa del suicidio: la única

salida para João es terminar con su vida para no continuar siendo el perpetuador fallido de la voz

de la madre. Con esto, él no solo destruye el poder de su progenitora, sino que también se libera

de su dominio. Pensar en el suicidio para João significa la recuperación de la libertad sobre su

cuerpo, a la única forma de escapatoria de una subjetividad que le impide constituirse como un

ser libre y como una autoridad dentro de la institución a la que pertenece. El soberano vencido

por la subjetividad dominante vuelve a ser solo un cuerpo y, con esto, se le abre la posibilidad de

decidir sobre su propia muerte.

La cresta de Ilión de Cristina Rivera Garza es una novela donde la relación entre la

subjetividad dominante y dominado se invierte, se confunde y se multiplica para intentar hacer

emerger una subjetividad enfermo-subversiva que ha sido exterminada por la institución médica

y los pacientes, quienes se niegan a concebir la posibilidad de un levantamiento ante el abuso de

los doctores. La inestabilidad de los seres que conforman esta historia permiten que el soberano

de turno, apegado a la racionalidad científica, se someta a una subjetividad dominante que

pretende confundirlo y utilizarlo para encontrar el camino de salida al haber perdido el discurso

literario alternativo ante el poder. La novela establece una realidad que se rompe, se vuelve

inestable y desenreda certezas (Trevisan), con lo que se concibe un mundo confuso en el cual

subjetividad dominantes y dominados adquieren ambas dimensiones, confundiéndose y





114

potenciándose. Se podría decir que la oscilación de estos dos estados son un desdoblamiento

temporal que permite llegar a la plenitud de la vida, tiempo que además está fuera del momento

de la producción (Turner 227). Los personajes de esta novela está fuera de la actividad

económica, ya que se encuentran en un tiempo suspendido debido al mal que padecen o la

adopción de una subjetividad enferma. La búsqueda de la plenitud aquí se alcanza al enfermar y

rechazar este estatus. Ambos estados está vinculados, pues no se puede rechazar la

enfermedad sin antes padecerla; pero más importante, si haber asumido la subjetividad insana y

haber estado sometido a la “verdad” de la medicina. Y la verdad médica se da a través de un

lenguaje que juzga y determina qué es tener una buena vida (176) y ante este lenguaje se abre

la posibilidad de construir un contra-lenguaje a través de la creación literaria que enfrente

directamente al lenguaje médico e interpele a destruirlo.

La historia de La cresta de Ilión gira alrededor del protagonista, un médico sin nombre

que narra los extraños sucesos que vive con la aparición de Amparo Dávila, también llamada la

Desaparecida y su ex novia quien lleva por nombre la Traicionada. Son de igual importancia los

personajes de Juan Escutia, un periodista y enfermo insurgente y el Director General de la


73
Granja del Buen Reposo, hospital que alberga a enfermos moribundos . El médico actúa como

soberano dentro de la Granja del Buen Reposo, lugar que él mismo describe como un

establecimiento para “Los desahuciados. Los desechos. El hospital no era más que un panteón

de tumbas abiertas. Se mantenía gracias al financiamiento ridículo, caso inexistente, del

Gobierno Central. Una especie de Limbo a donde llegaban los heridos de muerte que; sin


73
Tanto Amparo Dávila como Juan Escutia son personajes con referentes reales. La primera es una escritora maxicana
de la primera mitad del siglo XX que no ha tenido mucho reconocimiento dentro de la historia de las letras de este país, y
el segundo es uno de los combatientes que murieron en la Batalla de Chapultepec, recordado como uno de los Niños
Héroes que dieron la vida por defender la patria. No es pertinente para este trabajo hablar de la biografía de estos
personajes; sin embargo, creo que Rivera Garza utiliza estos nombres para acentuar el carácter rebelde de sus
personajes, dándole a Dávila el rol de demandante ante un sistema que ha sido injusto con ella y situando a Escutia
como un alentador del levantamiento de las masas.



115

embargo, no podían morir” (Rivera Garza 29). Luego confiesa que estos enfermos solo le

producen un odio que según él no puede hacerles más daño del que ya traen dentro. Por esta

razón, no le interesa curarlos, sino que prefiere dejarlos morir para evitarles el duro trance dentro

de ese lugar. Si bien es cierto que existe un sentimiento negativo hacia los pacientes, este
74
médico soberano va en contra la práctica médica del tratamiento que, inevitablemente, causa
75
dolor (Illich 26). El médico renuncia a su derecho a hacerlos sufrir y les permite morir

adoptando una característica del soberano, pero que de alguna manera motiva a estas personas

a buscar la muerte antes que someterse al tratamiento. Es quizá por esta apertura a la

posibilidad de concederles la muerte que este médico es capaz de cambiar de lugar con el

enfermo, lo que a la vez le quitará su soberanía para someterse a la subjetividad dominante.

Sin embargo, aunque el médico se niegue a infligir dolor a sus pacientes, el resto de

trabajadores de este lugar les producen sufrimiento: manejan sus cuerpos agresivamente, los

tratan con indiferencia, les dan de comer alimentos sin sabor o demasiado condimentados y son

constantemente amenazados por los guardias, quienes portan armas para atemorizarlos (Rivera

Garza 15). No solo se cometen estos abusos y actos violentos, sino que se pretende controlar a

los enfermos a través del uso de la morfina: “La utilizábamos para todo. Cuando una mujer

lloraba, la callábamos con morfina. Si algún hombre arrugaba el rostro, lo alisábamos otra vez

con morfina. Morfina le dábamos a los tullidos y a los dementes, a los que hablaban y a los que

callaban, a los insoportables y a los que lo soportaban todo” (41-42). La morfina silencia,

mantiene inconscientes y convierte a los pacientes molestos en individuos inofensivos y sin

voluntad. El médico se sitúa como soberano de estos cuerpos puesto que la acción de matar no


74
Agamben señala que en espacios médicos la decisión del soberano se da a través del doctor, quien intercambia roles
con él (Homo Sacer 143).
75
El médico puede permitirse este derecho porque estos enfermos se identifican con el homo sacer, vida nuda incapaz
de producir que puede ser eliminada sin mayores consecuencias.



116

solo se traduce en asesinar, sino también en la exposición de los cuerpos a la muerte o también

a través de la muerte social (Foucault “Society must be Defended” 75). En este sentido, los

enfermos de la Granja del Buen Reposo no solo están expuestos a la muerte por la falta de

cuidados, sino que se encuentran aislados. Son desechos, cuerpos que ya no sirven y que no

tienen ninguna utilidad. Por lo tanto, están muertos para un sistema que se preocupa

mínimamente por ellos y para la sociedad que decide ignorarlos. El médico de La cresta de Ilión

se presenta como un soberano desde el inicio, pero un soberano que va a ser desafiado y,

finalmente, aniquilado.

El odio hacia los enfermos por parte de la institución médica es lo que motiva la

insurgencia del enfermo Juan Escutia. Este personaje intentó organizar a los pacientes

terminales en contra del personal de salud del hospital. Quería que se respetara la muerte: los

enfermos no debían morir en condiciones deplorables, sino con dignidad y un trato justo.

También quería abolir la fosa común, señal inequívoca de la poca importancia de esos cuerpos,

puesto que son enterrados en conjunto y sin nombre. El Hombre Arrebatado, como lo llaman en

el hospital, era un obstáculo no solo para las tareas diarias del hospital, sino que también

motivaba a los enfermos que se habían sometido a la autoridad médica con tal de acelerar su

muerte a que se rebelaran contra ella. Son estos mismos pacientes los que impulsaron a que

Escutia se suicide de manera desgarradora: el hombre se lanza a través de la ventana y es

atravesado por los filosos picos de los arrecifes, lo cual le provoca una muerte prolongada y

dolorosa. Con este ejemplo, Rivera Garza da a entender que cualquier gesto insurgente

terminará en un castigo terrible a través de una muerte agónica, pero también apela a la idea del

suicidio como resistencia del consumidor, en este caso el de salud, que se niega a aprovechar el

tratamiento o los insumos médicos (Illich 206-207) para seguir beneficiando al sistema. Escutia

se niega a ser parte de la economía de la esperanza: “hope plays a fundamental yet ambiguous

role in contemporary somatic ethics (…) [within] hope technologies (…) professional aspirations,

ambitions, and personal desires are intertwined and reshaped around biosocial telos” (Rose 135).



117

La economía de la esperanza juega con los sentimientos de sobrevivencia de los enfermos,

manteniendo la promesa de curación en manos del médico:

economy has been constituted by interlinking hopes of many different types and of

diverse actors: the hope of patients and their families for effective treatment; the use of

hope as a therapeutic instrument by medical practitioners; the hope of those managing

health services that might minimize or mitigate the impact of common disorders (…); the

hope for those with a family history of genetic disease for children who are suffering from

debilitating conditions; the hope of us all for an old age (…); the hope of the

pharmaceutical industry and biotech companies for treatments that will increase profits

and shareholder value; the hope of scientists and researchers for career advancement

and fame. Thus many new experts and forms of professional expertise have been

involved in the generation, modulation, instrumentalization, and management of these

hopes, and of the fears, anxieties, and disappointments that provide them with such a

powerful dynamic (136).

En el caso de La cresta de Ilión, el médico no insiste en el tratamiento, pero sí mantiene la

falacia de que dejarse morir en manos de los profesionales de la salud es la mejor alternativa.

Esta novela nos muestra que, por el contrario, morir en La Granja del Buen Reposo conlleva un

sufrimiento mayor. Escutia lo sabía y por eso decide reclamar. Este personaje cobrará mayor

importancia con la aparición de Amparo Dávila.

El médico siente miedo desde el momento en que Amparo Dávila aparece en su casa. El

temor emerge primero porque ella es mujer. El médico manifiesta que le teme a su hueso de la

cadera, hueso también es conocido como “la cresta de Ilión”. Este hueso es el más certero para

reconocer el sexo de un individuo; por esta razón, se puede concluir que el miedo del médico se

debe al reconocimiento de este otro sexo desconocido que puede traerle problemas. Él intuye

que la mujer no solo ha venido para conocerlo, sino que ha llegado para irrumpir en su vida. Y



118

eso es lo que sucede: Amparo comienza a dirigir la rutina de la casa, controla horarios, decide

las comidas y dirige las acciones. Desde su aparición, la mujer desafía a la autoridad médica y,

así, el cuerpo del doctor está al servicio de sus deseos. Amparo se presenta como una

subjetividad dominante que tiene una misión específica: intentar anular el orden establecido en el

hospital o el régimen médico que establece un conjunto de reglas para supuestamente beneficiar

al cuerpo y hacerlo recuperar el equilibrio (Turner 152). El problema con este régimen es que la

determinación del bienestar del cuerpo se da a través de lo que el médico considera mejor,

anulando toda posibilidad de decisión por parte del paciente. Por otro lado, la recuperación del

equilibrio se presenta como la estabilidad del médico-soberano en su posición de poder y en el

sometimiento de los cuerpos que tiene a su cargo. Amparo sabe que la única manera de

contrarrestar la narración médica es creando una alternativa, para lo cual necesita dos

elementos: 1) recuperar un manuscrito que al parecer fue robado por Juan Escutia, y 2) despojar

al médico de su estatus de soberano y acercarlo a la subjetividad desconocida para él con la que

podrá crear un vínculo de afinidad que le permitirá entender su sufrimiento, frustración y, sobre

todo, su estado de opresión. La subjetividad desconocida es la femenina, en primera instancia, y

la de paciente casi al final de la novela. Amparo intentará revertir el orden para poder dejar de

ser una desaparecida y pretende reconfigurarlo para darle voz a los rechazados –los enfermos

en la Granja del Buen Reposo y las escritoras no reconocidas– que sea capaz de hacerlos

emerger desde los lugares donde se les ha querido esconder. Con relación a esto, es importante

mencionar que el poder ha encontrado tres formas para reorganizar la estructura médica:

by the replacement of relatively autonomous physician authority with a new commitment

to collective and public decision making; by a new reliance on formal practices

surrounding decision making, especially the medical chart, which became a legal

document as well as a means of communication among health specialists; and by the

creation of new documents of ethical principles and policies, all shaped by outsiders–




119

bioethicists, legislators, government commissions, judges– to frame the doctor-patient

relationship (Kaufman 36).

De estas formas me interesa rescatar la segunda y la tercera por tener como base la escritura.

Amparo hará frente a los documentos legales y éticos que establecen las formas de

comunicación y relaciones entre médicos, instituciones estatales, mercado, ciencia y paciente.

Ella necesita recuperar su manuscrito porque va a utilizar las mismas tácticas de los médicos

para poder establecer su régimen de rebeldía. La narración se combate con narración, una que

es capaz de empoderar a pacientes y mujeres a la mismo tiempo. Rivera Garza iguala el

desentendimiento de las escritoras mujeres con el de los pacientes improductivos por ser

individuos que se encuentran fuera del sistema y que son capaces de crear una nueva narración

que les permita irrumpir en los discursos que manejan las instancias de poder. Nos encontramos

otra vez no solo ante la emergencia de voces silenciadas, sino también a una narración que abre

la posibilidad de asumir subjetividades diferentes a las impuestas. Amparo le comunica al médico

que ella está ahí porque es escritora y, hace tiempo, el hombre que la desapareció le robó un

manuscrito que ahora ella está buscando. Este hombre fue a morir a la Granja del Buen Reposo

y su nombre es Juan Escutia, el enfermo insurgente que intentó levantar a los enfermos para que

se rebelen contra la autoridad. Amparo le ordena al médico que encuentre ese manuscrito. Así

es como comienza la transformación de los personajes y se alteran los roles entre soberano,

subjetividad dominante, paciente, mujer y rebelde. También se desenreda un plan que revela la

dificultad de derrotar a la autoridad médica, puesto que los enfermos, que deberían estar en

contra de ella debido a los abusos que se han presentado a lo largo del texto, no pueden

escapar de sus discursos de esperanza y solidaridad. Incluso hay momentos en que llegan a

defenderlo.

Para desmontar esta historia, comenzaré hablando de manuscrito. ¿Qué es el

manuscrito y cuál es su contenido? Emily Hind señala que el manuscrito perdido es el vacío, un




120

no-libro que simboliza la literatura inasimilable (41). Puede tener razón sobre todo en el último

punto, pero considero que el desconocimiento del contenido del texto puede aclararse gracias a

la intervención de Juan Escutia. Escutia roba el manuscrito de Amparo y luego intenta convencer

a los enfermos de realizar una rebelión contra la institución médica. El manuscrito fue

desaparecido, en primer lugar, por ser un arma peligrosa que llamaba a la insurgencia. Por eso
76
es un texto inasimilable: una mujer escribiendo sobre cómo revertir el orden es algo intolerable

para las estructuras de poder. Por eso Escutia se apodera del texto, pero luego es contagiado de

su potencial revolucionario. Debido a su enfermedad terminal y a su estado vulnerable frente a la

autoridad médica, Escutia crea un vínculo de afinidad con la escritora que él mismo desapareció

y silenció (recordemos que Escutia es periodista y Amparo estaba sometida a la censurada de la

autoridad literaria). Así intenta remediar su error yendo en contra de ese sistema que ahora lo

somete a él, por eso asume la subjetividad dominante e intenta hacerse dueño de los cuerpos

enfermos y así enfrentar a los médicos que los tratan como desperdicios. Sin embargo, el

sistema es más fuerte y termina eliminándolo.

Años después Amparo Dávila también asume este papel para recuperar el manuscrito

que le ha sido arrebatado. Para eso necesita la ayuda del médico: debe someterlo y hacerle

sentir en carne propia su condición subordinada. Pero ¿quién es Amparo Dávila? En la novela, el

lector se entera que la mujer que aparece en la puerta del médico no es la auténtica Amparo

Dávila, sino una de las tantas emisarias que la escritora controla para que trabajen para ella,

encuentren su manuscrito y le permitan emerger desde su escondite. Amparo Dávila, la


76
Muchas interpretaciones de esta novela coinciden es que el robo del manuscrito de Amparo y su posterior desaparición
es un intento de Rivera Garza de demostrar que la literatura escrita por mujeres siempre ha sido silenciada e ignorada.
Aunque no creo que esta interpretación sea errónea, me parece más interesante observar que el carácter revolucionario
de una mujer no solo está en su incorporación y transformación de la letras, sino que también puede influir en la
organización política dominante. En la novela, la intervención de la mujer en la política se demuestra a través de irrupción
dentro de la institución médica y el sometimiento de su soberano, un soberano que además es hombre y que en todo
momento quiere reafirmar su masculinidad.



121

Verdadera, es una mujer mayor que también actúa como una subjetividad dominante despojando

a estas mujeres de su identidad para que se conviertan en sus pies, manos, oídos y voz, y para

que intenten convencer a más cuerpos de que formen parte de un ejército que pueda promover

el cambio que alguna vez describió en su manuscrito perdido.

Amparo la Falsa (emisaria de la Verdadera) sabe que para que el médico la ayude,

necesita vincularse con él, alejarlo de su posición de soberano, despojarlo de su masculinidad y

hacerle sentir el rechazo que ella ha sentido. Por eso intenta convencer al médico de que él en

verdad es una mujer que debe dejar de lado su virilidad. Amparo primero le dice que ella lo

conoce desde que es árbol. Creo que la mujer trata de hacerle entender que antes él era un ser

inmóvil que no ostentaba la posición de soberano que tiene ahora, un ser desprovisto de

voluntad atado a estructuras que le impedirían escapar de su dominio. Esta posición lo acerca a

los enfermos controlados a través de la morfina (la única que no sucumbe a sus efectos es

Amparo la Falsa, pues todavía no se ha ejercido ningún control sobre ella) y a Amparo la

Verdadera, una anciana inmovilizada a través del silenciamiento y desaparición de su obra. Es

por esta razón que Amparo la Falsa junto con la Traicionada inventan un lenguaje propio que el

médico no podrá entender hasta que se encuentre en su posición más vulnerable: la de enfermo.

Este lenguaje representa la voz ausente de todos los marginados, un lenguaje que puede ser

usado como arma de disidencia y transformación. Además es un lenguaje que no se somete al

lenguaje dominante y crea narraciones alternativas que solo rechazados o despojos pueden

entender, un lenguaje propio que los protege entre sí y que le da autoridad a su empresa. Sin

embargo, este lenguaje se verá amenazado cuando el Director General de la Granja del Buen

Descanso se apodere de él; es decir, cuando sea asimilado y eliminado por el sistema.

No obstante, el médico continúa siendo sometido a la transformación de Amparo, quien

le repite constantemente que es una mujer al igual que ella, tanto así que este personaje

necesita probar su masculinidad teniendo relaciones sexuales con dos compañeras de trabajo. A




122

pesar de todos sus intentos por huir de esta nueva denominación de género, el médico sucumbe

y comienza a notar que sus características no difieren de las que se les otorga a las mujeres

dentro novela: él posee la crueldad y falta de ternura de las enfermera; la rudeza y vulgaridad de

las cocineras (a quienes les atribuía erróneamente características contrarias y más “femeninas”);

y la falta de entrega, indiferencia y mezquindad de las secretarias (clara alusión a la virtud de la

maternidad). Rivera Garza revierte la subjetividad femenina para mostrar mujeres que se alejan

de estos cánones y que, desprovistas de sentimentalismos, sean capaces de asumir un papel

dentro de la narración insurgente. Por otro lado, el médico se da cuenta de la similitud de las

actitudes entre pacientes de ambos sexos, con lo que la autora no hace distinción entre géneros,

otra forma de crear narraciones alternativas al binomio hombre/mujer. En ese momento, el

médico entra en un periodo de indefinición sexual donde se elimina la identidad, un periodo en el

que tiene que regresar a ser árbol inmóvil, redefinir su subjetividad y adoptar otras alternativas e

intercambiables. Por esta razón, en La cresta de Ilión se identifica “la carencia de identidad

estable, la carencia de una lógica esperada y la carencia de una trama resuelta” (Hind 37). Así el

médico retrocede a ese momento de silencio e inamovilidad para resurgir como algo nuevo, y

ese algo es la condición de sometimiento que las mujeres conocen y que los hombres ignoran:

“El silencio me dijo más de mi nueva condición que cualquier discurso de mi Emisaria. Y

entonces, sumido en la materia viscosa de las cosas indecibles, retrocedí. Y retrocedí. Retrocedí.

