Una Introducción para Pensar La Diversidad Sexual

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Una introducción

para pensar la
diversidad sexual

Miquel Miss
Una introducción para pensar la diversidad sexual

Índice

1. Herramientas para salir del esencialismo o como pensar la


diversidad sexual como una experiencia colectiva ................................. 2

2. Fronteras difusas ......................................................................................... 4

3. Heterosexualidad vs. Heterosexismo ........................................................ 5

4. Más allá del acrónimo LGTBI, la diversidad sexual y de género


como bien común ....................................................................................... 7
Una introducción para pensar la diversidad sexual

Este módulo está escrito pensando en aquellas personas que se acercan por
primera vez a los debates en torno a la diversidad sexual y de género o que, a pesar
de estar lo suficientemente interesadas como para elegir este curso, se sienten algo
alejadas de las realidades que se encuentran tras el acrónimo LGTBI. Y por qué no,
también está pensado para aquellas personas que eligieron este curso porque
necesitaban añadirlo a su currículum laboral o académico pero el tema no les
interesa especialmente (¡y no pasa nada!). Se trata de un breve módulo
introductorio en el que se proponen reflexiones muy sencillas y globales cuyo
principal objetivo es transmitir la idea de que las cuestiones relacionadas con el
colectivo LGTBI y la diversidad sexual y de género no son temas que tienen que ver
con una minoría de la población (el famoso 10%) sino que tienen que ver con todas
las personas, con nuestra sociedad y nuestra cultura en su conjunto. Entender esta
idea es clave para que los contenidos de este curso sean transformadores y no un
conocimiento sobre un colectivo particular y minoritario que almacenamos en los
discos duros de nuestras cabezas. El auténtico éxito de este curso es que todas las
reflexiones que se proponen tengan algún enlace con los intereses profesionales y
académicos, pero sobre todo con la historia vital del alumnado. O, dicho de otro
modo, el objetivo de este módulo es explicar que este curso no va de la gente
LGTBI, sino que va de ti.

1. Herramientas para salir del esencialismo o como pensar la


diversidad sexual como una experiencia colectiva

El esencialismo es la idea de que algunas cosas de este mundo no tienen historia, no


son producto de nuestra cultura, no son contingentes, sino que tienen que ver con
la naturaleza y eso las vuelve inevitables e inmutables, siempre fueron así y siempre
serán así. Por ejemplo, cuando decimos que las formas tradicionales de pensar la
masculinidad y la feminidad son esencialistas, queremos decir que tradicionalmente
hemos pensado que la masculinidad y la feminidad forman parte de la naturaleza
humana, los hombres y las mujeres están determinados biológicamente a
comportarse así y estas esencias son inmutables, innatas, preexisten a la sociedad.
Es decir que por mucho que nos empeñemos, hay una forma concreta de ser
hombre y de ser mujer que no van a cambiar por mucho que nos esforcemos.

La cuestión de la diversidad sexual y de género se ha pensado tradicionalmente de


forma esencialista tambi n. De hecho, este imaginario es “hijo” del anterior:
primero se desarrolló la idea de que la masculinidad y la feminidad eran esencias
que habitaban en hombres y mujeres respectivamente, y luego se desarrolló la idea
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de que la heterosexualidad y la homosexualidad son también orientaciones fijas


determinadas con las que venimos al mundo. Lo mismo con la experiencia trans;
igual que se sostiene que hay una gente nace hetero y otra nace gay y lesbiana. se
afirma que Se nace trans o se nace cis. Como es algo que se es o no se es, se puede
medir y por eso se hacen estadísticas que contabilizan cuanta gente homosexual
hay de media en una población de 100.000 habitantes, por ejemplo. Es lo que se ha
llamado la demografía de la orientación sexual. Desde la década de los años 70, a
raíz del trabajo del sexólogo Alfred Kinsey, ha circulado la cifra de que el 10% de la
población es gay o lesbiana. Más allá de que el rigor científico de este dato ha sido
ampliamente cuestionado, hay diversas razones para problematizar este tipo de
estadísticas. La principal es que trata la experiencia LGTBI como si fuera algo fijo y
estable y no tuviera que ver con el entorno, la sociedad y la cultura. Por ejemplo, no
es lo mismo si hacemos una encuesta sobre orientación sexual en una sociedad
donde la LGTBfobia está muy arraigada a si la hacemos en una sociedad donde ser
LGTBI es una posibilidad vital más y goza de amplio reconocimiento social. (Y
probablemente, esa sociedad todavía no la conocemos.) Así que todas las
estadísticas que realizamos están claramente sesgadas por el entorno social donde
se producen.

