Respeto

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Respeto

Cualquier valor podría encabezar esta lista, pero creemos que el respeto merece ocupar este puesto.
Respetar a nuestra familia, a nuestros amigos y amigas, a quienes no conocemos, a culturas que nos
parecen distintas, a quienes son diferentes... genera un ambiente de comunicación y de paz.

Empatía

Existe un principio en muchas culturas y religiones que dice: “Trata a los demás como te gustaría que te
trataran a ti”. Esta es la ejemplificación más clara de la empatía: la cualidad de ser capaz de ponernos en
la piel de otro ser humano y comprender las razones de quienes nos rodean.

Responsabilidad

Puede parecer que la responsabilidad no es un valor demasiado importante. Si crees esto, realiza el
siguiente ejercicio: imagina un mundo en el que nadie se hace responsable de sus actos ni de sus
palabras. La responsabilidad está muy vinculada, como ves, al compromiso y a la honestidad.

Solidaridad

La solidaridad y la generosidad van de la mano. En realidad, no se entiende una sin la otra. Consiste en
capaz de realizar esfuerzos de manera altruista para ayudar a quienes más lo necesitan, luchando por la
dignidad de todas las personas.

Voluntad

Últimamente parece que la voluntad es un valor ausente, sobre todo en las instituciones. Se usa mucho
el término “voluntad política”, principalmente cuando gobiernos de todo el mundo ponen excusas ante
asuntos tan graves como la muerte de cientos de personas en el mar o el éxodo de miles de familias
huyendo de una realidad violenta. Querer es poder, y con unas prioridades claras cambiar las cosas es
posible.

Nueva llamada a la acción

Honestidad

La honestidad es una cualidad que implica sinceridad. Encontrar un futuro con personas honestas
garantiza verdad, respeto, franqueza y libertad.

Compasión

Muy relacionada con la empatía, la compasión permite que un ser humano sea capaz de sentir el
sufrimiento de la otra persona y tomar las acciones necesarias para ayudar.

Amor

Cuando hablamos de amor no nos referimos solo al amor de pareja. Actuar con amor ante cualquier
circunstancia, con cualquier persona o con lo que nos rodea significa actuar de manera bondadosa.
¿Imaginas un mundo en el que todos y todas nos moviéramos solo por y con amor?

Perdón

Aprender a perdonar es una de las cosas más complicadas que existen. Muchas sociedades están
basadas en sistemas que tienen la venganza como telón de fondo y sus gobiernos la usan a discreción
sin tener en cuenta las terribles consecuencias de una sociedad sin perdón.

Gratitud

: la gratitud. La base de la amistad, del amor, de la familia… es la gratitud. Y es que ser capaz de dar las
gracias por lo que otros hacen por ti es beneficioso para ti y para quien te ha echado una mano.
Respeto

Valorar a los demás, , reconociendo sus cualidades, sin transgredirles, tratándoles como quisiera ser
tratado, tomando como válido para los demás lo que ellos piensan, valorando lo que hacen, dando paso
a sus creencias.

Compromiso

Trabajar sobre los logros alcanzados y hacia las metas propuestas, creer en lo que se hace y realizarlo
con la normatividad establecida.

Tolerancia

Comprensión y flexibilidad ante situaciones adversas, frente a las posiciones y limitaciones de los demás.

Responsabilidad

Comprometerse de manera consciente con los resultados obtenidos en el cumplimiento de los


propósitos misionales de la institución.

Sentido de pertenencia

Sentirse parte de la Escuela, seguir sus normas de convivencia, trabajar por el alcance de sus objetivos y
compromisos. Sentir orgullo y satisfacción de los logros alcanzados.

Confianza

Nivel de conocimiento y seguridad sobre sí mismo y los demás, que le permita desarrollar sus
actividades interpersonales y laborales con un alto grado de regularidad y predictibilidad en las acciones
sociales.

Solidaridad

Compartir las causas propias e identificarse con las ajenas

para desarrollar nuestras funciones misiones con responsabilidad social y ambiental.

Cuento Los cuatro amigos

Había una vez cuatro animales que eran muy amigos. No pertenecían a la misma especie, por lo que
formaban un grupo muy peculiar.

Desde que amanecía, iban juntos a todas partes y se lo pasaban genial jugando o manteniendo
interesantes conversaciones sobre la vida en el bosque. Eran muy distintos entre sí, pero eso no
resultaba un problema para ellos.

Uno era un simpático ratón que destacaba por sus ingeniosas ocurrencias. Otro, un cuervo un poco serio
pero muy generoso y de buen corazón. El más elegante y guapo era un ciervo de color tostado al que le
gustaba correr a toda velocidad. Para compensar, la cuarta de la pandilla era una tortuguita muy
coqueta que se tomaba la vida con mucha tranquilidad.

Como veis, no podían ser más diferentes unos de otros, y eso, en el fondo, era genial, porque cada uno
aportaba sus conocimientos al grupo para ayudarse si era necesario.