Supongo que las mujeres han entendido. A los hombres, básteles saber que esto ocurre más

frecuentemente de lo que pensamos” (Rivera Garza 101). De esta manera pierde su miedo a

desaparecer como lo hizo Amparo, pues él ya es un desaparecido al vivir en el aislamiento de la

Granja de Buen Reposo. Él siempre ha compartido este vínculo con las mujeres y enfermos, él

también conoce el dominio exterior y, por eso, tiene la posibilidad de ser agente de rebeldía. Sin

embargo, solo se ha dado cuenta de ello al despojarse de su condición de soberano y al perder

simbólicamente los órganos sexuales fálicos. El médico se convierte en un cuerpo que no tiene

precedentes, un cuerpo que emerge desde la anti-producción:




123

The full body without organs is produced as antiproduction, that is to say it intervenes

within the process as such for the sole purpose of rejecting any attempt to impose on it

any sort of triangulation implying that it was produced by parents. How could this body

have been produced by parents, when by its very nature it is such eloquent witness of its

own self-production, of its own engendering of itself? (Deleuze y Guattari 38).

El médico está listo para introducirse en un mundo desconocido para él y asumir el papel de

excluido para así rescatar ese lenguaje secreto que antes Amparo ha intentado reproducir y que

ahora él entiende a la perfección. Este lenguaje no actúa exactamente como uno nuevo, sino

como el intento de fragmentar el lenguaje oficial e introducir palabras que cambien el significado

de las otras. De esta manera se interviene en el discurso oficial.

Es en este momento que el personaje de la Traicionada cobra importancia, puesto que

como su nombre lo dice, está ahí para traicionar como lo hicieron con ella (no se sabe muy bien

qué ha pasado, pero sí que guarda cierto resentimiento contra el médico). Luego de la última

visita del doctor a Amparo Dávila la Verdadera y de una extraña conversación en la que ella

afirma que sigue desaparecida y que ha muerto, se ha matado o va a morir, el médico huye de la

casa para después despertar como paciente en la Granja de Buen Descanso. Y es la

Traicionada quien lo recibe, hablándole en el idioma de los excluidos, idioma del que se ha

apoderado el Director General del hospital que ahora también lo entiende y lo habla. ¿El médico

ha caído en una trampa, la Traicionada y el Director General lo han llevado hasta ese lugar para

convertirlo en paciente y así someterlo nuevamente al control? Eso es lo que parece ocurrir. Y es

por estar razón que Amparo la verdadera continúa desaparecida. El médico es sometido a una

vigilancia extrema por parte de Moisés y Gaspar, empleados del hospital, dentro de una

habitación donde no se puede ver ni hacer nada más que mirar el techo. La Falsa Amparo Dávila

está ahí y queda como un recuerdo de Amparo la Verdadera. Ellos son lo únicos que sobreviven

al intento de levantamiento, pero se convierten en los desaparecidos que el sistema absorbió por




124

completo. El médico repite nuevamente el esquema de Escutia, rebelde, idealista y utopista que

trata de luchar en vano contra el orden establecido (Renaud). La subjetividad dominante de

Amparo ha sido derrotada, pues no solo el Director del Hospital asume ahora el control del

cuerpo del médico, sino también del de ella misma. No obstante, todavía queda la posibilidad de

encontrar el manuscrito. El médico y La Falsa Amparo, ahora convertidos en enfermos, tienen la

capacidad de atacar el núcleo de poder desde dentro a través de la creación de un nuevo

lenguaje basado en el manuscrito de Amparo La Verdadera o creando uno propio para inventar

otra narración contra el lenguaje que ellos mismos produjeron, prueba de que este puede

reconfigurarse infinitamente. Esa es una posibilidad que queda abierta en La cresta de Ilión y

que convierte a la literatura en un arma de rebeldía que puede anularse, reapropiarse y

reescribirse continuamente.

Como hemos visto, la figura del soberano es un agente difícil de derrotar debido a la

emergencia de subjetividades dominantes que replican su autoridad frente a la vida y la muerte.

En muchos casos el sometimiento de los pacientes hacia esta nueva forma de dominación los

encierra en espacios parecidos a las instituciones de las que escaparon. Por otro lado, también

se puede ver que la subjetividad dominante es capaz de arrebatarle el poder al soberano de

turno para crear algo nuevo a través de sus acciones y un lenguaje diferente, aunque en este

intento nieguen la capacidad de otros cuerpos de decidir por sí mismos. La enfermedad abre

puertas a poder asumir subjetividades diferentes y peligrosas porque tanto pueden servir para la

dominación como para la insurgencia.





125

CAPÍTULO III

La comunidad indispuesta: Creación de subjetividades colectivas a través de vínculos

de afinidad entre individuos enfermos o en situaciones precarias

La formación de comunidades alternativas asociadas a la enfermedad y la precariedad es otra de

las representaciones presentes en la literatura latinoamericana del siglo XX y XXI. Estas

asociaciones han desarrollado formas más complejas de organización con fines de resistencia y

supervivencia dentro de un sistema que busca eliminar a todo individuo que no le son útiles o,

peor aún, que terminan siendo una carga económica para el Estado. Aunque existen semejanzas

con el capítulo anterior, en estos textos se puede apreciar que existe una evolución del individuo

solitario enfermo o precario, pues ya no se queda aislado en el momento de realizar actos

cotidianos rebeldes para recuperar el control sobre su cuerpo, sino que ahora se organiza y

forma grupos. Estas colectividades no solo tratan de recuperar el poder para tomar decisiones

sobre su enfermedad y situación, sino también sobre la vida de la comunidad a la que

pertenecen a través de la creación de subjetividades grupales que les permiten funcionar en

conjunto. Así se forman comunidades auto-gestionadas, con lo cual se pretende recuperar la

autonomía: la creación de un espacio externo, un afuera donde dejen de ser definidos como

sujetos inservibles y que les permita buscar su propia identidad y formas de supervivencia. La

presencia del Estado sigue siendo constante a través de sus mecanismos de aislamiento y de la

intervención de agentes aparentemente independientes, pero que están a su servicio y

determinan la suerte del grupo que les corresponde controlar. En algunos casos, el factor

económico sigue influyendo en las decisiones sobre estos individuos: si el Estado los margina se

debe a que en ellos existe el factor de la inutilidad, puesto que gastan recursos sin generar

ganancias. Antes de analizar los textos que serán objeto de estudio de este capítulo –Loco afán -

Crónicas de sidario (1996) del escritor chileno Pedro Lemebel, El huésped (2006) de la mexicana




126

Guadalupe Nettel y Los pichiciegos (1983) del argentino Rodolfo Fogwill– quisiera analizar

brevemente dos ejemplos que grafican la propuesta de este capítulo

En 1910, momento en que el sistema capitalista comenzaba a sentar sus bases en los

recientemente independizados países latinoamericanos, el escritor peruano Abraham Valdelomar

publica su novela La ciudad de los tísicos. Su protagonista, después de recorrer varios lugares

históricos con cierta nostalgia debido a que considera las etapas precolombina, incaica y colonial

mejores en contraposición al nuevo sistema económico, tiene como objetivo llegar a Ciudad B.

Este lugar es la ciudad de los tísicos, recinto campal en las afueras de Lima donde hombres y

mujeres tuberculosos han sido recluidos para intentar curar su enfermedad o, como en la

mayoría de los casos, encontrarse con la muerte después de padecer el mal. El lector se entera

que el narrador ha mantenido correspondencia con Abel Rossel, uno de los reclusos, quien le ha

contado detalles de los hechos y personajes que habitan en esta ciudad fantasmal, sobre todo

de los enfermos que vagan por los pasillos intentando sacar provecho de los últimos meses de

vida que les quedan. Tres hechos llaman la atención de las descripciones de Rossel: 1) la
77
obtención de la lucidez a través de la enfermedad ; 2) la adquisición de subjetividades

alternativas –es decir, cambiar la forma discursiva de percepción de uno mismo, y con ello, la

modificar la conducta frente a al mal– que reconfiguran la figura del enfermo dentro de una

colectividad dispuesta a actuar de manera distinta a la del enfermo terminal; y 3) el

descubrimiento de los vínculos que se crean a través de la enfermedad y que construyen nuevos

significados para esta. Así la comunidad de tísicos pretende propalar y potenciar la libertad que

han adquirido, irónicamente, a través de la reclusión dentro de un espacio que contiene cuerpos

que, al afectarse, se relacionan de manera más íntima y emancipada.


77
Esto es un tópico en la literatura: individuos que en estado febril o de locura pueden decodificar la realidad con mayor
pericia que los sanos.



127

El personaje de Alphonsin es quien encarna la figura del enfermo lúcido. Su sagacidad le

permite ver la decadencia de los cuerpos dentro de Ciudad B y la poca importancia de estos para

el nuevo sistema social y económico que se ha implantado donde el trabajo industriado ahora es

el eje de la producción. Antes de que se definieran los conceptos sobre la teoría biopolítica,

Valdelomar, a través de Alphonsin, tiene una visión global de la utilización del cuerpo como

agente de producción dentro del sistema capitalista. Dentro de esta nueva configuración, los

tísicos –cuerpos debilitados e inservibles para el trabajo debido a la enfermedad– no tienen

cabida. Se han convertido en desechos que serán reemplazados por hombres fuertes y capaces

de destruir Ciudad B, arrasar con los cuerpos improductivos y levantar encima de sus cadáveres

una ciudad industrial con niños sanos que puedan trabajar, máquinas que no detengan su

funcionamiento y cuerpos que con una fuerza de trabajo sobrehumana que contribuyan al

desarrollo al que aspira la nación:

Cuando vengan los fuertes, los sanos, los musculosos a buscar el metal de los cerros,

ya los tísicos no vendrán. Y esos hombres sanos y rosados, torpes, ambiciosos y buenos

profanarán el encanto y el recuerdo de nuestra ciudad. En los rincones donde se besan

nuestros tísicos, ellos fecundarán nuevas vidas, y en la gruta donde ora Rosalinda la

Triste instalarán sus maquinarias. En lugar de jazmineros, habrá chimeneas: el humo de

las máquinas manchará la limpidez azul del cielo y el sonido estridente de las sirenas

destrozará la paz de la aldea. ¡Y nuestras tumbas, Abel, nuestras tumbas profanadas!

Sacarán nuestros huesos para quemarlos, regarán líquidos desinfectantes, volverán a

nacer nuestras casas, y sobre la vida nuestra que pasó, sobre nuestros huesos

carcomidos, sobre nuestro recuerdo, edificarán su vida. Una nueva vida, gérmenes

nuevos, generaciones fecundas. Y bandadas de hombres fuertes, enormes, musculosos

y torpes desfilarán como un insulto al recuerdo de nuestros cuerpos débiles, esbeltos

flexibles y sutiles… Y el agua de la vertiente que está junto a la Virgen de la gruta, ya no




128

servirá para detener la sangre de nuestros pulmones, sino para alimentar los motores de

las instalaciones futuras…” (Valdelomar 63-64).

El vaticinio de Alphonsin no es más que el anuncio de la separación entre los cuerpos inservibles

y productivos, siendo los primeros aquellos que mueren olvidados para dar lugar a quienes son

capaces de contribuir a la maquina de producción. No solo eso: también llama a los hombres

nuevos “torpes” porque son incapaces de ver que el sistema los ha convertido en cuerpos que no

piensan, sino que solo son fuerza bruta que no se cuestiona el hecho de ser explotados ni la

formación de estas ciudades/industria donde las máquinas ejercen su dominio. Pero más

importante, Alphonsin también describe esa nueva subjetividad colectiva que los tísicos han

construido, aquella que participa en lo que podría denominarse dinámicas de goce que van en

contra de la imagen del tuberculoso inactivo que espera la muerte con resignación.

Mientras que el sistema ha condenado a los tísicos a la improductividad, esterilidad y

muerte, los enfermos dentro de Ciudad B eligen experimentar una especie de liberación sexual

producida por la enfermedad que no solo exalta su libido, sino que les permite entregarse a la

idea de vivir el presente y de gozar del amor compartido antes de que la tuberculosis termine con

sus vidas. El sexo en esta novela le permite a los tísicos producir y ejecutar dinámicas prohibidas

para los enfermos, como las de sentir placer o intentar reproducirse. El goce del cuerpo supera

los discursos sociales sobre el mal y construye una comunidad alternativa en donde las

narraciones asociadas a la tuberculosis dejan de funcionar para dar paso a la creación de

vínculos a través de fluidos corporales –como la sangre y saliva de la tos o el semen y los fluidos

vaginales compartidos– que los conectan y les permiten una forma de vida diferente y más

cercana a la libertad. Por esta razón, los tísicos viven bajo la premisa de compartir la enfermedad

y la belleza del goce. Desean que todos contraigan la enfermedad para garantizar el “amor

eterno” a través del contacto sexual y después morir juntos manteniendo ese vínculo en el más

allá. La comunidad de tísicos se construye y destruye a sí misma, pero lo hace al margen de los

discursos sociales relacionadas con la tuberculosis y la inutilidad de sus cuerpos, con lo cual




129

recuperan cierta autonomía sobre ellos. Si antes la tuberculosis era vista como un mal que

convertía a los individuos en sombras de sí mismos y que mataba sin piedad, Valdelomar

plantea que el acercamiento con la muerte permite formas de libertad antes desconocidas.

En 1992 se publica Antes que anochezca, autobiografía del escritor cubano Reinaldo

Arenas. En este libro póstumo, el autor centra la narración en su experiencia de vivir con

sintiéndose culpable por ejercer su sexualidad en la Cuba post-revolucionaria de Fidel Castro.

Ser homosexual servía para que los individuos fueran considerados defectuosos dentro de un

régimen que exaltaba la virilidad y el machismo a través de la imagen del guerrillero. En la Cuba

socialista la marginación se relaciona más con la construcción de una identidad nacional que con
78
la utilidad dentro del sistema económico . Esta es otra forma en la que se utilizado a los

cuerpos: modificarlos para representar el ideal de ciudadano al que debe aspirar toda la nación.

Por lo tanto, los individuos indeseables no eran declarados improductivos, sino que eran

enviados a la cárcel o a los campos de trabajo forzado. Vivían en una situación completamente

precaria, sobre todo cuando se les tomaba prisioneros y su vida perdía todi valor.

De Antes que anochezca me interesa rescatar el capítulo titulado “La prisión”. En él,

Arenas hace una descripción de la forma de organización del colectivo homosexual dentro de la

cárcel para poder sobrevivir en un ambiente que era igual de hostil que el de las calles de La

Habana. Los homosexuales de Antes que anochezca, llamados locas, no se unen para reclamar

derechos sobre su condición sexual, sino para defenderse de la situación de violencia y pobreza

en la que se encuentran. De esta manera, se envisten a sí mismos de inmunidad y toman en sus

manos el poder de conservar sus vidas. Roberto Espósito afirma que el concepto de inmunidad

va más allá del paradigma biopolítico. Si la biopolítica es el poder que niega o incrementa el


78
Arenas comenta que los ciudadanos cubanos eran obligados a cumplir con trabajos forzados o a participar en la
siembra y cosecha de los campos de cultivo de azúcar, con lo cual no se tenía en cuenta quiénes eran más productivos o
no. Era un deber que se tenía que cumplir dentro del régimen socialista y el cuerpo debía sacrificarse por el bien común.



130

desarrollo de la vida, la violenta o la protege y reproduce, “la inmunización es la protección

negativa de la vida. Ella salva, asegura, preserva al organismo, individual o colectivo, al cual es

inherente; pero no lo hace de manera directa, inmediata frontal, sino por el contrario,

sometiéndolo a una condición que a la vez niega, o reduce, su potencia expansiva” (Bios 74-75).

Esta tensión entre cuidar y destruir la vida, es lo que lleva a que la inmunización sea la forma de

mantener o proteger la vida de ciertos individuos a través de la muerte de otros. Es decir, el

proceso de inmunización se encarga de preservar la vida individuos no deseables, pero que

pueden servir para destruir a otros grupos que están por debajo de ellos. Se detiene su

expansión, pero se mantiene su vida para que sirvan como “agentes de limpieza” que propicien

la muerte, violencia de la cual el Estado no será directamente responsable.

En el caso de poblaciones vulnerables como las que se presentan en Antes que

anochezca, el instinto de sobrevivencia hace que exista una auto-inmunización que se muestra a

través de la negación del mal propio y el traspaso de este a la comunidad agresora. El mal

puede ser la enfermedad que afecta al cuerpo, pero también un mal asignado discursivamente

como la homosexualidad, que era considerada una desviación. Inmunizar parece contrario al

hecho de formar comunidades porque convierte a los individuos en lo que no son y los

desprovee de elementos en común. Sin embargo, esto que puede parecer que rompe con el

deseo colectivo, por el contrario priva a la comunidad de su sentido originario (83-84), es decir,

de aquello que se le asignó discursivamente para funcionar dentro del modelo social. En el caso

de los homosexuales de Antes que anochezca, estos se despojan de su condición marginal, lo

cual no solo les permite reconfigurarse como una comunidad nueva, con reglas propias y

elementos de resistencia y defensa, sino que también los hace inmunes ante ese mal externo

que ya no está asignado a ellos, sino que es traspasado a sus atacantes.

El capítulo “La prisión” describe las formas alternativas de organización de la población

carcelaria en Cuba durante los años setenta. La situación de los presos de la prisión El Morro era

precaria: fueron torturados, maltratados y vivían en condiciones ínfimas, todo esto sin mencionar




131

las peleas internas entre los prisioneros por obtener poder o territorios dentro del recinto.

Hambre, violencia, suciedad, asesinatos y suicidios era lo que se veía dentro de este espacio en

donde la supervivencia dependía del surgimiento de agrupaciones de resistencia donde la

creación de vínculos entre los cuerpos era más importante que las diferencias entre ellos. Como
79
ya he mencionado anteriormente, me interesa hablar de la comunidad homosexual dentro del

recinto carcelario. Considero que si bien en cierto podría pensarse que el lazo entre estos

individuos tiene relación directa con su orientación sexual, se podría considerar que aquí su

relación se hace más fuerte por la situación de precariedad compartida. Quisiera destacar tres

escenas que muestran la organización de esta comunidad de supervivencia en términos de

placer, violencia y economía. Arenas destaca que en El Morro los homosexuales ocupaban la

planta baja de la cárcel, lugar que era el peor dentro del recinto, pues no tenía baño y, cuando

subía la marea, se hacía difícil respirar. Además los presos eran tratados con crueldad: eran los

últimos en comer, se les golpeaba sin razón y se les ofendía verbalmente llamándolos maricones
80
o locas . Dentro de este ambiente, Arenas afirma que los homosexuales nunca perdieron el

sentido del humor:

con las propias sábanas se hacían faldas, encargaban betún a sus familiares y con él se

maquillaban y se hacían grandes ojeras, hasta con la propia cal de las paredes se

maquillaban. El sol era un privilegio (…) nos sacaban una vez al mes o cada quince días,

por un periodo de una hora. La locas asistían a este evento como si fuera uno de los

más extraordinarios de sus vidas (…) se engalanaban, se ponía los trapos más insólitos


79
La utilización del término “comunidad homosexual” en este capítulo no se refiere al colectivo homosexual que busca
reivindicaciones o derechos estatales basados en la construcción de una identidad. Por el contrario, lo uso para nombrar
a la agrupación de ciertos individuos con características afines que buscan crear una comunidad alternativa que funcione
al margen de lo estatal y que no reclama derechos que provengan del macro-poder.
80
Cuando analice el libro Loco afán - Crónicas de sidario de Pedro Lemebel veremos la apropiación del apelativo “loca”
por parte de la comunidad homosexual que lo despojará de su connotación peyorativa y lo usará para crear vínculos de
cercanía entre ellos. La creación de este enlace a través de la utilización del término les servirá para configurar una red
de solidaridad autónoma y propia que enfrentará los embates del SIDA.



132

y se fabricaban pelucas con sogas conseguidas quién sabe cómo, se maquillaban y se

ponían tacones hechos de pedazos de madera, a los que llamaba zuecos (206-207).

En esta escena se pueden reconocer elementos importantes de lo que Donna Haraway define

como la utilización de lo narrado para desposeerse y convertirse en otro, en una subjetividad que

no corresponde a la que el individuo debe cumplir de acuerdo a la situación en la que se

encuentra:

los esfuerzos para adaptarse lingüísticamente a la no representatividad, a la

contingencia histórica, a la artefactualidad y simultáneamente, a la espontaneidad, a la

fragilidad y a los excesos increíbles de la <<naturaleza>>, podrían ayudar a plantearnos

de nuevo qué clase de personas anhelamos ser, las cuales ya no serán –si es que

alguna vez fueron– amos ni sujetos alienados, sino –tal vez- agentes humanos

múltiplemente heterogéneos, no homogéneos, responsables y conectados” (Ciencia,

cyborgs y mujeres 66).