Pensar de forma esencialista las identidades y los deseos tiene el riesgo de no poder
entender que es la cultura la que juega un enorme papel en configurar la
separación hetero/homo y trans/cis.

Y, de hecho, nos obligaría a ignorar la historia y a obviar que es desde hace


relativamente poco tiempo que estos conceptos (hetero/homo y trans/cis)
funcionan para definir a las personas. La identidad homosexual empieza a pensarse
por primera vez en el siglo XIX en Europa. Antes había personas que tenían
relaciones con personas de su mismo sexo, pero esa práctica no las convertía en un
tipo de persona distinto, con una etiqueta distinta.

¡Ojo! Esta idea crítica con el esencialismo que estamos expresando aquí y que está
en la base del enfoque de este curso, no es necesariamente compartida por toda la
población LGTBI. Muchas personas consideran que efectivamente nacieron así tal
como proclama en su canción “Born this way” Lady Gaga.

Llegados a este punto, alguien puede estar preguntándose por qué es tan
importante esta cuestión del esencialismo, pensando que, aunque fuera algo
innato, aunque solo habláramos de un 10%, hay que respetar los derechos de este
colectivo igualmente. Y es verdad. Sin embargo, y aunque pueda parecer un tema
menor, algunas personas pensamos que si pudiéramos salir del esencialismo y
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pensar la experiencia LGTBI desde otro marco ganaríamos una comprensión mucho
mayor de nuestra realidad social. Se han escrito textos muy interesantes respecto a
este debate formulando críticas potentes sobre el riesgo de esencializar la
experiencia LGTBI. Dentro de esta tradición de pensamiento se suele conocer el
trabajo de los filósofos Michel Foucault o Judith Butler, probablemente los autores
más importantes que han desarrollado esta crítica anti esencialista. Pero sin duda
los y las autoras de los módulos de este curso han realizado trabajos muy
interesantes y recomendables en los que se retoman las reflexiones de Foucault y
Butler para desarrollar ideas más aterrizadas en nuestro contexto. Entre estos
libros, quisiera apuntar uno en particular, muy breve y fácil de leer, con ilustraciones
hermosas y que sirve para aclarar bien los conceptos que están en juego en este
debate, se trata de “Dibujando el g nero”, de Gerard Coll-Planas y María Vidal.

2. Fronteras difusas

Al principio del módulo decíamos que es importante adentrarse en el debate de la


diversidad sexual y de género pensando que esto no solo va de la gente LGTBI sino
que tiene que ver con todo el mundo. Para eso hace falta partir de que la diversidad
sexual y de género se construye socialmente, es decir, que el hecho de que
pensemos lo LGTBI como un tipo de gente distinta a la gente cis-heterosexual es
una construcción colectiva e histórica. No ha sido siempre así. La frontera entre
unas experiencias y otras no es natural, no está clara, no es evidente. Y como esta
afirmación puede parecer algo abstracto, voy a poner algunos ejemplos:

 Lucia es una mujer que ha tenido relaciones con hombres hasta los 67 años,
momento en que se queda viuda y inicia una relación con una mujer. ¿Si la
orientación sexual es una esencia estable e innata, cuál es su auténtica
orientación sexual? ¿Siempre fue lesbiana pero se auto engañaba a sí misma
debido a la lesbofobia interiorizada o el miedo al estigma? ¿Siempre fue
hetero y esta última aventura no es algo que ella desee realmente?