En cierta ocasión, la pequeña tortuga se despistó y cayó en la trampa de un cazador. Sus patitas se
quedaron enganchadas en una red de la que no podía escapar. Empezó a gritar y sus tres amigos, que
estaban descansando junto al río, la escucharon. El ciervo, que era el que tenía el oído más fino, se
alarmó y les dijo:
– ¡Chicos, es nuestra querida amiga la tortuga! Ha tenido que pasarle algo grave porque su voz suena
desesperada. ¡Vamos en su ayuda!

Salieron corriendo a buscarla y la encontraron enredada en la malla. El ratón la tranquilizó:

– ¡No te preocupes, guapa! ¡Te liberaremos en un periquete!

Pero justo en ese momento, apareció entre los árboles el cazador. El cuervo les apremió:

– ¡Ya está aquí el cazador! ¡Démonos prisa!

El ratón puso orden en ese momento de desconcierto.

– ¡Tranquilos, amigos, tengo un plan! Escuchad…

El roedor les contó lo que había pensado y el cuervo y el ciervo estuvieron de acuerdo. Los tres
rescatadores respiraron muy hondo y se lanzaron al rescate de urgencia, en plan “uno para todos, todos
para uno”, como si fueran los famosos mosqueteros.

¡El cazador estaba a punto de coger a la tortuga! Corriendo, el ciervo se acercó a él y cuando estuvo a
unos metros, fingió un desmayo, dejándose caer de golpe en el suelo.  Al oír el ruido, el hombre giró la
cabeza y se frotó las manos:

– ¡Qué suerte la mía! ¡Esa sí que es una buena presa!

Lógicamente, en cuanto vio al ciervo, se olvidó de la tortuguita. Cogió el arma, preparó unas cuerdas, y
se acercó deprisa hasta donde el animal yacía tumbado como si estuviera muerto. Se agachó sobre él y,
de repente, el cuervo saltó sobre su cabeza. De nada le sirvió el sombrero que llevaba puesto, porque el
pájaro se lo arrancó y empezó a tirarle de los pelos y a picotearle con fuerza las orejas. El cazador
empezó a gritar y a dar manotazos al aire para librarse del feroz ataque aéreo.

Mientras tanto, el ratón había conseguido llegar hasta la trampa.  Con sus potentes dientes delanteros,
royó la red hasta hacerla polvillo y liberó a la delicada tortuga.

El ciervo seguía tirado en el suelo con un ojito medio abierto, y cuando vio que el ratón le hacía una
señal de victoria, se levantó de un salto, dio un silbido y echó a correr.  El cuervo, que seguía atareado
incordiando al cazador, también captó el aviso y salió volando hasta perderse entre los árboles.

El cazador cayó de rodillas y reparó en que el ciervo y el cuervo se habían esfumado en un abrir y cerrar
de ojos. Enfadadísimo, regresó a donde estaba la trampa.

– ¡Maldita sea! ¡Ese estúpido pajarraco me ha dejado la cabeza como un colador y por si fuera poco, el
ciervo se ha escapado! ¡Menos mal que al menos he atrapado una tortuga! Iré a por ella y me largaré de
aquí cuanto antes.

¡Pero qué equivocado estaba! Cuando llegó al lugar de la trampa, no había ni tortuga ni nada que se le
pareciera. Enojado consigo mismo, dio una patada a una piedra y gritó:

– ¡Esto me pasa por ser codicioso! Debí conformarme con la presa que tenía segura, pero no supe
contenerme y la desprecié por ir a cazar otra más grande. ¡Ay, qué tonto he sido!…

El cazador ya no pudo hacer nada más que coger su arma y regresar por donde había venido.

Por allí ya no quedaba ningún animal y mucho menos los cuatro protagonistas de esta historia, que a
salvo en un lugar seguro, se abrazaban como los cuatro buenísimos amigos que eran.
¡A que no resuelves estas adivinanzas de valores!

Soy una dama con mucha gracia,


señor Cortés si ha demostrado
delicadeza, educación y respeto,
diga quién soy señor Cortés y compañía.

Respuesta

La cortesía.
Sumo y multiplico el esfuerzo,
los fines comunes persigo;
solo existo en la unión,
dejo de existir en la división.

Respuesta

La cooperación.
Soy un caballero desinteresado,
siempre ayudo al prójimo,
amor sin distinción reparto,
a todos doy y para todos tengo.

Respuesta

El altruismo.
Es una forma de vivir congruente
entre lo que se piensa y la conducta que se observa.

Respuesta

La honestidad.
Es fácil detectar en la vida de alguien capaz.
por su sentido del deber él lo hará.

Respuesta

La responsabilidad.
Es algo por lo cual se vive en armonía y te dejan de molestar.
Y que a fin de año se suele brindar.

Respuesta

La paz.
El ejemplo del afecto
y la solidaridad,
no antepone condiciones
pues se basa en la lealtad.

Respuesta

La Amistad.
Soy toda certeza,
intención buena,
confianza plena,
creencia fervorosa.

Respuesta

La fe.
La señora Cardinal,
en derecho y equidad,
a razón y verdad,
paga a cada cual.

Respuesta

La justicia.
Soy igualada,
pero respetuosa,
imparcial señorita
que vive en la llanura.

Respuesta

La igualdad.

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