Las locas de Arenas se despojan de su condición de preso, de esa construcción de una

subjetividad sufriente que se pretende implantar a estos individuos a través del maltrato, para

crear una que les permita romper con el comportamiento asignado que busca individuos sumisos

ante la autoridad o abyectos frente a la tortura. La comunidad homosexual dentro de la cárcel se

comporta como si estuviera de fiesta a modo de resistencia ante la situación de precariedad, se

asocia a través de rituales de diversión y goce, y se enviste de signos visuales pintorescos

relacionados con el travestismo para romper como el signo lingüístico asociado a la captura y

reclusión. Además toma el insulto –la palabra loca que en este contexto se considera ofensiva–

para recrear una subjetividad colectiva que le permita tener cierta autonomía grupal que buscará

una solución ante las dificultades que se presentan en la cárcel. Sin embargo, asumir lo que

Haraway llama una “no representatividad” es pensar en una subjetividad que no es estable. El

contingente homosexual tiene que permitirse asumir comportamientos de loca, pero también

subjetividades más violentas cuando se tiene que enfrentar a violaciones sexuales y maltratos




133

contra sus cuerpos. “Sin desposeimientos, disfrutaremos de autonomía” (66), señala la teórica,

con lo que quiere decir que las subjetividades no se construyen sobre las ya establecidas ni se

usurpan de otros, sino que se inventan y, más importante, que son variables, lo cual permite

actos fuera de lo normativo. La discursividad se convierte en una variable que alterna el género,

la forma de verse y el comportamiento. El arma antes utilizada por la medicina ahora se

convierte en un arma que los presos pueden utilizar a su favor.

La inclusión de la violencia dentro de colectivo aparece contra cualquiera que quiera

infiltrarse en el grupo y puede convertirse en una amenaza. Este tipo de acciones están fuera del

comportamiento estereotípico asignado a la identidad homosexual. Arenas relata que muchas

víctimas de violaciones en la cárcel que no eran homosexuales, se hacían pasar por locas para

entrar en su territorio y evitar las vejaciones de las que eran objeto. No obstante, la comunidad

homosexual no solo rechaza a estos individuos, sino que utiliza la violencia ante la amenaza de

la inclusión de un agente extraño que pueda dañar a la comunidad. Para defenderse utilizaban

un arma de fabricación cacera llamada “entizado”. El objeto era un palo incrustado con cuchillas

de afeitar, con el cual se buscaba destrozar la piel de sus enemigos en el momento de la pelea:

“las locas utilizaban el entizado porque con él era difícil matar a alguien, pero se desfiguraba a la

persona. Una vez que alguien era atacado con el entizado, quedaba lleno de heridas que no era

muy profundas, pero que dejaban cicatrices para siempre” (Arenas 211). Esto también puede

asociarse con el concepto de inmunitas que Esposito define como el poder de conservar la vida

que es contrario a la reciprocidad de la comunidad (Bios 74/81). La comunidad alternativa de

homosexuales dentro de la cárcel de El Morro sobrevive a través de los actos recíprocos

colectivos que van en contra de los actos solidarios hacia otros grupos. Se podría decir que ellos

actúan como un todo colectivo que basa sus vínculos en los actos de autodefensa que no

permiten el acceso de agentes extraños que pongan en riesgo su libertad y los sometan a la

sumisión y castigo como formas de control. La reciprocidad de la autodefensa posiciona a la




134

comunidad en contra de los agentes estatales y de otros grupos carcelarios que reproducen sus

prácticas de dominación.

Finalmente, la organización de la comunidad homosexual dentro de El Morro también

tiene formas alternativas de manejar su economía. Para evitar las requisas, las “maleteros” gay

cobraban por transportar dentro del ano objetos de valor que los familiares les llevaban a los

presos: “Los reclusos le daban a los maleteros lo que los familiares les habían traído a ellos, es

decir, cajas de cigarros, algún dinero, pastillas, crucifijos, anillos, todo lo que fuese. Los

maleteros ponían todo aquello en una bolsa de nylon, iban al baño y se lo mentían todo en el

culo” (Arenas 213-214). Así obtenían ganancias y también productos, todo esto negado dentro

de la economía de la cárcel, donde se tenía que vivir con cantidades mínimas de comida y sin

ninguna sustancia que aliviara el encierro, como los ansiolíticos o el tabaco. Esta forma de

supervivencia aseguraba su tranquilidad mental y les daba cierta libertad económica no asociada

con los trabajos forzados de la cárcel o con otro tipo de intercambios ligados al contrabando más

comunes dentro de la vida penitenciaria (como la venta de drogas). Si las relaciones

tradicionales del mercado deterioran las relaciones humanas y llaman a la individualización

(Dardot y Laval 257), la economía alternativa de la comunidad homosexual no solo beneficia a

una persona en particular, sino también al colectivo que se favorece con las ganancias obtenidas

y burla las limitaciones impuestas por las autoridades carcelarias. En conclusión, el ejercicio

mismo de la subjetividad de la loca y sus variantes es un desafío al régimen castrista. Por eso, la

formación de este colectivo dentro de la cárcel representa una rebeldía cotidiana dentro de un

espacio construido por el Estado que tenía como fin marginarla y desaparecerla.

De estos ejemplos se puede concluir que estás comunidades funcionan al margen de la

economía imperante y crean sus propios códigos y sistemas de sobrevivencia. La construcción

de subjetividades colectivas y diferentes a través del biopoder forman sistemas más complejos

de organización que evocan el concepto de máquina de Giles Deleuze y Félix Guattari, el cual

explicaré en detalle más adelante. Lo que habría que entender aquí es que el cuerpo




135

sobrepasado por la enfermedad o precariedad se convierte en un agente potencial de cambio y

en un elemento nocivo de contagio de la insurgencia. Si a estos cuerpos se les agrupa, los actos

de rebeldía cotidianos se convierten en formas de organización que no responden a las normas

de reclusión que se les han asignado y que deben ser cumplidas. Ivan Illich explica que la

capacidad de rebeldía ante el monopolio del sistema médico solo puede darse a través de los

vínculos que emergen desde la precariedad de la misma enfermedad y que crean monopolios

aún más fuertes en cuento al control propio sobre el cuerpo:

Limits to professional health care are rapidly growing political issue. In whose interest

these limits will work will depend to a large extent on who takes the initiative in

formulating the need for them: people organized for political action that challenges status-

quo professional power, or the health professions intent on expanding their monopoly

even further” (3-4).

El monopolio del control sobre enfermedad está en manos de la medicina, como veremos en los

textos que analizaré. Por esto es que en ellos se presentan estas comunidades alternativas que

funcionan al margen del Estado buscando sabotear al sistema, pero también estableciéndose

como agrupaciones liberadas de su control donde imperan los vínculos de solidaridad entre los

cuerpos abandonados, moribundos o desterrados.

Este capítulo se concentra en el análisis de obras donde la enfermedad o la precariedad

sirven como base para crear vínculos de afinidad entre los individuos, lo cual permite la

emergencia de formas de vidas alternativas que ataquen la idea preconcebida a la que debe

responder un cuerpo cuando se encuentra enfermo o en estado precario, y que además realizan

acciones contra el Estado con el fin de desestabilizarlo. La formación de comunidades

alternativas en la novela Loco afán - Crónicas de sidario de Lemebel y El huésped de Nettel

abordan nuevas subjetividades colectivas que nacen de lo enfermo y que, en el primer caso,

contribuyen a crear subjetividades sexuales no tradicionales y, en el segundo, subjetividades





136

subversivas. Estas comunidades se organizan y utilizan el sistema social imperante a su favor

para atacarlo o formar nuevas relaciones que los ayuden en su supervivencia. En la novela Los

pichiciegos (1983) de Rodolfo Fogwill sucede algo parecido, aunque aquí no encontramos

cuerpos enfermos, sino precarios y, oficialmente, considerados muertos. La novela narra la

historia a de un grupo de soldados que, huyendo de los horrores de la guerra de Las Malvinas y

expulsados de las filas del ejército, crean una comunidad bajo tierra que no solo resiste la

violencia, sino que plantea acciones de defensa y espionaje en busca de salir con vida de un

conflicto que ya los ha declarado muertos. En estas narraciones, la adquisición de subjetividades

colectivas (las locas, los ciegos del metro y los pichis) es vital para que la comunidad funcione

con reglas propias en busca de la tan ansiada autonomía que los alejará de los parámetros

establecidos para estos grupos de individuos que se encuentran en condiciones de vida ínfimas.

El hecho de la creación de estas subjetividades colectivas es vital para que la comunidad pueda

funcionar porque, de lo contrario, no se podrían establecer vínculos de solidaridad entre ellos.

Estos individuos están fuera de lo que Judith Butler clasifica como vidas llorables. Según

estrategias políticas y económicas y, además, con fines discriminatorios, existen vidas que se

“lloran” (es decir, que su pérdida es lamentada) y otras que no: “some lives are grievable, and

others are not; the differential allocation of grievability that decides what kind of subject is and

must be grieved, and which of subject must not, operates to produce and maintain certain

exclusionary conceptions of who is normatively human: what counts as a livable life and a

grievable death?” (Precarious Life XIV-XV). Para acentuar la idea de quiénes son aquellos que

no se les presenta como llorables, se encuentran la categoría de los que ella llama sin-cara.

Butler señala que aquellos a los que se les presentan sin cara o que su facciones se asocian a

símbolos malignos autorizan a los demás individuos a ser insensibles ante su muerte o

eliminación social. Por lo tanto, el duelo ante su desaparición se pospone indefinidamente (XVIII)

o, agregaría, nunca se presenta. Lo interesante de esto para mi estudio es que locas, bajo la

forma estereotípica asociada al comportamiento homosexual y la culpabilidad que recae sobre





137

ellas cuando adquieren SIDA, los hace invisibles porque son agentes infectados con los que

nadie quiere relacionarse y, además, merecen lo que les está sucediendo por su comportamiento

antinatural y, en consecuencia, es mejor dejarlos morir. Por otro lado, los ciegos se enfrentan a

la escasa importancia que se le da a esta limitación física y lo poco amigable que es el entorno

con ellos, siendo recluidos en instituciones donde no interrumpan con el flujo de las actividades

de la ciudad. Finalmente, los pichis son invisibles porque viven escondidos bajo tierra y están

muertos para la ley. Todos estos individuos se convierten en vidas no llorables: su muerte no

tiene ningún significado social y pasa desapercibida. A todos ellos se le agrupa en la categoría

de “enfermos” o “desaparecidos”, con lo que se les desprovee de características particulares o

especiales que podrían hacerlos llorables, se les deja sin cara al tener una “cara común” que los

agrupa y que los hace invisibles ante la sociedad, con lo cual es mucho más fácil el proceso de

desensibilización ante su muerte.

Relacionado con lo anterior, Espósito introduce el concepto de la supervivencia que

explica la situación de los cuerpos que son llevados a estados límites y se encuentran en una
81
posición suspendida entre la vida y la muerte (Bios 12) . Los cuerpos enfermos, sobre todo en

estado terminal, o los cuerpos que se encuentran en una situación precaria donde sus derechos

son mínimos o inexistentes, se encuentran en esta posición y, por lo tanto, tienen la posibilidad

de escapar de ella antes de que el poder estatal o institucional decida sobre sus destinos. Esta

tentativa aparece porque un cuerpo que está condenado a la muerte no tiene mucho que perder

por el hecho mismo de que su final será el deceso. Por eso puede tomar el riesgo de intentar

cambiar su suerte. El deseo de supervivencia se presenta como rebeldía ante un sistema que

busca eliminarlos: “la muerte de decenas de personas es consecuencia de la voluntad misma de




81
Thomas Hobbes ya había hablado de esto anteriormente. Para el filósofo todos los cuerpos nacen en igualdad de
condiciones y con las mismas características. Sin embargo, las desigualdades surgen debido a que la supervivencia de
unos se consigue a través de la eliminación de otros (Turner 79).



138

salvar a cuantas sea posible” (11). En este sentido, la supresión de las personas enfermas o en

estado precario está estrechamente relacionada al mantenimiento del sistema económico: los

enfermos improductivos y los individuos que viven en situaciones inestables deben ser

mantenidos por el Estado sin que estos paguen por lo que consumen. Por esta razón, si se les

deja morir, ese mismo dinero podría ser destinado a salvar a aquellos que tiene la posibilidad de

producir en el futuro. En el caso de grupos específicos que están destinados a la muerte, el

hecho de querer sobrevivir se convierte en una arma contra el control biopolítico. La formación

de grupos de supervivencia marcados por la solidaridad intervienen directamente dentro de esta

política de muerte. El manifiesto SPK – Turn Illness into a Weapon, publicado en 1970 por
82
Patients' Front/Socialist Patients' Collective (SPK por sus siglas en alemán), se posiciona como

una apuesta por la autodefensa. Ante las limitaciones que surgen en el espacio estatal o

institucional para los pacientes enfermos, el intento de controlar sus destinos y la ausencia de

medios de trabajo, se exige el levantamiento colectivo y autodefensivo:

“the deprivation of the space need for self-organization, the tools, the financial support,

and finally life, can only be understood by us as a challenge to defend ourselves. And

since the deprivation of the means of production and the destruction of life concern

everyone who possesses nothing but the commodity of labor power, all exploited people

can realize their right to life only in the praxis of collective self-defense” (26).

El llamado al levantamiento ante la negación de los medios económicos y la posibilidad de seguir

viviendo de manera estable, incluye no solo a los enfermos y a los explotados, sino también a

quienes viven en permanente estado de abandono. La auto-organización colectiva frente a la


82
El grupo fue fundado por Wolfgang Huber en el Hospital psiquiátrico de la Universidad de Heidelberg en Alemania.





139

individualización creada por el sistema económico permite la posibilidad de estar fuera de él,

pero al mismo tiempo provee el derecho de la autodefensa frente a la hostilidad de un medio que

busca la desaparición de individuos que interrumpan con el funcionamiento de la máquina

productiva. Veamos esto más en detalle basándonos en la ética neoliberal. El SPK habla en su

manifiesto de cómo el capitalismo ha hecho que lo natural y lo biológico sea eliminado. En la

sociedad primitiva, el individuo debía enfrentarse a las fuerzas irracionales y abrumadoras de la

naturaleza, para lo cual tenía que organizarse en grupos. El funcionamiento de estas fuerzas

naturales permitía que existiese un poder social que se mantenía por la necesidad de defenderse

frente a estas amenazas. Sin embargo, en el momento que se pierden los instintos, el individuo

deja de pertenecer al orden natural (2-3). Así se convierte en su Otro, aquel que no posee nada

puramente biológico, sino que pasa al orden social, construido a través del discurso capitalista

donde las fuerzas de producción dejan de lado las formas reproductivas de relaciones sociales:

“with the growing strength of the forces of production and the simultaneous persistence of

capitalist relations of production, capitalist society sees itself increasingly compelled to create

non-reproductive values whose creation is directed not at the reproduction but rather at the

destruction of social life” (3). Si el orden natural llamaba a los individuos a organizarse en

comunidades para, en conjunto, poder sobrevivir en un medio hostil, el orden social del

capitalismo necesita del individuo alienado para poder continuar con la máquina de producción.

El trabajo ha triunfado sobre otras formas de existencia y organización (The Invisible Committee

15). El individuo debe enfrentarse solo a un medio igual de desfavorable que el natural, donde su

capacidad de supervivencia es mínima debido a que la creación de plusvalía es contradictoria a

la vida: “the capitalist mode of production is always directed at the destruction of labor power”

(SPK 4).




140

Jason Read llama a la inserción del capitalismo en todos los aspectos de la vida

micropolítica del capital (2). El capital afecta a los individuos en el nivel más profundo: a través
83
de la creación de subjetividades que se adaptan al modo de producción y a las que él debe

adaptarse si desea recibir un salario a cambio de su fuerza de trabajo con el que pueda

satisfacer necesidades y deseos creados por el mismo capitalismo: “the wage is the precondition

for both a struggle over the limitation of needs and for new forms of subjection and control, which

bloodlessly produce a docile worker. The very appearance of the wage, that one is paid for a

day´s or an hour´s work, conceals exploitation” (99). Lo más importante sobre las subjetividades
84
creadas por el capitalismo es el concepto marxista de real subsumption . Subsunción real es la

reestructuración de las relaciones sociales de acuerdo a las demandas de la valorización

capitalista y se le identifica con la mistificación de las relaciones producidas por este sistema:

mientras que se pone a trabajar a la ciencia, tecnología y conocimientos al servicio de lo

colectivo, se cree que el capitalismo en sí mismo es productivo. En consecuencia, la subjetividad

capitalista está llamada a creer y percibir que las relaciones sociales y la obtención de riqueza
85
está controlada por el capital (104) . Esta sensación de pertenecía a una colectividad falsa que

responde a las demandas del capital es lo que permite que las subjetividades creadas por el

sistema económico funcionen y no se cuestionen. Las colectividades creadas por el capitalismo

son ficticias porque “the abstract and formal conditions of capital must destroy any legal or social

order that would stand in their way; that is, anything that would tie labor to a particular qualities


83
Read señala que Michael Hardt y Antonio Negri llaman a estas subjetividades “subjetividad del trabajador o proletario”.
Aunque para los teóricos estas subjetividades tengan un nombre establecido, de todas maneras cambian si es que el
modo de producción se transforma (100). Por esta razón, es preferible dejar la categoría de la subjetividad abierta, con lo
cual no solo se permite la movilidad del individuo entre modos de producción diferentes, sino que permite la posibilidad
de adquirir subjetividades insurgentes. El fenómeno de la movilidad entre subjetividades es posible gracias a que se
niegan los vínculos de identidad, los cuales son fijos e incapaces de sufrir transformaciones, y se crean vínculos de
afinidad.
84
En adelante llamaré a este concepto subsunción real.
85
Read también define la subsunción formal, que sucede cuando se imponen las formas capitalistas de producción a las
formas técnicas y sociales preexistentes de producción (105). De esta forma, ninguna subjetividad construida
anteriormente al sistema capitalista queda fuera de sus reglas, teniendo estas que adaptarse a la nueva forma de
producción.



141

and skills of production to particular ends and goals” (105). Con esto se disminuye o impide la

formación de subjetividades colectivas ajenas a las del capital y, en consecuencia, detiene la

formación de grupos sociales que concentren sus formas de producción al bien común. Esta

individualización de los sujetos productivos y la eliminación de cualquier forma de colectividad

que desafié los parámetros establecidos por el sistema económico se reforzará con el

establecimiento del sistema neoliberal.

El neoliberalismo tiene dos premisas que buscan la separación de los individuos y que

les impiden formar comunidades de solidaridad que puedan establecer vínculos diferentes a los

que establece el sistema económico. Estas dos premisas son la 1) valorización exacerbada de la

libertad individual y 2) la creación de la subjetividad competitiva. David Harvey afirma que una de

las contradicciones del neoliberalismo es que mientras los individuos son libres para escoger lo

que ellos desean, no pueden construir instituciones colectivas fuertes que estén en contra de las

leyes del mercado: “they most certainly should not choose to associate to create politic parties

with the aim of forcing the state to intervene or eliminate the market” (69). Se debe poner límites

a las democracias para evitar que el sistema económico neoliberal cambie, para lo cual se

requiere de la intervención estatal y de una élite de expertos a pesar de que esta intromisión no

debería existir. En este sentido, el Estado se vuelve cómplice del mercado y trabaja sometido a

él.

Por otro lado, el manifiesto firmado por The Invisible Committee afirma que el sujeto

neoliberal se han convertido en el colonizado, migrante y exiliado de guerra; en resumen se ha

transformado en un agente foráneo que carece de relaciones personales “the ferocious and

secular work of individualization done by a State power structure that notes, compares,

disciplines, and separates its subjects from the youngest age that instructively sniff out any

solidarity it might have missed so there´s nothing left by citizenship, the pure, fantasy state of

belonging to the Republic” (9). La pertenencia al Estado como ciudadano obliga a que este esté




142

sometido al mercado. La ciudadanía da derechos, pero también se los quita a quien no le es útil

para estos fines. Si un individuo no tiene otro vínculo más que el de la ciudadanía y, por ende,

con las subjetividades creadas por el mercado en complicidad con el Estado, le es difícil pensar

en formas diferentes de relaciones que no sean las que tiene con el agente de poder. El

capitalismo y después el neoliberalismo han destruido todas las conexiones sociales

reconstruyéndolas bajo su propias premisas:

there´s a new economy of a new humanity, an economy that doesn´t just want to be

separate sphere of existence but its very fabric, that wants to be the substance of human

relations; a new definition of work, as working yourself; capital as human capital; a new

idea of production as the production of relational goods, and consumption as the

consumption of situations: and above all a new concept of value that embraces all the

qualities of human beings (26, énfasis en el original).