 David es un hombre trans que inició su transición con 40 años. Previamente,


cuando vivía como una mujer, estuvo casado con otro hombre con quien
tuvo 3 hijos y con quien afirma que tuvo una vida feliz hasta que algunas
cosas empezaron a generarle conflicto en relación con su género y decidió
iniciar una transición. ¿Si la identidad de género es una esencia estable e
innata, cuál es su auténtica identidad de género? ¿Los años en los que vivió
como mujer estaba viviendo una vida que no deseaba porque realmente
siempre fue un hombre?, ¿Aunque haga una transición de género, su vida
anterior muestra que su identidad de género solo puede ser mujer?
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 Lucas tiene 14 años, nunca ha tenido ninguna relación sexual y dice que
nunca ha sentido atracción por nadie. A pesar de eso, como el resto de los
compañeros de su clase, dice que es heterosexual. ¿Si la orientación sexual
es una esencia estable e innata, podemos afirmar que Lucas va a ser
heterosexual siempre? ¿Cómo sabe Lucas que es heterosexual si nunca ha
sentido deseo por nadie?

Podríamos poner cientos de ejemplos que efectivamente muestran que el deseo y


la identidad tienen unos límites precarios, que no son del todo estables, que
cambian a lo largo de la vida y que tienen que ver con los contextos en los que
vivimos, con los referentes que tenemos y con las experiencias que adquirimos. Es
decir que nadie es puramente gay, lesbiana o trans y, por supuesto, tampoco
hetero. Estas fronteras son más frágiles de lo que parecen. Y eso no quiere decir
que estas identidades no tengan sentido, tienen mucho sentido político y personal.
Al fin y al cabo, vivimos en sociedades que siguen estigmatizando estas experiencias
en mayor o menor grado y estas categorías son útiles para visibilizar estos
recorridos vitales. Pero una cosa es que estas identidades nos sirvan para pensarnos
y otra cosa es creer que esas identidades agotan lo que somos, nos delimitan y nos
representan con exactitud. Podríamos decir que hay una batalla cultural librándose
desde hace mucho tiempo respecto al origen de la homosexualidad y la
transexualidad y los eternos debates entre naturaleza y cultura. Simplemente es
algo que hay que tener presente y no pensar que todas las personas que
reflexionan sobre la cuestión LGTBI están de acuerdo entre ellas. Hay muchas
perspectivas difundiéndose a la vez, este curso apuesta por una y el alumnado
tendrá que pensar si la comparte, le interesa y le sirve para pensar.

En resumen, es muy distinto abordar la cuestión LGTBI como algo que tiene que ver
con una minoría de la sociedad a pensar la diversidad sexual y de género como algo
en lo que todas las personas participan. Gay, lesbiana, hetero, bisexual, cis, trans,
travesti, intersex, son palabras que nos sirven para explicarnos y para explicar el
mundo en el que vivimos, pero debemos tener mucho cuidado en creernos que son
compartimentos cerrados, estables, de por vida. A la vez, si logramos que cuando
las personas heterosexuales se aproximen a estas cuestiones no lo hagan desde la
barrera, sino que se piensen a sí mismas como personas atravesadas por ellas,
habremos avanzado mucho.

3. Heterosexualidad vs. Heterosexismo

Hablando de personas heterosexuales, es clave hacer una reflexión sobre la


cuestión. Como venimos diciendo en algunas aproximaciones al hecho LGTBI se
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contrapone a las personas heterosexuales con las personas gays y lesbianas, y a las
personas trans con las personas cis, etc. Esta lógica de contraposición aparece
también en los discursos del activismo LGTBI donde algunas veces para referirse a
las personas que no entienden la experiencia LGTBI se habla de “los heteros” o de
la “cultura hetero” realizando así una generalización muy arriesgada y tramposa.
Estas dinámicas han generado que algunas personas que se identifican como cis y
heterosexuales sientan que en algunos entornos LGTBI preside una cierta
superioridad moral por la que, supuestamente, ser LGTBI implicaría estar más
liberado sexualmente, ser una personas más abierta y progresista, en
contraposición con un cierto conservadurismo y LGTBIfobia interiorizada que se les
atribuiría a las personas cis-heterosexuales.