Es claro que los vínculos de solidaridad quedan anulados para buscar asociaciones que estén

dirigidas a la producción de bienes y que crean relaciones superficiales entre los individuos

(asociadas a productos o marcas, por ejemplo) dirigidas al consumo colectivo y a convertir el

cuerpo en mercancía. Su subjetividad está constituida a partir de transacciones comerciales. Así

se construye la falsa idea que existe la libertad: ser libre implica solamente tener el poder de

escoger qué bienes componen la imagen que construye el sujeto de sí mismo, una imagen que

compite con las otras y que impide que se creen vínculos que no estén contaminados por la

competencia. En el centro de la teoría capitalista está la cooperación, pero orientada a la

producción de capital y la posibilidad de creación de relaciones que excedan a las de la

competencia y jerarquía, pero que a su vez las refuercen (Read 101). Esta misma posibilidad del

exceso es la que hace posible que las relaciones inventadas queden fuera del marco económico.

Además puede producir lo que se llama subjetividad potencialmente abstracta, que funciona a




143

favor de la acumulación capitalista, pero que considero nace del mismo capitalismo como un

contra poder:

A necessary correlate of the development of abstract subjective potential, of living labor,

is the engagement of the capitalist mode of production with subjectivity at the level of

reproduction. Reproduction is reproduction of the biological, technological, and social

conditions that include the reproduction of subjectivity as the subjectivity productive for

capital (136).

La subjetividad potencialmente abstracta puede ser capturada por la subjetividad productiva para

el capital, pero también puede funcionar como un subjetividad vacía que es capaz de adoptar

cualquier forma de insurgencia. No por nada Illich señala que la posibilidad de ir en contra del

enemigo que proviene del poder no se encuentra en figuras mistificadas, sino en el propio

individuo que desde su precariedad debe recuperar el derecho a cuidarse a sí mismo sin

depender de las redes creadas para limitarlo legal, institucional y políticamente (35).

Sin embargo, la maquinaria capitalista hace difícil la posibilidad de crear subjetividades

que no estén contaminadas por el sistema de competencia. La idea de individualización viene

desde la aparición del sujeto liberal. Para obtener la libertad y la emancipación de los lazos

tradicionales asociados a la familia y lealtades personales, el individuo tiene que someterse a lo

impersonal y a las leyes de la valoración del capital. Ese sujeto creado cree que goza de todas

sus facultades naturales y que hace libre ejercicio de la razón y deseo, proclamándose autónomo

(Dardot y Laval 257). Todo esto es una falacia que se relaciona a la idea de la competitividad: el

mercado crea grupos homogéneos que responden a sus intereses y controlan las relaciones

sociales: “voluntary contracts between free persons –contracts certainly always underwritten by

the sovereign body– thus replace institutional forms of alliance and filiation and, more generally,

old forms of symbolic reciprocity” (257) . Estos grupos están concentrados en crear agentes




144

competitivos “libres” para que puedan producir, libertad que por supuesto está garantizada por el

Estado y el mercado.

La subjetividad competitiva es la base sobre la que el individuo se construye a sí mismo

y sus relaciones. Haraway afirma que la agrupación selectiva de individuos es una ciencia a la

que se le llama sociobiología. Esta intenta comprender biológicamente a las sociedades y

poblaciones que están asociada con la idea darwiniana de la selección natural y de la genética

en los seres humanos. Esta ciencia inventó el concepto de “buen estado físico inclusivo” que

implica que existe una la suma de los “buenos estados físicos” de los parientes del individuo y

que, por ende, se produce una “selección familiar” que autodestruye a los individuos débiles en

beneficio de los demás (98-99). Esto implica que existe la intención de crear agrupaciones donde

se produzca una “selección natural” que haga sobrevivir a los agentes más valiosos para el

sistema: “los cuerpos y las sociedades son únicamente las estrategias de los <<replicadores>>

para maximizar su propio beneficio reproductivo. La aparente cooperación de los individuos

puede ser una perfecta estrategia racional, si los análisis de coste/beneficio a largo plazo se

hacen a nivel de los genes” (99). Por lo tanto, cualquier tipo de agrupación creada a nivel del
86
poder, va a tener como fin beneficiar al mercado con la mayor producción de fuerza de trabajo .

La subjetividad competitiva nace de las nuevas clases trabajadoras urbanas y rurales

que ingresan al mercado de producción transnacional. La globalización funciona como una

fuerza que empuja a las masas a redes de competición donde no están permitidos los vínculos

de afinidad ni de apoyo. El capitalismo global ha reunido a un número elevado de trabajadores,

pero las fragmentación natural de los procesos económicos y sociales asociados a este sistema


86
Por ejemplo, la idea de que hay una comunidad nacional con un identidad definida que está por encima de la vida
individual, y que, además, es una comunidad que aprecia la vida por encima de otros valores (Hanafin 51) es una
construcción que trata de devaluar la posibilidad de que emerjan comunidades fuera de la identidad dictada por el poder
estatal y económico. Además rechaza la posibilidad de formas alternativas de cuidado de sus integrantes porque no
están asociados con el valor universal de la vida a diferencia del tratamiento médico o la prevención de la enfermedad.



145

económico milita en contra de cualquier tipo de subjetividad solidaria (Robinson 29), con lo que a

su vez obliga a la asumir la subjetividad competitiva. Esto es interesante puesto que el

rompimiento de todo vínculo afectivo con los demás individuos impide que se creen asociaciones

pensantes y conscientes de la explotación, con lo que se anula la posibilidad de un

levantamiento colectivo. La creación de grupos homogéneos destinados a responder a la

demanda del mercado implica la renuncia al potencial de adquirir una subjetividad diferente que

no responda a lo que el mercado necesita. Peter Fleming señala que cuando se ingresa el

mercado de trabajo capitalista, existen elementos del yo que están prohibidos:

the bureaucratic environment requires a uniform personality type in order to function

correctly. The bureau separates official function from the limitless existential universe that

makes each individual ‘unique’ (defined by singular and non-exchangeable life

experiences, personalities and propensities). Love, hate, spirituality, sexual desire and

revenge have no place in the ideal bureaucratic organization because they upset the cog-

like calculus of systematized rationality” (110).

La agrupación a través de la homogenización no busca crear ningún vínculo fuerte entre los

individuos, sino que fomenta la competitividad, puesto que si todos son iguales y persiguen los

mismos objetivos, la única manera de conseguirlos es anulándose unos a otros. Y ese objetivo

que se persigue es conseguir individuos que se enfoquen y se desvivan por ser más productivos

que sus pares para destacar sobre ellos.

Es preciso comentar sobre el giro que considero ha tomado el concepto de ascetismo

con la aparición del sistema neoliberal. Y para poder entender este cambio, se debe recurrir a las

tecnologías del ser que Michel Foucault define en la serie de conferencias que llevan el mismo

nombre. En primer lugar, Foucault habla de la forma cómo el sujeto ha sido obligado a definirse a

través de lo que está prohibido; es decir, a través de las renuncias que se hace usando la razón.

Un sujeto se construye a través de lo que no es o lo que ha rehusado ser para perseguir los



146

“principios verdaderos”. Para la tradición occidental, estos principios han sido definidos primero

por la filosofía Greco-Romana y después por la espiritualidad cristiana. Foucault señala que

estos están corporizados en la figura del asceta. A partir de este modelo, se plantean dos

preguntas: 1) la de Max Webber, que interroga a qué parte de uno mismo se tiene que renunciar

y 2) la de Foucault, que la modifica cuestionando a qué se sabe de uno mismo para ser capaz de

renunciar a ello. Esta última pregunta pone en primer plano lo discursivo. ¿Qué sabe el individuo

de sí mismo en términos de qué es correcto y qué no para poder alcanzar la verdad? ¿Cómo es
87
él, qué debe negar y qué debe afirmar de todo lo que lo compone? ¿Cómo construye una

subjetividad nueva o renovada? Conocerse a sí mismo implica reconstruirse, renunciar a lo que

es considerado fallido y amoldarse a un ideal para alcanzar su bienestar.

De esta manera, Foucault identifica cuatro tipos de tecnologías: 1) de producción, que

permiten transformar, manipular y producir cosas; 2) del signo, que permiten usar signos,

símbolos y significados o significaciones que produzcan sentido; 3) de poder, que determinan las

conductas y permiten la dominación y objetivación de los individuos; y 4) del ser, que son a las

que el individuo somete voluntariamente su cuerpo, alma, pensamientos y/o conductas (con o sin

ayuda de otros) para alcanzar la armonía, felicidad, inmortalidad y perfección. Estas últimas

demandan entrenamiento y modificación del cuerpo, que es llamado a adquirir habilidades y

actitudes que lo potencien (Technologies of the Self 18). Así, su conocido término

gubernamentalidad se define como el contacto entre las tecnologías de dominación y las del ser;

es decir, cómo el individuo obedece sin cuestionar a las imposiciones del poder sobre su cuerpo.

Para eso debe respetar las reglas externas y buscar un comportamiento aceptable que le


87
¿Qué es lo que lo compone? es una pregunta difícil de responder. Si se está de acuerdo en que no existe una esencia
u ontología que defina al ser, entonces “eso que lo compone” es también una construcción que viene desde las
instancias de poder. En todo caso, se podría decir que la construcción o construcciones de subjetividades son constantes
y variables según lo que se requiera del individuo y/o lo que se considera “correcto” o “verdadero” en el momento de su
construcción.



147

permita relacionarse con los otros. En este sentido, la moralidad juega un papel importante en el

establecimiento de estas normas. La diferencia entre “conocerse a sí mismo” y “cuidarse a sí

mismo” es que para hacer lo último se debe renunciar a ese ser que se reconoce como fallido y

aceptar el autocontrol. Finalmente, cuidarse a sí mismo implica ser el “doctor” de uno mismo y

prepararse para alcanzar cierto objetivo de vida: el perfeccionamiento constante. Es una tarea

que no se verá cumplida en la vida eterna o en la vida adulta, sino que debe trabajarse a lo largo

de la toda la existencia. ¿Qué tiene que ver esto con la figura del asceta? La vieja premisa

aprendida y discursiva de que para alcanzar la plenitud se debían establecer una serie de

renuncias se reestablece con la aparición de la subjetividad competitiva creada por el

neoliberalismo: se renuncia a la vida en sociedad, al espíritu de solidaridad y al estado natural de


88
no trabajar en pos de adoptar un estado permanente de consumismo y competición que lleva al

individuo a la plenitud. El asceta neoliberal renuncia a las cualidades asociativas y naturales de

hombre para conseguir la felicidad a través del trabajo y de la obtención de un sueldo que pueda

cubrir las mismas necesidades impuestas por el mercado.

Pero, ¿cómo se consigue la separación de la subjetividad impuesta, aprendida y

replicada para establecer comunidades liberadas de todo control? Esta parte del proyecto se

centrará en dos conceptos: 1) el biopoder y las posibilidades que este ofrece en cuanto a la

construcción de subjetividades distintas dentro de comunidades que rompen con el

ordenamiento de los cuerpos enfermos o precarios establecido por la biopolítica, y 2) la

autonomía, el cual abre la posibilidad para los individuos marginales de crear formas vidas

colectivas paralelas y fuera del control Estatal.


88
Vimos esta definición de Peter Fleming en el capítulo II: Trabajar es antinatural, es una construcción social del
neoliberalismo que impone que la vida gire entorno al trabajo o a la falta del mismo. Es una mentira que se necesite
trabajar para poder sobrevivir biológicamente (2-3).



148

Para acercarnos al concepto del biopoder, veamos cómo actúa este dentro de la

medicina. La enfermedad es un concepto que permite entender cómo funciona el sistema en

cuanto a la creación de subjetividades y la imposición de control sobre el cuerpo. También

muestra cómo esto puede combatirse desde el estado precario del enfermo debido a que

illness is a presupposition and the result of capitalist relations of production. As the

presupposition of capitalist relations of production, illness is the productive force for

capital. As a result of capitalist relations of production, illness, in its developed form as

the protest of life against capital, is the revolutionary productive force for humans. Illness

is the only form of life possible under capitalism (SPK 8)

El proceso de producción capitalista destruye la vida para producir capital. La enfermedad es la

expresión del poder del capital para destruir la vida. Pero al crear la enfermedad, el sistema

económico también engendra a su peor enemigo: el tener consciencia de que la vida se agota

debido al mal y que, si no lo hace, igual termina aislando al individuo socialmente, lo cual permite

que nazca la protesta, la consciencia colectiva, la lucha por sobrevivir y la solidaridad (59-60).

Por esta razón, la enfermedad se convierte en la base para entender cualquier tipo de

explotación frente a cuerpos que se encuentran en estado de vulnerabilidad.

La enfermedad crea una serie de discursos negativas sobre el cuerpo, pero este cuerpo

también puede ser capaz de crear narraciones que vayan en contra de lo predispuesto. El

sociólogo Bryan Turner señala que existen dos tradiciones dominantes para acercarse al análisis

social del cuerpo: en análisis discursivo y el análisis fenomenológico. La tensión entre hablar del

cuerpo como narración o hablar del cuerpo como objeto material puede reconciliarse a través de

la distinción entre la idea del cuerpo como representación y el cuerpo como encarnación de la

experiencia. En este sentido, los fenómenos biológicos del cuerpo generarían fuerzas afectivas

capaces de romper con el signo y crear nuevas configuraciones subjetivas que determinan un

cambio en el comportamiento del individuo y de su entorno social. A esto le podemos llamar




149

biopoder: esa fuerza afectiva generada por la experiencia que pueden crear una acción

inesperada que genere un signo diferente.

En el caso de la enfermedad, Turner diferencia entre la enfermedad como la

configuración de la anormalidad biológica y enfermedad como las manifestaciones clínicas que

involucran síntomas (sensaciones subjetivas) y señales (los descubrimientos objetivos señalados

por el médico). En el segundo caso, la enfermedad tiene un componente social que comprende

las respuestas subjetivas de los paciente y el juicio del médico en el momento de dar el

diagnóstico. Turner no explica que el componente social de la enfermedad está determinado por

una cadena de signos que traspasan a los pacientes y que producen la reacción personal, social

y legal que se tiene ante el mal. Esto es producto de lo que se llama materialismo corpóreo:

cuando se produce una enfermedad siempre hay algo que cambia en el cuerpo; por lo tanto, se

producen cierto cambios jurídicos asociados a la biopolítica e incorpóreos que cambian el


89
estatus legal y social del cuerpo (Protevi 63) . Este cambio legal que implica calificar y ordenar a

los individuos es lo que despierta la capacidad del cuerpo de rebelarse haciendo uso del

biopoder, expuesto en el momento de mayor vulnerabilidad. Así puede crear nuevas

experiencias que emergen de las reacciones que produce el cuerpo cuando se ejerce el dominio

de la medicina sobre él. Esto establece un quiebre en el signo supuestamente verdadero e

incuestionable que representa al mal. Las experiencias, negativas o positivas, se retrasmiten y

afectan al cuerpo del paciente y a los otros cuerpos que comparten un vínculo de afinidad con él.

El cuerpo se convierte en productor de nuevas subjetividades que pueden desafiar los roles

asignados al enfermo, los cuales son 1) responsabilizarse por el bienestar de su cuerpo (ser el

médico de sí mismo), 2) someterse a la autoridad médica y ceder a la voluntad de quien está a

cargo de su tratamiento (Kleinman 170) o compartir la responsabilidad de su mejoría (Turner




89
Estos cambios también están asociados a la vida nuda cuando se despolitiza al cuerpo y se le desprovee de derechos
(Protevi 63).



150

154). El énfasis en la autoridad médica e institucional otorga a la ciencia la figura heroica, como

única salvadora del cuerpo enfermo, y erótica, como el agente que puede penetrar en los

secretos de la naturaleza o enfermedad para resolverlos y encontrar la cura (Haraway “The

Biopolitics of Postmodern Bodies” 276-277).

El paciente o, en términos más generales, el individuo en estado precario tiene la


90
posibilidad de crear situaciones singulares en el campo de lo virtual o de lo intensivo : mientras

que el cuerpo puede acomodarse a lo actual, es decir a comportamientos estereotípicos de

acuerdo al estado en el que se encuentre, puede intentar crear situaciones intensivas que son

aquellas que se salen de estos patrones (lo que se conoce como becomming), o radicalizarlas e

ingresar al terreno de lo virtual, el cual está compuesto por ideas o máquinas abstractas que

proveen de nuevos patrones, cambian el comportamiento y permiten umbrales de singularidades

que se oponen a lo ordinario y crean lo único escapando de la universalidad (Protevi 69-70). Por

lo tanto, el enfermo y el individuo vulnerable, al encontrarse en el umbral entre la vida y la muerte

es capaz de revertir los patrones asignados para su estado y crear subjetividades fuera del

comportamiento social estándar. Es a través de estas nuevas subjetividades y sus acciones

cotidianas tanto individuales como colectivas que se puede desafiar estas concepciones de lo

enfermo. También se puede combatir la narración de la enfermedad, comentario político que

contiene y esconde el lenguaje de opresión (Kleinman 50). Michel De Certeau identifica estos

procedimientos cotidianos como pequeños actos de rebeldía contra los mecanismos de vigilancia

y control:

Estas "maneras de hacer" constituyen las mil prácticas a través de las cuales los

usuarios se reapropian del espacio organizado por los técnicos de la producción

sociocultural (...) Ya no se trata de precisar cómo la violencia del orden se transforma en


90
Los conceptos de virtual, actual e intensivo provienen de Giles Deleuze.



151

tecnología disciplinaria, sino de exhumar las formas subrepticias que adquiere la

creatividad dispersa, táctica y artesanal de grupos o individuos atrapados en lo sucesivo

dentro de las redes de la "vigilancia". Estos procedimientos y ardides de los

consumidores componen, finalmente, el ambiente de antidisciplina (XLIV-XLV) .

En el caso de la enfermedad, la narración oficial que generalmente condena a estos cuerpos a la

inutilidad se ve interrumpida para abrir un espacio alternativo en donde los menos privilegiados

tienen la oportunidad de sobresalir y triunfar (28).

Existen varios conceptos que servirán para explicar estos fenómenos a nivel teórico. Por

ejemplo, el concepto del cuerpo sin órganos de Giles Deleuze y Félix Guattari es útil para

comprender la posibilidad de reestructurar el cuerpo en composiciones diferentes que puedan

cumplir funciones ajenas a las que les corresponden según su clasificación. ¿Qué es el cuerpo

sin órganos? El cuerpo está compuesto por máquinas de órganos que se conectan unas a otras

y que a su vez se enlazan a otras máquinas y fuentes de energía parar crear conexiones y flujos.

Son máquinas que producen inscripciones en los cuerpos (subjetividades y/o formas de

funcionamiento de estas) y, al mismo tiempo, consumen lo inscrito por otras máquinas y

reproducen lo que ellos han producido y consumido los de otros. Esto no se elabora en ciclos

separados, sino que todo sucede a la vez mecánicamente para que ni su función dentro del

sistema ni los ciclos de inscripción-consumo-reproducción se vean alterados. El cuerpo sin

órganos está llamado a resistir a la máquina de órganos, a deshacerse de ella. Esto se puede

lograr a través de la creación de fluidos corporales que no se reconocen y ruidos desarticulados.

Estos ejemplos exigen que el cuerpo adopte formas desconocidas o irreconocibles para las

máquinas y utilice su superficie opaca y resbaladiza para poner una barrera que lo haga

impenetrable. La producción de afectos desconocidos a través de la interacción de los cuerpos

producen lo inesperado, lo que la máquina no puede decodificar ni aprehender. El cuerpo no

está llamado a producir, pero sí a crear formas diferentes que puedan alterar los ciclos de

producción establecidos. El cuerpo sin órganos se reapropia de las máquinas para que suceda el




152

milagro de la reorganización. Y a su vez descompone las formas sociales conocidas, lo cual

ayuda a crear nuevas estructuras (The Invisible Committee 12). Estos cambios se dan gracias al

biopoder.