De nuevo, esta dinámica es muy problemática y tiene que ver con la confusión entre
el heterosexismo y las personas heterosexuales en concreto. El heterosexismo es la
norma o presión social que establece que la heterosexualidad es el modelo
adecuado de relacionarse sexual, afectiva y románticamente. Por ejemplo,
preguntarle compulsivamente a un niño si ya tiene novia es un comportamiento
heterosexista porque construye un imaginario en el que solo hay cabida para la
heterosexualidad y eso tiene sus consecuencias. Consecuencias que tienen que ver
con que el niño no pueda decir abiertamente que le gustan otros niños o, incluso,
con que simplemente no se le ocurra que esa posibilidad existe. Confundir el
heterosexismo con las personas heterosexuales es bastante absurdo porque
muchas personas heterosexuales no piensan que la heterosexualidad es el único
modelo adecuado de relacionarse afectiva y románticamente.

Con el tiempo, se ha hecho evidente que el heterosexismo no es solo una norma


que acaba estigmatizando a gays, lesbianas y bisexuales, sino que también ejerce
enormes presiones sobre las personas heterosexuales. Va mucho más allá de
decirnos con quien tenemos que acostarnos, y establece también de qué manera
debemos relacionarnos. Forman parte del heterosexismo los imperativos que
establecen que las relaciones deben tener como objetivo la pareja estable, con
fidelidad (es decir monogamia), sin grandes diferencias de edad, con convivencia,
con descendencia de hijos, y. sobre todo, con unos roles muy definidos entre el
hombre y la mujer. Es por eso por lo que muchas personas heterosexuales están
también en guerra con estas exigencias que tantas pautas imponen a sus relaciones
Estas normas son tan potentes que incluso se instauran en el imaginario de gays y
lesbianas. Si lo pensamos no es tan sorprendente, al fin y al cabo, los referentes de
relaciones de pareja de la mayoría de gays y lesbianas son los que están presentes
en los cuentos, los dibujos animados, la música, el cine o las series de televisión, es
decir, los de la heterosexualidad. Y de esa heterosexualidad normativa que no va
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solo de la orientación sexual no están libres de presiones las personas no


heterosexuales. Por decirlo de otra forma, puede existir una pareja heterosexual
que se aleje más de las normas heterosexistas que una pareja gay o lesbiana. Y de
nuevo, no se trata de señalar a la gente que elige modelos de relación más
parecidos a la norma social imperante como gente conservadora, clásica o poco
liberada. En cualquier caso, el ejemplo nos sirve para ver que tener una orientación
sexual determinada (si es que eso se tiene) no implica tener valores más o menos
progresistas o conservadores.

Con todo esto, lo que se propone es que en lugar de dividir el mundo entre
personas cis-heteros y personas LGTBI tracemos una diferencia entre gente que
tiene ganas de transformar las normas sobre cómo debemos relacionarnos sexual y
afectivamente y gente que no siente esa necesidad. Trazar la línea en base a la
orientación sexual y la identidad de género es algo simplista, porque al final no se
trata tanto de lo que hagas en la cama o de cómo te vistas sino de tus valores, de
tus ideas, de tus compromisos éticos y políticos, de lo que te parece justo o injusto
en el mundo. Sin ir más lejos, seguramente hay muchas personas heterosexuales
realizando este curso porque les interesa personalmente. Es decir, no es que se
sientan solidarios con la gente LGTBI y se estén formando para echar una mano,
sino que piensan que acabar con la normatividad heterosexista es una tarea que les
interpela directamente y sobre todo que también les beneficia.

4. Más allá del acrónimo LGTBI, la diversidad sexual y de


género como bien común

Por último, una de las ideas que trata de impulsar esta formación es que la
diversidad sexual y de género debería ser imaginada como un bien común. Una
sociedad donde existe un amplio abanico de referentes sobre sexualidades diversas
es una sociedad más libre para todo el mundo. Y eso tiene traducciones bastante
concretas.