Este concepto se hermana con el análisis que hace Judith Butler sobre el trabajo de

Foucault acerca del cuerpo. Butler coincide con Deleuze y Guattari en que el cuerpo es el lugar

de inscripción del poder, pero la paradoja es que también puede inscribirse a sí mismo. El cuerpo

no está construido, sino que está en un proceso de construcción externo al cuerpo material. Por

esta razón, es el portador de la historia, ya que adopta significados, los inscribe y se somete a

ellos. Sin embargo, de estas definiciones se desprende la idea de que el cuerpo material es un

lienzo en blanco que puede usar el biopoder para reinscribirse y rebelarse. No hay sentido

ontológico del cuerpo, sino un cuerpo material invariable que existe antes de ser inscrito. Y es

eso lo que abre la posibilidad de registrarse de maneras diferentes y desconocidas para su

contexto social. El cuerpo debe controlar su biopoder, crear nuevas subjetividades e intervenir

desde dentro para poder destruir las estructuras que lo componen e influir en los cuerpos que lo

rodean.

Este concepto filosófico toma forma con la propuesta cyborg de Haraway. En primera

instancia, la teórica considera que existen dos mecanismos de disidencia a tomar en cuenta: la

blasfemia como protección ante la moral dominante de la comunidad; y la ironía, que son

contradicciones que no pueden resolver los grandes vacíos y que deben mantener la tensión de

juntar dos elementos incompatibles porque ambas son verdades necesarias. El cyborg encarna

la blasfemia porque quebranta el orden y la ironía porque en él existen tensiones y significados

en contradicción que lo componen, pero más importante, que le permiten romper con los binarios

y reconstruirse inagotablemente. El cyborg es un organismo cibernético, híbrido entre máquina y

organismo y criatura de ficción dentro de un mundo hecho de narraciones políticas y sociales

donde él está llamado a crear otras nuevas e inesperadas que transformen la historia. La

naturaleza humana es la materia prima y no el producto (Ciencia, cyborgs y mujeres 78) del




153

material discursivo creado por instancias ajenas a él. Y es aquí donde resuena el concepto

deleuziano del cuerpo sin órganos, el cuerpo que rompe con las máquinas, pero que se convierte

en máquina misma de creación de subjetividades y narraciones. En cuanto a la enfermedad,

Haraway apunta que el sistema inmunológico define el límite entre lo enfermo y lo sano, pero lo

enfermo es capaz de experimentar sensaciones desconocidas, lo cual le permite convertirse en

ese otro, mezcla entre lo que se conoce y lo que emerge desde la experiencia de transformación.

El cyborg es un monstruo: “las formas altamente conflictivas e independientes que adquiere el

poder de estos monstruos pueden ser signos de mundos posibles, de los cuales se

responsabilizan con toda seguridad” (63).

Por último, todo esto es la base para crear el concepto de tecnologías del ser

improductivo. ¿Cómo se establecen estas tecnologías? Espósito afirma que la división entre la

bios (entendido como vida calificada o forma de vida) y la zoé (entendida como el mantenimiento

biológico de la vida), se le une el término téchne, que se define como el cuerpo humano

desafiado y atravesado por la técnica (25). A lo que el teórico se refiere es que la separación

entre bios y zoé se pone en cuestionamiento porque no existe ningún cuerpo que solamente se

dedique a su mantenimiento biológico sin ser productivo; por lo tanto, son las técnicas las que

hacen que el cuerpo deje este estado para convertirse en vida calificada. A su vez, considero

que a los cuerpos se le enseña técnicas para ser improductivos solo en los casos en que se les

considere inservibles.

Basándome en el estudio de Arthur Kleinman, definiré lo que llamo tecnologías del ser

improductivo. En primera instancia, el paciente crea narraciones de la enfermedad: “the illness

narrative is a story the patient tells, and significant others retell, to give coherence to the

distinctive events and long-term course of suffering” (49). Estas narraciones cuentan con

metáforas y un aparato retórico que les da estructura. Todos estos discursos y sus formas de

transmisión son aprendidas social y culturalmente, a lo que el paciente suma la experiencia

personal. Estas historias no solo recrean y moldean la experiencia de la enfermedad, sino que




154

también producen narraciones nuevas que crean subjetividades. La somatización, definida como

la comunicación de los problemas personales e interpersonales a través de los modismos del

dolor, exige la intervención médica y, por lo tanto, empodera cada vez más a la institución de

salud. Las tecnologías del ser improductivo buscan que el paciente sea dependiente a un

sistema que va a determinar su suerte. El paciente aprende estas tecnologías, ubica su lugar

dentro del sistema y asume su posición.

No obstante, Kleinman habla también del empoderamiento de los pacientes. El

antropólogo dice que es el médico quien debe ayudar al enfermo a entender, controlar, cambiar

o aceptar los sentimientos de su enfermedad. Sin embargo, pareciera que en esta propuesta, se

le está dando nuevamente el poder a la medicina para decidir las narraciones que deben

aplicársele al cuerpo enfermo. Creo que es el paciente quien tiene el poder de revertir esas

tecnologías a su favor. El enfermo puede aprehender estar narraciones para crear subjetividades

diferentes a la suya y llamar a la rebeldía creando vínculos con otros pacientes en la misma

situación. Se debe entender que si se aceptan las tecnologías del ser improductivo no es para

someterse al poder, sino para aceptar una transformación temporal que permita unirse con los

demás cuerpos y lograr un cambio. Es ahí donde interviene el biopoder.

Por otro lado, cuando los cuerpos en estado precario deciden unirse para formar

comunidades, estas persiguen la recuperación de la autonomía. El concepto de autonomía se

refiere a la idea psicológica que determina quién decide las preferencias, deseos, capacidades,

nociones de uno mismo, planes de vida, racionalidad del individuo y quién da el consentimiento

de lo que se hace con él (Spriggs XII). Y esto está permitido por un acto racional basado en las

leyes naturales y por el mundo inteligible que tiene una discursividad propia. La autonomía

termina siendo la expresión de la voluntad del individuo bajo las leyes de la razón (11). Este

punto es clave: el cambio de la racionalidad del sujeto determina también el cambio en el uso de

su autonomía. Si se cambia la racionalidad discursiva para el individuo subyugado, este puede

modificar las leyes morales y los deberes que le corresponde cumplir a él y a su comunidad con




155

el fin de construir una narración moral que va en contra de asignada para su situación. Esto le

permite desobedecer el comportamiento social asociado con las clasificaciones que se le otorga,

por ejemplo la de enfermo, discapacitado o desertor. Para poder establecer vínculos de afinidad

que lleven a la construcción de una comunidad autónoma se deben crear conexiones y

organizarse teniendo en cuenta los conocimientos de cada individuo. El saber está demarcado

primero por el reconocimiento de la situación precaria, la posición abyecta y la ausencia de

derechos. Sobre la base de estos presupuestos es que se produce el cambio de la razón y, con

ello, de la moral y el deber. Y el deber llama sabotear al poder, tomar sus territorios y crear

actividades ajenas a ese espacio para que deje de pertenecerle. (The Invisible Committee 46/48)

Así se convertirá en un territorio autónomo donde rigen otras reglas y otra moralidad: “we are

autonomous in the sense that we can act for reasons rather that inclination and there is moral

worth in acting for the law or duty alone” (Spriggs 12). Es decir, se es autónomo cuando la ley, el

deber y la obligación de cumplir con lo que se manda quedan por debajo de la razón de la

comunidad, de su moral y deber que es independiente de los intereses asociados a agentes

externos a ella. El cambio opera a nivel racional y esa lógica está asociada a un cuerpo que no

puede ser dominado ni obedece reglas que no corresponder a su situación precaria. Por eso

puede utilizar el biopoder para revertir los discursos y aplicar su razón que está por encima de la

razón universal. La enfermedad interrumpe las modulaciones que calibran al cuerpo y que lo

obligan a trabajar usando el propio mal creado por el capitalismo para ir en contra de él:

“neoliberal indexing process is momentarily scrambled, disgusted and ashamed before the

afflicted body that it created” (Fleming 128). La negación o el desorden de este razonamiento

productivo abre la posibilidad de liberación: los cuerpos que se reconocen como improductivos

son capaces de cambiar esta subjetividad y determinar nuevas formas de relaciones sociales,

económicas y solidarias. La improductividad y la renuncia al trabajo deben transformarse en un

bien común con fines democratizadores (121). Y en esto interviene lo que se conoce como

ethopolítica que son las “self-techniques by which human beings should judge and act upon




156

themselves to make themselves better that they are” (Rose 27). El cambio de racionalidad pasa

por un cambio en la ethopolítica que va de lo razonable entendido por la autoridad de poder a lo

razonable para el individuo. Es ahí donde radica la posibilidad de ser autónomo.

Las relaciones se producen a través del cuerpo, más específicamente, de la creación de

un vínculo de afinidad que está marcado por los diagnósticos que se le hacen sobre él. A esto se

le llama biosociabilidad, término inventado el antropólogo Paul Rabinow y que surgió en la era

genómica:

[Biosociability is] to identify new types of groups and individual identities and practices

arising out of the new techniques of genetic diagnosis and monitoring of risks and

susceptibilities. Such groups meet and share experiences, lobby for funding research into

“their” disease, and their own forms of life in the plight of genetic knowledge. [Also] the

ways in which they would develop novel kinds of relations with medical specialists,

clinics, laboratories, and with medical knowledge, surrounded by “a heavy panoply of

pastoral keepers to help them experience, share, intervene, and “understand” their fate”

(23).

Si bien es cierto que Rabinow identifica este término con la idea de una relación más igualitaria

entre pacientes e instituciones, considero que aplica para las formas del organización que

veremos en las narraciones sobre la enfermedad. La posibilidad de desarrollar relaciones nuevas

con los especialistas médicos y con el conocimiento científico permite que estos grupos

biosociables tengan la posibilidad de dejar de lado la medicina e internarse en nuevas relaciones

para enfrentar su destino, como señala el antropólogo. La idea de la biosociabilidad también se

da con la creación de subjetividades asociadas al pre-paciente y el paciente de riesgo (19). Si

bien es cierto que estas clasificaciones aparecen para beneficiar a la industria médica, puesto

que todos los individuos pueden ser futuros enfermos, recordemos que Haraway señala que el

sistema inmunológico es lo que demarca el límite entre lo normal y lo patológico, y que esto es

simbólica, técnica y políticamente lo desnaturalizado. Por lo tanto, la clasificación lingüística que




157

se hace de “pre-paciente” o “paciente de riesgo” ya no es mimética, sino que determina las

diferencias que se producen al interior del cuerpo (“The Biopolitics of Postmodern Bodies” 275-

279). Por lo tanto, ese lenguaje que predispone, se puede reconstruir para darle otros

significados al cuerpo. El paso a lo enfermo es lo que permite la posibilidad de dejar de serlo

discursivamente y crear otra subjetividad asociada con el acto rebelde. El cuerpo ha perdido su

carácter natural debido a la ruptura de los vínculos de afinidad entre los individuos y es

concebido como un campo de estrategias biomédicas de inversión. En este contexto, la

enfermedad se sale de lo construido estratégicamente para el ser (283); es decir, que dentro del

sistema productivo, el mal es inconcebible. Por eso el individuo que es clasificado como

“paciente” es a la vez descalificado como contendor de fuerza de trabajo. Esa fuerza es la que

puede aplicarse a la creación de nuevas subjetividades y formas de vida. No es el destino del


91
ciudadano biológico mantenerse aislado, pues está ante una circunstancia en la que se le

presenta una nueva racionalidad y ética, además de nuevos tipos de políticas y maneras de

comunicarse que se hacen posibles a través de la construcción de formas desconocidas de


92
colectividad (Rose 144) .

Por una cuestión temática dividiré el análisis de los textos en dos partes: 1) La

comunidad enferma que comprenderá el libro de no ficción Loco afán - Crónicas de sidario de

Lemebel y la novela El huésped de Nettel, pues ambos presentan comunidades de individuos

que presentan algún mal o minusvalía inidentificable por las instituciones (el SIDA y la ceguera

respectivamente), y 2) la comunidad precaria, que comprenderá la novela Los pichiciegos de


91
Expliqué en el capítulo 2 de este análisis el concepto de ciudadano biológico que es pertimente recorder en este
momento: “I used the term “biological citizen” descriptively, to encompass all those citizenship projects that have linked
their conceptions of citizens to beliefs about the biological existence of human beings, as individuals, as mean and
women, as families, and lineages, as communities, as populations and races, and as species. And like other dimensions
of citizenship, biological citizenship is undergoing transformations and is reterritotializing itself along national, local and
transnational dimensions” (Rose 132).
92
Si bien es cierto que en la novela Los pichiciegos estos individuos han perdido su estatus de ciudadanía, su
acercamiento biológico les permite que emerjan nuevas formas de cooperación y colectividad.



158

Fogwill, pues esta presenta a individuos en estado de precariedad puesto que han sido

declarados muertos y que, por tanto, no existen para el sistema.

La comunidad enferma

El libro de no ficción Loco afán - Crónicas de sidario de Pedro Lemebel termina su primera

crónica con una imagen significativa, no solo por lo que describe, sino porque este género en

particular combina la historia reciente con la ficción, lo cual permite imaginar la situación real de

aquellos individuos que se encuentran en situaciones semejantes. La imagen es la siguiente:

Antes de que la plaga del SIDA invadiera la capital chilena, un grupo de homosexuales que ya se

hacían llamar locas, decide hacer una fiesta para recibir el año nuevo. Al final de la celebración y

de la comilona, lo único que queda en el recinto es una montaña de huesos de pavo que alguna

de las asistentes corona con una bandera chilena. Fascinadas por la escultura mortuoria, las

locas se toman una foto con ella. Después de esto, Lemebel relata que casi todas las locas de la

foto están muertas debido al virus del VIH:

Del grupo que aparece en la foto, casi no quedan sobrevivientes. El amarillo pálido del

papel, es un sol desteñido como desahucio de las pieles que enfiesta el daguerrotipo. La

suciedad de las moscas fue punteando de lunares las mejillas, como adelanto

maquillado del sarcoma (…) la foto de las locas en ese año nuevo se registra como algo

que brilla en un mundo sumergido. Todavía es subversivo el cristal obsceno de sus

carcajadas, desordenando el supuesto de los géneros. Aún, en la imagen ajada, se

puede medir la distancia, los años de dictadura que educaron virilmente los gestos. Se

puede constatar la metamorfosis de las homosexualidad en el fin de siglo: la defunción

de la loca sarcomida por el SIDA, pero principalmente diezmada por el modelo

importando de estatus gay, tan de moda, tan penetrativo en su tranza con el poder de la

nova masculinidad homosexualidad. La foto despide el siglo con el plumaje raído de las

locas aún más torcidas, aún folclóricas en sus ademanes ilegales. (21-22).



159

Este pasaje es de suma importancia porque Lemebel plantea cómo esa foto es premonitoria a la

desaparición de la loca rebelde a causa del SIDA (Palaversich y Allatson 107). Las locas

resistirán a esta extinción anticipada a través de la formación de una comunidad alternativa que

marcará nuevas tendencias estéticas con el fin de crear subjetividades colectivas, se adaptará a

la economía de la prostitución como forma de supervivencia, se burlará de la enfermedad o,

mejor dicho, le quitará la solemnidad asociada con la muerte para poder enfrentarla, y

establecerá un sistema de cuidados para los individuos infectados que deciden estar fuera de

sistema de salud debido a la mala atención que las llevará a una muerte segura y dolorosa. El

libro de Lemebel cuenta con más de treinta crónicas que narran lo ocurrido con la comunidad de

locas después de la aparición del SIDA en Chile. Ángeles Mateo del Pino define este libro como

un “eco de la consciencia colectiva” o la narración de los “expulsados del paraíso-espacio

público”, además afirma que Lemebel “hace aparecer lo que estaba oculto y marginado” (21-25).

Si bien es cierto que todo esto está implícito en el libro, lo que no se analiza es que la expulsión

de las locas del espacio público y su consecutiva emergencia desde la marginalidad permite la

creación colectiva de un espacio propio, que si bien es cierto no tiene un lugar fijo, se configura

en pequeños lugares donde se rompe con las reglas impuestas para la enfermedad y se

producen subjetividades y acciones que luchan por su sobrevivencia: “Lemebel´s chronicles in

Loco afán presents a consistent mythology of the everyday life of the gay community in Latin

America, here the para- and subcultural “achievements” (…) enter into the discourse”

(Ingenschay 149). Si bien es cierto que se construye un discurso, considero que este no forma

parte de las narraciones oficiales, sino que se posiciona como un contradiscurso autónomo

desprovisto de toda relación con lo Estatal. El cambio de la lógica del mal transforma al enfermo

destinado a la muerte en uno que puede intentar sobrevivir al margen de lo deseable para él

aunque fracase en el intento.

En este estudio no voy a analizar las crónicas de manera individual, sino que voy a

tomar referencias y elementos de diferentes narraciones para explicar cómo se forma la





160

comunidad de locas enfermas de SIDA. Sus cambios se presentan a nivel estético, el cual

permite la emergencia de subjetividades alternativas; a nivel económico al establecer formas de

intercambio tanto monetarias como de solidaridad; y a nivel discursivo que permite hacer burla

de la enfermedad para poder sobrellevarla y motivar a la acción en lugar de a la apatía y a la

espera de la muerte. Este libro no trata de retratar al homosexual exótico ni romantizado, sino

que se concentra en su experiencia de vida (Palaversich y Allatson 100). A pesar de que se

podría pensar que Lemebel intenta crear un sujeto exotizado a través de descripción de la loca

chilena, esta no tiene como fin ser atractiva para el mercado internacional ni trata de hacerle

competencia al sujeto homosexual neoliberal traído de Occidente. Lo que se muestra en Loco

afán es el rechazo a ese modelo ajeno a la especificidad racial y étnica latinoamericana que

además ha importado el mal que está exterminando a las locas nacionales. Lemebel muestra la

creación de una comunidad que revierte el efecto colonizador de la enfermedad (a través de la

dependencia médica o la eliminación de sujetos no deseables) para crear vínculos entre los

enfermos de SIDA que, por el contrario, encuentran su autonomía en la colectividad asociada

con su desgracia: “Lemebel´s chronicle offers special testimony that this other has found his own:

he finds it in literary discourses that seek, find and obtain their own locus no in independences,

but in hemispheric reference to the tendencies of Western mainstream cultures (…) homosexual

Latinos have also found their voice” (Ingenschay 147). Lemebel toma como referencia las

tendencias occidentales, pero para ponerlas en cuestionamiento y emerger desde ahí con una

propuesta nueva de cómo enfrentar la enfermedad desde un Chile invadido por el sistema

económico neoliberal y por un mal que amenaza con terminar con cualquier intento de

resistencia.




161

Antes de analizar la estética diferenciadora entre el modelo occidental de homosexual y

la loca chilena, resumiré brevemente la relación entre SIDA, mercado y las políticas de miedo

asociadas al contagio. En la cultura occidental, el vínculo entre enfermedad e inmoralidad es un


93
tópico que existe desde la Edad Media . Si bien es cierto que ahora se necesita del sustento

médico para dejar de lado estos vínculos ilógicos, la asociación entre algunas enfermedades con

el comportamiento indecoroso de quien la padece se ha mantenido (Turner 185-186). Por esta

razón, Melinda Cooper señala que la aparición de SIDA se vio como una amenaza militar que

debía ser tratada de esa manera y que, a diferencia de la Guerra Fría que declaraba la guerra

entre dos estados soberanos que tenían que enfrentarse, ahora se tenía que combatir a las

grandes emergencias naturales o causadas por el hombre (Life as surplus 52). En cuanto al

SIDA, se intentó convencer a los individuos de la existencia de remedios milagrosos, lo cual

beneficiaba a la industria médica. Sin embargo, no se obtenían mayores resultados de curación y

menos en los países de Tercer Mundo, donde no había acceso a los medicamentos y los

tratamientos servían para prolongar dolorosamente la vida. Las políticas neoliberales que

dictaban quiénes eran los individuos adecuados para recibir el tratamiento (determinado por el

valor de cada ciudadano), causó la expansión y mutación del virus (58). Los ciudadanos de los

países menos beneficiados se convirtieron en amenazas cotidianas y, por lo tanto, debía evitarse

que traspasaran las fronteras, además de tener que mantenerse marginados dentro de los

límites territoriales: “We are confronted with a plethora of everyday dangers, whose only common

characteristic is their disruptive effect on social and biological life: ecological damage, disruption


93
Un ejemplo claro de estos vínculos puede verse en Las cantigas de Santa María de Alfonso el Sabio a través de la
lepra, mal que está asociado a las perversiones sexuales. Por otro lado, se recibían enfermedades, castigos físicos e
incluso la muerte si se pecaba contra la fe o Dios, si se despreciaba a la religión, si se cometían robos o se sentía
avaricia. Un ejemplo latinoamericano se encuentra en Brevísima relación de la destrucción de las Indias de Bartolomé de
las Casas donde el castigo contra el cuerpo de los inmorales o desobedientes ha estado presente desde el comienzo de
la historia.