Pongamos un ejemplo práctico. Imaginemos un instituto de secundaria en el que no


existe ninguna persona abiertamente homosexual, ni entre el alumnado, ni entre el
claustro de profesores ni el personal administrativo, de conserjería o limpieza.
Nadie. No sabemos si alguna persona lo es en su vida privada, pero, en cualquier
caso, en el instituto nadie lo hace visible, ni habla de ello, así que es como estar en
una burbuja de heterosexualidad permanente. Y en paralelo imaginemos otro
instituto, donde la coordinadora pedagógica del centro es lesbiana, también uno de
los profesores de deporte es gay y uno de lengua castellana. Además, en cada
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generación de alumnos y alumnas hay alguna pareja del mismo sexo. Entre estos
dos centros educativos, hay claramente uno que muestra más que el otro la
pluralidad de sexualidades posibles. Parece evidente que para un alumno que está
planteándose su sexualidad y tiene dudas o inquietudes sobre si le gustan los chicos
o las chicas, el segundo instituto es el lugar más adecuado en el que estudiar porque
al tener referentes podrá sentirse más libre de experimentar, imaginar y proyectar
todas las posibilidades. Pero la afirmación realmente sorprendente es que al alumno
heterosexual también le irá mejor estudiar en el segundo centro, porque esos
referentes de diversidad sexual también le abren puertas a él. Y no, no nos
referimos a que quizás acabe saliendo del armario, sino a que podrá vivir de forma
más libre también su heterosexualidad. Y es que la heterosexualidad también está
configurada a partir de la homofobia. Muchos chicos heterosexuales adolescentes
tienen que hacer una permanente ostentación o demostración pública de su
hipermasculinidad para dejar bien claro que ellos no son “maricones” y que están
totalmente lejos de la homosexualidad. Eso implica también una falta de libertad y
una exigencia, muchas veces asfixiante y represiva, de cumplir con lo que la
sociedad espera de un chico heterosexual. Lo que observamos es que los chicos
heterosexuales que se han socializado con personas LGTBI, y particularmente con
hombres gays a su alrededor, tienen interiorizado que la homosexualidad no hace a
ningún hombre inferior y viven de forma mucho más relajada su masculinidad. La
represión de la cultura heterosexista dominante no solamente limita la libertad de
las personas LGTB, constriñe muy especialmente a los hombres heterosexuales que
se sienten permanentemente amenazados por no cumplir las expectativas y que
viven preocupados por exhibir su heterosexualidad absoluta e inquebrantable. Al
final los contextos de diversidad sexual y de género nos hacen más libres a todos y
todas, libres también para explorar la sexualidad heterosexual sin fantasmas ni
preocupaciones. Es más, algunos de estos chicos heterosexuales que han conocido
otras opciones posibles exploran con curiosidad y tienen experiencias
homosexuales puntuales sin que eso suponga una cosa terrible y perturbadora. Por
eso decimos que la diversidad sexual es una riqueza de la que se beneficia todo el
mundo, porque también la gente cis-heterosexual vive más libre cuando las
personas LGTBI tienen más libertad. Cuando el mundo en el que vivimos tiene
pocos referentes de diversidad sexual y de género y una mirada más pobre de la
diversidad, también las personas cis-heterosexuales tienen menos libertad para
vivir sus vidas.

Esta reflexión podemos trasladarla también a la diversidad de género, aunque en


este ámbito disponemos de muchos menos referentes positivos en nuestra
sociedad. Pero por hacer el mismo paralelismo, en un contexto en el que conviven
personas trans o personas con expresiones de género diversas (hombres femeninos
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y mujeres masculinas) se configura un ambiente de mayor libertad también para las


personas cis o con expresiones de género más normativas (hombres masculinos y
mujeres femeninas). Cuantas más experiencias existen a nuestro alrededor, más se
amplían los márgenes de lo que es posible, más matices podemos expresar sin
sentir que nos salimos de alguna casilla. Y de eso trata promover la diversidad
sexual y de género, es una apuesta universal por vivir en sociedades más libres, más
allá de cómo nos sintamos y quien nos guste.

Este módulo tenía como objetivo reflexionar entorno a la cuestión de la diversidad


sexual y de género más allá del colectivo LGTBI e invitar a pensar los debates que se
exponen en los siguientes módulos desde una mirada alejada del esencialismo. Las
propuestas que se formulan buscan analizar las consecuencias que tiene la
normatividad sexual y de género y transformar la forma en la que pensamos el
deseo, la identidad y el cuerpo de todas las personas en nuestra sociedad con el
objetivo de ser un poco más libres.
Coordinado por Berdintasun Proiektuak S. Coop.

2020

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