162

of the family and community life, greater intrusion into the lives and rights of the individual” (64).

El control que se establece contra estas amenazas, en este caso el SIDA, es lo que se rechaza

en el libro de Lemebel. Si la enfermedad crónica que deriva en la muerte es una traición a la

confianza que se tiene en el cuerpo propio (Kleinman 45), los personajes de Loco afán revierten

esa desconfianza a su favor para crear con ese cuerpo infectado una nueva forma de vida que

responda a su actual situación y lo hacen a través de la relación con los cuerpos que comparten

la misma suerte. Una de las primera rebeldías es poner el cuerpo a disposición de la comunidad,

lo cual va en contra de la idea occidental de que el cuerpo es privado (11). La comunidad de

Lemebel se decolonializa y desoccidentaliza y lo hace a través de una estética propia que se

desvincula de los modelos homosexuales occidentales. Y esto lo logra, aunque suene irónico, a

través de la adquisición del virus del SIDA, mal importado también desde Occidente. Los

personajes de Lemebel se reapropian del virus, niegan su muerte y se convierten en agentes de

la sobrevivencia propia y de su comunidad. Es así como también se niega la imagen del cuerpo

colonizado como invasor corrompido del cuerpo del hombre occidental (Haraway “The Biopolitics

of Postmodern Bodies” 296). El cuerpo enfermo de SIDA deja de ser una amenaza al construir

una alternativa de vida en lugar de acabar con la salud de otras personas.

El cambio estético de las locas enfermas de Loco afán comienza con la idea de la

colonización. En varios momentos del texto, Lemebel afirma que el ingreso de la enfermedad del

SIDA a Chile ha formado una nueva colonia de contagiados, individuos homosexuales

“colonizados” por el modelo homosexual de Primer Mundo que no solo trajeron una idea de

cuerpo que había que imitar y que no tenía relación con la fisionomía del indio mapuche, sino

que esos cuerpos llevaban consigo el virus que se traspasaba a los cuerpos de los gays de

Tercer Mundo con el fin de hacerlos depender de la medicina. La imitación de esta imagen

“correcta” o “aceptable” del homosexual de Occidente traía consigo la enfermedad, agente que

potencia una segunda forma de colonización que ya no solo implica una superioridad racial, sino

también conlleva a encontrar fuera de Latinoamérica la cura para evitar la muerte:





163

El “hombre homosexual” o “mister gay” era una construcción de potencia narcisa que no

cabía en el espejo desnutrido de nuestras locas. Esos cuerpos, esos músculos, esos

bíceps que llegaban a veces por revistas extranjeras, eran un Olimpo del Primer Mundo,

una clase educativa de gimnasia, un fisiculturismo extasiado por su propio reflejo. Una

nueva conquista de la imagen rubia que fue prendiendo en un arribismo malinche de las

locas más viajadas, las regias que copiaron el modelito de New York y lo transportaron a

este fin del mundo. Y junto al molde de Superman, precisamente en la aséptica envoltura

de esa piel blanca, tan higiénica, tan perfumada por el embrujo capitalista. Tan diferente

al cuero opaco de la geografía local. En ese Apolo, en su imberbe mármol, venía

cobijado el síndrome de inmuno deficiencia, como si fuera un viajante turista que llegó a

Chile de paso, y el vino dulce de nuestra sangre lo hizo quedarse (22-23).

Esta homonormatividad no solo busca estabilizar la imagen importada del homosexual

neoliberal, narcisista e individualista que rinde culto al moldeamiento del cuerpo de acuerdo a

parámetros de belleza establecidos por Occidente, sino que, como señala Ben Sifuentes

Jaúregui, excluye a los individuos quienes no la representa siendo este el caso de los travestis

pobres que Lemebel destaca en sus crónicas (178).

Por otro lado, Turner señala que cuando la enfermedad entra dentro del cuerpo, el

paciente no solo es víctima, sino que también se convierte en su agente (186). En el caso de los

cuerpos de Loco afán la enfermedad les permite crear formas de resistencia. De esta manera

dejan de ser víctimas de esta especie de neo-colonización para pasar a ser agentes de contagio

del modelo de enfermo de SIDA creado por ellos mismos que desafía a la muerte y a las figuras

importadas que tienen como fin traspasar ideales y formas de vida que son ajenas a las de la

realidad chilena. La creación de este nuevo modelo combina la producción de una nueva estética

tanto del cuerpo como de la muerte, además de la elaboración de un lenguaje propio. La imagen

de la loca se escapa a la normativa gay (Palaversich 111) traída de Occidente: esa nueva loca




164

enferma no imita al gay musculoso, sino que se copia de las mujeres de las revista de Vogue,

que son extremadamente delgadas, paradigma de la feminidad. Y es a través de los estragos de

la enfermedad que se consigue este modelo de cuerpo huesudo y casi demacrado con el que las

locas siempre han soñado. Esto también podría verse como copia de un modelo occidental ajeno

a realidad chilena; sin embargo, es importante recalcar que la loca no imita el modelo normativo

importado por Occidente, sino que aprovecha el mal para descartarlo y asemejarse más a una

mujer que a un modelo de hombre que le era imposible reflejar. Lemebel afirma que gracias al

SIDA, las locas obtienen la delgadez que “ninguna dieta había conseguido” (16). Los individuos

de Loco afán se niegan a parecerse a esos modelos musculosos de las revistas gay (con

algunas excepciones, como la de las locas regias que hacen contraste con las locas pobres y

más femeninas) y utilizan la enfermedad para evitar responder al llamado neo-colonizador de

Occidente que, a través de la imposición de la imagen del gay saludable, buscan convertirlas en

consumidoras de productos relacionados con el trabajo del físico de gimnasio y, luego de la

adquisición de la enfermedad, con la industria médica.

En complemento con lo anterior, también se puede analizar lo que Lemebel llama la

“moda fúnebre” y la idea establecida por la comunidad de locas de tener que morir como una

diva. En varias crónicas se asegura que la adquisición de la enfermedad incitaba al glamour: el

maquillaje se hizo excesivo para ocultar las pústulas, las pelucas se convirtieron en una

necesidad para disimular la pérdida de pelo y las ropas se exageraron para encubrir la

decadencia de la enfermedad. La necesidad de las locas de siempre verse bellas incentivó a

crear un modelo homosexual feminizado y excesivo que se alejaba del “mister gay” de gimnasio

y que también iba en contra de la mercantilización del SIDA, hecho que se hacía visible a través

de la moda necrofílica de los anuncios de Benetton que mostraban a enfermos terminales con el

fin de afianzar la imagen de compromiso social de la marca; o también por medio de la

publicidad orientada al uso de condones para evitar la propagación de la enfermedad en la que

se usaba los modelos musculosos gay con los que las locas no se identificaban, pero con los



165

que sí querían mantener relaciones sexuales. Irónicamente, este tipo de publicidad incentivaba a

tener sexo sin protección, con lo que se causaba el efecto contrario al deseado: el de la

proliferación del mal y la baja demanda del producto. Las locas dejan de apoyar la

comercialización neoliberal de la enfermedad a riesgo de perder la vida. Nos encontramos otra

vez con la idea de recuperar el derecho a la muerte rechazando todo intento de mantener la vida

si este favorece al sistema económico que antes marginó a los enfermos de VIH por

considerarlos una plaga de la cual no se podía obtener ningún beneficio.

La estética de la muerte también moldea el comportamiento de la loca frente a la

enfermedad. El hecho de desear morir como diva es un desafío a la imagen del enfermo de sida

decadente que se ha construido para causar pánico y rechazo ante cualquier portador del mal.

En “El último beso de la Loba Lamar” vemos como, ante la muerte de una compañera, las locas

intentan ataviarla como diva para que se vaya triunfante, irónicamente, ante de la derrota de la

enfermedad. El cuerpo de una loca “tan divina, tan preocupada del gesto y de la pose (…) debe

permanecer en el recuerdo diva por siempre” (46). Por eso, las compañeras reacomodan las

facciones de la difunta antes de que el rigor mortis lo deje con una mueca macabra y comienzan

a vestirla con sus mejores ropas, intentando imitar a Lola Flores, cantante y actriz (o diva) que la

fallecida admiraba. Esta solidaridad con el cuerpo fallecido de una compañera es también una

muestra de la creación de una nueva comunidad que se preocupa porque sus miembros no sean

tratados como desechos (a causa de la doble discriminación por ser homosexual y padecer de

una enfermedad contagiosa) ni siquiera después de la muerte.

También encontramos la estilización de la muerte en las crónicas “Los diamantes son

eternos” y “Esas largas pestañas del sida local”. En la primera, la frivolización de la enfermedad

ayuda a los infectados a sobrellevarla. Lemebel señala que al cambiar las plumas por las

jeringas, la medicina se convirtió en un elemento decorativo comparable con la cirugía plástica

“el AZT es como la silicona, te alarga, te agranda, te engorda, te pone unos tiempos más de




166

duración” (72). La medicina se utiliza no para estar sana, sino para mantener la estética

femenina divinizada que las locas tanto buscaban, antes a través de la silicona, ahora con ayuda

de la medicamentos. En la segunda, la burla ante la muerte se ve reflejada cuando las locas

deciden convertir el deceso de una compañera en un motivo de celebración: “los funerales de

una loca contagiada por el SIDA, se han transformado en un evento social” (75). Según Lemebel,

en los funerales se muestran los últimos modelos de la loca transformada o exagerada que se

pone sus mejores prendas y luce con orgullo la estética “Calvin AIDS” que sin la enfermedad no

hubiera surgido como desafío ante la decadencia del cuerpo. Es así que nuevamente se ve

cómo los estragos de la enfermedad (las manchas, la delgadez) se incluyen dentro de la

indumentaria que le da glamour a la loca contagiada que busca convertir el funeral en una fiesta

sin duelos:

las locas engalanadas con el drama han hecho de su muerte un tablao flamenco, una

pasarela de la moda que se burla del sórdido ritual funerario. Más bien, revierten la

compasión que pesa como un juicio pecaminoso sobre el SIDA homosexual, lo

transforman en una alegoría. Con sus destellos coligüillos, amortiguan el duelo, lo

colorean, lo refulgen, lo descargan de esa fetidez piadosa” (76).

Lemebel también retrata el funeral de otra compañera como una celebración comparable con la

de del triunfo del “NO” después del plebiscito que impedía la postulación Augusto Pinochet a la

presidencia, hecho que marcó el fin de su dictadura. La idea de recibir a la muerte como divas es

un triunfo ante las subjetividades creadas por el poder económico y estatal para los

homosexuales y los enfermos de SIDA, pues las locas pasan al descanso eterno con la

subjetividad transgresiva que ellas decidieron asumir.

Otro de los factores que contribuyen a la creación de la estética de la loca y la

construcción de su subjetividad es la alteración del lenguaje, manifestación que también

disminuye el respeto por al enfermedad, la cual deja de ser vista como una amenaza llamada a



167

causar pánico. Ya he comentado que la apropiación del término peyorativo loca no solo sirve

para revertir su significado social, pues pasa de ser un insulto a convertirse una marca que crea

vínculos entre los homosexuales que practican el travestismo, sino que también adquiere nuevos

significados sociales asociados a la resistencia frente a la enfermedad y la discriminación. Ser

una loca es motivo de orgullo porque se pertenece a una comunidad solidaria que acoge a

aquellos que antes han sido marginados a través de la utilización de esa palabra como lenguaje

ofensivo. No obstante, el surgimiento del mal provee a las locas de un lenguaje que les permite

burlarse de ella. Kleinman comenta que el lenguaje de la aflicción está organizado por un patrón

creado por las interacciones diarias con la enfermedad y que, en consecuencia, el lenguaje de la

queja define la relación que se tiene con la enfermedad, pues manifiesta cómo se reacciona ante

ella, cómo la entiende el paciente y su entorno y cómo se responde en cuanto a acciones y

comportamientos (16). En el caso de Loco afán se ve que el lenguaje utilizado por los enfermos

para referirse al SIDA no es el de la queja, sino el de la broma, con lo cual también se desafía al

tomo fúnebre con el que se debe reaccionar ante esta enfermedad mortal. En la crónica “Los mil

nombres de María Camaleón” se ve que a través de uso de apodos, las locas se despojan del

nombre fijo (lo cual implica también el rechazo a una identidad estable), y buscan teatralizar lo

defectos o los estragos de la enfermedad para aliviar el dolor social y corporal que esta les ha

traído, pero también para convertirlos en marcas que las embellecen y las acercan más a su

ideal de divas. Sobrenombres como “La María Sarcoma” (en alusión a la diva del cine mexicano

María Félix), “La Mosca Sida”, “La María Lui-Sida”, “La Frun-Sida”, “La Lúsida”, “La Zoila Sida”,

“La Sida Frappé”, “La Sida On the Rock”, “La Insecti-Sida”, “La Depre-Sida” o “La Ven-Sida” (61)

son tanto una broma como una marca de glamour. También le faltan el respeto a la enfermedad

y contratacan el lenguaje ofensivo que se usa con los portadores de este mal. En Loco afán el

lenguaje de la enfermedad que ha sido arrebatado del paciente por el sistema médico (Illich

170), regresa a su verdadero usuario para contrarrestar los efectos sociales marginadores que

aparecen cuando el mal ataca el individuo, y para afianzar la divinidad de la loca que le sirve




168

como sustituto al dolor y la muerte. Así, el sobrenombre se convierte en un medio más de

sobrevivencia (Sifuentes-Jáuregui 176).

Por otro lado, la idea de crear una comunidad que esté al margen de las instituciones

médicas nace de un rechazo hacia estas y del deseo de no querer médicos que intervengan en

el trance del sufrimiento a la muerte: “La Lobita después del examen, nunca quiso que la

lleváramos al doctor. Son parientes de los sepultureros, decía. Tampoco soportaba esos centros

de ayuda a los enfermos. Parecen campos de concentración para leprosos” (Lemebel 43). La

enfermedad no debe vivirse en soledad porque de esa manera es más fácil para el poder

segregar y desechar a los individuos inservibles; por el contrario, tendría que convertirse en una

nueva forma de vida (Fleming 125). Por eso, en Loco afán se crea una red solidaria de cuidados

donde los individuos de la comunidad se hacen cargo de las necesidades de las locas

moribundas. Se cuidan entre ellas convirtiéndose en enfermeras, nanas, cocineras, consejeras,

sacerdotisas que llevan consuelo y rezan para ayudar a la enferma a morir e, inclusive, intentan

traerlas de vuelta a la vida como si fueran curanderas o brujas capaces de revivir a la fallecida a

través de sus sollozos y caricias . “Hoy por ti, mañana por mí” (76) se menciona en las crónicas,

puesto que se sabe que las únicas calificadas para cuidarse ante la aparición de la enfermedad

son ellas mismas, ya que han sido abandonadas por un Estado marginador y un sistema médico

que utiliza la tortura antes la solidaridad para tratar la enfermedad. El revolucionario enfermo se

convierte en un trabajador social que resuelve los problemas cotidianos de la comunidad (SPK

46). Lemebel posiciona a sus locas en esta subjetividad revolucionaria y caritativa que está

llamada a dar todo de sí para el colectivo, el cual responderá de la misma manera cuando a ella

le toque el momento de morir. Las comunidades alternativas nacen cuando los individuos se

encuentran y se entienden, y están llamadas a reemplazar a las instituciones, familias y uniones;

a despojarse de agendas políticas específicas; a perder el miedo de organizarse de manera

diferente para sobrevivir material y moralmente; y a no definirse a través de identidades fijas

(The Invisible Committee 43) que impidan el acercamiento de otros individuos con los que se



169

pueden crear vínculos de afinidad a través de cualquier elemento que se tenga en común. En el

caso de Lemebel, la subjetividad de loca y de enfermo crean estos vínculos, pero no se

consideran marcas identitarias excluyentes, pues determinarlo de esa manera contribuiría a la

misma segregación que el poder ha intentado establecer. El cuerpo es un espacio en el que se

practican nuevas formas asociativas y, por eso, su mantenimiento genera vínculos sociales y

expresa esas relaciones distintas a las establecidas (Turner 161). Las comunidades de Lemebel

crean, muestran y expresan las nuevas asociaciones caritativas que nacen a partir de la

desgracia.

Otro hecho que podría relacionado con la creación de los vínculos a través de la

enfermedad es que esta quiere repartirse. Se debe ser “generosa” con el mal, lo que se entiende

como que existe la necesidad de tener relaciones sexuales para contagiarse del virus. Esta

comunidad desea estar junta inclusive en la muerte, puesto que se quiere que todas estén

contagiadas para no morir solas. Esto hecho que podría parecer negativo, puede interpretarse de

diferentes maneras: 1) como el acto solidario de repartir la muerte y así recuperar el derecho a

morir en colectivo para evitar seguir siendo rechazados por un sistema que no las desea y que

las ve como una portadoras de la peste; 2) como la posibilidad que se les da a otros individuos

de adoptar nuevas subjetividades a través de la enfermedad: el mal que se convierte en el medio

para lograr ser otro que no se resigne a los roles que se asignan desde el poder, sino que adopte

una entidad transgresiva que rete estas configuraciones; y 3) como la manera de agregar nuevos

individuos a la comunidad para que esta no se extinga y así sumar individuos que comulguen

con las acciones de la agrupación y continúen con el legado de lo han construido sus

predecesoras fallecidas.

Finalmente, otra actividad que las locas realizan en colectivo es la prostitución y

comercio sexual como forma alternativa de mantenimiento económico. La marginación laboral

del homosexual condenado a la discriminación y sueldos miserables, y, más aún, del

homosexual enfermo, empuja a los personajes de las crónicas a buscar formas alternativas de



170

conseguir dinero que no se detienen ante la presencia de la enfermedad. La comercialización del

gay se convierte en una posibilidad de subversión (Palaversich 104), puesto que es la forma de

volverse productivas dentro de un sistema que las considera desechos. Las locas mayores se

ofrecen en las plazas para una “chupada” y las más jóvenes continúan con sus prácticas

sexuales tomando precauciones como el uso de preservativos (aunque muchas veces no

garantiza que no ocurra el contagio). Ellas deben mantener a sus familias, pero también

necesitan conservar esa estética femenina que afianza sus vínculos dentro de la comunidad,

para lo cual necesitan dinero. Los pacientes tienen que saber que son producto, pero también

fuerza productiva (SPK 10). Y son principalmente productores de subjetividades y de formas

alternativas de vida que muestran la insignificancia de la institución médica cuando se interpone

el biopoder, arma que puede enfrentarla sin problemas. En la novela de Nettel, veremos qué

sucede cuando esta subjetividad no solo busca la supervivencia, sino también la subversión.

La escritora Guadalupe Nettel se caracteriza por incluir el tema de la enfermedad en su

narrativa, siempre a través de algún personaje que presenta alguna limitación física. Su novela

El huésped no es la excepción. En ella se narra la historia de Ana, una mujer que desde niña es

acosada por algo en su interior a lo que ella llama La Cosa, una fuerza que se manifiesta a

través de la violencia, el dolor y la sensación de dominio dejando a Ana sin mayor control sobre

el cuerpo. Nettel narra la vida de Ana desde su niñez hasta que se convierte en adulta e ingresa

a trabajar a una institución para ciegos manejada por el Estado, donde se encarga de leerles

libros para entretenerlos. Ahí conoce a el Cacho, un mendigo cojo, que la introducirá al

submundo de los ciegos que habitan en el metro de la Ciudad de México. Liderados por Madero,

este personaje explicará el funcionamiento de la red de lisiados que se ha montado en el

subterráneo, la cual no solo se preocupa por la supervivencia de sus integrantes, sino que

también planea actos subversivos contra el Estado. En esta novela analizaré las manifestaciones

de biopoder (encarnado en el personaje fantasmal de La Cosa); el espacio privado donde están

asilados los ciegos inofensivos; el espacio público del metro, donde otros ciegos y minusválidos




171

han formado un colectivo que utiliza y aprovecha las formas conocidas de caridad hacia los

enfermos para realizar actos subversivos; la utilización del Braille como lenguaje secreto y

conspirativo; y, finalmente, cómo Ana adopta la subjetividad rebelde gracias a La Cosa que, a

través de la manifestación de la enfermedad, le permite convertirse en ese individuo sublevado

que siempre estuvo en su interior. Si en tiempos neoliberales el cuerpo es producto de lo que

uno quiere y puede sobrepasar las capacidades de producción y de placer inclusive para las

personas que nacen con discapacidades (Dardot y Laval 285), en la novela de Nettel se ve cómo

la construcción y actuación como ciego es un producto que se utiliza para crear modos de vidas

comunitarias diferentes. Los ciegos del metro aprovechan la construcción social asociada a la

minusvalía –la obligación de ser caritativo con ellos, el sentimiento de pena que se siente hacia

los discapacitados y el conocimiento de que debido a su enfermedad cuentan con varias

limitaciones– para actuar a expensas y fuera del sistema.

La novela de Nettel se divide en tres partes. La primera narra la niñez de Ana, periodo

en el cual es acosada por una fuerza extraña y desobediente que le obliga a accionar de formas

que la niña considera incorrectas, todas contrarias a lo que ha aprendido: “Es difícil resistir a La

Cosa en momentos así. Se sirve de mis manos, de mi voz, de mi oído para alcanzar lo que

quiere” (Nettel 15). Este es un alter-ego que produce violencia y caos, que desplaza a ese yo

conocido y moderado de ella misma al que Ana se ha acostumbrado y asume como natural. Si el

cuerpo es un objeto material sobre el cual trabajamos a través de prácticas individuales o

colectivas de convivencia dentro de ambientes regulados (Turner 61), La Cosa intenta

desbaratar el lenguaje, prácticas y comportamientos aprendidos para abrirse paso y convertir

ese cuerpo en una subjetividad orientada a la desobediencia, a lo caótico o al desorden de las

formas aprendidas. Así intenta humillar a ese yo controlado y hacerle sentir que no existe valor

en esa construcción que proviene del exterior:

Consciente de la situación, La Cosa no podía dejar de contribuir al desorden. Casi todos

los días, durante el desayuno, derramaba mi vaso de leche sobre el mantel de la mesa,




172

inundando el pan con mermelada que acaba flotando en el plato de Diego. Era un

clásico y mi madre lo tenía calculado. Sin embargo, aunque se trataba de un accidente

repetido y cotidiano, nunca dejé de sentirme avergonzada. Estas pequeñas

humillaciones se apilaban día con día en mi consciencia, como muescas en la bitácora

triunfal de La Cosa. Me iba a la escuela con la certeza de que gente tan estúpida como

yo no merecía estar en el mundo” (Nettel 18, énfasis mío).

En esta cita, se puede ver que La Cosa es un claro símbolo del biopoder. El discurso del

ordenamiento del cuerpo es negado por la experiencia del desorden creada por el cuerpo mismo

en actos cotidianos y rebeldes que niegan la subjetividad disciplinada que la protagonista

comienza a ver como individuos estupidizados por el sistema disciplinario. El mundo se ha

convertido en un lugar colmado de seres no pensantes y Ana se da cuenta de ello a través de La

Cosa, la cual le muestra que debería dejar de lado las formas de convivencia conocidas. Por eso

intenta generar caos: se destruye antes de construir algo nuevo. El cuerpo y el organismo es

moldeado de maneras específicas que ajustan la percepción y determinan lo que vale la pena

ser vivido y lo que está corrompido a través de lo que Haraway llama el actor material semiótico,

donde lo ideológico pasa a un segundo plano para crear cuerpos científicos. Este es el paso

posterior a la construcción discursiva, pues implica también la elaboración de cuerpos que

respondan materialmente a lo exigido por el sistema:

Always radically historically specific, bodies have a different kind of specificity an

effectivity, and so they invite a different kind of engagement and intervention. The notion

of a ‘material-semiotic actor’ is intended to highlight the object of knowledge as an active

part of the bodily production, without ever implying immediate presence of such objects

or, what at the same thing, their final or unique determination of what can count as

objective knowledge of a biomedical body at a particular historical juncture (280, énfasis

en el original).




173

La Cosa revela a este actor que crea materia y significados y quiere terminar con el

ordenamiento del conocimiento supuestamente inherente, verdadero y único. Además pretende

reconstituir al cuerpo con ayuda de su verdadera naturaleza: ese biopoder rebelde y

descontrolado que emerge del cuerpo para desafiar las reglas de disciplinamiento aprendidas

que tienen como fin crear subjetividades controlables que obedezcan las reglas de producción

coyunturales de bienes o individuos.

Sin embargo, Ana acostumbrada a seguir con los códigos de la moral y lo correcto,

intenta luchar contra esta fuerza que emerge de ella, prueba además de que se le reconoce

como un agente peligroso al que se debe apaciguar. Así Ana intenta luchar contra La Cosa a

través de acciones con las que intenta retomar el control sobre su cuerpo, como mantenerlo en

estado relajarlo o evitar cerrar los ojos para que La Cosa no la tome desprevenida. Además cree

que es una fuerza que pronto desaparecerá, pues existen instantes en que parece que

abandona su cuerpo:

esos momentos de remanso me dejaron creer que, a pesar de su temperamento

rebelde, era educable y que con un poco de empeño llegaría a domesticarla. En la

televisión había visto serpientes que obedecen hipnotizadas al sonido de una flauta,

leones que renuncian a su ferocidad y se comportan como el gato más doméstico, ¿por

qué entonces no esperar que algún método terminaría con su espíritu en contradicción

(Nettel 30).

Más adelante en la novela se descubrirá que esa fuerza no puede ser apaciguada ni negada, y

que Ana sucumbirá ante ella. Es probable que esto suceda por un episodio clave en la vida de la

niña: la muerte de su hermano Diego. Ana muestra una amor desmesurado por él, una

admiración tan grande que no se resigna a la idea de haberlo perdido y, probablemente, ser la

culpable de ello. Cuando Diego estaba vivo, Ana se da cuenta de que La Cosa, probablemente

usando su cuerpo, maltrataba a su hermano dejándole marcas en el cuerpo (como moretones o

mordiscos) que ella no recuerda haberle producido. Cuando Diego muere en circunstancias poco




174

claras, Ana queda con la duda de si ella o La Cosa han sido las causantes de su muerte. El

asesinato es la trasgresión máxima de las reglas de convivencia y del disciplinamiento impuesto

por las instituciones de poder, hecho que en la novela se agrava porque se comete hacia una

persona querida. Al traspasar esa línea, Ana no podrá deshacerse de esa fuerza emergente de

su cuerpo que está dedicada a la desobediencia y destrucción. En los siguientes capítulos de la

novela, Nettel relaciona a La Cosa con la enfermedad que se le presentará a Ana. El mal se

convierte en un ser que emerge desde el interior o como un desdoblamiento de otro yo presente

dentro del cuerpo que termina por dominarlo. El mal es un monstruo que pertenece a uno mismo,

pero que se posiciona como un yo rebelde: “illness understood as a contradictory moment of life,

carries within it the kernel and energy of its own negation, the will of life. At the same time, it´s the

repression, the negation of life (…) as a definite negation, illness is likewise the productive force

for changing these life conditions” (SPK 46). Nuevamente se afirma que la enfermedad invita al

paciente a reconstruir su subjetividad y destinarla a provocar acciones inesperadas tanto para el

cuerpo, como para su entorno social a través de la negación de la vida conocida y la posterior

construcción de una vida alternativa liberada del control que se ejerce sobre los individuos

improductivos.

La segunda y la tercera parte de la novela son las más interesantes debido a que en

ellas se muestran dos tipos de comunidades diferentes de ciegos: una en el ámbito privado e

institucional y otra que surge en los pasillos y escondites del metro de la Ciudad de México. Si la

enfermedad está íntimamente ligada a lo social y a las relaciones que se producen en

consecuencia del padecimiento (Kleinman 186), en la novela se verá cómo reaccionan estas

diferentes comunidades en cuanto a las relaciones que se establecen entre ellos dentro del

espacio que ocupan. La primera comunidad de ciegos que se conoce en la novela es la que está

recluida en una institución que se encarga de velar por ellos. Atraída por la enfermedad, Ana

busca trabajo en ese lugar y lo consigue. Es en este espacio controlado se muestra cómo la

discapacidad establece relaciones diferentes con el propio cuerpo y con el espacio que se




175

habita. La ceguera instaura una vínculo cercano con los objetos y el lugar, por lo que toma el

cuerpo bajo su control y determina sus acciones. Esta minusvalía es la que mejor muestra el

regreso a lo material, a encontrarse con un mundo en donde el cuerpo y el sentido del tacto es la

única herramienta de sobrevivencia. Por otro lado, también demuestra la dependencia que existe

hacia otras personas, creando vínculos de solidaridad que facilitan la vida en común, primero, a

través de la anulación de la privacidad (que convierte a los ciegos en un colectivo que se ve

como tal, sin tener en cuenta las individualidades); y, segundo, con la aceptación de la necesidad

de otros cuerpos que reemplacen al sentido de la vista.

Sin embargo, esta comunidad presenta problemas. La dependencia hacia los videntes

es uno de ellos: el colectivo de ciegos es descrito como pasivo e incapaz de rebelarse. Son

individuos que dejan pasar la vida y que solo reaccionan si se alteran las rutinas a las que las

autoridades los han acostumbrado. Toman su discapacidad como excusa para ser agentes

inactivos que se dejan dominar por aquellos que no tienen limitaciones visuales. La comunidad

de ciegos del instituto expone los dolores y padecimientos que están bajo el control legal

(Hanafin 57), espacios micro-políticos donde se ejerce el control a través del convencimiento de

que la enfermedad es un mal que afianza las limitaciones y que lleva al individuo a la apatía:

“prognosis involves apprehending the effects of treatment on the disease, the body, and the life of

the patient. It works in conjunction with diagnosis and extends the work of diagnosis” (Kaufman

198). La ceguera, como minusvalía incurable, tiene un pronóstico poco favorable para el

paciente: el de la dependencia total hacia los seres videntes. El diagnóstico dado por las

instituciones es condenar a estos individuos a la inutilidad y al sometimiento a una vida

controlada por otros. Además “medicine makes on patients imaginative powers to project

themselves, their medical condition, and their feelings about that condition into multiple kinds of

futures so that they can “choose” one kind over another” (198). En el caso de la ceguera, parece

que el único futuro que se tiene es el de aceptar la sujeción hacia aquellos que sí pueden ver y

acostumbrarse a las rutinas que protejan la integridad física de los enfermos. La discapacidad




176

establece una relación cercana con los objetos, personas y espacio que terminan por controlar al

cuerpo y sus acciones creando un estado total de dependencia. Hay una relación material de

subordinación hacia la personas y las cosas para poder sobrevivir. Es así que la enfermedad, en

lugar de liberar al cuerpo, lo domina. El individuo asustando está en constante estado de

vigilancia, lo cual lo lleva a evitar acciones que lo pongan en riesgo. Ante el convencimiento de

que no tiene ningún futuro por delante más que el de continuar viviendo al margen de la

sociedad porque ese es el lugar que los invidentes deben ocupar para evitar cualquier situación

que los ponga en peligro, los ciegos de la institución aceptan su destino y terminan dejando de

lado cualquier posibilidad de rebelión, oportunidad que su enfermedad les ofrece y que veremos

en los ciegos del metro.

Ana conoce a los ciegos del metro gracias el Cacho, un mendigo cojo que también

trabaja en el instituto para ciegos. Él cumple la función de profesor, pues discute con los

invidentes sobre la actualidad del país, la situación económica, la política y también comenta

noticias varias que aparecen en los periódicos. El Cacho invita a Ana a visitar el metro, lugar en

donde conoce a Madero, un ciego que vive escondido en el subterráneo y que es el líder de un

grupo de ciegos y discapacitados que, al igual que él, viven en el subsuelo de la ciudad. Los

ciegos del metro desprecian la dependencia y, por eso, han buscado crear redes de

comunicación, económicas y subversivas para poder sobrevivir. Ana entiende estas acciones

como un intento de conspiración contra el poder, hecho que luego se concretará en un plan que

tiene como fin desestabilizar el sistema político que se burla de la democracia. En primera

instancia, los ciegos del metro utilizan la escritura en Braille para crear una especie de lenguaje

cifrado que solo ellos pueden entender y con el cual pueden comunicarse. Haraway afirma que

tener la capacidad de nombrar, convierte a los individuos en autores y que el lenguaje genera

realidad (Ciencia, ciborgs y mujeres 30/36). En este sentido, la capacidad de los ciegos de

comunicarse entre ellos los convierte en autores de complots que después van a realizarse. El

poder de nombrar, también genera otros, es decir, subjetividades diferentes que si bien pueden




177

ser usadas para crear discursos gemelos que van a la par con otros discursos objetivizantes y

totalizadores que pueden crear subjetividades subordinadas (130), también producen sujetos

que se salen de esa norma. Eso es lo que sucede con los ciegos del metro: al nombrarse y

diferenciarse de los ciegos del instituto, son capaces de convertirse en otros que no respondan a

ningún discurso de dependencia asociado a su enfermedad.

En cuanto a la creación de redes económicas, los ciegos del metro (con ayuda de otros

individuos desvalidos como tullidos o mutilados) sacan provecho del sistema de caridad

establecido por el poder para obtener dinero, acción que no solo está destinada a su

supervivencia, sino también para conseguir medios para realizar actos subversivos. Se utiliza la

enfermedad para conseguir medios económicos. Ana identifica a estos individuos como una

“secta de tullidos” que se aprovecha de la lástima de los demás para conseguir su

independencia:

Son una plaga, pensé, habría que detenerlos. Tenía la sensación de estar frente a una

secta enloquecida a la que solo le interesaba crear indigentes para aumentar sus filas. El

niño [tullido], que seguía avanzando desde el fondo del pasillo, estaba marcando un

récord de popularidad: la gente le daba dinero sin que lo pidiera y él lo tomaba así, como

si dejarse ayudar fuera un acto de altruismo. Me dije pensando en él, pero sobre todo en

el Cacho, que si alguien, por más mutilado que sea, sabe que cuenta con la lástima de

los demás, deja de ser un absoluto desvalido (Nettel 125-126).

Es interesante cómo Ana explica que contar con la lástima de los demás vuelve independientes

a los enfermos, sobre todo porque los discapacitados han creado una comunidad que actúa en

conjunto y cuenta con esta red de solidaridad que los beneficia a todos y que les permite vivir

fuera del control institucional. El sistema de caridad a la que la sociedad los ha acostumbrado y

que ha utilizado como medio de marginación, irónicamente ayuda a obtener libertad y a realizar

acciones en contra del sistema mismo. Por otro lado, Ana llama a estos enfermos una “plaga”

que busca expandirse. Lo que se entiende de esta afirmación es que esta secta de ciegos




178

engendra odio hacia el asistencialismo proporcionado por las instituciones y busca de alguna

manera “contagiar” su mal para poder convencer a todos los enfermos sometidos de que deben

ingresar a la red para conseguir su independencia (el Cacho es una agente que busca a estos

individuos dentro del instituto de ciegos). Se utiliza el subterráneo como base para sus

operaciones, lo cual marca una diferencia entre el espacio privado donde viven los ciegos

subordinados, y el espacio público, que es tomado y ocupado por los ciegos rebeldes. El

subterráneo es un territorio que ya no pertenece al Estado, sino a los ciegos. Por lo tanto cuenta

con leyes diferentes a las del mundo exterior o visible. La acción insurgente está en la utilización

de los recursos de la caridad contra quienes se los han dado, además de la toma del espacio

público como propio. Los invidentes buscan destruir la sensación de poder y superioridad de

aquellos que sienten lástima por ellos. Además tienen el control de los recursos y, con eso, serán

capaces de realizar acciones que desestabilicen la estructuras jerárquicas y económicas donde

ellos han sido colocados en la escala más baja.

Así vemos al final de esta parte que Ana descubre las verdaderas intenciones de la

comunidad de ciegos del metro: ellos han creado un grupo de acción insurgente de mendigos,

tullidos e invidentes que realizan acciones que buscan desestabilizar el sistema político y

electoral. Ana es trasladada a uno de los cuarto de la intendencia del metro donde ve a los

discapacitados sumergiendo las manos en costales llenos de excremento con los que rellenan

unos sobres que irán a parar a las urnas de las elecciones legislativas que se realizarán a día

siguiente. Ana, quien es invitada a participar en el proceso de sabotaje contra el sistema

electoral, ve en este lugar un espacio permeado por la fraternidad, por un sentido de deber

comunitario, comprometido y político que mueve a los enfermos a participar para buscar su

bienestar a través de la desestabilización de un sistema político que los ha condenado a la

marginación y que no va a cambiar con la farsa de las elecciones:

En este ambiente contenido, una mezcla de ceremonia sectaria y carnaval, encontré

algo que no había experimentado en años: fraternidad en el sentido más cotidiano;




179

tropezarse con los demás; sentir sus cuerpos cerca. Distinguir sus olores –por más

fuerte que fueran– era de alguna forma grato (…). Pensé que ahí, en medio de toda esa

mierda, algo germinaría (Nettel 144).

La liberación está en la estructura social de la colectividad que se da a través del trabajo (Turner

161) y por medio del contacto con los otros cuerpos que se afectan y liberan su biopoder. Los

ciegos del metro van a protestar en contra de sistema electoral que representa la continuidad

con ese modelo de vida que los vuelve dependientes. La única forma de liberarse de él, es

trabajar en colectivo para poder generar un cambio. Si para el sistema la enfermedad también se

ha convertido en un forma de explotación que beneficia a la industria médica (Rose 139), en El

huésped, el mal deja de ser una carga para convertirse en un valor que el mismo enfermo

aprovecha para conseguir los recursos que necesita y construir una nueva subjetividad colectiva

que se mantenga al margen de la producción comercial y de la improductividad a la que están

condenados por su minusvalía. Con esto, los ciegos utilizan el mal para poder cubrir sus

necesidades sin la ayuda de los videntes. A esto se le llama éticas del yo, que es la forma que

tienen los grupos de manejar la vida sacando provecho de su enfermedad. Si bien es cierto que

esta forma alternativa de vivir ha sido aprovechado por la industria médica, también ha

incrementado la creación de vínculos de afinidad entre individuos enfermos y los han motivado a

crear comunidades que buscan su independencia:

ethics of the self [are] a set of techniques for managing everyday life in relation to a

condition, and in relation to expert knowledge (…) they identify an aspect of the person to

be worked on, they problematize it in certain ways, they elaborate a set of techniques for

managing it, they set our certain objectives or forms of life to be aimed for (146).

El grupo de ciegos del metro utiliza las éticas del yo para establecer un colectivo que domine las

técnicas de supervivencia, producción y subversión con el fin de encontrar su autonomía. Estas

nuevas subjetividades productoras para sí mismas también crean una barrera de resistencia ante




180

las formas de producción o de generación de plusvalía (Read 111) destinadas a sus cuerpos

defectuosos y que destruyen las relaciones sociales destinadas a crear colectividades.

Finalmente, la ayuda que Ana presta a la secta de indigentes la lleva a someter su

cuerpo a La Cosa, que no es más que la enfermedad que siempre ha llevado dentro del cuerpo,

mal que se convierte en la fuerza que la ayuda a concretar los actos de rebeldía que ya se

manifestaban desde su niñez. En la tercera parte de la novela, Ana también perderá la vista,

asumirá la subjetividad subversiva de los ciegos del metro, se convertirá en uno de ellos y se

unirá a su comunidad. Su verdadero yo está en el yo enfermo que absorbe la subjetividad

obediente y la destruye, con lo que Ana es capaz de vivir ahora en un mundo paralelo al que

siempre ha pertenecido. Tanto en El huésped, como en Loco afán, se ve que la enfermedad es

la fuerza corporal que permite experimentar diferentes formas de relaciones y, con ello, crear

comunidades que no responden a las formas de vida impuestas por las instituciones ni asumen

las subjetividades asignadas por estas para que los enfermos sean más manejables, dóciles y

obedientes. Así las reglas dejan de funcionar y los individuos se ven en la disyuntiva de seguir

por el camino cómodo o enfrentarse a él. En estos ejemplos se encuentra lo segundo, lo cual

genera posibilidades inesperadas que permiten encontrar la tan preciada autonomía.

La comunidad precaria

Así como existen comunidades formadas a través del vínculo de la enfermedad, también están

aquellas que buscando la supervivencia adoptan modos de asociación a través de vínculos

corporales creados por su estado precario (la sensación de hambre, frío, miedo, etc.) y que

rompen con toda forma de identidad o relación con una nación que los ha dejado de lado. Es el

caso de la novela Los pichiciegos de Rodolfo Fogwill. Publicada un año después del cese de la

guerra de Las Malvinas, pero situada en su periodo final cuando los británicos desembarcan en

la isla y toman prisioneros a los enemigos argentinos, Los pichiciegos narra la historia de un

grupo de soldados argentinos que, por estar cumpliendo con la instrucción militar obligatoria, son



181

enviados a las Islas Malvinas durante la guerra con Gran Bretaña. Estos soldados deciden

desertar y construyen un refugio subterráneo llamado la pichicera. Luego comenzarán a llamarse

a sí mismos los pichis. Julieta Vitullo argumenta que esta novela cuenta la guerra en clave de

farsa y desarticula los mitos nacionales que fundamentan el apoyo a la guerra o la defensa de

una causa justa, con lo que desmiente el relato mismo de la nación (37). Esto es claro,

principalmente, porque los soldados desertores pasan a no existir oficialmente para el Estado,

están “muertos” y desprovistos de derechos, con lo cual la ficción de la nación que protege a sus

ciudadanos, sobre todo en periodos de guerra, se ve desarticulada. El Estado ha condenado a

estos soldados a ser carne de cañón para el ejército enemigo y, después, los ha abandonado a

su suerte, con lo que cualquier tipo de lealtad o nacionalismo ante una bandera, territorio o

ideología se ve diezmado ante la necesidad de buscar formas para poder sobrevivir: “los pichis

pelean la guerra de supervivencia donde, a contramano del discurso oficial, resistiéndolo,

vaciándolo de contenidos, rigen su conducta por la ética de la sobrevivencia” (Ferroggiaro). Esta

novela es importante porque muestra la transformación de los soldados en pichis, una nueva

subjetividad que les permite asociarse y cambiar de razonamiento para poder solventar a su

comunidad. La búsqueda de provisiones, los trabajos que se hacen para conseguir lo necesario

para vivir, el tratamiento de la enfermedad y la muerte, y la despolitización ante el Estado a

través de la negación de los discursos naciones se exponen en esta novela para construir un

espacio que les sirva a los pichis como un lugar de protección donde ellos son los únicos que

pueden conseguir la supervivencia tanto individual, como colectiva. Los soldados dejan de ser

espectadores pasivos de su mala suerte y buscan revertir su situación a través de la

construcción de su autonomía: “autonomous persons, as well as being free, make choices and

act in ways that are expressive of their own, preferences and aspirations. Autonomy is something

that ‘has to be worked for’¨ (Spriggs 114). En la novela se verá que la búsqueda deliberada e

intencional de autonomía comienza con la adquisición de la subjetividad precaria –a través de la




182

adopción de la subjetividad colectiva pichi– y de la construcción del espacio que estos individuos

van a habitar.

El reconocimiento del estado precario de los pichis se manifiesta con la adopción de este

nombre: “El pichi es un bicho que vive abajo de la tierra. Hacen cuevas. Tiene cáscara dura –una

caparazón– y no ve. Anda de noche. Vos lo agarrás, lo das vuelta, y nunca sabe enderezarse, se

queda pataleando panza arriba” (Fogwill 27) dice el Santiagueño, uno de los soldados que

explica el significado del nombre que ahora los vincula como compañeros. Primero, los pichis se

reconocen como seres subterráneos que viven bajo tierra porque han sido enterrados por un

Estado que los considera muertos; sin embargo, son lo suficientemente fuertes como para

sobrevivir a esta situación. No obstante, son conscientes de que no pueden subsistir solos, lo

cual queda manifestado cuando se menciona que los animales que quedan boca arriba, no

pueden volver a su estado natural sin la ayuda de alguien que los voltee. Esto se puede asociar

con la necesidad de cooperación mutua que existe entre los pichis: si no se unen, el ejército

enemigo, las condiciones precarias de vida o las autoridades argentinas terminarán por

destruirlos. Satisfacer las necesidades requiere de acciones colectivas (SPK 10). Los soldados,

al asumirse pichis, necesitan de la comunidad de refugiados para continuar viviendo. Esto se

verá con claridad cuando describan las acciones de supervivencia que realizan para no quedar

“volteados” y morir en medio de el gélido clima de la isla.

Una de los sentimientos que refuerza el estado de precariedad y la necesidad de

permanecer unidos como comunidad es el miedo que siempre los está rondando, lo cual crea un

sólido vínculo entre ellos:

El miedo: el miedo no es igual. El miedo cambia. Hay miedos y miedos. Una cosa es el

miedo a algo –a una patrulla que te puede cruzar, a una bala perdida–, y otra distinta es

el miedo de siempre, que está ahí, atrás de todo. Vas con ese miedo, natural, constante,

repechando la cuesta, medio ahogado, sin aire, cargado de bidones y de bolsas y se




183

aparece una patrulla, y encima del miedo que traés, aparece otro miedo, un miedo fuerte

pero chico, como un clavito que entra en el medio de una lastimadura. Hay dos miedos:

el miedo a algo, y el miedo al miedo, ese que siempre llevás y nunca vas a poder sacarte

desde el momento que empezó. Despertarse con miedo y pensar que después vas a

tener más miedo, ese miedo doble: uno carga con su miedo y espera que venga el otro,

el del momento, para darse el gusto de sentir un alivio cuando ese miedo chico –a un

bombardeo, a una patrulla– pase, porque esos siempre pasan, y el otro miedo no, nunca

pasa, se queda (Fogwill 94).

Los cuerpos de los pichis que están contacto se afectan los unos a los otros. El miedo es una

forma de afecto negativa, pero que en este caso crea un vínculo de afinidad difícil de romper. Y

en mucho casos, no es solo miedo a ese mundo exterior y hostil que se menciona en esta cita,

un mundo frente al cual no tienen con qué luchar pues al estar muertos, no tienen ningún tipo de

protección ciudadana; sino también miedo a lo que pasa en la pichicera, un lugar que también

está regido por reglas duras, pero que resultan más soportables ante el temor que se siente por

el mundo exterior y al enfrentarse en soledad a la muerte. El manifiesto SPK señala que en este

tipo de situaciones, precarias y difíciles, existe la idea de que la colaboración colectiva está por

encima de las necesidades individuales:


94
Individual patients became collaborators under the principle of cooperation. From the

beginning it was clear for every patient that content of individual and group agitation

work, insofar as it involved the so-called personal difficulties of individuals and their

related, immediate needs would stay within the group of those immediate affected (…),

according to the principle that these “personal” difficulties are worked on, objectified and


94
Como he mencionado anteriormente, el manifiesto SPK está enfocado en los enfermos, por eso se refiere a los
individuos como “pacientes”. Sin embargo, el llamado a la vida comunitaria alternativa puede aplicarse para cualquier
grupo que se encuentre en una situación precaria. Este es el caso de los pichis.



184

universalized and are not –as is otherwise typical– exploited as the basis of gossip,

competition and moral judgment of individuals (36).

Lo que sucede en Los pichiciegos es que es mejor olvidar las necesidades individuales (como

tener relaciones sexuales –los pichis no practican ninguna práctica homosexual entre ellos–,

dormir, bañarse, ver a sus familias, comer bien, entre otras que se mencionan) y concentrarse en

lo que necesita el colectivo, y ese desprendimiento está asociado al miedo a la muerte que todos

sienten, miedo que se vuelve más tolerable si se está unido. El grupo de los pichis niega las

taras del sistema económico (como la competición o las malas prácticas para deshacerse de los

posibles individuos con mayores capacidades) para poder utilizar las aptitudes individuales en

beneficio de todos. La pertenencia a una comunidad se convierte en un refugio frente al miedo,

sentimiento común que termina por mantenerlos unidos a pesar de las dificultades que se les

presentan con la convivencia:

¿Quién se iba a ir? Si se fuera un pichi y pasase al lado argentino contaría el lugar

donde vivían los pichis y los cazaban a todos, pero a él también lo metían preso, por

haber sido pichi, o lo mandaban al frío o a ahogarse en las trinchera. Nadie iba a querer
95
dejar de ser pichi. Ser preso de británico era otra posibilidad. Daba miedo: Se garchan

a los presos. Se los garchan los gurjas, los negros esos.

La formación de la comunidad se da con la construcción de la pichicera, hecha por los

Reyes Magos, quienes ahora son los líderes del grupo y llevan por nombre El Sargento, Viterbo,

–que es reemplazado por su primo cuando muere–, el Turco, el Ingeniero y Quiquito. Ellos, por

un soplo de El Sargento quien les dijo que si se quedaban en las trincheras mal construidas iban

a morir ahogados o congelados (con lo que se muestra también las malas condiciones a las que

fueron expuestos por el Estado), se fueron a cavar al cerro par a buscar un refugio alternativo. El


95
Sinónimo de violar.



185

Sargento les prestaba soldados para que los ayuden en la tarea. Luego aparece el Ingeniero,

quien prestó sus conocimientos para reforzar el lugar y construir los desagües. Es así como

comienzan a formar el grupo de conscriptos y se retiran a vivir en la pichicera. Este espacio se

convierte en lo que se llama almacén político, lugar donde ser guardan los cuerpos peligrosos

para el Estado aunque estos sean inocentes (Turner 4). Los pichis son peligrosos porque pueden

contar la historia de lo sucedido en una guerra fracasada desde su concepción, además de ser

agentes de negación de nacionalismos, ya que ese sentimiento ha sido traicionado por el mismo

Estado argentino.

Muy pronto los Reyes Magos organizarán a los pichis y se asignarán las tareas del grupo

para mantenerse vivos: protegerse del frío, decidir sobre los muertos y enfermos, evitar ser

descubiertos y conseguir raciones de comida, baterías o combustible para no quedarse sin

iluminación, o cigarros, único vicio que pueden mantenerse. A través de las capacidades

personales, los pichis pueden cumplir con las misiones que se les asignan. Con esto, toman una

de los principios del neoliberalismo para su beneficio: el de utilizar las habilidades fuera del

trabajo para beneficiar a la comunidad y de concentrarse en los resultados más que en el

proceso de obtención de los objetivos, con lo que se ignoran los métodos poco morales o

desleales (sobre todo con la nación argentina) con los que obtienen los bienes. Fleming señala

que estas supuestas libertades otorgadas por el sistema se les llama tagging method of control y

sirven para obtener más tiempo dedicado a las labores empresariales y para extraer más fuerza

de trabajo de los cuerpos de los individuos (114). En la novela, los pichis dejan de ser soldados

(su “trabajo” coyuntural) y utilizan estas técnicas para poder sostener a la comunidad. Así vemos

cómo se establece una organización donde se separa a los los pichis entre Los Reyes Magos,

Los que sirven y Los demás de la pichicera, sistema ordenado no al azar ni al libre albedrío, sino

a través de la “distribución de roles y de saberes y habilidades” (Ferroggiaro). Con esto se

configuran dos tipos de organización: la de los que cumplen funciones dentro de la pichicera y

los que tienen que salir a la superficie para poder realizar sus deberes. Los Reyes Magos son




186

aquellos fundadores de la comunidad que se encargan de repartir las tareas, fijar misiones,

tomar decisiones y establecer las normas de la comunidad. Los que sirven son aquellos que

aplican sus habilidades sociales y de supervivencia para solventar a la comunidad. Son soldados

que tienen más conocidos dentro de los batallones (tanto argentinos como británicos) y que

forman patrullas para buscar los bienes que cubren las necesidades de los pichis. También están

los que se encargan de los enfermos y muertos y uno que se ocupa de cuidar las provisiones

que se consiguen y de repartirlas de forma equitativa. Estos, por supuesto, son los miembros

más deseables dentro de la pichicera y se exige a los patrulleros que busquen a desertores con

estas capacidades para integrarlos a la comunidad. Los demás de la pichicera, aunque su

nombre parece indicar que no tienen funciones útiles dentro del recinto, sirven como agentes de

entretenimiento, los cuales ayudan a mantener el buen ánimo de los conscriptos. También

ayudan defendiendo la pichicera y a sus compañeros. Entre ellos hay pichis que cuentas

historias, otros que intentan detener los abusos que los militares cometen contra los miembros

de la comunidad, y también están los que a través de la queja, cuentan la realidad de los

militares (su vidas corruptas, su cobardía, su soberbia) y de Argentina (como nación que

abandona a sus ciudadanos sacrificándolos en la guerra y como un Estado que está manchado

por la dictadura). Con esto último se crea una visión negativa antinacionalista que mantiene

unida a la comunidad y desliga a los pichis de sentimientos patrióticos hacia el país donde

nacieron y hacia la institución que los obligó a llevar la vida que tienen ahora.

Ya había comentado sobre cómo el lenguaje de la queja genera interacciones y

relaciones entre individuos que se encuentran en situaciones precarias. En Los pichiciegos, este

lenguaje ayuda a mantener los vínculos de afinidad, pues todos comparten la mirada crítica

hacia el sistema. También refuerza el sentimiento de miedo y abandono que domina a los

individuos. El entendimiento de su situación influencia la comunicación verbal y no verbal:

palabras, expresiones, movimientos corporales y vocalizaciones de incomodidad reafirman la

idea de que la comunidad se encuentra en problemas y que necesita mantenerse unida para




187

poder superarlos. Así se crean sistemas de significados locales entre individuos que tienen muy

poco poder o no lo tienen en absoluto para persuadir a los otros de la gravedad de su mal o su

situación y de la necesidad de contar con mayores recursos para poder combatirla (Kleinman

15). Dentro de la pichicera, el sistema de la queja funciona a la perfección, pues queda claro la

inmoralidad y despreocupación del país y de la institución y, por tanto, la exigencia de aportar al

colectivo para poder subsistir hasta que termine la guerra.

Para Federico Ferroggiaro, queda claro que en Los pichiciegos

la supervivencia no puede ser emprendida en soledad, heroicamente. En este sentido,

se puede afirmar que la novela configura y reproduce una sociedad que cuenta con un

territorio subterráneo, la pichicera, con una población: los pichis, soldados argentinos y,

en un momento también se incorporan ingleses, con una autoridad: los cuatro Reyes

Magos y con reglas claras. Territorio, autoridad, ley y población: los cuatro elementos

claves que constituyen un Estado, una nación. Una nación que está en guerra para

sobrevivir.

Aunque concuerdo con que sí existe la afirmación que es imposible la supervivencia de

individuos precarios si no se organizan en grupos donde se ayuden entre sí, no creo que se

configure una neo-nación, puesto que no existen vínculos identitarios (recordemos que los pichis

están unidos por vínculos de afinidad como el miedo, la queja y el hecho de compartir una misma

situación), ni patrióticos o nacionalistas (no tienen vínculos nacionales ni crean una nueva nación

pichi que contenga ideologías que se deban seguir, solo buscan su supervivencia), tampoco

tienen vínculos raciales, territoriales ni de ciudadanía (en varios momentos se mencionan las

diferentes razas y procedencias de los integrantes de la pichicera, además de que como “están

muertos” para el Estado, ni siquiera los une la sensación de pertenencia a país o territorio

nacional), ni tampoco buscan crear un Estado que responda a las mismas reglas conocidas de

dominación, sino que pretenden establecer una comunidad autónoma alejada de este modelo

instaurando un sistema de cooperación. Los pichis construyen una comunidad alternativa que, si




188

bien contiene autoridades y normas, estas se imponen para facilitar la convivencia y para hacer

funcionar al colectivo.

Muchas de las reglas son bastante duras. Por ejemplo, se expulsa y se entrega a los

británicos a todos los pichis que no colaboran dentro de la pichicera. También, los Reyes Magos

amenazan de muerte a quienes no obedezcan las reglas y ensucian el recinto con desechos

cuando no se cuenta con polvo químico para disolverlos. Por otro lado, se tiene poco cuidado

con los enfermos o fracturados, a quienes llaman fríos. Primero eran recogidos por las patrullas

para ser trasladados a los hospitales del pueblo, pero luego deciden dejar de hacerlo porque los

pichis rechazan esta tarea por miedo a los cohetes británicos que explotaban en varias partes

del trayecto. Después, simplemente deciden dejar de admitir heridos en la pichicera porque a

falta de médicos, su destino inevitable es el deceso. También dejan morir a aquellos enfermos

que ya están dentro del refugio. Otra regla es el poco respeto hacia los muertos, a quienes

llaman helados. Primero los izaban hacia la superficie a través del tubo del respiradero, pero

cuando esta tarea su hizo difícil a causa de las nevadas, se les lanzaba por un tobogán. Sin

embargo, todas estas normas que parecen poco humanitarias, se cumplen por el bienestar de

los pichis sanos que son necesarios para abastecer a la comunidad y por conservar la lealtad

entre los miembros del colectivo evitando delatores que perjudiquen a los integrantes de la

pichicera. Para Haraway, esto podría asemejarse a la idea de las organizaciones basadas en la

fisiología organísmica creada en los laboratorios, donde cooperación y dominación están ligadas

a nivel orgánico como formas de integración (Ciencia, cyborgs y mujeres 84/86). En la pichicera,

si bien se mantienen los vínculos jerárquicos que recuerdan estructuras sociales ligadas al

control, no se presenta la estructura competitiva, ni la dominación ideológica a través de la

exigencia del cumplimiento de patrones de comportamiento ni roles sociales. Tampoco los

líderes tienen poder absoluto como el del soberano. De hecho, las decisiones sobre los cuerpos

se dan a través de la comunidad y sus reglas, que han sido creadas para facilitar las vida en

común. La organización de la pichicera se acerca más a la idea de la cooperación, donde se




189

exige sobreponer los intereses de la organización frente a los individuales y se reparten las

tareas cotidianas para el buen funcionamiento del colectivo.

Finalmente, es importante hablar del cambio de ética en los pichis, que está relacionado

con el cambio de racionalidad del que hablé al inicio del capítulo. Vitullo señala que “la ausencia

de valores ligados al heroísmo y a la nación es suplantada, en esta primera respuesta a la

guerra, por la ética de la supervivencia” (32). Agregaría que esto sucede porque los pichis dejan

de responder a ese sistema de razonamiento aprendido para reconfigurar una lógica que

responda al mundo en el que ahora viven solos y sin ninguna protección. Por eso no sorprende

que a escondidas intercambien o reciban ayuda de otros soldados argentinos y británicos, que

recojan todo los que han dejado soldados muertos o congelados, que proporcionen información

sobre el enemigo a ambos bandos, que los ayuden con estrategias de guerra pasándoles planos

de las zonas minadas o datos sobre los objetivos de los cohetes, que acepten la presencia de

unos operadores de radio camuflados en la pichicera, o que negocien mercancías necesarias

para la comunidad a cambio de datos que pueden delatar a miembros del ejército de su propio

país. En casos extremos, también se utiliza la violencia para evitar los abusos y garantizar el

buen estado de los pichis, como cuando matan a un oficial del ejército argentino que buscaba

abusar de un soldado. Todo esto demuestra el cambio de la ética y de la razón para crear una

forma de vida alternativa dentro de la única comunidad que acoge a estos individuos precarios y

socialmente “muertos”, donde las reglas exteriores han dejado de funcionar a causa del

abandono de la institución militar. ¿Cómo se puede seguir siendo fiel y obedeciendo la lógica de

la guerra si quienes debían protegerlos, les dan la espalda o los mandan a morir? Los pichis han

entendido esto y deciden cambiar sus valores y desobedecer las máximas nacionalistas y

patrióticas de la institución para acogerse a una comunidad que intenta garantizar su

supervivencia. La pichicera se convierte en el refugio del individuo precario que prefiere ser

autónomo antes que obedecer las órdenes de una nación a la que poco le importan sus

ciudadanos y que los ha enviado a morir a una guerra sin sentido.




190

Como hemos visto en este capítulo, es posible la creación de comunidades autónomas

al margen del poder. La situación enferma o precaria de los individuos que las componen y los

vínculos de afinidad que se crean a través del paso por esta experiencia material que maneja

también códigos discursivos, se convierte en una fuerza que los alienta a buscar formas

alternativas de vida que puedan responder a sus necesidades, normalmente ignoradas por un

Estado que los ha condenado a ser una carga para el sistema o simplemente los ha eliminado

sin mayor compasión. En este capítulo se ve cómo el biopoder le hace frente a la biopolítica:

obedecer al cuerpo, a sus afectos y a su potencial capacidad de rebelión a través de la

construcción de subjetividades colectivas, puede hacerle frente a las normas biopolíticas que

pretenden segregar y controlar sus cuerpos.




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